Los Orcos no son mongoles: Un análisis de la construcción de antagonistas en la obra de J. R. R. Tolkien

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Descripción

F. A. Real H.

Los Orcos no son mongoles: Un análisis de la construcción de antagonistas en la obra de J. R. R. Tolkien «Por años, los estudiosos de Tolkien han tenido que luchar en dos frentes: por un lado, contra el establishment académico que, en su mayor parte, se ha rehusado a considerar seriamente la obra del autor y, por otro, contra los supremacistas blancos que han intentado reivindicar al profesor como uno de ellos». —David Ibata, Chicago Tribune 1

Tal como lo indica Ibata, una de las grandes dificultades en el estudio y análisis de la obra de Tolkien, a través de los años, ha sido la crítica en torno a la supuesta postura racista que subyacería a todo el entramado narrativo del autor. A pesar de que el tema ha sido ampliamente explorado (y refutado, en su mayor parte), éste vuelve a aparecer con denodada tozudez cada cierto tiempo, tal como lo demuestran los argumentos de autores de Fantasía como Saladin Ahmed, quien hace sólo unos días declaró que: Hay una fealdad irreductible en esta obra maestra [El Señor de los Anillos] que no puede ser redimida convincentemente. Los Hombres del Este y el Sur («Hombres negros como medio-trolls, con ojos blancos y lenguas rojas») son monstruosidades malignas, natural y culturalmente inclinadas a someterse a Sauron, y a declararles guerra a los Hombres “buenos” del Norte y Oeste. Las bestiales facciones de los Orcos tienen un sorprendente parecido con las caricaturas racistas de los rasgos 1

Esta, junto con el resto de las citas en el presente ensayo, han sido traducidas desde el inglés por el autor del mismo cuando corresponde. Para las referencias bibliográficas completas, favor remitirse al apartado correspondiente, al final del ensayo.

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F. A. Real H. faciales de los africanos y asiáticos. Por sobre todo, ser de piel oscura en la Tierra Media es ser parte de una horda salvaje —sea Orca o Humana—, en vez de ser un verdadero individuo Es por esto que, en la extensión que me permita este ensayo, pretendo desarrollar un análisis —desde la mismísima narrativa Tolkieniana— que permita clarificar si existe o no tal postura racista, al menos en cuanto se puede deducir a partir de la obra del profesor de Oxford. En este sentido, lo primero que me parece pertinente es aclarar la metodología a emplear. Mientras que la postura común entre quienes abogan por una lectura racista de Tolkien es hacer símiles con aspectos que están fuera de la narrativa —tal como es el caso de Ahmed citado más arriba—, me parece que es fundamental, a fin de mantener la fidelidad y objetividad del análisis, basarse sólo en aquello que está presente en la obra del autor a la hora de argumentar. Esto, porque en caso contrario, se cae en el peligro de incluir argumentos anacrónicos o derechamente falaces a la hora de desarrollar tal estudio, no muy distintos de la falacia intencional. Un análisis como el propuesto en este ensayo, por lo demás, está en concordancia con la visión expresada por el mismo autor. Por una parte, Tolkien despreciaba la alegoría como forma literaria, en tanto él la entendía como «la dominación intencional del autor» (Foreword xxiv) de las posibles lecturas que una obra podía tener. Así, él rechazaba vehementemente cualquier lectura que comparase El Señor de los Anillos con aspectos de la historia o culturas de nuestro mundo, en tanto intentase establecer una lectura única y “verdadera” de la novela. Por otra parte, el (sub-) creador de la Tierra Media consideraba que una obra de Fantasía era una realidad en sí misma, en tanto «lo que en verdad sucede [en ellas] es que el inventor 2

F. A. Real H. de cuentos demuestra ser un atinado “sub-creador”. Construye un Mundo Secundario en el que tu mente puede entrar. Dentro de él, lo que se relata es “verdad”: está en consonancia con las leyes de ese mundo. Crees en él, pues, mientras estás, por así decirlo, dentro de él» (“Sobre los Cuentos de Hadas” 161-162). De esta manera, su visión era que una obra de Fantasía debe ser analizada en tanto propuesta coherente de (sub-) realidad y no como un repertorio de supuestos “significados” intencionales, pre-diseñados e implantados por el autor (léase, moralejas o supuestos valores). Ahora bien, comenzaré el análisis con quizás el más problemático de todos los antagonistas desarrollados por Tolkien: los Orcos. Éstos, se han convertido en la piedra angular del argumento racista en la obra del profesor, principalmente a partir de una (mal) citada carta de este último. Allí, Tolkien declara: Se dice claramente que [los Orcos] son la corrupción de la forma “humana” que se ve en los Elfos y los Hombres. Son (o eran) bajos, anchos, de nariz aplastada, piel amarillenta, con la boca grande y los ojos oblicuos: de hecho, versiones degradadas y repulsivas (para los europeos) del tipo mongoloide menos agradable. (321) Esta cita, que en el caso de los críticos pro-racismo en Tolkien se incluye sin el último paréntesis («para los europeos»), es profundamente aclaradora. En primer lugar, deja entrever que el aparente parecido entre los Orcos y los tipos mongoloides menos “agraciados” tiene que ver, por sobre todo, con la perspectiva europea del asunto; es decir, no es tanto una declaración de repulsión per se de la fisionomía del mongol —lo que sería algo evidentemente racista—, como una perspectiva totalmente subjetiva de los europeos hacia ellos. Además, es importante puntualizar que Tolkien señala que son versiones degradadas, por lo que el autor en ningún momento iguala el fenotipo mongol con la estructura 3

F. A. Real H. fisionómica de los Orcos; los Orcos son repulsivos en tanto criaturas venidas a menos, corruptas, y cuya belleza se marchó junto con su bondad. Sin embargo, lo más importante para el contra-argumento racista tiene que ver con la primera parte de la cita, cuando Tolkien expone que los Orcos «son la corrupción de la forma “humana” que se ve en los Elfos y los Hombres». En este sentido, el autor inmediatamente plantea a los Orcos como una forma corrupta de los Elfos y Hombres; es decir, no es posible desarrollar una comparación de los Orcos con ninguna fisionomía humana del mundo real porque, de partida, los Orcos no son humanos —ni los representan— sino que son, por así decirlo, una especie enteramente distinta. A pesar de las dudas que el propio Tolkien expresó en sus últimos escritos acerca del origen de los Orcos (cf. “La Transformación de los Mitos”, págs. 419-534 en El Anillo de Morgoth) —en tanto si su origen estaba en formas corruptas de los Elfos o de los Humanos, o alguna combinación de las anteriores— hay una cosa que es clara: los Orcos fueron originalmente corrompidos por el verdadero antagonista de la historia, que no es sino Melkor el Morgoth, comparable en maldad y estatus con el Lucifer caído del mito judeocristiano. En El Silmarillion se dice que: Y así crió Melkor la raza de los Orcos, por envidia y en mofa de los Elfos, de los que fueron después los más fieros enemigos. Porque los Orcos tenían vida y se multiplicaban de igual manera que los Hijos de Ilúvatar; y Melkor, desde que se rebelara en la Ainulindalë antes del Principio, nada podía hacer que tuviera vida propia ni apariencia de vida, así dicen los sabios. Y en lo profundo del oscuro corazón, los Orcos abominaban del Amo a quien servían con miedo, el hacedor que sólo les había dado desdicha. Quizá sea ésta la más vil de las acciones de Melkor, y la más detestada por Ilúvatar. (63-64) 4

F. A. Real H. A partir de esta cita, se pueden establecer dos puntualizaciones importantes a la hora de analizar a los Orcos como antagonistas naturales del Bien en la obra de Tolkien. Primero, que eran originalmente criaturas “buenas” —o al menos con tanta propensión al bien como los Elfos o los Hombres—, por lo que su maldad no es inherente ni natural, sino el resultado de la tortura y maldad de Melkor. En segundo lugar, se puede ver que incluso en su condición de criaturas corruptas, los Orcos no “adoran” el mal —en tanto ser devotos ni seguidores voluntarios de él— sino que, aún en su actual condición de “maldad”, son capaces de reconocer al verdadero Enemigo, que no es sino el monstruo que los crió. Ahora bien, otro de los antagonistas problemáticos de Tolkien (en especial en El Señor de los Anillos) son los Hombres “malvados”; léase, primordialmente los Hombres del Este y los Haradrim (Hombres del Sur), aliados a Sauron durante la Guerra del Anillo, y que son descritos por Gollum de la siguiente manera: —Más hombres que van a Mordor —dijo en voz baja—. Caras oscuras. Nunca vimos hombres como estos hasta ahora. No, Sméagol nunca los vio. Parecen feroces. Tienen los ojos negros, largos cabellos negros y aros de oro en las orejas: sí, montones de oro muy bello. Y algunos tienen pintura roja en las mejillas y mantos rojos; y los estandartes son rojos, y también las puntas de las lanzas; y llevan escudos redondos, amarillos y negros con grandes clavijas. No buenos: hombres malos muy crueles, parecen. Casi tan malvados como los orcos y mucho más grandes. (347) Estos Hombres —que luego son identificados por los montaraces de Ithilien como Sureños o Haradrim— vienen a representar las fuerzas del nuevo Señor Oscuro, Sauron, en la guerra que se avecina. Nuevamente, la vestimenta de estos Hombres, más que

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F. A. Real H. compararse con tal o cual cultura de nuestro mundo, debe considerarse dentro del contexto de la narrativa. Así, de partida, la predominancia del rojo no tiene que ver, en este caso, con que estos Hombres provengan de una cultura particular —en este caso la “hindú/arábiga” supuestamente relacionada con ese color (como arguyen los que están a favor del racismo)—, sino con una muestra de lealtad hacia su nuevo Señor. Sauron, a través de El Señor, se identifica a sí mismo como el Ojo Rojo, el ojo siempre vigilante en llamas, por lo que parece obvio que sus nuevos “aliados” demuestren su sumisión a través de una heráldica apropiada. Por otra parte, el tema del oro también tiene un significado en la narrativa. Mientras que la obra realza el valor del mundo natural y sus riquezas, la explotación de estas riquezas es constantemente criticada. Mientras que los Enanos fueron castigados por su codicia en la extracción de metales en Moria con un Balrog, que destruyó sus magníficas estancias, los Haradrim demuestran su ignorancia al adornarse para la guerra con joyas, como si la guerra fuese motivo de alarde o vanagloria. Este punto se ve aún más claramente resaltado con la siguiente reflexión de Sam, que ocurre posteriormente a su experiencia de presenciar un enfrentamiento entre estos Hombres “malos” y los Hombres “buenos” de Gondor: Era la primera vez que Sam veía una batalla de hombres contra hombres y no le gustó nada. Se alegró de no verle la cara al muerto. Se preguntó cómo se llamaría el hombre y de dónde vendría; y si sería realmente malo de corazón, o qué amenazas lo habrían arrastrado a esta larga marcha tan lejos de su tierra, y si no hubiera preferido en verdad quedarse allí en paz. (369)

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F. A. Real H. Es claro que, nuevamente, la “maldad” de los Sureños no es un rasgo “racial” ni muchos menos, una vez se toma en consideración la narrativa. Al igual que con los Orcos, el autor presenta el tema de la coerción y engaño como fundamentos a la hora de explicar la inclinación hacia el Mal de los antagonistas, y no un argumento fisionómico-genético, como se ha querido dar a entender por los críticos que puntualizan el supuesto racismo subyacente a estos escritos. En este caso, es obvio que Tolkien da una relevancia crucial a este aspecto, al darle la prominencia de aparecer como reflexión de uno de los personajes más notables de la obra. Finalmente, me parece relevante señalar aquí que existe una rápida refutación para la parte más burda del argumento racista en la obra de Tolkien, que paso a señalar. Así, la supuesta dominancia de los estereotipos nórdicos, supuestamente exaltados en la narrativa, se ven inmediatamente rebatida una vez se analizan los aspectos narrativos en que se basan. Los Rohirrim —hombres de cabellos generalmente rubios y con facciones similares a la fisionomía nórdica— aunque parte de los Hombres “buenos” de la historia, no son “perfectos” ni nada parecido. De partida, su Rey fue engañado y casi completamente inhabilitado por un consejero, lo que demuestra su falta de astucia y relativa inteligencia, además de la ineficacia del resto de la corte. Además, Tolkien señala en varias ocasiones que los Rohirrim son hombres “salvajes” —en comparación con los civilizados (y generalmente de pelo negro) Numenóreanos—, lo que los hace mucho más propensos a la superstición y el comportamiento impulsivo. Este argumento acerca de los seres de cabellos rubios se repite en el caso de los Elfos. Aunque Legolas es uno de los protagonistas de la historia (y es rubio), su ascendencia como Elfo es menor; él es sencillamente un príncipe entre los Elfos “salvajes” del Bosque Negro, 7

F. A. Real H. una estirpe de Elfos menor en comparación con los Noldor, los grandes Elfos de la narrativa que, nuevamente, tienen usualmente el pelo negro. Para concluir quisiera señalar que, además de los contra-argumentos a los postulados de racismo en la obra de Tolkien, hay una serie de importantes hechos de la narrativa del autor que son casualmente no tomados en cuenta en esta discusión, al menos por parte de los críticos pro-racismo. Así, por ejemplo, se suele ignorar que la tolerancia interracial en la obra de Tolkien es fundamental a la hora de lograr el triunfo sobre el Mal; casos emblemáticos de esto son la amistad entre Legolas y Gimli, la relación entre los Elfos, Hombres y Enanos —reanudada a partir del Concilio de Elrond, con el añadido de los Hobbits— como fuerza unida en contra del mal, y la reparación hecha a los Woses —hombres muy parecidos a los Sureños y Orientales, pero que se alían con los Pueblos Libres— por parte del Rey Théoden antes de la carga hacia Minas Tirith. Además, la obra presenta una serie de antagonistas cuya fisionomía no se corresponde con la de hombres de pelo (o piel) oscura. De esta manera, tenemos a personajes como Saruman, Gríma o Gollum, todos los cuales tienen orígenes en los mismos pueblos u “razas” supuestamente exaltadas por el autor. Finalmente, es importante puntualizar que la obra de Tolkien, más que estar repleta de estereotipos de uno u otro tipo, es profundamente humana en su descripción de la bondad (o maldad) de los personajes, explorando un amplio abanico, tanto desde el punto de vista moral como fisionómico-genético. Más que “tipos”, Tolkien desarrolla personajes y una historia, cuyo valor se encuentra en su profundo significado y no en cierto ensalzamiento (ciertamente falso) de un origen étnico, como ciertos críticos y lectores han intentado atañerle. 8

F. A. Real H. Bibliografía Ahmed, Saladin. "Is "Game of Thrones" Too White?" Salon.com. SALON, 01 Apr. 2012. Web. 23 Apr. 2012. . Ibata,

David.

"'Lord'

of

Racism?

Critics

View

Trilogy

as

Discriminatory."

Chicagotribune.com. Chicago Tribune, 12 Jan. 2003. Web. 23 Apr. 2012. . Tolkien, J. R. R. Cartas. Comp. Humphrey Carpenter y Christopher Tolkien. Vol. 14. Buenos Aires: Minotauro, 2007. Print. Biblioteca Tolkien. Tolkien, J. R. R. El Señor De Los Anillos II: Las Dos Torres. Trad. Luis Domènech y Matilde Horne. Vol. 4. Barcelona: Minotauro, 2006. Print. Biblioteca Tolkien. Tolkien, J. R. R. El Silmarillion. Ed. Christopher Tolkien. Trad. Rubén Masera. Vol. 8. Barcelona: Minotauro, 2007. Print. Biblioteca Tolkien. Tolkien, J. R. R. "Foreword to the Second Edition." Foreword. The Lord of the Rings. 50th Anniversary ed. London: HarperCollins, 2005. xxii-xv. Print. Tolkien, J. R. R. Los Monstruos y Los Críticos, y Otros Ensayos. Comp. Christopher Tolkien. Trad. Eduardo Segura and Ana Quijada. Barcelona: Minotauro, 1998. Print.

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