Luis de Belmonte en el Mar del Sur (Patrimonio Literario Andaluz III)

October 16, 2017 | Autor: Arturo Rodriguez | Categoría: Naval History, Epic poetry, Spanish Literature of the Golden Age
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Descripción

Luis de Belmonte en el Mar del Sur
La primera obra del poeta sevillano

El escritor sevillano Luis de Belmonte Bermúdez es conocido sobre todo como
dramaturgo y poeta[1], sin embargo, en su juventud tuvo otra ocupación que
le hizo comenzar en la literatura. Belmonte fue el secretario personal del
capitán Pedro Fernandez de Quirós en su última expedición al Mar del Sur en
busca de las Islas de Salomón distinguiéndose en dicha jornada[2]. En esta
expedición Quirós alcanzó la Austrialia (sic) del Espíritu Santo (Espíritu
Santo: Vanuatu), que derivó en el descubrimiento del Estrecho de Torres por
Luis Váez de Torres y en el motín de la tripulación contra el capitán Pedro
de Quirós, lo que acabó con su carrera como navegante. Aun no siendo
testigo presencial de la primera jornada (la que no fue capaz de alcanzar
las islas de Salomón como hiciera Mendaña en 1567) el relato que nos deja
Belmonte está basado en la relación hecha por el piloto de Álvaro de
Mendaña, Hernán Gallego. De ambas expediciones nos ha dejado un relato muy
interesante, editado hace más de cien años por Justo Zaragoza bajo el
título Historia del descubrimiento de las Regiones Austriales hecho por el
general Pedro Fernández de Quirós.

La autoría del texto que se halla en la Biblioteca del Palacio Real de
Madrid[3] en una copia manuscrita del siglo XVIII y en su manuscrito
original en el Archivo del Museo Naval de Madrid[4] ha sido objeto de
disputa entre Justo Zaragoza y Cayetano Alberto de la Barrera, apuntalando
el primero la atribución a Belmonte por medio del estudio de las
cualidades poéticas y la biografía del autor sevillano. Gracias a los
estudios de Pedro Piñero, Frédéric Serralta y Frederick A. de Armas en el
último tercio del siglo XX disponemos hoy de más elementos críticos e
históricos para sostener dicha autoría y relacionar esta obra primeriza con
la producción belmontina[5] de 1609 a 1618.

Luis de Belmonte debió pasar a las Indias de manera clandestina ya que no
consta en la Casa de Contratación ni en el Catálogo de Pasajeros a Indias
ninguna persona con ese nombre entre los años 1600 y 1605. Es bastante
comprensible, por otra parte que un joven sevillano con ganas de aventura y
de ver mundo pasase a América sin hacer los trámites correspondientes en la
Casa de la Contratación.

En el año de 1604 ya tenemos al sevillano (que según la fecha admitida para
su nacimiento tendría entonces diecisiete años) en el virreinato de la
Nueva España, y al año siguiente en el Perú, recibiendo alabanzas del
virrey como fino poeta de despierto ingenio. Es posible que estas
cualidades fuesen apreciadas por el capitán Pedro Fernández de Quirós, que
por aquel entonces estaba en el Perú ultimando los preparativos para su
expedición, y decidiese contratar al joven sevillano como escribano y
cronista para dejar buena constancia de las hazañas que esperaba acometer
en el Océano Pacífico.

Según esto, el relato de la expedición del capitán de Évora es el comienzo
de su carrera literaria, que hay que fijar en la prosa narrativa de
subgénero Crónica. Su tarea a bordo, como acompañante, no tiene mayor
relevancia: se trata de un simple secretario o escribano; sin embargo
terminó dejando un escrito muy útil para los historiadores, si bien sólo
parcialmente como testigo presencial, ya que no al no tomar parte en la
expedición de 1595, su obra responde a dos estilos: el suyo propio y la
reescritura del texto de Hernán Gallego, piloto de Álvaro de Mendaña. Para
este artículo procederemos al estudio del texto de la parte correspondiente
a la expedición de 1605-1606[6], considerando a Belmonte como un editor de
la primera parte, probablemente bajo supervisión del capitán Quirós, a
quien sin duda debió de asesorar con sus memoriales al rey, de gran
repercusión en toda Europa y motivo de inspiración para navegantes
posteriores como el inglés James Cook, o el francés Bougainville.

Hay que destacar del texto el celo historiográfico de Luis de Belmonte al
transcribir las Cédulas Reales[7] entregadas por el virrey al capitán Pedro
de Quirós, lo cual parece ser una práctica corriente para la época,
teniendo en cuenta que el doctor Cristóbal Suárez de Figueroa sigue la
misma práctica en su libro Hechos de don García Hurtado de Mendoza, marqués
de Cañete. Estas transcripciones dan a la obra un valor añadido, ya que no
siempre se conservan las cédulas concedidas a título personal. Además,
Belmonte no transcribe sólo los documentos oficiales; lo hace también con
las cartas de otros personajes como el virrey del Perú, aunque no contengan
nada oficial, o las instrucciones dadas por Quirós y que se han de observar
durante la jornada que se lleve a cabo. Éstas nos dan una idea, clara y
detallada, de la forma de actuar del capitán de la expedición, además de
aportar luz sobre las condiciones de vida a bordo de un navío de la
época[8]. Gracias a estas instrucciones que transcribe el sevillano,
podemos tener luz a la hora de analizar otros testimonios de miembros de la
expedición de 1605, que de lo contrario nos resultarían menos
comprensibles[9].

El texto está narrado en tercera persona, como si fuese obra de Quirós,
hasta el punto de que las referencias a Belmonte van en dicha persona como
se ilustra a continuación:

"Hallaron muy enojada la playa, que era lo más della peñas á donde la mar
quebraba sus olas con mucha furia; mas no por verlas dejó nuestra gente de
arrojarse al agua, que le daba á la cintura, cargados de arcabuces,
barretas y azadones, y al postrero, que se decía Belmonte, trujo tan á mal
traer, que si un alférez Rojo no le acude con el cuento del venablo, á que
asido salió fuera, allí da fin a su jornada[10]."

Como primer dato relevante, destacar que la obra no estaba pensada en un
primer momento como una obra de interés literario, sino como la
transcripción de las memorias tomadas a bordo por el entretenido Luis de
Belmonte[11]; pese a ello el texto permite apreciar de cuando en cuando las
habilidades literarias del vate sevillano. Lo que se puede encontrar es un
relato detallado de las islas y tierras vistas desde la nave del capitán
Fernández de Quirós, con su latitud en grados y su longitud, naturalmente,
a la estima. Los nombres que da Quirós a las islas que se mencionan tienen
gran índice de variación con los que recogen otros de los integrantes de la
jornada, ya que era común que cada capitán de navío bautizase las tierras
descubiertas como mejor le pareciese, siendo lo más frecuente nombres de
invocaciones religiosas, o del santo del día que correspondiese para llevar
buen registro del día que descubrieron tal o cual isla.
Aun siendo muy irregular la denominación de las islas, y en consonancia la
dificultad para situarlas en un mapa, Belmonte hace un gran favor a la
posteridad, acompañando en varios casos el nombre que le da a la isla el
capitán con el que le dan los indios en una transcripción españolizada,
como son los nombres de Taumaco o Manicolo.

En el texto, se dejan translucir las opiniones del propio Belmonte sobre
varios acontecimientos, como el primer conato de motín junto a la isla de
san Bernardo, promovido por el piloto mayor, el entonces conocido
delincuente Juan Ochoa de Bilbao, natural de Sevilla, a quien buscaban en
la Contratación y en Lima[12]. Además, también deja constancia Belmonte de
la opinión de Quirós sobre el posible motín, que parecía no ser motivo de
preocupación para él, lo que más tarde se demostraría como falso.

Usa el sevillano, además, cierto toque de humor y notable riqueza
descriptiva, como denota en el encuentro que tuvieron con los indios en la
segunda isla poblada que se encontraron el primero de marzo de 1606:

"Venían en una canoa cinco indios y, muy brioso el del medio achicando agua
de su bajel. Traía este á la cinta su rubio cabello. Era blanco de color,
lindo de cuello y de talle, el rostro aguileño y bello, algo pecoso y
rosado, los ojos negros, graciosos, la frente y las cejas buenas, la nariz,
boca y labios muy proporcionados al todo, con los dientes bien ordenados y
albos. En suma, era dulce en la risa y caricias, y en el modo extremado.
Por rico de tantas partes y gracias, fue juzgado por una doncella muy
hermosa; mas empero, era un zagal de al parecer trece años."

La continuación de este divertido fragmento nos da una idea de las
condiciones de la navegación y de lo que supone estar varios meses[13] sin
mujeres cerca:

"Este fué el que de la primera vista se robó los corazones de todos los de
la nao, y el más mirado y llamado, y él á quien todos ofrecían sus dones, y
a quien con muy grande instancia el capitán pretendió acarrear con un
vestido de seda, que pidiéndolo se fue con mucho donaire; dejando bien que
decir y que notar, y al capitán bien que sentir la pena de no lo poder
haber."

La opinión que tiene Luis de Belmonte sobre los indios a lo largo de la
obra es sumamente variable, como se puede esperar. En todo el texto se
muestran diversas consideraciones por los indios, principalmente en función
de su hostilidad y belicosidad hacia el grupo de personas que componía la
expedición. Tenemos en la obra indios que acogen con los brazos abiertos a
los españoles, otros que muestran un claro desconcierto hacia los barcos
que están viendo, del mismo modo que los aztecas lo mostraron ante Hernán
Cortés y sus caballos, e indios que son abiertamente hostiles a cualquier
grupo extranjero que aparezca en su panorama, e incluso a otros naturales
de la región.

En lo que atañe a los indios de estas regiones, también hace referencia a
su forma de comunicarse con los españoles, naturalmente por señas, aunque
para evitar esta clase de situaciones tan extrañas, los españoles
decidieron tomar unos indios por prisioneros para lenguas, es decir,
intérpretes. El texto nos da también cumplidos análisis de la fauna, flora,
riqueza natural, características de los grupos humanos de las regiones y
modos de subsistencia, a modo de resumen antropológico, informándonos, por
ejemplo de qué indios son caribes[14]. Esto resulta perfectamente coherente
con su propósito: establecer lo que se encuentra en los territorios
inexplorados del Mar del Sur con el fin de que el lector (en última
instancia el rey de España) tuviese toda la información posible para saber
si sería o no rentable, tanto desde un punto de vista político-territorial
como económico, la conquista y colonización de dichos territorios. Esto
contrasta abiertamente con la visión idealista que tenía el capitán Pedro
Fernández de Quirós, quien veía la expedición como motivos de aumento de la
gloria del rey de España y de la Santa Madre Iglesia, a la vista de las
referencias que se hacen a los breves del papa.

También a lo largo de la obra vemos el protagonismo creciente que toma
Belmonte, pues cuando se nombran los oficiales reales para la nueva ciudad
que ha de fundar Quirós (a la cual bautiza como Nueva Jerusalén con gran
fasto y boato) Luis de Belmonte aparece entre los regidores[15], ni más ni
menos que el segundo en ser mencionado, sólo precedido por don Diego
Barrantes y Maldonado. Este hecho contrasta abiertamente con la Relación
verdadera escrita por Gaspar González de Leza[16], en la cual aparece
mencionado el último entre los regidores[17]. Este dato aparentemente
irrelevante nos da una buena idea sobre que don Luis fuera el autor, ya que
para todos los demás hombres de la lista de oficiales reales coincide no
sólo el nombre sino también el orden en que son mencionados.

Para apuntalar la autoría de Belmonte, surge otro elemento particularmente
llamativo. En el capítulo LXVIII hay una mención de un suceso aparentemente
trivial, en el que Belmonte hace alarde de falsa modestia. Procedemos a
transcribirlo:

"En cuanto duró la siesta hubo músicas y bailes y buenas conversaciones; y
quien dijo era dichoso aquel día, y dichoso quien lo vio por haber sido el
primero celebrado en honra del Señor altísimo en tierras extrañas y
ocultas; y por ser nuestra gente poca y los naturales muchos, fue juzgado
de algunos por grande atrevimiento: yo digo que no fue sino grande acierto
y muy bueno el fiador.
Hubo allí quien dijo, que pareció anuncio de lo sucedido, esta octava de
don Alonso de Ercilla, á cuya contraposición un gran devoto desta empresa
ordenó la otra que le sigue:

Ves las manchas de tierras, tan cubiertas[...]
[Continúa el resto de la octava[18]]

Belmonte ya tenía por aquellas fechas fama de buen poeta y hombre culto.
¿No es posible que en un detalle de falsa modestia haya querido ocultarse
cambiándose con el personaje que cita a Alonso de Ercilla? Aparecer como
número dos en la lista de regidores y además ir citando a Ercilla tal vez
fuese demasiado poco creíble para el lector de este relato. Además,
haciendo un simple trabajo de descarte cruzando las referencias de Belmonte
con las de la Relación Sumaria de Diego de Prado y Tovar, las posibilidades
de que fuera Belmonte aquel culto hombre aumentan. Prado nos hace una
completa referencia de la gente que iba en la expedición, detallando que
unos 60 serían portugueses, genoveses o flamencos. Este dato descarta a un
tercio de la expedición. Cuando advierten a Quirós del motín que se planea
contra él, dice Prado "la mitad de los que aquí van eran de los que pedían
limosna en la sierra de Ronda con la escopeta en la mano", lo cual nos
aclara que el número de criminales a los que se les redimía la condena
participando en una expedición con escasas posibilidades de éxito era
elevado, y no es de esperar que entre ese grupo humano se encontrasen
lectores de Ercilla. Con un número de potenciales candidatos a tan ilustre
lector, tenemos que descontar a los oficiales, que de haber sido alguno de
ellos, Belmonte lo habría hecho notar. Este aspecto del relato concuerda
con la primitiva dedicación de Belmonte al género épico y evidencia que su
primera obra narrativa combina el conocimiento literario de un autor
esencial como Alonso de Ercilla y su propia experiencia como cronista de la
realidad en la expedición de Quirós, en la línea de los grandes cronistas
de Indias, como Gonzalo Fernández de Oviedo o Bernal Díaz del Castillo, que
convierten su experiencia en materia literaria[19].

Continuando con datos que apuntalan la autoría de Belmonte de la Historia
del descubrimiento de las regiones Austriales tenemos una breve referencia
en la descripción del río grande que se encuentra en la bahía de san Felipe
y Santiago en la isla del Espíritu Santo.

"Su frente desta bahía, que es el Sur, tiene de largo tres leguas, todas
ellas de una playa, y en medio un río que se juzgó ser tan ancho como
Guadalquivir en Sevilla, á cuya boca hay de fondo dos y más brazas por
donde pueden entrar barcos y buenas fragatas. Llamose el Jordán[20]."

En la jornada de Quirós de 1605 había un cierto número de oficiales que
eran de Sevilla, como el ya mencionado Juan Ochoa de Bilbao, por lo cual
usar una comparación con el célebre río debió de parecer legítima al autor
de esas líneas, alguien natural de Sevilla, como es el caso de nuestro
poeta y dramaturgo Belmonte.

Como conclusión de todo lo expuesto hasta ahora, queremos hacer notar esta
obra casi completamente olvidada por los estudiosos de Luis de Belmonte
Bermúdez por no ser obra en verso ni teatro, y no haber llegado a los
libros de texto, por pertenecer al género de literatura de viajes, olvidado
en las antologías de manera nada merecida como afirmamos en otro
artículo[21].

Exponemos pues, como conclusión, que se trata de una obra de juventud de
Luis de Belmonte Bermúdez, razón por la cual se puede apreciar en ella un
estilo todavía primerizo, restringido en su uso por la propia naturaleza
del escrito, que era la de servir como relato verídico de las cosas
sucedidas durante la expedición del capitán Pedro Fernández de Quirós a las
Tierras Austriales[22]. Aún así, la calidad descriptiva, la riqueza del
léxico y la viveza de los toques de humor e ironía en el relato
corresponden ya al estilo del futuro dramaturgo de El diablo predicador.

Además, queremos poner de relieve el hecho de que los datos contenidos en
la parte concerniente a la primera expedición de Quirós (segunda de Álvaro
de Mendaña, 1595), sirvieron como base al escritor vallisoletano Cristóbal
Suárez de Figueroa para la composición del libro sexto de los Hechos de don
García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, dedicado íntegramente a esa
jornada. El doctor vallisoletano debió conocer a Luis de Belmonte,
conocimiento del cual se beneficiaron mutuamente, uno teniendo acceso a los
datos de navegación de Quirós, y el sevillano teniendo material que luego
plasmaría o dejaría usar a otros de los autores en la comedia de nueve
ingenios con tintes reivindicativos Algunas de las muchas hazañas de don
García Hurtado de Mendoza.



Arturo Rodríguez López-Abadía
Centro de Estudios de América-Casa Colón
Universidad de Valladolid





Bibliografía

BELMONTE BERMÚDEZ, Luis, La Hispánica. Edición e introducción de Pedro
Piñero Ramírez, Diputación de Sevilla, Sevilla, 1974.

BELMONTE BERMÚDEZ, Luis, El sastre del Campillo.Edición, introducción y
notas de F. A. de Armas, Valencia, Estudios de Hispanófila, 1975.

KELLY, Celsus O.F.M, La Austrialia del Espíritu Santo, Hakluyt Society,
Cambridge University Press, Cambridge, 1966.

PRADO Y TOVAR, Diego de, Relación Sumaria del descubrimiento que enpeço
Pero/ Fernandes de Quiros..., MS en la National Library of New South Wales,
Signatura Safe 1/73.

SERRALTA, F. Edición de La renegada de Valladolid, en Comedias burlescas
del Siglo de Oro. Tomo III, Vervuert/Iberoamericana, Madrid, 2002.

VV.AA, Varios diarios de los viages..., MS en el Archivo del Museo Naval de
Madrid, Signatura MS. 951.

ZARAGOZA, Justo, Historia del descubrimiento de las Regiones Austriales,
Colección Mundus Novus, Ed. Dove, Madrid, 2000. (Impresión facsimilar de la
edición de 1876).




-----------------------
[1] Como dramaturgo colaboró con Calderón, Mira de Amescua y Vélez de
Guevara en obras de 'tres ingenios' y es autor de de varias obras
importantes, entre las que destacan La renegada de Valladolid, El sastre
del Campillo y El diablo predicador (estas dos últimas atribuidas
erróneamente a Lope de Vega). Como poeta, destaca sobre todo La Hispánica.
[2] Hay una certificación de Quirós a Luis de Belmonte en el AGI, con
signatura México, 135 (59-I-12), ramo 3 con fecha de 4 de octubre de 1606.
[3] Signatura MS 1686.
[4] MS 951. Este manuscrito tiene varias anotaciones a los márgenes con
indicaciones como "eliminar", "modificar", o "suprimir".
[5] Como ha observado Pedro M. Piñero en el prólogo a su edición de La
Hispánica, la primera dedicación de Belmonte no es dramática, sino épica:
"Su vocación de poeta épico creo que queda suficientemente probada por las
obras que de este género escribió: la Vida del padre Maestro Ignacio de
Loyola (1609), La Aurora de Cristo (Sevilla, 1616) y La Hispálica
(terminada hacia 1618), ejemplos de distinta naturaleza y hechura en el
orden heroico" (Introducción, p. XI).
[6] Capítulos XLII y siguientes
[7] Capítulo XLI
[8] El referente literario e histórico más importante es la divertida carta
de Eugenio de Salazar sobre el gobierno de una isla.
[9] En la Relación Sumaria de Diego de Prado y Tovar se encuentran
continuas menciones a instrucciones y órdenes selladas dadas tanto por
Quirós como por el virrey conde de Monterrey.
[10] Capítulo XLVIII
[11] El término oficial "entretenido" es el que se usa para este menester
de cronista.
[12] Datos extraídos de la Relación Sumaria de Diego de Prado y Tovar.
[13] En este caso, a fecha de primero de marzo de 1606 llevaban ya tres
meses y diez días en el mar, pues la expedición zarpó del puerto del Callao
de Lima a 21 de diciembre de 1605.
[14] Entiéndase como caníbales, no como habitantes del mar del mismo nombre
de América.
[15] Equivalente de lo que serían los concejales a día de hoy
[16] Conservada en Archivo del Museo Naval con la signatura MS 142, doc. 7.
(Copia manuscrita fidedigna del siglo XVIII)
[17] Tiene un error el manuscrito al mencionarlo como "Franco. de Belmonte
Bermúdez"
[18] La Araucana, canto XXVII, octava 52.
[19] Indirectamente podemos atisbar el deseo de Fernández de Quirós, un
perfecto megalómano, de disponer de un cronista que lo trate al nivel de
Ercilla o de Hernán Cortés.
[20] Capítulo LXIX
[21] Education, Histoire et Etnographie: Une nouvelle approche à travers la
literature de voyages. 3ème Conférence Internationale Education, Economie
et Societé. Paris, 2011.
[22] Cruce intencional de los términos Austral con la dinastía reinante en
España, la casa de Austria.
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