LUCES EN EL ARTE DEL SIGLO XVIII, DE MARTHA BARRIGA. FONDO EDITORIAL DE LA UNMSM, LIMA, 2014
Luces en el Arte del Siglo XVIII de Martha Barriga. Fondo editorial de la UNMSM, Lima, 2014
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Elisa García Barragán Martínez1*
Martha Barriga, reconocida y admirada entre los historiadores del arte americano por su actividad y valiosos estudios históricos y críticos, publicó en 2014 Luces en el Arte del Siglo XVIII, Júbilos de Lima en la dedicación de su Santa Iglesia Cathedral, instaurada (en gran parte) de la ruina, que padeció con el terremoto de el año de 1746. En el Prefacio de la edición la autora señala que su propósito, «fue rastrear en la documentación existente la posibilidad de identificar un pensamiento estético referido a la arquitectura, pintura, escultura y otras manifestaciones plásticas en torno a Luces en el Arte del Siglo XVIII, Júbilos de Lima, (1755 del Marqués de Sotoflorido)» (p. 7) Sin duda alguna esta labor constituye una magnífica aportación, el desvelamiento del mayor número posible de eslabones de la cadena del proceso que ella emprende de sucesiva y progresiva «iluminación», ya que el tema tratado refiere uno de los aspectos más interesantes de la arquitectura colonial *
Universidad Nacional Autónoma de México.
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ISSN: 2410-1923
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peruana. La historiadora indica que analizó Júbilos de Lima a partir de la perspectiva de una formulación criolla del lenguaje, el interés por la fiesta, los júbilos que narra y las consecuencias diversas del terremoto de 1746. Puntualiza más esta idea en el apartado «La Naturaleza del texto: descriptio ekphrasis», definición del meollo del asunto que va a relatar, es decir, precisar y detallar con minuciosidad la écfrasis de la Catedral. Martha Barriga está segura de que los edificios poseen una especie de vida cuya alma es la proporción. Con gran habilidad nos pasea alrededor de la Plaza mayor limeña, subrayando los estragos ocasionados al monumento por los sismos y a veces por descuido de restauradores poco informados, lo cual no resulta extraño; la historiadora acompaña su inquietud mencionando que en algunas de las tareas de reconstrucción, según cita HarthTerré, se emplearon: entre 1687 y 1693 muchos profesionales de distinta procedencia que se aplicaron a la tarea, entre ellos: un ingeniero, doce arquitectos, veintitrés maestros mayores y alarifes, sesenta y cuatro Maestros de albañilería, ciento treinta carpinteros, treinta o más artistas pintores, más de cincuenta ensambladores y escultores, muchos de ellos doradores, quince herreros y fundidores y diez olleros y azulejeros. (p. 36)
Abundoso y atinado contingente que pese a su interés por una hazaña exitosa y una reconstrucción magnífica, vio destruido su trabajo por otro terremoto que acabó con la ciudad en 1756, pasmo y asombro que hizo afirmar al virrey José Manso de Velasco (1746-1761) en su relación de gobierno, «la ciudad sin templos y sin casas quedó hecha un lugar de espanto, a la manera que suelen verse en una guerra los lugares cuando entra el enemigo a sangre y fuego, y convierte en montones de tierra y piedra los más hermosos edificios» (p. 36). En tan prolijo estudio Martha Barriga hace patente su interpretación del ornato de la Catedral: la colocación de los órdenes clásicos y la definición de las esculturas complementarias del lenguaje arquitectónico, más que de la lectura teológica. Un todo en el que la filosofía –y este es un presupuesto añadido– está en estrecha unión con la crítica literaria y con las reflexiones poéticas. En este viaje por el pensamiento dieciochesco la autora puede comparar costumbres, principios, filosofías, e inclusive llegar al sentido de lo relativo que pudiera ser tal deambular. Al
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estar cierta de su revisión, comenta que las imágenes son arquetipos formalizados, «la obra de arte representa la concretización de una idea en una forma determinada no susceptible de ser sustituida» (p. 31). Técnica y lenguaje, que analiza en la narración, la llevan a describir el caso que le interesa: notificar que Luces en el Arte se sustenta en gran parte en la poética de su tiempo, y argumenta que los textos descriptivos buscan «el decir refinado y claro, amparándose en autoridades clásicas, y en la poesía fuente obvia de tal aspiración». Respecto a la metodología apela a lo dicho por Rudolf Arnheim quien afirma, «la representación completa de un acto individual no existe», después de plantear y debatir la aseveración de Arnheim, inclusive con sus alumnos de posgrado, Martha Barriga decide subrayar que se dificulta compartir la experiencia vivida frente a una obra de arte, ya que es casi imposible transmitir esta emoción con el lenguaje de la palabra. Retomando la opinión de Arnheim, la autora insiste en la necesidad metodológica que tiene la historia del arte de establecer principios que aseguren un acercamiento adecuado a las piezas artísticas, exigencia imprescindible para expresar de manera exacta los resultados de la observación, en este caso la apreciación y estudio de la existencia y condición del arte peruano. Todo este recorrido crítico se va puntualizando mediante sugestivos títulos. Es oportuno añadir, como indica Martha Barriga, que la revisión y verificación de citas clásicas que aparecen en las notas, quedó en manos del doctor Eduardo Hopkins Rodríguez, cuya valiosa erudición y conocimientos de latín colaboraron en que la «edición» quedara «limpia y vibrante», complemento fundamental que permite elucidar algunas de las incógnitas que pudieran presentarse en la redacción analítica. Los comentarios previos a la inclusión de Luces en el Arte, llevan al lector a interesarse por el ameno escrito que desvela la total creencia, según se ve en Júbilos de Lima, de que en la Catedral existen al igual que en su disposición, los mayores y más acreditados aciertos de la arquitectura colonial: [La Catedral] mostrábase hacia el oriente meridional de la Plaza mayor, quien correspondía con
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un amplio desahogo al adorno con que la ilustraba la hermosura de su frontispicio. Componíase este de tres grandes puertas, cuya majestad recibía mucho aumento en el adorno, que le hacían otras tantas portadas, labradas en bella cantería de piedras de Panamá, nada inferior al mármol. (p. 94)
Apoyo imprescindible para el lector es la importante bibliografía que Martha Barriga cita en la Introducción. Bibliografía que parte desde una serie de aproximaciones a los grandes autores de la Grecia: Ovidio, Plinio, Herodoto, Plutarco, etcétera; los tratadistas: Caramuel, Vignola y Vitrubio, sin que falten san Agustín, y el francés Claude Perrault, entre muchos otros. El libro de Martha Barriga constituye una magnífica aportación. Marcará un punto de partida para investigaciones de toda índole. En suma, la publicación que se reseña no solo instruye sino deleita; ello se debe ante todo a la inteligencia, sensibilidad, conocimientos del arte y sentido crítico de su autora, por lo que este libro se puede calificar como básico.
Elisa García Barragán Martínez Doctora en historia del arte por la Facultad de Filosofía y Letras. Investigadora Titular C de tiempo completo definitiva en el Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, del que fue directora. Dirigió el Museo Nacional de San Carlos, INBA. Ha impartido cátedra en varias dependencias de la UNAM, donde también dirige tesis de grado y posgrado. Su área de investigación es el arte mexicano siglos XVIII, XIX y XX, como lo demuestran sus publicaciones: 16 libros, y más de 150 artículos especializados, en los cuales muestra su interés por documentar y estudiar la obra de arte a la luz de diversas disciplinas, la plástica, la historia y las letras. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y miembro de las Reales Academias españolas de Bellas Artes de San Carlos de Valencia y de Nuestra Señora de las Angustias de Granada.
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