Macri presidente. Los riesgos del pensamiento mágico (publicado el 29/1/2016)

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Descripción

Macri presidente. Los riesgos del pensamiento mágico Héctor A. Palma En estos días nos enteramos de que Macri recurre a una bruja, a “su misteriosa guía budista”, según dice Clarín, para efectuar tres “limpiezas energéticas” en su despacho con “distintas técnicas, algunas que tienen que ver con la religión y otras no”. Esto es presentado en un tono simpático, como nota de color, aunque concluye el artículo: “creer o reventar: desde la “limpieza energética” el Presidente no volvió a tener dolores de cabeza”. (http://www.clarin.com/politica/macri-rosada-climatizacion_energetica_0_1512448742.html) No hagamos relaciones fáciles y simplistas con otros místicos con poder en la Argentina, pero lo que sí podemos hacer es ir completando una imagen sobre el presidente: un individuo con una pobreza cultural para la cual le sobran las 200 palabras en las que balbuceantemente se expresa, aun leyendo; un individuo con un desprecio por la legalidad y un autoritarismo alarmantes; un pragmático cínico e inescrupuloso, deudor de enormes favores de clase y de campaña que paga generosamente cada día; un sujeto con una fragilidad anímica y mental que lo lleva todo el tiempo a inventar banales excusas para tomarse vacaciones y licencias porque no puede soportar el estrés del trabajo sostenido, y que se pone irascible por cualquier nimiedad, como por ejemplo una pregunta periodística que no estaba pautada con anterioridad; ahora agregamos, un sujeto supersticioso que cree en fuerzas misteriosas y ocultas y en que hay personas que manejan y eliminan esas fuerzas. Pero la cuestión tiene otras aristas. El pensamiento mágico es tan antiguo como la Humanidad. Desde las religiones, atavismo inmemorial de la especie humana, pasando por buena parte de las medicinas alternativas, burdas concepciones del mundo y sus equilibrios y relaciones, casi toda la autoayuda, hasta la pureza del agua o el yogurt o la neutralidad de la información, etc. Y aclaro que no estoy planteando esa burda división, hoy tan de moda, entre ciencia y religión o magia; de hecho en la ciencia misma abunda el pensamiento mágico (pero eso será otra nota). Bien, estamos rodeados de personas que tienen pensamiento mágico, es decir ideas o afirmaciones que no se sustentan en argumentos o razones reconocidas y conocidas, independientemente de que los rezos, la autoayuda o las medicinas alternativas a veces parecen funcionar, que el yogurt sea rico y que (algunas veces) los medios informen responsablemente. No hay nada de malo, en general, en que las personas crean lo que les plazca sobre cualquier tema. El problema surge cuando ya no se trata de cuestiones privadas, sino de lo público, de la política, de decisiones que modifican la vida de todos y el pensamiento mágico se disfraza de racionalidad, por ejemplo a la hora de votar o de evaluar una gestión. El pensamiento mágico cree analizar y reflexionar y cae en las siguientes groserías intelectuales acerca de las causas de las cosas: Causa providencial. Surge cuando las personas dicen: “ojalá que las cosas vayan bien” cuando a todas luces los sucesos indican que las cosas irán mal o cuando señalan “hay que dejarlo gobernar”. En la misma línea van la proliferación de eslóganes vacíos como la “revolución de la alegría” y la “buena onda”, el llamado a “poner el hombro” que hace el gobierno actual. Causa/correlación. Quizá uno de los errores más difundidos sea la confusión entre causalidad y correlación, es decir atribuir a determinado suceso ser la causa de otro sin ninguna prueba de ello, más que el mero hecho de que van juntos. Pongamos un ejemplo burdo: si se tira una piedra contra un vidrio y éste se rompe aseguraríamos con cierto razonable grado de certeza que el golpe de la piedra ha sido la causa de la rotura; pero si me resfrío luego de leer en el diario una declaración del presidente de Rusia, nadie creería que la lectura o la declaración hayan sido la causa de mi repentino resfrío. Este último es claramente

un ejemplo absurdo que nadie aceptaría, sin embargo, a menudo muchos piensan que si rezan y luego se curan, el rezo es la causa de la cura, o que la causa de la inflación es la emisión monetaria, que la causa del progreso de las sociedades es el libre mercado, etc. Es muy común esta forma de pensamiento mágico cuando se combina, en el habitual rezongo anti político de muchos argentinos, con la idealización burda y falsa (otra forma de pensamiento mágico) no apoyada en ningún dato empírico de la situación de otros países. Se sostiene: “El país A tiene la característica x y es un país floreciente”, donde “x” puede ser cualquier cosa (insignificante, importante, irrelevante o absurda) que quiera el autor de la analogía: el orden o el desorden en el tránsito, la cantidad o la escasez de policías, el sistema bancario, la industria o la producción primaria, las costumbres o la genética, la presencia o la ausencia del FMI, la libertad de prensa o el autoritarismo, etc. y, además, es más que dudosa la calidad de “floreciente”. A partir de allí se puede sacar dos conclusiones típicas: o bien “Si en Argentina logramos incorporar x, seremos un país floreciente como A”, o bien “Dado que la Argentina no tiene la característica X, no es un país floreciente” Causa falsa. Inventar una causa, a veces más o menos verosímil, a veces más burda e increíble. El eslogan de la “pesada herencia” invocado continuamente por el gobierno argentino va en esa línea. Otra versión de la causa falsa es la causa reduccionista, consistente en suponer que hay siempre una causa simple para cualquier fenómeno complejo: la violencia, la inflación, la anomia, la corrupción, etc. Muchas personas suelen creer que los empresarios no roban porque tienen dinero o que, en contra de toda evidencia empírica disponible, el fiscal Nisman no se suicidó. Causa inconsistente. Consiste en atribuir al mismo fenómeno dos causas diferentes o también atribuir a las mismas causas, consecuencias diferentes, según la opinión que se tenga del gobierno. Por ejemplo hacer todo lo necesario para generar desocupación y bajar salarios y que mucha gente crea que se hace para defender el salario y el empleo. Acausalidad. Quizá una de las formas más negativas de pensamiento mágico aplicado a la política: muchas personas creen que no hay ninguna relación relevante entre su decisión a la hora de votar y las políticas implementadas, por un lado, y las vicisitudes de su vida y economía privadas, por otro. Creen que sus éxitos dependen solo de su propia iniciativa y esfuerzo, y que sus males y desventuras surgen de los errores/malversaciones de los políticos El pensamiento mágico es a todas luces negativo cuando de él depende el destino de una nación a través del voto, pero mucho más cuando este gobierno, una jauría ostensiblemente brutal y vengativa, tiene como conductor a un sujeto caprichoso y místico.

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