\"Memorial sobre el trato de la China con Nueva España y estos reinos\", de Horacio Levanto

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Descripción

Horacio Levanto

MEMORIAL SOBRE EL TRATO DE LA CHINA CON NUEVA ESPAÑA Y ESTOS REINOS [Sevilla, circa 1620]

(Edición y estudio de Sergio M. Rodríguez Lorenzo)

Isla Cristina 2014

PRESENTACIÓN PARA ACADEMIA.EDU

DURANTE VARIOS AÑOS, don Antonio Fontán tuvo la costumbre de editar un texto breve suyo, a modo de ensayito o conferencia, para regalarlo a familiares y amigos por navidad. Antonio de Nebrija, príncipe de los humanistas españoles (1992); Juan Dantisco. Un humanista polaco en la España de Carlos V (1994); El español, lengua universal (1996); Europa y el cristianismo (2003), son algunos de los títulos que he podido allegar en distintas librerías de viejo de toda España. La iniciativa me sigue pareciendo conmovedora y, en la medida de mis posibilidades, la asumo: ofrecer a mis conocidos una publicación que, al tiempo que hermosa de factura, sea de materia sustanciosa y representativa de mis intereses historiográficos. Para comenzar la serie, me he decidido por el Memorial sobre el trato de la China del genovés —naturalizado castellano— Horacio Levanto, de en torno al año 1620. Lo fotocopié en la Biblioteca Nacional de Madrid en el año 2002, y desde entonces ha permanecido en una de esas carpetas que solo de vez en cuando se rebuscan. Aparte de su transcripción, lo he anotado con cierta exhaustividad y le he antepuesto un pequeño estudio sobre el papel de los pueblos ibéricos en la globalización de los siglos XVI y XVII. Contiene la introducción, además, una pequeña semblanza de Horacio Levanto, algunos

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comentarios sobre el arbitrismo que afectó a las rutas oceánicas de la Monarquía Católica, así como sobre los conceptos de teoría económica que aparecen en el Memorial. Lo he dejado ya entregado en la imprenta, y solo espero que esté disponible para las navidades. El número de ejemplares, 175, también tiene su historia. Pasé mucho tiempo buscando los libros de Duarte Gomes Solis (Discursos sobre los comercios de las dos Indias y Alegación a favor de la Compañía de la India Oriental) que editó Moisés Bensabat Amzalak. Cuando logré reunirlos en mi biblioteca comprendí la razón de tanta escasez y de tanto revolver en anaqueles de librerías: eran ediciones personales de tirada cortísima, de ciento setenta y cinco ejemplares. De algún modo, este folleto es un homenaje a quien tanto nos enseñó sobre la economía portuguesa en los tiempos de la Uniaõ. Como lo interesante de verdad es lo que escribió Horacio Levanto en su época, y no lo que diga alguien del siglo XXI, ofrezco aquí solo el Memorial por si le resulta útil a algún historiador. La edición en papel circulará por pocas manos, aunque algunos ejemplares se guardarán en bibliotecas y archivos que me abrieron sus puertas. En cuanto al Memorial, se verá que aparece una parte en letra redonda y otra en cursiva. Así consta en el original. El texto cursivo corresponde a adiciones del propio Horacio Levanto a un memorial primitivo que debió de enviar al Consejo de Indias. En el ejemplar de la

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Biblioteca Nacional —existe al menos otro en la Real Academia de la Historia—, aparecen dos notas manuscritas al margen, realizadas por la misma persona, y que he colocado al pie. La transcripción está modernizada, aunque algunas palabras se mantienen tal y como aparecen en el impreso. Hoy es fácil comparar los textos, pues todo el Memorial está digitalizado en la Biblioteca Digital Hispánica. Se trata, afortunadamente, del sino de los tiempos: tener a mano lo que antes suponía casi una hazaña encontrar. La puntuación es mía, lo que supone ya una interpretación de la obra.

Isla Cristina (Huelva), diciembre de 2014.

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HORACIO LEVANTO

MEMORIAL SOBRE EL TRATO DE LA CHINA CON NUEVA ESPAÑA Y ESTOS REINOS

Dirigido al señor don Fernando Carrillo, caballero del hábito de Santiago y presidente del Real y Supremo Consejo de las Indias

[Sevilla, circa 1620]

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rande es el trato, señor, que hay de la gran China a la ciudad de Manila, cabeza de la isla de Luzón, donde viven y acuden cada año cantidad de chinos, que por otro nombre llaman sangleyes, con navíos de mercaderías de algodón y seda, la cual, y los tejidos de ella, han ido y van mejorando y haciendo al uso; que ven que los vecinos de la dicha ciudad de Manila los apetecen para enviar a la Nueva España, donde los de seda son muy gastables por ser muy vistosos, y tan baratos que algunas veces por granjería se navegan de la Nueva España a esta ciudad de Sevilla, y todas las flotas mucha seda madeja. Y los dichos tejidos de algodón son también muy gastables, y particularmente entre los indios, que no apetecen los que les van de estos reinos de lino y cáñamo. Y los géneros más principales que traen de China a Manila, de seda, son terciopelo llano y labrado, rasos, damascos, gorgaranes, tafetanes, picotes, tocas, medias, seda floja, y torcida, y de madeja, que es de la que se hace todo lo dicho. Y demás de esto traen camas, pabellones, sobrecamas, almizcle, loza y otras cosillas, que todo se navega para la Nueva España, con otros lienzos de algodón que se tejen en la misma isla de Luzón, que llaman lampotes, mantas de Moro, de Bombón y de Ilocos; y cera en pan amarilla y blanca, que son frutos de ella y en que los naturales pagan los tributos. Y también acude a Manila, y navégase para la Nueva España, pimienta y clavos de comer; y todo vale en aquellas partes muy barato. Que dentro de la ciudad de Manila el terciopelo llano y labrado suele costar de 4 a 6 reales vara; y pieza de raso y damasco de 12 varas, de 24 a

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30 reales; y de gorgarán, tafetán y picote de las mismas varas, de 10 a 16 reales la pieza; y la seda en mazo, de 7 a 10 reales la libra. Y de los tejidos de seda de China se consume en la Nueva España mucha cantidad, que los gastan toda calidad de personas, así ricos como pobres en unas u otras cosas. Porque aunque se les vendan con mucha ganancia, les salen muy baratos. Y de la seda madeja, pelo y trama, se labran en la Nueva España terciopelo, terciopelado, mantos, tocas, pasamanos y muchos tafetanes llanos, de los cuales se llevan al Perú y otras partes de las Indias, donde no llegan buenos los negros y pardos que les van de aquí, por pudrirse en el viaje. Y hallan que la seda madeja de China es más pareja y limpia, y apropiada para los dichos tafetanes y otras obras que la que llaman mixteca, que se cría en la Nueva España en poca cantidad, menos de la que ha menester para el trato que hay de seda en aquel reino, en el cual se sustentan de él muchas personas en la ciudad de México, de la Puebla y Antequera, donde hay muchos oficiales del trato, con veedores de cada oficio; y los usan y labran conforme a las ordenanzas de este reino. Y así con los tejidos de seda que vienen de China tiene la Nueva España poca necesidad de ropa de seda de España, que casi solo gasta la gente rica en sus personas: que el negro de allá no es tan bueno y lustroso como el de este reino. Y los lienzos de algodón también valen muy baratos; que la sinabafa cuesta en la ciudad de Manila de tres a cinco reales pieza de trece varas, y al respecto los demás lienzos. Y los que llaman bocacíes son mitanes de colores y negros, que sirven de aforros, y las holandillas para

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jubones de indios y negros, y los lampotes, mantas de Moro, y de Bombón, y de Ilocos, también para aforros, camisas y manteles de gente pobre y de trabajo, y los caniquíes para cuellos de toda calidad de personas, que hay algunos muy delgados, vistosos y durables, al modo de Cambray y de Flandes; y la sinabafa, que es el género de algodón que viene de Manila y se gasta en la Nueva España más cantidad que de todos los otros lienzos de China juntos (aunque sirve a los españoles y negros en algunas cosas), la mayor parte consumen los indios para camisas, calzones y tilmas, y cobijas, que las cobijas sirven como de manto a las indias, y las tilmas como de capote a los indios, que apetecen mucho el dicho género de lienzo, llamado sinabafa, por ser muy blanco y lavarse con facilidad; y se le dar barato, de real y medio a dos la vara; y subiendo del dicho género gastan muy poco. Que aunque algunas veces ha faltado, y los otros lienzos de China, no por eso han usado los indios en su lugar los de lino y cáñamo que les van de estos reinos, que se han pasado con mantas de Campeche y de la Huaxteca, y otras mantillas de algodón, que tienen ellos cantidad y tejen ellos en sus casas. Y de la ciudad de Manila a la Nueva España navegan cada año dos naos, y si no caben en ambas más de 600 toneladas, que cada tonelada es de ocho fardos, o cajones, las cargan la mayor parte de sedas, para que quepa en ellas todo el retorno del dinero que les va de la Nueva España, que de la ropa de algodón no cupiera la sexta parte. Y si las naos son mayores, se cargan partes iguales en volumen, tanto de algodón como de seda; y una vez viene más de un mercadería y otras menos

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o nada, que los chinos traen lo que el año antes se vendió bien en Manila, o se le pide, sea seda en madeja o tejidos de ella, o de algodón, que de cualquier género de ellos tiene grande abundancia y labran con brevedad con los muchos oficiales que hay en China. Y viene ordinariamente de Manila a la Nueva España de 3 a 4 mil fardos y cajones de seda que valen mucho, y dejan poco provecho a la real hacienda de Su Majestad, por venir registrados parte por cosa de poco valor, y avaliarse barato, conforme a los precios de Manila. Y considerado lo susodicho, parece que si Su Majestad fuera servido se pudiera con provecho de su real hacienda remediar el daño grande que hace tan gran trato de Manila a la Nueva España a la de estos reinos, y rentas reales, con mandar lo siguiente. 2.- Que no se pudiera navegar de la dicha isla de Luzón a la Nueva España tejido alguno de seda ni ropa hecha de ellos, que es lo que hace el daño a los que se labran en estos reinos y a los de lana, y otros géneros de mercaderías que se dejan de llevar a la Nueva España y a otras partes de las Indias porque a los que viven en ellas les sale más barato vestir a sus familias de terciopelo y otras sedas de China que tejidos de lana que les vayan de estas partes o se tejen en las Indias. Y demás del dicho daño, que es grande, consumen los tejidos de seda de China millón y medio, y más, de pesos cada año de primer empleo de Manila, que para otras mercaderías que entiendo se pudieran dejar navegar, bastaría poco; que 4 mil fardos de lienzo de algodón no cuestan en la ciudad de Manila con todas costas 300 mil pesos, y para los tratos y caudal de

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los vecinos de ella parece que con ello y con los otros géneros, que también cuestan poco, sobraría para ocupar sus caudales y hubiera bastante carga para dos naos, que es muy sabido entre los hombres de negocios de aquella Carrera que la mayor parte de la plata que les va es de vecinos de la Nueva España, que aunque está prohibido la envían por su cuenta y se la emplean y cargan los vecinos de Manila en su cabeza por la tercia parte que le prometen de la ganancia, y lo que algunos ganan en tales encomiendas, pierden otros; y más en general por el daño que resulta que vaya mucho dinero, que en Manila encarece la ropa; y tanta cantidad y de valor como sedas tejidas, la baja en la Nueva España, donde ocupa mucha cantidad de moneda, lo que no hace la de algodón, que ocupa muy poco y se gasta bien y con poco daño de los negocios de estos reinos. Que como he representado los indios la consumen la mayor parte de ella; cuando falta, no gastan en su lugar la de lino y cáñamo; y aunque la hubieran de gastar, parece que está bien a estos reinos y de las Indias que se prosiga el trato de los dichos lienzos de algodón. Porque si para la Nueva España, donde se suele gastar más de 1000 fardos de lienzo forastero de lino y cáñamo, que les van de estos reinos, fuera menester mucha más cantidad, se encarecieran ellos donde son casi forzosos, y particularmente en el Andalucía, y costarían más caros, y a los que viven en la Nueva España y demás partes de las Indias, de que resultaría daño general a la nación española, y riqueza a los reinos extraños de donde vienen; lo que no sucedería de los tejidos de seda que les van de estos reinos, que la mayor parte se tejen en ellos, y

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habría en todas partes más abundancia si se hiciera lo que adelante representaré. Y de prohibir que no se navegara tejidos de seda a la Nueva España no resultaría daño a aquellas rentas, porque habiéndose de tener más cuenta con la ropa que viniera, y abrir los fardos como conviniera, para ver si viniera en ellos los dichos tejidos, y avaliándose la ropa por lo que vale en la Nueva España (que las ganancias de la dicha carrera sufren muy bien pagar los derechos por entero) haciéndose la cuenta, se hallará que se sacaría tanto como al presente, y aun más. Y visitar los fardos se pudiera con facilidad muy bien en el mismo puerto de Acapulco, y mejor en México, donde se remite casi toda la ropa. Y de la facilidad hay ejemplo de la Aduana de esta ciudad de Sevilla, donde con pesarse y medirse por menor cada cosa, que allá no era menester, es gran suma la que en un día se ve y queda despachada. Y aunque en verse hubiese de haber alguna dilación de tiempo, no estuviera en efecto mal, antes bien a los vecinos de Manila, que de sus haciendas que llevan a la Nueva España por Navidad al puerto de Acapulco, donde es la descarga, no les fuera el retorno en las naos que salen luego por marzo, porque antes que del dicho puerto la traigan, como es costumbre, a México, que hay 90 leguas de mal camino, es febrero; y habiéndose de enviar el retorno que esté en Acapulco por marzo, es fuerza apresurar y malvender la hacienda, que también causa daño general a todo el trato, y no toca poca parte a los de estos reinos por hacerse entonces también el despacho de ellos. Y si se entablara que el procedido de la hacienda que viene un año, que quedara para otro, más bien se vendiera

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y ocuparan sus caudales los vecinos de Manila, y pudieran ir las naos temprano y llegar a tiempo de emplear, de manera que las que hubieran de venir salieran por San Juan, y antes, que cuando el trato era menos salían por el dicho tiempo y no se perdían, como ha sucedido de años a esta parte por salir tarde, como casi es fuerza salgan, pues las naos que parten de la Nueva España a fin de marzo no pueden llegar a Manila antes de mediado junio, y por mucha diligencia que haya en el despacho de las que han de venir, es menester algún tiempo para emplear, y se dilata a julio, que ya es tarde para aquella navegación. El provecho de la mucha plata que pasa de la Nueva España a las Filipinas es de 15 o 20 vecinos de Manila, que la reciben, y de 40 a 50 de la ciudad de México y de la Puebla, que la envían; y también es de los chinos que venden sus mercaderías con gran ventaja, en tal manera que más de ellas dan por 100 pesos cuando va poca, que con 150 cuando mucha, que es de daño de los demás vecinos de Manila que no son factores de los de Nueva España, y de los de estos reinos, tratos de ellos y rentas reales. Item, mandar que por cuenta de la real hacienda de Su Majestad se comprasen cada año en Manila mil cajones de seda madeja, pelos y tramas, que fueran 120 toneladas, que tuvieran 200 mil libras y costaría de primer empleo de 200 a 250 mil pesos; y aunque se le cuente la paga de la embarcación a quien en Manila se suele dar y la vende, y todos los derechos de salida y entrada en Nueva España, y flete de mar y tierra, no importarían todas las costas hasta esta ciudad de Sevilla 70 mil pesos, y de la dicha seda se sacarían en estos reinos 900 mil pesos, calculándose a 36

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reales libra, que es lo que menos ordinariamente han solido valer, y al presente vale más de 60. Y como la experiencia ha mostrado, por no haber venido de dos años a esta parte como solía por vía de Nueva España, ha hecho gran falta al trato de ella, del cual se sustenta mucha cantidad de personas, así hombres como mujeres. Y no solamente ha resultado daño a esta ciudad de Sevilla, que también le ha tocado a Toledo y a otras partes del reino donde la solían llevar. Y muchos tejedores y otros oficiales del dicho trato, por no tener qué trabajar en sus tierras, se han ido a las Indias y otras partes. Y de los dichos mil cajones se pudiera dejar los 250 en la Nueva España para que los oficiales de aquel reino tuvieran qué trabajar y no resultase daño ni carestía a los vecinos de las Indias, donde las hechuras son muy caras, y así lo que se labra en ellas hace poco daño a los tejidos de estos reinos. Y de los 250 cajones de seda madeja, pelo y tramas, que ordinariamente suele valer en México una con otra de 40 a 50 reales libra, y este año 1620 que ha habido falta ha valido más de 70, se sacarían 250 mil pesos para remitir cada año a Manila y proseguir el dicho empleo. Y los 750, después de pagadas costas, quedarían en estos reinos de ganancia, que cuando menos importaría más de 500 mil pesos cada año, computando los derechos de la entrada de esta ciudad. Y para que Vuestra Señoría y los señores de su Real Consejo tengan alguna certeza que lo que en esto propongo sea y fuera así, digo que entraré partícipe en el dicho empleo de seda por la tercia parte, y que me obligaré a que se meterá por mi cuenta en la real caja de México todo el dinero que para ello hubiere menester, y al

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tiempo que se me mandare, y entenderé que en admitirlo que se me hace muy gran merced en ello. Y entiendo que habrá quien se encargue de toda la compra y de traerla a estos reinos y pagar a Su Majestad de derechos más de 200 mil pesos cada año, habiéndose de proseguir la navegación de ida y vuelta por la Nueva España. Y no propongo que se dejase el dicho trato de la seda madeja, pelos y tramas también para los vecinos de Manila, respecto que el procedido de ella importaría más de 900 mil pesos cada año; y vendiéndose en México por su cuenta les había de ir todo el procedido, y viniendo por la de Su Majestad o de vecinos de esta ciudad, no fuera más de lo necesario para el empleo, pues todo se había de recibir y remitir por administradores, que era fuerza que en esto guardaran la orden que se les diera. Y con la dicha seda tendría los oficiales del trato de ella, así de la Nueva España como de estos reinos, qué trabajar, y se sirvieran los vecinos de las Indias de mejor ropa, que aunque costase más fuera de más provecho, que la de la China dura poco y tiene de aforros, guarniciones y hechuras las mismas costas de la buena. Y así hecha bien la cuenta viene a salir más cara. Y el trato de los paños de lana que hay en la Nueva España se aumentaría, habiendo más gasto de ellos, como habría faltando los tejidos de China. Y habiéndolo de los paños, lo habría de la manteca, con que se labran, y se criaría más ganado del que se saca, gastaría más maíz, que es el trigo de los indios, con que se cría y ceba, y así hubiera más cultivación y resultaría mucho provecho a los dueños de las haciendas del campo y de ganados y a la real hacienda de Su Majestad, respectos de las alcabalas que se causarían

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en las Indias, y en estos reinos, donde también pedirían rajas, jerguetas y otros paños como solían, y se acrecentaría el trato de ellos, que todo sería provecho general. Que fuera fácil hacerse en Manila el empleo de seda madeja por cuenta de Su Majestad, y la ganancia cierta en más cantidad de 500 mil pesos por año, es evidente y cosa muy sabida de quien por experiencia tiene noticia de los tratos de Manila, Nueva España y estos reinos. Y si bien se considerare las causas y razones que hay para proponer como propongo que se traiga a ellos por cuenta de Su Majestad o de asiento que se haga de ella, no se reprobará oponiendo, como algunos han opuesto, que no es justo que el provecho de los tratos se quite a los hombres de negocios haciendo de ellos estanque, antes se conocerá que demás del acrecentamiento de la real hacienda, en hacerse y guardarse la dicha reforma consiste el remedio que se procura de que pase por Manila a los infieles menos plata y venga más a estos reinos, y de ellos se provea las Indias de los tejidos de seda, como por la dicha orden sucediera con provecho general de los vasallos sin perjuicio de ninguno de ellos. Porque en cuanto a los vecinos de esta ciudad, y de las demás de Andalucía, Castilla y León, no se le quitaba provecho ni trato alguno en que la seda madeja, que nunca han tenido de uso traer de las Filipinas, viniera por cuenta de Su Majestad, ante se le aumentaba los tratos y provecho con la prohibición de la entrada de los tejidos de seda de China, como se propone. Y en darle en estos reinos la materia para hacerlos en abundancia y a precio moderado, como he propuesto, y se le pudiera dar de 36 a 40 reales libra; y siendo como es menos de lo que vale y ordinariamente ha valido y se le pudiera dar la que traen de Italia y otras partes, y dejando en estos reinos el trato de ella libre, no es con perjuicio ni se le puede dar nombre de estanque, que es

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obligar a comprar la cosa de que se hace a más de lo que se hallaría si todos la pudieran traer y vender. Y aunque las sedas de China en general no han tenido buen nombre, es muy buena la madeja que al presente traen particularmente de Lanquín, y necesaria para toquerías y para tramar la que se cría en estos reinos, como bien tienen noticia los tratantes en sedas de esta ciudad, Granada y Toledo, a quien en particular estuviera a cuento que se trajera y diera al dicho precio, que por no haberla hallado de dos años a esta parte ni por 55 reales, han dejado muchos de labrar y se han ido muchos oficiales por no tener qué trabajar y sustentarse. Y a los vecinos de la Nueva España no se les quitaba con esto trato ninguno de los que hasta ahora les han sido lícitos, pues no solamente nunca les fue permitido enviar dinero a las islas Filipinas a emplear, antes expresamente prohibido, ni a los de las dichas islas. En efecto estuviera bien que quedase libre el trato de la seda madeja, porque habiendo género de valor como seda en que poder emplear proseguirían de la Nueva España en enviar mucha plata, cosa que (como se trata en el capítulo segundo) en general es de daño a los vecinos de Manila; y sea que se navegara por su cuenta o de los de la Nueva España, o de ambos, fuera mucha la plata que se sacaría del valor de ella y pasaría todos los años a Manila (como se declara en este capítulo), y es lo que se procura evitar. Y si con 200 mil pesos, o 250 mil, se compra y compraría más de 200 mil libras, en enviando de la Nueva España la gruesa de dinero que suelen, y no teniendo tejidos de seda en que poder emplear, trujeran mucha más cantidad; y aunque no la vendieran a más de 20 o 24 reales libra, le quedaría de 60 a 70 por 100 de ganancia por año, con lo cual todavía inclinarían más al trato de las Filipinas que a los de estos reinos. Y resultaría otro daño: que habiendo en la Nueva España mucha seda y muy barata se aumentaría en la dicha provincia el trato de los

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tejidos de ella, y aplicarían también a los indios, como han hecho algunas veces cuando ha habido sobra; y tejerían tanta que no solamente no tendrían necesidad de los tejidos de estos reinos, que proveerían a otras partes de las Indias; y al barato de la seda madeja se pasaría muchos oficiales a gozar de ello. Y viniendo por cuenta de Su Majestad, o de asiento, no pasará del valor de ella a Manila más del primer costo que a 8 reales libra fueran 200 mil pesos, y no hiciera daño la que se dejase en la Nueva España, pues no se le había de dar a los vecinos de ella por menos del precio moderado que se vendiera en estos reinos, de que se quedarían todos gustosos. Y con ser como son en las Indias las costas de las hechuras mayores, vinieran a quedar en buen estado los negocios, y acomodados los unos y otros tratos, y de manera que los oficiales de la Nueva España tuviesen qué trabajar con poco daño de los del mismo oficio que viven en estos reinos, y se excusaría la saca de más de un millón de pesos. Ítem, cuando se hubiese de permitir que personas particulares se hubieran de entremeter en Manila en el trato de la seda madeja, parece que esto se pudiera con menos daño conceder en ocasión de navíos que vinieran a estos reinos, y solamente a los que efectivamente estuvieran sirviendo en aquellas islas. Porque si se permitiera que en tales navíos todos pudieran cargarla, y siendo de los que salieran de Panamá por la orden que se propone en la adición primera del capítulo 7, sabiéndose en la dicha ciudad que hubiese en Manila la dicha ocasión de empleo de seda, enviarían mucha plata para emplearla en ella y traerla a esta ciudad. Y por el contrario se desanimarían sabida la prohibición, y de los tejidos de ella, que son los géneros en los cuales pudieran tener ganancia y emplear cantidad. Y no por eso cuando Su Majestad fuera servido que viniera algún navío de mediano porte de 400 a 500 toneladas, que son los más apropiados, no le faltaría carga bastante porque

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demás de alguna seda que se pudiera cargar por su real cuenta, hay otros muchos géneros de consideración, y particularmente algodón hilado, que hay gran cantidad en China, y se gasta mucho en estos reinos, y bocacíes y mitanes de todos colores para aforros, y holandillas, especierías y loza fina y muchas menudencias que hay en Manila de China y del Japón y valen baratas; y se comprarían por mucho menos de lo que se suele si fuera poco dinero, y así viniera a ser la ganancia mayor en este reino. Y de todo eso gozarían también los dueños de las naos y gente de mar, como los vecinos de Manila, pues entre ellos se había de repartir la embarcación. Y de que Su Majestad tuviera provecho de la conservación de aquellas islas también resultará a los que sirven y sirvieran en ellas, que con más larga mano pudiera hacerles merced. Y si de propósito, y con la atención que el negocio requiere, consideraren bien lo susodicho los que han reprobado o reprobaren que la seda madeja se traiga por cuenta de Su Majestad, o de asiento, hallarán antes ser muy conveniente, y que en esto (como está dicho) consiste el remedio de la saca de la plata y tratos de estos reinos y acrecentamiento de las rentas reales; y no podrán, entiendo, dudar si ésta o cualquiera otra orden tan justa y fácil de ejecutar que en la dicha razón Su Majestad fuere servido de dar se cumpliera bien o no, y por causa de no cumplirse por particulares intereses se dejarán (que no es justo se deje) de conseguir un provecho tan grande y tan importante a la restauración de los tratos de estos reinos, y particularmente dentro de ellos, en que consiste quedar en ellos la riqueza de oro y plata que viene de las Indias, o pasar a otras partes. Ítem, haber dicho que se pudiera traer la seda madeja por vía de asiento es porque cuando se hallase en efecto inconveniente que viniese por cuenta de Su Majestad, pudiera el Consulado de esta ciudad encargarse de ella, que me parece que con facilidad se juntaría entre

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los tratantes todo el dinero que para ello fuere menester, y yo pusiera de buena gana 20 mil pesos; y pagándose de derechos del paso de Nueva España y entrada en este reino un precio moderado por cada libra, importara todavía a la real hacienda de Su Majestad más de 250 mil pesos por año de cuenta aparte del almojarifazgo, horro de todo riesgo. Y viniendo por la dicha orden se conseguiría (como está dicho en este capítulo) el mismo intento principal de que lo que se sacase de ella quedase en estos reinos y solo fuera a Manila lo necesario para el empleo. Y los tratantes de la Nueva España también entiendo entrarían de buena gana en el dicho asiento, y a todos los interesados en él estaría bien que se cumpliera puntualmente la prohibición de los tejidos. Y de que pasara poca plata de la Nueva España a las Filipinas, porque con ello hubiera mejor salida de la seda madeja y se compraría en Manila más barato. Y así todos por su particular interés solicitarían, como se declara en el capítulo 5 y adición de él, el cumplimiento de la dicha reforma. Ítem, mandándose prohibir la traída de los tejidos de seda de China, y venir la de madeja, no solamente con esto se conseguiría venir de las Indias a esta ciudad más cantidad de plata de la que entrase en la nueva moneda que yo propuse en el memorial del consumo de la de vellón en la respuesta segunda del capítulo 12, donde hice mención de esto, que juntamente se aumentaría la real hacienda, y no tanto por la ganancia que viniese en la seda madeja, que fuera grande, cuanto por lo que se acrecentarían los derechos reales en las Indias y en estos reinos, de los cuales la saca de moneda fuera menos, y la que saliese por cuenta de Su Majestad haría más operación; y si no me engaño la saca no pende ni el remedio consiste en lo que en general he oído juzgar, antes de diferentes causas que he apuntado, que con buenos y

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suaves medios entiendo se pudieran atajar con gran provecho de la población de estos reinos. Ítem, aunque ordinariamente fue loada la razón, no innovar parece se entendió en lo que no requiere remedio; y si los tratos de estos reinos lo requieren, díganlo los oficiales y tratantes en paños de lana y seda y la población, y abundancia de moneda de los lugares, y por los tratantes naturales de esta ciudad. Díganlo los corredores, que son los que tienen alguna noticia de los caudales: si son mayores o menores de ahora diez años, y si de la plata que desde entonces ha entrado de las Indias ha quedado mucha; díganlo todos en general los que tienen noticia de ello. Y de lo demás contenido en este memorial y de la encaminación de la gente de este reino a Manila, díganlo los sucesos pasados. 4.- Que sea muy conveniente la prohibición de los tejidos de seda y lo demás propuesto, entendiendo, señor, que es casi evidente por las razones generales de arriba. Y porque como en China hay tanta abundancia de trabajadores, y un tejedor u otro oficial trabaja un mes por cuatro reales, sale la ropa tan barata; que si la cantidad que va a la Nueva España viniera a esta ciudad, descompusiera más de lo que está el trato de la seda de Granada, Toledo y las demás partes de estos reinos. Y si dejaran de entrar en la Nueva España los lienzos de algodón, harían falta para los negros y mulatos, que son más que los españoles, y de ellos a la gente pobre, porque no todos ellos pueden vestirse de ropa de Castilla. Y como ha tanto tiempo que gozan de la dicha comodidad, quedarían con el deseo de ella, que parece ser cosa digna de consideración, y la falta de los tejidos de seda no sentirían porque casi todos ellos se

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visten de sayal y paño de la Puebla y México y sus comarcas. Y también fuera de mucho daño a los vecinos de Manila, porque aunque hubiese navegación a este reino por la India o por el estrecho de Magallanes, fuera más larga y peligrosa. Y como una nao de ropa de China vale mucho, si sucediese perderse alguna fuera grande el daño sin la recompensa que suele haber en la Nueva España, que si de tres naos se pierden dos, con la una se restaura todo el principal y se gana. Porque en las Indias cuando hay falta de algún género sube diferentemente que en este reino, donde se crían de los mismos y vienen de otras muchas partes cada día, y de las mantas de Moro, de Bombón y de Ilocos, y cera en pan, que son los géneros de las mismas islas de Manila, y en los cuales los encomenderos cobran sus rentas, tuvieran en esta ciudad poca salida y le quedaría muy disminuida la renta de lo que le vale con la comunicación de Nueva España. Y si la seda madeja de China faltase de estos reinos, la traerían por vía de Flandes, como han hecho de dos años a esta parte, y lo que se puede haber con ocho reales de los chinos, costaría, como ha costado y cuesta, más de cincuenta de los holandeses; y cuando no la trujeran ellos, la habían de traer otros de la misma o de otras partes, pues la que se cría en estos reinos es menos de la que es menester para tanta gente como en ellos se visten de seda y para llevar a las Indias. Y habiendo de entrar, es de menos daño que entren sedas por labrar que labradas. Porque una libra que en madeja cuesta 40 o 50 reales, vale después de labrada más de 120, que va a decir mucho, y esto pierden los oficiales de estos reinos, y sale de ellos; y no habiendo

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provecho en las artes y oficios, se disminuyen, y la población, y los vestidos cuestan más caros; y subiendo los de seda a poco más de lo que hoy valen, hecha la cuenta se hallará que llegarían a más de peso de plata, que todo es y fuera daño general de estos reinos. Que si los tejidos de seda China que entran en la Nueva España entrasen en este reino, descompusieran del todo el trato de ellos en ellos parece evidente, y el gran daño que resultaría a los derechos reales. Porque como la experiencia ha mostrado, cuando algunas veces solo han venido 100 cajones de ellos a esta ciudad por vía de la Nueva España, se ha vendido el terciopelo de China por 12 reales vara, y fiado por largos plazos. Y considerado lo que paga de derechos una libra de seda en Granada, y de entrada en esta ciudad, cada vara de terciopelo que se labra de ella viene a sacar Su Majestad de derechos de lo que se labra en estos reinos más de todo el valor de lo que se trae de China. Y si con venir solo 100 cajones ha valido a 12 reales, menos valdría si vinieran 2 mil, como suelen ir a la Nueva España. Y el mismo daño resultaría en los demás géneros de seda, y se descompusieran mayormente de lo que está la fábrica, cosa de gran perjuicio de la población y bien público. Ítem, de esta ciudad, donde cada día entra ropa de diferentes partes y se vende fiada a largos plazos, no le iría el retorno a los vecinos de Manila de 5 mil cajones y fardos, y más que suelen cargar de los dichos tejidos, y de algodón, seda y otras cosas por la Nueva España, como de la dicha provincia, en las primeras naos que salen después de llegada la hacienda; antes muchas veces sucedería no irles el procedido de sus haciendas en 3 años, y así se fueran descomponiendo las correspondencias con los chinos. Y pudiera ser pasarse la de la seda madeja a los holandeses, que procuran

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entremeterse en ella, y debe ser por el buen despacho que han tenido de la que quitaron a los chinos, que han vendido en Amsterdam de 45 a 50 reales libra; que en el trato de los tejidos que hay en Flandes abundancia, y de más bondad, no les estuviera bien entremeterse, y más teniendo la especiería, que es de gran provecho, que una libra de clavo de comer que no les cuesta en las islas del Maluco un real, venden por 12. Y aunque la ganancia de la seda madeja es mucho menos, el buen despacho que suele haber de ella parece que también le sufriera la costa del viaje, y no la otra ropa de China, y mayormente en estos reinos, donde el despacho y sustento de las naos cuesta mucho más que fuera de ellos. Ítem, demás de lo que se paga de flete de nao de la ropa que se carga en las Filipinas para la Nueva España, se compra embarcación, que es merced hecha a los vecinos de Manila, hospitales y otras personas que sirven, y es parte de su sustento; y les vale mucho por año, que cada tonelada paga de 300 a 400 pesos, conforme las naos son grandes o pequeñas, y hay poca o mucha ropa que cargar para la Nueva España. Y mudándose del todo el trato a estos reinos, de ida y venida, perderían el dicho provecho o la mayor parte, que como las costas fueran mayores y las mercaderías en general valen menos que en las Indias, no sufrirían la paga de la dicha embarcación. 5.- Por la relación de arriba he procurado, señor, declarar los géneros de mercaderías que de Manila se navegan a la Nueva España, y lo que cada uno vale, y en qué se gastan y dónde se crían y labran, y el estilo y modo de la navegación, para que mejor se pueda ver lo que conviene al servicio de Su Majestad. Y prohibir que algunos géneros, y particularmente labrados, no entren en ciudades y reinos no es cosa nueva, que se ha usado y usa en

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Francia y otras partes, y en este. Y si alguna persona dijere a Vuestra Señoría que dejando que vayan y vengan navíos de Manila a Nueva España no aprovechará la prohibición de cualquier género, pues también está prohibido que no vayan más de 500 mil pesos y van más de dos millones, respondo, señor, que es diferente la salida de la entrada, y de moneda a ropa, porque para la saca del dinero basta muy poco tiempo, que con la disimulación de una noche se negocia, y con contentar a pocos y personas señaladas que ponen los jueces por guardia. Y que para la ropa, aunque se disimule en Manila en cargarla, y en el puerto de Acapulco a la descarga y entrada, quedarían los caminos, donde hay diferentes jueces que hallándola la pudieran descaminar, y cuidarían de ello por sus particulares intereses, que en haberlos, o cierta esperanza de premio o temor de castigo, consiste el cuidado conveniente al cumplimiento de las buenas órdenes, y con esto se cumplieran. Y en México, para encubrir la ropa fuera menester contestar a muchos; y ya que entrase alguna, fuera cosa poca, y poco no es lo que hace el daño, que el daño en esta consiste en el mucho. Demás que mandando Su Majestad que los que tuvieren en la Nueva España los dichos tejidos, los consumieran o sacaran dentro de un breve término, y en el entretanto se sellaran, quedando la ropa sujeta, que en cualquier parte que se hallase quedase perdida. Los alguaciles y otros ministros, por lo que les importaría, solicitarían el negocio de manera que pocos se animarían a traerla ni la hallarían en Manila. Porque sabido por los chinos la prohibición, no la traerían, que como saben los hombres que han negociado

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en aquellas partes, solo que tengan noticia aquellos mercaderes chinos que un género no ha valido en Nueva España, no lo traen hasta que se les pide. Y cuando después viene a faltar los de seda, es menester aguardar otro año a que los manden fabricar, porque los que traen a Manila no se usan en sus tierras, exceptos algunos damascos, y lo que siempre tienen prevenido es la seda madeja, de la cual se coge en aquel gran reino mucha cantidad, y se suele llevar de ella al Japón y a la India, de donde la traen a Lisboa. Y con dos mil ducados que se gastasen cada año de un juez que fuera de este reino a Acapulco a recibir la seda madeja que se hubiese de traer a esta ciudad se aseguraría mayormente la traída de los tejidos de seda, dándole Su Majestad comisión de visitar las naos que vinieran de Manila y fardos. Que como hubiera de ir de aquí con la flota por junio y llegar a la Nueva España por septiembre, y por octubre estar en Acapulco, nadie podía estar confiado en amistades o favores de ministros, no sabiendo quién habría de ir a hacer la visita. Y habiendo de volver con la misma flota y en ella traer la seda y dar cuenta de cómo se habían cumplido las órdenes, y sabiendo que Vuestra Señoría y los señores de su Real Consejo habían de saber de los hombres de negocios (que son los que en semejantes casos saben lo que pasa) si habían venido tejidos de seda, y conforme a ello había de ser recibido, premiado o no de Su Majestad, fuera diferente remedio que encargar solamente la ejecución a los ministros que de asiento están en la Nueva España y no han de venir luego a dar cuenta; y conforme a la que dieren ser luego premiados o

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castigados, que entiendo que no solamente harían los jueces que fueran las diligencias convenientes, sino que juntamente cada uno procuraría señalarse. Y si estuviesen interesados en el tal negocio de seda personas particulares, ellos también por extenso avisarían de lo que pasase y solicitarían el cumplimiento que le estaría a cuento, respecto que cuanto menos dinero fuera a Manila se comprara más barato, y no viniendo tejidos de seda se vendería más bien en la Nueva España y en este reino la seda madeja, pelo y tramas. Que los vasallos estén interesados en el provecho del señor y, en semejante caso como el que se propone, que del aumento resulte bien público, no parece que puede ser de daño, antes conveniente, para que se consiga, y más habiendo de ser con medios tan suaves como se propone, que atienden más a quitar la ocasión del mal y de contravenir a las buenas órdenes, que a mandar ejecutar las penas contra los transgresores. 6.- Haber dicho que hubiera muchas personas que gustarían de entrar partícipes en el empleo de la seda, con que se continuase la traída por la Nueva España, es por la seguridad del viaje de Manila a la dicha provincia, y de ella a estos reinos en las flotas y galeones; y por la que hay de la Nueva España a Manila, que es navegación a popa, y también buena a la vuelta, saliendo por junio, y con poco temor de enemigos, que han tenido poca suerte en aquellos mares, sea que hayan entrado por la India oriental o por el estrecho de Magallanes, que como es navegación tan larga y que se ha de salir fuera de la tórrida zona, donde los vientos son más mudables, que dentro no

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pueden tener certeza, ni acertar a llegar en tiempo de aguardar en parte señalada a las naos que van y viene en la dicha carrera, sino es muy cerca de Manila, donde pueden salir a la defensa. Y porque prosiguiéndose la navegación por la vía de Nueva España no tuvieran necesidad de hacer el desembolso en este reino, donde se estima y más vale el dinero, pues se había de proveer de México lo necesario, y ahorrar las costas y riesgos de la traía a este reino, que con 250 cajones de seda, poco más o menos, que se vendieran por la orden de arriba en México, hubiera siempre bastantemente para enviar cada año a Manila 250 mil pesos que cuando mucho fueran menester para el dicho empleo, y todos los demás cajones que vinieran a este reino, después de pagado costas y derechos, quedarían de ganancia que, como está dicho, importaría más de 500 mil pesos cada año, y en género tan noble como seda, de lo cual se tuviera siempre con la dicha reforma buena salida y se excusaría que viniera de otras partes. Y porque en la dicha navegación de Nueva España las naos no han usado traer infantería para su guarda, por las razones dichas, y por la India parece sería conveniente que fueran y vinieran muy bien armadas; y los seguros que por la navegación de la India se usan y tiene por necesarios, por juzgarse por peligrosa, consumirían con las costas, que en este reino son mayores que fuera de él, todo el provecho, cosas todas que parece son de consideración; y el no poner la hacienda, y de valor, en continencia de perderse y de que se pudieran aprovechar de ella los enemigos; y el daño que resultaría a los derechos reales de Su Majestad, por los de entrada y salida

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que la ropa de China causa en la Nueva España, que por la orden dicha importarían buena cantidad, y los de estos reinos de entrada de lo que viniera derechamente de Manila muy poco, respecto a lo que se perdiera en otras rentas, por el daño que hiciera la ropa de China, y poco valor que tuviera1. 7.- Por Portobelo y Panamá se pudiera encaminar toda la gente de mar y guerra que conviniera al servicio de Su Majestad, y con seguridad que no se huyera, y con brevedad, y de manera que desde el día que saliera de estos reinos, en cinco meses estuvieran en Manila y con poco coste. Porque el pasaje de Cádiz a Portobelo costaría en los galeones muy poco. Y de Panamá a Manila, también, mandándose que a las naos que fueran de Panamá se les diera a la vuelta la carga para Nueva España, que aun entiendo que hubiera quien se obligara de darlas prevenidas y de balde llevar la gente por el 1

[Nota manuscrita en el margen izquierdo]: «Con la arribada que hicieron a Lisboa las naos que habían salido de la dicha ciudad para la India oriental este año de 1621, y fue después de navegación de 5 meses; y con la pérdida de la que vino de las dichas Indias que quemaron los corsarios muy cerca de Lisboa, con ser nao de tanta fuerza como era, verificamos cuán poco conveniente sea la navegación de estos reinos a Filipinas por el cabo de Buena Esperanza, por donde iban las dichas naos que arribaron, o vino la que se quemó. Cosas que no se han visto suceder en la navegación de aquí a Manila por Panamá, que es cierta, y también por la Nueva España, segura, y de Nueva España a este reino, de menos riesgo, que se hace en conserva de flota y galeones, que es diferente segureza de venir las naos solas, como ordinariamente acontece de la India, que no hay muchas que venir juntas, y que el gasto de los frutos de estos reinos en Filipinas no pueden ser de consideración es cosa muy sabida de los que tienen noticia de las dichas islas».

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provecho que tales viajes suelen dejar. Y la de mar fuera de muy buena gana, pues como es notorio la que va en la flota de Nueva España se huye para ir a la carrera de Manila, donde se enriquecen los marineros, interesando mucho en sus granjerías. Pero aunque en efecto todo lo que yo propongo en este memorial sea conveniente, no será ni puede ser de ninguna utilidad el largo discurso del que he hecho con deseo de servir, no se mandando ejecutar; y el mandarlo depende de Vuestra Señoría, y así el bien que resultare se reconocerá de su gran vigilancia en mandar que se le dé cuenta de lo que pasa en cada parte, y gran conocimiento en oír lo conveniente, breve despacho y gran celo que tiene del servicio de Su Majestad y bien público de estos reinos y de las Indias. N.º 1. Que cuando la gente de mar y guerra que buenamente se pudiere enviar de Nueva España a Manila fuere menos de la que conviniere al servicio de Su Majestad que vaya, y se hubiere de encaminar de estos reinos, sea por Portobelo y Panamá, parece ser muy conveniente a su real servicio, para que sepan los enemigos la facilidad y brevedad con que puede socorrer y acabar de conquistar aquellas islas. Y porque por el dicho camino es con menos costa, y en efecto hay más certeza que por otro que llegue, y con brevedad; y de importancia que vaya, como fuera de buena gana, que como la experiencia ha mostrado por el cabo de Buena Esperanza van de mala, y con dificultad se junta la gente de mar, y las costas son muy grandes, y particularmente de las naos y artillería, que son cosas que en Manila no hay falta2. Y de la continuación de la dicha 2

[Nota manuscrita al margen]: «No hay falta de naos, digo, pues que en las Filipinas hay abundancia de madera y oficiales para hacerlas, y se

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navegación por el dicho cabo de Buena Esperanza resultaría, entiendo, a los tratos de estos reinos, rentas reales y a los vecinos de Manila y Nueva España los daños que he representado en este memorial, y particularmente en la anotación del capítulo 4. Y encaminándose de estos reinos por la Nueva España suele faltar mucha, y es con más dilación, porque yendo con las flotas que salen de aquí por junio, y habiéndose de embarcar con los navíos que salen de Acapulco por marzo, no pueden llegar a Manila antes de mediado junio del año siguiente, que es un año de viaje, y por Panamá no excediera de cinco meses, porque embarcándose en la flota por enero estaría en Portobelo a principio de marzo, y a Panamá se pudiera pasar en tres o cuatro días, pues no hay más de diez y ocho leguas, y por el río de Sagri no más de cinco de tierra, que es camino que con la fresca de una noche se puede andar. Y teniéndose las naos prevenidas en la dicha ciudad, donde todos los días hay virazón para salir, pudieran irse luego, y antes de abril, para llegar al embocadero de las islas Filipinas antes de San Juan, que empieza el viento sur, que es contrario. Y no habiendo detención en Portobelo ni Panamá, no enfermaría la gente, como sucede en los puertos de las Indias, y no en la mar dentro [de] la tórrida zona, donde los vientos que corren son sanos; y en ochenta días, poco más o menos, pasarían de Panamá a Manila, de manera que en menos de cinco meses del día que saliera de este reino estuviera en Manila y se ahorraría más de la mitad de los sueldos del viaje y otras muchas costas del sustento y acarreto de tierra. Y no hay duda que si no hubiera el impedimento de la poca tierra que hay entre Portobelo y Panamá, que el viaje derecho de este reino para Manila era pasar por el dicho paraje, navegando siempre a popa. Y habiendo fabrican con brevedad y con menos costa que en estos reinos, y en todos casos los que fueren de Panamá pudieran servir».

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comodidad de navíos, como hay en la otra mar, el dicho impedimento de tierra puede servir, aprovechándose de él, de reformarse de naos y de tomar refresco; y con tanta seguridad como hay, por ser todos mares, tierras y puertos de Su Majestad. Y los bastimentos en la dicha ciudad de Panamá valen más baratos que en Acapulco, y la costa de estos reinos a Portobelo también es menos que para el puerto de la Nueva Veracruz, y en las naos de Acapulco a Manila no hay comodidad de concertar con los dueños de ellas, como en Panamá, la costa del viaje porque las naos que navegan en la dicha carrera de Manila a Acapulco son la mayor parte hechas en las islas Filipinas de Su Majestad, o de vecinos de ella, que no pueden prevenir los bastimentos, que todo ha de ir de México por cuenta de Su Majestad, y cuesta mucho. Y siendo como son de Manila las naos que navegan en la dicha Carrera, no hay inconveniente de consideración en darse en la dicha ciudad la carga a las que de cuando en cuando fueren de Panamá, como hubiera quitándosela a los vecinos de Nueva España que la estuvieran aguardando. Y lo que también parece importa es que como la experiencia ha mostrado que de la gente que se encamina de este reino a Manila por Nueva España, falta mucha que se huye, enferma y muere en la mucha detención del viaje, y largo de tierra, que del puerto de la Nueva Veracruz a Acapulco hay 150 leguas, la mayor parte de mal camino, y de diferentes temperamentos, muy caliente y muy fríos, que en mudarlos suele causar enfermedad a los mismos naturales de la tierra, y mayormente a los que van de este reino, y pasan en el viaje trabajo, como sucede a la gente de guerra que va de aquí, que llegan al puerto de la Nueva Veracruz a principio de setiembre, que es cuando empiezan los nortes y el dicho puerto está más enfermo, que aun los dueños de las naos, que tienen mucho regalo, suelen enfermar, y mayormente sucede a la gente pobre y que tiene poco,

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como soldados; y que para que no se huyan los tienen encerrados en la fuerza del dicho puerto, y llevan como aprisionados más de 150 leguas por tierra, también para que no se huyan para quedarse, como desearían, visto la fertilidad de las ciudades de la tierra adentro y buen temperamento del aire y mucha estimación de la nación, que cualquier por humilde que sea se estima diferentemente que en estas partes. Y cuando salen del dicho puerto de la Nueva Veracruz para el de Acapulco es por enero y febrero, que es la fuerza de los fríos de la tierra alta de adentro, y los hallan después de haber caminado veinte leguas de tierra caliente, que suben por las sierras que están al pie de los volcanes nevados, donde hay grandes hielos; y hallan después interpoladamente otras tierras muy calientes y frías, y pasan diferentes ríos; que cualquier de estas son causas muy bastantes para quedarse muchos en el camino y enfermar y llegar al dicho puerto de Acapulco maltratados, que son las causas por que de la gente que va de este reino a Manila por Nueva España falte mucha, como faltó de la que Su Majestad envió el año de 609. Y así parece cierto y evidente que el viaje por vía de Portobelo y Panamá es de menos costa, más cierto, breve y segura que por la Nueva España, ni que por la India. Y haber dicho que la dicha encaminación por Panamá parece ser conveniente cuando la gente que buenamente se pudiera enviar de la Nueva España fuere menos de la que conviniere vaya a Manila es porque entiendo ser así por diversas causas conveniente al servicio de Su Majestad. 2.- Ítem, que la gente de mar y guerra que se hubiere de enviar por Panamá a Manila saliera de Cádiz como conviniera a principio de enero, parece fuera en tiempo muy acomodado porque cuando para los galeones fuera temprano, para la flota de Tierra Firme, no; antes, conforme comúnmente se ha juzgado, saliera al más apropiado; y aunque no fueran más de 4 o 5 naos en ellas, y en los

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dos galeones que fueran por capitana y almiranta bien se pudiera acomodar aunque fueran 1000 infantes, y más, que cuando faltara lugar pudiera la capitana y almiranta dejar par[te] de su gente de mar y guerra que le fuera en los galeones, y servirse de la que se embarcase para Manila. Y para la seguridad del viaje de este reino parece ser el mes de enero el más seguro, así por los enemigos, que entonces están retirados, como por los temporales, que cuando las flotas salían con las brisas del dicho mes con ellas pasaban las Canarias antes que entrasen los vendavales, que suelen ventar por febrero, marzo y aun abril, e impedir como muchas veces ha sucedido la salida de la flota y galeones, y así se solían temer, como en Manila y otras partes, los vientos contrarios. Y cuando las flotas salían por el dicho tiempo los dueños de las naos y mercaderes, lo tenían en Tierra Firme de vender y cobrar sus haciendas y aviarse a gusto, y no apresuradamente como ha sucedido de años a esta parte por salir tarde y sin causa ninguna que la detenga, más de la opinión de que ha de aguardar a salir con los galeones por marzo, y con eso cuidar poco del avío, y particularmente los peruleros, que como se han de quedar en Tierra Firme no les da cuidado el mucho riesgo que hay a la vuelta cuando se sale tarde. Y con la dicha ocasión de la embarcación de la gente para China se ejecutaría con rigor salir la flota de Tierra Firme temprano por no incurrir en los daños que pudieran suceder de lo contrario; y saliendo antes de mediado enero, y teniéndose en Panamá los navíos prevenidos, se aseguraba el buen suceso, porque los viajes de aquí a Portobelo y de Panamá a Manila son muy ciertos, y diferentes de los que se hacen hacia el Oriente y de fuera de la tórrida zona, donde los vientos son muy mudables y no ordinarios, como dentro, que casi siempre andan con los movimientos del cielo, y así de este reino a Portobelo no suele haber quince días de diferencia de un año a otro, y lo mismo sucede de Acapulco a

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Manila, que es la misma navegación como de Panamá, de donde se puede salir todos los días del año, y así son viajes muy ciertos. Y aunque algunas veces haya sucedido algunas pérdidas, también suelen suceder en este río por casos extraordinarios. Y sucediendo bien el primer viaje, se hallaría después la gente de mar y guerra con la misma facilidad que para las flotas, por ser en aquellas el trabajo menor que en estas y el provecho y estimación mayor, y el servicio y regalo de los naturales muy grande. Ítem, algunas personas han dicho que desde el puerto de San Juan de Ulúa se pudiera pasar por el río de Guazacalco a la Mar del Sur la gente de mar y guerra, sin que entrase por la tierra poblada de la Nueva España para ir a Acapulco, y solamente caminar veinte leguas de tierra que hay desde el remate del dicho río a la dicha Mar, que lo demás se anduviera por él cosa de 80 leguas que entra a la tierra adentro, y que con facilidad pudieran ir las naos desde Acapulco a recibirla. Y aunque fuera así, y no hubiera en eso de las naos inconveniente alguno, no veo que se ahorrase tiempo del viaje, ni costa, ni excusase riesgo. Porque en cuanto al tiempo, había de salir por el mismo para ir por Acapulco, que es con la flota de Nueva España por junio. Y si dijeren que pudiera salir de este reino después de la flota con navíos sueltos, de manera que llegara al puerto de la Veracruz por navidad, pues no se había de embarcar en la Mar del Sur hasta marzo, lo mismo se pudiera hacer con la que fuera por Acapulco; pero resultaría costa de los navíos y el riesgo grande de llegar al puerto de la Nueva Veracruz en tiempo de nortes. Y en cuanto a la costa, aunque yo no he caminado por el dicho río, entiendo que aun fuera mayor, porque desde el puerto de la Nueva Veracruz a la boca de él hay más de 50 leguas que se habían de andar en barcos del trato porque no pueden entrar navíos grandes, y la mayor parte de la navegación del dicho río había de ser

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en canoas, y no había de costar eso menos del flete de las mulas desde el dicho puerto a Acapulco, y también habían de ser menester para andar lo que ha de tierra desde el río a la mar. Y en cuanto a los riesgos, que es lo que más importa, antes fueran mayores, porque había el de las 50 leguas de mar, que era fuerza navegar en tiempos de nortes, con los cuales en el dicho paraje se suelen perder muchas barcas. Ni el riesgo del enfermar ni huirse había de ser menos, pues en el dicho río todo el año hace mucho calor, y está poblado alrededor de estancias, que son sitios de tierras donde se cría ganado mayor y viven negros y mulatos y españoles, y calidad de personas que se precian de amparar a delincuentes, y encubrirían a toda la gente que se huyera, y metida en el monte no había que tener esperanza de hallarla. Ítem, otros han propuesto que se pudiera encaminar la gente de mar y guerra por el estrecho de Magallanes, o sea, cabo del remate de la tierra del Perú, donde pudieran tomar refresco. Y es así, y para navíos de mercaderías no la tengo por mala navegación, pero para infantería sí, y también la del cabo de Buena Esperanza y cualquiera otras largas que se haya de salir fuera de los 23 grados de la tórrida zona, donde los vientos no corren como dentro, casi siempre con los movimientos de los cielos, que quince días más o menos son los viajes ciertos, como desde este reino a Tierra Firme y Nueva España, y de las dichas provincias a Manila. Porque saliendo fuera de la dicha altura los vientos son variables y no corren ordinariamente al occidente como dentro, y suele haber calmas; y no hay certeza en la dilación de la navegación como hay ejemplos en estos mares de la misma altura, que algunas veces desde el estrecho de Gibraltar se pasa a Italia o a Flandes en diez días y otras veces se tarda más de dos meses, y suele enfermar la infantería y darles males contagiosos, lo que no sucede en la navegación desde aquí a las Indias

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y de las Indias a Manila, que son vientos sanos. Y en estos mares, cuando con calmas o vientos contrarios se detenga un navío mucho tiempo, cuando se le vuelve el tiempo favorable en pocos días puede llegar adonde va; lo que no puede ser por el dicho estrecho de Magallanes, que dándoles calmas o vientos contrarios que detengan en el dicho paraje mucho, poco le puede después aprovechar buen tiempo, pues le queda de navegación más que de aquí a las Indias, y le puede dar en parte que no puedan arribar al Perú. Y aunque salgan de aquí bien proveídos de bastimentos, venirles a faltar y perecer por falta de ellos; que es diferente carga infantería que fardos de mercaderías que vayan y vengan por la India oriental, que aunque estén apretados mucho tiempo no enferman ni consumen el bastimento. Y la costa por el dicho estrecho no había de ser menos que por Panamá, antes más, como se puede hacer la cuenta por lo que ha costado el despacho de cada navío de los que habían de ir por el cabo de Buena Esperanza. Y lo que más importa y parece de temer y ponderar es el riesgo; y de manera que aunque por Panamá fuera la costa doblada, parece que no se había de poner en contingencia la vida de tantos ni el suceso de una navegación de 5 mil leguas y rodeando más de las 1300 de mares tormentosos, pudiéndose excusar de pasar por ellos y abreviar el viaje y reducirlo en dos buenas y conocidas navegaciones, como desde aquí a Portobelo y de Panamá a Manila; demás que tratándose de viajes por Magallanes o por el cabo de Buena Esperanza la gente de mar que sabe lo que es navegación va de mala gana y se huye; y por la Mar del Sur va voluntariamente, que es cosa de grande importancia para que los despachos se puedan hacer a sus tiempos y tengan buen suceso. Ítem, si Su Majestad fuera servido que de Manila vinieran a esta ciudad derechamente navíos con mercaderías, era muy buena ocasión

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la de los que fueran por Panamá que pudieran cargar seda madeja, pelos y tramas por su real cuenta, y de pimienta, clavos de comer, caniquíes, loza, algodón hilado y otras muchas cosas por cuenta de particulares; y semejantes géneros y otros que fueran tejidos de seda no hicieran daño a los tratos de estos reinos. Y la venida por el cabo de Buena Esperanza es navegación con los movimientos del cielo y menos dificultosa de la ida de esta ciudad por el dicho cabo, que es contra ellos. Y no siendo viaje ordinario de cada año que los enemigos tuviesen noticia de cuando había de suceder, parece que hubiera poco que temer de ellos y se pudieran venir las naos sin infantería con poca costa, y por seguridad y granjería traer buena cantidad de artillería de bronce, pues en Manila el metal vale más barato que en este reino, y moderándose el trato de la dicha ciudad con la Nueva España por la orden que he propuesto en este memorial. Y concediéndose que de lo que viniese en ellas pudiera ir el retorno en reales por la Nueva España, tendrían siempre bastante carga, y los cargadores de Manila otro provecho del emplea[d]o de esta ciudad para México, que sobre el principal y ganancia importaría mucho; y en la dicha ciudad tienen sus correspondientes, que acudirían al recibo y venta. Y el procedido de lo que enviasen no se sacaría de estos reinos en reales, como había de suceder si la navegación se entablara derechamente de esta ciudad. Que el dinero que le haya de ir parece de menos daño que se saque de las Indias, y de importancia al bien público de estos reinos que la ganancia de lo que entra en ellos quede por cuenta de los naturales de ellos y en géneros que excusen de entrar otros de tierra de enemigos más cercanos. Ítem, que las naos que fueren de Panamá a Manila no vuelvan a otro puerto de las Indias que al de Acapulco, entiendo ser muy conveniente al real servicio y bien público; y que si volvieren a él se

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echen al través o queden por cuenta de Su Majestad. Porque si cuando saliesen de Panamá se entendiese que habían de volver a la misma ciudad o a cualquier parte del Perú, muchos vecinos de las dichas provincias se animarían a ir o enviar a Manila a emplear, pareciéndoles que era buena ocasión y comodidad habiendo de volver las mismas naos a sus tierras. Porque aunque en Acapulco hubiese mucho cuidado en descargarlas de manera que no quedase cosa alguna en ellas de China, hallándose presentes los dueños o las personas que llevasen a su cargo el empleo les parecería que pudieran guardarlo en el lugar del dicho puerto de Acapulco; y cuando las naos recibieran su carga para el Perú de los frutos de la tierra que es permitido llevar, debajo del nombre de ellos bien pudieran de nuevo cargar la ropa de China. Y sabiéndose que las tales naos no habían de volver a Panamá ni al Callao de Lima ni a otra parte del Perú, se desanimarían con la incertidumbre si en Acapulco habían de hallar naos a la carga para el Perú, y si habían de ser los maestres amigos y de confianza para descubrir sus secretos de lo que llevasen y dar la hacienda en confianza para echarla en tierra en el Perú de manera que no la vieran ni visitaran las justicias, como suelen los fardos y cajones que les van de la Nueva España para ver si hay ropa de China, la cual, aunque fuera poca la que llevasen, siendo naos que se sonaría que habían venido de China, se juzgaría que era mucha y tales famas suelen hacer muchos daños a los negocios. Y por estas y otras causas me parece fuera bien que ni estas ni otras naos de China se introdujera que volvieran ni fueran al Perú, aunque el daño de quedarse al través en Acapulco hubiese de ser de consideración; que hecha bien la cuenta no lo fuera pues en el dicho puerto los pertrechos de jarcia y otros de naos suelen valer mucho, demás que las tales naos algunas veces fueran menester para volver a Manila derechamente; y cuando no lo fueran, el daño de cada nao no

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excediera de ocho a diez mil ducados, y los mismos dueños de ellas tuvieran por bien que quedaran por su cuenta al través, o dejarlas por un precio moderado, que los tales viajes a Manila lo sufren, porque los fletes que les pagan de sesenta pesos por tonelada es lo menos que en lo que interesan. Mucho es el empleo de Manila en que suelen ganar de doscientos por ciento y a más, y en algunos géneros de valumen a más de seiscientos, y estos tales géneros pueden más bien acomodar los dueños de naos que otros. Y para que mayormente fueran de buena gana, se les pudiera conceder que cargasen algunas toneladas sin pagar embarcación a los vecinos de Manila, que es cosa que se suele conceder a los dueños de las naos de aquella carrera y se concede ordinariamente a marineros y grumetes. Y en las ocasiones del servicio de Su Majestad y de enviar a la dicha ciudad lo que hubiesen menester, parece se pudiera alargar un poco más la mano; y la dicha embarcación importa mucho que (como está declarado en la adición del capítulo 4) una tonelada vale de 300 a 400 pesos; con lo cual todas las veces que conviniera enviar a Manila gente por Panamá, hubiera muchos dueños de naos de los de la costa del Perú, donde hay abundancia, que apetecerían servir el viaje, y la llevarían por muy poco flete y le harían la costa por un precio moderado. Y entiendo que fuera siempre de provecho a la real hacienda de Su Majestad concertarla con ellos, que harían comodidad por el provecho del viaje y porque prevendrían los bastimentos en Panamá, donde valen más baratos que en Acapulco, y de lo que solían valer años ha, antes que se dieran en la costa del Perú los que ahora se dan y llevan ordinariamente a Panamá, y particularmente harinas, legumbres y vino, que es género que ganarían bien los dueños de las naos en llevarlo a Manila por su cuenta, y aceite y otros géneros de estos reinos que suelen ir por Nueva España con más costa. Y aunque el gasto de Manila de ello es poco, muy bien hubiera salida de lo que se

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llevara en semejantes ocasiones. Y en concertar las naos y costa de la gente con particulares se ahorraría mucho, y ejemplo sea la fábrica de los galeones de La Habana. Y entiendo que fuera bien que antes que saliera de este reino, que el presidente de Panamá tuviera hecho el concierto en todo o en parte, o enviado, y razón del costo de cada cosa. Y tales viajes de Panamá a Manila, después de experimentados, fueran apetecidos y procurados de todos los dueños de las naos del Mar del Sur, aunque supieran que hubieran de echar sus naos al través en Acapulco o venir a estos reinos. Porque demás de los provechos referidos, que sufren desacomodarse, son partes donde voluntariamente acuden del Perú a esta ciudad a emplear, y a su costa van a Acapulco para de ahí pasar a México, que el empleo de los frutos de la Nueva España que se hace en la dicha ciudad para el Perú suele ser de mucho provecho; en lo cual los dueños de las naos que se quedasen en Acapulco pudieran tener a la vuelta de su tierra otra ganancia, y lo mismo de estos reinos. Y así no le fuera de daño venir a ellos ni quedarse en Acapulco, como no fuera a la demás gente de mar que hubiesen venido en las naos que se echasen al través, que también a su costa suelen pasar de este Mar del Norte por la Nueva España al puerto de Acapulco a buscar su avío, y lo hallan para el Perú o Manila, donde también no faltaría gente de mar para venir las naos a estos reinos, porque en la dicha ciudad hay marineros ricos que ya por premio no sirven y desean volverse a este reino, y gozarían de la ocasión. Y sabiéndose que de cuando en cuando la hubiese de haber, fueran de estos reinos a la dicha navegación de Manila de mejor gana; y de grumetes hay abundancia en Manila de los naturales de la tierra, y diestros, que son los que en el viaje de la Nueva España sirven y trabajan más que los marineros, y van de buena gana, y vinieran a este reino habiendo provecho. Y en haber en la Mar del Sur ocasiones de viajes de

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provecho se animarían a fabricar, de manera que por cada navío que en la dicha carrera de Manila se consumiera se harían dos y más, con la comodidad y abundancia que hay de buena madera. Y con que los navíos que fueran a Panamá se detuvieran en Acapulco por la orden dicha, parece que se pudiera sin temor de daño gozar de la comodidad que por vía de la dicha ciudad hay de enviar de estos reinos a Manila toda la cantidad de gente de mar y guerra conveniente al servicio de Su Majestad, y de que vayan de buena gana, con poca costa y con mucha seguridad y brevedad. Y aunque a algunas personas parecerá que el daño de quedarse las naos en Acapulco importaría más de los ocho o diez mil ducados cada una de ellas, que supongo que hecha bien la cuenta aun no fuera tanto, así porque de pertrechos se sacaría mucho, como porque ordinariamente en la Mar del Sur de la Nueva España hay falta de naos, y cuando el mismo año no fueran menester para China, fueran el siguiente. Y pasado un año, que cesará el inconveniente de dar ocasión a los dueños de ellas de llevar en ella la ropa de China que hubiesen traído de Manila, se pudieran vender para la misma provincia del Perú. Y siendo con la primera visita de llevar frutos de la tierra, antes se ganaría en ellas. Demás que no habiendo de ser la dicha navegación de Panamá ordinaria, en dos viajes se pudiera enviar tanta gente que después no fuera menester para muchos años socorro extraordinario. Y de cualquier manera que las naos que volvieran a Acapulco, deteniéndolas en él un año, tuviesen después el paradero, pudiera ser de poco daño. Y para la primera vez entiendo que lo más cierto fuera solo tratar que hubiesen de volver al dicho puerto, que es navegación que la gente del Mar del Sur sabe y apetece. Y de esta manera irían de mejor gana y harían mucha más comodidad que tratar de que vinieran a este reino, navegación nueva y que ha tenido fama de peligrosa. Y la experiencia anduviera

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mostrando y advirtiendo de lo que estuviera más a cuento y conviniera al servicio de Su Majestad y bien público de estos reinos y de las Indias.

Horacio Levanto

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