Los Setenta Hermanos de San Felipe Neri. Un ejemplo de religiosidad popular en Alhama de Murcia

June 13, 2017 | Autor: J A Ramírez Águila | Categoría: Antropología cultural, Murcia, Religiosidad Popular, COFRADIAS, Hermandades, Cofradias Religiosas
Share Embed


Descripción

Cu l t u r a y So c ie d a d e n Mu r c ia

U N IV ERSID A D DE M U RCIA 1993

LOS SETENTA HERMANOS DE SAN FELIPE NERI UN EJEMPLO DE RELIGIOSIDAD POPULAR EN ALHAMA DE MURCIA Juan Antonio Ramírez Aguila

En 1842, en virtud de la ley de desamortización del año anterior, el Gobernador Civil de Murcia solicita información referente a las cofradías que hay en la provincia, a lo que el Ayuntamiento de la villa de Alhama de Murcia responde que en la localidad «se contaban seis, (...) y hace muchos años que dejaron de existir»1. Poco después, el panorama habrá cambiado para dar paso a una revitalización de la religiosidad popular local en la segunda mitad del siglo XIX. Entre 1852 y 1885 surgen la Tercera Orden de Nuestra Señora del Carmen, la Corte de María y del Rosario, Asociación del Apostolado de la Oración, el Oratorio de la Santa Escuela de Cristo, la Tercera Orden de Penitencia de San Francisco, y las Hijas de María.2 Tras una actividad religiosa tan amplia se encuentra el fírme impulso parroquial dado por el padre Mariano Joseph Mena y García que perdurará hasta los tiempos de la II República, prolongando con ello incluso hasta hoy dia, algunas manifestaciones más propias de una religiosidad barroca trasnochada, entre las que destaca sobre todo la 1. 2.

A rchivo parroquial. Ordenes y Documentos, t. 3, de 1830 a 1851, p. s/n. Idem. Encuesta Eclesiástica verificada el 4 de febrero de 1905 y Encuesta del 30 de mayo de 1914.

231

hermandad de Los Setenta Hermanos de San Felipe Neri, que no es otra cosa que una Escuela de Cristo (el Oratorio de la Santa Escuela de Cristo de la relación anterior), una institución religiosa en la que sus alumnos aprenden a vivir como Cristo lo hizo, logrando el aprovechamiento espiritual, y aspirar en todo al cumplimiento de la voluntad de Dios, de sus preceptos y consejos, caminando a la perfección cada uno, según sus estado y las obligaciones de él, con enmienda de la vida, penitencia y contrición de los pecados, mortificación de los sentidos, pureza de conciencia, oración, frecuencia de sacramentos, obras de caridad y otros ejercicios santos que en ella se enseñan y practican, y desestimación de lo temporal, buscando todos en su estado el camino y senda estrecha y más segura de salvarse,3 para lo que Cristo es su único maestro.4 En estas Escuelas se trataba, no ya de instruir el espíritu interior, sino de fomentar un modo de vida y un comportamiento acorde con la idea de Imitatio Christi que expusiera fray Tomás de Kempis. Desde sus orígenes guardaron un gran paralelismo con el Oratorio que San Felipe Neri fundara en Roma en 1575 imbuido por los vientos contrarreformistas que recorrían la Europa católica. Estos oratorios constituían una asociación voluntaria de clérigos seculares que vivían en comunidad, sin votos monásticos, cuyo fin era la misión cotidiana y perpetua para ganar almas a Dios,5 preocupándose por alcanzar la perfección y renovar la vida cristiana del pueblo con obras de misericordia, predicación, música sacra, etc. También se les conocía como Orden de los Oratorianos o de los Filipenses, la primera de las cuales llega a España en 1645, fundada en Valencia, mientras la de Murcia, con sede en la ermita de San José junto a la Iglesia de Santa Eulalia, será creada en 1700 por el padre Luis de Belluga y Moneada (futuro cardenal) quien ya había fundado antes la de Córdoba. La versión laica del oratorio filipense surgirá en el Hospital de los Italianos de Madrid en 1646, de mano del sacerdote Juan Bautista Ferruzzo, de origen italiano, no siendo aprobada hasta 1653 por el cardenal arzobispo de Toledo, D. Baltasar de Moscoso y Sandoval, y posteriormente por el papa Alejando VII el 10 de Abril de 1655, quien concedía numerosas indulgencias a sus miembros. Había nacido así la primera Escuela de Cristo, que pronto tendrán una rápida 3. 4. 5.

232

Constituciones de la Venerable... (1853), cap. I, p. 3. Idem. cap. II, p. 4. Idea d e los exercicios... (1795), I a parte, cap. II, p. 9.

expansión por todo el territorio nacional, a menudo bajo la advocación del padre inspirador, San Felipe Neri, como es el caso que ahora nos ocupa de los hermanos de la Escuela de Alhama.

LA ESCUELA DE CRISTO EN ALHAMA DE MURCIA Surgida probablemente en la década de los años setenta del pasado siglo, sabemos que en 1888 estaba ya en pleno funcionamiento,6 llegando a desaparecer en una fecha que no podemos precisar, entre 1904 y 1914.7 Tenía su sede en locales dependientes de la Iglesia de San Lázaro Obispo y aledaños a la misma, ya desaparecidos, pero que aún conservan su antiguo nombre confundido con el de la escuela infantil que hasta hace unos años existió en el mismo lugar. Escasos son los datos que hemos logrado reunir sobre este oratorio, pues ni sus libros ni sus constituciones se conservan en el Archivo Parroquial, donde apenas hemos logrado encontrar unas breves mencio­ nes del mismo, pero dotadas por ello de mayor interés.8 Tampoco en el campo bibliográfico aparecen estudios dedicados a la institución o a ejemplos concretos conocidos (pese a que aún exista en la actualidad), mientras que diccionarios y manuales de Historia de la Iglesia suelen olvidarla. Unicamente en el reciente artículo de MORENO VALERO9 hallamos una breve semblanza general de las Escuelas. Según este autor, las dificultades para su estudio radicarían en su propio carácter, por quedar restringidas a una minoría de cristianos y ser una de sus virtudes más buscadas la de la humildad y huir de la notoriedad, dotando a sus ceremonias de cierto secretismo. Pero está claro que contar con la documentación adecuada podría aportar una información determinante para su conocimiento. En el caso concreto de Los Setenta Hermanos de San Felipe Neri, 6. 7. 8.

9.

A rchivo parroquia}... Inventario de ropas, vasos sagrados, ... existentes en la Parroquia de San Lázaro, de Alhama el 30 de Noviembre de 1888. La Escuela de Cristo figura en la relación de cofradías y hermandades de la Encuesta Eclesiástica de 1904, mientras que ya había desaparecido al verificar la de 1914. Nuestro trabajo está basado fundamentalmente en el valioso testimonio de D. Pedro Martínez «El Armao», cuyos familiares estuvieron ligados a la Escuela de Cristo de Alhama, y las aportaciones de D. José Romero Martínez, (tío José de Benita), así como en las Constituciones de 1853 de la Escuela de Cristo de Sevilla. También deseo agradecer desde aquí a D. Pedro Antonio Martínez, cura párroco de San Lázaro, las facilidades dadas para la consulta del Archivo Parroquial. MORENO VALERO, M. (1989). La Escuela de Cristo. Su vida, organización y espiritualidad barroca. La religiosidad popular, v. III-5. Barcelona, P. 507 a 528.

233

sabemos que, como su denominación expresa, el número de miembros quedaba limitado a una minoría escogida de setenta, sin que hayamos podido averiguar la causa de tal cifra, ya que la cantidad recomendada solía ser de setenta y dos, el número de los discípulos de Cristo.10 Se llamaban entre sí hermanos, pero pese a ello su carácter no es el de mera hermandad o cofradía, comportando para la vida de sus miembros algo mucho más esencial y trascendente, al tiempo que su pertenencia exigía una mayor calidad de vida cristiana. Este aspecto no ha sido comprendido por aquellos que de un modo un otro han abordado el tema de la Semana Santa alhameña, por lo que con demasiada frecuen­ cia son presentados exclusivamente como hermandad procesional y antecedente de los actuales desfiles pasionales, hecho motivado por los ejercicios que los Hermanos realizaban durante la Cuaresma.11

ORGANIZACION INTERNA Las Escuelas de Cristo no poseían más vinculación entre sí que la de un espíritu y objetivo común, pero como institución no estaban sometidas a ningún tipo de organización interna más allá de la autoridad eclesiástica, gozando de amplia autonomía. Unicamente se contemplaba el hermanamiento con otras Escuelas que permitía admitir miembros de éstas a los ejercicios de la propia, pero sin voz activa ni pasiva. 12 Esta característica supone que los estatutos de cada una podían poseer notables diferencias dentro del modelo marcado por su fundador, como de hecho se pone de manifiesto al contrastar las Constituciones de la de Sevilla con los datos que poseemos de la de Alhama, pese a lo cual es el único camino al que podemos recurrir para tratar de conocer algunos aspectos presentes en los escasos datos disponibles. MORENO VALERO, en su artículo citado más arriba, no llega a detectar esta peculiaridad por generalizar su estudio a partir de los ejemplos del entorno de Córdoba y su comparación con la de Sevilla, lo suficientemente próximos entre sí como para apreciarse su pertenencia a un mismo módulo. 10.

Constituciones... (1853), cap. II, p. 6 y 7, recomiendan para su mayor aprovechamiento de los logros y ejercicios de la Escuela que su número máximo ha de estar en 72, distribuidos en 24 sacerdotes y 48 seglares. En la de Alhama sabemos el número de sacerdotes, por fuerza, debía ser menor.

11.

VALCARCEL MAYOR, C. (1981), p. 99; CERON LOPEZ, T. y FERNANDEZ CERON, A . (1986). Antecedentes, p. s/n.

12.

234

Constituciones... (1853), cap. XXI. p. 83 y 84.

El local de la Escuela de Cristo La sede del Oratorio, como queda dicho, se encontraba en la Iglesia de San Lázaro, limitándose a una modesta estancia con entrada independiente desde la calle de Sánchez Vidal. Gracias al Inventario de 1888 de los bienes de la parroquia hemos podido conocer su mobiliario, compuesto por un crucifijo tallado en madera, como de un metro de alto, que actualmente se conserva en dependencias del cementerio de Ntra. Sra. del Carmen de Alhama; su talla es tosca y desproporcionado en sus medidas, pareciendo obra de un aficionado, tal vez uno de los propios hermanos. Él presidía todas sus reuniones, hecho que parece ser una constante de las Escuelas de Cristo.13 Había también imágenes de la Purificación y de San José, así como cinco cuadros en lienzo de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, un Jesús Nazareno, un San Vicente, y el imprescindible San Felipe Neri; de ellos, el Corazón de Jesús y el de María se conservan igualmente en el cementerio y son de escasa calidad artística, pudiendo verse en el de Jesús una inscripción en su dorso con el nombre del autor, José Pérez, y la fecha de 1875. Continúa la descripción con cuatro candeleros plateados y un juego de sacras doradas, un mantel de encaje, siete bancas grandes, dos medianas, cinco pequeñas, un banco-arca y una mesa pequeña. También cincuenta y cuatro cruces «para la penitencia de los hermanos», cifra que aparece corregida a lápiz por la de cuarenta y tres en una revisión que afectó a todo el inventario, por lo que debe corresponder a un ajuste de años posteriores. El uso de tales cruces se verá más adelante.

Dirección de la Escuela La autoridad máxima estaba representada por el Presidente u Obediencia, llamado así para recordar que aún él estaba sometido a una obediencia superior. Presidía todos los ejercicios y reuniones, estando reservado su cargo en nuestro caso para el cura párroco, a través de lo cual éste ejercía su control sobre la Escuela. Por debajo de él sólo conocemos la existencia de los Vocales, llamados de Semana por ser elegidos para ese período de tiempo, debiendo votarse cada vez los de la próxima. Equivalen a los Nuncios de otras, pero aquí su número era de dos. Entre sus funciones están 13.

MORENO VALERO, M. (1989), p. 521.

235

fundamentalmente todas aquellas relacionadas con la asistencia a los hermanos en sus ejercicios, impedir el paso a los no miembros de la Escuela, acompañar a los novicios y preparan el local para las reuniones. Durante la Cuaresma estaban encargados de ir al cementerio para escoger dos calaveras con sus respectivas tibias, necesarias para los ejercicios de ese momento, ocupándose de limpiarlas con sosa en las calderas de las fábricas de salitres del pueblo.

Ingreso de nuevos hermanos Los Setenta Hermanos eran una sociedad de espiritualidad restringida y carácter íntimo y reservado en palabras que FERNANDEZ SERRANO14 dedica a las Escuelas de Cristo en general. Por ello uno de los aspectos en que mayor cuidado han de poner es en la elección de sus nuevos miembros. Es aquí donde la hermandad de Alhama se distingue por su peculiaridad, pues posee carácter hereditario, es decir, tienen prioridad para la pertenencia a la misma los primogénitos varones de sus miembros. La sucesión podía venir motivada por el fallecimiento de uno de los cofrades o por solicitud de la baja si su salud no les permitía soportar la dureza de los ejercicios. Entonces eran sustituidos por el mayor de sus hijos varones, siempre que superase una cierta edad, que en el caso de la de Sevilla era de 24 años.15 Nunca podría ingresar una mujer, pero hemos de observar que en la Encuesta Eclesiástica del 4 de Febrero de 1905, se relaciona junto a una Escuela de Cristo para varones, otra para señoras, de la que no hemos podido obtener más información. Si el hermano que causaba baja no poseía descendencia masculina que reuniese las condiciones requeridas o éste no estaba interesado en ingresar en la hermandad, podía darse acceso a otros aspirantes que debían reunir las suficientes cualidades piadosas y frecuencia sacramental, para lo que la directiva se asesoraba adecuadamente, hecho que en un medio rural y en una localidad como la de Alhama a finales de siglo, no resultaría difícil. Después la asamblea decidía en la mayor discreción. Con tales condiciones, debía ser tarea ardua el tratar de completar el número de miembros de entre una población que andaba en torno a los 5.000 habitantes, la mitad de los cuales vivía en caserío diseminado 14. 15.

236

FERNANDEZ SERRANO, F. (1975). Constituciones... (1853), cap. XIX, p. 74.

por el campo. Al menos ésto parece indicar la cantidad de cruces reflejadas en el citado Inventario de 1888 (luego reducidas a 43), lo que no implica que en determinados períodos de especial devoción, como era la cuaresma, no aumentasen las solicitudes para compartir con ellos penitencias como la autoflagelación. Entonces se podía permitir la asistencia temporal a aquellos de mayor y reconocida religiosidad, e incluso si el número de demandantes era grande, se distribuían disciplinas (látigos) a todos aquellos que lo deseasen, pero éstos debían realizarla en el templo.

Origen social de los hermanos Se ha dicho que, si bien sus miembros no siempre eran nobles o burgueses, sí solían ser personas de influencia local.16 No es ese nuestro caso. En Alhama aún se conoce a descendientes de aquellos hermanos y no es difícil averiguar que se trataba de personas humildes, analfabetas en su mayoría pero muy devotas. Entre sus profesiones los había carreteros, carboneros, labradores, ... por lo que muchos se veían imposibilitados para ocupar cargos en la directiva de la Escuela. En palabras de unos de nuestros informantes, «los señoritos nunca fueron muy apegados a estas cosas». Los puestos más altos estarían reservados irremediablemente al clero secular, que dirigirá los ejercicios por limitarse a ellos la posibilidad de la lectura como únicos miembros instruidos. El conocimiento de las oraciones para el resto de hermanos, mayoritariamente en latín, se reduciría al meramente memorístico. Por ello, como se deduce de las noticias recogidas, la aplicación de la disciplina debía constituir el principal eje de sus ejercicios. Aquí, las condiciones de humildad en que tanto hincapié hacen otras asociaciones, sobrarían por la propia condición de sus miembros.

Los ejercicios Nos ha llegado mejor el testimonio de aquellos que se realizaban durante la cuaresma, pero es este un aspecto en el que no debían diferir mucho unas Escuelas de otras (con las limitaciones culturales señaladas en el apartado anterior), por lo que ciñéndonos a la de Sevilla y a modo de referencia, diremos que se celebraban un día a la semana, el jueves 16.

MORENO VALERO, M. (1989), p. 517.

237

en éste caso (excepto en Semana Santa), antes del anochecer y trás haber asistido a la misa. Entraban al oratorio en silencio, comenzando sus oraciones de rodillas y dirigidos por el Obediencia. Meditaban luego sobre un tema elegido el dia anterior interrumpidos por breves jaculatorias. Prosiguen luego con nuevas oraciones después de las cuales se elegía a un hermano de los de mayor fervor para preguntar y examinar a dos ejercitandos escogidos al azar, a los que el Obediencia dará alguna penitencia según sus respuestas y preguntará sobre el cumplimiento de los ejercicios impuestos por la Escuela para esa semana. Trás ésto, el Obediencia les dará una nueva penitencia y discurso edificante, volviendo a repetir el ejercicio con otros tres nuevos hermanos hasta completarlos todos. Llegados a este punto se repartían las disciplinas y se apagan las luces para realizar la autoflagelación al canto del Miserere mei Deus17 y otros salmos, concluyendo a una señal del Obediencia. Proseguían con rezos antes de encender las luces, trás lo que cada uno volvía a ocupar su lugar. Se leía entonces la meditación y jaculatoria para la próxima semana que repetían tres veces postrados, para sentarse luego mientras se les repartían las cédulas y se leía algún capítulo de las constituciones. A continuación se realizaba la adoración de Cristo, haciendo tres genuflexiones, al principio, en medio y en el altar del oratorio. A la vuelta se realizaban otras tres en adoración a la Virgen, todo acompañado por los rezos pertinentes. La ceremonia en su conjunto no debía durar más de dos horas, a cuyo fin los hermanos salían dándose la paz y besando el suelo para pasar a la iglesia a adorar el Santísimo Sacramento.18 Estos ejercicios poseían variantes para las fiestas más destacadas del cristianismo, así como días de comunión general con ceremonias propias, destacando el dia del Corpus y los ejercicios de preparación para la muerte, siempre presente y para la que debían estar preparados los hermanos. En Alhama sabemos que, una vez cogidas las calaveras del cementerio y durante la cuaresma, trás las oraciones iniciales, los cofrades se disponían en dos filas, mientras los vocales se dirigían al presidente con sus manos cruzadas, sobre las que éste depositaba sendas tibias y calaveras. Vueltos entonces hacia los hermanos, a cuya cabeza estaban los demás cargos directivos, les decían: —«Hermano, acuerdate 17. 18.

238

Salmo 50. Constituciones... (1853), cap. VIII, p. 16 a 28.

que has de morir y has de dar cuentas a Dios», a lo que el hermano en cuestión respondía con un beso a la calavera y diciendo: -«Todo sea por el amor de Dios». Cumplido este rito por todos, se desnudaban de cintura hacia arriba, se apagaba la luz y comenzaba la autoflagelación con el canto del Miserere del salmo 50, realizándola así de un modo rítmico, y cuentan que amparados en la oscuridad surgía cierta picaresca, con hermanos que en vez de golpearse a sí mismos golpeaban al de delante. En estos actos podían estar presentes los aspirantes a ingresar. En cuanto al instrumento de disciplina consistía en una especie de látigo de varias puntas confeccionado con cáñamo, con una simple empuñadura para asirlo. Ya en Semana Santa, el día de Jueves Santo por la noche, una vez concluidos los ejercicios de ese día en el oratorio y tras la misa, los Setenta Hermanos de San Felipe Neri iniciaban una procesión penitencial al antiguo Calvario de Alhama, una pequeña loma entre la Sierra de la Muela y el Castillo. A la procesión sólo tenían acceso ellos, que iban ataviados con una túnica morada de tosca tela y gorro caido a la espalda, un pañuelo blanco en la cabeza, un tirador corto en el cuello y un corderío de cáñamo a la cintura. Durante su recorrido portaban al hombro grandes cruces de madera, de tamaño natural que ellos mismos se habían fabricado, de manera que cada uno tenía asignada la suya propia a la que reconocía por unas muescas realizadas al efecto. Marchaban entonando cantos religiosos, deteniéndose de cuando en cuando para descansar las cruces en tierra y cantar el Miserere o el Sálvame Virgen María. En la noche de Viernes Santo, nuevamente trás los pertinentes ejercicios, iniciaban otra procesión que discurría por las calles del pueblo, ahora sin cruces pero presididos por un gran cirio y en completo silencio. Portaban un trono de listonaje con ruedas cubiertas de esparto para evitar los ruidos al rodar y en el que llevaban la imagen del Cristo Yacente. En cada esquina del trono iba un sacerdote con casulla negra, mientras la vestimenta de los hermanos variaba ligeramente. Algunos marchaban con la cara tapada, y el pañuelo de la cabeza era en esta ocasión negro con un lazo colgando por el lado. El gorrillo de la túnica llevaba también unas puntas rizadas que les caían, hechas por las monjas, y debajo solían vestir unas enaguas para no liarse la ropa al andar. El recorrido que efectuaban discurría desde la Iglesia de San Lázaro hasta la Calle Empedrá, Plaza Vieja, Calle Larga, Calle Nueva 239

o Ingeniero Cerón, Paseo, Corredera, nuevamente atrio de San Lázaro, Calle de la Palmera (hoy Virgen del Rosario), Calle Gil, Calle de Murcia, Calle del Sepulcro o Federico Servet y por fin a la iglesia por la Puerta de las Animas.

ACTIVIDAD EXTERIOR DE LA ESCUELA Tampoco de este aspecto conocemos datos concretos de la Escuela de Alhama, pero en todas ellas parecen estar presentes aspectos comunes a su espíritu original. La asistencia a los necesitados, visitar y asistir a los pobres en las cárceles, en los hospitales, el desempeño en definitiva de la virtud de la caridad, la mayor de entre todas las del buen cristiano. Especial interés ponían en los moribundos por la salvación de sus almas, rogaban por su eterno descanso y pedían para sufragar gastos de entierros y misas. Por el contrario, los miembros de la escuela debían abstenerse de participar en espectáculos, fiestas mundanas, juegos, y profesar una vida exterior recogida, ya que el no respetar las condiciones de ingreso podía ser causa de amonestación y en su caso expulsión.19

CONSIDERACIONES FINALES La corta vida de la Escuela de Cristo de Alhama de Murcia está sin duda ligada a su marcado carácter de espiritual idad barroca desfasada que señalábamos al comienzo. Está presente en sus ceremonias, sus ejercicios, sus fines y más en sus manifestaciones externas. Es una asociación religiosa impregnada del espíritu del tiempo en que nació. En ese sentido podemos decir que la Escuela había nacido ya muerta. El período barroco de la Contrarreforma se caracterizó por una religiosidad exaltada que se materializaba en imágenes y procesiones que impregnaban la sensitividad del cristiano sencillo, para el que el dirigismo eclesial presentó un mundo de sufrimientos que amenazaban constantemente a una población asolada por plagas, una vida destinada a preparar la «buena muerte». Las asociaciones religiosas marcaron la pauta a seguir, que no era otra que la del propio Cristo, la emulación de la pasión, floreciendo las cofradías para la penitencia pública. La mortificación del cuerpo en el que reside el mal era esencial y la 19.

240

MORENO VALERO, M. (1989), p. 515 a 517.

confesión el único modo de expiarlo. La muerte estaba siempre presente, por ello calaveras y esqueletos son elementos frecuentes en las manifestaciones religiosas. Todos estos aspectos están presentes en la Escuela de Cristo, el instrumento más perfeccionado para la consecución de la salvación eterna, tomando elementos propios de los franciscanos que se combinan con los ejercicios del padre Loyola adaptados a tal fin. De manera especial, Los Setenta Hermanos de San Felipe Neri recogen ese modo de entender la religión que ahonda sus raíces en siglos anteriores, pero todavía presente en una España rural que se transforma. Adoptan incluso ritos de exteriorización barroca impropios del espíritu de las Escuelas como son las procesiones penitenciales. La oscuridad que reina en los oratorios y la más absoluta durante la disciplina, junto a los huesos en sus altares y en sus ceremonias, así como los propios ritos que realizan, simbolizan la muerte siempre presente, elementos que agobian al hombre humilde y que unidos al carácter cerrado y hasta elitista que la preside, harían difícil su continuidad. Un nuevo aspecto se une en su declive, el asistencial. La asistencia al moribundo y el sufragio de los entierros pierde importancia cuando a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX surge la idea de la beneficencia pública, puesta en marcha un siglo después. Si por último falta el impulso clerical que le dió origen, la hermandad terminará por desaparecer disuelta en otras de mayor vigencia que aún serán capaces de continuar desarrollando su labor hasta la actualidad.

FUENTES ARCHIVO PARROQUIAL DE LA IGLESIA DE SAN LAZARO OBISPO, DE ALHAMA DE MURCIA. ARCHIVO HISTORICO MUNICIPAL DE MURCIA (Almudí). CONSTITUCIONES DE LA VENERABLE Y SANTA ESCUELA DE CRISTO SEÑOR NUESTRO, ... DE LA CIUDAD DE SEVILLA. Sevilla, 1853. IDEA DE LOS EXERCICIOS DEL ORATORIO, FUNDADO POR SAN FELIPE NERI. Traducción del italiano de la 5 a edición de Venecia en 1766, I a y 2 a parte. Murcia, 1795. 241

CITAS BIBLIOGRAFICAS ALDEA VAQUERO, Q., MARIN MARTINEZ, T. y VIVES GATELL, J. (1973). Diccionario de Historia Eclesiástica de España, v. III, MAN-RU, s.v. Oratorianos. Madrid, p. 1810 y 1811. ALEMAN ILLAN, Anastasio (1989). Sociabilidad, muerte y reli­ giosidad popular. Las cofradías de Murcia durante el siglo XVIII. LA RELIGIOSIDAD POPULAR, v. D-9. Barcelona, p. 361 a 383. CERON LOPEZ, T. y FERNANDEZ CERON, A. (1986). Historia de la Archicofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Alhama de Murcia. Alhama de Murcia. DIAZ CASSOU, Pedro (1897). Pasionaria Murciana. La Cuaresma y Semana Santa en Murcia. Madrid. FALQUE REY, P a. y GARCIA FERRERO. F. (1989). Manifes­ taciones y simbología religiosa en la Sierra de Cádiz. Informe etnográfico. ETNOGRAFIA ESPAÑOLA, n° 7. Madrid, p. 245. FERNANDEZ SERRANO, Francisco (1975). En LA VIDA SOBRE­ NATURAL, n° 458 de marzo-abril 1975. Salamanca. LATOUR BROTONS, José (1985). El Cardenal Belluga y sus pias fundaciones. ESTUDIOS SOBRE EL CARDENAL BELLUGA. Ed. de Carmen M a . Cremades Griñán en Academia Alfonso X el Sabio. Biblioteca Murciana de Bolsillo, n° 64. Murcia, p. 107 a 135. MORENO VALERO, Manuel (1989). La Escuela de Cristo. Su vida, organización y espiritualidad barroca. LA RELIGIOSIDAD POPULAR, v. III-5. Barcelona, p. 507 a 528. PEÑAFIEL RAMON, Antonio (1988). Mentalidad y religiosidad popular murciana en la primera mitad del siglo XVIII. Murcia. RODRIGUEZ MATEOS, Joaquín (1989). La disciplina pública como fenómeno penitencial barroco. LA RELIGIOSIDAD POPULAR, v. 11-10. Barcelona, p. 528 a 539. VALCARCEL MAVOR, Carlos (1981). Semana Santa en la Región Murciana. Murcia. 242

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.