Los apellidos, la organización familiar y los circuitos productivos como determinantes de la cotidianeidad en el oriente jujeño, siglo XIX

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Los apellidos, la organización familiar y los circuitos productivos como determinantes de la cotidianeidad en el oriente jujeño, siglo XIX Juan Pablo Ferreiro A Rolo Freyre Esta es la morada, éste es el sitio: aquí los anchos granos del maíz ascendieron y bajaron de nuevo como granizo rojo -Pablo Neruda-

El tema central de esta publicación, el ámbito de lo cotidiano, permite (y en nuestro caso podríamos decir que exige) una amplia variedad de estrategias de acceso. El territorio al que hemos dedicado nuestra atención en este capítulo, el actual departamento de Valle Grande en la provincia de Jujuy ha venido siendo ocupado desde tiempos remotos por poblaciones rurales que, aún hoy, viven en un alto grado de aislamiento con relación al resto de la sociedad provincial. La principal consecuencia de esta situación para nuestros intereses, es la completa carencia de datos personales o que permitan un grado satisfactorio de individualización. Esto nos plantea una serie de interrogantes con relación a su vida cotidiana. ¿Es posible acceder a la organización de la vida familiar de los sectores campesinos decimonónicos allí donde no existen papeles personales y, en la mayoría de los casos, ni siquiera la pericia para poder dejar por escrito situaciones, emociones, recuerdos...? ¿Es la cotidianeidad de estas masas de población un objetivo alcanzable, a pesar de que sólo se conservan de ellos retazos de información rala, dispersa y aleatoria? Creemos que, aún con restricciones y con todas las prevenciones que la situación amerita, sí es posible aproximarnos a tales niveles analíticos, a través de vías indirectas y marginales, lo que denominaremos el “rodeo estructural”, recorriendo los límites reales, la extensión concreta que la vida social imponía a estos agentes; y de esta manera los moldeaba otorgándole un sentido y una dirección a sus vínculos. Esto es, las características que adquirieron sus patrones de sociabilidad, el alcance del parentesco, la forma de la familia y el núcleo residencial, las unidades sociales en las que se resolvían los temas centrales de la reproducción social, económica y simbólica de tales sociedades. En definitiva, el magma en el que nacían, se reproducían y se extinguían los aleatorios caminos de cada destino individual. Esta carencia, fragmentación y pobreza de la información, provoca también, visiones distintas y hasta cierto punto contradictorias sobre estas poblaciones y sus actividades. Trabajos relativamente recientes que refieren las características generales de Valle

Grande basados en una fuente principal, un censo provincial del año 1855, nos muestran un conjunto poblacional dedicado a tareas agrícolas y confección de algunas manufacturas textiles, a las que se suman actividades jornalizadas.1 Las fuentes de las que nos valdremos, por otra parte, difieren en carácter, procedencia y tipo de registro. Son fuentes parroquiales albergadas en el Archivo de la Prelatura de Humahuaca, correspondientes a 1022 actas bautismales y nupciales que cubren el período 1801/1880.2 En ellas, por la naturaleza misma de su registro y salvo las que dan cuenta del lapso entre 1877 y 1880 inclusive, no brindan información alguna sobre las actividades a las que se dedicaban los pobladores registrados, ni tampoco sobre su condición socio-étnica.3 Las del último período mencionado, en cambio, consignan las actividades declaradas para la mayoría de los 145 individuos registrados durante el mismo. No obstante, tales ocupaciones no presentan una continuidad con las referidas en el padrón de 1855. En éste, las actividades de labranza componen el 52% de la ocupación declarada por la población masculina y sólo un 2,5% de los encuestados declaran dedicarse a cría y pastoreo; mientras que las fuentes parroquiales exhiben prácticamente los mismos valores para las actividades agrícolas y las de crianza y pastoreo de animales (aproximadamente 48 % cada una), no registrándose, en cambio, ninguna tarea jornalizada entre la población masculina, que habrían compuesto el 24% del censo de 1855. Entre la población femenina las diferencias son aún más notables. Del 65% de mujeres que se dedican a alguna manufactura textil (hilado, tejido o costura) registradas por el censo provincial, pasamos a un muy modesto 12% para 1877/80; siendo las actividades principales femeninas la labranza (46%) y la cría de ganado (37%). Esta última labor parece ser una de las piezas claves de la diferencia 1

TERUEL, Ana y GIL MONTERO, Raquel “Trabajo familir y producción de textiles en las tierras altas de la provincia de Jujuy. Mediados del siglo XIX”, Revista Andina, nº1, año 14, julio 1996, Lima; TERUEL, Ana; LAGOS, Marcelo y PEIROTTI, Leonor “Los valles orientales subtropicales: frontera, modernización azucarera y crisis”, en: TERUEL, Ana y LAGOS, Marcelo Jujuy en la historia. De la colonial al siglo XX, Universidad Nacional de Jujuy, San Salvador de Jujuy, 2006. 2 Archivo de la Prelatura de Humahuaca (APH) Libro de bautismos 1827 a 1843, Libro H, Nº 1, (Partida de oleos y bautismos administrados en la capilla de Lonlonzo, ayuda de parroquia de Humahuaca año de 1827); Libro de Bautismos. 1849-1888. nº II. Humahuaca y Anejos (parcial); Libro 2 de Bautismos Anejos 1823 a 1827 (J-Bautismos 1823-1827) 3 Las actas fueron consignadas por 12 sacerdotes distintos que no residían en el valle y cuya base operacional fue la parroquia de Humahuaca. En general, la información no estaba estandarizada, salvo algunos tópicos comunes como identificación de néofitos, progenitores y padrinos (que no se cumplió en todos los casos). Algunos de los sacerdotes, dotados de un mejor conocimiento, sensibilidad o instrucciones incluyeron en sus registros otro tipo de dato, como la condición étnica, el origen de los progenitores y de sus familias de orientación o su condición laboral. Toda esta masa documental fue transformada en otros tantos registros ingresados en una base de datos, que fue procesada con software específico de Análisis de Redes Sociales, UCINET VI (versión de prueba) y PAJEK en períodos decenales.

entre ambos registros. Esto vuelve poco comprensible y problemático el porcentaje extremadamente bajo que exhibe el censo provincial. Para 1872, el gobierno de la provincia, consigna a Valle Grande, junto a San Antonio, la capital y al distrito de El Carmen, como los principales productores ganaderos. Según el informe oficial encargado a Joaquín Carrillo en 1889, para esa época el valle constituía junto a Tiraxi, la Candelaria, Iruya y San Andrés un importante exportador de carnes secas, sebo y grasa a la vecina Bolivia. Precisamente, a fines de la década de 1880 ya es reconocida ésta como una de las actividades principales de la región, junto a la horticultura y es destacada por el gobierno provincial en el fraccionamiento que el gobernador Pedro Alvarez Prado ordena hacer de la finca Valle, para su posterior venta a los propietarios locales, exponiendo que se dará “a cada uno tanto una fraccion de pastoreo como tambien otra de agricultura”4; y que la mensura y deslinde deberá contemplar terreno apto “para que los animales no mueran repentinamente como sucede”.5 Para esas fechas también un informe del gobierno destinado a la exposición universal de París y organizado por el entonces senador y comisionado provincial Eugenio C. Tello describía que Valle Grande “contiene pequeños valles i sus industrias se reducen a la crianza de ganado ovino i vacuno al Este...”6 Tal relevancia de la ganadería continúa en la actualidad en la mayor parte de los poblados que componen el departamento. De hecho, es precisamente la articulación entre la agricultura y la ganadería lo que distingue y caracteriza el ciclo vital local.7 El actual departamento Valle Grande nació precisamente en 1855 y aunque se reconocen hacia 1872 a 11 propietarios distintos,8 lo cierto es que la nueva unidad política y administrativa se va a constituir fundamentalmente sobre la disolución de la finca Valle, que el estado provincial fraccionó y vendió a sus pobladores en 1887, bajo la gestión del senador Tello. 9 Estas tierras formaron durante todo el período colonial uno de los sectores más aislados, remotos y de peor acceso de la jurisdicción provincial. La situación posterior, durante el 4

Archivo Histórico de la Provincia de Jujuy, Sección Documentos Históricos - Caja Valle Grande, Fraccionamiento de la Finca Valle Grande – 1887, Pp. 54 El resaltado me pertenece 5 Idem anterior 6 CARRILLO, Joaquín Descripción de la provincia de Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy, San Salvador de Jujuy, 1989, p. 229 7 FERNANDEZ, Federico ENTRAMADOS. El fútbol y las identidades sociales en los valles orientales de Jujuy, Tesis doctoral, UNT, San Miguel de Tucumán. 8 TERUEL, Ana; LAGOS, Marcelo y PEIROTTI, Leonor “Los valles orientales...”, Cit. 9 Joaquín Carrillo afirma, en 1889, “Hasta hace poco allí no había sino tres o cuatro propietarios, hoy la propiedad principal ha sido dividida i adquirida por los indígenas que la ocupaban.” (CARRILLO, Idem, 229/30)

siglo XIX continuó de idéntico modo, generando algunas particularidades relativas a la organización social que la distinguieron (y aún lo hacen) del resto del territorio jujeño. Geográficamente, se trata de un profundo sistema de valles y quebradas organizado como cuenca colectora del río Valle Grande/San Francisco que va desde alturas superiores a los 4700 msnm en los alrededores de Abra de Zenta, a los 400 msnm en la zona de la cuenca baja del río Jordán, tributario del San Francisco. Este sistema, que se conecta a través de abras y pasos con la región de los valles septentrionales (Santa Cruz, San Andrés, Zenta) y meridionales (La Candelaria, Catres, Ocloyas, etc.) sirvió de asiento a poblaciones prehispánicas de carácter agrícola, quienes poseían allí sus áreas de cultivo.10 De tal modo que el relieve del valle condicionó su ocupación y tránsito presentando distintos pisos altitudinales en un espacio relativamente estrecho. Tales pisos van desde las tierras altas o punas, ubicadas arriba de los 3000 msnm, sólo explotables por su capacidad forrajera de manera estacional, sirviendo de asiento los fondos de valle allí ocupados como plataforma de cultivo de tubérculos andinos, quinoa y algunas variedades de maíz adaptadas a la altura. Este piso está en contacto con una zona inferior en la que se desarrollan prados de pasturas ocupadas durante el verano. Finalmente, siempre en dirección al fondo de la cuenca, está ubicado el piso de la yunga, selva húmeda de montaña, en la que se cultiva la mayoría de los productos de huerta consumidos por los pobladores, se obtienen de ella madera y leña y sirve de punto de tránsito de arreos y producciones hacia las zonas bajas del pedemonte chaqueño. Aunque la región estuvo poblada en tiempos prehispánicos -seguramente también preincaicos-, y fue durante siglos el área de fricción entre la jurisdicción colonial y el denominado Chaco Gualamba; a principios del siglo XIX aparecen evidencias que sugieren el surgimiento de una nueva situación poblacional originada externamente al valle. Las fuentes eclesiásticas utilizadas nos proveen pistas acerca de un poblamiento, o repoblamiento parcial y tardío del área proveniente fundamentalmente de los valles

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SANCHEZ, Sandra y SICA Gabriela, “La frontera oriental de Humahuaca y sus relaciones con el Chaco”, en Boletín de Instituto Francés de Estudios Andinos, 19, Nº 2, Perú, 1990; SALAS, Alberto Mario; Los indígenas de la quebrada de Humahuaca. El descubrimiento del territorio. (Caps. II y III de El antigal de Ciénaga Grande), Universidad Nacional de Jujuy, San Salvador de Jujuy, 1992; FERREIRO, Juan Pablo, “El Chaco en Los Andes. Churumatas, Yalas, Paypayas y Ocloyas en la Etnografía del Oriente Jujeño”, Población y Sociedad, año 2, n° 2, San Miguel de Tucumán, 1995

aledaños septentrionales y, en menor medida, de la Quebrada de Humahuaca y las serranías y altipampas más occidentales. No sabemos con precisión cuánta población ocupaba Valle Grande a principios del siglo XIX, pero sí que sólo existían 2 de los 7 u 8 poblados registrados durante la segunda mitad de la centuria. Estos eran Lonlonso y Caspalá11, ambas localidades ubicadas en la zona más alta y septentrional de la cuenca del Río San Francisco. De acuerdo a las actas bautismales el período inicial del siglo XIX (1801/1817) el 76% de los progenitores masculinos, y el 82% de las madres eran originarios del valle. Estas cifras, aparentemente altas, son las más bajas registradas durante los 80 años revisados y esta característica se ve reforzada por los aún más bajos valores de los padres de ambos progenitores; oscilando los padres de los varones entre un 65 y 66% y los de las mujeres entre un 70 y un 72%. El origen tanto de estos padres de padres y madres, como de los progenitores directos de los neófitos que procedían de fuera del valle era mayoritariamente de los valles septentrionales aledaños (Santa Cruz, San Andrés, Iruya) e inclusive Yavi; así como de las tierras altas al oeste de la quebrada de Humahuaca (Tejadas, Coranzulí). No hay en este período referencia alguna a originarios de los valles bajos orientales y meridionales. Este panorama se enfatiza cotejando los orígenes de los compadres y comadres de estos progenitores. El 75% de los varones, y el 38% de las mujeres tienen un origen local. En comparación con lo que veremos en el transcurso del siglo XIX, claramente las parejas de principios del XIX escogieron a sus comadres, y en menor medida a sus compadres entre gente foránea. Todo esto parece sugerir que por lo menos una generación anterior a estos primeros bautismos, buena parte de la población local ingresó desde el norte y el oeste ocupando las tierras altas. Esto es, a una región muy similar y que presentaba cierta continuidad ambiental a aquella de donde presumiblemente provenían. Por otro lado, los nacimientos y las gestaciones, de acuerdo a las fechas declaradas, muestran una ciclicidad que no vuelve a repetirse a lo largo del siglo. La enorme mayoría de los nacimientos (70%) se produjeron durante primavera/verano -sobre todo en esta última estación-; con lo cual las gestaciones se habrían iniciado normalmente 11

Lonlonso es la antigua denominación del moderno Doblonzo, aunque en la actualidad lejos está de ser el núcleo poblacional que era a principios del siglo XIX, constituyendo hoy un paraje que ocupa el fondo de una pequeña cuenca a más de 3500 msnm, y habitado en forma permanente por no más de 4 o 5 familias. De hecho, no existe en el lugar nada que indique una población pretérita numerosa. Caspalá, por su lado, ha conservado tanto su nombre como su carácter de caserío de alta montaña, ubicado a un 3700 msnm. Aunque sensiblemente más grande que Doblonzo no es posible (ni lo fue entonces) calificarlo, como lo hacía el censo de 1869, de centro “urbano”. Su población actual ronda los 300 habitantes y no parece haber superado jamás esa cifra.

entre enero y junio, épocas en la que se pastorea, señala, capa y carnea el ganado y se aporca la tierra para los tubérculos (marzo-abril) en las tierras altas del norte12. No parece una paradoja señalar que en esta etapa de ocupación o re-ocupación del valle, los nacimientos humanos coincidieron grosso modo con los del ganado; ni que este período de movilidad espacial colectiva haya coincidido también con la guerra de independencia, que tuvo al valle, en especial a la más meridional región de San Lucas como campo de batalla entre las guerrillas locales y las fuerzas expedicionarias españolas. Precisamente, las fuerzas patriotas organizadas para cubrir la frontera de Humahuaca circulaban activamente por el valle y estaban liderados por el coronel Manuel Arias, a quien las fuentes orales locales reclaman como uno de los antepasados de este patronímico vallisto. Este apellido se encuentra para este período fundamentalmente radicado entre Caspalá y Lonlonso, los dos únicos asentamientos registrados y ambos en la zona más alta y septentrional. Con el correr del siglo fueron bajando e instalándose en San Lucas, Valle Grande y El Bañado, asentamientos de la baja cuenca y ya en plena yunga, pero manteniendo siempre una fuerte dotación en la zona alta. Los sitios de altura en los que hemos podido ubicar a miembros de este apellido y su parentela están asociados actualmente a puestos de veranada adonde se traslada el ganado durante la temporada cálida (Ronque Negro, Cóndor, Abra de La Mina). Los sitios de la zona baja como Cortaderas o Valle Colorado, en cambio, se asocian a los que, aún hoy, se utilizan para huertas familiares y frutales (maíz, zapallo, cayote, yacón, calabaza). Notoriamente, en el fraccionamiento y venta de tierras que el senador Tello organizó en 1887 a los distintos propietarios de apellido Arias, como a todos los demás habitantes de la zona alta, no sólo se les vendieron fracciones en el cerro (Abra de Minas, Papachacra, Lonlonso), sino también en el piso superior de las yungas o costa (Cortaderas, Siete Vueltas) y en la zona baja o valle (Valle Colorado, Pampichuela). Resulta significativo que, aunque todos estos títulos hayan sido expedidos a nombre individual, se trata a este

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Según Silvia Hoyos, existen y son explotados por los habitantes en la actualidad cuatro grandes espacios productivos: cerro (más de 3200 msnm), monte (lugar de pasturas en la vertiente oriental a unos 2400 msnm y en el pedemonte chaqueño), costa (ubicado entre los 2500 y los 3000 msnm, sitio de pasturas y de cultivos hortícolas y frutales utilizado sobre todo en primavera) y valle (ubicado a menos de 2000 msnm, sirve como asiento a explotaciones hortícolas y a ganado vacuno en invierno). No todos los grupos familiares poseen puestos en todos estos sitios, ni los explotan siguiendo el mismo patrón, pero la tendencia general es de ir utilizando los recursos de cada uno de ellos de manera estacional conformando un ciclo agropastoril. (HOYOS, Silvia Memoria Oral en Santa Ana (Depto. Valle Grande), tesis de licenciatura en Antropología Social, , FHyCS.UNJu, S. S. de Jujuy, ined. 2010)

patronímico como un colectivo en repetidas oportunidades (“los Arias”), aludiendo a que sus miembros mantienen entre sí estrecha vecindad física. Miembros de este apellido se casaron con otros pertenecientes a algunos de los patronímicos más destacados, prestigiosos e influyentes del período, como Cruz, Colque y Condorí; aunque no se vinculan con nadie externo al valle –salvo el comentado caso de Cruz, que también presenta residentes foráneos-. Sus vástagos nacieron, en su gran mayoría, en primavera/verano. Su dinámica compadral, por su parte, viene a complementar esta estrategia de tipo endogámico, ya que lo más notable de estos lazos es que no sólo son mucho más numerosos que los nupciales –lo cual es demográficamente razonable-, sino que, además, se establecen casi por igual con otros vecinos de las tierras altas, como con apellidos que están tanto instalados allí, como en los valles septentrionales exteriores13. Otro de los patronímicos importantes de esta primera fase, junto a los recién comentados Arias y a los numerosos y multilocalizados Cruz y Mamaní, fueron los Apaza. Estos también ocuparon preferentemente las zonas altas. La mayoría de sus integrantes vivió entre Lonlonso y Caspalá durante el primer período; luego se trasladarían, también, a Santa Ana, a Valle Grande, San Lucas, Pampichuela y La Candelaria. Este último distrito, exterior al valle, fue añadido al curato una sola vez por el registro y presentan la singularidad de no haberse emparentado jamás a lo largo de todo el siglo, con los Apaza del valle, ni con los de las tierras altas, ni con los del sector bajo. Esto es, los portadores del patronímico residentes en el valle se casaron y buscaron lazos de compadrazgo al interior del valle, con la particularidad que los de la zona alta establecieron más lazos con aquellos que se encontraban tanto arriba como abajo, que con los que sólo ocupaban la baja cuenca. Suponemos, entonces, que estamos en presencia de dos troncos distintos del mismo apellido. Unos que se instalaron en Valle Grande y otros que lo hicieron en el meridional distrito de La Candelaria. En esta situación dos alternativas se presentan como posibles. O bien pertenecían ambos a un tronco patronímico común separado antes de instalarse en el valle, o no tenían un pasado común a pesar del apellido. Notoriamente, además, tanto los Apaza de las tierras altas como los de la zona baja 13

Diferenciaremos aquí a fines analíticos, los procesos endogámicos estrictos, en los que miembros de un patronímico se enlazan con otros miembros del mismo, o con sus afinales; de los procesos que denominaremos “Endogamia Local”, en los cuales tales alianzas se realizan buscando la exclusividad con vecinos de región o localidad (FERREIRO, Juan Pablo y FERNANDEZ, Federico, “Nupcialidad, compadrazgo y endogamia en las Yungas de Jujuy (Noroeste de Argentina) durante la primera mitad del siglo XIX”, Caravelle. Cahiers du monde hispanique et luso-bresilien, 101, Dec. Toulouse).

tendieron a tener propiedades cercanas entre sí, algunas colindantes –aunque en menor proporción que los Arias-. Ambos apellidos se encuentran entre los 8 más buscados como padrinos y madrinas de toda esta fase; lo cual, en términos de análisis reticular, señala una posición socialmente prestigiosa14. Durante esta primera etapa, los Apaza se vincularon nupcialmente con los dos nodos más importantes por su relaciones, por su cantidad de miembros y por su peso social: Cruz y Mamaní, ambos desplegándose arriba y abajo del valle, tanto como vinculando a éste con el exterior. También contrajeron matrimonio con miembros del patronímico Choque –uno de los más destacados en la zona alta-, y con los Salazar, el más activo nupcialmente entre los que no tienen un origen regional identificado. Sus vástagos, durante

este

primer

período

(1801/1817),

nacieron

mayoritariamente

en

primavera/verano. El 87,5% de éstos era declarado como hijos legítimos y sólo se reconocía un 12,5% de hijos naturales. Resulta difícil pensar que ese grado de legitimidad se debía a que tal porcentaje se había casado efectivamente por iglesia, dado el grado de lejanía y aislamiento en el que vivían, y a que ni el valle, ni la zona aledaña septentrional, de la cual provenía una parte de la población contó nunca con sacerdote estable. Por otra parte, en la memoria oral de los actuales pobladores el “matrimonio a prueba”, sirviñaco o “juntada” característico en la región andina es percibido como una práctica tradicional habitual desde tiempos remotos. Llegados a este punto es necesario precisar que encontramos que los patronímicos mencionados actúan a manera de lo que G. Lévi definiese como un “frente de parentesco” que articula a través del casamiento y el compadrazgo a miembros de diversos apellidos unidos por una trama de solidaridades, alianzas, deberes y derechos reales y virtuales de carácter asimétrico y jerárquico15. Durante la siguiente etapa, que denominaremos Fase 2 se introducen modificaciones en la situación estructural. El primer dato que surge a la vista es la aparición en el registro de otras localidades además de Caspalá y Lonlonso, sobre todo en la zona baja, 14

En esta etapa, que denominamos Fase 1, se registran 88 nodos/agentes, sobre estos ambos patronímicos se encuentran entre los 8 más prestigiosos e influyentes. De acuerdo con Burt y con Bonacich, el prestigio en una red es el grado en que un actor es objeto de una relación significativa no recíproca. De tal modo, se constituye como una función de la distancia de rol entre dos agentes que define sus respectivos status. En otros términos, un nodo/agente es tanto más prestigioso cuánto más baja es su distancia de rol de los nodos/agentes principales de la red. (BURT, R., 1977, “Positions in Multiple Network Systems, Part Two: Stratification and Prestige among Elite Decision-Makers in the Community of Altneustadt”, Social Forces, Vol. 56, No. 2, Special Issue, pp. 551-575. BONACICH, Phillip, 1987, “Power and Centrality: A Family of Measures”, American Journal of Sociology, Vol. 92, No. 5 (Mar., 1987), pp. 1170-1182 15 LÉVI, G., “Carrières d'artisans et marché du travail à Turin (XVIIIe-XIXe siècles)”, Annales. Économies, Sociétés, Civilisations. 45e année, N. 6, pp. 1351-1364, 1990.

(Pampichuela, San Lucas, Valle Grande, Calilegua y Los Bañados)16. La totalidad de ambos progenitores –salvo 1 caso- es originaria del valle (47 varones y 67 mujeres). De estos valores, también, el 25% de los apellidos de padres y madres se ubica en la zona alta, mientras el 66% lo hace en la zona baja, en localidades que aparecen en el registro por primera vez. A diferencia del período anterior, sólo dos progenitores declaran ser foráneos y ambos proceden de la vecina quebrada de Humahuaca. Todos ellos y ellas establecen lazos de compadrazgo con individuos que son en su gran mayoría también locales, esto es, vecinos. Sólo se nota cierto desequilibrio en los compadres, ya que entre ellos aparece un 11% de foráneos; mientras que sólo una comadre no es local. Tanto en esta fase, como en la primera, el porcentaje de establecimiento de lazos con parejas completas de padrinos y madrinas es inferior al 5%. Esto es, tendieron a establecer relaciones sólo con compadres o sólo comadres exclusivamente. Nuevamente aquí, como lo será durante toda el período analizado, Mamaní y Cruz están a la cabeza del grupo más dinámico en su actividad nupcial, aunque con perfiles claramente diferenciados. Los primeros optaron por vincularse preferentemente con miembros de apellidos de la zona baja y con los multilocalizados –como ellos- Cruz. Estos, en cambio, lo hicieron privilegiando a miembros de patronímicos característicos de la zona alta, a foráneos y, desde luego, a los Mamaní. Ambos estuvieron, también, entre los 4 apellidos más buscados a la hora de establecer compadrazgos, pero fueron los que más lazos generaron repitiendo el esquema de la dinámica nupcial. La gran diferencia entre ambos fue su relación con gente ajena al valle, que en este período fueron de la vecina quebrada de Humahuaca. Allí los Cruz ejercieron un papel central, mientras los Mamaní orientaron sus búsquedas en dirección a la salida del valle por el sector más bajo, en dirección a la yunga y el pedemonte chaqueño. Los nacimientos en esta etapa tendieron a ubicarse entre invierno y primavera, aunque en proporciones más próximas entre sí que en la fase anterior; lo que implica que las gestaciones comenzaron entre octubre y marzo, época en la que las familias se suelen encontrar, aún hoy, en las zonas de altura (cerro- Santa Ana, Caspalá) y que finaliza con la bajada junto al ganado a las zonas de monte (Paraní, Barro Negro) y valle (Valle Colorado) en marzo/abril.17 Si bien el ciclo que estamos comentando no coincide exactamente con el de la primera etapa, ambos tienen en común que las gestaciones no comenzaron en la época más dura del invierno (julio-agosto) y que los nacimientos no 16 17

Esta fase comprende 68 registros distribuidos entre 1824 y 1828. HOYOS, Silvia tesis de licenciatura... Cit.

coincidieron, tampoco, con los momentos de traslados entre pisos ecológicos. Esto, además, parece haber permitido la utilización de los ciclos agrícolas de las zonas más bajas, monte, valle y costa. Esta última zona sirve de asiento a pequeñas huertas de autoconsumo y posee pasturas que son abandonadas hacia marzo/abril. Hoy es una zona donde se encuentra población permanente todo el año. A continuación ofrecemos un esquema aclaratorio de la articulación entre ciclos estacionales, trashumancia y reproducción socio-productiva

Gráfico de ciclos reproductivos y trashumancia agro-pastoril

•Gestación

•GestaciónAlumbramiento

Primavera setiembre – suben a costa y valle Reproducción del ganado

Verano Suben a cerro Reproducción del ganado

Invierno

Otoño

Pastoreo en monte

Bajan a valle y monte

Cultivos en valle

Cultivos en valle y costa

•alumbramiento

Durante este período el porcentaje de hijos bautizados como legítimos fue del 60%, mientras los naturales compusieron el 31% del total. Este último valor es uno de los más elevados del período estudiado y a partir de este momento los porcentajes de hijos que portaban el apellido materno exclusivamente se mantendrá entre 24 y 32%. En cambio, el porcentaje de hijos legítimos, o mejor dicho, legitimados ya que ese era el proceso que instituía el bautismo, seguirá subiendo hasta oscilar entre 67 y 75%. En sintonía con lo que venimos exponiendo, creemos que la explicación de tales valores se debe a que durante esta década que va desde 1820 a 1830 se terminó de consolidar el ajuste estructural comenzado en la fase anterior y además, la guerra que se extendió hasta la etapa siguiente, continuó desarrollándose en esta región; lo cual permite explicar de

manera verosímil la ausencia relativa de varones adultos desempeñando el rol de progenitores.18 Aunque no se han declarado casos de viudez para este período, señalamos que el 5,24% del total de individuos registrados para todo el siglo es descrito bajo esa categoría. El 70% de los y las declarados/as como viudos/as fueron mujeres, y de éstas el 35% aún estaba en edad reproductiva. Las dos fases siguientes (1830/40 y 1840/50) no hacen sino remarcar las tendencias que hemos venido analizando, sobre todo en relación a la estacionalidad de los nacimientos, que se estabilizaron tendencialmente en invierno/primavera. Por razones de economía expositiva analizaremos a continuación el período 1850/60 y finalizaremos comentando la última etapa entre 1870 y 1880. La que hemos denominado Fase 5 es la que cuenta con mayor cantidad de registros parroquiales y con el censo provincial levantado entre 1851/2 y publicado en 1855.19 Este último permite aproximarnos a las formas de la organización familiar en el valle; pero también resulta una fuente problemática que en algunos aspectos no resulta consistente con algunas tendencias que se venían insinuando, ni con lo que pocos años después se afirmará como características tradicionales del valle. Según este empadronamiento para 1851/52 Valle Grande, que se transformará en Departamento muy poco tiempo después, contaba con 1257 habitantes; 658 varones y 599 mujeres.20 La evidencia indica que estos estaban constituidos en unidades domésticas de diverso tipo, que van desde familias complejas con más de una díada conyugal y hasta tres generaciones; a hogares conformados por solteros y solteras con menores y portadores de distintos patronímicos. En una abrumadora mayoría los progenitores eran vallistos -89% en el caso de los varones y 91% entre las mujeres-. Los apellidos procedentes de la zona alta constituían 18

A diferencia de otras regiones estudiadas del mundo andino (SANABRIA , Harry “Exploring Kinship in Anthropology and History: Surnames and Social Transformations in the Bolivian Andes”, Latin American Research Review, Vol. 36, No. 2. 2001) en ésta no se utilizaba el doble apellido como identificador, sino sólo el proveniente de la línea paterna en el caso de prole reconocida como habida de una unión conyugal institucionalizada. No se hacen aquí, tampoco, distinciones entre “reconocidos”, “legitimados” y “legítimos”; utilizando esta última categoría como único descriptor, tal como lo indican las fuentes. En el caso de los hijos denominados “naturales”, son anotados invariablemente con el apellido de su madre, la cual figura en casi todos los casos como soltera. Sólo hemos encontrado unas pocas excepciones en los casos de viudez reciente. 19 La fase 5 consta de 424 registros 20 Segú Gil Montero y Teruel (GIL MONTERO, Raquel y TERUEL, Ana “Trabajo familiar... Cit.) la población del censo es de 1481 personas, ya que suman también el distrito de La Candelaria, que aunque no forma parte del valle fue censado junto a él. Esta población aportó una cantidad de migrantes procedentes de Humahuaca, Bolivia y otros lugares que alteran los índices reales de Valle Grande, que presentaba un 98% de población local, por lo que hemos procedido a separar ambos padrones y a contabilizar exclusivamente a los cuatro distritos que componían Valle Grande (Valle Grande, San Lucas, Caspalá, Lonlonso).

el 31% de los progenitores varones; mientras esa condición era del 29% entre las madres. Desde luego, estos valores se invertían en los patronímicos de zona baja, 58% para los padres y 62% para las progenitoras. Tales porcentajes variarán muy poco hasta fines del siglo demostrando la existencia de una estabilización en la tendencia de ocupación del espacio en el sentido Alto/Bajo y Norte/Sur. En términos de compadrazgos, también era muy marcada la tendencia a elegir compadres y comadres entre los vecinos, siendo frecuente entre las familias de mayor actividad en este campo y el nupcial a desarrollar circuitos de endogamia estricta, siendo particularmente notables en este sentido el caso de los Aban, Flores y Cruz. Acompañó a este proceso un alto porcentaje de compadrazgos contraídos por parejas, del orden del 26%, lo cual habla de una tendencia a la estabilización del vínculo, ya que a partir de este momento y aún conociendo importantes oscilaciones, la pareja de compadre/comadre nunca bajará del 15% del total de lazos bautismales en cada fase subsiguiente hasta 1880. En términos generales, la situación estructural de esta población favoreció la aparición, hasta la década de 1880, de fenómenos endogámicos que distinguían (y aún lo hacen) a la región en el contexto provincial. Este proceso, mediante el cual se reforzaban periódicamente líneas de descendencia y alianzas nupciales parece haber sido la respuesta local al carácter precario de la ocupación de la tierra, ya que hasta 1887 en el que fue vendida la mayor propiedad del valle a sus ocupantes, la población se repartió hasta en 11 propiedades distintas en calidad de arrendatarios. Previo al proceso de compraventa masiva de tierras, la endogamia estricta facilitaba la transmisión del usufructo en un marco parental y comunal.

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Pero el origen de este proceso puede

observarse en la muy marcada endogamia local, a partir de la cual se reforzaban lazos de vecindad. Tales vínculos, practicados en el seno de un conjunto de comunidades relativamente cerradas transformaron en el curso de las generaciones esta singularidad vecinal en auténticos lazos de parentesco en diverso grado. A partir de fines de la década de 1880 se observa una pronunciada retracción en la presencia de procesos endogámicos, sobre todo entre compadres. Aún así, la región continúa caracterizándose por presentar valores inéditos en el resto de la provincia hasta la actualidad. Los nacimientos se concentraron en un 59% entre invierno y primavera, continuando con una leve baja la tendencia instalada ya entre 1820 y 1830. Esto incluye una acentuación de la aproximación en la cantidad de nacimientos ocurridos en verano a los 21

Esta idea nos fue sugerida por el sacerdote claretiano Alonso Matamoros, profundo conocedor de la zona y su gente, a quien deseamos agradecer públicamente su generosidad.

de primavera que ya se insinuaba desde la década de 1830/40. Esta prolongación del ciclo de nacimientos hacia el verano continúa evitando, sin embargo, que coincidan el momento del traslado entre pisos productivos y los alumbramientos. Tal vez esta prolongación estacional del ciclo de nacimientos esté señalando la existencia de un sector más sedentarizado, o de fragmentos de familias presumiblemente más vinculados con la ocupación de tierras de cultivo en la zona más baja (Valle y Costa). Precisamente, la singularidad ya referida que presenta este empadronamiento es la de no haber registrado entre las actividades más convocantes de esta población a la ganadería. De hecho, su peso en el conjunto de labores productivas parece casi despreciable (2,5%), en comparación con las actividades de labranza que reúnen al 52% de la población masculina.22 Sin embargo, en opinión de E. Belli Valle Grande se transformó en una zona de haciendas con arriendo como efecto de la disolución de las haciendas productoras debido a la sucesión de guerras de independencia, civiles y con la confederación peruano-boliviana “Mientras las localidades de Santa Ana y Caspalá continuaron ligadas a la puna y la Quebrada, desarrollando actividades relacionadas con el pastoreo de ovejas y cabras y la tejeduría, en el sur se consolida la producción de ganado mayor orientada hacia los valles bajos y como zona de trashumancia para la quebrada de Humahuaca...”.23 ¿Cómo justificar, entonces, esta ausencia casi completa de la actividad que destacó y aún caracteriza a la región, en particular a su zona alta? Si bien no contamos con una respuesta que despeje todo interrogante creemos que la situación descrita por Madrazo para la década de 1850, donde germinaba lentamente lo que luego sería la explosión indígena de Quera, vuelve verosímil y económicamente razonable una reconversión parcial y temporaria de ganaderos en labradores, ya que desde el inicio de la década los gravámenes aduaneros impedían al sector campesino indígena de la región norte abastecerse de maíz y harina –entre otros productos- en la vecina Bolivia.24 Precisamente, el maíz se cultiva tanto en la zona de la costa, como en el valle y los fondos de valle de la zona alta hasta la actualidad, contando, incluso, con especies locales aptas para cultivos de altura

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Gil Montero y Teruel encuentran que el 24,4% de los varones declaran actividades jornalizadas o como peones, que no hemos podido encontrar en el censo relativo a Valle Grande. Suponemos que estos deben haber sido pobladores del distrito de La Candelaria que, además, se distinguía de Valle Grande por una fuerte presencia de población quebradeña, ausente en esta última región. 23 BELLI, Elena Algunas implicancias de las políticas de ajuste y modernización en Valle Grande. Provincia de Jujuy, Tesis doctoral, FFyL-UBA, en prensa, Bs. As, Pp. 87-88, 2004 24 MADRAZO, Guillermo Hacienda y Encomienda en los Andes, Fondo Editorial, Buenos Aires, 1982

En este contexto resulta también esperable que las familias que estaban multilocalizadas, esto es, que poseían miembros residentes en todas las zonas del valle y en la cercana quebrada de Humahuaca, como Cruz, Mamaní, Flores, Tolaba o Arias, hayan sido las más prestigiosas –buscadas como compadres/comadres- y las que establecían los lazos nupciales con los mejor conectados; debido a que eran las que estaban en mejores condiciones de articular más eficientemente ciclos, pisos y producciones. Asimismo, la transformación progresiva de endogamia local en estricta parece haber acompañado este proceso que se articulaba sobre la mera posesión de la tierra –aún de manera comunal-. Paralelamente, el porcentaje de hijos legítimos declarados va creciendo lenta pero perceptiblemente a expensas de los naturales, pasando de 67% en la década 1840/50, a 71% en 1850/60. La fase final de nuestro estudio, ubicada entre 1870 y 1880 inclusive, nos ofrece, por vez primera en el siglo, una visión de la condición laboral y social de los vallistos por parte de quienes más asiduamente los visitaron -los sacerdotes-. En ella, en marcado contraste con el censo anteriormente comentado, los y las vallistas dedicados a la labranza son prácticamente la misma cantidad que los que se ocupaban de tareas pastoriles (criadores), alrededor del 50% de la población masculina activa y entre 35 y 46% de la femenina. Las hilanderas, tejedoras y costureras apenas alcanzan un 12%, y las sirvientas y jornaleras (actividad registrada como exclusivamente femenina) alrededor de un 3%. Paradójicamente, buena parte de esas sirvientas domésticas y jornaleras parecen haber formado parte del grupo doméstico de don Fermín Castañeda, único comerciante declarado en el valle, originario de Humahuaca y responsable del levantamiento del censo de 1852. Las condiciones en las que se desarrolla la tendencia endogámica de la que venimos hablando se expresa en toda su magnitud en los orígenes de las parejas conyugales. En ambos casos, el 97% de los progenitores declara ser local. La composición regional de estos valores es muy similar. Los padres y las madres de la zona alta representaron el 36%, mientras que entre los de zona baja osciló entre 57 y 59% respectivamente. Esto representa porcentajes muy similares, con un leve pero significativo aumento de la presencia de la región alta en relación a anteriores períodos. Proponemos que esta suba acompaña precisamente el aumento del registro de las actividades ganaderas que caracterizaron siempre a la zona alta y que tal vez esté vinculado a un nuevo cambio en los precios y beneficios arrojados por el cultivo de maíz y la ganadería. Expone Joaquín

Carrillo que para 1872 el precio del ganado es muy alto en Jujuy y la exportación a los mercados bolivianos es importante. En este marco, Valle Grande aparece agrupado por este autor junto a la capital, San Antonio y El Carmen como el conjunto de mayor stock ganadero vacuno, caballar y mular de la provincia.25 Los hijos legítimos alcanzan en esta etapa su tercer porcentaje más importante en el siglo (74%). Un 62% de estos niños y niñas nacieron entre invierno y primavera. Esta leve suba con respecto al período anterior induce a pensar en un mayor traslado temporario de gente hacia las zonas altas adonde se desarrollaban las actividades ganaderas más importantes.

Comentarios finales. Sin pretender que el ejercicio analítico que presentamos pueda sustituir un análisis cualitativo de las condiciones y experiencias que implicó el espacio de lo cotidiano en este período y para esta gente, creemos que permite pensar en un proceso meso en los que dichos agentes estaban involucrados. Con proceso “meso” queremos significar que nuestro nivel analítico no se desarrolló en el terreno de la perfomance individual, ni tampoco en el de la macroestructura, sino que pretende haber dado cuenta de las dinámicas de una serie de pequeños grupos, actuando articuladamente en el tiempo y en el espacio.26 Algunos de estos pequeños grupos ingresaron por el norte del distrito a principios del siglo y provenientes de los valles septentrionales, de los cuales Valle Grande representa una continuidad natural. Es posible pensar que al menos parcialmente ese desplazamiento se debió a la actividad ganadera, ocupando espacios que ya conocían y que, además, los podían proveer, como finalmente lo hicieron, de terrenos para desarrollar una horticultura familiar y de baja intensidad. Eventualmente y por razones muy específicas, estas prácticas pudieron hipotéticamente transformarse en una ventaja productiva para acceder a recursos provistos por el mercado externo. Tales conjuntos adquirieron diversas formas organizativas aunque, en general, se trató de variantes de familias extensas, algunas pocas pero significativas familias compuestas y hogares sin unidades conyugales que, en su mayoría, parecen haber agrupado a individuos emparentados previamente en diversos grados.

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CARRILLO, Joaquín Descripción de la provincia...Cit. FERRAND, Alexis “Las comunidades locales como estructuras meso”, Redes. Revista hispana para el análisis de redes, Vol. 3-4, http://revista-redes.rediris.es, 2003 26

Proponemos que el movimiento de los vínculos poblacionales acompañó este proceso general en el que la dirección permanente fue ocupar los espacios de la salida meridional hacia Ledesma y la zona azucarera, que comenzó su actividad industrial a fines del período estudiado.

Agradecimientos: a Sofía, Julieta e Irina, con amor A Federico Fernández, Carina Gómez y Alonso Matamoros A la gente del valle Publicado en Ghirardi, Mónica (coord.), 2014, Territorios de lo cotidiano Siglos XVIXX. Del antiguo virreinato del Perú a la Argentina contemporánea, PROHISTORIA Ediciones, Rosario, ISBN 978-987-1855-83-4, Pp. 215/229

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