Macri presidente por estrago (doloso) (publicado el 20/12/2015)

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Macri presidente por estrago (doloso) Héctor A. Palma

Un fenómeno inédito se avizora en la Argentina. A pesar del escasísimo tiempo transcurrido de la asunción del nuevo gobierno (dos semanas), va creciendo en las redes sociales, y en la calle, la sensación de que hay una cierta cantidad de gente arrepentida de haberlo votado. Ignoro la magnitud, pero quizá sean muchos más que los 370.000 votos que habrían cambiado el resultado final del balotaje en caso de que hubieran votado por el otro candidato y, en el futuro cercano, lo más probable es que esta cifra (sea cual fuere) vaya creciendo en relación directa con el deterioro de las condiciones laborales (salarios incluidos), la desocupación, las persecuciones ideológicas y la (segura) represión violenta de la protesta social. Ahora bien, veamos cómo llegamos hasta aquí. No haré un análisis exhaustivo ni detallado sobre la composición de los votantes, pero, sin temor a equivocarme demasiado, puedo asegurar que hay una porción de la población argentina que es liberal, de derecha y está convencida de que es lo mejor para un país. Con matices que van desde los que no dudarían en volver a hacer desaparecer personas hasta los que simple (e ingenuamente) creen que el mercado por sí solo, con un Estado meramente gendarme, asegura progreso y bienestar. No hay experiencia local o internacional en contra (Argentina 2001, España, Grecia, Islandia, por citar solo algunas) que los haga pensar de otra manera. Incluyo en este grupo a los que se benefician de manera directa (como funcionarios, socios, amigos y proveedores) con el candidato que ganó. Están en su derecho y no es para ellos esta reflexión. También existe una cantidad considerable de personas que, sin mediar reflexión ni evaluación alguna, habrían votado a cualquiera con tal de que se vaya el FPV. También están en todo su derecho de hacerlo. Estimo que estos grupos suman alrededor de un 30/35 por ciento de los votantes y este artículo no está dirigido a ellos. Tampoco está dirigido a los que votaron en blanco y hoy se envalentonan y arengan estridente y patéticamente para salir a la calle a reclamar derechos y logros…que ya teníamos. Pero hay otros grupos que han votado a Macri por distintas razones, algunas absolutamente disparatadas y que no interesa mucho ni explicitar ni objetar aquí, otras con algún fundamento racional. Probablemente la mayoría de los arrepentidos, que mencioné al inicio de estas líneas, surja de este grupo que estimo de un 15/20 por ciento de los votantes y a ellos están dirigidas las palabras que siguen. Todos ellos saben que, en el corto tiempo que ha pasado desde la asunción de Macri, no hubo sorpresas. El candidato ganador hizo más o menos lo que anunció, al menos lo que se refiere a tipo de cambio, apertura de la economía, baja o eliminación de retenciones a las exportaciones, algunas señales ideológicas conservadoras en el peor de los sentidos, cierta represión incipiente (pero que marca los límites que no dejarán sobrepasar) a la protesta social, la inclusión de empresarios en los puestos clave, un poco para devolver favores a ciertos grupos, un poco por ideología y otro poco porque no tienen cuadros suficientes, etc. Es cierto que otras promesas como la eliminación o baja sustancial en el Impuesto a las Ganancias de la cuarta categoría no se cumplirá o demorará lo suficiente como para que la monumental transferencia de ingresos a algunos sectores concentrados de la economía no se vea disminuida en lo más mínimo. A cambio repartió una limosna de $ 400 a jubilados y beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo. No es como Menem que aseguró, en su momento, que “si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie”. Los que en días previos a las dos elecciones

(primera y segunda vuelta) advertíamos sobre lo que iba a pasar con el salario, la distribución de la renta, la recesión y la inflación estábamos en lo cierto, aunque la protección mediática denunciaba que era una campaña del miedo. Jamás, en campaña presidencial alguna en la Argentina, fueron tan explícitas las posiciones (de hecho es la primera vez que hay balotaje) ni se han explicado tanto las consecuencias de lo que iba a pasar en caso de que ganara Macri. Jamás hubo tanta campaña de esclarecimiento y de docencia acerca de lo que significaban las política liberales, incluso apelando a la dolorosa conciencia histórica de los argentinos. Es por ello que casi ninguno de los votantes puede decir que no sabía lo que iba a pasar. Esos votantes han causado daños de grandes proporciones y generaron un peligro cierto, que se va concretando, para la mayoría de las personas de este país. La seguridad colectiva de la ciudadanía (y no solo de los individuos votantes y sus familias) está en peligro cierto: el trabajo, los ingresos y probablemente la seguridad física si se llegase a reclamar por derechos o logros perdidos. Y todo ello sin poder aducir ignorancia, negligencia o inconciencia de lo que hacían. Así como nadie puede aducir desconocimiento de la ley para infringirla para evadir las penas correspondientes, casi ningún votante puede alegar desconocimiento sobre lo que iba a pasar. Si se me permite extender la metáfora jurídica un poco más allá, diré que los votantes de Macri han cometido el delito de estrago: daño generalizado y mayúsculo. Y como es de suponer que lo hicieron con plena conciencia de la relación causal entre su voto y las medidas de gobierno no se trata de un delito culposo, sino claramente doloso. Daño con conocimiento del daño. También, como en otro tipo de grandes estragos, la destrucción llega en pocos minutos o segundos pero la reconstrucción lleva mucho trabajo y sobre todo años, esos años que, con suerte, son los que nos toca vivir. Años en los que la gente sufre y se muere, años en que la gente pierde, valga la redundancia, sus mejores años. Por ahora son cuatro.

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