Mazarrón en el contexto de la romanización del sureste de la Península Ibérica

October 17, 2017 | Autor: Sebastian Ramallo | Categoría: Ceramics (Archaeology), Romanización, Cultura Material, Roman Archaeology
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CARLANTUM. Jornadas de Estudio sobre Mazarrón Actas III Jornadas

© De los textos: sus autores. © De esta edición: Universidad Popular de Mazarrón Concejalía de Cultura Coordinador:

José María López Ballesta

Diseño:

José María López Ballesta

Portada:

Fotografía de Juan F. Belmar González

Imprime:

Gráficas Álamo, S.L.

I.S.B.N.:

84-611-0255-X

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MU-816-2006

MAZARRÓN EN EL CONTEXTO DE LA ROMANIZACIÓN DEL SURESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA Sebastián F. RAMALLO ASENSIO

INTRODUCCIÓN Veinticinco años separan la conferencia pronunciada el día 28 de febrero de 2005 en el Salón de Actos de la Universidad Popular de Mazarrón de la que en 1981 impartí en el salón de plenos del Ayuntamiento de esta misma localidad1. Durante este período, corto en el tiempo histórico pero intenso en acontecimientos, el tramo central de la costa meridional de la comunidad murciana que coincide, aproximadamente, con la superficie de este término municipal, se ha visto inmerso, al igual que todo el país, en profundos cambios que han transformado su fisonomía, y que, en general, han afectado profundamente la vida de sus ciudadanos. Se ha consolidado un régimen político democrático y el Estado Centralista se ha convertido en un Estado Autonómico, donde las distintas Comunidades gestionan, protegen e intervienen sobre su Patrimonio Histórico. Las excavaciones de urgencia, esporádicas hasta los años setenta y los inicios de la década de los ochenta del pasado siglo, se han

El texto que sigue es la trascripción, anotada, de la conferencia impartida en la Universidad Popular de Mazarrón el día 28 de febrero de 2005, con el título: “Mazarrón en el contexto de la romanización en el S.E. peninsular: una perspectiva desde la arqueología”. La síntesis que ahora se presenta es deudora de todos los trabajos que entre los años 1982 y 2004 han realizado un nutrido grupo de arqueólogos formados en las aulas de la Universidad de Murcia, ayudados siempre por la incansable labor de Saturnino Agüera Martínez, guarda de monumentos del término municipal de Mazarrón. Sus nombres aparecen reflejados en el aparato crítico que acompaña este escrito.

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multiplicado, especialmente en los núcleos de litoral, fruto de una intensa mutación urbana, que ha sustituido las tradicionales viviendas unifamiliares de nuestra costa -de planta baja o a lo sumo de una altura y con grandes ventanales protegidos por rejería de hierro- por gigantescos e impersonales bloques de apartamentos y urbanizaciones de “adosados”, que han destruido u ocultado las estructuras y los restos del pasado allí existentes; amplias zonas del Rihuete, Alamillo, El Mojón han sufrido esta devastación, mientras que otros yacimientos han desaparecido a consecuencia de la roturación extensiva e intensiva del suelo con medios mecánicos, los desmontes de terreno para la ampliación de la superficie cultivable o la construcción de instalaciones hidráulicas. Por el contrario, y en contrapartida, programas científicos desarrollados en enclaves emblemáticos del municipio, y la publicación, aunque en muchos casos sólo parcial, de los resultados de las actuaciones arqueológicas de urgencia, permiten una primera aproximación al desarrollo histórico de este sector del conventus cartaginensis desde una perspectiva arqueológica. Gracias a estas investigaciones programadas de los últimos años se han podido contextualizar e interpretar, por ejemplo, los materiales de época fenicio-púnica hallados de forma esporádica en las aguas de la Playa de la Isla en la década de los setenta, en tanto que la necrópolis tardorromana de la Molineta, conocida desde el siglo XIX, se muestra ahora, tras el hallazgo y excavación de los complejos industriales de fabricación de salazón y, sobre todo, de un importante conjunto de viviendas y edificios de uso artesanal, como parte de un importante núcleo costero, con un gran dinamismo económico entre los siglos IV y V d.C., cuya condición administrativa y jurídica aún no podemos concretar. Por el contrario, se ha cuestionado la existencia del posible municipium ficariensis, una constante en la bibliografía arqueológica, ante la nueva interpretación de las inscripciones descubiertas en el siglo XVIII en el Barrio de la Serreta de Mazarrón, sobre las que se sustentaba tal atribución. En otro aspecto, las evidencias superficiales y balsas de decantación que

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desde hace años se apreciaban en superficie al pie del Cabezo de San Cristóbal, en el paraje conocido como Finca Petén, se han transformado, tras las excavaciones realizadas en los últimos meses en el más completo complejo de carácter minero-metalúrgico del sureste, destinado a convertirse, si prosiguen los trabajos de excavación, en una referencia obligada para reconstruir los procesos metalúrgicos de la plata hispana. Estos son sólo algunos de los cambios más significativos en el panorama de la arqueología romana de Mazarrón. En las páginas que siguen intentaremos perfilar las conclusiones a que han conducido y el estado actual de la investigación. BREVES APUNTES HISTORIOGRÁFICOS La dilatada historia de este rincón de la costa meridional de la antigua carthaginense que hoy se engloba en el término municipal de Mazarrón, y los repetidos hallazgos que paulatinamente se han ido produciendo en su subsuelo han motivado que las noticias en historiadores y eruditos locales y regionales sean muy numerosas. Ya en el siglo XII el geógrafo árabe al’Idrîsî destaca la existencia de una población con puerto que denomina Susaña lo que permite documentar una continuidad cultural de esta zona situada entre Mazarrón y el Puerto tras la época romana. En época moderna, las primeras citas sobre antigüedades de Mazarrón, que conocemos por terceros autores ya que el original no lo hemos podido consultar, proceden, al parecer, del historiador erudito Robles Corbalán en 1591. Tras este, el padre Morote, en sus Antigüedades y Blasones de la ciudad de Lorca, publicada en 1741, realiza un primer intento de aproximación histórica y hace derivar, sin base alguna, el origen del topónimo de la población moderna de “Maza-romanorum”, que traduce como puerto de los romanos, al tiempo que pretende identificarla, siguiendo las coordenadas de Ptolomeo, con Lucento, consciente incluso de la existencia de otra Lucentum en

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el reino de Valencia, error de interpretación derivado de una lectura parcial e interesada de la fuente histórica. Lo más relevante de este trabajo, que tuvo una notable aceptación en historiadores posteriores, que le copiaron en muchos aspectos, es la noticia que proporciona sobre la aparición de una “inscripción antiquísima”, al parecer un miliario, cuya lectura falseó para sustentar su teoría. Años más tarde, el padre Fray Pablo Manuel Ortega repite en 1746 la misma hipótesis de los dos Lucentos, lo que refrenda con una edición veneciana de 1562 de la Geografía de Ptolomeo, donde, al parecer, se identificaba “Lucentum (Susana) nunc Maxarrón”. Además reseña la inscripción de Morote, caracterizando el epígrafe como piedra miliaria. La obra del Canónigo Lozano Bastetania y Contestania del Reyno de Murcia, editada en 1794, constituye un paso decisivo en la investigación histórica de este territorio, ya que se imprime pocos años después del hallazgo en el barrio de la Serreta de Mazarrón de tres esculturas con sus correspondientes pedestales epigráficos, en uno de los cuales aparece la denominación geográfica loci ficariensis, que sirve al autor como argumento para ubicar una supuesta población llamada Ficaria en Mazarrón y desechar así la hipótesis de Lucento. Describe minuciosamente las tres imágenes y trascribe y traduce los epígrafes, aunque con ciertos errores, fechándolos, según la paleografía de las letras, en torno al 250 d.C. En las páginas que siguen recrea de forma novelada la historia de Mazarrón, inventando cuestiones sobre la cristianización de esta zona que carecen de fundamento alguno. No obstante, intuyó de forma acertada la relación del topónimo ficariense con el término latino ficus, higo, higuera. Ya en el siglo XIX, concretamente en 1801, Lorenzo Hervás en sus Preeminencias y dignidad que en la militar orden de Santiago tienen su prior

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eclesiástico y su casa matriz llamada convento de Santiago Uclés, recoge la acepción de Susaña con la que se denominaba –y hasta no hace mucho aún se conocía- la parte del campo de Mazarrón comprendida entre la población moderna de Mazarrón y el Puerto, y rechaza, asimismo, la identificación con Lucento. Sobre las inscripciones y esculturas no aporta nada nuevo a lo dicho por Lozano, y presenta una nueva lápida, posiblemente falsa o tergiversada, en la que, según este autor, se podía leer corpus Epeneti episcopi. Unos años más tarde, sendos manuscritos de Vargas y Ponce2 y de Cipriano Clemencín depositados en la Real Academia de la Historia, dan cuenta del hallazgo en “Almazarrón” de dos inscripciones, una de ellas cristiana en la que se menciona un personaje de nombre Syagrius3. Por su parte, Ceán Bermúdez en el Sumario de las antigüedades romanas de España (1832), al hablar de Mazarrón, ubica las tres esculturas e inscripciones en el Puerto de Mazarrón, donde considera que pudo haber estado la ciudad de Ficaria, ya que, añade, se localizaron además “trozos de columnas, basas, y molduras de piedra, pedazos de acueductos de argamasa, ánforas de barro y otras antigüedades”. Pascual Madoz en el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1845-1850), dedica las páginas 320323 del volumen undécimo al municipio de Mazarrón, aportando noticias de interés sobre la reexplotación de las minas a partir del siglo XV, pero sin remontarse a épocas precedentes. En cualquier caso, su obra resulta de gran utilidad para el conocimiento de los recursos sobre los que se sustentaba la Carta de 15 de julio de 1827 de D. Agustín Juán y Poveda a D. José Muso y Valiente. CAIMU/9/3928/7(5).

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RAH. Manuscrito CAIMU/9/3929/07(16), de fecha 31de octubre de 1839. Esta misma lápida será incluida por E. Hübner en el Corpus Inscriptiones Hispaniae Christianae, 1900, y por Diehl, en Inscriptiones Christianae Veteres, así como por J. Vives, en el volumen Inscriptiones Hispaniae Christianae (1969).

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economía de Mazarrón en el siglo XIX, período en el que no se habían producido todavía profundas transformaciones en el campo español y en la agricultura tradicional. Un acontecimiento decisivo para la proyección de los hallazgos de Mazarrón fuera de nuestras fronteras fue el descubrimiento en 1861 en el paraje del Saladillo de un tesorillo de monedas de plata de época bárquida, publicado en 1863 por Zobel de Zangroniz con el título “Uber einem bei Cartagena gemachten Fund spanish-phoenikischer Silbermünzen”4, con el que esta zona se insertaba plenamente en los episodios más destacados de la Segunda Guerra Púnica; ya en el siglo XX este tesoro fue estudiado de nuevo por A. Beltrán, en sus trabajos “Economía monetaria de la España Antigua” y “Acuñaciones púnicas de Cartagena” (1947), así como recogido por C. Belda, en El proceso de romanización de la provincia de Murcia (1975), y, sobre todo, por L. Villaronga, en su obra de conjunto Las monedas hispanocartaginesas (1973) que transcribe la relación publicada por Zobel5.

En Monatsberichte des k. Akademie der Wissenschaften zu Berlin, Sitzung, 15 Juni 1863, pp. 253 y ss. También recogen el hallazgo y enumeran las acuñaciones que contiene, Beltrán, A., “Acuñaciones púnicas de Cartagena”, III CASE, Murcia, 1947. pp. 224-238 y del mismo autor, “Economía monetaria de la España antigua”, Estudios de Economía Antigua en la Península Ibérica, Barcelona, 1968, pp. 271-288.

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Según este autor el hallazgo se produjo en “el territorio minero al oeste de Cartagena, a 3 leguas de Mazarrón, según una fuente de información, y a una legua del mismo lugar según otra”, una distancia que podría corresponder a la que hay hasta el paraje de el Saladillo, unos 15 km. al norte de Mazarrón, donde se han excavado restos arqueológicos de época bárquida, o también al Coto Fortuna, rico afloramiento minero situado al oeste de la moderna población a una distancia similar a la del pasaje anterior. La relación de monedas recogida por Villaronga del autor alemán es la siguiente (pp. 73-74): A) Un ejemplar con anv/ Cabeza femenina y rev/ Caballo parado; B) más de 50 ejemplares con anv/ Cabeza femenina y rev/ Caballo parado con cabeza vuelta y palmera; C) de 16 a 18 ejemplares con anv/ Cabeza varonil ¿a derecha? y rev/ Caballo parado y palmera; D) un ejemplar de 23,40 gr. con anv/

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Pero retornando de nuevo a las obras del siglo XIX, en 1880 publica A. Fernández Guerra, Deitania y su cátedra episcopal de Begastri, donde siguiendo una lectura equivocada de Plinio y Estrabón, ubica toda esta comarca dentro de la “región Deitania”, bajo la jurisdicción del obispo de Begastri, esto último sin pruebas concluyentes, y recoge, además, la noticia del hallazgo de la lápida de “Epenato”. Poco después R. Amador de los Ríos sigue a Guerra en lo referente a la inclusión de estos territorios dentro de la diócesis de Cehegín y copia la lápida de Epeneto, aunque sin aportar nuevos datos de interés6. En otro plano, reflejo de la más tradicional erudición local en busca de orígenes legendarios es la obra de E. Saavedra, Mastia y Tarteso, (1896), donde a través del texto de Avieno, el autor pretende demostrar que Mazarrón fue Mastia y Cartagena Tartessos. Su obra fue publicada en 1926 con carácter póstumo7. También por esos años de finales del siglo XIX, Canovas Cobeño, en su

Cabeza varonil y rev/ Caballo parado y palmera; E) Un ejemplar de 22,23 gr. con anv/ Cabeza laureada y clava y rev/ elefante; F) dos ejemplares de 14,83 y 14,75 gr. con anv/ cabeza barbada y laureada con clava y rev/ elefante con guía; G) siete ejemplares de 11 a 11,21 gr. con anv/ cabeza laureada con clava y rev/ elefante; H) seis ejemplares similares a la moneda D; I) un ejemplar con los mismos tipos anteriores, pero en el anv/ glóbulo y en el rev/ la letra fenicia “Ayin”. La lápida fue publicada por L. Hervás, Preeminencias y dignidad, que en la militar orden de Santiago tienen su Prior eclesiástico y su casa matriz, llamada convento de Santiago Uclés, Cartagena, 1801, p. 112, donde señala que fue hallada en el “campo de Susaña, entre Mazarrón y el mar”, y presentaba el texto corpus Epenetis episcopi. Recogida después por Fernández Guerra, A., Deitania y su cátedra episcopal de Begastri, Madrid, 1879, p. 19. Vid. también, Amador de los Rios, R., Murcia y Albacete, Barcelona, 1889.

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7 Saavedra y Pérez de Meca, E., Mastia y Tarteso y los pueblos litorales del Sud-Este de España en la Antigüedad, Murcia, 1929. Reimpresión con comentarios de J. González Castaño y P. Martínez Ortiz, Biblioteca Murciana de Bolsillo, 145, Murcia, 2004.

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Historia de Lorca (1890), transcribe una lápida del Coto Fortuna, de una mujer de nombre Alexandra, que relaciona con otra situada en el Ayuntamiento de Lorca de procedencia desconocida -aunque posiblemente Mazarrón-, muy semejante a aquélla. Hübner, en una notificación a la Real Academia de la Historia de 1885, presenta un nuevo epígrafe y en otra epístola de 1889 a esta misma institución relaciona las cartelas de los lingotes del Coto Fortuna con otras de semejante rótulo recuperadas en el Tíber (Roma). Además, el epigrafista alemán recopila en el volumen II del Corpus Inscriptiones Latinarum cinco inscripciones de Mazarrón, ya conocidas con anterioridad -las tres de La Serreta y otras dos más de carácter sepulcral- (n. 3525-3529), así como dos miliarios (n. 4944), uno de ellos con el texto borrado. El año de 1891 es una fecha clave para la historia de las antigüedades de esta localidad, ya que se rescataron, de forma definitiva, y transportaron al Museo Arqueológico Provincial los tres pedestales epigráficos del barrio de la Serreta que habían estado empotrados en la fachada del Consistorio y a punto de desaparecer tras el derribo del viejo inmueble para la construcción del nuevo ayuntamiento. La noticia y avatares fueron publicados por Javier Fuentes y Ponte en el Diario de Murcia el domingo 22 de marzo de 1891. En el Anuario de la Real Academia de la Historia de ese mismo año, F. Fita recoge la noticia del traslado de las inscripciones y aprovecha para hacer algunas consideraciones sobre la transformación del topónimo Ficaria en el de Susaña, por otra parte muy difíciles de aceptar. Además de esto, cita, sin hacer la trascripción, el epígrafe cristiano de Syagrio, publicado antes por C. Clemencín. Sin embargo, será la reactivación minera de mediados del siglo XIX el episodio más trascendente para la recuperación del patrimonio arqueológico de Mazarrón. Con la puesta en explotación de forma intensiva de los principales

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Minas de Mazarrón, vista de las terreras de las explotaciones recientes.

cotos mineros saldrán a la luz una serie de galerías, escoriales y labores antiguas que pronto suscitarán la curiosidad de los ingenieros de minas, que publicarán noticias de un extraordinario interés sobre sistemas de explotación, laboreo, evacuación de aguas y procesos metalúrgicos, salpicadas con la descripción de algunos objetos curiosos, como la pequeña estatuilla de bronce de Herakles, tipo Farnese, hallada en 1840 en la mina Esperanza, que reproduce Botella y Horno, en su Descripción Geológica-minera de la provincia de Murcia y Albacete. En este mismo contexto de trabajos sobre las minas de Mazarrón hay que situar la obra del ingeniero sueco A. Boeck, El Coto Fortuna de Mazarrón, publicada en 1889, donde da cuenta y examina importantes hallazgos en este distrito, confeccionando un primer intento de cronología de

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las explotaciones que tendrá una gran acogida entre sus contemporáneos y sucesores. Poco después, y sobre este mismo coto minero escribe un breve comentario P. Paris, en su libro Essai sur l’art et l’industrie de l’Espagne primitive (1904), aunque sin aportar información inédita. En 1905, A. Belmar, en un trabajo titulado Sobre el desagüe general del Distrito minero de Herrerías de Mazarrón llamado Coto Fortuna, publica un interesante plano de las galerías antiguas y modernas que atraviesan este complejo minero, completando y ampliando la información disponible hasta entonces8. Pero sin lugar a dudas, y en este capítulo, los estudios más completos de esta primera fase son los del ingeniero de minas F. Bravo Villasante, y especialmente el titulado La Industria minero-metalúrgica en Mazarrón, publicado en 1891, uno de cuyos apartados está dedicado a la historia de las minas. Pese a algunas apreciaciones sin base arqueológica, sobre todo en lo que se refiere a los antecedentes cartagineses de las explotaciones, la obra es de gran interés, ya que recoge toda una serie de datos ya publicados por otros autores, a los que incorpora los resultados obtenidos durante sus trabajos. Se detiene con especial detalle en la mina La Fortuna y señala como período de máxima prosperidad de la actividad minera el comprendido entre Augusto y Constantino, datación que la información arqueológica posterior ha invalidado en gran parte. Este mismo autor en su obra Criaderos de hierro de España (1912) vuelve a recalcar la importancia y desarrollo que las minas de Mazarrón alcanzaron en época romana, añadiendo hallazgos inéditos de considerable valor, como la localización de “barras de plomo en el Mojón y también de una lucerna”. El último trabajo de esta primera fase de obras relacionadas con la minería es el de F. Pato Quintana, Murcia-Minería (1922), donde

Revista minera y metalúrgica y de ingeniería, año LVI, n. 2.2021, Madrid, 24 de junio de 1905, pp. 301-303, 315-317, 328-330 y 337-338.

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hace un breve resumen de las minas de Mazarrón que acompaña con algunos datos sobre su historia, recoge a autores anteriores e hipotetiza, sin base donde apoyarse, sobre el final de estas labores, que relaciona con las invasiones del siglo V. Fuera de nuestras fronteras, y en el marco del interés despertado a finales del siglo XIX entre los arqueólogos franceses por las antigüedades hispanas, Besnier, en Le comerce du plomb a l’époque romaine d’après les lingots estampilles (1920-1921) alude a los lingotes de Coto Fortuna, a los que supone una cronología aproximada del siglo I d.C., y retoma las conclusiones de Jecquier y Héron de Villefosse, sobre el comercio con Roma. Al margen de los estudios sobre antigüedades romanas, pero muy vinculado con el proceso de reactivación minera de los afloramientos del área murciano-almeriense, se produce también por estos mismos años el descubrimiento de la prehistoria de Mazarrón que entra en la bibliografía científica, gracias a los trabajos de los hermanos Siret, cuyas investigaciones sobre los yacimientos de esta zona contribuyen, de forma decisiva, a perfilar los rasgos esenciales y la primera periodización de la Edad de Bronce en el Sureste. Retrocediendo de nuevo a las obras de carácter general, una vez revisadas las referentes a la parcela de los trabajos mineros, hay que reseñar, en primer lugar, la obra de Cáceres Plá, Noticias históricas, literarias, estadísticas, etc. de la antigua ciudad del Sol (1902), donde se hace una breve referencia a la historia de Mazarrón y reproduce, aunque sin transcribir, la lápida funeraria del Puerto de Mazarrón incluida por Hübner en CIL II con el número 3529. Al margen de ello, no hay más aportaciones de interés. Las noticias más extensas y tal vez de mayor enjundia corresponden al Catálogo Monumental de España. Provincia de Murcia, escrito entre los años

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1905-1907 por M. González Simancas, quien recopila todo lo escrito con anterioridad sobre las antigüedades romanas y prehistóricas de Mazarrón, utilizando incluso obras de difícil acceso y manuscritos perdidos en la actualidad9. En ella transcribe las inscripciones del Barrio de la Serreta, a las que da una cronología del siglo II d.C., y propone, como aportación novedosa, ubicar Ficaria en el Castellar de Bolnuevo, donde el citado autor recogió abundante cerámica romana e incluso, según parece, algunos fragmentos con motivos cristianos. Analiza, además, los conjuntos mineros de San Cristóbal y los Perules, ofreciendo datos muy valiosos sobre estructuras visibles en ese momento y sobre el hallazgo de cerámicas, monedas y otros objetos. En otro apartado de su obra insiste en la importancia del Coto Fortuna, describiendo restos de habitación e inscripciones descubiertas en este lugar. A pesar de los errores contenidos en la obra, especialmente en la interpretación histórica, su trabajo resulta de gran utilidad, puesto que aporta muchos datos obtenidos personalmente en la visita a los yacimientos. En 1908, F. Fita presenta en el Boletín de la Real Academia de la Historia una inscripción sepulcral, posiblemente encontrada en el Coto Fortuna, junto a dos fondos de terra sigillata aretina con sello de alfarero Ateius y un proyectil de plomo; recuerda, además, las lápidas recogidas por E. Hübner. S. Reinach en su obra Repertoire de la statuaire grecque et romaine (1912) publica un dibujo de las tres esculturas de Mazarrón, restituyendo la cabeza idealizada de dos de ellas, pero sólo indica la procedencia sin ningún otro comentario. En este mismo sentido, Leite de Vasconcelos, en su obra Religiôes de Lusitania (1913) escribe unas breves líneas sobre la dedicación a la Terra Mater, y a modo de ejemplo, presenta la de Mazarrón, pero sin aportar nada nuevo.

9 González Simancas, M., Catálogo Monumental de España. Provincia de Murcia, Manuscrito del Centro de Estudios Históricos, 1905-1907. Edición facsímil del Colegio Oficial de Arquitectos de Murcia, 1997, pp. 358-367.

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Escultura de la Terra Mater, hallada en el Barrio de la Serreta en 1776.

E. Tormo en la Guía de las provincias de Murcia y Valencia (1923) cita el alumbre de las Pedreras Viejas y Nuevas, y en lo referente a la época antigua, localiza la “Sociedad Ilucro”, reflejada en los lingotes de plomo, en Lorca, llevado, sin duda, por la afinidad de topónimo y sin tener en cuenta la inexistencia de afloramientos argentíferos en el citado municipio que se remonten a época romana. Tras el paréntesis de la Guerra Civil, la década de los cuarenta supone un nuevo paso adelante en la investigación histórico-arqueológica sobre Mazarrón. En 1941, A. Fernández Avilés en su trabajo “La arqueología murciana a través del Museo Arqueológico Provincial” describe las tres esculturas

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acéfalas de Mazarrón así como dos esportones hallados en la Mina Triunfo. Un año después, G. Gosse, aprovechando sus trabajos en el Coto Fortuna y otras minas españolas, publicó un extenso y documentado artículo con el título “Las minas y el arte minero de España en la antigüedad”, donde, además de recoger abundantes testimonios literarios sobre las explotaciones mineras de Hispania, proporciona un estudio detallado sobre la galería de desagüe del citado distrito minero, así como algunos datos curiosos, como el hallazgo de una espuerta llena de mineral en el interior de la mina, de tablillas de madera con los nombres incisos de posibles operarios, o de diversos objetos de indumentaria, entre otras cosas. Explica el proceso de extracción del agua desde el interior de la mina y hace algunas consideraciones sobre el tratamiento del mineral en los lavaderos. Paralelamente, los trabajos de A. Beltrán, especialmente el titulado “Las minas romanas de la región según los datos de la colección de su museo” (1944), constituyen una nueva fuente para la obtención de datos sobre hallazgos sueltos producidos en distintos puntos de las minas de Mazarrón, a partir de los cuales el autor establece un marco cronológico para el inicio y paralización de la actividad minera. Posteriormente, y tras los artículos de Beltrán, las obras más recientes sobre minería antigua de C. Domergue representan el definitivo salto cualitativo en la investigación, ya que plantean nuevas líneas metodológicas, reúnen y analizan de forma exhaustiva toda la información literaria, arqueológica y epigráfica de las minas de Carthago Nova, entre las que se incluyen los distritos de Mazarrón, recopilando además todos los lingotes de plomo asociados a estos afloramientos, rastreando el origen de las familias representadas y realizando interesantes anotaciones de carácter prosopográfico10.

10 Las investigaciones de varios años de C. Domergue, culminaron en su monumental obra Les mines de la Península Ibérique, Roma, 1990, que completaba el Catalogue des mines et fonderies antiques de la Péninsule Ibérique, Madrid, 1987, donde los distritos mineros y

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Estibado de galería, vigas y posible reconstrucción de un pozo (s. Gosse, 1942, lám. II)

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La Guía del Museo Arqueológico de Murcia escrita por su director, Manuel Jorge Aragoneses y publicada en 1956, incluye y describe brevemente los materiales procedentes de Mazarrón expuestos en sus salas: en la IV vitrina 14, proyectiles de plomo para honda de Mazarrón y vidrios de El Castellar; en la V, las tres figuras acéfalas de la Terra Mater y los Genios, con la trascripción de sus correspondientes inscripciones, y por último, en la sala VI los objetos de minería, entre ellos “una antefija de barro rojo en forma de estela hallada hacia 1895 en la mina la Fortuna” y dos esportones de la mina Triunfo. Unos años más tarde, A. Balil en su artículo “Plástica provincial en la España romana” introduce las esculturas de Mazarrón, aunque las atribuye a Escombreras, y propone una datación de finales del siglo I d.C.11. Por último, cierra este período de la investigación la tesis doctoral de C. Belda, El proceso de romanización de la provincia de Murcia, publicada en 1975, importante trabajo de compendio y síntesis sobre el sureste peninsular circunscrito por los límites administrativos del Estado preautonómico, donde en las páginas dedicadas a Mazarrón incorpora las noticias de Gosse respecto a la minería y atribuye a los lingotes de la Societas Ilucronensis una cronología anterior al cambio de Era. También recoge el tesorillo de monedas hispano-cartaginesas descubierto en el siglo XIX así como las inscripciones procedentes de

hallazgos de Mazarrón tienen una destacada presencia. Además, y sobre el tema de las familias que participaron en la explotación, es fundamental su trabajo “L’exploitation des mines d’argent de Carthago Nova. Son impact sur la structure sociale de la cité et sur les dépensées locales á la fin de la Republique et au debut du Aut.-Empire”, L’origine des richesses dépensées dans la ville antique, (Aix-en-Provence, 1984), Aix 1985, pp. 197-217, trabajo que se puede completar con los artículos de M. Koch, “Las “grandes familias” en la epigrafía de Carthago Nova”, I Congreso Peninsular de Historia Antigua, (Santiago, 1986), Santiago, 1988, vol. 2, pp. 403-407, y “Die römische Gesellschaft von Carthago Nova nach den epigraphischen Quellen”, Fest. für Jürgen Untermann zum 65. Geburtstag, Innsbruck, 1993, pp. 191-242. 11

Revista Guimaraes, LXX, 1960, pp. 107-131.

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Mazarrón, transcribiendo los textos de los dos miliarios conocidos de antiguo. Se detiene en particular en los tres pedestales epigráficos de las esculturas de la Serreta, de los que deduce la existencia de un Municipium Flavium Ficariensis, al combinar la mención loci ficariensis de uno de los basamentos de los Genios con las abreviaturas S.M.F, grabadas en el otro. Sus conclusiones históricas para este territorio se sustentan, sobre todo, en tres yacimientos del municipio: las Herrerías y los Ceniceros, asentamientos mineros situados entre el pueblo de Mazarrón y el litoral, y el Castellar, promontorio costero caracterizado por la abundancia de restos de época bajo-imperial. La obra de Belda marca el final de una etapa caracterizada por el estudio de materiales descontextualizados y hallados de forma casual o, a lo sumo, en prospecciones superficiales, pero sin el apoyo de auténticas y programadas excavaciones arqueológicas, complementado por la información proporcionada por los ingenieros de minas y los limitados restos epigráficos. Como única excepción habría que considerar la excavación realizada por Jorge Aragoneses en la necrópolis de la Molineta, cuyos resultados han permanecido inéditos, si bien los restos exhumados se depositaron en el Museo Arqueológico Provincial. Su publicación coincide con la marcha a Madrid del director del Museo de Murcia, pero también con la llegada de la profesora Ana María Muñoz Amilibia como Catedrática de Arqueología, Epigrafía y Numismática de la Universidad de Murcia, quien desde muy pronto va a impulsar los trabajos arqueológicos en diversos enclaves de Mazarrón e incluso va a dirigir uno de los proyectos científicos de mayor resonancia durante su estancia en esta región: las excavaciones sistemáticas en el poblado eneolítico del Cabezo del Plomo12,

Muñoz Amilibia, A.M., “Neolítico final – Calcolítico en el Sureste peninsular: El Cabezo del Plomo (Mazarrón, Murcia)”, Espacio, Tiempo y Forma, Prehistoria, 6, 1993, 133-180.

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desarrolladas de forma sistemática entre 1979 y 1982. Al margen de estos trabajos, estudia y publica también algunos de los restos materiales más emblemáticos de este término municipal, tales como las inscripciones de los Genios, de las que ofrece una nueva lectura e interpretación13 y el miliario redescubierto en 1980 en un solar del casco urbano14. Paralelamente, desde el Museo Arqueológico Municipal de Cartagena, y bajo la dirección del arquitecto Pedro San Martín Moro se llevan a cabo excavaciones en la factoría de salazón descubierta en 1976 a los pies de la ladera del Faro y en la villa del Rihuete (1976-1977) localizada frente a la línea de playa al explanar los terrenos para la construcción de una serie de bloques de apartamentos. Ya desde la Universidad de Murcia, entre los meses de enero y febrero de 1980, dentro del Programa de excavaciones de urgencia de la provincia de Murcia se acometen los trabajos de excavación de un horno romano identificado de forma casual al recortar el perfil meridional de la Loma de las Herrerías para ampliar los límites de las tierras de cultivo. Esta nueva fase de estudio culmina con la realización y lectura de mi tesis de licenciatura titulada La romanización en la costa meridional de la provincia de Murcia. El municipio de Mazarrón, leída en la Universidad de Murcia el 14 de febrero de 1981, estudio monográfico donde se realiza por primera vez una aproximación al desarrollo histórico de este territorio a partir del documento arqueológico, incorporando la información proporcionada por los trabajos de campo más recientes, los datos y materiales de los museos arqueológicos de Murcia y Cartagena y los resultados obtenidos en las prospecciones superficiales realizadas a lo largo de 1980 en compañía de Saturnino Agüera,

13

Muñoz Amilibia, A.M., “Un posible Genius Senatus de Mazarrón”, RSL, 46, 1980, 177-183.

Muñoz Amilibia, A.M., “Nuevo miliario de Mazarrón: la vía romana costera desde Carthagonova”, Homenaje a Samuel de los Santos, Albacete, 1988, pp. 225-229.

14

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quien, justo es reconocerlo, me proporcionó una ayuda imprescindible, para el éxito del trabajo. Las dos últimas décadas del siglo XX se han caracterizado por un incremento considerable de las excavaciones de urgencia en distintos solares del Puerto de Mazarrón, como consecuencia de un intenso proceso de renovación urbana de los núcleos del litoral murciano, lo que ha permitido una mejor definición de la necrópolis de la Molineta, identificada desde finales del siglo XIX15, tanto en la tipología de las sepulturas16, como en la cronología e incluso en la caracterización antropológica de los individuos enterrados17. Además, se han localizado y excavado parcialmente las estructuras de habitación contemporáneas al cementerio18, y restos de instalaciones de carácter industrial e

Hay varias referencias a hallazgos de sepulturas en Puerto de Mazarrón en la correspondencia de la Real Academia de la Historia.

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Citadas en las notas del texto con las abreviaturas JPHA y MemArqMurcia. Los títulos más significativos son: Amante Sánchez, M. y García Blánquez, L.A., “La necrópolis tardorromana de La Molineta, Puerto de Mazarrón (Murcia). Calle Sta. Teresa, núms.. 36-38”, AntigCrist, V, 1988, 449-469; Amante Sánchez, M. y López Campuzano, M., “La necrópolis de La Molineta: aproximación a la historia social y económica en el Puerto de Mazarrón (Murcia) durante la Antigüedad Tardía”, AntigCrist, VIII, 1991, 471-494; García Blánquez, L.A. y Amante Sánchez, M., “La necrópolis de la Molineta (Puerto de Mazarrón)”, MemArqMurcia, 4, 1993, 245-260; Pérez Bonet, M.A., “Calle Fábrica (Puerto de Mazarrón”, MemArqMurcia, 4, 1993, 237-243; Iniesta Sanmartín, A. y Martínez Alcalde, M., “Nuevas excavaciones en la necrópolis tardorromana de La Molineta”, AnMurcia, 16, 2000, 199-223. 16

Zapata, J., Restos óseos de necrópolis tardorromanas del Puerto de Mazarrón, Murcia, BAR, I.S., 1214, Oxford, 2004.

17

Ruiz Valderas, E., “Núcleo urbano y necrópolis de la calle Era, en el Puerto de Mazarrón”, Verdolay, 3, 1991, 45-58; Pérez Bonet, M. A., “La excavación de urgencia de la C/Pedreño. Informe preliminar”, MemArqMurcia, 4, 1993,

18

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hidráulico19. En general, de todas estas intervenciones se ha dado cuenta en la Jornadas anuales sobre Patrimonio Histórico y Arqueológico de la Región de Murcia, publicándose breves resúmenes, posteriormente ampliados en las Memorias de Arqueología20. Con la información disponible podemos ya intentar una aproximación sobre bases objetivas al desarrollo histórico de este rincón de la costa surestina durante la época romana. LA VERTEBRACIÓN DEL TERRITORIO: VÍAS DE COMUNICACIÓN Ubicada en zona limítrofe entre las provincias Citerior y Ulterior, todo este espacio se incorpora muy pronto en el nuevo engranaje político, administrativo, cultural y económico implantado por el Estado romano. Sus importan-

Amante Sánchez, M., “El vertedero romano-tardío del cine Serrano C/ Cartagena (Puerto de Mazarrón, Mazarrón, Murcia). Noticia preliminar”, MemArqMurcia, 4, 1993, 218-223; Pérez Bonet, M. A., “La excavación de urgencia de la C/Pedreño. Informe preliminar”, MemArqMurcia, 4, 1993, 226-235. 19

Un amplio elenco de las actuaciones arqueológicas llevadas a cabo en el término de Mazarrón hasta 1998, con bibliografía detallada se encontrará en: Agüera Martínez, S., Iniesta Sanmartín, A. y Martínez Alcalde, M., “Carta arqueológica de Mazarrón. Resultados de la campaña de 1992-1993”, MemArqMurcia, 8, 1999, 507-522. Informes sucintos de las excavaciones de urgencia más recientes se hallarán en: Martínez Alcalde, M., “Excavaciones en la necrópolis tardorromana de La Molineta del Puerto de Mazarrón”, XII JPHA, 2001, pp. 39-41; López Campuzano, M., “Carta Arqueológica y estudio sedimento-estratigráfico y cultural de la Necrópolis de La Molineta (Puerto de Mazarrón, Murcia)”, XI JPHA, 2000, pp. 51-52; Agüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., “C/ Fábrica – C/ Corredera del Puerto de Mazarrón (2ª Fase)”, XI JPHA, 2000, p. 54-55; Agüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., “C/ Fábrica – C/ Corredera del Puerto de Mazarrón”, X JPHA, 1999, p. 39-40; Page del Pozo, V., “Extracción de dos enterramientos romanos en C/Cartagena esquina C/Gallo (Puerto Mazarrón)”, X JPHA, 1999, p. 40; Agüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., “Actuación arqueológica en el casco urbano del Puerto de Mazarrón: el solar de c/Nueva nº 11 – callejón de la Sal”, IX JPHA, 1998, p. 46; Agüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., “Collado Blanco (Mazarrón)”, IX JPHA, 1998, p. 46; López Campuzano, M., “Necrópolis de La Molineta (Puerto de Mazarrón)”, X JPHA, 1999, pp. 28-29. 20

[30]

tes recursos mineros estimularon una temprana e intensa inmigración y su riqueza pesquera y, en menor medida, agropecuaria incidieron de forma concluyente en el rápido poblamiento de la comarca, que, por otra parte, debido a su proximidad a Carthago Nova se vio envuelta desde el inicio en todos los acontecimientos que rodearon su conquista. El tesorillo de moneda cartaginesa del Alamillo se imbrica en ese escenario de conflicto que a finales del siglo III a.C. enfrentó en Iberia a las dos potencias más importantes del Mediterráneo. Solucionado este y decantada la victoria a favor del bando romano, el gran foco romanizador que para toda “la provincia” y en el plano más restringido del conventus, fue la ciudad portuaria, tuvo su reflejo en el pronto y rápido desarrollo que alcanzaron las tierras de sus alrededores y, en el caso que aquí nos ocupa, el territorio en torno a Mazarrón. Aunque no hay fuentes escritas que especifiquen con claridad los límites provinciales de época republicana, la estrecha dependencia respecto a la vecina capital, con la que le unían especiales vínculos económicos, y otros textos más tardíos permiten sospechar su inclusión inicial en la Citerior a pesar de que un pasaje de Plinio (III, 3, 16), induciría a pensar lo contrario. Según el naturalista la longitud total de la Bética medía en tiempos de Agripa, cuando los límites alcanzaban hasta Carthago Nova, 475.000 pasos de longitud y 258.000 de anchura; aceptando al pie de la letra este pasaje, la bahía de Mazarrón habría quedado englobada dentro de la Ulterior, lo que nos parece muy improbable por las razones expuestas más arriba. Sea como fuere la reordenación administrativa de época augústea modificó los límites anteriores ampliando los de la Citerior, o Hispania Tarraconense, con parte de los territorios que con anterioridad habían pertenecido a la Ulterior o Hispania Baetica, en especial las zonas mineras de Sierra Morena, ya que, según Estrabón (III, 4, 20), el límite de la Bética se habría fijado junto a Cástulo. Por su parte, el mismo Plinio (III, 19) al describir este tramo costero men-

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ciona “los oppida de Urci y Baria, adscrito este último a la Bética, la región de la Bastetania, luego la Contestania y Carthago Nova, colonia de cuyo cabo llamado Promontorium Saturni hasta Caesarea hay 197.000 pasos”. Si ubicamos las dos primeras localidades dentro de la actual Almería, Urci en Pechina, siguiendo la opinión más difundida -aunque hay quien la relaciona con la población murciana de Águilas- y Baria en Villaricos (Cuevas de Almanzora) la frontera entre ambas provincias, Bética y Tarraconense, habría que situarla más allá de los actuales límites de la Región de Murcia, por lo que todo este tramo litoral constituiría el extremo más meridional de la provincia Tarraconensis, y dentro de esta el confín sur del conventus carthaginesis21. No queda clara la ubicación de Urci en la obra de Mela, (II, 94), donde es citada como la primera población en el tramo de costa situado al oeste de Carthago Nova, “entre un grupo de ciudades sin renombre alguno, -señala el geógrafo hispano- cuya mención aquí no la justifica sino la correlación en la cita de los nombres”. Esta población es incluida por Ptolomeo (II, 6, 13) en el litoral de los bastitanos, pueblo que, según Plinio (III, 4, 25), formaba parte del conventus carthaginensis. En cualquier caso, y dejando a un lado rígidas compartimentaciones geográficas, lo que sí es evidente, es que toda su actividad económica y toda su vida en general, estuvo orientada y en cierto modo dependió de Carthago Nova. Es por ello por lo que podemos decir sin riesgo a equivocarnos que, de facto, todo el territorio de Mazarrón giraba bajo la órbita de la colonia y su desarrollo, organización administrativa e historia discurrió paralela a aquélla, con la que se encontraba muy unida a través de un activo tráfico terrestre y, sobre todo, marítimo.

Vid. sobre el tema, García Herrero, G., “Aproximación al estudio del conventus iuridicus carthaginensis”, AntigCrist, II, 1985, pp. 81-105.

21

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Las vías de comunicación terrestre En este sentido, desde el comienzo de la conquista de Hispania, Roma se apercibió de la importancia y la necesidad que para el éxito de su empresa tenía la existencia de una buena red de comunicaciones que le permitiera desplazarse con rapidez de un lugar a otro lugar y facilitara el rápido abastecimiento de las tropas, lo que a su vez impulsaba las actividades comerciales; por ello, muy pronto se planteó la posibilidad de acondicionar y pavimentar la vía Hercúlea que desde los Pirineos, bordeando en gran parte la costa mediterránea llegaba hasta Gades, de forma que Polibio nos indica como parte de la citada vía se hallaba ya pavimentada y amojonada en el tercer cuarto del siglo II a.C. Como factor de romanización la presencia de una calzada romana, por donde penetraban modas, hábitos, costumbres, etc., supuso un incentivo para las poblaciones establecidas en su trazado, a la vez que a su amparo surgieron otras muchas ciudades y poblaciones, junto a un escalonado y rico conjunto de villae agrícolas. La ciudad de Eliocroca, documentada a partir del “Itinerario de Antonino” es una buena muestra del desarrollo de una población en torno a una primitiva mansio. Estas vías, en las que, generalmente, se procuraba seguir -siempre que era posible- un trazado en línea recta, debían adecuarse a las posibilidades del terreno cuando el relieve era accidentado, e incluso en muchos casos se adaptaron a caminos establecidos con anterioridad, especialmente en regiones, como el área levantina, donde el proceso de urbanización de las comunidades prerromanas había alcanzado cotas considerables. En estos casos, era frecuente, sobre todo en caminos secundarios, que no siguieran las normas teóricas establecidas para la construcción de las calzadas, estando constituidas en muchas ocasiones por pistas de tierra mezcladas con cantos. Pero, al margen de los caminos secundarios, la importancia económica que adquirió Mazarrón desde época republicana por sus ricos

[33]

recursos, hizo que pronto se establecieran importantes nexos de comunicación tanto con la vecina Carthago Nova como con las otras regiones mineras más alejadas de Sierra Morena. Los testimonios que nos permiten recomponer el recorrido de estos ejes viarios son de distinta naturaleza22:

Trazado de las vías de comunicación romanas en el sector meridional del Conventus Cartaginensis (s. Brotons y Ramallo, 1989). Vid. En general, Brotons Yagüe, F. y Ramallo Asensio, S.F., “La red viaria romana en Murcia”, Caminos de la Región de Murcia, Murcia, 1989, pp. 101-119.

22

[34]

Fuentes escritas e Itinerarios. El primer texto que proporciona cierta información, aunque indirecta, de las vías que atravesaban el actual término municipal de Mazarrón es el de Estrabón (III, 4, 9), quien describe el trazado de la vía Augusta en los siguientes términos: “Conduce a Atracón desde los trofeos de Pompeyo a través del Campo Juncario, Esteras y el campo llamado en lengua latina del Hinojo, porque produce hinojo en abundancia, y de atracón al paso del Íber por la ciudad de Dertosa; desde allí, pasando a través de Sagunto y la ciudad de Saetabis, se separa gradualmente del mar y llega al Campo Espartario, que es como si dijéramos Juncal; es extenso y esta falto de agua, y produce un esparto propio para trenzar cuerdas que se exporta a todas partes y principalmente a Italia. Antes, pués, ocurría que la vía, larga y dificultosa, iba por medio de este campo y por Egelasta, pero ahora la han construido junto al mar, tocando tan sólo el Juncal y yendo a parar al mismo sitio que la antigua, a la región de Castulón y Obulcón, por la que atraviesa la vía hacia Córduba y Gádeira, los emporios más importantes”23. En este último tramo, desde Carthago Nova a Cástulo, la vía atravesaba, parcialmente, al norte del municipio moderno. La noticia de Estrabón es completada por el “Itinerario de Antonino”, fechado en época de Diocleciano, por lo que constituye un documento de incalculable valor para el conocimiento de la red viaria hispana a finales del siglo III, donde se especifican de forma detallada las diferentes estaciones y la distancia en millas entre ellas, y en particular el tramo entre Carthago Spartaria y Eliocroca con una distancia de XLIIII millas (65,186 km, partiendo de un valor para la milla de 1.481,5 m)24, distancia que coincide, aproximaEstrabón, Geografía, libros, III-IV, traducción, introducción y notas de Mª. José Meana y Félix Piñero, Gredos, nº 169, 1992.

23

Roldán, A., “El valor métrico de la milla romana”, XI CNA, Mérida, 1968 (Zaragoza, 1970), pp. 533-539; En general para el trazado completo de la vía y su documentación, vid. Sillières, P., Les voies de comunication de l’Hispanie meridionale, París, 1990; Via de Cartago Nova a Castulo, pp. 275-288, y para el tramo Cartagena-Lorca, p. 284. Sillières, P., “La via Augusta de Carthago Nova a Accis”, Vías romanas del Sureste, Murcia, 1988, pp. 17-22.

24

[35]

damente, con la existente entre estas dos ciudades a través del hoy llamado “Camino de los Valencianos”. Según este trazado, la vía antigua salía desde Cartagena y por Cuesta Blanca y Tallante, penetraba en el municipio de Mazarrón por los alrededores de la población de la Pinilla, donde Blázquez Delgado y Blázquez Jiménez, señalaron la existencia de algunos tramos de calzada25, a la que debió estar asociada la necrópolis a la que debió pertenecer una inscripción en verso, conservada durante mucho tiempo en la iglesia del caserío moderno26. Precisamente, con una posible mansio o mutatio han sido interpretadas las estructuras excavadas, parcialmente, en el paraje conocido como Fuente de la Pinilla27, sobre una pequeña loma de forma alargada y dimensiones reducidas donde los materiales cerámicos se escalonan entre finales del siglo III/comienzos del siglo II a.C. y los siglos V/VI d.C. Pasada esta población, debía seguir su recorrido por Cañadas de Romero y Cantareros, atravesaba al norte del término municipal, desde donde discurría siguiendo la fosa del Guadalentín hasta Eliocroca, para penetrar en la actual provincia de Almería por Chirivel, prosiguiendo hacia Acci (Guadix) y Basti (Baza). Los miliarios hallados en este tramo permiten precisar el trazado. Blázquez Delgado, A. y Blázque Jiménez, A., Vías romanas de Sevilla a Córdoba por Antequera; de Córdoba a Cástulo por Epora; de Córdoba a Cástulo por el Carpio; de Fuente de la Higuera a Cartagena y de Cartagena a Cástulo, MJSEA, 6, 1923, p. 16, y en general para el trayecto Cartagena a Cástulo, pp. 14-17. 25

El texto de la inscripción, trascrito por Hübner (CIL II, 3074) es el siguiente: [Moll]em [r]obusteis nondum formata iuvent(us) / [ae]tatem Lusi vi[r]ibus induerat / (cum) carae exoptan(s) complexum saepe soror(is) / [mul]ta viae dum volt millia conficere / [caeditu]r infesto concur(s)u forte latrotum. Vid. también, González Simancas, M., Catálogo, p. 440. Belda, C., El proceso de romanización, pp. 285-286, con traducción del epígrafe.

26

27 Martín Camino, M. y Roldán Bernal, B., “La Fuente de la Pinilla (Fuente Álamo, Murcia). I Campaña de excavaciones. Año 1991”, MemArqMurcia, 6, 1991 (1997), pp. 158-166. Los autores señalan incluso (p. 165) “restos de un antiguo camino, con marcas de rodadas” entre el yacimiento y el paraje conocido como Cuesta de la Pinilla. Vid. también, Martín Camino, M. y Roldán Bernal, B., “La Fuente de la Pinilla, Fuente Álamo).II Campaña de excavaciones. Año 1992”, MemArqMurcia, 7, 1992 (1998), pp. 182-188.

[36]

El último documento escrito que nos proporciona información de las calzadas romanas a su paso por este territorio al occidente de Carthago Nova es el “Anónimo de Ravena”, itinerario que se suele fechar en el siglo VIII28, donde se incluye una calzada que, perfilando la costa, se dirigía desde Carthago Nova a Gades a través de Baria (Villaricos) y Abdera (Adra), siendo este el único testimonio literario que nos describe este trayecto costero, superpuesto en algunos sectores a la antigua vía republicana. La incidencia directa de este tramo de vía debió afectar de forma más precisa al territorio mazarronero por lo que su trascendencia debió ser mayor en el desarrollo histórico de estas tierras. Junto a las fuentes escritas y los itinerarios, los miliarios constituyen el documento más fidedigno para la reconstrucción del trazado viario. La aparición en Mazarrón o en sus proximidades de un número considerable de piedras miliarias confirma la existencia de calzadas de primer rango que atravesaban el territorio del actual término municipal. De estos miliarios, dos son conocidos desde antiguo y su paradero, en la actualidad, se desconoce. Hübner (CIL II, 4944) señala la existencia de un miliario situado en la casa de D. Pedro María Robusquiño, del que sólo se conservaban tres letras distribuidas en dos líneas con la siguiente leyenda29: ----] TR[IBVNIC ----]M[--Roldán Hervás, J.M., Itineraria Hispana. Fuentes antiguas para el estudio de las vías romanas en la Península Ibérica, Valladolid, 1975, p. 121, lám. XII.

28

Muñoz Amilibia, A.M., “Nuevo miliario de Mazarrón: la via romana costera desde Carthagonova”, Homenaje a Samuel de los Santos, Albacete, 1988, pp. 226, plantea la posibilidad de que este miliario sea el hallado en 1980, ya que, precisamente, las letras que trascribe Hübner, que debían ser la únicas visibles coinciden con las que están perdidas en el miliario recuperado, lo que podría ser el resultado de un proceso de erosión que, por el contrario, no habría afectado al resto de la inscripción al hallarse inscrustada en un muro.

29

[37]

Un segundo miliario es señalado por este mismo autor en la esquina de la casa de doña Micaela Zamora, en la calle de San Andrés, aunque el epigrafista alemán especifica que las letras habían desaparecido ya -columna litteris evanidis-. Más conocido y reproducido es el tercero de estos miliarios, trascrito y alterado por el padre Morote y por Ortega Lorca en los siguientes términos: IMP CAESAR DIVI F AVGVSTVS COS XI TRIBVNIC POTEST XVI IMP XIIII PONTIFEX MAXIMVS A LVCENTO ELIOCROCAM XXVIII M P REST que el franciscano tradujo: “El emperador César, hijo del santo Julio Cesar Augusto, cónsul la undécima vez, del poder tribunicio la diez y seis vez, que fue emperador, pontífice Máximo mandó reparar

veintiocho millas que hay de

Lucento a Eliocroca” . Ortega, por su parte, modificó algo la lectura y tradujo: 30

“El emperador César, hijo del Santo Julio César Augusto, cónsul la XI vez, del poder tribunicio la diez y seis vez y cuatorcena vez que fue llamado emperador, Pontífice Máximo, mandó reparar XXVIII millas que hay a Eliocroca”31. Está claro en las transcripciones anteriores que los nombres Lucento y Eliocroca son una adición posterior para sostener y apoyar la hipótesis de Morote que ubicaba la población de Lucentum, mencionada por Ptolomeo, en Mazarrón, falsa tradición de la erudición local difundida durante el siglo XVIII y hasta principios del siglo Morote Pérez-Chuecos, P., Antigüedad y blasones de la Ciudad de Lorca y historia de Santa Maria la Real de las Huertas, Murcia, 1741, p. 6.

30

Ortega Lorca, J., Edición crítica de la descripción chorográfica del sitio que ocupa la provincia regular de Cartagena de mi P.S. Francisco, Murcia, 1959, pp. 93 ss.

31

[38]

XIX. En cualquier caso, los dos miliarios reseñados por Hübner reflejan la existencia de una calzada de primer rango -via publica- que atravesaba parcialmente por el término municipal de Mazarrón, aunque debido a la falta de precisión en el conocimiento del emplazamiento original no se puede determinar con detalle su trazado, si bien la similitud de las inscripciones de Mazarrón con las grabadas en los miliarios de Lorca y ¿Totana?, y su coincidencia cronológica inclinan a vincularlos con la vía Augusta, a pesar de que, y respecto al primer

miliario, G.

Lachica señaló la posibilidad de que perteneciera a una posible vía costera que recorriera el litoral meridional entre Mazarrón y Adra.32 Partiendo de todos estos datos, el hallazgo a finales de junio de 1980 de un nuevo miliario reutilizado en el mismo pueblo de Mazarrón ha completado la información sobre esta vía. Un vecino de dicho pueblo, D. Miguel Mira Pérez nos avisó de que en un solar situado cerca de su vivienda se hallaba una columna Miliario de Mazarrón en el momento del

de época antigua.

hallazgo en 1980. Lachica, G., “La estructura económica de Hispania en el Bajo Imperio”, Zephyrus, XII, 1961, pp. 55-169, esp. p. 146.

32

[39]

Al visitar el lugar en su compañía pudimos apreciar, al observar con detalle la parte oculta que apoyaba en el suelo que dicha “columna” era en realidad una piedra miliaria con su correspondiente inscripción, tras lo cual dimos aviso al Museo Arqueológico Provincial, a la Cátedra de Arqueología

de

la

Universidad de Murcia y a la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento. Una vez realizadas las consiguientes consultas y negociaciones, las instituciones responsables, con el visto bueno de la Delegación de Cultura, decidieron conservar el miliario en el pueblo de Mazarrón, siendo colocado, en un primer momento, en un parterre triangular de la calle Alcalde Juan Paredes, desde donde fue posteriormente trasladado a la plaza del Convento, situada frente a la iglesia de la Purísima, donde se encuentra en la actualidad.

Miliario de Mazarrón en su ubicación actual de la Plaza del Convento de la Purísima.

[40]

Según nos informó el Sr. Mira, el miliario había sido hallado unos años antes en las obras de remodelación de la Plaza del Romeral, junto al Convento Franciscano de la Purísima, en el paraje denominado como la “Cocinilla de los Frailes”, desde donde fue trasladado unos dos años antes del “redescubrimiento” a la calle de San Agustín, donde se hallaba cuando nosotros lo vimos por primera vez. Se trata de un cilindro de 1,80 m de altura, de los cuales 0,60 m pertenecen a la base cuadrada que soportaba el cipo, y un diámetro de 0,50 m. La inscripción aparece algo deteriorada por los daños sufridos por la pala mecánica durante la primera extracción y traslado de la piedra, lo que impide reconocer algunas letras, aunque el texto se puede reconstruir con exactitud. Se distribuye en seis líneas, teniendo las letras de las cinco primeras 8 cm y la sexta y última, en la que se expresa la distancia respecto a la “estación” anterior,10 cm. La trascripción es la siguiente: [I]M[P] CAESAR DIVI F [AV]GVS[TVS] COS XI T[RI]BVN[IC] [P]OTES[T ] XVI [IM]P [XIIII] PONTIFEX MAX[IM]VS XXIIII El paralelismo de esta inscripción con la del miliario de Lorca (CIL, II, 4937), colocado –ahora una reproducción- en la calle Corredera esquina a la Glorieta de San Vicente y que durante siglos ha servido de peana para una imagen del Santo, es evidente, aunque alteraciones modernas han querido modificar el texto y el significado del contenido33. Tiene una altura de 2,25 m Espín Rael, J., “La piedra miliaria augustal y la lápida sepulcral de L. Rubellius de Lorca”, Murgetana, 5, 1953, pp. 9-37.

33

[41]

y el cilindro se halla sustentado sobre una base cuadrada de 0,53 m. La trascripción es como sigue: Imp. Caesar. divi. f. / Augustus. co(n)s. XI / tribunic. potest. XVI . / imp. XIIII . pontifex / maximus / m. p. XXVIII.

Miliario de Lorca en su ubicación de la calle Corredera, utilizado como soporte de la estatua de S. Vicente, (foto: Museo Arqueológico de Lorca).

En los mismos términos se presenta el miliario encontrado en Totana por los frailes de la Orden de Alcántara, ¿junto a restos de calzada romana?, al

[42]

abrir los cimientos para la construcción del Convento de San Buenaventura34. La inscripción es la siguiente: Imp. Caesar. divi. f. /Augustus . co(n)s. XI / tribunic. potest. XVI / imp. XIIII / pontifex. maxim. / XXII. Se relaciona con estos miliarios y, en consecuencia, con el tramo de calzada que unía Carthago Nova con Cástulo, otro cipo hallado a una legua de Vélez Rubio (CIL, II, 4938), en el pago del Fraile, sobre la arena de la rambla. Sólo se leían, y parcialmente, tres renglones de la inscripción: [----] / [----] / [----] / imp. XIIII / ---] max. / LX La similitud y afinidad cronológica de todos estos miliarios, al tiempo que permiten completar el de Mazarrón, reflejan un momento de intensa actividad constructiva en lo que respecta a las infraestructuras viarias, que se puede centrar en época de Augusto y más concretamente en el año 8/7 a.C., fecha que concuerda con el undécimo consulado y con la décimosexta potestad tribunicia. Es probable que en ese momento se restaurase, pavimentase y se amojonara el tramo de vía coincidiendo con todo el proceso de reactivación económica de Carthago Nova y su entorno que tiene uno de los episodios más emblemáticos en la inauguración del teatro entre los años seis y primero antes del cambio de Era. Sin duda el territorio del actual municipio de Mazarrón se benefició de esta revitalización auspiciada por el final de las Guerras Civiles y la definitiva pacificación de Hispania. La abundancia de terra sigillata aretina, y, especialmente, los hallazgos en las áreas mineras, así como la potenciación de nuevos establecimientos costeros, son una prueba suficiente de este dinamismo económico y comercial.

34

Belda, C., El proceso, pp. 294-295. CIL, II, 4936.

[43]

Pero, volviendo de nuevo al miliario de Mazarrón redescubierto en 1980, la exacta similitud de su inscripción con la transmitida por Ortega y Morote induce a pensar en que pudiera tratarse de la misma piedra, aunque no se nos escapan las objeciones, sobre todo las relativas a las distancias reseñadas en ambas piedras: XXVIII en la que se conoce de antiguo y XXII en la hallada recientemente. No obstante, está claro que las líneas “a Lucento Eliocrocam” es un añadido moderno y la diferencia de millas pudo ser fruto de una mala lectura o también de una falsificación para adecuar la cifra a la distancia entre las dos poblaciones: Mazarrón, identificada con Lucento, y Eliocroca, ubicada en la moderna Lorca. Al margen de estas imprecisiones, es evidente que la calzada que aquí nos ocupa, y que parcialmente atravesaba por las proximidades de Mazarrón, debió estar flanqueada por todos estos miliarios, en teoría situados cada milla, por lo que no hay que descartar que se trate de dos piedras distintas, aunque el hecho de que Morote, quién da noticia de una de las piezas, fuese monje franciscano y la ubicación de la segunda en un convento de la misma Orden, parecen argumentos suficientes para corroborar esta identidad. La distancia reflejada, tomando el valor de la milla romana de 1,481 m, es de 25,544 km, lo que coincide, aproximadamente, con la existente entre Mazarrón y Cartagena, y con la que señala Al’Idrisi en el camino costero que unía ambas localidades, si bien, en nuestro caso, la correlación cronológica del miliario de Mazarrón con otros de la vía Augusta, nos inclinan a situarlo jalonando dicha calzada, aunque no se puede descartar, de forma categórica, su pertenencia a un ramal secundario de esta vía, tal y como ha sugerido Muñoz Amilibia35.

Muñoz Amilibia, A.M., “La posible via romana de Cartagena a Mazarrón”, Vías romanas del Sureste, Murcia, 1987, pp. 27-29.

35

[44]

Los caminos entre Cartagena y Mazarrón en época islámica. Los caminos medievales constituyen también un valioso instrumento para la restitución de las calzadas romanas, si bien es cierto que por causas diversas –desplazamiento de los focos estratégicos, desaparición o fundación de nuevas ciudades, actividades económicas, deseo de evitar zonas de emboscada y pasos peligrosos, etc.-, en muchos casos pudieron modificar los trazados más antiguos. A pesar de todo, es evidente que en época islámica se perpetuaron y siguieron utilizando muchos de los recorridos que se remontaban incluso a época prerromana. Los fuentes escritas que nos permiten reconstruir el trayecto de los principales caminos medievales en la Región de Murcia son los itinerarios contenidos en las geografías de al’Udrî y de al’Idrîsî. El primero, autor del siglo XI, se detiene sobre todo en la ruta que discurría entre Qartayanna (Cartagena) y Tulaytula (Toledo)36, que en gran parte seguía el trazado de la calzada romana. En cambio, el segundo itinerario, nos aporta una precisa información sobre una posible vía costera que unía las poblaciones de Qartayanna, con Susaña y Aqila, sobre la que se expresa en los siguientes términos: “De la ciudad de Cartagena, en la costa, hasta Suganna (Susaña) hay 24 millas. Es Susaña buen puerto, en cuyas inmediaciones se encuentra una población. De allí al hisn de Águilas hay 12 millas. Águilas es un pequeño enclave fortificado, a orillas del mar. Es el puerto de Lorca”. El trazado descrito por el escritor árabe difiere del recorrido transmitido por el “Itinerario de Antonino” para la vía Augusta, con la que, al parecer, hay que relacionar los miliarios, y, por el contrario, parece superponerse al camino Carmona González, A., “Las vías murcianas de comunicación en época árabe”, Caminos de la Región de Murcia, Murcia, 1989, pp. 151-166, especialmente para la posible guía costera mencionada en al’Idrîsî, pp. 160-162, con la traducción del texto original que reproducimos aquí.

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costero que se cita en el Anónimo de Ravena el cual, bordeando el Mediterráneo, discurría entre Cartagena, y Gades, a través de Baria, Abdera, Malaka, y otras localidades costeras. Su trayecto en el tramo de costa murciano es difícil aún de precisar, y hay incluso que pensar que, en determinados sectores, debió ser un camino de herradura que aprovechaba los pasos naturales entre las últimas estribaciones de las Cordilleras Béticas, que en algunos puntos, y especialmente en la Sierra de la Muela, se precipitan en el mar, ocasionando un tramo de costa abrupto y de difícil tránsito. No hay más que recorrer las actuales carreteras que unen las poblaciones de Cartagena, Mazarrón y Águilas, para comprender la dificultad de comunicación existente aún a comienzos del siglo XXI. De cualquier modo, una tupida red de instalaciones costeras desde La Azohía hasta la misma Águilas-, parece justificar la existencia de algún camino secundario que los interrelacionara entre sí y con los focos mineros del interior a la vez que con el gran eje viario que era la vía Augusta. La comunicación marítima: principales enclaves costeros No obstante, las dificultades del relieve en este tramo costero estimularon la comunicación marítima frente a los recorridos terrestres, lentos, incómodos y peligrosos. Las ensenadas, bahías y fondeaderos en el sector que discurre entre Cabo Tiñoso, por el este y Cabo Cope, por el oeste, activaron un activo comercio marítimo desde épocas prehistóricas, como atestiguan los hallazgos de Punta de Gavilanes y los barcos fenicios de la Playa de la Isla37, que han Negueruela, I., Pinedo, J. y Gómez, M., “Descubrimiento de dos barcos fenicios en Mazarrón (Murcia)”, IV Congreso Internacional de Estudios fenicios y púnicos, Cádiz, 2000, vol. IV, 1671-1679. Negueruela, I., Pinedo, J. y Gómez, M., “Seventh-century BC Phoenician vessel discovered al Playa de la Isla, Mazarrón, Spain”, IntJNautA, 24, (3), 1995, 189-197. Negueruela, I., “El barco fenicio de la Playa de la Isla (Mazarrón, Murcia). Las actuaciones del Museo Nacional de Arqueología Marítima en 1996”, VIII JPHA, 1997, pp. 27-28. Negueruela, I. et alii, “Proyecto “Nave Fenicia” (Playa de la Isla, Puerto de Mazarrón)”, VII JPHA, 1996, pp. 23-24. Negueruela, I., et alii, “La prospección subacuática del litoral y la excavación de Mazarrón-2 en la Playa de la Isla”, XII JPHA, 2001, pp, 33-35.

37

[46]

venido a contextualizar y justificar una serie de hallazgos casuales efectuados a lo largo de los años en las aguas de esta última playa38, a los que habría que sumar otras cerámicas de filiación fenicia-púnicas localizadas en la Isla de Adentro, El Caraleño, El Castellar y Los Ceniceros39.

Bahía de Mazarrón.

Algunos dibujos de estos materiales, realizados por el Dr. Lillo, donde se reconocen ánforas fenicias del Circulo del Estrecho y púnicas centro-mediterráneas fueron incluidos en nuestro trabajo, La romanización en la costa meridional de la provincia de Murcia. El municipio de Mazarrón, Murcia, 1981.

38

Correa Cifuentes, C., “Presencia fenicia en la transición bronce final reciente – hierro antiguo en el entorno de la Rambla de las Moreras, Mazarrón (Murcia)”, II Congreso Internacional del mundo púnico (Cartagena, 2000), Murcia, 2004, pp. 485-494.

39

[47]

Todos estos materiales confirman la existencia de un activo y fluido tráfico marítimo y comercial en todo el litoral situado al oeste de Carthago Nova, intensificado tras la fundación de Qart Hadast por Asdrúbal, y consolidado durante la primera mitad del siglo II a.C. La continua actividad mercantil durante la segunda mitad de dicha centuria y a lo largo del siglo I a.C. se refleja en toda la franja costera y, sobre todo, en el entorno de los cabezos mineros por la presencia de ingentes cantidades de ánforas de los tipos Dressel 1B y 1C y cerámicas campanienses del área suritálica (Ischia y Cales, sobre todo) que atestiguan unas intensas relaciones de intercambio -vía puerto de Carthago Nova- con las regiones del centro y, especialmente del sur de Italia40, y responden, en gran parte, a una fuerte corriente importadora de vinos, impulsada por la demanda de una población inmigrante cada vez más numerosa. Una amplia red de asentamientos que se escalona en todo el tramo costero que discurre entre las modernas poblaciones de Cartagena y Águilas, relacionados tanto con actividades minero-metalúrgicas como pesqueras, constituye el soporte de esta red de comunicación marítima. Concretando la descripción a los yacimientos de la bahía de Mazarrón, y siguiendo un recorrido de este a oeste, hay que comenzar con el de La Azohía, puerto de gran tradición pesquera, situado en un recodo de la Sierra de la Muela, protegido de los vientos de Levante. Una corta y limitada intervención de urgencia realizada en el año 2000 ha contribuido a perfilar la función y evolución de esta instalación, que presenta restos cerámicos con una amplitud cronológica que se extiende, al menos, entre los siglos I y V d.C. Entre los materiales recogidos en superficie que permiten fijar este amplio espectro cronológico destaca un fondo de terra sigillata aretina con el sello R.E.S. que nos sitúa a comienzos de la primera centuria tras el cambio de Era, y en los Vid. en general, Molina Vidal, J., La dinámica comercial romana entre Italia e Hispania Citerior, Alicante, 1997.

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primeros decenios de la misma habría que ubicar las sigillatas sudgálicas de las formas Drag. 24/25 y Drag. 27, hallados en superficie. Sin embargo, el componente más abundante corresponde a las producciones africanas características de los siglos II al V d.C. Precisamente, entre este último sobresale un fragmento de bandeja cuadrada, forma Hayes 56, inspirada en prototipos metálicos, decorado con medallones aplicados sobre el borde plano en los que aparece representado un busto masculino de perfil -probablemente un personaje de rango elevado o incluso en propio emperador-, separados por trofeos o victorias41. Sólo se conserva un medallón completo y el contorno de otro, pero el mismo tocado de la figura lleva hacia una datación de la segunda mitad del siglo IV d.C., fecha que coincide con la que tradicionalmente se atribuye a esta forma cerámica.

Fragmento de bandeja de sigillata africana decorada con medallones, separados por trofeos. 41 Méndez Ortiz, R. y Ramallo Asensio, S., “Cerámicas tardías (ss. IV-VII) de Carthago Nova y su entorno”, AntigCrist, II, 1985, pp. 231-280, esp. p. 234 y Fig. en p. 270.

[49]

Todos estos hallazgos superficiales han podido ser contextualizados tras las excavaciones llevadas a cabo entre diciembre de 1999 y febrero de 2000 en dos Solares situados en la C/Valle de Hucal y C/Valle del Ebro; de especial interés ha sido el hallazgo de cuatro piletas de salazón en este último, junto a materiales cerámicos datados entre los siglos I a.C. y V d.C. Los muros y estructuras descubiertos en el primer Solar debieron formar parte de la factoría, si bien su caracterización funcional y cronológica ha resultado más compleja42. Refrenda la vinculación de este establecimiento con actividades pesqueras o sus derivados, el hallazgo de abundantes espinas de pescado en una pequeña fosa situada junto a un conjunto de habitaciones que se han fechado entre la segunda mitad del siglo IV43 y los inicios del siglo VI, que hay que añadir a las estructuras descubiertas con anterioridad en otra parcela próxima44, proporcionando una visión más completa de este importante complejo industrial cuya actividad, seguramente con altibajos, se desarrolla durante toda la época romana45. Avanzando hacia el oeste, otro establecimiento costero, con una ampliGómez Bravo, M. y Miñano Domínguez, I., “Excavación arqueológica de urgencia en dos solares situados en C/ Valle de Hucal y C/ Valle del Ebro (La Azohía, Cartagena)”, XII JPHA, 2001, pp. 62-63.

42

Pinedo Reyes, J., “Calle valle de Hucal-Rambla de la Azohía (La Azohía, Cartagena), mayojulio de 2004”, XVI JPHA, Cartagena, 2005, pp. 288-289.

43

Martínez Andreu, M., “Intervenciones arqueológicas en el término municipal de Cartagena”, MemArqMurcia, 3, 1997-88 (1995), pp. 186-188, menciona también la existencia de dos piletas de salazón en el patio de una vivienda moderna situada junto a la rambla del Campillo.

44

Un amplio muestrario de las producciones presentes en este yacimiento, que da idea cabal del amplio marco cronológico, ha sido recogido en los niveles superficiales de una excavación realizada en un solar de la calle Valle del Maraco. Vid. Fernández Matallana, F. y Tercero García, J.A., “Supervisión arqueológica en el solar de la calle Valle del Maraco (La Azohía, Cartagena)”, XVI JPHA, Cartagena, 2005, pp. 290-291.

45

[50]

tud cronológica semejante al anterior, es el situado junto a la población de Isla Plana, que nos ofrece desde materiales cerámicos del siglo I d.C., como un pequeño pie de terra sigillata sudgálica de la variedad definida como “marmorata”, hasta producciones típicas de los siglos IV y V, si bien no se puede determinar, debido a la naturaleza de la información, si existe un desarrollo continuado del emplazamiento o, por el contrario, hay períodos de abandono. En superficie, y frente a la iglesia del pueblo, justo en una planicie se adivina la existencia de gran cantidad de muros de difícil adscripción cronológica arrasados a nivel del suelo moderno, junto a algunos restos de pavimentos romanos. Las excavaciones arqueológicas realizadas en 2003 en el enclave conocido como “Los Tinteros” han sacado a la luz los restos de una modesta instalación balnear de la primera mitad del siglo XX, conocida tradicionalmente como “Baños de la Tia Piana” dotados, al menos de una pileta circular de 1,20 m. de diámetro, una canalización de más de 4 m, que conducía las aguas termales hasta una pileta rectangular, y varias habitaciones más de uso diverso, que se superponía parcialmente a una alfarería de cerámica común y material de construcción datado entre el último tercio del siglo I d.C. y la segunda mitad del siglo II d.C. Formaban parte de dicho conjunto, los restos de dos hornos –al menos uno de ellos de grandes dimensiones-, una pileta de decantación y dos vertederos46. En dirección al Puerto de Mazarrón nos encontramos en el Mojón con una nueva instalación que ofrece buenas posibilidades como embarcadero. Situado junto a la rambla de Valdelentisco –que separa en la actualidad los términos municipales de Cartagena y Mazarrón-, se han excavado parcialmente los restos de un alfar con, al menos cinco hornos y piletas de decantación, dedicado a la fabricación de ánforas, utilizadas, muy probablemente para el Antolinos Marín, J.A. y Fernández Henarejos, D., “Intervención arqueológica en el yacimiento romano de Los Tinteros de Isla Plana (Cartagena)”, XV JPHA, 2004, 88-91.

46

[51]

envasado de productos derivados de las actividades pesqueras -salsas y salazones47-.

Hornos de cerámica excavados en el Mojón (s. Martínez y Alonso, 2001).

La asociación de los materiales de vertido, entre los que abundan también las cerámicas de mesa y cocina, a producciones africanas de mesa de los siglos IV y V (Hayes 61, 67, 89) junto a abundante moneda bajo-imperial (pequeños bronces constantinianos y post-constantinianos, permiten establecer el momento de máximo apogeo de este yacimiento arqueológico en la segunda mitad del siglo IV y la primera mitad de la centuria siguiente, aunque con continuidad en las décadas sucesivas, período que en todo este tramo costeMartínez López, J.A. y Alonso Campoy, D., “Excavación de urgencia en “El Mojón”. Isla Plana, Cartagena”, XII JPHA, 2001, pp. 65-66, planta en p. 66.

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[52]

ro, y en general en gran parte del litoral hispano, coincide con un proceso de reactivación de las fábricas de salazón de pescado, siendo el testimonio más explicito el del Puerto de Mazarrón, que analizaremos más adelante. Otro pequeño centro costero cuya importancia debió ser menor, pero que también nos ofrece materiales que cubren este período es el situado junto a la Playa de las Covaticas, en el paraje denominado Percheles. En superficie se han recogido varios fragmentos de cerámica común, ánforas y vajilla de mesa africana de los siglos II-III, así como un fragmento de vaso de “paredes finas” con decoración a “barbotina”. Una mayor actividad comercial y una dilatada cronología ofrece el islote conocido como El Castellar, unido en la actualidad a tierra por un estrecho pasillo de arena48 que separa las playas de Bolnuevo y Nares, próximo a la desembocadura de la rambla del Canal (o de Bolnuevo), vía natural de comunicación entre la costa y la llanura prelitoral a través de su entronque con el curso del Guadalentín. Una suave pendiente facilita el acceso por el norte mientras que un abrupto e inaccesible acantilado constituye el frente sur contra el que baten las olas. En la zona más alta, una amplia planicie proporciona un espacio adecuado para la instalación del asentamiento, que se extiende además de forma escalonada por las laderas este y oeste. A juzgar por la gran cantidad de materiales hallados en superficie y las numerosas construcciones que se aprecian por casi todo el cerro, verificadas en una corta intervención de urgencia inédita, esta instalación debió alcanzar una floreciente prosperidad económica. El hallazgo en superficie de algunos fragmentos de cerámica campaniense, de forma indeterminada, eleva la cronología del yacimiento a época tardo-republicana, es probable incluso que, dadas sus excepcionales condiciones y emplazamiento estratégico, a épocas precedentes, 48

González Simancas, Catálogo, p. 358 ss, identifica aquí la supuesta población de Ficaria.

[53]

como atestiguarían algunos fragmentos de cerámicas fenicias, áticas e ibéricas pintadas49, lo que ampliaría considerablemente el período de ocupación de este islote. A este respecto, aunque ya de época romana, hay que recoger, si bien con la debida cautela, la cita de González Simancas donde menciona el descubrimiento de algunas monedas que el llama “autónomas” y en particular una de Ampurias50. Sin embargo, la fase de mayor actividad y dinamismo se desarrolla a partir de la segunda mitad del siglo II –momento al que corresponde una moneda de Crispina Augusta (esposa de Commodo) fechada en el último decenio de dicha centuria-, y, sobre todo, durante los siglos IV-principios del VI. Dos grandes ánforas del tipo Dressel 26, datada tradicionalmente entre los siglos III-IV junto a numerosos fragmentos de sigillata africana A (Hayes 8A), y, sobre todo, los grandes platos tunecinos (Hayes 59, 61 y 67), a los que se podría sumar un ánfora de salazón Dressel 27, conservada en el Museo Arqueológico Provincial, constituyen los materiales más característicos de este importante enclave costero, vinculado, probablemente, con actividades de tipo pesquero. Destaca entre todo este material cerámico, un disco circular o tapadera, del que se conserva algo más de la mitad, que en una de sus caras presenta un crismón, con alfa y omega pendientes al parecer de procedencia africana, que añade un nuevo motivo de inspiración cristiana, al elenco iniciado por la inscripción transcrita por González Simancas, a la que ya hemos hecho mención más arriba, y al plato estampado de africana D, citado por este mismo autor “de barro rojo menos fino que el llamado de Sagunto, con marca o sello que ostenta dentro de un doble filete circular una cruz latina”51. Finalmente, un fragmento de cerámica de “cuerda seca parcial” parece atestiC. Belda, op. cit., pp. 173-174, menciona cerámica ibérica y ática procedente de El Castellar, aunque puede tratarse, más bien, de cerámicas campanienses.

49

González Simancas, M., Catálogo, p. 114, identifica la citada moneda como “variedad del n. 195 de Delgado (Nuevo mét.de clas. de las mon. Ibéricas)”.

50

51

González Simancas, M., Catálogo, p. 363.

[54]

guar, aunque la evidencia es muy limitada, la frecuentación del lugar en época islámica. El

último

de

estos enclaves costeros,

aunque

sin

duda el más importante a juzgar por la superficie

que

ocupa y por la entidad de los restos materiales identificados, es el que ocupa el actual Puerto de Crismón invertido inciso sobre un disco de cerámica hallado en el Castellar (Museo Arqueológico Provincial).

Mazarrón, que presenta una secuencia histórica prácti-

camente ininterrumpida desde el siglo II a.C. hasta, al menos, inicios del siglo VI d.C. y que sin duda constituye uno de los jalones más destacados y más activos desde el punto de vista comercial de toda la bahía de Mazarrón. LAS EXPLOTACIONES MINERAS EN EL TERRITORIO DE MAZARRÓN Sin embargo, junto a las actividades relacionadas con la pesca y sus derivados, el gran motor económico de este territorio situado al oeste de Carthago Nova durante gran parte de la época antigua fue la minería. Su rápido y temprano desarrollo cultural y económico está sin duda estrechamente relacionado con la explotación de sus importantes afloramientos metalíferos de hierro, cobre, y en particular, de galenas argentíferas, utilizadas para la obtención de plata y plomo. Los testimonios arqueológicos del beneficio de dichos filones son cada vez más numerosos y se remontan con claridad a plena Edad

[55]

del Bronce. Al margen de los objetos manufacturados descubiertos por doquier en yacimientos de la Cultura del Argar, destaca el hallazgo en Parazuelos de un “amontonamiento de unos diez kilogramos de mineral, junto a otros quince de escorias de cobre diseminadas por el Cerro y algunos pedazos informes de cobre fundido”, además de punzones de cobre, puntas de flecha y un cuchillo52. Pero sin duda, el usufructo de estos recursos se intensificó a partir del primer milenio estimulado, en gran medida, por el comercio fenicio que tuvo en la plata hispana uno de sus objetivos prioritarios. El cargamento de “tortas” de plomo del barco Mazarrón-2, hundido frente a la playa de La Isla es elocuente y claro testimonio de una intensa actividad minero-metalúrgica53, al menos desde finales del siglo VII. Otros restos relacionados con labores metalúrgicas han sido localizados junto a cerámicas de filiación fenicia en el paraje conocido como el Canal del Saladillo, aunque lo escueto de la noticia publicada impide una mejor contextualización54. Pero sin duda, los testimonios que mejor documentan arqueológicamente todos estos procesos provienen de las excavaciones sistemáticas de la Punta de los Gavilanes, pequeño promontorio coste-

Siret, H. y L., Les premiers ages du metal dans le sud-est de le Espagne, Amberes, 1887 (Trad. Española, Las primeras Edades del Metal en el Sureste de España, resultados obtenidos en las excavaciones hechas por los autores desde 1881-1887, Barcelona, 1890), pp. 62-63. 52

53 Vid. Negueruela, I., “Breve resumen de el hallazgo y excavación de los dos barcos fenicios del s. VII a.C. de Mazarrón”, Carlantum. Actas de las Segundas Jornadas de Estudio sobre Mazarrón, Mazarrón, 2005, pp. 11-41, con toda la bibliografía anterior de este autor sobre los dos barcos.

Correa Cifuentes, C., “Villa del Canal y Campo de Golf de El Saladillo-Camposol (Mazarrón)”, XIV JPHA, 2003, pp. 41-42. En concreto, la autora destaca el hallazgo de un asentamiento de inicios del Hierro Antiguo, con abundantes materiales fenicios (ánforas malacitanas, pithoi, platos de engobe rojo, cuencos trípodes, cerámica gris y cerámica polícroma), junto “restos relacionados con procesos metalúrgicos”. Un elenco de materiales recogidos en prospección superficial se puede ver en Agüera Martínez, S., “Paso de vías comerciales fenicias a través del territorio de Mazarrón”, In: Carlantum. Actas de las Segundas Jornadas de Estudio sobre Mazarrón, Mazarrón, 2005, pp. 126-134.

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ro que separa las playas de Bahía y La Pava55. Los trabajos realizados por la Dra. Ros Sala, enmarcados dentro de un amplio proyecto científico sobre la costa de Mazarrón, han puesto al descubierto los restos de una instalación destinada al beneficio de plata de los ss. IV-III a.C., que se superpone, y en gran parte destruye una construcción anterior de los siglos VII-VI a.C.56, a su vez levantada sobre un hábitat prehistórico. Todos estos hallazgos permiten contextualizar mejor una serie de noticias sueltas que aluden a restos materiales de época púnica descubiertos en las minas de Coto Fortuna y en otros afloramientos del distrito minero de Mazarrón, así como para refrendar los textos de los historiadores antiguos que remontaban las explotaciones mineras romanas a época cartaginesa57. En este sentido, Diodoro (5, 36-38) afirma que “ninguna Ros Sala, Mª.M., “Minería y metalurgia de la plata en el asentamiento protohistórico de Punta de los Gavilanes (Mazarrón, Murcia). I: Estudio arqueológico”, Metalurgia de la Península Ibérica durante el primer milenio a.C., (R. Arana Castillo, A.M. Muñoz Amilibia, S. Ramallo Asensio y Mª.M. Ros Sala, eds.), Murcia, 1993, 205-220. Arana Castillo, R. y Gálvez, J., “Metalurgia de la plata en el yacimiento feno-púnico de Punta de los Gavilanes (Mazarrón, Murcia)”, Metalurgia de la Península Ibérica durante el primer milenio a.C., (R. Arana Castillo, A.M. Muñoz Amilibia, S. Ramallo Asensio y Mª.M. Ros Sala, eds.), Murcia, 1993, 221-240. Ros Sala, Mª.M., “Metalurgia de la plata en el asentamiento feno-púnico de Los Gavilanes (Mazarrón, Murcia, España): estudio arqueológico”, IIIe Congrès International des études phéniciennes et puniques,

55

Tunis, 1995, vol. II, 356-362. Arana Castillo, R., “Metalurgia de la plata en el asentamiento fenopúnico de Los Gavilanes (Mazarrón, Murcia, España): estudio mineralógico”, IIIe Congrès International des études phéniciennes et puniques, Tunis, 1995, vol. I, 77-86. Ros Sala, Mª M., “La Punta de los Gavilanes en el contexto histórico de Mazarrón”, In: Carlantum. Actas de las Segundas Jornadas de Estudio sobre Mazarrón, Mazarrón, 2005, pp. 43-70. 56

57 Es interesante a este respecto el texto de Plinio (XXXIII, 31, 96-97), donde se sorprende de que “en las Hispanias duren todavía los pozos abiertos por Anibal: llevan los nombres de sus descubridores, entre los cuales está el que ahora se llama “Baebelo”, que suministró a Anibal trescientas libras diarias, estando excavado ya el monte en una profundidad de mil quinientos pasos; a lo largo de todo este trecho los aguadores, de pie en turnos que duran lo que un candil encendido, achican el agua día y noche y forman un verdadero río". Aunque el pozo a que se hace mención se ha situado tradicionalmente en los ricos afloramientos de Sierra Morena, sin duda evidencia una realidad que debió ser más amplia y se podría extrapolar a las minas de Mazarrón.

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de las minas es de explotación reciente y que todas fueron abiertas por la codicia de los cartagineses en la época en que eran dueños de Iberia”. Las sierras de Mazarrón, que constituyen la base de estos afloramientos, se engloban en la cordillera litoral murciana, formada por areniscas, molasas y arcillas del paleozoico que se mezclan con dolomías y pizarras triásicas entre las que se presentan frecuentes afloramientos de materiales eruptivos. Las Sierras de Almenara, Moreras, Lo Alto y Algarrobo, con su variada riqueza metalífera han constituido durante largo tiempo uno de los soportes más sólidos de la minería del sureste e, incluso, en determinados recursos de toda España; en concreto, y hasta hace muy pocos años la producción nacional de alumbre tenía en las minas de Mazarrón su más continuado proveedor. Pero además, con la reactivación a gran escala de la industria metalúrgica a nivel nacional, que se produce en la segunda mitad del siglo XIX, Murcia se convierte en la principal productora de plomo de todo el país, y en toda esta producción una gran parte procedía de las minas de Mazarrón, donde se beneficiaban, además, de forma intensiva los viejos escoriales romanos58. Esta riqueza minera se puede concretar, en líneas generales, en59: - Criaderos de cobre. Situados en las proximidades de Morata, aparece en estado nativo y en filamentos muy delicados. En las proximidades de estos afloramientos se ubican importantes yacimientos de la Edad del Bronce, como Parazuelos y Cabezo Negro. En general sobre el tema, vid. Vilar Ramírez, J.B. y Egea Bruno, P., La minería murciana contemporánea (1840-1930), Murcia, 19902.

58

Botella y Hornos, F., Descripción geológica-minera de las provincias de Murcia y Albacete, Madrid, 1868, pp. 45-51. Arana, R., Pérez Sirvent, C. y Ortiz, R., “Explotaciones mineras e impacto ambiental en el sector de Mazarrón (Murcia)”, Problemática Geoambiental y Desarrollo, II, (R. Ortiz, ed.), Murcia, 1993, pp. 811-834.

59

[58]

- Criaderos de hierro. Emplazados en el sector más occidental del municipio mazarronero, junto al límite con el de Águilas, destacan por su riqueza y extensión los de las lomas de Ifre y Parazuelos, Punta de Calnegre y los afloramientos del Lomo de Bas, donde se desarrollan “grandes masas de hidróxidos que aparecen rellenando cuevas y oquedades en la caliza paleozoica y en contacto a veces con la formación terciaria marina”60. - Criaderos de plomo. Sin lugar a dudas, los más importantes y los que han sido sometidos a una explotación más intensiva, se distribuyen en torno a Mazarrón, en los Cabezos de San Cristóbal y los Perules que, en gran parte de origen eruptivo, enlazan geológicamente con los criaderos de Cartagena a los que históricamente se encuentran ligados. Su mayor diferencia respecto a los de Cartagena radica en que “no hay gran acumulación de mineral en grandes masas al exterior, sino una regularidad relativamente perfecta”61. Otros criaderos de gran actividad se detectan en la zona de las Pedreras Viejas y ya en la Sierra de las Moreras, en el llamado Coto Fortuna, sometidos a una intensa explotación en época romana, a juzgar por los ingentes escoriales y toneladas de derrubios esparcidos en torno a ella y a los repetidos intentos de reexplotación en la segunda mitad del siglo XIX. - Otras explotaciones que alcanzaron un gran desarrollo fueron las del alumbre, y como subproducto de este la almagra, empleado como colorante en la industria textil y cuya explotación y uso es posible remontar, al menos, hasta época romana62. Posteriormente, se han extraído también yesos y otros minerales, pero siempre en cuantía e intensidad mucho menor. 60

Botella y Hornos, F., Descripción geológica-minera, p. 49.

61

Ibidem, p. 45.

Vid. en general, Franco Silva, A., El alumbre en el Reino de Murcia. Una historia de ambición, intrigas, riqueza y poder, Murcia, 1996, passim.

62

[59]

En consecuencia, la riqueza minera de los cabezos que circundan el actual pueblo de Mazarrón fue el factor determinante que provocó la rápida conquista del territorio y su precoz romanización, al convertirse en polo de atracción de numerosos inmigrantes itálicos que vieron en las galenas argentíferas sobre todo una fuente de prosperidad y enriquecimiento63.

Explotaciones mineras de Mazarrón. “Al principio, ciertamente, los particulares que se encontraban en el lugar trabajaban las minas con empeño y se llevaban grandes beneficios gracias a la abundante tierra argentífera que tenía a su disposición; pero después, cuando los romanos se apoderaron de Iberia, una multitud de itálicos se abalanzó sobre las minas y han sacado grandes riquezas movidos por su codicia. Compran, en efecto, una multitud de esclavos que entregan a los que están al frente de los trabajos de las minas. Estos esclavos, abriendo pozos en más lugares y excavando profundamente la tierra, buscan los estratos ricos en plata y oro; no sólo avanzan en extensión, sino que también prolongan en profundidad los túneles a lo largo de muchos estadios, y abren galerías trasversales y oblícuas con diversas intersecciones y, así, desde las profundidades, suben el mineral que proporciona los beneficios a sus señores” (Diodoro, 5, 36-38). Diodoro, Geografía histórica, libros, IV-VIII, traducción y notas de Juan José Torres Esbarranch, Gredos, 328, 2004, p. 285-286. 63

[60]

Por otra parte, no podemos separar las explotaciones mineras de Mazarrón -ni tampoco las de Águilas- de las del distrito minero de La Unión y Portmán, englobadas todas entre las minas de Carthago Nova descritas, poco después de mediados del siglo II a.C., por Polibio. Según la exposición del historiador megalopolitano recogida por Estrabón (III, 2, 10) “las minas de plata de Carthago Nova, son muy grandes, distan de la ciudad unos veinte estadios, ocupan un área de cuatrocientos estadios, en ella trabajaban cuarenta mil obreros y en su tiempo reportaban al pueblo romano veinticinco mil dracmas diarias”. Minas y mineros: principales afloramientos y testimonios arqueológicos de la explotación La explotación de los recursos mineros impulsó la rápida ocupación del territorio64. El hallazgo en los yacimientos arqueológicos de la Loma de Sánchez, Loma de Herrerías, Minas de San Cristóbal (Talia) y Coto Fortuna de cerámicas campanienses A de la primera mitad del siglo II a.C. confirma el temprano usufructo de los recursos mineros, intensificado a finales de dicha centuria y durante gran parte de la siguiente, prolongándose durante el siglo I d.C., y llegando a generar inmensos escoriales y escombreras de derrubios. Otros testimonios que reflejan toda esta actividad minero-metalúrgica son los numerosos lingotes de plomo con cartela epigráfica descubiertos tanto en los alrededores de los afloramientos como en pecios hundidos frente a las costas de Cartagena, así como múltiples objetos relacionados con labores extractivas y de la vida cotidiana del minero conservados en los museos de Murcia, Cartagena y Barcelona, tales como grandes esportones para acarreo de mine-

64 Ramallo Asensio, S. F. y Berrocal Caparrós, M. C., “Minería púnica y romana en el sureste peninsular: el foco de Carthago Nova”, Minería y metalurgia en la España prerromana y romana, (D. Vaquerizo, coord.), Córdoba, 1994, pp. 70-146.

[61]

ral, otros embetunados para la extracción de agua, vestimentas, escaleras de madera, crisoles, etc.

Exportón embetunado con costillar de madera procedente de las minas de Mazarrón (Museo Arqueológico Provincial).

Además, la reactivación en la segunda mitad del siglo XIX de los principales focos mineros de Mazarrón puso al descubierto restos de labores romanas que, en el caso de la Mina Triunfo se encontraban en torno a los 300 m de profundidad, en la mina San Antonio alcanzaban los 140 m y algo más en la mina Talia. En el distrito de Coto Fortuna, cuya actividad debió ser más importante, a juzgar por la gran cantidad de testimonios arqueológicos identificados, se localizaron también los restos de una galería de desagüe de mil ochocientos metros, así como una explotación romana casi a trescientos metros de profundidad.

[62]

Las minas de Coto Fortuna Entre los distritos mineros el Coto Fortuna es, probablemente, el más importante y rico en plata. Se halla emplazado unos ocho kilómetros al oeste de Mazarrón, en las últimas estribaciones de la Sierra de las Moreras, en dirección norte. Gran cantidad de objetos antiguos han sido extraídos del subsuelo, lo que reafirma su gran productividad y el intenso ritmo de explotación a que fueron sometidos sus afloramientos en época romana. Es muy probable que la explotación intensiva de las minas de Coto Fortuna haya que remontarla a la época púnica, y más en concreto al período de dominación bárquida, si bien es posible que la extracción de plata se iniciara mucho antes. No obstante, las evidencias se reducen, de momento, a la mención de A. Boeck del descubrimiento de monedas que se remontarían a 300 años a.C., algo más que improbable, y, sobre todo, los datos consignados en el Museo Arqueológico Provincial de Murcia donde se reseña el hallazgo por parte del Sr. Jorge Aragoneses de materiales púnicos, que, por otra parte, no hemos podido identificar hasta la fecha. En cualquier caso, la riqueza en plata de estos afloramientos, la gran intensidad y profundidad que alcanzaron los trabajos de extracción, el volumen de las terreras, la ingente cantidad de escorias de fundición que aparecen en las proximidades de la mina, demuestran la magnitud del laboreo de este coto minero, que alcanzó su momento más álgido en época romana. Son muy numerosas las alusiones al hallazgo de restos materiales y obras de este período en las publicaciones de Boeck, Rolandi, Villasante y Gosse, entre las que destaca una enorme galería de desagüe situada a unos 180 m de profundidad, que tenía una longitud de 1800 m y 1,30 m de ancho por 2 m de altura, y se extendía, siguiendo un trazado aproximado E-W, entre los denominados Cabezos Raja y del Castillo, con pozos de un diámetro que alcanzaba a veces los 6 m, emplazados a intervalos de 80 m, que permitían el trabajo en distinto puntos de la mina a la vez; a través de esta obra se conducía el agua hasta balsas y canales.

[63]

Galería de desagüe identificada en el siglo XIX en el Coto Fortuna (s. Belmar, 1905).

Estaba realizada con una gran perfección técnica y cortaba casi en ángulo recto los criaderos del distrito, entibando con gran precisión aquellos puntos cuya consistencia era más débil. Unos 30 m por debajo de la citada galería, Boeck localizó otra de explotación romana, atestiguada por la presencia de instrumentos, poleas de madera, etc. que permitían la elevación de las aguas al conducto superior65. Boeck, El coto Fortuna de Mazarrón, 1889, pp. 9-10. Gosse, G., “Las minas y el arte minero de España en la Antigüedad”, Ampurias, IV, 1942, pp. 43-68, y en particular p. 52.

65

[64]

G. Gosse, por su parte, pudo estudiar una galería reforzada con un perfecto entramado de vigas de madera de 0,50 m por 0,65 m y con 5 y 6 m de longitud, que aparecían recubiertas con incrustaciones

de

galena

“debido a la reducción de los sulfatos por las materias orgánicas

de

la

madera”66.

Además, entre los múltiples objetos y artefactos de uso Galería romana entibada con grandes vigas de madera hallada en el Coto Fortuna (s. Gosse, 1942, lám. I).

cotidiano,

tales

como esportones, picos y mazas, res-

tos de vestimenta, etc., destaca un esportón de cuidadoso trenzado, lleno de mineral y ya preparado para su extracción al exterior de la mina; no muy lejos de este, unas tablillas de madera con los nombres incisos de Minuti y de Minut, 66

Gosse, Las minas y el arte minero, p. 53.

[65]

se han interpretado como cartas que acreditaban el trabajo de estos mineros de cara al control en el exterior de la explotación67. Una tibia humana, en torno a la cual aparecía una argolla de hierro, podría indicar la presencia de esclavos o condenados en los trabajos más duros del interior de la mina, refrendando así, la información que nos procuran autores antiguos como Estrabón o Diodoro. Pero la explotación romana de estas minas de Coto Fortuna se halla también acreditada por las numerosas inscripciones descubiertas en el entorno, muchas de ellas ya a finales del siglo XIX y desaparecidas en la actualidad. En 1887 A. Boeck recuperó un epígrafe de carácter funerario con el siguiente texto: Alexandra / hic sita est / L(ucius) Rubelius / Philodamus / filius de suo f(aciendum) c(uravit).68 El mismo personaje aparece representado en otra inscripción conservada en el Museo de Lorca, que, como ya señaló Espín Rael69, opinión que comparto, debe proceder del Coto Fortuna, donde debió estar ubicada junto a la anterior en algún panteón familiar, dada la forma y características del soporte del epígrafe. El texto es el siguiente: L(ucius) Rubellius / Philostratus / hic [s]itus est / L(ucius) Rube[ll]ius / Philodamus / filius de suo f(aciendum) c(uravit).70 67

Ibidem, p. 53. Hispania Antiqua Epigraphica, 4-5, 1953-1954, p. 5, n. 490.

Traducción: Alexandra, aquí está enterrada. Lucio Rubelio Filodamo, su hijo, se preocupó de que se hiciera (esta sepultura) de su (dinero). El mismo cognomen se repite en una inscripción hallada en Cartagena (CIL, II, 3496) en la que se cita un C. Pomponio Philodamo, liberto de Cayo, con el que no podemos establecer otra relación mas allá de la coincidencia del nombre.

68

CIL, II, 3530. Espín Rael, J., La piedra miliaria augustal y la lápida sepulcral de L. Rubellius de Lorca, Academia Alfonso X el Sabio, Murcia, 1952, p. 28.

69

Traducción: L. Rubellio Philostrato, aquí está enterrado. Su hijo, Lucio Rubellio Philodamo se preocupó de que se hiciera (esta sepultura) de su (dinero).

70

[66]

Lápida funerario de L. Rubellio Philostrato conservada en el Museo Arqueológico de Lorca, (foto: Archivo Museo de Lorca).

Probablemente, procede también del Coto Fortuna otra lápida de carácter funerario recogida por Fita71 que presenta el texto [---] nica[---] / [a(nnorum) L /[hic] sita e[st] / s(it). t(ibi). t(erra).] lev[is]. Como las anteriores, pertenecería a alguna necrópolis situada, probablemente, en la parte baja del Cerro del Castillo. Desconocemos si el nombre que se adivina en el texto y la inscripción tienen algo que ver con otro epígrafe funerario descubierto en una finca próxima a Mazarrón, y fechado en la segunda mitad del siglo I a.C., donde se Fita, F., “Inscripciones romanas y griegas de Cartagena, Almazarrón, Pego, Valera, Córdoba, Vélez Rubio y Vera”, BRAH, 52, 1908, pp. 505-508.

71

[67]

puede leer con claridad L. Argentari. Nicander / salve72. Como en los casos anteriores, el cognomen utilizado, de clara raíz griega, atestigua, de nuevo, la presencia de un individuo de procedencia griega o de ambiente oriental, probablemente vinculado a algunas de las familias itálicas que desde finales del siglo II a.C. explotaron las minas del sureste. En cuanto al nomen, está atestiguado en el corpus epigráfico de Carthago Nova por dos inscripciones. Una de ellas, incompleta y de origen incierto, estaba situada en el siglo XVIII, según Lumiares, en la calle Mayor de la ciudad portuaria73. La segunda placa, de carácter funerario, contiene la dedicatoria en verso a una mujer de nombre Argentaria Faustil(la) y se fecha a comienzos del siglo I d.C.74. Sabemos, por otra parte, que los libertos de la societas Sisaponensis, dedicada a la explotación del cinabrio de Almadén de la Plata, llevaban este mismo nomen, como ha venido a demostrar una inscripción cordobesa con el epitafio de tres de ellos75. En nuestro caso, el individuo de la lápida de Mazarrón, también un liberto, está estrechamente relacionado con la explotación de las minas, algo que es difícil de probar en los otros dos casos, especialmente en el segundo, donde la fémina muestra la filiación completa como ingenua. Si existe alguna vinculación, más allá de la coincidencia del nombre y de la posible cronología, entre nuestros personajes y las explotaciones donde laboran y la mencionada sociedad 72 Fita sugiere, con dudas, Cleunica, nombre conocido en Cartagena por dos inscripciones. Para el epígrafe de Nicander, vid. AE, 1987, 658; Koch, M., “Neue römische Inschriften aus Carthago Nova.3”, MM, 28, 1987, pp. 129-131.

Después no se vuelve a tener noticia de esta inscripción, por lo que su interpretación es muy dudosa. Vid. Abascal Palazón, J.M. y Ramallo Asensio, S.F., La ciudad de Carthago Nova: la documentación epigráfica, Murcia, 1997, n. 228, pp. 480-481.

73

74

Abascal y Ramallo, n. 102, pp. 292-294.

Sobre la inscripción de Córdoba, vid. CIL, II2 7, 415a.. El texto es: M(arcus) Argentarius s(ocietatis) S(isaponensis) l(ibertus) Philinus / A(ulus) Argentarius s(ocietatis) S(isaponensis) l(ibertus) Rufus / M(arcus) Argentarius s(ocietatis) S(isaponensis) l(ibertus) / Sucio / suo testamento fieri / iussit.

75

[68]

minera, es, de momento, imposible de probar76. No obstante, es muy interesante reseñar a este respecto la existencia en el Museo Arqueológico Provincial de Murcia de un sello-matriz para marcar lingotes de plomo, al parecer procedente de las minas de Mazarrón77, con la cartela MONT ARGENT, que, de ser auténtico, podría aludir a la explotación de un sector o “monte” de este distrito minero por parte de una societas privada, con la que se vincularía, siguiendo el modelo proporcionado por la inscripción cordobesa, el individuo recordado en la inscripción de Mazarrón. Es más, fuera de la Península Ibérica, este nomen aparece sólo atestiguado en Italia, donde siempre se une a personajes de extracción servil o libertos78. Es también frecuente la asociación a cognomina de raíz griega lo que confirma en parte la procedencia y condición de los individuos representados. No es de extrañar ya que de Coto Fortuna parecen proceder los lingotes sellados por una Societas Mont(is). Argent(ariarum) Ilucro(nensis), que han aparecido en el Tíber en Roma (CIL, XV, 7815). Precisamente, una matriz fragmentada de plomo para sellar lingotes con el texto SOCIET fue descubierta de forma casual en una terrera de la mina del Coto Fortuna79. 76 En otra inscripción de Cartagena (CIL, II, 3440) vemos el mismo nombre empleado como gentilicio en el personaje anterior, ahora como cognomen asociado a la gens de los Vergilii, si bien en este caso no podemos establecer ninguna relación entre esta familia y las actividades minero-metalúrgicas. Vid. sobre la gens y su presencia en Cartagena, Muñoz Amilibia, A.M., “La familia de los Vergilii en la epigrafía de Cartagena”, Simposio Virgiliano, Murcia, 1984, pp. 417-425.

Jorge Aragoneses, M., Museo Arqueológico de Murcia, Guías de los Museos de España, IV, 1956, p. 57. Según Domergue se descubrió en 1847 en un escorial antiguo de la Cabeza del Moro, cerca del Cabezo de San Cristóbal, al noroeste de Mazarrón. Vid. la ficha de la pieza en el Catálogo Bocamina. Patrimonio minero de la Región de Murcia, Murcia, 2005, nº 67, pp. 188-189.

77

En general sobre la gens argentaria, vid. Dardaine, S., “La gens Argentaria en Hispania (la femme de Lucain abatí – elle une origine hispanique?)”, MCV, 19,1, 1983, pp. 5-16.

78

Bocamina. Patrimonio minero de la Región de Murcia, Murcia, 2005, nº 66, p. 188, ficha de C. Domergue.

79

[69]

Matriz para sellar lingotes hallada en el Coto Fortuna.

Estas sociedades privadas, con concesiones en distintos cotos, compartían la explotación, especialmente desde finales del siglo I a.C., con particulares, muchos de cuyos nombres se nos han conservado en los galápagos de plomo descubiertos tanto en el entorno de las minas de Mazarrón como de La Unión así como en los dragados de la dársena de Cartagena80 y desde finales de la segunda mitad del siglo I d.C., o quizás ya en las últimas décadas, debieron controlar, al menos en los distritos mineros de Mazarrón, gran parte de las explotaciones. Es sugerente pensar incluso, en que tras el anonimato de las sociedades se escondieran notables personajes de la vida política romana, algunos de ellos honrados incluso con las más altas magistraturas en la vecina Carthago Nova. 80 Recientemente se ha identificado una sociedad balearica, relacionada también con la explotación de las minas de Cartago Nova. Vid. Poveda Navarro, A. “Societas Baliarica. Una nueva compañía minera romana en Hispania”, Gerion, 18, 2000, pp. 293-313. En general, sobre la organización y explotación de las minas, vid. Blázquez Martínez, J.M., “Fuentes literarias griegas y romanas referentes a las explotaciones mineras de la Hispania romana”, La minería Hispana e Iberoamericana, León, 1970, pp. 130-132.

[70]

Por otra parte, una explotación de las proporciones atestiguadas en el Coto Fortuna requería una compleja infraestructura y de los espacios necesarios para albergar a trabajadores y operarios de las minas y cubrir sus necesidades mínimas. Precisamente, en el denominado Cabezo del Castillo se han atestiguado, aunque sólo superficialmente y en los taludes del terreno, restos de estancias alargadas y adosadas unas a otras que pudieron formar parte, bien de núcleos de habitación, o bien de zonas de almacenes.

Habitaciones alineadas en la ladera del Cerro del Castillo (Coto Fortuna).

Sus características y disposición recuerdan las estructuras descubiertas en la ladera del Cabezo Agudo de La Unión que se han puesto en relación con una zona de hábitat minero81. P. Paris, que visitó personalmente el Coto, habla Fernández de Avilés, A., “El poblado minero ibero-romano del Cabezo Agudo en La Unión”, AEspA, 47, 1942, pp. 136-152.

81

[71]

de “pequeñas casas formadas de piezas cuadradas y estrechas con bellos umbrales de piedra, escalones en semicírculo parecen asientos de grada, y delante de una especie de plataforma le dan la idea de un teatro muy pequeño”82. González Simancas es más explícito y describe con mayor precisión los restos que vio en los siguientes términos: “mucho antes de llegar a la cumbre, a mitad de ladera en la vertiente oriental se encuentran ruinas de cinco habitaciones, todas seguidas e iguales y de planta rectangular, con unos tres metros de anchura y sin que se pueda precisar el fondo, cubierto aún por los escombros de un terraplén que lo oculta, del mismo modo que a otras viviendas cercanas, de las que sólo se descubren algunos trozos de muro construidos de piedra irregulares no muy grandes cimentadas con tierra calizo-arcillosa”83. Por su parte, Villasante también destaca la existencia de estas pequeñas habitaciones alineadas “sobre la ladera este del Castillo, encontrándose restos de edificaciones que antes se tomaron por ruinas de un anfiteatro y que debieron ser más bien dependencias de la fundición o habitaciones obreras de cierta simetría en su construcción a juzgar por las varias entradas exactamente iguales que allí se conservan”84. En la actualidad, aún se pueden apreciar en un talud del terreno las construcciones descritas en la bibliografía, que muestran notables afinidades con las ya mencionadas viviendas del Cabezo Agudo de La Unión. Junto a estas estructuras, los hallazgos esporádicos y los restos de construcciones que se aprecian en las excavaciones clandestinas, así como la abundancia de cerámicas de distintos tipos y épocas que se diseminan por la superficie del cerro, confirman la importancia del enclave, muy acorde con la magnitud de las explotaciones mineras. Paris, P., Essai sur l’art et l’industrie primitive de l’Espagne Promitive, Paris, 1903, vol. II, pp. 26-27.

82

83

González Simancas, pp. 375ss.

84

Villasante, Criaderos de hierro, p. 166.

[72]

La

instalación

se extiende por las laderas

del

cerro

hasta llegar a los terrenos más bajos, ocupados ahora por extensas plantaciones de almendros, donde es muy frecuente la aparición de tejas romanas, fragmentos de dolia, cerámicas de mesa, trozos de pavimento, etc. Además, en lo alto

del

cabezo,

entre las cimentaciones de muros arrasados, se conserva una construcción

cua-

drangular de 4,5 m x 4 m., y una profundidad apreciada de unos 5 m, recubierta Construcción romana revestida de mortero hidráulico conservada en la cumbre del Cerro del Castillo (Coto Fortuna).

en su totalidad por mortero

hidráulico

que tradicionalmente ha sido interpretada como un aljibe, aunque también podría tratarse de un pozo de mina o acceso alguna de las galerías que atraviesan y a las que ya hemos hecho mención más arriba.

[73]

Por otra parte, en las inmediaciones de esta estructura son frecuentes las escorias de fundición lo que permite plantear la posible existencia de hornos en los alrededores. Precisamente, entre los objetos que se hallan con frecuencia en el Cabezo del Castillo destaca un tipo de glande de plomo cuya longitud oscila entre los 0,22 mm y los 0,43 mm85. Tienen la particularidad de presentar forma naviforme con una de su caras planas y ligeramente rehundidas hacia el centro mientras que en el otro frente la superficie es abombada, por lo que difieren sensiblemente de las tradicionales glandes de plomo halladas en otros yacimientos murcianos y en general hispanos que presentan una forma romboidal86, aunque no así de los que se han recogido en el complejo metalúrgico de la Loma de Herrerías. El carácter superficial de estos hallazgos impide cualquier precisión cronológica por lo que, de momento, no se pueden asociar a ningún episodio bélico87 como sucede con otras piezas similares del territorio murciano, por lo que no se descarta que hayan sido fabricadas en estos centros metalúrgicos. Junto a los edificios de carácter funcional relacionados con los procesos productivos, viviendas, almacenes y dependencias vinculadas a la administraDimensiones extraídas del lote de catorce ejemplares incluido en el legado de D. Eulogio Saavedra al Museo Arqueológico Provincial de Murcia. Vid. la reseña en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, de 1897, p. 522 y también Jorge Aragoneses, Guía del Museo de Murcia, p. 50.

85

Vid. por ejemplo los distintos tipos hallados junto a La Encarnación. Fíntela Ballesta, S., “Glandes de honda procedentes de la batalla de Asso”, AlbercA, Revista de la Asociación de Amigos del Museo Arqueológico de Lorca, 3, 2005, pp. 67-84.

86

Algunos autores los han interpretado como indicio de una penetración violenta, bien de la segunda mitad del siglo III o bien ya de época bajo-imperial, aunque, por el momento, no hay ningún argumento arqueológico que apoye tal suposición.

87

[74]

ción, los espacios destinados al culto debieron ocupar también un lugar destacado en estos núcleos de población surgidos al amparo de la explotación minera. Los testimonios de su existencia son variados. Destaca una inscripción de carácter conmemorativo, cuya procedencia pudo ser el Coto Fortuna, aunque no se puede afirmar con seguridad ya que la bibliografía no cita el lugar preciso donde fue recogida por los hermanos Siret –quienes por aquel entonces residían en el citado distrito minero (1885)- quienes la enviaron a Hübner, que la incluyó en el CIL (II, 5943). El texto, del que se conservaba un fragmento de 0,40 m por 0,24 m, fue restituido por el epigrafista alemán en los siguientes términos88: [Ti. Caesare divi] Aug. F. IV / [Druso Ti. Aug. f. Caes]are II cos / [C. Vibius] C. fi. Pansa / [has aed]es sacras / [de suo ] f [--]. La datación propuesta sería la del 21 d.C., que corresponde con los consulados de Tiberio y Druso, y el monumento recordaría, según la interpretación de Hübner, la erección de un templo por parte de C. Vibio Pansa. El paradero de la inscripción es desconocido, y por tanto no es posible comprobar dicha lectura. Con este último epígrafe se podría relacionar un fragmento recogido en el Coto a finales de los años setenta, en el que puede leerse: ---]re. Aug. f. V.[--, que se ha trascrito [Ti(berio) Caesa]re. Aug(usti).f(ilio) V, lo que llevaría a considerar una datación del año 31 d.C.89. No sorprende esta doble dedicación al emperador Tiberio, que fue patronus de Carthago Nova, antes de la adopción, y que se enmarca dentro del proceso de exaltación a los primeros julio-claudios, que se concreta, además, en el nombramiento de algunos de ellos como IIviri quinquenales de la ciudad de la que, sin duda, dependía la gestión y explotación de estas minas (Augusto, Nero y Drusos –hijos de Germánico adoptados por Tiberio a la muerte de su hijo Druso-, Calígula). Más 88

BRAH, vol. 7, 1885, p. 7.

García Jiménez, I., “Nuevas inscripciones latinas de Murcia”, AnMurcia, 2, 1986, pp. 133135.

89

[75]

difícil es aceptar la posible consagración de un aedes en su honor, como se ha querido deducir de la inscripción de Parazuelos. No obstante, la existencia de ambientes o espacios dedicados al culto y de clara impronta itálica en emplazamientos relacionados con actividades minero-metalúrgicas o muy próximas, está bien atestiguada desde época tardo-republicana como parecen traducir las inscripciones sobre pavimentos de opus signinum de La Loma de las Herrerías y, aún con mayor claridad la del Cabezo Gallufo de Cartagena. En su mayor parte adoptan la forma de recintos o capillas de carácter doméstico, individualizadas por el mobiliario que custodian, generalmente un altar adosado a uno de los lados de la habitación, sobre el que se realizan ofrendas y libaciones. La existencia de este elemento se manifiesta, arqueológicamente, por un recorte, reborde o el cambio en la decoración en el pavimento; sin embargo, en el complejo del Alamillo, las evidencias son mucho más consistentes90. Las estructuras que conforman el establecimiento se ubican sobre una suave colina situada a escasos metros de la línea de costa. Escorias de fundición, plomo y tortas de mineral delatan una actividad relacionada con labores de metalurgia, si bien hay que admitir que no han sido hallados, aún, restos de hornos. La cronología de este sector del yacimiento –último cuarto del siglo II a.C.- coincide, en gran parte, con la observada en otros centros de características similares. En cuanto al altar, tiene unas dimensiones de 1,55 m de ancho, 0,55 m. de lado y 0,50 m. de altura (conservada) y se halla revestido por un enlucido pintado de amarillo, si bien las dos molduras con las que se suelda al pavimento son negras y rojas. El carácter singular de este ámbito, se acrecienta con la decoración pictórica que recubre sus paredes, con un zócalo compuesto por grandes paneles rectangulares horizontales azules separados por incisiones verticales pintadas en rojo91. Un camino recortado en la Amante Sánchez, M., Pérez Bonet, M.A. y Martínez Villa, A., “El complejo romano del Alamillo (Puerto de Mazarrón), MemArqMurcia, 5, 1996, 315-343.

90

91

Ibidem, p. 317.

[76]

roca de base bordeaba el cerro de forma ascendente y permitía un cómodo acceso a todas las estancias, facilitando el trasiego de manufacturas92.

Recinto doméstico de culto con basamento de posible altar o lararium hallado en el Alamillo (s. Amante, -1996, pág. 6, 7).

Pero volviendo al Coto Fortuna, el elevado número de bocas de mina esparcidas por la superficie de este complejo minero, junto a los tajos de extracción a cielo abierto y los ingentes escoriales de fundición vinculados a estas explotaciones, así como la densidad y gran extensión que abarcan los restos arqueológicos, sobre todo cerámicas, demuestran un dilatado período de actividad y el fuerte ritmo de explotación a que fueron sometidos sus filones, así como la existencia de una población considerable relacionada con todas estas actividades minero-metalúrgicas. Hasta la fecha, no hemos registrado en superficie materiales de clara filiación cartaginesa, a pesar de las referencias de los ingenieros de minas de comienzos del siglo XX a monedas y cerámicas de esta índole; no dudamos de una explotación en época prerromana, pero, las evidencias disponibles remiten ya a plena época romana. Son abundantes las cerámicas de barniz negro de los siglos II y I a.C. P. Paris desAgüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., “Loma del Alamillo (Puerto de Mazarrón)”, XI JPHA, Murcia, 2000, p. 51.

92

[77]

cribe una gran ánfora en cuyas asas se leían las marcas Vehiliani y Astor93. Entre los materiales edilicios, y al margen de gran cantidad de tegula e imbrex, destaca una antefija hallada en 1895, probablemente en el Coto Fortuna, idéntica a otra procedente de la colección Canovas –aunque de procedencia desconocida94-, que muestra un busto femenino de frente con el tipo de peinado denominado en forma de “cuartos de melón” y refleja la existencia de edificios -tal vez un panteón familiar de carácter funerario- emparentados con la arquitectura y la decoración de tradición itálica.

Antefijas de terracota procedentes, posiblemente, del Coto Fortuna, (Museo Arqueológico Provincial). 93 La marca Vehili, aunque no Vehiliani, es bastante frecuente y aparece estampada sobre ánforas de Brindisi (Apulia) del último tercio del siglo II a.C.-s. I a.C., Cfr. Márquez Villora, J.C. y Molina Vidal, J., Del Hiberus a Carthago Nova. Comercio de alimentos y epigrafía anfórica grecolatina, Barcelona, 2005, n. 64, p. 181.

Jorge Aragoneses, M., Museo Arqueológico de Murcia, p. 60. Las dos piezas han sido recogidas también en Ramos Sainz, M.L., Las terracotas arquitectónicas en la Hispania romana: la Tarraconense, Madrid, 1996, pp. 501-502.

94

[78]

Por otra parte, las gran cantidad de sigillatas aretinas y sudgálicas con marcas como C. Ateius, de Arezzo, o Sentus de la Graufesenque, junto a vasos de “paredes finas”, traducen una continuidad durante el siglo I d.C., sobre todo en la primera mitad, que, al parecer, se prolonga durante el siglo II d.C., a juzgar por la presencia de vajilla africana de mesa, aunque ya con un fuerte declive e incluso paralización de gran parte de las explotaciones que se deduce por la drástica reducción de escoriales y centros de fundición atestiguados para ese período. Para épocas más avanzadas, Boeck y algún otro autor citan la aparición de monedas de Constantino e incluso Honorio, que se corresponden con otros materiales cerámicos hallados en el Cabezo del Castillo y, aunque no se pueden vincular directamente con las explotaciones mineras, permiten al menos constatar la continuidad del emplazamiento. No obstante, la naturaleza y limitaciones de la documentación, procedente de referencias indirectas y material obtenido en repetidas prospecciones superficiales, al no haberse realizado excavación sistemática alguna, nos hacen presentar estos datos con mucha cautela, a la espera de que nuevos hallazgos puedan corroborarlos o desmentirlos. Cabezos de San Cristóbal y Los Perules Este conjunto minero engloba las minas de San José, Triunfo, Usurpada, San Carlos, Esperanza, Santa Ana, San Juán, Fuensanta, Ledua e Impensada, en el Cabezo de San Cristobal, y las de San Vicente, Aurora, San Antonio, Santo Tomás, Talia, San Antonio de Padua, Pelayo, San Joaquín y Vista Alegre, en los Perules95. Se ubican entre las sierras de las Moreras y el Algarrobo y Agüera Martínez, S., Iniesta Sanmartín, A. y Martínez Alcalde, M., “El coto minero de San Cristóbal y los Perules (Mazarrón). Patrimonio histórico arqueológico e industrial”, MemArqMurcia, 8, 1999, 523-550. Detallado catálogo donde se incluyen todas las estructuras de las explotaciones más recientes.

95

[79]

corresponden a cabezos de origen eruptivo donde se han beneficiado galenas argentíferas y blendas, aunque también alumbre, cuya producción alcanzó en época moderna gran intensidad. Los vestigios arqueológicos descubiertos por toda su superficie confirman una explotación minera muy intensa, que hay que remontar, al menos, a la primera mitad del siglo II a.C. De la riqueza de sus filones dan prueba las minas Prodigio y San José que a finales del siglo XIX llegaron a rendir una tonelada por metro cuadrado de superficie y en rellenos abandonados por los romanos se llegó a beneficiar plomo, en muchas ocasiones al 6 %, y en vetas vírgenes hasta el 25 % con 1,5 kg. de plata por tonelada de plomo96.

Cabezo de San Cristóbal. 96

Reverte Salinas, I., La provincia de Murcia, p. 278.

[80]

La intensidad de la actividad minera durante época romana se manifiesta en la profundidad de las labores y galerías antiguas que, en el caso de la mina Triunfo alcanzaron casi los 300 m. Otra de las minas que ha proporcionado un mayor número de restos es la denominada Esperanza, donde en una de sus terreras se descubrió en 1840 una estatuilla de bronce de Heracles, tipo Farnese, de 15,2 cm de altura, que conocemos por un grabado reproducido por el ingeniero Botella y Hornos en 1868, ya que se desconoce su paradero actual97. Copia de un original broncíneo atribuido tradicionalmente a Lisipo (325-320 a.C.), muestra al héroe griego, maduro, desnudo y barbado, en actitud de reposo tras haberse apoderado de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides –duodécimo trabajo-, que sujeta con su mano derecha, oculta tras la espalda. Con el cuerpo, de poderosa musculatura, y la cabeza inclinados hacia la sinistra, dirige la mirada hacia abajo, apoyándose sobre la clava, colocada bajo su axila izquierda y cubierta por la piel de león. La mano izquierda se desliza junto a la maza, mientras que adelanta la pierna izquierda con la rodilla ligeramente flexionada. En el dibujo de Botella no se aprecia bien si la clava apoya directamente sobre el suelo, como es habitual en las figurillas de bronce, o en una roca, como aparece en la escultura marmórea. Esta variante gozó de una gran difusión tanto en época helenística como romana, como demuestran las numerosas réplicas que de él se conocen, tanto en piedra, bronce, e incluso como tipo monetal en acuñaciones griegas y romanas. Muy parecidos a la figura de Mazarrón son otras dos esculturillas de los museos de Chieti y Louvre98. Botella y Hornos, F., Descripción geológico-minera de las provincias de Murcia y Albacete, Madrid, 1868, pp. 42-44, lám. XX. Villasante, La industria minero-metalúrgica, p. 29, recoge la noticia de Botella.

97

Vid. en general para el tipo y los paralelos, LIMC, vol. IV, s.v. Herakles, especialmente pp. 762-764, para el ejemplar de Chieti, procedente de Sulmona, el nº 724, datado hacia el 100 d.C., si bien tanto en este ejemplar como en la pieza del Louvre, la melena del león de Nemea, aparece mucho mas detallada.

98

[81]

Además, y especialmente en la ladera suroeste de la citada mina aunque también en general por todo el cabezo, se dispersan en superficie gran cantidad de fragmentos cerámicos de época romana, tales como ánforas del tipo Dressel 1B y cerámica de barniz negro (campaniense A y B de Cales), siendo mucho más escasa la terra sigillata, lo que permite concretar un período de actividad entre finales del siglo II a.C. y las postrimerías de la centuria siguiente. Restos de argamasa, algún trozo de pavimento de mortero hidráulico y unos pocos fragmentos de cerámica ibérica pintada completan el registro material de este yacimiento, donde es posible distinguir aún en superficie trazas de habitaciones de reducidas dimensiones e incluso un muro en la ladera suroeste de un metro de longitud y 0,80 m de altura.

Mina Esperanza, en el Cabezo de San Cristóbal.

[82]

Otros importantes hallazgos se produjeron en la mina Triunfo con motivo de las labores de reactivación minera. Aparte de las mencionadas galerías antiguas a 300 m. de profundidad, se han localizado grandes vigas de entibado de galerías, tornos de extracción, ferramenta, ánforas y dos esportones embetunados, con parte del costillar de madera en uno de ellos, destinado a la extracción del mineral99. En esta misma mina se pudo también constatar el aprovechamiento exclusivo de la parte más rica del filón, la central, dejando intactas las zonas laterales más pobres en plata100.

Esportones embetunados, con restos del costillar en uno de ellos, hallados en la Mina Triunfo.

99

100

Jorge Aragoneses, M., Museo Arqueológico de Murcia, p. 66. Villasante, La industria, p. 34.

[83]

González Simancas alude también a la existencia de unas viviendas de planta rectangular y pequeña extensión, de muros pobres pero con estucos rojos, en la mina San Antonio de Padua. En el interior de estas habitaciones, según el citado autor, se descubrieron tres ánforas completas, una piedra de molino circular, plomo derretido y desplatado así como monedas, una de las cuales, prosigue en su narración, sería de la ceca de Ampurias, y otra un as o sextercio de Trajano, lo que prolongaría la actividad de este afloramiento, de ser cierta la clasificación, a comienzos del siglo II d.C. Añade el académico, aunque sin precisar el lugar, el hallazgo de “una esfinge esculpida de 0,83 m de altura y de 0,12 m de longitud en el plinto101. Mucho más abundantes son los restos arqueológicos de época romana en el paraje conocido como Finca Petén, situado al pie de la ladera norte de la mina de los Trapos, en el mismo Cabezo de San Cristóbal, que durante el verano de 2005 ha sido sometido a una excavación en extensión para valorar la entidad e importancia de sus restos al estar situado en el trazado de la autopista Cartagena-Vera y estar amenazado de destrucción. Con anterioridad a los trabajos de excavación, realizados por la empresa de arqueología Arqueotec, el hallazgo de un disco de plomo junto a restos de escorias de fundición nos había llevado a interpretarlo como un centro de transformación del mineral situado junto a los focos de extracción102, suposición que ha sido confirmada por los trabajos recientes. La importancia del yacimiento, no obstante, se advertía ya por la gran cantidad y calidad del material, que se dispersaba en una superficie aproximada de una hectárea. Así, y junto a algunos fragmentos de cerámicas de barniz

101

González Simancas, pp. 358 ss.

102

Ramallo Asensio, La romanización, p. 95; Ramallo y Arana, 1985, p. 61.

[84]

Finca Petén, situada al pie del Cabezo San Cristóbal, antes de comenzar las obras de la autopista Cartagena-Águilas.

negro y ánforas republicanas, destaca el elevado número de fragmentos de terra sigillata aretina y sudgálica, entre los que se han identificado un sello del alfarero aretino Etti.O y otro de Faustus, con taller en el sur de la Gallia. Los restos edilicios se concretan en tegulae y algunos restos de argamasa. Además, en el Museo Arqueológico Provincial de Murcia se conserva un molino de basalto reconstruido procedente de este enclave. El conjunto de cerámicas recogido en superficie permite establecer un marco cronológico entre los siglos I a.C., tal vez finales de la centuria anterior, y el siglo I d.C. Sin embargo, el hallazgo mas conocido de este complejo minero que bordea la moderna localidad de Mazarrón, se produjo el 24 de marzo de

[85]

1776 en el Barrio de la Serreta103: parte de una cabeza de piedra, que provocó la realización de las excavaciones durante las cuales se descubrieron tres inscripciones grabadas sobre otros tantos pedestales que sostenían, respectivamente, las imágenes de dos togados, personificación de los genios tutelares, y una figura femenina sedente, identificada como la Terra Mater104, dedicadas por el dispensator Albanus, que se hallaban depositadas en el interior de una balsa de “argamasa y mampostería de veinte palmos de largo [c. 4,20 m], dieciséis de ancho [3,36 m.] y cuatro de alto [0,84 m], una de ellas de pie y las otras dos tumbadas sobre el suelo”.

Las circunstancias del hallazgo se conservan en el informe enviado por los señores Raimundo de Virianco Landín, Antonio Landin, Fernando de Virianco y Matías Landin de Paredes a la Real Academia de la Historia (CAIMU/9/3929/07(04). El manuscrito se puede consultar en la dirección: www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/rahis/78034064329325351943457/index.htm. Las esculturas fueron dadas a conocer por F. Pérez Bayer, Numorum Samaritanorum vindicar, Valencia, 1790, pp. 35-36, con grabados de las tres figuras dos de las cuales –un genio y la Terra Mater- con las cabezas. Muchos de los avatares sufridos por estas inscripciones se recogen en el artículo de González Fernández, R. y Amante Sánchez, M., “El conjunto epigráfico de La Serreta (Mazarrón, Murcia): aclaraciones sobre las inscripciones y el entorno arqueológico”, Verdolay, 4, 1992, 99-105. Las circunstancias del hallazgo se incluyen en Noguera Celdrán, J.M. y Navarro Suárez, F., “El complejo escultórico consagrado por el “dispensator Albanus”. II. Consideraciones para su estudio epigráfico e históricoarqueológico”, Verdolay, 7, 1995, pp. 357-373. 103

Un detallado análisis tipológico, estilístico e iconográfico en Noguera Celdrán, J.M., “El conjunto escultórico consagrado por el “dispensator Albanus”, algunas puntualizaciones para su estudio iconográfico y estilístico (I), Verdolay, 4, 1993, pp. 75-98, donde recoge toda la bibliografía anterior.

104

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Esculturas de la Terra Mater y los Genios halladas en el Barrio de la Serreta en 1776.

El texto completo de las inscripciones es el siguiente105: GENIO. LOCI. FICARIENSIS SACRUM ALBANVS.

Para la primera inscripción aceptamos la lectura de M.J. Pena, en su artículo “S(ocietas) m(ontis) f(icariensis): nota sobre la inscripción CIL II, 3527 (Mazarrón, Murcia)”, Verdolay, 8, 1996, pp. 43-47, quien corrige la lectura tradicional de Ficariensi, con el añadido de la S, visible en la inscripción pero con un tamaño más pequeño y situada bajo la I, casi en el borde lateral del pedestal.

105

[87]

GENIO. S. M. F. SACRVM ALBANVS. DISP. MATRI. TERRAE. SACRVM ALBANVS. DISP Desde el momento del hallazgo las interpretaciones a que han dado lugar los epígrafes han sido muy variadas, planteando sobre todo interrogantes en relación a la existencia de una posible población con un estatuto jurídico de municipium, y sí este realmente existió ¿dónde estuvo enclavado y en qué momento obtuvo la promoción?. En realidad todas estas cuestiones han surgido del desarrollo de las abreviaturas de la segunda inscripción, línea primera, como m(unicipium) f(icariensis), siendo más controvertido el desarrollo de la primera inicial, una vez conocido el topónimo por el texto del otro soporte.

Pedestal epigráfico con abreviaturas S.M.F.

[88]

Una interpretación, basada en ciertos paralelos epigráficos y apoyada en el amplio proceso de munipalización que se produce en Hispania en época de los flavios tras concesión del Ius Latii a las comunidades hispanas por Vespasiano, desarrolla la inicial F como la abreviatura de flavio, que combinado con un supuesto m(unicipium) que se deduciría de la consonante central, permitiría leer m(unicipium) f(lavii), a lo que habría que añadir el nombre ficariensi del primer epígrafe106. No obstante, los autores que han seguido esta interpretación no dan una respuesta satisfactoria para el desarrollo de la primera letra “S”. Mas coherente es la interpretación de Muñoz Amilibia, que desarrolla las abreviaturas de la inscripción como s(enatus) m(unicipi) f(icariense), aportando otros epígrafes similares como paralelos107.

Belda, C., El proceso de romanización de la provincia de Murcia, Murcia, 1975, p. 268, transcribe: Genio. M. F. Sacrum / Albanus disp, de donde deduce la existencia del “municipio Flavium Ficariense”. Son bastante numerosas las inscripciones dedicadas al Genio en municipios de creación flavia, lo que reforzaría la interpretación de los autores que han hablado de un supuesto municipio de esta época. Se pueden citar, como ejemplos, los epígrafes de Arva, Nescania, Baena, Nertobriga y Laminum, comunidades promocionadas jurídicamente en este período. Inscripciones consagradas al Genio con la abreviatura M interpretada como M(unicipio) están documentadas en Iponova, Arva y Carpio, con las siguientes lecturas: Iponova (Baena) GENIO / M.M. FLAVI; Arva (Alcolea del Rio) GENIO M.F.A. L. Coranius Tuscus P.I. Carpio (Córdoba) GEN / M.M.M. / SACRVM. En la primera se ofrece la interpretación M(unicipum) M(unicipii) Flavi(ensi)s, (vid. Muñoz Amilibia, A.M., “Excavaciones de Iponova. Novedades arqueológicas”, Segovia y la arqueología romana, Barcelona, 1977, p. 280-281), mientras que para la segunda (CIL, II, 1060) la lectura que se aduce es M(unicipii) F(lavii) A(rvensis). Las abreviaturas de la tercera, en cambio, se desarrollan como M(unicipum) M(unicipii) M(artialis), expresando la denominación del nombre del citado municipio (CIL, II, 2186). 106

Muñoz Amilibia, A.M., “Un posible Genius Senatus de Mazarrón”, RSL, 46, 1980, 177183.

107

[89]

Pedestal epigráfico dedicado al Genio del lugar ficariense.

Ninguna de estas hipótesis ofrece suficientes puntos de apoyo para que se pueda asegurar la existencia en este lugar de un municipio, lo que refrenda el párrafo de Mela (Chor., II, 94), donde afirma que “en el tramo costero al occidente de Cartagena hasta Urci no hay ninguna ciudad que merezca la pena ser citada”, de donde parece deducirse, al menos, la ausencia de una ciudad con categoría jurídica privilegiada, según la organización administrativa romana. El texto, aunque no es concluyente, ya que sabemos que no están contenidas todas las ciudades con un cierto desarrollo en Hispania, si nos puede ser válido, sobre todo si pensamos que no hay ninguna prueba que afirme lo contrario para este momento de la primera mitad del siglo I d.C. (julioclaudios). Es difícil pensar que si en este periodo hubiera existido algún muni-

[90]

cipio romano próximo a Carthago Nova, hubiera pasado desapercibido al geógrafo hispano, que tan minuciosamente describe la costa mediterránea. Habría que suponer, en consecuencia, que la promoción jurídica se habría producido en un momento posterior. En todo este contexto y ante todos estos problemas, adquieren mayor consistencia las hipótesis más recientes que descartan la existencia de una población con una situación privilegiada e interpretan el topónimo expresado en las inscripciones como simple alusión a un paraje determinado y singularizado en la zona por la existencia de higueras que estaría bajo la tutela y explotación de una sociedad privada, similar a la que ya conocemos de Coto Fortuna, si bien en este caso, la cronología más avanzada de las esculturas que apoyan sobre los tres pedestales –mediados del siglo I d.C.- diverge con el momento de máxima explotación de los cotos mineros centrada entre finales del siglo II a.C. y la época augústea. En consecuencia el desarrollo que se ha propuesto para la segunda inscripción sería s(ocietas) m(ontis) f(icariensis)108, por lo que el oferente, Albanus, con el cargo de dispensator debía tratarse de algún sevus a juzgar por la falta de filiación y nombre completo, una especie de administrador de esta societas, posiblemente relacionada con las explotaciones mineras y, quizás también, agrícolas de Mazarrón, que consagró estas ofrendas a la Terra Mater y a los Genios tutelares del lugar, con la confianza de obtener elevados rendimientos. La dedicación a la diosa, a pesar de los frutos de la tierra que se acompañan en su iconografía, también podría aludir, en un doble sentido, a aquellos extraídos de sus entrañas.

Coinciden en la lectura, M.J. Pena, en su artículo “S(ocietas) m(ontis) f(icariensis): nota sobre la inscripción CIL II, 3527 (Mazarrón, Murcia)”, Verdolay, 8, 1996, pp. 43-47 y Noguera Celdrán, J.M. y Navarro Suárez, F., “El complejo escultórico consagrado por el “dispensator Albanus”. II. Consideraciones para su estudio epigráfico e histórico-arqueológico, Verdolay, 7, 1995, pp. 357-373, que proponen f(cicariensi).

108

[91]

Pedestal con dedicatoria a la Terra Mater.

En cuanto al administrador del fundus o propiedad, García Bellido recogió todas las inscripciones que hacían referencia a dispensatores y señaló la pertenencia de los individuos que ocupaban tal cargo en personas de “condición servil”; en general cuando este cargo era modesto (administrador o secretario o cajero de un municipio, de un vicus o de un pagus, de un particular o de un pequeño negocio) recaía casi exclusivamente sobre un siervo, con frecuencia sobre un verna”109. Otro problema es el de la contextualización arqueológica de las inscripciones y las correspondientes esculturas, y si estas aluden realmente a una 109

García Bellido, A., “Inscripciones de Córdoba”, BRAH, 168, 1971, p. 189.

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población, cualquiera que sea su estatuto jurídico, dónde pudo estar situada. Sobre este tema, las opiniones han sido muy variadas, desde que en 1776 los pedestales epigráficos vieron la luz. Si pensamos en el lugar donde se produjo el descubrimiento, el barrio de la Serreta, el supuesto núcleo urbano habría que ubicarlo en el mismo Mazarrón, tal y como hizo Lozano110, y concretamente, en la zona más elevada al pie del castillo de los Vélez por el SE. y junto al Cabezo de San Cristóbal; este lugar presenta una posible objeción, y es la del escaso número de hallazgos que ha procurado, a pesar de ser hasta la fecha el que más ha proporcionado del casco urbano, que siempre tienen un carácter comercial, ánforas, recipientes de almacenaje y cerámicas comunes, que se descomponen con relativa facilidad debido a la naturaleza del terreno. En todo caso esta zona, si bien presenta claramente hábitat romano, habría que interpretarlo, dada su proximidad al complejo minero, más como dependencias relacionadas con la administración de las minas o incluso, con un posible centro de transformación de mineral, si consideramos que la balsa donde habían sido ocultadas formaba parte de un lavadero; no obstante, el carácter sacro de las dedicatorias implica la existencia en los alrededores de un espacio cultual, diferenciado del resto de las instalaciones, algo que ya hemos visto por otros ejemplos próximos fue habitual en estos complejos mineros. La vocación minera de toda la zona donde fueron halladas las esculturas encontraría otro punto de apoyo en un lingote recuperado –junto a otra pieza igual hoy en paradero desconocido- al hacer la cimentación de la casa de D. Juan Antonio Ballesta, en la calle Marín Baldo, junto al Cabezo de San Cristóbal, y muy próximo al Barrio de la Serreta111. Lonzano Santa, J., Lozano, L., Bastitania y Contestania del Reyno de Murcia, con los vestigios de sus ciudades subterráneas, Murcia, 1794, vol. II, p. 201.

110

Una de estas piezas me fue mostrada en 1980 por D. Miguel Mira. Debo la información sobre el lugar y circunstancias del hallazgo a D. Juan Francisco Belmar González.

111

[93]

Lingote de plomo con marca de C. Utius descubierto junto al Cabezo de San Cristóbal.

Presenta en el lomo impresa la cartela C. VTI. C. F. MENEN, marca idéntica a la que aparece sobre un galápago de Cartagena hallado en el fondo de la Bahía, que Domergue restituye como C(aii) Uti(i) C(aii) f(ilii) Menen(ia) (tribu)112. En consecuencia, el plomo de Mazarrón nos podría hacer pensar en concesiones mineras o, al menos, instalaciones metalúrgicas de este personaje y su familia en distintas zonas, lo que reafirmaría el hallazgo de otro lingote con el mismo nombre en el yacimiento de Bajo de Dentro, frente a Cabo de Palos113, pero también, lo que parece mas probable, en una comercialización Domergue, C., “Les lingots de plomb romains du Musée archeologique de Cartagena et du Musée Naval de Madrid”, AEspA, 39, 1966, p. 52.

112

113 Mas García, J, “El polígono submarino de Cabo de Palos. Sus aportaciones al estudio del tráfico marítimo antiguo”, VI CIAS, (Cartagena, 1982), Madrid, 1985, p. 162. En este caso el personaje muestra la filiación en lugar de la tribu. C. Utius. M. f., mientras que en otro lingote de Cartagena la cartela epigráfica presenta: delfín // C. Utius. C. f . con delfín y caduceo en dos cartelas menores situadas a los lados, lo que permite hablar de más de un individuo de la misma familia. Vid. para esta última pieza, Domergue, Les lingots, 1966, p. 52.

[94]

de la producción de las minas de Mazarrón a través del puerto de Carthago Nova. El recorrido de los lingotes de esta familia se puede seguir a través de los hallazgos en los pecios de Capo di Testa, a la entrada del Estrecho de Bonifacio (Cerdeña)114, y La Madrague de Giens, asociado a ánforas Dressel 1B y campaniense B de entre el 70 y el 50 a.C.115. Otros lingotes con la marca de C.Utius.C.f., de procedencia desconocida, se conservan en el museo G. A. Sanna de Sassari116. En consecuencia, y recapitulando, dado que el lugar del hallazgo de las esculturas y sus correspondientes epígrafes no parece distar mucho del emplazamiento original, las propuestas que han tratado de identificar el topónimo mencionado en las inscripciones con los restos arqueológicos del Puerto de Mazarrón, El Castellar o el campo de Susana tienen menor crédito. Cuestión aparte es la definitiva solución de los problemas que suscitan las inscripciones para las que siempre hay que estar abiertos a nuevas propuestas. Fuera ya, del entorno más inmediato de los Cabezos de San Cristóbal y Los Perules, pero aún en el mismo pueblo de Mazarrón, existe un cerro aislado que se conoce en la bibliografía arqueológica como Cabezo Vulcano.

Galndolfi, D., “Relazione preliminare sul relitto di Capo Testa, presso Santa Teresa di Gallura (Prov. Sasari)”, VI CIAS, (Cartagena, 1982), Madrid, 1985, pp.318-319.

114

Tchernia, A., Pomey, P. y Hesnard, A., L’épave romaine de la Madrague de Giens (Var). Campagnes de 1972-1975, París, 1978.

115

116 Lo Schiavo, F. y Bobinu, A., “Richereche subacquee nella Sardegna settentrionale”, VI CIAS, (Cartagena, 1982), Madrid, 1985, p. 141.

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Cabezo Vulcano (Mazarrón)

Muestra en superficie algunas catas de prospección de fechas no muy antiguas y sobre todo gran cantidad de ánforas vinarias de procedencia itálica del tipo Dressel 1B y Lamb. 2 diseminadas entre restos de estructuras cuadrangulares de pequeñas dimensiones arrasadas por completo. El predominio casi absoluto de envases de transporte de vinos campanos y de Apulia nos hace pensar en un importante centro de almacenamiento y redistribución de alimentos para los trabajadores de las minas, o incluso también en un poblado minero, similar al del Cabezo Agudo de La Unión con el que comparte notables afinidades topográficas, si bien en este caso no se aprecian las estructuras aterrazadas en sus laderas. Peor definidos aparecen los restos del Cabezo del Hierro, de donde procede un fragmento de terra sigillata aretina de época tiberiana, con sello in planta pedis en el fondo interno.

[96]

Completando el panorama arqueológico del casco urbano de Mazarrón, hay que citar una inscripción de carácter funerario que Hübner (CIL, II, 3528) transcribe en los siguientes términos: d m / ---]corentis / ---]po. an. XXIIII / hic situs / est t. y que seguramente pertenecería a alguna necrópolis próxima a los establecimientos mineros. Además de las zonas de extracción del mineral abiertas en los propios cabezos, aunque ya en las zonas más bajas, toda una serie de pequeñas instalaciones dedicadas a los procesos de transformación y fundición salpican el territorio en un radio de acción de dos o tres kilómetros hacia el norte y el oeste; muchos de ellos, documentados en prospecciones de principios de la década de los ochenta de la pasada centuria han desaparecido en la actualidad a causa de las intensivas roturaciones del terreno para su puesta en cultivo. No obstante, se considera interesante registrar su existencia para poder valorar en toda su amplitud el impacto que los trabajos relacionados con la metalurgia tuvieron en el paisaje y el desarrollo histórico y económico de esta región. Su elevado número, dimensiones, a veces reducidas, y disposición, parecen traducir una fragmentación de la propiedad o, al menos de las concesiones, sobre todo en lo relativo a procesos de fundición, algo que también se intuía por el alto número de individuos y familias atestiguados en las estampillas de los galápagos de plomo. En lo que respecta al entorno de los cabezos de San Cristobal y los Perules, destaca en primer lugar el yacimiento conocido como “Castillicos”, ubicado al este de la rambla de Juan Raja y al sureste del primero de los cabezos citados. En superficie se han recogido restos de cerámica común, sobre todo ánforas, siendo mucho más escasa la vajilla de mesa, de la que sólo hemos recuperado algún pequeño fragmento de terra sigillata. No obstante, la presencia de estructuras se detecta por los trozos de mortero hidráulico, así como por los restos de muros, que se adivinan entre las tierras removidas para el cultivo.

[97]

Mayor amplitud cronológica y extensión presenta el yacimiento arqueológico de Los Ceniceros, donde C. Belda identificó “un conjunto de villae agrícolas en número no inferior a diez”117, aunque algunas de ellas es probable que correspondan a instalaciones metalúrgicas o de actividad diversificada. Ciertamente, es interesante la existencia de una conducción de agua de sección rectangular, realizada con mampostería y revestida de mortero hidráulico118, que, si bien pudo haber sido empleada con fines agrícolas, pudo también abastecer posibles lavaderos de mineral. A este respecto, hay que reseñar la frecuente aparición de trozos de mortero hidráulico y de pavimentos de opus signinum liso por todas estas instalaciones o “villae”. Uno de ellos constituye el solado de una habitación situada en el paraje denominado como Cañada de la Hormiga, yacimiento profundamente alterado por intensas remociones agrícolas. Por otra parte, varias piezas de basalto para molturación se conservan en el Museo Arqueológico Provincial de Murcia procedentes de este lugar. Sin embargo, los restos mas sorprendentes de todo este conjunto provienen del Collado Blanco, paraje cercano a las Lomas de Herrerías y Sánchez, de donde procede un bloque rectangular de piedra -posible altar- con representaciones fálicas119, cuya interpretación no podemos verificar al no haber podido realizar la autopsia directa de la pieza. Por otra parte, el carácter circunstancial del hallazgo, realizado al rebajar un camino para la plantación de invernaderos, impide la correcta contextualización arqueológica y mayores precisiones cronológicas. Tampoco podemos establecer una relación 117

Belda, C., El proceso, pp. 180-182.

118

Ibidem, p. 181.

Agüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., “Collado Blanco (Mazarrón)”, IX JPHA, 1998, p. 46.

119

[98]

clara entre esta Fig. Pavimento de mortero hidráulico en una de las instalaciones del paraje de los Ceniceros.

pieza y el paraje donde fue localizado un conjunto de plomos monetiformes120 y dos lingotes de plomo anepígrafos en forma de barra de pan, con la superficie ligeramente rehundida en el centro y aplastada en los extremos121. La identificación del topónimo de la ceca de Gádor, escrito en alfabeto ibérico levantino, en la leyenda de uno de los tipos de estas tesserae122, abre nuevas perspec120 Guillén Riquelme, M., Las monedas de plomo de Susaña (Mazarrón). Un modelo de acuñación minera en la Hispania antigua, Mazarrón, 1999.

121 Uno de ellos publicado por primera vez en el catálogo de la exposición Bocamina. Patrimonio minero de la Región de Murcia, 2005, p. 189 (ficha de C. Domergue).

122 García Bellido, M.P., “Plomos monetiformes con el topónimo ibérico de Gador”, Paleohispánica, 2001, 1, Zaragoza, pp. 335-340.

[99]

tivas a la investigación y ha permitido sugerir la utilización de los complejos metalúrgicos de Mazarrón para la fundición de mineral de distritos muy alejados123.

Plomos monetiformes del Collado Blanco (Susaña).

No obstante, es difícil precisar la cronología de todas estas instalaciones, como lo es también la caracterización funcional y la delimitación espacial de cada una de ellas. A través de la cerámica recogida en superficie se puede establecer un abanico temporal muy amplio. Así por ejemplo, en determinados puntos predominan las cerámicas de barniz negro que se remontan al siglo II a.C. y conviven con ánforas republicanas y cerámicas ibéricas pintadas, determinando un período de actividad, probablemente relacionado con la minería, en época tardorrepublicana. Por el contrario, en otros sectores de este extenRos Sala, M.M., Metalurgia y sociedad en el sureste prerromano”, Bocamina. Patrimonio minero de la Región de Murcia, Murcia, 2005, p. 56.

123

[100]

so yacimiento arqueológico prevalecen las producciones africanas de mesa y cocina características de los siglos III-IV y no falta la más antigua terra sigillata aretina y sudgálica; en estos casos, y sobre todo para las instalaciones con materiales de cronología avanzada, su vinculación a tareas minero-metalúrgicas es más difícil de probar. No obstante, y repetimos otra vez, la naturaleza de la información, impone cautela a la hora de establecer posibles conclusiones. En cualquier caso, la entidad e importancia de los restos arqueológicos de los Ceniceros, diseminados en una amplia superficie y con trazas de construcciones y unos materiales cerámicos que muestran un amplio abanico cronológico, ha llevado a algunos autores a identificar el locus ficariensis de las inscripciones de Albanus con este mismo paraje, identificado por al’Idrîsî como la localidad de Susaña124. Según esta última hipótesis la población romana, sobre la que se superpondría la islámica citada por el geógrafo árabe, con su puerto, quedaría localizada en torno a toda la zona de planicie que se extiende desde Mazarrón hacia el sur en dirección al mar, en torno al Cabezo de la Cumbre. No obstante, las intensas remociones agrícolas y también urbanísticas que ha sufrido todo el paraje han modificado considerablemente su fisonomía original, enmascarando los restos e impidiendo su correcta caracterización. Grupo minero de Las Pedreras Los focos de extracción minera se completan con el conjunto de Pedreras Viejas, ubicado unos cuatro kilómetros al oeste de Mazarrón, cuya antigüedad e intensidad extractiva no debió ser muy inferior a los otros descritos más arriba, ya que sus filones fueron tan ricos en plata, o incluso más, que los de San Fita, F., “Reseña epigráfica”, BRAH, 18, 1891, p. 368 “Mazarrón es la población marítima Suchena, que el geógrafo árabe Edridi sitúa con su puerto y aldea a 24 millas de Cartagena y 12 de Águilas. Entre las épocas o dominación árabe y romana medió la bizantina en esta localidad, cuyo nombre latino fue Ficaria”.

124

[101]

Cristóbal y Los Perules125. Junto a la explotación de galena argentífera, adquirió también una gran importancia el laboreo del alumbre, explotado desde el siglo XV, llegando a ser uno de los principales yacimientos de la Península Ibérica. Un complejo de hornos de época moderna que se ha conservado en muy buen estado simboliza el mejor testimonio de esta actividad. El sistema de explotación utilizado en estas minas de Las Pedreras constituye la principal particularidad, ya que mientras que en los otros conjuntos la extracción del mineral se realiza mediante complejas y profundas galerías, aquí se empleó una forma de explotación a cielo abierto, atacando los filones desde la superficie y siguiendo la veta del mineral hasta que se agotaba, alcanzando en algunos casos profundidades que superaban los 50 m, como en el denominado Charco de las Pedreras, donde se llegó a los 60/70 m. con una longitud de 400 a 500 m y una anchura de entre 50 y 100 m126.

Frentes de explotación en la minas de las Pedreras Viejas. Ramallo Asensio, La romanización, 1981, p. 97; Ramallo y Arana, en AnMurcia, 1, 1985, pp. 61-62. Sobre los restos de la explotación moderna: Martínez Alcalde, M., “El patrimonio minero de Mazarrón: el catálogo de las Pedreras Viejas”, XVI Jornadas de Patrimonio Histórico, Cartagena, 2005, pp. 212-219.

125

126

Villasante, La industria, p. 35.

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No obstante, y al igual que sucede con los otros dos conjuntos ya estudiados, tampoco aquí se han realizado excavaciones sistemáticas, y por tanto los resultados y conclusiones aportadas son muy limitadas. En el plano cronológico, el hallazgo de cerámicas de barniz negro permite retrotraer el inicio de su actividad, al menos, al siglo I a.C., mientras que algunas sigillatas informes y mal definidas podrían atestiguar la continuidad de la explotación en época imperial, sin que de momento se puedan establecer unos límites. En superficie se adivinan trazas de muros que conforman habitaciones cuadrangulares, siendo lo más destacado los restos de lo que parece una gran balsa rectangular recubierta de mortero hidráulico, que asoma recortada en un talud moderno.

Restos de estructuras romanas en las minas de las Pedreras Viejas.

Junto a estos tres distritos mineros, sin duda los más importantes y los de actividad más prolongada, hubo a lo largo de la Sierra de las Moreras otras concesiones de menor entidad, que contribuyeron a la rápida prosperidad y pre-

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coz romanización de todo este territorio situado al oeste de la metrópolis cartaginense. En estos casos las evidencias materiales son mucho más limitadas y se reducen, a veces, a simples catas de prospección en busca de nuevos filones. Centros de transformación y fundición del mineral Antes de iniciar el definitivo proceso de fundición, el mineral atravesaba por un primer proceso de selección dentro de la mina y los trozos más pobres eran dejados allí mismo para su utilización en tareas de terraplenado y sostenimiento, trabajos imprescindibles dentro de la explotación. El resto del mineral se sacaba a la superficie a hombros de los operarios o a través de un sistema de poleas de madera, algunas de las cuales se han descubierto en el Coto Fortuna.

Poleas y materiales relacionados con las labores de extracción halladas en el Coto Fortuna, (s. Gosse, 1942).

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Una vez fuera de la mina se iniciaba un largo proceso que tenía como fin el producto terminado y listo para su comercialización y exportación. Estas operaciones pasaban por las siguientes fases: depuración, trituración, criba y lavado, distintos procesos de fundición y, finalmente, preparación y segmentación en lingotes. La primera parte se realizaba en las proximidades de los afloramientos, como demuestran las toneladas de derrubios identificadas junto a las bocas de mina, mientras que para las siguientes etapas se podían buscar puntos más alejados que reunieran las especiales condiciones que requería la fundición, especialmente combustible, agua, aireación y proximidad a las vías de comunicación, bien terrestres o marítimas. Estrabón (III, 2, 10), quien trascribe a Polibio, apunta algunos detalles de todo este complejo proceso, destacando como “la ganga argentífera arrastrada por la corriente de la que dice se machaca y por medio de tamices se la separa del agua; los sedimentos son triturados de nuevo y otra vez filtrados y separados así las aguas, machacados aún otra vez. Entonces, este quinto sedimento se funde y separado del plomo, queda la plata pura”127. Los distintos pasos que conformaban la actividad metalúrgica se han podido seguir a través de los hallazgos materiales de las minas de Mazarrón. Así, al principio el mineral era triturado por muelas en morteros de paredes anchas y fondo redondeado, tallados en rocas basálticas rugosas y más duras, o bien en muelas formadas por un núcleo central fijo de forma cónica, alrededor del cual giraba un anillo de piedra móvil, ensanchado en forma de embudo, que por medio de unas barras se ponía en movimiento, de modo que mediante la frotación entre las dos paredes el mineral era reducido al grosor deseado. Parte de una de estas muelas fue localizada en el Cabezo de San Cristóbal, y en concreto en el punto denominado “Hoya de la Aguja” o “Corta romana”. 127 Traducción de A. García Bellido, España y los españoles hace dos mil años, según la Geografía de Estrabón, Madrid, 1968.

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El siguiente paso era el lavado del mineral ya triturado. Estos lavaderos constaban de un depósito, de un circuito de canales o de pilas sucesivas y de un área de secado. El depósito elevado por encima de todo el resto dejaba escapar por algunos pequeños orificios el agua que debía regar las áreas donde se había extendido el mineral triturado, pasaba por una serie de cubetas para decantar y el mineral y las partículas más pesadas se depositaban en el fondo mientras que el agua y los barros más ligeros continuaban su proceso. Para conseguir una mayor depuración, el mismo procedimiento se repetía una y otra vez; también, a fin de obtener mejores resultados se podía pasar una criba por encima de la plataforma de lavado y se realizaba esta operación de lavado hasta cinco veces completas128. Un lavadero completo, que contenía aún, incluso, restos de mineral lavado fue descubierto en el siglo XIX en el Coto Fortuna. Estaba formado por nueve pilas alineadas de 0,70 m de profundidad, 15 m de longitud y 3,30 m de anchura de forma que los depósitos, que estaban separados unos de otros por una pared de 0,50 m, recibían el agua a través de un canalillo, algo más elevado que otro, más ancho y profundo, que aparece en el lado opuesto129; de este modo, la corriente de agua arrastraba en su discurrir las partículas y barros más ligeros, depositándose el mineral más pesado en el fondo de los recipientes. Finalmente, el producto obtenido era llevado a los hornos de tostación y desde allí a los de fundición, donde se obtenía el metal deseado alcanzando las temperaturas que se requerían en cada caso.

128

Darembreg-Saglio, vol. III, s.v. metallurgia, pp. 1840 y ss.

Es descrito por González Simancas, pp. 375 ss. En la actualidad ha desaparecido por completo y su desconoce su estado de conservación.

129

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Lavadero romano del Coto Fortuna, (s. Villasante).

Una vez fundido y a la salida de los hornos era vaciado en lingotes, de formas, tamaños y pesos variados. Los galápagos plumbiferos de Mazarrón suelen pesar en torno a los 35 kg. La lex metallum Vipascense nos transmite los nombres de los operarios responsables del proceso: scautores y flatores, los primeros se encargaban de la selección, trituración y lavado, mientras que los otros, realizaban las tareas propiamente de fundición130. La ubicación de estos hornos de fundición estaba bien calculada, situándose junto a los cursos de agua, o bien próximo al mar, lo que al tiempo que facilitaba la comercialización del producto final, permitía, con una orientación adecuada de las bocas, insuflar el aire de los vientos dominantes para alcanzar las temperaturas requeridas para la fusión. Varios de estos hornos fueron constatados al explotar el escorial “Roma” donde, según la descripción de Ezquerra y Monasterio131, eran de dos tipos “unos abiertos en la roca misma sin revestimiento de ladrillo ni piedra de ninguna especie, mientras que los otros hechos con los mismos esquitos que se usan hoy y parte empotrados en el suelo, parte sobresaliendo... En cuanto a la forma, es bastante semejante en unos y otros y se nota Domergue, C., La mine antique d’Aljustrel (Portugal) et les tables de bronze de Vipasca, Bordeaux, 1983.

130

131

Cita recogida de Botella y Hornos, p. 154.

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siempre una cuba o espacio circular central y una cavidad lateral por donde debía entrar el aire; la salida del plomo estaba en la parte opuesta y por la parte inferior”. Los recientes hallazgos en el yacimiento de Finca Petén, aún en proceso de excavación e investigación, van a suponer sin duda, un sustancial avance para el conocimiento de todos los procesos relacionados con las labores de fundición, una actividad que, en lo que se refiere a las minas de Mazarrón, se ha podido constatar hasta ahora a través del estudio de los numerosos escoriales diseminados por su territorio, tanto en los espacios más próximos a los focos de extracción como también en la zona del litoral, algo más alejados de aquellos. Precisamente, entre estos últimos, uno de los más importantes es el de la Gacha, situado junto a la carretera de Isla Plana, donde Villasante132 afirma que se encontraron “barras de plomo con inscripciones romanas y aún se ven escoriales de aquélla época”. El hallazgo en 1980 de parte de un lingote con cartela epigráfica –algo menos de la mitad- en este yacimiento confirma la noticia del ingeniero.

Trozo de lingote de plomo hallado en la Gacha con inscripción Picae. 132

Villasante, Criaderos, pp. 128-129.

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Su forma es similar a la de otros muchos de Cartagena y Mazarrón y conserva sólo la parte posterior de la inscripción PICAE que Domergue ha restituido como [-- Munuci – f] PICAE, relacionando al personaje con un Minucius Pica mencionado por Varrón133, debido a la cronología tardorrepublicana que atribuye a la pieza, aunque también sugiere otras posibilidades, como el senador de época augústea P. Numicius Pica Caesianus. Cualquiera de las atribuciones propuestas, de ser cierta, demostraría la participación de familias y personajes notables de finales de la República o de inicios de la época imperial en el negocio minero, tras una primera etapa en la que estas actividades habrían sido controladas por familias de itálicos procedentes, sobre todo, del centro y sur de la península apenínica. En este sentido, me atrevo a sugerir otra propuesta y es la posible relación del personaje representado en el lingote con un L(ucius) Minutius Pica que fue IIIIvir y praetor quinquennal según una inscripción procedente de Cales134, ciudad con la que hubo un fluido intercambio comercial a lo largo de toda la República, como demuestra la gran cantidad de cerámica campaniense B calena y de ánforas halladas en torno a los cabezos mineros. Es muy significativa, de ser cierta esta correspondencia, la coincidencia de nomen y praenomen con el de las dos tablillas de madera que, junto a un esportón de mineral, fueron recuperadas en el Coto Fortuna, y que se han interpretado como cartas que acreditaban el trabajo de estos mineros de cara al control en el exterior de la explotación135 pero que también podrían aludir al propietario de la concesión, y de ahí la reiteración del nombre.

Domergue, C. y Mas García, J., “Nuevos descubrimientos de lingotes de plomo romanos estampillados”, XVI CNA, (Murcia-Cartagena, 1982), Zaragoza, 1983, pp. 907-909.

133

AE, 1973, 135; Giannetti, A., “Epigrafi latine della Campania e del Latium Adiectum (Regio I)”, RendLinc, 28, 1973, p. 471, n. 1, lám. 1,2.

134

Gosse, G., “Las minas y el arte minero de España en la Antigüedad”, Ampurias, IV, 1942, p. 53; Hispania Antiqua Epigraphica, 4-5, 1953-1954, p. 5, n. 490.

135

[109]

Tablillas de Madera con inscripción halladas en el Coto Fortuna.

De ser ciertas estas hipótesis nos hallaríamos de nuevo ante una familia campana que habría participado en la explotación de las minas de Carthago Nova, cuyos beneficios habrían sin duda contribuido a la promoción social de sus miembros. La pieza carece de contexto arqueológico preciso, ya que es un hallazgo superficial y los terrenos donde se emplazan las estructuras han sido sometidos a repetidos procesos de roturación con fines agrícolas. No obstante, las cerámicas recolectadas en prospección permiten, al menos, una aproximación cronológica. Destaca la presencia de abundante cerámica de barniz negro republicana y la ausencia casi total de terra sigillata, junto a la aparición de

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ánforas Dressel 1 –alguna con sello en el borde- que constatan un período de actividad en el siglo I a.C., que muy probablemente se remonte a finales de la centuria anterior136. La escasez, casi inexistencia de material de época imperial permite sugerir una paralización de la actividad a comienzos del siglo I d.C., como muy tarde. La abundancia de piedra bien escuadrada denuncia la existencia de estructuras de cierta envergadura, mientras que los restos de litargirio recogidos en superficie refuerzan su interpretación como un centro destinado a la obtención de plata. El último problema que plantea esta instalación metalúrgica es la distancia respecto a los focos de extracción, no menor de 6/7 km respecto a los Cabezos de San Cristóbal y Los Perules y aún más distante de los otros dos. Se podía pensar en la existencia de otras explotaciones de menor entidad en otros puntos de la Sierra de lo Alto, como en torno al llamado Cabezo de la Plata, aunque nos parece poco probable, por lo que las razones de su ubicación hay que buscarlas en los beneficios que se obtendrían de esta situación que compensarían, sin duda, los inconvenientes del desplazamiento. Otra instalación que reproduce las características topográficas y de ubicación del yacimiento de La Gacha es el Caraleño, situado junto a la playa del Jondón, donde los abundantes restos de escoria de fundición, e incluso de placas de litargirio, así como parte de una muela, delatan actividades de Las excavaciones realizadas en este complejo, y en particular en el sector conocido como Finca Petronila han permitido constatar niveles de ocupación de la segunda mitad del s. II a.C. La vinculación del yacimiento con actividades minero-metalúrgicas parece que se puede deducir también del hallazgo de “de piedra basaltica negra con cazoletas”, utilizado para la molturación; más difícil es relacionar los restos de un horno de gran diámetro identificado en el paraje dicho del Nacimiento con los procesos de fundición; no obstante, la cerámica campaniense B hallada en su interior, lo vincula cronológicamente con el resto del conjunto. Vid. para estos hallazgos, Fuentes Miralles, F. “Programa de sondeos realizados para el Plan Parcial Mar de Plata (Puerto de Mazarrón, Murcia)”, XVI JPH, Cartagena, 2005, p. 299.

136

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carácter metalúrgico. En superficie se reconocen gran cantidad de estructuras murarias, que conforman habitaciones de forma cuadrangular. Alguno de estos muros se puede seguir en una longitud de diez metros.

Restos de construcciones visibles en superficie en el yacimiento del Caraleño.

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No obstante, sobresale entre todos estos restos, un paramento formado por bloques escuadrados de piedra colocados a intervalos regulares con los espacios intermedios completados con paños de mampostería, adoptando una disposición que recuerda el opus africanum tan frecuente en la vecina Carthago Nova desde época bárquida. Sillares de piedra, umbrales con orificios de quicialera, pavimentos de opus signinum liso -alguno, al parecer conservado todavía in situ- atestiguan la entidad de esta instalación, donde, según información trasmitida por S. Agüera, se habrían hallado “monedas de César, Augusto y Nerón”, que habrían sido depositadas en el Museo Arqueológico Provincial de Murcia. La cronología de estas monedas coincide con la que proporcionan las cerámicas halladas en superficie, entre las que destacan, además de algunos fragmentos de cerámica de barniz negro tardorrepublicana (Lamb. 8 de campaniense B de Cales), los productos aretinos y sudgálicos. Entre los primeros se ha identificado una taza del alfarero Ateius, mientras que las fábricas galas destacamos un borde de marmorata (Drag. 24/25) de época claudio-neroniana, datación que se puede extrapolar a varios vasos de “paredes finas”. Todo este material permite establecer un marco cronológico entre la segunda mitad del siglo I a.C., y la primera de la centuria siguiente, para el momento de apogeo de esta instalación. De nuevo el problema que plantea este yacimiento, de cara a su función relacionada con actividades metalúrgicas, es la distancia de las principales zonas de extracción, siendo el Coto Fortuna el distrito más cercano. En este sentido no podemos precisar si Boeck se refiere a este paraje cuando afirma: “pocas escorias existen en el coto, pero fuera de él, ya a la orilla del mar, se verán un montón considerable al lado de las ruinas de una fábrica de fundición de plomo, diversos objetos curiosos del expresado metal y entre ellos cinco grandes lingotes en los cuales se lee o puede leerse la siguiente inscrip-

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ción: Sociedad Monte de Plata Ilucro”137. Esta noticia contrasta, no obstante, con los datos proporcionados por González Simancas cuando señala que “las escorias y los restos de fundición que se encuentran mezclados con los escombros y unos lingotes de plomo que allí se recogieron, así como buena cantidad de glandes del mismo metal y de diferentes formas, prueban que, al lado del Castillo y probablemente en comunicación con él existió un horno donde se fundía la galena o se depositaba el plomo”138. No podemos afirmar que los lingotes citados por este investigador sean los mismos a los que alude el ingeniero sueco, aunque parece probable; a pesar de todo, ambas noticias son de un extremado interés ya que vinculan a la citada sociedad con la explotación de las minas de Coto Fortuna, lo que aclara la procedencia original de los tres lingotes de plomo hallados en el cauce del Tíber (CIL, XV, 7916) con el sello SOCIET(atis). ARGENT(arium). // FOD(inarum). MONT(is). ILVCR(onensis) // GALENA139, que apenas se diferencia de las cartelas con SOCIT. MONT. ARGENT. ILVCRO, de los lingotes de Mazarrón, y que refrendan la existencia de un activo comercio de plata y plomo entre el sureste hispano y la Urbs. Estos lingotes confirman, además, la existencia de autenticas sociedades privadas en los procesos de explotación de los recursos mineros, bien en la extracción pero con seguridad en la fundición y comercialización, lo que refrenda y completa el controvertido texto de Estrabón (III, 2, 10) sobre la propiedad de las minas cuando afirma como en su época, -comienzos del siglo I d.C.-, “las minas de plata están todavía en actividad, pero han dejado de ser públicas para pasar a propiedad particular”. Las cartelas de los lingotes de época tardorrepublicana nos aportan también un completo registro de fami137

Boeck, El Coto Fortuna de Mazarrón, 1889, pp. 9-10.

138

González Simancas, Catálogo monumental, pp. 375 ss.

139

Hübener, E., “Nuevas fuentes para la Geografía antigua de España”, BRAH, XXXIV, 1899.

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lias, en su mayor parte de procedencia itálica, dedicadas, bien directamente o bien a través de libertos, a menesteres relacionados con la minería. Volviendo a los lingotes de Coto Fortuna, la cronología ha sido motivo de discusión. Belda, refutando las tesis de Héron de Villefosse y Besnier que los situaban en el siglo I d.C.140, los encuadró en época tardorrepublicana141, mientras que Domergue, basándose sobre todo en los hallazgos de Mallorca, tiende a fecharlos, aunque con cierta prudencia en época augústea o en la primera mitad del siglo I d.C.142. Por nuestra parte, y en función de todas estas consideraciones y de los contextos arqueológicos analizados nos inclinaríamos a situarlos en el ultimo tercio del siglo I a.C., o, a lo sumo, en los primeros años tras el cambio de Era. Otras instalaciones relacionadas con los procesos de fundición se diseminan al pie de los cabezos eruptivos, como el de El Escorial al pie del cabezo de San Cristóbal, o en las zonas llanas situadas entre estos y la costa, junto a la rambla de Bolnuevo, como los de El Espinar y Susaña. Muchos de ellos se conocen sólo por noticias verbales o el hallazgo de escorias junto a algunos fragmentos cerámicos de época romana143. En otros casos, las evidencias son algo más consistentes, aunque sin llegar a la documentación de los relacionados más arriba.

Jecquier, H., “Note sur la découverte de saumons de plomo romains au Coto Fortuna (Province de Murcia)”, RA, 1907, vol. I, pp. 58-62; Héron de Villefosse, A., “Addition à la note”, RA, 1907, vol. I, pp. 63-68; Benier, M.,”Le comerce du plomb à l’Espagne romaine d’aprés les lingots estampillés”, RA, 1920, p. 242.

140

141

Belda, El proceso, p. 270.

142

Domergue, C., Les lingots... pp. 62 ss.

143

Ramallo y Arana, La minería romana, pp. 63-64.

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Además, también en el litoral, otros promontorios costeros muestran escoriales de fundición de época romana aunque de menor envergadura. Ya hemos comentado más arriba como en el Cabezo de los Gavilanes, las actividades metalúrgicas se remontan a época prerromana, como han demostrado las excavaciones arqueológicas dirigidas por la Dra. Ros Sala144, aunque algunas cerámicas de barniz negro permiten prolongar su ocupación, al menos, a las primeras décadas tras la conquista romana. Más hacia el oeste, en la Punta de Nares hemos recogido en superficie, sobre todo en la ladera nororiental, algunas cerámicas de barniz negro, campaniense B calena y C, que aunque están muy rodadas y no proporcionan perfil identificable, permiten avanzar una cronología aproximada dentro del siglo I a.C. para la frecuentación del sitio. La existencia de escorias de fundición, aunque en número muy limitado, sugiere actividades de tipo metalúrgico aunque no podamos precisar el momento. Junto a las instalaciones vinculadas directamente a los procesos metalúrgicos: lavaderos, hornos, y otras dependencias asociadas, estos centros disponían también de otras estancias y departamentos de mayor tamaño relacionadas tanto con la administración como, probablemente, con el culto, aspecto este esencial en el seno de la sociedad romana. Hasta las recientes excavaciones del Alamillo y Finca Petén era La Loma de Herrerías el único yacimiento que aportaba alguna información sobre estos espacios destacados a través de un pavimento de opus signinum, de finales del siglo II a.C. o inicios del siguiente, decorado con hileras de teselas blancas entrecruzadas formando un reticulado de rombos. Bordeando el motivo geométrico se desarrolla una inscripción que, desgraciadamente, se conserva mutilada, en la que se puede leer HEISCE. MAG. CVR. SELE[---] en la línea horizontal, M. FAC ---- en el renglón vertical y CAELI en un fragmento aislado. 144 Un resumen claro y conciso sobre la evolución del sitio y las actividades económicas puede verse en Carlantum, 2.

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Pavimento de opus signinum con inscripción descubierto de forma casual en la Loma de las Herrerías.

A partir de estos restos se han propuesto distintas restituciones145. Pero, al margen de los problemas de carácter filológico (arcaísmos, desinencias), la inscripción permite intuir la existencia de collegia o corporaciones de carácter profesional que agruparían a los individuos dedicados a una misma actividad profesional, en este caso relacionada con la minería y metalurgia, según una El pavimento ha generado bastante bibliografía desde que lo dimos a conocer en 1982, vid., Ramallo Asensio, S., “Pavimentos de opus signinum en el conventus cartaginensis”, Pyrenae, 15-16, 1979-80 (ed. 1982), pp. 306-309. La última síntensis con la bibliografía anterior en Gómez Pallares, J., Edición y comentario de las inscripciones sobre mosaico de Hispania. Inscripciones no cristianas, Roma, 1997, pp. 113-115. donde restituye a. Fac(iendum) heisce mag(istreis) cur(averunt). Sele[ucus] b. Caeli[us?].

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fórmula bien atestiguada en ciudades como Capua o Minturnae en el primer tercio del siglo I a.C., fecha esta a la que también remite el contexto arqueológico de Herrerías, caracterizado por un elevado porcentaje de ánforas Dressel 1 y Lamb. 2, cerámicas de barniz negro (campaniense A, B de Cales y C), y cerámica común, a los que se puede añadir un as republicano de Sagunto, hallado en superficie, con proa de nave en el reverso y la leyenda Arse en caracteres ibéricos (Sagunto), de cronología similar. Excavado en el terreno natural y en la ladera meridional del promontorio alargado sobre el que se levantan las estructuras, se descubrió en 1980 un horno de 3 m de diámetro en la base, con forma de cono truncado por el vértice superior, abierto y con un diámetro de 1/1,20 m, colmatado por un potente depósito de escorias de fundición con gran contenido en plomo, piedras y cerámicas de época republicana146, junto a algún pequeño fragmento de terra

Horno romano excavado en la ladera meridional de la Loma de las Herrerías. Predominan de forma abrumadora las ánforas de vino de Apulia y Campania, muchas de las cuales presentan sello en el borde: Sabine, Ruma, Sal, Sabine, cfr. Molina Vidal, J. La dinámica comercial romana entre Italia e Hispania Citerior, Alicante, 1997, pp. 66-69.

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sigillata, que señalaría el momento de colmatación de las estructuras a comienzos de época imperial147. En resumen, y a modo de recapitulación de este capítulo, todas las evidencias recogidas expresan con claridad el papel determinante que en el desarrollo histórico de todo este territorio tuvieron las explotaciones mineras, principal y casi exclusivo atractivo en un primer momento, que motivaron una rápida colonización de todo el espacio situado en torno a los conjuntos mineros desde los inicios de la conquista romana, si bien será a finales del siglo II a.C. y durante la siguiente centuria cuando se produzca el momento de máximo apogeo. La explotación de las entrañas de la tierra estuvo a cargo tanto de familias de inmigrantes itálicos como de auténticas sociedades privadas. Hasta qué punto estas fueron sustituyendo a la iniciativa personal y privada y concentrando la propiedad, o mejor dicho el control de más amplias concesiones, como por ejemplo la sociedad que explotaba el monte ilucronensis, no se puede determinar por el momento. Declive y reactivación de la explotación minera. La definitiva paralización de la actividad minera debió producirse, a juzgar por las cerámicas halladas en las explotaciones y fundiciones, en el curso del siglo II d.C., quizás antes, coincidiendo con la intensificación de las labores en los distritos del suroeste148. A pesar de las noticias en las crónicas modernas que reseñan el hallazgo de monedas pertenecientes a época de Ramallo Asensio, S., “El horno de fundición de la Loma de las Herrerías (Mazarrón, Murcia): estudio histórico-arqueológico”, XVI CNA, (Murcia-Cartagena, 1982), Zaragoza, 1983, pp. 925-936.

147

Véase para el desarrollo histórico de las explotaciones minero-metalúrgicas en esta zona, entre otras, Blanco Freijeiro, A. y Rothenberg, B., Exploración Arqueometalúrgica de Huelva, Barcelona, 1981.

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Constantino y, en general, del siglo IV, parece evidente que por esos años los trabajos se habrían reducido al máximo, si es que no se habían paralizado por completo, lo que vendría confirmado por la ausencia casi total de cerámicas africanas, características de los siglos II en adelante, en casi todos los yacimientos relacionados con la minería. Sólo en las minas de Coto Fortuna, la presencia de algunas sigillatas africanas D (formas Hayes 61, 67, 73, 84, 91, 93 y 104) podrían atestiguar cierta actividad hasta el siglo VI, si bien la ausencia de excavaciones sistemáticas me hace tomar con cautela esta información. Habrá que esperar al siglo XV en que Enrique IV concede a los marqueses de Villena y de los Vélez la explotación y beneficio de las minas de alumbre de esta comarca, centradas especialmente en torno al Cabezo de San Cristóbal149 para ver renacer esta pujante actividad. Esta industria de explotación del alumbre fue creciendo día a día, exportando gran parte de la producción a Inglaterra, Flandes, Holanda y Alemania, alcanzando una gran prosperidad en la primera mitad del siglo XVI. Distintos motivos, que no es aquí el lugar de analizar, llevaron a la disminución y pérdida de importancia a nivel nacional e internacional de las minas de Mazarrón, si bien la actividad continuó, con distintos altibajos, hasta el siglo XX, e incluso a comienzos de dicha centuria era el yacimiento más importante de la Península150. Por otra parte, el cinco de marzo de 1587 se concedió autorización a Juan Bautista Genovés para laborear minas de plata y plomo en las Pedreras de la Rambla Vieja, en la Calbonera, en el Palomar y en otros sitios, al pareFranco Silva, A., El alumbre en el Reino de Murcia. Una historia de ambición, intrigas, riqueza y poder, Murcia, 1996, pp. 16 ss.

149

Madoz, P., Diccionario geográfico-estadístico histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid, 1848, vol. XI, 321-323, con una larga disertación sobre la explotación del alumbre.

150

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cer pedreras propiedad del marqués de Villena. En mayo de 1688 se concedió licencia a Francisco de Leiva para descubrir y reconocer unas minas de plata, según parece, en el lugar del Coto Fortuna151. El último episodio de la explotación minera en Mazarrón, se produce, como ya se ha señalado más arriba, en la segunda mitad del siglo XIX, impulsada por la Revolución Industrial y la demanda de determinados metales. En este postrero relanzamiento influye de forma decisiva la aportación de importantes capitales de sociedades extranjeras. No obstante, en esta comarca los primeros tanteos pertenecen a una sociedad catalana que en 1840 perforó un pozo de dieciséis metros, aunque dificultades técnicas y de capital impidieron la continuidad de los trabajos. Pocos años más tarde, Juan A. Márquez solicitó la concesión de los territorios que a partir de entonces se denominaron Coto Fortuna. Al año siguiente, una compañía inglesa inició los trabajos de explotación con el intento de desagüe de tres pozos romanos, ya que el principal caballo de batalla de estas nuevas explotaciones ha sido siempre la inundación de gran parte de las galerías. En 1875 se creó en Amberes la “Société Anonime Miniere de la Province de Murcia” con un capital de doscientos mil francos, con el fin de poner en marcha las principales explotaciones de la provincia; como director de los trabajos fue nombrado el ingeniero Alex Boeck quien realizó, sobre todo en el Coto Fortuna, importantes hallazgos arqueológicos152. Como en la Antigüedad, también ahora la prosperidad y el crecimiento demográfico de Mazarrón fue paralelo al de su industria minera, cuando ésta entró en declive la localidad se resintió y fue decreciendo el número de habitantes.

151

Villasante, Criaderos de hierro, 177 ss.

Pato Quintana, F., Murcia minería, El Tiempo, Murcia, 1922; Boeck, A., “El coto Fortuna de Mazarrón”, Revista de Minas, Madrid, 1889, pp. 9-10.

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LOS RECURSOS AGROPECUARIOS; FUENTES ESCRITAS Y TESTIMONIOS ARQUEOLÓGICOS Tanto las fuentes literarias como las arqueológicas para reconstruir esta parcela de la economía de Mazarrón son mucho más limitadas. A pesar de ello, la escasa información escrita, más de carácter general que específica, junto a la pervivencia de ciertos cultivos y los restos arqueológicos permiten avanzar algunas consideraciones. Hay que señalar, en primer lugar, la incidencia negativa que en el paisaje debió tener la intensa actividad minero-metalúrgica desarrollada entre los siglos II a.C, y I d.C., que debió provocar inmensas escombreras de estériles y escorias de fundición, alterando la configuración del espacio más inmediato a los cotos mineros. Pero además, la necesidad de madera en grandes cantidades, tanto para el entibado de minas como para el combustible de los hornos, debió provocar un fuerte proceso de deforestación, con la tala masiva del escaso arbolado que cubría las áreas montañosas más próximas. Sin embargo, el tipo de vegetación que conoció en esta zona una expansión más fulgurante fue la esteparia, un tipo de plantas xerófilas de climas secos, con un elevado índice de aprovechamiento humano, que, al tiempo que limitó la expansión de otros cultivos agrícolas, se convirtió en un aliado insustituible de la actividad minera que hizo del esparto la materia prima para la confección de vestimentas, esterillas múltiples y de los artilugios necesarios como los esportones para el acarreo del mineral y la extracción de agua153. Múltiples testimonios arqueológicos atestiguan el amplio uso del esparto en el área mazarronera al menos desde los primeros momentos de la Edad del García del Toro, J., “El minero romano de Carthago Nova. Vestimenta e instrumental”, Murgetana, 47, 1977, pp. 107-111, y del mismo autor, “Carthago Spartaria. Estudio históricoarqueológico de la industria espartera en la Prehistoria y Edad Antigua en el Sureste”, Murgetana, 58, 1980, pp. 23-46.

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Bronce. Esta tradición se ha conservado hasta fechas muy recientes hasta el punto que Madoz154, a mediados del siglo XIX, cuando describe los recursos económicos de Mazarrón afirma que “otro de los ramos más importantes de la industria de esta villa y su puerto, es la elaboración del esparto, para cables y maromas de buques, para toda clase de pesqueras y almadrabas, de modo que por su buena construcción, surten desde este punto todas las que se calan en las costas de las dos Sicilias, en el Adriático, en el norte y noroeste de África frente a las nuestras; en materia de hilados de esparto no hay otro punto del mediodía de España, que compita con el que sale de las manos de estos operarios”. Son, sin embargo, los mismos autores latinos, los que procuran mayor documentación sobre esta pujante industria. Tito Livio (26, 47), al describir el botín obtenido por los romanos tras la conquista de Cartagena menciona expresamente “velas y esparto y otros materiales necesarios para armar una flota”. Mela (II, 5, 86) alaba la riqueza de Hispania de manera que, afirma, “si en algunos sitios es estéril.... en esos lugares produce lino y esparto”. No obstante, el testimonio más explícito corresponde a Plinio (NH, XIX, 26) que describe “un campo de 30000 pasos de latitud por 100000 de longitud en la zona costera de Carthago Nova”. En esta extensa superficie, se englobaban, junto a otras comarcas más alejadas de la ciudad pero con gran tradición en el cultivo del esparto, amplios espartizales situados al oeste de la ciudad, en lo que hoy constituye el término municipal de Mazarrón, tierras que por sus especiales condiciones climáticas resultaban especialmente aptas para el cultivo de estas plantas155. El apelativo de Spartaria que dan Suetonio (Galba, 9) y Plinio (NH, XXXI, 94) a Carthago Nova, y con el que aparece en 154

Madoz, Diccionario, s.v. Mazarrón, vol. XI, p. 323.

Vila Valentí, J., “El campus spartarius”, Homenaje al profesor Cayetano de Mergelina, Murcia, 1961-1962, p. 838, señala como ocuparía una gran parte de las tierras surestinas “cuya fachada litoral estaría en el campo de cartagena y llanuras y vertientes costeras más meridionales (Mazarrón, Águilas, Vera).

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algunos Itinerarios, es suficientemente explícito de la presencia de esta planta en el paisaje de esta región. Junto al esparto, debió estar también extendido el palmito, planta muy difundida en las vertientes de las sierras mazarroneras, a la que parece referirse una cita de Estrabón (III, 5, 10) quien a su vez la recoge de Posidonio, sobre un árbol espinoso que crece en las cercanías de Cartagena y de cuyas espinas se obtiene una corteza fibrosa para la obtención de magníficos tejidos156. Por otra parte, referencias de Estrabón y Catón, completadas con la epigrafía y relacionadas con las producciones actuales permiten desvelar otro importante árbol de este territorio durante época romana: la higuera, de la que el geógrafo griego (III, 4, 16) afirma crece cuantiosa, junto al olivo, la vid y otras plantas semejantes, “en las costas ibéricas que bordean nuestro mar”. A lo que Catón añade, en cita recogida por Plinio (NH, XV, 72), “las higueras mariscas deben plantarse en terreno gredoso o abierto y en terreno más graso o estercolado las africanas y las herculáneas, las saguntinas, las de higos de invierno y las rellanas de higos negros y rabo largo”157. Las condiciones climáticas de Mazarrón, con pluviosidad escasa y temperaturas elevadas, responden a las exigencias de este árbol, que se extendió y prodigó a lo largo de su territorio, perviviendo, aunque cada vez de forma más aislada, hasta nuestros días. No obstante, en 1950, trescientas dos hectáreas de secano se destinaban aún a la higuera, superficie que debía ser mayor un siglo antes cuando Madoz158 afirmaba: “críanse gran cantidad de higos en razón a la abundanGarcía del Toro, J. R., “Carthago Nova. Estudio histórico-arqueológico de la industria espartera en la Prehistoria y Edad Antigua en el Sureste”, Murgetana, 58, 1980, pp. 23-46.

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Edición y traducción de V. Bejarano en F.H.A, vol. VII, Hispania Antigua según Pomponio Mela, Plinio el Viejo y Claudio Ptolomeo, Barcelona, 1987.

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158

Madoz, Diccionario, p. 320.

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cia de estos árboles, pues la tierra se presta ventajosamente para su vegetación”. Pero sin duda, el testimonio más preciso de la existencia de higueras en lo que hoy constituye esta población de sureste hispano nos lo proporcionan las inscripciones del Barrio de la Serreta, estudiadas más arriba. Al margen de los problemas históricos que plantean, desde el punto de vista filológico, el canónigo Lozano, poco después del hallazgo, realizó ya un primer intento de interpretación del término “ficariensis” según la etimología poniéndolo en relación con la raiz ficus= higuera, higo159, por lo que designaría un espacio geográfico caracterizado precisamente por la presencia de este fruto, algo así como un “lugar de las higueras”, pero sin especificar condición jurídica privilegiada alguna. Esparto e higueras cubrieron amplias superficies alternando con los cereales, especialmente trigo y cebada. A pesar de que en la actualidad la producción cerealista de Mazarrón no constituye una de sus fuentes de riqueza más destacadas, debido sobre todo a la introducción en los últimos años de extensas plantaciones de otros cultivos con una mayor rentabilidad, su repercusión en la economía antigua de la zona debió ser considerable, algo que refrendan los numerosos testimonios arqueológicos documentados en poblados del la Edad del Bronce de toda la comarca. Molinos barquiformes se recogen por doquier en los hábitats argáricos de Ifre, Las Viboras y Cabezo Negro, donde, además se descubrió “un conjunto circular acondicionado sobre el pavimento que contenía, gran cantidad de cereal carbonizado”160. Lozano, L., Bastitania y Contestania del Reyno de Murcia, con los vestigios de sus ciudades subterráneas, Murcia ,1794, vol. II, p. 206 ss..

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Aubet, M. E., Lull, V. y Gasull. J., “Excavaciones en el poblado argárico del Cabezo Negro (Lorca, Murcia)”, XV CNA, Lugo, 1977, (Zaragoza, 1979), p. 197.

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Todo este cultivo debió multiplicarse considerablemente con la ocupación romana ya que un incremento masivo de la población, no olvidemos el imponente caudal humano que suponían las explotaciones mineras, implicaba un aumento de la demanda y en consecuencia de la producción. Sin detenernos en los numerosos molinos de cereal localizados por el territorio, hay algunas referencias literarias indirectas, que se pueden aplicar a estas áreas. La más vaga de todas ellas es la de Tito Livio (26, 47) que al describir el botín obtenido por los romanos tras la conquista de Carthago Nova especifica la cantidad de trigo y cebada, capturada en la plaza que ascendió a cuatrocientos mil modios de trigo y doscientos setenta mil de cebada, y aunque no expresa la procedencia del grano se supone que una parte debió proceder de los alrededores. Más explícitos son los testimonios de Plinio (XVIII, 18, 80) cuando afirma que “la cebada (hordeum) más productiva, es la que se cosecha en Carthago de Hispania durante el mes de abril”, y Varrón habla, según nos cuenta Plinio (XVIII, 73, 307) de “pozos subterráneos excavados en terrenos secos, donde se guardaba el trigo para su mejor conservación, durando de esta forma cincuenta años”, si bien en nuestro caso, y a diferencia de lo que acaece en otras regiones como el noreste peninsular, no se ha podido constatar con claridad esta forma de almacenamiento. Estas citas, aunque de carácter muy general, creemos se pueden hacer extensivas a la comarca que aquí estudiamos, donde se reproducían todas las condiciones necesarias para su cultivo. Tales son pues los cultivos que a juzgar por las fuentes escritas y los testimonios materiales debieron alcanzar un mayor desarrollo en la agricultura del territorio mazarronero; junto a ello, pero ya en el plano intuitivo, habría que señalar el olivo, y en zonas con mayores posibilidades acuíferas algunas hortalizas, legumbres y frutales. Recuérdense a este respecto las trufas y alcachofas de los alrededores de Carthago Nova citadas por las fuentes latinas. Estos últimos cultivos son presentados en el plano hipotético al carecer hasta

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ahora de una confirmación arqueológica en el área de Mazarrón. Al margen de las referencias escritas, los yacimientos arqueológicos que se pueden interpretar, sin dudas, como auténticas villae, o instalaciones de carácter agropecuario, no son tan numerosos como los relacionados con actividades minero-metalúrgicas y pesqueras. Además hay una mayor dificultad a la hora de reconocer su actividad principal en prospección superficial, ya que cuando se carece de prensas, muelas, o piletas de decantación, suele ser la ubicación, características del terreno circundante y potencialidad de los suelos, así como la existencia de algún manantial, lo que permite inducir la funcionalidad de la explotación. Por otra parte, la ausencia de análisis faunísticos impide precisar cualquier dato cierto respecto a la cabaña animal predominante, que sólo como suposición, se puede pensar debió estar integrada mayoritariamente por ovicápridos. Sin embargo, la falta de excavaciones sistemáticas de este período, y la ausencia de análisis de los restos óseos de los vertederos tardíos de Puerto de Mazarrón, a diferencia de lo que sucede para Cartagena, impide contrastar con datos seguros estas suposiciones. Así mismo, los testimonios arqueológicos relacionados con instalaciones de carácter agropecuario son más reducidos que los que podemos vincular a las explotaciones minero-metalúrgicas o pesqueras. No obstante, por su misma ubicación y por los restos que aparecen asociados se pueden caracterizar algunos yacimientos como villae, bien es cierto que la naturaleza de la documentación impone cautela a la hora de valorar su posible funcionalidad. Al mismo tiempo, la distribución espacial de los asentamientos tampoco muestra trazas de una posible parcelación o estructuración regular del territorio de cara a su explotación agropecuaria. A juzgar por lo que sabemos hasta la fecha, estas instalaciones se diseminan por el territorio, buscando suaves relieves y emplazamientos con suelos potencialmente fértiles y próximos a nacimientos de agua que permitan la subsistencia. Su número se incrementa en las zonas

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más próximas al corredor del Guadalentín, donde la vía Augusta pudo marcar un cierto eje de parcelación. Sorprende además, aunque esto es una apreciación sustentada sobre materiales de prospección superficial –ya que ninguna ha sido sometida a excavación sistemática-, el desequilibrio que existe entre las vajillas importadas de mesa y las producciones comunes y de almacenamiento, a diferencia de lo que sucede en otros sectores del campo de Cartagena. Esta contradicción es aún mayor si consideramos la abundancia de producciones cerámicas de las más diversas procedencias que se identifican en los enclaves costeros de la bahía de Mazarrón y su escasa representación en los hábitats del interior, un fenómeno que parece acentuarse en época bajo imperial, cuando la costa parece más abocada hacia las relaciones con el exterior que con el retropaís. En cualquier caso, este es uno de los temas en los que habrá que insistir en los próximos años. La ausencia de cursos estables de agua impulsó de forma casi exclusiva los cultivos de secano, si bien ciertas instalaciones, como la balsa romana del Alamillo, de más de 15 m. de lado y 1,35 m de profundidad, con un canal de aprovisionamiento y otro de evacuación en la base, pudieron estar en parte destinadas a fines agrícolas161. Sin embargo, no podemos comprobar el carácter agropecuario de parte, al menos, de las instalaciones republicanas ubicadas en torno a los centros mineros, un autentico cinturón de población, en gran medida dedicado a las labores metalúrgicas, que debía consumir gran cantidad de alimentos, en parte importados por vía marítima, como atestigua la gran cantidad de envases de vino recogidos en los afloramientos mineros, pero también producidos en los alrededores. Las sigillatas de los siglos I y II d.C. confirman la continuidad Amante Sánchez, M., Pérez Bonet, M.A. y Martínez Villa, A., “El complejo romano del Alamillo (Puerto de Mazarrón), MemArqMurcia, 5, 1996, 323-326.

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Balsa romana del Alamillo.

de parte de estas instalaciones, sobre todo las situadas en Los Ceniceros, con una actividad agropecuaria; en otros enclaves más alejados del principal cinturón minero parece existir una mayor continuidad e incluso hay casos donde la implantación rural pudo producirse en fechas más avanzadas y en lugares algo apartados de las vías de comunicación. A estos últimos vamos a dedicar las páginas siguientes. En parte bajo el actual caserío de La Majada, y sobre todo al oeste de la localidad, cubriendo una superficie de aproximadamente una hectárea, muy cerca de la rambla del mismo nombre, se reconocen los restos de una instalación romana con abundante material cerámico que delata una secuencia cronológica amplia. En la actualidad son tierras de cultivo de secano destinadas sobre todo al almendro, plantación que a través de un sistema de terrazas

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Restos de construcciones romanas visibles en La Majada.

escalonadas ocupa la mayor parte del yacimiento; en algunos puntos se ven aún restos de argamasa e incluso trozos de pavimento in situ; dispersos en torno a ellos, abundantes tejas (tegula plana), restos de estuco, generalmente rojo, y ya en las terrazas los agricultores hablan del hallazgo de fustes de columna. Junto a una casa actual identificamos hace años un molino para grano de proporciones considerables. La presencia de algún fragmento de cerámica campaniense A nos remonta cronológicamente hasta el siglo I a.C., mientras que la continuidad del enclave agrícola queda patente a lo largo del siglo I d.C. por algunas cerámicas sudgálicas (Hermet 23) junto a algún fragmento de rojo pompeyano; pero es sobre todo durante los siglos II y III d.C. cuando numerosos fragmentos de terra sigillata hispánica (Drag. 46) y sigillata clara A señalan el momento de mayor esplendor del yacimiento y nos

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hablan de un notable florecimiento a lo largo de estos siglos. Hasta ahora no hemos localizado materiales que nos prolonguen su actividad durante el siglo IV d.C. En pleno campo de Mazarrón, y en condiciones aptas para cultivos de secano se ubica la posible villa de La Ciñuela, junto al caserío de Gañuelas y a la rambla del Saltador. Este yacimiento presenta dos sectores diferenciados, un poblado de la Edad del Bronce, parcialmente excavado162, y una instalación romana. Bajo los muros de la fachada sur de la casa solariega actual se reconocen algunas estructuras con una dirección norte-sur, indicio evidente del asentamiento romano sobre el que se ha establecido el hábitat moderno, lo que impide cualquier caracterización de la estructura de la villa. En cuanto al material aparecido en superficie no es muy abundante, en conjunto, lo que hace sospechar que este establecimiento no debió alcanzar gran desarrollo. Hasta ahora, las cerámicas halladas nos sitúan en un momento tardío con sigillatas claras C y cerámica común, alguno de estos fragmentos de sigillata los podríamos centrar en el siglo III d.C.; como pieza de interés se puede señalar una lucerna de fabricación muy tosca. En el desvío de Puntas de Calnegre situado junto a la rambla de Ramonete se sitúa el yacimiento del Llano de los Ceperos formado por dos sectores con secuencias culturales distintas: de una parte, la zona baja, junto a las plantaciones de tomate, en terrenos de cultivo donde se recoge en superficie abundante cerámica romana con una gran amplitud cronológica que nos lleva desde cerámicas campanienses A de finales del II y I a.C. hasta los siglos II-III d.C., documentados por algunos fragmentos de terra sigillata clara; por otra parte, una zona mas elevada, formando un pequeño montículo donde se Zamora Canellado, A, “Excavaciones en la Ciñuela, Mazarrón (Murcia)”, NAH, 5, 1976, p. 428.

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apreciaban en superficie algunas sepulturas de inhumación tardías en lajas de piedra, con una dirección este-oeste, que pudimos excavar en febrero de 1979, que compartían el espacio con urnas de incineración características del Bronce Final163. Muy próximo a todo este conjunto se encuentran algunos cabezos de explotación minera reciente, que hemos explorado minuciosamente sin haber localizado vestigio alguno que pudiera orientarnos hacia una explotación anterior. De hecho, la situación del establecimiento junto a la importante rambla del Ramonete, que le ponía en comunicación directa con el mar, del que tan sólo se encuentra a unos 4 ó 5 kilómetros, y la presencia de un importante nacimiento de agua junto a todas estas tierras conferían al lugar unas condiciones especiales para el cultivo, de ahí toda esta pervivencia cultural del enclave, y en concreto la continuidad del hábitat romano desde época republicana hasta avanzada época imperial (siglo III d.C.). Una nueva villa, se documenta en el paraje de Ifre, a ambos lados de la carretera de Águilas. Situado junto a la rambla de Pastrana, al pie del cabezo del mismo nombre, Siret a finales de siglo XIX localizó un importante poblado argárico en el cerro vecino, donde excavó algunas sepulturas. No podemos ofrecer, en lo que se refiere a este yacimiento, una visión aproximada de las estructuras de la villa, ya que el lugar se halla muy removido al ser todo terrenos de cultivo, por lo que es prácticamente imposible determinar su extensión. El material cerámico aparece muy fragmentado y disperso a ambos lados de la rambla y presenta un predominio de cerámicas tardías especialmente terra sigillata clara A y D, que nos llevan a centrar esta explotación agrícola entre los siglos II y IV d.C.

Ramallo Asensio, S., “Hallazgos de la Edad del Bronce en el Llano de los Ceperos (Ramonte, Lorca, Murcia)”, AUM, XXXVIII, (3), 1979-80; Ros Sala, M.M., “Nuevas aportaciones para el conocimiento del Bronce Final en el complejo arqueológico Parazuelos-Llano de los Ceperos (Ramonete-Lorca, Murcia), AnMurcia, 1, 1985, pp. 117-122.

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Otra posible instalación agrícola de la que disponemos de una mayor información es la de Las Amoladeras o la Mezquita. De este paraje González Simancas nos ofrece una breve referencia y señala la aparición de sepulturas164. Se encuentra situado junto al poblado argárico de las Víboras, al pie del cerro donde se asienta aquel, en la parte más baja, en tierras actualmente dedicadas al cultivo, por lo que todo el conjunto aparece muy removido siendo por el momento imposible delimitar estructuras, aunque verbalmente nos han informado de la aparición de fustes de columna y elementos arquitectónicos que no hemos podido localizar. La cerámica es muy escasa, en superficie hemos recogido algunos fragmentos de cerámica común y algunos de sigillata clara D, entre los que sobresale un fragmento de fondo de un gran plato estampado con círculos concéntricos que nos llevaría hasta el siglo IV d.C. El hallazgo y excavación dentro del plan de excavaciones de urgencia del Museo Arqueológico Provincial de una necrópolis denominada como “Casas de la Huerta”, adscrita a la citada instalación agrícola, arroja nuevos datos para el mejor conocimiento del yacimiento. Se trata de una necrópolis de inhumación con enterramientos en sarcófagos rectangulares de tegulae y con caja de madera en algún otro, de la cual se conservaban los clavos. El total de enterramientos exhumados fue de cinco y la dirección de los mismos oeste-este165. La cronología de la necrópolis es difícil de precisar por si misma, ya que es un tipo de enterramiento con una cronología amplia, pero algunos indicios tales como las cerámicas del entorno y en especial su similitud a la necrópolis de la Molineta (Puerto de Mazarrón), con inhumaciones fechables en los siglo IV-V d.C. nos llevaría a este mismo momento, o quizás algo después.

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González Simancas, Catálogo, p. 384.

Ramallo Asensio, S.F., “Aspectos arqueológicos y artísticos de la Alta Edad Media”, Historia de Cartagena, vol. V, Murcia, 1986, pp. 143-145.

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En general, todo parece indicar que la agricultura en este sector más meridional del conventus carthaginensis debió estar orientada, más bien, hacia el autoconsumo o hacia un consumo interno, en gran parte destinado al abastecimiento de la población más próxima, especialmente del entorno minero, al menos en un primer momento, que absorberían la mayor parte de la producción, lo que daría lugar a la existencia de pocos excedentes para su comercialización en el exterior; por otra parte, las evidencias disponibles no muestran en esta comarca un desarrollo rural y agrícola tan desarrollado como en otras áreas más septentrionales, donde el número de villae agrícolas es mayor y la distancia existente entre una y otra muy escasa. En consecuencia, la aportación de estas actividades a la prosperidad económica y a la riqueza global del conventus no debió ser muy elevada. LA EXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS DEL MAR: PESQUERÍAS Y FÁBRICAS DE SALAZÓN EN EL LITORAL CENTRO-MERIDIONAL DE LA CARTHAGINENSE. Si la minería y la metalurgia asociada constituyen durante época republicana el principal vector económico sobre el que se sustenta el enorme desarrollo de esta comarca situada al oeste de Cartago Nova, desde comienzos de época imperial la pesca y sus derivados se van a convertir en el principal recurso de la prosperidad de todo este tramo costero que constituye la bahía de Mazarrón, impulsando una actividad económica iniciada ya en época prerromana que se ha mantenido hasta fechas recientes. En este sentido, P. Madoz escribía en 1850: “cálase todos los años en las aguas de Mazarrón, en el sitio llamado La Azohía, una almadraba y almadrabeta con barcos que ocupa en este género de industria a muchos hombres para la pesca del atún, bonito, lecha y melva. La flota numerosa de la villa, surte de pescado a toda la provincia, a La Mancha, parte de Valencia y Madrid, tanto del salado como del fresco”166. Este párrafo refleja una tradición y una realidad que han pervivido 166

Madoz, Diccionario , p. 323.

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sin apenas variaciones167 hasta la segunda mitad del siglo XX, ilustrando una actividad económica, refrendada para la época romana por el importante yacimiento de La Azohía que, aunque ha sido excavado sólo parcialmente y de forma muy limitada, muestra una clara vinculación con la explotación de recursos marinos.

Instalaciones romanas de salazón en La Azohía.

Las industrias relacionadas con la pesca alcanzaron en época romana un alto índice de desarrollo, ya no sólo en este tramo central de la costa meriEs interesante recoger a este respecto, la afirmación de M. Ponsich y M. Taradell (“Garum et industries antiques de salaison dans la Mediterranés Occidentale”, París, 1965, p. 93) “mais c’est le filet fixe, appelé de nos jours madrague, almadraba en Espagne, armaçao en Portugal et tonnara en Italia, qui parait avoir été le plus employé pour l’explotation industrielle de la peche et est encore de nos jour”.

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dional del conventus carthaginensis sino también en el resto del litoral hispano, como atestiguan, por citar algunos ejemplos próximos, las instalaciones de Villaricos, (Almería), Isla del Fraile (Águilas), Puerto de Mazarrón, Punta de los Aguilones (Escombreras), Las Mateas (Los Nietos), los Castillicos (Cabo de Palos), y un largo etcétera. La entidad de muchos de estos yacimientos se refleja en la amplia extensión que ocupan las estructuras relacionadas con las salazones, el abundante material cerámico y numismático, e incluso los mármoles y estucos que recubren las estancias más destacadas. Testimonio indirecto de la importancia de estas actividades pesqueras es la inscripción que en la vecina Carthago Nova, los piscatores et propollae dedican a Mercurio y a los lares Augustales. Muy ligada a la fabricación de salsas de pescado estuvo la explotación salinera, para la que este tramo de costa entre las actuales provincias de Murcia y Alicante proporcionaba los requisitos básicos: salinidad de las aguas y fuerte y prolongada insolación. Las referencias literarias a estas actividades y a la calidad de los productos fabricados en las costas hispanas son numerosas168. Al margen de las noticias más antiguas, que se remontan al siglo V a.C. y aluden de forma genérica a las salsas gaditanas, otros autores como Estrabón (III, 4, 6) destacan la abundancia de factorías de salazón, concretamente, en Carthago Nova y en sus cercanías, una afirmación que confirman, plenamente, los restos arqueológicos. Otro texto de Plinio (NH, XXXI, 43, 94) resalta la calidad del garum Al libro clásico de Ponsich, M. y Tarradell, citado en la nota anterior hay que añadir ahora como obras de conjunto sobre este importante apartado de la economía hispana: Etienne, R. y Mayet, F., Les salaisons hispaniques, Burdeos, 2003; Lagóstera Barrios, L., La producción de salsas y conservas de pescado en la Hispania Romana, (II a.C. –I d.C.), Barcelona, 2001. Ponsich, M., Aceite de oliva y salazones de pescado: factores geo-económicos de Betica y Tingitania, Madrid, 1988.

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sociorum que “se obtiene del pez escombro en los viveros de Carthago Epartaria” y añade “dos congrios no se pagan con menos de mil monedas (nummum). A excepción de los ungüentos, no hay licor alguno que se pague tan caro, dando su nobleza a los lugares de los que viene”. Sin duda bajo la “denominación de origen” de la capital hay que incluir, al menos en época alto-imperial, toda la producción de litoral bajo su órbita, centralizada y distribuida a gran escala a través del puerto cartaginense. Otra situación distinta se produciría en época bajo-imperial, periodo durante el cual se multiplicarían los centros de comercialización directa como bien parecen atestiguar los hallazgos del Puerto de Mazarrón y de Águilas. Sobre la importancia del Puerto de Mazarrón como establecimiento romano, Ceán Bermúdez llama la atención sobre el hallazgo de “trozos de columna, bases y molduras de piedra, pedazos de acueductos de argamasa, ánforas de barro y otras antigüedades”. A finales del siglo XIX distintos hallazgos de carácter funerario despiertan el interés de los académicos de la historia169, pero serán sobre todo las excavaciones de urgencia realizadas durante el último cuarto del siglo XX –especialmente las realizadas al pie de la Cuesta del Faro, Paseo del Mar y entre las calles Cartagena y Progreso- las que contribuyan definitivamente a caracterizar la fisonomía de este núcleo de población costero y el importante papel desempeñado, sobre todo, en la historia económica de este rincón suroccidental de la provincia carthaginense durante los siglos IV y V. Como el resto del litoral y de los territorios situados bajo la órbita de Carthago Nova, también el solar del moderno Puerto de Mazarrón contempla 169 Las referencias a los informes y la correspondencia epistolar está recogida en la obra de Gómez Ródenas, M.A., Comisión de antigüedades de la Real Academia de la Historia. Región de Murcia. Catálogo de índices, Real Academia de la Historia, Madrid, 2001, pp. 151-153: sobre hallazgo en Puerto de Mazarrón CAMU/9/7963/6 (1-7) (de 1828)

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muy pronto la presencia estable romana y el desarrollo de actividades vinculadas a la explotación de los recursos marinos. Las cerámica campaniense A (Lamb. 36) y gris de la calle de La Fábrica, junto a bocas de ánfora del tipo Dressel 1A, define un contexto material de la primera mitad del siglo II a.C., muy similar al que se localiza en la cercana Loma de Sánchez, un promontorio situado a muy poca distancia de la costa, o en la fase final de la Punta de los Gavilanes170, aunque debido a la escasez de testimonios que conocemos no podemos precisar si estas primeras instalaciones estuvieron vinculadas con actividades metalúrgicas, pesqueras o, simplemente, portuarias. En el mismo Puerto de Mazarrón, un vaso de terra sigillata sudgálica firmado por el alfarero de La Graufesenque, Iucundus, hallado en un solar de la calle Progreso, permite rastrear la continuidad a lo largo del siglo I, d.C., reafirmada, además, por estructuras de cronología altoimperial –aunque mal definidas- localizadas bajo los restos más tardíos de la factoría de salazón situada al pie del Cabezo del Puerto, donde un grupo escultórico en mármol de niño y mascota pudo corresponder a esta fase alto-imperial, denotando una cierta preocupación de los propietarios por los aspectos ornamentales de la

Es muy interesante, en relación con la fase más antigua, el hallazgo de huesos -que podrían ser humanos- asociados a pequeñas incineraciones, relacionadas en un mismo nivel con cerámicas campanienses y fosas vacías, colmatadas con material de época alto-imperial, halladas en una parcela de la C/Fábrica – C/ Corredera. Vid. Agüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., “C/ Fábrica y C/ Corredera (Puerto de Mazarrón)”, X JPHA, Murcia, 1999, pp. 39-40. En la vecina población de Águilas, donde el registro arqueológico muestra una evolución histórica muy parecida a la del Puerto de Mazarrón, se ha constatado una fase republicana (ss. II-I a.C.) con estructuras, en las cercanías del Puerto de Levante, protegida por el Cerro del Castillo, vid. Hernández García, J. de D., “Excavaciones en el casco urbano de Águilas: calle Floridablanca confluencia con calle Juan Jiménez y Martos, calle San Juan, 1”, Mirando al Mar I, 1999, p. 88. No obstante, en el caso del Puerto de Mazarrón habrá que esperar a que se publiquen los resultados de los análisis de las urnas cinerarias. 170

[138]

instalación171. Por otra parte, la secuencia histórica se completa durante los ss. II-III d.C. con el abundante material cerámico extraído de la dársena de la Ribera con motivo de los dragados del Puerto de Mazarrón172 y con los niveles de los siglos I-III d.C. de la C/ Fábrica – C/ Corredera, caracterizados por las producciones sudgálicas y africanas A, aunque, de momento, sin estructuras arquitectónicas173. Pero son los edificios excavados en el paraje de El Alamillo los que definen mejor la estructura y configuración del hábitat durante este período, que en Cartagena se inicia con un intenso proceso de monumentalización, tras la promoción jurídica, que conlleva la construcción de sus edificios más emblemáticos: foro, curia, teatro, etc. Los edificios que configuran este establecimiento de la costa de Mazarrón se articulan en dos zonas separadas por un amplio espacio central174. El sector residencial está compuesto por una serie de habitaciones con las paredes pintadas con motivos geométricos y vegetales y pavimentos de mortero, a las que se añade una instalación balnear dotada de tepidarium y un caldarium con hypocaustum construido con columnillas circulares

Amante Sánchez, M., “Informe preliminar de la excavación realizada en el Solar de la C/ Corredera nº 65-67 del Puerto de Mazarrón”, MemArqMurcia, 6, 1991 (1997), pp. 252-256; en particular los restos de las fases definidas como I y II. Para los restos escultóricos: Martínez Alcalde, M., “Factoría de salazones del Puerto de Mazarrón (Mazarrón)”, XIV JPHA, 2003, p. 61. Cfr. para estos programas con pequeñas esculturas de jardín, los hallazgos de la villa de la Huerta del Paturro.

171

172 Fernández Fernández, E. y Pérez Rebollo, F., “Dragados en el Puerto de Mazarrón y prospecciones subacuáticas en Águilas”, MemArqMurcia, 5, 1996, pp. 292-311.

Agüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., “C/ Fábrica y C/ Corredera (Puerto de Mazarrón)”, X JPHA, Murcia, 1999, pp. 39-40.

173

Amante Sánchez, M., Pérez Bonet, M.A. y Martínez Villa, A., “El complejo romano del Alamillo (Puerto de Mazarrón)”, MemArqMurcia, 5, 1996, pp. 327-341.

174

[139]

de caliza y tubuli rectangulares adosados a las paredes, que comunican el subsuelo con la estancia. El sector artesanal parece que se articula también en torno a un espacio central y está compuesto por varias habitaciones de distinto tamaño y un complejo de seis piletas revestidas de opus signinum de las cuales cuatro, alineadas, presentan unas dimensiones similares (1,50 m de lado y 0,90 m. de profundidad), en tanto las otras dos, mucho más pequeñas (0,55 m de lado y 0,50 m de profundidad), se disponen de forma perpendicular a la última. Con distintas modificaciones y restauraciones, el complejo del Alamillo debió estar en activo desde mediados del siglo I d.C., sino antes, hasta finales del siglo II d.C. o los primeros años de la centuria siguiente. El limitado número de piletas y sus dimensiones nos hablan de una instalación familiar, aunque de cierta envergadura que dedicaría parte de sus esfuerzos a la fabricación de salsas de pescado, actividad económica que complementaría, probablemente, con la explotación de otros recursos (Anexo II).

Balsas e instalaciones de salazón del Alamillo.

[140]

Un desarrollo cronológico y una estructura similar debió mostrar la villa del Rihuete, situada a escasos metros de la del Alamillo, excavada por P. San Martín en 1976, que presenta bajo las estructuras de época augústea un contexto republicano, mal definido, asociado a plomos de red, anzuelos y otros artilugios relacionados con labores de pesca. A comienzos de época imperial –y sin que se pueda establecer una conexión directa entre ambos períodosesta instalación adopta un aspecto más monumental, con la construcción de, al menos, cinco estancias rectangulares alineadas, pavimentadas con opus signinum, más otra circular sin este tipo de pavimento, de la que sólo se conserva la mitad.

Villa del Rihuete, excavada en 1976.

[141]

Tres de los solados mostraban decoración geométrica a base de meandros y reticulados de rombos de teselas blancas, que en la estancia de mayor importancia se completaba con un doble motivo heráldico de formas acorazonadas y espirales que ocupaba una exedra rectangular en uno de los ángulos de la habitación y la inscripción, enmarcada por una cartela de teselas blancas, si es fur foras, -algo así como “si eres ladrón, ¡fuera!”-,

emplazada

frente al ingreso.

Villa del Rihuete, excavada en 1976.

[142]

Detalles de uno de los pavimentos de opus signinum de la villa del Rihuete.

Directamente colocado sobre uno de los pavimentos apareció el cadáver de un individuo adulto, junto a restos de clavos, que delataban la presencia del féretro de madera, y un reducido ajuar compuesto por dos anforillas de unos 20 cm de altura, una lucerna y una moneda. Otra sepultura, localizada

[143]

también a un metro aproximadamente por debajo del pavimento de la casa, contenía como ajuar dos ungüentarios de vidrio. La cronología, de estas sepulturas, probablemente, segunda mitad/finales del siglo II d.C., señala el momento de abandono para esta instalación. No obstante, la interpretación de este complejo resta incompleta, ya que una parte de las estructuras debió ser destruida al construir y asfaltar la carretera que atraviesa el yacimiento. Uno de estos espacios, situado, precisamente, delante del patio que separa dos de las habitaciones con pavimento decorado conservaba la media caña de mortero hidráulico que caracteriza a balsas y piletas. Más difícil de definir funcionalmente son los restos de tres pequeñas piletas alineadas de unos dos metros de lado, separadas por muretes de 0,300,40 m. de ancho y recubiertas de argamasa, situadas unos 200 metros al oeste de la fundición romana de La Gacha (vid. supra), aunque separadas en la actualidad por la carretera que comunica las localidades de Puerto de Mazarrón e Isla Plana. A pesar de que la ausencia de excavaciones impide mayores precisiones, se podría pensar en una instalación similar a la del Alamillo, con la que las piletas muestran estrechas concomitancias. Pero sin duda, cuando toda esta zona alcanza el máximo apogeo es durante el siglo IV y, al menos, parte de la centuria siguiente175, período en el

175 Son muy explícitos los materiales hallados en los Dragados del Puerto de Mazarrón, en los que las ánforas de los siglos III al VI, y especialmente las que corresponden a las dos centurias centrales de este ámplio período constituyen aproximadamente el 50 % del total de los restos anfóricos clasificables recuperados. Vid. Pérez Bonet, M.A., “La economía tardorromana del SE peninsular: el ejemplo de El Puerto de Mazarrón (Murcia)”, AntigCrist, V, 1988, pp. 471-502, especialmente, p. 472. La abundante moneda de época bajo-imperial, refrenda la información del material cerámico. Vid. Lechuga Galindo, M., “Numismática tardía de la región de Murcia. El conjunto de monedas de Puerto de Mazarrón (Murcia)”, AntigCrist, 5, 1990, 259-264, donde analiza un conjunto de 23 piezas encuadradas cronológicamente entre el 325 y el 395 (Constancio II y Teodosio I) hallados bajo la iglesia del Puerto de Mazarrón.

[144]

que parece producirse un proceso de concentración de estas actividades en grandes factorías dotadas de

instalaciones

más

complejas,

que aglutinan los esfuerzos de un elevado

contin-

gente de población. Uno de los testimonios

más

evidentes de esta prosperidad

lo

proporciona

la

factoría de salazón de pescado excavada en un Solar de la C/ Torres,

esquina

San Ginés, entre Cubetas de salazón de la factoría del Puerto de Mazarrón,

los años 1976 y

conservadas bajo el edificio “AquoteP”.

1977, y conserva-

da parcialmente en los bajos del Edificio Insignia, musealizada como Sala Arqueológica Municipal176 (Anexo 1). Martínez Alcalde, M., “Factoría de salazones del Puerto de Mazarrón (Mazarrón)”, XIV JPHA, 2003, pp. 60-62.

176

[145]

El complejo, consiste en una serie de piletas de diferentes tamaños y profundidades, revestidas con mortero hidráulico para su impermeabilización, que conviven con otras salas destinadas a la maceración de pescados, preparación, almacén, y administración. Dos de estas grandes cubetas estaban colmatadas por un relleno de ánforas de pequeño tamaño177 y sigillatas africanas D, características de la segunda mitad del siglo IV y primera mitad de la centuria siguiente.

Anforilla de salazón de la factoría del Puerto de Mazarrón. 177 Ramallo Asensio, S., “Envases para salazón en el Bajo Imperio”, VI CIAS, (Cartagena, 1982), Madrid, 1985, pp. 435-442.

[146]

Una vez analizados los residuos de pescado hallados en el interior de las balsas se pudo determinar que pertenecían a la variante conocida popularmente como paparda –Scomberesox saurus-. Restos de otras cinco piletas del mismo complejo han sido identificadas, parcialmente, al realizar una zanja para infraestructuras en la calle La Torre178. Por otra parte, abundantes escamas y espinas de pez, junto a aparejos de pesca: anzuelos, agujas para reparar redes, fueron recuperados entre un conjunto de once habitaciones de dimensiones variables, excavadas en la C/ Pedreño, a escasos 40 m de distancia del complejo de piletas o saladeros exhumado en torno a las calles Pedreño y San Ginés por lo que debieron formar parte de la misma factoría, desempeñando otras tareas relacionadas con todo el proceso de preparación y comercialización del producto179. Asimismo, se han interpretado como almacenes de este mismo complejo industrial los restos de tres habitaciones excavadas en la calle Corredera, a escasos 30 m de las cubetas de salazón, situadas más próximas al mar180. Por otra parte, los trozos de columna y elementos arquitectónicos hallados en la Plaza del Mar, muy cerca de las instalaciones industriales, pudieron haber formado parte de zonas porticadas, o como en el gran almacén que bordeaba los flancos occidental y meridional de la factoría norteafricana de Cotta, de sustento a las cubiertas181. Desconocemos la relación que estas piezas puedan tener con las halladas en 1827 al construir un Fernández Matallana, F. y Fuentes Miralles, F., “Supervisión arqueológica en la calle La Torre del Puerto de Mazarrón”, XVI JPH, Cartagena, 2005, pp. 292-293.

178

Pérez Bonet, M.A., “La excavación de urgencia de la C/ Pedreño. Informe preliminar”, MemArqMurcia, 4, 1993, pp. 141-145. 179

Amante Sánchez, M., “Informe preliminar de la excavación realizada en el Solar de la C/ Corredera nº 65-67 del Puerto de Mazarrón”, MemArqMurcia, 6, 1991, pp. 252-256, especialmente, p. 256.

180

Ponsich, M., Aceite de oliva y salazones de pescado: factores geo-económicos de Betica y Tingitania, Madrid, 1988, pp. 150-159, ff. 82-84.

181

[147]

Restos de elementos arquitectónicos hallados junto a la factoría de salazones del Puerto de Mazarrón.

almacén “sobre un montecillo, en la orilla del mar, como a distancia de 20 varas [16,71 m.] trozos de varias columnas que debían bordear una estructura descubierta –tal vez una balsa o cubeta- de 16 palmos en cuadro [3,36 m] y 14 de alto [2,94 m.], formando una especie de atrio o patio enlosado”, similar a los que encontramos en otras factorías de salazón de la costa hispana y norte africana. Entre las cerámicas halladas en el edificio, según la descripción, llamaban la atención “algunas tan raras de tres palmos de largo, medio de ancho en su medio, tres dedos en su boca y su asiento conserva la figura y dimensión de un medio huevo”, dimensiones que coinciden, básicamente, con las de las anforillas descubiertas en los rellenos de algunos saladeros excava-

[148]

dos en 1977. También entre los restos se recuperó una inscripción funeraria182. Cerca de la factoría, en el Cabezo de la Era, se han excavado cinco viviendas unifamiliares, con sus estructuras, aterrazadas, adecuadas a la topografía del monte, separadas por calles o callejones y compuestas en su mayor parte por tres o cuatro piezas183. La denominada casa A presenta mayores dimensiones y está formada por diez estancias inscritas en una superficie rectangular y organizadas en torno a dos espacios centrales abiertos a los que se accede directamente desde la calle.

Viviendas tardorromanas de la C/ Era. Carta de 15 de julio de 1827 de D. Agustín Juán y Poveda a D. José Muso y Valiente. RAH, CAIMU/9/3928/7(5).

182

183 Ruiz Valderas, E., “Núcleo urbano y necrópolis de la calle Era en el Puerto de Mazarrón”, Verdolay, 3, 1991, 45-58.

[149]

En las restantes casas destacan las grandes dimensiones del salón de ingreso desde donde se llega a las otras habitaciones. Un elemento común a todas estas viviendas es la existencia de rebancos adosados a los muros en aquellas salas que sirven de vestíbulo para la redistribución hacia los restantes departamentos. En el aspecto edilicio, los muros se levantan sobre zócalos de mampostería irregular con alzados de adobe; las estancias de mayor entidad presentan un enlucido de barro trabado a los muros con fragmentos de paredes de ánfora, mientras que los pavimentos están compuestos por sucesivas capas de barro apisonado184. El contexto material permite fechar estas estructuras entre la segunda mitad del siglo IV y las primeras décadas del siglo V, datación que coincide con el período de máxima actividad de la factoría de salazón. La intensa actividad económica y comercial lleva implícita otra serie de necesidades, hornos domésticos, baños, talleres de forja185, alfarerías, además de almacenes y sobre todo, balsas de grandes dimensiones, ya que los procedimientos asociados, tanto los relacionados con la producción de salsas, como la fabricación de contenedores para su comercialización y almacenamiento, requieren gran cantidad de agua. Trazas de la cámara de combustión de un 184 Para las características esenciales de la edilicia doméstica de época tardorromana, vid. Ramallo Asensio, S.F., “Arquitectura doméstica en ámbitos urbanos entre los siglos V y VIII”, Visigodos y Omeyas. Un debate entre la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media. Anejos de AEspA, XXIII, Madrid, 2000, pp.367-384.

Cómo tales han sido identificadas unas estructuras halladas en la calle Corredera y Plaza del Mar. Véase, Fernández Matallana, F. y Zapata Parra, J.A., “Excavación de urgencia en el solar de la calle Francisco Yúfera 21 esquina calle Corredera del Puerto de Mazarrón, XV JPHA, Murcia, 2004, pp. 72-73, donde se ha identificado “una estructura circular de piedra y un posible horno con losas de cerámica”, junto a escorias de fundición de hierro. También, para la otra parcela, Fernández Matallana, F., Excavación de urgencia en el solar de la Plaza del Mar, nº 2 (Puerto de Mazarrón), XV JPHA, 2004, pp. 70-72, con restos de “alguna barra de hierro y escorias de este mineral”. 185

[150]

horno se han identificado junto a las viviendas de la calle Era186, si bien no se puede establecer su función doméstica o artesanal, ya que sabemos por distintas fuentes que instalaciones de este tipo eran empleadas en las factorías de salazón para acelerar el proceso de maceración de las salsas de pescado187. Precisamente, las construcciones de carácter hidráulico constituyen otro de los elementos que definen el paisaje del yacimiento de Puerto de Mazarrón. Hasta ahora el ejemplo mejor constatado es el de la C/ Cartagena, bajo el antiguo cine Serrano, donde se ha podido excavar parte de una gran balsa con las paredes reforzadas con contrafuertes, uno de cuyos lados tiene una longitud de 41 m, con una profundidad de 3,60 m lo que ha permitido a su excavador calcular una capacidad de 13,5 millones de metros cúbicos. Este receptáculo habría sido utilizado como vertedero a partir de un momento, aún no precisado del siglo V, como parecen atestiguar las ánforas (Keay XXIII, XXXV, XIX, XXVI, LV, XXV) y las africanas de mesa (61B, 67A, 76, 81B, 91B, 103B) halladas en su interior188. El segundo conjunto hídrico localizado en esta población se ubica en gran parte bajo las actuales calles Cartagena-esquina San Juan y C/ San Isidro, y sólo ha sido parcialmente identificado189. Consiste en una Agüera Martínez, S. y Martínez Alcalde, M., “Excavación arqueológica calle Era (sur) del Puerto de Mazarrón”, XVI JPHA, Cartagena, 2005, pp. 300-301.

186

M. Ponsich y M. Tarradell, Garum et industries antiques de salaison dans la Mediterrane Occidentale, París, 1965, p. 103.

187

Amante Sánchez, M., “El vertedero romano tardío del cine Serrano – C/ Cartagena (Puerto de Mazarrón, Mazarrón, Murcia). Noticia preliminar”, MemArqMurcia, 4, 1989 (1993), pp. 217-223. Hay que tener en cuenta también que parte de las piletas de salazón excavadas en 1976 en la factoría de la calle La Torre, aparecían colmatadas por una gran cantidad de cerámicas, destacando sobre todo, los spatheia de producción local derivados del tipo Keay XXVI.

188

Agüera, S. e Iniesta, A., “Actuaciones arqueológicas en la calle Cartagena del Puerto de Mazarrón. Las termas romanas de la calle Cartagena”, MemArqMurcia, 9, 1994, pp. 302325.

189

[151]

balsa y una red de canalizaciones asociadas de alimentación y desagüe, a veces de escaso caudal, que se han puesto en relación, al menos en parte, con una posible y dudosa instalación balnear excavada en 1972 en la calle Cartagena. Si bien modestas instalaciones de baños son un componente habitual en estos núcleos costeros, como bien se ha podido constatar en la vecina población de Águilas, los datos que aportan los restos de Puerto de Mazarrón son aún muy limitados para que podamos caracterizarlos dentro de la tipología de los establecimientos de baños, e incluso las remodelaciones y transformaciones que conoce a lo largo del tiempo dificultan aún más su correcta interpretación. No sería, por otra parte, descabellado, relacionar también estas instalaciones con un posible barrio alfarero, si bien de momento las evidencias se reducen a unos pocos fragmentos defectuosos o de desechos de alfar. En estrecha relación con todo este complejo habitacional e industrial hay que colocar una importante y extensa necrópolis situada en el barrio de la Molineta, con deposiciones que se extienden entre los siglos IV y V. Sobre este cementerio hay noticias del hallazgo casual de sepulturas en la documentación de la Real Academia de la Historia y González Simancas dice haber visto allí “un tosco sepulcro, labrado en caliza gris del país que se descubrió hace años al abrir los cimientos de una casa cercana al lugar donde hoy está abandonado”190. Precisamente, un sarcófago rectangular de piedra, liso y de 1,92 m de

González Simancas, Catálogo, p. 361. Probablemente, se trate del sepulcro descubierto en 1837 “en la orilla del mar de este Puerto, labrado toscamente de una sola pieza de piedra caliza compacta , de once palmos y medio de largo, tres de ancho en su parte superior o cabecera; dos y medio en la inferior; dos palmos y cuatro dedos de alto; el grueso de las paredes tiene cuatro dedos, y su fondo o suelo dos palmos y cuatro dedos. Cubrían este sepulcro varias losas; una de ellas de la misma piedra caliza, de cuatro palos de largo y tres de ancho, sin inscripción alguna; y los laterales de barro cocido”. La noticia se conserva en una carta de D. Agustín Juan y Maurandi a la Real Academia de la Historia, CAIMU/9/3929/7(14). 190

[152]

largo por 0,73 m de ancho y 0,60 m de profundidad, hallado en el nº 6 de la Calle Trafalgar, fue trasladado en 1980 y acondicionado en el Museo Arqueológico Provincial191. Por otra parte, un grupo de enterramientos pertenecientes a esta necrópolis fue excavado en 1972 por Jorge Aragoneses, aunque los resultados no se han llegado a publicar, si bien todos los hallazgos se encuentran almacenados en varias cajas en los fondos del MAP192. Otras sepulturas han podido ser excavadas durante los últimos años en las calles Trafalgar, Cartagena, Gallo, Santa Teresa, Pedro Pérez, Fábrica/Corredera y San Hilario193. Todos ellos han permitido concretar las características de este cementerio, muchas de las cuales se reproducen en la cercana necrópolis de

Noticia publicada en el Diario La Verdad de Murcia, de 1 de junio de 1980, aunque las dimensiones no coinciden con el de González Simancas, que medía 2,90 m de longitud, dimensiones que nos parecen demasiado grandes-, y 0,65 m. de anchura y altura. 191

192 En un artículo publicado en el diario La Verdad de Murcia (18-1-1972) se menciona el hallazgo de “varios esqueletos, unos en tierra y otros en fosa con muros de mampostería trabajados con mortero de cal. Una de ellas aparece tapada con cuatro losas y otra con cinco. Por encima de las losas se ha encontrado una cubierta de opus testaceum o de obra de cerámica”. Según la citada noticia, entre los enterramientos aparecieron numerosos fragmentos de terra sigillata clara D, pertenecientes a una lucerna, algunos fragmentos de plato estampado y una pequeña moneda de bronce.

Informes de los trabajos más recientes en: Martínez Alcalde, M., “Excavaciones en la necrópolis tardorromana de La Molineta del Puerto de Mazarrón”, XII JPHA, 2001, pp. 39-41; López Campuzano, M., “Carta Arqueológica y estudio sedimento-estratigráfico y cultural de la Necrópolis de La Molineta (Puerto de Mazarrón, Murcia)”, XI JPHA, 2000, pp. 51-52; Agüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., “C/ Fábrica – C/ Corredera del Puerto de Mazarrón (2ª Fase)”, XI JPHA, 2000, p. 54-55; Agüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., “C/ Fábrica – C/ Corredera del Puerto de Mazarrón”, X JPHA, 1999, p. 39-40; Page del Pozo, V., “Extracción de dos enterramientos romanos en C/Cartagena esquina C/Gallo (Puerto Mazarrón)”, X JPHA, 1999, p. 40; Agüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., “Actuación arqueológica en el casco urbano del Puerto de Mazarrón: el solar de c/Nueva nº 11 – callejón de la Sal”, IX JPHA, 1998, p. 46; López Campuzano, M., “Necrópolis de La Molineta (Puerto de Mazarrón)”, X JPHA, 1999, pp. 28-29; Agüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., Actuaciones arqueológicas en el casco urbano de Mazarrón, VII JPHA, 1996, p. 35-36.

193

[153]

San Antón (Cartagena)194. El tipo más habitual es el de inhumaciones en fosa rectangular con la sepultura construida con muretes de mampostería, -formada por piedra de mediano tamaño trabada con cal o argamasa de cal y barro- con la cara interior revocada, o no, y, a veces, parcialmente excavada en la roca natural, que suele constituir también la base, bien simplemente recortada o, en otras ocasiones, regularizada con argamasa. En otros casos, en lugar de muros de piedra las paredes de la sepultura se confeccionan con tegulae planas, dispuestas de forma horizontal en la base y vertical en las paredes. No faltan enterramientos más sencillos, excavados simplemente en la roca natural y sin ningún tipo de terminación, junto a otras recortadas en el terreno con las paredes de abobe, barro y piedras pequeñas, enlucidas con cal. En general, predominan las sepulturas individuales, aunque con enterramientos múltiples, que comparten el espacio con otras dobles. Precisamente, entre estas últimas destaca por su cuidada ejecución el sepulcro hallado en 1981 en la calle Gallo, en cuyo proceso de documentación, dirigido por Ros Sala, participó el que suscribe este trabajo junto a R. Méndez Ortiz195. Se halla excavado en el terreno natural y esta formado por dos fosas contiguas y rectangulares de dos metros de profundidad, 2,70 m. de longitud y 0,60/0,62 de anchura, construidas por sus cuatro lados por muretes de

Un intento de sistematización morfológico de las sepulturas de la Molineta puede verse en: Amante Sánchez, M. y García Blánquez, L.A., “La necrópolis tardorromana de La Molineta, Puerto de Mazarrón (Murcia). Calle Sta. Teresa, núms.. 36-38”, AntigCrist, V, 1988, 449-469; García Blánquez, L. A. y Amante Sánchez, M., “La necrópolis de la Molineta (Puerto de Mazarrón)”, MemArqMurcia, 4, 1993, 245-260.

194

Los primeros trabajos de limpieza y excavación fueron realizados por D. Saturnino Agüera, de manera que cuando nosotros la conocimos y documentamos se erigía aislada, como un cerro testigo, en el centro del solar, situación en la que ha permanecido hasta su extracción y traslado 1998. Vid. para estos últimos trabajos, Page del Pozo, V., “Excavación y traslado del sepulcro romano de la calle del Gallo-calle Cartagena (Puerto de Mazarrón, Murcia)”, MemArqMurcia, 13, 1998, pp. 211-220.

195

[154]

Sepultura doble de la necropolis de La Molineta excavada en la calle Gallo en 1981.

mampostería y separadas entre sí por un tabique intermedio de 0,35 m. de ancho. Las paredes interiores, el fondo y un reborde en la superficie estaban recubiertas por un mortero de opus signinum liso, técnica que se utilizó también para sellar la tapa de las sepultura, formada por grandes lajas planas de piedra. Una mayor prestancia adopta el panteón familiar hallado en la C/ Santa Teresa196; tiene forma cuadrangular, y está excavado, como la mayor Amante Sánchez, M. y López Campuzano, M., “La necrópolis de la Molineta: Aproximación a la historia social y económica en el Puerto de Mazarrón (Murcia) durante la antigüedad tardía”, AntigCrist, VIII, 1991, pp. 471-494. Se ha señalado la existencia de otros panteones de características similares en otra parcela de la calle Santa Teresa esquina con San Isidro, aunque al no haber sido publicados todavía con detalle no podemos precisar más detalles. Vid. Martínez Alcalde, M., “Excavaciones en la necrópolis tardorromana deLa Molineta del Puerto de Mazarrón”, XII JPHA, Murcia, 2001, p. 39.

196

[155]

parte de las sepulturas, en el terreno natural. En su interior contenía cuatro compartimentos contiguos alineados y separados por muretes de 0,40 m de anchura construidos de ladrillo y argamasa, determinando nichos rectangulares de 2 m de longitud y 0,50 m de ancho, contiguos a un corredor transversal que ocupaba toda la anchura de la cámara funeraria. Sobre la cámara funeraria se alzaría, probablemente, un segundo cuerpo en forma de mausoleo. El deseo de diferenciación y la mayor complejidad de este sepulcro permiten entrever la existencia de desigualdades sociales en el seno de la comunidad. En estrecha relación con el espacio sepulcral hay que poner un pequeño edificio con cabecera absidal descubierto en la C/ Pedro Pérez, asociado a una pequeña sepultura infantil pegada al muro noreste197, que muestra en un segundo momento una serie de adiciones que complican su interpretación. En cualquier caso, su forma singular con el ábside en uno de los lados podría conferir al edificio una función de carácter cultual. Paradójicamente, no se han documentado enterramientos en ánfora, tan habituales en este período y en otras necrópolis próximas como la de San Antón en Cartagena. La presencia de clavos que bordean en algunas sepulturas el cadáver parece atestiguar la deposición en ataúdes de madera, aunque el sudario debió ser más frecuente. La orientación es mayoritariamente esteoeste con la cabeza hacia poniente y los pies a oriente, reproduciendo la disposición habitual de las sepulturas a partir del siglo IV d.C., si bien es ya habitual desde la generalización del rito de la inhumación a partir del siglo III. No obstante, en las sepulturas de la calle San Vicente, bajo la Iglesia del Puerto, la orientación es norte-sur, con la cabeza hacia el sur. En esta zona periférica de la necrópolis de La Molineta, las sepulturas corresponden a simples fosas ovaladas recortadas en la roca, si bien se han querido reconocer los restos de

197

Ibidem, p. 475-477.

[156]

un posible panteón198. Al margen de la orientación, en líneas generales, el cadáver se coloca decúbito supino con los brazos cruzados sobre el abdomen, o bien con las manos sobre la pelvis. Carecen de ajuar, salvo pequeños adornos de uso personal: pendientes, alfileres de cobre con distintas terminaciones, anillos, y, de forma excepcional, alguna pulsera, que formaban parte de la vestidura del finado199. Un carácter singular adquiere otra sepultura de esta necrópolis revestida con ladrillos de grandes dimensiones y cubierta con tejadillo a doble vertiente, en uno de los cuales aparece inciso el dibujo de un elefante200.

Ladrillo con un elefante inciso hallado en una sepultura de la necrópolis de La Molineta.

Pérez Bonet, M.A., “El vertedero y la necrópolis tardíos de la C/ San Vicente (Puerto de Mazarrón, Murcia)”, MemArqMurcia, 6, 1995, pp. 242-249, en particular, pp. 246-248.

198

Para los elementos más significativos de estos objetos, y sus paralelos, vid. Ramallo Asensio, S. “Aspectos arqueológicos y artísticos de la Alta Edad Media”, Historia de Cartagena, vol. V, 1996, pp.141-148.

199

Ramallo Asensio, S. F., “Una nueva aportación para el conocimiento de la iconografía del elefante en la Península Ibérica: el ladrillo de Puerto de Mazarrón”, AnMurcia, 1, 1985, pp. 129-131.

200

[157]

Al margen del posible significado de la representación, como símbolo de luz y vida, de victoria sobre oscuridad y muerte201, la pieza es otro testimonio más de las estrechas relaciones que unían este tramo costero del sureste de Hispania con el norte de África -donde a juzgar por el testimonio de Plinio (V, 15) eran muy numerosos-, y de la más que probable circulación de individuos entre ambas riberas del Mediterráneo; sólo así se explica la visión esquemática del paquidermo, dibujado de memoria por algún individuo que los habría visto en la realidad. Estas relaciones, sobre todo comerciales, son aún más evidentes si analizamos el material cerámico de los siglos IV y V, donde la vajilla de mesa, ánforas, e incluso cerámicas de cocina de procedencia africana constituyen las producciones predominantes202. Otra necrópolis de características aparentemente similares a la de La Molineta, aunque también con sugestivas diferencias, ha sido excavada en la ladera noroeste del Cabezo de la Era, junto al hábitat tardorromano antes mencionado203. En ella se han podido excavar 51 enterramientos, con una orientación este-oeste, que incluyen desde sepulturas en fosa rectangular con las paredes revestidas de ladrillo y cubierta con encachado tumular de piedra y argamasa, a simples fosas excavadas en el terreno, donde se depositaba en cadáver, bien en un féretro de madera o bien en un sudario. Un carácter excepcional dentro del conjunto muestra un panteón excavado en la roca, situado en la parte más alta, que contenía dos fosas contiguas realizadas con muros de mampostería y revestidas de argamasa. Otra fosa con cubierta abovedada contenía los restos de veintidós individuos, mientras que una nueva 201

Toymbee, J.M.C., Animals in Roman Life and Art, London, 1973, pp. 53-54.

Pérez Bonet, M.A., “La economía tardorromana del SE peninsular: el ejemplo de El Puerto de Mazarrón (Murcia)”, AntigCrist, V, 1988, pp. 471-502.

202

Ruiz Valderas, E., “Núcleo urbano y necrópolis de la calle Era, en el Puerto de Mazarrón”, Verdolay, 3, 1991, especialmente 49-51.

203

[158]

sepultura descubierta en las excavaciones de 2004, aislada y algo alejada del resto, rompe con la disposición habitual, al estar orientada norte-sur, al tiempo que se inserta entre las estructuras domésticas preexistentes204. Los análisis osteológicos de los individuos exhumados en ambos cementerios realizados por Josefina Zapata205 ha permitido conocer algunos detalles sobre las comunidades que habitaron este rincón del litoral cartaginense entre los siglos IV y VI d.C. En el caso de la Era, destaca el exiguo número de individuos representados menores de dos años a diferencia de lo que sucede en la Molineta. Por otra parte, la mayor parte de los individuos tenía entre 17 y 35 años cuando fue sepultado, mientras que la talla media estimada oscilaría entre 1,55 y 1,65 m; no obstante, como señala la autora, los datos hay que tomarlos con cautela, dado el reducido número de individuos completos que ha podido ser estudiado. Por último, otra de las cuestiones que se ha discutido en relación a estas necrópolis ha sido el de su carácter pagano o cristiano, especialmente para las fases más antiguas. Hasta la fecha, y salvo algunas cerámicas africanas con simbología cristiana, no se pueden asociar directamente testimonios de esta religión con ninguna de las sepulturas, ya que los epígrafes funerarios corresponden a hallazgos antiguos de los que carecemos de información precisa sobre su ubicación original. Una

inscripción

procedente,

según

Hübner,

del

“Puerto

de

Agüera Martínez. S. y Martínez Alcalde, M., “Excavación arqueológica calle Era (Sur) del Puerto de Mazarrón”, XVI JPH, Cartagena, 2005, pp. 300-301.

204

Zapata, J., Restos óseos de necrópolis tardorromanas del Puerto de Mazarrón, Murcia, BAR, I.S., 1214, Oxford, 2004.

205

[159]

Almazarrón”206, fechada por Vives en torno a la segunda mitad del siglo V, o ya en el VI, delata el carácter cristiano, al menos a partir de un determinado momento, de la comunidad allí enterrada, lo que refrenda el hallazgo de sigillatas africanas estampadas con motivos de clara simbología cristiana. El epígrafe es trascrito por Vives207 en los siguientes términos: D [...] / A (alfa) X (monograma de Christo) ϖ (omega) / Syagryus [...] / Xρι, vixit[t] ann(os) plus min (...) / stus in pace / X kal. Martias / [...]. El epigrafista alemán lee depositus en lugar de sepultus. La escueta noticia sobre la procedencia no permite concretar la ubicación original, y si, realmente, perteneció a alguna de las necrópolis del Puerto, aunque tanto la cronología como el credo de la inscripción no contradicen esta atribución. Otra inscripción cristiana que se atribuye a Mazarrón, aunque sin mayor especificación, se inscribe sobre un disco calado de bronce con el siguiente texto: sce Pauline vivas eteoris en el círculo exterior y et semper sedas (et floreas) en el interior, que ha sido interpretado como cama de un freno de caballo208. El autor alemán la recoge de un manuscrito de 1827 conservado en la Real Academia de la Historia, escrito por C. Clemencín. Cfr. Hübner, E., Inscriptiones Hispaniae Cristianae, 1900, I,XV, n. 180. 206

207

Vives, J., Inscripciones cristianas de la España romana y visigoda. Barcelona, 1969, n. 401.

Hübner, E., Inscriptiones Hispaniae Cristianae, 1900, I,XV, n. 420; Diehl, E, Inscriptiones latinae Chistianae Veteres, Zürich, 1967-1970, n. 836; Palol, P., “Algunas piezas de adorno de arnés de época tardorromana e hispano-visigoda”, AEspA, XXV, 1952, p. 305, n. 11, Fig. 3; Vives, J., Inscripciones cristianas de la España romana y visigoda, Barcelona, 1969, n. 401. Ripoll López, G. y Darder Lissón, M., “Frena equorum. Guarniciones de frenos de caballos en la antigüedad tardía hispánica”, Espacio, Tiempo y Forma. Prehistoria y Arqueología, 7, 1994, pp. 277-356, esp. pp. 305-306, sintetiza las distintas interpretaciones en la lectura de esta pieza, que discrepan, sobre todo, en la última palabra de la línea exterior: Hübner, interpreta Eteoris, mientras que Palol (1952) lee eternis (?), si bien en su obra Arqueología cristiana de la España romana (Madrid, 1967, p. 356) sustituye este término por et oris, completando en la segunda línea et semper sedas et floreas in Deo. Por último, Vives (1969) propone la lectura: sce Pauline, vivas et floreas et semper sedas. La desaparición de la pieza, ya desde antiguo, su estado de conservación y la escasa documentación gráfica, impiden mayores precisiones.

208

[160]

Por el contrario, carácter pagano tiene el texto de otro epígrafe (CIL, II, 3529) hallado en 1827 “en las ruinas de un edificio antiguo con doce columnas” en el Puerto de Mazarrón209, trascrito de la siguiente forma: d M. S / ---varia / --- m. VI. Ysta / s T. T. L. De proceder todo este material de la necrópolis, se podría seguir, al margen de su dilatada existencia, un progresivo proceso de cristianización de la comunidad, tras la convivencia inicial, tal vez en sectores diferenciados de la necrópolis, de individuos de ambas religiones. La estrecha vinculación con el África cristiana, una de los más activos focos de propagación del nuevo credo, debió favorecer la rápida propagación de las doctrinas de Cristo, especialmente desde finales del siglo IV, en que se produjo el triunfo definitivo del cristianismo. Finalmente, quedan por concretar los últimos avatares en esta población con anterioridad a la conquista islámica. Para ello, disponemos solamente de documentación arqueológica más limitada y difusa. Las cerámicas de mesa africana y las ánforas constituyen el principal fósil director para constatar la continuidad de un enclave, sobre todo costero, y el pulso económico hasta, al menos, mediados del siglo VII. Junto a estas producciones importadas, las cerámicas comunes y toscas, definidas en estos últimos años en los contextos del teatro de Cartagena amplían y completan las referencias para este momento210. Partiendo de estas referencias cronológicas, ya hemos señalado como el La primera referencia a esta inscripción se halla en Carta de 15 de julio de 1827 de D. Agustín Juán y Poveda a D. José Muso y Valiente. RAH. CAIMU/9/3928/7(5).

209

Ramallo Asensio, S.F., Ruiz Valderas, E. y Berrocal Caparrós, M.C.,”Contextos cerámicos de los siglos V-VII en cartagena”, AEspA, 69, 1996, pp. 135-190; Ramallo Asensio, S.F., Ruiz Valderas, E. y Berrocal Caparrós, M.C., “Un contexto cerámico del primer cuarto del siglo VII en Cartagena”, Contextos ceràmics d’època romana tardana i de l’alta edat mitjana (segles IVX), Arqueomediterrània, 2, 1977, pp. 203-228.

210

[161]

núcleo poblacional del Puerto de Mazarrón y, en general, esta franja costera, presenta un notable dinamismo entre los siglos IV e inicios del VI. Sin embargo, y hasta la fecha, no se han atestiguado, salvo algún caso aislado211, las producciones cerámicas que en la vecina Carthago Spartaria definen los contextos materiales de época bizantina (c. 550-624), lo que parece indicar un momento de abandono hacia el primer cuarto del siglo VI. Pero además, dentro de la continuidad en el marco de este amplio período que traducen las cerámicas del Puerto de Mazarrón se observa una cierta cesura hacia el segundo cuarto del siglo V que coincide con el abandono de las viviendas de la calle Era, la utilización de algunas cubetas de salazón de la factoría como vertedero y, en consecuencia, reducción de la producción de salazones y el cese de las deposiciones, al menos en determinados sectores de La Molineta. Las causas están por aclarar aún, pero no hay que olvidar que, históricamente, ese momento coincide con un período de inestabilidad como consecuencia del saqueo de parte de la Hispania meridional por los vándalos, antes de su salida y fijación en el norte de África. En este contexto, y hacia la tercera década del siglo V, concretamente en el 425, se produce el saqueo de Cartagena, que conocemos por una crónica de Hidacio (Chron. 86)212 y muy posiblemente también del próspero litoral de Mazarrón. Precisamente, a este momento de inestabilidad podría corresponder un tesoriEntre los hallazgos de la calle Alcalá Galiano 4 y 6, se cita un posible fragmento de terra sigillata africana D, Hayes 104C, característica de la segunda mitad del siglo VI, si bien su fabricación puede retrasarse, al parecer, al primer cuarto de dicha centuria. Vid. para la excavación, López Campuzano, M., “Estudio estratigráfico y sedimentológico de la necrópolis de “La Molineta” (Puerto de Mazarrón, Murcia). Implicaciones cronológicas”, MemArqMurcia, 13, 1998 (ed. 2005), p. 231, no

211

Crónica del año 425. 86: Vandali Balearicas insulas depraedantur, Quique Carthagine Spartaria eversa et Hispaniis depraedatis Mauretaniam inuadunt. Ed. Hydache, Chronique, introduction, texte critique, commentaire et index por A. Tranoy, Sources Chretiennes, vol. 218219, París, 1974, vol. I, pp. 126-128.

212

[162]

llo con mas de 180 monedas hallado en una sepultura de La Molineta213. No obstante, desconocemos el impacto que la presencia vándala tiene en este núcleo costero, aunque es evidente que no implica la definitiva paralización de sus estructuras productivas. Algunas construcciones tardías superpuestas a las del siglo IV e inicios del V, identificadas en una parcela de la C/ FábricaC/ Corredera214 y en algunos sectores de la necrópolis de la Molineta, en los que cesan, previamente, las deposiciones atestiguan continuidad del hábitat215, refrendada por las cerámicas africanas características de la segunda mitad del siglo V y los comienzos del VI que se han hallado en distintos puntos del Puerto de Mazarrón, momento que en la vecina Carthago Spartaria se caracteriza por una revitalización edilicia que tiene su mejor exponente en la construcción de un importante complejo comercial sobre los restos del teatro augústeo216. Las relaciones de este tramo litoral con el África vándala y las Baleares integradas en el reino de Carthago desde el 455 continúan siendo fluidas, aunque se intensificarán años más tarde tras la conquista bizantina de ambas riberas del Mediterráneo, norte de África/Baleares en el 534/535 y costa meridional de Hispania hacia el 555. Sin embargo, para esta última fase la documentación arqueológica existente para el litoral situado al oeste de Cartagena, que engloba núcleos tan importantes como los ubicados en la Azohía, el Mojón, Puerto de Mazarrón y Águilas es nula, lo que indicaría una paralización o contracMartínez Alcalde, M., “Excavaciones en la necrópolis tardorromana de La Molineta del Puerto de Mazarrón”, XII JPHA, 2001, pp. 39-41 213

Agüera Martínez, S. e Iniesta Sanmartín, A., “C/ Fábrica y C/ Corredera (Puerto de Mazarrón)”, X JPHA, Murcia, 1999, pp. 39-40.

214

López Campuzano, M., “Estudio estratigráfico y sedimentológico de la necrópolis de “La Molineta” (Puerto de Mazarrón, Murcia). Implicaciones cronológicas”, MemArqMurcia, 13, 1998 (ed. 2005), pp. 230.

215

Ramallo Asensio, S.F. y Ruiz Valderas, E., El teatro romano de Cartagena, Murcia, 1998, pp. 43-48.

216

[163]

ción del hábitat desde el segundo cuarto del siglo VI, aunque, muy probablemente, el proceso se habría iniciado ya en la centuria precedente. En cualquier caso, lo escrito hasta ahora no deja de ser una serie de sugerencias y propuestas que la investigación, sobre todo arqueológica, tendrá que ir contrastando en los próximos años. Se ha intentado establecer un marco histórico general y diacrónico, sobre el que habrá que ir profundizando para conocer las causas que provocan los cambios que a lo largo de este amplio período se detectan y afectan a este importante rincón de la Carthaginense más meridional.

[164]

ÍNDICE

[269]

ALCALDE

.......................................

5

CONCEJAL

.......................................

6

PRÓLOGO

.......................................

7

MAZARRÓN EN EL CONTEXTO DE LA ROMANIZACIÓN DEL SURESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 * INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 * BREVES APUNTES HISTORIGRÁFICOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 * LA VERTEBRACIÓN DEL TERRITORIO: VÍAS DE COMUNICACIÓN . 30 - Las vías de comunicación terrestre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 - Los caminos entre Cartagena y Mazarrón en época islámica. . 45 - La comunicación marítima: principales enclaves costeros. . . . . 46 * LAS EXPLOTACIONES MINERAS EN EL TERRITORIO DE MAZARRÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 - Minas y mineros: principales afloramientos y testimonios arqueológicos de la explotación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 - Las minas de Coto Fortuna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 - Cabezos de San Cristóbal y Los Perules . . . . . . . . . . . . . . . . 79 - Grupo minero de Las Pedreras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 - Centros de transformación y fundición del mineral . . . . . . . . . 104 - Declive y reactivación de la explotación minera . . . . . . . . . . . 119 * LOS RECURSOS AGROPECUARIOS; FUENTES ESCRITAS Y TESTIMONIOS ARQUEOLÓGICOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122 * LA EXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS DEL MAR: PESQUERÍAS Y FÁBRICAS DE SALAZÓN EN EL LITORAL CENTRO – MERIDIONAL DE LA CARTHAGINENSE . . . . . . . . . 134

[270]

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Mar Mediterráneo Plano I.- Restos arqueológicos de época romana hallados en el Puerto de Mazarrón. Propuesta de interpretación. 1.- Factoría de salazón y dependencias relacionadas. 2.- Viviendas de época tardorromana. S. IV-primer tercio del s.V. 3.- Elementos arquitectónicos, estructuras y piletas de salazón. Época alto y bajo imperial. 4.- Piletas y estructuras de carácter artesanal ó industrial. 5.- Estructuras de carácter hidráulico: balsas, conducciones y otras dependencias. 6.- Necrópolis tardorromana. Ss. IV-V. 7.- Necrópolis tardorromana y vertedero. 8.- Necrópolis. Segunda mitad s. V. 9.- Vertedero.

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Fuentes bibliográficas: Confección a partir de la información recogida en la Carta Arqueológica de Mazarrón (Vid. Agüera, Iniesta y Martínez, en MemArq., 8, 1994 (1999). Planos arqueológicos: Factoría de salazón: Martínez e Iniesta, en ArqueoMurcia, 2, 2004, fig.2.; C/ Era: Ruiz, en Verdolay, 3, 1991, lám. I; C/ Pedreño: Pérez Bonet, en MemArq. 4, 1990 (1993), fig. 2; C/ Corredera: Amante, en MemArq. 6, 1992 (1997), fig. 9.7.1; La Molineta: Amante y García Blánquez, en MemArq. 4, 1990 (1993), fig. 1 y 3; López Campuzano, en MemArq. 13, 1998 (2005), fig. 5 y 6; Agüera e Iniesta, en MemArq. 9, 1995 (1999), lám. 5 y 8; San Vicente: Pérez Bonet, en MemArq. 6, 1992 (1997), fig. 1.

Plano II. Complejos arqueológicos de Rihuete yAlamillo. Cartografía de base: Servicio Regional de Cartografía de la ComunidadAutónoma de la Región de Murcia. Planos arqueológicos: Rihuete: San Martín / Ramallo, 1985, fig. 14; Alamillo: Amante, Pérez y Martínez, en MemArq. 5, 1991 (1996), fig. 7.7. N E

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universidad Popular de Mazarrón CONCEJALÍA DE CULTURA AYTO. MAZARRÓN

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