M. Díaz-Ordóñez [et. al], \"Los huidos republicanos en la sierra de Monsalud (agosto a diciembre de 1936)\", Memòria Antifranquista del Baix Llobregat , 2012, pp. 51-55

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Descripción

LOS HUIDOS REPUBLICANOS EN LA SIERRA DE MONSALUD (AGOSTO A DICIEMBRE DE 1936) Manuel Díaz Ordóñez. Profesor de Historia Económica. Universisad de Sevilla María Jesús Milán Agudo.Historiadora Francisco Cebrián Andrino. Investigador

Un recuerdo lejano (María Jesús) Entré en la cocina y la observé. Vestida de negro, con su pelo blanco recogido en un pequeño moño. Absorta, enmoldando croquetas con gran agilidad, con aquellas manos ajadas por el tiempo. -¡Hola, abuela!- le dije. Dio un pequeño respingo y suspiró -¡Ay, mi hijo!-. Siempre decía lo mismo cuando me veía. Mi padre había muerto a la temprana edad de treinta años, unos meses antes que Franco. De aquello mi abuela nunca se repuso. Para ella la vida siempre había sido sufrir, decía. Su juventud había estado marcada por la guerra civil y las amarguras que les trajo a ella y a su generación. Después vivió una difícil posguerra con su padre y su novio en la cárcel. Cuando éste, apenas salido del penal, se presentó en su casa no dudó en casarse con aquel hombre roto. Unión de la que nacieron tres hijos. Así, cuando la vida parecía sonreírle, un día después de nacer su tercer nieto, recibió la noticia del fallecimiento de mi padre, su primer hijo. Siempre me ha gustado la Historia. Desde pequeña me quedaba ensimismada escuchando las historias de los mayores, lo que conocemos por historia oral. Y aquel día, mientras mi abuela liada en la cocina con aquellas maravillosas croquetas, le dije: -Abuela, explícame historias de la Guerra Civil. -¡Ay, niña! Para qué remover el pasado. ¿Qué quieres que te explique?, pues que pasamos muchas penalidades y mucha hambre. -¿Cómo te enteraste de que había empezado la guerra? –continuaba yo tozuda-. -Pues, cómo quieres que nos enteremos hija, esto es un pueblo. Llegaron los vecinos dando la noticia de que en Almendral estaban los militares. -Y entonces ¿qué hicisteis? -Lo único que pudimos hacer. Huir. Así fue cómo mi abuela empezó a relatarme sus vivencias durante aquellos funestos días del verano de 1936. Las noticias de que las fuerzas militares se habían rebelado contra el gobierno de la República eran cada día más desoladoras. La toma de Badajoz, el 14 de agosto, y, posteriormente, la caída de los pueblos de la fachada sur de la provincia: Almendral, La Albuera y Torre de Miguel Sesmero, provocaron las primeras grandes evasiones de sus vecinos al campo y a las peñas serranas. Mi bisabuelo, José Pinna, y su futuro yerno, Rafael Milán, acompañados por un grupo de unos 50 vecinos de Torre de Miguel Sesmero, entre los que se encontraba su primer alcalde republicano, el socialista Juan Andrade Tablero, iniciaron la huída hacia la sierra de Monsalud. Esta altura es un accidente geográfico montañoso, situado al sur de la capital de la provincia. Constituye la continuación de las cumbres de la Sierra de María Andrés, bordeando el margen izquierdo de la Rivera de Nogales. Está formado por tres cotas máximas, el Cerro de Monsalud, el Puerto de los Maderos y el Cabezo Alto (655 metros de altitud), alternadas de estrechos corredores. La sierra está rodeada por los términos municipales de Nogales, Barcarrota, Salvaleón, Almendral, Torre de Miguel Sesmero, Salvatierra de los Barros. Poblaciones que, desde antiguo, se habían aprovechado de sus recursos naturales, de ahí que sea conocida como el Monte de la Salud.

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Proyecto: los huidos republicanos en la Sierra de Monsalud En este marco debemos situar el fenómeno de los huidos. En una primera fase la sierra albergará a una serie de personas que huyen de los pueblos que la rodean. Allí se instalarán subsistiendo con los pocos víveres que consiguieron llevar de sus casas, junto con los escasos recursos que la propia sierra les ofrecía. Este contingente de civiles se instalará en las primeras estribaciones serranas esperando acontecimientos, deseando que se produjera una reacción republicana. Tenían la esperanza de que, una vez que se apaciguaran los primeros conatos violentos, podrían regresar a sus casas o, en el peor de los casos, ser encarcelados como durante las huelgas del verano de 1934. Estos primeros emplazamientos eran vivaques en los que los huidos dormían al raso, aprovechando las cálidas temperaturas de la estación. Algunos conocían bien la sierra, no sólo por sus actividades profesionales, sino porque habían realizado excursiones con las organizaciones juveniles socialistas de sus pueblos. Mientras tanto, en los pueblos ocupados por los rebeldes, las gestoras y los grupos de falangistas se benefician, en principio, de esta huida porque se desprendían de personas afines a la República, con la consideración de “muy peligrosos” y, además, eran menos bocas a las que alimentar. Según las memorias del antiguo alcalde de Torre de Miguel Sesmero, Juan Andrade Tablero, a finales de septiembre del 36, la sierra albergaría alrededor de 600 personas. Cifra que iba en aumento de manera proporcional a la caída de los pueblos de los alrededores en manos de las tropas rebeldes. Algunos refugiados se adentran en la sierra para descansar mientras intentan alcanzar la próxima frontera portuguesa y, otros, huyendo de la llamada a filas por el ejército de Franco1. Ante este aumento de po-

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blación, entre las que se encontraban hombres, mujeres, ancianos y niños, los recursos alimentarios iban remitiendo. La ulterior crisis de subsistencia obligó a los huidos a practicar la requisa. En primer lugar, se asaltaron los cortijos cercanos a la serranía, que ya habían sido abandonados previamente por sus propietarios, ante el temor de posibles represalias “de los rojos”. Todos estos víveres y enseres se transportaron a la cima de la sierra, donde se organizó un gran campamento. Los cerdos son asados de forma comunal en grandes parrillas fabricadas con las cancillas de los cortijos. La organización pasa, pues por pequeños micro núcleos de población que respondía a la anterior vecindad, es decir, se unían las familias del mismo pueblo. Ante estas incursiones, los propietarios de las fincas adyacentes a la sierra, reanudaron sus protestas ante las gestoras y a las autoridades rebeldes de la provincia. Como respuesta, el comandante militar de Badajoz ordenará el despliegue de fuerzas de infantería del regimiento de Castilla nº 3. Tropas que establecerán puestos de vigilancia y de control en los campos que rodeaban las poblaciones cercanas a la sierra. Impidiendo, con ello, el suministro de alimentos e información que existía entre los familiares y vecinos de los pueblos y los huidos. Sin embargo, la presencia de estas fuerzas militares dará lugar a los primeros encontronazos violentos. Los huidos, con las escasas escopetas que poseían, son avistados y se produce un típico patrón de enfrentamiento: tiroteo sin mucho efecto y escapada. Sin embargo, algunos grupos de huidos comenzarán a realizar acciones más parecidas a las de una verdadera guerrilla. En esta primera

fase, el blanco más buscado sería la muerte del alférez de la Guardia Civil, Manuel López Verdasco, el Mocoso, a quien le precedía su fama de sanguinario. Informantes del pueblo de Almendral comunicaron que el guardia se trasladaría de este pueblo al de Barcarrota y se prepara una acción. Dicha información era errónea puesto que era el capitán Fernando López Diéguez el que se ocuparía el vehículo al que esperan los huidos, emboscados en una curva de la carretera. Este oficial había sido jefe del establecimiento penitenciario del Fuerte de San Cristóbal de Badajoz y había permanecido impasible durante el asedio de la ciudad, tras el cual se había puesto a las órdenes de los mandos rebeldes2. Durante el ataque su coche sufrió varios impactos, provocando la muerte del capitán. De esta forma, el ataque contra Diéguez supondrá un salto cualitativo en las andanzas de los republicanos de Monsalud, que, a su vez, se convierten en un nuevo objetivo para el comandante militar de la provincia. En Barcarrota se concentraron una gran fuerza de soldados, guardias civiles, falangistas y carabineros al mando del capitán Francisco Terrón González, de la 2ª Compañía del III Batallón del regimiento Castilla. La táctica sería presionar a los huidos desde dos direcciones. El grueso de la fuerza se desplegaría por los caminos que llegan a la sierra desde Torre de Miguel Sesmero y Nogales, mientras que el resto permanecerá en la carretera que desemboca en Salvaleón cerrando el cerco. El enfrentamiento no solucionó mucho, a excepción de algunos muertos en el bando rebelde, y culminado con una vergonzosa retirada rebelde de la zona. A pesar de ello, algu-

1 Información más detallada en M. Díaz Ordóñez y M. J. Milán Agudo, República y Guerra Civil en Torre de Miguel Sesmero (1931-1939), Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2009. 2 Algo más de información en M. Domínguez Núñez, F. Cebrián Andrino y J. Chaves Palacios, Tiempo perdido. La Guerra Civil en Almendral (1936-1939), Diputación de Badajoz, Badajoz, 2006.

nos grupos de huidos decidieron abandonar la sierra para dirigirse a zona gubernamental. Tras diversas delaciones, la mayoría serán interceptados en las cercanías de Alange y represaliados en Badajoz. Los enfrentamientos directos entre rebeldes y huidos serían cada vez más asiduos. A ello se sumarán las constantes presiones de grandes y medianos propietarios extremeños en el Cuartel General de Queipo de Llano en Sevilla durante el mes de noviembre de 1936. Una y otra vez, denunciaban que no podían hacer uso de sus tierras, que no alcanzaban a explotarlas y que, sus obreros no se atrevían a acercarse a la Azagala (en el norte de la provincia), ni a Monsalud. Estas quejas tomarán forma en el apremio que ejerció el comandante militar de Badajoz, coronel Eduardo Cañizares Navarro en el general para que éste autorizara movilizar amplios recursos en sofocar aquel “conato de rebeldía”. En el mismo noviembre, el diputado del PSOE por Badajoz, Ricardo Zabalza que, por esta época, desempeñaba el cargo de gobernador civil de Valencia, preparó una rueda de prensa para la agencia Febus. Zabalza, explicó con bastante detalle lo que ocurría en Monsalud por informaciones aportadas por algunos refugiados que habían conseguido pasar a zona gubernamental, y aprovechó la ocasión para insuflar moral a los sitiados:”el heroísmo de un grupo de campesinos que, completamente rodeados en Monsalud, resistían al fascismo”. Dicha proclama ponía en entredicho la pacificación de la España del orden que pregonaban las autoridades rebeldes desde Unión Radio Sevilla. Así, pues, y bajo todas estas presiones Queipo de Llano dio órdenes a la Jefatura del Aire para que se preparase una acción aérea contra los huidos de Alburquerque y de Monsalud en la que3: “Se trate de bombardear las expresadas concentraciones, para hacerlos sentir nuestra fuerza, pues por el mucho tiempo que llevan allí concentra-

El chozo, antigua construcción usada por pastores, será vivienda y defensa de la sierra en 1936. Vista de un chozo (primer plano) y Nogales (al fondo) desde las estribaciones de la Sierra de Monsalud.

dos, sin que se les haya hostilizado, están algo crecidas”. El plan de ejecución del bombardeo fue un éxito y, al mismo tiempo, significó un importante crimen contra la humanidad, aunque dicho supuesto legal todavía no estuviera recogido en la legislación internacional. Los pilotos rebeldes, que contaban con claros datos, facilitados por el Servicio de Información, sabían que debían bombardear concentraciones de civiles sin armas. Tras este ataque4, Queipo de Llano ordenó una segunda acción sobre la sierra, cuyo objetivo era la rendición total de los huidos. Tras el bombardeo solicitó a los mandos cercanos a la sierra que publicaran bandos ofreciendo el perdón y ordenó que se enviara un avión con panfletos intimando a la entrega y, de paso, valorar cuántos civiles quedaban en la sierra. Ef ectivamente, el ataque aéreo de noviembre fue un verdadero horror sin justificación que, gracias a la suerte, macabra suerte, sólo se cobro la vida de una desgraciada niña. Sin embargo, la impunidad de aquella ofensiva a la que los huidos sólo podían oponer algún

fusil o escopetas de caza, como los propios informes del ejército rebelde apuntaban, desmoralizó en extremo a los refugiados. Algunos decidieron entregarse y en las faldas de la sierra les esperan los falangistas. Los cachearon y les quitaron cualquier objeto de valor que les interesaba. Los formaron en grupos, dependiendo del pueblo del que son vecinos y, luego, los llevan escoltados. Otros huidos se esconderán como topos en sus casas, siendo en su mayoría delatados y entregados posteriormente. Sus destinos serán diversos. En su mayoría serán asesinados por los falangistas y los guardias civiles. Otros serán encarcelados y, los más, serán llamados a incorporarse al tercio de la Legión para salvar la vida luchando contra personas de igual pensamiento que ellos. Hay un último grupo de huidos que se enfrentarán a sus perseguidores e intentarán llegar a zona republicana, con mayor o menor fortuna. Cuándo las autoridades rebeldes confirman el abandono completo de las cimas de la sierra se ordenó “tomar la sierra” el 21 de diciembre. Este paseo militar que, fue

3 Archivo Histórico del Ejército del Aire, (en adelante AHEA), A-1972, Orden de Operaciones de la Escuadrilla de Avionetas; Sevilla, 30 de noviembre de 1936. 4 La imaginación popular culpó siempre de los bombardeos aéreos de la sierra a pilotos portugueses, contratados por los propietarios de Badajoz. Sirva este artículo para presentar la primicia de que los aparatos fueron bombarderos Breguet procedentes de Sevilla.

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poco más que un paseo campestre, será el último capítulo de la tragedia de los huidos republicanos en Monsalud.

Un huido es entrevistado por la prensa rebelde. Periódico Hoy; Badajoz, 29-XII-1936

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Un ruego Si bien la tarea de los investigadores es relativamente fácil en la información que emanaba del ejército rebelde, no ocurre lo mismo con las vivencias de los huidos en la sierra. Aprovechamos la ocasión que nos brinda esta revista para solicitar colaboración de aquellas personas que tengan familiares que pudieran haber estado en la sierra de Monsalud, entre agosto y diciem-

bre de 1936. Es para nosotros muy importante contar con testimonios de primera mano (recuerdos, memorias, documentos, material gráfico, etc.) de la vida en la sierra, de su organización, de las relaciones sociales y políticas, de su defensa, del papel de las mujeres y de la vida de las criaturas allí refugiadas. Por todo ello, les rogamos que se pongan en contacto con nosotros en esta dirección de correo electrónico: [email protected].

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