Macri presidente. El fin del kirchnerismo (publicado el 19/2/2016)

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Macri presidente. El fin del kirchnerismo Héctor A. Palma Desde hace años, y con el acicate permanente, obsesivo y maloliente de los medios concentrados se viene anunciando/pronosticando/deseando el fin del kirchnerismo (“fin de ciclo” le decían antes de las elecciones). Pero, repitamos esta frase una vez más, “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. Desde hace siglos que se vienen anunciando fallidamente muertes varias: de la filosofía, del arte, de la modernidad, de la historia, de la política, del cine. Es difícil saber el origen de estos anuncios fúnebres: quizá porque nadie quiere vivir en una época en la que no pasa nada extraordinario, quizá por triviales fantasías iconoclastas de algunos mediocres, quizá por una desmedida autoestima. Lo cierto es que nada de lo anunciado ha ocurrido. Salvando las distancias intelectuales y, sin duda, con otros motivos, algo similar vino ocurriendo con el “fin de ciclo” del gobierno del FPV, anunciado y magnificado durante los últimos 6 o 7 años desde la usina ideológica de los medios concentrados y sus periodistas obedientes. Una y otra vez se anunció un apocalíptico “fin de ciclo” que la realidad, sendas veces, se obstinaba en aceptar. Hasta que finalmente un día, al menos en lo que al manejo de la administración central del Estado se refiere, ocurrió. El FPV perdió las elecciones nacionales y en varios de los distritos importantes. ¿Se puede hablar de fin del kirchnerismo? En primer lugar hay una evidente diáspora parcial de un grupo de legisladores y funcionarios electos que manifiesta cierto acercamiento al gobierno con eufemismos varios: “hay que darle tiempo”, “no se debe hacer oposición salvaje”, etc. En qué medida se identificarán con el gobierno o no, y qué tanto colaborarán en la implementación de las políticas neoliberales más reaccionarias, está por verse. En segundo lugar, hay una estrategia del gobierno consistente en trabajar por la destrucción simbólica, material y política del kirchnerismo y lo que representó en varias líneas: desmantelar todas las estructuras en las que el estado adquirió protagonismo durante la administración Kirchner; vaciar estructuras y empresas como Aerolíneas Argentinas e YPF para luego privatizarlas parcial o totalmente o bien volverlas irrelevantes; cambiar nombres de edificios, instituciones, bajar cuadros, eliminar programas de tv, perseguir periodistas opositores; perseguir a los políticos más conspicuos del gobierno anterior mediante el armado forzado y artificial de causas judiciales de dudoso destino jurídico pero sobre las cuales descuentan un enorme impacto mediático a través de sus socios multimediáticos; bastardear y ensuciar los símbolos más fuertes de la política de los anteriores 12 años como por ejemplo la política de derechos humanos. El objetivo de la derecha argentina, por primera vez en el poder mediante el voto, es eliminar toda posibilidad de que vuelvan gobiernos progresistas en la Argentina. Sin embargo, por otro lado y paradójicamente, quien más se empeña en mantener vivo el espíritu del kirchnerismo, al menos por vía negativa y porque lo necesita para sostener su relato, es el propio gobierno de Macri. En primer lugar porque durante algunos meses más podrá seguir utilizando el argumento de la “pesada herencia” para responsabilizar al gobierno anterior de una serie de desmanejos de todo tipo que justificarían el ajuste y la crisis. Aunque el país que recibió Macri no presentaba situaciones graves en ningún área, el gobierno actual se empeñó en provocar una sensación y una realidad de crisis sobreactuada para justificar un brutal ajuste y transferencia de recursos a

los sectores más concentrados de la economía. No es especulación, ya lo ha dejado por escrito anteriormente el mismísimo presidente del Banco Central procesado por el Megacanje I. En segundo lugar porque el macrismo necesita, para sostener el brutal ajuste que lleva adelante, profundizar “la grieta”; al menos por un tiempo más, difícil es saber cuánto, le servirá. En la misma línea, muchos votantes PRO, defraudados por el incumplimiento de promesas y al ver niveles inéditos de incompetencia; corrupción; avasallamiento de las instituciones democráticas; atentados a la libertad de expresión; violencia institucional creciente; manejo discrecional de la caja para disciplinar gobernadores, municipios opositores y comprar voluntades sindicales y políticos solo pueden seguir defendiendo al gobierno de Macri recordando todo el tiempo que “el gobierno anterior era peor”. Es que nadie está dispuesto a aceptar que se equivocó y esta suerte de “pesada herencia” subjetiva tampoco tiene fecha de vencimiento. ¿Y entonces, hay o no fin del kirchnerismo? Es difícil saber cómo seguirán los acontecimientos. Como quiera que sea la derrota electoral (ajustada) del kirchnerismo no anuncia ningún final de algunas banderas que instaló y son parte de la cultura política de, al menos, la mitad de la población. Aún falta saber qué harán los principales dirigentes, incluida Cristina y cómo, finalmente, se reorganiza el PJ y quiénes serán sus autoridades. También es difícil saber si los dirigentes estarán a la altura de su cita con la historia o se divorciarán una vez más de las convicciones que millones de argentinos han consolidado en la última década. No hay que olvidar que un estado de asambleísmo permanente sin conducción política no tiene destino de poder y se desgasta más temprano que tarde. Terminaré con una analogía, algo libre, con la extraordinaria novela distópica “Farenheit 451”, en la cual Ray Bradbury nos anunciaba un mundo en el que los bomberos se dedicaban a quemar los libros como política de Estado y el punto más alto del estatus de las personas se concretaba cuando en lugar de un gran televisor en una de las paredes de su casa, podían acceder a ponerlos en las cuatro paredes y tenerlos encendidos todo el día con programas de entretenimientos. No hay historia, no hay política, no hay afuera, no hay un otro, solo individuos viviendo en una gran fantasía trágica. No diré mucho más de la novela, que invito a leer, salvo que al final el protagonista, un bombero díscolo, perseguido y en medio de la destrucción se encuentra en los bosques con personas que han asumido la misión de memorizar los libros para guardarlos y transmitirlos. Cuando el saber y los valores están en la mente y la voluntad de las personas no hay censura ni intento de borrarlos que sea exitoso. No importaba que los libros se quemaran, siempre había alguien que podía recitar de memoria la Divina Comedia o Crimen y Castigo o El Origen de las Especies; no importa que se bajen los cuadros de Néstor, como no importó que durante años, después del ’55 se haya prohibido pronunciar públicamente la palabra “Perón”, tampoco importa el Protocolo para reprimir protesta social. Algo está instalado en el corazón y la mente de la gente y no hay manera de decretar su fin artificialmente.

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