Médicos maleantes y maricas - Higiene, criminología y homosexualidad en la construcción de la nación Argentina. (Buenos Aires: 1871-1914)

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médicos maleantes y maricas Higiene, criminología y homosexualidad en la construcción de la nación Argentina. (Buenos Aires: 1871-1914)

Jorge Salessi

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Imaginación de los primeros flujos Sarmiento y el país-cuerpo En la primera mitad del siglo diecinueve, en textos argentinos fundacionales, el país fue imaginado como un cuerpo cuya civilización dependía de la promoción, la regulación y el control de flujos de gente y mercaderías. Uno de esos textos fue el Facundo de Sarmiento, publicado en 1845. E n esa obra Sarmiento fundó el paradigma de civilización y barbarie y lo utilizó para explicar los entretejidos violentos de la economía, la política y la cultura en el período inmediato a las guerras de la independencia. L a mirada organicista de Sarmiento también esbozó muchos de los principios, metáforas y formas de representación utilizados por los higienistas y por los criminólogos de fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte para explicar el proceso de modernización científico que exploraré en este libro. Sarmiento precisó sus ideales de civilización iluminista haciendo la crítica de una barbarie romántica local que, según él, se encamaba en hombres como Facundo Quiroga o Juan Manuel de Rosas, los caudillos y terratenientes que representaban y defendían los intereses de los ganaderos latifundistas apoyados por grupos de gauchos, indios, negros y mulatos. Civilización y barbarie sirvió para explicar las luchas entre los caudillos y la dificultad para llegar a un compromiso que permitiera la formación y acción de un gobierno central que fomentara racionalmente las políticas económicas y culturales necesarias para integrar una nación Argentina e incluirla en el concierto económico mundial. Pero en 1852, después del gobierno de Rosas, cuando se empezaron a hacer los primeros intentos de gobiernos nacionales, el paradigma 13

sarmientino —si bien seguía siendo útil para invocarlo en la eventualidad de rebeliones provinciales y levantamientos asociados con montoneras rurales—, no sirvió para superar las diferencias entre los antiguos grupos rivales y cimentar una alianza que permitiera lanzar concertadamente el proyecto de modernización liberal. Fue entonces cuando el higienismo y su modelo de análisis de lo salubre / insalubre, que imaginó las enfermedades epidémicas como un nuevo enemigo que amenazaba a todas las facciones anteriores sin discriminar entre banderías políticas, reemplazó el modelo de análisis anterior. Civilización y barbarie fue sin duda un modelo de análisis persistente, pero aquí sugiero que los principios teóricos, metáforas y formas de representación del higienismo sirvieron mejor que el modelo sarmientino para asociar a intelectuales, ganaderos y burgueses, gauchos e inmigrantes, habitantes del campo y de la ciudad, unidos en una lucha contra un "invisible" enemigo común que amenazaba la integridad de todo el cuerpo nación. Los eventos que sirvieron para dar una base real a los modelos de análisis propuestos por los higienistas se dieron en la segunda mitad del siglo diecinueve. Entre 1867 y 1871 una serie de pandemias que culminaron con la famosa plaga que entre febrero y marzo de 1871 despobló Buenos Aires sirvieron para reforzar la imaginación de la enfermedad epidémica representada como el nuevo enemigo común. Así el higienismo, que precisamente entre 1875 y 1885 adquirió prestigio mundial gracias a los descubrimientos de bacterias y vacunas realizados por Lister y Pasteur, fue una de las disciplinas claves del proyecto argentino de modernización del periodo 1870-1900. E n Facundo, al concebir el territorio y la cultura argentinas envueltos en una lucha entre civilización y barbarie, la mirada protomédica de Sarmiento vio una inmensa anatomía enferma. Sarmiento imaginó el territorio argentino como un cuerpo con problemas de circulación, y con el tono de un primer médico de la nación enferma dictaminó; "el mal que aqueja a la República Argentina es la extensión: el desierto la rodea por todas partes, y se le insinúa en las entrañas" (19). E n la visión de Sarmiento las distintas zonas económicas y culturales eran los órganos que para dar vida al Estado moderno necesitaban interconectarse, entre sí y con el exterior, mediante el movimiento de gente y mercadería transportadas por la vía del sistema circulatorio representado por los ríos: "porque la grandeza del Estado está en la pampa pastosa, en las producciones tropicales del norte y en el gran sistema de ríos navegables cuya aorta es el Plata** (232). E n la visión de Sarmiento la inmigración debía

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promover la circulación interna y el comercio que, como el oxígeno necesario en toda la extensión del tejido vivo daría vida a ese interior inerte, extenso y repleto de riquezas latentes. Pero esa inmigración debía ser preferentemente angloscgona porque **no fue dado a los españoles el instinto de la navegación^ que poseen en alto grado los sajones del norte. Otro espíritu se necesita que agite estas arterias, en que hoy se estagnan los fluidos vivificantes de una nación" (21). E n 1845, Inglaterra y sus flotas mercantes y de guerra eran el mejor ejemplo de las bondades del liberalismo económico que había hecho posible la consolidación mundial del imperio inglés. Ese fue un tráfico de poblaciones, ejércitos y mercaderías que sustentaban el poder imperial, y Sarmiento lo describió en Argentina como una circulación sanguínea en potencia, una promesa de fluidos que podían ser vivificantes al ponerse en movimiento. Y esa fue la misma circulación que los higienistas, casi medio siglo más tarde describieron como fundamental para el saneamiento de las ciudades: ''saneamiento con la provisión de agua pura, sin contaminación posible a todos los habitantes y la remoción de regular de las materias usadas y deyecciones urbanas sin estancamiento posible" (Higiene Administrativa, 80). E n el texto de Sarmiento, civilizar era promover una circulación de fluidos; y en el texto de los higienistas bárbaro era el sistema de acumulación de materias de deshecho: ''es el sistema bárbaro de pozos ciegos" (81). Como Sarmiento, los higienistas también copiaron el modelo de circulación inglés, considerado como uno de los más avanzados: "así lo comprueba Calcuta, antigua causa del cólera y de todas las fiebres, convertida por Inglaterra, mediante las obras de saneamiento, en una de las ciudades más sanas del mundo" (83). Como sabemos, la ciudad de Calcuta fue y sigue siendo una de las ciudades más insalubres del mundo. L a afirmación de los higienistas, que utilizaron la remanida representación del imperio paternalista y benévolo saneando sus colonias, daba una idea de la eficacia de la propaganda colonial inglesa del período y de los extremos a que llegaron los higienistas inventando y publicitando triunfos que justificaban la relación del imperio con sus colonias al mismo tiempo que confirmaban teorías científicas que promovían el prestigio de los profesionales de la higiene y la medicina social.* ^Este mismo discurso de los higienistas, y la misma política sanitaria utilizada para justificar, si no exactamente el avance imperial sobre una colonia, la expansión capitalista que abrió zonas productoras de materias primas y mercados de consumo de productos manufacturados, apareció en un 15

Sarmiento quería una nación cultivada por laboriosas familias de agricultores y modestos propietarios de parcelas de campo intercambiando mercaderías con los pequeños comerciantes e industriales de las ciudades, especialmente las ciudades de la costa que comunicaban el territorio nacional con el resto del mundo. Pero desde principios del siglo diecinueve en Argentina se hicieron sentir con fuerza los intereses que definieron la propiedad de la tierra en grandes latifundios dedicados a la explotación ganadera. Entre 1820 y 1852 Rosas fue el principal representante de esos intereses. Entonces Sarmiento lo representó como generado por la enfermedad "que, después de veinte años de convulsión interna, de ensayos de organización de todo género, produce, al fin, del fondo de sus entrañas, de lo íntimo de su corazón, al mismo doctor Francia en la persona de Rosas" (8). E n esta invención de un organismo de entrañas convulsas,

artículo publicado por los higienistas argentinos en los Anales del Departamento Nacional de Higiene en 1896, dos años antes de la invasión norteamericana a Cuba. E l artículo, traducción al español de un texto de un higienista estadounidense, se titulaba ''La amenaza que representa Cuba para los Estados Unidos*". En él su autor señaló ''me agradaría ver a los cubanos -triunfantes en sus esfuerzos para romper el yugo de la tiranía". Y poco más abajo propuso que "Cuba, a causa de su proximidad y de sus relaciones comerciales debe ser considerada como una causa presente de peligro para los Estados Unidos, en razón de encerrar una de las más temibles enfermedades de los tiempos modernos cual es lafiebreamarilla. Los Estados Unidos gastan y han gastado millones para impedir su invasión en el territorio de la Unión" (222) . El higienista estadounidense enfatizó que éste era un peligro subsanable mediante la intervención, "lafiebreamarilla, es una enfermedad de origen local debida a circunstancias anti-sanitarias, pero de condiciones pasteras, ajenas a la inñuencia del clima. Esto implica igualmente el deber y el derecho que tienen los Estados Unidos a intervenir allí con el objeto de protegernos" (223) . En las dos páginas siguientes el higienista agregó el peligro de la lepra, y concluyó: "en vista de la necesidad que se siente, de que se nos proteja contra esa peste, que lenta pero seguramente prosigue su obra destructora y ya que España no quiere dispensárnosla. ¿No sería acaso el deber de los Estados Unidos intervenir, aun por la ñierza, para proteger a los americanos de un peligro, que causa más estragos que la misma guerra?" (226). Si bien el que hablaba no era un higienista argentino, la publicación e inclusión del artículo en los Anales demostraba una importación de ideologías que se realizaba con la traducción de textos publicados originalmente en otros idiomas, que al ser traducidos servían para entretejer un discurso "nacional". 16

Facundo, Francia o Rosas —al practicar una autarquía medievalizante que impedía el laissez passer que fomentara el libre cambio indicado por los economistas del siglo dieciocho— fueron representados como una excrecencia interna que impedía la circulación: "porque él ha puesto a nuestros ríos interiores una barrera insuperable, para que sean libremente navegados" (242). E l acceso desde el exterior a todo el sistema circulatorio formado por los ríos interiores, ese "gran sistema de ríos navegables cuya aorta es el Plata", era el puerto de la futura capital. No es casual que haya sido precisamente durante la presidencia de Sarmiento, en 1870, cuando el Congreso de la Nación aprobó la primera ley que ordenó un proyecto para la construcción de un puerto para la ciudad de Buenos Aires.

Flujos visibles, flujos invisibles y construcciones para controlarlos De acuerdo con lo ordenado por esa ley, el presidente Sarmiento junto con Emilio Castro, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, contrataron al ingeniero inglés John F . L a Trobe Bateman para que presentara un proyecto de puerto que debía también servir de entrada a la mesopotamia y al sistema de ríos que por el Plata vierten hacia el sudeste las aguas de lluvia de las zonas subtropicales. L a construcción del puerto era necesaria porque, como sabemos, a causa de la poca pendiente natural de la costa de la pampa, los barcos de gran calado debían anclar muy lejos de la costa y los pasaj eros y mercaderías debían ser desembarcados transbordándolos a pequeños barcos. Ese sistema ineficiente no era el más apropiado para hacer la integración del espacio/cuerpo de la nación al movimiento internacional de gente y la exportación e importación de mercaderías y materias primas de la economía global. Rafael Longo, en su Historia del puerto de Buenos Aires, señaló que "Bateman llegó en diciembre y ya el 7 de enero de 1871 entregó a las autoridades provinciales sus conclusiones, regresando a Londres y prometiendo ampliarlas, en el supuesto de resultar aceptadas (70). Pero el seis de enero (Fiebre Amarilla, 447) se dio un primer caso de fiebre en la ciudad y un mes más tarde, después de los carnavales se extendió rápidamente la epidemia de fiebre amarilla más grande de la historia de la ciudad de Buenos Aires, L a enfermedad, de origen y forma de contagio desconocidos para los profesionales de la medicina del período, duró cuatro meses, hasta fines del mes de mayo. Después de la epidemia tanto la opinión pública como el gobierno de la nación, 17

el de la provincia de Buenos Aires y la Municipalidad, parecen haber estado de acuerdo en la necesidad de construir, antes que el puerto, una red de circulación y provisión de agua potable y desagües de aguas servidas que debían hacer una circulación de flujos controlables y controlados, separados, segregados. Desde 1869 había una mínima provisión de aguas potables que servía a pocas casas del centro de la ciudad pero los desagües, como vimos, se hacían por "el sistema bárbaro de pozos ciegos". Las aguas de lluvias, a veces torrenciales, se descargaban al río por los arroyos llamados "terceros" que recorrían la ciudad de oeste a este para descargar el drenaje de la pampa en el río de la Plata. Antes de la construcción de la red subterránea de desagüe del agua de lluvia por el sistema de bocas de tormenta, en muchas esquinas de la ciudad había puentes movibles, con nombres como el del puente de los Suspiros o el puente de Granados utilizados para cruzarlas calles que durante las lluvias se transformaban en arroyos que arrastraban fuertes corrientes aluviales. Esas corrientes en muchos casos estaban (y en otros se temía que estuvieran) en contacto con las napas de agua potable, con los bárbaros pozos ciegos y con los líquidos y productos de deshecho de los mataderos y saladeros; la sangre, las cabezas y las patas de los animales que se descargaban en el Riachuelo y en distintos arroyos y corrientes de agua que recorrían distintas zonas de la ciudad. E n un artículo sobre los "Saladeros" publicado en marzo de 1871, durante la epidemia, Nicolás Avellaneda, el futuro presidente de la República, opinó que el origen de la enfermedad estaba en "las aguas que nos sirven para los usos de la vida, alteradas por la sangre y los líquidos que con ella se mezclan" (429). L a vida, salud y prosperidad de los distintos espacios, dependía entonces no sólo del cumplimiento del principio de circulación. L a circulación debía ser controlada y dirigida para evitar la mezcla, para separar líquidos y flujos salubres e insalubres que al ponerse en contacto originaban las enfermedades. E l Riachuelo era la corriente de agua que en el sur de la ciudad descargaba las aguas del Río Matanzas en el Plata. Avellaneda identificó esa corriente de agua como un ejemplo del contacto insalubre entre los distintos flujos de la ciudad, y al citar la opinión del ingeniero inglés escribió: "Bateman señala en su conocido informe con una expresión de espanto 'el estado horroroso de las aguas del Riachuelo, presentándolas como un obstáculo poderoso para la realización de las obras del puerto*" (429). Así fue como no obstante los planes oficiales, antes de construir el puerto que debía permitir la comunicación del

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espacio de la nación con los espacios internacionales, se hizo una refundación de la ciudad y se construyó lo que los ingenieros llamaron la "ciudad de Bateman" (Atlas Buenos Aires, 148). E s a ciudad subterránea fue el cimiento de la futura urbe que empezó a crecer a partir de una contra ciudad de túneles y cloacas máximas que controlaron y dirigieron los flujos y corrientes subterráneas de la metrópolis moderna. Este era un buen ejemplo de ese poder que, como explicó Foucault, "retícula, construye por un tiempo lo que es a la vez la contra-ciudad y la sociedad perfecta" (Vigilar Castigar, 208). E s a contra-ciudad y red invisible de controles y conductos subterráneos, la "sociedad perfecta" de la ciudad de Buenos Aires, empezó a reemplazar metonímicamente a la nación, y también empezó a ser concebida como un cuerpo. Fundación de la ciudad-país L a refundación y reconstrucción de Buenos Aires durante más de veinte años fueron concebidas y representadas como reconstrucciones de la nación. E n julio de 1871, pasada la epidemia y después de cinco meses de receso, el gobierno volvió a funcionar normalmente. E n la sesión de apertura del Congreso, el mismo Sarmiento, al promover la construcción de redes subterráneas que dirigieran los flujos de aguas potables y servidas, propuso: "hay ciertas obras públicas que hoy constituyen, por decirlo así, el organismo de las ciudades, y cuya falta puede exponerlas a las más serias catástrofes ... L a lección ha sido severa y debemos aprovecharla** (Peste Histórica, 50), L a lección había sido en la ciudad de Buenos Aires y Sarmiento, el representante del interior, con su mirada abarcadora imaginó a todas "las ciudades" de una nueva Argentina como cuerpos vivos. E n esos cuerpos "ciertas obras públicas", lo que con el tiempo se llamaron "obras sanitarias", debían hacer de las ciudades "organismos" con su circulación de flujos vivificantes y salubres, es decir controlados y controlables. E n julio de 1871 Sarmiento se hizo así eco del debate público que discutió la salubridad de Buenos Aires durante la enfermedad. E n otro artículo publicado también durante la epidemia de fiebre amarilla, su autor describió Buenos Aires como un cuerpo que exigía los esfuerzos de toda la nación: Nos cabe hoy el deber de llenar una triste misión: la de descubrir las llagas que sufre nuestro cuerpo. Esas llagas nos desacreditan y nos deshonran; pero si no se descubren nos matarán ... Ha llegado un momento en que no puede haber otra cuestión del día que la salubridad de Buenos Aires. E l mejor gobierno, las mejores cámaras, los mejores partidos serán los que la realicen. 19

Los gobernantes, las asambleas, los políticos que nos hablen de ferrocarriles, exposiciones, de educación, no sirven para nada, si no son capaces de curar el cáncer que nos devora ... Estamos rodeados de una conspiración invisible, que estrecha su sitio todos los días y que combatiendo los elementos de salud y de vida que prevalecían en estas regiones, amenazan extinguirlos y fundar en ellas un valle envenenado ... Nuestros gobiernos bárbaros no han hecho sino robar, matar. Nuestros gobiernos liberales apenas han tenido tiempo de llevar a cabo la regeneración política argentina... Otra ciudad subterránea y asquerosa vive y muere a nuestros pies (Mortalidad Causas, 414-420). Esta "otra ciudad subterránea y asquerosa" identificada con un pasado de "gobiernos bárbaros**, fue la reemplazada por "la ciudad de Bateman", la ciudad/organismo de los gobiernos liberales a los que se exhortó a superar diferencias de banderías políticas para enfrentar al nuevo enemigo común que había reemplazado al anterior. Las características de ese nuevo enemigo hacían esa alianza especialmente necesaria. Si antes el enemigo fácilmente identificable había sido la barbarie de los caudillos teñidos con la sangre romántica de los degüellos, el enemigo moderno era una "conspiración invisible" mucho más difícil de identificar y combatir. Sarmiento y el autor de la nota que acabo de citar representaban dos facciones de un mismo grupo liberal, representantes de la ciudad y l a provincia de Buenos Aires o de las otras ciudades y provincias de la república. Pero unos y otros concebían las ciudades y territorios como cuerpos que era necesario salubrificar recurriendo a las mismas nociones científicas de higiene.^ "La mortalidad y sus causas" apareció por primera vez en La Nación, el periódico que bajo la dirección de Bartolomé Mitre desde 1869 daba voz a los intereses de la provincia y la ciudad de Buenos Aires y al partido de oposición al gobierno de Sarmiento, el presidente que representaba los intereses del resto del país. Por eso el autor del artículo instó a relegar a un segundo lugar las prioridades que hasta el momento habían ocupado al gobierno del maestro: los ferrocarriles que bajo la presidencia de Sarmiento se extendieron hasta la ciudad de Córdoba en el interior de la república, donde en 1869 fue inaugurada la exposición Nacional de la Industria para promover el capitalismo

^Sylvia Molloy señaló que "en el siglo diecinueve las culturas se leen como cuerpos: piénsese en las lecturas anatómicas que hace Sarmiento tanto de España como de Argentina" (Política Pose, 129). Esas lecturas en Argentina se dieron muy especialmente en el momento de la (re)organización de la nación - estado y las hicieron los ideólogos y burócratas encargados de esa organización. 20

industrial en las provincias y la educación que, como sabemos, Sarmiento impulsó siempre. Después de la epidemia de 1871 los representantes de los intereses de Buenos Aires exigieron que la gran prioridad nacional fuera la cura de una ciudad representada como un cuerpo enfermo, de interior putrefacto y superficies llagadas. Al mismo tiempo que la figura de la nación/cuerpo empezó a ser reemplazada por la imagen de la ciudad/ cuerpo, Facundo, Francia o Rosas, las excreciones internas que cortaban la circulación de los líquidos vivificantes en el texto de Sarmiento fueron reemplazadas por la representación del "cáncer que nos devora", y a curarlo se convocó a todos los "gobiernos liberales", representantes de Buenos Aires o del resto de las provincias sin discriminación, a todos los partidos políticos y a todas las autoridades legislativas, ejecutivas, grupos colegiados o individuos que tuvieran autoridad o influencia.

La disciplina de la higiene Una cura de la ciudad-organismo E l gran trabajo de construcción de la ciudad higiénica empezó en 1874 y una fecha de conclusión importante fue el año 1892. E n un Panorama histórico de la medicina argentina y bajo el subtítulo "Las obras de salubridad** leemos: "en mayo de 1874 se iniciaron las que proyectó Bateman, pero en 1877 se interrumpieron por falta de recursos. Cuando en 1880 se resolvió la cuestión Capital de la República, las obras pasaron a poder de la Nación que se hizo cargo de las deudas contraídas por la provincia. Dos años después se firmó un contrato con Antonio Devoto, quien reanudó las obras en 1883" (105). Higienistas e historiadores argentinos y europeos han señalado la magnitud excepcional de esas obras en el contexto de la historia mundial de la ingeniería y de la higiene. Antonio J , Pérez Amuchástegui, al citar una nota de Rafael Hernández que en 1887 criticaba la inversión de divisas que significaron esas obras, notó el "lujo de obras sanitarias que, a la sazón, tenían a medias contadísimas ciudades europeas. Y para colmo ese lujo, que podía ser una fuente de trabajo local, representaba la evasión de importantes divisas" (Mentalidades Argentinas, 49). De hecho en 1890 más del sesenta por ciento de la deuda externa argentina había servido para financiar las obras de salubridad. L a importancia de esas obras demuestra la hegemonía de la disciplina de la higiene en el proyecto de reorganización liberal. 21

Guy Bourdé, en el tomo de la colección sobre Urbanisation et Inmigration en Amérique Latine dedicado a la capital argentina, señaló que ... en menos de veinte años, Buenos Aires realizó una mutación notable en el campo de la salud: la misma que a las ciudades de Europa occidental les tomó un siglo realizar. El impulso decisivo data de la federalizacion. El íateadente Torcuato de Alvear, en funciones desde 1879 a 1887, se rodeó de un grupo de médicos (G. Rawson, E. Coni, A. Crespo, J. Ramos Mejía) que concibió un vasto programa de salubridad" (183. Traducción mía).

Si bien es cierto que la realización de las obras continuó hasta bien entrado el siglo veinte, acompañando el crecimiento de la ciudad, los historiadores han notado que "una fecha clave es 1892, pues la estadística revela que en ese año la cantidad de casas provistas de agua corriente y dispositivos cloacales eficientes aumentó en 150% con respecto al número del año anterior. Esto significa, simplemente, una verdadera revolución urbana" (Atlas Buenos Aires, 158). No por casualidad en 1892 José María Ramos Mejía, el último gran higienista asumió la presidencia del Departamento Nacional de Higiene y lanzó un proyecto de salubridad de alcance entonces sí nacional. En la Memoria del Departamento correspondiente al período de su administración (1892-1898), al referirse al principio de su desempeño como Presidente del Departamento Nacional de Higiene, Ramos Mejía escribió: "era obra patriótica y necesaria nacionalizar el Departamento, hacer de esta institución que se había mantenido exclusivamente ^metropolitana*, una institución como lo exigía el espíritu de su creación, la necesidad y el patriotismo. En el curso de esta Memoria se verá como ha llenado este gran propósito la Administración que he presidido durante seis años" (23). La exultación patriótica del tono de J . M. Ramos Mejía preanunció en 1898 su nacionalismo de años más tarde, durante su presidencia del Consejo Nacional de Educación. La Memoria tenía seiscientas cuarenta y siete páginas que documentaron desde el punto de vista de su autor los avatares del desarrollo de una nueva política higiénica nacional que se extendió reticularmente, más allá de la ciudad capital, hasta las otras ciudades y capitales del país y hacia el resto de América y Europa, hasta los puertos extranjeros de embarque hacia Buenos Aires. Más significativamente, la Memoria es un buen ejemplo de la estrategia de producción cultural y simbólica que realizó la promoción y avance de una política "nacional" mediante una práctica prolífíca de la escritura que se sumaba a la utilización de sofisticadas técnicas de publicación, traducción y edición características 22

de las revistas especializadas publicadas por los médicos higienistas y criminólogos argentinos del período que exploro en este libro. De la cura de la ciudad a la cura del país L a promoción y el avance de la política sanitaria mediante la práctica de la escritura era notable en los Anales del Departamento Nacional de Higiene publicados entre 1892 y 1898. Como promedio cada volumen de \os Anales tenía alrededor de setecientas páginas. E l volumen correspondiente a 1892 (cuando la ciudad capital todavía seguía ejerciendo una hegemonía en el imaginario cultural de la nación) seguía dedicado casi exclusivamente a los problemas de salubridad de la ciudad de Buenos Aires y reflejaba la política sanitaria "nacional" desde la concepción de la ciudad/cuerpo/nación hasta la conclusión de una etapa importante de su contrucción en 1892, Al ñnal de cada suplemento mensual, que hasta 1892 conformaba un capítulo del volumen, aparecía una sección de veinte páginas de estadísticas que seguían, en francés, los movimientos de la demografía y la aparición y desarrollo de distintas enfermedades en la población y el puerto de la ciudad capital. Como veremos más adelante, esa fue una imagen de una "Argentina" salubre que los higienistas argentinos divulgaron en Europa para atraer a los inmigrantes. Los Anales no cambiaron su énfasis, foco de interés o formato inmediatamente. Sí cambió, en marzo de 1892 pero sólo hasta enero de 1893, el título de la publicación: áe Anales del Departamento Nacional de Higiene QL Anales de Higiene Pública y Medicina Legal. Al extenderse la disciplina de la higiene hacia un adentro, hacia un interior representado por las otras capitales y ciudades del país y hacia un afuera, representado por un exterior en los puertos del resto de América y Europa, la definición de higiene argentina buscó incluir más directamente procedimientos y hechos públicos, sociales, y legales. Ese cambio fue significativo y señaló, en ese momento histórico, una dirección de la higiene que al hacerse "nacional" también buscaba alcanzar —más allá de la defensa del cuerpo físico de las personas amenazadas por microbios y bacterias— la llamada "defensa social" de una población imaginada como un cuerpo demográfico amenazado por una "insalubridad" criminal, el otro mal que empezó a llegar como un moderno flujo invisible que también iba a ser necesario filtrar, segregar. Ese intento de definir así una "higiene nacional" que previniera males sociales y "morales" no prosperó hasta años más tarde. Lo veremos emerger definitivamente con el gran éxito de la criminología argentina de la primera década del siglo veinte en ese centro de 23

producción de discursos que fueron los Archivos de Criminología, Medicina Legal y Psiquiatría en los que Ramos Mejía estuvo involucrado desde su fundación. Mientras tanto, en 1893 los Anales reasumieron su título anterior. Antes de la criminología que iba a servir para la definición y defensa de una identidad nacional, la higiene debía realizar la articulación e integración del cuerpo-nación. E l volumen correspondiente al año 1893 llamaba la atención del lector porque tenía sólo cuatrocientas páginas en las que, si bien siguieron apareciendo las estadísticas referentes a la capital, ya era evidente el énfasis de la nueva política de salubridad a partir de la definición y reglamentación de la nación higiénica hacia el afuera del puerto de la capital, la rada con sus lazaretos fijos, en la isla de Martín García, y sus lazaretos flotantes en los barcos hospitales, el tráfico de ultramar y, en ese tráfico, la mirada vigilante y móvil de esa institución argentina que fueron los inspectores de higiene viajeros. Después de esa primera definición de una frontera hacia "afuera", en 1894 los funcionarios estatales editores de los Anales trataron de reparar la incuria higiénica de un adentro del país, su inexistencia en las representaciones de los volúmenes, anteriores. Y en el volumen correspondiente a 1894, por primera y única vez en la historia de los Anales, editaron un volumen de dos tomos que alcanzaron 1400 páginas y por primera vez descentralizaron el foco de interés de la disciplina al incluir informes sobre el estado sanitario de capitales y ciudades de todo el país. Así, si bien las obras de salubridad en esas ciudades y capitales no se empezaron a realizar hasta 1897 en la letra y en la producción simbólica aparecieron en 1894. Y aparecieron entonces porque entre 1890 y 1893 esas provincias y capitales se hicieron sentir como una presencia especialmente amenazante. Los cambios de formato y contenido que acabo de señalar, cambios que acompañaron un desarrollo de la higiene en Argentina, se deben leer en el contexto de la política de gobierno de ese período. Los historiadores han notado que —no obstante la imagen de estabilidad que los gobiernos liberales necesitaban promover en los mercados internacionales de los que dependían para recibir préstamos o refinanciar la deuda nacional— el período 1890-1893 fue acaso el más inestable de las últimas décadas del siglo diecinueve. A la gran crisis económica de 1890 y las primeras huelgas concertadas de albañiles, carpinteros, zapateros y ferroviarios siguió la llamada revolución del Parque en julio de ese mismo año. Meses más tarde Leandro Alem, el líder de la revolución anterior y representante de la fuerza política que cuestionaba la legalidad de todo el sistema político realizó una campaña 24

electoral que por primera vez en la historia argentina incluyó una gira por distintas ciudades y provincias del paía.^ E l recibimiento que tuvo ese crítico del sistema político vigente dio origen a la famosa frase de Roca que afirmó preocupado: "en el interior hasta las piedras son radicales** (Secuelas Unicato, 302) Fue en este contexto que en 1892 se decidió extender la disciplina de la "higiene" a todas las capitales y ciudades del país, para "salubrificar** y controlar un nuevo electorado "radicalizado**. L a federalización de Buenos Aires en 1880 no había terminado con las tensiones entre poderes y fuerzas centrales y locales. Como explicó Horacio Guido, los efectos materiales de la modernización no habían llegado por igual a todas las provincias (Secuelas Unicato, 227). E n el discurso y en el imaginario cultural la capital se había transformado en la representación metonímica de la nación/cuerpo pero también había concentrado la reorganización y reconstrucción material del país en una sola ciudad. Con la crisis de 1890 volvió ha aflorar lo que Natalio Botana en El orden conservador llamó: "el viejo interrogante alberdiano. ¿Cómo resolver, en efecto, la coexistencia efectiva entre dos poderes: el nacional y el local?" (119), la vieja rivalidad entre los intereses de la ciudad y la provincia de Buenos Aires y las otras ciudades y provincias del país. La tensión entre poderes nacionales y locales o provinciales se agravó especialmente en el período 18901895. E n esos años la tensión se hizo evidente en la frecuencia con la que el gobierno central intervino legal y militarmente en la administración de las distintas provincias. Botana insistió en señalar que la intensidad de las intervenciones "subió en el curso de la presidencia de Carlos Pellegrini [entre 1890 y 18921 y alcanzó el pico más alto cuando Luis Sáenz Peña ejerció la primera magistratura. Ambos mandatos cubrieron el ciclo revolucionario que se inició en 1890 y finalizó en los años 1894-1895" (129). Botana repitió: "a partir del noventa la presencia de Buenos Aires trepó vigorosamente cuando Pellegrini ocupó la presidencia: análogo repunte se advierte en el número de intervenciones por año de gobierno. E l ascenso bonaerense culminó con la presidencia de Luis Sáenz Peña [entre 1892 y 1895]" (147). ^En Soy Roca, Luna escribió: "Alem era uno de esos personajes que a veces aparecen para alborotar y desordenar inútilmente a los pueblos ... enardecía a las masas con reclamos imposibles de cumplir, pues pedir comicios libres en un país donde casi la mitad de la población estaba compuesta por extranjeros, y de analfabetos las dos terceras partes de los nacionales, significaba un suicidio colectivo" (272). 25

E n esos años se produjeron una larga serie de rebeliones militares y movimientos sociales militarizados como el de los colonos suizos de la provincia de Santa Fe y las rebeliones y levantamientos en las provincias de San Luis, Tucumán, Corrientes y Buenos Aires. Con una pequeña batalla naval terminaron los eventos revolucionarios del año 1893, al que Guido llamó "un año agitado, confuso, lleno de inquietudes y zozobras para todos los sectores del país" (Secuelas Unicato, 297). E l Roca de Félix Luna, por su parte, afirmó: "nunca vivió el país, en la época moderna, un período tan anárquico" (281). Botana señaló que "la brecha abierta por el noventa adquirió mayor peligrosidad para los grupos dominantes porque de allí en más el ciclo revolucionario se extendió desde el centro hasta la periferia de las provincias" (Orden conservador, 169). Pero, como también explicó Botana, al mismo tiempo que se extendieron los peligros de rebeliones armadas, las nuevas infraestructuras sirvieron para extender el control del centro sobre la periferia, "ahora la modernización robustecía la efectividad del mando" (171). L a política higiénica, mientras apelaba a intereses humanitarios superiores "más allá de meras banderías políticas", proveyó una forma clave de control disfrazado de modernización. Desde 1892 hasta 1895, entre las "inquietudes y zozobras" de "un período tan anárquico", el desarrollo progresivo de la política higiénica demostró una gran estabilidad ideológica que permitió un crecimiento del control central sobre el desorden de la periferia. L a estabilidad de esa ideología se reflejaba en el desempeño continuo de J . M. Ramos Mejía como presidente del Departamento Nacional de Higiene desde 1892, cuando fue nombrado por Carlos Pellegrini, el presidente más intervencionista y representante de los intereses de la ciudad y la provincia de Buenos Aires, hasta 1898. E l presidente del Departamento Nacional de Higiene por ley debía ser nombrado y renovado por los sucesivos presidentes de la nación, tenía categoría de ministro del poder ejecutivo. Con el tiempo su cargo se transformó en el ejercido por el Ministro de Salud Pública. Pero la administración de J . M. Ramos Mejía en medio de inquietudes, zozobras y anarquías, creció de forma estable durante las administraciones de tres presidentes de la nación consecutivos: Carlos Pellegrini, Luis Sáenz Peña y José Evaristo Uriburu. E l mismo higienista enfatizó en su Memoria que "durante el largo tiempo que corresponde a mi administración, no he dejado un solo instante de contar con la importante cooperación del Superior Gobierno Nacional, sin la cual no hubiera sido posible, llevar a cabo la inmensa suma de labor realizada" (18). Este apoyo no fue el de una persona sino de la oficina del "Superior Gobierno de la Nación" y

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demostraba una estabilidad ideológica profunda, en la "higiene**, de la ideología y la política de distintos gobiernos más allá de la circunstancia y los avatares de revoluciones, rebeliones y movimientos armados. E l desarrollo nacional e internacional de la higiene argentina quedó documentado en la Memoria del Departamento correspondiente al período 1892-1898, y en los Anales del Departamento de Higiene de los mismos años. E n esas publicaciones los higienistas produjeron una historia sanitaria nacional que empezaba en 1871. Ramos Mejía, en la primera página de su Memoria, explicó la expansión nacional de la higiene en Argentina a partir de 1892 como la obligada respuesta estatal a los democráticos reclamos de "la opinón pública, [que] impresionada con el recuerdo fatídico de la epidemia de 1871, exigía a sus autoridades, medidas precaucionales rigurosas, contra toda procedencia extranjera, susceptible de ser vehículo de los tan temidos gérmenes" (1). De esta forma la nueva política higiénica nacional fue presentada como respuesta a los juegos y exigencias, no de los grupos económicos y sociales que ejercían el poder del gobierno central desde Buenos Aires, sino de una utópica "opinión pública" que en la realidad y como bien sabemos tenía muy poca ingerencia en los asuntos de gobierno. Así el texto de Ramos Mejía, al mismo tiempo que trataba de descentralizar la representación de la autoridad, más significativamente desplazó el origen o la etiología de la enfermedad que pasó —de ser concebido como interna, y producto de condiciones locales— a ser representada como de "procedencia extranjera**. Al mismo tiempo, a partir de 1892 en los textos de los higienistas las ciudades y capitales de las distintas provincias empezaron a representar los valores "verdaderos" de la nación que se empezó a definir por contraste con la inmigración de jornaleros, labriegos y obreros extranjeros. E n 1897 al proponer en las cámaras del Congreso Nacional una "Ley orgánica" que regulara las nuevas funciones del Departamento "que debe tener un carácter verdaderamente nacional que extienda su dominio benéfico por todo el territorio de la República" (Ley orgánica, 325), un higienista defendió el presupuesto nacional de higiene describiéndolo como "el dinero empleado en sanear nuestro país, sobre todo el interior de nuestro país, es un paso dado en el sentido de asegurar la existencia de la nacionalidad, pues es en las viejas y olvidadas ciudades de provincias, habitadas por raza criolla, donde se conservan depositadas las tradiciones y los ideales de este pueblo y es a esa raza que le incumbe asimilar por la absorción, el elemento extranjero que día a día y con proporciones marcadas entra al país". (328). Así se empezó a imaginar el proceso de transformación

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cultural producido por la inmigración representándolo como una "asimilación por absorción'* similar a la del proceso higiénico de eliminación de materias de deshecho mediante su dilución en un gran caudal de agua en movimiento continuo. Pero la utilización del modelo de análisis higiénico para explicar un proceso social implicó la identificación de la bacteria y el microbio con el inmigrante extranjero primero y, cuando los inmigrantes ya estaban establecidos en el nuevo país, con una población de "delincuentes" que vivía dentro de las fronteras nacionales y debía ser identificadas y controladas o reformadas. Si en la producción escrita la nacionalización de la política higienista empezó a aparecer en textos de 1894 que incluían representaciones de ciudades y capitales de distintas provincias argentinas, las obras materiales de salubridad no se empezaron a realizar hasta 1897, cuando el gobierno nacional aprobó la ayuda económica del gobierno central para la realización de obras sanitarias en las ciudades de Salta y Mendoza. Históricamente los poderes provinciales miraron con desconfianza la llegada de representantes del gobierno central que podían parecer o ejercer formas no oficiales de intervención. Pero los representantes e inspectores de un Departamento Nacional de Higiene que apelaba a la necesidad de intervenir en la lucha contra enemigos invisibles que no discriminaba entre grupos políticos fueron difíciles de rechazar. E n algunos casos significativos las autoridades de las mismas provincias requirieron la intervención higiénica del gobierno central. No es casual que la provincia de Salta haya sido la primera en solicitar y facilitar en 1897 la entrada de una autoridad nacional central que iba a higienizar. Como señaló Botana, la provincia de Salta (tradicionalmente una de las más conservadoras de la república) no fue intervenida nunca por el gobierno central con el que mantuvo relaciones muy cordiales y directas (129). E n 1897, además, el presidente de la nación, J . E . Uriburu era salteño. E l Presidente del Consejo Provincial de Higiene de la Provincia de Salta en una nota al presidente del Departamento Nacional de Higiene, fechada el 13 de abril de 1897, señaló "la urgente necesidad de que la acción bienhechora de esa importante repartición nacional se haga sentir de una manera eficaz en la capital de esta provincia, que, de dos meses atrás, está sufriendo las consecuencias funestas de un estado sanitario deplorable" (226). E l Departamento Nacional de Higiene contestó poco más tarde: "si se ha de emprender la obra de saneamiento general de las principales ciudades de la República, ninguna como ella [Salta] ofrece

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un campo más vasto ni reclama con mayor urgencia la intervención del Departamento Nacional de Higiene, cuyo auxilio viene a implorar, escudada en sus tradiciones gloriosas de los tiempos heroicos, a ñ n de salvarse de enemigos invisibles que le disputan su suelo, que en otra hora no pudieron conquistar legiones formidables" (229). Así la intervención al ser deñnida como higiénica se representó como un "auxilio [que] viene a implorar" la provincia que representaba "tradiciones gloriosas de los tiempos heroicos" de la independencia. Porque el moderno enemigo invisible podía realizar la conquista que en el glorioso pasado no habían conseguido "legiones formidables".

L a s h i s t o r i a s de l a h i g i e n e Invención en 1894 de una revolución de 1810 en 1871 Entre 1892 y 1897 la política nacional de higiene se tradujo, más que en la realización de obras de salubridad fuera de la ciudad de Buenos Aires, en una significativa producción simbólica que imaginó ese interior patriótico y racialmente puro amenazada por el enemigo invisible de las epidemias. Ese enemigo hacía necesaria la organización y aceptación en todo el territorio del país de nuevas formas de autoridad que respondieran a intereses representados como humanistas y no partidarios. Esta producción simbólica era evidente en los Anales. £ n 1894 aparecieron allí estadísticas demográficas (en español) que por primera vez incluían cifras correspondientes a distintas ciudades del país, además de informes de los Gobernadores de distintas provincias que, respondiendo a un pedido del Departamento Nacional, detallaban el estado sanitario de distintas ciudades y zonas geográficas. E n los Anales de 1894 apareció por primera vez la compilación de la primera Geografía Médica argentina (613) que es una de las primeras geografías nacionales.^ Junto con estos textos que por primera vez incluían representaciones de los espacios de todas las provincias y territorios nacionales de la república, los higienistas construyeron y diseminaron en 1894 una historia de la higiene argentina que, como el movimiento de la independencia, aparecía representado como surgido de una revolución popular durante la

*Ver Alvaro Fernández Bravo, "Literatura y frontera: procesos de territorialización en la cultura argentina y chilena del siglo diecinueve". Tesis doctoral. Princeton University, New Jersey, 1995. Capítulo 2. 29

epidemia de 1871. Recordemos que en la primera frase de su Memoria, al recordar el principio de su administración de presidente del Departamento, Ramos Mejía había alegado que había sido "la opinón pública, impresionada con el recuerdo fatídico de la epidemia de 1871, [la que] exigía a sus autoridades, medidas precaucionales rigurosas" (1). Los higieristas editores de los Anales utilizaron una obra conocida como el "Diario" de Mardoqueo Navarro, un sobreviviente de la epidemia que produjo un texto periodístico, publicado por primera vez en 1871 en un diario de la capital. E n ese texto Navarro esbozó sus impresiones de los eventos ocurridos en Buenos Aires entre enero y junio de 1871. E l "Diario", aparentemente escrito durante el transcurso de la enfermedad en la ciudad, fue transformado en evidencia científica positiva al ser reeditado por los higienistas en 1894. Lo que me interesa es notar, además de la información que trasunta el texto, las formas de representación que sirvieron a los higienistas para publicitar una historia, una genealogía de la organización y crecimiento de nuevas formas de autoridad surgidas de la necesidad de luchar contra el temible enemigo que en 1871 había conseguido despoblar la capital de la república. E l texto de Navarro sirvió, sugiero, para imaginar y promover las nuevas formas de autoridad que, por encima de divisiones partidarias, disciplinara las vidas y los espacios públicos y privados en todo el país.^ E n el diario de Navarro el surgimiento primero de esas nuevas autoridades fue representado como una revolución que repetía los gestos patrióticos de la revolución independentista de 1810. Pero los nuevos proceres surgidos de los eventos "revolucionarios" de 1871 eran los médicos que promovieron la higiene tanto desde la escritura como desde la clínica. ^El avance de los higienistas sobre los espacios de la vida privada era notable en textos que repetidamente alertaban que "la salud de un individuo, no es asunto que únicamente interese al individuo, ni la salubridad de una casa, cuestión que exclusivamente afecta a las personas que la habiten, porque el individuo como la casa pueden convertirse en un foco de irradiación epidémica y constituir una amenaza y un peligro para la salud pública" (Higiene Adminstrativa, 22). Los higienistas primero, como los criminólogos envueltos en la "defensa social" después, al pedir legislación que legalizara sus procedimientos alegaban que "sin la ley no se adelanta en cuestiones sanitarias desde que cada habitante se cree con derecho a vivir de la manera que le parece más conveniente aunque infrinja las prescripciones de la higiene y perjudique la salud de los demás" (Salubridad Belgrano, 272). 30

E l "Diario** de Navarro fue publicado por primera vez en el periódico La República de Buenos Aires en 1871, pocos meses después de la epidemia. Pero su reedición en 1894 en los Anales es tan o más significativa que su publicación original. Allí Navarro agregó al texto original tres secciones cortas, subtituladas: "La acción del pueblo", que es una lista de nombres; "La prensa diaria**, que son epígrafes tomados de artículos periodísticos publicados durante la epidemia; y "La fiebre de 1871** en la que el autor presentó sus credenciales de testigo que sirvieron a los higienistas para transformar al "Diario** en evidencia científica positiva. E n esa última sección Navarro escribió: En efecto, en cuanto los hechos de la época llegaron a mi conocimiento, he procurado consígnarios en su día correspondiente, sí bien he debido circunscribirme a los estrechísimos límites de una sola línea para la enunciación de no pocos sucesos acaecidos simultáneamente. Espacio de proporciones tan microscópicas no podía reflejar ni con mucho el movimiento convulsivo de un gran pueblo" (457). Navarro aquí se refirió a la imposibilidad de capturar toda la vida de la ciudad súbitamente envuelta en la actividad exhaustiva de hospitales y cementerios repletos de enfermos y cadáveres. Pero esta no era ya la mirada del cronista de 1871^ sino la de un higienista de 1894 presentando lo intrincado de los detalles en el espacio "microscópico", visible, reducido pero preciso de la página científica y la identificación visual positiva. Lo que sí volvió a emerger aquí fue esa imagen fundacional del discurso sarmientino que como hemos visto, explicó una serie de eventos y una historia imaginada como las convulsiones de un cuerpo. E n la primera frase de Facundo ^ al evocar al fantasma que explicaba la historia argentina, Sarmiento escribió: "Sombra terrible de Facundo voy a evocarte para que sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas vengas a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo (5). Esta representación de una historia como "convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo" o como el "movimiento

^En 1871 lo único que se conocía de la enfermedad era la severidad de sus síntomas y la rapidez con la que se hacía letal. No se sabía cuál era su origen y forma de contagio. La visión microscópica, como el microscopio, fueron sólo varios años más tarde los grandes instrumentos de la higiene en los laboratorios de Lister y Pasteur. 31

convulsivo de un gran pueblo" persistió en el imaginario cultural argentino hasta textos publicados en la segunda mitad del siglo veinte. E n 1940 Armando Taullard describió el período anterior a los gobiernos liberales de la segunda mitad del siglo diecinueve como "años de continuas luchas, de guerras y de sangrientas convulsiones políticas" (Planos Antiguos, 194). Y Miguel Ángel Scenna en 1971 describió el mismo período como "más de cincuenta años de guerras internas y externas, desórdenes y convulsiones de toda índole" (Cuando Murió, 18), Así persistió junto con la imaginación de la ciudad y/o el cuerpo/nación una representación de la historia descrita consistentemente como la enfermedad no obstante los cambios en metodologías de análisis históricos y/o literarios. Los editores de los Anales también negaron ese transcurso del tiempo y los cambios evidentes, por ejemplo, en la realización de las obras de salubridad entre 1874-1892; y agitando el temor al viejo enemigo invisible, en 1894, cuando la disciplina de la higiene servía para extender el poder central, insistieron en que el peligro de 1892 era igual al de veinte años antes. E n la introducción al texto de Navarro, el higienista Telemaco Susini al avalar con su autoridad científica el "Diario" y así transformarlo en un documento científico fidedigno, escribió: Hoy que tan amenazados nos vemos por la fiebre amarilla creemos oportuno publicar como un recuerdo que puede sér eficazmente utilizado, un documento curioso del que se conservan aún muy pocos ejemplares relativos a la epidemia de 1871 y en el cual se puede decir, palpita la situación porque en ese momento pasaba la ciudad de Buenos Aires víctima de ella entonces, principalmente a causa de sus malas condiciones y falta de administración sanitaria (Fiebre Amarilla, 447). Así la narración de Navarro recibió credenciales de documento, certificado por la autoridad de los higienistas que lo usaron como una forma de vacuna cultural, de microscópico fragmento de tejido vivo, "palpitante", inoculado en la memoria como un recuerdo que al hacerse presente permanente, "conciencia", "historia", sirviera para prevenir el peligro de convulsiones futuras. L a reválida que hicieron los higienistas del texto de Navarro significó que hasta la segunda mitad del siglo veinte el "Diario" siguiera siendo concebido como un documento histórico fehaciente. Scenna, uno de los últimos historiadores de la epidemia de fiebre amarilla, repitió la afirmación de los higienistas al proponer que el texto de Navarro era "un documento de gran valor, fiel reflejo de lo ocurrido en Buenos Aires en el primer semestre de 1871" 32

(10). Pero el examen de ios documentos demostró que el texto de Navarro más que documentar eventos reales construyó una historia que sirvió para promocionar y popularizar la disciplina de la higiene y sus autoridades representadas como patrióticas, apolíticas y democráticas. Anarquías bárbaras insalubres y autoridades higiénicas patrióticas Desde el principio de su texto Navarro elaboró una contraposición maniqueísta entre representaciones del "pueblo" y "las autoridades", de "autoridades" inexistentes, ausentes, ineficientes o remisas, a las que se tuvo que enñ-entar "el pueblo" que se hizo oír a través de "la prensa" o del periódico La República. E n la primera entrada del "Diario" Navarro escribió: "Enero 27. —Según las listas primitivas de la Municipalidad, 4 de otras fiebres, ninguna de la amarilla**. Y en la entrada correspondiente al 3 de febrero, repitió: "La Municipalidad, por boca de ganso dice: son casos de fiebre icteroide" (448). Lo que Navarro presentó como generador del conflicto no fue la enfermedad sino la actitud de autoridades, aquí municipales, que al ignorar o negar la existencia de la enfermedad pusieron en peligro la vida de la población. Esa era la "falta de administración sanitaria" a la que aludieron los higienistas para agitarla como otro fantasma tan temible como el de la enfermedad, ahora documentada en el texto avalado como un documento fehaciente "científico" sobre la epidemia. Pero desde principios de 1871 en Buenos Aires sí había una administración sanitaria de la que estaba encargado el Consejo de Higiene Pública creado por la Ley 648 de la Provincia de Buenos Aires, sancionada el 27 de julio de 1870. Scenna notó que "desde principios de febrero de 1871 el Consejo de Higiene Pública señaló la gravedad de la situación pero pocos lo escucharon" (206). De acuerdo con las primeras recomendaciones del Consejo de Higiene, además, la Municipalidad desde los primeros días de febrero pidió autorización al gobernador de la provincia para poner en cuarentena la zona de la ciudad donde había aparecido la enfermedad (206). Scenna explicó que "se viene trasmitiendo de generación en generación, avalado por el testimonio más o menos interesado de algunos contemporáneos, que el Consejo de Higiene Pública fue un organismo ineficaz que no sirvió de nada en la emergencia de 1871" (206), Yo sugiero que la historia que "se viene transmitiendo" avalada por "el testimonio más o menos interesado de algunos contemporáneos" fue la construida por los higienistas, avalada por el texto de Navarro y utilizada para reafirmar 33

una genealogía de enfermedades nacionales, que entre 1871 y 1900, fueron las epidemias utilizadas para promover el desarrollo nacional e internacional de la higiene argentina. No digo que las epidemias no hayan sido una realidad histórica sino que esa realidad fue utilizada para desviar la atención de coyunturas económicas y políticas, especialmente después de la crisis económica y las revoluciones del período 1890-1893, durante el cual los mercados financieros europeos en la esfera internacional y los movimientos sociales y militares en la nacional cuestionaron la administración y estabilidad de los gobiernos liberales de lo que N. Botana llamó el orden conservador. Al mismo tiempo que empezó a elaborar esa representación de autoridades irresponsables o ineficientes, ignorando la enfermedad y ausentándose o huyendo de la ciudad, Navarro también empezó a construir una representación de un poder alternativo del que, al proseguir la narración saldrían las nuevas autoridades. Al principio del texto ese poder alternativo era el de la prensa. E n la segunda entrada, correspondiente al 28 de enero. Navarro escribió: "XA REPÚBLICA^ denuncia l a existencia de l a fíebre, que a n u n c i ó el 69 reclamando medidas". (447. Énfasis en el original). L a tipografía cargada de tinta hacía resaltar la denuncia en la página, como el grito del vendedor de periódicos voceando la noticia de último momento por encima del murmullo de la ciudad.*' E n el texto de Navarro, el nombre del periódico también sugería una opinión pública de una unidad política homogénea, la república, voceando, denunciando en alta voz el mal que ocultaban "las autoridades". Pero los documentos demostraron que fueron precisamente los dueños, editores y redactores de La República los que repetida y públicamente disintieron con la opinión de todas las autoridades sanitarias del período y, en cambio, insistieron en que la enfermedad que había en la ciudad no era fiebre amarilla sino distintas enfermedades comunes. Al mismo tiempo que Navarro usaba al periódico para publicar su texto y el nombre de la publicación para crear ecos significativos, el "Diario** de Navarro sirvió al periódico para borrar su pasado embarazoso al principio de la epidemia, cuando insistió repetidamente en negar la existencia de la enfermedad, mientras ésta se propagaba.^

^En esa misma época La República fue el primer periódico de Buenos Aires en ser anunciado y vendido a viva voz por vendedores ambulantes que con el tiempo tomaron el nombre de "canillitas". ^En un editorial titulado "¿Existe entre nosotros la fiebre amarilla?", publicado el 9 de febrero, por ejemplo, el periodista de La República propuso 34

Una nota del mismo periódico publicada el 11 de febrero decía sin ambages: "No hay fiebre amarilla". Entonces en una nota fechada el 22 de febrero Eduardo Wilde respondió impaciente: "no nos sorprendió tanto que el redactor de La República pusiera en duda la existencia de la peste..,, pero sí nos ha sorprendido hasta el extremo recibir la patente de ignorantes que hemos recibido todos los médicos de Buenos Aires" (Fiebre San Telmo, 37). Según el texto de Navarro, y siempre confirmando la representación del presunto liderazgo de La República que iba construyendo el "Diario", con la denuncia temprana de la existencia de la enfermedad y frente a la incuria de las autoridades La República había pedido la creación de nuevas autoridades especiales. E n la entrada correspondiente al 5 de marzo. Navarro escribió: "La República pide al Gobierno cree un poder ad hoc y dice: seremos oídos? 6—La prensa sube de tono y da duro a la autoridad" (494. Énfasis en el original). De esa forma, como a lo largo de todo su texto, Navarro homogeneizó la voz de la prensa identificándola siempre con la opinión de La República, que aparecía exigiendo la creación de un poder "ad hoc", especializado en higiene y salubridad. Pero en marzo de 1871, como hemos visto, ese poder ya existía. Además de Scenna, Leandro Ruiz Moreno, en un libro que es una de las mejores colecciones de documentos sobre la epidemia, señaló que "si se controlan las medidas adoptadas perlas direcciones sanitarias de Buenos Aires en 1869, en 1870, en 1871, se llega a la conclusión de que éstas han efectuado todo lo que estaba en sus manos" (Peste Histórica, 136). Pero en 1894, cuando el texto de Navarro fue publicado en los Anales la historia de una "anarquía sanitaria" que había contribuido a la propagación de la epidemia de 1871, y que hacía urgente la creación de nuevas autoridades "ad hoc" sirvió para promover

que D. Ventura Bosch, un conocido médico de Buenos Aires que enfermó de fíebre amarilla y había sido atendido por sus mejores colegas, no había muerto de la enfermedad epidémica: "nos parece que más fuese de una parálisis que de la epidemia. El síntoma primero fue el de parálisis en la pierna derecha; después lafiebrevoraz" (2). Scenna explicó que Manuel Bilbao, el periodista, escritor y dueño de La República, "no era médico y en consecuencia no había examinado a ningún enfermo, cuyos síntomas conocía de oídas, pero eso no le impide explayarse largamente sobre sintomatología y tratamiento" (202). 35

el nuevo desarrollo nacional e internacional de la higiene, representada como la disciplina humanitaria, apolítica y democrática.^ Es en el contexto de esta promoción y desarrollo de la higiene que debe leerse la crónica de la epidemia de 1871 publicada por los higienistas en 1894. E l texto de Navarro sirvió a los higienistas para justificar la presencia y acción en todo el país de las nuevas autoridades de salubridad nacional representándolas como una respuesta histórica a las exigencias de pueblos acuciados por la ineficiencia de autoridades y sistemas de control inexistentes, contradictorios o arcaicos. E n el "Diario" la epidemia de 1871 fue representada como una consecuencia de la anarquía sanitaria y el vacío de poder dejado por "los Gobiernos: sin senado el uno, sin autoridad el otro" (449). A la ineficiencia de las autoridades municipales y la ausencia de un poder legislativo, Navarro agregó una fuga del representante del poder ejecutivo nacional cuando "EL P R E S I D E N T E huye —Legisladores, jueces municipales, etc.,

®No creo necesario dar evidencia del uso del discurso de la higiene utilizado por distintos gobiernos militares hasta 1982 para justificar la erradicación de "focos" subversivos o la extirpación de "cánceres" o "epidemias" nacionales de todo tipo. Quizá uno de los primeros ejemplos de la utilización de ese discurso y su estrategia para justificar intervenciones armadas del gobierno central en las provincias quedó documentada en una nota titulada "El honor nacional sacrificado al interés de una oligarquía", publicada en La Prensa del 17 de marzo de 1900. £1 periodista escribió: "en atención al dictamen de nuestra autoridades científicas, contra la oposición abierta de la población de Rosario y de su administración local, a costa de inmensos sacrificios impuestos al movimiento de los negocios y a la regularidad de las transacciones mercantiles, el Gobierno [nacional] hizo la declaración ofícial de la existencia de la peste en aquella ciudad, estableció un riguroso cordón sanitario, y encomendó su estricta vigilancia a un cuerpo de línea; y ha bastado que una conmoción popular [una rebelión contra el gobierno que el nepotismo del gobierno central había impuesto en la provincia de Entre Ríos] ponga en peligro la estabilidad del jefe de una de las oligarquías imperantes en la provincia para que el Gobierno destruya en un momento su propia obra, poniéndose en contradicción violenta consigo mismo y ordene que esa fuerza nacional, convertida en legión de preteríanos, vaya a apuntalar una situación que se derrumba". Julio Irazusta al comentar el mismo episodio explicó que "el gobierno nacional velaba por sus sostenedores en Entre Ríos. Y en cuanto tuvo noticia de lo que ocurría en esta provincia, ordenó al coronel Toscano —jefe del regimiento 10 de infantería, y poco antes enviado a Rosario a establecer un cordón sanitario contra la peste bubónica declarada en dicha ciudad— que pasara a Paraná con su tropa y desarmara la revolución" (Tránsito Siglo, 174).

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todos huyen" (449). E l presidente sí dejó la ciudad pero sólo durante las noches o durante cortos períodos de uno o dos días que pasaba en los alrededores de Buenos Aires. Y esas ausencias fueron utilizadas por sus opositores políticos para cuestionar su liderazgo. Las fricciones y tensiones entre distintos tipos de autoridades, eran características de la década de 1870, pero los higienistas en 1894 las reescribieron y utililizaron para imaginar una anarquía sanitaria que debía ser controlada por una sofisticada administración higiénica, rígidamente centralizada y extendida a los dos lados de las fironteras nacionales. Revoluciones higiénicas Después de crear un vacío de poder en su texto. Navarro lo ocupó con nuevas formas de autoridad representadas como surgidas democráticamente de una revolución popular. Aquí debemos recordar que desde la revolución de 1890 hasta la sanción de ley electoral de 1912 que garantizó el derecho al voto (mal llamado) universal a todos los hombres, ciudadanos y mayores de dieciocho años, la crítica fundamental de la oposición a los gobiernos del período érala legalidad de los procesos electorales, generalmente fraudulentos. E n 1894 el "Diario" de Navarro sirvió para explicar como una necesidad histórica la centralización y autoridad de un nuevo Departamento Nacional de Higiene, pero al mismo tiempo el "Diario" creaba para el Departamento Nacional una genealogía que se remontaba a la autoridad sanitaria de una Comisión Popular representada como producto, en 1871, de una revolución similar a la que inició las guerras de la independencia en 1810. E n la entrada correspondiente al 5 de marzo Navarro escribió: "La República propone un poder popular y consulta para celebrar un meeting", Y en la entrada del día siguiente se desencadenaba una serie de hechos presentados en sucesión rápida:

^^Recordarnos que en 1871 dentro de la ciudad de Buenos Aires, como en el resto del territorio de la república, eran frecuentes las fricciones que acompañaban superposiciones jurisdiccionales y juegos de poder entre autoridades municipales, provinciales y nacionales: la ciudad de Buenos Aires se había declarado un municipio autónomo regido por una Comisión Municipal presidida por Narciso Martínez de Hoz. La misma ciudad era capital de la Provincia de Buenos Aires, y en ella residía el gobernador de la Provincia, que era Emilio Castro, Y la misma ciudad también era la sede provisoria del Gobierno Nacional y Sarmiento era presidente. 37

10 —La República propone un poder popular y consulta sobre celebrar un

meeting — E l senado no ve ni siente.

11—La República pide meeting. —La Nación grita: Revolución — E l Dr.

French murió el 10 — E l Clero hace rogativas y la peste

víctimas.

12 —Diaristas, reúnense el 11 en la Redacción de La República y acuerdan el meeting. Alimentos y alojamiento: decreto del 10. 13 —¡¡GRAN MEETING DEL PUEBLO!! — E l Gobierno proclama el orden — Todos huyen menos los focos vivientes. 14 — El gobierno forma su E. M. médico —La comisión popular charla — En Córdoba hacen rogativas por nuestra cuenta. 15 —La Nación aconseja las comisiones de manzana. L a Comisión inicia bien sus trabajos —Las autoridades tienen celos. Pas^e gratis". (449. Itálicas y énfasis en el original). Este fragmento del "Diario" era un buen ejemplo de técnicas narrativas que Navarro usó en todo su texto. E n frases cortas, urgentes o lacónicas, con mucho de montajes o reescrituras de titulares de los periódicos de la época mezclados con comentarios personales en los que no faltaba el humor negro, este cronista de la epidemia utilizó toda la batería de juegos tipográficos para expresar la urgencia de la vida cotidiana que transcurría literalmente al lado de la muerte. L a crónica elaborada en base a dos o tres líneas diarias transmitía la sensación de que este era un texto producido en momentos fugaces robados al descanso del trabajo continuo en una ciudad transformada súbitamente en una mezcla anárquica de hospital y cementerio. Mientras todos huían "menos los focos vivientes", los enfermos y los que los cuidaban, que como ellos quedaban a merced de una (no enfermedad sino) "peste" apocalíptica, hubo un momento crucial de "protestas", "consultas", "gritos", "rogativas", y "proclamas", en una serie de "reuniones" que culminaron con un meeting (la palabra inglesa invocaba connotaciones de derechos ingleses y revoluciones norteamericanas) del que surgió una salvadora y enérgica "comisión popular". Navarro homologó esta sucesión rápida de eventos con la organización de lo que fue un primer gobierno argentino, la histórica Primera Junta creada por los revolucionarios independentistas de 1810. E l 25 de mayo de 1810, según las historias y los textos utilizados en las escuelas primarias argentinas, culminaron una serie de eventos sucedidos durante el período conocido como la semana de mayo: la rebelión de los jefes militares el 19; la convocatoria a un cabildo abierto el 21; la reunión de vecinos en la plaza histórica durante el cabildo abierto del 22 con la presencia de French y Berutti, los jóvenes patriotas que simbolizaban la comunicación ñuida y fácil entre el pueblo reunido en la plaza y sus representantes reunidos en el interior 38

del cabildo; las protestas del Virrey Cisneros el 24; y la organización de la llamada Primera Junta, el nuevo gobierno de criollos emancipados de España el 25,^^ Así se hizo historia la imaginación de una anarquía sanitaria, creada por las tensiones y los juegos de poder entre los gobiernos nacionales y provinciales y la reorganización de un orden — en el preciso momento en que se deshacía ei tejido social— mediante la creación de un nuevo poder democráticamente surgido del pueblo para velar celosamente por la salud de la ciudad-cuerpo-nación. Navarro describió ese nuevo poder subrayando especialmente cómo éste se comunicaba y mantenía en contacto directo y constante con el pueblo. L a Comisión Popular patriótica, eficiente y segura empezó a trabajar con y para el pueblo no obstante las trabas, impedimentos y antagonismos de autoridades politizadas y mezquinas Navarro escribió: L a Comisión inicia bien sus trabajos —Las autoridades tienen celos — Pasaje Gratis. 16 —La palabra de la comisión al pueblo —Subscripciones — Acción popular —Acción gubernativa —Un vivo tomado por muerto se sale del cajón. 17 —La comisión propone —Las autoridades arguUen su título como el papa —Los legisladores discuten —La comisión procede —^Aliento del pueblo. 18 —La Comisión hace el bien y obliga a todos a hacerlo por emulación (449). Una de las grandes preocupaciones durante la epidemia fue el enterramiento rápido de la gran cantidad de cadáveres que se empezaron a acumular. L a ciudad que normalmente estaba preparada "La vigencia de esta construcción histórica de una revolución popular de la que —como la Primera Junta de 1810— surgió la patriótica Comisión defensora valiente de una salud nacional siguió hasta mediados del siglo veinte. Leandro Ruiz Moreno en su libro, publicado en 1949, describió la misma "revolución" que Navarro, pero ahora definitiva y explícitamente connotada como la Revolución de Mayo: "La peste crecía y se paseaba por las calles de la Gran Aldea. Los gobiernos, nacional y provincial —con sus fricciones y rivalidades mal encubiertas— pese a la mejor buena voluntad, no lograban la manera de encausar la acción, todo era desconcierto, desorganización, pánico, mientras la peste aumentaba y ya estaba en todas la bocas el sálvese quien pueda. Es en ese momento cuando en la plaza de todos los acontecimientos se congrega el pueblo citado previamente por la prensa y volantes manuscritos, y allí surge la idea de constituir la Comisión Popular que salida del seno de aquél, había de velar intrépida por la salud de Buenos Aires ... La Comisión Popular, expresión del pueblo gritada en la plaza, por aclamación, quedó constituida el 13 de marzo de 1871, fecha memorable de nuestra historia nacional" (Peste Histórica, 126-127). 39

para enterrar veinte cuerpos humanos diarios, de repente debía enterrar hasta quinientos. Los enterramientos eran una fuente de ansiedad especial porque se aseguraba que los cadáveres, que entraban en estado de putrefacción rápidamente, eran focos de infección especialmente virulentos. E l llamado cementerio del Sur, abierto en 1869 durante la epidemia de cólera, se llenó rápidamente de fosas comunes y tuvo que ser cerrado. E n medio de la epidemia de 1871 se abrió, en la llamada Chacarita de los colegiales, el espacio donde, como sugirió Josefina Ludmer, Cañé imaginó las vacaciones de verano de un pasado nacional (Introducción Juvenilia, 24), un cementerio que algunas historias dicen que es uno de los más grandes del mundo. Las historias también dicen que durante la epidemia, y en la confusión de los enterramientos rápidos, se trató de enterrar a más de una persona viva, pero el humor negro de Navarro en el fragmento del "Diario" que acabo de citar usó la imagen del muerto resucitado para describir "el milagro" y "la resurrección" de las autoridades legales, el muerto resucitado tratando de emular el trabajo de la Comisión Popular. L a acción armónica del nuevo poder ejemplar trabajando con y para el pueblo quedó realzada en oposición a la actitud de "autoridades [quel tienen celos", "autoridades [que] argullen", y "legisladores [que] discuten". Frente a ellos "la Comisión hace el bien y obliga a todos a hacerlo por emulación" y logra acuerdos con las distintas autoridades cuando, poco más abajo, Navarro describió las "comisiones Municipal y Popular en inteligencia —Comisiones de Parroquias: sus auxilios son eficaces" (450). Así iba creciendo la representación de una autoridad central que lograba transformar la anarquía anterior en inteligencias y auxilios eficaces. E n la crónica de Navarro el nuevo poder se hacía heroico, peleando solo contra la muerte en medio de la ciudad transformada en necrópolis, cuando: "La epidemia avanza al S. O. — L a Comisión se multiplica — L a Municipalidad a remolque .,.7 — E l cementerio del sud reboza ... 8 — L a C o m i s i ó n aconseja dejar l a ciudad 9 — Negocios cerrados — Calles desiertas — Faltan médicos —Muertos sin asistencia —Huye el que puede — H e r o í s m o de l a C o m i s i ó n P o p u l a r (451). Aquí el cronista retomó l a imagen de la huida del presidente que había descrito poco más arriba para contrastarla con esta representación de la Comisión Popular valiente y sola en la ciudad recorrida por la muerte. Pero en otros documentos hay descripciones de la Comisión muy distintas. Scenna describió conflictos repetidos creados por el autoritarismo de la Comisión Popular que "con el transparente 40

propósito de colocar las instituciones existentes a sus órdenes" (248) trató inútilmente de reorganizar las comisiones parroquiales, "ello provocó a su vez choques entre el Consejo de Higiene y la Comisión Popular, ya que el juicio expansionista de ésta llegaba a querer abarcar todas las jurisdicciones (300).^^ Pero a los higienistas de 1894 la representación de una autoridad central y centralizadora, patriótica, altruista a la vez que enérgica y fuerte, surgida del pueblo y alzándose por encima de las banderías o ambiciones políticas de porteños o provincianos, viejos unitarios y federales o nuevos autonomistas, modernistas o radicales, sii^ió para justificar el avance de la higiene presentándola como los beneficios de una disciplina al servicio de fines humanistas superiores que continuaban la tradición de la ideología de mayo, la ideología unificadora anterior a las anarquías de caudillos y montoneras locales opuestas a las autoridades centrales.

Primeras personas higiénicas ocupando silencios y vacíos insalubres E n 1871, a raíz de la epidemia de fiebre amarilla, la organización que empezó a centralizar y administrar el poder sanitario no fue la Comisión Popular sino una agencia de administración sanitaria del gobierno. Un decreto firmado por E . Castro el 31 de marzo de 1871 estipuló que todos los médicos de la ciudad, aunque trabajaran para las comisiones parroquiales, la municipalidad o la comisión popular, dependían a partir de ese momento del Consejo de Higiene Pública (Peste Histórica, 211), (Cuando Murió, 267). E n 1871 esa centralización abarcaba la jurisdicción de la ciudad de Buenos Aires solamente y concentraba la autoridad en un Consejo de Higiene formado por

^^Scenna transcribió un artículo de Lucio V. Mansilla, miembro de la Comisión Popular que después de renunciar como tal, el 21 de abril de 1871 publicó en La Prensa una nota titulada "Sólo la punta del velo" en la que explicó que la Comisión "fue una fuerza social que se organizó con el objeto de derribar la Comisión Municipal, al mismo gobierno del señor Castro, si la oportunidad se presentaba" (402). En esa nota después de denunciar una larga serie de actos ilegales de la Comisión, Mansilla concluyó; "Destruya La República estas afirmaciones, si se atreve, y yo le citaré nombres propios, circunstancias y lugares —hechos— que no se pueden borrar, y veremos después si la candad puede o no puede ser una careta muy cómoda para la hipocresía de los charlatanes** (403). 41

médicos, militares, químicos e ingenieros. Al ser federalizada la ciudad de Buenos Aires, la jurisdicción del Consejo, por decreto presidencial del 31 de diciembre de 1880 pasó a ser jurisdicción del Departamento Nacional de Higiene, que siguió siendo un cuerpo colegiado en el que, además del presidente, compartían la autoridad y tenían voz y voto todos los miembros un Consejo. Pero en 1892, al extenderse la higiene a todo el territorio del país, los mismos higienistas que construyeron una historia patriótica de autoridades sanitarias revolucionarias democráticamente surgidas del pueblo fueron los que concentraron todo el poder del Consejo en una persona. J . M. Ramos Mejía reorganizó el Departamento Nacional de Higiene de acuerdo con una jerarquía sanitaria rígidamente vertical que desde la dirección única de la presidencia, ocupada por él, obraba con gran independencia y autoridad en todo el territorio del país. E n la Memoria del Departamento el mismo Ramos Mejía explicó que "para la persecución del vasto programa más arriba indicado ha sido necesario efectuar en el Departamento las ampliaciones y reformas que los nuevos servicios exigían" (17). Y para realizar ese desarrollo el higienista exigió libertad "para fundar institutos y establecimientos necesarios al desempeño de las funciones sagitarias, sin necesidad de pedir fondos especiales al Congreso ni al Presupuesto, desapareciendo así la demora que hoy obstaculiza cualquier iniciativa urgente" (23). Ramos Mejía tuvo una aversión especial por las jerarquías de poder que dependían administrativa o económicamente de autoridades colegiadas. Los nuevos servicios, institutos y establecimientos pasaron a depender exclusivamente de un Presidente del Departamento que, en el texto de Ramos Mejía, por momentos parecía funcionar como un poder ejecutivo paralelo. Para este higienista la promoción de la higiene, defínida como un interés superior, sólo era posible mediante la acción de un poder central con capacidad ejecutiva: "la institución a mi cargo requiere para su funcionamiento regular la centralización ejecutiva, pues así lo requieren los altos intereses que dirijo" (34). Siempre insistiendo en la característica especial de sus tareas ejecutivas. Ramos Mejía se aseguró de que éstas fueran especificadas concentrando todo el poder en su persona: "las facultades conferidas al que suscribe como Presidente y jefe supremo del Departamento Nacional de Higiene, revisten un carácter delicado y requieren por lo tanto una determinación clara y precisa, a fin de independizar estas facultades de las trabas que puedan oponérsele. Todas las instituciones con facultades ejecutivas requieren necesariamente una cabeza, una

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autoridad, un poder unipersonar (33). Según este "presidente y jefe supremo", "cabeza", y "autoridad", su "poder unipersonal" no debía ser compartido sino con el presidente de la nación. Entonces el higienista independizó sus decisiones de las del Consejo de Higiene que, hasta 1892, obligaba al presidente del Departamento a tomar decisiones sobre higiene y salubridad de acuerdo con la opinión de una mayoría del Consejo. Ramos Mejía admitió que "el Presidente del departamento se entenderá directamente con el P. E . en todos los asuntos de la institución" (39). Pero exigió, y consiguió, que el Consejo de Higiene dejara de "participar de las atribuciones correspondientes al cargo principal que desempeño" (34). De acuerdo con sus nuevas atribuciones "la administración [del Departamento] estaña obligada en muchos casos, a oír y decir el parecer del Consejo, pero al mismo tiempo es libre para aceptarlo o rechazarlo". Así el Consejo se transformó en un grupo de consulta prescindible, "siempre esencialmente pasivo su carácter, no tiene la facultad de exigir o reclamar que se le oiga sino [de] dar su dictamen cuando se le pida. Es también una consecuencia legítima la revocabilidad de los agentes consultivos" (36). • En la Memoria que documentó el desarrollo nacional e internacional de la higiene argentina entre 1892 y 1898, el discurso de Ramos Mejía creció absorbiendo y subordinando voces y llenando "silencios" y "vacíos" que encontraba en las leyes y regulaciones de salubridad. Al historiar los decretos de 1880 que organizaron y regularon el primer Departamento Nacional de Higiene, el higienista se quejó de lo limitado de la jurisdicción que le había sido adjudicada a la agencia de gobierno primitiva, y señaló que el "silencio de esos dos decretos sobre todo aquello que diera al Departamento un carácter eminentemente nacional, dándole atribuciones precisas y amplias fue completo, teniéndose como consecuencia la anarquía sanitaria" (20). Esta "anarquía sanitaria" de los gobiernos del período 1880-1892 articulaba una genealogía de anarquías nacionales que iban de la "anarquía" del período 1819-1852ala de la epidemia de 187 l e incluía los movimientos anarquistas y socialistas que se habían empezado a hacer sentir en 1890.^3

En 1892 se propagó el discurso de la higiene en todo el territorio de la nación y en los espacios de todas las clases sociales. Al proponer el "Héctor Ramos Mejía en el Tomo I de su Historia de la Nación Argentina subtitulado De la revolución a la anarquía, en la última frase del último capítulo, titulado "El gobierno de Pueyrredón y la caída del organismo nacional", 43

desarrollo de una higiene industrial que abrió a los higienistas las puertas de los espacios del movimiento obrero en formación, Ramos Mejía propuso que su regulación ...corresponde al Departamento Nacional de Higiene, quien a pesar del silencio que guarda la ley de su creación, ha buscado salvar ese vacío en la medida de sus fuerzas y en la esfera de su acción. Pocos capítulos de la higiene general revisten mayor importancia que el que se refiere al punto que tratamos. Baste recordar que a él se halla vinculado, por muchas de sus faces, el movimiento socialista que tanto preocupa a los estadistas y gobiernos del mundo entero (529), Aquí "anarquías" higiénicas y socialismos obreros representaban un enemigo común. Pérez Amuchástegui señaló que hasta bien entrado el siglo veinte "la élite, de buena o mala fe, no hacía mayores diferencias entre anarquistas y socialistas'' (Mentalidades Argentinas, 416). E l movimiento anarquista en Argentina se hizo sentir con fuerza en los primeros años del siglo veinte, pero en 1898 la ideología que preocupaba a los gobiernos conservadores era la socialista: ...los socialistas, desde un principio, se esmeraron por formar sindicatos obreros, y fueron los primeros en promover el establecimiento de una federación de trabajadores y también los primeros en organizar una manifestación laboral general el 1 de mayo de 1890, acatando el llamado de la Internacional, en el congreso de París de 1889 ... Los anarquistas participaron en la manifestación (Anarquismo Movimiento Obrero, 52). E n la Memoria de Ramos Mejía era muy evidente la estrategia de promoción del control mediante el desarrollo, producción y diseminación del discurso de la higiene que debía ocupar silencios y vacíos en leyes y regulaciones. E s a producción discursiva fue una característica de los burócratas higienistas y criminólogos argentinos de fines del siglo

escribió: "Es con la caída de Pueyrredón, con la que puede afirmarse que se desmoronó el organismo nacional creado en 1816 ... porque los gobiernos directoriales que a él lo sucedieron no fueron otra cosa que los últimos estertores del orden jurídico de la nación que caerá con estrépito en brazos de

la conmoción social más espantosa que se registra en la historia patria y que postrará

al país en la miseria, en la anarquía y en la tiranía por largos y

penosos años. (407. Énfasis mío). Ésta es, en 1945, una reescritura del mismo discurso con las mismas formas de representación que estamos revisando en textos que empiezan a aparecer en 1845.

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diecinueve y principios del siglo veinte que con pocas excepciones fueron escritores prolífícos, además de editores y traductores de gran cantidad de textos, publicaciones y revistas. E n esa producción discursiva estos burócratas pedían siempre una legislación que legalizara sus acciones. Siempre identificando vacíos y silencios que era necesario llenar, los higienistas delimitaron jurisdicciones amplias que abarcaban espacios públicos y privados, del descanso, el ocio y especialmente el trabajo de las nuevas fábricas que habían empezado a surgir en toda la urbe y sus alrededores: La ley orgánica del Departamento, como el Digesto Municipal, guardan un silencio completo sobre todo lo que se refiere a higiene industrial, salvo en pequeños puntos (radio de ubicación en la capital federal, vigilancia e inspección de máquinas de vapor), resolví incluir el punto en el programa de reformas y estudios que me había formulado, solicitando al efecto del Superior Gobierno, la creación del Puesto de Inspector de Fábricas e Higiene Industrial, quien se encargaría de visitar nuestras principales industrias, señalar sus defectos, tratar de modifícarlos y, provisto de todos los elementos necesarios hacerse la redacción de la ley retrospectiva (531). Notemos la insistencia de esa primera persona que aparecía tomando resoluciones y llenando silencios, vacíos discursivos. E l puesto de Inspector de fábricas fue creado en 1894, y "en noviembre de 1894, el Dr. Maximiliano Aberasturi presentó al Departamento" (533) el primer informe que apareció publicado, adyacente al "Diario" de Navarro, en los Anales de ese mismo año, bajo el título "La fabricación de fósforos''. E n el largo fragmento de la Memoria que acabo de citar, en 1894 el alcance de la nueva disciplina higiénica sólo llegaba a "pequeños puntos", circunscriptos al "radio de ubicación en la capital federal". Por eso Aberasturi investigó sólo "la fabricación de fósforos" en la que se ocupaba una mayoría de mujeres y niños en la capital y zonas inmediatamente adyacentes. E l Inspector señaló que los datos que presentó eran "los pripaeros materiales que han de servir a fundar mis informes sobre el estado actual de los primeros grupos obreros" (Higiene Industrial, 441). Como hemos visto en el texto de Ramos Mejía el inspector "se encargaría de visitar nuestras principales industrias". Pero los higienistas utilizaron ese informe, más que para regular las distintas industrias, para urgir la sanción de una ley de higiene industrial que permitiera a los inspectores de la agencia central acceso a los espacios obreros de todo el país. E n su informe el Inspector alegó: 45

¿Podría yo, su inspector sanitario, pretender corregir sus deficiencias, pidiendo al superior que ordene tal o cual reforma en determinadas fábricas? Pareceme que no, en razón de esa falta de atribuciones que tantas veces he debido recordar. ¿Qué dirían las autoridades comunales, qué los Gobiernos de Provincia, si fuésemos a resolver en sus dominios sobre los problemas de la higiene industrial, no contando con el apoyo de una ley nacional, suficientemente explícita para que no se diesen por heridas las grandes susceptibilidades del autonomismo y de la independencia de los poderes? Surge, pues, la necesidad de preparar los elementos de esa ley, para que se dicte y sea el arma de los cuidados, las previsiones y las reformas del futuro en materia tan interesante. No otro semeja ser el propósito del Departamento Nacional de Higiene, y al interpretarlo así he creído proceder dentro del programa que realiza esa institución (496). De esta forma la disciplina de una higiene nacional, que velaba por altos intereses humanitarios y patrióticos que estaban por encima de banderías políticas sirvió para superar "las grandes susceptibilidades del autonomismo y de la independencia de los poderes" de "autoridades comunales" y "gobiernos de provincia", y le dio acceso al gobierno central a los espacios del movimiento obrero en formación, del socialismo y el anarquismo y de la nueva clase de industriales que empezaba a competir por la hegemonía económica y social con la clase patricia terrateniente, hegemónica hasta ese momento. Esta higiene no limitó su acción a los espacios representativos de las clases obreras. Al expandirse la disciplina también entró a los espacios de la clase ganadera. L a organización de una policía sanitaria del ganado, escribió el ex-presidente del Departamento en 1898, sirvió "para llenar este inmenso vacío tan perjudicial para nuestra principal fuente de riqueza pública. E l Departamento ha iniciado una vigorosa campaña en los seis últimos años, correspondientes a mi administración, buscando la solución del problema, dentro de un plan general de policía sanitaria" (542). L a estrategia de desarrollo de la nueva disciplina higiénica por medio de una policía, "ligando así directamente la salud del pueblo con la de los animales" (552), fue siempre la misma. Primero se identificó un vacío en las leyes, enseguida se describió un peligro específico que amenazaba desde Europa y el resto de América o desde las mismas provincias. Como en este ejemplo, cuando como resultado de que "nuestros hacendados, en su mayoría opulentos, han fomentado en lo posible el mejoramiento de sus productos, importando al país ejemplares reproductores de gran precio,... pero haciendo caso omiso de todas las cuestiones científicas e higiénicas que de ello se desprenden. Las autoridades superiores, no solicitadas por el gremio más interesado, no han tenido ocasión de prestar su poderosa coope46

ración". Fue así que, según los higienistas, resultó que "la tuberculosis, casi desconocida en el ganado del país hace unos cuarenta años, hoy es una de las enfermedades más extendidas" (537). E l discurso de la higiene frente a la clase terrateniente se promovió enfatizando sus credenciales de especialistas entendidos en "todas las cuestiones científicas e higiénicas". Estas fueron las nuevas "autoridades superiores" de tecnócratas positivistas que utilizaron las ciencias para revalidar y promover sus funciones como empleados estatales.*^

Historias de flujos y focos sospechosos La peste y los focos invisibles En la última década del siglo diecinueve los tecnócratas positivistas argentinos utilizaron el inmenso prestigio internacional que la bacteriología dio a las ciencias médicas para consolidar el poder del Estado central y sus instituciones. Las limitaciones de esas ciencias, como el desconocimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla, lejos de ser sentidos como tales fueron utilizados por los higienistas para agitar, junto con sus credenciales científicas, al fantasma de "la peste" que retrotraía la ciudad a una historia pasada de anarquías y enfermedades apocalípticas. Hasta fines del siglo diecinueve los higienistas repitieron una representación del mal "invisible" que despertaba temores irracionales. E n 1881 en la Conferencia Sanitaria Internacional que se reunió el 18 de febrero en Washington y pocos meses más tarde en sesiones de la Academia de Ciencias de L a Habana, Carlos Finlay afirmó que el contagio de un enfermo de fiebre amarilla a una persona sana se realizaba por intermedio de la picadura del mosquito aedes aegipti, pero su descubrimiento sólo fue aceptado veinte años más tarde, en 1901, al ser confirmado por las investigaciones de Walter Reed. Scenna señaló que en Buenos Aires "en 1896, en plena era bacteriana, el vómito negro seguía siendo tan misterioso e inescrutable como en "Si bien uso las expresiones positivismo y positivista, más que las teorías de ese movimiento, he tratado de examinar sus procedimientos, espacios y signifícados específicos en Argentina. Para una discusión más amplia sobre lo que el positivismo significó en Latinoamérica y Argentina, ver Leopoldo Zea, Pensamiento positivista latinoamericano; la obra de Oscar Terán (especialmente la Introducción a Imperialismo y nación). Positivismo y nación en Argentina;

también Hugo Biagini, Comp., El movimiento positivista argentino.

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las horas de la Gran Epidemia, ni un solo paso se había adelantado en veinticinco años" (472). Aquí Scenna utilizó una de las expresiones y formas de representación más populares durante la segunda mitad del siglo diecinueve para denotar la enfermedad caracterizada por el color que daba a las violentas regurgitaciones de los enfermos la sangre digerida de hemorragias internas. E n textos del período el vómito negro era la peste o la plaga imaginada como la acechanza de letales enemigos invisibles que amenazaban la ciudad. Pocos meses después de la epidemia de 1871, en un informe de los médicos de la Junta de Sanidad del Puerto, Eduardo Wilde y Pedro Mallo describieron una ciudad de Buenos Aires impotente frente a "desvastadores flagelos y ... plagas asoladoras" (Peste Histórica, 153) entre los que era especialmente temible una "misteriosa engendradora" (151). E n uno de los fragmentos del "Diario" Navarro la llamó "la peste" y la asoció a una iglesia católica representada como la institución anticientífica y arcaica de un "CZero [que] hace rogativas [mientras] la peste víctimas" (449). L a misma noción y representación de la enfermedad inspiró en 1949 a Ruiz Moreno, que llamó a su libro La peste histórica de 1871. E n muchos textos del período la ansiedad provocada por la imposibilidad de imaginar al agente transmisor de la enfermedad generó la noción de un "invisible pero horrendo enemigo" (120). E n el texto de Navarro era una "cosa que nos diezmaba sin ser cosa" (458). Cuando la enfermedad aparecía en forma de epidemia, el enemigo invisible se multiplicaba y se hacía una "conspiración invisible, que estrecha[ba] su sitio todos los días" (Mortalidad Causas, 415) en un artículo aparecido en La Nación y vuelto a publicar en la Revista de Buenos Aires bajo el título "La peste". Wilde y Mallo, desde la Junta de sanidad del puerto, uno de los bastiones de defensa de la ciudad apestada, al señalar que ellos habían impuesto y habían hecho cumplir las cuarentenas sanitarias reglamentarias, explicaron que la invisibilidad podía servir al mal para burlar la vigilancia: "a más de lo que vemos, de lo que tocamos y de lo que sabemos, hay una entidad que se nos escapa" (Peste Histórica, 151). No pudiendo identificar un agente transmisor que llegara al puerto de Buenos Aires desde otros puertos, los mismos higienistas señalaron a la propia ciudad de Buenos Aires, y su historia, como propicias a la enfermedad: "con tales factores, ¿qué extraño es que esas causas predisponentes hayan asumido el rol de determinantes o de febrígenas?" (151). Wilde y Mallo escribieron "nosotros tenemos que luchar con l a pobreza, con las guerras, con la inestabilidad de nuestros gobiernos, con la falta de práctica de los

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funcionarios a causa del carácter transitorio de su empleo, hasta con las condiciones de nuestros suelos y de nuestras aguas" (152). L a referencia a las guerras y la inestabilidad de los gobiernos representaba la "anarquía" creada por los gobiernos locales que no respetaban la autoridad de un gobierno central. Y ese "desorden" se homologó con un estado insalubre local, "de nuestros suelos y de nuestras aguas". Wilde y Mallo insistieron en que ...para que la fiebre amarilla u otra enfemedad exótica se desarrolle, preciso es que haya causas predisponentes locales. En nuestra ciudad sobran las causas ... basta traer a la memoria que el pavimento de nuestras calles y de nuestras casas, está constituido por detritus vegetales y animales en descomposición, y que estamos llenos de establecimientos de los más insalubres (151). Aquí, además de un subsuelo "constituido" por "animales en descomposición", los higienistas identificaron como insalubres una serie de "establecimientos" que eran los saladeros y mataderos, los espacios de procesamiento de la carne, a los que después de la epidemia de 1871 se sumaron los cementerios repletos. Como veremos más adelante, los inmigrantes, o más precisamente los espacios habitacionales de los inmigrantes, también fueron señalados desde el principio de la epidemia de 1871 como "focos" a partir de los que se propagaba la enfermedad. Pero en textos y documentos de la época más que esos espacios se acusó con insistencia una predisposición local a la enfermedad. Según esos textos la insalubridad consistía en una cercanía o falta de separación entre los flujos de aguas potables y aguas servidas, como entre los cuerpos de personas y animales, vivos y muertos, en un exterior y un interior de la ciudad pero especialmente en cementerios, mataderos y saladeros en los que se aglomeraban las materias de deshecho y los restos de cuerpos en distintos estados de descomposición. Flujos de la carne en la ciudad Después de la epidemia de fiebre amarilla el temor al mal invisible generó una discusión pública que trató de identificar los espacios originarios de la infección y de "salubrifícarlos". E s a discusión fue significativa porque hizo aflorar ansiedades culturales profundas y nociones de higiene y salubridad. Salubrificarenesta primera instancia de la lucha contra las enfermedades que se propagaban epidémicamente significaba separar y controlar los flujos de las aguas potables y

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servidas y poner distancia entre los cuerpos de personas y animales, vivos y muertos. Como vimos en el texto de Avellaneda, los saladeros y mataderos en los que se procesaban los cuerpos de los animales para su venta y consumo fueron los primeros lugares concebidos como insalubres. Desde mediados del siglo diecinueve, en Buenos Aires, junto con el desarrollo de la industria de la carne aumentaron los restos perceptibles que dejaba esa principal actividad económica de la ciudad. E n 1852 un viajero se quejó del "horrible olor a carne podrida que envuelve la ciudad" y "la sola variante de esta pestilencia que nace de la carne descompuesta es la que proviene de los huesos quemados" (Centuria Porteña, 37). E n el sur de la ciudad el disgusto del mismo viajero fue más pronunciado: "el suburbio sur duplicaba los desagrados del opuesto. Las zanjas y los pozos del pantanoso camino estaban rellenos de entrañas y de huesos de animales" (38). Así este viajero inglés, principal consumidor del ritual roast dominical, expresó su incomodidad frente a la realidad cruda del procesamiento de los cuerpos de los animales que todavía no había alcanzado la sofisticación distanciadora de la revolución industrial. Ese desagrado no fue prioridad de una mirada inglesa que tomaba distancias frente a una cultura sudamericana. Hay evidencia de que desde mediados del siglo diecinueve los porteños mismos empezaron a señalar los saladeros como fuentes de aguas servidas que no muy lejos de la ciudad se mezclaban con las aguas potables. E n 1859 IsiRevista Farmacéutica publicó un informe "pedido por el señor Jefe de Policía, sobre la alteración de las aguas del Riachuelo desde el muelle de la Boca hasta más allá del saladero Cambaceres" (Panorama Medicina, 99). Cuando se empezaron a hacer más frecuentes las enfermedades epidémicas en Buenos Aires, Antonio Zinny, a sus interminables bibliografías de textos publicados contra Rosas, empezó a sumar bibliografía de textos sobre las epidemias. E n un artículo titulado "El cólera morbo no es nuevo en el Río de la Plata", publicado en 1867 en\B.Revista de Buenos Aires ^ el anotador de los males que amenazaban a una cultura rioplatense, escribió: ...nos pérmitimos llamar la atención de nuestros lectores sobre los muy oportunos artículos escritos bajo el epígrafe "La epidemia y los Saladeros" por el distinguido publicista y hábil jurisconsulto, doctor Juan Carlos Gómez, publicados en El Inválido y reproducidos en El Nacional del 24 de abril último; [y] el del inteligente facultativo doctor don Pedro A. Pardo, que, bajo el

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epígrafe 'Precauciones contra el cólera' publicó en La República del 28 del mismo mes" (477). Las bibliografías de Zinny articularon la producción de textos dedicados a combatir el mal que amenazó a la república bajo el gobierno de Rosas, con la producción de textos dedicados a combatir las epidemias en los que, como acabamos de ver, también se identificó los saladeros como causas primeras generadoras de la enfermedad. E n los primeros días de febrero de 1871, al principio de la epidemia, una de las primeras medidas de defensa contra la enfermedad fue la suspensión de "las faenas de los saladeros mientras dure la epidemia" (Peste Histórica, 323). E n la entrada correspondiente al 13 del mismo mes de febrero. Navarro en su "Diario" agregó a los saladeros el "Riachuelo, [y] los Corrales, etc" (448). Los Corrales eran el espacio en el que, como en los saladeros, también se mataban los animales y se procesaba la carne pero para el consumo diario de la ciudad.

Flujos y efluvios de personas y animales vivos y muertos Según la concepción prevalente en el imaginario cultural del período la sangre y los materiales de deshecho de los saladeros y mataderos se incorporaban por el Riachuelo a las aguas que la ciudad utilizaba para beber. E l autor de "La mortalidad y sus causas" se quejó de que "teníamos un río interior, con buena agua, que podía ser un gran puerto de cabotaje. Pero los saladeristas lo necesitaban ... Así, el Riachuelo se regaló a los saladeristas para que lo envenenasen" (Mortalidad Causas, 419). E l Riachuelo también apareció como un principal generador de la enfermedad en el texto de Navarro, que en las entradas correspondientes a la semana del 11 de febrero de 1871 anotó: "las aguas del Riachuelo enferman a Revy que las examina", "anatema contra los saladeros" y "toda la prensa contra el Riachuelo" (448), E n un artículo publicado en La Nación el 15 de febrero de 1871, al describir el Riachuelo, el texto hizo una transición del rojo de la sangre romántica de los mataderos y degüellos clásicos de la anarquía y la literatura argentinas de la primera mitad del siglo diecinueve al amarillo de las infecciones realistas de fines de siglo, para describir el lecho del Riachuelo, [que] es una inmensa capa de materias en putrefacción. Su corriente no tiene ni el color del agua. Unas veces sangrienta, otras verde y espesa, parece un torrente de pus que escapa a raudales de la herida abierta al seno gangrenado de la tierra. Un foco tal de infección puede ser 51

causa de todos losflagelos,el cólera y la fiebre. ¿Hasta cuándo respiraremos el ahento y beberemos la podredumbre de ese gran cadáver, tendido a espaldas de la ciudad?^^ E l Riachuelo, la corriente de agua por la que el llamado río Matanzas desembocaba al Río de la Plata siguiendo la entonces ondulante línea demarcatoria que hoy, rectificada, sirve para establecer el límite sur de la ciudad de Buenos Aires. E n 1871, antes de los trabajos de canalización que controlaron y dirigieron su curso, fue descripto por el articulista de La Nación como una fístula infecta. E s a "herida" en el sur, "a espaldas de la ciudad", sirvió para establecer nociones arbitrarias de un adelante y un atrás. L a noción de sur-atrás se reafirmó cuando, después de la epidemia, la clase patricia se empezó a establecer en el norte, alejándose y dejando atrás, en el sur, "la matanza" connotada con un pasado de anarquías y degüellos de gente y animales insalubres. Pero el distanciamiento del sur era inútil mientras no se rectificara y controlara el flujo de un mal que se concebía propagándose, a partir del Riachuelo, por las aguas de la ciudad que la rodeaban y entrecruzaban de flujos al aire libre. E l autor del artículo, vuelto a publicar como una sección del texto retitulado "La peste", escribió: "envenenado el Riachuelo, sus aguas se ensayan en matar los pescados del Río de la Plata" (Mortalidad Causas, 419). Así el mal se concibió pasando del Riachuelo al Río de la Plata de donde sacaban el agua los aguateros que la vendían a las numerosas casas de la ciudad que no tenían pozo de agua. Avellaneda en el artículo titulado "Saladeros", recopilado en La Revista de Buenos Aires de marzo de 1871 junto con "La mortalidad y sus causas", señaló él también que después de las consultas del gobierno al Consejo de Higiene y al profesorado de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, "las dos Corporaciones estuvieron uniformes en señalar decididamente la influencia perniciosa de los saladeros, calificándolos como insalubres en primer grado" (427). Avellaneda también señaló que el aumento de la actividad de los saladeros ensuciaba cada vez más las aguas del Riachuelo, ... nada entretanto más natural que el estado de esas aguas. Los saladeros arrojan a ellas durante las faenas, los residuos sólidos de los animales, y más de mil pipas diarias de líquidos impregnados de materias animales, según el cálculo que hacía en 1867 uno de los más inteligentes saladeristas ... Los saladeros eran entonces catorce: son hoy veinte (429. Énfasis en el orginal). licitado por A. TauUard, p. 194 y L. Ruiz Moreno, pp. 268 y 299. 52

Este era el mal propagándose en un circuito cerrado en el que confluían las aguas potables y servidas de los saladeros, por el Riachuelo, al Río de la Plata hasta alcanzar "las aguas que nos sirven para los usos de la vida, alteradas por la sangre y los líquidos que en ella se mezclan (429). A esta ansiedad por la confluencia visible de aguas potables y servidas en las superficies de la ciudad, la acompañó una ansiedad por las confluencias invisibles de aguas subterráneas. También se temía que los pozos negros fueran origen del mal que se comunicaba de las aguas servidas a las napas de aguas utilizadas para beber. E l autor de "La mortalidad y sus causas" escribió: Teníamos una corriente de agua subterránea que daba muy regular agua. También la hemos envenenado. La elaboración de lo inmundo, durante siglos, ha sido arrojada dentro de la tierra, justamente a la proñindidad del agua. Durante siglos se han abierto y llenado así las letrinas y sumideros ... La corriente subterránea está envenenada también, porque ha absorbido la infiltración de letrinas y sumideros (419) A esta ansiedad por la confluencia de aguas potables y servidas la acompañó, especialmente después de la epidemia de fiebre amarilla, una ansiedad por la falta de separación entre los cuerpos de gente y animales, vivos y muertos. E l autor del texto que acabo de citar agregó: "como si los cadáveres humanos no bastasen, tenemos encima los restos de los animales que se matan para el consumo" (421). L a acumulación de cadáveres durante la epidemia de 1871 hizo aflorar una gran ansiedad por la presencia de cementerios cerca o dentro del radio urbano: Nuestros cementerios están de a pares, en los barrios poblados. El cementerio del Norte es el paso preciso de los que salen a paseo fuera de la ciudad y está entre las casas y quintas de su costado derecho. Los vivos y los muertos cohabitan allí en una promiscuidad aterrante. Y como si esto no bastara, el cementerio tiene sus prácticas especiales (421). Las prácticas que preocupaban eran lo que se sentía como una falta de distancia, una "cohabitación" o "promiscuidad aterrante" entre personas vivas y muertos no enterrados: ...los cadáveres, puestos dentro de un c^ón de plomo y otro de madera, se colocan generalmente en nichos practicados al aire, en el interior de un mausoleo, que sólo está cerrado por una reja de fierro. Cuando viene la fermentación pútrida, los gases que despide el cadáver, no encontrando salida,

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suelen hacer explosión, abriendo las junturas de plomo. Entonces quedan en libre comunicación con el aire (421). A esta "libre comunicación** entre los vivos y los muertos inhumados en bóvedas y nichos se sumaba lo que se sentía como cercanía o falta de separación entre personas vivas y cadáveres mal enterrados: "lo que hace el sepulturero en una fosa sin ninguna profundidad, tal es así, que después de haber terminado su labor, se observa en el exterior, rastros de la vestimenta del sepultado" (Peste Histórica, 86). E n textos escritos durante la epidemia no es difícil encontrar la imagen de una ciudad construida toda entera encima de un inmenso cementerio mortífero: "nuestros empedrados son la losa de un sepulcro. Debajo de ella está la corrupción y la muerte, se escapa de sus grietas, para visitar la ciudad con su aliento letal, cada vez que la humedad afloja la tierra" (420). Esta ansiedad por la enfermedad concebida como propagándose gracias a esa promiscuidad o falta de definición entre aguas y cuerpos de gente y animales vivos y muertos quedó articulada en la publicación simultánea de tres textos: "La mortalidad y sus causas", "Los Saladeros" y "El cementerio del Sud", todos publicados en el último número de La Revista de Buenos Aires correspondiente al mes de abril de 1871. Miguel Navarro Viola, uno de los editores de la revista y autor del artículo sobre "El cementerio de Sud", como el autor de "La mortalidad", señaló él también el "sistema de [inhumación en] nichos, incensarios permanentes de miasmas" (477). Navarro Viola al proponer una serie de medidas para "salubrificar" el espacio del cementerio del Sud, donde fueron inhumados los cadáveres de gran parte de la población de Buenos Aires muerta durante las epidemias del período 1867-1871, concluyó notando que "la prensa toda se opuso a creación tan raquítica ...[y] la prensa tiene parte en la plausible clausura de este cementerio absurdo ... aunque estaba reservado a la epidemia de 1871 el hacer el argumento ad absurdum con la inhumanción de 15.000 cádáveres en 35.000 varas cuadradas que podían quedar disponibles habiendo el cólera y los tres años de entierros invertido las otras 35.000" (633). Con esa frase Navarro Viola terminó el último artículo publicado por La Revista de Buenos Aires en sus ochos años de existencia. Y en el primer número de la nueva revista que, ese mismo año, continuó la labor interrumpida al terminar la anterior, Juan María Gutiérrez publicó por primera vez El Matadero de Esteban Echeverría, el texto que connotó la barbarie como sodomítica en los "Corrales" insalubres de Navarro, en el espacio del procesamiento de la carne

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donde se confudieron promiscuamente la muerte y los cuerpos de personas y animales de género dudoso (Fiebre Amarilla, 448). Aiitonio Zinny, en Juan María Gutiérrez. Su vida y sus escritos, publicado en 1878, explicó que "a la Revista de Buenos Aires, fundada y dirigida, como queda dicho por don Miguel Navarro Viola, sucedió La Revista del Río de la Plata, bajo la dirección de los doctores don Andrés Lamas, don Vicente F . López y don Juan María Gutiérrez" (57). E n el primer número de la nueva revista, publicado durante la epidemia de fiebre amarilla o muy pocos meses después, apareció por primera vez El Matadero, el texto escrito en 1839 que hoy es leído como una —acaso la primera— obra de la literatura argentina. Pero en 1871, cuando fue publicado por primera vez por J . M. Gutiérrez, quien articuló la generación del 37 y la lucha contra Rosas con la generación de la reorganización nacional y la lucha contra la enfermedad, El Matadero sirvió de documento histórico, bisagra entre la concepción del espacio de procesamiento de la carne identificado con la barbarie y el mismo espacio identificado con la enfermedad y la homosexualidad. Con El Matadero de Echeverría quedaron articulados en 1871 nociones de barbarie, sodomía e insalubridad.

E l (primer) Matadero Articulaciones culturales e históricas E l Matadero del Alto, al que Echeverría en su texto llamó también el matadero de la Convalescencia, estaba ubicado en el espacio que hasta hoy se llama Plaza España, en el triángulo delimitado por las calles Amancio Alcorta, Caseros y Baigorri. E l cementerio del Sud fue abierto en 1867 y estaba situado en la actual Plaza Florentino Ameghino, en el espacio delimitado por las calles Matheu y Santa Cruz entre Caseros y Uspallata. E l Cementerio del Sud y el Matadero del Sud en 1867 estaban separados por unos escasos quinientos metros. E n muchos mapas antiguos del Buenos Aires del período, como el de Solveyra de 1862, el de Aymez de 1865 y el del Departamento Topográfico de 1867, el espacio del matadero de la Convalescencia 16 incluía el espacio que después fue cementerio; eran un mismo espacio."

i^Ver en A. Taullard, Los planos más antiguos de Buenos Aires, el mapa de

Solveyra en p. 172; el mapa de Aymez en p. 176 y el plano del Departamento Topográfico en p. 182. 55

Los espacios del Matadero y el Cementerio del Sud fueron separados entre 1867 y 1871 a raíz de la serie de epidemias que culminaron con la de 1871. Ese mismo año esa separación se hizo definitiva con la clausura del cementerio del Sud y el traslado de los antiguos Corrales al Parque Patricios. José Gobello citó a Ricardo Llanos para decir que fue en "1867, cuando los antiguos 'Mataderos del Sud', o de la Convalescencia [fueron trasladados y], pasan a ocupar sus ya habilitados bretes, playas y galpones, en Caseros y Monteagudo" (Crónica General, 13). Pero Luis Cánepa dice que fue el mismo año de la gran epidemia, "en 1871, [cuando] este matadero fue trasladado a la calle Caseros, entre Monteagudo y Almafuerte" (Buenos Aires Antaño, 83). Que la separación de los espacios del matadero y el cementerio haya sido en 1867 o en 1871 no me interesa tanto como el hecho de que haya sido precisamente entre 1867, cuando se abrió el cementerio del Sud y 1871, cuando se cerró, que para "salubrificar" se haya puesto distancia entre los espacios que simbolizaban la matanza y/o enterramientos indiscriminados y promiscuos de animales y/o gente. E s a confusión o mezcla que en el texto de Echeverría significaba barbarie, en 1871 significó también insalubridad. Al ser publicado en 1871 El Matadero permitió articular y separar dos grandes paradigmas de análisis de la cultura argentina de la segunda mitad del siglo diecinueve: civilización/barbarie y salubre/insalubre. Como sabemos, Echeverría y Gutiérrez fueron figuras centrales del grupo de argentinos exilados en Montevideo durante el gobierno de Rosas. Pero en 1871 Echeverría había muerto veinte años antes. E l exilio militante también había quedado veinte años atrás. Gutiérrez, el líder unitario del período 1820-1851, durante el gobierno de Sarmiento, se había transformado de exilado en uno de los civilizadores liberales. E r a el rector de la Universidad de Buenos Aires y como tal participó en la discusión sobre la salubrificación de la ciudad que estamos revisando. E n el último número de la. Revista de Buenos Aires, Navarro Viola para reforzar su argumento sobre la necesidad de cerrar y "salubrificar" el cementerio del Sud, el espacio adyacente o superpuesto al matadero de la Convalescencia, citó una carta de su "ilustrado amigo el doctor Juan María Gutiérrez" que le daba un "apoyo doblemente respetable por lo conspicuo del autor". E n esa carta Gutiérrez también advirtió el peligro y "los malos efectos de la aglomeración de cadáveres en un suelo cualquiera" (Cementerio Sud, 629). E n 1871 a Gutiérrez difícilmente pudiera escaparle que en la carta a Navarro Viola estaba escribiendo sobre el mismo espacio que pocos meses más tarde él mismo empezaría a hacer famoso al publicar

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El Matadero, el texto en el que la gran metáfora de la barbarie es la mezcla. Noé Jitrik, al referirse a esa confusión característica del cuento de Echeverría, escribió: "de este modo todo lo que sea mezcla es en sí irracionalidad, mundo de fuerzas desatadas, mundo demoníaco" (Fuego Especie, 78).^' Josefina Ludmer, en sulihro El género gauchesco, dijo que "[en "La Refalosa"] los federales son salvajes o bárbaros que degüellan animales, y también unos animales y delincuentes que degüellan y sacrifican hombres como si fueran animales. Como ocurre en El Matadero (174). E n el El Matadero la metáfora última de esa mezcla o disrupción de flujos, líquidos, cuerpos y razas o categorías de personas y animales era la del género confuso del hombre hecho "femenino" al ser sodomizado por los torturadores bárbaros. Esteban Echeverría: higienista y fotógrafo Jitrik señaló que El Matadero "es el primer relato de carácter preciso, de alto valor literario y de densidad testimonial producido en el Río de la Plata" y explicó que "no fue dado a conocer en su momento y que constituye sin duda su obra más original y más fuerte, la más perdurable. Sólo es dado a conocer por Gutiérrez en la Revista del Río de la Plata (t. I . pág. 556/62" (Esteban Echeverría, 32). Pero Jitrik no notó que la publicación de El Matadero que "es dado a conocer por Gutiérrez [en 1871] en la Revista del Río de la Plata" se ilumina leída en el contexto cultural profundamente marcado por la epidemia de fiebre amarilla. Jitrik señaló que "el hecho de que no se haya publicado en su momento tiene que haber significado una interrupción en un proceso que quizá hubiera seguido otro rumbo, pues si La Cautiva inauguró una línea, El Matadero ya no pudo incidir" (Esteban Echeverría, 32). Pero El Matadero si bien no incidió en el imaginario cultural y en la historia de la cultura y la literatura argentinas de la primera mitad del siglo diecinueve, sí lo hizo en un momento y un medio cultural

^Mitrik describió el efecto de confusión y mezcla que transmitió el narrador de Echeverría: "un efecto de turbulencia, de caos, de mezcla informe .... Desde ya, la idea de mezcla, que nutre la imagen que se quiere dar, tiene una connotación innegable; meramente reconocer su existencia califica ya sea a aquello que aparece mezclado como a aquel que lo reconoce y que por este acto actualiza, pone en marcha un pensamiento cultural y filosóficamente válido cuyo meollo es el aprecio de los resultados de la aplicación de la razón a la realidad. De este modo, todo lo que sea mezcla es en sí irracionalidad, mundo de fuerzas desatadas, mundo demoníaco" (Fuego Especie, 78). 57

clave, bisagra de la historia de la cultura y la literatura argentinas. Además de la marca que dejaron en el imaginario cultural las epidemias del período 1868-1871, en 1872 fue publicada la primera parte del Martín Fierro. Entre 1869 y 1874, durante el gobierno de Sarmiento, se empezaron las grandes obras públicas en Buenos Aires y en el resto del país. Roberto Corté Conde señaló que con la presidencia de Sarmiento "se inició un largo período, concluido seis décadas después, en que se sucedieron sin interrupción las autoridades electas dentro del régimen de la Constitución'* (Dinero Deuda, 79). En este contexto fundacional fue leído por primera vez el cuento de Echeverría. Jitrik explicó que El Matadero "tiene el mérito de anticiparse al realismo que se estaba iniciando en su forma moderna en Europa" (Esteban Echeverría, 32). Probablemente fue ese "realismo" y la recolección y transcripción de una lengua oral popular periférica y preurbana los que mantuvieron al texto de Echeverría en la oscuridad durante treinta y tres años. Pero ese mismo "realismo" en 1871 sirvió para que Gutiérrez hiciera una primera lectura en la que trató de fijar el texto en la cultura, no como un texto literario sino como una crónica, testimonio y documento histórico. La "Advertencia" escrita por Gutiérrez como introducción a la primera edición de El Matadero fue una primera lectura útil para tratar de comprender cómo se leyó el cuento en 1871. Gutiérrez creyó necesario justificar la publicación de un texto que él sintió como no terminado, y escribió: "estas páginas no fueron escritas para darse a la prensa tal cual salieron de la pluma que las trazó, como lo prueban la precipitación y el desnudo realismo con que están redactadas" (557). Pero en 1871 el ambiente cultural estaba preparado para aceptar ese realismo. Ya hacía casi treinta años que Balzac había publicado su nueva preceptiva literaria en el prefacio de la Comédie Humaine. En 1871 el realismo del texto de Echeverría dio visos de veracidad a un texto que, así, fue transformado en un documento histórico utilizado para empezar a construir, al mismo tiempo que las grandes obras públicas, una historia argentina "nacional". En 1871, como hemos visto, todavía seguían las pequeñas guerras de líderes locales que, como López Jordán, se rebelaban contra la autoridad del gobierno central, pero el gran período de la llamada barbarie federal del gobierno de Rosas había terminado en 1852. A partir de ese momento los líderes unitarios de antes, como Gutiérrez y Sarmiento, fueron los civilizadores que empezaron a construir la nación a la que era necesario proveerla de una historia. Gutiérrez en la Advertencia al texto de Echeverría, escribió preocupado: "nosotros 58

a medida que crecemos en edad como pueblo y adelantamos en cultura como sociedad, nos interesamos con mayor anhelo en conocer lo pasado y deseamos hallar testimonios a ese respecto ... Pero este deseo no es fácil de satisfacer, tanto en la época antigxia como en la reciente, porque no habiendo tenido arte ni literatura nacional, han desaparecido los tipos sociales" (556). Así, para llenar un vacío de "arte" y "literatura nacional", Gutiérrez rescató y publicó El Matadero, presentándolo como un documento, un "precioso testimonio que nos suministra [Echeverría] para ilustrar con él las páginas hasta ahora pálidas de nuestra historia** (557). En su introducción Gutiérrez enfatizó repetidamente el "valor histórico"de El Matadero (558). El rector de la Universidad de Buenos Aires, en 1871, sintió que debía explicar la transcripción literal que hizo Echeverría de una lengua de la clase baja de la periferia cultural representada por el espacio del matadero del período rosista, y escribió: "este precioso boceto aparecería descolorido, si llevados de un respeto exagerado por la delicadeza del lector, suprimiéramos frases y palabras verdaderamente soeces" (561). La literalidad de la lengua que en 1838, cuando Echeverría escribió el cuento, podía ser obscena, en 1871 fue utilizada por Gutiérrez para homologar el cuento con la nueva tecnología de la fotografía que, en ese momento, combinaba el arte de la pintura y el dibujo con la veracidad de la ciencia. En 1871 ya se había inventado el daguerrotipo pero todavía no se habían investigado bien las posibilidades del montaje o la posibilidad de posar y jugar con las apariencias del fotografiado frente a la cámara. Visibilidad todavía se asociaba con veracidad y Gutiérrez invocó esa supuesta cualidad del método casi científico de producción y reproducción de imágenes para presentar a Echeverría como un fotógrafo de la barbarie que había documentado una historia "real".^^ Según Gutiérrez, en El Matadero ...daguerrotipó su autor el cuadro que exponemos hoy al público. L a casualidad y la desgracia pusieron ante los ojos de Echeverría aquel lugar sui generis de nuestros suburbios donde se mataban las reses para consumo del mercado, y a manera del anatómico que domina su sensibilidad delante del cadáver, se detuvo a contemplar las escenas que allí se representaban, teniendo el coraje de consignarlas por escrito para ofrecerlas alguna vez con toda su fealdad (559). ^^Roberto González Echevarría señaló que en El Matadero "las escenas explícitas de abusos y violencia se presentan con el tono clínico de un observador científico" (Redescubrimiento Mundo, 386).

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Para que no quedara duda del prestigio científico del texto que estaba presentando, Gutiérrez modernizó aún más al daguerrotipista de la matanza y así lo hizo profesional de la medicina, "anatómico" o cirujano forense, que observa y registrafielmenteuna verdad histórica inscripta y leída en un cuerpo humano muerto. En la mirada de Gutiérrez, en 1871, el cadáver observado por el médico escritor eran Buenos Aires y la cultura de la "bárbara federación" supuestamente característica durante el gobierno de Rosas. Y Echeverría era el médico escritor. E l germen de la enfermedad epidémica era la ideología federal, que Gutiérrez describió como "el fanatismo político inoculado en conciencias supersticiosas" (560. Énfasis mío). En la última frase del cuento, el mismo Echeverría había caracterizado el medio propicio para el desarrollo y propagación de la enfermedad, al concluir que "por el suceso anterior puede verse a las claras que el/bco de la federación estaba en el Matadero" (584. Enfasis mío). La resonancia y los ecos que despertaba en 1871 la conclusión de Echeverría, se notaba al leerla en el contexto que le dio, por ejemplo. Navarro: "marzo 1 ... Multiplícanse las denuncias de los focos ... 4 — Focos —Ataque de la prensa ... 7 —Todo es contra los focos y todo es ahora un foco 8 —No hay hospitales —No hay sepultureros —Focos hay mil" ("Diario", 449).

Los primeros sodomitas y sus prácticas insalubres El cuento de Echeverría narraba cómo "un joven de 25 años de gallarda y bien apuesta persona" (580), unitario y opositor del gobierno de Rosas, al pasar por el matadero de Buenos Aires fue capturado y torturado por los matarifes y carniceros federales. Según el cuento de Echeverría esos hombres especializados en el manejo del cuchillo fueron los miembros de una fuerza parapolicial que utilizaba Rosas. Echeverría llamó a ese grupo la cofradía y a Rosas el "patrón de la cofradía" (585). Gutiérrez fue más específico y en su introducción señaló que esa cofradía era el grupo conocido como "la mazorca". Siempre preocupado por la falta de los documentos imprescindibles para construir una historia nacional tan necesaria como las primeras obras públicas, el Rector de la Universidad de Buenos Aires explicó: ...aquella cuadrilla famosa que se llamó 'la mazorca', es hasta hoy mismo un curioso estudio, y aún hay quien pregunta ¿quiénes la compusieron? ¿De dónde salió armada del terror y la muerte? Después de la lectura del presente

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escrito quedarán absueltas estas dudas. E l Matadero fue el campo de ensayo, la cuna y la escuela de aquellos gendarmes de cuchillo" (560).

Así el espacio originario de la insalubridad también quedó inscripto, fundado como "el campo de ensayo, la cuna y la escuela" de prácticas específicas que se identificaron con unafiierzaparapolicial del gobierno de Rosas. Gutiérrez alegó que en 1835 "la mazorca", el nombre de esa fuerza, se refería a una forma de tortura que "tiene por objeto, el introducir por el flanco de la retaguardia del enemigo unitario, el sabroso fruto [del] que ha tomado nombre, así es que toda aquella gente que recela este fracaso ha dado en usar el pantalón muy ajustado (Buenos Aires Fiesta, 149). E l vocabulario militar describió así las estrategias de defensa de una "retaguardia** del hombre, considerada como el bastión más sagrado del honor unitario. En las crónicas del período resista hay alusiones repetidas a la misma forma de tortura que describió Gutiérrez. Los unitarios las utilizaron para estigmatizar al gobierno de Rosas y sus partidarios representándolos como sodomitas "activos", al mismo tiempo que los federales representaban a los unitarios como afeminados, "maricones" "pasivos". Sodomitas o maricones lo significativo es cómo los dos grupos políticos utilizaron la figura de la transgresión sexual o genérica para estigmatizar al otro.^^ En El Matadero, el joven unitario en poder de la mazorca primero fue afeitado y cuando iba a ser inmovilizado para ser sodomizado

^^Una investigación exhaustiva de las representaciones de transgresiones sexuales y sus usos en textos argentinos anteriores a 1871 ya podría empezar a hacerse con el material que ha emergido en los últimos años. E n Civilización y Barbarie en la literatura argentina del siglo XIX- El tirano Rosas, Fernando Operé citó un texto del período que explicaba que "la cabeza de maíz, privada del grano, como usted verá, está provista de una serie de agudas puntas, y ásperos cuadros, y la diabólica idea de Rosas fue introducir ésta en los intestinos humanos, causando así innumerables heridas en el interior del cuerpo, heridas tan mortales, terribles y dolorosas, que creo no haya ejemplo de que una de las víctimas haya sobrevivido tres días después de ser atacada por el Club de la Mazorca" (108-109). Enrique Rodríguez Molas, por su parte, en su Historia de la tortura y el orden represivo en la Argentina citó otra crónica publicada por José Rivera Indarte "en la Gaceta Mercantil del día 30 de junio de 1835, [en la que] se anuncia que en el frente de una casa de la ciudad de Buenos Aires se había colocado un cartel con la siguiente inscripción: 'VIVA LA MAZORCA/Al unitario que se detenga a mirarla/Aqueste marlo que miras / De rubia chala vestido / E n los infiernos ha hundido / A la unitaria facción;

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murió de una hemorragia provocada por él mismo. Desde el principio del episodio, el narrador preparó al lector para el gran derrame de la romántica sangre patriótica que corría por las nobles venas del apuesto joven. E l narrador describió al personaje cuando lo iban a afeitar: "fuera de sí de cólera. Todo su cuerpo parecía estar en convulsión: su pálido y amoratado rostro, su voz, su labio trémulo, mostraban el movimiento convulsivo de su corazón ... su cuello desnudo y la pechera de su camisa dejaban entrever el latido violento de sus arterias" (582). Este personaje pictórico de sangre valiente, en el momento en que iba a ser inmovilizado para ser sodomizado hizo estallar sus venas y arterias, "reventó de rabia el salvaje unitario, dijo uno [de los mazoqueros que lo rodeaban]. —Tenía un río de sangre en las venas, articuló otro" (585). Al desangrarse en una copiosa hemorragia provocada por la mera posibilidad de la confusión de su género, el unitario murió conservando su honor de hombre masculino. Como veremos más adelante, ésta podía ser evidencia de nociones de género que veremos en la cultura rioplatense de fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte. En esa cultura aparentemente, ya en 1835, no era la elección del objeto sexual sino la posición insertiva adoptada en una pareja insertivo/receptiva lo que definía al género del hombre "masculino". La posición receptiva hacía al hombre "femenino" porque confundía los roles y jeraquías considerados tradicionales en la mujer "femenina" (receptiva) y el hombre "masculino" (insertivo). La tortura del joven unitario empezó cuando "entre vociferaciones e injurias [los mazorqueros] arrastraron al infeliz joven al banco del tormento" (581) que se encontraba adentro de la casilla que servía de despacho a la autoridad del "juez del matadero, personaje importante, caudillo de los carniceros y que ejerce la suma del poder en aquella

/ Y así con gran devoción / Dirás para tu coleto: / Sálvame de aqueste aprieto / jOh! Santa Federación / ¡Y tendrás cuidado / Al tiempo de andar / De ver si este santo / Te va por detrás.'" Este mismo texto también fue citado por Fermín Chávez, en La cultura de la época de Rosas. La descolonización mental, p. 110. Rodríguez Molas, al comentario, agregó: "las alusiones sexuales sumadas a la violencia son obvias. Una temática, por otra parte, frecuente en la literatura rosista de carácter popular" (56, n. 4). Si bien aquí no he podido dejar totalmente de lado este material, profundizar la investigación de los usos de la construcción de la homosexualidad en la Argentina de la primera mitad del siglo diecinueve me hubiera alejado significativamente de los objetivos que me propuse en este libro.

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pequeña república" (570). Así Echeverría identificó el matadero con la república y a Rosas con el juez que, como él, ejercía "la suma del poder". Una vez adentro del espacio de la autoridad, los mazorqueros propusieron distintas formas de torturar al unitario: —Ya le amansará el palo. —Es preciso sobarlo. —Por ahora verga y tijera. —Si no la vela. —Mejor será la mazorca (582).

La tortura empezó con "la tijera"; después de afeitarle las patillas, el narrador marcó una interrupción con un diálogo para continuar cuando el juez del matadero ordenó a los mazorqueros: "Abajo los calzones a ese mentecato cajetilla y a nalga pelada denle berga [sic], bien atado sobre la mesa" (584). Jitrik explicó que en esta escena los federales "es evidente: lo quieren violar" (Fuego Especie, 95). Como ya señaló Femando Operé citando a David Viñas, esa fue otra instancia de la "violación metafórica de la civilización por la barbarie, tema repetido en Sarmiento y Mármol" (Civilización Barbarie, 138). En la literatura del Río de la Plata, en el siglo diecinueve, se invirtió la imaginación que describió Octavio Paz en aquella América, Malinche, "chingada" por Europa, Cortez,^** Gutiérrez, sensible a la desnudez del texto de Echeverría, acudió a la misma estrategia que vimos antes para validarla representación de la sodomía presentándola como evidencia documental de la barbarie rosista, y escribió: La escena del "salvaje unitario" en poder del "Juez del Matadero" y de sus satélites, no es una invención sino una realidad que más de una vez se repitió en aquella época aciaga: lo único que en este cuadro podría haber de inventiva del autor, sería la apreciación moral de la circunstancia, el lenguaje y la conducta de la víctima, la cual se produce y obra como lo habría hecho el noble poeta en situación análoga (561).

La posición de cronista histórico puso a Echeverría demasiado cerca de la escena sodomítica. Roberto González Echevarría señaló que en El Matadero "un joven, que es evidentemente proyección del autor, es asaltado por la turba" (Redescubrimiento Mundo, 386). Por ^^'Ver Octavio Paz, "Los hijos de la Malinche" en El laberinto de la soledad, pp. 59-80.

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eso Gutiérrez, al que Adolfo Saldías llamó "el amigo íntimo de Echeverría" (Juan M. Gutiérrez, 100), también se sintió obligado a explicar que el joven unitario al elegir morir antes de ser sodomizado "obra como lo habría hecho el noble poeta en situación análoga (Advertencia Matadero, 561)". E l amigo íntimo de Echeverría sabía que la cercanía del autor de El Matadero al acto sodomita lo haría susceptible de sugerencias como la de Zelmar Acevedo al proponer, quizá un poco apresuradamente, que "Esteban Echeverría [era], un reconocido homosexual de la época de la lucha por nuestra independencia" (117). RÍOS de

sangre "Tenía un río de sangre en las venas", dijo uno de los mazorqueros al ver cómo se había desangrado el joven unitario. Ese "río de sangre" —que en el texto de Echeverría evitó y reemplazó la representación del acto sodomita— en 1871 era considerado una de las fuente primarias de la insalubridad. E l narrador de El Matadero describió ese flujo insalubre con gran detalle y en momentos estructurales del cuento. En la escena final la tortura terminó cuando "un río de sangre brotó borbolloneando de lá boca y las narices del joven y extendiéndose empezó a caer a chorros por entrambos lados de la mesa" (584). Estos "ríos de sangre", como los degüellos de la tradición romántica argentina, eran recurrentes en El Matadero donde confluían conformando una representación fundacional de ese entretejido insalubre de géneros, flujos y cuerpos mezclados. Protegidos en la privacidad del interior de la casilla, los mazorqueros propusieron formas de tortura que, en su mayoría, involucraban distintas formas de sodomización: "el palo", "la vela", "la verga" o "la mazorca". Pero en el espacio público representado por la playa y la calles del matadero, las formas de tortura que propusieron los mazorqueros fueron distintas formas de degüello que, según la tradición, además de ser especialmente sangrientas también tenían connotaciones sexuales. En la calle, cuando recién habían atrapado al unitario, los carniceros alrededor de Matasiete, el cabecilla de los matarifes que sujetaba al joven amenazándolo con su cuchillo, propusieron afeitarlo primero y degollarlo después: —Picaro unitario. Es preciso tusarlo. —Tiene buen pescuezo para el violin. —Tócale el violin.

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—Mejor es resbalosa. —Probemos, dijo Matasiete y empezó sonriendo a pasar el filo de su daga por la garganta del caído (580-581).

Tocar "el violin" o hacer bailar "la refalosa" eran formas de tortura y degüello recurrentes en las crónicas y la literatura del período. E l mismo Echeverría en las notas a su poema Avellaneda" explicó que ''la resbalosa es la sonata del degüello como lo indica la palabra misma: ella imita el movimiento del cuchillo sobre la garganta de la víctima y se canta y se baila al mismo tiempo" (Obras Completas, 443). El narrador de El Matadero al describir el interior de la casilla señaló que entre unas sillas ''un hombre, soldado en apariencia, sentado en una de ellas, cantaba al son de la guitarra la resbalosa, tonada de inmensa popularidad entre los federales" (581). Las connotaciones sexuales de "la refalosa" se iluminan en un texto de Hilario Ascasubi, un contemporáneo de Echeverría, como él, escritor unitario y primer cronista de una lengua gauchesca suburbana. Bajo el título de "La refalosa" Ascasubi escribió la representación de la misma forma de tortura que describió Echeverría. En ese poema un mazorquero federal, amenazó al gaucho unitario Jacinto Cielo, describiéndole cómo torturaban a sus víctimas los federales: Unitario que agarramos lo estiramos; o paradito nomás, por atrás, lo amarran los compañeros por supuesto, mazorqueros, y ligao con un maniador doblao, ya queda codo con codo y desnudito ante todo. ¡Salvajón! Aquí empieza su aflición (Hidalgo-Ascasubi, 100).

La desnudez "ante todo" era un principio de la tortura y simbolizaba la vulnerabilidad del cuerpo del hombre susceptible, entre otras formas de tortura, a la humillación del género del hombre sodomizado. Ese era uno de los significados del "desnudo realismo" que señaló Gutiérrez en su introducción al texto de Echeverría. A esa misma desnudez se refirió el joven unitario al exclamar antes de desangrarse: "primero degollarme que desnudarme" (584). Y esa fue la misma 65

desnudez que evitó "cuando empezaron la obra de desnudíirlo. Entonces un torrente de sangre brotó borbolloneando de la boca" (585). E l mazorquero de Ascasubi explicó que una vez desnuda la víctima, y cómo medio chanciando lo pinchamos, y lo que grita, cantamos la refalosa y tin tin, sin violin. Pero seguimos el son en la vaina del latón

(Hidalgo-Ascasubi, 101).

Ascasubi logró producir una melodía enervante reforzada por las rimas internas y las acciones "pinchamos", "grita", "cantamos" que entrelazaban interacciones de los torturadores con el torturado, rápidas y simples pero de gran violencia. E l dolor del torturado que "grita" junto al "cantamos" de los torturadores quedaba acallado por el canto en un tono más agudo: "tin tin, sin violin". La violencia de la escena era efatizada por la apariencia de juego casi infantil con instrumentos musicales que se hacían instrumentos de tortura y viceversa. Este era "el son" con acompañamiento "en la vaina del latón", que era una mezcla de cuchilla y sable bayoneta. En el poema de Ascasubi los mazorqueros, con cuidado para no matarlo, desangraban al unitario haciéndole una incisión cuidadosa que implicaba un conocimiento de anatomía humana bastante preciso: abajito de la oreja, con un puñal bien templao y afílao, que se llama el quita penas, le atravesamos las venas del pescuezo. ¿Y qué se le hace con eso? larga sangre que es un gusto

(Hidalgo-Ascasubi, 103).

El ritmo ligero de la serie "pinchamos", "grita", "cantamos", "seguimos", se hacía más lento para describir morosamente una sola acción, cuidadosa, precisa, que producía el flujo de sangre. E l diminutivo servía para ñj ar la atención del oyente / lector sobre un punto específico

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de la cabeza, "abajito de la oreja", en un punto difícil de reconocer a simple vista. La descripción de las caracteristicas y el nombre específico del "puñal bien templao y afilao / que se llama el quita penas" utilizaban formas compuestas que hacían el rescate realista o costumbrista de objetos característicos y vocablos de una cultura específica. Así emergía el flujo de otro unitario que "larga sangre que es un gusto". Y con este "gusto" el poema volvía a entretejer tortura y placer, dolor y juego. Ya no el placer estético del canto sino también un placer erótico. Después de describir a la víctima que ha empezado a desangrarse, el mazorquero de Ascasubi exclamaba: ¡Ah, hombre ñojos! hemos visto algunos de éstos que se muerden y hacen gestos, y visajes que se pelan los salvajes, largando tamaña lengua; y entre nosotros no es mengua el besarlo para medio contentarlo. (Hidalgo-Ascasubí, 102).

"Entre nosotros" —un plural que al final del poema quedaba connotado como federales, mazorqueros, bárbaros y sodomitas— el hablante del poema de Ascasubi afirmaba que "no es mengua", no era ser menos hombre, no implicaba una transgresión elegir a otro hombre como objeto sexual y besarlo en la boca cuando estaba "largando tamaña lengua" al mismo tiempo que se iba desangrando. J . Ludmer llamó a eso "la representación del mal en la lengua" (Género Gauchesco, 169. Énfasis mío). La explicación del título de la composición de Ascasubi aparecía inmediatamente después de la escena del beso, cuando el mazorquero explicaba que "entonces lo desatamos / y soltamos; / y lo sabemos parar / para verlo refalar / ¡en la sangre!** (Hidalgo-Ascasubi, 102). Esta era otra variante de la representación delflujode sangre unitaria generado, según los unitarios, por la barbarie rosista en un texto escrito, como El Matadero, en la década de 1830 pero, como El MataderOy publicado por primera vez como parte de un libro con toda la obra poética de Ascasubi en la década de ISYO.^i 2iVer María Emma Barbería. "Selección, estudio preliminar y notas" en Bartolomé Hidalgo - Hilario Ascasubi. Selección, p. 15.

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Confluencias de personas y animales En El Matadero, el río de sangre del joven unitario era el último flujo que describía el texto y se entremezclaba con los flujos anteriores de la sangre de cuarenta y nueve novillos, la sangre de un niño y la sangre de un toro que constituían una representación ideal de la mezcla que en 1871 significaba insalubridad. Como el unitario después, el toro en su rebelión demostraba el honor de su género, distinto al de los novillos habituales en el matadero. Para poder matarlo los carniceros tuvieron que superar grandes dificultades antes de dominar ese último animal bravio que simbolizaba al joven. E l animal que preanunciaba al joven gallardo del final era "emperrado y arisco como un unitario" (575). E l toro "de corta y ancha cerviz, de mirar fiero" (573-574) tenía una característica "rojiza y fosfórica mirada" (575) que era la misma del unitario "lanzando una mirada de fuego sobre aquellos hombres feroces" (580), "sus ojos de fuego parecían salirse de la órbita" (582). El animal atrapado no se dejó vencer fácilmente y escapó del poder de los carniceros desprendiéndose del lazo elástico y tenso que lo sujetaba: "desprendió el lazo de la asta, crujió por el aire un áspero zumbido y al mismo tiempo se vio rodar desde lo alto de una horqueta del corral, cómo si un golpe de hacha la hubiera dividido a cercén una cabeza de niño, cuyo tronco permaneció inmóvil sobre su caballo de palo, lanzando por cada arteria un largo chorro de sangre" (575). Con el degoUamiento del niño Echeverría representó la indiferencia de la barbarie ante la muerte de los inocentes, encarnados en el pequeño espectador del peligroso circo de la sangre. Pero con este "largo chorro de sangre" Echeverría volvió a entretejer el motivo recurrente del derramamiento de sangre que articulaba la mezcla de flujos que iban del cuerpo del niño, con el que termina una primera parte del cuento, al cuerpo del toro con el que termina una segunda y anunciaba la muerte del unitario al final del texto. Jitrik opinó que El Matadero puede no ser un cuento "si lo observamos a la luz de ciertos puntos de vista ilustres como los de Poe, Maupassant y Horacio Quiroga ... para quienes, desde la primera palabra hasta la última, todo debía servir, y por lo tanto contener, al hecho que origina y da forma inequívoca al cuento" (Fuego Especie, 64). Según este importante crítico "El Matadero empieza a ser cuento a partir de un determinado momento y previamente no lo es" (66). Al principio del texto, Jitrik vio "todo un trozo de relato ... de tal modo desarticulado que nos ha hecho pensar que en su autor había una vacilación formal y no conseguía dar satisfacción a su propio ideal de 68

composición" (68). Según Jitrik antes de entrar en el cuento Echeverría se extendió, en descripciones "costumbristas" (69). Pero en mi lectura esa primera parte era imprescindible, preanunciaba y contenía el cuento porque allí, con la inundación, se realizaba el contacto entre los flujos del sistema de ríos y los flujos de la sangre del matadero. Jitrik presintió la estructura que estoy describiendo al notar que el incidente del lazo que corta la cabeza del niño "rompe el humor costumbrista y anticipa un cambio en el modo de contar; incluso la muerte del toro y su castración pueden ser vistos como una alternativa de lo que los carniceros pueden hacer con los seres humanos" (80). Pero esa lectura no incluyó el primer momento del cuento, el de la inundación por inversión de los flujos normales de los ríos. La inundación preparó el ambiente de la ciudad hambrienta, sitiada por una de las plagas apocalípticas clásicas. La primera parte del cuento terminaba con el degollamiento del niño y la segunda parte terminaba cuando Matasiete, el actor principal de la cultura matarife, enñ*entó al toro rebelde "gambeteando en torno de él con su enorme daga en mano, [y] se la hundió al cabo hasta el puño en la garganta mostrándola en seguida humeante y roja a los espectadores. Brotó un torrente de la herida" (578). Así el motivo del derrame de sangre sirvió para entretejer y mezclar la sangre y los cuerpos del niño, el toro, el unitario y el pueblo federal: "cuarenta y nueve reses [que] estaban tendidas sobre sus cueros y cerca de doscientas personas [que] hollaban aquel suelo de lodo regado con la sangre de sus arterias. En tomo de cada res resaltaba un grupo de figuras humanas de tez y raza distintas" (571). La mezcla demoníaca incluía la diversidad de razas. Una vez muerto el toro rebelde los carniceros pudieron dilucidar el interrogante que se había planteado desde que éste apareció en el texto. La ambivalencia genérica del toro, que preanunciaba la del unitario en poder de los carniceros, fue un interrogante desde la primera fi-ase que utilizó el narrador para introducirlo: "de corta y ancha cerviz, de mirar fiero, sobre cuyos órganos genitales no estaban conformes los pareceres porque tenía apariencias de toro y de novillo" (573-574). E l mismo narrador explicó que "un toro en el matadero era cosa muy rara y aún vedada" (578). Tan vedada y desafiante era la presencia de un toro entre los novillos como la de un unitario entre los federales carniceros. La incertidumbre sobre el género del toro generó un largo diálogo en el que, ya antes de conocer su género, el animal fue comparado con "un unitario". Los carniceros se preguntaron:

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—Como toro le ha de quedar. ¡Muéstreme los c[ojones] si le parece, c[ojonud]o! —Ahí los tiene entre las piernas. ¿No los ve, amigo, más grandes que la cabeza de su castaño, o se ha quedado ciego en el camino? —Su madre será la ciega, pues que tal hijo ha parido. ¿No ve que todo ese bulto es barro? —Es emperrado y arisco como un unitario. Y al oir esta mágica palabra todos a una voz exclamaron: ¡Mueran los salvajes unitarios! —Para el tuerto los h[uevos]. —Sí, para el tuerto, que es hombre de c[ojones] para pelear con los unitarios. — E l matambre a Matasiete, degollador de unitarios. ¡Viva Matasiete! (574 -574).

Tanto la ambivalencia genérica del animal antes de morir, como la presencia del toro en el espacio de los novillos reforzaban la metáfora central de la mezcla de categorías que significaba barbarie irracional y diabólica. En ese ambiente de ambivalencias el género se reconfirmaba en la lid cuyo resultado definía el género "masculino" del toro o de los carniceros. E l vencedor confirmaba su triunfo e incorporaba ritualmente la potencialidad genérica del vencido haciendo la ingestión ritual de la parte del cuerpo considerada repositorio de la masculinidad: los testículos.El episodio del toro, como el del unitario, concluyó con la confirmación del género del vencido. E l río de sangre que tenía el unitario en las venas demostró el género del apuesto joven, preanunciado en el episodio con el toro, cuando, después de matarlo "una voz ruda exclamó: aquí están los huevos, sacando de la barriga del animal y mostrando a los expectadores dos enormes testículos, signo inequívoco de su dignidad de toro" (578). Las aguas suben turbias En la primera parte de su cuento Echeverría preparó el ambiente de mezcla poniendo en contacto los flujos del matadero y de los ríos. Con la inundación las aguas de los ríos, al invertir la dirección habitual de suflujo,se confundían con la sangre mezclada de la gente y los animales y realizaban el contacto insalubre entre los flujos de aguas potables y aguas servidas.

22para un análisis de los valores genéricos que se juegan en la lid entre el hombre y el toro, ver el estudio de Carrie B. Douglass, "Toro muerto vaca es".

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El narrador explicó cómo funcionaba el sistema de desagües de El Matadero que era el espacio representativo de la ciudad y la república bajo el gobierno de Rosas: "Esta playa, con declive al sur, está cortada por un zanjón labrado por la corriente de las aguas pluviales, en cuyos bordes laterales se muestran innumerables cuevas de ratones y cuyo cauce recoge en tiempo de lluvia toda la sangrasa seca o reciente del matadero" (569). El matadero, como la ciudad de Buenos Aires, tenía "declive al sur" y estaba "cortada por un zanjón labrado por las corriente pluviales" que representaban los terceros y el Riachuelo cuyos cauces recogían las aguas de lluvia, del "río de la Matanza" y de los saladeros que, así, descargaban en el Plata los líquidos de deshecho de la ciudad. Pero en el texto la dirección de los flujos habituales se interrumpieron y "toda la sangrasa" se puso en contacto con las aguas potables de la ciudad cuando las aguas del Riachuelo y del Río de la Plata entraron hasta el matadero. Las aguas del Riachuelo habitualmente fluyen de sudoeste a noreste pero en El Matadero ese flujo cambió cuando "una tremenda avenida se precipitó de repente por el Riachuelo de Barracas, y extendió majestuosamente sus turbias aguas hasta el pie de las barrancas del alto" (564). El "matadero de la Convalescencia o del Alto" (569) —a veces el mismo narrador lo llamó "los corrales del Alto" (568)— se encontraba a pocos metros de las barrancas del Alto que corrían paralelas a lo que hoy sería aproximadamente la vereda norte de la calle Amancio Alcorta.^^ Hasta esa barranca avanzaron las aguas del Río de la Plata al rebalsar el cauce del Riachuelo. El narrador señaló: E l Plata creciendo embravecido empujó esas aguas ... y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplenes, arboledas, caseríos, y extenderse como un lago inmenso por todas las bajas tierras. La ciudad circunvalada del Norte al Este por una cintura de agua y barro, y al Sud por un piélago blanquecino ... echaba desde sus torres y barrancas atónitas miradas al horizonte ... parecía el amago de un nuevo diluvio (564).

La inundación de lo que son hoy los barrios de La Boca y Barracas (Norte) hasta esa segunda barranca que corría en el "Alto" paralela y a pocos metros de Yo que sería hoy la vereda norte de la actual calle ^^La barranca del alto es claramente visible en el mapa de la División Civil de Buenos Aires de 1859 publicado por H. Difrieri (Atlas Buenos Aires, 112). Ver el mapa de Sourdeaux y la explicación de Juan José Maroni (Barrio Constitución, 7).

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Amancio Alcorta, dejó a la ciudad sitiada por el agua y el barro al "Norte y al Este y al Sud por un piélago blanquecino" que al llegar hasta la barranca del Alto se puso en contacto con el zanjón del matadero, por el que desagüaba hacia el sud ''toda la sangrasa seca o reciente del matadero".^ E l color "blanquecino" de ese "piélago", piel y lago que cubrían la ciudad, reforzó los tonos descoloridos y fríos característicos de la primera parte del texto, donde predominaban "una lluvia muy copiosa", "los pantanos" (563), "acuoso barro" y en todos lados las "turbias aguas" de "un nuevo diluvio" (564) y una "inundación que crecía" hasta hacerse el "demonio unitario de la inundación" (565) en los sermones desaforados de los sacerdotes católicos partidarios de Rosas. Como el color cambiante de aquella corriente de agua que en el artículo periodístico de 1871 era "unas veces sangrienta, otras verde y espesa", Echeverría contrastó los colores blanquecinos, turbios y barrosos, identificados con las plagas de una iglesia católica medievalizante y gris al principio del cuento, entremezclándolos con el rojo de la sangre característica del resto del texto. Echeverría continuó el movimiento de la "tremenda avenida que se ^^El narrador de Echeverría explicó que "el décimo sexto día de la carestía víspera del día de Dolores entró a nado por el paso de Burgos al matadero del Alto una tropa de cincuenta novillos" (567). E l paso de Burgos, donde se encuentra hoy el puente Alsina, era por donde cruzaban el Riachuelo las tropas de ganado que iban al matadero por el llamado camino a paso de Burgos, hoy la calle Amancio Alcorta. ^^En El Matadero, como en el "Diario" de Navarro la representación de la plaga subrayaba irónicamente la relación de la iglesia católica con el gobierno o las autoridades, ineficientes y egoístas en el "Diario", torturadoras en El Matadero y en los dos textos un poder aliado al poder de la barbarie. E l marcado anticlericalismo de Navarro hizo reaccionar a Scenna. E l historiador de la epidemia señaló que "Navarro no puede considerarse simpatizante del clero" (377). Recordemos cómo Navarro homologó la iglesia con instituciones y autoridades ineficientes que contrastaban con la actividad abnegada y enérgica de la Comisión Popular. Lo significativo es cómo en los dos textos la plaga se representó relacionada con la cuaresma. E n el texto de Navarro la epidemia se propagó después del carnaval. Al principio del "Diario" entre el '^desenfreno carnavalesco" y las dudas de que la enfermedad fuera o no fuera la peste, el "20 —Las fiestas arrecian y la fiebre se olvida" pero al terminar las fiestas, el "24 — L a fiebre salta de San Telmo al Socorro [y con ese salto que representa también un salto de clases sociales] —Pasada la locura carnavalesca, viene la calma y a ésta sucede el pánico" (448) de la epidemia que duró toda la cuaresma. La acción de El Matadero también transcurrió durante una cuaresma

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precipitó de repente por el Riachuelo" en las corrientes encontradas y remolinos que entremezclaron gente y animales en el espacio del matadero. Después de señalar el avance de las aguas de la inundación, el narrador describió la actividad repentina del matadero. Alrededor de cada res muerta ...la figura más prominente de cada grupo era el carnicero con el cuchillo en mano, brazo y pecho desnudo, cabello largo y revuelto, camisa y chiripá y rostro embadurnados de sangre. A sus espaldas se rebullían caracoleando y siguiendo los movimientos una comparsa de muchachos, de negras y mulatas achuradoras, cuya fealdad trasuntaba las harpías de la fábula, y entremezcladas con ellas algunos enormes mastines, olfateaban, gruñían o se daban de tarascones (571).

Los carniceros eran la versión bárbara del "anatómico" y a sus espaldas está la versión bárbara de los ayudantes o practicantes alrededor de la mesa de disección: una mezcla de géneros y razas, de personas animalizadas y animales antropomorfizados, "siguiendo los movimientos" en vórtices que "se rebullían caracoleando".

llena de cóleras divinas. A un diluvio se sumó una inundación que no permitió la entrada al matadero de suficientes animales para abastecer la tradicional dieta de carne de la ciudad. Y a la escasez se sumó la abstinencia tradicional que estipulaba la iglesia católica para esa época del año: '^estábamos a más, en cuaresma, época en que escasea la carne en Buenos Aires, porque la iglesia adoptando el precepto de Epicteto, sustine obstine (sufre, abstente) ordena vigilia y abstinencia a los estómagos" (563). E l narrador iluminista e incrédulo de Echeverría construyó la misma representación de la Iglesia que usó Navarro al exclamar: "{Cosa extraña que haya estómagos privilegiados y estómagos sujetos a leyes inviolables y que la iglesia tenga la llave de los estómagos" (567). Y Navarro, irónico, explicó que "el obispo dispensa el ayuno al que da plata" (449). En una entrada del '"Diario" que cité, la iglesia apareció representada como una institución inmóvil en medio de la catástrofe que movilizó las fuerzas de toda la ciudad, cuando ''el C^ero hace rogativas y la pesie víctimas (Fiebre Amarilla, 449). Y en el cuento de Echeverría cuando "la inundación crecía acreditando el pronóstico de los predicadores. Las campanas comenzaron a tocar rogativas por orden del muy católico Restaurador que no las tenía todas consigo" (565). Mientras tanto ''los predicadores atronaban el templo y hacían erigir el pulpito a puñetazos. Es el día del juicio, decían, el fin del mundo está por venir. La cólera divina rebosando se derrama en inundaciones .... vuestros crímenes horrendos, han traído sobre nuestra tierra las plagas del Señor" (565).

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La mirada del narrador se acercó a los conjuntos para describirlos de cerca o, separándose, describía panorámicamente cómo se desataban movimientos que entrechocaban unos grupos con otros: "los grupos se deshacían, venían a formarse tomando diversas aptitudes y se desparramaban corriendo como si en medio de ellos cayese alguna bala perdida" (571). Los movimientos abajo hacían eco a los movimientos de arriba, "en el aire, un enjambre de gaviotas blanquiazules que habían vuelto de la emigración al olor de la carne, revoloteaban cubriendo con su disonante graznido todos los ruidos y voces del matadero** (571). Ruidos, voces, graznidos y gruñidos de gente, animales, tierra, agua confundían así los espacios y categorías de adentro, afuera, arriba y abajo. T r a n s i c i ó n y b r e v e h i s t o r i a de perros Las nociones cambiantes de barbarie, salubridad y los métodos para combatirlas quedaron inscriptos en una historia de cómo los gobiernos se ocupaban de las jaurías de perros salvajes comunes en la ciudad de la carne. Los escritores de la generación del 37 utilizaron cuentos como El Matadero y novelas como AmaZia para construir gran parte de la leyenda rosista. Pero esa producción textual no se restringió a la ñcción tradicional. En gran cantidad de artículos periodísticos publicados por los unitarios la realidad se mezclaba con la fícción. En El grito argentino, una de las tantas publicaciones periódicas que los unitarios exilados utilizaron para atacar a Rosas desde Montevideo, una nota fechada el 30 de junio de 1839 decía: "es cosa sabida que el tirano ha ordenado a la policía le mande una relación escrita del número de perros que matan los presidiarios y luego que él ha visto por sus propios ojos y contando las orejas, hace poner en la Gaceta el parte de su comisario** (Juan Manuel, 183). Sin duda El grito denunciaba así una presunta complicidad entre La gaceta mercantil y el gobernador de Buenos Aires y presidente de la Confederación Argentina, alegando que éste —combatiendo con sus mismas armas la práctica de escritura que hacían los exilados unitarios— construía y diseminaba, por medio de la prensa, una imagen suya y de su gobierno favorable, especialmente a los ojos de Inglaterra, el país cliente de los saladeristas y ganaderos argentinos que él mismo representaba. Al señalar la complicidad del gobierno y la prensa de Buenos Aires representada por La gaceta^ la nota ridiculizaba al presidente de la Confederación Argentina representándolo como un desconñado y arcaico usía de municipio de

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pequeño pueblo de campo, al mando de una banda de convictos (los excluidos) y ocupando su tiempo en contar orejas de perro (los animales excluidos). Con los años la leyenda de las matanzas de perros fue creciendo. En la segunda mitad del siglo diecinueve, la Mazorca fue un tema constante de las novelas por entrega de Eduardo Gutiérrez. E l narrador de El puñal del tirano^ publicada a principios de la década de 1890, alegó que durante el gobierno de Rosas era tanta la sangre que corría de noche por las calles de Buenos Aires, "las matanzas eran tan grandes, que Rosas ordenó matanzas de perros para esconder el degüello de gente'* (28). Lo cierto es que desde el siglo dieciocho, en Buenos Aires eran famosas las jaurías de perros que protegidas por la oscuridad de la noche se juntaban y atemorizaban a los vecinos que iban al teatro. Juan José de Vértiz fue llamado el virrey de las luminarias porque para fomentar la primera actividad teatral de la capital del nuevo Virreinato del Río de la Plata hizo colocar faroles de velas cuya función principal era ahuyentar a las jaurías de perros de las calles que llevaban a la Ranchería, el primer teatro de Buenos Aires. (Buenos Aires Antaño, 267). Con los perros proliferó el temor a la hidrofobia. Entonces en la primera mitad del siglo diecinueve se utilizó a los presidiarios para salir periódicamente a matar perros a golpes de maza. Pero en 1871, después de la identificación de la sangre de los saladeros y mataderos como los focos de la infección federal, cambió la forma de matar a los perros para que no hubiera derrames de sangre en las calles de la ciudad. Luis Canepa escribió: ...cuando se suprimió la matanza de perros por medio de los presos, eran los representantes de la autoridad quienes estaban encargados de darles muerte. Como la costumbre de matarlos a golpes en la v í a pública era un espectáculo brutal, en 1871 fue substituida por la de envenenarlos; para esto, los agentes policiales arrojaban a los animales albóndigas envenenadas, lo que alguna vez daba origen a espectáculos desagradables pues no era raro que algunos canes muertos permanecieran varios d í a s abandonados en l a calle (59).

En 1871 se terminó con la matanza practicada por los convictos, la matanza característica de la tradición federal, bárbara e insalubre que mezclaba la sangre de personas y animales. La autoridad empezó a hacer la matanza moderna sin derrame de sangre ni de fluidos o contenidos internos malsanos que, al morir envenenados los perros, quedaban contenidos en la carcasa del animal. 75

El control de los perros identificados con un pasado de barbarie y enfermedad quedó en manos de los higienistas. Emilio Coni en sus Memorias de un médico higienista, al explicar que él organizó la profilaxis moderna de la rabia en la ciudad de Mendoza mediante ordenanzas que dispusieron el uso del bozal y ''que todo animal rabioso o sospechoso de serlo, fiiera conducido al local de la Dirección para ser observado**, señaló que *'es honor para Mendoza recordar que los procedimientos implantados para la profilaxis de la rabia, fiieron copiados in toto por la capital federal al año siguiente de fundada [esa profilaxis] reemplazando así el sistema anticuado del envenenamiento por estricnina, condenable en todo sentido** (407). Asi, de la matanza bárbara y sangrienta de fiujos expuestos realizada por los convictos, se pasó en 1871 a la matanza salubre, realizada por la autoridad y sin derramamiento de sangre. Y de la matanza salubre de 1871 se pasó en la última década del siglo diecinueve al control higiénico por medio de la reclusión preventiva y la observación de los animales sospechosos. Como veremos, tanto la reclusión preventiva como la observación de los sospechosos fueron técnicas de control fundamentales de los higienistas que siguieron siendo utilizadas por sus continuadores, los criminólogos, los higienistas de epidemias "morales**.

C a m b i o s de foco Conventillos adentro En la discusión pública que en 1871 trató de identificar el origen y la forma de transmisión del mal invisible, éste apareció propagándose a partir de focos, como los saladeros y mataderos de la ciudad. Pero en el Diario de Navarro la epidemia también apareció representada propagándose a partir de las viviendas de los inmigrantes, aunque los inmigrantes todavía no eran identificados como los introductores potenciales de la enfermedad.^^ Por el contrario, el autor de "La mortalidad y sus causas** en 1871 notó alarmado: ^^Wilde y Mallo en su informe de la Comisión de Sanidad del Puerto explicaron que las cuarentenas trataban de controlar el movimiento de personas que llegaban a Buenos Aires por los ríos, especialmente desde las provincias de Entre Ríos y Corrientes donde desde 1868, a d e m á s de rebeliones de caudillos locales, habían empezado a aparecer brotes epidémicos de fiebre amarilla (Peste Histórica, 151)

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Hoy hasta los huéspedes que venían a buscar un hogar en nuestro clima salubre y hospitalario, nos vuelven la espalda: — E l Italo Platense' [un barco] ha llevado a m á s de 400 inmigrantes de regreso, que huyen de estas playas habitadas por la muerte (424).

Al principio del "Diario'*, en una entrada correspondiente al mes de febrero, Navarro anotó: "8 —La prensa diaria aumenta sus denuncias —Propaganda contra los conventillos, los cuarteles y el riachuelo" (448). Pero "los conventillos" significaban un tipo de construcción e identificaba la práctica de muchos propietarios y constructores de casas de alquiler que aprovechaban la escasez de vivienda para enriquecerse permitiendo que familias enteras vivieran en cuartos oscuros y reducidos. En 1867, durante la epidemia de cólera, Antonio Zinny notó que ... a las autoridades corresponde evitar la introducción y propagación de las epidemias, adoptando medidas que, aunque redunden en perjuicio de los intereses pecuniarios de los especuladores de mala ley, libren a toda una sociedad de la confusión ... A ellas corresponde prohibir la construcción de cuevas con aspecto exterior de casas m á s o menos agradables a la vista, pero que no son m á s que verdaderos focos de infección (Cólera Morbo, 479).

Navarro, por su parte, estableció una relación directa entre los muertos, los que especulaban con el precio de las viviendas antes de la epidemia y la especulación con el precio de los medicamentos durante la epidemia: ''La mostaza a 60 pesos libra —Los conventillos de Esnaola... —Cuánto cristiano muerto sin confesión (450)**. En los puntos suspensivos Navarro codificó la denuncia que aclaró Scenna casi cien años más tarde: **se refiere directamente al conocido músico que le enmendó la plana a Blas Parera corrigiendo la música de nuestro Himno Nacional ... Entre sus caros bienes terrenales se contaba una hermosa colección de conventillos, espléndidos focos de epidemia** (Fiebre Buenos Aires, 16). En la identificación de Esnaola como culpable más o menos directo de la enfermedad podía influir o no el hecho de que él hubiera sido también el músico oficial de Rosas (Cultura Rosas, 43). El autor de "La mortalidad y sus causas** identificó un foco epidémico en un conventillo, en el que el dueño especulaba con el precio de los alquileres y acumulaba, además de inquilinos, sus desperdicios que utilizaba como material de relleno para nivelar el terreno. Al contar el mismo pasaje de la enfermedad de una clase social a otra, de San Telmo al Socorro, del sur al norte de la ciudad, el artículo de La 77

Nación señalaba: "lafiebreamarilla, estableciendo su cuartel general en la parroquia de San Telmo ha dado verdaderos asaltos a otros puntos de la ciudad". Pero la epidemia se declaró cuando apareció un foco en el norte: "sabido es que un nuevo foco de peste se había anunciado en la calle del Paraguay, entre Artes y Cerrito. Averiguado el hecho, resultó que el local atacado, teniendo apenas capacidad para cincuenta personas, alojaba trescientas veinteV* (Mortalidad Causas, 422). Esa aglomeración había empezado una década antes de la gran inmigración del período 1880-1914. A principios de la década de 1870, además, muchas calles de la ciudad se rellenaron con desperdicios. Refiriéndose siempre al mismo conventillo que propagó la epidemia en el norte de la ciudad, el autor de "La mortalidad** escribió: Con un objeto que no es fácil adivinar, el locador o dueño de esa casa no c o n s e n t í a en que se sacasen las basuras que se hacían diariamente en ella, que no s e r í a n pocas ni de buena calidad. í b a l a s amontonando en el fondo de la casa donde hacía diez meses se estacionaban, por manera, que cuando se sacaron, fue necesario ocupar diez grandes carros de los que hacen el sevicio municipal (422-423).

El articulista era irónico al decir que "^no es fácil adivinar** para qué acumulaba desperdicios el propietario de su historia. Un poco más arriba, al recordar cómo se trataban de cubrir las calles transformadas por las lluvias en arroyos y terceros que recorrían la ciudad, se decía: "Nuestras calles eran antes pantanos. ¿Con qué ha sido levantado su nivel? ¡Con Basuras! Con basuras se han rellenado las barrancas del Paseo de julio, con basuras se han rellenado todos los puntos bajos del Oeste y el Sud, basuras hay hasta debajo del adoquinado de la calle de Rivadavia** (420). La calle Rivadavia era el eje que dividía la ciudad entre norte y sur. Y según el artículo de La Nación las obras habían rellenado de basura el subsuelo de toda la ciudad hasta ese límite simbólico. Pero el propietario de la casa de alquiler de la calle **Paraguay, entre Artes y Cerrito** hizo una aglomeración de basura en el subsuelo del norte y cuando se descubrió ese "foco** se declaró una epidemia, La noción de que la enfermedad se propagaba favorecida por causas locales prevaleció en 1871. Los inmigrantes todavía eran concebidos como unflujosaludable, especialmente para la economía. E l autor de "La mortalidad** concluyó: "el mejor Ministro de Hacienda, ha dicho un economista, es el que puede presentar una cifra mayor de inmigración. El mejor gobernante, diremos ahora, será el que cortando la corriente 78

de la inmigración que [se va y] no vuelve, haga bajar las tablas de la mortalidad en Buenos Aires** (424. Énfasis en el original). Así fue cómo, después de la epidemia de 1871, el prerrequisito de la higiene en la construcción del Estado y la nación Argentina quedó definitivamente establecido. Visiones de grandes higienistas, escritores y pintores En la segunda mitad del siglo diecinueve una articulación de eventos en la zona del Río de la Plata y en Europa fue la causa de la gran importancia que alcanzó la disciplina de la higiene en la imaginación y construcción de una Argentina moderna. Al organicismo e iluminismo de Sarmiento, que imabinaba el territorio como un cuerpo, se sumaron las plagas que se hicieron más visibles desde la mesopotamia entre los ríos Paraná y Uruguay hasta el encuentro de esos ríos con el Plata y el Atlántico. En 1867 cuando empezaron en Buenos Aires la serie de epidemias de cólera que culminaron con la epidemia de fiebre amarilla de 1871, en la revista The Lancet apareció un primer artículo del cirujano Joseph Lister elogiando las primeras investigaciones de Luis Pasteur que rebatían la teoría sobre la generación espontánea de gérmenes y bacterias (Panorama Histórico, 107). Desde 1865 en su práctica de cirugía Lister había empezado a utilizar el ácido fénico para esterilizar las heridas y en 1875 demostró ante la Asociación Británica de Medicina cómo se combatía una infección mediante la combinación de asepsia y antisepsia. En la década de 1880, cuando se federalizó la ciudad de Buenos Aires y se lanzó el programa liberal de integración argentina al concierto económico mundial, Pasteur probó definitivamente sus teorías sobre los microorganismos patógenos. A partir de ese momento, la práctica de la asepsia y la antisepsia, antes desconocidas, posibilitaron grandes avances de la cirugía que hasta entonces había sido prácticamente imposible debido a la frecuencia de las llamadas ''infecciones purulentas** de las heridas post-operatorias. En 1867 se celebró en París el Primer Congreso Médico Internacional en el que se trataron especialmente la prevención y tratamiento de enfermedades infecciosas transmisibles como la sífilis y la tuberbulosis (548-551). Pero en 1881, al año siguiente de haberse declarado la ciudad de Buenos Aires capital de la república Argentina, en el VII Congreso Médico Internacional reunido en Londres, Pasteur leyó en asamblea general su teoría sobre la existencia de gérmenes y bacterías que en pocos años llevó a la identificación de microorganismos y al desarrollo de vacunas. Así fue como la higiene, utilizada para combatir 79

las enfermedades epidémicas que en Buenos Aires reducían la escasa población existente y desalentaban la inmigración, fue uno de los pilares del proyecto liberal de integración a la economía mundial. Pero la misma disciplina también fue utilizada para diseminar nociones de género, clase social y respetabilidad burguesa. Donna Guy, al estudiar la regulación de la prostitución utilizada para instilar nociones de género y clase social, señaló que "después de la unificación nacional en 1852, los doctores Guillermo Rawson, Eliseo Cantón, y Eduardo Wilde desempeñaron el doble papel de dirigentes políticos y médicos y, de esta forma, la política se hizo inseparable de los temas de salud pública" (Sexo Peligroso, 105). Estos líderes políticos médicos fueron especialmente importantes a partir de 1880. Wilde recibió el título de doctor en medicina en 1870. E n 1871 él fue uno de los primeros en alertar, en uno de sus artículos periodísticos, que se estaba propagando una epidemia en San Telmo, el barrio sur de la ciudad donde él mismo se contagió cuidando a los primeros enfermos. En el ''Diario*', en una entrada del mes de febrero cuando todavía se discutía la posibilidad de una epidemia en la ciudad, Navarro citó la opinión definitiva de este primer higienista argentino, y escribió: "23 —La epidemia es fiebre amarilla (Wilde)** (448). En la década de 1890 desde la Presidencia del Departamento Nacional de Higiene, como hemos visto, J . M. Ramos Mejía inauguró una política nacional extendida desde la capital y la provincia de Buenos Aires al resto de las ciudades y provincias del país. Antes que él, entre 1871 y 1890, cuando se realizó la construcción de la ciudad higénica que reemplazó metonímicamente al país en el imaginario cultural del período, fue Wilde el que desde posiciones claves en la nueva burocracia estatal promovió una ideología y una política higiénica entretejida con nociones de género y clase social. L a obra de Wilde tradicionalmente ha sido estudiada, no tanto como la del científico del grupo que David Viñas llamó "los líderes de la oligarquía liberal en su apogeo" (Argentina Ejército, 18)=^' sino como la de uno de los escritores, ensayistas, periodistas y críticos de la literatura y la cultura de la llamada generación de 1880. Como casi todos los grandes higienistas argentinos, Wilde también fue un escritor prolífico y utilizó sofisticada y activamente la práctica de la escritura para promover sus ideas ^''^n Argentina: ejércitoy oligarquía Viñas describió el fin de esa generación como "la serie de muertes de los líderes de la oligarquía liberal en su apogeo: Mitre y Pellegrini en 1906, J u á r e z C é l m a n , Mansilla y Eduardo Wilde en 1913, Roca en el 14" (17-18).

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desde las columnas de los diarios o en discursos frente a las cámaras del Congreso Nacional. Trabajando con los primeros enfermos de la epidemia de 1871 Wilde se enfermó de fiebre amarilla pero sobrevivió la enfermedad. Durante el resto de la década, cuando Sarmiento encargó a Bateman la construcción de la red de separación y control de aguas potables y servidas, en los círculos de gobierno de Buenos Aires, Wilde era llamado "el mago del agua corriente** (Peste Histórica, 80) por su insistencia en la necesidad de realizar esas obras. Leandro Ruiz Moreno señaló que fue la campaña de Wilde **la que hizo conocer en su oportunidad las pésimas condiciones de higiene de la gran aldea** (220). De esa campaña resultó lo que Bourdé describió como "una mutación notable en el campo de la salud: la misma que a las ciudades de Europa occidental les tomó un siglo realizar". En diciembre de 1871, ya recuperado de la enfermedad, Wilde publicó un artículo de critica sobre el cuadro "La fiebre amarilla** del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes. La imagen que creó Blanes y la lectura del cuadro que hizo Wilde demuestran cómo se realizó la transferencia de muchos de los significados de insalubridad que de los espacios locales de saladeros, cementerios y mataderos pasó a los espacios de los conventillos, y de los espacios habitaciones a los extranjeros que las habitaban, los inmigrantes. El cuadro de Blanes tuvo un gran impacto cultural en Buenos Aires. Scenna afirmó que "el cuadro, hoy celebérrimo, [en 1871] sacudió la ciudad que aún tenía las llagas abiertas" (Fiebre Buenos Aires, 20). A esa recepción siguió un incidente internacional entre Argentina y Uruguay por la propiedad de la tela y el litigio contribuyó a la notoriedad de la imagen. En la tela de Blanes el espectador, ubicado en el interior de una oscura habitación de un conventillo de Buenos Aires, miraba hacia la puerta doble de la habitación abierta súbitamente de par en par. En el vano de la puerta, parados a contraluz, dos hombres vestidos de levita negara con la galera en la mano, al lado de un muchacho de pueblo que tímidamente contemplaba la escena desde un costado de la apertura, observaban serios el cuerpo de una mujer muerta que yacía boca arriba en medio de la habitación. Blanes representó a esa mujer como una madre y a su lado su hijo de pocos meses posaba una mano en un pecho materno tratando de alimentarse. En diciembre de 1871, cuando el cuadro se exhibió por primera vez, como hemos visto ya se señalaban los conventillos como los espacios de la enfermedad que se propagaba favorecida por el hacinamiento que 81

enriquecía a los dueños de esas casas de alquiler. Pero en la imagen que difundió el cuadro de Blanes eran los inmigrantes, más específicamente una mujer, o el cadáver de una mujer, el que en el centro de la escena representaba a la madre de una primera generación de argentinos, nativos o extranjeros criados en Argentina, a los que había que separar de los padres inmigrantes para evitar un contagio. Significativa fue la relación ambivalente que demostró Wilde frente a la representación del cadáver de la mujer muerta, atrayente, seductora. Los higienistas y los nuevos médicos forenses estaban acostumbrados a trabajar con cadáveres en los que practicaban autopsias que avanzaron la práctica de la cirugía. Hicieron necesarias esas autopsias alegando que así se podía certificar fehacientemente de qué había muerto una persona sospechosa de haber muerto infectada por una enfermedad epidémica. La cátedra de Higiene de la Facultad de Medicina de Buenos Aires fue creada en 1873 y en 1875 Wilde fue nombrado su profesor titular. En 1875, también, fue nombrado profesor titular de la recién creada cátedra de Medicina Legal. Como los higienistas, los médicos forenses también hicieron necesarias las autopsias a partir de las que preparaban informes que servían como evidencia para ser presentada en juicios de causas civiles y criminales. En su critica del cuadro de Blanes, con la ironía fina característica de su prosa Wilde recordó: He visto muchos muertos que parecían vivos. Por esto la mujer del cuadro de Blanes me parece un modelo. Ya experimenta uno al verla las dificultades con que tropezará para bajarle los brazos, endurecidos por larigidezcadavérica. Las enaguas están bien; no hay que acomodarle las ropas; ellas cubren todo lo que alcanzan. Es claro, ninguna mujer se muere descubierta. Estos ángeles de la tierra, si no alcanzan a respirar una vez más, a lo menos alcanzan a cubrirse antes de que se vaya con el último resto de vida todo el pudor que tuvieron. Las mujeres muertas parecen menos tiesas que los hombres; siempre se notan en sus cadáveres las líneas curvas que nos encantaron tanto durante la vida (Tiempo Perdido, 130). En este "modelo" de mujer Wilde entretejió nociones realistas de belleza que, por incluir la enfermedad, también eran connotadas como peligrosas y podían ser letales. E l tono característico de Wilde —tono de causerie y de club, de una clase patricia que comprendía y compartía los mismos códigos semánticos— en la crítica del cuadro de Blanes sirvió para marcar una distancia condescendiente del patricio criollo con el inferior, extranjero e inmigrante y ahora también mujer a la que, al juzgar si "las [insinuantes] enaguas están bien**, o si hay o **no 82

hay que acomodarle las ropas**, se le imponía con ternura de amante paternal nociones de pudor y respetabilidad burguesa instiladas en el uso de la ropa. En esos cuerpos de mujer Wilde imaginó y naturalizó, junto con las consabidas "líneas curvas que nos encantaron tanto durante la vida**, nociones de modestia y de candor de niñas inocentes que en realidad eran concebidas como actrices consumadas, que antes dejaban de respirar que de seguir haciendo una representación dramática, "ángeles de la tierra [que] si no alcanza[ban] a respirar una vez más [sí] alcanza[ban] a cubrirse antes de que se [fuera] con el último resto de vida todo el pudor que tuvieron** obligadamente. La misma relación ambivalente de atracción y condescendencia resuelta en una mirada voyeurística que reificaba al cuerpo de la mujer la expresó Wilde frente ai cuerpo de Graciana, la paciente muerta de "Así**. En ese texto al explicar el principio de su relación con Graciana, Wilde se quejó de la vulnerabilidad afectiva a que lo exponía la cercanía "democrática** de la relación paciente-médico: "iQué desagradable es tomar cariño a un enfermo de hospital! Allí la democracia es absoluta, no hay preferencia ni distinciones, y el afecto, por lo tanto, no encuentra formas legítimas para manifestarse** (Tini, 49). Una vez desaparecida la estructura de clases sociales, estructura que en la vida de todos los días lo hubiera separado de Graciana, la "pobre niña** (49) pero "muchacha joven, bonita** (48) consiguió seducir al médico. Éste se empezó a acercar "tuteándola, y con intención paternal** (49). Y como si se hubiera expuesto a un germen nocivo Wilde escribió: "no podía quedarme mucho tiempo a su lado porque no era prudente; pero me quedé siempre lo bastante para irme intoxicando lentamente con su belleza y con el excitante de su pequeño romance** (49-50). Sólo frente al cadáver de Graciana el médico consiguió expresar su afecto, y escribió: J a m á s he visto un cadáver m á s lindo. Sus facciones afiladas por la fiebre y los sufrimientos habían tomado una delicadeza extrahumana. Su pelo rubio, derramado sobre la almohada, era el marco de oro de su rostro inocente, tranquilo, estático, modelado en su última impresión. E l cuerpo de la pobre criatura, liviano, elegante y airoso, a pesar de la muerte, cupo en un pequeño cajón, el m á s fino y m á s blanco del depósito; yo lo elegí para ella y yo mismo la coloqué en él (50-51).

Aparentemente durante toda su vida Wilde se sintió atraído por el mismo arquetipo de mujer entre viva y muerta, "extrahumana**, "ángel**, y "criatura**, niña, "inocente** y "modelando impresiones". 83

En 1884, cuando era Ministro de Justicia e Instrucción Pública, viudo y de cuarenta y cinco años, Wilde se casó con Guillermina de Oliveira Cézar, que tenía quince años. En Soy Roca, Félix Luna la describió como "una chiquilina con cierta gracia nubil pero menudita, indefinida, de pocas palabras; una adolescente que sólo por extravagancia podía ser la esposa del cuarentón corrido, escéptico y frío" (297). Al parecer Wilde compartió con sus amigos el voyeurismo del crítico de arte y del médico al admirar la belleza en el cuerpo de migeres objeto invitándolos a observar a su esposa dormida. En el mismo libro de acabo de citar el Roca de Luna señaló la "extraña costumbre [de Wilde] de mostrar a su mujer durmiendo: tan hermosa le parecía, que a veces invitaba a sus contertulios a suspender las tenidas de cigarro y baraja en su residencia de la calle Veinticinco de mayo y subir a contemplar el sueño de su esposa... Yo creo que la amaba como la mejor pieza de sus colecciones de bibelots" (298). Esta era la concepción de la mujer objet d'art o bibelot de la literatura modernista de fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte, pero aquí aplicada y reafirmada en los actos de la vida cotidiana de hombres que exigían en una mujer reificada un pudor que ellos no respetaban. Scenna opinó que ''no podía ser más oportuno el cuadro de Blanes para golpear en lo más hondo a los porteños. No sólo en la realista crueldad con que pintó esa pieza pobre y sucia con sus víctimas, sino al enlazar con ella la imagen de dos de los mártires más queridos** (Fiebre Buenos Aires, 20). La imagen del cuadro de Blanes trabó muchos significados, establecía una relación entre dos grupos de personas a los que Scenna llamó "víctimas**, la madre muerta y el hijo en el suelo, y los "mártires**, los dos hombres de galera y levita negra en los que Blanes retrató a Roque Pérez y Manuel Argerich, el presidente de la Comisión Popular y uno de sus médicos. Las figuras de los dos hombres representantes de la autoridad de salubridad resaltaban por los efectos de la luz amarilla, que desde atrás de los médicos parados en la abertura, entraba a la habitación y hacía más profundo el negro de las levitas y galeras que resaltaban a contraluz entre los otros personajes, todos descalzos y todos vestidos con ropas de colores tierra. La diferencia entre "víctimas" y "mártires** también era una diferencia de clase social inscripta en la ropa. Significativamente, tanto Pérez como Argerich murieron durante la epidemia pero Blanes no los representó como a los enfermos sino como al presidente de la Comisión Popular y al médico, representantes de la nueva autoridad surgida de la revolución que describió Navarro en su "Diario**. Al leer la crítica de Wilde sobre el cuadro de Blanes es difícil 84

no recordar que durante la epidemia Wilde realizó el mismo trabajo que en el cuadro aparecen haciendo Pérez y Argerich. Pero Wilde sobrevivió la enfermedad y utilizó su experiencia para evaluar la veracidad de la imagen creada por Blanes. La diferencia entre víctimas y mártires también era la de una clase, más que patricia, profesional y científica. Como Gutiérrez al presentar por primera vez el texto de Echeverría, Wilde también utilizó la fotografía como vara para medir el realismo de la escena que pintó Blanes. Para Wilde la perfección de la representación pictórica realista era la de Apeles, el pintor griego cuyas míticas pinturas ya habían desaparecido en la época clásica (Tiempo Perdido, 124). Wilde escribió: "Apeles era un fotógrafo de la antigüedad. Y le llamo fotógrafo porque este hombre se servia de su pincel como nuestros fotógrafos de sus máquinas** (124). En la apreciación crítica de Wilde el pintor de "Lafiebreamarilla**, como Apeles, consiguió una veracidad superior a la de la fotografía porque había conseguido representar el color que la fotografía en 1871 todavía no podía reproducir. Pero el "realismo** y la "veracidad" de la pintura de Blanes hicieron reflexionar a Wilde: "cuando vi el cuadro me pareció mirar un espejo** (129). La relación que describió Wilde entre el muchacho que contemplaba la escena en el cuadro y los dos hombres vestidos de levita en el vano de la puerta puede servir para demostrar una relación que el mismo higienista seguramente establecía con sus pacientes en su práctica de esa democrática medicina. Lo primero que notó la mirada de Wilde en la representación del adolescente fue el vestido: "su ropa está denunciando su vida** (132), escribió el futuro líder de la oligarquía liberal, asociando una forma de vestirse distinta a una condición delictiva. Esa también era la mirada del profesor de medicina legal. Después de señalar "sus pies descalzos tratando de embutir el uno en el otro**, el médico imaginó un diálogo interno del adolescente: "¿Qué irá a hacer la Justicia en esta casa?, se pregunta y no se contesta. Porque es evidentemente demostrado que para un muchacho de esta clase, un hombre grueso, vestido de negro, acompañado de otro un poco más delgado y también de negro, no pueden representar otra cosa que la Justicia** (132). Después de imaginarse a sí mismo como la Justicia el profesor de higiene y medicina legal, siempre encomiando ^^Sobre la fama de Apeles, escribió Borges: "La gloria de este pintor es invulnerable pues como observa William Hazlitt (Table Talk V I H ) no queda un solo cuadro de los ejecutados por él**. Ver Epígrafe de "Mi defensa", en D. F . Sarmiento, Recuerdos de provincia.

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el realismo del cuadro, se quejó de no poder corregir al muchacho de la tela: "Yo siento que delante del cuadro haya una cuerda, que impide acercarse, pues a no existir dicha cuerda yo me habría aproximado al muchacho para decirle al oído que se prenda cada ojal del chaleco en el botón correspondiente** (132). Esas nociones de respetabilidad entretejidas con nociones de salubridad no eran inconsecuentes en el que fue un ideólogo importante del grupo de intelectuales, médicos, higienistas y funcionarios del Estado liberal que realizaron la modernización de Argentina. Higienistas, escritores en la burocracia del Estado En 1880 las deudas por la construcción de las obras sanitarias de la capital pasaron a ser responsabilidad de la nación. Sobre la base del Consejo de Higiene de Buenos Aires de 1871 se creó el Departamento Nacional de Higiene y Wilde fue su primer presidente. Si Ramos Mejía fue el higienista clave en la década de 1890 y su obra sirvió para realizar la consolidación de una autoridad central en el resto de las provincias, Wilde fue el higienista clave durante la década de 1880, cuando se concretaron definitivamente las obras de salubridad de la ciudad que, al higienizarse, reemplazó metonímicamente al país en el imaginario cultural argentino. Entre 1880 y 1890 Wilde fue presidente de la Comisión de Aguas Corrientes y Presidente de las Obras de Salubridad de Buenos Aires, además de Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública y Ministro del Interior. J . Ludmer en su estudio sobre los escritores que conforman lo que ella llamó "la coalición cultural del nuevo Estado** dijo que "no son literatos profesionales, sino los primeros escritores universitarios y a la vez funcionarios estatales en la cultura argentina** y señaló que ...uno de los momentos cruciales de la constitución definitiva del estado en 1880 ocurre cuando se discuten las leyes de educación y de registro civil, en 1883 y 1884 (y cuando el presidente Roca se enfi-enta con la Iglesia y expulsa al nuncio papal). L a coalición e s t á representada de un modo directo en la elaboración de leyes de educación laica y de registro civil porque Eduardo Wilde, uno de sus miembros, precisamente el m á s firagmentario y humorista, es ministro de Instrucción Pública ... M á s adelante, durante el segundo ciclo de la coalición, será ministro del Interior ... cuando se sancione la ley de matrimonio civil ... [E]l Estado liberal se autodefinió tomando posesión del nacimiento, la educación, el matrimonio y la muerte de todos los sujetos (Juvenilia, 10).

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Sin reducir una definición del estado liberal a la higiene, sí podemos decir que ese Estado también se definió sancionando una serie de leyes claves, que también son fundamentales para la puesta en práctica, el desarrollo y la promoción estatal de una higiene. Todas esas leyes fueron impulsadas activamente por Wilde. La ley de educación primaria obligatoria sirvió para centralizar la educación e instruir a los hijos de los inmigrantes en concepciones de nacionalidad, clase y género asociadas con nociones de salubridad e insalubridad. Las leyes de Registro y Matrimonio Civil transfirieron al Estado e hicieron obligatorio los registros de nacimientos, casamientos y muertes sin los cuales era imposible estudiar y controlar los movimientos demográficos. Y Emilio Coni, estudiante de Wilde, se propuso como el primero de los médicos higienistas argentinos especializado en demografía. Sin escuelas y sin registros estatales de nacimientos y muertes era prácticamente imposible el estudio de la demografía que teóricamente demostraba el estado de salud de las poblaciones concebidas como un capital humano de precio calculado en francos franceses, libras esterlinas y pesos argentinos. En 1892 un higienista se congratuló de que "en los últimos años se han ahorrado 850.000 asistencias que representan un capital social precisamente de los tres mil millones de francos, aceptando el cálculo adoptado por Mr. Wfarr, el iniciador del movimiento sanitario inglés, de tres mil ochocientos setenta y cinco francos como término medio del valor le la vida humana en Inglaterra" (Higiene administrativa, 83-84), Enrique Revilla, otro higienista miembro del Consejo de Higiene que asesoraba a Ramos Mejía, en un texto publicado en 1894, al anotarla cantidad de personas muertas en la serie de epidemias que duró de 1867 a 1871, calculó L a fiebre amarilla del 71 dejó dieciocho mil vidas sobre una población de 180.000 habitantes. Si estas calamidades evitables hubieran permanecido en la rada exterior como ahora sucede ¡cuánta riqueza agregada a nuestro haber, cuántos males evitados y qué suma de bienestar incorporado al progreso y l a felicidad general. Esas sesenta y tres mil víctimas representan 60.000 x 1.000, es decir, sesenta millones de pesos oro, aceptando como es corriente el mininum del valor que se le puede asignar a la m á s modesta individualidad que es la de doscientas libras o sean mil pesos oro. Estos sesenta millones al 6 % de interés anual durante diez años, tiempo mínimo de l a vida media que se puede dar a los fallecidos, a no haber mediado esa causa extraordinaria de mortalidad suman 36.000 o sea un total de 96.000 pesos oro. ¿Se podría insistir en presencia de estas cifras que la higiene es una ciencia puramente especulativa? (Islas Artificiales, 422).

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Foucault señaló que "de hecho los dos procesos, acumulación de hombres y acumulación de capitales, no pueden ser separados** (Vigilar y Castigar, 223). Este proceso de acumulación de un capital minuciosamente calculado fue también el principio de una demografía argentina. Emilio Coni, el creador de los estudios estadísticos de la población en Argentina, en un capítulo de sus Memorias titulado "De cómo me hice demógrafo y estadígrafo" recordó que en 1874 "la verdadera demografía, la del sabio francés Bertillon, estaba aún por crearse entre nosotros. Comencé a publicar pues, en la Revista médicay las primeras estadísticas demográficas sobre la mortalidad de Buenos Aires, que importaban arduo trabajo por la ausencia de registro" (84). Coni, como Wilde y Ramos Mejía, también fue un prolífico, y prolijo, escritor. Las casi quinientas páginas de sus Memorias son un buen ejemplo de una obra que, en sus propias palabras, incluyó "24 libros, 130 monografías, folletos, informes, etc. [y] participación en trece periódicos como fundador, director, redactor, (y] colaborador" (xviii). Coni recordó siempre el período anterior a la sanción de la ley de registro civil quejándose de la falta de centralización de registros que, hasta la década de 1880, estaban principalmente en manos de la iglesia católica: "no es posible imaginarse la inmensa labor que representaba la reunión y compilación de los datos estadísticos recogidos directamente en las parroquias, congregaciones disidentes y cementerios, teniendo en vista que aún no existía el registro civil" (86). E l (hasta ahora) único período anticlerical de la historia del Estado argentino, cuando, en palabras de Ludmer"el presidente Roca se enfrenta con la Iglesia y expulsa al nuncio papal", sirvió para promulgar las leyes que necesitaban los higienistas y que le quitaban a la Iglesia católica un control tradicional sobre los nacimientos, casamientos y muertes de las personas. El Roca de Luna al recordar el arduo debate de la primera de esas leyes que —no obstante aceptar la existencia de colegios religiosos, prescribía y garantizaba la educación primaria obligatoria, estatal, gratuita y laica— señaló: "mantener ese proyecto me costó el alejamiento de Pizarro de la cartera de Instrucción Pública y su reemplazo por Wilde que lo defendió como un león hasta lograr su aprobación". En la página siguiente Luna agregó: "menos barullo que ésta [ley de educación] provocó la ley de Registro Civil, sancionada pocos meses después de la anterior; su aprobación fue relativamente pacífica a pesar de que ella arrebataba a la Iglesia Católica la

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atribución que detentaba de siglos atrás de dar fe a los nacimientos, matrimonios y defunciones de las personas** (202). Estas primeras leyes del Estado argentino liberal sólo prescribían el control estatal de la educación primaria y los registros de nacimientos, casamientos y muertes de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires. De a poco el sistema se fue desarrollando en otras ciudades y provincias. En 1892, cuando se centralizó y se empezó a desarrollar la administración nacional de higiene, los primeros inspectores del Departamento Nacional que investigaron el estado sanitario de las provincias notaron primero junto con el desconocimiento de los preceptos de la higiene, las formas arcaicas de registro de las personas. El delegado del Departamento que hizo una primera inspección higiénica de la provincia de La Rioja escribió en 1892: Se puede decir sin temor de exagerar, que la parte de la provincia que he recorrido es un terreno virgen para la higiene; los preceptos m á s elementales son una incógnita para la gente del pueblo, la organización sanitaria una esperanza lejana, bastaría algunos datos: únicamente se exigen certificados de defunción en la ciudad de la Rioja, y la policía al anotar la partida, generalmente omite especificar la causa del fallecimiento ... E n los departamentos es a ú n peor, los curas párrocos llevan el registro de nacimientos y defunciones, y sólo anotan en éstos, aquellos datos que creen útiles, no entrando en tal categoría la afección que aquejó al extinto (Comisión L a Rioja, 493).

Así se notaban distintos niveles de desarrollo del sistema de control. En los lugares más lejanos a los centros urbanos seguía en pie el antiguo sistema de registros llevados por la iglesia católica; en los centros urbanos y hasta tanto se hubieran organizado los registros civiles los registros eran llevados por la policía y los higienistas — representados por el inspector del Departamento— que promovieron los cambios necesarios para la centralización de datos que sirvieran para los estudios de demografía, de cálculo de un capital humano. M o d e r n i z a c i ó n : e s t i m u l a c i ó n y o b s e r v a c i ó n de grandes movimientos de poblaciones Producción cultural de los higienistas argentinos en Europa En la década de 1880 las estadísticas demográñcas de la ciudad de Buenos Aires (la ciudad que al higienizarse reemplazaba metonímicamene al país) publicadas en francés, que era la lengua

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internacional del período, fueron (re)presentadas como estadísticas demográficas e higiénicas "argentinas" y sirvieron para atraer inmigrantes y capitales, financieros y humanos, a un "país" representado como moderno y salubre. Recordemos que las obras públicas de la capital habían empezado en 1874 y que en 1880 la nación se había hecho cargo de su financiamiento. Las estadísticas demográficas, su compilación, preparación y publicación, significaron un avance en las técnicas de control de la población. E n sus Memorias Emilio Coni escribió: "percibo, recorriendo el largo camino andado, que en vez de médico de enfermos, lo he sido de ciudades y pueblos por mi acción continuada de demógrafo, higienista [y] publicista" (xix). Coni recordó sus años de estudiante, durante la década de 1870, como un pasado relacionado con una iglesia católica primitiva: "mi mente representábase los nosocomios de la edad media" (xvii); "conservo imborrables en mi espíritu los hechos que presencié en el viejo Hospital General de Hombres, antiguo convento de los padres betlemitas ... era en realidad una verdadera necrópolis ... No existía ninguna clase de laboratorio; la anatomía patológica no se cursaba; la bacteriología no se conocía ni de nombre" (68-69). Pero la década siguiente fue la de los grandes avances y Coni fue el encargado de publicitarios en Europa. E n 1883, después de sancionada la ley de Registro Civil, Coni fue nombrado director de estadística de Buenos Aires y desde entonces "los boletines [estadísticos del doctor Coni], escritos la mayor parte en francés, fueron por muchos años, la única fuente a que acudían todos los que dentro y fuera del país, deseaban estudiar la marcha vital de la Capital" (Memorias Médico, 120). Coni fue hijo de franceses y, como él mismo explicó "con motivo de un viaje a Europa, acompañado de mis padres, aprendí las primeras letras en Saint-Malo (Bretaña-Francia)" (64). E l conocimiento del francés le sirvió a Coni, y a los higienistas y burócratas estatales del Ochenta, para exportar una imagen de Argentina a Europa en la lengua internacional de fines del siglo diecinueve. Coni, que en 1891 fundó los Anales del Departamento Nacional de Higiene^ señaló que en esa revista *'la sección estadística se publicaba en francés, para favorecer la difusión en el exterior" (132). Emilio Daireux describió esa difusión al congratular al higienista demógrafo "debo felicitaros ardientemente. Bajo el punto de vista científico como tipográfico, es imposible hacer mejor; habéis logrado hacer atractiva la estadística y ese volumen debería ser difundido en profusión en el mundo entero" (Memorias Médico, 125). Efectivamente, en el ochenta el Estado le engargó a Coni la producción, traducción y publicación en Europa de folletos utilizados para atraer a los inmigrantes. 90

E n 1884 el gobierno le encargó a Coni "dar a luz publicaciones en pequeño formato en los idiomas inglés, francés, alemán e italiano, que encierren conocimientos de utilidad sobre la provincia, destinados a hacer conocer y a favorecer la importación de capitales y la corriente de inmigración" (89). Estos eran los "capitales" financieros y humanos que se trató de dirigir como una "corriente" necesaria pero, como veremos, también peligrosa, que era necesario identificar, separar y controlar. Entre junio de 1884 y enero de 1885, en París, L a Haya, Turin y Bruselas, Coni escribió y difundió "un opúsculo en francés sobre la provincia de Buenos Aires, conteniendo los datos de mayor importancia sobre el territorio, clima, población, comercio, industria, etc. ... este folleto impreso en número de 4.000 ejemplares, ha sido distribuido en la siguiente forma: .... legaciones argentinas de Francia, Inglaterra, Suiza y Bélgica, cónsules argentinos en Francia, cámaras de comercio [etc.]".

Poco más abajo, Coni al informar sobre su trabajo en Europa agregó: "más adelante, procederé a dar a luz publicaciones análogas en italiano y alemán que serán distribuidas en los países que hablan dichas lenguas" (91). E n Suiza Coni hizo traducir, publicar y distribuir las mismas estadísticas en francés, italiano y alemán, en los cantones suizos, en Alemania y en el imperio Austro-húngaro. Los políticos e higienistas argentinos sabían que en Europa debían luchar con las potencias europeas que competían con los países americanos, especialmente Argentina y Estados Unidos, por los capitales financieros y humanos necesarios para mover y poblar fábricas y ejércitos. E n una carta al gobernador de Buenos Aires fechada en Turin en agosto de 1884, Coni escribió: ...es increíble la ignorancia en que están estas gentes respecto de nuestro país. Los m á s bien colocados por su inteligencia y posición tienen ideas vagas o inexactas. He podido apreciar que aquí en Italia existe una plétora en la población que podríamos aprovechar con medidas conducentes, en beneficio de nosotros. E s cierto que hay que luchar, porque el gobierno y la prensa en general son contrarios a l a inmigración; así me lo han expresado también personas distinguidas en varias ocasiones (99).

En esta "lucha" por la captación de la población fueron centrales la práctica de la escritura y la presentación y promoción de los textos de los higienistas argentinos en los congresos científicos europeos. Al presentar sus trabajos estadísticos al V Congreso Internacional de Higiene reunido en La Haya en 1884, Coni señaló: "he tenido en 91

vista aprovechar la oportunidad que se me presentaba de dar a médicos, higienistas y demógrafos, llegados de todos los países, una idea de nuestro estado intelectual, por desgracia demasiado ignorado en el viejo continente, así como igualmente los progresos realizados entre nosotros por las ciencias médicas y las estadísticas" (103). Pero los avances a los que se refería Coni eran los de las obras de salubridad y estudios estadísticos sobre l a ciudad de Buenos Aires. Coni escribió: "he tratado de llamar sobre todo la atención de la sección sobre las condiciones climatéricas tan favorables que ofrece una gran parte de la República Argentina y muy especialmente la provincia de Buenos Aires" (105). Lo que la propaganda de los higienistas no especifícaba era que los inmigrantes no tenían acceso a la propiedad de la tierra, que en la provincia más rica del país cambiaba de manos casi exclusivamente dentro de una clase de terratenientes latifundistas. Sus únicas oportunidades de trabajo en la provincia y la ciudad de Buenos Aires eran las de emplearse como jornaleros en los grandes latifundios o como obreros necesarios para la construcción de las obras públicas; unos y otros, sujetos a los consabidos vaivenes y ciclos de empleo y desempleo en la construcción y en las cosechas. L a inmigración europea, que había empezado a llegar a la zona del Río de la Plata desde principios de la segunda mitad del siglo diecinueve, tuvo un impacto deñnitivo en la economía y la cultura argentinas a partir de 1880. Según el Primer Censo de la República Argentina, levantado en 1869 y publicado en 1872, la población argentina en el período de las grandes epidemias era de poco menos de dos millones de habitantes (xviii), y la población de la ciudad de Buenos Aires no llegaba a doscientas mil personas (27). Pero después de la federalización de la ciudad de Buenos Aires en 1880, cuando ya avanzaban tanto la construcción de las obras de salubridad como la propaganda que hicieron los higienistas para atraer a los inmigrantes, esas poblaciones originarias fueron conmovidas por un tráfico que, no obstante variaciones momentáneas, fue aumentando progresivamente de un millón de personas entradas en la década del ochenta a tres millones de personas entradas en la primera década del siglo veinte (Bourdé, 162-163). Bourdé calculó que entre 1871 y 1913 por el puerto de Buenos Aires entraron casi seis millones de personas y salieron tres millones y medio (162,163). Aquí lo que me interesa notar más que el significativo aumento de l a población es el tráfico, el movimiento de personas entre Europa y la ciudad de Buenos Aires como entre la Capital Federal y las provincias.

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Del sistema de cuarentenas a la observación panóptica Después de considerar distintos proyectos para el puerto de Buenos Airea, el de Bateman en 1871 y el del ingeniero Luis A. Huergo en 1881, en 1885 el gobierno finalmente aprobó el proyecto de Eduardo Madero. Las obras debían empezaren 1887 pero empezaron más tarde y sólo en 1888 se concluyó la primera dársena. Rafael Longo explicó que ''a mediados de 1892 las obras seguían avanzando lentamente" y **el ritmo de trabajo no mejoró, manteniéndose esa situación hasta 1896" (Historia Puerto, 94). E n 1898 se terminaron la dársena y el canal de acceso norte. Así fue como en la década de 1890, los higienistas se enfrentaron con un cteciente flujo de poblaciones hacia y desde el puerto de Buenos Aires y grandes movimientos de poblaciones que habían adquirido una compleja dinámica propia. E n las dos décadas anteriores la estrategia de profilaxis fundamental de los higienistas había sido el sistema de cuarentenas. Pero el sistema de cuarentenas implicaba un freno, un detenimiento de la ansiada circulación de capitales financieros y humanos. Entonces se debieron imaginar nuevas formas de control. Wilde y Mallo en la ''Memoria de la Junta de Sanidad del Puerto correspondiente a 1871** habían afirmado que "si alguna vez pareció que las medidas cuarentenarias iban a ser desterradas, la experiencia de los últimos años ha venido a consolidarlas de un modo tal, que se presiente ya la época en que se mirará su falta en un país como un atentado contra la humanidad" (Peste Histórica, 154). Pero hacia fines de la década siguiente, en 1887, después de refundar la ciudad de Buenos Aires para recibir y atraer a los inmigrantes con una imagen metonímica del país moderno, inmenso y rico, las cuarentenas, promovidas alegando razones humanitarias superiores a mezquinos intereses comerciales o banderias políticas, paralizaban la circulación creciente de inmigrantes y capitales fundamentales para el crecimiento de la economía liberal. Los higienistas debían ''armonizar esas dos tendencias contrarias, esos intereses valiosos de uno y otro lado; era necesario, en una palabra, disminuir las trabas al comercio, sin disminuir las seguridades de la salud pública" (Acta 1° Sesión, 260). E n un informe al presidente del Departamento Nacional de Higiene fechado el 29 de agosto de 1887, la comisión encargada de estudiar la fundación de un lazareto en la rada "exterior" del puerto de Buenos Aires, concluyó: Las cuarentenas tal como han sido entendidas hasta ahora, deben cesar. Esta es la primera y más fundamental conclusión a que la Comisión llegó. Las

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cuarentenas tienen que ser reemplazadas por otras medidas m á s prácticas, m á s científicas, m á s seguras y económicas que nos permitan la libre circulación de esa ola humana que día a día se agiganta y que continuamente estimulamos, oponiéndoles sólo aquellas trabas que nos garantan su pureza, su salud y la imposibilidad de transmitirnos enfermedades importadas; reteniendo lo contaminado, lo peligroso, lo sospechoso también, pero dejando pasar lo último, lo benéfico, lo c i e n t í f i c a m e n t e estéril desde el punto de vista del contagio. E n una palabra, el Lazareto Exterior, como la Comisión lo concibe, debe ser el filtro selectivo que detenga todo lo impuro, pero que dé libre paso a lo conveniente, inofensivo y útil (Ubicación Lazareto, 242-243).

E n la década de 1890, cuando se empezaron las obras de construcción del nuevo puerto, los mismos higienistas, que entre 1870 y 1890 promovieron la circulación de los flujos rigurosamente separados y controlados de aguas potables y servidas, imaginaron a los inmigrantes con los mismos modelos de análisis, tropos y metáforas: "ola humana que día a día se agiganta [ba], pero ahora era una ola ambivalente, que traía junto con "lo benéfico", "lo conveniente, inofensivo y útiF, "lo contaminado, lo peligroso [y] lo sospechoso*'. E l nuevo desafío para los higienistas fue entonces promover y alentar el tráfico de inmigrantes o capitales, pero vigilarlo, "filtrarlo" utilizando "medidas más prácticas, más científicas, más seguras y económicas" que las cuarentenas. Esas medidas fueron las de una vigilancia en movimiento que veremos enseguida. Siguiendo un cambio muy similar entre disciplinas de control como el que describió Foucault, voy a llamar panóptica a la mirada en movimiento, estrategia de control que sustituyó a la barrera que establecía la cuarentena. L a vigilancia panóptica se tradujo en una centralización y diversificación de los dispositivos de salubridad en la última década del siglo diecinueve. Ese cambio y desarrollo centralizados y diversificados al mismo tiempo respondió también a la necesidad de — después de consolidar en la década del ochenta un centro capital en la ciudad de Buenos Aires— reafirmar la autoridad del gobierno central en las otras ciudades y provincias del país. E n la década de 1890 el control de la higiene en Argentina como vimos se centralizó y se diversificó en un desarrollo doble que alcanzó a otras ciudades y provincias del país y a otros países y puertos que estaban en contacto frecuente con el principal puerto argentino. L a diversificación hacia los puertos de Europa y América se realizó mediante la creación de las funciones de Médicos, Guardas e Inspectores Sanitarios que viajaban desde Buenos Aires a otros puntos del país y del extranjero. Estos nuevos funcionarios estatales, bajo las órdenes directas del Presidente del Departamento (Legislación Sanitaria, 94

295), observaban e investigaban las condiciones sanitarias de las ciudades y provincias argentinas y de los puertos de América y Europa de donde partían barcos para Buenos A i r e s . E l "Reglamento de los inspectores de sanidad" aprobado por el Departamento Nacional de Higiene en septiembre de 1893 prescribía que "para ser inspector de Sanidad, se requiere: V Ser argentino [y] 2** Ser médico diplomado en alguna de las Facultades de la República". Estos médicos inspectores debían: 1° Hallarse siempre en disponibilidad para d e s e m p e ñ a r cualquier m i s i ó n que Ies sea encomendada por el Presidente del Departamento [y se ocupaban de] 2° E l servicio de epidemias en la rada y puertos de la república ... 3° E l servicio de epidemias y endemo-epidemias en el interior de la República ... 4** L a inspección higiénica de todos aquellos edificios, establecimientos, talleres, fábricas, etc., de la Capital Federal que por el objeto a que e s t á n destinados o por el peligro que e n t r a ñ e n para la salud pública, reclamen la atención del Departamento ... 5° L a inspección higiénica en el interior de la República relacionada con la higiene general... 6° E l estudio e informe en los expedientes por inspección de colegios (Reglamento Inspectores, 163).

E l reglamento finalmente estipulaba que "los inspectores podrán ser ocupados, ya sea en el interior de la República o en el exterior, cada vez que a juicio del presidente del Departamento sus servicios se consideren allí necesarios" (163). Trabajando como "Inspectores sanitarios de navios", estos funcionarios del Departamento Nacional de Higiene se embarcaban en los puertos de origen americanos y europeos de los barcos con destino a

^^Aquí era bien claro que los higienistas estaban utilizando los mismos principios sobre la circulación de agua en la circulación de gente. E n la misma "Legislación sanitaria" que acabo de citar, los higienistas para promover el cambio de las medidas cuarentenarias a las panópticas escribieron: "hay entonces motivos para aplicar aquí las palabras de Pettenkoffer y convenir: 'que en estas condiciones todas las cuarentenas son inútiles' y l a experiencia nos lo ha demostrado una serie de veces; no hemos evitado la epidemia y hemos perjudicado el comercio" (313). Max von Pettenkoffer había sido el teórico a l e m á n que había enfatizado la necesidad del movimiento continuo de aguas que diluía estancamientos peligrosos, la aglomeración o concentración, que significaban insalubridad e infección.

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Buenos Aires "para que con conocimiento del estado sanitario de los buques, se disminuyan las trabas que las cuarentenas imponen al comercio marítimo, sin disminuir las garantías profilácticas de la salud pública" (259). Ramos Mejía explicó que "constituye la base de nuestro tratamiento profiláctico marítimo, el conocimiento exacto del estado sanitario del navio, desde el momento que abandona el puerto de 'procedencia' hasta fondear en el de 'destino'" (Memoria Departamento, 139). Ese "conocimiento exacto" era recolectado por el médico inspector bajo cuya mirada se empezaba a ordenar y evaluar una higiene argentina durante las travesías marítimas. E n los grandes puertos internacionales los inspectores de navios argentinos trabajaban con los consulados argentinos que también mandaban periódicamente informes del estado sanitario de las poblaciones y los puertos extranjeros. Luis Agote en un artículo sobre "La defensa sanitaria contra las enfermedades exóticas viajeras", publicado en 1898, señalaba que "una de las bases más importantes de nuestra legislación es el conocimiento exacto del estado sanitario del navio" y que "esto sólo se podrá obtener por medio de personas, cuyos intereses sean completamente extraños a los del navio, y que gocen en el desempeño de sus funciones delicadas de toda la libertad de acción posible" (371). Más adelante Agote agregó que "la existencia de estos funcionarios, los Inspectores Sanitarios Viajeros, ha sido y es en la actualidad una de las aspiraciones de la ciencia sanitaria, únicamente realizada en toda su extensión por la República Argentina" (371). E n los barcos que recorrían las rutas transatlánticas los Inspectores observaban y recolectaban información y de esa información y clasificación de los viajeros en "pasajeros" o "inmigrantes" de distintas clases, procedentes de puertos de embarque "limpios", "sucios" o "sospechosos" dependían los "tratamientos" al llegar al puerto de Buenos Aires. Agote describió "los principios fundamentales que sirven de base a nuestra legislación, entre los cuales descuellan: distinción entre los pasajeros e inmigrantes, tratamiento, según el estado del puerto de procedencia o escalas posteriores lo modifique [sic] la desinfección de ropas y demás objetos de uso personal, y el sistema de información obtenido por medio de los médicos Inspectores Sanitarios de Sanidad". Agote enseguida alegó que "la diferencia de tratamiento a que son sometidos los pasajeros de cámara y de tercera clase es lógica". Teóricamente a los pasajeros de cámara, porque no eran tantos, era más fácil seguir vigilándolos en tierra después de haber desembarcado: "su número limitado permite efectuar la vigilancia en tierra por las autoridades locales". E n cambio

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''para los inmigrantes o pasajeros de tercera clase se mantiene el tratamiento indicado, esto es, enviarlos al Lazareto de Martín García" (444). Esta era una primera clasificación y ordenamiento de los pasajeros e inmigrantes ya antes de haber llegado los navios al nuevo país. E n 1897 los higienistas argentinos se enorgullecían de haber creado un sistema de profilaxis higiénica internacional que fue imitado por naciones europeas: ''que según la frase consagrada 'marchan a la cabeza del mundo científico* [pero] no han trepidado en copiar al pie de la letra las disposiciones del nuestro ... Aquí conviene hacer notar que el establecimiento de los Inspectores Sanitarios Visgeros, es una creación argentina... La Italia primero, la Francia últimamente después de ser las sostenedoras por la vía diplomática de la anulación de los Inspectores, los han aceptado, estableciéndolos con más minuciosidad de atribuciones que lo que prescribe nuestra legislación (Inspectores Sanitarios Visgeros, 539). Así los higienistas argentinos, como los criminólogos que los siguieron pocos años más tarde, fueron los representantes de las nuevas disciplinas y ciencias por medio de las cuales Argentina competía y se empezaba a hacer notar entre las naciones que "'marchan a la cabeza del mundo científico.'** E n la década de 1890 junto con el avance de las obras del puerto de Buenos Aires también se diversificaron los espacios de la higiene y se crearon lazaretos flotantes, en barcos fondeados permanentemente en la rada donde se aislaban a los pasajeros que habían sido identificados como enfermos, y un lazareto fijo en la isla Martín García donde se mantenían en observación los pasajeros identificados como sospechosos. Los higienistas explicaban que ''nuestra rada, convertida en estación de observación** (Profilaxis Fiebre, 349) era una de las medidas fundamentales de la profilaxis que, a medida que avanzaban las obras de construcción del puerto, funcionaba como el "filtro" que controlaba "esa ola humana que día a día se agigantafba] (Ubicación Lazareto, 243) L a categoría de "sospechoso** se aplicaba a todo puerto, barco o pasajero que se presumía había estado en contacto con enfermos y podía transportar el germen de la enfermedad (Memoria Departamento, 84). Por temor a las cuarentenas que paralizaban el comercio, las autoridades de los distintos puertos de las rutas interoceánicas y las tripulaciones de los barcos que llegaban a Buenos Aires frecuentemente reemplazaban a pasajeros muertos con miembros de la tripulación. 97

ocultaban enfermos o los obligaban a esconderse en bodegas de carga y salas de máquinas. Moviéndose entre la necesidad de mantener abierta la circulación de personas y mercaderías y l a necesidad de controlar la salubridad de ese tráfico, higienistas, capitanes y tripulantes de barcos, pasajeros y autoridades portuarias trabajaban en un espacio equívoco, lleno de conjeturas, suspicacias y recelos. L a recolección de "información veraz" sobre "estados de salud" era fundamental en ese sistema. Al mismo tiempo que se empezaron a regular las funciones de médicos, guardas e inspectores sanitarios dependientes del Departamento que trabajaban más allá de Buenos Aires y el puerto, en la década de 1890 las autoridades a cargo de la salubridad de la ciudad de Buenos Aires renovaron e incorporaron a la administración de higiene antiguos dispositivos de control de las ciudades, como las comisiones parroquiales. E n junio de 1892 las nuevas regulaciones mandaban que las antiguas "comisiones de higiene parroquial estarán bajo la dirección de la Administración sanitaria" (210), una dependencia de salubridad de la ciudad de Buenos Aires y sus inspectores "estarán igualmente en relación con las comisiones parroquiales de higiene por intermedio de la dirección general, a la cual deberán dirigirse aquéllas, para todo lo que se refiera a la salubridad del Municipio" (Administración Sanitaria Plan, 22). E n agosto del mismo año en la ciudad de Buenos Aires se regularon "las visitas domiciliarias de inspección higiénica [que] se practicarán cada dos meses" (Visitas Domiciliarias, 438)^** y en noviembre del mismo año, siendo intendente Miguel Cañé, la intendencia resolvió: Art. 1° Se establecen en las secciones de municipio, comisiones de vecinos con el nombre de comisiones auxiliares de parroquias. Estas comisiones se compondrán de cinco miembros nombrados anualmente por el H . Consejo Deliberante. Art. 2° L a s Comisiones se constituirán inmediatamente .... Art. 3° L a s Comisiones Parroquiales dirigirán sus comunicaciones a la Intendencia ... Art. 4** Sus atribuciones y deberes son: 1. Vigilar el inmediato cumplimiento de todas las ordenanzas vigentes sobre higiene, moralidad y seguridad, elevando a l a intendencia las

^^Investigaciones futuras d e m o s t r a r á n dónde, cúando, cómo y con qué frecuencia se pusieron en práctica estas visitas. Lo significativo es que en 1892 las autoridades de salubridad t e n í a n el poder legal para hacerlas.

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observaciones que el inmediato conocimiento de las necesidades de la parroquia le supiera ... 2. Practicar las visitas domiciliarias de acuerdo con las ordenanzas vigentes 3. Informar por escrito en todos los asuntos en los que por las ordenanzas vigentes se exijan sus informes. 4. Comunicar por escrito a la Intendencia, cada mes, o antes si lo creyera necesario, el estado higiénico de su sección ... Art. 1° E l D. E . solicitará a quien corresponda, el local que en los edificios construidos para comisarías e s t á destinado a las Comisiones de Higiene (Comisiones Auxiliares, 488).

Dos años más tarde, en 1895, siguiendo modelos similares al de la provincia y la ciudad de Buenos Aires, las comisiones parroquiales o vecinales de distintas ciudades del país colaboraban con los Inspectores del Departamento Nacional de Higiene. E l proceso de centralización y di versificación del control que ejercía el Departamento Nacional no fue siempre fácil. Las fricciones con las autoridades locales se notaban entre las autoridades sanitarias nacionales y las de la provincia de Buenos Aires, E n febrero de 1895, por ejemplo, en los AnaZes del Departamento Nacional una introducción a una estadística de casos de cólera en todo el país, al mismo tiempo que promocionaba una centralización de acuerdo a un modelo alemán, explicaba con tono impaciente "la Oficina Imperial Alemana de Higiene hace conocer en su órgano oficial todos los casos de cólera con los mayores detalles posibles, ejemplo que podremos seguir en adelante publicando en los ^Anales del Departamento' los casos ocurridos en los diversos puntos de la República, con excepción de la Capital Federal, al menos por ahora, pues no recibe el Departamento ningún informe de sus autoridades sanitarias" (Cólera Informe, 85). Pero la centralización, que buscaba hegemonizar, controlar y administrar la información, en una nota de la misma fecha agregaba: "por orden del señor Ministro del Interior, se remite diariamente, desde el 6 del actual, la nómina de los casos observados en el Municipio" (85). Así autoridades nacionales, como el Ministro de Interior, ejercían presión sobre las autoridades municipales y provinciales para que la información pasara del nivel local al nacional.

"Ver por ejemplo " E l Cólera —Informe de la oficina sanitaria" y "Documentos sobre el cólera", en Anales del Departamento Nacional de Higiene (1895).

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Higiene central, poderes locales y libertades individuales Para realizar la diversificación y centralización simultáneas de los dispositivos higiénicos de control los higienistas sabían que debían entrar en confiicto con la jurisdicción de autoridades locales y con los derechos individuales y espacios privados de las personas. Pocos meses antes de que Ramos Mejía asumiera la presidencia del Departamento Nacional de Higiene, en una nota al Ministro de Interior de la nación titulada "Deberes y derechos de las autoridades sanitarias - Conveniencia de la centralización", un higienista planteó "la urgente necesidad de determinar las relaciones jerárquicas que deben existir entre esta corporación [el Departamento] y las autoridades sanitarias locales ... para llevar a la práctica, en defensa de la salud y de la vida, las concepciones de la ciencia con arreglo a la libertad individual" (Administración Deberes, 19). Los higienistas trataron de superar el confiicto entre deberes y derechos de las personas y de autoridades centrales y locales alegando respetar una "libertad individual" que de a poco fue supeditada a la necesidad superior de un bien higiénico común. Coni planteó el viejo antagonismo entre autoridades locales y centrales en términos de la figura de "la confusión y la anarquía que actualmente reina en estos asuntos" (20). L a imagen de anarquía evocaba un pasado de localismos rebeldes y levantiscos. E n contraste con ese pasado representado como de voluntades que se imponían por la fuerza, los higienistas siempre avanzaron su campo de influencia mediante la propuesta y sanción de leyes que ampliaran su jurisdicción. Coni pidió "una ley general de sanidad que marque a la autoridad [sanitaria] central la esfera de acción que necesita" (20), e imaginó esa ley como necesaria para una educación popular, "la acción más amplia de dicha ley, aunque más lenta, consistiría en la difusión de las sanas nociones de higiene y en el desarrollo de los hábitos de limpieza en el pueblo" (21). Ese pueblo debía ser instruido y dirigido por líderes surgidos de l a educación profesional de los higienistas, creando cátedras, institutos, laboratorios y museos de higiene" (21). Así el desarrollo de la higiene se concibió en dos frentes al mismo tiempo. Mediante la enseñanza de los preceptos de la gran disciplina moderna al pueblo y la preparación de una clase profesional de higienistas que los defendiera y difundiera. Los higienistas sabían que las leyes de higiene que ellos proponían generalmente entraban en confiicto con las libertades individuales de los habitantes. D. Guy señaló que además de que "las severas reglamentaciones investían a los higienistas con cuestionables poderes 100

policiales" (Sexo Peligroso, 112), éstos también "acudían a la policía para reforzar su propia autoridad" (113). E l trabajo en un mismo local favorecía esa colaboración. Pero el bien de la comunidad fue siempre el argumento que utilizaron estos nuevos policías de la salubridad al avanzar la centralización: ...la salubridad no constituye un interés personal, ni el interés de una parroquia o de un distrito dentro de la ciudad, ni del de una ciudad dentro de una nación, pues así como la salud de un individuo, no es asunto que únicamente interese al individuo la salubridad de una casa no es cuestión que exclusivamente afecte a las personas que la habiten, porque el individuo como la casa pueden convertirse en un foco de irradiación epidémica y constituir una amenza y un peligro para la salud pública. De aquí que la higiene no admite el principio de que un individuo sea dueño de disponer de su persona o propiedad hasta el punto de causar con ello peijuicios a la salud pública, ni que los poderes locales procedan en materia sanitaria con independencia del poder central (Administración Deberes, 2223).

Para sustanciar sus argumentos los higienistas ponían siempre como ejemplo los avances de la disciplina en Europa, especialmente en Francia, Alemania o "la Inglaterra, que es la tierra clásica de la descentralización y de la independencia, en donde tanto se respetan las prerrogativas y la inviolabilidad del domicilio, como lo prueba el dicho de My house is my castle^ toda vez que una autoridad local ha omitido el cumplimiento de cualquiera de las prescripciones de la profilaxis establecidas en la ley, el Local Government Board, dirección general de la asistencia y de la higiene pública, interviene" (24-25).

Así Inglaterra servía de ejemplo para ese avance de una "dirección general de la asistencia y de la higiene pública" en el espacio de "las prerrogativas y la inviolabilidad del domicilio". Este texto evitó explicitar que los "domicilios" que dejarían de ser "inviolables" serían los de los inmigrantes pero en las regulaciones era evidente que los espacios más vigilados eran los espacios habitacionales del tráfico de personas, de los flujos de poblaciones "conventillos y casas de inquilinato, fondas, posadas y hoteles" (Vacunación Difberia, 171). L a s policías de la higiene E n la última década del siglo diecinueve los higienistas argentinos desarrollaron y regu|aron, a partir de una "policía de las aguas", un complejo sistema policial de observación y recolección de información 101

que mantenía una mirada vigilante sobre las actividades de las personas en rutas marítimas hacia Buenos Aires y en espacios públicos y privados de todo el país. Los mismos higienistas que señalaron cómo "en los últimos tiempos nuestras autoridades se han preocupado seriamente de estudiar la cuestión de la policía y defensa legal de las aguas de consumo" (Higiene Pública, 76), empezaron a "ejercer la policía sanitaria de puertos y costas, observando los navios que puedan importar gérmenes**. E s a "policía sanitaria del litoral abarcará las aguas, costas y puertos de los ríos Plata, Paraná, Uruguay, de sus afluentes principales y del Atlántico (Proyecto Reglamento, 208). L a policía de las aguas de consumo se hizo policía de las aguas sobre las que se movían personas y mercaderías. L a policía hacía trabajos de investigación para los higienistas en las provincias (Tifus Exantemático, 237) y en distintos barrios de la capital (Asistencia Pública, 5). E n 1891 Coni abogó por "la aplicación de las medidas de profilaxis que en todos los casos se realizarán en el acto, con el auxilio de la Policía" (Desinfección Obligatoria, 82) e insistió en que en caso de resistencia se recurriría a "la Policía, el auxilio de la fuerza pública" (83). L a "Ley sobre profilaxis contra las enfermedades infecto-contagiosas" sancionada en agosto de 1894 concluía que en todo el país "la policía y demás autoridades prestaran a las autoridades encargadas del cumplimiento de esta Ley el auxilio de la fuerza pública siempre que lo requirieran" (Proyecto Ley, 299). Pero además de la ayuda de la policía tradicional el Departamento desarrolló a partir de 1892 una serie de dispositivos policiales propios. E n 1898 el Departamento Nacional de Higiene tenía secciones de "Policía sanitaria" local (Ley Policía, 577) y "Policía sanitaria intemacional" (Memoria Departamento, 295), "Policía industrial" (529), "Policía mortuoria" (Ley Sanidad, 422) y "Policía de los animales domésticos" (Ley Animales, 599). Estas policías de la salubridad trabajaban muy junto a las fuerzas policiales tradicionales. Recordemos que en la capital de la república, las antiguas Comisiones parroquiales al transformarse en Comisiones de higiene se alojaron en los edificios de la policía, en "el local que en los edificios construidos para comisarías está destinado a las Comisiones de Higiene (Comisiones Auxiliares, 488). Y en las distintas provincias cuando se instalaba una estación sanitaria en una ciudad, los higienistas enfatizaban que "el Comisario Municipal tiene el deber de prestar el concurso de los elementos de que dispone al Médico y al encargado de dicha estación" (Documentos Cólera, 602).

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Observación y recolección de información sobre sospechosos E l cambio en la estrategia de control pasó así de la práctica e imposición de las cuarentenas, que en 1871 los higienistas presumían consolidadas "de un modo tal, que se presiente ya la época en que se mirará su falta en un país como un atentado contra la humanidad" (Peste Histórica, 154), a la práctica de la observación panóptica, diversificada y centralizada; una mirada vigilante que recorría los espacios junto con los fiujos de población que se movía de los puertos europeos a los puertos de Buenos Aires, y de ahí por las líneas de transporte hasta el resto de las principales ciudades del país. Este cambio, que en Argentina se dio entre 1887 y 1893 aproximadamente, es muy similar al cambio de disciplina que describió Michel Foucault en Vigilar y castigar. L a utilización del viejo sistema de cuarentenas representaba ...a un extremo, la disciplina bloqueo, la institución cerrada, establecida en los márgenes, y vuelta toda ella hacia ñinciones negativas: detener el mal, romper las comunicaciones, suspender el tiempo. Al otro extremo, con el panoptismo, tenemos la disciplina-mecanismo: un dispositivo funcional que debe mejorar el ejercicio del poder volviéndolo más rápido, más ligero, más eficaz, un diseño de coerciones sutiles para una sociedad fiitura (212). E n ese cambio que era la transformación en una sociedad futura, la vigilancia de una línea de frontera se transformó en vigilancia de los ñujos en los espacios a los lados de las fronteras. Así con la modernización se organizó en Argentina una sociedad disciplinaria. Foucault explicó que "se puede, pues, hablar en total de la formación de una sociedad disciplinaria en este movimiento que va de las disciplinas cerradas, especie de 'cuarentena' social, hasta el mecanismo indefinidamente generalizable del *panopticismo'" (219).^^

^^Foucault explicó que esa era la disciplina de la mirada observadora generada por el panóptico, el edificio que reproducía una mirada transformada en una especie de conciencia de ser mirado. El panóptico era una estructura arquitectónica y Foucault explicó su diseño y función: "en la periferia, una construcción en forma de anillo; en el centro, una torre, ésta, con anchas ventanas que se abren en la cara interior del anillo. La construcción periférica está dividida en celdas, cada una de las cuales atraviesa toda la anchura de la construcción. Tiene dos ventanas, una que da al interior, correspondiente a las ventanas dé la torre, y la otra, que da al exterior, permite que la luz atraviese la celda de una parte a otra. Basta entonces situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda a un loco, un enfermo, un condenado, un 103

E s a red de vigilancia que mantenían bajo su mirada desde los barcos "considerado [s] como una casa o un barrio" (Acta Primera Sesión, 260) en tránsito hacia Argentina, hasta los lazaretos flotantes, los lazaretos fijos, las costas, ciudades, barrios, escuelas, cuarteles, fábricas, talleres, casas de comercio y casas particulares fiie la puesta en práctica del panoptismo argentino. L a flexibilidad de este sistema de control era la misma en los medios de transporte que comunicaban el país con el resto del mundo como en las rutas que comunicaban la ciudad de Buenos Aires con el resto de las ciudades y provincias del país. AI describir el control en los medios de transporte argentinos los higienistas alegaron que "en los ferrocarriles, la presencia de un guarda sanitario era necesaria para vigilar a los pasajeros que pudieran enfermarse". E l guarda sanitario, en movimiento junto con los pasajeros, aseguraba el cumplimiento de la vigilancia al mismo tiempo que se mantenía la circulación. Al reemplazar la práctica profiláctica de la cuarentena por la de la observación panóptica que se multiplicaba junto con los flujos del tráfico, los higienistas afirmaron que "las obstrucciones a la marcha de los trenes no han producido hasta ahora otro resultado que pexjuicios" (Cólera Informe, 111). E n cambio la observación panóptica de los distintos movimientos de personas y mercaderías "debía velar porque el movimiento comercial no sufriera el menor daño, porque no se pusieran trabas inútiles al transporte de las personas por tierra o por los ríos" (112). L a modalidad principal de todo este nuevo sistema disciplinario era la observación y la recolección de información: "El Departamento Nacional de Higiene establecerá estaciones sanitarias en diversos puntos de la República, provistas de todas las instalaciones sanitarias suficientes y que serán puntos de observación para la navegación" (Proyecto Ley, 294). E l énfasis era siempre observar y no impedir el movimiento, "las medidas profilácticas nunca podrán llegar hasta impedir el tráfico, sino someter a observación a pasajeros sospechosos" (295). L a flexibilidad de este sistema de control sanitario que se movía junto con el tráfico de personas pero sin interferir con el movimiento sino solamente observándolo trató de controlar una población nómade

obrero, un escolar. Por el efecto de la contraluz, se pueden percibir desde la torre, recortándose perfectamente sobre la luz, las pequeñas siluetas cautivas en las celdas, en las que cada actor está solo, perfectamente individualizado y constantemente visible (203). 104

que fue aumentando en número y en movimientos trashumantes inestables.

Nomadismos E l sistema latifundista de propiedad de la tierra fue una de las razones por las que, entre 1880 y 1914 aproximadamente, haya sido característico en Argentina el nomadismo de grandes poblaciones. Sarmiento y Alberdi soñaron con la formación de una pequeña burguesía de familias de labriegos campesinos, pero en la práctica esa clase de pequeños propietarios sólo se desarrolló en pocas zonas de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Las grandes extensiones de tierra, siempre en manos de los latifundistas, siguieron siendo dedicadas a l a ganadería, no fueron divididas en las democráticas parcelas pletóricas de verdura imaginadas por Sarmiento. L a inmigración aumentó y siguió siendo promovida porque su presencia en grandes números representaba una fuerza laboral móvil en la que el desempleo periódico y la competencia por los trabajos contribuían a que se mantuvieran bajos los niveles de salarios. Al no poder hacerse propietarios de una parcela de tierra, los inmigrantes alternaban su trabsgo como peones y jornaleros en los latifundios, durante las cosechas, con estadías en las ciudades, especialmente en Rosario y Buenos Aires, donde trabajaban en la construcción de obras públicas y de transporte, como peones ferroviarios o portuarios, en las pequeñas industrias y en el nuevo comercio urbano. A partir de 1895 los cambios en las formas y sistemas de producción contribuyeron al desarrollo de una sociedad que se vio cada vez más envuelta en grandes movimientos de poblaciones. Manuel Bejarano explicó que "la agricultura, tal como comenzaba a desarrollarse a fines del siglo pasado, era una agricultura nómada, a causa del ininterrumpido proceso de desplazamiento de los colonos en las zonas rurales de trabajo. Los diversos tipos de desplazamiento del campesinado de origen inmigratorio respondían, por lo general, a un mismo factor determinante: el régimen de la tierra" (Fragmentos Poder, 122). Al crecer y mejorarse los grandes rebaños de ganado, los ganaderos necesitaron más agricultores para aumentar el número de hectáreas dedicadas a la siembra de forrajes especiales que sirviera de alimento a la mayor cantidad de vacunos. Pero como explicó Bejarano, esa fue una agricultura de arrendatarios, supeditada siempre a los intereses de la ganadería y contribuyó a la "tendencia de la mayor parte de los agricultores de trasladarse de un lugar a otro" (122). 105

E l nomadismo, a su vez, impidió que entre esas poblaciones de inmigrantes compuestas por una gran mayoría de hombres en movimiento continuo crecieran núcleos familiares tradicionales. Bejaraño señaló que ^'las unidades familiares representaban un porcentaje muy bajo, y que la mayoría de los trabajadores se trasladaban a la campaña sin sus mujeres e hijos, o estaba constituida por gente que no los tenía todavía (123).^^ Esta no sólo no fue la inmigración preferentemente de familias de labriegos anglo-sajones imaginada por Sarmiento y Alberdi. Esta inmigración, además, estaba compuesta por una gran mayoría de hombres jóvenes, italianos y españoles sin lazos tradicionales de familia, generalmente analfabetos y provenientes de las zonas más pobres de sus países de origen. E n el Segundo Censo de la República Argentina, levantado en 1895, el análisis de las cifras estadísticas decía: "como se ve es la población extranjera la que suministra la diferencia constatada en favor de los varones [...], como la inmigración extranjera se verifica formando los hombres sus dos terceras partes, queda explicada la diferencia" (xxxv). Esta fue la inmigración que empezó a conformar esa población "masa de colonos nómades, sin ataduras de ninguna especie". Al nomadismo de esos colonos o inmigrantes, que trabajando como arrendatarios esperaban hacerse propietarios de una parcela de tierra, se sumáronlos movimientos de poblaciones temporarias de jornaleros y peones europeos que viajaban para trabajar en una o dos cosechas aquí y así ahorraban una suma de dinero que en Europa para un campesino era considerable. E s a fue la llamada inmigración golondrina. Alejandro Bunge en 1916 calculó que esa población alcanzaba a 150.000 hombres anuales, pero Roberto Cortés Conde en 1979 después de estudiar los cálculos de Bunge propuso que el número de trabajadores golondrinas llegó a 300.000 jornaleros empleados anualmente en las cosechas (Progreso Argentino, 200). Todos los historiadores que han estudiado el mercado de trabajo del período han ido notando cada vez con más énfasis ese movimiento.

^^Como Bejarano, Roberto Cortés Conde también enfatizó que "se debiera insistir en esta característica peculiar del elevado número de trabajadores no especializados altamente móviles y que no estaban definitivamente ubicados en la rama primaria o en la secundaria. Esta circunstancia caracterizó el mercado de trabajo en la Argentina en esa época [1895-1914]. No sólo existia la inmigración golondrina, aquellos que iban y volvían para las cosechas, sino que también hubo un volumen alto que pudo desplazarse con mucha facilidad" (Progreso Argentino, 199).

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caraterístico, de jornaleros golondrinas entremezclados con colonos nómades y obreros que trabajaban en el campo y en las ciudades, todos conformando poblaciones nómades difíciles de capturar en números y categorías estadísticas. Roberto Cortés Conde notó que: ...se trató entonces de un mercado muy fluido con alta movilidad de trabajo, no sólo por el hecho de la inmigración sino por la falta de especialización y por las mismas características de las actividades productivas para las que había mayor requerimiento de trabajo ... y que tenían fuertes oscilaciones, algunas estacionales, otras dependientes de la conyuntura económica (201).

Edgardo Bilsky también señaló que entre 1895 y 1914 "uno de los hechos que llama más la atención en la distribución de la población en las diversas profesiones es la importancia del grupo de jornaleros, peones y varias, que reúne a personas sin profesión ni ocupación definida, constituyendo una masa laboral extremadamente móvil" (F.O.R.A,, 40). En 1985, después de revisar el estudio de Cortés Conde publicado en 1979, Bilsky agregó: ...sin embargo estas cifras [publicadas por Cortés Conde] nos explican apenas parcialmente la actividad de esa masa humana sin ocupación ni califícación bien definida. Otros testimonios de la época subrayan también el carácter extramadamente móvil de la mano de obra en Argentina, a principios de siglo. Una misma persona podía trabajar en un taller metalúrgico limando rebarbas metálicas, luego de pintor, o limpiador de botellas, o en la estiba, más tarde de mecánico, o en la zafra, recorriendo de esta manera largas distancias (40-41).

La ciudad de Buenos Aires era el centro sobre el que confluían los movimientos de todas esas poblaciones que recorrían largas distancias. En la zona urbana de Buenos Aires y Rosario en 1895 se concentraba más del 91 % de la población extranjera residente en el país y en 1914 ese porcentaje sólo había bajado al 87 % (30). En One Family, Two Worlds - An Italian Family's Correspondence Across the Atlantic, 1901-1922, publicado en 1988, Samuel Baily y Franco Ramella reconstruyeron la experiencia de algunos de estos inmigrantes. Baily y Ramella hicieron una recopilación de la correspondencia entre dos jóvenes inmigrantes, Oreste y Abele Sola, y sus padres que habían quedado en Biella, su pueblo de origen en el piamonte italiano. Oreste Sola fue el primero de los dos hermanos en llegar a Argentina. A diferencia de la mayoría de los inmigrantes que llegaban a conquistar un futuro a principios del siglo veinte, Oreste Sola había completado estudios secundarios especializados en

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mecánica. Por esa razón su experiencia puede haber sido distinta a la de la mayoría de los inmigrantes del período, mujeres y hombres generalmente analfabetos o con poca educación formal. Pero una vez notadas las diferencias, las cartas de Oreste a su familia, especialmente las que escribió entre 1901 y 1903 —hasta que se estabilizó en un trabajo de cierta especialización como técnico constructor, en los ferrocarriles primero y en las obras del Congreso Nacional después— lo describieron explorando, como el resto de los inmigrantes, las posibilidades de trabajo en distintas zonas del nuevo país; ocupado en todo tipo de trabajo y en contacto con comunidades fluidas de hombres jóvenes que se movían constantemente entre Europa y Buenos Aires y entre la capital federal y otras ciudades capitales y provincias del norte y el sur argentinos. E l nomadismo de Oreste Sola y sus amigos no terminó cuando éste, después de 1903, se instaló defínitivamente en Buenos Aires. E n 1908 Oreste se casó con Corinna Chiocchetti y pocos años más tarde a la nueva familia se unió Abele, que inmigró en 1912. L a s cartas de Oreste, Corinna y Abele fechadas entre 1903 y 1914 documentaron, además, la serie de mudanzas de casa en casa características de los inmigrantes que vivían en la ciudad. Baily y Ramella notaron que ...entre 1904 y 1914 hubo un gran movimiento de italianos hacia los distritos periféricos de la ciudad, donde podían comprar propiedades y vivir en circunstancias menos congestionadas... A pesar de que los italianos de Buenos Aires se mudaban frecuentemente, el movimiento no siempre significaba ascenso social. Algunos, como Oreste, se mudaban en la vecindad para acomodar a la familia que crecía. Otros se mudaban cuando se presentaba la oportunidad de vivir más cerca de familiares o amigos. Otros también podían mudarse porque se veían obligados a dejar su residencia habitual por una razón u otra (21. Traducción mía).

E n 1887, en el primer capítulo de su novela En la sangre, Eugenio Cambaceres describió la mudanza estereotípica, que sí significaba un ascenso social, cuando Genaro y sus padres dejaron el conventillo del centro de la ciudad y se mudaron a un barrio más lejano, a una casa junto a la que Esteban, el padre de Genaro instaló el taller de hojalatería (208-209). Más tarde, al morir Esteban, Genaro y su madre volvieron a mudarse frecuentemente (245). E n sus cartas anteriores a 1903, Oreste Sola, el piamontés que al llegar a Argentina tenía sólo diecisiete años, describió un movimiento constante de viajes, alternativamente solo o con amigos y compañeros conocidos entre idas y venidas, investigando las posibilidades de 108

trabajo en un largo periplo que a lo largo de años lo llevó a recorrer gran parte del territorio argentino. Pocos días después de su llegada a Buenos Aires, Sola escribió: Buenos Aires, 17 de agosto de 1901 Queridísimos padres. Estoy aquí desde el 5 del corriente mes, he llegado en óptima salud, como así también mis dos compañeros ... Todos los muchachos están alegres como locos. De noche cuando nos juntamos antes de ir a dormir, nos partimos de risa. A todos les gustaría volver a Italia, pero no lo hacen. Quizá yo vaya a hacer lo mismo. Aquí comemos, bebemos, y nos reímos y nos divertimos; estamos en América (34. Traducción mía).

E l tono de esta primera carta expresaba la celebración de sí mismos de un grupo de muchachos sin ansiedades por el futuro, recién llegados a una América concebida y reafirmada como la versión moderna de utopías clásicas. Pero este primer tono celebratorio de a poco fue reemplazado por la imagen del joven lanzado, sí a la aventura, pero una que implicaba una gran empresa de viajes y trabajo. Y especialmente en las primeras cartas, mientras exploraba. Sola describió su nueva vida en una comunidad de hombres jóvenes viajando juntos. Sola dijo que llegó a Buenos Aires con Mos compañeros" pero no sabemos si los tres jóvenes salieron juntos de Biella o se conocieron en el viaje. Lo cierto es que los tres, como el resto de los inmigrantes, acababan de compartir un largo viaje en barco durante el que crecían o se reafirmaban vínculos durante varias semanas de convivencia en un espacio reducido, en el que la restricción del movimiento favorecía, junto con la reflexión, la agitación de fantasías, ansiedades y deseos, intercambiados, confesados o no durante el mítico cruce del mar que inauguraba un cambio de vida. E l viaje no terminaba al llegar a Buenos Aires. E n los dos años siguientes a su llegada, el movimiento de él y sus compañeros por todo el país fue constante. Un mes después de llegar a Buenos Aires, Oreste escribió desde una de las provincias andinas "todavía estoy contento y feliz de estar en América. Ahora estoy en Mendoza en vez de Buenos Aires. No me gustó mucho Buenos Aires porque ahí no se consigue buen vino ... Sólo siento estar tan lejos de mis amigos —no quisieron venir" (37). L a razón que alegó Sola para justificar su viaje a Mendoza evidentemente era una excusa humoristica del adolescente envuelto en un medio ambiente en el que los largos viajes en busca de trabajo

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eran comunes. En la misma carta Sola contó que vivía con "Luigi Ferraro de Chiavazza [Piamonte], quien ha estado aquí desde hace siete años viajando por América". Poco más abajo Sola agregó: "le he escrito a un amigo para que me mande la dirección de mi compañero de escuela Beretta, y hasta puede que vaya a visitarlo a Perú; está a cuatro días de tren o más" (37). Aparentemente Sola no dejó Argentina, pero dos meses más tarde advirtió a sus padres que dada la inestabilidad de los empleos temporarios podía verse obligado a viajar a cualquier parte de América, "me gustaria ir a Perú con Beretta o a Cuba, donde está el querido primo Edvino ... Aquí no estaría mal excepto que no estás seguro de estar empleado o de nada ... ni siquiera puedes estar seguro de quedarte en un lugar" (39). Desde otra provincia y siempre moviéndose en esa fluida comunidad de amigos y conocidos juntados y separados por los viajes a los que los obligaba el mercado de trabajo, Sola volvió a escribir; "dejé Mendoza para tener otra visión del mundo. Mis amigos Paolino y Guiglielmo todavía están ahí ... Cuando dejé Mendoza, fui a Junín. De ahí fui a San Nicolás a visitar a mi compañero de viaje Giuseppe Guelpa, pasamos unos días agradables juntos. Él puede que vuelva [a Italia] en enero o febrero. De San Nicolás fui a Santa Fe, pensando que visitaría a Ferrara. E n cambio él se había ido a Rosario, donde, de todas formas no lo encontré" (49). Cuatro meses más tarde y desde una tercera ciudad, Sola volvió a escribir: "he vuelto a Santa Fe donde estuve unos días en noviembre del año pasado. Pero la ciudad está absolutamente muerta; no hay ningún tipo de movimiento. Hoy o mañana parto de aquí. Iré a San Cristóbal. No sé si me quedaré ahí. Si no me quedo, sigo derecho a Tucumán, donde en esta época hay grandes oportunidades de trabajo" (49), Igual que una gran mayoría de los inmigrantes que se radicaron en Argentina, Sola por ñn se estableció en Buenos Aires, y en una carta fechada en junio de 1903 contó: ...la semana pasada Federico, de Valdengo [Piamonte], estuvo aquí en la capital; lo conocí en Santa Teresa. Se fue enseguida después de pocos días porque el trabajo en el campo tiene que empezar de nuevo ahora que la cosecha de trigo ha terminado —ñie muy copiosa. Antonio Pella, que estuvo en Italia hace un año, también se fue al campo pero a la zona sur. Ha encontrado un trabajo en esa zona, y se ha ido a terminarlo. Probablemente no vuelva a la ciudad en todo el año. Zocco es siempre el mismo: come, bebe, y juega al glotón. Vivimos juntos, y la vida que él lleva también es la mía. Durante un tiempo he tenido en mi cabeza una sensación de movimiento perpetuo (54).

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Antes de establecerse en Buenos Aires en 1903, Oreste Sola recorrió gran parte del territorio argentino y vivió y trabajó en las provincias de Mendoza, Santa Fe, Tucumán y Buenos Aires. Entre 1901 y 1903, pero también después de establecerse definitivamente en Buenos Aires, las cartas de Sola a su familia describieron ese "movimiento perpetuo** de inmigrantes de distintas clases sociales, con distintos niveles de educación, trabajando en las cosechas, los ferrocarriles y la construcción y viajando constantemente entre Europa y Buenos Aires, y entre esa ciudad y distintas zonas rurales del sur, el oeste y el norte argentinos. E s en este contexto que debemos estudiar la contribución de los higienistas al desarrollo de una sociedad disciplinaria. Foucault explicó que "uno de los primeros procedimientos de la disciplina es fijar; la disciplina es un procedimiento de antinomadismo** (221). Pero en Argentina, entre fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte la disciplina de la higiene sirvió para ejercer la vigilancia de un nomadismo que no podía ser refrenado porque hacerlo hubiera significado inmovilizar una fuerza laboral y una mano de obra a la que era precisamente la movilidad la que la hacía competitiva, y la competencia por los trabajos mantenía bajos los salarios.

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II

maleantes

Discursos y dispositivos de la higiene en los discursos y dispositivos de la criminología Muchos de los sistemas de control y modelos de análisis, junto con el vocabulario, los tropos y metáforas de la higiene de fines del siglo diecinueve, a principios del siglo veinte fueron utilizados por los criminólogos y sociólogos especializados en las nuevas ciencias sociales finiseculares. Cuando los inmigrantes que se habían establecido en los grandes centros urbanos del litoral fluvial, principalmente en las ciudades de Buenos Aires y Rosario, también se empezaron a organizar en las distintas asociaciones de un movimiento obrero que en 1902, durante la primera huelga general, demostró que podía paralizar la economía agroexportadora, los mismos higienistas que —con el cambio de la noción de mal que de la barbarie de un adentro se había transformado en la amenza de epidemias desde un afuera— se habían preocupado por la amenaza de las "enfermedades exóticas viajeras", también se empezaron a preocupar por la "criminalidad** concebida como una enfermedad psicológica y moral que amenazaba la salud social. Así nuevamente los hombres de ciencia se vieron frente a la disyuntiva de promover la inmigración necesaria para el proyecto económico y que fue la misma inmigración que lo cuestionó. E l uso de los mismos modelos de análisis y la retórica de los higienistas que hemos estado viendo, pero ahora aplicados a los movimientos y flujos de personas, de poblaciones difíciles de controlar, de "filtrar", emergió por ejemplo en un texto canónico de criminología argentina publicado en 1905: La delincuencia argentina, de Cornelio 115

Moyano Gacitúa. Allí este Profesor de Derecho Penal y Juez de la Suprema Corte usó el modelo de la aglomeración y el estancamiento del movimiento de flujos que no permitía la dilución de materias nociva: ...el inmigrante no se disemina; queda en número excesivo en las capitales, de postulante de trabajo que allí no existe; se derrama por las calles luchando a brazo partido con la necesidad, viviendo en mancomún y promiscuidad con los paisanos, fomentando huelgas y desórdenes, sirviendo a la vez de elemento agitador y agitable. Moyano Gacitúa enseguida señaló el resultado de esa acumulación, ''esa sobresaturación de homicidios, lesiones, atentados al pudor [y] huelgas" (20). Así el mal pasó de ser un mal ''sobresaturante'*, contaminante de cuerpos de agua o cuerpos sociales, poblaciones en las que lo que más se temía era la agitación social y las huelgas como resultado de la inestabilidad del mercado de trabajo. L a solución que propuso Moyano Gacitúa era previsible: ''asi como las ciudades, al recibir una gran población, necesitan para su higiene física obras de drenaje y de salubridad so pena de grandes saturaciones mefíticas; así también necesitan de esas obras de salubridad moral que son las instituciones preventivas o represivas, destinadas a contener la sobresaturación criminal del inmigrante"* (20-21). Al no "diseminarse" los inmigrantes no cumplían con prescripciones básicas de la economía iluminista y de la higiene decimonónica que mandaban la circulación continua de personas y mercaderías y de flujos separados y controlados de aguas potables y servidas. Entonces la aglomeración urbana, de la que surgieron las nuevas clases obreras envueltas en las luchas de clases características del período, fueron descrítas como esas confusiones de cuerpos, líquidos y materias estancadas o aglomeradas en los espacios de la ciudad "se derrama [banl por las calles, viviendo en mancomún y promiscuidad" mezclándose y originando "huelgas y desórdenes" concebidos como las nuevas infecciones de enfermedades sociales. Así fue como —siguiendo el ejemplo de las obras de salubridad realizadas a fínes del siglo diecinueve bajo la dirección de los higienistas— a principios del siglo veinte los criminólogos colaboraron activamente en la imaginación y creación de nuevas obras de "higiene social", "instituciones preventivas o represivas, [como la Policía de la capital federal] destinadas a contener [una] sobresaturación [que ya no era de líquidos y materias de deshecho sino] criminal". Al mismo tiempo que la primera sociología sirvió para especiflcar la nueva organización de clases de una Argentina futura en

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la que debía predominar una nueva clase media, esta criminología sirvió para vigilar la nueva clase obrera. E n un memorándum fechado el 16 de mayo de 1909, Ramón Falcón, Jefe de la Policía Federal escribió al Ministro de Interior: "en aquel angustioso período comprendido entre los años 1902 a 1905, al elemento obrero lo agitaba un loco frenesí huelguista** (Memoria Policía, 268). E n el discurso de este Jefe de Policía, una de las instituciones represivas a las que aludió Moyano Gacitúa, se continuó el discurso médico higienista, ahora utilizado para describir las manifestaciones del movimiento obrero representadas como la nueva enfermedad social.* Falcón identificó el origen del nuevo mal en "ciertos focos de patología social inasimilables a nuestra personalidad colectiva, por instinto y por educación, con atavismos exóticos, y con virulencias de otros medios, que se encuentran adheridos a nuestra fisonomía orgánica" (266). Estos "focos" y la "virulencia** de esta "patología** ya no denotaban concentraciones de gérmenes propagadores de enfermedades infecciosas epidémicas como el cólera y la fiebre amarilla sino los grandes movimientos obreros de protesta y las asociaciones y personas, especialmente anarquistas, que ayudaban a organizarlos. Como los higienistas preocupados por la vigilancia del puerto, Falcón urgió "medidas severas en el punto de entrada como es principalmente el puerto de esta Capital, por donde se introducen estos mismos elementos que después hay que repatriar dejando en este suelo los gérmenes de sus tendencias que llegan ya a contaminar hasta algunos elementos nacionales** (172). E n este contexto discursivo las leyes represivas contra el movimiento obrero empezaron a ser denotadas como medidas de profilaxis social. 'En las seiscientas páginas de la Memoria de la Policía de Buenos Aires publicada por Falcón en 1909, es evidente que la preocupación fundamental de las autoridades era la investigación y vigilancia del movimiento obrero. Roberto Cortés Conde ya señaló que a diferencia de la década de 1880, a principios de siglo ''se había afianzado la autoridad del presidente del gobierno nacional, especialmente la del presidente, que tenía bajo sus órdenes directas la administración del importante distrito de la Capital y, bajo la de su ministro político, el de su poderosa Policía que, con una dotación de unos dos mil vigilantes y un presupuesto de gastos que se acercaba al de todos los regimientos de línea, podía desalentar cualquier eventual desafío a su autoridad** (Dinero Deuda, 174). Beatriz C. Ruibal, por su lado, señaló que ''acerca de los militantes anarquistas y socialistas, la Policía se planteaba a fines de siglo menos la sanción que la vigilancia rigurosa que le permitiera formar un registro de los mismos" (Ideología Control, 29).

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E n un texto publicado en 1909, al promover la Ley de Defensa Social, sancionada un año después, Falcón propuso que esa ley debía ser concebida como complementaria de la Ley de Residencia que había sido sancionada seis años antes: Esa ley de salud pública [de 1902] debe ser complementada, para que surta mejores y más saludables efectos. Ley de circunstancias, con un tinte político bien definido, dictada en ocasión en que el anarquismo con su cohorte de agitadores turbulentos tomó arraigo en este pueblo, difundiendo la alarma entre las clases conservadoras, amenazando con mover el orden y la paz pública, no constituye un instrumento de defensa social, con capacidad suficiente como para depurar a este organismo, de otra clase de elementos mórbidos que lo corrompen, y que en otro sentido no son menos perjudiciales para el país y que conocidos bajo la denominación estigmatizada de caftens, desempeñan el más oprobioso e infame de los comercios, la trata de blancas, que importa un verdadero atentado a la moral y a la actual civilización (15-16).

D. Guy demostró que la prostitución se transformó en una poderosa metáfora que expresó los temores a las clases bajas prevalentes entre las clases medias y altas del período (Sexo Peligroso, 62). E n este caso, para expresar y difundir ese temor, Falcón entretejió el vocabulario y modelo de análisis de los médicos higienistas con las imágenes del anarquista subrepticio pasando desapercibido entre los inmigrantes junto con el rufián corruptor disimulado entre la nueva burguesía de comeciantes e industriales viajeros. E n 1903 José Ingenieros, joven médico criminólogo, publicó una reseña crítica de Hacia la justicia, la novela del médico escritor Francisco Sicardi donde describió a un personaje central de la novela como a "la encarnación del menear anarquista, ... un tipo psicológico perfecto". Poco más abajo Ingenieros haciendo esa crítica literaria científica que fue recurrente en su obra, agregó: "el dinamitero debía ser hijo de un amor ilegal, ... de un fugaz capricho de la sexualidad excitada por alguna orgía de prostíbulo" (Psicopatología Arte, 28). Así los criminólogos, en un discurso literario y científico a la vez, le dieron densidad a ese entretejido de anarquismo y prostitución, representando al anarquista como un tipo psicológico, producto a la vez de una sociología, un medio ambiente y una herencia biológica que se remontaba a una sexualidad "ilegal". E l anarquista que asociado a la prostitución sumaba significados políticos y "morales" encarnó los temores de las clases burguesas hacia la clase baja que por primera vez se organizó en los sindicatos del nuevo movimiento obrero. Contra ese nuevo mal ya no eran efectivos los discursos y dispositivos de la higiene. 118

L o s flujos insalubres del movimiento obrero E n la primera década del siglo veinte Falcón colaboró en la modernización de la policía de Buenos Aires que fue utilizada como una de las principales "instituciones preventivas o represivas" a las que aludió Moyano Gacitúa. Pero el reentrenamiento y organización de esa nueva fuerza no fue fácil. E l mismo Jefe de Policía se quejó de que el nomadismo de trabajadores que se movían entre la ciudad al campo debilitaba los cuadros de agentes de vigilancia: ...existen mil individuos, aproximadamente, del personal de agentes, que han tomado la Policía como medio transitorio de vida, cuando las cosechas exigen brazos, dándoles utilidades pecuniarias mayores que las que produce el puesto de agente, dejan éste para buscar esas utilidades y vuelven cuando terminadas aquellas, la vida se les hace casi imposible en el campo. Hay también un número bastante crecido de individuos viciosos que tienen numerosas bajas, y por la escasez de hombres sanos, la Policía se ve en la obligación de tomarlos (Memoria Policía, 43).

Entre 1902 y 1910 la policía de la capital se vio obligada a aceptar a "individuos [que consideraba] viciosos" porque necesitaba personal con urgencia para controlar las primeras grandes demostraciones y huelgas generales de la historia argentina. Los temores a las huelgas, como al "vicio", llegaron hasta el seno de la misma policía. E n diciembre de 1908 una resolución que involucraba a "parte del personal de agentes de esta Repartición, con motivo de las gestiones que han hecho sin conocimiento de sus superiores, con el objeto de conseguir aumento de sus sueldos", siempre utilizando la imagen del mal invisible que se infiltraba a un cuerpo desde afuera, decía que **un grupo de agentes valiéndose al efecto de influencias extrañas a la Repartición, ha intervenido para conseguir su objeto, en forma clandestina, oculta e impropia en un cuerpo en que la principal base de su organización descansa en la firme y severa disciplina, llegando hasta hacer propaganda de huelga en caso de un resultado negativo" (Memoria Policía, 477). Aquí, además de las dificultades creadas por organizaciones laborales dentro de la misma fuerza que debía reprimirlas, emergió la noción constante del mal "impropio" por "ocultarse", por la "clandestinidad" de lo organizado pero no fácilmente detectable. Los primeros organizadores obreros fueron efectivamente extranjeros. E n la última década del siglo diecinueve muchos extranjeros, socialistas como las hermanas Fenia y Mariana Chertkoff, judías, rusas (hijas de un conocido socialista ruso y casadas con Nicolás

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Repetto y Juan B. Justo, fundadores del partido socialista argentino) y anarquistas como Pedro Gori y Pascual Guaglianone, por ejemplo, mujeres y hombres entrenados en las luchas de clase de sus países de origen, promovieron activamente las primeras asociaciones, sindicatos y huelgas del movimiento obrero argentino. E n la década de 1890 el gobierno todavía reaccionaba delegando el ejercicio de la represión en los empleadores y funcionarios de policía encargados de contener, canalizar o desviar las huelgas de sindicatos individuales, generalmente identiñcados como socialistas, que eran considerados los más radicales. Recordemos el texto de Ramos Mejía donde éste decía que era "el movimiento socialista [el] que tanto preocupa[ba] a los estadistas y gobiernos del mundo entero" (Memoria Departamento, 529). Pero el 13 de marzo de 1904, la elección de Alfredo Palacios al Congreso Nacional representó un cambio en la imagen del socialismo que, especialmente a partir de ese momento, para el Estado empezó a representar no ya una amenza sino una posibilidad de integrar al menos una parte del movimiento obrero al proceso de modernización de la oligarquía liberal. E n los primeros años del siglo veinte los socialistas y anarquistas colaboraron dentro del movimiento obrero, pero entre 1904 y 1905 se hizo clara una división entre grupos de socialistas reformistas dispuestos a integrarse al sistema político vigente y de anarquistas más radicalizados que se oponían. E s a división ya se había empezado a perfílar en los últimos años del siglo diecinueve. lacov Oved citó una discusión de 1901 entre Ingenieros, "el socialista conceptuado en el pasado como proanarquista" (Anarquismo Movimiento, 162) y Pedro Grori y Pascual Guaglianone, dos conocidos representantes anarquistas: "Guaglianone dirigiéndose á Ingenieros [desde Montevideo], censura su vuelco, pero recalca que no debe extrañar 'pues t ú nunca fuiste revolucionario, ni cuando publicabas en La Montaña'" (162). Ingenieros en su respuesta le contestó "aquí suelo ver a menudo a Gori, que está en el mismo orden de ideas [que Guaglianone]. Ustedes se siguen llamando anarquistas pero, en realidad, han dejado de ser lo que eran antes ... E n otras palabras el anarquismo de los pocos anarquistas inteligentes y estudiosos ha evolucionado, de la misma manera que el socialismo" (162). Ingenieros, que a lo largo de toda la década se fue asimilando cada vez más a los dispositivos más represivos de la burocracia del Estado para la que trabajó en la Policía Federal y en la Penitenciaria Nacional de Buenos Aires, así trató de justificar su posición reformista homologándola con el activismo de "anarquistas

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inteligentes y estudiosos** que, como él, se sumaban a los socialistas en el proceso de modernización liberal. Aquí recordemos por ejemplo que en 1905 y 1906, durante su estadía en Europa, Ingenieros sirvió de secretario a Julio A. Roca, el líder de la oligaquía liberal terrateniente. E n una carta escrita desde Europa en esos años. Ingenieros entre culpable e irónico afirmó: "he transigido con todo. Con el militarismo, con el capitalismo ... sólo me falta hacerme clerical** (Camino Democracia, 241). L a frase, una cita obligada de los historiadores católicos que la utilizan para señalar las inconsistencias de los científicos anticlericales o "masones**, demostró los intentos, a veces fructíferos, del Estado y los funcionaros de la oligarquía liberal que se preocuparon por integrar disidentes para transformarlos en sus tecnócratas subsirvientes.^ David Viñas describió esos intentos oficiales "de anexar a intelectuales jóvenes provenientes de las clases medias con miras a la estructuración de una nueva élite al servicio del sistema. E n esa suerte de convocatoria, los intentos de incorporación se tienden a Ingenieros, Del Valle Iberlucea, Lugones, Rojas. Algunos —como Del Valle Iberlucea— rápidamente eluden la tentación; otros, como Ingenieros, pasan por momentos de vacilación que lo llevan hasta convertirse en secretario de Roca** (Argentina Ejército, 16). E l vacilón de Ingenieros duró todo el periodo durante el que se dedicó a la criminología, desempeñándose en 1900 como Jefe de Clínicas del recién creado Servicio de Observación de Alienados de la Policía federal, como Director del mismo Servicio que en 1903 funcionaba en el Depósito de Contraventores de la policía y como Director del Instituto de Criminología. E l mismo Ingenieros en la introducción a su Criminología describió ese período de "nuestros primeros ensayos en estas materias (1899 a 1902)** que incluyeron "estudios de los alienados delincuentes**, la "clasificación psicopatológica de los delincuentes** y el "programa de la criminología y organización sistemática de la defensa social**. Para el desarrollo y avance de esta criminología, cuya meta era la "organización sistemática de la [misma] defensa social** a la que se refirió Falcón, ^El texto de donde tomé la cita de Ingenieros, con santo regocijo creacionista explicó que junto al evolucionismo y el positivismo de la época también creció una ideología que "fundó el carácter absoluto de las ideas morales, afirmando a la vez su fe en la metafísica, e inscribiendo al hombre en un cosmos armonioso, cuya legislación y destino tiene a su cargo el Creador"" (Camino Democracia, 271).

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Ingenieros señaló lo útil que le fue su desempeño entre 1902 y 1911 "como Director del Servicio de Observación de Alienados [de la Policía Federal], primero, y [como director de] el Instituto de Criminología, [donde] hemos podido durante doce años, ampliar, corregir y consolidar nuestras primeras orientaciones" (9). No era casual que ese período de doce años, entre 1899 y 1911, haya sido precisamente el primer y, quizá, más radical momento del movimiento obrero argentino, cuando un grupo mayoritario importante se separó del socialismo reformista y adoptó una ideología sindical anarco-comunista. Entre 1898 y 1902 al mismo tiempo que algunos socialistas reformistas o anarquistas "inteligentes y estudiosos" empezaron a trabajar o colaborar con la burocracia estatal, el anarquismo en general, junto con grupos de socialistas disidentes se radicalizaron y entre 1904 y 1905 se asociaron en un movimiento que empezó a recurrir cada vez con más frecuencia a la huelga. E n 1902 se realizó la primera huelga general de la historia argentina. Entonces la reacción del gobierno —que en la década anterior había dejado la represión a los ya famososos reglamentos de trabajo elaborados unilateralmente por los propietarios de fábricas que trataban de disciplinarla mano de obra de forma coercitiva— se empezó a institucionalizar. E n 1902 se aprobó la Ley Nacional 4144 estudiada, redactada y propuesta por Miguel Cañé, L a nueva legislación, conocida como la "Ley de Residencia", autorizó la deportación de cualquier extranjero "sospechoso de 'atentar contra el orden público'" (F.O.R.A., 86). Muchos representantes obreros extranjeros fueron expulsados, pero la misma ley de represión también sirvió para agilizar el activismo de representantes obreros argentinos que tuvieron que reemplazar a los representantes obreros extranjeros que habían sido deportados,^ E n 1902 el gobierno le encargó a Juan Bialet-Massé un conocido estudio preliminar para una primera ley de trabajo argentina con la ^Falcón en 1907, en un memorándum sobre "la lucha prolongada e intensa que desde hace algunos años viene sosteniendo el proletariado con el capitalismo en nuestro país" (Memoria Policía, 156), al referirse a la Ley de Residencia se lamentó de que "esta medida benéfica, en gran parte no alcanzará a remediar todo el mal, porque queda una treintena más de sujetos argentinos o naturalizados, muchos de ellos verdaderamente peligrosos, para los que las facultades preventivas de la institución policial no tienen eficacia bastante y respecto de los cuales, parece no hubiera otra solución que su confinamiento por algún tiempo en algún punto del país donde no puedan ejercitar su acción dañina, donde quizás se morigeraran en sus propósitos o en sus tendencias criminales" (157).

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que se trató de paliar el descontento laboral. Pero el proyecto, no obstante prever la existencia legal de organizaciones obreras, adjudicaba al Estado el rol de mediador en los conflictos laborales y establecía sanciones para las huelgas "no autorizadas". L a s organizaciones obreras no apoyaron el proyecto y las huelgas y manifestaciones públicas continuaron. E l 28 de junio de 1910 sí se aprobó una nueva ley pero nuevamente represiva y no sorpresivamente llamada "Ley de Defensa Social". Leopoldo Rodríguez señaló que esa ley "era una nueva medida tendiente a reprimir los denominados 'agitadores externos' " (Inmigración Fuerzas, 86).'* Entre 1902 y 1910 el estado de sitio, como medida preventiva contra las demostraciones obreras, fue impuesto cinco veces, por un total de dieciocho meses. Rodríguez, que estudió la relación entre inmigración, nacionalismo y Fuerzas Armadas durante el período que estamos revisando, escribió En la primera década del siglo, cada primero de mayo era un festejo que terminaba en forma sangrienta. Es aprovechada cualquier ocasión para reprimir el movimiento obrero. Hasta en ocasión del levantamiento cívicomilitar de 1905, organizado por los radicales, se persiguió y encarceló a los anarquistas y socialistas ... En 1910 se aprobóla Ley de Defensa S o c i a l P a r a entonces se desarrollaron los escuadrones de caballería montada de la policía... que cargaba en las calles de Buenos Aires sobre demostraciones ... Cuando tales medidas no eran suficientes, se recurría a la marina o al ejército. E l principal blanco de la represión eran los anarquistas, muchos de los cuales tuvieron que exilarse en Montevideo ... En esa década de violencia anti-obrera, rara era la huelga o manifestación que no terminase con la intervención policial o militar y la muerte de militantes. La culminación de la agitación tuvo lugar en los años 1909 y 1910 {Inmigración, Nacionalismo y Fuerzas Armadas^ 86).

E l "principal blanco de la represión eran los anarquistas" porque entre 1904 y 1905, al mismo tiempo que el socialismo reformista se integró al proceso liberal, el anarquismo radicalizó al movimiento obrero. Edgardo Bilsky señaló que el desarrollo del anarquismo dentro de la F.O.R.A. (Federación Obrera Regional Argentina) había empezado

•*La metáfora de la "defensa social" debería ser estudiada con más detenimiento en este entretejido de discursos científicos, legales y literarios que proliferaron alrededor del movimiento obrero.

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en 190: "el Pacto de solidaridad votado en el 4° Congreso de la F.O.R.A. (julio-agosto de 1904) es un hito de transcendental importancia en la historia del anarquismo y del movimiento obrero argentino" (78). E n el V Congreso de la F.O.R.A. celebrado en Buenos Aires el 26 de agosto de 1905, el movimiento obrero ya mucho más uniñcado declaró l a intención de desarrollar una ideología, una organización y una estrategia sindical anarco-comunista. De acuerdo con esa nueva estrategia la huelga general ya no era concebida como un instrumento para lograr mejoras sino como la forma esencial a través de la cual se aboliría el poder del Estado. Durante la primera huelga general de 1902 tanto los funcionarios de gobierno como los industriales y los obreros se habían dado cuenta de que la huelga general podía paralizar la economía. Así en los círculos militares y de gobierno, durante la primera década del siglo veinte creció la noción de que el gran enemigo del Estado liberal era el anarquismo, a veces violento, que se popularizaba inusitadamente entre las clases bajas y amenazaba deshacer un orden y un tejido social burgués. Anarquías bárbaras y anarquistas insalubres L a preocupación de los nuevos higienistas sociales por el anarquismo, preocupación que evidencia el desarrollo de un discurso y una profílaxis de enfermedades infecciosas físicas que se empezó a ocupar de enfermedades ideológicas, "espirituales** o "morales"» ya había empezado en los últimos años del siglo diecinueve. Francisco de Veyga, un médico entrenado como higienista, en 1897 publicó en los Anales del Departamento Nacional de Higiene un texto titulado "Anarquismo y anarquistas" subtitulado "Estudio de antropología criminal**. De la misma forma que Falcón al homologar y continuar la represión del "anarquismo con su cohorte de agitadores turbulentos** en esa "otra clase de elementos mórbidos ... que en otro sentido no son menos perjudiciales", Veyga fundó una "antropología criminal" argentina que se ocupaba de una ideología política. Para criminalizar esa ideología, al mismo tiempo que se representaba a sí mismo como un científico progresista y liberal, (en un movimiento retórico similar al de Ingenieros cuando en 1901 distinguió entre un anarquismo revolucionario presuntamente en extinción y un anarquismo intelectual que se integraba al socialismo reformista o a la burocracia represiva estatal), la estrategia divisiva de Veyga hizo una distinción entre una ideología anarquista de tradición nihilista rusa, de intelectuales y teóricos de clase alta y "la obra de agitados

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entrados en delirio, de locos despertados por el estrépito de las armas, de criminales hechos o latentes** (446). Éstos iban a ser los "criminales", un mundo de inmigrantes y obreros permanente o cíclicamente desempleados, prostitutas, homosexuales y rufianes, anarquistas que bajo la bandera de un activismo político radical ocultaban apenas la patología de los delirantes. Veyga primero asoció a Mikhail Bakunin con un "temperamento** vagamente deñnido como nihilista: ''Bakounine era, por otra parte, un agitador arrebatado en aquellos momentos. Ruso de origen y ligado a los que, siguiendo una tendencia puramente local y a un temperamento propio, vinieron a ser más tarde los nihilistas, predicaban la fuerza como medio de acción necesario al triunfo de la causa. Karl Marx y Ferdinand de Lasalle le daban ejemplo de empuje que él trataba de sobrepasar" (446). Dentro de este grupo "nihilista" Veyga distinguió entre un socialismo que representaba un movimiento evolucionista "natural" y un anarquismo que representaba una fuerza "reaccionaria" y alegó que "esta aparición de sistemas retroactarios al lado de sistemas de aceleración evolucionista, se encuentran con frecuencia en la historia de la humanidad". Pero no se debía confundir, alegaba, ese "sistema retroactario" con una ideología progresista de clase alta, inteligente, culta y rica: ...diferente del nihilismo ruso, que contaba siempre entre sus adeptos gente de alta condición intelectual y de fortuna, el anarquismo muestra un predominio de gente ignorante, de proletarios. El reclutamiento de secuaces no se realiza en un medio social elevado, como entre los rusos, sino en la masa innominada, en los declassés, dando así un tono especialmente brutal y antipático al conjunto (447). Según Veyga los seguidores de esa élite intelectual se organizaron en una "masa socialista" ordenadamente integrada a los procesos políticos oficiales y distinta a la "masa innominada" del anarquismo resistente: ....el anarquismo, libre ya, totalmente desprendido de la masa socialista, ha quedado con el impulso de la violencia por razones de temperamento y de culto al pasado. A él han ido e irán en lo sucesivo, todos los intransigentes, todos los insumisos, todos los revoltés contra el orden social. La cuestión de doctrina no prima entonces en la elección de bando; socialistas y anarquistas, no discrepan tanto en la idea como en el modo de obrar. Los socialistas van a organizarse, entrar al Parlamento, fundar grandes órganos de propaganda; los anarquistas se retiran a sus centros a resistir con violencia (447).

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Una vez identificada esta ideología política socialista, de "gente de alta condición intelectual y de fortuna", organizada y representada dentro de las instituciones de gobierno y distinta a una criminalidad asociada con las clases bajas, "de gente ignorante, de proletarios", "intransigentes** e "insumisos", Veyga propuso que la llamada "cuestión social** era "una gran cuestión, destinada a ser arreglada por medios políticos complicados y formales, quizá por una gran revolución [evidentemente parlamentaria]; ésta [la del "anarquismo** asociado a una patología, en cambio] es una cuestión de higiene social entregada exclusivamente al cuidado de la policía** (455). Así se continuó una "higiene [que se hizo] social** hasta transformarse en una criminología que daba la base teórica a una nueva policía científica.^ Enseguida Veyga recomendó, ya en 1897, cómo resolver esta "cuestión de higiene social entregada exclusivamente al cuidado de la policía** y su discurso continuó la retórica higienista, (que siguió siendo utilizada por las fuerzas represivas de la policía y el ejército argentinos durante el siglo veinte): ...atacando de lleno el foco de infección moral de donde brotan esos gérmenes virulentos, se destruiría la parte temible que está destinada a producir los crímenes políticos. Porque el crimen anarquista, hay que decirlo de una vez por todas, no es sino una forma de delincuencia vulgar que ha

^La genealogía de esta higiene social ya se había hecho evidente en el desarrollo de la disciplina de la salubridad de 1892. Ese mismo año, en el mismo texto en el que alegaron "que el cumplimiento de las leyes sanitarias, exigen un control oficial más severo, y por ello es indispensable un Ministerio de Salud Pública" (Composición Corporación, 281); los higienistas asociaron insalubridad "física y moral": "la medicina preventiva no se circunscribe a las enfermedades transmisibles, no se limita a disminuir o a suprimir la mortalidad de las pestes evitables, que son entre nosotros una verdadera calamidad; su acción es mucho más vasta y comprende todos los medios de protección a los individuos y a las colectividades, para preservar la raza humana de todas las causas de degeneración física y moral. En el estado actual de civilización, hay muchas causas destructoras que afectan física y mor almente" (279). Enseguida este mismo texto introdujo nociones de etiología y contagio que fueron centrales en la psiquiatría y la criminología de la primera década del siglo veinte, al proponer que "lo que hoy constituye un vicio o un mal limitado a un grupo de individuos, se habrá convertido mañana, mediante la imitación o la sugestión, en un mal social, y lo que era antes una causa de degeneración simplemente individual, se transformará a través de varias generaciones, en una causa de degeneración de la raza, si la educación y previsión higiénica no interviene para evitarlo" (279).

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tomado ribetes de grandeza por razón de las circunstancias del momento. L a delincuencia política que en nombre del anarquismo se ejecuta, es xlúA' derivación de la criminalidad ordinaria, una válvula de escape ... Las formas ulteriores son diferentes, pero el gérmen originario es el mismo. Atacar el conjunto de la masa criminal, he ahí la táctica segura a seguirse (455).

Este es el discurso del higienismo, ahora aplicado a una sociología y una criminología que transformó a todas las clases bajas en sospechosas de albergar el gérmen originario que las transformaba en "la masa criminal". Entonces, como los higienistas, las personas y los espacios que vigilaron y observaron con especial atención estas nuevas ciencias sociales fueron los de las obreras y obreros empleados o desempleados, jornaleros y trabajadores nómades entre los que se presumía que proliferaban epidemias morales y sociales difíciles de detectar a simple vista, "en forma clandestina, oculta e impropia en un cuerpo". Peritos, criminólogos y legalización de las disciplinas Los intereses y cambios en la vida profesional de Veyga reflejaron cambios disciplinarios importantes del período. Veyga se doctoró en medicina en 1890 con una especialización en higiene; su tesis doctoral se tituló "Contribución al estudio de la fiebre tifoidea" (Historia Psiquiatría, 127). Veyga mismo contó cómo en 1891 consiguió ser aceptado para estudiar bacteriología con Emile Roux en el instituto Pasteur de París, al mismo tiempo que hacía su especialización en medicina militar en la Escuela de Medicina Militar de Val-de-Gráce (Trabajos Diversos, 21). Como Falcón, el Jefe de la Policía de la capital, Veyga también era miembro activo del ejército nacional. Cuando murió, en 1948, había alcanzado el grado más alto del ejército argentino. Teniente General. Entre 1890 y 1910 coroneles y cirujanos del ejército, como Falcón y Veyga, junto con médicos psiquiatras y criminólogos civiles como Ingenieros y Ramos Mejía, colaboraron en la modernización de la policía de la capital federal y del ejército argentino. Veyga en 1895 fue uno de los dos médicos militares encargados de comprar en Francia un equipo para el Servicio de Sanidad del ejército. El material del servicio de sanidad del ejército fue uno de los primeros libros de Veyga publicado, al mismo tiempo que como libro, en forma de artículos mensuales aparecidos en los Anales del Departamento Nacional de Higiene entre abril y junio de 1897, entremezlado con su discurso sobre anarquismo y anarquistas.

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Veyga, como Wilde, Coni, Ramos Mejía e Ingenieros, también fue un escritor prolífíco; su obra incluyó libros y tratados, ensayos, artículos y folletos. Recordemos que Ludmer señaló que éstos "no son literatos profesionales, sino los primeros escritores universitarios y a la vez funcionarios estatales en la cultura argentina" (Juvenilia, 10). Como funcionarios estatales estos científicos literatos fueron grandes publicistas (utilizando un término que usaban ellos mismos)* y supieron desarrollar y aprovechar una compleja tecnología de producción y difusión de discursos mediante la escritura, traducción y publicación de reseñas, artículos, libros y revistas, muchas veces financiadas por el Estado a través de las agencias oficiales que ellos administraban. Así los criminólogos argentinos —al mismo tiempo que importaban y traducían obras y discursos extranjeros— exportaron y difíindieron su obra en toda América y Europa. Un buen ejemplo de esa técnica de escritura, publicación y difusión fueron los textos de Veyga publicados en los Ana/es entre 1896 y 1900. Durante sus estadías en Francia, entre 1891 y 1896, Veyga asistió a las clases de Charcot en la Salpetriére y, en palabras de Osvaldo Loudet, "volvió de Veyga a su patria, ungido médico-legista, para integrar más tarde el célebre triunvirato: Ramos Mejía, Ingenieros, de Veyga. Decimos célebre triunvirato porque fueron los grandes animadores de los estudios p s i q u i á t r i c o s , criminológicos y médicolegales en nuestro país" (127). E n 1896, 1897 y 1898, los tres últimos años de la presidencia de Ramos Mejía en el Departamento Nacional de Higiene, Veyga fue un colaborador principal de los AnaZes. Y sus colaboraciones incluyeron la descripción de su trabajo para el ejército, describieron su futuro trabajo con la Policía Federal e ilustraron su práctica de la medicina legal. Desde 1895 Veyga había sido profesor suplente de Medicina Legal en la Facultad de Medicina de Buenos Aires. Un artículo publicado en los Anales también en 1897, titulado "De la prueba pericial y los peritos" nos deja entrever el trabajo de estos médicos que en Argentina desde posiciones importantes de la burocracia estatal, ampliaron su campo de acción agregando a sus credenciales científicas, militares y policiales, credenciales de legistas que los transformaban en jueces virtuales. E n su estudio "De la prueba pericial y los peritos" Veyga describió el avance de los médicos sobre los jueces mediante una práctica de la escritura, al señalar que la ley penal "exige que el

^Ver Ernesto Quesada, "La vocación de Ingenieros*', p. 437.

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informe facultativo de profesor de alguna ciencia se presente por escrito" (551). Esta exigencia hizo de la práctica de la escritura una característica común de estos médicos forenses, practicantes de la medicina legal y productores de innumerables historias clínicas escritas, reescritas, publicadas, editadas y vueltas a publicar en innumerables procedimientos legales, libros, revistas y periódicos científicos. Como veremos en más detalle más adelante, esas historias tomaban la forma de documentos legales o "informes periciales" presentados por los médicos a los jueces; otras veces los médicos las reescribían y ordenaban taxonómicamente en libros y tratados de criminología o psiquiatría. Una de las semillas de esos textos eran los informes periciales. Veyga notó que el artículo 342 del Código de procedimientos criminales mandaba que "el informe pericial comprenderá, si fuere posible: 1° Una descripción de la persona o cosa que deba ser objeto del mismo, en estado o del modo en que se hallare; 2° Una relación detallada de todas las operaciones practicadas por los peritos y su resultado; 3° Las conclusiones que en vista de tales datos formulen los peritos, conforme a los principios de la ciencia o el arte" (552). Me interesa señalar esta inclusión de "el arte" en estos informes de rigurosidad "científica" porque, como veremos, "el arte" de la escritura, el arte del uso de distintas formas de representación, fueron importantes en historias clínicas e informes científicos y en las relaciones entre estos hombres de ciencia.' E l peritaje de estos médicos se consideraba científico y servía como una sentencia jurídica virtual. Defendiéndose de la crítica por lo oneroso que parecían ser estos textos periciales, Veyga alegó que "los honorarios de los trabajos llamados periciales son de mayor consideración y llegan a veces a proporciones que parecen exageradas, precisamente porque se tiene en cuenta el valor de la documentación presentada, documentación que, dando la convicción al magistrado, funda las razones de la sentencia" (552-553). Curiosamente el prestigio de estos textos y no el trabajo que involucraban les daba, según estos peritos, su valor legal y justificaba honorarios que frecuentemente fueron criticados como "exagerados'*"por la prensa y el público.

^Para una teoría sobre representación y producción de ideologías, ver Luis Marín, "On the Interpretation of Ordinary Language", "The Sociopolitical Code", pp. 244-252 y Josué V. Harari, "Critical Factions/Critical Fictions", especialmente pp. 46-52

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Los criminólogos estatales avanzaron agresivamente sobre todo el sistema legal y —siempre entrenando a sus colegas y estudiantes al mismo tiempo que exigiendo que se sancionara legislación para sus funciones— hicieron de estos textos un pilar que sostenía el prestigio de la profesión. Por esa razón el profesor de medicina legal advirtió a sus estudiantes y colegas que "interesa al prestigio de la justicia tanto como al de la profesión, el asegurar por todos los medios la certeza de sus pruebas y en esa materia más que en ninguna otra, pues al creer del vulgo se abusa por parte de los magistrados, en complicidad con los médicos del derecho de 'encerrar a la gente* o de despojarla de sus derechos** (553), L a sabiduría popular se dio cuenta y se resistió al poder que de a poco, como los higienistas antes que ellos, fueron adquiriendo estos hombres de ciencia que trabajaban en las crecientes instituciones militares, policiales y de justicia. Para solidificar esa alianza y avanzar su poder, prestigio y jurisdicción junto con la de sus colegas, Veyga señaló que "había confusiones muy serias en la apreciación del carácter asignado a los peritos por la Ley** y notó que "un perito y un Juez, juzgando los dos, revisten carácter desemejante** (557). No obstante la "desemejanza** los peritos, como los Jueces, según Veyga juzgaban: "el perito sería un agente que reúne las condiciones de testigo, de árbitro y de Juez a la vez, o que reviste en determinadas ocasiones el carácter de cada uno de ellos**. Pocas líneas más abajo Veyga insistió en señalar que "la ley ha buscado sólo hacer extensiva a los peritos las reglas establecidas para los testigos y los jueces** (558). Este texto médico legal de Veyga, publicado en 1897, anticipó su tratado de Estudios médico-legales sobre el Código Civil Argentino, un volumen de quinientas páginas publicado en 1900. E l avance de los higienistas sobre la medicina legal ya había empezado con Eduardo Wilde. Recordemos que él fue el primer profesor de la cátedra de Medicinal Legal creada, al mismo tiempo que la cátedra de Higiene, en 1875. Entre los primeros textos sobre medicina legal escritos en Argentina están sus Apuntes para un tratado de jurisprudencia médica publicados en el volumen I V de sus Obras completas. E n ese texto, en 1877 Wilde, en ese estilo que Ludmer describió como "el más fragmentario y humorista** (Juvenilia, 10) (aquí lo fragmentario respondía al carácter de notas del profesor preparando sus clases), decía: "la medicina legal entre nosotros. — Nos hemos cuidado poco —no se aprecian los informes— lo mismo son todos —no se paga el trabajo** (16). L a comparación entre el texto de Wilde de 1877 y el de Veyga de 1897 demostró el crecimiento del

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prestigio, con todas sus ventajas accesorias, de los higienistas, criminólogos y profesionales de la medicina legal desde el período de la plagas de invisibles males hasta las brillantes ciencias sociales argentinas de principios del siglo veinte.^ Coni, el higienista demógrafo y "médico de pueblos", como se llamó él mismo, también dejó su homenaje escrito a la práctica forense y escribió un voluminoso Código de Higiene y Medicina Legal. E l interés que suscitaba el tema justificó ante los editores la publicación de un gran tratado de dos tomos y novecientas páginas de introducción al primer tomo. Coni notó que "el editor que no obstante la situación afligente del país, no ha vacilado un solo instante para emprender la publicación de un libro costoso ... se ha propuesto dotar a los médicos y abogados de una obra, cuya necesidad se hacía sentir desde largo tiempo" (xv). No obstante sus esfuerzos, su actuación abierta y continuada en el partido socialista dificultó la carrera de Coni como funcionario estatal. E s a actuación frecuentemente enfrentó al higienista socialista y a Ramos Mejía, el higienista patricio. No es casual que Coni en sus Memorias haya titulado "Mi ostracismo en Europa" al período de la presidencia de Ramos Mejía en el Departamento de Higiene (383).® A ®La carrera del Perito Moreno demostró hasta qué punto en la primera década del siglo veinte era rentable el trabajo de estos profesionales. Un artículo titulado "Los 500.000 del perito" publicado en La Vanguardia el 25 de Noviembre de 1906 decía: "El ex-perito Francisco P. Moreno es decididamente un hombre de suerte. Surgido a la superficie en un momento en que el sentimiento patriótico había sido hábilmente agitado por los intrigantes de la alta política, su nombre adquirió desmesurado prestigio. E l Congreso le pagó 'sus servicios' magníficamente ... fue dueño de inmensas tierras y de sumas fabulosas. Pero, ahí no pararon las recompensas; porque estos 'servidores de la patria' se ríen de las virtudes de Cincianato .... E l gobernador Ugarte, queriendo premiar también la deuda de gratitud que debía la provincia al perilustre hombre, le acordó con el título de superintendente de obras públicas, la suma de 500.000 pesos que pesan sobre el presupuesto actual. A raíz de las denuncias de algunos diarios, se ha buscado el motivo o el pretexto que justificara tan exorbitante donativo, y el motivo o el pretexto no se ha encontrado. Entre tanto el ex-perito —cuya estadía en Londres ha despertado en él un vivo amor a Bentham [el inventor del panóptico! y a la escuela utilitaria— cobra religiosamente los emolumentos amparado por la ley ... Estos 'patriotas* al revés de Saturno, (devoran a su propia madre!** p. 1. ^En ese capítulo Coni escribió "la felonía, por otra parte, habíame producido tan amargas decepciones, que resolví retirarme a Europa en busca de reposo físico y mentar (383).

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su intervención en el partido socialista se sumó en 1899 el casamiento de Coni con Gabriela Laperriére, intelectual, feminista, sindicalista y una de la principales "agitadoras extranjeras" del movimiento obrero argentino, Laperriére fue una figura central en la radicalización del movimiento obrero entre 1903 y 1905 (Anarquismo Movimiento, 406).^° E n 1904, por ejemplo, ella encabezó la oposición del grupo sindicalista que dentro del partido socialista se opuso a la sanción del Código de Trabajo que a partir del estudio de Bialet-Massé propuso el gobierno y promovió, entre otros, José Ingenieros (344). L a ideología política y la vida familiar de Coni contribuyeron por igual a mantenerlo en la periferia de la burocracia estatal. A diferencia de Coni, Veyga era descendiente de una larga tradición familiar de militares y fue el discípulo dilecto de J . M. Ramos Mejía. E n una nota biográfica sobre su maestro, al explicar por qué él era el mejor indicado para la tarea de reconstrucción biográfica, Veyga señaló "el amigo más próximo entre los que formaron su círculo personal, su confidente más íntimo en el grupo de hombres de todas las edades que recogieron su enseñanza y aprovecharon su ejemplo, yo me encuentro, sin duda alguna especialmente indicado para el caso" (Trabajos Varios, 35). Poco más abajo Veyga describió los "veinte años de íntima e ininterrumpida amistad que me unieron al maestro" (35). De los primeros años de esa relación son las colaboraciones de Veyga en los Anales del Departamento Nacional de Higiene^ cuando Ramos Mejía era su Presidente. E n 1899 Veyga fue nombrado profesor titular de la cátedra de Medicina Legal de la Facultad de Medicina de Buenos Aires y a partir de su nombramiento en su trabajo profesional —con la colaboración de

^°Oved señaló que el nuevo clima de ideas y las asociaciones que culminaron con la declaración de una ideología sindicalista anarco-comunista en 1905 "se deben a la actividad del doctor J . A. Arraga y Gabriela de Coni, que se vieron influidos por las ideas sindicalistas que se expandieron por Europa, y que quisieron introducirlas en la Argentina a través de la influencia del Partido Socialista y los sindicatos de la UGT" (Anarquismo Movimiento, 406). Aquí habría que agregar que en 1904 Laperriére se divorció de Coni y se casó con Arraga, que era un representante sindicalista. La vida afectiva de Laperriére acompaño así su evolución ideológica desde un socialismo reformista (fue la primera mujer en servir en el Comité Ejecutivo del Partido Socialista) hasta el sindicalismo radical que a mediados de la década hizo una alianza con el anarquismo para declarar que la revolución en Argentina se haría por medio de la huelga.

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Ingenieros y la guía de Ramos Mejía— fue central el desarrollo de ese sofisticado sistema panóptico de observación, recolección, procesamiento, traducción y publicación de información que funcionó en una sofisticada red de espacios y locales de la Policía Federal, la Facultad de Medicina de Buenos Aires y la Penitenciaría Nacional.

L a simulación de José Ingenieros Reclutamientos modernistas E n una cita que hemos visto, Viñas se refirió a ese proceso "de anexar a intelectuales jóvenes provenientes de las clases medias con miras a la estructuración de una nueva élite al servicio del sistema". Antes de seguir reconstruyendo algunos de los dispositivos y discursos de los aparatos estatales de vigilancia higiénica y criminológica exploremos cómo fue reclutado Ingenieros, "el socialista conceptuado en el pasado como proanarquista" (Anarquismo Movimiento, 162) que, sin embargo, colaboró activamente en la modernización de la Policía Federal. L a medicina legal fue, en los últimos años del siglo diecinueve, un prímer espacio de la criminología del siglo veinte que unió a Ingenieros con Veyga. E n su historia de La locura en la Argentina Hugo Vezzetti al explicar que la medicina legal "es otro de los ámbitos en los que la voz médica busca prolongar y afianzar su acción", señaló que con el nombramiento de Veyga en la cátedra de Medicina Legal empezó "el extenso desarrollo de la criminología hacia fines de siglo, en torno a las figuras de Francisco de Veyga y José Ingenieros" (32-33). Pero es importante señalar que esta "criminología" se desarrolló dentro y con los medios del aparato y la burocracia del Estado y consistía no sólo en teorías y principios declarados sino también en prácticas específicas. E l "extenso desarrollo en torno a las figuras de Francisco de Veyga y José Ingenieros" empezó en 1900 con el trabajo conjunto de estos dos médicos en la policía de la capital federal. Aunque en la práctica Ingenieros se incorporó a la burocracia oficial de observación y vigilancia con Veyga, a principios del siglo veinte, el futuro gran criminólogo argentino fue atraído a la burocracia estatal por J . M. Ramos Mejía. Ingenieros mismo, en un texto publicado en 1915 narró cómo, en 1898, cuando todavía era estudiante de medicina, empezó su relación con Ramos Mejía. Éste, que era profesor de la Facultad de Medicina, considerando que Ingenieros no estaba bien preparado para un examen, le indicó que estudiara un tema en particular y que simulara

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que podía responder con conocimiento y profundidad a una pregunta aparentemente hecha por el examinador al azar. Ingenieros relató el episodio así: En un corredor de la Facultad se me acercó: —¿Cuándo llega su turno? —Mañana. —¿Sabe algo? —Es de suponer que sí, pues me presento a rendir examen. —Vea, che, yo creo que no sabe nada. Estúdiese para mañana la epilepsia. —Pero, doctor... —No se haga el zonzo... Al día siguiente, al sentarme ante la mesa examinadora, Ramos dijo, dirigiéndose a los doctores Penna y Semprún que la formaban: —No saque bolilla: vamos a ver si este señor sabe decirnos algo de la epilepsia... Yo me sonrojé. Los tres jueces sonrieron. En un instante repetí lo que había repasado en las últimas veinticuatro horas. Supe, más tarde, el motivo de esa preferencia que, sin causa, podría parecer una improbidad del catedrático. Siendo estudiante me vinculé a un grupo de obreros soñadores que predicaban el socialismo y con ello me aficioné a leer libros de sociología. Al propio tiempo, gustando de las letras, frecuentaba el "Ateneo", donde Rubén Darío concentraba el interés de los jóvenes. E n 1898 el poeta Eugenio Díaz Romero editó la revista "El Mercurio de América", que fue auspiciada por Darío y en la que colaborábamos casi todos los ateneístas del último tiempo (Personalidad Intelectual, 133).

Esta irrupción de la historia de la literatura en esta historia de los discursos y los dispositivos de la policía y la medicina articulados en la burocracia estatal ilustra cómo se desarrollaron y crecieron esos entrecruzamientos, por ejemplo en cenáculos literarios e intelectuales fomentados por Ramos Mejía en su oficina de la Presidencia del Departamento de Higiene y en su oficina de la Dirección del Instituto Frenopático. L a descripción y el diálogo que creó Ingenieros para hacer una representación de sí mismo en el fragmento que acabamos de ver era un buen ejemplo de sus inclinaciones y aptitudes literarias. L a escena del examen es uno de los relatos que J . Ludmer estudia como característicos en esta cultura "progresista**, "anticlerical**, "liberal** y "científica**.^^ Ludmer señaló que el primer gran simulador de la literatura ^^Josefina Ludmer, "El examen de física: una historia", Conferencia. Centro de Parapsicología de L a Boca, 14 de julio de 1994.

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fue Genaro, el personaje central de En la sangre^ la novela de Eugenio Cambaceres publicada en 1887. A diferencia de Genaro, el hijo del inmigrante que a partir de la escena del examen simulado inicia su carrera ascendente (Obras Completas, 225), Ingenieros mismo era inmigrante: nació en Italia, en Sicilia, y llegó a Argentina a los ocho años con sus padres también inmigrantes. Roberto Payró se preocupó por marcar que, además de italiano, Ingenieros era de "ascendencia italiana meridional" pero "acabó por quitarse la g de Ingegnieros —y de ser tan porteño como el que más, adoptando y exagerando algunas de nuestras modalidades** (Recuerdos, 471). L a simulación fue una modalidad y se transformó en una preocupación central de la cultura porteña finisecular e Ingenieros dedicó el principio de su carrera a estudiarla. Payró en 1903 publicó una encomiástica crítica de La simulación de la locura y al agradecérsela Ingenieros le escribió: "mil gracias por el benévolo recuerdo de mi libro, que acabo de leer en tu diario. E n vista del buen éxito continuaré simulando*' (472). Dos líneas más abajo Payró agregó "para decir sin ambages todo mi pensamiento, creo que se pasaba de listo" (472). Este era el Ingenieros que utilizaba la simulación como estrategia de integración. Genaro, el representante de la primera generación de argentinos imaginado por Cambaceres, el pillo criado entre los niños sodomitas que dormían juntos en los recovecos del Buenos Aires de fines de la década de 1880, también empezó su carrera de simulador aparentando un talento e inteligencia brillantes en un examen de la escuela secundaria y —siempre simulando— en pocos años terminó haciéndose dueño del latifundio de una vieja familia de la clase terrateniente, unitaria y patricia. Pero a diferencia del personaje de Cambaceres, el personaje que creó Ingenieros para representarse a sí mismo no robó el día anterior al examen la bolilla. E l relato del examen de Ingenieros, el médico acostumbrado a la construcción de historias que tenían valor de testimonio o sentencia legal, hizo caer la duda acerca la posible "improbidad" académica sobre el "catedrático'*, al que enseguida exoneró de culpa dándole una justificación. L a justificación del episodio, según Ingenieros, era que él representaba una sangre nueva para Ramos Mejía, el higienista amante de la literatura joven. E n el diálogo que acabamos de ver Ingenieros se describió a sí mismo como ligeramente controversial desde el punto de vista ideológico, relacionado con obreros que, más que activistas, eran "soñadores" y lectores ávidos ("inteligentes y estudiosos") de los textos de las nuevas ciencias sociales de fines de siglo. Pero no era ese, según él, "el motivo de esa preferencia" del maestro sino el hecho de que el

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estudiante de medicina de veinte años "gustando de las letras, frecuentaba el "Ateneo", donde Rubén Darío concentraba el interés de los jóvenes". Y , siempre en palabras del mismo Ingenieros, "Ramos Mejía se interesaba de verdad por el movimiento modernista, sirviéndole Díaz Romero de intermediario espiritual" (Personalidad Intelectual, 134). Al mismo tiempo que era Director del Mercurio de América, Díaz Romero, como empleado del Estado, era secretario de Ramos Mejía. E n el mismo texto que acabo de citar Ingenieros recordó que ...Díaz Romero, director del "Mercurio", era al mismo tiempo bibliotecario elegante del Departamento Nacional de Higiene, puesto que le permitía despreciar la bibliografía sanitaria y pasar la tarde leyendo los poetas modernistas ... muchas veces un médico del puerto hacía muchas horas de antesala para ver a Ramos Mejía, que estaba ocupadísimo ... en escuchar las entusiastas lecturas de Paul Verlaine o Gabriel D'Annunzio con que lo deleitaba su poeta bibliotecario. Aquella hora de nuestra historia intelectual espera su cronista; fue, ciertamente, significativa en la evolución de nuestra cultura literara (133).

Estas lecturas a veces se convertían en tertulias literarias, en un centro del poder estatal y atrajeron irremisiblemente al joven Ingenieros que contó: "alguna vez yo, aunque socialista, no desdeñaba concurrir a la biblioteca del Departamento Nacional de Higiene, atraído por el té y los bizcochuelos del estado" (134). E n 1898 Ramos Mejía había leído los primeros escritos de Ingenieros, Lo dice el discípulo mismo al recordar que "supo Ramos Mejía que yo era alumno suyo: leyó algunos de mis balbuceos sobre sociología y psicología ... Ramos Mejía había descubierto mis inclinaciones de principiante y, según me contó él mismo años más tarde, entrevio que mi sitio estaba a su lado" (134). Los "escritilles" y "balbuceos" que Ingenieros había publicado entre 1897 y 1898 sobre "sociología y psicología colectiva" fueron los textos en los que el joven estudiante de medicina más trató de acercarse a los grupos anarquistas. Oved señaló que muchos autores ya han notado "el tono anarquista que J . Ingenieros introdujo en la plataforma ideológica de La Montaña al negar el Estado y el autoritarismo" (Anarquismo Movimiento, 84, n. 56). Junto con Ingenieros, en La Montaña —"que se definía como periódico socialista revolucionario— [e] intercedió en un intento por lograr un acercamiento entre los anarquistas y los socialistas" (84), colaboró Leopoldo Lugones. Ellos fueron los "dos intelectuales jóvenes activos en el ala radical del Partido Socialista, Para L . Lugones fue sólo un

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breve episodio en su vida de poeta imbuido de ideología nacioQikMjIta»" (84-85). Pero Ingenieros desde 1897 en La Montaña, hasta 190lv cuando propugnaba ese "anarquismo de los pocos anarquista^ inteligentes y estudiosos [que] ha evolucionado, de la misma manera que el socialismo" al mismo tiempo que empezaba a probar "el té y los bizcochuelos del estado" arrullado por la poesía de Verlaine y D'Annunzio, consistentemente intentó "alentar la tendencia que denominaba 'acercamiento'... una tribuna libre para la discusión entre anarquistas y socialistas" (85). Los anarquistas le respondieron en 1897 y 1898, como en 1901, que "La Montaña no distingue las diferencias básicas entre anarquistas y socialistas, pues interpreta erróneamente las dos concepciones" (85). Este fue el Ingenieros que Ramos Mejía "entrevió" que debía estar a su lado, joven, estudiante de medicina, con talento literario y quizá proclive a ser uno de los empleados de la burocracia estatal de la oligarquía terrateniente que consiguiera integrar al sistema a los grupos obreros más radicales del período. Proliferación finisecular de la simulación L a simulación fue una preocupación central de estos nuevos criminólogos que trataron de desarrollar un sistema médico-legal de reclusión en asilos psiquiátricos paralelo al sistema de prisiones para delincuentes. Al promover el nuevo sistema de reclusión bajo la dirección de los nuevos peritos, los médicos criminólogos alegaron que en el sistema de r e c l u s i ó n penal estatal, con frecuencia se entremezclaban indiscriminadamente "alienados" y "delincuentes". Ingenieros señaló que "es del dominio público que en ciertas cárceles existe un elevado porcentaje de locos" y propuso "el nombramiento de una Comisión de alienistas con el objeto de reconocer en masa a los detenidos y trasladar al manicomio... a todos los que fueran alienados" (Criminología, 66-67). Así estos hombres de ciencia cavaron y ampliaron un nicho para su profesión en el espacio de asilos y "manicomios criminales" (60)" que caían bajo su jurisdicción al mismo tiempo que ^^José Ingenieros y Juan A. Córdoba, otro médico que trab£gaba con Ingenieros en la Policía Federal en 1903, publicaron un texto titulado "La defensa social y los alcohólicos" que era un peritaje, que incluía una historia clínica, una historia de la o el alienado, criminal o sospechoso contada por los médicos, y una conclusión, con un diagnóstico y una interpretación médico legal. Primero y para promover sus funciones como peritos alegaron que "la defensa social contra la actividad mórbida del alienado es nuestro deber fundamental y la única fuente en que deben inspirarse las resoluciones del perito alienista" (8S. Énfasis en el original). Enseguida los médicos policías

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reafirmaban la definición de delincuentes alienados que hacía indispensables a los médicos peritos criminólogos homologados con los Jueces del sistema legal. Ingenieros escribió: "Jueces y peritos deberían marchar concordes para concebir una más alta finalidad de la justicia: la defensa social y la secuestración de todos los delincuentes, sean o no responsables, en cárcerles y manicomios, ya como obreros de un taller penitenciario o como enfermos de una clínica. Pero en ningún caso la 'irresponsabilidad* de un delincuente peligroso debe servir para ponerlo en libertad**. Ingenieros señaló como un error de la ley que "el sujeto declarado ^irresponsable, escapa[ba] a toda secuestración coercitiva** (60). Por eso muchos acusados simulaban alienación o locura para evitar las penas alegando irresponsabilidad. Ingenieros en su Criminología propuso que "si la causa reside en ventajas que el ambiente jurídico ofrece al delincuente simulador, la profilaxis debe tender exclusivamente a suspender esas ventajas** (65). Esas ventajas, según estos criminólogos, desaparecerían al basar el juicio sobre las personas en su peligrosidad potencial y no en su responsabilidad o irresponsabilidad en hechos pasados. Ingenieros escribió: "es fácil advertir los resultados del criterio dominante en la legislación penal contemporánea; se limita a establecer la responsabilidad o irresponsabilidad del delincuente, sin reparar en que cuanto mayor es la irresponsabilidad también suele serlo su temibilidad** (61). L a definición de la simulación servía tanto para diagnosticar una primera medida de la peligrosidad de las personas o como índice de alienación ya que

propusieron, como lo hacían siempre, que no había que esperar a que el delito "latente" en criminales o alienados sospechosos se hiciera delito consumado (los médicos eran por supuesto los que podían y debían dictaminar cuándo existía un estado que ellos llamaban de "peligrosidad". Y a partir de esa peligrosidad se ejercía la profilaxis de los alienistas criminólogos; "el alienista tiene una misión de profilaxis para con el alienado; no puede esperar que el 'peligro' se convierta en 'delito consumado' para recomendar la internación del sujeto peligroso" (88). Entonces se hacían indispensables los espacios para realizar las internaciones. Los peritos, en mi opinión, usaban historias clínicas específicas para promover la creación de esos nuevos espacios. En "La defensa social y los alcoholistas" el espacio que buscaban era uno para personas que consumían alcohol: "la forma de reclusión más conveniente", escribieron los colegas Ingenieros y Córdoba, "en casos como el que nos ocupa, es, sin duda el 'Asilo especial para bebedores'. La necesidad de su creación entre nosotros ha sido puesta ya de relieve por el Dr. Francisco de Veyga en un interesante informe elevado al Sr. Jefe de Policía" (88).

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según los criminólogos "es necesario estar alienado para ser simulador" a la vez que "la locura puede servir como agravante de la temibilidad del delincuente" (66). Esta noción de la simulación utilizada como evidencia de alienación o peligrosidad de las personas fue creciendo a lo largo de la primera década del siglo veinte y pasó del discurso de las ciencias psiquiátricas y criminológicas al discurso de la psicología y la sociología hasta la literatura del p e r í o d o . E n 1902 Veyga publicó un texto sobre "Degeneración, locura y simulación en los ladrones profesionales" (Simulación Ladrones, 705). E n ese artículo Veyga amplió la noción y uso de la simulación al describirla como una estrategia de supervivencia y ocultamiento característica de todas esas poblaciones habitantes de zonas grises, entre la legalidad y la ilegalidad, junto con los lunfardos, "los auxiliares del vicio y el delito" que tanto lo preocuparon. Veyga, como muchos de estos hombres de ciencia, imaginó esas poblaciones siempre entremezcladas y sumergidas entre los distintos grupos culturales y poblaciones del Buenos Aires finisecular. E n 1903 Ingenieros publicó su tesis de doctorado La simulación de la locura. Ese libro fue, en palabras de Helvio Fernández, "su obra fundamental que luego ampliara extendiendo sus conceptos a todos los fenómenos vitales en La simulación en la lucha por la vida, que la Academia de Medicina de Buenos Aires laureara con medalla de oro" (Ingenieros Psiquiatra, 565). Fernández, como muchos otros hombres de ciencia y criminólogos del mismo período, subrayó la importancia de esos trabajos de Ingenieros, y señaló que "ha de perdurar su fama de psiquiatra cimentada sobre todo en su obra primera: La simulación ^^R. Falcón se quejó de que se permitiera el uso del uniforme policial en la representación de obras teatrales, "como que constituye un relajamiento de las buenas costumbres el escarnio y el ridículo que una parte del público espectador, hace recaer sobre esos simulados agentes causando como lo digo antes, el desprestigio de la autoridad en las personas de los que la ejercen por el ministerio de la ley, como quiera que el teatro haya sido considerado como la escuela de las costumbres, dada la influencia moral que ejerce en las masas del pueblo** (171). Aquí se hace evidente una vez más la importancia del teatro en la cultura y la atención de las autoridades de vigilancia y represión sobre una forma de producción cultural que se sentía con un gran potencial subversivo. A las representaciones dramáticas de la autoridad en el teatro se sumaban lo que esas autoridades sentían como representaciones dramáticas de grandes movimientos obreros, "huelgas, paros, boicots, que no son sino perfectas simulaciones, las que desgraciadamente por vehículos de sectarios y corporados de la prensa, aparecen en éstas magnificadas" (167. Énfasis mío).

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de la locura, que aparece como la más brillante exteríorización de su notable talento científico** (568). Ramos Mejía, fundador de una sociología argentina moderna, extendió la definición de simulación aplicándola a grandes grupos culturales de Buenos A i r e s . E n Los simuladores del talento en la lucha por la personalidad y la vida (1904) describió colonias sumergidas de formas de vida simuladoras que crecían y se metamo^foseaban bajo el agua: "una vez constituido el curioso organismo, la vecindad forzosa, la diaria y constante cohabitación bajo un mismo techo, la continuidad casi material y hasta la unidad del aparato digestivo, establece tal género de relaciones, que todos acaban por sentir y vivir una misma vida, expresar una misma sensibilidad. E s el caso de las Esponjas y d é l a s colonias de Pólipos que se juntan, esos últimos, para constituir la famosa Hidra ... L a Medusa multiforme" (61), la representación más clásica de la temida mujer de la mitología griega pero ahora como una sumergida población viviendo entre las demás. E n Los simuladores del talento (1904), esa nueva versión de Las multitudes argentinas, de 1898, las multitudes femeninas de L e Bon se hicieron la Medusa mitológica y submarina en la que lo que más preocupaba era una ausencia de "cabeza" visible. Siempre temiendo los agregados, asociaciones, grupos, colonias o comunidades solidarias Ramos Mejía escribió ¡Cuántas congregaciones, cuántos grupos, no marchan sin cabeza, nada más que dirigidos por el instinto de la agregación! ¿No se mueven la Hidra, como el insecto de más elevación zoológica, sin el concurso del pensamiento y aún sin un sistema nervioso protector? ¿Variando su procedimiento de locomoción, cambiando de camino cuando no le conviene el que llevaba; fijarse o escapar a voluntad, huir de la luz y hasta contraerse voluptosamente...? (64). Lo que más le llamaba la atención, y lo que más temía Ramos Mejía era lo que sentía como una habilidad de estas colonias y poblaciones sumergidas que conseguían asociarse y avanzar su cultura y su forma de vida con gran (voluptuosidad) y eficiencia y sin necesidad de líder. Esta obra de Ramos Mejía, escribió Ingenieros, "obtuvo un éxito sorprendente de librería" cuando fue publicada, en 1904 (Personali-

**Ingenieros opinó que "conviene recordar que Las multitudes argentinas [publicada en 1898] fue la primera obra propiamente sociológica publicada en la Argentina, aunque ya Echeverría, Alberdi y Sarmiento hubiesen sido los precursores de esa disciplina" (Personalidad Intelectual, 139).

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dad Moral, 142). La recepción del libro de Ramos Mejía, además de demostrar intereses y preocupaciones comunes entre este grupo de hombres de ciencia, médicos criminólogos y sociólogos practicantes de las nuevas ciencias sociales, demostraba la popularidad de la noción de simulación en la cultura letrada de ese período. La proliferación del uso de distintas definiciones de simuladores y de actos de simulación que de la criminología pasaron a la sociología y de a poco alcanzaron a toda la cultura llegó a extremos a veces inesperados. Como en la definición de **la simulación del delito" que describió Veyga en 1906. Una de las instancias más comunes de simulación del delito que dio Veyga fiie "el contrabando simulado, [que] hace víctimas por cientos entre gente que tiene la manía de lo barato. E n Buenos Aires, como en todas partes, comprar algo que tenga por reclamo el haber pasado por la Aduana sin pagar derechos o que haya sido introducido fiiera de esa vía, es un negocio que llena a muchos de placer" (Simulación Delito, 177). E n este texto a partir de esa ampliación del campo de observación, análisis y reforma que propusieron estos hombres de ciencia, Veyga propuso que "para el delito simulado, que es tan delito en la intención como el delito verdadero, no hay más recurso a emplear que el de sanear [todo ] el medio social" (Simulación Delito, 180).

Simulaciones y titeos de fumistas A la simulación usada como estrategia de asimilación por inmigrantes y personas de clases sociales bajas que al ascender trataban de ser aceptados en clases o grupos sociales más altos, como en el caso del Genaro de Cambaceres, los grupos tradicionales respondieron con distintas variantes del titeo como mecanismo de defensa que trataba de identificar y excluir a los recién llegados. David Viñas en su libro sobre el teatro de Gregorio de Laferrére, cuya "obra se desarrolla entre 1904 con el estreno de Jettatore y 1913, fecha de su muerte" (Laferrére, 13), propuso el titeo como una estrategia de escritura y de lectura de la obra de Laferrére que se desarrolló durante el mismo período durante el que proliferaron los usos y definiciones científicas y literarios de la simulación. La articulación entre simulación como estrategia de integración al grupo y titeo como estrategia de exclusión del grupo se articuló con bastante claridad en la figura, la obra y la vida de Ingenieros. Si bien él no mencionó la simulación, en su Laferrére Viñas sugirió esa articulación al señalar que esa dinámica de grupo de la vida diaria porteña, ese "titeo cotidiano contaminado de elementos teatrales".

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servía para burlarse del recién llegado o "candidato ... como diría Ingenieros" (72). Porque Ingenieros, el gran teórico de la simulación, fue un practicante principal del titeo. Viñas explicó el titeo más que como una mera dinámica de grupo, como una práctica cultural característica del momento histórico y "una burla no sólo específica en su entonación sino con algo peculiar de la sociabilidad argentina" (71). Una sociabilidad que en la primera década del siglo veinte se caracterizó por la presencia cada vez más evidente de grupos, familias o personas que a través del trabajo en las nuevas profesiones, las nuevas industrias y los nuevos comercios urbanos habían logrado una posición económica que podía ser o parecer similar a la de los grupos sociales tradicionales obligados a compartir hegemonías económicas, sin duda, a veces sociales e incluso políticas. Entonces el titeo servía como forma de exclusión que reafirmaba, por ejemplo, nociones de clase entretejidas con nociones de género. Entre las distintas formas del titeo Viñas describió "la que se establece entre la 'indiada* —complaciente autodesignación de 'señoritos'— el 'candidato' y el titeo como prueba de virilidad y tradicionalismo" (80). Aquí el titeo "probaba", reafirmaba el género, la "virilidad" del grupo titeador entretejida u homologada con nociones de clase social, el "tradicionalismo" que se contrastaba con la carencia de una genealogía en el "candidato" o recién llegado. No obstante las distintas modalidades de esa forma de burla tan específica de la primera década del siglo veinte, "peculiar de la sociabilidad argentina" y, como la simulación, "contaminado de elementos teatrales", un elemento característico del titeo era su práctica por miembros de un grupo, frecuentemente de las clases tradicionales, que lo usaban para excluir. L a "mediata articulación de la mirada del clubman" en "tres ^^Viñas notó en la mirada del Laferrére dramaturgo y su ^teatro del titeo" tres actitudes de señor liberal frente a los recién llegados: "se dan, pues, en el teatro de Laferrére como mediata articulación de la mirada del clubman, tres niveles sociales que van desde la clase media acomodada a lo aristocrático y lujoso hasta llegar a lo guarango de la baja clase media, a través de tres entonaciones del titeo (82). Estas tres entonaciones del titeo representaban los distintos gestos del del clubman frente a tres clases sociales distintas. Viñas agregó: "Por cierto, la broma implícita en el titeo puede tener numerosas variantes. En la época de Laferrére, y de acuerdo al vocabulario vigente desde entonces se prodrían marcar los siguientes niveles verificables en la realidad o en la literatura contemporáneas: la tomadura de pelo cuando son señores que se «nsañan con alguien de nivel inferior [notemos que la exclusión de arriba 142

niveles sociales que van desde la clase media acomodada a lo aristocrático y lujoso hasta llegar a lo guarango (82) se agudizaba con el "abandono de las ceremonias entre gentleman'* y adquiría formas extremas en "la patota de liijos del 80', señoritos descargando sus tensiones que se exacerbaban de violencia al apuntar sobre un hombre nuevo** (80). Si la simulación representaba una categoría patológica e incluso criminal de personas que hacían una representación dramática, el titeo fue una forma de simulación de grupo no sólo aceptada culturalmente sino usada muy característicamente por una gran parte de la cultura del período. Viñas explicó que el teatro de Laferrére representaba el pasaje y la utilización de las formas y modulaciones del titeo de la vida cotidiana al drama, al escenario. Y ese pasaje se dio en el mismo momento histórico en el que se dio el principio de un teatro argentino, E l teatro de Laferrére, explicó Viñas, llevó al escenario ese uso de pequeñas representaciones dramáticas que hacía un grupo frente a un "candidato" o espectador que no sospechábala superchería. Así el titeo en "lo específicamente teatral se dará acentuando el segundo componente de la correlación y tendremos entonces el teatro de titeo inscripto en la crisis de la ciudad liberal penetrada de elementos nuevos en incómodo avance" (70). Algunos de esos "elementos nuevos", como Ingenieros, al ser incorporado por los grupos de poder por su presunta capacidad para integrar distintos sectores intelectuales u'obreros de ideología radical especialmente temidos y temibles entre 1900 y 1914

hacia abajo era siempre un primer signifícado del titeo]; la tijeretada cuando son mujeres las que prevalecen; la cargada, entre jóvenes, con más descaro y menos contemplaciones; la becerrada, de hombres sobre una mujer; la choteada, en el ejército o en colegios pupilos. Y así siguiendo el orden de creciente violencia y distanciamiento hasta llegar a los pogroms de la Plaza Lavalle" (79). A "la choteada, en el ejército o en colegios pupilos" volveré más adelante. ^^Creo que sería útil un estudio del teatro argentino finisecular que, además de incluir junto con obras y formas dramáticas tradicionales como la de Laferrére, obras y formas consideradas "menores" como el saínete, el circo y el café-concert insertas o vistas en el contexto de una modalidad teatral y cultural porteña especíñca, que incluya desde los personajes y las celebraciones de! carnaval de las últimas décadas del siglo diecinueve hasta la simulación como forma dramática cotidiana individual y el titeo como forma dramática de distintos grupos de principios del siglo veinte.

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despertaron inquietudes entre los círculos tradicionales que no siempre los aceptaron. Viñas describió similitudes y diferencias claves entre el titeo de dos posiciones sociales, representadas por Laferrére e Ingenieros. E l primero "es un hombre alegre, jovial, comunicativo. Pertenece a una generación de jóvenes porteños practicantes todos del humorismo activo, del fumismo inconfundible y, por lo regular, inofensivo. E s uno de sus alentadores y difusores. E l otro es el querido e inolvidable Ingenieros** (72). L a similitud de la "continuidad titeadora LaferréreIngenieros [escribió Viñasl reenvía a l a famosa Syringa" (72) que fue el cenáculo literario de Rubén Darío en Buenos Aires. E l mismo Ingenieros explicó que "[Rubén] Darío dio en llamar *La Syringa' al cenáculo juvenil que frecuentaba *E1 Mercurio*", (Personalidad Intelectual, 134), la revista literaria que dirigía el secretario de Ramos Mejía. L a mayoría de las crónicas describieron ese grupo como una versión literaria e intelectual del grupo titeador, "indiada" o "patota" que describió Viñas. Héctor Agosti señaló por ejemplo que la Syringa era "esa asociación que urdió bromas resonantes en la Buenos Aires finisecular" y la describió como una "institución de Estética y de Crítica, [que] fue fundada por Ingenieros y Darío con las fórmulas del 'satanismo* a la moda. L a Syringa sometía a sus miembros a numerosas pruebas de iniciación que eran motivo de tremendas bromas a costa de algunos aspirantes a genio, que se suponían ungidos con las dotes de los *syringos*" (Ingenieros Ciudadano, 13, n. 1). Ese titeo servía para reafirmarla categoría de "genios" o miembros de un grupo intelectual estético-crítico que excluía a los "aspirantes a genio" Pero a pesar de la "continuidad titeadora" que describió Viñas, el titeo de este grupo no era igual al que se hacía desde la posición que representaba Laferrére. L a "continuidad titeadora Laferrére-Ingenieros" representaba dos dinámicas de clase y Viñas distinguió entre las motivaciones del titeo de una u otra posición al "destacar los contenidos de humor de Laferrére —como gentleman que se ensañalba] configuronesy *loquitos' en un ademán de arriba hacia abajo— y de Ingenieros, cuyas descargas no esta[ban] condicionadas por el desalojo paulatino de su clase [como las de Laferrére] sino por los bloqueos que padecfía] en ciertos reductos de la oligarquía. De cualquier manera en uno u otro sus burlas estaíban] impregnadas de una indudable violencia" (73).

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E s a violencia en Ingenieros parecía exagerada por la necesidad que describió Payró en el joven médico argentino nacido en Sicilia, esa lucha constante por ser "tan porteño como el que más, adoptando y exagerando algunas de nuestras modalidades". E l dramaturgo y el criminólogo se ensañaron con distintos excluidos. Si los gestos de Laferrére expresaban las ansiedades de la clase tradicional que se sentía desplazada por las nuevas clases en ascenso, los de Ingenieros demostraban una variante de las estrategias de inmigrantes que adoptaba la posición de liderazgo, de "titeador-jefe" (74) y reproducían "simulaban" y exacerbaban la respuesta titeadora de la clase tradicional frente a los inmigrantes. E n las crónicas de sus contemporáneos Ingenieros apareció repetidamente en la posición de titeador jefe en la Syringa, en un grupo de intelectuales y científicos de distintas clases sociales (como Ingenieros y Darío) pero también rechazado, generando una significativa desconfianza entre grupos de intelectuales de familias consideradas más tradicionales, como Laferrére, Roberto Payró, Eduardo Schiaffino y Augusto Bunge. L a reacción de la clase tradicional al intento de asimilación de Ingenieros fue documentada, por ejemplo, por Payró y Schiaffino. Schiaffino describió los cambios ideológicos de Ingenieros (al tratar de incorporarse a una clase hegemónica tradicional, entre 1898 y 1906) como cambios genéricos. Aparentemente Ingenieros tenía una voz aguda, Payró recordó que "su voz atiplada, bastante agria, desapacible, acentuaba los sarcasmos y las ironías que eran su modo predilecto de expresión" (Recuerdos, 470). Y Schiaffino describió el cambio del Ingenieros considerado socialista o anarquista al Ingenieros secretario de Roca representándolo como el cambio de voz del adolescente, que después de una pubertad radical de género dudoso y modulaciones agudas, alcanzó una presunta hombría de tonos graves y seguros. Schiaffino, al señalar él también la misma característica de la voz de Ingenieros que describió Payró, escribió: Ingenieros lo conservó durante los primeros años de su actuación pública, y mucho le servía aquel timbre agudo que horadaba como una lezna las objeciones del adversario. Practicaba entonces un socialismo de vanguardia que confinaba verbalmente con el anarquismo. Años después, en 1906, volví a hallarle en París acompañando al general Roca, gran conocedor de hombres. La voz de Ingenieros se había normalizado, y su razón, consciente de la fuerza incontrolable de la idea, alcanzaba la ponderación y el equilibrio (José Ingenieros, 492. Énfasis mío).

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Aquí más que el dato histórico sobre la voz de Ingenieros, es significativo cómo era oída y/o representada esa voz por sus contemporáneos, casi literalmente con ese entretejido de clase social, nacionalidad y género equívocos del "candidato" que describió Viñas: el "titeado es un mozo con entonación española, por ejemplo, un grum con cierta manera más o menos equívoca de caminar, o el portero del club: la entonación entonces cambia ... más despiadada, con menos matices y con un peculiar movimiento de arriba a abajo" (73-74). A los significados de clase social, nacionalidad y género, la representación de los cambios de voz de Ingenieros que hizo Schiaffino le agregó un "crecimiento" o "progreso" positivista y patriarcal de una izquierda de género dudoso a una derecha "masculina", "normal" en el espectro político del período, Payró señaló con algo de ironía el denuedo de Ingenieros por presentarse como avanzada de la moda y el gusto en el vestido: "se esforzaba no con mucho éxito, por vestir de una manera original y elegante" (Recuerdos, 471). Pero, como su voz, su vestido sumaba otra disonacia que provocaba la actitud de rechazo de los grupos tradicionales. Al leer las crónicas de la época llama la atención la sobreactuación permanente que describieron en el teórico de la simulación. Payró escribió: "sí, debió de sufrir mucho creyéndose por una parte obligado a estar siempre en escena" (479). La representación que trataba de desviar la atención de su origen evidentemente no lo conseguía, con lo que probablemente aumentaba la dramaticidad de Ingenieros y del rechazo que producía en esos "reductos de la oligarquía" a los que se refirió Viñas. Augusto Bunge recordó un Ingenieros visto a través de los estereotipos de la infancia del hijo del inmigrante, y propuso que sus burlas "eran desahogos de un pillete de la calle excepcionalmente ocurrente y excepcionalmente 'sinvergüenza*. Le conozco pocas, porque cuando nos encontrábamos, era casi siempre por alguna razón de trabajo, y no me gustaba su modo de divertirse ni la compañía que elegía para ello" (Ingenieros Niño, 489). Las bromas y la compañía aludían a la Syringa y el titeo que representaban un grupo y una dinámica de grupo distintos a los que Bunge juzgaba aceptables. Con imágenes estereotípicas del hijo del inmigrante criado en la calle, como los niños vendedores de diarios que Ingenieros estudió, Bunge se distanció de Ingenieros al señalar que su relación con el criminólogo "era casi siempre por alguna razón de trabajo", que él no compartía con el titeador de la Syringa ni diversiones ni ocios.

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Al parecer, especialmente durante la primera década del siglo veinte, Ingenieros desviaba la atención de su origen inmigrante y siciliano y copiaba, exagerándolos, tics y reacciones defensivas de la clase a la que quería y no conseguía acceder. Entonces se hacía especialmente "despiadado con muchos, especialmente entre los simuladores y entre los usurpadores de reputaciones y puestos inmerecidos" (Recuerdos, 474). Este era el teórico de la simulación, especialmente despiadado con los simuladores, pero que al agradecerle al mismo Payró el elogio que éste había hecho de La simulación, le había respondido entre fintas y veras "en vista del buen éxito continuaré simulando" (472). Gregorio Hermann recordó que Ingenieros "tomaba los arquetipos que parecían fundidos en bronce, y los bajaba a risas, o los deshacía con su prosa mordiente como un ácido! A veces hasta hacía sangrar ... E n eso solía emplear su humor juguetón y jovial, a veces hasta la crueldad" (Lo Que Debe, 672). Ingenieros mismo dijo haber aprendido de sus maestros el "sentimiento" que motivaba esa forma de descargar tensiones de clase en una sociedad que estaba pasando por un momento socio-histórico especialmente fluido. Ingenieros escribió: "meditando sobre este sentimiento de repulsión hacia los ignorantes ensorberbecidos por el dinero o la política, he podido advertir que si a Ramos Mejía se lo contagió López, a mí me lo contagió Ramos Mejía" (Personalidad Intelectual, 146). Ingenieros imaginó y representó esa "repulsión" como el rechazo, la exclusión de una clase que se definía por su intelectualidad y no por su origen social porque era esa la clase que sí lo incluía. Para sentirse incluido Ingenieros tuvo que idealizar a los intelectuales más patricios y exclusionistas de la generación anterior a la suya, y escribió: "Ramos [Mejía], como Lucio López y Miguel Gané, sus coetáneos, no concebían otro privilegio legítimo que el de la ilustración y el talento, tal como lo había plasmado Renán en sus ensueños de aristocracia intelectual" (145). Pero como explicó J . Ludmer, las de López y Gané fueron posiciones claves de la coalición (de la oligarquía diría Viñas) liberal que en La gran aldea y Juvenilia hicieron coincidir las fábulas de "una historia nacional, hasta la frontera del Estado, [que] coincide totalmente con la historia personal" (Juvenilia, 12). E n esa clase en proceso de cambio, la noción de una aristocracia intelectual era útil para integrar —pero con todas las reservas y dinámicas que hemos visto— a personas como Ingenieros, de origen inmigrante y listos a trabajar en la burocracia estatal de la oligarquía liberal en crisis.

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S e p a r a c i ó n articulada de vivos y muertos L o s médicos en la policía y el tratamiento de los vivos Pero no fue Ramos Mejía sino Veyga, su discípulo dilecto, el primero en ofrecerle un puesto de funcionario de la burocracia estatal a Ingenieros. Y ese puesto ya no fue en las agencias oficiales de la higiene encargada de observar y controlar los movimientos nomádicos de las poblaciones locales o inmigrantes sino en una agencia central de la criminología estatal, en la Policía Federal encargada de la vigilancia de las clases bajas, los obreros y las distintas poblaciones consideradas sospechosas, que se imaginaban sumergidas, transitando y traficando clandestina o invisiblemente por el puerto y la ciudad de Buenos Aires. Ricardo Salvatore explicó que la criminología estatal presentó los problemas sociales y tensiones del proceso de inmigración y modernización, el desempleo cíclico, la pobreza, el nomadismo o la "vagancia", la organización de sindicatos y manifestaciones del movimiento obrero y la radicalización de la política en general "como resultado de anomalías individuales que conformaban un problema de 'criminalidad' generalizado y reducible al análisis sistemático, experimentación y terapia (Criminology Prisión, 7). L a creación y organización de los espacios específicos de ese dispositivo de análisis, experimentación y "terapia", se realizó con énfasis a partir de 1900, cuando Ingenieros empezó a trabajar con Veyga en la modernización de la Policía de la capital. Veyga, refiriéndose a sí mismo, escribió "sin haber recibido aún [Ingenieros] su diploma doctoral, el doctor Francisco de Veyga lo designó su jefe de clínica en el Servicio de Observación de Alienados que acababa de fundar [en abril de 1900] en la Policía de la Capital como anexo a su cátedra de Medicina Legal" (Noticia Biográfica, 423). Veyga fundó ese "Servicio de Observación" al ser nombrado profesor titular de esa cátedra en la que había ejercido como suplente desde 1895. Osvaldo Loudet, el historiador de la psiquiatría argentina, al recordar las primeras clases de medicina legal de Veyga, cuando éste todavía no trabajaba en colaboración con la policía, escribió: "las disertaciones teóricas brillantes e ilustrativas no podían enseñar, no podían mostrar toda la patología social en sus múltiples aspectos, sobre todo el psiquiátrico y el criminal. E r a necesario buscar un laboratorio vivo" (Historia Psiquiatría, 129). Este "laboratorio vivo" era un "servicio de observación" en el que, como los higienistas observando y manipulando "culturas" de gérmenes bajo la lente del microscopio, los criminólogos empezaron a observar y tratar de manipular "culturas" definidas como sospechosas o delincuentes.

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Pedro Barbieri, otro médico criminólogo de ese período, recordó cómo Veyga (a partir de su cátedra de Medicina Legal) consiguió que le fuera asignado ese laboratorio vivo en 1900: apenas investido del cargo de profesor titular, concurrió [el criminólogo] al Jefe de Policía, Dr. Beazley, solicitando la cesión del Depósito de Contraventores llamado *24 de noviembre'... concedido el depósito en cuestión, bajo la forma del nombramiento del Dr. de Veyga como encargado del servicio médico de la casa, el curso de criminología del presente año podía trasladarse allí (Clínica Criminológica, 296). Este paso representó un hito importante en el desarrollo de la disciplina criminológica estatal en Argentina, Barbieri señaló que el trabajo de los médicos en el espacio de la policía significó "no sólo la consagración definitiva de la Escuela Positiva en nuestra Facultad, sino su aceptación por la autoridad policial ... recibiendo de todos los funcionarios demostraciones de simpática adhesión a la par que la promesa de eficaz colaboración" (206). Las historias de la medicina y la psiquiatría argentinas han idealizado este desarrollo describiéndolo, igual que los médicos que lo propusieron y realizaron, como de gran significación en la historia de las investigaciones científicas del período. Barbieri describió el "progreso" que significó la posibilidad de captura y observación del ...vagabundo de todas las edades y todas las condiciones, desde sus primeros pasos en esa senda en que se inician de niños, hasta cuando los recoge la Cárcel, el Asilo o el Hospital, según el rumbo que hayan tomado. Al 'compadrito* podrá vérselo, díscolo, reacio y pendenciero hasta en el interior de las rejas. Al ladrón se lo podrá tratar sin ambages y conocer su poco estudiada biología. Al alcoholista se lo tendrá en abundancia y bajo todas las formas. Los locos, que allí pululan, darán lugar a hacer aplicación práctica de psicopatología forense (296). Estos fueron los personajes marginales, más que pequeños delincuentes los anormales utilizados para marcar lo que serían las normas de la nueva respetabilidad burguesa argentina. Loudet describió exaltado el mismo tipo de infractores, en ese mismo espacio en el que esta primera colaboración entre los médicos criminólogos y la policía marcó un momento importante de la historia de las ciencias sociales argentinas. Ciencias que crecieron a partir de la constitución de los nuevos dispositivos estatales de vigilancia, control y producción de un saber:

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...en el "Depósito de contraventores" sito en la calle 24 de noviembre, y al que eran enviados todos los vagos, los atorrantes, los invertidos y lunfardos recogidos por la Policía de la Capital. ¡Qué muestrario maravilloso de degenerados hereditarios, y desadaptados sociales! ¡Qué espectro multicolor con todos los matices de la locura y el delito! ¡Qué tesoro psicológico de todas las anomalías y todas las perversiones! (Historia Psiquitría, 129). L a "consagración definitiva de la Escuela Positiva" y "su aceptación por la autoridad policial" transformó la Policía Federal en una agencia estatal que utilizaba procedimientos ilegales para recolectar y procesar información sobre "alienados", sobre las clases bajas y sobre las organizaciones y movimientos obreros. Los médicos criminólogos, con sus historias clínicas y pruebas periciales, sus textos producidos y promovidos como documentos legales con valor de sentencia, sirvieron para darle un prestigio y una cubierta científicos a la Policía Federal con su sistema de Jefes y Comisarios que, munidos de los Edictos y Códigos de Policía tenían (y tienen) capacidad legal para prescribir penas y castigos de privación de libertad a contraventores o sospechosos de cometer o haber cometido contravenciones, sin intervención de jueces o agentes del sistema legal de justicia. Que esa práctica haya sido reglamentada y así naturalizada, aceptada en la cultura argentina desde fines del siglo diecinueve hasta hoy, no quiere decir que no sea una aberración legal, resabio de un sistema no democrático de control de clases que dio poderes legales a autoridades policiales que no estaban ni están preparadas para ejercerlas de forma profesional. E n ese sistema los criminólogos tenían rango de oficiales de policía. E l Reglamento que organizaba el "Régimen interno" de la Policía Federal especificaba que después del Jefe de Policía "la escala jerárquica ordinaria es la siguiente: 1° Comisario de Órdenes. 2° Comisarios Inspectores y de Investigaciones. 3° Comisarios" hasta un último nivel "10° [del Cadetes o distinguidos y agentes". E n esta jerarquía el Jefe del Cuerpo Médico, es decir Veyga y sus sucesores (como Ingenieros), tenían rango de Comisarios Inspectores y los médicos (como Juan Córdoba) tenían rango de Comisarios (Ordenanzas CJenerales, 8). Su posición en la jerarquía policial les servía a los médicos "peritos" y/o "comisarios" para recluir, sin intervención de los jueces, a personas declaradas "sospechosas", "alienados" o "contraventores". Las Ordenanzas Generales de la Policía de Buenos Aires estipulaban que "la Jefatura de Policía entiende y resuelve en las causas de detenidos por infracciones [también llamadas contravenciones] de acuerdo con el inciso 5°, artículo 1*' del Reglamento de Policía" (187, n.

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2. Énfasis agregado). Ese Reglamento en principio "limitaba el máximun de la condena a ocho días de arresto o quinientos pesos moneda corriente las multas que podían imponerse, pero vigente el Gódigo de Instrucción Criminal desde el 1° de enero de 1889, aumentó las facultades de la policía, autorizándola por el artículo 27 para juzgar las faltas o contravenciones, cuando la pena no exceda de un mes de arresto" (187, n. 2). Pero en la última década del siglo diecinueve la policía consiguió ir ampliando las penas: "la Jefatura entonces, teniendo en cuenta que los edictos que regían eran incompletos, pues no determinaba con precisión los diferentes caracteres que podían presentar las contravenciones, ni éstas estaban bien definidas, y por otra parte la levedad de las penas eran insuficientes [sic] para su objeto y no se reprimía la reincidencia en la mayoría de los casos, reformó los antiguos edictos ordenando la vigencia de los presentes" (187, n. 2). Los funcionarios de policía sabían (y saben) que el recurso de hábeas corpus era (y es) una barrera legal poderosa contra la que debían (y deben) luchar en sus intentos de usurpación de los derechos individuales de las personas. Entonces las Ordenanzas publicadas en 1908, a renglón seguido especificaban que los contraventores o sus abogados no podían presentar recursos de hábeas corpus ya que la jurisprudencia había dejado sentado que "con motivo del recurso de hábeas corpus interpuesto por unos detenidos que habían sido condenados a la pena de ocho días de arresto por una contravención, recayó la siguiente sentencia de Juez Federal: Que la policía está sufucientemente autorizada por el inciso 5**, artículo 1" de su Reglamento, a entender y resolver en los casos de detenidos por infracciones, pudiendo imponer hasta ocho días de arresto; —Que éste tiene fuerza de ley" (187, n. 2). Esos arrestos se prolongaban, especialmente después de 1889, cuando se codificó que la reincidencia podía aumentar las penas hasta treinta días de arresto (190) y que "las penas provenientes de diferentes contravenciones producidas por la misma persona son acumulables" (212). Veamos más de cerca quiénes eran y cómo llegaban al "Depósito" los "contraventores". Veyga, con la misma afición de los higienistas por los censos que buscaban capturar y representar un presunto estado de salud de las poblaciones, en 1903 publicó una "Estadística de la 'Sala de Observación de Alienados'" en la que propuso que las cifras de su texto "[tenían] el privilegio de dar una idea aproximada, pero verdadera, de la proporción en que se producen las diversas formas de alinenación mental en Buenos Aires. Ello es debido a que la Sala de Observación es un

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servicio de tránsito". Aquí nuevamente se ponía en práctica el mismo tipo de observación que vimos en los dispositivos de vigilancia de la higiene que, en vez de cortar los flujos de los distintos movimientos imponiendo cuarentenas era una mirada que se movía sobre y con los tráficos. Al hacer un caveat que servía para dar visos de veracidad científica a su discurso, Veyga notó: "hay un margen de error, sin embargo. Estas estadísticas se refieren solamente a los alienados cuya internación se hace por medio de la policía" (Estadística Sala, 42), Lo que Veyga no aclaró fue que eso significaba que entre sus "alienados" nó había miembros del grupo económico y social que a través de estos dispositivos de vigilancia desarrollaba su proyecto de control. E s a clase estaba protegida por una disposición policial que especificaba que "cuando los Comisarios hayan de remitir a disposición de la Jefatura, acusados de contravenciones policiales, personas de alguna consideración social, los enviarán al Departamento Central de Policía en vez de hacerlo al Depósito de Contraventores" (Ordenanzas Generales, 214). E n esos casos los Comisarios y Jefes de Policía, de acuerdo con lo estipulado por los Códigos y Edictos, podían reemplazar las penas de arrestos por multas.^' Las definiciones de contravenciones de los Códigos y Edictos policiales eran leídas y construidas arbitrariamente (según afirmaciones que veremos de los mismos criminólogos) y servían para instilar, regular y reforzar por medio de la policía normas de respetabilidad y comportamiento burgués entre las clases medias en formación, al mismo tiempo que servían para ejercer un control creciente de las clases bajas y sobre todo del movimiento obrero. Las definiciones de contravenciones más utilizadas por lo lato de su significado eran "Portación y uso de armas" (187); "Ebriedad" (190) y "Desórdenes y escándalo" (191). Otras contravenciones usadas para regular los movimientos y expresiones más comunes de la cultura popular eran las que controlaban los "Bailes públicos" (196), el "Tránsito por las veredas" (198) y la actividad de los "Músicos" (206). Los Códigos y Edictos que definían contravenciones policiales rigieron en Buenos Aires desde 1870 aproximadamente (187, n. 2). Pero en los últimos ^^er "la disposición de fecha 23 de Octubre de 1898, que establece excepción para personas de 'buena condición social*" (Ordenanzas Generales 216). Todas las contravenciones podían ser penadas, a discreción de las autoridades policiales, con arrestos o multas. Ver Ordenanzas, p. 189, 190, 195, y ''Disposiciones comunes", pp. 213-216.

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años del siglo diecinueve y los primeros del siglo veinte se hicieron evidentes un aumento considerable y una mayor especificación de regulaciones utilizadas para vigilar y controlar los espacios del ocio, las reuniones y formas de entretenimiento de las clases bajas y del movimiento obrero. E n 1896 se empezó a regular por primera vez "la música que mantienen los cabarets y despachos de bebidas en general, servidos por mujeres hasta altas horas de la noche con perjuicio del vecindario y del reposo público" (192, n. 1) y se especificó que "es prohibido recorrer las calles o estacionarse a tocar en las esquinas a las bandas y órganos sin un permiso extraordinario" (192, n.l). No obstante las diferencias entre distintos historiadores de la cultura popular de Buenos Aires, todos están de acuerdo en que éste (1890-1910) fue el período original de la historia del tango, conocido entonces como "la música prohibida". E l organito callejero diseminaba ese tango en los espacios de una ciudad que no conseguía levantar barreras entre espacios públicos y privados. Rubén Pesce explicó que el organillo "fue un instrumento mecánico que supo pasear el tango por las calles y de ese modo introducía la música, por balcones y ventanas, a las casas donde no lo querían oír" (Guardia Vieja, 315). E n la periferia de la urbe finisecular alrededor del organito se reunían mujeres y hombres creadores de una nueva cultura que atentaba contra las prescripciones de la respetabilidad burguesa que reforzaba la reserva y circunspección de las celebraciones en los espacios privados. Los Edictos especificaban con insistencia que "debe ordenarse que no se permita el estacionamiento de grupos en las calles pues aparte de obstaculizar el tránsito, se presta para cometer actos ofensivos a la moral... esta recomendación se hace extensiva a todas las secciones y debe observarse en las no centrales a fin de evitar las reuniones y bailes que suelen organizarse en la vía pública ... (O del D. 23 de Diciembre de 1906)" (Ordenanzas Generales, 198, n. 1). Este tipo de regulación de reuniones públicas y manifestaciones de la cultura popular, en 1898 había empezado a regular las manifestaciones públicas del movimiento obrero, al mandar que "debe prohibirse que recorran las calles del municipio a pie o en carruajes, grupos de personas tocando músicas, cantando o dando gritos y alterando la tranquilidad del vecindario" (192). E n 1899 se empezó a observar e identificar a contraventores sospechosos de delitos no comprobables, "detenido[s] por contravenciones y que sea[n] sujeto[sl de honestidad dudosa y se sepa que no tiene[n] domicilio ni trabajo, que inspirein] sospechas o haya[n]

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cometido causa mayor y no sea posible comprobarla, se le[s] hará una llamada en la remisión poniendo la palabra ¡ojo! (C. R. T. de Febrero de 1899)", (214). L a definición en 1899 de personas que "se sepa que no tiene [n] domicilio ni trabajo", transformaba en sospechosos a todos los trabajadores, obreros y jornaleros de la fuerza de trabajo nómade característica del periodo. E l "¡ojo!" representaba la observación e identificación visual que como veremos era una de las principales técnicas de vigilancia resistida y burlada por las poblaciones entremezcladas, sumergidas, disfrazadas o travestidas, "la Hidra" tan temida por Ramos Mejía. A lo largo de la primera década del siglo veinte, al mismo tiempo que empezaron a colaborar los médicos criminólogos con la Policía Federal, ésta se empezó a transformar en una agencia de Investigaciones. Al asumir la Jefatura de la Policía en 1906, Ramón Falcón continuó la modernización iniciada por los médicos criminólogos en 1900, y en su Memoria señaló que su lucha contra los "numerosos elementos de perturbación social", "profesionales de la huelga", y "disgregaciones de los bajos fondos o escorias sociales que afluyen de la vieja Europa" (Memoria, 5) —es decir el movimiento obrero y las clases bajas, el "anarquismo y [los] anarquistas"— fue facilitada por la contribución de dos dependencias fundamentales de la policía: "la rama de Seguridad propiamente hablando, llamada a velar por el orden público en la m á s lata acepción de la palabra y la de Investigaciones que en el mecanismo institucional de la Repartición, constituye su rama específica'' (5. Énfasis mío).^^ E s decir que la función de investigación definía esta policía. L a nueva División de Seguridad, que según Falcón intervenía "en delitos y toda clase de atentados que afecten la integridad de [todas] las personas", en la práctica fue la fuerza de caballería creada y utilizada para reprimir violentamente las demostraciones del movimiento laboral. Falcón describió esa División de Seguridad enfatizando que "presta a la Policía valioso concurso este cuerpo

^^Falcón señaló que cuando asumió él la Jefatura de la Policía de la Capital, "se imponía, pues, su reforma. Me decidí a abordarla y después de meditado estudio sometí a la consideración de V. E. el proyecto de modificaciones al régimen interno de la Repartición, creando al efecto, siete grandes divisiones cuya denominación y funcionamiento se determina más adelante, reformas que merecieron la aprobación del Superior Gobierno y con arreglo a las cuales, hoy se verifica regularmente el desenvolvimiento institucional", Ver Memoria de la Policía, "Reorganización interna", p. 25. 154

montado de agentes, que tiene a su cargo el servicio externo de vigilancia de los teatros, corsos, reuniones, meetings, fiestas y ceremonias oficiales, manifestaciones y bailes públicos y en general, en todo paraje donde la aglomeración de multitudes haga difícil, sino imposible, el desempeño de las funciones de los agentes de infantería (Memoria, 29). E n las puertas de teatros, corsos y ceremonias esta policía disimulaba su función más importante: "cargaban en las calles de Buenos Aires sobre demostraciones" (Inmigración Ejército, 86). E l mismo Falcón, al insistir en afirmar que "hoy ya, felizmente, el público se apercibe que la existencia de este cuerpo no es con el objeto de amedrentarlo" (Memoria, 29), reflejó la percepción popular de esa fuerza de represión popular. Recordemos que las obreras y obreros fundadores del primer movimiento laboral argentino llamaban "los cosacos" a esa misma policía montada que hemos visto desfilar orgullosa durante las paradas militares en celebración de las fiestas patrias (esos carnavales de corsos (re)organizados por el Estado). E l crecimiento entre 1902 y 1908 de la División de Investigaciones, considerada la "rama [policial más] específica", se hizo evidente en el aumento sorprendente de prontuarios. E n 1902 en los Archivos del Servicio de Investigaciones de la Policía de la capital había 3.450 prontuarios, que aumentaron de 5.798 en 1903 a 24.388 en 1904. Cinco años más tarde el mismo Archivo tenía 292.559 prontuarios (Memoria, 521). E l objeto de esa investigación masiva no eran los delincuentes sino los obreros y eso era evidente en la descripción de funciones y prioridades de las distintas Secciones de la División de Investigaciones. A la "Sección l a . [concernía] a) Seguridad pública —Le corresponde a esta dependencia, todo lo referente a la policía política, b) Orden social —Lo concerniente a las cuestiones obreras y sectarismos. [Sólo la] Sección 2a. [se ocupaba de] a) Seguridad personal —[e] Interviene en delitos y toda clase de atentados que afecten la integridad de las personas" (299). E n 1907 la primera Sección de la División de Investigaciones, especializada en la vigilancia e investigación de las clases y movimientos populares, además fue transformada en una agencia especializada en una sociología del movimiento obrero. Falcón en 1908 escribió: "la división de Investigaciones se divide en cuatro secciones, de las cuales la primera, comprende los gabinetes de Seguridad Pública y Orden Social, correspondiendo al primero, la vigilancia de aquel elemento que se caracteriza por sus tendencias políticas y al segundo, la de individuos de ideas anarquistas o socialistas, como asimismo de todo lo relativo a movimientos económicos, confeccionando

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al efecto las estadísticas comparativas" (30). "Lo relativo a movimientos económicos" era una referencia, que no era difícil de deducir, a la organización de huelgas generales que, como la de 1902, paralizaban la economía. Las estadísticas comparaban en distintos años y distintos meses, los números de huelgas y manifestaciones, "terminadas" o "pendientes**, "pacíficas", "semi-pacíficas" o "violentas"; el número de gremios adheridos y las asociaciones a las que éstos pertenecían; el número de hombres, mujeres y niños que participaban en distintos movimientos y demostraciones clasificadas como "reuniones", "representaciones", "manifestaciones", "conferencias" u "oradores", de la "F.O.R.A.", la "U.G.T." o de grupos "socialistas", "anarquistas", del "partido liberal" o "independientes".*^ Al radicalizarse el movimiento obrero, Falcón reorganizó la primera Sección de la División de Investigaciones: "teniendo en consideración el importante rol de esta sección y que se desempeñaría mejor dependiendo directamente de esta Jefatura, he dispuesto últimamente que se segregue de la División de Investigaciones" (30). Así entre 1900 y 1908 el auge de la criminología que investigaba y observaba un presunto problema de "criminalidad" sirvió para controlar los conflictos sociales bajo la cubierta de una disciplina científica preocupada por el desarrollo de una política científica de "defensa social". Resistencias de los vivos Tanto en los textos publicados por los criminólogos entre 1900 y 1914, como en la Memoria de la Policía publicada por Falcón en 1909, era evidente la resistencia de la población de Buenos Aires, especialmente la de las clase bajas sobre las que se concentró todo este sistema de observación, control y castigo. Bajo el título "Contravenciones", al urgir que se le diera más autoridad a la policía, Falcón señaló que ... la acción represiva de la Policía en materia contravencional y en los hechos que caen bajo su juridicción, no ha dado ni dará jamás los resultados que son de desearse... [ya que] es indispensable la concurrencia de testigos que depongan sobre ellas y es aquí que surge la dificultad —pues si los ha habido, o simulan no haber presenciado el hecho o esquivan su comparencia a las Comisarías, cooperando de tan mala manera que quedan impunes los contraventores (11. Énfasis agregado). ^^Ver las estadísticas publicadas bajo los títulos "División Investigaciones —Sección Orden Social— Movimiento de Oficina", "Movimiento Obrero" y "Reuniones Sociológicas" (Ordenazas Generales, 509-511). 156

E s a era la simulación como estrategia de resistencia cotidiana que solidarizaba al pueblo con los presuntos contraventores, como a las clases bajas con el movimiento obrero. E n una nota de 1907 al Ministro del Interior, en la que señalaba algunos de los problemas creados por "la lucha prolongada e intensa que desde hace algunos años viene sosteniendo el proletariado con el capitalismo en nuestro país" (Memorias, 156), Falcón se lamentó de ...los caracteres singulares que revisten todos los atentados urdidos en el mayor secreto, consumados rápidamente por manos avezadas y sobre todo, [se quejó de] la evidente protección del ambiente que le facilita la fuga o la ocultación, aunque el delito haya sido estruendoso y ejecutado en horas de la plena actividad del día ... ni un solo testigo, nadie había visto nada (157). L a evidencia de esta solidaridad de las clases populares que no colaboraban con la represión policial y, simulando, resistían los intentos policiales de usurpación de derechos individuales emergió repetidamente en los documentos. Antonio Ballvé, que en 1907 era Director de la Penitenciaría Nacional y ex funcionario de la Policía, en "Reglas generales del procedimiento policial en los delitos públicos" también se qüejó de que en los procedimientos "en el interior de los conventillos y casas de inquilinato" la policía chocaba contra "la mala voluntad de las personas, que habiendo presenciado el delito, procuran negar su testimonio, esquiva[ba]n el interrogatorio y simulafbajn la m á s completa ignorancia" (677. Énfasis agregado). Las clases populares no querían colaborar con un sistema científico de vigilancia y de justicia que para avanzar su proyecto de control dé clase recurría a procedimientos ilegales. E n la primera década del siglo veinte, por ejemplo, ni la práctica del travestismo ni las prácticas sexuales entre hombres eran sancionadas por los códigos civiles, criminales, códigos o edictos policiales. Pero la policía alegaba contravenciones y con conocimiento (y probablemente a pedido) de los médicos criminólogos arrestaba ilegalmente a homosexuales que practicaban el travestismo. E n una historia clínica publicada en 1903, al contar que habían recluido en la Sala de Observación del Depósito a uno de esos homosexuales, Veyga escribió: "a este sujeto lo hemos tenido en nuestro servicio por algunos días, arrestado por 'prevención' en un baile de gente de su clase". Poco más abajo el criminólogo explicó:

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hemos dicho que por "prevención** fue arrestado en dicha noche. ExpHquemos qué significa esa palabra tratándose de un sujeto de esa especie. Empecemos por decir que "Aurora" tiene registrado su nombre en los archivos policiales: es un delincuente reincidente. Por ese motivo la Policía ejerce sobre él esa vigilancia activa que tiene sobre los cientos, o mejor dicho miles de tipos que se encuentran en ese caso, vigilancia que convierten en arresto, fingiendo cualquier contravención (escándalo, embriaguez, etc.), cuando sospecha la intención de un delito (Inversión Adquirida, 195. Énfasis agregado). Así los médicos y los policías utilizaban la noción de "peligrosidad" y juzgaban no hechos pasados sino la posibilidad de que, según ellos, una persona cometiera un delito y "cuando sospecha[ban] la intención de delito" arrestaban a una persona y la sometían al régimen represivo estatal de observación y disciplina. "Fingiendo cualquier contravención**, la policía utilizaba los Códigos y Edictos de policía, alegaba contravenciones repetidas de una persona y así creaba "un delincuente reincidente", una persona que tenía una historia policial y que por lo tanto requería una "vigilancia activa" constante. Este era un procedimiento común en la policía de Buenos Aires desde la última década del siglo diecinueve. Antonio Dellepiane, un abogado criminalista, ya en 1892 en El idioma del delito y diccionario lunfardo había denunciado la misma práctica y la describió como "un atropello a las garantías personales del ciudadano pero que la Policía califica de necesario". Dellepiane explicó que después del arresto "una vez en la comisaría, como no pueden justificar su detención y es necesario darle entrada en los libros de Policía, [las autoridades policiales] de alguna manera, califican su detención como verificada "por 'escándalo, ebriedad y uso de armas* sin que exista nada de esto" (118. Subrayado mío). L a precisión del orden de las contravenciones por "escándalo, ebriedad y uso de armas etc." documentó cómo era ese uso continuado desde 1892, en Dellepiane, hasta 1903, en Veyga, de los Códigos y Edictos utilizados ilegalmente para arrestar a las personas "sospechosas", crear "reincidentes", investigar el movimiento obrero y las clases bajas u "observar" con interés "científico" a personas que podían ser declaradas alienadas y como tales podían ser recluidas indefinidamente en penitenciarías o asilos. L a práctica de la escritura producida a partir de la observación fiie muy importante entre estos criminólogos literatos y escritores universitarios. E n sus textos, dictámenes y peritajes estos profesionales de la literatura criminológica utilizaron distintas formas de representación, según los contextos y efectos buscados, declaraban u ocultaban

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su conocimiento de los procedimientos ilegales de la policía. E n la historia de Aurora Veyga no ocultó la ilegalidad del procedimiento policial porque Aurora "es [según los policías] un criminal reincidente". Pero la policía, con el conocimiento de los médicos y probablemente a pedido de los criminólogos ansiosos por observar y ordenar ese, en palabras de Loudet, "¡...muestrario maravilloso...! ¡...espectro multicolor.,.! ¡...tesoro psicológico de todas las anomalías y todas las perversiones!**, arrestaba a los homosexuales que practicaban el travestismo, fueran "reincidentes** o no. E n la primera historia sobre inversión sexual que publicó en 1902 —la historia de Manón, con la que Veyga empezó una larga serie de estudios, artículos e historias clínicas sobre la "inversión sexual"— Veyga describió el primer contacto entre el hombre de ciencias y el homosexual, al principio del texto, como el acercamiento común de un paciente que acudió al médico requiriendo sus servicios profesionales. E n la primera frase de la historia Veyga escribió: "en diciembre de 1899 se observó el sujeto N. N., joven de 18 años, de correcta presencia, aspecto afeminado, lampiño, insinuante. Desde algún tiempo esputaba sangre, tenía tos y había adelgazado notablemente" (Inversión Congénita, 44, Énfasis mío). E n la interioridad del lector la relación entre Veyga y Manón así quedaba descrita como una relación entre paciente y médico, marcada por la severidad de los síntomas clásicos de la tuberculosis. Más adelante veremos el significado de esa representación del invertido asociado a la cortesana de ópera estereotípica. E n la frase siguiente el médico diagnosticó: "un vértice pulmonar presentaba todos los síntomas de una caverna tuberculosa. Le prescribimos reposo, aire y sobrealimentación. E l enfermo continuó visitándonos: nos refirió su género de vida, sus costumbres, sus predilecciones: un invertido sexuaF (44). E n esta forma de representar ese primer encuentro pareciera que por obra de la casualidad llegó un paciente de tuberculosis al consultorio del médico, y que sólo después de haberle diagnosticado la enfermedad infecciosa el médico se interesó por la sexualidad de su paciente. Pero esta imagen casual no es la misma que describió Ingenieros al reescribir la historia de Manón en 1910. E n su "Patología de las funciones psicosexuales - Nueva clasificación genética", Ingenieros transcribió casi literalmente la historia de Manón escrita por Veyga, y en la primera frase dijo: "en diciembre de 1899 ingresó al depósito de Contraventores de la Policía el sujeto N, N. joven de 18 años de edad, de aspecto afeminado, correcta presencia, lampiño, insinuante. Su historia clínica ofrece un ejemplo claro de parestesia sexual; la hiperestesia del recto es el punto de estímulo de

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la emoción sexual" (54), E n esta otra historia de Manón desapareció la tuberculosis de la cortesana de Dumas y fue reemplazada por la emoción sexual de Manón entregado al goce de sus sensibilidades anales. Lo que además le permitió a Ingenieros revelar que el primer encuentro entre Manón y los médicos fue cuando la policía lo detuvo, seguramente alegando contravenciones inexistentes, para proveer a los médicos de una persona más para ese "muestrario maravilloso" y "espectro multicolor" que al ser ordenado en "todas las anomalías y todas las perversiones" observadas, escritas, reescritas y manipuladas en publicaciones, ediciones y reediciones en artículos de revistas científicas, folletos y libros, transformaron al Servicio de Observación en una máquina de producción y difusión de un saber. L a referencia al arresto de Manón en la historia escrita por Veyga hubiera dejado transparentar que los médicos y policías colaboraban y utilizaban procedimientos violentos, detenciones ilegales y aprisionamientos durante los que los criminólogos sometían a sus prisioneros a interrogatorios de la misma forma que los policías investigaban el movimiento obrero. E n los documentos se hizo evidente que en la imaginación popular se empezaron a confundir la violencia y los procedimientos ilegales de médicos y policías. E n L a Vanguardia, el periódico socialista más respetado de la época, apareció evidencia de la violencia ejercida contra obreras adolescentes por médicos o por policías que utilizaban la presencia de los médicos en la institución policial para intentar violar mujeres haciéndose pasar por profesionales de la medicina. E n un artículo titulado "La odisea de una obrera" un periodista denunció la detención ilegal de una obrera de quince años, y escribió: "como a consecuencia del llanto se le hincharan los ojos, el oficial Cumedeyros la llamó y presentándole a otro empleado le dijo —Aquí está el 'doctor' que la va a 'revisar* porque usted se encuentra enferma. L a joven previniendo lo que se tramaba contra ella resistió valerosamente y no quiso someterse a la revisación". E l episodio se repitió poco más tarde cuando "apareció nuevamente el empleado que se titulaba 'doctor* formulándole proposiciones no menos groseras y torpes"(l). Los médicos en la Facultad y el uso de los muertos Este crecimiento de la criminología de Veyga e Ingenieros dentro de la burocracia del estado continuó el desarrollo de vigilancia que habían diseñado los higienistas. L a Sala de Observación de Alienados, que el mismo Veyga describió como "un servicio de tránsito" fue el

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espacio creado por la criminología y la medicina legal para realizar la "observación" de las poblaciones nómades sin interrumpir sus movimientos. Pero esa Sala era sólo uno de los centros de "ese dispositivo de observación y clasificación" que, en palabras de Hugo Vezzetti, "cambia el manicomio por el espacio urbano, y extiende su interés por la conducta y las costumbres" (Locura Argentina, 171), la vigilancia que sale del espacio cerrado y se extiende por toda la urbe. E s a vigilancia transformó todo el espacio de la ciudad en un gran asilo en el que la "Sala de Observación" representaba una de las torres de vigilancia desde la que se realizaba la observación panóptica que trataba de individualizar o identificar a cada uno de los habitantes, obreros, enfermos, prisioneros, o escolares.^** Vezzetti también señaló que este era un dispositivo de observación y "clasificación* porque, como explicó Foucault, "entre las condiciones fundamentales de una buena 'disciplina médica* en los dos sentidos de la palabra, hay que tener en cuenta los procedimientos de la escritura" (Vigilar Castigar, 195). L a observación, de acuerdo con los preceptos del método experimental de Claude Bernard, se hacía "experiencia" —hecho comprobable más alia de doctrinas o filtros lingüísticos— en la escritura, lo que Bernard llamó la "mise en oeuvre".^* Esa experiencia/ ^''El panóptico, esa estructura arquitectónica inventada por J, Bentham, podía servir como cárcel, asilo u hospital, para realizar experiencias pedagógicas, para modificar o para reeducar el comportamiento de las personas. Foucault explicó su diseño y función: "en la periferia, una construcción en forma de anillo; en el centro, una torre, ésta, con anchas ventanas que se abren en la cara interior del anillo. La construcción periférica está dividida en celdas, cada una de las cuales atraviesa toda la anchura de la construcción. Tiene dos ventanas, una que da al interior, correspondiente a las ventanas de la torre, y la otra, que da al exterior, permite que la luz atraviese la celda de una parte a otra. Basta entonces situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda a un loco, un enfermo, un condenado, un obrero, un escolar. Por el efecto de la contraluz, se pueden percibir desde la torre, recortándose perfectamente sobre la luz, las pequeñas siluetas cautivas en las celdas, en los que cada actor está solo, perfectamente individualizado y constantemente visible. El dispositivo panóptico dispone unas unidades espaciales que permiten ver sin cesar y reconocer al punto. (Vigilar Castigar, 203). ^^En SM Introduction á Vétude de la médicine expérimentale Bernard señaló que el método experimental no era la observación sin una observación provocada, "provoquée'*, era primero "el arte de obtener los hechos" (I'art d'obtenir les faites) y después "el arte de ponerlos en obra" (I'art de les mettre en oeuvre), de presentarlos o representarlos, de hacerlos visibles metódicay ordenadamente (24). Aquí por supuesto emergía el problema clave de este método, o sea al problema de representación que Bernard no se planteó. 161

saber fue la que se transformó en una sociología y una psicología argentinas. Y los datos, la información necesaria para esa producción de esa escritura/ saber fueron extraídos de los cuerpos de las personas vivas, detenidas e interrogadas por los médicos en el Depósito de Contraventores, el espacio al que O. Loudet, el historiador de la psiquiatría argentina, llamó el "laboratorio vivo". Ese espacio, siempre de acuerdo con los principios del método experimental de Bernard pero con las diferencias del contexto cultural y socio-histórico argentino específico, entre 1892 y 1902 tuvo sus antecedentes en otros espacios en los que se había empezado a observar e investigar los cuerpos de los muertos. E s a fue otra instancia m á s del desarrollo de una medicina legal que en Argentina vinculó la higiene a la criminología y fue origen de una sociología y una psicología argentinas. L a práctica de la autopsia a fines del siglo diecinueve trató de solucionar uno de los grandes problemas metodológicos del método experimental aplicado a la medicina. L a clínica médica de fines del siglo diecinueve se enfrentó con el problema de anticipar o representar en los vivos resultados o diagnósticos que sólo se podían confirmar en los muertos. ¿Cómo estudiar o presentar frente a una clase de anatomía (del giiego anatemno, que significa disección) toda la compleja intimidad viva del sistema nervioso en funcionamiento sin matar al paciente? E s a imposibilidad de viviseccionar sin matar creó un problema de representación, de observación de la superficie en la que se debían estudiar o comprender, traducir y leer o hacer legibles los signos de una interioridad invisible. Por esa razón los médicos prestaban tanta atención, como Lombroso, a signos exteriores, como el tamaño del cráneo y las formas de los huesos en los que se trataba de leer una interioridad, un carácter o una personalidad. Con el tiempo a esas observaciones se fueron sumando notaciones de expresiones y movimientos fijados obsesivamente, por ejemplo, en toda esa iconografía de la histeria que fotografió Charcot en la Salpétriére para "revelar" a la mirada clínica, toda la interioridad sutil y oculta de movimientos y relaciones del sistema muscular y nervioso imposible de observar en funcionamiento en los vivos. Eso fue lo que Georges Didi Hubermas en su estudio de la iconografía de la histeria llamó "la autopsia anticipada en el síntoma" (Invention Hystérie, 25). Si bien es cierto que la medicina argentina copió muy de cerca los avances de la medicina europea, hay que destacar el contexto cultural, temporal y socio histórico distinto de prácticas y discursos que tenían una historia local.

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Los higienistas, criminólogos y sociólogos, en Argentina, al mismo tiempo que se enfrentaron al problema de la extracción de datos de los cuerpos (datos que al ser "puestos en obra**, escritos, iban a conformar un saber de la nuevas ciencias), modernizaron el Estado y el electorado argentinos contabilizando, identificando, observando y separando los cuerpos de vivos y muertos, por ejemplo, entre el Depósito de Contraventores y el Depósito de Cadáveres. Los documentos sugieren que en pocos países del mundo, por la combinación de circunstancias sociohistóricas locales y mundiales, la disciplina y el discurso de la higiene, la medicina legal y la criminología de fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte fueron tan centrales en la organización y consolidación del Estado como en Argentina. Los médicos higienistas reconstruyeron la ciudad, que en el imaginario nacional e internacional reemplazó metonímicamente al país, promovieron, acompañaron y vigilaron las grandes corrientes de población que proveyeron la mano de obra nómade barata posibilitando la integración del país a la economía mundial. Los mismos médicos se hicieron demógrafos y, a principios del siglo veinte, como criminólogos, empezaron a realizar la observación e identificación de los movimientos obreros y sus portavoces, confundidos o representados como criminales o alienados, sospechosos, delincuentes circunstanciales o reincidentes que, con la identificación del sistema dactiloscópico que veremos más adelante, conformaron una población y un electorado "nacional**. Este desarrollo ya había empezado a fines del siglo diecinueve cuando mediante la creación de un Instituto Médico Legal en la Facultad de Medicina de Buenos Aires, los higienistas dedicados a la medicina legal, los futuros criminólogos propusieron la necesidad de investigar una verdad extraída del cuerpo de los muertos. Con la separación y articulación del estudio de los cuerpos de personas y animales vivos y muertos, los científicos argentinos además resolvían un problema de anarquías y barbarismos locales, la confusión o mezcla, la promiscuidad de los cuerpos de personas y animales vivos y muertos, al mismo tiempo que aplicaban uno de los principios fundamentales del método experimental de Bernard: conocer y explorar el interior de los cuerpos vivos en procedimientos paralelos y complementarios a los de la vivisección.^^ E n Argentina estos fueron los desarrollos científicos que realizaron la modernización finisecular.

22Bernard en 1865 escribió "Si nous voulons atteindre les conditions

exactas des manifestations vitales chez Thomme et chez les animaux supérieurs, 163

Ese desarrollo quedó marcado en la superficie de la ciudad y sus objetos. Como la batalla que separó a Rosas del poder, las veredas norte y sur de la calle Caseros separaron un pasado de barbaries, plagas y anarquías —en la Plaza de España y la Plaza Florentino Ameghino— de una modernidad lograda gracias a las disciplinas desarrolladas en los espacios de la medicina y la criminología. L a calle Caseros en la Capital nació de esa confluencia con la avenida Amancio Alcorta, en un vértice en el que oculto bajo el nombre de Plaza España (que lo retrotrae a un pasado anterior no especificado) se sepultó la primitiva confusión de cuerpos y géneros del matadero. De ese espacio en 1871 se separaron simbólicamente los cuerpos de personas muertas sepultadas en el cementerio que quedó bajo la plaza Florentino Ameghino, a quinientos metros del antiguo matadero, al mismo tiempo que se separaron simbólicamente los cuepos de los animales muertos, que fueron trasladados al parque Patricios. E n la vereda norte de la Plaza España y la Plaza Ameghino, la antigua Prisión Nacional y sus espacios contiguos, el Hospital de Gastroenterología y el Instituto de Medicamentos del Ministerio de Salud Pública de la Nación simbolizaban el sistema médico legal que marcó nuevas direcciones de crecimiento de la ciudad, al norte, al mismo tiempo que impuso su orden a la barbarie.

ce n'est point réelment dans le milieu organique intérieur ... Mais comment connaitre ce milieu intérieur de l'organisme si complexe chez l'homme et chez les animaux supérieurs, si ce n*est en y descendant en quelque sorte et en pénétrant au moyen de Texpérimentation appliquée aux corps vivants? Ce que veut dire que, pour analyser les phénoménes de la vie, il faut nécessairement pénétrer dans les organismes vivants á Taide des procédés de vivisection" (Introctuion Etude, 170-171). Pero la clínica médica definesdel siglo diecinueve, como señaló Benjamín, debía anticipar o representar en los vivos los resultados que sólo se podían confirmar en los muertos. De ahí esa atención a signos exteriores, expresiones, movimientos, para probar, hacer visible a la mirada clínica, toda la interioridad sutil y oculta de movimientos y relaciones, estremecimientos invisibles del sistema muscular y nervioso imposible de observar en funcionamiento en los vivos. ^^En la Plaza España, el espacio del primitivo Matadero, la anarquía insalubre anterior quedó representada en las esculturas del "Indio" de Hernán Cullen (1910) y "El gladiador herido" de César Santiano (1908). E l indio simbolizó al bárbaro, lanza en ristre, montando un caballo encabritado que al pararse en dos patas descubría los genitales animalizados del sodomita

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L a cátedra de Medicina Legal de Veyga, en 1900, separó, combinó y articuló los espacios y procedimientos del laboratorio, del museo, el archivo y el aula: en la policía, usando los cuerpos e historias de los vivos y en el Servicio de Autopsias de la capital usando los cuerpos e historias de los muertos. Loudet narró cómo, al mismo tiempo que inauguraba la Sala de Observación en la policía, Veyga ...no detiene allí sus iniciativas y se dirige al Decano de la Facultad de Medicina, manifestándole que se había hecho cargo del ^Servicio Público de Autopsias de la Capital' para poder efectuar prácticamente la enseñanza de la Tanatología ... teniendo en sus manos del Depósito 24 de Noviembre, el Servicio Público de Autopsias y los elementos de la Cátedra, Francisco de Veyga organizó como nadie pudo hacerlo después la enseñanza práctica de la Medicina Legal (Historia Psiquiatría, 129). Estos profesionales de la medicina legal, a principios del siglo veinte se transformaron en criminólogos y pusieron bajo su control y articularon los espacios en los que se realizaba la observación, interrogación y clasificación de personas arrestadas y detenidas, separados de los cuerpos de personas muertas sobre las que se practicaban autopsias, es decir, también se observaba e interrogaba los cuerpos muertos. E n 1900, en la cátedra de Medicina Legal de Veyga, se hicieron realidad proyectos ideados, elaborados y promovidos desde fines del siglo diecinueve por los higienistas nacionalizadores del círculo de J . M. Ramos Mejía. E n 1892, cuando la higiene se desarrolló a nivel nacional (en el discurso y no necesariamente en las obras), los AnaZes del Departamento Nacional de Higiene cambiaron de nombre y, en 1893, empezaron a aparecer bajo el título de AnaZes de Higiene Pública y Medicina Legal, Pero para el desarrollo de un discurso nacional de la higiene que servía para reafirmar la autoridad central del Estado cuestionada por las revoluciones y rebeliones de 1890 a 1893 era más útil el título anterior, que extendía a todo el país un Departamento Nacional cuyos fines humanitarios lo divorciaban de banderías políticas. Pero la desaparición de esa medicina legal desarrollada y promocionada desde las agencias estatales de la higiene fue sólo nominal.

federal. A pocos metros del "Indio" de Cullen, el gladiador de Santiano, yacente, de nalgas desnudas prominentes y genitales cubiertos simbolizó una civilización clásica herida, sodomizada por la barbarie federal. 165

Ramos Mejía en mayo de 1894 presentó a Manuel Quintana, que era entonces Ministro de Interior y que sería más tarde presidente de la Nación, el "Proyecto del Departamento para la creación de un Instituto Médico Legal en Buenos Aires" (570), proyecto que fue publicado e impulsado en los Anales del Departamento Nacional de Higiene. E n la introducción. Ramos Mejía señaló la necesidad del "estudio práctico de ciertas materias, entre las cuales se cuenta la medicina legal" y enseguida se lamentó de que "los alumnos no aprendían] autopsias médico legales, no ve[ían] el cadáver de un ahorcado, estrangulado, etc., no ve[ían] más envenenamientos que los que los profesores de fisio-patología experimental y anatomía patológica practican en pequeños animales" (570). Esta medicina así avanzaba de acuerdo con los principios propuestos por el método experimental de Bernard, pero en Argentina ese desarrollo tomó el camino de una medicina forense que, como en pocos países de ese período, transformó a los higienistas en funcionarios estatales y agentes del sistema policial y médico legal. E n 1894, cuando estos hombres de ciencia todavía no habían conseguido entrar a la policía. Ramos Mejía "creyendo que con esto presta[ba] un servicio considerable a la administración de justicia** (569) criticó la práctica de la autopsia que los médicos policiales hacían independientemente y sugirió que, para mejorarla, deberían trabajar juntos, los profesores de la Facultad de Medicina y los funcionarios de la Policía de la Capital en un Instituto Médico Legal "con instalaciones suficientes para servir los intereses de la justicia, al mismo tiempo que a los de la enseñanza" (570). Para conservar los cuerpos de las personas muertas necesarios para esa enseñanza, esas instalaciones deberían servir también para la preservación de cadáveres en un espacio que, opuesto y simétrico al de los médicos dentro del espacio de la Policía, incluía ahora a la Policía dentro de la Facultad de Medicina. Porque los cuerpos de los muertos utilizados en el Instituto generalmente eran de "delincuentes" y frecuentemente constituían evidencia en procesos y causas legales. Ramos Mejía siempre hacía avanzar sus proyectos describiéndolos como pequeños y modestos cambios que redituaban grandes beneficios: "los gastos de ese servicio serán igualmente reducidos, porque se cuenta ya con el personal de la misma Facultad, y sólo habría que agregar un ayudante para la clase de medicina legal y dos sirvientes. Allí mismo, y conforme a la reglamentación que se establecería podría tener su oficina un empleado de policía que interviniera en esos asuntos" (572). Y a en 1894 médicos y policías aparecían representados

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como investigadores que, como en una utópica Europa moderna, trabajarían en una productiva y esclarecedora relación complementaria: "mientras no se hace un examen policial de todos los cadáveres, como se practica actualmente en la mayor parte de las ciudades europeas, debe practicarse por lo menos una seria investigación policial en los casos en que la muerte ha ocurrido sin previa asistencia médica. De esta manera se evitará que muchos crímenes queden desconocidos" (573).2*

Dos años después, en 1896^ la propuesta del Departamento Nacional de Higiene llegó al Congreso de la Nación bajo la forma de un proyecto de ley y tanto en el proyecto como en su discusión en las cámaras los médicos buscaron apoyo para su proyecto entre sus colegas legisladores médicos. Elíseo Cantón, un legislador higienista, apeló repetidamente al juicio de "los médicos que se encuentran en la cámara" (Instituto Medicina, 446) y señaló que "en esta Cámara existen numerosos médicos, y estoy seguro que ninguno de ellos podrá contradecirme a esta afirmación. E n la escuela de medicina no se ha practicado hasta el presente ni por una sola vez una autopsia médicolegal. ¿Y por qué? Porque falta el instituto, porque falta la morgue y por lo tanto lo esencial" (443). Pero el proyecto, que en el texto de 1894 parecía reducirse al trabajo de algún profesor, dos sirvientes y un empleado de policía, en 1896 ya había empezado a tomar proporciones espectaculares. E l Artículo 1° [del proyecto decía]: [e]l poder ejecutivo procederá, de acuerdo con la facultad de medicina, a construir en el terreno contiguo al que ocupa su edificio, el del instituto de medicina legal con su respectiva casa mortuoria o morgue, calculada para servir a una población mayor que la actual de la capital. Art. 2** A los efectos del artículo anterior, declárase de utilidad pública y precédase a su expropiación, conforme a las disposiciones de la ley de la materia, la

^^El alcance o futuro desarrollo nacional —que tenían siempre estas propuestas de la agencia central de higiene— se notaba al final del proyecto, cuando Ramos Mejía advertía que "si se ha tratado la cuestión especialmente en lo que se refiere a la Capital ha sido solamente por que el hecho llamaba más la atención y por tratarse de un territorio federal, y donde la solución es más fácil. La Facultad de Medicina de Córdoba [donde había otra escuela de medicina], consultada al respecto, informará completamente a V. E. acerca de las condiciones en que puede hacerse práctico el estudio de la medicina legal, y convenir con la Administración de Justicia a los efectos consiguientes" (Proyecto Instituto, 574).

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media manzana de terreno comprendida entre las calles Córdoba, Viamonte y Junín" (Instituto Medicina, 440). "El proyecto de creación de la morgue, o casa para muertos, que tanto preocupó la atención pública el año próximo pasado" (441), en 1895 parece haber alarmado a la población de Buenos Aires. Pero los médicos promovieron siempre la creación de esos espacios representándolos como centros importantes de un nuevo sistema médico-legal observador y revelador de una verdad de los cuerpos, una "identificación": "la morgue es un establecimiento de construcción especial cuyo objeto es exhibir y conservar durante un tiempo más o menos prolongado, los cadáveres de desconocidos. E n la morgue se practica no sólo la autopsia de casi todos los cadáveres, sino que también se provee a la conservación de aquellos cuya identificación no se ha conseguido" (443). A este reconocimiento de "hechos" en los cuerpos seguía la escritura que teóricamente debía lograrla imparcialidad de una modernísima justicia científica. Cantón, como Veyga en "De las pruebas periciales y los peritos", también enfatizó la importancia de esa práctica de la escritura de informes médico legales: "se les puede comparar a un verdadero rayo de luz que se abre camino e ilumina el sendero de la verdad y de la justicia, aún en medio de las tinieblas que a menudo envuelven las causas criminales" (444). Esta "verdad" inscripta en el cuerpo de las personas muertas, "leída" por medio de las autopsias, observada, y revelada al ser trasladada o traducida de los cuerpos a los informes periciales, fue antecedente, igual y simétrica, a la "verdad" de los diagnósticos observados por los criminólogos en los sospechosos, alienados y desviados entrevistados e interrogados en la Sala de Observación de la Policía Federal, Ese fue el saber "rayo de luz que se abre camino e ilumina el sendero de la verdad y de la justicia" que veremos más abajo en las historias clínicas. Cantón terminó su alegato frente a las cámaras señalando los episodios originados por la escasez de cadáveres en las clases de anatomía patológica: "se encuentran centenares de alumnos rodeando cadáveres, que se los disputa como si fueran verdaderos carniceros" porque "los cadáveres son escasos, y de ahí resulta que sea necesario conservarlos durante muchos días y en malísimas condiciones, porque no existen cámaras frigoríficas" (446). Aquí la imagen convocaba —y el proyecto de un Instituto de Medicina Legal conjuraba— aquel pasado bárbaro de "carniceros" sodomitas e insalubres que describió Echeverría en^Z Matadero. E n 1896 los médicos argentinos alegaron así que la dificultad principal que obstaculizaba el avance de la

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medicina y la ciencia al servicio de la justicia no era la falta de cadáveres sino la falta de espacios para conservarlos.

Los nuevos teatros de la ciencia E n 1902 el Decano de la Facultad de Medicina de Buenos Aires en un artículo titulado "Instituto de Medicina Legal y Morgue** publicó un nuevo capítulo de la saga que estamos revisando. Ese artículo apareció en el primervolumen de los Archivos de Criminología, Medicina Legal y Psiquiatría, Aquí también los cambios de título son significativos. Esta "medicina legal", entre la criminología y la psiquiatría, estableció una relación de continuidad entre la higiene de los Anales y la Criminología de los Archivos, Y como si su única función hubiera sido establecer esa continuidad, en 1903 la medicina legal también desapareció del título de los Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines que siguieron apareciendo con ese título hasta 1913. E n este artículo Fernández publicó los planos del Instituto de Medicina LegaP^ y señaló que éstos "han sido aprobados por la Facultad de Ciencias Médicas y se levantaron por el arquitecto Sr. Gino Aloise, bajo las más inmediatas indicaciones de este decanato, que ha consultado, en cada caso, la opinión de los Sres. Profesores directamente interesados en estas enseñanzas" (Instituto Morgue, 298). Recordemos que en 1902 el titular de la cátedra de Medicina Legal era Veyga. Fernández describió el edificio proyectado con la ayuda de Veyga: "el Instituto de Medicina Legal comprenderá: la sección de Morgue (identificación del cadáver, etc.), el anfiteatro de autopsias médico legales" y tendrá "su museo propio, el de medicina legal, que será en una de sus fases, como la documentación histórica y científica de la criminología argentina" (298). L a "identificación" de los cuerpos realizaba su incorporación a un saber representado en el "museo" donde los cadáveres expuestos al público eran la "documentación histórica y científica" de l a nueva ciencia criminológica. L a arquitectura contribuía a dar a esos cuerpos / textos su valor de documentos históricos y científicos. Fernández describió ese contexto físico que ordenaba y exponía una verdad en el espacio: "en el piso bajo estará ubicada la Morgue propiamente dicha. Constará de un hemiciclo que servirá para la exposición de cadáveres enfriados y congelados, separado del público por una vidriera que recibirá abundante luz"

«El proyecto de creación del Instituto de Medicina Legal y Morgue fue aprobado por ley n" 3379 del 18 de agosto de 1896. 169

(298). L a tecnología que permitió imaginar esta gran exhibición, la "maquinaria de refrigeración para el depósito de cadáveres enfriados y congelados" (302) fue la misma que en ese mismo período transformó Argentina en el primer exportador mundial de carnes. Eduardo Cárdenas en su estudio del período 1904-1910, bajo el subtítulo "Cherchez la viande" explicó que "si queremos encontrar un eje alrededor del cual gire el resto de la economía argentina, debemos tener en cuenta el producto exportado, y las condiciones de todo orden que permitieron hacerlo y venderlo. E n el período que estudiamos, ese eje hay que verlo en la exportación de carne congelada y enfriada a Inglaterra" (Camino Democracia, 302-303). E n el edificio del Instituto la medicina legal argentina encontró en la primera década del siglo veinte un espacio que buscaba desde 1892: el espacio que servía para la enseñanza y divulgación, archivo y museo de la nueva ciencia, policía y agencia de la administración estatal de justicia, además de gran teatro del saber panóptico, Fernández, al presentarlos planos, señaló específicamente el logro que significó esa combinación de funciones estatales y científicas del nuevo espacio: ... ocuparé un momento la atención del Sr. Rector describiendo la disposición de la Morgue, pues considero que en el proyecto que acompaño se ha conseguido incorporar esta repartición a la Escuela Práctica, de modo que pueda prestar sus servicios a la enseñanza de la medicina legal sin que por esto pierda la organización que la hará depender de la policía o de los juzgados de instrucción (Instituto Morgue, 300). E s a organización combinaba la investigación y observación científica con una exposición pública cuidadosamente controlada. L a entrada al nuevo Instituto con las dependencias de justicia y policía a los lados introducía al público, estudiantes y espectadores, a un gran espacio, combinación de museo, teatro o anfiteatro donde se hacía una exhibición dramática de la medicina legal avalada por la autoridad del método positivo que (re)presentaba '^hechos" de una forma aparentemente neutra, objetiva, reveladora de verdades universales y naturales inscriptas en los cuerpos. Pero las técnicas y formas de presentación o representación que producían percepciones culturales controladas, "experiencias" para usar un término de la metodología de Bernard, balanceaba y controlaba cuidadosamente la circulación del público y su vigilancia: La entrada será única ... a uno y a otro lado de la entrada se reservarán los locales para la policía y juzgado de instrucción que podrán vigilar cómodamente

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la entrada y salida del público; éste, de la entrada y zaguán de la Morgue, pasará a un amplio vestíbulo, y de ahí podrá circular por un pasadizo alrededor del hemiciclo de exposición de cadáveres; la vigilancia de todas estas partes, podrá ser hecha fácilmente (300). Así, controlando el movimiento del público frente a los cuerpos inmóviles, se controlaba la forma de percibirlos al mismo tiempo que se le daba la sensación de una percepción similar a la del vigilante de la torre del panóptico, ese dispositivo que, como explicó Foucault, "tiene su principio menos en una persona que en cierta distribución concertada de los cuerpos, de las superficies, de las luces, de las miradas" (Vigilar Castigar, 205) E l público con su presencia revalidaba esta ciencia y hacía funcionar esta máquina de poder/saber. E l público, estudiantes o expectadores, "un individuo cualquiera, tomado casi al azar, puede hacer funcionar la máquina ... la curiosidad de un indiscreto, la malicia de un niño, el apetito de saber de un filósofo que quiere recorrer este museo de la naturaleza humana, o la maldad de los que experimentan un placer en espiar y castigar** (Vigilar Castigar, 205). Cuando no se vigilaba la circulación del público frente a los cadáveres inmóviles, se cuidaba el movimiento orquestado de los cadáveres que aparecían y desaparecían en escenarios frente al público o los estudiantes inmóviles que, en las plateas de los anfiteatros, en la posición de espectadores vigilantes, eran receptores de la acción, experiencia y conocimiento que se desarrollaba en el escenario de este teatro del saber. L a posición de inmovilidad de los cuerpos muertos en el piso bajo correspondía a la de los espectadores en el piso alto: **en el piso alto se construirá un gran anfiteatro con una capacidad para alojar a 500 o 600 alumnos, siguiéndose en la edificación el límite externo semicircular de la Morgue" (Instituto Morgue, 302) sobre la que estaba construido el anfiteatro. Así del piso bajo al piso alto la posición de inmovilidad era transferida de los cuerpos muertos a los cuerpos vivos de los estudiantes y frente a ellos los grandes maestros de la medicina legal movían los cuerpos muertos: "si se quiere dictar una conferencia práctica a los alumnos de medicina legal, la autopsia de los cadáveres retirados de la exposición podrá ejecutarse en este gran anfiteatro preparado al efecto y en comunicación por un ascensor con la Morgue y con el depósito de cadáveres" (302). Como en un teatro, los movimientos verticales se hacían en ascensores y los movimientos horizontales en conductos con aperturas que controlaban el momento de la percepción frente a distintos tipos de audiencia, "si se desea hacer la autopsia 171

privadamente, el cadáver tomado de la exposición, puede ser descendido hasta el depósito de cadáveres de la anatomía normal y patológica, de ahí transportado por un pequeño túnel hasta la sección de preparación del cadáver, y elevado de ese punto por otro ascensor hasta la sección reservada para el trabajo" (302). Esta fue la ciencia de una belleépoque argentina que utilizaba una teatralidad de los cuerpos, vivos o muertos. Pero aquí es difícil separar la experiencia de la mirada clínica de una sensibilidad, un saber sensorial lo llamaría Foucault, una estética dramática de la sabiduría que es violenta.

Los buenos obreros en la Penitenciaría En 1901 Veyga le cedió la dirección del Servicio de Observación de la Policía a Ingenieros y en 1902, Veyga e Ingenieros fundaron los Archivos de Criminología, Medicina Legal y Psiquiatría que marcaron nuevas direcciones disciplinarias importantes para las nuevas ciencias sociales argentinas que se diseminaron por el mundo. Los Archivos eran una revista científica mensual de sesenta páginas que a fines de la primera década del siglo veinte se leían en centros científicos de América y Europa. E n los Archivos Veyga, Ingenieros y Ramos Mejía publicaron historias clínicas de pacientes privados o de ''alienados", "observados" en la Policía Federal o la Facultad de Medicina; artículos e historias clínicas de criminólogos, médicos y escritores argentinos y extranjeros, como Nina Rodríguez, Carlos Bernardo de Quirós, Miguel de Unamuno, Enrique Ferri o Leopoldo Lugones; además de reseñas y traducciones de libros o selecciones de libros y artículos publicados en alemán, inglés, italiano, francés, y portugués. Las traducciones eran especialmente importantes porque le daban un carácter y alcance internacional a la publicación. Ingenieros mismo en un "Autorretrato" se (re)presentó como traductor, entrenado desde pequeño por su padre, un inmigrante de inteligencia previsora, periodista, muy cercano a esa vanguardia clásica de obreros de imprenta argentina finisecular: ^^Didi Huberman señaló que esta violencia era el sostén del método positivo: "figurer et metra en scene, mais toujours á la limite d*un contrefa^on: c'est la fabrique (la méthode) expérimentale elle-méme ... C*est un probleme phénomenologique crucial, celui de l'approche du corps d*autrui, et de Tintimité de sa douleur. —C'est un probleme politique, celui de l'intérét spectaculaire payé par le regar de ... C'est le probleme de la violence du voir dans sa pretention scientifique á Texperience sur les corps" (Invention Hystérie, 13).

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...fue pobre con breves intermitencias; era periodista y me enseñó a corregir pruebas de imprenta, retribuyéndome esa tarea con obsequio de libros no mal seleccionados. Para enseñarme italiano, francés e inglés me encargaba traducciones, tasadas a razón de 5 centavos la página; algunas, de libros enteros, nunca se publicaron y más tarde comprendí que respondían a un plan de educación (422). E n el índice del primer volumen de los Archivos, la publicación dirigida por Ingenieros listó las "Revistas que han sido analizadas" (764) y eran m á s de cincuenta publicaciones científícas aparecidas tanto en los grandes centros científicos de América y Europa como en ciudades con centros de estudios más específicos como Mantua (Italia), L a Paz (Bolivia) o Paraná (Argentina). Este listado desapareció en los números siguientes pero en este primer número era importante para establecer el carácter internacional de la nueva publicación que así se promocionó como la avanzada latinoamericana de las ciencias sociales de la época. E n enero de 1904 los Archivos ya eran una publicación bien establecida, con un comité de redacción formado por científicos argentinos. Ramos Mejía y Veyga por supuesto, brasileños como Nina Rodríguez, el criminólogo brasileño más importante del período junto con Antonio Garibaldi, el jefe de la oficina de identificación antropométrica de Montevideo, U r u g u a y . A s í floreció esta ciencia procesando la información obtenida en esos centros de observación como la Sala de Observación de la Policía y el Intituto de Medicina Legal y Morgues de la Facultad de Medicina. Una vez procesada esa información, a partir de 1907, cuando Ingenieros fue nombrado Director del Instituto de Criminología —recién fundado en la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires, en una nueva ampliación de espacios y funciones— los Arc/iiiíos fueron publicados en el Presidio Nacional que fue tranformado en una gran imprenta. E n 1903 Ingenieros publicó La Simulazione della Pazzia en italiano, en Turin, al mismo tiempo que publicó La Simulación de la Locura en español, en Buenos Aires. L a versión italiana del libro fue muy bien

^^En la portada del número de enero de 1904, además de listar el comité internacional de redacción que acabo de describir, los editores anunciaron que los lectores de los Archivos ''se suscribían] en las principales librerías de Buenos Aires, Río de Janeiro, Montevideo y Santiago de Chile** (iii). La nota sugería la difusión internacional que había alcanzado esta publicación en sólo dos años. 173

recibida por la crítica científica europea y en 1904 la Academia de Medicina de Buenos Aires el dio el premio a la mejor obra científica del año. E n 1905 Ingenieros era el que mejor podía representar a su país en el V Congreso de Psicología celebrado en Roma. Fue entonces cuando Ingenieros viajó por Europa con Roca al mismo tiempo que trabajaba como su secretario, al mismo tiempo que seguía publicando en revistas científicas europeas. En 1906 Ingenieros volvió a Buenos Aires consagrado como uno de los grandes hombres de ciencia argentinos reconocido internacionalmente y poco más tarde, en 1907 por decreto presidencial, fue nombrado Director del Instituto de Criminología. E n su Criminología, como hemos visto, Ingenieros propuso la defensa social y la secuestración de todos los delincuentes, fueran o no responsables, "en cárcerles y manicomios, ya como obreros de un taller penitenciario o como enfermos de una clínica" (60). Ricardo Salvatore en su artículo "Criminology, prisión reform, and the Buenos Aires working class** señaló que estos criminólogos estatales realizaron su programa de reforma y transformaron el viejo sistema de reclusión represivo en "clínicas experimentales" (279) en las que se trataba de instilar una ética laboral en la clase trabajadora. L a Penitenciaría de Buenos Aires fue el mejor ejemplo del nuevo sistema científico de reclusión. Convenientemente, a partir del nombramiento de Ingenieros como Director del Instituto de Criminología que funcionaba en la Penitenciaría de Buenos Aires, los criminólogos argentinos enseñaban una ética laboral a los presidiarios haciéndolos trabajar en la publicación de los Archivos y transformaron la institución penal en una fábrica dedicada especialmente a la imprenta de la que emitían a todo el país y a Europa y Estados Unidos la voz de los científicos argentinos. Un artículo aparecido en L a semaine medícale de París en Noviembre de 1907 notaba que Antonio Ballvé, el Director del Presidio, *'es de opinión que el Estado tiene el derecho de imponer el trabajo a los

^*Viñas, al leer un texto que Ingenieros escribió en Europa, notó: "la constelación de datos corresponde al viaje modernista, sin embargo es Ingenieros el que escribe; son las Crónicas de 1905 y 1906. No le falta nada: la mirada melancólica hacia el pasado ... el arte paradigma, el arte refugio, el museo como síntesis ... y la cosa sigue con el rechazo delfilisteoburgués... Es el *nuevo rico' el que se ataca limitándose a impugnarlo por su *fácil y aceitosa riqueza industrial' aceptando la versión que le tienden los 'señores del campo' pero sin advertir los enfrentamientos clasistas ... [que] lo conecta al último S a r m i e n t o y a [J. M.] Ramos Mejía" (Literatura Argentina, 204).

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penados sino también el deber" y así la Penitenciaría de Buenos Aires "es el establecimiento penitenciario del mundo entero donde el trabajo produce mayores beneficios para el Estado" (Instituto Criminología, 226). Gina Lombroso, la hija del gran criminólogo italiano, después de visitar la misma penitenciaría escribió en UAvanti de Roma: Una amplia escalinata, da acceso a un palacete todo blanco, a cuyo alrededor no se ven soldados, ni garitas de centinelas ... no quise creer al cochero cuando me detuvo frente al elegante edificio. Después de atravesar un amplio vestíbulo, se entra en un vasto recinto cuyos bajos muros desaparecen entrefloresy verduras. Allí, según me dyeron, se encuentran los soldados, dos o cuatro, pero yo no los vi. Dichos soldados se ocupan, más que de vigilar a los detenidos, de vigilar las cargas y descargas que se suceden sin interrupción en aquella gran fábrica, que es, en conjunto, una de las más importantes de la República" (Instituciones Americanas, 232). L a escenografía del palacete de fin de siglo disimulaba una versión del panóptico y una imprenta importante: ...los corredores adornados de verdes palmeras, convergen todos a un centro de observación. Al fondo de cada corredor hay un taller; siendo los más importantes: el de imprenta, litografía, zapatería, mecánica y fundición. Entre un corredor y otro, existen quintas con verduras, frutas y flores. Los talleres de que hablo son los mejores de la República. En la imprenta se imprimen muchas revistas ilustradas, científicas y literarias (232). Los criminólogos utilizaron la vegetación en este interior de época para crear una escenografía idílica que probablemente se hizo aún más pronunciada en la percepción de las flores, verduras y palmeras tropicales que vio la mirada de la viajera europea en Sudamérica. E n el interior **los corredores [también] adornados de verdes palmeras, convergen todos a un centro de observación de cristales"* (233) en el que se repetían las posiciones del observador en el centro y la disposición de los observados en un hemiciclo o círculo. Lombroso señaló el instructivo ejemplo de "un penado ingresado ... por el delito de uxoricidio (al parecer en un ataque epiléptico) analfabeto, sin oficio, y que hoy es hábil litógrafo" (232-233). Los criminólogos educadores de la ética laboral que estudió Salvatore se preocuparon de que estos obreros ideales no utilizaran la cárcel como escuela de delincuencia. Lombroso señaló: "en cuanto ingresan los condenados se les destina a un taller; teniendo en cuenta el oficio que prefieren, de acuerdo con sus aptitudes; pero cuidando siempre que los falsificadores no sean ocupados en el taller de artes gráficas" (233- 234).

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Ana Lombroso no especificó que los Archivos se publicaban en el Presidio pero sí notó que "en la prisión se encuentra también una oficina de policía científica, dirigida por el profesor Dr. Ingegnieros" (236). E n 1908, cuando Lombroso escribió este texto, Ingenieros ya había españolizado, o argentinizado, su nombre pero la hija del gran criminólogo italiano al utilizar la ortografía original del apellido del criminólogo argentino recuperaba como compatriota al joven y prometedor hombre de ciencia nacido en Sicilia. E n los Archivos los criminólogos imaginaron y documentaron una cultura de fin de siglo argentina y la difundieron con gran éxito entre intelectuales argentinos y extranjeros. Juan P. Ramos en 1925 señaló la difusión que tuvo esa publicación no sólo entre profesionales de la ley y de la medicina, "jueces, profesores, médicos, estudiantes, personas ilustradas, mes a mes, veían llegar a sus mesas de trabajo el cuaderno que les traía la exposición o la critica del pensamiento criminológico del mundo" (Ingenieros Criminalista, 562). Loa Archivos tradujeron y diseminaron discursos, imágenes y construcciones europeas en Argentina. Y propagaron en Europa y Estados Unidos discursos y construcciones argentinas, como las historias ''verdaderas" de los habitantes argentinos y europeos de la gran metrópolis y puerto sudamericano de erotismo exuberante y peligroso. Recordemos que en la primera década del siglo veinte terminó el período histórico original del tango, la música prohibida, ilegal, que en la segunda década del siglo se hizo cultura nacional. A l mismo tiempo que se diseminó y se popularizó el tango en las casas de té y dancings de Europa y Estados Unidos, los Archivos diseminaron imágenes y estudios "científicos" de la cultura marginal que lo había originado. Ramos señaló que "la mayoría de sus artículos fueron difundidos en forma de libros y folletos que llevaron sus producciones y renombre a todos los centros intelectuales y científicos del mundo entero, siendo en general reproducidos y comentados de modo halagüeño en numerosas revistas científicas de la especialidad, por los principales maestros de las clínicas europeas y americanas (566). De la misma forma que las estadísticas de los higienistas de fines del siglo diecinueve, los criminólogos de principios del siglo veinte diseminaron así una cultura "argentina".

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Ill mancas

Los males que llegan de un afuera Construcciones y usos finiseculares de la homosexualidad Las construcciones textuales, descripciones y ordenamientos taxonómicos de mutaciones o inversiones sexuales o genéricas como la pederastía pasiva o activa, el uranismo femenino pasivo o activo, el tercer sexo y la homosexualidad, fueron constantes, más o menos explícitas, en la obra de criminólogos, científicos, escritores e intelectuales argentinos de fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte. E n el discurso literario y en el discurso de las nuevas ciencias psicológicas y sociales, distintas construcciones y formas de representación de las desviaciones sexuales sirvieron a distintos propósitos. E n primer lugar fueron utilizadas para tratar de controlar, estigmatizar y criminalizar una visible y compleja cultura de homosexuales y travestís extendida en todas las clases sociales del Buenos Aires del período. E n ese caso eran construcciones textuales que sí tenían una cierta base histórica real. Pero lo más significativo fue el uso de la construcción de la homosexualidad que también fue inventada, imaginada exageradamente como el mal acechando los espacios claves —escuelas y cuarteles del ejército— en los que se realizaba la formación e instrucción del nuevo sujeto argentino.* E n esos casos la construcción *Aquí es especialmente útil la noción de "pánico homosexuar que propuso Eve Sedgwick en Epistemology of the Closet, pp. 182-212. Sedgwick explicó que, especialmente en la segunda mitad del siglo diecinueve, la producción y

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de la homosexualidad fue utilizada en Argentina para definir y regular nuevas nociones de nacionalidad y clase social, además de sexualidad y género, de las mujeres y hombres de la "nueva raza" que debía resultar de la inmigración. L a recurrencia de la alusión a la homosexualidad de los hombres, —dado que los documentos demuestran que en el Buenos Aires de 1900 sí había una diversa cultura de hombres que tenían relaciones sexuales y/o afectivas con otros hombres—, se puede leer como evidencia de una realidad histórica. Pero en las formas de representación de una homosexualidad de las mujeres, por ejemplo, se hace evidente la propagación exagerada de un pánico homosexual, una ansiedad cultural producida, promovida y utilizada para controlar y estigmatizar poblaciones consideradas peligrosas por la cultura patriarcal y burguesa hegemónica. Guapos del 900 E l tema de una presunta corrupción sexual y de una confusión genérica de mujeres "masculinas" y hombres "femeninos"^, que no se ajustaban a los modelos del género y la respetabilidad burguesa, es recurrente en muchos textos literarios argentinos publicados en el período 1890-1914. E s a recurrencia demuestra una ansiedad que a veces emerge de una forma elíptica, codificada, cargada de significados subyacentes pero con escasas alusiones explícitas a la homosexualidad. Fue, quizá, por esa ausencia aparente, por esa codificación del o de l a homosexual, que hasta hace pocos años no se investigó y documentó la existencia de una cultura de hombres que se identificaban a sí mismos como "maricas" en el Buenos Aires del período que examino. Pero además de circunstancias relativas a los textos, los documentos y las formas de representación de la homosexualidad, los distintos momentos socio-históricos permitieron, o no, la visibilidad y la lectura de subjetividades y sujetos homosexuales.

utilización del pánico homosexual sirvió para la persecución de una naciente minoría de hombres que se identificaban a sí mismos como homosexuales pero también, y especialmente para regular los lazos homosociales entre todos los hombres, lazos que estructuran toda la cultura, o al menos toda la cultura pública y heterosexual (184). ^Uso "masculino" y "femenino" con comillas para recalcar los significados socio-históricos de nociones culturales recibidas.

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Desde 1989, en distintos textos han emergido cada vez con más insistencia alusiones que dejan entrever la existencia de una variada cultura de maricas, homosexuales, travestís y hombres que tenían relaciones afectivas y sexuales con otros hombres en el Buenos Aires de 1900. Las circunstancias económicas y culturales, locales e internacionales que permitieron a fines del siglo veinte la reconstrucción de una historia de la homosexualidad argentina merecen ser estudiadas con detenimiento. Aquí solamente quisiera notar algunas coyunturas y coincidencias que permitieron que en los últimos años emergieran por primera vez las primeras alusiones a esa cultura porteña contemporánea de los ya míticos guapos del 900. Una primera alusión a esa cultura homosexual emergió en noviembre de 1989, en Soy Roca de Félix Luna. E s a primera alusión —y su tono homofóbico de época— se debe leer en el contexto del debate contemporáneo, argentino e internacional, sobre los derechos de las mujeres y los hombres que no nos ajustamos a las normas genéricas y sexuales tradicionales. E n el contexto local, ya en mayo de 1984 la C.H.A. (Comunidad Homosexual Argentina), fundada en abril de ese mismo año, publicó en un periódico de distribución masiva como Clarín una primera solicitada exigiendo la derogación de leyes y edictos policiales que atentaban contra las libertades individuales de los homosexuales. A partir de ese año y gracias a la voz y visibilidad que entre 1984 y 1987 le dio el trabajo de activistas valientes y honestos como Carlos Jáuregui, el debate sobre los derechos de los homosexuales en los medios de comunicación masiva argentinos aumentó notablemente a la luz de la comprobación de serias violaciones sistemáticas de los derechos humanos durante el período de la guerra sucia realizada por los gobiernos militares entre 1976 y 1982. Ese debate se radicalizó y alcanzó una repercusión nunca lograda antes en los medios argentinos precisamente a mediados de 1989, cuando la C.H.A solicitó el otorgamiento de personería jurídica que le fue negado por la Suprema Corte de Justicia en una decisión que poco después el presidente Carlos Saúl Menem se vio obligado a revertir. E n Soy Roca, publicado a fines de 1989 durante el primer debate público sobre el reconocimiento legal de una organización de homosexuales en Argentina, Luna le hizo decir a Roca en el capítulo dedicado al período 1895-1904: "antes, los únicos maricas conocidos eran los porteros de los quilombos. Ahora me cuentan de Fulano o Mengano, gente bastante conocida, como incluidos en la categoría de los invertidos. ¡Y no les cuento en Europa! Aparecen con toda desenvoltura en los ambientes más refinados" (349). Igual a la de

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"¡...Europa!" y Estados Unidos, esa nueva visibilidad de los homosexuales en el Buenos Aires del período 1895-1904 era muy similar a la que habían logrado los activistas de la C.H.A. a mediados de 1989, gracias a un debate que ocupó grandes espacios en los periódicos de mayor circulación, en la radio, la televisión, los corrillos de la calle y los corredores de la burocracia estatal. No es casual que, tanto a fines del siglo diecinueve como a fines del siglo veinte, la homosexualidad adquiriera una nueva visibilidad en medio de proyectos económicos caracterizados por la liberalización e integración de la economía argentina en un concierto económico internacional o global. A fines del siglo veinte el modelo económico argentino fue impuesto por los Estados Unidos de la misma forma que a fines del siglo diecinueve los modelos económicos, sociales y culturales llegaban de Francia, Inglaterra y Alemania. L a visibilidad y el activismo de numerosos lesbianas, gays, homosexuales y uranistas fueron resultados inesperados de esos procesos de modernización e integración económica y cultural. L a conspicuidad internacional de los homosexuales europeos a la que el Roca de Luna se refirió entre signos de exclamación, había empezado con el juicio a Oscar Wilde en Inglaterra, en 1895. Poco después continuó con la visibilidad del movimiento de liberación homosexual alemán que recibió notoriedad adicional con los escándalos de Krupp en 1902 y del círculo de consejeros y militares del emperador Guillermo I I en 1906. Estos escándalos como veremos tuvieron una repercusión especial en Argentina donde, en esos mismos años un grupo de militares del mismo ejército alemán ayudaba a implementar la reorganización del ejército nacional argentino en cuyos cuarteles se debía completar la integración y educación viril de los hijos de los inmigrantes que conformarían un primer electorado nacional argentino. Además de la incómoda presencia de oficiales alemanes en Buenos Aires, muchos de los oficiales argentinos que debían servir de modelo de virilidad patriótica terminaban su entrenamiento en los mismos cuarteles del ejército de Guillermo I I . L a figura y construcción de la homosexualidad adquirió así una notoriedad similar a la que, a partir de 1982, empezaron a tener lesbianas y gays en la discusión internacional sobre los derechos de los homosexuales a raíz de la crisis del S.I.D.A. E n casi todo el mundo, pero especialmente en los Estados Unidos, la crisis del S.I.D.A. fue un catalizador poderoso que, para contrarrestar la indiferencia de las autoridades, reactivó la organización de movimientos de liberación homosexual. Y fue en Estados Unidos donde, en 1991, activistas

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homosexuales argentinos y latinoamericanos cuestionaron públicamente al presidente Menem en una serie de episodios que se repitieron más tarde durante visitas del presidente argentino a Francia y Bélgica. Después de esos cuestionamientos públicos en medios internacionales, el presidente argentino, ansioso (en 1991) por distanciarse de las violaciones a los derechos humanos de los gobiernos militares y para promover la imagen del país culturalmente moderno pronto a realizar la deseada integración a la economía global neoliberal, en marzo de 1992 revirtió la decisión de la Corte Suprema de Justicia y reconoció la existencia legal de una primera organización argentina de homosexuales. Ese reconocimiento legal a fines del siglo veinte, como la visibilidad de la homosexualidad de fines del siglo diecinueve, fueron consecuencias inesperadas, no previstas por los proyectos económicos liberales y neoliberales. L a alusión inquieta a la homosexualidad de fines del siglo diecinueve en un texto publicado a fines del siglo veinte puede ser evidencia de la incomodidad de los discursos hegemónicos obligados a incluir, inscribir, aceptar la figura del homosexual en las últimas décadas del siglo diecinueve, en medio del proyecto de modernización liberal, como en la últimas décadas del siglo veinte acompañando el momento neoliberal de globalización de la economía. Si en Luna, el historiador, la alusión a la homosexualidad de fines del siglo diecinueve emergió también como un comentario a la homosexualidad de fines del siglo veinte, en Prontuario, un texto de David Viñas publicado en 1993, aparece lo que en la obra de Viñas, el gran conocedor de la literatura y la historia argentinas del fines del diecinueve y principios del veinte, es una primera alusión a la cultura homosexual del período 1890-1914. E n el texto de Viñas un personaje leía una ficha de archivo que decía: "Pablo Minelli González no sólo era confidente de Ángel de Estrada, sino que a él se atribuyen la corrección (o la inspiración) del Diario Inédito: titeo y homosexualidad en el Buenos Aires de WOO'* (88). L a misma ficha decía poco más abajo "Carlos Octavio Bunge en Los colegas (1911) también alude a l a ciudad secreta en los años de Figueroa Alcorta [1906-1910]; mucho más obvio: Los invertidos (1914), de José González Castillo** (88). Viñas aludió así a una obra de teatro notablemente homofóbica. Los invertidos, estrenada y prohibida en 1914 primero y en 1930 después, vuelta a estrenar en 1990 en el contexto del debate sobre la homosexualidad que acabo de describir. Pero Viñas agregó también Los colegas, un texto en el que a pesar de la apariencia sugestiva del título no hay ninguna referencia directa

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o indirecta a una subcultura o "ciudad secreta" homosexual. E n cuanto al Diario Inédito: titeo y homosexualidad en el Buenos Aires de 1900, en mi opinión el título sugiere el juego de toda la cita, el "titeo" del propio Viñas al inventar un "Diario" inexistente, inédito, con toda la apariencia de una importante fuente de información histórica a la que sólo él tiene acceso. Tanto Viñas como Luna ilustran dos relaciones, o reacciones, de escritores e historiadores fi-ente al discurso argentino sobre la sexualidad y su historia a fines del siglo veinte. E l medio cultural, en 1993, le permitió a Viñas hacer un juego que él no pudo, o no quiso, hacer en ninguno de sus textos anteriores. Si en Luna la alusión a la cultura homosexual de fines de siglo es aparentemente histórica y bastante más homofóbica, en el texto de Viñas, la alusión tiene más de juego literario borgiano, de titeo cultural, de invención de textos inexistentes que, entretejidos con textos conocidos, desafían al historiador, al crítico literario y al investigador a desenrollar una madeja histórico literaria. Las dos actitudes, sin embargo, demuestran que a fines del siglo veinte las coyunturas económicas y socio-históricas locales e internacionales permitieron la documentación y reconstrucción de una resistente cultura de hombres que tenían relaciones sexuales con hombres y hombres que se vestían de mujer y convivían con los guapos de 1900. Cuidado con los cantos de sirena L a alusión de Viñas a una ansiedad homosexual en un texto de Carlos Octavio Bunge no es arbitraria. L a preocupación por la degeneración o decadencia de una sociedad de mujeres "masculinas" y hombres "femeninos" fue una constante en la obra de Bunge. Profesor de Derecho y Ciencias de la Educación de las Universidades de Buenos Aires y L a Plata, Bunge fue uno de los intelectuales más celebrados de ese período. Culto, atractivo, elegante y rico, descendiente de inmigrantes luteranos alemanes que desde 1827 se fueron incorporando al patriciado porteño, Bunge fue un escritor prolífico, autor de libros y tratados de pedagogía, psicología, sociología, derecho, filosofía, dramas, novelas, poemas y cuentos. Eduardo Cárdenas y Carlos Payá señalaron que en 1901 "se lo consideraba como la revelación intelectual de la nueva generación" (Carlos Octavio, 32). Personaje importante de la aristocracia intelectual del período, en 1899 Bunge sirvió también al gobierno del presidente Roca que lo mandó a Europa para investigar los sistemas educacionales y sus metodologías. E s a investigación fue utilizada en un conocido proyecto de reforma de la educación estatal en Argentina. Ese proyecto de Roca

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y de su ministro Osvaldo Magnasco fue otro de los ensayos estatales que entre 1898 y 1904 investigaban insistentemente distintas formas o disciplinas que se pudieran utilizar para realizar la integración cultural de la nueva población de argentinos de primera generación a los que se les debían inculcar nociones de nacionalidad connotadas y asociadas con significados de respetabilidad y ética laboral burguesas. E n Soy Roca, Luna señaló: "Magnasco, lleno de iniciativas fecundas, hijo como Richieri [el creador de la ley de servicio militar obligatorio] de un inmigrante italiano, quería desmontar parte de la educación normalista y la que se impartía en los colegios nacionales, para abrir escuelas de artes y oficios, centros de aprendizaje de labores técnicas, mecánicas y agrícolas** (335).^ E n el nuevo sistema de educación proyectado por el equipo Roca-Magnasco con el asesoramiento de C. O. Bunge era clave el énfasis en la creación de escuelas fábricas, "centros de aprendizaje de labores técnicas, mecánicas y agrícolas" que sirvieran para instilar en los hijos de los inmigrantes esa ética laboral que estudió Ricardo Salvatore (Criminology Prisión, 286). L a aplicación de la criminología que estudió Salvatore y la pedagogía del proyecto de Magnasco eran disciplinas que articulaban una misma enseñanza de nociones de nacionalidad entretejidas con concepciones de ética laboral impartidas a los inmigrantes y sus hijos en las prisiones nacionales transformadas en fábricas como en las escuelas del sistema nacional de educación. Una vez definidos los espacios y disciplinas que debían realizar la integración cultural de los hijos de los inmigrantes, el peligro de la homosexualidad fue el fantasma del mal, la enfermedad, la degeneración "extranjera", no argentina, ace^El énfasis de este proyectado sistema educacional era el mismo del sistema carcelario que examinó Ricardo Salvatore en su artículo sobre "Criminología, reforma carcelaria y la clase trabajadora de Buenos Aires**: "El instilar una ética de trabajo en la masa de trabajadores frecuentemente desempleados, itinerantes y no especializados requirió la mediación de instituciones disciplinarias o de un nuevo modelo de desarrollo económico basado en el sistema de fábricas" (286. Traducción mía). Salvatore también notó el nomadismo de los trabajadores que es importante en mi lectura del mismo período. Él lo señaló como una característica del mercado de trabajo que no permitía el aprendizaje de una ética laboral: "muchos de estos trabajadores [intinerantes, desempleados y no especializados! no estaban confinados en espacios de trabajo cerrados —se movían entre playas de carga, mercados municipales, estaciones de ferrocarril y obras de construcción— y no se quedaban el tiempo necesario para aprender normas de puntualidad, regularidad y sobriedad" (286. Traducción mía).

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chande los espacios nacionales de producción del nuevo sujeto argentino. E l proyecto de reforma universitaria de Magnasco no progresó pero la preocupación de los burócratas e ideólogos estatales interesados en el desarrollo de una nueva pedagogía nacional o nacionalista fue clara en la obra de Bunge que tuvo gran difusión. Los cuatro volúmenes de sus Estudios pedagógicos en 1920 habían alcanzado seis ediciones. No obstante la diferencia de clase social entre Bunge e Ingenieros, el pedagogo de familia patricia y el criminólogo hijo de inmigrantes, estos dos empleados de la burocracia estatal pertenecían a la misma aristocracia positivista, liberal y progresista de escritores prolíficos que supieron diseminar sus textos y discursos. Los tres volúmenes del Tratado general de pedagogía de Bunge, así como sus Estudios Filosóficos, fueron publicados por "La cultura argentina**, una editorial que fundó Ingenieros para difundir la obra de los entonces considerados grandes intelectuales argentinos. E n la nota biblio-biográfíca publicada con la edición de sus Estudios Filosóficos, el autor de la nota afirmó que Bunge, "sin vocación política, nunca perteneció a partido alguno, aunque sus simpatías acompañaron siempre a los más progresistas y avanzados" (s/n). Pero, como veremos, la ideología de Bunge se caracterizó por un clasismo y un racismo notorios.* Hasta ahora ese clasismo y ese racismo se comprendieron como excesos inconsecuentes de un positivismo argentino extremo. Pero creo que a pesar de que la

^El racismo de Ingenieros ya lo señaló David Viñas al citar un fragmento de El hombre mediocre en el que el discípulo de Ramos Mejía afirmaba escandalizado que "el espectáculo ya harto vulgar de la turba de negros zambulléndose en el mar transparente para atrapar una moneda, es indigno de ser descripto. El más elemental orgullo de la especie queda mortificado al presenciar por primera vez ese ejemplo de laxitud moral ofrecido por las razas inferiores". Viñas notó que "ese tono se prolonga larga y detalladamente** (Literatura Argentina, 204). No obstante el declarado latinoamericanismo de Ingenieros, su racismo se concentró en los indígenas americanos. Eudocio Ravines, un activista peruano que en 1920 estaba exilado en Buenos Aires, narró una situación de "titeo" de Ingenieros, cuando éste después de preguntarle a un visitante peruano que había llegado a su casa "¿con qué se limpian los indios, con papel higiénico o con piedra?" exclamó "¿pero se creen ustedes que los indios son capaces de dirigir su país ... qué prefieren ustedes: guijarros o papel higiénico?" Ravines contó que entonces él le preguntó a Ingenieros: "— Y qué cree Ud. Maestro que le hace falta a mi país..? Ingenieros volvió hacia mí soltando la toalla [quedando entonces desnudo frente a los visitantes]; se puso en jarras y como si fuese el primer instante en que reparara en mi

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solidez de las teorías positivistas argentinas hayan sido una ficción cultural quizá debamos empezar a explorar hasta qué punto es o no una ficción cuyos efectos continuaron hasta fines del siglo veinte. Junto con la preocupación recurrente por la confusión genérica de mujeres "masculinas" y hombres "femeninos" que amenazaban el futuro de la raza argentina, alrededor de los escritos de y sobre Bunge acechó siempre la imagen de una oscura y secreta frustración de ese importante intelectual del período. E n esas crónicas, como en gran parte de la obra literaria y científica de Bunge, emergió repetidamente ese doblez de una decadencia degeneradora a la que era necesario contrarrestar y oponer una disciplina nacional regeneradora. E n muchos textos que veremos esa degeneración fue identificada como extranjera y ubicada en las clases bajas, pero Bunge a esa decadencia la sintió y describió muy específicamente en su propia clase social, en las clases altas burguesas y en una aristocracia intelectual. Los cronistas católicos que en 1981 reconstruyeron la vida del Bunge positivista percibieron ese doblez y lo describieron como producto de una lucha constante de frustraciones y pasiones internas encontradas. Cárdenas y Payá describieron un Bunge lleno de "tensiones interiores" (Carlos Octavio, 32) que "transitó por la vida con un exterior a veces violento o alegre pero escondiendo en su intimidad un grave y profundo dolor" (36). Cité el texto de estos historiadores para notar cómo clericales o anticlericales, de principios o fines del siglo veinte, utilizaron siempre de una forma muy central una sugerencia o construcción de la homosexualidad, implícita o explícita, más o menos codificada pero siempre como la fórmula más efectiva para caracterizar, controlar o desacreditar al adversario. Cárdenas y Payá imaginaron una marcada represión en la vida de Bunge y para sustanciar su argumento alegaron que Manuel Gálvez y Ernesto

presencia, cargó el acento, con voz ronca sobre dos palabras: i —Raza blanca ...! Debí mirarle con extrañeza, quizá si asombrado. El Maestro cuya elevada figura se estaba haciendo añicos allí mismo, repitió: —Raza blanca, hijo; raza blanca" (Ingenieros Fumista, 38). Sin cuestionar la veracidad de la anécdota —los textos del propio Ingenieros confirmaron el clacismo y el racismo de distintos momentos de su ideología— sí quisiera señalar que ésta fue publicada durante la guerra sucia por historiadores clericales que difícilmente comulgaran con las ideas de positivismos evolucionistas o teologías de la liberación. Ver Todo es historia, N*" 169 y 173 (1981), este último número titulado "Los positivistas argentinos".

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Quesada, familiares y amigos de Bunge, habían coincidido en su opinión de que la vehemente dedicación del filósofo, pedagogo y escritor al trabajo intelectual era "una vía de escape para otros contenidos sentimientos" (36). Aquí de nuevo podemos estar frente a una combinación de hechos históricos reales a partir de los cuales se sugiere o exagera siempre la misma homosexualidad utilizada para estigmatizar y controlar al enemigo. Cárdenas y Payá, no obstante señalarlos, no teorizaron sobre el tipo de "contenidos sentimientos" a los que se refirieron Gálvez y Quesada, pero sí señalaron que, entre sus contradicciones, Bunge creía en "la superioridad de algunos pueblos y de ciertos sectores sociales sobre otros, en determinados momentos históricos ... pero ese principio aristocrático se contrapone, a veces con violencia, al principio igualitario, cuando los dominados se fortifican y los dominadores se degeneran" (36). E n muchos textos Bunge caracterizó esta degeneración como sexual y genérica pero representada, elípticamente, como una desviación de temperamento de las clases altas tradicionales. E n su "Notas sobre el problema de la degeneración", un texto publicado en 1900, Bunge anunció: "me ocuparé de un fenómeno, generalmente pasado en silencio, y sin embargo de evidente valor sintomático" (Estudios Filosóficos, 230). E l fenómeno frecuente y callado era, según Bunge, la "anormalidad" del "hombre de genio" que "frecuentísimamente se sobrepone a su sexo físico y psíquico usando modalidades mentales del opuesto. Podría llamarse a este fenómeno hermafrodismo intelectual" (230). L a tensión aquí la provocaba la noción de un "sobreponerse" que significaba un avance intelectual, un dejar abajo o atrás que al hacerlo mezclaba los modelos patriarcales burgueses de hombre "masculino" y mujer "femenina". Bunge, al escribir así sobre el hombre de genio, entre 1900 y 1904, cuando fueron publicados los textos suyos que estoy citando y cuando él estaba en la cúspide de su carrera intelectual, acercaba peligrosamente esa representación del "hermafrodismo" a sí mismo. Entonces hizo una pirueta retórica y especificó una desviación genérica que, siendo siempre censurable y problemática, se hacía representable, se podía decribir porque no tenía connotaciones sexuales: "constituye esto el fenómeno que llamo hermafroditismo intelectual, condición muy diversa de lo que algunos psicópatas [sic] modernos llaman hermafrodismo psicológico" (231). Según Bunge esa condición contemporánea de decadencia por hermafroditismo de una aristrocracia intelectual, en la que él era un figura prominente, tenía una historia que se remontaba a las de las clases patricias de la Grecia y Roma clásicas.

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Bunge advirtió que el hermafroditismo de las clases altas que él describía en sus contemporáneos tenía un antecedente en "la degenerada juventud del siglo de Pericles, en Atenas** donde los jóvenes "viven como mujeres** (240). Después de la juventud de la Grecia clásica, "los romanos parecían no conservar su superioridad intelectual y moral con relación a la gente del Norte, ni tampoco los patricios con respecto a los plebeyos ... L a degeneración la había invertido** (169). Así empezaron a emerger nociones de "inversión** que trababan significados genéricos y sexuales con significados de clases nacionales y sociales. E n el texto de Bunge que acabo de citar "degeneración** significaba una antigua desviación sexual y genérica de hombres jóvenes "que viven como mujeres**. Y a esa degeneración la acompañaba, en una relación aparente de causa y efecto, una "inversión** que significaba un cambio en el ejercicio de poder entre pueblos de origenes culturales distintos, un poder que había pasado de "los romanos" a "la gente del Norte" y al hacerlo había alterado la relación "normal** entre clase sociales, de "los patricios con respecto a los plebeyos**. Esta contrucción de la inversión en Buenos Aires, en la primera década del siglo veinte alertaba sobre los peligros de inversiones de poder entre argentinos e inmigrantes extranjeros y entre clases sociales obreras y burguesas. L a figura elíptica del hermafroditismo representado sólo y convenientemente como intelectual y la inversión representada asociada a un cambio en el ejercicio del poder entre clases de orígenes nacionales y sociales distintos, se complementaron en la obra de Bunge con una representación literaria del peligro de mutaciones genéricas que llegaban al país con nuevas mujeres fuertes, competentes, cuya sola presencia significaba una amenaza para el futuro de la nueva raza argentina en formación. Entonces la inversión significaba cambio en el ejercicio del poder entre clases genéricas. La amenaza de la inversión, encarnada en una nueva figura de mujer fuerte, fue un tema central en los cuatro cuentos que Bunge publicó en 1908 bajo el título de Viaje a través de la estirpe y otras narraciones} E n el primer cuento, que daba título al volumen, un narrador médico relató, en primera persona, un viaje didáctico guiado por ^Para un estudio de las historias y representaciones de esta ''nueva mujer" (the New Woman) en textos de la cultura víctoríana, ver Nina Auerbach, Woman and the Demon, The Life of a Victorian Myth; Lilian Faderman Surpassing the Love of Men (pp. 224-294) y Carroll Smith-Rosemberg, Disorderly Conduct (pp. 167-245).

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Darwin. Pero al uso del guía científico, Bunge agregó una referencia clásica de la literatura con implicancias religiosas: "recordé [dice el protagonista] el encuentro de Dante Alighieri con su maestro Virgilio, que iba a guiarle a través del infierno y el purgatorio" (26). Como Dante de la mano de Virgilio, pero cambiando el sentido del recorrido clásico, el protagonista del cuento de Bunge narró un viaje que terminaba en el infierno de la degeneración moderna. L a combinación de Dante y Darwin representaba la tensión de un discurso en el que confluían la concepción de una evolución (de)generadora con posibilidades de redención, que en Bunge, no obstante su supuesto ateísmo, eran formuladas en términos de dogma cristiano.^ L a aparente ambivalencia ideológica de Bunge correspondía al reajuste ideológico de los círculos positivistas de las clases tradicionales que a principios de siglo, junto con Roca pero en su segunda presidencia, buscaron la alianza de la iglesia católica para combatir al movimiento obrero. De esa forma y una vez más la iglesia estableció en Argentina una alianza con las clases tradicionales. Viñas describió el momento con lucidez al señalar que en 1910, Monseñor de Andrea "encabeza la reacción contra el 'miedo que reina en nuestras calles', organiza la *gran concentración nacional masculina' destinada a contrarrestar *el efecto disolvente de la manifestación anarquista del 8 de mayo' oponiendo a la 'barbarie' de *los hijos de las tinieblas' que avanzan desde el barrio sur, las fuerzas del 'alma nacional' y de la 'conciencia del país' que desfilan por Callao" (Laferrére, 1965). Viñas distinguió clararamente entre clases sociales que habitaban distintas zonas de la ciudad: el sur obrero, bárbaro y sodomita, y la calle Callao, eje del espacio de la clase patricia liberal. A esos dos espacios correspondían ideologías anarquistas o clericales. Pero notemos también la construcción católica de una "nacionalidad masculina" en la que la presencia de la mujer obrera, "en la calle", era indeseable y peligrosa. Ese fue el peligro que Bunge representó en el centro del volumen de cuentos publicado en 1908.^ L a corrección del positivismo, que empezaba a acercarse al clericalismo que había sido rechazado la década anterior, emergió ®A1 principio del viaje, un ángel advirtió al narrador: "debo manifestarle que el súbdito que fue de S. M. B., mister Charles Darwin, no ha sido el ateo materialista que con frecuencia se le supone... Era de familia cristiana y sabía orar" (28). ^Viñas agregó que la "gran concentración nacional masculina" además "del visto bueno oficial [consiguió], el aporte concreto de una comisión donde

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desde el principio del Viaje, cuando el Darwin de Bunge declaró categóricamente que "el Principio y el Fin, son siempre Dios, ¡la religión! Por eso, y tan felizmente para el alma mística del hombre, Dios queda todavía en su trono, ¡Dios estará eternamente en su trono!" (33). E l narrador protagonista, por su parte, declaró; "aunque descreído materialista, el alma mística de mis abuelos, que llevaba en mi propia alma, se estremeció... y no pude menos que exclamar: — E l Señor Todopoderoso se dignará absolverme de mis pecados... y yo, evocando los recuerdos del catecismo católico, que en la infancia aprendiera, cerré los ojos y traté de rezar mentalmente el Confíteor" (21). Así, como para una misa, se preparó el narrador científico del viaje darwiniano de Bunge. Después de guiar al narrador a lo largo de la evolución, desde la primera sección del cuento, "El génesis", hasta la última, "El hombre civilizado", Darwin concluyó: "La humanidad será pronto decrépita si sigue su evolución ... Espera acaso a la Europa y la América el destino del Asia, esto es, la corrupción sexual, el afeminamiento y la decadencia..." (88. Puntos suspensivos en el original). E n el orden de la cadena sintáctica la corrupción sexual era la causa primera del afeminamiento que marcaba la caída de la cultura "masculina" burguesa viril y precipitaba la decadencia cultural, social y racial. E n este primer cuento, Bunge inscribió el origen de la decadencia en "el Asia", fuera del modelo cultural eurocéntrico que era la base del proyecto de "modernización" y "progreso" de la oligarquía liberal. E l avance, sin embargo, ya aparecía representado como una amenaza que se cernía sobre América —el espacio de la nueva raza— a través de Europa, del proyecto de modernización. L a decadencia "asiática" servía para separar proyecto liberal y degeneración representando el proyecto modernizador como un agente circunstancial de los cambios en los modelos genéricos y sexuales patriarcales.^

fíguran —entre otros— Manuel de Iriondo, Carlos Casares, Carlos Tornquist, Enrique Santamarina, Manuel Ocampo, Gustavo Martínez Zuviría, Miguel A. Martínez de Hoz" (Laferrére, 21). La lista conformaba un "quién es quién" de la clase patricia terrateniente. ^"Asia" representaba también ese "Oriente" que estudió Edward Said en Orientalism. AI notar la "uniforme asociación entre el Oriente y el sexo", especialmente durante la segunda mitad del siglo diecinueve, Said señaló que "el Oriente todavía parece sugerir no sólo fecundidad sino promesa (y amenaza) sexual, incansable sensualidad, deseo ilimitado" (188).

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Este primer relato del volumen introdujo así el tema del mal, asociado a una corrupción sexual y un afeminamiento de significados todavía poco explicitados, contenidos en la puntuación que abría amenazadores significados de esa ''decadencia'*, mencionada central pero rápidamente, para definir las nociones de superioridad racial. E n el segundo cuento, titulado "La sirena", Bunge empezó a explicitar algunos significados de "corrupción sexual" y "afeminamiento al mismo tiempo que acercó la amenaza de esos significados a la costa marítima argentina. Elaborando los temas que introdujo en el cuento anterior, en "La sirena" Bunge estableció la correspondencia entre el afeminamiento de una cultura concebida como masculina y la emergencia de una nueva mujer. "La sirena" fue una forma de representación recurrente de esa nueva mujer que, desde las costas de Mar del Plata a la Patagonia, emergía a acechar las fronteras de la nueva nación desde sus aguas territoriales.^ Desde lejos, la seductora mitológica —variante iconográfica de la Hidra y la Medusa de los textos de J . M. Ramos Mejía que vimos—, la amenaza que aparecía entremezclada con el agua que debía ser salubrificada, era "una sirena de carne y hueso, que se peinaba con peine de nácar sus cabellos de oro, cantando sentada en una alta peña a la orilla del mar" (Viaje Estirpe, 101). Pero el encuentro reveló al narrador —bajo la ficción modernista— a la mujer distinta, la temida mutación "con su aspecto fiero y silvestre ... Cierto que el perfil efa griego, que las facciones eran correctas y propias de una mujer joven, pero qué mujer tan grande y tan fría!" (102-103). Junto con los rasgos o facciones "correctas" de este modelo griego clásico, de cerca el examen revelaba el doblez en esos rasgos que se perciben como deformantes en el cuerpo de la mujer, que se hacía enorme, que se animalizaba hasta el ridículo "con la doble hilera de sus dientes blancos, enormes, antes propios de una fiera carnívora que de un ser humano" (103).^"*

^En su libro sobre los mitos Victorianos de la mujer, Auerbach señaló que "la sirena ejemplificaba lo secreto y la ambigüedad espiritual de los poderes adscriptos a la mujer. Fantasmática y cambiante, ella fue una imponente amenaza". Más abajo Auerbach agregó "las ramificaciones de la sirena [mujeres serpientes y lamias de la literatura victoriana] en el siglo diecinueve son una manifestación de una mítografía de la mujer sin la cual nuestra comprensión del período es truncada (Woman Demon, 8). ^^Sylvia Molloy señaló ese doblez de la literatura modernista en un ensayo en el que propuso que "la apropiación de la decadencia europea que hizo 192

Preocupado por los cambios que suponía la presencia de la mutante en el futuro de la raza, el médico narrador del cuento de Bunge caviló: "lo que yo no entiendo es cómo su raza se multiplica... los animales superiores son todos sexuados, en cada especie hay machos y hembras ... Sin embargo yo no sé que haya sirenas; todos los animales de su raza son femeninos" (105-106. Énfasis en el original). E n este discurso no se exploraba la posibilidad de volver a formular las sexualidades a partir de los cambios en el sistema genérico/sexual. Por el contrario "machos y hembras" sólo se concebían "sexuados" si se mantenían dentro del orden tradicional prescripto por la binaridad del género. L a ruptura de la binaridad y la competencia abierta de la mujer hacían emerger inmediatamente ansiedades profundas sobre la supervivencia del "hombre". Según las nociones científico-teológicas profesas en el discurso de este narrador, la desorganización del orden genérico y sus jerarquías precipitaba la degeneración racial. Pero el narrador de Bunge, tratando de fijar esa indoctrinación de mujeres que trataba de hacer el discurso patriarcal y burgués, le hace decir a la misma sirena: "nuestra raza está en decadencia desde hace muchos siglos, como toda raza degenerada, produce hembras superiores a los machos" (106). Así en el discurso de la nueva mujer Bunge trató de inscribir la homología entre los significados de decadencia, degeneración y superioridad de la mujer. Este temor por la aparición de mujeres superiores a los hombres, antecedente de una degeneración racial que amenazaba el futuro "de la estirpe" era el hilo de un argumento que Bunge desarrolló a lo largo de los cuatro cuentos de este volumen, que puede ser leído como un solo texto. En el tercer cuento, titulado "Un valiente", el pedagogo presentó un ejemplo didáctico de la masculinización del hombre prescripta como medida defensiva contra el desorden de los modelos del género. Al principio del cuento, el futuro valiente era Perico Peralta, apodado "el gallina" (141). E r a "un pobre de espíritu, un raquítico de cuerpo y alma, no mata una mosca" (139-140). Este personaje era un pariente pobre de un estanciero que le consiguió un nombramiento de comisario de policía, "un comisario ¿n partibus ... sin más trabajo que cobrar el sueldo" (143). E l autor conocía bien las costumbres del campo y el

Latinoamérica fue menos un signo de degeneración que una ocasión para la regeneración" (Too Wilde, 191).

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poder de los terratenientes que controlaban o desarrollaban funciones de policía. Bunge utilizó una noción común de la psicopatología de Lombroso para establecer una relación directa entre la apariencia y los rasgos físicos del cuerpo y las características genéricas de Perico. Pero junto a "la roca de la herencia" de la teoría lombrosiana, lo inevitable de lo físico y probablemente heredado, Bunge propuso la posibilidad de una renovación racial en la que eran centrales las circunstancias cambiantes del medio. Entre el "afeminamiento" de la sociedad que describían los demás cuentos, este tercer cuento, que describe la "masculinización" de Perico, representa en el volumen Viaje a través de la estirpe y otras narraciones esa posibilidad de una regeneración, coexistente con la degeneración. Antes de su iniciación Perico era un "joven ... pálido, enfermizo, de baja estatura, rostro completamente afeitado, [y] espalda encorvada". Pero en una pulpería, en un encuentro que dramatizó el momento de pasaje del joven que se hacía hombre, adulto y "masculino", viril, Perico por casualidad mató a José Riera, "ese bandido formidable, a quien la leyenda rodeara con el prestigio de invencible" (145). Después del encuentro que concluyó con "el bandido muerto, [y] el comisario solo desmayado ... Peralta deliraba con altísima fiebre ... estuvo varios días entre la vida y la muerte, amagado de un ataque a la cabeza" (150). Pero durante toda la enfermedad "como deliraba continuamente que era perseguido por Riera, su primo Valladares lo tranquilizaba diciéndole: — Y a ha pasado, Perico. Has muerto a Riera, luchando cuerpo a cuerpo ... Te portaste como un valiente" (150). L a enfermedad de Perico, durante la que —en su estado de semiconsciencia delirante— se le repitió constantemente que había realizado una hazaña era en el cuento una forma de representar el poder de la sugestión, un fenómeno que era concebido con la misma característica doble de la teoría de la degeneración y la regeneración. L a sugestión, uno de los fenómenos que más interesaron a los intelectuales y científicos del período, era concebida como inductora de la enfemedad, el mal, que podía inducir hasta el crimen, pero también podía ser utilizada como terapia, hipnosis, método o tratamiento eficaz para enfermedades físicas y mentales. L a sugestión o hipnotismo, la autosugestión y la sugestionabilidad de personas o grandes grupos humanos fueron objeto principal de estudio de la nuevas disciplinas p s i c o l ó g i c a s y s o c i o l ó g i c a s desarrolladas y aplicadas por hombres de ciencia e intelectuales argentinos del período 1890-1914. E l valor doble de la sugestión o la

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autosugestión como inductora de enfermedades individuales o sociales pero también como método terapéutico se hacía evidente en una historia clínica titulada "Un caso de erotismo psíquico senil", publicada por J . M. Ramos Mejía en 1902. E l médico escribió: "Interrogado [XX, el paciente] acerca de sus dolencias, responde no tener ninguna: pero refiere que desde hace veinte días: *no puedo salir a la calle, porque al ver a una mujer se me alborota la naturaleza*". Con lo que el paciente quería decir que tenía erecciones constantes provocadas por la sola presencia de una mujer. Ramos Mejía señaló que "XX creyó estar en presencia de un resurgimiento de su actividad sexual. *Durante toda la mañana —dijo [XX] no pude pensar en otra cosa'". Y el médico comentó: "La autosugestión hizo lo demás". E s decir que el paciente no tenía erecciones sino que creía tenerlas. E l médico higienista, ahora también psiquiatra^\ escribió "todo indujo a creer que los trastornos eróticos de XX, eran puramente psíquicos; es decir, que se despertaba en su corteza cerebral la imagen de la erección sin que se produjera su equivalente funcional. Así se comprobó experimentalmente". E n la página siguiente el médico dictaminó: "Se le diagnosticó erotismo psíquico senil, por autosugestión" y "la terapéutica instituida fue etiológica. A la autosugestión se opuso otra sugestión. Se le recetó agua destilada, coloreada... cinco gotas por la mañana y cinco gotas por la noche. Recomendósele que no pasara de ese número por tratarse de un veneno poderoso, especialmente eficaz para combatir los 'alborotos de la naturaleza'. Se fíjó al enfermo un plazo máximo de tres días para la curación completa, recomendándole que volviera después de curado. E n efecto, pocos días más tarde el enfermo volvió, agradecido por el tratamiento" (Caso Erotismo, 4243). Perico, el personaje del cuento de Bunge, por intermedio de la sugestión ejercida por su primo durante los "varios días" que pasó delirando "entre la vida y la muerte, amagado de un ataque a la cabeza", se curó de su cobardía. De esa forma "Perico curó, y se levantó con una ideafija, que le fuera inculcada durante su enfermedad: ¡él era un valiente que había vencido a Riera!" (151). L a posibilidad teórica de implantar el sugestionador una ''idea fíja" en la subconsciencia del sugestionado era lo que, según estos hombres de ciencia, hacía de la sugestión un método especialmente eficiente y/o peligroso en manos

^^Ingenieros afirmó que Ramos Mejía "fue, de hecho, el creador de la psiquiatría en nuestro país" (Personalidad Intelectual, 110).

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de personas inescrupulosas capaces de ejercer sutiles y eficaces manipulaciones psicológicas o sociológicas de personas o de grandes grupos humanos. Con la implantación de la idea fija que inició la carrera ascendente del, ahora, valiente policía "embriagado de sangre, Perico era otro hombre. Parecía haberse estirado, pues no enarcaba más la espalda: el antes hundido pecho se combaba ahora inflado de coraje; ya no se afeitaba ostentando una enmarañada barba; su gesto era seguro y firme** (151-152). L a sugestión entonces era concebida como una forma de manipulación psicológica cuyos efectos se hacían visibles rápida y seguramente en el cuerpo físico. E n la última frase del cuento, curado de sus males, "el antiguo Terico el gallina* quedó así, para siempre, transformado, según el respetuoso apodo con que el pueblo rinde culto a su coraje, en el *el guapo Peralta*** (153). E n este cuento Bunge localizó la masculinización del hombre en el campo, el espacio que —cuando la gran inmigración se radicó en las ciudades— cambió de signo, dejó de representar la barbarie de Sarmiento y se transformó en el repositorio de los valores argentinos "reales**, que eran los de la clase terrateniente. Ese espacio y sus valores, ese medio en el que r e g e n e r a c i ó n era s i n ó n i m o de masculinización, Bunge lo contrastó con el espacio de la metrópolis moderna, el locus de la degeneración y la decadencia asociadas al poder de la nueva mujer, todos temas del cuarto y último cuento, titulado "La perfidia femenina**. Este juego entre los significados y espacios de la degeneración y de la regeneración, articulados así en el volumen de cuentos de Bunge, ilustraba por medio del discurso literario y didáctico las últimas teorías de las nuevas ciencias psicológicas y sociales tan caras a los hombres de ciencia argentinos. Francisco de Veyga en 1905 publicó en los Archivos un artículo titulado "De la regeneración como ley opuesta a la degeneración mórbida**. E n ese texto, este prócer de la psicología y sociología argentinas, primero propuso que los escritos y teorías sobre la degeneración "constituyen un verdadero cuerpo de doctrina cuyos principios dominan todo el campo de las ciencias biológicas con la misma fuerza que las m á s trascendentales desarrolladas contemporáneamente: la evolución, por ejemplo, o la infección** (Regeneración Ley, 31). Evolución e infección habían sido piedras fundamentales de las ciencias que con los descubrimientos de Darwin, Lister y Pasteur habían creído estar cerca de un saber que transfería su poder a los científicos productores de ese saber. Pero la teoría de la degeneración, si bien había servido para avanzar el poder de los

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médicos —por ejemplo al transformarlos en jueces, vigilantes y guardias de los degenerados hereditarios declarados irresponsables—, también representaba un reconocimiento de la impotencia de los hombres de ciencia argentinos para regular, controlar y transformar la nueva cultura surgida de la inmigración. Los científicos argentinos que habían intervenido, y seguían interviniendo muy directamente en el proceso de modernización y creación del nuevo país, una nueva raza y una nueva cultura, no estaban dispuestos a entregar tan fácilmente el poder que habían logrado. Por el contrario, trataron de avanzarlo. Entonces a la teoría de la degeneración agregaron la de la regeneración que enfatizó la importancia y el poder rehabilitador del medio ambiente que sí podía ser manipulado y controlado por los hombres de ciencia preceptores de la nueva nacionalidad. Así y después de su reconocimiento agradecido a las teorías que más poder habían dado a las ciencias de la segunda mitad del siglo diecinueve, Veyga se separó de la teoría de la degeneración, modernizó su pensamiento y concluyó que: ...estamos dando a la herencia mórbida, después de haberla negado o discutido tanto tiempo, un valor exagerado que no tiene, ni teórica ni clínicamente ... La degeneración se hereda pero se adquiere también^ y quizá sea fuera de la transmisión sucesoria donde tenga su mayor fuente de producción. Su acción, en todo caso, como fenómeno de herencia o de adquisición individual, tiene su contrapeso en la tendencia espontánea a la regeneración ayudada eficazmente por la terapéutica (Regeneración Ley, 31), L a "ayuda eficaz de la terapéutica" aseguraba la presencia continua y el poder extendido de los terapeutas ejercido "fuera de la transmisión sucesoria", en el medio ambiente. Pero para promover la nueva profilaxis y los nuevos proyectos de reforma y control social del medio, primero era necesario agitar el fantasma del microbio, el mal o la enfermedad que amenazaba la nueva nacionalidad: ya no la plagas, cóleras y fiebres del siglo anterior sino las temidas inversiones, el presunto afeminamiento de la sociedad viril, el retroceso del poder de los hombres y la masculinización de la mujer, el feminismo de mujeres trabajadoras y profesionales que competían con éxito con los hombres en todas los campos de la cultura. E n "Perfidia femenina", Bunge creó los personajes de Balbes, Fantus y Murriondo, tres profesores universitarios que, como tales, debían mantener la apariencia de objetividad científica, característica del discurso de esta aristocracia intelectual progresista y liberal argentina. Uno de ellos afirmó entonces "hay que evitar, pues, las

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falsas generalizaciones basadas en hechos aislados y excepcionales —asintió el mismo Fantus**. Pero en la frase siguiente agregó: "el caso es que aquí estamos reunidos tres hombres solteros y experimentados ... ¡y creo que ninguno de los tres guardamos recuerdos favorables de la mujer o mujeres que hayamos querido!** (158). Enseguida apareció la béte noire (Invention Hystérie, 69) estererotípica del período, la temida histeria a la que, según las teorías de Bunge, eran especialmente propensos los intelectuales y "hombres de genio**. Murriondo afirmó "somos tres intelectuales y he observado que los intelectuales tienen una marcadísima propensión hacia las mujeres histéricas y aún hacia la peor clase de histéricas: hacia las insensibles y perversas*' (159). De esta forma el origen del mal de una aristocracia intelectual masculina de nuevos profesionales universitarios quedaba localizado, nuevamente, en las mujeres. ^En Los envenenados, una novela que Bunge publicó en 1908 con el subtítulo de "Escenas de la vida argentina del fines del siglo XIX", el mal es la inversión de una clase alta de mujeres "masculinas" y hombres "femeninos". Y el origen del mal es la cortesana extranjera que lo disemina entre las mujeres que la copian y los hombres doblegados por la perversión de las pasiones de la histérica. En Pachín del Valle el narrador de Bunge destacó su "femenina frivolidad" (29). Al carácter y la psicología de este representante de la oligarquía de hombres y mujeres invertidos genéricamente, correspondía un tipo físico: "¡No resultaba, por cierto, la de Pachín, una figura imponente! Levantaba del suelo apenas vara y media sobre unos enormes tacones" y "con su rostro rigurosamente afeitado y sus facciones suaves y correctas, parecía un efebo. Su voz resultaba aflautada ... sus ademanes eran lentos y melosos ... Era tan frivolo e ignorante como una bella damisela" (30). Pachín estaba tan acostumbrado "a sus dobles y redobles tacones —mitad exteriores, mitad interiores—, que andaba naturalmente de puntillas, cruzando el áspero sendero de la vida como una bailarina, y con sus mismos movimientos graciosos y ondulantes" (31). El vestido que, presuntamente, refleja la psicología de este hombre, se repetía en el resto de los hombres de la novela. E l narrador describió en el Club una "irrupción en el comedor [de] un grupo de petimetres, a cuya cabeza iba Pedrito Arquiola. Vestidos todos con rebuscada elegancia, desfilaron uno por uno, llenos de garbo y muy satisfechos de sí mismos y de sus sastres. Al verlos pasar, Manolo exclamó: —El desfile de Manón". Y el narrador explicó que "aludía al desfile de mujerzuelas que se embarcaban para ser deportadas a América por sus malas costumbres, en una ópera en boga, sobre la historia de Manón Lescaut" (91). Las mujeres de la novela, como Mariucha, eran temibles porque disfrutaban especialmente de "la maligna alegría de una mujer que llega a dominar la voluntad de un hombre enérgico y honesto" (35-36). En este mundo de mujeres dominadoras, 121

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Poco más adelante, y siempre en el mismo tono presuntamente objetivo Balbes se preguntó retóricamente: "¿Son los sentimientos medios y comunes de la mujer peores a los sentimientos masculinos?" los patriarcas y padres de familia se quejaban de que no se reconociera su autoridad. "El genio del doctor Semper", por ejemplo, "estalló en iracundo desplante. No se le hacía ya caso. La familia se desorganizaba porque se desconocía su autoridad" (9). Al mismo tiempo que se empezaba a cuestionar la autoridad de los representantes del patriarcado, las mujeres empezaban a cuestionar el modelo de la esposa obediente y madre prolífica: "Flora Villordo, la hija soltera de Hortensia, tenía en efecto un carácter alegre y decididor. Hallaba tan atrayente su vida que deseaba prolongarla cuanto pudiera, retardando el momento de casarse" (110). En el personaje de Flora era clara la representación de la temible nueva mujer "independiente" (42) que "maldiciendo a los hombres" cuestionaba el modelo patriarcal burgués; su rebeldía psicológica también se trasuntaba en su físico. Al comentar su actitud frente a los hombres, el narrador señaló como evidencia del mal sus manierismos, que "no sentaba mal tales razones a sus decididos modales de amazona, ni a su figura quizá demasiado alta" (42), No era casual que en la novela fuera Flora la que aparecía tocando repetidamente "un tango popular, dándole un aire tan criollo y tan 'compadre' que el peón, un italiano agauchado, 'quebraba' a su ritmo la cintura mientras regaba las plantas del jardín" (60). La cultura del tango del período y sus mujeres "masculinas" y hombres "femeninos" era otro producto característico de esta nueva y peligrosa cultura urbana invertida que borraba las diferencias entre clases sociales. Sintiendo la melodía del tango, Flora, la mujer de clase alta, compartía una estética o una sensibilidad musical con el inmigrante italiano de clase baja y éste, al compás de la nueva música, desarmaba, "quebraba" el rigor controlado y severo del cuerpo del hombre "viril" ideal. A los cambios físicos y psicológicos se sumaban cambios en el ejercicio del poder económico de mujeres y hombres. A Gabriela, por ejemplo, "en familia, sus hermanos la apodaban por broma miss Rothschild" (55). Los roles económicos tradicionales del hombre y la mujer se invertían cuando los hombres debían recurrir al poder económico de las mujeres. "Manolo se disponía a emplear toda su astucia masculina para que miss Rotschild, 'la banquera de la familia*, le prestara la indispensable ayuda" que necesitaba para viajar a Europa (62). Notemos la representación de una "astucia masculina" como estrategia inversa de la estereotípica "astucia femenina". La cepa "viril" de los antepasados patricios se continuaba ahora en las mujeres, en Gabriela. Manolo la adulaba: "con tu aspecto de chica romántica, eres la heredera de las energías de nuestro glorioso abuelo" (62). Con el tema del banquero emergió en la novela el antisemitismo que acechaba siempre gran parte de estos textos. Cuando Gabriela le imponía condiciones, Manolo se quejaba a su mamá: "—Ahí tienes a miss Rotschild, mamá, dispuesta a negarme los fondos que necesito, como buen banquero judío que es" (64). Recordemos que Rotschild fue el líder del grupo definacistaseuropeos con los que el gobierno de Juárez Celman tuvo

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(163). L a respuesta fue una larga y previsible exposición de una misoginia apenas encubierta. E l profesor de Etica primero hizo las necesarias profesiones de fe a una metodología desapasionada y racional: "dejemos un momento la historia, esa colosal mixtificación, ese tejido de fábulas, errores y prejuicios pasionales —argumentó Fantus— para observar hechos presentes y mejor cognoscibles" (166). Pero enseguida el estudioso de principios y reglas morales narró la historia de Mariana, una mujer que "pertenecía a varias sociedades de beneficencia pública y aspiraba a la dirección de algunas de ellas! ... ¡Era lo que suele llamarse ahora una 'mujer fuerte', toda una 'mujer fuerte!'" (174-175). Por medio de la historia de esta mujer que "fue bastante astuta, [y] fue bastante criminal" (173) Fantus "corrobor[ó] su tesis sobre la mayor ^crueldad' femenina" (175). Balbes, el profesor de Literatura, contó la historia de Rosaura, la madrastra estereotípica que maltrataba a los hijos de Felipe, su marido, "pero tuvo buen cuidado de no revelar sus sentimientos a Felipe .... Ahí principia precisamente toda la negra perfidia de su

que negociar para refinanciar la deuda exterior argentina durante la debacle económica de 1890. En Los envenenados el mal llegaba de Europa, encarnado en Lina Franconi, la cortesana extranjera: "los ojos, de pupila azul, ft-ía, vibrante y dilatada, constituían el más notable rasgo en la fisonomía de la Franconi. Revelaban un temperamento voluntarioso y alocado, un mundo de histerismo y perversión" (71). Así quedaban asociados, nuevamente en la mujer pero ahora extranjera, el histerismo, la béte noire de Charcot y Freud, con la sugestión que utilizaba el poder hipnótico de los ojos y la mirada. El mal encarnado en la cortesana extranjera. La utilización de la pose, en Bunge representada como una peligrosa forma de performance, era una característica de estas mujeres. Lina Franconi "era, hasta en sus raros momentos de pasión y en los más raros de sinceridad, triplemente poséase: como mujer, como neurótica y como demi-mondaine'' (116). Esta cita se puede leer a la luz del importante estudio de Sylvia Molloy sobre "La política de la pose" en la Latinoamérica de fines del siglo pasado. Molloy propuso ver la pose "sí, como capaz de expresar si no *la voz del Continente' por cierto una de sus muchas voces, y verla, sí como comentario de las ^inquietudes e ideales' de ese continente. Quiero considerar la fuerza desestabilizadora de la pose, fuerza que hace de ella un gesto político" (Política Pose, 128). EnLos envenenados, por último, no faltan las alusiones a los peligros de la sugestión: "Ema era el temperamento más sugestionable. Así como otrora, por su deseo de casarse, sobre todo por su deseo de amar, se había sugestionado a sí misma sobre las condiciones del candidato, ahora se sugestionaba sobre sus defectos" (144).

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'política femenina'" (182). Con la narración de Balbes las asociaciones de mujeres se transformaron en preocupante "política" feminista: '"¡Política femenina!' —interrumpió Fantus—. Aplaudo el término. L a que he llamado crueldad femenina o egoísmo, no es más que política de astucia y de fraude" (182-183). Cuando las mujeres pusieron la misma concentración que el hombre en realizar ambiciones adicionales a la de su madre, su foco era estigmatizado como "egoísmo" y lo que en el hombre era descrito como diplomacia para avanzar sus ideas, en la mujer era representado como astucia y fraude utilizados en una lucha encubierta. Balbes alegó que "la política femenina sería una resultante de los factores psicológicos: sentimientos antialtruistas e incapacidad para imponerlos franca y abiertamente ... bajo un aparente espíritu bondadoso y de conciliación ... suelen poner las mujeres en esas empresas solapadas, admirable habilidad y ejemplar constancia. Su acción es la continua gota de agua, que al fin horada la piedra" (183-184). La estrategia más temida era siempre una que utilizaba distintas formas de performance (poses, diría S. Molloy), juegos de apariencias como realidades sumergidas o encubiertas, disimuladas y especialmente eficientes por su constancia. Murriondo, el profesor de Medicina, agregó la historia de Sofía, la mujer enamorada que al conocer las aventuras de su marido con otras mujeres "engañó una vez más al mundo. Su pasión dominante, su pasión insaciable era ahora el odio {Habíale sonado la hora de la venganza! ¡Y cuán horrible fue su venganza, cuán horrible! Tuvo ella el difícil arte de los verdugos cirujanos de la antigua China, que convertían a un hombre sin matarle, en una masa informe" (213). E l médico concluyó: "mis opiniones de psicología sexual podrían reducirse a pocas palabras ... Por herencia y organización fisiológica, en la mujer privan tres condiciones: espíritu de conservación, irritabilidad, y aptitud para el fraude" (219). Así Bunge concluyó este "viaje a través de la estirpe" que describía la evolución de "la corrupción sexual, el afeminamiento y la decadencia" que, como sirenas deslizándose por el texto desde "la antigua China" a la Argentina, en tres mutaciones sucesivas se encamaban en tres mujeres de Buenos Aires.

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Temores y deseos de Asías, Chinas, opios, morfinas, eunucos y mujeres desnudas E n los textos del período que estamos revisando, Asia y China denotaban significados ambivalentes de antiguas culturas y sus opulencias entretejidas con ansiedades de enfermedades físicas, sociales y morales: el cólera, la peste bubónica y la lascivia de hábitos socialmente aceptados, como el de las prácticas sexuales de hombres y eunucos. Esos seres de género indefinido, cercanos a las mujeres y asociados con ellas eran imaginados en una alianza "femenina** que acechaba y a veces alcanzaba el poder mediante la simulación no muy distinta al "fraude" y "el ocultamiento" de "empresas solapadas" que acabamos de ver realizadas con "admirable habilidad y ejemplar constancia" pero ocultas, disfrazadas "bajo un aparente espíritu bondadoso y de conciliación". Lachinoiserie estereotípica de los interiores literarios modernistas repletos de lacas, tallas y piedras duras engarzadas con profusión prerrafaelista en biombos y muebles de época también entretejía significados dobles. Por un lado representaba la vitalidad y exuberancia del poder adquisitivo de las nuevas clases que promovían su ascenso social adoptando los modelos de lujo y la antigüedad de porcelanas de lejanas dinastías asiáticas que desde las vitrinas transferían su genealogía a los burgueses recién llegados. Pero Asia y China también significaban la molicie y decadencia, la degeneración de culturas concebidas como exhaustas después de milenios de producción cultural. E n los textos de los higinenistas de fines del siglo diecinueve la inauguración del canal de Suez, una de las grandes obras de ingeniería que, como el puerto de Buenos Aires, originaron una circulación marítima mundial sin precedentes, también se concibió como una apertura de las barreras que separaban a Europa de las pestes, el cólera, la fiebre amarilla y la lepra "asiáticas". E n un texto publicado en los Anales en 1895 los higienistas se empezaron a preocupar por la propagación de "la peste bubónica que había reinado en el continente chinesco, [que] apareció el 11 de mayo y duró hasta septiembre" (Peste China, 806). Del "continente chinesco" —la expresión hacía del espacio físico una cultura sospechosa propagándose con pequeñas variaciones hasta más allá de sus fronteras conocidas—, se temía que las pestes pasaran a la India y de ahí, en los barcos que llevaban peregrinos musulmanes a la Meca, siguiendo por el canal de Suez, a Europa. E n 1896 otro higienista señaló que "constatamos que la Conferencia

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internacional de Venecia [de 1892] prescribe medidas tendientes a impedir que el cólera de la India y el extremo Oriente, franquee la barrera del canal de Suez" (Nueva Orientación, 498). E n el lado asiático del canal de Suez, según los higienistas "no existe vigilancia de ninguna clase en el Golfo Pérsico; y la importación del cólera a esa región, varias veces durante estos últimos años, demuestra la necesidad de establecer esa vigilancia" (498). De a poco las preocupaciones higiénicas, mezcladas con consideraciones políticas en fábulas exóticas adquirieron características novelescas. Luis Agote se quejó de que "esos esfuerzos [del gobierno del imperio otomano] caen en la generalidad de los casos en pleno vacío, a pesar de las promesas de aquel gobierno". E l higienista describió la situación política inestable de las autoridades otomanas de la península arábica que temían conflictos religiosos con los peregrinos que de la India viajaban a la Meca. Agote señaló que ese gobierno "además de ser impotente para ejercer la autoridad sobre aquellas turbas animadas por el fanatismo, no se atrevería a correr el albur de un movimiento religioso que comprometería más que nunca la situación bamboleante por que atraviesa". Enseguida Agote ofreció un ejemplo de las consecuencias y peligros de gobiernos débiles para la higiene y salubridad internacional: .. .un ejemplo lo tenemos en la compra de una gran estufa [de desinfección] Geneste Hersher, anunciada con bombos y platillos a todos los gabinetes europeos, para mostrar el deseo de responder a las exigencias de los gobiernos europeos por parte de la Sublime Puerta. Algunos meses más tarde, se encontraba a la orilla del camino que lleva a la Meca la estufa aquella, sin que jamás hubiese prestado servicios, ni siquiera llegado a su destino. Los desórdenes a que dio lugar su sola presencia fueron tales, que los conductores temiendo por su vida la abandonaron. Una partida de beduinos, acampados a su alrededor formaban la guardia para impedir que nadie se acercara; estaban allí para no permitir que se realizara la operación que en su ignorancia fanática se habían figurado, la de pasar mujeres desnudas en su interior (Defensa Sanitaria, 313). E l episodio demostraba fricciones de distintas políticas imperiales del período narradas con los elementos de la fábula orientalista: protagonizada por una versión finisecular de los árabes sarmientinos, en los que a fines del siglo diecinueve se señalaba el nomadismo tradicional sumado a un fanatismo religioso que era la antítesis de científicas civilizaciones europeas positivas. E l discurso orientalista no podía dejar de incluir la imaginación voluptuosa de mujeres desnudas

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ocultas en estufas de desinfección que eran versiones modernas de serrallos enrejados y lámparas maravillosas." Junto con el avance de enfermedades físicas los higienistas advirtieron la amenaza que representaba el avance de males sociales. A continuación del texto que notaba la necesidad de una mayor vigilancia del canal de Suez, un texto sobre "La morfinomanía en China" señalaba que "el uso de las inyecciones de morfina [una de las drogas favoritas de la literatura modernistal tiende a sustituir cada vez m á s entre los chinos, a la tradicional pipa de opio [otra droga modernista de tradición más antigua]. Los fumadores de opio consideran que las inyecciones de morfina son más agradables .,. [pero] el decaimiento del organismo parece sin embargo más rápido con la morfina que con el opio" (501). Esta era la degeneración que, en palabras de Veyga que hemos visto, "se adquiere también, y quizá sea fuera de la transmisión sucesoria donde tenga su mayor fuente de producción", en el medio, en los hábitos o costumbres "asiáticos" que podían pasar del medio a la herencia biológica, para disolver la voluntad y drenar las energías vitales necesarias para la creación de la nueva raza. Las prácticas sexuales y la alianza política de mujeres con hombres de sexo indefinido eran las amenazas que temía siempre este discurso científico. E n otro texto publicado en los Anales también en 1896 titulado "Los eunucos del palacio imperial de Pekin", un higienista argentino tradujo un texto publicado en francés y su apropiación produjo un discurso de una salubridad argentina preocupada por lujos y molicies asiáticas que llegaban vía Europa. E l higienista argentino, a través de la pluma de su colega francés, advirtió que si bien la castración en China se había empezado a practicar como una forma de castigo a los criminales, "con el aumento de la lujuria, de la depravación y del lujo, los eunucos de procedencia criminal fueron insuficientes y fue menester buscar otros medios para completar el contingente necesario" (466) Con el aumento del lujo burgués se temía el "aumento de la lujuria" y de "la depravación" de prácticas sexuales múltiples. Primero el autor explicó que "los chinos son herejes: muchos de ellos practican la pederastía" (466). A la inversión con los significados que vimos se sumaba entonces la práctica sexual específica de la pederastía cuyos significados veremos más adelante. A esa práctica sexual algunos

"Para una discusión más amplia de la historia y significados del discurso orientalista en el sentido, ver E. Said, Orientalism.

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hombres empezaron a considerarla y utilizarla como una forma de supervivencia lujosa. Había "individuos despreocupados o perezosos, [que] consienten en ser eunucos, convencidos de que esta nueva posición social, Ies asegurará una existencia holgada" (Eunucos, 467). Los eunucos convivían con hombres que tenían una predilección especial por las relaciones sexuales con otros hombres o, y esto era lo m á s alarmante, llegaban al poder como "favoritos de una emperatriz. Su papel ha sido en ciertas circunstancias muy importante" (Eunucos, 470). E s a era una temible alianza con la mujer establecida por hombres que no obstante haber renunciado a la categoría de "hombres** se sospechaba que s e g u í a n teniendo relaciones sexuales con las mujeres: "aunque considerados como totalmente desprovistos de ideas libidinosas, buscan la sociedad de las mujeres, se complacen en su contacto y usan de ellas unguibus et rostro, muy probablemente" (475).^^ La invasión del tercer sexo A d e m á s de poder leerse a la luz de la historia del avance de la nueva mujer en Europa y Estados Unidos, los cuentos de Bunge se insertaban en un contexto m á s específicamente argentino creado por mujeres, obreras y profesionales que entre fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte fueron especialmente visibles en organizaciones feministas, socialistas y anarquistas. Esas mujeres argentinas y extranjeras eran las "sirenas" que se deslizaban a través de las fronteras y transitaban entre espacios y clases sociales para realizar una tarea de concientización que preocupó mucho a los burócratas e intelectuales que trabajaban para el Estado. Lo significativo es cómo.

'^A estos signiñcados comunes en Europa y los Estados Unidos donde la decadencia asiática fue identificada con la adicción al opio, en Latinoamérica se agregaron reiteradamente significados homosexuales. E l criminólogo y antropólogo cubano Fernando Ortiz en Los negros brujos, un libro publicado en 1906, alegó que "la raza amarilla trajo la embriaguez por el opio, sus vicios homosexuales y otras refinadas corrupciones de su secular civilización" (19). La narrativa sobre los eunucos chinos sirvió a los higienistas argentinos de la década de 1890 para inaugurar el tema de la prostitución de hombres, que como veremos fue una preocupación central de los criminólogos de la década siguiente. La investigación de los hombres que trabajaban en la industria del sexo finisecular tuvo así su antecedente en esos **jóvenes de 25 a 30 años y hasta padres de familia [que] atraídos por el cebo de las ganancias del oficio, consienten en hacerse emascular" (Eunucos, 467).

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para controlarlas distintos discursos o un mismo discurso "masculino", patriarcal y burgués adoptó, s e g ú n la audiencia a la que estaba dirigido, distintas formas de representación con significados similares. Los cuentos de Bunge fueron publicados primero separadamente, en tiradas de folletín aparecidas en el diario La Nación y d e s p u é s aparecieron recopilados en el volumen número 342 de la serie editada por la "Biblioteca de ' L a Nación'". E n esos textos de difusión masiva l a homosexualidad, y especialmente l a homosexualidad de la mujer, no era representable. Por eso Bunge la codificó en la figura literaria de la sirena y la "mujer fuerte", independiente y organizada en movimientos políticos cuyo avance el pedagogo urgía se contrarrestara con la masculinización del hombre. E s a s formas de representación en textos de difusión masiva se complementaban e iluminaban con distintas formas de representación de las lesbianas en textos de difusión m á s restringida, generalmente destinados a una audiencia de hombres de ciencia, legisladores y burócratas de l a administración estatal. E n El estado de las clases obreras a comienzos de siglo y en "Fetiquismo y uranismo femenino en los internados educativos", un libro y un artículo publicados en 1904 y 1905 respectivamente, veremos enseguida cómo distintas formas de representación de las lesbianas expresaban, en el primer texto, ansiedades culturales por el avance de los movimientos de obreras y feministas en Europa y Estados Unidos y, en el segundo, los temores e intentos de prevenir relaciones entre estudiantes mujeres adolescentes en Argentina. Esas estudiantes eran las futuras universitarias y profesionales cuya asociación temprana, en las escuelas secundarias y superiores, se trataba de controlar estigmatizándolas. Así se completaba una estrategia de control dirigida a grupos de mujeres de distintas generaciones, niñas, adolescentes y adultas, de distintas nacionalidades, extranjeras y argentinas y distintas clases sociales, obreras y profesionales. El estado de las clases obreras a comienzos de siglo fue una investigación realizada en 1903 por Juan Bialet-Massé, un médico y abogado, a pedido del presidente Roca. E s a investigación fue un anteproyecto para el Código de Trabajo, esa primera ley laboral argentina a l a que me referí al notar las medidas que tomó el gobierno para tratar de contrarrestar la organización y actividades del movimiento obrero en la primera década del siglo veinte. EnEl estado de las clases obreras su autor —que ha pasado a alguna historia como un paladín del "derecho natural, que es ley irrenunciable del hombre, [y que] se encuentra para Bialet-Massé maravillosamente expresado por el Evangelio de Jesucristo" (Camino Democracia, 269)— señaló el

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peligro de las obreras que rechazaban el modelo católico patriarcal de esposa obediente y madre prolífica y las representó como l a amenaza de una infección homosexual que desde Europa y Estados Unidos podía hacer tambalear el proyecto de modernización y creación de una nueva raza argentina. B i a l e t - M a s s é notó alarmado que **Ia mujer, entre nosotros, m á s bien hace concurrencia al hombre en profesiones y oñcios que hasta ahora estaban reservados por las costumbres a los hombres; las libres instituciones del p a í s en nada las obstaculiza y es de creer que, dado el vuelo que han tomado, llegarán como en Estados Unidos a ejercer todas las profesiones y ofícios" (424). L a s mujeres competían con los hombres en el mercado de trabajo y B i a l e t - M a s s é se quejó de que no hubiera medidas que las frenaran. Pero los documentos demuestran que sí hubo un movimiento de hombres que trató de detener ese avance. Donna Guy señaló por ejemplo que el temor de los hombres a perder el trabajo podía observarse en l a decisión de 1906 de la U n i ó n General de Trabajadores de apoyar l a exclusión de las mujeres y menores de las fábricas. Fundaron esta decisión en l a facilidad con que los empleadores, padres y esposos podían impedir que las mujeres y los menores se organizaran. Con seguridad, otro factor era el miedo a la competencia de mano de obra barata (Sexo Peligroso, 90). E s a decisión era doblemente significativa, demostraba que l a preocupación por l a competencia de l a mujer se daba por igual entre los burócratas estatales como entre los dirigentes y miembros de centrales obreras como l a U.G.T.. Salvatore también s e ñ a l ó que "las mujeres hicieron significativos avances en el empleo entre 1895 y 1900, avances que se concentraron precisamente en servicios, manufacturas y comercio" (Criminology Prisión, 284. Traducción mía).^^ E s a s eran las áreas de empleo que no obstante haber "estado reservadlas] por las costumbres a los hombres" empezaron a ser ocupadas por mujeres.

^"^En "La mujer moderna", un texto publicado en 1909, Víctor Mercante señaló preocupado que "la estadística seca pero elocuente nos dice que la mujer destinada a esposa y madre con un marido capaz de reducir con éxito las necesidades del hogar forma un porcentaje bajo. Hay un fuerte contingente de mujeres que no se casan ... otro que trabsga y provee como un hombre a la caja del hogar" (337). Y estas mujeres que trabajaban por un salario "han invadido muchos campos y es para la mano de obra una especie de japonés, competente y peligrosa, porque si no manda y la dirigen, es sumisa, exige poco, hace mucho y cumple bien" (339).

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B i a l e t - M a s s é hizo clara s u p o s i c i ó n con respecto al trabajo asalariado de l a mujer al alegar que "el trabajo de l a mujer no puede admitirse, pues, sino por las fatalidades del destino" (424). U n a de esas fatalidades se daba, por ejemplo, cuando l a mujer quedaba viuda y le faltaba el s o s t é n económico que s e g ú n l a i d e o l o g í a de los discursos h e g e m ó n i c o s d e b í a ser el hombre. A n o ser en casos excepcionales como é s e "el trabajo de l a mujer no p[odía] admitirse". O sea que s e g ú n este discurso el trabajo de l a mujer —que dentro de l a casa realizaba una labor constante como mucama, cocinera, n i ñ e r a , a d e m á s de administradora y enfermera, sin percibir un salario— no se concebía, no se representaba como "trabajo". E s a labor constante, no reconocida como tal ni en el discurso ni en l a retribución material era l a que esta i d e o l o g í a y este discurso trataban de naturalizar en l a mujer. B i a l e t - M a s s é , para tratar de contener el avance de las profesionales y obreras en el mercado de trabajo, a l e g ó que l a ocupación de l a mujer asalariada era un primer paso en l a dirección del trabajo de ...eso que se llama el tercer sexo, que tiene en Londres solamente más de 300.000 representantes y en Europa más de 3.000.000, que ha aparecido en los Estados Unidos invasor, y que felizmente no tiene todavía entre nosotros sino algún que otro individuo afiliado. Ese tercer sexo se compone de las mujeres que quedan sin hombre con quien aparejarse, por efecto de emigraciones a las colonias; de las que, por efecto de una moral extraviada, han renunciado o renuncian al matrimonio y que llegan en su delirio hasta la castración (426. Énfasis mío).^^ ^^A un lector de principios del siglo veinte no le llamaba la atención la referencia a mujeres que "llegan en su delirio hasta la castración". L a expresión se refería a la práctica quirúrgica de histerectomías. E n textos del período era evidente la renuencia de los médicos, generalmente hombres, a la extirpación del órgano que realizaba el anclaje genérico de la mujer a nivel de cuerpo. En uno de esos textos publicado por los higienistas argentinos en 1892, un cirujano especializado en ginecología alegaba que "algunas mujeres se prestan, con demasiada ligereza, y se abren sus vientres por pretextos a menudo fútiles, por una neuralgia, por una crisis nerviosa" (Radicalismo Cirugía, 564). Las connotaciones de "neuralgias" y "crisis nerviosas" se acumulaban en una constelación de significados que giraba alrededor de la categoría médica de la histeria a la que se sumaba la frivolidad. E l mismo autor se quejó de que esas mujeres prefirieran la vida social a los deberes de madre: "la necesidad de terminar prontamente dolencias que las alejan de los goces sociales, del baile, del teatro, las impacientan. Hay más; el detestable temor de ser madres les hace desafiar la muerte". Este cirujano concluyó su texto con la esperanza de que "este artículo pudiera disuadir a algunas enfermas de recurrir, con demasiada ligereza, a los cuidados operatorios radicales, en un

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E s t a forma de e s t i g m a t i z a c i ó n se sumaba a la tradicional que era l a r e p r e s e n t a c i ó n de l a mujer que trabajaba por un salario y fuera de la casa, "en la calle" como l a prostituta. P a r a controlar a esta mujer, caracterizada como "eso" — l a forma gramatical neutra o a n d r ó g i n a c o n f u n d í a lo "femenino" del sexo biológico de la mujer con el rol "masculino" del (in)dividuo (el andrógino no dividido, ni mujer ni hombre o mujer y hombre) que "hace concurrencia al hombre"—, B i a l e t - M a s s é utilizó l a descripción del "tercer sexo", sexo intermedio o sexuelle zwischenstufe que propuso Magnus Hirschfeld, el conocido activista del movimiento de liberación homosexual a l e m á n que se organizó alrededor del Comité C i e n t í f i c o H u m a nitario desde 1897 hasta 1933. E n t r e 1899 y 1923 el C o m i t é publicó un Anuario para los tipos sexuales intermedios (Jahrbuhch Für Sexuelle Zwischenstufen) y en 1903 distribuyó una publicación de propaganda política titulada "Lo que l a gente debería saber sobre el tercer sexo" ( E a r l y Homosexual, 14). Cuatro a ñ o s m á s tarde ese texto h a b í a alcanzado diecinueve ediciones que demuestran l a d i f u s i ó n y el alcance de las actividades e ideas de los activistas lesbianas y homosexuales alemanes. E s e era t a m b i é n el temible avance internacional del tercer sexo. Recordemos que entre 1895 y 1914 los sexólogos argentinos fueron particularmente sensibles a las actividades de esos activistas porque en esos mismos a ñ o s en Alemania precisamente se estaban entrenando los oficiales del ejército argentino que d e b í a n realizar l a m o d e r n i z a c i ó n de l a i n s t i t u c i ó n de guerra utilizada, junto con las escuelas del sistema nacional de educación, como los espacios —alternativos al hogar de padres inmigrantes— en los que se inculcaron nociones de cultura y moral nacional subjetivas. Como veremos m á s adelante en mayor detalle, esa suceptibilidad de los s e x ó l o g o s se e x a c e r b ó entre 1902 y 1906 cuando en B e r l í n y Buenos Aires se hicieron públicos distintos e s c á n d a l o s homosexuales que involucraron a oficiales de los ejércitos argentino y a l e m á n .

país que, cual el nuestro, no tiene necesidad alguna de disminuir su población" (564). Si bien el artículo original había sido publicado en Francia y en francés, su traducción al español y su inclusión en los Anales del Departamento Nacional de Higiene ilustró la función y los efectos de la traducción en la producción de un discurso científico argentino que al decir "nuestro país", por ejemplo, decía ambiguamente Argentina y Francia, dos países en los que la preocupación por el aumento de la población fue central durante el período que revisé en este libro.

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B i a l e t - M a s s é se apropió de l a descripción de s u experiencia que h a c í a n los activistas alemanes y l a utilizó para reavivar el fantasma de l a nueva y temida infección social que avanzaba con el movimiento de mujeres que al independizarse e c o n ó m i c a m e n t e p r e s c i n d í a n o p o d í a n prescindir del hombre. Notemos que en el texto de BialetM a s s é , el tercer sexo denotaba no tanto a l a mujer que e l e g í a a otra mujer como objeto sexual o pareja "incorrecta" — l a homosexualidad como l a e n t e n d e r í a m o s hoy—, sino a mujeres "que quedlaban] sin hombre con quien aparejarse, por efecto de emigraciones a las colonias" o "de las que ... han renunciado o renuncian al matrimoniono". E s t a s eran mujeres que no e s t a b l e c í a n u n a r e l a c i ó n tradicional con u n hombre, ya sea por ausencia circunstancial de é s t e , por los avatares del proceso de m o d e r n i z a c i ó n y globalización de la e c o n o m í a colonial o simplemente por negarse voluntaria y conscientemente a someterse a las prescripciones del género y aceptar el rol de esposa y madre prolífica. Sugerí que B i a l e t - M a s s é t a m b i é n recurrió al discurso médico sobre l a infección porque en el discurso de los higienistas "invasión" significaba infección, los dos t é r m i n o s eran utilizados como sinónimos.^'' A la infección del tercer sexo este representante del gobierno contrapuso como salubre "la m i s i ó n de l a mujer, en lo que a cada sexo toca en l a p e r p e t u a c i ó n de l a especie, [y] es l a maternidad, [y] l a crianza y e d u c a c i ó n de los hijos; en el vientre de las mujeres e s t á la fuerza y grandeza de las naciones" (426). E n que é s t e era el rol fundamental de la mujer en l a sociedad estaban de acuerdo clericales y anticlericales como B i a l e t - M a s s é , C . O. Bunge o Víctor Mercante, todos hombres y todos preocupados por igual por l a r e b e l d í a de mujeres que r o m p í a n con los modelos tradicionales del género. P a r a reafirmar el sistema genérico sexual patriarcal estos funcionarios y hombres de ciencias utilizaron todo u n espectro de discursos tradicionales, desde los santos evangelios hasta las leyes de l a monarq u í a colonial. C á r d e n a s y P a y á s e ñ a l a r o n que a B i a l e t - M a s s é "la Biblia, desde el G é n e s i s y el Éxodo, le e n s e ñ a r o n lo fundamental". Y entre otra fuentes ú t i l e s para solucionar el enfrentamiento entre

^"^er, por ejemplo, "Defensa sanitaria marítima contra las enfermedades exóticas viajeras", p. 307. L a utilización del término "invasión" como sinónimo de "infección" demuestra el uso del discurso higienista utilizado para describir o justificar políticas coloniales de incursión o defensa militar —como por ejemplo la invasión estadounidense a Cuba— representadas como medidas profilácticas.

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clases sociales de principios del siglo veinte, C á r d e n a s y P a y á agregaron "las Leyes de Indias [que] son para B i a l e t - M a s s é fuentes vivas de justicia a las que se debe retornar" (Camino Democracia, 270). E l clericalismo de un agente del Estado argentino en 1903 no debe e x t r a ñ a r n o s . E n l a primera década del siglo veinte el laicismo s e g u í a siendo profesión de fe de los positivistas liberales argentinos, pero en 1899 fue el presidente Roca —el mismo que en 1884 durante su primer período de gobierno h a b í a expulsado al representante del Vaticano por interferir en l a política nacional durante la d i s c u s i ó n sobre l a ley de e n s e ñ a n z a — el que volvió a invitar al legado papal a Buenos Aires. E l anticlericalismo argentino del período 1880-1904 sirvió para realizar el avance de los higienistas sobre funciones administrativas y educativas que tradicionalmente h a b í a n estado en manos de l a iglesia católica. Pero a principios del siglo veinte, cuando el proceso de m o d e r n i z a c i ó n d e m o s t r ó que t e n í a una d i n á m i c a propia que no siempre s e g u í a los d i s e ñ o s de los modernizadores, l a iglesia católica y la r e l i g i ó n empezaron a aparecer como fuerzas positivas, deseables, que p o d í a n servir para estabilizar una sociedad que pasaba por veloces y no siempre controlables procesos de cambio. E n ese ambiente ideológico, B i a l e t - M a s s é s e ñ a l ó en su informe la conveniencia de usar l a r e l i g i ó n y l a iglesia católica para reforzar y fomentar entre las mujeres una ignorancia inscripta como natural y descrita como especialmente útil, porque al prescindir de l a capacidad crítica, h a c í a m á s fácil l a inducción de la mujer devota a los principios de una moral patriarcal subjetiva. B i a l e t - M a s s é s e ñ a l ó que ...un fenómeno muy interesante es el que sucede con las mujeres. La mujer del pueblo argentino es profundamente religiosa; está en su fibra, está en su célula; pero al mismo tiempo se ve que carece de toda instrucción religiosa; es muy raro que conozca el catecismo, y más raro aún que conozca el significado de las ceremonias religiosas a que asiste con toda puntualidad. Su fe es, pues, absolutamente ciega, y la moral, por lo tanto, entra con poco (434). E s a era l a fe ciega utilizada para inculcar principios que obligaban a l a mujer a servir al hombre en el matrimonio y convencerla de que sirviendo al hombre s e r v í a a l a patria, aumentaba su capital humano. A principios del siglo veinte el discurso científico estatal que promovía la m u l t i p l i c a c i ó n de ese capital humano encontró a s í una base de acuerdo importante con el discurso de l a t e o l o g í a católica tradicional. L a base de esa nueva c o m u n i ó n ideológica entre clericales y anticlericales era la oposición al aborto que daba a l a mujer el mismo control sobre su cuerpo que t e n í a el hombre. Bialet s e ñ a l ó esa libertad

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como l a causa primera de los grandes cambios en el mercado de trabajo: ...esa restricción inmoral, deja a la mujer en la libertad de ir al taller y de tomar ocupaciones de hombre, mientras entre nosotros hay matrimonios que tienen seis y ocho hijos; y no son raros los hermosos casos de doce o más, y hasta de veinte hijos tenidos por una sola mujer, y se conocen casos de veinte y cinco hijos en un hogar. No arranquemos de la frente de la mujer argentina esa corona de gloria (426). Así se volvieron a identificar y confundir un discurso clerical y un discurso estatal presuntamente secular, para combatir l a independencia de l a mujer que p r e s c i n d í a afectiva y/o e c o n ó m i c a m e n t e del hombre y decidía el uso que h a c í a de su propio cuerpo del que, como el hombre, devengaba placer o — a diferencia del hombre— utilizaba, si q u e r í a , para reproducirse y tener hijos. B i a l e t - M a s s é homologó esta i n v a s i ó n , que "felizmente no tiene t o d a v í a entre nosotros sino a l g ú n que otro individuo afiliado*', con una a f i l i a c i ó n política porque era justamente l a politización rápida de las mujeres, profesionales y obreras lo que amenazaba el acuerdo patriarcal entre clericales y anticlericales burgueses. B i a l e t - M a s s é s e ñ a l ó preocupado el peligro específico que representaban las mujeres organizadas en el movimiento obrero, y notó: ...cuando la mujer toma parte en un movimiento general, el triunfo es incontrastable; mucho más aquí, en la República, donde la mujer, aun en la campaña, tiene costumbres más suaves, más atrayentes, y, por consiguiente arrastra más que en ninguna parte. Hay que tener en cuenta que cuando doscientas mujeres asisten a un mitin, hay dos mil que por timidez no van a él, pero que las acompañan y hacen una propaganda tan eficaz como las que salen a la calle (435). L a s mujeres que conformaban el tejido social fueron imaginadas como una compleja y peligrosa red en l a base misma de l a sociedad. Y su organización y a h a b í a empezado a desvencijar el viejo orden patriarcal.

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P r e v e n c i ó n de los males de un adentro La educación nacionalista lesbianas profesionales

como profilaxis

contra

el mal de

Complementando esta producción de estudios y obras literarias y p s e u d o - c i e n t í f i c a s que desarrollaron una estrategia c o m ú n de defensa del sistema g e n é r i c o / s e x u a l tradicional, en "Fetiquismo y uranismo femenino en los internados educativos", de 1905, V í c t o r Mercante — t a m b i é n pedagogo— i n v e n t ó una epidemia de uranismo que se estaba propagando dentro del sistema educacional argentino, entre las mujeres j ó v e n e s y adolescentes de las escuelas estatales y privadas y especialmenente católicas. P a r a l a regulación de la población de mujeres obreras, clericales y anticlericales h a b í a n encontrado bases de acuerdo comunes pero al tratarse de mujeres de clases sociales m á s altas volvía a emerger l a fricción entre la iglesia y el estado en el campo de la educación. No obstante las diferencias, discursos clericales y anticleriales sí se complementaron para s e ñ a l a r un mismo peligro utilizando distintas contrucciones de una misma homosexualidad "femenina". S i el texto de B i a l e t - M a s s é notaba alarmado los cambios en el sistema genérico sexual promovidos por obreras del tercer sexo, mujeres adultas, independientes y extranjeras, el artículo de Mercante buscaba estigmatizar una población de futuras profesionales o universitarias, n i ñ a s y adolescentes nacidas y/o educadas en Argentina. Mercante fue un especialista en e d u c a c i ó n de mujeres y en criminología infantil; fue Director de l a Escuela Normal de Mercedes, una de las i n s t i t u c i ó n de formación de maestras normales m á s importante del período, a d e m á s de ser Inspector del Consejo Nacional de E d u c a c i ó n y profesor de P e d a g o g í a de la Universidad de L a Plata. Este pedagogo, junto con Ramos Mejía y Veyga, formó parte del primer c o m i t é de redacción de los Archivos de Criminología y Psiquiatría. P a r a estos hombres de ciencia como explicó Foucault, l a p e d a g o g í a no era una disciplina muy distante de l a criminología. L o s pedagogos y criminólogos argentinos insistieron en que — a diferencia del control de las mujeres obreras— era considerablemente m á s difícil vigilar y contener las organizaciones de mujeres intelectuales, artistas y universitarias feministas, anarquistas y socialistas. Con esas mujeres los funcionarios de l a o l i g a r q u í a liberal no p o d í a n utilizar l a agencia del marido o el p a t r ó n como representante de la autoridad patriarcal. L a preocupación por l a independencia de estas mujeres y l a u t i l i z a c i ó n de una construcción de l a homosexualidad usada para controlarlas desde

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sus asociaciones tempranas en escuelas y colegios fueron evidentes durante la primera década del siglo veinte, pero se e n f a t i z ó especialmente en la segunda mitad de l a década, cuando muchas de estas profesionales y universitarias empezaron a trabajar visiblemente junto con obreras portavoces del incipiente movimiento laboral argentino. Y cuando desde el gobierno se lanzó un claro programa de educación nacionalista. E n 1910, Ingenieros citó el estudio que h a b í a publicado Mercante cinco años antes y lo u s ó para sustanciar su argumento de que la homosexualidad si bien no era — s e g ú n é l — tan c o m ú n en l a mujer, s í lo e r a entre mujeres de cierta e d u c a c i ó n . Ingenieros escribió: ...la inversión se observa menos frecuentemente en las mujeres; la educación y el medio son poco propicios al desarrollo del 'tribadismo', siendo menos raro en mujeres independientes de toda traba social (artistas, intelectuales, etc.). En las jóvenes se observa muy rara vez, aunque la inversión sentimental o romántica es muy frecuente en los colegios e internados femeninos (Mercante)" (Patología Funciones, 25). L a "independencia de toda traba social" era l a misma independencia material y emocional del hombre que h a b í a descrito B i a l e t - M a s s é , pero ahora una c a r a c t e r í s t i c a identificada no en mujeres obreras sino en "artistas, intelectuales, etc". "Tribadismo", como veremos m á s adelante, significaba prácticas sexuales entre mujeres, a d e m á s de "hábitos" o comportamientos definidos como incorrectos para su sexo biológico. E s a s costumbres y prácticas sexuales eran, s e g ú n los pedagogos y criminólogos, aprendidas especialmente en el medio insalubre de las escuelas y colegios de monjas. Como evidencia positiva que confirmaba su teoría sobre el tribadismo, en el mismo texto Ingenieros ofreció la historia de una mujer que "en el convento donde fue educada contrajo h á b i t o s de tribadismo que persistieron al salir de allí: era un marimacho completa, trataba a sus c o n d i s c í p u l a s como si ella fuera un hombre y se dedicaba a enamorarlas o seducirlas, para que se sometieran a sus p r á c t i c a s tribadistas". L a ú n i c a de esas prácticas a l a que aludió este criminólogo fue l a del "el onanismo recíproco" (28) pero sin especificar cómo se masturbaban estas mujeres entre sí. L a reticencia de estos hombres de ciencia a describir prácticas sexuales entre mujeres (especialmente al compararla con l a riqueza de detalles con l a que, como veremos, describieron las prácticas sexuales entre hombres) fue una característica recurrente del discurso de esta ciencia sexual argentina.

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L a i d e n t i f i c a c i ó n del espacio del convento como especialmente insalubre demuestra l a preocupación de los criminólogos y pedagogos estatales que trataban de extender su control a las escuelas y colegios religiosos, católicos, privados, en los que generalmente se educaban las mujeres de las clases altas. E n ese sistema de e d u c a c i ó n privado era m á s difícil administrar l a e d u c a c i ó n nacionalista que se e m p e z ó a implementar a partir de 1905. Antes de examinar el artículo de Mercante sobre presuntas epidemias de fetichismo y uranismo femenino en las escuelas de mujeres es útil ampliar una historia de lo que estoy llamando e d u c a c i ó n nacionalista.^^ Mercante, como Ingenieros, i d e n t i f i c ó reiteradamente los espacios de conventos, escuelas y colegios religiosos de mujeres como medios nocivos y retrógrados, especialmente propicios para l a i n c u b a c i ó n de temibles epidemias y males sociales. Trataron a s í de extender el control del sistema educacional estatal hasta el sistema educacional privado en el que era m á s difícil imponer y vigilar un programa de e d u c a c i ó n nacionalista estatal. E l desarrollo de ese control al sistema de e d u c a c i ó n privado significaba, a d e m á s , u n a vigilancia de l a e d u c a c i ó n de las clases altas. E n una e v a l u a c i ó n , muy difundida, del "Estado general de l a e d u c a c i ó n argentina en el primer centenario de l a revolución (18101910)", publicada en un n ú m e r o extraordinario de La Nación del 25 de mayo de 1910, Bunge se l a m e n t ó e s p e c í f i c a m e n t e de l a preferencia de la clase patricia por l a e d u c a c i ó n en instituciones religiosas privadas en las que no se enfatizaba el nacionalismo del sistema estatal: "la inmensa mayoría de las n i ñ a s de l a clase directora, sobre todo de las familias bonaerenses, se educa en las escuelas y colegios particulares de corporaciones religiosas". S u gran objeción era que "la i n s t r u c c i ó n que allí reciben es acaso un tanto ligera, y su mayor defecto estriba, a mi juicio, en su falta de e s p í r i t u nacional" (Estudios P e d a g ó g i c o s , 100).

^^Carl Solberg, al investigar la metodología, programas y teorías de la educación nacionalista argentina del período que examino aquí, señaló que "la idea central de la educación nacionalista argentina era que los programas de estudio primarios y secundarios debían enfatizar [el estudio de] la historia y la geografía argentinas, [de] problemas cívicos nacionales y [de] la lengua española. La instrucción en estos temas debía no solamente proveer información sobre hechos, sino que debía también enfatizar (la enseñanza] de tradiciones y leyendas patrióticas que estimularían el amor de los niños por su país" (Inmigration Nationalism, 144. Traducción mía).

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E n 1905, en su artículo sobre el uranismo femenino, Mercante h a b í a utilizado una construcción de l a homosexualidad para promover l a gran c e n t r a l i z a c i ó n y e x p a n s i ó n del nuevo sistema de e n s e ñ a n z a estatal nacionalista que se implemento ese mismo a ñ o . E n el artículo que acabo de citar, Bunge fechó un hito del movimiento nacionalista en l a e d u c a c i ó n estatal: "ante l a alarmante proporción del analfabetismo, especialmente en ciertas provincias del interior, el senador Manuel L á i n e z propuso, en 1905, u n a ley para que l a n a c i ó n creara directamente escuelas en los territorios de las provincias" (64). E n documentos del período 1905-1910 era claro que en los círculos de gobierno tanto o m á s importante que l a "preocupación por el analfabetismo" era l a urgencia por implementar un sistema de e d u c a c i ó n primaria y secundaria que inculcara en los hijos de los inmigrantes sentimientos de fidelidad hacia l a patria de adopción de sus padres. E s e sistema creció y se centralizó a partir de l a s a n c i ó n de l a ley L á i n e z . E s a ley t a m b i é n sirvió para extender el poder del gobierno central en las provincias. Legalmente el Estado nacional no podía crear escuelas en los territorios provinciales. Nuevamente s u r g í a a nivel educacional el dilema de l a coexistencia del poder central del gobierno nacional y los poderes locales de los gobiernos provinciales. L a C o n s t i t u c i ó n nacional preservaba y trataba de promover l a diversidad de visiones h i s t ó r i c a s locales. Pero si bien en una primera instancia fue impugnado en el Congreso, el proyecto fue finalmente sancionado mediante l a creación de subterfugios legales. Bunge escribió: "sancionóse pues l a ley L á i n e z , m o d i f i c á n d o s e el proyecto en el sentido de que, para establecer escuelas nacionales dentro de l a jurisdicción de una provincia, se requiere su anuencia" (Estudios P e d a g ó g i c o s , 64). De l a misma forma, para los gobiernos provinciales h a b í a sido difícil, si no imposible, no permitir l a i n t r u s i ó n de una agencia central del gobierno, como el Departamento Nacional de Higiene que a fines del siglo diecinueve se p r e s e n t ó como portador de una salubridad nacional; en l a primera d é c a d a del siglo veinte fue difícil rechazar un proyecto del gobierno central que proponía una e d u c a c i ó n . E n l a práctica las escuelas nacionales del proyecto L á i n e z desplazaron y en muchos casos llegaron a reemplazar los sistemas provinciales de e d u c a c i ó n . Bunge mismo en 1910, al evaluar los resultados del proyecto que se h a b í a implementado cinco a ñ o s antes notó que "como la n a c i ó n paga m á s a los maestros e instala mejor sus escuelas, la competencia produce frecuentemente la d e s e r c i ó n de maestros en las

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escuelas provinciales. Provincias hay, la de L a Rioja, a l a cual parece que l a nación costea toda o casi toda la educación primaria" (64). Manuel H . Solarí, por su parte, en su estudio de l a Política educacional argentina notó: ...de acuerdo con el pensamiento de la ley Láinez, las escuelas nacionales debían establecerse en las campañas de las provincias, 'en aquellos puntos en los que el analfabetismo se hubiera hecho más sensible', es decir en los lugares donde la necesidad las hiciera imprescindibles. Pero contrariando la letra y el espíritu de la ley y de su decreto reglamentario, no tardaron en establecerse escuelas nacionales en sitios donde ya funcionaban establecimientos provinciales, y aún en las capitales de provincias o sus alrededores (108). E n l a práctica el resultado fue siempre el mismo, "pues hizo surgir una competencia entre l a escuela nacional y l a provincial, competencia que m á s de una vez d e t e r m i n ó l a clausura de l a [escuela] sostenida por los recursos provinciales" (Política Educacional, 109). E s a s escuelas nacionales, que en l a práctica funcionaron como un sistema de e d u c a c i ó n nacionalista preeminente, paralelo a l sistema de educación provincial tradicional, realizaron lo que Bunge mismo l l a m ó "en todo el vasto mecanismo de l a instrucción pública u n a doble y marcada tendencia hacia l a oficialización y l a centralización" (66). Aquí "oficialización" significaba i n t e g r a c i ó n a un sistema estatal central que marcaba, vigilaba e inspeccionaba los programas de estudio que enfatizaban junto con el estudio de una historia y una g e o g r a f í a argentinas, l a lengua e s p a ñ o l a y los mitos y ficciones, "tradiciones y leyendas patrióticas" que condicionaran un amor de los n i ñ o s por su p a í s . Bunge describió ese nacionalismo como antídoto contra l a decadencia y afirmó que "las naciones d é b i l e s y decadentes demostraron siempre profunda laxitud y relajamiento del patriotismo" (Estudios P e d a g ó g i c o s , 64). Pero s e g ú n los teóricos de l a p e d a g o g í a nacionalista, la e n s e ñ a n z a y promoción de ese patriotismo nacionalista y centralizador y, por el momento, laico —un patriotismo regenerador identificado con el campo y opuesto a l a r e g r e s i ó n decadente o d e g e n e r a c i ó n cosmopolita identificada con l a ciudad— se h a c í a mucho m á s difícil de implementar en las escuelas religiosas, en las que l a r e l i g i ó n como sistema de creencias no dejaba espacio p a r a l a i n s t i l a c i ó n del sistema de creencias en tradiciones, leyendas, mitos, f á b u l a s y ficciones en las que l a concepción de n a c i ó n reemplazaba la noción de dios o l a creencia en fuerzas m á g i c a s extranjeras.

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Bunge escribió: Entre nosotros, por razones de política trascendental, no se da oficialmente enseñanza religiosa en las escuelas del Estado. E l estudio de las ficciones sociales queda, pues, circunscrito al de la tradición y la leyenda. E l sedimento poético e inspirativo del alma nacional y su inspiración al más allá tienen este único campo de acción. No existiendo una religión verdaderamente nacional, esto es, propia y privativa de nuestra nacionalidad argentina, el relativo idealismo hereditario de la raza posee sólo como válvula de escape, por así decirlo, el culto de la tradición y las leyendas locales. Quitad este culto a los niños, y ellos, no teniendo con qué poblar la respectiva región de su alma, suplirán lo que la enseñanza no da con supersticiones tan torpes y perversas como la de la. gettatura (Estudios Pedagógicos, 64). E n las escuelas primarias del Estado, ese "culto" de las tradiciones y leyendas nacionales aprovechaba ese estado religioso "natural" por el que, s e g ú n estos teóricos de la educación, pasaba todo ser humano desde l a infancia hasta el fin de l a adolescencia para instilar una serie de "ficciones sociales" que s u p l í a n l a carencia de una "religión verdaderamente nacional", al mismo tiempo que p r e v e n í a n el desarrollo de "supersticiones tan torpes y perversas como l a de l a gettatura" —o el "fetiquismo" que veremos en el artículo de Mercante— r e e m p l a z á n d o las con f á b u l a s nacionales. ^^Según estos teóricos que citaban la "ley de los tres estadios" que propuso A. Compte, un estado religioso prehistórico y arcaico se podía desarrollar (y era utilizable por la metodología nacionalista) en la época contemporánea porque era un estadio natural del desarrollo infantil por el que pasaba todo ser humano (Estudios Pedagógicos, 10). En cuanto a la creencia en esta "gettatura" concebida como símbolo antonomásico de un "primitivismo" cultural (sin duda extranjero, y más específicamente "italiano"), recordemos que a pesar de los esfuerzos de los pedagogos positivistas, la creencia en la "gettatura" o "yeta", esa mala suerte concebida como contagiosa, probablemente es a fines del siglo veinte y en la cultura de Buenos Aires bastante universal. E n el texto de Bunge, la creencia en la "gettatura" todavía tenía connotaciones de nacionalidad y clase social que hoy se han perdido. Gobello en su Nuevo diccionario lunfardo señaló la importancia lingüística de la "yeta" en una lengua popular rioplantense derivada "Del ital[iano] merid[ional] jettatura [significa]: influjo maléfico (incorporado ya al ital[iano] general). Enyetar y su aféresis yetar: transmitir un influjo maléfico. "Yetado": persona a quien acompaña habitualmente la mala fortuna". Gobello también señaló que "Yetatore" significaba además "persona a la que se atribuye el poder de influir maléficamente sobre los demás, ya sea en forma consciente o inconsciente" (262). Aquí nuevamente resulta especialmente relevante el análisis que hizo Viñas de la mirada de

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A l movimiento centralizador de l a e d u c a c i ó n que se inició en 1905 con l a ley L á i n e z , siguió en 1908 una radicalización del sistema educacional nacionalista estatal y su m e t o d o l o g í a realizada con l a dirección de J . M. Ramos Mejía, cuando é s t e fue nombrado Presidente del Consejo Nacional de Educación. Ingenieros describió su actuación en una frase corta pero llena de significados: "pedagogo sin pedagogía, a l a manera de los grandes hombres, puso tal pujante afán en l a obra que los mismos que tacharon de excesiva su reacción acabaron por reconocer la trascendente importancia de aquel recio movimiento argentinista en l a educación" (Personalidad Intelectual, n. 1,153). Como veremos. Ramos Mejía sí t e n í a ideas claras sobre p e d a g o g í a . Y fueron esas ideas las que el higienista, ahora t a m b i é n pedagogo, aplicó "con pujante afán" en lo que su discípulo describió como un "recio movimiento argentinista" que en su momento fue considerado por muchos "excesivo". Del Consejo Nacional d e p e n d í a n las escuelas de l a ley L á i n e z . Bunge mismo al advertir que "cada provincia tiene su respectivo consejo provincial... independiente del Consejo nacional" notó que "en las escuelas provinciales, é s t e [Consejo nacional] no ejerce derecho alguno de i n s p e c c i ó n técnica" (Estudios P e d a g ó g i c o s , 65). Pero "en las escuelas Láinez, el Consejo nacional, del que dependen, [el Consejo sí] ejerce una inspección tan directa y completa como si [las escuelas de la ley Láinez de las provincias] estuvieran situadas en l a capital federal o en los territorios nacionales" (65). Aquí nuevamente el subterfugio legal del poder central h a b í a logrado que l a autoridad del Consejo nacional "queda[ra] i m p l í c i t a m e n t e facultada por l a respectiva provincia para e j e r c e r l a i n s p e c c i ó n t é c n i c a ] , desde que é s t a ha[bía] aceptado libremente l a f u n d a c i ó n de tales escuelas" (65). E n t r e 1905 y 1908, con l a s a n c i ó n de l a ley L á i n e z y l a presidencia de J . M . Ramos Mejía en el Consejo, se radicalizó el proyecto estatal central de educación nacionalista y se hizo tema frecuente de d i s c u s i ó n . Solber s e ñ a l ó que este nuevo proyecto "empezó a cautivar a los intelectuales argentinos en 1908 cuando el gobierno nombró a J o s é María Ramos Mejía"; y agregó: "uno de los m á s amargos x e n ó f o b o s , Ramos Mejía, utilizó su posición para atacar la heterogeneidad cultural con d e t e r m i n a c i ó n enfática" (Inmigration Nationalism, 145). Como

clase social en el teatro de Laferrére, Viñas explicó que Gettatore es una clave significativa de esa obra dramática de principios del siglo veinte (Laferrére, 54).

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era de esperar este ataque a l a diversidad cultural fue descrito en distintos t é r m i n o s por los pedagogos nacionalistas de principios del siglo veinte. Bunge, al describir en 1910 los cambios introducidos en 1908 por el nuevo presidente del Consejo, s e ñ a l ó : Continuando con la gloriosa tradición de la escuela argentina, el actual Consejo nacional de educación, especialmente por la iniciativa de su presidente, el doctor José María Ramos Mejía, ha desplegado una actividad digna de su estímulo. Ante todo y por todos los medios, se ha tratado de robustecer en lo posible el carácter nacionalista de la enseñanza. L a afluencia de la inmigración podría hacer, del cosmopolitismo resultante en la población, un verdadero peligro social. E l mejor medio para combatirlo es la escuela. E n la realización de idea tan patriótica, hanse expurgado los textos y reformado los programas. Estos, de marcado carácter concéntrico, inician ya en el primer grado el estudio del idioma, de la geografía y de la historia nacionales, para desenvolverlos ampliamente a través de los grados sucesivos. Usando todos los medios que recomienda la sana pedagogía para formar en los niños el sentimiento de la patria (Estudios Pedagógicos, 71). L a i n t e r v e n c i ó n de Ramos Mejía construyó l a diversidad cultural como "un peligro s o c i a r . P a r a combatirlo se "expurgó", se c e n s u r ó l a literatura y los programas de estudios r e e m p l a z á n d o l o s por otros que durante los siete a ñ o s de l a escuela primaria i n s i s t í a n en el estudio "concéntrico", concentrado y ampliado continuamente, de un tiempo, una historia, un espacio, una g e o g r a f í a y una lengua utilizados para definir e instilar la idea de n a c i ó n . Entre los medios de esa "sana pedagogía", sana porque d e f i n í a y c o m b a t í a una insalubridad cultural, Bunge t a m b i é n notó especialmente la utilización de nuevas formas de celebración, ritos y ceremonias usadas "para formar en los n i ñ o s el sentimiento de l a patria": "entre tales medios, son interesantes y característicos l a c o n s a g r a c i ó n de l a 'semana de mayo' con una gran fiesta escolar, en l a que se pronuncian discursos sobre temas de l a nacionalidad argentina. L a ceremonia de l a *jura de l a bandera' por los n i ñ o s de las escuelas se realiza t a m b i é n anualmente al inaugurarse el a ñ o escolar". E l mismo Bunge notó que l a lengua utilizada en discursos y ceremonias era "un tanto pomposa m á s [según él] no desprovista de verdad" (71). Pero las mismas ceremonias y su lengua llamaron l a a t e n c i ó n de los historiadores argentinos m á s importantes de fines del siglo veinte que las describieron de otra forma. Tulio H a l p e r í n Donghi advirtió que Ramos Mejía impuso en la e n s e ñ a n z a primaria "una liturgia cívica de intensidad casi japonesa:

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los niños aprenden a descifrar y reiterar diariamente en versos atormentados y prosa no más lisa que los compromenten a entregar hasta la última gota de sangre en defensa de la bandera" y "esas promesas son gritadas frente a un altar de la patria que es deber de los maestros mantener adornado con ñores siempre frescas". Halperín Donghi notó enseguida que "no escapa a la perspicacia de Ramos Mejía que ese espectáculo bordea el ridículo; juzga sin embargo que esas ceremonias de gusto dudoso son necesarias para contrarrestar las graves influencias desnacionalizadoras" (Espejo Historia, 226). E s decir que el "espectáculo ridículo" de "gusto dudoso" era parte de una metodología usada conscientemente. Halperín Donghi, aunque no explicó por qué, calificó ese rigor nacionalista como "japonés" porque Japón era uno de los modelos admirados por los pedagogos nacionalistas argentinos. Bunge se refirió con admiración al sistema de creencias japonés que hasta 1945 sirvió de religión nacional con efectos que vimos hasta el fin de la segunda guerra mundial: ...no puede desconocerse el alto valor nacionalista de las leyendas y tradiciones. E l ejemplo del Japón actual es interesantísimo. Parece ser que las más antiguas y arraigadas tradiciones y leyendas forman allí la curiosa religión del Shinto, el shintoísmo ... los partidarios del 'Japón japonizante' luchan para que renazcan y se vivifique, como verdad de convención, el culto del Shintoísmo. Lo consideran el rasgo más íntimo, decisivo y fecundo del alma nacional. E n Alemania, la poesía artística y erudita es riquísima en baladas y Lieder de carácter tradicional y legendario ... Aunque sean más o menos ficticias e inverosímiles, lo cierto es que se reputan nacionalistas, bellas y morales (Estudios Pedagógicos, 12).

No obstante la admiración por ese sistema de creencias de una religión nacional japonesa, de hecho fueron los sistemas disciplinarios alemanes los importados y copiados mucho más de cerca por los pedagogos y militares argentinos de principios de siglo. Además de la colaboración cercana de oficiales del ejército alemán ocupados en la reestructuración del ejército argentino durante el mismo período que revisé aquí; el Decano de la Facultad de Ciencias jurídicas y sociales de la Universidad de L a Plata, por ejemplo, en 1908 comisionó a Ernesto Quesada para que investigara los métodos de enseñanza de la historia en las universidades alemanas (Estudios Pedagógicos, 29). E l "gusto dudoso" de los ritos y ceremonias utilizados para inducir la idea de patria en los niños, así como el tono "pomposo" de la lengua usada en discursos y juramentos en celebraciones que exaltaban lo nacional, eran muy deliberados, estudiados, (re)buscados y respondía 221

a una noción de sensibilidad estética de las clases bajas que propuso el mismo Ramos Mejía. E s a sensibilidad requería la utilización científica de una teatralidad de ceremonias y efectos de exageraciones dramáticas que celebraban una historia nacional oficial entremezclada e ilustrada con ficciones construidas, fabuladas y representadas en escenas que recurrían a toda una batería de experiencias sensoriales, combinaciones de discursos, imágenes, colores y sonidos imbuidos de significados "patrióticos". Bajo la dirección de J . M. Ramos Mejía se implementó un conductismo nacionalista por intermedio del sistema estatal de educación. E n Lets multitudes argentinas^ el primer estudio de sociología argentina de post-inmigración,^^ Ramos Mejía describió una presunta sensibilidad fácilmente sugestionable del hijo del inmigrante y de las clases bajas especialmente susceptibles a las experiencias sensoriales exacerbadas. E indicó esa sugestionabilidad como un receptor ideal para los efectos dramáticos de la educación nacionalista. Como sabemos, adaptó ideas de Gustavo Le Bon (que describó las multitudes de la comuna francesa de 1848) y las aplicó en su análisis de los nuevos grupos sociales surgidos de la inmigración E l interés de Ramos Mejía por la educación, entonces, no era nuevo en 1908. Y a en 1899, en Las multitudes argentinas^ se había ocupado muy especialmente de una primera generación de argentinos, hijos de extranjeros y escribió: "En nuestro país, en plena actividad formativa, la primera generación del inmigrante, la más genuina hija de su medio, comienza a ser, aunque con cierta vaguedad, la depositaría del sentimiento futuro de la nacionalidad, en su concepción moderna naturalmente". Esta concepción de nacionalidad era "moderna" porque era una noción posterior y distinta a la de principios del siglo diecinueve; pero también iba a ser moderna por ser producto de una inducción que utilizaba métodos científicos, en un medio como la escuela concebido como especialmente apto para hacer una manipulación sociológica en ese momento formativo de una Argentina moderna. E l receptor de esta educación eran esa niña y ese niño: "Si lo observáis en sus actos más nimios y en las cosas en que ese sentimiento se manifiesta en alguna forma, siquiera pueril, veréis cómo empieza a esbozarse esa que va a ser la pasión del porvenir, sobre todo, en lo que

20E1 discípulo dilecto de Ramos Mejía alegó que éste "creó en la Argentina dos géneros científicos —la psiquiatría y la sociología" (Ingenieros, Personalidad Intelectual, 103).

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tiene la patria de culto externo y sensorial" (Multitudes Argentinas, 268. Itálica en el original). L a construcción sensorial de esta patria nacionalista apelaba a imágenes creadas con ayuda de efectos, por ejemplo, ópticos que gracias a esta teórica sensibilidad específica eran recibidos cargados de significados irracionales y arbitarios, internalizados sin posibilidad de crítica: Pasa en la retina de la gente ineducada, con el color muy vivo, lo que con la visión estereoscópica: que le despierta sensaciones agradables e ideas de grandeza y de plenitud {el megalomaníaco viste de colores vivos como el salvaje) (199).

Notemos la genealogía imaginada desde la categoría del excluido histórico decimonónico, "el salvaje", homologado al "megalomaníaco", el excluido moderno. Y en los dos se identificaba una supuesta preferencia por los colores vivos, desde los rojos de los ponchos y la sangre de los degüellos de la Argentina romántica bárbara hasta la paleta brillante de la pintura italiana opuestos a la moderación de ponchos celestes y la preferencia de la paleta blanca y negra ascética de la pintura clásica española. E n este discurso, la restricción y la sobriedad en el uso del color se asociaron con nociones de educación y clase social homologadas con concepciones de nacionalidad. E l psiquiatra sociólogo propuso una teórica fisiología de esa percepción y alegó que era resultado de una carencia de un control racional que sirviera para discriminar entre alucinación y realidad: Prodúcese, al parecer, un acrecentamiento de la claridad, por lo que las sombras y los rasgos oscuros permanecen relativamente atrás; la impresión de volumen y espesor aumenta al transmitirse al receptor definitivo en la corteza circunvolucional occipital, y lo que es como dos, se recibe allí como seis, porque falta ese control intelectual que transmite la impresión y reduce la sensación a sus verdaderas proporciones, alejando en lo posible la ilusión óptica (199).

Pero esta falta de control intelectual también significaba que esa misma forma de percepción que deformaba podía ser utilizada para deformar imágenes patrióticas de utilería que "al transimitirse al receptor definitivo en la corteza circunvolucional occipital" triplicaba sensaciones imbuidas de significados y nociones de patria que "es como dos, [pero] se recibe allí como seis". Ramos Mejía describió una profusión de colores en el vestido de las multitudes argentinas campesinas, una clase baja del campo anterior a la nueva clase baja urbana inmigrante. E s a tradición local de preferencia por los colores vivos y la decoración vistosa se podía sumar 223

al gusto por el color de las clases bajas urbanas modernas: "los trapos en exceso coloreados, los sombreros pintorescos, las camisetas y chiripáes novedosos, y la variada orfebrería, que llena de metales falaces el cuerpo, puebla la imaginación del campesino de imágenes de poderío y de riquezas magníficas" (196). Esta afición por los "exceso [s] coloreado[s]", "pintorescos" y "novedosos", junto con las decoraciones de "metales falaces", este fetiquismo, esta sensibilidad reprobada por el ascetismo reservado y contenido de una clase patricia nacionalista hispanizante, era lo que se debía disciplinar, corregir, pero también utilizar, usar en la metodología de enseñanza nacionalista para crear "imágenes de poderío y de riquezas [nacionales] magníficas", "ilusiones ópticas" percibidas e internalizadas con "sensaciones agradables e ideas de grandeza y de plenitud" patriótica por las hijas e hijos de las nuevas clases bajas. Ramos Mejía, sugiero, expuso en Las multitudes argentinas gran parte de la teoría que informó la pedagogía nacionalista bajo su dirección. Creo que esta cita, extensa, es especialmente significativa: ...son amantes ante todo de la sensación violenta, del color vivo, de la musicalidad ruidosa, del hombre bello y de las grandes estaturas; porque la multitud es sensual, arrebatada y llena de lujuria para el placer de los sentidos. No raciocina, siente. Es poco inteligente, razona mal, pero imagina mucho y deforme; todo lo quiere grande, ampuloso, porque vive en un perpetuo gongorismo moral, ampliando y magnificándolo todo en proporciones megalomaníacas. Enamorada de la leyenda de cuyo color vive, todo se convierte entre sus manos en cuento de hadas o en fantasías vesánicas; no porque tenga una sensibilidad artística o facultades estéticas exigentes, sino porque careciendo del contrapeso de las funciones superiores del espíritu, todo lo entrega a la sensación y a la tendencia de supersticiosa grandeza, en el sentido bajo de extensión y superficie, que es lo que concibe su imaginación susceptible. La ilusión que es la gran deformadora de las cosas, y la alucinación, que es capaz de crear mundos de la nada, aun en el cerebro más palurdo, son a menudo el recipiente en que terminan sus exaltaciones peculiares. Lo que toma entre sus dedos es para achatarlo, estirarlo, deformarlo; por eso veis que de un clavo es capaz de hacer una espada, de una escoba una cruz (8).

Espadas y cruces dramáticas de la historia clásica, y de utilería, eran los símbolos e instrumentos de descubridores y conquistadores que realizaron la "civilización" de los "salvajes" anteriores a los "megalomaníacos" modernos. Esas mismas espadas y cruces eran simuladas por los latones, alambres, clavos y escobas utilizadas en celebraciones de días declarados patrióticos, recordados en ceremonias y representaciones dramáticas que revivían una ficción histórica, un

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mito o una leyenda internalizada como una sensación que se hacía ilusión, alucinación o historia ya que "todo se convierte entre sus manos en cuento de hadas o en fantasías vesánicas". L a megalomanía entonces podía ser utilizada para construir y difundir una historia nacionalista de mitos y leyendas inducidos con fervor patriótico religioso. Fetiquismos y uranismos femeninos Ese fervor de la liturgia de la nación era más difícil de imponer y de controlar en escuelas y colegios de monjas, en las que la devoción era monopolizada por la liturgia católica. Para desacreditar esas escuelas y colegios, Mercante en 1905, en "El fetiquismo y el uranismo femenino en los internados educativos" los representó como espacios de una religiosidad oscurantista y fanática que servía de caldo de cultivo ideal para una forma de homosexualidad femenina que se estaba extendiendo como una epidemia. L a genealogía patológica del "Fetiquismo" del artículo de Mercante ^ se remontaba sin duda a aquella "variada orfebrería, que llena de metales falaces el cuerpo** de Las multitudes argentinas. E n cuanto al "uranismo**, Mercante también, como Bialet-Massé, se apropió de una expresión difundida por los intelectuales y activistas homosexuales alemanes de ese período. L a descrípción del homosexual como uranista (en alemán: urning) la hizo en 1862 un primer activista alemán, Karl Heinrichs Ulrichs basándose en el discurso de Pausanías en el Simposio de Platón. E n ese texto Pausanías describió el amor celestial inspirado por Urania, la musa de los uranistas u hombres que amaban a otros hombres. E n 1897 los activistas e intelectuales de los grupos de Magnus Hirschfeld y Benedict Friedlánder en Alemania y Edward Carpenter en Inglaterra, en sus escritos y publicaciones retomaron la descripción de Ulrichs y la utilizaron para referirse a sí mismos y describir su experiencia. De esa forma y como ya señaló George Chauncey, el término uranista adquirió, junto con la teoría del tercer sexo, una nueva y considerable difusión a fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte (Gay New York, 49). Mercante estructuró su artículo en cuatro secciones numeradas. No obstante la declaración del título que anunciaba un estudio del "fetiquismo y uranismo femenino**, el espacio que le dedicó Mercante a cada uno de los dos temas demostraba que la preocupación central de este pedagogo y criminólogo infantil especializado en la educación de la mujer era hacer una construcción textual de una homosexualidad "femenina". La primera sección, de media página, era una introducción

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que proponía el tema de la mujer como objeto de estudio entre literario y científico. L a segunda sección que abarcaba solamente dos páginas se ocupaba del fetiquismo. Pero la tercera sección dedicaba al uranismo femenino siete páginas largas. L a última sección era una conclusión rápida, de media página que volvía nuevamente al tema del uranismo. E n la primera parte de su texto Mercante por medio de una serie de preguntas retóricas introdujo el tema general que lo ocupaba: una investigación de una psicología o "alma" de la mujer en la que el pedagogo alojó el mal latente. E l cuerpo de estas mujeres fue, convenientemente, relegado a la sección siguiente donde, en el contexto de la discusión sobre el fetiquismo, Mercante representó el cuerpo de la mujer reificado y encubierto por la "variada orfebrería, que llena de metales falaces el cuerpo" que ya hemos visto, E n gran parte de su obra Mercante, como la mayoría de los científicos positivistas argentinos del período que estoy examinando, demostró tener insistentes inquietudes literarias. Esas inquietudes lo llevaron a apropiarse de algunas de las formas de representación de la mujer más clásicas —o trilladas— de la literatura modernista de moda en ese momento: "el alma de la mujer es el alma inquietante del misterio dijo un escritor genial y desconocido. Flor caprichosa y turbadora que guarda en sus pétalos y en su cáliz los gérmenes del ensueño" (Fetichismo Uranismo, 22) escribió el pedagogo en la primera fi-ase de su artículo. Adoptando la voz de "un escritor genial y desconocido", muy probablemente él mismo, Mercante utilizó la representación literaria de la mujer flor del mal, inescrutable y críptica. Mercante entretejió un discurso literario y un discurso científico para introducir la investigación de una teórica psicología y sociología de la mujer, la incógnita que debía despejar el texto científico.

^^En la mayoría de estos textos pseudo-científicos, como en gran parte de la obra de los escritores modernistas, los cuerpos o las prácticas sexuales entre mujeres eran apenas representables. Gwen Kirkpatrick señaló que "la figura de la mujer en el modernismo es un objeto casi aunado con el lenguaje, profusamente decorado, distante y que se elude, a veces espiado, mientras el velo de misterio que la rodea es como la red de musicalidad que contiene la poesía" (Dissonant Legacy, 8. Traducción mía). Oscar Montero, por su parte, notó que "tanto en la prosa como en la poesía modernistas, la mujer es frecuentemente imagen de la proyección masculina" (Erotismo Representación, 11) y como Kirkpatrick sugirió que "el interior y el vestido de la mujer se confunden para ocultar el cuerpo" (Erotismo Representación, 91).

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Esta mujer enigmática como las orquídeas negras de invernadero de los modernistas era un "alma", que significaba una psicología pero también una representación de la mujer sin cuerpo. Ese cuerpo desaparecía al ser transformado en objeto, precioso pero reificado, "flor", "cáliz" u objet d'art y, por sobre todo, "caprichosa", difícil de controlar, "turbadora" o perturbadora de un orden social y un sistema genérico sexual. E n el alma de esta mujer receptáculo abstracto era donde, según este entretejido de discursos científicos y literarios modernistas, estaban "guardados", aún en estado latente, los agentes patógenos de la enfermedad que, como las semillas de asiáticas amapolas inductoras del "ensueño", la ilusión, alucinación, o sugestión, así, en la primera frase del texto quedaron inscriptos como una amenaza representada como "femenina". E n este texto de Mercante emergió t a m b i é n , de un modo notablemente similar al de Bunge, la ambivalencia frente a la mujer sirena. E l narrador de Bunge a la distancia había percibido "las formas bellísimas de una sirena que avanzaba ... cortando el busto la líquida superficie como la proa de un buque" (Viaje Estirpe, 98). Ésa era la "nadadora incógnita de poderosa belleza" (100), "habilísima cantante [que] se ensayaba en una ligera cadencia ... [de] trinos in crescendo'' (97), el "bello ideal de sirena" (103) que —de cerca— se transformaba en su antípoda, con su "sonrisa de perro" (103), de "monstruo ... con su aspecto fiero ... tan grande" (102-103), "con la doble hilera de sus dientes ... enormes ... de fiera carnívora" (103). Mercante en un texto que —no obstante la apropiación de formas de representación del discurso literario— pretendía ser más científico, fue más económico pero no menos preciso en su descripción del mismo modelo de mujer. E n la segunda frase de su texto, al elaborar la introducción al tema de la mujer Enigma, Mercante se preguntó retóricamente: "¿por las aguas móviles de qué existencia atravesará dejando la huella de su silueta hierática, imborrable, bella como un cántico de amor o triste, trágica acaso, como la de una ave carnicera?"

^^Auerbach estudió este doblez de las representaciones victorianas de mujeres víctimas y reinas, ángeles y demonios y escribió: "Vistos juntos, estos tipos de personajes interdependientes que se sostienen mutuamente infunden las categorías sociales restrictivas con la energía de lo maravilloso. Una vez que hemos devuelto la integridad de estos tipos vemos que [ésta] intensifica su poder en vez de limitarlo. L a mera rigidez de las categorías de víctimas y reinas, ángeles domésticos y demonios proscriptos ... se concentra en un mito que glorifica la mujer que parece suprimir". (Women Demon, 9)

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(22). E n esta forma de representación de la mujer se repetían el doblez de la "bella" y "carnicera" poderosa, transitando en un medio característico por su plasticidad, su inestabilidad formal asociada a lo acuático que le permitía una movilidad, una posibilidad de creación y recreación de sí misma que la hacía difícil de apresar o de definir, emergiendo o sumergiéndose, disimulada haciéndose una con el medio, atractiva y seductora, con una belleza severa, de escultura sagrada, jeroglífica y, siempre, representada como la temida devoradora. Oscar Montero señaló que "es el amor devorador de la mujer fatal, un tópico literario frecuente en la obra de los modernistas" (Erotismo Representación, 15). Acercándose con el temor del científico frente al contenido del tubo de ensayo que él sentía peligroso y fi'ágil en relación al poder maravilloso de esa mujer Enigma, Mercante se volvió a preguntar retóricamente: ¿Qué surgirá al romperse aquella crisálida que absorbe nuestra atención, Manon, Lucrecia o Mesalina? ¡Cuántas existencias envenenadas, cuántos destinos truncos, cuánta amargura, cuántas lágrimas, cuántas desesperaciones trágicas regará en la vida aquella núbil existencia en flor! (22)

Esta es la —no por trillada menos usada o perniciosa— construcción de la pérfida estereotípica, hecha de personajes literarios e históricos: Manón, la cortesana formularia de la novela y la ópera de fines del siglo diecinueve, la mujer independiente y rebelde; Lucrecia, la envenenadora renacentista, la mujer que competía con el hombre en sus juegos de poder y Mesalina, la matrona romana adúltera, la mujer que se adjudicó las mismas prerrogativas sexuales del hombre. Estas narrativas o historias de presuntas "existencias envenenadas", "amarguras", "destinos truncos" y "deseperaciones trágicas" —generalmente imaginadas y difundidas por escritores, historiadores y profesores hombres— fueron las que este maestro de maestros eligió y repitió para utilizarlas como modelos admonitorios frente a sus estudiantes. Como señaló Carolyn Heilbrun en Writing a Women's Life, la creación y repetición de estos relatos y narrativas ha sido muy importante, porque "las vidas no sirven como modelos; sólo las historias hacen eso",^^ E l peligro de ficciones o narrativas distintas, la ^^Heilbrun señaló que "sólo podemos volver a contar y vivir mediante las historias que hemos leído u oído. Pueden ser leídas o cantadas, o experimentadas electrónicamente, o venir a nosotros como los murmullos de nuestras madres, diciéndonos lo que las convenciones exigen. Cualquiera sea su forma

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producción o utilización de discursos que proveyeran a muchas mujeres de modelos alternativos al modelo maniqueísta de la mujer virgen y prostituta, ángel y demonio, traidora independiente y rebelde y esposa obediente y madre prolífíca, como veremos, preocupó especialmente a Mercante. E n la segunda sección de su texto, dedicada al tema del "fetiquismo**=^ Mercante describió el uso de aquella orfebrería que cubría el cuerpo como una práctica patológica e insalubre, exclusivamente "femenina" y fomentada por el medio ambiente de escuelas y colegios religiosos. E n el discurso de esta ciencia sexual argentina finisecular el "fetiquismo** sí denotaba una desviación sexual cuando se refería a los hombres. Aquí nuevamente aparecen los distintos grados de representación del cuerpo de la mujer y del hombre en los discursos literarios y científicos. Francisco de Veyga en un texto publicado en 1903 señaló que una "aberración especial digna de nota es la que consiste en la excitación genésica [de muchos hombres] ante la vista de un objeto emblemático de virilidad y con mayor razón de un órgano vivo, real. E s una forma de fetiquismo muy particular que provoca impulsos violentos, la masturbación en unos casos, la tendencia a tocar o poseer el objeto en otros** (Amor Invertidos, 338). E n el artículo de Mercante el "fetiquismo** denotaba una relación de las estudiantes con "objeto [s] emblemático[s]** pero esos objetos más que connotaciones o significados sexuales tenían, según este Inspector de escuelas, significados de un sentimentalismo patético insalubre. Este sentimentalismo también servía para ignorar los cuerpos y prácticas sexuales entre mujeres. Veyga en sus estudios sobre la "inversión sexual** sólo hace una alusión escueta al "placer venéreo [que devengan muchos hombres] por medio del frotamiento cuerpo a cuerpo juntando las partes homólogas, imitación de lo que hacen las mujeres invertidas" (Amor Invertidos, 340-341). Una de las descripciones m á s explícitas fue probablemente la que hizo Bernardo Etchepare, un médico psiquiatra, en un texto publicado en los Archivos en 1906. Etchepare publicó la historia de una mujer, ... a la que el padre de su madrastra, un senil erótico de 70 años, la depravó o medio, estas historias nos han formado a todos; son lo que debemos usar para crear nuevas ficciones, nuevas narrativas" (Writing Women, 37, Traducción mía). ^**La inestabilidad en la ortografía de este fetiquismo o fetichismo demuestra la fluidez de taxonomías en elaboración.

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efectuando en ella la succión clitorídea. Experimentó un placer tan grande desde los primeros ensayos y fue tal la satisfacción que obligaba todas las noches al anciano a que saciara en esa forma su deseo. Llevó el entusiasmo hasta la bestialidad, pues se hacía lamer los órganos genitales por un perro y a través de una reja (Desequilibrio Mental, 725),

L a práctica sexual codificada con elegancia en los retratos rococó de majas y señoras de la nobleza retratadas con sus perrillos falderos, en los textos de esta ciencia sexual se hizo una "bestialidad" que transfería cualidades del animal a la mujer, siempre representada como la devoradora, ahora enrejada y aún así saciando su deseo mediante el sometimiento del animal devorado que, al mismo tiempo que transfería a la mujer los significados de bestialidad, quedaba transformado en instrumento aquiescente y pasivo. Según Etchepare, la mujer de su historia, ya adulta, "tuvo relaciones abundantes con distintos hombres ... pero jamás tuvo placer en la cohabitación con el agente masculino. E n cambio empezó ella misma a ejercer el tribadismo en otras mujeres, llegando en ese caso a tener verdaderos amores con ellas" (Desequilibrio Mental, 725). L a expresión "ejercer ella el tribadismo en otras mujeres" puede denotar la "succión clitorídea". Etchepare, como Ingenieros, tampoco explicó directamente lo que significalDa "ejercer el tribadismo". Uno de los significados de la expresión debía deducirse del señalamiento repetido del médico de que la mujer de su historia "no p[odía] tener placer si no e[ra] por la succión clitorídea" (727), de que se había "fija[dol en su cerebro, que no hay duda estaba preparado para ello, la imagen del placer homosexual, de la urania, y [de que] hac[ía] de esa aberración un verdadero culto. Al mismo tiempo es insaciable en su frenesí genital, pues diez, doce, quince veces consecutivas experimenta el placer con sus maniobras en otras mujeres o con la succión clitorídea en ella" (729). Esta historia confirmaba la concepción de la sexualidad en una lesbiana con algo de religioso, "culto", de mujer "insaciable" y voraz, ahora devoradora de o devorada por otras mujeres.

^^La historia de esta mujer que había nacido en París y vivía en Buenos Aires tenía todos los elementos de la construcción de la lesbiana de esta ciencia sexual argentina finisecular. Ella había sido artista de café concierto y bailarina del Moulin Rouge, "durante varios años hizo las delicias de los escenarios de París, Ñapóles, Londres, hasta San Petesburgo" (Desequilibrio Mental, 725). A los eventos de su vida de artista cosmopolita y rebelde se

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Otros significados que Mercante evocó al utilizar el término ^étiquismo" se iluminan al revisar los textos sobre pedagogía de C. O. Bunge. E n "La enseñanza de la tradición y la leyenda" al citar la "célebre teoría o ley de Augusto Comte, apellidada 'de los tres estados"*, Bunge escribió; "la humanidad ha pasado sucesivamente por tres dilatados períodos: el religioso, el metafísico y el positivo. Cada uno poseyó sus métodos y tendencias características. E l estado religioso arrancó de la prehistoria; [y] comprendió el fetichismo, el politeísmo y el monoteísmo ... E l estado metafísico correspondió a la edad moderna. E l positivismo vino luego a reemplazar la tendencia de los tiempos contemporáneos" (Estudios Pedagógicos, 9-10). E l fetiquismo que identificó Mercante en los internados educativos también servía para hacer una representación de esos espacios como resabios de un estado religioso arcaico, prehistórico en medio del progreso del positivismo educacional contemporáneo que hemos visto, como espacios de un oscurantismo sectario peligroso. Según estos teóricos de una pedagogía argentina moderna ese estado religioso fetichista, no obstante ser un estado arcaico de la cultura se podía desarrollar en la época contemporánea porque era, además, un estadio natural del desarrollo infantil. Bunge alegó que "en la inteligencia del niño, mientras se desarrolla y robustece, reprodúcense también esas sucesivas modalidades de la historia. E l espíritu del hombre es religioso hasta la adolescencia ... sólo cuando llega a su completo desarrollo se hace, aunque no siempre.

sumaban su insistencia en la práctica de hábitos definidos como "incorrectos" para su sexo biológico: "acentuó cada vez más su carácter varonil. Ha aprendido a montar a caballo, en bicicleta, tira las armas, posee muy bien el juego del florete y tira la carabina a la perfección al extremo de hacer blanco con frecuencia en las golondrinas. Usa armas y en este momento anda con un revólver. Se complacía en la sociedad de los hombres de algún valer y de cierta fama original como Catulle Mendés, Chincholle, Jean Lorraine" (Desequilibrio Mental, 726). La vida y la sexualidad de esta mujer encarnaban "el 'tribadismo' ... [de] mujeres independientes de toda traba social (artistas, intelectuales, etc.)" que describió Ingenieros. Por su utilidad para hacer la confirmación de un estereotipo con aparente evidencia documental; en 1912, seis años después de su publicación original, los editores de los Archivos aparentemente faltos de material sobre el tema del lesbianismo volvieron a reeditar el texto de Etchepare en su versión original. Recordemos que la reedición de textos ya publicados, con o sin variaciones, fue una práctica consistente de los Arc/iii;os que dirigió Ingenieros.

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verdaderamente positivo" (Estudios Pedagógicos, 10). L a persistencia de un fetichismo en los internados educativos representaba entonces el peligro de costumbres y hábitos retrógrados de un medio que no permitía ese "completo desarrollo" y al detenerlo fomentaba un estado patológico de regresión que se podía extender a toda la cultura. A ese estado patológico, además, eran especialmente proclives las estudiantes de Mercante, no sólo por la edad de niñas y adolescentes que "naturalmente" pasaban por un estadio religioso prehistórico, sino también por el hecho de ser mujeres. Mercante propuso que "el fetiquismo de los objetos ofrece, en la mujer, variedades singulares; es por efecto de su vida retraída y su imaginación desbridada, más frecuente que en el hombre. Su pronunciada tendencia a los adornos prueba lo que afirmo" (Fetichismo Uranismo, 23). Notemos la similitud no sólo entre esa sensibilidad afecta a aquella "variada orfebrería, que llena de metales falaces el cuerpo" sino también esta "imaginación desbridada" de mujeres y/o multitudes que "imagina[n] mucho y deforme ... porque vive[n] en un perpetuo gogorismo moral ... todo se convierte entre sus manos en cuento de hadas o en fantasías vesánicas". E l fetichismo de "metalinas y pedrerías fetiches [que] carecen de valor intrínseco [el acto de dar tanto valor a objetos sin valor comercial preocupaba al pedagogo burgués] ... talismanes (pescados de plata, zapatitos de ágata, medallas doradas, cruces de coral, chapitas engarzadas" (23) funcionaba en el texto como una materialización de los "gérmenes" introducidos en latencia en la primera parte del texto. Ahora, en la segunda sección éstos proliferaban en un medio ambiente de mujeres solas representado como el caldo de cultivo ideal para la enfermedad de este "culto" o religiosidad femenina. E l mal se reproducía en estas mujeres devotas a estos objetos "de culto, [que] carecen generalmente de atractivo, no exornan... pierden ¿n propósito estético para adquirir el idolátrico. E l ocultismo suele imponerse a la exhibición" (23). Así las estudiantes fetichistas se transformaban en "adoratrices de talismanes" (24) representadas como sacerdotisas de una insalubre secta femenina retrógrada, prehistórica. E n la primera parte de su artículo Mercante inscribió la enfermedad como gérmenes en latencia pero en la segunda parte el lector veía cómo se empezaba a propagar el mal de "esas orejas, [a] ese cuello, ese pecho, esa cintura y esos dedos invadidos por el oro, la plata, el cobre, [y] el acero" (23). Después de haber descrito en la sección anterior el alma de la mujer "cáliz" que guardaba el germen de la enfermedad en latencia; en la segunda parte y una vez rota la crisálida en la adolescencia de la adolescente, el mal "invadía", infectaba el cuerpo de estas

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mujeres jóvenes comunicándose progresivamente de "las orejas** al "cuello**, "el pecho** y "la cintura", extendiendo la contaminación hasta las extremidades de "loa dedos**. Y el cuerpo de la mujer Enigma seguía encubierto por una purulenta superficie de metales que ciñéndolo lo ocultaba y lo transformaba en objeto, "adorno" y/o "fetiche". Otra de las funciones de la sección sobre fetiquismo era hacer una descripción de un medio "femenino", no muy distinto al de las multitudes de Le Bon y Reimos Mejía, en el que se hacían más fáciles el contagio y la propagación de una enfermedad individual que se podía transformar en un mal social "generalizado por imitación y contagio" (24), que se propagaba fácilmente en "la escuela [que] es un conjunto y toda psicosis se epidemiza con extraordinaria rapidez, constatado por multitud de casos: la forma individual pasa a la colectiva y es entonces lo alarmante" (24). De esta forma, en ésta, la última frase de la segunda parte del artículo, el pedagogo introdujo en su texto la definición de una patología, una "psicosis", que se extendía adoptando la temida dinámica de la plaga moderna, la epidemia que de fetichismo, en la segunda sección, se transformó en uranismo en la tercera parte del texto. E n la primera frase de la tercera sección Mercante cambió el tono literario anterior y adoptó un tono científico más severo, al invitar a sus lectores a registrar "papeles y apuntaciones de reciente época acerca de fenómenos más graves" que el fetichismo (23). E l tono hasta aquí era el del discurso que buscaba poner en práctica una profilaxis; anunciaba la aparición del mal que de no ser contenido podía transformarse en epidemia. Los mismos fantasmas, formas de representación que habían usado los higienistas en la década anterior, eran ahora utilizados para vigilar y controlar las relaciones o asociaciones entre mujeres que desde la adolescencia, en las escuelas superiores y después en las distintas facultades de la universidad se asociaron con otras mujeres en organizaciones feministas, asociadas o relacionadas con grupos de obreras y obreros socialistas y anarquistas. E n la historia del movimiento obrero fue muy importante la participación de mujeres, argentinas y extranjeras, obreras y profesionales —como Alicia Moreau, Cecilia Grierson o Virginia Bolten— que organizaron asociaciones feministas obreras y profesionales que empezaron a exigir los derechos de la mujer. D. Guy y Marifán Carlson notaron que en los primeros años del siglo XX, las activistas socialistas formaron sus propios centros eh Buenos Aires. Dedicadas como las hermanas Chertkoff—Fenia, Mariana y Adela— Raquel Messina, Gabriela Laperriére, y Carolina Muzzilli investigaron las condiciones

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laborales y de vivienda de mujeres pobres y lideraron la lucha para mejorarlas (Sexo Peligroso, 124). Guy también señaló que Paulina Luisi, por ejemplo, la primer mujer médica de la historia de su país, una "reformadora feminista y socialista del Uruguay, fue contemporánea de Moreau de Justo y frecuentemente ayudó a las reformistas argentinas en su lucha" (Sexo Peligroso, 124). Y "otras, como la Dra. Julieta Lantieri de Renshaw, una ciudadana naturalizada que había estudiado farmacia y medicina en Buenos Aires, eran feministas decididamente politizadas, cuyos modelos eran las sufragistas inglesas y estadounidenses". L a Doctora Pertrona Eyle, por ejemplo, había recibido su título de medicina en Suiza en 1891, "lo revalidó en la Universidad de Buenos Aires dos años más tarde y empezó a practicar medicina y política feminista" en Buenos Aires (Sexo Peligroso, 123). A la visibilidad de estas intelectuales, médicas, químicas y escritoras se sumó la de mujeres obreras organizadas dentro del movimiento laboral. laco Oved al describir la celebración del día internacional del trabajo del 1** de mayo de 1904, señaló especialmente que "ese día acudieron grandes multitudes y sobresalieron, a diferencia de otras veces, masas de mujeres" (Anarquismo Movimiento, 338). Esta era la epidemia femenina temida por los curadores de las nuevas ciencias de la persona y la sociedad argentinas. Al principio de la sección sobre uranismo el Inspector del Consejo Nacional de Educación declaró con seguridad que como resultado de sus investigaciones: "pude constatar que el uranismo pasivo constituye en los internados educativos una epidemia" (25). Para tratar de extender la vigilancia del sistema educacional estatal a las escuelas privadas. Mercante inventó una epidemia de uranismo extendida en todo el sistema educacional. Este escritor genial y desconocido transformado en inspector de penetrante mirada adoptó el tono del científico objetivo, honesto y diligente al afirmar que "los hechos [que iba a describir] se refieren al internado X ... escuela de enseñanza superior de Buenos Aires, donde cursan niñas de 10 a 22 años" (25). Pero enseguida agregó que sus "anotaciones comprenden además, establecimientos particulares y del estado" (25). Así al mismo tiempo que agregaba evidencia sobre el mal extendido en las escuelas religiosas, el texto del pedagogo e inspector vigilante también adquiría la urgencia de una primera advertencia de la epidemia que amenazaba comunicarse a todo el sistema educacional. Agregando significados a las imágenes del oscurantismo y las prácticas idolátricas de las adoratrices de talismanes que describió en

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la sección anterior, en la sección sobre uranismo éstas se hicieron vírgenes marianas. Mercante alegó que ...la homosexualidad femenina no es por lo común impulsiva (Pitres); hay una predisposición morbosa a mantenerse contemplativa y romancesca, si es posible con cierta operosidad mística. Aquí su parentesco claustral. E l culto de reclusas a María es un síndrome psicopático donde el amor de la mujer ha sufrido la inversión, pero dentro de una actitud completamente pasiva, extática (25).

Esta representación de la homosexualidad de la mujer también utilizaba la "inversión", la desviación sexual favorita de la ciencia sexual argentina del período, pero al utilizarla para intentar detener el avance en todos los campos de la mujer, sobre la que había una considerable reluctancia a representar tanto el cuerpo como sus prácticas sexuales, convenientemente se la caracterizó como la desviación de tipo "contemplativa y romancesca ... mística" como una especie de sexualidad en trance religioso, descorporizada. Mercante describió las narrativas o discursos que ofrecían modelos alternativos de mujer como importantes en la etiología de la enfermedad. E n la misma página y poco más abajo, el Inspector agregó que "el fenómeno se manifiesta, es curioso, en aquellas escuelas m á s claustrales y donde las maestras se entregan a frecuentes disertaciones acerca del culto a las santas mujeres, con letreros alusivos en los pizarrones" (25), Como señaló Jean Franco, en Latinoamérica el convento desde hace varios siglos fue un espacio alternativo, dentro y fuera del sistema patriarcal.^^ E n ese espacio las disertaciones y los letreros alusivos eran los discursos alternativos que tanto preocupaban a los burócratas estatales. Como veremos esos discursos ofrecieron a muchas mujeres modelos distintos al de la esposa obediente y madre prolífica. No obstante la caracterización de "femenina" de esta homosexualidad de "la mujer [que] ha sufrido la inversión, pero dentro de una actitud completamente pasiva" (25), Mercante identificó en las parejas de adolescentes uranistas un "elemento activo" y otro "pasivo". Notando parejas de mujeres que se reunían durante los períodos de descanso entre clases, el pedagogo las definió como "novios que conversaban de sus asuntos. No obstante el carácter espiritual y femenino de ^^Ver, J . Franco. Plotting Women: Gender and Representation in Mexico, cap. 2.

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aquel connubio, un elemento era el activo, otro el pasivo" (26). Definiendo el rol de uno y otro "elemento". Mercante escribió: ...el apareamiento ocurre entre dos estructuras diferentes del punto de vista moral. Una, eminentemente sugestionadora, manda, vigila, cuida, ofrece, da, dispone, describe el presente, imagina el futuro. Salva las dificultades y vitaliza a su compañera. Otra, obedece, acepta, se resigna, evita motivos de disgusto a su mancebo y enaltece su afecto con palabras dulces y promesas llenas de sentimiento y sumisión (26). L a uranista activa era la sugestionadora que utilizando narrativas alternativas "describ[ía] el presente e imagina [ha] un futuro ... y vitaliza[ba] a sus compañeras". L a adolescente pasiva, sugestionada, homosexual porque establecía una relación emocional y afectiva con otra mujer —pero no por haber invertido el rol "femenino" prescripto como correcto para ella—, "obedece, acepta, se resigna". Notemos que en esta pareja, "el elemento activo" es caracterizado como el "mancebo", "masculino". E s a era la transgresora de la pareja, y el principio de la infección que nuevamente fue localizado en la histérica. Mercante alegó que "la psicopatía despunta en niñas mayores de quince años y nace asilada, de una histérica" (25). L a adolescente pasiva de Mercante era la "imitadora" que sería inducida al temible culto por la adolescente activa. E l pedagogo dice que "neófitas eran las que por primera vez ingresaban al establecimiento. L a vacante principio activo y sin novia, comenzaba la conquista con los ojos; luego la aproximación y por fin el ofrecimiento. Las indirectas elaboran el ambiente. ... E l afecto va creciendo; la mujer, imitadora, se adapta, y la neófita contrae estado" (26). "La conquista comenzaba con los ojos" que eran el primer gran instrumento de la sugestión bajo la cual, como veremos enseguida, el "estado" contraído atentaba contra el Estado. L a construcción de esta "psicosis que se epidemiza", esta ansiedad por "la psicopatía [que] despunta en niñas mayores de quince años, y nace aislada de una histérica", "eminentemente sugestionadora", que "vitaliza a su[s] compañera[s]", "imitadora[s]", refleja no sólo el anticlericalismo del positivismo nacionalista argentino de principios del siglo veinte. E r a una expresión del temor de la clase patriarcal y burguesa hegemónica por el activismo de las mujeres. Las que servían de portavoces de esas asociaciones representaban ese elemento "activo" al mismo tiempo que los grupos asociados o audiencias, "multitudes", eran descritas (siempre de acuerdo con las teorías de Le Bon) como una "mujer", "pasiva", y altamente sugestionable, "imitadora", y con oscuras

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necesidades eróticas manipulables y manipuladas por líderes que la seducían con sus fluidos magnéticos. E l "magnetismo**, una capacidad de liderazgo o de verbalizar las exigencias de un grupo mayor, preocupó especialmente a Bialet-Massé en el texto que hemos visto, al señalar que "las mujeres que entran por ese camino son francamente anarquistas y anarquistas exaltadas; algunas de ellas se hacen notar por sus facultades oratorias. Hay en el Rosario [por ejemplo] una joven puntana de palabra enérgica y dominante, que arrastra a las multitudes" (435. Énfasis mío). Notemos el temor específico al poder del discurso, las "facultades oratorias" de mujeres que al apoderarse de la palabra fueron representadas enfática e insistentemente como "francamente anarquistas y anarquistas exaltadas". L a misoginia y el temor a la mujer entretejidos en la representación de las multitudes de la nueva metrópolis argentina como una mujer "sugestionable", que despierta violentamente al ser seducida por líderes mujeres y sugestionadoras fueron recurrentes en Las multitudes argentinas. Ramos Mejía definió las caraterísticas de las multitudes y de sus líderes a la vez que imaginó una dinámica entre los grupos y los portavoces que articularon un discurso socio-político distinto al hegemónico. Los voceros de los grandes grupos populares, escribió Ramos Mejía, son "los dominadores de la multitud, los que, surgidos o no de ella, han tenido calidades de cierto orden que les ha permitido dominarlas, dirigirlas y, a veces, transformarlas" (3). Estas transformaciones se propagaban en un contagio facilitado por las similitudes fisiológicas de la multitud. Ramos Mejía alegó que "para que haya multitud, es menester que exista, pues, comunidad de estructura, cierta facilidad de contagio, favorecida por analogías fisiológicas" (10). E s a era la "facilidad de contagio" favorecida por "dos estructuras diferentes del punto de vista moral" en el artículo de Mercante, una "pasiva" y la otra "activa", pero que tenían las "analogías fisiológicas" de dos mujeres adolescentes. E n Las multitudes y siguiendo la teorias de G. Le Bon, Ramos Mejía homologó los nuevos grandes grupos culturales que poblaban los nuevos grandes centros urbanos Argentinos con una mujer, "curiosa y entrometida como las mujeres desocupadas y las plumas, amiga de los escándalos y de los motines" (290-291). E n esta mujer "desocupada", —desempleada, en muchos casos porque se negaba a aceptar el rol de esposa y madre designado para ella—, este sociólogo describió una oscura fuerza erótica pronta a estallar: primero era la multitud

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"impulsiva" y . Violenta" (54) aunque todavía "pasiva", "tímida y linfática (yl); pero cuando se rebelaba era la multitud ^prostituta! y ¡cobarde!" (103), "hetaira" (289), y concluía siendo la "beata veleidosa, que besa con mordiscones y adora con las impuras efervescencias del celo" (296). E n esta "beata", "sensible", "tímida" y "linfática" pero peligrosamente "impulsiva", y "veleidosa", sugestionable, en el análisis de Ramos Mejía se definía la misma "estructura pasiva" que hemos visto en el artículo de Mercante. Cuando esta multitud adolescente, "imperfectamente modificada" (273), se hace amiga de los motines, cambia y emerge la "multitud [que] admira por costumbre, obedece y se somete, porque la repetición de actos iguales le ha creado el mecanismo reflejo de la obediencia y de la admiración" (201). L a multitud que "obedece y se somete" (201) en el texto de Ramos Mejía, era la "uranista pasiva" que "obedec[ía] y se resigna[ba]" (Fetichismo Uranismo, 26) en el texto de Mercante. Ramos Mejía también describió el proceso de la seducción mediante l a sugestión. E l presunto sociólogo escribió: "al llegar a cierta altura la sugestión comienza a venir también del caudillo hacia la multitud" (201). Así se empezaba a perfilar la "uranista activa", "eminentemente sugestionadora", el "caudillo" o "mancebo" que "manda[ba], vigila[ba], cuida[ba], ofrec[ía], da[ba] [y] dispon[ía]" en el artículo de Mercante. Y este "principio activo" despertándolos manipulaba los "fluidos eróticos" latentes en la multitud pasiva. Como el caldo de cultivo que describió Mercante, Ramos Mejía describió primero un estado de sonambulismo histérico colectivo. Así pasó, de la psiquiatría a la sociología la noción de "histeria de masas". Según Ramos Mejía era "en estos estados de violenta excitación por que suele atravesar la multitud dinámica [que] pasará algo análogo al sonambulismo de la histérica [...] porque hay, indudablemente, un sonambulismo-colectivo, como existe uno individual" (284). E n este estado el líder ejercía sus poderes magnéticos que erotizaban a la "beata veleidosa". Ramos Mejía describe la seducción del líder, que emanaba un fluido que ...en los hombres afortunados dimana de los ojos, de la boca, de las manos, y ¡qué sé yo! de qué otras partes del cuerpo. Aureola peculiar llena de efluvios carnales que seduce irresistiblemente la imaginación y los sentidos siempre alborotados de las mujeres. [...] Lo propio pasa con la multitud, que, punto más punto menos, tiene las mismas deficiencias y particularidades de la mujer (9192).

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En el texto de Ramos Mejía, los antecesores latinoamericanos de estos líderes eran, ...esa abundante pululacidn de hechiceros, astrólogos, judiciaries, nigrománticos, casi todos nativos [que] a la par que hablaban de cuentos de amor, hacían sus hechizos, encantamientos y *cercos eróticos', [y] en sus sortilegios mezclaban incitaciones a la desobediencia, y tendían a despertar en la plebe el sentimiento de suficiencia profética de fuerzas (20).

Pero en la primera década del siglo veinte, cuando se invirtió la relación de poder, cuando se organizó el movimiento laboral argentino y se reunió en celebraciones y demostraciones de acción gremial, la construcción textual de una epidemia de uranismo también trataba de controlar la asociación de la multitud mujer con la mujer de la plebe ...[que] asociada a la turba, le imprime un aspecto terrible porque en tales circunstancias, pierde más pronto que el hombre todos los intintos dulces y amables, que son la tónica de su alma. Ellas arengan a la gente, la inflaman con sus imprecaciones inesperadas, en la plaza, en la calle, hasta en el pulpito de la iglesia** (Multitudes Argentinas, 155).

Este era el "uranismo femenino" de "parentesco claustral", el [temible] culto de reclusas a María" que describió Víctor Mercante en su artículo: una "epidemia" de "disertaciones y letreros alusivos", de "palabra enérgica", e "imprecaciones inesperadas" de mujeres que "se hac[ían] notar por sus facultades oratorias" y que "describ[ían otro] presente e imagin[aban un] futuro" distinto. Poses, posiciones o roles como si fueran jerarquías La definición de un uranismo femenino en el que Mercante discriminó entre roles pasivos y activos también se puede leer en el contexto cultural más amplio de las elaboraciones taxonómicas de las ciencias sexuales en Europa y Estados Unidos. L a diferencia entre esas elaboraciones y las que produjo la ciencia sexual argentina fue la preeminencia que tuvo en las ciencias argentinas el rol o posición sexual adoptada: receptiva, "pasiva" o insertiva, "activa". Las investigaciones más recientes, además, fueron confirmando la importancia del rol en la definición de las desviaciones sexuales en Latinoamérica, en momentos históricos posteriores. Roger Lancaster al estudiar nociones de desviación sexual en Nicaragua en la segunda mitad del siglo veinte, señaló que, al igual que los médicos argentinos de principios del mismo siglo, "actos que

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nosotros describiríamos como homosexuales [como las relaciones sexuales de un hombre que con otro hombre adopta una posición insertiva, en Nicaragua en la segunda mitad del siglo veinte] no connotan ni estigma ni son acompañados de la definición de una identidad de ninguna clase; otros [como las relaciones sexuales de un hombre que con otro hombre adopta la posición receptiva, "pasiva**] marcan claramente al practicante como un cochón** (Life Hard, 223. Traducción mía). "Cochón** era el término nicaragüense para la categoría del "pederasta pasivo" que como veremos obsesionó a los sexólogos argentinos de principios de siglo. Mercante usó indistintamente las categorías de homosexualidad e inversión porque en 1905, en Argentina los médicos que estaban en plena elaboración taxonómica de las desviaciones sexuales muchas veces las usaban indistintamente. Pero distintas categorías tenían distintos significados. Para comprender esos significados y notar similitudes y diferencias entre elaboraciones taxonómicas latinoamericanas y europeas o estadounidenses me fue útil comparar elaboraciones taxonómicas argentinas con las que reconstruyeron David Halperin y George Chauncey. Halperín al señalar que las categorías taxonómicas o definiciones de las desviaciones sexuales son producto de culturas y momentos socio históricos específicos, notó que en Europa y los Estados Unidos "antes de 1892 no había homosexualidad, sino inversión sexual** y agregó que el hecho de que la elección del objeto sexual pudiera ser independiente de roles, modos o maneras adoptadas, no parece habérsele ocurrido a nadie hasta que Havelock Ellis avanzó una campaña para aislar elección de objeto y rol (Sex Before, 39). E n la última década del siglo diecinueve la inversión, que en Europa y Estados Unidos denotaba no sólo prácticas sexuales sino un espectro amplio de roles, modos y maneras definidos como "incorrectos** para cada uno de los sexos biológicos, poco a poco empezó a ser reemplazada por la definición de homosexualidad, que denotaba específica y solamente la elección de objeto sexual "incorrecto** para el hombre o la mujer. Halperín escribió "la identidad sexual fue así polarizada alrededor de una oposición central definida por el juego binario de la diferencia o similitud en el sexo [biológico] de la pareja sexual; de ahí en adelante la gente pertenecía a una de dos categorías exclusivas [homosexual o heterosexual]** (Sex Before, 39. Traducción mía) sin que importara la posición adoptada en la relación sexual. E l uso indistinto de las categorías de inversión y homosexualidad en el artículo de ]VÍcreante reflejaba ese momento de transición en la elaboración taxonómica. Chauncey explicó que el cambio de foco de la

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preocupación central por la inversión a la preocupación por la homosexualidad fue más lento y complicado en los estudios sobre las desviaciones sexuales de la mujer, y notó que fue a partir de la definición moderna de la homosexualidad que "los médicos cada vez con más énfasis empezaron a someter a estudio las relaciones entre mujeres, relaciones que antes habían considerado decorosamente asexuales, y trataron de identificar lesbianas activas y pasivas** (From Sexual, 127. Mi traducción). Pero, como veremos, a diferencia de las elaboraciones taxonómicas de los médicos en Europa y Estados Unidos, donde la identificación de roles fue secundaria, fue precisamente esa "inversión" del rol definido como correcto para cada uno de los sexos biológicos la que en Argentina sirvió para identificar la diferencia. L a identidad sexual en la Argentina de principios de siglo, como en muchos países latinoamericanos hasta hoy, "fue así polarizada*' pero no "alrededor de una oposición central definida por el juego binario de la diferencia o similitud en el sexo de la pareja sexual** sino por lo correcto o incorrecto del rol, "pasivo** (receptivo) o "activo** (insertivo), adoptado.

Inversión, adentro E n Las multitudes argentinas —esa, insisto, primera imaginación de una Argentina moderna— Ramos Mejía usó la categoría del invertido sexual para anclar su definición de toda la nueva sociedad argentina, o porteña, de post-inmigración. E l "guarango" fue el modelo que usó para definir esa sensibilidad que debían corregir los sistemas disciplinarios de la educación nacionalista primero y el ejército reorganizado en 1901 con la Ley Richieri, como veremos más adelante, Pero ahora esa sensibilidad que el sociólogo había identificado en la hija y el hijo de los inmigrantes, la identificó en todas las nuevas clases sociales burguesas surgidas de la inmigración. Por diferencia, y a partir de la definición del guarango, este primer sociólogo definió una clase patricia "viril** de sensibilidad distinta a la de la nueva sociedad urbana y sus clases altas, medias y bajas que tenían la sensibilidad de un invertido sexual! De esa forma la alteridad del guarango invertido confirmaba y justificaba el status y la acción de la clase patricia viril. No obstante sus diferencias de clase, en Las multitudes el "guarango" era siempre un habitante urbano. Porque como explicó Manuel Bejarano "en las ciudades, en efecto, los niveles económico-sociales más altos, con exclusión del de la élite tradicional, fueron efectivamente alcanza-

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dos por los inmigrantes" (Inmigración Estructuras, 147). E l habitante del campo, el bárbaro de los textos de Sarmiento de mediados del siglo diecinueve, a fines de siglo cambió de significado cuando la inmigración colmó las ciudades, que dejaron de ser los centros de civilización europea imaginados por Sarmiento y se transformaron en los centros de la degeneración y la decadencia que hemos visto en los textos de Bunge. Entonces el campo, la zona de la propiedad de clase terrateniente, se transformó en el espacio simbólico repositorio de una sagrada nacionalidad "real". E n ese espacio, la (re)educación del Perico Gallina de Bunge era un antecedente de la educación del gaucho "masculino", misógino y nuevo dueño de la tierra representado por Ricardo Güiraldes en Don Segundo Sombra. E n Las multitudes argentinas las diferencias entre la clase patricia y el resto de la sociedad fueron marcadas con significados genéricos claros. L a clase patricia era una ...de padres cultos y nobles abolengos ya afinados por el buen vivir o por las aptitudes de constante corrección que han disciplinado el físico; quienes han recibido la sugestión constante, la serena y fácil práctica del deber moral ... todo eso que ha ido llenando poco a poco el alma con el voluptuoso perfume de ideales y ambiciones chéres au coeur, que mon esprit révait, y que se refugia, con cierto pudor varonil, en la modesta penumbra del hogar de abolengo (272. Subrayado mío).

Empecemos a notarla importancia que daba este discurso al medio ambiente que había modificado una biología racial, había "disciplinado el físico" mediante la exposición permanente a un tipo de sugestión. E n el párrafo que cité la genealogía de esta clase alta devenía de "esos padres cultos" y pasaba a la cita en francés —la lengua asociada a uno de los modelos intelectuales y culturales europeos ideales, la República Francesa pero la Tercera República de Luis Felipe durante la que se reorganizó París después de la rebelión de la Comuna de 1848—, y vuelve a refugiarse en un espacio interior que, en contraste con el colorido de luces y sonidos del exterior inmigrante fue representado bajo la influencia de un "pudor varonil", donde se guarecía refugiado en una penumbra sobria y severa, incolora. Las nuevas clases que habían ocupado los espacios de la ciudad desplazando a la clase hegemónica anterior tenían en común la sensibilidad del guarango que brillaba en todas las nuevas clases sociales. E l "canalla" era un burgués de la nueva clase alta enriquecida, "es el guarango que ha trepado por la escalera del buen vestir y el dinero, pero con el alma todavía llena de atavismos" (Multitudes

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Argentinas, 276). Llegaba a "insinuarse en la mejor sociedad, ser socio de los mejores centros, miembros de asociaciones selectas" (275); o era "otra variedad de guarango que difiere de aquel por el menor exhibicionismo de su vida y de sus gustos, tipo esencial y excesivamente conservador, de cierta modestia previsora porque procede de la avaricia" (277). Podía ser un profesional de las nuevas clases medias, "médico, abogado, ingeniero o periodista, le sentiréis a la legua ese olorcillo picante al establo y al Asilo del guarango cuadrado, de los pies a la cabeza" (275). O podía ser un miembro de las clases bajas: "el huaso [que] es un guarango de especie más grotesca; piel moral de paquidermo, que araña con su áspero roce, y del cual por obra del medio, sale el compadre, que es un huaso morigerado por el contacto urbano y la constante sujeción al trabajo callejero" (277). Presente en todas las clases sociales este tipo era el más representativo de la sensibilidad que tanto preocupaba al sociólogo. Ramos Mejía escribió: El guarango representaría uno de esos vertebrados que en épocas remotas buscarán con curiosidad los sociologistas del porvenir, para establecer el encadenamiento de los tipos sucesivos de nuestra evolución. Es un invertido del arte y se parece a los invertidos del instinto sexual que revelan su potencia dudosa por una manifestación atrabiliaria de los apetitos. Necesita de ese color vivísimo, de esa música chillona, como el erotómano del olor intenso de la carne; quiere las combinaciones bizarras y sin gusto de las cosas, como éste de las actitudes torcidas y de los procedimientos escabrosos, para satisfacer especiales idiosincracias de su sensibilidad. En música tiene los atavismos que manejaron sus padres en la miseria; y en lo que a la pintura se refiere, posee en la retina los colores chillones de la oleografía con que ellos fueron sorprendidos en sus primeros contactos con la pinturería del suburbio o de la aldea fronteriza (273). Lo guarango emergía en todas las clases sociales porque más que un tipo sociológico era ese gusto y esa sensibilidad que ya hemos visto en la niña y el niño disciplinados por las sugestiones retóricas y sensoriales de la educación nacionalista. Como el gusto de esa clase patricia que había "recibido la sugestión constante"; el guarango también era producto de sugestiones culturales a las que, teóricamente, habían estado sometidas varias generaciones: "trae a la vida social la impregnación viva de todas las sensaciones visuales, auditivas y morales que sus ascendientes almacenaron durante la gestación, entre los rumores del maizal verde oscuro excesivo, los olores violentos de la parva fermentada" (274). Al emigrar el gusto del guarango del pequeño pueblo de campo europeo a la urbe argentina "todo eso

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mezclado en revueltas combinaciones, lo veréis luego reaparecer en su ropa barroca, en la indumentaria del hogar, con excesos de mercería, en sus gustos literarios, en sus fiestas .. en su rúbrica ... en su perfumería" (274). Al concluir su descripción de esa sensibilidad teóricamente predominante en la cultura porteña de post-inmigración, Ramos Mejía insistió en que la sensibilidad que debía ser corregida era la del invertido: "lo que en materia de gustos y de arte se le ocurre a un guarango, sólo un invertido puede pensarlo" (274). E n la obra de este fundador de nuestras ciencias sociales fue recurrente la categoría de la inversión sexual utilizada para caracterizar a las personas o grupos de personas que rompían, rechazaban, cuestionaban o no aceptaban los modelos económicos, políticos o culturales de la clase terrateniente. En Los simuladores del talento, un texto publicado por primera vez en 1904 en forma de artículo, y bajo el título de "La fauna de la miseria", Ramos Mejía caracterizó al judío como "una resultante bizarra del hombre de tipo económico y del invertido sexual". Y agregó "las energías adquisitivas y conservadoras del usurero sólo son comparables, en su tranquila intensidad y en lo clandestino del placer, a la lujuria del invertido, esencialmente vergonzante" (393). Dos páginas más abajo el sociólogo de antisemitismo notable concluyó su caracterización de los judíos "enrolándolos en la larga protervia de los invertidos" (395). George Mosse en Nationalism and Sexuality, un libro clave de los estudios sobre la relación entre nociones de Estado y sexualidades, señaló que en la imaginación cultural europea de fines del siglo diecinueve "la conspiración de homosexuales corría paralela a la conspiración judía universal; ambos judíos y homosexuales eran considerados *un estado dentro del estado" (138. Traducción mía). Desde 1890, cuando empezaron a llegar a Buenos Aires los inmigrantes rusos judíos que poblaron distintas colonias en las provincias de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires, empezó a emerger este antisemitismo argentino notable. L a debacle que describió La bolsa, la novela de Julián Martel publicada en 1891, un año después de la crisis económica del 90, contribuyó a imaginar el peligro de una presunta amenaza judía en ciernes desde esa fecha. E n la novela de Martel, Glow, el personaje que representaba la nueva burguesía criolla enriquecida, al introducir al barón Mackser (recordemos que el barón Kirsch fue el fundador de la Jewish Colonization Association) lo presentó como el "especulador", y advirtió: "el barón Mackser es el general avanzado del ejército israelita lanzado contra la América para conquistarla con el dinero, arma

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poderosa contra la cual son impotentes todas las que podamos emplear nosotros los arios ... Los judíos, ocultos en la sombra van avanzando paso a paso, haciéndose dueños de la prensa y por lo tanto de la opinión pública, de la cátedra, de las magistraturas, del Gobierno** (145). Estableciendo una alianza entre el judío y el temido socialismo finisecular, el mismo personaje agregó: "y su triunfo será más seguro todavía, si se le ocurre aprovechar el elemento socialista como fuerza de combate, y dirigir la revolución social espantosa que se aproxima** (149). Conformando el mismo estereotipo del conspirador que describió Mosse, este judío era "femenino**. E l detalle del narrador objetivo, científico, realista de la novela de Martel —copia o antecedente del modelo de narrador de las historias clínicas de higienistas sociales y criminólogos que de acuerdo con las teorías de Lombroso confirmaban un carácter y una psicología visibles en los rasgos físicos-— lo describió como "un hombre pálido, rubio, linfático, de mediana estatura** (72). Esta parece una copia del personaje que debía ser masculinizado en "El valiente'*. Recordemos que el personaje de Bunge era "pálido, enfermizo, de baja estatura**. Pero en los rasgos del personaje de Martel —a diferencia del Perico que representaba al personaje que sí podía ser regenerado— el género emergía inscripto, asociado a características raciales profundizadas de generación en generación, en su "cara antipática y afeminada se observaba esa expresión de hipócrita humildad que la costumbre de un largo servilismo ha hecho como el sello de la raza judía** (Bolsa, 72). Halperín Donghi ya ha señalado el antisemitismo de esta novela, especialmente significativo porque, a diferencia de la población italiana, "en efecto, el número de residentes judíos era en la Argentina de 1890 extremadamente reducido** (Espejo Historia, 221). Sugiero que el antisemitismo argentino, alternativamente negado o debatido, pero siempre latente y pronto a resurgir (especialmente durante las dictaduras militares), tiene una de sus raíces en la historia del latifundio argentino. Revisemos esta historia también. Manuel Bejarano explicó que la década de 1880-1890 marca el tránsito de la colonización ejidal, practicada en las zonas suburbanas, a la gran expansión agrícola y radicación de numerosos grupos de inmigrantes en áreas más extensas, antes reservadas al pastoreo y los establecimientos ganaderos. E l corto período de transición implicaba un brusco cambio de rumbo en cuanto al uso y la explotación de la tierra, pero también, lo que es más interesante todavía, un cambio de actitudes en los mayores propieta-

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rios y estancieros respecto de la masa inmigratoria que hasta entonces había procurado inútilmente expandir la agricultura y hallar en sus recursos un bienestar económico (Inmigración Estructuras, 145. Itálica en el original). Así se empezaron a mover, pero sólo en calidad de puesteros, arrendatarios de parcelas de propiedad de la clase latifundista, algunos inmigrantes que se dedicaron a expandir la agricultura que debía proporcionar el forraje necesario para los nuevos tipos de ganado que debía ser mejorado de acuerdo con las demandas del mercado exportador. Pero eso no significó que hubiera un cambio en el sistema generalizado de propiedad latifundista de la tierra. No obstante haber habido un "brusco cambio" en el uso y explotación de la tierra, Bejarano advirtió que "en su aspecto estructural, sin embargo, las explotaciones agrícolas iban a quedar subordinadas por entero a las modalidades típicas de las explotaciones ganaderas" (145). De esa forma, pero "con excepción de algunas pocas colonias, como las fundadas por la Jewish Colonization Association, del barón Hirch, los inmigrantes se radicaban en forma aislada en los campos pertenecientes a las empresas privadas" (131). Los latifundistas temían que las colonias judías, en las que por estipulaciones de los contratos de la Jewish Colonization Association se radicaron inmigrantes que con el tiempo podían hacerse propietarios de parcelas de campo, compitieran con ellos. A diferencia del inmigrante urbano, los colonos inmigrantes judíos representaban la invasión extranjera en la zona que encarnaba el poder económico y simbólico de la clase patricia terrateniente. Las colonias judías, además, tuvieron mucho éxito. Solberg explicó que "los rusos judíos, como los inmigrantes levantinos, experimentaron un éxito económico espectacular después de 1900" (88). Fue también por este éxito económico de un grupo de inmigrantes que compitieron con la clase terrateniente en su propio terreno que el representante del patriciado propuso que "las energías adquisitivas y conservadoras" del inmigrante judío, estereotipado como "el usurero" eran comparables "a la lujuria del invertido". Ese antisemitismo se hizo una política estatal cuando este mismo sociólogo fue empleado de la burocracia higienista, entre 1892 y 1898, y de la educación, entre 1908 y 1912. Al investigar la ofensiva antisemita estatal ejercida por intermedio de Ramos Mejía, Solber señaló que "los nacionalistas reservaron sus más virulentos ataques para las escuelas judías de las colonias agrícolas de Entre Ríos. L a controversia sobre esas escuelas surgió en 1908", cuando Ramos Mejía

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empezó a trabajar como Presidente del Consejo. Fueron esos ataques, difundidos por "los diarios de Buenos Aires y Caras y Caretas"* los que "justificaron una campaña periodística total contra las escuelas judías ... L a controversia declinó después de 1909 pero no sino después de haber generado gran hostilidad contra los inmigrantes judíos" (Inmigration Nationalism, 148. Traducción mía). E s a era una inmigración que en muchos sentidos atentaba contra los intereses de los grupos hegemónicos. Marifrán Carlson, por ejemplo, señaló que Fenia Chertkoff, hija de Moisés Chertkoff, un socialista ruso perseguido por la policía tzarista, "emigró a la Argentina de Odessa en 1895 ... Ella se estableció en la provincia de Entre Ríos, en la colonia Santa Clara ... Fenia, que se había graduado de la escuela normal en Odessa, fundó una biblioteca y una escuela primaria en Santa Clara" (Feminismo, 131). E n 1910 Fenia Chertkoff se casó con Nicolás Repetto, uno de los fundadores del Partido Socialista Argentino. Estas personas, su ideología y sus actividades organizadoras eran las representadas como infecciones e invasiones de "invertidos sexuales" y su sensibilidad. E n 1895, cuando Ramos Mejía fue presidente del Consejo Nacional de Higiene generó una persecución (ya se hace evidente que sistemática) contra las mismas colonias judías entonces representadas como focos de insalubridad. Un documento del Departamento Nacional de Higiene fechado en Diciembre de 1894, cuando se investigaba el origen de una epidemia de cólera decía: "El Sr. Cerbera ha partido a la Colonia Palacios, acompañando al Dr. Parpal y guarda sanitario. Allí la población está formada especialmente por judíos que viven en pésimas condiciones de higiene. E l Dr. Parpal ha ido para darse cuenta personalmente de esa amenaza epidémica'' (Cólera Informe, 195). Pero otro documento fechado en Abril de 1895 decía en respuesta al anterior: "A fines de Diciembre el Consejo de Higiene de la Provincia tuvo conocimiento de la existencia de enfermos sospechosos en la Colonia Palacios ... Aquí es de oportunidad hacer presente que a los turcos diseminados en aquella Colonia, fue a quienes en primer momento se atribuyó la importación del cólera a la Provincia. Los hechos posteriores no han justificado esta apreciación" (513). L a identificación y representación de un foco epidémico en una población de inmigrantes judíos en el primer documento, cambió al demostrarse que tal foco no existía ni representaba una amenaza social. Entonces a la población de inmigrantes judíos se los representó como una población de turcos. Durante la presidencia de Ramos Mejía en el Departamento, a los

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inmigrantes judíos se les achacó la importación del tifus. Un documento pub icado en 1898 alegaba que «la aparición por primera vez en la Kepublica del tifus exantemático, importado por los judíos rusos del Barón Hirsch, imponía una conducta severa para higienizar esas aglomeraciones" (Defensa Sanitaria, 355). A los colonos judíos se los sometió muy específicamente a una vigilancia "sanitaria" sin precedentes para con ningún otro grupo cultural. E n la Memoria del Departamento el mismo Ramos Mejía al describirla primera aplicación de desinfecciones obligatorias en la isla Martín García, escribió: "esta medida fue puesta en práctica [por primera vezl con los inmigrantes judíos de procedencia rusa, enviados por la sociedad colonizadora del barón Hirsch" a los que sometieron a "la aplicación de las medidas más severas para higienizarlos" (78). Los inmigrantes judíos conformaron el único grupo cultural que, sistemáticamente, debió pasar por esa desinfección. Los mismos higienistas señalaron que esas desinfecciones sistemáticas "fueron puestas en práctica por primera vez en los vapores Pfalz, 'Mark*, y otros de la misma compañía alemana, que traían a nuestro país una gran cantidad de inmigrantes judíos provenientes de la Rusia, pertenecientes a la empresa mencionada del barón Hirsch (1895). A pesar de las protestas reiteradas de los Agentes, capitanes de los vapores y del representante de la Empresa Colonizadora, asegurando que esos pasajeros venían en condiciones higiénicas" (360). E n un texto que hizo una historia de la estación de desinfección en Martín García, al describir el movimiento de pasajeros que pasaron por la estación de desinfección durante la presidencia de Ramos Mejía, éste decía: "en el sexenio transcurrido [1892-1898] el movimiento de pasajeros ha sido importante, comprendiéndose en ellos además de los cuarentenarios enviados por los buques en cuyo bordo habían tenido lugar casos de enfermedades infecciosas [esta era la función teórica fundamental de la instalación sanitaria de Martín García: por ahí debían pasar por una desinfección y cumplir cuarentenas solamente los pasajeros de buques en los que había habido casos de enfermedades infecciosas]; las tripulaciones de los buques de guerra brasileros adictos a la revolución que en aquel Estado encabezaron los marinos Saldhana da Gama y Mello, los llamados asilados del Bajo de Belgrano y los inmigrantes judíos enviados a la isla para su desinfección, antes de permitirles fueran conducidos a su destino" (Memoria, 237-238). Notemos el agrupamiento de judíos, revolucionarios y habitantes de una periferia, "del bajo" de la ciudad en esa tradición tan especial de la isla de Martín García utilizada como espacio entre espacios en el

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que se vigilaban y controlaban a los excluidos o insalubres físicos, económicos y culturales.

Encuentros de males del afuera y el adentro Seductores italianos y jóvenes pederastas argentinos L a importancia mayor de una práctica sexual que, más que la elección de objeto sexual era la que servía para definir la desviación del "invertido*' o "pederasta pasivo**, fue evidente en La mala vida en Buenos Aires, un libro de Eusebio Gómez publicado en 1908. Gómez, un abogado criminólogo, fue Director de la Penitenciaría Nacional donde trabajó con José Ingenieros como funcionario joven de la burocracia estatal. E n La mala vida, en el capítulo titulado "Los homosexuales**, y bajo el subtítulo "Los invertidos sexuales — L a moral de los invertidos sexuales** Gómez escribió: "Entre los vicios de las grandes ciudades cabe hacer notar los que resultan de la existencia de ciertos sujetos ... a los que, siguiendo la terminología de la ciencia contemporánea, designamos con la denominación de invertidos sexuales** (175), E l uso simultáneo de las definiciones de "homosexuales" en el título del capítulo y de "invertidos sexuales", en los subtítulos y en el texto que lo usó profesando seguir "la terminología de la ciencia contemporánea**, sin duda corresponde a la transición, que Halperín y Chauncey describieron, de la noción de inversión que denotaba un espectro amplio de hábitos, costumbres y modales "femeninos** del hombre, a la definición de la patología del "homosexual** que denotaba solamente la similitud en el sexo de la pareja sexual. E s cierto que en el texto de Gómez emergió la noción de homosexualidad que, como señaló Chauncey, "se enfocaba sobre el asunto más específico de la selección de objeto sexual** (From Sexual, 116). E n efecto, Gómez señaló que "consiste la homosexualidad en la inclinación hacia las personas del mismo sexo, para el cumplimiento y satisfacción de los apetitos carnales" (178). Pero a diferencia de las elaboraciones taxonómicas que estudiaron Halperín y Chauncey, en el discurso de la ciencia sexual argentina ya he sugerido que la definición de la identidad de la homosexualidad no reemplazó la definición de la identidad del invertido. Esta última categoría subsistió y fue utilizada para especificar, más allá de la elección de objeto sexual, el rol adoptado en la relación sexual entre personas del mismo sexo. L a homosexualidad, como la pederastía, significaba elección del objeto

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sexual incorrecto pero no especificaba el rol adoptado en la relación sexual.^' L a "pederastía pasiva" denotaba la inversión del rol insertivo definido como correcto para el hombre. De acuerdo con esta concepción finisecular de la desviación una vez que el hombre invertía su rol sexual, seguía invirtiendo las costumbres, hábitos, modales y vestido definidos como correctos para su sexo biológico en un proceso de simulación que culminaba en la patología del delirio de creerse una mujer en el cuerpo de un hombre. Como veremos más adelante, el invertido sexual, además de ser concebido arbitrariamente como adoptando consistentemente el rol receptivo, "pasivo", también fue representado confundido con el hombre que practicaba el travestismo. E n el libro de Gómez había un énfasis claro en la descripción detallada de hábitos sexuales que eran los que podían precipitar la patología. E n la primera frase del capítulo sobre los homosexuales Gómez demostró su preocupación por "un fenómeno [que] se advierte a poco que se profundice la observación de esas [grandes] ciudades: es la tendencia creciente a buscar la satisfacción de los apetitos que determinan el instinto sexual con procedimientos contrarios a las leyes de la naturaleza" (175-176). L a metrópolis moderna con sus concentraciones, en el caso de Buenos Aires, de hombres solos, sin relaciones tradicionales de familia, favorecía la posibilidad de experimentación sexual entre hombres. E n esa experimentación se temía la práctica de la sodomía a la que Gómez se refirió en su detalle de los procedimientos contrarios a las leyes de la naturaleza que lo preocuparon desde la primera frase del capítulo. E l criminólogo explicó entonces: "sodomía es el término que sirve para distinguir a las relaciones sexuales caracterizadas por la inmissio membri in anum, sean esas relaciones entre personas de distinto sexo o pertenecientes ambas al mismo" (177). L a pederastía denotaba prácticas sexuales entre hombres: "La pederastía reviste formas diversas: la masturbación recíproca, el coito anal y la inmissio penis in os alterius. (Coito bucal)" (177) Así en el texto de Gómez, como en otros textos de esta ciencia sexual que veremos, más que la elección de objeto sexual se empezaron a especificar "procedimientos", modos o roles sexuales definidos como incorrectos. L a repetición de la d e f i n i c i ó n en latín —homologando el vicio de la sodomía, la inmissio membri, con la

^^Ver mi "The Argentine Dissemination of Homosexuality: 1890-1914" en ¿Entiendes?

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práctica igual en la pederastía que era inmissio penis— refleja la concepción del sexo que, como explica Halperín, era generalmente inmissio, "penetración", y era concebida esencialmente centrada en, y definida alrededor de, un gesto asimétrico, el de la penetración del cuerpo de una persona por el cuerpo —y específicamente, el falo— de otra. L a penetración fálica, además, es construida como "actividad", al mismo tiempo que la persona que pone su cuerpo al servicio del placer de otra es concebida "pasiva" —léase "penetrada". (Sex Before, 49. Traducción mía). Más que la pederastía —que al denotar solamente la elección del objeto sexual "incorrecto" era concebida un vicio como la sodomía, reprobable pero ideológicamente excusable en cuanto no implicaba necesariamente la inversión del rol insertivo que definía al hombre en este discurso masculino de penetración y dominación fálica— fue la inversión de la pederastía pasiva la que obsesionó a estos escritores. Con la pederastía pasiva aparecía una patología que más allá de la práctica aprendida en el medio se concebía asociada a lo que Foucault describió como "una morfología, con una anatomía indiscreta y quizás una misteriosa fisiología" (Historia Sexualidad, 56). E n su libro, Gómez inscribió la pederastía pasiva en el contexto de posibles procesos de una vida intrauterina todavía no bien comprendida: ...las causas de esta aberración, no han sido, hasta ahora, establecidas de una manera concluyente. Una teoría dice que 'todos los seres humanos son hermafi'oditas durante los tres primeros meses de la vida intra-uterina ... si entonces sucede que en el desarrollo posterior del feto los dos sexos se reducen a uno solo, y si al mismo tiempo se atrofia el sistema psíquico opuesto a los órganos sexuales que desaparecen, se tendrá un individuo con inclinaciones sexuales opuestas a la naturaleza de sus órganos; el dotado aparentemente como un hombre, se sentirá hembra, será un andrógino, un pederasta pasivo (179. Énfasis mío).

L a insistencia en la descripción y/o refutación de teorías no concluyentes estaba asociada a la pugna entre nociones de homosexualidad congénita y/o adquirida. Lo significativo es cómo esta definición de roles en el discurso de las ciencias sociales argentinas se cargó con significados arbitrarios asociados, por ejemplo, con nociones de nacionalidad que se sumaron a las nociones de clase social que vimos entretejidas en el guarango invertido de Las multitudes argentinas. También en 1908, Adolfo Batiz, un Subcomisario de la Policía de la Capital Federal publicó Buenos Aires, la rivera y los prostíbulos en 1880, convenientemente subtitulado "Contribución a los estudios

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sociales". Aquí la pederastía era un "modelo" representado como un "tráfico" entre Italia y la Argentina, en otra versión de las amenazas de invasiones de sirenas, mujeres del tercer sexo o judíos revolucionarios invertidos. E r a notable, además, una adjudicación de roles en la identificación de una pederastía italiana "activa" que seducía a una juventud argentina de "pederastas pasivos". E l libro de Batiz era una memoria del período 1880-1908. Quisiera notar en él dos temas que creo centrales: primero y en la superficie del texto, la promoción de una prostitución heterosexual "nacional", de mujeres humildes, racialmente "puras", una sexualidad reorganizada y regulada de acuerdo con los principios teóricos de las ciencias sexuales. E n segundo lugar, en un subtexto que estructuraba el libro, la amenaza de una prostitución de modelos italianos, representados como anarquistas o activistas haciendo una forma de proselitismo muy efectiva entre una nueva juventud argentina de "pederastas pasivos", contra los que la prostitución heterosexual era recomendada como medida profiláctica. Este era, a principios del siglo veinte, un antecedente claro del mismo argumento homofóbico reactivado durante la discusión pública de la homosexualidad en la década de 1940 y vuelto a utilizar en 1954 por el gobierno de Perón para reinstaurar la prostitución regulada por el Estado. Batiz en su libro promovió enérgicamente la prostitución regulada, e insistiendo en que él se oponía a su abolición escribió: "nosotros somos antiabolicionistas; creemos que las leyes que existen actualmente deben existir" (101). L a prostitución regulada por el estado era, según el comisario, "un mal para evitar otro mayor" (103). Ese mal mayor era el de la pederastía pasiva de una nueva juventud argentina. Según este policía de la sexualidad, esa prostitución profiláctica además de rigurosamente heterosexual idealmente debería ser una prostitución local. Batiz recordó nostálgicamente un pasado mejor, de

^^Carlos Jáuregui señaló que "en 1954 y 1955, en pleno conflicto con la Iglesia, el gobierno peronista desató una verdadera cacería de homosexuales como pretexto para legalizar la prostitución femenina" (Homosexualidad Argentina, 165). D. Guy, por su parte, refiriéndose a la legalización de la prostitución en 1954, notó que "el decreto peronista sobre los bárdeles ... tuvo su origen en el debate homofóbico de la década de 1940" y representaba "otro esfuerzo políticamente motivado por imponer el control del gobierno sobre la sexualidad inaceptable de hombre y mujeres" (Sexo Peligroso, 239). Esta discusión de mediados de siglo tiene sus raíces en el argumento de principios de siglo que examino aquí.

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las últimas décadas del siglo diecinueve cuando eran frecuentes "los humildes prostíbulos de las chinas criollas de pura raza, tipo indiano, habitando solamente una o dos en cada casa, sin órgano chillón como las casas del rufián napolitano" (29). Aquí el "órgano chillón", como el organito callejero apareció asociado a una cultura napolitana. La asociación de la sonoridad del "órgano chillón" con la prostitución de "las casas del rufián" extranjero subrayaba por contraste las características de una prostitución nacional "humilde", de mujeres "de pura raza", de "chinas criollas" en las que se consideraba más fácil exigir recato, modestia y docilidad. En contraste con esta prostitución deseable de mujeres sumisas y dispersas, "habitando solamente una o dos en cada casa", Batiz describió otra invasión de "extranjeras, polacas, húngaras, australianas, francesas, tudescas, belgas, turcas, egipcias, suecas, persas, circacianas, inglesas, rusas y otras nacionalidades de la Europa entera. Ocupaban casas lujosísimas, donde se veían los pisos con riquísimas alfombras" ( 4 4 ) . E l contraste entre las formas de repre-

^^Gómez en su libro caracterizó a estas extranjeras como lesbianas. Estableciendo la misma diferencia que Batiz entre la mujer indígena y la extranjera, Gómez alegó que "descúbrense en la primera ciertos rasgos de nobleza, de que la otra parece ser incapaz. L a pasión por el amor verdadero,... es muy general en la prostituta criolla, la que además muéstrase desprovista de esa fiebre de acumular dinero que caracteriza a la meretriz importada" (132). Según este criminólogo, que repetía una noción común de los sexólogos del período: "se explica que tales mujeres lleguen a sentir por el hombre un desagrado profundo y que se dediquen al amor sáfico" (134). Retomando el título del libro de Gómez, Ernesto Goldar reelaboró el texto del criminólogo en un volumen editado en una colección de "Historia Popular" también titulado La mala vida. Al describir la misma "enorme cantidad de prostitutas [ahora también caracterizadas como únicamente] de ascendencia judía", Goldar notó especialmente las "relaciones sexuales antinaturales —que la prostituta criolla sólo excepcionalmente acepta", y concluyó: "la inclinación por el amor homosexual derivado del desagrado profundo que sienten por el hombre, es más difundido entre las prostitutas extranjeras" (Mala Vida, 19). Si bien la fecha de publicación del libro de Goldar (1971) no corresponde al momento histórico que examino aquí, es significativo notar cómo se han ¡do construyendo, revalidando y popularizando estereotipos llenos de connotaciones arbitrarias. L a noción de que las mujeres que trabajaban en la prostitución en realidad eran lesbianas en la literatura de las ciencias sociales argentinas del período que examino en este libro la elaboró, entre otros, Manuel Gálvez en su tesis de doctorado de 1905, titulada "La trata de blancas: Tesis para optar al grado de doctor en jurisprudencia".

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sentación, el poder económico, el carácter internacional y los números de esos dos tipos de prostitución era notable. Sin duda el policía recordó con nostalgia el pasado de esa prostitución anterior a la inmigración, pero no se oponía a la prostitución internacional de principios de siglo. Eran otras las sexualidades que lo preocupaban. No obstante la existencia de las leyes que en 1908 ya regulaban la prostitución, en el texto de Batiz había una prostitución que escapaba al control oficial; y no era la prostitución ilegal de mujeres que trabajaban fuera de los prostíbulos sin estar inscriptas en los registros: "la policía trabajaba en demasía dando continuas batidas a la prostitución callejera, que se extinguió pronto" (78). Pero dos párrafos después de afirmar que la prostitución ilegal de mujeres no registrada o explotadas por rufianes no tiene "caracteres alarmantes", el policía insistió en que "la prostitución ha tomado caracteres alarmantes porque tiene un crecimiento mayor que el normal y lógico, que estamos en los límites de la decadencia romana" (79). La prostitución asociada a una "decadencia romana" era una prostitución de hombres que practicaban "la pederastía" con otros hombres. Rebordemos que en el texto de Gómez éste había propuesto que "la pederastía es un vicio cuyos orígenes nos son bien conocidos ... en Roma en tiempos del Imperio se llegó, en este sentido a todos los excesos" (Mala Vida, 176). No es casual que, como notó Sylvia Molloy, Batiz haya decidido estructurar la introducción a su libro alrededor de una conversación con Dante en un sueño que se desarrolla precisamente en Roma, "la elección geográfica no es inconsecuente" (Too Wilde, 193) escribió Molloy. Batiz transcribió la conversación con el poeta de su sueño: "le decía yo, ahora como entonces, la lujuria por doquier, y ahora, la lujuria y la pederastía ... voy a escribir, me dio alientos por la conformidad de opiniones" (13. Puntos suspensivos en el original). La pederastía quedó así inscripta en la introducción del texto como uno de los temas que motivaban la escritura del policía. Después de la introducción de esa pederastía que al mismo tiempo que emergía, se sumergía en los puntos suspensivos que la llenaban de significados expectantes, la desviación volvió a emerger en el texto cuando Batiz recordó con reprobación que "a los jardines del Paseo 9 de Julio le [sic] había tomado antipatía porque eran el refugio de los pederastas pasivos que se juntaban alrededor de la estatua de Mazzini, el revolucionario y hombre de las libertades itálicas" (25). Aquí tampoco eran inconsecuentes la ubicación espacial y la relación sim" bélica establecida por la forma de representación de estos presuntos pederastas pasivos que se juntaban alrededor de la representación

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escultórica del líder "revolucionario y hombre de las libertades itálicas". El lector debía asociar las libertades itálicas con los excesos sexuales de una pederastía romana clásica, al mismo tiempo que con las libertades de anarquistas y socialistas extranjeros que se asociaron con argentinos en el movimiento obrero. Batiz utilizó la estatua de Mazzini, el organizador de sociedades secretas internacionales de jóvenes, para connotar al líder "obrero", "italiano" y "extranjero" seductor de una juventud nacional de amantes de un anarquismo sexual. La plaza Mazzini fue un espacio simbólico central en la historia del movimiento laboral del período. laacov Oved, al describir la celebración del 1° de Mayo de 1904, señaló: La policía negó el permiso, por pretextos variados, y sólo a último momento se autorizó el trayecto de la marcha. E l lugar de la concentración se fijó en la plaza Mazzini. Pese a todas las trabas ... Cuando la cabecera de la columna llegó a la plaza Mazzini estalló un inesperado incidente y se oyeron disparos de armas de fuego. E l tumulto se originó cuando una policía a caballo se abalanzó sobre los manifestantes ... quince personas resultaron heridas y dos muertas (Anarquismo Movimiento, 338).

El poder simbólico del diseño y los objetos de la ciudad efectivamente era utilizado, y temido, por las clases hegemónicas. Solber notó que en 1897, cuando la comunidad italiana de Buenos Aires solicitó autorización parlamentaria para erigir un monumento a Garibaldi "la propuesta ofendió una gran minoría de congresales que insistieron en que las estatuas ayudaban a formar el carácter de un pueblo y que los monumentos a héroes extranjeros estaban claramente fuera de lugar cuando la inmigración ya amenazaba el *alma nacional' argentina" (Inmigration Nationalism, 138. Traducción mía). Aquí cabe recordar que fue entre 1880 y 1910 cuando una política oficial de diseño urbano —que copió muy de cerca el proyecto del Barón Haússmann— construyó Buenos Aires como la "París del Plata", copia del París que estudió Walter B e n j a m i n . L a asociación del italiano y el pederasta era

^°Susan Buck-Morss en su estudio del "Passagen-Werk" de Benjamin, citándolo en una referencia a la ideología que se puede leer en la superficie de la ciudad, explicó que "las ^perspectivas' urbanas que creó Haússmann desde anchos bulevares, alineados con fachadas uniformes de edificios que parecen estirarse hasta el infinito y puntuados por monumentos nacionales, fueron concebidas para darle a la ciudad fragmentada una apariencia de coherencia. De hecho, el plan basado en una política de centralización imperial, era una

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frecuente a mediados del siglo diecinueve. Fue una reputación que siguió a los inmigrantes en sus rutas transatlánticas. Chauncey explicó que "hacia fines del siglo diecinueve, los italianos del sud tenían en el mundo gay del norte de Italia y en el norte de Europa gran renombre por su supuesta disposición a establecer relaciones homosexuales'*. La evidencia en muchos casos pareció confirmar esta suposición. Chauncey —después de señalar que sin duda esa noción confirmaba la característica de un grupo dominante que estigmatizaba al dominado atribuyéndole una "inmoralidad" sexual— también señaló que en la última década del siglo diecinueve y la primera del siglo veinte muchos gays ingleses y alemanes viajaban al sur de Italia buscando un clima más tolerante. Durante la segunda guerra mundial los soldados gays estadounidenses descubrieron asombrados la aceptación frecuente y fácil de las relaciones sexuales entre hombres en el sur de Italia. Alfred Kinsey por su parte también había concluido que los italianos del sur eran más abiertos a las relaciones homosexuales que los del norte. No sólo "muchos jóvenes italianos antes de casarse adoptaban una actitud instrumental hacia sus cuerpos y no conside-

estética totalitaria, en tanto que causó 'la represión de toda parte individualista, todo desarrollo autónomo' de la ciudad" (Dialectics Seeing, 89-90). L a cita de Buck-Morss podría ser una descripción sorpresivamente acertada de un perímetro de un Buenos Aires que surgió muy específicamente entre 1885 y 1915, que iba de la Plaza de Mayo a la Plaza del Congreso Nacional, por la calle Callao hasta los Jardines de Palermo —el "Bois de Boulogne" con su "Tour du lac" porteño— siguiendo por la Avenida del Libertador hasta el monumento a San Martín, y desde Retiro, por la calle Florida, hasta la Plaza de Mayo a lo largo de avenidas y boulevards flanqueados por las líneas simétricas de fachadas uniformes conectando y articulando junto con los monumentos nacionales, la estética oficial, la ideología y valor simbólico del Buenos Aires proyectado por la elite liberal. Hugo Vezzetti citando a J . M. Ramos Mejía, explicó que en Las multitudes argentinas "Buenos Aires, es ya señalado como el 'futuro crisol donde se funde el bronce, tal vez con demasiada precipitación, de la gran estatua del porvenir: la raza nueva'"(Locura Argentina, 106). La ideología que se (in)funde en el bronce de esta estatua-capital fue la de una "democracia [que] puede ser una enfermedad si escapa al control de una autoridad central y, sobre todo, unificada, cuya representación geográfica es la ciudad de Buenos Aires" (Locura Argentina, 104). E n el espacio físico y simbólico de esta ciudad la pederastía concentraba diferencias ideológicas, estéticas, culturales, genéricas y sexuales.

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raban vergonzoso usarlos para hacer dinero o conseguir ventajas" sino "que hasta muchos hombres casados aceptaban establecer relaciones homosexuales si era adoptando l a posición masculina'" (Gay New York, 74). Veamos cómo utilizó Batiz ese prestigio internacional. Era significativo que el libro de Batiz no cumpliera con la promesa de su título: describir los prostíbulos de Buenos Aires. Los burdeles apenas si son mencionados en los dos pasajes que he citado más arriba. Porque, como "la prostitución", los "burdeles" que preocupaban al policía de la sexualidad eran otros. Batiz advirtió con inquietud especial "la existencia con vida pública de una agencia de proporcionar modelos a los pederastas pasivos, sita en Roma, calle Corso Umberto F (79). De esta forma, a la representación de la Roma decadente del Imperio se sumaba la de una Roma contemporánea que simbolizaba diacrónica y sincrónicamente la "agencia", espacio, medio y mediación de un movimiento internacional de "modelos" que ofrecían sus servicios "a los pederastas pasivos" argentinos. El uso del vocablo "modelos" servía para denotar al "pederasta activo" pero sin estigmatizarlo porque teóricamente no invertía la posición insertiva "activa" definida como correcta para su sexo biológico. Para Batiz lo alarmante no era sólo "la existencia de una agencia de proporcionar modelos a los pederastas pasivos" sino "que [además] exist[iera] el tráfico de modelos con caracteres internacionales desvergonzadamente" (79). Sin hacerlo explícito el texto advertía así que la pederastía amenazaba invadir Argentina. Recordemos que a fines de siglo los italianos, no obstante variaciones momentáneas constituyeron una visible mayoría de la inmigración. Batiz connotó a esa inmigración como modelos italianos representados en la figura de Mazzini, el líder revolucionario y sugestionador a cuyo entorno se juntaban los "pederastas pasivos" argentinos. Si no eran irremediablemente seducidos en Buenos Aires por el líder activo, esa misma juventud —en la representación de Batiz— iba a Europa, donde la policía de Buenos Aires "e[ra] incapaz de perseguir a los nuevos escandalosos de la juventud argentina, pues algunos de ellos, que ya son conocidos en Buenos Aires, vienen a Ñápeles y a Roma pidiendo modelos, como el príncipe de los escándalos alemanes a la casa de la calle Corso Umberto F (83). Emergió aquí una referencia a los escán-

^^Aquí es especialmente relevante la discusión de S. Molloy sobre el uso del vocablo "modelo" en el texto de Batiz (Too Wilde, 193, 194, 195).

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dalos homosexuales en el ejército y el círculo de consejeros del Kaiser Guillermo IL Y oficiales alemanes de ese mismo ejército, entre 1900 y 1914, colaboraron activamente en la reorganización del ejército argentino utilizado, junto con la educación nacionalista, para organizar un primer electorado nacional viril. Como veremos, la homosexualidad alemana de clase alta, como la pederastía italiana de clase baja, fueron concebidos como flujos ocultos, simulados, diseminándose, contaminando e invadiendo las escuelas, los cuarteles y los espacios públicos y privados de la nueva burgesía argentina moderna. Fue como medida profiláctica contra esta prostitución de modelos, que parecían hacer un proselitismo bastante efectivo entre los jóvenes argentinos, que Batiz abogó por una prostitución regulada por el estado. Propuso así el "remate", una práctica común de la prostitución del Buenos Aires de ese período, como una medida preventiva contra la pederastía. Según su descripción, en el remate se hacía "un círculo cuyo cordón era resguardado por una hilera de muchachos de línea y al centro se echaba la mujer más fea o más linda para rematarla, el remate estaba lleno de dichos criollos y chuscadas del caso, salidos de los labios del rematador o concurrencia, de manera que por noche remataban a tres o cuatro mujeres en medio de la risa. Yo creo que es preferible el culteranismo que la pederastía" (82-83). Pocas páginas más adelante repitió: "hemos de insistir sobre la casa que existe en Roma, a la cual nos referíamos, y que proporciona modelos a los pederastas pasivos y de la que se ha hablado mucho en la prensa diaria" (85-86). Esta era evidencia adicional de los ecos que tuvieron en Buenos Aires los escándalos homosexuales de la corte de Guillermo II.

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Los medios de mal encauzamiento Sugestión, teatro y travestísmo La homofobia y el pánico homosexual que propagaron los textos que estamos revisando fueron utilizados, como hemos visto, para tratar de controlar y reforzar la cambiante estructura genérica de la economía transformada por la independencia de mujeres que trabajaban por un salario y competían con los hombres en el mercado de trabajo. De una forma más central, la misma construcción textual y diseminación de la homosexualidad sirvió para definir una alteridad que confirmaba y justificaba la jerarquía y la acción de la clase hegemónica. Pero la sanción médico legal de la inversión también fue utilizada para reprimir y contener una compleja cultura homosexual de hombres de todas las clases sociales que se identificaban, o no, como homosexual es, maricas o uranistas pero sí tenían relaciones sexuales y afectivas con otros hombres. Recordemos que hasta la década de 1940 en Argentina no hubo ningún tipo de sanción legal contra las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. La sanción del discurso médico suplió esa ausencia promoviendo activamente sanciones sociales especialmente perniciosas. F. de Veyga exploró esa cultura en una serie de historias clínicas y artículos publicados en los Archivos de Psiquiatría y Criminología entre 1902 y 1904. En esos textos Veyga estudió una cultura que parecía adquirir una visibilidad especial durante las fiestas de carnaval. Ya en la obra narrativa de Eugenio Cambaceres, especialmente en Potpourri publicada en 1882 era evidente que el carnaval constituía una, sino la, celebración popular más importante de la sociedad porteña finisecular. Como sabemos, el mundo del burdel del tango original durante el período que exploré aquí fue un espacio carnavalesco seminal del que —al confundirse y entremezclarse roles y categorías que generalmente se mantenían opuestas o separadas— surgió una nueva cultura. Aquí recordemos que como explicó Mikahil Bakhtin, el carnaval era la fiesta del cambio y la renovación que nacía de esa liberación de las verdades prevalentes y el orden establecido (Rabelais, 109). En el burdel porteño finisecular ese cambio y esa renovación surgieron al entrecruzarse las categorías de centro y periferia, urbano y suburbano, "masculino'* y "femenino", mujeres vestidas de hombre y hombres vestidos de mujer, lo "pasivo" y lo "activo", el afuera de la calle y el adentro de la casa, lo extranjero y lo nacional, lo nuevo y lo viejo, el comercio y la festividad, códigos y modelos semánticos de 259

"arriba" y códigos y modelos semánticos de "abajo". En Potpourri el narrador notó que durante el carnaval toda la ciudad se tranformaba en un gran prostíbulo "en esos días de disipación y de locura, nuestros aristocráticos salones, el Club del Progreso y del Plata, así como todos los teatros sin excepción, abrirán sus puertas a las espirituales mascaritas" y enseguida agregaba "ruego a ustedes se sirvan disculparme si callo, desde luego, lo que sucede en los teatros. Skating, Cancha de Pelota y demás casas de tolerancia abiertas al público" (Obras completas, 61), Durante el carnaval, la ciudad entera se sumergía en una gran celebración que, como la del prostíbulo todo el año, borraba las líneas demarcatorias de los espacios públicos y privados de clases altas o bajas en clubs, teatros, calles y burdeles. Como en el burdel, en la urbe transformada en gran prostíbulo carnavalesco se confundían clases bajas disfrazadas de nobles y clases altas disfrazadas de "cache" (62), los hombres se disfrazaban de mujer y las mujeres de hombre.Como señaló Ana Cara Walker en el carnaval surgieron personajes y representaciones claves como el cocoliche, ese personaje dramático que se hizo una lengua y que originalmente era una parodia que hacían argentinos nativos de la clase alta porteña de los inmigrantes italianos de clase baja imitando a un gaucho (Cocoliche, 38). El cocoliche al facilitar el, frecuentemente difícil, diálogo entre nativos y extranjeros demostraba la importancia de las formas expresivas populares que precipitaban cambios sociales y redefíniciones culturales enriquecedoras. En un artículo publicado en 1902 Veyga describió el cambio en la vida de un hombre que empezó a disfrazarse durante los carnavales, pero siguió practicando el travestismo vistiéndose de mujer el resto del año, adoptó el nombre de "Rosita de la Plata" y terminó dedicando toda su vida a la promoción de su popularidad brillante entre los travestís homosexuales del Buenos Aires del periodo. Veyga encontró proclividades en el pasado de Rosita y en un párrafo largo, que por su interés me voy a permitir citar entero, escribió: Antes de casarse, y hasta algún tiempo después, su gran afición en materia de diversiones, era el disfraz carnavalesco. Tenía una debilidad por la figuración en comparsas y fiestas de aparato escénico. La fotografía adjunta lo representa ^^Ver por ejemplo "Una joven que viste de hombre" p. 4; "La mujer disfrazada de hombre", p. 67; o Historia del tango. La guardia vieja, pp. 344 346.

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en un traje vistoso, luciendo una buena presencia. E n este teatro, donde la promiscuidad de sexos se realiza en gran escala, las relaciones homosexuales no resultan difíciles de trabar. E n las sociedades carnavalescas hay otra cosa que un propósito estético, por lo general; la exposición de las formas, la intención de los aires musicales y el carácter decididamente erótico que dan a sus reuniones, dice, a gritos, cuál es el fin directo a que tienden. Y bien, es allí, en esas fiestas, recibiendo el interesado elogio a sus dotes físicas, y rozándose con uranistas de toda especie, que empezó a recibir las primeras sugestiones en el sentido de su cambio. Un freno lo retenía: su estado y los deberes para con la familia; pero viéndose libre de ella por la partida al extrax^jero, la tentación no tuvo obstáculos. Un día encontró un sujeto que lo abordó de lleno, —el seductor de siempre, el agente inicial de estas desviaciones que parecen obra exclusiva de la naturaleza— y no titubeó en rendise. E l hombre dice que 'tanto le habían hablado del asunto y veía a su alrededor tantas escenas de esta clase, sin oír que fueran vituperables, que *le pareció su deber probar'... De allí se lanzó al público. Su aparición en el mundo en que figura 'fue un éxito ruidoso', como ya le habían anunciado y como él presumía. Tomó el nombre de 'Rosita de la Plata', celebrando a una ecuyére que por aquel entonces hacía gran figura en la escena demi-mundana, no tardando en superarla en cuanto a fama. Dicha fama todavía la conserva, aunque su estrella ya se va apagando por el desgaste del tiempo y la ruda competencia que le hacen en el mercado tantos tipos nuevos, más o menos dotados que él. ¿A qué la debe? A bien poco por cierto. A su cuidado infatigable en el trabajo de imitación femenina. 'Rosita' sigue la moda y hace la moda entre sus congéneres. Ahí está retratada en esa fotografía con traje de matinée, dando envidia a muchos por su aire gracioso y la arrogancia al mismo tiempo. Ella ha impuesto la moda de varios trajes y de estos retratos disparatados que parecen ser una especialidad de esta gente, tan personales son" (Inversión Adquirida, 203. Puntos suspensivos en el original).

"Dice, a gritos". E l tono de Veyga como veremos era frecuentemente melodramático. En el discurso médico quiero notar el énfasis que este otro psiquiatra y sociólogo délos excluidos puso en el poder del medio ambiente como espacio productor y reproductor de la degeneración o la regeneración. ^^Este doblez que hemos visto en la teoría de Veyga sobre degeneración y regeneración era según los criminólogos una característica clave de la cultura del período. E n 1902, en el primer volumen de los Archivos^ Víctor Pesenti señaló que "La fuerza evolutiva que rige toda la civilización en virtud de su potencia de absorción del crimen, sofoca ciertos impulsos criminales; pero abre puertas en otras direcciones a esta fuerza impulsiva ... De aquí que la civilización no tenga puramente propiedades crimógenas o criminoterápicas, sino ambas a la vez" (Característica Criminalidad, 349-350. Énfasis en el original).

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La teatralidad degenerante que el médico notó en ese medio era la de la sugestión, recibida en ese entretejido de discursos, imágenes, sonidos y escenas dramáticas que precipitaban la desviación sexual de un hombre casado, que se desprendía de una sociedad y una familia burguesas y se hacía "invertido por sugestión" (Adquirida, 200). Su patología entraba entonces dentro de la categoría mayor de las inversiones "adquiridas". Junto con las contradicciones entre las definiciones de las categorías médicas de inversiones congénitas y/o adquiridas quisiera notar también la definición de un "seductor", que el discurso médico articuló en una pareja teórica conformada por el invertído=pasivo y el seductor=activo, en una ordenación taxonómica que los invertidos desorganizaban, confundían y entremezclaban constantemente. Me interesa señalar también, al mismo tiempo que la diseminación del pánico homosexual que hizo el discurso médico, la evidencia que a partir de ese mismo discurso permitió reconstruir parte de la cultura homosexual del período. Quisiera notar la importancia, el número y las funciones importantes de las reuniones y celebraciones de esa cultura, el uso de códigos de vestido y lenguaje específicos, el uso de un sistema de nombres y una práctica cultural de la fotografía que carcomía la base misma de los métodos y tecnologías para la identificación de críminales a partir de los cuales estos hombres de ciencia trataban de contabilizar, reglamentar y ordenar la identidad de una ciudadanía electora viril argentina nacional. En la historia de Rosita que escribió Veyga, la cultura homosexual parecía alcanzar su expresión más completa durante los carnavales, pero en los documentos se hizo evidente que eran fiestas y "escenas" repetidas durante todo el año las que preocupaban a los médicos y criminólogos. "Fiestas de la escena semi-mundana", "esas fiestas", "fiestas de aparato escénico" y "escenas de esa clase" en el largo fragmento que cité tenían en común la característica de reuniones de un medio ambiente representado siempre con vistosos elementos escenográficos y dramáticos, teatrales. En un medio concebido y representado así, para estructurar la experiencia homosexual de Rosita, la narración del médico usó una fábula estereotípica de la vida y carrera de una diva del mundo del espectáculo, el teatro, la ópera o el circofinisecular:movido por la vocación de "un débil por la figuración, en este teatro". Rosita "no titubeó en rendirse" y así fue como "se lanzó al público". Su actuación "fue un éxito ruidoso". Tomó el nombre de una célebre artista de circo que aparecía como la rival, "no tardando en superarla en cuanto a fama". Pero con los años, inexorable y tristemente

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el polvo de los días terminó por opacar aquella, "su estrella [que ya] se va apagando por el desgaste del tiempo y la ruda competencia". E n ese medio de exageraciones y luces titilantes el médico representó a los invertidos como personajes dirigidos por los hilos invisibles de la sugestión degeneradora, decadente. Decadencia eran ahora esos cuadros, actos y episodios dramáticos de hombres/mujeres que ponían en duda, jugaban y cuestionaban la presunta naturalidad del género del hombre masculino y la mujer femenina. La visibilidad dramática, la extensión, aceptación y popularidad de esta cultura que jugaba con los significados de lo exterior, las poses y superficies: "la exposición de las formas", el vestido, los "traje[s] vistoso[s], la entonación de voz y los modales, las "actitudes amaneradas** (Inversión Adquirida, 202) y, en general, todo "el gran cuidado del bien parecer" (Inversión Adquirida, 202) producía gran ansiedad porque, como señaló Judith Butler, el travestismo y su juego cuestionaban la verdad del género. Demostraba que el génereo no era natural o esencial a determinado sexo biológico sino una performance, un acto compuesto de gestos, inflexiones de voz y actitudes a los que se sumaba el vestido, como una inscripción adicional en la superficie de los cuerpos (Gender Trouble, 136). Si las exageraciones dramáticas de la educación nacionalista eran las sugestiones regeneradoras que utilizaban una estética recargada para llegar a esa sensibilidad de invertido sexual que se debía transformar en un culto de la nacionalidad viril; ésta era la cultura de las sugestiones degeneradoras que alimentaban y reproducían la sensibilidad de la confusión genérica asociada a la inversión. En el fragmento largo que cité Veyga construyó el aparato de la sugestión degeneradora en ese entretejido de imágenes visuales y sonidos, de "comparsas** o "aires musicales" y sobre todo discursos que se reproducían sin censura, "sin que [al] oír [se] fueran vituperables". Estas eran, según el médico, las sugestiones predominantes en la cultura del Buenos Aires del período y por eso Rosita "lo mismo que se ha hecho invertido ha podido hacerse delincuente u otra cosa cualquiera, si la sugestión lo hubiera solicitado en otro sentido" (Inversión Adquirida, 209). Estas sugestiones del medio eran, según los médicos, el origen de las desviaciones que se debía combatir. Desviaciones que parecen obra exclusiva de la naturaleza. La historia de Rosita, publicada en el primer estudio que publicó Veyga bajo el título "La inversión sexual adquirida" ilustraba lo que el médico afirmó repetidamente eran "desviaciones que parecen [pero 263

no eran según él] obra exclusiva de la naturaleza". En estos textos de las ciencias sexuales argentinas era muy aparente una confrontación entre nociones de desviaciones "naturales" o "congénitas" y "adquiridas" o producto del medio ambiente. E l discurso de los hombres de ciencia insistía en la definición de una homosexualidad adquirida y el discurso de maricas, travestís, homosexuales y uranistas —que usaban las mismas explicaciones que daban los activistas y defensores de los derechos de los homosexuales, en muchos casos sexólogos europeos de gran prestigio— describía su experiencia como congénita. Los médicos por razones políticas no podían rechazar nociones de desviaciones o patologías congénitas. Recordemos que partir de la teoría lombrosiana de las desviaciones del "nato" los médicos criminólogos habían adquirido un poder considerable dentro del sistema legal.^* La teoría del criminal nato o degenerado congénito en la ^*Los médicos no podían deshacerse tan fácilmente del énfasis en la definición de las desviaciones congénitas que les había dado considerable poder como criminólogos científicos dentro del sistema legal. Veyga mismo al promover la criminología en la última década del siglo diecinueve, en "De la prueba pericial y de los peritos", había alegado que "los adelantos que la Medicina ha realizado en materia de Anatomía Patológica y de Psico-patología son, más que todo, la causa de la considerable amplitud que se ha dado a las pruebas médico legales. L a intervención de los médicos en la formación y solución de los procesos judiciales, ha ido aumentando con los progresos de la ciencia y será mayor, aún, cuando a ellos se unan los que están haciendo la criminología, esa obra que es el resultado de la observación combinada de juristas y médicos" (Prueba Pericial, 522). Veyga presentó la criminología como la disciplina que reunía a "juristas y médicos" pero en la práctica los que producían "las pruebas médico legales" eran médicos que, como peritos, se revalidaron a sí mismos como autoridades científicas de atribuciones amplías dentro del sistema legal: "el perito sería un agente que reúne las condiciones del testigo, de árbitro y de Juez, a la vez que reviste en determinadas ocasiones el carácter de cada uno de ellos separadamente" (Prueba Pericial, 558). Estos peritos redefinían al criminal que al ser concebido como nato o congénito era reconcebido como enfermo, "alienado" que pasaba del sistema de vigilancia y reclusión penal al sistema de vigilancia y reclusión médica. Junto con la redefinición del criminal nato, los hombres de ciencia promovieron la creación de nuevos espacios disciplinarios, manicomios, asilos y hospitales que dependían de ellos, alegaban que "en nuestras cárceles existen condenados como criminales, muchos infelices que debieran encontrarse protegidos por los cuidados del manicomio o sujetos a las cariñosas atenciones de los médicos de un hospital, en vez de sufrir las necesarias severidades del presidio" (Medicina Legal, 98). L a necesidad de esos nuevos espacios disciplinarios fue un lema

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práctica transformó a los médicos en jueces. Pero la misma teoría al enfatizar el determinismo absoluto de la biología, "la roca inamovible de la herencia" declaraba a los mismos médicos incapaces de una acción reformadora del medio social. Fue por eso que desde sus orígenes la criminología argentina —la ciencia que se promocionó como una disciplina nacional que requería instituciones especiales en el momento histórico de definición, formación y reforma de una nueva cultura— hizo una reevaluación de la teoría de la degeneración congénita y, sin abandonarla, promovió la teoría de la regeneración adquirida al mismo tiempo que sostenía que en la etiología de las enfermedades mentales el medio era tanto o más importante que la herencia.^^ Consecuente con el nuevo énfasis en la importancia crucial del medio pero sin abandonar los principios lombrosianos, Veyga empezó su investigación de la inversión sexual en dos artículos dedicados a la especificación de la inversión sexual congénita. Pero desde la conclusión de su primer artículo, al publicar la historia de Manón que debía servir de evidencia positiva que demostraba la desviación sexual del invertido nato, Veyga concluyó: ...es un caso típico de inversión sexual congénita, que ha permanecido latente hasta que la ocasión le permitió manifestarse y establecerse

repetido insistentemente por los médicos criminólogos que afirmaban: "deben cerrarse muchas prisiones para entreabrir las puertas piadosas de otros tantos hospicios para enfermos del espíritu, arrastrados al delito" (Histerismo Criminalidad, 161). Estos criminólogos buscaban marcar una clara distinción entre la "condena" y las "severidades del presidio" y la supuesta "protección" y las "cariñosas atenciones de los médicos". Pero como hemos visto esas nuevas instituciones científicas, como la Penitenciaría Nacional, en la práctica fueron transformadas en fábricas en las que los presidiarios trabajaban como obreros para los médicos. ^'En "De la regeneración como ley opuesta a la degeneración mórbida" Veyga disintió claramente con los que afirmaban "que la degeneración es un mal transmisible en grado extremo, que se acentúa cada vez más a medida que se hereda, sin que tenga otra terminación que el completo exterminamiento de la estirpe ...es un principio pesimista éste que no tiene apoyo ni en la experiencia clínica ni en la inducción teórica, pero que, sin embargo, se acepta sin discusión en medicina, tendiendo a exteriorizarse como una verdad averiguada. Es de él que me quiero ocupar en esta comunicación, refutando sus fundamentos y oponiéndoles conclusiones completamente contrarias" (Regeneración Ley, 36),

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definitivamente. Es posible que si las primeras sensaciones sexuales hubieran sido producidas por personas de sexo femenino, las imágenes psicosexuales se habrían formado normalmente, sobreponiéndose o borrando las tendencias congénitas. Es indudable que la educación de las funciones sexuales, en uno u otro sentido, influye para determinar o no la inversión en los sujetos congénitamente predispuestos, de igual manera que, en los no predispuestos condiciones especiales de educación y ambiente pueden determinar perversiones sexuales adquiridas (Congénita, 46-48. Énfasis mío).

Así, tratando de hacer una transición lógica entre una y otra definición, Veyga al especificar la inversión congénita la empezó a describir como una "latencia** que no se manifestaba inexorablemente. Su aparición dependía de "condiciones especiales de educación y ambiente", o sea que también era una forma adquirida. De esta forma y diseminando el pánico homosexual mediante la representación de un medio ambiente en el que hasta en hombres "no predispuestos", —o sea en todos— "educación y ambiente podían determinar perversiones sexuales adquiridas", se volvía a enfatizar la influencia crucial del medio. Este fue otro ejemplo más de esa "incoherencia radical e irreducible" que ya señaló Eve Sedgwick: la de proponer que sí había una población distinta de personas que "realmente" eran gay, "congénitos", al mismo tiempo que se afirmaba que el deseo sexual era un solvente poderoso e impredecible de identidades estables, que esas identidades eran "adquiridas". Además de señalar un tiempo específico como el de las celebraciones de carnaval y espacios como los de las reuniones y celebraciones de la cultura homosexual que veremos más adelante, el discurso de los médicos y criminólogos argentinos obsesionados con la inversión sexual se preocupó especialmente por las prácticas sexuales comunes en instituciones donde se congregaban grupos de personas de un mismo sexo. En esos espacios y entre esas personas, según los hombres de ciencia, eran las prácticas contra naturam las que contribuían a la propagación de las desviaciones sexuales adquiridas. No nos debe llamar la atención que según los médicos y criminólogos esos espacios intitucionales fueran los mismos que también fueron concebidos como cruciales para la integración de las hijas e hijos de los inmigrantes en la familia "argentina". Si la sugestión degeneradora o regeneradora era un método patógeno y/o terapéutico, las escuelas y cuarteles del ejército en los que los médicos, criminólogos y pedagogos podían ej ercer su acción reformadora eran los medios ambientes degeneradores y/o regeneradores concebidos como caldos de cultivo ideales para la producción y reproducción de gérmenes o vacunas contra las enfermedades sociales. 266

En un artículo sumario publicado por Veyga en 1903, éste advirtió que "las tentativas contra-naturales, el ejemplo y las sugestiones indirectas que a título de broma corriente se reciben con insistencia desde el colegio hasta el cuartel y desde el cuartel hasta la vejez, es lo que decide a definir, cuando no a hacer estallar la [presunta] psicosis" (Amor invertidos, 335) de la inversión. Al identificar explícitamente el "colegio" y el "cuartel", los espacios de las nuevas instituciones de educación y ejército, el médico diseminaba el pánico homosexual alegando que toda la problación, pero especialmente los hombres, vivían de la infancia a la vejez en un ambiente marcadamente homoerótico, en el que se repetían "insistentemente" las "tentativas", ejemplos, ofrecimientos, bromas y sugerencias homosexuales. En su Laferrére, David Viñas describió distintas formas de titeo entre las que, casualmente las que se realizan en los mismos espacios de hombres segregados, están llenas de significados homoeróticos. Recordemos que Viñas escribió: Por cierto, la broma implícita en el titeo puede tener numerosas variantes. En la época de Laferrére, y de acuerdo al vocabulario vigente desde entonces se podrían marcar los siguientes niveles verifícables en la realidad o en la literatura contemporáneas: la tomadura de pelo cuando son señores que se ensañan con alguien de nivel inferior; la tijeretada cuando son mujeres las que prevalecen; la cargada, entre jóvenes, con más descaro y menos contemplaciones; la becerrada, de hombres sobre una mujer; la choteada, en el ejército o en colegios pupilos. Y así siguiendo el orden de creciente violencia y distanciamiento hasta llegar a los pogroms de la Plaza Lavalle (79).

La choteada, "en el ejército y en colegios pupilos" era una forma de titeo que involucraba distintas formas de manipulación del pene del titeado. Así se reafirmaba el género masculino de los miembros del grupo. José Gobello, Federico Cammarota, Raúl Escobar y Fernando CasuUo, entre otros, señalaron que "choto" en la lengua popular de Buenos Aires significa "pene" (Nuevo Diccionario, 88) o "miembro viril" (Vocabulario Familiar, 76), (Diccionario Voces, 80), (Diccionario Hampa, 113). Chotear, explicó Gobello, significaba "sujetar a alguien, poner al descubierto sus órganos sexuales y escupir o echar tierra sobre ellos" (Nuevo Diccionario, 88). Escobar señaló que la "choteada" era una "broma salvaje que se hace a un hombre, embadurnándole los genitales con grasa o pintura. Especialmente en despedidas de soltero, cuarteles, establecimientos educativos internos" (Diccionario Hampa, 113). Aquí son significativas tanto las similitudes como las diferencias

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entre las formas de representación del titeo que hacen distintos escritores y estudiosos de una lengua de Buenos Aires. Viñas, al aclarar solamente que la choteada ocurría "en el ejército o en colegios pupilos", restringió con elegancia de causear la descripción de prácticas homoeróticas convenientemente codificadas para que fueran comprendidas por los lectores e interlocutores iniciados. Gobello, como Viñas, para tomar una cierta distancia significativa dio por sentado que "alguien" para su audiencia era necesariamente un hombre. Al no mencionarlo, al no ser definido genéricamente ese "alguien" permitía reconstruir la imagen de los titeadores acercando desordenada y embarazosamente su boca a los órganos sexuales del titeado, para escupirlos. A Escobar, profesor de la Escuela Superior de la Policía Federal, profesor de la Academia Superior de Estudios Penitenciarios y Jefe de Estudios de la Escuela de Cadetes de la Policía, criminólogo literato en la tradición de Veyga e Ingenieros, no se le escapó la ambivalencia del grupo de hombres manipulando los genitales del titeado para despedirse de una adolescencia cariñosa y por eso calificó al rito de salvaje, "¿bárbaro?". Escobar, como sus antecesores señaló los mismos ritos y espacios de hombres segregados sexualmente, "cuarteles, establecimientos educativos internos", concebidos por los primeros criminólogos argentinos como peligrosos semilleros de prácticas homosexuales que era urgente controlar. En la primera década del siglo veinte la uniformidad de opiniones se fue solidificando. Gómez en 1908, como Veyga cinco años antes, afirmó que la homosexualidad adquirida era común en "los cuarteles y los colegios [que] suministran copiosos ejemplos" (Mala Vida, 180). E Ingenieros, dos años más tarde concluyó categóricamente que "los invertidos por tendencias congénitas son excepcionales** (Patología Funciones, 27) y, como Veyga y Gómez, insistió él también en localizar un origen de la inversión adquirida en los mismos espacios y las mismas prácticas sexuales a los que aludieron sus colegas. Ingenieros fue más específico y señaló la práctica de la pederastía como la causa primera de la desviación de las temidas inversiones adquiridas, ...casi siempre secundarias a las prácticas sexuales contra-natura, frecuentísimas en los internados de ambos sexos, en los conventos, en los cuarteles y, en general, en todas las grandes agrupaciones permanentes de individuos de un mismo sexo. E n todos estos pseudo-uranistas la tendencia sexual es primitivamente normal pero ha sido desviada por la educación; el hábito de la pederastía activa o pasiva ha creado sentimientos invertidos, desviando en sentido homosexual la primitiva tendencia. Componen la gran

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masa de los homosexuales militantes, aunque todos pretenden hacer creer que son verdaderos invertidos congénitos (y algunos terminan por creerlo), comprendiendo que su perversión adquirida es más disculpable con el disfraz de la anomalía congenita (Patología Funciones, 23-24).

En una ciudad en la que proliferaban las relaciones sexuales entre hombres que iban a ser los futuros ciudadanos argentinos» los hombres de ciencia se vieron obligados a representar dos formas de homosexualidad: una, rara, excepcional y disculpable", de "verdaderos invertidos congénitos", y otra más común, que proliferaba y se propagaba gracias a una contra-educación perversa de prácticas sexuales aprendidas en las instituciones degeneradoras concebidas sin embargo como ideales para la acción regeneradora de médicos, críminólogos y pedagogos. La educación anal La contra-educación que se diseminaba en los colegios y cuarteles en ios que todavía no había entrado la acción reformadora de los médicos criminólogos y pedagogos nacionalistas era '^a educación [en] el hábito de la pederastía activa o pasiva** que los médicos —a diferencia de las prácticas sexuales entre mujeres— describieron morosamente. Consecuente con la representación de una contraeducación perversa, en la primera historia clínica construida por Veyga fue un educador el que despertó la libido anal de Manón, "su maestro de escuela le acariciaba con demasiada ternura; en alguna ocasión le acarició las piernas, los órganos sexuales y la región interglútea. Recuerda Manón que esas caricias le provocaron erecciones acompañadas de una sensación indefinida de bienestar general, de una voluptuosidad vaga y extraña. Con frecuencia púsose al alcance del maestro para que se repitieran** (Inversión Congénita, 44-45). La mirada del médico siguió con detenimiento el gesto del contra-maestro repitiendo con él la misma acción que en tiempos distintos "acariciaba" y **acarició'' el cuerpo de Manón. Veyga pareció materializar la acción del verbo transformándolo en sustantivo, objeto, "caricias** que producían en el cuerpo de Manón y reproducían en el discurso médico un placer 'general", "extraño** y "vago**, que se iba degenitalizando: "así se produjo su defloración a retro" (Inversión Congénita, 45). A la degenitalización progresiva seguía una primera experiencia anal que este discurso representó como una pérdida de una preciosa virginidad del hombre, deflorado. El primer estudio sobre la inversión sexual publicado por Veyga tenía sólo tres páginas y el médico las dedicó casi exclusivamente a explorar cómo Manón 269

...siente el placer sexual física y psíquicamente; sin embargo su sensación de voluptuosidad física no se localiza en el recto; este sitio parece ser el punto de excitación de sensaciones voluptuosas perfectamente localizadas en sus órganos genitales y que se terminan por la eyaculación. Parece que la excitación de las vesículas seminales por la vía rectal es el factor determinante de sus sensaciones voluptuosas. Cuando actúa como activo —solamente con otros hombres— sus sensaciones son normales. Estos datos son de verdadero interés en el estudio del proceso íntimo de la sensibilidad sexual de los invertidos (45-46)

La definición de sensaciones normales o anormales notemos que no se relacionaba con la elección de objeto sexual sino con el rol adoptado, por eso en la narración de Veyga cuando Manon "actúa como activo ... con otros hombres ... sus sensaciones son normales". La práctica sexual contra-natura más que la relación sexual de un hombre con otro hombre era, en esa relación sexual, la adopción de la posición receptiva que desgenitalízaba al hombre y diseminaba su erotismo anal. Estos hombres de ciencia trataron de mantener la binaridad del género en esa definición de roles receptivos ("pasivos") o insertivos ("activos") presuntamente permanentes, de invertidos que adoptaban solamente un rol receptivo y seductores que adoptaban solamente un rol insertivo. Pero las maricas entremezclaban, superponían y confundían las categorías presuntamente fijas que habían inventado los sexólogos. Aurora era "pasivo" pero "hace hasta de activo" (Inversión Adquirida, 200). Manón como hemos visto afirmó que "actúa[ba] de activo ... con otros hombres"; y que "de pasivo que era se hizo también activo" (Inversión Congénita, 45). Significativamente Ingenieros al reescribir la historia de Manón ocho años después de publicada por Veyga reestableció la binaridad obligatoria del género y, para normalizar la ambivalencia de seductores, uranistas, maricas, homosexuales e invertidos que adoptaban indistintamente posiciones insertivas y receptivas, borró todas la alusiones a la diversidad de roles sexuales que adoptaba Manón. E l borrón era necesario para transformar la historia de Manón en lo que Ingenieros construyó como "un ejemplo claro de parestesia sexual: la hiperestesia del recto" (Patología Funciones, 54) que servía para forzar la historia de Manón en las categorías taxonómicas fijas. En las historias de Veyga los invertidos describieron un espectro amplio de concepciones y prácticas de lo sexual. Pero la mirada de los médicos se fijaba especialmente en un erotismo anal. En la segunda historia publicada por Veyga, titulada "Invertido sexual imitando a la mujer honesta", el médico afirmó que Aída "se entregaba fríamente a

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las exigencias pederastas, sin dar de su parte más que el concurso mezquino de su tolerancia" (373). Según el modelo de respetabilidad burguesa **la mujer bonesta", como Aída, "se entregaba fríamente", debía ser frígida y usar la sexualidad exclusivamente para la reproducción. En descripciones cada vez más minuciosas Veyga siguió detallando las sexualidades anales de estos hombres imaginándolas como esa práctica que después de una primera experiencia sexual representada como la pérdida de una virginidad del hombre, desataba el erotismo de lascivia insaciable de sátiros y de erotómanos presa de una sed inextinguible de placer. Veyga, por ejemplo, describió la primera experiencia sexual de **Luis D". con "un vecino de su casa, joven de 19 años". Y en esa última historia de la serie —Veyga publicó seis—, como en la primera, el médico recurrió a la misma representación del seductor que se acerca tentativamente para estimular un nuevo deseo en Luis, "acariciando a menudo sus nalgas" (Invertido Profesional, 492). L a relación fue progresando hasta que "una tarde de verano el seductor le invitó a dormir juntos la siesta" y una vez juntos "dio en colmarle de besos y caricias que él secundaba inconscientemente". E l estilo de Veyga recorrió apurado ese entretejido de gestos recíprocos y escribió: "no duraron medía hora los prolegómenos". Enseguida, deteniéndose a marcar los tiempos de movimientos y acciones con una puntuación expectante, el médico describió cómo el seductor, "acomodó su pubis, frente a las nalgas de la víctima y, poco a poco, le desfloró, iniciándole en la pederastía pasiva" (Inversión Profesional, 492). El retorno de lo reprimido o la retención de flujos Si bien el principio etiológico de la inversión, según los médicos, eran las prácticas sexuales contra natura que iniciaban los llamados seductores, llamaba la atención del lector el hecho de que en este discurso médico la sanción, la culpa, pasaba del seductor que precipitaba la inversión al seducido. E l hombre que invertía el rol definido como correcto para él se hacía culpable no por haber sido deflorado sino por insistir. Porque después de esa primera experiencia sexual que los hombres de ciencia describían como una defloración, ese hombre "reincidía" (el uso del "término legal como veremos era importante) al volver a tener una segunda relación sexual con otro hombre en la que después de una primera experiencia que podía ser dolorosa, descubría, al adoptar la posición receptiva definida como incorrecta para su sexo biológico, una nueva forma de gratificación y de deseo. La bella Otero por ejemplo, después de una primera experiencia sexual "desagradable

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[...], instigado por su amigo consintió en repetir el acto. [Y] en pocas semanas acabó por encontrar agradable la fornicación homosexual" (Inversión Profesional, 492-493). Así La bella Otero despertó todo un revés libidinal de su cuerpo: "prefiere los ^barrigones y peludos'; barrigones porque la intromisión del pene es menor y toda la excitación se localiza en el esfínter, peludos por,que le producen gratas cosquillas en la espalda y las regiones glúteas. Dice que el coito anal le provoca sensaciones sumamente voluptuosas. Cuando lo practica con personas que le son simpáticas no defeca" (Inversión Profesional, 494), Fascinados y espantados los higienistas sociales estudiaron a invertidos y homosexuales en los que veían hombres que transformaban en centro deseado y deseante la temida cloaca que —como la vagina de la prostituta del siglo diecinueve— significaba promiscuidad, posibilidad de sexo ininterrumpido, e infección. Recordemos que la disposición rigurosamente controlada de las materias fecales fue la gran preocupación de los higienistas que en las últimas décadas del siglo diecinueve realizaron la "revolución higiénica" proveyendo y separando los flujos continuos de aguas potables y servidas. Ese trabajo de refundación subterránea implicó un nuevo entrenamiento social y cultural promovido por un discurso científico obsesionado con la disposición controlada de la materia fecal. E n 1892, cuando se empezaron a conectar las redes cloacales, los higienistas empezaron a notar, aliviados, que "nuestra principal causa de insalubridad va disminuyendo a medida que progresan nuestras obras de saneamiento y se clausura el antiguo y bárbaro sistema de evacuación" (Higiene administrativa, 91). Antiguo y bárbaro, en contraste con moderno y civilizado, significaba unflujono controlado, libre y expuesto, no subterráneo. Los dispositivos de salubridad funcionaban también a nivel discursivo. Expresiones como excremento o materia fecal emergían raramente en el discurso de los higienistas y fueron reemplazadas por el eufemismo "deyecciones" que son el foco de "todos aquellos microbios que almacenan invariablemente las deyecciones humanas" (Saneamiento Puerto, 100). La materia fecal era el "maZ latente con preferencia mal in corpore** (Saneamiento Puerto, 100. Énfasis en el original) que debía desaparecer sin contacto alguno con el exterior. Sólo "si las deyecciones son removidas sin comunicación posible con el aire ni con el agua, podemos decir atrevidamente estáis a cubierto de toda invasión" (Higiene Administrativa, 89) ^^Ver Leo Bersani, "Is the Rectum a Grave?"

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Los higienistas argentinos preocupados por el control de la circulación del "mal in corpore", adentro de las casas, llegaron a proponer que se prohibiera la construcción de baños que no tuvieran comunicación directa con el exterior. Escandalizados describieron los "planos de ciertas casas, en que las letrinas están instaladas arriba de un comedor o de un dormitorio en el descanso de una escalera y aún al lado de la sala" o sea "a mucha distancia de las paredes del edificio, de manera que viene a ser indispensable colocar largos caños de descarga y desagüe bajo los pisos". Si no era por debajo de los pisos la disposición sanitaria de esas casas obligaba "a que los caños deban incrustarse en las paredes de las piezas que están en ocupación constante. Si deseamos tener casas sanas no debemos tolerar estas irregularidades (Salubridad Belgrano, 274). Las "irregularidades" fueron connotadas con significados de clase social para describir la amenaza de un proletariado insalubre: ...en la vida de una ciudad hay tal solidaridad entre sus habitantes, bajo el punto de vista higiénico, que no se concibe la salubridad del palacio del potentado sin la del albergue del proletario. E l hacinamiento y demás infracciones higiénicas de la vida del conventillo, hace sentir frecuentemente sus primeros efectos en la casa del millonario, que ilusoriamente se cree tan distante e independiente del proletario respecto de la higiene y de la salud, como de la posición social y pecuniaria (Salubridad Belgrano, 275)

Los homosexuales, invertidos y uranistas que en su cuerpo confundían centro deseado, centro deseante y centro productor de materia fecal, representaban una forma de contaminación proletaria que jugando con la retención o disposición de flujos se infiltraba en las casas de la burguesía y desbarataba la separación higiénica de clases sociales y de flujos de repulsión y placer, asco y deseo, como de aguas potables y aguas servidas. Modelos seductores Para fijar las elaboraciones taxonómicas que hicieron las ciencias sexuales argentinas durante la primera década del siglo veinte, Ingenieros en 1910 hizo un gran ordenamiento teórico. En su "Patología de las funciones psicosexuales", una "clasificación sistemática de las perturbaciones psicosexuales" (4) alegando basarse en la bibliografía extranjera, pero sobre todo en las publicaciones de "Ramos Mejía, Mercante, Senet, Ayarragaray, Eusebio Gómez ... y principalmente varias monografías clínicas de de Veyga", Ingenieros concluyó: "los invertidos son pederastas pasivos que se acostumbran a cohabitar con 273

un hombre" (27).^^ Notemos la identificación del compañero del invertido como el "hombre", porque adoptaba el rol insertivo. Ese era el seductor. Veyga lo definió en 1902, al principio de su investigación sobre la inversión. Como los modelos del texto de Batiz, publicado seis años después, los seductores no eran estigmatizados porque no invertían el rol correcto pero debían ser sancionados porque eran la causa primera de la inversión de otros hombres. Pero para el discurso médico patriarcal era especialmente difícil sancionar a los hombres que representaban el origen de la enfermedad, el principio de la etiología, pero que no eran traidores a la binaridad patriarcal del género con sus roles y jerarquías fijas inscriptas en los cuerpos y reafirmadas en la adopción de roles. No olvidemos que esos hombres debían conformar, una vez reformados, una nueva ciudadanía argentina electora "viril" y el principio de la nueva raza. En la historia de Rosita hemos visto la referencia al "sujeto que lo abordó de lleno —el seductor de siempre, el agente inicial de estas desviaciones". E l mismo personaje taxonómico en la historia de Luis D. apareció como "el seductor [que] le invitó a dormir juntos" (Inversión Profesional, 492. Enfasis en el orginal). Según Veyga, Aída, el "invertido sexual imitando la mujer honesta", como tal afirmaba que "su seductor tiene que convertirlo en 'esposa' para poseerlo" (Mujer Honesta, 368); "entregarse así cobardemente al seductor, era para él un acto indelicado que le dejaría enternamente sumido en la vergüenza" (371). La importancia de este personaje en la etiología de la desviación hizo que Veyga lo definiera en su segundo estudio sobre la inversión sexual. En la conclusión de la historia de Aída, Veyga escribió: E n cuanto a los cómplices de esta singular pantomima mórbida, avancemos esta conclusión general que puede servir de principio etiológico para el estudio

^"^No obstante la alusión a la bibliografía extranjera Ingenieros, que en 1910 ya había pasado toda la década trabajando en la policía, señaló que como evidencia positiva para su gran ordenamiento teórico utilizaba "algunas observaciones clínicas [que] servirán para ilustrar mejor el predominio patológico de la emoción, la tendencia o el sentimiento en los diversos casos. Todas ellas pertenecen a la bibliografía argentina, siendo en gran parte observaciones recogidas personalmente por el autor en la Clínica de Enfermedades nerviosas de la Facultad de Medicina, en el Servicio de Observación de Alienados de la Policía y en la práctica médico-legal en nuestros Tribunales" (Patología Funciones, 4).

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y comprensión de todos estos fenómenos de aberración sexual en el hombre: existen al lado de los invertidos, para determinar o fomentar las tendencias homosexuales, tipos previamente inclinados al goce corporal dentro de su sexo. La idea de aceptarle con un ser de idéntico género, temporaria o permanentemente, no puede tener por origen exclusivo la degeneración mental o la locura: por más extraviadas que sean las concepciones de la mente enferma siempre hay en el medio ambiente una base que les sirve de pie, y en este caso, lo de 'convertirse en mujeres*, sea del tipo libertino [como el de Manon] o casto [como el de Aída], responde a la existencia de una clase especial de sujetos, más numerosos quizá que la de aquellos o por lo menos tanto, que busca de satisfacer las impulsiones viriles sobre un individuo de su sexo forjándose la ilusión de que es mujer. De todos modos, al lado del invertido se encuentra siempre al sodomita más o menos inviciado, sirviéndole de complemento y de estímulo (Invertido imitando, 373-374).

Notemos esa segunda ordenación implícita de los invertidos de acuerdo al doblez que hemos visto en la representación de la mujer casta o libertina, ángel o demonio. Más adelante volveré a esta forma de representación. Aquí lo que me interesa es señalar cómo al describir la relación sexual entre dos hombres, este discurso masculino que trataba de reinstaurar y reorganizar, recuperar el género confuso de esa pareja sexual, representaba al "hombre" de "impulsiones viriles" (que por supuesto signiñca que adoptaba una posición insertiva) imaginando o fantaseando que tenía una relación sexual —no junto sino— "sobre", una mujer. La idea de que estos hombres inmersos en relaciones sexuales que eran un entramado de acciones recíprocas mutuas sentían y sabían que lo hacía con otros hombres vestidos de mujer cuestionaba nociones fáciles de estabilidad genérica binaria. En el discurso de las ciencias sexuales argentinas el seductor era, y siguió siendo "el sodomita más o menos inviciado", ese sujeto legal cuya falta describió Foucault: "la sodomía —la de los antiguos derechos civiles y canónico— era un tipo de actos prohibidos; el autor no era más que un sujeto jurídico" (Historia Sexualidad, 56). Foucault propuso que el sodomita fue reemplazado por el homosexual, "la homosexualidad apareció como una de las figuras de la sexualidad cuando fue rebajado de la práctica de la sodomía a una suerte de "androginia interior" (Historia Sexualidad, 57). Pero en el discurso de las ciencias sexuales argentinas ese personaje jurídico no fue reemplazado sino articulado con el invertido que, como el homosexual de Foucault, significaba una "suerte de androginia interior" y era "un personaje: un pasado, una historia y una infancia, un carácter, una forma de vida; asimismo una morfología, con una anatomía indiscreta y quizás misteriosa fisiología" (Historia Sexualidad, 57).

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Los seductores, "sodomita[s] más o menos inviciado, sirviéndole de complemento y de estímulo** a los invertidos, eran "sujetos, más numerosos** que los invertidos y servían "para determinar o fomentar** las desviaciones. Y una lectura del texto de Batiz entrecruzada con los estudios de Veyga sugiere, además, que en el discurso de estas ciencias de la sociedad y la conducta esos seductores también eran identificados como "los italianos**, los modelos importadores de la pederastía romana y seductores de una juventud argentina de pederastas pasivos. No obstante ser frecuentemente los italianos una mayoría en la ciudad durante el período que nos interesa, en las historias clínicas publicadas por Veyga éste identificó a los invertidos como argentinos (Mujer honesta, 369), (Adquirida, 206), españoles (Congénita, 44), (Adquirida, 202), (Profesional, 492) o paraguayos (Adquirida, 195) pero nunca italianos.

Otra guerra de discursos Homosexuales militantes Italianos, modelos o seductores eran en este discurso un origen del mal degenerador y extranjero que llegaba, invadía, como una enfermedad y como una fuerza política que de no ser controlada en las instituciones regeneradoras argentinas podía transformarse en una patología social y cultural. Recordemos la afirmación de Ingenieros cuando propuso que los "pseudo-invertidos ... componen la gran masa de los homosexuales militantes, aunque todos pretenden hacer creer que son verdaderos invertidos congénitos (y algunos terminan por creerlo), comprendiendo que su perversión adquirida es más disculpable con el disfraz de la anomalía congénita (Patología Funciones, 23-24). La militancia representaba la posibilidad o latencia de la patología que aparecía cuando los activistas homosexuales envueltos en la acción política y simulando ser enfermos "termina[ban] por creer** que eran "verdaderos invertidos congénitos** y se transformaban en los delirantes que veremos más adelante, simuladores que se habían creído su propia simulación. E l temor a una militancia homosexual extranjera demuestra que a Buenos Aires habían llegado las ideas de los activistas homosexuales alemanes e ingleses como Havelock Ellis y Magnus Hirschfeld. Y efectivamente los documentos evidencian que las maricas de Buenos Aires para resistir al discurso de los hombres de ciencia utilizaron consistentemente el discurso de los activistas homosexuales alemanes 276

(como Magnus Hirschfeld) que —citando a Karl Ulrichs, un activista anterior— afirmaban que su condición era innata y que por lo tanto no se lo podía acusar de ser un depravado moral. Karl H. Ulrichs, un abogado de Hannover abiertamente homosexual, en 1862 fue el primero en describir el uranismo basándose en la apología del amor entre hombres que hizo Pausanías en el Simposio de Platón. Ulrichs rechazó la noción de que los homosexuales eran depravados, afirmó que su sexualidad era una condición natural y describió su experiencia como la de "un alma de mujer encerrada en el cuerpo de un hombre", un anima muliebris virili corpore inclusa. Es cierto que a fines del siglo veinte la explicación de Ulrichs resultó problemática. Como explicó Eve Sedgwick, entre otras cosas implicaba que era necesario ser mujer para amar o desear a un hombre (Tendencies, 56), Pero en el contexto cultural del Buenos Aires de principio del siglo veinte las explicaciones de Ulrichs utilizadas por activistas como Hirschfeld —que a su vez se apoyaba en el mismo discurso médico que sostenía que sí había una inversión congénita— sirvió a los invertidos, maricas, homosexuales, uranistas y seductores para resistir la persecución médico legal y policial y las distintas formas de sanción social. Los escritos de Ulrichs dejaron una marca profunda tanto en el discurso de los defensores de los derechos de los homosexuales como en el de los sexólogos. Además de proponer la descripción del uranismo, Ulrichs fue el primero en proponer la existencia de los "tipos sexuales intermedios" que fueron tan importantes en los estudios de Hirschfeld y su descripción del tercer sexo. John Lauritsen y David Thorstad notaron que Hirschfeld trabajó especialmente con el aval de los grandes sexólogos del período, de "los prominentes pilares de la biología y la psiquiatría, Ernst Haeckel y Richard von Krafft-Eging [que] le dieron su acolada 'científica'" (Early movement, 64. Traducción mía). La obra de Hirschfeld y del Comité Humanitario alcanzó notoriedad internacional a lo largo de toda la primera década del siglo veinte y los documentos demuestran que sus ecos llegaron a Buenos Aires. En 1903 Hirschfeld intentó las primeras encuestas estadísticas sobre comportamiento homosexual utilizando un cuestionario que mandó a tres mil estudiantes y cinco mil obreros. Al publicarse los resultados, un pastor entabló un juicio contra Hischfeld alegando que había publicado y propagado material "indecente". Y Lauritsen y Thorstad señalaron que "el juicio recibió una gran cobertura favorable en los periódicos —incluyendo la prensa de Brasil y Argentina" (Early

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Movement, 25). Recordemos, por ejemplo, la cobertura periodística a la que se refirió Batiz al señalar el peligro de "la casa que existe en Roma ... y de la que se ha hablado mucho en la prensa diaria". En esa pugna de discursos entre los invertidos de Buenos Aires que usando las explicaciones de los militantes europeos afirmaban que su condición era natural y los médicos y criminólogos que proponían que la homosexualidad era una depravación moral adquirida del medio ambiente, los científicos argentinos se vieron obligados a disentir de sus respetados colegas y maestros europeos y lo hicieron alegando que éstos habían sido engañados por las estratagemas de los activistas homosexuales. Ingenieros en su "Patología de la funciones psicosexuales" insistió en que "la verdadera inversión primitiva del instinto sexual nos parece un hecho menos frecuente de lo que han creído Krafft-Ebing y otros autores después de él" (25) y se vio obligado a repetir que "es muy rara la inversión primitiva [congénita] de las tendencias sexuales, a pesar de la exageración que en este sentido difundió Krafft-Ebing" (27). Richard von Krafft-Ebing, el neurólogo vienés fundador de la sexología de fines del siglo diecinueve fue un amigo personal de Hirschfeld. Hasta su muerte Krafft-Ebing reseñó toda la literatura sobre la homosexualidad en el Anuario donde además publicó varios artículos suyos. Entre los "otros autores" a los que aludió Ingenieros había figuras como Charcot y Lombroso, los neurólogos, psiquiatras y criminólogos más respetados por los hombres de ciencia argentinos. En 1908 Eusebio Gómez también notó el acuerdo entre el discurso de los sexólogos que sostenían que la homosexualidad era una condición innata y el de los activistas homosexuales alemanes, al señalar que "muchos son los autores que sostienen que, en todos los casos, la homosexualidad es congénita. Ulrichs, que defendió la legitimidad de las relaciones entre sujetos del mismo sexo y aún el derecho a contraer matrimonio entre ellos, nos habla de un alma 'mulieris in corpore viri' [sic]" (Mala Vida, 181). En la frase de Gómez, los mismos autores que citó Ingenieros, neurólogos, psiquiatras y criminólogos europeos, aparecían separados por un mero punto del militante homosexual que por primera vez se atrevió a señalar que los homosexuales tenían los mismos derechos que el resto de los seres humanos a tener relaciones emocionales, sexuales y afectivas fundamentales, básicas: crear, nutrir (y ser nutridos) por una familia. Los documentos también demuestran que los invertidos de Buenos Aires conocían y usaban la explicación de su experiencia que había hecho Ulrichs. Gómez notó sorprendido que "es curioso observar el

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interés con que siguen la literatura científica que les concierne" (183184). Ese conocimiento apareció de forma consistente en los estudios de Veyga sobre la inversión sexual, Veyga no mencionó a Ulrichs o a Hirschfeld, pero sí se vio obligado a confrontar el uso de su discurso que hacían los maricas, y escribió: "esa *alma de mujer* que tantos de entre ellos pretenden poseer y en cuya existencia han llegado a hacer creer a muchos observadores dignos de la mayor consideración, no es sino una pura fantasía, o una ilusión delirante" (Inversión Adquirida, 194). Para no separarse totalmente de la opinión de sus colegas y maestros europeos, "observadores dignos de la mayor consideración", el discurso de estos médicos argentinos inventó un continuum que iba de la desviación adquirida a la construcción de una "pura fantasía" y de la adopción de la pose del alma de mujer en el cuerpo de un hombre a la patología de creerse la propia fantasía, la "ilusión delirante". Entonces lo que empezaba como militancia del pseudo-uranista podía transformarse en patología del delirante. No es casual que, como en el texto de Veyga que acabo de citar, en su "Patología" Ingenieros también haya descrito ese continuum que iba del estado de fantasía al de delirio al referirse al uso del argumento de Ulrichs que hacían los activistas homosexuales: "las explicaciones dadas por los mismos uranistas (alma de mujer en el cuerpo de un hombre...) son simplemente ridiculas cuando no delirantes" (24). Invertidos profesionales Después de definir una forma adquirida, que contradecía su definición primera de una desviación congénita, Veyga describió otra forma de inversión adquirida más específica, la "profesional". Los invertidos profesionales, como Aurora o Luis D., según el médico eran hombres que invertían el rol, vestido y maneras correctas pero por razones absolutamente pragmáticas, para obtener beneficios materiales o hacer dinero trabajando en la prostitución. No fue casual que en su primer estudio sobre la inversión adquirida, la primera histora que Veyga utilizó haya sido la de un invertido profesional. Los médicos querían cimentar la asociación de la inversión adquirida con la inversión de hombres que trabajaban en la industria del sexo, criminalizada, y así criminalizar a la mayoría de los invertidos. Veyga usó la definición de la inversión profesional para criminalizar a todos los invertidos, entretejiéndolos e identificándolos con el mundo lunfardo de mujeres y hombres, argentinos y extranjeros, inmigrantes, peones de campo, obreras y obreros periódicamente desempleados, pequeños ladrones y trabajadores de la prostitución. Tampoco fue

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casual que en esta nueva construcción de la homosexualidad, ahora criminalizada por los médicos, Veyga pusiera el discurso de los activistas europeos que proponían que su condición era natural. Estos eran los "pseudo-uranistas", ahora además de militantes, invertidos profesionales criminalizados que ocultaban su perversión adquirida bajo el disfraz de la desviación congénita con el solo fin de lucrar. En los escritos de Veyga sobre la inversión, las historias de Aurora y de Luis D. representaban los extremos de ese espectro que iba de la presunta militancia de invertidos que se dedicaban a "hacer creer" que su condición era nata, al delirio de los que "se habían creído" la propia simulación. Veamos primero cómo construyó el médico la imagen de Aurora. Aurora, escribió Veyga, "representa el invertido profesional que entra a la carrera por el solo interés del lucro y se mantiene en ella con ese solo propósito, pero adaptándose de tal manera al medio que parece haber nacido expresamente para vivir y prosperar en ella. Su fisonomía física y moral, sus hábitos y hasta su estado mental son los de un invertido nato" (Inversión Adquirida, 196). Los profesionales, como tales, entraban a una "carrera [pero] por el solo interés de lucro" porque eran "pseudo-uranistas", especialmente temibles por lo bien adaptados que estaban a ese ambiente confuso de nuevas y no bien definidas clases sociales y profesiones, nacionalidades, géneros y sexualidades entremezcladas y ñuidas. En ese medio de simulaciones fáciles el científico dejbía estar atento a la simulación de invertidos profesionales que se hacían pasar por natos. El choque de discursos de médicos e invertidos emergió como dos posibilidades narrativas. Cuando el invertido profesional empezaba a hacer la simulación del nato, la narrativa alerta del médico develaba al lector la estrategia del pseudo-uranista que oponía una ficción a la narrativa científica. Veyga escribió al principio de la historia de Aurora: "no le han faltado tentaciones de simulamos una novela sobre la iniciación a su vida de marica y contamos como cosa seria sus *inclinaciones femeniles', .sus 'gustos artísticos', su 'sensibilidad exagerada', su 'alma de mujer', que es el fuerte de todos ellos" (Inversión Adquirida, 196-197). No obstante la actitud defensiva del médico alerta frente al avance de un discurso militante homosexual, representado como la ficción y la simulación que competían con la narrativa "verdad" producida por estos presuntos hombres de ciencia, el discurso de los uranistas impregnó, se introdujo, se abrió paso y se alojó en la base del discurso científico, en su propia lengua. Como veremos al explorar el "delirio" de La bella Otero, ese discurso, esa ficción, la invención de los invertidos se apropió como de un escenario

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del espacio del discurso científico y ocupándolo hizo una parodia de las fábulas, casos e historias "científicas" de los médicos. En el uso que hizo Veyga del vocablo "marica" quedó demostrado cómo la lengua de la cultura homosexual fue entrando al discurso científico. Los uranistas, invertidos y homosexuales del Buenos Aires de principios de siglo usaban el muy castizo diminutivo de María para autodenominarse "maricas". Desde fines del siglo diecinueve (me atrevo a decir que hasta fines del siglo veinte), en Buenos Aires, la forma "marica" era (y es) usada con frecuencia por homosexuales y gays para autoidentificarse. Asombrado por la conñisión que hacían los maricas de las categorías fijas que él había inventado, Veyga notó "los casos en que se acopla [ban] momentáneamente a un tiempo dos invertidos y las propensiones que t[enían] algunos a hacer papel de hombres en medio de sus devaneos homosexuales. A estos tipos, ¡el azote de los invertidos, les ha dado el título sugestivo de maricas machosl (Amor Invertidos, 340-341). "Marica" no era una forma peyorativa o estigmatizante como la forma masculina "maricón" que fue la que adoptó el discurso patriarcal para reorganizar, recuperar el género confuso de hombres/mujeres aplicándoles el epíteto "masculino". La forma "maricón" ya había aparecido a principios del siglo diecinueve, usada por grupos federales para estigmatizar a los unitarios, pero no se popularizó hasta principios del siglo veinte y los encargados de propagarla fueron muchas veces los mismos médicos. El uso estigmatizante de la forma "maricón" ya aparecía en un cielito de 1830 que citó R. Rodríguez Molas: "Cielito, cielo, cielito,/ Cielito de los maricones, / Un decreto debe darse, / Para que usen calzones. / En un momento hace un sastre / Un unitario decente, / Pues ellos se juzgan serlo / Con tener levita y lente**. (Historia Tortura, 56, n. 4). A principios del siglo anterior había una tradición popular argentina que identificaba como maricones a hombres intelectuales, "inteligentes y estudiosos", que usaban lentes, que hacían visible una ideología en la adopción de la "levita", el vestido. A fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte, en cambio, la lengua popular usaba la expresión "manflora" o "manfrodita" que era un derivativo de la forma "hermafrodita". En Los invertidos, la obra de José González Castillo representada por primera vez en 1914, Petrona, la mucama, le respondió a Julián que le hablaba de invertidos y hermafroditas "¡Ah! Un manflora ... ibah! he conocido a tantos ... ¿Y cómo dice que le llaman a los manfloras?/ Julián: —Hermafroditas ... Invertidos. / Petrona: —Manfrodita... ¡Bah!... Los médicos y procuradores siempre le han de inventar nombres raros a las cosas más sencillas. E n mis

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tiempos se les llamaba mariquitas, no más, o maricón, que es más claro" (10).38 María Moliner, en su Diccionario de uso del español, si bien no indicó que el uso de la fortna femenina marica era más común en las culturas homosexuales españolas y latinoamericanas, sí señaló una diferencia de grado entre las formas femenina, común, y masculina, estigmatizante. Moliner señaló que marica significaba en primer lugar: "1. diminutivo de María, [y] 2. (vulgar e inconveniente). Hombre afeminado o invertido". Pocas líneas más abajo Moliner señaló que maricón en cambio significaba "Marica [pero era un) (insulto, todavía más grosero)" (Diccionario Uso, 352). La transformación de la categoría médica del pederasta pasivo o invertido en una forma popular masculina estigmatizante se hizo evidente en el modo en que Ingenieros fue reescribiendo "La psicología de los simuladores" entre 1902 y 1917, es decir, durante el período en el que, como estamos viendo, los médicos elaboraron e incorporaron al discurso y a la lengua vocablos, categorías y construcciones de la homosexualidad. En la versión de 1902, al prevenir al lector sobre el peligro de imitar males europeos que llegaban entretejidos en modelos específicamente literarios, Ingenieros señaló que "D'Annunzio (italiano que ha sufrido contagios psicológicos franceses) ha simulado ser partidario del amor sororal y del homosexualismo: es verosímil considerar simulados tales refinamientos del instinto sexual" (477). El modelo literario italiano simulaba una "homosexualidad" que significaba el vicio reprensible pero no necesariamente estigmatizante porque no indicaba una inversión de roles definidos como correctos para una Latinoamérica "viril". Pero era un modelo peligroso, copiado, por ejemplo por "un joven literato [latinoamericano] decadente, sugestionado por los fumistas franceses [que] creyóse obligado a simular los refinamientos y viciosfingidospor éstos conceptuándolos verdaderos. Simulaba ser pederasta pasivo" (Psicología Simuladores, 1902, 483-484). Esta era la pederastía de los "modelos" italianos que se hacía "pederastía pasiva" en la nueva juventud argentina. En la versión de 1905, en cambio, Ingenieros acercó a D'Annunzio a una homosexualidad ahora separada del escritor y especificada en su ficción. En esa nueva versión D'Annunzio se transformó en el italiano que "ha simulado, en sus primeros libros, ser partidario del amor

^^Ver también Gobello (Nuevo Diccionario, p. 164); Cammarota (Vocabulario Familiar, p. 132) y Escobar (Diccionario Hampa, 210).

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sororal y del homosexualismo" (Psicología Simuladores, 1905, 697. Énfasis mío). En la versión de 1917, en cambio. Ingenieros barró la homosexualidad de lafiguradel escritor italiano. El mismo texto decía entonces: "D'Annunzio ha simulado en sus primeros libros ser partidario del amor sororal, y pueden considerarse como simples ficciones sus refinamientos amorosos" (Psicología Simuladores, 1917,118). Entonces la desviación original de D'Annunzio de 1902, que en 1905 se transfiere a su obra y que en 1917 es separada definitivamente de la figura del autor, se incorpora a la lengua en su forma vulgar para prevenir la desviación del joven literato latinoamericano decadente que "simulaba ser maricón" (Psicología Simuladores, 1917, 126). En la escritura y reescritura de este texto es claro ese proceso que describió S. Molloy de selección (y no copia tout court) de modelos literarios usados para la constitución de una literatura latinoamericana modernista continental.^® Pero en 1902, al creer definir él la cultura homosexual, Veyga preservó la forma femenina que usaban los maricas para definirse a sí mismos. La voz de Aurora, abriéndose paso nuevamente dentro del discurso médico y siempre reafirmando la posición ideológica de los activistas homosexuales, repitió que sentía "*como si hubiera nacido marica', [y el médico aclaró que lo] d[ecía] él mismo, contando esta parte de su historia" (Inversión Adquirida, 198) Después de articular en la voz de Aurora esa "*alma de mujer', que [era] el fuerte" del discurso de los activistas homosexuales, la estrategia retórica de Veyga trató de confundir toda la cultura homosexual de Buenos Aires con la cultura de la prostitución homosexual. Para eso y bajo la cubierta de presunta evidencia positiva que demostraba cómo se realizaba la propagación de la inversión adquirida en un medio ambiente en el que proliferaban los seductores, Veyga marcó cómo al frío pragmatismo inicial —un afán de lucro— de las experiencias homosexuales de Aurora se había sumado luego el descubrimiento escandaloso de nuevas formas de deseo, que en la historia de La bella Otero iban a exacerbarse hasta el delirio. Según la narrativa de Veyga, a pocos días de "llegar a Buenos Aires, mal ataviado y necesitado de fondos" (Inversión Adquirida, 197) Aurora se puso a conversar con un transeúnte que le hizo "proposiciones amorosas de la más vulgar crudeza" (197). Es difícil saber si esta

^^Ver S. Molloy, "Too Wilde for Comfort", pp. 191-194.

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noción de vulgaridad era del médico o del joven peón de campo paraguayo al entrar en contacto con realidades comunes en la metrópolis moderna. También es difícil saber hasta qué punto Aurora buscó o no un primer contacto con el mundo homosexual de Buenos Aires. E l lugar en el que éste se produjo era una zona importante de la deriva homosexual del período.**** Veyga, buen conocedor de la cultura, lo sabía y por eso al señalar que el encuentro se había producido "yendo de retirada [Aurora] para su hotel, [cuando] sintió *que lo llamaban de atrás'" agregó enseguida: "hay que decir, entre paréntesis, que su hotel quedaba en el Paseo de Julio y que se encontraba muy próximo a él; ¡cualquiera creería que ha sido una predestinación!" (Inversión Adquirida, 197). Como explicó Néstor Perlongher en los espacios de la deriva homosexual frecuentemente "los gays coexisten, codo a codo, con otros tipos marginales, sexuales o no" (Prostitución Homosexual, 34). Este era sin duda el caso en los jardines del Paseo de Julio y la recova adyacente que describió Batiz: "el lugar de los extranjeros del bajo fondo, en su mayoría italianos y granujería cosmopolita que llegaba al país para lucrar a costa de cualquier bajeza" (Buenos Aires, 25-26). Un joven peón paraguayo recién llegado a Buenos Aires, en los jardines y la recova pudo haber encontrado la oportunidad de pasar de una posición de marginalidad nacional, económica y social, a una más específicamente sexual en la que encontró, además de gratificación sexual, una forma de supervivencia económica.

***Uso la expresión "deriva homosexuar con el sentido que le dio Néstor Perlongher a partir de la diferencia entre "localización" del espacio nómade y "delimitación" del espacio sedentario que sugirieron Deleuze y Guattari en su Traité de Nomadologie. Perlongher propuso que el territorio de la deriva homosexual "es antes un punto de ñujo y deambuleo que un lugar de residencia fíj a" (Prostitución Homosexual, 34) y señaló que "esta modalidad de circulación podrá favorecer la aparición de 'subgetos' o de pequeñas áreas de concentración y encuentro de los adeptos a las prácticas homosexuales en diferentes puntos de la ciudad" (Prostitución Homosexual, 35), ^^El temor al espacio del Paseo de Julio y la recova en algunos textos llegó a exageraciones significativas. E n un artículo publicado en la revista P.B.T. titulado "El símbolo de las palmeras", después de notar que "algunos árboles son extraordinariamente representativos; [porque] en su forma reside su símbolo" el autor señalaba "el laurel, por ejemplo, simboliza la gloria, por la eternidad de su verdor". Pero en cambio "la palmera es el árbol del calor, y el calor no supone actividad sino lo opuesto ... parece una mujer indolente de hamaca y abanico. Sus hojas se doblan con pereza, con voluptuoso gesto. Árbol sensual, sólo tiene enegías para curvarse en una actitud artística". La profusión

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E n el medio ñuido de la recova que entremezclaba toda una economía de nacionalidades, sexos y géneros, Veyga describió una entrega progresiva de Aurora: "fuera que encontrara cierta curiosidad en los hechos, fuera que las insinuaciones de dinero le tentaran, el caso es que poco a poco fue ablandándose hasta entrar en tratos y aceptar la propuesta" (198) del transeúnte seductor. E l sexólogo preocupado siempre por los roles sexuales no pudo dejar de notar que "el papel que debía jugar nuestro héroe era el de pasivo y por más que le fuera doloroso el sacrificio lo desempeñó como un hombre hecho a la materia" (198). Notemos que hasta aquí Aurora seguía siendo representado como un "hombre [aunque] hecho a la materia". Para este médico, en la historia de Aurora como en la historia de L a bella Otero que hemos visto, lo represensible no era tanto esa primera experiencia homosexual, aunque ya implicara una inversión de roles definidos como "correctos", sino una recurrencia, la "reincidencia" que sumaba al pragmatismo inicial un deseo perverso. Pragmatismo y deseo anal inauguraban entonces el ingreso del inmigrante paraguayo a una criminalidad argentina. Según el médico Aurora primero "quedó repugnado de su acción y juró no volver a reincidir jamás en tamaña bajeza, fuese preciso para ello entregarla vida. ¡Vano juramento!" (198). Veyga creyó contener el

de palmeras que vimos en el interior del Presidio que visitó Ana Lombroso era una característica de época repetida en los interiores de la literatura modernista como en los patios de muchos edificios públicos del período. Ver por ejemplo la exuberancia tropical de la fotografía del "Patio central en el interior del Departamento de Policía" (Memoria, 573). Pero empezó a ser connotada como una planta decadente que no conseguía mantener su erección: "sus hojas brotan hacia lo alto; pero antes de que lleguen a madurar esas bellas hojas se inclinan indolentemente sin fuerza para crecer erguidas". Enseguida el autor identificó las palmeras que lo preocupaban tanto "en el Paseo de Colón ... [dondel crecen las mejores palmeras de Buenos Aires". Y a la sombra de esas palmeras indolentes "otros hombres" se tumban: "estos otros hombres no se tumban por cansancio, sino por placer. Sus músculos están fatigados ciertamente, pero con una fatiga viciosa ... y así se les ve tumbarse ahora de un lado, luego de otro lado, ya boca arriba, ya de bruces". Tanto vicio, tanto relajamiento de posiciones múltiples no era respetable, y el autor concluyó: "creo que la palmera es un árbol vicioso, pernicioso para el progreso y decididamente inmoral. Tan inmoral como la hamaca, o como los cafés públicos. En vista de tales observaciones, yo aconsejaría a la intendencia que mandase arrasar todas las palmeras de Buenos Aires" (Simbolismo Palmeras, s/n).

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melodrama titilante con la seriedad del discurso médico legal que examinaba una forma de "reincidencia". Uno de los grandes temas de la criminología fue la dificultad en la identificación de criminales reincidentes (o habituales, distintos a los llamados ocasionales). No era casual que la noción de reincidencia emergiera en el primer texto en el que Veyga definió la inversión adquirida. Así la desviación sexual, además de ser representada como criminal desde su aparición en el discurso médico legal, también quedaba asociada con la primera experiencia del placer anal del pederasta pasivo. Aurora "a los pocos días no solamente olvidó [su juramento] sino que se puso en actitud de ser solicitado, en esta ocasión, por otra parte, ya no experimentó disgusto en el acto sodomita: *más bien cierto placer'" (198). Notemos el uso de las comillas que marcan las entradas recurrentes de las voces de los maricas y del discurso de los militantes homosexuales que describían su "cierto placer" "sus 'inclinaciones femeniles', sus 'gustos artísticos', su 'sensibilidad exagerada', [y] su 'alma de mujer'". Una vez construida así, Veyga trató de hacer pasar esa criminalidad por toda la cultura homosexual del Buenos Aires de principios de siglo. Y lo hizo confundiendo una presunta "cofradía" de la prostitución con la cofradía de maricas, homosexuales, uranistas, pederastas y seductores de todas las clases sociales. Según el médico, Aurora al descubrir (junto con un nuevo deseo) las posibilidades económicas de la prostitución homosexual, "estaba muy ajeno, por cierto, a suponer que en Buenos Aires había toda una 'cofradía^ que ejercitaba este comercio ... Pero muy pronto supo que no era privilegio suyo el medio de vida que había encontrado y que por el contrario se las tenía que haber con competidores numerosos y avezados en la práctica del oficio" (198. Énfasis mío). Pero esa cofradía numerosa y avezada no era la de un grupo de hombres que trabajaban en la prostitución solamente. "Cofradía" era el término que utilizaban una mayoría de maricas, homosexuales y uranistas para autoidentificarse como grupo. Veyga utilizó su tono de exageraciones melodramáticas para diseminar el pánico homosexual mediante la representación de una ciudad inmersa en una cultura de hombres vestidos de mujer y una prostitución de mujeres y de hombres de género dudoso. No obstante, los documentos transparentan que la prostitución homosexual era común. Gómez se quejó de que "la prostitución reglamentada no ha producido, en el hecho, los resultados que se tuvieron en vista al instituirla" y una de las razones del fracaso eran "las relaciones homosexuales organizadas en el régimen de la prostitución heterosexual" (Mala Vida, 126). Pero

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no obstante lo extendida, Veyga, como Gómez, quiso extender esta prostitución homosexual a la cultura de un grupo mayor de homosexuales que abarcara a todas las clases sociales. Gómez mismo señaló que "los homosexuales de Buenos Aires [ofrecen] una particularidad digna de ser señalada: es la tendencia a asociarse formando una especie de secta, designada por ellos con el pintoresco nombre de 'cofradía'" (Mala Vida, 192). Cofradía que, en sus propios términos, era una cofradía de "homosexuales de Buenos Aires" y no de hombres que trabajaban solamente en la prostitución. E l mismo Gómez publicó una carta en la que Mysotis, un homosexual "de la clase que llamaremos aristócrata" (184), usó el término para denotar a un grupo que seguramente incluía a hombres que trabajaban en la prostitución, pero que, sin embargo, constituían una minoría dentro de la cultura homosexual . Los médicos y criminólogos preservaron las voces de muchos de estos hombres gracias a la costumbre de sustentar sus argumentos mediante la publicación de cartas, poemas y fotografías. E n la carta de Mysotis se hacía evidente, además, cómo estos investigadores buscaban activamente esos documentos. Por eso, en la primera frase de su texto Mysotis le dijo al criminólogo: "es ridicula su exigencia de que le cuente, en la forma comprometedora de la carta, los detalles de mi vida" (184-185). Pero las luces del escenario de la ciencia fueron una tentación demasiado fuerte para esta diva de la sociedad porteña, que no obstante la negativa agregó enseguida "como soy atenta, y nunca fui descortés con un hombre, allá van estas líneas, para que las guarde y sea discreto. Noblesse oblige" (185). L a posdata de la carta repetía: "rompa esta carta después de leerla" (185). Pero el interés "científico" era más importante que la discreción, y entonces el criminólogo publicó el texto de Mysotis señalando: "respecto de ese afán de vindicarse es interesante, siéndolo también bajo otros aspectos, la siguiente carta que nos dirige Mysotis" (184). Notemos la presencia constante de este juego de seducciones discursivas, pugnas y tensiones entre las voces de invertidos, homosexuales, pederastas, uranistas y el discurso de médicos y criminólogos que trataban de contrarrestar con su ciencia ese temido "afán de vindicarse" que significaba el discurso de los homosexuales militantes que, organizados o no, reafirmaban constantemente y siempre que podían que su condición era natural. Mysotis, como los militantes europeos y como los maricas relacionados con Veyga, insistió que su condición era innata, y escribió con seguridad: "Yo soy así porque así he nacido". Enseguida, en una

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referencia a su renombre en las columnas sociales, Mysotis describió un grupo de homosexuales que no se reducía a los que trabajaban en la prostitución, al agregar: **yo no hago nada de extraordinario: me gustan los hombres y por eso tengo expansiones con ellos. Los trato con exquisito savoir faire, como dice una de las de la cofradía, que escribe la crónica social de cierto diario" (185). Aquí, en la voz de un homosexual de clase alta, se hacía evidente que la cofradía era un grupo de hombres que incluía a profesionales de clase media, como podía serlo el periodista que escribía la columna social del periódico; conocidos personajes de la clase alta, como Mysotis o como Aída, "nacido[s] en buena cuna y criado [s] en la holgura" (Mujer honesta, 370); "heredero [s] de una cuantiosa fortuna" (Inversión Adquirida, 204) como el hombre que "abandonando familia, intereses, [y] posición social" (Inversión Adquirida, 204) asumió públicamente una identidad sexual de marica; empleados de servicio doméstico como Rosita y L a bella Otero (Inversión Adquirida, 202), (Inversión Profesional, 492) y peluqueros como Manón (Inversión Congénita, 46). Aurora y L a bella Otero trabajaron intermitentemente en la prostitución y como empleados de comercio o peluqueros (Inversión Adquirida, 195), (Inversión Profesional, 493).

Implantación perversa de los estereotipos del invertido Tráficos de peluqueros entre espacios y clases sociales Para tratar de controlar esta cultura que al incluir todas las clases sociales las desordenaba desorganizando todo el sistema de clases tradicional, en sus historias y artículos sobre la inversión Veyga representó a homosexuales, invertidos y uranistas transitando promiscua y libremente entre clases sociales y entre espacios públicos y privados, peligrosos aliados de mujeres y siempre al acecho de jóvenes y niños. E n una asociación con las mujeres que los hacía sospechosos de traición a su sexo, los invertidos fueron representados como peluqueros. Manón "ejerc[ía] la profesión de peinador de señoras en las principales peluquerías de la ciudad" (Inversión Congénita, 46) y Aurora era "peinador de damas como oficio de repuesto** (Inversión Adquirida, 195); "trabaja[ba] en una de las principales casas del ramo** (198-199). A partir de estos datos Veyga construyó el estereotipo del peinador invertido, un personaje al que además de su relación con las mujeres, la labilidad de movimiento entre clases burguesas y clases marginales

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lo hacía doblemente sospechoso y temible. Veyga escribió: "el arte de peinador de señoras, dicho sea de paso, es frecuentemente ejercido por invertidos; muchos de entre ellos, cuando no encuentran trabajo en las casas del centro de la ciudad, sirven a domicilio en casas particulares, de gente honesta o no"* (Inversión Adquirida, 199. Énfasis mío). Además de su labilidad sexual y genérica, se temía su gran circulación "entre "gente honesta o no", del centro de la ciudad a la marginalidad, y entre espacios públicos y espacios privados, desde el "domicilio en casas particulares" a los burdeles. Significativamente estos personajes aparecían siempre en una temida asociación con mujeres que no se adaptaban al modelo de la burguesa respetable y conformando y moviéndose con ellas en un tejido social reticular, similar al que preocupaba a Bialet-Massé en las mujeres politizadas, pero ahora rompiendo además las barreras divisorias de clases sociales distintas. L a circulación subterránea, peligrosa por no ser controlada y por lo presumiblemente contaminante, aparecía cuando al desbordar los espacios de los comercios o las casas privadas del centro de la ciudad los peluqueros invertidos llegaban a los prostíbulos: "su gran clientela en estos casos son las mujeres públicas, no siéndoles difícil recibir sus llamados, en vista de las relaciones que mantienen con esta gente por mil motivos diversos" (199). Esta forma de representación del peluquero invertido servía, a su vez, para controlar la relación de todas las mujeres con estos presuntos agentes de la prostitución. Junto con esta criminalización del estereotipo del peluquero invertido, profesional y agente de la prostitución, identificado con una homosexualidad adquirida que diseminaba el discurso de sexualidades distintas entre mujeres y hombres de distintas clases sociales, Veyga entretejió en la historia de Aurora un prontuario criminal. Recordemos que Veyga en 1902 trabajaba en y con la Policía Federal. Entonces, después de alegar que Aurora "e[ral un delincuente reincidente" (195) y de repetir "hemos dicho que era un delincuente'' (199), este otro policía de la sexualidad concluyó: "digamos también, al pasar, que este caso no es una excepción de su género. Muy al contrario, es frecuente, la regla por mejor decir, que el invertido profesional sea un delincuente en la forma que lo es Aurora, no estando exentos todos los demás tipos de la especie de tachas de esta clase y otras peores" (199. Énfasis mío). Este tipo de generalizaciones escritas "al pasar" no era irrelevante en la vida cotidiana de los habitantes del Buenos Aires del período. A la luz de la historia de Aurora construida por Veyga se comprende —quizá— mejor un episodio publicado en 1907 en un periódico de

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Buenos Aires. E l protagonista del episodio fue un hombre que junto con sus hijos sufi-ió las consecuencias del estereotipo diseminado por los médicos y la sanción social que éstos promovían. Esta lectura puede darnos una idea de cómo el discurso médico conseguía implementar sus sanciones en la vida cotidiana de las personas. L a nota periodística apareció bajo el título "Abusos de la justicia-La odisea de un peluquero" en el diario La Prensa del 7 de marzo de 1907. E l autor de la nota periodística empezaba haciendo una caracterización ambivalente de "un peluquero, vecino de Banfield, hombre de costumbres raras, algo excéntrico, [que] era considerado como obsesionado, y a ese ambiente que la maledicencia le había creado, ha debido la via crucis más extraña que pueden registrar las crónicas judiciales" (9). E l "ambiente que la maledicencia le había creado" sin duda era un ambiente discursivo promovido por médicos y criminólogos. Consciente o inconscientemente, el periodista reprodujo ese discurso "científico" al presumir que el detalle secundario de la profesión de "un peluquero", desde el título de la nota identificaba una identidad de características y significados comprensibles para cualquier lector. L a misma forma de identificar al protagonista del episodio se repitió en todo el texto de la nota y sólo cambió cuando el peluquero se hizo momentáneamente "el infeliz" (9). No presumo que el vecino de Banfield fuera homosexual o invertido. Lo que me interesa señalar es cómo la cultura sí lo presumía, gracias a la "evidencia científica" de investigaciones como la de Veyga. E n la traducción del discurso de los hombres de ciencia al de los medios masivos de comunicación, la homosexualidad apareció codificada en esa progresión de una forma de vida, "de costumbres raras" que se hacía una personalidad primero, "excéntrico", y una patología después, "obsesionado".Al explicar que el término obsesión es "usado específicamente en psiquiatría", Moliner dice que significa "deseo que alguien no puede apartar de su mente" (Diccionario Uso, 543). De acuerdo con el estereotipo difundido por el discurso de los hombres de ciencia, el "deseo que no puede apartar de la mente" el invertido era uno sexual: "es imposible concebirlos de otro modo. Mezcla alternante de sátiro y de erotómano, se les ve furiosos, excitados, presa de una sed

*^Los significados posibles de la noción de obsesión en el discurso médico legal y psiquiátrico argentino del período se pueden revisar en un texto titulado "Obsesiones e ideas fijas" publicado en 1904 por J. Ingenieros.

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inextinguible de placer, buscando sin cesar en que abrevar el deseo'* (Amor invertidos, 333). Pero esa obsesión presumida en el peluquero de "costumbres raras*', "excéntrico** y "obsesionado** resultaba especialmente inaceptable en un hombre "viudo y con siete hijos, [que] tenía colocados algunos en casas de respetables familias de Banfíeld** (9). Para rectificar la irregularidad de una vida que no se conformaba al modelo cultural hegemónico se puso en movimiento todo el sistema de control policial y médico legal. Y la oportunidad se presentó cuando el padre viudo interrumpió la rutina obligatoria del burgués respetable. Entonces los agentes del sistema médico legal, jueces, médicos y policías intervinieron para hacer un dictamen que no consiguió resolver lo que la cultura sentía como una contradicción sospechosa, padre de siete hijos, pero "peluquero**, viudo, obsesionado y excéntrico. L a nota que tenía un tono denunciatorio de los "abusos de la justicia** también dejó claro que ya había una mala disposición anterior de la cultura hacia el hombre que no se conformaba a los modelos burgueses hegemónicos, un hombre que no obstante ser distinto ejercía sólo su derecho de patria potestad sobre una familia numerosa. Además de ser un excéntrico también representaba un peligro como modelo de vida alternativo suceptible de ser emulado por sus hijos. E l incidente que sirvió para que los agentes del sistema médico legal intervinieran para disputar precisamente el derecho de patria potestad empezó cuando: ...se le ocurre al peluquero tener una expansión; y, hombre despreocupado excéntrico, se va a la capital, donde permanece tres días. Su fiador por el alquiler de la casa que ocupaba, retira la garantía, los muebles son sacados de la casa que ocupaba y confiados en depósito al mismofiador.El juez de menores interviene; saca y coloca a su parecer a los y a las menores reservándose la mayor para el servicio de su familia. En tanto el peluquero era tomado por la policía y remitido al hospital Melchor Romero, donde se le recluye. Examinado por cuatro alienistas del establecimiento, es dado de alta, porque no tenía, en manera alguna, alteradas sus facultades mentales. Fácil es explicarse la consternación del infeliz al regresar y contemplar la dispersión del hogar (9). L a primera evidencia de disrupción del "arreglo** burgués, lo que precipitó el episodio, fue un tránsito, un flujo del marginal que se mueve de una periferia a un centro ("excéntrico, se va a la capital**). Perlongher describió un movimiento similar al proponer que el "desplazamiento de la *casa* al 'centro* ha de implicar *micromigraciones* de los involucrados en el circuito** (Prostitución Homosexual, 35). Este

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era el tipo de tráfico o flujo no controlado, generador de micromovimientos reticulares con el que se podía confundir el viaje del vecino de Banfield al centro de Buenos Aires. Tomando como excusa lo irregular y sospechoso de ese movimiento los sistemas de control burgueses habían entrado a la casa del excéntrico. L a casa significaba también la familia, incluía casi indiscriminadamente objetos, muebles e hijos como propiedad. E n la nota todos aparecen "sacados", después de ser "retirada" la garantía que sostenía el espacio real y simbólico de la casa/familia, y vueltos a "colocar", repartidos entre el fiador y el juez, los representantes económicos y legales del sistema burgués. Alrededor de la vida de este hombre, y como repitió el autor de la nota periodística, ya había sido creado un ambiente cultural de recelo de una forma de vida y un carácter, hasta una noción de familia distintos. De otra manera sería difícil explicar el notable nivel de vigilancia que demuestra el episodio. E n sólo tres días hubo una coincidencia rápida de j uicios y acciones del fiador y el juez de menores que, aparentemente, se beneficiaban con el episodio. Sobre el "obsesionado" podían dictaminar los médicos psiquiatras y por eso la policía "toma", saca de circulación al sospechoso y "se le recluye" en el hospicio Melchor Romero que era el espacio de la reclusión, cárcel o penitenciaría en la que el rigor de la prisión había sido reemplazado por la ternura amorosa de los médicos. E l Melchor Romero era un asilo psiquiátrico donde los médicos criminólogos ensayaban formas de reclusión institucionales más abiertas como "el sistema de opendoor" (Asilo-Colonia, 129). Notemos la eficiencia policial que, después o durante el reparto de la casa y los hijos, a las órdenes del sistema legal representado por el juez tomó al vecino de Banfield y al carecer de pruebas de contravenciones o delitos recurrió al sistema psiquiátrico para que "los alienistas", los psiquatras como Veyga que habían construido y diseminado el estereotipo del peluquero invertido y criminal decidieran si éste debía ser recluido o no. Cuando los médicos concluyeron que el hombre "no tenía, en manera alguna, alteradas sus facultades mentales", el peluquero "consigue trabajo como oficial en una peluquería de la capital, y con el certificado de su trabajo y provisto de su alta del Melchor Romero, y de varias cartas de recomendación, se presentó nuevamente en ejercicio de su indiscutible derecho de patria potestad. E l Juez se niega nuevamente a entregarle la menor, a quien tiene en su casa dedicada a las más humildes faenas del servicio doméstico" (Abusos Autoridad, 9). E l trabajo estable del buen burgués y el certificado de los médicos

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avalaban una respetabilidad burguesa en la que aparentemente el Juez no creía. Y su juicio podía estar infomado por, entre otros, el discurso médico legal de los Archivos. Recordemos la cita de Juan P. Ramos en la que éste señaló la difusión que tenía esa publicación: "jueces, profesores, médicos, estudiantes, personas ilustradas, mes a mes, veían llegar a sus mesas de trabajo el cuaderno que les traía la exposición o la crítica del pensamiento criminológico del mundo" (Ingenieros Criminalista, 562).

El foco de los sirvientes dentro de las clases

altas

Si el peinador invertido tenía acceso temporario a algunos espacios privados de las clases burguesas, los sirvientes invertidos representaban una clase baja conviviendo en los espacios de la burguesía. Entonces el estereotipo necesario para controlar no ya el movimiento entre clases como de la periferia al centro sino la necesidad burguesa de una clase periférica (con)viviendo dentro de una clase alta se exacerbó, se hizo más peligroso y se representó como el depravado sexual corrompiendo a los niños y adolescentes de las clases altas. Para construir el estereotipo del sirviente homosexual, Veyga utilizó la misma estrategia de presentar, como en el caso de Manon y Aurora, dos historias "reales" que documentándolo confirmaban el estereotipo. E n el mismo texto, el médico empezó a esbozar en Rosita el estereotipo del invertido "sirviente de profesión" (Inversión Adquirida, 202). Rosita "es un buen sirviente y dentro de la casa en que está se conduce seriamente" (204). Pero en la siguiente historia de un invertido en la que se confirmaba la predominancia y peligro de la inversión adquirida, titulada más específicamente "La inversión sexual adquirida—Tipo profesional", a Luis D. Veyga lo representó como el prototipo más acabado del invertido profesional. Luis D. o L a bella Otero (que era como se llamaba él a sí mismo) "ha ejercido la profesión de mucamo durante varios años, abandonándola para entregarse al meretricio homosexual" (Inversión Profesional, 403). A partir de estos datos y como con el estereotipo anterior, Veyga concluyó: "en las casa de familia los sirvientes invertidos, que son numerosos, pues este oficio es uno de sus predilectos, inician sin escrúpulo alguno a los niños de la casa en las prácticas más infecciosas, al mismo tiempo que más degradantes" (Sentido Moral, 23). Notemos el uso del discurso del higienista que describía la presencia del foco infeccioso representado por la práctica sexual dentro de la casa "de familia" tradicional patriarcal, este era el nuevo "mal in corpore** que realizaba la "invasión" de las nuevas clases burguesas.

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E n el sirviente homosexual Veyga hizo confluir las oscuras fantasías sexuales familiares reprimidas. Leo Bersami señaló especialmente "la pánica negación de la sexualidad infantil, que en estos días es ^dignificada* como una casi sicótica ansiedad por el abuso sexual de los niños" (Rectum Grave, 215). Al construir una representación del sirviente homosexual que él sabía arbitraria, Veyga recurrió a una "historia real" para llenar el vacío de verosimilitud, y escribió: ...un marica de éstos, que frecuenta el "24 de Noviembre" y que no tiene por cierto nada de particular en su historia, nos decía explicando la razón por la cual acababa de dejar la casa de un señor X, persona altamente colocada en el foro y en la sociedad: "Yo había acostumbrado al niño menor de esa casa a venir de tiempo en tiempo a pasar la noche conmigo en mi cama; mientras el chico era muchacho era condescendiente y tranquilo en todas sus cosas, hacía lo que yo quería de él, pero ahora, ya casi un hombre, (18 años), se ha hecho de unas exigencias enormes, imposibles de satisfacer" (Sentido Moral, 23). Las voracidades de los invertidos despertaban voracidades aún mayores. E s a era la contra-educación perversa (una inversión de la educación sexual que tradicional e implícitamente debía proveer la mujer empleada como sirviente) representada como especialmente peligrosa e infecciosa por ser impartida a los descendientes de las clases hegemónicas. Socavando este poder desde dentro, amenazando su futuro el sirviente invertido fue representado predando en el eslabón más débil de la estructura familiar burguesa, el "niño menor**, futuro ciudadano y miembro de la futura clase directora. Veyga describió el entrenamiento en la perversión como un "acostumbramiento" que se prolongaba a lo largo de los años, desde que "el chico era muchacho" hasta que era "ya casi un hombre" y movilizaba fuerzas libidinales y deseos que una vez despiertos se hacían incontenibles, "imposible [s] de satisfacer" hasta para un invertido "sátiro y ... erotómano". Los significados irracionales y arbitrarios entretejidos en estas construcciones textuales son fácilmente reconocibles a fines del siglo veinte, pero en la primera década del siglo estas mismas formas de representación fueron recibidas como las ajustadas conclusiones científicas de toda una clase de respetados tecnócratas oficiales e intelectuales progresistas. E l examen hubiera demostrado, por ejemplo, cómo el sátiro clásico entrecruzado con el erotómano finisecular en el discurso de estos científicos por momentos se hacía caníbal. Por ejemplo cuando Veyga describió la práctica del fellatio señaló que "llena en ciertos sujetos la vida sexual por así decir. L a furia con

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que se libran al acto es además característico [sic] de los invertidos, constituyendo un peligro para las víctimas que consiguen someter" (Amor Invertidos, 338); el peligro era el de ser devorado. Estableciendo una relación ambivalente con este "peligro", el médico no pudo evitar la tradicional fascinación de los hombres con el fetiche y emblema que llena la vida sexual de unos y despierta temores de castración en otros. L a mirada de Veyga se posó repetidamente en una oralidad con el pene y la concibió como una práctica sexual con mucho de idolátrico, fanático y/o pagano, otra "forma de fetiquismo muy particular" (338) y similar al de las adoratrices uranistas. E n las representaciones de estos hombres de ciencia el romanticismo vaporoso y asexuado de las uranistas femeninas era una antropofagia en los sátiros idólatras y erotómanos: "entre estos invertidos hay una clase particular que llevan su aberración al extremo de absorber las pérdidas que ocasionan. Podríamos llamarlos sin inconvenientes espermófagos" (338. Énfasis mío). E s cierto que hoy, con la aparición del S.I.D.A., la práctica no protegida del fellatio significa la exposición al virus. Pero en el texto que acabo de citar lo que me interesa señalar es la forma de representación del homosexual como un antropófago de la sexualidad. Ahí también Veyga recurrió a la pequeña historia que presuntamente sustentaba la construcción del estereotipo. Veyga ocupó una página larga trazando toda una genealogía de "ciertos pederastas antiguos, fellatores" (Amor Invertidos, 338) producida y reproducida en "un caso, entre muchos que podría citar de invertidos fellatores, [y que] ofrece especial interés por la forma que revestía y el teatro en que se desenvuelve la escena" (338). Siempre reforzando la descripción de un medio corruptor decadente y dramático, cargado de escenas sugestivas, Veyga reemplazó al maestro seductor de Manon por el celador fellator: "en un colegio particular de esta capital que gozaba de gran reputación ha quince años, y donde han hecho su educación secundaria muchos amigos míos, que son los que me han referido el hecho" (338). Veyga se situaba siempre lo suficientemente cerca de los hechos como para dar prueba fehaciente de ellos, pero también lo suficientemente distanciado como para que su conocimiento de los detalles no lo hiciera sospechoso de conocerlos por experiencia propia. Al hacer la identificación de "un colegio particular de esta capital que gozabalba] de gran reputación" el discípulo predilecto de Ramos Mejía definió su propia clase social, "muchos amigos míos", en términos de una educación superior "de gran reputación". Pero la misma identificación lo ubicaba a él afuera del "colegio particular", que —como los

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internados del régimen conventual de Mercante— eran los espacios de la educación privada más difíciles de controlar, representados como caldos de cultivo de patológicos fanatismos paganos e idolatrías caníbales. Soliditl^ndo siempre la noción de la patología adquirida, Gómez —como Veyga y Mercante—, para hacer una crítica de las clases altas que educaban a sus hijos en colegios católicos privados, utilizó la visibilidad de los homosexuales de las clases burguesas, y escribió: ...en las clases más elevadas, especialmente entre los jóvenes que a ella pertenecen, encuéntranse múltiples ejemplos de homosexualidad. Todos los conocemos y los observamos... Se trata, aquí, casi siempre, de una homosexualidad adquirida en la comunidad de la vida de colegio, especialmente del colegio religioso, tan propicia, con todas sus particularidades, al desarrollo de esta aberración (Mala Vida, 190). Las "particularidades** eran la segregación sexual de los colegios religiosos católicos, de monjas, en los que las maestras, estudiantes y administradoras eran mujeres, y los colegios de sacerdotes en los que estudiantes, maestros y administradores eran hombres. E n los internados, a diferencia de la educación en las escuelas estatales, los hombres o mujeres sexualmente segregados compartían no sólo las horas de escuela sino también la vida cotidiana y las noches especialmente propicias al fanatismo de mujeres y hombres amantes de prácticas idolátricas y paganas caníbales. Gómez recurrió a la literatura para sustanciar su construcción textual de la educación homosexual católica y alegó que: El caso de Sebastián Roch, que admirablemente pinta Mirabeau en la novela que lleva el mismo título, se repite con extraordinaria frecuencia entre nosotros, amparado por una tolerancia inconsciente de los padres que no quieren ver todos los riegos de la educación jesuítica. El niño es corromopido en el internado, por sus propios mentores (190). E n estas representaciones las víctimas eran siempre niños inocentes seducidos por mentores, maestros y celadores. Al construir la representación de la educación privada homosexual, Veyga usó la figura del celador fellator para demostrar que "es entre los niños que [los invertidos] generalmente hacen su presa, tomándolos por la fuerza** (Amor Invertidos, 338). Y en el segundo artículo sumario concluyó: "los atentados a menores son el comienzo de la vida anormal del invertido ... la violencia y el dolo los hace caer en manos del victimario** (Moral Invertidos, 23). E n las estadísticas y estudios 296

sobre violencia sexual, especialmente en los que siguieron al estudio de Kinsey, quedó demostrada la gran desproporción entre el elevado número de hombres que abusan sexualmente de mujeres y niñas contrastado con el notablemente más bajo número de hombres que abusan de niños (Vested Interests, 129). Como explicaron Perlongher, Shérer y Hocquenhem al examinar la construcción del estereotipo del homosexual predador de menores, ...en ese rapto —que tiene algo de fuga— el muchacho, soterrado bajo las redes familares y escolares, se realiza como sujeto, en una relación diferente ante el adulto. Las instituciones del "sistema de la infancia"" procederían como si defendiesen permanentemente al niño, al adolescente, de la amenaza de un rapto que siempre está por perpetrarse (Prostitución Homosexual, 124-125). Pero como hemos visto en los textos de la ciencia sexual argentina de principios del siglo veinte "las instituciones del sistema de la infancia", "las redes familiares y escolares" lejos de ser las representadas defendiendo al niño y al adolescente eran precisamente las que —por intermedio del sirviente en la casa y del maestro o el celador de la escuela no estatal— lo exponían a la perversión. E s a perversión requería la presencia salvadora de estos médicos y criminólogos reformadores. Los niños y la lucha por la patria potestad Esta diseminación de pánico homosexual servía a los tecnócratas estatales para promocionar nuevas "redes familiares y escolares" que, separando a los hijos de los inmigrantes de los padres extranjeros, los entrenara en ese orden moral subjetivo que describió Hugo Vezzetti (Locura argentina, 178). Ese entrenamiento fue especialmente importante en el Buenos Aires de la primera década del siglo veinte, cuando se sentían y temían grandes movimientos sociales que empezaban a hacerse oír con fuerza en el concierto político local. L a clase que hasta entonces había detectado el poder casi hegemónicamente, sabía que esos movimientos sólo podían ser controlados haciendo compromisos económicos, aumentando los salarios y reduciendo las horas diarias de trabajo, además de compromisos políticos, abriendo a las nuevas clases sociales el sistema electoral que, hasta ese momento, había sido controlado mediante la práctica casi constante y sistemática del fraude. Pero abrir el sistema electoral a una participación más universal, especialmente en las ciudades como Buenos Aires implicaba no solamente dar voz y voto a otras clases sociales sino también a otros grupos 297

nacionales o hijos de extranjeros que podían conformar una mayoría. Esto a su vez despertaba el temor a las ambiciones expansionistas de los países vecinos o, peor aún, a la invasión de las potencias europeas una vez que éstas terminaran de repartirse las colonias de Asia y Africa. Esas potencias, como la Italia de Etiopía, muchas veces ya tenían una población "nacional** viviendo dentro de los bordes "nacionales** argentinos. Durante la primera década del siglo veinte las grandes huelgas y movimientos sociales sirvieron para hacer la progresiva apertura del congreso nacional a grupos políticos diversos, y fueron preparando el ambiente para que en 1912 se promulgara la Ley Sáenz Peña que garantizaba —a los hombres— el derecho al voto secreto mal llamado universal. Como preparación a esa apertura del proceso político la clase burguesa, empleadora de los tecnócratas y hombres de ciencia positivistas, organizó, promovió y trató de expandir la red de instituciones estatales de enseñanza, vigilancia y disciplina: policía, escuelas primarias y secundarias, cuarteles del ejército, asilos de reforma para menores, cárceles y prisiones. E n esos espacios, los criminólogos y hombres de ciencia argentinos trabajando para el estado concibieron un sistema de instituciones disciplinarias estatales necesario para separar de sus padres extranjeros a las hijas e hijos de los inmigrantes y, una vez separados, entrenarlos en un orden "nacional y moral argentino**. No es casual que en 1902 se haya aprobado la ley Richieri de servicio militar obligatorio, con la que se lanzó la gran reorganización del ejército nacional. Tampoco es casual que J . M. Ramos Mejía, el último gran higienista, en 1908 fuera utilizado para lanzar una campaña nacional de educación nacionalista violenta. Esas medidas, con otras más evidentemente represivas, como la transformación de la policía en científica y la aprobación de las leyes de Residencia en 1902 y la ley de Seguridad Social en 1910 fueron el preámbulo que permitió que en 1912 se aprobara la ley electoral. Los médicos, criminólogos y sociólogos estatales utilizaron todas las oportunidades que tuvieron para promover y ampliar su poder en las instituciones disciplinarias de todo el sistema. E n un comentario publicado en los Arc/iiuos sobre la sentencia del juez E . French en una causa legal por abuso de autoridad seguida contra un grupo de sacerdotes que administraban un instituto de reforma de menores varones, en 1902, los médicos criminólogos escribieron:

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...la excepcional importancia del asunto a que se refiere esta sentencia no escapará a nuestros lectores. Confiada la dirección de la Cárcel Correccional de menores varones a una congregación religiosa, produjéronse los tristes sucesos a que la sentencia se refiere ... Los castigos corporales aplicados a los menores están plenamente probados en el sumario; la vista fiscal del Dr. J. M. Reyna es aplastadora. E l Juez, Dr. Eduardo French, con una rectitud que altamente le honra, ha sabido sobreponerse a las influencias oficiosas del clero bonaerense, fallando según conciencia y condenando al sacerdote Beltrana y sus cómplices ... Es justo esperar que, después de lo ocurrido, los institutos de pena y de corrección no volverán a ser entregados a congregaciones religiosas (Condena Sacerdote, 162, n. 1). L a "excepcional importancia del asunto a que se refiere esta sentencia" para los criminólogos no residía en el uso de la violencia contra los menores recluidos, sino en que la dirección de uno de los espacios estatales, donde se disciplinaba a "menores varones" que representaban los futuros ciudadanos con derecho al voto, hubiera sido "confiada ... a una congregación religiosa". Ese era el tema y para ilustrarlo los hombres de ciencia usaron el caso específico, juicio y condena del sacerdote Bertrana, que aparecía en el centro del texto. L a primera y la última frase del comentario giraban alrededor de la misma preocupación. L a criminalización y condena del "sacerdote... y sus cómplices", sirvió para demostrar por qué se debía desalojar a los clérigos católicos de todo el sistema disciplinario, de escuelas e internados, "institutos de pena y de corrección [que] no volverán a ser entregados a congregaciones religiosas". E n esta querella entre clericales y anticlericales, los médicos y criminólogos trataban de desprestigiar y reemplazar a las monjas y sacerdotes que administraban o dirigían reformatorios, escuelas e internados de todo tipo y la iglesia católica ponía en movimiento las bien conocidas y tradicionales "influencias oficiosas del clero bonaerense" en la política del país. E n la sentencia redactada por el juez se notaba cómo el Estado, por medio de su sistema legal, aprovechaba la condena de los sacerdotes para revalidar y promover su autoridad sobre los menores definiéndola en términos de patria potestad. Así el espacio de la institución disciplinaria reemplazaba la casa y el Estado trataba de reemplazar la autoridad del padre, que en la cultura masculina y misógina de principios de siglo era la autoridad familiar máxima. E l juez French escribió en la sentencia:

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...los menores de la casa correccional no son solamente presos que se custodian, porque el objeto de la reclusión es su educación y corrección, ejerciendo sobre ellos la Dirección del Establecimiento una autoridad que participa de la patria potestad, a la cual se sustituye, y la de jefe de establecimiento público disciplinario. Admitida esa especie de patria potestad o tutela ejercida por un empleado público en virtud de su empleo y como parte de sus funciones, estaría subordinada en su ejercicio a las disposiciones legales que deben observar los funcionarios públicos (Condena Sacerdote 162-163) A la fallida patria potestad del sacerdote director, se sumó la fallida autoridad de sacerdotes celadores: "Ignacio Pérez y Antonio Rins, ejecutores de esos hechos, también estaban investidos de autoridad, el primero como jefe de celadores, el segundo como celador" (Condena Sacerdote, 163). Así el discurso de los criminólogos entretejía sentencias, comentarios y artículos para construir la representación de las instituciones disciplinarias dirigidas por monjas y sacerdotes como peligrosos semilleros de homosexualidad en los que eran comunes los "abusos de autoridad" de administradores, maestros y celadores. Al ser condenadas, las autoridades eclesiásticas eran reemplazadas en la lógica del discurso por los hombres de ciencia y sus instituciones estatales en las que sí era "admitida esa especie de patria potestad o tutela ejercida por un empleado público", "argentino", que reemplazaba a los padres inmigrantes extranjeros. Niños de clase alta pervertidos y niños de clase baja perversos E n la construcción de la homosexualidad, utilizada para expresar las ansiedades de las clases burguesas obligadas a emplear otras clases que convivían con ellas (como una clase de extranjeros conviviendo con una clase de argentinos dentro de las fronteras nacionales), el mal lo representaban maestros o celadores, sirvientes o peluqueros que entraban a pervertirlos espacios burgueses predando en sus niños. E n cambio entre los niños de las clases bajas, especialmente los hijos de los inmigrantes italianos, estos hombres de ciencia describieron la homosexualidad como una perversión que aparecía "naturalmente", como una práctica significativamente asociada a una vida en la libertad de la calle, es decir fuera del sistema disciplinario de asilos, hospicios, cárceles, prisiones, escuelas o cuarteles administrados por el estado. Una primera representación de la homosexualidad infantil asociada con los hijos de los inmigrantes italianos, en textos argentinos de fines del siglo diecinueve, emergió en la última novela de Eugenio 300

Cambaceres, publicada en 1887. En la sangre, como toda la obra narrativa de Cambaceres, es un texto contradictorio y rico en el que simultáneamente hay una gran crítica del sistema patriarcal argentino tradicional y de la inmigración que, con los cambios que produjo, lo cuestionó. El capítulo segundo de En la sangre narraba la educación de Genaro, el protagonista de la novela, el hijo del inmigrante que representaba la primera generación de argentinos nacidos en el país. Desde pequeño, Genaro se unió a un grupo de niños con los que hacía una vida común trabajando en la venta de contraseñas y cigarrillos en las puertas de los teatros. En las noches y después de comer juntos, entre los muros de una casa en construcción: ...a dormir, a jugar antes que acabara el sueño por rendirlos, tirábanse en fin acá y allá, por los rincones. Jugaban a los hombres y las mujeres; hacían de ellos los más grandes, de ellas los más pequeños, y, como en un manto de vergüenza, envueltos entre tinieblas, contagiados por el veneno del vicio ... revolcándose se ensayaban en imitar el ejemplo de los padres ... con todos los secretos refinamientos de una precoz y ya profunda corrupción (Obras, 208. Enfasis en el original).

La descripción del narrador de Cambaceres —codificada en esos juegos tipográficos característicos en las cuatro novelas que, creo, son ñindacionales de toda una literatura y una lengua de la zona del Río de la Plata— trató, como los médicos más tarde, de recapturar las sexualidades diseminadas de esos niños representándolas como una iniciación en esa sexualidad masculina que, como explicó D. Halperín, relegaba a las personas asociadas en el acto sexual a clases distintas, marcadas por la edad: "hacían de ellos los más grandes, de ellas los más pequeños". Como sabemos, la ideología patriarcal a más edad adjudicaba automática y arbitrariamente más poder (Sexual Politics, 48). A las distintas edades correspondían entonces roles insertivos o receptivos concebidos arbitrariamente como pasivos y activos. Esos roles, a su vez, eran asociados o connotados automáticamente, inscriptos en los cuerpos como naturales o "correctos" para "los hombres y las mujeres". Esa misma forma de representación de una sexualidad de los hijos de los inmigrantes, natural, espontánea y perversa, no controlada, libre, exploratoria y diversificada —pero descrita como mécanica para que entrara en las taxonomías científicas— fue la misma que adoptó J . Ingenieros, en un artículo titulado "Los niños vendedores de diarios y la delincuencia precoz". En ese texto publicado en los Archivos en 301

1908 con el subtítulo "Notas sobre una encuesta efectuada en 1901'', el criminólogo al investigar la sexualidad de niños, que se asociaban en grupos que trabajaban en la calle sin la supervisión directa de ningún adulto notó, como el novelista, los roles sexuales adoptados por los niños y los jóvenes adolescentes y señaló los cambios. Esos cambios teóricos en los roles sexuales sirvieron para que Ingenieros hiciera otra de sus famosas clasificaciones taxonómicas, ahora un ordenamiento de distintas clases de una proto-criminalidad profesional. Recordemos que estos eran "niños vendedores de diarios" en los que se observaba una "delincuencia precoz". Ingenieros primero describió a los niños "del grupo industrial [que] son en su mayoría argentinos, hijos de padres italianos, muchos son italianos de origen, inmigrados en la primera infancia. Su edad fluctúa entre los 6 y los 18 años" (Niños, 332. Énfasis mío). Esta frase se llenaba de significados escrita por el médico que fue él mismo un niño italiano en Buenos Aires. Como veremos este estereotipo del niño italiano o hijo de italianos, proto-criminal y homosexual, construido por Ingenieros, rompía el esterotipo de los italianos como sodomitas que adoptaban exclusivamente lo que Chauncey llamó "la posición masculina". Siempre prestando atención especial a las prácticas sexuales específicas, Ingenieros escribió; "casi todos son masturbadores: algunos son pederastas" (332). Estos eran considerados "una pequeña élite del gremio. El número total de vendedores de diarios pasa de 1.000" y "por cada 100 menores vendedores que se mantienen en su oficio como industriales, hay 1.000 que han atravesado el oficio para entrar en la vaganciay el delito. Este proceso de evolución, que luego analizaremos, constituye una de las características del oficio" (335). En esa élite aparecía la pederastía pero todavía sin mayor especificación, representada como una sodomía o vicio reprensible que no recibía sanción médica mayor. En este texto de Ingenieros emergió el mismo racismo que señaló Viñas, pero ahora presentado como una aceptable y por todos conocida teoría científica, cuando este padre de la criminología argentina señaló que entre los niños del grupo industrial ...hay un hecho digno de notarse: el número de negros, tuertos, cojos, mancos, tartamudos, etc., es muy reducido. Se explica: esos caracteres determinantes de una inferioridad orgánica, con relación a los demás del gremio, les hace imposible ganarse la vida, por su inferioridad misma, por laS bromas pesadas de que se les haría objeto y por la imposibiHdad de sostener

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una competencia que, en último caso, suele dirimirse a golpes de puño o de titeo (333).

Notemos la concepción del "titeo" entendido y utilizado como una dinámica social que sirve para señalar y expulsar a los excluidos. La raza del "negro" en este discurso "científico" representaba una "inferioridad orgánica" concebida como similar a la de "tuertos, cojos, mancos [o] tartamudos". En esta taxonomía que ordenaba, reduciéndolas, distintas etapas de las sexualidades de miles de niños distintos, Ingenieros asimiló a la progresión que precipitaba la caída en el crimen el aumento en las prácticas sexuales homosexuales. Ingenieros describió este segundo estadio, que significaba agravación y aumento de una delincuencia precoz, en un segundo grupo de niños: "del grupo adventicio, [que] tienen de 9 a 15 años de edad; es mayor el número de analfabetos pero también el número de los que han cursado 2 y 3 grados escolares: éstos han entrado al gremio más tarde que los industriales; masturbación y pederastía más generalizada, frecuente el onanismo recíproco y aún el coito bucal recíproco" (336). De esta forma se comprobaba que "en estos niños los caracteres degenerativos son más pronunciados que en los precedentes. La salud física es mejor en ellos que en los anteriores, pues los enfermizos no pueden adaptarse al género de vida nómada propia de este grupo" (336). L a mayor degeneración era esa diversificación de las prácticas sexuales homosexuales y no una salud física que paradójicamente parecía aumentar junto con la inteligencia, pues estos niños "psicológicamente son aún más astutos que los anteriores" y al evidenciar "menor sugestibilidad" (336) eran más resistentes a lo que para estos higienistas sociales era el gran mal de la época, la sugestionabilidad del histérico. No es sorpresivo que junto con las prácticas sexuales homosexuales, en los niños, Ingenieros señalara una ideología política y una sensibilidad estética que conformaban una (a)moralidad peligrosa: "si los del grupo industrial son poco morales o amorales, estos ya son inmorales ... Sus ideas sobre política son casi siempre opositoras al gobierno; irreligiosos; faltos de ideas estéticas; igual gusto por los dramas criollos, cuyos protagonistas son el ideal de hombre que muchos aspiran realizar" (336-337). Del primero al segundo grupo se iba profundizando la representación de las desviaciones sexuales ahora asociadas con sentimientos de oposición al gobierno y a una sensibilidad estética popular, que prefería los "dramas criollos".

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Ya en el grupo anterior Ingenieros había notado que "muchos gustan del teatro; pero el 90% de ellos no conoce más que el del drama criollo. Carecen de ideas sobre la justicia; por lo general la consideran mala y la encarnan en la persona del vigilante" (334). En el primer grupo Ingenieros había empezado a esbozar ese modelo popular encarnado en los personajes de los dramas criollos que sumaban ambivalencias legales, políticas y genéricas. Central entre los protagonistas de esos dramas que "eran el ideal de hombre que muchos [niños vendedores de diarios] aspiran realizar** era sin duda Juan Moreira. Aquí recordemos que como señaló Josefína Ludmer "Juan Moreira funda la institución del teatro nacional popular" con su "héroe de la violencia, un verdadero escándalo cultural" (Escándalos Moreira, 103). Ese héroe, explicó Ludmer, rompía cón las binaridades, "tiene una identidad doble, legal, política y genérica" (108).**^ Esa era la identidad doble, "ideal", de los niños delincuentes precoces. Según Ingenieros, en el tercero y último grupo "los pederastas activos son más numerosos que en el grupo adventicio, pero en cambio escasean los pederastas pasivos" (338). Junto con la presunta estabilización definitiva de la criminalidad quedabafijadoel estereotipo del italiano pederasta en estos niños argentinos, "hijos de padre italianos" o "italianos de origen, inmigrados en la primera infancia" y por lo tanto con "tendencias antisociales debidas en gran parte a la herencia degenerativa" (338). Estos niños en ese medio ambiente en el que "el empleo de la niñez como medio de difusión de periódicos acarrea tal vez una selección invertida" (343) crecían y se transformaban en una población de seductores o sodomitas que iba a ser el origen etiológico de la patología de los invertidos.

^^Ludmer, al notar la posición genérica doble de Moreira, escribió: "y ahora quisiera ver su doble identidad en el género, en la vida privada que no deja de representarse en ese momento. Moreira no sólo tenía una relación entrañable, corporal, con sus patrones políticos enemigos, sino también con sus amigos ... E l amigo Julián es todo amor y fidelidad hasta el fin ... Y con él, con el amigo fiel que está más abajo, del cual es *patrón*, representa Moreira el afecto masculino. Cuando se encuentran: *se besaron en la boca como dos amantes, sellando con aquel beso apasionado la amistad leal y sincera que se habían profesado desde pequeños' que se convierte en el epígrafe del poema *Moreira' de Perlongher, otro escándalo literario y político. (106-107)

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Una cultura de maricas resistentes Delirios científicos y discursos maricas A pesar de la estigmatización social de los invertidos, uranistas y homosexuales promovida por los médicos y criminólogos, no obstante la persecución de la policía que a las órdenes de los policías "científicos" no se detenía frente a la falta de pruebas y las inventaba para arrestarlos, encarcelarlos y someterlos a situaciones y procedimientos humillantes y violentos, la resistencia de los maricas que sobrevivieron un organizado sistema de control social, médico legal y policial fue admirable, inspiradora. En los escritos de Veyga sobre la inversión esa resistencia emergió como una lucha de discursos, doblemente llamativa si tenemos en cuenta la diferencia entre el poder y los medios de estos burócratas estatales y el de una minoría sexual de hombres hostigados, que carecían del apoyo emocional o afectivo de una familia tradicional y un círculo de amistades y relaciones comunes a la mayoría de los seres humanos. E l discurso de los homosexuales, las voces e historias, fábulas, leyendas y delirios, a los que tanto temía Veyga, se abrieron paso en los textos de los médicos y desde ahí, desde adentro, infiltrados, socavaron el discurso "científico". Ese juego de erosión interior llegó a desplazar la voz del hombre de ciencia en un texto que, utilizando la forma de la autobiografía, parodió estas historias clínicas o "casos". La voz de La bella Otero se apropió del espacio de la escritura y, al mismo tiempo que hacía una parodia del discurso de los hombres de ciencia, utilizó ese mismo espacio para dejar los rastros y artefactos de su cultura. En la "Autobiografía" de La bella Otero, como en página tras página de los miamos Archivos y los maricas, invertidos, homosexuales, pederastas y uranistas preservaron y difundieron su cultura y su lengua y dejaron documentadas las estrategias de resistencia que adoptaron en su lucha contra este sistema médico legal policial. Desde sus primeros textos sobre la inversión Veyga demostró una inquietud notoria tratando de contener, refi-enar o desviar discursos resistentes como el de los militantes que se diseminaron rápida y eficientemene entre los espacios más represores o más prestigiosos del sistema médico legal. Para contener esos discursos una de las estrategias de Veyga fue la clasificación y especificación de un discurso como delirio y de los invertidos como delirantes que, como los militantes alemanes, decían ser una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre. No es coincidencia que el principio de la construcción y 305

definición del delirio de los invertidos delirantes, estuviera en la introducción a la historia de Aurora. En esa historia publicada en abril de 1903 Veyga empezó a elaborar la definición "La inversión sexual adquirida" representada como una inversión "profesional" y criminal de hombres, peluqueros y sirvientes traficantes, que trabajaban en la prostitución, muy cerca de los lunfardos y de los llamados "auxiliares del vicio y el delito". Veyga completó la definición de esa forma de desviación adquirida en otro ensayo titulado más específicamente "La inversión sexual adquirida—Tipo profesional", publicado en agosto de 1903. Fue en ese texto que Veyga publicó la "Autobiografi'a" de La bella Otero, el texto del antiguo sirviente, invertido profesional, dedicado a la prostitución homosexual, criminal y "delirante". La progresión de la historia de Aurora a la historia y la autobiografía de La bella Otero, en un desarrollo de las desviaciones adquiridas que incluían las historias de Rosita, "invertido por sugestión" (201) y delricoburgués "invertido por decadencia" (205) trataba de ilustrar en textos publicados entre abril y agosto del mismo año una evolución de la inversión fomentada por el medio ambiente, representada como profesional, que además de ser criminal podía transformarse en una patología. La progresión alertaba a la audiencia sobre los peligros de la simulación de la inversión congénita que hacían los homosexuales militantes, simulación que se transformaba en una patología cuando, al creerse el simulador su propia simulación, entraba en estado de delirio. Recordemos que vimos el choque entre narrativas, científicas o militantes, en esa confrontación entre definiciones de desviaciones congénitas o adquiridas que apareció al principio de la historia de Aurora, cuando Veyga escribió: "no le han faltado tentaciones de simularnos una novela sobre ... su vida de marica ... sus 'inclinaciones femeniles*, sus *gustos artísticos*, su 'sensibilidad exagerada*, su 'alma de mujer'", (196-197). En ese mismo principio de la historia Veyga empezó a connotar a las explicaciones, voces y narrativas de homosexuales y militantes como simulaciones que, no obstante haber conseguido engañar a muchos científicos prestigiosos, eran ficciones que podían ser patológicas: "esa *alma de mujer' que tantos de entre ellos pretenden poseer y en cuya existencia han llegado a hacer creer a muchos observadores dignos de la mayor consideración, no es sino una pura fantasía, o una ilusión delirante en la verdadera acepción de la palabra" (194). Esta era la progresión de "una pura fantasía" a la "ilusión delirante" que Veyga examinó enseguida en textos sobre la inversión publicados entre abril y agosto de 1903.

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En el primer texto Veyga todavía imaginó al discurso de los maricas como una proliferación de ideas que se diseminaban subrepticiamente, como un discurso todavía no bien organizado pero no por eso menos peligroso o sugestivo. Rosita, el "invertido por sugestión": "ha apagado todas las tendencias normales que tenía para dedicar por entero su mente al servicio de las ideas que se han infiltrado en su cerebro" (Inversión Adquirida, 203-204), Las formas de sugestión más temidas y consideradas peligrosas por los médicos todavía eran "ideas", que representaban un discurso fragmentario, no bien organizado, que flotaban en la cultura hasta encontrar terreno fértil en las mentes de los invertidos. Esa era la desviación "resultado de la contaminación del medio ambiente, obrando éste sobre un cerebro débil, falto de ponderación y de ideas directrices" (204). Las ideas "directrices", reguladas, controladas, que contuvieran las opuestas, y peligrosas ideas "infiltradas", eran las que debían proveer desde sus intituciones los reformadores nacionalistas de las multitudes de guarangos invertidos.'*'* En la historia de Aurora las ideas alternativas distintas a las de los discursos hegemónicos aparecían sugeridas por un grupo social homosexual bien establecido, de hombres que se solidarizaban y ayudaban a otros hombres que (re)creaban sus identidades genéricas. Según el médico Aurora "se había forjado, además, la idea de la feminidad, que es el fuerte de estos sujetos; [y] no pensaba otra cosa que en revestirse del aparato exterior de la mujer; se ensayaba en la toilette, se pintaba, imitaba la voz aguda y los modales de la mujer; en una palabra, procuraba, por todos los medios a su alcance y valiéndose en lo posible de los consejos de los compañeros" (198). Esta creación de un "aparato exterior" a partir de una toilette, maquillaje, vocalización y modales era la construcción del género que, como señaló Judith

'**En Las multitudes argentinas "el maestro" ya había diagnosticado el mal de la multitud "dominada por una idea o por un grupo de ideas que imprimen a su existencia una orientación especial, no entiende lo que se le dice cuando las palabras pronunciadas no tienen relación alguna con su idea fija" (285. Énfasis en el original). E s a era una proliferación democrática de ideas representada como característica de una sociedad no receptiva de los modelos propuestos como nacionales. En el análisis de Ramos Mejía las ideas directrices del texto de Veyga eran "la orientación que da la pasión del itinerario moral propio y no sugerido, que fija una idea fuerza cuando la congrega" (305. Énfasis en el original). Notemos cómo esa idea parte y producto del discurso oficial hegemónico, aparecía representada como "moral" y "no sugerida".

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Butler, es una articulación de actos, palabras, gestos, infiexiones de la voz e inscripciones en la superficie de los cuerpos que crean la ilusión de un interior genérico esencial (Gender Trouble, 136). En estas creaciones y recreaciones que cuestionaban nociones científicas de un género "natural", el médico notó muy específicamente lo importante que eran el apoyo, la protección, solidaridad y ayuda de "compañeros" cuyas ideas, que se empezaban a organizar como "consejos", alentaban posibilidades y formas de imaginarse a si mismos distintas a las del modelo binario. La

salida En su primer texto sobre la inversión adquirida, junto con la historia de Aurora y de Rosita, Veyga publicó la historia del rico burgués que asumió públicamente una identidad sexual homosexual. Veyga describió ese proceso de pasaje de una identidad genérica a otra como un proceso de degradación, que era simultáneamente psicológica y social, un deterioro mental que, al mismo tiempo que acercaba al presunto enfermo al estado de delirio, implicaba un descenso de clase, un abandono de la burguesía y un acceso o acercamiento a los mundos de la prostitución y el crimen. La construcción de la inversión como una identidad y una forma de vida anti-burguesa, "desarreglada", fue una constante en los estudios de Veyga sobre la homosexualidad. Antes de la recreación de su identidad sexual, el rico burgués era un "hombre casado, como en el caso precedente [la historia de Rosita], que ha llevado una vida arreglada en todo sentido" (204). La inversión significaba una rebelión contra ese "arreglo". Manón, enfermo de tuberculosis, según el médico no murió porque, como sabemos, en 1902 no había una cura médica para la tuberculosis, sino porque "su vida desarreglada hizo fracasar el régimen curativo" (Congénita, 44). En cuanto a Rosita, era "un débil de espíritu que ha pasado su juventud de una manera arreglada ... pero que careciendo de ideas, se ha dejado llevar por las tentaciones que el medio le ofrecía" (Inversión Adquirida, 202). En base a esos datos Veyga llegó a otra de sus famosas conclusiones, y escribió: ...ante todo, hay que decir que no hay un solo invertido que pueda declarar que observa una vida ordenada ... un factor de origen diferente, aunque ligado directamente con la psicopatía, viene a determinar la forma de conducta del individuo impulsándolo al desarreglo y aun a la delincuencia. Este factor no es otro que la pérdida del sentimiento del pudor, pérdida que se produce concomitantemente con la sistematización del delirio (Sentido moral, 26)

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Ese momento clave, en el que la pérdida del sentimiento de pudor que, según Veyga, aparecía al mismo tiempo que los invertidos entraban permanentemente al estado de delirio, era lo que hoy llamamos el destape, sacarse la máscara, asumir públicamente una identidad homosexual y empezar a defender el derecho a hacerlo utilizando los argumentos, ideas, explicaciones y discursos de los militantes. Si el psiquiatra en la cita que acabamos de ver homologó la actitud de asumir públicamente una identidad homosexual con una "sistematización del delirio", con la estabilización de la patología; Gómez, el criminólogo, lo hizo homologándola con la inserción final al mundo de la prostitución y el crimen, y escribió: ...cuando un invertido ha "tirado la chancleta", frase que en la jerga quiere significar que se han perdido los miramientos y que no hay escrúpulo alguno en practicar el vicio profesionalmente, ingresa a la cofradía; entonces viste de mujer, se pinta, adopta un nombre femenino, comienza a "girar" es decir, a recorrer las calles en busca de clientes y frecuenta los bailes que, periódicamente se organizan para estrechar los vínculos de solidaridad" (Mala Vida, 191-192. Énfasis mío).

"Girar" es una palabra que hasta hoy los homosexuales de Buenos Aires utilizamos con el signiñcado de movernos en los espacios y las zonas conocidas de la deriva homosexual.**^ José Gobello en su Nuevo Diccionario Lunfardo señaló que "yirar. lunf. [significa primero] callejear, andar vagando de calle en calle" ... y en segundo lugar "callejear la buscona [o el buscón] en procura de clientes" (263). En los estudios de Veyga estas migraciones y movimientos, flujos connotados como un tráfico de intenciones amorales o criminales, llevaban a entradas o puntos de contacto con toda una cultura homosexual de vida social intensa. La

deriva Veyga describió el acercamiento progresivo del burgués al mundo, la cultura y la vida social, ideas, consejos, delirios, discursos e historias de los maricas, como un proceso que empezaba con una forma de nomadismo: "inquieto al punto de que nadie entre los suyos consiga llamarlo a la vida habitual, vaga inciertamente de un lado a otro, ••^Carlos Jáuregui me sugirió que el vocablo usado con el significado de moverse un gay en los flujos y reflujos de la deriva homosexual, en su opinión hoy se escribiría "yirar" y estaría asociado al titulo del tango "Yira, yira". Comunicación personal, 30/6/95.

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ausentándose de su casa, hasta por temporadas de más de una semana" (Inversión Adquirida, 206). Estas ausencias, similares a la del vecino de Banfield que hemos visto, eran concebidas como fugas de los movimientos conocidos y controlados, escapatorias de la rutina burguesa aceptada y aceptable, pero también evasiones del sistema de clases. Cuando el rico burgués desaparecía "en qué emplea su tiempo durante esas ausencias, nadie lo sabe. Lo seguro es que en esas escapadas no va a ninguna casa de su relación ni vive entre gente de su rango" (206). En lo que el médico consideraba recesos momentáneos de ese proceso social y mental aparecían aparentes reinserciones del nómade en la sociedad burguesa "se le ve adoptar una conducta regular, se acomoda a un horario correcto y se hace relativamente sociable" (206). Pero esta sociabilidad burguesa era la reemplazada por una vida social distinta, no burguesa, en la que proliferaban creativamente las ideas, sugestiones y discursos solidarios de apoyo, protección e inspiración mutuos. Otra vida social En los textos de médicos y criminólogos era evidente la preocupación por la proliferación, visibilidad y acceso aparentemente fácil a la vida social de la comunidad homosexual, sus reuniones, fiestas y bailes que, en palabras de Gómez, "periódicamente se organiza [ban] para estrechar los vínculos de solidaridad" entre maricas, homosexuales, maricas machos, pederastas pasivos y activos, seductores, uranistas, admiradores y amigos. La abundancia y variedad de esa vida social se notaba en todos los estudios sobre la inversión publicados durante el período que examino en este libro. En el fragmento de la historia de Rosita que he citado antes recordemos la proliferación exuberante de "fiestas de aparato escénico" y "fiestas de la escena semi-mundana". Esas reuniones eran consideradas como medios ideales para la inspiración y aliento de nuevas identidades: "es allí, en esas fiestas, recibiendo el interesado elogio a sus dotes físicas, y rozándose con uranistas de toda especie, que [Rosita, por ejemplo] empezó a recibir las primeras sugestiones en el sentido de su cambio" (Inversión Adquirida, 203). Además de contribuir al "cambio inicial" que implicaba el acto de asumir públicamente identidades sexuales distintas a las de los modelos binarios que trataban desesperadamente de seguir siendo hegemónicos, esas mismas reuniones servían para consolidar nuevas identidades genéricas y sexuales ya establecidas. Manón "da rienda suelta a sus sentimientos de invertido, asistiendo a tertulias y bailes de invertidos, en que junto con otros congéneres

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desempeña el rol de gran dama" (Inversión Congénita, 46). "Desempeñar el rol", adoptar la pose de "gran dama" marcaba esa "impostura significante" que describió Molloy: "la pose dice que se es algo, pero decir que se es ese algo es posar, es decir, no serlo" (Política Pose, 134), copiar o parodiar los modelos genéricos y sexuales tradicionales. Reuniones, bailes, fiestas y celebraciones incluían ceremonias que hacían visible el placer y los efectos paródicos, deconstruccionistas o asimilacionistas, de jugar con la idea del matrimonio, la institución que Marjorie Garber en este contexto llamó el pilar de las instituciones normativas heterosexuales (Vested Interests, 141). En ese ambivalente juego paródico, Aída, la "mujer honesta" que sostenía que "su seductor tiene que convertirlo en *esposa' para poseerlo" adoptó una estrategia o una pose asimilacionista y "le exigió [al seductor] que se uniera en 'matrimonio'" (Mujer honesta, 371). Entonces "el acto se realizó con el aparato convencional de una boda real: ella, vestida de blanco, adornada la cabeza de azahares; él de frac y guante blanco como si fuera a recibir la santa unción del sacerdote" (371-372). Esa ceremonia no era excepcional. Veyga notó que "el 'casamiento' de invertidos sexuales no es un hecho raro, por cierto, pero esta ceremonia no se realiza ordinariamente sino como acto de ostentación escandalosa" (371). La ceremonia aparentemente asimilacionista era escandalosa porque cuestionaba la "naturalidad" del "aparato [heterosexual] de una boda" y hacía pública esa construcción contingente y dramática de significados que Judith Butler llamó "el género como un estilo corpóreo, un acto que es al mismo tiempo intencional y performative" (Gender Trouble, 139). Encuentro de una comunidad Veyga hizo pasar el movimiento que iba a llevar al rico burgués hasta una de las tantas reuniones de la cultura homosexual, por un presunto umbral de la prostitución en una construcción del nomadismo de la cultura homosexual que servía para reforzar la representación de esa cultura asociada al submundo del crimen. Así primero "encontramos a nuestro sujeto convertido en un cliente habitual de los prostíbulos de su barrio y rodeado de una cohorte de gente de la más baja condición moral" (Inversión Adquirida, 206). El texto del médico sugería que los contactos y entradas posibles al mundo y la cultura de homosexuales, maricas, invertidos y uranistas no estaban restringidos a una zona de la ciudad económica o socialmente periférica sino diseminados en toda la urbe metropolitana, incluyendo barrios de las clases más altas como el de un burgués respetable, de gran fortuna y posición social.

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En un segundo momento del mismo movimiento: "la ocasión quiso que sus compañeros de entonces lo llevaran a una fiesta de maricas, hablándole con estusiasmo de las novedades que allí había de encontrar. Esa fiesta debía decidir su situación para siempre" (207. Énfasis en el original). Era por eso que la vida social de ese mundo paralelo, con su riqueza de posibilidades, imágenes e ideas sugestivas aparecía, junto con el discurso de una militancia homosexual, como alentadora y generadora de la inversión y por lo tanto como uno de los objetivos fundamentales del ataque de médicos y criminólogos que trataron inútilmente de destruirlo. La importancia de esa vida social que ayudaba al invertido alentándolo a reafirmar y defender su derecho a adoptar una identidad sexual distinta era clara en un fragmento en el que, de nuevo, el uso de comillas indicaban al lector la emergencia de las voces de maricas, homosexuales e invertidos. En ese primer encuentro del renegado burgués con los que iban a ser sus compañeros: "el interés que las damas le produjeron fue inmenso, a punto de sentirse 'enloquecido con sus gracias y sus atractivos*; pero a decir verdad (según él), no fue un interés de aproximación casual el que experimentaba, sino de 'simpatía afectiva* y de 'compañerismo' ... el hecho es que desde esa noche, ligando amistad con gran número de los asistentes, su medio y su campo de acción fueron esos que se le acababan de revelar" (207). Enseguida "empezó por escuchar las confidencias íntimas de los maricas, impregnándose de todos los detalles de esta vida, y concluyó por entregarse de lleno a la práctica" (207). Notemos ese principio de un desarrollo que empezaba con la actitud de "escuchar" un discurso y "concluía" con la entrega "de lleno a la práctica". Este era el medio ambiente de solidaridad y ayuda intelectual, emocional y material, económica además de afectiva que encontraban los hombres que decidían adoptar públicamente identidades sexuales distintas. La importancia de esa misma vida social y la noción de que constituía un peligro para la cultura, llevó a Gómez a describir lo que él llamó "el sarao de los uranistas": Hemos asistido a uno de esos bailes. Nuestra débil pluma se resiste a trazar los rasgos descriptivos de tan extraña fiesta, en la que uno no sabe contra qué ha de protestar con mayor vehemencia: si contra las imposiciones de un hado inexorable, de un fatum invencible, que parece haber modelado la fisonomía moral de los miserables a que venimos aludiendo, o contra esos depravados también, [seductores, rufianes, sodomitas y lunfardos! que contribuyen con sus perversiones al desarrollo del vicio, influidos acaso, como los otros, por una

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extraña fatalidad, o, lo que es más probable, encauzados en la corriente malsana por el poderoso acicate del interés material, que los induce a asumir el rol de activos como canfinfleros, en el campo de la prostitución homosexual (Mala Vida, 192).

En estefi-agmentovemos nuevamente cómo estos discursos trataron de sustanciar una misma construcción de la cultura homosexual confundiéndola con el submundo de la prostitución y el crimen. Ya Veyga había propuesto cinco años antes que "el mundo de los maricas se encuentra, además, tan íntimamente ligado con el de los lunfardos y el de la prostitución que bien puede decirse que forma parte de ambos. En el primero encuentra los elementos más fáciles para la satisfacción de sus tendencias. E l lunfardo es pederasta de condición y sabe explotar por las buenas o por las malas al invertido" (Sentido moral, 28). Veyga primero y Gómez más tarde articularon así el mundo del lunfardo representado como "pederasta de condición", "activo", sodomita o "depravado" y el mundo de los invertidos, "pederastas pasivos" trabajando junto al canfinflero homosexual en "el campo de la prostitución homosexual". A medida que pasó el tiempo, notemos cómo en la representación de Gómez no eran tanto los invertidos, como en los textos de Veyga, sino los lunfardos los que, movidos por un pragamatismo al que se sumaba un deseo por otro hombre "contribuyen con sus perversiones al desarrollo del vicio ... encauzados en la corriente malsana por el poderoso acicate del interés material, que los induce a asumir el rol de activos como canfinfleros". Este interés material, sin embargo, no aparecía como un deseo de acumulación burgués sino motivado por una actitud hedonista de búsqueda de placer. Junto con el principio de ese proceso de pasaje de una identidad genérica a otra, representado como un proceso de degradación que era simultáneamente psicológica y social, apareció en el rico burgués de Veyga un cambio de actitud fundamental hacia el dinero, cuando "la tranquilidad del hogar empieza por desagradarle, el trato de los amigos le es molesto, [y] su inveterada parsimonia en materia de dinero se cambia en una prodigalidad alarmante" (Inversión Adquirida, 206). A esa misma prodigalidad, en La bella Otero, el delirante, se sumaba una ausencia de nociones de propiedad: "carece del sentimiento de propiedad privada" y como el ex-burgués tranquilo "distribuye sus entradas entre sus congéneres, sin reparar en la cantidad que da ni en la persona que recibe" (Inversión profesional, 494). El que había sido un ejemplo de burgués medido, característico por "su inveterada parsimonia en materia de dinero" en la representación 313

de Veyga apareció enseguida conformando una familia alternativa, una contra-familia burguesa, "constituyendo aparte, con un solicitante activo que encontró, una unión conyugal que duró largo tiempo y que hizo hablar mucho a sus congéneres por el lujo que gastaba y la generosidad con que trataba a todas sus relaciones" (Inversión Adquirida, 207). En esta representación de la inversión adquirida que era teóricamente una "forma de conducta del individuo" que lo llevaba "al desarreglo y aun a la delincuencia", y de un estado de militancia a un presunto estado patológico, al destape, al acto desafiante y valiente de asumir públicamente una sexualidad distinta, los médicos temerosos de que se hiciera una costumbre fácil, culturalmente aceptada y aceptable, trataron de reprimirla representándola como un ataque a la burguesía que se daba junto con la eclosión de la enfermedad. El poder creativo de maricas, homosexuales y uranistas A la "sistematización del delirio" individual, según los médicos contribuían discursos de gran fuerza creativa que, como en "las escenas de esta clase" se reproducían sin censura, "sin oír [la gente] que fueran vituperables". Por eso la necesidad de sanción que promovía el discurso médico. Pero el mismo Veyga contribuyó a diseminar esos discursos "delirantes" al publicar en agosto de 1903 la "Autobiografía" de La bella Otero, una narración que desde el interior del texto científico lo parodiaba, al mismo tiempo que dejaba artefactos que documentaron detalles de la cultura homosexual del Buenos Aires de 1903. Pero antes de ver el texto de La bella Otero veamos cómo Veyga creyó contenerlo publicando antes un estudio titulado "El amor en los invertidos sexuales" en el que definió una psicología homosexual cuya mejor expresión era el delirio. En junio de 1903, tres meses antes de publicar la autobiografía de Luis D. y para tratar de proveer un marco científico que contuviera la parodia que hizo La bella Otero, Veyga preparó a sus lectores con una introducción al tema del delirio de los invertidos. En "El amor en los invertidos sexuales" el enfrentamiento entre los discursos de médicos y maricas apareció en la definición del delirio que hizo Veyga. Pero en esa definición era notable la ambivalencia impotente del médico frente al poder creativo de las historias de los maricas. Veyga sentía que los invertidos eran grandes narradores. Lo afirmó al escribir: "Si por casualidad se ha escuchado contar sus agitaciones infructuosas, sus desengaños, sus sufrimientos afectivos de todo género, esta silueta de héroe va transformándose en la imagen del dolor, tomando el ambiente de vivacidad que antes la envolvía un colorido

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triste y tierno al mismo tiempo" (333). Esa habilidad para contar era la misma que Veyga había creído detectar en Aurora, al tomar una actitud defensiva frente a la producción narrativa siempre presente en los maricas, la novela simulada "que es el fuerte de todos ellos". Esa novela ahora tenía un héroe, que en la voz de un buen narrador se movía en un "ambiente de vivacidad" cambiante de "colorido triste y tierno al mismo tiempo". A medida que avanzaba hacia la inclusión de la autobiografía de La bella Otero el discurso de Veyga se fue agitando en un movimiento permanente, inquieto frente a este arte de contar historias, como novelas o historias clínicas, verosímiles y científicas o delirios alucinados de homosexuales carcomiendo la objetividad del discurso de los hombres de ciencia desde adentro. Para tratar de domesticar esa fuerza creativa que sentía abrumadora, Veyga recurrió primero a la caracterización de una "imaginación" típicamente homosexual y un "aparato imaginativo que oculta el verdadero grado de la fisonomía del invertido" (Amor invertidos, 335). En la página siguiente Veyga volvió a señalar "esa imaginación de que hemos hablado, que es la base y el armazón de todo el aparato homosexual" (341). Esa imaginación facilitaba la producción de teóricas ficciones que el médico sentía como una estrategia defensiva, de ocultamiento de una "identidad", una "fisonomía", "verdadera", la "identidad" que los hombres de ciencia trataban desesperadamente de fijar. Michael Bronski ya señaló esta identificación, característica del período histórico que estamos viendo, en el que la imaginación homosexual fue concebida como una peligrosa androginia opuesta a un "naturalismo" y una moral que estaban al servicio de las convenciones sociales, la "realidad". Bronski señaló que "quizá el aspecto más importante de ese entretejido de ideas en el desarrollo de una sensibilidad gay [entre la última década del siglo diecinueve y la primera del veinte] es el significado de 'imaginación*. La imaginación, única en cada persona, fue concebida como la raíz del arte y el yo... La imaginación ilimitada es subversiva no solamente porque es ante todo de origen sexual, sino porque puede proveer una visión alternativa del mundo 'real*. Promete la posibilidad de reinventar estructuras sociales" (Culture Clash. 40). Pero, alertó Veyga, no se debía confundir a ese ser imaginativo, a esa identidad simuladora con su ficción de sí misma: "la sinceridad de su relato es idéntica a la de cualquier otro delirante" (333). Así aparecía la patología para explicar y definir, controlar la "sinceridad", la verosimilitud de la ficción y los discursos que producían invertidos homosexuales y maricas de gran imaginación creativa. Frente a esta

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definición del delirio el discurso de Veyga presumía la verosimilitud y lucidez del discurso científico, expuesto sí a las narraciones de los invertidos, pero un discurso que "en vez de tomar a lo serio su leyenda la toma por lo que es, es decir, por la invención de un delirante" (333). Veyga se dio cuenta de la contradicción entre la definición de personalidades y sexualidades presuntamente pasivas junto a esa caracterización de una "imaginación base" de una homosexualidad con un "aparato imaginativo" productor de "relatos" poderosos que se hacían "leyendas". Entonces tuvo que explicar la paradoja. El invertido teóricamente "es un ser pasivo como su delirio" (336) pero ese delirio, que era una proliferación de narrativas desbordantes de energías creativas, contradecía su presunta pasividad teórica. Tratando de desviar la posible crítica a su argumento Veyga reafirmó la misma creatividad que trataba de psicopatear: No hay más que fijarse un poco en el carácter general que reviste su delirio, analizar los elementos que predominan en él para comprender todo lo pasivo que es en sí. Empieza por abrazar un campo inmenso de acción; esa multiplicidad de escenas que comporta su historia se pasan en un mundo polimorfo por no decir que en todos los mundos conocidos por el sujeto y en todas las esferas sociales (333).

Esa era precisamente la "multiplicidad de escenas" que el mismo Veyga, como hemos visto, había detallado en descripciones que abarcaban un "campo inmenso de acción", extendido a "todas las esferas sociales", que conformaba el complejo "mundo polimorfo" de la cultura de los maricas del Buenos Aires de 1900. E l mismo Veyga que alegaba que las narraciones delirantes de los invertidos cubrían "un campo inmenso de acción" pocos meses antes había señalado que para sus estudios de la inversión había en Buenos Aires un "vasto campo de exploración" (Mujer honesta, 368) que él mismo describió abarcando desde los corredores de la Casa del Gobierno de la república hasta los espacios más diversificados y específicos del submundo criminal, desde los barrios de los suburbios hasta el centro de la ciudad y del centro de la ciudad a los suburbios, del interior de los espacios privados de las familias de las clases más altas y los cuartillos más degradados de los burdeles y las pensiones de las clases inmigrantes más bajas al exterior de los espacios públicos de calles, plazas, paseos y jardines. E l delirio homosexual aquí parece haber contaminado el discurso médico. En "La inversión sexual adquirida—Tipo profesional", el estereotipo de la desviación que Veyga empezó a definir en la historia de Aurora

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debía alcanzar su representación más terminada en el otro extremo de ese espectro al que me referí antes. E n ese continuum o desarrollo teórico la homosexualidad iba de la utilización consciente (descrita como militante) de la fantasía y la imaginación al estado de delirio, de la simulación de la novela que hacían la mayoría de los invertidos al delirio del simulador que se había creído su propia simulación. Pero hoy, a fines del siglo veinte, la lectura del texto de L a bella Otero iluminada con algunos de los estudios de los últimos veinte años sobre travestismo y estrategias de resistencia homosexual demuestra la sofisticación de la parodia del texto de Luis D.^*

*^Esta lectura podría demostrar el intento fallido de esta ciencia al tratar de manipular la evidencia representada por la "autobiografía". S i Veyga no trató de hacer esa manipulación, la misma lectura demuestra entonces las dificultades para hacer una evaluación analítica de este psiquiatra considerado fundador de una psicología argentina. S i bien en este libro he tratado de concentrarme en la construcción y diseminación de una homosexualidad argentina, al hacerlo también encontré el principio de una psicología argentina, sus modelos, estereotipos, fábulas fundacionales y/o narrativas maestras. L a inversión, la homosexualidad que como estamos viendo era común en la cultura porteña ("argentina**) del período formative que reviso desapareció de esa fábula fundacional sumergida en la construcción de "los lunfardos", esos personajes que, a su vez, desaparecieron y quedaron sumergidos en el nombre de la lengua m á s idiosincrática de Buenos Aires. Recordemos que "el lunfardo [el mismo Veyga afirmó que] es pederasta de condición" (Sentido moral, 28). Pero esa noción de principios del siglo veinte desapareció de las construcciones , de "los lunfardos" que diseminó el mismo Veyga al echar las bases de una psicología "nacional". Veyga publicó su primer estudio de "Los lunfardos" en 1903, en ocho p á g i n a s publicadas en el mismo volumen en el que t a m b i é n aparecieron las dieciséis páginas de su estudio sobre " L a inversión sexual adquirida". Con los años, los lunfardos sí pasaron al centro mítico de una identidad porteña pero los invertidos, no obstante su importancia origiHai en la obra de Veyga, no. No servían para la construcción de una identidad mítica argentina o porteña "virir. Pero estos textos y sus autores sí e s t á n y deberán ser estudiados como una base, en el principio de una "psicología" argentina. L a primera Sociedad de Psicología Argentina fue fundada entre noviembre y diciembre de 1908: "en la s e s i ó n preparatoria celebrada el 27 de noviembre" (Documentos fundación, 114) se aprobaron los estatutos. E n "la asamblea celebrada el 4 de diciembre de 1908 se eligió la siguiente c o m i s i ó n administrativa: Presidente Dr. Horacio G . Piñero. Vice-presidente: Dr. Carlos Rodríguez Etchart. Secretario General: Dr. Horacio P. Areco. Secretario de Sesiones: S r . Victor Mercante. Tesorero Bibliotecario: Dr. Francisco de Veyga. Director de Publicaciones: Dr. José Ingegnieros" (117). E n esta comisión era evidente la posición del dúo Veyga-Ingenieros encargado de la producción,

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Al introducir el texto con la voz de Luis D. (el presunto delirante) personificando a L a bella Otero, Veyga escribió: "su psicología mórbida, combinación curiosa de vanidad, mentira e ideas sexuales paranoides, revélase en la siguiente página, que nos entregó como autobiografía, junto con los retratos anexos" (Inversión profesional, 494). Notemos el uso de la jerga científica, "paranoides", con significados no muy claros. Veyga no usó la clasificación del delirio o el delirante porque sabía que la alerta perspicacia de sus agudos lectores al leer la "Autobiografía" lo harían a la luz de su teoría sobre la imaginación delirante de los homosexuales publicada pocos meses antes. L a evidencia de que el texto de L a bella Otero fue recibida por la científica audiencia como Veyga sugería la encontramos en La mala vida de Gómez. Éste al volver a publicar el mismo texto de L a bella Otero escribió: "la autobiografía de este invertido, y cualquier profesional l a haría más o menos parecida, demuestra su psicología mórbida, que, como dice el doctor Veiga [sic], es una combinación viciosa de vanidad, mentira e ideas sexuales delirantes'* (Mala vida, 188. Énfasis mío). L a autobiografía publicada en los Arc/iíi;os en agosto de 1903 debía servir de evidencia positiva que sustanciara la definición del delirio que Veyga había hecho en "El amor en los invertidos sexuales", el texto publicado en \os Archivos en junio de ese mismo año, Pero con el texto de L a bella Otero nuevamente, y ahora de una forma mucho más evidente, el discurso homosexual maloqueó el texto científico, se apropió de su espacio y lo utilizó para —parodiándolo— diseminar un artefacto valioso de su cultura resistente. E l discurso homosexual, como sucede frecuentemente, sedujo al científico en otra instancia de lo que Foucault describió como el "poder que se deja invadir por el placer al que da caza; y frente al placer que se afirma en el poder de mostrarse, de escandalizar, o de resistir" (Historia sexualidad, 59). E l mismo Veyga dejó los rastros de la seducción del hombre de ciencia al señalar que Luis D. se acercó a él "sin disimular mucho su deseo de

recolección, clasificación y d i s e m i n a c i ó n de discursos (narrativas, fábulas, delirios) la obra escrita, los textos de esta primera ciencia argentina de la conducta. E n la primera s e s i ó n de la Sociedad, Veyga leyó una ponencia titulada "La e n s e ñ a n z a de la psicología". Y la primera comunicación de Veyga a la Sociedad fue "Los lunfardos", el mismo texto que había sido publicado por primera vez en los Archivos en 1903, reelaborado con cambios significativos para ser publicado en el primer tomo de los Anales de Psicología I (1910).

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figurar como caso clínico en el libro que preparamos sobre los invertidos sexuales** (Inversión profesional, 494). E s a fue la última frase del médico en el texto que, a partir de ese momento fue ocupado por la voz del homosexual. Al final de su "Autobiografía** fue L a bella Otero la que cerró, con su firma el texto "científico**. E l libro que prometió Veyga sobre los invertidos sexuales que yo sepa no se publicó nunca. Y creo que es tan significativo que no se haya publicado como que Veyga reconociera —en el momento preciso en que le entregó el espacio del texto al homosexual, al ser seducido— que su compromiso, conocimiento y fascinación con el tema de la inversión y la cultura de invertidos, maricas, homosexuales, uranistas, seductores, admiradores y amigos ya era tan rico,variado y profundo que merecía, le permitía, lo inspiraba e impulsaba a escribir un libro. Ese libro Veyga no lo publicó porque después de entregarle el espacio del discurso al marica, el médico se dio cuenta de que había sido maloqueado por el mismo discurso que él trataba de destruir. Tomó conciencia de la importantísima función de preservación, documentación y rescate que, no obstante su homofobia, habían hecho y estaban haciendo sus investigaciones sobre la cultura homosexual. No es casual que con la autobiografía de L a bella Otero el médico haya publicado tres fotografías, evidente y crudamente retocadas, deformadas, después de haber publicado una rica colección de once fotografías de invertidos que practicaban el travestismo, la mejor colección de fotografías sobre un tema específico publicada por los Archivos en los once años que duró la dirección de esa publicación por Ingenieros secundado por Veyga. L a manipulación de las fotos publicadas por Veyga también la demostró E . Gómez, al publicar una clara y atrayente foto de L a bella Otero sin retocar. L a publicación de las fotos de L a bella Otero que hizo Veyga demuestran que en el momento de la entrega del científico al invertido, también empezó un intento de divorcio del discurso médico de la figura y la (re)presentación del travestí, diseminado deformado, estereotipado para evitar la colaboración con el desarrollo y crecimiento de una "vanidad criminal** que los médicos y criminólogos habían empezado a descubrir alarmados en sus sujetos. E n la segunda mitad de la primera década del siglo veinte los hombres de ciencia argentinos empezaron a preocuparse por lo que primero vieron como una actitud de colaboración complaciente de los presuntos criminales y enfermos sujetos de sus investigaciones. E n Buenos Aires el tema de la vanidad de los criminales preocupó muy directamente a estos hombres de ciencia pero demasiado tarde, en

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1907, cuando ya en los Archivos afortunadamente para nosotros había quedado bien documentada la diversidad de esa cultura de hombres que tenían relaciones afectivas y sexuales con otros hombres y que, en muchos casos, practicaban el travestismo, representaban mujeres y asumían públicamente una identidad sexual distinta afectando poses, gestos, actitudes, voces y maneras. E n 1907 Ingenieros publicó un texto titulado "La vanidad criminal" donde señaló que "este fenómeno llamó especialmente nuestra atención al visitar algunas cárceles de Italia" (161). Enseguida Ingenieros contó la anécdota de un preso que (como L a bella Otero "sin disimular mucho su deseo de figurar" en un futuro libro de Veyga sobre la inversión) le pidió "publicar mi retrato en algún diario o libro suyo" (161). Entonces advirtió que "hay verdaderos Quijotes y Gíranos del crimen, como los hay del arte de la caballería. Hay una criminalidad que busca el camino de la gloria; hay una vanidad criminal que mira al público" (161). Notemos que era un discurso literario el que informaba este discurso científico que taxonomizaba delirantes como Don Quijote y simuladores como Cyrano de Bergerac; al mismo tiempo que advertía —tarde— que el proyecto médico legal podía ser subvertido desde adentro por comunidades que florecían con la visibilidad que le daban los estudios y publicaciones de los médicos.

Imaginación de la autobiografía Veamos ahora la parodia del texto científico en la "Autobiografía" de L a bella Otero. Títulos como "Inversión sexual congénita", bajo el que el médico publicó la historia de Manón, o "La inversión sexual adquirida", para las historias de Aurora, de Rosita y del rico burgués despersonalizaban las historias individuales, las transformaban en "casos" en los que desaparecían las personas reales bajo siglas o iniciales como XX o Luis D. Así en los textos sobre la inversión que publicó Veyga, como en la mayoría de los estudios de "casos clínicos" publicados en los ArchivoSy las personas y sus historias quedaban transformadas en datos, ilustraciones, evidencia científica positiva que, teóricamente, confirmaban la objetividad de las categorías o subcategorías de la taxonomía de las desviaciones que se iban elaborando. E n la estructura que adoptaban esos textos, la historia clínica específica quedaba enmarcada por una introducción, que incluía fórmulas como "he aquí, brevemente, los datos clínicos que recogimos al examinarle" (Inversión congénita, 44) o "después de esta pequeña

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disgresión previa, entremos en materia. Son tres los tipos que tenemos a examen** (Inversión Adquirida, 195), etc. E n seguida seguía la historia clínica de personas reales transformadas en casos, que en los casos de los invertidos mencionaba los nombres que se daban a sí mismos los maricas y a veces agregaba las iniciales de sus nombres legales, como en el caso de Luis D./ L a bella Otero. Bajo la premisa de que la inversión —salvo pocas excepciones— no era una desviación congénita sino algo adquirido del medio, las historias clínicas de los invertidos no exploraban posibles genealogías familiares enfermas sino las historias individuales del desarrollo sexual de los invertidos. E n teoría los hombres de ciencia podían así decidir si la desviación era congénita o adquirida. Y para eso debían averiguar cúando, cómo, con quién y adoptando qué rol, modo o posición habían sido las primeras experiencias sexuales de los maricas.*' Después de la historia "real** que se concentraba en las prácticas sexuales específicas de un invertido determinado, la conclusión era importante porque ahí, y a partir del análisis de la evidencia presentada en la segunda parte, en el centro del texto, en la historia de la vida sexual del invertido, el hombre de ciencia hacía una especulación teórica, introducida con fórmulas. Al final de la historia de Manón la conclusión era que "es un caso típico de inversión sexual congénita" (Inversión congénita, 46). etc. Pero con la publicación de su autobiografía, L a bella Otero rompió esta estructura tripartita que capturaba las voces y experiencias de los homosexuales en el centro del texto científico, y las enmarcaba y las controlaba con la voz del médico al principio y al final. L a voz de L a bella Otero reemplazó la voz del médico y escribió:

^^Al tratar de explicar la incoherencia de las definiciones simultáneas de homosexualidades congénitas y adquiridas, Veyga escribió "a decir verdad, la clasificación que se basa en la naturaleza de origen de esta desviación psicoorgánica es puramente artificial, no existiendo en la clínica un rasgo determinado que distinga al invertido nato del que se convierte en tal por cualquier motivo. La influencia que ejerce el sello de origen sobre el sujeto, consiste únicamente en el modo de aparición de las primeras manifestaciones y aún en ese mismo fenómeno hay algunas veces tal semejanza de detalles, que bien pueden identificarse unos con otros" (Inversión adquirida, 193).

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por darte ^uóto

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me quedo

y por eóo lo acepto

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