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Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
Coordinadores Esperanza Vargas Jiménez, Esteban Agulló Tomás, Remberto Castro Castañeda y Raúl Medina Centeno
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Esta obra se logró con el apoyo del Programa Integral de Fortalecimiento Institucional (PIFI) El contenido de este libro no podrá ser reproducido ni total ni parcialmente sin previo permiso escrito del editor. Primera edición, 2013 D.R. ©UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA ©UNIVERSIDAD DE OVIEDO Centro Universitario de la Costa Av. Universidad 203, Delegación Ixtapa 48280 Puerto Vallarta, Jalisco. México. ISBN: 978-‐‑84-‐‑15203-‐‑27-‐‑8 D.L.: AS 3908/2013 Eikasia. Oviedo. España 2013. www.eikasia.es Printed in Spain-‐‑Impreso en España Diseño portada: E. Agulló
ÍNDICE INTRODUCCIÓN APARTADO I PERSPECTIVAS REFLEXIVAS Y APLICADAS EN TORNO A LA EXCLUSIÓN/INCLUSIÓN CAPÍTULO I: “El infierno son los otros”. Repensar la exclusión so-‐‑ cial. César Gilabert CAPÍTULO II: Discurso político, directivo y sociológico en torno al salario social básico. Esteban Agulló Tomás, Miguel Arenas Martí-‐‑ nez, Remberto Castro Castañeda, Esperanza Vargas Jiménez y Raúl Medina Centeno CAPÍTULO III: Proliferación de líneas de exclusión social y crisis de ciudadanía. Luis Gregorio Iglesias Sahagún, Evelyn Diez-‐‑Martínez Day y Azucena Ochoa Cervantes CAPÍTULO IV: Política de estado y comunidad originaria local: es-‐‑ tudio diacrónico sobre un proceso de exclusión social en Puerto Va-‐‑ llarta, México. Gabriela Scartascini Spadaro APARTADO II INVESTIGACIÓN DE COLECTIVOS Y PROCESOS EN EXCLUSIÓN: GÉNERO, ENVEJECIMIENTO Y PROBREZA CAPÍTULO V: Género y mercado de trabajo turístico: el empodera-‐‑ miento efectivo como estrategia inclusiva. Esperanza Vargas Jimé-‐‑ nez, Remberto Castro Castañeda, Silvana Mabel Nuñez Fadda, Esteban Agulló Tomas y Raúl Medina Centeno CAPÍTULO VI: Madres solas, ¿excluidas/incluidas socialmente? Ma-‐‑ ría Del Carmen Pérez González y José Carlos Cervantes Ríos CAPÍTULO VII: Artesanas y artesanías: entre la exclusión y la ilu-‐‑ sión. Perla Shiomara Del Carpio Ovando
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CAPÍTULO VIII: “La exclusión silenciosa”: mayores cuidadores y programas para la inclusión. Mª Silveria Agulló Tomás, Alberto Veira Ramos, Victoria Gómez García y Esteban Agulló Tomás CAPÍTULO IX: Pobreza y exclusión social institucionalizada en Mé-‐‑ xico: definiciones, indicadores y dinámica sociológica. Raúl Medina Centeno, Silvana Mabel Nuñez Fadda, Esperanza Vargas Jiménez y Remberto Castro Castañeda CAPÍTULO X: Estrategias y trayectorias de los receptores de rentas minímas: discursos e historias de vida. Esteban Agulló Tomás, Mi-‐‑ guel Arenas Martínez, Rosana Sáiz Villar, Aline De Mesquita Dum-‐‑ mar y Mª Silveria Agulló Tomás APARTADO III ÁREAS CLÁSICAS Y ACTUALES EN EXCLUSIÓN/INCLUSIÓN: EDUCACIÓN Y SALUD CAPÍTULO XI: Vetas de reflexión sobre exclusión educativa e inequidad de género en educación. Raquel Domínguez Mora, Rem-‐‑ berto Castro Castañeda y Claudia E. Bonilla Castillón CAPÍTULO XII: En torno a la esquizofrenia y la exclusión social: explorando el discurso de profesionales de salud mental. Aline De Mesquita Dummar y Esteban Agulló Tomás CAPÍTULO XIII: Inclusión-‐‑Exclusión y estigma social en la terapia sistémica. Silvana Nuñez Fadda, Claudia E. Bonilla Castillón y Espe-‐‑ ranza Vargas Jiménez CAPÍTULO XIV: Salud mental y exclusión/inclusión en México. Remberto Castro Castañeda y Silvana Mabel Nuñez Fadda CAPÍTULO XV: El rol del poder en narrativas de psicología clínica: escenarios para investigar exclusión e inclusión social. Flor Micaela Ramírez Leyva LISTA DE AUTORES
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INTRODUCCIÓN El libro que aquí se presenta “Repensando la inclusión social: Aportes y estra-‐‑ tegias frente a la exclusión social"ʺ, supone en primera instancia un proyecto ambicioso en la demanda de cambio; así mismo, significa y posibilita un espa-‐‑ cio abierto y crítico de reflexión colectiva sobre el enorme potencial que implica la incorporación de distintos lenguajes, perspectivas y paradigmas en la re-‐‑ interpretación de la inclusión/exclusión. Estamos ante un proyecto con visión y calidad inclusiva porque en él se escribe y colabora desde la diversidad y la coincidencia, ambos extremos permiten acercamientos modestos e intermiten-‐‑ tes, que asisten al debate teórico, la propuesta metodológica y la experiencia pragmática. El objetivo en común de todos los especialistas que han participa-‐‑ do en este libro está matizado por la solidaridad de la protesta, sus aportes intentan soslayar las diferencias, limitaciones y precariedad que innegablemen-‐‑ te domina hoy las relaciones que se gestan en nuestro mundo. Para dar sentido a la diversidad de contribuciones y estudios que aquí presentamos, hemos organizado el texto en tres apartados que buscan reflejar distintos ámbitos desde donde la exclusión/inclusión es entendida. El primer apartado aborda las perspectivas reflexivas y aplicadas en torno a la exclu-‐‑ sión/inclusión, exponiendo cuestionamientos interesantes sobre la pertinencia de su estudio y las múltiples definiciones instaladas en campos tan diversos como la sociología, la psicología, la historia y la política. En este mosaico de saberes el debate adquiere protagonismo y da fuerza a los argumentos que en él se inscriben. El libro abre con el trabajo titulado “El infierno son los otros”. Repensar la Exclusión Social. César Gilabert documenta que la interrogante que surgió de las sociedades en transición fue precisamente: ¿qué es lo que cambia si las sociedades están en transformación incesante? Y la respuesta más general fue: las conductas de los individuos. A partir de esta posibilidad de registro de las variaciones de la conducta humana, el objetivo del capítulo puntualiza una reflexión sobre el fenómeno de la exclusión social en la actua-‐‑ lidad, es decir, en la era de la globalización. El capítulo II “Discurso político, directivo y sociológico en torno al salario social básico”, Esteban Agulló, Mi-‐‑ guel Arenas, Remberto Castro, Esperanza Vargas y Raúl Medina, sitúan su análisis en el impacto de un recurso económico como es el salario social básico como dispositivo y estrategia integral contra la pobreza en grupos sociales en situación de riesgo o de exclusión severa y extrema en un área específica de España. Otra contribución en este apartado aborda el tema “Proliferación de líneas de exclusión social y crisis de ciudadanía” Luis Iglesias, Evely Diez-‐‑ Martínez y Azucena Ochoa, exponen las condiciones de producción de situa-‐‑
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ciones de exclusión y la afectación hacia la población sobre la que se ejerce esa lógica de segmentación social. Concluye el apartado con el capítulo IV “Políti-‐‑ ca de Estado y comunidad originaria local: estudio diacrónico sobre un proceso de exclusión social en Puerto Vallarta, México”, Gabriela Scartascini recupera como documento histórico, testimonios orales de las familias que representan a la comunidad local que ha forjado la imagen de este destino turístico, con el fin de completar lecturas de las distintas coyunturas históricas vividas en las últi-‐‑ mas décadas en las cuales se evidencia el impacto sufrido a la cultura de la región por las decisiones políticas ejercidas desde la órbita estatal y federal. En el apartado II el campo empírico es representado por una diversi-‐‑ dad de Investigaciones que incluyen a colectivos que se perfilan en la preca-‐‑ riedad y, por ende, son susceptibles de inscribirse en los procesos de exclusión. Se incluyen en esta sección temas relativos al género, envejecimien-‐‑ to y pobreza. Inaugura este apartado el trabajo “Género y mercado de trabajo turístico: el empoderamiento efectivo como estrategia inclusiva” Esperanza Vargas, Remberto Castro, Mabel Nuñez, Esteban Agulló y Raúl Medina, reto-‐‑ man la experiencia del colectivo de mujeres que laboran en el sector turismo en Puerto Vallarta Jalisco (México) y analizan cuál es el efecto del trabajo en su empoderamiento, teniendo como eje de medición la capacidad de negociación que ejerce o no la mujer en su espacio familiar y de pareja. Se analiza la situa-‐‑ ción laboral y característica particulares de su empleo, destacando aquellos elementos del mismo que favorecen un empoderamiento efectivo aún en las condiciones más adversas, documentando una experiencia que referenta es-‐‑ trategias inclusivas para grupos con alto riesgo de exclusión social. El capítulo VI “Madres solas ¿excluidas/incluidas socialmente?”, Carmen Pérez y José Carlos Cervantes presentan los resultados de su investigación después de ha-‐‑ ber entrevistado en profundidad a 20 mujeres de la Zona Metropolitana de Guadalajara (México) en esta condición. Encontraron que las mujeres partici-‐‑ pantes eran incluidas parcialmente mediante apoyos económicos o cuidado de sus hijas/os cuando contaban con redes sociales de apoyo; pero excluidas por la restricción de su libertad por parte de familiares. El capítulo VII "ʺArtesanas y artesanías: entre la exclusión y la ilusión"ʺ, Perla del Carpio reflexiona acerca de los retos que enfrentan los artesanos en México en cuanto a condiciones de trabajo, expresión de tradiciones y símbolos; todo esto en relación con la globa-‐‑ lización y la exclusión a la que están expuestos los pueblos originarios del país. El capítulo VIII aborda el tema de “La exclusión silenciosa: mayores, cuidado-‐‑ res y programas para la inclusión”, Mª Silveria Agulló, Alberto Veira, Victoria Gómez y Esteban Agulló perfilan en la primera parte de la investigación citada, una panorámica internacional sobre la exclusión en la etapa de vejez más de-‐‑ 8
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pendiente. En la segunda, se exponen los objetivos, metodología y aspectos clave del estudio en el que se enmarca este escrito. Se trata de un proyecto sub-‐‑ vencionado por el Ministerio de Economía y Competitividad (CSO2009-‐‑10290, VI Plan Nacional de I+D+i, 2009-‐‑2013). La tercera parte avanza resultados clave del estudio, como la evaluación de algunos programas que se demandan y ofrecen para caminar hacia la mejora e inclusión de mayores y sus cuidado-‐‑ ras/es. En el capítulo XI Raúl Medina, Mabel Nuñez, Esperanza Vargas y Remberto Castro, abordan el tema: “Pobreza y exclusión institucionalizada en México: Definiciones, indicadores y dinámica sociológica”. Se analizan los indi-‐‑ cadores que evalúan los programas sociales a nivel local y nacional, se docu-‐‑ mentan también los resultados de estos programas tomando como referencia temporal las últimas dos décadas. La evaluación muestra que los programas evaluados, no sólo no han alcanzado el mínimo de éxito acorde a los objetivos y metas, también se han pervertido produciendo más desigualdad, pobreza y por supuesto exclusión social. Al fenómeno referido los autores lo han deno-‐‑ minado Pobreza Institucional: instituciones maltratantes y excluyentes. Y, para concluir con este apartado, en el capítulo X se exponen las “Estrategias y trayectorias de los receptores de rentas mínimas: discursos e historias de vida”, Esteban Agulló, Miguel Arenas, Rosana Sáiz, Aline De Mesquita, y Mª Silveria Agulló, centran su investigación en la dinámica de aspectos relaciona-‐‑ dos con la exclusión, como situación de fragmentación social, desde tres di-‐‑ mensiones sustantivas: económica, política y relacional. El apartado III explora las áreas clásicas y actuales en exclu-‐‑ sión/inclusión: Salud y educación, abre este apartado el trabajo denominado “Vetas de reflexión sobre exclusión educativa e inequidad de género en educa-‐‑ ción”, Raquel Domínguez, Remberto Castro, y Claudia E. Bonilla, reflexionan sobre las diversas vetas de análisis en torno a las manifestaciones de exclusión educativa en nuestro contexto, haciendo énfasis en la exclusión que va más allá del mero obstáculo para ingresar al sistema educativo, y se extiende a formas de inhibir el aprendizaje una vez dentro de él, o discriminar sutil o explícita-‐‑ mente a las mujeres, los sujetos con necesidades educativas especiales y la po-‐‑ blación indígena. El capítulo XII “En torno a la esquizofrenia y la exclusión social: explorando el discurso de profesionales de la salud mental” Aline de Mesquita y Esteban Agulló, se sumergen en la realidad asistencial de la aten-‐‑ ción hacia las personas diagnosticadas con esquizofrenia, valorando la existen-‐‑ cia, características y relevancia de los apoyos y medios para su inclusión y participación social. Para ello, se analizó el grado de desarrollo e implementa-‐‑ ción del modelo comunitario en el ámbito sanitario del Principado de Asturias, España. Con las carencias en la asistencia psicosocial ofrecida a las personas 9
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con esquizofrenia, en el trabajo se concluye que este colectivo se encuentra en situación altamente vulnerable con respecto a los procesos de exclusión social en las tres dimensiones abordadas: económica (participan insignificantemente en las esferas de producción y el consumo), política (tienen muy difícil acceso y materialización a los derechos políticos como ciudadanos y reciben insuficien-‐‑ tes apoyos de los sistemas de protección social, sanidad, educación especializa-‐‑ da, vivienda y prestaciones sociales) y social (presentan una escasa red relacional y aislamiento social), de tal manera que su participación en la socie-‐‑ dad como ciudadanos de pleno derecho se ve significativamente vulnerada. “Inclusión-‐‑exclusión y estigma social en la terapia sistémica” (Capítulo XIII) analiza el fenómeno de la Inclusión/Exclusión Social desde una visión sistémi-‐‑ ca, a partir de la práctica clínica instalado en el paradigma sistémico. Mabel Nuñez, Claudia E. Bonilla, y Esperanza Vargas, ejemplifican y analizan los aspectos relacionados al estigma social de los problemas mentales graves, y su relación a los procesos de exclusión a nivel familiar, social y laboral, así como sus interacciones recíprocas con los problemas de salud mental. Concluyen con una breve exposición y reflexión sobre el modelo terapéutico que ha asistido su práctica clínica en trastornos severos del comportamiento, retomando las his-‐‑ torias de tres usuarios que consintieron participar en este proyecto. Para con-‐‑ cluir, puntualizan la necesidad de abordar la visibilización del estigma y su influencia, primero en el sistema terapéutico, trabajo que incluiría también al equipo tratante. “Salud mental y exclusión /inclusión en México” se integra en el capítulo XIV, su objetivo prioriza el análisis de la relación entre los pro-‐‑ blemas de salud mental y los procesos de exclusión-‐‑inclusión. Remberto Castro y Mabel Nuñez dan cuenta de la importancia del rezago que existe en cuanto a la atención de la salud mental y a partir del Programa Mundial de Acción en Salud Mental, creado y promovido desde el año 2001 por la Organización Mundial de la Salud se revisan los avances de este proceso en México, desde el año 2002 a la fecha, a través de los planes de salud generales y específicos y de los reportes de Evaluación de los Servicios de Salud Mental en la República Mexicana. Finalmente se hacen algunas consideraciones o aportes para el futu-‐‑ ro, aplicables al contexto local. La conclusión de este libro corresponde al capí-‐‑ tulo XV, Flor Ramírez en su trabajo denominado: “Rol del poder en narrativas de psicología clínica: escenarios para investigar exclusión e inclusión social” expone aportes relacionados con el ejercicio del poder, y estudios sobre len-‐‑ guaje y género, retomando a autores como Foucault, Ricoeur, Amorós, Barcár-‐‑ cel y Burín. El trabajo es enriquecido al identificar aspectos que inciden en los procesos de exclusión e inclusión social en el campo de la salud -‐‑cuyas inercias se sostienen por conflictos y/o luchas de intereses en pugna (capital de recono-‐‑ cimiento)-‐‑ a partir del análisis de las narrativas elaboradas por mujeres que 10
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laboran en espacios de psicología clínica en Puerto Vallarta (Jalisco México). Confiemos en que estos aportes y estas reflexiones sirvan para avanzar en la clarificación y profundización del propio objeto de estudio, pero sobre todo ayuden a caminar a las sociedades avanzadas en una dirección más social, solidaria, integral e inclusiva. Los coordinadores
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CAPÍTULO I: "ʺEL INFIERNO SON LOS OTROS"ʺ. REPENSAR LA EXCLUSIÓN SOCIAL César Gilabert “L’ enfer, c’est l’autre”. Jean Paul Sartre INTRODUCCIÓN Este capítulo es parte de una investigación más amplia cuyo propósito es com-‐‑ prender los mecanismos de la conducta humana. Mi línea de investigación principal en los últimos años se ha centrado en las sociedades en transición, por lo cual escribí ya dos libros acerca de las trayectorias evolutivas de algunos municipios jaliscienses para estudiar los cambios en tales comunidades. Prime-‐‑ ro analicé la región alteña, y luego la región de la costa, en especial Puerto Va-‐‑ llarta. La interrogante que surgió de las sociedades en transición fue precisamente: ¿qué es lo que cambia si las sociedades están en transformación incesante? Y la respuesta más general fue: las conductas de los individuos. A partir de esta posibilidad de registro de las variaciones de la conducta humana, el objetivo aquí es presentar una reflexión sobre el fenómeno de la exclusión social en la actualidad, es decir, en la era de la globalización. Puede pensarse que siempre han existido individuos y grupos exclui-‐‑ dos, pero si atendemos a la historicidad del fenómeno, notaremos particulari-‐‑ dades y significados únicamente aplicables a una determinada época. El planteamiento que expondremos enseguida parte de una frase de Jean Paul Sartre, pero la trasciende. No es sólo una indagación de corte filosófico, sino que centra el análisis en lo social. La exclusión es una cuestión relacional, jerár-‐‑ quica y antagónica, y con más precisión representa el fracaso de la socialidad – el otro, el diferente también puede ser amigo-‐‑; pero en este encuadre particular referido a la globalización, debido a la pequeñez de la geometría del capitalis-‐‑ mo, el otro suele ser una amenaza. En el mejor de los casos, un competidor; en el peor, un enemigo, entonces la diferencia entre la identidad propia y el otro se dirime en una arena política. La exclusión asume una mayor cuota de drama-‐‑ tismo cuanto más madura el mercado y el predominio de la sociedad capitalista concentra la riqueza en círculos cada vez más apretados. En todo caso, el mo-‐‑ mento culminante de la exclusión es tan horrible que permite la metáfora del infierno. No se excluye a las personas por lo que son, se les convierte en exclui-‐‑ das por el trato desconsiderado y agresivo que se les dispensa, pero no a causa de una actitud, ni siquiera por prejuicios, sino como una coacción que se cons-‐‑ 15
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truye socialmente y que afecta las relaciones entre los individuos endilgándoles la jerarquía en la diferencia; y el antagonismo en la afirmación de la identidad. Desde luego, el mercado más otros criterios económicos, políticos y cul-‐‑ turales ofrecen motivos y coartadas para denostar y separar a ciertas individua-‐‑ lidades y grupos incómodos, en razón de una clasificación sostenida por los excluyentes. La civilización de la barbarie. Por lo tanto, el papel principal en esta desgarradura social le corresponde al sujeto que excluye; lamentablemente, en la decadencia, suelen ser los bárbaros quienes ganan más terreno. A conti-‐‑ nuación mostraremos la génesis del proceso social de exclusión como parte de la producción de la comunidad y sus variantes: lo propio, el nosotros, lo in-‐‑ terno, marcando la frontera a lo ajeno, a ellos y lo que viene del exterior; ade-‐‑ más, un diagnóstico y, finalmente, una propuesta basada en una educación integral y humanista opuesta al modelo educativo “industrial” hasta ahora prevaleciente, al menos como una condición indispensable para empezar a desmantelar el sistema bárbaro y excluyente del mercado, pues es indispensa-‐‑ ble que haya individuos más diestros para convivir que para competir. El infierno de la exclusión En su obra de teatro Huis clos (A puerta cerrada) estrenada en mayo 1944, es decir exactamente a cuatro años de que París estuviera bajo la ocupación nazi, Sartre prepara el terreno, a lo largo de la trama, para soltar hasta la última escena una de sus más famosas frases, la cual, dado su carácter polémico y poli-‐‑ sémico, se convertirá por sí misma en un motivo de reflexión acerca de la con-‐‑ dición humana. Así, el infierno es el otro; el infierno son los otros; o el infierno son los demás -‐‑como también ha sido traducida-‐‑ es la conclusión a la que arriba uno de los protagonistas, José Garcin, respecto de la situación imaginaria en la que tres personas (Inés, Estelle y el propio Garcin) son reunidas al parecer por azar en un espacio aislado, sin ventanas ni tan siquiera espejos, y con un único acceso que suponen controlado por un mozo, debido a lo cual ninguno tiene la posibi-‐‑ lidad de separarse o siquiera alejarse de los otros dos. Que tal trío haya llegado allí después de morir es una manera de hacer fantasmal, fantasiosa u onírica la situación, pero en rigor no es relevante para explicar la condición existencial del cerco, o sea, el leitmotiv de la obra. Sartre habría podido decir: el infierno son los nazis. Es decir, no es tan importante que se trate de personajes muertos como la idea de haber sido puestos juntos de manera inexorable en el escenario. Mien-‐‑ tras afuera, en el teatro del mundo, aún estaba fresco en la memoria colectiva y 16
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en la de Sartre mismo, el triste espectáculo de la caída de París en el aquel lapso vergonzoso del 9 de mayo al 14 de junio de 1940 (Lottman, 2007). El guión del filósofo hace existir a los personajes encerrados en un salón estilo Segundo Imperio, semejante al confinamiento que los parisinos habían padecido poco tiempo atrás en la Ciudad Luz transformada en una suerte de cárcel de la que no podía salirse sin un salvoconducto nazi. Pero además en 1944, año de la primera representación de la obra, ya se avizoraba la victoria final de los países aliados, la cual en efecto se conseguiría en menos de un año, y para entonces ya se estaba fraguando el ajuste de cuentas por el que más de 125 mil franceses acusados de colaboracionistas serían llevados a juicio; y even-‐‑ tualmente, a los que fueron hallados culpables, se consiguió degradarlos y en-‐‑ carcelados cuando no terminaron sus días condenados a muerte, en un controvertido proceso social y jurídico conocido como “la depuración”, el cual se prolongó casi una década, de 1943 a 1953 aproximadamente. Precisamente, las imputaciones y denuncias para castigar a los colaboradores figuraron un infierno no sólo para los convictos, especialmente cuando el deseo de justicia se vio rebasado por una furia y revanchismo ciego, de modo que en algunas po-‐‑ blaciones francesas se multiplicaron expeditos juicios sumarios: …lo que iba a crear esa atmósfera que más tarde había de evocarse co-‐‑ mo cercana al periodo del Terror durante el que Robespierre y el Comité de Salvación Pública habían enviado a centenares de personas ante el tribunal revolucionario y, de ahí, al cadalso (Lottman, 2007 a, p. 123) En todo momento destaca la tensa convivencia de los personajes de A puerta cerrada, como habría sido también la ríspida fricción entre la Resistencia y los colaboracionistas en el territorio francés. Precisamente, el numen de la trama es la ruda interacción entre unos y otros; por supuesto, los tres personajes de la obra pero, dadas las circunstancias, podemos extender la tirantez de las relacio-‐‑ nes al trato de los franceses entre sí durante el infierno de la ocupación y poste-‐‑ riormente en el periodo de la depuración, que tampoco era precisamente el paraíso: todos sospechando unos de otros, sin pausa ni distancia entre ellos, privados de privacidad, obligados a espiarse mirándose con total y forzada transparencia, de manera que aun sin proponérselo cada uno era vigilado por el otro. Y como bien lo documentó Foucault (2005), vigilar es ya una forma de castigo. En efecto, a partir del quiebre de la unidad mirar y ser-‐‑mirado se montó un dispositivo panóptico donde la vigilancia implícita se asume como fenó-‐‑ meno ubicuo y permanente, incluso sin que sea necesaria la presencia del vigi-‐‑ lante, puesto que no hay modo de constatar su labor de escrutinio dado que 17
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alguien es mirado sin que pueda ver quien le mira. De este modo, la mera pre-‐‑ sunción de que existe un observador hiere, censura, inhibe y persuade a quien se sabe observado. Después de la liberación, la Resistencia dirigió sus baterías primeramente hacía las personalidades sobresalientes entre los colaboracionis-‐‑ tas, como aquellos que ocuparon altos cargos en el gobierno de Vichy; intelec-‐‑ tuales que decidieron seguir publicando en casas editoriales o periódicos que habían tomado o aprobado los alemanes, lo que se consideró como una acepta-‐‑ ción tácita o incluso señal decididamente germanófila cuando no antisemita; así como a empresarios que hicieron negocios con los alemanes. Iban, pues, sobre esas cabezas de notables, y se justificaban retomando una observación de Char-‐‑ les Peguy: “Los regímenes que no empiezan matando a los malos pastores siempre terminan matando al rebaño mismo” (Lottman, 2007 a, p. 257). Pero luego las acusaciones de traición se extendieron incluso a espacios íntimos de gente común, es que “un puro siempre encuentra otro más puro que le depura”, se dijo en un vano intento de satirizar los excesos y frenar la compulsión revan-‐‑ chista. Me viene a la mente el caso de una mujer de la que se dijo reprobadora-‐‑ mente que no había tenido empacho para irse de juerga con los alemanes durante la ocupación. A lo que con cierto desparpajo refutó: estoy libre de cul-‐‑ pa, sí, “mi culo es internacional, pero mi corazón es francés”. El hecho es que los protagonistas de Sartre caen en la cuenta de que por la vigilancia o mirada constante del otro “el verdugo es cada uno de nosotros para los demás”, como dice Inés (escena V, p.14), para arribar en la última esce-‐‑ na al proverbial discernimiento de Garcin, (Escena V, p. 35). …y ahora comprendo perfectamente que estoy en el infierno… ¡Cómo! ¿Sólo sois dos? Os creía muchas más. Entonces esto es el infierno. Nunca lo hubiera creído… Ya os acordaréis: el azufre, la hoguera, las parri-‐‑ llas… Qué tontería todo eso… ¿Para qué las parrillas? El infierno es el otro. De esta escena final se desprenden diferentes posibilidades de inter-‐‑ pretación. La metáfora de la escenificación puede aludir a un diagnóstico gene-‐‑ ral de la condición humana, donde cada individuo es arrojado en el mundo (fr. jeté o derelicción, término técnico empleado en El ser y la nada), condenado a la libertad y también a la convivencia con los otros. Ambos atributos del género humano aparecen como condena en virtud de que el hombre no puede renun-‐‑ ciar ni la libertad ni a la convivencia. Incluso si lo intentara, confirmaría con ello su inexorable condición existencial. Por eso, dice Sartre: “el hombre nace libre, responsable y sin excusas”. 18
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Por supuesto, hay dispositivos de control y configuraciones sociales que reducen las posibilidades de elegir: la esclavitud, la pobreza extrema, la igno-‐‑ rancia, el miedo o la reclusión. Un régimen totalitario, en efecto, puede concul-‐‑ car libertades políticas y civiles, y con ello reducir las opciones de los ciudadanos para disentir e incluso puede anular el movimiento de los oposito-‐‑ res restringiendo sus derechos a asociarse, manifestarse e informarse, aplicando su poder para, en situaciones extremas, obstruir los desplazamientos de los disidentes con la cárcel, o forzándolos al exilio y, en última instancia, el esta-‐‑ blishment recurrirá a la tortura y la liquidación física. Pese a todo, ni siquiera un feroz régimen totalitario es capaz de eliminar lo que, por economía denomino la libertad existencial o libertad como la entiende Sartre: la capacidad –conciencia y responsabilidad-‐‑ para tomar la decisión última con la que cada quien, desde su reducto existencial, elige una actitud, un estado de ánimo, en fin, una con-‐‑ ducta a seguir, ya sea para resignarse y obedecer; o bien para insubordinarse y resistir. Quizá sea suficiente con un ejemplo, no como demostración para apun-‐‑ talar una generalización, sino a fin de ilustrar el sentido de mis palabras: el poe-‐‑ ta alicantino Miguel Hernández Gilabert, en las postrimerías de la Guerra Civil española, fue encarcelado por su participación en las filas del bando republi-‐‑ cano. Presiente o sabe que morirá encerrado (pende sobre él una condena a pena de muerte, que posteriormente sería conmutada por una sentencia de 30 años de prisión; o sea que para efectos prácticos el interés principal del régimen no era eliminarlo sino excluirlo del nuevo orden. Tenerlo atado y bien atado, reza un dicho franquista.) Así las cosas, el poeta decidió escribir a su mujer y a su pequeño hijo acerca de su precaria situación. Quería explicarle a su hijo la pobreza en que malviven y sobre todo la razón por la que en definitiva crecerá sin la compañía y el cuidado paternos. El resultado fue el Cancionero y Romance-‐‑ ro de Ausencias (1938-‐‑1941) y en particular destaco: “Nanas de la cebolla”, que pergeñó al enterarse de que su segundo hijo, Manuel Miguel, nacido en 1939, tenía por alimento únicamente cebollas. El poemario en general es intenso, pro-‐‑ fundo e intimista, y “Nanas de la cebolla” es quizá la canción infantil más triste jamás escrita, pero sin autocompasión y las estridencias sensibleras propias de alguien que admite ser carne de patíbulo, y en lugar de ello el poeta simplemen-‐‑ te se toma por un hombre que decidió luchar por sus ideales y le tocó perder. Murió detenido en 1942, por lo que me resulta impreciso marcar la tuberculosis como causa final, a la edad de 32 años. El franquismo mandó encarcelar a Mi-‐‑ guel Hernández, lo enfermó y lo excluyó del modo en que saben procurarlo los regímenes fascistas, pero ni la muerte pudo confinar su arte. En medio de su ruinosa situación, acaso en trozos de papel de baño, escribió a su hijo Manuel 19
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Miguel: “Tu risa me hace libre, / me pone alas./ Soledades me quita,/ cárcel me arran-‐‑ ca”. Vaya forma de liberación. Y también vence a la muerte en el mismo poema-‐‑ rio cuando escribe “A mi hijo”, versos dedicados a su primogénito, Manuel Ramón, nacido en diciembre de 1938, pero fallecido a los 10 meses: “Te ha devo-‐‑ rado el sol, rival único y hondo/ y la remota sombra que te lanzó encendido;/ te empuja luz abajo llevándote hasta el fondo,/ tragándote; y es como si no hubieras nacido”. Uno no escoge la libertad, sino cómo emplearla. Cada quien construye su propia historia, aunque no la hace como quiere, especialmente si en medio se atraviesa y agrede un régimen dictatorial. Con todo y con eso, Miguel Hernán-‐‑ dez probó la fuerza liberadora del arte, y como otros muchos hombres y muje-‐‑ res, se rebeló a la voluntad del franquismo que aún incipiente ya exhibía todas las trazas del fascismo. A pesar de todo, el poeta encontró su manera de partici-‐‑ par en la construcción del orden deseado, como declara en uno de sus versos: “Para la libertad sangro, lucho, pervivo”; así como otros encuentran una manera de resignarse y aún sacar provecho de la situación más adversa. En este sentido, cabe la reflexión de Italo Calvino: El hombre puede verse reducido a ser una langosta y aplicar sin em-‐‑ bargo a su situación de langosta un código de disciplina y decoro –en una palabra un «estilo»-‐‑ y confesarse satisfecho, no discutir ni mucho ni poco el hecho de ser langosta sino sólo el mejor modo de ser (Calvino, 1997, p. 32) Tal clase de razonamiento tiene para Sartre el sello de la condición hu-‐‑ mana, por lo que hace decir a Inés: “solamente los actos deciden qué es lo que uno ha querido ser” (escena V, p. 33). Hablando en términos generales, el filóso-‐‑ fo existencialista sostiene: “el hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. Quizá con Huis clos, Sartre hace un guiño a la hipótesis freudiana de que los seres humanos son neuróticos debido, al menos en parte, a la imposibilidad de prescindir del otro. Como esa definición sartreana de fútbol: un juego más bien sencillo “en el que todo se complica por la presencia del equipo contrario”. De hecho, la toma de conciencia de que para vivir se precisa de los otros, endilga una herida narcisista que acaba con la ilusión de la autarquía individual. Nadie puede decir que no le debe nada a los demás: sin su intervención pereceríamos. Entonces el problema del sujeto individual no es la existencia de los demás, sino la inevitabilidad de la relación con ellos, con otros. Sin embargo, el propio Sartre se encargó de aclarar que A puerta cerrada no se refiere a la convivencia humana en general, sino específicamente al tipo 20
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de convivencia que fracasa. En otras palabras, el otro no es necesariamente un infierno. De hecho, los otros en tanto que conforman nuestro entorno social, nos proveen no sólo del apoyo que necesitamos para no sucumbir durante largas etapas de desarrollo y maduración: allí está el lenguaje, las reglas básicas de la convivencia aprendidas por la educación, los valores, etc. El otro es entonces un referente fundamental con cuyas interrelaciones nos formamos y, por lo tanto, es un elemento indispensable en el proceso de individuación. En mi interpretación, si bien el infierno puede plasmarse por la inevita-‐‑ bilidad de la mirada ajena, los otros infligen castigos infernales en la medida en que no te incluyen. En otras palabras, el excluido cae en las fauces del infierno cuando resulta ajeno al colectivo que constituye una identidad social y psicoló-‐‑ gica que define la pertenencia y la forma en que queremos ser reconocidos: nosotros. En este sentido, la exclusión marca y fuerza la frontera entre el noso-‐‑ tros y ellos, como lo hacía la identidad nacional en el caso de los franceses y los alemanes; pero también en la distinción interna entre los colaboracionistas y la Resistencia, para separar, castigar, degradar, excluir o dictar pena capital a los traidores. Y se torna infernal cuando el otro, en tanto que encarnación de lo diferente, se juzga como algo no asimilable a lo propio: el extranjero, el traidor, el verdugo. La otredad no es sólo diferente, sino una existencia ajena o que se ha es-‐‑ cindido de la nuestra, y en tanto que extraña su sola presencia es ya una ame-‐‑ naza para lo propio. En esa calidad entra también todo lo que nos resulta desconocido e incomprensible, por lo mismo, inspira miedo. La cercanía del otro suscita incertidumbre y zozobra. Por cierto, J. M. Coetzee lo ilustra brillan-‐‑ temente en Esperando a los bárbaros (1992). Como su título indica, los represen-‐‑ tantes del poder central se preparan para neutralizar una supuesta conjura de los pueblos bárbaros situados en la periferia, y con ese pretexto los miembros del ejército cometen un montón de abusos sobre los pobladores. El protagonista principal, que hace las veces de narrador, es el magistrado encargado de la ad-‐‑ ministración civil de aquel pueblo apostado en la lontananza del Imperio. Lle-‐‑ vaba una vida apacible y anodina que da vuelco fatal cuando él -‐‑de quien menos podía esperarse por ser hombre del sistema-‐‑ empieza a denunciar las tropelías cometidas en contra de los supuestos bárbaros, motivo por el cual es tildado de loco e insensato. Hete aquí la cuestión del infierno como exclusión: la vida de este funcionario menor se torna efectivamente en un infierno. Paradójicamente, los ataques en su contra no provienen de los bárbaros, sino de otros funcionarios como él pero que ya no le reconocen como de los 21
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suyos. Con invectivas feroces lo excluyen del nosotros que conforma el Imperio, obligándolo a extraer fuerzas de flaqueza no ya para defenderse de los ataques, puesto que en su interior el magistrado, ahora apestado, sabe que su resistencia es inútil; sin embargo, al mantenerse en esta batalla de antemano perdida eleva el rango de su lucha: es una defensa de la dignidad, o sea, de aquello que lo hace humano aún en el infierno. Dicho sea de paso, el concepto latino de bárba-‐‑ ro (barbărus) deriva de un vocablo griego que significa extranjero: todo aquello que no es griego, aquel que ni siquiera puede hablar nuestra lengua. Posterior-‐‑ mente, hacia siglo V, se consideró pueblos bárbaros a aquellos que se resistieron a la dominación del Imperio romano, entre ellos, los hunos, los galos, los ger-‐‑ manos, pero además aludía otras razas y desde luego otras culturas y creencias diferentes a las de los romanos. En todo caso, un miedo cerval provoca el rechazo del otro, porque éste en su ajenidad nos resulta siempre desconocido: aquello de lo que nunca se tiene información suficiente, por lo que resulta imposible saber realmente quién es o qué pretende, incluso cuando lo que vemos del otro parece amable. La amabilidad del extraño, en último caso, también es un motivo de desconfianza, porque puede ser un truco o una trampa para bajar nuestras defensas: un caba-‐‑ llo de Troya ni más ni menos. Pero no sólo se desconoce al extranjero, al extra-‐‑ ño, al ajeno, sino que de antemano queda anulado el interés por conocerlo. Aún hoy, las connotaciones de bárbaro tienden a la exclusión: vulgaridad, ignoran-‐‑ cia, falta de refinamiento, tosquedad, brutalidad, insensibilidad, mal gusto, y aplica también para lo naco, lo cutre o simplemente lo desfavorecido y pobre. En una palabra: “out”. Abrirse a ellos en cualquiera de sus modalidades es des-‐‑ protegerse; en consecuencia, desde su ajenidad, el otro siempre aparece como una existencia no incorporable al nosotros: una amenaza. En el contexto del territorio, el otro es un invasor, un enemigo en tanto que su existencia altera el modo de vida nuestro, provocándonos inquietud, extrañeza y miedo. No tiene que ser necesariamente un delincuente, basta con que sea un inmigrante pobre para temerle: el pathos del infierno no es el ma-‐‑ ligno (evil), sino las consecuencias de la forzada convivencia con el otro, en es-‐‑ pecial cuando los demás actúan como verdugos. Eso lo saben los niños que son víctimas del bullying. En consecuencia, ante el otro surge la urgencia de la se-‐‑ paración, un perímetro de seguridad, un muro para impedir no sólo la presen-‐‑ cia, sino la mirada del otro. Por consiguiente: la exclusión del diferente es una manera de reducir la incertidumbre y el miedo. 22
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El otro es siempre problemático como en la definición sartreana de fút-‐‑ bol, pero eso en sí no constituye el infierno. De hecho la democracia es la forma hasta ahora más desarrollada de procesar las diferencias. Las reglas democráti-‐‑ cas generan también un modo de vida que se caracteriza por la pluralidad, que supone el reconocimiento del otro y la inclusión. Como régimen político, la democracia institucionaliza el conflicto, y además favorece un tipo de juego en el cual tanto el ganador como el perdedor están interesados en que el juego continúe, dado que el ganador no lo gana todo ni quien pierde lo pierde todo, porque las victorias y derrotas están acotadas a determinadas posiciones por plazos perentorios, de manera que en las competencias subsiguientes el perde-‐‑ dor puede convertirse en ganador y viceversa. Fuera de los regímenes democráticos, ni la pluralidad ni la tolerancia con el diferente son funcionales. Los del equipo contrario no son meramente adversarios, como en el fútbol, sino enemigos en el sentido dramático que le imprimió Carl Schmitt (1984) a su teoría política, y que los nazis aplicaron, moldearon e incluso estiraron discrecionalmente para acomodar tales razona-‐‑ mientos según sus necesidades: Enemigo no es el competidor o el adversario en general. Enemigo no es siquiera el adversario privado que nos odia debido a sentimientos de antipatía. Enemigo es sólo un conjunto de hombres que combate, al me-‐‑ nos virtualmente, o sea sobre una posibilidad real, y que se contrapone a otro agrupamiento humano del mismo género. Enemigo es sólo el enemigo público, puesto que todo lo que se refiere a semejante agrupa-‐‑ miento, y en particular a un pueblo íntegro, deviene por ello mismo pú-‐‑ blico [cursivas en el original] (Schmitt, 1984, p. 25) Enemigo público es quien amenaza el modo de vida propio. Son los otros en tanto que ajenidad. La presencia del otro que no sólo hostiga, sino que pone en peligro la existencia del mundo conocido; y al considerarlo inasimilable se torna en subversivo de manera automática: el otro es un agente activo del mal. El otro no sólo es diferente, sino que es una personificación de lo perverso. Tal identificación con lo perverso y obsceno conlleva su deshumanización. Más allá de lo que proponía Schmitt, es fundamental restarle al enemigo (p.e. el te-‐‑ rrorista) atributos humanos a fin de que su aniquilación no genere responsabi-‐‑ lidad moral ni culpa ni remordimientos. Quiere decir, por un lado, que la lucha pública contra el diferente justifica el fortalecimiento de los aparatos represivos; y paralelamente releva de carga ética a nuestros defensores. De allí deriva la banalidad del mal, un concepto acuñado por Hanna Arendt (2003), para referir-‐‑ 23
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se a la gente que operaba los campos de concentración; personas que se presen-‐‑ taban al trabajo como cualquier empleado, marcaban su tarjeta de asistencia, y ya fuera de su horario eran tipos completamente normales, que ayudaban a hacer la tarea a sus hijos y eran buenos ciudadanos, cuando en sus horas hábiles habían maltratado o tal vez exterminado reclusos. Estos empleados hacían el mal sin pasión, como quien hace focos o tor-‐‑ nillos: la banalidad del mal aparece como efecto secundario de un dispositivo de exclusión y exterminio. La exclusión justifica la utilización de recursos in-‐‑ dignos cuando el objetivo es deshacerse del otro a la manera maquiavélica. Aunque Maquiavelo se habría avergonzado de la falta de inteligencia de Bush Jr., habría visto con aprobación la técnica política con la que se ejecutaron los ataques preventivos en Afganistán e Irak, legitimados por miedo administrado para mantener los gastos militares destinados a la lucha contra el terrorismo. En cualquier caso, estos recursos políticos favorecieron la proliferación de la vio-‐‑ lencia como un modo de vida normal ante la amenaza del otro. La persecución no se limitó a los terroristas, sino a quienes por su aspecto podían parecerlo; o por su actitud; o por su manera de pensar. Todo esto en una línea que, hay que decirlo, no se diferencia en mucho de la teoría del espacio vital nazi; de hecho embona perfectamente con el simplismo moral del imperio yanqui: si no estás con nosotros, estás en contra. Las variantes interpretativas del espacio y la invasión del otro Asimismo, la ideología trasmitida por Hollywood ha utilizado constan-‐‑ temente el arquetipo de David contra Goliat para justificar la condición de poli-‐‑ cía mundial de las fuerzas estadounidenses en la eterna y universal lucha entre el bien y el mal. Desde luego, quienes aparecen como villanos, incluso sin ser necesariamente malos, son los otros. La sociedad globalizada utiliza la tecnolo-‐‑ gía para masificar imágenes con lo cual refuerza la primacía de lo visto sobre lo pensado. Las formas de exclusión se propagan de manera incruenta, pero no menos agresiva, a través de la publicidad, el cine, la música y las modas. La primacía de las imágenes sobre las palabras, afecta la formación libresca y críti-‐‑ ca, porque ambas cosas necesitan tiempo y esfuerzo, es decir, dificultades que pueden evitarse con la televisión y otros medios visuales y frívolos: La literatura light, como el cine light y el arte light, da la impresión có-‐‑ moda al lector y al espectador de ser culto, revolucionario, moderno, y de estar a la vanguardia, con un mínimo esfuerzo intelectual. De este modo, esa cultura que se pretende avanzada y rupturista, en verdad 24
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propaga el conformismo a través de sus manifestaciones peores: la complacencia y la autosatisfacción (Vargas, 2012, p. 37) En esa medida, las lecciones masivas para adiestrar a los excluyentes, se gesta en el cine, en la música, el arte y la moda, si bien allí también hay oportu-‐‑ nidad de la resistencia con alternativas y variantes críticas que a veces dan para sostener contraculturas a fin de construir caminos incluyentes. En todo caso, después de la caída del muro de Berlín, el canon hollywoodense pergeñó dos zagas que aún siguen reproduciéndose, cuyas primeras versiones Alien (1979) y Rambo (1982) pertenecen al mismo arquetipo del simplismo moral: son narra-‐‑ ciones de la destrucción del otro; sin embargo, el congelamiento de la guerra fría hizo de los alienígenas la coartada perfecta para ensayar las prácticas de aniquilamiento en imágenes cinematográficas, aunadas invariablemente a una pedagogía que promueve la indiferencia frente al dolor del otro, incluso provo-‐‑ cando que los espectadores disfruten la destrucción y hasta se entusiasmen cuando un monstruo es despedazado, como en Predator (Depredador) (1987), ya en el ocaso de la era Reagan (1981-‐‑1987) y su mentada guerra de las galaxias. Pero la continuidad hasta nuestros días resulta inquietante, por ejemplo, en Prometheus (2012) dirigida por Ridley Scott, planteada implícitamente como una precuela de Alien pese a que fue producida muchos años después. Con todo, la tónica del otro como enemigo público no cambió durante el mandato de los Bush en sus dos períodos (1989-‐‑1993) y (2001-‐‑2009), ni ha cambiado al día de hoy, como se aprecia en las películas District 9 (Sector 9) y Battleship (Batalla naval) (2012). Poco quita o añade que Sector 9 sea una pro-‐‑ ducción neozelandesa de 2009 y que la acción alienígena se desarrolle en Johannesburgo, tierra del apartheid. Esta producción obtuvo su aprobación ideológica con 4 nominaciones para el Oscar. Por su parte, la recientemente estrenada Batalla Naval -‐‑en mi opinión, pésima-‐‑ me llamó la atención por uno de esos diálogos dichos de pasada por un personaje secundario, pero que para nuestro análisis resulta de lo más significativo al expresar el temor que siente un científico de la NASA, quien alerta a sus compañeros de que más valdría no enviar señales desde la Tierra hacia el espacio, porque sólo una tecnología más avanzada que la terrícola estaría en condiciones de acudir a este sistema solar, y en tal caso –argumenta el personaje-‐‑ otra vez volveríamos a enfrentar un com-‐‑ bate como el que se dio entre los indios y los descubridores de América, pero en este caso al ejército norteamericano y sus aliados les correspondería el papel de los indios. Después de esto no queda nada por añadir. 25
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La exclusión como dispositivo de control en la era de la globalización Por todo lo anterior, sostengo que hay numerosos elementos emergen-‐‑ tes en el sistema social para pensar la novedad que encierra el concepto de ex-‐‑ clusión en la actualidad: es la justificación ideológica de la globalización la que se complementa con prácticas de discriminación, separación y exterminio. Más otras pautas de agresión que no tienen funcionalidad sistémica, pero que reve-‐‑ lan la descomposición moral de sociedades modernas, y llegado el caso, patolo-‐‑ gías o desórdenes mentales de diversa índole, que producen fenómenos como el bullying y la proliferación de pasatiempos destructivos, como lo muestra la Premio Nobel austriaca Elfriede Jelinek (2005) en su novela intitulada con razón Los excluidos, cuya trama examina las andanzas de un peculiar grupo de jóvenes de postguerra (II Guerra Mundial) quienes, desesperanzados y aburridos, de-‐‑ linquen sin pasión, lo que quiere decir es que roban sin necesitarlo, son violen-‐‑ tos sin pretender atemorizar o tomar ventaja de la destrucción que provocan. Pero remontémonos al periodo en que el capitalismo comercial cons-‐‑ truía una economía-‐‑mundo, y tras la exploración marítima exitosa entre los siglos XV y XVI se avanzó a la conquista de territorios cada vez más distantes. A partir de entonces el problema de la desigualdad social a nivel mundial se manifestó como un asunto económico entre las potencias y sus colonias; las posiciones encumbradas no pertenecían ya a los barones bandidos de la etapa de la acumulación originaria, ahora funcionaban los códigos de la burguesía antes que el prestigio improductivo de la aristocracia y de las clases tradiciona-‐‑ les. Las fortunas así amasadas fueron vistas como resultado de empresarios audaces y bien organizados invirtiendo capital para mover a gente de pocas luces, generalmente floja e indolente; y en los márgenes del sistema laboral se ubicaban los grupos más desfavorecidos que, de tan depauperados, no era eco-‐‑ nómicamente viable recuperarlos. De este modo África y grandes regiones del planeta se descubrieron subdesarrolladas. Con la consolidación del mercado mundial y el avance del capitalismo imperialista aumentaron las posibilidades de la industrialización, entonces fue más útil el trabajador asalariado libre que la esclavitud, y con ello la idea de la población marginal se modificó y se le definió como el lumpen. Era una reali-‐‑ dad paralela a la Declaración de los derechos del hombre de fines del siglo XVIII; la Independencia de los Estados Unidos, y luego la derrota de los sureños en la Guerra de Secesión, más la independencia formal conseguida de la mayo-‐‑ ría de las colonias del Continente Americano a principios del siglo XIX, aunque casi todos los nuevos gobiernos fueron reconocidos porque aceptaron onerosos 26
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empréstitos. Sin la deuda internacional los gobiernos “libres” no podían arran-‐‑ car. Todo eso redefinió la idea del mundo. Durante el primer tercio del siglo XIX, se abolió la esclavitud en casi to-‐‑ do el Continente Americano, excepto Brasil, que lo hizo hasta 1888. De todos modos, la idea de una población marginal permaneció, por la evidencia de gen-‐‑ te pobre y vulnerable. Todavía hoy la población marginal se hacina en las fave-‐‑ las; allí han madurado formas de auto organización para la supervivencia, pero los recursos criminales, prácticas e instrumentos, son dominantes. Paradójica-‐‑ mente, los llamados cinturones de miseria son espacios seguros para los grupos criminales dedicados al narcotráfico, el secuestro, robo violento, etc. Además, en los barrios más pobres hay niños y jóvenes incorporados a redes del hampa, cumpliendo con diferentes tareas de vigilancia, mensajería, tráfico de drogas, por lo que se han agenciado de armas a fin de mantener sus cotos de poder territorial. De este modo ciertos sectores alcanzan a figurar como focos de peli-‐‑ gro que afectan la seguridad nacional, debido a ello en algunos países latinoa-‐‑ mericanos se ha requerido la intervención del ejército: Colombia, Brasil, Venezuela, Perú, Guatemala y México. Esos grupos criminales están ligados no sólo a redes criminales, sino a redes familiares y en conjunto son parte de los nuevos excluidos. Retomemos el largo proceso histórico que condujo a este punto de marginación en los países del Tercer Mundo. Con la revolución indus-‐‑ trial, el positivismo y la confianza en el progreso, se podía pensar en mejorar la organización del mercado mundial en los albores del siglo XX. Varios países, principalmente Alemania, estaban interesados en el replanteamiento de la re-‐‑ partición de las colonias en África y de otras zonas de influencia. El resultado fue la Gran Guerra (1914-‐‑1918). Pese a los miles de muertos durante el conflicto bélico y a los odios na-‐‑ cionalistas y de mero patrioterismo, no se generalizó la idea del exterminio sino hasta después de la crisis del 29, aunado a todos los factores económicos que favorecieron el ascenso de Hitler y fabricaron el escenario para la II Guerra Mundial. Dos claves explicarían el comportamiento de la maquinaria nazi des-‐‑ de el punto de vista ideológico. Una, la teoría de la superioridad racial; y otra, la teoría del espacio vital, de lo cual derivó la llamada solución final, es decir, la expresión más acabada de la exclusión mediante el genocidio. El fenómeno nazi, pese a su propensión delirante, no fue simplemente locura e irracionali-‐‑ dad. Al contrario, los nazis fueron metódicos y racionales en su manera de afrontar sus tareas de exterminio, lo que después, críticamente, se dio en llamar la racionalidad instrumental, capaz de las peores monstruosidades sin ningún contrapeso ético, cuya máxima creación son los campos de concentración. Para-‐‑ 27
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lelamente, la fabricación de la bomba atómica al calor de la guerra incrementó la capacidad destructiva de las potencias ganadoras, lo cual, en cierto modo, era el paso siguiente a la fallida solución de Hitler. La diferenciación social vertical en la era de la globalización adopta ca-‐‑ da vez más la forma de una lucha por la sobrevivencia con sesgos darwinianos. Veladamente opera la ley del más fuerte, donde los más débiles de la estructura social son también los desfavorecidos en el resto de los aspectos, llámese salud, educación, trabajo, condición económica. No es por accidente que el principal estudioso y crítico del sistema capitalista del siglo XIX, Carlos Marx, diera con una lectura histórica y política del proceso productivo centrada en la lucha de clases, la cual emergía con tenacidad en los diferentes modos de producción: el conflicto de los que están en la cima de la estructura social por su dominio en las relaciones de producción y la masa que constituye la base de la pirámide, siempre como resultado de diversas relaciones sociales. En pocas palabras, era el combate de los pocos de arriba, pero muy poderosos, y los muchos de abajo: un nutrido ejército, pero al fin y al cabo menesteroso, feo y estorboso. Entonces la lucha no sólo era el cuerpo a cuerpo en las trincheras como sucedió en la Primera Guerra Mundial, sino una tensión constante de cosmovisiones del mundo enfrentadas, el tira y afloja por mejorar el salario y las condiciones de trabajo; la negociación política de la distribución del gasto público; la imposi-‐‑ ción de modelos culturales; el imperio de la palabra; saber es poder. Por otro lado, está la lucha por los derechos civiles, la igualdad y la equidad de oportu-‐‑ nidades. En la actual etapa evolutiva del capitalismo y su máxima expansión planetaria, la cuestión no es el “arriba y abajo” ni se circunscribe a la marginali-‐‑ dad de aquellos sectores (así se trate de millones de personas pertenecientes al Tercer Mundo) que no tienen capacidad para participar en el mercado. Según datos del Banco Mundial (2006) alrededor de tres mil millones de personas vi-‐‑ ven con menos de dos dólares al día; cien millones de personas padecen ham-‐‑ bre crónica; y un mil millones de seres humanos no disponen de agua para beber. Para los marginados del mercado sí que el infierno son los otros. Hoy en día, la idea de la competitividad y de interdependencia, encubre el modo en que las potencias succionan los recursos de los países en vías de desarrollo. Los mecanismos para hacerlo no implican necesariamente ejércitos, al contar con bien la alta tecnología para mover el capital financiero y aprovechar todas esas formas especulativas y ruinosas que buscan la máxima ganancia sin restriccio-‐‑ nes ecológicas ni éticas. La banalización del tiempo y la distancia mediante las tecnologías de la información y la comunicación, permite ubicar fácilmente los 28
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espacios favorables a la ganancia. Lo que no quiere decir que el imperio norte-‐‑ americano haya borrado la solución militar de su repertorio, como sucede ac-‐‑ tualmente en Irak o en Afganistán. El criterio de exclusión en la era de la globalización es más categórico que el arriba y el abajo. Ahora se trata del den-‐‑ tro y el afuera. No sólo afuera del mercado, sino de la sociedad misma, donde el excluido es considerado como un excedente incómodo para la reproducción del sistema social planteada por la globalización a nivel planetario. No es por acci-‐‑ dente que, pese a los avances de la ciencia, el Banco Mundial arroje cifras que revelan una desigualdad apabullante: tres de cada siete personas en el mundo viven en la pobreza extrema. Como dentro de la lógica del capitalismo no hay manera de incluir a la totalidad de la población ni siquiera en el nivel de consumo de la clase media baja de Estados Unidos, puesto que no puede haber ganadores sin la explota-‐‑ ción masiva y la competencia desigual. Es verdad que prácticamente todos los países que aplicaron políticas neoliberales establecieron programas de benefi-‐‑ cencia, aún después de la desaparición del Estado de Bienestar, pero no por filantropía, sino porque políticamente es redituable. En rigor, tales programas sociales para atender a los pobres no son para integrar a los marginados, sino neutralizar los focos de riesgo para el funcionamiento del sistema. Se entiende por qué hay un repunte de las fronteras y las aduanas en los países desarrollados, como señal de la desconfianza ante el otro, y todo lo que concierne al subdesarrollo. Sin embargo, la crisis mundial no fue provocada por la resistencia de los pobres, sino por los propios operadores del sistema, quienes alimentaron una inefable avaricia aunada a la falta de supervisión, co-‐‑ rrupción e impunidad de los funcionarios de Hacienda y Economía, permitien-‐‑ do que los grandes capitales se despacharan discrecionalmente del sistema financiero a nivel mundial. Entre tantos despojos y abusos cometidos en perjui-‐‑ cio de ahorradores menores, pensionados, fondos de trabajadores, etc., ha que-‐‑ dado un ambiente ideal para la desconfianza, y con ello el resurgimiento de la xenofobia y toda clase de fundamentalismos religiosos y políticos. Así se revita-‐‑ lizaron también los idearios más extremistas e intolerantes. Las manifestaciones neonazis están rebrotando en esta atmósfera fértil de violencia, desconfianza, incertidumbre y miedo. En algunas regiones de Europa, a la par de los indigna-‐‑ dos, reaparecen grupúsculos ultraconservadores que teóricamente contemplan otra vez la posibilidad de la eliminación física de los excluidos. Por otro lado, los criterios para excluir superan los baremos de la eco-‐‑ nomía y pasan por la clasificación de las limitaciones de las personas que son 29
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incapaces de convertirse en sujeto de mercado, lo cual tiene consecuencias no sólo en la cultura, sino en la psique y, de hecho, en todo lo concerniente a la forma en que la sociedad globalizada produce la individuación de los sujetos. Vivimos una época convulsa y decadente. En el nivel global prima la violencia, la inequidad y la incertidumbre de cara a inminentes crisis económicas. De allí el recurso de la exclusión, aunque en diferentes grados e intensidades depen-‐‑ diendo de cada país y región. A final de cuentas, lo que se ha dado en llamar globalización no es más que la forma ideológica para referirse a la expansión del capitalismo con renovadas formas bárbaras pese a la utilización de tecnolo-‐‑ gías sofisticadas, en última instancia, empleadas para la maximización de la ganancia a toda costa, sin trabas tradicionales como la que representaba, por ejemplo, la soberanía nacional. La debacle económica mundial se ha manifestado mediante monumen-‐‑ tales crisis financieras; la fuerte caída bursátil acaecida en las principales poten-‐‑ cias es apenas la punta de un iceberg que afectó especialmente a Estados Unidos a partir de 2009, y desde allí se ha ido expandiendo al resto del mundo hasta el día de hoy. De allí la situación crítica que atraviesan Grecia y España, a pesar del rescate financiero –o como decidan llamarle los políticos a la inyección de cien mil millones de euros para los bancos españoles-‐‑ que temporalmente los mantienen a flote. Si recibieron (o están por recibir) empréstitos gigantescos no es por la probidad de sus respetivos gobiernos, sino en virtud de que un even-‐‑ tual derrumbe de estas economías sería catastrófico para la comunidad europea y para el resto del mundo financiero. Por lo pronto, los franceses votaron por el socialismo como una señal para replantear su alianza con la Alemania de Ange-‐‑ la Merkel. Lo cierto es que las señales de la descomposición del sistema de vida predominante en la globalización son más sutiles, las podemos encontrar en la degradación de la educación. De hecho, salta a la vista que las universidades, sobre todo las públicas, hayan perdido desde hace mucho su carácter de uni-‐‑ versalidad e integralidad de los conocimientos, reduciéndose a la formación de cuadros profesionales especializados por estancos, de modo que la mayoría de los egresados está destinada, como máximo, a los mandos medios de corpora-‐‑ ciones multinacionales o engrosarán las filas de burocracias estatales ya de por sí obesas; en el peor de los casos decantarán en la economía informal. El resto de la población que no tiene acceso a la educación elemental es una capa amplia de población joven, lo cual reducirá las oportunidades laborales dando visibili-‐‑ dad al fenómeno “nini”: jóvenes que ni estudian ni trabajan, y que en México alcanzan una cifra todavía difícil de determinar, pero en todo caso se cuentan 30
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por millones, lo cual constituye un tema delicado para entender otro aspecto de la indignación que cunde en diferentes sociedades, tanto de Europa como del Medio Oriente: la falta de esperanza. Reza un cartel de los indignados en la Puerta del Sol: “Si no nos dejáis soñar, no los dejaremos dormir”. Mientras los “ocupas” (personas que ocupan ilegalmente viviendas vacías u otras clases de propiedad ajena) en Wall Street declaraban estar allí (frente al edificio de Na-‐‑ ciones Unidas en Nueva York): “para exponer la verdadera naturaleza de los intereses empresariales que frenan nuestra capacidad de crear un futuro seguro y sano para todos”. (www.indignados.jornada.com. 2012) La novedad de la exclusión Si dejamos de pensar en la exclusión para idear formas de inclusión, es necesario trabajar en la activación de las capacidades humanas mediante proce-‐‑ sos educativos integrales, en contraste con lo que pasa ahora en los modelos educativos, que tienden a contener o inhibir talentos y habilidades que no se traducen directamente al campo productivo. En efecto, el modelo de educación que por economía denomino aquí “industrialista”, no se interesa por formar individuos creativos que no teman expresarse ni equivocarse en su afán de ex-‐‑ perimentación y descubrimiento, prefieren individuos disciplinados, obedientes y rutinarios. No les importa que la creatividad también tenga consecuencias prácticas, son omisos al hecho de que las innovaciones suelen ser producto de individuos que toman riesgos, porque no se conforman con lo que ha sido siempre igual. Sin embargo, el estudiante promedio de los proyectos neolibera-‐‑ les teme cometer yerros, en obediencia a que el error en la escuela está sólida-‐‑ mente estigmatizado con las orejas de burro, cuya significación está bien identificada y arraigada, pese a que desde hace tiempo han dejado de usarse. En otras palabras, el niño-‐‑burro exhibido en un rincón del aula es un arquetipo que simboliza la forma en que la visión industrialista contuvo y re-‐‑ cortó ciertas capacidades y talentos de los educandos a partir de la disociación entre productividad e improductividad, que se extendió a la disociación entre la materia y el espíritu, y la oposición entre la razón y las pasiones, que devino, figuradamente, en la separación de la cabeza del cuerpo. Por consiguiente, lo que procede es la reconstrucción de las bases de la educación acorde con las necesidades actuales, mismas que ya no son las de la industria ni siquiera de la post industria, sino las de la supervivencia del planeta. Digamos que se precisa de una sólida conciencia y concepción de la ecología humana como eje de un sistema educativo sin exclusión. Necesitamos, en contra de lo que propone la lógica del mercado, seres que sepan convivir antes que competir. Individuos 31
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productores de conocimientos capaces de cambiar en el nivel de la conciencia y de las relaciones con los demás, para apuntalar una nueva forma de consumo, puesto que la que Occidente adoptó con el imperio del capitalismo se agotó: el consumismo conduce a la destrucción del sistema de vida del planeta. Urge procurar un tipo de conocimiento constructivista que trascienda las fronteras disciplinarias y los cotos de la política. Precisamente porque la geometría del capitalismo no es ya un asunto de Norte y Sur; derechas e iz-‐‑ quierdas; globalización o nacionalismos. El dilema ahora es: la vida o la extin-‐‑ ción del planeta. Por lo tanto, es una tarea compleja, laboriosa y que probablemente lleve varias generaciones, aunque tiempo es lo que no queda, por lo mismo lo más razonable y humano es empezar inmediatamente. Una nueva ética ecológica no se consigue por decreto, necesitamos un modelo edu-‐‑ cativo nuevo para romper aquellos esquemas mentales que admiten como algo natural la marginación, la violencia y la exclusión. Por otro lado, cabe hacer notar que los esfuerzos de inclusión no tienen que oponerse al desarrollo económico ni estar en contra de los buenos negocios ni de las ganancias distributivas. Pero el sentido profundo de la realización humana va más allá de la seguridad económica, por cierto, hoy reservada para unos pocos frente a la pobreza de millones de seres humanos. Precisamente, el déficit de la educación tanto por sus limitaciones programáticas centradas en la economía, como por el accidentado abasto de capital humano para las indus-‐‑ trias, no crea individuos solidarios, sino entes competitivos y avariciosos, cuyos valores son el individualismo (primero yo y después yo); el materialismo (se trata más de tener que de ser); el hedonismo (o búsqueda egoísta del gozo y bienestar unilateral); el consumismo (a partir de la idea de que todo es mercan-‐‑ cía, todo tiene un precio y se puede comprar); y el pragmatismo (para conseguir mis propósitos todo vale). Percibo un maquiavelismo salvaje: el placer egoísta justifica los medios. Si estos son los valores dominantes de la globalización, quiere decir que los altos valores morales ya no valen. El hedonismo contempo-‐‑ ráneo no exige compromiso ético alguno: puedo aprovecharme de todos y de todo para afirmarme. Esta es la razón por la que un estudiante de medicina, incluso ya titulado, acaba, para efectos prácticos, como ejecutivo de ventas de las grandes farmacéuticas. Si todo es mercancía también el amor es mercancía, por lo tanto, se compra y vende. Además, el individuo consumista está convencido de que no merece la pena el esfuerzo de ser buen ciudadano si se puede ser rico en corto tiempo, ya sea dedicándose al crimen o metiéndose a la política. Vivimos en un tipo de 32
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sociedad donde muchos quieren ser políticos para enriquecerse; pero pocos quieren hacer algo para hacer algo por la comunidad. A manera de conclusión Una visión general de la sociedad contemporánea fue ofrecida por el sociólogo Bauman, (2006), con su concepto de sociedad líquida, es decir, donde todo lo social carece de solidez y consistencia, acaso siguiendo el apunte de Marx: todo lo sólido se desvanece en el aire. A una sociedad líquida le corresponde un amor líquido, o sea relaciones laxas, inconsistentes y poco duraderas. Así, el fracaso del amor es un signo del fracaso de la socialidad en la era de la globali-‐‑ zación. Las manifestaciones de tal degradación son la debacle de la educación, la pobreza generalizada, la primacía de la violencia y la incertidumbre, la falta de asideros morales y de alternativas políticas, en fin, la descomposición del tejido social es cada vez más rápida y alarmante. En pocas palabras: el infierno es el otro; pero el otro al fin y al cabo es un excluido. Un problema mayor que el derrumbe financiero en varios países euro-‐‑ peos y el riesgo constante de recesión en Estados Unidos, es el ocaso del proyec-‐‑ to de Occidente; es que su versión de modernidad y globalización dio todo de sí sin que se avizore una cosmovisión de envergadura equivalente con que susti-‐‑ tuirla. Dicho de otro modo, la crisis principal es que los valores como los de la justicia, la equidad, el respeto al otro, no rigen la convivencia. La humanidad, para usar un concepto genérico, ha perdido la brújula y se ha hecho cada vez más bárbara, lo que en sentido individual se traduce en que cada vez son más quienes no saben qué son; no tienen idea de para qué viven ni sienten necesi-‐‑ dad de construirse un sentido, no ya colectivo, sino meramente individual y propio. El cambio para alcanzar la modernidad que tanto inspiró a los innova-‐‑ dores durante la revolución industrial, es en la posmodernidad un cambio sin referente: el cambio por el cambio, carente de densidad ética. Un fenómeno atisbado desde el siglo XIX cuando Nietzsche proclamaba la muerte de Dios; y en ese tenor, Dostoiveski se preguntaba: si Dios no existe, ¿vale todo? Paradóji-‐‑ camente quienes afirmaban que Dios sí existe fueron los que se valieron de todo para, en nombre de Él, cometer cualquier cantidad de crímenes. Así, volviendo a Sartre, llegamos de nuevo a la cuestión de la condición humana, cuando la razón ha creado los monstruos más refinados de la barbarie. Goethe anticipó a Hitler y Stalin. Compárese las imágenes de Fausto y la má-‐‑ 33
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quina del progreso: el tren transiberiano cuyo trazo fue dejando montones de cadáveres de los trabajadores. Hoy en día el tren de la modernidad alcanzó una velocidad endemoniada para ir a ninguna parte, lo único seguro es su eventual descarrilamiento. Las sociedades contemporáneas se mueven sin avanzar. La degradación de los valores y la falta de respeto por el otro, impiden que cunda una concien-‐‑ cia ecológica para detener la destrucción del planeta; en cambio, han prolifera-‐‑ do las prácticas de exclusión. En tal cuadro, es difícil forjarse una idea esperanzadora de un futuro sin monumentales crisis; de hecho, sólo desde la ignorancia podríamos tener idea de cómo estaremos al final del siguiente sexe-‐‑ nio, y probablemente sería una visión equivocada. De lo que sí sabemos es de la destrucción constante de nuestro ambiente, de la desigualdad social y la violen-‐‑ cia sistemática y sistémica. En el modelo imperante no hay datos que avalen la viabilidad de la sociedad a largo plazo. Ecológicamente, estamos fritos. Como quien dice, a este paso la dinámica social conduce a la destrucción de la vida, al menos como la conocemos ahora. Tal visión puede sonar excesivamente catas-‐‑ trofista –y lo es-‐‑ pero son innúmeras las evidencias de este proceso social auto-‐‑ destructivo. No sólo por la rudeza de los efectos a causa del cambio climático, sino por incontables formas de degradación del conjunto institucional que sos-‐‑ tiene apenas con pinzas el actual sistema de vida, cuyos elementos fundamenta-‐‑ les responden a la lógica del capitalismo. Resultaría engorroso hacer un listado de las múltiples formas de corrosión que en los últimos tiempos ha experimentado el sistema de vida del planeta. Prácticamente nada es como era antes: la familia, el estado, la religión, los sis-‐‑ temas ecológicos. Refiriéndose a su abuelo, Borges dijo: “Le tocó vivir tiempos difíciles”, y entre paréntesis añadía: “como a todos los hombres”. Y es que por mucho que nos remontemos a épocas que se pierdan en el tiempo, no parece que haya existido alguna sociedad en la que los seres humanos la tuvieran fácil. Hubo, quizá, momentos en que las cosas dieron la impresión de andar bien, especialmente para los ganadores que adoptaron la forma de imperio, llámense griegos, romanos, españoles, ingleses o norteamericanos. Por ejemplo, en el esplendor de la Corona Española o la cima del Imperio Británico. Los conquis-‐‑ tadores del mundo, me imagino, tendrían la impresión, con bases justificadas desde el punto de vista del mercado, de haber consolidado su dominio en ex-‐‑ tensos territorios agenciados por el avance violento de su espada. Eran victorio-‐‑ sos no sólo por la extracción de las riquezas en las tierras conquistadas, sino porque habían impuesto su idioma, sus reglas, su manera de pensar, en pocas palabras, su cultura. Pero por cada uno de esos poderes, la exclusión creó su 34
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propia réplica, y en cada resistencia, por ínfima y efímera que fuera, germinaba lo que, a lo postre, sumados todos los esfuerzos, sería la destrucción de aquellos imperios. Uno a uno todos los poderes imperiales periclitaron, no sin enormes costos, los contrapoderes acabaron por derrumbar a sus antiguos dominadores, y con ello reajustaron nuevas visiones del mundo. No es extraño que ahora presenciemos lo que tempranamente, en 1918, Spengler dio en llamar la deca-‐‑ dencia de Occidente, la cual tuvo su confirmación con un producto de la mo-‐‑ dernidad: el hombre unidimensional, para usar la expresión de Marcuse, individuos programados para trabajar, ganar dinero y consumir. Más aún, ga-‐‑ nar dinero y consumir, dado que cualquiera puede acceder a un alto nivel de consumo sin tanto esfuerzo, pues hoy los atajos están cada vez más a la mano, generalmente con recursos ilegales o de dudosa moralidad, eso sí, harto peli-‐‑ grosos. De todos modos, tanto el mundo del crimen organizado como el de los yuppies se componen de sujetos hábiles para hacer dinero, aunque después no sepan cómo gastarlo, o simplemente no tengan la oportunidad de hacerlo. Son otra clase de bárbaros, carentes del sentido de la armonía, de la profundidad y la complejidad, ya sea en lo estético o en lo social. Desentendidos y desinteresa-‐‑ dos por la originalidad y la nobleza, son incapaces de encontrar algún sentido de realización. Para Foucault esto no era otra cosa que la muerte del Hombre, aunque pululen todavía hombrecillos codiciosos y agresivos, pero siguiendo rutinas más bien silvestres, apenas diferente de los animales. De allí que el con-‐‑ sumo cultural de las nuevas hordas se concentre en el efecto placentero inme-‐‑ diato, registrable por el impacto físico antes que por la dilucidación. El resultado es la banalidad, la copia, el kitch, el exceso, la deformación de todo canon estético. Y en el mundo moral: la deslealtad, el oportunismo, la complacencia acrítica, el sentimiento light, la diversión cool, la apariencia fashion y volátil de productos culturales degradados por parte de quienes se apodera-‐‑ ron de todo mediante el mercado. Son dueños de lo imposible: de la Tierra, del cielo, de los sueños. Todo es comprar, consumir y degradar. Sólo una parte del éxito exige esfuerzo, rendimiento, frugalidad. Lamentablemente, la educación tiende a la superficie. Eso es palpable en la formación universitaria que se acre-‐‑ dita sin necesidad de leer y pensar. El conocimiento es simulación de conoci-‐‑ miento, pues lo que ha de saberse está en internet. Otra vez los bárbaros, que lo son no sólo por ignorantes, sino porque creen saber. Pero hay una distancia considerable entre el vértigo del surfing en la internet –en México se le dio en llamar “navegar”-‐‑ como simulacro de conocimiento y la lenta inmersión en la lectura de un libro como actividad pesada y aburrida. De todos modos, la ex-‐‑ 35
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clusión empieza por la falta de oportunidades para acceder a la red. La incertidumbre en que vivimos se debe también a otras transforma-‐‑ ciones entre las que se cuentan: el debilitamiento de los sistemas de seguridad que protegían al individuo; la resignación al pensamiento único; el olvido de la responsabilidad que se presenta como condición del éxito. Este nuevo marco implica la exclusión como recurso, además exige a los individuos flexibilidad, que estén dispuestos a cambiar de principios y buscar tácticas fáciles para abandonar compromisos y lealtades sin remordimiento. El cuerpo no es una entelequia metafísica. No es la carne de los peniten-‐‑ tes ni el objeto de la hipocondría. La mercancía es una extensión inorgánica del cuerpo, pero no por su valor de uso, sino el valor de cambio –por eso para Marx la mercancía es una entidad fantasmagórica, como para Melanie Klein podría ser “el objeto malo” aplicado a la economía política. Los placeres que se des-‐‑ prenden del consumismo a final de cuentas son una muestra de primitivismo y vulgaridad masificada. Si el amor es también mercancía, el individuo debe aprender a soportar la fragilidad de los vínculos humanos. No hay lugar para relaciones duraderas ni oportunidad para la solidaridad porque el curso de las acciones depende de los beneficios inmediatos que genera. El amor al prójimo, uno de los fundamentos de la vida civilizada y de la moral, se ha distorsionado a tal punto que desconfiamos de los demás. El infierno es para los excluidos: los discapacitados, los enfermos, los pobres, los viejos, y las minorías de cualquier índole: racial, religiosa o por preferencia sexual. Eso pasa cuando la esfera co-‐‑ mercial lo impregna todo en el sentido de que las relaciones se miden en térmi-‐‑ nos de costo y beneficio. En la actualidad, las universidades públicas sucumbieron al modelo industrial. Hubo un tiempo en que la formación profe-‐‑ sional requería bases humanísticas sólidas. No pretendo que se regrese a un esquema tradicionalista basado en el estudio del latín y la retórica, pero necesi-‐‑ tamos nuevas bases para una educación integral y humanista. La lógica de la ganancia indica que lo mejor es obtener todo de inme-‐‑ diato, lo que cuenta es la “liquidez” en el sentido financiero o incluso el crédito mientras no tenga que pagarse. Algo tan simple, pero cuyo principio general explica la crisis financiera de 2008. Se trata de consumir, y los demás que se jodan. El mercado es excluyente; pero fuera de eso, el excluido sólo existe por quienes se arrogan la tarea de excluir. 36
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CAPÍTULO II: DISCURSO POLÍTICO, DIRECTIVO Y SOCIOLÓGICO EN TORNO AL SALARIO SOCIAL BÁSICO Esteban Agulló Tomás, Miguel Arenas Martínez, Remberto Castro Castañeda, Esperanza Vargas Jiménez y Raúl Medina Centeno INTRODUCCIÓN Este trabajo se perfila a partir de la investigación sociológica realizada en Astu-‐‑ rias (2011) sobre la evolución y el impacto del Salario Social Básico (SSB), si-‐‑ guiendo el caso del municipio de Avilés, como medida de lucha contra la pobreza y como estrategia de fomento de la incorporación social de las personas y grupos en clara desventaja social. Sin perder de vista el análisis integral y multimetodológico de la prestación económica (Ley 4/2005 de 28 de octubre) y las medidas establecidas en este ordenamiento jurídico para favorecer la incor-‐‑ poración social de personas en situación o riesgo de exclusión social, en espe-‐‑ cial, la denominada pobreza grave y severa; se analizan las estrategias, las metodologías, los procedimientos y las actuaciones desde la perspectiva discur-‐‑ siva de los diferentes agentes implicados en esta gran área del Bienestar Social, en general y de los Servicios Sociales. Como sugería Ibáñez (1994), somos fieles al proceder de una operación analítica que va “de arriba abajo, de lo global a lo local: del conjunto a las partes, del efecto a las causas”. En ese sentido, se ha analizado el punto de vista y grado de satisfacción por parte de políticos y diri-‐‑ gentes, y se han valorado los discursos sociólogos expertos que desarrollan su labor analítica y de intervención para concretar los diversos elementos que con-‐‑ forman el dispositivo de protección social. Objetivos del análisis discursivo De entre los objetivos generales de la investigación, destacamos aque-‐‑ llos relacionados y coincidentes con el análisis textual de las aportaciones políti-‐‑ cas e institucionales clave. Así, se pretendía valorar la implantación, la evolución y el impacto del Salario Social Básico como medida y dispositivo integral contra la pobreza y la exclusión social y, por ende, como estrategia de fomento de la integración y cohesión social en Avilés (Principado de Asturias). Es decir, recopilar y analizar las opiniones y valoraciones nucleares sobre dis-‐‑ positivo global del SSB y sobre el conjunto de medidas y estrategias establecidas en la legislación para desarrollarlo, valorando las directrices y las competencias de los distintos agentes implicados. En esa misma línea, se trató de obtener opinión experta al nivel de las responsabilidades técnicas y directivas sobre la coordinación y colaboración entre Administraciones Públicas (autonómica y 39
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local), incluyendo la atención e intervención social que se ha llevado a cabo, así como sobre la valoración de la participación de los propios perceptores. Por otro lado, desde visiones valorativas subjetivas pero enmarcadas dentro del proceso de implantación y desarrollo del propio SSB, se buscaba comprobar la efectividad inclusiva de la ley del Salario Social Básico como es-‐‑ trategia integral de inclusión social, valorando la capacidad del dispositivo del SSB para favorecer los procesos de incorporación social de las personas y gru-‐‑ pos en riesgo o situación de exclusión severa y extrema. De la misma forma, interesaba testar a través de estos informantes cualificados inmersos en los pro-‐‑ cesos materiales de la medida, la cobertura, adecuación y efectividad del siste-‐‑ ma asturiano de renta básica garantizada, centrándonos en la implementación y desarrollo del SSB en el municipio de Avilés valorando sus principales tenden-‐‑ cias. En dicho análisis, junto con el conjunto de medidas y estrategias generales establecidas en la legislación para desarrollar el SSB, se tendría también que avanzar en la misma valoración de las directrices y las competencias de los dis-‐‑ tintos agentes implicados en la misma (dirección y responsabilidad de progra-‐‑ mas), la evaluación en el proceso de la coordinación y colaboración entre Administraciones Públicas (autonómica y local), así como sobre la atención e intervención técnica que se ha llevado a cabo, incluyendo las opiniones sobre la participación de los propios beneficiarios. El recabar las opiniones estables de estos agentes mediante técnicas de recogida de información que las posibilitaran, como la entrevista semidirectiva en profundidad, lo consideramos imprescindible en la medida que el proceso de aprobación de la Ley 4/2005 del Salario Social Básico (SSB, la renta mínima en Asturias) estuvo revestido de disputas, controversias y acalorados debates a todos los niveles que mostraban la falta de un consenso que sí se obtuvo con la precedente Ley del Ingreso Mínimo de Inserción (IMI). Tal debate manifestó la coexistencia de dos visiones dispares sobre lo que debía ser una renta básica y, en consecuencia, ser o no reconocida como derecho subjetivo con todas las con-‐‑ secuencias y posibilidades. Es preciso reconocer que se trata de una controver-‐‑ sia que sigue vigente en la actualidad y, como se verá en este trabajo, emana en todos los discursos realizados por políticos, directivos y expertos. En cualquier caso, siendo evidente que el dispositivo global del IMI jugó un papel determi-‐‑ nante en un momento socio-‐‑histórico del desarrollo de las políticas sociales en general, y, en particular, de las medidas de protección social implementadas desde el Principado de Asturias, la necesidad de atender a un número cada vez mayor de personas y grupos sociales en situación, o riesgo, de exclusión social condujo, a los responsables políticos y a las entidades sociales, desde 2005, a 40
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seguir avanzando hacia un modelo más justo, más ambicioso y más solidario que sirviese para el inclusión social de dichas personas y se lograse con ello mejorar la cohesión y la justicia social de la Comunidad Autónoma. En ese sen-‐‑ tido, el resultado fue la configuración de un salario social básico como derecho subjetivo al que se dedican las páginas siguientes, reflejando las opiniones y valoraciones de los agentes, y su análisis, tratando mostrar el estado opinión político, directivo, metodológico y técnico sobre esta medida. A este respecto, antes de adentrarnos en los propios discursos, pueden resultar útiles las investigaciones y valoraciones de expertos como Rodríguez Cabrero (2009). En su opinión, el sistema de rentas mínimas manifiesta tensio-‐‑ nes ideológicas, laborales e institucionales que acaban determinando su eficacia protectora y capacidad para promover la inserción social. La lógica de la lucha contra la pobreza, la lógica de la activación en la inserción laboral, y, finalmen-‐‑ te, la mezcla de ambas lógicas ha determinado que “la tendencia histórica ha sido la de intensificar la acción protectora en los sistemas más relacionados con la vida laboral y de contenerla y reducirla a medida que se alejan del mercado de trabajo” bien por imposibilidad de origen, en el caso de las personas incapa-‐‑ citadas para el trabajo y los enfermos crónicos, bien por imposibilidad sobreve-‐‑ nida que caracteriza a la exclusión social multidimensional. Esta tendencia ha tenido su correlato en la lógica institucional del Estado de Bienestar, encontrán-‐‑ donos con la tensión entre la imperativa coordinación central y la descentraliza-‐‑ ción progresiva del Estado de las Autonomías. Así, en conjunto, Cabrero (2009) sostiene que a mayor descentralización menor intensidad protectora y mayor discrecionalidad y a mayor incardinación en la Seguridad Social mayor intensi-‐‑ dad protectora. Del mismo modo la activación se intensifica a medida que nos desplazamos desde las prestaciones contributivas de paro a los variados pro-‐‑ gramas de prestaciones asistenciales. De las conclusiones más significativas que se desprenden del informe de Rodríguez Cabrero, cabe señalar los siguientes aspectos que valoran la co-‐‑ bertura y eficacia del sistema español de renta mínimas y su relación con el empleo. Según sus palabras, en España existe “una amplia red de dispositivos protectores con ciertas lagunas protectoras de relativa baja intensidad protecto-‐‑ ra, dirigidos sobre todo a las mujeres (que son en torno al 70% en el conjunto de los programas asistenciales) y, en general, yuxtapuestos y de imposible o muy difícil compatibilidad para lograr niveles de renta que estén por encima del umbral de pobreza relativa. La relación entre programas de garantía de rentas es en general débil y son excepciones positivas la posibilidad de transitar de una pensión no contributiva de invalidez al empleo, también la compatibilidad 41
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entre el paro asistencial y el empleo parcial. La necesidad de coordinar los dife-‐‑ rentes programas y de que pueda existir un tránsito flexible entre prestaciones mínimas y ocupación es un reto pendiente con el fin de convertir el actual “agregado” de programas asistenciales en un “sistema” coherente, si bien es una operación institucional compleja”. Y, por el lado de la activación concluye Rodríguez Cabrero: “El carácter “generalista” de las acciones de activación ha contribuido a su limitada eficacia. Por otra parte, los programas de activación de las rentas mínimas autonómicas también han tenido una escasa influencia en el mercado laboral y no existen acciones específicamente diseñadas para los colectivos de mayor riesgo. Los motivos no parecen residir tanto en la existencia de procesos discriminatorios sino en la falta de adaptación de estas acciones a las necesidades y características específicas de la población en dificultad. En todo caso los avances entre activación y programas de garantía de rentas en los últimos años han abierto la puerta a futuros desarrollos en la lucha contra la exclusión social”. Esta conclusión ha sido constatada en lo que ha sido el desa-‐‑ rrollo del sistema de garantía de rentas asturiano. Pues bien, a partir de este panorama introductorio con el que se ha in-‐‑ tentado presentar las principales tramas del debate político y social que conlle-‐‑ van las rentas mínimas de inserción, vamos conocer el resultado dicursivo de las entrevistas en profundidad realizadas a los niveles político, y directivo, in-‐‑ troduciendo también el discurso sociológico de observadores atentos a la reali-‐‑ dad de la concepción e implantación del SSB en Asturias. La siguiente tabla, retoma la dirección en que las entrevistas fueron elaboradas, atendiendo al nivel, personajes e instituciones.
Tabla1. Entrevistas Realizadas Nivel Político de la Comunidad Autónoma: Consejera de Bie-‐‑ nestar Social Director Regional de Servicios y Presta-‐‑ ciones Sociales
Nivel político Corporación Local Concejala del Servicio de Servicios Sociales
Nivel directivo/técnico Comunidad Autónoma
Nivel técnico-‐‑ metodológico
Jefa de Servicios Socia-‐‑ les
Entrevistas a Sociólogos
Coordinador General de Inclusión Social de la comunidad autónoma Responsable del Pro-‐‑ grama de Inserción Social
Fuente: Elaboración propia
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Discurso político En este primer apartado vamos a adentrarnos en el discurso de las per-‐‑ sonas que se han seleccionado para abordar, desde el nivel político, el significa-‐‑ do y la valoración de lo que ha supuesto la creación y el despliegue de la Ley del Salario Social Básico en el Principado de Asturias y, en particular, en el mu-‐‑ nicipio de Avilés. Para dar cuenta del discurso político vamos a centrarnos en las entrevistas realizadas a tres informantes clave: la Consejera de Bienestar Social del Gobierno del Principado de Asturias, el Director General de Servicios y Prestaciones Sociales, y la Concejala de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Avilés. Desde una lectura sistemática e integral de lo que han sido las manifes-‐‑ taciones de estos informantes con respecto al Salario Social Básico, encontramos un discurso en el que confluyen un buen número de valoraciones. Atendiendo a las mismas podemos destacar de entrada la coincidencia discursiva en el salto cualitativo que supuso la creación de esta Ley con respecto a lo que había signi-‐‑ ficado su legislación antecesora del IMI (ingreso mínimo de inserción). Todos valoran su importancia y el avance en materia de protección social de las perso-‐‑ nas y grupos más desfavorecidos que supuso, pero reconocen también que la Ley del SSB ha situado a Asturias entre las Comunidades Autónomas que cuen-‐‑ tan con el modelo más avanzado en materia de rentas mínimas garantizadas. El discurso político muestra otra coincidencia: las dificultades para que esta nueva legislación pudiera salir a la luz y para que más adelante se imple-‐‑ mentase de manera efectiva. El surgimiento y el desarrollo de la Ley del SSB ha sido, según estos informantes, un proceso no exento de debates, polémicas y dificultades. En el fondo y la forma de los mismos giran toda una suerte de prejuicios, tópicos y estereotipos que, como se deja entrever a lo largo de las entrevistas con los políticos seleccionados, han dificultado y siguen dificultando la consolidación efectiva de esta legislación social. Para la Consejera de Bienes-‐‑ tar Social se han dado tres prejuicios con argumentos que no se sostienen en la realidad. El primero se refería a la consideración general del gasto social como un gasto improductivo. El segundo se centraba en las posibilidades de la Co-‐‑ munidad Autónoma para hacer frente al volumen presupuestario que conlleva-‐‑ ría la implementación de la Ley. El tercer prejuicio se ceñía en la capacidad cronificadora de la Ley con respecto a los perceptores del SSB y la supuesta desmotivación de estas personas para preocuparse y ocuparse en el mercado de trabajo, y, por ende, la capacidad de inserción social de esta medida de lucha contra la exclusión social. En lo infundado de estos tópicos coinciden el resto de 43
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discursos políticos, sobre todo cuando se trata de reconocer el papel que juegan estas políticas sociales como mecanismos determinantes de integración y cohe-‐‑ sión social, a la hora de redistribución de la riqueza y de la generación de acti-‐‑ vidad económica y empleo. El que la comunidad autónoma no pudiese hacer frente a un presupues-‐‑ to que, en principio pudiese parecer ilimitado, iba a depender del conjunto de criterios y requisitos que daban acceso a la prestación. Esto se superó tratando de confeccionar una ley de rentas mínimas garantizadas que adaptada a las posibilidades de la comunidad autonómica mediante la elaboración de unos requisitos ajustados a esta situación y que, a su vez y de manera coyuntural, pudieran incrementarse dependiendo de las circunstancias computables de los potenciales perceptores. Con respecto al prejuicio de la cronificación, o la des-‐‑ motivación, también convergen los discursos de los tres informantes: es deter-‐‑ minante para una sociedad solidaria y democrática contar con medidas e instrumentos de protección e integración social que sean efectivas para aquellas personas o grupos que por diversas circunstancias queden fuera del sistema, pudiendo beneficiarse de una legislación concreta que posibilite y garantice su autonomía plena y la inclusión social de manera eficaz. En el conjunto de coincidencias aparece, dentro de este discurso políti-‐‑ co, la necesidad y el reto de avanzar hacia un sistema nacional de rentas míni-‐‑ mas con el que se garantizaría el principio de igualdad de todos los ciudadanos, ofreciendo un modelo homogéneo e igualitario con unas prestaciones de ingre-‐‑ sos mínimos y unas posibilidades de mejora (o de complementariedad) de las mismas, dependiendo de cada comunidad autónoma. No obstante, en el fondo de esta cuestión se dejan entrever las diferencias ideológicas existentes a nivel nacional en la concepción de lo que son las políticas sociales, el desarrollo del Estado de Bienestar Social, y el papel que deben jugar dichas políticas como estrategias de protección e inclusión social de los ciudadanos. Ello ha tenido y tiene su plasmación e influencia en la creación y el despliegue de la política social de las rentas básicas en el contexto autonómico y local. Esta diversidad ideológica ha sido determinante para hacer sensibilizar u concienciar a la ciu-‐‑ dadanía del significado que entraña contar con una sociedad cohesionada e inclusiva. El caso es que estas divergencias ideológicas, materializadas en las propuestas programáticas de los partidos políticos, no han ayudado a que la sociedad superase los tópicos y estereotipos sobre las rentas básicas y el papel que juegan en el panorama de la integración social. 44
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Pese a las polémicas que se vierten cada año sobre la Ley del SSB y sus implicaciones en los debates parlamentarios y los medios de comunicación, el discurso político estudiado converge también en la idea de que el balance ha sido enormemente positivo. En ese sentido, los datos reflejan y confirman que la medida desplegada durante estos años ha sido todo un éxito al significar un incremento notable del número de familias protegidas por este “doble dere-‐‑ cho”, y ello tanto en lo que se refiere a la prestación económica como a su parti-‐‑ cipación en los programas individualizados de incorporación social regidos en la Ley. Desde la vertiente de las valoraciones críticas y de las necesidades de mejoras, se coincide también en la ausencia del Reglamento (que es aprobado ya en 2011) contemplado en la legislación del SSB y los problemas que ha su-‐‑ puesto esta falta de desarrollo reglamentario de la Ley para la consolidación de la misma. A pesar del reconocimiento de que su ausencia generó incertidum-‐‑ bres y desajustes entre los profesionales y las entidades sociales que colaboran en el despliegue del SSB, se consideraba que la aparición del mismo supondría la consolidación de un dispositivo integral, homogenizador de procesos y ac-‐‑ tuaciones, que dotará de mejores vías para la coordinación y la colaboración entre los distintos agentes implicados y conllevará una mayor efectividad y calidad en los diversos procedimientos del SSB. Muy relacionado a estas críticas están las demoras excesivas en la resolución de las solicitudes y expedientes, que además de la mencionada falta de desarrollo reglamentario, proceden de la necesidad de disponer de un sistema de información potente, actualizado, coordinado y adaptado a los requerimientos de las nuevas necesidades del ám-‐‑ bito de los servicios sociales. En ese sentido, ya con la perspectiva de finales de 2012, más que el mismo reglamento, el retraso en la tramitación, con una media de 18 meses de demora, que retarda la percepción de la prestación económica, está siendo un obstáculo decisivo para que el SSB cumpla realmente los fines de inserción para los que fue diseñado y desarrollado. Pero, además, la consolidación de la Ley del SSB exige avanzar en un cambio de paradigma en la forma de concebir, trabajar e intervenir en este ám-‐‑ bito de la protección social y las políticas sociales. Esta transformación, en la que existe total coincidencia, supone toda una suerte de cambios estratégicos y metodológicos que van más allá de la red básica de servicios sociales e implica a todos los departamentos, jefaturas y unidades que tienen que ver con Bienestar Social. De la adecuada coordinación, implicación, corresponsabilidad y colabo-‐‑ ración entre dichas instancias depende, en parte, el éxito del desarrollo de esta política social. Pero, en igual medida, y descendiendo en el nivel directivo y 45
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técnico, se hace imprescindible una reorientación en la metodología de trabajo por parte de los profesionales que operan en este dispositivo particular, así como en la forma de concebir y tratar al ciudadano que demanda un servicio o prestación a los servicios sociales. Aunque la satisfacción en la implementación de la Ley es alta por parte de los informantes estudiados, se piensa que el desarrollo del derecho de los perceptores a un programa personalizado de incorporación social, diseñado de manera consensuada y de actuación integral, no ha sido logrado en la medida que sería esperable. En su falta de materialización se alude, además de los as-‐‑ pectos señalados, a la necesidad de avanzar en la formación, introducción y consolidación de la metodología de los itinerarios de incorporación social y del acompañamiento social. Ello implica el reconocimiento de una serie de caren-‐‑ cias, así como la conciencia de superar los procedimientos tradicionales de ac-‐‑ tuación y avanzar hacia otras estrategias de actuación e intervención donde predominen otros principios de actuación como la coordinación, la colabora-‐‑ ción, la participación e implicación de las personas, la transversalidad, el trabajo en equipo, el trabajo en red, los procesos evaluativos permanentes, y el diseñar sistemas de información eficaces, entre otros. Por otro lado, el incremento de competencias y demandas hacia los ser-‐‑ vicios municipales ha supuesto un aumento de la necesidad de incrementar recursos económicos y humanos, así como optimizar la gestión de los mismos. Un ejemplo que aparece en el discurso político sobre este proceso es la creación de la Ley de la Dependencia y lo que ha implicado su desarrollo. Desde la Con-‐‑ sejería se cree que la consolidación total de la misma, permitirá un avance con-‐‑ siderable en la implementación de los programas personalizados de incorporación social. Desde lo dicho por el Director de Servicios y Prestaciones Sociales, además de lo afirmado, los retos del SSB pasan por la coordinación y la colaboración interdepartamental: que todos y cada uno de los servicios públicos que tienen que ver con el bienestar y la inclusión social de los ciudadanos se corresponsabilicen de su papel y operen de manera coordinada. Además, de-‐‑ viene necesario incorporar mecanismos y procesos de evaluación específicos que valoren la marcha y el impacto de estas políticas y sus respectivos progra-‐‑ mas y proyectos. En esa línea, la Concejala de Servicios Sociales destacando el papel acti-‐‑ vo e innovador de los Servicios Sociales de Avilés, insiste, asimismo, en la nece-‐‑ sidad de hacer efectivo el cambio de paradigma que suponga de verdad una transformación en la forma de concebir e intervenir “desde, con y para las per-‐‑ 46
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sonas”. Superar el modus operandi tradicional no va ser un proceso fácil ni rápi-‐‑ do, ya que supone transformar los temores, prejuicios y estereotipos que han girado y giran en torno a esta medida de lucha contra la exclusión social, tanto por parte de los políticos, profesionales como de parte de la ciudadanía. En este sentido, es conveniente diseñar y proyectar estrategias de reflexión, sensibiliza-‐‑ ción y concienciación hacia los ciudadanos con el fin de que valoren de manera positiva y completa los logros que suponen las apuestas políticas que implican mejoras sustantivas en la inclusión social de los miembros de una sociedad. En el caso de Avilés, tal y como se desprende de este discurso político, el dispositi-‐‑ vo del SSB ha supuesto una estrategia determinante para la inclusión y cohe-‐‑ sión social del municipio. Y en el caso del Principado de Asturias, la apuesta por un nuevo modelo garantista en materia de rentas mínimas ha permitido la creación y consolidación de una medida integral que ha posibilitado la erradi-‐‑ cación de la pobreza severa y extrema, como era el objetivo fundamental de este nuevo marco jurídico garantista. Discurso directivo y de responsabilidad técnica En este segundo apartado nos vamos a centrar en el discurso directivo y/o de responsabilidad técnica sobre el SSB. Para ello nos basaremos en las en-‐‑ trevistas mantenidas con tres informantes clave: el Coordinador Regional de Inclusión Social (de la Consejería de Bienestar Social), la Jefa de Servicios Socia-‐‑ les del Ayuntamiento de Avilés y la Responsable del Programa de Inserción Social de dicho centro. El Coordinador Regional de Inclusión Social, como persona altamente implicada y conocedora de los elementos sustantivos que conforman la Ley del SSB y del ámbito integral de su gestión a todos los niveles, manifiesta una valo-‐‑ ración positiva de este nuevo marco legislativo de renta básica en el Principado, dejando patente que esta comunidad autónoma se sitúa en el primer nivel na-‐‑ cional en lo que a esta medida de protección social se refiere. Así mismo coinci-‐‑ de con los otros dos informantes en lo que se respecta al avance significativo que ha supuesto la entrada en vigor de la Ley del SSB. Esta coincidencia es ple-‐‑ na cuando se contempla la evolución del anterior IMI a la actual Ley del SSB. Para todos ellos ha significado pasar de una modalidad asistencialista a una modalidad que implica avanzar hacia un derecho social subjetivo. No obstante, pese a dicha transformación legal, todos convergen en que la filosofía del IMI pervive todavía en ciertos profesionales y usuarios, siendo en algunos casos un obstáculo en el camino hacia la consolidación de una medida efectiva de inser-‐‑ ción social. 47
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Dentro de este discurso directivo y de responsabilidad técnica se dan coincidencias que ya se contemplaron en el discurso político, tal es el caso de la existencia de prejuicios y tópicos respecto de las rentas mínimas como recursos públicos que desmotivan la búsqueda y posterior incorporación al mercado de trabajo. Asimismo, vuelven a señalar el tópico que se da en la sociedad de que este tipo de medidas de protección social constituyen mecanismos que perpe-‐‑ túan la cronicidad y dependencia de las personas perceptoras. Para acallar estos estereotipos, desde este discurso se apela a las cuantías enormemente bajas de la prestación (atendiendo a su función alimenticia) y a las dificultades que po-‐‑ seen un buen número de perceptores para poder acceder y permanecer de ma-‐‑ nera estable en el mercado laboral. Los déficits formativos y las carencias múltiples en otros ámbitos de su vida hacen que la inserción social a través del trabajo normalizado sea un reto muy complejo. Se suceden las coincidencias discursivas, referidas ahora a la ley de la Dependencia: la materialización de dicha ley ha sido un obstáculo que ha ralen-‐‑ tizado y dificultado la consolidación del nuevo marco legislativo del SSB. Pero rápidamente, como hemos visto más atrás, aparecen los problemas en la gestión del dispositivo como un factor que ha sido problemático desde que entró en vigor la actual legislación. Desde el responsable de la Consejería se alude, al igual que los anteriores informantes, a la falta de una adecuada aplicación in-‐‑ formática que mejores los procesos de gestión, comunicación, información, co-‐‑ nocimiento y evaluación. Se viene operando con recursos informáticos no adecuados para los requerimientos actuales de gestión del dispositivo. Esta crítica se incrementa cuando se abordan los discursos de los infor-‐‑ mantes que poseen responsabilidades directivas y programáticas en el munici-‐‑ pio de Avilés. Desde su punto de vista, pese a que la sintonía entre las dos administraciones es buena, se reconoce que ha habido problemas en materia de información y comunicación, deficiencias que han derivado en demoras y pro-‐‑ cesos que se han dilatado en el tiempo, con las mermas que ello genera en los perceptores y sus familias. El proceso de información desarrollado desde la Consejería es hasta la fecha muy rudimentario y complejo, poco efectivo para mantener unos canales y procesos informativos fluidos que hubiesen ofrecido un conocimiento completo sobre la marcha y resolución de expedientes. Sobre esta cuestión el Coordinador de Inclusión Social señala que hasta que no entre en vigor el Reglamento, causante de muchos de estos problemas, no entrará en funcionamiento la nueva aplicación informática que se ha diseñado para su-‐‑ perar estas carencias. Tras la aprobación del Reglamento, y una vez que hayan sido introducidos todos los expedientes en dicha aplicación, mejorará notable-‐‑ 48
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mente esta información con los Ayuntamientos y, por ende, la gestión se hará mucho más efectiva. No obstante, para ello habrá que esperar a que la demanda de solicitudes se estabilice y ello dependerá de cómo evolucione la crisis eco-‐‑ nómica y el mercado laboral. El tema de la crisis constituye un tema en el que coinciden los tres informantes; se destaca que desde el último trimestre de 2008 se empezaron a notar sus efectos, en 2009 continuó el incremento de la deman-‐‑ da, y poco a poco ésta ha ido decreciendo. No obstante, se desconocen cuáles serán los efectos a medio y largo plazo, ello implica una preocupación signifi-‐‑ cativa para las dos administraciones, y, a su vez, supone la necesidad de ir ofre-‐‑ ciendo medidas que vayan protegiendo a las personas que se vayan quedando sin ningún tipo de prestación social. En este punto aparece otra de las valoraciones positivas de esta Ley con respecto al IMI: además de contemplar a un número mayor de personas y fami-‐‑ lias, se trata de una prestación que no está sujeta a una convocatoria anual, sino que puede ser solicitada cuando el ciudadano se encuentre en una situación de carencia y reúna los requisitos exigibles en la propia Ley. Asimismo, en este discurso se da la coincidencia, al igual que en el discurso político, de la impor-‐‑ tancia del “doble derecho”: enfatizando todos ellos en la necesidad de una cambio de paradigma, una nueva mentalidad, una nueva forma de trabajar que debe tener tanto implicaciones directas para políticos como para directivos y profesionales de los servicios sociales municipales. Los tres informantes aluden a la dificultad que entraña para los profesionales pasar a gestionar una presta-‐‑ ción con las características del IMI, a otra nueva prestación que supone un nue-‐‑ vo enfoque a la hora de trabajar e intervenir con las personas. En este nuevo marco, se trata de actuaciones más integrales y personalizadas donde la relación de los profesionales con los ciudadanos adquiere una nueva dimensión. Una dimensión para la cual hace falta incrementar los mecanismos de coordinación, colaboración, transversalidad, participación y evaluación. Todo ello, a su vez, precisa de cambios sustantivos en la forma de dirigir y gestionar los recursos técnicos y humanos de los servicios sociales municipales, así como la imple-‐‑ mentación de programas innovadores, integrales y adaptados a cada persona y/o grupo. Pese a la conciencia y coincidencia en la necesidad de introducir cam-‐‑ bios significativos en ambos niveles organizativos, vuelven a aparecer las ca-‐‑ rencias y dificultades que impiden avanzar en el nuevo rumbo. En ese sentido, emerge reiteradamente el discurso de la saturación, el discurso de la “falta de tiempos”, el discurso de la acumulación de cometidos a la hora de gestionar los recursos públicos. Pero, sobre todo, aparece la dificultad de la Administración 49
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de funcionar como compartimentos estancos, y, a la vez, de la necesidad impe-‐‑ riosa de funcionar de manera articulada, coordinada, transversal y colaborativa. Desde la Coordinación de Inclusión Social se recuerda las ventajas y mejoras que se lograrán con la aprobación del Reglamento; se apela a las posibilidades del Plan Autonómico de Inclusión Social para avanzar en pos de la necesaria corresponsabilidad, coordinación y colaboración entre Consejerías y entre Ayuntamientos; se insiste en la necesidad de introducir mecanismos de evalua-‐‑ ción eficaces y, coincidiendo con el discurso político anterior, en la necesidad de tender hacia un sistema nacional de renta básica que suponga un dispositivo que garantice la igualdad de trato de todos los ciudadanos a nivel nacional. Desde un discurso más pegado a la cotidianidad de los servicios socia-‐‑ les municipales, la Jefa del Centro de Servicios Sociales de Avilés así como la responsable del Programa de Inserción Social recuerdan las dificultades que ha supuesto gestionar esta prestación social sin el desarrollo reglamentario previs-‐‑ to en la Ley y confían, al igual que el otro informante, que la aprobación del Reglamento va a suponer empezar a poner en marcha esa nueva “mentalidad” de consideración de las personas de “otra manera”, y a preparar la organiza-‐‑ ción, en un plazo corto de tiempo, para hacer operativos y efectivos los progra-‐‑ mas personalizados de incorporación social. Todo ello a través de un proceso crítico y enriquecedor de reflexión y valoración de todo lo que se ha realizado hasta la fecha, y abrir el camino hacia nuevos retos en materia de protección y bienestar social. Dentro de estos nuevos retos se quiere dar prioridad al trabajo y la intervención social, articular de manera coordinada e integral todas las políticas, planes, programas y mecanismos de bienestar social del municipio, aprovechar las oportunidades que brinda la administración local en materia de empleo (planes de empleo, formación, orientación sociolaboral, etc.), seguir apostando por las empresas de inserción, ayudar en la transformación y el cam-‐‑ bio de paradigma en las entidades sociales que colaboran con el Ayuntamiento, y comunicar a la ciudadanía los avances tan notables que se han logrado en este ámbito. En especial, comunicar el papel tan significativo que ha jugado y está jugando el SSB como mecanismo de protección social de aquellas personas que menos recursos disponen y como estrategia concreta para avanzar hacia una sociedad más cohesionada e inclusiva. Discurso sociológico En este último apartado vamos a adentrarnos brevemente en el discurso de tres informantes cualificados, se trata de tres sociólogos que han estado rela-‐‑ cionados de manera directa o indirecta con esta política social y/o con el Centro 50
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Municipal de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Avilés. Por esas razones hemos considerado que reparar en el discurso sociológico serviría para com-‐‑ plementar el resto de visiones y valoraciones al objeto de estudio. Por la propia formación de base de estos profesionales, así como por su experiencia profesio-‐‑ nal (e investigadora), el discurso de los sociólogos adquiere una dimensión que fluctúa entre lo macro y lo estructural en relación con los aspectos más concre-‐‑ tos que tienen que ver con las dinámicas específicas que se dan en la labor coti-‐‑ diana de los distintos agentes que intervienen en el dispositivo del SSB. Para llevar a cabo una valoración del SSB en Asturias, una primera opinión alude al papel que jugaron los sindicatos, tanto a nivel nacional como autonómico. En ese sentido, se destaca la importancia del impulso sindical en Asturias en la conformación de los antecedentes del SSB (la puesta en marcha del IMI), así como en la implantación y posterior desarrollo de esta política social. Por otro lado, todos coinciden, al igual que los anteriores discursos, en la existencia de prejuicios y tópicos a todos los niveles, desde la arena política hasta la ciudadanía, como un factor que ha ido obstaculizando la posibilidad de contar en todo el ámbito nacional de un sistema efectivo de rentas mínimas garantizadas. En ese sentido, el discurso sociológico se adentra en las circuns-‐‑ tancias sociohistóricas que propiciaron finalmente que en nuestro país fueran las comunidades autónomas las que, emulándose unas a otras, tomaran la ini-‐‑ ciativa de ir creando un “sistema” de rentas mínimas. No obstante, el resultado de este desarrollo ha sido, como veremos más adelante, un modelo “poco sis-‐‑ temático”, dispar y heterogéneo, de rentas básicas que ha generado diferencias significativas (y, por tanto, desigualdades) a lo largo del territorio español. Asimismo, este desarrollo ha creado paradojas como las que devienen de la naturaleza de su propia implantación. De una forma general se destaca que han sido factores de oferta, y no de demanda, los que han intervenido en mayor medida en el avance de las rentas mínimas. Es decir, que ha sido la apuesta y la iniciativa política de la comunidad autónoma, y no la mayor incidencia de la pobreza y la exclusión social la que ha jugado un papel significativo para que esta política social se instituyese y se implementase. Tal es el caso de las comu-‐‑ nidades autónomas pioneras en esta medida y allí donde el modelo de renta básica posee una naturaleza más ambiciosa. Es precisamente en dicho modelo de renta básica garantista donde se ha situado el SSB en Asturias. En ese senti-‐‑ do, se insiste y se coincide en la necesidad de avanzar hacia la homogenización de la renta básica en todo el territorio español con el fin de crear un sistema nacional que garantice a todos los ciudadanos esta renta mínima en igualdad de condiciones. 51
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El discurso sociológico también confluye en varios puntos. Uno de ellos consiste en la mejora sustantiva del SSB con respecto al IMI, aun reconociendo su papel relevante para el posterior desarrollo del SSB como derecho subjetivo. Por otro lado, en lo que se refiere a la implementación del SSB, se critica el re-‐‑ traso del desarrollo reglamentario sufrido en su momento tal y como estaba establecido en la propia legislación. Ello ha sido fuente de incertidumbres, du-‐‑ das y ha afectado notablemente a la gestión diaria por parte de los distintos profesionales que intervienen en el dispositivo. Otro de los retrasos que se citan es el del Plan Autonómico de Inclusión Social que también venía regido por la Ley del SSB, destacando la escasa trascendencia pública que ha tenido una vez aparecido. Al contrario de esa realidad constatada, se considera un instrumento determinante para el logro de la coordinación y colaboración entre Consejerías y Departamentos, así como con las entidades municipales y sociales. Se recono-‐‑ ce que las circunstancias políticas, los cambios de gobierno, las negociaciones para compartir responsabilidades políticas (especialmente en la Consejería de Bienestar Social), la continua incorporación de competencias en materia de bie-‐‑ nestar social (como ha sido la aparición de la Ley de la Dependencia), etc., todo ello ha contribuido a la ralentización de algunos de los procesos y elementos que vienen establecidos en la Ley del SSB. Hay coincidencia también en el papel de mayor protagonismo que de-‐‑ ben jugar las entidades sociales en todo el ámbito de las políticas públicas y en el campo concreto del bienestar social. Incluso se va más allá, al manifestar la necesidad de aprovechar el rico tejido asociativo del municipal (en este caso, de Avilés) para abrir nuevos campos de atención, acompañamiento e intervención social. Se trata de que, desde los propios servicios sociales municipales, se inci-‐‑ te, se fomente y se potencie a las entidades sociales a una mayor participación en planes y proyectos de integración social, ayudándoles en materia presupues-‐‑ taria, técnica y formativa. Es preciso de dotar a los servicios sociales de una mayor proactividad, de adelantarse a los problemas, de ser innovadores y ocu-‐‑ parse en personas y colectivos que no están siendo apoyados y acompañados como sería pertinente. Los servicios sociales, dadas sus limitaciones, deberían adoptar este papel de encauzar determinadas líneas de abordaje, de “animado-‐‑ res” de procesos de inclusión social, y sensibilizar a la ciudadanía en la deter-‐‑ minación de avanzar hacia unas sociedades más inclusivas y cohesionadas socialmente. Para lograr dichas metas, se apuntan varias directrices y medidas: la necesidad de conseguir mecanismos efectivos de coordinación y colaboración; hacer viable la transversalidad en todos los niveles; dotarse de procesos evalua-‐‑ 52
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tivos efectivos; ir más allá del trabajo de atención al usuario por parte de los profesionales, superar el asistencialismo y caminar hacia modelos de dirección, gestión y administración que partan de procesos reflexivos y que, fruto de es-‐‑ tos, permitan abrir procesos de planificación integrales y participados, donde todos los protagonistas de los servicios sociales (a todos los niveles) puedan aportar de manera inter, multi y transdiscipliar. Pero también a través de las nue-‐‑ vas metodologías integrales que permitan materializar el nuevo modelo de trabajo e intervención social, en particular los itinerarios personalizados de inserción social, el acompañamiento social, el trabajo en red, etc. Un modelo que ve en el ámbito local el contexto adecuado y propicio para plasmar las po-‐‑ tencialidades que brinda el nuevo marco garantista del SSB. En este sentido, tal discurso coincide también en que uno de los factores clave de la Ley del SSB gira en torno a los servicios sociales municipales: además de ser el contexto más próximo al ciudadano, se trata de un ámbito del cual pueden y debe partir los procesos concretos de inclusión social, a través del trabajo directo, intensivo y a medio y largo plazo, con las personas y grupos que precisan de apoyos y acom-‐‑ pañamientos integrales que, finalmente, les permita participar de manera plena de su espacio social más inmediato. De todas maneras, los sociólogos entrevistados convergen también a la hora de valorar el SSB como estrategia positiva para lugar contra la exclusión social de unos ciudadanos que, sin este tipo de protección social, vería merma-‐‑ das las garantías de disfrute de determinados derechos sociales. Con el SSB se ha logrado atajar la pobreza grave y severa del municipio de Avilés, así como la del resto de la comunidad autónoma. Por ello, manifiestan su pertinencia, a sabiendas de que quedan un conjunto de aspectos que deben mejorarse con el fin de que esta estrategia incremente sus dosis de efectividad. Conclusiones Del análisis y valoración discursiva realizados al sistema de garantía de renta mínima asturiano, y en particular, de su concreción en la sociedad avilesi-‐‑ na, podemos afirmar que el conjunto de las opiniones coinciden en que la capa-‐‑ cidad de protección social a través de la percepción de la renta económica (expuesta en la ley del SSB) ha sido notable, especialmente cuando se contempla el grado de cobertura respecto al resto de medidas y prestaciones socioeconómi-‐‑ cas establecidas con anterioridad (el IMI, por ejemplo). En este sentido, hay una valoración sumamente positiva por parte del conjunto de agentes sociales entrevis-‐‑ tados, destacándose el incremento considerable de la capacidad de distribución de renta básica a un número mayor de ciudadanos. 53
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A través de las mismas opiniones y valoraciones se verifica que en As-‐‑ turias la aplicación del SSB ha supuesto la conformación de un dispositivo enor-‐‑ memente eficaz para prevenir la pobreza grave y severa, cumpliendo en primera instancia y de manera general el objetivo que se establece en la legislación. En ese sentido, los constantes esfuerzos políticos e ideológicos que intentan legiti-‐‑ mar el sistema de garantía de ingresos mínimos, frente a los que discrepan de la efectividad del mismo, pueden mostrar su satisfacción inicial al constatar la pertinencia de esta “última malla de protección social” que, cuando se aplica y se garantiza como derecho subjetivo de ciudadanía, otorga unos recursos mí-‐‑ nimos, pero determinantes, para la supervivencia y para la incorporación social en su entorno de convivencia. La legitimación de este sistema queda pues ga-‐‑ rantizada en el contexto asturiano. De toda maneras, la opinión es que la legiti-‐‑ mación definitiva se logrará cuando la capacidad de este tipo de medidas sea la suficiente para llegar a todos los ciudadanos que lo precisen y que, fruto de unos servicios y recursos integrales y de calidad, supongan un anclaje social efectivo (consolidado y duradero) de estas personas. Además, la legitimidad de la aplicación de este dispositivo se constata igualmente en el consenso del dis-‐‑ curso a favor de la existencia y consolidación de la propia Ley del SSB y lo que ha supuesto en estos años de vigencia: el discurso emitido por los distintos polí-‐‑ ticos, directivos y sociólogos expertos (además del de las entidades sociales, del de los propios beneficiarios y de los profesionales) es coincidente y determinan-‐‑ te en este punto. En todo caso, las discrepancias están y las hemos hallado en otros ámbi-‐‑ tos. No ya en su necesidad, pertinencia y potencialidad, sino más bien en lo que han sido la evolución y las características del modelo de su gestión autonómica, al poseer un nivel competencial superior, y local, en la medida que es la puerta de entrada de los ciudadanos a la prestación, y por ser la responsable del pro-‐‑ cedimiento en sus fases de inicio, instrucción, programas personalizados de incorporación social y su seguimiento. En ese sentido, la idea es que no se preci-‐‑ sa una mayor dotación de recursos, sino más bien una optimización de los re-‐‑ cursos existentes, para lo cual los procesos y mecanismos de coordinación son determinantes. Referencias bibliográficas Aguilar, M., Laparra, M. y Gaviria, M. (1995). La caña y el pez. El salario social en las comunidades autónomas 1989-‐‑1994. Madrid: Euroamérica. Agulló, E. (2013). El Salario Social Básico como medida de inclusión social: Estrategias y trayectorias. El caso de Avilés y Asturias. Oviedo: Ediuno. 54
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CAPÍTULO III: PROLIFERACIÓN DE LÍNEAS DE EXCLUSIÓN SOCIAL Y CRISIS DE CIUDADANÍA Luis Gregorio Iglesias Sahagún, Evelyn Diez-‐‑Martínez Day y Azucena Ochoa Cervantes INTRODUCCIÓN Para quienes hemos nacido en las proximidades a la mitad del siglo veinte, ese hecho ha tenido, entre otros, el efecto de dotarnos con una cercanía y frecuen-‐‑ cia notables, por no decir una continuidad, de la palabra crisis en nuestras vi-‐‑ das. Los largos años de “Guerra fría” se vieron aderezados con frecuencia por situaciones de crisis en la correlación de fuerzas de los polos contendientes. Ya en los años 70, la crisis se generaliza a partir de la toma de medidas con la pro-‐‑ ducción, distribución y precios de los hidrocarburos por parte de los países productores, lo que se conjugó en una disminución en el crecimiento de la tasa de ganancia en las principales economías y con ello el efecto repercutía a nivel mundial. Ahora bien, para esas alturas se había vivido, en distintas capitales del mundo, una crisis política cultural, a través de la contestación, crítica y desafío por parte de la juventud a una gama de instituciones y modos de legitimación de lo establecido, “los movimientos del 68”. El campo problemático en el cual se registra el ejercicio de investigación que aquí exponemos, tiene como factores contextuales, sí los movimientos so-‐‑ ciales de las últimas tres décadas y media, pero también y más importante por su impacto global en distintos ámbitos de la vida social (la producción, los ser-‐‑ vicios, la educación y el conocimiento, etc.): la re-‐‑estructuración del capitalismo. En efecto, el régimen de economía capitalista en su versión de neo-‐‑liberalismo económico parece haber traído consigo, junto a los procesos de globalización, la disolución de unos determinados regímenes del mercado de trabajo y de la ciudadanía. Esos regímenes se habrían establecido al final de la Segunda Guerra Mundial y organizaban las cosas alrededor de un código fundamentalmente inclusivo; a este respecto, precisamente, es donde se genera el alto contraste con la situación que se presenta ahora y, como veremos, desde hace unas tres déca-‐‑ das: la emergencia y diversificación de una gama variable y ¿acaso creciente? de síntomas de lo que parece quedar recuperado con el término de “exclusión so-‐‑ cial” en múltiples sociedades. Lapso de tiempo que ha coincidido con el esta-‐‑ blecimiento de una circunstancia mundial de globalización financiera-‐‑ mercantil, a la par del establecimiento de una plataforma tecnológica para el
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procesamiento y traslado de información y la comunicación.1 En buena medida, por cierto, han sido estos factores los que imprimen a la época de la Moderni-‐‑ dad tardía, para decirlo con Giddens (1995), una fisonomía peculiar. Es innega-‐‑ ble que algunos de esos rasgos de la fisonomía de época tienen una presencia mundial, que imprimen su sello en la superficie de las cosas de cualquier parte del globo, o casi. Pero también es cierto que ‘el terreno en el que esa huella es inscrita’ constituye el factor fundamental (la circunstancia) en la determinación del impacto específico y las consecuencias lógicas que un vector global de época tiene en lo local. La inteligibilidad de los modos particulares y las experiencias concretas de la exclusión social es directamente proporcional a la disposición y calidad del conocimiento situado que de las mismas experiencias se tenga. Es decir, alcanzan a ser reconocidas en la medida que se verifiquen en unas coor-‐‑ denadas espacio-‐‑temporales definidas y desde unas condiciones materiales y simbólicas, es decir, culturales, concretas. Al igual que Sandro Mezzadra (2005), profesor y analista de pensa-‐‑ miento político de la Universidad de Bologna, pensamos que hoy el concepto y la práctica institucional de la ciudadanía se hallan sometidos a un ineluctable conjunto de tensiones. Se trataría de síntomas de un contexto general de crisis de la ciudadanía, en el que están involucradas múltiples sociedades en el mun-‐‑ do y que se vendría verificando de manera más acusada en las últimas tres dé-‐‑ cadas. A propósito del concepto de “exclusión social”, contextos de formación e im-‐‑ plicaciones conceptuales La exclusión social se ha vuelto una de las principales problemáticas de estudio y preocupación en todas las políticas sociales y educativas en el mundo. Existe un importante debate sobre el significado preciso del término; algunas de las más acertadas definiciones han tratado de enfatizar que la exclusión social concierne a la imposibilidad de los miembros de un grupo social o de ciertos miembros de la sociedad en su conjunto, de participar de manera adecuada y efectiva en la vida económica, social, cultural y en algunos casos presenta carac-‐‑ terísticas de alienación y distancia del flujo esencial de la sociedad, (Duffy 1995). A partir de la década de los 90 la noción de exclusión social como categoría de pensamiento para el estudio y análisis de la fenomenología social ha venido desplazando a la de “pobreza” (centrada de modo exclusivo en el monto de
La plena puesta en funcionamiento de las tecnologías de alto nivel de saturación social que hadescrito el Psicólogo social Kenneth Gergen (1992).
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ingresos por individuo o unidad familiar), o a las más circunscritas, en cierto sentido, pero con una resonancia connotativa fuerte, de “infra-‐‑clases” (under-‐‑ class en Estados Unidos) o “marginalidad” (en América Latina). En este sentido debemos reconocer que mientras ‘pobreza’, como lo consignan Silver y Miller (2003) es un efecto distribucional, la exclusión es un proceso relacional de dis-‐‑ minución del acceso, la solidaridad y la participación. Distintos analistas, entre ellos las sociólogas Saraceno (2001) y Silver (2003), reconocen en el concepto de exclusión social una mayor versatilidad para el análisis, frente a categorías como ‘pobreza’, ‘infra-‐‑clase’ o ‘marginalidad’. Saraceno habla de un cambio no sólo lingüístico sino conceptual, entre ‘pobreza’ y ‘exclusión social’, y señala que la UE (Unión Europea) ha jugado un importante papel para ese cambio, pues ha introducido institucionalmente, por así decirlo, ese cambio, tanto en el discurso de sus políticas supraestatales, como en sus políticas de investigación. Room (1995) agrega una nueva dimensión al introducir un análisis de la exclusión social en términos de un discurso basado en los derechos, cuando señala que la exclusión social es la negación o no realización de los derechos cívicos, políticos y los derechos sociales de la ciudadanía, en este sentido, la exclusión ligada al derecho a la educación no sólo tiene que ver con las personas que se quedan fuera de la escuela o que la abandonan, sino que también afecta a quiénes es-‐‑ tando escolarizados son segregados o discriminados por su etnia, género, su procedencia social, sus capacidades o características personales y a quienes no logran aprender (UNESCO 2003). Desde otras coordenadas, según la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL) “el enfoque de la inclusión y exclusión comenzó a considerarse una herramienta analítica útil para las políticas públicas y sociales tanto en América Latina como en otras regiones del mundo, en un contexto donde las categorías tradicionalmente utilizadas para comprender los procesos de privación comenzaron a resultar limitadas” (2006). Y en efecto, la misma Comisión define la exclusión social como “un proceso que surge a partir de un debilitamiento progresivo o un quiebre duradero de los lazos que unen a los sujetos con la sociedad a la que pertenecen, de tal modo, que se establece una división entre los que están dentro y quienes están fuera de ella. Por lo tanto, la exclusión alude a procesos a través de los cuales algunas personas no sólo po-‐‑ seen menos, sino que son crecientemente incapaces de acceso a los diferentes ámbitos de la vida social.” Jaime Preciado propone pensar la exclusión social “como una condición de privación o vulnerabilidad de un segmento de la población para participar en las esferas política, económica y social, un fenómeno de múltiples dimensio-‐‑ 59
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nes cuyas manifestaciones van más allá de la pobreza y que abarcan situaciones de discriminación y de privación de derechos ciudadanos.” (Carrizo, 2007). Para Silver y Miller (2003) la exclusión social contiene las siguientes caracterís-‐‑ ticas: 1) multidimensional, no restringida a lo estrictamente económico y además con amplitud que abarca recursos tanto individuales como colectivos; 2) es di-‐‑ námica o procesual a través de una trayectoria o continuo que va de la completa integración en un extremo a una diversidad de exclusiones en el otro; 3) es rela-‐‑ cional, de modo que adquiere las formas de distancia social, aislamiento, recha-‐‑ zo, humillación, carencia de redes de apoyo social, discriminación, etc.; 4) es activa, con lo que quieren destacar el papel de la agencia, hay alguien o algo que acomete la exclusión, y además 5) es relativa al contexto, tanto en la pobreza mo-‐‑ netaria, como en las necesidades físicas y las calidades e implicaciones de los trabajos, puede producirse de hecho la exclusión social en las figuras, por ejem-‐‑ plo, de la falta de respeto, la discriminación o la degradación. Se registran casos en los que aún el Estado de bienestar excluye a ciudadanos de medidas de pro-‐‑ tección social, por ejemplo dejándolos atrapados en el desempleo. Finalmente, encontramos oportuno destacar la observación de Saraceno (2001) a propósito de que en el uso conceptual de exclusión social se pueden apreciar como cuestión de hecho dos genealogías y familias de términos y fe-‐‑ nómenos relacionados: Pobreza y carencias materiales, por un lado, vistas a la luz del pensamiento de los derechos sociales; y desintegración social, margina-‐‑ lidad, la no-‐‑pertenencia, el desarraigo, por otro. Podemos describir o caracteri-‐‑ zar de modo sumario estas dos familias como A) de los recursos y los derechos sociales; y B) de la dimensión de afiliación /desafiliación (e incluso de manera más reducida cuestiones de gozar o no de bienestar o enfermedad psicológica). La exclusión social, su problematización desde una Psicología interesada en la consistencia de la ciudadanía Considerando como la socióloga italiana, que “la exclusión social es una noción transversal en mucha de la investigación en curso sobre diferentes fe-‐‑ nómenos y procesos que inciden en la ‘fábrica’ de sociedades contemporáneas: la emergencia de nuevos riesgos en el mercado de trabajo, el debilitamiento de las comunidades tradicionales y de los lazos sociales, la marginación de grupos sociales enteros y así sucesivamente” (Saraceno, 2001), pensamos que la intro-‐‑ ducción de la categoría de “exclusión social” en el utillaje metodológico de las disciplinas sociales conlleva la apertura de una gama virtual de procesos y fe-‐‑ nómenos grupales, institucionales e interpersonales, recuperables para el análi-‐‑ 60
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sis y la discusión como eventuales experiencias sintomáticas o sea signos de la exclusión social. Desde este punto de vista resulta pertinente considerar la ex-‐‑ clusión social como tópico de indagación, estudio y reflexión por parte de los psicólogos, y de los psicólogos sociales en particular. Ahora bien, en el capítulo El estudio de la exclusión social en la Psicología social, escrito por J. Francisco Mora-‐‑ les, en Morales y Huici (2003), no hay en la bibliografía referida una sola ficha que expresamente indique un abordaje psicológico ni psicosocial. Figuran sí la palabra “exclusión” o el enunciado “exclusión social” en algunos títulos, así como “exclusión moral”. El único caso en el que se explicita desde el título de la obra referida la vinculación del tema de la exclusión con una disciplina particu-‐‑ lar es con el Trabajo social. Sin embargo, lo que si podemos advertir es que en la lista de referencias se pueden encontrar varias remisiones a tópicos que, cier-‐‑ tamente han estado en el foco de interés de los psicólogos sociales, principal-‐‑ mente españoles, en las últimas dos décadas, tales como discriminación, xenofobia, prejuicio, y creencias y actitudes frente a la inmigración. Se trata, pues, de figuras que asumiría la exclusión social en tanto categoría genérica; y que por cierto corresponden a las condiciones de la llamada transición migrato-‐‑ ria Española.2 En efecto, hablar de exclusión social remite directamente a unas condi-‐‑ ciones de convivencia o coexistencia concretas, queremos decir histórico-‐‑ sociales, en cuyo campo de relaciones se verificarían, entre una pluralidad di-‐‑ námica, los dos polos genéricos de una alternativa: inclusión o exclusión. Esto es lo que señala la situación que nos inquieta y lleva a interrogarnos por las condiciones de posibilidad de la ciudadanía. Viendo, o mejor dicho escuchando lo que en los grupos de discusión se dice, creemos encontrar, en efecto, una serie de signos que nos hacen pensar en las tensiones, señaladas por Mezzadra, a las que se encuentra sometida la ciudadanía. La lectura y reflexiones que pre-‐‑ sentamos se derivan de un ejercicio de investigación con estrategia discursiva que esperamos nos acerque a conocer algunas de las figuras dinámicas que pululan y se acomodan, a veces asumiendo formas más estables en las cuales poder leer algunos de los rasgos o perfiles del orden social. La realidad empíri-‐‑ ca en la que incursionamos y problematizamos es la de la ciudad de Querétaro, capital del estado del mismo nombre en la República Mexicana. Nuestra apro-‐‑ ximación es estructural,3 pues hemos recuperado el discurso producido en siete grupos de discusión en torno a la consigna de ‘las formas de la identidad en la Esto fue el hecho de que a fines de los años ochenta del siglo XX España se convirtió por primera vez en su historia moderna en un país receptor de inmigrantes. 3 Una exposición completa de las perspectivas de la investigación social de Jesús Ibáñez puede verse en García Ferrando, Ibáñez y Alvira (2000). 2
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sociedad contemporánea’. Las figuras dinámicas a las que antes aludimos están constituidas, en este caso, por las hablas producidas en aquellos grupos de dis-‐‑ cusión en el año 2008. Estrategia metodológica El presente trabajo puede leerse como el reporte de una exploración en la ‘coyuntura del presente’ teniendo como consigna o referente el concepto de ciudadanía. Siguiendo la propuesta hecha por Ibáñez (2000), adoptamos la perspectiva estructural de la investigación social. Nuestro corpus de discurso procede de conversaciones grupales realizadas entre Abril y Mayo del 2008 entre personas de clase media, la gran mayoría con formación universitaria, distribuidas en cuatro rangos de edad. Cabe aclarar que estos grupos de discu-‐‑ sión formaron parte del protocolo de una investigación sobre las modulaciones discursivas de la identidad.4 Pero precisamente, en la medida en que el análisis de discurso de este corpus con el tema eje de “los modos de predicarse la identidad en la sociedad actual”, arrojó sugerentes signos, tanto de la abundancia como de las formas en la dinámica generadora de líneas de fractura y segmentación a propósito de la identidad; por eso decidimos retomar el documento de aquellos grupos de discusión. Retomarlo para operar sobre él un nuevo y distinto acer-‐‑ camiento, uno que sencillamente se dispone a recoger los dichos, reconocer los recursos léxicos y la estructura retórica que los construye y propone y, por su-‐‑ puesto los temas que en ellos se configuran, los objetos y relaciones que se pro-‐‑ ducen en y desde ellos y, así, tratar de recoger los perfiles con que se versiona la exclusión social en nuestra ciudad. La estrategia discursiva Coincidimos con la idea de Íñiguez (2003), cuando hace referencia a que el análisis de discurso no es una técnica sino un método y en suma, una pers-‐‑ pectiva teórica-‐‑metodológica, de donde se facilita entender la emergencia de una variedad de tradiciones que sustentan la práctica del análisis de discurso. En este trabajo seguimos los lineamientos de la corriente inaugurada por Ibá-‐‑ ñez, precisamente el sociólogo que conceptualizó la técnica del “grupo de dis-‐‑ cusión” y que desarrolla la práctica del mismo en España, considerándolo 4 La exposición completa de este ejercicio de investigación en Iglesias, G. (2008). Centro de Investi-‐‑ gaciones y Estudios Psicológicos (CIPE) Facultad de Psicología, Investigación y postgrado UAQ. Para una revisión conceptual y reflexión crítica del campo de la Identidad y algunas de sus modu-‐‑ laciones discursivas contemporáneas, desde una mirada psicosocial (Iglesias, G., en proceso de edición).
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dispositivo paradigmático de la que concibió como perspectiva de investigación estructural5. Esta vertiente de análisis de discurso enfatiza, como lo consigna Íñiguez (2003), en el componente semántico del mismo; lo que va a contrastar con la emergencia de una diversidad de enfoques discursivos en disciplinas sociales, que parecen enfatizar en el componente pragmático del discurso: ‘la psicología discursiva’, (Edwards 1997; Edwards y Potter 1992) ‘el análisis crítico del discurso’ (Fairclough 1989, 1992; Martin 1997) el ‘análisis de la conversa-‐‑ ción’ (Antaki 1994; Tusón 1995; Íñiguez y Antaki 1994) ‘análisis retórico-‐‑ discursivo’ (Billig 1987, 1991). En efecto, frente a estas líneas de trabajo metodo-‐‑ lógico, pues, la propuesta de Ibáñez, a fuerza de trabajar el aspecto semántico y semiótico del discurso, da la pauta a una aproximación interesada por la fabri-‐‑ cación del sentido en y a través de los discursos y otras prácticas sociales situa-‐‑ das, pero al hacerlo así revela una variedad de situaciones, procesos, objetos, etc. analizadores, no sólo semánticos sino existenciales y concretos del orden social. Esta aproximación produce una remembranza con la socio-‐‑semiótica del Barthes posestructuralista y una semblanza con el análisis de la dinámica del discurso (Parker 1992; Burman y Parker 1993). Técnica de grupo de discusión Por razones de prescripción técnica del funcionamiento del dispositivo Grupo de discusión, es preciso trabajar con grupos de pares etarios, en el en-‐‑ tendido que de ese modo se consigue una panorámica amplia del discurso so-‐‑ cial evitando en lo posible caer en sesgos existenciales por edad. Nuestros grupos quedaron conformados, cuatro de ellos con edades entre 41 y 50 años, dos con rango de edad de 31 a 38 y uno de 21 a 26. En todas las sesiones la con-‐‑ versación grupal tuvo una duración aproximada de 80 minutos. Los siete gru-‐‑ pos de discusión fueron convocados y trabajados por un integrante de la investigación (durante el segundo tercio del año 2008) como dispositivo técnico de producción primaria de discurso a propósito de los modos de predicarse ‘la identidad’.6 Ahora regresamos a las transcripciones de dichos grupos de discu-‐‑ sión, como fuente secundaria, toda vez que en su momento habíamos encontra-‐‑ do que, en el decir a propósito de la identidad, aparecían alusiones, remisiones, inquietudes, preguntas y comentarios a procesos, prácticas, factores o forma-‐‑ ciones institucionales excluyentes o sinérgicos con la exclusión. El grupo de discusión como técnica de investigación tiene su funda-‐‑ (Ibáñez 1979, 1985; véase también Canales y Peinado 1996). El proyecto de investigación “Modulaciones discursivas actuales de la identidad” a cargo de Luis Gregorio Iglesias. Una exposición parcial puede encontrarse en Iglesias (2012).
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mento más general en el postulado de que lo social, mediado por lo simbólico, sólo puede existir en unos sujetos que lo producen y lo portan (lo crean y lo creen). La técnica trabaja con el habla. En toda habla se articula el orden social y la subjetividad. "ʺEl orden social es del orden de decir"ʺ (J. Ibáñez), está hecho de dictados (que prescriben caminos) y de interdicciones (que proscriben cami-‐‑ nos). Voloshinov (1992), plantea que la psicología social se presenta, en térmi-‐‑ nos reales, materiales, como la interacción discursiva: La psicología social no se origina en alguna región interior, sino que se manifiesta globalmente en el exterior: en la palabra, en el gesto, en la acción. En ella no hay nada que fuese interior y no expreso: todo está en el exterior, en el intercambio, en el material y ante todo en el material verbal (Voloshinov, 1929 [1992]) Considerando pues que el discurso social se encuentra disperso en lo social mismo, el grupo de discusión, se inscribe en un campo de producción de discursos y la situación de grupo equivale a situación discursiva; "ʺen ella, las hablas individuales trataran de acoplarse entre sí al sentido (social)"ʺ (Canales y Peinado 1996). Para Ibáñez, lo que el investigador puede recuperar de esta téc-‐‑ nica no es tanto un dato, algo que viene dado, sino algo que hay que (re)producir, un capta, en su terminología. La técnica ofrece la ventaja de multi-‐‑ plicar la interlocución y, por tanto, los canales del habla, así como de diversifi-‐‑ car los modos de transferencia, generándose así condiciones propicias a la variabilidad discursiva. Pone todo el acento en el proceso de la conversación y, a diferencia de los grupos naturales, los interlocutores desaparecen detrás de las interlocuciones. La conversación, que es el eje articulador de todas las hablas en el grupo, hace que estas se subsuman, o mejor se "ʺnormalicen"ʺ en atención a los aspectos comunes entre ellas. Con ello se consigue que las hablas individuales se despojen de las adherencias de lo singular y aún de la sintomatología de cada individuo. Así queda planteado, de un modo sumario, que la del grupo de discu-‐‑ sión busca ser una técnica viable para la exploración y estudio de los lugares comunes (tópicos), los sensus comunis que señala Shotter (1986); en fin, los luga-‐‑ res de identificación colectiva. Precisamente una de las funciones que desempe-‐‑ ñan tan bien las ideologías. Y como plantea Jesús Ibáñez: “Los estudios emprendidos desde esta perspectiva técnica se insertan en el proceso de pro-‐‑ ducción de ideologías. La interpretación y el análisis son, respectivamente, lec-‐‑ tura y descodificación de esas ideologías” (1979, p. 318). 64
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La lógica de procedimiento analítico 1. Tomamos el discurso de c/grupo de discusión como un todo. Este es el producto de la conversación en grupo que ha sido transcrita verbatim y consti-‐‑ tuye así un texto lingüístico escrito. Si bien la transcripción muestra a los agen-‐‑ tes personales del discurso con sus respectivas intervenciones, como hemos dicho ya, para el propósito analítico nuestro, lo importante es la locución y no el locutor. La riqueza heurística de la técnica grupo de discusión tiene qué ver con que constituye un dispositivo (fractal) de producción de discurso social, en el que debe resaltarse principalmente el efecto de producción/alcance de consen-‐‑ sos. 2. A través de repetidas lecturas del corpus textual detectamos que los tópicos reiterados en los que la exclusión social alcanza verosimilitud en el dis-‐‑ curso de los grupos aparecen o se producen en relación y a propósito de un número de campos temáticos identificables. Pero precisamente nos detendre-‐‑ mos a mostrar cómo es que lo consigue y, de ese modo, a mostrar los lugares comunes en los que nuestros grupos se encuentran, los pasajes de identificación colectiva que atraviesan. Esto lo recogemos del discurso de los grupos tal como éste ha quedado congelado en su ‘vaciado’ a texto escrito. 3. Una manera de describir la operación es la siguiente: en todos los ca-‐‑ sos los discursos grupales fueron detonados por la consigna ‘la identidad en la sociedad contemporánea’, pero también por la presión ejercida por el preceptor para provocar discurso en torno y a propósito de la misma. Cabe pensar que esto tiene un efecto direccional en la definición de la macroestructura del dis-‐‑ curso (van Dijk 1985); son en todos los casos discursos que versan sobre la iden-‐‑ tidad en las condiciones de vida actuales, fundamentalmente en México y, más precisamente en Querétaro. La macroestructura semántica propuesta por van Dijk es el correlato teórico del ‘asunto’ o ‘tema’ de un discurso, el cual se consti-‐‑ tuye no a partir de las estructuras semánticas de oraciones individuales sino de la estructura semántica que se produce a través y a partir de secuencias de ora-‐‑ ciones y de las proposiciones que pueden eslabonar aquellas oraciones. Resultados del análisis El análisis de los discursos nos reveló una ‘cosa’ muy interesante, Y esto ha sido que, reconocemos en la forma-‐‑discusión de los grupos un número de focos o temas discursivos que quedan destacados –o sedimentados— en la con-‐‑ versación grupal como puntos de convocatoria y acoplamiento de las distintas 65
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hablas, es decir: puntos de encuentro. Esos focos discursivos se han mostrado propicios para la emergencia de lugares comunes o ‘tópicos’, y es en ellos y desde ellos que nos proponemos mostrar, vía el análisis y la interpretación, la remisión a lo que llamamos líneas de fragmentación social, por cuanto conlle-‐‑ van la puesta en marcha en una gama diversa de situaciones sociales y/o dispo-‐‑ sitivos de inclusión-‐‑exclusión. En el sentido con el que Harold Garfinkel (1967) dice “to do interaction is to tell interaction” Los focos o temas discursivos discer-‐‑ nidos en la forma-‐‑discusión de los grupos dicen /muestran/, en su estar hablan-‐‑ do de /a propósito/ la identidad, una variedad de procesos, ocasiones, prácticas, condiciones, situaciones, modos, etc., de verificarse exclusión social. Los focos discursivos que destacamos en el análisis de las discusiones grupales se identi-‐‑ fican en la siguiente tabla: Tabla 1. Focos discursivos que destacamos en el análisis de las discusiones grupales Focos o temas en el discurso
Número de grupos en que se produce
2) Emos y subculturas juveniles
6/7
3) Globalización
5/7
4) Medios de comunicación
5/7
5) Culturas/comunidades indígenas
5/7
6) Gobierno, actos de gestión y políticas
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Fuente: Creación propia
Si los pensamos desde la concepción de las estructuras del discurso de van Dijk, tales focos textuales se describen como constituidos por conjuntos de proposiciones (microestructuras semánticas) que en su convergencia y remisión mutua componen y sostienen la macroestructura, dando al discurso global un tema, revelando en él un asunto, que en el caso de tales discusiones grupales se describe como: los riesgos, acechanzas, peligros y déficits de la identidad. Al mismo tiempo cada foco textual /discursivo/ es susceptible de ser considerado como tema, o subtema, teniendo en cuenta que se hallan a medio camino entre la microestructura y la macroestructura del texto. Es decir, los enunciados y proposiciones se organizan, pues, configurando ‘zonas’ particulares y definidas, o subtemas del discurso (focos discursivos o textuales), que a su vez se inscri-‐‑ ben y participan en la configuración del asunto general o tema del discurso. En 66
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el presente ejercicio de análisis de los grupos de discusión, encontramos que los seis focos discursivos destacados son ocasiones para citar y referir procesos y situaciones de exclusión. 1) Pautas de consumo y economía de mercado GDI1 (21-‐‑26) Héctor: …realmente la tecnología es algo que de veras nos jala a todos sin que-‐‑ rerlo, como el mundo realmente es cierto, corre a base de tecnologías, (…) un día sin querer vas a tener que caer ahí, porque tus mejores ami-‐‑ gos, resulta que ya tienen correo electrónico, o que ya tienen celular, o ya están en el “space”, o ya están en el “hi5”, en mil cosas, en donde, ya es bien difícil no caer, entonces, es bien interesante, porque somos unas personas bien diversas, y bien bonitas, y todas traemos celular…(15) Elena: …los productores, los fabricantes, de tecnología de productos que te están metiendo, que casi, casi te dicen, ¿no? que si tú, el otro vi un co-‐‑ mercial que hasta me hizo apagar la tele, ya no me acuerdo, no me acuerdo, algo así de que si tenías no se qué, eras parte de…ya no me acuerdo, era un aparato alto que si lo tenías, entonces eras muy impor-‐‑ tante, entonces inconscientemente eso se te va grabando de tal manera no, por ejemplo yo también, bueno lo que tu decías: me resistía a tener un celular, digo no creo que lo hayas hecho por sentirte importante, pe-‐‑ ro llegó un momento en el que a fuerzas lo tuviste que tener, por la ra-‐‑ zón que haya sido ¿no? (16) GDII1 (31-‐‑38) Lorena: … no sé, a los jóvenes, que por eso se visten como algo, para ser acep-‐‑ tados en el círculo que a lo mejor ni les gusta vestirse así, pero de esa manera son aceptados y tienen que verse así para los demás y poder ser, pertenecer a un grupo y no estar excluidos. (15) GDII2 (31-‐‑38) Inés: …ciertas personas traen… que la bolsa de diseñador para saber que per-‐‑ tenecen a tal grupo, otros traen rastas pa saber que pertenecen a otro grupo, nada más es como formas de identificarse… (1) Rita: … hay un comercial en televisión de corn pops ja ja, de palomitas donde salen todos los chavos y chavas vestidos como emo, que además ¡ay! tiene un mensaje bastante nefasto, todas las chavitas están de uniforme pero de minifalda y haciendo tubo y luego no sabes quién es hombre y quien es mujer porque son así como bien andro y este, y todo ese rollo entonces dices es una cosa real, es neta, es una identidad auténtica? o es algo totalmente creado por el mercado? O sea, cuántos rasgos de estos 67
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de identidad, cuánta gente que dice, es que yo soy este emo o soy eeh punk o soy darketo o soy no sé qué (14) GDIII1 (41-‐‑50) Sara: …el tener, el poseer cosas, entre más poseas cosas tienes una cierta elite, el que tu ostentes vivir una vida que no, que no la tienes pues, o simulas vivir esa vida con esas ciertas características de elite, para que seas aceptado en ese grupo, o te comportas de tal manera para que sea así, pero veo por ejemplo en el caso de Sofía mi hija, en casa no vemos canal 2 o canal 5, son pésimos ¿no? Entonces a Sofía le hacen a un lado por-‐‑ que ella no ve la novela “X” que ven los niños… (2). GDIII2 (41-‐‑50) Ivón: Yo creo que lo que tu planteas, ese vacío que tienen los chavos al final se llena con cosas tan falsas y acartonadas como la moda ¿no?, entonces como ya no tengo identidad porque ya no tengo tradición familiar, ni antepasados, ni nada que me llene, pues la televisión es la que me dice, ah pues ponte esta ropa, y habla así, y usa esta colonia y ya vas a ser súper in ¿no?, vas a estar en la onda, “consume”. Alicia: Y la multiplicación de estímulos, pero también hay realidades, realida-‐‑ des materiales económicas, desde hoy día, acceder a un empleo bien remunerado es dificilísimo.(19) Dorian: Y o sea, porque empleos hay, tu puedes salir y barrer la calle, incluso hay muchos, el problema es la calidad de vida, y yo sigo pensando, el problema es la concentración de la riqueza, porque empleo, digo, en el periódico hay un chorro, el problema es que no des con él. (20) Dora: … yo creo que el pesimismo es por eso, cada vez se ven menos posibili-‐‑ dades, menos trabajo mejor remunerado, o menos posibilidades que a través de un trabajo tengas una calidad de vida, ahora resulta que te tienes que matar de sol a sol, y no tienes esa calidad de vida que te ofre-‐‑ cen (21) GDIV2 (41-‐‑50) Marco: …la globalización es una es un nombre que se le dio al neoliberalismo, que es una cuestión de mercado, es una cuestión de apertura de merca-‐‑ dos en donde lo que se trata es de igualar a todos, (…) entonces es don-‐‑ de la gente que tiene el poder pues, lo que hace es juzgar y cómo se dice juzgar y separar a los que son diferentes (4) Pilar: …con quien me identifico para no quedarme sola ¿no?, o nuestros hijos adolescentes, o cualquier niño; hasta los más chiquitititos es tener tener, tener, tener, tener. Es lo más preocupante, a mí me parece que ahora con la globalización, y con pues todos esos mensajes por televisión de consumismo, de consumismo y consumismo (5) 68
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
El FT “Pautas de consumo y economía de mercado” nos muestra que la lógica y la dinámica de la economía de mercado, en el periodo del “capitalismo desorganizado” en el que nos encontramos (para decirlo en los términos en que piensa las cosas Boaventura de Souza), mediáticamente identificado como épo-‐‑ ca del Neoliberalismo económico, este FT ilustra el papel de los regímenes de consumo en el establecimiento de criterios y estándares normativos orgánica-‐‑ mente articulados al funcionamiento de una economía de mercado hipertrofia-‐‑ da. Así p. ej. La moda en cuanto a la apariencia, el vestido y la indumentaria, pero también en cuanto a aficiones, recurso a servicios o asiduidad de conduc-‐‑ tas y prácticas sociales. De manera que antiguos criterios o motivos de exclusión son resignificados, p. ej., el de la apariencia o fenotipo, mientras que otros son nuevos y propios de esta lógica que a través de toda una gama de productos para el vestido, la imagen e indumentaria que crece y se renueva sin cesar, en tanto que funcionamiento cabal de la lógica del mercado. Lógica que además ha venido a multiplicar las cohortes sociales mediante la operación generalizada de una segmentación de la población (necesaria y consecuente a los axiomas del sistema) bajo el exclusivo criterio de capacidad adquisitiva. Así, se multiplica de modo reiterado y fractal una forma de “organización”, distribución y procedi-‐‑ miento en lo social: la pirámide (poquitos que tienen/hacen/pueden mucho, en la cúspide, y muchos que tienen/hacen/pueden muy poco en la base. Una forma que se ‘anima’ haciendo funcionar la lógica de la jerarquía y las relaciones de dependencia. El discurso del valor, en el mercado, es el de ‘lo exclusivo, lo re-‐‑ servado a la élite’. El mercado erige sus paradigmas de ‘lo valioso’ y ‘las élites’ recuperando, entre otros, el discurso moderno-‐‑burgués de la meritocracia. Aunque un tal modelo ejemplar queda banalizado muy pronto, pues en los hechos las sociedades con economía de mercado vienen demostrando que todo se reduce a un solo mérito: disponer de dinero, con independencia de los pro-‐‑ cedimientos, acciones y vehículos empleados para conseguirlo. Por un lado, pues, los regímenes de consumo impelen la adopción de usos, aficiones o apariencias particulares como condición para mantenerse en la(s) órbitas de lo ejemplar o por lo menos lo aceptable; de lo contrario el/los sujetos quedarán al margen o definitivamente fuera de oportunidades y recur-‐‑ sos de diverso tipo. Pero es que la economía de mercado en nuestra sociedad se ha constituido más que en un criterio normativo, en la norma. Como se exhibe en la contundencia estructural de los condicionamientos, no a un grupo a unas comunidades, sino a la colectividad en su conjunto, como el provocado por la producción y comercialización generalizada de las nuevas tecnologías de la información y comunicación (NTIC). O bien en el hecho palmario de que ‘el trabajo’ es una mercancía más, sujeto como cualquier mercancía a las “leyes” de 69
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la oferta y la demanda. De manera que en los escenarios de nuestras sociedades de la modernidad tardía y de capitalismo financiero, el trabajo comenzó a pen-‐‑ sarse y experimentarse como precario o aún como trabajo basura. Hay un aba-‐‑ ratamiento del empleo. Hay muy pocos puestos de trabajo y demasiada oferta de mano de obra, de modo que ésta última se cotiza a muy bajo precio. 2) Emos y subculturas juveniles La focalización del discurso de los grupos sobre el asunto de las tribus urbanas o subculturas juveniles, tuvo como motivo principal la experiencia, entonces reciente, de un acontecimiento que ocupó los titulares de la prensa local y, con algunas réplicas en otras ciudades de la república en días subsi-‐‑ guientes, inclusive de algunos medios de prensa nacional. Nos referimos a la agresión por parte de una turba, o quizás haya qué decir de varias, que en dife-‐‑ rentes plazas y andadores del extendido centro histórico de la ciudad de Queré-‐‑ taro, el viernes 7 de marzo de 2008 acosaron y agredieron a pequeños grupos de jovencitxs acusados de ser ‘emos’ con independencia de que ellos mismos, los/as jóvenes agredidos se asumiesen como tales. El evento llamó la atención y disparó las sospechas por dos razones: 1. Las dimensiones de la turba agresora –en torno a ochocientos según el diario La Jornada; poco más de mil informó el Diario de Querétaro. Y 2. La falta de previsión por parte de la policía y su lenta y tibia respuesta. La agresión ocurrió el 7 de Marzo y los grupos de discusión trabajaron desde finales de Abril y durante Mayo. De cualquier modo, el tratamiento que dan los grupos de discusión al evento muestra la cisura en el socius que se produce por cuestión de aficiones (sociabilidad), usos (musicales y estéticos), indumentaria (arreglo personal, moda); en suma marcadores públicos-‐‑identitarios de las llamadas tribus urba-‐‑ nas o subculturas juveniles.7 El discurso señala también la participación de fac-‐‑ tores, y actores que son clave, tanto en la constitución y definición de esas identidades como en los actos de segregación y/o discriminación. En particular (d) enuncian al gobierno y a los medios de comunicación. Es posible ver en ellos a dos actores con capacidad probada para establecer normas y criterios vincu-‐‑ 7 Los jóvenes de la ‘moda/estilo’ emo manifiestan que se identifican porque su filosofía es actuar con-‐‑ forme a sus emociones y sentimientos. La Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Emo_(subcultura) consultada 14/11/2012) señala que entre los adoles-‐‑ centes el ‘emo’ se caracteriza o bien el estereotipo es el de su apariencia e indumentaria: usan panta-‐‑ lones de tubo o pitillo, camisetas entalladas que suelen llevar nombres o emblemas de bandas de rock, generalmente llevan el pelo liso con largos flequillos hacia un lado, cubriendo a veces uno o ambos ojos.
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lados, por cierto usual y fundamentalmente, a intereses económicos y de go-‐‑ bierno. Por ejemplo excluir a ciertas “identidades”, ciertas apariencias, de las tribus urbanas inconvenientes, porque ‘afean’ el centro histórico de la ciudad, o porque no consumen en los lugares y la proporción adecuada. Opera así una o más líneas de segmentación sobre la juventud de Que-‐‑ rétaro, ‘avientan’ hacia las orillas, el extrarradio de la ciudad, a las grupalidades incómodas: ‘eskatos’, ‘grafiteros’, ‘anarkopunks’. Han intentado, incluso, expul-‐‑ sar a golpes a los ‘emos’ de las plazas y andadores del centro histórico. Y esto último, ha quedado claro, fue un plan orquestado, circuló una convocatoria por las redes sociales y algunas voces mencionaron la distribución de un volante a la salida de alguna(s) escuela(s) de filiación religiosa de la ciudad. En los me-‐‑ dios electrónicos de ‘comunicación’ hay también una recurrencia machacona a presentar a algunas de estas tribus urbanas de manera estereotipada. GDI1 21-‐‑26 Héctor: … siento que en especial en esta ciudad ha faltado la presencia real, o sea, que de veras puedas decir hay un grupo que representa esto, sí existe, pero por los punk y toda esta banda, pero están mucho en las zonas marginales ¿no? (…) y no los ves tanto como te gustaría verlos no, o sea, el graffiti está muy esporádicamente por aquí por allá, de re-‐‑ pente les dieron chance en algunas casas de graffitear las fachadas pero se perdió eso y más con el gobierno que tenemos este, también los co-‐‑ lectivos tanto de punketos, anarcopunk, y toda esta gente se tienen que ir siempre hacia las orillas ¿no? porque la misma organización de la ciudad les pide que hagan los eventos lejos del centro, no cerca de la vista del turista… (1-‐‑2) Como en el caso del mercado y el consumo, a propósito de las ‘subcul-‐‑ turas’ juveniles las prácticas de exclusión y discriminación no son algo privativo de Querétaro sino que, sugirió Aura en el mismo grupo, “eso no ocurre sólo en Querétaro”; ella, que nació y vivió su niñez y primera juventud en la ciudad de México, recuerda que “ocurría de distintas formas allá también”. GDII1 (31-‐‑38) Daniela: … el problema sería entre identidades, y si es entre emos, punketos o si es entre mexicanos y gringos, o si es entre homosexuales y, y, hetero-‐‑ sexuales, o si es entre niños y adultos, (…) pero siempre sería el mis-‐‑ mo problema, lo igual frente a lo diferente, y lo que conlleve eso ¿no? (2-‐‑3) GDII2 (31-‐‑38) Mariana: …siempre habrá algo que no nos guste, por ejemplo a propósito del 71
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asunto con los Emos, pues ante esa imagen, ante esas prácticas puede haber mil cosas que no nos gusten, pero a la hora que eso es razón pa-‐‑ ra poner la mano encima al otro, todos deberíamos tener miedo, me parece. (23). GDIII1 (41-‐‑50) Alberto: …me parece que los dos, tanto los jóvenes como los migrantes, enfren-‐‑ tan una situación difícil, a partir de esa nueva condición reciente, quiero creer, de intolerancia, si, me parece prácticamente entre más plural, entre más diversa, entre más global es la sociedad, van apare-‐‑ ciendo estos focos, diría peligrosos, de intolerancia, de desamor, si le queremos llamar así, de sólo este modelito es el bueno, (…) y por otro lado también, otra vez, hay un impacto de los medios de comunica-‐‑ ción, de o sea, lo que paso de por si fue grave ¿no? Aquí en Querétaro ese viernes, pero me parece que, el tratamiento de los medios y todo lo posterior, fue más grave, lejos de contribuir a generar distensión, tolerancia, comunicación, comprensión, al contrario ¿no? Uno ve los noticiarios y más se potencia esa... ese tratamiento. (11-‐‑12) GDIII2 (41-‐‑50) Dora: los chavitos, son muy manejables, muy manipulables ¿no?, tan así que bueno, les mandan ahí una convocatoria vía email, a golpear y van a golpear, y les preguntas y su discurso es el discurso que escuchas en la tele, ¿no?, son feos, dan mal aspecto, dices: ese odio tan grueso, co-‐‑ mo para agarrar y tratar de deshacer a otra gente, pues pobres chavos ¿no? (11) GIV1 (41-‐‑50) Ana Lilia: …sobre lo que ocurrió aquí en Querétaro de los Emos y los Anti-‐‑ emos, y decía bueno, siempre se ha presentado porque en otras épocas también los jóvenes han manifestado ciertas formas donde se identifi-‐‑ can, como pertenecientes a un grupo ya sea por edades o por formas de pensar, de vestir o de gustos, pero esta sería una cuestión y como un poco la preocupación también de que, en términos de identidad, se puedan dar estas discriminaciones también. Por ejemplo en el caso de ellos, donde se les identifica como un grupo tal, porque visten de tal forma, ya inmediatamente ponemos la etiqueta y hay efectos también de discriminación (1) Como expresamos con anterioridad las prácticas de exclusión a ciertas ‘subculturas’ juveniles no son privativas de Querétaro o de México, se puede decir que forman parte ya del patrimonio globalizado de pautas de comporta-‐‑ miento en este nuevo moderno-‐‑tardío mundo; así, desde el hemisferio Sur un 72
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diario argentino consignaba en su edición del 9 de Marzo de 2008: Debido a sus estrafalarios peinados y su andar afeminado, los "ʺemos"ʺ mu-‐‑ chas veces son comparados con los "ʺmetrosexuales"ʺ (hombres que cuidan mucho su estética, y terminan brindando un aspecto femenino).” Y “Nahuel, un "ʺemo"ʺ que ayer estaba en la plaza Rodríguez Peña, contó: "ʺTo-‐‑ dos los sábados hay peleas entre las distintas tribus. A nosotros siempre nos buscan para pegarnos por nuestro aspecto, un poco afeminado"ʺ. http://www.lanacion.com.ar/994119-‐‑emos-‐‑la-‐‑tribu-‐‑de-‐‑adolescentes-‐‑tristes
3) Globalización
GDI1 (21-‐‑26) Héctor: Y, me di cuenta conmigo, me entiendes, de cómo, como realmente la tecnología es algo que de veras nos jala a todos sin quererlo, como el mundo realmente es cierto, corre a base de tecnologías, (…) un día sin querer vas a tener que caer ahí, porque tus mejores amigos, resulta que ya tienen correo electrónico, o que ya tienen celular, o ya están en el “space”, o ya están en el “hi5”, en mil cosas, en donde, ya es bien difícil no caer, entonces, es bien interesante, porque somos unas per-‐‑ sonas bien diversas, y bien bonitas, y todas traemos celular, me ima-‐‑ gino que casi todos traemos celular, entonces, es el elemento, es el elemento homogenizador (15) GDII1 (31-‐‑38) Raúl: Lo que pasa es que ahí los gobiernos también están viendo la conve-‐‑ niencia ¿no? (…) en cambio los otros, pues traen su dinero, traen para comprar una casa, para poner aunque sea un pequeño negocio y pues es una perspectiva diferente la que se les puede ver a un tipo de mi-‐‑ grante y a otro, el que viene legal, porque ellos vienen legal, o sea tie-‐‑ nen permiso para venir, tienen su manera de producir un negocio, en cambio los otros no traen nada, o sea, vienen ilegalmente, vienen a es-‐‑ condidas, vienen también a exigir cosas que a lo mejor, no tienen para pagarlas…(10) Julieta: ¿Cuántas empresas están llegando aquí a Querétaro justo, extranjeras: alemanas, japonesas, los altos mandos ejecutivos, son extranjeros ya, un mexicano, ni soñar que pueda estar ahí, ya todos los de abajo, de supervisores para abajo, órale sí. Entonces, es esa gente que viene con todo en regla, el dinero, guau, guau, guau, a invertir y que padre ¿no?, ay sí, no, que padre, no que horror que se estén comiendo a pedacitos el mundo; porque eso ha de pasar en muchos países (11) 73
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GDIII1 (41-‐‑50) Alberto: Pero la mercancía disponible, los significados, este, comprables a la, la ropa, los colores, en fin, son, pus resultado de una moda que quién sabe quién pone, este, y que todos podemos decir, más temprano que tarde con mayor profundidad, pero como siguiéndola, las texturas, es-‐‑ te, y entonces ahí, digamos el proceso de estandarización, de empo-‐‑ brecimiento, no, muchos de los pueblos que no entran en estos grandes mercados, este, las etnias de todo el mundo por ejemplo, pues no son sujetas de, pues ahora ya, hasta con cierto folklorismo, pero más bien, no son respetadas, ni admitidas en esta dinámica global, y su identidad se va perdiendo, ¿no? la lengua, cada vez hay menos lenguas que se hablan en el mundo. (3) Alberto: Entre más plural, entre más diversa, entre más global es la sociedad, van apareciendo estos focos, diría peligrosos, de intolerancia, de desamor, si le queremos llamar así, de sólo este modelito es el bueno, y lo que no es así, entonces seguramente tienen que ver con cuestiones históricas de un racismo muy velado que tenemos los mexicanos (11-‐‑ 12) GDIII2 (41-‐‑50) Dora: …nos damos muy poco tiempo para esta cuestión de la convivencia, y es a través de la convivencia que se transmiten toda una serie de cosas, y sobre todo la cuestión emocional, pues solamente es ahí, y cada vez tenemos menos tiempo, para conocernos y para conocer al otro, a los que tenemos alrededor, este, mmm, yo no estaría tan… pues así tan convencida de que la globalidad sea, así como, algo bueno, al menos las repercusiones que yo veo no han sido positivas, yo es lo que alcanzo a ver, no sé, yo veo más repercusiones que han ido en contra de nosotros como seres humanos, que este, que positivamente, si esta cada vez ero-‐‑ sionando más la cuestión de las relaciones entre los hombres, pues no puede ser algo muy bueno, no, o el uso que se le está dando está siendo pésimo, ¿no? (…) los migrantes que llegan ya sea a Europa, ya sea a Es-‐‑ tados Unidos, ya sea aquí a México, porque también lo tenemos para acá, con ese sueño de una mejor vida, o de mayores posibilidades, es te-‐‑ rrible ver que parece ser que no, que la ilusión fue cuando había ese an-‐‑ dar pensando en que se llegaba a eso, pero cuando llegas, es… ahora sí que el aplastamiento total, porque ya ni la ilusión de que cuando lle-‐‑ gues, vas a… ¿no? porque llegas y está terrible, entonces pues sí, si es medio pesimista el panorama (21-‐‑22) GDIV2 (41-‐‑50) Marco: La globalización es un nombre que se le dio al neoliberalismo, que es 74
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una cuestión de mercado, es una cuestión de apertura de mercados en donde lo que se trata es de igualar a todos, de a todos los que se pue-‐‑ dan y mientras se pueda hacerlos consumidores de lo mismo, enton-‐‑ ces que todos seamos igualitos (5) Santiago: Pero la cuestión de la globalización en primer lugar es una cuestión económica que es genocida. Por ejemplo, en los últimos días, ustedes lo pueden constatar en la misma Jornada, se dice que en Asia está a punto de haber un colapso de 2000 millones de personas en cuestión alimentaria.(…) Entonces la globalización no puede tener la intención de democratizar y de hacer igualdad y de emparejar o igualdad en las gentes. La globalización lo que hace, es reforzar, subrayar las contra-‐‑ dicciones económicas que ya han existido desde hace muchísimo tiempo. Se está haciendo un capitalismo más feroz (10) Ángel: La globalización tiene una intención económica cuya consecuencia es el enriquecimiento de unos cuantos y la generación de una gran canti-‐‑ dad de gente pobre. Y sí, el término de genocidio no es del todo des-‐‑ cabellado, en tanto que la marginación te lleva a muerte, por un lado, y veamos cómo las paradojas de la globalización hoy en día el pro-‐‑ blema de los alimentos es porque 100 millones de chinos tienen un poder económico superior y ya comen arroz tres veces al día (14) La globalización, al escuchar cómo se la tematiza en los grupos de dis-‐‑ cusión se nos revela con un sentido claro de intensificar y estandarizar. Uno de los miedos que concita y uno de los riesgos que conlleva es la homogeneización, en consumos, en servicios, o sea pautas de conducta, prácticas sociales que se repiten en muchos lugares. Un nuevo mapa de lo habitual que propicia adap-‐‑ tarse, ‘re-‐‑ciclarse’, adquirir o desarrollar competencias, comprar determinadas mercancías, frecuentar lugares y establecimientos con asiduidad… La construc-‐‑ ción de un mundo y su realidad. Y así vemos que se re-‐‑dibuja, amplificándose, el perímetro de la normalidad. ¡El que se mueva no sale en la foto!, quienes no se adaptan y no ingresan a los estándares verán aumentada la posibilidad de ser excluidos, marginados, ignorados. De oportunidades de trabajo, de educa-‐‑ ción, de salud, de experiencias varias, de cultura. El territorio queda unificado en esta era de la globalización como terri-‐‑ torio del ‘sistema mundo’ (Wallerstein). Pero funciona también como superficie de registro de un nuevo estriado no sólo del espacio sino de la sociedad. En ella aparecen nuevas líneas de exclusión: los efectos migratorios desencadenados requeridos por la condición globalizada son múltiples y asiduos, diversos y polimorfos. En efecto la globalización provoca migraciones, desplazamientos 75
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sobre el territorio de capitales, productos y personas; si bien sólo éstas últimas, las personas, hacen la experiencia de sus migraciones, de sus despedidas y sus lejanías, de sus esfuerzos para encontrar la cadencia que les permita desenvol-‐‑ verse al compás de los usos y costumbres, y las leyes de las ciudades a las que llegan. En busca de más y mejores oportunidades. Pero suele ocurrir que auto-‐‑ ridades y gobiernos de los países de arribo, de inmigración, aplican severos filtros de selección para otorgar permisos de trabajo, de estudios, de residencia. La línea compuesta por motivos de exclusión se prolonga. Comenta Daniela, los trabajadores migrantes se han ido porque en este país las condiciones les son adversas para hacer una vida pero al llegar a destino son de nuevo rechazados, a veces definitivamente expulsados. Una exclusión detrás de otra. Uno de los objetos que se intensifica y propaga en el sentido con el que es hablada la globalización en los grupos, es ‘el mercado’. El mercado (la eco-‐‑ nomía de mercado) con su lógica y sus “leyes” en las condiciones del capitalis-‐‑ mo financiero (de la época del neoliberalismo), funciona como dispositivo multiplicador de líneas de exclusión. Por el hecho de que un modelo de econo-‐‑ mía se constituye en norma y se desplaza, se propaga en el territorio (mundo). Se deslocaliza, lo que en concreto significa re-‐‑localizaciones múltiples, llevando ahí a donde llega, como norma que es, sus prácticas y sus criterios. Un modo de colonización sistemática y estructural, implantando las subordinaciones y de-‐‑ pendencias necesarias, propagando la forma piramidal de la jerarquía en detri-‐‑ mento de las estructuras y agentes locales. Como cuando se habla de las empresas extranjeras asentadas en Queré-‐‑ taro, en las que hay una manifiesta discriminación de los cuadros mexicanos para ocupar posiciones particulares en la organización. Se refiere también la discriminación a etnias que quedan excluidas de la jauja de la dinámica global de los grandes mercados. Es que hay exclusión y marginación por la vía del acceso controlado, limitado, a la nueva escena/orden mundial de la globaliza-‐‑ ción i.e., los mercados. ¿Hay niveles o cuotas de inclusión? En cualquier caso, se comenta en los grupos, “se enriquecen unos cuantos y se empobrecen muchos”. Precisamente desde 2008 algo de esto ha venido magnificándose en el sistema mundo (Irlanda, Portugal, Grecia, España ahora Chipre). Precisamente en múl-‐‑ tiples sociedades estamos siendo testigos y, a mayor o menor grado, grandes porciones de la población, víctimas del efecto de concentración de la riqueza y la proliferación de líneas de exclusión. Algunas víctimas son fatales, su exclu-‐‑ sión es total como la de Dimitris Christoulas en Atenas, Grecia y como la de José Miguel Domingo en Granada, España. 76
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4) Medios de comunicación
GDI1 (21-‐‑26) Héctor: Los pueblos indígenas, pues si muy respetable todo el rollo de que conserven mucho su cultura, pero yo creo y siendo honestos, y porque he trabajado en dos que tres comunidades, a veces no lo hacen real-‐‑ mente tanto porque quieran sino porque no les queda de otra,(…) quieren conservar sus tradiciones y todo esto, pero también quieren ser parte de todo esto, o sea, ven que la gente pus, es un hecho de que, ven los televisores, igual y son cuestiones muy efímeras, pero también quieren su teléfono, también quieren su radio, también quieren tener sus tenis “Nike”…(11) GDII1 (31-‐‑38) Raúl: Es más o menos el problema que he podido ver en las noticias de los inmigrantes que llegan a Chiapas y a los estados del sur, o sea les tie-‐‑ nen miedo porque piensan que son delincuentes que a toda la gente que está ahí alrededor los asaltan y les quitan sus cosas, son dos ma-‐‑ neras de ver a un inmigrante, ¿no? (9-‐‑10) GDII2 (31-‐‑38) Rita: … hay un comercial en televisión de corn pops ja ja, de palomitas don-‐‑ de salen todos los chavos y chavas vestidos como emo, que además ¡ay! tiene un mensaje bastante nefasto, todas las chavitas están de uniforme pero de minifalda y haciendo tubo y luego no sabes quién es hombre y quien es mujer porque son así como bien andro y este, y todo ese rollo entonces dices es una cosa real, es neta, es una identidad auténtica? o es algo totalmente creado por el mercado? O sea, cuántos rasgos de estos de identidad, cuánta gente que dice, es que yo soy este emo o soy ee punk o soy darketo o soy no sé qué (14) Productores y sobre todo principales distribuidores de estereotipos ne-‐‑ gativos, los medios de comunicación constituyen algo así como la voz y las piernas y manos del mercado, pregonando y marcando a grupos y categorías sociales como deseables, dignos para emularles, o bien al contrario como algo que no sólo hay que evitar sino acaso rechazar. Los medios de comunicación son vehículo a través del cual se difunde un ‘deber ser’ y por tanto se confec-‐‑ ciona una versión de la realidad; generan opinión, cultura, conforman públicos, definen relevancias. Ante la idea prevaleciente de los pueblos de medio Oriente como necios, recalcitrantes, fundamentalistas, comentan en un grupo: 77
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Mariana: A lo mejor habría que aceptar en primer lugar que los conocemos muy poco, eee, y los conocemos en muchos casos a través de la cari-‐‑ catura, o sea yo del mundo musulmán ¿qué se, una novela que leí de Ohran Pamuk, que habla un poco de Turquía…? Inés: …o lo que nos llega por los medios ¿no?, que es lo que sabemos (22) GDIII1 (41-‐‑50) Alberto: Cada vez más los que marcan la pauta de ‘qué ser o no ser, son la ra-‐‑ dio, televisión, internet. Ya añadiría como otro factor, que se aúna a lo que ustedes han dicho, esto de los medios de comunicación, ¿no?, ca-‐‑ da vez más, pareciera que uno de los dictadores, o de los, quienes marcan la pauta de qué ser o no ser y cómo ser, es la radio, la televi-‐‑ sión, el internet, ¿no? (3) Alberto: …y por otro lado también, otra vez, hay un impacto de los medios de comunicación, de o sea, lo que paso de por si fue grave ¿no? Aquí en Querétaro ese viernes, pero me parece que, el tratamiento de los me-‐‑ dios y todo lo posterior, fue más grave, lejos de contribuir a generar distensión, tolerancia, comunicación, comprensión, al contrario ¿no? Uno ve los noticiarios y más se potencia esa... ese tratamiento. (11-‐‑12) GDIII2 (41-‐‑50) Helena: No sé, a los jóvenes hoy, no sé qué sientan cuando tiene ahí de pronto, ver ahí que la gente se está matando ¿no?, palestinos e israelíes, ahora con ese acercamiento que hay de los medios que tiene un papel muy importante en el desarrollo de la identidad, y luego… bueno, hay un sin fin de identidades y podemos pensar en cultura, pero también po-‐‑ demos pensar en subculturas ¿no?, las que mencionaba la maestra, la subcultura de los punks, de los famosos emos y todo esto que más bien es mediático (2-‐‑3) Ivón: Allá, por ejemplo, pasa mucho con los africanos, (…) gente que a lo mejor vive en tribus diminutas, pero que esta la televisión ahí en la cabaña, en la choza y están todo el rato viendo canales, de cable ¿no? y ahí empieza el rollo de “tengo que llegar a Europa como sea. (10) Dora: …los papás que están enfrascados en la cuestión de tener cierto nivel económico, cierta posición, entonces los chavitos están creciendo solos, quien está asumiendo la tutela es la tele; es la gran desgracia ver que ahora los dictados de cómo debe ser la familia, los dice la tele, ¿no (…) eso lo tenemos ya, por eso vemos que los chavitos, son muy manejables, muy manipulables ¿no?, tan así que bueno, les mandan ahí una convo-‐‑ catoria vía email, a golpear y van a golpear, y les preguntas y su discur-‐‑ so es el discurso que escuchas en la tele, ¿no?, son feos, dan mal aspecto (…) se está generando una forma de tener que vivir la vida muy 78
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marcada por los medios de comunicación, así como que, tienes que pensar así, tienes que actuar así, tienes que sentir asá, tienes que ver las cosas de determinada manera, y los chavos lo están asumiendo porque es su familia, se lo está diciendo ¿no? (11-‐‑12) Dora: …ahora vez cada rollo sexual y lo vez por tele además, no? porque es show, ahora todo es show, todo tiene que ser show, sí, ahora todo el mundo tiene que hacer alguna tontería, alguna payasada, o algo, todo tiene que ser show ahora, ¿no?, todo tiene que ser divertido, si, ahora ya nadie quiere que, esfuerzo que trabajo, no hombre o sea, como, no todo tiene que ser como estamos en esa sociedad de la comodidad, del bie-‐‑ nestar, los esfuerzos, pues hay si no, no, por eso es que nos podemos clavar con un control y una tele, pues porque se trata de no pensar, de no hacer, de no actuar, pues sí, de ser unos objetos ahí, que me produz-‐‑ cas, que me des un plus y si ya no sirves te desecho y ya, no, o sea. (15-‐‑ 16) Dora: Si lo que pasa es que si lo que, yo creo que, si hay tanto pesimismo, por-‐‑ que creo que hay ya mucha desesperanza a final de cuentas es sobre to-‐‑ do entre los jóvenes, este, pues tienen que ver con, con que parece ser ahora, todo tienen que estar atravesado por la tecnología, hasta las rela-‐‑ ciones, ¿no? ya este, pareciera que en un mundo, prevalecen los medios de comunicación, y medios de comunicación ya tan rápidos, se supon-‐‑ dría que tendría que haber mayor acercamiento, yo no veo eso, yo no veo que haya mayor acercamiento (21) El combo mercado-‐‑medios de comunicación, funciona como dispositivo productor de identidades (al menos de la ropa, los servicios y los aditamentos, y por supuesto, los sitios donde se pueden comprar, para ir reuniendo los re-‐‑ quisitos de apariencia necesarios para identidades publicitadas). Conlleva co-‐‑ rrelativamente el trazado de líneas de exclusión al fabricar también identidades culturales y nacionales marcadas política e ideológicamente frente a la propia, como en el caso de los árabes, de la cultura del islam. Los medios de comunica-‐‑ ción, internet, son los dictadores que marcan la pauta de qué/cómo ser. Y una vez marcada, o se está con ella o se está fuera de ella. La discriminación tiene que ver con el poder, si bien de distinto tipo y talante; con los grupos, intereses y/o individuos que tienen la capacidad establecer y dar vigencia a la norma. Mediante la imposición de imágenes y modelos de ‘lo deseable’ y ‘lo correcto’ los medios de comunicación crean patrones de conducta. ¿Hasta qué punto llega a trabajar el potencial con-‐‑formador y normativo de los medios y las tec-‐‑ nologías del entretenimiento? Se preguntan, denuncian y lamentan en los gru-‐‑ pos de discusión. 79
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GDIV1 (41-‐‑50) Elisa: Yo creo que tiene que ver con poder, relaciones de poder, si yo soy más fuerte dicto qué es la moda, y que eso está bien y que es bonito, qué está feo y quién vale menos y quién vale más, y entonces son grupos de po-‐‑ der que se van relacionando, y en este caso, impuestos también por los medios de comunicación, pues ahí tienen una fuerza y un impacto muy importante y bueno, las sociedades en sí se van conformando también de esta manera un poco (4) Elisa: Entonces realmente los medios de comunicación sí crean patrones de conducta muy fuertes, y te dan imágenes que sí te quieren imponer modelos, entonces trascienden mucho más de lo que uno quisiera, y desafortunadamente en ese sentido están educando a la mayoría de nuestros niños, porque los niños en la escuela pasan, no sé, 5 horas en la primaria y muchas veces en la televisión pasan 8 (8) Paco: … imagínense una ranchería donde todas las adolescentes vestidas co-‐‑ mo las niñas de RBD y que no tienen nada que ver, dónde está la liga, tanto la forma, inclusive la misma presencia física, de una niña de RBD con una persona que vive en un medio rural, pero hay diferencias, aun-‐‑ que no lo quiero decir en forma discriminatoria sino es una realidad, pero no concuerdan la forma de vida, ni el físico ni nada, entonces es cierto, la influencia de la televisión, de los medios que están dictando leyes específicas de moda …(8) Elisa: Pero es que esos principios también están siendo ahora tergiversados ahora también por los medios de comunicación. Paco: A ver, ¿cómo cuál? Elisa: Por ejemplo ese, no matarás, no matarás precisamente, porque… Aarón: Algunos de nuestros gobiernos más bien quieren que la gente se sume a las guerras… Elisa: Y que se vea como normal, no. Aarón: Vas a la guerra y puedes matar a quien sea, no es malo. Elisa: Y, además en las maquinitas ves que matas y matas y matas y no pasa nada, y en la televisión ves que están bombardeando Irak y es como igual que las maquinitas, no pasa nada y la gente no reacciona y no pa-‐‑ sa nada (13-‐‑14)
5) Culturas/comunidades indígenas
Este foco textual versa sobre un asunto álgido en el contexto mexicano. No dudamos que ello tenga que ver con el efecto que se hace reconocible en el dis-‐‑ curso de los grupos: ponerse de manifiesto distintas explicaciones (en particular 80
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diríamos atribucionales) de la condición marginada o atrasada de las comuni-‐‑ dades indígenas. Sobre la premisa, explícita o implícita, del predominio de lo urbano sobre lo rural, de lo occidental sobre lo indígena y de la educación cen-‐‑ tralizada, urbanita y de orientación técnica, científica y tecnológica, como nor-‐‑ mas o criterios de exclusión, en los grupos no hay lugar a dudas sobre que los indígenas son una categoría excluida en distintos y múltiples sentidos y aspec-‐‑ tos en la sociedad mexicana. GDI1 (21-‐‑26) Iris: Ayer o antier, estaba una indígena, estaba vendiendo manteles, con huarachitos, trenzas, y estaban como unas cuatro, cinco mujeres, así como muy arregladitas, muy peinaditas, así de clase alta se veían por la forma de vestir, y llega ella así de: “Un mantel señora” y entre más y más ella le decía así de “mire un mantel”, o “no quiere un mantel” ellas más se, como que se volteaban y hacían como que su círculo más chiquito, Ah este, fue como demasiado coraje ver así de, el no existe esa personas para ellos, cómo es posible, cómo es posible que al que tenemos a lado, es así de no pasa nada, no hay nadie, pero a un celular si lo tratemos como persona…(16) (…) ¡Ah no quejamos pero no ha-‐‑ cemos nada!, si pero también, este, ellos (los indígenas) se están reza-‐‑ gando, este, no sé, en educación, en muchas cosas que actualmente son tan necesarias, y es como en ¿dónde está ese punto?, porque des-‐‑ pués de tanto años, de platicar de si se rezagan o no se rezagan los pueblos indígenas, de este ¿yo en dónde estoy , ellos dónde están? Y sin embargo estamos en un mismo país, es de, y el punto intermedio no lo logro encontrar, y no sé cuál es, y no sé si en realidad existe… (17) Renata: Preservar la propia cultura supone renunciar a muchas cosas, decir ¡no!: “estaba pensando, en eso de que nos enfocábamos en la tecnología y de cómo llegaba, pero si nos vamos a los pueblos en Chiapas, ¿cómo han preservado esa cultura?, como cuando pusieron el plan carretero, no sé qué, cómo se hizo toda una revolución en los mismos pueblos indíg… ¡no! es a mi cultura, y tú me la respetas, y de hecho es un de-‐‑ recho decir ¡Yo no quiero esto!, como uno de los derechos que tene-‐‑ mos como seres humanos, de decir, sabes que te vamos a meter libros de texto en castellano, y dicen ¡no!, mi idioma es tal, y si tú me quieres educar, hazlo en mi idioma, si no, yo así vivo, y así soy. (…) hay pue-‐‑ blos que lo han logrado, están los pueblos de Chiapas, Oaxaca, yo no lo quiero, yo no lo acepto. Eso es lo que a mí me identifica, y viven, viven tal vez, con pocas cosas, pero viven felices, muchos viven feli-‐‑ ces, siguen sus tradiciones, nosotros renegamos porque a veces no te-‐‑ 81
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nemos para un vaso de soda (17) Héctor: También pus echarse su coca cola, que a veces no les queda de otra porque no hay agua por donde viven, y pues la coca es lo único que llega, o sea, realmente así como que digas que es porque ¡ah esto es mi cultura y la amo tanto que no la voy a dejar perder!, no creo que sea tanto por eso, yo creo que también es que no les queda de otra (18) Iris: …vemos a un indígena con celular y es así como de ah trae celular pero también trae sus huarachitos y es así de: no la creemos, pues, o sea no concuerda, la imagen que tenemos y es así de, de, de, no sé, como de atacarlos mucho también nosotros mismos porque decías es-‐‑ te ¿por qué no podemos creer o por qué no podemos ver como por ejemplo a un indígena con la tecnología? porque nosotros mismos los atacamos por que en nuestra imaginación de lo que ellos debieron de ser y no sé en qué momento lo concebimos el debieran de ser, y es de estarlos atracando así de ah si vas a usar celular no viene el penacho contigo o si ¿o de o viene el penacho o viene el celular? (20) Elena: También somos nosotros los que frenamos que ellos avancen ¿no? En algún momento también nosotros a veces discriminamos a esas per-‐‑ sonas o no las dejamos como entrar en el contexto en el que estamos envueltos entonces también no es algo que dependa enteramente de nosotros el gobierno a lo mejor no lo quiere incluir pero pues a noso-‐‑ tros quien nos dice que no lo hagamos o sea como que también lo de-‐‑ jamos llevar mucho por esa parte (20-‐‑21) La gama de la exclusión a los indígenas es amplia y va desde las mani-‐‑ fiestas o descaradas exclusiones espaciales/físicas, “ni les vemos, ni les oímos”, hasta las más sutiles, que se insinúan en los argumentos que predican algo así como la autosuficiencia de esas culturas/comunidades “que no nos necesitan, no les hacemos falta” ¿quiénes?, nosotros lo urbanitas, industrializados, tecno-‐‑ logizados occidentales. Los grupos y comunidades indígenas están tan armóni-‐‑ camente compenetrados de su cultura y su entorno que nos lleva a tener dificultades para entender cómo pueden querer seguir viviendo en esas locali-‐‑ dades y bajo esas condiciones, y hasta nos hace abrigar dudas de si no seremos nosotros los pobres y marginales y ellos los ricos. Veremos cómo este tipo de argumentación coexiste sin mayores problemas con otros argumentos en los que se pone de manifiesto la consciencia plena de la marginación económica y tecnológica, en educación y servicios, en los que permanecen sumidas las po-‐‑ blaciones indígenas. Diremos que se asume que estructuralmente la sociedad mexicana está constituida de una manera que supone una serie de hándicaps, adversidades o dificultades añadidas para las personas y grupos indígenas. 82
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Una manera que les excluye del acceso a bienes, oportunidades y servicios. Por ejemplo el caso de la lengua; la lengua como un factor crucial que imprime su sello en el pensamiento y la praxis de una cultura. Aunque vivimos en un país en cuyo territorio se hablan 89 lenguas indígenas, éste se ha mantenido desde su declaración como nación independiente con un idioma oficial: el Español (Castellano).8 GDII2 (31-‐‑38) Rita: El extraño se camuflajea por el peligro de discriminación, como en el caso de los indígenas, o de los extranjeros que no son de países conside-‐‑ rados elegantes o bienvenidos. (4-‐‑5) Rita: Este, yo qué sé gente de izquierda que pasan y me dicen en mi negocio, este, hay una señora sentada afuera pidiendo, otomí, y me dicen ‘hay éstas nada más estiran la mano y que la chin te quedas así diciendo ¿cómo?, o sea eres de izquierda y ¿piensas eso?, o sea háblale, es un ser humano tal cual como cualquier persona, puede tener un discurso co-‐‑ mo cualquier persona, pregúntale de dónde viene, por qué está ahí, qué otras oportunidades tiene antes de sentarse y estirar la mano, si real-‐‑ mente le queda otra, ¿sí?, porque los que tienen edad venden chicles, limpian parabrisas, no se sientan y estiran la mano, seguramente si está ahí es porque es una vieja, porque es mujer, porque es indígena, porque habla poco español, porque está enferma, porque nada más vino dos o tres días a juntar para su medicina, o sea, pregúntale por qué está ahí… (22) GDIII1 (41-‐‑50) Rebeca: (Los indígenas) si tienen su identidad, o sea, no la han cambiado, y como que no les interesa cambiarla, y los que no quieren conservarla, salen de esos grupos, yo lo viví en Nayarit, viví en Nayarit mucho tiempo, con los que eran los Coras, los Huicholes, ellos iban a la ciu-‐‑ dad o al centro a hacer lo que les interesaba, para vender sus mercan-‐‑ cías, pero ellos, se les llevaba cosas hasta donde ellos lo permitían, porque no dejaban entrar a la gente, hasta tienen gobernadores, y gen-‐‑ te que no permiten pasar para que no contaminen a los de su pueblo, con este, cosas de comunicación, de aparatos, nada de eso, no lo acep-‐‑ tan, no, saben que existen, pero no les interesa, prefieren vivir con sus costumbres, con su vida de siglos, y de ahí no los sacas, muy pocos son los que han querido salir. (4) Sara: Por ejemplo, aquí los otomíes, te lo digo en el caso de Amealco, este, “Lenguas indígenas en México y hablantes de 5 años en adelante”, datos de INEGI del Censo de Población y Vivienda 2010. En http://cuentame.inegi.org.mx/hipertexto/todas_lenguas.htm, con-‐‑ sultado 27/03/2013.
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hay una persona que es una curandera, es de las últimas que quedan ahí en Amealco, pues a su bisnieto ya no le enseñan el Otomí, porque si el niño sabe hablar Otomí, olvídate, él ya no se junta con los otros, vamos a hablar español, y entonces el niño es, tachado, de, de “¡no te juntes con él!”, y a su vez, con tristeza, que tienes eso para qué, para que pase a la ciudad y se contamine, de porquería, ¿no?, porque no tenemos nada, acá... es una pobreza, ¿sí? (4) Alberto: ...el jueves estuve en Guerrero, en un evento sobre “el derecho a saber y transparencia social civil”, y me llamó mucho la atención que varias de las (…) artesanas que estaban ahí, eran, no sé si náhuatl, de la etnia náhuatl, hablando celular en su lengua, entonces, en algunos casos, si logran tomar algo de la sociedad occidental y lo funcionalizan en función de sus prioridades, y de su proyecto: personal, familiar, so-‐‑ cial, comunitario, pero si creo que la gran mayoría, entran en este pro-‐‑ ceso que tu llamas de empobrecimiento Sara, pero que paradójicamente, para nosotros, o sea, para ellos, el no hablar español, o hablar español, les permite relacionarse con lo moderno, con Queré-‐‑ taro, con ir a México, a Toluca, como albañiles, ¿no? muchos de ellos, pero entran a esta sociedad y solo si ellos fueran monolingües, ni co-‐‑ mo albañiles entrarían, entonces paradójicamente el dejar la lengua, este, tiene que ver con una posibilidad de acceso, yo diría por la parte trasera, a esto que llamamos modernidad, pero es tan, tan discrimina-‐‑ toria esta sociedad, tan excluyente, que si no se tiene la lengua oficial, quedan al margen y no metafóricamente, al margen del mercado de trabajo, del sistema escolarizado, de las becas, digo este país vive de la caridad, de oportunidades, ¿no? Pero si no llenan la forma en espa-‐‑ ñol, no te dan tu cheque, ¿no? (4-‐‑5) GDIV1 (41-‐‑50) Ana: Hablaría también, por ejemplo de los indígenas, que también tienen su vestimenta y también hay cierta, bueno yo diría, también hay discri-‐‑ minación, o por la, digamos, la facha, es como nos tratan (1) Paco: … ¿cuántos grupos étnicos hay en México? Híjole, no me sé todos, sim-‐‑ plemente Oaxaca tiene 15, 14 a 15, sí, (como 200 y tantos…) son mu-‐‑ chos, yo estuve por ejemplo trabajando en el Valle de Mezquital en la Universidad allá y el Valle de Mezquital es muy complejo porque la mayoría de la gente que vive en esa zona son ahora que les llaman ñañús, antes eran otomíes (…) hay un gran problema de carácter so-‐‑ cial en el Valle de Mezquital porque hay gente que siendo ñañu, oto-‐‑ mí, los que se han acercado a una pseudocivilización entre comillas como era Ixmiquilpan, pues no son de allá ni de acá, y de repente lle-‐‑ 84
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gamos como universidades y pretendemos poner la primera universi-‐‑ dad de desarrollo a nivel nacional y entonces el rollo este de la merca-‐‑ dotecnia, (…) con todo esta verborrea administrativa y mercadológica me doy cuenta de que la gente que vive ahí no le importa eso, sino lo que le importa es producir para autoconsumo, no para vender en este contexto neoliberal y ultracapitalista, y entonces decimos, realmente yo como mexicano, con otra serie de costumbres, con otra serie de co-‐‑ nocimientos, no digo que sea más o mejor, simplemente son diferen-‐‑ tes, y yo me crie en una forma diferente a ellos, ¿les hacemos falta nosotros? Pues no les hacemos falta, ese es un hecho, queremos cam-‐‑ biarles su forma de ser y a la mejor ellos, los que sí viven allá en la sie-‐‑ rra y los que están ligados a sus costumbres tienen más identidad con lo que ellos hacen que uno que está conociendo este mundo todo cen-‐‑ tralizado… (16-‐‑17) GDIV2 (41-‐‑50) Ernesto: En San Luis Potosí tenemos una población que no tiene seguridad social, hablando del Seguro Social, ISSSTE, específicamente cerca del 60% de la población, hablamos de casi un millón y medio; (…) he te-‐‑ nido la oportunidad insisto, de convivir con gente que ni zapatos tie-‐‑ ne, en pocas palabras (…) con gente indígena, que teníamos al lado un traductor, (…) Y hablando de la identidad de toda esta gente, que uno a veces dice, porqué viven en esas localidades tan lejanas, a veces sin lógicamente la mayor parte sin medios de comunicación accesibles, sin los drenajes, luz, mínimos que tenemos como derechos (…) Te-‐‑ nemos una zona indígena, que, inclusive otros de nosotros lo conocía como Pams, que al ir a esta localidad no han dicho no somos Pams somos Xi'ʹúi y Xi´úi quiere decir el que está más cerca de la tierra de Dios, así lo comentan ellos, entonces dicen nosotros no nos queremos ir a otro lado porqué es nuestra identidad (7-‐‑8) Angel: Y complementaría lo hermoso que es tener ese tipo de experiencias de trabajar con las comunidades y lo hace reflexionar a uno, dice uno la gente marginal; pues a lo mejor los marginales somos nosotros, por-‐‑ que el hecho de vestir de determinada manera o de tener ciertos bie-‐‑ nes materiales, es desde nuestra óptica, pero la riqueza de ellos de vivir en el bosque, de vivir en la selva, de estar en contacto con los animales, entonces, reflexiono y a lo mejor los ricos son ellos o los mi-‐‑ llonarios son ellos, [pero son conceptos totalmente]… (8) Santiago: …yo puedo decir los dos Méxicos extremos, es decir, el criollo, todo lo que es toda esa filiación, y el indígena que, yo pienso que, a reserva de que las estadísticas digan otra cosa pero de esos sesenta millones de 85
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pobres creo que la mayoría son indígenas, es una cuestión de racismo, ¿sí? (19)
6) Gobierno, actos de gestión y políticas
GDI1 (21-‐‑26) Héctor: …el grafiti está muy esporádicamente por aquí por allá, de repente les dieron chance en algunas casas de graffitear las fachadas pero se per-‐‑ dió eso y más con el gobierno que tenemos éste, también los colectivos tanto de punketos, anarcopunk, y toda esta gente se tienen que ir siempre hacia las orillas ¿no? porque la misma organización de la ciu-‐‑ dad les pide que hagan los eventos lejos del centro, no cerca de la vis-‐‑ ta del turista, o cosas por el estilo… (2) Héctor: …es parte de eso, porque si ustedes se acuerdan, estaban… se intentó como renovar los libros de texto de historia de las secundarias, fueron frenados, ya estaban impresos, iban en los trailers y los frenaron por-‐‑ que incluían datos del ´68, cuestiones de, cuando fue este, en la revo-‐‑ lución en Chiapas, entonces, le han querido cortar este tema de la historia, este, prehispánica, a los libros de historia, no. Entonces qué forma más fácil de perder tu identidad nacional, si lo quieres ver así, que eliminándote el fragmento de la historia que son importantes, que de alguna forma te permiten saber de dónde vienes… (3-‐‑4) Héctor: Lo que yo pienso que es como la estrategia del gobierno para tener a un pueblo ignorante, de dónde viene, no de lo que es, sino de donde viene. Le resulta muy fácil meter, o sea, que entre toda esta cultura anglosajona u occidental, ¿no?, para simplemente, adecuarnos al con-‐‑ sumismo, porque siento que solamente va enfocada a eso, a que con-‐‑ sumamos, no tanto a que comprendamos…(4) Héctor: La ciudad de Querétaro… la homofobia, pues es más abierto… pero como a medias, ¿no? y de alguna forma, también muy hipócri-‐‑ ta…(…)… y sin embargo hay, hay una onda homofóbica, durísima ocurriendo en todo, dentro del gobierno del estado, o sea, hay una po.. y una represión hacia las personas que tienen una preferencia se-‐‑ xual distinta ¿no?, lo que estábamos diciendo (7) Elena: Lo que estaba mencionando Héctor, de los libros de texto, de lo que han recortado, porque es obvio, ¿no? Al país, bueno al gobierno no le in-‐‑ teresa tener personas que se sepan la historia de su país, la historia de sus antecedentes, de sus antepasados, nos les interesa, para ellos es mejor tener pasivos que solo sepan hablar, escribir para lo necesario, pero que no lean, que no se cuestionen, y que no analicen y reflexio-‐‑ 86
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nen a sus problemas (13) Renata: …me estaba dando cuenta de cómo desde chiquito te dicen ¡Hay no hagas !, no hagas, el gobierno no quiere que aprendas, porque juegas un papel, que leas, que escribas, yo miro las escuelas tecnológicas, que existan para hacer obreros, y para que creas siempre eso, y no tengas ese conocimiento, siempre estés bajo esa misma, esa pauta, algo que le beneficia al gobierno, que es una gobierno capitalista, un gobierno fascista hasta cierto punto, entonces le conviene eso, le conviene de ese tipo (17) Héctor: Siento, que tiene que ver mucho, esta onda que gobierno decidió enfo-‐‑ car nuestra economía al turismo, entonces el indígena es una postal perfecta para nuestro país, que ingresa demasiadas divisas, entonces un norteamericano que llega a Chiapas, o a donde te guste, buscando ese folklor y no lo encuentra, ya no regresa, no, porque pues, para ver gente con camionetas, y con hip hop, pues en mi casa, o sea realmente así sería la cosa, entonces, yo me acuerdo mucho, fui con unos amigos a Jalpan, y pues la onda era esa, camionetas y hip hop, no, y un cuate dijo, órales Los Ángeles, es como un parque de los Ángeles, digo, es que es cierto, entonces no tenemos que viajar tanto al Norte para ver eso, entonces es bien interesante porque yo creo que eso sí es parte del obstáculo, mantener al indígena en su condición de compasión, si, con el folklor, todo lo que representa, así como: ahí si se ven muy bonitos, y van a venir a visitarlos, yo siento que respondiendo a tu pregunta, esa sería mi teoría, no de que siento que como el modelo va para allá, como se dieron cuenta que la va ser por el turismo, no van a dejar que las comunidades se desarrollen como a ellos les gustaría (19) El gobierno gestiona los límites y umbrales de la ciudad distribuyendo poblaciones y prácticas: grafiteros y anarcopunks lejos del centro y de la vista del turista. En la medida que la ciudad ha venido creciendo se ha venido redis-‐‑ tribuyendo en cuanto a actividades y zonas, y ha vuelto a dibujar los perfiles del habitante/visitante distinguido y, recíprocamente del no deseable, de la persona non grata. La censura, práctica frecuentada por los gobiernos, consiste lisa y llanamente en un acto de exclusión. Lo que es censurado es excluido de la mirada pública. Se evita/impide su inscripción en la consciencia colectiva. Lo censurado puede concernir a la historia de la colectividad; si se eliminan o alte-‐‑ ran pasajes o personajes en los libros de historia, o documentos oficiales, enton-‐‑ ces se estará ‘manipulando’ y condicionando la memoria colectiva. Y si paralelamente el gobierno, a través de las políticas de apertura y desregulación, por ejemplo, está facilitando la entrada y difusión de productos, servicios y 87
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prácticas ‘anglosajonas’ como dicen en un grupo, ‘consumistas’, ciertamente que se estarán favoreciendo procesos varios que habrán de repercutir en la ‘fi-‐‑ sonomía’ de la sociedad. Cada lengua indígena extinguida, excluida al silencio definitivo homogeniza a la sociedad, la va emparejando. La desaparición – exclusión— de las tienditas y misceláneas de la esquina (unidades de economía familiar) al tiempo que se registra la aparición epidémica de las franquicias de tiendas de conveniencia, supermercados y ‘minisupers’ (unidades de economía corporativa, a menudo multinacional). Ciudad excluyente, sociedad excluyente, sistema-‐‑mundo excluyente. El racismo, el etnocentrismo, y en algunos casos el sexismo en sus manifestaciones hostiles como la homofobia. Querétaro tiene el amargo e infamante registro en su memoria del asesinato en la ciudad en 2005 del psicólogo clínico y activista Octavio Acuña, apuñalado en su propio centro de asesoría, y venta de produc-‐‑ tos para la práctica sexual9. En Querétaro un diputado de la 55ª legislatura local se refirió al vínculo constituido por dos personas del mismo sexo que quisieren adoptar un hijo(a) como que eso no podía ser una familia. Urbiola Ledesma, emanado del Partido Acción Nacional, afirmó que “una pareja de homosexuales no puede formar una familia, porque entonces a una persona que vive con su perro se le tendrá que dar esa clasificación”10. GDII1 (31-‐‑38) Daniela: Estaba pensando un poco acerca de esta idea de migración, los gobier-‐‑ nos propios de estas personas que, se van de sus países, no sé en qué condiciones se quedan viendo partir a miles de personas, por ejemplo, en el caso nuestro, hacia Estados Unidos, ¿sí?, van y los detienen allá, pero no los defiende nadie, uno, dos, o sea, que no los defienden aquí, no les dan, no propician trabajos, trabajos dignos, trabajos bien paga-‐‑ dos, lo que decías tú hace rato acerca de estos, vacaciones, buenos sueldos, dietas, tal… (7) GDII2 (31-‐‑38) Inés: Pues, yo soy agrónoma, ¿no?, y me ha tocado también por ejemplo vivir en el campo a lo mejor, pues todo esto, ¿no? Claro que hay grupos agredidos, o sea, tu ve ahorita, pues volvemos, ahora sí que lo que es-‐‑ tamos viviendo en la ciudad estamos viviendo en el campo, ¿no? ¿Para qué se quitó el ejido? Para que pudieran entrar las grandes corporacio-‐‑ (http://ombudsgay.wordpress.com/caso-‐‑de-‐‑octavio-‐‑acuna/) (http://www.notiese.org/notiese.php?ctn_id=5) 10 http://alt1040.com/2007/03/fernando-‐‑urbiola-‐‑ledesma-‐‑diputado-‐‑del-‐‑pan-‐‑equipara-‐‑ homosexuales-‐‑como mascotas 9
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nes y comprara extensiones de todas las tierras porque realmente va pasar como el petróleo, ¿no? o sea es una ilusedad que tú te vayas a po-‐‑ der apropiar de algo, si no pasamos otra vez a los. Entonces pues sí, hay muchos grupos agredidos, o sea ya no hay campesinos, lo estamos viendo, o sea los estamos desapareciendo (10) Rita: …bueno, y todo eso, es lo que se ve, es lo de arriba, tú ves que una tierra que antes producía, yo me acuerdo del ‘ejido modelo’, no? yo iba por ahí de día de domingo a ver árboles, a ver alfalfa, a ver, había un bos-‐‑ que de eucalipto, por ahí yo me iba con mi primer noviecillo me acuer-‐‑ do, y ahora hay puras casas ahí, este, y, fíjate que, dices a ver y lo que se ve es que bueno ya no se cultiva la tierra y que ahora es un fracciona-‐‑ miento, pero a ver ¿qué provocó todo eso? Ahí antes vivía gente! [Co-‐‑ mían de ahí] Inés: [y comía, comían de ahí] Rita: …ahora ¿de dónde comen? Ahora dónde viven, nombre, yo me acuerdo cuando todas estas, una cantidad de lugares que ahorita son comercios, que son las clásicas farmacias Guadalajara, todo eso, eran vecindades, eran cines, eran, ahora dices no hay cines en el centro, ya casi las vecin-‐‑ dades están en extinción, entonces dices, bueno; si esos servicios los ha-‐‑ bía es porque había una vida en el centro, sí había una vida en el centro, pero, curiosamente los habitantes del centro están siendo igualmente pisoteados que los del Ejido Modelo, o sea dices, bueno, se van se va rompiendo el tejido social, todo eso que yo te digo como mamá que se te hace tan fácil decirle a la vecina cuídame al niño que ahorita voy y vengo, yo no tengo vecinos no tengo vecinos. Cuando yo vivo aquí en el centro desde hace 15 años y siempre tuve vecinos, ¿con quién jugaba mi hijo?, con gente que se fue a vivir a Jurica ¿con quién jugaba mi hijo? Con otros que se fueron a quién sabe dónde, ¿por qué? Porque las alarmas ya no te dejan dormir, porque ya nunca hay estacionamiento porque ya no consigues una tienda en donde comprar algo fresco… (11) GDIV1 (41-‐‑50) Elisa: Yo creo que tiene que ver con poder, relaciones de poder, si yo soy más fuerte dicto qué es la moda, y que eso está bien y que es bonito, qué está feo y quién vale menos y quién vale más, y entonces son grupos de po-‐‑ der que se van relacionando, y en este caso, impuestos también por los medios de comunicación, pues ahí tienen una fuerza y un impacto muy importante y bueno, las sociedades en sí se van conformando también de esta manera un poco, y quien está en el poder, ahorita por ejemplo, ya sea el PRI o el PAN…(4) Elisa: …nosotros tenemos raíces muy importantes, nuestros antepasados hicie-‐‑ 89
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ron grandes obras, descubrieron grandes cosas, pero ahora nos están cancelando hasta parte de nuestra historia, quieren poner borrón e in-‐‑ ventarse una historia nueva, hasta en lo cotidiano, en lo doméstico, aquí en Querétaro, por ejemplo, ahorita, se le está cambiando el nombre al estado, la nueva constitución borra que ya no somos de Arteaga, por-‐‑ que Arteaga fue nacionalista y liberal, verdad, y ahora esa parte se bo-‐‑ rra, entonces nos van borrando cachos de la historia… (18) Aarón: En la industria también han impuesto que la educación también sea de cierta forma, la que le favorezca, a la mejor te dan nada más el quiero que me sirvas para esto, no me interesa que sepas de historia, o de psi-‐‑ cología, [o que sepas hacer cuentas, ] Elisa: [que sepas manejar la máquina]… Aarón: …que sepas medir, que sepas algo básico, ese es el estilo que la indus-‐‑ tria impone, yo digo porque tristemente aunque la industria, las tecno-‐‑ logías jamás han sido en México porque no ha habido nunca inversión, es triste cómo manipulan al trabajador, ahí está la famosa empresa de Bombardier, yo tengo un sobrino ahí que se queja horrores porque, pues claro, los mejores puestos y los que más ganan viene gente de Es-‐‑ tados Unidos, de Canadá, de quién sabe dónde, y en sus bigotes le di-‐‑ cen: Yo hago menos que tú, y tú ganas menos, tú haces el trabajo y yo me río de ti. Y eso está mal, es una imposición, es una conducta comple-‐‑ tamente que el gobierno permite… (20) Aarón: …y yo no estoy de acuerdo que no venga el capital extranjero, que ten-‐‑ ga un control, que le pongan reglas, que realmente se beneficie México, o los mexicanos más que nada, que se beneficien las personas, no que se beneficie solamente el capitalista, porque entonces así, vamos a estar siempre, por eso México está sumido en esto, porque siempre le dan que el terreno, que el agua, que no pagas impuestos, que págale lo que quieras, al cabo que les estás dando trabajo, el que te den trabajo no es un favor, porque la empresa también se está beneficiando con tu servi-‐‑ cio, es un intercambio, tú me pagas, yo trabajo, y es algo que ganamos recíprocamente, muchas empresas así vienen, yo les doy trabajo y que agradezcan que les doy trabajo.Así lo dicen abiertamente en las asam-‐‑ bleas, en las juntas que hacen con la gente, sabes qué, tú tienes trabajo gracias a mí y si no te portas bien te corro. O sea que te están denigran-‐‑ do como persona, y el gobierno lo permite porque tú vas a conciliación y te corren, pues ya no hay trabajo, gracias. (22-‐‑23) GDIV2 (41-‐‑50) Ana: …o de revancha, no lo sé, ahora, ¿cómo va un pueblo a creer en, por más que no sepamos, cómo va un pueblo a creer en sus gobernantes cuando 90
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te estás dando cuenta que se burlan de uno de la manera más burda no? o sea, de veras, de veras, que, que no era cierto, que sí nació, aquí tanti-‐‑ to y allá tantito y que sí es mexicano y que entonces ya te puedo dar to-‐‑ da la capacidad para que tú me estés diciendo ahora lo que tengo que hacer, y vivir en un país en el que existe el hombre más rico del mundo y del que tienen que irse y desmembrarse y, perder toda esta identidad que pueda tener como pueblo, porque tiene que estar viviendo una realidad muy muy cuestionable porque gane dólares el que se va (……¿?) así arrancado de lo que es toda su raíz, ¿cómo voy yo a creer en un mugre país en el que no me da la posibilidad ni siquiera de tener a mi familia unida no? (16) El discurso de los grupos se muestra generoso en las atribuciones de responsabilidad al gobierno respecto a una gama de asuntos en los que detec-‐‑ tamos el signo de la exclusión. No es extraño que suceda así, pues sabemos que las funciones del gobierno son las de gestionar y organizar las condiciones y definir y vigilar el marco de normas que regularán la producción y reproduc-‐‑ ción de la vida social así como la convivencia. Los poderes de los que se dota el gobierno, y que se manifiestan en los actos y las políticas a través de las cuales incide directamente en el socius, lo revelan como el factor preponderante que es en la intervención sobre el modelado de la forma y la vida –pública y privada— de una sociedad. Así, en los grupos son dichas –visualizadas— varias líneas de exclusión social en correspondencia con los actos y políticas de gobierno. Un gobierno que escatima y descuida la educación de la colectividad, o que la provee mala-‐‑ mente, es un gobierno que contribuye a mantener a la gente ignorante y pasiva; estancada a las comunidades y pueblos, notoriamente a los indígenas. ¿Es acaso una política deliberada conservarlos en el atraso, disponer de ellos como objetos de compasión y tarjeta postal para atraer turismo? Si tampoco se garantizan los puestos y oportunidades de trabajo para la población, con salarios y condicio-‐‑ nes dignas, y se conoce que el salario mínimo por día –ocho horas—en nuestro país, equivale al promedio de lo que se paga por una hora de trabajo manual en Estados Unidos, entendemos que México sea un importante expulsor de mano de obra a otros países, principalmente Estados Unidos y Canadá, y bajo esta modalidad la exclusión se llama emigración. Hay por lo demás corrientes de emigración interna y así, siguiendo di-‐‑ rectrices y políticas, llamadas de desarrollo, acciones de gobierno como cambio de leyes –uso de suelo—por ejemplo y otorgamiento de licencias se ha produci-‐‑ 91
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do la ‘gentrificación’ del centro histórico con la consecuente recomposición de los grupos de población habitante y flotante en la zona. “Había una vida en el cen-‐‑ tro…” dice Rita, participante de un grupo. La modificación constitucional que conllevó el desmantelamiento del Ejido (en tanto régimen de propiedad comu-‐‑ nal y de unidad productiva del campo mexicano) ha facilitado y consecuente-‐‑ mente alentado la especulación inmobiliaria y agroindustrial, provocando la parcelación y fraccionamiento del campo /mercancía/ para construir casas e industrias /mercancías/. Provocando el desplazamiento, migración de familias y personas, y la desaparición de pueblos y tradiciones. Una última línea de exclu-‐‑ sión que es pronunciada en un grupo y viene a trenzarse con otras más, es la que se detecta en el enmarcamiento legal mismo del trabajo, o en la escasa y floja atención que el gobierno pone sobre la observación cumplida de las reglas. Lo que por experiencia personal directa e indirecta se verbaliza como experien-‐‑ cias denigrantes y humillantes para los trabajadores, actos de exclusión moral, es un fenómeno correlativo a la ¿omisión?, ¿deficiencia?, o ¿impotencia? del gobierno frente a los intereses del capital en su papel de árbitro y garante de equidad en las relaciones de trabajo. Conclusiones Hemos podido leer en el discurso de los grupos un número incierto y fluctuante de factores, procesos, condiciones, dispositivos y modos de verificar-‐‑ se la exclusión social. Los hemos reconocido inscritos o articulados en los que discernimos como focos textuales o discursivos. Si repasamos los términos con que se enuncia cada uno de los focos textuales de las discusiones en grupo cae-‐‑ mos en la cuenta de que se trata, ni más ni menos, de positividades propias de la estructura/sistema social vigente: Pautas de consumo y economía de merca-‐‑ do, Emos y subculturas juveniles, Globalización, Medios de comunicación, Cul-‐‑ turas/comunidades indígenas y Gobierno, actos de gestión y políticas. Esto es, se trata de las ‘nervaduras’, de los elementos que mantienen en pie el edificio y funcionando el sistema: instituciones y marcos normativos y existenciales como la Economía de mercado; el gobierno; las culturas, las comunidades; y también prácticas y procesos sociales claves por cuanto que movilizan las energías socia-‐‑ les en direcciones y con velocidades determinadas: Globalización, medios de comunicación. Queremos plantear que el conjunto de casos y experiencias de exclusión social dichos, o inferidos del decir de los grupos, se distribuyen en lo que denominamos “líneas de fractura o segmentación social”. Estas líneas de fractura quedarían señalizadas (con lo que se hacen susceptibles de ser recono-‐‑ cidas), por la diversidad de formas e iteraciones de la exclusión social en una sociedad determinada, con su orden institucional y normativo, su lógica de 92
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relaciones, sus pautas de interacción y la pluralidad de actores y/o roles más o menos consuetudinaria. Y se insinuarían en y a través de múltiples y variados ámbitos, regiones o comarcas (en una visión de superficie o territorio) del socius. Sobre la base del análisis aquí emprendido y hasta el punto a que lo lle-‐‑ vamos, sugerimos que los ámbitos o frentes críticos en los cuales se dibujan esas líneas de segmentación social son políticos: como cuando se dice que “el go-‐‑ bierno prefiere tener un pueblo ignorante”, o cuando se alude a los cambios en las leyes en cuanto al uso de suelo que aparecen asociados a los planes de desa-‐‑ rrollo urbanístico en Querétaro. O bien cuando se habla de que la gestión, por parte de los gobiernos, del fenómeno de las migraciones es totalmente conve-‐‑ nenciera y sesgada. Culturales, como la confrontación de códigos con un marca-‐‑ do diferencial de poder, así por ejemplo se habla del predominio de lo urbano sobre lo rural, de lo occidental sobre lo indígena, del rechazo a ciertas subcultu-‐‑ ras o tribus urbanas. Educativos, éstos figuran pero por su déficit, por no decir su ausencia, “brillan por su ausencia”. Figuran en tanto lo “no dicho”, o bien, dicho en negativo; por ejemplo se alude al potencial educador de los medios; se menciona la efectuación de censura sobre los contenidos de los libros de historia de México. Y aún se habla de la incorporación por parte de alguna maestra de contenidos mediáticos (una telenovela) a su clase de primaria ¡! Finalmente, desde lo económico, son constantes las alusiones a la globalización, a las condi-‐‑ ciones inequitativas que han propulsado la emigración, a los regímenes de con-‐‑ sumo como marcadores de la identidad y en consecuencia de procesos de aceptación o rechazo, etc. A través y a partir de ciertos frentes o núcleos propulsores, la exclusión social se provoca y moviliza; opera y debilita, o rompe, el tejido social. “El aje-‐‑ nador camina entre la gente y las separa” (Canetti: El suplicio de las moscas). Nosotros hemos encontrado en la política, la cultura, la educación y la econo-‐‑ mía, cuatro frentes propiciadores de líneas de fractura. Con lo que, queremos sugerir y cerrar este capítulo, se constituyen en cuatro tareas pendientes, para una ciudadanía que en el mismo acometimiento reformulador de las cosas, se daría la oportunidad de re-‐‑inventarse a sí misma. Referencias bibliográficas Antaki, C. (1994). Explaining and Arguing. London: Sage. Billig, M. (1987). Arguing and Thinking. Cambridge: Cambridge University Press. -‐‑ (1991). Ideology and Opinions. London: Sage. Burman, E. & Parker, I. (eds.)(1993). Discourse Analytic Research: Repertories and 93
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CAPÍTULO IV: POLÍTICA DE ESTADO Y COMUNIDAD ORIGINARIA LOCAL: ESTUDIO DIACRÓNICO SOBRE UN PROCESO DE EXCLUSIÓN SOCIAL EN PUERTO VALLARTA, MÉXICO Gabriela Scartascini Spadaro INTRODUCCIÓN Puerto Vallarta es uno de los referentes turísticos internacionales más visitados en la costa del Pacífico Mexicano. Su desarrollo fue consecuencia de las políti-‐‑ cas del Estado Mexicano que, desde la finalización de la Segunda Guerra Mun-‐‑ dial, visualizó, en las costas del país, el potencial para la generación de divisas y el crecimiento económico nacional. En cuanto a la comunidad local de acogida, las llamadas “Familias del Vallarta Viejo”, el beneplácito inicial por el encuen-‐‑ tro de culturas, se fue transformando en pérdida de espacios comunes, tanto físicos como simbólicos, así como en la exclusión para la toma de decisiones relacionadas con las necesidades e intereses de la sociedad local. Playas, ríos y parques se convirtieron en propiedad privada y las tradiciones y costumbres se internacionalizaron. No obstante, en la actualidad, las familias originarias, co-‐‑ mo parte de actividades de acción ciudadana, participan en proyectos sociales comunes que las identifican como forjadoras de este destino conocido como “el paraíso escondido”. La exclusión social es un fenómeno estructural que se manifiesta cuando un grupo o individuo que posee el pleno derecho de expresión no es tenido en cuenta en las instancias relacionadas con la toma de decisiones políticas, eco-‐‑ nómicas o culturales. Cuando se habla de procesos de exclusión social, diversas son las dimen-‐‑ siones que se entrelazan a la hora del análisis y la reflexión crítica. Una de las ideas recurrentes es la lógica de que existe un “nosotros” y los “otros” como opciones que, en un sinnúmero de momentos históricos, no logran articularse ya que una de las propuestas prima sobre la otra; entonces, la continuidad del proceso transforma la situación en historia de resistencia y, posteriormente, en pasado. De las decisiones y acciones del “otro”, del que perdió, probablemente no quede huella; sin embargo, quedarán marcas relacionadas con la pérdida de valores colectivos y la destrucción del tejido social (Navarro, 2003) Según Bourdieu (1999) “el espacio social se define por la exclusión mutua o la distinción de las posiciones que lo constituyen, es decir, como estructura de yuxtaposición de posiciones sociales” (p. 120). Así, los agentes sociales se apro-‐‑ 97
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pian de un espacio determinado, que puede ser físico o simbólico, y toman una posición respecto de la realidad. El caso de Puerto Vallarta y las Familias del Vallarta Viejo se asocia a un tipo de exclusión social en estos términos, ligada a la defensa de valores cultu-‐‑ rales y patrimoniales, a través de la resistencia comunitaria, frente a un perfil cuyo valor centralizador para la legitimación de las acciones es el poder del Estado en la consecución de objetivos económicos y políticos respecto de la internacionalización del mercado turístico. Desde su crecimiento como pueblo y, posteriormente, como ciudad, la comunidad local de Puerto Vallarta domina sus espacios de representación, físico, simbólico y social. El proceso que impulsa la internacionalización, urba-‐‑ nización y modernización de la ciudad, propiciado e incentivado por las políti-‐‑ cas del Estado, inicia la batalla por la apropiación del espacio social y, poco a poco, la posición que ocupaban las familias del Vallarta Viejo -‐‑grupo homogé-‐‑ neo en la toma de decisiones respecto de los bienes públicos y los espacios físi-‐‑ cos del patrimonio cultural-‐‑ se desplaza hacia grupos de poder exógenos. La exclusión, entonces, es palpable. Los actores protagonistas de otros tiempos se retrotraen y descubren la valoración de la historia compartida a través de los bienes privados (cartas, periódicos guardados por cuestiones afectivas, fotos de los espacios del ayer, invitaciones a espectáculos, entre otros documentos) así como los testimonios orales que constituyen, junto con el acervo documental personal, la evidencia de otro tiempo, de una memoria colectiva viva, pero que ha sido controlada por decisiones unilaterales externas a ella. Con el fin de lograr interpretar una historia total (Le Goff, 1991), se requiere de una multiplicidad de documentos que incluyen a los testimonios orales de los testigos de la historia objeto de estudio. Por ello, al hablar de exclusión social, son necesarias las voces de “los otros”, los que fueron excluidos; ellos son los grandes ausentes necesarios para que la historia se complete. Por esta razón, se presenta una investigación que fundamenta su posición con base en los lineamientos teóricos y metodológicos de la Historia Oral, la cual permitió identificar una polifonía de voces con carácter personal, no anónimo y original que complementa a los documentos históricos para dar una visión integral del proceso social analizado. A través de entrevistas, los actores sociales desafiaron al olvido y al silencio al dar a conocer su palabra como recurso para la acción. 98
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La Historia Oral les recuerda que ellos han sido protagonistas de la historia del pasado reciente y, a su vez, al narrar sus experiencias, los convoca a la participación social presente y futura ya que al recuperar los recuerdos a través de la palabra, la exclusión vivida por la comunidad local vallartense queda al descubierto y funciona como recurso para la participación colectiva. Tal como afirma Portelli (1993, p. 195) “Contar una historia es levantarse en armas contra la amenaza del tiempo, resistirse al tiempo o dominarlo. Contar una historia preserva al narrador del olvido; una historia construye la identidad del narrador y el legado que dejará al futuro”. En esta investigación, las Familias del Vallarta Viejo cuentan acerca de su memoria, identidad y la experiencia de la historia que les tocó vivir. Puerto Vallarta: historia de un proceso de exclusión social México se ha caracterizado por ser un país que, desde hace décadas, sustenta su economía en tres recursos fundamentales: el petróleo, el turismo y las remesas de dinero enviadas desde Estados Unidos. Desde los años 20, pero con mayor estrategia a partir de los 40, el gobierno mexicano propuso, dentro de su plataforma de políticas públicas, al turismo como forma para el ingreso de divisas así como de encuentro de culturas. A estas directrices se sumó, hacia los 80, la necesidad de que el turismo se constituyera en el eje equilibrador de la balanza de las deudas del país. Según el Programa Nacional de Turismo 2001-‐‑2006, esta actividad fue declarada prioridad nacional, de acuerdo con documentos emitidos por la Se-‐‑ cretaría de Turismo de México -‐‑SECTUR-‐‑. En 2005, la industria turística contri-‐‑ buyó con el 7.7 por ciento del producto interno bruto (SECTUR, 2001). A su vez, en los últimos años, numerosas han sido las estrategias aplicadas tanto a nivel nacional como internacional para reactivar a la actividad turística enfoca-‐‑ da sobre todo al visitante de los Estados Unidos, ya que su presencia decayó ostensiblemente debido a la crisis recesiva mundial. En el estado de Jalisco, cuna del tequila y el mariachi -‐‑símbolos de la mexicanidad-‐‑, se encuentra la ciudad de Puerto Vallarta, destino turístico inter-‐‑ nacional que recibe al año millones de visitantes tanto nacionales como del ex-‐‑ tranjero. Su relación con la llamada industria sin chimeneas se ha desarrollado en distintas fases que, a simple vista, señalan al fenómeno turístico como el responsable de los cambios estructurales acontecidos en este puerto de la costa del Pacífico Mexicano. Estos hechos impactaron en tradiciones y costumbres de 99
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la sociedad local originaria así como en la articulación entre los espacios priva-‐‑ do y público; sin embargo, al analizar la historia del lugar, cobran relevancia las acciones ejercidas por la política de Estado como el mecanismo que ha sido el gestor de todo el proceso de transformación y de exclusión asociado a la modernización del destino turístico. En Puerto Vallarta, la comunidad original estuvo asociada a activida-‐‑ des agrícolas, pesqueras o ganaderas, las cuales se fueron modificando a medi-‐‑ da que el pueblo se fue transformando en ciudad al influjo del siglo XX. El Centro Histórico que dio origen al poblado continúa siendo protagonista de tradiciones, costumbres y relaciones entre las familias que son consideradas forjadoras de ese territorio físico y simbólico. Estos grupos han quedado some-‐‑ tidos a la dinámica del complejo tejido de las ciudades que van creciendo, pero han sido excluidos de las decisiones de su entorno y su vida cotidiana. Puerto Vallarta es un paraíso. Su historia inicia con la fundación en 1851 con el nombre de Las Peñas de Santa María de Guadalupe. La comunidad local se fue formando con familias que bajaban de los pueblos serranos (especialmen-‐‑ te, Mascota, Talpa y San Sebastián del Oeste). En 1918, al constituirse en muni-‐‑ cipio, recibe el nombre de Puerto Vallarta. Cincuenta años después, en 1968, es declarada ciudad. Desde el siglo XIX, varias son las generaciones que han visto y vivido el surgimiento y desarrollo de su localidad en relación con fenómenos sociales como la devoción religiosa, el turismo o los procesos industriales. Las familias antiguas, muchas de las cuales viven en el Centro Histórico de la ciudad desde hace varias décadas, son conocidas como las Familias del Vallarta Viejo. Desde el siglo XIX, en su nacimiento y cuando aún recibía el nombre de Las Peñas, se reconocía su singularidad: Se puede asegurar, y de ello son testigos los numerosos bañistas que anualmente visitan a Peñitas; se puede asegurar, decimos, que ese puer-‐‑ to y sus alrededores son, en toda verdad, un paraíso al que sólo hace falta una población grande, laboriosa y rica para que lo disfrute (Acos-‐‑ ta, 1885, p. 17) En su libro, Recordando un paraíso, Josefina Cortés de Torres, vallartense de nacimiento, nacida en 1918, cuando Puerto Vallarta todavía era Las Peñas, rememora su niñez: 100
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Recuerdo, durante los años 20-‐‑30, siendo yo una niña, que en el ve-‐‑ rano disfrutaba oyendo el ruido de la lluvia que caía de las tejas como gruesos hilos de plata que llegaban a las piedras de la calle y se junta-‐‑ ban en el centro, imitando un arroyuelo que cantaba hasta llegar al mar dejándose abrazar por la espuma de las olas. Era lo cotidiano (Cortés, 2010, p. 252) Siglo XX: turismo y política de estado En 1928, el gobierno de México creó la Comisión Mixta Pro-‐‑Turismo dependiente de la Secretaría de Gobernación. Su función principal fue la de realizar estudios y proyectos que fomentaran el incremento de corrientes de visitantes extranjeros al país (SECTUR, 2011). En 1930, y debido a la importan-‐‑ cia de la actividad turística en el país se constituye la Comisión Nacional de Turismo y en 1933, el Departamento de Turismo. En esa década continúa la labor gubernamental relativa al fenómeno turístico y, en 1939, se funda el Con-‐‑ sejo Nacional de Turismo, con comisiones locales, tanto a nivel estatal como municipal. Años después, en 1949, se promulga la Ley Federal de Turismo. El crecimiento de Vallarta ligado al turismo inicia en la década de los años 50. En esa época: La vida diaria empezaba temprano. Las sonoras campanadas de la igle-‐‑ sia que llamaban a misa de seis, la única entre semana, despertaban al pueblo dormido. Un restregón de ojos, uno que otro bostezo y un esti-‐‑ rón parado de puntitas en el suelo frío alejaban un poco el sueño. Como fondo se escuchaban unas Mañanitas11 disonantes de quiquiriqueos, re-‐‑ buznos y ladridos (Munguía, 1997, p.171) En 1954, llega el primer viaje aéreo a través de la compañía Mexicana de Aviación y, con ello, la posibilidad de la apertura al turismo estadounidense y canadiense. Tanto a nivel federal como estatal, la propuesta de fortalecer a Vallarta como destino turístico se fue desarrollando de manera contundente. Durante el gobierno del presidente Adolfo Ruiz Cortines (1952-‐‑1958) y del gobierno pro-‐‑ vincial de Agustín Yáñez (1953-‐‑1958), inician acciones para la mejora en los servicios básicos del pueblito que en ese entonces era Puerto Vallarta, el cual
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Canción mexicana de cumpleaños
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contaba con 10,800 habitantes (CONAPO, 1994). La política de gobierno provin-‐‑ cial fue continuada por Juan Gil Preciado quien, en su Primer Informe de Go-‐‑ bierno, en 1960, señalaba que la finalidad de las obras de su gobierno se relacionaban con el aprovechamiento turístico y la expansión urbana: Este es el principio de una realidad cuya perspectiva ha venido alentando inversiones institucionales tan importantes como el campo aéreo próximo a inaugurarse en Puerto Vallarta, así como su camino de enlace a la po-‐‑ blación (...) La obra del gobierno en la costa (...) augura el progreso de la región y el éxito de la promoción planificada (p. 40) En 1968, debido a las acciones del gobernador del estado de Jalisco, Fran-‐‑ cisco Medina Ascencio (1965-‐‑1971), Puerto Vallarta obtuvo la categoría de ciu-‐‑ dad. En su Segundo Informe de Gobierno, Medina Ascencio, dirigía abiertamente su política de gobierno hacia la expansión del turismo: Para despertar la conciencia turística nacional, (se) mantuvo una campa-‐‑ ña especial por radio, prensa y televisión (...) La campaña más intensa se enfocó en el extranjero, a las embajadas y consulados mexicanos (...) (se) instó al sector hotelero de la iniciativa privada para que se propu-‐‑ siera la inversión de $ 45,000,000 en nuevas construcciones e instalacio-‐‑ nes turísticas en Guadalajara y Puerto Vallarta (Medina, 1967, p. 373) Debido al comprobado crecimiento basado en las políticas turísticas a ni-‐‑ vel estatal y federal, en 1969, durante el Cuarto Informe de Gobierno, Medina Ascencio resaltó: Como respuesta a la exhortación del Sr. Presidente Díaz Ordaz, para que el mexicano conozca y disfrute los atractivos de nuestra Patria antes que viajar al extranjero, dimos pleno apoyo a la campaña correspondiente a nivel nacional. Mediante el lema ‘Primero conozca México’, invitando a visitar ‘Jalisco. Tierra de la Amistad’, empeñamos para lograr éxito, los esfuerzos conjuntos del sector oficial y del privado (p. 515) La necesidad de mantener el sector productivo relativo al turismo llevó al imperativo de enfocarse en el turismo nacional e incluirlo como un eje de la derrama económica. Esta acción de gobierno se vio avalada en el 5° informe de su gestión, en 1970, en el que Medina Ascencio informó sobre la edición del manual Información Turística de Jalisco, que constituía 102
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Una excelente guía de orientación, por primera vez en español e inglés (...) Nuevamente, queremos exhortar a nuestras autoridades estatales y municipales, para que sumando sus esfuerzos con los diversos sectores privados, colaboren en permanente campaña de apoyo al desarrollo de las actividades turísticas que son, indudablemente, asunto de interés público que repercute en el fortalecimiento de la economía jalisciense (p. 600) La realidad vallartense se modificaba y presentaba contrastes entre su evolución como destino receptor del turismo y la vida cotidiana de la sociedad local. Deforestación, regularización de la tierra, contaminación y ambulantaje se entrelazaban con las novedades de nuevas rutas de vuelo, imágenes idílicas, la creación de nuevos campos de golf y los torneos internacionales de tenis. En 1970 asumió la presidencia de México Luis Echeverría Álvarez. Con el fin de coadyuvar a los ingresos macroeconómicos, Echeverría Álvarez mantu-‐‑ vo una constante promoción del turismo a través de programas y proyectos de gobierno, tal como se había venido realizando desde los sexenios anteriores. Uno de los mecanismos creados por el Estado para dar sustento a estas políticas expansionistas fue la creación de fideicomisos, instituciones que apoyarían la operatividad del accionar gubernamental. Entre 1971 y 1973 se crean el Fidei-‐‑ comiso Bahía de Banderas y el Fideicomiso Puerto Vallarta, con los siguientes objetivos: − Legalizar la tenencia de la tierra con el fin de fraccionar y vender la que no esté urbanizada dentro de los límites de áreas expropiadas. − Llevar a cabo obras de infraestructura que ayuden a la buena planeación de servicios de la ciudad, como drenaje, alcantarillado, recreación, vialidad, etc. − Elevar el nivel cultural y económico de la población a través de institucio-‐‑ nes culturales y empresas turísticas e industriales. − Ejecutar políticas urbanísticas de remodelación en la ciudad. En 1974, se estableció el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR), entre cuyos objetivos se encontraba el de asesorar, desarrollar y financiar planes y programas de fomento al turismo con diversas estrategias como impulsar la formación y desarrollo de empresas mexicanas dedicadas a la actividad turística; llevar a cabo el desarrollo de nuevas regiones y centros tu-‐‑ rísticos y orientar la inversión privada hacia zonas y proyectos turísticos de interés nacional. En su cuarto informe de gobierno, en 1974, Luis Echeverría 103
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expresaba claramente cuáles eran los mecanismos por los cuales había sido expedida la Ley Federal de Fomento al Turismo: “el turismo, además de ser una fuente importante de divisas, genera empleo con bajos requerimientos de inver-‐‑ sión y propicia el crecimiento económico de nuevas zonas” (p. 224). Al año si-‐‑ guiente, Echeverría reafirmaba su política respecto del turismo como fuente de ingresos al darle el rango de Secretaría al Departamento de Turismo con el fin de Aprovechar plenamente nuestro rico potencial turístico y promover con la mayor eficacia la expansión y la diversificación de esta actividad; lo-‐‑ grar que el turismo exterior e interno alcance sus metas de convivencia humana y obtener, en el primer caso, un ingreso mayor de divisas que contribuya al equilibrio de nuestra balanza de pagos (Echeverría, 1975, p. 313) Debido a la política turística implementada en este período, gran parte del esfuerzo estuvo dirigido a Baja California, para la cual se adquirieron cuatro transbordadores con el fin de cubrir las rutas Mazatlán -‐‑ La Paz, La Paz -‐‑ Guaymas y Puerto Vallarta -‐‑ Cabo San Lucas. Con esto, Vallarta recibió parte de los beneficios al formar parte de una de las rutas que relacionaban a la penínsu-‐‑ la con la parte continental, hecho que incrementaría la afluencia de visitantes nacionales y extranjeros a los dos lugares turísticos. A medida que la década transcurría, el destino urbano de Puerto Va-‐‑ llarta, que se había delineado a partir de la década del 50, impactaba en la co-‐‑ munidad vallartense con todos los beneficios y las deficiencias de un proyecto no planificado de manera integral. Los medios de comunicación de la época mencionaban que Ciertamente, uno de los problemas graves que subsisten en Vallarta es que la inmensa mayoría de la población allí residente vive, en una u otra forma, del turismo. No hay ninguna actividad desligada absolu-‐‑ tamente de la prestación de servicios turísticos. Esto da por resultado una población flotante calculada en 3 mil personas (…) Ello provoca, naturalmente, la crisis de valores humanos naturales del próximo fu-‐‑ turo puerto (Morquecho 1970, p.2) El gobierno había generado y puesto en marcha las estrategias para el establecimiento del turismo a través de la construcción de hoteles, el aeropuerto y la terminal marítima, la competencia por los recursos locales, las vialidades y los incentivos a los extranjeros; consecuencia de ello es el hecho de que “En 104
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Puerto Vallarta, los autos de los turistas enloquecen a los residentes locales” (Evans, en Noronha, 1979, p. 4). Los vallartenses empezaban a visualizar la falta de planeación turísti-‐‑ ca por parte de las autoridades y el hecho de que no habían sido tomados en cuenta para recibir los beneficios de un Vallarta destino internacional con tu-‐‑ rismo masivo. Debido al rápido deterioro que se produjo en la sociedad de aco-‐‑ gida, se podría pensar que, para Puerto Vallarta, la planeación turística no se cumplió porque no se tuvieron en cuenta, justamente, las consecuencias que el fenómeno turístico acarrearía a la sociedad vallartense. En Puerto Vallarta, “los pobladores tienen miedo de que el desarrollo turístico pueda resultar en la in-‐‑ tervención del gobierno nacional y que los residentes pierdan el control” (Nú-‐‑ ñez en Noronha, 1979, p. 5). La complejidad del proceso y los contrastes que fueron surgiendo se debieron a la relación entre las necesidades macroeconómicas del Estado (en cuanto a la inversión de capitales de la iniciativa privada hacia una propuesta de modernización, así como para la generación de divisas) y el hecho de no haber planificado con base en cuáles serían los efectos del turismo masivo en una pequeña ciudad que fue uno de los puertos costeros útiles para tratar de encontrar soluciones a los problemas de desempleo y migración que, día con día, se acrecentaban en México. Esto quedó registrado en los informes de gobierno del Estado de Jalis-‐‑ co por parte de Flavio Romero de Velasco (1978-‐‑1984). Todos sus Informes destacan el crecimiento constante de la actividad turística, tal como se verifica en del año 1981: En el turismo, hemos logrado unir a los sectores público, privado y social en una política cuyos logros son extraordinarios y nos han per-‐‑ mitido crear, a mediano plazo, verdaderos generadores de empleo (...) Guadalajara y Puerto Vallarta han consolidado su posición en el mer-‐‑ cado de ventas al mayoreo (p 523) En su último informe, enfatiza que Puerto Vallarta ya se ha consolidado como destino turístico internacional y agrega: “resuelto ya el conflicto de la tenencia de la tierra y sus servicios urbanos básicos por el Fideicomiso del mismo nombre, se consideró el último año, el destino aéreo más importante del país” (Romero, 1983, p. 641) Toda la década de los 80 fue un constante reclamo, por parte de la sociedad vallartense, debido a la situación 105
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que estaba viviendo. Por un lado, había turismo; por el otro, perdían espacios simbólicos y físicos así como servicios básicos. Los medios de comunicación locales eran los depositarios de parte de la percepción de los vallartenses respecto de la situación cotidiana. El año 1983 constituyó un respiro en cuestiones turísticas (Munguía, 1997). Todo funcionó bien hasta el año siguiente. Posteriormente, y debido a la crisis monetaria que llegó al país y que alcanzó a Vallarta en el renglón de infraestructura e inversión hotelera, se generaron situaciones problemáticas como el desempleo (la inmigración, debido a la bonanza turística, había sido fuerte durante los años anteriores) y la necesidad de que el Vallarta cotidiano contara con los mismos beneficios respecto de los servicios básicos (drenaje, agua potable y electricidad) que los hoteles. La percepción de la exclusión a la que se ven sometidos los miembros de la comunidad local queda resumida en la voz del cronista de Puerto Vallarta por el periodo 1982-‐‑2005, Carlos Munguía Fregoso: Después de los setenta, se fueron multiplicando los grandes hoteles y se inició la edificación de condominios (...) Empezaron la construcción de centros comerciales, marinas, grandes complejos habitacionales, condominios de tiempos compartidos y todo eso. Llegó el momento en que Vallarta se saturó, al final de los ochenta. De seguir así, con es-‐‑ te ritmo, yo creo que no habría muchas esperanzas en el sentido de que la ciudad ya no aguanta más construcciones, más hoteles, más condominios, más departamentos (...) Desde los setenta, hay progra-‐‑ mas donde se fijan ciertos reglamentos para evitar el crecimiento des-‐‑ ordenado en Puerto Vallarta (...) Todavía, si fuera gente de aquí la que estuviera haciendo estos desarrollos, se diría que nadie más que los vallartenses fuesen los responsables. Si fracasa la ciudad, ellos mismos tendrían la culpa. Pero no son los oriundos de aquí los que desempe-‐‑ ñan esto. Todos los hoteles grandes pertenecen a compañías ajenas a esta región. No tengo nada en contra de que venga gente a invertir en Puerto Vallarta, pero que lo hagan de una manera inteligente y orde-‐‑ nada (Munguía, 1994, p. 32) Identidad de una sociedad en transición Frente a las decisiones de gobierno, Puerto Vallarta se columpiaba en-‐‑ tre la euforia y la incertidumbre. Durante más de cien años, en la comunidad establecida a orillas del río Cuale, había existido un común denominador que articuló su historia: la cohesión del pueblo con base en los valores de la socie-‐‑ dad tradicional. El turismo fue el punto de inflexión para la transición de pue-‐‑ 106
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blo a ciudad. Las metas de la comunidad eran la coexistencia de su forma de vida pueblerina con un desarrollo en su calidad de vida, ligada a los beneficios que implicaba la aparición del turismo en infraestructura, servicios, salarios y, por ende, movilidad social ascendente. En cuanto reconocieron una alteración en organización, la resistencia surgió tanto desde las familias vallartenses como de los medios de comunicación y la posición eclesiástica. Esta transición de vida pueblerina a un espacio citadino trajo consecuencias como la migración interna-‐‑ cional e interna hacia el destino turístico que ofrecía trabajo. Las políticas del gobierno mexicano mantenían firmes los objetivos que venían imponiendo desde la década del 40. Donde hay trabajo, se requiere mano de obra capacitada para cubrir las necesidades de servicios de los grandes hoteles. En un principio, la no especialización técnica que poseían los trabajado-‐‑ res del pueblo provocó la necesidad de mano de obra externa. La importación de recursos humanos calificados en el área de servicios al cliente generó una diferencia cualitativa y cuantitativa en cuanto a salarios de propios y extraños, así como la conciencia de desarrollo académico. De esta forma, inició un incipiente crecimiento demográfico que se vio desbordado, en los 80 y 90, por la llegada de mano de obra destinada a trabajar en la infraestructura que propiciaba el desarrollo turístico. Tabla 1: Crecimiento demográfico en Puerto Vallarta a partir del fenómeno turístico PUERTO VALLARTA EN SU DIACRONÍA Año Cantidad de habitantes
Tasa de crecimiento
1950
10,801
1960
15,462
3.64%
1970
35,911
9.13%
1980
57,028
4.57%
1990
111,457
7.10%
Fuente: CONAPO 1994
La especialización de la esfera económica en cuanto a las actividades y los requisitos para entrar al mercado laboral ligado al turismo produjeron uno de los rasgos generales del cambio. La transformación interna local se hacía cada 107
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vez más evidente. Desaparecieron gran cantidad de antiguos oficios y ocupaciones y se posicionaron nuevas actividades relacionadas con las necesidades del perfil que requería la organización social urbana. En la primera fase del turismo, no era requerida la especialización debido a que los turistas se adaptaban a la idiosincrasia y modo de vida del pueblo. La década del 70 es el inicio del desarrollo de la hotelería más moderna y con recursos para las necesidades internacionales. Sumado a la hotelería creciente, el mismo escenario presenta la privatización de las playas y, en esta pérdida de espacio público, la percepción de cambios en las costumbres, tradiciones y valores así como otras situaciones de agobio para la población: En nuestro Puerto Vallarta, si bien la contaminación del ambiente físico no nos ha alcanzado del todo, es evidente que estamos a punto de crisis en lo que se refiere a la contaminación del ambiente en lo humano y lo social (…) Y la causa que ha determinado el deterioro, si no la pérdida de valores morales y espirituales en el vallartense, ha sido primordialmente el gran salto que hemos dado de la tranquila aldea de hace pocos años a los mercados competitivos del turismo mundial (Xiconténcatl, 1979, p. 5) La ciudad como soporte turístico introdujo, para los propios vallarten-‐‑ ses, nuevas formas de consumo, de desplazamiento y de percepción del mundo material. El crecimiento urbano provocó sorpresa por situaciones nunca antes vividas. Empezaron a desdibujarse los lazos fraternos que habían unido a la comunidad local. La transición provocó un estado de desequilibrio que se refle-‐‑ jaba en la pérdida o modificación de las costumbres cotidianas. Debido a estos factores, la actividad comunitaria también se vio: refle-‐‑ jada en la creación, en 1973, del Círculo Vallartense de la Amistad, espacio para recuperar espacios simbólicos de tradición a partir del lema “fraternidad, tradi-‐‑ ción y cultura”. 108
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Estatuto del Círculo Vallartense de la Amistad
La resistencia a la pérdida de valores comunes inicia y se mantiene hasta la actualidad. En ese sentido los testimonios orales nos ofrecen la visión de quienes han atestiguado la incertidumbre que sintieron cuando, un día, salieron al malecón y no reconocieron a la gente que caminaba en él. Alicia “Licha” Munguía Fregoso nace en Puerto Vallarta en los 50. Pertenece a una de las familias que llegaron a Las Peñas en el siglo XIX. En entrevista reali-‐‑ zada en el año 2012, el discurso señala enfáticamente la discriminación a la que se han visto sometidas las familias que forjaron el Vallarta que se dio a conocer al mundo y que atrajo desde presidentes, creadores artísticos e, inclusive, acto-‐‑ res de Hollywood así como los empresarios que fueron modificando, con su inversión, la infraestructura hotelera y la imagen visual del destino. -‐‑¿Por qué Vallarta era un paraíso? -‐‑ Considero que Vallarta era un paraíso porque la naturaleza era lo más importante en nuestro pueblo, el respeto a la naturaleza; la gozábamos de una manera pues, muy virgen, era un lugar virgen, era río, mar, mon-‐‑ taña; nadie atentaba contra ellas y también porque la gente que vivía aquí tenía toda la paz y toda la tranquilidad que eso nos daba y nos co-‐‑ nocíamos y nos queríamos todos como una familia -‐‑ ¿Y cuándo empezó a desaparecer esa visión de paraíso? -‐‑ Cuando se puso más alto el valor económico del dinero, sacrificando a la naturaleza, profanándola; cuando gente sin escrúpulos vino a hacer negocio queriendo ganar dinero rápido y fácil explotando las bellezas naturales sin ningún respeto -‐‑ ¿Ahora usted y muchos vallartenses más están reunidos para procurar recuperar la historia, recuperar espacios perdidos? ¿Cómo es eso? -‐‑ Tenemos un grupo de las familias del Vallarta Viejo que nos reunimos 109
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cada mes a desayunar y tratamos de conservar esa amistad que nos unió siempre y pues también dentro de esas personas habemos12 al-‐‑ gunas que nos preocupa qué está pasando, que siguen destruyendo el Vallarta Viejo y tenemos diferentes grupos, en la cuestión ecológica o en la cuestión de la apariencia del pueblo y luchamos por no ir per-‐‑ diendo más esa identidad que está muy deteriorada. En relación con el crecimiento demográfico y los cambios que impactaban en los vallartenses, el centro histórico del pueblito continuaba siendo objeto de intereses contrapuestos. En 1985, dio inicio un proceso para demoler la escuela 20 de Noviembre, la primera en Vallarta, y convertirla en estacionamiento público. El proceso duró más de un año hasta que, en mayo de 1986, los vallartenses asistieron a la Presidencia Municipal a detener el proyecto y declararon a la escuela 20 de Noviembre como parte del patrimonio histórico municipal. Una vez más, la sociedad local salía en defensa de sus intereses pues los intereses económicos de la iniciativa privada contrastaban con las propias de la comunidad. La euforia de inicios de la década del 70 se transformó en agobio, desconcierto y angustia a finales de los 80 para buena parte de los vallartenses, cuya vida había estado enmarcada por la cotidianidad pueblerina. La década del 90 fue tiempo de controversia y propuestas de modificación del Centro Histórico. Las posiciones encontradas se debatían entre el cambio de fisonomía o lo permanencia de la imagen que había cautivado a los turistas durante décadas: “A Puerto Vallarta lo conocen en todo el mundo tal cual es, y así han venido, están aquí los visitantes y estarán en el futuro así le cambiemos la fisonomía”; en la postura contraria se encontraba quien deseaba seguir “siendo fiel a su amor por el pueblito, su pueblito, el pueblito de todos los nacidos y no en este municipio pero que amamos entrañablemente este lugar” (Cervantes, 1995, p. 311). Laura López Rodríguez es odontóloga, nativa vallartense nacida en la década de los 50. Forma parte de las familias del Vallarta Viejo y da su testimo-‐‑ nio sobre los cambios operados en el transcurso del tiempo en su pueblo natal: Muchas de las cosas que se dieron en Vallarta fueron muy rápido. No-‐‑ sotros los jóvenes de aquella época éramos estudiantes fuera de Vallar-‐‑ ta. Nosotros no captamos lo que se venía. Estas generaciones de jóvenes, que hoy ya no somos tan jóvenes; esas generaciones del 60 nos
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se respeta la forma original del testimonio
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impactó el cambio (…) las pocas que veníamos en las vacaciones como estudiantes, veíamos que todo aquello era una destrucción completa y era una construcción terrible, de aquel pueblito que nosotros teníamos, ¡hicieron el Libramiento! Y ¿cómo lo hicieron si aquí había un cerro? Ahí estaban los cerros abiertos. -‐‑¿Ustedes, como jóvenes, no vivían al progreso como algo positivo? -‐‑Sí, como jóvenes teníamos interés, y más nosotros que teníamos con-‐‑ tacto con el exterior, entonces, claro que cuando vemos esto, pensamos que era una extensión de lo que habíamos visto en el exterior; no esta-‐‑ mos atrasados, estamos mejorando pero yo recuerdo a mi padre, en el 76, él me dijo: “Todo lo que sube, tiende a bajar y esta locura que se está llevando a cabo, en un momento tiene que caer”. Y así fue, en el 88, en el 90 se vinieron para abajo (…) nosotros los jóvenes nos entusiasmaban las novedades, pero cuando dejamos de ser tan jóvenes, vimos que esto no tuvo un plan, un proyecto. Entre las consecuencias asociadas a la modernidad, cabe destacar la ur-‐‑ banización, entendida como un fenómeno difícil de describir y pensar (Bour-‐‑ dieu, 1999) y que requiere de una multiplicidad de lecturas y miradas para refleja la compleja realidad que enmarca. A su vez, se generan condiciones de desterritorialización, entendida como la pérdida de la relación natural de la cultura con los territorios geográficos y sociales (García Canclini, 1990), la cual es asociada a la transformación de la cultura y la pérdida del control local en relación con aspectos ligados a la cotidianidad (Tomlinson, 2001). Enrique Leff (2010) articula los imaginarios sociales con la sustentabili-‐‑ dad ligada a los cambios climáticos y el riesgo ecológico. El crecimiento demo-‐‑ gráfico no planificado, la expansión urbana, la degradación medioambiental, una constante contaminación auditiva se convierten en indicadores que reflejan una muy compleja situación para el modo de vida de la sociedad vallartense, como por ejemplo la exposición que ha sufrido durante años el sistema monta-‐‑ ñoso que rodea a Puerto Vallarta con la construcción de innumerables inmue-‐‑ bles que provocan deforestación, pérdida de espacios naturales y un riesgo latente que lo aleja de la calidad de vida propuesta por el concepto de susten-‐‑ tabilidad. Sumado a esto, los efectos de la realidad nacional mexicana con sus ajustes inflacionarios y políticas económicas neoliberales de devaluaciones pro-‐‑ ducen un desgaste social y una lógica pérdida de cohesión y comunicación en-‐‑ tre las familias del Vallarta Viejo. La política de gobierno había posicionado a Puerto Vallarta como destino turístico internacional pero había sembrado des-‐‑ equilibrios que aún persisten hoy día, aun cuando no sean expuestos los turistas 111
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que nos visitan año con año. Puerto Vallarta en el México del siglo XXI Somos los que estuvimos para construir. Algunos llegaron para destruir lo que nosotros construimos con tantos esfuerzos... ¡con tantos esfuerzos! A ver si le paran... pero está tan difícil, porque tomaron a Vallarta como un negocio de bienes raíces (Josefina Cortés Lugo de Torres, nativa de Puerto Vallarta) El presente se antoja agresivo para los habitantes originales de Vallar-‐‑ ta. La ciudad estrangula al Centro Histórico; lo atraviesa, le impone colores, sonidos y horarios. Lo contamina y desdibuja; el espacio público es recurso útil para que el presente siente sus bases sobre él y lo modifique de acuerdo con el compás de las necesidades e intereses sectoriales. En el año 2005, Puerto Vallar-‐‑ ta vivió la “modernización” del popular parque Hidalgo, espacio tradicional que enmarca, por un extremo, el Centro Histórico de la ciudad. La defensa -‐‑por parte de los vallartenses-‐‑ de este espacio público, incluyó movilizaciones, veci-‐‑ nos sentados en el suelo del parque, personas que se abrazaban a los árboles y un fuerte compromiso comunitario. Aún así, amparados en las sombras de la madrugada, las autoridades comenzaron las operaciones contra ciudadanos, plantas y árboles. Como parte de la historia, se presentan fragmentos del escri-‐‑ to realizado por el Grupo Ecológico de Puerto Vallarta, Asociación Civil, en conme-‐‑ moración por los 5 años del evento que se señala como un parteaguas en la historia reciente local: En ese entonces y con esa decisión, las autoridades decidieron llevar a Vallarta por el rumbo de lo “moderno” y olvidarse del Vallarta tradi-‐‑ cional (…) Así, a la 1.30 de la madrugada del 10 de marzo llegaron las autoridades municipales con todos los trabajadores de servicios públi-‐‑ cos municipales armados con machetes y motosierras, los policías ves-‐‑ tidos de civil y un contingente de policías vestidos de granaderos armados y con toletes e inició la resistencia de los ciudadanos para evi-‐‑ tar la destrucción del Parque Hidalgo (...) Las máquinas subieron al parque por donde pudieron y arremetieron rompiendo el piso, quitan-‐‑ do y destruyendo las bancas, tirando los árboles, los puestos de los vendedores que ahí habían permanecido con la esperanza por parte de sus dueños de que no se destruyera el Parque, algunos fueron destrui-‐‑ dos y otros fueron bajados a la calle. Los empleados del municipio se regaron por todo el Parque para machetear los árboles y destruir las 112
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plantas. El ruido era ensordecedor. Los ciudadanos se abrazaban a los árboles para evitar que los machetearan y los policías los quitaban a la fuerza; a los ciudadanos más aguerridos se los llevaron a la cárcel. Y así a las 5 de la mañana del día 10 de marzo de 2005, vimos caer el último de los árboles, un árbol gigante en la esquina de Argentina y Av. Méxi-‐‑ co que servía de casa a majestuosas aves. El parque Hidalgo se convirtió en una plancha de cemento, caliente, sin sombra, sin césped y sin gente. Un espacio que no cuenta con juegos para niños ni con zonas atractivas para el descanso pueblerino. En la actualidad, cuatro parques de Puerto Vallarta han sido transformados en estacionamientos subterráneos. Uno de ellos, el parque Benito Juárez, ícono de la formación de la comunidad primera que dio origen al rancho Las Peñas, hoy Puerto Vallarta, a mediados del siglo XIX y un referente al estar a la orilla del río Cuale, fue trans-‐‑ formado íntegramente en un estacionamiento de tres pisos que desterró cual-‐‑ quier aspiración de existencia de un espacio verde. Parques, escuelas, playas y orilla del mar, en suma, los espacios públicos con que cuenta la comunidad vallartense, han sido modificados en su gran mayoría, no sólo en cuanto a ima-‐‑ gen sino a la función que desempeñaron durante las décadas de su etapa de crecimiento y posicionamiento a nivel turístico.
Estacionamiento de cuatro pisos a orillas del río Cuale. En ese espacio, había un parque. Al fondo, se ve la torre del Templo de Nuestra Señora de Guadalupe.
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El paseo habitual de las familias tradicionales y hoy, ícono por excelen-‐‑ cia de la ciudad, el Malecón, también ha sufrido de esta fiebre modernizadora sin sustento comunal. Josefina Cortés brinda su testimonio: El Malecón comenzó en el año treinta y cinco a ser angostito, ese, nues-‐‑ tro Malecón, que acaban de destruir, pero fue que cada presidente municipal le agregaba y le agregaba algo y era como últimamente es-‐‑ taba el bellísimo Malecón que acaban de destruir… para, creo que va a ser, una especie de plazoleta. Pues, ya veremos. Y eso si le está costan-‐‑ do a alguien, porque al pueblo ni siquiera le tomaron en cuenta para decirle, para informarle, y más que a la una y media de la mañana co-‐‑ menzaron a tirar abajo el Malecón, pero alguna empresa, algunos dos o tres políticos, que saben manejar el dinero. Adrián Octavio González Lomelí, odontólogo, nació en Vallarta en 1947. Sus familiares llegaron al pueblo en 1912. “-‐‑ Estamos reunidos aquí platicando acerca de los últimos cambios que ha tenido el Centro Histórico de Puerto Vallarta y de cómo las fa-‐‑ milias que lo han habitado durante décadas, viven esa transformación. ¿Qué nos puede decir de esto? -‐‑ Yo pienso que las ciudades valen por su memoria histórica, por su sentido de pertenencia de las gentes que tiene ese lugar y aquí creo que son de las cosas que se han perdido (…) el hecho de estar en una comu-‐‑ nidad pequeña nunca deja de ser bueno. Por otro lado esos nuevos (ha-‐‑ bitantes) tienen una total ausencia de memoria histórica, porque su memoria histórica pertenece a otros lados, no pertenece a Vallarta y no-‐‑ sotros los que nacimos aquí y vivimos aquí tenemos esos recuerdos de lo que Vallarta era y enamoró a la gente que se vino a vivir aquí… -‐‑ Con los últimos cambios que se le han hecho al Centro Histórico, específicamente con la transformación del Malecón Vallartense y aho-‐‑ ra las calles, todo el cambio que se le están haciendo, las familias del Viejo Vallarta crearon algunas asociaciones para tratar de… -‐‑ Parar eso, o cuando menos que siga un orden, un camino que nos lle-‐‑ ve a mejorar las condiciones actuales. A veces en la prensa, que tiene un tórrido romance con la autoridad, están siempre haciéndole alaban-‐‑ zas al malecón nuevo, entonces se ve que no tienen memoria o se hacen los desmemoriados, porque el Malecón siempre fue el centro de reunión
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de toda la gente de Vallarta. En el año 200013, no cabía un alfiler desde la última olita del mar hasta la pared de la calle de enfrente, no cabía un alma. Estaba atiborrado, grandes cantidades de gentes llegaban a feste-‐‑ jar todos los años nuevos, el Malecón, desde el Hotel Rosita hasta la plaza14, estaba que no cabía un zapato más; entonces ahora se ve lo mismo en un entorno distinto, pero la prensa quiere hacerle alabanzas a la destrucción que hicieron, sacando esas noticias que la gente va al Ma-‐‑ lecón como si nunca hubieran ido antes, entonces es triste ver eso, es triste ver como los intereses valen más que los valores. -‐‑ ¿Cómo se llama la asociación que organizaron? -‐‑ Se llama Orígenes Las Peñas Vallarta, ese es el nombre que tiene. El ingreso al mercado internacional de la marca “Vallarta”, produjo ex-‐‑ clusión de las familias tradicionales de las acciones decisorias sobre los cambios que se operaron en el Centro Histórico de la ciudad. Frente a una vinculación que refleja intereses contrapuestos entre las políticas de gobierno y la comuni-‐‑ dad local vallartense, los ciudadanos ejercen su derecho a la expresión a través de los medios de comunicación. En el año 2010, y con relación a la reconstrucción del Centro Histórico, familias de Puerto Vallarta presentan en los medios una carta abierta al Presi-‐‑ dente Municipal, cuyo fragmento solicita: “un reglamento de operación del Centro que contemple normas que protejan su carácter, paisaje, integridad física y medio ambiente, al tiempo que restrinja la contaminación visual, auditi-‐‑ va y social prevalente en la actualidad, que hace imposible una vida con cali-‐‑ dad” (Vallarta Opina, 17 de junio de 2010). La apuesta dominante, disfrazada de desarrollo económico, ha impulsado prácticas invasivas en espacios comu-‐‑ nes de la comunidad local y, en el término de 10 años, ha modificado la imagen tanto del patrimonio natural como del cultural por una fachada de modernidad que presenta esos mismos espacios con perfiles de otros lugares del mundo. El escritor mexicano, reconocido internacionalmente, Hugo Gutiérrez Vega (2010), señala en una entrevista: He visto Puerto Vallarta convertido en una especie de Miami, con edifi-‐‑ cios altísimos, hoteles inmensos que se devoran las playas. Las playas en Puerto Vallarta siempre fueron del pueblo, pero ahora son de los ho-‐‑ teleros (…) Ahora sigue teniendo aspectos muy bellos pero dejó de ser
Remite a la celebración del cambio de siglo: 31 de diciembre de 1999. 14 El hotel Rosita y la plaza de Armas señalan los extremos del malecón.
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ese paraíso para convertirse en un Miami, qué le vamos a hacer, yo tampoco me quejo. Ojalá que se mantenga la actitud crítica respecto al patrimo-‐‑ nio cultural de Puerto Vallarta (…) El crecimiento es impresionante. Yo de ninguna manera soy enemigo del progreso, me parece que es inevi-‐‑ table (…) Cuando yo conocí (a Vallarta) tenía 12000 habitantes; era un pequeño poblado que ya para los artistas tenía un interés muy especial. Acuérdese no sólo de Richard Burton o John Huston sino de muchos escritores como Tennessee Williams que encontraron en Puerto Vallarta una especie de paraíso escondido.
Playa en la zona hotelera de Vallarta. Año 2012
Existe una identidad ligada a la ideología de los grupos dominantes y otra a los imaginarios de la comunidad local. De acuerdo con lo expuesto, la primera se relaciona con conceptos -‐‑mencionados en los medios masivos de comunicación-‐‑ como competitividad, mercado y renovación de íconos y espa-‐‑ cios significativos. El cuestionamiento que realiza la antigua comunidad local por el contrario, se asocia a la conservación de una historia común mediante una participación activa, así como de aquellos indicadores que vincularon a Vallarta con el turismo que, año con año, regresaba a disfrutar del paraíso. María Elizabeth Torres Cortés nació en Puerto Vallarta en 1951. Su abuelos arribaron a suelo vallartense a fines del siglo XIX. Su familia está constituida por cuatro generaciones de nativos. Su madre, Josefina Cortés Lugo de Torres, fue la primera enfermera que hubo en el lugar; su padre, Florencio Torres Aré-‐‑ chiga, colaboró en numerosos patronatos y comités para la creación de escue-‐‑ 116
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las, campos deportivos y acciones cívicas. Lo que queremos platicar con usted es acerca de cómo la comunidad vallartense, las familias del Vallarta viejo, vivieron estos últimos diez años de cambios, sobre todo en toda el área del Centro Histórico de Va-‐‑ llarta. ¿Cómo fue que fueron viviendo el proceso de cambio? -‐‑ Creo que hay un sentimiento general de resistirnos a tener que adap-‐‑ tarnos a un cambio que todo el mundo rechaza. Se han visto en Vallar-‐‑ ta infinidad de cambios a través de los años, y creo que la gente los ha aceptado bien, con buen ánimo. Tú sabes que tradicionalmente la gen-‐‑ te de Vallarta ha sido hospitalaria, ha recibido a la gente de una forma muy amistosa y cordial. Pero de hace diez años, cuando se comenza-‐‑ ron a ver las transformaciones del Vallarta que todos guardamos en la memoria, el que queremos retener y gustó a toda la gente que llegó, el que disparó el crecimiento y que puso en el punto del mapa interna-‐‑ cional a Puerto Vallarta; también nos vimos invadidos en nuestra for-‐‑ ma de vida cotidiana, en nuestras costumbres. Y creo que fue un momento crucial cuando nos dimos cuenta de que los pequeños cam-‐‑ bios que se habían estado dando en los años comenzaron a ser grandes cambios de quitarnos calles, de quitarnos el Malecón, por ejemplo, que es único, y eso hizo que los vallartenses reaccionáramos, que dijéra-‐‑ mos: “¿Hasta dónde la gente que ha venido a invertir… hasta dónde la gente a quien hemos recibido con los brazos abiertos… hasta dónde los políticos, que no son muchas veces siquiera de aquí, tienen el dere-‐‑ cho de modificar todo aquello que es parte de nuestras memorias, de nuestras vivencias? (…) Mi generación y en la generación que nos si-‐‑ gue atrás, nosotros andamos ya en los 60, creo que somos la genera-‐‑ ción que nos tocó crecer con Puerto Vallarta cuando se dieron los grandes cambios, a partir de 1963. Nosotros crecimos con Vallarta. No podemos decir que somos personas resistentes al cambio. Creo que lo habíamos incorporado en nuestra forma de vida y de pensar, la trans-‐‑ culturación que se dio inevitable (…) Lo peor de todo es que ya no somos una voz que se escucha, ya no somos un grupo que se tome en cuenta, que se nos ha dicho que prácticamente no están las decisiones del lado de nosotros; y yo me pregunto, ¿es esto justo? ¿Que un pueblo con raíces, con tradiciones, con riqueza cultural, tenga que cambiar porque se anteponen los intereses de unos cuantos, a veces, o del go-‐‑ bierno que está en turno, o del partido que está en el poder? Es difícil entender esto. 117
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El malecón vallartense con el nuevo diseño retomado de Be-‐‑ nidorm, España. Desapareció el espacio vehicular así como un paredón para la detención de las olas en temporada de lluvias y huracanes Año 2012
Las Familias del Vallarta Viejo han procurado dar a conocer su voz, su sentir respecto de los cambios estructurales. Su voz no ha alcanzado a per-‐‑ mear la visión de las autoridades de gobierno, quienes se fortalecen en su desconocimiento amparadas en los medios de comunicación masiva, herra-‐‑ mienta clave para verter declaraciones que, incluso, pueden no conllevar in-‐‑ formación confiable. Puerto Vallarta es un paraíso, un lugar mágico para el turismo. Es un destino que cuenta con variedad turística, cultural y gastronómica que cubre las necesidades de los gustos más exigentes. Es aquí y es ahora. Es cierto. Pe-‐‑ ro también tiene una historia y una idiosincrasia que lo ha posicionado a ni-‐‑ vel mundial. Y tiene un pueblo tradicional heredero de su cultura originaria, desconocido y excluido de las decisiones más trascendentales. Tal vez, será porque es mucho más que un destino turístico y este es un punto que las autoridades de gobierno quieren olvidar o parecen desconocer. Hobsbawn (2009, p.13) afirma que “La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con las generaciones anteriores es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX” (y yo sumaría los inicios del siglo XXI) por eso, señala que la tarea de los historiadores consiste 118
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en recordar lo que otros olvidan…o, sencillamente, sofocan. Puerto Vallarta, México: la historia continúa Durante las décadas de constitución de esta sociedad, y hasta la llegada del turismo de masas en la década de los años 80, los actores sociales perte-‐‑ necientes a la comunidad local mantienen una experiencia de control de es-‐‑ pacios de gobierno. La percepción general es que la participación de los ciudadanos es efectiva y su voz es tomada en cuenta. A partir del final del siglo XX y, con mayor aceleración, durante los últimos diez años, la imple-‐‑ mentación constante de políticas de crecimiento capitalista así como la ven-‐‑ ta de espacios para el desarrollo inmobiliario de condominios de lujo en la franja turística, han producido cambios altamente significativos en la vida de la ciudad. La política sobre el patrimonio visual, que incluye la señalética en las ca-‐‑ lles y el paisaje arquitectónico que representa la imagen visual del pueblo; el cuidado del medio ambiente que rodea al Centro Histórico de la ciudad así como la construcción de condominios de lujo en laderas de montañas cons-‐‑ tituyen casos de proyectos que no fueron consensuados con los habitantes de la región y cuya realización fue impuesta desde políticas del Estado liga-‐‑ das a intereses foráneos. Tal como cuestiona García (2000): “¿Por qué los expedientes sobre urbanismo no son de dominio público?”. Los habitantes de Puerto Vallarta han reclamado el derecho a la resistencia ciudadana por la falta de informa-‐‑ ción y transparencia en las negociaciones sobre el patrimonio local. Es el día de hoy que los vallartenses continúan su defensa por recuperar esencias, a pesar de las decisiones del poder económico y político. La construcción so-‐‑ cial de la identidad de una comunidad se basa en un proceso que va deli-‐‑ neando los valores simbólicos comunitarios que se comparten y organizan frente a la relación con el poder y entre sí (Castells, 2003). La historia es un proceso socialmente construido que posee valores centralizadores que van legitimando coyunturas a lo largo del tiempo. La historia de Vallarta sabe de ejercicios colectivos, labor solidaria, compadraz-‐‑ gos y tradiciones compartidas; también reconoce y asume su rol en la histo-‐‑ ria nacional; al percibir prácticas impuestas desde visiones externas, con la consecuente exclusión a los grupos locales, asume la voz y la acción ciuda-‐‑ dana en férrea defensa de un pasado común. Los testimonios de las familias 119
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del Vallarta Viejo representan a los grupos sociales excluidos por el impacto de acciones modernizadoras globalizantes. Ellos han sido los forjadores de un destino que, a través de las décadas, batalló con intereses exógenos de fuerte raigambre capitalista y desarrollista. En el inicio del turismo de masas, las antiguas familias de Vallarta re-‐‑ flejan su inquietud directamente relacionados hacia los cambios provocados por el turismo; posteriormente, las decisiones de los diversos gobiernos, tan-‐‑ to a nivel estatal como nacional, hacen cobrar conciencia de quiénes son los responsables de las acciones que impactan sobre el patrimonio y el medio ambiente vallartense En la actualidad, los ciudadanos del siglo XXI, con conciencia del pro-‐‑ ceso de exclusión en la toma de decisiones que se desarrolló en su pueblo por décadas, se manifiestan y continúan ofreciendo su testimonio sobre la historia de un orden impuesto que les ha hecho perder espacios físicos co-‐‑ munes –como la playa y la plaza-‐‑, así como elementos de su patrimonio cul-‐‑ tural expresado en costumbres y tradiciones. Sus voces se levantan para recordar el tiempo pasado y, también, con el fin de buscar en los habitantes actuales de Puerto Vallarta, la participación ciudadana que proteja los recur-‐‑ sos simbólicos que aún permanecen y son elementos diferenciadores que le brindan originalidad y presencia única a nivel mundial a este destino turís-‐‑ tico llamado Puerto Vallarta. Referencias bibliográficas Acosta, D. y Quintero, I. (1885) (1994). Informe acerca del a habilitación del Puer-‐‑ to Peñitas para el comercio de altura y cabotaje. Zapopan: El Colegio de Jalisco. Bourdieu, P. (1999). La miseria del mundo. España: Fondo de Cultura Económi-‐‑ ca. Castells, M. (2003). La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Volu-‐‑ men II. México: Alianza Editorial. Cervantes, J. (1995) Una buena y otra mala. Controversia. La revista del pueblo vallartense. Año 6, número 280. Diciembre. Cortés de Torres, J. (2010). Recordando un paraíso. Guadalajara: Impresos Revo-‐‑ lución. Echeverría, L. (1974). Cuarto Informe de Gobierno. En http://www.diputados.gob.mx/cedia/sia/re/RE-‐‑ISS-‐‑09-‐‑06-‐‑14.pdf. Consultado en enero 2011. 120
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APARTADO II INVESTIGACIÓN DE COLECTIVOS Y PROCESOS EN EXCLUSIÓN: GÉNERO, ENVEJECIMIENTO Y PROBREZA
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
CAPÍTULO V: GÉNERO Y MERCADO DE TRABAJO TURÍSTICO: EL EMPODERAMIENTO EFECTIVO COMO ESTRATEGIA INCLUSIVA Esperanza Vargas Jiménez, Remberto Castro Castañeda, Mabel Nuñez Fadda, Esteban Agulló Tomás y Raúl Medina Centeno INTRODUCCIÓN En este trabajo se presentan las conclusiones de una investigación que se llevó a cabo en el periodo comprendido entre 2007-‐‑2010 en la ciudad de Puerto Va-‐‑ llarta Jalisco, México. El objetivo general de dicho estudio consistió en estudiar la articulación entre desarrollo, trabajo y empoderamiento en el contexto del turismo en Puerto Vallarta, desde un enfoque de género. Se trabajó con un grupo de mujeres mexicanas de bajos recursos que laboraban en el área opera-‐‑ tiva en empresas turísticas multinacionales de Puerto Vallarta, con edades entre 22 y 55 años, con historia marital o de relación de convivencia libre, con hijos con grado de educación bajo-‐‑medio y de diversos orígenes dentro del te-‐‑ rritorio nacional. El muestreo se realizó en diversos establecimientos hoteleros que ejemplificaran las características socioeconómicas que prevalecen en el sec-‐‑ tor turístico de PVR, en relación al proceso de globalización. Se diseñó una entrevista semiestructurada dirigida al colectivo de mujeres que laboran en la industria citada. La entrevista contempló preguntas para acceder a su expe-‐‑ riencia laboral, abarcando áreas como trayectoria, derechos, salud, violencia, red social y de apoyo. Articulado a los elementos citados se incluyeron en la entrevista aspectos de su vivencia doméstica, puntualizando aquellos que han virado a la par de la experiencia laboral, dando cuenta de cómo esta experien-‐‑ cia dual de trabajadora/esposa influyó en áreas como la economía, el trabajo doméstico, la salud sexual y reproductiva, los roles parentales, documentán-‐‑ dose la existencia o no de las redes de apoyo que participaron en esta experien-‐‑ cia. El eje central para medir el empoderamiento distinguió la capacidad de negociación que ejercita o no la mujer para lograr el bienestar personal den-‐‑ tro de la pareja en relación a su rol trabajadora/esposa, atribuyendo un empo-‐‑ deramiento efectivo en el colectivo de mujeres que lograron una negociación exitosa en las áreas que se han referido previamente. Otro subgrupo pertenece al colectivo de empoderamiento parcial, distinguiendo aquellas mujeres que han recorrido un camino parcial en las distintas áreas de experiencia, y final-‐‑ mente se denominó empoderamiento nulo o escaso al colectivo de mujeres donde la capacidad de negociación no es una competencia. Es común afirmar que las posibilidades de la industria turística tienen efecto directo en las rela-‐‑ 125
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ciones de género. Los optimistas de las posibilidades de la industria turística argumentan que ésta les abre la oportunidades de empleo a las mujeres, ade-‐‑ más de lograr autonomía financiera, y de establecer contacto con el mundo exterior (Cánoves y Villarino, 2000) según proponen, estos tres factores tienen el potencial de desencadenar una serie de efectos positivos que permiten modi-‐‑ ficar los patrones de género. A lo largo de este capítulo se exponen resultados, reflexiones, conclusiones y propuestas que alteran la causalidad de la idea referida, para ello retomamos los objetivos específicos que nos plantemos al inicio de la investigación y se articulan al desarrollo teórico y empírico de la misma, estos objetivos se enumeran a continuación: 1. Analizar de manera crítica los aportes más significativos que han relacio-‐‑ nado desarrollo y turismo desde una perspectiva de género. 2. Estudiar las características y dimensiones del empoderamiento como enfoque central de este trabajo. 3. Estudiar la centralidad, condiciones, valores y significados del trabajo y su incidencia/influencia en el empoderamiento de la mujer. 4. Abordar el contexto socioeconómico y laboral de las mujeres, así como las tendencias y dinámicas en la configuración familiar en Puerto Vallarta. 5. Explorar empíricamente las variables psicosociales del empoderamiento en relación a la experiencia laboral de la mujer en el contexto de desarrollo tu-‐‑ rístico, intentando identificar las áreas de experiencia (Trayectoria, proyección, derechos y redes de apoyo) donde se manifiesta la relación entre trabajo y em-‐‑ poderamiento. 6. Analizar el rol dual de las mujeres (esposa/trabajadora) y la incidencia de los significados y emociones asociadas al mismo, tratando de abordar las áreas de experiencia más significativas (trabajo doméstico, economía familiar, salud sexual y reproductiva, roles parentales) donde se desarrolla la articula-‐‑ ción. 7. Estudiar la capacidad de negociación en la toma de decisiones en pareja como estrategia de empoderamiento asociado al rol laboral de la mujer, identi-‐‑ ficando y articulando los cambios y nuevas dinámicas en la organización pareja/familia. Género en el desarrollo: una tarea pendiente En lo que se refiere al primer objetivo se destacaron las aportaciones de las perspectivas Mujeres en el Desarrollo (MED) y Género en el Desarrollo (GED). El enfoque MED, también conocido como integracionista, abrió las puertas para un amplio e intenso debate sobre la naturaleza del trabajo remu-‐‑ 126
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nerado y no remunerado que realizan las mujeres. La posibilidad de acceder al escenario público, garantiza una medida para desvanecer las brechas jerárqui-‐‑ cas y de oportunidades entre hombres y mujeres en la sociedad. El supuesto que movilizó el reclutamiento de las mujeres al campo laboral remunerado es que estaban excluidas de la producción y se planteó como solución su integra-‐‑ ción al desarrollo con proyectos de generación de ingreso y empleo. El ánimo optimista de los integracionistas argumentaba que la combi-‐‑ nación de elementos como el empleo, acceso a mayores niveles de educación, programas en salud sexual y reproductiva, expansión y crecimiento económi-‐‑ co, aunado a la migración masiva hacia los focos de desarrollo, garantizaba destituir las barreras que imperaban en las relaciones genéricas, teniendo efec-‐‑ tos benéficos en particular para las mujeres y sus familias. Las críticas se hicieron presentes acusando el sesgo economicista, que abanderó este modelo, ya que supone que las mejoras en las condiciones eco-‐‑ nómicas de la sociedad y de la mujer en particular (mayor empleo, mayor in-‐‑ greso) son condiciones necesarias pero no suficientes para un cambio en la división genérica del trabajo. Los proyectos de generación de ingresos en la industria turística están destinados, en un sentido amplio, a elevar el ingreso económico de las mujeres y de sus familias y generar empleo. Representan reconocimiento y aceptación del rol productivo de las mujeres y sus familias. Puntualmente intentan otorgar un reconocimiento y aceptación del rol produc-‐‑ tivo de las mujeres y sus familias, pues sólo a través del empleo remunerado es como la mujer tiene acceso a los servicios del Estado en social: créditos, servi-‐‑ cios médicos, ayuda alimentaria, capacitación, etc. Sin embargo, la incorporación de la mujer al mercado de trabajo turís-‐‑ tico no ha sido suficiente para garantizar bienestar en un sentido amplio e inte-‐‑ gral: igualdad de derechos y oportunidades en el área de empleo, salud, educación, autonomía etc. En ese sentido, el costo de la oportunidad laboral no se recompensa con el ingreso económico que perciben, tampoco se ha cambiado la distribución genérica del trabajo en el hogar y en la sociedad, ni se ha puesto fin a las valoraciones desiguales que en lo cultural y en lo político se tiene so-‐‑ bre el desempeño de hombres y mujeres en la sociedad. Este aumento en los roles productivos se constata que no ha sido ni es suficiente para superar las condiciones y la posición discriminatoria de las mujeres en la sociedad turística (Díaz, 2010 y Brandth y Haugen, 2007; Fuller, 2009) 127
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La plataforma teórica MED tiene limitaciones de carácter intrínseco. Por un lado, no toma en cuenta el contexto histórico y social que definen la posi-‐‑ ción de mujer, retoma el modelo de familia nuclear como el tipo de estructura ideal que ya no entra en conflicto con los requerimientos del modelo económi-‐‑ co. Tiende a reforzar en el empleo turístico los roles de género existentes en el espacio doméstico, ya que la mayoría de ellas replican sus actividades cotidia-‐‑ nas en espacio laboral: camaristas, auxiliares de lavandería y auxiliares de áreas públicas. En lugar de que el espacio laboral se constituya en una experiencia alternativa (equitativa, incluyente, desarrolladora) a su realidad cotidiana, se han constituido en (discriminatoria, excluyente, precaria) en ámbitos de expan-‐‑ sión de relaciones y contenidos patriarcales y clasistas de vida. Los enfoques GED representados por la perspectiva de marginación y explotación, integran puntos de vista que alteran la visión integracionista co-‐‑ mo escenario fértil para el desarrollo de la mujer y su familia en el contexto turístico. Cuestiona el mercado como medio y fin para integrar a las mujeres al desarrollo, también evidencia los intereses económicos e ideológicos de sus argumentos. La postura de marginación social atiende a las consideraciones marxis-‐‑ tas más radicales en torno a cómo la incorporación de la mujer al trabajo re-‐‑ munerado, ha contribuido más al deterioro del estatus de las mismas, puesto que se da en forma marginal e inequitativa y propicia una reducida participa-‐‑ ción femenina en los beneficios del desarrollo (Bergareche, 2011; Lillo-‐‑Bañuls; Casado 2011). Hemos constatado a lo largo del estudio que el trabajo que la mujer realiza en el contexto turístico, constituye el hilo conductor donde se estructura la explotación, y la precariedad, la opresión de clase y la enajenación contribuyendo más bien al deterioro del estatus de las mujeres, puesto que el trabajo se da en forma discriminativa. Desde esta teoría se retoman conceptos y categorías como poder, opresión, explotación, trabajo y condición social, para entender la dinámica histórica y relacional que convive con la experiencia que vive la mujer en los escenarios turísticos laborales. Por otra parte, la vertiente de explotación se interesa, desde una óptica marxista, en la funcionalidad del trabajo femenino para la acumulación capita-‐‑ lista, en la medida en que deprime los salarios y garantiza elevados niveles de ganancias para los empresarios. Su análisis acentúa más la explotación que las mujeres experimentan en los escenarios laborales turísticos, que en el prejuicio sexista, atiende la estructura social y económica donde emergen y se consoli-‐‑ dan las relaciones de género, y específicamente cuestiona los beneficios materia-‐‑ 128
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les que el capitalismo obtiene de la posición y función de desventaja de la mu-‐‑ jer en la sociedad. Este planteamiento crítico ha devuelto la mirada hacia for-‐‑ mas de opresión y poder que dificultan el tránsito hacia el empoderamiento de la mujer en el contexto turístico. En nuestra investigación se evidencia clara-‐‑ mente que el escenario laboral del turismo ha aprovechado la construcción de las identidades de género que el patriarcado perpetúa y reproduce, impidiendo que todos los individuos tengan las mismas oportunidades de acceso a oportu-‐‑ nidades personales y colectivas, evidenciando la segregación ocupacional y salarial que impera en sus trayectorias laborales, afectando particularmente al colectivo de mujeres, impactando de forma negativa su calidad de vida al tener que desempeñar varios roles y funciones que hacen más compleja su vida coti-‐‑ diana y limitan su desarrollo personal y social. Es innegable la discriminación de la mujer en el capitalismo global, sin embargo la subordinación de las mujeres no es estática, el papel de la mujer desde este enfoque limita cualquier intento de cambio, interpretando su rol como víctima pasiva de las circunstancias, siendo imposible su liberación. He-‐‑ mos tratado de argumentar que los límites teóricos de las perspectivas MED y GED (en su perspectiva de explotación), proveerá un análisis más integral y por ende más eficiente de la situación mujer/trabajo/sociedad. A lo largo de este trabajo mantuvimos la tesis de que el enfoque de empoderamiento puede solventar las lagunas que se derivan del binomio trabajo/empodeamiento, inte-‐‑ grando la dimensión del significado y emociones en los procesos de formación de las identidades, atendiendo los aspectos identitarios, socioculturales y sim-‐‑ bólicos en el análisis de la relación mercado de trabajo turístico y subordina-‐‑ ción femenina. El componente emocional que acompaña la experiencia laboral, consti-‐‑ tuye una de las aportaciones de este trabajo, (minimizado en las posturas refe-‐‑ ridas) como categoría psicológica recupera formas de poder desde dentro, una forma de poder discreta, cuando ese poder se instala en la identidad el estado de indefensión se debilita, emerge la resistencia a sucumbir al poder que el ca-‐‑ pitalismo ejerce sobre ellas. La autovaloración, la confianza, la aceptación, el apoyo, el respeto, son emociones empoderadoras que consolidan el núcleo afectivo de la personalidad, y movilizan desde dentro un poder extraordinario para trascender las condiciones que las mantiene oprimidas y paralizadas. La localización de este poder desde dentro es la base para disparar el poder con (referido a la vinculación) y el poder para (trascendencia). De ahí la importancia de colocar la interpretación y la mediación de la experiencia laboral 129
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de las mujeres en el centro de indagación de poder a través de su participación laboral en el turismo, como escenario de trabajo/producción/vivencia concreta. Características y dimensiones del empoderamiento En lo referente al objetivo 2, se trataba de estudiar las características y dimensiones del empoderamiento como enfoque central de este trabajo, para dar cuenta del mismo y desde las perspectivas de los estudios de género, he-‐‑ mos contemplado el concepto de poder como un modelo dinámico, que no es unidireccional y que además puede ser aplicado en un sentido positivo, es decir dotando de poder a quien no lo tiene. Este trabajo ha tratado de distinguir di-‐‑ mensiones del poder poco estudiadas y no tangibles en los proyectos de desa-‐‑ rrollo y turismo. El enfoque del empoderamiento aquí presentado, además de reconocer la dimensión económica como plataforma para lograr el bienestar individual, aborda la manera en cómo la ideología determina reglas e ideales. Desde su aspecto social, puntualiza la importancia de que se analicen las rela-‐‑ ciones de poder enraizadas en las instituciones: mercado, comunidad y hogar. De ahí la importancia de detectar las condiciones psicosociales que facilitan u obstaculizan el proceso de empoderarse. Este trabajo se adentró en las dimensiones del empoderamiento, dis-‐‑ tinguiendo la capacidad de negociación que ejercita o no la mujer para lograr el bienestar personal dentro de la pareja en relación a su rol de trabajadora/esposa. Mientras que ciertos aspectos de la negociación pueden ser fácilmente medi-‐‑ bles como la libertad de movimiento y acción (autonomía), la injerencia en la toma de decisiones (poder de decisión), el acceso y control de recursos econó-‐‑ micos (poder económico), la ausencia o presencia de violencia en contra de ellas, y el acceso a la información e igualdad jurídica, en este estudio fue pri-‐‑ mordial resaltar las atribuciones de significado y emociones que rodean a estas situaciones y que se vislumbran desde el área simbólica tocando aspectos como la autoestima, la conciencia, el control percibido, la competencia, la efica-‐‑ cia desde el prisma de la autovaloración. Una vez destacadas las dimensiones del empoderamiento y su importancia para incrementar el desarrollo de las mujeres (trabajadoras), se avanzó en el objetivo siguiente. Centralidad del trabajo en el empoderamiento de la mujer Este objetivo aborda la centralidad, condiciones, valores del trabajo, significados y su incidencia/influencia en el empoderamiento de la mujer. Co-‐‑ mo punto de partida, destacamos que la incorporación de las mujeres en el 130
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mercado laboral no sólo ha aumentado en las últimas décadas, sino que per-‐‑ manecen más tiempo en el mismo. De acuerdo a datos disponibles entre 1988 y 1997 (UNED-‐‑UK 1999) se dio un notable aumento en la participación de las mujeres en la industria del turismo a nivel global. Actualmente entre 34 y el 40% de las personas empleadas en el turismo son mujeres (Informe global sobre turismo 2010). Sin embargo este incremento, no se traduce en una mejora de las condiciones de igualdad y oportunidades entre el empleo masculino y fe-‐‑ menino, específicamente en el contexto turístico la discriminación vertical y horizontal contribuye a encasillar a las mujeres en un número reducido de ocupaciones y limita su acceso a los puestos de trabajo mejor remunerados, más estables y de mayor jerarquía. El trabajo por todo ello, adquiere un significado diverso en los distintos colectivos de mujeres entrevistadas. Sin embargo, existe un consenso en otorgar al trabajo un valor/significado central en sus vidas, determinando formas de vivir, de relacionarse socialmente, así como maneras particulares de encarar el presente y futuro. Ante la lamentable situación que abandera sus biografías poseer un trabajo adquiere una valoración positiva, la ausencia de éste duplica-‐‑ ría el riesgo y la vulnerabilidad psicosocial a las que están expuestas (según sus propias manifestaciones). La valoración instrumental del trabajo deja ver su protagonismo en los colectivos de mujeres con menos recursos (empoderamiento nulo y empodera-‐‑ miento parcial), su ejercicio les permite cubrir necesidades básicas de consumo y vivienda, además de que su estatus como trabajadoras institucionalizadas les confiere el derecho a gozar de prestaciones sociales que sólo a través de este medio pueden lograr. El colectivo de mujeres con empoderamiento efectivo (mujeres con capacidad de negociar en la relación de pareja en las distintas áreas de experiencia, disfrutan de márgenes de libertad y autonomía para diri-‐‑ gir sus vidas, autoestima, conciencia, y control percibido, son cualidades que las definen impactando en bienestar personal y de su entorno) suman funcio-‐‑ nes de carácter psicosocial derivadas de su actividad laboral (estas funciones aparecen escasamente en empoderamiento nulo y parcial). Es decir, el trabajo para este colectivo, supone además de ingresos eco-‐‑ nómicos, una actividad que estructura su tiempo, vincula sus metas individua-‐‑ les con las sociales, propicia relaciones personales más allá del núcleo familiar, provee un estatus social y de una identidad laboral positiva, factores que ob-‐‑ viamente están ligados al desarrollo de una autoestima estable positiva, y la capacidad de mayor negociación en sus espacios de vida. 131
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Hablar de condiciones de trabajo para las mujeres en el contexto turís-‐‑ tico nos remite a tocar el punto de precariedad laboral: los salarios percibidos para la mayoría de ellas son ínfimos (no alcanzan a percibir dos salarios míni-‐‑ mos), la promoción es escasa, así como la capacitación y cuando esta se ofrece sólo atiende el desarrollo de habilidades acorde al puesto que ejecutan; las jornadas laborales no congenian con las necesidades de la vida familiar; los horarios de trabajo se alargan en temporadas especiales del turismo; se privile-‐‑ gia el costo beneficio para la empresa, reduciendo personal y sumando respon-‐‑ sabilidades a las mujeres que permanecen en ella. Constatamos que la feminización de las dimensiones son factores de precariedad en las que operan y generan una situación de precariedad vital, que determina condiciones de desigualdad y discriminación. En este sentido las condiciones señaladas tienen efectos diferentes en la población femenina estudiada, las variables que condi-‐‑ cionan su impacto tienen que ver con el tipo de trabajo que realizan, así como el nivel jerárquico que ocupan en la empresa; la antigüedad laboral, así como los significados y valoración que atribuyen a las condiciones que rodean su expe-‐‑ riencia laboral. Se observa también en este punto la articulación defendida en este es-‐‑ tudio: por ejemplo se observa una capacidad de negociación mayor en el mer-‐‑ cado laboral en el colectivo de mujeres con empoderamiento efectivo: el poder de acción es más evidente tanto a nivel individual como de grupo. Esta capaci-‐‑ dad tiene un componente afectivo: seguridad, apoyo, solidaridad, confianza, optimismo, miedo, emociones con efecto neurálgico para sobrellevar y cam-‐‑ biar la adversidad derivada de las condiciones laborales. Para el colectivo de mujeres con empoderamiento nulo o escaso, su repertorio emocional de angus-‐‑ tia, miedo, resignación, desesperación, apatía e impotencia, las priva, anestesia y somete a los efectos devastadores de las condiciones laborales que rodean su experiencia, limitando la potencialidad y el acceso a defender o cuestionar si los recursos que el trabajo impone a su vida son suficientes y justos para satisfa-‐‑ cer sus necesidades. Abordamos en este punto, la reflexión de Agulló (1997; 2001), cuando refiere que la precarización laboral/social son un binomio que desata situacio-‐‑ nes de tensión, y que “trabajar en condiciones precarias de forma permanente (es decir que la precariedad acabe instalándose de forma definitiva en su vi-‐‑ da/trayectoria laboral de un individuo y/o colectivo) significa vivir en condicio-‐‑ nes precarias. Dicho de otra forma la inadaptación laboral acaba derivando en inadaptación social. El panorama laboral del turismo, debe considerar las situa-‐‑ ciones de riesgo que rodean las trayectorias del colectivo de trabajadoras, diri-‐‑ 132
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gir estrategias hacia la prevención, girando el tránsito (que parece irreversible) hacia la exclusión. En este trabajo se destaca también una serie de factores relevantes de exclusión social, que acompañan y matizan la experiencia cotidiana de las mujeres trabajadoras del turismo y que deben ser atendidos en las políticas de empleo de una manera integral y decidida: Precariedad (laboral), ingresos insu-‐‑ ficientes, irregulares, endeudamiento (economía); baja instrucción escolar (cul-‐‑ turales); enfermedades físicas y psicológicas, violencia laboral y doméstica, desmotivación y falta de confianza en sí mismas, pesimismo, fatalismo (perso-‐‑ nales); escasos vínculos afectivos de apoyo, familias monoparentales (sociales). La atención temprana o tardía a los factores de riesgo referidos, dará la pauta para que el colectivo de mujeres más vulnerable no llegue al itinerario y las zonas de la exclusión. El tránsito hacia el empoderamiento efectivo requiere una transforma-‐‑ ción sociolaboral que garantice el bienestar psicosocial. Cuando la identidad laboral de la mujer migre hacia el empoderamiento, las circunstancias adversas tendrán un impacto que puede ser reversible, gracias al sentido de potenciali-‐‑ dad, competencia, fuerza interior, crecimiento, optimismo, conciencia, que em-‐‑ poderarse les confiere. La perspectiva psicosocial para entender el fenómeno trabajo/empoderamiento, deviene fundamental, ya que aporta conocimientos y estrategias que ayudarán a contemplar las interacciones, percepciones, actitu-‐‑ des y sentimientos, en definitiva, procesos subjetivos y materiales que convier-‐‑ tan la experiencia de trabajar en una experiencia hacia el desarrollo. Contexto sociolaboral y económico: nuevas configuraciones y dinámicas fa-‐‑ miliares El objetivo 4 residía en el abordaje del contexto socioeconómico y labo-‐‑ ral de las mujeres, así como las tendencias y la configuración familiar en Puerto Vallarta, a continuación se exponen las principales conclusiones que dan cuenta de este aspecto concreto. Puerto Vallarta como destino turístico vive un desa-‐‑ rrollo patente en términos de infraestructura económica, que se evidencia en la acelerada construcción de hoteles, así como en la apertura masiva de estableci-‐‑ mientos comerciales que corresponden a características del movimiento globa-‐‑ lizador. Estos procesos económicos y su forma de materialización ha sido la fuerza más poderosa que ha acelerado su crecimiento en la última década. La generación de empleos se plasma principalmente en el área del turismo, preva-‐‑ leciendo el sector terciario como categoría donde más se emplea a la población 133
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en general. La ausencia de estadísticas disgregadas por género que refiere indica-‐‑ dores socioeconómicos, prevalece no sólo en el municipio, sino en el Estado y País, omisión que representa un dato significativo en sí mismo. Una de las re-‐‑ percusiones es que al carecer de información más puntual sobre las característi-‐‑ cas socio-‐‑demográficas que rodean la situación laboral de las mujeres en el Sector Turismo en Puerto Vallarta, dificulta el elaborar diagnósticos adecuados dirigidos a este sector, ello impide diseñar estrategias afin de combatir la de-‐‑ sigualdad y lograr un punto de equidad entre los géneros en el mercado de trabajo turístico. Las omisiones señaladas invisibilizan el trabajo de la mujer, y a la mujer misma, con todos los efectos negativos que ello genera. Por esta razón, el tipo de investigación que ofrece el presente trabajo constituye un elemento enriquecedor para ampliar y profundizar en todos los aspectos relevantes a la situación laboral de estas mujeres y las repercusiones para su empoderamiento y calidad de vida. De acuerdo a los últimos datos de la encuesta nacional de ocupación y empleo (2012) la evolución de la participación laboral femenina en el país ha evolucionado en las últimas décadas, 36 de cada 100 ocupados a nivel nacional son mujeres El sector turismo ocupa el segundo lugar como escenario de em-‐‑ pleo en nuestro país (55 de cada 100 a nivel nacional trabajan en este sector). Las mujeres entre 15 y 29 años de edad representan los grupos de mayor disponibi-‐‑ lidad laboral, y la mayoría de ellas ya tiene una historia marital (casada o de unión libre) Conforme avanza la edad de las mujeres disminuyen la cantidad de mujeres empleadas en el mercado de trabajo turístico, siendo más severo y preocupante el panorama en las mujeres de más de 45 años. De acuerdo a datos de INEGI, en el sub apartado de indicadores so-‐‑ ciodemográficos por municipio (2013) documenta que la composición de los hogares en Puerto Vallarta en su mayoría corresponde a la estructura de la familiar nuclear (66%), este dato coincide con la denominación de jefatura mas-‐‑ culina (76%) que prevalece en el municipio. Esta tendencia en la formación de los hogares como nucleares, se configura con la definición estricta de familia donde han emergido roles y funciones específicos al interior de la misma, como se abordará a detalle más adelante, congenia con la idea de que cada miembro atiende diferentes funciones acorde a su naturaleza genérica: mujer líder emo-‐‑ cional y hombre líder pragmático. Esta reflexión es sustentada por la cualidad que confieren al tipo de hogar con jefatura masculina. 134
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El desarrollo del destino no ha evidenciado un crecimiento paralelo a las necesidades de la población general y en particular de las mujeres, ya que se reporta precariedad en los empleos, 84% de las mujeres realizan actividades en el sector de servicios como empleadas de limpieza, lavandería, cocineras, cama-‐‑ ristas y dependientas de tienda, el resto (16%) realiza actividades de mayor jerarquía en el área administrativa (Sumario del Informe de Proyecto UNED-‐‑ UK, 1999), se deduce que las mujeres están bien representadas en los trabajos de servicio y administrativos, pero pobremente representadas en los niveles profesionales. El ingreso salarial que reciben las mujeres es casi de subsistencia, como ya hemos señalado, apenas logran alcanzar menos de dos salarios mínimos, y ganan entre 10% y 15% menos que los hombres en trabajos similares. El acceso a la educación escolarizada tiene un rezago importante para el grupo de muje-‐‑ res, ya que la mayoría se encuentra con apenas la primaria concluida y un mínimo ha ingresado y/o concluido la educación media superior y en aún me-‐‑ nor medida la Universidad (Indicadores sociodemográficos por municipio 2010). La problemática social mencionada se conecta (como hemos constatado en este estudio) a muchos de los indicadores que potencian la desigualdad de género en el mercado laboral turístico (acceso temprano al trabajo, migración, salarios precarios, flexibilidad laboral, falta de espacios recreativos que impul-‐‑ sen el desarrollo, uniones y matrimonios a edad temprana etc.), dando como resultado problemáticas en torno a las adicciones por consumo de sustancias, violencia, inseguridad y prostitución. Estos resultados coinciden con las inves-‐‑ tigaciones de Chant, 1997; Lagunas, 2010 y Tucker y Boonabaana 2012). Los datos presentados muestran que la mujer trabajadora del turismo en Puerto Vallarta aparece situada en un contexto socio-‐‑económico que con-‐‑ vierte su rol como trabajadora y esposa en vulnerable y precario, en principio disminuyendo la posibilidad de lograr empoderamiento a través del empleo. Esto se debe a que dicho rol se ve rodeado de una serie de circunstancias adver-‐‑ sas que dificultan la satisfacción de las necesidades materiales de las trabajado-‐‑ ras y ejercen una presión considerable en relación al bienestar personal, la satisfacción y el logro de los objetivos personales y familiares a través del traba-‐‑ jo. 135
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Variables psicosociales del empoderamiento asociado al rol laboral de la mu-‐‑ jer El objetivo 5 consistió en explorar empíricamente las variables psicoso-‐‑ ciales del empoderamiento en relación a la experiencia laboral de la mujer en el contexto de desarrollo turístico, tratando de identificar las áreas de experiencia (trayectoria, proyección, derechos, redes de apoyo, salud) donde se manifiesta la relación entre trabajo y empoderamiento. Las variables que intervienen en el binomio empoderamiento/trabajo, hace compleja una conclusión radical sobre el tema. Sin embargo, la regularidad de pautas donde conviven las variables propician las siguientes reflexiones: En cuanto a la trayectoria laboral, el punto de partida para el colectivo de mujeres entrevistadas es homogéneo: precariedad económica en su familia de origen, violencia en su expresión física de manera regular, su participación como trabajadoras inicia a los doce años en promedio (actividad que no se ha interrumpido hasta la fecha) baja instrucción escolar (la mayoría no concluyó la secundaria), embarazos, uniones o casamientos siendo apenas adolescentes. El escenario laboral las integró por tanto con carencias de tipo mate-‐‑ rial, educativo, relacional y afectivo. Sin embargo las trayectorias han tenido matices e itinerarios, experiencias vitales diferenciales, todo ello deriva en dife-‐‑ rentes niveles de empoderamiento. Las mujeres con empoderamiento nulo y empoderamiento parcial, siguen desempeñando puestos en las áreas de menor jerarquía: lavandería, cocina, camarista, stewart. Este patrón cambia en el colec-‐‑ tivo de mujeres con empoderamiento efectivo, ellas han accedido a puestos de mayor rango: Ama de llaves, Supervisora de Ama de Llaves, Supervisora de Áreas Públicas. Esta distinción lleva también mejorías en la percepción econó-‐‑ mica. Una de las variables con mayor peso que deriva en un nivel de empo-‐‑ deramiento distinto es el nivel de instrucción. Las que han logrado alcanzar un nivel educativo superior (bachillerato/carrera técnica) o permanecen en el sis-‐‑ tema educativo, se conjuga con una mejoría en su proyección laboral. El nivel educativo más bajo (primaria) está articulado a un nivel de empoderamiento nulo, y las mujeres que concluyeron la secundaria coinciden con el empodera-‐‑ miento parcial. En este sentido se constata que la capacidad de gestión de la empresa, para lograr que las mujeres avancen en su nivel de instrucción es fun-‐‑ damental, en el logro del empoderamiento. 136
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Las redes sociales familiares y laborales han jugado un papel protagó-‐‑ nico en su avance. El estatus migratorio es otro elemento notable que marca contrastes en los resultados. El colectivo de empoderamiento nulo o parcial, en su mayoría son migrantes. Esta cualidad no aparece en el empoderamiento efectivo. Hallazgo que nos lleva a replantear la importancia que ha tenido la familia como red social de apoyo, y las limitaciones que conlleva la ausencia física de la misma. Las redes de apoyo laborales adquieren un protagonismo para las mu-‐‑ jeres con empoderamiento efectivo. El reconocimiento de estas redes (aunque en menor medida) ha podido sustraer los efectos de la lejanía familiar para las mujeres con empoderamiento parcial, sin embargo son invisibles para las muje-‐‑ res con empoderamiento nulo. Retomamos este punto como fundamental para la predicción del em-‐‑ poderamiento, ya que consideramos que las redes no existen por sí mismas, es la función afectiva la que les otorga la trascendencia y marcará la pauta relacio-‐‑ nal con las mismas. Emociones como la apatía, resignación, miedo e indiferen-‐‑ cia, priva las mujeres de empoderamiento nulo de su reconocimiento y acceso, articulándose a significados de desamparo, lejanía y apatía, circulo vicioso que mantiene a las mujeres en una homeostasis laboral. Los efectos negativos de-‐‑ rivados de la actividad precaria laboral, se sustraen ante la valoración, apoyo y reconocimiento que las mujeres con empoderamiento efectivo le otorgan a la red. Puntualizamos la importancia que deriva el involucramiento afectivo de la red laboral, como predictor positivo de empoderamiento. Los derechos laborales que emanan de la actividad laboral, provee de sentimientos de seguridad, pues solo el status de trabajadoras asalariadas pue-‐‑ de conferirles gozar de atención socio sanitaria. Los derechos y responsabilida-‐‑ des que devienen de su contrato (horario, turno, jornada, vacaciones, aguinaldo, permisos, incapacidades, prestaciones etc.) no son afectados por el tipo activi-‐‑ dad que desarrollan. Los derechos laborales por sí mismos no conducen hacia el empoderamiento, aunque sí constituyen una plataforma y un dispositivo que les confiere seguridad, identidad, proyección vital, salud. El significado que se les otorga constituye una variable que sí resulta trascendente, así como las emo-‐‑ ciones que se derivan. Otra de las conclusiones que emergen del estudio es la capacidad de gestión y la exigencia de su derecho a informarse, son habilidades que desta-‐‑ can en las mujeres con empoderamiento efectivo; se suma al sentimiento de 137
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seguridad el enojo, éste último moviliza la capacidad de acción y conciencia (capacidad de protesta efectiva, información sobre sus derechos) rebelándose e inconformándose cuando los beneficios no se hacen patentes. La capacidad referida aparece en menor medida en las mujeres con empoderamiento parcial, y está abolida en el colectivo de empoderamiento nulo. Seguridad frágil, apa-‐‑ tía, resignación y miedo congenian, y sólo asumen los benefi-‐‑ cios/responsabilidades que derivan de su contrato. No se trata únicamente de generación de empleos, sino más bien de la calidad de los mismos. La seguridad que brinda el trabajo institucionalizado es importante pero no suficiente para virar hacia el empoderamiento. Deviene importante ampliar los márgenes de participación de las mujeres en actividades gremiales, ya que la voz de las mujeres está ausente en estos gremios, lo que impide reconocer las necesidades personales, que derivan de aspectos diferen-‐‑ ciales por género. La legislación que constituye beneficios y responsabilidades de las trabajadoras, debe tomar en cuenta particularidades del grupo estudiado: conciliación y flexibilidad en horarios y días de descanso ajustados a las necesi-‐‑ dades del grupo familiar, procurar la atención de las demandas por enfermedad o necesidades especiales que surgen en la cotidianidad en su rol dual de traba-‐‑ jadora/esposa. Facilitar el acceso a prestaciones de carácter económico que contribuyan a elevar la calidad en sus condiciones materiales: vivienda, equipamiento do-‐‑ méstico, vestido, así como la promoción de espacios que conduzcan al espar-‐‑ cimiento y recreación familiar y personal. Reiteramos, una trabajadora que disfruta de una calidad de vida laboral, experimentará sentimientos positivos y motivación en su trabajo, permitiendo aumentar o aumentar el bienestar físico y psicológico con el fin de lograr una mayor congruencia con su espacio de vida total. Para concluir con el objetivo planteado, resaltamos la importancia de la variable salud laboral como predictora o inhibidora de empoderamiento. La salud en su expresión física, psicológica y social constituye una cuestión que depende en buena medida de las condiciones laborales, la vinculación a redes, el ejercicio de los derechos. La consideración de la posición de la realidad labo-‐‑ ral de la mujer, nos lleva a pensar que la demanda de atención médica y psico-‐‑ lógica, es una de las pocas posibilidades accesibles para enunciar su dolor psíquico. 138
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La depresión, estrés, ansiedad y compulsividad, deben ser entendidos en razón de su sujetamiento a las exigencias laborales, familiares y culturales, como sujeto de un sufrimiento inherente a su posición social. El dolor psíquico de las mujeres se ha interpretado y justificado en base a una supuesta naturale-‐‑ za femenina, este punto de vista prevalece en el sistema laboral, ignorando la incidencia de los factores señalados que se entretejen y enferman a las mujeres trabajadoras. Las acciones correctivas por parte de las empresas no son suficientes para contrarrestar los efectos de la precaria salud física y psicosocial de las tra-‐‑ bajadoras, el sistema laboral debe romper las fronteras que delimitan lo público y privado. Atender la violencia que se asoma en los hogares de las mujeres que trabajan en su sistema, sensibilizarse ante la situaciones de mujeres migrantes asociada al desarraigo y la falta de inserción social que conlleva, tomar concien-‐‑ cia de los múltiples roles y funciones que las mujeres trabajadoras desempe-‐‑ ñan, en síntesis, tomar consciencia de la corresponsabilidad de la integración de las mujeres al empleo turístico. El bienestar físico y psicológico es una condición sine qua non para el empoderamiento. Significados y emociones asociados al rol dual de las mujeres El objetivo 6 consistió en analizar el rol dual de las mujeres (espo-‐‑ sa/trabajadora) y la incidencia de los significados y las emociones asociadas al mismo, tratando de abordar las áreas de experiencia (trayectoria, economía familiar, trabajo doméstico, salud sexual y reproductiva y roles parentales). Conciliar la vida familiar con el trabajo ha sido uno de los temas prioritarios en las agencias internacionales (OIT, OMS, Banco Mundial), tomando en conside-‐‑ ración el rol dual de las mujeres, y el papel que desempeñan en la economía familiar. Como se ha reiterado en las reflexiones y conclusiones anteriores, la población de mujeres en el contexto turístico ha asumido en lo pragmático dos papeles, el de proveedora económica sin perder el rol como reguladora de las funciones afectivas, socializantes y el cuidado de la familia. Esta dicotomía también se traduce en una disociación de identidades, en el momento que ingresaron a trabajar no tenían posibilidad de elegir, su espacio de maniobra era muy reducido. Los resultados de este estudio reflejan tenden-‐‑ cias diferentes del impacto que el trabajo ha traído a sus vidas. Para el colectivo de mujeres que se sitúan en un empoderamiento nulo y parcial, incorporarse en actividades remuneradas no las ha descargado de sus responsabilidades familiares, el exceso de trabajo, resulta en una doble jornada y doble opresión. 139
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Estas mujeres siguen haciéndose cargo del trabajo doméstico, la maternidad representa el centro de su existencia atendiendo las necesidades que este rol requiere, remedian las situaciones económicas de la familia, se responsabilizan de su salud reproductiva y viven la paradoja laboral “si ingresa a trabajar: pierde, y si deja de trabajar, también”, las prácticas de poder dominante en la familia, cultura e instituciones turísticas no se han alterado con el ejercicio labo-‐‑ ral que ellas realizan. El “deber ser” como mujeres se ajusta a los estereotipos, roles y funcio-‐‑ nes al interior de la familia reproduciéndose en sus espacios laborales. Su tra-‐‑ yectoria está impregnada de violencia en sus distintas manifestaciones y formas, la condición social de mujer trabajadora, crea conflictos tras la pérdida de relevancia del varón como proveedor tradicional de ingresos económicos y estatus familiar. Las áreas de experiencia donde las mujeres coinciden con su pareja/familia (sigue asumiendo la responsabilidad afectiva, socializadora y ahora la económica). Las condiciones sociodemográficas de este colectivo de mujeres dificul-‐‑ tan su tránsito hacia el empoderamiento, destacando su bajo nivel de instruc-‐‑ ción (primaria), tienen varios hijos, un ingreso económico y laboral precario, la violencia y adicciones está presente en sus vidas, son migrantes, condición que las limita a acceder a los beneficios de las redes familiares. Sumando los ele-‐‑ mentos referidos, su maniobra de acción es prácticamente nula, y abarca senti-‐‑ mientos de incapacidad, falta de fuerzas, inferioridad, apatía, resignación, culpa, miedo, acompañados por una percepción desvalorizada de sí mismas, estas emociones obscurecen su contexto y limitan sus posibilidades de acción penetrando en su definición como trabajadoras, la vulnerabilidad y la precarie-‐‑ dad y en diversa medida la exclusión social. Cuando el espacio laboral y familiar es interiorizado como vital para la supervivencia y definido como contextos de crecimiento (trabajo) y cuidado (pareja), este discernimiento genera confusión cuando se ha sufrido abuso y explotación en esos escenarios, cuesta distinguir abuso de protección, explota-‐‑ ción de amor, abandono de cuidado. Esta dificultad para discernir (característi-‐‑ ca del colectivo referido) hace a muchas mujeres completamente vulnerables a la explotación de su papel dual, así por ejemplo, ocurre con el rol maternal, el conyugal, el de ama de casa, estos roles tienden a determinar la totalidad de la vida de la mujer y absorben su identidad, y aún cuando la mujer accede al es-‐‑ cenario laboral, no se identifica en ese papel, no lo interioriza, extendiendo y replicando en el escenario turístico su trabajo cotidiano. 140
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La interpretación que las mujeres con empoderamiento efectivo reali-‐‑ zan de su rol como trabajadora/esposa, deriva en significados positivos para ella, su familia y relación de pareja, revelándose en una experiencia de creci-‐‑ miento, satisfacción y oportunidad. Esta definición positiva que realizan de sí mismas, está auspiciada por situaciones contextuales que han fluido a la par de esta experiencia: una mayor instrucción (preparatoria), acceso a mejores puestos de trabajo de mayor jerarquía y remuneración (Ama de llaves, Supervisora de ama de llaves y Supervisora de áreas públicas). Su ciclo vital constituye un elemento que se suma, la mayoría concluyó su ciclo reproductivo, son mujeres adultas (más de cuarenta años), sus hijos ya son adolescentes o están llegando a la adultez. Otra característica que sobresale en este colectivo y que abona a su tranquilidad y satisfacción en sus ámbitos duales, es su condición de no mi-‐‑ grantes; ello se palpa en beneficios relacionales inmediatos con su red de apoyo familiar. La situación conyugal referenta como dimensión que resulta relevante, se sostienen en una relación de pareja estable, es decir, en tiempo y acompa-‐‑ ñamiento. Las oportunidades de crecimiento que han asimilado en la plataforma laboral, han sido una herramienta productiva y satisfactoria en/para sus vidas, valoran los contactos sociales y la solidaridad de las redes, la estabilidad laboral (contrato definitivo), los recursos para la formación, la posibilidad de desarro-‐‑ llar su creatividad y habilidades de dirección. Las circunstancias descritas (contextuales y laborales) potenciaron relatos alternativos sobre sus papeles duales, las nociones tradicionales de género se debilitan, la culpa y el miedo dejan de tener protagonismo en sus vidas. El rol dual se vive en lo pragmático, pero se fusiona en su identidad. De manera significativa este cambio de dirección ha impulsado la capa-‐‑ cidad de discernimiento y conciencia sobre su múltiples roles, no es que éstos hayan desaparecido, ya que la sobrecarga de trabajo es una realidad, pero el marco de su interpretación cambia. No se asumen como las únicas responsables de que todo marche bien en el hogar, el ejercicio de la maternidad es asimilado como una experiencia de trascendencia, no de sacrificio y culpa, se flexibiliza y comparte la responsabilidad del trabajo doméstico, distingue lo que son territo-‐‑ rios de abuso y amor (expresados de manera explícita en el ámbito sexual), poniendo límites a la violencia cuando ésta aparece, sus logros económicos y proyección laboral, los asume como méritos personales, y no como milagros o golpes de suerte. 141
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Esta capacidad de discernimiento y conciencia, reinterpreta su posición de esposa/trabajadora, teniendo efectos positivos en las relaciones más signifi-‐‑ cativas, por ejemplo, en el cambio de dirección de la vida de sus hijos, forjando relaciones que abonan en la simetría positiva en la relación de pareja. También abre espacios para el reconocimiento de su ser individual como mujer, diferen-‐‑ ciación con vinculación congenian en un mismo espacio (trabajo/pareja/familia) dando cabida a ampliar sus relatos sobre sí mismas, más allá de ser madre, es-‐‑ posa y trabajadora, identificando sus anhelos, gustos, deseos, objetivos, metas, esperanzas etc. como un derecho y una necesidad personal. En síntesis, el empleo (como trabajo remunerado asalariado) para el co-‐‑ lectivo de empoderamiento efectivo, se presenta y es un vehículo que las enlaza con metas individuales y colectivas, las condiciones materiales son sólo plata-‐‑ formas, peldaños, necesarios pero no suficientes, para la transformación de ser para sí y ser para los otros, el verdadero logro es la atribución de significado de su experiencia como avance, competencia, consolidados y configurados en un círculo virtuoso de sentimientos de valoración, orgullo, reconocimiento, y cui-‐‑ dado, sentimientos y competencias que nacen, congenian y se retroalimentan en el ejercicio de sus papeles duales. Solo se puede salir victoriosa del tejido de relaciones explotadoras en una estructura patriarcal y capitalista, si se atiende a la dinámica contextual, laboral, relacional y emocional donde estos elementos interactúan y se retroalimentan. Capacidad de negociación en pareja como estrategia de empoderamiento El último objetivo consistió en estudiar la capacidad de negociación en la toma de decisiones en pareja, como estrategia de empoderamiento asociado al rol laboral de la mujer, identificando y articulando los cambios y nuevas dinámicas en la organización pareja/familia. Atendiendo a la trayectoria labo-‐‑ ral del colectivo de mujeres estudiado, no podemos marcar un antes y después de trabajar, esta tarea constituye una actividad fundamental/central en sus historias. Como se ha referido en los puntos anteriores, reiteramos que la inte-‐‑ gración de la mujer al trabajo remunerado no ha sido suficiente para acceder al principio de igualdad referido y abanderado por los enfoques MED (Boserup, 1990; Deere, 1977; Tinker, 1990; Acevedo, 1995), como se constata en este traba-‐‑ jo. Acorde a los señalamientos de los autores citados, el conflicto entre el deber ser y hacer de hombres y mujeres se ha recrudecido particularmente en el colec-‐‑ tivo de mujeres con empoderamiento nulo y parcial. Aparece una contradicción gestada al interior de los hogares manifestándose en que por un lado, las cir-‐‑ cunstancias de precariedad señaladas han empujado a las mujeres a participar 142
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en el trabajo remunerado sin haberse liberado de sus responsabilidades domés-‐‑ ticas, sin embargo no han cambiado las normas y valores asignados cultural-‐‑ mente a mujeres y hombres. Los resultados que se exploran en este apartado congenian con la perspectiva de explotación Casique, (2007); de Oliveira y Ariza, (1999); León, (2001); Bergareche (2004, 2006) y Corsi, (2006 ) ya que se constata que cuando las cónyuges reciben ingresos similares o superiores, el varón siente amenaza-‐‑ do su papel de proveedor principal, su autoridad en la familia y su masculini-‐‑ dad, situación que ha desencadenado violencia y opresión hacia las mujeres, ocurriendo con más frecuencia y exacerbación cuando la mujer es la única proveedora económica (Zapata, et al; 2002; García, 2007; Ariza y de Oliveira, 2007; Ramírez, 2005). La repercusión emocional de la violencia en la vida de las mujeres y sus familias en los estudios citados ha sido sobreentendida pero no ha sido motivo de un análisis exhaustivo. Los hallazgos en este estudio abonan a la comprensión del sometimiento, visto como una ausencia de negociación y evi-‐‑ dencia cómo la experiencia emocional direcciona las respuestas en torno a la negociación. El componente afectivo que tiñe la identidad de las mujeres con empo-‐‑ deramiento escaso son la culpa, el miedo, la indiferencia, la apatía y resigna-‐‑ ción, estos sentimientos las mantiene en una posición de sumisión no sólo ante la pareja, sino ante ellas mismas, descalificando su potencialidad, derechos y deseos en el curso de su vida personal y familiar. La sexualidad y la economía son áreas de experiencia donde la violencia es más aguda y visible, en esa esfe-‐‑ ra se manifiesta la expresión más clara de poder, utilizado como recurso correc-‐‑ tivo, obedeciendo al sentido de propiedad que subyace a la idea de familia y límites privados. Se observa la persistencia de una dinámica y organización familiar tra-‐‑ dicional, donde la división sexual del trabajo y de las emociones obstaculiza la conciliación de la identidad femenina como trabajadora/esposa. El cambio de dirección en la vida de sus hijos es casi imposible, las repercusiones de las emo-‐‑ ciones victimizantes tiñen los espacios parentales, asignando roles a los hijos como cuidadores y auxiliares en la economía familiar y trabajo doméstico, ha-‐‑ llazgo que coincide con las investigaciones de González (2000) y Adato et al. (2000). Así como la jornada doble aparece también la culpa por duplicado, al interpretar su retiro al trabajo como una responsabilidad pero paradójicamente 143
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se interpreta como abandono e irresponsabilidad para su rol materno, la iden-‐‑ tidad maternal que las asfixia también las salva. Esta complejidad cognitiva y emocional las mantiene en una impasse, que se traduce en indiferencia, impo-‐‑ tencia, apatía y angustia. Haciendo eco de la perspectiva de explotación los resultados en este grupo de mujeres confirman esa mirada teórica, las nociones tradicionales de género sobre la maternidad como vocación, el ejercicio de la sexualidad como obligación, el matrimonio como objetivo principal de vida, se filtran negativamente en la identidad, permanecen inamovibles, atando a la mujer/pareja restringiendo su vida y posibilidades de desarrollo. En cuanto a las mujeres con empoderamiento parcial, la dinámica de pareja se vuelca más hacia la simetría pero con carácter rígido, con márgenes de maniobra más elevada pero sin llegar a impactar en un bienestar personal. Su-‐‑ mando a las emociones que se han descrito con anterioridad aparece el enojo, esta emoción es fundamental para proveer de energía que movilice hacia el cambio. Aparece un sentimiento de inconformidad que se anuncia con escala-‐‑ das de violencia como mecanismo de negociación, por ejemplo en el área sexual y económica se asoma una resistencia a mantenerse en una posición pasiva, la denuncia legal, las separaciones y abandonos son parte de los mecanismos que utilizan para negociar. Sin embargo estas estrategias no alteran significativa-‐‑ mente sus apreciaciones sobre los papeles genéricos, emerge un poder discreto en cuanto a la división sexual del trabajo, la idea de que son las únicas respon-‐‑ sables de que todo marche bien en el hogar empieza a discrepar, asumen las decisiones reproductivas, vivir sin el amparo de un hombre lo integran como una posibilidad de crecimiento y no como amenaza a su supervivencia. Los cambios en la dinámica y organización interna de la familia en el colectivo de empoderamiento efectivo, dejan ver los efectos positivos del rol laboral de la mujer como elemento significativo donde estos cambios tienen lugar. Los hallazgos encontrados confirman la perspectiva de integración, es decir el impacto positivo de elementos como la educación, la promoción labo-‐‑ ral, ganancias económicas, la formación, el estatus marital y la condición migra-‐‑ toria, en una mayor capacidad de negociación con la pareja (Barret y Phillips, 2003; Arriagada, 1994; Ariza y de Oliveira, 2007; Kabeer, 2005). En este trabajo los definimos como factores potenciales externos, por el efecto que tienen al llevar a la mujer a cuestionar, desafiar y transformar las nociones de género tradicionales. Aún cuando los roles asociados con el desempeño de los trabajos reproductivos (labores domésticas y crianza de los hijos) han sido menos sus-‐‑ ceptibles al cambio (Badinter, 2003; Bobino, 2002, Ariza y de Oliveira 2001), los resultados coinciden con los hallazgos de Rojas (2007) y González (2000), ob-‐‑ 144
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servándose una mayor participación de los hombres en el cuidado y recreación de los niños, reparación de la casa y trámites administrativos, así como en la toma de decisiones sexuales y reproductivas. El poder de las mujeres no sólo afecta su bienestar personal, ha impactado en un cambio de dirección en la vida de sus hijos, trascendiendo ellos los límites educativos a que ellas estuvieron sujetas. El aporte económico es corresponsabilidad y se interpreta como creci-‐‑ miento individual y familiar. El punto de vista de Amartya Sen (2000) corrobora lo que se ha ex-‐‑ puesto en los puntos anteriores cuando señala que el poder de las mujeres tien-‐‑ de a aliviar el descuido de los niños y la mortalidad, lo mismo que ha reducir la fertilidad y la sobrepoblación, y en términos más generales tiende también a ampliar el alcance del interés y preocupación por sus problemas sociales Finalmente y como ya señalaron Kinnair y Hall (1996), a lo largo de nuestro estudio se constata: (1) Que los procesos de desarrollo turístico y las actividades relacionadas con el turismo surgen de sociedades determinadas por el género; (2) Las relaciones de género configuran y a la vez son configura-‐‑ das por las prácticas de todas las sociedades; (3) Las relaciones de poder que rodean los procesos de desarrollo turístico representan una prolongación de las políticas de las relaciones de género. Propuestas de acción e intervención 1. Atender la importancia que tiene la perspectiva de género de ser introdu-‐‑ cida de manera total en los trabajos de género y todas las políticas públicas de-‐‑ ben ser abordadas en el tema trabajo de la mujer, porque es un tema clave y central en la consecución de metas en el empoderamiento. 2. Diseñar estrategias para obtener información puntual de indicadores so-‐‑ ciodemográficos por género, ya que ello dificulta elaborar diagnósticos dirigi-‐‑ dos y adecuados al sector turístico. 3. Fortalecer la capacidad de gestión del sector productivo para que las muje-‐‑ res que trabajan en este sector accedan a mayores niveles educativos. Esta ac-‐‑ ción es fundamental, para avanzar hacia el empoderamiento efectivo. 4. La legislación que constituye beneficios y responsabilidades de las trabaja-‐‑ doras, debe tomar en cuenta las particularidades de las mismas. 5. El sistema laboral debe romper las fronteras que delimitan el territorio público del privado. Atender la violencia, sensibilizarse ante la situación de mujeres migrantes, tomar consciencia de los múltiples roles y funciones que las mujeres desempeñan en la cotidianidad. 145
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6. Los proyectos pueden formar una conciencia que busque relaciones más equitativas entre los géneros. Por ejemplo que busque ayudar/aliviar el trabajo doméstico con servicios del Estado, implementando estrategias que integren al hombre a participar de las responsabilidades en el bienestar social, o que bus-‐‑ quen abolir formas institucionalizadas de discriminación de la mujer en los derechos laborales, o que busquen la libertad de elegir el manejo del cuerpo de la mujer, en sus opciones de maternidad, sexualidad y aborto 7. El escenario turístico debe ser punto de partida para el surgimiento de lazos de solidaridad, el desarrollo de la conciencia del papel productivo y el desarrollo de actividades y habilidades organizativas, ya que nuestro contexto emplea al 80% de la población femenina. 8. El reto entre equidad y desarrollo no es fácil de resolver, especialmente a niveles operativos. Los logros económicos articulados con logros políticos y sociales serán el equilibrio necesario para avanzar hacia una sociedad más de-‐‑ mocrática. 9. Atender las demandas emocionales de las mujeres y sus familias mediante la atención psicológica individual o de grupo a través de la contratación de profesionales del área o pago subrrogado. De no ser posible, gestionar con insti-‐‑ tuciones de gobierno y universidades el apoyo en este sentido. Formación de grupos de autoayuda (reuniones semanales para compartir problemas, apoyar-‐‑ se emocionalmente y buscar soluciones). 10. Impulsar mejoras en la atención de la salud a través de servicios médicos para las mujeres que no son empleadas de base, así como a sus familiares cerca-‐‑ nos (esposo, hijas/os). Apoyar con aspectos de apoyo concreto como comprarles vendas o medias especiales para evitar las várices y programar descansos regu-‐‑ lares a lo largo de las jornadas laborales. 11. Los empleadores deben facilitar las condiciones de tiempo y económicas para que los servicios arriba señalados puedan ser implementados. Propuestas para futuras investigaciones 1. Adentrarse en el estudio de riesgo de exclusión social de las mujeres traba-‐‑ jadoras en condiciones altamente precarias. 2. Proponer el enfoque de empoderamiento efectivo como referente sustancial para el diseño de políticas planes y programas públicos. 3. Complementariedad metodológica en la investigación sobre género, desa-‐‑ rrollo y trabajo, incluyendo diseños de tipo cuantitativo a través de cuestiona-‐‑ rios en diferentes intersectores, o dentro de un mismo sector de diferentes profesiones. 4. Estudiar el punto de vista de los empresarios y las empresarias de hotelería 146
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sobre las condiciones en las que se encuentran sus empleadas y sus potenciali-‐‑ dades de mejorarlas o no. 5. Establecer una investigación longitudinal para saber la evolución de las condiciones laborales y personales de las mujeres estudiadas. 6. Incluir el punto de vista de los varones referidos en situaciones similares para evaluar los aspectos estructurales de los propios y de las condiciones entre los géneros. Referencias bibliográficas Adato, M., de la Brière, B., Mindek, D. y Quisumbing, A. (2000). Final report: The impact of PROGRESA on women'ʹs status and intrahousehold relations. Recuperado de: http//www.fao.org/docrep/006/y4940e/y4940e0f.htm Agulló, E. (1997). Jóvenes, trabajo e identidad. Oviedo, España: Servicios de publi-‐‑ caciones de Oviedo. Agulló, E. y Ovejero, A. (Coords.). (2001). Trabajo, individuo y sociedad. Perspectivas psicológicas sobre el futuro del trabajo. Madrid, España: Pirámide. Ariza, M. y de Oliveira, O (2007). Familias, pobreza y desigualdad social en Latinoamérica: Una mirada comparativa. Estudios Demográficos y Urbanos, 22 (1) 15-‐‑35. Ariza, M. y de Oliveira, O. (2001). Familias en transición y marcos conceptuales en redefinición. Papeles de Población, 28, 9-‐‑39. Arriagada, I. (1994). Transformaciones del trabajo femenino urbano. Revista CEPAL, 53 (2), 18-‐‑35. Badinter, E. (2003). Hombres / Mujeres. Como salir del camino equivocado. Argenti-‐‑ na: Fondo de Cultura Económica. Banco Mundial. (2006). Hacia la integración de género en el desarrollo económico mediante la igualdad de derechos. Alfaomega. Barret, M. y Phillips, A. (2003) . Desestabilizar la teoría: debates feministas contem-‐‑ poráneos. México: Paidós. Bergareche, A. (2004). Tiempos de ambivalencia: discurso político, violencia e identidad laboral en Ciudad Juárez. En: de la Torre Barrón A., Ofeda Cárdenas R. y Maya Ambía C.J. (Coords.), Construcción de género en sociedades con Violen-‐‑ cia: Un enfoque multidisciplinario. México: Porrúa. Bergareche, A. (2006). The roots of autonomy through work participation in the Northern Mexico border region. En: Mattingly, D. y Hansen, H. Women and change at the US-‐‑Mexico border: Mobility, labor and activism. Tucson: University of Arizona Press. Bonino, M. (2002). “Los varones ante el problema de la igualdad con las mujeres” en Lamas, C. (Ed.) ¿Todos los hombres son iguales?: Identidad masculina y cam-‐‑ 147
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CAPÍTULO VI: MADRES SOLAS, ¿EXCLUIDAS/INCLUIDAS SOCIALMENTE? María del Carmen Pérez González, José Carlos Cervantes Ríos INTRODUCCIÓN El presente capítulo es un reporte de investigación donde se presentan los re-‐‑ sultados tras haber entrevistado a profundidad a 20 madres solas en 2011, para conocer sus experiencias sobre su inclusión/exclusión social. Ellas se encontra-‐‑ ban en tres situaciones: a) madres solteras, b) viudas y c) divorciadas/separadas residentes en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) del estado de Jalis-‐‑ co, México. El rango de edades de las participantes fue de 20 a 56 años, con una cantidad de hijos entre uno y cinco. Algunos hallazgos fueron que para el me-‐‑ dio social sí es importante el estado civil, ya que las viudas no son rechazadas, aunque para ellas mismas no tenga relevancia. El factor decisivo para mayor o menor grado de inclusión social, dependió de las redes sociales y/o familiares, así como de las concepciones que estos grupos tenían del término “madre solte-‐‑ ra”. El capítulo se encuentra estructurado en cuatro apartados. Primeramen-‐‑ te se abordan los términos de exclusión e inclusión social relacionados con el concepto de género. En un segundo momento, se describen las características de la metodología del estudio. Posteriormente se presentan los resultados princi-‐‑ pales conforme a las dimensiones estudiadas y finalmente, se hacen algunas reflexiones a manera de conclusión. Exclusión/inclusión social desde el género El origen del término exclusión social se remite al año 1974 cuando Le-‐‑ noir –en su papel de funcionario y asesor del gobierno francés en ayuda a paí-‐‑ ses africanos– lo empleó para referirse a las personas que por sus circunstancias de vida quedaban sin la posibilidad de ejercer sus libertades y derechos como ciudadadanas/os (en Rubio, 2010). A partir de este concepto, la Unión Europea reconoce el problema en su propio territorio, con algunas ramificaciones que lo componen tanto en su vertiente económica como sociocultural: la pobreza, sis-‐‑ tema de pensiones insuficiente para sus ancianas/os, la cobertura de servicios médicos, rezago de viviendas, la marginación educativa y crediticia, así como la necesidad de integrar a la población inmigrante y a las personas con discapaci-‐‑ dad (Comisión Europea, 2009). 151
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En esta dirección, Rubio (2010, pp. 328 y 329) define la exclusión social como “…la negación del ejercicio efectivo de los derechos y oportunidades que conlleva la condición de ciudadano o ciudadana, y que están ampliamente re-‐‑ cogidos en las constituciones de los países occidentales…”. Sin embargo, esta condición no es inamovible, sino que puede entenderse como un proceso diná-‐‑ mico. Por ejemplo, Calvo (2006) concibe la exclusión/inclusión como un solo proceso histórico que puede acercarse a un extremo o al otro, en función tanto de las condiciones materiales y culturales de vida de cada sociedad, como de lo que hagamos las y los involucrados –miembros de las familias, amistades, veci-‐‑ nos, comunidad, organizaciones de la sociedad civil y el Estado–. Si bien reconocemos que la exclusión social se presenta en diversas po-‐‑ blaciones15 por distintas razones –de género, religiosas, raciales, clasistas, mi-‐‑ gratorias, de edad, entre otras–, es la combinación de estas características lo que propicia su mayor o menor afectación. En este capítulo retomaremos únicamen-‐‑ te la variable de género como elemento central de análisis, asumiendo que el resto de los factores interactúan en la realidad de maneras múltiples y dinámi-‐‑ cas entorno a éste. Existen estudios previos para la decisión que hemos tomado: desde quienes han indagado la violación a sus derechos humanos por ser niñas (Cen-‐‑ tro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género, 2008), mujeres por su condición de inmigrantes (Campani, 2010) o la mayor cantidad de mujeres que viven en situaciones de pobreza (Mota, 2006), todos estable-‐‑ ciendo la importante relación entre exclusión y género. De hecho, la Sendotu16 (2010) considera al género como uno de los cuatro ejes sobre los que se articulan las desigualdades sociales17. La exclusión social como fenómeno no es nuevo sino producto de una serie de mitos que han sido dirigidos a grupos específicos para cometer abusos de todo tipo. En ese histórico, las mujeres acusadas de brujería y los homose-‐‑ xuales han sido ejemplos lamentables en el pasado. Lo trágico de la situación es que tales aspectos sólo se renuevan en las formas, pero los contenidos permane-‐‑ cen como ya lo reportaba Szasz (2006). 15 Por esta razón existen diversos estudios al respecto en distintos ámbitos: En la criminología (Diez, 2011), cuidado de enfermos (Martínez, 1998), en educación (Rojas, 2008), en el trabajo asala-‐‑ riado Pérez y Mora (2006), por mencionar algunos. 16 Es un proyecto de la Comunidad Autónoma Vasca que busca fomentar la igualdad entre hom-‐‑ bres y mujeres y la inclusión social. 17 Los otros tres corresponden a la edad, origen y/o etnia y discapacidad.
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Desde esta óptica, las mujeres han sido siempre incluidas, pues sin ellas toda forma de organización social no sería posible (Bas y Amador 2010). Se le incluye, pero para abusar de su trabajo. Al ejercer un control sobre sus cuerpos y sus libertades, se les asignaron por siglos las tareas reproductivas que cum-‐‑ plían y cumplen para el funcionamiento del sistema social (Federici, 2011). Des-‐‑ de el punto de vista de los derechos humanos, las mujeres han sido excluidas para ejercerlos –políticos, de propiedad, civiles, sociales, entre otros– total o parcialmente (Simón, 2008). La exclusión social entendida como proceso, ha sido clasificada en di-‐‑ versas zonas por Castel y Tezanos (en Rubio, 2010) que retoman esta idea com-‐‑ plementándola con una adaptación hecha a una serie de factores y circunstancias, mismas que se muestran en la siguiente tabla, y que pueden servirnos como guía en el análisis de los datos. Tabla 1 Zonas identificadas en el proceso de exclusión social Zona de Zona de Zona de Zona de Integración Vulnerabilidad Asistencia Exclusión Situación Empleo estable o Empleo precario Desempleo Inempleabilidad laboral fijo o inestable Ámbito Empresas y activi-‐‑ Empresas o Aportaciones Aleatoriedad de económico dades estables y actividades públicas regla-‐‑ ingresos con futuro económicas mentadas o inestables o en beneficencia crisis. Economía sumergida Situación Fuertes redes Fragilidad rela-‐‑ Carencias rela-‐‑ Aislamiento relacional familiares y socia-‐‑ cional. Indivi-‐‑ cionales com-‐‑ social les dualismo pensadas por iniciativas asisti-‐‑ das de inserción Sentimientos Seguridad, con-‐‑ Miedos, incerti-‐‑ Fatalismo, falta Desesperación, fianza en el futuro dumbres de perspectivas anomia Actitudes Conformismo. Desconfianza, Protesta. Resig-‐‑ Desviación. básicas Emulación inseguridad nación Pasividad. Violencia. Re-‐‑ beldía Factores de Inestabilidad eco-‐‑ Crisis familiares, Alcoholismo, Enfermedades, riesgo nómica, enferme-‐‑ ruptura de soli-‐‑ drogadicción, accidentes, dades, daridad de gru-‐‑ depresión, ais-‐‑ delitos, suici-‐‑ incertidumbres po, fracaso lamiento, clausu-‐‑ dios, etc. ante la vida, etc. escolar, inadap-‐‑ ra social, etc. tación cultural, minusvalías Fuente: Rubio 2010, p.334
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Si aplicamos el enfoque de género a cada una de estas situaciones, ve-‐‑ mos que hay una relación clara donde se muestra la desventaja social en que se encausa la vida de las mujeres. Por ejemplo, sobre la situación laboral vemos que existe una tendencia a ubicarlas en las zonas que van de la vulnerabilidad a la exclusión, como lo han documentado varias autoras (Ochoa, 2007; García y De Oliveira, 2006) con empleos precarios o sin ingreso alguno en varias ciuda-‐‑ des de México. Respecto a un entorno empresarial estable, en nuestro país, por perte-‐‑ necer a las naciones consideradas en vías de desarrollo, las empresas suelen ser más inestables y estar a expensas del capital extranjero, y por tanto más vulne-‐‑ rables a los cambios de un mercado globalizado. Las mujeres en estas condicio-‐‑ nes sacan adelante con mayores esfuerzos y desgaste a sus hijas/os y familiares sin recursos económicos suficientes, en condiciones adversas. (O’ Neill, 1998) El género no sólo impacta la esfera económica, sino también el mundo de los afectos. En este sentido Enriquez (2009) ha encontrado que mujeres vi-‐‑ viendo en situaciones de pobreza en zonas urbanas de México, manifiestan haber experimentado emociones negativas como tristeza, enojo, intranquilidad y miedos producto de un sistema social injusto que las pone en desventaja en comparación con sus compañeros varones. Sobre el rubro de las actitudes tendientes a la disminución de la autoes-‐‑ tima, en otro estudio descubrimos (Cervantes y Pérez, 2009) que en una comu-‐‑ nidad de Jalisco, las mujeres –como integrantes de una familia– ponían sus necesidades al final, luego de las de sus hijos y parejas. Finalmente, de los factores de riesgo consideramos la disolución fami-‐‑ liar como fundamental en la vida de muchas mujeres, quienes encuentran sen-‐‑ tido a su vida dentro de este grupo. Este rompimiento familiar no debe considerarse como elemento aislado de los anteriores, es un eje articulador del resto, de acuerdo a los propósitos de este estudio, por lo que amerita un espacio para definirlo, como son las madres solas como cabezas de familias. Familias de madres solas En el apartado anterior, se abordó cómo las mujeres han sido incluidas en un sistema patriarcal para abusar de ellas y excluidas en sus derechos como ciudadanas. Sin embargo, resulta necesario especificar cuál es la función que han cumplido en el engranaje social. Para responder a esta interrogante, es ne-‐‑ 154
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cesario pensarlo desde su papel en el ámbito privado, ya que estas mujeres no son sólo individuos con significados y prácticas para sí mismas, sino que son parte de un grupo más inmediato del cual se les ha hecho responsables: la fami-‐‑ lia. Existen dificultades en la definición del término familia. Por ejemplo el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) hace una fusión entre este concepto con el de hogar, para nombrarlo hogar familiar, el cual define como un espacio “…en el que por lo menos uno de los miembros tiene relación de parentesco consanguíneo, putativo o de afinidad con el jefe del hogar” (INEGI, 2005 p. 151). De esta fusión entre integrantes de una familia y compartir un techo común, el INEGI hace sus propias clasificaciones en hogares familiares y no familiares. Los primeros se subdividen a su vez en: nuclear, ampliado, com-‐‑ puesto, unipersonal y corresidente (INEGI, 2010). Es en el primer tipo que se incluye a las familias monoparentales, un error desde nuestro punto de vista porque invisibiliza distintas situaciones al interior de este grupo. Por su parte, Naciones Unidas –quien concuerda con la clasificación del INEGI– define la familia monoparental como “…una variación de la familia nuclear de un solo adulto, compuesta por una madre o un padre y uno o varios hijos” (En Paz y Sahuquillo, 2010, p. 116). Si bien en términos operativos es una conceptualización clara, también muestra una parte difusa, porque no especifica que la mayoría de estas familias están encabezadas por madres, lo que lleva nuevamente a invisibilizar realidades distintas. En México, la manera de dar seguimiento a esta realidad es a través del conteo de hogares con jefatura femenina. De este concepto se deriva que, de acuerdo al último censo nacional de población, 25% de los hogares está a cargo de una mujer (INEGI, 2010), lo que significa la cuarta parte de ellos. En Jalisco se encontró (Pérez y otras, 2008) que cuando las mujeres estaban en esta situa-‐‑ ción, era regularmente por viudez, divorcio, separación o soltería. Datos simila-‐‑ res se encontraron a nivel nacional (INEGI, 2005). Éste es el foco de interés de la presente investigación. Es indudable que nuestro país se ha transformado por los cambios eco-‐‑ nómicos y políticos que repercuten en las formas en que los miembros de una
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familia enfrentan las dificultades diarias18. En las últimas cuatro décadas, los procesos de modernización y globalización han influido en las estructuras de las familias mexicanas y se presenta una creciente heterogeneidad – especialmente en las áreas urbanas–. Como prueba de ello, a continuación se muestra en la tabla siguiente la relación directa entre el estado civil y edad de las mujeres para describir su fecundidad. Tabla 2. Promedio de hijas/os nacidos vivos de mujeres entre 15 y 49 años de edad por estado conyugal en 2010. Estado conyugal 15-‐‑19 25-‐‑29 35-‐‑39 45-‐‑49 Viudas, divorciadas y separadas 1.0 1.9 2.8 3.6 Casadas/Unión libre 0.7 1.9 2.6 3.3 Solteras 0.0 0.3 0.8 1.1 Fuente: INEGI (2012)
Como se observa, existe una tendencia en aumento del índice de natali-‐‑ dad en las tres categorías en relación a sí mismas en base a la edad. Lamenta-‐‑ blemente el INEGI agrupó a viudas, divorciadas y separadas, decisión con la que no estamos de acuerdo porque invisibiliza situaciones en distintas circuns-‐‑ tancias. Un dato relevante a resaltar es que la mayoría de las mujeres con hi-‐‑ jas/os no están casadas o viven en unión libre, sino que son madres solas. A las familias monoparentales –por estar en su mayoría a cargo de mu-‐‑ jeres– Rubio las denomina monomarentales (2010, p. 344), término que refleja una mayor precisión. En este estudio se entiende como familia monomarental aquella en la que la madre es la responsable de cubrir las necesidades materia-‐‑ les y formativas del/la hijo/hija. Pueden tener o no contacto con el padre, y vivir en una sola vivienda o compartirla con otras personas, lo cual no modifica sus-‐‑ tancialmente su condición social. Retomamos las tres causas o “rutas de ingre-‐‑ so” tradicionales19 a la monomarentalidad: a) por divorcio o separación, b) por ser madre soltera y c) por viudez (Barrón, 2002). Por divorcio o separación. En ambos casos se da la disolución matrimo-‐‑ nial, pero en el primero, se legaliza ante un juzgado civil. Mientras que en el segundo lo hacen sin la autorización de un juez, tomando esta decisión y lle-‐‑ vándola a la práctica. Sin embargo, la monomarentalidad por divorcio puede significar cosas distintas según se trate, si fue el hombre o la mujer quien deci-‐‑ dió la disolución del vínculo. En ambas alternativas es un problema, pero se Si bien México es un país diverso por sus estratos sociales, regionalismos, población indígena, entre otros; todo el territorio se ha visto afectado de maneras diversas e intensidades distintas. 19 En el apartado de la Metodología se aclaran las razones de por qué se optó por esta clasificación. 18
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agrava si no fueron ellas quienes tomaron la decisión. Madres solteras. Deciden ser madres solas y desde el momento de la con-‐‑ cepción del hijo/a sabían que no estaría el padre. Unas lo hacen por retener a la pareja y no funciona o el caso contrario, quedaron embarazadas esperando que así el padre del hijo/a se comprometiera con ellas, lo que tampoco ocurre. Otras más son engañadas por la pareja comprometiéndose a formalizar la unión, pero tras el embarazo son abandonadas. Las que tienen como objetivo el embarazo no quieren legalizar la relación o vivir juntos a pesar de que la pareja sí quiera. Viudas. Esta circunstancia no se da por elección, sino por la muerte de la pareja. Aquí se presentan dos variantes obedeciendo a las causas de la pérdida. Cuando es por enfermedad, existe un proceso de duelo; en tanto que si se trata de una muerte repentina, la situación es inesperada y no se tiene el tiempo de asimilación de ningún orden. A diferencia de las madres solteras o aquellas divorciadas por propia decisión, las viudas llegan a la monomarentalidad en desventaja evidente. Hasta aquí hemos reflexionado sobre qué es la exclu-‐‑ sión/inclusión social como proceso, cómo se relaciona con las familias monoma-‐‑ rentales y su relación con el enfoque de género de manera breve. A continuación exponemos las decisiones metodológicas del estudio y sus argu-‐‑ mentaciones. Metodología Como se mencionó anteriormente, queríamos comprender los procesos que tienen las madres que no viven con el padre de sus hijos, por lo que se diseñó un estudio bajo la lógica cualitativa. Se optó por entrevistas a profundi-‐‑ dad por considerar que era la ténica más adecuada para los objetivos de la in-‐‑ vestigación. Para elegir un muestreo intencional, se escogieron a 20 mujeres entre 20 y 56 años que se consideraban a sí mismas madres solas, con distintos estados civiles (viudez, divorcio, separación y madres solteras) y características diversas que nos permitiera encontrar diferencias entre ellas, tanto individuales como culturales y sociales. Al momento de las entrevistas no se encontraban viviendo con una pareja estable y tenían hijos en diferentes etapas del desarro-‐‑ llo. Las tres dimensiones estudiadas fueron: a) Experiencia que tuvieron al convertirse en madres solas; b) Relación afectiva-‐‑económica de ellas y sus hi-‐‑ jos/as con los padres; y c) Vida actual en pareja y sus expectativas. La primera dimensión se explica porque en el análisis de las experiencias contadas se des-‐‑ 157
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cubre la percepción de sí mismas como mujeres socialmente exclui-‐‑ das/incluidas. La segunda, sirve para conocer el mayor o menor vínculo de apoyo recibido de su expareja, lo que repercute en las dificultades o facilidades para sacar adelante a los hijos/as, determinando el grado de inclusión/exclusión. Por último, la tercera dimensión se refiere a la posibilidad de recons-‐‑ truir su familia con otra pareja, pasando a otro grado de inclusión social. Como criterios de delimitación metodológica, no se entrevistaron a madres solteras que tuvieran algún/a hijo/a y que en ese momento vivieran con pareja. Tampo-‐‑ co se consideraron a mujeres que no se aceptaran o reconocieran como madres solas a pesar de que hubiera condiciones concretas para pensarlo, es decir, sólo se incluyeron a aquellas que tuvieran condiciones objetivas de maternidad (bio-‐‑ lógica y legal) y que además se percibieran como tales en su identidad psicoló-‐‑ gica. Además de cumplir con estos requisitos, se consideró su voluntad para ser entrevistadas. En seguida se presentan algunas características de las madres solas que participaron en el estudio. Los estados civiles de las mujeres se presentaron combinados y varia-‐‑ dos. Por ejemplo, del total de 20, diez eran madres solteras, nunca se casaron, una de ellas vivió de forma temporal en unión libre. Tres eran divorciadas con hijas/os de su matrimonio y tuvieron un/a hijo/a después del divorcio con otra persona con quien no se casaron. Tres más divorciadas con hijoas/os únicamen-‐‑ te del ex esposo. Otra separada que estaba tramitando su divorcio. Una más con un periodo mayor a los diez años de separada y no había pensado en divorciar-‐‑ se. Dos eran viudas, una tenía un niño de tres años y la otra era adolescente cuando se convirtió en madre y tiempo después enviudó. Desde el punto de vista estadístico, la moda encontrada fue la edad de 28 años. En el grupo de mujeres entrevistadas de 20 a 29 años, cinco eran ma-‐‑ dres solteras, en el siguiente grupo de edad de 30 a 39 años las divorciadas su-‐‑ peraban a las anteriores y en las de 40 años o mayores estaban separadas o viudas, lo que muestra algunos cambios en las formaciones familiares relacio-‐‑ nados con la edad, como se indica la tabla 3. 158
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Tabla 3. Edades, estado civil y número de madres entrevistadas Rango de edades 20 a 29 años 30 a 39 años 40 años o más Total Fuente: Elaboración propia
Estado civil Madres solteras Madres solteras Divorciadas Separada Viuda
Cantidad Cinco Cinco Siete Una Dos Veinte
Por su parte, respecto al número de hijos, la mayoría de las madres sol-‐‑ teras tenían uno solo, las divorciadas se ubicaron en los rangos de uno, dos y tres; mientras que el caso de la mujer que tenía cinco hijos vivió en unión libre con dos parejas distintas.
Tabla 4. Estado civil y número de hijas/os de acuerdo al tipo de madre sola. Número de hijas/os Uno
Dos Tres
Cinco Fuente: Elaboración propia
Estado civil Siete solteras Dos divorciadas Una viuda Dos solteras Tres divorciadas Dos divorciada Una separada Una viuda Una soltera
La relación de la edad de la madre al tener su primer hija/o con el esta-‐‑ do civil muestra que eran menores de 20 años. La mayoría estaba soltera, aun-‐‑ que una de ellas era casada. Dentro del grupo de mujeres entre 20 y 29 años estuvieron casadas principalmente y en segundo lugar en este rango encontra-‐‑ mos a las madres solteras. Las que tuvieron el primer hijo/a después de 30, lo hicieron como solteras. Tabla 5. Edades y estados civiles cuando dieron a luz a sus hijas/os. Rangos Edad de las madres Edad de las madres casadas solteras Menos de 20 años 17,18, 18 19 De 20 a 29 años 21, 20, 29, 21 22, 21,25,21,21,29,22, 23,20 30 ó más 33, 30, 34 Fuente: Elaboración propia
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En las entrevistas realizadas a madres con hijas/os en edad preescolar se encontró que en dos casos fueron madres adolescentes, pero en el tiempo que realizamos el estudio tenían más de 20 años, se tomaron como madres adultas con hijas/os mayores a los tres años. Diversas autoras (Barrón, 2002; Iglesias en Paz y Sahuquillo, 2010) consideran como madres solas los casos en que las mu-‐‑ jeres se encuentran como responsables de la crianza de los hijos por migración temporal de sus parejas, por enfermedad o por encarcelamiento del padre; pero para este estudio no se eligieron porque no se encontraban unidos por causas externas a su deseo, mantienen una relación con el padre y en ocasiones apoyo. Sin pretender hacer generalizaciones, se realizó el presente estudio con madres solas. Reconociendo la existencia de hombres a cargo de sus hijas/os, son más las mujeres quienes lo hacen frecuentemente20 (Rubio, 2010; Paz y Sahuquillo, 2010) como ya lo habíamos abordado con anterioridad. También dejamos fuera a las madres adolescentes por tener características especiales que merecerían estudios específicos, debido a su condición social y expectativas sobre ellas. Resultados Los resultados están presentados conforme las tres dimensiones señala-‐‑ das en el apartado de metodología, es decir, la experiencia que tuvieron de con-‐‑ vertirse en madres solas, las relación afectiva-‐‑económica de ellas con los padres de sus hijas/os y sus relaciones actuales de pareja con sus expectativas. Sin em-‐‑ bargo, antes de comenzar con estos apartados, consideramos necesario describir algunos de los recursos materiales con los que contaban, para contextualizar sus condiciones de vida. Condiciones económicas Por lo que respecta a la vivienda, las madres solteras –especialmente las jóvenes– vivían en casa de sus padres. Las razones eran que la mayoría de ellas requerirían el apoyo económico de su familia y del cuidado de las/os hijas/os. Estas ayudas de los padres les permitían tener cierta independencia. Por el con-‐‑ trario, las que tenían más edad –independientemente del estado civil–, contaban con su propia casa y en muchas ocasiones la madre o algún otro familiar vivía con ellas y se prestaban diferentes apoyos, sobre todo en el terreno de los cui-‐‑
De hecho en nuestra investigación encontramos a dos padres solos, pero sus hijas/os eran cuida-‐‑ das/os por la madre y hermanas de ellos.
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dados. La propiedad de la vivienda se observaba en las de mayores edades o que estaban divorciadas. En el caso del empleo, todas las mujeres se encontraban trabajando. Só-‐‑ lo una de las jóvenes estaba estudiando para terminar su carrera, los padres le cuidaban al hijo y pagaban sus gastos de manutención. Los trabajos que desempeñaban eran de lo más variados: dos en labores domésticas, una contaba con un pequeño negocio, cuatro más como profesionistas y las demás laboraban como empleadas o secretarias. Todas refirieron que tener ingresos propios era fundamental en su economía familiar. Convertirse en madres solas Los caminos por los que llegaron a convertirse en madres solas fueron distintos. Sin embargo, pudimos clasificarlos básicamente en dos: circunstancia-‐‑ les y por decisión propia. De la primera categoría, en ocasiones el embarazo no era deseado, pero una vez que se dieron cuenta, lo aceptaron. En otras más, fue la muerte de la pareja lo que las llevó a sostener la crianza de sus hijos y hacerse responsables de su manutención económica; otras fueron abandonadas por sus parejas. Finalmente, quienes sí tomaron la decisión se subdividían en dos: quie-‐‑ nes tuvieron problemas con su pareja y prefirieron criar a sus hijas/os ellas solas o quienes ‘simplemente’ deseaban embarazarse y buscaron la manera de conse-‐‑ guirlo. El grado de aceptación social de las viudas fue el más alto, ya que no se les culpaba por su situación. Incluso se les percibía con cierta carga de lástima, tanto a las mujeres como a sus hijas/os. No obstante, existían otras circunstan-‐‑ cias en que se las excluía, ya que por ejemplo no eran invitadas a los grupos o reuniones sociales donde antes asistían con sus maridos. El motivo de esta reac-‐‑ ción era porque las veían como “amenazantes” por la posibilidad de estar en la búsqueda de una nueva pareja, especialmente cuando eran jóvenes. Otras dos viudas no tuvieron más hijas/os a pesar de su juventud. Cabe aclarar que en ocasiones el estado civil se combinaba, como fue el caso de mujeres que siendo divorciadas con hijas/os de su primera relación, luego tuvieron más descendencia en relaciones temporales que no legalizaron, y registraron al nuevo/a hijo/a como madres solteras. Una interpretación de esto es que al tener el antecedente de la separación, la única certeza emocional debe-‐‑ ría corresponder a su relación legal con su descendencia. 161
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De las divorciadas, encontramos casos en los que ellas no lo deseaban sino sus maridos, por lo que no tuvieron opción. En otros casos, ellas lo solicita-‐‑ ron y optaron seguir solas con la crianza de sus hijos/as. Estos procesos se pre-‐‑ sentaban de forma similar en las mujeres separadas o en las que vivieron en unión libre. También encontramos que tres de las cuatro mujeres divorciadas tuvieron al menos otra/o hija/o de otra pareja con la que no estuvieron casadas. Respecto de las causas referidas: las separaciones o divorcios fueron por infide-‐‑ lidad del esposo o pareja, por dificultades económicas y en uno de los casos por adicciones. En otros casos, como el que a continuación se ejemplifica, era una combinación entre desgaste emocional, reparto desigual de obligaciones en casa, falta de tiempo, libertad y dinero. Yo estuve casada por tres años y cuando mi niña estaba pequeña de 5 ó 6 meses, me separé de mi esposo porque estaba cansada que las obligaciones las tenía yo, ya que él sí podía salir con sus amigos, ir con su mamá y yo siempre cuando no estaba trabajando en la empresa, en la casa y en ocasiones hasta ni dinero me daba (Divorciada) Las que se divorciaron comentaron haberse separado antes varias veces e hicieron diversos intentos por conservar su matrimonio, sin éxito. Algunas han tenido dificultades con el cambio, pero al final terminan aceptándolo como lo señala una de ellas, incluso con cierto sentido del humor. No me arrepiento de haberme divorciado, más bien de haberme casa-‐‑ do, jajaja (Divorciada) En el caso de las mujeres separadas, en ocasiones tomaron la decisión porque se vieron presionadas por la violencia física y psicológica que sufrían por parte de sus parejas, lo que se expresa en distintos testimonios. Además de recibir malos tratos, también afectaba su carácter según lo percibían antes de esa relación. … yo quiero salir adelante… tanta gente se aferra a tener una pareja que la está golpeando y se hace uno también más duro (Separada) Otras más mostraron cuadros depresivos tras la separación o el divorcio durante años. Ante esta situación, los propios hijas/os servían como reflejo de las emociones maternas, así como un gran apoyo emocional para superar la crisis. …en una ocasión … lloré … ahorita yo lo platico tranquila y todo, pe-‐‑ 162
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ro yo creo que unos 7 u 8 años de un llanto, un querer evadir que na-‐‑ da más quería estar dormida, nomás me quería evadir de la vida, viendo fotos castigándome yo sola, porque ahora lo analizo y era cas-‐‑ tigarme, era castigarme. Mi hijo llegó a decirme: ‘olvídate de mi pa-‐‑ dre, búscate a otra persona’ así me veían de mal (Separada) En el caso de una divorciada, refería haberse ensimismado en su trabajo como estrategia para sobrellevar la situación. Sin embargo, no resultó ser un refugio efectivo porque sentía que no se concentraba y percibía la pérdida de control de su propia vida, una forma de ‘locura’, creyendo que una ‘fuerza su-‐‑ perior divina’ fue lo único que se lo impidió. He sido muy resposable en mi trabajo, pero trabajaba como tonta, va-‐‑ cía por dentro…nunca no me pasó accidente…porque Dios es muy grande, pero en mi mente estaba en otro mundo, fuera de la realidad (Divorciada) En el caso de las madres solteras, habían introyectado como algo impor-‐‑ tante la maternidad. Sentían que ya no iban a casarse y querían ser madres o ya tenían un/a hijo/a y querían tener otro/a, para evitar lo que se dice socialmente: ‘sufren mucho los/as hijos/as solos/as’. La verdad yo sí quería tener otro, porque no me gustaba la idea de te-‐‑ ner un solo hijo, también dicen que perjudica ser hijo único, pero yo sí quería que fuera del mismo papá (Soltera) En ocasiones, tenían hijas/os de parejas previas como fue el caso de al-‐‑ gunas mujeres que después de su separación o divorcio decidieron tener otro descendiente. Es el caso de una entrevistada que teniendo un muchacho de 14 años de su ex esposo, en el momento de la investigación tenía una bebé de cua-‐‑ tro meses. Fue mi decisión, sí, yo tenía ganas de otro bebé, y ya la edad, dije…si no me embarazo ahorita, ya no me voy a embarazar (Divorcia-‐‑ da/soltera) De las madres solteras, algunas decidieron tener su hija/o ellas solas, llegando incluso a no enterar al padre biológico de estar embarazadas. Como se observa en el testimonio siguiente, consideraba por un lado que correspondía más a su deseo personal de maternidad; pero por el otro, trataba de impedir la 163
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confusión de su hija. No me nace decirle que tiene una hija… se parece a mí, pero también se parece a él, y no quiero confundir a la niña, más de lo que está (Sol-‐‑ tera) Quedar embarazada y tener hijas/os fue una opción para algunas entre-‐‑ vistadas y las motivaciones tuvieron distintas causas. Otras, por el contrario, tuvieron el/la hijo/a esperando así formalizar una relación con la pareja; otras más no esperaban el embarazo, pero finalmente lo aceptaron. Otra variante fueron a quienes engañaron sus parejas diciendóles que se iban a casar con ellas y luego del embarazo, las abandonaron. En el caso de dos de las participantes mayores de 25 años, después de terminar de forma inesperada su relación de noviazgo prolongada, tuvieron un/a hijo/a con otra pareja con quien no se buscaba ni se quería un compromiso. Tenía más bien un significado de estrategia para mitigar su soledad. …es que una queda sola y ya lo conocí y era como pretexto para que no te duela tanto la soledad (Soltera) Respecto a las solteras, algunas también rechazaron la opción a casarse y sí optaron por tener un/a hijo/a ellas solas porque el padre no era lo que que-‐‑ rían como pareja. En el siguiente ejemplo, sólo enteró a su propia madre de la decisión. A mi mamá le platiqué todo, y ya nunca regresé con él, ni lo he visto ni he hablado con él (Soltera) Cuando las mujeres quedaban embarazadas, lo que se esperaba de ellas era que se casaran con el padre de su hija/o y hubo presión para que lo hicieran, sin que esto necesariamente se llevara a cabo, como lo muestra el siguiente caso en rela-‐‑ ción a su edad temprana. Me llegó muy chica, tenía dos opciones: 1.-‐‑ hacer lo que quieres hacer, o 2.-‐‑ hacer lo que la gente quiere que hagas. Yo no me quería casar con esa persona, no en ese momento, fue una decisión propia (Soltera) En ciertos grupos sociales, se considera que las mujeres a determinada edad, si no se han casado y no hay expectativa de una pareja permanente con 164
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quién formar una familia, sienten que deben tener hijas/os para no quedarse solas, por lo que buscan quedar embarazadas. Nuevamente aparece el factor de presión social en la toma de decisiones. La misma sociedad nos presiona de que ‘ya estamos viejas, cotorras, si tienes hijos grande van a salir mal’, y yo misma me sentía presionada, y aparte yo sí me sentía sola, yo tenía un novio, me iba a casar con él y me dejó con vestido y todo, fue una situación bien difícil para mí (Sol-‐‑ tera) Caso contrario aquellas que pensaron en emplear al embarazo como un medio para conseguir un fin: creyeron que el varón se casaría o, al menos, se quedaría con ellas; como lo refieren estas mujeres en relación al padre de sus hijas/os, de quien ya se habían separado antes, dejándolas por algunos años y regresando, sólo para embarazarlas e irse nuevamente. …aparte yo dije: ‘a lo mejor si tengo otro [hijo], las cosas pueden me-‐‑ jorar… pues la relación iba más o menos bien”. [Tenía la expectativa de recuperar al padre de sus niños] (Soltera) …quisimos darnos la oportunidad, yo porque tenía ganas de tener una familia para mi hija y pues yo sí lo quería mucho, entonces yo di-‐‑ je, ‘por qué no nos damos la oportunidad de tener una familia’, pero él no quiso (Soltera) Una variante de la situación anterior, era cuando el padre de sus hi-‐‑ jas/os estaba casado y ella se embarazó con la esperanza de que por su descen-‐‑ dencia formalizaría la relación, pero no fue así. Nunca dejó a su esposa y como no se dio esta primera condición, tampoco consiguió afianzar la relación. Él tenía otra persona, yo sabía eso más o menos, no fue tanta la res-‐‑ ponsabilidad de decir: ‘tú me engañaste’. Yo también tengo responsa-‐‑ bilidad en ese aspecto, si uno ya sabe a dónde se va a meter, se la juega uno, por eso no es tanta la responsabilidad de él…(Soltera) En el caso de las divorciadas las causas que mencionaron más frecuen-‐‑ temente fueron: la infidelidad, que no aportaban sus esposos para los gastos familiares y la violencia como se demuestra en los siguientes testimonios. 165
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Él era bien mujeriego, yo estaba con él y me pasaba una, otra y otra vieja por enfrente (Divorciada) Al último le dije: ‘sabes que tú quieres tenerme a mí como a tu ma-‐‑ má’; porque su mamá así estaba, su papá así le hizo los hijos, venía y le hacía uno y se iba a trabajar a otro estado y así completó los hijos que tenía. Le dije: ‘yo no puedo estar así’, entonces nos divorciamos (Divorciada) La maternidad no en todas comenzó en solitario. Las divorciadas o las viudas convivieron con sus parejas, aunque algunas dicen que no siempre se sintieron acompañadas en el proceso de formar una familia. Las dos mujeres viudas que participaron, perdieron a sus esposos de forma rápida, ya que uno murió en un accidente y el otro falleció de una enfermedad que duró tres meses. Ellas han tenido que pasar por un proceso de duelo junto con sus hijos/as; asi-‐‑ milando primero la tristeza por la pérdida de la pareja, para simultaneamente ayudar a sus hijos/as con la suya. Para las divorciadas o separadas, se presentaban distintas preocupacio-‐‑ nes: comentarlo o no con sus niñas/os, enfrentar las reacciones de las familias de origen y amistades, las dificultades económicas y solucionar en ocasiones jui-‐‑ cios legales. Sin embargo, pese a todas estas trabas, optaron por separarse o divorciarse. La custodia, fue uno de los miedos principales que referían las mujeres. Se convertía en una de las razones fundamentales para no solicitar la pensión alimenticia al ponerlo en una balanza entre el beneficio y el perjuicio: …no a ése no le pedí nada porque luego me la quería quitar” [en refe-‐‑ rencia a su hija] (Divorciada) Otras referían lo difícil que fue la separación de su pareja tanto por cuestiones emocionales, por desilusiones y expectativas personales perdidas, por las presiones de las familias y rechazos sociales inesperados, entre otras cosas. El testimonio de una mujer muestra cómo la buena relación de su exma-‐‑ rido con sus padres dificultó el proceso. No quería involucrar a mis padres porque ellos querían mucho a mi exmarido, también es que era un gran esposo… yo no quería lastimar-‐‑ los más pues nomás me separé y … les dije el motivo, pero sin sacar lo 166
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que yo estaba viviendo, lo que estaba sufriendo (Divorciada) Para las madres solteras la vida que conocían previamente, se vió alte-‐‑ rada drásticamente al tener un/a hijo/a, por los tiempos de cuidado. Si bien las que tomaron la decisión de tener un/a hijo/a sin pareja, se adaptaron más fácil-‐‑ mente al cambio. Quienes fueron madres en la adolescencia refirieron haberles cambiado el mundo, porque tuvieron que salirse de la escuela. [el cambio]...fue completo, drástico, porque el tiempo era plenamente para mí, podía dormirme a las cuatro o cinco de la mañana leyendo un libro, me iba a trabajar, regresaba de trabajar, me dormía y ni quién me dijera nada y ahora si me desvelo porque me quedé leyendo un libro, al día siguiente caigo rendida (Soltera) Algunas se quejaron de que la responsabilidad y cuidados de los hijos es sólo de las mujeres, mientras que la de los padres es restringida y ocasional. Esto es derivado tanto de la custodia otorgada a las madres –porque regular-‐‑ mente se les concede a ellas–, como del papel social del padre como proveedor. Toda la responsabilidad es para nosotras, desde que nos levantamos a las cinco de la mañana, bañarlos, cambiarlos, planchar, lavar, comida, educación, todo y ya nomás que él venga un ratito y diga: ‘voy a traba-‐‑ jar y vámonos’, cada quince días, yo digo no (Separada) La aceptación entre madre y padre de las madres solas también variaba, pues los padres de ellas mostraban más resistencia a que sus hijas se hubieran embarazado fuera del matrimonio, mientras que las madres lo asimilaban más fácilmente. En el siguiente caso el parecido físico entre la bebé y el abuelo resul-‐‑ tó fundamental para el posterior apoyo. Mi papá se enojó mucho porque decía que no se lo esperaba de mí, y mi mamá de repente sí se sacó de onda pero después dijo ‘bueno, si ya está el bebé, te vamos a apoyar en todo lo que podamos’ y mi papá no me hablaba. Ya que nació la niña, como se parecía tanto a él, cuando la vió el primer día, dijo ‘¡chin!’, y ya desde ahí, es su adoración (Soltera) Como soporte emocional, algunas entrevistadas mencionaron la impor-‐‑ tancia de sus amigas para confiarles secretos, temores y preocupaciones. Cuan-‐‑ do esta relación de amistad no podía sostenerse, entonces se apoyaron en la religión como una manera de encontrar respaldo moral para seguir adelante. 167
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Con una compañera, éramos muy confidentes pero ella se fue a radi-‐‑ car a los Estados Unidos como a los cuatro años de que nos separa-‐‑ mos, pero sí volteaba mucho en ella, uno de mis refugios era a llorar y llorar ‘padre mío ayúdame’, pero no hubo necesidad de psicólogo, el mejor psicólogo fue Él [Dios] (Separada) Otra no se apoyó en nadie porque le parecía que era una responsabili-‐‑ dad sólo de su pareja y de ella. Por tal motivo no hablaba con alguien más de sus preocupaciones y sentimientos. Parece reforzar el mito de que la materni-‐‑ dad se vive como independiente del resto de la familia y de las amistades. Fíjate que no, ni con mis hermanas, porque te digo no quería involu-‐‑ crar a nadie. ¿Me podían dar un buen consejo o malo? no sé, no te sa-‐‑ bría decir, pero yo creía que era una cosa personal de él y mía (Divorciada) Finalmente, algunas habían intentado en varias ocasiones continuar con su relación de pareja a pesar de reiterados episodios de violencia. El motivo era esta idea de hacerlo por los/as hijos/as, creyendo que les afectaría mucho la separación. Como se observa en el siguiente testimonio, están íntimamente rela-‐‑ cionadas las emociones y expectativas entre la y los involucrados, porque el niño tenía idealizado al padre, percepción que no compartía la madre, pero termina cediendo y acepta volver con la pareja. Al final el propio hijo sugirió la separación porque le incomodaba el sufrimiento de su madre. …sí lo acepté yo también, pero ya duramos como unos seis meses porque él empezó como a las andadas y eso mismo me dijo el niño: ‘mami dile a mi papá que se vaya’ porque me veía llorar mucho. Yo le respondí: ‘mijo pero ¿no querías que volviera? Sí, pero yo no sabía que había cambiado tanto’... (Separada) Relación de ellas y sus hijas/os con los padres Básicamente podríamos clasificar en dos los contactos entre las madres solas y los padres de sus hijas/os: uno emocional y otro económico. A veces se entrelazaban. En ambos casos, obedecía a una serie de creencias compartidas sobre el rol paterno. Por un lado la necesidad del cariño y convivencia; y por el otro, el rol de proveedor económico para su prole. 168
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En el caso de las necesidades afectivas, aparecía una preocupación cons-‐‑ tante para las madres tanto separadas, divorciadas como solteras, una idea que se sintetizaba en un comentario dicho por las personas con quienes convivían21: “se requiere el padre para el desarrollo sano de los hijos”. Sin embargo, la reac-‐‑ ción de ellas era nuevamente diferenciada. La mayoría no observaba problemas emocionales en su prole derivados de su separación o divorcio. Lo más cercano era de quienes tenían niñas/os pequeñas/os, reportaron no saber qué contestar cuando les preguntaban por qué sus papás no vivían en sus casas. A veces la niña pregunta por qué su papá ya no se queda a dormir como antes (Soltera) El estado civil que tenían los padres cuando nacieron sus hijas/os no es-‐‑ taba relacionado con el ejercicio de la paternidad. Algunos de ellos –de madres separadas, divorciadas o solteras– mantenían contacto con su descendencia y otros no. Quienes sí lo hacían, era de manera espaciada con la expectativa de la madre para que apoyara económicamente. …entonces él cada quince días viene y los ve…a mí me da gusto, pero últimamente hemos tenido problemas, porque yo le dije… que él vea por sus hijos (Soltera) Otras madres sienten que sus hijas/os requieren forzosamente del pa-‐‑ dre, que es irremplazable. Es el caso de la siguiente mujer que bajo este supues-‐‑ to, se dedicó a buscarlo no para ella, sino para su hija, aunque sin lograrlo, pues las expectativas de los padres no coincidían con las de ellas. Yo decía, es que a lo mejor le falta [su padre] y yo veía que ella se acercaba mucho con mis cuñados, o que veía por ejemplo a mis sobri-‐‑ nos con su papá y se les quedaba viendo mucho, todo eso, entonces a mí eso me dolía y decidí buscarlo, pero de nada sirvió (Soltera) Unas más sólo volvieron a tener contacto con los padres de sus hijas/os por razones del trámite de divorcio, para finalizar la relación tanto con ellas como con sus descendientes. Aunado a ello, fueron separaciones difíciles en que hubo distintas fricciones, tanto para firmar el divorcio como las condiciones del pago de alimentos22. Incluyendo psicólogos/as de quienes habían recibido alguna clase de orientación profesional. En la legislación civil vigente de Jalisco, México; se entiende por pago de alimentos a toda la manutención de las necesidades materiales de las y los menores de edad. 21 22
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Al principio nos separamos porque estábamos enojados y se fue. Ya no supe más de él. Pasaron 4 años y nunca se interesó por su hija y yo tuve que hacerme cargo de todo de la niña, hasta que tramité el divor-‐‑ cio lo volví a ver, pero yo batallé mucho (Divorciada) Finalmente había quienes no tuvieron comunicación desde la separa-‐‑ ción y tampoco la habían buscado. Referían algunas de ellas que incluso desco-‐‑ nocían el paradero del padre. Perdimos contacto totalmente, inclusive ahorita no sé dónde está (Di-‐‑ vorciada) Una variante de esta situación eran aquellos padres que mostraron un interés único y fugaz, más con la intención de conocer al hijo/a, pero no de ha-‐‑ cerse cargo del bebé o de convivir con él/ella durante su infancia. En un principio había manifestado interés de tener algún tipo de rela-‐‑ ción con el niño, pero después –la última vez que lo vi– conoció al ni-‐‑ ño y se desapareció del mapa y no lo he vuelto a ver (Divorciada) Algunas de las madres solteras manifestaron tener problemas con sus propios progenitores porque no estaban de acuerdo con la autorización para que el padre tuviera contacto con sus niñas/os. En este sentido, había una situa-‐‑ ción contradictoria, como se muestra en el siguiente caso, en que el abuelo ma-‐‑ terno solicitaba prohibir la visita del padre, mientras que la abuela materna la alentaba bajo la creencia antes mencionada de ser indispensable su presencia. Ellos quisieran [los padres] borrarlo con un borrador y que no existie-‐‑ ra; mi mamá y mi papá no se meten mucho, pero mi mamá me dice que yo le estoy haciendo daño a la niña (Soltera) En esta gama amplia de las respuestas masculinas ante la separación o divorcio de sus parejas, encontramos situaciones complejas, donde las madres solas tenían un comparativo entre hijas/os de un padre u otro. El siguiente caso lo ejemplifica adecuadamente porque del hijo de su primera relación no recibió apoyo alguno y además le obstaculizó, mientras que su hija al registrarla sólo a su nombre tenía mayores libertades. Bueno, siempre anda uno peleando el apellido; pero de qué te sirve el apellido, no te sirve de nada, porque yo he querido sacar a mi hijo su 170
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visa y no he podido, porque este hombre se amacha que no quiere dar el permiso; o sea no ayuda, ni le estoy diciendo ‘vas a pagar esto o te va a costar tanto’; ahora con esta niña que le puse mis apellidos bien a gusto, yo me la llevo cuando yo quiera, sin andar pidiendo permiso a nadie (Divorciada/soltera) Respecto a los ingresos recibidos por parte de los padres de sus hijos/as encontramos dos categorías: la mitad de ellas no recibía dinero alguno y la otra mitad sí. Quien mejor relación llevaba en este terreno era una de las mujeres divorciadas, ya que recibía apoyo económico del 50% de los gastos, pero los gastos extra ella tenía que cubrirlos; otra dijo que sí recibía apoyo, pero “no el suficiente”. El resto de las mujeres que sí recibía ingresos de los padres de sus hi-‐‑ jas/os, lo recibían de forma variable, incierta e irregular. Una mujer separada dijo que su esposo aportaba, pero no una cantidad fija. De las madres solteras, tres refirieron que a veces los padres aportaban, pero no lo que se requería, ni de manera formal, por lo que más bien, lo consideraban ‘ayudas’. Algunas señalaban no haber buscado el apoyo económico de sus expa-‐‑ rejas para la manutención de sus hijas/os, a pesar que de que en los juzgados civiles se hubiera contemplado como parte de los acuerdos del divorcio, como se muestra a continuación. Nunca… inclusive en el registro civil quedó asentado un acta que él me tenía que pasar la manutención de la niña. Nunca me pasó nada (Divorciada) Estas razones de negarse parecen estar ligadas a una desilusión por el proceso de desgaste de la relación hasta el punto de su terminación. Esta idea no surge de la nada, sino de las experiencias de años en que no se contó con el apoyo de la pareja, aunado a la actitud de los ex esposos de asumir que al no haber vínculo matrimonial, tampoco se cree que exista una obligación para la manutención económica de su prole, pese a las sentencias en los juicios de di-‐‑ vorcio. Finalmente, de los padres que sí procuraban ayudar a solventar las ne-‐‑ cesidades económicas de sus hijas/os encontramos a quienes lo hacían de mane-‐‑ ra esporádica, en situaciones extraordinarias como sus cumpleaños o en casos de enfermedad, como lo muestra el siguiente testimonio. 171
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Apoya, hay veces, si se enferma o algo (Divorciada) Vida en pareja y expectativas La vida en pareja de las mujeres que son madres solas tiene característi-‐‑ cas distintas a las que prevalecían cuando no tenían hijas/os, ya que la presencia de niñas/os se convierte en prioridad para ellas. Algunas tienen problemas con su familia de origen, quienes desconfían de cualquier nueva relación, llegando incluso a mostrar actitudes ofensivas con la posible pareja, según comentaron algunas madres solteras, especialmente las jóvenes. Salgo con una persona, pero a escondidas de mis padres y sí llevo al niño, pero tenemos que mentir cuando regresamos, ya que estoy con-‐‑ dicionada para recibir el apoyo a no tener o salir con parejas (Soltera) Al parecer, de acuerdo a las entrevistadas, se sigue percibiendo a las madres solas como una carga y responsabilidad que no se desea por parte de los varones, concretamente de sus parejas potenciales. La idea de hacerse cargo de hijas/os que no se han engendrado, resulta poco atractiva para una relación como bien lo resume esta mujer. …encontrar hombres que estén interesados en una mujer con hijos es difícil (Divorciada) Mencionaron que tampoco tenían tiempo para buscar una nueva pareja porque ya debían desarrollar una doble jornada: con el empleo remunerado, por un lado, y el cuidado de las hijas/os y de la casa, por el otro. Para poder salir o tener tiempo libre, requerían quién cuidara a su descendencia, y no es algo que se les facilitara porque se les hacía sentir que todo el tiempo que no estaban en su trabajo, debía ser dedicado a sus hijas/os. De no hacerlo así, les era reclamado por las personas que las rodeaban y apoyaban. Algunas referían –especialmente las viudas o divorciadas–, que se han acostumbrado a su ritmo de vida actual y no desean pareja, temen problemas con la familia de origen o la pérdida de independencia al formar nuevas rela-‐‑ ciones de pareja. Para mí como que no, o será que tengo tantas cosas qué pensar y eso, y veo otras personas que sí les interesa mucho ese aspecto, que andan 172
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con uno y con otro y teniendo a sus hijos, yo digo que eso está mal. Para mí sería un mal ejemplo que metiera uno y otro, entonces por ese lado yo estoy tranquila; de que yo necesite, no (Soltera) Se percibía, por un lado, que sólo los padres biológicos podían ocupar el lugar como parejas, pero ante la paradoja de no tenerlo, optaban por no bus-‐‑ car una nueva relación, ya que se veía como un peligro potencial de abuso con-‐‑ tra sus hijas/os como lo refiere esta mujer. No quiero acercar a ‘otro papá’ para mis hijos y menos por mi hija adolescente (Separada) Además por la dificultad de encontrar a alguien que responda a sus ne-‐‑ cesidades que consideran un perfil especial. En ese sentido, se concibe a esa pareja que no sólo tenga respeto y cariño por ellas mismas, sino que esa misma actitud y sentimiento sea extensivo a sus hijos. El testimonio de esta mujer lo refleja con cierto dejo de desconfianza por conocidas suyas. Yo quiero a alguien que tome en cuenta primero a mis hijos, si me quiere a mí que quiera a los niños, porque he sabido de muchos casos de que… (Divorciada) Una característica en esta dirección es que les queda claro que en el mundo de los afectos debe haber reciprocidad, es decir, que tanto la nueva pa-‐‑ reja quisiera a su hija y viceversa. Yo quiero que, si tengo una pareja, vea bien a mi hija, a lo mejor no como un papá, pero que la vea bien y que ella lo vea bien (Separada) En otros casos, ocurría que se ponía en una balanza lo que ellas desea-‐‑ ban para sí por un lado, en una relación de pareja ideal; y por el otro su respon-‐‑ sabilidad como madre, la cual pesaba más en este comparativo y la valoraban de mejor manera en su decisión final. Yo ahorita no quiero una pareja, si alguien llega y me dice ‘me quiero casar contigo’, a mí me complicaría, quizás emocionalmente sí me quiero casar, la razón me va a decir que no, que tengo que pensar en alguien más (Divorciada) 173
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En esta misma dirección se optaba por un significado de protección a sus hijas/os, creyendo que al tener nueva pareja modificarían sus condiciones familiares y con ello toda su vida, lo cual consideraban injusto. En el siguiente testimonio se refleja que dicha valoración estaba alimentada por sus propias experiencias como hijas. …lo evito totalmente, yo no alteraría el entorno a mi hijo. Se me hace muy injusto, como yo en este caso, que me casara…se me haría muy injusto, porque mi mamá nunca lo hizo con nosotros como para yo hacérselo a él (Separada) A veces, influía el sexo mismo del niño/a para la reacción de los padres. En el caso que se presenta afectaba para un alejamiento, primero de la niña que esta-‐‑ ba por nacer y después de la pareja. Esto ocurría porque él ya se sentía realiza-‐‑ do de tener un hijo varón y la niña simbolizó lo contrario. …la verdad la niña no estaba planeada, entonces él estaba muy moles-‐‑ to, porque se supone que nada más era el niño, y él estaba muy con-‐‑ tento…porque tenía un hombrecito y todo ese rollo (Divorciada) Finalmente, la expectativa de una pareja potencial o imaginaria giraba entorno a compartir las vivencias de los hijos/as: verles crecer, sus logros, ocu-‐‑ rrencias y las pequeñas cosas que alegran a una madre, como si estas experien-‐‑ cias no significaran lo mismo en lo individual. …Mira dijo ‘esto, y dijo lo otro’, compartirlo con tu pareja es bonito (Separada) En este sentido, resultaba casi imposible separar su expectativa de pare-‐‑ ja con la de maternidad. Así como se planteó la necesidad de compartir, las entrevistadas también se referían a un miedo a educar solas a sus hijas/os, por-‐‑ que la tarea se presentaba como un gran reto vivido en soledad, una responsa-‐‑ biliad que les ponía a prueba su capacidad de supervivencia. Conclusiones La idea central a la que nos lleva este estudio es que la exclusión social en las madres solas no es absoluta, como pudiera pensarse. Se presenta más bien como un mosaico diverso en el que en ocasiones se les incluye y en otras se les excluye. Retomemos los aspectos de exclusión, conforme a las tres dimen-‐‑ 174
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siones planteadas. En la manera que experimentaron su ingreso a la monomarentalidad, por el sólo hecho de encontrarse en una situación de ruptura familiar, se vivió por las mujeres como una desventaja, por lo tanto la experimentan como vulne-‐‑ rabilidad. Además, desde el punto de vista emocional encontramos que su per-‐‑ cepción principalmente era negativa, ya que manifestaron signos de duelo, depresión o desesperación, lo que equivaldría a ubicarlas en zonas de asistencia y plena exclusión de acuerdo a Tezanos (en Rubio 2010). También pueden apreciarse una mezcla entre el daño emocional con otro tipo de afectación. Por ejemplo, quienes fueron engañadas por sus parejas – solteras o casadas– sentían que habían sido relegadas o marginadas de sus círculos sociales, repercutía en sus relaciones tanto maternales, como de pareja, que en su conjunto conciben como familia. Las situaciones de violencia también tenían un impacto emocional im-‐‑ portante ya que, por un lado, se convertía en el factor clave de la separación o divorcio; y por el otro, aún estando separadas y en proceso de divorcio, seguían recibiendo amenazas de sus ex parejas de arrebatarles a sus hijas/os, motivo por el cual no solicitaban pensión alimenticia, lo que era causa de mayor precaridad económica y por lo tanto menor acceso a oportunidades para su familia. Hay una constante emocional de las mujeres en el deseo de tener hi-‐‑ jas/os y encontrar una pareja: se sienten solas y no desean estarlo. Esto se rela-‐‑ ciona con la presión social que se ejerce sobre ellas para casarse, haciendo que tomen decisiones precipitadas al momento de buscar formar una familia. Esta misma presión social se presentó para la maternidad, pues se les convence de que es la finalidad de su existencia. Respecto a la relación con el padre de sus hijas/os, la exclusión se mani-‐‑ festó en dos aspectos: a) la mitad de ellos no otorgaba apoyos económicos – quienes lo hicieron, fue de manera limitada e inconstante– y b) una preocupa-‐‑ ción por saber si afectaba o no la ausencia de figura paterna. De la vida en pareja, las limitaciones se remiten a mantener relaciones a escondidas, pues se espera de ellas que se dediquen a desempeñar sólo su rol de madres, convirtiéndolas en hijas de familia. El otro problema en su situación es que deben ser más exigentes para encontrar pareja, pues buscan no sólo esto, sino a un buen padre para sus hijas/os. 175
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Por lo que se refiere a la integración social se encontraba en varios ru-‐‑ bros. Por ejemplo, en el terreno laboral todas contaban con un empleo, sin em-‐‑ bargo resultaba no ser suficiente para los gastos que debían realizarse conforme las necesidades de sus descendientes. Otro elemento de inclusión lo representaban sus familias de origen, que les ayudaban tanto con la vivienda –como era el caso de las madres más jóve-‐‑ nes–como con los cuidados de sus niñas/os. Lamentablemente también estaba condicionada a una restricción en sus relaciones de pareja. Como lo señala Barrón (2002) no puede reducirse la exclusión en la mo-‐‑ noparentalidad de forma tan simple, es algo más complejo que oculta las causas que llevaron a estas mujeres a la jefatura de familia, así como las múltiples di-‐‑ námicas que están al interior. En palabras de Hernández (2008) la exclusión social es un fenómeno estructural ya que hay todo un sistema económico-‐‑social que la propicia, pero también subjetivo porque tiene un impacto en la indivi-‐‑ dualidad y al interior de la estructura familiar. No podemos entender el uno sin el otro porque son interdependientes. Los testimonios de las entrevistadas son prueba de una serie de derechos violentados en distinta medida según las cir-‐‑ cunstancias personales, ya fuera por estereotipos, prejuicios e ideas socialmente aceptadas o por la estrechez económica que significa serias limitaciones en oportunidades. Y todo esto aunado a una constante: ser mujer sola, al frente de una familia, lo que en sí mismo ya supone desventajas en relación a los hom-‐‑ bres en similares circunstancias. La maternidad sigue siendo una identidad fundamental a la que están ligadas muchas mujeres, como lo sugiere Everringham (1997). En México ser madre sola se convierte además en una condición social para ser aprobadas o desaprobadas por sus familiares, ex parejas y la sociedad. El desarrollo social en Europa y México ha sido conceptualizado de manera distinta. Mientras que las políticas europeas se enfocan a la idea de exclusión social en la que se integra al género como un factor fundamental, en nuestro país en cambio, la preocupación gira entorno a la marginación vincula-‐‑ da con índices de pobreza, principalmente vivienda y servicios médicos y edu-‐‑ cativos. (CONAPO 2010). Este debate ya fue superado en el viejo continente, donde se acepta que hay una relación entre factores materiales y culturales, esto es, entre pobreza y género. En México no se hace tal conexión, se sigue pensan-‐‑ do que la pobreza existe por sí misma, por eso el concepto de exclusión social ni siquiera es motivo de un debate gubernamental. 176
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Por tanto, al mantener la reflexión en los satisfactores mínimos de su-‐‑ pervivencia, se invisibilizan los distintos problemas sociales que marginan a las mujeres –como es el caso de este estudio– convirtiéndola en algo no prioritario, sin importancia, algo que puede esperar indefinidamente. Por eso consideramos que bajo el concepto de exclusión/inclusión social se hagan más reflexiones académicas e investigaciones que pongan de manifiesto estas relaciones y pue-‐‑ dan irse incorporando a las políticas públicas de nuestro país, pues sólo así podrán incluirse en las agendas de trabajo gubernamental que contemplen la mejora en la vida de las madres solas, al considerarlas como ciudadanas plenas con todos sus derechos, incluidas como merecen estarlo ante el grave rezago histórico que tenemos con ellas como sociedad. Referencias bibliográficas Erera, P.I. (2002). Family Diversity: Continuity and Change in the Contemporary Family. Estados Unidos de Norte América: Sage. Barrón, S. (2002). Familias monoparentales un ejercicio de clasificación concep-‐‑ tual y sociológica. Revista del Ministerio del Trabajo y asuntos sociales. 40], Madrid. Bas, E. y Amador, L. (2010). Mujeres y exclusión social, en Amador, L. y Mon-‐‑ real, C. (Coordinadores). Intervención Social y Género. (pp. 155-‐‑186). Madrid: Narcea. Calvo, A. (2006). La exclusión social desde una perspectiva feminista. En Calvo, A., García, M. y Susinos, T. (editoras) Mujeres en la periferia. Algunos debates sobre género y exclusión social, (pp. 27-‐‑56) Barcelona: Icaria. Campani, G. (2010). Género e inmigración. En Amador, L. y Monreal, C. (Coor-‐‑ dinadores). Intervención Social y Género. (pp.136-‐‑152). Madrid: Narcea. Canovas, P y Sahuquillo, P. (2010). Educación y diversidad familiar: aproxima-‐‑ ción al caso de monoparentalidad. Revista Educatio Siglo XXI, vol 28, nº1, pp. 109-‐‑126. Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género. (2008). Niñas en situación de vulnerabilidad en México. México, D.F.: Cámara de Diputados LX Legislatura. Cervantes, J. C. y Pérez, C. (2009). Género y familia en una comunidad de Cabo Corrientes, Jalisco. Una visión desde las mujeres. Estudios sociales. Nueva época, 3(5):161-‐‑171. Comisión Europea (2009). Informe conjunto de 2009 sobre protección protección social e inclusión social. Resumen. Inclusión social, pensiones, asistencia sanitaria y atención a largo plazo. Unión Europea, Bruselas. CONAPO (2010). Anexo C. Metodología de estimación del Índice de margina-‐‑ ción urbana. Recuperado de: 177
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CAPÍTULO VII: ARTESANAS Y ARTESANÍAS: ENTRE LA EXCLUSIÓN Y LA ILUSIÓN Perla Shiomara del Carpio Ovando INTRODUCCIÓN Quien visite México constatará que en sus lugares turísticos, en sus pueblos coloniales y en diferentes latitudes de la geografía mexicana se pueden encon-‐‑ trar múltiples objetos artesanales, con orígenes y precios diversos. El primer impacto que recibe quien visita estos lugares es más bien emotivo pues resulta difícil no conmoverse ante la belleza, la armonía de colores, los detalles, la tex-‐‑ tura, las formas y la variedad de estos productos artesanales. Los que aquí son motivo de reflexión provienen de un rincón del sures-‐‑ te mexicano y son realizadas por manos de mujeres artesanas de un pueblo originario de Chiapas. Son creadas en La Ilusión, una comunidad tsotsil dedi-‐‑ cada a la producción de textiles y piezas de ámbar. Adviértase, entonces, que el objetivo de este texto es generar un espacio de reflexión y análisis respecto al contexto socioeconómico y cultural que rodea y en el que se sitúa el proceso productivo artesanal de esta comunidad cuyos retos y realidades sociales pueden ser vigentes, semejantes, válidas y comparti-‐‑ das con otros lugares con características semejantes en México y en otros países de Latinoamérica. Veamos por ello un análisis conceptual de qué se entiende aquí por artesanías; conozcamos también algunos retos y problemas que enfrentan los artesanos en México y, a partir de los testimonios y argumentos de niñas y de mujeres jóvenes del pueblo originario sobre el que versa este estudio, conozca-‐‑ mos algunos de los motivos por los cuales caen en desuso prácticas ancestrales como la elaboración de textiles, el uso de la lengua originaria y el uso del vesti-‐‑ do tradicional. Adelanto aquí que la exclusión y la discriminación son causas que, junto a otras, hacen que el interés de las generaciones jóvenes se decante por otros oficios y vean en la escolaridad una oportunidad para aspirar a un trabajo realizado en términos contractuales por el cual obtengan mejores ingre-‐‑ sos y mayor reconocimiento social. Estos y otros detalles son motivo de refle-‐‑ xión en este texto. 181
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¿Qué son las artesanías? Resulta necesario, antes de centrar la atención en las elaboraciones de La Ilusión, realizar una exposición de la propuesta que realizan diversos autores respecto a las artesanías. Angelotti (2004), por ejemplo, nos dice que encontrar una definición al concepto de artesanías no es una tarea sencilla ya que una breve revisión bibliográfica nos puede advertir sobre las características desiguales, contradictorias o ambiguas de algunas definiciones. Probablemente es como advierte Bartra (1998) al señalar que cuando hablamos de este tipo de creaciones nos enfrentamos a un problema no resuelto: el de los conceptos. Es esta filósofa quien expresa que el arte que producen los grupos indígenas generalmente no es denominado como arte popular sino como arte primitivo o arte indígena. Desde sus planteamientos ninguno de estos conceptos “arte popular”, “arte primitivo”, “artesanía” y “folcklore” se usa con rigor y en ningún caso existe un consenso en cuanto su utilización para un mismo tipo de creación. Autoras como Turok (1988), bajo una perspectiva antropológica, indican que entrar al mundo de las artesanías es descubrir un fenómeno tan complejo que trasciende, lo que, a primera vista, parecería ser su finalidad: bellos objetos utilitarios producidos por las manos. Indica también esta autora que las diferencias entre los objetos surgen a partir de la función que las ha visto nacer: lo cotidiano, lo ritual, lo ceremonial o lo decorativo. Para esta investigadora social las implicaciones que tiene un objeto artesanal son muchas e interactúan entre sí; van desde el diseño hasta la situación (económica, social, tecnológica, etc.) en que se producen. Pedraza (2010), a este respecto, señala que la proliferación de artesanías en la vida cotidiana pone de manifiesto su función comunicadora, el objeto portador de significación o mejor dicho el objeto al que un individuo le asigna un valor constituye un mensaje de la cosmovisión de un grupo cultural o de las riquezas naturales en una región determinada. Por otra parte, Fábregas y Santos (2000) defienden que la elaboración de artesanías no sólo responde a una necesidad de identidad, de uso, costumbre o situación geográfica sino que esta producción expresa también la habilidad creativa de los individuos y los contextos colectivos que conforman las expresiones culturales. Éstas no son sólo los rituales o las fiestas sino la cotidianidad misma, las manifestaciones que día a día están presentes en la vida de un pueblo y que por ello a veces suelen pasar inadvertidas. 182
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Adviértase también que se han considerado a las artesanías como constitutivas de uno de los más elementales, profundos y eficaces sistemas de comunicación, a la par que de educación en el interior de un grupo humano. Por ello se afirma que “las artesanías son las cosas que un grupo humano se dice en su interior, por las que se constituye y por las que dice a los de afuera su sentido del mundo” (Pérez, 2010, p.3). Así entendidas, las artesanías son un lenguaje por el cual los artesanos, al paso que construyen su tradición y educan a las generaciones jóvenes, se comunican entre sí, con la naturaleza y con los que los rodean. Rubín (2010) en este sentido defiende que las artesanías -‐‑como muchas otras expresiones del arte popular-‐‑ emanan de un saber colectivo que responde a formas y símbolos compartidos por una comunidad, y que la creatividad propia que le imprime cada artista, músico o artesano, junto con su utilidad o funcionalidad hacen de estas expresiones una manifestación cultural viva, que al recrearse en cada generación le dan valor patrimonial. Artesanías mexicanas En lo que respecta a las artesanías mexicanas se puede decir que éstas, como indica Ramos (2010), han sido ampliamente tratadas desde tres líneas principales de interpretación. La primera es la artesanía vista como un objeto artístico, parte del patrimonio cultural y tradicional de los pueblos. Sobre esta tradición interpretativa existe una diversidad de estudios descriptivos sobre los objetos artesanales de las diferentes regiones del país y cuya proliferación y difusión se debe en mucho a las políticas estatales orientadas a la consolidación de la unidad nacional y al fomento del empleo rural y generación de divisas. La segunda línea, indica esta autora, es la que se ubica desde la perspectiva antropológica marxista y que caracteriza a la producción artesanal familiar (la forma más común de producir artesanías en las áreas de escaso desarrollo industrial del país), como una actividad que es funcional para la acumulación privada de capital por la intermediación que ejercen los comerciantes mestizos mientras que los indígenas artesanos simplemente reproducen su pobreza. Han sido recurrentes los enfoques que consideran que los artesanos indígenas no logran mejorar sus condiciones de vida porque la comercialización siempre es realizada por agentes mestizos que son los más beneficiados. El estigma social de “ser indio”, subraya esta autora, es un factor clave que justifica la exclusión de vías para ascender en la formación económica y lograr riqueza (Littlefield, 1976; Novelo, 1976, 1993; Turok, 1988; Ramos, 2010). 183
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Una tercera orientación se encuentra en los estudios culturales que parten de la línea argumentativa neogramsciana y de la teoría de la reproducción que consideran a las artesanías como manifestaciones de la cultura de las clases populares como resultado de la apropiación desigual del capital cultural, la elaboración propia de sus condiciones de vida y su interacción conflictiva con sectores hegemónicos (Ramos, 2010). Su enfoque considera no sólo las limitaciones socioeconómicas estructurales sino también las respuestas y formas de adaptación y resistencia de los pueblos mestizos y las comunidades tradicionales ante la dominación. Al tiempo de la reconversión económica macroestructural se produce la reconversión realizada por las propias clases populares que adaptan sus saberes y hábitos tradicionales (García Canclini, 1989). Pensar y definir a las artesanías Sea como fuere, es cierto que hasta aquí se han mostrado diferentes concepciones de las artesanías. Falta, entonces, presentar la definición que guía este texto. Para cumplir con dicho objetivo acudo aquí a las reflexiones de Novelo (1997), pionera del análisis de las artesanías en México, quien indica que el término artesanal denomina un empleo peculiar de las habilidades y destrezas manuales, con el auxilio de instrumentos rudimentarios, para producir un bien o un objeto de consumo, a la vez que advierte que se aplica también a las formas de relación laboral y social que se desarrollan en torno a ella. Es, pues, Novelo (1997) quien define a las artesanías como obras plásticas producto de un proceso de trabajo particular donde el productor combina su conocimiento de las materias primas con el diseño, sus habilidades y destrezas que junto con el uso de herramientas necesarias producirá un objeto hecho básicamente en forma manual. Esta autora en otros trabajos (Novelo, 1976) también expone categorías distintivas de las artesanías, tales como: a) son artesanías aquellos objetos elaborados a mano, realizados por gente del interior, campesinos e indígenas (pero no necesariamente); b) siguen una tradición; c) son representativos de una cultura y d) son artesanías aquellos objetos realizados por artesanos. Es por eso que esta antropóloga explica que las artesanías tradicionales son aquellos bienes realizados por artesanos para el consumo doméstico o ritual, siendo objetos portadores de un valor histórico, cultural, utilitario o estético y cumplen una función socialmente reconocida, realizados por el artesano, individual o colectivamente, mediante técnicas simples. Mientras que por artesanos entiende a aquel individuo portador de una cultura que, mediante el dominio de una 184
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técnica predominantemente manual y con el apoyo de algunas herramientas primarias, transforma la materia con la finalidad de crear objetos socialmente útiles. Artesanos y artesanías: algunos retos y vericuetos No es el lugar aquí para dar detalles respecto a la conceptualización his-‐‑ tórica del trabajo y analizar con ello los senderos por los que ha transitado el trabajo artesanal;23 dicha tarea supera los objetivos de este capítulo, sin embar-‐‑ go, a este respecto hay que señalar que históricamente el trabajo artesanal ha sido poco valorado y apreciado. Ha vivido, por lo general, en el poco reconoci-‐‑ miento y prestigio social (Turok y Bravo, 2005). Además de que, en el caso de México, se realiza en términos de precariedad y pobreza.24 Reflexionemos, pues, respecto a algunos retos que enfrentan quienes en México se dedican a la elabo-‐‑ ración de estos objetos cuyos orígenes son diversos. Turok y Bravo (2005) en este sentido expresan una profunda preocupación sobre la pérdida del oficio artesanal ya que consideran que esta actividad está en diferentes grados de riesgo. Por ello mencionan el fenómeno de brechas generacionales que a conti-‐‑ nuación ha de detallarse. Brechas generacionales Apoyados en el trabajo empírico y en las numerosas visitas a comuni-‐‑ dades artesanales, Turok y Bravo (2005) advierten el fenómeno de brechas ge-‐‑ neracionales, éste se refiere a la tendencia de que cada vez es más difícil encontrar artesanos y aprendices entre los cinco y 30 años de edad. Estos auto-‐‑ res advierten que predominan artesanos activos de más de 40 años de edad y por activos se refieren a que la actividad se realiza de manera constante (Turok, 2010). Estos antropólogos observan dos situaciones a las cuales adjudican la causalidad de dicho fenómeno: la primera hace referencia a los niños y a los jóvenes que aprenden el oficio y no lo llegan a ejercer, y la segunda, a que mu-‐‑ chos ya no adquieren los conocimientos artesanales en el seno del hogar. Pero, Sobre la conceptualización histórica del trabajo hay textos que permiten múltiples lecturas (Agu-‐‑ lló, 1997; Blanch, 1990; Méda, 1995; Pérez Adán, 1992; Salanova, Gracia y Peiró, 1996). Respecto al trabajo artesanal hay también trabajos que detalladamente dan cuenta de la visión de éste en dife-‐‑ rentes momentos históricos (Blázquez, 2003; Gandler, 2007 y Moreno, 1995). En el caso de la pro-‐‑ ducción artesanal en México, los trabajos de Novelo (1976) son también ilustrativos. 24 Como en todo, puede haber siempre excepciones pues hay artesanos cualificados (artífices) para quienes su trabajo sí supone gozar de prestigio, reconocimiento e ingresos que le permitan llevar una vida cómoda, sin embargo, estos considero que constituyen una minoría. 23
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¿Por qué ya no adquieren los conocimientos en casa?. Poco reconocimiento y prestigio social Dichos autores distinguen las siguientes causas del declive del artesa-‐‑ nado: Primera, los bajos ingresos que se reciben en la venta de artesanías que enfrentan la competencia de otros productos en el mercado. Segunda, el deseo de muchos padres de que sus hijos estudien una carrera u obtengan un diploma “para que sean alguien” lo que remite a los valores que impulsa la sociedad. Tercera, el desapego e incluso rechazo a las prácticas tradicionales, incluyendo las artesanías, en las instituciones escolares y educativas (Turok y Bravo, 2005). Este poco reconocimiento invita a pensar que las artesanías viven en un aristotelismo social (menosprecio por el trabajo hecho con las manos). Además, al ser las artesanías (aquí me refiero a los textiles) productos de raigambre an-‐‑ cestral que son elaborados con técnicas manuales y con poca tecnología indus-‐‑ trial son productos asociados a lo obsoleto, a lo viejo, a lo atrasado. Lo advierte Warman (1982) cuando señala que nuestra raigambre en el pasado, en lo que se considera como “caduco y obsoleto” se identifica con lo rural, lo provinciano, lo rústico, con “lo no moderno” y en sus versiones radicales, la modernización es una argumentación racista cuando identifica los “síntomas del atraso” con ca-‐‑ racterísticas inherentes y heredadas de la población. Hay más. Sin lana (sin dinero) no se teje Dentro de otras dificultades que lastiman al sector se encuentran la po-‐‑ breza, los tipos de comercialización, la intermediación, la competencia con ar-‐‑ tículos industriales, los bajos precios y otros que tienen que ver con las complicaciones que muchos artesanos encuentran para conseguir materias pri-‐‑ mas y la nula protección social. En este último han de señalarse la falta de in-‐‑ demnizaciones por accidentes de trabajo, la nula existencia de incapacidades, pensiones, jubilaciones, etc., ello se debe a que a muchos artesanos aún no se les ha dado el reconocimiento que merecen y su actividad todavía no ha sido con-‐‑ siderada legítimamente como profesión (Turok y Bravo, 2005). Ante estos “ma-‐‑ les” no nos sorprende que muchos de nuestros maestros, viejos y sabios artesanos prefieran que su descendencia se emplee en actividades más remune-‐‑ rativas. Dígase también que algunos ejercicios estadísticos realizados con la in-‐‑ tención de conocer qué ramas artesanales hay en el país, el origen étnico de los 186
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productores y la ubicación geográfica de éstos, permiten saber que en México, y especialmente en Chiapas, gran parte de la producción artesanal es elaborada por población indígena (Del Carpio, 2012). Situación que permite hablar del siguiente reto que enfrenta el gremio. La migración y el abandono del oficio Un resultado de la exclusión que viven los grupos indígenas en sus re-‐‑ giones es la migración hacia otros centros rurales, pero principalmente a centros urbanos. En las últimas décadas, la presencia indígena ha adquirido otros ras-‐‑ gos, que tienen que ver con la correlación urbano-‐‑rural. “Los indígenas, ya es-‐‑ tablecidos en las ciudades, trabajan y viven (al igual que en sus pueblos) en condiciones de pobreza” (Horbath, 2008, p. 33). En la ciudad, estos individuos “homogéneos”, venidos del campo y de la comunidad, encuentran un panora-‐‑ ma extremadamente heterogéneo y dinámico, que mantiene una constante in-‐‑ teracción de lo local con lo global, lo que caracteriza un dinamismo de símbolos y significados que es nuevo para las comunidades rurales inmigrantes (García Canclini, 1989). Para buscar mejores alternativas laborales y económicas tienen que abandonar sus comunidades y dedicarse a otros oficios, lo cual propicia el abandono de la producción de artesanías. No es eso todo. Discriminación y exclusión La exclusión y la discriminación laboral hacia hombres y mujeres indí-‐‑ genas son las principales causas de los salarios que reciben, que son muy bajos, además de la explotación laboral con jornadas largas, sin prestaciones sociales, con muy poca o nula seguridad. En el extremo de esta subordinación se encuen-‐‑ tran las mujeres (Horbath, 2008). París Pombo (2004) por eso señala que los pueblos originarios sufren toda una situación de discriminación tanto en la educación y la salud, como en el trabajo, la vivienda, los servicios, la participa-‐‑ ción política, etc., es decir, la población indígena está sujeta a un trato diferen-‐‑ ciado en todas las áreas de la vida social y en todas ellas padece un proceso de subestimación.25 25 No es mi intención mostrar una postura paternalista ni, mucho menos, una postura que “victimice” o invite a pensar en una “superioridad moral” de los pueblos originarios. Mi intención es, más bien, mostrar algunas reflexiones que vayan hilvanando los testimonios que más adelante podrá el lector encontrar respecto a los testimonios que mujeres de La Ilusión comparten respecto a los retos que enfrentan las artesanías y el impacto que ha tenido la exclusión en su comunidad.
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Además, los empleos informales en los que trabajan, tanto en el ámbito rural como en el urbano, no presentan ningún beneficio a mediano o largo pla-‐‑ zo. En ese sentido, los trabajadores ingresan con el pensamiento y la esperanza de hacer “trabajos temporales”, mientras consiguen un empleo mejor (Horbath, 2008). Warman (1986) por eso señala que las cristalizaciones de la discriminación son muy variadas pero, con diferente intensidad, siempre están presentes respecto a los pueblos originarios de nuestro país. Hay otros retos que detallar. Los sentidos que se van perdiendo El abandono del oficio artesanal encuentra también motivos en los es-‐‑ tragos ocasionados por el esfuerzo físico que, con el paso de los años, afectan la salud. La abuela que borda y teje, por ejemplo, en su rostro no solo tiene arru-‐‑ gas que reflejan su experiencia sino también tiene ojos que, por su disminución visual, ya no pueden contemplar lo que sus manos habilidosas realizaron, y lo mismo vale para el alfarero que entre los humos y los hornos se le dañan los pulmones. Cada oficio demanda esfuerzo que a la larga afecta la salud de los artesanos. Ya lo explicaba una vieja artesana del norte de Chiapas: “Al artesano en su oficio se le va un poco de vida y de salud”. Dígase también que los pre-‐‑ cios y los tiempos de elaboración son motivos que, aunado a otros, hacen que disminuya la cantidad de personas dedicadas a este oficio. Conozcamos ahora algunos detalles respecto a la población que ha originado la construcción de esta reflexión: Las mujeres de La Ilusión. Mujeres bordadoras de la ilusión El primer acercamiento a esta comunidad, escondida entre las monta-‐‑ ñas del municipio de Simojovel de Allende, Chiapas, fue en el verano del 2008. Mi interés por conocer los retos que enfrentan los artesanos en diferentes latitu-‐‑ des de la geografía chiapaneca me llevó a visitar múltiples comunidades. Lo observado y encontrado en La Ilusión rebasó cualquier inquietud surgida en otra comunidad. Lo que incrementó mi interés en este pueblo originario fue encontrar la disminución del uso de la lengua originaria, el “poco” o “nulo” interés por aprender el oficio artesanal por parte de las niñas de la comunidad, la falta de interés que mostraban algunas chicas por ejercer el conocimiento artesanal que aprendieron de sus madres y el poco gusto que niñas y jóvenes
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mostraban por el uso de la ropa bordada. Estas diferencias generacionales me invitaron a centrar la atención en esta comunidad incrustada en las tierras de café del norte de Chiapas. Una metodología artesanal Es este un estudio cualitativo de tipo etnográfico. Se ha seguido una metodología artesanal, tal como denomina Gúber (2001) a la etnografía. Como enfoque, indica este autor, “la etnografía es una concepción y práctica de conocimiento que busca comprender los fenómenos sociales desde la perspectiva de sus miembros (entendidos como 'ʹactores'ʹ, 'ʹagentes'ʹ o 'ʹsujetos sociales'ʹ)” (p.12). El trabajo de campo de este estudio se ha realizado del verano del 2008 al verano del 2011. Las técnicas utilizadas han sido: la observación participante, la entrevista abierta y semiestructurada, la obtención de material audiovisual, el análisis de documentos y la elaboración de un diario de campo. Se centró la atención en una comunidad tsotsil constituida –aproximadamente-‐‑ por 400 habitantes, quienes se dedican a múltiples trabajos, tales como: el campo, el hogar, el trabajo de construcción, la producción de café y la elaboración de artesanías (principalmente textiles y ámbar, aunque también a la alfarería, pero en menor escala). Fueron entrevistadas 20 mujeres de tres generaciones: niñas, adultas y mujeres mayores, a la vez que también se obtuvo información de habitantes de la comunidad, de la región y de instituciones encargadas de las artesanías de Chiapas y del país.26 Este estudio también se une a los trabajos que utilizan las tecnologías de la información para su análisis. Por ello, se ha acudido al software basado en la Teoría Fundamentada: Atlas.ti (versión 5.0). Esto ha sido así por considerarse dicho programa “una herramienta informática cuyo objetivo es facilitar el análisis cualitativo de, principalmente, grandes volúmenes de datos textuales” (Muñoz, 2005, p. 2). Fue allí donde se colocó, ordenó y analizó la transcripción de las entrevistas, y posteriormente se realizaron esquemas para presentar los siguientes resultados. 26 Estas reflexiones provienen de un estudio más amplio en el que se entrevistó y se obtuvo información del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (FONART), el Instituto Casa Chiapas, el Museo Comunitario del ámbar, la Organización de Mujeres Indígenas de la Región de Simojovel (OMIRSI), entre otros.
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Motivos para ya no bordar ¿Por qué ya no quieren dedicarse a este oficio las mujeres jóvenes? ¿Por qué se usa menos el telar de cintura en la comunidad? ¿Por qué ya no aprenden a bordar las niñas de La Ilusión? ¿Por qué se está dejando de usar la ropa tradi-‐‑ cional del lugar? ¿Por qué algunas mujeres jóvenes bordan con menos frecuen-‐‑ cia? Intentemos en este apartado dar algunas respuestas, por ello resulta necesario invitar al lector a que observe la siguiente figura donde se expone la familia de códigos relacionados con los motivos por los cuales las mujeres de La Ilusión consideran que se está dejando de bordar en su comunidad. Figura 1. Motivos para ya no bordar
Fuente: Familia de códigos obtenido del análisis temático realizado con el software Atlas.ti.
Ya no se enseña ni se aprende en casa Las generaciones jóvenes de La Ilusión ya no aprenden este oficio de antigua raigambre y quienes aprendieron a bordar abandonan gradualmente la aguja para crear flores rojas o aves multicolores. Ante esto algunos habitantes indican que: Las madres saben bordar pero no tienen interés en enseñarles a sus hijas. Ya no quieren enseñar el oficio (Manvel, sin referencia de edad, entrevista
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personal, 8 de octubre de 2009) 27 Sobresale el poco interés que tienen algunas pequeñas por aprender a elaborar textiles. Hay jóvenes que sabían pero ya no quieren bordar. Prefieren trabajar en la casa, irse de la comunidad o estudiar. Ya no quieren hacer textiles (Teresita, 10 años, entrevista personal, 07 de septiembre de 2009) Si ya no están interesadas y si ya no hay motivación para aprender o seguir dedicándose al oficio, entonces, resulta comprensible la disminución de mujeres dedicadas a los textiles, pues, en ocasiones, como afirma Sennett (2009), “la motivación es más importante que el talento” (p. 350).28
Figura 2. Artesana de La Ilusión bordando detalles en una falda para uso personal
27 Con el objetivo de respetar el anonimato y la confidencialidad de las personas que participan en este estudio, en los fragmentos de entrevista que aquí se presentan se colocan seudónimos. Las edades mencionadas y las fechas de realización de las entrevistas si corresponden a datos reales. 28 También se debe señalar que, tal como ya se ha dicho, las enfermedades o padecimientos en la salud obstaculizan que las mujeres mayores de La Ilusión sigan bordando. Las dificultades visuales son también motivo importante en la disminución de la realización de textiles, y, en algunos casos, también se convierte en causa del abandono de la producción de estas artesanías. lagrimeo, visión borrosa y en casos extremos, aunada a algunas enfermedades, la pérdida de la vista. Motivo suficiente es éste para que las mujeres abandonen el oficio. Además, crear textiles demanda mucho tiempo y trabajo, y los ingresos que reporta no compensan los días o meses de trabajo.
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Figura 3. Fundas realizadas con fines comerciales.
La obsolescencia del oficio: ya no quieren aprender, ya no les gusta y ya no lo usan Aunque les enseñen ya no quieren aprender, […] no les gusta, no ponen atención. […] Muchas dicen que es un oficio del siglo pasado. Les da flojera. Las jóvenes de ahora ya no usan la ropa bordada de la comunidad, ya no aprenden y prefieren ir a la escuela (Celia, 30 años, entrevista personal, 27 de octubre de 2010) Veo que no les gusta bordar, no les gusta aunque yo les digo que aprendan, ellas dicen que no. No les gusta (Alondra, 18 años, entrevista personal, 12 de octubre de 2009) No lo usan porque se avergüenzan […] No la usamos porque nos da vergüenza ponerlo, sentimos que no nos queda. Las mayores lo usan porque a ellas les gusta porque es costumbre (Xvel, 16 años, entrevista personal, 10 de octubre 2009) No están las niñas interesadas en aprender este oficio porque tienen otras aspiraciones, porque van a la escuela y porque consideran que es un oficio que no les reportará buenos ingresos. Además el tema de la discriminación ha originado, en cierta forma, que se abandone el uso de la ropa tradicional del lugar. Lo que estamos asistiendo en los cambios respecto a la ropa, al oficio, a la lengua, a las expectativas y a las nuevas formas de vivir es resumido por los lugareños de la siguiente forma: Ya las mujeres y los hombres buscan ropa que está de moda. Ya no usan ropa de tradición. […] Los hombres ya casi no la usan. […] La lengua algunos nomás lo utilizan (Cruz, 14 años, entrevista personal, 08 de septiembre de 2009) (Los jóvenes) compran más ropa así como la que uso yo (no bordada). Y no quieren bordados porque dicen que nosotros somos pobres y que ellos son ricos, así nos dicen en la cara (los kaxlanes y los indígenas que no usan ropa 192
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bordada) (Sandy, 10 años, entrevista personal, 11 de septiembre de 2009) Las causas de esto, como ya se ha mencionado, son múltiples (la influencia de los medios de comunicación, la discriminación, el hecho de dejar de hacer bordados para dedicarse al ámbar, etc.) y a ellas deben agregarse las carencias económicas de las familias que intentan realizar “de todo” para poder obtener ingresos. Lo anterior lleva pues a advertir que en La Ilusión estamos asistiendo a cambios que provocan que se articulen diferentes tiempos, historias y modos de vida. Todo esto afecta o influye en la producción de artesanías. Los cambios suscitados generan estilos de vida diferentes. Giddens (1991), en este sentido, indica que un estilo de vida puede definirse como un conjunto de prácticas más o menos integrado que un individuo adopta no sólo porque satisfacen sus necesidades utilitarias, sino porque dan forma material a una crónica concreta de la identidad del yo. Los estilos de vida, indica este autor, son prácticas hechas rutina: las rutinas presentes en los hábitos del vestir, el comer, los modos de actuar y los medios privilegiados para encontrarse con los demás; pero las rutinas que se practican están reflejamente abiertas al cambio en función de la naturaleza móvil de la identidad del yo. Cada una de las pequeñas decisiones que toma la persona cada día (qué ponerse, qué comer, como comportarse en el trabajo, con quién verse al finalizar la tarde) contribuye a tales rutinas. Todas esas elecciones –así como otras de mayor amplitud y consecuencias-‐‑ son decisiones referentes no sólo a cómo actuar sino a quién ser. Cuanto más postradicionales sean las circunstancias en que se mueva el individuo, más afectará el estilo de vida al núcleo mismo de la identidad del yo, a su hacerse y rehacerse (Giddens, 1991). Y en La Ilusión cada vez resulta más evidente la inquietud y el deseo de niñas y jóvenes de crear nuevos estilos de vida pues consideran que “las cosas pueden ser diferentes”. Hay una curiosidad generalizada entre jóvenes y niñas por lo nuevo y por el cambio. Otros (grandes) motivos A tal motivo -‐‑usar la vestimenta bordada-‐‑ adjudican las niñas, entre otras varias cosas, el hecho de no casarse pues consideran que “las mujeres que usan ropa bordada no les gustan a los hombres”. Cuestionan también las jóvenes la institución del matrimonio como única posibilidad de vivir o hacer una familia. 193
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Cuestionando la tradición: es mejor no casarse
En vez de casarse es mejor buscar un trabajo de maestra o abogada porque es mejor que estar sufriendo con un marido porque hay veces que se emborrachan los hombres y les pegan a las mujeres. […] Me gustaría ser licenciada. Me gustaría tener hijitos pero es muy difícil porque sufrimos mucho. Me gustaría también ser abogada. Mis hijas quisiera que fueran licenciadas, maestras, ingenieros. Mi mamá me dice: “mejor no te cases porque sólo buscas tu sufrir”. No sé por qué lo dice. (Sandy, 10 años, entrevista personal, 21 de septiembre de 2009)
Las pequeñas cuestionan la forma de vivir de sus madres y de sus abuelas. Quieren estudiar, trabajar, quieren tener hijos (pero no muchos) y los quieren tener no necesariamente bajo la institución tradicional de familia. Algunas consideran la posibilidad de la unión libre, aunque esta opinión es poco frecuente y no todas la comparten. Lo que sí comparten es que no quieren “depender de ningún hombre para vivir” y tampoco están de acuerdo con el machismo. Los hombres dicen que las mujeres no tienen derecho a trabajar o que no tienen derecho a hacer lo que ellas quieren pero no, no es así. Eso es mentira porque las mujeres también tienen derecho a hacer todo lo que ellas quieran, incluso, así a bordar o a trabajar el ámbar, porque hay hombres que no permiten trabajar (Alondra, 18 años, entrevista personal, 12 de octubre de 2009) Las jóvenes visualizan su independencia económica. Además, empiezan a cuestionar que “haya que casarse siendo muy joven”. Algo de esto advierte también Vargas (2002), al señalar que un resultado de la comercialización de las artesanías hechas por mujeres ha sido que muchas jóvenes ahora dudan en casarse porque piensan que son más independientes siendo solteras. Loxa, una artesana, me dijo un día, cuando yo le pregunté si tenía novio o marido: “¿Para qué quiero un hombre? Los hombres son buenos para que te peguen y para que lleguen borrachos a tu casa. Yo no me voy a casar nunca. No hace falta porque estoy bien sin hombre”. A Muchas artesanas sus esposos las golpean y les quitan su dinero. Esto hace que las artesanas más jóvenes piensen que el matrimonio es una opción que no es necesario tomar si una puede mantenerse sola (Vargas, 2002, p. 167) 194
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Nash (1993a), por su parte, reporta que este fenómeno comenzó a darse hace ya varias décadas, cuando las mujeres comenzaron a incursionar con sus propios productos en el mercado. Nash (1993b) considera que la líder de la primera cooperativa de alfareras de Amatenango fue asesinada porque al haber escogido permanecer soltera representaba una amenaza al orden patriarcal de la comunidad. Eber y Rosenbaum (1993) afirman que el fenómeno de artesanas que ya no quieren casarse se está dando en los municipios más cercanos a la carretera Panamericana, Chamula, Zinacantán y Amatenango. Vargas (2002) a este respecto (y centrando la atención en las mujeres artesanas afiliadas a una organización) opina que de no haber existido las organizaciones artesanales, quizá se hubiera dado el mismo fenómeno de que las mujeres indígenas ya no se quieren casar, pues la seguridad en la que se basa su actual poder de decisión parece ser en su capacidad de generar ingresos propios. Es la venta de artesanías, y no las organizaciones como tales, la que favorece el que las mujeres de la región de Los Altos (y también de La Ilusión) se estén haciendo más independientes y seguras de sí mismas, al sentirse económicamente autosuficientes (Vargas, 2002).
Figuras 4 y 5: Piezas de ámbar realizadas en Simojovel de Allende, Chiapas.
Recibir formación académica. En la comunidad se han ido interiorizando y creando nuevas formas de vivir. Las niñas, observan a las hermanas vistiendo ropa no bordada, asistiendo a la escuela, manejando y dominando las nuevas tecnologías y con nuevas expectativas.29 A esto estamos asistiendo en La Ilusión. Las pequeñas, aunque 29 Esto es lo que también observa Silva (2011), en otras comunidades indígenas latinoamericanas del
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no todas, cuestionan el matrimonio, el oficio, los ingresos y las costumbres comunitarias. Así como algunas jóvenes aprendieron a bordar de sus hermanas así algunas niñas aprenden las nuevas formas de vivir de ellas. En algunas comunidades como Chenalhó y Mitontic (otros pueblos originarios de Chiapas), advierte Greenfield (2004), el arte de tejer tampoco es universal entre las niñas. Éstas son comunidades en las cuales la escolaridad ha llegado a ser considerada como un proceso de credencialización que proporciona acceso a empleos. En Chenalhó, por ejemplo, Chen (1991) encontró que muy pocas mujeres y niñas sabían bordar. Una respuesta común a la pregunta de por qué las niñas no estaban tejiendo tenía como común denominador “por la escuela”. Las niñas no tenían tiempo para tejer porque asistían a la escuela Al preguntar esto a las niñas ellas respondían que no tejían porque no les gustaba y que preferirían encontrar un trabajo para que pudieran comprar ropa. Esto mismo es lo que sucede entre las niñas de La Ilusión. Ellas quieren ir a la escuela para posteriormente tener un empleo. Se observa que las mujeres jóvenes en La Ilusión están disminuyendo la frecuencia con la que realizan artesanías y quieren seguir recibiendo formación académica para, en un futuro, acceder a una actividad laboral más o menos estable, más o menos segura. Además, mientras la escuela genera o estimula individualismo e independencia, la producción artesanal, en el caso de los textiles realizados en casa, fomenta la interdependencia familiar. A este respecto Greenfield (2004) señala que un mecanismo por el cual la escolaridad puede tener tal impacto es la creación de dos autoridades separadas, la escuela y el hogar. Cuando asistía a la escuela casi no tenía tiempo para bordar […] Las jóvenes y niñas ya no saben o ya no lo realizan porque ya no les gusta, no lo quieren hacer y no tienen tiempo para hacerlo porque van a la escuela. Antes las mujeres sí lo hacían porque no llegaban a la escuela (Eva, 22 años, entrevista personal, 28 de octubre de 2009) Sur de Brasil, de las etnias guaraní, kaingang y xetá. Este autor advierte que, por un lado, se puede observar que la inclusión en la enseñanza, principalmente en la secundaria y en la universitaria, es un facilitador para que los jóvenes se apropien de las nuevas tecnologías, de los códigos y de los lenguajes no indígenas. Pero, por otro, nos encontramos con la dificultad de acceso y con barreras simbólicas que los miembros de los grupos indígenas siguen encontrando para acceder a tales nive-‐‑ les de enseñanza. En las instituciones educativas los jóvenes indígenas tienen que lidiar con una carga de prejuicios todavía existentes en relación a las etnias. Esto es válido también para los jóvenes de La Ilusión (véase detalles en Del Carpio, 2012).
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Antes las mujeres bordaban porque no iban a la escuela y se casaban (Maricela, 24 años, entrevista personal, 09 de octubre de 2009) Para esta joven recibir instrucción educativa también hace que las expectativas, la ocupación y la visión de los lugareños cambie y los invite, en ocasiones, a abandonar la comunidad. Consideran, pues, que la escolaridad amplía el abanico de posibilidades y conocimientos para la individualización. Lo sostiene Melucci (2001), al decir que este proceso de radicalización de la individualización sólo ha sido posible en las últimas décadas debido a la transformación y expansión de los sistemas educativos, el cambio de los valores familiares, la extensión de los derechos personales y civiles, la ampliación de los intercambios culturales, la libertad de elección en las relaciones afectivas, entre otros fenómenos. La educación es considerada en La Ilusión como agente de cambio y como posibilidad de dejar la comunidad para buscar mejores opciones laborales y económicas. Véase, entonces, que el tiempo dedicado a la escuela y a los deberes es considerado como uno de los motivos para no aprender a bordar o para realizar esta actividad con menos frecuencia. Algo más que añadir. El rechazo de los kaxlanes (los mestizos) Tal como se ha mencionado, disminuye la producción de textiles ante la falta de demanda interna pues cada vez son menos quienes usan la ropa tradicional (esta es casi exclusiva de mujeres mayores). Con esto se observa que en La Ilusión hay nuevas actitudes hacia los estilos de la indumentaria y hay nuevas formas de vivir y de vestir. Estos cambios no sólo hablan de moda sino que, como indica De la Torre (2004), también nos hablan de posibles cambios sociales y culturales. Hay quienes dicen que: Muchas jóvenes no usan los bordados porque se dedican a la escuela. Otras, ya no lo quieren utilizar por la discriminación (Maricela, 24 años, entrevista personal, 09 de octubre de 2009) Niñas y jóvenes a este respecto indican que no les interesa utilizar la ropa tradicional porque quieren evitar la discriminación. Esta situación muchas niñas no la han vivido pero la han visto y las ha llevado a “aprender” que elementos tradicionales, tales como: la lengua, el oficio o el uso de la lengua pueden ser motivos de discriminación. Lo anterior invita a pensar en lo que propone Bandura (1976/1982) cuando dice que no todo el aprendizaje se logra experimentando personalmente las acciones y que al ver las consecuencias positivas o negativas de las acciones de otras personas, las llevamos como si 197
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fueran nuestra propia experiencia en otras circunstancias. Quizá es por eso que dicen las niñas que “si usas ropas bordada no te vas a casar”, o “si la usas los hombres no te van a querer”. Parece ser éste un aprendizaje social que hace que las nuevas generaciones de La Ilusión, sin haber vivido una experiencia de discriminación o exclusión, al haber observado a la madre, a la tía o a algún miembro de la comunidad sufrirla prefieren evitarla. Vivida donde sea la discriminación afecta a la construcción de la identidad crea toda una serie de fenómenos negativos para la cristalización de las identidades (Agulló, 1997). Además, a medida que se desciende en la escala social, o sea, cuando la procedencia social es más baja socioeconómicamente, la probabilidad de desestructuración de la identidad se incrementa de forma progresiva, señala también el autor citado. Además, la forma de vestir sirve habitualmente de indicio para interpretar acciones y constituye un elemento de la apariencia. Así, pues, “la apariencia indica ante todo identidad social, más que personal” (Giddens, 1991/1995, p. 128). Todavía hoy no se han disociado enteramente el vestido y la identidad social y la forma de vestir sigue siendo un mecanismo indicador de género, posición de clase y categoría ocupacional. Por eso, niñas y jóvenes dejan de usar la ropa distintiva de la comunidad pues “es ropa que delata que uno es indígena y ser indígena es motivo de discriminación”. Hay que señalar, entonces, que hay una necesidad importante de construir identidades positivas y valiosas en La Ilusión. En busca de identidades valiosas: procesos de comparación y diferenciación Hay en La Ilusión quienes afirman que la disminución y el abandono de elementos tradicionales se deben a la ya mencionada discriminación: (Lo abandonan) para no sentirse inferiores, (se abandonan) porque se quiere ser alguien. Quieren ser como alguien (como los mestizos). Se comparan con ellos. (Dicen) quisiera ser como ellos o me gustaría ser como los kaxlanes (los mestizos).30 Hasta, incluso, muchas jovencitas o jovencitos acá se van (al centro, al pueblo mestizo) hablando español pero si se encuentran a alguien que no los conoce y si les preguntan si hablan alguna lengua indígena muchos lo niegan. Ya no usan la ropa originaria. Yo 30 El término kaxlan es un préstamo maya del gentilicio castellano. Se utiliza para hacer referencia a la población mestiza.
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considero que eso es compararse y querer ser como los otros. Muchos utilizan, pues, la comparación (Maricela, 24 años, entrevista personal, 21de septiembre de 2009) Lo que indica esta joven hace traer a colación la teoría de la identidad social de Tajfel (1984), quien define a la identidad social como aquella parte del autoconcepto de un individuo que deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo social (o grupos sociales) junto con el significado valorativo y emocional asociado a dicha pertenencia. La identidad social permite situar al individuo en un marco más amplio, cómo reconoce Tajfel (1984) al conceptualizar el término como una autodefinición en un contexto social. Por tanto, la teoría de la identidad social de Tajfel y Turner (1986) y sus derivaciones pretendieron “superar la separación entre el individuo y la sociedad, y descubrir algún modo de relacionar los procesos psicológicos con los determinantes históricos, culturales, políticos y económicos de la conducta” (Turner y Killian, 1987, p. 236). Este planteamiento propuso a la identidad social como el concepto psicosocial capaz de vincular al individuo con la sociedad. Así, por ejemplo, en contextos colectivos, la identidad social adquiere una especial trascendencia, ya que el individuo se considera a sí mismo y al otro en términos de su pertenencia al grupo. Además, para garantizar dicho vínculo entre individuo y contexto social, Tajfel (1984) sostuvo que la identidad social cumple tres funciones básicas: una función cognitiva, mediante el proceso de diferenciación y categorización social; una emocional, mediante el desarrollo del sentimiento de pertenencia y aceptación; y una evaluativa, mediante el proceso de comparación social. Como ejemplo concreto, al utilizar el caso de las mujeres jóvenes tsotsiles de este estudio, podríamos decir que en el desarrollo de este proceso, ellas van estableciendo comparaciones que les permitan diferenciarse de sus grupos de referencia como la familia, la comunidad, las compañeras de la escuela, etc. El marco de referencia más inmediato son los integrantes de la familia y, dentro de este marco, las características más destacables serían aquellas que les permitan establecer diferencias con el resto de los iguales y los integrantes de la comunidad, por ejemplo: el oficio, los intereses académicos, entre otros. Su identidad social incluiría los intereses y valores comunitarios, la cosmovisión del lugar, los saberes y las prácticas ancestrales.En un primer nivel se situaría el self dentro de la familia, junto a los integrantes de la comunidad (el endogrupo), frente a los habitantes de comunidades aledañas y la cabecera municipal 199
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(Simojovel, lugar con población indígena y mestiza). A través de un proceso de categorización social (el establecimiento de categorías o grupos sociales diferentes como familia, comunidad, región) y de comparación social (la valoración del propio grupo frente a los demás) las jóvenes pueden sentirse diferente a los demás (reafirmar su diferenciación frente al exogrupo) dando como resultado su identidad social (a través de la identificación con el endogrupo que satisface la necesidad de verse incluidas y aceptadas dentro de un grupo). A este nivel, las características más destacables de la identidad son aquellas que se tienen en común con los integrantes de la familia, con la comunidad y que las hacen diferentes de las jóvenes de otras comunidades y de la cabecera municipal (Simojovel). Siguiendo con el mismo proceso, a un nivel superior, Simojovel constituye un marco de referencia frente a otros municipios dentro de la región. El siguiente nivel de identificación lo configuraría la región, aportando un marco de referencia muy relevante. Podríamos seguir generando marcos de referencia más amplios, pasando por los municipales, estatales y nacionales, hasta llegar a los rasgos de identidad de jóvenes indígenas, dado que un aspecto importante del self es que se puede expandir y contraer a lo largo de diferentes niveles de la identidad social. Según sea el nivel de activación de cada marco de referencia se activan diferentes identidades sociales, que irían configurando la propia identidad personal. Es decir, cuando la situación requiera que una joven asuma un papel dentro de su grupo cultural o étnico (proceso de activación) se activa esa identidad cultural o étnica, dejando en un segundo plano otros grupos o categorías de pertenencia. De esta forma, el self experimenta cambios en base a la propia evaluación. Cuando la definición del self cambia, también lo hacen los intereses y la motivación que acompaña la acción. Aquí tenemos que hacer referencia a la importancia que tiene la autoestima y la reducción de la incertidumbre como procesos motivacionales que determinan la variabilidad en este proceso de activación de la identidad social (Hogg, 2006). Desde la teoría de la identidad social se asume que una vez que se produce el proceso de categorización social, al individuo le resulta fundamental mantener o acceder a una identidad social positiva como miembro de su endogrupo (Tajfel y Turner, 1986). De esta forma, los teóricos de la identidad social precisan que es por medio de comparaciones sociales favorables al endogrupo como se puede contribuir a lograr una distintividad positiva y mantener una identidad social 200
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valiosa. Sin embargo, cuando la identificación con el endogrupo no es favorable, como sucede con algunas chicas de La Ilusión, se abandonan elementos comunitarios (como la ropa y la lengua originaria) como estrategias que les permitan ser incluidas y aceptadas por otros grupos (el pueblo mestizo) con los cuales han tenido relaciones de desigualdad y discriminación. Se observa aquí, entonces, un uso estratégico de la identidad (Gergen, 1991). Por otro lado, estas jóvenes al identificarse con elementos distintos a su tradición cultural, están buscando un lugar en un mundo sujeto a cambios y transformaciones en el que tienen que encontrar su ubicación, sentirse parte de él. Este proceso de reducción de la incertidumbre afecta también a la construcción social de la identidad de estas jóvenes. Adviértase también que son varias chicas para quienes su trabajo actual (la producción de artesanías) no responde a sus proyectos de vida. Por ello, quieren acceder a puestos cualificados para utilizar esa posición laboral y su ocupación como valuarte identitario que les permite la aprobación social, el reconocimiento y un estatus. Pues, como literalmente indica una joven de La Ilusión: “se necesita un buen trabajo que nos permita ser alguien en la vida”. Por ello también dejan de realizar textiles, actividad asociada y arraigada principalmente a los pueblos originarios, y se dedican al trabajo con ámbar, actividad ésta última que también realizan artesanos mestizos y por el que están percibiendo mejores ingresos. Por los motivos ya mencionados (discriminación, pobreza, precariedad, poco reconocimiento social del oficio, etc.), las jóvenes manifiestan la necesidad de una identidad laboral positiva. Por ello, afirman que quieren estudiar una carrera y tener un título que avale sus conocimientos y que produzca una identificación que presuponga la existencia de un saber especializado y una utilidad; pero también que permita una identidad que les permita “ser alguien” y que sea una identidad estable y constante. Es por eso que, ante la precariedad del trabajo que actualmente realizan (artesanías) la búsqueda de una profesión constituye la mejor fuente de identidad para las mujeres jóvenes, justamente por ese carácter de permanencia que tiene y el reconocimiento social que supone. Por eso, no quieren seguir dedicándose al oficio de sus madres o abuelas (artesanas). Las identidades de las personas aquí entrevistadas se construyen desde la comunidad y desde sus núcleos familiares. Sus identidades son identidades de grupo y su vida cotidiana está al servicio del objetivo, de la necesidad y de la demanda familiar. Los múltiples trabajos que en la comunidad se realizan son 201
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claro ejemplo de ello. Sus identificaciones responden a parámetros culturales, raciales y étnicos. La integración social es sustancialmente cultural y étnica, y están sujetos al control sociocultural, apoyados en la lengua y en las prácticas culturales, que mantienen enraizadas las diferencias de clase. De igual manera, sus estructuras socioeconómicas se rigen de acuerdo a la comunidad, aunque esto ha empezado a cambiar debido a la producción artesanal con fines de mercado, especialmente el trabajo con ámbar que invita a tener contacto con el exterior, “con los de afuera”. Este es el ámbito en el que nuestras artesanas han construido sus identidades laborales. En el caso de las mujeres jóvenes de La Ilusión hablamos de una identidad que intenta abrirse camino irremediablemente en medio de la exclusión. Identidades negativas que intentan encontrar luz y que en algunos casos se convierte en positiva al valorar la cultura del pueblo y sentir orgullo por ser parte de él. Por eso, Maricela -‐‑una joven de La Ilusión-‐‑ afirma que ser una mujer indígena es: Cosa bonita. [...] Me siento bien, yo me siento orgullosa porque a pesar de que soy indígena he salido adelante. Bien o mal pero estoy aquí parada y sigo en pie. Por eso, mujer indígena es (sinónimo) de que todo se puede (Maricela, 24 años, entrevista personal, 09 de octubre de 2009) O como en el caso de otra joven cuyo oficio considera es “el orgullo de ser mexicana”. O también como sucede con aquellas jóvenes que no se identifican con el trabajo artesano y quieren a través de una formación diferente conseguir un identidad social valorada. Todas, de una u otra manera, están reinventándose para intentar construir identidades valiosas a pesar de la exclusión y la discriminación. Conclusiones Indígenas o no, de Chiapas o de otros lugares de la República Mexicana, quienes se dedican a la producción de artesanías enfrentan una serie de problemas. Esto lo indica no sólo la revisión de la literatura aquí analizada sino el trabajo de campo de este estudio, el cual ha constatado que los principales problemas del gremio tienen que ver con aspectos tales como: la precariedad económica de los productores, la comercialización de los productos, la intermediación, los bajos precios, la competencia con productos industriales y otras dificultades relacionadas con la necesidad de mayor organización, comunicación y acuerdo entre los integrantes del gremio. 202
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Añádase a estos otros problemas que tienen que ver con la falta de capacitación de los artesanos, los tiempos arduos de trabajo que a la larga afectan la salud de quien lo realiza y el poco o nulo reconocimiento social del oficio. Temas son todos estos que provocan migración, disminución de personas dedicadas a las artesanías y poco interés por aprender, enseñar y fomentar los saberes artesanales entre las nuevas generaciones. Y, si hablamos de artesanos indígenas este contexto resulta más difícil pues enfrentan una doble discriminación. Este sector, por ser artesanos y por ser indígenas, sufre una serie de desventajas y situaciones que obedecen, entre otras varias cosas, a las condiciones estructurales de la sociedad. Dígase, pues, que el racismo, la exclusión y la discriminación son motivos –que aunado a otros-‐‑ han hecho, por lo menos en nuestra comunidad de estudio, que se recurra al uso estratégico de la identidad indígena, pues hablar la lengua originaria y utilizar la ropa bordada pareciesen “estorbar” el acceso al “mundo moderno” del trabajo y al mundo de los kaxlanes (los mestizos). Se constata también en este estudio que la estructura, génesis, desarrollo, mantenimiento, transformaciones y “disolución” de la identidad personal son constitutivamente sociales, es decir, se producen o construyen a través de procesos sociales de interacción. De ahí que sea necesario entender la identidad como construcción social y como proceso interactivo. De ahí también que podamos decir que La Ilusión es una comunidad en la que se constata que para que el individuo construya su identidad necesita identificarse y diferenciarse con aquello que afectivamente le gratifica y satisface. Además, también necesita adscribirse a categorías a las que considere valiosas y portadoras de valor. Necesita, entonces, reconocerse y ser reconocido como alguien que tiene valor y ser catalogado como alguien socialmente significativo. Las artesanas indígenas de este estudio han construido sus identidades en relaciones desiguales, de discriminación y de exclusión, y su tiempo y espacio no es una empresa ni una oficina sino la calle, las arterias de la ciudad, los rincones lodosos de la comunidad, los vericuetos de los lugares turísticos en los que se busca un comprador a los productos y los parques que se caminan bajo el sol para encontrar quién adquiera una blusa bordada, un trozo de ámbar o un mantel colorido. En esos, y en otros espacios, se construye la identidad de la artesana. Por ello, de cierta forma, resulta comprensible que caigan en desuso prácticas y conocimientos ancestrales y que se abandone el oficio artesanal, o disminuya el interés por éste entre los jóvenes, para centrar la atención en una trayectoria académica que otorgue un título que avale conocimientos y que 203
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permita construir una identidad que permita “ser alguien en la vida”. Hay, pues, en La Ilusión, un interés generalizado entre las jóvenes por lo nuevo, por el cambio y por la construcción de una identidad valiosa. Y hay también, como ya he dicho, un uso estratégico de la identidad indígena. Esto es así porque en nuestra comunidad, como probablemente también sucede en otros rincones del país, pareciese que para acceder a mejores condiciones del mercado del trabajo los pequeños productores tienen que construir una nueva imagen y una nueva forma de ser indígena. A este respecto habría que preguntarse varias cosas ¿Realmente utilizando estas estrategias puede la población indígena ser “aceptada” por la sociedad mestiza? ¿Dejando de usar los textiles bordados, por ejemplo, y abandonando la lengua originaria la sociedad mestiza los acepta como parte de ellos? ¿Hasta qué punto es una esperanza ilusoria pensar en que dejar de hablar tsotsil o de usar la ropa bordada de la comunidad permitirá obtener un mejor trato y cambiar de estrato social? Quedan en el tintero muchas preguntas que pueden estimular futuras investigaciones. Por el momento resulta importante decir que hay quienes en La Ilusión siguen contando historias de su pueblo a través de los productos que elaboran con las manos y hay también quienes han abandonado el oficio para buscar otras opciones laborales. Lo que es indudable es que, artesanos o no, los habitantes de La Ilusión siempre encuentran formas de construirse, reconstruirse y re-‐‑inventarse a pesar de las adversidades sociales, económicas y laborales, buscando así vías alternativas para erigir sus identidades. Para concluir, no me resta más que decir que hay que ver a las artesanías como la expresión de la diversidad, es decir, como expresión de las diferentes maneras en que las sociedades rurales están pudiendo o no, combinar sus tradiciones, habilidades, representaciones, significados y tensiones con los impulsos de la globalización y de la exclusión. Referencias bibliográficas Agulló, E. (1997). Jóvenes, trabajo e identidad. Oviedo: Universidad de Oviedo. Angelotti, G. (2004). Artesanía prohibida: de cómo lo tradicional se convierte en clan-‐‑ destino. México, D.F.: Instituto Nacional de Antropología e Historia. Bandura, A. (1976/1982). Teoría del aprendizaje social. Madrid: Espasa. Bartra, E. (1998). Neozapatismo, arte popular y género. Consultado el 8 de enero de 2008, de http://lasa.international.pitt.edu/LASA98/Bartra.pdf Blanch. J. M. (1990). Del viejo al nuevo paro. Un análisis psicológico y social. Barce-‐‑ 204
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CAPÍTULO VIII: “LA EXCLUSIÓN SILENCIOSA: MAYORES, CUIDADORES Y PROGRAMAS PARA LA INCLUSIÓN” Mª Silveria Agulló Tomás, Alberto Veira Ramos, Victoria Gómez García y Esteban Agulló Tomás “La paz no es la ausencia de gue-‐‑ rra; mientras haya pobreza, racis-‐‑ mo, discriminación y exclusión, difícilmente podremos alcanzar un mundo en paz” (R. Menchú) INTRODUCCIÓN No es necesario acudir a determinados barrios de las grandes ciudades para percibir la exclusión. A diferencia de hace décadas, están emergiendo nuevas formas de desigualdad (como la e-‐‑exclusión o la brecha digital) no siempre visibles, pero también nuevas estrategias y programas para reducirla. La exclu-‐‑ sión que padecen las personas mayores y sus cuidadores tampoco aparece en las portadas de ningún medio de comunicación pero sigue ahí, puertas adentro y, en ocasiones, más acusada que la que sufren otros grupos en otra etapa vital. En tiempos recientes, paradójicamente, el apoyo de los mayores re-‐‑aparece co-‐‑ mo soporte de las generaciones jóvenes frente a la crisis. Estos roles solidarios e inclusivos de los mayores pueden, sin embargo, enmascarar otras situaciones reales de desamparo, de vulnerabilidad y dependencia. En general, otros tipos de discriminación y pobreza, por ejemplo en menores o mujeres, ocupan mayor espacio y presencia tanto en el ámbito de la investigación como en los medios de comunicación. Al mismo tiempo, diferentes estudios y análisis, incluido el nuestro, están confirmando el mantenimiento y/o aumento de los niveles de exclusión en el segmento de población mayor, así como también entre sus cui-‐‑ dadores. En la primera parte de este capítulo, se ofrece una panorámica interna-‐‑ cional sobre la exclusión en la etapa de vejez más dependiente. En la segunda, se exponen los objetivos, metodología y aspectos clave del estudio en el que se enmarca este escrito. Se trata de un proyecto subvencionado por el Ministerio de Economía y Competitividad (CSO2009-‐‑10290, VI Plan Nacional de I+D+i, 2009-‐‑2013)31. La tercera parte avanza resultados clave del estudio, como la eva-‐‑
31 Para conocer más detalles metodológicos, entidades participantes u otra información puede consultarse el epígrafe II o, mejor, el blog del estudio: http://cuidadoresdemayores.blogspot.com.es
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luación de algunos programas que se demandan y ofrecen para caminar hacia la mejora e inclusión de mayores y sus cuidadoras/es. I. Contexto internacional sobre exclusión y envejecimiento 32 “El infierno está en este mundo y consiste en ser viejo, pobre y enfermo” (re-‐‑ frán popular). Aunque no hay consenso en las definiciones de exclusión-‐‑ inclusión sí hay un acuerdo generalizado en caracterizarlo como un proceso dinámico (fases, más que una situación puntual) y multidimensional (que afecta a varias dimensiones vitales). La exclusión social sigue siendo, pues, uno de los principales obstáculos para la actividad libre, la satisfacción, el bienestar y la calidad de vida. El punto antagónico de la exclusión sería la felicidad, la vida saludable con el amplio concepto y acepción de la OMS y desde otras acepcio-‐‑ nes clásicas y actuales, ya descritas en otros capítulos de este libro y que aquí sólo se apuntan. Según varios informes y expertos, se puede elaborar una definición de “estado ideal de inclusión social”, y a partir de ahí establecer un conjunto de requisitos que se deberían cumplir para tratar de alcanzarlo. Desde este enfoque se suma a la desigualdad económica otro tipo de desigualdades que, con distin-‐‑ tos factores exclusógenos, explican y van más allá: abordan otras desigualdades sociales, psicológicas, políticas y/o culturales. Sin embargo, este enfoque aún no se ha asimilado y el concepto de exclusión continúa ligado sólo al de pobreza. Las diferentes dimensiones, se trate de una exclusión severa o moderada, se visualizan de mejor manera desde una visión más dinámica y amplia. Se debe aludir al índice europeo AROPE que reúne varios indicadores al respecto (véase EAPN, Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social. O los diversos Observatorios de Exclusión, Inclusión y Ciudadanía, y concretamente el “Observatorio para la exclusión de mayores”). El informe FOESSA (2008:57, 59-‐‑61) muestra este enfoque multidimensional del que partimos. El cuadro ad-‐‑ junto, y que en aquel informe se facilita, pretende ser un resumen de los 35 in-‐‑ dicadores que conforman el índice global de exclusión utilizado en estudios recientes. 32 Algunas aportaciones en esta línea se han presentado en congresos recientes en los que han parti-‐‑ cipado los autores, por ejemplo: “Dependency and social exclusion: a portrait of the European elderly based on data from the European Social Survey”, en la International Conference on European Social Survey (Chipre, Noviembre 2012), o “Cuidadores y mayores en crisis. Programas para la inclusión social y su evaluación” en el XVII Congreso Nacional de Sociología en Castilla La Mancha. Mesa de trabajo 4: Desigualdad, pobreza y exclusión social. Almagro, Noviembre 2012). O la última aportación al VIII Congreso Bienal Internacional de la la SEE: “Multimétodo: cifras, discursos y páginas web para una evaluación pluridimensional” (Sevilla, Febrero 2013).
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Tabla 1. Ejes y aspectos de la exclusión social EJES DIMENSIONES ECONOMICO
POLITICO
SOCIAL (relacional, psicosocial)
1. Participación en la producción 2. Participación en el consumo 1. Ciudadanía política 2. Ciudadanía social
1. Ausencia de redes sociales 2. Relaciones sociales conflictivas
ASPECTOS (incluyen 35 indicadores) 1. Exclusión de la relación salarial normali-‐‑ zada (desempleo, precariedad, etc.) 2. Pobreza económica. Privación total o par-‐‑ cial de recursos, dependencia. 1. Acceso efectivo a los derechos políticos, abstencionismo y pasividad política. 2. Acceso limitado a sistemas de protección social (sanidad, vivienda y educación). For-‐‑ mación limitada, enfermedad, discapacidad, infravivienda, etc. 1. Aislamiento social, escasez o falta de apo-‐‑ yos sociales (familiares, formales, informales) 2. Integración en redes sociales “desviadas”. Conflictividad social y familiar, violencia, inseguridad, etc.
La exclusión social de las personas mayores y, especialmente de sus cuidadores, constituye un problema que hasta fechas recientes no ha recibido una atención especial por parte de los gobiernos y organizaciones internaciona-‐‑ les. Sólo algunas entidades y en determinados eventos recientes se ha llamado la atención sobre la necesidad de conocer la situación de los cuidadores de ma-‐‑ yores y de evaluar los programas hacia ellos dirigidos Por ejemplo, en la II Asamblea Mundial del Envejecimiento (Madrid, 2002), se marcaron una serie directrices a seguir. O la “Research Agenda on Ageing for the 21st Century” del Programa sobre Envejecimiento de Naciones Unidas (en http://un.org/esa/socdev/ageing) se mencionan como “áreas prioritarias” y se formulan recomendaciones para los distintos agentes internacionales. Si bien en los primeros Planes de Acción sobre Mayores existen tímidas alusiones a los cuidadores, en los últimos planes, foros y recomendaciones re-‐‑ cientes, ya se observan apartados específicos, objetivos concretos a seguir y sugerencias en torno al caregiving. Por ejemplo, el “Joint Project de la UN Office on Ageing and International Association of Gerontology” destaca como área prioritaria los cuidados (página 14 y 15) y la importancia de la Evaluación (pun-‐‑ to 2.10, 2.11 y 2.12). Además, tres de las ocho áreas prioritarias destacadas como “Main conclusions and recommendations” del “Research Forum on Ageing” de la UNECE Ministerial Conference (2007) fueron estas: cuidadores, dependencia y sistemas de atención. El cuidado es además uno de los cinco principios de los “UN Principles for the Older Persons” (independencia, participación, cuidados, autorrealización y dignidad), que fueron ya adoptados en la Asamblea General de NNUU en 1991 para alentar a que los gobiernos lo incorporaran a sus agen-‐‑ 211
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das33. Asimismo, el departamento de “Ageing. Social Policy and Development Division” de Naciones Unidas apuesta desde hace décadas por el estudio y reconocimiento del envejecimiento34 (http://social.un.org/index/Ageing.aspx). La Unión Europea, por su parte, en 2013 ya viaja más allá de la declaración del “Año europeo del envejecimiento activo y solidaridad intergeneracional” (2012) o del “Año europeo contra la pobreza y exclusión” (2011) (http://europa.eu/ey2012/ey2012main.jsp?catId=971&langId=es), y promueve toda una línea de investigación y política social en esta línea. Por otra parte, Help Age International y UNFPA publicaron reciente-‐‑ mente “Envejecimiento en el siglo XXI. Una celebración y un desafío” (octubre 2012) en el que aluden a la cara más positiva del envejecemiento. También a iniciativa de Help Age International, otra referencia base es la atención a las mujeres adultas mayores en la construcción de una sociedad incluyente, equita-‐‑ tiva y justa para todas las edades, en el marco del desafío de eliminar las de-‐‑ sigualdades históricas de origen étnico, de género y generacionales. Es justo recordar que Help Age es la única ONG internacional, con proyectos en más de 80 países, que articula todas las organizaciones no gubernamentales dirigidas a mejorar la vida de los mayores que sufren problemas de exclusión. De acuerdo con el último informe de Help Age International, más de la mitad de las mujeres mayores están excluidas35 y todos los indicadores de po-‐‑ breza (ingresos, vivienda, bajos niveles educativos, zonas rurales, etc.) sitúan a la población mayor en clara desventaja. Una prueba visible es su nivel de pen-‐‑ siones (en los países que las tienen) que suele estar por debajo del salario míni-‐‑ mo interprofesional. Así, una elevada cifra de mayores tienen que seguir A nivel europeo, podemos destacar que el ERA-‐‑AGE (Área Europea de Investigación sobre Enve-‐‑ jecimiento) es un proyecto fundado por la Comisión Europea cuyo objetivo es el desarrollo de una estrategia europea para la investigación sobre el envejecimiento http://era-‐‑age.group.shef.ac.uk/. También en otros lugares y eventos observamos el mismo énfasis en el tema y su necesidad de evaluación: http://www.eurocarers.org/, www.ifa-‐‑fiu.org (International Federation on Aging), www.iagg.com.br (International Association of Gerontology and Geriatrics). O “IAGG World Congress of Gerontology and Geriatrics” (ver www.gerontologyparis2009.com/site/view8.php). 34 Ver “Ensuring a society for all ages: promoting quality of life and active people” (sept 2012) ageinghttp://www.unece.org/pau/ageing/ministerial_conference_2012.html 35 Por ejemplo, en Bolivia, el 53% de los mujeres adultas mayores es pobre; el 51% siguen activas, especialmente en el sector informal; solo 1 de cada 5 personas (20%) cubierta por el sistema de pensiones es mujer; el 53% no cuenta con ingresos estables. Esto se podría extrapolar a otros países, en desarrollo o incluso a algunos sectores y lugares de las zonas desarrolladas. 33
212
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
trabajando para subsistir. De esto se deriva que, en ocasiones, los métodos tra-‐‑ dicionales de medida de la pobreza (como el desempleo) no sirvan para detec-‐‑ tar la situación de exclusión de los mayores. Esta invisibilidad, obviamente, deja fuera de las políticas de inserción para el empleo a los mayores, a cuyos pro-‐‑ gramas no pueden acceder. La exclusión de los mayores presenta características diferentes, es multidimensional, y no se debe medir según su relación con el mercado laboral, sino según sus niveles de actividad y otros ámbitos vitales. Aunque en varios escenarios los mayores empiezan a ser muy valorados por sus aportaciones (trabajo, cuidado nietos, etc.), ello no debe ser óbice para no denunciar también su situación de dependencia, necesidad de atención y au-‐‑ sencia en los programas de apoyo a otros colectivos aparentemente “más nece-‐‑ sitados y prioritarios”. El último World Alzheimer'ʹs Report (21-‐‑9-‐‑2012)36 publicado por ADI (Alzheimer'ʹs Disease International) 37 y, como su propio titular indica (“Alzhei-‐‑ mer: estigma y exclusión social para enfermos y sus cuidadores”), también revela la discriminación que sufren quienes padecen la enfermedad del olvido que constituye una de las principales barreras para estos colectivos. La demen-‐‑ cia deviene en una seria incapacidad para los que la padecen así como para sus cuidadores y familiares. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la actualidad se diagnostica un nuevo caso de demencia cada cuatro segundos. Si tenemos en cuenta el sobre-‐‑envejecimiento de la población, potencialmente habrá 115 millones de personas con demencia en todo el mundo en los próximos 40 años, lo que supone una carga importante sobre los sistemas socio-‐‑sanitarios. Sin embargo, sólo ocho de los 193 países miembros de la OMS han puesto en marcha planes nacionales de demencia, orientados a aliviar los costos económicos y sociales vinculados a los colectivos que la sufren. El citado informe se basa en una encuesta realizada en más de 50 países,
[http://www.alz.co.uk/research/world-‐‑report-‐‑2012] http://alzheimeruniversal.blogspot.com/2012/09/alzheimer-‐‑estigma-‐‑y-‐‑exclusion-‐‑ social.html#axzz2BlogFtYL http://www.rpp.com.pe/2012-‐‑09-‐‑21-‐‑alzheimer-‐‑estigma-‐‑y-‐‑exclusion-‐‑social-‐‑para-‐‑enfermos-‐‑y-‐‑sus-‐‑ cuidadores-‐‑noticia_523874.html 37 ADI es la federación internacional de 78 asociaciones sobre el Alzheimer en todo el mundo, cola-‐‑ boradora oficial de Organización Mundial de la Salud. El objetivo de ADI es una mejora de la cali-‐‑ dad de vida para las personas con demencia y sus familiares. ADI cree que la clave para ganar la lucha a la demencia reside en la combinación de soluciones globales y conocimiento local. De esta forma, funciona de forma local, ayudando a las asociaciones de Alzheimer a promocionar y ofrecer tratamiento para las personas con demencia y sus cuidadores, a la vez que trabaja de forma global para centrar su atención en la demencia y en campañas para el cambio político desde los gobiernos. 36
213
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
a 2500 personas con demencia y a sus cuidadores, casi siempre miembros de la familia. En ella se observó que más del 50% de los encuestados con demencia sufrían la enfermedad de Alzheimer. El objetivo principal de la encuesta fue registrar experiencias individuales de estigma en personas con demencia y cui-‐‑ dadores familiares y ayudar a determinar si los planes de demencia nacionales han tenido un impacto significativo a la hora de reducir el estigma. Algunas de las cifras que arroja son las siguientes: el 24% de las personas con demencia y más de uno de cada diez cuidadores (11%) admitieron ocultar o esconder el diagnóstico de demencia por temor a ser discriminados en su círculo social y laboral. El 40% de las personas con demencia declararon sentirse excluidas de la sociedad en su vida cotidiana. Además, el 60% indicaron que los amigos, y después la familia, les evitaban o perdieron el contacto después del diagnóstico. El 75% de las personas con demencia y el 64% de los cuidadores familiares ma-‐‑ nifestaron que existe un claro rechazo hacia esta enfermedad. Para la autora del informe "ʺlas personas con demencia y sus cuidadores se sienten marginados por la sociedad, a veces por sus propios amigos y familiares; quieren ser trata-‐‑ dos como personas normales con un enfoque en sus capacidades y no en sus limitaciones…” (Batsch, 2012). En este sentido, el estigma sigue siendo una ba-‐‑ rrera para los progresos en todas las iniciativas relacionadas con estas enferme-‐‑ dades, como por ejemplo mejorar el cuidado y apoyo a los mayores y cuidadores y la financiación para la investigación. Una cuarta parte de los cuidadores (24%) sienten no ser entendidos ni apreciados en su labor de cuidadores de personas con demencia, mientras que un número similar (28%) sienten que han sido tratados de manera diferente o directamente rechazados. La educación, la información y el conocimiento se identificaron por casi la mitad de encuestados como prioridades para ayudar a reducir el estigma de la demencia. Wortmann, director de ADI, sostiene: "ʺLa demencia y la enfermedad de Alzheimer continúan creciendo a un ritmo rápido debido al envejecimiento global. La enfermedad tiene un gran impacto en las familias que se ven afectadas, y también inciden sobre los sistemas sanitarios y sociales debido al costo económico. Los países no están preparados y continua-‐‑ rán sin estarlo a menos que superemos el estigma y aumentemos los esfuerzos para proporcionar mejor cuidado para aquellos que tienen demencia y encon-‐‑ trar una cura para el futuro."ʺ El informe proporciona 10 recomendaciones clave para los gobiernos y sociedades a fin de que incluyan a las personas con de-‐‑ mencia en la cotidianeidad. La exclusión, sea por demencia, por maltrato, indiferencia, “edadismo” u otras causas, también constituye una de las siete prioridades en el “European 214
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
Ageing Research” enunciada en su “mapa de ruta” del 2011 en el “FutureAge“. Esta guía aprobada por la UE y que va a marcar la investigación sobre enveje-‐‑ cimiento de los próximos años, se incluye un área precisamente sobre “Inclu-‐‑ sion and Participacion in the Community”. En cuanto al maltrato, es otra de las causas de exclusión “encubierta” porque aún permanence, semi-‐‑oculto, debido a que suele infringirse desde la propia familia y/o cuidadores. Los informes y datos que presenta la INPEA (International Network for the Prevention of Elder Abuse) son estremecedores (véanse los informes al respecto). Por todo ello, distintos organismos han planteado programas y planes de trabajo a nivel na-‐‑ cional e internacional, documentos e instrumentos, que faciliten la detección, prevención e intervención en los malos tratos. Por ejemplo, la OMS y el Centro de Gerontología Interdisciplinaria de la Universidad de Ginebra (CIG-‐‑UNIGE) pusieron en marcha un proyecto para desarrollar una estrategia global para la prevención del maltrato a personas mayores dentro del contexto de la Atención Primaria38. En el mismo sentido, se instituyó el 15 de junio como Día mundial de toma de conciencia del abuso y maltrato en la vejez. El objetivo de este evento y otros programas vinculados es crear una conciencia socio-‐‑política sobre la exis-‐‑ tencia del maltrato y abuso hacia las personas mayores, para prevenirlo y erra-‐‑ dicar su existencia. También es importante mencionar la “Action on Elder Abuse (Organización nacional que opera en Reino Unido e Irlanda) o ya en nuestro país la campaña desde Infoelder “Ponte en su piel”, contra el maltrato a los mayores. En el mismo plano, en 2008 se nombró un fiscal delegado para la protección y defensa de los derechos de las personas mayores en España. Tam-‐‑ bién dentro de nuestro país, el Cuerpo Nacional de Policía puso en marcha el Programa “Policía-‐‑Mayores”, mientras que la ONG “Policía sin fronteras” des-‐‑ plegó campañas de sensibilización. España participa también en el programa Daphne “Stop VIEW” (Stop Violence Against Elderly Women). Asimismo, en el “Decálogo contra el maltrato a los mayores” aparece como uno de los diez pun-‐‑ tos clave: “Inclusión social. Evitar aislamiento y soledad”. En dicho punto se alude también a la “Atención inmediata ante lesiones, abusos, reclusiones y negligencias”, a la necesidad de “Personalizar su entorno. Adecuar el espacio "ʺRespuesta Global al Maltrato hacia las Personas Mayores, incluyendo la Negligencia: Capacita-‐‑ ción de los Servicios de Atención Primaria para el abordaje de un problema mundial"ʺ. Dentro del marco de este proyecto se encuentra el informe "ʺMaltrato a Personas Mayores. Aportación española a los avances internacionales en la adaptación lingüística y cultural de un instrumento de detección de sospecha de maltrato hacia personas mayores"ʺ, desarrollado por la SEGG y el IMSERSO. En 2009 se celebró una Jornada internacional de sensibilización contra los abusos a los mayo-‐‑ res coincidiendo con el Congreso Internacional de la International Association of Gerontology and Geriatrics.
38
215
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
para garantizar la independencia de la persona”, y de “Implicar a las familias en el cuidado y tomar decisiones compartidas”, entre otros puntos. En directa relación con el maltrato, un factor a considerar para evitar o aminorar la exclusión es el aislamiento y la soledad. En principio, es vital dife-‐‑ renciar estos conceptos básicos que se suelen tomar como sinónimos. El “aisla-‐‑ miento” consiste en la “ausencia objetiva de contactos y de interacciones entre la persona mayor y la red social” (Cattan et al., 2005) o “Ausencia de comunica-‐‑ ción significativa con otras personas y/o falta de contacto o contacto mínimo con otras personas de su red social” (Wenger et al., 1996). La soledad, por su parte, refleja en el diccionario de la RAE, las siguien-‐‑ tes definiciones: “1. Carencia voluntaria o involuntaria de compañía. 2. Pesar y melancolía que se siente por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de al-‐‑ go”. También se alude a ella como “estado emocional afectivo que experimenta una persona cuando se siente apartada de sus apoyos sociales y familiares”. Otras aproximaciones al concepto son: experiencia emocional subjetiva que puede no estar relacionada con el aislamiento social, una condición psicológica aversiva o aquella causada por algún déficit en las relaciones sociales (Ekerdt, 2002). En ocasiones, las personas mayores, al igual que las de cualquier edad, pueden desear estar solas. Obviamente, esta soledad no supondría un proble-‐‑ ma, dado que es elegida y buscada. La soledad es aquella situación objetiva en la que la persona mayor carece de la compañía o apoyo de otras personas; pero también puede ser una percepción subjetiva sujeta a un sentimiento o emoción relacionada con la percepción de sentirse solo, aun pudiendo estar acompaña-‐‑ do. En cualquier caso, la soledad en los mayores, puede considerarse un factor de riesgo para su calidad de vida. Si a ello se suman los problemas de salud que disminuyen la autonomía, el aumento de las dificultades para la rea-‐‑ lización de las tareas de la vida diaria o la muerte de personas significativas, se produce una acumulación de causas y situaciones que explican la soledad en las personas mayores. Las consecuencias negativas sobre la salud física y psicoso-‐‑ cial (debilitamiento del sistema inmunológico, aumento del uso de medicación y asistencia sanitaria, influencia en la autoestima, depresión, etc.) son directas. Por ello, y teniendo en cuenta que la soledad se señala como la segunda preo-‐‑ cupación de las personas mayores españolas después de la salud y que un 53% de la población española (CIS, véase encuestas recientes) se muestra preocupa-‐‑ da por ello, se considera necesaria la implantación y desarrollo de políticas y programas para atender este fenómeno. Varios estudios son los que han anali-‐‑ 216
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
zado y siguen estudiando este problema (Kessel, 1996; López Doblas, 2005; Marín, 1998, 2006). Un estudio realizado en el marco de nuestro proyecto de investigación tomando como base la Encuesta Social Europea39 nos confirma la importancia del nivel de actividad e interacción social sobre el nivel subjetivo de bienestar40. Las tablas 2, 3 y 4 muestran que el nivel medio de bienestar subjetivo es mayor entre las personas que cuentan con más relaciones sociales, disfrutan de un mejor estado de salud y no reflejan la existencia de diferencias intergénero. Tabla 2 Indicadores de vida social
Bienestar subjetivo
Media
N
%
Desv. típ.
Frecuencia con la que se reúne con amigos, familiares o colegas Nunca
5,0
2,6
1.853
5,6
Menos de una vez al mes
5,8
2,3
4.305
13,1
Una vez al mes
6,5
2,1
3.316
10,1
Varias veces al mes
6,9
2,1
5.891
17,9
Una vez a la semana
7,0
2,1
5.438
16,5
Varias veces a la semana
7,2
2,1
7.956
24,2
A diario
7,0
2,2
4.133
12,6
Total
6,7
2,2
32.892
100,0
¿Tiene con quién discutir sobre temas íntimos? Si
6,9
2,1
26.432
81,0
No
5,8
2,4
6.185
19,0
Total
6,7
2,2
32.617
100,0
Participación en actividades sociales en comparación con otras personas de su edad Mucho menos que la mayoría 5,8 2,5 6.692
21,0
Menos que la mayoría
6,6
2,1
8.391
26,3
Como la mayoría
6,9
2,1
11.805
37,1
Más que la mayoría
7,7
1,9
3.997
12,5
Mucho más que la mayoría
7,6
2,2
975
3,1
La Encuesta Social Europea (www.europeansocialsurvey.org ) ha entrevistado durante sus diez años de existencia a unas 33.781 personas de 70 y más años. 40 Hemos construido un indicador de bienestar subjetivo/auto-‐‑percibido combinando las respues-‐‑ tas de los sujetos entrevistados a dos preguntas: una acerca de cuán felices son y otra acerca del nivel de satisfacción con su vida actualmente. El indicador toma el valor diez cuando el nivel de bienestar es máximo y cero cuando es mínimo 39
217
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
Total
6,7
Comparte domicilio con su esposo/a compañero/a
2,2
31.860
100,0
Si
79,1
2,1
15.373
46,7
No
6,3
2,3
17.551
53,3
Total
6,7
2,2
32.924
100,0
Fuente: Encuesta Social Europea (2002, 2004, 2006, 2008 y 2010) Población de 70 y más años. Elabo-‐‑ ración propia. Tabla 3 Indicadores del estado de salud Bienestar subjetivo Estado de salud subjetivo
Media
Desv. típ.
N
%
Muy bueno
8,4
1,6
2.237
6,8
Bueno
7,7
1,7
8.767
26,5
Normal
6,8
2,0
13.740
41,5
Malo
5,4
2,2
6.565
19,8
Muy malo
4,2
2,5
1.766
5,3
Total
6,7
2,2
33.075
100,0
Tiene algún tipo de discapacidad permanente Si
6,7
2,2
32.187
97,2
No
5,6
2,4
925
2,8
Total
6,7
2,2
33.112
100,0
Tiene dificultades físicas o mentales para la realización de actividades cotidianas Si, muchas
5,6
2,5
5.496
16,7
Si, alguna
6,5
2,2
12.015
36,4
No
7,3
2,0
15.459
46,9
Total
6,7
2,2
32.970
100,0
Fuente: Encuesta Social Europea (2002, 2004, 2006, 2008 y 2010). Población de 70 y más años. Elaboración propia. Tabla 4 Sexo Bienestar subjetivo Hombre
Media 6,90
Desv. típ. 2,13
N 13.651
% 41,2
Mujer
6,54
2,30
19.461
58,8
Total
6,69
2,24
33.112
100,0
Fuente: Encuesta Social Europea (2002, 2004, 2006, 2008 y 2010). Población de 70 y más años. Elabo-‐‑ ración propia.
218
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
A ello se suman análisis recientes desde el III Observatorio Social de las Personas Mayores (29-‐‑5-‐‑2012), en el que se trata aspectos como el gasto, la pro-‐‑ tección social y la Ley de Dependencia. Este estudio alerta de un aumento signi-‐‑ ficativo de la pobreza en los mayores y pone de manifiesto las dificultades de los pensionistas de España en comparación con otros países de la Unión Euro-‐‑ pea. Las dificultades de los mayores para llegar a fin de mes en estos tiempos de crisis constituye uno de los aspectos clave, teniendo en cuenta que, sobre todo, la tasa de pobreza de los mayores de 65 años se ha incrementado nota-‐‑ blemente. Una situación a la que, insisten algunos autores, no ayudarían opcio-‐‑ nes como el copago. Con una media de las pensiones que apenas supera los 600 euros/mes no sería de extrañar que “la gente mayor tendrá que terminar optan-‐‑ do por comer o ir al médico”. Ante esto, Gutiérrez (2012) pone de manifiesto que existirían otras alternativas sin necesidad de “seguir rebajando pensiones y servicios a los mayores”. O conviene subrayar, también, las recientes medidas de co-‐‑pago del servicio de tele-‐‑asistencia a mayores de la Comunidad de Ma-‐‑ drid hasta ahora gratuito. La Encuesta Social Europea también confirma la existencia de una rela-‐‑ ción clara entre la seguridad financiera y el nivel de bienestar subjetivo, tal y como muestra la tabla 5. Tabla 5 Indicadores de seguridad financiera
Bienestar subjetivo
Media
Desv. típ.
N
%
Estado financiero del hogar en el que reside
Vive cómodamente
8,01
1,61
7.633
23,6
Se las arregla
7,06
1,88
13.837
42,8
Vive con ciertas dificultades
5,72
2,14
7.145
22,1
Vive con muchas dificultades
4,45
2,38
3.733
11,5
Total 6,69 ¿Podría pedir dinero prestado para cubrir sus gastos?
2,24
32.348
100,0
Con mucha dificultad
5,97
2,46
8.825
29,1
Con alguna dificultad
6,36
2,16
8.502
28,0
No sería ni fácil ni difícil
6,88
1,97
5.855
19,3
Con cierta facilidad
7,59
1,80
4.859
16,0
Con mucha facilidad
8,19
1,65
2.334
7,7
Total
6,68
2,24
30.375
100,0
Fuente: Encuesta Social Europea (2002, 2004, 2006, 2008 y 2010). Población de 70 y más años. Elabo-‐‑ ración propia.
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Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
Frente a todo ello, se han desarrollado programas orientados a favore-‐‑ cer la inclusión: Telegerontología (todo lo relacionado con la teleasistencia, tele-‐‑ care, teléfono dorado), Viure y conviure, Cerca de ti, Menjar a casa, Juntos en Navidad, etc. Entre alguno de los proyectos, cabe citar Life 2.0 de varios países financiado por la Comisión Europea (Blat, 2010-‐‑2013)41, el de Lorenzo et al. (2012)42 o el de Esteve (Vidam, 2010)43. En cualquier caso, la participación en actividades elegidas, el apoyo emocional e instrumental de familiares y amigos, las redes sociales, constituyen pilares básicos tal como se señaló en estudios previos (p.e. Agulló, 2001, 2012 y
41 “Life 2.0” pretende generar nuevas oportunidades de interacción local mediante la creación de nuevos servicios para las personas mayores, basada en la utilización de sistemas de seguimiento. El objetivo del proyecto es construir soluciones producto-‐‑servicio que aumenten las oportunida-‐‑ des de contactos sociales, adquirir conocimientos acerca de las personas que viven en esas zonas y los sucesos que ocurren en las proximidades, obtener conocimientos acerca de servicios comer-‐‑ ciales y la asistencia disponible en su área, etc. Los sistemas de posicionamiento geográfico van a suministrar información al momento. Los servicios basados en esos sistemas aumentará el con-‐‑ trol de las personas mayores y los contactos sociales dentro de su zona, con el consiguiente au-‐‑ mento de la actividad física y social de los mayores en su vida diaria, reduciendo la distancia social entre las personas mayores y sus vecinos y reduciendo su sentimiento de soledad y aisla-‐‑ miento. Este proyecto cuenta con la participación de diversos socios europeos, siendo la entidad coordinadora la Universidad de Aalborg, con N. Prasad, y N. Morelli al frente. 42 El proyecto “Apoyo Gerontológico A Domicilio (AGAD) a través de las nuevas tecnologías (TIC): Domótica y telemedicina (AGAD-‐‑TIC)” financiado por el Subprograma INNPACTO del Ministe-‐‑ rio de Economía y Competitividad. El objetivo principal del proyecto es fomentar el desarrollo industrial en el ámbito de la salud y el bienestar social, concretamente en lo referido a las tecno-‐‑ logías de apoyo a las personas mayores que permanecen en su domicilio. O el proyecto “under-‐‑ stAID. A platform that helps informal caregivers to understand and aid their demented relatives”, proyecto europeo financiado por The Ambient Assisted Living Joint Programme (ESR-‐‑ aal 2012 5 107). El objetivo principal es mejorar la formación de los cuidadores informales diri-‐‑ giéndose a sus necesidades formativas no satisfechas actualmente. 43 Los cuidadores, y en consecuencia, las personas que dependen de ellos, viven a día de hoy en una situación vulnerable. El aislamiento social involuntario hace que los cuidadores necesiten, más que nunca, apoyo y recursos que los ayuden a mejorar su calidad de vida para poder desa-‐‑ rrollar mejor su tarea como cuidadores. Las nuevas tecnologías permiten acercar los recursos necesarios a los cuidadores a través de aparatos tan comunes, en cualquier hogar, como pueden ser la televisión o el ordenador. El proyecto Vidam quiere mejorar la vida de los cuidadores a través de: 1. Una red social de cuidadores en Internet, donde podrán establecer y reforzar víncu-‐‑ los con personas en la misma situación. 2. Un espacio de apoyo psicosocial, a través de videocon-‐‑ ferencia, de forma que desde su propia casa podrán hablar directamente con profesionales especializados, que le ayudaran en los problemas que surjan en su tarea como cuidadores. La naturaleza del proyecto se basa en el concepto “Living Lab”, metodología de investigación para desarrollar soluciones complejas, donde el usuario final es al mismo tiempo desarrollador y evaluador del proyecto.
220
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
véase bibliografía)44, y devienen factores clave frente a la soledad y exclusión. Todo ello se vincula, además, con la salud física y mental, que retrasan la apari-‐‑ ción de dependencia y, en definitiva, propician una mejor calidad de vida. Aunque aún queda un largo camino hacia la inclusión, cabe destacar que en España, se ha puesto de manifiesto en determinados eventos45 que para lograr tales objetivos inclusivos ha de subrayarse la importancia de la información, formación continuada y reconocer las distintas aportaciones de los mayores, los cuales, deben ser considerados como agentes colaboradores activos frente a su propia exclusión, y a favor de una inclusión ideal y ciudadanía. II. Objetivos y metodología de la investigación CM:LEDYEVA “CM:LEDYEVA” son las siglas que se corresponden con el título del proyecto: “Cuidadores de Mayores: situación actual ante la LEy de Dependencia Y EVAluación de programas destinados a cuidadores/as”. El estudio, marco de este capítulo, ha sido financiado por el MINECO y obtuvo (en abril de 2012) un im-‐‑ portante reconocimiento como “buena práctica” por la Fundación Pilares46 por cumplir distintos criterios muchos de ellos, precisamente, orientados hacia la inclusión47. Los objetivos específicos de este estudio fueron cuatro: 1. Realizar una valoración sobre la Ley de Dependencia, especialmente desde la perspectiva de los cuidadores y de los mayores dependientes: nivel de conoci-‐‑ miento de la Ley, aplicabilidad real a su caso, dificultades, imágenes y percep-‐‑ ción social, principalmente. 2. Conocer la situación actual de las/os cuidadoras/es de mayores a través de la diversidad de estudios, cuantitativos y cualitativos, más recientes. Se propuso
htttp://imserso.es/imserso_01/documentacion/publicaciones/colecciones/colecciones_extinguir/ otras_publicaciones/IM_050821 45 “I Simposio Internacional “Envejecimiento activo y solidaridad intergeneracional”, Nov 2012, http://www.uned.es/simposioenvejecimientoactivo/index.htm, las ediciones de la SEGG como por ejemplo: “La experiencia de envejecer” (SEGG, 2012). 46 Véase la página correspondiente http://www.fundacionpilares.org/modeloyambiente/ para consultar la ficha técnica sobre el proyecto CM:LEDYEVA considerado “buena práctica” por esta fundación. 47 Los criterios que se aplicaron al proyecto desde este organismo y su red “Modelo y Ambiente” son: pertinencia, innovación, transferible, necesidades psicoafectivas, de interacción social y parti-‐‑ cipación comunitaria, modelo de atención integral y centrado en la persona, efectividad, eticidad, sostenibilidad, enfoque de género, formación-‐‑acompañamiento y apoyo a los/as profesionales. 44
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actualizar la información de las investigaciones existentes y explotar las últimas encuestas, memorias de entidades y bases de datos sobre el tema. 3. Profundizar sobre las vivencias, los problemas y las demandas de los cuida-‐‑ dores/as de mayores dependientes, desde información de primera mano, conta-‐‑ da por ellos mismos. 4. Llevar a cabo una evaluación de los programas de apoyo para estos cuidado-‐‑ res de mayores (el “cómo se cuida a los cuidadores”). Se trataba de conocer las actitudes, impacto y opiniones respecto a estos programas, tanto desde la pers-‐‑ pectiva de los cuidadores como de los responsables de los programas de apoyo. En coherencia con la pluralidad de objetivos a alcanzar, se siguió una estra-‐‑ tegia metodológica de triangulación, es decir plural, mixta y abierta. Se combi-‐‑ naron las perspectivas cuantitativa y cualitativa. Se ha adoptado una perspectiva psicosociológica, de género y generacional. Con ello se pretendía un acercamiento a información integral e integrada, tanto desde los cuidadores como desde los responsables de programas. En el cuadro anexo se relaciona cada una de las técnicas aplicadas en re-‐‑ lación a los objetivos. Como se puede observar, según el objetivo, perfil o fase del proyecto se aplican técnicas cuantitativas, cualitativas o ambas. Para cono-‐‑ cer las entidades que apoyaron el proyecto en sus inicios, otras que colaboraron en el proceso48 y demás detalles fundamentales consúltese el blog de nuestro proyecto u otros documentos vinculados. Tabla 6. Metodología y objetivos seguidos en esta investigación TÉCNICAS DE OBJETIVO, OBJETO, PERFILES Y MUESTRAS INVESTIGACIÓN Y ! EVALUACIÓN ! 1) Explotación de Fuentes Se-‐‑ cundarias, tanto virtuales como en papel.
Para objetivos 1, 2 y 3. Análisis de estudios y encuestas más recientes sobre cuidados, cuidadores y programas vinculados. Se revisan las Memorias de actividades de diferentes orga-‐‑ nismos y otros materiales relacionados con los programas.
48 Entidades que apoyaron con carta inicial el proyecto y siguen apoyando: IMSERSO, CEAFA (Confederación Española de Asociaciones de Familiares de Enfermos de Alzheimer, Pamplona), SEGG (Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, Madrid), SEE (Sociedad Española de Evaluación, Sevilla), INSTITUTO DE LA MUJER, AFAL CONTIGO Madrid. Para conocer otras entidades, más de 200, que posteriormente colaboraron y apoyan el proyecto (rellenando cues-‐‑ tionario, difundiendo el mismo, facilitando contactos para los grupos, participación en sendos seminarios, etc.) ver blog del proyecto.
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2) 13 Entrevistas semi-‐‑ estructuradas a informantes clave-‐‑expertos. Desarrollo de I y II "ʺSeminario de Evaluación de Expertos/as en Programas para cuidadores de Mayores"ʺ(16 + 19 participantes).
Para objetivo 1 y 4. Entrevistas a informantes clave (directi-‐‑ vos, gestores y/o responsables del programa). El perfil de los PROFESIONALES suele ser: Trabajadores/as Sociales, Psicó-‐‑ logos/as, Educadores/as Sociales, Enfermeros/as, Fisioterapeu-‐‑ tas, Sociólogos/as, que pueden trabajar tanto en entidades públicas (como ayuntamientos, p.e.) como privadas (empre-‐‑ sas) o en el ámbito asociativo (ongs). Para pre-‐‑test o encuesta piloto y para profundizar sobre distintos puntos.
3) Evaluación ETNOGRAFICA VIRTUAL. Cuestionario o ficha de seguimiento de 448 progra-‐‑ mas que ofrecen información virtual y están incluidos en páginas web de entidades.
Para objetivo 4. Meta-‐‑evaluación o Evaluación Secundaria (evaluar cómo se evalúan otras evaluaciones ya realizadas). Tanto evaluación como revisión de las evaluaciones-‐‑informes sobre los programas de apoyo a cuidadores: objetivos, diseño de evaluación, técnicas de evaluación aplicadas, etc. Graba-‐‑ ción de la información, mediante el programa informático SPSS v. 21. La matriz de datos resultante incluye 126 variables y 512 casos. Para objetivo 4. Mailing a cada una de las organizaciones-‐‑ asociaciones (a sus directivos o representantes) que ofrecen programas destinados a cuidadores: nº de asistentes, año inicio, perfiles de los usuarios, tipos de actividades, etc. Reali-‐‑ zación de varios cuestionarios ad hoc: 1) Uno para analizar los programas que figuran en las páginas web. 2) Otro enviado a los responsables en versión electrónica 3) Otro con similar contenido pero en versión Word (10 pre-‐‑ guntas sobre entidad, 20 sobre programa, 51 sobre evaluación de programa, 13 meta-‐‑evaluación). 4) Un cuestionario Anexo, para el caso en que el responsable o entidad tuvieran más de un programa. -‐‑ Encuesta piloto. Envío del pre-‐‑cuestionario a expertos exter-‐‑ nos al equipo y aportaciones de 16 expertos participantes en el Seminario. Para objetivo 2, 3 y 4. Grupos de Discusión a cuidadores que han seguido algún programa y a otros que no los han segui-‐‑ do. Realizados en diferentes puntos geográficos (Andalucía, Castilla-‐‑La Mancha, Comunidad Valenciana, Galicia y Ma-‐‑ drid) y con perfiles y tipologías contrastables para llevar a cabo una Evaluación post-‐‑facto, de impacto y conocer la “calidad percibida” de los programas. II Seminario de Eva-‐‑ luación de Expertos. Sumando la cuantitativa (encuestados/as: 283) y la cualitativa “tipológica o estructural” (elaborada con criterios de satura-‐‑ ción, pertinencia, relevancia y significación social): 65 + 287 + 48 = 290 participantes (cuidadores + responsables + exper-‐‑ tos/as). 439 cuestionarios a programas evaluados a través de encues-‐‑ tas a responsables + 448 programas analizados y evaluados vía web = 987 registros/programas consultados y/o evalua-‐‑ dos
4) Encuesta electrónica, personal y/o telefónica (versión online y versión Word). Muestra teórica planteada: n ± 200. Muestra alcanzada: 439 cuestionarios-‐‑ programas (336 cuestionarios completados, válidos, con pro-‐‑ grama).
5) Grupos de Discusión con cuidadores de mayores: 7 grupos de discusión, 65 cuidadores participantes.
Muestra total de “participantes”:
Muestra total de “programas”
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Para la consecución del segundo y cuarto objetivos, se ha aplicado la perspectiva y técnicas cuantitativas principalmente (explotación de encuestas, encuesta propia y análisis de páginas web). El primer, tercero y cuarto objetivos se han abordado a través de una metodología cualitativa (entrevistas en pro-‐‑ fundidad y grupos de discusión). Dado el perfil del cuidador (mujer, 53 años, ama de casa, estudios medio-‐‑bajo), de los mayores y los objetivos propuestos, estas técnicas se presentaban como las más idóneas. El guión tiene puntos temá-‐‑ ticos similares al cuestionario para poder contrastar la información: se preguntó tanto por la Ley de Dependencia como sobre los programas de ayuda a cuida-‐‑ dores. De esa manera se ha obtenido diferentes visiones sobre las mismas temá-‐‑ ticas. Por ejemplo, los dos Seminarios realizados sobre “Evaluación de expertos/as en programas para cuidadores de mayores”, con 35 participantes tuvieron una triple finalidad: 1) pre-‐‑test, encuesta piloto o prueba del cuestionario a responsables, 2) puesta en común sobre la situación de cuidadores de mayores y 3) puntos destacables y actualización sobre los programas destinados a cuidadores. III. Exclusión social de cuidadores y programas para la inclusión y ciudada-‐‑ nía En otros documentos se ha constatado y plasmado la exclusión de los cuidadores y su situación ante la Ley de Dependencia (ver comunicaciones en congresos y otras publicaciones de los autores). En este epígrafe se ofrecen análisis que responden al objetivo cuarto de nuestro proyecto. Una de nuestras hipótesis centrales confirmadas es que los programas de apoyo favorecen una mejor experiencia y vivencia (aminoran los efectos negativos) del cuidar de un mayor dependiente. Es preciso destacar el papel de los aspectos sociológicos (apoyo social o relaciones, por ejemplo) junto a los factores psicológicos (perso-‐‑ nalidad, autoestima, etc.) y/o económicos (recursos propios, gestión, etc.) para entender mejor estas experiencias. Con esta premisa inicial, se confirma la hipó-‐‑ tesis de que estos programas son efectivos, necesarios y demandados junto a otros igualmente solicitados (como ocurre, por ejemplo, con las ayudas econó-‐‑ micas). Los cuidadores familiares o profesionales que siguen (o han seguido) alguno de estos programas de apoyo, aunque aún siguen siendo minoría, mani-‐‑ fiestan actitudes más positivas en tres aspectos: sobre su autoconcepto (imagen de sí mismo), sobre la imagen de la persona mayor y la opinión que tienen so-‐‑ bre la experiencia misma de cuidar. En definitiva, sobre su calidad de vida y el bienestar psicosocial. Se partía de la existencia de un conocimiento parcial sobre los cuidado-‐‑ res de mayores y de un desconocimiento (tanto científico como social) casi ge-‐‑ 224
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neralizado de los programas dirigidos a estas personas que cuidan. La investi-‐‑ gación confirma la importancia y conveniencia de analizar los programas que están proliferando en los últimos años pero que no se están evaluando, o han sido objeto de una evaluación limitada, por presentar algún sesgo metodológico (cuantitativista o experimentalista, por ejemplo) o epistemológico y teórico (predominan los enfoques individuales, de áreas clínicas o psicoeducativas, los diseños de evaluación clásicos poco participativos, etc.). Además, los antece-‐‑ dentes de evaluación de programas suelen centrarse en los apoyos dirigidos a mayores, y no a los destinados a sus cuidadores. La investigación pone de manifiesto, en primer lugar, cómo los indica-‐‑ dores sobre “evaluación de cobertura” revelan que la población objetivo (cui-‐‑ dadores, familiares o profesionales, con necesidades de apoyo) es mucho más amplia que la población que cubren estos programas. Por otra parte, la viabili-‐‑ dad de un programa no sólo se evalúa atendiendo a aspectos económicos, sino considerando también criterios psicosociales, sociológicos, espacio-‐‑temporales o socio-‐‑políticos: actitudes, satisfacción, objetivos, presupuesto, utilidad socio-‐‑ política, etc. Por tanto, la menor provisión de cuidados por parte de la familia, concretamente de la mujer, habrá de ser complementada y/o suplida con la intervención de varios agentes sociales. De esta forma, la combinación integral e integrada de cuidadores profesionales (mercado), familia y redes sociales (aso-‐‑ ciaciones, organismos públicos o privados) se torna imprescindible para cubrir los huecos y disfunciones que va dejando el injustamente denominado cuidado “informal”. Los programas para mayores son numerosos y van en aumento. Se puede observar tanto desde las aportaciones de los organismos internacionales sobre envejecimiento (Naciones Unidas, OCDE, Consejo de Europa), como des-‐‑ de las políticas nacionales y de la Unión Europea nacionales (Plan de Acción para las Personas Mayores. Plan Nacional de Acción para la Inclusión Social, Plan Gerontológico, de políticas, servicios y programas en varias áreas), que existe un creciente interés por avanzar en este ámbito. Teniendo en cuenta el aumento del riesgo y situaciones de exclusión social debido a la actual crisis, conviene enfatizar que apoyar a los mayores también significa apoyar a sus cuidadores y a la inversa. La acción de la sociedad hacia los mayores intenta favorecer su inclu-‐‑ sión a través de varias estrategias y dimensiones: prestaciones económicas y pensiones, asistencia sanitaria, y programas y políticas de asistencia social (co-‐‑
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mo la Ley de Dependencia)49. Entre estas últimas se contemplan programas y acciones como: -‐‑ Vivir en casa: ayudas y alternativas para permanecer en el propio domicilio (Servicio de Ayuda a Domicilio) y Tele-‐‑asistencia Domiciliaria. -‐‑ Centros sociales de personas mayores, establecimientos residenciales (residen-‐‑ cias, apartamentos, viviendas tuteladas, viviendas intergeneracionales), centros de día para personas dependientes, estancias temporales o de respiro. -‐‑ Espacios de representación de los mayores, como el Consejo de Personas Ma-‐‑ yores, el Congreso Estatal, Plan Integral para las personas mayores del medio rural, etc. También hay programas y políticas de acción socio-‐‑cultural: programas de vacaciones, programa de termalismo social u otro tipo de ocio, universida-‐‑ des populares, aulas de personas mayores, programas universitarios para ma-‐‑ yores… y otros programas de formación, voluntariado social y acompañamiento. La Unión Democrática de Pensionistas (UDP) atendió duran-‐‑ te 2010 a más de 10.000 personas mayores en los ocho programas financiados (véase Plataforma ONG de Acción Social, 2011), desde Cáritas, Cruz Roja, etc. Los programas para mayores tienen entidad propia para elaborar un capítulo aparte. En éste nos centramos en los programas para cuidadores, aún insufi-‐‑ cientes y muchos de ellos vinculados con los dirigidos a mayores, razón por la cual los beneficios pueden ser compartidos. Un buen ejemplo de esta afirmación es el programa "ʺBuenas Prácticas para la Inclusión Social"ʺ (2012)50 diseñado en torno a la temática del envejeci-‐‑ miento activo y la solidaridad intergeneracional. El objetivo central era difundir y fomentar las buenas prácticas de envejecimiento activo y saludable y los pro-‐‑ yectos orientados a la promoción del contacto entre las generaciones como for-‐‑ ma de combatir la exclusión social de las personas mayores. El Seminario Internacional de España (2012), tuvo como objetivo principal la difusión de una selección de buenas prácticas en favor de la inclusión social51. 49 Respecto a este punto, es de gran interés conocer algunos datos de cobertura: SAD: 4,69%. Teleasistencia: 4,72%. Centros de Día: 0,83%. S.S. Residenciales: 4,44%. O mejor aún, consultar la última “Guía de Prestaciones para persona mayores, personas con discapacidad y personas en situación de dependencia. Recursos estatales y autonómicos” (2012) se nos describe (en sus 541 páginas, por las 19 CC.AA.) los servicios para mayores pero seguimos observando, de nuevo, poco apoyo para los cuidadores de manera directa. 50 http://practicasinclusion.org/index.php/noticias-‐‑a-‐‑eventos/83-‐‑buenas-‐‑practicas-‐‑para-‐‑la-‐‑ inclusion-‐‑social-‐‑2012 51 -‐‑ La e-‐‑inclusión y las personas mayores. Este ámbito gravita en torno a: proyectos que rentabili-‐‑ zan el potencial de las TIC en la mejora de la calidad de vida de las personas mayores y la promo-‐‑
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En este estudio se ha constatado, tanto desde la evaluación de progra-‐‑ mas (448 registros y programas vía web) como desde los responsables encues-‐‑ tados (439 programas evaluados), que la mayor parte de los programas son ofrecidos desde el tejido asociativo y sólo una pequeña parte desde entidades públicas o privadas. Estos programas son muy demandados y viables, espe-‐‑ cialmente los de formación (e información) y los de atención psicosocial indivi-‐‑ dual y grupal (los “G.A.M.”). Los programas de ocio aunque también son muy demandados, se ofertan poco y se consideran menos viables. Hay que destacar que existen tanto programas macro (por ejemplo, en cuanto al presupuesto o cobertura que gestionan) como programas micro (más modestos; la mayor par-‐‑ te) e incluso algunos que no pueden considerarse “programa” en sí, sino más bien “actividades”52. Sin embargo, la gran mayoría no se evalúan formalmente y algunos encuestados afirman que el cuestionario de nuestra investigación les “ha motivado” para auto-‐‑evaluarse. Por tanto, ¿quién ofrece apoyo al cuidador? En el ámbito de la forma-‐‑ ción, hay constancia de que diferentes entidades están ofreciendo actividades educativas para cuidadores: centros de salud y socio-‐‑sanitarios, asociaciones y ONGs, centros de formación, fundaciones, administración local, etc. La mayor participación se encuentra en el tercer sector. Se detecta mayor presencia que hace unos años (el origen se sitúa del año 2000 en adelante, pues antes de esta fecha apenas existía un número ínfimo de estas entidades), y se avanza en la línea de ofrecer programaciones coordinadas, mayor contacto para evitar dis-‐‑ persión, desinformación y para aunar recursos. Desde las entidades públicas se venía ofreciendo un apoyo creciente que, en los últimos tiempos, parece estar siendo frenado. Por ejemplo, el gobierno de Aragón, desde su sistema de aten-‐‑ ción a la dependencia, ofrecía para el 2011, 34 cursos de formación de cuidado-‐‑ res en el entorno familiar (véase sitio web). La Generalitat de Catalunya en 2011 ofreció 28 cursos pero en 2012 sólo 16. También cabe destacar los cursos oficia-‐‑ ción del envejecimiento activo, y a proyectos destinados a combatir la brecha digital que afecta a las personas mayores. -‐‑ La inclusión social y el envejecimiento activo y participativo. Los proyectos incluidos en este apartado están dirigidos al fomento de la participación social y cívica de las personas mayores y el aprendizaje a lo largo de toda la vida. -‐‑ La inclusión social de las personas mayores a través de proyectos de fomento de la solidaridad intergeneracional. 52 Recordar aquí que un concepto clave transversal en nuestro estudio, y que en el mismo cuestio-‐‑ nario se clarificaba a los participantes, es el de “Programa”. Así pues, se define: “Un programa o subprograma como un conjunto de actividades, que tienen unos objetivos, siguen una metodolo-‐‑ gía, una planificación y disponen de unos recursos”. Las “políticas” están en un nivel macro e incluyen, pues, varios programas y actividades, que se sitúan en un escalón meso o subnivel de actuación.
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les para el “convenio especial de cuidadores”, las mesas de trabajo de Alzhei-‐‑ mer y Parkinson de la Comunidad de Madrid o el programa de forma-‐‑ ción/información Cuidabús de la Junta de Andalucía o Baleares. Sin embargo, aún sigue cargándose al tejido asociativo, a las mujeres y familias, una tarea que debería ser repartida como es el cuidado de los mayores. El apoyo no profesional (de familias y asociaciones) cubre las carencias de un Estado del bienestar que sólo llega a algunas necesidades del cuidado. Estos apoyos parecen disminuir actualmente y volviendo a recaer en el ámbito fami-‐‑ liar; el apoyo desde la sociedad civil o de empresas privadas sigue siendo inac-‐‑ cesible para la mayoría. Las aportaciones de los programas para cuidadores pueden concretarse en cuatro niveles: 1) Beneficios socio-‐‑económicos. Por ejemplo, los cuidadores informales “dejan paso” a los remunerados pero, de momento, todos necesitan apoyo y formación en diferentes áreas lo que está empezando a generar empleo en áreas educativas y de servicios sociales, entre otras. Evaluar y conocer mejor a los cuidadores y sus programas puede elevar el estatus de este “nicho de empleo” tan necesario para la total implantación de la Ley de Dependencia. 2) Beneficios sociales: fomento de relaciones intergeneracionales, disminución de los estereotipos e imágenes negativas de este colectivo, “revalorización” de su papel social, cohesión y ciudadanía, etc. 3) Beneficios psicosociales: aumento de su bienestar, autoestima, relaciones y formación, motivación, satisfacción y bienestar personal, principalmente. 4) Beneficios culturales; en el sentido de todo o anterior mencionado, se pre-‐‑ tende contribuir a una promoción de la “cultura de la evaluación” de progra-‐‑ mas y del cuidado compartido, unas nuevas imágenes y representaciones sociales. Estos beneficios pueden ser aún mayores en contextos donde apenas llegan los servicios formales-‐‑públicos o privados y resultar si caben aún más necesarios en otros países y zonas en desarrollo. Conociendo los programas actuales se podrán consolidar, cambiar o adoptar nuevos programas que bene-‐‑ ficien tanto a los mayores como a sus cuidadores y a las entidades que les pro-‐‑ porcionan respaldo. En la tabla adjunta, se pueden observar algunos de los programas analizados en este proyecto. Se ha podido comprobar que aunque no cubren todo lo que se proponen, favorecen una vivencia más positiva del cuidado de mayores y, por tanto, una mayor calidad de vida. Debe destacarse el papel de 228
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los aspectos sociológicos (por ejemplo, de apoyo social y relaciones) junto al de los factores psicológicos y/o económicos para entender mejor estas experiencias. Se confirma que estos programas son beneficiosos a diferentes niveles, tal como se está comentando en este epígrafe. Tabla 7. Programas para cuidadores de mayores analizados en este estudio evaluativo Absolutos % Nombre propios y comentarios 1. FORMACION 124 36,79 “Un cuidador. Dos vidas”, “Cuidabús”, “Cur-‐‑ sos oficiales” (para obtener prestación), “Cui-‐‑ dador, cuida’t”, “Escuela de cuidadores”, “Zainduz”, “E-‐‑formación” y presencial tiene baja demanda (varios sectores lo ofrecen) (Formación para el empleo más frecuente desde sector público y privado. El programa “Prevebús” ha finalizado…) 2. APOYO PSICO 99 29,37 G.A.M.”, “Cuidar al cuidador”. Desde tercer GRUPAL sector. “CuidArte”, “Café y Tertulia de cuida-‐‑ dores”, “Aprender a convivir feliz juntos” (diferentes AFAS, Demandado, viable). 3. APOYO PSICO 48 14,24 “Sendian” (1+2). Desde tercer sector (diferen-‐‑ INDIVIDUAL tes AFAS. Demandado, viable). Sesiones individualizadas según casos (dentro de otros programas: por ejemplo, “Más cerca de tí”). Terapia de Aceptación y Compromiso, Tera-‐‑ pia Cognitivo Conductual 4. OCIO 10 2,96 “Espais de Vida”, “Tardes de terapia y ocio”, “Cuidarelax”, “Prohibido hablar de Alzhei-‐‑ mer” (muy demandados, poco ofertados, inviables), en la línea del envejecimiento activo. 5. Otros y MIXTOS 43 12,75 Información y “mixtos”: muy comunes, com-‐‑ binación de los anteriores. “Respalz”, “Más cerca de tí”. CON PROGRAMA 337 76,76 Las tres cuartas partes de los que contestaron cuestionario (439) tenían programas de apoyo SIN PROGRAMA 102 23,23 Una cuarta parte no tenía TOTAL 439 100 Cuestionarios contestados por los responsa-‐‑ bles sobre el/los programa/s de su entidad: 439
Desde este estudio constatamos la importancia de las “estructuras per-‐‑ sonales” para reforzar la inclusión (personalidad, recursos económicos, cualifi-‐‑ cación, entre otros), y el denominado “capital social”, simbólico, económico y cultural, y la disponibilidad de redes relacionales. Es preciso subrayar el rol de “las estructuras más sociales” e institucionales como elementos inclusógenos para reducir el riesgo de exclusión: el apoyo social para mejorar esas estructuras personales, asociaciones, talleres y programas (foco de este estudio). En defini-‐‑ 229
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tiva, los programas para cuidadores se presentan como: “brazo extendido de la familia o mujer cuidadora” mientras el mercado sigue siendo prohibitivo y el Es-‐‑ tado del bienestar aún no logra ser universal en este ámbito. Donde la familia ya no llega (« la mujer ya no da más de sí ») y el Estado o mercado aún no han llegado, los programas pretenden cubrir esta demanda de apoyo. Las justifica-‐‑ ciones para mantenerlos se encuentran en varios niveles: falta de cobertura ge-‐‑ neralizada, creciente demanda de cuidadores, necesidad de corresponsabilizar los cuidados, conciliación cuidados-‐‑profesión y urgencia de combinar apoyo formal-‐‑informal. Además, la existencia de estos programas no implica que la familia “desatienda” a sus mayores o que disminuya la solidaridad familiar. Al contrario, se trata de arropar para poder continuar cuidando, si así se decide hacer, en mejores condiciones. “Cuidar algo menos para cuidar mejor” y poder elegir entre alternativas de cuidados. También se observan algunas críticas porque este tipo de soportes podría significar que se perpetúe el modelo femenino clásico de cuidados. Sin embargo, existe un cierto consenso en señalar que no respaldarlas implica volver a dejar a las mujeres cuidando en solitario, con toda la carga. En el modelo actual de transición, y sea en un sentido u otro, “los cuidadores siguen necesitando cuidados”. Para ello cualquier medida de conciliación, redistribución, profesionalización, flexiseguridad, reconocimiento, soporte (mayor en contextos rurales), debe ser bienvenida. Los expertos/as consultados consideran prioritario continuar con estos programas e iniciativas dada la elevada demanda por parte de los cuidadores. Si no se reducen las subvenciones y recursos que reciben actualmente, se puede afirmar que, en general, son viables y suponen un bajo coste en comparación con los beneficios que aportan. Aunque la respuesta sobre financiación no ha sido cumplimentada por la totalidad de los encuestados/as, los que sí han res-‐‑ pondido permiten comentar que el gasto en estos programas oscila entre 0 eu-‐‑ ros (actividades desde el voluntariado) y 957.242 euros por programa/año (programas a nivel nacional), con una gran variabilidad y que en otros docu-‐‑ mentos se trata con mayor detalle. En los programas concretos evaluados, se analiza la dimensión de la eficiencia-‐‑eficacia a partir de indicadores en el cuestionario aplicado a respon-‐‑ sables (p.e. se preguntó: “Si su entidad ofrece apoyo a los cuidadores, evalúe la cober-‐‑ tura y demanda de los siguientes programas…”). Se ha constatado que la mayor parte de los programas son sostenibles y viables, incluso con recursos limitados. Otra cuestión es que en el actual contexto de recesión y desempleo se conside-‐‑ 230
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ren algunos de ellos inviables, o mejor dicho, “no prioritarios”. Tal como se ha comentado, en la propia metodología de evaluación de programas se pregunta sobre la evaluación participativa que pretende “empo-‐‑ derar y dar voz” tanto a los cuidadores como a los responsables de los progra-‐‑ mas lo que incidirá directamente en la calidad de los cuidados de mayores. Este enfoque cooperativo garantiza la centralidad de la persona en la atención, el fomento de su autonomía y la relevancia de su biografía, sus gustos y preferen-‐‑ cias a la hora de mantener y/o cambiar los programas evaluados. En los pro-‐‑ gramas se consideran sus necesidades psicoafectivas, de interacción social y participación comunitaria. En el proyecto han participado de manera activa (en el trabajo de campo, grupos de discusión y entrevistas, seminario y facilitando información clave) tanto los cuidadores como los responsables de programas, los profesionales vinculados con estas áreas y otros agentes de la comunidad. Los programas evaluados también constatan este enfoque participativo tanto en actividades de formación y ocio, como de apoyo psico-‐‑social. Varias preguntas del cuestionario aplicado a responsables para evaluar los programas, contemplan cuestiones sobre “empoderamiento y acciones posi-‐‑ tivas para colectivos más desfavorecidos (véase preguntas 10, 11 y 12 del citado cuestionario). Una de ella, se cuestiona precisamente: ¿El programa contempla acciones positivas para los colectivos más desfavorecidos (por edad, etnia o estatus, por ejemplo) en la prestación de los servicios?”. En otros documentos de los autores se tratan estos aspectos. En la misma línea, se cuestionaba sobre si se había tenido en cuenta “un enfoque de igualdad de género”. También se preguntó si se conside-‐‑ raban “medidas específicas orientadas al “empoderamiento” (dar poder y voz) de los cuidadores”. Por otro lado, se siguen encontrando barreras de acceso a los progra-‐‑ mas, y en una de las preguntas se aludía a las más relevantes. “¿Considera que los cuidadores encuentran barreras de acceso al programa de tipo…?”. La mayor parte señalan “temporales” (por ejemplo, no poder dejar al mayor con nadie para acudir a la actividad), seguido de la falta de información o desconocimiento del programa, y las dificultades geográficas, especialmente en algunas CC.AA. como la gallega o la asturiana. También se preguntó sobre la existen-‐‑ cia/inexistencia de barreras administrativas, económicas o culturales. Otros indicadores hicieron referencia a si el programa “está influyendo positivamente en la calidad de vida de los cuidadores”. Las respuestas señalan mayoritariamente el ítem “bienestar emocional, psicológico”, “bienestar social, 231
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relaciones sociales” y a mayor distancia, se señala que los programas aportan “bienestar físico, salud” o sirven para mejora de la normalización y la inserción laboral. Como anteriormente se comentaba, los programas de ocio son de los más demandados pero se ofertan poco. Son novedosos, especialmente, los que van más allá del “ocio clásico” (vacaciones y respiro para que el mayor descan-‐‑ se y el cuidador pueda disfrutar libremente) y ofrecen talleres, actividades cul-‐‑ turales, clases de informática, relajación, degustaciones o cine para los cuidadores. Por ejemplo, el programa “Prohibido hablar de Alzheimer” (Afal Getafe) o el VI Encuentro de la Cuidadoras en Red (cuidadoras.net) con talleres, excursiones o el propio encuentro “Cuidadoras y Profesionales en red: Mejor con una sonrisa"ʺ: Mención aparte merecen los programas “tecnológicos para cuidadores” (desde la web de Cruz Roja, Cuidando, Cuidadanas, Infoelder y alguna más). La brecha digital para los cuidadores de mayores también sigue siendo dema-‐‑ siado amplia, lleva a la exclusión y de ahí la importancia de los programas des-‐‑ tinados a la e-‐‑inclusión. En nuestro estudio las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) juegan un doble papel. Como instrumento metodológico, como se ha mencionado en apartado II, con la utilización de distintas técnicas y plataformas virtuales (encuesta on-‐‑line, análisis de programas a través de las páginas web de las entidades vinculadas, creación del blog sobre el proyecto y también como herramienta para la evaluación de programas). Las TIC se consi-‐‑ deran, además, como instrumento de apoyo para la e-‐‑inclusión: desarrollo de servicios de información y apoyo en internet (cursos, foros, ayuda terapéutica), que dinamizan y actualizan los beneficios de las redes virtuales. Se parte de la base de que el perfil del internauta no se corresponde con el de la persona cuidadora y de que existe una amplia brecha digital por género y edad. Nuestro proyecto se sitúa en la línea de subrayar y salvar ese desfase. Por ejemplo, el proyecto y “AGAD-‐‑TIC” (ver epígrafe I) o el “proyecto Avan-‐‑ za53 son programas de apoyo "ʺonline"ʺ dirigidos a los cuidadores familiares de enfermos con dependencia (no solo a mayores). Su objetivo principal es la in-‐‑ clusión en la sociedad de la información de las personas mayores y, más concre-‐‑ tamente, de las personas mayores con discapacidad, estableciendo una red de Ministerio de Industria, Turismo y Comercio. Dirección General de Desarrollo de la Sociedad de la Información. http://gerontologia.udc.es/investigacionL/proyectossubvencionados/proyectos/avanza.php?lan=es del
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apoyo “online”, que les permitirá utilizar las TIC como medio idóneo para su integración social y para la mejora de su calidad de vida y la de sus cuidadores. También está dirigido al seguimiento del cuidado dispensado, a la par que se evita el riesgo de institucionalizar al mayor, situación que, por otra parte, va a incidir positivamente sobre el sistema socio-‐‑sanitario y sociedad en su conjunto. Consideraciones finales Donde muchos ven exclusión, nosotros vemos oportunidad. Esta es el eslogan que aparece en la campaña publicitaria de una organización y que podríamos hacer nuestra en este apartado de apuntes finales. O el proverbio africano que compartimos "ʺPara cuidar bien de un niño (y de un mayor, añadiríamos), hace falta toda la tribu"ʺ (la sociedad, matizamos). Frente a la exclusión actual, que habíamos definido en el epígrafe 1 de manera detallada, y para una mejor “ges-‐‑ tión de la diversidad e inclusión”, se proponen varias vías y programas. Por ejemplo, siguiendo a García Roca (2012), se necesita la vía política que garantice los bienes por debajo de los cuales no se respeta la dignidad humana, la vía social que facilite el acceso a recursos mediante la sensibilización y colaboración ciudadana, y la vía cultural que desarrolle valores y capacidades para elegir la vida que se considere deseable. Es preciso destacar la necesidad de una mayor profesionalización y formación de los cuidadores. Por ejemplo, procede enfocar los programas de formación de manera diferente si son dirigidos a cuidadores familiares, a cui-‐‑ dadores “semiprofesionales” (inmigrantes, remunerados pero sin contrato) o a profesionales con formación especializada. De hecho, se detectan diferentes características en los cursos orientados para el empleo como “gerocultor” o para obtener la “certificación de profesionalidad”, los que debe seguir el cuidador para cumplir con el PIA (Plan de Atención Individual) o los ofrecidos a cuida-‐‑ dores familiares, voluntarios o población general. Los expertos/as consultados destacan varias propuestas como programas “ideales” para cuidadores (véase pregunta 49 del cuestionario, en el blog del proyecto). Desde nuestro estudio podemos concluir que el perfil y las necesidades del cuidador, determinan y condicionan las demandas. Por ello, se proponen líneas de solución diferenciadas (ver cuadro adjunto). Por ejemplo, el perfil y situación 1 (el más representativo: cuidadora, mayor de 50 años, sin trabajo remunerado, estatus socio-‐‑económico medio-‐‑bajo que cuida de un mayor fami-‐‑ liar), que presenta unos problemas característicos (físicos, desinformación, eco-‐‑ nómicos, etc.) y, por tanto, se requieren determinados tipos de programas: 233
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formación, GAM, de ocio “orientado”. Si atendemos al perfil y situación 2 (cuidadora mayor de un mayor de-‐‑ pendiente, de su pareja), los problemas anteriores se acentúan y las demandas prioritarias son en torno al ámbito relacional y físico más que en relación a la compabilización, por ejemplo. En cuanto al perfil y situación 3 (cuidadora de edad adulta o joven, trabaja, cuida de un mayor, no tiene tiempo), reivindica los programas demandados que aporten posibilidad de conciliar con el empleo, apoyo virtual e información. El perfil y situación 4 (cuidador varón, mayor, cuida de su pareja, tiene tiempo) valora más la formación, los grupos de apoyo y programas que fomenten las relaciones u otras actividades sociales y de ocio. Tabla 8. Relación entre necesidades, demandas y programas para cuidadores de mayores PROBLEMAS, DEMANDAS, PROPUESTAS VÍAS: PROGRAMAS, NECESIDADES DE LAS AYUDAS frente a la exclu-‐‑ CUIDADORAS/ES sión FÍSICAS -‐‑ Tratamientos, mejora salud y -‐‑ Fisioterapia bienestar, descanso -‐‑ “Tarjeta del cuidador/a” en atención médica -‐‑ Programas de vacaciones, ocio para el cuidador -‐‑ Talleres de relajación TRABAJO NO ECONOMICAS: AYUDAS, -‐‑Programas de información y REMUNERADO (Y/O A PRESTACION, nuevas estrate-‐‑ revalorización del trabajo de TIEMPO PARCIAL, gias para combinar cuidados-‐‑ cuidados PENSION BAJA…) familia-‐‑trabajo -‐‑ Alta como cuidadora en Seguridad Social -‐‑ Apoyo e información virtual, DESINFORMACIÓN Formación, información, ayuda en la gestión y claves para las tareas del cuidado SOLEDAD, SOCIALES, RELACIONALES -‐‑Programas de apoyo psicoso-‐‑ AISLAMIENTO, cial grupal (GAM.) -‐‑Programas de apoyo psicoso-‐‑ cial individual -‐‑ Programas de ocio -‐‑ Voluntariado ESTRÉS, SOBRECARGA, PSICO-‐‑SOCIALES, Programas de apoyo psicoso-‐‑ SENTIMIENTOS EMOCIONALES cial, coaching o apoyo emocio-‐‑ CONTRADICTORIOS nal y relacional FALTA DE TIEMPO TIEMPO LIBRE, OCIO -‐‑ Apoyo formal, por ejemplo, centros de Día -‐‑ Programas de ocio para el cuidador VIVIENDA: inaccesible Se prefiere cuidar y “envejecer en Adaptación viviendas, pro-‐‑ para dependientes, vivien-‐‑ casa”: más apoyo para ello. Preser-‐‑ gramas concretos vinculados. var “intimidad a distancia” da necesitada de reforma.
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Otra de las conclusiones de interés es el bajo coste que están suponien-‐‑ do estos programas. Aun así, los expertos/as concluyen que no hay posibilidad de mantenerlos con menos recursos, no se puede reducir la inversión en estos programas porque sus presupuestos ya estaban muy ajustados y no pueden llevarse a cabo con menos recursos que los hasta ahora invertidos si no se quie-‐‑ re confundir el voluntariado, incluso el voluntarismo, con competencia desleal. Recortar en estos apoyos es recortar en calidad del cuidado, en igualdad inter-‐‑ género y en definitiva, en inclusión y ciudadanía. Otra propuesta es la de avanzar más allá de la teleasistencia clásica y caminar hacia una telegerontología moderna fundamentada en los resultados de una mayor I+D+i. Se trata de ofrecer más programas formativos y asistencia continuada por expertos, sin límite de extensión, facilitando la calidad del cui-‐‑ dado y evitando paralelamente la prematura institucionalización. Ello contri-‐‑ buye a disminuir los problemas territoriales, de movilidad, de “brecha digital”, de soledad, mencionados a lo largo del texto. Cabe suponer que en un futuro los cuidadores “nativos tecnológicos” tendrán menos problemas para poder beneficiarse de programas de apoyo a distancia, pues ya estarán familiarizados con el uso de todo tipo de herramientas digitales. Sin embargo, para el apoyo no instrumental seguirán siendo necesarios el coaching y programas en esta línea. También es central incidir en el poco reconocimiento de las aportacio-‐‑ nes de las familias (mujeres) y sociedad civil (Tercer sector) en el cuidado en general. Este capítulo pretende, también, contribuir a esta “visibilización, sensi-‐‑ bilización y revalorización” del trabajo de cuidados. Cuidar de mayores sigue siendo una actividad “de exclusión por ser “invisible”, por hallarse enmarcada en el contexto familiar y no acabar de salir a la luz pública. Favorecer la inclu-‐‑ sión y calidad de vida del cuidador es mejorar la calidad de vida del mayor, de la familia y de la sociedad. Frente a las situaciones de discriminación constatada en otros documentos y en apartados anteriores, los programas de apoyo tanto a mayores como a los propios cuidadores/as favorecen la inclusión y mejora de la calidad de vida de estos ciudadanos/as. Por todo, se vislumbra como desafío fundamental para los próximos años el indagar aún más sobre la problemática del cuidado y la evaluación de los programas de apoyo a dependientes y cui-‐‑ dadores. Entendemos que se debe favorecer la profesionalización y no descuidar el apoyo a los familiares. Las familias de los dependientes casi siempre están dispuestas a cumplir con su rol de apoyo; pero la carga ha de ser redistribuida a 235
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partir de criterios de corresponsabilidad y reparto, al igual que empieza a ocu-‐‑ rrir con el trabajo doméstico, remunerado o el cuidado infantil. El mantenimien-‐‑ to de los derechos sociales y plena ciudadanía no es sólo una demanda de los mayores y cuidadores de nuestro estudio y nuestro país sino que está en la “Agenda del Desarrollo Post 2015 y la Agenda de la Estrategia Europea 2020” ambas comprometidas en todo ello. Sin embargo, los recortes y reformas sociales aco-‐‑ metidas están teniendo efectos negativos en la protección de las personas más vulnerables, por ejemplo, en el aumento de desempleo, inseguridad y, en defi-‐‑ nitiva, ascenso de la exclusión juvenil o de mayores. Se puede cerrar este escrito con una de las premisas del manifiesto La pobreza y la exclusión en la crisis, un reto estructural, (VV.AA., 2012: 2), que ha puesto sobre la mesa algunos aspectos fundamentales del momento actual y de los retos de futuro. En especial destacan varios elementos y que “es necesario afrontar la lucha contra la pobreza y la exclusión como un reto estructural, algo que ya venía siendo exigido por la crisis social anterior a la crisis económica”. Es decir, no centrar la atención en una intervención puramente paliativa y eco-‐‑ nómica sino global. Las previsiones apuntan a que las situaciones de vulnerabi-‐‑ lidad y su fuerte impacto social tienen características de permanencia, por lo que su gravedad, se seguirá sintiendo durante un período de tiempo nada des-‐‑ deñable y se hará más visible a lo largo de la década actual. El incremento de la desigualdad y la disminución del ejercicio de los derechos sociales están colocando a los mayores y cuidadores en una encrucija-‐‑ da. De continuar los procesos de pérdida de cohesión y exclusión, medidas de contención del déficit público, desempleo, reducción de programas, etc., se puede abrir ante nosotros un contexto real de fragmentación. Se espera un pa-‐‑ norama más positivo si se cumplen las propuestas planteadas desde organis-‐‑ mos internacionales y si se camina hacia la inclusión y ciudadanía plena para los mayores, cuidadores y sociedad general, tal como se han pretendido plas-‐‑ mar en este capítulo. Referencias bibliográficas Abellán, A. y Puyol, R. (Coord.) (2006). Envejecimiento y Dependencia. Una mirada al panorama futuro de la población española. Madrid: Mondial Assistance. Agulló, M.S. (2002a). “Meta-‐‑evaluation of support programmes for informal carers of elderly people”. Dissertation, Master. University of North London, 2001-‐‑02. -‐‑ (2002b). Mujeres, cuidados y bienestar social: el apoyo informal a la infancia y a la vejez. Madrid: Instituto de la Mujer. 236
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CAPÍTULO IX: POBREZA Y EXCLUSIÓN SOCIAL INSTITUCIONALIZADA EN MÉXICO: DEFINICIONES, INDICADORES Y DINÁMICA SOCIOLÓGICA Raúl Medina Centeno, Silvana Mabel Nuñez Fadda, Esperanza Vargas Jiménez Remberto Castro Castañeda “Si no estoy en la emoción que incluye al otro en mi mundo, no me puedo ocupar por su bienestar […] solo si aceptamos al otro, el otro es visible y tiene presencia” (Maturana, 1997, p. 110) INTRODUCCIÓN Esta investigación se enfoca en analizar los conceptos de pobreza y de exclu-‐‑ sión social, retomando las posturas y/o definiciones que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE), han sostenido y converti-‐‑ do en modelos de análisis para medir el nivel de desarrollo y bienestar social de un país. Posterior a este análisis nos concentraremos de manera particular en México, indagando bajo los parámetros señalados el nivel de desarrollo que prevalece en nuestro país, retomaremos como eje de análisis indicadores macro-‐‑ económicos y su vínculo con los diversos programas sociales que ha implemen-‐‑ tado el gobierno en las últimas dos décadas. Los resultados en torno a la eva-‐‑ luación de programas, su efectividad y eficiencia, (que con detalle se describirán a lo largo de este capítulo) muestran que no sólo no se ha alcan-‐‑ zado el mínimo de éxito acorde a los objetivos y metas que en ellos se plantean, sino que también (los programas) se han pervertido, produciendo más de-‐‑ sigualdad, pobreza y por supuesto exclusión social. A este fenómeno lo deno-‐‑ minamos Pobreza y Exclusión Social Institucionalizada, que se constituye por una complejidad multidimensional en la que intervienen diversos factores co-‐‑ mo la corrupción, la impunidad, la falta de democracia económica y de conte-‐‑ nidos ideológicos, que desvirtúan y pervierten los programas sociales. Nos aproximamos a este fenómeno mediante un estudio de caso y una investigación periodística. Por último, se propone brevemente tres aspectos sustantivos que debe contener cualquier programa social para que tenga congruencia y constan-‐‑ cia: reconocer las redes sociales de apoyo mutuo como recurso “natural” y local; las emociones, la aceptación de los “otros” como legítimos, con el fin de tener políticas incluyentes; y la resistencia política de las minorías, como el indicador de pertinencia y revisión de los programas para cambiarlos. 241
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La pobreza El concepto de la pobreza es diverso, por su propia complejidad, pero sobre todo depende del paradigma con que se le mire. Una de las definiciones más aceptadas es la carencia de capacidades en las personas o fracaso en conse-‐‑ guir esas capacidades a niveles mínimamente aceptables (Dubouis, 2000). Bajo este concepto, la Organización de las Naciones Unidas, desde el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) genera una serie de indicadores denominados Índice de Pobreza de Capacidades que mide los aspectos básicos y necesarios para vivir dignamente y distinguir a la pobreza. Dicho instrumento se basa en la siguiente definición conceptual: tener una vida saludable, con buena alimentación; tener capacidad de procreación en condiciones de seguri-‐‑ dad y saludables, y estar alfabetizado y poseer conocimientos (Dubouis, 2000). Más tarde el mismo PNUD en los informes de 1996 y 1997 redefine el concepto para señalar que: La pobreza es la carencia de oportunidades reales. El término es re-‐‑ enfocado del individuo a sus condiciones externas. Con esto se intro-‐‑ ducen otros indicadores que generan pobreza para medir la privación de aprovisionamiento económico, al considerar que existe privación cuando las personas disponen de un ingreso inferior al 50% de la media de la sociedad, e introduce la exclusión social como nueva referencia de la privación humana, que se define como el desempleo de largo plazo, a partir de 12 meses de duración (Dubouis, 2000, p. 58) La exclusión social como modelo de análisis promueve observar los impactos de la pobreza en la vida cotidiana. Agulló (2004), al respecto señala lo siguiente: “…la influencia del mercado se ha introducido en todos los intersti-‐‑ cios de nuestras Sociedades. Esta característica (¿naturaleza?) excluido-‐‑ ra/marginadora/ segregadora del mercado como construcción sociohistórica… multiplicador de pobreza y desigualdad social proseguirá si no se logra re-‐‑ pensar” (p.308). La pobreza vista desde la perspectiva del mercado, es una realidad ob-‐‑ jetiva que vemos en todas la ciudades, incluso en las más ricas, pero no porque sea una condición de la naturaleza humana, sino porque es una construcción social por sus propios protagonistas. Esta cualidad sociodiscursiva de la pobre-‐‑ za nos permite investigarla y conocerla no sólo mediante indicadores, sino tam-‐‑ bién en su contenido ideológico, con el fin de desconstruirla e inventar una 242
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forma de vida que no tenga a la pobreza como marco relacional ineludible. En términos generales Agulló (2004) señala que: …la pobreza… posee una naturaleza socio-‐‑histórica, es un fenómeno construido socialmente. Se trata de una cuestión que cada sociedad ha ido generando, reproduciendo, permitiendo, manteniendo y/o toleran-‐‑ do a través de los organismos, mecanismos y estrategias más variopin-‐‑ tos, todos ellos, cuestionables, por supuesto (p. 294) Si la pobreza es de naturaleza social, son dos las preguntas obligadas: ¿qué produce la pobreza?, y ¿quién produce la pobreza? Existen muchas res-‐‑ puestas obvias a este cuestionamiento. Nos centraremos en una de sus conse-‐‑ cuencias más duras y que se convierte en el círculo vicioso que perpetúa la pobreza: la exclusión. Aquí cabe la pregunta: ¿la pobreza genera exclusión, o la exclusión social genera pobreza? Nos detendremos para analizar el concepto de Exclusión Social y su vínculo con la pobreza. Exclusión social El concepto de exclusión social se ha venido constituyendo y evolucio-‐‑ nando con el tiempo. Los primeros en referirse a este concepto fueron los fran-‐‑ ceses. Lo acuñaron en los años sesenta, para referirse a grupos de minorías que se encuentran en estado vulnerable y, por ende, excluidos de la sociedad por falta de vínculo o lazo social, como los delincuentes, drogadictos, alcohólicos, asociales, inválidos, discapacitados mentales, minorías étnicas mal integradas como los franceses musulmanes e incluso esta categoría abarcaba a familias monoparentales o multi-‐‑problemáticas. Este concepto no se vinculaba al de pobreza, se situaba en grupos que habían perdido ciertos derechos sociales. Más tarde los británicos incorporan el concepto para añadirle una suma de si-‐‑ tuaciones de privación o pobreza que se supone son, en sí mismas, componen-‐‑ tes y causas de la exclusión. Fue en 1989 que el concepto de Exclusión Social aparece por primera vez de manera oficial en la Carta Social Europea como categoría empírica de análisis, sustituyendo el concepto de pobreza, con el objetivo de redefinir la orientación economicista de la pobreza (Hiernaux,1989). Desde entonces en la Unión Europea el indicador exclusión se convierte en el eje desde donde se mide la pobreza. La exclusión social evoca un 243
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concepto más complejo, dado que la exclusión hace referencia a las dificultades para acceder a los mecanismos que facilitan el desarro-‐‑ llo personal y la inserción social en los diversos ámbitos de convivencia cultural, educativo, político, laboral, afectivo, etc. (Laparra y Pérez, 2011, p.137) Al respecto Silver y Miller (2003), advierten: …cuando la UE adoptó la terminología de la ‘exclusión social’… la re-‐‑ formuló… como una inhabilidad para ejercer los ‘derechos sociales de los ciudadanos’ a obtener un estándar básico de vida y como barreras a la ‘participación’ en las principales oportunidades sociales y ocupacio-‐‑ nales de la sociedad (p.7) El VI Informe de la Fundación para el Fomento de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada (FOESSA) en España define la exclusión social: Como un proceso de alejamiento progresivo de una situación de inte-‐‑ gración social en el que pueden distinguirse diversos estadios en fun-‐‑ ción de la intensidad: desde la precariedad o vulnerabilidad más leve hasta las situaciones de exclusión más graves (Laparra y Pérez 2011, p.184) La exclusión social como campo empírico de estudio condujo a estable-‐‑ cer una serie de indicadores que no terminan de enumerarse para medir la complejidad de la exclusión social, la cual está vinculada a varias dimensiones. Han sido varios los programas que tienen como objetivo su estudio, Laparra y Pérez (2011) señalan: … que en 1997 en la Gran Bretaña se puso en marcha la “Unidad de Ex-‐‑ clusión Social” con el fin de diagnosticar el nivel de exclusión social de la población mediante tres categorías: 1. Pobreza económica (aunando a indicadores de ingresos y gastos con factores no monetarios de privación); 2. Integración (acceso al empleo y acceso a los servicios públicos); y 3. Existencia de factores precipitantes (embarazos adoles-‐‑ centes, delincuencia y otros). Después de varios estudios concluyeron que “…la característica más importante de la exclusión social es que los problemas están relacionados, mutuamente reforzados y pueden combinarse para crear un complejo y vertiginoso círculo vicioso” (p.155) 244
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España se suma a medir la pobreza mediante el concepto de Exclusión Social, e integra el análisis multidimensional, con base en los datos del Panel de Hogares de la Unión Europea. En este Panel se trata de medir los múltiples factores que miden la desigualdad de forma interrelacionada, y se dirige a las comunidades o grupos vulnerables. Las conclusiones de este estudio en España señalan que: …los principales factores de exclusión social son una combinación de distintos elementos de desigualdad acumulados y pueden sinteti-‐‑ zarse en los siguientes: el desempleo desprotegido, la enfermedad o discapacidad, el nivel formativo muy bajo, la pobreza severa, la falta de experiencia laboral por trabajo doméstico, la precariedad laboral, el analfabetismo, el aislamiento relacional, la precariedad económica asistida en el hogar y las dificultades económicas en el hogar (Laparra y Pérez, 2011, pp.188-‐‑189) Programas para disminuir la exclusión social: la ciudadanía como objetivo Bajo este panorama donde la exclusión social y la pobreza se visualizan como dos conceptos auto-‐‑referenciales y que implican una complejidad empíri-‐‑ ca difícil de abordar, conocer y medir, es necesario reconocer esta multidimen-‐‑ sionalidad de la exclusión. Con ello se podrán desarrollar programas de intervención acordes a dicha complejidad. Los países de la Comunidad Euro-‐‑ pea decidieron establecer un modelo de programa para la integración social que tiene como objetivo último crear ciudadanía. Laparra y Pérez (2011) sostienen que en términos generales, los programas de bienestar social que se enfocan en generar ciudadanía comparten cuatro grandes factores: 1. Los derechos políticos (la participación efectiva en el proceso de toma de decisiones). 2. Los derechos económicos y sociales (la protección del estatuto del trabajo poniendo límites a su mercantilización, pero también el reconocimiento a la participación de todos en el producto social), funcionando todos sobre el sustrato de los lazos sociales (principalmente a través de la institución fami-‐‑ liar, pero también a través de los lazos comunitarios basados en la vecindad, la etnia, la religión u otros elementos). 3. La transformación de la relación salarial, haciendo el empleo más estable, más protegido y regulado, y con una remuneración por encima del nivel de subsistencia y por último 4. El desarrollo de sistemas de protección social especializados en cubrir las 245
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necesidades básicas de las personas sobre una base de ciudadanía (p.178). Después de un tiempo de su implementación, se reconoce que existe una gran complejidad lo que hace imposible alcanzar el objetivo principal de que todos obtengan dichos derechos y por lo tanto todos tengan la cualidad de ciudadano. Se tiene la sensación de que es una tarea interminable, porque los diversos grupos y comunidades que integran una sociedad son dinámicos y cambiantes, donde aparecen nuevos retos a enfrentar, siempre habrá grupos que estarán en el campo de la exclusión. La ciudadanía generalizada se convier-‐‑ te en un ideal o utopía guía (Laparra y Pérez, 2011). Latinoamérica Uno de los problemas de mayor complejidad que enfrentan las socie-‐‑ dades en proceso de desarrollo es la falta de derechos políticos, civiles y sociales de su población. En este sentido la pobreza es estructural y la exclusión social se constituye desde el propio estado. Es importante reconocer que la pobreza, la desigualdad y exclusión social en Latinoamérica tienen sus propias característi-‐‑ cas, y es imposible generalizar o comparar con otras regiones del planeta. En este sentido cabe señalar que “Latinoamérica no es una Europa o Norteamérica más pobre” (Gissi, 1994, p.29). Esta distinción conlleva una enorme importancia filosófica, teórica y metodológica, la cual nos ha conducido a reconocer que la pobreza y la exclusión social en Latinoamérica se caracterizan por tener una dinámica particular, que requiere un análisis crítico contextual y una interven-‐‑ ción sui géneris. Los niveles de bienestar o exclusión entre Europa y Latinoamérica son de dimensiones distintas, los índices de bienestar social de la Comunidad Eu-‐‑ ropea están por encima de Latinoamérica, se podría decir que nos llevan por lo menos dos o tres generaciones adelante dependiendo del país al que nos refi-‐‑ ramos. En varios países de Latinoamérica, incluido México, la pobreza es es-‐‑ tructural y la exclusión social es institucionalizada. Valencia, Foust y Tetrealt (2012), retomando a la CEPAL (2006) señalan que: En América Latina no se ha construido un sistema articulado de protección social, con un núcleo institucional fuerte y estable que guía los cambios al estilo de varias sociedades europeas, lo que ha llevado a la ausencia de articulación de instituciones y programas en torno a un conjunto estratégico de medios y metas sociales a largo plazo (p.7) 246
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México En México no se tiene como indicador la exclusión social, sino la pobre-‐‑ za. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), dependiente de la Secretaria de Desarrollo Social de México (SEDESOL), es la institución responsable, por mandato de ley, de medir los niveles de pobreza, que denominan multidimensional. Se entiende por pobreza multidimensional los rezagos de la población en diferentes categorías y en dos ámbitos de naturaleza distinta: a) el bienestar económico y b) los derechos so-‐‑ ciales. La pobreza multidimensional analiza tres campos necesarios para el desarrollo: 1. El bienestar económico. 2. Los derechos sociales y 3. El contexto territorial. En este sentido, una persona está en situación de pobreza multidimen-‐‑ sional cuando carece de recursos para conseguir los servicios y bienes que le permitan cubrir sus necesidades básicas y además tienen caren-‐‑ cias en indicadores como: acceso a servicios de salud, educación, segu-‐‑ ridad social, alimentación, servicios básicos, calidad y espacios de la vivienda (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI], 2013, p.2) En 2010, el CONEVAL estimó que existen 52.0 millones de personas en pobreza multidimensional (46.2% de la población total), los cuales se distri-‐‑ buían en moderada (40.3 millones) y extrema (11.7 millones) (INEGI, 2013). La tendencia hacia el 2013 va en aumento (INEGI, 2013). Para poder leer en su exacta dimensión estas cifras, es necesario enfocarse en los discursos de la vida cotidiana sobre la pobreza, el modelo económico de distribución de la riqueza en el país y la dinámica sociológica en torno a los servicios que presta el estado y sus programas sociales. A pesar de la claridad de las definiciones e indicadores para medir la pobreza y conocer sus causas, en México el discurso cotidiano sobre la pobreza la conceptualiza como un mal necesario, como parte del escenario social, como algo inevitable, en su expresión neoliberal, el más fuerte contra el más débil, un concepto regido por el mercado centrado en el consumismo como base de la economía. Esta idea de pobreza se expresa en frases cotidianas como: “es pobre porque quiere,” “no le gusta trabajar, es flojo”, “no le echa ganas”, etc. Este es un discurso excluyente (Herzog, 2011), un juego perverso inventado que pro-‐‑ mueve el egoísmo y la nula solidaridad, que es practicado por la mayoría de la gente y se constituye como un “conocimiento tácito” (Polanyi, 1966). Se instaura 247
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en la cultura dominante como “verdad” por lo que opera de forma silenciosa con mucha contundencia. Al igual que el “poder positivo” al que hacía referen-‐‑ cia Foucault (1983), un poder que no se ve porque se da por sentado como algo normal y verdadero, por lo que se autoregula y se autoimpone, es decir, opera en la dinámica psicosocial cotidiana de las personas, y con ello al igual que una auto-‐‑profecía se da el “hecho” social de la pobreza y la exclusión. En la segunda década del siglo XXI México está hundido en su peor cri-‐‑ sis social después de la Revolución Mexicana de 1910 (Medina, 2011). El escena-‐‑ rio es desolador. No se ha democratizado el estado, la participación de las personas se limita a la participación electoral y su voto suele ser manipulado. La economía tampoco se ha democratizado, sólo pocas familias y grupos tienen acceso a la riqueza del país, un dato que confirma la idea expuesta: 90% de la riqueza la ostentan menos de 100 familias y grupos multinacionales, paradóji-‐‑ camente se cuenta con la persona más rica del planeta (FORBES, 2013), sin em-‐‑ bargo la mayoría de los trabajos son precarios (CAM, 2011), es decir no basta tener trabajo para vivir dignamente. De los países que componen la Organiza-‐‑ ción para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es el país donde el trabajador percibe menos salarios y prestaciones (Crónica, 2013), en otras fuentes se señala que en la actualidad se paga 20 por ciento más en mano de obra en China que en México (El Economista, 2013). Otro indicador preocu-‐‑ pante como parte de la precariedad laboral, es que el 59 por ciento de la pobla-‐‑ ción en edad productiva en México trabaja en un empleo informal, el más alto de toda Latinoamérica (Organización Internacional del Trabajo [OIT], 2012). Por otra parte, los programas sociales no son universales. Algunos son “moneda” de cambio por el voto (Dieterlen, 2002), y otros, como aquellos que están orientados a fortalecer los lazos sociales como la familia y la comunidad, están sesgados bajo una ideología tradicional-‐‑machista, que en su propia con-‐‑ cepción excluye a un gran número de la población. Y sobre los derechos civiles: “de la igualdad de todos ante la ley”, actualmente nos encontramos en un esta-‐‑ do de impunidad: en México sólo unos pocos acceden a los beneficios de un estado de derecho, por sus relaciones de poder, clase social o dinero. Es un sis-‐‑ tema altamente corrupto e impune y, por naturaleza, excluyente. Nos deten-‐‑ dremos a analizar con detalle estas afirmaciones. Problema de Seguridad Es sabido por todo el mundo que en México se está librando una batalla “frontal” contra el narcotráfico, por lo cual el país se ha convertido en una zona 248
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insegura. Se puso en riesgo la seguridad de la mayoría de la población, un fac-‐‑ tor fundamental del bienestar social. Los resultados son contundentes al eva-‐‑ luar el periodo del 2006 al 2012: una escalada de violencia en el país nunca antes vista con más de 60 mil muertos y 25 mil personas desaparecidas (con daños colaterales a miles de familias), más que en Irak o Afganistán donde se encuentran en guerra permanente; la proliferación de los grupos delincuencia-‐‑ les con prácticas más sanguinarias, el aumento del secuestro, la extorsión, la trata de personas (principalmente niños, adolescentes y mujeres), tráfico de órganos, robo de vehículos y casas habitación, etc. Por ello la percepción de la ciudadanía sobre la inseguridad aumentó en forma considerable. El 44 por cien-‐‑ to de la población no se siente segura (Centro de Investigación para el Desarro-‐‑ llo Asociación Civil [CIDAC], 2013). Ante tales resultados se señala que el problema de la delincuencia organizada y su diversificación a otros delitos, aparte de no centrar la estrategia en la inteligencia financiera, tiene su arraigo en el “tejido social”: una economía que no se ha democratizado, ya que no to-‐‑ dos los niños y niñas acceden a la escuela y mucho menos a la universidad y la corrupción e impunidad institucionalizada muestran un estado fallido. Acceso a la riqueza: democracia económica pobre El concepto de democracia económica tiene muchas definiciones (San-‐‑ torini, 2007). Para los fines de este trabajo, la democracia económica significa proporcionar autonomía económica a todos los ciudadanos y a todas las comu-‐‑ nidades locales, y evitar la concentración del poder económico que subvierte las políticas de masas y el manejo de dicho poder. La economía en México no se ha democratizado. La mayoría de la población no tiene el acceso a la riqueza del país mediante trabajo bien remunerado, creación de empresas, préstamos razo-‐‑ nables y salarios dignos. Esto conduce a varios fenómenos sociales: 1. El aumento del trabajo informal y la constitución de micro-‐‑empresas no regis-‐‑ tradas, en las que los trabajadores no tienen ni prestaciones básicas ni seguridad social (precariedad laboral), otra forma de exclusión e indicador de la pobreza. 2. El aumento de la mendicidad. En su expresión más cruel, se nos hace eviden-‐‑ te con los niños de y en la calle (UNAM, 1996; UNICEF, 1994; Fletes, 1995, 1996) y con una gran cantidad de pandillas de adolescentes y jóvenes adultos, que ni trabajan ni estudian (los llamados “ninis”, presa de la delincuencia organizada). 3. La falta de oportunidades en una economía centrada en monopolios conduce a que se estrechen las oportunidades del emprendurismo barrial de micro-‐‑ negocios. 4. La perversión del sistema para acceder al dinero de forma ilícita: la corrupción (Transparency International, 2013) y la delincuencia se constituyen 249
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en opciones para obtener ingresos. Por su parte, Aguilar (2011), señala que la “pobreza institucional” es sofisticada: no se limita a cuestiones económicas, sino que está instaurada desde el propio proyecto de país, donde parece normal que no exista una educación de calidad para todos o un trabajo bien remunerado, y cuando se establece una resistencia para reclamar los derechos más básicos para una vida digna, se la redefine como desobediencia civil y se le aplica todo el poder del estado, mientras que otros que abusan constantemente son inmunes, por lo regular los “dueños del país”, empresarios y políticos. La corrupción institucionalizada Otro ejemplo cotidiano de la crisis social y de un estado fallido de bie-‐‑ nestar, es la alta corrupción institucionalizada en México (Transparency Inter-‐‑ national, 2013). Como parte del círculo de la precariedad laboral y la falta de democratización de la economía para acceder a la riqueza, se ha generado un fenómeno llamado corrupción. Este se encuentra instalado en todos los sectores de la sociedad, constituye ya un modus vivendi. Más grave aún, está también institucionalizado. Por ejemplo, las personas que solicitan un servicio o apoyo, además de cumplir con todos los requisitos para adquirir el servicio o los bene-‐‑ ficios de las instituciones públicas, requieren de una serie de habilidades y re-‐‑ cursos extras. Sólo los que tienen poder, relaciones (conexiones) o dinero pueden acceder a los beneficios de un estado de bienestar en todos los niveles. El tráfico de influencias y la compra de voluntades son prácticas de la vida coti-‐‑ diana en las instituciones gubernamentales, locales y federales. De hecho se ha constituido una figura de intermediación conocida popularmente como “coyo-‐‑ tes”, que son gestores entre el usuario y los servidores públicos o prestaciones sociales, siendo “la mordida”, (soborno a los servidores), una práctica usual que desvirtúa el fin de los servicios. Este fenómeno sociológico indica un estado democrático fallido. Los que no acceden a dichos beneficios por no contar con dinero, poder y relaciones, experimentan desesperanza e impotencia, dos sen-‐‑ timientos de malestar que consideramos indicadores en la medición del vínculo directo con la exclusión social. Las personas encargadas de los programas de bienestar social, sin perfil ni vocación, que tienen el objetivo de comprar voluntades políticas o desviar estos fondos para otros fines, producen un daño enorme a la Nación y a miles de personas que se encuentran en estado vulnerable, en muchos casos causando desgracias en el patrimonio familiar y en vidas humanas. La impunidad de los funcionarios corruptos contribuye a la continuidad y reproducción de estos fenómenos. En el presente, la evaluación de los programas con resultados nega-‐‑ 250
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tivos, no tiene consecuencias legales. Es necesario que se tipifique como delito que un programa de esta naturaleza no cumpla con sus objetivos, que se inves-‐‑ tigue a fondo las causas, si hubo mentiras, engaño, manipulación, corrupción o negligencia, por el motivo que sea. Mientras que no existan responsabilidades directas e indirectas, nunca se podrá avanzar en la reducción de la pobreza. Programa sociales en México: Dinámica de la pobreza y exclusión social insti-‐‑ tucionalizada México ha fracasado en la constitución de una política de bienestar so-‐‑ cial. Todos los programas nacionales de bienestar social que han implementado por más de 20 años los diferentes gobiernos en turno, mediante la Secretaría de Desarrollo Social, no han podido resolver problemas estructurales que reduz-‐‑ can efectivamente la pobreza en todos los sentidos, e incluso han incumplido con los propios objetivos y metas planteadas en los programas: Solidaridad 1988-‐‑1994, Progresa y Procampo 1994-‐‑2000, Oportunidades 2000-‐‑2006-‐‑2012, Vivir Mejor 2008-‐‑2012, Cruzada Nacional Contra el Hambre 2012, entre muchos otros (CONEVAL, 2013). Los datos históricos y actuales así lo demuestran: de 1988 al 2012 los índices de pobreza extrema en México han aumentado en más del 30%, y en el 2012 casi un 50% de la población total ostenta indicadores de pobreza y exclusión social (INEGI, 2013; CONEVAL, 2013). Los programas sociales en México, además de no visualizar el problema de la pobreza como un síntoma de la política económica neoliberal, que separa lo individual de lo colectivo y mide el éxito del bienestar en el consumo (Chá-‐‑ vez, 2003), están mal diseñados, con falta de visión, no apuntan a cambios es-‐‑ tructurales que permitan a las familias salir del círculo de la pobreza, son de corto plazo, y sobre todo, ninguno ha alcanzado a consolidarse como un dere-‐‑ cho universal. Al respecto Valencia, Foust y Tetrealt (2012), coinciden al afir-‐‑ mar que no existe en México un sistema de protección social como esquema explícito de organización integral, sino sistemas dispersos. Esta falta de articu-‐‑ lación y clarificación de un sistema de protección nacional universal no permite enfrentar la exclusión y la pobreza de manera efectiva y estructural. Como parte del problema de estos programas sociales dispersos, se suman otros problemas de orden sociológico que a continuación enumeramos: Primero, las instituciones encargadas de enfrentar la pobreza, y con ello disminuir la exclusión social, no son programas pensados desde un modelo de equidad, tolerancia, solidaridad, cooperación, democracia incluyente y partici-‐‑ pativa, sino desde la lógica del mercado y para el mercado neoliberal. Son de 251
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tipo asistencialista con un sesgo de caridad, por lo que se orientan principal-‐‑ mente a repartir despensas, cobertores para el frío, medicamentos para las en-‐‑ fermedades más comunes en un contexto insalubre, utensilios que apoyen el trabajo doméstico, apoyo económico para el campo, vivienda y transporte en períodos cortos, servicios de salud acotados sólo a algunas enfermedades, etc. Son programas parecidos a los de la ONU, que se dirigen a países en crisis ali-‐‑ mentaria y de salud por un desastre natural, la guerra o gobiernos altamente corruptos, lo que se conoce como Ayuda Humanitaria. Segundo, los programas sociales tienen un alto nivel de perversidad: tal como lo señalamos antes, se han utilizado con fines de proselitismo político y la pobreza se ha convertido en un capital para manipular la voluntad de las personas en tiempos de elecciones (Dieterlen, 2002). Se lucra políticamente con la vulnerabilidad. En otras palabras, el hambre, la falta de servicios básicos como agua po-‐‑ table, alumbrado, vivienda, educación, salud y trabajo se convierten en medios de negociación para comprar voluntades a favor de un gobierno o un partido político para perpetuarse en el poder. Y por último, como parte de los dos as-‐‑ pectos anteriores, la mayoría de las personas responsables de dichos progra-‐‑ mas, no tienen formación y mucho menos vocación. Desde una posición cínica, son los operadores del poder que realizan el trabajo sucio, forman parte de la perpetuación de la pobreza en nuestro país. Esta es una historia que se repite cada seis años: gobiernos responsables de producir y reproducir pobreza, políticas sociales que generan y perpetúan exclusión social. Medina (2011) denomina a este panorama de la política de bienestar social en México “Pobreza Institucional”. La pobreza o riqueza de una nación no se mide sólo por su crecimiento económico o ingreso per cápita, sino también por los tipos de políticas que aplican los gobiernos. Un gobierno que no garantiza para la mayoría de la población el acceso a sus necesidades básicas y de desarrollo (alimentación, vivienda, seguridad, salud, educación, trabajo, cohesión e inclusión social), lo consideramos un Go-‐‑ bierno Pobre. El concepto de Pobreza Institucional es definido por Calva (2006) como un estado fallido que no atiende oportunamente los problemas del mer-‐‑ cado y la política económica, conduciendo a la desigualdad entre las comuni-‐‑ dades. Nosotros retomamos el término para referirnos a un estado fallido en materia de políticas sociales que no garantizan desarrollo, calidad de vida y bienestar de su población desde programas universales. Es decir, las políticas sociales gubernamentales mediante sus instituciones están profundizando la pobreza, es un fenómeno que nombramos Pobreza y Exclusión Social Institu-‐‑ 252
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cionalizada. Caso Elena: el apoyo al campo Para ejemplificar lo dicho anteriormente, realizamos un estudio de caso en una delegación regional del Ministerio de Agricultura donde se lleva a cabo el programa PROCAMPO, que es el apoyo económico o en especie a los agricul-‐‑ tores que lo requieren para ser competitivos o generar trabajo. Elena es una empleada de tercer nivel que trabaja como Coordinadora de Estadísticas del Ministerio de Agricultura de una región de México. Lleva dos años trabajando en esta institución, a la cual accedió principalmente por un vínculo entre una de las profesoras que tuvo en la universidad donde estudió su licenciatura y el Director de Estadística e Información del Ministerio. El trabajo de Elena consiste en organizar la información estadística de los indicadores agrícolas y de agricultores de la región, con el fin de retroali-‐‑ mentar el programa del sector y establecer la agenda de los apoyos al campo. Elena señala que lleva seis meses de inactividad y que no se está ejerciendo ninguna política en esta región en materia agrícola. Dice que esta situación se produjo desde que se llevó a cabo el cambio de Ministro, quien hasta la fecha, a pesar de haber anunciado desde el primer día una “reorganización del Ministe-‐‑ rio y un impulso importante al campo”, no ha puesto en práctica ninguna me-‐‑ dida. Lo único que hay es inactividad. Junto con Elena se analiza su situación sistémicamente. Bajo esta meto-‐‑ dología se elaboran tres hipótesis relacionales posibles para explicar la inacti-‐‑ vidad: 1. Relaciones basadas en la lucha de poder: miembros del mismo partido polí-‐‑ tico, pero con diferente “padrino”. 2. Relaciones basadas en la corrupción. 3. Relaciones basadas en el nepotismo (triángulo amoroso). Una primera observación nos muestra que todos los directivos del Mi-‐‑ nisterio de esta Dirección, menos uno, tienen el perfil indicado para el puesto que ocupan y están capacitados por su currículo y sus logros para que se lleven a cabo las tareas y acciones que le corresponden al Ministerio. Esto nos dice que el problema no está en la capacidad de sus integrantes, sino en los tipos de rela-‐‑ ciones que se han dado y que han producido la inactividad. 253
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La hipótesis de lucha de poder se basa en el relato de Elena. Nos cuenta que, después del cambio de Ministro de Agricultura, el Director de la Delega-‐‑ ción Regional al que ella pertenece está enfrentado en una batalla por mantener su puesto. Su jefe político es otro Ministro que tiene poder y está defendiendo su continuidad, lo que ha ocasionado que el nuevo Ministro no lo tome en cuen-‐‑ ta y rechace sistemáticamente cualquiera de sus propuestas. Elena señala tam-‐‑ bién que no comprende la razón de que hayan designado a su jefe inmediato para este puesto, ya que no posee ningún conocimiento de estadística, cuando se le habla con un lenguaje técnico estadístico no comprende nada. Elena sabe que es protegido del nuevo Ministro porque le ayudó en su campaña política, con lo que su lealtad hacia él se mantiene más allá del trabajo. Esta persona interviene en la situación de inactividad ya que no hace nada y no opina nada, aunque es muy amable con Elena. El Director está enfrentado por ahora con su jefe por su permanencia, lo que ha afectado el trabajo de Elena, ya que han dejado de proporcionarle nue-‐‑ vas directrices a seguir y hacen caso omiso de sus propuestas. La hipótesis de la corrupción se fundamenta en que Elena es enviada por su jefe a trabajar en equipo con dos personas que llevan más de tres años contratadas por el Minis-‐‑ terio en forma externa, para que generen información estadística y elijan los beneficiarios del programa en la región. Estas personas rechazan sistemática-‐‑ mente las propuestas de Elena y no la integran en su trabajo, inactivándola. Desde hace seis meses no han sacado ninguna información. Elena descubre que a estas personas externas se les está pagando mensualmente más dinero incluso que al propio jefe. Al analizar la situación, creemos que la corrupción se da en dos direc-‐‑ ciones: por una parte, se reparte este dinero con el jefe (y otros que estén invo-‐‑ lucrados en la pirámide de poder) y, por otra, ellos son los que deciden a quien apoyar sobre la compra de voluntades y con un mapa político. Lamentablemen-‐‑ te, este tipo de prácticas son muy comunes en casi todas las organizaciones gubernamentales de la mayoría de los países de Latinoamérica. A estas perso-‐‑ nas se les denomina Becarios y operadores del sistema, y son difíciles de detec-‐‑ tar precisamente por el hecho de que son miembros externos a la organización (consultores). En cuanto a la hipótesis del nepotismo, Elena relata que siempre que el director le remite a estas dos personas externas y se citan en algún lugar, están los tres juntos, incluso en casa del director. Se rumora en los pasillos que estas dos personas externas tienen una relación “amorosa”, lo cual no supone ningún 254
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problema para Elena. Lo que sí le parece extraño es que estén siempre juntos los tres, con un juego relacional que parece ir más allá de la comunicación del tra-‐‑ bajo. Incluso los ha visto a los tres juntos en bares, lo cual tampoco supone nin-‐‑ gún problema para ella. Lo que no le gusta es que este tipo de relación extra laboral tenga más valor que su trabajo. Esta cercanía, posiblemente emocional, de las tres personas mencionadas deja fuera a Elena, haciendo que sus propues-‐‑ tas sean sistemáticamente rechazadas e inactivándola con ello. A esta hipótesis de relación nepotista se suma a la hipótesis anterior de la corrupción. Elena no ha recibido hasta ahora ninguna explicación técnica de por qué son rechazadas sus propuestas de forma sistemática: simplemente es igno-‐‑ rada. Lo más grave de la situación es que existen cientos de agricultores que están esperando su apoyo para seguir produciendo. Para que tenga éxito, este apoyo tiene que estar sincronizado con el ciclo de las lluvias. Luego de seis meses más, cambió el Delegado regional, quien fue reemplazado por quien fuera su jefe inmediato, aquella persona que Elena refería que no tenía las com-‐‑ petencias para el puesto (Medina, Calderón, y Castro, 2009). Cabe señalar que el apoyo al campo es uno de los programas estratégi-‐‑ cos para el desarrollo y la cohesión social. En México, territorialmente, el campo es donde el indicador de pobreza extrema es más alto (INEGI, 2013), es un lugar que está en crisis permanente y de donde emigran la mayoría de los mexicanos a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. La familia y sus programas sociales Laparra y Pérez (2011) señalan que es necesario ver más allá de las rela-‐‑ ciones económicas que se producen en el mercado (tanto en el mercado de trabajo como en el consumo) para conocer la complejidad de la integración que implica un estatus pleno de ciudadanía política y social. Estos autores sugieren analizar las relaciones interpersonales, la interacción entre la persona y su vida cotidiana y entorno, en especial el vínculo con otras personas, en el ámbito del vecindario, de la familia, del grupo étnico, lúdico o religioso, etc. la exclusión también es analizada como el resultado de una discrimi-‐‑ nación activa basada en los intereses estamentales y en los prejui-‐‑ cios en contra de los grupos sociales específicos a causa de su etnia, circunstancias personales o estilos de vida. Sin negar la importancia que tienen las motivaciones y las capacidades de las personas, desde es-‐‑ ta perspectiva el énfasis se pone en la negación de oportunidades que 255
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padecen grupos sociales estigmatizados (Laparra y Pérez, 2011, p.180) Uno de los grupos empíricos por excelencia desde donde podemos me-‐‑ dir los niveles de inclusión y exclusión social es la familia. Desde la familia se pueden aplicar una gran cantidad de programas sociales, no sólo por la posi-‐‑ ción estratégica que guarda en torno a su comunidad, sino también para que sus miembros tengan una contención psicológica importante con el fin de en-‐‑ frentar con mayor éxito los diversos retos de la sociedad en la que viven. Lapa-‐‑ rra y Pérez (2011) apuntan que “la familia constituye un importante factor que contribuye a amortiguar los riesgos del mercado de trabajo y la desprotec-‐‑ ción social” (p.180). Pero por otro lado, la familia como objeto de estudio de las ciencias sociales ha sido tema de debate permanente, incluso por su propia de-‐‑ finición (Erera, 2002). Un programa social dirigido a la familia contiene implícitamente una concepción de familia. Si esta está sesgada por una ideología o el interés de un grupo en particular, se puede pervertir y convertir en un programa excluyente per se, normalizador, que además puede producir muchos problemas psicoso-‐‑ ciales. Al respecto Gonzalbo (2001) señala que: …aparte de la evolución interna natural de la familia por una diversi-‐‑ dad de variables y circunstancias, los gobiernos, mediante la política pública, invierten recursos para influir en las formas de integración y de mantenimiento de las relaciones familiares. Proyectos familiares que fueron exitosos por un tiempo resultaron anacrónicos o inoperantes al modificarse las circunstancias (p.11) La teoría social funcionalista anglosajona ha traspasado sus fronteras para incorporarse a la comunidad académica, fundamentalmente en los pro-‐‑ gramas universitarios de Latinoamérica. El pensamiento funcional estructural ha sido presentado por muchos como un conocimiento científico que arroja datos objetivos y universales, capaz de trascender las particularidades históri-‐‑ cas y culturales de las comunidades. Por ello, la gran mayoría de las investiga-‐‑ ciones sobre la familia latinoamericana están influenciadas por dicho pensamiento, así que hemos adoptado las mismas líneas de investigación y el modelo de la familia nuclear (Parsons, 1949, 1971,1994) como "ʺla familia"ʺ que cumple con los requerimientos de la sociedad industrial y desde donde se eva-‐‑ lúan los demás tipos de familias que aparecen en la sociedad. Como conse-‐‑ cuencia, muchos de los resultados de la investigación sobre la familia latinoamericana coinciden plenamente con el tipo de familia que describen los 256
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estudios anglosajones. Cabe señalar que la familia nuclear es re-‐‑interpretada en Latinoamérica, matizada especialmente por la moral católica que practica la gran mayoría de la población. Tal moral promueve, desde la iglesia, la familia nuclear basada en la pareja heterosexual, la repartición de roles tradicionales entre la pareja como si estos fueran naturales o dictado de Dios, la práctica sexual y la reproducción dentro del matrimonio y la transmisión de las “buenas” costumbres y valores a los hijos. Así se re-‐‑interpreta la familia nuclear moderna de la sociología fun-‐‑ cional-‐‑estructural por un tipo de familia nuclear-‐‑tradicional con matices ma-‐‑ chistas (Medina, 2011). La mezcla de estos dos sistemas de creencias, la católica y la científica positivista, ha generado una incipiente política social dirigida a fortalecer la familia nuclear, en el caso de México a través de Desarrollo Integral de la Fami-‐‑ lia (DIF), organización liderada por las “esposas” de los gobernantes, desde donde estimulan y defienden moral e institucionalmente la imagen de la familia nuclear-‐‑tradicional mediante prácticas de beneficencia y caridad. Tal como ve-‐‑ remos más adelante, los programas sociales que defienden a la familia nuclear como la que se debe estimular y aspirar son hoy anacrónicas. Esto ha generado exclusión institucional mediante la estigmatización de aquellas familias que no comparten este ideal, y por otra parte, malestar psicológico en la población. La familia machista En México la mayoría de la población practica una doble moral debido a un tipo de catolicismo mal entendido, que alimenta la cultura machista con lo cual genera estructuras sociales rígidas, como la familia nuclear, con prácticas arcaicas y fundamentalistas: con cero tolerancia a las diferencias. Esto ha provo-‐‑ cado un doble discurso. Por una parte, oprime, rechaza, estigmatiza y excluye cualquier forma de vida que se genere distinta a la retórica del mito de la fami-‐‑ lia nuclear machista. Por otra parte, se practica un discurso tácito de auto enga-‐‑ ño que establece el abuso, el maltrato, la negligencia, la infidelidad y la mentira como forma de vida. En este tipo de cultura se estructuran códigos morales con un discurso paradójico que lleva a las personas a enfermar. Por ejemplo, en situaciones como un divorcio, una madre soltera, un hijo sin padre o ser homo-‐‑ sexual, las personas experimentan un gran rechazo moral por parte de la red familiar y comunitaria a la que pertenecen. 257
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Por otro lado, hay una total indiferencia al maltrato y abuso familiar, que se concibe como normal, uno de los tipos de exclusión social más sofistica-‐‑ dos porque operan desde la propia comunidad, regida por una ideología ma-‐‑ chista-‐‑católica normalizadora, donde la iglesia y las instituciones gubernamentales conservadoras operan directamente con la comunidad bajo el lema de que una familia “bien” es “la familia nuclear”, independientemente si existe nutrición relacional o no. Este es uno de los fenómenos donde las políti-‐‑ cas sociales operan con mayor sutileza para la exclusión. En suma, la intoleran-‐‑ cia basada en la ideología machista y la pasividad como forma de ser, conduce a deteriorar la psicología de las personas, quienes la expresan en su gran mayoría con sentimientos de “desesperanza e impotencia” que profundizan más la ex-‐‑ clusión. Al respecto Fernández (1999) señala: cuando el poder no tiene freno, destruye una sociedad; la destrucción, o pérdida o salida de una sociedad se llama melancolía […] la expulsión de la vida […] en la muerte civil, esto es, la situación de ya no pertene-‐‑ cer a una ciudad o sociedad […] la incapacidad de reconocerse a sí mismo. La muerte civil es peor que la muerte biológica […] porque además de estar muerto uno tiene la inconveniencia añadida de seguir cargando un cuerpo viviente […] en la nomenclatura moderna se ha llamado depresión [...] (pp.149 y 150) Exclusión social en derechos civiles y sociales: historia de un caso Cuando se une la pobreza y la exclusión institucional, se generan fenó-‐‑ menos terribles que conducen a que el tejido social se descomponga. A conti-‐‑ nuación presentamos una investigación periodística de Lydia Cacho (2010) titulada “Fernández de Cevallos, al ataque” la cual aparece en un periódico nacional fechado el 1 de noviembre del 2010, (Diego Fernández de Cevallos es uno de los políticos más poderosos del país, fue candidato a la presidencia, la nota se refiere a su hijo) con el objetivo de ejemplificar un poco los escenarios antes descritos, donde se mezcla la pobreza institucional como cultura y la sa-‐‑ lud de la familia y sus integrantes: Cuando Jimena Marín Foucher se casó con David, el hijo de Diego Fer-‐‑ nández de Cevallos, jamás se imaginó que su vida se convertiría en una pesadilla de violencia doméstica. Sus padres creyeron que el joven hijo de uno de los abogados más poderosos y corruptos de México, cambia-‐‑ ría; pero sucedió lo contrario. Cuando Jimena pidió ayuda le pidió el divorcio. Como muchos agresores poderosos, él la encerró durante casi 258
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cuatro meses. El aislamiento, amenazas de muerte y la reiterada intimi-‐‑ dación de la familia Fernández de Cevallos a Jimena, terminaron en una amenaza: si ella quería el divorcio jamás volvería a ver a sus hijos. Ella escapó de casa cuando se desató la crisis del secuestro de Diego. Este jueves, David Fernández de Cevallos, acompañado de un primo y su hermano Rodrigo, llegaron a la casa de la familia Foucher en Cozu-‐‑ mel, en una zona residencial cuyos testigos creyeron inicialmente que se trataba de un ataque de narcotraficantes por el despliegue de violencia. Protegidos por agentes encapuchados de la AFI (policía federal), los hombres armados entraron en la casa a llevarse a los niños; cuando los vecinos llamaron a la policía local, ante la confusión, se vivieron mo-‐‑ mentos de gran tensión. Todos cortaron cartucho al ver que los supues-‐‑ tos federales no se identificaban. Ante cámara de video, frente al asombro de los vecinos, los Fernández de Cevallos se llevaron a los ni-‐‑ ños por la fuerza, aparentemente escoltados por un camión militar. El Ejército niega haberles protegido; asegura que “sólo atestiguó la dili-‐‑ gencia”. Como muchos maltratadores de mujeres, David se consideraba propie-‐‑ tario de su joven esposa. Con el aparato de justicia al servicio de su fa-‐‑ milia, la acusación por violencia intrafamiliar y el proceso de divorcio fueron una verdadera pesadilla para la madre de los dos pequeños. Fi-‐‑ nalmente, Jimena había logrado que un juez le otorgara la custodia temporal de sus hijos y volvió a Cozumel con sus padres. Según testi-‐‑ gos, David sabía que sus pequeños estaban seguros y bien cuidados con su madre, y lo que él quería no era lograr tener visitas paternas para el bien de los niños, de uno y cuatro años, sino vengarse de la desobedien-‐‑ cia y quitárselos. Además de los testigos presenciales, que aseguran que el hijo de Diego portaba un arma, existe un video. En la denuncia 1656/10/2010 por se-‐‑ cuestro, ataque y lesiones, la madre de los pequeños y los abuelos expli-‐‑ can que fueron golpeados, que les esposaron y encañonaron y recibieron amenazas de muerte. Todo esto sucedió, aseguran, en un contexto de compra de autoridades, colusión de servidores públicos (jueces, federales y militares). La Procuraduría de Quintana Roo asevera que no hubo solicitud de orden de colaboración, por tanto, los federales habrían cometido un ilícito. Mientras se investiga el caso, quedó en evi-‐‑ dencia la complicidad machista de varios servidores públicos que justi-‐‑ 259
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fican los hechos. La Ley de acceso a las mujeres a un vida libre de violencia debería de proteger a todas las ciudadanas, pero entre la letra y su cumplimiento encontramos la colusión de servidores públicos que ponen la justicia al servicio de los agresores, de los poderosos. Tal vez lo único bueno de esta desgracia es que Jimena ahora está protegida por la sociedad. Si al-‐‑ go le sucede a ella, a sus familiares, todo México sabrá quién es respon-‐‑ sable. Jimena no está sola. Esta breve reseña periodística ejemplifica perfectamente cómo el mal-‐‑ trato a una mujer, el uso de los niños como objeto de negociación y la complici-‐‑ dad de las autoridades son una mezcla que conduce a la “impotencia y desesperanza” de las personas, esta es la evidencia más terrible de descomposi-‐‑ ción social de una comunidad, con efectos psicológicos devastadores para los miembros de la familia, de todos, tanto de los agresores como los agredidos. Este es el panorama de la política social en México: corrupción, abuso del po-‐‑ der, complicidad de las instituciones gubernamentales y, por supuesto, cero políticas sociales de protección a la diversidad familiar y bienestar de su comu-‐‑ nidad: pobreza y exclusión institucionalizada. Efectos secundarios de la pobreza y exclusión social institucionalizada: ma-‐‑ lestar psicológico Retomamos la conclusión de Valencia, Fouts y Tetrelt (2012) quienes evaluaron la política social y los programas del gobierno mexicano desde un enfoque de derechos y protección social: …ha sido relativamente ineficaz, es incompleto, está débilmente inte-‐‑ grado, segmentado y estratificado (o fuertemente jerarquizado), es con-‐‑ servador en el enfoque de género y por último fiscalmente débil. Son enormes los retos del sistema de protección social mexicano para com-‐‑ pletarse, avanzar hacia la integralidad, la equidad y la fortaleza fiscal (o hacia acuerdos sociales sólidos expresados en compromisos fiscales), y garantizar efectivamente los derechos sociales en forma universal (p.97) Esto ha conducido a que la exclusión social sea más grave e incluso, como lo hemos visto, que opere desde las instituciones. Una exclusión institu-‐‑ cionalizada tiene efectos psicosociales, además de acentuar la pobreza. Cuando 260
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las personas, familias y comunidades solicitan un derecho y se les niega siste-‐‑ máticamente, o cuando están condicionadas a un soborno, un voto, una compli-‐‑ cidad, etc. se experimentan sentimientos de impotencia, desesperanza o depresión. Estos son los tres problemas psicológicos más comunes que expresa una persona cuando es víctima del abuso del estado. Esta es la experiencia que se manifiesta en el espacio clínico (Medina, 2011), además de que la familia carga con algún malestar psicológico, el discurso está impregnado de estos sen-‐‑ timientos, que agravan más la exclusión y ponen a prueba los lazos sociales. Partimos de la creencia de que el malestar psicológico tiene una íntima relación con los problemas sociales (Medina, 2011), es decir, la exclusión social tiene un vínculo directo con el estrés psicológico y sus múltiples manifestacio-‐‑ nes sintomáticas, perpetuando con ello el círculo de la marginación. Conclusiones Las redes de apoyo mutuo, la resistencia y las emociones como soporte sustantivo para los programas de bienestar social. Por último, proponemos tres aspectos sustantivos que debe contener cualquier programa social para que tenga éxito: reconocer las redes sociales de apoyo mutuo como recurso “natu-‐‑ ral” y local, las emociones que incluyen a los otros como legítimos para diseñar el contenido de los programas y la resistencia política de las minorías como motor del cambio permanente de los programas. Redes de apoyo mutuo En México a pesar de las condiciones de pobreza, el racismo, la margi-‐‑ nación y la falta de políticas sociales sólidas para generar bienestar social, en muchos de los casos como parte de una larga tradición cultural o como una forma de enfrentamiento a la crisis cotidiana, se ha generado una especie de red social de ayuda mutua. En vecindarios pobres de las grandes urbes, en barrios marginados sin servicios y en pequeñas poblaciones en el campo y la montaña, se ha observado un comportamiento espontáneo de solidaridad, colaboración y cooperación social que trasciende los muros de la casa para integrarse en la red de parentesco, étnica o vecinal. Los estudios al respecto muestran que esta inserción en redes horizon-‐‑ tales de ayuda mutua funciona en la cotidianidad como sistema de se-‐‑ guridad social informal al que se acude en situaciones de emergencia: enfermedad y muerte, pérdida de trabajo, crisis de vivienda, protección frente a la violencia y otras (CEPAL, 1994, p.42) 261
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Estas redes de apoyo mutuo, que tienen su origen en comunidades an-‐‑ cestrales, precolombinas, han sido el recurso social que les ha permitido enfren-‐‑ tar la diversidad de crisis históricas, desde la conquista, la colonización y los diversos gobiernos dictatoriales o altamente corruptos. Esto conduce a pensar que dichas formas de organización familiar y comunitaria basadas en la solida-‐‑ ridad se convierten en un gran recurso para enfrentar la exclusión social y la pobreza. Al respecto Laparra y Pérez (2011) añaden que las redes de solidari-‐‑ dad son auténticos recursos sociales, “…pero también generan procesos de significación y de identidad no menos importantes en la dimensión simbólica de la integración social.” (p. 212). Esta dimensión simbólica a la que aluden estos autores es la base desde donde se construye el tejido social. Estas redes se pueden constituir en campos de atención y en un gran aliado para los gobiernos que estimulan la participa-‐‑ ción y la inclusión como camino para disminuir la pobreza y constituir ciuda-‐‑ danos en toda la extensión de la palabra. En otras palabras, las redes sociales de apoyo mutuo son un fenómeno social “natural” y local que permite que un programa pueda operar desde los propios recursos de la comunidad. Las emociones Por otra parte, consideramos a las emociones el vehículo sustantivo pa-‐‑ ra que el tejido social esté bien cimentado, es decir, la interacción social que está impregnada de contenidos emocionales significativos (vínculos, lazos, apegos, etc.) es la que se constituye en una narrativa relevante socialmente y es la que transita del ámbito social a la historia personal. En otras palabras, las relaciones nutricias permiten que la construcción del “hecho” social se convierta en una “realidad” significativa para las personas, familias y comunidades. Ante este argumento es necesario re-‐‑pensar los programas sociales, los cuales tienen que contener en su propia filosofía y pertinencia la condición emocional para que tengan congruencia desde su propia concepción. Al respec-‐‑ to Maturana (1997) señala que “si no estoy en la emoción que incluye al otro en mi mundo, no me puedo ocupar por su bienestar […] solo si aceptamos al otro, el otro es visible y tiene presencia” (p.110). La connotación emocional que Maturana integra a la relación, connota una posibilidad distinta en la dinámica actual de las redes, en su función solidaria, impactando en un programa insti-‐‑ tucional de bienestar social distinto. 262
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Es decir, el amor como la aceptación del otro como legítimo, que per-‐‑ mite que nos ocupemos del bienestar del otro, aunque sea distinto a mí. Este debería ser el fundamento de toda sociedad democrática, donde el eje del desa-‐‑ rrollo sea la inclusión de todos para el bienestar, y desde ahí se construya todo lo demás: la economía, la educación, la salud, la justicia e incluso la moral. Sin el precedente de la emoción (amor) que incluya al otro como legítimo, prácti-‐‑ camente cualquier proyecto de nación se cae, fracasa o se pervierte. Maturana concluye que es “necesario hacer del país una unidad con un fundamento ético-‐‑moral común en el cual todos sean legítimos” (Maturana, 1997, p.110), donde todos quepamos. Si queremos democracia […] (es necesario) construir una conversación centrada en un proyecto común de convivencia en la aceptación y res-‐‑ peto recíprocos que permitan la colaboración en la configuración de un mundo en el que la pobreza y el abuso no surjan como modo legítimo de vivir” (Maturana, 1997, p.109) En otras palabras, el amor se convierte en el recurso por excelencia para la convivencia, no sólo para el bienestar físico y mental, sino para diseñar y ejercer una política de salud, bienestar, seguridad, trabajo y educación, una democracia incluyente que se enriquece con la conversación de todos los diver-‐‑ sos grupos que componen la comunidad. El establecer un programa social sin querer conversar con el otro, sin integrar su perspectiva, el querer imponer la versión de la realidad de dicho programa o política, tenderá al fracaso desde su propia concepción. Es decir, una política o programa social que no incluya, en su propia filosofía, como estrategia al otro, no solo será inoperante sino que desde su propia filosofía estará operando la exclusión. Maturana (1997) con-‐‑ cluye que “la democracia se define y se vive desde la emoción, desde el deseo de convivencia en un proyecto común de vida” (p.84). En pocas palabras, sin el contexto inicial de la emoción donde se reconozca al otro como legítimo, bási-‐‑ camente cualquier programa social deja de serlo como tal. La “resistencia” La organización social con fines de protesta, resistencia y denuncia son fundamentales para activar la democracia participativa y proponer cambios en las políticas sociales de un gobierno. La historia es contundente, no es sino has-‐‑ ta que la población se organiza para enfrentar el abuso institucional cuando se inician los cambios. 263
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El siglo XXI ha sido testigo de movimientos sociales que invitan a re-‐‑ pensar las políticas de los gobiernos, desde “la primavera árabe”, los “indignados” de España, Alemania, Estados Unidos y muchos otros países, y el movimiento “Yo soy 132” en México. En general “muestran” el hartazgo ante un sistema económico y político que no tiene conside-‐‑ ración por la gente (Sánchez, 2012, p. 293) Lo interesante de estos fenómenos sociales es que también se han ges-‐‑ tado en países ricos, en estados democráticos y no democráticos. En estos mo-‐‑ vimientos sociales, además de los jóvenes, participan los desempleados, las minorías, las personas de la tercera edad, los campesinos, etc. Son los que hoy están viviendo la exclusión con mayor énfasis, pero también se suman otros colectivos de la clase media que se solidarizan. Estos movimientos expresan abiertamente que ellos no se hacen responsables de los “errores” de los funcio-‐‑ narios que han conducido a países a la quiebra financiera, a perder lo que se ha logrado en materia de protección social por decenas de años, o en el caso de México que no permiten más demagogia, mentiras, abusos, etc. que conducen a la exclusión institucional. Los movimientos se dirigen a los campos del poder, a los gobiernos y grupos financieros, que piensan a la sociedad como consumido-‐‑ res, y también en contra de los que se hacen cómplices activos, como algunos medios de comunicación y monopolios, o pasivos, que conocen del problema y no lo denuncian. Plantean, en resumen, re-‐‑pensar a la sociedad, sus principios y formas de hacer. Todos coinciden en rescatar a la persona en su dimensión ética, parti-‐‑ cipativa, tolerante, respetuosa, crítica, sustentable, consciente de sí misma en relación con su entorno social y ambiental, en otras palabras, quieren rescatar al Ciudadano y Ciudadana. La resistencia política de las minorías, por lo tanto, se convierten en los grupos a observar y conversar para cambiar o añadir nuevos problemas que enfrentamos, y con ello hacer que las políticas y programas so-‐‑ ciales sean pertinentes, incluyentes y constantes. Referencias bibliográficas Aguilar, G. (2011). Pobreza institucionalizada. Forjandopatria.org.mx/2011/01/10/ . 26 de junio 2013. Agulló, E. (2004). “Cuando 2.800 millones de personas viven con menos de dos dólares diarios”. En A. Hidalgo y R. Medina: Cooperación al desarrollo y bienestar social. España: Eikasia Ediciones. Blanco, A. (1994). Ignacio Martin-‐‑Baró: breve semblanza de un psicólogo social. 264
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CAPÍTULO X: ESTRATEGIAS Y TRAYECTORIAS DE LOS PERCEPTORES DE RENTAS MÍNIMAS: DISCURSOS E HISTORIAS DE VIDA Esteban Agulló Tomás, Miguel Arenas Martínez, Rosana Sáiz Villar, Aline De Mesquita Dummar y Mª Silveria Agulló Tomás INTRODUCCIÓN En este trabajo que valora la evolución y el impacto de la Renta Mínima de In-‐‑ tegración en Asturias, el Salario Social Básico (en adelante SSB), como medida de lucha contra la pobreza y como estrategia de fomento de la incorporación social de las personas y grupos en clara desventaja social siguiendo el caso del Municipio de Avilés (Asturias)54. En ese sentido se efectúa un análisis de la prestación económica (Ley 4/2005 de 28 de octubre) y las medidas establecidas desde este ordenamiento jurídico para favorecer la incorporación social de per-‐‑ sonas en situación o riesgo de exclusión social, en especial, la denominada po-‐‑ breza grave y severa. En particular, se focalizan las estrategias, las metodologías, los procedimientos y las actuaciones desde la perspectiva discur-‐‑ siva de los diferentes agentes implicados sin perder de vista los Servicios Socia-‐‑ les como agencia institucional que facilita y desarrolla la mayor parte de sus prestaciones. Hemos tratado de proceder, como sugería Ibáñez (1994), mediante un análisis que va “de arriba abajo, de lo global a lo local: del conjunto a las partes, del efecto a las causas”. Además de la evolución y las tendencias más significativas, se valora tanto su grado de implantación como la adecuación de la metodología del acompañamiento e itinerarios de incorporación social que ha tratado de desarrollar. De la misma forma, se intenta profundizar en el nivel de efectividad de los distintos procesos, elementos y aspectos en que se estructu-‐‑ ran los métodos de intervención: el acogimiento, la vinculación, el acompaña-‐‑ miento y la intervención técnica en sí. Finalmente, se observa el logro de los objetivos de intervención integral y pactada en sus tres ejes más significativos: ámbito personal, social/comunitario y laboral. Las rentas mínimas de integración en el contexto de la lucha contra la exclu-‐‑ sión social. La implantación y desarrollo de las rentas mínimas en España ha esta-‐‑ do alentada y determinada por la Comisión Europea a través de sus recomen-‐‑ daciones e informes, intentado desarrollar unos criterios comunes relativos a
La investigación en la que se apoya este capítulo fue promovida y financiada por el Ayuntamien-‐‑ to de Avilés (Asturias).
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recursos y prestaciones suficientes en los sistemas de protección social55. En ellos se demandaba a los Estados miembros que tomaran las medidas necesa-‐‑ rias para la aplicación progresiva de este derecho, de forma que fuera posible realizar una evaluación al cabo de cinco años. Con una visión de conjunto, di-‐‑ chas recomendaciones mostraban que, en general, la renta mínima en la mayo-‐‑ ría de los países miembros estaba articulada a medidas destinadas a favorecer el acceso al empleo, tratando de compensar sus carencias educativas y formativas, apreciándose, al mismo tiempo, la limitación de los beneficiarios al contar con un bajo nivel de cualificaciones profesionales. En ese sentido, las experiencias llevadas a cabo de cara a la inserción laboral no habían sido muy alentadoras. De otro lado, se constató la existencia de una combinación de prestaciones de renta mínima con otras medidas destinadas a mejorar la integración económica y social de los beneficiarios (vivienda, educación, familia, salud o ciudadanía). Por último, y considerado como un “paso más lejos”, se abordaba y recomen-‐‑ daba por primera vez una nueva filosofía: los itinerarios individuales de inte-‐‑ gración, principalmente por haber observado la dificultad de muchos beneficiarios a la hora de la inserción en la vía laboral. Por tanto, el informe abogaba por desarrollar un enfoque de planes personalizados que contempla-‐‑ sen el contexto familiar y social del beneficiario donde el “empleo fuera, en muchos casos, el objetivo último”, subrayando la importancia de los compromi-‐‑ sos de los propios beneficiarios en la elaboración de los proyectos personales. Si algo quedaba patente en dichas recomendaciones era la necesidad de seguir avanzando en este tipo de medidas de protección social que, aunque limitadas a erradicar un tipo de pobreza (la más severa), estaban siendo efecti-‐‑ vas para la mayoría de beneficiarios al constituir “la primera fuente de ingre-‐‑ sos” o incluso la única. Pese a las diferencias de plasmación de estos dispositivos entre los distintos Estados miembros, harían falta estudios poste-‐‑ riores para valorar el impacto de este tipo de rentas y las prestaciones articula-‐‑ das a las mismas, pero lo que no cabía duda es que el coste de la renta mínima era sustancialmente bajo si se comparaba con el conjunto de gastos de protec-‐‑ ción social de dichos países. Por último, atendiendo a la Declaración del Consejo sobre el Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social: trabajar juntos para luchar contra la pobreza en 2010 y después (2010/C 333/06), cabría destacar que, dentro de los apartados en los que el Consejo desea hacer hincapié para la lucha contra la Concretamente ver: la Recomendación 92/441/CEE donde aparece el Informe de la Comisión al Consejo, al Parlamento Europeo, al Comité Económico y Social y al Comité de las Regiones sobre la aplicación de la Recomendación 92/441/CEE, de 24 de junio de 1992.
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pobreza y la exclusión social en la UE, nos interesan dos puntos que expresan lo siguiente: “El reconocimiento del derecho humano fundamental de todos los hombres, mujeres y niños a vivir con dignidad56 constituye el núcleo del com-‐‑ promiso de la UE respecto de la inclusión social. Todos deberían tener un acceso efectivo a los derechos sociales, económicos y culturales”. Y en el apartado 4.1 se manifiesta que la inclusión activa constituye una estrategia fundamental para apoyar el objetivo en materia de reducción de la pobreza (Estrategia Europea 2020). Llevar a cabo esta estrategia “debe seguir desarrollándose de forma equi-‐‑ librada entre los tres pilares”: 1) apoyos a la renta adecuados, 2) mercados laborales integradores, y 3) acceso a servicios de calidad). Exclusión social y salario social básico Hemos optado por adentrarnos en el análisis del SSB partiendo de una concepción de la exclusión social multicausal y pluridimensional que va más allá de las clásicas aproximaciones a la pobreza y términos afines (marginación, precarización, vulnerabilidad). Se trata de un concepto de exclusión que tiene que ver (Gaviria, Laparra y Aguilar, 1995; Laparra et al., 2008) con el no-‐‑acceso a la relación salarial normalizada y, por tanto, sobreviviendo en actividades de economía irregular e informal, con un acceso inadecuado e insuficiente a los sistemas y servicios de protección social, y con la pervivencia en viviendas in-‐‑ fames, infraviviendas o, incluso, viviendo a la intemperie (el caso de los sin techo). Las personas y grupos víctimas de este fenómeno exclusógeno se carac-‐‑ terizan además por la dificultad o imposibilidad de valerse por sí mismos para traspasar las lindes de la pobreza más absoluta o severa y participar, aunque fuera mínimamente, de lo societal. Al mismo tiempo, otro de los aspectos que bloquean y hacen insosteni-‐‑ bles los lazos con lo social giran en torno a las deficiencias educativas y forma-‐‑ tivas. En ese sentido, sus procesos y mecanismos de socialización hacia/para el trabajo están ausentes, menoscabados o inservibles para insertarse a través de la vía normalizada y común del trabajo asalariado. A todo ello cabe sumar la po-‐‑ sibilidad de caer, recaer y concentrar todo tipo de hábitos y pautas de salud nada positivos, confluyendo toda una suerte de dinámicas desestructuradoras y negativas de aislamiento, estigmatización, consumos adictivos y prácticas vio-‐‑ lentas, entre otros aspectos de desviación y marginación.
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Los subrayados son nuestros.
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Es decir, en conjunto se trata de una definición/visión de la exclusión como un fenómeno estructural y no tanto concebido como una concepción in-‐‑ dividualista (Laparra y Pérez, 2008) poseyendo una naturaleza multidimensio-‐‑ nal con tres dimensiones sustantivas: la económica, la política y la relacional. Al mismo tiempo se remarca el carácter procesual y dinámico de esta concepción superando la visión estática y esencialista de modelos anteriores. Todo el con-‐‑ junto de procesos, dinámicas y dimensiones que se han ido aludiendo, señalan la pertinencia y la relevancia de este enfoque integral y multifactorial para lu-‐‑ char de manera activa contra la exclusión social. Fundamentalmente, porque como ya se advertía en el Libro Verde: Política Social Europea (1994), “la exclusión social no significa únicamente una insuficiencia de ingresos… De manera gene-‐‑ ral, al poner de manifiesto los defectos de la estructura social, la exclusión social revela algo más que la desigualdad social e implica el riesgo de una sociedad dual o fragmentada”. Esta definición de exclusión social la hemos trasladado y ha servido de base para la interpretación de los discursos de los perceptores del SSB como personas y/o grupos que presentaban situaciones concretas producto de proce-‐‑ sos dinámicos de acumulación, superposición y/o combinación de diversos factores de desventaja o vulnerabilidad social, generando una situación de im-‐‑ posibilidad o dificultad intensa de acceder a los mecanismos de desarrollo per-‐‑ sonal, de inserción socio comunitaria y a los sistemas preestablecidos de protección social. Dicho de otra manera: hay personas en Asturias que viven en unas condiciones de vida material y psíquica que les impiden desarrollarse plenamente como seres humanos. La exclusión hace difícil sentirse ciudadano en su proyección concreta en cada contexto social, sentirse formando parte de la sociedad de referencia.” (Subirats, et al., 2004). No obstante, es preciso señalar que el criterio fundamental para el acceso y la salida al SSB viene marcado por los recursos económicos que dispone la persona solicitante, en este sentido, esta delimitación “acaba restringiendo la teorizada multidimensionalidad de los conceptos de ´exclusión´ e ´integración social´ a definiciones unidimensionales caracterizadas por la carencia u obtención de recursos económicos, es decir, criterios relacionados con la pobreza extrema” (Arriba y Serrano, 1999). Esta delimitación, hemos constatado que crea “contradicciones” y “ambigüedades” a la hora de concebir, diseñar y llevar a cabo la intervención social por parte de los profesionales que operan en los mismos. En ese sentido, junto a un panora-‐‑ ma general de la configuración del sistema de rentas mínimas en España, es menester contemplar algunas de las características, posibilidades y limitaciones que a nuestro entender, basándonos en el trabajo empírico realizado, presentan los servicios sociales como encargados principales de gestionar, desarrollar e 272
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implementar las rentas mínimas y en específico el SSB en Asturias57. Metodología: entrevistas, historias de vida y método biográfico La parte central de esta aportación se consagra a los procesos de exclu-‐‑ sión/inclusión social a través del estudio pormenorizado de trayectorias vitales y perfiles sociales de las personas beneficiarias de esta renta mínima en Asturias siguiendo el caso del municipio de Avilés. A tal fin, hemos utilizado las histo-‐‑ rias de vida como recurso metodológico, al presentarse como una vía cualitativa totalmente pertinente para abordar la realidad multidimensional, procesual y heterogénea de la exclusión y la vulnerabilidad social. El estudio de las princi-‐‑ pales trayectorias personales, familiares y sociales de los beneficiarios de esta medida de protección social, ha permitido adentrarnos en los tiempos, espacios y percepciones de las personas que tratan de participar plenamente de la vida social como ciudadanos con derechos. Al mismo tiempo, al profundizar en sus narrativas vitales se ha pretendido conseguir un conocimiento cabal de sus per-‐‑ cepciones, vivencias, valoraciones y grado de satisfacción, así como la inciden-‐‑ cia en sus vidas a la hora de ejercer sus derechos de ciudadanía en su sociedad de referencia. Escuchar (leer, en este caso) sus discursos atenta y comprensiva-‐‑ mente, supone una forma de comenzar a entender la necesidad, la efectividad y la determinación de una política social de renta mínima como el SSB. Dentro del método biográfico58, con su variedad considerable de ins-‐‑ trumentos metodológicos (Pujadas, 1992), la historia de vida es considerada como “la versión más completa y acabada dentro del género”. Como es propio de la metodología de base científica, la cualitativa debe constituirse con un di-‐‑ seño riguroso del proceso investigador en todas sus fases y en todos sus ele-‐‑ mentos y factores. Como señala este autor, la utilización de relatos biográficos deviene pertinente para “analizar procesos de desajuste y crisis, individual o colec-‐‑ tiva, que presupone modificaciones significativas, tanto en el comportamiento, como en los sistemas de valores por parte de los grupos sociales implicados”. De las diferentes formas para hacerse con un relato biográfico, se optó por la entrevista biográfica: “la técnica de campo más genuina, aquella que otorga al
57 Por falta de espacio no presentamos los productos discursivos de las entrevistas realizadas al nivel político, académico, profesional y técnico de los servicios sociales. 58 Sobre este tipo de metodologías y técnicas de investigación social, su justificación, epistemología y procedimientos operativos, véase por ejemplo: Valles (1997); Alonso (1994); Delgado y Gutiérrez (Coords.) (1994); Ibáñez (1979); o el propio Pujadas (1992). 58 Por falta de espacio no presentamos los productos discursivos de las entrevistas realizadas al nivel político, académico, profesional y técni-‐‑ co de los servicios sociales.
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investigador mayor control sobre la situación, sobre los datos y las motivacio-‐‑ nes del sujeto”59. En ese sentido, se ha tratado de profundizar “en el estudio de las trayectorias personales y familiares” que sufren cualesquiera de las múlti-‐‑ ples carencias y obstáculos para el disfrute y desarrollo plenos de su ciudada-‐‑ nía. Como destacan los expertos (Laparra et al., 2004, 2009; Subirats, 2006; Subirats et al., 2004; entre otros), este método permite identificar los procesos o momentos de crisis “ubicándolos en el tiempo y conocer el peso de los distintos factores de exclusión en el proceso de caída o alejamiento”. A su vez, posibilita valorar las implicaciones temporales en tales situaciones de deslinde y rechazo social “y en las actitudes y estrategias de las personas y familias”, incorporando “elementos de significado y percepción del sujeto” (Subirats, 2006). Se han utili-‐‑ zado técnicas de recogida de información que nos han permitido indagar bio-‐‑ gráfica y subjetivamente en los impactos de la medida (SSB) en las vidas de las personas y, consecuentemente, se ha intentado arrojar luz sobre sus percepcio-‐‑ nes, antes y después, y sobre sus capacidades interactivas y de relación social. Es decir, se ha desarrollado un análisis de trayectorias que se ha adentrado en los tempos y espacios significativos, en el que quedan incorporados los aspectos genealógicos y de historia socio-‐‑personal60. En ese sentido, estamos de acuerdo con la propuesta metodológica de Laparra y Pérez (2008) en la que se valora la pertinencia de recurrir al estudio de las estrategias individuales (actitudes, va-‐‑ lores, percepciones, sentimientos) que incorporan la perspectiva de los propios ciudadanos. Nuestra investigación se concibió precisamente en esta línea al tratar de acercarse a las condiciones de vida de la población beneficiaria de una prestación económica y usuaria de los centros de servicios sociales municipales (en este caso, el municipio de Avilés). Asimismo, nos aferramos a la hipótesis esgrimida por estos autores en la que se sostiene que la población en situación de necesidad acude con frecuencia a los dispositivos de asistencia social públi-‐‑ cos, principalmente los perceptores de los salarios sociales, concibiendo por tanto “el espacio de rentas mínimas como un espacio cercano al espacio real de la exclusión”. La entrevista biográfica, tal y como la hemos aplicado en este estudio, se concibe como “un diálo-‐‑ go abierto con pocas pautas, en la que la función básica del entrevistador es estimular al sujeto analizado para que proporcione respuestas claras, cronológicamente precisas, en las que se explici-‐‑ ten de la forma más amplia posible las referencias a terceras personas, a ambientes y lugares con-‐‑ cretos en los que transcurren los distintos episodios biográficos” (Pujadas, 1992). 60 Con el análisis de trayectorias se trata de observar/profundizar en el proceso de acentuación de las genealogías para explicar el presente, mirando el SSB como “episodio” dentro de esas trayecto-‐‑ rias. 59
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En primera instancia, esta investigación partió y se basó en una apro-‐‑ ximación cuantitativa al universo de análisis, concretamente a través de los datos recabados en la Administración Autonómica y Local. Con estos datos se confec-‐‑ cionó una tipología ad hoc que incorporara todas las variables a tener en cuenta en el diseño de las trayectorias y perfiles de los titulares del SSB del municipio de Avilés. La clasificación de los relatos permite una rica e interesante confronta-‐‑ ción de las narrativas y de la misma se pueden vislumbrar las distintas percepcio-‐‑ nes, valoraciones, vivencias de los procesos, así como las diferentes estrategias que las personas beneficiarias desarrollan para enfrentarse a los problemas y cómo emplean y administran los recursos que se le van ofreciendo (o a los que va accediendo) a lo largo de su trayectoria vital. Utilizando las categorías temáti-‐‑ cas que surgieron de la etapa conceptual y teórica, éstas fueron convertidas en el análisis discursivo en categorías interpretativas con el hilo conductor de cada historia vital, tal y como era expresada por las personas entrevistadas, desarro-‐‑ llándose un relato de vida para cada trayectoria y sus correspondientes perfiles de perceptores. Veamos cuáles son las trayectorias consiguientes y los resulta-‐‑ dos del análisis. Trayectorias sociales principales de las personas perceptoras del Salario Social Básico en Avilés • 1ª trayectoria: 2 Mujeres, 19-‐‑44 años y 45-‐‑65 años, de minoría gitana, Zona 1 de Servicios Sociales, sin estudios, con Plan Personalizado de Incorpo-‐‑ ración Social en una de ellas (PPIS). • 2ª trayectoria: 2 Mujeres, 19-‐‑44 años y 45-‐‑64 años, Zonas 2 y 3, familia mo-‐‑ noparental, sin estudios o estudios primarios incompletos, una de ellas con PPIS. • 3ª trayectoria: 2 Mujeres, 65 y más años (personas mayores), Zona 4 y 3, estudios primarios incompletos o completos. • 4ª trayectoria: 2 Hombres, 25-‐‑44 años 45-‐‑64 años, Zona 1 y 4, desempleado sin ingresos y/o demandante de empleo, con estudios primarios com-‐‑ pletos (al menos), uno de ellas con PPIS. • 5ª trayectoria: 2 Hombres, 25-‐‑44 años y 45-‐‑65 años, zonas 1 y 2, minoría gitana, sin estudios. Otras variables/situaciones utilizadas para completar las trayectorias y perfiles sociales según el universo de las personas beneficiarias: • Discapacidad • Inmigración • Drogodependencia 275
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• Violencia de género • Personas sin hogar Resultados: análisis de los perfiles y trayectorias de las personas beneficiarias del salario social básico El enfoque integral desarrollado en la investigación en la que se apoya este trabajo, ha posibilitado adentrarse de manera completa en las esferas y ámbitos más determinantes de la vida de las personas seleccionadas, sirviendo para detectar los significados, procesos, momentos, eventos y dinámicas que acontecen en las trayectorias vitales de dichas personas y las estrategias que desarrollan para subsistir en su ámbito específico. La creciente preocupación por el carácter multidimensional y dinámico de la exclusión ha llevado a las ciencias sociales a retomar los métodos de carácter cualitativo incorporando el punto de vista de las personas afectadas. Se trata de conocer de primera mano la explicación dada a los procesos en los que están implicadas y analizar su propia percepción y opinión sobre los factores subjetivos que también han inci-‐‑ dido en su itinerario de exclusión (Schütz, 1993)61. Al mismo tiempo, se trata también, desde el punto de vista de la acción, vislumbrar las distintas actitudes o estrategias que puedan constituirse en factores de inclusión. Ámbitos y dimensiones vitales utilizados En el presente trabajo, como ha quedado reflejado en la sección metodo-‐‑ lógica, se han abordado los ámbitos más significativos que acaban conformando la trayectoria y la dinámica existencial de las personas perceptoras del SSB que han formado parte de los distintos perfiles. En esta reflexión se profundiza en dichos ámbitos respetando el orden establecido en el desarrollo discursivo e interpretativo de las historias de vida particulares. Procedencia o lugar de nacimiento, familia, socialización primaria y secunda-‐‑ ria, primeros años En buena medida, el lugar de nacimiento, la situación económica de la familia de origen, la dimensión étnica, el proceso de socialización, principal-‐‑ mente, van a condicionar de manera significativa los ejes básicos de integración social de las personas. La exclusión social se experimenta por parte de la perso-‐‑ 61 Subjetividad no con un presupuesto individualista sino como la forma a través de la cual nos vemos a nosotros mismos y vemos a los otros, en una sola serie que implica una simultaneidad de la conciencia del yo del otro con la mía propia. Ver Schütz (1993).
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na como una situación coyuntural y repentina de desventaja que está especial-‐‑ mente centrada en aspectos económicos y socio laborales. En ese sentido, la evolución de la economía global a todos los niveles y los nuevos requerimientos productivos están alterando los procesos, los mecanismos y las estrategias de pertenencia, socialización y desarrollo de las personas en sus respectivas socie-‐‑ dades de referencia. De hecho, una parte cada vez más importante de personas que se benefician de este programa de renta básica en Asturias (y España) tiene que ver con los denominados “nuevos pobres”, un colectivo heterogéneo de trabajadores que caminan por el filo de la precariedad laboral plegado a unas condiciones de trabajo que rozan, cuando no están en ellas, la indecencia y la indignidad. Se trata de ciudadanos que cada vez se van alejando más del centro de lo social, entendido a partir de la prevalencia del trabajo y las funciones que despliega. No obstante, esta lejanía (y para más inri, precaria) del mercado labo-‐‑ ral correlaciona de manera negativa con la variable espacial y la dimensión familiar, como iremos viendo en las dimensiones y ámbitos respectivos. Si atendemos a las características de las personas que perciben el SSB y nos adentramos en el arranque de su trayectoria vital se podría hacer una tipo-‐‑ logía que no variaría mucho de la clasificación dicotómica con la que partimos en este apartado. Por ejemplo, las trayectorias existenciales de los perfiles anali-‐‑ zados que tienen que ver con la minoría gitana cuentan con una infancia poco grata, especialmente en lo que se refiere al acceso y el disfrute de recursos y derechos básicos. Los relatos vienen a coincidir (salvo en las personas más jóve-‐‑ nes) en la descripción de haber crecido en entornos degradados e insalubres, habitando sus primeros años de vida en chabolas o infraviviendas, aislados o en barrios (cuando no asentamientos) marginales, en condiciones infrahumanas. Aparte de estas cuestiones determinantes, la narración de estas personas sobre sus primeros años suele ser muy vaga, incluso, lejana, como queriendo olvidar una etapa de miseria, abandono y discriminación. Una discriminación que, por motivos de pertenencia a minoría étnica, les irá ocasionando desventajas socia-‐‑ les varias y situaciones de clara desigualdad en múltiples frentes. Una discrimi-‐‑ nación y desigualdad que sigue produciéndose en la actualidad, transmitiéndose de una generación a otra, y donde empiezan a aprenderse es-‐‑ trategias de supervivencias encaminadas hacia una dirección específica (Pau-‐‑ gam, 2007). Además, está la incidencia de determinados aspectos o factores que vendrían a dificultar el punto de partida de estas trayectorias y el proceso de socialización durante los primeros años de vida de las persona. Nos estamos refiriendo a fenómenos intervinientes como la excarcelación de algún miembro familiar, asuntos relacionados con la justicia o el problema de las drogas (tráfi-‐‑ co, uso y/o adicción de algún integrante de la unidad familiar) etc.: “… luego 277
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murió mi hermano antes de salir, y eso fue también un golpe muy fuerte, mi madre muy depresiva y mi padre… pues, otra vez al estar en la calle es como volver a empezar”. Las mujeres conformando un hogar monoparental con cargas familia-‐‑ res representan otra de las trayectorias representativas de otro de los perfiles característicos de la percepción del SSB. En ellas se observa que la infancia re-‐‑ presenta también un período muy breve y entrecortado; una etapa caracteriza-‐‑ da por situaciones de estrechez económica y dificultades familiares (“la infancia no la tuve muy buena, pero bueno”) que aboca a encontrar de manera rápida, incluso urgente, estrategias de supervivencia que den salida a una situación de carencias de ingresos económicos, y a un entorno familiar deteriorado. Estas dificultades conllevan el abandono prematuro de los estudios (“lo dejé muy pronto, con 12 años”), provocando que la carencia de capital formativo genere dificultades enormes a la hora de establecerse en el mercado de trabajo de ma-‐‑ nera duradera, incidiendo, asimismo, de manera negativa en el resto de factores de inclusión social. Pero, sobre todo, estos contextos familiares complejos impli-‐‑ can la necesidad de abandonar el hogar paterno a edades muy tempranas (“buscarse la vida”) con lo que ello supone para la madurez psicosocial o la cristalización afirmativa de la identidad, y tener que socializarse a marchas forzadas y no siempre en trayectorias socialmente incluyentes (Arenas, 1993.; Cabo y Triguero, 2002). Por otro lado, la trayectoria que llevan a cabo los perfiles que represen-‐‑ tan a las personas mayores perceptoras del SSB, se inicia y se desarrolla en una etapa determinada por la posguerra española, unos años que se caracterizaron por la miseria y la pobreza, donde la infancia pasó para buena parte de las per-‐‑ sonas entre las carencias más elementales y las dificultades para labrarse un futuro con cierta dignidad. Las escasas estrategias de supervivencia que se po-‐‑ dían implementar consistían, desde edad muy temprana, en ayudar de manera directa e intensa a la unidad familiar, lo cual se traduce en las situaciones de explotación laboral que sufrieron las dos personas entrevistadas (“… desde entonces fue cuando mi madre dijo que prefería vernos colocadas, por lo menos ahí podíamos comer, pero no se daba cuenta que así también nos hacía más daño”) y en la carencia de un sistema educativo que pudiera ofrecer una prepa-‐‑ ración mínima para progresar y desarrollarse en un contexto general castigado y pauperizado (Arenas, 1995). De la niñez perdida a los años de infancia vividos por las dos personas que componen la trayectoria que tiene que ver con el perfil de desempleados 278
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sin ingresos. En este caso los factores de edad, sexo y capital formativo juegan un papel diferenciador. Las personas que corresponden a este perfil en el estu-‐‑ dio aglutinan una serie de factores de partida que les aproxima (y les ata) a la vulnerabilidad por diversos motivos que se entrelazan y se retroalimentan, complicando y trastocando el decurso normalizado de su niñez y la posterior adolescencia. Elementos como un proceso de separación o divorcio, un falleci-‐‑ miento prematuro de uno de los progenitores, etc. (“… ahí me resentí mucho, quedé muy solo, muy solo, y los pasos que daba no eran los adecuados…”) han podido ocasionar problemas o disfunciones cuando no son bien asimilados en momentos decisivos del ciclo vital como es la infancia y/o adolescencia. Investi-‐‑ gaciones diversas confirman la incidencia de este tipo de “sucesos” vitales es-‐‑ tresantes en el desarrollo de disfunciones varias. Así, se observa un repercusión directa en los estudios en forma de fracaso escolar, desinterés o abandono pre-‐‑ maturo, aparentemente elegido (“nunca me ha gustado”) que dan paso al ais-‐‑ lamiento y a los sentimientos de soledad y abandono, a la pérdida de referentes paternos y a la búsqueda de alternativas/refugios que sustituyan lo “perdido” o lo “ausente” (en este caso, la ludopatía“: “desde los 16 años ya empecé a tener problemas con el juego). Para estas personas el proceso socializador no ha ac-‐‑ tuado como protección generando un ámbito relacional vacuo, desconcertante y “distorsionador” que determinará negativamente el desarrollo y las potenciali-‐‑ dades de las personas. En resumen, estos factores de vulnerabilidad y exclusión social son experimentados a través de varias formas y combinaciones desde los primeros años de vida por los perfiles de personas en los que hemos reparado e indagado en sus trayectorias. Asimismo, y en mayor medida en nuestros días, estos facto-‐‑ res exclusógenos emergen de manera imprevista y sobrevenida en cualquier fase del ciclo vital, presentándose y cohabitando con otro “punto de partida” que, en multitud de variantes posibles, van a determinar también el resto de factores y ámbitos de la incorporación de las personas en su sociedad y sus posibilidades de disfrute de ciertos derechos sociales. Nos estamos refiriendo al segundo eje temático analizado: el ámbito educativo y formativo. Estudios, educación, formación Dentro del proceso dinámico y acumulativo que resulta ser la exclu-‐‑ sión social, el capital formativo deviene esencial para superar y/o enfrentarse a los factores de desventaja social. La integración plena de las personas en la so-‐‑ ciedad implica la participación y la solvencia en los procesos de escolarización, educación y formación en sus distintos niveles y formatos pero especialmente 279
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en los formales. La proximidad o lejanía del mercado de trabajo por parte de las personas va a depender en buena medida del capital formativo desarrollado. Con respecto a la minoría gitana, tanto mujeres como varones, mues-‐‑ tran unos déficits notables en lo que se refiere al ámbito educativo y formativo. Conforme se incrementa la edad se aprecian carencias más significativas, espe-‐‑ cialmente por tratarse de personas que vivieron en sus años de infancia una época de mayor discriminación y desigualdad. Esto tuvo su incidencia en el aspecto educativo implicando la no accesibilidad al sistema educativo obligato-‐‑ rio, ausencia de escolarización y analfabetismo (“Me busqué trabajo, el primero fue de peón, que pagaban de aquella 5.000 ptas.). No obstante, en nuestro país a partir de la democratización política y social se han ido produciendo avances sustantivos en el desarrollo y garantía de los derechos sociales. Ello ha signifi-‐‑ cado el avance, que no superación, en los procesos de discriminación y de-‐‑ sigualdad seculares que se centraban de manera especial en la minoría gitana (“… a mí por ejemplo me gustaría que la [hija] mayor el día de mañana fuese algo”). De hecho, los menores no sufren el analfabetismo de los perfiles de ma-‐‑ yor edad (“niñas con 13 y 14 años con dos o tres hijos”, “ya no es normal”), pero los logros educativos no presentan los resultados que deberían corresponderse con los esfuerzos inversores, protectores e interventivos de las distintas institu-‐‑ ciones públicas implicadas en este campo. Si se observan las estadísticas oficiales y los estudios realizados sobre esta cuestión (por ejemplo: EDIS, 2009) se constata un panorama negativo en la mayor parte de indicadores educativos (de 16 y +años): el 79,4 % de los gitanos son analfabetos absolutos (no saben leer ni escribir) o funcionales (saben leer y escribir pero no cuentan con ningún tipo de estudios completos). La situación de muy bajo nivel de estudios de la población gitana es un problema que sub-‐‑ yace detrás de todas las aproximaciones y estudios que se llevan a cabo respecto de la situación de esta población. Y, como hemos constatado este bajo nivel formativo “juega un papel fundamental cuando estudiamos la situación del colectivo en relación al empleo”. De todas maneras, como ya se ha advertido, estas cifras y porcentajes no deben esconder una realidad en la que se constata, teniendo en cuenta la perspectiva histórica, un avance significativo en el apartado concreto del grado de escolarización de la población gitana que alcanza prácticamente el cien por cien. Asímismo, el nivel de adaptación de los/as niños/as gitanos/as al entorno educativo, la vinculación de las familias gitanas a los colegios y a sus dinámicas, la preocupación –especialmente de las madres– por las cuestiones escolares por 280
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parte de las familias, el reconocimiento del papel que juega el capital educativo y formativo en el futuro profesional de los hijos, entre otras dimensiones educa-‐‑ tivas, son aspectos que van tomando peso (Arenas, 2012). Estas desventajas en el terreno formativo son comunes al resto de per-‐‑ files sociales de personas que perciben el SSB, mostrando tendencias que apun-‐‑ tan directamente a poblaciones distintas a las tradicionales (marginales, altamente dependientes y cronificadas). En las mujeres responsables de familia monoparental con hijos a cargo, también se observa la desventaja social que supone el bajo nivel formativo como factor de exclusión social en los hogares monomarentales62. La estructura familiar de origen con muestras claras de deterioro y con-‐‑ flictividad, de estrechez económica, de ingresos inferiores al SMI, de dependen-‐‑ cia de prestaciones públicas, principalmente, introducen en una espiral de desventajas e incapacidades que acaban imposibilitando un desarrollo psicoso-‐‑ cial que garantice mínimamente un despliegue efectivo de habilidades, compe-‐‑ tencias y responsabilidades. En el centro de esta espiral podemos ubicar las carencias educativas en sus distintos formatos (“Mi madre estaba enferma y no podía ir mucho”): escasa o nula socialización familiar hacia valores que impli-‐‑ quen y fomenten lo educativo/formativo, invisibilidad de aspectos educativos oficiales, abandono prematuro del sistema educativo, fracaso escolar e influen-‐‑ cia de estas desventajas en los distintos miembros integrantes de las unidades familiares. En los casos analizados se da un escenario complementario y suma-‐‑ tivo: se trata de mujeres las que se responsabilizan y quedan al cuidado de sus hijos (en mucho mayor medida que los varones), con edades intermedias (aun-‐‑ que el abanico de edad es muy variable) y que proceden de familias con dificul-‐‑ tades económicas. Con respecto a las personas mayores se constatan particularmente los efectos de haber nacido en una guerra civil o en los siguientes años de postgue-‐‑ rra. El contexto de pobreza y penuria supuso para la mayoría de esas personas un déficit notable en el capital educativo. Una vez más se plasma la incidencia de “las tres grandes ejes sobre los que acaban vertebrándose las desigualdades sociales: la edad, el sexo y el origen y/o etnia” (Subirats, et al., 2004): en estos perfiles nos encontramos a personas de edad avanzada, mujeres (muchas de ellas en hogares unipersonales o en residencias) y de procedencia variada pero
Expresión más correcta y adecuada, no obstante, en este estudio se usa la variante “monoparen-‐‑ tal” por estar más extendida y consolidada.
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fundamentalmente originarios de entornos familiares humildes. Se trata princi-‐‑ palmente de mujeres mayores que, por distintos motivos, necesitan comple-‐‑ mentar su pensión no contributiva con el fin de disponer de recursos económicos suficientes y contar con una vida digna, autónoma y activa. Así, hay una continuidad entre los bajos niveles formativos que tuvieron sus padres, una socialización familiar que no fomentaba los valores del estudio y, a menu-‐‑ do, la ausencia de clima no propicio para el desarrollo psicosocial: “… teníamos una maestra que era muy severa, muy recta, y nos castigaba (…) y te decía bu-‐‑ rra… y había que ir al colegio, no quedaba otra…”. La consecuencia “lógica”, era el abandono prematuro de un sistema educativo que, dada la edad y el con-‐‑ texto de posguerra en el que se debían de educar, era incompleto, escaso y con notables carencias estructurales y docentes. Finalmente, se daba una participa-‐‑ ción intensiva en el mercado de trabajo informal, desarrollando sus tareas de manera abusiva y en condiciones altamente precarias (“… y si no te aprendías algo también te daban, eso es lo que recuerdo, porque luego a los trece años ya estaba trabajando”). En definitiva, las carencias en el ámbito educativo y formativo otorga-‐‑ ron a estas personas escasas competencias para mantenerse de manera óptima en el mercado de trabajo normalizado, experimentado trayectorias laborales caracterizadas por la precariedad y la explotación laboral. Estas dificultades se concatenarán, a su vez, con otros factores disfuncionales propiciando un desa-‐‑ rrollo vital cargado de dificultades, fracturas y desventajas (psico) sociales (véase García, Arenas, Bazo, Fonseca, Guillén, 2005). La trayectoria de perceptores del SSB caracterizada por varones des-‐‑ empleados sin ingresos muestra un conjunto de perfiles en los que se objetiviza uno de los fenómenos más preocupantes y complejos en nuestro país desde hace varias décadas, pero que se ha recrudecido hasta cifras alarmantes con la repercusión directa de la crisis financiera actual. Estamos hablando de la lacra del desempleo. En estos casos, la intervención de aspectos personales –como la dificultad para los estudios, la apatía y desinterés por lo educativo– y familiares (proceso de separación y divorcio; fallecimiento del progenitor a temprana edad) ayudan a generar un clima, dinámica y proceso de socialización no pro-‐‑ piciador y facilitador de los estudios y todo lo que suponga el valor de la edu-‐‑ cación. Es por tanto un elemento central de desventaja (“yo lo único que necesito es un trabajo”) que determinará toda la trayectoria personal y laboral, sumiéndoles en una zona de vulnerabilidad psicosocial que acabará afectando al resto de ámbitos: “si no tienes estudios estás perdido”. 282
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Ámbito económico y laboral De sobra es conocido el papel central que viene jugando el trabajo asalariado en nuestras sociedades actuales. Como ya señalaba Blanch (1990), el empleo cumple la función social presupuesta y general de ser mediación uni-‐‑ versal y llave maestra que abre todas las puertas. Pero, además, cumple otras funciones económicas más manifiestas de acceso al uso y consumo de bienes, productos y servicios necesarios para la supervivencia material, de ser puerta abierta a la esfera pública, a la ciudadanía social, a la integración cultural y a la normalización política, social y cultural. En el mismo sentido e igual de impor-‐‑ tantes son las funciones psicosociales (en este caso más ocultas), ya que contar con empleo, de manera genérica, es tener la posibilidad de contar con bienestar subjetivo, satisfacción con la vida presente, y optimismo con el futuro. A las personas que pueden desplegar estas funciones psicosociales les ofrece cierta percepción de utilidad social y de cumplimiento de deber moral. Una capacidad de aprendizaje y dominio de destrezas, habilidades y conoci-‐‑ mientos básicos para la expresión personal, la comunicación social y la auto-‐‑ rrealización profesional. Finalmente, y dentro de estas funciones psicosociales, el trabajo asalariado permite articular las metas personales, profesionales y organizacionales, permitiendo, en definitiva, un cierto grado de desarrollo de calidad de vida (Blanch, 1990). Dicho esto, y pese a tener en cuenta los cambios que el trabajo está sufriendo en los últimos años a causa del proceso globaliza-‐‑ dor y la implementación de las nuevas tecnologías de la información y el cono-‐‑ cimiento en todas las esferas de la economía, la sociedad y la cultura, podemos entender la centralidad de “lo laboral” (como “cuestión social” sustantiva) y su determinación en todos los ámbitos que tienen que ver con las personas, así como su incidencia en el proceso de inclusión social y el despliegue real de la ciudadanía (Castel, 1997). Centrándonos en la trayectoria vital de los perceptores del SSB de la población gitana y abordando el ámbito económico y laboral observamos una serie de rasgos que coinciden en todos los perfiles estudiados de esta comuni-‐‑ dad. La vida laboral de la población gitana en edad de trabajar (EDIS, 2009) empieza antes, lo cual es fiel reflejo del abandono prematuro del sistema educa-‐‑ tivo, y se prolonga durante más tiempo. Las actividades laborales desarrolladas se caracterizan por el subempleo, la precariedad y la temporalidad, “suelen ser marginales y de baja cualificación, genéricamente encuadradas en el epígrafe de servicios”, de perfil profesional bajo y medio-‐‑bajo, con un 75% de obreros no cualificados. Las variables sexo, edad y etnia se reproducen clara y desfavora-‐‑ 283
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blemente en el caso de las mujeres gitanas: sus condiciones de trabajo son peo-‐‑ res en todos los sentidos y categorías frente al varón gitano (y más aún si se tiene en cuenta al resto de población). Conforme disminuye la edad, los efectos negativos aumentan: “esas edades más jóvenes esconden más bien una situa-‐‑ ción ocupacional precaria, especialmente entre los menores de 25 años que abundan en los negocios familiares” (EDIS, 2009). Así, la desvinculación (cróni-‐‑ ca, intermitente o largos periodos temporales) o el establecimiento en la preca-‐‑ riedad de la esfera productiva (mercado/consumo) de una parte importante, hace que sus potencialidades para permanecer y disfrutar de la plena inclusión social se desvanezcan y sumerjan en procesos y estrategias desafiliativos que perjudican sensiblemente las oportunidades en los otros ámbitos inclusivos. “Ya te digo yo siempre que voy pregunto, y me dicen que no, no hay [trabajo]”. En los gitanos, como uno de los colectivos más vulnerables, se confirma la inci-‐‑ dencia y el drama del paro: su tasa de desempleo es casi el doble que la del resto de ciudadanos. El perfil del desempleado gitano es una persona joven (entre 16 y 24 años), varón (afecta en mayor medida a los hombres en todas las franjas de edad, salvo en la de 35 a 44 años, en la que la mujer gitana supera al varón en tasa de desempleo) (EDIS, 2009). Es de destacar un aspecto recurrente: los gitanos poseen una mayor carga familiar y el menor nivel de estudios incide directa y mayormente en las posibilidades de quedarse desempleado. En la trayectoria vital del perfil de mujeres que conforman familias monoparentales se constata con claridad los efectos desestructurantes y desafi-‐‑ liativos de trabajar en condiciones precarias o quedar en situación de desem-‐‑ pleo. El haber agotado las prestaciones o no tener derecho a las mismas, conduce a estas mujeres a una situación de total dependencia de otras presta-‐‑ ciones o ayudas sociales, y algunas de ellas por un importe sumamente inferior a lo que supone la responsabilidad de la crianza en solitario de los hijos. Estas mujeres se hallan en una situación paradójica: necesitan partici-‐‑ par activa e intensamente en el mercado de trabajo con el fin de lograr unos ingresos con los cuales sacar adelante a la familia; pero esta participación tiende a realizarse y a ser, en los perfiles estudiados, de naturaleza estrictamente pre-‐‑ caria. Sus condiciones de trabajo nada ventajosas e inclusivas, a su vez, generan enormes dificultades para conciliar la vida laboral con las responsabilidades de la crianza y desarrollo de los hijos, con la merma que supone para su particular crecimiento e identidad. Es decir, un elemento clave con el que se entienden graves desajustes de los hijos de las mujeres estudiadas: “Precarios, precarios, siempre así, he tenido pero precarios, (…) y bueno cuando estuve en [un centro comercial] 3 meses que lo tuve que dejar porque me cambiaron el horario de 11 284
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a 6 de la mañana”. Pero también entraña grandes obstáculos para ampliar la propia for-‐‑ mación, ya de por sí baja, a través de cursos formales que impliquen la mejora de su capital formativo y que ello revierta, por ende, en su progreso y autono-‐‑ mía como ciudadanas. La situación de vulnerabilidad psicosocial en la que quedan les convierte en caldo de cultivo (“carne de cañón” dirán ellas) que propicia la emergencia y/o reproducción (añadida) en sus contextos de procesos disfuncionales y desafiliativos de diverso tipo y magnitud como violencia de género, depresión, rupturas convivenciales, desvinculación del entorno, pérdi-‐‑ da o negación de vínculos, aislamiento y soledad. La incidencia del eje socio-‐‑laboral-‐‑económico en las trayectorias vitales de los perfiles que nos remiten a las personas mayores se explica a partir de su incorporación prematura en el mundo laboral (con claras evidencias de explota-‐‑ ción laboral infantil), mostrando una retahíla de trabajos precarios, en los que se desempeñaron grandes esfuerzos físicos y psíquicos, y tuvieron los derechos laborales hoy más habituales (subsidios, seguros, pensión contributiva, etc.): “Yo ya limpiaba, yo ya sabía limpiar, no sabía cocinar, ¿qué iba a saber con 12 años?, pero sabía limpiar y fregar, y la señora me decía, pues por aquí o por allí”. El recorrido histórico que suponen sus edades hace entender la deriva de ciertos acontecimientos vitales estresantes que se han dado y se reflejan en sus historias de vida, no obstante, el planteamiento de base sustentado aquí invita a considerar que lo acontecido a estas personas es fruto de la multiplicidad de factores y dimensiones que se superpusieron y acabaron por llevar a estas mu-‐‑ jeres mayores a una situación de vulnerabilidad y penuria que les hizo precisar de las ayudas y apoyos que se ofrecen desde los servicios sociales municipales, así como del resto de mecanismos de asistencia y protección social de que se disponen con el SSB. Ámbito relacional Hasta hace no mucho se descuidaba la importancia e influencia del capital relacional, es decir, la familia, redes de proximidad y sociales, como eje central de inclusión social. Las personas aprenden e interiorizan, a lo largo de su ciclo vital, “los elementos socioculturales de su entorno, los integran a la estructura de su personalidad, bajo la influencia de experiencias y de agentes sociales significativos, adaptándose al entorno social en cuyo seno deben vivir (Rocher, 1990). En ese sentido, el ámbito familiar constituye el centro socializa-‐‑ dor por excelencia donde los individuos adquieren ese conjunto de normas y 285
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valores, los integran en su personalidad y los aprovechan para una adecuada adaptación a su contexto más inmediato. De ese entorno próximo reciben ade-‐‑ más los apoyos y la protección para crecer y desarrollarse adecuadamente como personas y, por ende, ciudadanos. Lo propio se podría decir de las redes de proximidad (parentesco, amistades, vínculos afectivos de diverso tipo) y del resto de redes sociales como el vecindario, los vínculos profesionales, las rela-‐‑ ciones sociales a través de actividades de ocio y tiempo libre o los vínculos po-‐‑ sibilitados por la pertenencia a asociaciones, etc., que son claves para la inserción, integración e inclusión de las personas en sus sociedades de referen-‐‑ cia. Esta centralidad de lo relacional implica que las carencias, déficits y deterio-‐‑ ros en este ámbito van a suponer grandes y graves disfuncionalidades para las personas que las sufren, generando dinámicas familiares conflictivas y desafilia-‐‑ tivas nada propicias para el desarrollo y fomento de la autonomía personal, la autoestima, la competencia y la adaptación adecuadas al entorno social educa-‐‑ tivo, laboral o relacional (Bourdieu, 1988). En lo que se refiere a los perfiles de perceptores del SSB pertenecientes a la comunidad gitana y teniendo en cuenta el ámbito familiar y relacional, cabe señalar una serie de aspectos característicos de su cultura como son el valor de la familia, la importancia y la solidaridad de la familia extensa o el peso de las personas mayores. Pero a estas cuestiones se unen una serie de rasgos que nos muestran realidades familiares caracterizadas por carencias económicas, ingre-‐‑ sos insuficientes, desempleo de los progenitores, nivel formativo muy bajo (o analfabetismo), la dependencia de prestaciones sociales y la presencia de en-‐‑ fermedades importantes: “Primero estuve asegurado, [después] cobré el paro, y luego la ayuda familiar, y nada, luego toda esa época estuve muy mal”. Estos factores evidentes de desventaja son modulados por elementos negativos cuando suceden eventos estresantes para la familia; por ejemplo, el ingreso de los padres en prisión, problemas legales en materia de tutela o cus-‐‑ todia de los hijos, procesos conflictivos por uso y tráfico de drogas o el falleci-‐‑ miento temprano por enfermedad de uno de los progenitores. Son sucesos que entorpecen, obstaculizan y merman las posibilidades de inserción social, pero sobre todo complican al extremo la integración y normalización social del resto de integrantes de la unidad de convivencia. Por otro lado, también en el caso de los perfiles pertenecientes a la comunidad gitana, se observan los efectos modu-‐‑ ladores positivos de la familia; tal es el caso de la solidaridad entre parentesco, tanto en primer nivel, a través de estrategias de convivencia intergeneracional (“estamos viviendo todos en la misma casa”), como en familias y redes extensas en las que se dan los apoyos entre integrantes de la misma etnia para la realiza-‐‑ 286
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ción de actividades laborales que, a menudo, realizan (venta ambulante, reco-‐‑ gida de chatarra, etc.). De todas maneras, conviene recordar que los perfiles que cuentan con un número significativo de hijos hace que la necesidad de apoyos externos deba incrementarse notablemente, de lo contrario la situación va en detrimento de la propia persona (madre de familia, ama de casa, cuidadora) en la que recae el cuidado de tales integrantes de la unidad familiar. Aquí queda patente uno de los elementos que emergen en nuestra investigación: este tipo de atenciones y cuidados provoca una serie de limitaciones en el resto de ámbito que acaban mermando el desarrollo y la capacidad de autonomía de la persona, aislándola y confinándola en el interior del núcleo familiar, pero alejada cada vez más del núcleo de lo social más amplio (“Apenas salgo, tengo bastante tarea que hacer en casa, no me relaciono, cuando vamos a los hospitales…”). Se observa que sus posibilidades de vinculación, participación e integración social de desvanecen hasta un punto irrecuperable que entraña enormes dificultades para la realiza-‐‑ ción como ser humano. Las mujeres responsables de familias monoparentales tienden a ser mujeres de edad intermedia que empiezan a sufrir, o vienen sufriendo, un con-‐‑ junto de problemas que les han abocado a una situación de vulnerabilidad total con riesgos evidentes de padecer, en diferentes grados, violencia de género y todo lo que comporta la vivencia dramática de estos procesos conflictivos (“Vi-‐‑ vía entre cuatro paredes, viví aquí encerrada 15 años aquí, sin salir, salía una vez al mes a la compra…”). Cuando no se trata de estos casos tan extremos, la complejidad de la situación en la que viven ellas y sus familias gira también en torno a la carencia económica, la precariedad laboral y la debilidad de las redes de proximidad y sociales. Este círculo de déficits notables precisa de una políti-‐‑ ca social y familiar integral y una programación asistencial e interventiva inten-‐‑ siva y de larga duración, especialmente por tratarse de mujeres, de nivel formativo bajo y con experiencias laborales altamente precarias, muy volcadas en la unidad familiar (teniendo que descuidar el capital relacional), pero tam-‐‑ bién con hijos a cargo que precisan de semejantes asistencias e intervenciones (seguimientos pediátricos, escolares, etc.). En lo que respecta al ámbito relacional de las mujeres mayores percep-‐‑ toras del SSB, conviene destacar que dicha cuestión deviene también central ya que en muchos casos se trata, asimismo, de mujeres que encabezan un hogar de un solo miembro (por ejemplo, mujeres viudas), o un hogar en el que se están responsabilizando de los cuidados de una persona dependiente (en muchos 287
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casos el marido y/o hijo/s), o, en otros casos, estamos hablando de mujeres habi-‐‑ tando solas con vínculos y redes altamente deteriorados o inexistentes. En los perfiles estudiados, dadas las carencias varias y estrecheces económicas en la que se encuentran, se constata además esta dificultad para mantener y consoli-‐‑ dar el factor relacional (“…empecé a meterme en mi concha, solo quiero las cuatro amistades que tengo…”). Ámbito residencial Esta dimensión alude a uno de los derechos humanos centrales para que la vida se desarrolle en condiciones de dignidad, igualdad y respeto. Así, el derecho a la vivienda constituye un derecho reconocido en todas cartas consti-‐‑ tucionales nacionales así como en la legislación de todos los organismos inter-‐‑ nacionales. Para que este derecho se haga realidad especialmente en las personas y colectivos más desfavorecidos es crucial el diseño y la implementa-‐‑ ción de políticas y programas que se focalicen y avancen progresivamente en la resolución de los problemas residenciales y habitacionales de estas personas y grupos más vulnerables. En lo que tiene que ver con la población gitana, el derecho a una vi-‐‑ vienda constituye un logro que a duras penas se está logrando en las últimas décadas. Los procesos seculares de discriminación, desigualdad e injusticia social que ha venido arrastrando esta minoría ha provocado que desde la de-‐‑ mocratización del país, y especialmente desde la descentralización y derivación competencial hacia las Comunidades Autónomas, las políticas (sociales) de vivienda redunden y retomen la problemática de las personas y colectivos que sufren carencias significativas en diversos ámbitos. Todo ello ha quedado refle-‐‑ jado en la apuesta política desarrollada en determinadas ciudades y municipios, como es el caso del de Avilés, con el fin de erradicar los asentamientos chabolis-‐‑ tas y avanzar en las políticas, planes y programas sociales de normalización residencial y habitacional. Dicha población gitana que accede al SSB procede en su mayoría de familias humildes y todos ellos se criaron en asentamientos cha-‐‑ bolistas y/o barrios marginales (Arenas, 1999). El tránsito hacia viviendas normalizadas no ha sido un proceso sencillo y corto, pero en el caso concreto del municipio de Avilés la apuesta política y los esfuerzos conjuntos realizados culminaron en la erradicación del chabolismo y su consiguiente ubicación en hábitats normalizados (Agulló, 2004. Arenas, 2010). Ese paso sumamente determinante ha propiciado el avance sustantivo en los otros ámbitos determinantes para el logro de una vida digna de la población 288
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gitana. La pertenencia a un barrio supone un elemento que confiere identidad social, pero sobre todo ofrece un anclaje psicosocial en un espacio otorgador de posibilidades como educación, sanidad, cultura, trabajo, relaciones vecinales y comunitarias; y proyecciones como la materialización de proyectos personales, familiares, grupales, organizacionales, empresariales, culturales, etc. (“…porque es donde tengo amigos, amistad, tengo que vivir aquí…”). La pro-‐‑ ximidad de las personas hacia estos recursos permite y facilita considerable-‐‑ mente su acceso y uso, redundando en el bienestar y la calidad de vida de la población (Bourdieu, 1999). No obstante, tal y como se manifiesta en sus discur-‐‑ sos, el proceso de normalización residencial debe profundizar en aspectos y dimensiones concretos para que, dentro de la política y programación de vi-‐‑ vienda social, se tenga en cuenta las características, posibilidades y necesidades reales de las familias gitanas. De no ser así, se estará caminando hacia entornos degradados y hacia infraviviendas dentro de espacios residenciales normaliza-‐‑ dos. Es decir, los llamados espacios de “marginación digerible” dentro de la inclusión social. Estas personas de la minoría gitana son conscientes del cambio que ha supuesto en sus vidas y la de sus hijos el poder contar y responsabilizarse de una vivienda normalizada, pero también el acceso a recursos y servicios ante-‐‑ riormente negados o fuera de su “alcance”. En buena medida, este derecho a una vivienda digna puede seguir siendo una realidad merced a las políticas de protección y apoyo social que el SSB permite mediante una prestación económi-‐‑ ca básica pero garantizada y, por tanto, estable (además de otros dispositivos y ayudas) con la que tienden a hacer frente al pago mensual del alquiler de la vivienda. De hecho, su estrategia consiste, como primer paso, abonar dicha mensualidad, los recibos de luz y gas, y luego el resto de pagos: “…y gracias a esto del salario social básico, pues es una cosa más”. Los perfiles de personas que perciben el SSB y que rigen las riendas de un hogar monoparental con hijos a cargo, son mujeres que, como se viene seña-‐‑ lando, poseen una trayectoria vital en la que han ido aglutinando una suerte de factores de exclusión que les ha colocado en una situación de notable desventaja social. Un ejemplo de ello se materializa una vez más en la dimensión residen-‐‑ cial. Las dificultades económicas y la precariedad laboral –además de otros factores de dificultad con una traducción más familiar o personal– que caracte-‐‑ rizan estas trayectoria vitales, no han sido elementos que ayudasen a mejorar su ámbito residencial: viviendas descuidadas y con problemas que no pueden ser resueltos al no contar con ingresos económicos suficientes para destinarlo a este fin (“…sí, mi sueño es reformar mi casa, porque tengo esta casa que no puedo 289
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hacer nada, puedo pintarla, la tengo mal porque no me llega, pero bueno…”). Por otro lado, les gustaría aspirar a cambiar a una vivienda mejor situada, con mejores comunicaciones, ello permitiría una mayor proximidad a los recursos de todo tipo. No obstante, con los ingresos básicos con los que cuentan no se puede ni concebir dicha posibilidad: “No me gusta mucho el sitio pero bueno mi economía no me permite irme a vivir a Avilés, no digo el centro, porque en el centro los pisos están muy caros y todo, pero a los alrededores. Sería mejor para mí…”. En las personas perceptoras del SSB en situación de desempleo sin ingresos el ámbito residencial supone una preocupación central. La carencia de ingresos económicos dificulta y/o bloquea todos los planes de emancipación familiar en los jóvenes con desempleo, y cuando en el mejor de los casos ha sido lograda dicha independencia de la familia de origen se generan graves proble-‐‑ mas con disfunciones y afectaciones en la personalidad, la autoestima o en la consecución y/o mantenimiento de proyectos de pareja y familiares. Para aque-‐‑ llas personas desempleadas padres de familia o para los que el período de paro se eterniza supone dificultades y obstáculos de diverso tipo como el deterioro del clima familiar, la desestructuración, los conflictos, la minusvaloración y el daño de la imagen paterna, entre otros. La experiencia de desempleo ha coloca-‐‑ do a “personas totalmente normalizadas” en una situación de “itinerancia so-‐‑ cial”, una especie de intemperie personal que les afecta en todas las dimensiones de su vida aludiendo a procesos de soledad, vacío, desconcierto o desubicación social: “… porque yo amistades así nada [estables], ya te dije yo que salía más bien sólo, ahora yo necesito ir algún sitio donde me relacione con gente, en algún sitio donde pueda yo estar con otra persona y conversando y tal…”. Una vez más el dispositivo del SSB, junto con otras ayudas, está siendo efectivo para abonar las mensualidades del alquiler de la vivienda a menudo de “realquiler”; pues se puede compartir la vivienda entre varias personas sin relación estrecha, generándose situaciones muy complejas y tensas al estar abo-‐‑ cados a ello por no poder asumir los pagos en solitario: “Hay días, no te lo pierdas, que no queremos ni manchar la mesa de la cocina para que no haya líos”. Ámbito socio sanitario El ámbito sociosanitario debe considerarse desde los planteamientos normativos y éticos más elementales. Al igual que se ha afirmado con el dere-‐‑ cho a la vivienda, a toda persona se le debe garantizar el derecho a la salud. Declaración de los Derechos Humanos (1948), en su Art. 25 Carta Magna (1978), 290
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Art. 43, se reconoce el derecho a la protección de la salud, obligando a los pode-‐‑ res públicos a “organizar y tutelar la salud pública a través de las medidas pre-‐‑ ventivas y de las prestaciones y servicios necesarios” Ley General de Sanidad (1986) detallando, ya en su Art. 1, que “son titulares del derecho a la protección de la salud y a la atención sanitaria todos los españoles y los ciudadanos extran-‐‑ jeros que tengan establecida su residencia en el territorio nacional”. Así mismo se establece, en el Art. 3, que “la asistencia sanitaria pública se extenderá a toda la población española. El acceso a las prestaciones sanitarias se realizarán en condiciones de igualdad efectiva”. En ese sentido para la población gitana este ámbito se presenta como un “logro” considerable que ha ido mejorándose con el pasar de los años. En todos los perfiles referidos a diferentes edades, sexo y dinámicas familiares variadas, se reconoce este salto cualitativo y las ventajas que ha conllevado para la comu-‐‑ nidad gitana en general: “…y la metió para arriba y muy contento con el pai-‐‑ sano, hasta el día de hoy, me la miró todo y la guaja por lo menos está bien”. La percepción de la salud personal varía según la edad, siendo mayoritariamente positiva, dado el predominio de población joven en esta comunidad. No obstan-‐‑ te, cuando el análisis trata de profundizar en esta dimensión emerge una reali-‐‑ dad en la que las enfermedades y las discapacidades hacen mella y sitúa a las familias, particularmente a los padres de familia, en un escenario complejo de desventaja social: “Aquí en la escuela ha avanzado mucho en el sentido que andar, que anda muy bien la niña aunque con dificultad, porque ella lleva una bota de estas especiales, lleva plantillas…”. Observamos que conforme la población se aleja del centro de la socie-‐‑ dad, en sus diversos ámbitos, las posibilidades de participación en las decisio-‐‑ nes y la organización de los servicios de salud disminuyen significativamente. Aquí se interpreta esto desde la óptica de la participación general “en los asun-‐‑ tos que le corresponden y le implican directamente, en los asuntos de su en-‐‑ torno próximo”, pero también desde su potencialidad para entender e intervenir en los “determinantes” (estructurales, económicos, geográficos, po-‐‑ blacionales) de la salud, en los “determinantes” (estructurales, familiares, per-‐‑ sonales) de su enfermedad o la de los miembros de la unidad familiar. Esta carencia se da posiblemente por efecto de las propias carencias educativas y formativas, pero también porque no se han socializado en el valor de la salud. Asimismo, porque desde los organismos públicos no se realizado un esfuerzo suficiente para avanzar en este campo, adaptando contenidos y mensajes a las necesidades concretas de esta población. 291
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Buena parte de lo considerado aquí para la población gitana sobre el ámbito sanitario y de salud podría corresponderse con los otros perfiles de per-‐‑ ceptores del SSB, especialmente con el grupo de mujeres mayores que al sufrir carencias formativas podrían verse en la misma desventaja. Lo cierto es que los problemas de enfermedades y discapacidades constituye un ámbito que afecta directa y de manera frecuente en los perfiles de perceptoras del SSB correspon-‐‑ diente a las personas mayores. En su dilatada trayectoria vital han ido apare-‐‑ ciendo enfermedades físicas, a menudo relacionadas con la dureza de las condiciones de los diversos trabajos que realizaron desde muy temprana edad :“… me coloqué en casas, limpiando, que era lo que sabía hacer, pues dos horas aquí, tres horas allí, y yo estuve muy enferma, había veces que no podía, tengo fibromialgia”. Entre dichas condiciones psicológicas y sociales es preciso seña-‐‑ lar la explotación laboral infantil, los accidentes laborales y la emigración por motivos laborales, las operaciones quirúrgicas por motivos de edad, los pro-‐‑ blemas de salud mental relacionados con procesos de separación y divorcio, los efectos psicológicos de las enfermedades de los hijos, y los mismos problemas derivados del proceso de retorno y adaptación al país de origen que conlleva un frecuente aislamiento social. Todas estas afectaciones y enfermedades poseen un poder enorme en la limitación y bloqueo de la autonomía individual de las mujeres mayores personas que las padecen. A esta pérdida o déficit de inde-‐‑ pendencia personal motivada por este ámbito se le unen, retroalimentándose, el resto de carencias que se han ido enumerando. Al final, estas personas deben de recurrir a ayudas externas con el objetivo de poder “afrontar con dignidad” su vida cotidiana: “… [entonces me dije] necesito que alguien me ayude, porque con los 200 euros que él me daba yo no podía vivir, y fue cuando vine aquí, que alguien me habló…” Para las perceptoras pertenecientes al perfil de mujeres de hogar mo-‐‑ noparental con hijos a cargo, esta dimensión les afecta sobremanera. Factores negativos como la sucesión de trabajos precarios, las enfermedades originadas por la malas condiciones laborales, violencia y malos tratos físicos y psíquicos, los efectos de los mismos en los hijos, y un largo etcétera de problemas de salud mental como depresiones, (“Sí en salud mental, primero estuve con psicólogos en salud mental, y luego fue cuando me pasaron a psiquiatra…”) pérdida de capacidad de autonomía, desconfianza o afectaciones en la autoimagen que arrastran y acaban por dificultar, o bloquear, una parte importante de las po-‐‑ tencialidades y competencias de estas mujeres para la inclusión plena en la so-‐‑ ciedad: (“…ya no veía salida por ninguna parte”). 292
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Los problemas de salud que afectan al perfil de desempleados sin in-‐‑ gresos son visibles a partir de que el desempleo concentra un cúmulo nada des-‐‑ preciable de consecuencias. Citamos a continuación los efectos del desempleo de la clasificación de Blanch (1990) que se observan en los perfiles de los percep-‐‑ tores del SSB estudiados y que tiene que ver de una forma u otra en el ámbito de la salud: incidencia de la escasez de recursos financieros en la pobreza de la dieta alimenticia, higiene, vivienda y condiciones materiales de existencia gene-‐‑ ral (“Sí, algún día salgo por la mañana, estás cansado, no tienes dinero y no tienes humor tampoco para nada...”); malestar psicológico e insatisfacción con la vida presente (“…un chaval que no tiene estudios como yo, para qué vales”); descuido y despreocupación por la imagen física y personal; descenso en los niveles de actividad generales (“Sí, algún día salgo por la mañana, estás cansa-‐‑ do”); destrucción del tiempo cotidiano (“pero qué tipo de proyecto voy a tener yo si mira como estoy”); aburrimiento y percepción de vaciedad de las horas vividas; dificultades cognitivas en procesos de integración de información, de-‐‑ finición de situaciones y toma de decisiones; disminución progresiva de los niveles de aspiración, motivación para el logro, autoconfianza, expectativas de eficacia y control percibido de las situaciones (“dónde puedo ir yo”); desarrollo de pensamientos negativos y sentimientos de fracaso, frustración, inferioridad, indefensión, inseguridad e inutilidad; depresión y concomitantes (pesimismo, apatía, desinterés, etc.); inestabilidad emocional, ansiedad“: “…a los amigos los vería pero como no tengo dinero, no tengo trabajo, pues…”. Participación política y ciudadanía, conocimiento, acceso y disfrute de dere-‐‑ chos sociales El conocimiento de los derechos y las obligaciones que las personas poseen por el hecho de pertenecer e integrar una comunidad política, se con-‐‑ vierte en la clave y el punto de partida para que los ciudadanos puedan exigir-‐‑ los antes las autoridades competentes y, en consecuencia, puedan ser garantizados y disfrutados. La apreciación de Subirats et al. (2004) en la que se afirma que “los excluidos sociales a menudo no tiene voz en el campo político ni posibilidad, ni capacidad, quizás, de actuar e influir en su entorno más o menos inmediato”, es una constatación que aparece en todos los perfiles de perceptores del SSB analizados (“No, no me ha interesado nunca”) (“Humillada durante mucho tiempo”). Además de la política social que genere cohesión social, la inclusión social plena debe transformar las políticas, en especial, la política económica, para promover las condiciones de libertad e igualdad reales. Por otro lado, debe tratar de remover los obstáculos para garantizar su plenitud de ejercicio y especialmente “facilitar la participación”. O sea, lograr “sujetos 293
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activos en la sociedad y en todos los ámbitos” que sean “capaces de desarrollar un proyecto de vida propio”. La posibilidad de participación política y ciuda-‐‑ dana de los perceptores del SSB en su contexto más próximo es notablemente reducido y, en algunos perfiles, casi inexistente: “…soy una analfabeta de la política, en eso soy muy despistada, pero he votado cuando he podido y no he estado enferma…”. La razón sustancial estriba, como ya se ha advertido, en la incapacidad general que procede del desconocimiento, por un lado, de los derechos y obli-‐‑ gaciones que como ciudadanos son depositarios; y, por otro lado, el desinte-‐‑ rés/despreocupación (desafección) que les genera buena parte de aspectos que no implique su situación (muchas veces) de supervivencia inmediata: política en general, política regional y local, intención y frecuencia del voto, asociacio-‐‑ nismo, comunidad vecinal, situación del barrio. Esta concatenación de factores de desventaja, así como su acción dinámica de retroalimentación entre los mis-‐‑ mos, provoca en todos los perfiles estudiados que la capacidad y la posibilidad de participación cívica y política sea una cuestión que ni siquiera es contempla-‐‑ da como estrategia que pueda resultar efectiva para cambiar el curso de acción de sus trayectorias. Se trata, en este caso, de “sujetos no activos” para la partici-‐‑ pación social y, mucho menos, para la “acción política” en su vertiente tópica. Más bien, como diría Jesús Ibáñez, se trataría de sujetos “sujetados” por y a unas condiciones de vida “condicionadas” (los “determinantes”) a unas cir-‐‑ cunstancias desfavorables, tremendamente básicas y enormemente vulnerables, que les dificulta (en algunos perfiles, como los pertenecientes a la población gitana, les obstaculiza) para socializarse, formarse y “activarse” en la participa-‐‑ ción social de su entorno (Ibáñez, 1994). Intensidad asistencial, apoyos y valoración de los servicios sociales munici-‐‑ pales Un complejo entramado normativo, administrativo, organizativo y de capital humano ha acabado por configurar el denominado sistema de servicios sociales (comunitarios y especializados). Un sistema que se pretende integral y universal, público y solidario, garantista e igualitario, protector y preventivo, ha tenido que apostar duro y comprometerse de manera decidida para superar los modelos asistencialistas, y encaminarse hacia un sistema que esté próximo al ciudadano, se adapte a sus necesidades y le acompañe en derecho de participa-‐‑ ción e inclusión social. Desde las comunidades autónomas y, sobre todo, desde los municipios se ha ido ofertando a la ciudadanía un catálogo, cada vez más amplio, de prestaciones sociales básicas y especializadas con el fin de hacer 294
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efectivos los derechos sociales de todas las personas y, en especial, de aquellas que por diversos motivos se encuentran en situación de desventaja social (sobre el municipio de Avilés puede consultarse: Arenas, 2007). La acción interventora por parte de los distintos dispositivos que con-‐‑ forman los servicios sociales municipales permite atender a un conjunto signifi-‐‑ cativo y plural de ciudadanos. La perspectiva universalista y el principio de la accesibilidad ha posibilitado poner a disposición de toda la ciudadanía unos recursos integrales y adaptados a las necesidades concretas. No obstante, esta integralidad y capacidad adaptativa que debería ser, al día de hoy, un principio aplicado y resuelto dista mucho de ser una realidad efectiva que lograse en verdad la autonomía de todas las personas, su bienestar y su plena inclusión social. Pero estas dificultades y déficits no proceden ni pueden buscarse en un modelo de organización y gestión de los servicios sociales de un municipio concreto, el problema trasciende al momento actual y nos remite a la propia conceptualización y evolución que está suponiendo el “cuarto pilar” del Estado de Bienestar en nuestro país (Rodríguez, 2011). Los modelos de intervención paternalistas, tradicionales, individuales, cortoplacistas y unidimensionales siguen vigentes en nuestros días y están siendo aplicados de manera rutinaria, a la vez que de forma tímida, voluntario-‐‑ sa y no consolidada (eso es, sin una clara concepción, voluntad y planificación directiva) se están tratando de implementar procesos interventivos más preven-‐‑ tivos, sociales e integrales. Estos servicios sociales además, y fruto del modelo que se arrastra y las inercias (técnicas y operativas) que genera, sufren toda una suerte de problemas y dilemas que tienen que ver con las dudas ideológicas y políticas que supone avanzar y consolidar un modelo de Estado Social y Demo-‐‑ crático de Derecho en el que el bienestar y la calidad de vida de la población supone, en definitiva, universalizar sus prestaciones básicas. Pero este planea-‐‑ miento es de más hondo calado cuando dicha universalización significa recono-‐‑ cer y hacer efectivos los derechos sociales como derecho de titularidad individual, las personas como “sujetos de derechos y no el grupo social al que pertenece” (Las Heras, 2005). Ello significa que los derechos sociales “se inspi-‐‑ ran en una condición empírica de la situación concreta que ha de ser protegida, sea cual sea la persona afectada, sin discriminación de ningún tipo”. Por otro lado, como destacan Subirats et al. (2007), “se entiende que la modernización de los servicios sociales implica el desarrollo de una organización y financiación más transparente y eficaz así como un incremento de la variedad y calidad de los servicios. El argumento sostiene que equiparar el sistema con las otras ra-‐‑ mas del Estado de Bienestar significa dotarlo de equipamientos, recursos hu-‐‑ 295
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manos y financieros a partir de un plan de dotaciones presupuestarias e inver-‐‑ siones plurianuales pero también garantizar un sistema de financiación estable a través de los impuestos generales del Estado”. En este apartado comprobaremos lo que ya aparece en otros estudios (Juan, 2008) cuando se trata de reflexionar sobre la respuesta de los servicios sociales: primero, que los análisis sobre la construcción de los procesos de vul-‐‑ nerabilidad y exclusión social entre la población asistida por los servicios socia-‐‑ les quedan relegados a “cuestiones de carácter socioeconómico y demográficos”, sin adentrarse ni abordar los “procesos vitales” de los usuarios ni las “dinámicas que habían motivado su entrada en los circuitos asistenciales” (Arriba y Serrano, 1999; Laparra y Pérez, 2008); segundo, en dicho estudio (Juan, 2008) se mostraba la visión (usos) que en este caso las mujeres tenían de los servicios sociales articulando meramente los mismos a los “recursos mate-‐‑ riales”, pero con una “perspectiva sesgada y asociada a un modelo de interven-‐‑ ción basado en la gestión de recursos de forma casi exclusiva”. Se constataba una realidad (percepción) que se aprecia de manera generalizada en todos los perceptores del SSB de nuestra investigación. Según Juan (2008), “se podía ob-‐‑ servar como el nivel económico no era el factor de riesgo más importante en sus narraciones, aunque evidentemente el más significativo”. No obstante, prosigue esta autora, “las necesidades verbalizadas a través de las demandas a los Servi-‐‑ cios Sociales giraban de forma casi exclusiva a las ayudas económicas. Este “re-‐‑ duccionismo” saca a relucir un modelo “reduccionista”, economicista, unidimensional, cerrado, sectorial, que deviene miope de una realidad compleja (multicausal) que implica necesidades sociales que afectan a las personas en múltiples ámbitos/dimensiones, en tiempos diferenciados (y con intensidades cambiantes) que va a requerir un modelo de intervención totalmente distinto e innovador. Podemos señalar que la valoración general que realizan los distintos perfiles de perceptores del SSB sobre la calidad (atención recibida, empatía, trato, interés y preocupación, efectividad de la respuesta, etc.), y cantidad (ac-‐‑ ciones e intervenciones, derivaciones, etc.) de los servicios y actuaciones recibi-‐‑ das por parte de los profesionales de los SSM es positiva. Sobre este particular cabe destacar que, dependiendo del perfil del perceptor y atendiendo a las dis-‐‑ tintas trayectorias vitales, se observa que las causas que originaron la demanda grupo social de origen y pertenencia, marcan y dimensionan el tipo y la natura-‐‑ leza del proceso de acción e intervención social pero, como vamos a ver, sin salirse, en la mayoría de los casos, del modelo asistencial, burocrático, sectorial y sobrevenido. 296
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La complejidad y la diversidad señaladas se hace patente dentro de los propios perfiles de perceptores del SSB, tal es el caso de la población gitana. Ahí podemos observar, por ejemplo, un alto nivel de intervención caracterizado por un conjunto largo, intensivo, sectorializado y fragmentado de acciones y apoyos sociales, donde la complejidad de las carencias de la unidad familiar impide erradicar el grado de vulnerabilidad social de las personas que solicitan la pres-‐‑ tación y de sus familias. Es una intervención intensiva que se puede constatar a través del índice elevado de acceso y utilización de los servicios sociales me-‐‑ diante visitas y consultas: (“... me pago mi casa, y bueno, pues, si pides no es por capricho, es porque...”). Para los perfiles de mujeres responsables de familia monoparental a cargo de hijos dependientes, la complejidad de estas formas de convivencia y su ubicación social normalizada conlleva un nivel de intensidad interventora alta, el cual también se corresponde con un índice de frecuencia de contactos y visi-‐‑ tas elevado. Es bastante frecuente que a los factores de exclusión social experi-‐‑ mentados a lo largo de su trayectoria vital se le añada un proceso dramático de violencia de género (“un poco más y no lo cuento”) el cual, además de otras ayudas disponibles, desplegó todo un conjunto de medidas y dispositivos crea-‐‑ dos ex profeso con el fin de amparar y ayudar a las víctimas y a sus familiares (“sin ellos es difícil, prácticamente imposible”). La configuración familiar de estos perfiles femeninos ha precisado de apoyos e intervenciones que conside-‐‑ rasen una situación compleja desde un punto de vista integral, progresivo y coordinado que incrementara su efectividad aunque sin conseguirse en la me-‐‑ dida deseada: “Tuve el apoyo de los servicios sociales, del Centro Asesor de la Mujer…”. “…cualquier cosa yo vengo aquí, mi hijo está en un centro [escolar] en tercero, problemas tuvo, y me lo solucionó todo, cualquier cosa que necesite vengo, si pueden asesorarme me asesoran y sino si pueden me lo resuelven, o sea, bien…”. En las mujeres mayores perceptoras del SSB, se contemplan de entrada esas “nuevas necesidades sociales” de nuevos colectivos que, dada la evolución del envejecimiento de la población, están requiriendo y van a requerir una serie de respuesta “adaptada”, diferencial e integral. Se ha requerido de los disposi-‐‑ tivos de asistencia y protección social, principalmente recursos económicos, que complementen una situación de ingresos claramente insuficientes para llevar a cabo una vida independiente y de calidad: “… les dije: es que yo tengo que pagar lo de mi marido, y yo no tengo ninguna pensión…”. El resto de presta-‐‑ ciones son ofertadas por el sistema sanitario que, por motivos de trayectoria vital y edad de las perceptoras, constituyen actuaciones (y así son percibidas 297
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por ellas mismas) “desconectadas” e “independientes” de las acciones ofrecidas desde servicios sociales. Este proceso referente al modelo de intervención y a sus repercusiones se observa también en el perfil de los desempleados sin ingresos. Así, el conjun-‐‑ to variado y determinante de disfuncionalidades que, per se, les genera su situa-‐‑ ción de desempleo requeriría una respuesta por parte de los distintos sistemas públicos que tuviese necesariamente el carácter de integral que derivara en una incorporación ágil y efectiva al mercado de trabajo. No obstante, la respuesta dista mucho de reunir estas características. La personas desempleadas, inde-‐‑ pendientemente de su edad y género, viven su situación de manera angustiada focalizando todos sus esfuerzos en la consecución del empleo y desestimando cualquier apoyo e intervención (“… lo primero que me dijo, solicita el SSB, yo lo que quería era un trabajo”), salvo aquellas que le reporten ingresos para aliviar su precariedad económica y vital. De hecho, no creen que los recursos orientati-‐‑ vos y formativos sean efectivos para sus circunstancias: “Sí, sí te sirve [la orien-‐‑ tación laboral desde los servicios sociales], pero ella no va a trabajar por ti, (…) para que te ayuden, pero lo que me falta es trabajo, tengo que encontrar trabajo de una vez”. La escasa experiencia que poseen en la utilización de estos recur-‐‑ sos y la constatación de su baja efectividad a la hora de encontrar empleo les sume en un escepticismo que dificulta cada vez más las futuras actuaciones. En ese sentido dichas actuaciones no están dando frutos precisamente por los de-‐‑ fectos, carencias y rutinas en las que están ancladas las intervenciones que se están implementando. Por otro lado, la falta de habilidades para la búsqueda activa de empleo, la dificultad para la cualificación y el aprendizaje de estrate-‐‑ gias básicas y la propia desorganización en la que se desarrolla su vida cotidia-‐‑ na condiciona las posibilidades de confeccionar un programa conjunto, consensuado y efectivo de incorporación social. Impacto y valoración del salario social básico (por las personas beneficiarias) En este apartado tratamos de comprender el papel que ha jugado y jue-‐‑ ga un dispositivo de asistencia y protección social como es el salario social bási-‐‑ co (SSB) en el proceso de inserción/integración/inclusión social de las personas y unidades de convivencia que están disfrutando del mismo. En este sentido, estos dispositivos de renta básica garantizada permiten, como es el caso del modelo de bienestar social asturiano, que aquellas personas o grupos sociales que han sido alejados, rechazados, precarizados o expulsados del mercado de trabajo puedan seguir contando con unos ingresos que posibilite la convivencia y el desarrollo familiar; y de ello derive su anclaje en lo social a través de meca-‐‑ 298
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nismos y estrategias positivas (de apoyo y acompañamiento) que le permitan seguir promocionándose de manera plena dentro de su entorno de proximidad disfrutando de una vida de calidad y bienestar. Pues bien, para poner en valor el impacto que ha tenido o está teniendo en el curso vital de los propios perceptores del SSB deviene necesario profundi-‐‑ zar, como se ha realizado en otros estudios (por ejemplo: Arriba y Serrano, 1999; Laparra y Pérez, 2008), en las percepciones y estrategias de uso y respues-‐‑ ta de los mismos beneficiarios. Arriba y Serrano (1999) señalan que en este tipo de planteamiento se consideran dos visiones divergentes (pasividad y activi-‐‑ dad), aquellas que contemplan a los “usuarios” de estos progra-‐‑ mas/prestaciones como “sujetos pasivos”, meros beneficiarios y receptores acríticos (desinformados, in-‐‑capacitados, abúlicos), se trataría de personas que no participan ni intervienen para transformar su realidad de desventajas y ca-‐‑ rencias, y que además no podrían “salir de ellas por sí mismos” requiriendo ayuda programática externa. Por otro lado, estaría la concepción que parte y se basa en que los “sujetos como usuarios activos”, sujetos con capacidad de ac-‐‑ ción (información, conocimiento, habilidades y estrategias de uso), en este caso lo que se pretende es mostrar “cómo los sujetos adaptan sus experiencias a las situaciones de pobreza y exclusión en las que se encuentran inmersos, desarro-‐‑ llando estrategias, aprendizajes y comportamientos que les sirven para adaptar-‐‑ se a su situación de la mejor manera posible a partir de los recursos disponibles y hacerla al mismo tiempo soportable y comprensible” (Arriba y Serrano, 1999). En esta línea se podrían situar los últimos aportes que cuestionan las lógicas, tendencias y formas de intervención social que se vienen practicando en el ám-‐‑ bito del bienestar social (véase por ejemplo: Renes, et al., 2007; García Roca, 2007; Arenas, 2010), y abogan por un nuevo cambio de paradigma que apueste por el sujeto en toda su integridad y complejidad como ser personal, comunitario e histórico, introduciendo al sujeto intervenido en el lugar que le corresponde den-‐‑ tro de los procesos de acción e intervención social. En el análisis del impacto del SSB en la trayectoria vital (y el futuro) de los distintos perfiles que componen la radiografía de esta prestación en el mu-‐‑ nicipio de Avilés, así como la valoración que realizan de la misma, supone adentrarse nuevamente, y de manera sistemática, por todos y cada uno de di-‐‑ chos perfiles tratando de indagar en sus estrategias y percepciones sobre este particular. Para los perceptores del SSB pertenecientes a la minoría gitana la valoración que realizan de la renta básica es altamente positiva. Pero esta valo-‐‑ ración se ciñe única y exclusivamente a la prestación económica. Estos perfiles, pese a las diferentes categorías que componen la población gitana, se articulan 299
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según la perspectiva esencialista por la cual se saben pobres, son conscientes de sus carencias principalmente económicas, desarrollando una estrategia mera-‐‑ mente adaptativa (“hacemos lo que podemos”, “me adapto a lo que hay”), y caracterizada de pasividad (“el salario social es muy importante, con ello vamos tirando”, “lo que venga ya veremos”). Esta estrategia adaptativa y, en principio, pasiva se observa en la escasa (o nula) implicación y participación de los per-‐‑ ceptores en los distintos dispositivos que se ofrecen desde los diferentes siste-‐‑ mas de atención y protección social. Se trata, por tanto, de demandas puntuales, marcadas por la urgencia y la perentoriedad, de unos “usuarios” tradicionales, conocidos y conocedores del primer nivel de entrada de los servicios sociales (“el centro de servicios sociales de mi zona”) que están acostumbrados a “exi-‐‑ gir” a las trabajadoras sociales (“le dije a mi asistenta que yo tenía derecho a…”) que sienten próximas y en las que confían (paternalismo: “uff, ella me quiere un montón, es majísima”), y de las cuales reciben respuestas también específicas, pero pautadas y rutinarias (“se les trata de asistir en aquello que solicitan”), que van a permitirles adaptarse/mantenerse/sobrevivir en unos niveles mínimos de clara supervivencia. Como ya hemos destacado, esta estrategia adaptativa y pasiva que tienden a desplegar es fruto de un proceso complejo en el que intervienen múl-‐‑ tiples factores, personajes e instituciones. Desde las carencias materiales de las que parten hasta los déficits educativos y formativos, pasando por el alejamien-‐‑ to estructural e histórico del mundo laboral, y terminando en un modelo de atención e intervención social fragmentado, asistencialista y dualizador. En cambio, cuando se les pregunta por aspectos en los cuales ya están socializados y, por tanto, entienden (el derecho de la vivienda, la educación o la salud, por ejemplo) sí se sienten partícipes, cuentan con voz propia y actúan en la medida de sus posibilidades. Sin embargo, esto no ocurre con los esfuerzos interventi-‐‑ vos normalizados (de orientación, búsqueda de empleo, asesoramiento) que no creen convenientes ni pertinentes (“no me interesan”) dado que tienen asumido que el trabajo normalizado, de momento, no está a su alcance, considerando que “no va con ellos”, en palabras de una trabajadora social. En ese sentido, lo que se constata es que, conforme avanza su informa-‐‑ ción y conocimiento de las actuaciones y asistencias sociales específicas, empie-‐‑ zan a valorar, como el resto de ciudadanos, su mejor plasmación y conveniencia circunstancial en su ámbito personal y familiar, lo cual significa sopesar qué miembro de la pareja, por ejemplo, es el más conveniente para cada actuación (“Lo puso a mi nombre, y tuve que echar una firma, por si sale algún curso tengo que ir al curso, que es lo lógico”), qué trabajos pueden realizarse sin que 300
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repercuta negativamente en el mantenimiento de la prestación económica reci-‐‑ bida, cuánto debe durar la escolarización de los hijos más allá de lo obligatorio, y un largo etcétera de decisiones y acciones que se van tomando. Los ejemplos serían abundantes para demostrar que no se trata de pasividad sino de diversidad de actuación en base a unas posibilidades concretas (en este caso, carencias y déficits). Estos aspectos complejos deberían marcar la dirección de los abordajes para con dicha población, así como la magnitud y dimensión que deben cobrar los programas destinados a la misma. Pero, como derecho subjetivo que es, el dispositivo se encamina, se abre y arropa a todas aquellas personas sin distinción alguna que, en un momento determinado, quedan sin recursos para poder llevar a cabo su vida con digni-‐‑ dad. Tal es el caso de las mujeres que conforman una familia monoparental con hijos a cargo. La eficacia y la garantía protectora del dispositivo del SSB, a pesar de las demoras por causas administrativas (“… qué más da que te lo den todo a la vez, de qué vives mientras”), en coordinación con el conjunto de programas y medidas integrales para los casos concretos de la violencia de género, ha permi-‐‑ tido re-‐‑situar, re-‐‑ubicar y re-‐‑integrar a estas mujeres en la sociedad, posibilitando −a través de la seguridad mínima estable de los ingresos del SSB− a ellas y a las personas que mantienen bajo su responsabilidad, un nuevo escenario de posibi-‐‑ lidades que les vuelve a capacitar dotándoles de empoderamiento, autonomía, capacidad de autogestión y decisión, autoestima, etc., para el despliegue de su ciudadanía: “…ahora sí que puedo decir que yo dispongo de un medio que es mío, que está ahí, puedo comprar comida, y mi hija necesita algo y ahí lo tiene”. En este caso se trata de un planteamiento circunstancial (aunque sean unas dinámicas familiares complejas, como es el caso de los malos tratos y los efectos colaterales que supone), contemplado como un problema, algo que ten-‐‑ go, algo que me está pasando, algo que sufro en un periodo temporal determina-‐‑ do, pero que se espera se vaya a superar cuanto antes a través de ayudas y apoyos que, en mayor o menor medida, se tiene conocimiento, y se sabe que existen, y que con ayuda externa y tratando de modificar aspectos personales y familiares (autoayuda, cambios internos, una nueva etapa en la vida) se logrará vencer la situación aprovechando los recursos disponibles en un curso de acción que haga efectiva la estrategia global. Estamos ante personas que, por la com-‐‑ plejidad de sus problemáticas, han requerido de una intensiva intervención social y protectora, pero no constituyen el perfil tradicional de los servicios sociales (“…si yo pudiera trabajar estaría trabajando, si yo puedo, pues, no uti-‐‑ lizo a nadie, ¿sabes?”). La planificación y la coordinación de las actuaciones dirigidas a este tipo de perfiles van a ser crucial para su inserción e inclusión 301
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social. No obstante, para atajar el incremento de estos perfiles conviene activar los procedimientos adecuados (directivos, técnicos, programáticos) para poner en marcha todo lo relativo a la prevención de la exclusión social, adelantarse a estas situaciones y trabajar en los procesos complejos que los determinan. La valoración que realiza del SSB el perfil de mujeres mayores sigue el mismo tono positivo que el resto de perceptores. La gestión desarrollada por los/as profesionales de los servicios sociales municipales de su zona es conside-‐‑ rada como algo determinante para que la prestación económica haya sido una realidad en sus vidas. Como ya se ha visto, los déficits en los ámbitos centrales de su experiencia vital (educación, trabajo, salud, principalmente) acabaron generando unas trayectorias marcadas por la vulnerabilidad social y, en algu-‐‑ nos casos, rozando la exclusión social. La combinación de factores de desventaja precisó, en un momento determinado de su existencia, la ayuda externa (públi-‐‑ ca, profesional, programada) con el fin de superar una situación dramática en la que los lazos familiares y de proximidad no estaban jugando el papel de asis-‐‑ tencia y protección que requerían sus demandas concretas (“…yo no quería vivir a costa de mi hija, que mi hija el trabajo lo tiene fatal…”) (García, Arenas, Bazo, Fonseca, Guillén, 2005). En concreto, la falta de ingresos económicos sufi-‐‑ cientes para la subsistencia básica había colocado a estas mujeres de avanzada edad en un “callejón sin salida”. (“me es muy útil. Útil porque yo voy tirando de ello, yo voy comiendo de ahí”). En esta tesitura es cuando empieza a operar el dispositivo del SSB y, he ahí su potencialidad que acaba dando un giro (mí-‐‑ nimo, pero elemental: “[ingresos] insuficientes, pero menos da una piedra”) a unas trayectorias que habían entrado en una fase crítica. En estos casos, se observa que está funcionando la perspectiva circuns-‐‑ tancialista, suele tratarse de personas totalmente integradas en la sociedad, so-‐‑ cializadas en y por el trabajo, con vivienda y habiendo desplegado toda una serie de potenciales que les ha permitido moverse por el núcleo de lo social sin grandes dificultades. Se trata de una estrategia muy básica, pero importante, ceñida a la búsqueda de formas de subsistencia que posibiliten sacar el máximo partido a sus ingresos insuficientes, que con la prestación económica les garan-‐‑ tiza el mínimo para evitar situaciones de penuria: “Voy donde sea más barato, como tengo todo el tiempo del mundo, voy a todas las ofertas”. Además, el SSB les ofrece tanto un espacio relacional, que se concreta en la relación directa y estrecha con los distintos profesionales de los centros de servicios sociales de su zona, como un espacio de asistencia por el que se resuelve sobre la marcha cualquier asunto e inquietud personal de estas mujeres (“sí, yo vengo conti-‐‑ nuamente y llamo por teléfono continuamente para preguntarles cualquier co-‐‑ 302
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sa”). Es decir, servicios próximos y muy valorados que les otorga certidumbre, seguridad, capacidad resolutiva, entre otras, y acaba reportando mejoras direc-‐‑ tas en su autonomía personal y su calidad de vida (Ion, 2006). Por otro lado, cuando nos adentramos en la valoración que hacen los perfiles de los perceptores desempleados y sin ingresos, así como la considera-‐‑ ción del impacto que el SSB ha efectuado en sus trayectorias vitales, podemos observar, de entrada, la valoración positiva que realizan de la prestación eco-‐‑ nómica y del trato recibido por los distintos profesionales de los servicios socia-‐‑ les: “Viviría muy mal, no sé si llegaría a subsistir… A mí me quitan el SSB y para pedir no sé si podría, me movería, no sé…”. A partir de ahí la valoración que realizan de aspectos concretos de la percepción y de su gestión ya toma otro cariz. La cuantía les parece insuficiente para poder llevar una vida “míni-‐‑ mamente normalizada” y critican la enorme burocratización de la prestación, así como la demora en la resolución de las solicitudes. Cuando se accede a los planteamientos y estrategias que guían su ac-‐‑ ción cotidiana, así como sus interacciones con el dispositivo, se constata en principio una perspectiva circunstancialista que se corresponde con rotundidad con una situación de emergencia al quedarse fuera del mercado de trabajo y de lo que éste implica económica, social y psicológicamente (“Tiras adelante por-‐‑ que tienes que tirar para adelante”). Los efectos que modulan esta situación serán varios y de diversa índole, pero, como se ha constado, los déficits forma-‐‑ tivos y la cualificación profesional, así como el factor edad, van a ser centrales para la superación de este fenómeno con el retorno al mercado laboral. El im-‐‑ pacto del SSB en sus vidas es sustancial para “mantenerse” en el filo de la “normalidad” de una forma precaria y altamente vulnerable. Pero la fragilidad de su posición conforme pasa el tiempo alejados del mercado laboral constituye un riesgo enormemente considerable de quedar marginados o excluidos so-‐‑ cialmente. Precisamente su socialización por y para el trabajo (que otorga una centralidad en sus vidas) hace que, como ya hemos visto, sufran y sientan en mayor medida los efectos disfuncionales del desempleo: “a lo mejor, es lo que quieren… Venga vamos a darle 400 euros, que viva en la miseria y nos libramos de todo este grupo marginal que existe, que está la cosa muy mal...”. Esta situa-‐‑ ción de desventaja social y los efectos que genera en su vida cotidiana hace que desarrollen argumentos victimistas y fatalistas, donde acaban articulando unas estrategias y un posicionamiento “conformista y adaptativo” y “una actitud de renuncia al cambio” (Arriba y Serrano, 1999). Esto se demuestra en su escepti-‐‑ cismo con respecto a las ayudas oficiales de orientación y acompañamiento en la desconfianza de sus posibilidades de incorporación al mercado laboral, en el 303
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malestar psicológico e insatisfacción vital, así como en la desorientación general que se perfila y proyecta su vida. En conclusión, podemos afirmar que la capacidad inclusiva de los per-‐‑ ceptores del SSB aumenta conforme se incremente la información y el conoci-‐‑ miento de la importancia y del papel que juega y puede jugar en sus vidas la totalidad/integralidad de este dispositivo. Se acrecienta cuando de manera au-‐‑ tónoma o acompañado por los distintos agentes y mecanismos de asistencia y protección social, se hacen efectivos los aspectos sustantivos establecidos en la Ley que regula el propio dispositivo. Es decir, cuando se materializa el doble derecho de manera efectiva en el conjunto de los beneficiarios y se consolida totalmente para el resto de la población en caso que hubiese necesidad. He ahí el parámetro más pertinente, riguroso y ético para valorar su efectividad y la solidaridad de la ciudadanía. Vida cotidiana, satisfacción vital, futuro En el estudio en que se apoya este trabajo se ha puesto en evidencia que el SSB ha sido efectivo para apartar a un buen número de personas de situacio-‐‑ nes extremas y severas de exclusión social, pero ello no implica necesariamente que estos perceptores y sus familias ingresen de manera automática y efectiva en un contexto positivo de inclusión social ("ʺtanta carga a mi alrededor"ʺ) (“…estar un poco arropado, y me veo, eso, muy dejado a la buena de Dios, de parte de la familia, hermanos y eso…”). Al profundizar en sus trayectorias de vida y en las estrategias desplegadas, se constata que se mueven en una preca-‐‑ riedad existencial notable sin suponerles satisfacción personal alguna, ya que las posibilidades de desarrollo personal, de mejora sustancial en la capacidad de autonomía y sus correlatos no les acaba reubicando en unos niveles significa-‐‑ tivos de empoderamiento que hagan incrementar su capacidad de proyectarse como personas y como ciudadanos (“no pido tener mucho dinero, solo pido tener lo justo para pagar y vivir, y nada más”). En definitiva, la situación de carencia económica (incluso con la presta-‐‑ ción del SSB), junto con el resto de desventajas que aglutinan y se superponen en sus vidas y en la de sus familias (“…mi nieto, siempre quise tener un niño, y aquello fue como despertar otra vez [dejando atrás la depresión]”) les hace estar descontentos con la vida presente y sin grandes esperanzas de que su fu-‐‑ turo les depare una mejora considerable en sus precarias existencias (“Es que a veces la sociedad cojea y cuando cojea ataca a los más necesitados… Eso ha sido así y sigue siendo así”). Sus vidas transcurren en la inmediatez, desplegando 304
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una estrategia fundamentalmente de supervivencia. No obstante, la percepción del SSB ha sido y es para ellos la tabla a la que se agarran con fruición, y, desde el punto de vista ciudadano, la “última malla” que el sistema asturiano de bie-‐‑ nestar social les ofrece como recurso básico. Conclusiones El interés por adentrarse por primera vez63 en la valoración del disposi-‐‑ tivo global del SSB, la renta mínima de integración asturiana, supone un hito al tratar de poner en valor la efectividad e incidencia de una política social específi-‐‑ ca, pero además constituye el primer paso para el conocimiento necesario, en la apertura de un proceso de acción-‐‑reflexión-‐‑acción64 y para la introducción de cambios y mejoras que permitan seguir avanzando en el grado de potencialidad de esta medida integral. Del análisis discursivo de las personas entrevistadas se desprende la ne-‐‑ cesidad imperiosa de contar y seguir contando con unos ingresos básicos, pero sustan-‐‑ ciales, para poder vivir con un mínimo de dignidad. También se desprende la necesidad imperiosa de contar y seguir contando con la proximidad (y efectivi-‐‑ dad) del apoyo y el acompañamiento de los servicios sociales de su zona, per-‐‑ sonificados en profesionales concretos, que valoran enormemente y ante los cuales muestran agradecimiento. No obstante, se enfrentan a una realidad coti-‐‑ diana compleja, apremiante, dura y exigente, una realidad precaria e incierta con la que tienen que lidiar cada día con factores múltiples de desventaja social. En ese contexto, la aportación económica recibida es considerada como válida, pero insuficiente, para una situación personal y familiar que gravita constante-‐‑ mente entre la vulnerabilidad y la exclusión social. En lo que se refiere a los servicios y prestaciones ofertados, además de lo señalado, cabe destacar la escasa información y conocimiento que acaba lle-‐‑ gando y teniendo la ciudadanía, al no existir un sistema de información, conce-‐‑ 63 El estudio original en el que se apoya este trabajo constituye el primer acercamiento valorativo al sistema de renta mínima garantizada en Asturias desde que se promulgó la Ley el 28 de octubre de 2005. 64 Un proceso de estas características deviene imprescindible y de aplicación inmediata, se trata de un asunto/reto impostergable; como señalan Nogués y Rodríguez (2007), aludiendo precisamente a la naturaleza e implicaciones de este proceso de acción-‐‑reflexión-‐‑acción: “Una reflexión que supone transformarse en observador de los propios actos y pensamientos, para tomar conciencia de dónde se está y qué se quiere. Desde esta conciencia es necesario abrirse al acto creador, inventando ideas y posibilidades para mejorar la acción y ampliar el proceso de captación y transformación de la realidad”.
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bido y diseñado como tal que permitiese incrementar la visualización de lo rea-‐‑ lizado así como de los servicios y prestaciones disponibles en cada momento y lugar (Aguilar, Llobet y Pérez Eransus, 2012), ello a su vez incrementaría la sensibilidad y conciencia del papel que cumplen y juegan estos servicios munici-‐‑ pales, incidiendo así en la llamada corresponsabilidad social. Los profesionales muestran una valoración positiva por el cambio del marco jurídico de una pres-‐‑ tación asistencialista, como la del Ingreso Mínimo de Integración anterior al SSB, a una prestación social como derecho subjetivo. No obstante, existen dis-‐‑ crepancias a la hora de valorar el modelo de dirección y gestión que se ha lle-‐‑ vado a cabo para desarrollar y consolidar el dispositivo del SSB. Tampoco se observan por parte de estos profesionales enfoques comunes de intervención social y protocolos de actuación consensuados en los aspectos señalados ante-‐‑ riormente. Por otro lado, no se ha constatado un sistema que promueva y fomente la autonomía e iniciativa del trabajo por objetivos y el trabajo en red. La perso-‐‑ na, el ciudadano, que acude a los servicios sociales municipales, no está siendo contemplado como protagonista fundamental y central de la atención y del proceso interventivo. La participación de la persona en todo el proceso de incor-‐‑ poración social sigue siendo una utopía. Se ha podido comprobar que el SSB está actuando, asimismo, como me-‐‑ dida de prevención al permitir el diagnóstico, el seguimiento y el hacer visibles un conjunto de ciudadanos que por diferentes circunstancias estaban sufriendo un proceso dinámico y acumulativo de factores de desventaja o vulnerabilidad social. En todos los perfiles estudiados se ha apreciado que el SSB está confor-‐‑ mando un mecanismo concreto de “establecimiento” de los derechos sociales fun-‐‑ damentales de aquellas personas de esta comunidad/municipio que no disponen, por sí mismas o en su unidad de convivencia, de los recursos mínimos necesarios para llevar una vida digna. Asimismo, el estudio permite constatar que el SSB acaba siendo una forma (aunque frágil, y a veces, fragmentada y discontinua) de reco-‐‑ nocer el derecho ciudadano a la participación en el producto y el bienestar social en su contexto particular. Referencias bibliográficas Aguilar, M., Laparra, M. y Gaviria, M. (1995). La caña y el pez. El salario social en las comunidades autónomas 1989-‐‑1994. Madrid: Euroamérica Aguilar, M., Llobet, M. y Pérez, B. (2010). Los servicios sociales frente a la exclu-‐‑ sión, Zerbitzuan, 51: 9-‐‑25. 306
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APARTADO III ÁREAS CLÁSICAS Y ACTUALES EN EXCLUSIÓN/INCLUSIÓN: EDUCACIÓN Y SALUD
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
CAPÍTULO XI: VETAS DE REFLEXIÓN SOBRE EXCLUSIÓN EDUCATIVA E INEQUIDAD DE GÉNERO EN EDUCACIÓN Raquel Domínguez Mora, Remberto Castro Castañeda, Claudia E. Bonilla Castillón INTRODUCCIÓN Cuando nos proponemos reflexionar sobre el tema de la exclusión educativa, de inmediato vienen a la mente preguntas acerca de lo que queremos decir con este concepto. ¿Nos referimos a las barreras explícitas o implícitas por las que algunos sujetos acceden, mientras otros no, a las instituciones educativas? ¿Nos referimos a la capacidad del sistema educativo de retener y hacer pasar por sus diversos grados a los sujetos admitidos, por el mayor tiempo posible? ¿O nos referimos a la capacidad de la escuela para lograr que los sujetos que pasan por ella obtengan los beneficios –y nos preguntamos cuáles son éstos-‐‑ que la escuela se propone? Quizá también pensamos en metas que van más allá de los logros durante la escolaridad, tales como empleo, nivel de vida, participación ciuda-‐‑ dana, etcétera, y a la equidad en la obtención de esos beneficios. Precisiones conceptuales ¿Exclusión o fracaso educativo? Una reflexión sobre la equidad en educación Antes de asumir el concepto de la inclusión como lo deseable en cual-‐‑ quier proceso de participación social, y en particular en la educación, podemos, siguiendo a Dussel (2004, p. 306) aseverar que: Si deseamos pensar y cuestionar las causas de una persistente y exten-‐‑ dida injusticia social y educativa, probablemente debamos comenzar por interrogar este relato sobre la inclusión, es decir, la narrativa que sostiene que la expansión del sistema escolar moderno es la única ma-‐‑ nera, y la mejor, de ilustrar al pueblo y democratizar las sociedades. Este cuestionamiento nos permitiría repensar cuál es el modelo de es-‐‑ cuela en el que queremos incluir a todos y, por otro lado, si no es el modelo de escuela actual el que ha producido algunas de las injusticias que cuestionamos. Por otro lado, no abandonamos la postura de enfrentarnos a los grupos privile-‐‑ giados que, por ceguera o por interés, se han opuesto a la extensión de los bene-‐‑ ficios de la educación. Aunque se ha atribuido desde la modernidad, la capacidad de la educación para contrarrestar las desigualdades sociales, cultu-‐‑ rales y económicas de los alumnos, la realidad nos ha mostrado una y otra vez, 313
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que el impacto de la educación por sí sola es mínimo, o, visto desde el otro lado, la desigualdad social es más persistente que el impacto de la educación. Tam-‐‑ bién se le reconoce a la escuela la capacidad de lograr el desarrollo personal de los sujetos, e indirectamente, un efecto de cohesión social; sin embargo, progre-‐‑ sivamente se ha señalado que la exclusión educativa no sólo tiende a reproducir en las escuelas los fenómenos más amplios de exclusión social, sino incluso a exacerbar patrones de marginación social, en una especie de espiral sin freno (Bourdieu y Passeron, 2001 y Escudero, 2006). En este sentido, incluso unos pocos años de permanencia en la escuela parecen mostrar efectos positivos pos-‐‑ teriores, como se muestra en la recopilación de estudios realizados en cuatro países -‐‑Zambia, Venezuela, Nepal y México-‐‑ (Hough, 2012) en donde se verifica el efecto, indirecto pero consistente de que entre más años de escolaridad logra una niña, mejor será la salud de sus propios hijos. Siguiendo estas ideas, Subirats (2003, citada por Escudero, 2005, p.10) define la exclusión social como: “…la imposibilidad o dificultad notable en el acceso a mecanismos de desarrollo personal, de integración social y comunita-‐‑ ria y de participación en los sistemas preestablecidos de protección”. Bajo ese concepto, puede sostenerse que la restricción del acceso a la educación obligato-‐‑ ria, así como manifestaciones críticas de abandono del sistema, como deserción temprana o repetición múltiple, representan una forma directa y sustantiva de exclusión educativa. Ofrecer programas o escuelas de calidad educativa menor, o trayectorias alternativas que abandonan la intención de ciertos logros educa-‐‑ tivos y/o implican resultados de menor valoración social, constituyen otras formas de exclusión, que impactan negativamente el valor estratégico de la formación recibida. Paralelamente, el fracaso educativo provoca el desencanto y sentimien-‐‑ to de impotencia de muchos maestros acerca de su profesión docente, al sentir que no logran hacer una diferencia tan importante como suponían en la vida de estudiantes desfavorecidos. Ellos mismos, los docentes, tienden entonces a atri-‐‑ buir los malos resultados y la exclusión a la falta de dones personales o de es-‐‑ fuerzo por parte de sus estudiantes, en vez de atribuirlo a un proceso complejo de desajustes recíprocos entre la escuela (lo que se enseña, cómo se ayuda a aprenderlo, lo que se exige y evalúa), y el mundo personal y social de los estu-‐‑ diantes y sus docentes (Escudero, 2006). La categoría de exclusión social es relacional y no un atributo de los in-‐‑ dividuos. Esto es importante para destacar que la condición de excluido no es una condición personal, sino una condición del sistema que permite, propicia y 314
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mantiene esa condición. Para dar una idea de la complejidad del fenómeno, presentamos una relación de los factores asociados a la exclusión educativa sintetizados por Escudero (2005): a) Aspectos personales y sociales de los estudiantes: salud y posibles discapaci-‐‑ dades físicas y mentales, mala nutrición, residencia en el medio rural, población inmigrante y minorías étnicas, familias de bajos ingresos económicos y en situa-‐‑ ción de pobreza, etnia, sexo, falta de medios y condiciones para el estudio en casa. b) Características familiares: estructura y composición (familias reestructuradas, matrimonios jóvenes, ausencia prolongada del padre, clima familiar (severidad o negligencia), baja cohesión, alcoholismo y pobreza, expectativas y cultura familiar, en particular respecto a la valoración de la escuela, y actitudes en rela-‐‑ ción con el trabajo escolar. c) Influencia del grupo de iguales, que en sus aspectos negativos, pueden repre-‐‑ sentar hasta una cierta presión en contra del rendimiento y la excelencia escolar. d) Características de la comunidad de residencia: pobreza del entorno social, peligrosidad, vandalismo, ruralidad, alcoholismo y desempleo, bajo nivel cultu-‐‑ ral. e) Entorno escolar: clima escolar interesante o aburrido, grado de sensibilidad y de respuesta en relación con factores correspondientes del medio social y del contexto familiar de los alumnos, la existencia o no de apoyo social en sus dife-‐‑ rentes modalidades, orientación y asesoramiento vocacional, el tamaño de los grupos y la política de agrupamiento de los estudiantes, o estructuras de segre-‐‑ gación por niveles; la coordinación entre escuelas de un distrito o zona, así co-‐‑ mo entre los niveles educativos; la calidad de la enseñanza y de los materiales didácticos; el grado de implicación cognitiva y emocional de los alumnos en el aprendizaje; la atención a la diversidad y la diferenciación de la enseñanza para propiciar oportunidades de aprendizaje que den respuestas efectivas a las nece-‐‑ sidades de todos los estudiantes; la relevancia, el rigor y la significación del currículo para los estudiantes; los criterios y procedimientos de evaluación; los recursos escolares con que se cuenta y su distribución según criterios de igual-‐‑ dad formal o criterios equitativos de acuerdo con las necesidades de la pobla-‐‑ ción a la que sirve el centro, las políticas de profesorado, condiciones de trabajo y formación, así como la organización y el gobierno de los centros y sus relacio-‐‑ nes con el entorno. Esta larga lista de factores sugiere la necesidad de elaborar esquemas de comprensión de carácter sistémico, advirtiendo que lo que pudiera suceder en un determinado nivel está relacionado con lo que ocurre en otros. El currículo 315
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ofrecido a los alumnos en riesgo, por ejemplo, no es independiente de los profe-‐‑ sores y su formación, así como tampoco está al margen de las políticas de la administración. Cualquier intento de comprensión implica además entender la construcción de la representación social sobre la calidad educativa y la capa-‐‑ cidad o incapacidad. Larga lucha contra la exclusión en el acceso La intención de extender el acceso y la duración en el sistema educativo se hace asumiendo la consideración de que somos todos iguales, con iguales derechos a las oportunidades. Esta consideración esconde o matiza las diferen-‐‑ cias, percibiéndolas como peligro para esa identidad (todos iguales) y fijando la diferencia como incapacidad y/o fracaso de los sujetos individuales. En la mo-‐‑ dernidad, coincidiendo con el período de amplia expansión de la oferta educa-‐‑ tiva: …la igualdad era pensada como homogeneidad: si todos aparecían co-‐‑ mo equivalentes, no se podrían realizar distinciones y discriminaciones. Según este argumento, una vez educados por igual los ricos y los po-‐‑ bres, los naturalmente talentosos se destacarían por sí solos y las dife-‐‑ rencias sociales corresponderían a las diferencias naturales de inteligencia y capacidad (Dussel 2004, p. 324) Un primer modo de considerar la exclusión educativa es medirla por la cantidad de niños y jóvenes que no asisten a la escuela, cuando por su edad y nivel educativo debieran estar dentro de ella. En un mundo globalizado puede afirmarse que la posibilidad real (por ampliación de la cobertura), así como la obligatoriedad de la escolarización, comienza a edades cada vez más tempra-‐‑ nas y alcanza edades o grados más elevados. Esta tendencia global queda refle-‐‑ jada, por ejemplo, en la iniciativa mundial de Educación para Todos lanzada en 1990 en Jomtien, Tailandia, y en el marco de acción aprobado en Dakar en 2000. En México, el derecho a educación aparece por primera vez en la Cons-‐‑ titución de 1857 como parte de un conjunto de derechos del hombre que fun-‐‑ dan la república (Aboites, 2011). Con las siguientes reformas se han establecido 10 años de educación obligatoria que incluyen un año de preescolar, seis de primaria y tres de secundaria, y recientemente (decreto oficial de febrero de 2012) se incorpora el nivel de bachillerato (aunque se reconoce que la obligato-‐‑ riedad del Estado de garantizar la educación media superior se realizará de manera gradual y creciente a partir del ciclo escolar 2012-‐‑2013, pero que su co-‐‑ bertura se alcanzará a más tardar en 2021-‐‑2022). De esta manera se aspira a 316
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mantener a los estudiantes en el sistema educativo nacional hasta los 18 años de edad, aproximadamente. Pertenecemos a una generación que ha sido testigo de una gran expan-‐‑ sión en las oportunidades de acceso a la educación en todos sus niveles. De 1955 a 1979 el número de estudiantes pasa de 4.3 a 20.2 millones y el de maes-‐‑ tros se multiplica 5.8 veces, (Aboites, 2011). Hacer realidad la promesa expresa-‐‑ da en la Constitución Mexicana de la educación básica libre, gratuita y obligatoria parece por fin casi cumplirse. La situación actual podría sintetizarse en que el sistema educativo nacional ofrece una cobertura prácticamente total en el ingreso a la educación primaria. En enero de 2011 la presidencia anunció que se alcanzó la cobertura total en educación primaria y que se estaba por lo-‐‑ grarla en educación básica, con un pequeño rezago en prescolar. Se anunció también que la cobertura en el nivel medio superior había pasado de 46% en 2006 a 66% en 2010, “a pesar del empuje brutal del crecimiento demográfico” y que en educación superior se esperaba llegar al 30% en 2012 (Ramos, El Univer-‐‑ sal, 7 de enero 2011). En ese contexto nacional, en el que al menos en el nivel básico se ofertan oportunidades educativas a la mayoría de los estudiantes, iniciar una reflexión centrada en el concepto de exclusión educativa pudiera parecer ocioso o al me-‐‑ nos demasiado pesimista. Pero adentrase en esta categoría, la exclusión, lleva a un mundo de consideraciones y preocupaciones tanto teóricas como de políti-‐‑ cas públicas. Para ejemplificar el avance en la cobertura del sistema tomemos el ejemplo del Estado de Jalisco, en el que para el ciclo 2010-‐‑2011 se tuvieron los siguientes datos: (Secretaría de Planeación Jalisco, 2011). Tabla 1. Cobertura y avance en el sistema educativo (Jalisco como ejemplo) Nivel Atención a Cobertura Deserción Reprobación la demanda potencial Preescolar Primaria Secundaria Bachillerato
78.3% 100% 91.5 92.3%
80.5% 100% 90.8 59.5%
0.6% 8% 13.4%
3.3% 19.5% 23.2%
Eficiencia terminal ciclo ante-‐‑ rior 94.4% 76.5% 72.9%
¿Podemos entonces congratularnos del avance del sistema educativo es-‐‑ tatal y nacional y celebrar estos logros? ¿Cuál sería la manera de evaluar si estos espectaculares datos corresponden con la intención de garantizar el acceso real a los beneficios que la educación nacional promete? Aunque la ampliación del sistema educativo es espectacular, aún hay retos muy importantes en este ru-‐‑ 317
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bro: a nivel nacional, 1.6 millones de niños de entre 5 y 15 años de edad no asisten a la escuela. De los jóvenes que están en edad de cursar la secundaria, 19 de cada 100 no asisten; mientras que de los que sí acuden, 16.9% reprueban (Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), 2008). De acuerdo a la evaluación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), México todavía ofrece escasas oportunidades de educación a sus jóvenes de 15 años: 66.24%, mientras que los países de la OECD alcanzan 95.86%, y otros países latinoamericanos como Chile y Brasil alcanzan 91.55% y 80.63 respectivamente (Muñoz, 2001). En la educación superior los datos también muestran exclusión e inequidades sustanciales. Por ejemplo, los datos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) muestran que 73% de los aspirantes de licencia-‐‑ tura provienen de familias de bajos o muy bajos recursos (UNAM, 2005, citado por Aboites, 2011). En la década de los noventas, las protestas se agudizaron en este nivel alrededor del derecho a estudiar porque el número de jóvenes recha-‐‑ zados de las instituciones públicas creció enormemente. Por ejemplo, en la pro-‐‑ pia UNAM, en 1992 la demanda era de un poco más de 38,000, pero para 1999 era ya de 104,000, y en 2011 de 197,000 aspirantes, pero en esos años apenas se modificó el número de admitidos (13,000 en 1999 a 17,000 en 2011). A nivel superior, durante la década de los noventa la matrícula de educación superior creció en 56.7 %, pero en la primera década del siglo XXI sólo creció 39% (la pública en 30.5% y la privada en 35.5%). En cuanto a recursos, algunas univer-‐‑ sidades reciben recursos alrededor de $100,000 pesos anuales por alumno, mientras otras reciben apenas el 20% de esa cifra (Aboites, 2011). En resumen, la ampliación insuficiente de la matrícula en todos los niveles, y la asignación desigual de los escasos recursos aún no permiten dar por terminado el capítulo de lucha por la inclusión educativa. ¿Incluidos en la matrícula pero excluidos del aprendizaje? En los inicios de los ochentas se escuchaba en México la idea de que habría que luchar por que se hiciera efectivo no ya sólo el derecho de asistir a la escuela, sino el derecho de aprender en ella. Resultaba una idea sugerente en un país que, a pesar de haber declarado muy temprano el derecho a la educa-‐‑ ción, había transitado por un periodo muy largo para realmente lograr la cober-‐‑ tura de la educación primaria a toda o una gran mayoría de su población. Por todo ese largo periodo se había defendido la idea de que la educación represen-‐‑ taba un derecho básico de la infancia, pero además garantizaba la vía de acce-‐‑ 318
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so al desarrollo del país, a la mejora en las condiciones de vida y a la participa-‐‑ ción democrática de la ciudadanía. Esta segunda manera de considerar la exclusión, mucho más compleja, se refiere a la adquisición de los conocimientos, habilidades y valores que se supone debieran desarrollarse durante el proceso educativo. Aquí la exclusión resulta más difícil de medir. Los sistemas nacionales e internacionales de medi-‐‑ ción de la calidad educativa expresan un desencanto generalizado en los resul-‐‑ tados, y en el caso de México nos colocaban, desde la década de los ochentas, en la calificación de “un país de reprobados” (Guevara, 1990). Por ejemplo, en exámenes descritos por este autor y de manera sintética, 92.2% de los estudian-‐‑ tes de secundaria y 87.3 de los de primaria examinados obtuvieron calificacio-‐‑ nes menores a 60% en matemáticas, español, ciencias sociales y ciencias naturales. Más recientemente, la OECD dio a conocer los resultados de la prue-‐‑ ba del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) correspondientes a su aplicación en México en 2009, a tra-‐‑ vés del INEE (Muñoz, 2011). De acuerdo con estos resultados, México ocupó el último lugar entre los 34 países participantes en las tres pruebas (lectura, ma-‐‑ temáticas y ciencias). En el mismo sentido, tres pruebas para alumnos de 14 o 15 años de edad (Exámenes de la calidad y el logro educativos –EXCALE-‐‑ Mate-‐‑ máticas 2008, PISA Matemáticas 2009 y Evaluación Nacional del Logro Acadé-‐‑ mico en los Centros Escolares –ENLACE-‐‑ Matemáticas 2010) indican que 50% de alumnos está abajo del mínimo aceptable. Tras nueve años de escolaridad formal, la mitad de los alumnos mexicanos muestra carencias educativas que le impiden seguir progresando. Únicamente la mitad completa la educación bási-‐‑ ca y sólo la mitad de ésta logra el mínimo desempeño esperado. Es decir, sólo una cuarta parte de cada generación tiene posibilidades razonables de mejorar (Calderón, 2011). Los malos resultados en esos exámenes, en contraste con las no tan ne-‐‑ gativas cifras de deserción, reprobación y eficiencia terminal llevan a pensar que México sufre un agudo fenómeno de credencialismo y esquizofrenia entre las calificaciones que la escuela imparte y la educación que efectivamente reci-‐‑ ben los alumnos (Guevara, 1999). La discusión de qué tan apropiados son esos instrumentos para medir la consecución de los propósitos educativos, y de de-‐‑ finir qué tan significativos, útiles, pertinentes o permanentes son esos conoci-‐‑ mientos es una veta interesantísima, que escapa los propósitos de este escrito. Señalamos, sin embargo, que por su formato y alcance, esos instrumentos dejan fuera objetivos de la escuela tales como la formación de competencias laborales y de ciudadanos críticos, la socialización y el desarrollo de una inteligencia 319
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emocional, el acceso al capital cultural, la creatividad, el desarrollo de valores culturales propios, etc. En todo caso, el reconocimiento de la inmensa brecha entre los propósitos del sistema educativo y sus magros resultados medidos ha cuestionado la imagen popular del fracaso escolar atribuido a individuos flojos, desmotivados o discapacitados para enfrentarnos a la realidad de un sistema educativo que revela la “catástrofe silenciosa” (Guevara,1992). En este sentido, coincidimos con la reflexión de Ferreiro (1995), quien menciona que: …ningún país puede permitirse el desliz de afirmar que bajos resulta-‐‑ dos de aprendizaje reflejan falta de capacidad de aprendizaje de su po-‐‑ blación infantil, porque eso supondría hipotecar su propio futuro (además de no ser “políticamente correcto” en época de atención prefe-‐‑ rencial a las minorías, del tipo que ellas sean). Evaluar la oferta educati-‐‑ va, entendiendo esto como evaluar las situaciones efectivas que favorecerían la obtención de una determinada competencia, supone, en principio, emitir dudas sobre la calidad de la intervención educativa, y nadie quiere hincarle el diente a ese problema, que se aborda de manera sumamente tangencial. Resultado: tenemos evaluaciones individuales hechas con toda independencia de la evaluación de las condiciones que permitirían acceder a dichas competencias (p.39) Esa “catástrofe”, “fracaso” o “exclusión” no se distribuye por igual a todo el sistema educativo. A las abismales diferencias entre las entidades hay que añadir las que hay entre hombres y mujeres. Mientras que en el Distrito Federal ambos géneros alcanzan 10 años de escolaridad promedio y el 84% asiste a la secundaria, en Chiapas los varones tienen 6.6 años de escolaridad y las mujeres sólo 5.7; 65% de los hombres va a la secundaria y sólo lo hace el 54% de las mujeres. Una de cada dos jóvenes indígenas de 15 a 24 años se dedi-‐‑ ca de tiempo completo a labores domésticas, y sólo una de cada cinco sigue estudiando (Calderón, 2011). Entre los fenómenos asociados al “fracaso” que se han estudiado como factores y/o productos de la exclusión están el ausentismo, la reprobación, la repetición y la deserción escolar. En esos fenómenos se hace evidente la exclusión de ciertos sectores, es decir, hay más probabilidades de exclusión si se pertenece a ciertos grupos. La combinación de ser mujer, pobre, perteneciente a una etnia indígena, refleja en forma alarmante la vulnerabilidad al fracaso y la exclusión. 320
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Una intensa investigación realizada en la Cuidad de México bajo el apoyo del programa de UNICEF de Educación para todos los niños (Gobierno del D.F., 2006), muestra que en el D.F., a pesar de ser la entidad con menores índices de exclusión educativa en relación al resto del país, hay aproximada-‐‑ mente 276,000 niñas y niños entre 5 y 19 años que no logran ejercer su derecho a la educación. Este problema se redujo de manera importante entre 2000 y 2005 entre el grupo de 5 a 14 años, pero es alarmante en el grupo entre 15 y 19 años, para el que la impresionante cifra de uno de cada tres se encuentra fuera de la escuela, y llega al 48.9% para el grupo de 19 años. Como la oferta está en prin-‐‑ cipio disponible, debe pensarse que una buena parte del problema depende de procesos de “desescolarización”, es decir, de incapacidad del sistema escolar de retener a los alumnos. Entre los grupos considerados, hay situaciones que los hacen más vulnerables, tales como ser hablantes de una lengua indígena, sufrir alguna discapacidad o ser adolescentes con hijos. Todas esas condiciones resul-‐‑ tan peores aún si se es mujer. Por supuesto, cuando de combinan algunas de estas condiciones, la probabilidad de resultar excluido de la escuela crece con-‐‑ siderablemente. Algunos datos del mismo estudio en el D.F.: El porcentaje de niños con alguna discapacidad que no asiste a la escuela es de 23.3% compara-‐‑ do con el 4% en los niños sin discapacidad entre 5 y 14 años. Esta cifra en aún mayor para las niñas con discapacidad en el grupo de 10 a 14 años. Otros datos interesantes derivan también de investigaciones desarrolla-‐‑ das en la Ciudad de México: los niños hablantes de lenguas indígenas tienen tres veces más probabilidad de estar fuera de la escuela en el grupo de 5 a 9 años, y 5.5 veces mayor en el grupo de 10 a 14 años. Para las niñas indígenas estas cifras eran respectivamente 3.5% y 7% más altas para esos grupos de edad. Las mujeres de entre 12 y 14 años que son madres y son excluidas de la escuela llegaban a 83% en 2000, aunque esta cifra bajó a 65.5 % en 2005. En el grupo de 15 a 19 años las jóvenes con al menos un hijo están excluidas de la escuela en un 86.4%; los hablantes indígenas en un 72.3% y las adolescentes con discapaci-‐‑ dad en un 51.9. La combinación de madre hablante de lengua indígena para este grupo de edad señala un 93% de escandalosa exclusión del sistema educa-‐‑ tivo. En todos estos casos, la exclusión no se considera ya como mera falta de cobertura del sistema, sino como fracaso. Éste se tiende a legitimar como falta de motivación o capacidad del alumno para aprovechar los recursos de la es-‐‑ cuela, llevando a una nueva estrategia de exclusión: la de persuadir al alumno de que no posee las capacidades o competencias necesarias para avanzar en el sistema educativo, con lo cual se establecen las bases para su autoexclusión. 321
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Estas estrategias fueron estudiadas por Clark (1969) citado por Escudero (2006) y mostraron la operación de la enseñanza superior para desestimar las preten-‐‑ siones de los estudiantes, persuadiéndolos de que las exigencias académicas de ese nivel los rebasaban. El concepto de la autoexclusión, propuesto por Bourdieu y Passeron (2001) en los setentas, se relaciona con la imposición y legitimación de los signi-‐‑ ficados de la clase alta en la educación, particularmente la superior, contribu-‐‑ yendo a perpetuar el orden social establecido. A su vez Parkin (1979, citado por Escudero, 2006) mostró la sobrevaloración de las cualificaciones académicas y profesionales a través del credencialismo. Esa sobrevaloración se hace a través de mecanismos como la conexión preferente de los contenidos con los intereses de ciertas culturas (de clase, de etnia, de género), o la influencia de las concep-‐‑ ciones y expectativas de los profesores en sus decisiones educativas. Así, desde el interior del sistema escolar se combinan, agudizan y retroalimentan procesos que desembocan en exclusión educativa y más tarde que temprano en exclusión social. Exclusión del conocimiento: más difícil de medir El aprendizaje tiene lugar si existe una demanda (deseo de saber) y si se dan las condiciones escolares y pedagógicas adecuadas a las condiciones de los aprendices, que son cada vez más desiguales y diferentes (Tenti, 2007). Para saber qué es lo que produce la escuela es preciso ir más allá del estudio del sis-‐‑ tema; es necesario preguntarse sobre los sentidos y las experiencias, valores, expectativas y estrategias de los sujetos. Los alumnos no son objeto de educa-‐‑ ción, sino que en parte son protagonistas de sus propias experiencias, las cuales pueden ser más o menos exitosas o fracasadas y pueden recorrer caminos muy distintos entre sí. Para ver esta realidad dinámica no es suficiente analizar las variables sistémicas (acceso, eficiencia interna, rendimiento) que se expresan mediante indicadores específicos (cobertura, desfase en edad, repetición, deser-‐‑ ción, logros de aprendizaje, etc.). Siguiendo a Tenti (2007) tomamos el argumento de que sin la escuela no se puede construir una sociedad más justa e integrada. Esta proposición es cada vez más verosímil en las condiciones actuales del desarrollo social. La riqueza de las sociedades y el bienestar de las personas dependen cada vez más de la calidad y cantidad de conocimientos que ha logrado incorporar y desarrollar. El conocimiento es un capital cada vez más estratégico para producir y reproducir la riqueza. Pero si es un capital, ¿por qué extraña razón éste tendría una distri-‐‑ 322
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bución más igualitaria que las otras especies de capital?. Algunos creen que el conocimiento es un recurso que está igualmente disponible para todos. Esto es una ilusión. Es cierto que los medios masivos de comunicación e información, y el desarrollo de Internet, por ejemplo, pone al alcance de la mano productos culturales que cuando eran sólo una existencia material (libros, aparatos, cua-‐‑ dros, etc.) estaban concentrados en determinados lugares físicos y lejos del al-‐‑ cance de las mayorías. Hoy pareciera ser que todo el saber acumulado está disponible para quien puede pagar el costo de unas horas de internet. Pero no es lo mismo tener un libro en la biblioteca o bajarlo de la red que transformar el saber contenido en el libro en un saber incorporado y transformado en compe-‐‑ tencia, es decir, en saber hacer. Esto se refiere a transformar la mera informa-‐‑ ción en conocimiento. El desarrollo del conocimiento en las personas es una tarea muy compleja que requiere de una combinación de elementos y recursos que no están disponibles para todos. El aprendizaje estratégico que le permite a los sujetos aprender toda la vida necesita del auxilio de una institución especializada: la escuela. Para mejo-‐‑ rar la distribución de esa riqueza estratégica que es el conocimiento, la escuela es necesaria. Es más, nuestras sociedades han sido mucho más eficientes para extender la escolarización que para desarrollar conocimientos socialmente va-‐‑ liosos en todas las personas. Lo segundo ni siquiera sabemos muy bien cómo hacerlo. Estamos en presencia de una paradoja, pues los que más capital cultu-‐‑ ral tienen son los que más demandan y exigen, y los más desposeídos de cultu-‐‑ ra son quienes están en peores condiciones de demandarla. Y esto también refuerza el círculo vicioso de las desigualdades La mejor manera de que la inclusión educativa sea efectiva se refiere a la adquisición de logros escolares, y por tanto de mejorar las condiciones y pro-‐‑ cesos que favorezcan un aprendizaje efectivo, significativo y con sentido, para todos y todas, exigente con las capacidades de cada estudiante, donde calidad y equidad no se perciban como antagónicos (Echeita, 2008). Esto implica conside-‐‑ rar las modificaciones al currículo que eliminen las barreras impuestas por cier-‐‑ tas culturas escolares en contra de otras. Debe verse como un proceso de innovación y mejora para promover la presencia, participación y rendimiento de todos los estudiantes. Una forma eficaz de ayudar al avance de la inclusión educativa sería denunciar (y para eso es necesario conocer, entender, descubrir) las formas de la exclusión y resistirlas activamente. Ante evidencias rotundas del fracaso del sistema educativo se han puesto en juego diversas acciones compensatorias, que han tenido la buena 323
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intención de mejorar los indicadores de inclusión educativa. En nuestro medio, además de ampliar la oferta, observamos distintas medidas de este tipo, desde el acercamiento geográfico de las instituciones disponibles (por ejemplo las telesecundarias en sus inicios), como adaptación a las condiciones sociales y culturales (Instructores comunitarios del Consejo Nacional de Fomento Educa-‐‑ tivo (CONAFE), alfabetización, primaria y secundaria para adultos del Instituto Nacional de Educación de los Adultos (INEA) o reformas en los procedimientos y los acercamientos, tales como el Programa Nacional de Fomento a la Lectura, entre otros muchos. Estos programas tienen en común el reconocimiento de que la escuela no produce sujetos estándar, ni fabrica repetidores de conocimientos prefabricados, sino que es un espacio complejo de producción de experiencias y sentidos diversos (Tenti , 2007). Los programas compensatorios, a pesar de su intención de mejorar la inclusión, han generado algunos efectos no deseados, clasificados y señalados por Tenti (2007): El efecto de etiquetamiento, el efecto de condescendencia pe-‐‑ dagógica y la sobrecarga funcional de la escuela, que es preciso conocer y eva-‐‑ luar. Al etiquetar las diferencias y focalizar sobre las poblaciones más desfa-‐‑ vorecidas se fortalecen los prejuicios, las separaciones y las jerarquizaciones entre instituciones, agregando un efecto estigmatizante que impacta sobre la autoestima y las expectativas de los señalados. Esos prejuicios desencadenan una anuencia pedagógica en la que se adecuan a la baja las metas y estrategias de enseñanza, volviéndose menos ambiciosos y generando un fenómeno de desesperanza aprendida tanto en los alumnos como en los docentes y padres de familia. Finalmente, los programas compensatorios tienden a atribuir a la escue-‐‑ la funciones adicionales de atención a la infancia y adolescencia, saturándola de objetivos que ya no son meramente educativos, sino de nutrición, prevención de adicciones, formación ciudadana, capacitación a los padres y más, sin, por otro lado, proveer al sistema de mayores recursos o mejores condiciones. Es necesario reconocer la situación privilegiada de la institución escolar para desa-‐‑ rrollar esos objetivos, que se traducirían en mayor bienestar social, pero que requieren atenderse con mayores recursos y con capacitación específica de los agentes educativos. Exclusión de género, una veta por resolver Las diferencias de género en educación han empezado a recibir aten-‐‑ ción especial en la investigación recientemente. En 1992 el impactante estudio 324
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encargado por la Asociación Americana de Mujeres Universitarias al Wellesley College afirmaba, en cuanto a la exclusión educativa, que las metas educativas que ignoran la situación de género eran equivalentes a las soluciones que “in-‐‑ tentando atender las necesidades de todos se arriesgan a terminar atendiendo las de nadie” (Wellesley College Center for Research on Women, 1992, p. 9). El estudio citado analizó los resultados de unas 1300 publicaciones (artículos, informes, libros), en los que se indagaba la experiencia escolar desde la perspec-‐‑ tiva de la igualdad de oportunidades para varones y mujeres. La metainvesti-‐‑ gación arrojó resultados acerca del currículum escolar (explícito, oculto y evadido u omitido), los textos y los resultados de las pruebas estandarizadas, la distribución de matrícula por modalidad de educación, la cuestión de la vincu-‐‑ lación entre clase social y raza y la cuestión de la maternidad adolescente. El currículum formal o explícito evidenció sesgos discriminatorios en la mayoría de las áreas académicas del currículum: la historia centrada en la cele-‐‑ bración de los “héroes” militares o políticos, el canon de la literatura que sólo admite “grandes obras” de la literatura escritas por varones, el lenguaje sexista enseñado en la escuela sin mediación de crítica, contenidos para chicas y conte-‐‑ nidos para chicos en la Educación Física. Por otra parte, en el currículum “oculto”, es decir los contenidos que la escuela enseña sin incluirlos deliberadamente en el “temario” escolar, se detectó la consistente presencia de sesgos en las expectativas de rendimiento y de com-‐‑ portamiento de chicas y chicos, lenguajes diferenciales para dirigirse a unos y otras y (tal como en España encontraron Subirats y Brullet, 1987, citadas por Morgade, 2005), imágenes sesgadas en los libros de texto y los materiales edu-‐‑ cativos. Por último, fue de gran impacto el uso del concepto “currículum evadi-‐‑ do” u “omitido”, que nombra a aquellos contenidos que son relevantes para la vida de las personas, en particular de las mujeres, y que la escuela no toma, en particular las cuestiones de la sexualidad. Los indicadores más comúnmente estudiados para las diferencias de género en educación se refieren al rendimiento en matemáticas, ciencias y nive-‐‑ les de lectura, así como en los exámenes estandarizados que se emplean para la admisión en las universidades, tales como el SAT (Basile, 2005). Las investiga-‐‑ ciones muestran que hay factores que influyen en las diferencias de género des-‐‑ de los primeros años, pero esas diferencias persisten y crecen hacia los años del bachillerato. Por ejemplo la agencia estadounidense para el avance en educa-‐‑ ción muestra que la diferencia en el sentimiento de confianza en matemáticas es apenas distinguible en tercer grado pero avanza entre los grados 7º y 11º hasta 325
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un punto en que la confianza de las chicas en cuanto a su habilidad para las matemáticas es sustancialmente menor que la de los muchachos. Por otro lado, las mujeres tienen consistentemente mejores calificaciones en lectura y escritura en la secundaria y la preparatoria (Coley, 1989, citado por Basile, 2005). La dife-‐‑ rencia en rendimiento en matemáticas parece haber empezado a bajar, pero no sucede lo mismo en Ciencias (Wellesley, 1992). También hay evidencia de que el uso de computadoras en las mujeres empieza a decaer en la secundaria, y que al llegar a la preparatoria ellas eligen menos frecuentemente que sus compañeros varones cursos de matemáticas avanzadas, o de computación o pertenecer a clubes de cómputo, y aún entre los que toman cursos similares, las calificaciones las desfavorecen. Las investiga-‐‑ ciones citadas por Basile han mostrado que hay factores más sutiles que subya-‐‑ cen a esas diferencias, tales como las actitudes de los padres hacia las matemáticas, los patrones de interacción entre estudiantes y entre los estudian-‐‑ tes y sus profesores, que alientan diferencias de género en las conductas de los estudiantes. Se ha encontrado que los profesores prestan más atención a los muchachos, llamándolos a contestar o animándolos más a participar en las cla-‐‑ ses. Cuando las chicas reciben reafirmaciones, éstas son más comúnmente por la presentación de su trabajo o su cortesía, en oposición a los aspectos que son validados en los muchachos. Estas desigualdades se han explicado en parte por los distintos patrones sociales de lenguaje para hombres y mujeres. Los estudios han mostrado que los hombres hablan más tiempo en conversaciones directas que las mujeres, y que ellos más comúnmente las interrumpen a ellas. También se muestra que los profesores envían mensajes sutiles a las niñas mostrándoles menores expectativas en ciencias y matemáticas (Wellesley, 1992) aunque esas diferencias difícilmente se reportan como indicadores de rendimiento académi-‐‑ co. Otro factor importante es la cantidad de maestros y administradores es-‐‑ colares, que coinciden con los datos que pudiéramos tener en México. En Esta-‐‑ dos Unidos, en 1987 Gutmann (citado por Basile, 2005) reporta que 84% de los maestros de primaria eran mujeres, mientras que 99% de los directivos eran varones. Gutmann argumenta que esos porcentajes no sólo reflejan sino ayudan a perpetuar una organización social en la que los hombres ocupan las más altas posiciones de poder y en el que las mujeres pueden solamente tener poder so-‐‑ bre los niños. La composición de género del profesorado puede contribuir de manera importante a las experiencias educativas de los niños. La revisión de estudios reseñada por Wellesley College muestra que durante la adolescencia y probablemente antes, las niñas internalizan un mensaje cultural que les indica 326
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que las mujeres deben ser pasivas y calladas. Una autoestima más baja combi-‐‑ nada con el trato diferenciado de padres y maestros impactan en su elección de cursos y en cómo perciben su habilidad en ciertas áreas, como las matemáti-‐‑ cas y las ciencias. Diversas teorías han intentado explicar esas diferencias de género. Se han rechazado las explicaciones biológicas o genéticas para dirigirse más bien a determinantes socio-‐‑psicológicos y culturales. Algunas se han centrado en la socialización diferenciada por sexo. Por ejemplo, se ha mostrado que las niñas tienden a pensar en las matemáticas como una materia “de hombres” y tener menos confianza en sus habilidades matemáticas (Hyde, Fennema, y Lamon, 1990, citados por Basile, 2005). En contextos latinoamericanos así como en Es-‐‑ paña, la investigación muestra que la identidad de las niñas y niños en la edu-‐‑ cación está orientada por estereotipos de género. Para las niñas, éstas corresponden sobre todo a la mujer en tanto “futura” madre adulta, linda, tra-‐‑ dicional, agradable y estudiosa (Subirats y Brullet, 1987, citadas por Morgade, 2005). Para los niños, es una interpelación violenta y homofóbica; ya no un vestíbulo al futuro sino un “ponerse a prueba” en forma constante (Morgade, 2005). Estos estereotipos tienden a silenciar las necesidades de ambos y generar espacios hostiles para los que no se ajustan con esos parámetros, y a empujar-‐‑ los fuera de la escuela. En cuanto al rendimiento en matemáticas y ciencias, en el contexto la-‐‑ tinoamericano no se han encontrado diferencias significativas que favorezcan a uno u otro sexo (Morgade y Kaplan, 1999, citado por Morgade, 2005). Sin em-‐‑ bargo, las mujeres atribuyen las dificultades en matemáticas a factores persona-‐‑ les (“me cuesta”) mientras que los varones las atribuyen a que no estudian suficiente. Parece que la facilidad es concebida como capacidad “natural” en los varones, mientras es sólo resultado de tenacidad y esfuerzo para las mujeres. Por otro lado, en general, pareciera que el arte se considera un campo “feme-‐‑ nino”, aunque en unas disciplinas más que en otras, y la educación física, terri-‐‑ torio más varonil (Basile, 2005; Morgade, 2005 y Wellesley College, 1992, entre otros). En resumen, aunque diversos reglamentos y principios prohíben la dis-‐‑ criminación por sexo en los programas educativos, podemos concluir que las niñas y los niños no reciben lo mismo de la escuela. Aunque ha aumentado la tendencia hacia escuelas mixtas, en vez de las que separaban a hombres de mu-‐‑ jeres, esto no garantiza una coeducación genuina. La inequidad de género está presente aún si volvemos a las cifras de posibilidad de permanecer en la escue-‐‑ 327
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la. Por ejemplo, en el estudio de la Ciudad de México mencionado más arriba, en el caso de las adolescentes con hijos o niñas madres, 6 de cada 10 no asisten a la escuela. En cuanto a la participación de las mujeres en la matrícula educativa mexicana, su presencia ha aumentado en todos los niveles e incluso superado a los muchachos en algunos de ellos. Por ejemplo: Se puede observar una tenden-‐‑ cia creciente tanto de aspirantes mujeres como aspirantes hombres por cada año, aunque en los últimos años se ha incrementado el número de aspirantes femeninos respecto a los masculinos. Esta situación ha prevalecido en los últi-‐‑ mos 30 años, en los que se ha triplicado la presencia de mujeres en Educación Superior en México (Bustos, 2003, citado por Morfín, 2011). El número de aspi-‐‑ rantes mujeres a la Universidad de Guadalajara (UDG) pasó de ser 49% en 1995 a 52% en 2004. Por otro lado, a pesar de que aspiran cada vez más mujeres, el porcenta-‐‑ je de admisión para ellas es menor que para los hombres. Aunque las políticas de admisión son independientes del género, algunos estudios empiezan a mos-‐‑ trar que hay efectos no tan equitativos en el proceso, que habrá que seguir estu-‐‑ diando. Por ejemplo, en el último año estudiado por Morfin, que corresponde al 2010, el índice de feminidad en la admisión en la UDG es 0.8; esto quiere decir que si aspiraran el mismo número de hombres y mujeres se admitirán 10 hom-‐‑ bres por cada 8 mujeres (Morfín, 2011). En comparación relativa a los hombres, las mujeres prefieren carreras que tienen mayor índice de rechazo. Este fenó-‐‑ meno provoca que al hacer análisis estadístico de datos se perciba una aparente discriminación por género en el proceso de selección de alumnos a la universi-‐‑ dad. Esta es una muestra clara de que la mera modificación de los aspectos formales de la admisión no se traduce en cambios de actitud y en prácticas edu-‐‑ cativas o culturales profundamente inclusivas. Quedan tareas pendientes, tanto en investigación que nos permita entender cómo se dan estos fenómenos de autoimagen y autoexclusión, como en elaboración de políticas públicas y estra-‐‑ tegias de enseñanza que incidan en los significados sociales y personales que abonan a la equidad de género en la educación. A manera de conclusiones: estrategias frente a la exclusión La complejidad del fenómeno de la exclusión educativa que se ha es-‐‑ bozado en las líneas anteriores no deja lugar a recetas o soluciones simplistas. Sin embargo, es mucho lo que pudiera cambiar si contribuimos a la toma de consciencia de sus manifestaciones y logramos entender los mecanismos a tra-‐‑ 328
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vés de los cuales los actores educativos y sociales la hacemos operar. Las líneas que siguen tienen entonces la intención de delinear puntos de observación, de denuncia o de vigilancia para combatir la exclusión educativa en sus diversos ámbitos. Frente a la inequidad o la falta de oportunidades en el ingreso a la edu-‐‑ cación, se propone promover el avance en la oferta de oportunidades educati-‐‑ vas, siendo vigilantes de las medidas que, con o sin intención, pueden estar reforzando la inequidad. Esto implicaría estudiar si la apertura de nuevas opor-‐‑ tunidades educativas está llegando a las poblaciones en situación vulnerable y si está atendiendo realmente las condiciones que han hecho inequitativo el in-‐‑ greso, o si, por el contrario, están ampliando la brecha entre los incluidos y los excluidos del sistema. En este aspecto, la mejora en equidad puede atenderse cuidando la desburocratización de los trámites de ingreso, el estudio y la eliminación de barreras físicas y de cualquier otro tipo que desalientan la inscripción y perma-‐‑ nencia, así como la evaluación del impacto de medidas “compensatorias” tales como becas, ayudas de transporte, etcétera. Aunque en principio pueda parecer que toda ampliación de oportunidades es democrática y toda restricción sea lo contrario, debemos estar vigilantes ante los detalles de estas medidas. Por ejemplo, exigir el certificado de secundaria además del de bachillerato para ingresar a la universidad desalentaba el ingreso, mientras que reglamentar el mecanismo para que los hijos de trabajadores universitarios accedieran a la UDG pudiera parecer una medida restrictiva, pero permitió que otros aspiran-‐‑ tes compitieran en mejor condición para su ingreso a la enseñanza universitaria. Aun apoyando la ampliación de las oportunidades educativas, debe-‐‑ mos vigilar la equidad en la distribución de los recursos. En México en los úl-‐‑ timos 15 o 20 años, la federación y la mayor parte de los gobiernos estatales han dado gran impulso al crecimiento de instituciones de educación media superior y superior dependientes de la Secretaría de Educación, pero lo han hecho en buena medida restringiendo los recursos de las universidades públicas autó-‐‑ nomas. Los mecanismos de descentralización, tales como la creación de centros universitarios regionales en el caso de la UDG, parecen mejorar la equidad, ofreciendo oportunidades educativas más accesibles a las distintas regiones. En cambio, la privatización o programas de asignación de fondos públicos para la educación privada pudieran, si no se estudian cuidadosamente, favorecer más a los ya favorecidos. 329
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Un caso especial es el de la ampliación de la oferta hacia las poblaciones más vulnerables, que aún a mayor costo, implican un desafío para incluir a quienes sufren discapacidades y condiciones específicas. Programas y recursos para atenderlas y mejorar su aprendizaje debieran ser siempre alentadas, inclu-‐‑ yendo claramente a la educación indígena, a niños y jóvenes con discapacidad, a madres-‐‑niñas, etcétera. Pero, por otro lado, es imperativo vigilar las medidas compensatorias y sus posibles efectos indeseables, cuidando de mantener las expectativas educativas y los estándares tan altos como sea posible, destinando las mejores estrategias y recursos para este fin. Frente a la exclusión del conocimiento es importante desarrollar una ac-‐‑ titud crítica ante la noción de calidad educativa, preocupándonos por cuestio-‐‑ nar las mediciones de eficiencia que se preocupan más por las estadísticas que por el logro de objetivos educativos. Para obtener mejores aprendizajes habrá que impulsar la investigación rigurosa en Didáctica, es decir, en el conocimiento de las situaciones educativas que resultan eficientes para lograr el aprendizaje de todos, y de cada uno de los contenidos que se estimen valiosos. Para ello tendremos que abandonar los prejuicios y supuestos que han guiado nuestra enseñanza, cuestionando las normas y principios que la han “normalizado” sin ser evaluados. Tenemos que atrevernos a abandonar el “la letra con sangre en-‐‑ tra” para investigar, crear, innovar, compartir y difundir en el sentido de un aprendizaje efectivo y significativo. Así, al evaluar los logros educativos, cuidemos de evaluar todas las condiciones del proceso, y no sólo a los estudiantes y sus resultados para tal o cual examen. Sólo de esta manera podremos evitar atribuir el logro o el fracaso solamente a la capacidad de los estudiantes y reconocer que requerimos evaluar la enseñanza misma, la formación de los maestros y su eficacia, la de los pro-‐‑ gramas y todos los recursos y estructuras del sistema educativo. En cuanto a la exclusión de género, el reto consiste en deconstruir los estereotipos de género en todas sus manifestaciones. Algunas de las medidas o temas de reflexión/investigación serían los siguientes: • Investigar cómo se introyectan los mencionados estereotipos de género en las elecciones vocacionales y de trayectoria escolar, para encontrar formas efec-‐‑ tivas de abrir las fronteras del conocimiento que han sido limitadas por esos estereotipos, en particular las áreas de matemáticas, ciencias y tecnología. • Revisar en nuestras acciones docentes y de formación de maestros las estra-‐‑ tegias que derivan en roles de género rígidos o estereotipados en la participa-‐‑ 330
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ción en el aula, analizando la contribución de esas estrategias en la construcción de la identidad de género y la autoestima de nuestros estudiantes y docentes. En este aspecto, enseñar con el ejemplo sería la regla de oro. • Impulsar la visibilización de las diferencias de género estableciendo y transparentando los indicadores de exclusión educativa en esa materia, pues sólo reconociendo este reto podremos superarlo. Nada puede sustituir la vigi-‐‑ lancia en nuestros pensamientos, estrategias, expresiones y prácticas educativas para contribuir a una efectiva inclusión. Referencias bibliográficas Aboites, H. (2012). El derecho a la educación en México. Del liberalismo deci-‐‑ monónico al neoliberalismo del siglo XXI. Revista Mexicana de Investigación Edu-‐‑ cativa (RMIE) 17(53): 361-‐‑389 Disponible en http://www.comie.org.mx/v1/revista/portal.php?idm=es&sec=SC01&sub=SBA& criterio=N052 Basile, K. (1995). Gender Differences in K-‐‑12 Education. What indicators are im-‐‑ portant? Georgia State University, Applied Research Center. Council for School Performance. Disponible en http://www.ilaborate.org/fetch/arc_at_ays_11.pdf Bayley, M. (2001). Estafando a las Muchachas y los Muchachos. Nómadas, 14, abril. P 102-‐‑108. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=105115268009 Bourdieu, P. y Passeron, J. (2001). La Reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. Editorial Popular, España, 2001. Calderón, D. (2011). Brechas y Puentes. Nexos. El escándalo educativo. Disponible en http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2099275 Dussel, I. (2004). Inclusión y Exclusión en la Escuela Moderna Argentina: Una Perspectiva Postestructuralista. Cadernos de Pesquisa, 34(122): 301-‐‑335. Echeita, S. (2008). Inclusión y exclusión Educativa. “Voz y Quebranto” REICE. Revista Electrónica Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación. 6 (2):9-‐‑18. Gobierno del Distrito Federal y UNICEF, (2006). Las exclusiones en la educa-‐‑ ción básica y media superior en el D.F. México. Guevara, N. (1991). México: ¿Un país de reprobados? Nexos, junio 1991, http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=268540 Guevara, N. (1992). La catástrofe silenciosa, México: Fondo de Cultura Económi-‐‑ ca. Guevara, N. (2011). El rumbo perdido. De la catástrofe silenciosa al escándalo educativo Nexos, Mayo 2011. Disponible en http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2099276 331
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CAPÍTULO XII: EN TORNO A LA ESQUIZOFRENIA Y LA EXCLUSIÓN SOCIAL: EXPLORANDO EL DISCURSO DE PROFESIONALES DE LA SALUD MENTAL Aline de Mesquita Dummar y Esteban Agulló Tomás INTRODUCCIÓN El presente estudio aborda la realidad asistencial de la atención hacia las perso-‐‑ nas diagnosticadas con esquizofrenia, valorando la existencia, características y relevancia de los apoyos y medios para su inclusión y participación social. Para ello, se analizó el grado de desarrollo e implementación del modelo comunita-‐‑ rio en el ámbito sanitario del Principado de Asturias. Es sabido que las personas con enfermedad mental grave como la es-‐‑ quizofrenia, han constituido uno de los colectivos peor asistidos, los menos comprendidos, siendo también los más discriminados a lo largo de la historia (Dickerson et al., 2002). En un contexto social de creciente exigencia y compleji-‐‑ dad, estas personas, además de compartir las necesidades comunes propias de todo ser humano, demandan rotundamente atención, apoyos y cuidados para atender sus necesidades particulares complejas que varían según sus discapaci-‐‑ dades (Modelo de Atención a Personas con Enfermedad Grave, 2006; Knapp, 2007). Durante muchos siglos, las personas con esquizofrenia han sufrido las consecuencias de la falta de un conocimiento científico de la naturaleza de su enfermedad siendo marginalizadas y tratadas de manera inadecuada. Desde que Kraepelin (1899) y Bleuler (1911) asentaran las bases de lo que hoy se cono-‐‑ ce como esquizofrenia, han sido necesarias muchas transformaciones, entre los que destacan avances en: aspectos legales, tratamientos farmacológicos, inter-‐‑ venciones psicológicas, programas de rehabilitación, detección e intervención temprana (Florit, 2006; Gleeson y McGorry, 2004; Johnsen y Jørgensen, 2008; McGorry et al., 2008; Yung et al., 2007). La reclusión institucional está desacreditada por ineficacia terapéutica y por su incompatibilidad con los conceptos de una sociedad moderna (democrá-‐‑ tica, inclusiva e igualitaria) que contemple y valore a las personas enfermas como ciudadanos y sujetos de derechos (Pérez, 2006). Desde los años 80 fueron creándose redes de Salud Mental en todo el ámbito nacional, que continúan su evolución hasta nuestros días y que abogan por intervenciones en salud mental basadas en el modelo comunitario, que pretende que las personas con enferme-‐‑ 335
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dades mentales graves puedan vivir en la comunidad, recibiendo allí los cuida-‐‑ dos y las ayudas que puedan necesitar. Dicho abordaje, aún por definir comple-‐‑ tamente, resulta para numerosos autores e instancias un enfoque mucho más adecuado y efectivo para posibilitar una vida digna para las personas enfermas, pero requiere un sistema complejo de ayudas y soportes que compensen las exclusiones de diversos orígenes que suelen soportar esta colectivo (Pérez, 2006; Knapp, 2007; Balanza, 2008). Pero todavía en muchos países (y en España en particular), se encuen-‐‑ tran dificultades en lograr una asistencia integral e integradora para las perso-‐‑ nas que sufren alguna de las múltiples enfermedades mentales (López y Lara, 2007). Según el Modelo de Atención a Personas con Enfermedad Grave (2006), las causas de estas trabas y dificultades han sido variadas, pero principalmente se puede constatar las siguientes: la condición de colectivo privado de voz y de capacidad de auto-‐‑representación; el prejuicio, discriminación y estigmatización social; la ignorancia y el pesimismo acrítico sobre las posibilidades de ser indi-‐‑ viduos activos y participativos en la sociedad (inserción sociolaboral, por ejem-‐‑ plo); la carencia de una evaluación de la efectividad de las prácticas terapéuticas (médicas, psicológicas y sociales); la falta de información actuali-‐‑ zada sobre la verdadera magnitud e importancia de la enfermedad como pro-‐‑ blema social y, como consecuencia, la carencia de prioridad concedida al colectivo. 1. Panorama actual de la atención a la esquizofrenia. Siendo la esquizofrenia un trastorno psicológico grave y devastador que genera múltiples problemáticas que inciden no sólo a las personas afecta-‐‑ das sino también al entorno familiar y social (McGrath et al., 2008), los costes que se derivan a nivel personal, familiar y sociosanitario son importantes por lo que resulta evidente el interés en el desarrollo de estudios, programas y mode-‐‑ los de intervención eficaces para solucionar semejante problema (Fonseca, 2009). Las personas con esquizofrenia son muy vulnerables y dependientes de una red de apoyo sistémica de sus cuidadores o familiares y de la comunidad en la que residen (atención simultánea y continuada del Sistema Sanitario y del Sistema de Servicios Sociales). Sin embargo, es constatado que con las ayudas necesarias y tratamientos adecuados pueden llegar a disfrutar de sus potencia-‐‑ lidades para vivir una vida digna y ser participativas en la sociedad (Knapp et al., 2007). 336
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Según el Modelo de Atención a Personas con Enfermedad Grave (2006), en España el sistema de atención comunitaria está siendo creado, pero todavía no es suficiente ni proporcional a la magnitud del problema, si se pretende un sistema de calidad, equitativo, integral e integrador, y accesible a todos los ciu-‐‑ dadanos. Además se constata una gran precariedad en el desarrollo de redes de cuidados intermedios, especialmente en cuanto se refiere las alternativas resi-‐‑ denciales y laborales (Pérez, 2006; Balanza, 2008). Los estudios y programas de intervención realizados en años recientes que tienen por objeto la atención a los problemas de salud mental son numero-‐‑ sos. Dichos estudios apuntan a variadas barreras sociales, legales y políticas significativas que dificultan la participación plena en la sociedad de las perso-‐‑ nas que sufren problemas de salud mental y para cuya resolución las iniciativas se muestran insuficientes (Angermayer y Schulze, 2001). Según López (1998), estas barreras fomentadas por el estigma y la dis-‐‑ criminación repercuten en consecuencias negativas en el comportamiento hacia las personas con enfermedades mentales severas y, más allá de ellas, sobre el conjunto del sistema de atención en salud mental (Angermayer y Schulze, 2001; OMS, 2001). Consiguientemente, la dignidad y la autoestima de dichas perso-‐‑ nas son afectadas, dificultando así, el acceso al ejercicio de derechos ciudada-‐‑ nos, así como a indispensables cuidados y servicios de atención sanitaria (López, 2004). Según la directora de la Iniciativa en Salud Mental del Open Society Ins-‐‑ titute, Judith Klein (2007) es bastante probable que la salud mental sea el área más descuidada de la salud pública. El estigma, el prejuicio y la discriminación están extendidos y profundamente arraigados de manera que pueden impedir cualquier progreso hacia un cambio positivo. Dado el hecho de que todavía existen muchos gobiernos en la Unión Europea (UE) que no invierten en medi-‐‑ das para mejorar la asistencia en la salud mental o que no consideran que el tratamiento de las personas que sufren problemas mentales sea una cuestión fundamental de derechos humanos, el impulso político para la reforma no es concretamente vislumbrado. Según el Libro Verde de la Comisión Europea sobre salud mental (2005), hoy en día las enfermedades mentales constituyen un reto creciente, pues se estima que uno de cada cuatro europeos adultos es afectado por un trastorno metal. Desde el punto de vista económico, las enfermedades mentales cuestan a la UE entre un 3 y un 4 % de su producto interior bruto (PIB), debido 337
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a las pérdidas de productividad que provocan y a las cargas suplementarias que implican para los sistemas sanitarios, sociales, educativos y judiciales. Así mismo, se estima que los problemas de salud mental constituyen aproximada-‐‑ mente el 30 % del problema total de las discapacidades. La esquizofrenia afecta aproximadamente 1% de la población mundial y se calcula que cada año se diagnostican entre 15 y 30 nuevos casos por cada 100.000 habitantes en el mundo (Rebolledo y Lobato, 2005). Más datos informan que con prevalencia de 0,4 a 1,4% la esquizofrenia puede ser caracterizada como una enfermedad mental grave, en que más de 80% de los pacientes recaen des-‐‑ pués del primer episodio (Cannon y Jones, 1996), presentando curso crónico (Andreasen, 1995), y con un impacto significativo, llevando al desempleo a un porcentaje mayor que 80% (Lehman, 1995) y a un porcentaje estimado de suici-‐‑ do del 10% (Brown, 2000). Dichos datos son similares en casi todo el mundo (Organización Mundial de la Salud, 1992). En España, los expertos estiman que la esquizofrenia afecta a cerca de 400.000 personas, de las que el 85% están diagnosticadas, aunque sólo el 50% recibe tratamiento (Saludalia, 2008). Tal número alcanza aproximadamente una de cada cien personas. El gasto sanitario público, que ronda el 6% del PIB, cons-‐‑ tituye sin embargo uno de los más bajos de la UE. Se estima que en salud men-‐‑ tal el gasto es inferior a 5% del presupuesto sanitario total. No obstante, el gasto farmacéutico, que se sitúa entre el 22 y el 25% del gasto total, se posiciona entre los más elevados, si se tiene en cuenta el promedio europeo de gasto far-‐‑ macéutico del 14%. Estas proporciones de gastos en salud mental deviene cla-‐‑ ramente insuficiente en relación a la carga socio-‐‑sanitaria que suponen los trastornos mentales (Salvador-‐‑Carulla et al., 2006). En la actualidad es imprescindible que las autoridades políticas invier-‐‑ tan y promocionen medidas eficaces para el tratamiento y prevención de en-‐‑ fermedades mentales en general y, con una especial atención, a la esquizofrenia dado su gravedad e importancia social. Además de promover la calidad de la atención sanitaria y la asistencia social, las medidas políticas en salud mental deben proteger los derechos humanos de las personas que sufren problemas mentales en lo relativo a su educación, vivienda, y actividades laborales, cultu-‐‑ rales y de ocio (Klein, 2007). Las políticas que fomentan el desarrollo de alternativas asistenciales de carácter comunitario frente a la atención en grandes centros institucionales son esenciales para garantizar que las personas que sufren problemas mentales 338
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puedan tener una participación plena y equitativa en la sociedad. Considerando la necesidad de cambio en la atención a la salud mental, en el marco de la Con-‐‑ ferencia Ministerial Europea de la OMS sobre salud mental (citado por el Mode-‐‑ lo de Atención a Personas con Enfermedad Grave, 2006) se expresaba que la prioridad de la CE es proporcionar a las personas con enfermedades mentales una asistencia y tratamientos eficaces, de calidad y más accesibles, centrándose en los siguientes aspectos: 1. Promover la salud mental de toda la población. 2. Hacer frente a las enfermedades mentales mediante la prevención. 3. Mejorar la calidad de vida de las personas afectadas por enfermedades mentales integrándolas en la sociedad y protegiendo sus derechos y su dignidad. 4. Desarrollar un sistema de información, investigación y conocimientos sobre salud mental para toda la UE. Con respecto a las intervenciones actuales, los estudios apuntan que los tra-‐‑ tamientos con antipsicóticos de largo plazo son recomendados para todos los pacientes con esquizofrenia (Salkay et al., 2006) pues el riesgo de recaída dismi-‐‑ nuye 5 veces más que un tratamiento sin el uso de tales psicofármacos (Kane et al., 1982; Crown et al., 1986; McCreadie et al., 1989; Robinson et al., 1999). Asi-‐‑ mismo la esquizofrenia se presenta resistente al tratamiento con antipsicóticos (esquizofrenias refractarias) en 20 a 30% de los casos (Brenner et al., 1990; Es-‐‑ sock et al., 1996). El tratamiento farmacológico es muy importante, pero sólo tendrá el efecto deseado cuando en conjunto con la atención psicosocial para que, además de los beneficios físicos, la persona pueda trabajar y desarrollar sus capacidades psicosociales para ser integrada y participar activamente en la co-‐‑ munidad. La promoción de la salud mental junto con la atención psicosocial cons-‐‑ tituye uno de los bienes sociales básicos que debe distribuirse a la población con la máxima equidad y excelencia posibles, de acuerdo con el discurso institucio-‐‑ nal emitido por dispositivos sanitarios públicos tanto en España como a nivel internacional. Sin embargo, los datos demuestran que no se está dando equidad entre los tratamientos ofertados para las personas con enfermedades mentales (Fernández et al., 2006; Pérez-‐‑Álvarez y Fernández-‐‑Hermida, 2008). Esta des-‐‑ proporción resulta patente con los gastos en psicofármacos en España pues prácticamente la mitad de los pocos recursos destinados a atención de la salud mental costean los consumos de antidepresivos, antipsicóticos y benzodiazepi-‐‑ nas (Información Terapéutica del Sistema Nacional de Salud, 2007). Los recur-‐‑ 339
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sos restantes difícilmente pueden financiar programas psicosociales que cubran adecuadamente las necesidades de la población (Sirera, 2008). Desafortunadamente, como afirma Klein (2007), en muchas partes de Europa las alternativas asistenciales de base comunitaria están todavía en un estadio de desarrollo muy inicial. Para avanzar, el primer paso consiste en que los gobiernos reconozcan los derechos de las personas que sufren problemas mentales mediante la elaboración de políticas que se ajusten a los estándares internacionales de derechos humanos y mediante la implementación de meca-‐‑ nismos económicos que permitan la transferencia de los recursos desde los grandes centros institucionales hacia una atención comunitaria real y eficaz. 2. Exclusión social hacia personas con enfermedad mental La exclusión social es considerada como un fenómeno complejo en el que confluyen diversos componentes claves en un contexto personal, social y político determinado. En el presente estudio se entiende la exclusión social como la ruptura del vínculo social por graves dificultades para la participación con consecuencias de privación económica, política y social que van alejando e “interiorizando” a personas, grupos, comunidades y territorios con respecto a los centros de poder, los recursos y los valores dominantes (Estivill, 2003). El término de exclusión social apunta a una manera de estar en la sociedad, expli-‐‑ citando la relación social del sujeto con el resto de la sociedad. Dicha relación no viene definida por lo que el sujeto es (identidad) sino por aquello de lo que ca-‐‑ rece o por lo que ha perdido (Diez, 2005). Un análisis multidimensional de la exclusión social elaboró un análisis de la incidencia de diversos factores de desigualdad interrelacionados, defi-‐‑ niendo los colectivos de población más propensos a sufrir la discriminación (Laparra et al., 2007). Según este estudio, uno de los principales factores de exclusión social consiste en la discapacidad o la enfermedad mental. Según informe de la Social Exclusion Unit (2004), perteneciente al gobierno de Reino Unido, las personas que sufren problemas mentales muestran un aumento en el riesgo de padecer exclusión social y, de la misma manera, las personas que ex-‐‑ perimentan exclusión social muestran un aumento en el riesgo de padecer pro-‐‑ blemas mentales. Es probable que la causalidad actúe en ambas direcciones. Evidentemente por todas las carencias que suponen tener una enferme-‐‑ dad grave como la esquizofrenia, la exclusión social se torna en un problema serio, complejo y constante en la vida de estas personas. 340
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Tal como se aprecia en la siguiente tabla, esta investigación aborda y analiza tres importantes dimensiones de exclusión social que pueden afectar a un individuo con esquizofrenia. Tabla 1. Dimensiones de la exclusión social en la esquizofrenia Económica
Participación en la producción Participación en el consumo
Política
Ciudadanía política Ciudadanía social
Social (relacional)
Ausencia de lazos sociales Relaciones sociales perversas
Exclusión de la relación salarial normalizada Pobreza económica Acceso efectivo a los dere-‐‑ chos políticos. Abstencio-‐‑ nismo y pasividad política. Acceso limitado a los siste-‐‑ mas de protección social, sanidad, vivienda, educación y prestaciones sociales. Aislamiento social, falta de apoyos sociales. Integración en redes sociales “desviadas”. Conflictividad social (conductas anómicas) y familiar (violencia domésti-‐‑ ca).
Fuente: Laparra et al. (2007).
Tales dimensiones aluden a la exclusión social entendida como un pro-‐‑ ceso de alejamiento progresivo de una situación de integración social en el que pueden distinguirse diversos estadios en función de la intensidad: desde la precariedad o vulnerabilidad hasta las situaciones de exclusión más graves. Situaciones estas que producen y conllevan un proceso de acumulación de ba-‐‑ rreras o riesgos en distintos ámbitos (laboral, formativo, socio-‐‑sanitario, econó-‐‑ mico, relacional y habitacional) por un lado, y de limitación de oportunidades de acceso a los mecanismos de protección, por el otro (Laparra, 2007). Las maneras tradicionales de atención, como los viejos hospitales psi-‐‑ quiátricos, se convirtieron en nuestras sociedades como un factor más de re-‐‑ fuerzo del estigma, es decir, en instrumento de discriminación que excluye la persona ingresada económica, política y socialmente. Y eso, no sólo por sus efectos negativos directos sobre las personas que fueron ingresadas en dichas instituciones, sino también por servir de pantalla ante la sociedad de sus nece-‐‑ sidades reales y de posibles modos alternativos de funcionamiento (López, 2004). Por todo ello, la superación de estas instituciones cerradas y de sus mo-‐‑ dos de comprender y atender a las personas con enfermedad mental, constituye una condición básica para un posible cambio de ese complejo sistema de actitu-‐‑ des y prácticas sociales, aunque en algunas comunidades autónomas españolas 341
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los hospitales psiquiátricos públicos y privados no han desaparecido. Pero, de acuerdo con Pérez et al. (2006), incluso donde se han cerrado efectivamente, al menos los dependientes de las Administraciones Públicas, como es el caso de Asturias, Andalucía, Navarra y algunos otros territorios del Estado, su peso histórico no ha desaparecido por completo. Cerrar un hospital psiquiátrico significa no sólo la suspensión adminis-‐‑ trativa, sino también el cese de otras acciones imprescindibles, como: encontrar ubicaciones alternativas para los usuarios y residentes, generar estructuras co-‐‑ munitarias sustituyendo dicha institución por redes complejas de servicios, superar la dependencia institucional de personas concretas ayudándolas a vivir como ciudadanos de pleno derecho, reivindicar políticas que ayuden a promo-‐‑ ver alternativas prácticas para la real inclusión de este colectivo, desarrollar programas sociales que fomenten la concienciación de la sociedad en torno a esta realidad, entre otras medidas (Pérez et al., 2006). Con los logros de la Reforma Psiquiátrica es cierto que el internamiento de personas con enfermedad mental ha sido cada vez más escaso, lo que favo-‐‑ rece la integración de este colectivo en la sociedad. Sin embargo, la estigmatiza-‐‑ ción, la marginalización y el aislamiento social sigue estando presente debido a diversos factores, entre ellos: la falta de políticas integrales de inclusión que permitan la incorporación efectiva de este colectivo en el mercado de trabajo; la formación débil de profesionales que actúan en los centros de salud mental actuales; la preparación insuficiente e inadecuada de las familias para cuidar y apoyar a estas personas; y la falta de concienciación e información de los ciuda-‐‑ danos para contribuir con la integración plena de este colectivo en los variados sectores de la vida social. Para que una persona con esquizofrenia pueda ser incluida de forma integral en su sociedad de referencia (considerando por inclusión social a las dimensiones sociales, políticas e económicas anteriormente comentadas), de-‐‑ viene fundamental contar con estrategias y medidas políticas y con programas de rehabilitación y tratamientos efectivos que consideren el individuo integral-‐‑ mente para que tanto la atención sociosanitaria como la comunidad estén en condiciones para intervenir y de ofrecer apoyos de manera adecuada y convin-‐‑ cente. 342
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3. Estrategia metodológica. La dimensión asistencial, como hemos señalado, resulta imprescindible para eliminar o disminuir las dinámicas y procesos de exclusión social hacia las personas con esquizofrenia. En ese sentido, la presente investigación buscó conocer la realidad de los servicios sanitarios en los centros de salud mental de Asturias y cómo las intervenciones profesionales inciden en la inclusión y parti-‐‑ cipación de estas personas en la sociedad. Para el análisis de las intervenciones y programas de rehabilitación dis-‐‑ ponibles, fueron entrevistados directores de los centros de salud y profesionales clave (psiquiatras y psicólogos). El discurso de los directores y profesionales fueron muy significativos para la investigación por el conocimiento teórico y práctico que ellos poseen respecto a la asistencia, a las políticas socio-‐‑sanitarias establecidas y a los posibles pronósticos de estas personas. Para tal finalidad, el método utilizado en esta investigación ha sido el cualitativo, empleándose de manera concreta la técnica del cuestionario semi-‐‑estructurado, aplicado a un conjunto de profesionales a través de la entrevista. A partir de las evidencias científicas y de los conocimientos transmiti-‐‑ dos por los profesionales de la salud mental entrevistados, se ha elaborado un análisis crítico de la situación actual de la atención ofrecida a este colectivo. Para ello, el estudio tuvo tres fases de desarrollo: 1. Primera fase: Desarrollo del marco teórico. a. Recopilación y análisis de bibliografías referentes a los temas principales (salud mental, esquizofrenia, inclusión/exclusión social). b. Delimitación de los conceptos-‐‑clave de la investigación. 2. Segunda fase: Elaboración y aplicación de un cuestionario semi-‐‑ estructurado dirigido a los profesionales de salud mental (psiquiatras y psicólogos). a. Cuestionario con 5 bloques de preguntas abiertas: políticas en salud mental; el tratamiento de la esquizofrenia; aspectos socio-‐‑ demográficos de las personas diagnosticadas con esquizofrenia; relación, vinculación y participación sociales; la inclu-‐‑ sión/exclusión social y la esquizofrenia. b. Selección de la muestra: profesionales con amplios conocimien-‐‑ tos sobre la atención en salud mental y tratamientos para la es-‐‑ 343
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3.
quizofrenia en el ámbito universitario y en los Servicios de Sa-‐‑ lud Mental del Principado de Asturias: 7 psicólogos y 7 psi-‐‑ quiatras. c. Aplicación de la entrevista, que fue grabada permitiendo la re-‐‑ cogida exacta de la información proferida por estos profesiona-‐‑ les. Tercera fase: Tratamiento, análisis e interpretaciones de los datos obte-‐‑ nidos. a. Transcripciones y procesamiento informático de los datos reco-‐‑ gidos en las entrevistas. b. Análisis e interpretaciones de los datos informatizados. c. Compilación de los datos analizados e interpretados, elabora-‐‑ ción de las conclusiones para cada bloque de preguntas y selec-‐‑ ción de textos de las entrevistas en que los profesionales mejor explotaban el tema en cuestión. d. Elaboración del documento final.
4. Resultados 4.1. Políticas en salud mental En este primer momento de la entrevista los profesionales de salud mental fueron preguntados sobre sus opiniones y valoraciones acerca de las políticas vigentes relacionadas a la salud mental y sobre las posibles dificulta-‐‑ des o carencias encontradas en éstas. Los entrevistados valoran las políticas actuales en salud mental en parte eficaces, en el sentido de que las políticas desde la década de 80 son dirigidas para que los pacientes tratados pudiesen convivir en la comunidad. En contra-‐‑ partida, resultan en parte ineficaces por diversos motivos, como los comentados a continuación. En las instalaciones hay una escasez de recursos, como dispositivos y programas de rehabilitación, programas de prevención, alojamientos protegi-‐‑ dos, camas hospitalarias, y centros de larga y media estancia. La idea de los servicios de salud mental era integrar la gente con tras-‐‑ tornos mentales severos en la comunidad. Pero la comunidad no que-‐‑ ría tener estas personas a su lado. Yo no veo que haya una cuestión de rechazo en especial, pero si veo que en la dinámica social y en el siste-‐‑ 344
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ma de los servicios públicos no hay lugar para ellos ni para mucha otra gente más… El modelo comunitario está en nuestras leyes y en los pa-‐‑ peles, pero la sociedad no cree en eso, no está pensando en eso (Dr. Ja-‐‑ vier Fernández, Psicólogo CSM-‐‑ Área V) La consideración es que es eficaz en el sistema actual pero está poco in-‐‑ fradotado en el sentido de que se necesitaría más puestos en donde las personas pudieran entrar, o sea, más plazas de estancia aguda y más plazas de estancia intermedia. Posiblemente se podrá implementar también el número de profesionales en los centros de salud mental para poder dar una atención más continuada a enfermos con trastornos men-‐‑ tales graves que en muchas ocasiones se ve mermada debido a una gran demanda que hay de enfermedades menos graves (Dra. Pilar Alejandra Saiz, Profesora de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo y Vice-‐‑ presidente de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría) Actualmente, las estrategias de salud mental están orientadas a una lí-‐‑ nea todavía tradicional, priorizando el tratamiento farmacológico, a pesar de que se dice que la aproximación es comunitaria. La continuada aparición de nuevos fármacos está dejando en segundo lugar otros desarrollos igualmente necesarios para la atención a la salud mental. La primacía del fármaco lleva consigo, además, una cierta devaluación del resto de técnicas de rehabilitación psicosocial y del valor de las intervenciones de los profesionales en los resulta-‐‑ dos del proceso terapéutico. Evidentemente se está saliendo de unas políticas no explícitas de prácti-‐‑ cas en salud mental manicomiales para políticas que todavía no se pue-‐‑ den decir comunitarias. Son políticas en las que el manicomio se cierra y se abren otros dispositivos que se integran casi de manera completa dentro del sistema sanitario, pero de ahí, llamarlas comunitaria es una exageración. Por lo tanto nuestra primera crítica al ámbito de salud mental es que se predica el modelo comunitario, pero en la práctica no se cumple... Hay un gran volumen de personas que tienen un nivel alto de sufrimiento, un nivel alto de discapacidad y pérdida de calidad de vida, que tienen un tratamiento totalmente inadecuado. ¿Por qué? Por-‐‑ que no se entiende que gran parte del problema está mediado por las condiciones del contexto de donde vienen estas personas. Y se sigue pensando que la solución está en dar a esta persona un ansiolítico o un antidepresivo, que en la realidad no manifiesta un trastorno cuyo com-‐‑ ponente principal sea precisamente biológico. Estas personas son asisti-‐‑ 345
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das de forma ineficiente porque no se consideran los contextos, los me-‐‑ dios en que estas personas están insertas (Dr. José Ramón Fernández Hermida, Psicólogo Clínico y Profesor Titular de la Universidad de Oviedo) El modelo médico-‐‑biológico por sí solo es insuficiente para la compren-‐‑ sión e intervención sobre los problemas de salud mental. La concepción biopsi-‐‑ cosocial del enfermar se correlaciona con la participación, junto a la tradicional de los psiquiatras, de otros profesionales que aportan conocimientos y técnicas innovadoras, complementarias y de igual importancia, que enriquecen y posibi-‐‑ litan la capacidad de elevar el nivel de salud mental de este colectivo. Se asiste a una carencia importante en la atención sanitaria de interven-‐‑ ciones dirigidas al aspecto psicosocial del individuo. Los pacientes con trastor-‐‑ nos graves también necesitan de este soporte. Pero la realidad es que los profesionales que mejor pueden encargarse de estas técnicas, como por ejemplo, los psicólogos, sus intervenciones se limitan a los casos más simples. Como afirma uno de los entrevistados: En la atención sanitaria, la intervención más rápida es el tratamiento farmacológico, pero que no permite una evaluación detenida y un abor-‐‑ daje psicológico. Entonces, aunque en todos los centros de salud mental hay equipos multidisciplinares, pero digamos que los psicólogos sobre todo valoran la patología considerada menos grave, como ansiedad o depresión, pero hay muy pocos psicólogos que trabajan con patologías más severas como el caso de los pacientes psicóticos y ahí se ve una cierta carencia (Dr. Serafín Lemos, Catedrático de Psicopatología de la Univer-‐‑ sidad de Oviedo) Los mecanismos de evaluación son ineficientes porque no contemplan la calidad de las consultas, tampoco la capacidad de reintegración de estos pa-‐‑ cientes en la comunidad. La estrategia de salud mental tiene una línea claramente medicalizante, que no debe ser entendido como algo peyorativo, porque tuvimos un momento anterior que aún era peor. ´Medicalizante´ aquí significa co-‐‑ mo meramente organicista, biologicista y reduccionista. A pesar de que dicen de otras cosas, como la importancia de los tratamientos psicotera-‐‑ péuticos, luego los indicadores o evaluadores que se ponen a resolver el problema o analizar la profundidad del mismo, pues no ha sido conso-‐‑ 346
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nante con lo que se predica. Y si queremos un modelo comunitario te-‐‑ nemos que disponer de unos medios para que ese plan pueda interve-‐‑ nir en las principales carencias del sistema… Los mecanismos de evaluación son ineficaces, como por ejemplo, valorar la calidad del sis-‐‑ tema únicamente controlando el número de psiquiatras por cada núme-‐‑ ro de habitantes, o el número de consultas realizadas a diario (Dr. José Ramón Fernández Hermida, Psicólogo Clínico y Profesor Titular de la Universidad de Oviedo) Con el cierre de los hospitales psiquiátricos y con la ausencia o déficit de estructuras intermedias las familias de los pacientes se quedaron sobrecar-‐‑ gadas emocional, económica y socialmente, porque no están debidamente apo-‐‑ yadas. La falta de medidas políticas que prioricen la salud mental, buscando medios eficaces en la comunidad para atender a la gran demanda de pacientes con trastornos mentales (como la esquizofrenia, en sus más diversas gravedades y fases), repercute en la sobrecarga de los familiares/cuidadores de los que de-‐‑ berían ser usuarios sanitarios tratados y cuidados por servicios de salud públi-‐‑ cos y asequibles. Es manifiesta la insatisfacción entre las familias del enfermo mental grave y severo sobre algunos aspectos de la atención de sus enfermos: atención domiciliaria, transporte sanitario, centros ocupacionales, duración de las hospi-‐‑ talizaciones, futuro de sus enfermos cuando ellos falten, etc. En este sentido las reivindicaciones más sentidas por los familiares de los enfermos mentales inten-‐‑ tan conciliar una atención socio-‐‑sanitaria continuada para sus enfermos con determinados servicios que les descarguen en su tarea de cuidadores: centros de día, talleres ocupacionales y residencias de fin de semana o para períodos vacacionales. Además, el colectivo de enfermos mentales (y sus familias) sigue teniendo poca capacidad de presión real sobre los distintos gobiernos, sus polí-‐‑ ticas y sus prioridades. Realmente había unas expectativas en el sentido de que se creía que los pacientes que llevaban mucho tiempo ingresados tendrían más sínto-‐‑ mas negativos, déficits y carencias, pues al marchar con sus familias pa-‐‑ ra la comunidad, pues mejorarían en este sentido. Había un gran optimismo en este momento. Tal optimismo no se cumplió. Es decir que, de hecho, muchos pacientes, incluso después de marcharse del hospital para la comunidad, no han sido capaces de rehabilitarse ade-‐‑ cuadamente y, además, todo el peso ha recaído sobre los familiares con los que conviven. Se han cerrado las instituciones psiquiátricas, enton-‐‑ 347
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ces claro, digamos que ha sido bueno en parte para los pacientes para que vivieran en la calle y se integraran en la medida de lo posible, pero muchos de los pacientes no consiguieron reintegrarse en la sociedad y en caso de recaídas sintomáticas no ha habido una respuesta adecuada en todos los casos, o sea que el peso siempre ha recaído sobre las fami-‐‑ lias… (Dr. Serafín Lemos, Catedrático de Psicopatología de la Universi-‐‑ dad de Oviedo) Comparados con las políticas asistenciales que hay en otros ámbitos, yo creo que la salud mental sigue siendo la cenicienta del sistema sanitario público (Dr. Juan José Martínez, Director de A.G.C. de Salud Mental) 4.2. El tratamiento de la esquizofrenia Sobre la esquizofrenia, tema concreto de nuestro trabajo, los profesionales fueron preguntados sobre el tratamiento que suele ser ofrecido a los pacientes diagnosticados con dicho trastorno y sobre los posibles pronósticos. Siendo la esquizofrenia un trastorno mental tan complejo que incluye subtipos, síntomas y cursos vareados, los profesionales contestaron de forma muy sucinta. El tratamiento destinado a los esquizofrénicos suele ser prioritariamen-‐‑ te el psicofarmacológico. En los casos más graves, los pacientes son tratados principalmente con antipsicóticos. Ya las otras formas de intervenciones, como programas de prevención, de intervención precoz, de rehabilitación psicosocial (psicoeducación, entrenamiento de habilidades sociales, psicoterapias, trata-‐‑ miento psicológico de los síntomas psicóticos) y de intervención familiar, suelen ser muy escasos en algunos centros de salud mental, y en otros ni existen. En la esquizofrenia, en los tratamientos crónicos, se da mucho más peso al tratamiento farmacológico que a otras intervenciones, porque es lo más fácil de conseguir, más que nada. Está incluido en el régimen de las prestaciones farmacéuticas de la seguridad social, entonces no tienen que pagar ellos (los pacientes) nada por un fármaco, con lo cual todo el mundo puede acceder a un buen fármaco antipsicótico. En este punto de vista, bien. Pero, luego, todo el resto de recursos para reintegrar el enfermo, no va bien, con lo cual el pronóstico sería un buen control de los síntomas positivos, pero el mal pronóstico sería en cuanto a la rein-‐‑ serción social, reinserción laboral (Dr. Luis Jiménez, Psiquiatra del SESPA Área IV, Oviedo) 348
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Realmente existen programas, tenemos dispositivos. Estamos mejores que hace 10, 15, 20 años. Pero todavía queda mucha cosa que andar en el tratamiento de la esquizofrenia, en la rehabilitación, tratamiento de la prevención. Tenemos muchas cosas por hacer con relación al tratamien-‐‑ to de la esquizofrenia. Es verdad que aquí en Asturias se ha trabajado en atención comunitaria, en atención a equipos que van a los domicilios a ver los pacientes y que hacen una atención más intensiva, más afecti-‐‑ va. Tenemos programas, pero sigue siendo insuficiente… Yo creo que hay carencia tanto en la prevención precoz, en la atención grupal, a ni-‐‑ vel social, como a nivel de recurso social: apoyo a familia, oportunidad de trabajos, trabajos más protegidos, e incluso en domicilios, o lugares donde puedan vivir. Faltan muchos recursos sociales (Dra. Julia Rodrí-‐‑ guez, Psiquiatra de la Clínica Ambulatoria, Oviedo) Las prácticas están más orientadas a ofrecer tratamientos psicofarmaco-‐‑ lógicos en detrimento de los tratamientos psicológicos que serían los más adecuados debido a la naturaleza psicológica y psicosocial que sue-‐‑ len tener la mayoría de los trastornos que atienden en salud mental (Dr. Marino Pérez, Catedrático de la Universidad de Oviedo) En Asturias se cuenta con recursos, existen profesionales y hay disposi-‐‑ tivos, pero no son suficientes para atender a todo este colectivo. Además, fue indicado por algunos de los entrevistados que la iniciativa de crear, elaborar y poner en marcha otras intervenciones de carácter psicosocial depende en gran parte de los propios profesionales. Esto significa decir que los profesionales deberían tener una postura más crítica en relación al desempeño de su propio trabajo y más dinamismo para atender a los pacientes de forma integral. Una medida mencionada que podría ayudar en este aspecto sería una formación continuada a los profesionales, fomentando la calidad de sus intervenciones y el aprendizaje y práctica de nuevas propuestas y nuevos métodos científicos que sean eficaces en el proceso integral de rehabilitación de los pacientes. La presión asistencial fue citada por ser un importante obstáculo para atender detenidamente a todos los usuarios de forma integral. Los profesionales se encuentran con un tiempo muy limitado para atender a un gran número de usuarios. Además, los intervalos interconsultas son cada vez más largos, lo que dificulta la consolidación de una alianza terapéutica. Así, por la necesidad de atender a un número cada vez mayor de personas en menos tiempo, el trata-‐‑ miento –que es el farmacológico– acaba siendo condicionado a ser lo más rápi-‐‑ do posible. 349
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Si la gente no tiene tiempos para hacer otro tipo de intervenciones te-‐‑ rapéuticas, si la gente no tiene formación para ello, si los políticos no dotan de profesionales capacitados para hacer intervenciones más psi-‐‑ cológicas, más psicosociales, la gente acaba haciendo lo que puede (D. Marco Antonio Luengo, Psicólogo Clínico y Director de Servicios Socia-‐‑ les del Ayuntamiento de Avilés) La carencia de profesionales psicólogos y psiquiatras es evidente por la presión asistencial. Pero además de estos profesionales, se cuenta con una ca-‐‑ rencia de otros profesionales de salud mental como educadores sociales, traba-‐‑ jadores sociales y terapeutas ocupacionales que pueden colaborar significantemente para una rehabilitación integral de los usuarios de los centros de salud mental de las distintas áreas. Estos profesionales normalmente están en los centros de rehabilitación que asisten a las personas con enfermedades mentales más graves y cronificadas. Posiblemente se podrá implementar también el número de profesiona-‐‑ les en los centros de salud mental para poder dar una atención más con-‐‑ tinuada a enfermos con trastornos mentales graves que en muchas ocasiones se ve mermada debido a una gran demanda que hay de enferme-‐‑ dades menos graves, que son los que realmente acaban al sistema de salud (Dra. Pilar Alejandra Saiz, Profesora de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo y Vice-‐‑presidenta de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría) Yo creo que hace falta un profesional que, en las horas de trabajo, las dedique a pensar en qué actividades organizar a nivel de ocio. Porque me parece que aquí se ha intentado hacer mucho hincapié en lo ocupa-‐‑ cional y en lo laboral pero en la práctica, echo de menos profesionales dedicados ya no a las cuestiones clínicas, a las cuestiones más sanitarias sino a cuestiones precisamente del ocio de los pacientes, pues de orga-‐‑ nizarles, ayudarlos a organizarse el montón de tiempo libre que tienen que ocupar (Dr. Roberto Fernández, Psiquiatra del Equipo de Trata-‐‑ miento Asertivo Comunitario – ETAC, Avilés) Respecto al pronóstico cabe destacar que es considerado como algo re-‐‑ lativo, dependiendo de cada caso. Los profesionales tienen la costumbre de dividir el colectivo de personas con esquizofrenia en tres tercios: un tercio que tiene un buen pronóstico, un tercio con un pronóstico regular y, por último, un tercio con un peor pronóstico. El pronóstico depende de muchos aspectos, entre los que fueron citados están: el grado de severidad de la enfermedad, el mo-‐‑ mento de la detección de la enfermedad (cuanto más temprana sea la detección, 350
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mejor el pronóstico), la utilización de tratamientos farmacológicos que tengan menos efectos secundarios, la respuesta del individuo a los tratamientos, la edad y el sexo de la persona afectada con esquizofrenia (en las mujeres, el pro-‐‑ nóstico suele ser mejor), la edad, la evolución de la enfermedad, el contexto relacional, familiar y social del paciente. En la esquizofrenia no todos los casos son iguales. Hay los pacientes con predominio de síntomas positivos, que en estos casos el pronóstico es mejor, y hay los que sufren con síntomas negativos, que se manifiesta por la apatía, desmotivación, una falta de interés por todo, una pobreza en el lenguaje, anhedonia65, aislamiento, comportamientos difíciles de tratar, con lo cual el pronóstico es mucho peor. Y luego, hay otros pa-‐‑ cientes que lo que más bien presentan son síntomas de carácter cogniti-‐‑ vos, es decir, un pensamiento extraño, conductas raras, una forma de actuar, de vestir y comportarse extraña. Síndrome más cognitivo. En es-‐‑ tos casos, digamos que el pronóstico es un poco intermedio. Digamos que en general un 10/15% de los pacientes que tiene esquizofrenia se re-‐‑ cuperan plenamente. Otro 10 ó 15% van mal. Y el resto, pues bueno, de vez en cuando recaen, de vez en cuando funcionan bien, tiene un pro-‐‑ nóstico un poco regular. Tienen las recaídas pero en los periodos inter-‐‑ medios pueden volver a tener una vida normal. La esquizofrenia se presenta en el varón 5 ó 4 años antes que en la mujer, así que es más fácil que las mujeres tengan tiempo de tal vez terminar los estudios. O sea que en la mujer el pronóstico suele ser mejor (Dr. Serafín Lemos, Catedráti-‐‑ co de Psicopatología de la Universidad de Oviedo) El pronóstico depende de los casos. Los casos de comienzo que son tra-‐‑ tados tienen un pronóstico generalmente menos torpe de los que tienen muchos años de evolución. Pero, claro, influyen pues muchísimos as-‐‑ pectos, desde una detección más temprana hasta la utilización de tra-‐‑ tamientos que tienen muchos menos efectos secundarios a nivel motor, aunque los tenga de otro tipo como, posiblemente también, a nivel cog-‐‑ nitivo. No digo que mejoren cognitivamente los pacientes pero el pro-‐‑ nóstico suele ser mejor. A principio quiero pensar que la evolución de los pacientes a nivel tal de los últimos años tendría que ser más espe-‐‑ 65 El término anhedonia fue acuñado por Ribot en el año 1897 y desde entonces ha contenido varias definiciones, como: “bloqueo de la capacidad de recompensa ante estímulos habitualmente reforzantes” o según el DSM-‐‑ IV: “pérdida del interés o placer en todas o casi todas las activida-‐‑ des”. Para profundizar en estos aspectos véase, por ejemplo, Olivares y Berrios, 1998.
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ranzadora de las que tienen muchos años de evolución (Dra. Pilar Ale-‐‑ jandra Saiz, Profesora de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo y Vi-‐‑ ce-‐‑presidente de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría) 4.3. Aspectos socio demográficos de las personas diagnósticadas con esquizofrenia En este apartado fue preguntado a los profesionales, a partir de sus ex-‐‑ periencias en los centros de salud mental, sobre tres aspectos socio demográfi-‐‑ cos de los pacientes diagnosticados con esquizofrenia: clase social, estudios y experiencia laboral. En lo que respecta a la clase social de este colectivo, las respuestas no son coincidentes. Hay profesionales que afirman que en general la clase social suele ser más baja, pero otros dicen que es muy relativo, pues la esquizofrenia puede surgir tanto en familias con alto como con bajo poder adquisitivo. En el discurso de los entrevistados se observa una opinión común: cuando la persona tiene los primeros signos de enfermedad o el primer episodio psicótico (lo que suele pasar al final de la adolescencia), generalmente los estudios son interrum-‐‑ pidos, y, como consecuencia, el futuro profesional estará muy condicionado. La tendencia general viene señalada por un nivel socio económico más bajo del paciente y su familia. Siendo la esquizofrenia una enfermedad que suele aparecer en edad temprana, condiciona mucho el futuro de la persona. Es decir que nor-‐‑ malmente la persona empieza a percibir los síntomas en la temprana juventud o incluso a larga estancia. Eso va a marcar su futuro porque no va a poder tener un trabajo normal, interrumpirá los estudios, en-‐‑ tonces consecuentemente con la esquizofrenia habrá un descenso en el funcionamiento social y en el nivel económico (Dr. Serafín Lemos, Ca-‐‑ tedrático de Psicopatología de la Universidad de Oviedo) Yo creo que no se puede generalizar. Lo que está claro es que también depende de la edad de los pacientes. Cuando son más jóvenes, a princi-‐‑ pio de la enfermedad, el status social, la clase social dependerá de la familia de origen en la cual puede aparecer la esquizofrenia. Pero luego, a la larga el resto de los pacientes no pueden tener un buen desempeño sociolaboral, con lo cual van a estar entre los más desfavorecidos, a la vez, probablemente las familias también estarán mas desfavorecidas (Dr. Luis Jiménez, Psiquiatra del SESPA Área IV, Oviedo) 352
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La esquizofrenia aparecía en las clases más inferiores. Pero en la prácti-‐‑ ca no se puede generalizar. Primero ha bajado de clase social y luego tiene la esquizofrenia, o tiene la esquizofrenia y con ellos ha tenido un deterioro de su nivel social. Es una cuestión de causa-‐‑ consecuencia (Dra. Julia Rodríguez, Psiquiatra de la Clínica Ambulatoria, Oviedo) En relación a los estudios, los profesionales coinciden con la opinión que la esquizofrenia puede perjudicar fuertemente el trayecto académico y pro-‐‑ fesional, pues la edad de aparición es generalmente entre los 19 y 23 años (Häfner et al., 1993; Loranger, 1984 en Shulz et al. 2002), franja etaria en que la persona suele enfocar e invertir en la formación profesional. Considerando el curso crónico y de deterioro de la esquizofrenia, así como las alteraciones del desarrollo encontradas en el funcionamiento promór-‐‑ bido, es el que el trabajo con la persona con esquizofrenia se ha ido dirigiendo cada vez más a su intervención temprana para disminuir el tiempo que la per-‐‑ sona se mantiene sin tratamiento, perjudicando su futuro profesional y, conse-‐‑ cuentemente, empeorando la calidad de vida (McGorry et al., 2009). Los estudios, pues, primarios en la gran mayoría de los pacientes. Ge-‐‑ neralmente la media de los pacientes del centro de salud donde yo normalmente tengo la parte práctica que hago, la clase social es baja o media baja y el nivel de formación muy escaso, también. Generalmente estudios primarios como mucho. Porcentaje de pacientes con esquizo-‐‑ frenia que puedan trabajar puede ser un 15%, 10% (Dra. Pilar Alejandra Saiz, Profesora de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo y Vice-‐‑ presidente de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría) La formación alcanza normalmente menos que lo normal. Pero es ver-‐‑ dad que también depende de la edad del inicio de la enfermedad. Pue-‐‑ den llegar a tener formación completa, sí. De hecho uno de mis pacientes tiene formación completa previa a la enfermedad. La gran mayoría de los pacientes están incapacitados principalmente en el pun-‐‑ to de vista laboral. Empleados muy poquitos, incapacidad permanente. Muchos de estos tiene incapacidad permanente (Dr. Luis Jiménez, Psi-‐‑ quiatra del SESPA Área IV, Oviedo) Otros aspectos contemplados en las entrevistas giran en torno a la cues-‐‑ tión laboral (si los pacientes con esquizofrenia tienen problemas para tener una vida laboral activa y plena), el propio aspecto físico e higiénico, el coste elevado 353
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de su tratamiento, el tiempo que hay que invertir en el tratamiento por parte del paciente y sus familiares. Estos pacientes tienen muchas dificultades en todos los ámbitos, en la relación interpersonal, en el trabajo, en las relaciones con la pareja. Por eso digo que es un trastorno que conlleva importantes problemas tanto personales, tanto económicos y sobre todo sociales. El coste sanitario es altísimo. El tratamiento de una persona con esquizofrenia, con fárma-‐‑ cos modernos como antipsicóticos atípicos puede costar más o menos al mes 500 ó 600 euros. Si tienen que ingresar, los costes pueden ser apro-‐‑ ximadamente 500 euros al día, por el personal sanitario que atiende, hostelería, medicinas (Dr. Serafín Lemos, Catedrático de Psicopatología de la Universidad de Oviedo) Es sabido que la integración laboral es una variable esencial para la rehabilitación de las personas con trastornos mentales graves, para facilitar su autonomía e integración social. Sin embargo, la mayoría de estas personas que padecen psicosis, están desempleados o excluidos del mundo laboral y presen-‐‑ tan importantes dificultades para acceder y mantenerse en puestos de trabajo remunerado (Crespo, 2007). Estudios apuntan que sólo una de cada tres personas con discapacidad en edad laboral (mayores de 16 años y menores de 65) participa en el mercado de trabajo (Laloma, 2007). Esta cifra denota la grave situación en la que se en-‐‑ cuentran las personas con discapacidad respecto del empleo, ya que el empleo es una actividad necesaria para la integración social de la población con disca-‐‑ pacidad. En la década de 90 la ONU publica una declaración del «Decenio de las Naciones Unidas para los Impedidos, 1983-‐‑1992» y así numerosos países, entre ellos España, tomaron conciencia de la problemática de las personas con disca-‐‑ pacidad. Aunque hay que mencionar que la activación de la preocupación so-‐‑ cial por la problemática de las personas con discapacidad tuvo en España un arranque previo, en el año 1982, en se aprueba la Ley 13/1982, de 7 de abril, de Integración Social de los Minusválidos, más conocida como LISMI. Fruto de la LISMI y de la posterior legislación que la desarrolló, se de-‐‑ finen las diferentes modalidades de acceso al empleo para integrar laboralmen-‐‑ te al grupo de las personas con discapacidad. En la actualidad existen dos modalidades principales de acceso al empleo para las personas con discapaci-‐‑ 354
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dad: el Empleo Abierto y el Empleo Protegido en Centros Especiales de Em-‐‑ pleo66. El Empleo Abierto es el empleo generado en empresas ordinarias o en las Administraciones Públicas en los que la mayor parte de la plantilla no tiene ningún tipo de discapacidad. Las personas con discapacidad acogidas a esta modalidad de empleo pueden haber sido contratadas tras un período de selec-‐‑ ción normal, sin que la empresa se beneficie de subvenciones o bonificaciones; al amparo de alguna subvención o programa de integración laboral de personas con discapacidad en empresas ordinarias; o en cumplimiento de la cuota de reserva de puestos de trabajo para personas con discapacidad en empresas pri-‐‑ vadas o en la administración pública. El Empleo Protegido es aquel que ha sido generado para personas con discapacidad en empresas ordinarias que cumplen determinadas características orientadas a facilitar la incorporación de trabajadores con discapacidad al mer-‐‑ cado laboral. Expertos calculan que la cifra global de trabajadores con discapa-‐‑ cidad en Empleo Protegido se suele situar entre 450 y 500 mil trabajadores. El desarrollo de las políticas de generación de empleo para personas con discapacidad se ha limitado al relanzamiento del sistema de cuotas y al establecimiento de ayudas en forma de bonificaciones y subvenciones a los empresarios para la contratación de trabajadores con discapacidad. Esta políti-‐‑ ca ha venido escasamente acompañada, por parte de las instituciones públicas, de estudios que analicen los orígenes de los problemas de la integración laboral de las personas con discapacidad. En el desarrollo de la política de integración laboral también se ha echado en falta la inexistencia de un proceso de estudio y análisis exhaustivo, continuado en el tiempo, de los resultados obtenidos por la política de integración laboral mediante el Empleo Protegido. Los profesionales comentan no tener un conocimiento más profundiza-‐‑ do sobre la situación laboral de las personas con esquizofrenia. Según la pers-‐‑ pectiva de los entrevistados, los empleos protegidos existen en Asturias, pero desafortunadamente son escasos e insuficientes para atender a este colectivo. 66 Real Decreto 1368/1985, de 17 de julio, que regula la relación laboral de carácter especial de las personas con discapacidad que trabajen en centros especiales de empleo (B.O.E. N 189, de 8 de agosto de 1985), y supletoriamente el estatuto de los trabajadores. Real Decreto 427/1999, de 12 de marzo, por el que se modifica el Real Decreto 1368/1985, de 17 de julio, por el que se regula la rela-‐‑ ción laboral de carácter especial de los minusválidos que trabajen en los centros especiales de em-‐‑ pleo.
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Si van a trabajar es porque es en algún programa específico. Es raro que se integren por sí mismos. Los programas que hay ofrecen programas muy sencillos, que muchas veces no están de acuerdo con sus gustos… Hay muy pocos trabajos protegidos. Y, por ejemplo, en las últimas oposiciones en Gijón, las plazas de minusvalía eran tan pocas que per-‐‑ sonas con cualquier tipo de discapacidad tendrían más oportunidad en plazas normales (Isabel Menéndez, Psiquiatra del SESPA Área V) Normalmente los empleos a lo mejor son amparados por la propia fa-‐‑ milia que tengan algún tipo de empresa familiar o en tipos de empleo con unas características muy especiales, como son los empleos protegi-‐‑ dos o afiliados a normativas para conseguir empleos. Pero son muy precarios (Dra. Pilar Alejandra Saiz, Profesora de Psiquiatría de la Uni-‐‑ versidad de Oviedo y Vice-‐‑presidente de la Sociedad Asturiana de Psi-‐‑ quiatría) En el ámbito de trabajos normalizados el diagnóstico suele ser ocultado para que el estigma sea evitado. El estigma es socialmente construido por ca-‐‑ racterísticas que son juzgadas por la sociedad en general como negativas. Este juicio, que normalmente es de orden moral afecta a las personas en su integri-‐‑ dad, pues pasan a ser vistas como despreciadas o perjudiciales a esta sociedad (Goffman, 1964; Phelan et al., 1998). El estigma que acompañan a las personas con enfermedades mentales graves como la esquizofrenia influye fuertemente en el pronóstico, dificultando la rehabilitación psicosocial pues puede impedir el acceso a un trabajo, importante medio de participación en la sociedad (Jami-‐‑ son, 1998; Littlewood, 1998 y Heginbotham, 1998). Con iniciativas públicas o privadas se podría fomentar la formación de personas afectadas con este u otros trastornos mentales, aprovechando las capa-‐‑ cidades y habilidades que tienen o que pueden llegar a ser desarrolladas. Los trabajos protegidos también fueron citados como opciones muy importantes como medio para incorporar estas personas en el mercado laboral. Es algo en los programas específicos que tenemos para ellos pues siem-‐‑ pre se les hace mucho más difícil llegar a tener el mismo nivel de estu-‐‑ dios, el mismo nivel laboral de que cuando no tiene la enfermedad. Hay para lo que van muy bien y que tienen muy buen pronóstico… Desde luego en una situación laboral que no sea empleo protegido, el paciente tiene que ocultar su diagnóstico, suele tener que evitar hablar de este tema (Dra. Julia Rodríguez, Psiquiatra de la Clínica Ambulato-‐‑ 356
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ria, Oviedo) Las personas con esquizofrenia tampoco pueden tener un trabajo con muchas responsabilidades o estresores, o desarrollar actividades muy complejas por las propias características del trastorno. De hecho, pa-‐‑ cientes con esquizofrenia tienen mucha dificultad para el procesamien-‐‑ to de información, sobre todo información compleja. Entonces tienen que ser actividades laborales simples (Dr. Serafín Lemos, Catedrático de Psicopatología de la Universidad de Oviedo) Por lo que puedo decir a partir de la experiencia que tuve, es que los pacientes con esquizofrenia tiene un peor rendimiento en las activida-‐‑ des laborales y escolares, y ahí está la importancia del desarrollo de contexto, o digamos, iniciativas de trabajos protegidos, y en el caso es-‐‑ colar, el desarrollo de técnicas educativas dirigidas a estos pacientes, llevando en cuenta una formación técnica, profesional. Es decir, siem-‐‑ pre se puede hacer algo con las capacidades que quedan o las que se pueden aprovechar (Dr. José Ramón Fernández Hermida, Psicólogo Clínico y Profesor Titular de la Universidad de Oviedo) 4.4. Vinculación, relación y participación social Las personas afectadas con esquizofrenia, según la valoración de los profesionales entrevistados, suelen tener un círculo social ceñido, muy pobre, siendo limitado normalmente a sus familiares, algunos pocos amigos y otros pacientes con trastornos mentales con quienes conviven en la rutina de sus tra-‐‑ tamientos en los centros de salud mental o en los encuentros de asociaciones de enfermos mentales. La dificultad de vinculación, de relación interpersonal y de participación social se debe muchas veces a la propia sintomatología de la en-‐‑ fermedad, que repercute en aislamiento y segregación social. Los síntomas negativos – pobreza afectiva, alogia67 (empobrecimiento del pensamiento, del habla y del contenido), abulia y anhedonia – son los que más perjudican la so-‐‑ ciabilidad e integración de estos pacientes en la red social que os cerca. El término alogia se refiere al empobrecimiento del pensamiento y de la cognición. Se manifiesta a través de la pobreza del lenguaje: restricción de la cantidad del lenguaje espontaneo, las respues-‐‑ tas son breves y raramente hay información adicional, contenido del lenguaje vago, repetitivo y estereotipado, interrupción del lenguaje antes de que una idea haya sido completada y latencia de respuesta incrementada (Belinchon, 1988; DSM IV).
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El estigma y la discriminación social también son citados como impor-‐‑ tantes factores de exclusión social. El diagnóstico ya constituye un estigma que, con la falta de información y perjuicio enraizado en la sociedad, dificulta la integración social de este colectivo. A partir del conocimiento de la dura reali-‐‑ dad social de estas personas, se ve la importancia de intervenciones que pro-‐‑ muevan la rehabilitación psicosocial y su integración social. Suelen ser redes sociales muy escasas, muy pobres. Limitadas a los fa-‐‑ miliares. Vamos a ver, estamos hablando de la esquizofrenia. Esto en sí ya planeta un problema, ¿verdad? La esquizofrenia es un diagnóstico tan sumamente amplio, que permite encuadrar dentro de este diagnós-‐‑ tico a personas que tienen capacidades y funcionalidades muy diferen-‐‑ tes. Una persona esquizofrénica puede tener un cuadro en que predomine la sintomatología negativa, o se predomine la sintomatolo-‐‑ gía positiva, o personas que hayan tenido un brote psicótico o dos y luego, no han tenido ninguno más y que haya tenido una total recupe-‐‑ ración, es decir, cuando estamos hablando de esquizofrenia, hablamos de una enorme diversidad de casos. Entonces, obviamente, un paciente esquizofrénico con grave discapacidad, efectivamente, tendrá importan-‐‑ tes dificultades en sus capacidades sociales, imposibilitando una parti-‐‑ cipación activa en la sociedad… Pero suponiendo que estamos hablando de un paciente con un curso más o menos controlado de bro-‐‑ tes, con un estilo de vida más normalizado, con una cierta restitución, este va a tener menos problemas en su red relacional… Es ahí que se ve la importancia de todo un andamiaje que se puede hacer de interven-‐‑ ciones psicológicas que ayuden a mejorar el contexto social de estos pa-‐‑ cientes (Dr. José Ramón Fernández Hermida, Psicólogo Clínico y Profesor Titular de la Universidad de Oviedo) Sobre las relaciones desviadas o conflictividad social, no se han comen-‐‑ tado problemas significantes, ya que las personas con esquizofrenia no son ca-‐‑ racterizadas por problemas de comportamientos desviados o violentos. Este estereotipo distorsionado ha sido fomentado por los medios de comunicación que muchas veces relacionan equivocadamente la enfermedad mental con la peligrosidad. 4.5. La inclusión/exclusión social y la esquizofrenia En este último bloque de preguntas, los entrevistados fueron indagados sobre sus valoraciones acerca de las medidas de apoyo (político, legal, social, 358
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asociativo, familiar) disponibles que facilitan la inclusión social de estos pacien-‐‑ tes. Las opiniones, en general, consideran que existen todas estas medidas de apoyo en el contexto de la comunidad autónoma de Asturias, pero que son o insuficientes o ineficaces. Entre las medidas, las más carentes están las de apoyo político, legal y social, en contrapartida, las más fuertes están las medidas de apoyo asociativo y familiar. Según los profesionales, los apoyos políticos son escasos porque la realidad es que la salud mental no es prioridad para los que están en el poder. En los tiempos actuales se asiste a un menor compromiso de los gobiernos con las políticas sociales. Al no aparecer la salud mental en las encuestas de opinión como un asunto prioritario para la población (al contrario que el paro, el terro-‐‑ rismo o las drogas), no interesa ni a los políticos ni a los medios de comunica-‐‑ ción más allá de incidentes puntuales de gran impacto social, habitualmente tratados con bastante superficialidad. Otra dificultad significativa es que, por su parte, el colectivo de enfermos mentales (y sus familias) sigue teniendo poca capacidad de presión real sobre los gobiernos y sus políticas. Me parecen escasas las medidas que hay. Entre las más deficitarias es-‐‑ tán los apoyos políticos, legal… el apoyo social, político y legal, yo creo que son completamente escasos. Es un colectivo que a lo mejor por las propias características de la enfermedad tiene poca capacidad para de-‐‑ mandar por sí ayuda y que está, pues, en un margen terciario, cuaterna-‐‑ rio, o ya no sé ni que orden poner dentro de los intereses políticos que son invertir esfuerzo y dinero en otros niveles lucen más para las cosas que ellos quieren mover. Entonces, digo, dificultades por las propias limitaciones que genera la enfermedad y muchas veces por las familias tampoco están muy capaces para hacer llevar estas peticiones, con lo cual yo considero que es un colectivo que ni interesa, ni pueden pedir o ser capaces de hacer una demanda (D. José Mª Fernández Rodríguez, Psiquiatra. Coordinador de Salud Mental Área V-‐‑Gijón) La ausencia de conflictividad en el sector con posterioridad a las Re-‐‑ formas de los años 80, junto a la acomodación de los profesionales, también influye sobre las autoridades sanitarias, quienes consideran que este sector, al haber mejorado y estar en silencio (lo que es cierto en la mayoría de los casos) no centra el interés político-‐‑sanitario. Hay un silencio absoluto en estos últimos 10 años y cualquier observa-‐‑ dor puede concluir que todo está en gloria. No hay nada que decir, que 359
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denunciar, que hablar. Eso me da la sensación de que hay mucha aco-‐‑ modación…Un componente socio sanitario que ha mejorado desde los años 80 fue la implantación de Reforma psiquiátrica pero eso fue muy insuficiente, y que en dados aspectos ha habido hasta una involución, hubo un intento de desarrollo y luego una parálisis en algunos aspec-‐‑ tos. Yo creo ahora mismo hay una extrema medicalización y no obser-‐‑ vo ningún desarrollo importante en el campo social… La realidad sigue siendo muy cruda y yo creo que es una realidad que ha mejorado con respecto a lo que podía haber en los años 70 y 80 aquí en España, pero que no parece que se tenga indicios para seguir un camino de mejora en las políticas de real inserción de la atención a la salud mental en el campo sanitario (D. Javier Fernández Méndez, Psicólogo SESPA, Área V, Gijón) A respecto de la inclusión social a nivel laboral, con unanimidad los en-‐‑ trevistados opinaron que las personas con esquizofrenia tienen diferentes gra-‐‑ dos de capacidad para ejercer alguna actividad laboral, desde la más sencilla hasta algunas actividades más complejas (p.e., médicos con esquizofrenia). Un trabajo, sea protegido o no, ayuda el individuo a tener una rutina y una proyec-‐‑ ción, lo que estabiliza a las personas al contar con hábitos diarios más sanos y, a la vez, posibilita recursos económicos. En este aspecto, algunos entrevistados citaron el peso del estigma de tener una enfermedad mental que acompaña el individuo en el momento de buscar un trabajo y de la contratación. Mismo cuando compiten con personas con otras discapacidades físicas, las personas con trastornos mentales suelen ser más desfavorecidas. Los pacientes pueden tener condiciones para trabajar, pero no activida-‐‑ des demasiado complejas, pero de hecho, sí. Hay pacientes que logran entrar en el mercado laboral. Pero claro, si tienes una empresa y se ofrecen muchas personas para trabajar contigo, vas a elegir siempre al que está bien y no pacientes con problemas graves. Esto es sentido co-‐‑ mún. Pues si no hay incentivos para que las empresas empleen perso-‐‑ nas con problemas e incapacidades, pues el empresario no va a contratar. Los trabajos protegidos o empresas familiares pueden ser la solución. Pero depende mucho del tipo paciente. Pacientes con evolu-‐‑ ción crónica o con sintomatología negativos es muy difícil trabajar, aho-‐‑ ra pacientes con síntomas predominantemente positivos podrían ejercer mejor una actividad laboral (D. Javier Fernández Méndez, Psicólogo 360
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SESPA Área V, Gijón) Estamos hablando de una enfermedad muy estigmatizante que a lo me-‐‑ jor en igualdad de condiciones de un paciente con esquizofrenia frente a otro paciente con otra discapacidad, la persona que emplea, que sea un empresario público o privado, éste muchas veces por el estigma que existe la posibilidad de pensar en posibles problemas asociados a la en-‐‑ fermedad mental, empleará a otro tipo de personas con otros tipos de discapacidades (D. Javier Fernández Méndez, Psicólogo SESPA Área V, Gijón) La exclusión social constituye una realidad constante en la vida de estos pacientes, pues como ya fue observado anteriormente en el discurso de los en-‐‑ trevistados, el diagnóstico de esquizofrenia es muy estigmatizante todavía en la sociedad actual. Hay mucha gente ahora que está en posición de exclusión. Creo que tendría que haber cada vez más inclusión de esta gente, menor discri-‐‑ minación y ver al paciente de una manera más normalizada como los que tienen otra enfermedad física, y sí, creo que va a haber una apertura en la sociedad y no ver al enfermo mental como agresivo por definición, pero realmente, todavía, hay mucha discriminación (Dña. Isabel Me-‐‑ néndez, Psiquiatra del SESPA Área V) 5. Conclusiones Con la Reforma Psiquiátrica las políticas de intervención son dirigidas para que los pacientes tratados pudiesen convivir en la comunidad. La expecta-‐‑ tiva era que los pacientes, que antes estaban ingresados por tiempo indetermi-‐‑ nado, tendrían más condiciones de ser rehabilitados al marchar con sus familias hacia su entorno. Sin embargo, según los resultados, tal expectativa no se ha cumplido pues muchas personas diagnosticadas con esquizofrenia no han reci-‐‑ bido una atención biopsicosocial y no han sido capaces de integrarse en la co-‐‑ munidad. Actualmente, la atención que se etiqueta como comunitaria no corresponde con la realidad por diversos motivos. Un proceso de cambio del modelo de atención a la salud mental conlle-‐‑ va a actuar en dos espacios: sobre la institución hospitalaria y sobre el medio comunitario, en este último debe desarrollarse toda la red alternativa que acoja y permita la presencia activa del enfermo mental en la comunidad, considerán-‐‑ 361
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dole y tratándole como ciudadano de pleno derecho. El proceso de superación de los Hospitales Psiquiátricos implica no sólo la disminución del peso asistencial de esas instituciones, sino también el desarrollo integral y coordinado de nuevas políticas, estructuras y estrategias en el ámbito de la rehabilitación y la reinserción. Obviamente que, comparado con el modelo de asistencia a la salud mental antes de la década de los ochenta, el modelo actual supone importantes ventajas. La situación actual ofrece una atención a la salud mental con más y mejores prestaciones, más personas atendidas en la red y un mejor conocimien-‐‑ to de lo que se realiza. Actualmente en el Principado de Asturias se reconocen cambios signifi-‐‑ cativos en los indicadores, como por ejemplo: el aumento de la proporción de camas de tratamiento activo (frente a la desaparición de las asilares), el desarro-‐‑ llo de los servicios de salud comunitarios de carácter multidisciplinarios (frente a las consultas externas en los hospitales), incremento de recursos físicos, es-‐‑ tructurales y económicos para atender a los pacientes y, por último, el trato más humanizado y eficiente del personal de salud mental. No obstante, el modelo tradicional médico de intervención sigue siendo el tratamiento estándar. Pese a las evidencias científicas de la importancia de inter-‐‑ venciones integrales psicosociales y de resultados superiores en la recuperación de personas con esquizofrenia que el tratamiento basado en la medicación, todavía se observa que el principal y, en algunos casos, el único tratamiento ofrecido a las personas con esquizofrenia es el farmacológico, reduciendo el cuidado que debería ser multidisciplinar (según el modelo comunitario) a una atención médica-‐‑ organicista. La medicalización constituye un recurso necesario en el tratamiento de la esquizofrenia, pero no debe ser el priorizado ni el prioritario frente a otros re-‐‑ cursos útiles para intervenir, como es el caso de las terapias psicológicas y los pro-‐‑ gramas de rehabilitación psicosociales. Se reconoce también que existen importantes déficits en la extensión y calidad de los servicios de salud mental por una falta de inversión en el presen-‐‑ te y en el futuro de la propia salud mental. El estancamiento de los avances llevados a cabo después de la Reforma Psiquiátrica también se debe a una cre-‐‑ ciente desmovilización y acomodación de los profesionales. En algunos casos, se está asistiendo al desengaño frente a expectativas no cubiertas ni a un nivel personal ni colectivo, extendiendo el desánimo ante una práctica profesional cada vez menos incentivada y valorada. Además, no existe una política de per-‐‑ sonal y/o un instrumento que evalúe con claridad la dedicación y los resultados 362
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clínico-‐‑asistenciales de cada usuario sanitario. La atención no es personalizada, abundando las estrategias rutinarias y generalizables. Sobre la dimensión de exclusión social relacionada con la participación en la producción (actividad laboral), es sabido que este colectivo tiene oportu-‐‑ nidades muy escasas de trabajos normalizados por diversas y complejas barre-‐‑ ras. Es difícil, por las propias circunstancias y características del trastorno, que las personas con esquizofrenia puedan tener un trabajo con muchas responsabi-‐‑ lidades o estresores, o desarrollar actividades muy complejas. Además, según los discursos analizados, existen muy pocos trabajos protegidos dirigidos a personas con discapacidades. Sin embargo, los datos que refieren sobre la situa-‐‑ ción laboral no fueron precisos por la falta de conocimiento de parte de los pro-‐‑ fesionales. Este desconocimiento es extensible a otros colectivos de la sociedad, como pueden ser los propios políticos, los empresarios, etc. Por lo tanto es posible concluir que muchas veces los profesionales es-‐‑ tán enfocados en su trabajo de un modo que no contemplan la integralidad de la atención a las personas con enfermedades mentales graves. El trabajo que desarrollan podría abarcar no sólo los aspectos sintomáticos y psicológicos, pero también las carencias sociales para posibilitar una rehabilitación integral. Faltan conocimientos y formación para que el profesional de salud mental sea capacitado para que la praxis clínica sea desarrollada en una perspectiva biop-‐‑ sicosocial. Puede ser viable que una persona con esquizofrenia pueda trabajar y participar activamente en la sociedad con un tratamiento eficaz y coordinado, con los apoyos y estructuras necesarias para tal inserción. Pero, el peso del estigma de cargar consigo un diagnóstico psiquiátrico constituye otra importan-‐‑ te barrera para el acceso al empleo y para el desarrollo/crecimiento personal en el mismo. En consecuencia, los empleos protegidos o con apoyo dirigido y moni-‐‑ torizado a este colectivo se convierten en una medida necesaria que debería figurar entre las principales preocupaciones de los políticos. En Asturias, este tipo de estrategias se vienen desarrollando, pero todavía las iniciativas desple-‐‑ gadas son claramente insuficientes. En otras ocasiones, falta información y for-‐‑ mación de los propios pacientes y sus familias sobre la existencia y la centralidad de este tipo de iniciativas. 363
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Un aspecto muy importante para conocer la realidad social de la per-‐‑ sona que padece de un trastorno mental como la esquizofrenia es la red de vínculos sociales. Cuando se habla en exclusión social se hace referencia a todo un proceso de desvinculación del individuo a la red social que le rodea, que es lo que tiende a ocurrir con las personas con esquizofrenia: su red relacional suele ser muy pobre, limitándose a la familia, a algunos pocos amigos de antes del surgimiento de la enfermedad y pudiendo extenderse a otros pacientes que también frecuentan los centros de salud mental o encuentros de asociaciones. Tal desvinculación repercute en la merma y/o pérdida de lazos, referencias y roles sociales que son fundamentales para el establecimiento y consolidación de la identidad personal y social de estas personas, así como para su articulación y participación en su sociedad de referencia. Los servicios de salud mental se muestran insuficientes para responder adecuadamente a las necesidades que demanda esta población. Las necesidades de atención a los problemas de salud mental en nuestra sociedad capitalista, competitiva y poco solidaria, están creciendo más deprisa que la capacidad de los servicios públicos para responder adecuadamente a las mismas. Uno de los rasgos definitorios de la atención a la salud mental es la creciente distancia que separa la demanda de una sociedad cada vez más compleja y exigente y la esca-‐‑ sez de recursos, de distinta naturaleza, con que esa sociedad se enfrenta. El resultado es que con recursos limitados los pacientes corren el riesgo de no ser adecuadamente atendidos y considerados, aumentando la posibilidad de ser excluidos económica, política y socialmente. Con las carencias en la asistencia psicosocial ofrecida a las personas con esquizofrenia, concluimos que este colectivo se encuentra en situación altamen-‐‑ te vulnerable con respecto a los procesos de exclusión social en las tres dimen-‐‑ siones abordadas: económica (participan insignificantemente en las esferas de producción y el consumo), política (tienen muy difícil acceso y materialización a los derechos políticos como ciudadanos y reciben insuficientes apoyos de los sistemas de protección social, sanidad, educación especializada, vivienda y prestaciones sociales) y social (presentan una escasa red relacional y aislamiento social), de tal manera que su participación en la sociedad como ciudadanos de pleno derecho se ve significativamente vulnerada. Referencias bibliográficas Agulló, E. (1997). Jóvenes, trabajo e identidad. Oviedo: Universidad de Oviedo. Agulló, E. y Ovejero, A. (2001) (Coords.). Trabajo, individuo y sociedad: perspecti-‐‑ 364
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CAPÍTULO XIII: INCLUSIÓN-‐‑EXCLUSIÓN Y ESTIGMA SOCIAL EN LA TERAPIA SISTÉMICA Silvana Mabel Nuñez Fadda, Claudia E. Bonilla Castillón, Esperanza Vargas Jiménez “Cuando hay objetivos de vida, la decepción personal adquiere un nuevo relieve; la proximidad a los heridos como hecho cotidiano y horrendo y la cercanía a los más desvalidos y despojados es un ca-‐‑ mino hacia el cambio estructural. Lo secundario y superficial se evapora, las opciones ideológicas y religiosas se hacen irrelevantes, el lugar de nacimiento, la clase social y la raza cuentan más bien poco. Cuando los grandes pisotean a los débiles, objetivos de vida son su defensa; cuando el herido está indefenso, objetivo de vida es asistirle. Y de este modo, amanece una realidad nueva” (García Roca, 2006, p.23) INTRODUCCIÓN El propósito de este capítulo es ofrecer, a partir de la práctica clínica de la terapia familiar, una visión sistémica del fenómeno de la Inclusión/Exclusión Social en los aspectos relacionados al estigma social de los problemas mentales graves. Desde la perspectiva sistémica, no hay un solo fenómeno u objeto de estudio que pueda ser comprendido en forma aislada sin tomar en cuenta su contexto en diferentes dimensiones y las maneras en que las situaciones de este contexto interactúan en una causación circular, siendo a la vez causas y efectos. En el campo de la medicina, fue Engel (1977) quien aplicó esta idea para proponer un modelo distinto de concebir la salud y la enfermedad: el modelo bio-‐‑psico-‐‑social. En una revisión crítica, Sluzki (2008) señala que a pesar de haber sido ampliamente aceptada y difundida, esta propuesta no fue más allá de la descripción estática y lineal, aunque minuciosa, de niveles jerárquicos interrelacionados. Incorporando los postulados de Kandel sobre la manera en que el sustrato neurobiológico es modificado por el ambiente social y el apren-‐‑ dizaje, incluso en sus componentes genéticos, Sluzki coloca el acento en la inter-‐‑ relación recíproca de los diferentes niveles o dimensiones: el sustrato neurobiológico, psicológico y social, en el que incluimos lo microsocial (relacio-‐‑ nes y familia, redes de amistad y afectivas), meso sociales (que pueden incluir, por ejemplo,el barrio, la escuela, el trabajo) y macrosociales (que incluyen los valores culturales, sucesos históricos y sistemas de creencias que pueden afectar a los otros sistemas ecológicos). 369
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Pero para comprender realmente la complejidad de estas interacciones, también debemos tomar en cuenta que lo que sucede en un momento dado no permanecerá fijo, sino que se darán cambios, a veces imprevisibles, continuos o discontinuos, aislados o simultáneos, en diversos niveles a través del tiempo y por consiguiente, en sus relaciones (Brofenbrenner, 1987). Así, los cambios en ciertos elementos del contexto obligan a cambios en otros, moviéndose a una mayor armonía y desarrollo, o entorpeciéndolos, causando sufrimiento, desar-‐‑ monía y detención del desarrollo. En consecuencia, resulta obligado revisar la validez del concepto de estabilidad y rescatar el valor potencial de los desequi-‐‑ librios y crisis como posibilidades de nuevos desarrollos. Los terapeutas fami-‐‑ liares estamos en una posición privilegiada para observar e intervenir en las interfaces68 entre los diferentes estratos o dimensiones que, en compañía de nuestros consultantes, nos influyen y a los que intentamos influir. Nos proponemos mostrar la bidireccionalidad de las interacciones entre los problemas asociados al estigma en salud mental y al proceso de inclusión– exclusión; por eso en este trabajo ilustraremos algunas maneras en que estas interrelaciones recíprocas entre lo psiconeurobiológico, lo micro, meso y macro social se presentan a la mirada del psicoterapeuta. Desde una perspectiva sistémica, podríamos partir desde cualquiera de estos niveles, pero nos parece importante introducir el tema con la observación de un elemento que no se incluye con tanta frecuencia en las descripciones: el terapeuta como persona integrante de ese microsistema transitorio que es la psicoterapia. La cita de García Roca que escogimos como introducción da cuenta de lo siguiente: lo que no nos duele, no nos mueve al examen, a la reflexión ni la acción. Como terapeutas no podremos ayudar en un punto que no seamos capaces de observar, por eso un trabajo prioritario será tomar conciencia del peso del estigma en nuestra propia concepción, nuestra respuesta emocional y distancia social para con los afectados por problemas de salud mental, sobre todo graves69. En la práctica clínica cotidiana, no es difícil registrar la reacción afectiva ante la idea de tratar con un paciente psicótico: la gama va desde el miedo al fastidio por la carga de trabajo que éste representará, la inversión de tiempo y energía que de antemano sabemos resultará en escasos avances. Interfaz (del inglés interface) es un término informático que se refiere a la conexión física o funcional entre dos aparatos o sistemas diferentes (Diccionario de la Real Academia Española, 2012). 69 El término “enfermo mental” en el lenguaje coloquial es habitualmente descalificador y despecti-‐‑ vo, cuando no claramente agresivo o insultante, por eso en la literatura especializada que se ocupa del estigma social, se ha sustituido actualmente por “persona con problema de salud mental”. 68
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Este desánimo puede generar distanciamiento y evitación, posponiendo las sesiones o alargando los períodos de las entrevistas. La desesperanza inicial con la que la mayoría de nosotros encara este trabajo es herencia de nuestra formación teórico-‐‑ práctica, signada por estereotipos y prejuicios respecto a la cronicidad, mal pronóstico y curso desfavorable de estos trastornos. Es frecuente que el diagnóstico, sobre todo si es de un problema grave, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, nos impida ver al ser humano. Encaramos a la persona afectada con esta carga de predicciones negativas, que se vuelven auto cumplidoras, ya que no es raro que desalentemos los intentos de vida productiva con sentido, que “ayudemos” explicando a los pacientes lo que ya no podrán hacer. Y así, no sólo descuidamos la cuestión de la reinserción o inserción laboral, sino que aconsejamos dejar de intentar una carrera profesional, hacerse a la idea de no poder formar una pareja o una familia, habitualmente con la intención expresa de “evitar situaciones de estrés”. El impacto de estas ideas dominantes tiene su propio efecto en el otro, a quien debemos la ayuda, pues damos a entender que, no importa cuánto se esfuerce, a partir de entonces su vida estará condenada al vacío. Del otro lado, tenemos la postura del optimismo ingenuo, asumida por algunos terapeutas (habitualmente novatos), que desconocen el alcance de la patología, subestiman su impacto en los funcionamientos y la inercia que genera, e ignoran los tiempos necesarios para la recuperación, como si la única manera de encarar el estigma fuera negar que la patología grave existe y tiene sus propias características. Esto causa también daño, porque sin una estimación realista de cómo funciona la enfermedad en esa persona, en esa familia, que es influida por su contexto sociocultural y ecológico particular, las ilusiones se transforman pronto en decepciones y las expectativas ilusorias eclipsan o hacen parecer fracasos a los logros reales, que se minimizan en comparación con los esperados. Hay que arriesgarse a mirar al otro como una persona que sufre y sigue siendo persona. Los problemas graves de salud mental involucran tal grado de complejidad que es imposible hacerles frente solos, aislados, ya que los esfuerzos se agotan en la insuficiencia. Es en estos casos, más que en ningún otro, que enfrentamos la necesidad de sumar todas las contribuciones posibles de una manera concertada, que vuelva eficientes los esfuerzos realizados. 371
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El concepto de que no sólo cooperamos con nuestros consultantes para solucionar problemas, sino para desarrollar, ampliar o fortalecer habilidades, nos llevará invariablemente a toparnos con las barreras construidas y mantenidas por el estigma y el autoestigma. El tema del estigma debe ser tenido en cuenta para ser incluido como un factor que la terapia puede y debe modificar, en particular porque nos sorprenderá encontrar la frecuencia con que se internaliza. Este auto-‐‑estigma no es visible ni parece merecer atención de las personas afectadas, consultantes o terapeutas, al igual que otras construcciones sociales a las cuales mostramos conformidad. Siendo la excepción más que la regla que constituya el motivo de la consulta, es sin embargo, un factor importante del trabajo conjunto para promover la inclusión y el empoderamiento. Este camino en busca de una mayor comprensión se organizará de la siguiente manera: a) En primer lugar, haremos un breve recorrido teórico respecto a los temas del estigma social y de la exclusión-‐‑ inclusión, como procesos generales. b) Luego presentaremos cuatro ejemplos escogidos de la práctica clí-‐‑ nica, con un análisis de interacciones con las redes familiares y so-‐‑ ciales, y de la situación de estigma-‐‑ exclusión en relación al empleo. c) A continuación, un análisis de nuestras prácticas de intervención a la luz de los enfoques revisados. d) Un comentario final, a modo de conclusión. El estigma en salud mental La influencia de las enfermedades crónicas y la carga económica que representan, tanto en la disminución de los ingresos como en los gastos de salud, ha tenido un protagonismo como objeto de estudio. Sin embargo, no se ha prestado la misma atención a la sobrecarga del grupo de pertenencia, habitualmente la familia, por la obligada redistribución de otros recursos como los afectivos, el tiempo y la energía disponibles, a los acomodos y adaptaciones que la familia debe hacer y a los cambios en sus redes de apoyo. Pero ha sido hasta hace poco que la influencia del estigma social ligado a algunas enfermedades se ha vuelto un foco de atención, estudio, propuestas y campañas para intentar modificarlo. Entre las enfermedades más estigmatizadas socialmente se encuentran los problemas de salud mental, y en especial los trastornos psicóticos, de los cuales la esquizofrenia ocupa el primer lugar (World Psychiatric Association, 1999; Organización Mundial de la Salud, 2001; Crisp, 2001). 372
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Los efectos del estigma social de la enfermedad mental han sido exten-‐‑ samente analizados y señalados como un factor negativo, de un peso decisivo en la vida de las personas afectadas por un trastorno mental, de sus familias y comunidades (López, Laviana, Fernández, López, Rodríguez y Aparicio, 2008). Siguiendo la definición de Goffman (1970) llamamos estigma a un “atributo profundamente desacreditador”, una característica que ocasiona en quien la posee una gran desvalorización y como resultado, dicha característica se rela-‐‑ ciona en la conciencia social con una representación negativa de la persona o grupo que la posee. Lo encontramos asociado a rasgos físicos, aspecto y conduc-‐‑ tas que se detectan con facilidad, y tendría en su origen una función primaria protectora, la de identificar a sujetos que podrían ser potencialmente peligrosos para el grupo o la comunidad. Según Goffman, hay tres tipos de “marcas” (de-‐‑ fectos físicos, defectos de carácter, y factores étnicos o tribales) y estos rasgos físicos, psicológicos y socioculturales pueden combinarse, ocasionando discri-‐‑ minaciones múltiples, como veremos en uno de los ejemplos. En el fenómeno del estigma se pueden distinguir tres aspectos: 1. Cognitivos, representados por los estereotipos (creencias, en gran parte erróneas, que la mayoría tiene respecto a un grupo social, que cambian la percepción y valoración de sus miembros). 2. Afectivos, representados por los prejuicios (predisposiciones emocionales, habitualmente negativas, hacia los miembros del grupo). 3. Conductuales, que se manifiestan como discriminación (acciones de exclu-‐‑ sión y alejamiento hacia dichos miembros). Estos tres aspectos del estigma se presentan unidos y se refuerzan mu-‐‑ tuamente, por lo que su análisis resulta trascendente para la comprensión y modificación de este fenómeno. En particular, la dimensión emocional tiene gran importancia en la permanencia del estigma, porque suele ser la más resis-‐‑ tente al cambio. En el que estigmatiza el miedo, la ansiedad, el enojo y la irrita-‐‑ ción son emociones que acompañan la vivencia, llevando al rechazo y al deseo de una mayor distancia social, o sea a evitar el contacto con esas personas. En el estigmatizado y su familia, la consecuencia emocional se da a través del autoes-‐‑ tigma, situación en la cual la persona afectada hace propios los estereotipos, prejuicios y conductas de los demás. La auto-‐‑estigmatización se asocia a desvalorización, impotencia, culpa y baja autoestima (Shibre, Negash, Kullgren, Kebede, Alem, Fekadu, 2001; Ös-‐‑ tman y Kjellin, 2002). Un número elevado de personas con problemas de salud 373
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mental, asumen que son peligrosos, incapaces de manejar su vida y de tomar decisiones. La definición de sí mismos como improductivos y sin valía, facilita la migración de una identidad como persona a una identidad como enfermo. Aunada al miedo, aparece la vergüenza respecto a la enfermedad mental, sen-‐‑ timientos que dejan a los individuos y a sus familias aisladas y desprovistas de ayuda. Angermeyer y Matschinger (2003) y Corrigan (2007), refieren que la experiencia del miedo a ser etiquetado como enfermo mental disminuye la posibilidad de que los individuos con problemas busquen tratamiento, expli-‐‑ cándose así el miedo al estigma como una de las causas más importantes de retraso en la búsqueda de atención especializada y también en la falta de apego al tratamiento, con pobre control de los síntomas (Scott, 2002). Los síntomas, visibles socialmente como conductas extrañas y/o inadecuadas, refuerzan el estigma y autoestigma. El estrés, causado por el aislamiento social y la carga de la enfermedad, aumenta el riesgo de recaídas e incluso del suicidio como consecuencia de la desesperanza. Vemos así, cómo se completa un círculo de interacciones recípro-‐‑ cas negativas. La pobre salud mental tiene impactos personales y económicos substanciales a través del mundo (OMS, 2001). El estigma y la discriminación exacerban estos impactos. Las actitudes fuertemente negativas hacia las perso-‐‑ nas con problemas de salud mental se muestran, en particular, en la creencia incorrecta de que representan un peligro para la comunidad, visión fuertemente reforzada en los medios de comunicación. Las actitudes negativas se encuen-‐‑ tran no sólo entre el público en general y los medios de comunicación, sino aún entre los profesionistas de la salud mental (Corrigan y Penn, 1999). Estos y otros elementos de estigma aumentan la distancia social y llevan a ex-‐‑ clusión social, ya que reducen la probabilidad de que un individuo consiga empleo o tenga acceso a servicios de cuidado de la salud. El costo económico de la pobre salud mental es enorme y la mayor par-‐‑ te de estos costos no está cubierta por el sistema de salud institucionalizado. Los costos de pérdida de productividad por empleo pueden contar tanto como el 80% de todo el costo de la mala salud mental (Knapp, 2003). En el informe elaborado por McDaid (2006), del Observatorio Europeo de Demografía y Si-‐‑ tuación Social, para la Comisión Europea, se informa que otros impactos impor-‐‑ tantes incluyen el deterioro de las relaciones personales, gran estrés sobre las familias, un riesgo de quedar sin hogar mayor que el promedio y un contacto aumentado con el sistema de la justicia criminal. 374
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McDaid refiere también que las personas con problemas de salud men-‐‑ tal son casi las únicas que pueden ser retenidas involuntariamente en hospita-‐‑ les y/o tratados sin su consentimiento, durante los momentos en que pueden no tener conciencia de su condición, o representar un peligro para ellos mismos o para otros. Puntualizando las ideas que anteceden: el estigma puede afectar todos los aspectos de la vida, limitando el acceso al empleo y la vivienda, da-‐‑ ñando las relaciones y reduciendo la autoestima. Se ha señalado que los profesionales de la salud mental poseen una vi-‐‑ sión negativa sobre el empleo de las personas con problemas graves. El Reporte de la Unidad de Exclusión Social elaborada para el gobierno de Inglaterra en 2004 encontró que en adición a las influencias comunes del estigma y la discri-‐‑ minación, los profesionales de la salud mental tienen una baja expectativa de lo que los individuos con problemas de salud mental pueden lograr, y que el em-‐‑ pleo en particular no es visto como un objetivo clave. En este informe se señaló la falta de una clara responsabilidad para promover los desarrollos vocaciona-‐‑ les y sociales, la carencia de apoyo continuo para permitir a la gente trabajar y la existencia de barreras estructurales para comprometerse con la comunidad. El reporte concluía con el pedido de más opciones, empoderamiento para los usuarios de los servicios y mayor ayuda para conservar o regresar a los empleos y progresar en las carreras laborales (Social Exclusión UnitReport, 2004). Exclusión /Inclusión Respecto al tema de la inclusión/ exclusión retomamos la observación que hace Subirats, Alfama y Obradors: La extensión del término exclusión en Europa responde al consenso teórico sobre la necesidad de utilizar una concepción que incluya la naturaleza dinámica, multidimensional y heterogénea del fenómeno. Esto va más allá de la carencia material, incorporando al análisis de la desigualdad en la distribución de los recursos otros aspectos como la discriminación, la estigmatización, el rechazo social o la debilidad en las redes interpersonales que contribuyen, refuerzan o alimentan las dinámicas de expulsión u obstaculización del acceso a determinados espacios, derechos o relaciones sociales que son el único medio para alcanzar ciertos recursos (Martínez, 1999, citado por Subirats, Alfama, y Obradors, 2009, p.1) 375
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Como mencionan las autoras citadas más arriba, en países con una débil estructura respecto a la atención de la salud y otros recursos de apoyo al desarrollo y bienestar, como es el caso de nuestro país, México, una buena parte del impacto de los procesos de exclusión debe ser absorbido y corregido por las redes familiares y afectivas, y en menor medida, por las comunidades. En el caso de la enfermedad mental, el estigma cae sobre la familia, además del peso que de por si ocasionan los padecimientos crónicos que requerirán de cuidados prolongados y continuos con pérdidas de ingresos. En el caso de los adultos genera pérdidas del empleo, gastos requeridos por el tratamiento farmacológico y las consultas médicas y el estrés propio del enfrentar padecimientos como los mentales, sobre los que se tiene poca o nula información en general, que son malentendidos y causan agotamiento, cambios negativos en las interacciones familiares a nivel cognitivo, emocional y pragmático que perjudican tanto al afectado como a sus relaciones. A veces, la sola presencia de la enfermedad es la que causa paulatinamente la exclusión del grupo familiar, que poco a poco va perdiendo nivel económico y calidad de vida. Cuanto más grave es la patología, más recursos requiere el enfrentarla de una forma eficiente, y en esta lucha los esfuerzos aislados resultan insuficientes y van dando lugar al deterioro, la frustración y la pérdida de la esperanza. Esto sucede a nivel individual, pero afecta tanto al doliente como a sus familiares y hasta al tratante. El enfrentar y superar estos retos sólo es viable cuando los esfuerzos se conciertan y se mueven todos los recursos posibles, desde todas las áreas posibles. El estigma obstaculiza estos procesos, ya que, debido a su peso, las personas se auto excluyen y también son excluidas (pensemos sin ir más lejos, en la situación del empleo, aún cuando la persona esté en remisión de sus síntomas, los datos del diagnóstico y tratamiento deben mantenerse en secreto, pues de otra manera, casi invariablemente, deja de ser considerado un buen candidato a un puesto de trabajo remunerado y, en ocasiones, hasta no remunerado). Así, el proceso inclusión/exclusión puede estar moviéndose hacia uno u otro extremo y moviendo los recursos de las redes sociales del afectado por un trastorno mental. El grupo de pertenencia familiar o afectivo podrá emerger consecuentemente si logra enfrentar y solucionar la situación a través de cambios y desarrollos que impliquen a su ambiente relacional-‐‑social, o en la medida en que no lo logre, se desplazará más hacia el lado de la exclusión. García Roca (en Vidal Fernández, 2006) identifica diferentes representaciones conceptuales o metáforas que subyacen a las formas de entender la exclusión 376
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social, y que se corresponden con las diferentes prácticas inclusivas que en consecuencia se desarrollan para intentar solucionarla. En primer lugar, destacamos la metáfora espacial, en la cual la sociedad se concibe como un espacio ordenado con un centro y una periferia. La clave del fenómeno de la exclusión, en consecuencia, es el quedar fuera y al margen, y esto en nuestra sociedad viene determinado por el acceso a la producción y al consumo. Bajo esta óptica, la intervención social se concreta en dar apoyo a quienes están fuera en su proceso de incorporación, fundamentalmente por la vía del empleo. La solución intentada desde este modelo es la de la ingeniería social. Las medidas de inserción obedecen a una lógica de la discriminación positiva, se actúa sobre las personas, los grupos específicos y los territorios mediante estrategias sectoriales. Los límites de la ingeniería social serían que olvida con frecuencia el carácter intrínsecamente relacional y cooperativo de las prácticas incluyentes, una falta del sentir ante el sufrimiento humano, que corre el riesgo de ser un juego marginal consistente en hacer lo mínimo en el nivel local para evitar disfunciones demasiado visibles, y sobre todo, que si bien se ocupa de los medios que puede incluso llegar a dominar, ignora los fines, ante los que vive un serio desconcierto. En segundo lugar, encontramos la metáfora de la desviación, fundada en las analogías médicas y organicistas, donde la integración acaba identificándose con la normalidad; y la exclusión, con las desviaciones o patologías sociales o personales. Esta concepción, en cierto sentido, presupone que en algunos sujetos existe una predisposición a la exclusión, acentuada por circunstancias como la pobreza y la inmigración, por ejemplo, que favorecen la emergencia de la desviación. Las prácticas inclusivas se basan en el modelo terapéutico y la perspectiva correccional, buscando la “normalización”. Las principales limitaciones de este punto de vista son la objetivación que generan de los excluidos, así como la dificultad por entender los sentidos que se despliegan desde el interior de estas situaciones y para reconocer el protagonismo de éstos en su proceso de transformación personal y colectiva. El modelo clínico está interesado por lo que no funciona y se preocupa por reducir las disfunciones, identifica al excluido con su propia carencia, sin advertir que tiene también soluciones. No existe nadie que no tenga una capacidad, habilidad o fortaleza. Los seres humanos son capaces de actuar para modificar sus circunstancias. Lo más perverso de esta representación terapéutica de la exclusión es que la fomenta, ya que se alimenta de la conversión del excluido en objeto. Así, 377
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paradójicamente, es desde este modelo donde se reproduce y florece el estigma. Al respecto García Roca (2006, p.14), señala: Un tercer mecanismo productor de exclusión… se basa en la estigmatización. Para llegar a ser excluido tiene un papel esencial la clasificación, que hace la autoridad y el poder. En la actualidad, el mecanismo más potente es conseguir que el excluido se sienta culpable de su propia exclusión. Para ello, el proceso de exclusión se reviste de criterios morales, hasta representarse en el interior de la contraposición entre lo normal y la anormal. Recaen sobre los excluidos todos aquellos estereotipos que se han construido socialmente para lo que no es consentido por una sociedad. El sujeto excluido es aquel que gravita sobre su propia culpa. El tercer modelo es el de la vulnerabilidad, en el que la exclusión se mani-‐‑ fiesta como desafiliación para indicar la ruptura de las redes familiares, el debi-‐‑ litamiento de las relaciones sociales, la fragilidad de los lazos de proximidad. Ser excluido significa la quiebra de los tejidos que aseguran la protección, la confianza y la transmisión del sentido. Alude a la desconexión de los dinamis-‐‑ mos sociales, de los intercambios productivos o de la comunicación. La vulne-‐‑ rabilidad se extiende por todo el cuerpo social, ya que en la actualidad los cambios en los factores de estabilidad han ampliado lo precario a toda la socie-‐‑ dad, atravesando zonas antes estabilizadas por el empleo seguro o la promo-‐‑ ción social. En relación a la metáfora de la vulnerabilidad surgen como propuesta de inclusión las prácticas de resiliencia por medio de la reconstrucción de los lazos y la organización colectiva. Las experiencias de desarrollo comunitario a nivel local serían un buen ejemplo de políticas de este tipo, que se basan en el aprendizaje fruto de la reflexión constante sobre la praxis, y en la definición de estrategias conjuntas, en las que las comunidades y colectivos son a la vez suje-‐‑ tos y objetos de su proceso de inclusión social. Se valora la cooperación y la participación. Los recursos son las propias personas, con su capacidad de inno-‐‑ vación y su sabiduría práctica, que se ocupa de la aplicación de los medios a los fines correctos. Los excluidos son simultáneamente actores, que representan papeles que les han sido asignados y en los que están encasillados, y al mismo tiempo son autores que escriben los guiones de su propia vida y agentes que los ejecutan. La metáfora de la experiencia del naufragio sitúa en el centro de la exclusión la vivencia subjetiva de impotencia y falta de horizontes. El naufragio 378
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visualiza los procesos de exclusión desde la perspectiva del sujeto excluido signado por el sentimiento de pérdida, de impotencia, de soledad, de falta de horizonte. Los excluidos, como náufragos, comparten la quiebra de los dinamismos fundamentales del ser vivo: la confianza, la identidad, la reciprocidad, la autoestima. La desesperanza es la compañera inseparable del naufragio mientras que la voluntad es la compañera de la supervivencia, porque da energía para emprender y disposición para mantenerse en el empeño. El sentimiento de ex-‐‑ clusión afecta igualmente a la relación con los otros. El primer sentimiento del náufrago es la de estar absolutamente solo en la mitad del mar. El cierre del horizonte, se expresa en forma de resignación e impotencia. Se cree que ante los problemas no hay soluciones reales. La exclusión está minada por los desáni-‐‑ mos y por la falta de perspectiva. Como políticas inclusivas para afrontarlo, García Roca menciona las prácticas de acompañamiento que se sustentan en la empatía, la confianza y el apoyo en el proceso de empoderamiento del sujeto. Su limitación sería que adolece de dos graves olvidos: los componentes estruc-‐‑ turales y contextuales. La exclusión no se resuelve como una aventura indivi-‐‑ dual, sino como un complejo de tramas que se despliegan, se retroalimentan e interactúan constantemente. Por último la metáfora de los rechazados o desechables: se refiere a que la exclusión se produce como un efecto agregado a la construcción del orden so-‐‑ cial y al progreso económico: los excluidos son las víctimas colaterales del pro-‐‑ greso. La producción de residuos humanos (seres humanos residuales) es una compañera inevitable e inseparable de la modernización. La solución intentada desde esta metáfora es la de las prácticas de cooperación; se refiere a transfor-‐‑ mar a los sujetos en sujetos activos, personas capaces de tomar su vida y la vida del mundo como tarea propia, a crear estructuras que posibiliten y amplíen la responsabilidad común, a conformar lugares, instituciones y mecanismos que permitan la colaboración, a través de la confrontación, la negociación y el diálo-‐‑ go. Una limitación de esta metáfora sería que sobredimensiona la confianza en el poder, tanto en la producción como la erradicación de la exclusión. Los ejemplos La evolución del concepto de exclusión-‐‑inclusión a un modelo multidimensional, heterogéneo, complejo y dinámico ha permitido ubicar los niveles o grados en una concepción de proceso, en una franja que se mueve entre estos dos polos opuestos. 379
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Teniendo esto en mente, presentaremos en forma sucinta cuatro viñetas clínicas, para ejemplificar esta multi-‐‑ dimensionalidad, dando cuenta de los factores que a diferentes niveles influyen en este proceso e interactúan entre sí, moviendo a la persona más hacia la inclusión o la exclusión a través del tiempo de su vida. Esto nos brinda la posibilidad de rastrear tanto los factores de vulnerabilidad como de recurso. Estos ejemplos, que se extrajeron de la consulta clínica de un centro de atención psicológica y psiquiátrica, fueron escogidos por su pertinencia respecto a los temas de los que trata este capítulo y no pretenden ser un estudio sistemático al respecto. Se han resumido y omitido muchos datos pertenecientes a los registros de las consultas, que siguen el formato usual de la práctica clínica, mencionando sólo los que ilustran los contextos familiares y sociales de pertenencia y los procesos que tuvieron lugar durante el seguimiento, que comprendió desde dos hasta seis años. Así, podremos observar diversas combinaciones de circunstancias y sus cambios a través del tiempo. En estos ejemplos, en los que se modificaron los datos de identificación de los protagonistas, se ilustran estas diferencias; desde el caso de una persona que proviene de una familia acaudalada, hasta el de una mujer migrante, perteneciente a una minoría étnica, para quien los factores de estigma y vulnerabilidad son múltiples. Nos interesa, al presentar estos ejemplos, mostrar las diferencias en las situaciones contextuales, en las redes sociales de apoyo, y también dar cuenta de cómo las familias y sistemas de apoyo resolvieron o agravaron las situaciones de vulnerabilidad planteadas. Asimismo, nos interesa resaltar que donde hay menos recursos y la necesidad es más apremiante, es donde más notorias resultan las carencias estructurales a nivel macro social. Juan: Los "ʺlocos"ʺ de la familia Juan ha estado enfermo desde hace más de treinta años. Tiene un diag-‐‑ nóstico de trastorno esquizoafectivo con múltiples recaídas desde el inicio de su enfermedad a los 20 años. Su evolución ha sido mala en general, no se apega al tratamiento farmacológico, consume substancias en forma habitual, especial-‐‑ mente alcohol y cocaína, ocasionalmente marihuana y éxtasis. A pesar de su inteligencia y diligencia en iniciar negocios exitosos llega a un punto en el que recae y pierde todo lo obtenido. Ha llegado a estar encar-‐‑ celado y ha pasado muchos meses, cada año o cada dos años, hospitalizado en 380
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forma involuntaria en hospitales psiquiátricos. Durante su azarosa vida, estuvo muchas veces en situación de calle, viviendo en baldíos o en vehículos abando-‐‑ nados, cuando, lejos de la familia, sufría recaídas. Habitualmente la madre via-‐‑ jaba a rescatarlo y lo hospitalizaba. La familia de Juan está dividida en dos bandos o facciones: unos tienen un nivel económico sobresaliente, han sido muy exitosos en el área económica, aunque su nivel educativo no es alto, pero en el área relacional presentan un gran vacío de vínculos significativos, no han logrado consolidar familias o pare-‐‑ jas estables y sus redes sociales están basadas en intereses de negocios, son efí-‐‑ meras. Presentan también adicciones al alcohol, a la cocaína y otras substancias que son encubiertas y no se reconocen como tales. Esta parte de la familia se considera a sí misma exitosa, fuerte y sana, y adopta una actitud condenatoria, despreciativa y a veces hasta persecutoria hacia los “locos” de la familia, es decir, los miembros de la familia que tienen un diagnóstico psiquiátrico. Han llegado a despojarlos de bienes que les correspondían por derecho, a manera de castigo, cuando se presenta una recaída. Los locos de la familia, Juan y su madre, tienen un sentido fuerte de los vínculos familiares. Juan es quien se encuentra peor económicamente, aunque no ha sido el menos productivo. Debido a que es una persona de buen corazón, siempre dispuesto a ayudar a otros, es muy querido y cuenta con una red de amigos de toda la vida. Trabaja en el comercio informal, con sus habilidades sociales consigue sobrevivir y a veces hace algo de dinero. En estas épocas usualmente se reaproxima al bando exitoso, de su padre y hermanos, lo cual implica alejarse de la madre, que a pesar de no estar en una situación económi-‐‑ ca floreciente, es quien lo apoya cuando se enferma, paga sus internaciones, sus medicamentos y consultas y lo aloja para que pueda sobrevivir mientras en-‐‑ cuentra trabajo nuevamente. Sin embargo, Juan vive períodos prolongados de precariedad de ingre-‐‑ sos con repercusiones negativas en su estado de salud, que resulta en menores oportunidades de trabajo productivo. Cuando obtiene ingresos, habitualmente de autoempleo, se empeña en instalarse en un nivel de gastos muy alto, como el resto de la familia. De otra manera, se siente humillado y se califica de misera-‐‑ ble y fracasado. La presión de las exigencias, tanto de la familia como propias, predisponen a nuevos episodios con recaídas y pérdida de la continuidad de su trabajo e ingresos 381
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Juan es miembro de Alcoholicos Anonimos (AA) y Narcoticos Anóni-‐‑ mos (NA) desde hace cinco años, y la participación constante en los grupo lo ayudó a mantenerse estable durante más tiempo. También comenzó a ser más consecuente en asistir a consulta, y a apegarse al tratamiento farmacológico, lo que le permitió permanecer fuera del hospital y de problemas durante más tiempo. Contrastando con la actitud tan áspera y rechazante de la familia, hay una gran calidez afectiva en su red de amigos. Muchos de ellos han crecido con Juan y asisten también a AA y NA; él puede contar con ellos, aún más desde que fue padre y perdió a su esposa. Es interesante que mientras esta red social le proporciona apoyo e inclusión, la familia de origen le rechace y lo excluy de una manera tan virulenta que merece comentarios de asombro e incredulidad de la red social extensa. Pero Juan se mira desde la perspectiva de la familia. Es por esto que le costó tanto tiempo asumir que sufre de un trastorno mental y que debe luchar contra él. Hay mucha intensidad en la familia, muchas expre-‐‑ siones de odio, crítica destructiva y presión. El descrédito de la enfermedad mental cae sobre la familia, que reacciona aumentando la distancia en forma expresa, condenando y rechazando a los “locos” con más fuerza cuando más crítica es la situación y negándoles la ayuda. Esta situación de “expulsión” se ha repetido innumerables veces a lo largo de la historia familiar. Juan se fue de casa estando muy joven. Según expresó “no quería ser parte de ese mundo caótico, loco, de ellos”. Se refería a los padres que estaban pasando por un divorcio más que tormentoso. Observamos aquí que la situación económica de la familia en este caso no fue protectora ni garantizó la inclusión. Juan dejó la escuela muy temprano, no concluyó la secundaria; debido a la caótica situación familiar y al patrón de relación violento con su padre no siguió con su educación (es curioso que nin-‐‑ guno de los hijos fuera más allá de la preparatoria; la educación universitaria no es un valor que la familia promueva). Así, Juan quedó en una situación de des-‐‑ ventaja al no tener una profesión y negarse a seguir los deseos de su padre. Esto lo puso en la necesidad de mantenerse por sus medios, y comenzó trabajando como mesero. Sus hermanos, que permanecieron cerca de su padre, contaron con su apoyo para iniciar y mantener sus negocios. Para los valores familiares, la estabilidad que proporciona un empleo es más bien vergonzosa que enco-‐‑ miable; la parte exitosa de la familia sólo valora la obtención de un nivel eco-‐‑ nómico muy alto, valor que Juan ha tenido que revisar y reconstruir para poder encarar de otra manera sus actividades productivas. 382
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Rosa: Ya no tengo voz Rosa es una mujer de 37 años, proveniente de una etnia, que se trasladó a PVR hace siete años. Encontró el número para localizarnos en una agenda médica y es ella quien llama desde un teléfono público para solicitar consulta. En la primera entrevista nos enteramos de que no tiene vivienda y se alberga transitoriamente con parientes o duerme en la calle, bajo un puente vial. Obtiene sus ingresos de la venta de artesanías que ella misma elabora, en un puesto en la playa, por el que debe pagar una licencia o permiso a la municipalidad. Su madre y algunos hermanos viven en la ciudad también, ellos fueron los primeros en migrar y esto la decidió a mudarse, en vista de que no había oportunidades de ingreso en su comunidad de origen, que se encuentra en otro estado. Tiene una hija que también vive aquí, pero no se llevan bien, la muchacha no la entiende y no quiere verla. Dice que hace un año enfermó, que su mente “quedó seca, como desierta, vacía”. Le cuesta trabajo pensar. Ha perdido su memoria y no recuerda muchas cosas de su vida. Al principio pagó la atención médica privada con sus propios medios, comprando sus medicinas y se sintió mucho mejor, pero ahora se encuentra en una mala situación económica, ya que la asalta el miedo, se siente incapaz de hablar con los clientes y de dar los precios de sus artesanías. Casi no vende, y no ha podido ir a la playa. En ocasiones se pierde en la ciudad, se siente confundida y se le nubla la vista, por lo que fue con un oftalmólogo. Allí encontró nuestro número. Salvo escucharla con toda atención, y explicarle que es necesario que tome algo de medicamento, no encontramos de qué manera ayudarla. Nos impresiona que en sus circunstancias vitales sea capaz de buscar y gestionar la ayuda médica, de conseguir sus permisos y de moverse sola por la ciudad, y se lo hacemos saber. Buscamos juntas la opción más económica para que pueda medicarse durante un período de tiempo prolongado. Teme que al no poder comprar el medicamento inyectable, con el que se la trató anteriormente, no pueda mejorar y requiere bastante reaseguramiento de que no es el precio del medicamento el que permite prever cuánto le beneficiará. En esta creencia (que el precio determina qué tan bueno es el medicamento), y en algunas otras actitudes, podemos entrever la presencia de un estigma social internalizado, y éste se refiere, más que a su problema de 383
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salud, a su origen y a su nivel socioeconómico. Por ejemplo, cuando encuentra que el sillón de consultorio tiene un tapizado nuevo, permanece de pie, diciendo que no le corresponde sentarse allí, que es mucho lujo para ella. En otra ocasión, al comentarle que nos gustaría oírla hablar en su lengua materna, o aprender algunas palabras para saludarla cuando nos venga a ver, responde que de ninguna manera dirá esas palabras, que esto sería ofendernos, y nos rebajaríamos pronunciándolas. Dice que a ella le da vergüenza hablar en su lengua, ya que las personas la miran con desagrado y desprecio. No hay rebelión o queja al respecto, sino sumisión, y da por hecho que las cosas son así, que ella debe avergonzarse por ser quien es, por hablar su lengua, por ser pobre, por no tener para comprar el medicamento que sí es el bueno. Vemos a Rosa en forma muy discontinua; a veces sólo llama por teléfono para pedir indicaciones respecto a su medicamento. Hemos arreglado un precio especial por las consultas, pero se siente insegura de que ese precio respete nuestro trabajo y debemos volver a revisar este punto varias veces. Ella dice que cuando viene a sesión, puede pensar mejor, puede hablar y recordar algunas cosas de su vida, y que eso le sirve. A pesar de que sus síntomas mejoran algo y es capaz de retomar su actividad de venta por cierto tiempo, sus condiciones de vida no han cambiado demasiado. Rosa consigue hacerse una casita de lámina en el patio de su madre. Comienza a pensar en regresar a su pueblo, donde tiene una hermana que la quiere bien. La última vez que acude a consulta, llega sin cita, muy angustiada, diciendo que su hermano la golpeó y la amenazó con un cuchillo, diciéndole que la va a matar si la ve de nuevo por la casa. Nadie la defendió. Se ha refugiado en casa de una vecina y luego con una hermana, pero siente que no puede quedarse allí mucho tiempo, porque está estorbando. La enviamos a una institución de ayuda a la mujer y luego llama por teléfono diciendo que no le han ayudado en nada. Ya no regresa. Nos quedamos con la amarga convicción de no haberla ayudado, y con la incertidumbre de su destino. Aarón: Una familia eficaz Aarón es traído a consulta por su padre, Martín, por presentar síntomas que apuntan a un episodio inicial de Esquizofrenia Desorganizada. Toda la familia es del estado de Michoacán, México, de la etnia purépecha (aunque este dato no se menciona, podemos oír que el padre de Aarón le habla en su lengua de origen) y migraron buscando mejorar sus ingresos y situación económica. 384
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La familia, compuesta por varios hijos adultos que viven muy cerca unos de otros; el padre, la madre y Aarón, el menor, se dedica, como principal medio de ingreso, a vender camisetas en la playa. Han conseguido comprar algo de tierra donde tienen sus casas, siembran hortalizas para su consumo y venden los excedentes, y tienen animales domésticos que contribuyen a su sustento, gallinas, ovejas y cabras. Aarón, que tiene 19 años, participaba en las actividades familiares y le gustaba ir a vender a la playa, pero desde que se enfermó, no habla, no quiere salir, se la pasa en la cama y se muestra renuente a cooperar en cualquier tarea, hasta agresivo físicamente si se lo regaña. Martín no sabe leer ni escribir, pero conoce el dinero y cómo dar cambio correctamente. Ha procurado que sus hijos vayan a la escuela y uno de ellos terminó la preparatoria, hizo una carrera técnica y tiene un empleo. Conoce las leyes, los reglamentos municipales en lo que concierne a su actividad comercial y los referentes a sus derechos y obligaciones como propietario. La familia es muy cohesiva como grupo, en el que Martín ocupa la posición central de autoridad. La madre es la segunda en jerarquía, no asiste a las consultas, pero interviene activamente mandando preguntas y observaciones a través de su esposo. Alguna vez asiste uno de los hermanos de Aarón, de quien el padre informa con orgullo que es maestro, y plantea dudas de los hermanos respecto al tratamiento Durante un período de pocos meses con una dosis mínima de medicación, y consultas de seguimiento muy espaciadas, Aarón se va reincorporando a las actividades de la familia, primero en el hogar, con la limpieza y la comida, luego cuidando a los animales y trabajando en la huerta. Después, comienza a ir a la playa a acompañar a la familia y finalmente, también él regresa a la actividad de venta. Se ve contento, habla más y se considera recuperado. Lupe: Estoy contenta de la familia que tengo Lupe es una mujer de 38 años, que tiene actualmente en nivel socioeconómico medio. Cuando niña, sus padres se divorciaron y la familia pasó momentos difíciles. Su madre, una mujer aguerrida y trabajadora, luchó durante muchos años para dar a sus hijos e hijas estabilidad económica y educación. En la familia son importantes la cultura, la educación y el logro económico, pero su madre les ha inculcado siempre la solidaridad y la ayuda para los desfavorecidos. Los hermanos han hecho una fratría unida por lazos de cariño y lealtad, lo que ha ayudado la aplicación de reglas parejas para todos 385
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por parte de la madre. Lupe se va de la casa durante su juventud en una situación de rebeldía contra los valores familiares convencionales. Durante estos años se une a un grupo hippie y presenta un primer episodio maníaco (Trastorno Bipolar). Los síntomas no son vistos como problemáticos sino valorados por su entorno social; sin embargo llevan a agravamientos que terminan en hospitalizaciones involuntarias. No es hasta que tiene a sus hijos que Lupe se responsabiliza por su cuidado, tal como se responsabilizó su madre de ella. La madre y la familia en general buscan información y tratan de aprender sobre el padecimiento de Lupe. Dentro de este marco, se entienden y disculpan las conductas disonantes de su juventud. Durante sus embarazos, en los que ha estado en diversas situaciones de vida, desde muy precaria cuando vivía con la comunidad, hasta el último en el que ya contaban con un buen nivel económico, ha habido una reconexión tanto afectiva como física y la ayuda necesaria de su familia de origen. Al mismo tiempo, Lupe se mueve hacia los valores de estabilidad familiar y económica; mirando por sus hijos, quiere que tengan todo lo necesario, obtengan una buena educación y una red familiar estable. Con Lupe es posible registrar el autoestigma en una serie de situaciones que se plantean cuando los niños comienzan a ir a la escuela: ella se siente culpable y diferente, sobre todo cuando está deprimida, por no hacer todas las cosas que debería, según su idea del rol materno. Se siente mal mirada y juzgada por las maestras de la escuela y por las madres de los otros niños. Lupe no quiere que se sepa que sufre de trastorno bipolar, prefiere que la consideren una madre descuidada que por épocas no tiene todo perfecto. Aunque le duele que la juzguen mal, prefiere eso a que la miren con lástima, y teme la repercusión de los comentarios o chismes que habría sobre sus hijos, si se llegara a conocer su problema de salud. Este tipo de situación la hace más vulnerable durante los periodos de depresión, complicándola con autorreproches, culpa y devaluación, y aunque a veces piensa en morir, tiene muy presente que sus hijos la necesitan. La vergüenza y la culpa asociadas al diagnóstico psiquiátrico se hacen sentir en una situación de crisis como el divorcio. Cuando Lupe plantea que se quiere divorciar, la familia se asusta. De inmediato tratan de desalentarla advirtiéndole de la posibilidad de que por su diagnóstico psiquiátrico se le quite la custodia de los niños, suponiendo que por tener un diagnóstico, Lupe tiene menos derechos ante la ley. Una vez que se aclara este punto, el apoyo de la familia se hace sentir y proporciona soporte en la transición. 386
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En este caso, podemos ver que las situaciones de exclusión son minimizadas por la red familiar de origen. Una característica de esta familia es que se mueven a buscar información pertinente y pueden corregir los supuestos erróneos con cierta rapidez. Así pasan de una situación de desalentar el pedido de divorcio de Lupe para protegerla de los peligros imaginados, a apoyarla durante el proceso de la separación y a acompañarla en la nueva etapa que seguirá al divorcio. La red familiar es una red solidaria de lazos de afecto y pertenencia, y las personas que la componen han adquirido niveles más altos de educación y desarrollo personal. Sin embargo, las expectativas de prestigio social y éxito económico son una espada de dos filos para Lupe, que por su huida de las expectativas familiares, quedó al margen de la educación y el empleo formal, aunque es una persona culta que aprecia el arte y la literatura. Desarrolló su talento artístico en la producción de joyería, que hasta la fecha es su principal fuente de ingresos. Fue en el ejercicio de su maternidad cuando cambió su rechazo a los valores de estabilidad económica y social por una actitud de aceptación y búsqueda; sin embargo en este punto se encuentra en gran desventaja respecto a los otros miembros de la familia. Lupe reflexiona sobre este punto tratando de definir una posición propia que implique el escoger cuáles de los valores que sustenta el grupo le es útil y deseable y en qué puntos puede diferir. Afortunadamente la familia es abierta a la diversidad y en situaciones de crisis de otros miembros (enfermedades, divorcio de una hermana) la ayuda de Lupe es muy valorada. Así, cuando ella necesita apoyo, no se siente disminuida ni culpada. Su valor dentro de la familia hace que no se vea a sí misma como una carga. A otro nivel, la familia misma se mueve con Lupe desde una situación de prejuicio y aceptación del estigma a otra donde se reconocen y reclaman sus derechos, tanto desde una acción específica en la situación puntual, como desde otros movimientos de la familia que se producen luego, y apuntan a acciones más generales, como, por ejemplo: la afiliación de algunos de sus miembros a una asociación civil de familiares y personas afectadas por el Trastorno Bipolar. Lupe comenta: “Antes me quejaba mucho de mi familia, porque eran diferentes de mí, y yo decía que no me comprendían. Ahora me doy cuenta de que era yo quien no los entendía a ellos. Ahora estoy contenta de la familia que tengo”. 387
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Análisis de los ejemplos Red familiar y social: sus dinámicas El caso de Juan ejemplifica cómo el movimiento de desvinculación normal de la adolescencia puede ser perturbado llevando a una ruptura temprana que pone a la persona joven en una situación de riesgo; si esto coincide con el derrumbe de la red familiar, aumenta la vulnerabilidad, y con cierta frecuencia es cuando se instalan trastornos de abuso o dependencia de substancias que van a influir en forma negativa en la evolución de otros problemas de salud mental. A pesar de su queja ante las acusaciones de los demás y su afirmación de que él no escogió estar enfermo, Juan culpa a su madre de su propio sufri-‐‑ miento, tomando respecto a ella la misma postura de enojo y acusación que el resto de la familia asume hacia él. Aquí podemos ver cómo el estigma, teñido por emociones tan intensas y negativas que bien podríamos llamarlas tóxicas, opera desde adentro, trans-‐‑ formado en autoestigma, con las mismas características y efectos nocivos. En el movimiento hacia la exclusión, la red familiar es ineficiente y hasta perjudicial. Pero Juan cuenta con una red afectiva de rescate, la de los amigos, que en un momento dado, funcionan a manera de testigos reguladores (Sluzki, 1998) obligando a la familia a hacerse cargo cuando la situación es muy crítica. En Juan pueden observarse, a lo largo de su vida, los múltiples movimientos en el continuum inclusión-‐‑exclusión, desde el punto de partida de una familia de nivel económico alto, donde la asociación de la conyugalidad deteriorada con una parentalidad insuficiente, con escasa nutrición emocional (Linares,1996), configura las relaciones familiares caóticas. Esta configuración, que habitualmente se atribuye a familias marginales, aparece aquí acompañada de un nivel económico alto, ilustrando adecuadamente cómo aspectos no ligados a la economía influyen en este movimiento de marginación y exclusión cíclica de uno o varios de sus miembros. Si bien no podemos considerarlo en un nivel muy alto de exclusión, la precariedad de los ingresos de Juan, su nivel de vida, estado emocional y de salud nos hacen pensar que, de no mediar cambios que impliquen desarrollos, también de su familia y grupo de pertenencia, caerá en una franja de mayor carencia, donde ya ha estado en varias ocasiones. 388
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Rosa se ubica mucho más cerca del extremo de la exclusión, y en su situación de vida los factores de vulnerabilidad se acumulan: La pertenencia a una etnia o minoría; el ser mujer, dentro de los parámetros culturales de esa etnia, donde el rol de la mujer requiere una sumisión total. La migración, con su carga de desarraigo y de cambios en el contexto social y la creación de nuevas redes. El desapego y la expulsión de la red familiar. El nivel de educación escaso. La falta de vivienda, de empleo estable, de seguridad económica, de acceso a servicios de salud y provisión de medicamentos. La violencia. La falta de un sistema adecuado que proporcione ayuda específica e inmediata en este tipo de casos. Nuestra falla en responder con ayuda concreta: vivienda, trabajo, protección. Es en este contexto donde se dispara el trastorno mental, caracterizado por síntomas paranoides, que tal vez sólo aumentan el preexistente miedo a los demás; esos que la consideran una extraña y la ven con ojos malvados, que le hacen daño con sus miradas. Por ejemplo su vecina de donde vende: la mira y a Rosa se le va la voz, ya no puede hablar, ni explicar los precios a la gente que le quiere comprar. La vecina la ve en apuros y se ríe de ella. Rosa está convencida de que esa mujer tiene un poder especial, diabólico, el de quitarle la voz con su mirada. Pero Rosa no se rinde ante estas situaciones, ella busca la ayuda para sí misma, gestiona los aspectos legales de su empleo autogenerado, busca recursos y soluciones. El estigma genera exclusión, la exclusión genera enfermedad, la enfermedad mental genera estigma… la enfermedad de Rosa refuerza la exclusión por parte de los otros y ella se excluye voluntariamente, en un intento fallido de protegerse, del contacto con otros y de sus actividades. Aarón ejemplifica una situación de cierta exclusión, pero podríamos decir que aún con todas sus limitaciones se trata de una familia con múltiples recursos que en su historia ha ido moviéndose hacia la inclusión en forma constante; es de admirar la manera en que conservan la cohesión, su lenguaje y sus rasgos culturales, y en una situación de crisis como la que se presenta con la enfermedad de Aarón, hay una respuesta coordinada de apoyo y ayuda: se reorganizan las actividades y horarios, la familia absorbe el impacto momentáneo y acompaña a Aarón, reconduciéndole en una transición suave hacia la recuperación. Esta recuperación, en forma notoria, se traduce para la familia en que Aarón vuelva a contribuir con su aporte productivo a la familia, primero en las labores del hogar y el campo y luego, en forma más plena, reintegrándose a su trabajo habitual. 389
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El trabajo, un importante elemento de inclusión ligado a la identidad, es manejado por la propia familia de una manera muy suave y paciente, pero determinada, y facilitado por el tipo de actividad que desempeñan, por el hecho de que la familia se mueve como grupo cohesivo que va graduando, y acompañando paso a paso la recuperación y reinserción de Aarón en sus actividades laborales. Pasando revista a los elementos en común, subrayamos el hecho de contar con redes afectivas y familiares como un elemento muy importante para el empoderamiento, la recuperación y el movimiento hacia una mayor inclusión. La familia de Aarón no llega a ver su problema de salud como un elemento de desprestigio o vergüenza para el grupo, busca la ayuda por mecanismos propios al no encontrar una respuesta satisfactoria en los servicios de salud, y a través de su líder, el padre, aclara puntos fundamentales como los referidos a la medicación, y a manejos puntuales de las conductas indeseables de Aarón, siendo claros y coherentes una vez que han comprendido el manejo de los tiempos de recuperación y la necesidad de transiciones graduales y paulatinas. Asimismo, las expectativas que la familia tiene respecto a Aarón, les permite festejar y valorar los progresos que va logrando como éxitos compartidos por todos ellos. Podemos decir que en este caso afortunado, el peso del estigma es mínimo, y las condiciones de recuperación, óptimas. Algo importante en este caso es el fuerte sentido de comunidad familiar y la pertenencia de Aarón a ésta. Creemos que esto puede brindar bastante a la reflexión. Si contrastamos este caso con el de Rosa, podemos ver grandes diferencias, a pesar de que en ambos casos se trata de personas pertenecientes a minorías que son generalmente excluidas en mayor o menor grado. A diferencia de la familia de Rosa, disgregada y con elementos afectivos en los que predominan el rechazo, la expulsión, la violencia física y psicológica, la inseguridad, la precariedad y el miedo, en la familia de Aarón, aunque haya desacuerdos y negociaciones que hacer a veces, gobierna un clima de afecto positivo, de pertenencia y responsabilidad mutua, con una gran estabilidad. Tenemos por otro lado la familia de Juan, que en muchos sentidos puede considerarse privilegiada, y por otro lado presenta grandes desventajas. En este caso la familia no sólo es golpeada por el estigma, sino dominada por él, al punto de que la familia se divide y expulsa a sus miembros “enfermos”, lo que obviamente ocasiona un alto costo tanto en el aspecto afectivo como 390
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económico y social. Los elementos de vergüenza y descrédito, el desprestigio social de tener parentesco cercano con “enfermos mentales” domina en el cuadro de la familia, de un nivel económico alto, que no va aparejado a mayores niveles de educación, comprensión o valores. Esta familia está a merced de las construcciones del poder moderno, de los prejuicios de clase y de la discriminación basada en el nivel económico. El único oasis o reparo que pudieran tener sus vínculos familiares, está viciado por las cuestiones referentes al estigma internalizado, ya que curiosamente las dos personas más afectuosas del grupo familiar, que muestran mayor responsabilidad respecto a los otros cuando se encuentran en situaciones de sufrimiento y soledad, son los “ locos”, Juan y su madre. Los efectos de sus recaídas periódicas de todas maneras afectan a los otros, particularmente a los hijos, que aun cuando reaccionan con rechazo, odio y distanciamiento, acaban por hacerse cargo de la ayuda cuando las situaciones llegan al límite. Desde fuera, este manejo tan ineficiente de los recursos familiares puede parecer incomprensible y destructivo para todos los involucrados. El cuidado continuo, la estabilidad en la ayuda, los vínculos solidarios parecen no existir o movilizarse sólo cuando las situaciones adquieren tal gravedad que se hacen públicas, es decir, se recibe una mirada negativa de la red social más extensa. Cuando se proporciona la ayuda, esta mirada cambia a una de compasión, pero la ayuda proporcionada pronto es reemplazada por los reclamos y la culpabilización cuando los enfermos entran en recuperación, lo que inicia otra vez el circuito de aislamiento y rechazo. Esto, por supuesto, tiene su propio efecto a diversos niveles en la vida de los que están enfermos, contribuyendo de forma muy negativa a la evolución o estabilidad de su problema. Podemos también contrastar el contexto familiar de Lupe con el de Juan. La familia de Lupe combina las características de un buen nivel socioeconómico con las de red solidaria que encontramos en el caso de Aarón. Estigma-‐‑Exclusión y empleo Una parte importante de la exclusión se da alrededor de la pérdida del empleo o la dificultad en conseguirlo. La relación positiva entre el empleo y la salud mental se ha demostrado a través de diversas investigaciones (Álvaro, Torregrosa y Garrido, 1992; Banks, 1992). El área del empleo es un área fundamental para la identidad personal y para la independencia. La estabilidad 391
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económica y laboral proporciona factores protectores y moduladores del estrés de otras circunstancias desfavorables. Al quedar el acceso al trabajo disminuido o totalmente cerrado para las personas con problemas de salud mental, los factores de vulnerabilidad y estrés aumentan por partida doble: porque no se cuenta con sus efectos protectores perse, y por otro lado, por la disminución del ingreso económico, que repercute en la situación familiar y además puede impedir el acceso y el mantenimiento de un tratamiento mínimamente aceptable. Esto nos resultará patente o llamativo en el contexto de la clínica sólo si tenemos una postura personal, sobre todo afectiva, de inclusión, respeto y que en todo momento busque el desarrollo. Nótese que desde este punto de vista no importa en qué punto del desarrollo o bienestar se encuentra quien nos consulta, sino qué elementos ya presentes en ella/él y en sus redes relacionales favorecerán el desarrollo de habilidades, tanto para enfrentar la enfermedad con mayor eficacia como para adquirir un nivel mayor de bienestar que el inicial. En los ejemplos que comentamos, es notorio que las fuentes de ingreso en los cuatro casos se daban a través del autoempleo en la economía informal. Esto tiene la ventaja de proporcionar un espacio laboral auto regulado en cuanto a tiempo y dedicación, pero las grandes desventajas de la fluctuación de los ingresos, la precariedad, la falta de servicios que los protejan como la seguridad social, planes de ahorro para la vivienda, pensiones y jubilaciones etc. Para nuestros pacientes es difícil, cuando no imposible, acceder a un empleo remunerado. Durante el proceso de contratación se ven en el dilema de comentar u ocultar sus problemas de salud o el hecho de que toman medicamentos, pues cuando estos aspectos son mencionados, inmediatamente pierden la posibilidad de ser tenidos en cuenta como candidatos. Otro factor que influye respecto al empleo es el grado de educación formal y capacitación que hayan adquirido. Como se observa en dos de nuestros ejemplos, el inicio de un trastorno a edad temprana, influyó en la interrupción de la educación a nivel media básica, un hecho a tomar en cuenta cuando nuestros pacientes son jóvenes, ya que tendrá una gravitación en su vida futura limitando sus opciones laborales y de desarrollo. 392
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Construcción de soluciones: las intervenciones terapéuticas Para Sluzki (2007) el terapeuta familiar no sólo debe poder trabajar cada nivel sistémico: genético/neurobiológico, procesos psicosociales y dinámicas interpersonales, sino también tener conciencia del complejo proceso de ajuste o desajuste entre niveles y una sensibilidad a las variables macro socio epidemiológicas, incluyendo condiciones socioeconómicas, de trabajo, cultura, educación y estabilidad socioeconómica. Nos ha resultado particularmente útil para ordenar la reflexión sobre lo que hacemos en nuestra práctica clínica el trabajo ya mencionado de García Roca respecto a las metáforas explicativas, las soluciones propuestas desde ellas, y las limitaciones de estas intervenciones. Así como podemos decir que desde las psicoterapias posmodernas se ha hecho énfasis en cuestionar y neutralizar la metáfora clínica (psiquiátrica) dirigiendo la atención a la estigmatización y a su proceso de deconstrucción, nos encontramos muy cercanas en nuestra práctica clínica a la metáforas de la vulnerabilidad, que se centra en la desvinculación y la ruptura de las redes sociales y afectivas de pertenencia, y a la del naufragio, con su experiencia central de desesperanza, soledad e impotencia. Desde la llegada del postmodernismo, las psicoterapias se han orientado cada vez más a centralizar al cliente y descentralizar al terapeuta, a normalizar o sea despatologizar, al mismo tiempo que se cuestiona qué es “lo normal”. Esto se hace a través de técnicas específicas propias de cada enfoque que no detallaremos aquí. La labor del terapeuta, en nuestro caso, se ha vuelto de acompañamiento, de interlocución, privilegiándose la diversidad y los saberes particulares y locales de la persona que consulta, y dando por tierra con la autoridad normativa de hegemonía cultural del terapeuta (que por cierto, puede haberse adquirido durante su formación profesional sin siquiera ser realmente propia, de su marco cultural o de su origen). Dado que la terapia es una interacción social, podemos decir que también entra dentro del marco de prácticas de inclusión/ exclusión, y por lo tanto, requiere un trabajo propio del terapeuta para encontrar su raíces, su propio entorno de pertenencia y revalidarlo, una toma de conciencia de los propios recursos y carencias, a un nivel multidimensional, y una 393
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conceptualización clara de estos diversos niveles y sus áreas de interrelación. Esto es importante dado que desde el primer contacto con quien consulta estaremos reproduciendo la exclusión o abriéndonos a la inclusión. Algunos terapeutas familiares dedicados al trabajo con familias afectadas por un trastorno psicótico han sugerido propuestas cuyo objeto es “poner la enfermedad en su lugar” (González, Steinglass y Reiss, 1989; Steinglass, 1998) lo que ha dado lugar a los enfoques psico-‐‑ educativos. Por ejemplo, Moltz (1993) propone definir a la enfermedad desde un punto de vista biológico, como manera de externalizar y sobre todo de quitar las atribuciones de culpa que pesan sobre la persona y sobre la familia. Sin embargo, hay controversia sobre este tema, justamente debido a que los diagnósticos psiquiátricos han contribuido en una gran parte al proceso de estigmatización (Wynne, Shields, y Sirkin, 1992). Como ya se señaló, la metáfora clínica genera exclusión a través del estigma y el autoestigma, y la etiquetación diagnóstica tiene un papel protagónico en este proceso (Corrigan, 2007). Desde otro punto de vista, encontramos la propuesta de las escuelas posmodernas y constructivistas, y de forma particular la de terapia narrativa, con su principales exponentes White y Epston (1993), quienes hacen énfasis en las cuestiones de poder, oponiéndose a toda forma de etiquetación. La oposición a la metáfora clínica se puede reconocer en su concepto de que “el problema es el problema, no la persona ni la familia”. Si enfocamos la terapia de esta manera, será inevitable reconocer la ineficacia e ineficiencia de nuestros modelos y sistemas de atención a la salud en general, y a la salud mental en especial. Sin quitar el ojo de las grandes carencias conceptuales y estructurales en la cuestión de provisión de servicios adecuados para las personas, nuestra primera trinchera cotidiana será ayudar movilizando los recursos o la búsqueda de éstos en las redes que estén a la mano, del consultante, de sus familias y grupos de pertenencia y de la comunidad local. En este caso, la labor terapéutica será de acompañamiento durante el desarrollo por el tiempo que le sea requerido. Creemos que en la actividad clínica tenemos un punto de vista e intervención privilegiado para comprender, estudiar y analizar las cuestiones sobre la inclusión/exclusión relacionadas con este otro proceso dinámico y multidimensional, que es el proceso salud/ enfermedad. 394
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
Este ángulo de visión, que desde una concepción sistémica incluye todas las otras dimensiones sociales, políticas y económicas del proceso inclusión/exclusión, centrándose en las interfaces en que éstas se articulan e influyen mutuamente, nos proporciona la oportunidad de reflexionar al respecto con la riqueza y profundidad que proporciona la mirada cualitativa. En lo particular será necesario precisar que desde el contacto inicial, la inclusión se traduce en la postura del terapeuta, una postura que se caracteriza por el respeto al otro en toda su particularidad y en la convicción de la existen-‐‑ cia de capacidades y recursos a la par de las áreas problemáticas. Creemos en que el encuentro terapéutico es el de dos expertos, cuyos saberes se comple-‐‑ mentan, y están al servicio de quien consulta, pero estos dos expertos son al mismo tiempo dos seres humanos que se comunican a nivel del afecto. La exploración inicial, guiada por el consultante, transitará las áreas biológica, psicológica y social, y estaremos atentos a sus interacciones recípro-‐‑ cas, identificando problemas y vulnerabilidades, subrayando fortalezas y recur-‐‑ sos. Las intervenciones psicoterapéuticas se realizan en el espacio afectivo, cognitivo y pragmático (Linares, 1996). Las intervenciones en lo afectivo (acep-‐‑ tación, escucha activa, validación, empatía, nutrición emocional, vínculo segu-‐‑ ro, énfasis en la esperanza), tienen una importancia central para permitir, sostener y dar sentido a las otras que las acompañan. El trabajo terapéutico incluirá el apoyo de expertos de otras áreas en si-‐‑ tuaciones puntuales (problemas médicos, migración, legales, educación, psico-‐‑ diagnóstico etc.) donde se requiere información especializada para que los afectados puedan tomar decisiones. En ellas se trabaja como equipo transdisci-‐‑ plinario de intervención breve con otros profesionistas, incluidos en la red rela-‐‑ cional del consultante o del terapeuta (médicos, abogados, educadores etc.), con quienes se establece un contacto personal a través de medios electrónicos (email) y telefónico. Estos equipos pueden ser llamados informales, porque no se trata de grupos de trabajo estables ni institucionales, sino que agrupan a personas que pertenecen al entorno natural de las familias y los terapeutas. Esto tiene la ventaja de establecer un clima de cooperación cálido, ejecutivo y con gran compromiso por el interés compartido en brindar y ampliar el apoyo a la persona o familia en particular. En el proceso terapéutico nos planteamos los siguientes objetivos generales, particularizados de acuerdo al caso y al momen-‐‑ to (Nuñez y Vargas, 2011): 395
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La reconexión con la red familiar primaria o sus equivalentes. Ampliación o construcción de otras redes sociales. Acompañamiento en duelos (muertes, divorcios, migración, separación de los hijos, desempleo, pérdidas económicas, pérdida de la salud, envejeci-‐‑ miento) transiciones y cambios en el ciclo vital que aumentan la vulnerabi-‐‑ lidad. Reflexión y cuestionamiento de constructos sociales sobre enfermedad men-‐‑ tal, género, etnia, nivel socioeconómico etc. Deconstrucción de los relatos dominantes de estigma social, desesperanza e impotencia. Rescate y construcción de relatos alternativos generadores de cambios posi-‐‑ tivos, nuevos sentidos, posibilidades e identidades. Incorporación de nuevos repertorios de habilidades, fortalecimiento o am-‐‑ pliación de los preexistentes.
Pensamos que cabe aquí lo que García Roca (2006, p.21), sin referirse específicamente a la psicoterapia, menciona respecto a las prácticas de acompañamiento: Como estrategia, el acompañamiento desarrolla el principio de indeterminación que hace imprevisible los resultados esperados; el principio de complejidad que impide un control exhaustivo de la situación por parte del técnico y el principio de implicación que vincula la intervención a los procesos de superación personal… Se basan en la relación de ayuda y se despliega en cercanía y proximidad. El acompañamiento abre el conocimiento al llamado ético, a la empatía de un sufrimiento compartido Conclusiones: cerrando el círculo Para Subirats, Alfama y Obradors (2009), devolver a cada quién el control de su propia vida, significa devolverle sus responsabilidades, y éstas se entienden no sólo como un sentirse responsable de uno mismo, sino sentirse responsable con y entre los otros. Cuando buscamos los cambios con nuestros pacientes es inevitable que cambiemos. Si logramos mayor inclusión para y con ellos, será a partir de ampliar la nuestra. Cuando nos sentimos tocados por sus sufrimientos hacemos conciencia de nuestras exclusiones. 396
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Son nuestros consultantes, para quienes rescatamos el término tan va-‐‑ puleado de pacientes70, quienes nos despiertan un dolor que es a la vez propio y compartido, que nos hermana, y nos lleva a plantearnos preguntas, y a buscar juntos soluciones. En esa búsqueda nos topamos con creencias, valores y certe-‐‑ zas que tenemos que cuestionar, caemos en cuenta de la existencia de grandes barreras, de carencias estructurales, de la tremenda injusticia de los sistemas sociales, económicos y políticos en los que vivimos y para los que no tenemos soluciones inmediatas. Esta dolorosa toma de conciencia nos moverá como per-‐‑ sonas y terapeutas a la acción a través de diferentes niveles: • En el contexto de nuestra práctica clínica, podemos poner de relieve los recursos y limitaciones de nuestras propias comunidades y entornos socia-‐‑ les mayores, señalando y haciéndonos patentes las exclusiones y carencias a las que todos estamos sujetos, pero que golpean más a unos que a otros. • Al examinar las propias deformaciones y limitaciones adquiridas a través de la educación profesional, desde un modelo que promueve el estigma y lo aumenta, resultará inevitable prestar mayor atención a estos factores en la formación de profesionistas del área de la salud mental, y en particular de la psicoterapia. Si como muchos de nosotros, estamos incluidos en alguna actividad formativa, habrá un cambio en nuestras propuestas y maneras de influir en los alumnos, que se ampliarán a los cambios correspondientes en los planes de estudio (Núñez y Bonilla, 2012). • Muy pocos tendremos la posibilidad de influir personalmente en las estruc-‐‑ turas de salud, pero sin lugar a dudas, como grupo, podemos señalar las ca-‐‑ rencias y hacer oír nuestras voces hacia las necesidades. • Al advertir que algunos cambios implican mucho más que los que nosotros (terapeutas, pacientes, familias) como individuos y nuestras pequeñas re-‐‑ des sociales podemos lograr en forma directa, tal vez la frustración y el do-‐‑ lor de lo que no alcanzamos nos muevan a otro tipo de participaciones y propuestas, apuntando a un ámbito mayor, centradas en la acción ciudada-‐‑ na concertada. Referencias bibliográficas Álvaro, J., Torregrosa, J. y Garrido, A. (1992). Estructura social y salud mental. En Álvaro, J., Torregrosa, J. y Garrido, A. Comps. Influencias sociales y psicológi-‐‑ cas en la salud mental. Madrid :Siglo XXI.
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La etimología nos dice que es quien padece, el que sufre.
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CAPÍTULO XIV: SALUD MENTAL Y EXCLUSIÓN /INCLUSIÓN EN MÉXICO Remberto Castro Castañeda y Silvana Mabel Nuñez Fadda INTRODUCCIÓN En la Constitución de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se define la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no sola-‐‑ mente la ausencia de afecciones o enfermedades. Esta definición se adoptó lue-‐‑ go del auge del modelo biopsicosocial de salud/enfermedad propuesto por Engel en 1977, en este modelo se consideran tres dimensiones, la biológica, la psicológica y la social, que interactúan entre sí y se influyen de forma constante y circular. Engel buscaba una nueva manera de conceptualizar tanto los modelos de salud/ enfermedad como las intervenciones; sin embargo, a pesar de la difu-‐‑ sión de este modelo y su adopción oficial por la OMS, no se ha logrado todavía una visión sistémica de causalidad circular (Sluzki, 2007), tan es así que cuando se habla de salud de inmediato nos remitimos a un modelo médico biológico. Este y otros factores que se analizarán en este trabajo han ocasionado un tre-‐‑ mendo rezago en la atención a los problemas de salud mental. Para la OMS los problemas de salud mental anulan o reducen la posibi-‐‑ lidad de hacer frente a las dificultades de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera y contribuir positivamente a la comunidad, mientras que su pre-‐‑ vención y tratamiento facilitará a las personas expresar su potencial. Tomando en cuenta estos factores, la OMS inició una campaña a nivel mundial para me-‐‑ dir en qué grado se cubrían las necesidades en salud mental en diversos países del mundo. Los resultados demostraron grandes carencias, sin importar el nivel de desarrollo del país que se tratara, por lo que en el año 2001 la OMS creó el Programa Mundial de Acción en Salud Mental con el propósito de establecer: • una estrategia clara y coherente para corregir el desfase entre las urgentes necesidades del presente y las posibilidades reales de acción con el objetivo de reducir la carga de los trastornos mentales en todo el mundo. • forjar alianzas estratégicas que ayuden a acrecentar la capacidad de los países para enfrentar de forma integrada la estigmatización y la carga de los trastornos mentales. • mejorar la calidad y eficacia de los servicios preventivos, curativos y de rehabilitación. 401
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• y reducir los niveles de estigma y discriminación. Esto se tradujo en diez recomendaciones específicas: 1. Dispensar tratamiento en la atención primaria 2. Asegurar la disponibilidad de medicamentos psicotrópicos 3. Prestar asistencia en la comunidad 4. Educar al público 5. Involucrar a las comunidades, las familias y los consumidores 6. Establecer políticas, programas y legislación a escala nacional 7. Desarrollar los recursos humanos 8. Establecer vínculos con otros sectores 9. Monitorear la salud mental comunitaria 10. Apoyar nuevas investigaciones En el desarrollo del presente capítulo, nos proponemos revisar los avances de este proceso en México y ofrecer algunas consideraciones o aportes para el futuro, aplicables a nuestro contexto local. Desarrollo conceptual y teórico Los problemas de salud, sobre todo los crónicos, suelen representar una enorme carga para las familias y las comunidades. Múltiples factores intervie-‐‑ nen en el deterioro económico que conllevan, de los cuales podemos mencionar • Los gastos relacionados a su atención, tanto en servicios médicos como en medicamentos y otros métodos terapéuticos y de diagnóstico. • Los gastos relacionados al cuidado externo del enfermo, habitualmente cubierto por la familia y sus redes más próximas. • Las pérdidas económicas ocasionadas por la discapacidad o pérdida del empleo. • La repercusión de las pérdidas y sobrecargas económicas en el grupo fami-‐‑ liar. Las relaciones fraternas y solidarias que se desarrollan en el seno de las familias, donde el desprendimiento y la donación propia son los valores que marcan la convivencia, provocan que pueda aportar recursos, no sólo materiales, sino especialmente relacionales, que pueden evitar el proceso de exclusión. En la medida en que la familia pueda actuar como distribuidor de bienes entre sus miembros, se convierte en colchón pro-‐‑ 402
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tector que aminora posibles situaciones de marginación (Rennes, Lo-‐‑ renzo y Chaín, 2007, p.16) En nuestros contextos la contención de las crisis no está cargada a los servicios sociales (Subirats, Alfama y Obradors, 2009), sino que suele ser asu-‐‑ mida por las familias, y al dejarlas sobrecargadas y desamparadas se genera el riesgo de que esta relación protectora se debilite o quiebre. Este es un ejemplo claro de una situación en que la pérdida de los apoyos y vínculos sociales agu-‐‑ diza los riesgos de exclusión, y en los que la crisis provocada por el problema de salud de uno de los miembros puede llegar a cambiar la pauta de organiza-‐‑ ción familiar (Rennes, Lorenzo y Chaín, 2007). Córdova señala que la demora en la atención de las enfermedades cró-‐‑ nicas que dominan el panorama de salud de México provoca: …un doble costo social: incrementa, por un lado, el peso de la discapa-‐‑ cidad en personas que viven más años, y, por el otro, hace aún mayor el costo de su tratamiento. Persiste un inaceptable círculo vicioso: pobre-‐‑ za-‐‑enfermedad-‐‑pobreza, potenciado por la desigualdad de oportunida-‐‑ des para el desarrollo cabal de los individuos (Córdova, 2007, p.7) Bajo estas circunstancias, la enfermedad puede llevar a mayor exclusión social, pero esto es particularmente cierto para las enfermedades mentales de-‐‑ bido a una serie de factores particulares, como la falta de una política clara de atención a la salud mental, el desconocimiento de la carga asociada a este tipo de problemas, la falla en la recolección de datos epidemiológicos certeros, y el escaso presupuesto dedicado a estas cuestiones en los programas de salud de los gobiernos (OMS, 2001). Pero los padecimientos en salud mental son influi-‐‑ dos por otro factor de peso, que no se presenta con la misma frecuencia e in-‐‑ tensidad en otras situaciones de salud: la carga adicional del estigma social de las enfermedades mentales. El estigma tiene su propia dinámica de exclusión y actúa acentuando los otros factores. Podríamos decir que actúa a diferentes niveles, tanto al nivel estructural, político y legislativo, como a nivel de comunidades, familias e indi-‐‑ viduos. Ejerce su acción de formas sutiles, encubiertas y también abiertas y claramente detectables, tanto en los afectados por él, como en los que estigma-‐‑ tizan. Entre éstos nos contamos todos, también los que legislan, gobiernan, planifican y trabajan en la atención de la salud mental (López, Laviana, Fer-‐‑ nández, López, Rodríguez y Aparicio, 2008). En el Reporte de la Unidad de 403
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Exclusión Social del Reino Unido (2008) se señala que si bien la mala salud es una causa clave de exclusión social, también es una consecuencia de ésta, ya que con frecuencia los servicios con menos recursos están situados en las áreas más pobres, donde hay mayor necesidad. En la publicación específica sobre salud mental, se identificaron cinco ra-‐‑ zones principales por las que estos problemas llevan y refuerzan con tanta fre-‐‑ cuencia a la exclusión social: ● El estigma y la discriminación contra las personas con problemas de salud mental penetran a toda la sociedad y las campañas llevadas a cabo no han lo-‐‑ grado cambios significativos en las actitudes sociales. Al menos cuatro de cada diez empleadores dicen que ellos no reclutarían a alguien con un problema de salud mental. Mucha gente teme revelar su condición, incluso a la familia y a los amigos. ● Los profesionales de todos los sectores con frecuencia tienen bajas expectati-‐‑ vas de lo que la gente con problemas de salud mental puede alcanzar. No hay suficiente conocimiento de que regresar al trabajo y superar el aislamiento so-‐‑ cial se asocia a una mejor evolución en la salud. El empleo no es visto por los profesionales de la salud y de asistencia social como un objetivo clave a lograr. ● Falta una clara responsabilidad para promover salidas vocacionales y sociales para los adultos con problemas de salud mental. Los servicios no siempre traba-‐‑ jan juntos de forma eficiente para cubrir las necesidades individuales y maximi-‐‑ zar el impacto de los recursos disponibles. ● Las personas pueden carecer del soporte continuo que les permita trabajar. Muchas de ellas pierden trabajos que podrían haber mantenido si hubiesen recibido un mejor apoyo. ● Las personas encuentran barreras para incluirse en la comunidad. Pueden estar luchando por obtener servicios básicos, como vivienda y transporte. Los proveedores de educación, artes, deportes y ocio no suelen estar conscientes de que sus servicios podrían beneficiar a los afectados por problemas de salud mental y ni de cómo hacerlos más accesibles para ellos. En este reporte también se menciona que algunos grupos enfrentan barreras particulares: ● Las minorías étnicas, que por sentirse fuera de la corriente principal de los servicios de salud mental, tienden a presentarse tarde a dichos servicios. Han tenido un contacto más frecuente con el sistema de justicia criminal, es más probable que estén en desacuerdo con su diagnóstico y pueden sufrir doble discriminación al buscar trabajo: por su etnicidad y por su salud mental. ● Los hombres jóvenes con problemas de salud mental están en mayor riesgo 404
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de abandonar su educación o trabajo, o involucrarse con el crimen, y es un gru-‐‑ po de riesgo particularmente alto para suicidio. ● Los padres con problemas de salud mental, en especial padres solos, tienen tasas muy bajas de empleo, pueden no contar con suficiente apoyo familiar y sus niños pueden desarrollar problemas emocionales. ●Los adultos con necesidades complejas, relacionados al abuso de substancias o en situación de calle, para quienes es complicado encontrar cobertura a sus múltiples necesidades (Reino Unido, 2008). Esto da cuenta de que los fenómenos de exclusión y estigma son hete-‐‑ rogéneos y se distribuyen en forma desigual, pudiendo acumularse en determi-‐‑ nados grupos o individuos y ser menores en otros casos. Además, son procesos dinámicos y multidimensionales (Subirats, Alfama y Obradors, 2009). Las en-‐‑ fermedades crónicas tienden a deteriorar las redes sociales del individuo y la familia afectadas (Sluzki ,1998), creando con esto condiciones de mayor vulne-‐‑ rabilidad. Si la enfermedad afecta a uno o ambos padres, la situación puede vivirse en forma catastrófica, con una carga afectiva de soledad, desesperanza e impotencia que pone a las personas y familias en una situación de mayor desamparo, comparable al naufragio71( García Roca, 2006). Para McDaid (2008), lo que distingue la estigmatización de las personas con problemas de salud mental de otros grupos potencialmente marginaliza-‐‑ dos, es su falta de voz en la lucha contra la discriminación. El estigma, la dis-‐‑ criminación y la exclusión social no afectan sólo a las personas con problemas de salud mental, sino también a sus familias, amigos y a todos los que entran en contacto con ellos, como trabajadores sociales y psiquiatras (Corrigan, Eatson y Miller, 2006; Gonzalez-‐‑Torres, Oraa, Arístegui, et al, 2007). En el caso de los afectados por problema de salud mental, se presenta-‐‑ rán alteraciones en todos los indicadores propuestos para la detección de los hogares aquejados por procesos de precariedad y de exclusión social: los del área económica, los de participación ciudadana y cobertura social y los de vin-‐‑ culación (Rennes, y Chaín, 2007). Por esto el tema del estigma en salud mental ha merecido una atención especial por parte de organizaciones como la World Psychiatric Association y la OMS, y también de los gobiernos. En enero del 2005, en la Conferencia Ministerial Europea sobre Salud Mental que se llevó a cabo en Helsinki, los ministros firmaron un plan de acción y una declaración de
Estas metáforas de los modelos del proceso de exclusión social han sido explicadas en detalle por Joaquín García Roca.
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salud mental para Europa. En ella acuerdan que la salud y el bienestar mental son fundamentales para la calidad de vida y productividad de los individuos, familias, comunidades y naciones. La discriminación, el estigma y la exclusión social hacen imposible a las personas que experimentan problemas de salud mental participar plenamente en la sociedad. Un significativo factor que socava la salud mental de comunidades e individuos es la discriminación. Por esta razón, abatir las fuentes de discriminación, estigma y exclusión social es una importante parte de todas las iniciativas dirigidas a disminuir la carga de los problemas de la salud mental de la población (Unión Europea y OMS, 2005). La discriminación, el estigma y la exclusión social no sólo están inex-‐‑ tricablemente entrelazadas, sino que interactúan reforzándose y perpetuándose. Los que adoptamos actitudes estigmatizadoras discriminaremos a las personas con problemas de salud mental, empujándolos a mayor exclusión. La exclusión social a su vez intensificará el estigma, reproduciéndolo en más áreas, como el ser indigente, poco educado y estar desempleado (estigmas múltiples). Esto provocará una peor evolución del problema de salud, y así sucesivamente. McDaid (2008), refiere que los psiquiatras tienen más estereotipos ne-‐‑ gativos de la gente con problemas de salud mental que el público general u otros profesionistas de la salud mental. No hay diferencia en la distancia social hacia las personas con esquizofrenia entre los profesionales de la salud mental y el público en general. Este autor sugiere que al trabajar para cambiar actitudes negativas entre los profesionales de la salud mental es particularmente impor-‐‑ tante ya que con frecuencia están involucrados en implementar o entrenar a otros para las campañas anti estigma. Para Córdova y Lamy (2011), la disfuncionalidad familiar, las carencias afectivas, la falta de redes de apoyo social, los estilos de vida nocivos y entornos no saludables, aunados a la pobreza y a la exclusión social, aumentan la preva-‐‑ lencia, incidencia y magnitud de los problemas de salud mental. Refieren que aunque su impacto psicosocial, incluyendo el aumento en el consumo de drogas y la violencia, es cada vez mayor, la salud mental sigue siendo la mayor de-‐‑ manda de salud insatisfecha. La Atención Primaria en Salud sería para estos autores la clave para articular una respuesta a las necesidades de la población, enfatizando el derecho a la salud y los nuevos enfoques familiares y sociales. Procedimiento Se revisaron y analizaron los datos presentados en los documentos pro-‐‑ 406
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ducidos en torno al Plan Mundial de Salud Mental de la OMS 2001; los resulta-‐‑ dos de la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica llevados a cabo den-‐‑ tro del marco de la Iniciativa de Supervisión de Salud Mental de la OMS por el Instituto Mexicano de Psiquiatría; la Evaluación de los Servicios de Salud Men-‐‑ tal en la República Mexicana realizados por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Representación en México (OPS, 2004); el Programa de Acción en Salud Mental 2001-‐‑2006 de México; el Plan de Salud Sexenal para México 2007-‐‑2012; el Programa de Acción Específico 2007-‐‑2012: Atención en Salud Men-‐‑ tal, el Informe sobre el Sistema de Salud Mental en México, publicado por la Secretaría de Salud de México (SSM) en 2011, (correspondientes a datos del 2008), que se realizó en colaboración con la OPS y la OMS , el Atlas de Salud Mental de la OMS, versiones 2005 y 2011, y dos publicaciones de investigadores mexicanos con datos actuales de los psiquiatras en México (Lara, Fouilloux, Arévalo y Santiago, 2011; Heinze, Chapa, Santisteban y Vargas, 2012). Los datos se organizaron en los siguientes apartados: • Datos epidemiológicos de base • Datos respecto a los usuarios • Datos referentes a los prestadores de servicio y a la infraestructura de aten-‐‑ ción a la salud mental • Recomendaciones de las evaluaciones llevadas a cabo • Evaluación de los cambios a lo largo de la década (del 2002 a la fecha): se incluyó en el apartado de la discusión Se revisaron los contrastes entre las recomendaciones de la OMS y la reali-‐‑ dad de nuestro país con base en los datos existentes, así como también las estra-‐‑ tegias de prevención e intervención de que dan cuenta los planes de salud y de salud mental en específico, sobre los que se realizaron observaciones y comen-‐‑ tarios. Resultados Datos epidemiológicos: La salud mental representa alrededor del 12% de la carga global de las enfermedades, afecta hasta 28% de años vividos con discapacidad y constituye una de las tres principales causas de mortalidad entre las personas de 15 a 35 años por el suicidio (SSM y OMS, 2011). En la Encuesta Mundial de Salud Mental iniciada por la OMS se exami-‐‑ 407
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naron datos de 17 países, entre ellos México y Colombia, para examinar el uso de los servicios de salud mental en los 12 meses previos, y la prevalencia y se-‐‑ veridad de los trastornos. Se encontró que el número de personas que acudie-‐‑ ron a servicios de salud mental fue generalmente menor en países en vías de desarrollo, y la proporción de los que recibieron servicios estuvo en relación al porcentaje del producto interno bruto correspondiente a cada país que se gasta-‐‑ ba en cuidado de la salud. La severidad del trastorno estuvo en relación al uso de servicios, pero solo entre el 11 % (China) y el 61 % (Bélgica) de los pacientes con trastornos graves recibieron alguna atención en el año previo. La mayor fuente de provisión de servicios de salud mental fueron los sectores médicos generales. Los pacientes varones, casados, menos educados y en los extremos de edad o ingresos, fueron menos tratados. (Wang, Aguilar-‐‑Gaxiola, Alonso, et al. 2007). El riesgo proyectado fue mayor que la prevalencia vitalicia, con los ma-‐‑ yores valores en los países expuestos a violencia sectaria (Israel, Nigeria y Su-‐‑ dáfrica) y una tendencia general, en todos los países, a mayor riesgo para los más jóvenes. Ya que estos resultados muestran que los trastornos mentales son muy comunes, y que muchos de ellos comienzan en la infancia o adolescencia, las intervenciones dirigidas a la detección y tratamiento tempranos podrían ayudar a reducir su persistencia y severidad (Kessler, Angermeyer, Anthony, et al. 2007). El índice de personas con trastornos mentales en México es inferior al que se reporta en Estados Unidos, pero el índice de los que reciben tratamiento es también más bajo (Medina-‐‑Mora, Borges, Lara, y Benjet, 2005). Estos investi-‐‑ gadores reportan que la prevalencia a 12 meses de trastornos muy severos para México es del 3.7%, y de ellos sólo el 24% utilizó algún servicio de salud. Los jóvenes mostraron mayor probabilidad de reportar algún trastorno. El nivel de ingresos estuvo asociado con la severidad, con mayor probabilidad para los de ingreso bajo, y medio-‐‑bajo de reportar un trastorno en los 12 meses previos. En este reporte se menciona que mientras que los trastornos psiquiátricos son co-‐‑ munes en la población mexicana, los muy severos son menos comunes, pero hay una extrema subutilización de los servicios de salud mental. Sin tratamiento los padecimientos se agravan y los efectos en la cali-‐‑ dad de vida se exacerban. Los desórdenes mentales y del comportamiento afec-‐‑ tan a un amplio espectro de la población, causan un nivel importante de discapacidad, y afectan la sobrevida de las personas que padecen otros trastor-‐‑ nos crónicos incrementando la mortalidad (Medina-‐‑Mora, Borges, Lara, y Ben-‐‑ 408
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jet, 2005 b). El 26.1% de la población experimentó al menos un trastorno psiquiátri-‐‑ co en su vida y el 36.4% experimentará eventualmente estos trastornos (riesgo vitalicio proyectado). La mitad de los que presentaron un trastorno lo tenía ya a la edad de 21 años, y los más jóvenes tienen mayor riesgo en la mayoría de los trastornos, lo cual sugiere que es urgente reevaluar la ubicación de los recursos dedicados a la detección y tratamiento de estos problemas de salud (Medina-‐‑ Mora, Borges, Benjet, Lara y Berglund, 2007). A nivel nacional la mortalidad por suicidio se está incrementando tanto en mujeres como en hombres. En las mujeres de entre 11 y 20 años de edad se observa un aumento consistente desde principios de los años noventa, y las entidades del sur (Campeche, Tabasco, Quintana Roo y Yucatán) presentan tasas muy superiores a las del resto del país en ambos sexos (SSM, 2007). Para estimar los años saludables de vida que se pierden tanto por muer-‐‑ te prematura como por consecuencia de una discapacidad, el indicador más usado es el de años de vida saludable (AVISA) perdidos que permite medir los daños generados por problemas de salud que no llevan a la muerte. En México, para el 2005, los padecimientos que mayores pérdidas de AVISA producen en mujeres son la depresión unipolar y la diabetes. Para los hombres, son la cirro-‐‑ sis, el consumo de alcohol, y los accidentes y lesiones. El alcohol es el principal factor de riesgo para muerte prematura en hombres; 11% de las defunciones de varones en el país están asociadas a su consumo. Una alta proporción de los bebedores consume alcohol con poca frecuencia pero en gran cantidad, patrón de alto riesgo, que se presenta en 44% de los hombres y sólo en 9% de las muje-‐‑ res bebedoras (SSM, 2007). Seis de cada 10 mujeres mexicanas han sufrido violencia alguna vez en la vida; y una de cada tres la ha sufrido en el último año. Sólo se detecta a 5% de las mujeres que viven en situación de violencia y apenas 1.5% acude para su atención a algún servicio especializado. La primera causa de años de vida saludable perdidos por las mujeres en México es la depresión unipolar mayor, que con gran frecuencia se asocia a la violencia de género. Se ha relacionado las adversidades vividas en la infancia, sobre todo las que implican violencia y abuso sexual, con el comienzo y persis-‐‑ tencia de conductas suicidas, de las cuales fueron poderosos predictores (Bruf-‐‑ faerts, Demyttenaere, Borges, Haro, Chiu, Hwang…y Nock, 2010). La 409
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disfunción familiar y el abuso durante la infancia también fue un fuerte pre-‐‑ dictor de psicopatología a lo largo de la vida, lo que concuerda con la evidencia de los efectos duraderos del estrés crónico sobre el desarrollo de las estructuras cerebrales involucradas (Benjet, Borges y Medina-‐‑Mora, 2010). Debido a esto, la reducción de la violencia se incluyó como tema prioritario incluido en el Plan Sexenal de Salud 2007/2012. Datos referentes a los usuarios del sistema de salud A nivel nacional, menos del 10% de los pacientes con algún trastorno mental recibe atención, en parte por el estigma y en parte por otros problemas de desequilibrios estructurales que dificultan el acceso a la atención (Heinze, 2012). Los datos de la última Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica señalan que existe una baja utilización de los servicios por parte de la población que presenta este tipo de padecimientos; por ejemplo, sólo una de cada cinco personas con algún trastorno afectivo recibieron atención y sólo una de cada diez con algún trastorno de ansiedad lo obtuvieron (SSM, 2007). La proporción de personas que eventualmente se incluyeron en un tratamiento varía; fue del 69.9% para los trastornos del estado de ánimo, 53.2% para los de ansiedad, y 22.1% para trastornos por uso de substancias. Las de-‐‑ moras en la primera atención fueron largas: 10 años para el uso de sustancias, 14 para los trastornos del estado de ánimo y 30 para los de ansiedad. La demora en el tratamiento inicial estuvo asociadas a edades de inicio tempranas en po-‐‑ blación de mayor edad (Borges, Wang, Medina-‐‑Mora, Lara y Chiu, 2007). Un dato que llama la atención fue que aunque existen en México gran-‐‑ des necesidades no cubiertas para aquellos con trastornos psiquiátricos, tam-‐‑ bién hay una extensiva subutilización de los servicios de salud mental. Menos de una de cada cinco personas que reportaron algún trastorno psiquiátrico usa-‐‑ ron cualquier servicio durante el año previo. Aunque las tasas de servicio fueron algo mayores para algunos trastor-‐‑ nos, (trastornos del estado de ánimo, por ejemplo), en términos absolutos las tasas de tratamiento permanecieron muy bajas. Estos datos confirman investi-‐‑ gaciones previas en México mostrando que la mayoría de las personas con un trastorno psiquiátrico reciente no había recibido tratamiento. Cuando se consi-‐‑ dera la adecuación del tratamiento, se observa que sólo el 56% de las personas que buscaron atención especializada en salud mental recibieron un tratamiento mínimamente adecuado. Éste se definió en forma amplia como cuatro sesiones 410
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de psicoterapia o dos consultas de farmacoterapia. Usando un criterio más es-‐‑ tricto, esta proporción solo alcanzó un 19.2 %. Aunado a lo anterior, los servi-‐‑ cios son proporcionados principalmente en el tercer nivel con poca representación del primer nivel de atención (Borges, Medina-‐‑Mora, Wang, Lara, Berglund y Walters, 2006). No hubo características sociodemográficas que pudieran predecir el uso de los servicios de salud mental entre las personas con trastornos psiquiátricos. A diferencia de otras investigaciones que sugieren que es más probable que las mujeres busquen y acepten tratamiento, en este estudio no hubo diferencia en-‐‑ tre hombres y mujeres. Las personas que nunca se han casado tienden a usar más los servicios y a tener una atención más adecuada en México, debido a que las dificultades en formar o mantener relaciones pueden guiar a aquellos que no están casados a buscar tratamiento en salud mental; en forma alternativa, las disfunciones debidas a trastornos psiquiátricos pueden llevar a ambas, dificul-‐‑ tades en las relaciones y en el uso de tratamiento. Aunque la falta de recursos financieros podría ayudar a explicar la baja tasa de servicio usada, no se encontró una asociación entre educación e ingreso sobre el recibir cualquier tratamiento o tratamiento mínimamente adecuado en esta supervisión. Hay muchas razones potenciales para esta falla en recibir un cuidado mínimamente adecuado. Los individuos con trastornos mentales, espe-‐‑ cialmente aquellos que sufren las formas más severas y deteriorantes, pueden carecer de capacidades y recursos para acceder en forma consistente a los recur-‐‑ sos de salud. Los pacientes pueden encontrar intolerables los tratamientos prescritos. Los proveedores pueden carecer de los conocimientos y capacidades de reconocer y diagnosticar propiamente trastornos mentales, o carecer de la información sobre los regímenes óptimos de tratamiento (Borges et al. 2006). Recursos (financiamiento) de salud mental en México En México el gasto público en salud es de aproximadamente un 6.8% del producto bruto interno. El presupuesto asignado a salud mental hasta el 2001 representaba el 0.85% del presupuesto de salud (Belsasso, 2001) y en la actualidad es del 2% del total dedicado a la salud por debajo de la media de los países de ingresos medios-‐‑altos que está alrededor del 3.5 %, y lejos de la reco-‐‑ mendación de la OMS, que es del 10%. De este 2% del presupuesto total asig-‐‑ nado, el 80% se utiliza para los gastos de los hospitales psiquiátricos. A diferencia de lo que ocurre en otros países, la atención de la salud 411
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mental en México descansa en los hospitales psiquiátricos; en consecuencia los costos de atención resultan elevados y la mayoría de los esfuerzos (económicos, normas, etc.) no se destinan a los establecimientos del primer nivel de atención. El desarrollo del componente de salud mental dentro de los hospitales generales es muy escaso. Lo anterior imposibilita la detección temprana y con-‐‑ tinua de los trastornos mentales y del comportamiento (SS y OMS, 2011). La población que tiene acceso a los medicamentos psicotrópicos representa el 85%; quiénes no gozan de esta prestación pagan por una dosis diaria de tratamiento antipsicótico 0.85 dólares, lo que representa el 19% del salario mínimo diario en México. En el caso de los antidepresivos, el costo de la dosis diaria es de 0.17 dólares y representa el 4% del salario mínimo. La población que no se encuentra cubierta por la seguridad social (45% del total de los mexicanos) tiene la posibilidad de ser atendida dentro del Segu-‐‑ ro Popular que cuenta con un subsidio tanto federal como local. El Catálogo Universal de Servicios Esenciales de Salud (CAUSES), suscrito dentro del Segu-‐‑ ro, incluye la cobertura de los principales trastornos mentales. Se encuentran disponibles por lo menos un medicamento de cada clase terapéutica en la ma-‐‑ yoría de los establecimientos de salud mental, por ejemplo en el 98% de los hospitales psiquiátricos y 67% de los servicios de consulta externa (SSM y OMS, 2011). Profesionales Para una población de alrededor de 100 millones de habitantes en el año 2000, había 2500 psiquiatras graduados, de los que sólo 890 estaban certifi-‐‑ cados, y la mayoría se concentraban en la ciudad de México, 1500 enfermeras psiquiátricas y menos de 400 trabajadores sociales psiquiátricos graduados (OMS, 2005). Aunque casi 46.000 psicólogos se habían graduado a nivel nacio-‐‑ nal hasta 1990, sólo 73% estaba trabajando como tales. La OMS estimó que sólo había 2000 camas psiquiátricas en todo el país. De acuerdo al Atlas de Recursos en Salud Mental en el Mundo (OMS, 2005) el número de psiquiatras per cápita en México se situaba como el segundo más bajo entre las naciones del mundo (con una mediana entre 1.01 y 5.00 por 100.000 individuos). El promedio de México estaba apenas por encima de los correspondientes a países de África y el sudeste asiático. Los recursos humanos especializados en salud mental (psiquiatras, psi-‐‑ cólogos, enfermeros), que trabajan en el sector público, es reducido. Los servi-‐‑ 412
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cios que existen están concentrados en las grandes urbes, lo cual dificulta el acceso a las poblaciones rurales e indígenas que suelen vivir en regiones distan-‐‑ tes a estas ciudades. El número total de recursos humanos que trabajan en dis-‐‑ positivos de salud mental asciende a 10,000 y la tasa por cada 100,000 habitantes se distribuye de la siguiente manera: 1.6 psiquiatras, 1 médico, 3 enfermeras, 1 psicólogo, 0.53 trabajadores sociales, 0.19 terapeutas, 2 profesionales/técnicos de salud. Estos recursos son insuficientes, mal distribuidos y la mayoría de ellos están concentrados en los hospitales psiquiátricos (SSM, OMS, 2011). En un estudio publicado por Heinze, Chapa, Santisteban y Vargas (2012), se contabilizaron un total de 3 823 psiquiatras para una población total de 112 000 000 de habitantes. Del número total de psiquiatras, 225 tienen la subespecialidad de paidopsiquiatría. Se obtuvo una tasa de 3.47 psiquiatras por cada 100.000 habitantes y de 0.69 paidopsiquiatras sobre una población de 100.000 habitantes menores de 15 años. El 56% se encuentra en el Distrito Fede-‐‑ ral. Todos los Estados de la República Mexicana contaban con especialistas. En el Distrito Federal con una tasa de 18.8 psiquiatras/100, 000 habitantes; en se-‐‑ gundo lugar encontramos a Jalisco en donde ejerce el 11.2% con una tasa de 5.8 psiquiatras/100 000 habitantes La tasa estatal más baja la tuvo Zacatecas con 0.47 psiquiatras por 100 000 habitantes. En cuanto a los especialistas en pai-‐‑ dopsiquiatría, también se concentran en las zonas más densamente pobladas. En ocho entidades (Michoacán, Tamaulipas, Morelos, Querétaro, Chiapas, Co-‐‑ lima, Baja California y Zacatecas) sólo un paidopsiquiatra por Estado ejercía, mientras que Chihuahua, Oaxaca e Hidalgo no contaban con ninguno. Aunque este estudio muestra que en los últimos 23 años la población de psiquiatras se ha triplicado, y que el porcentaje de psiquiatras mujeres casi se duplicó, sigue habiendo pocos psiquiatras, distribuidos en forma desigual en el país. En el mismo estudio se reporta que únicamente el 20.3% tuvo certificación vigente por el consejo Mexicano de Psiquiatría al corte de esta investigación. Cerca de la mitad han estado certificados en algún momento de su desempeño profesional y el 51.5% nunca se certificó. Según los datos del estudio, los psi-‐‑ quiatras representan un 2.0% del total de los médicos y el 4.9% de los médicos especialistas (Heinze et al. 2012). En el estudio de Lara, Fouilloux, Arévalo y Santiago (2011) se informa además que prácticamente no hay psiquiatras labo-‐‑ rando en el primer nivel de asistencia, o sea en los núcleos básicos de salud. El reporte 2011 indica que 48% de los psiquiatras trabajan en el sector privado, ya sea en consultorios u hospitales psiquiátricos; sólo el 20% trabaja exclusivamente en el sector público, en contraste con el 69% del personal psico-‐‑ 413
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social (psicólogos, trabajadores sociales, enfermeros y terapeutas ocupaciona-‐‑ les). Infraestructura Se cuenta con 46 hospitales psiquiátricos (13 son del sector privado) y sólo 18 unidades de internamiento psiquiátrico en hospitales generales. Hay 544 establecimientos de salud mental ambulatorios que ofrecen atención a 310 usuarios por cada 100,000 habitantes, en contraste con los hospitales psiquiátri-‐‑ cos que atienden a 47 por cada 100,000. La mayoría de los pacientes son adul-‐‑ tos; la población de niños y adolescentes asciende a 27% en unidades ambulatorias y a 6% en hospitales psiquiátricos. Estas cifras resultan preocu-‐‑ pantes si consideramos que la edad de inicio de la mayoría de los trastornos psiquiátricos se encuentra en las primeras décadas de la vida; tal como lo repor-‐‑ tó la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica, en la cual, se señala que el 50% de los trastornos mentales inician antes de los 21 años de edad (Medina-‐‑ Mora et al. 2005 a). Los resultados también demuestran que aproximadamente el 50% de los pacientes que reciben atención, se atienden en servicios hospitalarios inde-‐‑ pendientemente de la gravedad del trastorno. Esta condición aumenta los cos-‐‑ tos de tratamiento y amplía la brecha de atención. Solamente un 30% de estos establecimientos cuentan con protocolos de evaluación y tratamiento para con-‐‑ diciones claves de salud mental y realizan al mes por lo menos una referencia a un especialista en salud mental. Del mismo modo, el porcentaje de cursos de actualización y/o de educación, relacionado con temas de salud mental dirigi-‐‑ dos a los profesionales que trabajan en este nivel, es menor al 15% (SSM, OMS, 2011). Souza y Cruz (2010) apuntan que en términos de la cantidad, recursos y servicios especializados institucionales, el país muestra un patrón característico que presenta una expansión selectiva insuficientemente planificada en el sector salud y seguridad social, y por otra, una reducción en términos absolutos de los recursos en atención hospitalaria en aquellas instituciones destinadas a los no derechohabientes. Hay 5 camas por cada 100.000 habitantes, 0.14 para hospital general y las camas han disminuido un 3% en los últimos 5 años (SSM, OMS, 2011). La relación entre la infraestructura empleada, en términos de cobertura por niveles de atención, en relación a los recursos, muestra la disminución en el número de camas, además de que las disponibles para internamiento especiali-‐‑ 414
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zado tienen distribución inequitativa a lo largo del territorio nacional. Aún cuando se favorece la reducción de la permanencia de los pacientes psiquiátri-‐‑ cos y su reincorporación a familia y a la comunidad, se estima que 51% del total de las camas “reales” existentes, tiene características asilares, es decir, permane-‐‑ cen saturadas o sin movimiento. En el primer nivel de atención, los recursos reúnen más de 12 mil núcleos básicos de salud (1 médico y 2 enfermeras), que operan completos menos de 30%, y sin servicios especializados de Salud Mental. En el segundo nivel, la Ciudad de México concentra 41% de los psiquiatras y psicólogos institucionales destinados a atención de población abierta. En las distintas entidades del país ambos tipos de profesionales se concentran en las ciudades de mayor tamaño y desarrollo. El tercer nivel de atención reúne 28 hospitales de especialidad (psi-‐‑ quiátrica) y 4 hospitales generales con posibilidad de internamiento de personas con diversos trastornos mentales. La OPS, en su evaluación del 2004 de los centros comunitarios de salud mental en siete estados de México, observó los siguientes puntos fuertes: brin-‐‑ dan servicio ambulatorio y apoyo a familiares, enseñan atención a la salud mental en escuelas, a policía y bomberos, realizan labores de prevención, dan-‐‑ do asesorías sobre relaciones familiares e insisten en reducir el alcoholismo y la violencia. Sus limitaciones y dificultades fueron: que no cubren las necesidades de los trastornos psicóticos o las dificultades de aprendizaje; la falta de sectoriza-‐‑ ción y proporción recursos/ población, ya que funcionan por flujos espontá-‐‑ neos. Los programas de atención y prevención no se ajustan a estudios epidemiológicos relacionados con la población y no existe una relación clara en el flujograma de derivación, que resulta en traslados a lugares muy alejados de sus comunidades de pertenencia. Este análisis mostró la necesidad de camas psiquiátricas en los hospitales generales 72 y el insuficiente abastecimiento de medicación para tratamientos ambulatorios (OPS, 2004). Recomendaciones Informe 2004 de la OPS: A petición del entonces Secretario de Salud de México, Dr. Víctor Frenk, en 2002 la OPS, en coordinación con la OMS, inició una evaluación del sistema de
Éstas permitirían efectuar un seguimiento sin desvincular a las personas de sus familias y comu-‐‑ nidades y acortarían las hospitalizaciones.
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atención a la salud mental, con énfasis en los trastornos mentales severos, sus necesidades y cuidados. En este informe se hicieron las siguientes observacio-‐‑ nes y recomendaciones: • Respecto a los planes de salud, se encontró que los documentos informati-‐‑ vos y los planes estratégicos eran demasiado largos, con muchas áreas de objetivos, sin jerarquías de prioridades, por lo que resultaban difíciles de implementar y ejecutar. Se objetó su inespecificidad, ya que eran ideales pero no desarrollables y no ejemplificaban la adecuación a circunstancias específicas y concretas de cada lugar, que en México son muy diferentes de acuerdo a la entidad federativa. • Respecto al equipo de trabajo: Si bien los planes y programas resaltaban la importancia del trabajo en equipo y el valor de la práctica interdisciplinaria, se observó que la labor era eminentemente médica y los restantes miem-‐‑ bros del equipo tenían una labor auxiliar y secundaria. • Respecto a la red de atención psiquiátrica “ideal” propuesta: los observado-‐‑ res indicaron que se caracteriza en lo esencial por las deficiencias de la red de apoyo psicosocial. Esta es incompleta o inexistente a la luz de las necesi-‐‑ dades del cuidado de las personas con trastornos mentales severos. Esto tiene su relevancia ya que no se puede dar cobertura sin ese tejido social de apoyo (OPS, 2004, p.19). Política, planes y legislación El Programa de Acción en Salud Mental 2001/2006 propuso un cambio radical en la atención a los problemas de salud mental. Por primera vez en el país se adoptó un enfoque integral, coordinado y con cobertura a todos los gru-‐‑ pos de población. Contemplaba la elaboración de nueve programas específicos para los padecimientos que representan la mayor morbilidad e incapacidad personal, laboral y social en la población mexicana, y el Modelo Hidalgo de Atención a la Salud Mental. Estos programas tendrían un carácter normativo y rector para todas las instancias del Sistema Nacional de Salud. Con los Orga-‐‑ nismos Públicos de Seguridad Social y los Servicios Estatales de Salud, así como con otras instancias del Gobierno Federal, se promoverán convenios en el mar-‐‑ co de los Acuerdos de Coordinación que establecerá la Secretaría de Salud. Con las instituciones privadas y grupos organizados de la sociedad se trabajará con-‐‑ juntamente bajo esquemas de concertación. Una acción fundamental será desa-‐‑ rrollar una importante labor de sensibilización a la comunidad para disminuir el estigma que por años ha prevalecido en cuanto al enfermo mental, para al-‐‑ canzar un cambio de actitud en la sociedad, así como lograr una mejor calidad 416
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en la atención del enfermo, otorgándole el diagnóstico correspondiente, asegu-‐‑ rando la posibilidad de medicamentos y protegiendo sus derechos humanos. La última revisión de los planes de salud mental se realizó en 2006 y los cambios se encuentran plasmados en el Programa de Acción Específico 2007/2012: Atención en Salud Mental. En la introducción al documento se abordan los siguientes temas: a) Reestructuración del marco jurídico del sistema nacional de atención, b) Acciones para disminuir el estigma y discriminación; c) fortalecimiento de la salud mental comunitaria como eje de atención; d) acciones de promoción y prevención de los trastornos mentales, con la participación de la sociedad, e) consolidación del sistema nacional de atención en salud mental dentro de la red de servicios de salud general y f) acciones para incrementar la investigación en salud mental y fomentar la formación y el desarrollo de recursos humanos en materia de salud mental y psiquiatría comunitaria. Entre los objetivos del último Programa de Salud, se establece el punto 5.9: Fortalecer el Sistema Nacional de Atención en Salud Mental. Se propone hacerlo a través de modelos innovadores de atención, tanto en el nivel ambula-‐‑ torio como hospitalario, la movilización de mayores recursos para la atención de estos problemas, la formación de personal especializado y el diseño de fór-‐‑ mulas que faciliten la participación de la población en la detección y apoyo de las personas afectadas. Con el propósito de fortalecer los modelos innovadores de atención a la salud mental se llevarán a cabo las siguientes acciones: • Integrar una red nacional de salud mental, conformada por unidades especia-‐‑ lizadas de atención, organizadas bajo un modelo comunitario. • Reorganizar y fortalecer la atención en salud mental del sector, para que se brinde atención ambulatoria, hospitalaria y de rehabilitación especializada de pacientes con trastornos mentales. • Implantar estructuras de hospitalización breve, como villas de transición hos-‐‑ pitalaria y unidades de psiquiatría en hospitales generales en todas las entida-‐‑ des federativas. • Instrumentar programas de rehabilitación psico-‐‑social (talleres de inducción laboral, salidas terapéuticas y centros básicos de abasto) dentro de las unidades hospitalarias y fuera (casas de medio camino, cooperativas mixtas, talleres pro-‐‑ tegidos, departamentos independientes, residencias para adultos mayores). El propósito es el de disminuir las brechas de atención y combatir el es-‐‑ 417
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tigma y la discriminación. También se busca cambiar el paradigma hacia la atención en salud mental comunitaria. Entre sus principales fortalezas se en-‐‑ cuentran los planteamientos para integrar la salud mental a la red de servicios de salud en general y la propuesta de revisar y actualizar la legislación en mate-‐‑ ria de salud mental, la protección de los derechos humanos de los pacientes y la protección social de los trastornos mentales prioritarios. Esto se lograría a tra-‐‑ vés de la reestructuración de la atención psiquiátrica a través de acciones de promoción, prevención y rehabilitación, por medio de la creación de nuevas estructuras de atención de primer nivel, hospitalización breve y reintegración social, y evitar internamientos en la medida de lo posible. Se propone promover en los estados el informar a la población en gene-‐‑ ral sobre la enfermedad mental para empezar a desestigmatizar al enfermo mental y para informar acerca de los síntomas de éstas. En la Ley General de Salud, se incluye un capítulo de salud mental y su artículo 72 señala que la prevención de las enfermedades mentales tiene carácter prioritario y que se basará en el conocimiento de los factores que afectan la salud mental, las causas de las alteraciones de la conducta, los métodos de prevención y control de las enfermedades mentales, así como otros aspectos relacionados con la salud men-‐‑ tal. Para esto establece que la Secretaría de Educación Pública, en coordinación con la Secretaría de Salud, y con la participación del Consejo Nacional de Cien-‐‑ cia y Tecnología (CONACYT), orientará el desarrollo de la investigación cientí-‐‑ fica y tecnológica destinada a la salud. Asimismo, indica que el CONACYT y los gobiernos de las entidades federativas, en el ámbito de sus respectivas competencias, apoyarán y estimula-‐‑ rán el funcionamiento de establecimientos públicos destinados a la investiga-‐‑ ción para la salud. Debilidades y problemas • Actualmente la mayor atención a usuarios de los servicios de salud mental se da en hospitales psiquiátricos asilares, donde se violan los derechos humanos de los usuarios y no se les brinda la atención que requieren. • Los estudiantes de las diferentes disciplinas de la salud mental que egresan de las universidades tanto públicas como privadas tienen una formación clásica de la psiquiatría por lo que hay que trabajar mucho para sensibilizarlos acerca de los beneficios de la reforma psiquiátrica basada en la comunidad. • La concepción de la psiquiatría tradicional que considera al hospital psiquiá-‐‑ trico como el eje rector en el manejo del paciente, el rechazo a los modelos in-‐‑ 418
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novadores y la resistencia al cambio por parte de los trabajadores y dirigentes de los hospitales generales y psiquiátricos tradicionales. • La falta de recursos humanos. • La falta de recursos económicos para la construcción infraestructura, para la operación de dichas estructuras, para la capacitación del personal. En el informe salud mental 2011 se hacen las siguientes observaciones y re-‐‑ comendaciones: • A pesar de que la Secretaría de Salud interactúa con diversos sectores de la sociedad, todavía falta una efectiva función rectora y coordinadora de las acciones a favor de la promoción, promoción y atención de la salud mental. • La atención de las enfermedades mentales no está del todo integrada en los programas de atención a la salud en general y es insuficiente el trabajo mul-‐‑ tidisciplinario. México carece de un programa nacional de salud mental es-‐‑ pecífico para la niñez, lo que obstaculiza la detección y atención tempranas de los trastornos; tampoco existe un programa destinado a los problemas mentales de los adultos mayores. • Las disposiciones legislativas para contratar un porcentaje de empleados discapacitados, son pocas las empresas o instituciones públicas que imple-‐‑ mentan esta política y no se respetan en la práctica las disposiciones legisla-‐‑ tivas relacionadas con la protección contra la discriminación (despidos, salarios bajos) y el aseguramiento o subsidio de vivienda. • Pocas escuelas de nivel medio y medio superior cuentan con psicólogos o realizan actividades de promoción y prevención en salud mental. De igual forma, en menos del 20% de los recintos penitenciarios, se refiere a un re-‐‑ cluso con un especialista en salud mental por lo menos una vez al mes; y muy pocos policías, jueces y abogados han participado en actividades de capacitación en salud mental en los 5 años previos a este estudio. A partir de la evaluación de los servicios de salud mental se identificaron los siguientes desafíos: • Mejorar la capacitación en salud mental de los profesionales y técnicos. De acuerdo con los resultados de la presente evaluación, las horas dedicadas a temas de salud mental durante la formación resultan escasas, ejemplo de ello es que en la carrera de medicina se le dedica el 4%, en enfermería el 3% y en otras carreras como trabajo social, no más del 5%. La actualización del personal también es escasa ya que, en los dos últimos años, sólo 11% de los
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médicos, 5% de las enfermeras y 7% de otros trabajadores han recibido ac-‐‑ tualización en salud mental. Fortalecer los programas de promoción y prevención en salud mental, que se deberán dirigir principalmente a los grupos en mayor riesgo. Establecer los servicios de atención primaria como eje articulador de la atención en salud mental. Disminuir el porcentaje de admisiones involuntarias. Ampliar las atribuciones de la Comisión de Derechos Humanos, que ac-‐‑ tualmente no tiene la capacidad de obligar al cumplimiento de las observa-‐‑ ciones para que se lleven a cabo. Ampliar la atención de la salud mental en hospitales generales y reducir las camas en hospitales psiquiátricos (aquí se mencionan las intervenciones psicosociales). Mejorar los programas de rehabilitación y reinserción de los pacientes. Consolidar la protección social en salud mental. Incrementar el financiamiento de operación e inversión en salud mental. Fortalecer y fomentar la interacción con terapeutas de otras medicinas. Fortalecer los vínculos entre las asociaciones de familiares/usuarios con el sector salud.
Evaluación y discusión A partir del año 1999 la World Psychiatric Association comenzó una campaña para luchar contra el estigma de la esquizofrenia, con su programa "ʺOpen de Doors"ʺ. Este programa fue adoptado por la OMS en el año 2000 y se organizó una supervisión estadística a nivel mundial, en la cual participó Méxi-‐‑ co a través del Instituto Nacional de Psiquiatría, con un grupo liderado por la Dra. María Elena Medina Mora, cuyos resultados se muestran en la Encuesta Nacional de Epidemiológía Psiquiátrica (ENEP). Se respondió a la iniciativa de la OMS de inmediato con la solicitud del entonces ministro de Salud de México, el Dr. Frenk, de un diagnóstico, realiza-‐‑ do por la OPS en el año 2002. En éste se hicieron observaciones y recomenda-‐‑ ciones. Se elaboró el primer plan para la Salud Mental en México 2001/2006. Para el período 2007/2012 se ha elaborado un plan específico de acción para cambiar del modelo psiquiátrico tradicional a un modelo comunitario. Se mencionan como principales obstáculos o retos la falta de presupuesto y la re-‐‑ sistencia u oposición al cambio desde los sectores psiquiátricos tradicionales. Se continúa con la implementación del modelo comunitario Miguel Hidalgo. Un 420
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segundo informe de diagnóstico de la atención a la salud se realiza en el año 2008, publicándose en 2011. Revisaremos los resultados obtenidos a la fecha respecto a las reco-‐‑ mendaciones de la OMS: 1. Dispensar tratamiento en la atención primaria: si bien existe la inten-‐‑ ción expresa en este sentido en los dos programas de salud mental (2001/2006 y 2007/2012), todavía no hay cambios verificables en cuanto a brindar una aten-‐‑ ción efectiva en el nivel primario del sistema de salud. Esto quedó suficiente-‐‑ mente expuesto en los datos revisados, por lo que no se repetirán aquí. Existen planes e intenciones pero el que se lleven a cabo dependerá de la posibilidad de dar continuidad a los cambios en el sistema de salud, por encima de los cam-‐‑ bios políticos del país. 2. Asegurar la disponibilidad de medicamentos psicotrópicos: Este es uno de los pocos puntos donde parece haber un avance, ya que en el informe del 2011 se reporta que la mayoría de los centros de salud mental (98% de hos-‐‑ pitales psiquiátricos y 67% de consulta externa) cuentan con un cuadro básico de psicotrópicos; mientras que en centros de atención primaria de la salud sólo lo hay entre 21% y 50%. Por la desproporción entre centros de atención/ pobla-‐‑ ción, y la desigual distribución geográfica, la cobertura es escasa y lenta, pero al menos en la actualidad se proveen estos medicamentos básicos en algunos cen-‐‑ tros. 3. Prestar asistencia en la comunidad: es necesario dejar de ver a la sa-‐‑ lud solamente como un sector específico de la administración pública y empe-‐‑ zar a considerarla también como un objetivo social que todos los sectores pueden y deben perseguir; así, se requiere complementar las políticas de salud con políticas saludables (SSM, 2001). Los factores que aumentan la vulnerabilidad en la población desprote-‐‑ gida no están siendo integrados/atendidos en las estrategias de salud mental. Hablamos de los escasos recursos económicos (Lara et al. 2007), altos niveles de estrés, mayor incidencia de trastornos mentales y otras enfermedades, escaso nivel de educación, necesidad de empleo a edades muy tempranas ligados a deserción escolar (Lee, Tsang, Breslau, et al. 2009), poca o nula planeación fami-‐‑ liar, desconocimiento de los recursos o mecanismos disponibles para su aten-‐‑ ción, violencia intrafamiliar o de pareja y diversos tipos de abuso (considerados como maltrato). Todos ellos interactúan en forma negativa, perpetuando las 421
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situaciones de daño al bienestar y a la salud (Benjet, Borges y Medina-‐‑Mora, 2010). No puede negarse que en los programas de Salud mental revisados dedican atención a los factores psicosociales (como la violencia, la pobreza, la discriminación y la educación para la salud), pero el problema sigue siendo cómo llevar los planes e intenciones a la práctica. 4. Educar al público: Para construir una nueva cultura en salud es nece-‐‑ sario proporcionar información para aumentar el conocimiento de la población y apoyar una adecuada toma de decisiones con respecto a su propia salud y la de su familia. Esto se logra con estrategias de comunicación. Por ello se elabora-‐‑ rá un Programa Único de Promoción Educativa en Salud con el fin de generar cambios en comportamientos, actitudes, hábitos y estilos de vida utilizando las mejores metodologías comunicativas (SSM, 2007). En la realidad, no se ha establecido una política de información y edu-‐‑ cación de la población respecto a los problemas de salud mental, que permane-‐‑ cen ignorados, causando sufrimiento a nivel privado. Cierto sector de la población cuenta con información respecto a problemas de salud mental menos estigmatizados, como la depresión y la demencia. Es infrecuente que se difun-‐‑ da información adecuada sobre trastornos más graves, donde con mayor clari-‐‑ dad se pueden rastrear los efectos del estigma social, siendo paradigmática de esta situación la de la esquizofrenia. Esto influye, entre otras cosas, en el largo tiempo de latencia para el primer contacto con el sistema de salud. 5. Involucrar a las comunidades, las familias y los consumidores: Es una realidad en nuestro país que las familias son las que absorben y se hacen cargo del mayor impacto, tanto económico como emocional y de cuidados diarios de las personas con problemas de salud mental. Para el programa 2001/2006: Uno de los aspectos que recibe mayor énfasis en este Programa...es la participación de la comunidad —familia y entorno social— en la aten-‐‑ ción y la rehabilitación de los pacientes, así como la necesidad de que la sociedad en su conjunto conozca y comprenda la complejidad del pro-‐‑ blema y la manera cómo debe enfrentarlo"ʺ (Belsasso, 2001). En ese plan se propone que los lineamiento surjan de grupos plurales y su elabora-‐‑ ción se incluyeron resultados de foros de consulta ciudadana (SSM, 2001, pp. 19-‐‑20) 422
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En el Programa Específico de Salud Mental 2007 y el informe 2011 se propone tener un mayor contacto y participación, pero se refiere a las asocia-‐‑ ciones civiles. La realidad es que éstas en nuestro país tienen una representa-‐‑ ción escasa, y nos arriesgamos a suponer que el tema del estigma influye también en este sentido. La participación de éstos recursos informales en la formulación/implementación de políticas, /planes / legislaciones es reportada por la OMS como no rutinaria. En la actualidad no hay planificación para la intervención con la familia, y éstas no son llamadas a los diseños de planes. 6. Establecer políticas, programas y legislación a escala nacional: Se dis-‐‑ pone de un programa de acción que incluye lineamientos para las políticas en salud mental así como estrategias, acciones y metas encaminadas a solucionar los problemas prioritarios. También se propone la integración de la salud men-‐‑ tal a la red de servicios de salud en general, así como la revisión y actualización de la legislación, incluida la protección de los derechos humanos de los pacien-‐‑ tes. Deben basarse en conocimientos actualizados y en el respeto de los dere-‐‑ chos humanos e inscribirse en las reformas más generales del sistema sanitario. Los planes de seguro de enfermedad no deben discriminar a los enfermos men-‐‑ tales, a fin de ampliar el acceso a los tratamientos y de reducir la carga asisten-‐‑ cial (SSM, OMS, 2011). En cuanto a esto, debemos decir que existe una contradicción entre la teoría y la práctica. 7. Desarrollar los recursos humanos: La propuesta del informe especifi-‐‑ ca que se buscará mejorar la capacitación en salud mental de los profesionales y técnicos para contar con un personal capacitado en la atención Primaria (Secre-‐‑ taría de Salud, y OMS, 2011, p 36). Es notoria la omisión de los psicólogos en el listado subsiguiente, como si no fueran parte del equipo de salud. Aunque expresamente se reconoce la importancia de los aspectos psicosociales, en la práctica el lugar que ocupan queda limitado a su mención en pocos renglones. Lo mencionado por la OPS en su evaluación del año 2004 permanece sin cam-‐‑ bios reales. 8. Establecer vínculos con otros sectores: Existen propuestas, pero no implementadas todavía, como lo refleja el informe 2011. Encontramos aquí la propuesta de fortalecer y fomentar la interacción con terapeutas de otras medi-‐‑ cinas: debido a la gran diversidad cultural que existe en México, es frecuente que la población utilice de manera conjunta los servicios proporcionados por la medicina alópata, los otorgados por la medicina tradicional mexicana y los brindados por las medicinas alternativas. El informe 2011 dice que existe un escaso contacto entre el sector salud y otros sectores en actividades relacionadas 423
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con la salud mental; por ejemplo, sólo 5 % de las escuelas cuentan con un psicó-‐‑ logo y en pocas se desarrollan actividades de promoción de la salud y preven-‐‑ ción de trastornos mentales. También son pocos los programas, destinados a que las personas con discapacidad mental puedan contar con un trabajo remu-‐‑ nerado y con otras prestaciones sociales y legales. 9. Monitorear la salud mental comunitaria: Sobre la información en sa-‐‑ lud los grandes desafíos siguen siendo romper con la fragmentación del sistema de información; mejorar la normatividad en esta materia; incorporar al sector privado a la estadística de salud, automatizar los registros médicos y consoli-‐‑ dar las bases de datos (SSM, 2007). En cuanto al proceso de recolección de datos de los sistemas de salud mental, se observa que la mayoría de los establecimien-‐‑ tos recopilan de manera continua indicadores como número de camas, admi-‐‑ siones, admisiones involuntarias, duración de la estadía y diagnósticos de los pacientes. Es decir, se cuenta con registros oficiales de servicios prestados, re-‐‑ cursos disponibles e infraestructura. Sin embargo, las definiciones de los indi-‐‑ cadores no son uniformes en las diferentes entidades federativas de la República, lo que impide tener una información homogénea sobre la morbili-‐‑ dad mental en el país (SSM, OMS, 2011). 10. Apoyar nuevas investigaciones: El reporte muestra un aumento en las publicaciones referentes a la salud mental, pero no desglosa el número de publicaciones por institución, y por mucho las publicaciones pertenecen al gru-‐‑ po del Instituto Mexicano de Psiquiatría. Se entiende que este sea el grupo líder, ubicado como está en la concentración poblacional más grande del país , pero queremos hacer hincapié en las observaciones de la OMS respecto a la investi-‐‑ gación , retomadas y particularizadas por el informe de la OPS del año 2004: la investigación debe ser contextual e incluir los elementos regionales, y de acuerdo a la recomendación del grupo de observadores OPS/OMS en 2004 “…es necesario tener información detallada acerca de las necesidades de cada estado, que en México difieren mucho unos de otros” (OPS, 2004, p.17) . No debemos perder de vista que en la ENEP las encuestas se realizaron en zonas urbanas, lo cual deja un sector de la población sin estudiar, en principio exclui-‐‑ do por su ubicación geográfica, y en consecuencia, más vulnerable. Aunque parece haber un crecimiento del número de psiquiatras en re-‐‑ lación a la población, los porcentajes son muy desiguales yendo desde muy altos en el DF y Guadalajara, a menos de uno en Zacatecas, por ejemplo (Hein-‐‑ ze, 2012). Esto se refiere sólo al número, pero en esta encuesta se cuentan tanto los del sector público como privado, y no discrimina tampoco entre los niveles 424
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de atención. El hecho de que una gran proporción de psiquiatras no se encuen-‐‑ tran actualmente certificados tendría que contrastarse con el dato proporciona-‐‑ do el estudio de Borges et al. (2008) respecto a la falta de adecuación de la atención en salud mental. Respecto a la difusión de los datos referentes a los problemas de salud mental, sigue habiendo una ignorancia general respecto a estos temas, ignoran-‐‑ cia teñida por el estigma asociado a estos temas: el miedo a ser etiquetado sigue teniendo una influencia considerable en cuanto a pedir información respecto a estos temas. La falta de conocimiento sobre los servicios es una razón clave para su subutilización. En los países de altos recursos lo que ha probado ser relati-‐‑ vamente más efectivo es el uso de equipos de tratamiento comunitario asertivo, que entre otras cosas busca contribuir a mejorar las condiciones de vida y el estatus laboral de los individuos (Tornicroft y Tancella, 2004). La educación en salud se ha llevado a cabo en nuestro país respecto a temas como los referidos a enfermedades cardiovasculares o diabetes, o más cercanos al tema del estigma social, o las ligadas a prácticas sexuales de riesgo, como el Sida y otras enfer-‐‑ medades venéreas. En estas áreas se han organizado y llevado a cabo campañas de información y educación en prácticas preventivas, de detección temprana y de tratamiento efectivo, que apuntan a los tres niveles de prevención en salud pública: impedir que se presente la enfermedad, intervenir en su detección temprana para tratamiento oportuno, impidiendo su contagio o daños mayores, y la recuperación o rehabilitación que es lo que se llama prevención terciaria. En los problema de salud mental este modelo es más difícil de aplicar debido a la multiplicidad de factores que intervienen tanto en la presentación como en el tratamiento y rehabilitación, problemas que afectan como toda enfermedad crónica al individuo, a su grupo de pertenencia, la familia, y a las conexiones de estas con los marcos mesosociales y macrosociales. Se ha analizado la intervención de los medios en estas cuestiones y su gran influencia, de manera que en países europeos ya se han propuesto guías y manuales para los medios (Escocia, 2008) para tratar de reducir los efectos usuales del tratamiento que se da tanto en los medio periodísticos como en las series o películas a la figura de la persona afectada por un problema de salud mental. Mientras en otros países las cuestiones referentes a la exclusión están enfocadas en torno al estigma social, a su influencia, medición y campañas para reducirlo, debemos decir que tristemente, en nuestro sector existe un gran reza-‐‑ go respecto a este tema. El problema es complejo e involucra diferentes niveles 425
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o dimensiones; estamos refiriéndonos a un problema que hace, a nivel mundial, que las personas no acudan a buscar la ayuda aun cuando tengan los servicios adecuados. O sea, el problema va más allá de la escasez de recursos. A pesar de la importancia que implican las cuestiones relacionadas a la salud mental que se revisan en este trabajo, referidas a la pérdida de años útiles y económicas, a la carga que imponen a las familias y a las repercusiones sociales en general, con las estimaciones epidemiológicas más exactas, hace poco que aparece como tema de salud pública . Se ha realizado cierto trabajo de planificación y legisla-‐‑ ción al respecto y, ciertamente, los progresos reales en ese sentido tomarán bas-‐‑ tante tiempo en mostrarse Esto es comprensible, pero luego de revisar el último plan de salud y el informe 2011, hay varios puntos que nos parece importante comentar, como observación y aporte. Uno de ellos, que salta a la vista de inmediato, es la poca atención real dada al tema del estigma social, tanto desde el punto de vista del conocimiento, (investigación y publicaciones) como desde la intervención a través de la for-‐‑ mación profesional y de las campañas de información y educación a la pobla-‐‑ ción en general y a los grupos claves (escolares, policías, bomberos, sistema judicial). Otro punto que amerita comentario es la ausencia de la figura del psicó-‐‑ logo como profesional de salud. Tomando en cuenta que aunque insuficientes de acuerdo a las recomendaciones de la OMS , existen en nuestro país bastantes más psicólogos que psiquiatras, y que tendríamos que suponerlos más capaci-‐‑ tados para la intervención psicosocial tanto de atención como de investigación en el área clínica y social; es impactante y también intrigante esta falta de pre-‐‑ sencia, lo cual abre campo a hipótesis e investigación subsecuente, dado que en ambos programas de salud (2001/2006 y 2007/2012) se apunta a los factores psicosociales y a la participación de familias y comunidades como fundamenta-‐‑ les para el cambio del paradigma de atención. Como última observación reflexiva, nos parece que falta integración en el marco conceptual y logístico. En los planes y políticas de gobierno, los temas de exclusión social deben articularse de una manera realista con los temas de salud, y de salud mental, y es por esto que los temas de estigma y discrimina-‐‑ ción, tanto respecto a la salud mental como a otras causas de discriminación e inequidad, deben ocupar su lugar, que hasta ahora no pasa de la mención, si acaso de una intención, que luego es eclipsada por cuestiones más concretas, tal vez más conocidas, pero que son fragmentarias y por tanto ineficientes . 426
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En particular, es clara la centralización tanto de recursos como de cono-‐‑ cimientos y capacidad de decisión en este tema, como en tantos otros. No se ve un relieve o trascendencia otorgada al conocimiento local, contextualizado, y éste no ocupa un espacio dentro del plan específico de salud mental. Si bien hay la clara voluntad y planeación para un plan de salud que se base en un modelo comunitario particular (el modelo Miguel Hidalgo), sigue siendo evidente que se pretende aplicar este modelo a cada entidad, sin tomar en cuenta los contex-‐‑ tos y necesidades particulares de cada estado, aún cuando en el reporte 2004 de la OMS/ OPS sobre México se especifica expresamente su importancia (OPS, OMS, 2004). Esto da cuenta de que a niveles altos no queda claro que las políticas de inclusión, sean económicas, educativas o de salud, para ser realmente inclusi-‐‑ vas, deberían partir de las necesidades locales, así como también de sus recur-‐‑ sos, y que lo expresado en los planes queda a nivel retórico, ya que no lleva a cambios reales en las prácticas, que hagan más eficientes los recursos. Conclusiones Mientras que los cambios estructurales, legales y de concertación de po-‐‑ líticas adecuadas y eficientes en materia de salud a nivel gubernamental y pú-‐‑ blico se mueven de forma muy lenta, en el marco de importantes rezagos en materia de salud, y de salud mental en particular, desde los ámbitos científicos y académicos, urge tomar conciencia y difundir los asuntos involucrados. For-‐‑ mamos una parte importante de los recursos humanos dedicados a la atención de la salud mental. Desde los institutos de salud del país, donde se genera la mayor parte de la investigación y producción científica, apenas se va notando cierto recono-‐‑ cimiento, aun no centrado específicamente en los temas relacionados al estig-‐‑ ma. La misma centralización de recursos estudiada y documentada, se replica en cuanto a productos de investigación respecto a la salud mental, al tema del estigma y a los planes para reducir su influencia. Por tanto es de suma impor-‐‑ tancia contribuir a la difusión y concientización sobre el tema, incluyéndolo en los programas de formación y capacitación de las personas relacionadas a la atención en salud mental. Es esencial favorecer las propuestas creativas, ade-‐‑ cuadas a nuestros contextos locales, siguiendo la indicación de la OMS, para modificar este problema, tanto desde la intervención clínica como desde la información y educación del personal de salud, de los grupos claves y de la población abierta. Los cambios pueden y deben producirse en todos los niveles 427
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posibles. La influencia del estigma sobre la salud mental seguirá repercutiendo en forma negativa a todos los niveles si no se la toma en cuenta ni se le asigna un lugar prioritario para contrarrestarla. En particular la falta de una mirada reflexiva que nos incluya a todos como parte del problema, impedirá que se efectúen los cambios de fondo que se necesitan para brindar mejores servicios de salud, que nos muevan a todos hacia una ciudadanía plena Referencias bibliográficas Belsasso, G. (2001). En México, Secretaría de Salud. Programa de Acción en Salud Mental 2001-‐‑2006, Recuperado de http://sersame.salud.gob.mx/pdf/pasm_intro.pdf Benjet, C., Borges, G., Medina-‐‑Mora, M.E. (2010). Chronic childhood adversity and onset of psychopathology during three life stages: Childhood, adolescence and adulthood. Journal of Psychiatric Research, 44, 732-‐‑740. Borges G, Medina-‐‑Mora, ME, Wang, P.S., Lara, C., Berglund, P., Walters, E. (2006). Treatment and adequacy of treatment for mental disorder among re-‐‑ spondents to the Mexico National Comorbidity Survey. American Journal of Psy-‐‑ chiatry 163(8):1371-‐‑1378. Borges G, Wang, P.S., Medina-‐‑Mora, ME, Lara, C., Chiu, W.T. (2007). Delay offirsttreatment of mental and substance use disorders in Mexico. American Journal of Public Health, 97(9), 38-‐‑43. Bruffaerts, R., Demyttenaere, K., Borges, G., Haro, J.M., Chiu, W.T., Hwang, I., Karam, E.G., Kessler, R.C., Sampson, N.A., Alonso, J., Andrade, L.H., Anger-‐‑ meyer, M., Benjet, C., Bromet, E., de Girolamo, G., de Graaf, R., Florescu, S., Gureje, O., Horiguchi, I., Hu, C., Kovess, V., Levinson, D., Posada-‐‑Villa, J., Sagar, R., Scott, K.M., Tsang, A., Vassilev, S.M., Williams, D.R., Nock, M.K. (2010). Childhood adversities as risk factors for onset and persistence of suicidal behaviour. British Journal of Psychiatry, 197 (1), 20-‐‑27. Córdova, J.A. (2007).En México,Secretaría de Salud, Programa Nacional de Salud 2007-‐‑2012 .Por un México sano: construyendo alianzas para una mejor salud. Recupe-‐‑ rado de http://www.geriatria.salud.gob.mx/descargas/programa_nacional_salud.pdf Córdoba, J. A., Lamy P. (2011).En SSM, OPS y OMS: Informe sobre el sistema de salud mental en México. Recuperado de http://www.who.int/mental_health/who_aims_country_reports/who_aims_rep ort_mexico_es.pdf Corrigan, P.W., Watson A.C., y Miller F.E (2006). Blame, shame, and contamina-‐‑ 428
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Ormel, J., Petukhova, M., Chatterji, S., Aguilar-‐‑Gaxiola, S., Alonso, J., Angerme-‐‑ yer, MC., Bromet, EJ., Burger, H., Demyttenaere, K., de Girolamo, G., Haro, JM., Hwang, I., Karam, EG., Kawakami, N., Lepine, JP., Medina-‐‑Mora, ME., Posada-‐‑ Villa, J., Sampson, N., Scott, K., Ustun, TB., Von Korff, M., Williams, D., Zhang, M., Kessler, RC. (2008). Disability and treatment of specific mental and physical disorders across the world: Results from the WHO World Mental Health Sur-‐‑ veys. British Journal of Psychiatry, 192, 368-‐‑375. Reino Unido, (2008). Office of the Deputy Prime Minister .Mental Health and Social Exclusion. Social Exclusion Unit Report recuperado de http://webarchive.nationalarchives.gov.uk/+/http://www.cabinetoffice.gov.uk/ me-‐‑ dia/cabinetoffice/social_exclusion_task_force/assets/publications_1997_to_2006/ mh.pdf Renes V., Lorenzo F., Chain A. (2007). Poniendo en práctica la estrategia euro-‐‑ pea para la inclusión social. Del plano europeo al plano local. En Fresno J.M. Coord.: Cuaderno Europeo 4. Fundación Luis Vives. Recuperado de www.fundacionvives.org Sluzki, C. (1998). La red social: frontera de la práctica sistémica. Barcelona: Gedisa. -‐‑ (2007). Interfaces: toward a new generation of systemic models in family re-‐‑ search and practice. Family Process, 46, 2: 173-‐‑184. Souza y Machorro, M., Cruz, M. (2010). Salud Mental y atención psiquiátrica en México. Revista de la Facultad de Medicina de la UNAM Vol. 53, 6: pp. 17-‐‑23. Re-‐‑ cuperado de www.ejournal.unam.mx/rfm/no53-‐‑6/RFM053000604.pdf Subirats, J.Alfama, E. y Obradors, A. (2009). Ciudadanía e Inclusión social fren-‐‑ te a las inseguridades contemporáneas. La significación del empleo. En Astela-‐‑ rra, J., Coord. Género y empleo. Madrid: Fundación Carolina. Recuperado de www.fundacioncarolina.es Thornicroft, G. y Tansella, M. (2004). Components of a modern mental health service: a pragmatic balance of community and hospital care: overview of sys-‐‑ tematic evidence. British Journal of Psychiatry, 185: p. 283-‐‑290. Unión Europea, OMS (2005). Declaración europea de salud mental. Helsinki. Re-‐‑ cuperado de feafes.org/publicaciones/declaracion-‐‑helsinki-‐‑4244/ Wang, P.S., Aguilar-‐‑Gaxiola, E., Alonso, J., Angermeyer, M.A., Borges G, Brom-‐‑ et, E.J. … y Wells, J.E. (2007). Worldwide use of mental health services for anxie-‐‑ ty, mood, and substance disorders: Results from 17 countries in the WHO World Mental Health (WMH) Surveys. The Lancet: 370 (9590): 841-‐‑850 431
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CAPÍTULO XV: EL ROL DEL PODER EN NARRATIVAS DE PSICOLOGÍA CLÍNICA: ESCENARIOS PARA INVESTIGAR EXCLUSIÓN E INCLUSIÓN SOCIAL Flor Micaela Ramírez Leyva INTRODUCCIÓN Identificar elementos del ejercicio del poder en los procesos de exclusión e in-‐‑ clusión social en las narrativas de cuatro representantes de la psicología clínica en Puerto Vallarta, ha dado lugar a este trabajo donde se enfatiza la pertinencia de las aportaciones de Foucault y, de manera adicional, de los estudios de gé-‐‑ nero. El punto central de la discusión aquí presentada es que en Psicología Clí-‐‑ nica el capital en disputa es el reconocimiento y la legitimación del profesional para incidir en el campo de la salud, en la investigación y en la educación; en ese contexto, en el discurso de las mujeres incorporadas a la Psicología Clínica, hay elementos para pensar en una práctica excluyente en su ámbito social. Enseguida expongo algunos avances de la investigación sobre Concep-‐‑ ciones de Salud, Trabajo y Poder en Psicología Clínica, con una perspectiva de género. Lo que ahora se muestra no tiene el propósito de realizar la compara-‐‑ ción de posturas de acuerdo a la formación teórica, cosmovisiones, o persona-‐‑ lidades de las entrevistadas, sino que intenta abonar al análisis de los aspectos del poder con categorías asociadas a los procesos de exclusión e inclusión so-‐‑ cial. Durante la elaboración de este ejercicio reflexivo han sido varios los planteamientos que han orientado la búsqueda, surgidos principalmente de intentar establecer: ¿Cuál es la relación de los escenarios del ejercicio de poder en las narrativas sobre salud y trabajo en Psicología Clínica con el fenómeno de exclusión e inclusión social? Con la intención de responder a este cuestiona-‐‑ miento, se organiza la información en cuatro segmentos: el primero contiene una breve revisión teórico-‐‑ conceptual de las nociones de poder elaboradas por Michel Foucault (Dreyfus y Rabinow, 1983), de exclusión/inclusión social, así como de estudios de género (Burín, 1996 y Amorós, 2005). En el segundo, se explican los aspectos metodológicos de la investigación, entre los cuales se en-‐‑ cuentran las aportaciones de los estudios culturales, a través del giro lingüístico y de la entrevista semi-‐‑estructurada, como técnica de esta investigación cualita-‐‑ tiva. En el tercero se relacionan diferentes aspectos de la exclusión e inclusión social contenida en las narrativas de las psicólogas clínicas respecto a temáticas fundamentales como son: salud, persona, trabajo, poder, género y lenguaje, 433
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tomando como referencia las aportaciones teóricas sobre poder, así como de los estudios de género. Al final se ofrecen las sugerencias, que en un primer ejerci-‐‑ cio de reflexividad sobre su práctica, las terapeutas proponen para trabajar al respecto en el campo de la procuración del bienestar y bienser de personas y grupos sociales. El aporte que este trabajo pretende, es proporcionar un ejercicio de aproximación a un análisis del fenómeno descrito en tres ejes: teórico (desde la sociología y someramente la perspectiva de género), metodológico (en las na-‐‑ rrativas obtenidas en las entrevistas) y empírico (en el discurso sobre la práctica de la psicología clínica), para abordar el fenómeno del ejercicio del poder y su impacto en la exclusión e inclusión social en la práctica de la Psicología clínica. Es necesario conocer diferentes aspectos de las complejas dinámicas de diferenciación que devienen en procesos de exclusión, cuya inercia se sostiene por conflictos de intereses e ideologías, aunados a la falta de acceso y uso indis-‐‑ criminado o limitado de recursos (capitales físicos y simbólicos) de quienes están involucrados. Esta última cuestión también impacta las actividades rela-‐‑ cionadas con la inclusión social, porque cualquier decisión implica favorecer a personas o grupos, dejando a otros de lado o en diferente posición, al distribuir-‐‑ se dichos capitales entre un campo o individuos específicos y no en todos. En este trabajo se aborda la exclusión e inclusión desde el campo de la salud, espe-‐‑ cíficamente a partir de las narrativas en Psicología Clínica. 1. Consideraciones teórico-‐‑conceptuales Los planteamientos sobre sujeto y poder de Foucault ofrecen valiosas posibilidades de abonar a la comprensión de las categorías de exclusión e inclu-‐‑ sión social vinculadas con las dinámicas, narrativas y discursos en la psicología clínica, por ello se destaca a continuación el peso de su papel simbólico, recur-‐‑ sos y lógicas en dicho fenómeno social. Si consideramos a la psicología clínica como un campo o espacio social, en los términos de Bourdieu (Jiménez, 2004), habremos de ubicar agentes e instituciones luchan permanentemente por apro-‐‑ piarse de productos específicos que se encuentran en disputa. Las personas, según Foucault, se encuentran en relaciones de producción y significación así como en relaciones de poder, las cuales son a su vez sumamente complejas. Sostengo, por mi parte, que dichas relaciones de producción y significación, a su vez, inciden o tienen impactos de diverso orden e intensidad en los procesos de exclusión e inclusión social. Para entender las relaciones de poder, Michel Foucault (Dreyfus y Rabinow, 1983) propone que deben estudiarse las formas 434
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de resistencia y desintegración, y toma como punto de partida una serie de oposiciones: como la del poder del hombre sobre la mujer, la de los padres so-‐‑ bre los niños, la de la psiquiatría sobre la enfermedad mental, la de la medicina sobre la población, la de la administración sobre la forma de vivir de la gente. Considera que para comprender estas relaciones habría que observar varios aspectos a saber: su transversalidad; el objetivo de estas luchas que en realidad son los efectos del poder en sí, (p. ej. la profesión médica, criticada más que por su provecho económico, por ejercer un poder no controlado sobre los cuerpos de la gente, su salud, su vida y su muerte); su inmediatez, o sea, son luchas que no se refieren al "ʺenemigo principal"ʺ sino al enemigo inmediato, tampoco esperan solucionar los problemas en un futuro; cuestionan el status del individuo -‐‑afirmando el derecho a ser diferentes-‐‑ y atacan lo que separa a los individuos entre ellos, forzándolos a volver a sí mismos para atarlos a su propia identidad de manera constrictiva. En esas luchas se plantea la pregunta: "ʺ¿Quiénes somos nosotros?”, como un rechazo a la inquisición científica y ad-‐‑ ministrativa que determina quién es uno. Finalmente, el autor explica que estas luchas, -‐‑en oposición a los efectos del poder, vinculados al conocimiento, a la competencia, la calificación-‐‑ luchan contra los privilegios del conocimiento, pero también oponen al secreto, la deformación y las representaciones mistifi-‐‑ cadas impuestas a la gente. Existe una relación entre la influencia que pudiera ejercerse en el con-‐‑ texto de la psicología clínica con la forma de poder definido como pastoral (aso-‐‑ ciado también al poder del Estado), el cual no tiene lugar sin el conocimiento de las mentes humanas, sin explorar sus almas, sin hacerles revelar sus más ínti-‐‑ mos secretos, lo que implica un conocimiento de la conciencia y la habilidad para dirigirla (Dreyfus y Rabinow, 1983). El Estado es considerado una estruc-‐‑ tura muy sofisticada a la cual los individuos pueden ser integrados a condición de ser moldeados y sometidos a una serie de patrones muy específicos. En al-‐‑ gunos casos de la actividad en psicología también se da esa prerrogativa a los sujetos: que su individualidad pueda ser moldeada y condicionada a una serie de patrones muy específicos. El ejercicio del poder es un modo en que ciertas acciones modifican o pueden estructurar el campo de otras, en términos de Foucault (Ídem). El poder actúa sobre las acciones de los otros, en aquellas acciones existentes o en aque-‐‑ llas que pueden generarse en el presente o en el futuro. En el corazón de las relaciones de poder, y constantemente provocándolas, se hallan la resistencia de la voluntad y la intransigencia de la libertad, que tendrían lugar en la exclusión 435
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social con sus matices según su tipo. En esa línea puede decirse que la exclusión no es una función de consentimiento, la cual corresponde al terreno de la inclu-‐‑ sión. El poder para el citado filósofo francés: Es una estructura total de acciones traídas para alimentar posibles ac-‐‑ ciones; él incita, induce, seduce, hace más fácil o más difícil, en el ex-‐‑ tremo, él constriñe o prohíbe absolutamente… la naturaleza equívoca del término conducta es una de las mejores ayudas para arribar a tér-‐‑ minos específicos de las relaciones de poder. ‘Conducir’ es al mismo tiempo ‘liderar’ a otros… y un modo de comportarse con un campo más o menos abierto de posibilidades. El ejercicio del poder consiste en guiar la posibilidad de conducta y poner en orden sus efectos posi-‐‑ bles… (Foucault, 1979) (Dreyfus y Rabinow, 1983, p. 13) De acuerdo con Foucault es posible analizar las relaciones de poder fo-‐‑ calizando determinadas instituciones. La estructura que soporta las dimensio-‐‑ nes de la psicología clínica sería una de estas instituciones a ser observada para apreciar los mecanismos de poder que favorecen o impiden la exclusión e inclu-‐‑ sión. De igual forma, el análisis de las relaciones de poder, exige, a decir del autor, los siguientes rubros: 1.-‐‑ El sistema de las diferenciaciones: determinadas por la ley o por las tradicio-‐‑ nes de status y privilegio, económicas, culturales y lingüísticas, etc. 2.-‐‑ Los tipos de objetivos impulsados por aquellos que actúan sobre las acciones de los demás: el mantenimiento de los privilegios, la acumulación de beneficios. 3.-‐‑ Los medios de hacer existir las relaciones de poder: acorde a como éste sea ejercido, amenaza de las armas, efectos de la palabra, sistemas de vigilancia, de acuerdo a reglas explícitas o no, fijas o modificables, con o sin los medios tecno-‐‑ lógicos para poner todas estas cosas en acción. 4.-‐‑ Formas de institucionalización: tradicionales, legales, fenómenos relaciona-‐‑ dos a la costumbre o a la moda (tales como los que se ve en instituciones como la familia), etc. 5.-‐‑ Los grados de racionalización: efectividad de los instrumentos y la certeza de los resultados o incluso en proporción al posible costo (económico y de reacción). El ejercicio del poder no es un hecho desnudo, sino elaborado, trans-‐‑ formado, organizado, asumido con procesos más o menos ajustados a una si-‐‑ tuación. Los mecanismos usados en las relaciones de poder son estrategias, por-‐‑ que consideran estar dirigidas al otro como una alteridad, que se configuran, 436
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entre otras formas y modalidades, a partir de interacciones de comunicación y, de modo especial, en el uso del lenguaje verbal, expresado tanto en un discurso como en las narrativas. Comunicar es siempre una cierta forma de actuar sobre otra persona o personas. Pero la producción y circulación de los elementos de significado pueden tener como objetivo o consecuencia ciertos resultados en el "ʺreino"ʺ terreno del poder. En una sociedad existen diversas formas, lugares, ocasiones y circunstancias en las que estos relacionamientos (actividades-‐‑ comunicación-‐‑poder) se establecen a sí mismos de acuerdo a un modelo especí-‐‑ fico y, algunas veces constituyen sistemas regulados y concertados. Estas interacciones de comunicación y poder influyen en los procesos de exclusión e inclusión social -‐‑sobre los cuales enseguida incluyo un par de concepciones seleccionadas-‐‑ considerando dos dimensiones complementarias a las que he denominado: de forma y de fondo; la primera, se orienta a destacar las características formales o estructurales de la exclusión; la segunda, se refiere a su orientación política y filosófica. En cuanto a su forma, la exclusión social tiene un carácter estructural, dinámico y multidimensional. Carmen Bel (2002), menciona que la exclusión social no es en sí una situación -‐‑absoluta o estática-‐‑, sino un proceso de diversa intensidad según personas y grupos, con mecanis-‐‑ mos específicos y diferentes tanto para las personas afectadas como para el cuerpo social. Para la definición de exclusión con un orientación más de fondo, es re-‐‑ presentativa la aportación de Osorio y Victoriano (2012) quienes explican que la exclusión no es más que una forma de la inclusión, pues todas aquellas figuras políticas o filosóficas que indican la posibilidad de estar fuera de la comunidad (el marginado, el loco, el proscrito, incluso el abandonado), son figuras que llevan de suyo un acto incluyente destinado a ‘controlar’ categorialmente su ambigüedad estructural; esta es una modalidad que sólo alcanza sentido en la adscripción de los sujetos a determinados procesos, sea del mercado de consu-‐‑ mo o laboral, de la participación en la toma de decisiones políticas. La exclusión es así una forma de violencia institucional o sistémica, al decir de Žižek, auspi-‐‑ ciadora de otras formas de violencia. El concepto de exclusión se orienta a dar cuenta de las formas y modos asumidos por los que quedan fuera de espacios y procesos, sean económicos, políticos, territoriales, culturales, de saberes, etc. La exclusión, concluyen los autores citados recoge la ambigüedad con la que se enfrenta el pensamiento crítico a los nuevos fenómenos políticos y sociales contemporáneos, además de que cuestiona la noción de límites y fronteras entre el adentro y el afuera, o 437
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entre el incluido y el excluido, un tipo de dicotomías tan caras al pensamiento de la modernidad reinante. En estas definiciones, las condicionantes o causas individuales y estructurales de la exclusión e inclusión social serían, en mayor medida, la economía de mercado, sin embargo, también habría otras, como el momento histórico-‐‑social y el área geográfica. Existen además factores de exclu-‐‑ sión en el ámbito relacional, los que ha indicado Rubio (2006), son el deterioro o ruptura de las redes familiares (violencia); la escasez o debilidad de redes familiares (monoparentalidad, soledad, etc.) y de las redes sociales (dificultades para relacionarse, crear y/o mantener su red social) y finalmente el rechazo o estigmatización social. El género ha sido contemplado como una categoría significativa no sólo en el feminismo, sino en el análisis de diferentes fenómenos sociales y también de la exclusión (Castro, 2009). Las dificultades sociales que implican y generan procesos de exclusión no afectan de igual modo a hombres que a mujeres (Ru-‐‑ bio, 2006). La base del problema, la transversalidad, la conexión con otros ámbi-‐‑ tos vitales, la severidad de la exclusión, etcétera, varían según el género de la persona. Al sector social femenino históricamente se le ha situado en una posi-‐‑ ción desventajosa. En consecuencia, estudiar el binomio exclusión/inclusión social, inde-‐‑ pendientemente del contexto o problemática que se trate, implica considerar diferentes escenarios, circuitos y desafíos para personas y grupos, y para ello es fundamental comprender las dinámicas y retóricas del poder, así como apoyar-‐‑ se en la perspectiva de género. Al respecto, Burín (1996), destaca cómo desde las teorías del género se enfatizan los rasgos con que nuestra cultura patriarcal deja sus marcas en la constitución de la subjetividades femeninas y masculinas. La autora ha señalado que la gestación y puesta en marcha de los dispositivos de poder materiales y simbólicos, está profundamente imbricado con la división de dos ámbitos de producción y de representación social diferenciados: el do-‐‑ méstico y el extradoméstico, así como con dos áreas de poder, en el caso de los varones, el poder racional y económico; y en las mujeres, el de los afectos. Dicha distribución repercutió, entre otras cuestiones, en la salud mental de ambos. En esa línea, Amorós (2005) ofrece investigaciones acerca de las diferen-‐‑ tes dimensiones (teóricas y políticas) de poder en la teoría feminista, donde intenta hacer inteligibles los cómos y porqués de la opresión y subordinación de las mujeres, los cuales apuntan hacia la existencia de un poder de los varones sobre el colectivo femenino. Reconstruye también las asunciones desde las cua-‐‑ les se ha tematizado esa situación y los términos en que se han formulado las 438
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preguntas sobre su naturaleza y modus operandi. Enseguida se señalarán los recursos metodológicos de la presente investigación sobre poder y narrativas en la práctica de la psicología clínica, para posteriormente identificar en fragmen-‐‑ tos de éstas las consideraciones teóricas señaladas. 2. Herramientas metodológicas Es útil investigar tanto los procesos de poder como los de integración o separación de individuos a ciertos círculos, no sólo observando sus procesos, acciones y objetos simbólicos, sino atendiendo a la dimensión del lenguaje ma-‐‑ nifestado con cierto sentido en un contexto (texto, discurso, conversación, en-‐‑ trevista o narración), en el cual además se transmiten ciertas representaciones sociales. Peña y González (2008) han descrito cómo las identidades se constru-‐‑ yen dentro de sistemas clasificatorios culturalmente específicos y apoyados por las narrativas que se tienen sobre El Otro y sobre uno mismo. Ricoeur (2004) menciona que la narrativa es uno de los esquemas cognoscitivos que presenta el conocimiento del mundo en que las acciones humanas son conectadas de acuerdo con el efecto que tiene en la prosecución de deseos y metas. Por tal razón, para reconstruir narrativas que me permitieran conocer la forma de con-‐‑ cebir y ejercer el poder en psicología clínica, decidí emplear entrevistas semi-‐‑ estructuradas, proporcionando a las informantes el espacio y la libertad sufi-‐‑ cientes para definir el contenido de la discusión. Se ha solicitado información, mediante entrevistas semi-‐‑estructuradas, a cuatro personas que comparten la condición de género femenino, se desempe-‐‑ ñan en actividades relacionadas con la Psicología Clínica, son académicas del Centro Universitario de la Costa de la Universidad de Guadalajara; una tiene el grado de Doctorado y tres de Maestría; tres de las cuatro son madres, dos están casadas, tres son mexicanas, una de ellas es extranjera, con una residencia de más de 20 años en México. Sus edades fluctúan entre los 45 y 58 años de edad. Tres son psicólogas de formación y una de ellas es médico con especialidad en Psiquiatría. Identificaré a cada una de las mujeres participantes con una letra (A, B, C y D) sólo para organizar y ubicar los fragmentos de sus narrativas. Debe aclararse que en el presente análisis no pretendo hacer un compa-‐‑ rativo de las posiciones o fragmentos del discurso entre las cuatro personas consultadas, por lo que la forma y cantidad de información contenida en dife-‐‑ rentes rubros varía, en algunos casos sólo se muestra una idea – en la que de 439
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hecho se encuentran contenidas las otras apreciaciones o hubo coincidencias-‐‑, o en otros, donde se considera pertinente e ilustrativo, para el tema que nos ocu-‐‑ pa, se muestra más de una alusión. 3. El poder en diferentes escenarios de la psicología clínica En lo subsecuente se pretende explicar las dinámicas y escenarios del poder en la psicología clínica y sus representantes mujeres así como las catego-‐‑ rías de exclusión e inclusión social partiendo de las narrativas (y discurso) de las personas entrevistadas, vinculándolas, en los planteamientos teóricos con los Estudios Culturales desde Foucault y los estudios de género. Empezaré por las valoraciones sobre el fenómeno y los factores de la exclusión e inclusión social, para luego enfocarme en cómo ellas mismas participan de las pugnas por el poder, para obtener una posición estratégica de prestigio o privilegios para tomar decisiones en el campo de la salud y la academia, cuestión tratada tam-‐‑ bién, como hemos visto, por Bourdieu (Jiménez, 2004). La mayoría de las muje-‐‑ res entrevistadas coincidieron al señalar a la familia como un factor esencial en los procesos de inclusión y exclusión del individuo, enfatizaron al respecto: El hecho de no pertenecer a un núcleo familiar integrado, funcional produce exclusión… (C) … el rol de los padres como figuras representativas y protagonistas, luego la escuela, los amigos y los espacios laborales, lo cuales funcionan como una posibilidad para incluir a la persona dentro de un marco de opciones que le permitan cierto grado de desarrollo (A) Dichos fragmentos de las narrativas de las mujeres ponen de manifies-‐‑ to, primero, la importancia que por su formación de psicólogas clínicas le otor-‐‑ gan al sistema social y familiar, como escenarios de poder; y segundo, lo señalado por Rubio, en cuanto al impacto de las redes afectivas, familiares y sociales, ya sea por debilitamiento o su solidez en la situación de la persona respecto a su incorporación o segregación a diferentes espacios. Las consecuencias de salud en un sujeto en términos de exclusión e in-‐‑ clusión social fueron indicadas por otra de las psicólogas: La persona excluida va a cargar con mucho sufrimiento, si no puedes con tanto sufrimiento va a ir esparciéndolo a su alrededor, se va gene-‐‑ rando una cadena (D) 440
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A propósito del rechazo viene a cuenta otra de las afirmaciones de una de las entrevistadas que señaló: …entre más pobre habrá mayor exclusión… esto tiene su aspecto de es-‐‑ tigma, pero no lo tenemos suficientemente ubicado, son reacciones ins-‐‑ tintivas, si quisiéramos corregirlo tendríamos que hacer un esfuerzo voluntario; sin embargo, no sé si todo lo que es eso de exclusión-‐‑ inclusión tiene un propósito voluntario, porque pasa mucho por la reacción afectiva, hay creencias sociales, falta de responsabilidad, cues-‐‑ tiones de doxa , preconceptos, que activan los resortes en forma auto-‐‑ mática, no es que los tengas tan a la vista (B) Un aspecto destacado en la idea anterior, además del propio estigma generado a partir de las diferencias entre las personas, -‐‑especialmente las que carecen de recursos económicos o capital cultural o social-‐‑ es el que la acción o efecto de excluir a otros no siempre es un evento plenamente percibido o iden-‐‑ tificado por quienes incurren en él basándose en lo que se consideraría el senti-‐‑ do común, sino que es una situación en determinados casos tan generalizada que escapa a la conciencia de la persona que incurre en ella. De igual manera, refiriéndose a los efectos de exclusión otra de las per-‐‑ sonas coincidió en que éstos: No son voluntarios, a veces hiciste una mala intervención terapéutica, tienes preferencias, no tomas decisiones equitativas, somos selectivos, en fin, no te escapas: hablar de la propia participación en estos procesos sería como un examen de conciencia (A) Vale la pena subrayar que la entrevistada reconoce su subjetividad en la toma de decisiones que pueden derivar en círculos de exclusión, y en el hecho de alguna manera es muy difícil pretender un desempeño ecuánime e impar-‐‑ cial, pues generalmente los seres humanos no estamos analizando o evaluando simultáneamente nuestras acciones o determinaciones. La psicóloga enfatiza que hacerlo “sería como un examen de conciencia”, para ello habría que ser muy cuidadosos y honestos, tener conocimiento suficiente de los aspectos del ejercicio del poder y sus incidencias en los procesos de exclusión e inclusión. La inclusión social se identifica en las siguientes concepciones de per-‐‑ sona referida a que: 441
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…ésta se desarrolla partir de la potencialidad que el sistema o la socie-‐‑ dad hace de él mismo y le proporciona (A) Es una integración hecha por el individuo sobre una serie de elementos, situaciones, experiencias y cuestiones, incluso sus percepciones; hay quienes han logrado una buena integración de toda esa vivencia, igual y hay quienes no; pero tratando de integrar, persona somos todos: las buenas, malas personas, las que tienen o no elementos para poder sub-‐‑ sistir (C) En las citadas expresiones se enfatiza la propia percepción del indivi-‐‑ duo y su relación con el contexto en el que vive, lo cual se relaciona con la ma-‐‑ nera en que Sawaia aborda la inclusión a partir de su negación, o sea de la exclusión, entendida como una instancia de lo se traduce en privación: de em-‐‑ pleo, de medios para participar del mercado de consumo, de bien-‐‑estar, de derechos, de libertad y, en última instancia, hasta de esperanza. Asimismo, el vínculo con la comunidad fue destacado al comentarse: …la relación entre cada una de esas partes de nosotros es esencial para la salud del cuerpo, del alma y de los grupos de los que somos parte, nuestras relaciones, la pareja, la familia, la comunidad, el país, la comu-‐‑ nidad mundial, el ecosistema, el grado en que uno se separa del proceso incide en nuestra salud física, en nuestro bienestar emocional, y progre-‐‑ sivamente en todo lo demás (B) La concepción anterior no sólo se vincula con la inclusión propiamente, sino también en la parte relacional con el sentido que Lépore (2001) da al tér-‐‑ mino exclusión social, el cual da cuenta del fracaso de la capacidad de las per-‐‑ sonas y los grupos para ‘formar parte de la vida de la comunidad’, lo cual es una categoría ideal y abstracta en una sociedad cada vez más individualista y aislada. Este fracaso de la capacidad para integrarse como parte de un sistema -‐‑ se trate de la familia o de una comunidad-‐‑ también se encuentra en el hecho de que parte de las causas y efectos de los procesos de integración o no de una persona a un grupo tienen que ver con las cuestiones emocionales, las cuales derivarán en otros ámbitos de la vida de la persona, tal como lo expresa una de las entrevistadas: 442
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La exclusión en salud mental es fundamentalmente afectiva y en mu-‐‑ chos casos se traduce en cuestiones económicas. En algunos, existe una red social que acciona recursos para detener ese proceso de movimiento del enfermo hacia afuera, de lo contrario se dan progresivamente pér-‐‑ didas que se van sumando: afecto, identidad, nivel económico, de re-‐‑ conocimiento, derechos legales (B) Al revisar las nociones de las psicólogas sobre salud pueden establecer-‐‑ se ciertas correspondencias con aspectos de exclusión e inclusión y la forma como se ejerce el poder. Las dos categorías -‐‑salud y exclusión-‐‑ implican un pro-‐‑ ceso y una apreciación (valoración) sobre la condición del ser humano o el gru-‐‑ po social. Respecto a la salud se realizaron las siguientes descripciones: Es un proceso, un caminar entre mayor o menor bienestar; el estado de completo bienestar biopsicosocial es una categoría ideal y cerrada; no es tan categórico ni tan excluyente, pues varía dependiendo quien lo defi-‐‑ na, situación, grado de desarrollo, entorno, género, herencia, ambiente, educación… pero es útil y operativo que el bienestar sea mayor que el malestar. Van intrínsecamente unidos a tu nivel de bienestar y salud, el de tu comunidad, tu familia, tus relaciones, de lo contrario no tiene sen-‐‑ tido (B) Aunque la definición anterior integra elementos que podrían conside-‐‑ rarse incluyentes, porque se señala la variedad o fluctuación de situaciones en salud, y que no se puede ser excluyente, reconoce que a final de cuentas la valo-‐‑ ración final dependerá de “quien la defina”, es decir será una cuestión subjeti-‐‑ va. En cuanto al establecimiento de límites para excluir/incluir a alguien en determinada categoría o rubro de salud (sano o enfermo, apto o no), bienestar o avance, es útil recordar la referencia de Foucault sobre “Gobierno” como forma en que la conducta de los individuos o de los grupos debería ser dirigida, pues aunque no se trate (no en todos los casos) de “dirigir la conducta”, de algún modo se establecen “negociaciones” y se considera o reconoce a alguien con ciertas capacidades y estatus para poder ubicarse en algún rubro en cuanto a la salud o los fines que persiga la actividad de la psicología clínica se trate de te-‐‑ rapia, investigación o enseñanza. Otra de las psicólogas (A) apoya la primera parte de la idea expuesta al indicar que: La salud es la apreciación personal y subjetiva de cómo yo me siento respecto a mi entorno, tiene que ver con la autoestima…en la cuestión social, hacer algo relevante, trascendente dentro del medio y que tenga 443
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sentido como proyecto de vida, que abarque aspectos más amplios que la familia, que haya una retroalimentación positiva, un círculo creativo (A) No obstante, en estas descripciones destacan dos situaciones: primero, la importancia del efecto que las acciones de unos tienen en las de otros, sea en la actualidad o posteriormente, aspecto señalado por Foucault, y segundo, la forma como las personas asumen y presentan las acciones, espacios, habilida-‐‑ des, recursos, interacciones de comunicación y poder, es decir como cada quien “cuenta su propia historia”, qué apreciación tiene de su sentir ante la realidad, pues quizá un mismo evento signifique trascender para una persona pero no para otra, o bien lo que tenga validez como proyecto de vida para alguien pue-‐‑ de no tenerlo para otro. En estos fragmentos comunicacionales se producen concepciones y condiciones donde el/los sujeto(s) se ubican un campo determi-‐‑ nado de salud o trabajo, toman o no ciertos acuerdos, realizan demarcaciones simbólicas (imaginarias o reales), o parámetros para decidir sobre quién está o no sano; o quién es o no apto para un puesto o labor específica, lo que deriva en muchas situaciones en un proceso de exclusión y/o inclusión social. Los impactos de las acciones en otros, así como la cuestión del estable-‐‑ cimiento de parámetros sobre lo que es válido en términos de salud, o de la pertenencia a cierto ámbito social, se observa también en lo que sería la defini-‐‑ ción de la persona del psicólogo clínico como: Un profesional capacitado en una Universidad, especializado en el área clínica, cuya función no se reduzca a una posición curativa, también actua en el ámbito de la prevención evitando de ese modo que el pro-‐‑ blema avance y se desarrolle…dentro de su proceso de aportación a la sociedad también está el investigar y proveer a la sociedad con plata-‐‑ formas saludables para que en la medida de lo posible el impacto del deterioro sea manejable, así como participar en el ámbito de la forma-‐‑ ción (A) En dicha expresión integra el papel de las instituciones como otro de los ámbitos donde, siguiendo a Foucault, se genera el poder, es decir, el reconoci-‐‑ miento y legitimación que da el egresar de una universidad y participar en ella formando a otras personas que desean incorporarse a ese campo profesional. El alto peso simbólico que tienen las instituciones educativas, ya sea porque tradi-‐‑ cional e históricamente la misma sociedad se los ha otorgado, o porque el sis-‐‑ tema y las personas asumen que esta credencialización les faculta para decidir 444
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lo que es o no válido en términos de salud y educación, es un elemento central para comprender las lógicas en los que se sustenta el poder utilizado por algu-‐‑ nas personas. Además de estar incorporado a una institución educativa -‐‑como parte de quienes forman estudiantes e investigan-‐‑ otra de las arenas en que influyen las formas de institucionalización en la vida de las personas situándolas en de-‐‑ terminada posición con acceso o disfrute de ciertos privilegios, es lo que una de las psicólogas indicó de la siguiente manera: La exclusión sería que los parámetros (posibilidades, beneficios, inci-‐‑ dencias e impactos) terapéuticos, educativos o de investigación, no es-‐‑ tén al alcance de las poblaciones por desconocimiento, porque no hay esta convocatoria del Estado o de las instituciones para que las personas puedan enterarse de que hay esos beneficios, o simplemente su acceso no sea posible por limitaciones económicas, políticas, de credo, o geo-‐‑ gráficas y que no accedan. Que la posición de los profesionales tampoco se tome en cuenta (A) En este sentido, se hace uso del poder para proteger ciertos intereses (de una élite) por el hecho de que determinadas instituciones no difundan adecua-‐‑ damente esas posibilidades y beneficios hacia la población sin distingos o prefe-‐‑ rencias hace que algunos de sus sectores quede fuera, y también se evidencia esta lógica al indicarse la existencia de “limitaciones económicas, políticas, de credo” que impiden a las personas ingresar a esos espacios o privilegios. Fi-‐‑ nalmente, habrá miembros de un grupo que deciden o señalan qué cosas pue-‐‑ dan estar o no al alcance de otros, aunque también es cierto que no es posible que la totalidad de los recursos (en la mayoría de los casos limitados) y opcio-‐‑ nes estén disponibles para todos, pues muchas veces hay más demanda que oferta. La diferenciación entre las personas y grupos generada por razones como la personalidad, especialización y naturaleza de sus acciones y objetivos, impacta en la distanciación entre ellas o promueve condiciones para que unos queden fuera de ciertos circuitos. Foucault integra en el análisis del poder preci-‐‑ samente el sistema de las diferenciaciones (de diversa índole: económicas, cul-‐‑ turales y lingüísticas, etc.) y los tipos de objetivos: mantenimiento de privilegios, la acumulación de beneficios. Esta diferenciación provoca proble-‐‑ máticas en diversas áreas, tanto a nivel global en los sistemas económico, social, cultural y político, como en ámbitos más individuales: procesos de comunica-‐‑ 445
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ción, vínculo afectivo, desarrollo personal, familiar y profesional. Al respecto una de las psicólogas mencionó: Es bastante determinante el grado de madurez o desarrollo que tengan las personas en la familia, si no tienen el adecuado es más probable que ocurran rupturas de escisión o cortar vínculos (D) En este caso la diferenciación también se encuentra dada en la posición del sujeto en su ciclo vital propio (de desarrollo) o en el de su familia. Es decir, habrá quienes asuman determinados roles, por lo cual se ven obligados a parti-‐‑ cipar de decisiones o dinámicas que les permitan o, en otros casos, les exijan excluir(se) o no de un grupo. Al tener lugar dichas diferenciaciones y establecimiento de objetivos en las personas se producen situaciones de exclusión, las cuales pueden tener re-‐‑ sultados en diferentes niveles, pues a decir de una psicóloga: … las consecuencias son devastadoras si las personas llegan al punto de sentirse excluidos; pienso en dos momentos: el primero cuando los otros te consideran incapaz incapaz y te excluyen; y dos, el riesgo ma-‐‑ yor: que exista una invisibilidad personal, donde uno mismo piense y se diga así mismo: yo no existo, no puedo, no me lo merezco. En el caso de la exclusión se da un círculo vicioso, caso contrario en la inclusión, donde habrá uno virtuoso (A) En esta expresión se enfatiza que la facultad del lenguaje como medio para analizar cómo y con qué efectos se ejerce ese poder que, como lo las mis-‐‑ mas entrevistadas lo describieron, representa una realidad, o puede devaluar a alguien, o ponerlo a mayor o menor distancia o bien, ‘regresarle’ su dignidad: …en el caso de la terapia, lo que yo diga en términos de connotación sobre un síntoma, un comentario con un tinte excluyente o de culpa, va a influir en la construcción de la historia que el individuo realice de sí mismo (A) Además de aceptar la palabra como medio para ejercer el poder en ese el espacio terapéutico, como en la enunciación anterior, otra de las psicólogas comentó: 446
Repensando la inclusión social: aportes y estrategias frente a la exclusión social
En la exclusión, el juego o el peligro no es que te digan no puedes en-‐‑ trar, sino que vales menos. El problema es la violencia que está atrás del lenguaje. Las palabras son como una nube para encubrir lo que quieren decir las palabras y no tendría que ser así (D) Nuevamente se observan en “la violencia que está atrás del lenguaje” los diferentes niveles en los que puede impactar el poder de unos sobre otros, y los resultados o efectos que pueden tener las palabras o lo que se encuentra escondido tras ellas. Aunque se sabe que las relaciones de poder no son necesa-‐‑ riamente de violencia física, en muchos casos ésta agresión se produce de otras formas, como a nivel de las emociones, los pensamientos y las posibilidades de la persona en relación con otra. Para ampliar las referencias que ilustran las implicaciones de esta idea sobre cómo funciona el poder en las relaciones entre las personas en el contexto de la psicología y en el ámbito social donde se produce la exclusión, sirvan las siguientes palabras de la entrevistada: Actuamos a través de ideologías, creencias, y éstas se convierten en prácticas y se institucionalizan con los actos, se dan como verdaderas, como adecuadas, entonces el psicólogo que no está atento a esas prácti-‐‑ cas de poder, inmersas en la cultura, tiene una posición acrítica o es neutro, está en riesgo de ser excluyente (A) En la enunciación previa debe destacarse la relación establecida entre las creencias (como producto de ideologías) y las acciones de las personas, relación que constituye una vía útil de estudiar la exclusión. Esta cuestión de creencias-‐‑ prácticas-‐‑actos tiene que ver con lo que Foucault llama los grados de racionali-‐‑ zación: efectividad de los instrumentos y la certeza de los resultados o incluso en proporción al posible costo, en virtud de que la persona se apropia de cierta concepción dependiendo de los posibles o ya comprobados beneficios que pu-‐‑ diera representarle, la gente toma como válido lo que le parece funcional, ade-‐‑ cuado o verosímil, además hay una conexión entre lo que se cree y lo que se hace o la conducta por la que se opta. Considerando la propuesta de Foucault (Dreyfus y Rabinow, 1983) de entender las relaciones de poder estudiando las formas de resistencia que cues-‐‑ tionan el status del individuo y lo constriñen a una identidad, enseguida se muestra una de las afirmaciones que me pareció muy representativa: 447
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Se debe tener conciencia del poder. Estás en una situación de poder, del centro hacia un lado, en una posición horizontal, debe reconocerse el poder de quien está contigo, porque él es el experto en su vida, en sus soluciones; el psicólogo clínico debe ayudar a que su poder sea traído a ese espacio. Estoy en contra del abuso o del sometimiento. No debe uti-‐‑ lizarse el espacio terapéutico como espacio de poder para lograr un ob-‐‑ jetivo personal, para sentirte muy competente, u obtener un reconocimiento profesional, ese tipo de poder es muy peligroso (A) En esta expresión, además del respeto y reconocimiento al otro, sobre-‐‑ sale el hecho de que se consideren posiciones de algún modo iguales, al decir “horizontal”, sin dejar el hecho de que siga ubicándose al psicólogo en la parte central del proceso. Por otro lado, destaca el aspecto relacional de los indivi-‐‑ duos, pues como lo ha precisado Pierre Bourdieu (Jiménez, 2004), la persona existe en la medida en que está en compañía de otros; la razón última se en-‐‑ cuentra en el “ser-‐‑con” o el “ser-‐‑hacia” y no sólo en el “ser”, es decir, se estudia cómo la relación de los individuos afecta o influye en los elementos del sistema. El «ser-‐‑individual» es resultado de un conjunto de prácticas, de recortes que acometen la extracción de la experiencia de esa parte de individualidad. En esa línea de reflexión sobre la relacionalidad en el espacio terapéutico y la forma de sustentar el poder, otra psicóloga clínica mencionó: Hay gente que llega a la consulta y dice: tú dime lo que tenga que ha-‐‑ cer, y yo lo voy a hacer, como cediendo el poder, pero hay personas que tienen un conocimiento mayor y lo asumen de manera diferente. Por eso se debe orientar a la psico-‐‑educación (C) En esta situación, se ve con claridad que muchas personas de cierto modo tienden a evadir su responsabilidad y procurar que sea el otro quien de-‐‑ termine los parámetros adecuados para ellos, o bien, las personas se disponen para que otro moldee, conduzca o lideree su conducta, término que para Fou-‐‑ cault permite arribar a términos específicos de las relaciones de poder, porque éste consiste en guiar la posibilidad de conducta y poner en orden sus efectos posibles. Por lo tanto es preciso comprender desde dónde (escenarios sociales, psicológicos, biológicos) están esos individuos ‘siendo’ con o para otros, dado que ésta es una lógica similar a la del proceso de exclusión. Dichas dinámicas de poder y de definición de posiciones a partir de la relación de personas se puede identificar también en la siguiente declaración: 448
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Está implicada la cuestión de definición del rol, por ejemplo en el área de la psicología del trabajo, verificar a quién va a servir el psicólogo en la empresa, entonces es un dilema, hay personas que tendrían que ir en contra de sus propias convicciones para tener trabajo, hay quienes no han querido ser parte del sistema, tiene que ver con toda esta visión so-‐‑ cial o económica y de los sistemas de poder (B) El hecho de que la informante distinga las lógicas del “sistema… visión social o económica y de los sistemas de poder” es indicativo de que este campo de la psicología es una arena de luchas por las posiciones que determinan qué valores, aspectos o acciones debe hacerse, buscarse o pretenderse, es decir nue-‐‑ vamente asociadas con las clases de objetivos y sistema de diferenciaciones mencionadas por Foucault. En cuanto al otro factor para analizar las relaciones de poder, que el autor describe como “los medios” que se usan, puede ser de utilidad el siguiente fragmento de la narrativa de otra psicóloga: El problema en algunos no es tanto por ignorancia, sino por cosas emo-‐‑ cionales, se piensa que va a ser sometido por un terapeuta, son miedos comunes al estar en una relación de potencial abuso de poder, pero ahí no hay abusos de poder, sino que en esa relación existen dos funciones o roles diferentes (D) Es decir, en el caso de la psicología clínica, específicamente en el espacio terapéutico, hay solicitantes con reservas porque “temen” o creen que podrían ser objeto de un poder que el otro tenga sobre él por medio de las palabras o los recursos de la misma psicología, las reglas explícitas o implícitas en las cuales se otorgan ciertas facultades al terapeuta para incidir sobre la propia vida. En el ámbito social en general otra de las mujeres mencionó que: Los profesionistas de la salud mental existe la cuestión del desprestigio, la utilidad o no, y la del estigma, la marca de prejuicio o distancia so-‐‑ cial hacia lo que es lo mental” (B). En ese tenor, surge la cuestión de si el vínculo social se constituye en la lucha por el reconocimiento. Es necesario recordar que excluido significa jus-‐‑ tamente no ser reconocido, no ser tenido en cuenta, en suma, definitivamente "ʺno ser"ʺ para otros. 449
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Esto revela nuevamente uno de los matices e intenciones de las diná-‐‑ micas de exclusión e inclusión: la lucha por el reconocimiento. Además, el des-‐‑ dén y la humillación impactan al vínculo social en un plano superior, a saber, el de la estima social dirigida al valor personal y a la capacidad de buscar la felici-‐‑ dad de acuerdo con la propia concepción de la vida buena. El marco de esta lucha por la estima son los diferentes lugares de la vida: la escuela, el trabajo, la colonia, y cualquier otro espacio y campo social en el que se encuentre el sujeto, pero independientemente de su naturaleza, en su interior/exterior se generará una serie de interacciones y pugnas por legitimarse como tal, sea a nivel de grupal o personal. De hecho una de las características en el gremio de la psico-‐‑ logía clínica es la diversidad de voces –en constante lucha por obtener recono-‐‑ cimiento-‐‑ y la falta de concierto, como lo señalaron varias entrevistadas: Hay competencia, hay rivalidad en el sentido disciplinar, los conductis-‐‑ tas, los psicoanalistas, guestaltistas, los sistémicos, cada uno de estos grupos se cierra y no deja ingresar nuevas ideas y no comparte o no cree en posibilidades de éxito de otros paradigmas… se abren muchos consultorios… también hay muchos charlatanes (A) Lo anterior significaría que en términos tanto de colectivos como de in-‐‑ dividuos, se requiere constituir una identidad o manera de ser identificados, reconocidos y de crear sentido de lo que son o hacen para otros grupos y para sí mismos. No obstante, esta condición de permanente “rivalidad” incrementa las disputas por la legitimación y el prestigio en el campo profesional y social de la psicología clínica. Esta situación revela también cierto “celo” profesional y académico, que repercutirá en la exclusión a conversaciones, eventos o proyec-‐‑ tos entre “colegas”. La cuestión del reconocimiento se asocia a la exclusión, como lo señaló una de las psicólogas clínicas: … el psicólogo no siempre es imprescindible, por ejemplo, en las em-‐‑ presas hay una competencia de administradores, contadores, licencia-‐‑ dos en psicología industrial, etc… los psicólogos no están integrados a instituciones de asistencia social de servicio gratuito… hay pocos espa-‐‑ cios institucionales para el ejercicio de de la psicología clínica y la edu-‐‑ cativa (A) La exclusión en el contexto terapéutico también existe cuando hay des-‐‑ acreditación personal; algunas psicólogas señalan que analizan dicha actitud de no valoración, identificando en qué contexto y quién la realiza: 450
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Por ejemplo, si mis pacientes dejan de asistir, es una manera indirecta de desacreditarme. La desacreditación es parte de la ignorancia, tam-‐‑ bién hay valoraciones sobre si es o no necesario, o si se puede o no con ello (A) Por otra parte, la inclusión en la relación de trabajo en el contexto clíni-‐‑ co, según el colectivo entrevistado: …se da por la pertenencia en el espacio terapéutico, no se siente esa co-‐‑ sa que ellos plantean de uno arriba uno abajo, sino más bien una rela-‐‑ ción como de afecto (B) Un aspecto valioso de la inclusión social en la terapia en psicología clí-‐‑ nica es el tipo de vínculo entre el terapeuta y la persona que solicita sus servi-‐‑ cios. Estas relaciones simbólicas funcionan -‐‑al igual que las prácticas de consumo-‐‑ como principios de selección o de exclusión reales, que el sujeto con-‐‑ temporáneo vive y sufre, (Jiménez, 2004). En psicología clínica, la investigación -‐‑como actividad y producto-‐‑ es otro de los ámbitos donde pueden observarse el ejercicio del poder y sus impactos en la exclusión/inclusión. Tal como lo indican enseguida: Para las instancias administrativas, que apoyan las investigaciones, lo válido sigue siendo el estudio de corte cuantitativo; en nuestro país la parte cualitativa se desestima, en general; lo mismo se refleja en las pu-‐‑ blicaciones (B). Una parte de inclusión es que el producto de investigación o sus efectos impacten en la vida de los seres humanos; uno investiga para resolver problemas, para mejorar la calidad de vida, para que las personas ten-‐‑ gan opciones para enfrentar sus síntomas de una forma asertiva, la in-‐‑ vestigación representa un insumo para la calidad de vida (A) En ambos fragmentos se podría considerar a la investigación como un medio de hacer existir las relaciones de poder, pues como lo ha apuntado Fou-‐‑ cault, esto tiene repercusiones en los otros a quienes se desea impactar, utili-‐‑ zando los recursos tecnológicos para poner todas estas cosas en acción. De igual forma tiene que ver con los niveles de racionalización, porque se busca median-‐‑ te el producto de la investigación organizar o asumir procesos ajustados a una situación o problema en particular, desde la óptica de las “autoridades”. 451
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Los escenarios del poder –al igual que los de un campo social-‐‑ constitu-‐‑ yen espacios de lucha limitados, su distribución de fuerzas es desigual, se defi-‐‑ nen mediante regularidades de conducta y reglas aceptadas; y presentan momentos de crisis coyunturales. Estos elementos se relacionan de modo espe-‐‑ cífico cuando se considera la perspectiva del género en la exclusión e inclusión en las narrativas de psicología clínica, como ha manifestado una de las compa-‐‑ ñeras: En términos de poder y género, hay un poder que alguien se adjudicó, que lo tomó y se reforzó porque el otro se lo permitió, tradicionalmente el hombre lo tomó porque la mujer lo permitió (C) En general, la sociedad convencional ha señalado funciones (roles) o ac-‐‑ titudes específicas para cada uno de los géneros, la mujer establece con el géne-‐‑ ro masculino una serie de “acuerdos” o “diferencias” que favorecen o impiden su incorporación a diferentes espacios sociales (de desarrollo, de redes, etcéte-‐‑ ra); las investigaciones atribuyen estas diferenciaciones a factores biológicos y, en mayor medida a los socioculturales. Así lo expresa otra de las psicólogas: …la mujer tiene una manera de actuar y el hombre otra, son maneras diferentes de estar en el mundo, a veces en beneficio para uno u otro (A) Tales demarcaciones simbólicas que establecen sistemas diferenciados organizando a la sociedad en forma binaria y oposicional (o complementaria), ofrecen las condiciones para el ejercicio del poder, lo cual se relaciona con la siguiente afirmación: Las mujeres todavía estamos más en contacto con cosas internas, somos más sensibles a las necesidades humanas, que incluyen no sólo lo que pide el cuerpo, sino lo que piden los afectos, somos más de agrupar, de crear matriarcado; pero si te visualizas como orientada hacia el exterior, tienes que producir y estar compitiendo igual como los hombres (B) El hecho de que generalmente las mujeres atienden las necesidades afectivas, de acuerdo con el comentario precedente, coincide con lo que Burín explica acerca de que la centración en el poder de afectos le representó al género femenino un recurso y un espacio de poder mediante la regulación y el control de las emociones en la familia. De igual forma, este poder de los afectos, aún cuando de algún modo también se ha ido transformando y de hecho ha entrado 452
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en crisis, de acuerdo con Burín (1996), dados los cambios en las condiciones socioeconómicas, sigue vigente en lo que se refiere al desempeño profesional de las mujeres en los espacios terapéuticos en psicología clínica, según se puede constatar en las palabras mostradas a continuación: La cuestión del género influye menos en la práctica profesional, por el tipo de actividad es cómodo para una mujer; los pacientes se relacionan muy bien con esa parte afectiva de cuidado y comprensión, calidez y cooperación, el no autoritarismo; pero es otra situación en el ámbito profesional, y sobre todo en las cuestiones institucionales, seguimos con los mismos moldes (B) Otra de las condiciones que determinan las cuotas de poder y los posi-‐‑ bles efectos que éste tenga en los sujetos involucrados en las relaciones familia-‐‑ res y laborales (incluyendo las de psicólogas clínicas) es la maternidad, al respecto se señaló: La mujer es responsable de que todo marche bien y la maternidad es una identidad, entonces, mucha de la atención de los problemas tienen que ver con este aspecto, de buscar el bienestar (en general y de salud mental) para que la familia esté bien… El rol de la mujer tradicional es un rol absolutamente excluyente y en especial la maternidad, automáti-‐‑ camente te excluye de oportunidad de progreso, de mayores ingresos, de carrera laboral. Hay una gran repercusión de la vida social, que im-‐‑ plica cuestiones o reglas o valores sociales, sobre las decisiones que la mujer-‐‑madre tome para diferentes ámbitos, incluso para su ocio o di-‐‑ versión (B) La citada expresión incorpora la función de la familia en las relaciones de poder y de asignación de posiciones estratégicas. Esto se vincula con las reflexiones de Amorós (2005), que al retomar los análisis de determinados sis-‐‑ temas de poder, señala que la familia biológica, de suyo, constituye una distri-‐‑ bución de poder intrínsecamente desigual, pues la diferenciación natural entre los sexos en las funciones reproductoras conduciría in recto a la división sexual del trabajo y su consiguiente jerarquización. Además, señala que la psicología del poder se configura en la familia biológica, donde tiene su raíz. Esos y otros estudios abonan a la desmitificación y desnaturalización de ámbitos de la vida humana que se consideraban autorregulados por sus propias leyes afectivas y emocionales. 453
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En cuanto a sus experiencias personales relacionadas con los escenarios de exclusión e inclusión social las psicólogas clínicas se consideran generalmen-‐‑ te “afortunadas” o “integradas”, incluso como lo dijo una de ellas: …a pesar de provenir de un contexto rural y de ser mujer (A) O de ser emigrada.. O sólo se les ha negado el acceso a ciertos lugares cuando las personas que lo autorizan no toman decisiones por sí mis-‐‑ mas (B) Sin embargo, una de ellas identificó que sí ha experimentado cierto re-‐‑ chazo: Cuando haces el esfuerzo de estar integrado y te das cuenta que cierto grupo no acepta lo que propones, porque son muy tradicionalistas, o tiene ideas muy particulares y específicas, no puedes entrar a él, sobre todo si tienes pensamientos más evolucionados (C) Considerando dicha expresión, tendríamos que pensar en situaciones concretas, preguntar a quién y por qué se le excluye, reconsiderar la función del lenguaje como medio para el ejercicio del poder pero también para relacionarse de manera colectiva y no individualista. González, (2007) subraya la importan-‐‑ cia de organizarse de forma distinta (superior) para generar nuevas plataformas para coordinar acciones en una cultura de comunicación, en la que la riqueza suscitada y contemplada de las diferencias se reteja en una estructura pareja entre los diferentes. En las narrativas reconstruidas y enlistadas anteriormente se ha inten-‐‑ tado manifestar cómo las psicólogas clínicas observan los procesos de poder, ya sea en el campo de la salud, entre otros campos de la psicología clínica, o bien en la situación de la mujer en general, dada su posición en la familia, el espacio laboral y la sociedad. También se procuró explicar los efectos de ese poder en la exclusión e inclusión social, a partir de la identificación de las causas, conse-‐‑ cuencias y aspectos diversos en estos escenarios de análisis, donde cabe aclarar que las entrevistadas hacen mayor referencia al contexto general que al particu-‐‑ lar y subjetivo, donde se encontraron pocas alusiones acerca de sus propias inercias o vulnerabilidades en ese ejercicio de poder. Desde las propuestas, comentarios finales: De acuerdo con el panorama que se ha trazado, existen muchas y com-‐‑ plejas vetas en las narrativas de estas mujeres integradas a la práctica de la 454
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psicología clínica para el análisis de los fenómenos de poder y de exclusión e inclusión social. Sólo en algunos casos, según fragmentos de sus narrativas, las propias participantes lograron identificar las huellas de su forma de ejercer el poder con un matiz excluyente. Atendiendo a lo anterior identifico dos líneas de propuestas, la primera respecto a las cuestiones que desde la propia óptica de las psicólogas clínicas habría que tomar en cuenta para evitar mayor exclusión y la segunda, desde mi propia perspectiva, respecto al escenario de la investigación y la reflexión de las prácticas de poder con matices excluyentes en la psicología clínica. En cuanto a la primera. Las representantes del campo de la psicología clínica, además de prepararse, supervisarse, reflexionar sobre el propio quehacer e informarse, sugieren lo siguiente con la finalidad de promover mayor inclusión social: Dejar entrar la voz de los otros al interior de nuestros espacios (A) …no aislar la terapia de las cuestiones de poder o políticas, sino como ciudadanos ajustarnos a esquemas estéticos, éticos y jurídicos, mode-‐‑ rando el impulso de rechazar. Difundir la necesidad de cambios, parti-‐‑ cipar en movimientos que favorezcan la inclusión y aportar a reformas estructurales, legales, para que haya apoyo a las mujeres que sufren violencia, son indígenas o tienen trastorno mental. Creo en el poder del cambio a nivel de cada uno, preocuparse por el otro, por la gente que queda en situación de calle (B) En el trabajo terapéutico promover desde el principio la inclusión y el empoderamiento (C) …y dejar claras las reglas del juego para saber a quién y por qué se le excluye (D) En estas palabras se subraya la necesidad de reconstruir los espacios socia-‐‑ les y políticos, trabajando sobre el sentido de la propia identidad y en conse-‐‑ cuencia, entre otros de la ciudadanía así como rescatando el valor de una relación distinta mucho más enfocada en los afectos y vínculos. En cuanto a la segunda línea, desde mi propuesta, sería deseable, a par-‐‑ tir de una segunda aproximación enfocada en mayor medida a cuestiones de género en la arena laboral, o bien con información de otros actores sociales, establecer nuevas líneas de investigación encaminadas a la tarea de promover, mediante el diagnóstico adecuado, más inclusión y contrarrestar los procesos y efectos de la exclusión social. Por mi parte agrego quedaría pendiente incluir las concepciones masculinas relacionadas con esta actividad tan necesaria para el 455
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bienestar y el bienser social. Para terminar, es preciso considerar el papel de la ideología como sis-‐‑ tema de ideas y saber común, abordada en los Estudios Culturales como ele-‐‑ mento macro presente en todo el campo, en virtud de que atraviesa toda la práctica en la que se configuran las representaciones de la exclusión e inclusión social. Nuestra percepción y construcción del mundo siempre es situada, por ello la importancia que desde el habitus, y la práctica de un campo tiene la iden-‐‑ tificación de los discursos hegemónicos, así como de las interacciones de poder interpersonales contenidos en los procesos comunicativos incluidos los de la dimensión mediática; interacciones éstas que a nivel micro y macro atraviesan a la persona y a la sociedad en su conjunto. La interpretación de narrativas desde la práctica de la psicología clínica es un acercamiento muy ilustrativo para es-‐‑ tudiar estos fenómenos. Referencias bibliográficas Amorós, C. (2005). Dimensiones de poder en la teoría feminista. Revista Interna-‐‑ cional de Filosofía Política. 25 (3), 11-‐‑34. Bel, C. (2002). Exclusión social: origen y características. Recuperado de http://enxarxats.intersindical.org/nee/CE_exclusio.pdf Burín M. (1996). Género y psicoanálisis: subjetividades femeninas vulneradas. En Género, psicoanálisis y subjetividad. (pp. 11-‐‑69). Buenos Aires: Paidós. Castro, M. (2009). Género. En Szmuk M. y McKee R. (Coords.). Diccionario de Estudios Culturales Latinoamericanos. (pp. 114-‐‑122). México: Instituto Mora. Siglo XXI Editores. De Jesús y André (2010). Exclusión/Inclusión. Recuperado de http://www.tau.org.ar/upload/89f0c2b656ca02ff45ef61a4f2e5bf24/exclusi_n_incl usi_n.pdf. Dreyfus H. y Rabinow, P. (1983). Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica. Chicago: University Press. Dussel, I. (2004) Inclusión y exclusión en la escuela Moderna argentina: una perspectiva Postestructuralista. Cadernos de Pesquisa, 34(122) pp. 305-‐‑335. Osorio, J. y Victoriano F., (Eds.). (2012). Exclusiones. Reflexiones críticas sobre subalternidad, hegemonía y biopolítica. México: UAM -‐‑ Anthropos. Jiménez, W. (2004). Pierre Bourdieu y la racionalidad jurídica como instrumento de subyugación. Análisis de la crisis de los deudores individuales de créditos hipotecarios en UPAC a la luz de la teorética del campo jurídico. Recuperado de: http://www.docentes.unal.edu.co/wjimenezg/docs/PIERRE%20BOURDIEU%20 Y%20LA%20RACIONALIDAD%20JUR%3FDICA%20COMO%20INSTRUMEN 456
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TO%20DE%20SUBYUGACI%3FN.pdf Lépore, E. (2001). Exclusión social: en busca de su especificidad conceptual. Recupe-‐‑ rado de: http://www.redadultosmayores.com.ar/buscador/files/ARGEN015_Lepore.pdf González, J. (1995). Y todo queda entre familia. Estrategias, objeto y método para historias de familias. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas. 1(1), 135-‐‑ 154. -‐‑(2007). Entre cultura(s) y cibercultur@(s) Incursiones y otros derroteros no lineales. Argentina: Editorial de la Universidad Nacional de La Plata González, R. (2003). Divorcio ¿Qué huella dejará en los hijos? España: Edimat Li-‐‑ bros. Peña, J. y Gonzáles, O. (2008). La representación social. Teoría método y técnica, En Tarrés, M. (Coord.). Observar, escuchar y comprender. Sobre la tradición cualita-‐‑ tiva en investigación social. (pp. 327 -‐‑372) México: Flacso/Colmex. Ricoeur, P. (2004). Volverse capaz, ser reconocido Recuperado de: http://www.diplomatie.gouv.fr/fr/IMG/pdf/Revue_des_revues_200_112B78.pdf Rubio, F. (2006). La exclusión socio-‐‑laboral de colectivos con dificultades en su acceso al mercado laboral. Nómadas, 14 (2), 143-‐‑150. Thompson, J. (1998). Ideología y cultura moderna. Teoría Crítica social en la era de la comunicación de Masas. México: UAM. Vela, F. (2008). Un acto metodológico básico de la investigación social: la entre-‐‑ vista cualitativa. En Tarrés, M. (Coord.). Observar, escuchar y comprender. Sobre la tradición cualitativa en investigación social. México: Flacso/Colmex. Villegas, M. (1993). Las disciplinas del discurso: hermenéutica, semiótica y aná-‐‑ lisis textual. Anuario de Psicología. 59 (3), 19-‐‑60. 457
LISTA DE AUTORES Agulló Tomás, Esteban: Doctor en Ciencias Políticas y Sociología (Especialidad: Psicología Social) por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor Titular y Director del Grupo de Investigación Psicología Social del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo. En la actualidad se encuentra realizan-‐‑ do una estancia académica e investigadora en la Universidad de Cambridge (UK). Contacto:
[email protected] Agulló Tomás, Mª Silveria: Doctora en Ciencias Políticas y Sociología (Psicolo-‐‑ gía Social) por la Universidad Complutense de Madrid. Master in Evaluation and Social Research por la University of North London. Fue Postdoctoral visi-‐‑ ting academic en la LSE (Londres) y en el BEAR Center (University of Berkeley). Profesora Titular de la Universidad Carlos III de Madrid. Subdirectora del Insti-‐‑ tuto Universitario de Estudios de Género. Coordinadora del Proyecto CM:LEDYEVA (MINECO, CSO2009-‐‑10290, VI Plan Nacional de I+D+i). http://cuidadoresdemayores.blogspot.com.es. Contacto:
[email protected] Arenas Martínez, Miguel: Doctor en Sociología por la Universidad Compluten-‐‑ se de Madrid. Sociólogo en la unidad de Servicios Sociales Municipales del Ayuntamiento de Avilés (Asturias). Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Oviedo. Contacto:
[email protected] Bonilla Castillón, Claudia E.: Maestra en Terapia Familiar Sistémica por la Uni-‐‑ versidad de Guadalajara y candidata a Doctora en Ciencias para el Desarrollo Sustentable por la Universidad de Guadalajara. Profesora Titular del Depar-‐‑ tamento de Psicología del Centro Universitario de la Costa (UdG). Pertenece al núcleo académico básico de la Maestría en Terapia Familiar. Contacto:
[email protected] Castro Castañeda, Remberto: Doctor en Cooperación y Bienestar Social por la Universidad de Oviedo. Maestro en Terapia Familiar Sistémica por la Univer-‐‑ sidad de Barcelona. Profesor Titular del Departamento de Psicología y Director de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud del Centro Universitario de la Costa (UdG). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. Per-‐‑ tenece al núcleo académico de la Maestría en Terapia Familiar y forma parte del Cuerpo Académico de Estudios Psicosociales. Contacto:
[email protected] Cervantes Ríos, José Carlos: Doctor en Educación y Maestro en Investigación educativa. Profesor Titular del Departamento de Arte Educación y Humanida-‐‑
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des, del Centro Universitario de la Costa (UdG). Participa como candidato en Sistema Nacional de Investigadores. Es miembro de la mesa directiva en la Academia Mexicana de Estudios de Género de los Hombres, Asociación Civil (AMEGH, A.C.). Contacto:
[email protected] De Mesquita Dummar, Aline: Licenciada en Psicología por la Universidad de Fortaleza (Brasil), candidata a doctora en el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo. Colabora con el Grupo de Investigación Psicología Social (Universidad de Oviedo). Contacto:
[email protected] Del Carpio Ovando, Perla Shiomara. Doctora y maestra en Psicología Social por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Licenciada en Psicología por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Actualmente es profesora e investigadora de tiempo completo en la Universidad de Guanajuato (México), Campus Celaya-‐‑Salvatierra, División de Ciencias Sociales y Administrativas, Departamento de Estudios Sociales. Con-‐‑ tacto:
[email protected],
[email protected] Diez-‐‑Martínez Day, Evelyn: Doctora en Psicología del Desarrollo Cognoscitivo por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en Paris (Francia). Profe-‐‑ sora Investigadora de la Universidad Autónoma de Querétaro (México), Facul-‐‑ tad de Psicología. Núcleo docente de la Maestría en Educación para la Ciudadanía. Pertenece al Cuerpo Académico de Procesos y Prácticas Educati-‐‑ vas. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 2. Contacto:
[email protected] Domínguez Mora, Raquel: Doctora en Educación por la UNED-‐‑Costa Rica. Maestra en Ciencias con especialidad en Educación. Pertenece al núcleo docente de la maestría en terapia familiar. Profesora Titular y Jefa del Departamento de Psicología del Centro Universitario de la Costa (UdG). Pertenece al Cuerpo Académico de Estudios Psicosociales. Contacto:
[email protected] Gilabert, César: Doctor en Ciencias Sociales. Profesor Investigador Titular del Departamento de Arte Educación y Humanidades del Centro Universitario de la Costa (UdG). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. Con-‐‑ tacto
[email protected] Gómez García, Victoria: Doctora en Sociología por la Universidad de Stirling (Escocia) y Máster en Urban Planning Studies (Oxford Brookes University). Profesora Titular de la Universidad Carlos III de Madrid. Vicedecana de Socio-‐‑ 460
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logía en la Universidad Carlos III de Madrid. Investigadora en varios estudios y en el proyecto CM:LEDYEVA (MINECO, CSO2009-‐‑10290, VI Plan Nacional de I+D+i) http://cuidadoresdemayores.blogspot.com.es. Contacto: mgo-‐‑
[email protected] Iglesias Sahagún, Luis Gregorio: Doctor en Psicología por la Universidad de Oviedo. Profesor Investigador en la Universidad Autónoma de Querétaro (Mé-‐‑ xico), Facultad de Psicología. Núcleo docente de la Maestría en Educación para la Ciudadanía. Pertenece al Cuerpo Académico de Procesos y Prácticas Educa-‐‑ tivas. Contacto:
[email protected] Medina Centeno, Raúl: Doctor en Ciencias Políticas y Sociología (Especialidad: Psicología Social) por la Universidad Complutense de Madrid. Posdoctorado en la Universidad de Cambridge (Inglaterra). Maestro en Terapia Familiar Sistémi-‐‑ ca por la Universidad de Barcelona. Profesor Titular del Centro Universitario de Ciénega de la Universidad de Guadalajara. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. Pertenece al Cuerpo Académico de Estudios Psicoso-‐‑ ciales. Contacto:
[email protected] Nuñez Fadda, Silvana Mabel: Especialista en Psiquiatría Clínica y maestra en Terapia Familiar. Profesora Investigadora Asociada del Departamento de Psico-‐‑ logía del Centro Universitario de la Costa (UdG). Pertenece al núcleo académi-‐‑ co básico de la Maestría en Terapia Familiar. Contacto:
[email protected] Ochoa Cervantes, Azucena: Doctora en Psicología y Educación por la Universi-‐‑ dad Autónoma de Querétaro (México). Profesora Investigadora en la Facultad de Psicología (UAQ). Pertenece al núcleo docente de la Maestría en Educación para la Ciudadanía. Es miembro del Cuerpo Académico de Procesos y Prácticas Educativas. Contacto:
[email protected] Pérez González, María del Carmen: Licenciada en Psicología, Maestra en Cien-‐‑ cias de la Salud Pública y Doctora en Ciencias Sociomédicas por la Universidad de Guadalajara. Investigadora independiente. Contacto: pergo-‐‑
[email protected] Ramírez Leyva, Flor Micaela: Licenciada en Ciencias de la Comunicación y Maestra en Sociología de la Cultura por la Universidad de Aguascalientes (Mé-‐‑ xico). Profesora Investigadora Titular del Departamento de Psicología del Cen-‐‑ tro Universitario de la Costa (UdG). Contacto:
[email protected] 461
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Sáiz Villar, Rosana: Graduada en Relaciones Laborales y Recursos Humanos por la Universidad de Oviedo. Coordinadora de Estudios de CDTLs en Ayun-‐‑ tamiento de Llanera (Asturias). Colabora con el Grupo de Investigación Psico-‐‑ logía Social de la Universidad de Oviedo. Contacto:
[email protected] Scartascini Spadaro, Gabriela: Doctora en Ciencias para el Desarrollo Sustenta-‐‑ ble por la Universidad de Guadalajara. Profesora Titular del Departamento de Estudios Internacionales y Lenguas Extranjeras del Centro Universitario de la Costa (UdG). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. Contac-‐‑ to:
[email protected] Vargas Jiménez, Esperanza: Doctora en Ciencias para el Desarrollo Sustentable por la Universidad de Guadalajara. Maestra en Terapia Familiar Sistémica por la Universidad de Barcelona. Profesora Titular del Departamento de Psicología del Centro Universitario de la Costa (UdG). Coordinadora de la Maestría en Terapia Familiar. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. Forma parte del Cuerpo Académico de Estudios Psicosociales. Contacto: espe-‐‑
[email protected] Veira Ramos, Alberto: Doctor en Sociología e investigador Postdoctoral (finan-‐‑ ciado por el MICINN) en el Institut für Soziologie de la Georg-‐‑August Universi-‐‑ tät Göttingen, Alemania. Profesor Doctor de la Universidad Carlos III de Madrid. Investigador en varios estudios y en el proyecto CM:LEDYEVA (MINECO, CSO2009-‐‑10290, VI Plan Nacional de I+D+i) http://cuidadoresdemayores.blogspot.com.es. Contacto:
[email protected]
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