Maior caelo, fortior terra, orbe latior: El cuerpo de María, contenedor de la divinidad

June 13, 2017 | Autor: Carme López | Categoría: Iconography, Emblem studies, Iconology, Marian Iconography
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Descripción

VALOR DISCURSIVO DEL CUERPO EN EL BARROCO HISPÁNICO

VALOR DISCURSIVO DEL CUERPO EN EL BARROCO HISPÁNICO Rafael García Mahíques, Sergi Doménech García, eds.

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

DIRECCIÓN RAFAEL GARCÍA MAHÍQUES (UNIVERSITAT DE VALÈNCIA) RAFAEL ZAFRA MOLINA (UNIVERSIDAD DE NAVARRA) CONSEJO EDITORIAL BEATRIZ ANTÓN MARTÍNEZ (UNIVERSIDAD DE VALLADOLID), ANTONIO BERNAT VISTARINI (UNIVERSITAT DE LES ILLES BALEARS), PEDRO CAMPA (UNIVERSITY OF TENNESEE AT CHATANOOGA), JAIME CUADRIELLO (UNAM - MÉXICO), JOHN T. CULL (COLLEGE OF THE HOLY CROSS - WORCESTER), PEDRO GERMANO LEAL (UNIVERSIDADE FEDERAL DO RIO GRANDE DO NORTE - NATAL), DAVID GRAHAM (CONCORDIA UNIVERSITY - MONTREAL), VÍCTOR MÍNGUEZ CORNELLES (UNIVERSITAT JAUME I), JESÚS UREÑA BRACERO (UNIVERSIDAD DE EXTREMADURA). SECRETARÍA SERGI DOMÈNECH GARCÍA (UNIVERSITAT DE VALÈNCIA). ASESORES CIENTÍFICOS IGNACIO ARELLANO AYUSO (UNIVERSIDAD DE NAVARRA), CHRISTIAN BOUZY (UNIVERSITÉ BLAISE PASCAL), CÉSAR CHAPARRO (UNIVERSIDAD DE EXTREMADURA), PETER DALY (MCGILL UNIVERSITY), AURORA EGIDO (UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA), JUAN FRANCISCO ESTEBAN LORENTE (UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA), JESÚS Mª GONZÁLEZ DE ZÁRATE (UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO), VÍCTOR INFANTES DE MIGUEL (UNIVERSIDAD COMPLUTENSE), GIUSEPPINA LEDDA (UNIVERSITÀ DI CAGLIARI), SAGRARIO LÓPEZ POZA (UNIVERSIDADE DE A CORUÑA), JOSÉ MANUEL LÓPEZ VÁZQUEZ (UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE COMPOSTELA), ISABEL MATEO GÓMEZ (CSIC), JOSÉ MIGUEL MORALES FOLGUERA (UNIVERSIDAD DE MÁLAGA), ALFREDO J. MORALES MARTÍNEZ (UNIVERSIDAD DE SEVILLA), PILAR PEDRAZA (UNIVERSITAT DE VALÈNCIA), FERNANDO R. DE LA FLOR (UNIVERSIDAD DE SALAMANCA), BÁRBARA SKINFILL (EL COLEGIO DE MICHOACÁN).

Edición patrocinada por:

© Los autores, 2015 © De esta edición: Universitat de València, 2015 Coordinación editorial: Rafael García Mahíques Diseño y maquetación: Celso Hernández de la Figuera Cubierta: Imagen: San Miguel, Alessandro Algardi. Alba de Tormes, Convento de la Anunciación. Diseño y composición: Celso Hernández de la Figuera ISBN: 978-84-370-9853-1 Depósito legal: V-2870-2015 Impresión: Guada Impresores, S.L.

Índice Presentación.................................................................................................. 7

I.

el cuerpo, imagen de lo intangible

La corporeidad aérea de los ángeles, Rafael García Mahíques..............................11 Imágenes y significados del demonio serpentiforme en el tipo iconográfico de San Miguel combatiente, Enric Olivares Torres.................................. 31 Ángeles, mártires, confesores y vírgenes. De lo trascendental a lo físico. De lo matérico a lo divino, Pilar Roig Picazo, José Luis Regidor Ros, José María Juan Baldó, Lucia Bosch Roig........................................................ 49 Pulsiones, afectos y deseos. Las imágenes-reliquia de Cristo y las expectativas en la modernidad, Sergi Doménech Gracía................................................ 59 Lo oculto y lo visible: el Santo Sudario de la Catedral de Puebla de los Ángeles, México, Pablo F. Amador Marrero, Patricia Díaz Cayeros............... 73 Maior caelo, fortior terra, orbe latior: el cuerpo de María, contenedor de la divinidad, Carme López Calderón...................................................................... 87 La insoportable levedad del aire: cuerpos sin carne y vanitas neobarroca, Luis Vives-Ferrándiz Sánchez........................................................................ 101 No hay Fortuna sin Prudencia, María Montesinos Castañeda......................... 113 La «Rappresentatione di anima, et di corpo», un discurso retórico y audiovisual sobre la dualidad del ser humano a inicios del siglo XVII, Candela Perpiñá García.................................................................................................... 121 Retratando demonios: exorcismos en el arte barroco, Hilaire Kallendorf....... 141

II.

pasiones y deseos. el cuerpo como espejo de las emociones

Cargado el cuerpo de vicios… Catequesis, iconografía y emblemática en torno al sexto mandamiento, José Javier Azanza López....................................... 155 A Iconografia do Corpo Profano: uma breve introdução aos significados da figura humana e suas partes em repertórios iconográficos do Renascimento e Barroco, Pedro Germano Leal................................................... 173 El cuerpo de los mártires y la visión simbólica del dolor, V. F. Zuriaga Senent........... 183 La representación del pecado de lascivia contra la naturaleza y de otros vicios a través de actos y afectos, José Manuel B. López Vázquez......................... 197 El ciclo de Los Sentidos de José de Ribera: el carácter del individuo, MªVictoria Zaragoza Vidal....................................................................................... 213

Índice

III.

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el cuerpo, modelo en el discurso salvífico

Medida del corazón teresiano, Fernando Moreno Cuadro............................. 227 Teatralidad del Barroco místico: los efectos de la música sobre el cuerpo en éxtasis, Cristina Santarelli..................................................................... 247 Cubrir el cuerpo y transformar el alma. La conversión y la penitencia de María Magdalena en la pintura barroca y el cine, Elena Monzón Pertejo. 265 La «adopción» de los santos: ejemplos valencianos amparados por los «Falsos Cronicones», Andrés Felici Castell......................................................... 277 «El santo que domó su cuerpo». La serie de la vida de san Agustín en Antequera (Málaga), Reyes Escalera Pérez..................................................... 291 Imágenes del sufrimiento de Job en una serie de sermones novohispanos del siglo xvii, Cecilia A. Cortés Ortiz........................................................... 307 El cuerpo relicario: mártir, reliquia y simulacro como experiencia visual, Montserrat A. Báez Hernández............................................................. 323 Devotional dressed sculptures of the Virgin: decorum and intimacy issues, Diana Rafaela Pereira............................................................................ 335

IV.

el cuerpo, las élites y el poder

Una Galería de Príncipes. Del glifo como definición de lo corporal en el retrato barroco indiano, Jesús María González de Zárate........................ 351 La imagen de la monarquía hispánica a través de la fiesta en la ciudad de Nápoles, José Miguel Morales Folguera................................................. 375 Ordenados por Dios a través de su Espíritu. Tipos iconográficos de la ordenación presbiteral: de la imposición de manos a la traditio instrumentorum, Pascual Gallart Pineda........................................................................... 395 El obispo Juan José de Escalona y Calatayud: refiguración desde las entrañas, Mónica Pulido Echeveste....................................................................... 409 Heroínas suicidas: la mujer fuerte y la muerte como modelo iconográfico en el Barroco, Inmaculada Rodríguez Moya................................................ 423 Cuerpos contrahechos en la corte del rey enfermo. Enanos y gigantes en el pincel de Carreño de Miranda (1670–1682), Teresa Llácer Viel.............. 439 Retrato y fama: los Ilustres valencianos de Nuestra Señora de La Murta de Alzira, Cristina Igual Castelló............................................................... 453

MAIOR CAELO, FORTIOR TERRA, ORBE LATIOR: EL CUERPO DE MARÍA, CONTENEDOR DE LA DIVINIDAD Carme López Calderón Grupo de Investigación Iacobus1 Universidade de Santiago de Compostela

La

s metáforas de las que se valen los textos doctrinales y catequéticos para referir el dogma de la Maternidad Divina –es decir, la creencia de que María es verdadera Madre de Dios– se fundamentan mayoritariamente en las nociones de solio y tabernáculo, entendidas en un sentido amplio. Así la Virgen es comparada, entre otras muchas figuras, con el altar, el trono, el templo, la concha o la urna, imágenes todas ellas que paulatinamente han ido componiendo una amplia nómina de títulos y encomios marianos.2 Ahora bien, normalmente este tipo de metáforas permiten no sólo significar y hacer más fácilmente comprensible la idea de la maternidad divina, sino también exaltar otra u otras de las prerrogativas y excelencias que la Iglesia Católica atribuye a la Madre de Dios, como pueden ser su concepción inmaculada, su carácter

1. Este texto fue realizado al amparo del «Plan galego de investigación, innovación e crecemento 2011-2015 (Plan I2C)» y en el marco de los proyectos de investigación: «Programa de Consolidación e Estruturación de Unidades de Investigación Competitivas» (GRC2013-036) y «Programa de Consolidación e Estruturación. REDES» (R2014/024). 2. Sin ánimo de ser exhaustivos, en el manuscrito de fray José Blanco (1729) que, procedente del monasterio benedictino de San Martín Pinario, se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Santiago de Compostela, se recogen, entre otros, los siguientes nombres dados a la Virgen: «Altare animatum panis vitae, Altare aeneum, Altare in quo Xūs Christus in sumum [sic] Pontificem est consecratus,; Thronus auro divinitatis vestitus, Thronus vere regius, Thronus gratiae; Templum maius coelo, Templum electissimum praeservatum a culpa originali,Templum Dei animatum; Concha marina veri unionis ex coelesti fulgore et purpureo latice procreati, Concha ellecta [sic] mellifluum amoris adipem stillans; Concha maris margaritam filium pariens fulgore divino; Urna aurea continens manna coeleste, Urna pulcherrima coeli manna gestans, Urna aurea, in qua reposita fuerunt aurum deitatis et argentum mundissimae humanitatis. Para una relación más detallada de epítetos marianos, véase la obra de Marraccius, 1683.

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virginal3 o su labor mediadora; no en vano, aquella es la razón de ser de todas estas. En palabras de Francisco de Sales (1734: 154): «Y assi, si querèmos darla [a María] un nombre digno de su grandeza incomparable, la hemos de nombrar Mater Dei, Madre de Dios: nombre que dice una dignidad tan grande, que todos los titulos, alabanzas, y elogios que pudiéramos dàr à esta Soberana Virgen, son comprehendidos en aquellas dos palabras». En este artículo pretendo abordar algunas de las imágenes emblemáticas que, juntamente con la maternidad, hacen hincapié en la fortaleza o poder de María; en concreto, me centraré en aquellas que buscan mostrar cómo su cuerpo dio asiento o cabida a aquel a quien ni los cielos ni el mundo pudieron abarcar, de ahí que, como afirma san Pedro Crisólogo (1577: 201v) en su sermón 143, ella sea «Maior caelo, fortior terra, orbe latior», o, como desarrolla el Speculum Beatae Mariae Virginis –obra tradicionalmente considerada de san Buenaventura, pero hoy atribuida a Conrado de Sajonia (1904: 61)–, «Tu immensissima Maria capacior es coelo, quia quem coeli capere non poterant, tuo gremio contulisti; tu capacior est mundo, quia quem totus non capit orbis, in tua se clausit viscera factus homo». Esta idea, así como ambas citas, son frecuentes en las obras de los siglos XVII y XVIII adscritas al credo católico. Nieremberg (1686: 579), por ejemplo, afirma: «pasmase el Angel, que todo Dios aya venido á entrarse en la estrechura del vientre de una Muger, aquel á quien todo lo criado le es estrecho [...] Bendita verdaderamente la que fue mayor que el Cielo, mas fuerte que la tierra, mas capaz que el mundo; porque ella sola recibió en si â Dios, â quien todo el mundo no puede comprehender». Por su parte Vieyra (1752: 38) razona que «lo que mucho, y muchas vezes pondera la Iglesia en el altissimo Mysterio de la Encarnacion del Verbo es la capacidad de el vientre Santissimo de Maria, tan capaz, que cupo en èl lo que no cabe en el Cielo: Quem Coeli capere non poterant, tuo gremio contulisti; tan capaz, que cupo en èl lo que no cabe en el mundo: Quem totus non capit Orbis, in tua se clausit viscera; tan capaz, que cupo en èl el mismo Hijo de Dios, tan inmenso, è infinito como su proprio Padre: Beata viscera Mariae, quae portaverunt Aeterni Patris Filium. Hazerse Dios Hombre, fue la mayor invencion de su amor; nacer de una Virgen fue el mayor decoro de su soberania; caber en el vientre de una muger, fue el mayor portento de su inmensidad». A la hora de traducir visualmente este mensaje, la literatura emblemática opta mayoritariamente por cuerpos naturales y artificiales –siguiendo la distinción que establece el Mundus Symbolicus– que encierran o sostienen elementos a priori inabarcables. De estos, el motivo por excelencia es el sol, dado que, como explica Solís Villaluz (1734: 126), el Astro Rey evidencia la inconmensurabilidad de Dios: «Soberanamente discursivos anduvieron aquellos Antiguos, que al Sol material, por Dios verdadero adoraron, y como à tal cultos y adoraciones le dieron; consideraron, dice Piero Valeriano, y otros, la inmensidad de su grandeza, y assi nunca se atrevieron à erigirle Templos, 3. Una muestra de las imágenes empleadas por la literatura emblemática para expresar la maternidad virginal o virginidad fecunda de María puede encontrarse en López Calderón, 2015.

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consagrarle aras, ni à fabricarle altares, pues decían supersticiosos, que era imposible encerrarse el Sol en un Templo, por grande, y espacioso que fuesse, quando todo el mundo era corto espacio à su inmensidad, y grandeza […] Quien ignora que nos dexaron en estos errores soberanissimos misterios? Es el Sol el mismo Dios Trino, y Uno: Deus optimus maximus, inmenso en su infinita grandeza; innumerable, siendo uno solo; inmedible, pues carece de meFig. 1. Theophilo Mariophilo, «In parvo totus». Stella dida; è incomprehensible, pues no ex Jacob Orta Maria, 1680, invocación Mater Admirabilis. ay quien pueda comprehenderle». No obstante, como se vio, según la doctrina católica quien sí comprehendió a Dios fue María en su vientre, de la misma forma que un espejo puede abarcar al sol durante su recorrido diario por el cielo. Esta es la premisa del emblema «In parvo totus» («Todo en lo pequeño») [fig. 1], escogido por Theophilo Mariophilo (1680) para ilustrar la invocación de la letanía lauretana Mater Admirabilis y cuya suscriptio, tomada de Masen (1650: 514-515), reza: «Cuando son enviadas las ruedas por la bóveda celeste, el sol que rebasa las tierras se manifiesta por completo en la pequeña superficie del espejo. ¡Oh, qué diferente y semejante es María a este espejo! Este contiene todo el día en su superficie, aquella, a Dios».4 Asimismo y confirmando esta interpretación, el acróstico que, dispuesto a continuación del epigrama, compone el título de la deprecación precisamente emplea, para la «M» de Admirabilis, las palabras de Crisólogo «Maior caelo, orbe latior, fortior terra». Este mismo emblema vuelve a aparecer tanto en la obra de José de Valdivieso (1727: 26) como en la ampliación latina del Mundus Symbolicus (Picinelli y Erath, 1687: 42), pero, mientras en la primera se mantiene una lectura análoga a la que poseía en su fuente –«Y él mismo [Padre Massenio] pintó a el Sol, dando en el espejo, para significar, que el que no cabe en el mundo, se estrechó a el vientre virginal de la Virgen Nuestra Señora. Púsole este lemma: In parvo totus»–, en la segunda se le añade un nuevo significado de naturaleza eucarística: «Un espejo plano, en el que se representa el sol, tomó del P. Masenio el epígrafe: In Parvo Totus. Esta imagen concierne a la Santísima Eucaristía, en cuya reducida superficie se contiene todo el Sol de Justicia. Además la Virgen María, dentro de las estrecheces de su útero, encerró por completo 4. Respecto a Masen, Theophilo introduce ligeras variaciones en el primer dístico, de las cuales la principal es la sustitución de «Febo» por «sol»; este cambio resta cierto sentido a «las ruedas» que en el original eran una clara alusión al carro del dios. Sobre la relación existente entre la Stella ex Jacob orta de Theophilo y el Speculum imaginum de Masen, véase López Calderón, 2010-2012.

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a Cristo y, al mismo tiempo, toda la luz de las virtudes. De ahí que fuese llamada por san Ambrosio ‘Espejo de todas las virtudes’.Y por Andrea Cretense: ‘Espejo intelectual del conocimiento contemplativo’». En realidad, los propios sermones se hacen eco de las similitudes existentes entre la Sagrada Forma y el seno de María; por ejemplo Vieyra (1752: 37-39) dedica el primer discurso de su decimonovena homilía del rosario a comparar «el sacramento del altar con el sacramento del vientre virginal», indicando que «si todo lo que comprehende la mente del Padre, comprehendiò el vientre de Maria, porque tuvo en sì á Christo: Totum in Corpore; totum in Patre; no podemos dezir menos del Cuerpo de Christo en el Santissimo Sacramento». Esta misma polisemia se repite en el emblema «In parvo magna» («Lo grande en lo pequeño»), mote que, como indica el Mundus Symbolicus, Masen aplica al artificioso anillo del emperador Carlos V que albergaba la maquinaria de un reloj: «Esta imagen concierne a la Santísima Eucaristía, que en el reducido pan abraza toda la Sabiduría Divina. Además la Virgen María contuvo en las estrecheces de su útero a Dios, Señor del cielo y la tierra. De tal modo que con razón fue llamada por Andrea Cretense ‘Compendio de las perfecciones incomprehensibles’.Y por San Epifanio ‘Corona regia, que lleva la piedra preciosísima, semejante a las gemas, Cristo’. Doctamente canta el P. Masenio: ‘El anillo cesáreo comprende todo el disco, en el que se determinan la noche y el día cuando las ruedas se ponen en movimiento. Deja de asombrarte de que cosas tan grandes sean encerradas en otras tan pequeñas, cuando la muy pequeña Virgen contuvo al inmenso Dios’» (Picinelli y Erath, 1687: 193).5 Justamente, la posibilidad de esta doble lectura quizá sea la que justifique la presencia del emblema «Immensum in parvo» («Lo inmenso en lo pequeño») [fig. 2] en la Capilla lucense de Nuestra Señora de los Ojos Grandes (primer tercio del s. XVIII), en tanto y cuanto mientras que en esta el discurso que se traza es claramente mariano, la interpretación que de aquel ofrecen las fuentes remite fundamentalmente a la Forma Consagrada. Fig. 2. «Immensum in parvo». Capilla de Nuestra Al respecto, Lucarini (1629: 33) señaSeñora de los Ojos Grandes (Lugo), primer tercio la que el sol reflejado en el espejo [fig. 3] s. XVIII. 5. Al igual que sucedía con el emblema «In parvo totus», Masen (1650: 498) interpreta este «In parvo magna» sólo en clave mariana, siendo la edición latina del Mundus Symbolicus la que, a mayores, lo vincula con la Eucaristía. Por otra parte, al transcribir las palabras del jesuita alemán, esta obra modifica la última del primer verso: indica «Caesareum totum complectitur annulus orbem», frente al original «Caesareus totum complectitur annulus annum». Este cambio no supone ninguna variación significativa en el contenido del poema.

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Fig. 3. A. Lucarini, «Immensus in parvo». Dell‘imprese dell‘offitioso accademico intronato, 1628.

«con breve Immensus in parvo. Fa vedere come à Giesucristo non era difficile il far, ch´in stretto Giro di piccol´Ostia si rinchiudessero la Divinità, l´Anima, & il Corpo suo Santissimo»; apoyándose en este autor, ya la primera versión italiana del Mundo Simbólico (Picinelli, 1653: 11) lo aplica a Cristo Sacramentado y lo extiende a la Fe;6 y Barón y Arín (1762: 174175) reitera el mismo significado en la explicación que le da el maestro Desiderio a su discípulo Electo:

Desid. Mira la estampa siguiente. Elect. En ella hay retratado un cristal que encierra en su concavidad un sol, y un rótulo que dice: Immensum in parvo. Desid. Denota la maravilla que en este divino misterio creemos, y es que en una hostia consagrada, por pequeña que sea, esté el cuerpo de Cristo tan grande como en la cruz, y resucitado; así como el sol con ser tan grande como dejo dicho, se contiene en la angosta concavidad de un cristal.

Por su parte Menestrier (1695: 137) resulta un tanto ambiguo al emplear este mismo emblema, además de para la Santísima Eucaristía, «in Salvatoris nostri incunabula», o, como consta en la edición francesa (Menestrier, 1682: 50), «pour l’Enfance de Iesus-Christ». ¿Puede este incunabula o enfance referirse, más que a la niñez de Cristo, a su origen o primera cuna, esto es, al vientre de María? En el caso de Lugo, y aún sin descartar otras opciones, hacia esta interpretación parece apuntar no sólo el programa

6. «Per Cristo Sacramentato, il Lucarini dipinse il Sole, che delineando, ristringeva la vastità del suo globo entro l’angustie d’un picciol vetro, col motto: Immensum in parvo; col quale sentimento San Cirillo Gerosolimitano, Cateches. 5, ragionava della Santa Fede: ‘Fides in paucis verbis omnem tam veteris, quam novi testamenti cognitionem involunt’». La edición latina del Mundus Symbolicus, además de mantener el emblema en el mismo lugar que la versión italiana –es decir, en el capítulo que el Libro I dedica al sol (Picinelli y Erath, 1687: 19)–, lo reitera en el Libro XXI, en el capítulo titulado Globus. Sphera, siendo precisamente este –y no un espejo– el motivo que encontramos en la pictura del óvalo lucense. No obstante, esta variación no comporta ningún cambio en el significado del emblema: «Una esfera de cristal, elaborada en otro tiempo por Arquímedes, representaba en un admirable y artificioso compendio todos los movimientos de los cielos, de los planetas, de la galaxia y de las demás imágenes celestes. De ahí que la distingas con este epigrama vernáculo: Immense moli in picciol giro accoglie. Es decir: Immensum in parvo. Digo que esto es figura genuina de la Santísima Eucaristía, sobre la cual Franciscus Formigierus proporciona las siguientes estrofas […] Y San Ambrosio: ‘¡Con cuanta contrición de corazón y fuente de lágrimas debe celebrarse aquel divino misterio, Señor, en donde se recibe en verdad tu carne, en donde se bebe en verdad tu sangre, en donde lo ínfimo se une con lo más elevado, lo divino con lo humano’» (Picinelli y Erath, 1687: 179).

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Fig. 4. «Quis perficiet?» (izquierda) e «Ista potest!» (derecha). Capilla de Nuestra Señora de los Ojos Grandes, primer tercio s. XVIII.

general de la capilla, sino las dos pinturas concretas que flanquean este tondo [fig. 4]: debajo, en la misma pilastra que el «Immensum in parvo» –es decir: en la pilastra derecha del machón sudoeste, en el lado del ábside oeste–, una mujer con el brazo levantado y la inscripción «Ista potest!» («¡Esta puede!») y, frente a esta –pilastra izquierda del machón noroeste, lado del ábside oeste–, un niño sosteniendo un círculo bajo el lema «Quis perficiet?» («¿Quién lo acabará?»). La identificación de ambas figuras y la comprensión del mensaje que, de forma conjunta, pretenden transmitir vienen facilitadas por el tratado de apología mariana que escribe Carolus van Hoorn (1660: 440-441), en donde se puede leer: «Ese [cierto moderno] pintó en una hermosa tabla un niño que tiene en su mano un círculo perfectamente completo, y le añadió este epígrafe: Quis perficiet? Del otro lado estaba pintada la hermosísima Virgen, que con admirable destreza completó aquel círculo, con la sentencia que se corresponde con la anterior: Hoc ista potest! Verdaderamente el círculo del mundo era imperfecto e incompleto, y aquí el amor todavía no lo impregnaba. Cuantísimo distaba el principio de su efecto, es decir, la naturaleza humana de la divina: estas dos María con un único fiat las unió, misterio en el cual se manifiestan principalmente la suma sabiduría, poder, misericordia y amor de Dios[…]».7 7. Algunos años después, Buringer (1717: 698) vuelve a emplear ambos jeroglíficos en un discurso en el que, citando a van Hoorn, básicamente parafrasea su explicación: «Recuerda el R. P.Van Horn. Ord. Erem S. Augustini de laud. Virg. Conc. 22 que en su época había quien en una tabla mostró un emblema de este modo, a saber, un niño que tiene en la mano un círculo imperfectamente completo, con el epígrafe Quis perficiet? En otra parte se veía dibujada a la bellísima Virgen, que con admirable destreza completó aquel círculo, con el aforismo correspondiente: Hoc ista perficiet. Si adaptamos este emblema a las costumbres, ciertamente el círculo moral del mundo era incompleto e imperfecto antes de la Encarnación del Verbo Divino, porque entonces la naturaleza humana distaba mucho de la gracia divina: en verdad ni el amor completaba allí aquel círculo, ni todavía teñía todas las cosas. Pero allí la Purísima Virgen, aceptando la embajada acerca de la concepción del Hijo de Dios, le dijo al Ángel Gabriel: Fiat mihi secundum verbum tuum. El fondo fue unido a la

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Dicho con otras palabras, esta pareja de emblemas alude a la Encarnación, misterio que permitió la reconciliación de dos polos opuestos –Dios y los hombres– y que significó la presencia de Cristo durante nueve meses en el vientre de María: Immensum in parvo. En otras ocasiones no sólo el Verbo encarnado, sino también la Virgen es comparada con el sol para subrayar el poder del que hizo gala al convertirse en Madre de Dios y contener en su gremio a quien no podía ser comprehendido. Es lo que sucede en el jeroglífico XVII de Solís Villaluz [fig. 5], cuyo mote señala «Plena Deo Genitrixque sui miranda satoris» («Llena de Dios y madre admirable de su creador») y cuya pictura formada por dos soles el autor justifica en los siguientes términos: «Tu immensissima Maria capacior es Coelis, quia quem totus non capit orbis in tuae se clausit viscera factus homo, dice San Buenaventura; y por ello pintamos en nuestro Geroglifico dos Soles, uno dentro del otro; pues siendo el Sol de adentro Imagen de todo un Dios, y el Sol exterior Imagen de Maria Santissima, este Sol de Maria no solo es Templo capacissimo, en quien todo lo inmenso de Dios se encierra, in tua se clausit viscera, sino que es Sol que engendra, y concibe al mismo Dios Sol, Sancta Dei Genitrix» (Solís Villaluz, 1734: 126-127). En relación con ello, algunos autores dan un paso más y, suprimiendo la referencia a Cristo, se valen del sol para exaltar la grandeza de María y enfatizar, pues, que ella es efectivamente mayor que el cielo y la tierra. Así se encuentra en el emblema XXII de Leenheer [fig. 6], en donde, acompañando el lema «Maximus hic» («Este es el más grande»), un putto intenta infructuosamente rodear con un círculo el sol que brilla en el horizonte. El comentario que bajo la forma de prótasis y apódosis completa el grabado no deja lugar a dudas de esta Fig. 5. L. de Solís Villaluz, «Plena Deo Genitrixque sui miranda satoris». Geroglificos varios, sacros, y divinos epitectos, interpretación: 1734, jeroglífico XVII.

cumbre, lo último a lo primero, lo ínfimo a lo supremo». Consecuentemente, respecto a van Hoorn, Buringer cambia el aspecto del círculo que sostiene el niño –«imperfectamente completo», en vez de «perfectamente completo»–, de modo que su descripción resulta más apropiada para la comparación que ambos autores establecen entre este elemento y el mundo, «incompleto e imperfecto». No obstante, el círculo dibujado en el óvalo lucense sí parece estar perfectamente completo, lo que me lleva a pensar que el autor de esta pintura pudo haber copiado directamente un grabado que, quizá, perteneciese al mismo repertorio consultado por el ermitaño agustino y en el que tal vez estén las respuestas a aquellos óvalos de la capilla cuyo significado ha desvelado su tratado, pero para los que todavía no ha aparecido una fuente directa. En concreto, y además de la pareja referida, se trata de los emblemas «Auxilium indeficiens», «Inter sydera sydus», «Sufficit unum», «Nil sine te lux[e]t, «In hoc clípeo salus», y «Tecum luceo» (López Calderón, 2013: 225-228, 230-232, 249-254, 264-267, 279-280).

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Prótasis: ¿Qué haces, ah, loco? Esto es digno de risa Déjalo, pues ninguna línea comprehende el sol. Esto es como contar las estrellas que vagan por el cielo azulado, Y los cabellos vigorosos de las Dríades. Esto es como querer meter a Océano en un agujero con un dedo de grosor, Y encerrar a las Nereidas en una fosa muy pequeña. Este globo es muy grande, mayor que el cielo y el orbe, Aquel compás no comprehenderá un Dios tan grande. Y no creas que las fantasías o visiones se fingen para ti, Aristóteles [enseña] aquello, la propia Stoa enseña esto. El hecho de que en verdad no parezca tan grande a nuestros ojitos, Lo provoca la esfera demasiado alejada de las tierras.

Fig. 6. J. de Leenheer, «Maximus hic». Virgo Maria Mystica, 1681, emblema XXII.

Apódosis: Aquí la pluma se queda inmóvil, la mente duda,Virgen Máxima, Siendo superior la materia a mis fuerzas. ¿Qué me llevas a escribir en este angosto verso? ¡Ah! Momo, soy digno de tu divertida broma. Apenas puedes ser bien descrita como la más inmensa de las cosas, Diosa, eres más grande que los Cielo y todo el Orbe. Pues a quien los Cielos no fueron capaces de encerrar dentro de sus límites, Yació como pequeña carga en tu útero. A quien el mundo no pudo rodear con su amplio giro, Penetró en tus castas entrañas hecho hombre frágil. El indefinido, a quien ningún círculo cercó, Fue cercado por vuestro seno, Diosa Máxima. (Leenheer, 1681: 85-86).

Ahora bien, aunque resulta el predominante, el sol no es el único motivo que permite expresar cómo María cercó en su seno «a quien ningún círculo cercó». Al anillo-reloj de Carlos V anteriormente comentado se puede añadir el Arco Iris con el mote «Circundat immensum» («Rodea lo inmenso»), tal y como propone Lucarini (1629: 30) [fig. 7] y retoma el Mundus Symbolicus: «Lucarini llamó a la Virgen María, embarazada de su Divino Hijo, semejante al arco iris, que lleva en el lugar del emblema esta sentencia: Circundat immensum. San Pedro Damián parece haberle indicado el

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camino con casi las mismas palabras, cuando dice ‘concibió al inmenso, engendró al eterno, dio a luz al que había sido engendrado antes de los siglos’» (Picinelli y Erath, 1687: 97). Una versión aplicada de este emblema puede hallarse en el Santuario mariano de Hergiswald, en Lucerna, dentro del riquísimo programa que decora los casetones de su cuFig. 7. A. Lucarini, «Circundat immensum». Dell’imprese bierta (Bitterli, 1999: 278). dell’offitioso accademico intronato, 1628. La misma enciclopedia de emblemas (Picinelli y Erath, 1687: 135) recoge otra de las alternativas existentes, esta vez apoyándose en Masen (1650: 499): el monte Atlas, sobre el que el cielo está suspendido, con el lema «Quod non capit, accipit» («Acoge lo que no abarca»). De esta manera, «María Virgen abrazó en su estrecho y sacratísimo seno a Dios, a quien no se le puede fijar ningún límite. Por lo que san Juan Damasceno la nombra ‘Montaña que sobrepasa toda colina y monte, esto es, la grandeza de ángeles y hombres’.Y san Pedro Crisólogo: ‘Virgen más grande que el cielo, más fuerte que la tierra, más amplia que el mundo; que ella sola acogió a Dios, a quien el mundo no puede abarcar’. El padre Masenio explica la idea del emblema en el epigrama siguiente: ‘Puedes ver el cielo suspendido sobre la cumbre atlántica; tan inmenso cielo cuelga sobre un monte más pequeño. Cuando tú, Virgen, abrigaste a Dios en tu estrecho vientre, te convertiste en el reducto de una grandeza que no tenía lugar’» (traducción tomada de Picinelli, 1999: 390-391). También el Gigante Atlas constituye, cuando se acompaña del mote «Portantem omnia porto» (Llevo al que lleva todas las cosas), otra de las formulaciones emblemáticas del mismo misterio, de ahí su presencia en el programa mariano que decora la capilla viseense de Nossa Senhora da Esperança (2º 1/3 s. XVIII) [fig. 8]8. En realidad, este emblema ha sido empleado con significados diversos: Scarlatini (1695: 14) lo vincula al hombre instruido en toda clase de Ciencias,9 Giliberti (1639: 431) lo aplica al sacerdote en base, nuevamente, al Santísimo Sacramento,10 Gil

8. En esta pintura, la ausencia de la bola del mundo sobre los hombros de Atlas parece tratarse de una consecuencia de la restauración de estos casetones, habida cuenta no sólo de la postura del personaje, sino del perfil circular que, al ampliar la imagen, todavía se vislumbra encima de su cabeza y entre sus manos. Sobre el programa iconográfico de esta capilla, véase López Calderón, 2013: 399-546. 9. «Diga que esta idea es propia del hombre versado y ejercitado en toda capacidad y en las ciencias principales». 10. «De ahí Ambrosio: ‘La dignidad del sacerdote reivindica para sí un peso singular’. De un gran peso se gloriaba Atlas, cuando decía: Portantem omnia porto, porque llevaba el cielo sobre los hombros: pero de mayor peso se gloría el sacerdote, porque lleva en la mano la machina que lleva a la Trinidad».

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­ ezerra (1739: 682) lo utiliza para B San Cristóbal11 y la versión italiana del Mundo Simbólico (Picinelli, 1653: 75) reitera a éste y le suma a San José. Es en la ampliación latina (Picinelli y Erath, 1687: 151-152) en donde, junto con las referencias anteriores, se aplica también a la Virgen María: «Atlas, cargado con el globo del cielo o del mundo sobre Fig. 8. «Portantem omnia porto». Capilla de Nossa Senlos hombros, ofrece como epígrahora da Esperança (Abrunhosa), segundo tercio del s. fe la leyenda Portantem omnia porto. XVIII. Doctamente habrás acomodado esta imagen a san José, Nutricio del Salvador, sosteniendo entre los brazos al niño celeste. También san Cristóbal Mártir, que sostiene al Divino Infante en sus hombros, la hace propia para sí […] Con razón apropiadísima la Virgen María embarazada reivindica para sí una imagen semejante, como corresponde a aquella que llevó a Dios, Salvador de todo el Universo, encerrado dentro de la estrechez de su útero. Con este propósito Claudiano: ‘El seno virginal se dilató: la Madre casta contempló con estupor que se llenaban las entrañas que en el parto misterioso habían de parir a su autor. Que el corazón mortal protegía al artífice del cielo; y el creador del mundo fue parte del género humano: se mantuvo oculto bajo un único pecho aquel que ampliamente abraza el mundo, y quien no es seducido ni por la extensión de la tierra, ni el agua del mar, ni el cielo, acudió hacia los pequeños miembros’». Recapitulando lo expuesto hasta ahora, se concluye que elementos como el sol reflejado en un espejo plano, contenido en una esfera de cristal o inscrito en otro sol; la compleja maquinaria de un reloj adaptada a las reducidas dimensiones de un anillo; el cielo suspendido sobre el monte Atlas; o el orbe sostenido por el personaje homónimo dan muestra de cuerpos, naturales y artificiales, cuyas vastas y, en principio, incomprehensibles dimensiones son, sin embargo, comprehendidas o sustentadas por otros cuerpos. Cada una de estas parejas se convierte, por tanto, en metáfora idónea del misterio que, para la Iglesia Católica, tiene lugar durante la Encarnación, momento en que Dios –a quien ni el cielo ni el mundo podrían dar cabida– es contenido en el seno de María. Esta creencia lleva a los apologetas de la Virgen a exaltar su fortaleza y po11. «Pinta el Symbólico Milanés a San Christoval: y le copia en el Athlante, que mantiene essa fábrica Celeste. Con este Geroglífico explica el concepto: Portantem omnia porto. Todo el universo mantiene Christo en sus manos […] Mucho lleva Christo, pero nuestro Santo lleva en sus hombros al que lo mantiene todo…»

Maior caelo, fortior terra, orbe latior

der, proclamando su capacidad y grandeza y terminando por compararla también a ella con cuerpos inabarcables: el propio sol o el arco iris. El resultado no es otro que la representación, visual y emblemática, de María como «Maior caelo, fortior terra, orbe latior». BIBLIOGRAFÍA Bitterli, D. [1999]. Der Bilderhimmel von Hergiswald: der barocke Emblemzyklus der Wallfahrtskirche Unserer Lieben Frau in Hergiswald bei Luzern, seine Quellen, sein mariologisches Programm und seine Bedeutung, Basel, Wiese. Blanco, J. [1729]. «Nomina et Epitheta quibus Beatissima Virgo Maria a Sanctis Patris honoratur», en Sermones. Ms. (Ms. 7 BXUSC), ff. 63-94. Buringer, B. [1717]. Serta Moralia a concionatoribus in festis Sanctorum Populo ex Cathedra exhibenda, Francofurti, apud Thomam Fritsch. Conrado de Sajonia [1904]. Speculum Beatae Mariae Virginis, Ad Claras Aquas (Quaracchi) prope Florentiam, ex typographia Collegii S. Bonaventurae. Francisco de Sales [1734]. Sermones familiares, Tomo segundo, Madrid, oficina de Antonio Marián. Gil Bezerra, B. [1739]. Ave Maria. Paraiso de Oraciones sagradas, en cuyo campo se hallan los frutos abundantes de el árbol de la Vida de Jesús, de la Excelsa Palma de María, la más sazonada mies; y de las Mysticas Plantas, en que Gloriosos Santos aplaude festiva la Iglesia, las vistosas flores de sus heroycas virtudes, Barcelona, por Joseph Giralt. Giliberti, V. [1639]. Caeli Davidici variae versiones, psalmorum commentariis, et moralibus conceptibus stellatae, Neapoli ex typographia viduae Lazari Scorigij. Hoorn, C. van [1660]. Tractatus moralis de laudibus et praerogativis divae Virginis Mariae, Gandavi, Typis Maximiliani Graet ad signum Angeli. Leenheer, J. de [1681]. Virgo Maria Mystica sub solis imagine emblematice expressa, Bruxell, s.n. López Calderón, C. [2010-2012]. «Magna Dei Parens ac Virgo Maria est: la apología mariana a través de la emblemática en una letanía seiscentista», Revista da Faculdade de Letras. Ciências e Técnicas do Património, IX-XI, 82-107. López Calderón, C. [2013]. La impronta de la literatura emblemática y la estampa europea en los programas devocionales dedicados a María durante el siglo XVIII en la Península Ibérica. Tesis doctoral inédita, Santiago de Compostela. López Calderón, C. [2015]. «Parida y doncella, ¿cómo pudo ser? El que nació de ella, bien lo pudo hacer. Emblemas para glosar la maternidad virginal de María», en J. M. Morales Folguera, R. Escalera Pérez, F. J. Talavera Esteso (eds.), Confluencia de la imagen y la palabra, Valencia, Unviersitat de València, 279-292. Lucarini, A. [1628]. Dell’imprese dell’offitioso accademico intronato raccolte da lo sconosciuto Accad. Unito. Parte seconda, a la Sereniss. Madama Caterina Medici Duchessa di Mantova, Siena, nela Stamparia del Gori.

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Maior caelo, fortior terra, orbe latior

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