mas sobre la cuestion catalana

July 18, 2017 | Autor: Sergio Mas Díaz | Categoría: Nacionalismo
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Descripción

Carta abierta de un catalán a mis amigos personalistas sobre nacionalismos, federalismos, autonomía, y otras cuestiones. “La révolution que j’appelle, qui fera seule l’Europe, [...] consiste, … à déplacer le centre du système politique, non seulement de la nation vers l’Europe, mais encore vers l’humanité dans son ensemble et en même temps vers la personne” Denis de Rougemont1 “El federalismo como utopía directriz es ciertamente una expresión del personalismo, pero una utopía directriz, ya se trate de pacifismo o de federalismo, no se debe transformar jamás en utopía actual y ocultarse el sentido que le hacen tomar las circunstancias, a veces contra su espíritu” E. Mounier2.

“Toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria, tierra extraña” Espístola a Diogneto3

I.

Pensar la cuestión nacional

El pensador que se ocupa de hablar de colectividades tiene que evitar caer en varias trampas que son peligrosas, no sólo porque afectan a la claridad de la argumentación sino porque nos hace caer en falsas percepciones de lo que uno dice, oye o de lo que otro quiere decir. El primer peligro es el reduccionismo, y dos variantes simétricas de este primer peligro son el culturalismo y el economicismo. No es el Islam la clave para entender las dificultades económicas de muchos países árabes sino una historia colonial, del mismo modo en que tampoco es la falta de valores occidentales lo que explicaría la pobreza en Honduras o Guatemala sino, nuevamente el pasado colonial, y el lugar periférico que ocupan en la organización del sistema económico mundial. Y viceversa, no basta con conocer la división internacional del trabajo para entender la sociedad griega o portuguesa, hay que recordar también el modo en que décadas de dictaduras han frenado el desarrollo de una cultura cívica mientras en otros países la relación de sus ciudadanos con su administración era mucho más avanzada. Hablo de avances, retrocesos y frenos, porque sigo creyendo en la noción de progreso, creo que lo que entró en crisis hace años es la idea de que el progreso sea automático, o , Denis de Rougemont,” Dépolitiser la politique” (1971), en Oeuvres complètes t. III, vol. II, p. 363. París, Éditions de la Différence, 1994. 1

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El Personalismo (1949), en Obras Completas Tomo III (1944-1950), Sígueme, Salamanca, 1990, pp. 540-541 3

Citada por Carlos Díaz en uno de sus libros más personales y entrañables y menos conocidos, sobre la cuestión que nos ocupa: España no, gracias, Fundación E. Mounier, Madrid, 2003.

que la historia tenga una sola dirección, o que avance en línea recta y de modo inexorable: hemos aprendido que hay múltiples variantes y múltiples factores, la modernización de Japón no fue la misma que la de Suecia o la de Corea del Sur, pero si hablamos de modernización en los tres casos es porque hay rasgos que distinguen a las sociedades modernas de las tradicionales; y creo que una democracia es más avanzada que una dictadura, que dotarse de instituciones representativas representa un progreso, igual que lo es eliminar la malaria. Pero las palabras son usadas por analogía y el progreso científico no es lo mismo que el progreso político, y el progreso técnico tampoco coincide con el progreso moral. El segundo peligro a evitar es el esencialismo que, a veces, toma la forma del naturalismo, sabemos que los humanos somos como somos porque somos animales simbólicos, es decir nuestra segunda naturaleza es la cultura. Ni todos los hombres son violentos, ni todas las mujeres sensibles. El reparte de roles es una construcción cultural por eso hablamos hoy de “géneros” en lugar de “sexos” para referirnos al modo en que cada cultura construye los rasgos que considera femeninos o masculinos. Los andaluces no son más ni menos trabajadores que los alemanes, o los africanos, porque no es algo que se lleve en la sangre. El carácter es individual y se forja en sucesivas socializaciones, en la familia, la escuela, el entorno, la empresa, por eso los andaluces que trabajan en las fábricas catalanas o alemanas son tan trabajadores como los rumanos que trabajan en las mismas fábricas, mientras que sus hermanos o primos, los que se quedaron en el pueblo y pasan los días esperando que llegue la cosecha o la vendimia, no son más o menos vagos sino que tienen otras oportunidades de mostrar su capacidad de trabajo. Finalmente, el tercer peligro a evitar es el de las metonimias, cuando se dice que “los alemanes exigen sacrificios a los griegos”, no sólo se toma la parte por el todo4 sino que se construyen falsas unanimidades. Tampoco son los estadounidenses intrínsecamente sionistas o militaristas, sí lo son una minoría poderosa, los parlamentarios, comprada por ambos lobbies, una minoría con capacidad para decidir pero, nuevamente, se olvida que esos políticos tampoco representan a todos sus votantes. Cuando decimos “los ingleses invadieron Irak”, olvidamos que un millón de personas se manifestó en Londres contra la guerra. No fueron los ingleses los que decidieron invadir sino nuevamente una pequeña parte (el gobierno de Blair con apoyo de una minoría de la población) es tomada por el todo. Recordar estas obviedades puede sonrojar pero más sonroja oír algunas de las barbaridades que se repiten cuando la gente se pone a discutir sobre “la cuestión nacional”. Veamos un ejemplo de la facilidad con la que se mezclan los temas y se deja la gente llevar por los sentimientos más irracionales. Cuando mi madre iba a la Monumental a ver a Manolete la plaza estaba llena (de catalanes como ella, en aquella época el turismo no se había masificado aún). Hoy, una parte de la población catalana 4

Son los políticos y banqueros alemanes los que exigen esos sacrificios, no los obreros alemanes de la Volkswagen, ni los estudiantes, los científicos y en una palabra esa mayoría a la que tampoco representan.

ha perdido la afición, otra parte considera un atraso que se haga sufrir a un animal5, pero, básicamente, el parlamento catalán apoyó las demandas de los animalistas porque era un modo de poner fin a “la fiesta nacional” (de “la otra nación”). Detrás de las razones explícitas estaban los fantasmas colectivos. El flamenco es tan popular en Barcelona como en Murcia y algunos de los mejores cantaores actuales son catalanes, pero la “copla” es parte de ese imaginario colectivo, ese fantasma de un pasado del que queremos distanciarnos, junto con el toro, el legionario y su cabra. Durante años me he resistido a entrar en el debate entre nacionalismos, una discusión cada vez más ruidosa, un diálogo de sordos que oscurece otro, más importante y mucho menos audible, el posible debate acerca de los nacionalismos. La mayor parte de los nacionalistas, tanto españolistas como catalanistas creen que no cabe otra relación con las patrias que la suya, la nacionalista, y por lo tanto sólo entienden dos actitudes: la de los que comparten sus sentimientos y la de los que no los comparten (suponen ellos que porque los otros son de otra nación). Esta incapacidad para pensar más allá de la alternativa nosotros-ellos me recuerda la actitud de algunos creyentes que admiten que alguien no crea en “su” Dios sólo si es porque cree en “otro” Dios, (a menudo la tolerancia con los otros creyentes va de la mano del odio hacia los ateos). En el caso catalán, la histórica asimetría de fuerzas entre los dos nacionalismos, el español y el catalán, ha permitido al discurso catalán sentirse durante años víctima, porque efectivamente, los derechos de los catalano-parlantes fueron menospreciados en muchos momentos históricos, es útil recordar no la legislación franquista sino como se vivía esa realidad en el día a día, un ejemplo entre tantos: a mi abuela le hicieron salir de una tienda y volver a entrar saludando “en cristiano”, porque había entrado diciendo “bon dia”. Las actitudes que acompañaron a la prohibición de usar el catalán o de mostrarse diferente durante los primeros años del franquismo eran parte de la misma actitud chulesca y fascista con que los falangistas despreciaban otras diferencias, desde las opciones sexuales a las ideológicas. La memoria de esas humillaciones fue una herida que pesaría en el imaginario colectivo catalán hasta mucho después de la muerte del dictador. La asociación entre nacionalismo español y franquismo parecía tan obvia como la asociación del franquismo con la jerarquía eclesiástica, y el nacionalcatolicismo sería una de las principales fuentes del anticlericalismo hasta hoy y la razón por la que sigue teniendo una virulencia poco comparable a la que encuentra en otros países. Pero, del mismo modo en que esa alianza era contingente, aunque no casual (las dictaduras fascistas siempre han buscado el apoyo de las jerarquías eclesiásticas) y oscurecía el hecho de que muchos militantes antifranquistas eran católicos convencidos, y algunos encontraban en el propio cristianismo las razones para su militancia, la asociación entre nacionalismo español y ultraderecha, también contingente pero 5

A mí, personalmente, me parece otro signo de atraso poner en peligro la vida de una persona para disfrute de un público, aunque lo haga de modo voluntario, pero de eso no se habló en el debate catalán ni tampoco se pensó en prohibir el boxeo profesional.

tampoco casual, está tan asociada en el imaginario de nuestros conciudadanos que parece inconcebible que una persona ponga una bandera en su jardín o en su muñeca con la inocencia con la que lo hacen tantos estadounidenses o daneses, es decir, no para reivindicar ninguna identidad humillada (bandera catalana) ni para provocar a los vecinos (bandera española) sino simplemente para mostrar un orgullo patrio. Al hablar de orgullo, humillaciones, fantasmas e imaginarios colectivos entramos de lleno en el terreno de la sicología social. Es, no sólo inevitable sino necesario, para entender tanto el nacionalismo como otras cuestiones identitarias. El reconocimiento y la autoestima pasan por la aceptación de aquellos rasgos que definen a alguien, desde los rasgos físicos hasta los culturales y del mismo modo en que millones de personas sufren porque sus rasgos físicos no se ajustan a modelos de belleza definidos desde instancias lejanas, también puede ser frustrante toda forma de colonialismo. La falta de reconocimiento engendra resentimiento, odio y violencia, lo vimos en Irlanda, en Euskadi y en Argelia, afortunadamente, la violencia en Cataluña no pasa de ser simbólica. Si bien hay una dimensión positiva en asumir las propias raíces, hay otra patológica que es el chovinismo, y del mismo modo en que no es lo mismo la religión que la superstición o el fanatismo, también los vínculos identitarios tienen grados y patologías. La primera manifestación masiva en Cataluña durante la transición coreó tres reivindicaciones: libertad, amnistía (de los presos políticos) y estatuto de autonomía. El franquismo había negado las libertades políticas y la autonomía catalana y ahora parecía llegada la hora de recuperar ambos. Del mismo modo en que una minoría que ha estado durante décadas o siglos en inferioridad de condiciones no puede acceder a la igualdad real mediante la simple instauración de la igualdad formal, y son necesarias medidas que reparen esa secular asimetría (las llamadas políticas afirmativas o de discriminación positiva utilizadas para restituir los derechos de minorías étnicas o de género), parecía razonable que para restaurar para la lengua y la cultura catalana una normalidad largo tiempo reprimida era preciso una política de apoyo, una discriminación positiva; y así fue como el gobierno autonómico concentró sus esfuerzos en restablecer un equilibrio apoyando a la única lengua que parecía necesitar apoyo. Mientras la mayoría de los periódicos, programas de radio y televisión producidos a nivel estatal o local eran en español, la Generalitat se esforzó en fomentar la prensa, la edición, la televisión y la educación en catalán. Pero una cosa es la discriminación positiva de lo catalán y otra la persecución del español. Cualquiera que haya vivido en Cataluña los últimos treinta años sabe que el español no ha sido perseguido ni oficial ni extraoficialmente, aunque sí que se exigió a los funcionarios de la Generalitat el conocimiento del catalán y se impulsó su uso en las comunicaciones de las administraciones públicas, con desigual éxito, (los maestros lo usaron masivamente mientras en la universidad su uso no estaba tan extendido y en la administración de justicia menos aún). Por otra parte, la realidad cotidiana seguía siendo la misma, la del bilingüismo, tanto en la calle como en las empresas privadas, (para trabajar en las empresas privadas no se exigía el catalán). Las

películas que se emiten en los cines de Barcelona siguen siendo dobladas sólo al español o subtituladas casi siempre en español. Y así, a medida que se fue aplicando el Estatuto de autonomía del 1979, en los años ochenta y primeros noventa, una parte de los catalanes se sintió satisfecha con la nueva situación, mientras otra parte consideró que era un mal menor, comparado con su deseo de ser independientes. Durante años, el número de los que se sentían tan catalanes como españoles o quizás más catalanes que españoles pero cómodos con la autonomía fue mucho mayor del número de aquellos que deseaban romper con el Estado español y construir uno propio, esto se reflejaba tanto en las encuestas como en las elecciones, donde ninguno de los partidos mayoritarios tenía la independencia en su programa electoral. Para entender la dinámica de los últimos años es preciso recordar el contexto en que se pasa de esa situación a la actual: empezando por la política del gobierno Aznar. El deterioro del PSOE tras cuatro legislaturas, ligado a casos de corrupción, (como el del hermano de Alfonso Guerra), los GAL, y otras decepciones del electorado culmina en las elecciones más reñidas de nuestra historia democrática, las de 1996 donde Aznar logra ser investido con el apoyo de CiU (que ya había sido clave en la legislatura anterior, apoyando a un debilitado Felipe González6). CiU tampoco había tenido la mayoría suficiente en las elecciones autonómicas del año antes y había conseguido ya el apoyo del PP para gobernar la Generalitat7). Estos hechos nos sirven, no sólo para situar el momento actual en una perspectiva amplia, sino para recordar que el partido de CiU era uno de los partidos de centroderecha en Cataluña, con unas bases burguesas y una ideología lo bastante ambigua para pactar ora con la centroizquierda ora con la centroderecha. ERC tuvo en esas elecciones un 9,58% de los votos, por detrás de Iniciativa per Catalunya. Aznar volverá a ganar las elecciones del 2000, y ERC pasará entre 1999 y 2003 de 12 a 23 diputados en el Parlamento catalán. El espectacular ascenso del independentismo en 15 años no pasaría de ser una curiosidad si no fuera por todo lo que revela acerca de la crisis del progresismo y de la política institucional en Cataluña, España y el resto de Europa. Y es porque el personalismo es un movimiento comprometido con la liberación de nuestros hermanos y hermanas, con la lucha contra el desorden establecido y las diversas formas de explotación que toma en los diversos lugares del sistema por lo que la reflexión sociológica y política forma parte de los deberes del personalismo. Comprometidos con el cambio de una sociedad injusta pero multiforme y cambiante, debemos examinar las formas distintas que va tomando esa injusticia y estar atentos a los peligros y las promesas que se abren en cada momento. La tentación gnóstica es mayor en momentos como el actual cuando la podredumbre del sistema inspira un asco ante la acumulación de casos de corrupción que podría derivar en un rechazo visceral de lo público, una 6

De hecho, fue la ruptura del apoyo de CiU lo que obligó a Felipe González a adelantar las elecciones.

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Algo que provocó una escisión interna en el PP catalán y la salida de Vidal-Quadras.

tentación a la que no tenemos derecho a sucumbir. Para cambiar esta situación el primer paso es analizarla, sigamos pues con este rápido repaso. El discurso de Pujol, líder de la derecha catalana durante décadas se basaba en la clásica maniobra populista: la identificación entre sus intereses y los del pueblo (catalán), cuando se le atacaba a él o a su partido, se atacaba a Cataluña, cuando algo iba mal, “la culpa era de Madrid”. Lo mismo hacían los gobiernos estatales desde que entraron en la UE, tenían una nueva excusa para todas las medidas impopulares: “la culpa era de Bruselas”. O como se dice a veces, ”la culpa es de Europa”, como si no fuéramos parte de Europa, del mismo modo cuando se dice “España no nos entiende”, se sugiere ya con la misma sintaxis que nosotros estaríamos fuera de esa “España” que nunca nos ha entendido. Lo cierto es que para ser un país multilingüe y plurinacional, como es España, la tradición jacobina ha pesado tanto que pocos son los que tienen siquiera conciencia de que en el territorio del Estado coexisten varias culturas, con lenguas y literaturas tan antiguas como la del propio español. Pero si el Estado español ha sido siempre tan jacobino como el francés ha tenido menos éxito que su vecino en imponer el monolingüismo y si hoy el occitano se encuentra en peligro de desaparición, el catalán no corre ningún riesgo. La falta de transparencia acerca del modelo de distribución de las cargas fiscales fue uno de los argumentos utilizado primero por ERC para sostener que el apoyo de los contribuyentes catalanes al resto de España era excesivo. Cuando el gobierno Aznar inició su política basada en la especulación inmobiliaria, un sector capaz de generar empleo en los sectores con poca formación (un problema endémico del mercado laboral español), se impulsó la llegada masiva de inmigración, mayoritariamente latinoamericana, eran los años del “España va bien”, y Aznar renovó con mayoría absoluta en las elecciones del 2000. Pero España no iba bien, las desigualdades económicas crecían, la calidad de nuestro sistema educativo descendía, nuestra población adulta tenía un porcentaje de gente sin estudios solo comparable a Turquía y el contexto internacional en el año 2000 favorecía las políticas neoliberales de Aznar porque eran las que se habían consolidado en Europa y el resto de Occidente, aunque las protestas de Seattle contra uno de los principales impulsores de esas políticas, la OMC, indicaban un creciente malestar con la forma que estaba tomando la globalización. II.

Del deseo de decidir al “derecho a decidir”

Para entender la relación entre nacionalismos, cambios socioeconómicos, procesos locales y globales tenemos que ampliar la perspectiva y recordar que es eso que se ha llamado “la globalización”, en singular, y que, en realidad, es una suma de procesos. No sólo nos ayudará a entender el auge de los nacionalismos sino también la llamada desafección política, los movimientos “antisistema” y otros factores a tener en cuenta al pensar los movimientos sociales catalanes (o escoceses). Y es que no olvidemos que Cataluña está dentro de España, dentro de la UE y que el conjunto de los países de la OCDE forman parte de un mismo sistema, el sistema- mundo capitalista. Lo que los franceses llaman “los treinta gloriosos años” que van desde la segunda

posguerra hasta mediados de los setenta son los años en que los países ricos del bloque capitalista se dotaron de un sistema de bienestar mientras la competición con los países del bloque del este alimentaba una carrera de gasto militar, unas políticas orientadas al empleo, estabilidad monetaria y un conjunto de regulaciones que podemos llamar el sistema keynesiano de bienestar ligado al modelo fordista de producción. El paso a un modelo posfordista, el progresivo desmantelamiento del sistema de bienestar, la división del mercado de trabajo y la debilitación de los sindicatos, fue la primera fase de la crisis que se abre a finales de los setenta con las dos crisis del petróleo y que se acelera con las medidas de Reagan y Thatcher. No es casual que el independentismo creciese en Escocia tras los años del gobierno Thatcher, años en que aumentó el desempleo y el Estado británico dejó de mostrar su cara amable, como recordaba recientemente un artículo del Washington Post8, las reformas iniciadas por Thatcher en los ochenta y copiadas aquí más tarde por sus discípulos están muy ligadas a la decadencia de la industria escocesa, el aumento del desempleo, y el retroceso en servicios sociales; si añadimos que la mayor parte de los partidarios de la independencia en Escocia se definan de izquierdas y defienden un modelo como el escandinavo entendemos el titular del artículo: “Si Escocia vota por la independencia, la culpa será de Thatcher”. En el caso catalán hay que añadir a estos mismos factores, la misma asociación entre izquierdismo social, nacionalismo y años de desinversión por parte del gobierno de la capital, la retórica neo-nacionalista de Aznar y Rajoy, sus críticas al nacionalismo catalán, y su apoyo al anti-catalanismo. El anticatalanismo es nuevamente, otro fenómeno multiforme, que toma especial virulencia entre el PP valenciano9, también en el PP aragonés10, pero que se difunde por todo el If Scotland votes for independence, it'll be Margaret’s fault (www.washingtonpost.com/.../ifscotland-votes-for-in... 16/9/2014 ). 8

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Como explica el sociólogo Vicent Flor en una entrevista para La Vanguardia: "El anticatalanismo ha logrado ser hegemónico en Valencia". La Vanguardia del 9/07/2011 explicaba la noticia de que este autor había sido atacado violentamente durante la presentación de su libro; como comentaba el periodista “ El suceso, que pudo haber acabado en tragedia por la agresividad de los asaltantes, confirmó la hipótesis de una obra fruto de la tesis doctoral que Flor ha estado trabajando durante años, y en la que se concluye que el anticatalanismo, lejos de desaparecer, está más presente que nunca en la política valenciana, en las instituciones y en las corrientes educativas y culturales”. En la entrevista recuerda Flor que “El anticatalanismo se manifiesta de muchas maneras, y tiene un sector muy radical que se caracteriza por los actos como el que yo sufrí el pasado martes. Después existe un anticatalanismo más difuso, que podemos ver en el actual gobierno de la Generalitat Valenciana, que prohíbe las líneas de enseñanza sólo en valenciano en las escuelas e institutos, o que se pueda ver TV3 en el País Valenciano”.

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Las Cortes de Aragón derogaron la ley autonómica de lenguas de 2009, ley que reconocía el castellano, el catalán y el aragonés como lenguas propias de la comunidad, y aprobaron una nueva norma, con los votos a favor de PP y PAR, mientras la oposición en bloque (PSOE, CHA

PP11 y también entran al trapo campañas contra el cava catalán y otros ejemplos que no vale la pena recordar. El modelo neoliberal que sienta sus bases en los ochenta, queda consolidado con la crisis del bloque del Este, la llamada “caída” del muro, y la difusión del modelo neoliberal en la CEE a partir de su propia constitución, el tratado de Maastricht de 1992, se convierte en hegemónica. La Unión económica y monetaria fijaba los criterios de convergencia para preparar la unificación del euro consolidando un modelo, una constitución económica, basada en la lucha contra la inflación como principal prioridad (a costa de las políticas keynesianas orientadas al empleo). La crisis del 1992-93 enfrió el entusiasmo europeísta en algunos países pero la ampliación a los países del Este y la profundización del proyecto culminó en el Tratado de Amsterdam de 1997, donde se confirmaba la sospecha de muchos europeístas, el llamado “déficit democrático” de sus instituciones y la percepción cada vez mayor de que las políticas gestadas a escala europea no se hacían por los europeos y a veces, ni siquiera para los europeos. El sueño europeísta de personalistas como Denis de Rougemont o Altiero Spinelli, un sueño surgido de las cenizas de la segunda guerra y apoyado por la resistencia antifascista, una unión de los pueblos para poner fin a las guerras, quedaba atrapado en las redes de una burocracia al servicio de lobbistas que diseñaba unas instituciones a su medida, como denunció el propio Spinelli en su último discurso. Con el traslado de transferencias a la UE, la libre circulación de mercancías y de flujos financieros dotaron al capital de poder para presionar a los Estados, amenazándoles con deslocalizar sus industrias (cosa que hicieron) e impulsando una competición a la baja: recortes fiscales, recortes de derechos laborales, etc. El malestar de la globalización12 es el fruto de unas políticas al servicio de las grandes empresas, no de un destino inevitable ni del determinismo tecnológico. Este trasfondo es el que explica el auge de la insatisfacción con la política, la economía, los partidos tradicionales (al ver que los partidos de “izquierda” hacían la misma política social que los de la derecha crece la sensación de que “no nos representan”), y la búsqueda de respuestas y soluciones fáciles e IU) votaba en contra. La lengua oficial de Aragón es el castellano. Aragonés y catalán pierden su nombre y se convierten en simples definiciones geográficas en el Boletín Oficial de Aragón. Así, la fabla es ahora Lapapyp (acrónimo de "Lengua aragonesa propia de las áreas pirenaica y prepirenaica"), mientras que el catalán de la Franja pasa a ser Lapao (acrónimo de "Lengua aragonesa propia del área oriental"). http://www.publico.es/espana/456547/el-anticatalanismosigue-dando-muchos-votos-en-aragon, El público,4/06/2013 11

Según Manuel Chaves cuando era vicepresidente del Gobierno, "calificar de 'esperpento'" como hizo Cospedal el hecho de que Montilla se expresase en catalán en el senado “es una muestra de que los populares usan el anticatalanismo fuera de Cataluña para arañar algunos votos". ABC, 26-05-2010 12

Como explican, por citar a dos de los más claros: V. Navarro, Globalización económica, poder político y estado del bienestar, Ariel, Barcelona, 2000 y J.Stiglitz El malestar en la globalización, Santillana, Madrid, 2002.

ante una situación que se ha vuelto más compleja e insegura que la que había vivido la generación anterior, son factores que fomentan el auge de los populismos, de los discursos que ofrecen explicaciones simplificadas y soluciones fáciles para realidades complejas. Mientras en Francia, Austria, Alemania y otros países “civilizados” una vía de escape para la frustración de las clases trabajadoras, las más perjudicadas por la reestructuración económica, el cierre de industrias y la reducción de ayudas sociales es la xenofobia y el racismo, entre nosotros, afortunadamente13, hay otro chivo expiatorio: Madrid. El gobierno estatal, dirá el gobierno catalán, es la causa de la desindustrialización, de la inflación, de que los hospitales estén masificados y nuestros alumnos sigan a la cola de Europa, etc.,etc.14 La política de inversiones en infraestructuras de Aznar, favoreciendo aquellas comunidades en las que tiene votos que ganar, del mismo modo en que el PSOE había favorecido antes el granero andaluz con subvenciones masivas para que el retroceso de la agricultura no empujase a las masas al paro15, son hechos sabidos. El hecho de que la península se fuese llenando de vías de tren de alta velocidad mientras los poco más de cien kilómetros que separan Barcelona de la frontera seguían sin modificarse, que se encontrase dinero para enlazar Barajas con Madrid mientras el principal aeropuerto de España en número de llegadas el pasado verano seguía sin tener conexión metropolitana con la ciudad de Barcelona, todos estos ejemplos y otros que podríamos recordar alimentaban el discurso de los que se sentían injustamente expoliados, la comparación con el sistema fiscal vasco no hacía más que añadir más sal a la herida. En las elecciones autonómicas del 2003, la izquierda conseguía por primera vez en Cataluña una mayoría suficiente para desplazar a Pujol y su gente, después de 23 años monopolizando el poder, y usándolo para identificarse con Cataluña, así que lo primero que hicieron los miembros del Tripartito fue reivindicar que ellos eran tan catalanes, o sea tan catalanistas, como el que más. Además, para desbancar a CiU el PSC e IC tuvieron que pactar con ERC, que había subido como la espuma consiguiendo 23 escaños del Parlamento autonómico, nueve más que en las elecciones anteriores. Para satisfacer a su socio y al sector catalanista dentro de su partido, Pasqual Maragall decide lanzar una iniciativa, un nuevo Estatuto de Autonomía que amplíe las 13

Digo “afortunadamente” sin ironía: es mejor que la frustración y la ira se canalice hacia un “enemigo” lejano e impersonal, que no que se descargue en el vecino con el que nos cruzamos cada día, convertido en chivo expiatorio simplemente porque tiene la piel más oscura. 14

Y aquí tenemos la primera de las razones por las que hablo de fracaso del progresismo catalán, por su incapacidad para desmontar ese discurso y recordar a sus votantes que si se reducen plazas de guardería o de hospitales es por decisión del gobierno catalán, tan de derechas como el español, y con los mismos intereses espurios (el consejero de Sanidad es otro ejemplo de político al servicio de las empresas privadas de servicios sanitarios, de las que proviene y a las que volverá cuando haya acabado de desmontar el servicio público) . 15

En lugar de aprovechar los fondos europeos para reciclar a esa parte de la población que necesitaba más y mejor formación para tener opciones de trabajar en otro sector con más futuro.

competencias conseguidas en el pacto anterior, y, también, una distribución más favorable de las cargas fiscales. A partir de aquí empiezan a acelerarse los desencuentros entre los políticos del centro del Estado y los de la periferia catalana. El nuevo estatuto es reformado en las Cortes generales (Zapatero había prometido en un mitin, cuando todavía estaba en la oposición, aceptar la voluntad del pueblo catalán) pero las innovaciones del nuevo EA provocan el rechazo del PP y de un sector del PSOE que no admite la idea de que España sea un Estado plurinacional, ni tampoco otorgar a Cataluña un sistema fiscal como el vasco, las Cortes Generales rebajan y modifican muchas partes del nuevo Estatuto para frustración de los muchos catalanes que lo habían votado. El PP presenta recurso de inconstitucionalidad. Mientras, otros estatutos bastante similares pero impulsados desde Valencia y Andalucia16 sí son aceptados. El término “nación” en el nuevo Estatuto era una de las fuentes del conflicto, un término que provocó ya una de las aportaciones de los padres de la constitución española al diccionario, el neologismo de “nacionalidades”, para no tener que reconocer que en España había varias naciones. Es un término que ha tenido y sigue teniendo múltiples definiciones y también hay muchos tipos de nacionalismos, el nacionalismo catalán tradicionalmente ha sido de tipo cultural, es decir no se define, como el de Sabino Arana o el de parte del nacionalismo alemán, en términos étnicos. El propio derecho alemán actual sigue basándose en el jus sangunis, es decir los hijos o nietos de alemanes, aunque hayan nacido en Kazajstán tuvieron el pasaporte alemán en cuanto pudieron salir de la URSS. En Cataluña siempre ha predominado un nacionalismo de tipo cultural, basado en ideas románticas acerca de la cultura y de hecho, la segunda generación de migrantes en Cataluña no tiene ninguna dificultad en asumir tradiciones catalanas como los famosos “castellers”, o insertarse en grupos que en Cataluña están históricamente asociados al catalanismo como ciertos grupos excursionistas o corales, el tejido asociativo está en Cataluña muy impregnado de rasgos nacionalistas, pero de tipo inclusivo. Aquí no hay nada parecido a las Herriko tabernas donde los “maketos” no son bienvenidos, ni nadie ha sido presionado como lo fue en Euskadi durante años, mediante amenazas, intimidaciones que, a veces, desgraciadamente, se llevaban a la práctica17. Recuerdo estos detalles no porque simpatice con el nacionalismo catalán ni pretenda defenderlo, como ya he dicho y repetiré más abajo, me parece una opción políticamente anacrónica y éticamente discutible. Pero si se olvida el civismo del catalanismo y se le confunde con el 16

14 artículos que el PP recurrió del Estatuto catalán tenían una redacción idéntica en el Estatuto de Autonomía de Andalucía, estatuto que sí apoyó el partido presidido por Mariano Rajoy según informa elpais.com/diario/2007/02/07 . 17

Respeto tanto el nacionalismo vasco como el catalán o el kurdo pero lo que quiero recordar es que esta pequeña minoría violenta dentro del amplio y multiforme nacionalismo vasco bastó para crear un clima de violencia y de miedo que no se ha vivido nunca en la Cataluña democrática, algo que conviene recordar ante tanta manipulación informativa.

nacionalismo violento y agresivo que practican otros, como los nacionalistas flamencos, los unionistas del Ulster o los neonazis se está siendo no sólo injusto sino ofensivo para gente que suele combinar la autoafirmación con una actitud bastante respetuosa con la diferencia. Es decir, el nacionalismo en sí mismo no conlleva el racismo ni la xenofobia, del mismo modo en que el catolicismo tampoco implica la quema de herejes. Y así, mientras el PP descubría que negándoles el pan y la sal a unos votantes donde siempre había tenido malos resultados no sólo le iba bien sino que aumentaba su popularidad en el resto de España, llegó la crisis de 2008 y el gobierno central y el autonómico se pusieron a reducir los derechos de los ciudadanos, crecía el paro y disminuían las becas, las ayudas, las guarderías y los hospitales, tanto en Cataluña como en el resto de España pero en Cataluña el gobierno de la Generalitat tenía la excusa perfecta : « no tenemos dinero para invertir en servicios sociales porque Madrid no nos los da, si administráramos nuestros propios recursos sería diferente ». Lo que faltaba para aumentar la indignación general y canalizarla no hacía unos políticos que no nos representan como gritaban las masas en la Puerta del sol sino contra otros que nos roban. La indignación con « la casta » no es sólo española, el propio término se popularizó a partir de un libro italiano, y las manifestaciones en Portugal y Grecia contra los políticos tradicionales y las políticas europeas que aplicaban parecía un eco del famoso grito con el que acabó la década perdida argentina: « que se vayan todos » ! Actualmente, cuando el destino mismo de Europa aparece nuevamente en peligro, el debate acerca de la relación entre los ciudadanos y las instituciones es inaplazable. U. Beck levanta hoy su voz18 dentro de la misma Alemania, para advertir de los peligros que “la Europa alemana” conlleva no sólo para el proyecto de construcción europeo sino para el conjunto de la sociedad. Beck muestra como la transformación del anhelo de Th. Mann de una “Alemania europea” en la actual “Europa alemana” no debe interpretarse como un triunfo para Alemania sino un fracaso para todos los que aspiran, dentro y fuera de Alemania, a recuperar su autonomía en un mundo globalizado. Lo que se dirime hoy nuevamente es la posibilidad o no de poner las instituciones al servicio de las personas y del bien común, desde una ciudadanía activa, en la tradición republicana cívica, federalista y postnacional. Porque si antes hablaba de anacronismo es porque creo, con Habermas y Beck, que hemos entrado en una era postnacional, es decir, la escala nacional para gestionar los problemas políticos es, demasiado pequeña para los retos globales, y demasiado grande para los asuntos locales. La noción de subsidiariedad, que nació del pensamiento cristiano y tiene en otro protestante como Rougemont, en Althusius, uno de sus primeros teóricos, según algunos un precursor del federalismo, puede ser la clave para repensar las diferentes escalas que la nueva redefinición de la soberanía está sufriendo.

18 U. BECK, Deutsches Europa, Suhrkamp, Frankfurt,2012.

Recordemos que la discusión sobre la relación entre Estados, naciones y soberanía, abarca varios niveles: -Por un lado, está el problema de pensar la realidad sociopolítica, entender cuál es su funcionamiento actual, es ahí donde Beck habla de “cosmopolitismo metodológico”, se trata de una perspectiva, hay que pensar global, porque los riesgos que hoy nos ocupan son globales19, -Otra cuestión es la sensación que tienen los ciudadanos de que las decisiones relevantes no las toman sus representantes políticos, esta frustración con la democracia, tanto en Europa como en EEUU tiene una base real, efectivamente, no las toman sus representantes sino los directores de la Reserva Federal, el BCE, las agencias de calificación, las grandes empresas que son las que deciden en que países crean empleo y en que otros no les interesa invertir, etc.,etc. Por eso digo que el nacionalismo me parece anacrónico pero lo que lo alimenta es el deseo una mayor autonomía, de gestionar la propia vida, de recuperar el control sobre el futuro, de poder decidir. Ese es el gran acierto del eslogan nacionalista: el “derecho a decidir”, ¿hay algo más tentador que poder decidir finalmente cuestiones relevantes y no sólo el color de mis pantalones o de mis diputados? No deja de ser un paralelismo significativo que en las mismas fechas en que el PP ha negado a los catalanes el derecho a decidir su modelo territorial, también ha negado el derecho de los canarios a decidir si querían que sus aguas fuesen exploradas por una empresa petrolífera. Los ciudadanos se ven afectados por decisiones que toman otros y en las que sospechan que esos otros supuestos representantes no se guían por la defensa del bien común, la reforma expres de la constitución para introducir un techo de déficit público fue introducida a toda prisa por el gobierno Zapatero con apoyo del PP sin ni siquiera consultar al constituyente, que se supone que es el pueblo. El deseo de ser consultado, escuchado, de recuperar la capacidad de influir en la organización de la sociedad a la que pertenezco, podemos llamarlo anhelo de autonomía, algo que pasa por la mente y los corazones de muchos, sean canarios, escoceses o catalanes, lo que no necesariamente pasa por la creación de un nuevo Estado. Porque una cosa es la autonomía y otra la soberanía. La soberanía de los Estados, está siendo redefinida en este proceso complejo que llaman globalización mientras la autonomía de cada cual está siendo reducida por efecto de la dinámica actual del capitalismo posfordista. Sin embargo, el debate nacionalista es un debate acerca del “pueblo soberano”, ¿quién es ese sujeto que debe dotarse de una frontera, una bandera,…. una moneda y un ejército? En una época en que las fronteras y 19

Si el Estado somalí está en quiebra, los somalíes intentan llegar a un sitio donde puedan sobrevivir y como no tienen nada que perder se ponen en manos de mafias libias para cruzar el Mediterráneo, con los miles de muertos que llevamos ya ahogados. Si hay una nube tóxica provocada por una central nuclear ucrania, la nube no se queda en Ucrania, se mueve por toda Europa provocando lluvia acida. Si el calentamiento del planeta avanza porque China y EEUU no quieren renunciar a su modelo de industrialización, cientos de miles de personas en BanglaDesh se quedan sin casa al subir el nivel del mar, etc.,etc.

las monedas han dejado de ser nacionales en algunas zonas del planeta, el anhelo de las naciones sin Estado, tener un Estado-nación, según la idea lanzada ya por Wilson de que a cada nación le corresponde un derecho a la autodeterminación, aparece hoy como otra categoría de esas que Beck llama zombis porque siguen circulando aunque ya no correspondan a la nueva realidad socio-histórica, alimentadas de imágenes irreales (un pueblo, un Estado) cuando la gran mayoría de los Estados reconocidos por la ONU son plurinacionales, los Estados no han sido nunca cultural ni étnicamente homogéneos, por muy pequeños que sean, ni siquiera Letonia es étnica o lingüísticamente homogénea, y la soberanía de su moneda o de su ejército es muy relativa. La tendencia actual de las teorías del derecho es a desplazar el debate sobre la legitimidad de las instituciones del “pueblo soberano” al individuo, la defensa de la dignidad humana es el criterio para un número cada vez mayor de constituciones, tratados internacionales y acuerdos supranacionales que limitan la soberanía estatal y la subordinan a dicho derecho superior, porque remite a los derechos humanos. Es así como un juez tiene derecho para aplicar esa legislación internacional a ciudadanos de otro país por crímenes contra los derechos humanos, algo impensable en la época en que el poder judicial estaba limitado por el mismo territorio que definía el ámbito de acción del poder ejecutiva y cuando las leyes se redactaban en el parlamento estatal, que hoy dedica la mitad de su tiempo a transponer normativas comunitarias. Pero ninguna de estas tres cuestiones ocupa el debate actual, no son cuestiones relevantes para los nacionalistas catalanes o españoles, los temas y discursos que ocupan el centro de la discusión son o bien en términos sentimentales, cuando se habla de recuperar la dignidad o de no dejar que España “se rompa” se refieren unos y otros al imaginario colectivo, que Aznar remonta a Don Rodrigo y la reconquista y ERC a “trescientos años de ocupación borbónica” o si no, los argumentos son abiertamente cínicos (que el dinero se quede en las zonas más ricas, como pretende la Liga Norte de “la Padania”, es el argumento del llamado “independentismo del bolsillo”).

III.

La opción personalista: el federalismo integral

El fervor nacionalista puede interpretarse, como advierte Berdiaev20 como una variante de idolatría: cuando alguien está dispuesto a morir o matar por la patria es que ha colocado a un ídolo en lugar de lo verdaderamente sagrado. No creo que corramos ningún riesgo de balcanización pero sí que conviene rastrear en las energías que se movilizan y ver no sólo casos de manipulación de uno y otro lado, que para eso tiene cada uno su televisión y sus medios de comunicación, sino de desviación de las energías espirituales, una tentación individual y colectiva (algo más importante para un 20

V Berdiaev, De l’esclavage et de la liberté de l’homme, Descleé de Brouwer, Paris, 1990.

debate personalista acerca de cuáles son las prioridades y los valores que se han olvidado por el camino). Y es ahí donde vuelvo a hablar del fracaso del progresismo: la solidaridad obrera que fue un elemento fundamental en el movimiento vecinal, sindical o político de los años pasados ha retrocedido ante el auge del individualismo neoliberal, y ese vacío puede ser llenado por otras formas comunitarias, basadas en identidades menos inclusivas que la de ser todos llamados a ser personas. Es aquí donde algunos autores personalistas poco recordados recobran su actualidad Pero para los personalistas, esa confusión entre naciones, estados y comunidades que alimenta los nacionalismos y que se basa en las diferencias (¿de qué otro modo afirmar la identidad?) ha sido siempre sospechosa. Si bien el personalismo es comunitario, la suya es una visión de la comunidad basada en los lazos de la fraternidad, una fraternidad que es apertura al diferente y al extranjero porque nace de la noción bíblica de fraternidad como superación de las barreras culturales y étnicas , de la inversión del extranjero en prójimo y esa es también la grandeza de las tres religiones abrahámicas su común mensaje de paz basado en la superación de todo tribalismo21, un comunitarismo pues que no surge ni de la cultura común ni mucho menos de la sangre. La cuestión de la organización política, tanto en la forma de estados nación, con su vínculo con la dinámica guerrera e imperialista que ha caracterizado este sistema desde sus inicios, como en la forma alternativa del federalismo, ha sido objeto de meditación por parte de dos autores personalistas, colaboradores de Mounier y de la revista Esprit desde sus inicios, me refiero a Alexandre Marc y Denis de Rougemont, si bien el segundo es conocido en España principalmente por sus estudios sobre el amor cortés, y algunos recuerdan su compromiso europeísta22. Muchos menos son los que están familiarizados con la obra de Alexandre Marc, aunque exista una antología de textos suyos traducida en nuestro país 23. Sin embargo, se trata de una reflexión del mayor interés para los personalistas y para el público en general ya que la suya es una meditación acerca del federalismo no como forma de organización territorial sino como proyecto filosófico de ahí que hablen de “federalismo integral”.

21

Uno de los compañeros más cercanos a Mahoma fue Bilal ibn Rabah, esclavo de origen etíope, “de piel oscura”, dice el Corán. Que un esclavo de piel oscura fuese uno de los amigos íntimos del profeta, uno de los doce “Sahaba”, compañeros, tiene una obvia implicación: La creación de la comunidad de fieles, Umma, suponía la deslegitimación del racismo, la abolición del tribalismo y del desprecio al diferente. 22

Ver el excelente artículo de Martinez Seguí sobre Rougemont en Anuario de filosofía del derecho, 26, 2010, a nuestro parecer, el mejor de los varios que ha dedicado a este autor que conoce perfectamente. J. A. Martinez Seguí, colaboró también en esta revista con un oportuno recordatorio de esta tradición a la que aludimos (v “Búsqueda de la unidad europea y federalismo en los personalismos del siglo XX” en Acontecimiento, 69 ) es también el traductor y editor de una antología del propio Rougemont al catalán Federalisme, personalisme, ecumenisme. La inspiració europea, Editorial Denes, Valencia, 2011. 23

Marc, A.- El porvenir de Europa, CEC, Madrid,1994.

En el numero 1 de Esprit, Mounier presenta su programa « Refaire la rennaissance » y Berdiaev, el pensador personalista ruso, desterrado por Lenin, hace un balance de la crisis actual y sus raíces. En el número 2, Alexandre Marc y R. Dupuis presentan sus ideas24. En su artículo programático « Vers un ordre nouveau » hablan de una tercera fuerza entre los dos adversarios, el capitalismo privado y el capitalismo de Estado25. En ese mismo número de Esprit, presentan su alternativa el “federalisme revolutionnaire”», un concepto que como explica tiene sus raíces en Proudhon, y es la alternativa tanto a la “estatolatría” como al individualismo egoísta: “La respuesta que buscamos nace de una tensión fecunda entre dos términos polares e inseparables el universalismo de la revolución y el realismo de la patria” Esprit,p318 y añade para explicar porque se trata de “revolución”: luchar contra el capitalismo significa combatir todas las formas de sometimiento a lo económico, en el orden federal surgido de la revolución lo económico deberá retomar su lugar …al servicio del hombre” id p.322. En posteriores publicaciones Marc explicitalas premisas filosóficas de su federalismo, que se enraízan en una vision dinámica del hombre y de la realidad, un dinámica similar a la dialéctica ya que procede animada por la tensión entre opuestos, pero contraria al hegelianismo, la “dialéctica pura” dice Marc es una ilusión mientras que “la posición revolucionaria se constituye considerando al Logos a la vez como principio inmanente y como ser trascendente que ningún proceso puede alcanzar pero hacia el que tiende todo devenir” en otro escrito posterior, resumirá los Cuatro componentes del federalismo según Marc (1976): el grecorromano dimensión jurídica, dimensión político constitucional (Son las dos dimensiones de los Founding Fathers) pero frente a este federalismo hamitoniano , el federalismo integral que proponen Marc y Rougemont añade otros dos elementos: la componente socioeconómica (inspirada en Proudhon) y la metodológica y filosófica, que según Marc es la toma de conciencia de las implicaciones filosóficas del federalismo como principio: el personalismo vs el “cosismo”. Marc será uno de los primeros en advertir que el nuevo régimen estalinista era “una dictadura oligárquica que se apoya en un capitalismo de estado productivista, con una estructura fascista” (26). En los años treinta un sentido de la crisis de la civilización occidental va ligado en estos jóvenes a la conciencia de la dimensión espiritual de dicha crisis, y a la necesidad de refundar esta civilización partiendo del núcleo del mensaje bíblico que para todos ellos reside en la dignidad de la persona, en la personalización como vocación. Como vemos, es frente al falso dilema que pretende que escojamos entre el individualismo y el ídolo estatalista que el federalismo se yergue como una herramienta poderosa en la defensa de la democracia, así lo interpretaron no sólo Marc 24

Marc et Dupuis « Le federalisme revolutionnaire », Esprit, 2,1932.

25

ya en este temprano artículo de 1932 denuncia el fascismo y el nacionalsocialismo y se declara « en plein combat contre toutes les formes du fascisme, meme la forme stalinienne » id. p.332 26

Marc, Dupuis, “Quelques pensées simples sur l’URSS” in Esprit,4,1933, pp.677-678.

y Rougemont sino también otros autores que, sin compartir sus premisas cristianas, compartían el mismo anhelo humanista (Spinelli) o la misma apelación al federalismo como alternativa al nacionalismo (CJ Friedrich). Todos ellos escribían desde la conciencia de la fragilidad de las democracias y de los riesgos implícitos en un liberalismo devaluado en mero egoísmo. Cuando Altiero Spinelli redacta su Manifesto, deportado por los fascistas en la isla de Ventotenne en 1943, tiene ya también una aguda consciencia tanto de las raíces del fascismo como de la deriva del comunismo ruso, es importante subrayar este contexto porque fue en el ámbito de la lucha contra los dos totalitarismos cuando el federalismo y el europeísmo se articularon, al reivindicar una ruptura con la dinámica estatalista que había culminado en dos guerras y numerosas dictaduras. Vemos como era una afirmación de la autonomía personal y de la voluntad de construir un nuevo orden social, económico y político sobre nuevas bases, lo que unía a esta generación de europeístas. Estos orígenes antitotalitarios y a la vez antiburgueses son los que convierten a estos autores en “outsiders” en un campo polarizado entre las dos variantes hegemónicas tras el fin de la II Guerra Mundial, de ahí el poco éxito del europeísmo federalista. Repito, para acabar: tener raíces y sentirse satisfecho de la tradición de la que uno procede no tiene por qué ser negativo, puede ser un factor de autoestima, como el que se siente orgulloso de pertenecer a una familia de artistas o de campesinos, pero dejar que esa tradición o cultura te defina es confundir al individuo con la persona, dejar que tu identidad se limite a esa pertenencia, es cerrarse a una vocación que incluye la de descubrir en el otro al hermano, cuyo rostro, antes de abrir la boca y usar cualquier idioma post-babélico, me dirige ya un mensaje que todos podemos y debemos escuchar y, para los personalistas, ver en ese otro/a, la huella del Otro. Sergio Mas Díaz, Barcelona.

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