Los \"marmora\" de \"Lusitania\": su uso como soporte epigráfico

October 14, 2017 | Autor: J. Andreu Pintado | Categoría: Latin Epigraphy, Roman Epigraphy, Roman Marble trade and distribution, Roman Lusitania
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Descripción

MARMORA ROMANOS EN HISPANIA, CARRANQUE, 2011, ISBN: XXX-XX-XXXXX-XX-X, pp. 297-312

Los marmora de Lusitania: su uso como soporte epigráfico Javier Andreu Pintado1

Contra lo que, tal vez, cabría esperar dado el auge de los estudios sobre marmora hispanos en la investigación arqueológica de los últimos tiempos2 o lo que cabría suponer a partir de la existencia de un reciente volumen monográfico sobre los marmora de la prouincia Lusitania3, el estudio de estos como soporte epigráfico dista mucho de estar consolidado y, además, en el estado actual de nuestros conocimientos, apenas permite otra cosa que trazar una serie de reflexiones de carácter preliminar que, a buen seguro, habrán de ser refrendadas –algunas– y modificadas –muchas otras– a medida que avance la investigación en la cuestión. Esa aludida carencia de un trabajo monográfico serio sobre el uso del marmor como soporte epigráfico en Lusitania creemos se debe a diversos condicionantes historiográficos y metodológicos que no deben ser pasados por alto y que, desde luego, ofrecen un panorama actualmente poco halagüeño pero también una oportunidad para investigaciones futuras y para el planteamiento de la cuestión que aquí pretendemos esbozar. Por un lado, ya desde el pionero y excelente trabajo de M. Cisneros4, se ha puesto de manifiesto el notable atractivo que, respecto del estudio de los marmora lusitanos, han tenido el notable repertorio escultórico con que nos ha obsequiado el territorio provincial –hoy, además, extraordinariamente bien publicado en lo que respecta al territorio actualmente portugués por el muy útil y reciente trabajo de L. J. Rodrigues5– así como los conjuntos arquitectónicos de, especialmente, su capital, Augusta Emerita6. Ha sido a ambos elementos a los que más atención ha prestado la investigación hasta la fecha de modo que sí puede determinarse con cierta facilidad no solo qué materiales pétreos fueron empleados para la estatuaria en el territorio objeto de atención de estas páginas en época romana7 sino también en qué

medida esas rocas ornamentales participaron también en los procesos de monumentalización arquitectónica de las ciudades de Lusitania8. Ese natural atractivo, Universidad Nacional de Educación a Distancia – UNED. Un excelente estado de la cuestión sobre el asunto lo constituyen el volumen que alberga estas páginas y, muy especialmente, la sensacional compilación de Nogales y Beltrán (eds.), 2008. Una propuesta bibliográfica actualizada sobre el uso de este en Lusitania puede verse en Nogales, 2008, 310-318, en Nogales, Gonçalves y Lapuente, 2008 y con carácter general en Rodà, 2008, 283-284, notas 2-6 además de en el ya clásico trabajo de Rodà, 1998, 113-114. 3 Fusco y Mañas, 2006. Además del citado trabajo de Nogales, Gonçalves y Lapuente, 2008, el excelente volumen de Nogales y Beltrán (eds.), 2008 alberga varias contribuciones sobre Lusitania que lo convierten en un volumen de referencia junto a los trabajos citados hasta aquí y junto a aquéllos a los que se aludirá a continuación. 4 Cisneros, 1988, 77-81, publicación derivada del igualmente válido Cisneros, 1987. 5 Rodrigues, 2007, 588-597, con atención a la producción de marmora en la zona, a su dimensión escultórica y, en cierto sentido – aunque limitado a las piezas con elementos decorativos en relieve–, también epigráfica. 6 Véase sobre ellos, con carácter general y bibliografía, Dupré, 2004. 7 Al respecto pueden verse los trabajos pioneros de Cisneros, 1988, 7778 (con catálogo de materiales en pp. 77-81) y el apunte detallado de Rodrigues, 2007, 591-596 (con catálogo en pp. 593-600). Nuevamente, el repertorio escultórico emeritense ha sido, desde luego, el mejor tratado por la investigación en este aspecto como dan prueba los trabajos de Nogales, 2002, 1999 y 1997 –con notable bibliografía– aunque también se ha trazado una panorámica general respecto de la estatuaria provincial a partir del estudio preliminar de Rodrigues, 2002. 8 Modélica ha sido, en este sentido, la investigación llevada a cabo en torno de la capital, Augusta Emerita, y en torno de sus conjuntos arquitectónicos de carácter público con atención especial a los vinculados al culto imperial, aunque no solo a ellos. Véase, por ejemplo, con toda la bibliografía, el reciente trabajo de Nogales, 2007 así como la perspectiva general trazada por ella misma –Nogales, 2003– respecto de la evolución ornamental del paisaje urbano emeritense y, respecto de los foros, el sensacional trabajo de Barrera, 2002. También en los años setenta del pasado siglo –Tavares, 1976– los materiales ornamentales de Conimbriga y su procedencia fueron estudiados con cierto detalle. 1 2

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unido al elevado coste de los análisis pretológicos, han hecho que la mayor parte de los estudios realizados sobre la procedencia y características técnicas de los marmora empleados en el territorio de referencia se hayan centrado hasta la fecha en piezas escultóricas9 y, aun cuando recientemente se han publicado notables catálogos de base epigráfica relativos a la totalidad del territorio provincial10, la información alusiva al material exacto empleado en cada pieza haya sido normalmente soslayada. Precisamente, este último aspecto ofrece un condicionante de notable dificultad para quien desee iniciarse en el estudio del mármol como soporte epigráfico en Lusitania y del que nos parece preciso dejar aquí constancia, con la esperanza de que pueda subsanarse en el futuro. Efectivamente –y contra lo que, por ejemplo, sí sucede en otros repertorios epigráficos cuyas publicaciones sí presentan un excelente tratamiento de los materiales empleados en los soportes epigráficos11– solo el catálogo de inscripciones romanas del conuentus Pacensis –firmado por J. d’Encarnação a mediados de los años ochenta del siglo XX12, justo en el marco de la verdadera reivindicación que del soporte epigráfico se hizo en la investigación en Epigrafía en la época13– ofrece para el estudioso actual información solvente respecto a la materia prima en que fueron realizadas las inscripciones latinas del territorio antiguamente lusitano. El resto de corpora que cubren la antigua prouincia Lusitania o bien están notablemente desfasados y obedecen a una época en la que las cuestiones de crítica epigráfica primaban sobre las de enfoque arqueológico y tipográfico del documento14, o bien, aun siendo recientes, han abordado conjuntos epigráficos de escasa diversidad en cuanto al material empleado en sus soportes15 o, aun ofreciendo aquéllos muchas posibilidades en dicho horizonte, el elevado coste de los estudios petrológicos a que antes se aludió ha ocasionado que, aunque en ellos se exprese con claridad el tipo de material empleado en las inscripciones –complementando así, además, la información dada por los repertorios tradicionales– este no quede individualizado en sus variantes de procedencia, tipología o, siquiera, características físicas16 aspecto este que, desde luego, supone un considerable lastre para el estudio que en estas páginas pretendemos abordar y que, necesariamente, solo puede ofrecer unas bases preliminares que habrán de revisarse –y a buen seguro modificarse– en el futuro. En cualquier caso, y a partir del rastreo de los corpora epigráficos arriba aludidos y de todas las noticias re298

lativas a inscripciones del territorio objeto de estudio a que hemos tenido acceso, hemos podido documentar un total de 1159 casos de inscripciones fabricadas en mármol en la prouincia Lusitania. Aun conscientes de que, en la investigación, se engloba bajo la categoría de marmora a todo material lapídeo susceptible de, por medio de su correspondiente tratamiento de pulido, ofrecer calidades adecuadas para el revestimiento y la ornamentación17 y, en cualquier caso, semejantes a las de la caliza metamórfica, compacta y cristalina que conocemos como ‘mármol’, el elevado número de inscripciones realizadas sobre piezas estrictamente marmóreas unidas a las dificultades arriba referidas en Lapuente, 1997. Ribeiro, 2002 donde, sin embargo, apenas se aportan datos sobre la variedad de marmor empleado para las inscripciones recogidas, por otra parte sobresalientemente presentadas. 11 Véanse, a título de ejemplo, los sensacionales corpora hispanos de Fabre, Mayer y Rodà, 1997, 24-27 o de Abascal y Ramallo, 1997, 26-34 (después ampliado en el reciente trabajo de Soler, 2005, 151-152 en relación con el travertino rojo de Mula, uno de los usuales del repertorio epigráfico cartaginense) o el modélico trabajo monográfico de Cebrián, 2000 (que puede complementarse, para el caso de Valentia, con otro de Cebrián y Escrivà, 2001, 103108) y que, en ambos casos, encuentra continuidad en las aportaciones de ambas autoras a este mismo volumen. 12 Encarnação, 1984, 821. Meritorio en este sentido han sido también los apuntes de Canto, 1997, 179 respecto de un conjunto epigráfico que –aunque extralusitano– no debe perderse de vista como elemento comparativo como, de hecho, aquí trataremos de hacer, el de la Beturia céltica. 13 Fundamentalmente a partir de Bonneville, 1984, enfoque que ha sido recientemente reivindicado como válido por Andreu, 2009. 14 Vieira, 1944, Hurtado, 1977 o, en menor medida, pues incluye algunas reflexiones al respecto (p. 207), Étienne, Fabre y Lévêque, 1986. 15 Hernando, 2005 que, efectivamente, como anota en p. 244, aborda un repertorio casi exclusivamente granítico. 16 Ramírez Sádaba, 2003b y, antes, Ramírez Sádaba y Mateos, 2000 que han perfeccionado y, sobre todo, puesto a servicio del investigador el inédito repertorio emeritense del que, en la cuestión de su soporte, apenas sabíamos hasta hace poco otra cosa que la presencia de notables conjuntos de piezas de mármol (García Iglesias, 1982, 87). El propio J. L. Ramírez Sádaba nos ha comunicado que es su deseo –y el del Departamento de Investigación del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida– el retomar los trabajos de catalogación exhaustiva del material epigráfico conservado en el citado centro en lo que a su soporte material respecta llevando a cabo los análisis pertinentes para la delimitación del tipo de soporte lapídeo empleado en cada caso. Dejamos aquí constancia pública de nuestra gratitud a él, a T. Nogales, del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, a J. d’Encarnação, de la Universidad de Coimbra, y a I. Mañas, del CSIC y de la UNED por sus sugerencias e indicaciones al hilo de esta investigación y de las que se ha visto notablemente enriquecido el manuscrito definitivo cuyos errores y omisiones son, en cualquier caso, achacables sólo a su firmante. 17 Ward-Perkins, 1961, 861; Lafaye, 1963, 1598; Gnoli, 1988, 258; Rodà, 1998, 113; y Lazzarini, 2002, 265. Aplicado al caso lusitano puede verse Rodrigues, 2007, 596. 9

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relación con el catálogo epigráfico de referencia y a la delimitación de la procedencia de los materiales pétreos sobre los que aquél se integra nos han llevado a establecer en el tipo de piedra una primera delimitación de este estudio. Así, y aunque aludiremos brevemente a algunos otros tipos de marmora sí identificados como soporte epigráfico en Lusitania, las reflexiones más profundas y detalladas de estas páginas girarán en torno, exclusivamente, a los mármoles en el sentido moderno del término. Se comprenderá que si el repertorio epigráfico lusitano está –para algunas zonas–casi huérfano de datos concretos sobre la procedencia de los mármoles empleados en las piezas que lo componen, tanto más acentuada está esa carencia cuando nos enfrentamos a piezas de caliza o de granito, también consideradas marmora en el mundo romano cuando su uso y preparación implicaban una dimensión ornamental. Pese a la parquedad de las noticias de las fuentes18 – que parece acentuarse, si cabe, para el caso hispano19– , la temprana pero continuada dedicación de la investigación a la cuestión de las canteras explotadas en época romana en las Hispanias20 unida a algunos nuevos hallazgos que han precisado lo que ya conocíamos21 –más en cuanto al proceso extractivo que a los tipos de piedra empleados– ha permitido que, al menos, el repertorio de variantes pétreas explotadas en Lusitania en época romana esté suficientemente consensuado por más que, como advertimos, el uso epigráfico de las mismas aún esté pendiente de un estudio detallado y sistemático. Dicho repertorio, precisando la propuesta reciente de L. J. Rodrigues22, puede sistematizarse en, al menos, los siguientes grupos: (1) mármoles propiamente dichos, (2) calizas diversas y (3) granitos, abundando los primeros –sobre cuyas variantes pronto volveremos– en la tantas veces citada ossa morena, una formación geológica del Macizo Hespérico23 que explica la concentración de dichos materiales lapídeos precisamente en el área sur-occidental de la Península Ibérica en el que se asentó el cuadrante meridional de la antigua prouincia Lusitania, y constatándose los segundos y terceros – por su parte– prácticamente por todo el territorio provincial, con un uso especialmente acentuado de los mismos bien en los rebordes de la aludida ossa morena, bien en los territorios ubicados al Norte del río Tajo. A modo de mapa preliminar convendrá señalar qué tipo de variantes de cada una de esas rocas fue empleada como soporte epigráfico en alguna ocasión en el marco del notable repertorio epigráfico de Lusitania antes de sistematizar las áreas de influencia de las pro-

ducciones derivadas de dichas rocas y, desde luego, los usos para los que estas se presentaron como más aptas así como las áreas de influencia de las mismas en las diversas officinae epigráficas24 que debieron trabajar al servicio de la necesidad de inscripciones que resultó inherente al mundo urbano romano, de notable implantación, como es sabido, en Lusitania. Así, en el grupo de los mármoles (1) está constatado el uso como soporte epigráfico de los cristalinos del macizo hespérico de Estremoz/Vila-Viçosa25, de Borba26 –el segundo con colores variados, habitualmente blancos pero con vetas grises, amarillentas y rosáceas y el de Estremoz/Vila-Viçosa igualmente blanco pero con vetas grises y, a veces, hasta rosadas– , de Pardais27 –caracterizado por sus tonalidades grises en vetas onduladas–, y, en menor medida, de Bencatel28, de Rio de Moinhos29 –de tonalidades grises aunque generalmente claras precisamente por el fondo claro del mármol– y de Alconera30 –aunque este último poco representado, apenas solo en los territorios ya béticos de la Beturia31 por más que esté documentado su uso arquitectónico en varias crustae de revestimiento de los foros de Augusta Emerita32–. A ellos se añade un amplio conjunto de mármoles del área del Alto Alentejo bien conocidos petrológicamente33 y que encontraron en las variantes de TrigaGnoli, 1988, 35-55. Plin. Nat. 3, 30 sobradamente valorada por Blázquez, 1970, 117 y Cisneros, 1987, 291-293. 20 Alarcão, 1974, 130-131; Canto, 1977-1978, 178-179; Cisneros, 1988, 78-80; Pensabene, 1994, 282; Real, 1997; Rodà, 1998, 114115; Nogales, 1999, 491, nota 45; Echeandía, 2004, 202; Fusco y Mañas, 2006, 7; y Rodrigues, 2007, 588-590. 21 Coelho, 2002 que dan continuidad a otros estudios anteriores como el tradicional de Alarcão y Tavares, 1989. 22 Rodrigues, 2007, 595-600. 23 Alarcão, 1974, 130; Canto, 1977-1978, 179; y, especialmente, Fusco y Mañas, 2006, 18; Mañas y Fusco, 2009. 24 Para estas en el territorio objeto de nuestra atención remitimos a la síntesis de Rodrigues, 2007, 616-617. 25 Encarnação, 1984, 821; Cisneros, 1987, 303 y 1988, 78-79; Rodà, 1998, 115; Fusco y Mañas, 2006, 24; Rodrigues, 2007, 589; y Álvarez et alii, 2009, 60-67. 26 Álvarez y Sáenz de Buruaga, 197, 25; Canto, 1977-1978, 179; Cisneros, 198, 303 y 1988, 79; Álvarez Martínez, 1988, 189; Rodà, 1998, 114; Fusco y Mañas, 2006, 24; y Rodrigues, 2007, 589. 27 Tavares, 1976, 271; Cisneros, 1987, 303; Alarcão, 1988, 268; Fusco y Mañas, 2006, 24; y Hernández Guerra, 2004, 713. 28 Grünhagen, 1978, 298 y Cisneros, 1988, 77. 29 Tavares, 1976, 271 y Cisneros, 1988, 78. 30 Canto, 1977-1978, 178; Rodà, 1998, 115; Nogales, 1999, 491; y Fusco y Mañas, 2006, 29. 31 Canto, 1997, 58. 32 Barrera, 2000, 195. 33 Cabral, Vieira, Carreira, Figuereido, Pena y Tavares, 1992 así como Lapuente y Turi, 1995. 18 19

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ches34 y São Brissos35 –esta última con características vetas azuladas– sus dos fórmulas más comunes por más que también se empleasen –pero en menor medida– los de Viana do Alentejo36 y de Alandroal37 – ambos de vetas y tonalidades verdosas, el primero de grano algo más grueso–. El mapa de los afloramientos y, por tanto, la propia geología del territorio objeto de estudio ya nos está evidenciando –como advirtiera A. Mª Canto y, más tarde, precisara con detalle J. d’Encarnação38– una concentración del uso del mármol como soporte epigráfico totalmente condicionada a la disponibilidad material: en las zonas más urbanizadas de la prouincia, el área meridional del conuentus Emeritensis –con la capital, Augusta Emerita, como epicentro fundamental– así como en todo el conuentus Pacensis aunque, lógicamente, dicha zona encuentra su continuidad natural al otro lado del Guadiana, ya en el territorio bético de la Beturia39. En dicha dispersión, seguramente, y además del fácil acceso a las canteras de extracción de dicho material40, habrá que conceder algún papel al peso que en dicha zona tuvo el destacado desarrollo de sus comunidades urbanas –muchas de ellas de estatuto jurídico privilegiado desde época cesariana y augústea41– y la permeabilidad de estas a los programas iconográficos y edilicios de corte augústea y post-augústea –especialmente flavia– que se han constatado, por ejemplo, para la capital provincial42 y que parece fueron inherentes a la reforma de los parámetros propios del lenguaje epigráfico iniciados por Augusto43. Por su parte, notable es también el catálogo de las calizas (2) que tuvieron éxito como soporte de inscripciones y sobre las que, lógicamente, abundaremos en detalle, pero tan solo someramente, más adelante. Entre ellas destaca el conjunto –especialmente notable en sus calidades y resultados finales– de las calizas del área central del conuentus Sacallabitanus, en torno de las actuales Sierra de Sintra y Região Centro/Beira Litoral donde está documentado el uso epigráfico de las calizas fosilíferas del entorno de Sintra44 y de diversas calizas de extraordinaria versatilidad en el entorno de Coimbra45 diferentes, en cualquier caso, de la conocida piedra de Ança, del denominado “tufo calcáreo de Conimbriga” y de la caliza marrón de vetas grises documentadas como elemento de decoración de carácter arquitectónico y es de suponer también que como soporte epigráfico de una buena parte del catálogo epigráfico conimbricense46. También habría que añadir a este repertorio las calizas del área Sur del litoral del Algarve –con canteras en Tavira y Lagos47– así como la caliza blanca y beis del área de Porto de 300

Mós que debió extenderse notablemente en las áreas de Colippo y Sellium48, en el centro del conuentus Sacallabitanus, por más que, seguramente, este tipo de material lapídeo resultase ser –precisamente junto con los Encarnação, 1984, 821; Cisneros, 1988, 77; Rodà, 1998, 115; Fusco y Mañas, 2006, 24 y 26; y Rodrigues, 2007, 591. 35 Alarcão, 1974, 131; Canto, 1977-1978, 178; Encarnação, 1984, 821; Cisneros, 1988, 77; Rodà 1998, 115; Fusco y Mañas, 2006, 24 y 26; y Rodrigues, 2007, 591. 36 Encarnação, 1984, 821; Cisneros, 1987, 303 y 1988, 78; y Rodrigues, 2007, 591. 37 Cisneros, 1988, 78; Fusco y Mañas, 2006, 26; y Rodrigues, 2007, 589 38 Canto, 1977-1978, 179 (Mapa 1) y Encarnação, 1984, 821 (Mapa 1). 39 Canto, 1997, 179 con evidencias de mármol de Alconera en un ara votiva monumental dedicada por dos magistrados locales de Segida Restituta Iulia in hon(orem) dom(us) diuinae (ERBC, 58), de mármol de Estremoz-Vila Viçosa en un altar funerario del concelho de Moura (ERBC, 172), del de Trigaches en una ara funeraria muy fragmentada de la zona de Moura (ERBC, 185) y aun del de Pardais en una pieza votiva de Serpa (ERBC, 204) junto con una muy notable explotación de los mármoles locales –seguramente de Estremoz/Borba/Vila Viçosa y de Alconera, aunque ello no se haya probado todavía de forma sistemática (Canto, 1997, 179)– para algunas piezas representativas de la zona, fruto, también de un evidente contagio tipológico con otras bien documentadas en la vertiente meridional del territorio lusitano: las cupae (ERBC, 200 y 202, por ejemplo, con comentarios en Canto, 1997, 180 y sobre las que volveremos más adelante a propósito del conjunto de Pax Iulia). 40 Encarnação, 1984, 821. 41 Le Roux, 1990, 45 y, recientemente, Osland, 2006, 19-52. 42 Especialmente resumidas en Nogales (2003) y con síntesis igualmente válida en Étienne, 2002, 102. 43 Alföldy, 1991 y, con sus consideraciones revisadas y aplicadas al paisaje epigráfico urbano el trabajo de Jordán, 2008, 121-129 y 568, en preparación para su publicación. 44 Rodà, 1998, 115; y Fusco y Mañas, 2006, 26-28. La propia I. Mañas profundiza en el estudio de estas no solo en su contribución a este volumen sino también en Mañas y Fusco, 2009. 45 Étienne y Alarcão, 1976, 33, documentada, por ejemplo, en el monumento funerario de Vagellia Rufina (AE, 1977, 240), de Aeminium y, conforme a lo indicado por Etienne y Alarcão, 1976, 33, también en la dedicatoria al Liber Pater tributada por Valerius Daphinus en Conimbriga (Étienne y Alarcão, 1976, nº 13). 46 Cisneros, 1988, 80 y Rodrigues, 2007, 588. Sobre la piedra de Ança y el tufo conimbricense puede verse Tavares, 1976, 273-274 que alude también a la citada caliza marrón de vetas grises. La notable presencia de las calizas pulidas en el repertorio epigráfico de Conimbriga (Étienne y Alarcão, 1976, 33) permite suponer que la conocida officina Flaui Tuci f(ilii) (AE, 1975, 481) debió trabajar intensamente con este material. Especialmente el último de los citados –muy constatado como material arquitectónico (Tavares, 1976, 273) en Conimbriga– parece ser –al menos esa apariencia da macroscópicamente– el soporte lapídeo en que se fabricaron algunas de las inscripciones funerarias de Conimbriga como la monumental cupa del liberto imperial P. Aelius Ianuarius (AE, 1972, 239) que presenta la tonalidad característica de la caliza de la zona, también presente en el monumento de Murria Carratina (AE, 1972, 241) o en la placa de Vegetus Auiti f(ilius) (EE, IX, 32). 47 Grünhagen, 1978, 297; Encarnação, 1984, 821; Cisneros, 1988, 77 y Rodrigues, 2007, 591. 48 Rodrigues, 2007, 588. 34

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granitos (3), con diferencia la roca más utilizada como soporte epigráfico entre el Tajo y el Duero, en las partes septentrionales de los conuentus Emeritensis y Scallabitanus49– la más empleada como soporte de la epigrafía romana en el territorio objeto de nuestra atención por más que la falta de estudios sistemáticos de carácter petrológico deba dejar para un futuro consideraciones mejor asentadas y, por tanto, más pertinentes al respecto50. Trazado, pues, este panorama general, nos detendremos seguidamente en la caracterización tipológica de las inscripciones empleadas en las distintas variantes de mármoles hasta ahora enumerados al tiempo que llevaremos a cabo sobre ellas las reflexiones que el catálogo epigráfico disponible nos suscita. Para el granito gris del área actualmente abulense puede verse la reciente caracterización llevada a cabo por Hernando, 2005, 244. Especialmente representativo en el uso del granito como soporte epigráfico es el caso de la temprana epigrafía pública y privada de Augusta Emerita. Si para la primera la técnica constructiva en granitos embellecidos con estuco documentada en el foro colonial (Álvarez Martínez y Nogales, 2003) encuentra su refrendo en algunas inscripciones imperiales tempranas trabajadas en idéntico material (CIIAE 2 y 3, de los parodoi del teatro; CIIAE 4, de la zona de acceso al teatro; y CIIAE 9 y 10, de las tribunas del anfiteatro, todas de época de Augusto) la segunda es hoy extraordinariamente bien conocida gracias a los trabajos de J. Edmonson sobre el primer horizonte epigráfico colonial (Edmonson, 2006, 57) que, además, nos parece justificado pensar que debió servir como patrón del que se desarrolló en otra notable ciudad de la prouincia, Salacia. Así, en Salacia –comunidad en la que, como veremos, parece predominar el mármol de Trigaches (IRCP 189 y 204, por ejemplo)– es de granito una monumental inscripción dedicatoria a Augusto fechada entre el 5 y el 4 a.C. (CIL II, 5182=Alves, 2002a) y manifestación del primer destello de la práctica epigráfica colonial. En otro orden de cosas, un caso representativo respecto de la importancia del granito como soporte epigráfico lo ofrece –a nuestro juicio– el municipio flavio de la ciuitas Igaeditanorum. Pese a estar constatado en su área de influencia el empleo del mármol como soporte de estatuaria pública (una monumental cabeza de Tito/Domiciano, descrita en Rodrigues, 2007, 94-97, nº 13) y aun de unos pocos epitafios privados (HEp2 769 y CIL II, 442 los dos de dos ciues, este último adscrito a la Quirina tribus), sus más conocidas inscripciones monumentales – la conmemorativa de la donación de un reloj por el emeritense Q. Tallius (AE 1967, 144) y, por supuesto, el conjunto de dedicaciones de templos llevado a cabo por C. Cantius Modestinus (con todo el catálogo en Mantas, 2002)– fueron realizadas sobre soportes graníticos como también fue construido en granito el templo de la ciudad (Hauschild, 2002, 220) lo que pone de manifiesto que, efectivamente, este fue tenido en notable estima en Lusitania, y en absoluto fue considerado un material de rango inferior respecto del mármol (Nogales, 1999, 488) ni en su dimensión epigráfica ni en la arquitectónica quedando, además, como material noble para aquellas zonas en las que el mármol propiamente dicho escaseaba (para el proceso de conversión del mármol en material noble en el mundo romano puede verse la síntesis de Rodà, 2004). En otros casos, comunidades en las que el repertorio epigráfico más 49

numeroso fue también granítico (como Auela, Capera –donde es granítica, por ejemplo, la célebre placa de dedicación del arcus quadrifrons a Aug(usta) Trebar[una] en AE 1987, 616–, Norba, Vrunia, Salmantica, Ammaia…) se constata el empleo del mármol bien por parte de ciudadanos distinguidos (como Q. Coron(ius) Barb[atus], Auel(ensis) adscrito a la Quirina tribus en CIL II, 3050 o el ueteranus de la cohors IIIII praet(orianae) Q. Pomponius Potentinus en HEp13, 216 de Norba que lo emplean en sus respectivos conjuntos funerarios), bien en homenajes públicos (como el tributado a P. Mem[mius —-], magistrado local, en el foro de Capera en HEp9 252) bien en conjuntos homogéneos de inscripciones (como el repertorio de dedicatorias a las Nymphae Caperensium del balneario de Baños de Montemayor, en el territorio de Capera –CPIL 5773–, entre otras, o la dedicatoria a la Iuno Regina de Alanje en CIL II, 1024) y, por último, muy especialmente en dedicaciones al emperador como CIL II, 693, homenaje de los IIuiri de Norba a Septimio Severo, CIL,II, 810, homenaje del ordo splendidis[imus] Cap[erensium] a Julia Augusta, esposa de dicho emperador, CIL II, 862, homenaje d(ecreto) d(ecurionum) a Vespasiano en Vrunia, AE, 1993, 990, dedicatoria del ordo Salmanticen(sium) a Septimio Severo, e IRCP 615, dedicatoria a Tiberio por la ciuitas Ammaiensis y 616, dedicatoria a Trajano por parte de los municip(es) Ammai(enses), entre otros casos. Este aspecto –unido a casos en los que el mármol aparece como soporte epigráfico en dedicatorias oficiales en zonas de absoluto predominio de otras variantes calcáreas, como atestigua en Colippo la conocida dedicatoria a Antonino Pío por los IIuiri y el ordo municipal (CIL II, 5232), en mármol– vuelve a subrayar la función que el mármol debió jugar en las ceremonias cívicas del culto imperial (al respecto, y desde una óptica provincial puede verse Edmonson, 2007, esp. 546-548) así como a poner de manifiesto su consideración como material noble y, seguramente, como más adelante veremos el hecho de que este fuera preferido como soporte epigráfico por los sectores pudientes, cuando no decisorios, del cuadro social romano. 50 Sí queremos, en cualquier caso, hacer notar aquí algunas consideraciones que nos parece enriquecen el valor ornamental y como soporte epigráfico de estas calizas a espera de que ulteriores estudios puedan definir mejor los aspectos físicos y tipológicos de las mismas. Al igual que hemos visto sucedía con los granitos no faltan en el repertorio estudiado ejemplos no solo de singulares conjuntos epigráficos de Lusitania trabajados en calizas que alcanzaron notables cotas de calidad sino también piezas de carácter noble –arquitectónicas o públicas, incluso, en ocasiones, en zonas geográficamente abiertas a la entrada de mármol procedente de canteras próximas y aun locales– fabricadas en este tipo de material. Entre ellas puede destacarse, por ejemplo, el conjunto de árulas votivas de Conimbriga, seguramente fruto de una misma officina epigráfica (HEp2 779, 780, 781m 782=Ribeiro, 2002b, 193 y, de forma monográfica Ribeiro, 2002d donde se aportan algunos ejemplos inéditos), el soberbio epitafio de C. Turranius Rufus (AE, 1971, 162), ilustre ciudadano también de Conimbriga, o, en el mismo municipio flavio conimbricense la placa dedicatoria a los Remetibus Aug(ustis) que debió formar parte de las termas públicas (AE, 1964, 7), en Balsa la monumental ara dedicada a Fortuna Aug(usta) por un generoso seuir (IRCP 73=Alves y Ribeiro (2002a)), varias hermosas cupae del área de Ossonoba –comunidad en la que parece debió abundar el trabajo epigráfico sobre este tipo de materia prima– imitando modelos de Pax Iulia (CIL II, 5143 y 5147=Alves y Ribeiro (2002b) y Alves (2002b)), el notable repertorio de piezas funerarias y votivas de las uillae del ager Olisiponensis realizadas en dicho material (Ribeiro, 2002a, 542-549 y Fusco y Mañas, 2006, 9 y 27) o el conjunto de documentos alusivos a la munificencia y a la construcción pública promovida por parte de diversas iniciativas procedente de Balsa (IRCP 73, 74, 76, 77) por citar solo algunos ejemplos que nos parecen especialmente representativos en este sentido.

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Como sigue sucediendo en la actualidad51, el mármol de Estremoz debió ser, notablemente, el más empleado en época romana como soporte de inscripciones en Lusitania. La amplitud territorial de sus vastos afloramientos y la diversidad de sus gamas permitió que este resultase fácilmente accesible para una amplia serie de comunidades urbanas entre las que se encuentran algunas de las más notables y más monumentalizadas de la prouincia como Augusta Emerita o Ebora. Aunque resulta lícito suponer que, efectivamente, las canteras de Estremoz, y, en especial, las de su variante de Borba, debieron constituir el auténtico pagus marmorarius emeritense jugando, incluso, su papel en la delimitación del territorium colonial y aun en la elección del emplazamiento de la propia Augusta Emerita52, los corpora epigráficos emeritenses apenas han individualizado como piezas de mármol procedentes de dicha cantera inscripciones recientemente publicadas como las dos estelas funerarias con arco y rosetas en relieve de la zona de la Casa del Mitreo (AE, 1993, 900 y 90153), un muy fragmentado pedestal honorífico (HEp10, 55a54), el altar funerario de la joven Publilia Flauiana (ERAE, 357bis55), así como la monumental placa destinada a ser encostrada en el sepulcro de los Cordii (HEp13, 9556), ubicado en la necrópolis Este del territorio colonial. Con todo, y dando por válido –por razones de economía de producción y transporte57– la procedencia local del mármol en que está fabricada la mayor parte de la producción epigráfica emeritense de cronología postclaudiana, encontramos el uso de aquél como soporte epigráfico especialmente orientado a dos facetas. Por un lado, el mármol es notablemente empleado en la edilicia emeritense de naturaleza pública y oficial pero, además, también –y quizá por las connotaciones autorepresentativas y hasta espirituales que se han señalado recientemente para el dicho material lapídeo58– en las estelas funerarias de carácter privado, de muy diverso signo tipológico y formular, y encargadas tanto por ciudadanos de la colonia como por libertos. Al primer grupo pertenecerían, por ejemplo, muchas de las inscripciones edilicias de la colonia como la bien conocida del Aqua Augusta (CIIAE 1), un amplio lote de dedicaciones recuperadas en el teatro (CIIAE 14 y 15, a Cayo y a Lucio César; CIIAE 16, a Tiberio; o CIAAE 19, a Calígula o Nerón) así como las inscripciones dedicatorias e inaugurales del edificio en el 16 a.C. (CIIAE 8 y 12) y algunos pedestales honoríficos vinculados a las liturgias del culto imperial (CIIAE 21, de un flamen diuae Aug(ustae) prouinciae Lusitaniae o CIIAE 24, dedicada a Tito por la prouincia 302

Lusitania)59. Pese a que el florecimiento del empleo del mármol debió producirse, precisamente, en el ínterin Claudio-Trajano60, ahora que conocemos bien la urbanística tardoantigua de Augusta Emerita nos consta que este siguió empleándose tanto como soporte conmemorativo de la restauración de antiguos edificios (ERAE 81 y 84, del teatro y del circo respectivamente61) en época de Constantino como de la dedicación de cenobios y de iglesias entre los siglos V, VI y VII d.C. (CICAE 3, 4 y 562) lo que, desde luego, amplía notablemente el marco cronológico de referencia de la explotación de las canteras de Estremoz en época antigua. En lo que respecta a su uso funerario, los trabajos de T. Nogales63 han puesto de relieve cómo el mármol –material costoso pese a su abundancia en la zona– era especialmente empleado con función ornamental en monumentos funerarios muchas veces Nogales, 2008, 321-326. Sobre esta cuestión puede verse Canto, 1977-1978, 179; Álvarez Martínez, 1988, 189; y Cisneros, 1988, 79. Un estudio detallado de dichos mármoles en relación con Augusta Emerita puede encontrarse en Nogales, 1999, 491 y, especialmente, en Nogales, 2008, 323-326 así como, de forma monográfica en Nogales, Barrera y Lapuente, 1999. 53 Con publicación monográfica en Edmonson, 1993, nºs 5 y 7 (láms. 3, 1 y 4, 1). 54 Con estudio detallado en Saquete, 2000. 55 Con estudio monográfico e identificación del tipo de piedra del soporte como mármol de Estremoz/Borba en Álvarez Martínez, 1973 (fig. 1). 56 Con análisis detallado en Edmonson, 2002-2003. 57 Nogales, 2008, 318. 58 Hesberg, 1992, 32 y 2002, 41. 59 El uso y carácter de las placas de mármol con dedicatorias en el contexto del templo del culto imperial provincial emeritense y del teatro de la colonia ha sido recientemente estudiado por Saquete y Álvarez Martínez, 2007. 60 Nogales, 1999, 492-493 y 2007, 466. 61 Sobre el contexto arqueológico de estas véase Álvarez y Sáenz de Buruaga, 1982 y Chastagnol, 1976 respectivamente así como nuestras apreciaciones en Andreu, 2004, 61-63. 62 Con comentarios en Ramírez Sádaba y Mateos, 2000, 272 en relación con la ubicación de estas –un monasterio de vírgenes a iniciativa de la abadesa Eugenia hacia el 661, la construcción de una domus Eulaliae entre el 648 y el 662 y la dedicación de una iglesia a Santa María a mediados del siglo VII respectivamente– en la topografía urbana de la Augusta Emerita tardoantigua. Precisamente, en el horizonte ya cristianizado de la colonia no remitió, en absoluto, el empleo del mármol, entonces escogido como soporte epigráfico de un amplísimo catálogo de laudas funerarias cristianas la mayoría trabajadas en dicho material (el catálogo de ejemplos sería inabarcable de modo que remitimos a las consideraciones hechas al respecto por Ramírez Sádaba y Mateos, 2000, 272-273 y 282). 63 Especialmente, como síntesis, Nogales, 2002 y, con carácter pormenorizado, Nogales, 1997, Edmonson, Nogales y Trillmich, 2001 y Nogales y Márquez, 2002. 51 52

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en su mayor parte graníticos. Así, la abundancia en el catálogo de epitafios emeritenses de placas destinadas a ser encostradas en estelas graníticas –como la de la adolescente Lutatia Lupata (ERAE 154)–, en monumentos turriformes –como el obelisco que acogía la pequeña placa marmórea de G. M. Zosimus (AE, 1992, 955)–, en los accesos a notables columbarios –como la hermosa pieza alusiva a los Voconii (AE, 2001, 76)– o, en definitiva, en monumentos funerarios en sentido amplio –como la hermosa placa de la tabernera Sent(ia) Amarantis (ERAE, 163) o las de los monumentos funerarios de los Sertorii (AE, 1999, 876) o de Q. Articuleius Auitus (ERAE 174)– evidencia cómo el uso del material noble era optimizado para el que debía constituir el centro de atención del monumento funerario, el lugar en que se exponía su texto64. Como se ha señalado para la Bética65 y también para los territorios del conuentus Pacensis66, esta práctica nos parece constituye uno de los elementos definitorios del empleo del mármol en el registro epigráfico funerario lusitano. Así, salvo algunos altares funerarios (EO 106 de Olisipo, IRCP 110 de Myrtilis, IRCP 134 de Metallum Vipascense, IRCP 381, 389, 399 o 423 de Ebora) y el singular conjunto de cupae del área de Myrtilis y de Pax Iulia –fabricadas en mármol de Trigaches (IRCP 100, 102, 105, 111, 114 y 115 para las de Myrtilis e IRCP 250, 254, 255, 256, 258, 259, 261, 264, 266, 274, 277, 278, 282, 285, 299, 304, 308, 311, 313, 315, 316, 317 y 318 para las de Pax Iulia)– o del entorno de Olisipo –algunas de ellas en mármol aún indeterminado, casi todas pertenecientes a las necrópolis rurales de ilustres ciues Olisiponenses dada la adscripción a la Galeria tribus de los mismos (AE, 1985, 513 o HAE 1622, por ejemplo) y otras en la ya citada caliza fosilífera del área de Sintra67– es en las placas funerarias donde parece más constatado el empleo del mármol como soporte epigráfico en nuestra prouincia por más que, lógicamente, este uso esté también revelando lo habitual que este tipo de soporte resultó en la epigrafía de carácter funerario, desde luego, la más representada dentro del hábito epigráfico latino68. Así, en mármol de Estremoz, por ejemplo, están trabajadas en Ebora las placas del monumento dedicado por T(itus) Calla[eus] (IRCP 386), las del de los Maecii (IRCP 401), las del de los Tulii (IRCP 407), las del sepulcro de Manilia Maxuma y Manilia Tusca (IRCP 404 y 405), la sensacional placa de Iulia Auita (IRCP, 45169), tal vez en la variante Estremoz/Bencatel dado el lugar de su hallazgo, o la placa de columbario alusiva al liberto P. Staius Meridianus (IRCP 406). Precisamente, como se apuntó más arriba, Ebora ofrece otro de los repertorios epigráficos lusitanos

con absoluto predominio del mármol de Estremoz, en este caso en su variante Estremoz/Vila-Viçosa. Este lo encontramos empleado tanto en inscripciones arquitectónicas de diversa naturaleza bien privada – como el arquitrabe en mármol blanco con vetas grises y pátina rosada perteneciente al monumento funerario tetrástilo de los Munii (AE, 2002, 667) o el dedicado por [Iul]ia Auita a su hijo, un senador desconocido (IRCP 383)– bien de carácter público – como el dintel alusivo a L. Iulius Philomusus y L. Iulius Fro[nto —-] (IRCP 384) o la placa relacionada en su día por J. d’Encarnação y por nosotros mismos70 con el teatro de Ebora y alusiva a un A(ulus) C(astricius) Philo (HEp4 1059)–. Igualmente, el mármol de Estremoz tiene una notable presencia en el ámbito funerario eborense bien en monumentales altares de diverso tipo (IRCP 381, 389, 392, 394, 399…) bien, incluso, en algún caso aislado de cupae (IRCP 422, 427 y 429), prácticamente las únicas del catálogo del conuentus Pacensis fabricadas en un material marmóreo diferente al de Trigaches en que, como ya anotamos más arriba y comentaremos en detalle más adelante, fue fabricada la mayor parte del notable repertorio de cupae de la colonia de Pax Iulia, uno de los más notables del catálogo hispano de este tipo de monumentos71. Mención singular al aludir al mármol de Estremoz/Vila-Viçosa y a su presencia en el territorium de Ebora merece el amplísimo catálogo de dedicaciones votivas –algunas estudiadas recientemente en su dimensión estatuaria y relivaria72– consagradas a Endouellicus73 y que incluyen desde aras (IRCP 485, 487, Al respecto puede verse Feraudi-Gruenáis, 2003, 24. Stylow, 1995. 66 Caetano, 2002, 342-324. 67 Fusco y Mañas, 2006, 9 y 27-28, especialmente algunas, hermosísimas fabricadas en la caliza conocida como lioz rosa del área de Sintra. 68 Eck, 1987, 61. 69 Con estudio detallado en Alves y Ribeiro, 2002c. 70 Encarnação, 1990, 247-252 y Andreu, 2004, 78 y 227-228, nº 47. 71 Stylow, 2001, 177-178 y Baratta, 2006, 1669-1670. Para el repertorio lusitano, pueden verse las consideraciones de Encarnação, 1984, 825 y de Caetano, 2002, 325-326. Nosotros hemos vuelto sobre ellas –en relación con un conjunto hispano mucho más septentrional– en Andreu, 2008 notas 5, 23, 24 y 25. 72 Rodrigues, 2007, 307-351, nºs 131-188. 73 Encarnação, 1984, 561-629 y, recientemente, el estudio monográfico de Ribeiro, 2002 en cuyo volumen, además, se individualizan algunas piezas de diversa naturaleza consagradas a dicha divinidad y extraordinariamente bien presentadas como IRCP 514 (Alves, 2002c), IRCP 535 (Alves, 2002d), IRCP 499 (Ribeiro y Alves, 2002a), IRCP 484 (Ribeiro y Alves, 2002b) e IRCP 496 (Ribeiro y Alves, 2002c), todas ellas en la variante de mármol de Estremoz que venimos estudiando. 64 65

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489, 508, 521, 538, 549…) a pedestales (IRCP 492, 495, 516, 522, 525, 535…) pasando por exvotos de diverso signo (IRCP 498, 523, 534, o 552). Con un predominio absoluto del mármol de Estremoz –el más cercano al área de São Miguel de Mota donde operaron el santuario y la más que probable officina epigráfica a él asociada74 y, además, seguramente especialmente digno para el uso votivo dadas las tonalidades diversas, unas veces pardas, otras rosáceas y otras blancas que ofrece dicho material– no faltan tampoco en el lugar ejemplares en mármoles distintos bien asociados a la gama del mármol de Estremoz – como el de Pardais– bien del conjunto de mármoles del área alentejana –como el de Trigaches–. De ese modo, el altar consagrado a Endovellico por Blandus, seruus de Caelia Rufina (IRCP, 489) –en mármol de Pardais– o los pedestales de estatua ofrendados ex uoto por el eques Romanus Sextus Cocceius Craterus Honorinus (IRCP 492) y ex relegione (IRCP 522) por Pomponia Marcella –en mármol de Trigaches– permiten subrayar, si cabe, la importancia que tuvo el enclave en la época y el modo como, efectivamente, los devotos escogían – en un acto privado de religión75– el tipo de monumento que deseaban ofrendar a la divinidad, elección en la que, como vemos, debieron valorarse, y al margen de razones de disponibilidad, incluso, el tipo y las calidades finales de material lapídeo a emplear. Como anotamos más arriba, dentro de la gama de los mármoles empleados como soporte epigráfico en Lusitania figuran también los de Pardais, Alconera, Bencatel, Alandroal, Viana do Alentejo y Rio de Moinhos que, aunque su uso, hasta donde alcanzan nuestros datos, resulte anecdótico en el vasto panorama epigráfico de los marmora lusitanos, merecen nuestra atención en estas líneas. Aunque –salvo algunas excepciones puntuales y sin perder de vista la amplitud de los filones disponibles o el carácter monumental de las ciuitates que las controlaron– la que sigue es una premisa que, seguramente, es aplicable a casi todos los mármoles lusitanos los cuales, de hecho, no consta fueran exportados76, es necesario subrayar que estos mármoles tuvieron un consumo más bien estrictamente local77 o, como mucho, provincial. Así, por ejemplo, el mármol de Pardais, cuyos afloramientos se ubicarían en el área de influencia de Ebora, se encuentra atestiguado en inscripciones de dicha ciudad pero también en las de la más occidental comunidad de Salacia y la más meridional de Pax Iulia, ciudades todas que es de suponer tuvieran acceso a las vetas de dicho característico y singular mármol gris. En cualquier caso, las inscripciones en que este se 304

ha documentado son mayoritariamente funerarias (IRCP 395 de Ebora e IRCP 270, 314, 320 y 362 de Pax Iulia) excepto en el caso de la monumental y bien conocida ara dedicada a I(uppiter) O(ptimus) M(aximus) por parte de la flaminica Flauia Rufina en Salacia (IRCP 18378), sin duda uno de los más hermosos ejemplos del catálogo que aquí comentamos. La diversidad de soportes de las inscripciones arriba aludidas –que incluyen aras (IRCP 395 y 183), una placa (IRCP 320), un bloque arquitectónico (IRCP 270, con carmen epigraphicum), e incluso una estela (IRCP 314)– no permite extraer demasiadas conclusiones respecto de una presunta especialización de este mármol para algún tipo concreto de uso epigráfico. Sí es cierto que su particular tonalidad grisácea –acentuada por sus intensas y, a veces, onduladas vetas en dicho color– daría a estas piezas un carácter más vistoso de igual modo que, en otros casos, el usuario debió preferir las piezas blancas o con tonalidades menos marcadas79 o, en otros, el color y las propiedades técnicas del mármol acabaron por reservarlo para otros usos de carácter arquitectónico. Los ejemplos conocidos que, hasta la fecha, se presentan más alejados de las canteras originales son dos estelas de Olisipo epitafios de C. Terentius Saturninus y de C. Vrsius Clemens, adscritos ambos a la Galeria (AE, 1965, 268 y 267 respectivamente) así como un sensacional pedestal emeritense que exhibe el homenaje del ordo decurional a Coronia Procula (ERAE 96) y que parece proceder del área del teatro80. Seguramente, algo así debió suceder con el márEncarnação, 1984, 578 y, recientemente, Ribeiro, 2002c, 84 que, precisamente, incide en la existencia de un seru(us) marmorarius –de nombre Hermes y esclavo de una tal Aurelia Vibia Sabina– honrando a la divinidad en dicho lugar (IRCP 497) en una pieza lamentablemente perdida y de tipología, por tanto, desconocida. 75 A este respecto, nos parecen sugerentes las reflexiones de Encarnação, 2009. 76 Antonelli, 2002 y Pensabene, 2002. 77 Véase, a este respecto, para el caso lusitano Encarnação, 1984, 821 y Cisneros, 1987, 234. Para la extracción local para un uso también local son interesantes los comentarios de Rodà, 1998, 114 y de Nogales, 2002, 219-222 o la síntesis de Echeandía, 2004. 78 Sobre esta pieza puede verse, recientemente, el estudio de Rodrigues, 2007, 453-454, nº 235 así como el que, con toda la bibliografía –que recoge en detalle el propio L. J. Rodrigues– realizamos en otra ocasión en Andreu, 2004, 240, nº 67. 79 Sobre el color como condicionante en la elección de un mármol u otro tanto para uso ornamental como para uso epigráfico pueden verse las reflexiones de Cisneros, 1987, 235. 80 Para dicha procedencia puede verse Mélida y Macías, 1931, 14 y para las tres inscripciones en Pardais citadas en último término remitimos al capítulo de I. Mañas en este mismo volumen. Macroscópicamente, los “mármoles de vetas azules” presentados por Ramírez Sádaba, 2003a, 371-388, nºs 28-59 como vinculados al conjunto del templo del culto imperial/foro provincial y, además, 74

LOS MARMORA DE LUSITANIA: SU USO COMO SOPORTE EPIGRÁFICO

mol de Alconera –con canteras en la zona de la Sierra del Castellar, en torno a la actual localidad pacense de Zafra81– que, como señalara en su día M. Cisneros82, por su grano fino y compacto y por sus vistosas tonalidades tal vez se orientó más a la función ornamental. Es una lástima que la única pieza que se nos ha transmitido como fabricada en dicho material en el catálogo epigráfico de la zona –aunque, insistimos, en el territorium de la ciudad bética de Segida Restituta Iulia– sea una monumental placa votiva en la que G(aius) Aufidius Vegetus y G(aius) Aufidius Auitus a la sazón magistrados locales (IIuir por dos veces el primero y II desig(natus) y flamen el segundo), conmemoran con un altar consagrado a la domus diuina la editio de unos circenses en la ciudad (ERBC 5883). También de escasa utilización como soporte epigráfico, tal como ya hiciera notar J. d’Encarnação84, fueron el mármol con vetas verdosas de Alandroal y el mármol, también de tonalidades verdosas, de Viana do Alentejo85. Con seguridad, el primero solo está documentado en un hermoso altar consagrado a Fontanus ob aquas inuentas y procedente de las cercanías de Portalegre (IRCP 437) y el segundo en un altar funerario ya del siglo III d.C. dedicado por Modestus a su esposa Maria Euprepia (IRCP 430) y procedente, además, de la misma Viana do Alentejo. Algo más usado fue, en cambio, la denominada ruivina de Rio de Moinhos, un mármol gris oscuro de aspecto casi verdoso que, desde luego, alcanzó una, cuando menos, discreta difusión. Así, esta variante de mármol lusitano está atestiguada en una placa funeraria fragmentada procedente de Tróia (IRCP 222) –la antigua Caetobriga, en la que está atestiguado también el mármol de Estremoz/Vila-Viçosa (IRCP 209)– en el caso que, por otra parte, supondría la evidencia más occidental de esta variante lapídea, más circunscrita a las comunidades de Pax Iulia y de Ebora donde dicho material nos consta fue empleado para la cupa funeraria de L. I(ulius) Polibius (IRCP 307), para el monumental altar de M(ummia) Cupita (IRCP 331) –ambas en necrópolis de sendas uillae del territorium de Pax Iulia–, y para otras inscripciones también funerarias del territorium Eborense (IRCP 397, 435 y 475). Pero, sin lugar a dudas, y al margen de las variantes de mármol de Estremoz que arriba se comentaron, y como siempre ha hecho constar la investigación, los mármoles de Trigaches, se cuentan, desde luego, entre los más versátiles, usados y difundidos de la Lusitania romana. Todavía hoy explotados en aldeas próximas a Beja –la antigua Pax Iulia– el mármol de Trigaches fue empleado en época romana de forma masiva en

Pax Iulia, comunidad en la que aunque están documentados los mármoles de Estremoz (IRCP 295, 306, 325, 329 y 371, todas piezas funerarias de las uillae del entorno cívico86), de Pardais (IRCP 270 y 362), de Rio de Moinhos (IRCP 307) y hasta de São Brissos (IRCP 287, votiva y 319, funeraria) –presencias por otra parte lógicas dada la posición central de esta ciudad en el conuentus así como su proverbial riqueza87– es el de Trigaches el más numeroso y, además, el más versátil en cuanto a los usos constatados. Así, este aparece en el posible pórtico consagrado a Serapis (IRCP 231) o en una placa de contenido poco claro pero texto de naturaleza imperial (IRCP 292) –tal vez de alguna obra pública–. Lo hace también en un amplio catálogo de homenajes de naturaleza cívica tanto al emperador (IRCP 291) como a notables locales (IRCP 239, al [II]uir y flamen local [C(aius) Iu]lius Pedo; 241, a un seguramente (Ramírez Sádaba, 2003a, 393) de carácter público, también se asemejan al aspecto habitual del Pardais (véase, al respecto, Álvarez Martínez y Nogales, 2003, láms. 119 y 120 para HEp13, 127, 133 y 134) aunque, en cualquier caso, según dato que nos ha facilitado I. Mañas –y que, nuevamente, agradecemos– no deberían ser considerados como tales sino como una caliza de poca calidad y de más que probable procedencia local. 81 Canto, 1977-1978, 179. 82 Cisneros, 1987, 234 y también sobre él, recientemente, Fusco y Mañas, 2006, 29. 83 Para toda la traditio de la pieza, en paradero poco claro, puede verse Canto, 1997, 80-81. Es posible, en cualquier caso, que otras piezas del territorium de dicha ciuitas –y dado que, efectivamente, el mármol de Alconera se difundió por igual, al menos a nivel de material ornamental, en Lusitania que en la Baetica estando de hecho atestiguado en Augusta Emerita e Italica, por ejemplo– fueran de dicho material que, sencillamente, se nos ha descrito como “mármol local” en los corpora más recientes (ERBC 57, 59, 60, 61...). Nuevamente, y como ha señalado no hace mucho L. J. Rodrigues (Rodrigues, 2007, 600, el estudio de estos mármoles –especialmente de los menos representados en el catálogo epigráfico– demanda claramente nuevos análisis petrográficos que puedan alumbrar datos sobre su proveniencia y uso. I. Mañas, buena conocedora de los marmora lusitanos, nos ha indicado que, macroscópicamente, es probablemente mármol de Alconera el soporte de una placa votiva recuperada en el templo de Diana de Augusta Emerita (HEp13, 135), dato que desde estas líneas agradecemos (para un estudio detallado de la pieza puede verse Ramírez Sádaba, 2003a, 377-378, nº 28). 84 Encarnação, 1984, 821 y, a partir de él, más tarde Cisneros, 1988, 78. 85 Encarnação, 1984, 821 y, a partir de él, Cisneros, 1988, 78. 86 Resulta especialmente curioso que dos de esas piezas (IRCP 295 y 306) formen parte de sepulcros de individuos que o bien están claramente conectados con Ebora –como Iulia Quintilla Eborensis, de la primera de las dos piezas citadas, que alude a su origo en dicha comunidad– o que por la onomástica –D. Iulius Nauus, adscrito a la Galeria y Iulia Albura Corania– es plausible relacionar con dicha ciudad, en la que, de hecho, ya subrayamos un absoluto predominio del empleo de mármoles de Estremoz/Vila-Viçosa. 87 Encarnação, 2007, 362-365 y, especialmente, Lopes, 2003.

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[au]gustalis col(oniae); 243, fragmentado pero con la correspondiente sanción decurional; o 244, también fragmentado pero alusivo a un individuo adscrito a la Gal(eria tribus)) y, por supuesto, en un amplísimo elenco de inscripciones funerarias de todo tipo. En este sentido, nos consta fue empleado para el dintel arquitectónico de monumentos funerarios (IRCP 245), para altares fúnebres (IRCP 248, 249, 260, 262, 293, 305, 309, 330, 333 y 333a, por ejemplo), para placas (IRCP 246, 253, 296, 302), para estelas (IRCP 301) pero, sobre todo, para un sinnúmero de cupae que constituyen –como se dijo– lo más singular del catálogo epigráfico de esta ciuitas y que, de hecho, debieron tener especial presencia tanto en las necrópolis cívicas (IRCP 250, 254-256, 258, 259, 261, 264, 266, 269, 274, 277, 278, 282, 285...) como en las privadas, vinculadas a posesiones fundiarias en el territorium urbano (IRCP 299, 304, 308, 311, 313, 315-318...). El empleo epigráfico del mármol de Trigaches, en cualquier caso, no fue patrimonio exclusivo de Pax Iulia estando también constatado en otras ciudades próximas que, además, se cuentan entre las más activas en cuanto a uso del mármol en la provincia: Myrtilis y Salacia88. Así, en Myrtilis está atestiguado el uso bastante notable de esta variante de mármol –que alcanza también a un altar funerario del distrito minero de Metallum Vipascense (IRCP 13489)– con alguna evidencia también del vecino mármol de São Brissos que lo encontramos constatado en un fragmentado pedestal de estatua en el que si no el homenajeado sí uno de sus descendientes –L(ucius) Porcius Himerus– dejó constancia de haber corrido con los gastos del homenaje municipal (IRCP 97). En mármol de Trigaches, en Myrtilis, están documentadas varias cupae (IRCP 100, 102, 105, 111, 114 y 115), una inscripción votiva moldurada dedicada a la Dea Sancta (IRCP 95) y tres inscripciones funerarias (IRCP 98, 110 y 118) entre las que, sin duda, aquélla –la primera de las citadas– en la que L. Iulius Aptus Gallius recrea el epitafio métrico de Virgilio, se cuenta entre las más representativas90. Igualmente, Salacia presenta un repertorio mixto de mármoles en su catálogo epigráfico. Este –como vimos– incluye piezas en mármol de Pardais –como la ya referida monumental ara de la flaminica Flauia Rufina (IRCP 183) o la inscripción alusiva a la remisión de los gastos del homenaje tributado ob merita por parte de la plebs a L. Porcius Himerus (IRCP 187)–, en mármol de Estremoz/Vila-Viçosa –la placa del monumento funerario de [Se]x(tus) Appule[ius] Priamus (IRCP 190)– y en otros mármoles de procedencia aún indeterminada (IRCP 194, 195, 197 o 206, la mayoría placas fu306

nerarias) pero con una cierta presencia del mármol de Trigaches. Este lo encontramos presente, por ejemplo, en dos documentos de carácter presuntamente monumental: la placa alusiva a la más que probable donación pública de L. Cornelius Bocchus (IRCP 189), uno de los notables locales91 y el probablemente monumental texto de IRCP 204, muy fragmentado, en cualquier caso. El catálogo se completaría con una pieza en mármol azulado –muy probablemente, pues, de Trigaches o de São Brissos92 pues ambos presentan dicha tonalidad como característica– que recoge el homenaje autorizado por los decuriones [ob memora]ndum m[eritum] in rem p(ublicam) [et] plebem suam a [L(ucius)] Iunius [P]hilo, IIuir y [fl]amen diui August[i] (IRCP 186), fechable, además, tal vez en época de Augusto. Qué duda cabe que las posibilidades económicas de la colonia de Pax Iulia y del municipio de Salacia así como su estratégica posición al Este y al Oeste respectivamente de los afloramientos marmóreos del Alto Alentejo contribuyen a explicar la diversidad de mármoles atestiguados en el acervo epigráfico de ambas comunidades93 y de la que, como vimos, fue partícipe también, en menor medida, la ciudad de Myrtilis. Tras el repaso dado hasta aquí a los usos de los mármoles lusitanos, la primera conclusión debe, necesariamente, nacer de la observación del mapa de dispersión de aquéllos y aun de las coordenadas de presencia del uso del mármol en el propio territorio de Lusitania. Del análisis de ambos elementos se concluye que dichas coordenadas son, fundamentalmente, meridionales –revelando una acusada presencia del uso del mármol al Sur del Guadiana y del Tajo, en la parte meridional del conuentus Emeritensis y en todo el Pacensis– y que, de hecho, cuando el mármol aparece al Norte del Tajo –en el área del conuentus Sacallabitanus, fundamentalmente, pero también en la vertiente septentrional del Emeritensis– es, desde luego, como consecuencia del esfuerzo de las instituciones públicas locales –por un lado– y de las elites municipales –por otro– de moFusco y Mañas, 2006, 20 y 26 y, especialmente, Rodrigues, 2007, 591 que ha valorado positivamente el color azulado del mármol de Trigaches como una de las razones explicativas de su intenso uso escultórico y, desde luego, también epigráfico. 89 Comentado en Rodrigues, 2007, 591. 90 Sobre ella véase Hernández Pérez, 2001, 127-128. 91 Para la donación véase Andreu, 2004, 86 y 239-240, nº 66 y para el extraordinario cursus honorum de este personaje las puestas al día de Fernandes, 2002 y de González Herrero, 2006, 38-45, esp. 40. 92 Rodrigues, 2007, 591. 93 Sobre Pax Iulia remitimos a la bibliografía indicada más arriba (véase nota 85) y respecto de Salacia resulta últil el estudio de Encarnação, 1993. 88

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numentalizar los espacios urbanos seguramente a imitación de lo que, desde época de Claudio y, sobre todo, de los Flavios, nos consta se vivió en la capital, Augusta Emerita y, en general, en todas las ciudades del Imperio, comenzando por la propia Roma94. Los ejemplos de Olisipo –municipio de época de Augusto– y de Capera –indiscutible municipio flavio– así permiten evidenciarlo aportando dos ‘modelos’ que nos parece resumen muy bien el que se nos antoja uno de los patrones más característicos y singulares de la presencia, difusión y consolidación del uso del mármol en el paisaje epigráfico urbano del territorio objeto de estudio en estas páginas. Efectivamente, en la ciudad del Tajo, se constata una notable presencia de piezas de mármol en conjuntos públicos pero también –y de modo, si cabe, aún más acusado– en los ostentosos monumentos funerarios de las uillae de su ager que, además, en el ejercicio de su hábito epigráfico explotaron intensamente otras soluciones semejantes a las del mármol como las ya citadas calizas del área de Sintra y no tuvieron reparo en importar mármoles de otros territoria urbanos como el de Pardais. Así –y centrándonos solo en los mármoles propiamente dichos– en la ciudad de Olisipo está atestiguado su empleo en una dedicatoria a Mercurio datable en los comienzos del Principado (EO 27), tal vez fuera también de mármol un fragmentado y perdido homenaje a Nerón (EO 79), lo es la conocida dedicatoria de la ciudad al senador L. Caecilius Celer Rectus (EO 2895) o la honra póstuma a la flaminic[a] [Iu]lia? Vegeta (CIL II, 19796) de igual modo que el ager Olisiponensis –y las propias inscripciones funerarias de las necrópolis cívicas– nos han obsequiado con un notable catálogo de evidencias de aquél por más que en ambos casos todavía no se haya delimitado el tipo de mármol empleado en las mismas. En dicho catálogo destacarían, por ejemplo, el sepulcro en mármol de vetas rojizas, según A. Vieira97, del aedilis local adscrito a la Galeria tribus L. Cantius Marinus (EO 75) o la placa del ueter(anus), también de la Galeria, T(itus) Callaeus Niger (AE, 1994, 827) y, ya en territorio rural, las cupae de G. Iulius R[u]fus y de Iulia Fund[da]na (AE, 1985, 513), de M. Statius Maxumus (HAE 1622) y de T. Plotius Capito (CIL II, 312), todos, además, adscritos a la Galeria tribus y que, dada la temprana fecha de dichos monumentos –de comienzos del Principado– tal vez pudieran actuar como primeras evidencias de otro de los conjuntos de cupae más notables de la prouincia Lusitania la mayoría, además, trabajadas en calizas de procedencia local98 y, desde luego, como primeros síntomas del proceso de ‘mar-

morización’ general de los soportes epigráficos a que debió asistir la zona algo más tarde99. De igual modo, esa marmorización –que, en lo arqueológico, está constatada para la época en Conimbriga100– llegó a los municipia Flauia a través de la elección de este material lapídeo por los agentes locales arriba indicados. No resulta, pues, casual, como ya anotamos más arriba, que el mármol lo encontremos en Ammaia, Aritium Vetus, Caesarobriga, Capera, Conimbriga, Salmantica o Vrunia –ciudades todas ubicadas en áreas caracterizadas por el mayoritario empleo del granito y, además, en zonas alejadas de los principales afloramientos de mármol– bien al servicio de dedicaciones oficiales al emperador ya arriba citadas101, bien al servicio de monumentales obras públicas de carácter oficial –como la que documenta una placa marmórea de Aritium Vetus (AE, 1990, 491) fechada en época de Trajano o la que parece intuirse a partir de un bloque arquitectónico marmóreo de un probable magistrado municipal de Conimbriga (AE, 1979, 336)–, de homenajes a decuriones municipales promovidos por instancias diversas –como el tributado a un posible II[uir] en Capera (HEp9, 252) o el célebre de la flaminica caesarobrigense Domitia Proculina (CIL II, 895)–, o de suntuarios complejos funerarios particulares, no en vano de los alrededores de Conimbriga procede un Suet. Aug. 28, 3. Para el caso emeritense, véase la bibliografía consignada más arriba, en nota 59. 95 Con sugerente estudio monográfico en Jordán, 2002. 96 Sobre ella existe una puesta al día reciente en Ribeiro, 2002e. 97 Vieira, 1944, 75. 98 Sobre estas, por ejemplo, véase la pieza, todavía inédita y que se conserva en el Museo de Odrinhas, de la joven Cassia Auita, procedente de Montarroio, en la freguesia de São João das Lampas, y fabricada en caliza local del área de Pinheiro, en la región de Sintra, presentada por Fusco y Mañas, 2006, 26-28. Para algunas cupae de la zona puede verse el trabajo de Mantas, 1982. 99 Como puede verse –y tal como se indicó también más arriba para los casos de Augusta Emerita y de Salacia (véase nota 49) y en relación con la sustitución del granito por el mármol– en Olisipo las primeras evidencias de empleo del mármol son de época julioclaudia momento en que –allí donde fue posible extraerlo o hacerlo llegar– este material empezó a tener cierta presencia en el paisaje epigráfico urbano del citado municipio. El caso de Conimbriga –donde las inscripciones han revelado un primer horizonte epigráfico en calizas durante todo el siglo I y II d.C. y un segundo momento con manifestaciones de uso del mármol ya desde los comienzos del siglo II d.C. (Étienne y Alarcão, 1976, 207)– vuelve de nuevo a constatar de qué modo los programas edilicios públicos desarrollados en las ciudades de la zona en relación con sus mejoras estatutarias debieron actuar como introductores y dinamizadores del uso del mármol también como soporte epigráfico para inscripciones de uso privado. 100 Tavares, 1976, 271-273. 101 Véase, al respecto, nota 49. 94

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epitafio que alude a un túmulo decorado cum marmori[bus e]t laquiaribus (HEp6, 1037), por tanto, ciertamente ostentoso. Algo semejante puede percibirse en otros dos municipia Flauia lusitanos, esta vez del litoral del conuentus Pacensis, Balsa y Ossonoba. Como anotamos más arriba, con un total predominio de las calizas locales como soporte inscriptorio, el repertorio epigráfico de ambas comunidades parece –nuevamente– reservar el mármol para inscripciones de carácter oficial. Así, en Balsa está constatado el uso del mármol en una fragmentada placa con texto imperial (IRCP 90), en el bloque conmemorativo de algún tipo de obra pública indeterminada (IRCP 78) embellecida con antepagmenta y statuae, y en la placa –tal vez arquitectónica– que alude a la r(es) p(ublica) Bals[ensium] (IRCP 75) en mármol de tonalidades grisáceas –tal vez, pues de Trigaches, variante no en vano atestiguada en Balsa en una inscripción funeraria (IRCP 91)– y alusiva quizás a la construcción del circo102 en la que también participaron los notables locales (IRCP 76 y 77) gravando sobre caliza local las placas con tabulae ansatae en las que quisieron dejaron memoria de su espléndida munificencia. Por su parte, en Ossonoba –donde, de nuevo, la muy notable caliza local es empleada tanto para inscripciones de naturaleza pública (IRCP 4, con dedicatoria de la res p(ublica) Ossonob(ensis) a Aureliano, IRCP 5, con alusión a un u(ir) p(erfectissimus) pr(aeses) prouinci(iae) Lusitani(ae) e IRCP 7, con homenaje de la ciuitas a su patronus M. Cornelius Persa, flamen provincial) como privada (IRCP 1, 2, 10, 21, 22, 30, 31 y 37-55, ya del territorium)– el mármol encuentra su uso en un monumental dintel arquitectónico de naturaleza claramente pública sufragado ob honorem seuir(atus) por M. Cornelius Eridanus y C. Iunius Receptus (IRCP 11103) y apenas en un par de casos más de carácter funerario (IRCP 20, 24 y 33) sin que –excepto para el primero de ellos, caracterizado como de Estremoz/Vila-Viçosa– se haya anotado hasta la fecha nada sobre la variante concreta de mármol empleada. Desde un punto de vista porcentual, y sobre los 1159 ejemplos de lapides marmorei documentados en Lusitania, el conuentus Emeritensis es, desde luego, el que más contribuye a dicha cifra, con un total de 757 evidencias –un 65,3% del total– por más que dicho dato está totalmente mediatizado por el notable catálogo –de en torno a algo más de 600 piezas– procedente de Augusta Emerita, una de las ciudades de más vasto catálogo epigráfico en Lusitania y, desde luego, también una de las mejor abastecidas de mármoles en época romana gracias a la presencia de las vecinas canteras de Estremoz. Al notable protagonismo del conuentus Emeritensis le se308

guiría –con notable diferencia– el del conuentus Pacensis, con un total de 330 piezas que suponen una contribución del 28,5% al total de mármoles epigráficos lusitanos y, a mucha distancia, quedaría, por último –y con un uso, como hemos dicho, muy desigual y ocasional pero, a la vez, muy programático del mármol– el conuentus Scallabitanus que apenas aporta, con 72 evidencias, un 6,2% al global. En cualquier caso, esta sugerente ratio de los porcentajes del uso testimoniado de los mármoles en la epigrafía lusitana no arroja sino un calco directo no tanto del mapa de situación de las canteras de esta piedra caliza –que también– sino, por supuesto, del desigual grado de intensidad de la urbanización del territorio provincial y seguramente, también, del calado en la zona de los hábitos epigráficos de Roma en los que, como es sabido, el mármol jugó – al menos a partir de la auténtica revolución conceptual de la plástica epigráfica desarrollada por Augusto– un papel fundamental.

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