LOS CENOTES COMO CÁMARAS MORTUORIAS ENTRE LOS MAYAS PREHISPANICOS

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Descripción

ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA INAH

SEP

LOS CENOTES COMO CÁMARAS MORTUORIAS ENTRE LOS MAYAS PREHISPANICOS TESIS

QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE: MAESTRA EN ARQUEOLOGÍA PRESENTA

Carmen Rojas Sandoval DIRECTOR DE TESIS: Doctor Manuel Gándara

MEXICO, D.F.

2011

ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

INAH

SEP

LOS CENOTES COMO CÁMARAS MORTUORIAS ENTRE LOS MAYAS PREHISPÁNICOS TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE: MAESTRA EN ARQUEOLOGÍA PRESENTA

Carmen Rojas Sandoval DIRECTOR DE TESIS: Doctor Manuel Gándara Vázquez

MEXICO, D.F.

2011

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A Santiago Analco in memoriam.

Agradecimientos

A Adriana Velázquez, Pilar Luna, Santiago Analco, Manuel Gándara, Felipe Bate, Alejandro Terrazas, Martha Benavente, Gregory Pereira, Ximena Chávez, Allan Ortega, Arturo González, Sara Ramos, Javier López, Alejandra Salinas, Lisseth Pedroza, Fernando Pérez, Olmo Torres, Florian Huber, Christian Howe y Ulrich Kunz.

A todos los buzos que han colaborado en la investigación en los cenotes aquí expuestos. En especial a Eugenio Aceves y a Jerónimo Avilés. A Scott Carnahan, Samuel Meachan, Roberto Chávez, Octavio del Río, Bill Phillips, Simon Richards, Ernesto Ruiz, Fernando Rosado, Enrique Soberanes, Raúl González, Roberto Hashimoto, Robbert Schmittner, Luis F. Martínez, Sebastián Genijovich y Wes Skiles. A Bahia Divers, Xibalba Dive Center, Underwater Expeditions, Savana Travel y Dodge-Chrisler. A las productoras de televisión NHK de Japón, BBC de Londres, Spiegel TV de Alemania, Ushuaia Nature de Francia, Producciones Mar y Tierra Adentro y Karst Productions.

Esta investigación fue financiada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, a través del proyecto Cementerios acuáticos mayas y patrocinada en parte por la National Geographic a través de la beca 8184-07.

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INDICE CAPITULO 1 LOS CENOTES Y LA MUERTE Introducción Hipótesis Marco geográfico El cenote Las Calaveras Contexto regional

5 5 7 9 13 21

CAPITULO 2 ENTIDADES POLÍTICAS MAYAS Estados regionales Unidades políticas débiles Gobiernos confederados del Posclásico Discusión

26 28 32 40 44

CAPÍTULO 3 LOS MAYAS UNA SOCIEDAD CLASISTA INICIAL La llamada transición al posclásico ¿un nuevo estadio?

48 51

CAPITULO 4 EL AGUA Y LAS CUEVAS EN LOS DISCURSOS DEL PODER Estudios funerarios Discusión

54 61 65

CAPITULO 5 Residencia Filiación

67 68 69

PARENTESCO

CAPITULO 6 METODOLOGÍA Discusión de hipótesis de trabajo Secuencia metodológica Descomposición y desarticulación de cadáveres en agua Descripción de atributos para la evaluación de hipótesis Fechamiento Mapa del depósito osteológico Colectas Estudios del agua Levantamiento topográfico de superficie

72 73 81 85 87 96 97 106 110 111

CAPITULO 7 ANÁLISIS 114 Localización de los restos en el cenote. 114 Articulación de los restos esqueléticos. 120 Agrupación de los restos esqueléticos 126 Alteraciones culturales asociadas a sacrificio humano y tratamientos ante y postmortem. 134 Población representada (sexo y edad) 141 Restos de fauna 148 Cerámica 149 Fechamientos 150 CAPÍTULO 8 BIBLIOGRAFÍA

CONCLUSIONES

151 156

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CAPITULO 1

LOS CENOTES Y LA MUERTE

Introducción Desde tiempos ancestrales, las cuevas y cenotes de la Península de Yucatán han sido escenarios de gran importancia para los mayas. Durante la época prehispánica fueron depositarios de restos humanos y diversos tipos de ofrendas. Tradicionalmente, la presencia de esqueletos humanos en los cenotes era explicada como producto de sacrificios humanos; sin embargo, en los últimos años se han registrado cenotes que plantean un alto grado de dificultad para identificarlos como contextos sacrificiales. Si bien no se duda que muchos de los esqueletos recuperados del Cenote Sagrado de Chichén Itzá correspondan a sacrificados, aquí nos preguntamos si existen casos diferentes a éste.

En la presente investigación se elabora la hipótesis que afirma que los cenotes no sólo fueron utilizados para el depósito de los sacrificados, sino también para la colocación de ciertos personajes, como parte de sus rituales y tratamientos funerarios. Siguiendo las recomendaciones del doctor Manuel Gándara en su materia de Epistemología, de “plantear una pregunta, ir la campo a colectar datos para esa pregunta y evaluar con ellos las hipótesis”, se elaboró el planteamiento teórico-metodológico, relativo a ésta y otras hipótesis, y se completó la secuencia de trabajo hasta la evaluación de las mismas y el planteamiento de nuevos enunciados hipotéticos. Los resultados aquí presentados abarcan la evaluación de algunas hipótesis relativas a una teoría de rango medio, pues los enunciados de la teoría general requieren un mayor tiempo e infraestructura para su evaluación, así como la incorporación de datos de superficie.

Para comenzar con los aspectos generales, se parte del supuesto de que los tratamientos mortuorios -tanto los funerarios como los sacrificiales-

reflejan

aspectos sociales de los grupos que los produjeron. Asimismo se toma como base la propuesta de Binford (1971) quien establece que debe existir una correlación entre el estadio (en términos evolutivos) de un sistema sociocultural y los 5

diferentes tratamientos mortuorios por los cuales se pueden identificar las posiciones de estatus. Según la composición y tamaño del grupo, dice Binford, así como su grado de desarrollo social, habrá un mayor o menor número de personas sociales (jerarquías).

La identificación de grupos sociales en depósitos esqueléticos usualmente se realiza a través de la combinación de los estudios arqueológicos y antropofísicos, es decir de la relación espacial de los individuos y la asociación con ofrendas de mayor o menor prestigio,

así como de los estudios de la alimentación y

condiciones de salud de cada individuo. Sin embargo, la asignación de jerarquías únicamente a través de los ajuares funerarios es relativa, pues el número, calidad y rareza de los ajuares funerarios depende del acceso a bienes suntuarios de la comunidad en general, lo que además hace difícil la comparación entre sitios. Más aún, en la mayoría de los cenotes no es posible asociar a los individuos con el resto de los artefactos ahí localizados, ya que su distribución espacial se debe a una combinación de aspectos culturales y naturales.

Asimismo es importante revisar cuál es la definición de jerarquía que se está utilizando, pues términos como “elite”, por ejemplo, han resultado más conflictivos que útiles. En ese sentido, los análisis antropofísicos, pueden aportar datos acerca de la alimentación, la salud y el estrés, el tipo y grado de actividad física de los individuos; sin embargo, estos indicadores también son relativos, pues aun las jerarquías acomodadas pueden sufrir desnutrición, problemas de salud o bien llevar diferentes grados de actividad física. Sin embargo, la conjunción de los datos antropofísicos y arqueológicos es la base para la evaluación de cualquier hipótesis que se plantee en relación a los grupos sociales.

Por otra parte, un concepto de utilidad para el presente estudio es el que acuñó Patricia McAnany (1995) de creación de ancestros. Como el término lo indica, la creación de ancestros se da mediante la selección de los antepasados que fungirán como los pilares de las dinastías familiares, tanto de grupos en el poder 6

como del resto de la población. Lo más relevante de éste término es que es un medio para el reclamo de ciertos privilegios por parte de aquellos que se sustentaban como descendientes de dichos ancestros.

La conmemoración de personajes también se relaciona con la identidad social, pues los sitios funerarios se constituyen como marcadores espaciales, en los que se hace visible la identidad social de un grupo respecto a otros (Hendon 2005:162). De esta forma el espacio habitado se conforma en un paisaje social, en torno a lugares de memoria (Ibíd).

El estudio de los depósitos esqueléticos en cenotes, con miras a identificar si son contextos funerarios, es novedoso, pues tradicionalmente se consideraban producto de sacrificios humanos, identificando la tradición funeraria subterránea tan sólo en las cuevas secas. La implicación aquí es diferente, pues la práctica funeraria en los cenotes no sólo involucra a un espacio subterráneo sino también acuático. Sin olvidar que los cenotes aquí estudiados podrían haberse utilizado tanto como espacios funerarios como para la colocación de los sacrificados .

Hipótesis Como parte de la metodología, se han desarrollado diversas hipótesis de diferente rango, sin por ello significar que todas ellas serán evaluadas en la presente tesis. Sin embargo se presentan como parte del ejercicio metodológico, así como para evaluar su pertinencia.

Las preguntas que motivaron esta investigación son: ¿Los esqueletos humanos en los cenotes corresponden a individuos que fueron sacrificados, a exequias funerarias, a conflictos entre linajes o a catástrofes naturales? ¿Cómo se relacionan las prácticas mortuorias en los cenotes con la organización social y política de los grupos mayas que llevaron a cabo dichos depósitos? ¿En qué periodos fueron depositados? ¿Fue un solo evento o son depósitos sucesivos?

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Hipótesis general En la época prehispánica existieron prácticas funerarias en los cenotes, las cuáles servían para legitimizar el control por parte de la clase dominante

Esta hipótesis supone la existencia entre los mayas de una sociedad de tipo clasista inicial, según la definición de Felipe Bate (1998). Autores como Alberto Ruz (1984), Alfredo Barrera (1984) y Jaime Garduño (1984) han planteado que sociedades como la de Cobá, para el Clásico, y Chichén Itzá y Mayapán, para finales del Clásico y durante el Posclásico, tuvieron una estructura de clases. Considero las sociedades clasistas debieron existir desde el Preclásico, lo cual se refleja en la gran monumentalidad de la ciudad El Mirador, en Guatemala.

El desarrollo de ésta hipótesis general deberá analizar la relación entre la clase dominante y la fuerza de trabajo así como la distinción de los grupos sociales. Sin embargo, ello conformaría un objetivo de más largo plazo.

Hipótesis específica: “No todos los esqueletos humanos en los cenotes corresponden a personas sacrificadas, sino que algunos de ellos fueron depositados como una práctica funeraria.”

Se distinguen aquí las prácticas sacrificiales y las prácticas funerarias como dos tipos distintos de tratamientos mortuorios y se parte de la suposición de que ambas prácticas son identificables en el contexto arqueológico. En las prácticas funerarias los tratamientos estaban dedicados a los individuos (Terrazas 2007), de acuerdo a su jerarquía social. En las prácticas sacrificiales los individuos eran considerados parte de la ofrenda de un ritual, dirigido a alguna deidad (Ídem). Este último sería el caso del Chen Ku o inmersión ritual de los sacrificados, como le llamó Alberto Ruz (1968). Por otra parte, las prácticas sacrificiales usualmente estaban asociadas a una muerte violenta y a la decapitación, descarnamiento y 8

desarticulación del cuerpo sacrificado (Pijoan 2004, Tiesler 2005, Tiesler y Cucina 2005, Chávez 2006, Robicsek 1984).

Esta distinción entre prácticas funerarias y sacrificiales permite identificar no sólo una forma de disponer del cuerpo, como han hecho tradicionalmente otros autores (Ruz 1968, Romano 1974, Oliveros 2000) sino que busca determinar la intención por la que fue creado el depósito. Cabe señalar que en un mismo cenote pudieron ser arrojados individuos por diferentes prácticas mortuorias.

Marco geográfico La Península de Yucatán es una provincia fisiográfica que abarca tanto territorio mexicano –con los estados de Quintana Roo, Yucatán y Campeche-así como del Petén guatemalteco y el norte de Belice (Wilson 1980). Presenta una composición geológica más o menos homogénea en toda su extensión, por lo que es conocida como Bloque Maya.

Se formó por sedimentación calcárea en un fondo marino de aguas poco profundas. Con los cambios globales del nivel del mar este fondo marino quedó expuesto en diversas ocasiones y adquirió una forma de relieve plana, con escasa elevación sobre el nivel del mar (INEGI 2002). El 90% de su superficie está a menos de 200 msnm y las alturas mayores se acercan a los 300 msnm, en la llamada Sierrita de Ticul. Topográficamente se divide en planicie norte, Sierrita de Ticul y planicie sur (López Ramos 1975, INEGI 2002). Carece de drenaje superficial y el único sistema fluvial en ella es el Río Hondo en la frontera con Belice (INEGI 2002).

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La morfología dominante es el resultado del intemperismo que actúa sobre las rocas calcáreas del Terciario las que, debido a la intensa precipitación, al clima y a su posición estructural, sufren de una intensa disolución ocasionando una gran superficie rocosa kárstica ligeramente ondulada (INEGI 2002). El karst es producto de la combinación de disolución, el colapso y la construcción de la caliza (formación de espeleotemas). (Beddows et al 2007). Gracias a la disolución se formaron cavernas, cuevas, dolinas y ríos subterráneos.

Los sistemas kársticos de la Península de Yucatán, conformados por extensas cuevas sumergidas, se formaron durante el Pleistoceno, cuando los niveles del mar eran mucho más bajos que el actual. Se cree que el proceso de karstificación empezó hace menos de un millón de años (doctor comunicación personal 2007).

Wolfgang

Stinnesbeck

En las cuevas ocurren desplomes y así se

formaron las bóvedas que dieron origen a los cenotes, los cuales son en realidad dolinas colapsadas. El producto del desplome de la bóveda se ubica generalmente al centro de los cenotes y es conocido como Monte de Debri, que quiere decir detrito o deshecho en francés.

Figura 1. Cenote tipo botellón (arriba) y cueva sumergida (abajo). Gráficos: Carmen Rojas y Lisseth Pedroza.

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La palabra cenote deriva del término maya ts´onot o ts´ono´ot el cual significa abismo, profundidad, lago profundo, pozo o caverna con agua (Barrera Vásquez et al 1980). Tradicionalmente sólo se utilizaba la palabra cenote para designar las dolinas de la Península de Yucatán, sin embargo cada vez se generaliza mas el uso de esta palabra para designar formaciones geológicas iguales en otras partes del mundo (Smart et al 2006). Antecedentes de la investigación

La importancia de las cuevas y cenotes para los mayas fue documentada desde el siglo XVI por fray Diego de Landa (1994), pero el interés por su exploración comenzó a finales del siglo XIX, con viajeros como John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood (1986) e instituciones como la Carnegie Institution de Washington (Pearse y Creaser 1936).

Probablemente el cenote más famoso es el cenote Sagrado de Chichén Itzá, el cual inspiró la leyenda de que los mayas sacrificaban únicamente mujeres vírgenes, gracias a la obra de fray Diego de Landa, quien en su Relación de las Cosas de Yucatán, reportó que en épocas de crisis, y muy especialmente durante las sequías, se sacrificaban en el cenote mujeres vírgenes, ricamente ataviadas y acompañadas con ofrendas de cerámica, bolas de copal, estatuillas, esculturas, etc. (Landa 1994).

La primera exploración de este cenote fue realizada por el cónsul norteamericano Edward H. Thompson, entre 1904 y 1909, quien contrató buzos griegos con escafandra para extraer miles de piezas de cobre, oro y jade, así como un gran número de huesos y cráneos humanos, los cuales envió al Museo Peabody y al Museo Field de Historia Natural de Chicago, (Fagan, 1984:283). Cabe señalar que años después de sus exploraciones, Thompson fue demandado por el gobierno mexicano por la extracción de las piezas del país, lo cual sirvió como precedente a la legislación mexicana para la protección del patrimonio arqueológico (Olivé 1991:126). 11

Posteriormente, de 1960 a 1961 y de 1967 a 1968, se realizaron trabajos arqueológicos con el apoyo de la National Geographic Society y la Ford Motor Company. (Piña Chán 1960). Gracias a dichos trabajos, el arqueólogo Román Piña Chan logró identificar los periodos de utilización del cenote a través de las piezas recuperadas, sin embargo no logró establecer una estratigrafía, debido a las condiciones del contexto acuático. Pero lo que parece haber dificultado más a los trabajos en el cenote Sagrado fue la mala visibilidad en el agua, lo cual imposibilitó a los buzos a realizar las colectas directamente y así observar la ubicación de las piezas. Por ello se debió utilizar una draga. Al detectar que las piezas salían del agua muy dañadas la exploración del cenote fue detenida (Ídem). A nivel del espejo de agua Piña Chan identificó una construcción prehispánica, así como las áreas de desechos de los dragados realizados por Edward Thompson en la década de 1910.

Pero lo más relevante es que con el análisis de los esqueletos, se concluyó que los mayas habían sacrificado no solamente a mujeres jóvenes, sino que también habían arrojado a sus aguas hombres e infantes (Earnest 1977:272). Posteriores análisis en la Colección Thompson y en la Colección Piña Chán revelaron incluso un dominio de infantes y subadultos sacrificados así como adultos masculinos (Tiesler 2005, Beck y Sievert 2005 y De Anda 2007).

El gran número de piezas extraídas del cenote Sagrado (Chase y Shane III 1989 y Chase 1994) fomentó la idea de que todos los cenotes son potenciales depositarios de “grandes tesoros”; sin embargo, los cenotes hasta la fecha estudiados no han presentado la variedad y riqueza de las ofrendas en dicho cenote. Los depósitos en los cenotes aquí presentados comprenden más bien restos humanos y vasijas de cerámica. En algunas ocasiones también se encuentra lítica pulida, usualmente un metate en el Monte de Debri, y en un caso, como en el cenote Izah, cerca de Uxmal en Yucatán, se localizaron preformas de fachadas arquitectónicas, tales como cilindros pequeños de la arquitectura Puuc, posiblemente por ser utilizado como cantera (González, Rojas y Del Río 2006). El 12

estudio de los cenotes en los últimos diez años nos muestran que el Cenote Sagrado es un cenote único o atípico en su género, lo cual contradictoriamente fomentó la idea de que los demás cenotes podrían ser semejantes.

Otras recuperaciones arqueológicas en cenotes fueron las realizadas en las décadas de 1950 y 1960 en los cenotes de X-Coton en Mayapán, Xlacah de Dzibilchaltun, Agua Azul de Chinkultic (Luna 1982) y Xtimul (González 1981). En las

últimas

décadas

la

arqueología

en

cuevas

se

ha

incrementado

considerablemente, gracias a lo cual se sabe que fueron utilizadas desde el Preclásico, como es el caso de la gruta de Loltun (González 1986). Al respecto se puede consultar la recopilación bibliográfica de James Brady (2005) así como la edición de Prufer y Brady (2005) citada a lo largo de este trabajo). Una revisión de la arqueología en cuevas superaría el espacio y los objetivos de este trabajo, por lo que sólo se hará mención, en el capítulo 4, de aquellos conceptos útiles al desarrollo de las hipótesis aquí planteadas.

El cenote Las Calaveras La presente investigación se enfocará a analizar los restos procedentes del cenote Las Calaveras, localizado en el sitio arqueológico de Punta Laguna, a 18 km al noreste de la Zona Arqueológica de Cobá. El sitio arqueológico de Punta Laguna se encuentra al interior del Área Natural Protegida llamada Otoch Maax Yetel Co que significa "Casa del Mono y del Puma” y cuya extensión es de 56 Ha. El ejido al que pertenece la población actual, también llamado Punta Laguna, tiene una dotación de 16 km y pertenece al Municipio de Valladolid, Yucatán; sin embargo, tres cuartas partes de su dotación territorial se ubican en Quintan Roo (Benavides y Zapata 1991).

En dicho ejido existen seis lagunas: Madera, Chabela, Cruz, Dos Lagunas y Punta Laguna. En 1984, Antonio Benavides Castillo y Renée Lorelei Zapata Pedraza realizaron recorridos de superficie, como parte del Atlas Arqueológico de la 13

Península de Yucatán (Benavides y Zapata 1991) y en 1997 José Huchim, Diana Trejo Torres y Miguel Covarrubias realizaron otros más como parte del programa INAH-PROCEDE (Huchim et al 1997).

Benavides y Zapata reportan que en las cercanías hay, cuando menos, nueve sitios arqueológicos, según la información oral (Ibíd): - Yaxché (a 5.7 km al sur) - Yodzonot Laguna (a 6 km al ne, sobre una nivelación artificial del terreno, actualmente ocupada) - Hidalgo o Campamento Ruinas (a 8 km al sur, al borde de la carretera) - Santa Rosa (a 5 km al norte) - Cocoyol (a 32 km al norte) - Xlacah (a 17.7 km al suroeste) - Xtimul (a 21.7 km al este) - Yoactún (a 10 km al oeste) - Xcacá (a 16 km al oeste)

Solamente

Punta

Laguna

y

Yodzonot

Laguna

fueron

registradas

arqueológicamente por Benavides y Zapata (1991).

En el actual poblado de Campamento Hidalgo se registraron, en fechas más recientes,

algunos

montículos

pequeños,

posiblemente

de

plataformas

habitacionales, así como diversos orificios circulares en el suelo, de 60 cm de diámetro, los que probablemente sean accesos a chultunes, elementos de lítica pulida conocidos como haltunes o pilas de agua, así como piezas de líticas tallada, encontradas por la comunidad en una cueva (Rojas 2007). Estas últimas fueron identificadas como bifaciales, posiblemente del Clásico, tipo "celts" y cuchillos de espiga, elaborados en pedernal, cuya procedencia podría ser de Colha en Belize (Alejandro Terrazas comunicación personal 2010). Piezas semejantes fueron localizadas en Kohunlich y Dzibanché (Ídem).

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Figura 2. Ubicación del cenote Las Calaveras y otros cenotes con restos humanos.

Figura 3. Ubicación del sitio arqueológico de Punta Laguna y el cenote Las Calaveras en la Carta Topográfica F16-11, de INEGI, “Cozumel”, escala 1:250,000.

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Figura 4. Lagunas en la zona de Punta Laguna. Modelo de Elevación Digital, cortesía de Simon Richards (elevaciones interpoladas en datos de NASA/JPL SRTM).

Figura 5. Sitio Arqueológico de Punta Laguna. Mapa de Antonio Benavides y Zapata 1991. 16

Figura 6. Bifaciales y cuchillos localizados en una cueva de Campamento Hidalgo, a escasos kilómetros al sur de Punta Laguna.

Figura 7. Orificio circular de posibles chultunes (izq.) y haltunes “pilas de agua” o metates localizados en Campamento Hidalgo.

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El sitio arqueológico de Punta Laguna consta de un área de aproximadamente 1 Km. de largo en dirección E-W y 600 m N-S. Presenta 36 estructuras por lo menos y cuatro grandes plataformas poligonales, tres estelas, varios altares, una caleta, donde hay cuatro cuevas, un cenote y una cueva más al oeste de la caleta (Benavides y Zapata 1991:44). La parte que parece ser la más antigua data del Clásico y se ubica a 300 m. al este de la caleta; el asentamiento creció a su alrededor por lo que los edificios del Posclásico se erigieron al norte y noreste de dicho centro. El custodio por nombramiento pero sin remuneración del INAH es el Sr. Serapio Canul Tep. (Ibíd). Gracias a los recorridos realizados se ha determinado que Punta Laguna forma parte de la denominada Costa Oriental, debido a su arquitectura característica, llamada también estilo Tulúm. Sus orígenes parecen iniciarse en el periodo Preclásico Tardío para luego cobrar auge durante el Posclásico. Los tipos cerámicos localizados por recorrido de superficie fueron: Sierra rojo, Huachinango inciso bícromo y posiblemente Laguna verde inciso (800 a. C.-100 d. C.) (Chicanel o Tihosuco), materiales del complejo Cochuac (300-600 d. C), Yotac estriado, del complejo Cehpeck (800-1000 d. C.), algunos elementos de Mama rojo, complejo Hocabá (1200-1300 d. C.) e incensarios Chen mul modelado inciso (1300 y 1450 d. C.) (Complejo Tases) (Benavides y Zapata 1991:49)

Figura 8. Pequeño adoratorio tipo Costa Oriental, del Posclásico, sobre plataforma en Punta Laguna. Foto Carmen Rojas. 18

Al cenote Las Calaveras se accede por una brecha que parte de la entrada a la reserva y hay que caminar 150 m aproximadamente en dirección suroeste. A 20 metros de la entrada al cenote existe un pequeño altar rectangular con tres cruces de piedra caliza, las cuales los mayas locales visten con huipiles y a las que les ofrendan comida sobre el altar. Dicho altar está protegido por una techumbre de palma y está orientado al noroeste. A un lado de éste se colocó un altar más, para realizar ceremonias a los turistas que visitan el lugar.

La forma del cenote es de botellón y se accede a el por una grieta pequeña de 1.20 m. de largo por 0.70 m. de espesor, bajo la cual se abre una bóveda de 25 m. de diámetro. Para descender al espejo de agua es necesario bajar mediante un sistema de poleas, cuerda y arnés y pasar a lo largo de la estrecha grieta en la roca, que forma un cuello natural. La distancia al espejo de agua es de 12.40 metros y el diámetro del cenote a este nivel es de 25 metros, en el fondo el diámetro llega a ser de 30 metros. A 3.5 metros por debajo de la superficie del agua y coincidiendo con el eje vertical de la abertura en el techo, se localiza la cúspide del Monte de Debri (derrumbe de la bóveda). No presenta desarrollo de cueva ni conexión con la laguna Punta Laguna.

Para realizar los preparativos de las inmersiones hay que permanecer a flote o instalar una plataforma flotante de apoyo, ya que no hay elementos que emerjan sobre el agua. La plataforma de apoyo se puede instalar con una lancha inflable tipo Zodiac o bien uniendo dos kayaks, que para mayor comodidad se adecuan con tablones que formen una plataforma regular. En el fondo del cenote se contabilizó, a través de los cráneos, un NMI de 120 individuos, (Rojas 2010) con muy escasa presencia de cerámica.

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Figura 9. Cenote Las Calaveras. Corte este-oeste.

Figura 10. Altar de tres cruces vestidas en el cenote Las Calaveras. Foto Eugenio Aceves.

20

Contexto regional El sitio de Punta Laguna ha sido escasamente estudiado por lo que se desconoce la interacción que tuvo con los sitios cercanos tales como Cobá, Chichén Itzá, Yaxuná y Ek Balam. Para el caso de Cobá se cree cubría más de 70 km2 y obtenía tributo de comunidades satelitales de hasta 20 km de distancia (Andrews y Robles 1985:66). Su dominio pudo llegar hasta Yaxuná en el oeste y Xelha, en el oeste, donde probablemente estableció un puerto (Ibíd).

La secuencia cerámica de Cobá es continua desde el Formativo Tardío hasta el Posclásico Tardío, lo que indica que no fue abandonada en el Clásico Terminal, como anteriormente se creía, sino que continuó creciendo más allá del 1000 d. C (Andrews y Robles 1985). Al parecer, mientras las ciudades del Puuc experimentaban conflictos internos y externos, Cobá emergió como una entidad política de gran importancia, que compitió económicamente con Chichén Itzá (Ibíd). Se cree que los Itzaes no lograron penetrar en los dominios de Cobá pero sí interponerse en sus vías comerciales al norte y al sur, mermando su papel de intermediaria con estas áreas (Andrews y Robles 1985:71). Con el desarrollo de enclaves comerciales de Chichén Itzá en Cozumel y el norte de Belice, el estrangulamiento económico de Cobá se agravó (Ibíd). Sin embargo, aun no se ha podido determinar si el control de Chichén Itzá en la costa era de tipo político o solamente comercial. De igual forma aun se estudia el papel de Yaxuná, como sitio integral de Cobá (Andrews y Robles 1985:72, Suhler et al 2004:483) el cual fue asediado y al parecer finalmente dominado por Chichén Itzá.

En los registros cerámicos, Cobá presenta variaciones de la esfera Cehpech, una de las dos esferas cerámicas del Clásico Terminal, conocida como el complejo Oro (730-1100 d. C.) y no se reporta cerámica de la esfera Sotuta, distintiva de Chichén Itzá y los sitios yucatecos (Rice y Forsyth 2004:47). Durante el Clásico Tardío y Terminal Cobá muestra vínculos arquitectónicos y cerámicos con el Petén central, pero las cerámicas dominantes para dichos periodos en Cobá, y otros complejos contemporáneos, tales como el complejo San Miguel en Tancah, son 21

las pizarras (Ídem). En Ek Balam, sitio cercano a Cobá y Chichén Itzá que alcanzo su apogeo entre el 700 y el 1050/1100 d. C., sí se detecta la influencia Itzae, en la forma del complejo cerámico Sotuta (Ibíd). Las variaciones en acabado, forma y tecnología han llevado a plantear diversos modelos, por los cuales las esferas cerámicas del Clásico Terminal Sotuta y Cehpech, pudieron coexistir o bien suceder una a la otra (Rice y Forsyth 2004 y Cobos 2004).

Figura 11. Esferas políticas de Cobá. Imagen de Rice y Forsyth 2004.

Durante el Posclásico la costa oriental adquiere una gran importancia por su desarrollo comercial y por establecer fuertes nexos con los sitios al interior. La presencia de los itzaes en la costa se ve reflejada en el Castillo de Tulúm (Vargas 1997:228-229) y en el sitio de Chac Mool, que funcionó como puerto de Chichen Itzá (Terrones 2006:26 y González y Cobos 2006:36); sin embargo, el dominio de Chichén Itzá y el posterior dominio de Mayapán, no llega plenamente a la costa, donde se dio una descomposición del poder central y una transición a un poder confederado para regresar a un poder fragmentado (Vargas 1997:228-229). 22

En el caso de Chichén Itzá, la sucesión de un núcleo administrativo temprano, ubicado en el complejo de las Monjas, a otro tardío, en la Gran Terraza ha sido interpretada como evidencia de la transición de un gobierno tripartita, conocido como multepal a otra forma de gobierno “más compartido” (Cobos 2004, Dahlin 2002). Al parecer en el multepal existía un solo gobernante pero compartía responsabilidades con otros niveles, por ejemplo con un consejo o parlamento, presidido por el propio gobernante (Dahlin 2002). En el caso de Mayapán también se habla del multepal como un tipo de gobierno confederado, establecido por los Cocom (Vargas 1997:20).

Se cree que en el Nuevo Chichén Itzá había un menor énfasis en los ancestros reales divinos, por lo que el prestigio, la acumulación de riquezas y poder dependía más de las logros personales, en especial aquellos obtenidos en la guerra y el comercio (Dahlin 2002). Estos dos aspectos adquirieron una gran importancia debido a la estrategia expansiva de Chichén Itzá (Ibíd). A través de la guerra se imponía a otras comunidades el pago de tributo, sin responsabilizarse de su manutención, y a través del comercio se obtenían recursos variados (Ibíd). Los símbolos de poder tradicionales son compartidos de manera más amplia en Chichén Itza que en los sitios sureños. Ejemplo de ello es la representación en las paredes pintadas del Templo de Chac Mool, en las que se puede observar a diversos grupos de elite que portan cetros maniquí o están sentados en tronos de jaguar, ambos símbolos de poder (Dahlin 2002).

Por lo anterior se dice que las entidades políticas mayas que emergieron en el Clásico Tardío se distinguían de aquellas del Clásico, principalmente por sus formas de gobierno. Algunos investigadores suponen que los sistemas dinásticos de las tierras bajas del sur, basados en los linajes divinos y legitimizados por un fuerte aparato simbólico, prácticamente desaparecieron (Demarest et al 2004). Algunos autores ven la transición de las organizaciones monárquicas, basadas en el linaje divino, como el cambio a estructuras administrativas con consejos y cortes 23

(Dahlin 2002). Como aquí revisaremos, esto equivale a decir que se pasó de los estados unitarios a los estados segmentarios o formaciones políticas débiles.

Se cree que a través de un gobierno compartido fue posible la explotación de diferentes nichos ecológicos, como la costa, el manglar y la selva (Dahlin 2002). Probablemente de esta forma se evitó depender de la agricultura, y permitió a las poblaciones del norte no sólo sobrevivir sino incrementarse, mientras las ciudades del sur sufrían grandes migraciones, entre el 800 y el 1000 d. C.

Con la caída de Chichén Itzá y de Mapayán, en el Posclásico tardío (1250-1520), deja de existir un poder central definido y surgen diversas cabeceras de provincia o pueblos en la costa oriental, llamados batabiloob, sin embargo no se tiene un lugar para el poder central (Vargas 1997:231). Al parecer fueron pueblos independientes que se juntaban ocasionalmente para defenderse, conformando los cuchcabaloob o provincias, tales como la de Ecab, Cozumel, Cochuah y Chetumal (Ibíd). Si bien la región costera compartía rasgos arquitectónicos, estaba dividida y dominada por diversos grupos. Es posible que cada provincia adquiriera sus nombres por las familias que las gobernaban, como parece ser el caso de la provincia de Cochuah (Vargas 1997:15). Sin embargo, el aspecto militar del Posclásico manifiesta que los linajes estaban segmentados (Ibíd).

Por las fuentes históricas se sabe que los asentamientos del Posclásico en Quintana Roo tenían un carácter multiétnico y que existían linajes nobles que gobernaban y fusionaban unidades territoriales complejas, con base en alianzas matrimoniales (Vargas 1997:46). Al parecer, el aglutinamiento de linajes se daba a través del tzucub, institución social que no necesariamente tenía una continuidad territorial ya que podía mantener su autonomía política (Vargas 1997:46).

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Se cree que durante el Posclásico se dio un incremento demográfico elevado, el cual se aprecia por el gran número de sitios costeros, posiblemente como resultado de movimientos de pueblos del interior hacia la costa para explotar recursos y comerciar (Vargas 1997:49).

También se ha planteado que la costa oriental estuvo habitada por dos grupos diferentes; chontales procedentes de Tabasco y Campeche y la población autóctona (Vargas 1997:42). Incluso se tiene como hipótesis que la elite Tulúm no pertenecía a la misma etnia del lugar, quienes llegaron y se apoderaron del poder y se vieron obligados a construir una muralla al interior de esta ciudad, para restringir y proteger el acceso al recinto ceremonial (Vargas 1997:52).

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CAPITULO 2

ENTIDADES POLÍTICAS MAYAS

Para entender porqué y quiénes y utilizaron algunos cenotes como depósitos mortuorios es importante revisar lo que se dice acerca de cómo era la organización social entre los mayas prehispánicos. Al respecto existen gran cantidad de teorías y modelos, de los cuales en el presente capítulo se hará una breve revisión.

Las discusiones más tempranas acerca de la organización social maya buscaron determinar si llegaron a tener formaciones de tipo estatal o no. El Estado es un una organización política y administrativa especializada, es decir que estos aspectos están diferenciados de otros aspectos sociales. Es una organización permanente (Balandier 1976) y tiene posiciones de autoridad (Wiesheu 1996). El gobierno está centralizado y tiene la soberanía para el mantenimiento del orden a través de la autoridad o, por el contrario, de la fuerza. Es decir, tiene el poder suficiente para prevenir la fisión, así como para defenderse de amenazas externas. (Claessen y Skalnik 1978).

Para la instauración y mantenimiento de una organización política tipo estatal también debe haber una productividad suficiente o alto grado de desarrollo de las fuerzas productivas para producir un excedente regular, el cual es utilizado para mantener la organización estatal (Ibíd). La transferencia de excedente crea la existencia de clases sociales, la cual es justificada por una ideología.

La identificación de la organización maya como tipo estatal, bajo estas características, y en especial la de centralización de la organización, llevó a plantear lo que se llamó el “Estado regional”. Es decir, que existieron grandes centros de gobierno, identificados con los centros urbanos como Tikal, Cobá, Calakmul, Chichén Itzá, etc, que controlaban una amplia extensión territorial. 26

El estudio de las inscripciones mayas, sobre todo de los llamados glifos emblema, por el cual se identifica el topónimo de una ciudad, llevó a apoyar este modelo pero también a apoyar la propuesta de las pequeñas ciudades-estado (Grube y Martín 1998). Por otra parte, las ciudades-estado y los modelos alternativos, planteados a partir de la década de 1990, se caracterizan por considerar formaciones débiles, como el “Estado segmentario” (Southall 1988, R. Fox 1977 y J. Fox 1987) y el “Estado galáctico” (Tambiah 1976).

En general todos los modelos se apoyan en los estudios del patrón de asentamiento, sobre todo en las tierras bajas del sur, caracterizados como dispersos, pero relativamente homogéneos. Abundan los caseríos que se distribuyen alrededor de una o varias plazas pero con grandes espacios no habitados entre los conjuntos. Los centros ceremoniales mayores, con estelas, juegos de pelota y palacios han sido asociados a grupos de elite y sólo algunos sitos han sido identificados como centros macro-ceremoniales, que equivaldrían a los asentamientos centrales de los Estados. Sin embargo, aun se duda si estos centros eran habitados por los gobernantes ya que se han encontrado conjuntos palaciegos dispersos.

La movilidad de la población también fue un argumento que apoyó a los modelos de formaciones débiles ya que se cree que tanto los campesinos como los grupos de elite llegaron a realizar importantes migraciones. Esto llevó a preguntarse ¿cómo es que en un patrón de asentamiento de tipo disperso se llevaban a cabo las funciones centralizadas de los Estados?

En los estudios más recientes se ha buscado incluir lo que se ha llamado los “modelos de agencia”, los cuales buscan estudiar el papel de los individuos y la “estructuración” o producción de la vida social (Giddens 1983). Cabe aclarar que la “estructuración” de Giddens no es al “estructuralismo” de Levi Strauss.

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Los autores a favor del Estado afirman que los grandes sitios mayas del Clásico, eran formaciones estatales. A finales del Clásico hubo una transformación importante en cuanto a descenso y migración de población hacia las tierras bajas del norte, lo que antes se conocía como el “colapso maya”. Mientras los Estados del sur declinaban, nuevos sitios norteños en el norte de la Península de Yucatán florecían como Chichén Itzá y Mayapán.

Antes de continuar con la revisión de entidades políticas mayas, vale la pena señalar que según la posición teórica aquí utilizada, es decir el Materialismo Histórico, el problema no es la explicación del Estado, sino de la sociedad clasista. El Estado es solamente el aparato de control de un tipo de sociedad, la de clases, y puede tomar diferentes variantes.

Estados regionales Se dice que este término fue utilizado en el área maya como resultado del estudio de las jerarquías entre los sitios y su tamaño, llevada a cabo por Richard E. W. Adams, así como del estudio de Joyce Marcus de los glifos emblemas, identificados como foráneos en las inscripciones locales (Culbert 2002).

Los trabajos de Arlen F. Chase, Diane Z. Chase y William A. Haviland (2002) mantienen la perspectiva de los “grandes sitios”, tales como Tikal y Caracol, la cual busca recuperar la visión de las grandes urbes que centralizaban el poder y la economía, en contraposición a las propuestas de Estados segmentarios y “ciudades reales rituales”. A su parecer los sitios mayores tenían mayor número de jerarquías que los sitios pequeños, además de cumplir una función centralizadora. Por su parte, los sitios o unidades políticas pequeñas no tuvieron la heterogeneidad y divisiones presentes en los sitios mayores y se basaron más en las relaciones de parentesco (Chase, Chase y Haviland 2002:269)

A partir de los datos epigráficos, en especial de los glifos emblema, Nikolai Grube y Simon Martin, plantean la existencia de un modelo hegemónico para el Clásico 28

maya, caracterizado por la incorporación de muchas unidades políticas pequeñas. Sin embargo, cada una de estas entidades políticas mantiene su propio linaje real y contacto con sus fuentes ideológicas de legitimidad, deidades-patrones y antepasados deificados (Grube y Martin 1998). Este modelo es semejante a los imperios, palabra que incluso los autores utilizan alternamente.

Los autores mencionan que asocian la distribución limitada de estilos cerámicos y la falta de productos intrusos con un sistema hegemónico (Grube y Martin 1998:137). Asimismo, “el hecho de que algunos centros son mucho más grandes que otros es otra característica que esperaríamos encontrar en un medio ambiente hegemónico” (Grube y Martin 1998:138).

A su parecer, por lo menos en el área central (de las tierras bajas) durante el Clásico, existió el dominio de dos formaciones antagónicas: la hegemonía ascendente de Calakmul y el grupo de Estados mucho más pequeños que tienen a Tikal como su núcleo (Ibíd).

En el Estado patrón-cliente de Sanders (1981) la función principal del Estado es controlar la producción agrícola. En este modelo también se habla de centros de poder deshabitados, cuyas funciones estaban limitadas a la esfera política. Sanders identifica tres niveles de centros (agregando un nivel al modelo de Bullard):

Centros ceremoniales menores. Un solo complejo de plaza con varios edificios públicos, pirámides-templo y estructuras de rango. No presentan estelas, juegos de pelota ni esculturas. Estos centros ceremoniales estaban asociados a 50100 grupos de casas o 10-15 caseríos, aunque no hay una tendencia clara de estos por concentrarse alrededor de los centros. Se supone que estos centros servían como lugar para las actividades administrativas y ceremoniales de los caseríos agregados.

29

Centros ceremoniales mayores.

Incluían varios complejos de plazas,

conectados por caminos. Presentan juegos de pelota, estelas, estructuras de rango de mayor tamaño y pirámides-templo. Se calcula que estos centros eran soportados por 10-15 centros ceremoniales menores. La población no se concentraba hacia estos centros ceremoniales sino en relación a las tierras de cultivo fértiles.

Macro-centros ceremoniales. Este es el nivel que Sanders agrega a la clasificación de Bullard. Es una unidad territorial de mayor tamaño, que incluye varios centros ceremoniales mayores y que se dio por lo menos para el Clásico Tardío. Entre ellos estarían Tikal, Copán, Palenque, Piedras Negras, Calakmul, Cobá, Uxmal, Sayil, Kabah y Labna. (con las investigaciones de los últimos años quizás se debería incluir El Mirador y Najbé para el Preclásico). Sanders dice que “un número de Estados tributarios debieron servir a los macro-centros ceremoniales”.

Para llegar a una organización territorial de tipo estatal, sugiere que debió darse una clase guerrera hacia el final, lo que según Prem (1991) es una propuesta semejante a la circunscripción de Robert Carneiro por la que se daban conflictos bélicos para defender la tierra (Prem 1998).

Otro modelo regional fue propuesto por William L. Rathje (1973), basado en la Teoría General de Sistemas. Rathje planteó que las condiciones ambientales, principalmente la disponibilidad de recursos, la variedad ecológica y la posición geográfica, constriñen la variedad de arreglos de los elementos al interior de un sistema cultural. Estas constricciones en el área maya dieron pie a la formación de una zona nuclear y una zona de amortiguamiento (buffer zone).

La zona nuclear se caracterizó por contar únicamente con recursos del bosque tropical, encontrarse aislada al no haber ríos ni mares para el transporte y tener poca variedad ecológica. El aspecto más importante de su condición, y en el cual 30

se basa el modelo de Rathje, es que carecía de tres bienes básicos para la producción: rocas ígneas para la elaboración de metates, sal y obsidiana. Estos bienes debían de ser importados de la zona de amortiguamiento, la cual contaba con recursos de las tierras altas y otras zonas ecológicas y contaba con sistemas de transporte fluvial y marítimo (océano Atlántico).

Las condiciones de la zona nuclear favorecieron un tipo de organización centralizada que garantizó la apropiación de los bienes básicos para la producción, pero al no contar con una variedad ecológica importante los bienes de intercambio fueron objetos de parafernalia ceremonial (cerámica polícroma, textiles decorados, objetos de madera tallada, arte plumario, etc.) así como conocimiento (calendárico, escritura jeroglífica, tallado de piedras, etc.) (Ibíd).

Para ambas zonas el autor propone un sistema de organización general, el cual se diferencia en que en la zona de amortiguamiento las unidades básicas de producción, es decir las casas, no dependían de un sistema central para la obtención de bienes básicos para la producción así como de recursos exótic os (los cuales generaban prestigio) lo que resultó en una mayor variedad interna y movilidad social. Rathje define la variedad interna como el número posible de arreglos diferentes de las unidades básicas de producción (las casas) y los grupos emparentados en las jerarquías económicas, sociales y religiosas (Ibíd). Si existe la posibilidad de una gran variedad de arreglos dentro de las jerarquías internas a través del tiempo entonces se dice que hay una “movilidad social alta”. En ella los individuos tienen la posibilidad de cambiar su posición dentro de un número de jerarquías. Si sólo es posible un limitado número de arreglos dentro de las jerarquías y ocurre escasamente a través del tiempo entonces se dice que hay una “movilidad social mínima”. En ella los individuos no cambian fácilmente de jerarquías (Ibíd).

En ambas zonas se llegaron a formar organizaciones complejas. En la zona nuclear por la necesidad de apropiarse de recursos básicos para la producción y 31

en el caso de la zona de amortiguamiento para exportar a la zona nuclear dichos bienes (Rathje 1973:411). La principal crítica a este modelo ha sido el dar una importancia “exagerada” a la obsidiana como una necesidad básica. Materiales locales, como el sílex por ejemplo, podían ser adaptados para los mismos propósitos y en el caso de los metates, la materia prima podía ser obtenida de áreas a no más de 30-50 km en Honduras (Sanders 1973:354).

Unidades políticas débiles Las organizaciones débiles también presentan aspectos centralizadores ; sin embargo, se dice que son cambiantes en el tiempo y el espacio. Aidan Southal propone un tipo de organización así para los Alur en el Nilo, en la que cada segmento se mantiene unido por la oposición y no por la presencia de una autoridad central (Prem 1998). Por su parte, Marshal Sahlins define los “linajes segmentarios” para los

Nuër, también del Nilo, los

cuales concentran

temporalmente la fragmentada sociedad tribal, a fin de realizar acciones puntuales y se desarrollan sobre todo cuando una tribu invade a otra (Prem 1998).

Los dos conceptos tienen en común ser conjuntos políticos compuestos por segmentos centrales y periféricos (Ibíd). Sin embargo, los linajes segmentarios fueron definidos por Sahlins como instituciones que aparecen en sociedades tribales y que no existen en señoríos ni Estados. Es decir que no fueron definidos para los Estados sino para sociedades pre-estatales. (Prem 1998:29)

Para el Altiplano de Guatemala, Chichén Itzá y Mayapán, John W. Fox propuso la formación de Estados segmentarios, una combinación del trabajo de Southal y Sahlins (Ibíd). Por su parte, Arthur Demarest plantea lo mismo para la región de Petexbatun y Joseph W. Ball y Jennifer T. Taschek para la región del río Mopán (Prem 1998).

En este modelo, el conflicto entre segmentos se da por una lucha por el espacio vital y son los linajes guerreros de bajo rango en la periferia los que llevan a cabo 32

las conquistas, a los cuales les siguen los de rango más alto del centro. También sucede que los propios linajes de bajo rango se eleven a soberanos en las partes dominadas. Debido a la debilidad del centro, las colonias más alejadas llegan a volverse independientes, ya que la cohesión se da por lealtad y esta es más débil cuanto mayor es la distancia, la cual también refleja una mayor distancia de parentesco (J. Fox 1987). Como puede apreciarse, el modelo segmentario de Fox corresponde a un modelo de formación del Estado por conflicto 1.

Fox plantea, junto con Garret W. Cook, la adaptación de linajes segmentarios entre los mayas chontales después de las invasiones mexicas a al Golfo de México, a finales del Clásico (800 d. C.) (Cook y Fox 1998). Suponen que la migración de varios linajes mayas por el Usumacinta hacia las tierras altas de Guatemala propició la formación del Estado Quiché y los descendientes desarrollaron un Estado segmentario expansionista, varios siglos después, con centro en Gumarcaaj ó Utatlán (J. Fox 1987).

Cuando el Estado Quiché dejo de existir como centro de gobierno su centro y fronteras persistieron en los viajes sagrados a los centros suntuarios; se dice que los dispersos linajes compartían un “cosmograma” por el cual se ubicaban físicamente los centros de peregrinaje a escala regional (R. Fox 1977 y J. Fox 1998). Dichos centros de peregrinaje se edificaron como ciudades reales rituales, las cuales representaban la autoridad celestialmente ordenada así como los lugares de origen y por lo tanto, como centros de peregrinación para sus pueblos dispersos (R. Fox 1977). La existencia de las ciudades reales rituales, asentamientos ante todo urbanos, dependió de su papel ideológico, a través de la religión del Estado, y de su poder coercitivo (R. Fox 1977).

1

En los “modelos de conflicto” es la amenaza de dominio o choque entre grupos sociales lo que lleva a las sociedades a formar un Estado, a diferencia de los modelos “voluntarios” donde se establecen gobiernos por consenso. (Carneiro 1970).

33

Estas ciudades no contaban realmente con una población sino que eran centros de operación de los gobernantes y linajes. En ellos había edificios administrativos, religiosos, plazas y tumbas reales que a su vez reiteraban el vínculo del linaje gobernante con los linajes ancestrales (Webster 2003:154 y Rivera 2001). Los reyes y los sajals, oficiales subordinados al rey, o gobernadores de centros dependientes del centro, vivían en cortes o palacios a las afueras de las ciudades reales -rituales. Estas cortes eran lugares de consumo, soportadas por la producción de familias agricultoras locales y por el comercio de bienes exóticos de lugares distantes. Algunos bienes también eran producidos por artesanos reales en estas cortes, como las estelas y altares tallados, las vasijas polícromas, los tejidos y los libros pintados (Webster 2003).

Estas cortes enfatizaban la primacía de los gobernantes y aquellos a sus alrededores. Algunos de ellos tenían cultivos de cacao u otros granos valiosos, y otros subsidiaban o tomaban parte en empresas comerciales (Webster 2003). Otra unidad política tipo débil es el llamado “Estado galáctico”, el cual está organizado en círculos concéntricos espacio-estructurales, en el sentido de un lugar principal y provincias (Prem 1998:30). La estructura concéntrica se manifiesta en la estratificación social de soberanos, nobles y vasallos, así c omo en el ámbito político a través de grados de poder o autonomía que disminuyen desde el centro hacia la periferia. El antecedente de esta propuesta son los estudios de Stanley Tambiah (1976) en el sureste de Asia.

Los centros subordinados, que en su totalidad son considerados como galaxia, reproducen de forma idéntica la estructura y función del centro (Demarest 1992). El soberano era el origen de la nobleza y de sus títulos, quienes ejercían el verdadero control territorial. Los Estados galácticos tienen dinámicas muy inestables

de

expansión-contracción

(Demarest,

Rice

y

Rice

2004:566)

(semejantes al “modelo de picos y valles” de Marcus 1998)

34

El Estado teatral de Clifford Geertz

(1980) es un complemento del Estado

galáctico y se basa en los estudios del autor en Bali, al sureste de Asia. Los Estados teatrales son los centros de los Estados galácticos y representan la versión más espectacular de la rivalidad de estatus entre unidades políticas, la cual generaba conflictos bélicos, pero también despliegues extraordinarios de arquitectura, arte y monumentos dedicados a las festividades y rituales (Demarest, Rice y Rice 2004:566). Estas actividades eran la forma más común de competencia entre las elites subordinadas y los centros. Los grandes rituales, las visitas y festividades entre la elite, las alianzas matrimoniales y la guerra eran patrones alternativos del poder carismático del k´uhul ajaw (rey) (Ibíd).

Otra unidad política débil es la ciudad-estado, cuyo patrón de asentamiento se caracteriza por una ciudad capital o centro y un entorno integrado económica y políticamente. Las ciudades-estado son unidades políticas independientes y autosuficientes en competencia que controlan un espacio geográfico y centros secundarios a los cuales domina de forma política, ideológica o económica. La capital simboliza el poder de la elite, la autonomía política y la etnicidad. (Nichols y Charlton 1997).

Las ciudades-estado tienden a aparecer y desaparecer súbitamente, en ciclos aleatorios (también semejante al modelo de picos y valles de Marcus (1998). Pueden agruparse en sistemas estatales más amplios cuando engloban a otras ciudades-estado y tienen un panteón religioso, así como una religión homologada (Nichols y Charlton 1997).

A nivel local el patrón de asentamiento integra una extensión urbano-rural. Los centros rectores son aquellos que posean la mayor cantidad de símbolos públicos monumentales, plazas públicas o espacios donde haya un ejercicio público del poder. A nivel regional el principal problema es discernir los límites entre diferentes ciudades-estado o centros secundarios. En los asentamientos urbanos, los complejos administrativos y religiosos están separados entre sí, así como de los 35

mercados. Las ciudades-estado son característicamente de tamaño pequeño, reguladas por la tecnología de transportación. Los emplazamientos secundarios periféricos se caracterizan por ser más modestos (Ibíd).

Para el caso del área maya se considera que los centros rectores de las ciudadesestado no necesariamente fueron de tipo urbano, ya que su función principal era la de ser el lugar donde los dirigentes mantenían su régimen. Los glifos emblemas por su parte son vistos como un reflejo de interacciones políticas competitivas, así como belicosas y de subordinación (Ibíd).

En el caso de Tikal, por ejemplo, aunque tenía poca población, aparece mencionado en otras unidades políticas mayas, quizá por estar subordinadas a este centro rector. Los sitios cercanos a Tikal fueron potenciales ciudades-estado con las cuales entró en competencia. El caso opuesto sería el de Copán, con una gran población y estructuras, la cual no tuvo vecinos hasta los 50 km, por lo que fue una unidad política aislada (Webster 2003).

Para Webster, la categoría de ciudad-estado debe convertirse en la unidad mínima de análisis arqueológico, ya que a decir de este autor, el registro arqueológico en el área maya muestra que es más fuerte el modelo de la política pequeña que el de las políticas regionales. Sin embargo este modelo ha sido muy criticado debido a que el término de ciudad-estado remite a administraciones políticas contemporáneas y a que el concepto se conformó con ejemplos de Grecia y de la Italia renacentista, con los cuales se conformó un “prototipo griego” 2.

R. E. W. Adams y Woodruff D. Smith (1981) propusieron el modelo feudal, debido a la gran importancia de los linajes y las dinastías para los mayas de las tierras bajas mayas durante el Clásico. Estos autores consideran que el feudalismo no 2

Sin embargo, los otros tampoco son buenos análogos en términos temporales: grupos del siglo XIX en el sureste asiático o del siglo XX en el Nilo. Ninguno es un análogo estructural/histórico de edad suficiente (Gándara, comunicación personal 2010)

36

debe ser asociado exclusivamente a la Europa medieval, ya que dicen existió en otras partes del mundo, como Japón y África del este (Adams y Smith 1981:336). Sin embargo, en todos los casos es posterior a sociedades estatales imperiales fuertes, generalmente esclavistas. Para ellos el feudalismo se distingue en que la autoridad política se distribuye entre diversos jefes, cuyo poder se basa en la propiedad de la tierra, la cual es cultivada por sus súbditos (Ibíd). Estos jefes están relacionados por alianzas matrimoniales y establecen entre sí obligaciones convencionales según su jerarquía. Para con sus súbditos establecen relaciones de clientelismo, ya que deben producir excedentes para los jefes de manera permanente (Ibíd). Adams y Smith (1981) dicen encontrar en las fuentes ethnohistóricas indicadores del monopolio de la propiedad de la tierra y del pago de tributo, sin embargo es pertinente comentar ahora que el considerar el tributo como renta de la tierra es en realidad una confusión, ya que al pagar tributo las comunidades agro-artesanales no están pagando una renta por ella sino que han perdido la propiedad de su fuerza de trabajo (Bate 1984:65). Es decir, mantienen la propiedad comunal de la tierra pero deben transferir excedente a la clase dominante que es propietaria de la fuerza de trabajo de la clase dominante (Ibíd).

Este modelo considera además que las unidades políticas se organizaban alrededor de cabeceras o pueblos principales, designados bajo el titulo de batab y sus principales jefes eran nombrados como Halach uinic (Adams y Smith (1981). Esta estructura jerárquica se repite en las diferentes regiones, lo cual dicen es una característica del feudalismo. También a través de las fuentes etnohistóricos encuentran que los grupos de elite eran reducidos, lo que distingue a los sistemas feudales. Calculan que entre los mayas menos del 1% de la población pertenecía a la elite (Ibíd).

A través de los textos jeroglíficos del Clásico tardío se sabe que el estatus de la elite derivaba de una genealogía semidivina o en conexión con los dioses, siendo un rasgo característico de la sociedad medieval europea y japonesa (Ibíd). Por otra parte, las sociedades feudales están en constante conflicto militar, con el fin 37

de extender sus dominios, lo cual también encuentran entre los mayas (Ibíd). Sin embargo, hay que mencionar que el conflicto no es exclusivo de este tipo de sociedades.

En el análisis de la evidencia arquitectónica y el patrón de asentamiento encuentran que no existían grandes centros habitables por la realeza, sino que estos tenían funciones administrativas, políticas, militares, religiosas, etc. Como esta característica no corresponde al modelo feudal, aluden a una interpretación alternativa de “cortes reales móviles” (Ibíd). Los centros mayas no fueron hechos para ser ocupados permanentemente, sino sólo para realizar actos religiosos, económicos o militares. El gobernante poseía más de una capital y se movía entre ellas. El reducido tamaño de la elite esta en concordancia con su movilidad, estrategia por la cual obtenían un mayor control territorial. De tener un asentamiento fijo habrían tenido que crecer en número con el fin de controlar efectivamente sus territorios (Ibíd).

Sin embargo, para que el feudalismo exista es necesario que haya una propiedad territorial objetiva en manos de la clase dominante (Bate 1984:67). El que exista tierra disponible para la manutención de una producción subsistencial de las comunidades representa una dificultad para el establecimiento de la propiedad de la tierra por parte de la clase dominante, ya que no sería fácil obligarlas a pagar renta por ella (Nikiforov 1969 apud Bate 1984). Además, la propia historia de la conformación de la comunidad tribal, antecesora de las sociedades clasistas, entre ellas la feudal, se ha estructurado en torno al establecimiento y defensa de la propiedad comunal sobre los medios naturales básicos de producción (Bate 1984:67). La consolidación de una fuerte conciencia social del derecho de acceso a los medios de producción hace difícil la coerción ideológica-política sobre la base de la propiedad de la tierra por parte de una clase dominante, “sin desencadenar reacciones de rebelión por parte de los productores directos” (Ibíd).

38

Cuando surge el feudalismo, nos dice Bate, se ha dado un largo desarrollo de las fuerzas productivas, se ha aumentado considerablemente el volumen y densidad de la población, así como de la tecnología que hace posible la explotación de la tierra, en tanto que el volumen de excedentes fortalece considerablemente el aparato represivo militar (Ibíd). A pesar de que los mayas llegaron a desarrollar una agricultura de tipo intensiva y un sistema tributario (Adams y Woodruff 1981:337) no sabemos si existió un aparato represivo militar lo suficientemente amplio y eficaz para establecer objetivamente la propiedad de la tierra, o un equivalente al calpulli azteca.

Por otra parte, el considerar el tributo como renta de la tierra es una confusión, según nos explica Bate, ya que al pagar tributo las comunidades agro-artesanales no están pagando una renta por ella (Bate 1984:65) sino que han perdido la propiedad de su fuerza de trabajo. Es decir, mantienen la propiedad comunal de la tierra pero deben transferir excedente a la clase dominante que es propietaria de la fuerza de trabajo de la clase dominante.

La clase dominante no necesita ser propietaria de los medios de producción, entre ellos la tierra, al ser propietaria objetiva de la fuerza de trabajo y tener la capacidad de ejercer la coerción sobre los productores, por medios ideológicos, políticos y militares. Por ello, “carece de sentido suponer que la extorsión del excedente constituya una forma de renta de la tierra” (Bate 1984:65).

Dentro de los modelos segmentarios considero que debe ser incluido el modelo de “picos y valles”, propuesto por Joyce Marcus, el cual me parece una combinación del Estado regional con formaciones débiles. Marcus afirma que existieron ciclos de formación y expansión de los grandes Estados y ciclos de desarticulación en provincias semiautónomas, que posteriormente formaban sus propios Estados expansionistas (Marcus 1998).

39

Durante la cresta de cada ciclo, los Estados mayas eran territorialmente extensos y tenían jerarquías de por lo menos cuatro rangos, de los cuales los tres primeros tenían funciones administrativas y eran gobernados por señores hereditarios, lo que serían los Estados regionales. En el valle de cada ciclo, los Estados extensos se desarticularon en provincias semiautónomas, lo que serían formaciones débiles o segmentarias, que algunas veces establecieron jerarquías de sólo tres rangos. Estas provincias eran gobernadas por señores hereditarios, que se continuaban llamando bataboob o ch´ul ahauob, a pesar de controlar territorios mucho más pequeños. Debido a estos ciclos repetitivos de consolidación, expansión y disolución, le llama modelo dinámico (Ibíd.).

Para Marcus, en el s. IV. a. C surgieron dos Estados tempranos, cuando dos poderosos cacicazgos –Tikal y Calakmul- subyugaron a sus vecinos. Tikal utilizó una combinación de fuerza militar, alianzas matrimoniales reales y diplomacia para dominar unidades políticas preexistentes, como Uaxactún, Río Azul y Yaxchilán y fundar nuevas unidades, tales como Dos Pilas, hasta que su Estado expansionista cubrió 30,000 km2 de territorio no contiguo (Ibíd). No mucho después de su máxima expansión territorial, Tikal comenzó a comprimirse. Algunas provincias sujetas, como Naranjo, fueron atraídas por Calakmul, el principal rival de Tikal. Algunas otras provincias, como Dos Pilas, se separaron para tomar su propia independencia.

Eventualmente,

algunas

de

estas

nuevas

provincias

independientes formaron sus propios Estados expansionistas, comenzando el ciclo de nuevo (Ibíd).

Gobiernos confederados del Posclásico Un nuevo tipo de modelos ha surgido en las últimas décadas con el estudio de los sitios norteños de las planicies mayas. Al parecer, a finales del Clásico se dio una transformación importante en la sociedad maya, acompañada de descensos y migraciones de la población en las tierras bajas del sur hacia las planicies del norte. Lo que antes se llamaba el “colapso maya” ahora es visto como “la transición al Posclásico” (Chase y Chase 2004). 40

Se cree que a partir del 800 d. C. los reinos mayas del Clásico comenzaron a desintegrarse en el caos, como en Petexbatun, a fragmentarse en pequeña unidades, como en el Valle de Copán, o reinventarse como formas modificadas de la institución de gobierno del k´uhul ajaw (Demarest, Rice y Rice 2004). Los refugiados de los sistemas políticos sureños y occidentales probablemente migraron hacia el este, causando un incremento poblacional en partes de Belice y la Península de Yucatán. El cambio de las rutas de comercio sureñas hacia el norte y hacia la costa del Golfo de México así como el influjo de las poblaciones sureñas debió estimular el florecimiento de la región Puuc, con Chichén Itzá como el máximo apogeo (Ibíd).

Al parecer las grandes ciudades del periodo Clásico del Petén oriental tuvieron pocos reemplazos en el Posclásico, con muy poca arquitectura pública y sin centros mayores (Demarest, Rice y Rice 2004). En contraste, los centros de las tierras bajas del norte tuvieron un importante crecimiento político y demográfico (Ibíd). Después de la desintegración de los reinos de las tierras bajas del sur a finales del Clásico, Chichén Itzá y Mayapán gobernaron la Península de Yucatán. Mientras tanto en el Petén occidental, Honduras y Belice se dieron una serie de procesos aun no comprendidos, de continuidades y discontinuidades (Ibíd).

Se dice que las entidades políticas mayas que emergieron en el Clásico Tardío se distinguían de aquellas del Clásico principalmente por sus formas de gobierno. Se cree que los sistemas dinásticos de las tierras bajas del sur, basados en los linajes divinos y que obtenían su legitimidad a través de un fuerte aparato simbólico, prácticamente desaparecieron (Demarest, Rice y Rice 2004:572).

Mientras tanto, otras unidades políticas, como Chichén Itzá intentaron crear imperios de gran escala (Chase y Chase 2004:21). Se ha planteado que el gobierno de dicha ciudad era regido por un consejo, en el que participaban los líderes de diferentes grupos, lo cual permitía la obtención de recursos de diversos ecosistemas (Dahlin 2002). Rafael Cobos (2000) menciona que Chichén Itzá se 41

conformó como un Estado regional a través de la dominación militar hacia las costas del norte, este y oeste. Pero, a diferencia de la mayoría de los sitios Clásicos, que tendían a dedicar los textos jeroglíficos a la biografía y propaganda de algún gobernante, en el caso de Chichén Itzá sólo un texto jeroglífico público menciona una figura central. Se dice que en general los sitios del norte no dedicaron edificios al culto de los gobernantes y su descendencia sagrada de igual forma que en las tierras del sur. A diferencia de las tierras bajas del sur, el linaje es un componente menor (Freidel 1986).

Se cree que en Chichén Itzá hubo una transición de un tipo de gobierno tripartita, conocido como “multepal” a otra forma de gobierno “más compartido” (Cobos 2004). La evidencia que apoya esta interpretación es la sucesión de un núcleo administrativo temprano, ubicado en el complejo de las Monjas, a otro tardío, en la Gran Terraza (Cobos 2004, Dahlin 2002). Al parecer en el multepal existía un solo gobernante pero compartía responsabilidades con otros niveles, por ejemplo con un consejo o parlamento, presidido por el propio gobernante (Dahlin 2002).

Por ello se dice que en las planicies del norte se dio una transición en las formas de gobierno, al pasar de las organizaciones monárquicas, basadas en el linaje divino, a estructuras administrativas mas complejas que involucraban consejos y cortes (Dahlin 2002). Para Adam T. Smith, Chichén Itzá es un ejemplo de “régimen” el cual tiene una organización de tipo corporativa. En los regímenes se dan relaciones horizontales –entre élites- y relaciones verticales, entre autoridades dominantes y otras posiciones sociales como líderes, consejos y jefes de guerra (Smith 2003:185 y 189). En el caso de Mayapán se habla de un “gobierno confederado” o multepal, también llamada la Liga de Mayapán, establecida por los cocomes (Carmean, Dunning y Kowalski 2004: 437).

42

A mi parecer, el multepal, o gobierno confederado, equivale a la “estrategia corporativa” 3 planteada por Richard Blanton, Gary Feinman, Stephen Kowalewski y Peter Peregrine

(Blanton et al 1996). En dicha estrategia o modo hay una

supresión de la diferenciación económica, al no basarse en los linajes ni ser legitimada por la creación de ancestros, lo que permite a los individuos trascender en la escala social (Feinman 2001). Como evidencia de este modo dicen, se encuentran representaciones colectivas con un mayor énfasis en los ritos de fertilidad y renovación de la sociedad y el cosmos, lo cuales permiten incorporar diferentes grupos étnicos (Ibíd). Otro tipo de evidencia de esto modo son los cementerios comunales o las tumbas colectivas.

Lo opuesto al modo corporativo es la estrategia de redes, la cual está centrada en ciertos individuos de clanes cónicos y su prestigio personal (Ibíd). Estos liderazgos son altamente individualizadores, con patrones lineales de descendencia y herencia, siendo los intercambios matrimoniales una forma de establecer socios de bienes exóticos y conocimientos (Ibíd).

Durante el Posclásico la costa oriental adquiere gran importancia por su adaptación al entorno, su desarrollo comercial y el establecimiento de fuertes nexos con los sitios al interior. La presencia de los itzaes en la costa se ve reflejada en el Castillo de Tulúm, sin embargo, el dominio de Chichén Itzá y el posterior dominio de Mayapán, no llega plenamente a la costa, donde se dio una descomposición del poder central y una transición a un poder confederado para regresar a un poder fragmentado (Vargas 1997:228-229).

A la caída de Chichén Itzá y de Mapayán, en el Posclásico tardío (1250-1520) dejó de existir un poder central definido y al parecer existieron diversas cabeceras de provincia o pueblos, llamados batabiloob, sin embargo no se tiene un lugar para el

3

Diferente a los grupos corporados del modelo clásico de la antropología social británica (véase el capítulo 6 de Parentesco)

43

poder central. Los pueblos independientes que se juntaban ocasionalmente para defenderse conformaron los cuchcabaloob de Ecab, Cozumel, Cochuah y Chetumal (Vargas 1997:231). Si bien se compartían rasgos arquitectónicos, había una gran división y un domino de diversos grupos. Es posible que cada provincia adquiriera sus nombres por las familias que las gobernaban, como parece ser el caso de la provincia de Cochuah (Vargas 1997:15). El desarrollo militar del Posclásico también es visto como un aspecto que apoya el modelo de los linajes segmentarios (Ibíd).

Discusión Como se puede apreciar, existe una gran variedad de modelos para clasificar las entidades políticas mayas. Sin embargo todos ellos comparten rasgos que han sido discutidos, abandonados y retomados una y otra vez en los círculos académicos. En general me parece apropiada la agrupación de modelos en dos grandes segmentos: el Estado regional y las formaciones débiles.

Considero que las formaciones débiles no deben ser consideradas en estricto sentido como Estados, según las características del Estado hasta aquí presentadas, pues en realidad son intentos por ubicar a aquellos grupos que no presentan las características de los Estados. Más propio me parecería entonces llamarles formaciones no estatales, independientemente de cómo sean llamadas posteriormente.

Veamos qué pasa en las formaciones débiles con las siguientes variables por las cuales se ha definido al Estado: Organización permanente (Balandier 1976). Posiciones de autoridad (Wiesheu 1996). Gobierno centralizado (Claessen y Skalnik 1978). Poder para prevenir la fisión (Claessen y Skalnik 1978). Poder para la defensa ante amenazas externas. (Claessen y Skalnik 1978).

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Comencemos por la centralización. Ésta no se ha encontrado de forma clara en las formaciones débiles, por lo que se le describe como “c ambiante en el tiempo y el espacio”. Ciertamente los Estados no son estáticos y presentan variaciones en el tiempo y en el espacio, pero es importante determinar si dichas variaciones los transforman en otra cosa que lo originalmente definido. Esto tiene que ver con la cuestión epistemológica de los cambios cuantitativos y cualitativos, así como con la condición de necesidad de la variable de centralización para la definición de un Estado. Si esta variable presenta grados, habría que definir cuál sería el grado mínimo necesario para que se considere una formación como estatal.

Las posiciones de autoridad y la organización permanente tampoco son rasgos exclusivos de los Estados, pues éstos existieron previamente a la formación de los Estados, lo que ha sido definido como formaciones cacicales. Asimismo, un mayor número de jerarquías tiene el mismo problema que la variable de centralización pues ¿cuántas jerarquías hay en un Estado?

Algunos autores incorporan en la definición del Estado el tamaño de los asentamientos urbanos (Chase et al 2002), pues éste se relaciona a la capacidad del Estado para organizar el trabajo a gran escala. Sin embargo, esta variable adolece del mismo problema que la centralización y las jerarquías, pues habría que definir el tamaño necesario para que un centro urbano sea considerado un Estado.

También se ha dicho que en un ambiente hegemónico habría una mayor diversidad de tamaños de los centros (Grube y Martin 1998). Sin embargo esto tampoco es un corte útil, pues sólo nos está diciendo que dentro del Estado había centros grandes y pequeños, lo que también sucede en los no Estados. Para que fuese una variable útil habría que afirmar que es una condición necesaria del Estado, es decir que no podrían existir estados con centros de igual tamaño y que eso distingue a esta formación de otras. En cuanto a jerarquías entre sitios más útil parece la división de Sanders (1981) de tres niveles. 45

Autores como Grube y Martin asocian la presencia de sistemas hegemónicos con la distribución limitada de estilos cerámicos y la falta de productos intrusos. (Grube y Martin 1998:138). Sin embargo habría que corroborar si todos los Estados controlan la distribución de la cerámica y limitan el ingreso de productos intrusos.

Algunos de los autores mencionan que los sitios pequeños se basaban más en las relaciones de parentesco (Chase et al 2002), lo que supondría que en los Estados las relaciones de parentesco no serían una variable necesaria. Este aspecto se discute más profundamente en el siguiente capítulo. Otros autores utilizan el término de “organizaciones complejas” como R athje (1973) quien hace un corte entre la zona nuclear y la zona de amortiguamiento, en la que ésta última no dependía de un sistema central para la obtención de bienes básicos para la producción así como de recursos exóticos. Lo que no es claro en esta definición es si el autor considera a toda el área maya como un Estado regional, con dos áreas, o bien un Estado (la zona nuclear) que coexistió con formaciones no estatales (zona de amortiguamiento). Si se piensa en un Estado regional con dos zonas ¿cómo es que una de las variables que identifican al Estado, como la centralización, desparece dentro del mismo?

Esto tiene que ver con el tipo de relación o inclusión de las comunidades dentro de un Estado regional, con la existencia de varios Estados regionales en un mismo periodo, como parece haber sucedido en el Clásico, así como con la existencia de comunidades que no pertenecían a algún Estado, como parece haber sucedido en el Posclásico.

A mi parecer, no es congruente hablar de Estados segmentarios dado que éste sería un tipo de Estado que no presenta los rasgos que definen al Estado. Sin embargo, esto no descartaría la caracterización de las formaciones no Estatales como débiles o segmentarias. Además, para el Materialismo Histórico esta

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discusión no tiene lugar, pues lo crucial es la presencia de clases, no el tipo de gobierno, su expresión espacial o su complejidad administrativa

La cuestión de identificar sociedades que no pertenecieron a ningún Estado o el que los Estados se hayan transformado en el tiempo, hasta fisionarse por completo, no justifica la creación de un concepto de cuasi Estado, pues esto va en contra de los objetivos de una definición, que es realizar cortes en la realidad, con el fin de agrupar fenómenos que sean distinguibles unos de otros. Más adecuado sería estudiar la relación de los Estados con formaciones no Estatales y sus límites territoriales.

Un logro que es importante destacar de los trabajos en las últimas décadas es el haber desterrado el llamado “colapso maya” como un evento fulminante de la cultura maya. Gracias a los estudios realizados en el norte de la Península de Yucatán, los cuales en la visión clásica del “colapso maya” no figuraban, ahora se sabe que más que un gran colapso se dieron varias crisis.

47

CAPÍTULO 3 LOS MAYAS UNA SOCIEDAD CLASISTA INICIAL Como se vio en el capítulo anterior, las formaciones políticas propuestas para las sociedades mayas prehispánicas comparten rasgos sin llegar a asignarse de forma determinante un tipo de formación para una época u otra. Por ello me parece más adecuado utilizar el concepto de clase como demarcador conceptual para dividir las formaciones sociales en Estatales y no Estatales, pues a decir de Felipe Bate (1998 y 2002), la condición para que surja una organización política tipo estatal es la conformación de clases. De esta forma, el Estado es definido como la relación institucionalizada entre clases y el aparato que se encarga de las actividades de administración y coerción, de organizar la fuerza de trabajo a gran escala para crear obras de infraestructura, garantizar la paz entre diferentes comunidades, regular los intercambios a largas distancias y organizar los procesos productivos buscando elevar la productividad (Bate 2002).

El modelo clasista inicial comparte con el modo de producción asiático y el modo de producción comunitario o tributario el buscar caracterizar a las sociedades precapitalistas clasistas. Pero difiere de ellos por no restringirse histórica o geográficamente y por no ubicar la característica distintiva de dicho estadio en las formas de distribución, como los sería el tributo, ya que la distribución es el resultado de las relaciones de producción (Bate 1984). T ambién difiere de aquellos conceptos por no asignar a la organización comunal el rasgo distintivo, ya que éste se presenta desde las comunidades tribales (Ibíd).

La sociedad clasista inicial se distingue de los estadios previos (cazadores recolectores y tribales) por la aparición de la propiedad particular sobre uno o varios de los elementos del proceso productivo (Bate 1984:74).

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Los elementos del proceso productivo son: Objetos de trabajo (recursos naturales y materias primas en los cuales se invierte trabajo para ser utilizados) Fuerza de trabajo (el esfuerzo humano) Instrumentos o medios de trabajo (herramientas) (Bate 1998:59).

La propiedad es la capacidad real de disponer, usar o gozar alguno de estos elementos productivos y se distinguen tres tipos (Bate, 1998:60): Colectiva, si es de toda la sociedad Particular, si es sólo de un grupo social Privada si es sólo de una persona.

En ese sentido no basta lo que las formas jurídicas digan (de jure) en cuanto a la propiedad sino que se debe distinguir realmente quien está disponiendo, usando o gozando alguno de los elementos mencionados. Si sólo se tiene la capacidad de usar, pero no de disponer se habla de posesión. La propiedad particular no es una propiedad privada, porque no es de un solo individuo, sino que corresponde a un segmento de la sociedad. En ello se distingue además de la propiedad colectiva, porque no corresponde a todos los miembros de una sociedad (Bate 1998:60). La introducción de la propiedad particular derivó en lo que fuera la propiedad privada en las posteriores sociedades clasistas, como en el feudalismo y el capitalismo. Se considera que la propiedad particular fue una forma de transición hacia la propiedad privada

En las sociedades clasistas existen al menos dos clases fundamentales, que se distinguen por el lugar que ocupan en la producción y su relación de propiedad respecto a los medios de producción. La clase explotadora, que recibe el excedente, y la clase explotada, que transfiere excedente, la cual realiza el trabajo agro-artesanal. Las comunidades agro-artesanales son propietarias particulares de los objetos e instrumentos de trabajo, pero pierden la propiedad de su fuerza de trabajo pues están obligadas a transferir excedente a la clase dominante. El 49

excedente pueden ser productos (trabajo pasado) o trabajo vivo. De esta forma la fuerza de trabajo de las comunidades agro-artesanales es propiedad de la clase explotadora, porque es ésta quien tiene la capacidad real de disponer de ella, al igual que del conocimiento especializado, como una parte estratégica de los instrumentos.

(Bate

1984:49).

Las

comunidades

permanecen

así

como

poseedoras de su fuerza de trabajo pero ya no son propietarias de ella porque están obligadas a transferir excedentes, resultado de su trabajo.

Esta división en dos clases no es una reducción de la sociedad, ya que es posible encontrar diversos grupos sociales al interior de una clase u otra. Lo importante de esta división es que se basa en las relaciones “fundamentales”, que en consecuencia con el Materialismo Histórico, corresponden a las relaciones de producción.

El que la clase dominante no fuese la propietaria de los objetos de trabajo, por ejemplo la tierra, y que fuese propiedad particular de las comunidades de producción agraria, distingue al modo de producción clasista inicial del feudalismo, en el cual la clase dominante si era propietaria objetiva de la tierra (Bate 1984:51). Es por ello, que no podemos hablar de una organización tipo feudalista para los mayas, ya que no parece que la clase dominante fuese propietaria de la tierra, aun cuando ésta exigiese tributo a los grupos dominados, lo cual no deber confundido con un tipo de renta por la tierra. A decir de Bate, los grupos dominados debían rendir tributo por haber perdido la propiedad de su fuerza de trabajo, lo cual pudo darse mediante diferentes mecanismos, tales como el convencimiento ideológico o la aplicación de la fuerza represiva.

La organización comunitaria es un rasgo que las sociedades clasistas iniciales comparten con las sociedades tribales, sin embargo no necesariamente es una sobrevivencia de la organización comunal. Debido a que a la clase dominante le interesa obtener el excedente de las unidades comunales se conforma una organización de tipo comunal. La base de esta organización se pudo dar por 50

relaciones gentilicias o por relaciones de vecindad multiétnica. Por ejemplo, se podían formar comunidades de vecindad multiétnica de productores tributando fuerza de trabajo en ciclos periódicos, los cuales retornaban a su comunidad étnica de filiación gentilicia (Bate 1984:70). Al respecto Alberto Ruz afirmó que la mayoría de la población maya vivía en estas comunidades, las cuales formaban aldeas dispersas, por lo que las ciudades jugaban un papel secundario en el aspecto económico (Ruz 1984:198).

Lo que permite identificar empíricamente a las sociedades clasistas es la inversión de fuerza de trabajo en las grandes obras de infraestructura, como plataformas, templos, palacios y caminos, (Barrera 1984: 217). En especial, la presencia de conjuntos palaciegos es vista como un referente indudable de una sociedad clasista, ya que éstos eran aprovechados por un grupo limitado (acceso diferencial a la riqueza) así como las representaciones pictóricas de personajes en condiciones de inferioridad social (Graduño 1984:256-257).

Otro aspecto sería la gestión política de las relaciones interétnicas, como uno de los mecanismos más eficaces en la conformación de relaciones “asimétricas”. Si una comunidad es propietaria de medios naturales de los cuales otras no disponen o si ha desarrollado técnicas originales de producción, puede establecer intercambios ventajosos con otras comunidades al destinar su capacidad de trabajo no subsistencial a la explotación de tales recursos (Bate, 2002). Por otra parte, las comunidades que carecieran de recursos para su subsistencia, podrían transferir su fuerza de trabajo a otras sociedades a cambio de obtener medios de consumo subsistencial.

La llamada transición al posclásico ¿un nuevo estadio? Al caracterizar las sociedades mayas como clasistas iniciales las periodizaciones existentes no resultan operativas, debido a que se basan en aspectos que no permiten establecer cortes claros en la realidad, como son la cerámica, los estilos

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arquitectónicos, artísticos, la escritura jeroglífica, etc. ya que dichos aspectos no son excluyentes de cada estadio. Es decir no son variables necesarias.

Habiendo definido que son las relaciones de propiedad sobre los elementos de la producción las que permiten caracterizar a las sociedades, entonces deberá ser una transformación en dichas relaciones por la cual se distinga un periodo de otro. Sin embargo, se cree que las relaciones de propiedad entre los mayas fueron las mismas desde el Preclásico hasta el Posclásico, habiendo dominado la propiedad comunal (Barrera 1984:225). La clase dominante presentó una tendencia hacia la propiedad individual (privada) pero no constituyó una forma dominante (Ibíd). Asimismo se dice que hubo una continuidad histórica entre los mayas en cuanto a la actividad productiva y artesanal a nivel de la comunidad (Barrera 1984:239), si bien pueden cambiar radicalmente muchas cosas como la forma de pertenencia a las clases, la forma de ejercicio del poder, etc. (Bate comunicación personal 2010).

Por ejemplo, los vestigios arqueológicos evidencian un cambio en la sociedad posclásica, la cual ya “no estaba orientada en la construcción febril de templos, palacios, obras hidráulicas, caminos (sacbeoob), erección de estelas y otras obras de gran envergadura” (Barrera 1984:230). Se ha planteado que el interés principal de la clase dominante se centró en la circulación y en el control de las rutas comerciales, por lo que “gran parte del plus-producto interno, obtenido a través del tributo, fue capitalizado hacia el comercio, lo cual permitió a los mercaderes consolidarse en la cúspide de las estructura del poder” (Barrera 1984:232).

Barrera plantea como hipótesis que las formaciones sociales en el Clásico y en el Posclásico presentaron similitudes en cuanto al predominio de la propiedad colectiva de la tierra, autosuficiencia relativa de la producción a nivel de la pequeña comunidad y apropiación del plus-producto por la comunidad superior mientras que las diferencias radican en los mecanismos utilizados por el Estado para obtener su consolidación económica (Barrera 1984:249). Durante el Clásico el Estado tuvo un papel activo sobre las fuerzas productivas, por lo que el plus52

producto interno fue de gran cuantía. En el Posclásico el plus-producto de origen externo tuvo una importancia significativa, con el dominio de una formación de control “estatal-tributario mercantil”. En esta formación el Estado monopoliza la distribución del plus-producto, de origen interno, desde y hacia otras sociedades, (que considera comercio exterior) (Barrera 1984:251).

Esta hipótesis es interesante, sólo que el principal ingreso estatal sigue siendo la producción comunal, aun en condiciones de intercambio a larga distancia, ya que si no se producen artículos no se puede dar dicho intercambio (Bate, comunicación personal 2009). Lo que interesa destacar de esta hipótesis es la consolidación de los mercaderes en la estructura de poder, que les permitió por un lado el monopolio de la distribución interna y por el otro desplazar a la antigua teocracia dinástica (Barrera 1984:233).

De haber sucedido una transición en la organización política entre los mayas del Clásico al Posclásico, como la que se ha planteado en los estudios de las últimas décadas, debió darse un cambio cualitativo en el control de las fuerzas productivas, lo que no parece haber sucedido.

Dicha transición también debió implicar cambios cuantitativos en el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, lo que se reflejaría en la disponibilidad de excedentes productivos (Bate 1998:294-295). Este cambio cuantitativo sería mesurable en los excedentes obtenidos por los gobiernos del Posclásico, en comparación con los excedentes obtenidos por los gobiernos del Clásico. Las razones de este cambio podrían ser diversas, como por ejemplo el incremento en la productividad o bien porque el gasto social se canaliza a otros aspectos, como sería el caso de la guerra (Gándara, comunicación personal 2010).

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CAPITULO 4 EL AGUA Y LAS CUEVAS EN LOS DISCURSOS DEL PODER Habiendo definido qué tipo de sociedad se cree formaron los mayas antiguos, quiénes suponemos realizaron los depósitos esqueléticos en los cenotes, la siguiente pregunta es ¿por qué en los cenotes? Y la hipótesis que se plantea para responder a esta pregunta tiene que ver con el papel de las cuevas y los cenotes en los discursos del poder. Es decir que, la incorporación de estos espacios en los rituales funerarios y sacrificiales tuvo como función el control ideológico.

Antes de desarrollar esta hipótesis, es oportuno mencionar que el control de los cenotes como fuentes de agua, es un tema de gran importancia, el cual por sí mismo podría conformar una investigación aparte. Sin embargo, el planteamiento tendría que ver más bien con la organización para el abastecimiento de este recurso, pues es difícil que el Estado controle de forma absoluta o tiránica los recursos vitales, tales como el agua, sin que pronto surjan rebeliones (Bate comunicación personal 2007). Por otra parte, la gran cantidad de cenotes y aguadas en la Península de Yucatán hacen difícil su control total.

Pero lo que aquí se está tratando no es la función vital de los cenotes como fuentes de agua, sino su gran poder, derivado de su función vital, a nivel ideológico. La relación necesaria con el agua determinó en gran medida la ubicación de los asentamientos, pero esta relación también fungió como un elemento de control ideológico, dado su fuerte simbolismo mítico. Los mayas, al igual

que

muchos

grupos

prehispánicos,

buscaron

reproducir

en

sus

asentamientos elementos de una geografía sagrada y mítica (Prufer y Kindon 2005:31). Se cree que en ocasiones los sitios para los asentamientos eran elegidos según su semejanza con el “paisaje primordial de la creación” (GarcíaZambrano 1994:218 apud Prufer y Kindon 2003:26).

54

El rasgo fisiográfico más importante era la cueva natural con agua, o rodeada por ella, la cual incluso podía ser elaborada artificialmente excavando para semejar la forma de la cueva mitológica, con diversos nichos internos (Ibíd). Este rasgo geográfico no era simplemente un símbolo mitológico sino uno profundamente político (Ibíd). Cuando se dedicaban a las divinidades estas cavidades se convertían en el corazón del nuevo asentamiento, proveyendo de referentes cosmogónicos que daban legitimidad a los derechos de los habitantes para ocupar un espacio así como la autoridad para gobernarlo (Ibíd).

Es así que el agua constituyó un asunto altamente ideológico (Scarborough 1998 apud Prufer y Kindon 2005:27). La evidencia que ha llevado a esta afirmación ha sido clasificada en tres rubros por Keith Prufer y Andrews Kindon (2005:27). En primer lugar las reservas a gran escala dentro de o adyacente a las ciudades mayas, especialmente en Tikal. Estos autores creen que la proximidad de los centros religiosos, combinada con los “rituales acuáticos” debió dar legitimidad a la autoridad de la elite a través de la manipulación de los símbolos asociados a fuentes importantes.

En segundo lugar está el significado del agua en las religiones contemporáneas indígenas mesoamericanas. Por ejemplo los tzotziles asocian los manantiales con los dioses de la tierra, quienes se manifiestan como fuentes de agua. Esta creencia es actualizada a través de ceremonias de linaje y comunitarias, realizadas en fuentes de agua. En las planicies del norte el agua para el uso de las ceremonias propiciatorias de la lluvia es colectada de los cenotes por los “ h´men” o chamanes (Ibíd.) El tercer indicador de que el manejo del agua estaba involucrado con el proceso ideológico, son las representaciones iconográficas del agua, relacionadas a contextos de élite, en códices, monumentos y cerámica (Ibíd).

Estos mismos autores indican que la mayoría de los elementos asociados al agua conforman un punto de transición entre el mundo terrestre y el inframundo, 55

marcado por una interface acuática de reflexión. Dado que esos elementos aparecen en contextos de élite, probablemente representan el posicionamiento específico de los gobernantes en este importante punto de control sobre la unión crítica entre humanos y las fuerzas del universo animado (Prufer y Kindon 2005:27).

El aspecto ideológico más importante del agua está en la relación cuatripartita que se establece entre ésta, el ambiente construido, las cuevas y las montañas (Scarborough 1998 apud Prufer y Kindon 2005:28). Y es que la creencia de que el agua surgía de las montañas y fluía a través de las cuevas estuvo fuertemente arraigada en los grupos mesoamericanos (Ibíd). La apropiación del simbolismo acuático habría sido un potente símbolo del vínculo de los gobernantes a las fuerzas creadoras, que eran vistas como las responsables de la génesis humana, la sobrevivencia y la reproducción social (Ibíd).

Al respecto se ha documentado la relación de las cuevas, naturales o artificiales, a la arquitectura ceremonial. Incluso se dice que los juegos de pelota replican gargantas que, como las cuevas, eran entradas al interior de las montañas (Colas y Voss 2001:191 apud Prufer y Kindon 2005:28). La planeación de los sitios debió involucrar una yuxtaposición de edificios y cuevas, y cuando las cuevas no estaban presentes éstas eran construidas, en especial en las tierras altas, donde las cuevas son más bien raras por el subsuelo volcánico (Ibíd).

En el caso de la Península de Yucatán hay un gran número de cuevas naturales y cenotes que eran utilizadas no sólo como fuentes de agua sino que se incorporaron como elementos sagrados en el paisaje urbano. Tal es el caso de Tulúm, con la Casa del Cenote, Chichén Itzá, con el Cenote Sagrado y Mayapán, con una cueva al interior del centro amurallado. En el Petén se sabe que diversas acrópolis del sitio de Dos Pilas fueron orientadas alrededor de los manantiales y cuevas con agua (Brady 1997 y Brady y Rodas 1992 apud

Prufer y Kindon

2005:30). 56

El caso más espectacular lo constituye la ciudad de Palenque, donde se han documentado 56 manantiales, doce de los cuales se encuentran por debajo o adyacentes a estructuras arquitectónicas, lo que las convertía en montañas sagradas (French 2002:13-16 Prufer y Kindon 2005:30). Si bien muchos de los proyectos de manejo del agua en Palenque indican un uso funcional y secular, muchos de ellos claramente embonan con el modelo de cuevas artificiales por lo que debieron tener un significado ideológico. Más de un manantial se encuentra al interior de una construcción abovedada. En particular, el acueducto de 50m. que conduce el agua por un río artificial hasta que el agua emerge a la superficie en una efigie de cocodrilo de 3.4m., la cual debió observarse como si estuviese flotando en el agua (Ibíd).

En la cosmogonía maya, las cuevas y cenotes eran considerados como lugares del nacimiento de la vida, contenedores de agua virgen o suhuy ha' (Thompson 1975), punto de origen de algunos grupos o linajes (Carmack y Mandloch, 1983: 181-182) y por ello espacios adecuados para llevar cabo diversos ritos. El más conocido de estos rituales era el Chen Ku o “inmersión ritual de los sacrificados en cenotes” (Ruz 1968: 151). Fray Diego de Landa relató que los mayas “algunas veces echaban personas vivas en el pozo de Chichén Itzá creyendo que salían al tercer día aunque nunca más aparecían” (Landa 1994:129). Este cronista también menciona que durante ciertas fiestas se elegían sirvientes y niños para el sacrificio. En la Relación de la Villa de Valladolid también se menciona que los señores y principales de las provincias de Valladolid tenían por costumbre “arrojar algunas indias de cada señor” para que pidiesen buen año (Sánchez de Aguilar 1937). Probablemente relatos como éste dieron origen a la creencia de que los mayas sacrificaban doncellas. Al respecto, es interesante mencionar que las

exploraciones

arqueológicas han mostrado que los mayas sacrificaban tanto hombres como mujeres y niños (Earnest, 1977, De Anda 2007).

57

Alberto Ruz Lhullier, en su libro Costumbres funerarias de los antiguos mayas menciona que Pedro Sánchez de Aguilar reporta la supervivencia de sacrificios humanos durante la Colonia y relata que los cuerpos de los sacrificados, después de que se les extraía el corazón, podían ser arrojados a un cenote, envueltos en una manta, junto con una piedra pesada (Ruz 1968:67).

Pero los cenotes no sólo eran espacios propicios para los sacrificios y ofrendas, al ser entradas al inframundo, al igual que las cuevas, pueden considerarse cámar as funerarias naturales (Manzanilla, 1997:30). Utilizar las cuevas secas como espacios funerarios ha sido documentado a través de los contextos arqueológicos en los estados de Chiapas (Blom 1954:123-136) y Quintana Roo (Márquez, 1982).

Para los mayas, como para muchos grupos mesoamericanos, las cuevas, y diversos elementos del paisaje natural tenían un cierto animismo y constituían puntos de acceso al mundo de los dioses, los antepasados y demás seres sobrenaturales. Ese otro mundo no humano era un mundo paralelo y simultáneo a la geografía terrestre, al cual se podía acceder en estados de trance a través de ciertos puntos, en especial de las cuevas con agua (Schele y Freidel 1999:72). Por ello las cuevas eran consideradas como sitios vivos. James E. Brady y Keith Prufer (2005:367) creen que las corrientes de aire que pueden sentirse a la entrada de las cuevas, como resultado de las diferencias en la presión atmosférica, era vista por los mayas como el aliento de la cueva. Por ello, las cuevas debieron ser entendidas como vivas, conscientes, sagradas y poderosas (Ibíd).

58

Como es sabido, los mayas, al igual que muchos grupos mesoamericanos, creían que al morir las personas recorrían un largo camino hacia el mundo de los muertos llamado Xibalba. Este mítico lugar, donde moraban los dioses, los antepasados y demás seres sobrenaturales, se ubicaba físicamente en el subsuelo terrestre y bajo el agua, por lo que también es conocido como inframundo. Por ello, las cuevas y los cenotes se consideraban sus portales (Brady 1997:603 y Rissolo, 2001:346).

Al parecer los mayas creían en la existencia de un alma animal: u way ó uay (Vargas 1997 apud Chacín 2003:101), y un principio anímico: u sak nik nabal “su blanca flor-espíritu”, que adquirían al nacer y se desprendía de sus cuerpos al morir (Johansson 2003 apud Chacín 2003:101). En su recorrido hacia el mundo de los muertos los individuos adquirían una nueva condición. Despojados de su cuerpo podían así convivir con los vivos, los dioses del inframundo y de la muerte, así como otros antepasados. Las facetas de transformación del cuerpo, desde el cadáver hasta el esqueleto, eran controladas por personajes míticos, cuyos nombres aluden al proceso de descomposición y despojamiento del cuerpo, tales como “Varilla de Huesos” y “Varilla de Cráneos”, (Chacín, 2003:97). Ejemplo de ellos es la representación del Dios “A” o Hunhau, Cumhau, Ah Puch o Cizín, con cuerpo descarnado, mostrando el cráneo, la columna vertebral y las costillas, así como puntos negros o líneas punteadas sobre el cuerpo, que simbolizan la putrefacción de los tejidos y en algunas veces el abdomen hinchado (Chacin 2003).

De ahí tan importante el manejo de los restos mortales, la inhumación del cuerpo inerte, la remoción de los restos óseos y su colocación en un nuevo espacio, como parte de los rituales de paso, en los que se establece la “muerte social” de los individuos (Guillespi 2001 apud Chacin 2003) o “Muknal” (McAnany 1995) y no sólo la muerte física. En dichos rituales, el fallecido va adquiriendo una nueva condición como antepasado y como entidad anímica, a partir de la cual mantendrá injerencia en los asuntos de los vivos, con el ritual como un nuevo tipo de 59

comunicación, establecido por los sacerdotes. Se cree que los rituales de carácter público, realizados por los jerarcas, como el culto a Itzam Na tenían esa función (Thompson 1998:261 apud Chacin 2003:87). Sin embargo, el transformarse en un ancestro, una vez muerto, no parece haber sido exclusivo de la elite, pues los grupos campesinos realizaban sus propios rituales, de ámbito privado o domestico (Chacin 2003).

Por otra parte, el viaje al mundo de los muertos tenía muchos obstáculos, tales como escaleras inclinadas, jícaros espinosos, ríos de sangre y finalmente un río de agua (Popol Vuh 1952:53). Sotelo propone que este último río permitía al individuo alcanzar el nuevo estado a través de la purificación asociada al agua (Sotelo 1988:80 apud Chacín 2003:101). Una vez en Xibalba, había que enfrentar diversas pruebas de iniciación o “lugares de tormento”, para alcanzar la inmortalidad o la nueva existencia anímica. Dichos lugares eran también conocidos como casas, por ejemplo “la mansión tenebrosa con tinieblas”, “la mansión de escalofríos”, “la mansión de los jaguares”, “la mansión de los murciélagos”, “la mansión de la obsidiana con navajas cortantes y afiladas” y “la mansión del fuego” (Popol Vuh 1952:44-46).

Linda Schele y David Freidel creen que los mayas del periodo Clásico consideraban al Xibalba como un mundo paralelo, y no sólo como un lugar en el subsuelo, donde sus habitantes vivían de cabeza, el cual rotaba sobre la tierra al ponerse el sol para formar el cielo nocturno (Schele y Freidel 1999:73 y 83). El Xibalba, según los autores, también era concebido como una presencia ambiental invisible, que se revela en estado de trance (Schele y Friedel 1999:104 Nota 4). En una representación del cosmos, pintada en un plato trípode, los autores creen que la gran serpiente barbada y de mandíbulas esqueléticas representa las fauces del inframundo, a manera de un portal abierto (Schele y Friedel 1999: 76).

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Al inframundo maya también se relacionaban diversos seres mitológicos y animales fantásticos, tales como el ave Moan, manifestación del dios de la muerte (De la Garza, 1995:89). Algunas representaciones del ave Moan muestran una combinación de ave y perro, pues es éste último quien conduce las almas de los muertos al Xibalba. La relación del perro con el hombre también permite sustituir a éste como víctima del sacrificio humano.

Estudios funerarios Veamos ahora como se relacionan las prácticas mortuorias en los cenotes con la organización socio-política que las generó.

Desde la década de 1970 el estudio de los patrones funerarios se orientó hacia la pregunta de si los restos mortuorios reflejan aspectos sociales de los grupos que los produjeron (Saxe 1971, Binford 1971), si responden a factores ambientales o bien si no existe ningún patrón aplicable a todas las sociedades.

La propuesta de Saxe (1971) incorporó la Teoría de Roles de Goodenough (1965) en la cual se definen la “identidad social” y la “persona social” como categorías analíticas para estudiar a las sociedades. La “identidad social” está determinada por cualquier parámetro, tal como la edad, el sexo, la ocupación, etc., por la que un individuo puede reconocerse como padre, hermano, estudiante, artesano, etc. El conjunto de varias identidades sociales, conforman la “persona social” y ésta es determinada por el sistema social. A través de estos conceptos se buscó inferir si una sociedad estaba organizada en términos jerárquicos (Fried 1967).

Binford (1971), por su parte, analizó diferentes casos etnográficos y concluyó que la variabilidad en las prácticas mortuorias debe ser entendida en relación a la variabilidad de la forma y organización de los sistemas sociales. Sus proposiciones establecen que debe existir una correlación entre el estadio (en términos evolutivos) de un sistema sociocultural y los diferentes tratamientos mortuorios, por los cuales se pueden identificar las posiciones de estatus. Según 61

la composición y tamaño del grupo, así como su grado de desarrollo social, habrá un mayor o menor número de personas sociales (jerarquías). Estas proposiciones se basan a su vez en la correlación entre las cuatro formas de subsistencia (cazarecolección, agricultura incipiente, agricultura sedentaria y pastoreo) y la complejidad social.

Sin embargo, hay que considerar que los rituales mortuorios no sólo reflejan la posición de los fallecidos, que según la teoría aquí utilizada se ubicarían en un primer corte dentro de una de las dos clases fundamentales, sino que dichos rituales son utilizados por los vivos para establecer, modificar o afirmar un orden social. Es decir que los tratamientos a los muertos, además de reflejar una jerarquía, tenían una función social. La congregación de los restos humanos asociados a los asentamientos hacía que los muertos convivieran con los vivos, asignando jerarquías de poder entre los vivos.

Al respecto, Patricia McAnany (1995) plantea que la veneración de los ancestros y su función en la formación de linajes entre los mayas fue un medio para el surgimiento de la desigualdad económica y social, ya que legitimó el derecho sobre los recursos. Para esta autora, la veneración a los ancestros separa dos tipos de formaciones sociales: las igualitarias o poco jerarquizadas (“ranked”) de las sociedades fuertemente estratificadas. McAnany retoma la distinción entre “veneración” y “culto” a los muertos, planteada por Fortes (1987); quien considera como veneración a los ancestros los rituales y prácticas alrededor del entierro y conmemoración, por nombre, de ancestros superiores o centrales de grupos de linaje (McAnany 1995). Se diferencia del culto a los muertos porque el espíritu de un ancestro no es un ente difus o o la personificación de una presencia mística, sino que el ancestro tiene un nombre y está relacionado a una reliquia, la cual esta ahí para validación ritual del linaje y para intervención mística en los asuntos humanos (Ibíd).

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La veneración a los ancestros afirma la autoridad jurídica, su presencia física da legitimidad a su derecho y le da credibilidad como un valor-principio de la sociedad (Ibíd). A decir de esta autora, los vínculos con los ancestros proveían derechos y privilegios, tales como la tierra, el agua, bienes, propiedades y recursos. En los datos etnográficos encuentra indicadores de que la estructura de linajes promueve la perpetuidad de la tenencia de la tierra y por lo tanto aumenta la alineación parcial o total de ciertos segmentos sociales. (McAnany 1995). Los derechos y privilegios sobre los recursos se conservaban gracias a los precedentes establecidos por los ancestros. Esta cualidad trans-generacional es lo que Guiddens ha llamado “el problema de las generaciones –o cómo los muertos tienen influencia en las prácticas de los vivos” (Guiddens 1981 apud McAnany 1995).

Desde el punto de vista arqueológico, una característica crítica de la veneración a los ancestros son las exhumaciones, pues los rituales de entierros secundarios incrementan el espacio para maniobrar en aspectos concernientes a la renovación, reorganización y re-legitimización de las relaciones entre los vivos (Humphreys 1981 apud McAnany 1995). De igual forma pueden reflejar el deseo de las familias por permanecer juntas hasta después de la muerte (Gándara, comunicación personal). La práctica de venerar a los ancestros también se vincula estrechamente a las consideraciones especiales del lugar como marcadores de derechos. La hipótesis central de McAnany plantea que los lugares para el enterramiento de los ancestros creaban una genealogía de los lugares, la cual vinculaba a los descendientes con esa tierra (Ibíd). A través del tiempo, los lugares de los ancestros se convertían en espacios sagrados en los cuales estructuras rituales como templos y sepulcros reemplazaban por completo las estructuras domésticas.

Se ha dicho que una forma de legitimizar los derechos sobre los recursos fueron los entierros colectivos, los cuales tuvieron un significado político. Al incorporar a los muertos de diferentes grupos, que forman una unidad mayor, los lazos que los 63

unen se hacen evidentes y consecuentemente los mantienen. Al establecer una sociedad de los muertos, la sociedad de los vivos se recrea a sí misma de forma regular (Hertz 1960 apud Brown 1995).

Este planteamiento se relaciona con una de las hipótesis también planteadas por Saxe, la cual establece que “según el grado en que los derechos corporativos de un grupo, para usar o controlar recursos cruciales y restringidos, son mantenidos y/o legitimizados por medio de la descendencia lineal de los muertos, dichos grupos mantendrán áreas formales para disponer de los ancestros (Saxe 1971).

Al respecto, Lynne Goldstein (1981) mostró que la hipótesis de Saxe no tenía aplicación universal, ya que encontró que no todos los grupos corporativos que controlaban recursos críticos tenían áreas formales de disposición para los muertos. Sin embargo dicha autora expresa que de existir área de disposición formal y limitada, entonces es muy probable que dicha cultura tuviera una estructura de grupo corporativo. Charles y Buikstra (1983 apud

Brown 1995)

plantearon las siguientes modificaciones: 1. La utilización de áreas formales de cementerios se correlacionará con estrategias de subsistencia sedentarias empleadas por los grupos que utilizaron los cementerios. 2. El grado de estructuración espacial presente en los dominios mortuorios se correlacionará con el grado de competencia entre grupos por los recursos cruciales. 3. En sociedades mayores, los grupos corporativos se distinguirán por su inclusión en cementerios separados o en áreas diferenciales dentro de un cementerio. 4. La inclusión de individuos en el cementerio implica la inclusión de dichos individuos en el grupo corporativo.

En cuanto a los registros funerarios en la costa oriental de Quintana Roo y Cobá se sabe que en general había una tradición de enterrar a los muertos en 64

estructuras, alrededor de plazas y bajo unidades habitacionales, así como los entierros colectivos, lo cual es compartido por todos los grupos prehispánicos (para una revisión a mayor detalle vease Chacin 2003).

Discusión Los rituales mortuorios, incluidos los funerarios y los sacrificiales, y la conmemoración de los ancestros no sólo reflejan la posición de los fallecidos. Son utilizados por los vivos para establecer un orden social. Al relacionarse con los muertos, los vivos adquieren ciertos derechos y privilegios. La veneración a los ancestros son los rituales y prácticas alrededor del entierro y conmemoración, por nombre, de ancestros superiores o centrales de grupos de linaje. Se diferencia del culto a los muertos porque el espíritu de un ancestro no es un ente difuso o la personificación de una presencia mística, sino que el ancestro tiene un nombre y esta relacionado a una reliquia, la cual esta ahí para validación ritual del linaje y para intervención mística en los asuntos humanos. La veneración a los ancestros promueve y perpetúa la desigualdad y la alineación de los recursos al interior de las residencias y las unidades políticas (MacAnany 1995).

Los lugares para el enterramiento de los ancestros creaban una genealogía de los lugares. Las cuevas y cenotes, al ser espacios para la expresión del poder y el vínculo de los gobernantes con lo sobrenatural, se conformaron como espacios funerarios sagrados, dentro de una geografía que replica en su construcción la relación cuatripartita entre la montaña, el agua, las cuevas y las construcciones.

La hipótesis aplicada por McAnany de una tensión persistente entre el parentesco (“kinship”) y el parentesco real o dinástico (“kingship”), entre los mayas, tiene profundas implicaciones para su modelo geopolítico del Clásico. El conflicto entre grupos de parentesco y dinastías gobernantes se expresa en el rol de la veneración a los ancestros en estas últimas. Sin embargo, lo anterior no quiere decir que las personas comunes no tuviesen culto a los ancestros.

65

Las genealogías permiten reconocer a los descendientes en una red de parentesco definida y exclusiva, pero también proveen un “plan de acción” en términos de la transmisión trans-generacional de propiedades, derechos, obligaciones (McAnany 1995).

Mc Anany (1995) afirma que no toda la tierra era apropiada por los gobernantes y no toda la tierra era de uso comunal por linaje o destinada a la cadena de herederos de una sola familia. Debido a la variedad en el patrón de uso y tenencia de la tierra entre los mayas el linaje era la fuente de unión entre los grupos –el pegamento que mantenía junto un sistema de agricultura multi-componente con una distribución extensa así como un uso intensivo de la tierra.

66

CAPITULO 5 PARENTESCO Con el fin de plantear una metodología que permita conocer el tipo de relación que tuvieron los individuos en los cenotes, entre sí y para con aquellos que los depositaron, se revisan aquí de manera general las teorías de parentesco.

A decir de Robichaux (Robichaux 2005a:31), en la última mitad del siglo XX se dieron dos grandes teorías

de parentesco: la teoría de la filiación de la

antropología social británica y la teoría de la alianza de la antropología francesa. Ambas teorías reflejan un interés por las sociedades sin estado, a las cuales se les asignaba una organización bajo el término de grupos corporados (Ibíd). La teoría de la filiación pone un mayor énfasis en la relación de una generación a otra y en cómo se transmiten derechos, lo que Robichaux clasifica como la dimensión vertical. La teoría de la alianza por su parte se enfoca en el matrimonio y las relaciones que se dan entre los grupos a través de él, como los intercambios entre los grupos, lo que llama la dimensión horizontal (Robichaux 2005a:31).

Entre los mayas, y en general en los grupos prehispánicos, se cree que las agrupaciones multifamiliares, dispuestas alrededor de un patio común o en arreglos más dispersos, fueron muy difundidas (Robichaux 2005a:36)

En cuanto a los términos o variables del parentesco, podemos identificar por lo menos cuatro: Sistema de parentesco, residencia, herencia de la tierra y producción. De estos se analizará el sistema de parentesco y la residencia, pues la herencia de la tierra y la producción requerirían un espacio mayor al de esta investigación, además de que para el marxismo las reglas de propiedad

y

herencia no son parte del sistema de parentesco (Gándara comunicación personal 2010).

67

Sistema de parentesco El mismo Robichaux dice que la mayoría de las comunidades mesoamericanas tuvieron sistemas cognaticios 4 y es a nivel de estos linajes mínimos, regidos por principios patrilineales donde el parentesco opera como fuerza de control social. (Robichaux 2005a:55).

Residencia Según Robichaux en Mesoamérica los grupos locales fueron, fundamentalmente, la manifestación de la operación del principio patrilineal en la residencia, principio que también opera en la herencia de la tierra y la casa (2005a: 55). Haviland sostiene que entre los mayas del Clásico de Tikal predominaban las familias extensas patrilineales, resultado de la patrilocalidad (Haviland 1988). Evon Vogt también reporta familias patrilocales en su estudio etnográfico de habitantes con lengua de filiación mayense en Zinacatán, Chiapas (Vogt 1961 apud Robichaux 2005a: 36).

La residencia y el trabajo en común en los grupos multifamiliares traen como consecuencia derechos conferidos a sus miembros (Good 2005 y Mulhare 2005). Otro término utilizado frecuentemente en arqueología es el de household (caseríos) pero éste término presenta la dificultad de que no se han encontrado criterios para delimitar dichas unidades. Kellog (apud Robichaux 2005a) utiliza este término como el conjunto mayor, que abarca varias unidades que parecen ser viviendas individuales, mientras Salovesh (1976:210 apud Robichaux 2005a) en su estudio de una comunidad tzotzil de Chiapas emplea el término para referirse a los que comparten los mismos víveres, por lo que para este autor puede haber más de una de estas unidades bajo el mismo techo. Robichaux, siguiendo a Martin Segalen (1981 apud Robichaux 2005a) prefiere el término grupo doméstico con el cual abarca “los que comparten el mismo techo”.

4

Vínculos de sangre

68

En su propia investigación, Robichaux encontró que una vivienda podía albergar dos o más grupos con distinto presupuesto y que esto podía cambiar según su ciclo de desarrollo. El problema de las unidades culturalmente operativas es un problema común tanto para la etnografía como para la arqueología, por lo que Ashmore y Wilk (1988 apud

Robichaux 2005a) han propuesto tres tipos de

unidades: Household (hogar), grupo corresidencial y vivienda.

El household o caserío se refiere a las unidades sociales donde los miembros participan en una o más de las siguientes actividades: producción, consumo, juntar recursos para el uso común, la reproducción, la corresidencia y la propiedad compartida (Ashmore y Wilk 1988 apud

Robichaux 2005a). Un grupo

corresidencial consiste en el grupo de personas que comparten un mismo espacio; puede incluir uno o más caseríos o puede formar parte de un caserío mayor (Ibíd).

Sin embargo, nos dice Robichaux (2005a), las relaciones entre los habitantes de una vivienda o conjunto no se pueden reducir a las atribuidas a un caserío, por lo que en la práctica resulta difícil delimitarlo.

Filiación Éste término, que Robichaux traduce como descent ha sido objeto de confusiones y no siempre se ha empleado de manera rigurosa. A veces se habla de filiación bilateral (al traducir descent como descendencia) sin abundar o referirse a la pertenencia al grupo. Kellogg por su parte sí precisa que tiene que ver con la pertenencia a grupos, similares a los grupos corporados de la antropología británica, lo que le permite destacar grupos que revisten algo cercano a una personalidad jurídica (Kellogg 1995 apud Robichaux 2005a:43)

A decir de Robichaux (2005a:48) la teoría de filiación fue desarrollada en el contexto de estudios de sociedades sin estado y cualquier adaptación a otras situaciones requeriría de varios ajustes, como el que hace Kellogg cuando habla del tlacamecayotl. Sin embargo, este enfoque le permitió a Nutini hacer una 69

descripción y análisis del funcionamiento de los grupos localizados que él llama linajes mínimos o familias extensas no residenciales (Nutini 1968 apud Robichaux 2005a).

Wilk en su trabajo sobre los mayas Kekchí denomina a estos grupos como la unidad cooperante para dar cuenta de una variedad de relaciones, que no se pueden reducir a las que generalmente llevan a cabo los miembros de los grupos domésticos (households), residentes en viviendas en un mismo vecindario, cuyos jefes están emparentados por el vínculo agnaticio (Wilk apud

Robichaux

2005a:49). La teoría de filiación pone énfasis en los grupos corporados –clanes y linajes- que, ante la ausencia de un Estado, cubrían las funciones de éste. Pero lo que interesa es la presencia de grupos localizados de parentesco, linajes mínimos formados por la operación de principios patrilineales en las sociedades estatales arcaicas. El grupo localizado de parentesco común en Mesoamérica, la patrilínea limitada localizada, basada en el principio agnaticio, tal vez debe considerarse más como un grupo de afiliación que como un grupo corporado del modelo clásico de la antropología social británica. Dados los distintos niveles de cooperación que abarca, desde el consumo en común de alimentos hasta la producción y la participación conjunta en la organización de distintos rituales, los miembros de la patrilínea limitada localizada funcionan como un punto nodal, desde el cual emana una multiplicidad de relaciones sociales. (Robichaux 2005a: 57).

Lo importante es que los grupos prehispánicos formaron un sistema familiar que produjo en su ciclo de desarrollo el equivalente a un linaje mínimo. Éste, aunque puede describirse como cognaticio, porque los derechos podían ser adquiridos y transmitidos por la línea materna fue, las más de las veces, el resultado de la operación de un poderoso principio patrilineal. Por ello, esta agrupación se describe mejor como un patrilinaje (Robichaux 2005a: 58).

70

Al respecto, el Doctor Alejandro Terrazas alerta que hay que considerar que la mayoría de las observaciones etnográficas se basan en grupos campesinos que no mantienen las normas de parentesco con la misma rigidez que las clases altas. Esto se debe a que a los campesinos les interesa más mantener sistemas muy flexibles que posibilitan la subsistencia mediante alianzas flexibles de reciprocidad, mientras que las clases dominantes se interesan en mantener las relaciones de propiedad y ejercicio del poder (Terrazas comunicación personal 2008).

Una hipótesis que sugiere el mismo autor es que los grupos en el poder que podrían estar presentes en los cenotes serían endogámicos, patrilocales y patrilineales, lo que no necesariamente significa que en términos biológicos sea una población estrictamente endogámica, porque el parentesco puede ser simbólico y no real. Considera que es más probable que se encuentre una correspondencia entre lo biológico y lo social en las clases dominantes, por lo que, entre los restos de los cenotes se encontraría un alto grado de proximidad biológica (por ejemplo rasgos no métricos), así como una alta endogamia (como por los rasgos congénitos como los dientes en pija o la occipitalización del atlas) (Terrazas comunicación personal 2008).

Si los personajes depositados en los cenotes corresponden a la clase dominante de los sitios asociados, y si éstas tenían un sistema de parentesco partilineal y patrilocal, los hombres debieron vivir entre sus parientes, por lo que los rasgos métricos y no métricos de sus restos mortuorios serán más similares entre sí. Las mujeres

procederían

entonces

de

otras

comunidades,

por

lo

que

no

necesariamente debieron estar emparentadas y sus rasgos serán más diversos (Ibíd).

71

CAPITULO 6 METODOLOGÍA Se entiende como metodología científica la sistematización y formalización lógica de las condiciones y procedimientos que conducen a la generación de conocimientos (Bate 1998:140) o lo que es concebido como el “camino” para dicho fin. Para determinar qué información empírica buscar entre los datos, se utilizan enunciados tipo hipótesis, para deducir posibles configuraciones de datos esperables. Sin embargo estas formulaciones requieren generalizaciones e inferencias inductivas para la contrastación de sus implicaciones (Bate 1998:142). Es decir que es un camino de ida y vuelta constante entre la deducción y la inducción. (Bate 1998: 142).

Además de la formulación de las hipótesis, para saber qué buscar y en dónde, se requieren conceptos identificadores. Dichos conceptos implican a su vez hipótesis explicativas imbricadas, las cuales buscan conectar los elementos observables en el registro arqueológico con las regularidades que se busca inferir, es decir que expliquen la presencia de lo que observamos (Bate 1998:155).

Una vez recabados los datos éstos se confrontan con las hipótesis para observar si la información corrobora o rechaza las hipótesis, si la información es insuficiente o bien para determinar que la información abre alternativas no contempladas previamente (Bate 1998:158).

Con base en lo anterior, retomo aquí las preguntas que originaron el presente estudio, las hipótesis que se tienen a la fecha así como las hipótesis explicativas para determinar el tipo de evidencia que se planteó buscar.

Para lo anterior se hace la distinción entre prácticas sacrificiales y prácticas funerarias como dos tipos distintos de tratamientos mortuorios (sin inclusión de causas de muerte) y se parte de la suposición de que es posible reconstruir la secuencia post-deposicional de los cuerpos a través del contexto arqueológico. En 72

las prácticas funerarias los tratamientos mortuorios estaban dedicados a los individuos, a diferencia de las prácticas sacrificiales, donde el individuo recibe tratamientos mortuorios por ser él mismo parte de una ofrenda que es parte de un ritual, dirigido a alguna deidad, del cual su cuerpo forma parte votiva. (Terrazas 2007). Este sería el caso del “Chen Ku” o “inmersión ritual de los sacrificados”, como le llamó Alberto Ruz (1968). Por otra parte, las prácticas sacrificiales estaban asociadas a la decapitación, descarnamiento y desarticulación del cuerpo para la realización de ofrendas (Pijoan 2004, Tiesler 2005, Tiesler y Cucina 2005, Chávez 2006, Robicsek 1984).

Esta distinción permite identificar no sólo una forma de disponer del cuerpo, como han hecho tradicionalmente otros autores (Ruz 1968, Romano 1974, Oliveros 2000) sino determinar la secuencia por la que fue creado el depósito final. Se asume aquí que los depósitos en los cenotes son los depósitos finales, pues es difícil considerar la recuperación de los individuos una vez colocados en el cenote. En un mismo cenote pudieron ser colocados individuos por diferentes prácticas mortuorias (lo que implica diferentes secuencias post-posicionales).

Otros tipos de tratamientos mortuorios corresponden a prácticas jurídicas y prácticas punitivas. Las prácticas jurídicas son los castigos que reciben aquellos individuos que desobedecían las leyes, tales como la mutilación y la muerte violenta. Las prácticas punitivas son los actos de violencia colectiva a manera de castigos de un grupo dominante sobre otro dominado (Terrazas 2007). Este sería el caso si se llegará a determinar que los esqueletos en los cenotes corresponden a víctimas de guerra.

Discusión de hipótesis de trabajo “Mediante la práctica mortuoria de tipo funeraria, el cenote Las Calaveras se convirtió en una cámara funeraria acuática”

73

En la historia de la humanidad los cementerios han existido desde el Neolítico (hace 10,000 años), en diversas partes del mundo, asociados a los primeros asentamientos, como un medio para el reclamo de ciertos privilegios por parte de aquellos que se sustentan como descendientes de los personajes allí depositados. La veneración a los ancestros y los vínculos con éstos generaban privilegios sobre los recursos, tales como la tierra, el agua o los bienes, la explotación de otros grupos humanos o la ocupación de posiciones de poder, gracias a los precedentes establecidos por los ancestros. Esta legitimización se dio a través de la memoria oral, los registros escritos y sobre todo la presencia física continua de los ancestros enterrados en los complejos domésticos, como verdaderos “mauselos domésticos”. Esto es lo que la Patricia McAnanny (1995) llama creación de ancestros, es decir, la selección de personajes difuntos que se constituyen como los antepasados o fundadores de ciertos grupos o linajes. De esta forma, la conmemoración de los ancestros no es sólo un culto a los muertos, práctica vinculada a las concepciones religiosas, sino un mecanismo por el cual se establecen relaciones sociales entre los vivos. Dado que es un establecimiento cultural, los ancestros no necesariamente se vinculan a los vivos por lazos genéticos, ya que éstos pueden ser míticos, por lo que se habla de relaciones gentilicias.

Los sitios funerarios para la conmemoración de personajes importantes constituyen un tipo de marcadores espaciales, a través de los cuales se hace visible la identidad social de un grupo respecto a otros (Hendon 2005:162). De esta forma el espacio habitado se conforma en un paisaje social, en torno a lugares de memoria (Ibíd).

Sin embargo, el término de cementerio no se suele aplicar a los grupos prehispánicos, aún cuando existieron entierros masivos. A estos sitios se les ha llamado necrópolis, como las de Oaxaca. En Tikal los conjuntos conocidos como Mundo

Perdido

y

Acrópolis

Norte

llegaron

a

convertirse

en

espacios

exclusivamente funerarios, donde fueron enterrados algunos de sus gobernantes, 74

así como personajes de la élite dinástica (Coe 1990). La existencia de estas necrópolis al interior de algunas ciudades mayas ha llevado a Miguel Rivera Dorado (2001) a decir que la ciudad de los muertos se encontraba al interior de la ciudad de los vivos.

Asimismo, se piensa que el término cementerio se restringe a una práctica judeocristiana, o bien a que surgieron en la Edad Media. Otra razón por la que se ha considerado inadecuada la aplicación de este término es que su origen etimológico no es Mesoamericano. Sin embargo, el fenómeno de congregar a los muertos existe desde las primeras sociedades sedentarias del Neolítico en China y Medio Oriente, así como desde los periodos tempranos de las sociedades americanas.

Otro argumento que se ha planteado para no aplicar el término cementerios a los cenotes, es que su definición etimológica lo relaciona a un espacio terrestre, por lo que sería más apropiado hablar del Ahau Na (Casa de los muertos en maya) (Luis A. Martos. com. pers. 2007). Sin embargo, en la definición de conceptos como mecanismos heurísticos de la ciencia, es posible utilizar palabras cuyas acepciones etimológicas o coloquiales son más amplias, pero que una vez delimitados como conceptos específicos de la ciencia sus significados se restringen. Esta perspectiva es opuesta a las posiciones relativistas, por las cuáles no es posible comparar fenómenos sociales semejantes, ya que éstos deben ser definidos según sean concebidos por cada grupo humano.

Ya sean casas de los muertos, ciudades de los muertos, necrópolis, osarios o cementerios, lo que aquí se está estudiando es el fenómeno de congregar a los muertos, en este caso en espacios subterráneos acuáticos, con fines funerarios, como un mecanismo de integración social entre los vivos. Quizás, un término mejor aceptado sería el de cámaras funerarias acuáticas, descartando una connotación arquitectónica. Sin embargo, el término de cementerio cumple en mayor medida con los criterios heurísticos de sobriedad y elegancia. 75

Una argumentación más en contra de la aplicación del término cementerio a los depósitos localizados en los cenotes es que carecen una distribución “típica” de un cementerio terrestre, en el cual se supone que es posible identificar tumbas, asociadas a individuos específicos, con orientaciones simbólicas. Sin embargo la distribución espacial en cementerios mayas actuales, responde a la división del espacio entre tumbas recientes, abiertas y nichos con huesos. En un primer estadio se inhuman los restos, es decir, se ubican los cadáveres en criptas que es posible abrir después de un cierto tiempo (algunos informantes reportan seis años) para en segundo estadio exhumar los restos, es decir extraerlos y exponerlos en la intemperie, y en un tercer estadio ubicar los restos ya en estado esquelético en pequeños cajas al interior de nichos. Es posible observar esta práctica en los cementerios actuales de Cobá y Tihosuco en Quintana Roo. Asimismo ha sido documentado en Campeche por el Antropólogo Lázaro H. Tuz Chi (2007). Dado lo anterior es posible afirmar que la tradición funeraria maya prehsipánica estuvo asociada a áreas de tratamientos y áreas de colocación final de restos manipulados.

Considero que el haber depósitos secundarios en los cenotes no descarta que sean cementerios, ya que no es correcto asociar a los cementerios únicamente con depósitos primarios, pues en los cementerios existen osarios.

Siguiendo con las definiciones presentadas, los cementerios corresponden a las prácticas mortuorias de tipo funerarias, donde se depositaron, de forma temporal o continua, los restos de individuos que compartían rasgos de pertenencia. A través de los ritos funerarios se podían crear nuevos lazos de identidad o reforzar los ya existentes. Los cementerios deben ser vistos además, como áreas formales para el procesamiento postmortem, ya sea el deshacerse del cuerpo de una sola vez o al aplicar diversos tratamientos después de cierto tiempo, con un manejo de los restos óseos diferenciado de los restos con tejidos blandos.

76

Figura 12. Reubicación de restos óseos en cementerios mayas actuales de Quintana Roo. Una vez que los restos son exhumados de sus tumbas (der), se colocan en cajas (izq.), al interior de pequeños nichos (arriba) Fotos: Cementerio de Coba (der), Carmen Rojas; Cementerio de Tihousuco (izq y arriba.), Ivan Salazar. 77

Asimismo los cementerios responden a las creencias acerca de lo que sucede con los individuos una vez muertos. En el caso de los mayas, el realizar un cementerio acuático y subterráneo podría indicar la ubicación en una geografía sagrada de los restos en áreas de transición hacia el Xibalba.

Por otra parte, se plantea que los cenotes con depósitos mortuorios del tipo funerario se constituyeron como cámaras funerarias acuáticas, creados como un mecanismo para la creación de ancestros, lo que tiene como antecedente la propia historia de los linajes mayas.

El sitio que se convertía en recinto funerario, ya fuese un antiguo palacio habitacional en el cual yacían uno o varios linajes o un cenote, adquiría una mayor importancia de la que originalmente tenía. Este podría ser el caso de algunos cenotes, los cuáles como espacios subterráneos y subacuáticos tenían un gran significado cultural para los mayas, quienes los asociaban al mundo de los muertos, llamado Xibalba. Sin embargo, al ser seleccionados para el depósito de algunos personajes (uso funerario) se convertían en lugares de culto especial o funerario de tipo acuático. “El cenote Las Calaveras corresponde a un depósito funerario por re-deposición ritual de los restos humanos esqueletizados”.

Para esta hipótesis es importante considerar el manejo de las reliquias para la “creación de ancestros”. El depósito por re-inhumación corresponde a un manejo intencional de las reliquias y su deposición en el cenote para el establecimiento de ancestros y jerarquías entre los vivos.

El registro realizado hasta la fecha en el cenote Las Calaveras muestra que los restos óseos no se encuentran en conexión anatómica. Asimismo los ejemplares

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colectados hasta la fecha no presentan evidencia de prácticas sacrificiales (decapitación, descarnamiento y desarticulación).

En el caso de la gran desarticulación de los restos en el cenote Las Calaveras, a diferencia de otros cenotes donde si se ha observado articulación, se piensa que los restos óseos se exhumaron de áreas terrestres y se re-depositaron en el cenote.

"Existieron áreas para el procesamiento de los cuerpos, como la inhumación en espacios semi-cerrados para lograr su descomposición, a manera de cementerios temporales, posterior a lo cual los restos eran exhumados y reinhumados en el cenote”.

Esta hipótesis deriva de la anterior, es decir, asociado a la re-inhumación están los espacios funerarios primarios de los cuales se exhumaron los restos. Una propuesta similar la ha realizado Weiss-Krejci, quien sugiere que los edificios asociados a los sectores orientales de cada grupo del Caracol, s irvieron como mausoleos transitorios, donde los fallecidos podían ser colocados durante un cierto tiempo, lo cual es apoyado por la presencia de sepulturas tipo tumba que se han encontrado vacías y con accesos en los lados (Weiss-Krejci 2005:260).

Esta hipótesis se podría trabajar en un mediano o largo plazo, por su relación con las estructuras en superficie y el sitio en general. “La forma de botellón favoreció su selección como cámara funeraria acuática, por su semejanza con los chultúnes”.

Los chultunes son formaciones artificiales o excavaciones de hoyos naturales, recubiertos por estuco, para la colecta de agua o el almacenamiento de granos. En ocasiones los chultúnes también eran utilizados para realizar entierros.

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Otra hipótesis contraria a la hipótesis funeraria sería la siguiente: “El cenote Las Calaveras no fue una cámara funeraria acuática sino un lugar donde se asesinaron a grupos de linajes, arrojándolos al cenote y dejándoles ahí para que murieran”

La forma de botellón de este cenote hace imposible salir de ellos sin ayuda del exterior, y para evitar esto, sus enemigos pudieron dejar custodios hasta que fallecieran. Esto explicaría porque el cenote Las Calaveras no presenta ofrendas , al no ser un lugar de tratamientos mortuorios de tipo ritual, como lo serían los tratamientos funerarios o sacrificiales.

Para la relación entre los individuos localizados en el cenote el Doctor Alejandro Terrazas plantea la siguiente hipótesis (Terrazas comunicación personal 2009): “En el cenote Las Calaveras están presentes grupos de poder, estructura cerrada del parentesco;

con una

es decir endogámicos, fuertemente

estratificada por patrilinealidad; y con residencia patrilocal.”

Esta hipótesis tiene su base en la propuesta de Binford (1971) quien establece que debe existir una correlación entre el estadio (en términos evolutivos) de un sistema sociocultural y los diferentes tratamientos mortuorios por los cuales se pueden identificar las posiciones de estatus. Según la composición y tamaño del grupo, así como su grado de desarrollo social, habrá un mayor o menor número de personas sociales (jerarquías). Siendo así, en el cenote Calaveras, dada su organización clasista inicial será posible identificar la pertenencia de los individuos a por lo menos dos clases sociales: explotadores y explotados. Suponiendo que en el cenote Calaveras solo se llevaron a cabo tratamientos funerarios de personajes importantes entonces sólo se identificará a la clase explotadora. Sin embargo, al interior de esta debieron darse diferentes jerarquías o personas sociales, las cuales pudieron o no tener relaciones genéticas. 80

Podría pensarse que los grupos de las clases altas (clase explotadora) mantuvieron normas de parentesco con mayor rigidez que los grupos campesinos (clases explotadas). Esto se debe a que a que las clases dominantes les interesaba mantener las relaciones de propiedad y ejercicio del poder. En cuanto a los campesinos les interesa más mantener sistemas muy flexibles que posibilitaran la subsistencia mediante alianzas flexibles de reciprocidad. Un patrón de estructura cerrada del parentesco implicaría un alto grado de proximidad biológica entre los individuos, así como una alta endogamia.

Si los grupos dominantes de Calaveras eran partilineales y patrilocales significa que los hombres vivían entre sus parientes por lo que sus rasgos métricos y no métricos serán más similares entre sí, mientras que las mujeres vienen de otras comunidades, por lo que no necesariamente están emparentadas y sus rasgos serán más diversos.

Secuencia metodológica La metodología diseñada está orientada al estudio tafonómico

in situ y en

laboratorio, con base en la osteoarqueología de campo de Duday (1997) y Pereira (1997), así como de los estudios tafonómicos en contextos acuáticos de Hagulund y Sorg (2002), con el fin de determinar si el depósito osteológico en el cenote Las Calaveras es producto de una práctica funeraria, sacrificial, punitiva o bélica. Es importante considerar que en un mismo cenote pudieron ser arrojados individuos por diferentes prácticas mortuorias. Los atributos para la evaluación de las hipótesis se agrupan en los siguientes conjuntos:

1. Localización de los restos en el cenote. 2. Articulación de los restos esqueléticos 3. Agrupación de los restos esqueléticos 4. Relaciones anatómicas

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5. Alteraciones culturales asociadas a sacrificio humano y tratamientos ante y postmortem 6. Alteraciones asociadas a descomposición en ambientes secos o acuáticos 7. Población representada (sexo y edad, proximidad biológica)

Se consideran aquí los siguientes tipos de deposición: I. El individuo fue arrojado como cadáver directamente al agua. II. Se le colocó en algún lugar que se encontraba seco o de baja profundidad. III. Se arrojaron segmentos corporales. IV. Se arrojaron elementos esqueletizados, como huesos aislados.

El tipo de deposición, junto con la presencia o ausencia de alteraciones culturales asociadas al sacrificio humano y tratamientos ante y postmortem, así como la presencia o ausencia de alteraciones bioestratinómicas, permitió elaborar hipótesis por individuo preguntándonos ¿corresponde este arreglo a un individuo sacrificado, a un tratamiento funerario, a una muerte bélica o a una muerte por catástrofe natural? En el cenote Las Calaveras se piensa que corresponde a depósito funerario por re-deposición ritual de los restos humanos en estado esquelético. Asimismo, con las variables métricas y no métricas se determinará el grado de distancia biológica de los individuos estudiados.

En un futuro se contempla el excavar los sitios en superficie que suponemos estuvieron asociados a los cementerios acuáticos. Con ello se espera complementar el estudio subacuático, ya que la investigación arqueológica no debe enfocarse únicamente a un cierto tipo de contexto o de evidencia, como sería el caso de los esqueletos humanos en los cenotes. Para responder las preguntas y contrastar las hipótesis planteadas se contempla ampliar la investigación a para detectar los sitios terrestres asociados a estos cementerios.

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Tabla 1. Secuencia Metodológica

1

2

3 4

5

6

Atributos Variables Variables específicas Localización de los restos en el a. Perímetro cenote. b. centro c. área intermedia Articulación de los restos a. Individuos articulados esqueléticos b. segmentos articulados (articulaciones persistentes, articulaciones lébiles. c. elementos (huesos) Agrupación de los restos a. Aislados esqueléticos b. Agrupados Relaciones anatómicas a. Ubicación articulaciones persistentes b. Ubicación elementos lábiles c. Ubicación huesos largos d. Ubicación cráneos e. Ubicación de huesos pares Alteraciones culturales asociadas a. Extracción del corazón 4ª Extracción del corazón a sacrificio humano y tratamientos b. Decapitamiento i. Acceso transdiafragmático ante y postmortem c. Muerte por golpe contundente ii. Estereotomía axial media d. Separación de segmentos iii. Acceso intercostal anterior e. Exposición térmica izquierdo iv. Toracotomía bilateral transversa 4b Decapitamiento i. Boca arriba ii. Boca abajo 4e Exposición térmica i.Directa ii.Indirecta Alteraciones

bioestratinómicas

a. Resquebrajaduras 83

asociadas a descomposición en ambientes secos o acuáticos

7

Población representada

b. Escamado de las capas óseas c. Marcas de hongos y plantas d. Marcas de actividad de animal a. Sexo b. Edad c. Paleopatologías d. Distancias biológicas e. Residencia f. Filiación

7a Femenio/Masculino 7b Infantes, jóvenes, adultos, adultos mayores 7c I. Nutricionales (Hipoplasia, Criba, Hiperostosis, Elementos traza, isotopos estables de carbón y nitrógeno considerar posible escasa presencia de nitrógeno y carbón por diagénesis acuática). II. Infecciosos (Traumatismos, Sifilis) 7d Distancias biológicas i.Variables métricas ii.Variables no métricas 7e Residencia (Fluor) i. Población local ii. Población foránea

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Descomposición y desarticulación de cadáveres en agua De acuerdo con William D. Haglund y Marcella H. Sorg (2002) los cadáveres en el agua pasan por fases de flotación y sumergimiento que se alternan de acuerdo a la presión generada por los gases de descomposición. Algunos factores que inhiben o favorecen la flotación son la temperatura, el tejido adiposo y la ropa. Las temperaturas bajas inhiben significativamente la flotación, por el contrario los cadáveres desnudos generalmente flotan con la espalda expuesta por encima de la línea de flotación y la cabeza y las extremidades bajo la línea de flotación. Una vez descompuestos y con gases en el abdomen los cuerpos flotan boca arriba. Las fuerzas de presión hidrostática y la presión interna de los gases de descomposición se alternan hasta que el cuerpo alcanza el fondo, el cual toma una posición con la cabeza hacia abajo, debido a que la cabeza tiene una gravedad específica mayor que los pies.

La desaparición inicial del tejido blando y la exposición de huesos ocurre en áreas con tejido delgado, comenzando por manos y parte antero inferior de las piernas. Posteriormente la desarticulación de segmentos se da en la siguiente secuencia: huesos de manos, huesos de pies, mandíbula, cráneo, cubito y radio, tibia, húmero (Haglund y Sorg 2002). Esto difiere de lo observado en contextos terrestres, donde las articulaciones atlanto-occipital, columna lumbar, eje lumbosacro, articulaciones sacro-iliacas, rodillas, tobillos y tarsos permanecen como articulaciones persistentes (Duday 1997). En los cenotes San Antonio, Canún y Las Calaveras se ha constatado la presencia de las articulaciones persistentes descritas para contextos acuáticos por Haglund y Sorg. En condiciones de anoxia la desarticulación se inhibe (Haglund y Sorg 2002:203). Finalmente, las condiciones alcalinas favorecen la preservación de los huesos (Ibíd.). Esto explica la extraordinaria conservación de los restos osteológicos en los cenotes.

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Figura 13. Secuencia de desarticulación de restos humanos en el agua según Haglund y Sorg (2002).

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Descripción de atributos para la evaluación de hipótesis 1) Localización de los restos en el cenote Perímetro del cenote. Usualmente las áreas perimetrales se conforman por taludes

de

sedimento

en

ocasiones

escalonadas.

También

pueden

presentarse paredes rectas, en cuyo caso los restos yacen directamente en el fondo. Centro del cenote. La mayoría de los cenotes presenta al centro un montículo de derrumbe de la bóveda, llamado Monte de Debri o detrito. Sección intermedia. Se considera el área concéntrica al Monte de Debri, entre éste y el perímetro del cenote. Usualmente el fondo en esta sección es plano, aunque existen casos donde se presentan otros Montes de Debri de menor tamaño. Cuevas, nichos o taludes secos o que estuvieron secos. Correspondería a los casos en los que los cuerpos no se dejaron directamente en el agua, por lo que no flotaron, sino que fueron depositados en áreas seleccionadas.

Figura 14. Partes de un cenote. 87

2) Articulación de los restos en el cenote A través de estas variables se espera determinar la disposición del cuerpo humano en alguna de las siguientes formas:

Arrojar el cadáver fresco o al individuo vivo para que muera en el agua. Los restos pueden llegar articulados o desarticulados al fondo. Suponemos que en condiciones de bajas temperaturas, poca salinidad, profundidad y poca iluminación, o bien por haber sido arrojados con lastre, los restos llegarían articulados. Por el contrario, si la salinidad es elevada, la profundidad es poca y hay iluminación, el cuerpo flotaría y se desarticularía gradualmente. El patrón de desarticulación en el agua comienza por las partes lábiles, de menor tamaño – manos y pies-, después las extremidades completas (brazos y piernas). El tórax y el cráneo es lo último en desarticularse.

La evidencia de este patrón es la

presencia de articulaciones persistentes. También deberá observarse la presencia de un número importante de articulaciones lábiles (contexto primario).

Depositar al cadáver en una cueva seca, que posteriormente se inundó. Los restos se encuentran articulados o semi articulados. Si se encuentran a cierta distancia de la entrada, de tal forma que no hayan llegado por su propia trayectoria durante la descomposición, se plantea la hipótesis de un depósito en condiciones de menor profundidad a la actual. Debido a que también sería un depósito primario será posible observar la presencia de articulaciones lábiles.

Arrojar segmentos corporales, tales como cabezas, extremidades, etc. En estos casos se detectan marcas de decapitación, descarnamiento y corte.

Arrojar huesos secos Correspondería a la exhumación de tumbas y se esperaría observar marc as de raíces, roedores o agentes relativos a la descomposición y estadio en ambientes terrestres. 88

I. Análisis espaciales de relaciones anatómicas (no articulaciones persistentes ni lábiles, no simetría) II. Evidencia de manipulación de hueso seco: Pérdida de articulaciones lábiles Fractura en seco Actividad animal y vegetal

3) Alteraciones culturales asociadas a sacrificio humano y sus tratamientos postmortem Los tratamientos rituales de los sacrificados estaban orientados a la obtención de la sangre a borbotones, la extracción del corazón, el decapitamiento, el desollamiento, la antropofagia del cuerpo de la víctima (Tiesler y Cucina 2005:345), la distribución de partes corporales entre los sacerdotes (Landa 1994 1566) y finalmente su ubicación en templos, cuevas, pozos secos y cenotes (Sánchez de Aguilar

1639). Se puede identificar a nivel osteológico por las

marcas que resultan de los diversos procedimientos para la privación ritual de la vida así como por los tratamientos postmortem mencionados, los cuales se reflejan en los restos óseos como cortes, fracturas, impactos, raspados, erosión, etc. Dichas marcas deben ser perimortem, por lo que no deberán presentar regeneración. De presentar regeneración se estará ante un caso donde el individuo sufrió algún tipo de agresión o padecimiento al cual sobrevivió pero no ante un caso de privación ritual de la vida. Sin embargo, se tiene presente que pudieron existir formas de privación ritual de la vida que no se reflejen a nivel osteológico, tales como el envenamiento, el ahogamiento (llamada en la literatura arqueológica como inmersión) y el desangramiento (en este último caso si el instrumento cortante no llegó a nivel de hueso no será posible detectarlo). En el caso de la “inmersión ritual de los sacrificados” como le llamó Alberto Ruz (1968) es posible que los individuos fuesen lastrados o bien se les arrojara vivos al cenote, como se reporta en las crónicas. El arrojar víctimas vivas a los cenotes no 89

deja marcas de violencia en los huesos, ya que la víctima pudo morir de ahogamiento sin haber sido golpeada, ni descarnada, ni desarticulada, ni flechada. Debido a la forma abovedada de muchos cenotes, con el espejo de agua a varios metros por debajo de la superficie una forma de muerte pudo ser tan sólo arrojar a los individuos vivos al cenote y custodiar que no recibieran ayuda. El referente empírico de esta forma de sacrificio sería la presencia de articulaciones lábiles así como persistentes, ya que la descomposición de los tejidos blandos, la desarticulación y la esqueletización ocurrieron en un mismo lugar.

Las técnicas de privación ritual de la vida que si presentan marcas de violencia serían la muerte por golpe contundente y el flechamiento. Los tratamientos postmortem de los sacrificados pudieron implicar la extracción del corazón, la decapitación, la desarticulación o desmembramiento y el desollamiento, los cuales si generan marcas en los huesos.

Por otra parte, también se tiene presente la posibilidad de que los individuos no sacrificados recibiesen tratamientos postmortem similares a los sacrificados, tales como el descarnado (por ejemplo del cráneo) y el desmembrado (para utilizar alguna parte como reliquia, por ejemplo el pie izquierdo). Por ello se deberá evaluar la totalidad de la evidencia de manera integral así como buscar contar con el apoyo de otro tipo de evidencia, que nos permita realizar la distinción aquí planteada.

A continuación se describen las evidencias osteológicas que se relacionan a la privación de la vida así como a los tratamientos postmortem:

Técnicas sacrificiales: Extracción del corazón Acceso transdiafragmático. Ingreso al torax desde la cavidad abdominal. Este tipo de extracción deja un patrón de huellas repetitivas en la parte interna de las costillas, ya que éstas son 90

utilizadas como superficie de apoyo (Chavez 2006) así como en las vértebras torácicas (Tiesler y Cucina 2005).

Estereotomía axial media. Incisión vertical en el esternón con instrumento aserrado o cincel, para obtener la bifurcación longitudinal del esternón (Robicseck y Hales 1984). Acceso intercostal anterior izquierdo. Incisión desde el borde izquierdo del esternón, lateralmente entre la 5ta y 6ta costilla, las cuales se abren y se inserta la mano para extraer el corazón ( Ibíd.). Esta técnica tiene el inconveniente de que es casi imposible abrir las costillas manualmente.

Toracotomía bilateral transversa. Semejante al acceso intercostal izquierdo pero se llega hasta el costado derecho, afectando ambas cavidades pleurales y ocasionado el colapso de los pulmones (Ibíd). Este caso ha sido documentado en entierros de Tlatelolco (Pijoan y Mansilla 2004:77) Decapitamiento La decapitación deja marcas en las primeras vértebras cervicales, debido a la intención de separar la cabeza de la columna, al cortar

los discos

intervertebrales. La decapitación podía realizarse con el individuo boca arriba, lo cual dejaría marcas en la parte ventral de las primeras cuatro vértebras cervicales, como en los casos del Templo Mayor (Chávez 2006) y Teotihucacán (Gregory Pereira comunicación personal 2007) y boca abajo, con la cabeza en flexión anterior (expuesta la nuca), lo cual dejaría marcas también en las primeras vértebras, en la parte posterior, así como en la rama mandibular (Gregory Pereira comunicación personal 2007). Estas marcas suelen tener sección en “V” (Pijoan y Lizárraga 2004)

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Flechamiento Se deberán encontrar puntas de flecha o bien incisiones en hueso, producto de los flechamientos.

Muerte por golpe contundente Se observarán fracturas rectas o curvadas que irradian del lugar de impacto, el cual puede presentar una fractura hundida o estrellada (Pijoan y Lizarraga 2004:22-23). También se puede encontrar material óseo aplastado, esquirlas de hueso y fisuras negativas en la pared opuesta al golpe (Ibíd.). Si el impacto se realizó cuando el individuo se encontraba vivo se podrán observar manchas color café o rojizo, que son las infiltraciones en el hueso producto del sangrado. En ocasiones éstas infiltraciones no son reconocibles a simple vista pero se pueden observar con luz negra, con la aplicación de luminol (Ibíd).

Descarnamiento La eliminación de los tejidos blandos se puede realizar mediante las siguientes técnicas (Pijoan y Lizarraga 2004:24-25) Cortes en las inserciones musculares, lo que se evidencia por marcas con secciones en “V”. Raspado, el cual se evidencia por líneas de cortes delgadas, en diferentes direcciones y superpuestas. Abrasión por percusión. Se producen surcos y fosillas de diferentes dimensiones.

Separación de segmentos. Los cortes se ubican cerca de las articulaciones del húmero, antebrazo, clavícula, fémur, etc. (Tiesler y Cucina 2005:347).

Exposición térmica Exposición directa al fuego y cocción. Se observa mediante coloración negruzca, azulada o blancuzca, compactación del hueso, apariencia vidriosa y translúcida, 92

ampliación y endurecimiento del tejido esponjoso y hasta deformación de los huesos (Pijoan y Lizarraga 2004:27).

4) Alteraciones bioestratinómicas asociadas a descomposición en ambientes secos o acuáticos. Si los restos muestran intemperización (finas resquebrajaduras de diferente intensidad y escamado de las capas óseas), marcas de hongos y plantas (raíces), de actividad de animal (insectos y mamíferos carroñeros) será posible afirmar que los restos estuvieron sujetos a procesos bioestratinómicos naturales y que la descomposición y la desarticulación se llevó a cabo en ambientes de tipo aeróbico (Pijoan y Lizárraga 2004:16).

5) Población representada (identificación de grupos sociales) Sexo. Edad. En el caso de los sacrificios humanos la muestra debería incluir infantes. Distancias Biológicas, a través de variables dentales, variables no métricas y otras variables, tales como el ADN. Patrones Culturales. Residencia y filiación Este aspecto se continúa afinando y se espera desarrollarlo a mediano y largo plazo, ya que requiere una inversión de trabajo mayor para su efectiva aplicación, así como relacionarlo con datos de superficie.

La distancia biológica es la mensura e interpretación del parentesco y divergencia entre poblaciones o subgrupos al interior de las poblaciones a través del análisis de rasgos esqueléticos y dentales (Buikstra et al 1990 apud Spencer 1997:302). El grado de parentesco presupone que las poblaciones que comparten atributos tienen parentesco más cercano que aquellas que manifiestan mayores diferencias (Ibíd).

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La afinidad biológica cercana es indicada por una frecuencia inusualmente alta o baja de rasgos específicos en ciertas poblaciones o al interior de subgrupos en las poblaciones (Ibíd). Las relaciones biológicas entre poblaciones y al interior de las mismas se identifica con base en la consideración simultánea de múltiples rasgos, a través de análisis estadísticos multivariados, los cuales comúnmente implican la determinación de los principales componentes, funciones discriminativas o estadísticas de biodistancias así como análisis de grupos (cluster analysis) o escalamiento multidimensional (multidimensional scaling) (Ibíd).

A pesar de que el análisis de biodistancias es problemático, debido a la diversidad de factores que afectan los rasgos estudiados, tales como la genética así como factores epigenéticos locales, generales y ambientales, se conocen rasgos métricos y no métricos que corresponden uno a uno con el genoma individual (Ibíd). Los rasgos métricos son variables continuas obtenidas de mediciones lineales o índices derivados de mensuras (por ejemplo largo, ancho, radio, etc), los cuales son utilizados para caracterizar el tamaño y la forma de los elementos esqueléticos, especialmente el cráneo.

Los rasgos no métricos son entidades anatómicas discretas o casi continuas generalmente expresadas en graduaciones desde ausencia hasta su completa expresión (por ejemplo el metodismo, dientes de pala, etc.) (Spencer 1997:305). En el caso del cráneo existe una gran variación en cuanto a su forma y ésta es influida por la forma en que los dientes y la mandíbula son utilizados en las funciones masticatorias y no masticatorias. Sin embargo, la craniometría ha resultado de gran utilidad en la identificación de asociaciones históricas y culturales dentro de un amplio rango de configuraciones (Ibíd.).

A la fecha se han identificado más de 200 rasgos no métricos que incluyen cuatro tipos primarios: 1. Huesos supernumerarios. Pequeños huesos entre las suturas craneales, tales como los huesos wormianos lamboideos, etc94

2. Rasgos hiperostóticos o proliferaciones inusuales, tales como puentes de hueso (por ejemplo el puente del atlas). 3. Rasgos hipostóticos que involucran deficiencias de osificación (por ejemplo la sutura metópica). 4. Variaciones de foramen (por ejemplo el foramen sencillo o doble supraorbital) (Spencer 1997:306).

En cuanto a los rasgos dentales no métricos existen 30 rasgos estandarizados, basados en los trabajos tempranos de A. A. Dahlberg publicado en las décadas de 1950 y 1960 (Spencer 1997:306). Estos rasgos incluyen variaciones morfológicas en la corona dental (por ejemplo la forma de pala o el rasgo de Carabelli), así como variaciones en la raíz (por ejemplo el número de raíces en los molares inferiores) (Ibíd). Los estudios de distancias biológicas a través de rasgos dentales muestran ser importantes debido al fuerte componente genético de estos rasgos en estudios de poblaciones actuales (Ibíd).

Los patrones de residencia y relaciones familiares también pueden ser inferidos a través de los rasgos métricos y no métricos. Por ejemplo en Teotihuacan se determinó, a través de la presencia de uno o varios foramen supraorbitales, que en el complejo La Ventilla B, había una menor variación entre los hombres que entre las mujeres (Spencer 1997:328). La mayor similitud entre los hombres que entre las mujeres sugiere que los grupos corporativos se organizaban alrededor del linaje masculino y que los varones mantenían su lugar de residencia, mientras que las mujeres adultas parecen proceder de otros componentes o incluso fuera de Teotihucacan (Ibíd).

Sin embargo, se ha dicho que este tipo de estudios son ambiguos al no considerar la variación de la población en la estructura de la genética cuantitativa f ormal, para lo cual Konigsberg propone una base poblacional genética para inferir residencia aplicando una modificación del modelo de isla y

del método de la red de

migración de Wright de 1951 (Ibíd). Konigsber y Buikstra (1995 apud Spencer 95

1997) sugieren que si los hombres migran más que las mujeres, entonces el radio de la variación de las mujeres (dibujadas en matrices de covariación) debe ser mayor de 1 (Ibíd). Para ello utilizaron cinco rasgos no métricos para testar la hipótesis de que las variaciones masculinas y femeninas eran iguales en sitios de las poblaciones del Middle Woodland, Late Woodland y Missisipi, en el estado de Ilinois, EUA. En los nueve sitios analizados encontraron que la mayoría de los radios de variación son considerablemente menores de 1, lo que provee de evidencia para decir que las mujeres migraban mas que los hombres y que la residencia patrilocal fue predominante en los sitios arqueológicos de la región (Ibíd).

De igual forma, los análisis osteológicos nos pueden ayudar a inferir patrones de endogamia o exogamia en grupos previamente identificados, como en el estudio realizado en Monte Alban por Wilkinson y Norelli en 1981 (Spencer 1997:329). Comparaciones estadísticas univariadas de rasgos dentales y craneofaciales no métricos de tumbas (grupo de alto estatus) y entierros (grupo de menor estatus) revelaron que no había diferencias importantes entre los dos subgrupos, lo que es consistente con el modelo que sostiene que los dos subgrupos provienen de la misma población en general (Ibíd). Lo anterior también apoya el modelo de Blanton en el cual plantea una comunicación entre clases abierta, es decir que en Monte Alban la estructura de clase no debió ser fuertemente endogámica (Ibíd).

Definidos los conceptos involucrados, lo que encontraríamos en el cenote Las Calaveras, de ser falsas nuestras hipótesis sería que los individuos fueron sacrificados (uso ritual-sacrifical del cenote), arrojados al cenote como parte de un castigo (uso jurídico), o bien asesinados y depositados ahí por sus enemigos (uso punitivo).

Fechamiento En el agua los huesos pierden rápidamente la fracción orgánica, como el colágeno, necesaria para los fechamientos, lo que limita en gran parte los 96

resultados esperados. Otros fechamientos relativos se pueden obtener por los tipos cerámicos presentes en el cenote, sin embargo, la asociación claramente intencional entre cerámica y restos óseos en los cenotes es más bien rara, pues la distribución de ésta última en el fondo, usualmente no permite establecer una asociación directa. En cuanto a la deformación craneana, ésta no es un marcador cronológico, ya que en la costa se mantuvo el uso de la forma oblicua, mientras en otras áreas se cambió a la forma tabular erecta durante el Posclásico (Tiesler 1998). Sin embargo, se continúa explorando otras formas de fechamiento con el fin de conocer si el depósito se creó en un periodo de tiempo corto o prolongado.

Mapa del depósito osteológico El registro a detalle de la concentración sureste del Cenote Las Calaveras se realizó a través de fotomosaicos, con el fin de obtener los mapas adecuados. El primer fotomosaico del cenote Las Calaveras se comenzó en el 2002, para lo cual se marcaron cuadros de 5m2, con líneas fijas a las paredes del cenote (González, Rojas y Del Río 2003). Sin embargo, durante dicha temporada de campo no se logró concluir, sino hasta el 2006 (Gonzáles y Rojas 2006).

Para ello se utilizó una cámara modelo Sony DSCV3, con un lente gran angular, intercambiable subacuático, equivalente a 20mm. Las orillas de cada toma se recortaron digitalmente, para utilizar únicamente el centro. Al finalizar el primer fotomosaico en el 2006 las líneas se retiraron, para evitar quedar atorados en ellas, ya que cruzaban el cenote a media a agua.

En el 2008 se realizaron dos fotomosaicos más, con los cuáles se registraron a mayor detalle los restos óseos de por lo menos 20 de los 40 individuos en la concentración sureste, la más importante en el cenote. Para ello se instalaron 7 líneas paralelas, en dirección este-oeste, marcadas a cada metro, lo que conformó la retícula 1. En ella se establecieron 47 cuadros, desde la parte somera (3.1 m) hasta el fondo (7.1m), marcados con etiquetas plásticas. En el 2010 se instalaron dos retículas más: una al sureste (retícula 2 ó “Grupo dedos”) y otra al oeste 97

(retícula 3). De éstas últimas retículas se harán algunas observaciones, pues aun se están realizando los análisis en extenso.

Debido al relieve irregular del fondo y a la dificultad de fijar clavos en la roca kárstica, las líneas presentaron diferencias en su orientación y nivelación, lo cual fue considerado en el establecimiento de las coordenadas. Las retículas 2 y 3 se encuentran sobre un relieve menos escarpado, sin embargo tampoco se lograron disminuir las desviaciones en su instalación, pero de igual forma se consideraron en el registro.

En el 2008 se tomaron más de 150 fotografías. Primero se experimentó utilizando un lente gran angular de 15 mm (“ojo de pez”), con una cámara Canon EOS Digital Rebel XT. Para lograr obtener una posición cenital se colocó un nivel de burbuja en la cámara, así como un hilo y una plomada para fijar la distancia. Al utilizar un lente de 15 mm se esperaba obtener una cierta distorsión de las orillas, pero se esperaba poder utilizar el centro de cada toma. Sin embargo, la distorsión fue mayor de lo esperado, evidente en la forma cóncava de la línea guía. Aun así, con éstas tomas se armó un fotomosaico base, el cual permitió familiarizarse con los conjuntos esqueléticos de la concentración sureste y seleccionar el área para comenzar el siguiente fotomosaico.

Posteriormente se realizó el tercer fotomosaico, utilizando un lente de 18 mm, en la misma cámara, con lo cual se obtuvieron tomas sin distorsión en las orillas. Fue sobre este fotomosaico sobre el que se dibujó, sin embargo las tomas realizadas con el lente de 15 mm auxiliaron durante el dibujo para dar mayor definición a los elementos, pues su nitidez es muy superior a las tomas realizadas con el lente de 18 mm.

Cabe mencionar que el reto del fotomosaico resultó mayor de lo

esperado, debido a la irregularidad del fondo las tomas, aun realizadas a una distancia constante, no eran consistentes en escala y posición de los huesos. En una misma unidad de 1m 2 la escala, medida en cada foto por la distancia entre estación y estación, presentó un decremento visual del 25 % debido a la 98

pendiente. Este decremento se trató de corregir re-escalando las fotografías, sin embargo la distorsión resultante era considerable.

Para ubicar la posición de los conjuntos esqueléticos con mayor precisión, se obtuvieron las coordenadas por triangulación de algunos elementos, midiendo la distancia hacia los cruces de los cuadros. En los cráneos los puntos de referencia de las mediciones se ubicaron en la sutura sagital, el proceso mastoides y el hueso nasal, según se observara alguno de ellos. En los huesos largos se midió a partir de las epífisis, de encontrarse expuestas, de lo contrario en el croquis se indicaba el punto medido. El dibujo se realizó digitalmente, utilizando el software Corel Draw®.

Figura 15. Retícula instalada en 2002, en el cenote Las Calaveras, de 5m2, para la elaboración del primer fotomosaico. Esta retícula se desinstaló en años posteriores por representar un riesgo.

99

Figura 16. Instalación en el 2008 de líneas para la retícula 1, en la concentración sureste. Fotos: Jerónimo Avilés.

100

12 8b 1 9a 18 24 30

13 9b 2 10a 19 25 31

14b 10b 3 14a 20 26 40

15b 11 4 15a 21 27 41

16 5

6

7

22 28 42

23 29 43

32 36 44

33 37 45

34 38

35

Tabla 1. Nomenclatura de los cuadros, retícula 1, según la etiqueta en su esquina noroeste.

Figura 17. Modelo tridimensional de la retícula 1 (2008), concentración sureste.

101

Figura 18. Retícula 1, concentración sureste, 2008.

Figura 19. Retícula 2 o “Grupo dedos”. Foto Uli Kunz.

102

Figura 20. Segundo fotomosaico realizado con un lente de 15 mm “ojo de pez”. Fotos: Jerónimo Avilés

103

Figura 21. Concentración de restos óseos al sureste del cenote Las Calaveras, retícula 1.

104

Figura 22. Posicionamiento de algunos elementos por triangulación. Tercer fotomosaico. Foto Jerónimo Avilés.

105

Colectas Las colectas se comenzaron en el cuadro 1 de forma intensiva, sin embargo la presencia de varias capas de huesos y la pendiente considerable hicieron difícil continuar con las colectas después de la primera capa, pues la remoción del sedimento durante la colectas resultaba en un importante transporte hacia las áreas más profundas de la concentración. Por ello se optó por colectar algunos elementos superficiales de otros cuadros.

En el cenote se observa un ambiente de precipitación de carbonatos de calcio, el cual se manifiesta como una cobertura levemente cementada en los huesos, lo cual les genera una apariencia “glaseada”. Esta cobertura en los huesos es mas es más intensa hacia el norte de la concentración, al ser una parte muy somera (3m de profundidad) así como hacia el este de la misma. El tipo de sedimentación es característica de los cenotes con acceso directo a la superficie, pues presenta una capa altamente orgánica, de coloración café obscura, sobre la que se depositan los carbonatos de calcio precipitados, de color blanco cristalino.

Para realizar las colectas se prepararon contenedores plásticos con fieltro, como material de amortiguamiento en su interior, fijado con cinta plateada, y recubierto de tela de tul de punto cerrado. Para evitar la flotación de los contenedores, y facilitar su manipulación, se colocaron pastillas de plomo en su bas e, de forma exterior, adheridas con cinta plateada. Estas pastillas eran removidas durante la inmersión, una vez que se colocaban los restos en el contenedor, pues este llega a ser muy pesado para el ascenso. Cada hueso se marcó in situ, con una etiqueta de papel herculene5, marcada con un número serial irrepetible. El ascenso desde el espejo de agua a la superficie se realizó con cuerdas y poleas.

5

El papel herculene está plastificado y es posible escribir con lápiz en el bajo el agua.

106

Figura 23. Precipitación de Carbonatos de Calcio sobre restos óseos, los cuales forman una apariencia “glaseada” o bien de “hojuelas”. Foto Arturo González (izq.) y Eugenio Aceves (der.), Jerónimo Avilés (abajo).

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Figura 24. Colecta y embalaje de un cráneo. Fotos: Jerónimo Avilés 108

Los restos óseos fueron transportados del cenote al laboratorio de campo en los contenedores con agua. En el laboratorio de campo cada hueso fue envuelto en capas de film plástico, procurando conservar una cierta cantidad de agua. De esta forma se embalaron con plástico burbuja en contenedores rígidos de plástico y se trasladaron a la Zona Arqueológica de Tulúm, y posteriormente al Centro INAH en Chetumal. Durante el tiempo que la colección permaneció en las instalaciones de Tulúm se mantuvieron a 17ºC, en condiciones de poca iluminación y se evitó abrir los contenedores, con el fin de que no hubiese proliferación de hongos y bacterias, por contaminación en el ambiente.

El estado de conservación de los restos colectados es bueno (Anrubio 2009), pues en general las condiciones en los cenotes favorecen la preservación de restos óseos, ya que son ambientes estables de baja energía, con poca iluminación y pH básico. Sin embargo, en el agua los huesos pierden materia orgánica y absorben agua en sus espacios vacíos, lo que les produce una textura esponjosa.

En general el material óseo procedente de contextos subacuáticos se caracteriza por su ligereza, su escasa densidad y su muy baja dureza y tenacidad (Ibíd). Presentan cambios importantes en la coloración, por el intercambio entre el hueso y el medio kárstico, pues el agua de los cenotes contiene gran cantidad de elementos y compuestos químicos en suspensión (Ibíd). Los principales cambios de coloración consisten en la aparición de manchas extensas de color r ojo obscuro a claro, con bordes de color café. Al parecer estas manchas se forman cuando el material está en contacto directo con el sedimento y se deben a la absorción de óxidos férricos en suspensión o bien de óxidos de manganeso, pues en algunos casos las manchas tienen una coloración negra (Ibíd). Es muy posible que los niveles de metales disueltos en el agua y los sedimentos se hayan incrementado por las cubetas metálicas presentes en el fondo del cenote.

109

Cuando la superficie de un elemento se halla expuesta al agua se forman concreciones de carbonatos y sulfatos de calcio de calcio, que flotan disueltos en el agua kárstica. Al saturarse el agua de moléculas en suspensión, se precipitan y forman un sedimento muy fino y ligero, en ocasiones en forma de “hojuelas” (Ibíd). La distribución, generalmente excluyente, de los dos tipos de concreciones forma un criterio relativamente confiable para establecer la posición original de cada hueso, cuando estos se han retirado del cenote o han sido perturbados por alguna causa (Ibíd).

La deshidratación del material se llevó a cabo en cámaras de secado, de manera controlada y paulatina. La limpieza se realizó principalmente con hisopos sumergidos en agua destilada y alcohol (Anrubio 2010). Esta técnica es de bajo impacto, sin embargo generó una abrasión importante, que se observa en forma de rayado, ya que la superficie de los huesos, al encontrarse húmeda, es blanda, y al rodar los hisopos es susceptible de ser erosionada por las sales minerales (Ibíd).

Estudios del agua En el 2008 se llevaron a cabo análisis del agua del cenote Las Calaveras de temperatura, oxigeno disuelto y salinidad. Los resultados obtenidos por el geólogo Simon Richards muestran que es un solo cuerpo de agua (misma salinidad). Al parecer entre el cenote y la laguna de Punta Laguna no hay comunicación (Simon Richards, comunicación personal 2008).

Asimismo se envió una muestra al Laboratorio Clínico de Tulúm, con el fin de detectar la presencia de salmonella, debido a que en el 2003 se obtuvieron resultados positivos. Afortunadamente en el 2008 los resultados fueron negativos.

110

Levantamiento topográfico de superficie Durante el 2008 se realizó el levantamiento topográfico de la plataforma I y las estructuras 3 y 5 (en la nomenclatura de Benavides y Zapata 1991) utilizando una estación total.

Figura 25. Textura esponjosa y pérdida de lámina externa en restos procedentes del cenote Las Calaveras Fotos: Jerónimo Avilés.

Figura 26. Cámara de secado de restos óseos. Sección de Conservación y Restauración. Centro INAH Q. Roo. Foto Eugenio Aceves. 111

Figura 27. Mapa de Benavides y Zapata 1991 sobre fotografía aérea. Proyectó: Simón Richards.

112

Figura 28. Levantamiento topográfico de la plataforma I, estructuras 3 y 5. Levantó Javier López y Alejandra Salinas. Proyectó Carmen Rojas.

113

CAPITULO 7

ANÁLISIS

A continuación se discuten todos los análisis realizados, a través de los cuáles se buscó apoyar o descartar las hipótesis planteadas.

Localización de los restos en el cenote. La distribución de los restos en el cenote Las Calaveras es perimetral, sobre los taludes que se forman desde las orillas hacia el centro, presentando una densidad de materiales menor hacia la parte media del cenote y sin presencia significativa de elementos en el Monte de Debri, pues tan sólo se han en el detectado algunos huesos largos y fragmentos de cráneos. I Gran parte de los restos óseos se encuentra en dos concentraciones ubicadas al sur del cenote. La mayor de ellas, al sureste, presenta más de 40 individuos (cráneos, B10-B22, B30-B34, B36-B38, B43, B44, B48, B47, B50-B55, B108, B109, B113-B115, entre otros). Se encuentra sobre un talud perimetral de poca profundidad, que va de los 3m a los 7m de profundidad. Hacia el sur de la misma, en la parte más somera, se observa una abundancia significativa de restos óseos. En la parte intermedia, a los 5 metros de profundidad se observan conjuntos importantes en una matriz de sedimento que al parecer estabilizó en cierta medida el rodamiento de los materiales. En el fondo, hacia el norte de la concentración sureste, la densidad de restos es significativamente menor.

La segunda

concentración importante se localiza bajo una caverna, en el cuadrante suroeste, a 10 de profundidad, en la que se contabilizaron aproximadamente 20 individuos (B69, B70, B71, B78, B81, B82, B83, B84, B85, B101, B102 entre otros).

En el cenote no se perciben corrientes, lo que descarta el movimiento del agua como causante de estas concentraciones. Durante nuestras inmersiones hemos observado que al dejar los equipos flotando estos se alejan del centro, hasta llegar a las orillas, lo cual pude deberse a la tensión superficial del agua. En el caso de que algunos cuerpos completos o segmentos corporales, hayan sido depositados 114

de forma directa en el agua, es posible que estos se comportasen de forma semejante, y que la poca profundidad de los taludes perimetrales al sur haya favorecido su trayectoria hacia esos cuadrantes.

Figura 29. Talud de la concentración sureste. Foto Jerónimo Avilés.

115

Figura 30. Distribución de restos óseos en el cenote Las Calaveras. Las mayores concentraciones se ubican al sureste y suroeste. Dibujó Carmen Rojas y Lisseth Pedroza.

Figura 31. Distribución de restos óseos en el cenote Las Calaveras. Dibujó Carmen Rojas y Lisseth Pedroza. 116

Los estudios tafonómicos en contextos acuáticos muestran que por lo general los cadáveres no llegan inmediatamente al fondo la primera vez que se sumergen, pues los gases de descomposición hacen que los cuerpos asciendan o incluso floten, para después volverse a sumergir (Haglund y Sorg 2002). A menos que los cuerpos sean lastrados, se atoren con algún elemento en el agua o desciendan en un primer momento lo suficiente para que la presión del agua impida la expansión de los gases de descomposición, es difícil que los cuerpos lleguen directamente al fondo. El cenote Las Calaveras es poco profundo, por lo que es posible que los cuerpos flotasen el tiempo suficiente para que los restos llegaran a las orillas.

Una distribución perimetral también se observó en el cenote Canún (González, Rojas y Del Río 2001), en el que parece que algunos cuerpos y/o segmentos corporales fueron depositados directamente en el agua, como se verá más adelante.

Por el contrario los huesos no flotan, pues se saturan rápidamente de agua y arriban de forma inmediata al fondo. Esto se observó durante los experimentos realizados con huesos secos modernos en ambientes controlados (González y Rojas 2006). Por ello, si los restos fueron depositados en estado esquelético, la ubicación perimetral podría ser el resultado de una selección intencional, por parte de quienes realizaron el depósito.

117

Figura 32. Localización de los restos óseos en el cenote Las Calaveras. Dibujo Carmen Rojas

118

Figura 33. Distribución de material arqueológico en el cenote Canún, Yucatán. Dibujo Carmen Rojas.

119

Articulación de los restos esqueléticos. En la concentración sureste, en el cuadro 1, a los 4m de profundidad, se registraron dos segmentos corporales, correspondientes a dos individuos diferentes, los cuales presentaron relación anatómica:

Individuo 1 Se identificó la cintura pélvica y las extremidades inferiores de un individuo adulto joven (25-29 años), de sexo masculino (Ortega 2010:19), conformado por los siguientes elementos: Sacro (H33) Coxal izquierdo y derecho (H43 y H43b) Fémures izquierdo y derecho (H34 y H379) Tibia derecha (H36) Peroné izquierdo (H39)

Los restos se encontraban en conexión anatómica desplazada, orientados con la cintura hacia el norte y las extremidades inferiores hacia el sur. Se cree que este segmento pudo llegar articulado al fondo somero del talud, y posteriormente se desplazó, por efecto de la gravedad, debido a la pendiente. No se detectaron huellas de desarticulación cultural, por lo que suponemos la desarticulación de este segmento del resto del cuerpo fue pasiva (por descomposición natural).

La cintura pélvica es una de las articulaciones persistentes que pueden llegar articuladas al fondo, pues al igual que la caja torácica, es de las últimas en desarticularse en los procesos de descomposición de los cadáveres humanos en el agua (Haglund y Sorg 2002), lo cual parece ser el caso. Esto nos indicaría que el cuerpo de este individuo, o parte de él, fue depositado en el cenote cuando aun contaba con tendones y/o tejido muscular.

120

Sobre el fémur izquierdo (H34) de este conjunto se localizaron dos vértebras, identificadas como la 8ª dorsal (H88) y la 1ª lumbar (H87). Dada la cercanía con el individuo 1 y las características anatómicas similares al sacro (dimensiones y formas), podrían corresponder al mismo individuo (Ortega 2010:19).

Individuo 2 Corresponde a un segmento de la columna vertebral, de un individuo adulto, el cual se observó articulado en conexión anatómica, conformado por los siguientes elementos: 7 vértebras dorsales (H16 a H20, H65 y H66) 3 vértebras lumbares (H21 a H23) 2 costillas izquierdas (H12 y H72)

Se cree que la desarticulación de este segmento del resto del cuerpo también fue pasiva (por descomposición natural), ya que no se detectaron huellas de desarticulación cultural. Los elementos observados corresponden a las vértebras D9 a L3 (Ortega 2010). En la capa 2, por debajo del segmento articulado, se localizaron tres vértebras dorsales más (D2, D4 y D7). El elemento H71 corresponde a la 5ª o 6ª costilla y el H12 a la 8ª o 9ª, ambas izquierdas (Ibíd).

Al igual que para el individuo 1, es posible que el cuerpo de este individuo, o parte de él, fuese depositado en el cenote cuando aun contaba con tendones y/o tejido muscular. Como ya se mencionó, la caja torácica es una de las ultimas articulaciones persistentes en desarticularse (Haglund y Sorg 2002).

La identificación en laboratorio descartó que este segmento haya pertenecido al individuo 1, pues el hueso coxal de éste (H33) no presenta correspondencia en sus características anatómicas (forma y tamaño) con la 3ª vértebra lumbar del individuo 2 (H23) (Ortega, comunicación personal 2010).

121

Esqueletos y segmentos corporales articulados en el fondo de un cenote fueron observados con anterioridad, en el cenote Canún (B8 y B10) (González, Rojas y Del Río 2003).

122

Figura 34. Individuos identificados en el cuadro 1 a 4 m de prof. Dibujó: Carmen Rojas.

123

Figura 35. Segmento de columna vertebral, en cuadro 1 (individuo 2). Dibujó Carmen Rojas, foto: Jerónimo Avilés.

124

Figura 36. Esqueleto articulado en el cenote Canún, Yucatán. Dibujó Sandra Damián.

Figura 37. Cintura pélvica articulada, cenote Canún, Yucatán. Foto Luis F. Martínez. 125

Agrupación de los restos esqueléticos Hacia la parte norte de la concentración sureste se observa un mayor número de huesos largos (cuadros 8b, 9b, 10b y 3) y hacia la parte media aumenta el número de cráneos (cuadros 1, 4 y 9a). Si el depósito de estos restos se corresponde a cuerpos completos, es posible que la desarticulación de los cráneos sucediera antes de que los cuerpos llegaran a la orilla, o bien rodaron hacia el fondo. El patrón de rodamiento de los cráneos sobre un talud de inclinación se ha documentado en una cueva seca de Hrgar, en Bosnia-Herzegovina (Simmons 2002). Dicho patrón de rodamiento de cráneos también pudo suceder en este cenote.

Algunos conjuntos que llaman la atención son agrupaciones del mismo tipo de huesos. Por ejemplo, en el cuadro 1, inmediatamente al norte del segmento de la columna vertebral del individuo 2, se localizó un grupo de tres fémures izquierdos, probablemente de individuos masculinos (H26, H27 y H28).

Los cráneos frecuentemente se observan agrupados en el cenote. Algunos de estos casos se detectaron en el cuadro 9a, así como en el cuadro 4. En éste último los cráneos se observan formando un semi-circulo (B43, B44 Y B45).

126

Figura 38. Concentración sureste. Dibujó: Lisseth Pedroza Fuentes

127

Figura 39. Distribución de los restos en la concentración sureste por tipo de elemento: huesos largos (azul); cráneos (rojo) y huesos de la cadera (verde y amarillo). Dibujó Carmen Rojas. 128

Figura 40. Agrupación de 3 fémures izquierdos, probablemente de individuos masculinos, en cuadro 1, a 4 m. de profundidad. Dibujó Carmen Rojas.

129

Figura 41. Conjunto esquelético en cuadro 4. Foto Jerónimo Avilés y dibujo Carmen Rojas.

130

Figura 42 Conjunto esquelético en cuadro 9a. Foto Jerónimo Avilés y dibujó Carmen Rojas.

131

Otro tipo de agrupaciones que es importante mencionar aquí, son las que hemos detectado que en ocasiones realizan buzos modernos. En este cenote se pueden observar, dos casos. El primero es la colocación de dos huesos largos en una cubeta. El segundo corresponde a dos cráneos sobre una roca (B27 y B28), en la falda de talud de la concentración sureste, a 7 m de profundidad. La coloración en forma circular en el cráneo B27, alrededor de la sutura coronal, evidencia que estuvo en contacto con el sedimento, el cual no hay sobre la roca. Asimismo, la posición sobre su base es difícil de lograr de manera natural, como hemos observado en diferentes cenotes. Creemos que estos cráneos fueron c olocados en la roca, por buzos previos a nuestras investigaciones, con la finalidad seguramente de realizar fotografías.

Un caso similar se presentó en el cenote San Antonio, en el que se observó que dos cráneos, ubicados también en un talud somero perimetral, fueron removidos a unos centímetros de su lugar original. Las depresiones adyacentes en el sedimento evidencian el lugar del que fueron removidos, de tal forma que ahora se encuentran mostrando la parte anterior del cráneo (rostro). Esta remoción también parece haber tenido como finalidad la realización de fotografías.

132

Figura 43. Cráneos acomodados por buzos modernos, a los 7 m de profundidad. Cenote Las Calaveras.

Figura 44. Cenote San Antonio, cráneos que fueron removidos por buzos modernos. Nótese la depresión en el sedimento del lugar original. Foto Octavio Del Río.

133

Alteraciones culturales asociadas a sacrificio humano y tratamientos ante y postmortem. Los restos colectados hasta la fecha del cenote Las Calaveras presentan escasas huellas culturales que permitan vincular a los individuos con violencia ritual (Terrazas et al 2002, Benavente 2010, Ortega 2010 y Chávez 2010). Tan solo dos individuos presentan rasgos de violencia ante y/o

peri mórtem, sin poder

determinar si corresponden al sacrificio, actividades bélicas o agresiones por otras causas (B73 y B115).

En cuanto a modificaciones culturales póstumas, destacan los rasgos observados en dos cráneos, uno infantil (B17) y otro adulto de sexo masculino (N115), muy posiblemente relacionados con la elaboración de máscaras-cráneo. Éste depósito conformaría una nueva categoría en nuestra metodología, correspondiente al depósito de artefactos rituales o deshechos de éstos, elaborados a partir de restos humanos. A la luz de esta nueva evidencia, el posible cráneo-trofeo, colectado en el Cenote Canún, perteneciente a una adolescente (16 a 18 años), se ubicaría en esta categoría (Gonzáles, Rojas y del Río 2002).

A continuación se discuten las modificaciones culturales reportadas por los especialistas que han revisado la colección (Terrazas et al 2002, Benavente 2007, Ortega 2010 y Chávez 2010).

B115 (H76) Cráneo de un adulto joven (20-29 años, Terrazas et al 2002 y Ortega 2010), de sexo masculino, con signos de violencia ante y peri mortem, así como

de

tratamientos póstumos relacionados a la elaboración de una máscara cráneo.

La violencia ante mortem se observa en la porción izquierda del frontal, sobre el arco superciliar, y corresponde a una marca cicatrizada de un trauma contus o, con regeneración del tejido. Al parecer se trata de un golpe que produjo una infección, 134

la cual se recuperó plenamente en vida del sujeto (Terrazas et al 2002, Benavente 2007, Ortega 2010 y Chávez 2010). La violencia peri mortem se representa por un punto de impacto profundo, sin recuperación, localizado en la parte posterior del parietal izquierdo (Terrazas et al 2002, Benavente 2007, Ortega 2010, Chávez 2010), causado por un agente lesivo contundente, mediante impacto directo (Chávez 2010:15). Asociado a este impacto se observan dos fracturas, realizadas en hueso fresco (peri mortem) con hundimiento e irradiación. (Terrazas et al 2002, Benavente 2007, Chávez 2010). Este tipo de fracturas es característico del trauma directo con

agentes

lesivos

contundentes, que en

el pasado estarían

representados por instrumentos como mazos de piedra (Chávez 2010:15). Parece difícil que el golpe que lo provocó haya sido inferido de forma accidental, considerando que se trata de un trauma directo, además, por su morfología, se descarta que se trate de una caída o precipitación (Ibíd).

A un lado de la fractura en el parietal izquierdo se localizaron algunas huellas de corte, posiblemente realizadas con un instrumento afilado de piedra, las cuales corren desde el punto de impacto en la parte posterior del parietal, hacia adelante (Terrazas et al 2002, Benavente 2007). Otro conjunto más se localizó encima del arco superior del mismo parietal (Ibíd). Se observan como estrías regulares, finas y rectas, con perfil en forma de “V” (Ibíd). Una de éstas presenta tres trazos que forman una “Z “, y por detrás se observa una línea recta de 1.5cm de longitud (Ibíd). Las huellas no parecen corresponder a desollamiento ni descarnado del cráneo y posiblemente se relacionan con la producción de la lesión, o bien a un tipo tratamiento terapéutico, en un intento para salvar la vida del individuo (Ibíd).

Todo lo anterior permite vincular al individuo con actos de violencia, asociados posiblemente a la actividad bélica o al sacrificio (Chávez 2010:16). Asimismo la evidencia analizada podría ser un indicador de su ocupación. (Ibíd).

135

Figura 45. Cráneo B115 (H76 cuadro 14ª). Trauma contuso con regeneración del tejido en frontal (izq) e impacto profundo en parietal izquierdo, sin recuperación (der.). Fotos: Sebastián Genijovich y Ximena Chávez respectivamente. Este individuo presenta también evidencia asociada a tratamientos póstumos, los cuáles no parecen ser de tipo funerario (Chávez, 2010:17). Consiste en la extracción intencional del parietal y el temporal derechos, mediante corte por desgaste. El corte observado, de aspecto romo, se ubica a la misma altura que los cortes llevados a cabo con el fin de manufacturar las llamadas máscaras-cráneo (Ibíd). Sin embargo este no fue completo, pues no llegó al temporal y parietal izquierdos, posiblemente por la las fracturas que resultaron del impacto profundo en dicha región. Por ello se podría clasificar como una preforma de máscara cráneo, la cual pudo ser desechada al presentarse defectos durante su manufactura (Ibíd).

Este tipo de deshechos se han observado en el los rellenos constructivos del Templo Mayor de Tenochtitlán, donde fueron depositados algunos cráneos de tzompantli y máscaras-cráneo con fracturas peri y post mórtem, en posibles “basureros rituales” (Chávez, 2010: 21). La elaboración de estos artefactos implica su procesamiento cuando el hueso tiene plasticidad suficiente, para lo cual los restos mortuorios deben encontrarse aun en estado cadavérico, o bien en huesos sin intemperización (Chavéz comunicación personal 2010).

136

La elaboración de mascaras cráneo también fue una práctica conocida por los mayas de Quintana Roo, donde se tiene documentado un caso para el sitio arqueológico de Chac Mool 6. La fractura en el parietal izquierdo del cráneo B115 (H76) procedente del cenote Las Calaveras guarda una extraordinaria semejanza con aquellas observadas en el cráneo de Chac Mool (Ibíd).

B115

Figura 46. Cráneo B115 in situ (izq.) y detalle del corte para la extracción del parietal y el temporal derechos (der). Fotos: Jerónimo Avilés (izq) y Allan Ortega (der).

Figura 47. Cráneo-máscara del sitio arqueológico Chac Mol, Q. Roo. Dibujo de Luis Carlos Hurtado, cortesía de Adriana Velázquez (izq.)., y posible cráneo-trofeo, procedente del cenote Canún (B29/23) (der.). Foto Carmen Rojas. 6

Colección del Museo de Arqueología de Cancún, actualmente en resguardo en el Centro INAH Quintana Roo, en Chetumal.

137

B17 (H84, H17 y H17b) En los restos de la bóveda craneana de un individuo infantil, posiblemente menor a los 10 años, se identificó un corte intencional, ubicado en el parietal derecho (Ortega 2010 y Chávez 2010). Se trata de una fractura, al parecer realizada en hueso fresco, también semejante a aquellas observadas como resultado de la manufactura de máscaras cráneo (Chávez 2010:8)

Figura 48. Posible corte en cráneo infantil. Foto Allan Ortega B73 (E50) Cráneo completo sin mandíbula, colectado en el 2002, correspondiente a un adulto joven (20-25 años) de sexo masculino (Terrazas et al 2002, Benavente 2007). Presenta una fractura en hueso fresco (peri mortem), de tipo radial con punto de impacto encima de la cresta occipital externa, con desprendimiento de una placa de hueso del occipital, de forma triangular, el cual se encontró al interior del cráneo.

Figura 49. Cráneo B73 con impacto en occipital y fractura radial. Foto Sebastián Genijovich. 138

B13 (H52) Corresponde al cráneo incompleto, de un individuo femenino de aproximadamente 32 años de edad. Presenta una marca en el frontal derecho identificada como posible huella de corte (Ortega 2010:38). Sin embargo es un elemento aislado que no parece estar asociado al descarnamiento, por el cual se observaría un patrón de huellas reiterativas y poco profundas (Chávez 2010:10).

Este cráneo presenta dos marcas más, las cuáles se supuso pudieran corresponder a marcas de raíces (Ortega 2010:38) o bien a algún agente biológico de tipo vegetal (Chávez 2010). Sin embargo, también podrían corresponder a variantes anatómicas normales, correspondientes al camino tomado por un vaso sanguíneo superficial (Ortega comunicación personal 2010 y Buikstra y Ubelaker 1994:108-110). Ciertamente es poco plausible que estas marcas hayan sido producidas por la fauna presente en el cenote, ya que si bien los peces ciegos, bagres y camarones pequeños pueden alimentarse de los restos animales que llegan a caer al agua, éstos no parecen atacar a los huesos.

Figura 50. Marcas observadas en el cráneo B13 (H52). Foto Ximena Chávez.

139

H12, Bandera 15 Se trata de la octava o novena costilla izquierda, la cual presenta al menos 10 líneas paralelas con una separación entre ellas de 0.53 mm (Ortega 2009: 9-10). No presentan un hundimiento característico en las huellas de corte, por lo que no parecen corresponder a una modificación cultural (Chávez 2010:6). Es factible que estas marcas se hayan formado a causa de la diagénesis y sean un indicador de descomposición en una matriz de tierra, lo cual deberá ser analizado por microscopia.

Figura 51. Costilla (H12). Fractura posmórtem y huellas paralelas.Foto: Ximena Chavez.

Para finalizar esta sección comentaremos que en el cenote se localizan algunos cráneos que presentan fracturas o posibles cortes que serían interesantes de analizar en un futuro.

Figura 52. Cráneos B90 y B93 in situ, posiblemente cortados. Fotos Octavio del Río. 140

Población representada (sexo y edad) El número mínimo de individuos (NMI) del cenote se estableció con el conteo total de cráneos realizado hasta la fecha, el cual es de 120. En el 2002 se marcó cada individuo, colocando un cono de plástico numerado, lo que conformó la bandera (“B”). Posteriormente, debajo del cráneo B39 se detectaron dos cráneos más.

El NMI de la colección ósea se basa también en el número de cráneos, habiendo colectado 6 en el 2002 y 13 en el 2008. El cráneo B115 se colectó en el 2002 pero se devolvió al cenote y en el 2008 se colectó de nuevo. Así, el total de cráneos en ambas colecciones es de 18.

Colecta 2002 B11 B18 B20 B73

Colecta 2008 B12 B13 B15 B16 B17 B21 B37 B39 B115 B115 Cráneos=6 Cráneos=13 TOTAL CRÁNEOS =18

Durante el análisis espacial y osteológico se identificaron 2 individuos más (1 y 2) en el cuadro 1, lo que incrementó el NMI de la colección 2008. Dos individuos más (3 y 4) se identificaron en los cuadros 1 y 9ª, pero no incrementaron el NMI, pues ya contaban con un número de bandera.

Asimismo, en la colección 2008 se identificó población adolescente que no se reflejó en los cráneos, a través de los siguientes elementos: Omóplato (H15 cuadro 1) Mandíbula (H25 cuadro 1) 141

Tibia (H45 cuadro 9a)

Estos elementos se sumaron como tres individuos más, con el fin de reflejarlos en los segmentos poblacionales. De esta forma el NMI de ambas colecciones se estima en 23.

Las categorías de edad utilizadas corresponden a las establecidas por Buikstra y Ubelaker (1994 apud White 2000:341) y son: Años 0-3 3-12 12-20 20-35 35-50 18 años 60.8% 50.5% 20% 17.3%

Adultos 39.2% 49.5% 80% 82.7

Masc. 68.8% 77% 54% 48%

Fem. 31.1% 23% 15% 30%

NMI 127 101 74 23

Como se puede observar, en las tres colecciones comparadas hay un porcentaje de hombres significativamente mayor al de las mujeres. En la colección del cenote Las Calaveras, así como en las identificaciones tentantivas in situ, dichos porcentajes son mas cercanos.

A manera de hipóteis se puede plantear que la presencia de hombres y mujeres, en porcentajes cercanos en el cenote Las Calaveras no refleja la preferencia de varones para el sacrificio humano, observada en otras colecciones.

146

Figura 57. Población adulta y subadulta en colecciones comparadas.

Figura 58. Población masculina y femenina en colecciones comparadas.

147

El número de individuos presentes en el cenote Las Calaveras también es un dato importante, relacionado ciertamente a la conservación favorable en agua cársticas, muy por encima de los contextos terrestres, de pH ácido, pero más aun por su elevado número. Al parecer en ciudades tan importantes como Tikal y Copán el número de entierros no supera los 150. En el caso de las ciudades de la Costa Oriental y Coba, éstos no superan el centenar (Chacin 2003).

No. entierros Sitio 5 11 12 14 31 38 53 57 120 228 250

El meco Xel Ha Xamanhá (Playa del Carmen) Tulúm San Gervasio Chac Mol El Rey Xcaret Punta Laguna (cenote Las Calaveras) Chichén Itzá (Cenote Sagrado) Mayapan (cenote San José)

Restos de fauna Los restos óseos de fauna observada en el cenote hasta la fecha corresponden a aves, roedores, caballos y cerdos.

Figura 59. Fauna observada en el cenote Las Calaveras. Fotos: Jerónimo Avilés (izq.) y Octavio de Río (der.).

148

Cerámica Para el 2008, sólo se localizaron y colectaron del cenote escasos fragmentos cerámicos, identificados como pertenecientes a dos ollas, probablemente del Clásico Temprano, y dos cajetes, del Preclásico Tardío-Protoclásico. Los tipos identificados son consistentes con la cerámica reportada por Benavides y Zapata (1991:49) para Punta Laguna, por los cuales se ubican los orígines del sitio en el Preclásico Tardío. En el 2010 se localizaron varios conjuntos de fragmentos cerámicos, sin embargo, aun permanecen in situ y su identificación se encuentra en progreso.

No. E5

Forma Olla

E1

Olla

E7

Cajete

E4

Cajete tetrápode

Tipo Cronología Periodo Tacopate Chorreado 300-50 a.C./ 50-250 Protoclásico, sobre café d.C. Clásico Temprano Cetelac Desgrasante 300/400-600d C. Clásico vegetal Temprano Huachinango aprox. 100 a.C./ 100 Preclásico bicromo inciso d.C. al 300-350 d.C tardío/Protoclási co Petz Naranja oscuro aprox. 100 a.C/100 Preclásico d.C. al 300/350 d.C. TardíoProtoclásico

Figura 60. Olla tipo Cetelac Desgrasante Vegetal (E1), del Clásico Temprano (Ca. 300/400-600 d.C.). Foto: Robert Schmittner

149

Figura 61. Cerámica in situ, aun bajo identificación. Fechamientos Se obtuvieron dataciones correspondientes al Clásico Temprano, en dos muestras extraídas de fémures de individuos masculinos (H50 y H27). Dichos resultados fueron obtenidos por el Laboratorio de Fechamiento de la Universidad de Kiel, en Alemania y fueron calibrados con dos desviaciones estandar, utilizando la base de datos “CALIB rev 5.01” (Data set: IntCal04, Reimer et al., Radiocarbon 46:10291058) (Grootes 2010). Ambas muestras presentaron más de 1 mg de carbón, lo cual es el mínimo recomendado para obtener fechamientos, por lo que los resultados son confiables (Grootes, P. 2010). Las muestras datadas fueron:

No. Proyecto LC-2008-H50-M4 LC-2008-H27-M6

No. Laboratorio Periodo d. C. KIA40625 220 - 341 KIA40626 91 - 100

Estos fechamientos permiten afirmar que el cenote Las Calaveras fue utilizado desde épocas tempranas, lo cuál es consistente con los restos cerámicos encontrados en él, así como los obtenidos por recorrido de superficie (Benavides y Zapata 1991). Es muy probable que el cenote haya sido utilizado hasta periodos más tardíos, pues las estructuras de la zona arqueológica asociada presentan elementos de la arquitectura Costa Oriental, propia del Posclásico.

150

CAPÍTULO 8

CONCLUSIONES

A lo largo de esta investigación se han elaborado hipótesis de diferentes rangos, de las cuales aquí se evaluan sólo algunas relativas a la teoría de rango medio y observacional.

Mi primer planteamiento afirma que los cenotes no sólo fueron utilizados para el depósito de personas sacrificadas, sino también para la colocación de ciertos personajes, como parte de sus rituales y tratamientos funerarios. Ambos tratamientos

mortuorios,

sacrificial

y funerario,

no se consideran como

excluyentes, pues un mismo cenote pudo servir para ambos fines. En el caso del cenote Las Calaveras se planteó, como hipótesis de trabajo, un uso principalmente funerario, y en específico como una variante acuática de los “funerales de segundo tiempo”, descritos y caracterizados para contextos terrestres por Becker (1992). Los “funerales de segundo tiempo” corresponden a la re-ubicación de los restos en estado esquelético o semi esquelético, en un nuevo espacio propicio para su manipulación, como una estrategia simbólica que reafirma el estatus social de aquellos que realizan dichos funerales. Debido a que los conceptos de inhumación y exhumación se refieren al ingreso y extracción de restos en un medio terrestre, no nos referimos a estos segundos funerales acuáticos como re-inhumación sino como re-ubicación.

Esta hipótesis se elaboró con base en los siguientes aspectos: Las observaciones realizadas en el mismo cenote. Los tratamientos funerarios mayas practicados en los cementerios actuales de Cobá y Tihosuco, en Quintana Roo, en los que después de ciertos años, se extraen los esqueletos de sus tumbas y se colocan al interior de pequeños nichos. 151

Los referentes arqueológicos de apertura y reutilización de espacios funerarios en la época prehispánica. La relación de las cuevas y la muerte en la cosmovisión maya. Ejemplo de ello son los depósitos de restos óseos en cuevas, registrados para la época prehispánica.

Una vez que esta hipótesis, relativa a la teoría de rango medio, fue sustentada, se procedió a determinar aquellas variables que dado su presencia podrían falsearla, y elaborar las hipótesis relativas a la teoría de lo observacional. En términos analíticos la hipótesis está conformada por dos partes: la primera que plantea el uso primordialmente funerario del cenote, y la segunda que específica el cómo suponemos que fueron colocados los restos en el cenote, es decir, como una variante acuática de los tratamientos funerarios de segundo tiempo.

En cuanto a la primer parte de la hipótesis, una de las formas de falsearla sería el detectar evidencia significativa asociada al sacrificio humano. Sin embargo, en los restos analizados de por lo menos 23 individuos, no se detectaron huellas de decapitación, extracción de corazón, descarnamiento ni desarticulación. Tan solo dos individuos, el B73 y el B115, presentaron evidencia de haber participado en actos violentos en vida y en momentos alrededor de su muerte, tales como golpes contundentes, sin poderse determinar si corresponden al sacrificio humano o a algún tipo de actividad bélica. Ambos individuos fueron identificados como masculinos, en edad adulta jóven (20-29 años).

Uno de estos cráneos, el B115, presentó un corte que al ser analizado se observó es semejante a aquellos realizados en mascaras-cráneo. Los procesos de manufactura en dichos objetos rituales requieren que los huesos tengan cierta plasticidad, por lo que se supone son elaborados en momentos cercanos a la muerte. Este corte es consistente con la extracción del parietal y el temporal derecho, sin embargo, el corte no fue completo, posiblemente por las fracturas que

152

generó el impacto profundo en el occipital, arriba descrito. Otro individuo, en edad infantil el B17, también presentó un corte intencional similar.

Los cortes en ambos cráneos son semejantes a aquellos realizados en la máscara cráneo procedente del sitio arqueológico de Chac Mool, en Quintana Roo, así como en aquellas procedentes del Templo Mayor de Tenochtitlán. Probablemente al transformarse en ofrendas, o elementos sacralizadores, estos restos dejaban atrás su carácter funerario (Chávez, comunicación personal 2010). Al parecer, los cráneos del cenote Las Calaveras presentaron fallas en la manufactura de la máscara, y dada la importancia de los restos, fueron desechados en un context o ritual. Un caso antecedente sería el cráneo hiperdeformado de una mujer joven, del cenote Canún, probablemente preparado y utilizado como cráneo trofeo.

Por otra parte, el perfil poblacional presente en el cenote no es consistente con la selección para el sacrificio humano, encontrada en las colecciones del Cenote Sagrado de Chichén Itza y el Templo Mayor, con mayores porcentajes de adultos varones y suabadultos. En la colección del cenote Las Calaveras el segmento poblacional mejor representado es el de los adultos jóvenes con un 61%. Por géneros, la colección presenta porcentajes muy cercanos.

En síntesis, en el cenote Las Calaveras, no se detectó evidencia suficiente de sacrificios humanos. Lo que implica que la hipótesis del uso principalmente funeraria no queda falseada. Sin embargo, aun llama la atención la marcada ausencia de ofrendas, las cuales se esperaría encontrar en un contexto funerario. Si bien recientemente se localizaron más elementos cerámicos de los aquí presentados, su cantidad no es significativa, mas aún si se considera el gran número de individuos en el cenote.

Respecto a la segunda parte de la hipótesis, lo que falsearía la variante acuática de los tratamientos funerarios de segundo tiempo, sería el encontrar que los restos óseos no tuvieron un primer estadio de deposición terrestre. En la colección no se 153

observó evidencia significativa de descomposición en ambientes terrestres, lo que tampoco se pudo determinar con los análisis histomorfológicos (Ortega 2010).

Por el contrario, se detectó evidencia de que algunos cuerpos fueron depositados directamente en el agua. Este es el caso de dos conjuntos osteológicos que se encontraron en relación anatómica y que corresponden a articulaciones persistentes.

Su

ubicación

hacia

las

orillas

pudiera

explicarse

por

el

desplazamiento de los restos antes de arribar al fondo, y a la poca profundidad de la pendiente al sur del cenote, lo que favorecería la trayectoria hacia esas partes. También es posible que los restos hayan sido colocados intencionalmente hacia las orillas del cenote. Durante la temporada de campo 2010 se observaron nuevos casos que podrían corresponder a articulaciones persistentes de cadera y torax. En un futuro sería de gran interes colectar y analizar estos conjuntos 7.

Finalmente, a la luz de los datos hasta ahora obtenidos y la evauación realizada, se pueden plantear dos hipótesis de diferente rango. A. “En el cenote Las Calaveras se depositaron cadáveres directamente al agua, como una práctica funeraria”. B. “La incorporporación del sacrificio humano en los cenotes fue una práctica tardía, considerando los fechamientos tempranos en este estudio, y la evidencia del Cenote Sagrado de Chichén Itzá.”

De ser verdadera la hipótesis del uso funerario del cenote Las Calaveras, y dado el número de individuos ahí presentes, sería posible considerarlo como un “cementerio acuático”, es decir como área dedicada u orientada primordialmente al uso funerario. Sin embargo, existe la opinion de que es inadecuado utilizar el término de cementerio para la epoca prehispánica, bajo el argumento de que es un concepto adoptado de otras culturas y periodos. Sin embargo, considero que 7

Estos casos se presentarán en el informe del proyecto Cementerios acuáticos mayas 2010, aun en elaboración.

154

es posible utilizar este término como una herramienta heurística, por la que se adopta una palabra ya existente, a manera de nombre, y se acota con una definición.

Algunas de las interrogantes que quedan por explorar serían: La pertencia de los individuos en el cenote Las Calaveras a grupos o clases sociales. Los límites temporales del depósito óseo. El marcado perfil poblacional, presente en el cenote, correspondiente a adultos jovenes (20 a 30 años) de ambos sexos. La existencia o no de varias generaciones La relación con las ciudades de Cobá y Chichen Itzá, entre otras.

A nivel de lo observacional quedan algunas interrogantes más: La ubicación de restos óseos bajo el techo de una pequeña caverna en el cenote, a 15m de profundidad. La aplicación de otras técnicas para determinar si los restos tuvieron un primer estadio en contextos terrestres.

En términos generales considero que el modelo teórico-metodológico aquí elaborado es consistente y se puede aplicar a otros cenotes con evidencia osteológica. Asimismo, la solución a las interrogantes planteadas deberá ampliar, en la etapa siguiente, el ámbito de cobertura a los asentamientos que conforman el contexto de los cenotes estudiados. Esto permitirá enlazar el material analizado con las cuestiones de mayor envergadura teórica que aquí hemos planteado, relativas a la caracterización del estado Maya, asi como sus posibles transformaciones a lo largo del tiempo.

155

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