Mi madrina. Entre la nostalgia y el futuro que no fue

August 29, 2017 | Autor: G. Solórzano-Alfaro | Categoría: Articulos, Novela Latinoamericana, Ensayo, Novelas, Carlos Luis Fallas
Share Embed


Descripción

Mi madrina. Entre la nostalgia y el futuro que no fue1 GUSTAVO SOLÓRZANO-ALFARO | [email protected]

La Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (EUNED) recién ha publicado una edición ilustrada de Mi madrina, novela corta de Carlos Luis Fallas, Calufa, tanto en versión de lujo como en rústica. Las ilustraciones, una serie de dibujos de gran calidad en tinta china, pincel y pluma sobre papel acuarela fueron realizadas ex profeso por el artista Luis Carballo Trejos. Por tales motivos, resulta propicio el momento para invitarlos a disfrutar de esta nueva edición y para reflexionar en torno a la novela de Fallas. Usualmente, la novela corta Mi madrina (1954) suele ser analizada como ejemplo de la estética realista-costumbrista por un lado o como relato juvenil por otro, todo lo cual oculta de algún modo sus posibles denuncias o en todo caso sus contradicciones tanto internas como contextuales (dentro del programa literario de su autor o de su generación). Por ello es posible entender por qué Mi madrina no causó ningún tipo de “escándalo”, pese a contar con algunos ingredientes para generar controversia, pues trata temas que incluso hoy resultan polémicos en nuestra sociedad: una familia no tradicional (Encarnación Salguero, madrina, y Juan Ramón Artavia, ahijado) que supera la pobreza gracias a la “brujería”; una niña soltera de 14 años, Rosaura, embarazada por un sacerdote español; aburridas clases de Religión y un espacio en el que la educación era vista como un medio para salir adelante, pero con el fin de ayudar a los demás. En este sentido, el proceso de inserción sociocultural de esta narración es inverso al de Marcos Ramírez (1952), novela que en un principio no tuvo gran acogida y sobre la cual pesó incluso una suerte de censura por su aparente carácter transgresor, y no fue sino hasta entrada la década de los sesenta, quizá impulsada por los cambios de la época o por intereses institucionales, que la crítica y el sistema educativo volvieron sus ojos hacia ella, con lo cual de “transgresora” se convirtió en medio de transmisión de los valores del “ser costarricense”. Así las cosas, luego de que en las décadas pasadas Mi madrina ha sido vista con complacencia, como un texto “inofensivo”, en años recientes el interés por esta obra ha crecido y se ha diversificado con varios estudios, tales los casos de “El discurso de la inocencia en Mi madrina de Carlos Luis Fallas”, de Shirley Montero o “Procedimientos enunciativos de la autobiografía ficticia en Mi madrina y de la novela autobiográfica en Marcos Ramírez”, de Dorde Cuvardic García (ambos artículos en Káñina, UCR, XXXIV (2), 2010). Un relato social e íntimo. Las obras de la generación del 40 suelen ser consideradas un momento clave para la literatura costarricense. Los presupuestos ideológicos que en ellas se tejen permitieron un corte y un cambio en nuestra cultura. Lastimosamente, como afirma Manuel Picado en su clásico Literatura/Ideología/Crítica, a ese quiebre ideológico no le correspondió un quiebre equivalente en el plano lingüístico (problema que sigue aquejando a la literatura de nuestro país), lo cual deja en evidencia algunas debilidades de la producción del periodo. Pero más allá de eso, a pesar de ser vista como relato de costumbres y como relato juvenil y por tanto como un relato ingenuo, en

1

Publicado en Áncora, La Nación, domingo 22 de abril de 2012.

realidad Mi madrina es una obra que permite entender no solo a la generación del 40, sino sobre todo importantes elementos que fueron conformando lo que hoy es Costa Rica. Mi madrina nos remite a un mundo rural en el que las cosas no eran como se ha querido sostener: un paraíso de paz y solidaridad entre campesinos. Al contrario, revela las profundas brechas, las hondas contradicciones cívicas, políticas y morales, entre otras, que subyacen en la conformación de la sociedad costarricense. Sugiere Shirley Montero que Mi madrina rompe con el mito nacional, ese que fue gestado a finales del siglo XIX y principios del XX por la oligarquía liberal, ese mismo que ya desde la década de los treinta empezaba a resquebrajarse, como afirma Álvaro Quesada en su Breve historia de la literatura costarricense, mito que sería cuestionado en la década de los cuarenta, tanto desde el ámbito político (Revolución del 48) como desde el literario (generación del 40). Por otro lado, pocas historias en la literatura costarricense tan entrañables como la de Mi madrina, ya que a pesar de que la obra de Calufa se lee casi siempre con resonancias sociopolíticas es posible rastrear en esta novela un relato íntimo, sumamente personal, a través del vínculo inquebrantable entre Juan Ramón y ña Chon, relación de apoyo y abrigo mutuo ante el desamparo y la desesperanza. Hacia el futuro. En algunos casos, los párrafos finales de narraciones en sentido clásico “clausuran” un problema de forma metafórica y abierta, pero en otros, más bien cierran el horizonte literario de posibilidades del héroe, precisamente al anunciar que la “verdadera aventura” apenas empieza, como si las páginas que el lector ha concluido no fuesen otra cosa que un preámbulo sin mayor importancia. Tal es el caso de Marcos Ramírez y de Mi madrina, ya que de una u otra forma se pueden considerar “hermanas”. Quizá la diferencia estriba en que mientras en Marcos Ramírez las “aventuras de un muchacho” (vistas quizá como intrascendentes) son apenas el umbral a “la gran aventura”, a la vida adulta, los sucesos de Mi madrina, que terminan apenas en el comienzo de la adolescencia de Juan Ramón, crearán un vacío sumamente significativo alrededor del cual se tejerán probablemente todos los demás acontecimientos en su vida futura. Así es, la infancia como el crisol donde se forma todo, el espacio al que siempre volvemos con el recuerdo, con la nostalgia, sabedores de que ahí hemos dejado algo irrecuperable. Juan Ramón mira hacia el futuro en una tarde soleada, esa misma en que han enterrado a su madrina. El vínculo materno se ha roto. La casa que a duras penas daba cobijo queda atrás y se abre el paso hacia una nueva etapa, signada por la mano del director posada en el hombro del protagonista, como si la madurez significara abandonar el espacio confortable y familiar para ingresar en la institucionalidad estatal. Sabemos de esa nueva etapa porque fue anunciada desde la dedicatoria por el narrador, quien regresa a su pueblo natal convertido en médico y quien rememora su infancia, una infancia compartida con el lector pero perdida para siempre. El paraíso perdido. Dice Robert Hass en su poema “El mundo como voluntad y representación”: “… De algún lugar tomamos nuestra primera idea / moral sobre el mundo, sobre la justicia y el poder, / el género y el orden de las cosas.” El carácter, definitivamente, se forma en la infancia, y el vínculo roto con esta es el mismo vínculo que nosotros, costarricenses del siglo XXI, sentimos con un país que soñamos pero que en realidad nunca existió, espejismo que hoy por hoy desparece, irónicamente, de forma aún más clara, como en aquella tarde soleada. EL AUTOR ha publicado poesía y ensayo. Sus libros más recientes son la muestra de poesía costarricense Retratos de una generación imposible y el poemario Inventarios mínimos.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.