Memoria histórica y gobierno imperial. La revisión historiográfica toledana y la ‘reconquista’ del Perú, en Memoria histórica y gobierno imperial. Las Informaciones sobre el origen y descendecia del gobierno de los Incas, por M. Merluzzi, Rosario, Prohistoria, 2008, p. 7-54

July 29, 2017 | Autor: Manfredi Merluzzi | Categoría: History, Colonial America, Spanish Colonial Peru, Spanish American colonial studies, Incas
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Descripción

Memoria histórica y gobierno imperial: las Informaciones sobre el origen y descendencia del gobierno de los Incas

Manfredi Merluzzi

Memoria histórica y gobierno imperial: las Informaciones sobre el origen y descendencia del gobierno de los Incas

Manfredi Merluzzi Rosario, 2008

Merluzzi, Manfredi Memoria histórica y gobierno imperial: las Informaciones sobre el origen y descendencia del gobierno de los Incas. - 1a ed. - Rosario: Prohistoria Ediciones, 2008. 228 pp.; 23x16 cm.

Índice

ISBN 978-987-1304-24-0 1. Historia de América del Sur. I. Título CDD 980.01

colección ISSN 1668-5377 dirigida por Darío G. Barriera Composición y diseño: Marta Pereyra Traducción del italiano: Ezequiel Gatto Edición: Prohistoria Ediciones Diseño de Tapa: M. Cache'n Fuertes Ilustración de tapa: Pendiente en oro y lapislázuli, cultura moche (Huaca Rajada, Perú) TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOS HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723 © Manfredi Merluzzi – Tucumán 2253, (S2002JVA) – ROSARIO, Argentina Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido su diseño tipográfico y de portada, en cualquier formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, sin expresa autorización del editor. Este libro se terminó de imprimir en Rosario, en el mes de julio de 2008. Se tiraron 300 ejemplares. Impreso en la Argentina ISBN 978-987-1304-24-0

Memoria histórica y gobierno imperial. La revisión historiográfica toledana y la “reconquista” del Perú ................... Manfredi Merluzzi “Las informaciones sobre el origen y descendencia del gobierno de los Incas” Carta del Virrey Toledo al Rey en que hace una relación sumaria de las Informaciones Cuzco, 1 de marzo de 1572 .............................................................................. Carta del Virrey Toledo a Su Alteza en el real Consejo en que hace una relación de las Informaciones Cuzco, 1 de marzo de 1572 .............................................................................. Carta del Virrey Toledo que presenta los “cuatro paños pintados” Cuzco, 14 de enero de 1572 ............................................................................. I) II) III) IV) V) VI) VII) VIII) IX) X) XI)

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Información de Concepción de Xauxa, 20 de noviembre de 1570 ... Información de Guamanga, 14 de diciembre de 1570 ....................... Información del Tambo de Vilcas, 27 de enero de 1571 ................... Información del Tambo de Pina, 31 de enero de 1571 ...................... Información del Tambo de Limatambo, 6-7 de febrero de 1571 ....... Información del Tambo de Mayo, 10 de febrero de 1571 ................. Información de Cuzco, 13-18 de marzo de 1571 .............................. Información de Yucay, 19 de marzo-2 de julio de 1571 .................... Información de Yucay, Cuzco, 2 de junio-5 de septiembre de 1571 . Información de Cuzco, 22 febrero de 1572 ....................................... Información de Cuzco, 4 de enero -27 de febrero de 1572 ...............

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Bibliografía ........................................................................................................

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Memoria histórica y gobierno imperial La revisión historiográfica toledana y la “reconquista” del Perú

“Hoc est scire, scilicet, quod omnes assentiantur” Francisco de Vitoria De Iustitia (1536) Las Informaciones sobre el origen y descendencia del gobierno de los Incas Con el nombre de Informaciones sobre el origen y descendencia del gobierno de los Incas se indican once encuestas que el virrey de Nueva Castilla mandó a realizar entre el 20 de noviembre de 1570 y el 22 de febrero de 1572. Entre los estudiosos, en cambio, las encuestas reciben el nombre del virrey que las ordenó y son habitualmente conocidas como Informaciones del virrey Toledo para distinguirlas de otros “Informes” o “Informaciones” recogidas también en el área andina, en los años inmediatamente precedentes o posteriores, por figuras poseedoras de títulos diversos e involucradas en el aparato institucional de la Monarquía Hispana, tales como el licenciado Polo de Ondegardo,1 el licenciado Santillán,2 el licenciado Falcón,3 o Cristóbal de Albornoz.4

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POLO DE ONDEGARDO, Juan “Informaciones acerca de la religión y gobierno de los Incas” (1561), en URTEAGA, Horacio y ROMERO, Carlos A. –editores– Colección de libros y documentos referentes a la historia del Perú. Informaciones acerca de la religión y gobierno de los Incas, Sanmartí, Lima, 1917, Tomos III y IV (en adelante, CLDRHP); “Informe del licenciado Juan Polo de Ondegardo al licenciado Briviesca de Muñatones sobre la perpetuidad de las encomiendas en el Perú” (1561), en Histórica, Tomo XII, 1940, pp. 128-196, recientemente estudiado por HONORES, Renzo “El licenciado Polo y su informe al Licenciado Briviesca de Muñatones (1561)”, en ARELLANO, Ignacio y DEL PINO-DíAz, Fermín –editores– Lecturas y ediciones de crónicas de Indias. Una propuesta interdisciplinaria. Quinto Congreso Internacional de edición y anotación de textos, patrocinado por la Universidad de Navarra, el CSIC (2-4 de diciembre de 2002), Universidad de Navarra, IberoamericanaVervuert, Madrid-Frankfurt, 2004, pp. 387-407. SANTILLÁN, Hernando de “Relación de origen, descendencia política y gobierno de los Incas” (1563), en ESTEVE BARBA, Francisco –editor– Crónicas peruanas de interés indígena, Atlas, Madrid, 1968; “Estudio preliminar. La historiografía peruana de intrés indígena, pp. XXV-XXIX”, en el mismo volumen. FALCÓN, Francisco “Representación hecha por el licenciado Falcón al Concilio Provincial sobre los daños y molestias que se hacen a los indios” (1567), en Informaciones acerca de la religión y gobierno de los Incas, Sanmartí, Lima, 1918, Tomo XI, pp. 135-176. MILLONES, Luis Las informaciones de Cristóbal de Albornoz: documentos para el estudio del Taqi Onqoy, Centro Intercultural de Documentación, Cuernavaca, 1971.

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Se trata, pues, de un instrumento al cual se recurría con cierta frecuencia en el contexto peruano del siglo XVI, especialmente en los decenios inmediatamente siguientes a la instauración del dominio español sobre el mundo andino, cuando los españoles todavía ignoraban, total o parcialmente, muchos detalles en relación con el área andina y, sobre todo, los usos y costumbres de las poblaciones nativas. El instrumento resultaba útil para poder adquirir, de una manera por entonces considerada válida, datos interesantes para el gobierno del territorio recientemente conquistado por la corona de Castilla. Las Informaciones eran encuestas llevadas adelante, por lo general, observando un procedimiento que contemplaba la lectura pública de las preguntas a los testigos, en nuestro caso presentadas a los indígenas considerados mejor informados o más confiables, la presencia de un notario que certificara su autenticidad y, finalmente, la transcripción de las preguntas y respuestas por parte de un escribano público. Las encuestas, desde un punto de vista documental, constituyen fuentes administrativas y como tales asumen una forma estandarizada. Se trataba de un cuestionario en el cual eran transcriptas una serie de preguntas precedidas del “encabezamiento” del documento, donde se indicaba el día y lugar de desarrollo de los “interrogatorios”. Seguía luego una fórmula en la cual se explicaba la autoridad que había dispuesto la recolección de testimonios y, luego de indicar los nombres, lugares de residencia y edad de los diversos testigos que habían respondido, se hacía una lista conjunta de las respuestas registradas. El valor de este género de fuentes es extremamente alto para el estudioso que quiera reconstruir la sociedad indígena de tiempos de la conquista o inmediatamente anterior a ella, así como para aquel que busque material de conocimiento relacionado con la administración española. Como para con cualquier otro tipo de fuentes, la utilización de las “encuestas” requiere de parte del historiador algunas precauciones y, en particular, una cierta perspicacia del contexto dentro del cual aquellas fueron recogidas. Se trata, como es fácilmente comprensible, de testimonios que los indígenas prestaban frente a funcionarios de la Monarquía, es decir, sus nuevos dominadores. Además, valiéndose de la ayuda de intérpretes, las preguntas y respuestas eran transcriptas en lengua española –la lengua de los dominadores– con todas las distorsiones que un procedimiento como tal podía comportar.5 Por otra parte, como advierte Luis Millones, en lo que respecta al mundo andino, “en general la fuente histórica está empero constituida básicamente por la crónica española y los informes administrativos y eclesiásticos de los primeros cincuenta y sesenta años, cuando todavía cabía recoger el testimonio vivo de quienes recordaban el Tawantisuyu”.6 Por lo tanto, la posibilidad de apreciar este género de 5

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CANTÙ, Francesca Coscienza d’America, Cronache di una memoria impossibile, Editori Riuniti, Roma, 1992, pp. 140-143. ARELLANO, Ignacio “Edición crítica y anotación filológica en textos del Siglo de Oro. Notas muy sueltas”, en ARELLANO, Ignacio y CAÑEDO, J. –editores– Crítica textual y anotación filológica en obras del Siglo de Oro: Actas del Seminario Internacional para la Edición y Anotación de Textos del Siglo de Oro, Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 4, Castalia, Madrid, 1991, pp. 563-586. MILLONES, Luis Historia y poder en los Andes Centrales, Alianza, Madrid, 1987, p. 74.

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fuentes, que podríamos considerar de todos modos como fuentes indígenas, nos conduce a evaluar las posibilidades y límites que “la memoria de los vencidos” podía encontrar en el acto de sedimentación en el interior de códigos comunicativos (escritura, lengua, conceptos) pertenecientes a la cultura de los vencedores. “El carácter indirecto de la información plantea problemas hermenéuticos”, observa Millones.7 Sobre estas cuestiones se ha interrogado la historiadora italiana Francesa Cantú, que explica cómo las fuentes indígenas, respecto a las fuentes tradicionales que les son contemporáneas, requieren ser interrogadas con diversas metodologías interpretativas que tengan en consideración (tanto si se trata de fuentes narrativas como, en nuestro caso, de fuentes administrativas) las alteraciones provocadas por elementos culturales exógenos respecto a aquellos tradicionales nativos (lengua y escritura), evaluando “fino a che punto i testi indigeni non abbiano perduto la loro autenticità nell’usare quelle mediazioni, che li introducono necessariamente in un universo culturale che è loro alieno”. Además, debe considerarse que “con il tempo gli indigeni subirono un processo di frammentaria e non organica acculturazione, le cui tracce, più o meno vistose, devono essere accortamente individuate e valutate”.8 Finalmente, es necesario tener en cuenta que las fuentes indígenas, por su misma naturaleza (efecto propio de la falta de una forma de escritura tal como la conocemos), son posteriores a la Conquista y consisten en transcripciones de fuentes orales.9 En sus declaraciones, descripciones y narraciones, los indígenas se expresan a través de su lenguaje mítico y simbólico (mito, rito, tradición y memoria oral), mientras que sus referencias cronológicas deben contextualizarse dentro de su concepción circular del tiempo.10 “El recuerdo del pasado tiende entonces a ser idealizado y la interpretación de aquel mundo pasará por el tamiz de la presencia de los nuevos señores. La autocensura de los informantes recortará el material y lo transformará en protesta, pedido o súplica, o bien lo esconderá con el silencio”.11 Las fuentes indígenas nos lle7 8 9

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MILLONES, Luis Historia y poder… cit., p. 74. CANTÙ, Francesca Coscienza d’America …, cit., p. 143. Cfr. OSORIO GARCÉS, Betty –compiladora– Construcción de la memoria indígena, Universidad de los Andes-Siglo del Hombre Editores, Bogotá, 2007. Cfr. ADORNO, Rolena From Oral to Written Expression: Native Andean Chronicles of the Early Colonial Period, Syracuse University, Syracuse (NY), 1982. Queda todavía abierta una definitiva interpretación sobre los “quipus”, ASCHER, Marcia y ASCHER, Robert Code of the Quipu, University of Michigan Press, Ann Arbor, 1981. Véase la cuestión de las denominadas “profecías” anunciando la llegada de los españoles y el alcance nefasto de tal acontecimiento, la diversa concepción del tiempo y el trauma cultural padecido por los indígenas se pueden localizar claramente en la superposición entre memoria y profecía. Del momento que en la concepción circular del tiempo nada ocurre que no haya ya ocurrido en el pasado, las profecías son tentativas de volver aceptable acontecimientos que serían inexplicables por ser extraños al universo cultural indígena. Cfr. LEÓN-PORTILLA, Miguel –editor– La visión de los vencidos: relaciones indígenas de la conquista, FCE, México, 1959, pp. 32-35 y CANTÙ, Francesca Coscienza d’America …, cit., p. 147; TODOROV, Tzvetan y BAUDOT, George Récits aztèques de la Conquête, Paris, 1983. MILLONES, Luis Historia y poder…, cit., p. 74. BOONE, Elizabeth Hill y MIGNOLO, Walter D. –editores– Writing Without Words: Alternative Literacies en Mesoamerica and the Andes, Duke University Press, Durham (NC), 1994.

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gan a través del filtro de la lengua y la conceptualización propias de la cultura española del siglo XVI, la cual muy frecuentemente recoge de manera acrítica la memoria oral que se había ido tramando en el área andina siguiendo criterios selectivos impuestos por los intereses y los valores de los gobernantes precedentes. Observa Millones que “la información recopilada por los europeos reproduce por ende esta versión imperial que presenta a los incas como civilizadores de los Andes. Lo anterior había sido barbarie o “behetrías” según tradujeron los españoles.12 Las Informaciones toledanas han sido conservadas en el Archivo General de Indias, con la signatura archivística Lima, 28 B (antiguamente 70-1-28, III volumen) en el interior de “Un tomo encuadernado en pergamino, con doscientas fojas útiles, que comprende las Informaciones hechas por el virrey del Perú Don Francisco De Toledo en averiguación del origen y gobierno de los Incas”, marcado con la fecha “1572” en el margen superior derecho y la indicación “3°”. En el mismo tomo en el que fueron encuadernadas las Informaciones, ocupando las hojas 13 a la 219, estas son presentadas en la página 13 como: “Esta es la ynformacion y prouança qué por mandado de su excelencia se hizo del Origen y deçendençia de la tirania de los Yngas deste rreyno y del hecho verdadero de como antes y despues desta tirania no huuo señores naturales en esta tierra la qual ynformaçion se çita en el quaderno del gouierno y es sobrel derecho de los caçicazgos”.13 En la presentación misma del volumen se refiere a como éstas deben ser consideradas y examinadas con el “cuaderno de gobierno” del virrey, o sea, se atestigua su función puramente política, colegada a las iniciativas del mandatario regio. En la compaginación del volumen, las encuestas están precedidas por algún otro documento de gran relevancia: a) una “Relación Sumaria de lo que se contiene en la ynformación de la tirania de los yngas y que se cita en el quaderno de gobierno”,14 escrita por el virrey Francisco de Toledo al Consejo de Indias de Cuzco, el 1 de marzo de 1572 (fol. 1 a 5v), se trata de un documento extremadamente importante para la comprensión de las intenciones políticas del virrey, autor de las encuestas, además de la lectura que él hacía de ello, en calidad de gobierno, al Consejo y al Soberano; b) una breve relación inédita en tono aparentemente menos formal en la cual se expre12

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MILLONES, Luis Historia y poder…, cit., p. 75. Cfr. ARELLANO, Ignacio “La imagen de las Indias y los puntos de vista de la escritura”, en Las Indias (América) en la literatura del Siglo de Oro, Kassel, Reichenberger, 1992, pp. 301-312; “Problemas en la interpretación y anotación de las crónicas de Indias”, en ARELLANO, Ignacio y RODRíGUEz GARRIDO, José Antonio –editores– Edición y anotación de textos coloniales hispanoamericanos, Iberoamericana, Madrid, 1999, pp. 45-74. ARCHIVO GENERAL DE INDIAS (en adelante AGI), Lima 28 B, hoja no numerada. Publicada en JIMÉNEz DE LA ESPADA, Marcos Colección de libros españoles raros o curiosos, Vol. XVI, Madrid, 1882, pp. 185-203 y LEVILLIER, Roberto Don Francisco de Toledo, supremo organizador del Perú, Vol. II, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1940, pp. 6-12.

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san de modo muy sintético algunas opiniones personales del virrey relativas a las encuestas (fol. 7), destinada a “un muy Alto y muy poderoso señor” que podría ser Juan de Ovando, presidente del Consejo de Indias;15 c) finalmente, una carta acompañando a los denominados “paños pintados” que fueron enviados al soberano junto a las encuestas. Los paños constituyen otro elemento de gran interés. Desafortunadamente perdidos, probablemente en el incendio de la Casa del Tesoro en el Real Alcázar de Madrid de 173216 contenía la representación, “…de los bultos de los yngas como de las medallas de sus mugeres y ayllos y la historia de las çenefas de lo que subcedio en tiempo de cada vno de los yngas y la fabula y notables que uan puestos en el primer paño quellos dizen de tambotoco y las fabulas de las creaçiones del Viracocha que uan en las çenefas del primer paño por fundamento y principio de la ystoria”. Para volver más precisa la ubicación geográfica de cada ayllu representado, fueron incluidos también “los rrumbos y Vientos para la demarcaçion de los sitios de los pueblos que se han puesto por el capitán Pedro Sarmiento”.17 En la carta se explican los motivos por los cuales se han recolectado los testimonios iconográficos y cómo fue realizada su representación, con diversas referencias también al desarrollo de las encuestas (las Informaciones) y de la Historia (Historia Indica de Pedro Sarmiento de Gamboa). Más adelante, trataremos las relaciones entre estos elementos. El tomo debe haber sufrido, pero, diversas encuadernaciones probablemente a causa de daños en algunas partes de los documentos originales se han deteriorado o perdido, como se puede deducir de la disposición final con la que han sido encuadernados los documentos, siguiendo un orden que no es cronológico ni temático, con algunas copias de la misma encuesta que fueron reutilizadas entreverándolas entre los originales. Las distintas encuestas se caracterizan, a menudo, pero no siempre, por breves indicaciones sobre su objeto (por ej. “yngas” o “guamanga”) en el ángulo superior izquierdo del documento, evidentemente con funciones de catalogación. La ausencia de tales notas al inicio de cada encuesta hace suponer que algunas páginas han sido 15

AGI, Lima 28 B, f. 8v. BARNES, Mónica “A lost Inca History”, en Latin American Indian Literature Journal, Vol. XII, núm. 2, Fall 1996, pp. 117-131, artículo que no cita ninguna referencia archivística de la carta publicada por nosotros, ni de las encuestas, ni de las ediciones de Levillier, pero que, sin embargo, reconstruye sobre fuentes sucesivas la historia de las cartas toledanas. Barnes cree que a la luz del texto de ESTENSORRO, Juan Carlos “Los Incas del Cardenal: las acuarelas de la colección Massimo”, en Revista Andina, núm. 2, 1994, pp. 403-426, los retratos de los incas representados en los paños fueron copiados en las acuarelas representando a los Incas custodiados en la Collezione Massimo a Roma; JULIEN, Cathrine “History and Art in Traslation The Paños and the Other objects Collected by Francisco de Toledo”, en Colonial Latin American Review, Vol. VIII, núm. 1, 1999, pp. 61-89; JIMÉNEz DE LA ESPADA, Marcos Tres relaciones de antigüedades peruanas, Juan Tello, Madrid, 1879, pp. XX-XXVIII. 17 AGI, Lima 28 B, f. 10. 16

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extraviadas en las sucesivas encuadernaciones de los documentos. La numeración de las páginas resultó corregida y modificada al menos un par de veces. Analizando detenidamente los textos insertos en el orden en que se encuentran encuadernados aparecen algunas incogruencias, como la numeración y la indicación del contenido de cada información que, como está dicho, no aparecen en todas la encuestas. En el volumen, además, algunas de las Informaciones aparecen dos veces, con diferencias substanciales entre las dos versiones, a las cuales llamaremos traslado A y traslado B. Las del traslado A presentan en el ángulo inferior derecho una numeración progresiva que se refiere a cada encuesta en particular. Todos los documentos de los traslados A y B pueden distinguirse por la firma y las rúbricas lacradas autografiadas del Doctor Gabriel de Loarte, “del Consejo de Su Magestad y su alcalde de corte”, y de Alvaro Ruiz de Navamuel, secretario de gobernación del virrey y también por las notas al margen relativas a las correcciones incluidas en el texto. En el traslado A, al folio 227 en él ultimo párrafo aparece: “E yo el dicho albaro ruyz de nabamuel secretario del muy excelente senor don francisco de toledo visorrey gobernador y capital general destos rreynos y de la gobernacion y visita general dellos y scrivano de su magestad hize sacar este traslado de la dicha averiguacion del originale y hize fe de lo que en el de my se haze mincion y el dicho senor dotor graviel de loarte alcalde de corte de su magestad de lo que ponya e ynterponya e puso e ynterpuso en esto su autoridad e decreto judicial para que valga e haga fe en juicio e fuera del e lo firmo aqui de su nombre e hize aqui mi signo en testimonio de verdad albaro ruiz de nabamuel” En el traslado B en el folio 113 falta. Mientras que en el folio 127v del traslado B aparece la siguiente declaración: “hize sacar esta informaçion de la original que queda en mi poder segun que ante mi paso esto çinco quadernos que los tres primeros van signados y va corregida e concertada con el dicho original y el dicho señor alcalde de corte que aqui firmo (El doctor Loarte) dixo que ponia e ynterpuso en ella su autoridad e decreto judiçial para que valga e haga ffee en juiçio e fuera del e hize aqui mi signo en testimonio de verdad (Alvaro Ruiz de Nabamuel) Efectivamente, siguiendo las mismas indicaciones expresadas en el texto por Álvaro Ruiz de Navamuel sobre la consistencia numérica de los folios de las Informaciones hechas en Xauxa y Guamanga, descubrimos que las del traslado B encajan perfectamente con la paginación originaria. Por lo tanto, así como están encuadernadas las informaciones que se encuentran en los primeros folios del volumen resultan ser una segunda trascripción (de aquí nuestra definición de traslado B) enmendada y corregi-

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da respecto de las que aparecen, como se puede verificar confrontandolas con las otras que estan colocadas desde el folio 143 hasta el folio 227 (el que llamamos traslado A). Roberto Levillier, en su anterior edición de las Informaciones toledanas, ha publicado la transcripción de las encuestas tal y como están encuadernadas, reproduciendo el traslado B. En la presente edición, al contrario, se publican todos los documentos del traslado A que han sobrevivido –no obstante su colocación– recurriendo al traslado B sólo donde no hay documentación oríginal. Por este motivo, al margen de la la información de Concepción de Xauca del 20 de novembre de 1570, aparecerá la indicación “folio 143”. El criterio de la presente edición, a parte de ser más atento filológicamente a los textos, nos permite apreciar varias diferencias en la trascripción de las copias respecto a la versión original. Algunas de estas deformaciones, desde una mirada enfocada en el contenido de las encuestas, no son de gran relevancia: tocan aspectos de transcripción fonética (por ejemplo “i” por “y”; la conjunción “e” por “y”, “b” por “v”, “u” por “v”, el empleo de la dobles “ff” o “ss” o “rr” por las mismas letras sin duplicar). Hay también correcciones o sustituciones de términos: por ejemplo en el fol. 212v se verá “Mango Inga” por el término borrado “Mango” en la copia; en el fol. 97v será “Topa Inga”; en el 203 “Juan Gómez Ximenes”, que es el nombre equivocado del intéprete, en traslado B, en el folio 84v está corregido por Gonzalo Gómez Ximenes. Otras veces, las deformaciones entre el traslado A y el traslado B son sustanciales: hay expresiones y frases que han sido excluidas o modificadas. Esto es frecuente en los nombres de los testigos, pero también en sus declaraciones, que han sido modificadas cuando pareció oportuno al transcriptor. Dado que las transcripciones de lo que aquí definimos traslados A y B han sido “concertadas” entre el alcalde de corte Álvaro Ruíz de Navamuel, el Doctor Loarte y el mismo virrey Toledo, esta elección resulta ser de gran trascendencia para el estudioso de las temáticas anteriormente consideradas. Así, por ejemplo, encontramos en el folio 208: “como dezian”, en traslado B (y port lo anto también en Levillier) encontramos, en el folio 91v ,“como dicho”; mientras en el folio 210 escriben “de la casta de topa yupangui” en la copia aparece, a folio 94, “de la casta de capac yupangui”; en el folio 212v no aparece la frase que ha sido insertada en el folio 97v: “no tienen cuenta con papel y tinta”; así, aparece en el folio 210 “guayna capac” y en el folio 94 “maycapac”; en el folio 209v “les dava los dichos cargos de curacas”, cambia en la copia, a fol. 93v, por “les daban duho de curacas”. Otras relevantes diferencias se encuentran también en el traslado B donde en el folio 108 después de “don hernando” dice “en el dicho interin gozase de todas las prehemynencias quel dicho don Carlos havia de gozar y asi mismo su excelencia mando que el dicho don hernando” todo lo cual no aparece en el folio 221. Al contrario, en el folio 221v-222 hay un importante párrafo que no ha sido insertado en la copia al folio108v: “E yo el dicho albaro ruyz de nabamuel secretario del muy excelente señor don f. de toledo visorrey goberandor y capitan general destos rreynos e pro-

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vincias del peru en cumplimyento de lo proveydo e mandado por el dicho señor doctor loarte alcalde de corte de su magestad que firmo su nombre hize sacar este traslado de las dichas yn-// formaciones e averiguaciones que se hizieron en la provincia de jauja e en la ciudad de guamanga en el camino hasta esta ciudad del cuzco y en esta dicha ciudad que estan signadas demi signo y escrito todo en setenta y ochos hojas con los en que van los signos lo qual se acaba de corregir e concertar en la dicha ciudad del cuzco a diez y nueve dias del mes de março de mill y quynyentos e setenta e un anos e fueros testigos a los ver corregir e concertar pedro de rribera e felipe de leon [escribanias desta ciudad] e hizo ffe de lo que ante mi se examinarn e fize aqui mi signo en testimonio de verdad alvaro ruiz de navamuel” Publicamos también, la Información sobre enterramientos, sepulturas, guacas e ídolos, hecha por mandato del virrey Toledo en el valle de Yucay entre el 2 de Junio y el 6 de Septiembre de 1571. Esta se encuentra en otra colocación archivística, siempre en el AGI, Patronato 294, folios 1-41v. y ha sido publicada por Levillier (pp. 123177) y en el tomo XXI de la Colección de los Documentos Inéditos para Historia de América, en 1874, ambas ediciones presentan varios errores en la lectura paleográfica del texto, los cuales están indicados en esta edición. Enviadas al rey Felipe II en marzo de 1572, las encuestas ordenadas por el virrey Francisco de Toledo yacieron en los fondos del Archivo General de Indias aproximadamente trescientos años. Éstas fueron rescatadas por el celebre estudioso y erudito Marcos Jiménez de la Espada, quien en 1882 expresó: “Encierran datos singularissimos y algunos con tal carácter de verdad en cosas tratadas hasta hoy por los analistas inqueños en formas de mitos y leyendas, que a mi juicio, constituyen un adelanto positivo y seguro en la historia de los primeros años de la era de Manco Capac y en la etnografía de la comarca donde asentó la capital su imperio”. Marcos Jiménez de la Espada, intuyendo incluso su interés y valor científico como fuente, decidió publicar solo una mínima parte de las encuestas como apéndice en una edición de la obra de Fernando de Montesinos.18 Los criterios de la elección editorial de Jiménez de la Espada respondían a las direcciones historiográficas de su tiempo y su selección lo llevó a publicar una sola de las once encuestas y algunas piezas de

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DE MONTESINOS, Fernando “Memorias antiguas historiales y políticas del Perú”, en JIMÉNEz DE LA ESPADA, Marcos –editor– Colección de libros…, cit., p 180.

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otras, junto a la carta de acompañamiento de Toledo al Soberano.19 Sin embargo, como toda extrapolación, la obra publicada por Jiménez de la Espada transmitió a la historiografía, ya poco benévola en las caracterizaciones del virrey juzgado “el exterminador de los últimos incas”, un material parcial y de por sí engañoso. Se comprende fácilmente cómo, por décadas, el juicio negativo en los asuntos del virrey Francisco de Toledo se reflejase automáticamente en las encuestas, consideradas por la crítica un “falso”, un artefacto del virrey para sus propios objetivos políticos. Las Informaciones en el debate entre “garcilasistas” y “toledanos” Este fue el juicio que la crítica histórica hizo durante largo tiempo de las Informaciones toledanas, motivo por el cual, éstas fueron evaluadas como una fuente poco interesante. En realidad, gran parte de la historiografía americanista de fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX padecía profundamente de algunas pretensiones ideológicas que terminaron por condicionar muchas de las valoraciones expresadas incluso por estudiosos destacados. En nuestro caso, gran parte de la atención de la crítica se focalizó en la contraposición ideológica entre quienes, siguiendo un enfoque proveniente de la lectura de Garcilaso de la Vega, importante cronista mestizo, autor de los Comentarios Reales de los Incas,20 describieron al virrey Toledo como un feroz perseguidor de la población indígena y de los Incas en particular; y aquellos que, en cambio, buscaban recuperar su obra. Dedicaremos entonces, un cierto espacio para profundizar esta cuestión, con la intención de presentar la fuente que en esta ocasión se publica, insertándola plenamente en el contexto historiográfico. Más allá de las valoraciones relativas al hecho de que las encuestas fueran un producto artificial del virrey, o fuesen auténticas, la historiografía se ha interrogado luego sobre su relación con la polémica de los “justos títulos” que la Corona de Castilla podía atribuirse sobre territorios americanos,21 asimismo aquella que Lewis 19

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Carta de Toledo a Felipe II, Cuzco, 1 marzo 1572, en AGI, 28 B, ff. 1-6 publicada también en LEVILLIER, Roberto –editor– Gobernantes del Perú, cartas y papeles, Siglo XVI. Documento del Archivo de Indias (de ahora en adelante, GP), Colección de publicaciones Históricas de la Biblioteca del Congreso Argentino, Madrid, 1921-1926, Vol. XIV. Sobre el erudito español véase LÓPEz-OCÓN, Leoncio De viajero naturalista a historiador: las actividades americanistas del científico español Marcos Jiménez de la Espada (1831-1898), Ediciones de la Universidad Complutense, Madrid, 1991, 2 Vols. DE LA VEGA, Garcilaso Comentarios Reales de los Incas (1609-1617), Buenos Aires, 1967, Tomos I-II. BRUFEU PRATS, Jaime La escuela de Salamanca ante el descubrimiento del Nuevo Mundo, San Esteban, Salamanca, 1981; ABRIL CASTELLÓ, Vidal “La bipolarización Sepúlveda-Las Casas y sus consecuencias: La revolución de la duodécima replica”, en RAMOS PÉREz, Demetrio –editor– Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca. La ética en la conquista de América, Corpus Hispanorum de Pace XXV, CSIC, Madrid, 1984, pp. 229-288; PEREÑA, Luciano “Estudio preliminar”, en LAS CASAS, Bartolomé de De Regia Potestate, a cura di Luciano Pereña y al, Corpus Hispanorum de Pace, Consejo Superior de Investigaciones Cientificas, Madrid, 1984, Vol. VIII; BACIERO, Carlos “La Escuela de Salamanca y las reformas de la sociedad indiana en el siglo XVI”, en La Ciudad de Dios, mayo-diciembre de 1992, Vol. CCV, núm. 2-3.

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Hanke define la “Spanish struggle for justice in the conquest of America”.22 Sin embargo, orientar el análisis de las Informaciones únicamente en tal sentido resulta, a nuestro juicio, una operación conceptualmente errónea e históricamente reductiva. Éstas, de hecho, han de introducirse en un contexto más amplio, de naturaleza política, económica y social y han de considerarse un elemento fundante de aquella acción política y reformadora que la Monarquía condujo a través del virrey en Perú para ajustar definitivamente los equilibrios de uno de sus dominios más prometedores desde el punto de vista económico, pero más inestable desde el punto de vista social. Las encuestas se revelarían luego fundamentales para la obra de revisión historiográfica conducida por el virrey Toledo y sucesivamente en la “pacificación” del virreinato en los enfrentamientos de los Indios de Vilcabamba, y también un arma afilada para emplear en la batalla contra los religiosos disidentes. En un célebre ensayo sobre la concesión de la soberanía en el mundo incaico y su herencia en la época colonial, Charles Gibson desarrolló la tesis de una sociedad andina profundamente dividida en dos facciones contrapuestas: una elite dominante incaica se contraponía a un “proletariado” compuesto por etnias sojuzgadas que habitaban el Tawantinsuyu.23 Las observaciones de Gibson, formuladas a mediados del siglo pasado, se basaban en los testimonios de algunos cronistas de Indias, en particular Garcilaso, Cristóbal de Castro y Diego de Ortega Morejón.24 En la interpretación del estudioso estadounidense es posible hallar la influencia de la historiografía marxista que tendía a proponer la subdivisión social en clases aún en el análisis de sociedades cultural y socialmente tan lejanas de la europea como la sociedad colonial. Según lo que notaba Gibson, no todos los cronistas fueron capaces de percibir una división tan significativa en el interior de la sociedad indígena: Garcilaso, en particular prefirió permanecer anclado a una visión idealizada del mundo incaico presentándolo en una versión mitificada: “fabulous, legendary”. Los cronistas contemporáneos se encontraron recogiendo “a double set of legends, one exoteric and fabulous, the other clandestine and realistic”. Tal fractura en el interior de la sociedad andina, y en particular la coincidencia de una Guerra civil de origen dinástico, facilitó la acción de Francisco Pizarro y la conquista del poder por un número reducido de españoles que pudieron apoyarse en una parte considerable del mundo indígena. Estudios recientes,

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guiados por diversas metodologías de base regional, siguiendo perspectivas de investigación atentas al mundo de los nativos, parecen confirmar la hipótesis de Gibson acerca de una sociedad indígena política, cultural y socialmente articulada en segmentos diferentes, en los cuales existían jerarquías sociales y económicas que podían concretarse en mecanismos de explotación y de dominio dentro del mundo de los nativos, por no mencionar las fracturas causadas por la pertenencia a distintas etnias. Steve Stern25 y Karen Spalden,26 en particular, demuestran la existencia de una “alianza post-incaica” entre los kurakas (elite local) y los conquistadores; mientras estudios como los de Luis Millones, partiendo de datos étnicos, arqueológicos y antropológicos, echan luz sobre la existencia de acuerdos y mecanismos de perpetuación del poder entre las elites locales e incaicas en época prehispánica.27 Hoy, la sociedad de los nativos de la época se nos presenta menos rígida y monolítica que aquella que probablemente se aparecía ante muchos estudiosos de fines de 1880, los cuales, en el intento de reconstruir una sociedad indígena anterior a la conquista que, de algún modo, constituyera un ejemplo positivo para contraponer al ejemplo negativo constituido por ésta y la dominación colonial, terminaron por caer en las idealizaciones del pasado prehispánico. Es comprensible entonces, cómo es del todo criticable la obra de reconstrucción historiográfica llevada acabo a través de las encuestas del virrey Toledo. Él era el exponente del poder que se ensañaba con el pasado indígena con el objetivo de falsificarlo, legitimando el poder colonial español. La contraposición entre la visión del mundo indígena sostenida por el virrey y aquella referida por otros cronistas de indias fue esquematizada en los inicios del siglo XIX por el estudioso norteamericano Philip Ainsworth Means, que en parte retoma los estudios del español Marcos Jiménez de la Espada. En su Biblioteca Andina, Means formuló el concepto de “escuela historiográfica toledana” que iba a contraponerse a la “escuela historiográfica garcilasista”28 recientemente mencionada por David Brading en su De Orbe Indiano.29 Means, entre otros, sostenía que “it becomes evident, then, that Toledo was by no means the founder of the Toledan school of historical writing, for not only Casas

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HANKE, Lewis The Spanish Struggle for Justice in the Conquest of America, Philadelphia, 1949 [2ª ed. Boston-Toronto, 1967] y “Was the Inca Rule Tyrannical ?”, en History of Latin American Civilization, Vol. 1: The Colonial Experience, Boston, 1967, pp. 87-88. 23 GIBSON, Charles The Inca concept of Sovereignty and the Spanish Administration in Peru, University of Texas, Latin American Studies IV, Greenwood, New York, 1969 [1ª ed. Texas University Press, 1948], pp. 10-11. 24 DE CASTRO, Cristóbal y ORTEGA MOREJÓN, Diego de “Relación y declaración del modo que este valle de Chincha y sus comarcanos se governavan antes que oviese yngas y despues que los uvo hasta que los (Christian)os entraron en esta tierra”, en TRIMBORN, Heinrich –editor– Quellen zur Kulturgeshichte des präkolumbischen Amerika, Stuttgart, 1936, pp. 217-262.

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STERN, Steve J. Peru’s Indians People and the Challenge of Spanish Conquest. Huamanga to 1640, Madison (Wisconsin)-London, 1982 [traducción castellana Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista español. Huamanga hasta 1640, Alianza, Madrid, 1982]. SPALDING, Karen De indio a campesino: cambios en la estructura social del Perú colonial, Lima, 1974 y Huarochirì. An Andean Society under Inca and Spanish Rule, Stanford University Press, Stanford (California), 1984. Entre los numerosos trabajos de este autor recordamos en particular MILLONES, Luis Historia y poder…, cit. JIMÉNEz DE LA ESPADA, Marcos Tres relaciones…, cit. y Relaciones Geográficas de Indias, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1965, 3 Vols.; MEANS, Philip A. Biblioteca Andina, New Haven (Connecticut), 1928 [nueva edición 1973], pp. 518 y ss. BRADING, David Orbe Indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492-1867, FCE, México, 1993.

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and Fernández, but also Atienza, give his version of events, or something very like it, without any inspiration visibly derived from him”.30 Desde el nacimiento de las diversas historiografías nacionales de las nuevas entidades estatales hispanoamericanas en el curso del siglo XIX, y en particular en su último tercio, los cronistas despertaron el interés de los historiadores, ya que, inicialmente, se vio en las representaciones basadas en sus crónicas, quizás con una cierta ingenuidad y una dosis de espíritu nacionalista, las representaciones “definitivas” de la historia de la sociedad de los nativos y de la conquista y primera colonización. En las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, se desarrolló un animado debate científico sobre el tema, que tomaron estudiosos y eruditos de varias nacionalidades, como el español de Jiménez de la Espada o el estadounidense Means. Con una posición tan fuertemente ideológica, es posible comprender que se animaran a “fogosas polémicas” acerca de la honorabilidad de un personaje o la calidad de una fuente.31 No es sorprendente, entonces, la clasificación de los cronistas de Indias según dos bloques contrapuestos: una “escuela historiográfica toledana” más cercana al poder político de los vencedores, y una “garcilasista” más sensible a las vivencias de los nativos. Criterio reduccionista y de escaso valor científico, ya que si es verdad, como afirma Pease, que las clasificaciones han representado un “tema importante para todo estudioso del género” y por tanto su análisis “merece alguna atención”, ya que correspondieron a las exigencias de los estudiosos destacados, en ellas, sin embargo, fueron adoptados criterios que “podrían ser secundarios, si no intrascendentes”. Estas clasificaciones obedecieron a la necesidad de sistematización de aquellos estudiosos “que sintieron en disponer de un cuadro que permitiera distinguir las obras por grupos o escuelas” y su utilidad se limita a este aspecto, sin embargo, según el estudioso peruano es necesario deshacerse de todo dogmatismo ideológico.32 Efectivamente, muchos de los autores encerrados en estos dos grupos eran anteriores a Garcilaso y al virrey y luego fueron asociados a su obra de revisión historiográfica o a la obra del cronista mestizo solo en sentido “ideológico”. Entre los miembros de la “escuela toledana” se encuentran aparte de Means: Andagoya (1540), Gutiérrez de Santa Clara (1550), Betanzos (1551), Molina (1552-1556), López de Gómara (1554), zárate (1555), Matienzo (1567), y paradójicamente el propio adversario de Toledo: Las Casas (fallecido en 1566). Se trata de autores que escribieron antes de la llegada de Toledo a Perú en el año 1569. Los “garcilasistas” son menos

numerosos: Cieza de León (1551), Román y zamora (1575), Cabello de Balboa (1586), Morúa (1590); recordemos que la primera parte de los Comentarios de Garcilaso data solo de 1609. Franklin Pease afirma que “hubo clasificaciones parciales, como aquellas que permitían distinguir a los cronistas de acuerdo con su mayor o menor cercanía al poder” y explica que fueron “matizada expresamente en el caso del virrey Francisco de Toledo y su tiempo”.33 Una esquematización así rígida, llevaba a análisis falsos con criterios impuestos, como en el caso de Means. En su Biblioteca Andina,34 considerada largamente un referente en la disciplina,35 el estudioso estadounidense guiaba el análisis a una reductio, a la contraposición citada, evidentemente incongruente, que despertó una reacción hostil del historiador argentino Roberto Levillier. Lamentablemente, tampoco Levillier lograba liberase de este mecanismo, cayendo a su vez en los prejuicios: tomando parte en la defensa del virrey Toledo terminaba por atacar y acusar a Means pero también a Garcilaso.36 Así, en su recuperación historiográfica de la figura y del proceder del virrey Francisco de Toledo, Levillier publicaba los catorce volúmenes de la colección Gobernantes del Perú. Cartas y Papeles37 y los documentos de las Audiencias peruanas,38 y en el estudio en cuatro volúmenes dedicados al virrey Toledo. El primer volumen estuvo destinado a la reconstrucción de la vida y la obra del mandatario regio, mientras que los tres sucesivos reunieron una serie importante de documentos que Levillier consideró útiles para la compresión del personaje: el segundo reunía las Informaciones, el tercero la Historia Indica de Sarmiento de Gamboa (1572) y el cuarto una serie de Anexos documentales. La edición de las encuestas publicadas por Levillier resultaba mucho más amplia que la de Jiménez de la Espada, sin embargo, quedaba incompleta (como aparece en la presente edición) y con diversas imprecisiones ya sea en la transcripción o en el orden de la presentación documental.39 En el conjunto, su colocación en el interior de una obra titulada Don Francisco de Toledo Supremo organizador del Perú. Su vida y su obra volvía bastante dificultosa su visibilidad y la difusión de ella entre los estudiosos resultó limitada. Además, las Informaciones eran presentadas como un elemento de una fuerte discusión entre Roberto Levillier y otros historiadores, a quienes el argentino consideraba detractores del personaje por él estudiado. El debate sobre la figura del virrey y su culpabilidad por la muerte del último Inca reinante, Tupac Amaru, ade33 34 35

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MEANS, Philip Biblioteca Andina, cit., p. 365. La expresión es de Franklin Pease y alude a las enérgicas discusiones entre Jiménez de La Espada y González de la Rosa acerca de la recuperación de la segunda parte de las Crónicas del Perú de Cieza de León, también a aquellas entre Riva Agüero y el mismo González de la Rosa sobre el valor de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega y sobre su autor. PEASE, Franklin Las Crónicas y los Andes. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1995, pp. 11-13. PEASE, Franklin Las Crónicas…, cit., pp. 110-111.

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PEASE, Franklin Las Crónicas…, cit., pp. 110-111. MEANS, Philip Biblioteca Andina, cit. El mismo PEASE, Franklin Las Crônicas…, cit., no puede no hacernos referencia, pp. 110-113. LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., Vol. II, pp. LXXX-VI. GP, cit. LEVILLIER, Roberto Audiencia de Lima. Correspondencia de presidentes y oidores (1549-1564), Madrid, 1922 y Audiencia de Charcas. Correspondencia de presidentes y oidores, Madrid, 1918-22, 3 Vols. TOLEDO, Francisco de Informaciones que mandó levantar el Virrey sobre los Incas (1571-1572), en LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., Vol. II, pp. 14-206.

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más del exilio de los otros incas presentes entonces en Cuzco, terminaba por devorarse en sus espirales la potencialidad que las Informaciones podían tener como fuente indígena del siglo XVI. Objetivo principal de los ataques de Levillier, eran los análisis de Means y su división entre “historiadores garcilasistas” e “historiadores toledanos”. Por esto, creemos que pueden compartirse y ser extendidas a las Informaciones toledanas, las observaciones formuladas recientemente por Christian Fernández quien considera a la Historia de Sarmiento de Gamboa como una de las fuentes más importantes de la historia de Perú y lamenta que sea tan poco estudiada, al punto que no exista una edición crítica apropiada. La obra de Sarmiento de Gamboa es un hecho editorial similar al de las encuestas: perdida por tres siglos fue conocida por el público recién en 1906 gracias a las ediciones de Pietschmann.40 La segunda edición fue aquella de Levillier, en 1942, incluida en el tercer volumen del ya citado Francisco de Toledo: supremo organizador del Perú, como apéndice a las Informaciones.41 Fernández observa que si bien, en su edición, Levillier compara la crónica de Sarmiento con otras crónicas o historias de los Incas como aquellas de Garcilaso y otros más, no se trata de una verdadera edición crítica. De hecho, si el estudio de Pietschmann fue mesurado, en Levillier encontramos una tenaz defensa del texto, de su ideología y de la visión política de Sarmiento (y Toledo).42 El verdadero riesgo de una sistematización excesivamente ideologizada es empobrecer los criterios del análisis en un campo que es de por sí rico, privando a las fuentes de otros niveles interpretativos de los cuales serían susceptibles, consideradas ya sea singularmente o en conjunto.43 Una clasificación como la de Means aparece hoy simplista y cronológicamente incongruente,44 superada por las orientaciones de la crítica a partir de los años 1960,45 como nos demuestra el autorizado historiador peruano, 40

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SARMIENTO DE GAMBOA, Pedro Historia Indica (1572), en PIETSCHMANN, R. –editor– La “Historia Indica” de Pedro Sarmiento de Gamboa, nota preliminar de Alberto Tauro, Universidad San Marcos, Lima, 1964 [1ª ed. Berlin, 1906] SARMIENTO DE GAMBOA, Pedro Historia Indica (1572), en LEVILLIER, Roberto Don Francisco de Toledo Supremo Organizador del Perú, Buenos Aires, 1942, III, “Su Contribución a la Historia de los Incas”. FERNÁNDEz, Christian “Consideraciones para una edición crítica de la segunda parte de la Historia general llamada Indica de Pedro Sarmiento de Gamboa”, en ARELLANO, Ignacio y DEL PINO-DíAz, Fermín –editores– Lecturas y ediciones…, cit., pp. 319-325. Una nueva edición SARMIENTO DE GAMBOA, Pedro Historia de los Incas, Miraguano Ediciones-Polifemo, Madrid, 2001. Un ejemplo en este sentido lo ofrece el francés Bataillon en sus numerosos estudios sobre cronistas andinos, en especial de los años 1550, recordamos BATAILLON, Marcel “Le précurseurs de l’historiographie garcilasienne du Pérou”, en Annuaire du Collège de France, Vol. LVIII, Paris, 1958, pp. 501506 y “Le précurseurs de l’historiographie prégarcilasienne du Pérou”, en Annuaire du Collège de France, Vol. LIX, Paris, 1959, pp. 563-567. Como fue observado justamente por Levillier en Don Francisco de Toledo, cit., Tomo II, p. LX. Ejemplar es a este propósito el juicio negativo que pesó largamente sobre la “Relación de la Conquista del Perú” de Tito Cusi Yupanqui, fuente indígena considerada, como las Informaciones, de escaso valor, y sólo recientemente revalorada por la crítica. Cfr. CANTÙ, Francesca Coscienza d’America…, cit., pp. 163-190.

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Porras Barrenechea en su obra Los cronistas del Perú (1528-1650),46 donde ofrece un cuadro de análisis articulado y al mismo tiempo trasciende este tipo de acercamiento abriendo el campo a nuevos elementos de reflexión. Una confrontación que pone en evidencia ulteriores potencialidades interpretativas lo ofrece Lohmann Villena en el estudio preliminar de la edición del Gobierno del Perú, donde propone una articulación analítica que sigue criterios de corte sociológicos. Examinando sólo el periodo de los años 1560-1570, divide las orientaciones de los autores en tres corrientes: “la tendencia retrospectiva” que comprende los trabajos que vuelven sobre la etnohistoria prehispánica interesados en la antigua organización del mundo andino y su cultura; “la orientación meditativa o revisionista” volcada al estudio del aspecto político del virreinato y las causas de su malaise, en la cual recaen tanto la Historia de Sarmiento como las Informaciones toledanas; y finalmente le bïais constructif, vision idealista de la realidad peruana, casi utópica.47 Posteriormente, Esteve Barba, en su importante estudio sobre la Historiografía peruana de intéres indígena, incluso recurriendo al concepto de “escuela toledana”, no lo adopta con la rigidez ideológica de Means sino que, sustrayéndose a la lógica de los bloques contrapuestos, lo emplea para indicar solamente a aquellos autores que “colaboraron con el virrey desde un punto de vista doctrinal e histórico: Juan Polo de Ondegardo y Pedro Sarmiento de Gamboa”; aun cuando Esteve Barba crea que no es posible omitir ni a Juan de Matienzo ni al racionero Villareal.48 Barba considera como una categoría ligada pero independiente las otras relaciones “procedentes de las informaciones del virrey” como Fábulas y ritos de los Incas, del mestizo Cristóbal de Molina, del Cuzco.49 A la luz de lo que afirma Concepción Bravo Guerreira que recuerda cómo “la crónica andina en general y especialmente la más temprana” no ha sido suficientemente “valorada por los estudiosos de la crítica textual en la misma medida que la mesoamericana”,50 nos parece aún más importante el hecho de ofrecer a los estudio46

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PORRAS BARRENECHEA, Raúl Los Cronistas del Perú y otros ensayos, edición y estudio preliminar de Franklin Pease G.Y., bibliografía de G. Sánchez Cerro, F. Álvarez Brun y O. Holguín Callo, Biblioteca Clásicos del Perú, Lima, 1986; en realidad Porras comenzó a ocuparse de cronistas peruanos a partir del año 1930 y solo por exigencias de espacio nos limitamos a señalar la obra más significativa, que recoge el fruto de otro medio siglo de investigaciones. Cfr. LOHMANN VILLENA, Guillermo “Etude préliminaire”, en MATIENzO, Juan de Gobierno del Perú (1567), edición por Guillermo Lohmann Villena, Travaux del’Institut Français d’Etudes Andines, Paris-Lima, 1967, Tomo XI, pp. XI-XXXIII. Autor de un memorial presentado al virrey junto con la relación sobre las costumbres de los indios del Perú; el manuscrito original se encuentra en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, en Miscelánea de Ayala, XXXII, 12, f. 291. Cfr. ESTEVE BARBA, Francisco Crónicas peruanas, cit., pp. XI-XL. MOLINA, Cristóbal de “Relación de las fábulas y ritos de los Incas” (1573), en CLDRHP, 1916, I serie, I Vol., pp. 111-190. BRAVO GUERREIRA, María Concepción “Los criterios editoriales en España de las Crónicas tempranas del área andina desde el siglo XIX hasta la colección Historia 16”, en ARELLANO, Ignacio y DEL PINO-DíAz, Fermín –editores– Lecturas y ediciones…, cit., pp. 357-374.

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sos la posibilidad de presentar una edición crítica de una fuente indígena, que por las razones citadas puede demostrarse útil sobre todo para la investigación sobre el mundo andino. En nuestro caso creemos útil comprender, no tanto (o no sólo) si se formó una “corriente historiográfica toledana”, sino reconstruir el espíritu que (eventualmente) la propició y en particular, siguiendo la intuición de Gibson, partir del dato político social, verificando cuál fue la plataforma sobre la que se apoyó la “revisión historiográfica toledana” y los fines que persiguió. Para esto, es indispensable un análisis textual y una comparación entre las encuestas encargadas por Toledo, las demás obras aprobadas por él y su correspondencia, que nos permiten reconstruir de manera más completa una página importante de los estudios andinos y al mismo tiempo, desplazar el eje del discurso hacia un plano diferente de la mera clasificación de fuentes. El gobierno del virrey Francisco Álvarez de Toledo, que condujo el virreinato de Nueva Castilla de 1569 a 1581, representa un periodo que fue catalogado por la historiografía como la fase saliente de estructuración de la dominación castellana sobre el mundo andino.51 Es necesario pues, recuperar el recorrido de esta tentativa de reelaboración historiográfica evidenciando allí las complejas estrategias y relaciones con la obra de gobierno virreinal: por un lado, el apropiarse de la memoria de los vencidos y por otro, ligarlo a la causa de los kurakas, aquellos señores indígenas locales que a través de las encuestas toledanas emergían como “señores naturales” de las comunidades (behetrias) preincaicas, representando aquello que Gibson definió como: “the indigenous or non-inca point of view”.52 Tal perspectiva debía ser contrapuesta a aquella de los Incas que aparecían representados en la encuestas como “tyranos”,53 usurpadores y opresores de las comunidades indígenas recientemente conquistadas por ellos, de la cuales, no podían ser considerados “señores naturales” y por lo tanto verdaderos dominadores. La operación conducida siguiendo estas líneas programáticas tenía el objetivo de dirigirse contemporáneamente contra todos los que Toledo consideraba los principales adversarios de la autoridad de la Corona en el virreinato de Nueva Castilla.54 Con la demostración de la “tiranía” de los Incas eran golpeados no sólo los defensores de los derechos de los indígenas, en particular los seguidores de Bartolomé de Las Casas y las corrientes restitucionistas que amenazaban la soberanía

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MERLUzzI, Manfredi Política y gobierno del Nuevo Mondo. Francisco de Toledo virrey del Perú (1569-1581), Carocci, Roma, 2003. GIBSON, Charles The Inca concept…, cit., p. 12. Para la reconstrucción del significado exacto del término “tirano” en la época de Toledo cfr. LEVILLIER, Roberto Don Francisco..., cit., II, p. XLIV; cfr. también BOYD-BOWMAN, Peter Léxico hispanoamericano del siglo XVI, Londres, Támesis, 1972. MERLUzzI, Manfredi Política y gobierno…, cit., pp. 133-182.

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del rey de Castilla sobre territorios americanos,55 sino que al mismo tiempo, era minada la credibilidad y la legitimidad de la misma dinastía incaica con la cual se estaba entonces en plenas tratativas diplomáticas.56 Mientras tanto, se reforzaba la potestad suprema de la Corona de Castilla sobre las tierras del Nuevo Mundo, poniendo fin a un debate que ya se daba desde algunas décadas, acerca de la validez de sus derechos. Gracias a la compleja articulación de las once encuestas y a la conexión de éstas con la Visita General y la Historia de Sarmiento fueron recogidos una gran cantidad de datos sobre el pasado y las tradiciones de las poblaciones nativas y se organizaron los elementos cognitivos necesarios para elaborar un conocimiento suficiente del territorio a gobernar, indispensable para la construcción, o mejor, para utilizar la expresión del propio Toledo, para la refundación del Estado del virreinato de Nueva Castilla, en el intento de “procurar conquistar de nuevo este reino a Su Magestad”.57 Rechazando adoptar el concepto de “escuela historiográfica toledana” en el sentido que le otorgan Means y otros autores, y compartiendo la posición de Pease, creemos, sin embargo, que es indiscutible que a través de una serie de iniciativas llevadas a cabo en los inicios de su mandato, entre 1570 y 1572, el virrey Francisco de Toledo realizó una verdadera “reconquista del Perú”, como él mismo afirmó.58 Un lugar de primera importancia se le debe adjudicar a la obra de “revisión historiográfica”, como la ha definido recientemente Francesca Cantù,59 que él condujo con firmeza no sólo a través de la elaboración y la recolección de las encuestas, que suscitaron una reacción tan entusiasta en la primera historiografía andina, y que fue una medida tomada en una compleja serie de iniciativas, como veremos más adelante. El 25 de marzo de 1571, escribiendo al presidente del Consejo de Indias, el virrey explicaba haber dirigido una encuesta con 60 participantes seleccionados según criterios orientados a acentuar la fiabilidad (criterios que serían después adoptados en las encuestas sucesivas): “para que V. A. entienda una verdad que desde allá entendí [entendidos allí, es decir en España, antes de partir] ser muy necesaria y de la

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CANTÚ, Francesca “Evolución y significado de la doctrina de la restitución en Bartolomé de Las Casas, con la contribución de un documento inédito”, en Critica Histórica, 2-3-4, 1975, pp. 231-319 y PÉREz FERNÁNDEz, Isacio Bartolomé de las Casas en Perú. El espíritu lascasiano en la primera evangelización del imperio incaico (1531-1573), Centro de Estudios Rurales Andinos Bartolomé de Las Casas, Cuzco, 1988. 56 MERLUzzI, Manfredi La pacificaion del reino. Negociación y creación del consenso en el Perú virreinal, Viella, Roma, 2008, pp. 115 y ss. LOHMANN VILLENA, Guillermo “El Inca Titu Cussi Yupanqui y su entrevista con el oidor Matienzo” (1565), en Mercurio Peruano, núm. 166, 1941, pp. 4-18. 57 TOLEDO, Francisco de Memorial de Servicios, s/d, publicado en HANKE, L. Los Virreyes del Perù, cit., I, pp. 124-128, en partic, p. 127, el original se encuentra en AGI, Indif. Gral. 1373. 58 Cfr. CANTÚ, Francesca Coscienza de America..., cit., p. 156-157. Carta de Toledo a Felipe II, Cuzco I marzo 1572, AGI, Lima 28 B, ff. 1-6v, publicado en LEVILLIER, Roberto GP, IV, pp. 542-543; Carta de Cuzco del 27 setiembre 1572, G:P, IV, pp. 442ss. 59 CANTÚ, Francesca Coscienza d’America, cit.

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mayor sustancia”. Continuaba el virrey: “porque cierto, de haberse tenido opinión tan confirmada” que el dominio “fue de señores legítimos y naturales de este reino” y además que “los caciques y kurakas fueron señores también naturales y que por herencia les venían los cacicazgos, entiendo que ha sido una de las cosas perjudiciales que se puedan haber ofrecido y que más han impedido muchas cosas del buen gobierno de esta tierra”.60 Esta carta nos confirma que la idea de aclarar la situación de los derechos de la Corona respecto de los Incas estaba ya madura en Toledo antes de la partida de la Madre patria.61 Además emerge claramente la importancia que éste le reservaba a esta problemática, creyendo absolutamente “perjudiciales” para el interés del soberano y para el gobierno del virreinato, las opiniones que consideraban señores naturales sea a los Incas o a los Kurakas. Si se considera que según lo convenido con el soberano, Toledo creía que debía quedarse en Perú sólo por un par de años o poco más, la rapidez con que éste emprendió sus encuestas avala esta consideración.62 En realidad, el virrey Toledo partió de la Madre patria ya prevenido de la necesidad de supervisar los conflictos del clero. De hecho, en las Instruciones reales del 28 de diciembre de 1568, están citados explícitamente aquellos religiosos que con el pretexto de, “…tomar la protección de los indios y de favorecerlos y defender, se han querido entrometer a querer tratar de las cosas tocantes a la justicia y al gobierno y al estado, quierendo tocar en el derecho y señorío de las Indias”.63 A través de su obra de revisión historiográfica y de atenta censura, el virrey Toledo, que se había demostrado buen conocedor de las teorías vitorianas en el curso de la elaboración y de la redacción de sus Informaciones, creía defender la soberanía misma de la Corona además de la dignidad de la figura virreinal, evitando que las voces disidentes pudieran difundirse por el virreinato. Su proyecto apuntaba al reforzamiento de la cohesión política en el interior de la Nueva Castilla, prerrequisito

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Ivi, III, p. 443. La idea de la “tiranía” de los Incas fue ya sostenida por MATIENzO, Juan de Gobierno del Perú (1567), Edition et etude preliminaire par Guillermo Lohmann Villena, Travaux de l’Institut d’Etudes Andines, Paris-Lima, 1967, Tomo XI, parte I, cap. I. Cfr. la correspondencia del virrey, en partic. Cartas del 1 marzo 1572, del 19 y 20 octubre 1572, en GP, IV; además LEVILLIER, Roberto Don Francisco de Toledo, cit., Vol. I, pp. 95-96; para un análisis completo del gobierno toledano MERLUzzI, Manfredi Política e gobierno del Nuevo Mundo, cit.; véase además BIENVENU, Gilles y VELASCO GÓMEz, Ambrosio –coordinadores– Las teorías de la guerra justa en el siglo XVI y sus expresiones contemporáneas, UNAM, México, 2008. “Instrucción al Virrey Francisco de Toledo sobre doctrina y gobierno eclesiástico, 28.XII.1568”, en HANKE, Lewis Los Virreyes españoles en América durante el Gobierno de la Casa da Austria, Madrid, 1978, I, pp. 94-117. El original se encuentra en AGI, Indiferente 2859, ff.1-29v.

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indispensable para conducir el esquema reformador que lo había visto actuar en el curso de su mandato, como él mismo escribió al Soberano: “No se ha contentado con hacer lo que los otros ministros de Su Majestad sino para mejor cumplir lo que Su Majestad le fue mandado ejecutar. Lo ha querido ver todo y procurar de conquistar de nuevo este reino a Su Majestad, pues en la plática de las leyes que tenían estaba para sentar la justicia espiritual y temporal no tiranizada de un tirano sino de muchos”.64 En este marco, su “revisión historiográfica” y la creación de una “historia oficial”, se vuelven elementos imprescindibles de tutela de la autoridad regia: elementos funcionales a aquellas actividades de restauración de la paz y mantenimiento del orden en el virreinato, de erogación de la justicia, de redistribución de los recursos, de evangelización y (paradójicamente) de tutela y asistencia de los nativos, objetivos fundamentales de su obra de reforma política. Toledo subrayaba en particular, todas las dificultades que los religiosos presentaban para el poder y a la soberanía del rey, y cómo las hubiera rechazado decididamente. Entre los adversarios más peligrosos de los intereses de la corona se encontraban, según la opinión del virrey, todos aquellos que aportaban visiones distorsionadas de los acontecimientos del reciente pasado peruano, sea anterior o posterior a la conquista española. Se trataba de personas de mala fe, cuyo objetivo era para Toledo “fingirlos cada uno como se le antoja para fundar los derechos que desea”.65 En la carta del 30 de noviembre de 1573, en la Plata, Toledo expresaba preocupaciones acerca de la circulación de la crónica Primera y segunda parte de la Historia del Perú de Diego Fernández tambien conocido como el Palentino66 sobre los acontecimientos del virrey Blasco Nuñez y Gonzalo Pizarro. De hecho, la libertad con la que fueron descritas las contraposiciones entre los oidores y los gobernadores, “la participación de muchos que aún viven en la traición”, y otros aspectos poco edificantes, “pueden predisponer al levantamiento de la tierra”.67 Por lo tanto, para llevar a cabo su proyecto político, además de una inspección puntual del virreinato, la célebre “visita general del reino” (iniciada en el mes de octubre de 1570, ésta ocupó cinco de los casi doce años de gobierno del mandatario 64

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Francisco de Toledo, Memorial de Servicios, s.d., probablemente de 1578, publicado en Hanke, Lewis Los Virreyes del Perú…, cit., I, pp. 124-128, en particular, p. 127; el original se halla en el AGI, Indif. Gral, 1373. Memorial de Toledo a Felipe II enviado junto al texto de las Informaciones, Cuzco 1 marzo 1572, AGI, Lima, 28B, ff. 1-6v, publicado por LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., II, p. 13. La obra a la que Toledo se refiere es aquella de Diego Fernández el Palentino, Primera y segunda parte de la Historia del Perú, Sevilla 1571. Esta obra, según la opinión de SÁNCHEz ALONSO, B. Fuentes de la Historia española e hispanoamericana, Madrid 1927, n. 5314, fue poco frecuente justo a causa de la intervención del Consejo de Indias que prohibió su circulación. GP, V, pp. 249 y ss.

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regio),68 que representó una importante toma de contacto directo para acrecentar el conocimiento de la vasta región sobre la cual ejercitaba su mandato de gobierno, Toledo emprendió una recolección de datos sobre el mundo indígena. La relación de las dos iniciativas se evidenció en todas las encuestas que comienzan explicando que la iniciativa del virrey había sido desarrollada en el curso de la visita y cómo, en cierto sentido, han de considerarse parte de ésta. Una parte de esta actividad de profundización de la realidad del virreinato se dio bajo la forma de aquellos cuestionarios, las Informaciones. En el transcurso de las investigaciones, Toledo buscó reconstruir aproximadamente el periodo al que se remontaba el dominio de los Incas, evidenciando las ondas expansivas que se iban sucediendo bajo Pachacuti y el hijo Tupac Yupanqui, indagando la secesión de varios Incas y su periodo de reinado, y llegando a demostrar que se trataba de conquistas relativamente recientes. Reconstrucción de una investigación histórica Francisco Esteve Barba, subraya el carácter innovador que reviste la obra de revisión historiográfica puesta en marcha por Toledo: “A la modalidad de pensamiento más o menos lascasiana y auto acusadora, a los trabajos objetivos de los hombres de leyes y al movimiento conciliar en defensa de los indios, va a superponerse una opinión enérgica y realista centrada en la política que patrocina el virrey don Francisco de Toledo”.69 La mayor comprensión de la lengua, facilitada por la profundización debida a la elaboración de diccionarios y gramáticas, como aquel de Domingo de Santo Tomás de 156070 favorecieron en las investigaciones toledanas una búsqueda más vasta respecto de las anteriores.71 “Los informadores no van a contentarse solamente con la crónica oficial; y el interrogatorio pide, cierto que con deliberado propósito, pero coincidiendo por añadidura con el interés histórico, noticias sobre actos de tiranía, sobre rebeliones, barbaras costumbres de guerra, crueles penalidades y sacrificios humanos”.72 Toledo, no formula conclusiones personales a priori sin haber analizado primero los testimonios recolectados públicamente. Las conclusiones que extrae están indudablemente en consonancia con los datos surgidos en el curso de las

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MERLUzzI, Manfredi Política y gobierno…, cit., pp. 90-100. ESTEVE BARBA, Francisco Crónicas Peruanas, cit., p. XXXV. SANTO TOMÁS, fray Domingo de Lexicon, o vocabulario de la lengua general del Perú (1560), Edición facsimilar por Raúl Porras Barrenechea, Lima, 1951. SUÁREz, Mercedes et al. Paradigmas de la palabra. Gramáticas indígenas de los siglos XVI, XVII, XVIII, Turner, Madrid, 2007; BOYD-BOWMAN, Peter Léxico hispanoamericano…, cit.; GONzALEz HOLGUIN, Diego Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua Quichua o del Inca (1608), Santa María, Lima, 1952; Vocabulario en lengua castellana y mexicana de fray Alonso de Molina, edición facsímil y estudio de Esther Hernández, Agencia Española de Cooperación Internacional/Biblioteca Nacional, Madrid, 2001. ESTEVE BARBA, Francisco Crónicas Peruanas, cit., p. XXXVI.

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Informaciones. Sin embargo, también es cierto que él formula sus preguntas y construye las encuestas siguiendo un esquema predeterminado, destinado a la demostración de las tesis políticamente favorables para sí mismo. Su investigación es honesta en cuanto a la metodología utilizada, pero siempre conforme a una finalidad preestablecida. Además, podemos arriesgar que, probablemente, el virrey conociera la Relación de Hernando de Santillán escrita en 1563 en la cual el autor demostraba la “tyrania” de los Incas.73 Para demostrar la objetividad de sus encuestas, el virrey siguió una metodología rigurosa y rodeó de garantías formales cada testimonio recibido. Recogió estas últimas mencionando cada vez el nombre completo, el status y el ayllu de procedencia del entrevistado. Hubo tres intérpretes: padre Gonzalo Ruiz Portillo, Provincial de los Jesuitas, Juan de Ynestrosa y Gonzalo Gómez Jiménez. Los criterios con los cuales fueron seleccionados los encuestados son expuestos por el propio virrey que explica cómo fueron elegidos: “naturales de los más viejos y ancianos y de mejor entendimiento que se han podido hallar, de los cuales muchos son caciques y principales y otros de la descendencia de los ingas”.74 Parece evidente que la selección privilegió a los testigos de una clase social elevada en posición influyente, considerados más fiables e informados, sin embargo, fueron escuchados también otros indios no “principales” que parecieron capaces de testimoniar “con más claridad y razón”. Entre las garantías que debían probar la autenticidad de las encuestas estuvieron los juramentos de los testimonios “según derecho”, sea de indios o de españoles, y los de los intérpretes, además de la autentificación formal de los actos. Aunque se podrían plantear reservas sobre la fiabilidad de los juramentos hechos por indígenas recientemente convertidos a la fe de los vencedores, juramentos sancionados “por Dios Nuestro Señor y por una señal de la Cruz que hicieron con sus manos”. Una vez terminadas, las encuestas fueron sometidas al examen de los descendientes de los Incas. Fueron llamados a declarar unos setenta testigos. Algunos de estos examinaron las encuestas, otros la Historia de Sarmiento además de los cuatro “paños pintados”. Los resultados fueron además comparados con los de cuatro testigos directos de origen español, considerados particularmente confiables ya que se encontraban en Perú desde hacía 40 años. Estos confirmaron que “lo dicho es lo que ellos oyeron dar por verdad en la tierra”. A este nutrido grupo se sumó el licenciado Polo de Ondegardo, colaborador del virrey, autor de varios informes y relaciones escritos en los años que preceden el arribo de Toledo a Perú, probablemente entre los

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SANTILLÁN, Hernando de “Relación del origen, descendencia, política y gobierno de los Incas” (ca. 1563), en JIMÉNEz DE LA ESPADA, Marcos –editor– en Tres Relaciones…, cit.; CLDRHP, II serie, 9, 1927, pp. 1-117, BAE, 209, 1968, pp. 97-150. Carta de Toledo a Felipe II, Cuzco 1 marzo 1572, AGI, Lima 28 B, ff. 1-5v.

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funcionarios más competentes en las cuestiones relativas a los nativos, en la época corregidor del Cuzco.75 Pasemos a analizar los contenidos de las encuestas desarrolladas por Toledo para seguirlas en su recorrido evolutivo y reconstruir luego, las intenciones y el pensamiento del virrey. Las once Informaciones en orden cronológico son: I) Concepción de Xauxa (o Jauja), 20 de noviembre de 1570, sobre el derecho de los caciques y sobre el tipo de gobierno que los pueblos tenían antes de ser conquistados por los Incas. II) Huamanga, 14 de noviembre de 1570, sobre el gobierno que tenían los pueblos de Perú antes de la conquista de los Incas. III), IV), V), VI) En los Tambos de Vilcas, de Pina, de Limatambo y de Mayo, entre el 27 de enero y el 10 de febrero de 1571, sobre Tupac Inca Yupanqui, sus kurakas, sobre su sucesión, sus chincheconas y sobre el modo en que los Incas llevaron a cabo su conquista. VII) Cuzco, entre el 13 y el 18 de marzo de 1571, con el mismo interrogatorio de las cuatro encuestas precedentes. VIII) Yucay, del 19 de marzo al 2 de julio, con el mismo interrogatorio de las cinco precedentes. IX) Yucay, 2 de junio de 1571, le sigue Cuzco entre el 19 de junio y el 5 de septiembre de 1571, sus costumbres religiosas, sacrificios, sus idolatrías, sobre el modo de sepultar a los Incas, sobre el modo de gobierno de los Incas, sobre el trabajo forzado de los indios contra su ociosidad. X) Cuzco, del 4 de enero al 27 de febrero de 1572, sobre los nativos que habitaban el área del Cuzco antes que arribaran los Incas y cómo no se sometieron de buen grado al dominio de los invasores. XI) Cuzco, 22 de febrero de 1572, entre los primeros conquistadores, respecto de lo que sabían de Perú antes de la conquista de los Incas, sobre el asentamiento de los kurakas, unus, huarancas, pachacas, mitimaes, y sobre cómo Tupac Inca Yupanqui extendió el imperio hasta Chile y Quito.

La primera encuesta Moviéndose con el numeroso grupo que formaba parte de la Visita general del Reino, Toledo partió de Lima entre el 22 y el 24 de octubre de 1570, luego de aproximadamente, once meses de permanencia en la capital del virreinato. Se dirigió a Concepción de Jauja, donde el 20 de noviembre siguiente, dio inicio a la recolección de los primeros testimonios para sus investigaciones. Las preguntas incluidas en los testimonios eran quince, el texto de cada una era bastante extenso. En esta primera encuesta, los testimonios fueron recogidos separadamente, es decir, cada testigo respondió individualmente a la serie completa de las preguntas. Éstas concernieron al gobierno de “los pueblos del reino del Perú”, antes de que fuese conquistado y sometido por los Incas: la organización de las aldeas, la forma de gobierno, la modalidad de elección de los “principales” y de los “capitanes” y si estos habían tenido un comportamiento autoritario o tiránico, el pago de tasas o tributos, la transmisión del título de caciques a los herederos, las relaciones de paz y de guerra entre aldeas vecinas, los usos y costumbres de gobierno. Además hubo cuestiones sobre el gobierno de los Incas: cuál había sido el primero en gobernar, cómo ocurrió la conquista incaica, cuántos soberanos incas siguieron, cómo funcionaba el sistema de los “cacicazgos” y de los provinciales, cómo estos eran nombrados y removidos, qué cosa sucedía a su muerte. A estas preguntas respondieron cinco declarantes de los ayllus de Tuna, Purificación de Huacho, Santa Ana, Santa Cruz y Mataguasi. Todos eran viejos y “principales” o bien notables, o de la casta de los “caciques de la provincia”. La encuesta duró cuatros días, del 20 al 24 de noviembre de 1570.76 Salvo ligeras divergencias, los sujetos entrevistados respondieron en general que antes de ser conquistados por Túpac Inca Yupanqui, en aquellas provincias vivían en comunidades que no tenían señores en tiempos de paz. En caso de guerra, era nombrado un chinchecona, es decir, un jefe que los guiase, elegido por sus dotes de valor y coraje en batalla. Ellos lo seguían como jefe, pero solo durante la guerra, porque cuando ésta terminaba, el comandante volvía a ser un simple habitante de la aldea. Algunos testigos especificaron que el cargo de chinchecona no era hereditario y que los hijos de estos eran “preferidos” solamente si eran “hábiles y valientes”. Según los entrevistados, fue el Inca Túpac Yupanqui quien se aseguró el dominio sobre la región de Jauja.77Además estos revelan un particular respeto por las disidencias internas de la dinastía incaica y por sus métodos políticos, narrando que

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Acerca del licenciado Polo cfr. HAMPE MARTINEz, Teodoro “Un jurista castellano en el encuentro de dos mundos: vida, negocios y descendencia del licenciado Polo de Ondegardo”, en Revista de Historia del Derecho R. Levene, núm. 34, 1998, pp. 225-252 y “El Licenciado Polo de Ondegardo, encomendero, burócrata y conocedor del mundo andino (ca. 1520-1575)”, en Revista de Historia del Derecho Privado, II, 1999, pp. 89-120. GONzÁLEz PUJANA, Laura La vida y la obra del licenciado Polo de Ondegardo, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1993 y Polo de Ondegardo: Un cronista vallisoletano en el Perú, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1999.

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AGI, Lima 28 B, ff. 14-39; publicada también en LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., II, pp. 14-37. Un extracto de cuatro páginas fue publicado por JIMÉNEz DE LA ESPADA, Marcos Colección de libros…, Vol. XVI, Madrid, 1882, pp. 204-208. Sobre la dinastía incaica, el número efectivo de los Incas y su sucesión ver D’ALTROY, Terence N. Los Incas, Alianza, Barcelona, 2003; METRAUX, Alfred Los Incas. Perfil histórico-antropológico de una civilización, Torino, 1969; PEASE, Franklin Los últimos incas del Cuzco, Alianza, Madrid, 1991 [1ª ed. Lima, 1977].

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Pachacuti había ordenado a su hijo Cápac Yupanqui conquistar el territorio hasta Vilcas, pero como éste, orgulloso de sus triunfos, se extendió más allá de lo pactado, Pachacuti le ordenó al segundogénito, Túpac Yupanqui, alcanzarlo y matarlo. Los testimonios describieron el modo en que los Incas expandían sus conquistas. Alonso Pomaguala, “principal” de Tuna, refirió “cuando vino el dicho Inga a conquistar y señorear esta tierra se puso en un cerro en este repartimiento con la gente que traía, que serían diez mil indios de guerra”. Con la amenaza de la fuerza consiguió la obediencia, pero “a otros que no le obedecían ni le venían a mochar les hacía guerra y les sujetaba matando a algunos de ellos y tomándoles sus tierras”. Los testimonios fueron unánimes al sostener que fue Túpac Inca Yupanqui quien instauró la figura del kuraka y nombró los primeros, estableciendo aquel orden jerárquico que luego se mantuvo hasta el arribo de los españoles. Así sucedió que los chincheconas se convirtieron en kurakas o caciques, ya no electos por la comunidad (ayllu) sino nombrados por el Inca. La jerarquía era estructurada a distintos niveles. Había un cacique cada cien indios, o pachaca, no más de uno por comunidad. Por esto, hubo distintos caciques aún en una misma aldea según la cantidad de población. Por encima de estos, había un cacique que controlaba quinientos indios: piscopachaca, luego un cacique que controlaba mil: huaranga. Más arriba, estaban los piscahuaranga, con responsabilidad sobre cinco mil y sobre estos, los que vigilaban diez mil indios, llamados unos.78 Acerca de la selección de esta jerarquía, los encuestados respondieron unánimemente que el Inca elegía libremente entre sus mejores “capitanes”, sin fijarse necesariamente de los hijos de los chincheconas. Cuando había puestos vacantes, nombraba a aquellos que quería, eligiendo entre sus hombres de confianza, a veces incluso a los hijos de los kurakas. El control que el Inca mantenía sobre sus funcionarios era tan rígido “que en vida de los dichos caciques muchas veces los removía por sola su voluntad cuando no usaban bien sus oficios”.79 La segunda encuesta Continuando su Visita General, Toledo se trasladó luego hacia Huamanga, donde llegó a principios de diciembre. Se detuvo allí cerca de dos meses, ocupándose de los problemas de aquella provincia, en particular de las minas y de las reducciones. En este periodo, decidió desarrollar un nuevo interrogatorio, usando las mismas preguntas de la encuesta anterior. La encuesta fue breve, se desarrolló en el curso de una jornada, el 14 de diciembre, y respondieron solo dos sujetos.80

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Los testimonios coincidieron con los de la encuesta precedente, en particular subrayaron en relación con la remoción de los kurakas, que “los que eran bellacos o trataban mal a los indios, les quitaban los cacicazgos que tenían y los daban a otros indios cuales les parecía que tenían habilidad”, sin tener en cuenta que fuesen “sus hijos, hermanos y parientes”. Sin embargo, a diferencia de los relatos de las encuestas precedentes, afirman que a la muerte de un cacique, generalmente, el Inca nombraba a uno de los hijos del difunto o a otro pariente. Estos nombramientos no se daban por un “derecho hereditario” sino más bien por tradición, lo cual llevó con el curso de las generaciones, a la formación de una verdadera “casta” de caciques. Las encuestas de los “cuatro tambos” Siguiendo con su Visita general, Toledo partió de Huamanga a mediados de enero de 1571 y se dirigió hacia Cuzco. A lo largo de su camino, se detuvo en cuatro tambos, estaciones de parada en la grandiosa calle real de los Incas.80 En cada una de estas cuatro etapas desarrolló las encuestas. Éstas tuvieron lugar en los tambos de Vilcas el 27 de enero, de Pina el 31 de enero, de Limatambo el 6 y 7 de febrero y finalmente en el de Mayo el 10 de febrero de 1571. Las encuestas fueron agrupadas y bautizadas por el mismo Toledo como “Informaciones de los cuatro tambos”.81 Las preguntas abordaban los mismos temas de las encuestas anteriores pero los cuestionarios diferían sensiblemente contemplando la verificación y profundización de los testimonios ya recibidos. Los nuevos entrevistados eran todos viejos caciques o “principales”. Entre los testimonios, el de Alonso Caquia Huanaco, cacique de Parinacocha, aportaba algunos elementos nuevos respecto de la elite de los kurakas. Éste se refirió a un sistema educativo adecuado reservado a los futuros kurakas, que eran trasladados cerca de la corte del Cuzco para ser instruidos. En el testimonio de don Roldán Matara, cacique principal de Cotabamba, aparece que las poblaciones se sometían al soberano Inca no sólo porque estaban sujetadas por las armas y amenazadas de violentas represiones, sino también “porque dezian que era hijo del sol”. Los demás testimonios no añadieron ningún elemento ulterior respecto de aquellos recogidos previamente, antes bien, Levillier ante la ausencia de una “sospechosa unanimidad de pareceres” entre los testigos subraya, por el contrario, el hecho de que a menudo se contradigan entre ellos, difieran ligeramente o se complementen, algunos sepan más cosas, otros menos. Además, los habitantes de regiones incluso vecinas a la capital, demuestran no cono81

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Sobre la organización incaica basada en un sistema rígidamente estructurado, con múltiples numéricos que correspondieron a precisos criterios simbólicos, ver WACHTEL, Nathan La vision de vaincus, Paris, 1977 [La visión de los vencidos, los indios del Perú frente a la conquista española, Torino, 1977, pp. 83-109]. LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., II, pp. 29-37. AGI, Lima 28 B, ff. 164-171v; publicadas también en LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., II, pp. 38-46.

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Sobre el sistema de enlaces en el imperio incaico cfr. el clásico de VON HAGEN, Víctor Highway of the Sun, London, 1956. STEHBERG, Rubén y CARVAJAL, Nazareno “Road System of the Incas in the South Part of their Tawantinsuyu Empire”, en National Geographic Research, 4, 1, 1988, pp. 74-87; STRUBE ERDMANN, León Vialidad Imperial de los Incas, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina, 1963. AGI, Lima 28 B, ff. 173-181, publicadas también en LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., II, pp. 47-64.

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cer a fondo la historia incaica, sus conquistas y sus costumbres, mientras aquéllas de las informaciones recolectadas sucesivamente en Cuzco y en Yucay, están mucho más informadas sobre este argumento. Para llevar a cabo su obra de restauración política y social del virreinato, el virrey necesitaba dilucidar el rol de la elite local. Buscaba, además, demostrar la “tyrania de los Ingas”. Hasta ese entonces, había logrado constatar que el cargo de kuraka era otorgado por los Incas como un premio a sus hombres de confianza. De este modo, los chincheconas, antiguos comandantes ocasionales, también jefes de cientos o miles de soldados, vieron a veces reducir su poder con el establecimiento de la nueva estructura jerárquica. A modo de conclusión de esta primera serie de encuestas, se puede observar que a través ellas, el virrey pudo llegar a la certeza de que los Incas conquistaron su imperio con la fuerza o por “presiones de desbordamiento”. Sin embargo, no eran señores originales de la costa, ni de Charcas, de Tucumán o de Chile, mientras el Collao lo sustrajeron de la tribu de los Collas. Por lo tanto, no podían considerarse los “dueños verdaderos”, o los verdaderos dominadores del Perú. A partir de sus observaciones, Toledo también había obtenido algunas conclusiones sobre la “naturaleza” de los indios, tales como que estos eran indolentes, fatalistas, menos inteligentes que los europeos, para nada avaros y fáciles de engañar por ser ingenuos. A la luz de su acción política sucesiva, comprendemos cómo pensó en conservar la institución del cacicazgo, perfeccionándola y adaptándola a las nuevas necesidades con el fin de que los indios tuvieran defensores capaces en el interior de su propia etnia, a su vez protegidos por las leyes en los tribunales españoles, en los enfrentamientos por las exigencias de los encomenderos, de los concesionarios de las minas, de los comerciantes, de los soldados y de los eclesiásticos. La séptima encuesta En el curso de su Visita general, el virrey siguió su camino hacia la capital de los Incas y paralelamente amplió el campo de sus investigaciones. La siguiente encuesta se desarrolla en Cuzco, entre el 13 y el 18 de marzo de 1571 con el mismo cuestionario de las entrevistas recogidas en los cuatro tambos.83 Los entrevistados fueron cuarenta en total, reunidos en nueve grupos. En la antigua capital del imperio incaico no fue difícil encontrar testimonios excepcionales, de hecho, el dato saliente de esta encuesta estuvo dado por la calidad de los encuestados, muchos de los cuales eran de un rango particularmente elevado. Estos habían conocido personalmente o habían visto al Inca Huayna Cápac, hijo de Túpac Inca Yupanqui, muerto una dece-

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AGI, Lima 28 B, ff. 192-222, publicada también en LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., II, pp. 65-98. Jiménez de la Espada publicó sólo los nombres de los testigos, en Colección de libros…, cit., XVI, pp. 210-213, omitiendo muchos de los nombres de estos testigos y transcribiendo erróneamente los de otros.

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na de años antes del arribo de los españoles, y a Huascar, rival de Atahuallpa en la sangrienta guerra civil por la sucesión al trono incaico. Algunos de los testigos habían tenido cargos que los habían llevado a tener contacto con las más altas jerarquías imperiales. Sus relatos proveyeron nuevos detalles aun cuando sus testimonios no se distanciaron de aquellos recolectados en los cuatro tambos. Ellos explicaban cómo la conquista de Pachacuti fue continuada por su hijo Túpac Inca Yupanqui hasta Quito y Chile. Corroboraron que fueron estos dos Incas los que establecieron el sistema de “cacicazgos” y se detuvieron en el nombramiento y la remoción de aquellos cargos, detalle que evidentemente preocupaba mucho a Toledo. Las personas entrevistadas explicaron cómo los kurakas eran removidos cuando demostraban escasas dotes de mando y también cuando eran desleales o corrompidos, en estos casos “los privaban los dichos ingas del cargo y lo daban a quien querían”. Respecto de la expansión del imperio incaico, los participantes de la séptima encuesta expresaron que el Inca “vino conquistando y conquistó por fuerza de armas estos reinos y los naturales de ellos”, contaron también que “algunas provincias e pueblos de indios se le davan por miedo y le presentaban sus hijas hermosas que tenían por aplacarle viendo que aquellos que se le defendían y no se le subjetaban los asolaba matava e destruía y hacía muchas crudeldades en ellos”. Otros testigos añadieron que “Topa Inca Yupanqui con la fuerza de gente que traía iva subjetando y conquistando todos estos reinos por fuerza de armas”, y los indios “viendo la crudeldades e muerte que hacía en los que no se le querían subjetar y dar obidencia y se le defendían se le daban de miedo.” Estas eran exactamente las pruebas que Toledo buscaba para demostrar la tiranía de los Incas: que estos habían sido usurpadores, conquistadores y gobernadores crueles. Sin embargo, los Incas sabían ganarse el favor de los jefes de las poblaciones que se sometían pacíficamente. Varios testigos contaron que cuando “los que venían de paz y le daban la obediencia sin que les hiciese guerra, hallara entre ellos algunos indios hábiles para gobernar, los proveía por curacas y les daba ropa e mujeres públicamente, para que, viendo esto otros le vinieran a dar obediencia”. Para dar mayor crédito a los datos recogidos respecto del sistema de nombramiento de los caciques, se incluye al final de la encuesta, una nota con la firma del virrey Conte di Nieva, de 1563, en la cual se asignaba un cargo a un cacique, de la misma “forma” en la que había sido otorgada por los Incas. La octaba encuesta Los resultados obtenidos en las primeras siete encuestas, desarrolladas entre el 20 de noviembre y el 2 de julio de 1571, habían satisfecho al virrey. Éste creía haber probado que los Incas habían sido conquistadores recientes y sucesivamente decidió descubrir si estos habían hecho sacrificios humanos o practicado la antropofagia y el “pecato nefando”, o sea la sodomía. Los cuestionarios habían sido concebidos con una atención particular a las posiciones de Francisco de Vitoria y sus ideas sobre los

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títulos “legítimos” de ocupación de las tierras americanas de parte de la Corona española.84 Una vez probado que los soberanos Incas no eran considerados verdaderos dominadores era necesario también demostrar que antes de su dominio no habían sido “señores naturales de la tierra” o, que en caso de haberlo sido, eran válidos de todos modos los presupuestos apuntados por Vitoria para privarlos de su soberanía. De lo contrario, se corría el riesgo de dar lugar a las argumentaciones de los que querían poner en discusión el “título” de los soberanos españoles en aquellos reinos, esta vez no a favor de los Incas sino de aquellos “reyezuelos” que los habían precedido. Desde esta óptica debe ser leída la atención volcada en las Informaciones a la elección de los chincheconas y a la instauración del régimen de kurakas, a su nombramiento y al derecho que tenía el Inca de removerlos del cargo. Además, en el curso de las investigaciones, Toledo buscó reconstruir aproximadamente el periodo al que se remontaba el dominio de los Incas, poniendo de relieve las ondas expansivas que se habían sucedido bajo Pachacuti y el hijo Tupac Yupanqui, subrayando que se trataba de conquistas relativamente recientes. La encuesta se llevó a cabo en el Valle de Yucay entre el 19 de marzo y el 2 de julio de 1571.85 Las preguntas fueron las mismas que las de las encuestas precedentes, desde los tambos en adelante, pero se buscó en el número la legitimidad: los testimonios recolectados fueron cuarenta y dos. Toledo se encontró particularmente satisfecho con los resultados de estas exposiciones, tanto que decidió darles un tono más de oficialidad: el 4 de julio fueron ratificadas en Cuzco por orden del virrey, ante el doctor Loarte alcalde de corte. Emergieron algunos nuevos detalles. En particular, don Francisco zaraunanta Chilche, cacique principal de Yucay, reveló que durante la guerra de conquista de los Incas “si entre dos o tres pueblos había diferencias el uno a los dellos davan obidencia al inga para que los favoreciese para destruir a sus contrarios”. El testimonio de don Francisco zaranaunta, nos revela además otros aspectos interesantes a los ojos de Toledo: no habían sido los incas los únicos en utilizar métodos violentos, también lo habían hecho indios de otras etnias. El entrevistado explica que si “el capitán que habían seguido en la guerra no era tan valiente como ellos querían se juntaban todos

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Cfr. zAVALA, Silvio La filosofía política en la Conquista de América, México, 1977; PAGDEN, Anthony The fall of natural man. The American Indian and the origins of comparative ethnology, Cambridge University Press, 1982 [traducción italiana La caduta dell’uomo naturale, gli indiani d’America e le origini dell’etnologia comparata, Torino, 1989]; Lord of all the world: Ideologies of empire in Spain, Britain and France, 1500-1800, Yale University Press, New Haven-London, 1995 [traducción Castellana de M. Dolores Gallart Iglesias Señores de todo el mundo, ideologías del imperio en España, Inglaterra y Francia. (En los siglos XVI-XVIII), Península, Barcelona, 1997]. AGI, Lima 28 B, ff. 224-227; publicada también en LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., II, pp. 99-121. Jiménez de la Espada publicó la lista de los testigos, con cierta inexactitud, y algunas de las respuestas, en Colección de libros…, cit., XVI, pp. 214-220.

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y le mataban y después seguían el más valiente”. Por lo demás, las declaraciones de los testigos presentaban solo ligeras variantes respecto de las anteriores, en algunos casos las ampliaban mientas en otros las contradecían. La novena encuesta Usurpadores, conquistadores y dominadores violentos, los Incas que emergían de las encuestas se correspondían plenamente con aquellas características que los convertían en “tiranos”,86 además estaba demostrado que sus conquistas eran recientes, aspecto que avalaba las posiciones de Toledo, ya que no podían ser considerados veri domini. En las encuestas finales, a partir de junio de 1571, el virrey parece ampliar el horizonte de sus intereses repentinamente. Fueron incluidas preguntas acerca de los ritos y creencias religiosas de las poblaciones de nativos que eran consideradas “idolatrías”. De hecho, según la doctrina de Vitoria, era aceptable que un soberano cristiano declarase la guerra a los bárbaros cuando eran antropófagos y practicaban sacrificios humanos, porque la conquista española habría salvado las vidas de estos inocentes.87 Para que los españoles pudieran ocupar legítimamente las tierras de los indios aun empleando la fuerza, y despojar a sus soberanos de la soberanía, era necesario pues, que los indios fuesen antropófagos, cometieran sacrificios humanos y que además fuesen usurpadores de las tierras que poseían al arribo de los españoles, es decir, que aquellas tierras hubieran sido conquistadas por ellos y no recibidas por derecho hereditario ya desde sus orígenes. Así, es fácil comprender el interés de Toledo en evidenciar las sucesivas expansiones incaicas y en subrayar que eran recientes. Toledo averiguó sobre las sepulturas pero también sobre la explotación de las minas por parte de los indios y sobre el modo en que los Incas gobernaron a los indígenas por ellos sometidos. Un aspecto particular que era interesante aclarar era aquel ligado a cómo fueron afrontadas su natural pereza y su flaqueza intelectual. Se indagó sobre el origen y el uso de la coca y otras tradiciones vigentes entre los indios, sobre todo constatando la inmoralidad de ciertas prácticas como la sodomía, la antropofagia y la barbarie entre ellos. Destacar estos aspectos no urgía al virrey sólo por una condena moral, a diferencia de lo afirmado por Hemmings, quien demuestra no haber captado plenamente las intenciones de Toledo. Éste quería llegar a demostrar que la naturaleza de los indígenas era asimilable a aquella “barbárica”. Aún en estas condiciones, el cuestionario respondía a precisas finalidades políticas y se refería a las doctrinas de Vitoria y en este caso también a las de Sepúlveda. El teólogo de

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Levillier se extiende en la reconstrucción del significado exacto del término “tirano” en la época Toledo en Don Francisco…, cit., II, p. XLIV. VITORIA, Francisco de De Temperantia (1538), en Obras, Biblioteca de Autores Cristianos, 198, Madrid, 1960.

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Salamanca sostenía que: “Hay la misma razón para esos bárbaros que para los amantes; porque nada, o poco más valen para gobernar aquéllos que éstos”.88 Mientras tanto Sepúlveda, basándose en Aristóteles admitía la “esclavitud natural”; bastaba la diferencia “entre la razón de españoles e indios para justificar el imperio de los unos sobre los otros, pudiendo recurrirse a las armas en caso necesario”.89 Parecería que el virrey, ya seguro de la legitimidad del título de los soberanos españoles, estuviese preparando el terreno para su futuro sistema de gobierno. Por lo tanto, siguiendo con sus encuestas se propone verificar si los Incas habían obligado a los indios a trabajar simplemente para combatir su “natural ociosidad”. Esta tendencia natural a la pereza, conjuntamente a la demostrada “flaqueza moral”, eran consideradas típicamente indígena y empujaban a Toledo a afirmar que se trataba de “gente que ha menester curador para los negocios graves que se le ofrecen, ansi de su alma como de su azienda”. Por esta razón resulta indispensable para su propio bien la “guía” espiritual, pero también política de los españoles, “porque si no hubiese quien los guiase y gobernase en ellos se perderían”.90 Este concepto deriva también de Vitoria, que en De Indiis explica: “Puede, pues, alguno decir que para utilidad de ellos pueden los reyes de España tomar a su cargo la administración de aquellos bárbaros, y nombrar prefectos para sus ciudades y gobernadores; y aun darles también nuevos señores, si constara que esto era conveniente para ellos”.91 La novena encuesta se llevó a cabo en Yucay, el 2 de junio de 1571, y prosiguió en Cuzco donde el virrey se había trasladado desde mediados de junio hasta el 5 de septiembre.92 Ésta presenta novedades sustanciales debido a que Toledo decidió cambiar esencialmente el cuestionario impuesto a los participantes. Su atención estaba concentrada ahora en “las costumbres religiosas, sacrificios e idolatría de los Incas, y del modo que tenían estos de gobernar, aplicando los indios al trabajo para que no se hiciesen ociosos”. Esta encuesta fue publicada completa en la Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España y América, en 1874.93

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VITORIA, Francisco de “De Indiis”, parágrafo. 18, en Obras, cit.; sobre las condiciones serviles de los indios en Sepúlveda, cfr. los ya citados estudios de S. zavala, L. Hanke y A. Pagden. zAVALA, Silvio La filosofía política…, cit., p. 54. Carta del Virrey Toledo a S. M., Cuzco, 1 marzo 1572, en LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., II, pp. 3-13. VITORIA, Francisco de “De Indiis”, parágrafo 19, en Obras, cit. AGI, Lima 28 B, ff. 119-124v. Publicada íntegramente también en CDIHA, XXII, Madrid, 1874, pp. 130-213. Entre las dos ediciones hay profundas divergencias, debidas a la incorrecta lectura paleográfica de la primera edición, como destaca Levillier al final de su edición, pp. 178 y ss.

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Las diecinueve preguntas fueron divididas en tres grupos temáticos: el primero “sobre lo que toca a entierramentos y sepulturas”, el segundo “de guacas y de Idolos”, y finalmente, el tercero “de costumbre de los Indios”. A esta encuesta respondieron noventa y cinco personas. El último grupo de preguntas, “De costumbres de los Indios”, giró en torno a aquello que Toledo habría definido como su “naturaleza”, donde señala su “flaqueza” intelectual y subraya que los Incas los obligaban a trabajar para combatir su ociosidad con una clara finalidad: la de justificar su empleo en el circuito de la mita. Generalmente, los testigos se refirieron a aquello ya expresado en las preguntas, agregando solamente información sobre los orígenes legendarios de la planta de coca. Contaban que era distribuida sólo por el Inca a personas de su confianza como regalo o recompensa y que no era usada por la gente común. Para aquellos interesados en su religión, es interesante notar cómo los indios precisaron “que ellos ya no lo hacen ni tienen estas adoraciones, porque adoran y creen en Dios como los cristianos”. Cuentan los entrevistados que los habitantes de algunas provincias, los Chunchos, los Chiriguanes, los Chuy y los Moyomoyos, comían carne humana. A las preguntas sobre los métodos de trabajo que usaban los Incas, respondieron en general que, efectivamente, para evitar que estuvieran sin hacer nada y así se facilitasen las rebeliones, los hacían trabajar hasta en cosas “inútiles”, como en las terrazas a lo largo de pendientes montañosas o el allanamiento de colinas de alturas, la construcción de paredes o escalinatas de piedra en las calles. Un grupo de encuestados autorizados, compuesto por algunos descendientes de los Incas, sostuvieron que estos se apoderaban con “muy gran cuidado de ocupar a los indios para que no estuviesen ociosos, y por esta causa los hacían trabajar y los ocupaban, y que esto entendían que era el mejor modo de gobernarlos”. Otros subrayaron que “la naturaleza y condición de los indios es de estarse siempre holgazanes y no tener cuenta con trabajar en sus haciendas”. Los testigos explican que: “…para hacerles trabajar se guarda la costumbre de los ingas, porque para este propio efecto tenían puesto a diez indios, y aun a cinco indios un mandón, y que si los dichos mandones y sus cachiques y otras personas no los llevasen con algún temor y rigor al trabajo, no lo harían, porque es su propria inclinación vivir con ociosidad”. Es interesante notar que a Toledo parecía escapársele el verdadero sentido de estos trabajos comunitarios, grandes obras públicas para la construcción de infraestructura en la que se basaba el sistema productivo y redistributivo del Estado incaico y de la comunidad andina.94 En cambio, a los ojos del virrey parecía evidente otro aspecto de gran utilidad en la gestión de la mano de obra indígena, es decir, la justificación de la mita y su utilización en los trabajos de la mina: los indios podían ser explotados 94

Cfr. a propósito los estudios citados de Murra, y para casos específicos di Barnadas, Stern y Spalding.

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justificando esto por el hecho de que era “por su propio bien” y a causa de su “naturaleza” mas allá de su empleo tradicional en aquellas ocupaciones.95 Parecía emerger decididamente en los testimonios que los indios tuvieran necesidad de “curadores” que siguieran sus asuntos y la administración de sus bienes, además de la cura de sus almas, como dedujo Toledo. Algunos encuestados admitieron que si los indios no hubiesen sido así de ingenuos y necesitados, harían devenido ricos como los españoles: “…los indios destos reinos tienen grandisima necesidad de que haya entre ellos personas que lo guien y gobiernen en cosas graves porque tienen muy poco entendimento y que sean sus curadores para mirar por lo que les conviene a sus almas y haciendas y bienes que tienen, porque de otra manera los engañaban y que si ellos tuviesen entendiminento para esto, serían todos ricos como los españoles, porque los españoles en esta tierra de pobres vienen a ser ricos y los indios de ricos a pobres por no saber guardar ni granjearse con sus haciendas”.96 Por esta razón era indispensable, por su propio bien, ofrecer a los indios la guía espiritual pero también política de los españoles, “porque si no hubiese quien los guiase y gobernase en ellos se perderían”.97 Respecto de la pregunta por su trabajo en las minas, los participantes de las encuestas afirmaron que todas aquellas que se conocían habían sido siempre explotadas, ya desde los tiempos de Huayna Capac y que el mineral extraído era ofrecido en parte a las “guacas”, a los ídolos de Viracocha y el resto pertenecía al Inca. Toledo había ya alcanzado su objetivo principal: demostrar cómo los Incas se habrían apoderado por medio de la violencia o la amenaza de gran parte de las regiones de Perú. También había demostrado que los indios eran considerados incapaces de administrarse autónomamente aún bajo el gobierno de los Incas y que, por ende, por su propio bien, necesitaban de alguien que los administrara y los hiciera trabajar, también por la fuerza si era necesario. Además, había verificado varias medidas de gobierno de los Incas, como el nombramiento y la remoción de los kurakas, la mita y el trabajo en las minas, que se revelaban muy útiles y que podían emplearse, tal vez readaptándolas, en el interior de su virreinato. Podía sentirse satisfecho con estos resultados que superaban ampliamente sus expectativas iniciales.

La décima encuesta Podría parecer extraño que, obtenidos los resultados deseados, Toledo siguiera con las investigaciones. En realidad, esto demuestra que planificó ulteriores propósitos en el curso de la investigación cognoscitiva de la realidad peruana, adaptando las encuestas posteriores a sus propios objetivos políticos. Este es un aspecto que hasta hoy la historiografía demuestra haber descuidado, atribuyendo a Toledo solamente el interés en evidenciar la “tiranía” de los Incas. El virrey quiso demostrar que los Incas habían fundado el mismo Cuzco en un territorio arrancado a las tribus de nativos, los Huallas, los Sauasiray, los Quizco y los Ayarucho, primitivos habitantes del ya considerado corazón del imperio incaico. Una serie sucesiva de preguntas fue preparada en vistas de una nueva encuesta que fue abierta en Cuzco, del 4 de enero al 27 de febrero de 1572.98 Fueron interrogados veintinueve indios pertenecientes a los ayllus originarios del Valle del Cuzco al momento de la llegada de los Incas, aproximadamente doscientos años atrás. Como observa Arthur zimmerman, los testimonios revelaron un amargo rencor en torno a los Incas entre algunos miembros de estas etnias en el propio corazón del territorio inca.99 Era una ulterior confirmación de la usurpación violenta de los Incas, llevada a cabo con el engaño y la fuerza contra los “señores naturales” de aquellas tierras. En realidad, hoy sabemos gracias al encuentro con otras fuentes, que efectivamente el valle estaba habitado por diversas etnias, entre las cuales estaban los Sañu, Alcavizas o Aymarcas, antes que los incas llegaran a dominarlo totalmente.100 Probablemente los Incas llegaron después de 1200 d.C., insertándose en un contexto donde las distintas etnias componían un complejo mosaico de alianzas y rivalidades. Éstas lograron prevalecer porque pudieron modificar las condiciones productivas del valle gracias a una obra de irrigación.101 Los primeros encuestados que respondieron fueron indios del ayllu Savasiray, estos sostuvieron que el fundador de su ayllu, del cual tomaron su nombre, fue un “chinche” que con otros indios de Sutic Toco “descobrió un sitio en el asiento donde ahora está la ciudad del Cuzco, que se decía en tiempos antiguos Quinticancha y Chumbicancha”. Este lugar donde se establecieron estaba entonces deshabitado. En las cercanías, “hacia donde sale el sol a la ladera de la cuesta”, estaban solo los Huallas. 98

AGI, Lima 28 B, ff. 135-141. zIMMERMAN, Arthur Francisco de Toledo, Fifth Viceroy of Peru, 1569-1581, Caldwell, Idaho, 1938 [2ª ed. New York, 1968], p. 107. 100 MILLONES, Luis Historia y poder…, cit., pp. 96-98. 101 MILLONES, Luis Historia y poder…, cit., pp. 101-102. El conflicto entre los incas y los Chanchas fue profundizado por zUIDEMA, Reiner Tom “El origen del imperio Inca”, en Universidad, Vol. III, núm. 9 Ayacucho, luego publicado en Reyes y guerreros. Ensayos de Cultura Andina, Fomciencias, Lima, 1989, pp. 193 y ss. Se observa también en ESPINOzA SORIANO, Waldemar “Los huancas, aliados de la conquista. Tres informaciones inéditas sobre la participación indígena en la conquista del Perú”, en Anales Científicos de La Universidad del Centro del Perú, núm. 1, Huancayo, 1972. 99

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Sobre el vasto empleo de la mano de obra indígena en la organización económica del sistema toledano cfr. STERN, Steve Peru’s Indians People…, cit., pp. 61-84; MERLUzzI, Manfredi Política y gobierno…, cit., pp. 183-214. LEVILIER, Roberto Don Francisco…, cit. II, pp. 122-177. Carta de Toledo a S. M., Cuzco, 1 marzo 1572, AGI, Lima 28 B, ff. 1-5v, publicado también en LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., II, pp. 3-13.

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Otros cinco testigos, del ayllu de Antasayac, narraron que su antepasado Quizco, “chinche” de su estirpe, se estableció con sus indios en aquel lugar donde los españoles edificaron luego el monasterio de Santa Clara y lo llamaron Cuzco. Según los testimonios del grupo del ayllu Arayucho, su antepasado “chinche” de los Alcabizas, decidio establecerse con sus indios en Pucamarca, sitio ya habitado por otras poblaciones citadas. Estos tres ayllus vivían en paz entre sí, independientes unos de otros hasta que llegó Manco Capac, que “entró con mañas donde los dichos tres ayllus estaban y tenían su asiento, halagándolos con palabras, y con gente que iban trayendo de otras partes y metiéndola de noche se les iba entrando por fuerza en las tierras que tenía”. Las etnias originarias del valle intentaron bosquejar alguna reacción pero no obtuvieron resultados: “diciéndole los dichos indios que no se le entrase en su tierras, les respondían que callasen que todos eran hermanos”. Sin embargo, cuando intentaron detenerlos, Manco Capac abandonó su actitud conciliadora y pasó a la violencia: “como los dichos indios los iban resistiendo, el dicho Manco Capac y su gente los comenzó a matar, de noche secretamente”. Los sucesores de este inca prosiguieron la política de población que terminó con Mayta Capac, el cual desterró a los subversivos a poca distancia de Cuzco, donde se establecieron definitivamente y comenzaron a pagar tributo por temor: “y los hacía tributar y que lo respetasen por fuerza”. Los descendientes de los Huallas, primeros habitantes del valle, cuentan que sus antepasados vivían en la aldea de Patusa, desde antes que llegaran los Incas: “estaban poblados en el dicho sitio antes que viniese ningún Inga a el sitio donde está ahora la ciudad del Cuzco”. Llegaron luego los Incas y con los mismos métodos que se habían apoderado de los otros ayllus tomaron posesión de la zona, obligándolos a trasladarse a veinte leguas de distancia. Ellos no reconocieron nunca de buen grado el dominio de los Incas, “tributaron siempre de mala voluntad”, sin embargo, recuerdan que cuando intentaron revelarse fueron nuevamente sometidos por Tupac Inca Yupanqui. En particular, los Alcabizas recordaron que ellos “siempre desearon vengarse de los dichos ingas”, pero a pesar de esto “lo trataban entre si no osavan hacerlo” por temor ya que los Incas “tenían mucha guarda y espías sobra todos ellos”. Cuando llegaron los españoles buscaron su ayuda y les ofrecieron a cambio muchos tesoros “por que los ayudasen contra los ingas de quien tanto mal habían recibido y lo libertasen dellos”.102 La undécima encuesta Toledo decidió ratificar tanto las Informaciones como la Historia Indica con “gran autoridad”, siguiendo un procedimiento que debía conferirles la necesaria legitimidad 102 AGI,

Lima 28 B, ff. 135-141, publicada también en LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., II, pp. 182-195. Esta es la única Información que JIMÉNEz DE LA ESPADA presenta por completo, en Colección de libros…, cit., XVI, pp. 223-243, aun si Levillier, señala numerosas inexactitudes y algún olvido del uso “distinguido predecesor”.

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y solemnidad. El 14 de enero de 1572, reunió en Cuzco numerosos descendientes de los doce ayllus de los Incas que presentaron ante el virrey y el notario, alcalde de corte, doctor Loarte, unos treinta y siete entre príncipes y nobles, todos descendientes directos de los Incas.103 Veinte de ellos tenían menos de cincuenta años, los restantes eran mayores, el más viejo tenía cerca de noventa años. Junto a ellos se reunieron el licenciado Polo de Ondegardo, corregidor de la ciudad, y cuatro conquistadores, compañeros de Pizarro, todavía vivo. Como habíamos dicho, se realizó la lectura y la ratificación tanto de las Informaciones, como de los cuatro “paños pintados”,104 y de la Historia. La declaración de los cuatro testigos españoles era, sin embargo, muy escueta, y probablemente por este motivo, Toledo no se dio por satisfecho.105 Decidió, entonces, dedicarles un interrogatorio particular, iniciando así la undécima encuesta, que se realizó el 22 de febrero sucesivo y suspendiendo momentáneamente la ratificación pública de las Encuestas y de la Historia. A los encuestados españoles fueron dirigidas solo seis preguntas que de hecho constituían la síntesis de todo lo que Toledo ya había aprendido de los indios en sus investigaciones precedentes. En efecto, sus declaraciones revelaron poco, a pesar de que habían vivido en Perú desde hacía ya cuarenta años, demostrando no haber tenido ningún interés o curiosidad por la historia de las poblaciones indígenas que ellos mismos habían sometido. Confirmaron lo dicho en las preguntas a ellos dirigidas, a parte de algunos relatos de feroces crueldades cometidas por los Incas. Alonso de Mesa, uno de los encuestados, recordó haber visto a Athaualpa beber en la calavera de un hermano, o que los incas transformaran los cadáveres de sus adversarios políticos en macabros tambores. Los testigos españoles agregaron algunos detalles sobre el tratamiento reservado a los indios derrotados y transferidos a otras zonas llamados “mitimaes”; hablaron de niños y niñas con los genitales arrancados para ser inmolados en sacrificios humanos, o de jóvenes destinadas a convertirse en mujeres y concubinas del Inca. Juan de Pancorbo recordó el regocijo con el que fueron acogidos en el Cuzco los españoles, considerados libertadores enviados por el dios Sol, omitiendo, sin embargo, las razones políticas de esta actitud de los habitantes del Cuzco, defensores de Huascar, derrotado por Atahuallpa en la guerra civil librada por la sucesión al trono. Los habitantes del Cuzco, de hecho, preferían a los españoles a la cruda represión que sus rivales estaban dirigiendo en las zonas por ellos recientemente conquistadas.106 Probablemente, para celebrar la llegada de los españoles estaban también los Huallas, los Savasiray, los Alcabizas y los Antasayas, cuya sed de venganza 103 AGI,

Lima 28 B, ff. 135-141 y ff. 9-12. Mónica “A lost Inca…”, cit., pp. 117-131; JULIEN, Catherine “History and Art…”, cit. 105 LEVILLIER, Roberto Los Incas…, cit., pp. 65-69. 106 AGI, Lima 28 B, ff. 128-134v. Sobre el conflicto entre Cuzco y Tumipampa, o bien entre Huascar y sus rivales entre los cuales estará luego Atahuallpa, el Inca encontrado por los españoles, ver PEASE, Franklin Los últimos Incas…, pp. 133-148. 104 BARNES,

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en los enfrentamientos con los Incas habíamos visto surgir en los testimonios recogidos en la décima encuesta. La verificación de los testimonios y la crisma de la oficialidad Tenía razón el virrey en sentirse complacido con sus investigaciones, los resultados parecían coincidir perfectamente con los “títulos legítimos” de Vitoria. Además, como observa Hemming no sin ironía: “I testimoni capivano che gli indios erano naturalmente indolenti e perciò richiedevano l’imposizione del lavoro forzato e un fermo governo”.107 Según zimmerman, “Toledo argued that the Indians were receiving better treatment from the Spaniards that they have received from the Inca and his government. Furthermore, he contended that the Indians were born and reared to serve”.108 De parte de Toledo se obtenía un precioso instrumento ideológico y político respecto de sus adversarios, ya sean españoles o indígenas. Los mismos indios afirmaban “libremente”, bajo juramento y con todas las crismas de la oficialidad, haber necesitado la tutela española, respaldando así con la evidencia de los hechos, tan importante para Toledo, las posiciones de Sepúlveda respecto al “carácter civilizador” que correspondía a los españoles sobre los “bárbaros.” Como subraya el historiador mexicano Silvio zavala: “No se trataba tan sólo de que los hombres prudentes se sirviesen de ellos, sino de que los elevasen a un grado mayor de razón y a costumbres mejores hasta donde su condición lo permitiese”.109 Finalizado este apéndice ulterior de las encuestas, Toledo pudo continuar con la lectura pública de la obra de Sarmiento. El 29 de febrero de aquel 1572 se completó la certificación pública de la Historia Indica ante cuarenta y dos testigos, todos descendientes de los doce ayllus incaicos. Excepto tres o cuatro, los testigos fueron otros diferentes de los que habían verificado los paños y las encuestas. Esa reunión duró varios días, hasta el 2 de marzo. El 10 de marzo de 1572, finalmente concluido el trabajo de producción de las “probanzas” (así comenzó Toledo a denominar a sus encuestas cuando se dio cuenta que podían ser empleadas como prueba de su visión política), el virrey envió a Felipe II, a través de su emisario de confianza Gerónimo Pacheco, las Informaciones, la Historia Indica y los “paños pintados”. La Historia Indica como fuente para la revisión historiográfica toledana En la tentativa de fundar sobre bases más sólidas su labor de revisión historiográfica del pasado andino, Francisco de Toledo decidió no limitarse a la recolección de las encuestas sobre el origen y la formación del imperio incaico y sobre su Visita gene-

107 HEMMING,

John The Conquest of Incas, New York, 1970 [traducción italiana de Furio Jesi La fine degli Incas, Milano 1975], p. 405. 108 zIMMERMAN, F. Arthur Francisco de Toledo…, cit., pp. 106-107. 109 zAVALA, Silvio La filosofía política…, cit., p. 54.

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ral del virreinato, sino que depositó en uno de sus hombres de confianza, el polifacético capitán Pedro Sarmiento de Gamboa, la redacción de una obra de carácter histórico de más amplio espectro: la Historia Indica.110 Las encuestas y la Historia de Sarmiento aspiraban a demostrar que los Incas no habrían sido señores naturales de aquellas regiones, para poner punto final a la polémica que se desarrollaba ya desde hacía décadas en la Madre patria sobre los derechos de la Corona sobre las Indias y sobre la naturaleza y los derechos de los indianos. El debate respecto de los derechos de la Corona de Castilla sobre el Nuevo Mundo era relacionado generalmente con la cuestión del “justo título”.111 Se discutía si el soberano tenía derecho sobre las tierras americanas y paralelamente cuáles eran los derechos de las poblaciones indígenas.112 El virrey Toledo creía que todas esas discusiones se alimentaban sobre todo del escaso conocimiento de la realidad de los hechos y que una verificación de ésta realizada en el lugar, de manera exhaustiva, habría despejado todas las dudas acerca de la legitimidad de los derechos de la Corona de Castilla sobre los territorios peruanos. Éste expreso claramente las mismas convicciones en la carta al soberano, escrita en Cuzco el 1 de marzo de 1572.113 Por medio de la misma, transmitía los resultados de las encuestas apenas finalizadas, el virrey no disimulaba una cierta complacencia por los fines alcanzados. En particular señalaba: “…el motivo que se ha tenido de ymbiar la averiguación destos hechos es ver quan mal se ha tratado en todas estan yndias y en España de los derechos que V.M. a estos reinos”. Esto era cierto, en su interpretación, ya sea en lo relativo a la jurisdicción y la libertad de gobierno como en lo que concernía a la Real Hacienda. Además, evidenciaba “quan sin razon y con quanto daño” espiritual y temporal se atribuía a estos Incas y caciques la verdadera soberanía de estos reinos y Estados. Las encuestas se habrían revelado útiles para el rey ya

110 SARMIENTO DE GAMBOA, Pedro Historia Indica (1572), en PIETSCHMANN, Richard –editor– La

“Historia Indica”…, cit. LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit. III, “Su Contribución a la Historia de los Incas”, Buenos Aires, 1942. 111 Para un conocimiento más profundo de esta temática aconsejamos a zAVALA, Silvio Las instituciones jurídicas en la Conquista de América, México, 1971; se ven además entre otros HANKE, Lewis Colonisation et conscience chrétienne au XVI siècle, Paris, 1957; CARRO, Venancio La teología y los teólogos-juristas españoles ante la conquista de América, Salamanca, 1951; además CLARK, Steven Aristotle’s man. Speculations upon Aristotelian anthropology, Oxford, 1983 [1975]; DE LA HERA, Alberto “El derecho de los indios a la libertad y la fe. La Bula ‘Sublimis Deus’ y los problemas indianos que la motivaron”, en Anuario de historia del derecho español, núm. 26, 1956, pp. 119-139; PAGDEN, Anthony La caída de hombre natural. El indio de America y los orígenes de la etnología comparada, Torino, 1989; PEREÑA, Luciano –editor– Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca. La ética en la Conquista de América, Corpus Hispanorum de Pace, XXV, Madrid, 1984. 112 zAVALA, Silvio La filosofía política…, cit., pp. 18-22. 113 La carta es retomada por JIMÉNEz DE LA ESPADA, Marcos Colección de libros…, cit., pp. 185-203, y por LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., Vol. II, pp. 3-13; también en GP, IV, pp. 542 y ss.; el original se encuentra AGI, Lima 28 B, ff. 1-6v.

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que “viendo vuestro real Consejo los hechos verdaderos” se hubieran podido determinar y definir mejor, los derechos de la Corona y de los indígenas. Toledo esperaba que en este punto “cese tanta variedad de opiniones en cosas de tan grande ymportancia por no estar los hechos destos rreynos claros”, y que la conciencia del soberano, las de sus ministros y de todos los habitantes de Perú no fuesen turbadas y confundidas como sucedía en el pasado, cada vez que “qualquiera ygnorante ha osado hasta aquí poner la boca en el cielo”.114 Para Toledo, el desgaste de la polémica, habría reforzado definitivamente la soberanía de la Monarquía permitiendo a la Corona consolidar el control interior y exterior sobre sus dominios coloniales; obviamente, también su obra de gobierno resultaría facilitada y fortalecida. La postura de Toledo parece derivar de las posiciones del teólogo salmantino Francisco de Vitoria cuando sostiene que “el conocimiento es aquello sobre los cual todos los hombres están de acuerdo” (“Hoc est scire, scilicet, quod omnes assentiantur”).115 De hecho, desde el momento en que “nuestro intelecto proviene de Dios, y si tuviera que tener una tendencia natural al error o la falsedad, tal falsedad habría de atribuirse a Dios”, y esta hipótesis es, obviamente, insostenible.116 Según la autorizada opinión de Lewis Hanke, toda la obra de revisión historiográfica del virrey habría finalizado en la polémica contra los religiosos: “…with a view to establishing Spain’s juridical title to Peru, he undertook an extensive historical investigation which attempted to demonstrate the unjust nature of the Inca regime and thus demolish the doctrines of Las Casas”.117 Hanke nos explica que Toledo vio en las obras del obispo dominico de Chiapas la punta de lanza del ataque al gobierno español en América. Esto lo empujó a emprender con decisión tres líneas diferentes de acción para confrontarlo: además de la recolección de las Informaciones y del encargo confiado a Sarmiento, alentó la redacción de un tratado (conocido luego como Parecer o Memorial de Yucay) cuyo título es de por sí bastante elocuente: Defensa de la legitimidad del gobierno del rey de España sobre las Indias, contra fray Bartolomeo de Las Casas.118

114 Memorial

de Toledo al Soberano, Cuzco, 1 de marzo 1572, en LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., II, p. 13; AGI, Lima 28 B, ff. 1-6v. 115 VITORIA, Francisco de “De Iustitia”, en Obras, cit., I, parágrafo 10. 116 PAGDEN, Anthony Spanish Imperialism and the Political Imagination. Studies in European and Spanish. American Social and Political Theory 1513-1830, Yale University Press, New Haven-London, 1990, p. 74, nota 23. VITORIA, Francisco de Obras, cit., pp. 650-665 y 720. 117 HANKE, Lewis The Spanish Struggle…, cit., pp. 162-164, de este texto hay una nueva edición, introducida por Susan Scafidi y Peter Bakewell, Southern Methodist University Press, Dallas (TX), 2002. 118 “Copia de carta… donde se trata el verdadero y legítimo dominio de los Reyes de España sobre el Perú, y se impugna la opinión del Padre Fr. Bartolomé de Las Casas”, en Documentos inéditos para la Historia de España, XIII, Madrid, 1848, pp. 425-469.

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El Parecer, escrito bajo la forma de una carta anónima, data del 16 de marzo de 1571, en el valle de Yucay. Es un ataque frontal a las teorías de Las Casas y representa según Marcel Bataillon “une expression particulièrment achevée de l’idéologie tolédiste”.119 Si bien se trata de un texto anónimo, la atribución es bastante clara, no se tienen dudas acerca de la procedencia del autor del entorno más cercano a Toledo.120 El autor parece interpretar la opinión oficial del virrey Toledo (Hanke habla de “formal opinión”), y repite a menudo sus argumentos recurrentes: como, por ejemplo, cuando ataca a Las Casas sosteniendo que este, no habiendo estado nunca en Perú, podía tener solo un conocimiento indirecto de la realidad peruana. De tal conocimiento aproximativo derivó la falta de fundamento de la polémica, que empujó a muchos en España a creer en las falsas informaciones suministradas por el dominico para convencerlos de la legitimidad del gobierno incaico. El Parecer sigue los mismos argumentos que Toledo expondrá al soberano en el memorial del 1 de marzo 1572121 y subraya que la influencia nefasta de Las Casas se había demostrado muy fuerte, capaz de empujar al Emperador mismo a desear abandonar aquellos reinos a la tiranía incaica. También muchos teólogos fueron persuadidos de ello, hasta que Francisco de Vitoria logró convencerlo de lo contrario, salvando la Cristiandad de aquellos reinos de una segura extinción. Estos argumentos del Parecer remiten a aquellos que empleará Sarmiento de Gamboa, en el prefacio de su Historia. Se demuestra, sin embargo, que el emperador se empeñó en abandonar aquellos reinos sólo cuando los indios hubieran sido capaces de mantenerse en la fe cristiana. Esta elección fue providencial para la salvación de las almas de los indios, que, entre otros, corrían el riesgo, en el caso de que la soberanía española fuese puesta en discusión, de caer en poder de las herejías diseminadas por luteranos, ingleses y franceses. Según el anónimo del “cuadernillo”, Las Casas fue tan influyente que muy pocas personas pusieron en discusión sus opiniones. El mismo autor confiesa haber estado fascinado por él, por un cierto periodo, hasta que, llegado a Perú, pudo constatar directamente su falta de fundamento (también en este caso siguiendo un esquema argumentativo recurrente en los ataques hechos por Toledo contra Las Casas).122 En 119 Un

estudio profundizado en BATAILLON, Marcel “Comentarios a un famoso parecer contra Las Casas”, en Etudes sur Bartolomé de Las Casas. Réunies avec la collaboration de R. Marcus, Paris, 1965, pp. 273-290. 120 Se sugirieron tres posibles autores: Jiménez de La Espada creía que fuese Sarmiento de Gamboa o el franciscano Pedro Gutiérrez Flores, capellán del virrey, según otros, en cambio, Polo de Ondegardo. La idea de que se tratara de muchos otros frailes además afirma dar su opinión en una materia “tan apropiada a mi profesión”. HEMMING, John La fine degli Incas…, cit., pp. 404-405, lo cree el capellán de Toledo. La atribución decisiva parece ser aquella indicada por MUSTAPHA, Monique “Encore le ‘Parecer de Yucay’: essai d’attribution”, en Ibero-Amerikanishes Archiv, núm. 3, 1977, pp. 215-229. 121 Documentos Inéditos, cit., XIII, p. 431. 122 Para profundizar MUSTAPHA, Monique “Encore le...”, cit., pp. 217-219.

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el Parecer, por lo tanto, se ratifica el hecho de que los Incas son tiranos y se subraya que, gracias a las encuestas en curso, ya se había echado luz “con gran autoridad” sobre la cuestión.123 Lewis Hanke, observa que contrariamente a lo que le escribía a Felipe II en su Memorial del 1 de marzo de 1572, el virrey evidentemente no debía sentirse todavía plenamente satisfecho con las Informaciones y con el Parecer de Yucay, si decidió llevar a cabo la tercera parte de su proyecto, es decir, hacerle escribir a Sarmiento de Gamboa una “verdadera historia”. La publicación en Sevilla en 1571 de la Historia del Perú de Diego Fernández habría sido el factor decisivo a este propósito: “…like a red flag to Toledo, who promptly assailed it because Fernández stated that the Incas where natural lords of their realms”.124 También Antonio Bautista de Salazar, autor de una Relación sobre el periodo de gobierno de los virreyes don Francisco de Toledo y don García Hurtado de Mendoza, publicada aproximadamente 15 años después del fin del gobierno del virrey Toledo, cuenta en relación con el encargo hecho a Sarmiento, cómo el virrey Toledo había hecho desarrollar las encuestas de acuerdo a la genealogía, el origen y la descendencia de los Incas, “y verificó ser tiranos y no verdaderos señores como hasta allí se había entendido”, sucesivamente encargó a Sarmiento escribir la Historia Indica. Se buscaba, en particular responder a dos obras publicadas, una sobre el origen de este nuevo descubrimiento, o sea “la tiranía de los Incas”, la otra sobre las guerras civiles entre españoles almagristas y pizarristas, motivo por el cual el virrey,

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influencias había tenido sobre las posiciones del virrey, en especial el pensamiento de Vitoria: “Mas como entre los cristianos no conviene tener cosa fuera de buen título, y el que V.M. tiene a estas partes, aunque es santísimo y el más alto que rey en el mundo tiene a cosa que posea, ha padecido detrimento, como antes dije, en los pechos de muchos letrados y de otra gente por falta de verdadera información, propuso [Toledo] de hacer en esto a V.M. el más señalado servicio que se os pudiera hacer […] que fué dar seguro y quieto puerto a vuestra real conciencia contra las tempestades aún de vuestros naturales vasallos, teólogos y otros letrados, que mal informados deste hecho de acá daban sus pareceres graves desde allá.” El mismo Sarmiento pone en relación Historia con las encuestas: explicando que el virrey, en el curso de su Visita General, había dirigido la recolección de pruebas e informaciones acerca de la tiranía de los Incas, con gran rigor metodológico: el virrey “ha sacado de raíz y averiguado con mucha suma de testigos”, logrando demostrar “…la terrible envejecida y horrenda tiranía de los ingas, tíranos que fueron en estos reinos del Pirú, y de los curacas particulares de los pueblos dél, para desengañar a todos los del mundo que piensan, questos dichos ingas fueron reyes legítimos y los curacas señores naturales desta tierra”.

“…hizo hacer con los conquistadores antiguos la información de todo, para que ambas historias pudiesen salir a la luz nuevamente corregidas y llenas de verdades que faltaba en muchas cosas a las demás”.125

Su obra habría servido para dilucidar no sólo el origen de los Incas sino que habría aclarado el aspecto tiránico de su gobierno y la barbarie que fue cometida bajo su mando.

El informe de Salazar evidencia, en la percepción de un contemporáneo del virrey, la capacidad de Toledo para la creación de una historiografía oficial y para la censura de aquellas obras que de ella se distanciaran. El trabajo de revisión historiográfica llevado a cabo por el virrey adquiría con la Historia Indica, el complemento necesario para las Informaciones y el Parecer de Yucay.126 En la dedicatoria de la obra para soberano, Sarmiento nos muestra qué

“De sus tiránicas leyes y costumbres se entenderá el verdadero y santo título que V.M. tiene especialmente a este reino y reinos del Pirú, porque V.M. y sus antepasadosreyes santísimos impidieron sacrificar los hombres inocentes y comer carne humana, el maldito pecado nefando, y los concúbitos indiferentes con hermanas y madres, abominable uso de bestias, y las nefarias y maldita costumbres suyas”.

123 GP,

p. 431. Lewis The Spanish struggle..., cit., p. 168. 125 DE SALAzAR, Antonio Bautista Relación sobre el periodo de gobierno de los virreyes don Francisco de Toledo y don García Hurtado de Mendoza (1596), CDIAO, VII, 1867, pp. 212-293. 126 zAVALA, Silvio Las instituciones jurídicas…, cit., pp. 301-331; HANKE, Lewis The Spanish Struggle…, cit., pp. 162-172; ESTEVE BARBA, Francisco Crónicas peruanas, cit., pp. X-XXXV; CANTÙ, Francesca Coscienza d’America…, cit., pp. 156-159. 124 HANKE,

Refiriéndose a una visión providencialista de la historia típica de su época, Sarmiento argumenta que, ya que Dios ha encargado a los cristianos curar a su prójimo, y esta tarea recae principalmente sobre los hombros de los soberanos, en particular de Castilla, el soberano tiene el deber de ocuparse de estos indios, por su propio bien y para respetar el mandamiento divino. Sarmiento subraya que las guerras contra los Incas habían sido “justas”:

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“Unicamente por lo cual se les pudo hacer y dar guerra y proseguir por el derecho della contra los tíranos, y aunque fueran naturales y verdaderos señores de la tierra, y se pudieron mudar señores e introducir nuevo principado, porque por estos pecados contra natura pueden ser castigados y punidos”. Además, por los mismos motivos, era necesario gobernarlos para vigilar que no volvieran nuevamente a vivir en el pecado, como está demostrado en las teorías del arzobispo de Florencia, el canonista S. Antonio, en las de Inocencio IV, y naturalmente en Vitoria. Para Sarmiento y Toledo, esto habría sido de por sí un título suficiente para los derechos de los soberanos españoles sobre Indias, los cuales fueron encargados por Dios para restablecer el orden y la ley divina en todos aquellos territorios donde “se ha hallado este general quebrantamiento de ley de natura”. Concluye Sarmiento: “…de manera que por este solo título, sin otros muchos, tiene V.M. el más bastantísimo y ligítimo título a todas las Indias que principe en el mundo tiene a señorío alguno”.127 Sarmiento repite los mismos argumentos contenidos en el Parecer de Yucay, luego termina enunciando todos los resultados de las encuestas y explica cómo habían confirmado las tesis de los “teólogo-juristas” favorables al Justo Título de la Corona española, desmintiendo con los hechos los resultados adversos. El justo título y la guerra contra Vilcabamba En la política dirigida a los Incas disidentes, Toledo siguió las mismas líneas que llevaban a un afianzamiento y una estabilización del poder del Estado. Esto requería urgente una solución del problema creado por la resistencia militar de los Incas reunidos en torno al llamado Estado Neo-Inca de Vilcabamba. Mientras continuaba su obra de revisión ideológica e historiográfica en defensa del poder de la Corona, Toledo decidió actuar militarmente contra la amenaza de los Incas sobrevivientes. En una carta al cardenal Espinosa, Toledo se queja de las acciones emprendidas por su predecesor, el gobernador Castro, respecto del soberano Inca. El virrey se lamenta de haber visto una capitulación hecha por Castro con el Inca, ratificada por el propio Felipe II, en los primeros meses de 1571, justo mientras estaban en pleno desarrollo de las encuestas. Toledo creía que entregar al Inca este documento refrendado por el soberano de España habría sido un grave error político, además de un gesto vergonzoso. Sostenía, de hecho, que “confesando S.M. en la capitulación que pertenece a ese indio el derecho deste reino y pidiéndole que se le renuncie y por medios y personas que esto se ha tratado y autorizado, es cosa de harta confusión”.128 El virrey creía que la política 127 SARMIENTO

DE GAMBOA, Pedro “Segunda parte de la Historia general llamada Indica”, en LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., III, libro II, pp. 8-10. 128 GP, III, p. 449.

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de tratativas con el soberano Inca de Vilabamba, respecto de la cesión de sus derechos en cuanto descendiente de los Incas, era contraproducente, ya que era reconocida su soberanía de hecho, legitimándola. 129 Si en un primer periodo el virrey pareció seguir, aún a su pesar, la política de tratativas y concesiones de sus predecesores en las confrontaciones con el Inca, en 1572, da un giro a su política en estos conflictos con el Inca y sus seguidores atrincherados en Vilcabamba. No es posible pensar que se trató de una pura coincidencia cronológica, sobre todo porque las Informaciones (concluidas en febrero de 1572 y enviadas al soberano en el mes de marzo) proveerán su soporte ideológico y el asesinato del emisario del virrey, Atilano de Anaya (ocurrido en el mes de marzo de marzo de 1572), aportó a Toledo el pretexto, el casus belli para dar un giro en sentido militar. La guerra fue declarada en abril de 1572, y capturado el último Inca Tupac Amaru, después de una veloz campaña, fue conducido al Cuzco encadenado a ver al virrey. Después de un breve proceso, acusado de traición y apostasía, el Inca fue condenado a muerte.130 A las críticas elevadas de todas partes en el interior de la sociedad española en Perú, Toledo respondió escribiendo al soberano: “Dicho he en otros despachos y en éste a V.M. lo que importaría y que importó asegurar la opinión que en éste reino había, tan falsamente introducida, del derecho y sucesión de los ingas señores por tiranía que fueron deste reino, y envié a V.M. la información tan bastante y copiosa que en vuestro real consejo se había visto”.131 Desde esta óptica, la guerra dirigida a “sangre y fuego” contra Vilcabamba fue un acto político consecuente y perfectamente legitimado dadas las circunstancias. La decapitación del último Inca había sido necesaria para alejar el peligro de una rebelión de los indígenas, pero sobre todo, para evitar molestos pretendientes: “porque la experiencia de lo pasado y presente mostró, demás de su culpa, que nunca tenía verdad ni seguridad la conversión destos naturales ni el reino quedaría sin peligro de su tiranía e infidelidad sino se desarraigaba esta raíz”.132 129 El

virrey vuelve sobre en otra carta al presidente del Consejo de Indias, fechada el 11 de mayo de 1571, GP, III, p.530 130 Este paréntesis del gobierno de Toledo es sin duda el más controvertido, fue acusado de excesiva crueldad por muchos españoles, religiosos y no. Cfr. VARGAS UGARTE, Rubén Historia General del Perú. Virreinato (1551-1596), II, Carlos Milla Bartes, Lima, 1966, pp. 215-231; cfr. HEMMING, John La fine degli Incas…, cit., pp. 402-444. El episodio es narrado por distintos cronistas, en particular cfr. Garcilaso, cuya versión señalará con una marca de infamia a Toledo, abriendo aquella “escuela historiográfica” antitoledana de la que hablaremos más adelante, Comentarios Reales de los Incas, (1609-1617), II, Buenos Aires, 1967, parte II, libro 8, cap. 18; entre otros cronistas recordamos a MURÚA, Martín de Historia general del Perú. Origen y descendencia de los Incas (1590-1611), M. Ballestreros-Gaibrois, II, Madrid, 1964, pp. 245270; DE LA CALANCHA, Antonio Crónica Moralizada de la Orden de San Agustín, Barcelona, 1638. 131 Carta a Felipe II del 30 noviembre del 1573, escrita en La Plata, GP, V, pp. 216-218. 132 GP, V, pp. 314-354, n. 8, 9, 11, 12.

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Cerrado victoriosamente el paréntesis bélico contra Vilcabamba, la atención del virrey se siguió concentrando en el campo de la relación entre memoria histórica y control político, historia oficial y razón de estado, y eso lo llevó a enfrentarse en particular con la Orden de los predicadores. 133 La revisión historiográfica como fundamento para el control del disenso Es evidente que en opinión de Toledo, para evitar motines y revueltas, sea de parte de los indígenas o de los españoles, era necesario custodiar y defender con una atenta obra de vigilancia y censura aquella claridad definitiva, que devenía en “verdad histórica”, ya que había sido reconstruida con los crismas de la oficialidad, de una vez y para siempre. Por lo demás, también en la Madre patria había una atenta selección sobre la circulación de las obras de carácter historiográfico sobre el descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo.134 Toledo estaba fastidiado y preocupado por aquellos “predicadores” que no sólo habían opuesto dificultades sobre los derechos y títulos que los reyes de Castilla tenían sobre las Indias, sino que se entrometían directamente en cuestiones de gobierno, “en lo relativo al título que S.M. tiene a estos reinos, para mayor saneamiento de algunos religiosos pasados y presentes que han escrito hablando en esta materia mas de lo que convenía”.135 En una carta fechada el 24 de septiembre de 1572 en Cuzco, Toledo se muestra satisfecho por la aprobación recibida por el soberano respecto de su trabajo de esclarecimiento de los orígenes del “señorío que el rey tiene a estos reinos”. Prometía al monarca un control sobre la circulación de textos de impronta lascasiana: “Los libros del obispo de Chiapa y los demás impresos sin licencia de real consejo se irán recogiendo como V.M. lo manda”.136 Pero también, el virrey reclamaba a la Corona ini-

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ciativas contra religiosos en particular, contra los cuales no parecía eficaz la ordinaria acción censoria: “…y aunque para hazellos parecer me aprovecho de las censuras de los ordinarios, como éstas no obligan a los frailes que son en cuyo poder hay más y los que con ellos hacen y han hecho mayor daño, sería menester alguna paulina o precepto de obediencia de sus mayores para sacárselos todos”.137 En la carta del 26 de septiembre de 1573, el virrey volvía sobre la cuestión del control de la difusión de versiones históricas distintas de aquellas producidas por él, añadiendo que la crónica de Diego Fernández contenía principios falsos respecto de los hechos incas, que perjudicaban los derechos de S.M. sobre aquellos reinos. En particular, “va favoreciendo la tiranía de los ingas, haciéndolos señores naturales y que le venía esos reinos por herencia”. Toledo, en cambio, recordaba que eso era falso, él mismo lo había demostrado con los resultados de sus encuestas que definió “probanza que fue enviada a S.M.”. Repetía y subrayaba que los incas “fueron grandes tiranos” y que la crónica de Fernández no contaba cómo, “…las elecciones no las hicieron los principales que también eran tiranos y puestos por tirano, sino unos ingas de su casta que andaban con el padre fingiendo para con el pueblo que el sol le elegía ni había señores naturales antes del Inga porque todo era behetrías, de lo cual el historiador no hace mención, ni inquirió desto ni de las demás verdades que conviniera”.138 Según el virrey, “es falsa la mayor parte de esta historia y las demás que andan impresas”, escritas “por particulares y viles rispetos”, además, “…convendría al servicio de S.M. y de la real Corona y para el buen gobierno y quietud de las almas que en estas cosas que consisten en la verificación de hechos no se diese crédito en el real consejo a hombres que no pretenden sino sus intereses, sin saber lo que dicen ni haberlo visto ni considerado para referir a un supremo tribunal de donde han de salir los derechos y gobierno destos reinos, sino averiguarlo primero por mano de los ministros del rey con la probabilidad que humanamente puede ser”.139

133

Los dominicos fueron la orden de pertenencia de Las Casas y de muchos seguidores. Toledo les sustrajo el control de la Universidad de San Marcos de Lima, tanto que los superiores de la Orden dominicana se quejaron con el soberano por sentirse “perseguidos” por el virrey. Ver VARGAS UGARTE, Rubén Historia General del Perú…, cit., pp. 249-255; HEHRLEIN, Yacin Mission und Macht: die politischreligiöse Konfrontation zwischen dem Dominikanerorden in Peru und dem Vizekönig Francisco de Toledo (1569-1581), Matthias-Grünewald-Verlag, Mainz, 1992. 134 CANTÙ, Francesca “Prólogo”, en CIEzA de LEÓN, Pedro Crónica del Perú. Tercera parte, edición prólogo y notas por F. Cantù, PUCP, Lima, 1987, pp. XVI-XXIV; SIERRA CORELLA, Antonio La censura del libro y papeles en España y los índices y catálogos españoles de los libros prohibidos y expurgados, Góngora, Madrid, 1947, pp. 171 y ss; FRIEDE, Juan “La censura española del siglo XVI y los libros de Historia de América”, en Revista de Historia de América, núm. 47, México, 1959, pp. 45-94. ADORNO, Rolena “La censura de la Historia general del Perú (1611-1613) de Fray Martín de Murúa”, en ARELLANO, Ignacio y DEL PINO-DíAz, Fermín –editores– Crítica textual…, cit., pp. 21-60. 135 Relación al Rey, Cuzco, 1 marzo 1572, AGI, Lima 28 B, ff. 1-5v. 136 A propósito Franklin Pease parecería sugerir que, no obstante la censura, había una cierta circulación de los textos lascasianos aun en los años sucesivos a 1573, cfr. PEASE, Franklin Los Crónicas…, cit., pp. 268-269.

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La difusión de obras sediciosas era para Toledo particularmente grave, porque, ya muchos indios habían aprendido a leer, y gracias a frecuentar ambientes hispánicos de mestizos, entre los indígenas podían circular “libros profanos y de mal ejemplo”

137

Carta de Toledo al Soberano, Cuzco, 24 setiembre 1572, en GP, IV, pp. 441-442. GP, V, p. 310. 139 GP, V, p. 310. 138

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que podían distraerlos de la observancia de la ley, así como podían turbar a los religiosos que los hubieran leído.140 Según la opinión del virrey, el señorío constituía la piedra angular sobre la que se apoyaba todo el edificio del Estado en las Indias, ponerlo en discusión equivalía a minar la autoridad de la Corona, o a cometer un atentado contra la seguridad del reino. Su intransigencia en este campo valía tanto para los laicos como para los religiosos. Sobre este aspecto volvía todavía un año después, como demuestra una carta escrita en La Plata el 20 de marzo de 1574, en la cual Toledo acusaba a aquellos religiosos que se entrometían “en materias de jurisdicción real y gobierno y desfavorecían la justicia y otras cosas del real servicio en púlpitos y fuera de ellos”.141 Estos, en acuerdo con laicos que les daban limosnas, “…llevan delante la doctrina de Chiapa, fundada en falsos hechos como ya V.M. habrá entendido por las probanzas que he enviado y se entenderá del todo en la historia que se está haciendo con harto miramiento y diligencia para su verdad y no causará esto menores bienes para los derechos de V.M. y buen gobierno desta tierra y conciencias de los españoles y bien de lo mismos indios que causaron los hechos falsos que Chiapa pregonó en sus libros por todas partes y hoy predican y enseñan los discípulos”.142 El virrey Toledo insistía en esta polémica contra los lascasianos explicando que era necesario mantener una posición rígida ya sea en el virreinato como en la Madre patria: “…que mientras este negocio de Chiapa no se arrancase de raíz con más fundamento allá y acá nunca faltará con esta semilla quien desasosiegue la tierra”.143 Muchos años después encontramos todavía a Toledo preocupado con la cuestión del “justo título”. Su posición parece ya haber alcanzado una plena elaboración de tanto cubrir los diversos aspectos de la vida política y administrativa del virreinato. En una carta al rey, fechada el 18 de abril de 1578, explicaba al soberano cómo su acción política material se estaba moviendo y se había movido en el pasado, a lo largo de distintas directrices. Antes que nada, durante cinco años se fueron recogiendo datos para una descripción general de las provincias que conformaban el vasto virreinato. La referencia es a la Visita general del reino. Además, Toledo recuerda al soberano cómo se habían reunido datos sobre el pasado andino, el estado en el que se encontraba aquella tierra, los rituales a las idolatrías y la forma de gobierno antes de que fuese “tiranizada por los doce ingas”, además el periodo sucesivo, de la “tiranía y gobierno y conquista” que duró aproximadamente 800 años. “Entre estas dos partes se hizo la verificación y probanza que tocaba al derecho de V.M.” o bien las Informaciones “con la autori140

Carta de Toledo en La Plata, 30 noviembre 1573, en GP, V, p. 310. Carta de Toledo en La Plata, 30 noviembre 1573, en GP, V, p. 405. 142 Carta de Toledo en La Plata, 30 noviembre 1573, en GP, V, p. 405. 143 Carta de Toledo en La Plata, 30 noviembre 1573, en GP, V, p. 405. 141

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dad de testigos y secretarios y juez y lenguas que V.M. vería de la llaneza de título que V.M. tenía a esta tierra y de la libertad que antes de la tiranía y señorio de los ingas tenían los naturales destas provincias”. En fin, la última línea de acción del virrey concernió a la historia de los españoles en Perú y se refirió indudablemente a las preocupaciones expresadas por Toledo respecto de la historia de Diego Fernández.144 Al virrey le preocupaba que ciertos acontecimientos turbulentos, sea de rivalidad entre los poderes institucionales o entre conquistadores y la Corona, eventos que en el pasado habían llevado a una verdadera guerra civil, cayeran en el olvido, o por lo menos no fueran difundidos. 145 En el último periodo de gobierno del virrey Toledo, su política de vigilancia en los asuntos del disenso representado particularmente por los religiosos, tuvo una evolución. En una carta del 27 de noviembre de 1579, escrita en Lima, el virrey mencionaba el caso de Luis López, un conocido padre jesuita, desde los doce años en Perú, que gozaba de una notable consideración. Arrestado por los inquisidores, fue hallado poseyendo un diario que contenía proposiciones consideradas peligrosas por el atento virrey, porque “contra el derecho que V.M. tiene a este estado de las Indias y gobierno destas provincias que V.M. allá y sus ministros acá tenemos”. Toledo, solicitaba la intervención del Santo Oficio para que fuesen censuradas, efectivamente, se lanzaba insistentemente contra las opiniones críticas de los religiosos, creyendo necesario reafirmar que también los clérigos deberían “reconocer a S.M. y tenerle como a su rey natural y señor”.146 Consideraba que en sus asuntos deberían ser proporcionados penas y castigos no inferiores a aquellos prescritos para los laicos y estaba decidido a solicitar la intervención de la Inquisición cuyo primer tribunal limense fue instituido bajo el gobierno del mismo Toledo.147 Las posibilidades de intervención del poder virreinal fueron ampliadas y reforzadas, más allá del uso político de la censura, por la colaboración con el Santo Oficio. La inquisición en Perú, a cuyo juicio fueron sustraídos los indios, fue instituida no tanto porque fueran heréticos cuanto para desarrollar una obra de represión preventiva, que se hallaba perfectamente en línea con la actividad de vigilancia del virrey Toledo.148 No es casual que el primer tribu144

GP, VI, pp. 39 y ss. Hay un interesante estudio de P. Duviols sobre las revisiones causadas por la censura toledana en la segunda edición (1577) de la Historia de Agustín de zárate, cfr. DUVIOLS, Pierre “La Historia del descubrimiento y de la conquista del Perú de Agustín de zárate remaniée conformément aux vues historico-politiques du Vice-Roi”, en Annales de la Faculté des Lettres d’Aix, Vol. XXXVIII, 1964. 146 GP, VI, pp. 221-223. 147 Instituido con la cédula Real del 25 de enero de 1569, puesto en acto luego de la llegada de Toledo a Perú, el 29 de enero de 1570, cuyo primer inquisidor fue el licenciado Cerezuela, nombrado por solicitud del mismo virrey. Cfr. LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., IV, Anexos, pp. 52-53. 148 Sobre la inquisición en Perú cfr. MEDINA, Javier La primitiva Inquisición americana. Documentos y comentarios, Santiago del Chile, 1914, 2 Vols., además del mismo autor Historia del tribunal de la inquisición en Lima, Santiago de Chile, 1956; para un estudio más reciente ver PÉREz VILLANUEVA, Joaquín y ESCANDELL BONET, Bartolomé –editores– Historia de la Inquisición en España y América, Biblioteca de Autores Cristianos-Centro Estudios Inquisitoriales, Madrid, 2000 [1984]. 145

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Estudio Preliminar

Memoria histórica y gobierno imperial…

nal inquisitorial de Lima se haya establecido justo bajo el gobierno toledano. En especial, fue utilizado para imponer el silencio “a la contrariedad de opiniones que en los predicadores y confesores ha habido y hay en aquellas provincias sobre la jurisdicción y seguridad de conciencia”.149 Con el devenir del gobierno de Felipe II, en particular superado el delicado intervalo de los años 1565-1568, la cuestión del “justo título” se había ido transformando de una vieja discusión doctrinal en materia pertinente a la seguridad y el control del virreinato peruano.150 No se trató de una polémica ceñida entre Toledo y los religiosos de inspiración lascasiana, sino de un debate de más vasto alcance que se metía con las medidas de la Corona en temas de censura y control ideológico. Ya desde 1566 se había implementado la prohibición de circulación, sin la autorización regia, de libros concernientes a los indios, mientras “las crónicas de información etnográfica escritas por religiosos sono colpite da interdetto”.151 Las poblaciones andinas pagaron las mayores consecuencias de esto, ya privadas del control de las tierras y de su libertad, éstas se vieron también despojadas “de cualquier posibilidad de identificación cultural positiva de su pasado y de su representación histórica”. Como observa justamente Francesca Cantù: “…el poder sabe bien, en efecto, que la memoria de los vencidos, incluso confiada a precarias formas de tradición, casi siempre exclusivamente orales, es en sí subversiva, porque cada insurrección contra la opresión se alimenta de la fuerza del sufrimiento revivido”. 152 Vimos cómo la tentativa efectuada por Toledo de crear los presupuestos ideológicos de una reorganización política y administrativa optima, apta para establecer la paz y la estabilidad en el agitado virreinato de Nueva Castila, se apoyó sobre las Informaciones, la Historia Indica y sobre el Parecer de Yucay. En este sentido, podemos afirmar con Serge Gruzinski que las encuestas de Toledo comparten aquel “espíritu de modernidad”que se desarrolla dentro del imperio español en el curso del siglo XVI,153 cuando la Corona de Castilla también a través del control de la Iglesia, pone en marcha un colosal proyecto destinado a “someter poblaciones enteras a un control de policía, a un modo de vida uniforme”.154 Esto aún es más válido si consideramos el caso de las posesiones americanas, donde la voluntad del gobierno español de dar una forma racional al conjunto de las colonias da cuenta, según Gruzinski, de la modernidad de la España conquistadora y del Imperio de Carlos V. Tan ambicioso

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proyecto político vio un pasaje decisivo, en lo que respecta al mundo andino, en los años de crisis en el decenio 1560-1570,155 para luego consolidarse de forma definitiva con el avance del reinado de Felipe II, en particular, con la transformación de la antigua disputa doctrinal sobre el señorío de la Corona castellana sobre las Indias, un debate teológico favorecido por la Corona, a la cuestión de seguridad y orden público. La Corona encontró en Toledo un vigoroso y fiel intérprete de sus prerrogativas, y sus investigaciones fueron uno de los ases de su acción política. Quiero expresar mi gratitud con los editores y a Ezequiel Gatto por la traducción del estudio preliminar. Agradezco particularmente a los colegas y amigos profesores Gaetano Sabatini y Pietro Tino, quienes hicieron útiles indicaciones sobre el estudio preliminar. También al profesor Antonino Colajanni, por el continuo apoyo que amistosamente ha dado a este trabajo. Mis colaboradores, Arturo Gallia y Donatella Montemurno, me han brindado soporte constante en todas las etapas y su apoyo fue fundamental para acabar este trabajo. Finalmente, gracias también a mi padre Dario y a mi esposa Lidia que, como siempre, me han revisado los textos con sus atentas lecturas.

Manfredi Merluzzi Roma, 10 de junio de 2008

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LEVILLIER, Roberto Don Francisco…, cit., I, pp. 126-127. zAVALA, Silvio Las instituciones jurídicas…, cit., p. 335. 151 CANTÙ, Francesca Coscienza d’America…, cit., pp. 156-158. 152 CANTÙ, Francesca Coscienza d’America…, cit., p. 158. 153 GRUzINSKI, Serge La colonisation de l’immaginaire. Societés indigènes et occidentalisation dans le Mexique espagnol (XVI-XVIII siècle), Paris, 1988 [traducción italiana a cargo de Duccio Sacchi La colonizzazione dell’ immaginario. Società indigene e occidentalizzazione nel Messico spagnolo, Torino, 1994], p. 94. 154 GRUzINSKI, Serge La colonisation…, cit., p. 95. 150

155

Ver RAMOS PÉREz, Demetrio “La Junta Magna y la nueva política”, en Historia General de España y América, cit., VII; del mismo autor: “El siglo XVI como clave de la historia americana”, cit., pp. XXVII-XXXVI.

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