Marco referencial de la picaresca

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Marco referencial de la picaresca Lic. José Raúl López
Carrera de Letras – UNAH-VS LT-305 – Literatura Española I
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE HONDURAS EN EL VALLE DE SULA UNAH-VS



Marco referencial de la picaresca
Literatura Española I – LT-305
Lic. Raúl López


Néstor Pérez
03/09/2015


Carrera de Letras


Marco referencial de la picaresca
Durante el denominado Siglo de Oro, las letras españolas se encontraban en ese puente entre el Renacimiento y el Barroco, periodo en el que las instituciones de la España imperial ya estaban en decadencia y había un fuerte rechazo a todas aquellas narraciones idealistas que se pusieron muy en boga por el fervor renacentista: como la novela sentimental, la novela bucólica, las epopeyas, y sobre todo: los libros de caballería, textos que se remontan a tiempos medievales y que buscaban enaltecer el linaje, la hidalguía, el valor, la honra, la fama; y en definitiva, todo aquello que conformaría el tan conocido «código del caballero». En oposición a todo eso apareció el género picaresco, novelado en prosa y que caracterizaría a la literatura española para luego expandirse por toda Europa.
La novela picaresca, a menudo nombrada como «antinovela», es el reflejo de la imperiosa desazón que se dejó sentir en España, especialmente del siglo XVII en adelante, cuando todos los valores pasan a ser vulgarizados y las manifestaciones del género reformulan con ironía los conceptos morales y religiosos de la sociedad, en contraste con el heroísmo y santidad acostumbrados, creando así como protagonista a una especie de «antihéroe» que satiriza todos estos temas diversos, por ejemplo: el hidalgo pobre a quien sirve el Lazarillo y don Quijote son exponentes de una degradada hidalguía, o véase la remarcada nivelación entre nobles y siervos en la cotidianeidad de la Celestina.
De hecho, la sátira de la picaresca es un ingrediente heredado bastante remoto, que viene desde el cuento milesio griego de principios del siglo II a. C.; apreciable también en la Vida de Esopo, novela griega del siglo I reelaborada por Maximus Planudes (1260-1330/1353) hacia el siglo XIV; se detecta en El Satiricón de Petronio (c. 14/27-c. 65/66), obra que sobrevivió escondida a la Edad Media y es tomada como el primer ejemplo de novela picaresca europea; se encuentra asimismo en la literatura goliardesca medieval con el Libro de buen amor (1330-1343) de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (c. 1284 - c. 1351); así como en varios relatos del Decamerón (1351-1353) de Giovanni Boccaccio (1313-1375), o en la Tragicomedia de Calisto y Melibea (c. 1499), la Celestina atribuida a Fernando de Rojas (1470-1541). Algunos ejemplos de la novela policial recuperan elementos de la novela picaresca con mucha asiduidad en la actualidad.
El anónimo La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, aparecido en varios lugares en 1554 y del que se cree que hubo una edición anterior en 1553, es considerada como el germen impulsor de la novela picaresca, pues marca el inicio de ese tono crítico contra los estamentos sociales cubiertos por apariencias y falsedad, algo que se termina de establecer con la Primera parte de Guzman de Alfarache (1599-1604) de Mateo Alemán (1547-1614) y que será una constante en la futura literatura española. A grandes rasgos, el canon de la picaresca española se conformaría de la siguiente manera:
La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554), Anónimo.
Guzmán de Alfarache (1599 y 1604) de Mateo Alemán.
Segunda parte del Guzmán de Alfarache (1603), apócrifo de Juan Martí (1570-1604).
La vida del Buscón (1604-1620), de Francisco de Quevedo (1580-1645), impreso en 1626.
El guitón Honofre (1604) de Gregorio González.
Libro de entretenimiento de la pícara Justina (1605) de Francisco López de Úbeda.
La hija de la Celestina (1612); La ingeniosa Elena (1614), refundición y ampliación de la anterior; El sagaz Estacio y El sutil cordobés Pedro de Urdemalas (1620) de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo (1580-1635).
Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón (1618) de Vicente Espinel (1550-1624).
La desordenada codicia de los bienes ajenos (1619) de Carlos García (1580-1630)
Segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes, sacada de las corónicas antiguas de Toledo (1620) de Juan de Luna (1575-1645).
Lazarillo de Manzanares, con otras cinco novelas (1620) de Juan Cortés de Tolosa (1590-1640).
Alonso, mozo de muchos años o El donado hablador (1624-1626) de Jerónimo de Alcalá (1571-1632).
Harpías de Madrid y coches de las estafas (1631); La niña de los embustes, Teresa del Manzanares, natural de Madrid (1632); Aventuras del bachiller Trapaza, quintaesencia de embusteros y maestro de embelecadores (1637); La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas (1642) de Alonso Castillo Solórzano (1584-1647).
Vida de don Gregorio Guadaña (1644) de Antonio Enríquez Gómez (1601-1661).
La vida y hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor, compuesto por él mesmo (1646), atribuido a Gabriel de la Vega.
Tercera parte de Guzmán de Alfarache (1650) de Félix Machado de Silva y Castro (1650-¿?)
Periquillo el de las gallineras (1668) de Francisco Santos.
La prolífica manifestación literaria del género en España influyó poderosamente en el resto de Europa, donde al principio surgieron obras a manera de imitación picaresca, como: Vida de Jack Wilton (1594) del inglés Thomas Nashe (1567-1601) o La novela cómica (1651-1657) del escritor francés Paul Scarron (1610-1660), El español de Brabante (1617) del holandés Gerbrand Adriaensz Bredero (1585-1618); igualmente perfila la Historia verdadera de Isaac Winkelfelder y Jobst von der Schneid (1617) de Nikolaus Ulenhart, que curiosamente apareció en el mismo volumen de la traducción alemana del Lazarillo de Tormes. Luego se dará paso a obras picarescas propiamente dichas: Fortunas y adversidades de la famosa Moll Flanders (1722) de Daniel Defoe (1659-1661); La historia de Tom Jones, un expósito (1749) de Henry Fielding (1707-1754); de Tobias George Smollett (1721-1771) están Las aventuras de Roderick Random (1748) y Peregrine Pikle (1751)… todas inglesas, así como La vida y opiniones del caballero Tristram Shandy (1759-1767) de Laurence Sterne (1713-1768), con claros elementos picarescos. En Alemania destaca la figura del pícaro Till Eulenspiegel, cuya tradición folclórica fue recopilada en texto hacia 1515; también aparece Hans Jakob Christoph von Grimmelshausen (1621-1676) con El aventurero Simplicíssimus (1669) y La pícara Coraje (1670), de corte feminista. En Francia, la obra maestra del género es Las aventuras de Gil Blas de Santillana de Alain René Lesage (1668-1747), publicada en cuatro volúmenes de 1715 a 1735.
El «pícaro», personaje principal de la novela picaresca, es representado como un ser de clase social baja, generalmente de padres marginales o malandrines, que lleva la libertad como su bandera y bien más preciado, antagónico a los reglamentos del ideal caballeresco; oportunista y embaucador, es bastante astuto, pero sus aspiraciones vitales por mejorar su condición social son algo limitadas. El pícaro ha ido sin duda evolucionando: mientras el del Lazarillo se ve forzado al principio a convertirse en uno para sobrevivir el día a día, el del Guzmán de Alfarache ya posee una conciencia más elaborada y sus intenciones llevan una perversidad más juiciosa, extendiéndose por reflexiones tanto éticas como religiosas y morales. En la Celestina, la alcahueta será su representante picaresco al tener una psicología profunda y bien elaborada, tanto que es el personaje que mueve la obra a través de sus ardides. En Don Quijote de la Mancha, el galeote Ginés de Pasamonte, el despreciable Ginesillo, reaparecerá a lo largo de la novela de Cervantes luego de ser liberado por don Quijote, realizando todo tipo de picardías. Véase pues esa evidente diferenciación entre el pícaro renacentista y el barroco: el primero es más humano y obra por pura necesidad; en cambio el del siglo XVII, mucho más pesimista y caricaturizado, actúa pretendiendo violar las normas. Sin embargo, la palabra «pícaro» no aparece ni una sola vez en el Lazarillo de Tormes y desde el Guzmán de Alfarache el término será sinónimo de dicha novela de Mateo Alemán. El término apareció en textos de 1541 a 1547 y su etimología ha sido bastante discutida: se cree que viene del latín pica, forma despectiva usada por los romanos para tildar de «miserables» a sus prisioneros; o quizá venga del francés picard o «picardo», topónimo de Picardía, una región al norte de Francia; otros dicen que de la raíz picus, que designa la acción de «picar», y en ese sentido pasaría a designar a los pícaros de cocina que picaban la carne, hasta alcanzar tiempo después nociones más peyorativas.
En cuanto a la estructura narrativa de la picaresca se hace uso de la falsa autobiografía, contada en primera persona por el protagonista con el propósito de dejar una moraleja mediante sus anécdotas: el pícaro hace entonces las veces de autor y actante y la estructura se mantiene abierta, acorde a las vivencias del «antihéroe», quien a pesar de intentar superarse termina fracasando y permanece en su condición de pícaro. Todo este esquema paradigmático busca simpatizar con el lector y que podría extender los lances de forma ilimitada. La conducta del protagonista funciona como herramienta didáctica social, pues las picardías serán subsecuentemente castigadas, contritas o redimidas, a la vez que critica con tono burlesco todos sus niveles. El pícaro al ser testigo en carne propia a través de sus desventuras y mañas, interioriza las más recónditas carencias humanas y exterioriza el lado más desagradable y crudo de la realidad, dejando fuera el idealismo y exhibiendo la hipocresía de la sociedad como un agente del desengaño.

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