Londres capital del exilio mediterráneo. Un estudio comparado entre la comunidad española y la italiana (1823-1833),ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO: CIRCULACIONES, CONEXIONES Y MIRADAS, 1756-1867,A. De Francesco, L. Mascilli Migliorini , R. Nocera (coordinadores), FCE, Chile, 2014;pp. 437-456

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Descripción

ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO CIRCULACIONES, CONEXIONES Y MIRADAS, 1756-1867

Antonino De Francesco Luigi Mascilli Migliorini Raffaele Nocera (Coordinadores)

Introducción

Giuseppe Galasso

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Distribución mundial para lengua española Primera edición, FCE Chile, 2014

De Francesco, Antonino; Mascilli Migliorini, Luigi; Nocera, Raffaele Entre Mediterráneo y Atlántico. Circulaciones, conexiones y miradas, 1756-1867 / Antonino De Francesco, Luigi Mascilli Migliorini, Raffaele Nocera (Coordinadores); Introducción de Giuseppe Galasso Chile: FCE, 2014 642 p. ; 23 x 16,5 cm. (Colec. Historia) ISBN 978-956-289-123-3

© Fondo de Cultura Económica Av. Picacho Ajusco 227; Colonia Bosques del Pedregal; 14200 México, D.F. © Fondo de Cultura Económica Chile S.A. Paseo Bulnes 152, Santiago, Chile Registro de Propiedad Intelectual N° 246.316 ISBN 978-956-289-123-3 Coordinación editorial: Fondo de Cultura Económica Chile S.A. / Nicoletta Marini d’Armenia Imagen de portada: Impresión original de mapa antiguo, cortesía de Jonathan Potter Ltd., Londres. Novissima Totius Terrarum Orbis Tabula. Por Nicholas Visscher. Publicado en Ámsterdam, c.1679. Revisión de textos e índice onomástico: Valerio Giannattasio Diseño de portada: Macarena Líbano Rojas Diagramación: Gloria Barrios A.

Este libro se publica con una contribución del “Ministero dell’Istruzione dell’ Università e della Ricerca (MIUR)” y “Progetti di Ricerca di Interesse Nazionale (PRIN,2009)” y con una subvención del Departamento de Estudios Históricos de la Università di Milano.

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra –incluido el diseño tipográfico y de portada–, sea cual fuera el medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito de los editores. Impreso en Chile – Printed in Chile

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Índice Introducción a 1756. Giuseppe Galasso 11 Prólogo. Nuestra América, Mare Nostrum. Luigi Mascilli Migliorini 25 Prefacio. Raffaele Nocera 33

PARTE I. LA RUTA DE NÁPOLES Un viajero en teoría. Genovesi, las utopías y América del Sur Girolamo Imbruglia Nápoles: Las Luces en el espacio mediterráneo Elvira Chiosi Carlos III: la Ilustración entre España y ultramar Gabriel Paquette Los jesuitas españoles expulsos ante la disputa del Nuevo Mundo Niccolò Guasti Las trayectorias de la “disputa del Nuevo Mundo” Maria Matilde Benzoni

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PARTE II. ECOS DE REVOLUCIONES El espacio revolucionario transatlántico: una comparación historiográfica 137 Antonino De Francesco Después de 1776. Pensar la Revolución 151 Susana Gazmuri La crisis del Antiguo Régimen colonial. Las revueltas en la América española en la segunda mitad del siglo xviii 171 Federica Morelli El sueño americano: los orígenes de un imperio naciente 195 Nicoletta Marini d’Armenia 7

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Santo Domingo en revoluciones (1789-1825) Raphaël Lahlou La Revolución de Santo Domingo David Geggus

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PARTE III. LIBERTAD Y CONSTITUCIÓN De Aboukir a Ayacucho o de las guerras revolucionarias a la América independiente. Imágenes y sensaciones Claudio Rolle De Cádiz a la América del Sur: el viaje de una ilusión constitucional Juan Luis Ossa Santa Cruz Algunas reflexiones sobre las Cortes de Cádiz y la contribución de los delegados hispanoamericanos Marta Lorente Sariñena Influencias del constitucionalismo inglés en el Mediterráneo Diletta D’Andrea Leandro Miranda al servicio de la República de Colombia: aventuras periodísticas y diplomáticas Daniel Gutiérrez Ardila La “guerra civil borbónica”. Crisis de legitimidad y proyectos nacionales entre Nápoles y el mundo iberoamericano Carmine Pinto

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PARTE IV. HACIA NUEVAS NACIONES República y Federalismo en América del Sur, entre la Monarquía hispánica y las revoluciones de Independencia Gabriel Entin Dictaduras temporales, bonapartismos y caudillismos Raúl O. Fradkin Latinoamericanos en Europa Rosa Maria Delli Quadri Londres, capital del exilio mediterráneo. Un estudio comparado entre la comunidad española y la italiana (1823-1833) Viviana Mellone Buenos Aires, capital independiente Valerio Giannattasio

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ÍNDICE

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Los desafíos de la justicia republicana. Profesionalización e independencia de la judicatura en Chile y Perú durante el siglo xix 477 Pauline Bilot y Pablo Whipple La larga transición de la esclavitud a la abolición 501 Luigi Guarnieri Calò Carducci Inserción y dinámicas del sistema hispanoamericano en el circuito del comercio atlántico 519 Amedeo Lepore Referencias 545

Índice onomástico

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Londres, capital del exilio mediterráneo. Un estudio comparado entre la comunidad española y la italiana (1823-1833) Viviana Mellone* Traducción de Celia Díez Huertas

Entre 1821 y 1823, el final de las revoluciones en España,1 en Piamonte2 y en el sur de Italia,3 generó una diáspora que produjo duraderos efectos en la historia de los liberalismos europeos. En el verano de 1823, cuando las tropas francesas ocuparon la Península Ibérica con la intención de instaurar un régimen absoluto, los españoles se dirigieron prevalentemente hacia Inglaterra y Francia.4 En * Università di Napoli “L’Orientale”. 1  Sobre el trienio constitucional español sirve como referencia Alberto Gil Novales (ed.), La revolución burguesa en España: actas del coloquio hispano-alemán, celebrado en Leipzig los días 17 y 18 de noviembre de 1983. Madrid: Universidad Complutense, 1985. Para una reseña histórica sobre el tema, ver Irene Castells Olivan, “La rivoluzione liberale spagnola in un recente dibattito storiografico”, Studi Storici, 36(1), 1995, pp. 127-162. 2  Una breve cronología de la revolución piamontesa y una reseña bibliográfica todavía válida se encuentran en Giorgio Marsengo y Giuseppe Parlato, Dizionario dei piemontesi compromessi nei moti del 1821. Turín: Istituto per la storia del Risorgimento italiano-Comitato di Torino, 1982, vol. 1, pp. 15-30, 90-104. 3  Sobre la revolución napolitana del 1820-1821, ver Aurelio Lepre, La rivoluzione napoletana del 1820-21. Roma: Riuniti, 1967; Ruggero Moscati, “Su la rivoluzione napoletana del 1820-21”, Scritti in onore di Leopoldo Cassese. Nápoles: Libreria Scientifica Editrice, 1971, vol. II, pp. 29-43; Maria Sofia Corciulo, “La stampa costituzionale napoletana del 1820-21 e la sua polemica contro la camera alta”, Trimestre, XXI, 1988, pp. 13-29; Paola Verrengia, “Le istituzioni a Napoli e la rivoluzione del 1820-21”, en Angelo Massafra (ed.), Il Mezzogiorno preunitario. Economia, società, istituzioni. Bari: Dedalo, 1988, pp. 549-564; Emilio Gin, L’ aquila, il giglio e il compasso: profili di lotta politica ed associazionismo settario nelle Due Sicilie (1806-1821). Salerno: Edizioni del Paguro, 2007. 4  Para los estudios sobre emigración política española después del trienio liberal, consultar Vicente Llorens Castillo, Liberales y románticos. Una emigración política en Inglaterra (1823-1834). México: El Colegio de México, 1954; Giovanni Stiffoni, “L’emigrazione liberale spagnola in Inghilterra e Francia (1823-1834). Un problema storiografico aperto”, Nuova Rivista Storica, LXII(1-2), 1978, pp.133-152; Antonio Rojas Friend, Juan Francisco Fuentes Aragonés y Dolores Rubio, “Aproximación sociológica al exilio liberal español en la Década Ominosa (1823-1833)”, Spagna Contemporanea, 13, 1998, pp. 7-19; 437

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Inglaterra desembarcaron los que, huyendo del ejército del duque de Angulême que avanzaba hacia Cádiz,5 se habían refugiado en la colonia inglesa de Gibraltar. Aquí, las presiones institucionales de la colonia inglesa y las ayudas económicas proporcionadas por una Junta que se había formado con personas del lugar para apoyar la causa de los gaditanos, empujó a 127 de ellos a irse, 33 de los cuales tomaron el camino hacia Inglaterra. La comunidad intelectual española en Londres se agrupó en torno a diversas figuras políticas destacadas durante el Trienio liberal. Había, en primer lugar, una generación militante que había participado en la Guerra de la Independencia contra Napoleón en 1808, y que había formado parte de las Cortes revolucionarias entre 1810-1812, las que volvieron a estar en auge gracias al pronunciamiento de Riego, con encargos de dirección política y militar. En tal grupo despuntaban los oficiales Espoz y Mina, De Álava, José María de Torrijos,6 Flórez Bazán7 y Juan Palarea (estos dos últimos también diputados en las Cortes de 1820), el economista Agustín de Argüelles, el sacerdote Joaquín Lorenzo Villanueva, José María Calatrava y Canga Argüelles, civiles ya elegidos en el Parlamento entre 1810 y 1811. A la primera generación se unió después la de los nuevos revolucionarios, constituida por Antonio Alcalá Galiano y Francisco Javier de Istúriz, ambos diputados durante el Trienio, y por el economista Álvaro Flórez Estrada, también diputado y componente del último gobierno revolucionario. Estos últimos, junto al general Torrijos, constituyeron el núcleo de la emigración extremista.8 A las personalidades con relevancia política se unió finalmente José Joaquín de Mora, estudioso que durante el exilio contribuyó, junto a Alcalá Galiano, al fértil debate sobre la literatura española que preparó el terreno al Romanticismo de los años treinta.9 Consuelo Soldevilla Oria, El exilio español (1808-1975). Madrid: Arco Libros, 2001; Germán Almiréz Alédon, “Algunas consideraciones sobre los exilios liberales en la España del siglo xix”, Laberintos, 2, 2003, pp. 28-58; Rafael Sánchez Mantero, Liberales en el exilio (la emigración política en Francia en la crisis del Antiguo Régimen). Madrid: Rialp, 1975; Juan Luis Simal Durán, España y el exilio internacional, 18141834. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2012. 5  Las tropas dirigidas por el duque de Angulěme se erigieron con una referencia explícita a la misión católica y redentora que Francia cumplía en defensa del orden “moral” establecido en el congreso de Viena. 6  Ver Irene Castells, “José María Torrijos (1791-1831). Conspirador romántico”, en Isabel Burdiel y Manuel Pérez Ledesma (eds.), Liberales, agitadores y conspiradores. Biografías heterodoxas del siglo xix. Madrid: Espasa Calpe, 2000. 7  Las menciones biográficas sobre los revolucionarios son tratadas por Luis Sánchez Agesta, Historia del constitucionalismo español. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1964; Vicente Llorens Castillo, op. cit.; Alberto Gil Novales, Sociedades patrióticas. Madrid: Tecnos, 1975; Alberto Gil Novales, Diccionario de historia de España. 2ª ed. Madrid: Revista de Occidente, 1968; Miguel Artola, “La burguesía revolucionaria, 1808-1874”, Historia de España. Madrid: Alianza, Alfaguara, 1978, vol. V. 8  Ver Irene Castells Olivan, La utopía insurreccional del liberalismo: Torrijos y las conspiraciones liberales de la década ominosa. Barcelona: Crítica, 1989. 9  Ver Vicente Llorens Castillo, op. cit.

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Por otra parte, los exiliados italianos10 llegaban desde España, donde habían combatido en defensa del régimen liberal después del fracaso de la revolución en su patria, igual como lo hicieron los piamonteses Carlo Beolchi, el conde Palma Alerino di Cesnola y el poeta Amedeo Ravina11 y el napolitano Lorenzo de Conciliis.12 En otros casos, después de haber huido primero a Francia, decidieron en un segundo momento desembarcar en Gran Bretaña, o fueron obligados a hacerlo porque habían sido juzgados subversivos y peligrosos por la policía francesa, como es el caso del oficial Guglielmo Pepe, que había combatido con las tropas napolitanas contra los austriacos en Rieti, el carbonaro del sur Pasquale Maenza da Bisceglie, el antiguo jacobino de la República Cisalpina Giovanni Battista Marocchetti, el conde Santorre di Santarosa –ministro de la Guerra en el Reino Sabaudo durante

10  De la amplia bibliografía sobre la emigración política durante el Risorgimento ver, en primer lugar, los ensayos publicados por la Rassegna Storica del Risorgimento, a partir de ahora RSDR, Renato Soriga, “I moti del 1831 e l’emigrazione politica lombardo-piemontese” XIX(4), 1932, pp. 49-52; Vincenzo Cannaviello, “Gli Irpini della rivoluzione del 1820 nell’esilio”, XXVI(3), 1939, pp. 1411-1436; Vincenzo Cannaviello, “Gli Irpini della rivoluzione del 1820 nell’esilio”, XXVII(1), 1940, pp. 3 y ss.; Vincenzo Cannaviello, “Gli Irpini della rivoluzione del 1820 nell’esilio”, XXVII(3), 1940, pp. 115 y ss.; Alessandro Galante Garrone, “L’emigrazione politica italiana del Risorgimento”, XLI(1-3), 1954, pp. 223-242; Leonida Balestreri, “Sui giornali dell’emigrazione politica italiana in Grecia durante il periodo del Risorgimento”, XLI(1-3), 1954, pp. 258-263; Luigi Santini, “Alessandro Gavazzi e l’emigrazione politico-religiosa in Inghilterra e negli Stati Uniti nel decennio 1849-1859”, XLI(2-3), 1954, pp. 587-594; Luciano G. Rusich, “Esuli dai moti carbonari del 1820-21 nel Messico”, LXXI(4), 1984, pp. 419-437; Emilia Morelli, “Gli esuli italiani e la società inglese nella prima metà dell’Ottocento”, LXVI(1), 1979, pp. 3 y ss.; Elio Lodolini, “L’esilio in Brasile dei detenuti politici romani 1837”, LXV(2), 1978, pp. 132-171; Gabriella Ciampi, “Gli esuli moderati siciliani alla vigilia dell’annessione dell’isola”, LX(3), 1973, pp. 356-375; Marco Maria Blasetti, “Il Regno di Sardegna e l’emigrazione verso le Americhe 1849-1861”, LXXI(2), 1984, pp. 265 y ss. Ver también, entre los numerosos trabajos de Ersilio Michel, Esuli e cospiratori italiani in Corsica: 1815-1830. Milán: Tyrrhenia, 1927; Esuli italiani in Algeria (1815-1861). Bolonia: Cappelli, 1935; Esuli politici italiani in Portogallo (1815-1861). Roma: Reale Accademia d’Italia, 1940; Esuli italiani nelle isole Ionie, 1849. Roma: La Libreria dello Stato, 1950. Además, cabe señalar el esencial trabajo de Franco Venturi, “L’Italia fuori d’Italia”, Storia d’Italia. Dal Primo Settecento all’Unità. Turín: Einaudi, 1973, vol. III, pp. 987-1481; finalmente hay que consultar Tina Whitaker Scalia, Sicily and England, political and social reminiscences: 1848-1870. Londres: A. Constable, 1907. Ver Romeo Manzoni, Esuli italiani nella Svizzera: (da Foscolo a Mazzini). Milán: Caddeo, 1922; Margaret Wicks, The Italian exiles in London, 1816-1848. Manchester: Manchester University Press, 1937; Mario Battistini, Esuli italiani nel Belgio. Florencia: Brunetti, 1968; Anna Maria Rao, Esuli: l’emigrazione politica italiana in Francia, 1792-1802. Nápoles: Guida, 1984; Marta Petrusewicz, Come il Meridione divenne una questione: rappresentazioni del Sud prima e dopo il quarantotto. Soveria Mannelli: Rubettino, 1998; Sabine Freitag, Exiles from European revolution: refugees in mid-victorian England. Nueva York, Oxford: Berghahn, 2003; Maurizio Isabella, Risorgimento in esilio. L’internazionale liberale e l’età delle rivoluzioni. Roma, Bari: Laterza, 2011, y Agostino Bistarelli, Gli esuli del Risorgimento. Bolonia: Il Mulino 2011. 11  Para las biografías de los exiliados italianos se ha hecho referencia a Atto Vannucci, I martiri della libertà italiana dal 1794 al 1848. Florencia: Le Monnier, 1860; Vincenzo Cannaviello, Gli Irpini, op. cit., 1939 y 1940; Giorgio Marsengo y Giuseppe Parlato, op. cit.; Treccani.it, L’Enciclopedia italiana, “Ad nomen”, www.treccani.it/enciclopedia/Dizionario_Biografico. 12  Ver Vincenzo Cannaviello, “Gli Irpini della rivoluzione del 1820 nell’esilio”, op. cit., 1940, p. 115.

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la revolución– y Luigi Angeloni, tribuno de la República Romana de 1798, asentado entre Marsella y París en el lejano 1799.13 El grupo de los tránsfugas estaba además poblado por liberales milaneses, obligados a abandonar Italia por haber sido acusados de haber conspirado con los piamonteses para liberar el Lombardo Veneto del dominio austriaco.14 Entre ellos se distinguían los economistas Giuseppe Pecchio y el conde Luigi Porro Lambertenghi, el literato romántico Giovanni Berchet –que justo durante su estancia londinense dio vida a la producción artística de mayor resonancia italiana–, el literato Camillo Ugoni, su hermano Filippo, Giovanni Arrivabene y el general Giacomo Filippo De Meester, todos con distintos títulos como colaboradores de Il Concicliatore, carbonarios o en contacto con los ambientes de la carbonería. El Trienio liberal generó relaciones privilegiadas entre los movimientos revolucionarios italiano y español, con contaminaciones recíprocas en relación con el pensamiento constitucional, la propaganda, el asociacionismo secreto e incluso la estrategia de lucha contra las tropas absolutistas.15 En efecto, en 1820 el pronunciamiento militar de Riego erigió a España como verdadero mito revolucionario, ya que se trataba de la primera tentativa de rotura que una nación europea efectuaba contra el orden geopolítico impuesto por el Congreso de Viena. En 1820, Nápoles adoptaba la Constitución de Cádiz, que vino incluso traducida en numerosas versiones para el público piamontés, aunque no llegó a cubrir la desorbitante demanda de los lectores septentrionales.16 Al fracasar los regímenes constitucionales en Piamonte y en el Reino de las Sicilias, los militares que los habían apoyado partieron a defender la Revolución Sobre las relaciones políticas, culturales e ideales entre España e Italia en el periodo del Risorgimento, sirvan como referencia Giorgio Spini, Mito e realtà della Spagna nelle rivoluzioni italiane del 1820-21. Roma: Perrella, 1950; Franco Venturi, op. cit.; Marco Mugnaini, Italia e Spagna nell’età contemporanea. Cultura, politica e diplomazia (1814-1870). Alessandria: Edizioni dell’Orso, 1994. 14  Sobre el proceso a los conspiradores milaneses, ver Alessandro D’Ancona, Federico Confalonieri: su documenti inediti di archivi pubblici e privati. Milán: Fratelli Treves, 1898; Alessandro Luzio, Nuovi documenti sul processo Confalonieri. Roma: Societa editrice Dante Alighieri di Albrighi e Segati, 1908; Luisa Fiori, “Il marchese G. Trivulzio-Pallavicino”, RSDR, XIII(3), 1926, pp. 540-566; Domenico Spadoni, “Il generale barone Giacomo Filippo de Meester”, RSDR, XVI(3), 1929, pp. 847-896; Luisa Dodi, “Giacomo de Meester da giacobino a esule del ’21”, en Maria Canella (dir.), Armi e nazione. Dalla Repubblica Cisalpina al Regno d’Italia (1797-1814). Milán: FrancoAngeli, 2009, pp. 271-276. 15  Para las cuestiones relativas a la campaña de Italia de Napoleón y la instauración de las Repúblicas hermanas, ver Carlo Zaghi, “L’Italia di Napoleone dalla Cisalpina al Regno”, en Giuseppe Galasso (dir.), Storia d’Italia. Turín: Utet, 1986, y su bibliografía; Marina Caffiero, La nuova era. Miti e profezie dell’Italia in rivoluzione. Génova: Mariotti, 1991; Augusto Placanica y Maria Rosaria Pelizzari (eds.), Novantanove in idea. Linguaggi miti memorie. Nápoles: ESI, 2002; Anna Maria Rao (ed.), Napoli 1799 fra storia e storiografia. Nápoles: Vivarium, 2002; Marina Caffiero, La Repubblica nella città del papa. Roma 1798. Roma: Donzelli, 2005. 16  Ver Isabel María Pasqual Sastre, “La circolazione di miti politici tra Spagna e Italia (1820-1880)”, Il Risorgimento, Annali d’Italia. Turín: Einaudi, 2007, vol. 22, p. 801. 13 

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española contra el ataque de los franceses. La guerrilla del pueblo que encontraron y a la que se unieron en la península ibérica fue a su vez la inspiración para que el oficial Carlo Bianco di Saint Jorioz realizase una nueva teoría de combate, “la guerra de guerrillas”,17 destinada a convertirse en la técnica insurreccional en la que pensaron después los mazziniani para liberar Italia.18 Entre 1823 y 1824, dos de los voluntarios italianos, el piamontés Fiorenzo Galli y el lombardo Luigi Monteggia, fundaron en Barcelona la revista literaria El Europeo, que inició su andadura haciendo suya la definición de Romanticismo propuesta por la revista milanesa Il Conciliatore.19 En los años treinta las precedentes conexiones se enfriaron y en los estados preunitarios italianos las corrientes de opinión que habían participado intensamente en el mito de la Constitución de Cádiz acabaron por apoyar primero la Carta francesa de 1814 y después la francesa y la belga emanadas entre 1830 y 1831.20 Con la intención de analizar las razones que redimensionaron las influencias recíprocas, este ensayo tratará el exilio de los intelectuales españoles e italianos que entre 1823 y 1833 vivieron en Londres, ciudad en la que, como en París, los exiliados tuvieron ocasión de compartir caminos políticos, experiencias sociales y todas las dificultades ligadas a la supervivencia cotidiana. El estudio debe confrontarse con la tradición historiográfica inherente, respectivamente, el Risorgimento y la Década Ominosa.21 La literatura sobre el Risorgimento ha contado a menudo la evolución ideológica y programática de las comunidades en el exilio como procesos internos al mismo, sin considerar la influencia que el país de acogida y las demás comunidades extranjeras hubieran podido ejercer sobre el movimiento de unificación nacional.22 El aporte de Margaret Wicks23 es una excepción a esta tendencia, aunque al estar más atenta a las relaciones de literatos y conspiradores con la sociedad inglesa, se limita a la encomiable narración de estos múltiples contactos y a recalcar la actividad propagandística del Risorgimento, 17  Carlo Bianco di Saint Jorioz, Della guerra nazionale d’insurrezione per bande applicata all’Italia. Malta, 1830. 18  Isabel María Pasqual Sastre, “La circolazione di miti politici tra Spagna e Italia (1820-1880)”, op. cit., p. 800. Giuseppe Mazzini, Della guerra d’insurrezione conveniente all’Italia, Marsella, 1833, fasc. V, pp. 159-197. Franco Della Peruta (ed.), Scrittori politici dell’Ottocento: Giuseppe Mazzini e i democratici. Milán-Nápoles: Ricciardi, 1969, vol. I, pp. 41-43. 19  Maurizio Isabella, op. cit., p. 31. 20  Ver Carlo Ghisalberti, Storia Costituzionale d’Italia: 1848-1948. Roma-Bari: Laterza, 1974, pp. 11-17. 21  Con el término Década Ominosa la historiografía designa al segundo periodo de la emigración liberal española, después de la de 1814, que inició en 1823 con la invasión de las tropas francesas, y terminó en 1833 con la amnistía concedida por Fernando VII de Borbón. 22  Forman parte de este esquema los ensayos de Manzoni, op. cit.; Battistini, op. cit.; Michel, op. cit., y los estudios publicados por la RSDR citados en la nota 10. 23  Margaret Wicks, op. cit.

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que convirtió en héroes a las figuras de los conspiradores para conferir una robusta legitimidad al nacionalismo italiano.24 La dificultad de contextualizar los movimientos revolucionarios en una realidad cosmopolita como la europea del siglo xix, ha afectado a la primera historiografía española sobre la Década Ominosa. Haciendo referencia a los refugiados en Gran Bretaña sigue siendo una obra insuperable la de Vicente Llorens,25 por lo vasto de sus fuentes y las temáticas afrontadas. Sin duda, el autor ha valorizado el aporte de los prófugos londinenses en el nacimiento del Romanticismo español, subrayando la reflexión crítica que el impacto con Inglaterra produjo en la propia literatura. Pero ha dejado inexplorada la influencia del constitucionalismo británico sobre la emigración, que se reveló de gran importancia, al mismo nivel que el pensamiento político francés tuvo para los españoles que se habían exiliado en Francia al terminarse el reformismo bajo Isabel de Borbón entre 1834 y 1840.26 Este trabajo, por lo tanto, parte de la consideración de que el exilio da una perspectiva privilegiada sobre los fenómenos de construcción de los liberalismos mediterráneos y de sus recíprocas conexiones. De ahí que no se pretenda asociar a la condición de los refugiados un estado de aislamiento que les empujase a replegarse en una actividad conspirativa, y se quiera incluso subrayar cómo el país de acogida, con sus minorías, fue un estímulo para la conciencia de los refugiados y les incitó a reinventarse su identidad perdida. La literatura encuentra inspiración en las recientes reflexiones de Marta Petrusewicz y Nelson Moe, que basándose en el argumento del encuentro entre culturas, explican la autorrepresentación devaluada típica de los italianos del sur. Desde su punto de vista, la imagen fue transmitida con el exilio y con el Grand Tour, experiencias que habrían puesto en contacto a los ciudadanos europeos y del norte de Italia con los pueblos del Reino de las Dos Sicilias, y que trasmitieron a estos últimos impresiones elaboradas en realidad por los primeros.27 Bajo esta óptica son también interesantes las investigaciones de Manuel Moreno Alonso,28 que en Ver Sabine Freitag, op. cit. Vicente Llorens Castillo, op. cit. 26  Leer las críticas realizadas en este sentido por Giovanni Stiffoni, op. cit., pp. 133-152. Sobre las reformas aplicadas durante el reinado de Isabel II y los aspectos trasnacionales de la cultura política de la clase dirigente que la adoptó, ver Isabel Burdiel (ed.), La política en el reinado de Isabel II, en Ayer. Revista de Historia Contemporánea, 29, 1998. 27  Marta Petrusewicz, op. cit.; Nelson Moe, The view from Vesuvius: Italian culture and the southern question. Berkeley: University of California Press, 2002 [Un paradiso abitato da diavoli: identità nazionale e immagini del Mezzogiorno. Nápoles: L’ancora del Mediterraneo, 2004]. En la estela del paradigma de los estudios poscoloniales que también han influido a Petrusewicz y Moe, se ha distinguido últimamente la contribución de Maurizio Isabella. En el estudio de la intelectualidad italiana exiliada en Inglaterra, este último ha demostrado la deuda ideológica y cultural que tal comunidad contrajo con el universo británico y con las demás identidades políticas incluidas en una red intelectual trasnacional; ver Maurizio Isabella, op. cit. 28  Ver Manuel Moreno Alonso, La forja del liberalismo en España. Los amigos españoles de Lord Holland, 1793-1840. Madrid: Congreso de los Diputados, 1997. 24  25 

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los años ochenta analizó las relaciones de finales del siglo xviii entre cada uno de los exponentes del universo liberal español, decisivos para la evolución de esa clase dirigente en sentido antiabsolutista, y Lord Henry Fox Holland, influyente personalidad de la Cámara de los Pares inglesa, que abrió al exilio el círculo wigh reunido en su salón de casa. Igualmente útiles se consideran los primeros resultados conseguidos por el trabajo coordinado por Daniel Muñoz Sempere y Gregorio Alonso García, Londres y el liberalismo hispánico, que se detiene, por ejemplo, en la oportunidad que ofrecieron los periódicos ingleses al desarrollo de temáticas de vital importancia para la emancipación de los supervivientes del Trienio liberal: la tolerancia religiosa, la crítica a la Constitución de Cádiz y los derechos de las colonias de América Latina.29 La dimensión “relacional” que la reciente historiografía ha atribuido al exilio permite, en este punto, alimentar las relaciones entre Londres y cada una de las dos comunidades de refugiados. Se intentará demostrar que tales contactos incidieron profundamente en la identidad del grupo de italianos y españoles en vías de definición y que contribuyeron a delinear –y en parte a disipar– los tratos específicos de aquella asociación mediterránea de la que podría haberse esperado una mayor consolidación al final del Trienio. Deseosos de llevar a Gran Bretaña sus batallas, italianos y españoles estuvieron dispuestos a entender la peculiar sensibilidad con la que los ambientes políticos ingleses observaban cada uno de los dos fenómenos liberales, y terminaron participando en los debates donde se construyó su identidad, aunque siguieron trayectorias bien diferentes. El encuentro entre los grupos de intelectuales ingleses y los hombres del Trienio se desarrolló, en primer lugar, en un terreno específicamente político. Surgió así por el irresistible interés que la potencia atlántica manifestó hacia la batalla antiabsolutista española, y también por la disponibilidad que cada uno de los pensadores y políticos ibéricos había demostrado hacia las instituciones inglesas en las décadas precedentes. Mucho antes de 1823, el intelectual Jovellanos y el diputado en las Cortes de Cádiz Agustín Argüelles30 habían visitado Londres, habían leído a Locke, Montesquieu, Blackstone y De Lolme, y recogido sus enseñanzas sobre la doctrina del gobierno mixto. Además, Lord Henry Fox Holland, influyente sobrino del dirigente del partido wigh Henry Fox, se había establecido entre Sevilla y Barcelona durante la Guerra de la Independencia contra Napoleón

Ver Daniel Muñoz Sempere y Gregorio Alonso García (eds.), Londres y el liberalismo hispánico. Madrid-Frankfurt am Main: Iberoamericana-Vervuert, 2011. 30  Sobre la estancia de Argüelles en Inglaterra ver la introducción de Jesús Longares a José Canga Argüelles, Estudio crítico a la Reforma Constitucional de Cádiz (Londres, 1835). Madrid: Iter, 1970. Sobre la anglofilia de Argüelles ver Joaquín Varela Suanzes, “Agustín Argüelles en la historia constitucional española”, Revista Jurídica de Asturias, 20, 1996, pp. 7-24. 29 

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y había expuesto la peculiaridad de su sistema político a sus amigos españoles.31 Pero fue en la Década Ominosa que una parte importante de la coalición liberal española se mostró disponible a revisar la Carta gaditana, y manifestó al mismo tiempo entusiasmo y consideración hacia los puntos más importantes del modelo británico,32 consintiendo en que la evolución del propio pensamiento político se desarrollase bajo la influencia de los círculos tories y wighs.33 El juicio conservador a propósito de la Carta renovada en 1820 aparece en Quaterly Review, octubre-enero de 1822-1823, en el artículo “Affairs of Spain”.34 El autor, anónimo, explicaba la ingobernabilidad verificada durante el Trienio con la excepción del Parlamento de la nobleza y retenía que las prerrogativas atribuidas al rey, junto a la instauración de un Consejo de Estado que no fuese independiente de las Cortes, no podían impedir la degeneración asamblearia de la forma de gobierno. Después, de manera más suave pero expresando opiniones igualmente críticas, el Edinburgh Review, órgano del partido wigh, declaró en febrero de 1823 que la Carta no había proporcionado los medios necesarios para atraer a aquellas clases sociales vinculadas a la propiedad y a la opinión y, en fin, de no haber hecho lo necesario para mantener la autoridad de las Cortes alejada de las precipitadas y pasajeras pasiones populares.35 Las posiciones asumidas por el exliberal exaltado Antonio Alcalá Galiano y por el progresista Canga Argüelles resultaban en este punto afines a los estímulos recibidos por la opinión inglesa. En efecto, en el artículo Spain, aparecido en el Westminster Review en abril de 1824,36 Alcalá Galiano tomaba distancias respecto del modelo doceañista, ya que al lamentarse por las contradicciones internas del Consejo de Estado, considerado eficaz como una Cámara Alta en respaldar las iniciativas del monarca pero luego incapaz de contener las derivas Sobre la influencia de Lord Holland en el liberalismo español ver Manuel Moreno Alonso, “Quince cartas sobre el liberalismo histórico español”, Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), 328, 1983, p. 212; Manuel Moreno Alonso, “Lord Holland y los orígenes del liberalismo español”, Revista de Estudios Políticos, 36, 1983, p. 181 y ss.; Manuel Moreno Alonso, “Sugerencias inglesas para unas Cortes españolas”, Materiales para el estudio de la Constitución de 1812. Madrid: Tecnos, 1989; Manuel Moreno Alonso, La generación española de 1808. Madrid: Alianza, 1989. 32  Isabel María Pasqual Sastre, op. cit., pp. 799-800. 33  Manuel Moreno Alonso, “Quince cartas sobre…”, op. cit., p. 212. 34  Ver “Affairs of Spain”, The Quarterly Review, XXVIII, 1822-1823. 35  “Spain”, The Edinburgh Review, LXXV, 1823, citado en Joaquín Varela Suanzes, “El pensamiento constitucional español en el exilio: el abandono del modelo doceañista (1823-1833)”, Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), 88, 1995, pp. 63-90, edición digital:  Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2005. 36  Ver “Spain”, The Westminster Review, 1824, pp. 290-291.  31 

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autoritarias, estaba quejándose sustancialmente de la falta del mecanismo de los check and balances.37 La consulta del periódico español Ocios de Españoles emigrados, que se publicó entre 1824 y 1827,38 especialmente la sección titulada Desengaños políticos,39 también permite entender el cambio doctrinal experimentado por buena parte de los moderados y progresistas españoles. Entre julio y septiembre de 1826, Canga Argüelles no dudó en declarar que la Constitución de Cádiz había perdido legitimidad “en el año de 1814, cuando los pueblos apenas la conocían”,40 y que sería de nuevo adoptada en 1820 porque su alto valor simbólico garantizaba una vuelta compacta de la coalición liberal. Mostrando una renovada consideración hacia las clases sociales que el movimiento doceañista había querido combatir, Argüelles admitió que la desaprobación del clero y de la nobleza hacia la Carta debían ser una ulterior señal de cómo esta no era adecuada.41 Su declaración a propósito de la Revolución francesa, retenida la última responsable por haber influido mucho en la opinión popular, parece querer reforzar al Quaterly Review, que había condenado el desequilibrio de aquel estatuto en representación del principio popular. El exdiputado gaditano proponía enmendar el fracasado estatuto con una Constitución emanada del monarca en la que se considerase una Cámara Alta de nómina regia constituida por príncipes herederos e infantes, altos prelados y otros componentes de la sociedad, todos ellos elegidos por el soberano.42 El nacimiento de un diálogo eminentemente político entre Londres y la comunidad española se vio favorecido sobre todo por el interés que ambos nutrían sobre la emancipación de las colonias de América del Sur de España. En efecto, entre 1808 y 1822 la invasión de la península ibérica por parte del ejército napoleónico había estimulado una serie de insurgencias autonomistas en Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile, que culminaron en su autonomía. En Gran Bretaña, mercaderes, herederos, empresarios e incluso pequeños ahorradores pensaban aprovechar las oportunidades de inversión ofrecidas por aquellos países ricos en materias primas y con un mercado Raquel Sánchez García, “Alcalá Galiano: política y literatura en exilio”, en Daniel Muñoz Sempere y Gregorio Alonso García, op. cit., pp. 27-32. Reconocía, luego, la oportunidad de prever un sistema parlamentario que proporcionase representación no a todo el pueblo, que se había demostrado distante de las instituciones liberales, sino a la clase media, que por el contrario, las había soportado. 38  La revista se publicó con periodicidad mensual desde abril de 1824 a octubre de 1826 y con periodicidad trimestral desde enero a octubre de 1827. 39  Llorens ha atribuido estos artículos a Canga Argüelles, op. cit., p. 308. 40  Joaquín Varela Suanzes, “El pensamiento constitucional español en el exilio: el abandono del modelo doceañista (1823-1833”), Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), 88, 1995, pp. 63-90. Edición digital: Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2005. 41  Íd. 42  Íd. 37 

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en expansión,43 por lo que la ambición por establecer empresas y expandir la influencia comercial hacia tales territorios requería que España renunciase al monopolio de la exportación de productos latinoamericanos en Europa. En 1810, el desembarco en Inglaterra del revolucionario español Blanco White creó las condiciones para establecer un proficuo diálogo con la Junta española para tal propósito. Blanco White había dirigido en España el Semanario patriótico, a través del cual manifestó su actitud cada vez más favorable hacia las reclamaciones manifestadas por los colonos. Una vez en Inglaterra, el intelectual expuso al influyente senador Lord Holland sus ideas para apoyar la autonomía de los hispanoamericanos y fue alentado a lanzarse a una operación de propaganda política.44 El sevillano fundó el periódico El Español,45 que tuvo entre sus objetivos fundamentales la afirmación de los derechos de las colonias. El periódico recibió una considerable ayuda de Holland, de las propias casas comerciales inglesas y sobre todo del Foreign Office, que compraba todos los meses cien copias. No fue casual que en el número del 30 de agosto de 1811, White propusiese a la Junta central española un programa que ya habían firmado en secreto en 1811, donde se había propuesto pedir mediación inglesa en los territorios de ultramar, renunciando en cambio al propio monopolio comercial.46 En los años veinte, el diálogo entre Inglaterra y América Latina, junto a la necesaria intermediación de los exiliados españoles, se fue consolidando, ya que la Las inversiones inglesas en Colombia, México, Chile, Perú y América Central llegaron a su culmen entre 1822 y 1825, cuando alcanzaron los 20 millones de dólares. Sobre las relaciones económicas entre Inglaterra y America Latina en la primera mitad del siglo xix y el consiguiente apoyo que una parte de los ambientes liberales dieron a la causa independentista, ver Leland Hamilton Jenks, The Migration of British Capital to 1875. Londres: J. Cape, 1938; William K. Kauffmann, British policy and the independence of Latin-America, 1804-1828. Londres: Yale University Press, 1951; Fred J. Rippy, British Investment in Latin America: A Case Study in the Operations of Private Enterprise in Retarded Regions. Minneapolis: University of Minnesota, 1959; Desmond Christopher Martin Platt, Latin America and British Trade, 1806-1914. Londres: Adam and Charles Black, 1972; Frank G. Dawson, The first Latin American debt crisis: The city of London and the 1822-25 loan bubble. New Haven: Yale University Press, 1990; P. J. Cain y A. G. Hopkins, British Imperialism: Innovation and Expansion, 1688-1914. Londres: Longman, 1993, pp. 276-314; Daniel Bushnell y Neill Macaulay, The Emergence of Latin America in the Nineteenth Century. Oxford: Oxford Unversity Press, 1994; Anthony G. Hopkins, “Informal Empire in Argentina: an Alternative View”, Journal of Latin American Studies, 26, 1994, pp. 469-484; William Roger Louis, Andrew Porter y Alaine M. Low (eds.), The Oxford History of the British Empire. Oxford: Oxford University Press, vol. III, 1999; Oliver Marshall (ed.), English Speaking Communities in Latin America. Londres: Palgrave, 2000; Jennifer Pitts, A Turn to Empire: The Rise of Imperial Liberalism in Britain and France. Princeton: Princeton University Press, 2006. 44  María Eugenia Claps Arenas, “José María Blanco White y la ‘cuestión americana’. El Semanario Patriótico (1809) y El Español (1810-1814)”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, vol. 29, doc. 346. 45  Sobre la difusión de El Español en América Latina, ver Martin Murphy, Blanco White Self Banished Spaniard. New Heaven y Londres: Yale University Press, 1989, p. 79. 46  Íd. 43 

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potencia atlántica comenzó a asomarse en el sistema productivo latinoamericano con las primeras industrias manufactureras.47 A lo largo de la década, dos fueron las experiencias propagandísticas de los exiliados para apoyar el imperialismo informal inglés. Por una parte, José María Blanco White fundó, en 1823, Variedades o el Mensajero de Londres.48 Por otro, José Joaquín de Mora fundó, en 1824, la revista Museo Universal de Ciencias y Artes.49 Ambos proyectos editoriales, destinados exclusivamente al mercado sudamericano, surgían por iniciativa y gracias a la financiación de Rudolph Ackerman, empresario inglés de la industria tipográfica que había realizado provechosos acuerdos con las Repúblicas latinoamericanas concernientes a la prestación de servicios editoriales.50 Así, este hombre de negocios comenzó a realizar una operación cultural destinada por un lado a preparar a la opinión pública hispanoamericana para una ulterior apertura a las inversiones con capital inglés, y por otro a publicitar, a través periódicos escritos en castellano, la variada literatura inglesa reconducible a su imperio editorial.51 Además de la personal huella de Blanco, que introdujo su polémica contra la Iglesia católica, en el periódico se advierte la intención de inculcar una imagen mítica de Londres.52 Por otra parte, el Museo se proponía iniciar a aquella sociedad en un proceso de desarrollo como el que se estaba dando en Inglaterra. La insistencia sobre temas científicos, el elogio de la mecanización y de la división del trabajo reflejaban, por lo tanto, una visión del progreso ligada estrechamente a la Revolución industrial, con sus implicaciones en términos sociales, como la sustitución de una sociedad adscriptiva e inmóvil por una sociedad prescriptiva y dinámica. Junto a todo esto se confirmaba también una poco velada apología de la intervención inglesa en aquellos territorios, intervención que, como se explicaba, habría aportado ingentes riquezas a las poblaciones autóctonas sin privarlas de la libertad de empresa.53 Para concluir, el discurso sobre América Latina –y su consiguiente implicación con los exiliados españoles– no se fundamentaba tanto en los intereses comerciales 47  Ver William K. Kauffmann, op. cit.; Fred J. Rippy, op. cit.; Desmond Christopher Martin Platt, op. cit.; Frank G. Dawson, op. cit.; P. J. Cain y A. G. Hopkins, op. cit.; Daniel Bushnell y Neill Macaulay, op. cit.; William Roger Louis, Andrew Porter y Alaine Low, op. cit. 48  Ver Fernando Durán López, “Dudas y brahmines: estrategias críticas de José María Blanco White en Variedades o el Mensajero de Londres”, en Daniel Muñoz Sempere y Gregorio Alonso García, op. cit., pp. 125-152. 49  Ver María Pilar Asensio Manrique, “Mora en Londres: aportaciones al hispanoamericanismo”, en Daniel Muñoz Sempere y Gregorio Alonso García, Londres y el liberalismo hispánico. Madrid-Frankfurt am Main: Iberoamericana-Vervuert, 2011, pp. 111-123. 50  Durán López, op. cit., p. 127. 51  Concretamente, Variedades era la trasposición exacta en lengua española de The Repository of Arts, Literature, Fashions, Manufactures, periódico en que se hablaba de arte, literatura, geografía y costumbres. Íd., pp. 127-130. 52  Íd., p. 130. 53  Íd., pp. 115-123.

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del Imperio atlántico, sino que más bien se alimentaba de una parte de la opinión intelectual británica que simpatizó con las poblaciones sometidas. Tal posición se desarrolló sobre todo en torno a la obra del pensador Jeremy Bentham, que justo después de la declaración de independencia de las colonias de Norteamérica, en 1776, se incorporó con gran autoridad al debate sobre el colonialismo, mediante la edición de Fragments on Commentary.54 El texto de Bentham se contraponía a la teoría de William Blackstone –que había definido ilegal e ilegítima la declaración de independencia– y sostenía que cada ordenamiento era legítimo solo si resultaba gratificante para el mayor número de ciudadanos, con lo que estableció un concepto de legislación absolutamente vinculado a las exigencias de la sociedad. Como estas últimas estaban evolucionando constantemente, el pacto entre gobernantes y gobernados asumía una validez precaria, y en consecuencia la revolución ya no podía ser considerada un acto ilegal que se debía reprimir, sino la señal de que la sociedad, después de haberse mostrado opuesta al orden constituido y de haber advertido la incapacidad de los gobernantes de hacerse cargo de ese descontento, se dirigía fisiológicamente hacia un orden político y jurídico más compatible con las propias necesidades.55 Así, las aspiraciones que el pensador manifestó sobre el mundo hispanoamericano derivaban de las analogías que él percibía entre la situación del Imperio británico y la del Imperio español.56 Pero la totalidad de su pensamiento sobre la cuestión latinoamericana se hizo explícita más tarde, entre 1820 y 1822. El retorno del régimen constitucional en España y el personal deslizamiento político hacia la coalición democrática lo invitaron a reflexionar con mayor radicalidad sobre el derecho de independencia de Venezuela, Colombia, Argentina y Brasil.

Ver Jeremy Bentham, “A fragment on Government (1776)”, en Jeremy Bentham, J. H. Burns y H.L.A. Hart (eds.), A comment on the commentaries and a fragment on Government. Londres: University of London Athlon Press, 1977. 55  Ver Paola Rudan, Dalla Costituzione al Governo. Jeremy Bentham e le Americhe. Tesis de Doctorado para la Università di Bologna, 2007, pp. 195-210; Jennifer Pitts, A Turn to Empire, op. cit. 56  Sobre la influencia de Bentham en el pensamiento y en los sistemas políticos y educativos de América Latina, ver Alamira de Ávila Martel, “The Influence of Bentham on Teaching of Penal Law in Chile”, The Bentham News-Letter, 5, 1981, pp. 22-28; David Bushnell, “The Last Dictatorship: Betrayal or Consummation?”, The Hispanic American Historical Review, 1, 1983, pp. 65-105; Ricardo Motta Vargas, Jeremías Bentham en el origen del conservatorismo y del liberalismo: la polémica del siglo xix. Utilitarismo inglés y catolicismo en la formación del bipartidismo colombiano. Bogotá: Ecoe, 1996; Ivan Jaksić, Andrés Bello. Scholarship and Nation Building in Nineteenth Century Latin America. Cambridge: Cambridge University Press, 2001; Ivan Jaksić, “La República del Orden: Simón Bolívar, Andrés Bello y las transformaciones del pensamiento político de la independencia”, Historia, 36, 2003, pp. 191-218; Paola Rudan, “Stato amministrativo e discorso coloniale. Floridablanca, Bolívar e le colonie spagnole tra organizzazione e indipendenza”, Filosofía política, 2, 2009, pp. 203-222, Paola Rudan, “Más allá de la querella benthamista: el gobierno de Ultramaria”, Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, 12(1), 2010, pp. 115-139. 54 

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En los textos de Ultramaria, de 1822,57 Bentham ya no proponía un modelo de gobierno mixto, como había hecho en Fragments, ya que la mirada sobre la coetánea Constitución de Cádiz y su funcionamiento le sugerían la inevitable degeneración “autoritaria” de un sistema donde el monarca ejercitaba el patronage sobre diputados y funcionarios administrativos, con el consiguiente aprovechamiento de sus dominios.58 Reclamaba pues, tanto a España como a Inglaterra,59 la adopción de una democracia representativa que habría garantizado el control de los gobernados sobre los gobernantes mediante mecanismos dirigidos a destituir a estos últimos de su cargo.60 Para acabar, la propaganda política del filósofo circuló y tuvo éxito entre el público hispanoamericano gracias a la intervención de los emigrados liberales españoles. Sus “Codification proposals to all nations professing liberal opinions” y “Three tracts on Spanish and Portogueses affairs” fueron traducidos por Antonio Alcalá Galiano y por José Joaquín De Mora, repectivamente, a beneficio del público español e hispanoamericano.61 Mostrando una diferencia respecto del caso español, la apertura que la cultura inglesa demostró hacia el movimiento liberal italiano no venía de un efectivo interés por las aspiraciones y los procesos políticos madurados en el exilio napolitano y piamontés, sino que los ambientes liberales manifestaron en general una escasa comprensión de las instancias específicas y a veces desprecio hacia los grupos sociales que habían dirigido la revolución, además de una absoluta distancia hacia los exponentes democráticos en competencia por el liderazgo ideológico e organizativo. Efectivamente, en el número de octubre 1821-enero 1822, el Edinburgh Review, en su larga reseña sobre el viaje de Mr. Craven por el sur de Italia, no pudo dejar de expresarse sobre lo inadecuado de los revolucionarios meridionales. Según el periódico wigh, su intransigente defensa de la Constitución española y la consecuente indisponibilidad a tratar con el rey sobre una reforma institucional de compromiso habrían consentido el advenimiento de la represión. A la falta de preparación de la clase liberal partenopea y al carácter minoritario del “partido” Jeremy Bentham, Colonies, Commerce and Constitutional Law. Rid Yourselves of Ultramaria and other Writings on Spain and Spanish America. Philip Schofield (ed.), Oxford: Clarendon Press, 1995. 58  Ver Paola Rudan, Dalla Costituzione al Governo, op. cit., pp. 277-293. 59  Sobre las aspiraciones de Bentham de proponerse como legislador de América del Sur y también de los Estados europeos donde estaban vigentes regímenes absolutistas, ver Pedro Schwartz, “Work in Progress. Bentham Influence in Spain, Portugal and Latin America”, The Bentham’s Newsletter, 1, 1978, pp. 34-35; Miriam Williford, Jeremy Bentham on Spanish America: an account of his letters and proposals to the New World. Baton Rouge, LA: Louisiana State University Press, 1980; Frederick Rosen, Bentham, Byron, and Greece: Constitutionalism, Nationalism, and Early Liberal Political Thought. Oxford: Clarendon Press, 1992. 60  Ver Paola Rudan, Dalla Costituzione al Governo, op. cit., pp. 292-293. 61  Íd., p. 256, nota 19. 57 

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carbonario se unía, además, la derrota del ejército meridional por parte de las tropas austriacas que, a diferencia de las francesas, no encontraron ninguna resistencia popular y suprimieron el régimen constitucional ante la indiferencia del país real. La total extrañeza hacia las batallas ideológicas y estratégicas que en esos años involucraron al universo liberal italiano resulta clara al observar que no recibieron ninguna atención por parte de la prensa inglesa. Con la vuelta al orden, promulgada por el Congreso de Viena, los profundos cambios de ideas afectaron sin duda a las corrientes del exilio democrático más que a las moderadas o las reaccionarias.62 Frente a la cuestión de las masas incultas o escasamente politizadas, referidas sobre todo a Italia, los núcleos extremistas se interrogaban sobre cómo fidelizar la revolución.63 La indiferencia o incluso la hostilidad que caracterizaron la actitud de amplios estratos populares hacia la propaganda liberal hacían necesario que la República se instaurase inmediatamente sin atender a su consenso, lo que debilitó gravemente la credibilidad de la doctrina democrática. La constelación republicana, en este punto, se polarizó en torno a dos personalidades. Por una parte estaba Filippo Buonarroti, en Bruselas desde 1824, quien sostenía una modalidad revolucionaria donde la claque intelectual antes habría impuesto un orden republicano y democrático, para después enseñar el valor a la ciudadanía.64 La reflexión política moderada y reaccionaria durante la Restauración pasó en los años veinte del siglo xix por un periodo de incubación para después florecer entre 1830-1831 y 1847. Tales peridodos pueden verificarse en Luigi Salvatorelli, Il pensiero politico italiano dal 1700 al 1870. Sancasciano Val di Pesa: Stabilimento tipografico Fratelli Stianti, 1941, pp. 191-224, 261-294; Nicola Del Corno, La formazione dell’opinione pubblica e la libertà di stampa nella pubblicistica reazionaria del Risorgimento (1831-1847). Florencia: Le Monnier, 1997. Para un análisis del pensamiento moderado y reaccionario en las décadas consideradas, ver íd. 63  Sobre el problema de la difícil interacción con la masa, del que en realidad no se hablaba específicamente junto a los fracasos de 1820-1821, sino en el amplio debate sobre los éxitos de la Revolución francesa y de la República napolitana de 1799, ver Giuseppe Berti, I democratici e l’iniziativa meridionale nel Risorgimento. Milán: Feltrinelli, 1963, p. 137; Bruno Bongiovanni y Luciano Guerci (dirs.), L’albero della Rivoluzione. Le interpretazioni della Rivoluzione francese. Turín: Einaudi, 1989. 64  Sobre Buonarroti ver Romano Catania, Filippo Buonarroti. Milán: R. Sandron, 1902; Armando Saitta, Filippo Buonarroti, contributi alla storia della sua vita e del suo pensiero. Roma: Edizioni di storia e letteratura, 1950-1951; Alessandro Galante Garrone, Filippo Buonarroti e i rivoluzionari dell’800:1828-1837. Turín: Einaudi, 1951. La longevidad política de Buonarroti sorprendió al propio Galante Garrone, quien estudió en profundidad la figura y la obra del conspirador toscano. En 1830 formó parte de la dirección de la Junta Liberadora que, teniendo en cuenta lo sucedido en el julio parisino, proyectaba la expedición en Saboya. En la Francia de los días de julio se constató su influencia sobre las sociedades democráticas parisinas como la “Société des Amis du Peuple” y después en “Droits de l’homme et du citoyen”. En realidad, la influencia de Buonarroti no se debía tanto a su pensamiento –que siempre fue minoritario en el universo democrático– sino más bien a su capacidad organizativa, debida a las numerosas amistades con militantes de diversa proveniencia ideológica y a su experiencia acumulada en décadas de conspiración. Fue su indiscutible eficacia organizativa la que le hizo indispensable para los demás conspiradores e hizo ineludibles, de rebote, sus ideas sobre la teoría revolucionaria. Ver Alessandro Galante Garrone, Filippo Buonarroti…, op. cit., pp. 155-158. 62 

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Por la otra estaba Luigi Angeloni,65 que retenía incompatible el pensamiento republicano con los elementos dictatoriales teorizados por Buonarroti. En 1823 se distinguió como uno de los inspiradores de la “Declaración de Principios”,66 en la que los italianos en Londres enunciaron por derecho del pueblo la decisión sobre la forma de gobierno que se adoptaría, fuese republicana o monárquica. En 1826, Angeloni editaba la obra Della forza delle cose politiche,67 con la que dotó a su postura de un sustrato filosófico. Impugnando la existencia de los derechos naturales y de una moral universalmente válida, el exiliado negaba cualquier autoridad al liderazgo de Buonarroti, que se decía consciente de los intereses generales, y rechazaba, fundamentalmente, su pretensión a ser sustituto de un proceso de decisión colectivo.68 Teniendo en cuenta a Machiavelo, intentó construir una visión materialista de la historia, con la idea de que la revolución no se habría confirmado por ser teóricamente justa, sino por ser afín a los intereses concretos de la mayoría del pueblo.69 Así, admitía un próximo despertar político de las masas y corroboraba además la naturaleza veleidosa implícita en las ambiciones dictatoriales de Buonarroti. El desacuerdo entre Angeloni y el conspirador toscano fue objeto de un intenso carteo entre los dos, en el que el refugiado en Bruselas tendía a mitigar sus diferencias teóricas porque esperaba que su amigo colaborara con las redes conspirativas dirigidas a la independencia de Bélgica y con una nueva expedición a Italia.70 Pero, aunque inamovible sobre la teoría de la instauración del poder revolucionario, Buonarroti no podía sentirse ajeno a las autocríticas que invadieron las corrientes extremistas una vez que fracasó la revolución de 1820-1821. Es más, el antiguo babeuvista operó un significativo cambio en la técnica de propaganda en 1828: publicó, en dos volúmenes, la obra Conspiration pour l’Egalité dite de Babeuf, suivie du procès auquel elle donna lieu et des pièces justificative 71 y así, por primera vez, presentó su programa no a unos pocos elegidos, ligados por

65  Sobre el pensamiento democrático de Angeloni en sus aspectos sociales, ver Delio Cantimori, Utopisti e riformatori. Florencia: G.C. Sansoni, 1943; Franco Della Peruta, Scrittori politici italiani, op. cit. 66  Ver Francesco Patetta, “Dichiarazione di principi di una vendita di carbonari italiani in Londra nel 1823”, Atti della Real Accademia delle Scienze di Torino, LI, 1916. 67  Luigi Angeloni, Della forza nelle cose politiche ragionamenti quattro di Luigi Angeloni frusinate. Dedicati all’italica nazione. Londres: G. Shulze, 1823. 68  La filosofía de la historia contenida en su obra y su continuidad con los principios políticos sostenidos por el autor en la actividad propagandística de los años 1814-1821 están descritos por Bruno Di Sabantonio, “Luigi Angeloni tra liberalismo e democrazia”, RSDR, LXIV(1), 1977, pp. 3-21. 69  Bruno Di Sabantonio, op. cit., pp. 3-21. 70  Ver Alessandro Galante Garrone, Filippo Buonarroti, op. cit.; Romano Catania, op. cit., pp. 137187; Armando Saitta, Filippo Buonarroti, contributi alla storia della sua vita e del suo pensiero. Roma: Edizioni di storia e letteratura, 1950-1951, vol. II, pp. 42 y ss., 80-84, 187 y ss. 71  Filippo Buonarroti, Conspiration pour l’égalité dite de Babeuf, suive du procès auquel elle donna lieu, et des pièces justificatives. Bruselas: Librairie romantiques, 1828.

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relaciones personales o por vínculos latómicos, sino en público, ante grupos y personas a las que nunca había llegado directamente. La dificultosa debacle y la literatura que los democráticos produjeron para respaldar delicados movimientos internos hicieron que los círculos políticos ingleses prefiriesen observar el movimiento liberal italiano desde más lejos que nunca. El mismo debate tuvo resonancia en una influyente sede de prensa parisina: en 1827, la Revue Encyclopédique contenía la polémica recensión de la obra de Angeloni di Francesco Saverio Salfi,72 militante cada vez más atraído por la órbita de Buonarroti. La única posibilidad de encuentro entre los dos ambientes políticos se entrevió durante los primeros años de la emigración, cuando el círculo wigh manifestó simpatía por el conde Santorre di Santarosa. Mientras el Edinburgh Review, con su reseña del viaje por el sur de Italia informaba de su poco aprecio por los revolucionarios partenopeos, saludaba, por el contrario, calurosamente la obra La revolution Piémontaise, escrita por el noble Santarosa en 1822 en París.73 Esta actitud reflejaba la condescendencia de los liberales ingleses hacia la emigración piamontesa, a la que juzgaba políticamente afín, fuese porque se había mantenido fiel al monarca aun expresando su deseo de reformas institucionales, o porque había sostenido una Constitución bicameral, y por lo tanto moderada, en oposición a los demócratas de Alessandria, que el 14 de marzo de 1821 habían proclamado la Carta de Cádiz. Pero el potencial diálogo con los exponentes moderados debió naufragar en 1825, cuando Santorre, personalidad central del grupo, decidió partir a Grecia, donde murió en combate. Así, con la muerte del noble piamontés se disolvió el proyecto de fundar, como ya habían hecho los españoles, un periódico de la emigración italiana en Londres.74 Aunque se revelase lejana a las cuestiones políticas entendidas en su dimensión ideológica, programática y organizativa, la opinión pública inglesa no fue del todo insensible al naciente nacionalismo italiano. Es más, la familiaridad con el Risorgimento estuvo determinada por el vivo interés que las élites inglesas mostraron por la literatura y en general por la producción artística italiana. Efectivamente, la segunda generación de poetas románticos, de la que eran figuras destacadas Mary y Percey Shelley, Lord Byron y Leigh Hunt, opuestos a las convenciones impuestas por la sociedad británica y a la intolerancia religiosa del gobierno conservador, vieron en Italia la fuente de una cultura primitiva incontaminada, donde Revue Encyclopedique, XXXIII, 1827, p. 493. Della forza fue objeto en realidad de una reflexión en el Times, el 26 de mayo de 1826. Ver Bruno Di Sabantonio, op. cit., nota 51, donde debate sobre la influencia de la filosofía de Hobbes en la obra, sin considerarla una expresión de un debate político interno de la emigración democrática italiana. 73  The Edinburgh Review or Critical Journal, XL, 1824; Santorre di Santarosa, La revolution Piémontaise. 3ª ed. París: Alexandre Correárd, 1822. 74  Ver Santorre di Santarosa, Lettere dall’esilio (1821-1824). Antonino Olmo (dir.). Roma: Istituto per la storia del Risorgimento, 1969, N° 1, p. 361. 72 

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las relaciones humanas se daban de manera más conforme a las inclinaciones del individuo y estaban menos doblegadas por las necesidades sociales.75 La visión de Italia, naturalmente forzada y fruto de agradables experiencias personales que algunos de estos poetas habían vivido en sus viajes a Venecia, Roma y Nápoles, desencadenaron una verdadera mitología “exótica” de la península que tuvo prolíficas repercusiones en la producción literaria de esos románticos.76 En 1822, Shelley, Byron y Hunt fundaron la revista The Liberal, que en su primer número se proponía tratar sobre todo la cultura y la literatura italiana.77 Byron se sirvió del periódico para promover sus composiciones satíricas que, atacando la intolerancia religiosa del gobierno tory y mofándose de la insistencia de la doctrina protestante sobre la teoría de la predestinación, versionaban formas poéticas típicas de la tradición clásica italiana.78 Fue por lo tanto a través de un intenso interés por la cultura literaria que una parte de la élite inglesa expresó su interés por el Risorgimento. Es suficiente apuntar aquí, por estar ampliamente estudiada, la visión de Lord Byron sobre Dante.79 El escritor, con amigos en los ambientes liberales lombardos de Il Conciliatore, interpretó al sumo poeta como un precursor del movimiento patriótico italiano, por estar exiliado, y por su oposición a la facción güelfa de la Florencia del siglo xiv, conflicto que podía leerse como una anticipación del actual desencuentro entre liberales y anticlericales y la opinión católica, contraria a la unificación y a la independencia italiana. Su obra, La profecía de Dante, de 1821, constituye una clara demostración de esa lectura. En este punto resulta más útil analizar la atracción que la tragedia italiana ejerció sobre los intelectuales británicos, tema al que la historia de las relaciones 75  Sobre el interés que la Gran Bretaña romántica tuvo en Italia, ver Roderick Marshall, Italy in English Literature 1755-1815: Origins of the Romantic Interest in Italy. Nueva York: Columbia University Press, 1934, pp. 365-391; C. P. Brand, Italy and the English Romantics: The Italianate Fashion in Early NineteenthCentury England. Cambridge: Cambridge University Press, 1957, y Kenneth Churchill, Italy and English Literature 1767-1930. Basingstoke: Macmillan, 1980, pp. 30-49. 76  Lia Guerra, “Mary Shelley’s Contributions to Lardner’s Cabinet Cyclopaedia: Lives of the Most Eminent Literary and Scientific Men of Italy”, British Romanticism & Italian Literature: Translating, Reviewing, 2005, pp. 221-236; Laura Bandiera y Diego Saglia (ed.), British Romanticism and Italian Literature: Translating, Reviewing, Rewriting. Ámsterdam y Nueva York: Rodopi, 2005; Caroline Franklin, “Cosmopolitanism and Catholic Culture: Byron, Italian Poetry, and the Liberal”. British Romanticism & Italian Literature: Translating, Reviewing, 2005, pp. 255-268. 77  Ver Caroline Franklin, op. cit., p. 260. 78  Íd., pp. 260-265. 79  Sobre la inspiración de Byron en su relación con Italia, ver Peter Vassallo, Byron: The Italian Literary Influence. Basingstoke y Londres: Macmillan, 1984. Sobre la influencia del poeta en el nacimiento de una opinión pública inglesa cercana al nacionalismo italiano, ver Paul Ginzbourg, “Il mito del Risorgimento nel mondo britannico: ‘la vera poesia della politica’”, Il mito del Risorgimento nell’Italia unita. Atti del Convegno, Milano 9-12 novembre 1993. Milán: Edizioni Comune di Milano-Amici del Museo del Risorgimento, 1995, pp. 386-391.

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culturales angloitalianas80 todavía no ha dedicado tiempo. El interés por el drama estalló justo en la década que nos ocupa.81 Es importante subrayar cómo el deseo por prestar atención a un género teatral de nueva experimentación en Italia estimuló a los críticos ingleses a reflexionar sobre la realidad política de la península y a hacerla más accesible a un público de apasionados lectores. Los expertos debieron enfrentarse a las obras de Vittorio Alf ieri, Alessandro Manzoni, Vincenzo Monti, Giovan Battista Nicolini y Silvio Pellico, en las que las referencias al discurso patriótico obligaban a realizar un esfuerzo de contextualización histórica muy perceptible en sus recensiones. En octubre de 1820, el dramaturgo Henry Hart Milman publicó el ensayo Italian tragedy, Manzoni, Fosoclo, Pellico,82 donde sostenía que la viveza cultural de una nación dependía también de su independencia política;83 para constatar la falta de originalidad de los autores italianos atribuía su pasiva emulación de obras ya aplaudidas en otros teatros europeos a la influencia del Imperio austriaco. El comentario suscitó rápidas reacciones entre los intelectuales progresistas que, después de haber apoyado la invitación dirigida por Madame de Staël a los italianos sobre su necesaria emancipación de los modelos clásicos, tenían esperanzas en su renacimiento artístico.84 En 1821, la estudiosa Lady Morgan respondía a Milman con su volumen Italy.85 Allí afirmaba que Italia daba señales de un renovado fervor artístico. La escritora retenía que la tragedia, confrontada con otros géneros teatrales, se distinguía por su capacidad introspectiva sobre las inquietudes de la civilización de la que nace. En consecuencia, las abundantes y a menudo crípticas referencias de Foscolo, Manzoni y Pellico a los elementos del discurso nacional, como por ejemplo “austriaco usurpador”, testimoniaban el desorden emotivo real sobre el que se originaba la ficción y confirmaban la presencia de aquella relación catártica entre angustias reales y su sublimación en escena, que constituyen la díada esencial del drama.86 80  Ver el reciente trabajo de Rosa Maria Delli Quadri, Nel sud romantico. Diplomatici e viaggiatori inglesi alla scoperta del Mezzogiorno borbonico. Nápoles: Guida, 2012. 81  Sobre la visión británica de la tragedia italiana, ver Diego Saglia, “‘Freedom alone is wanting’: British Views of Contemporary Italian Drama (1820-1830)”, en Laura Bandiera y Diego Saglia (eds.), British Romanticism and Italian Literature: Translating, Reviewing, Rewriting. Ámsterdam: Rodopi, 2005, pp. 237-254. 82  Henry Hart Milman, “Italian tragedy: Manzoni, Foscolo, Pellico”, The Quarterly Review, 24, 1820, pp. 74-102. 83  Íd. 84  Nos referimos al artículo “Sulla maniera e l’utilità delle traduzioni”, Biblioteca italiana, 1816, que causó la reflexión de Giovanni Berchet, Sul cacciatore feroce e sulla Eleonora di G.A. Bürger. Lettera semiseria di Grisostomo al suo figliolo, considerada el manifiesto del romanticismo italiano, actualmente en Luigi Reina y Giovanni Berchet, Lettera semiseria; Scritti scelti di critica e di polemica. Milán: Mursia, 1991. 85  Lady Morgan, Italy. Londres: Henry Colburn, 1821. 86  Íd., vol. I, pp. 102-106.

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La fusión entre comentario estético y reflexión política a propósito de la tragedia italiana recorría la serie de ensayos temáticos que la literata Mary Margaret Busk escribió entre 1825 y 1828 en el Blackwood Magazine, titulados Horae Italicae. Entre los más significativos está la reseña a Adelchi de Manzoni, que apareció en el número de agosto de 1826.87 Aunque reconocía en el autor “a vigour, a freshness, a spirit, and a dramatic individuality, unexampled in their combination, we believe, in the Italian theatre”, no pudo dejar de atribuir las debilidades estructurales y de contenido de su trabajo a cuestiones políticas. Por ejemplo, le resulta escasa la credibilidad de la figura de Carlo Magno, en la que entrevé un oculto llamamiento a Napoleón, descrito además, desde su punto de vista, no con su auténtico rostro tiránico sino idealizándolo como solo podían hacerlo sus nostálgicos admiradores.88 Por la misma razón resulta pesado el coro que cantaba la esclavitud de los italianos y de los latinos.89 En 1833, finalmente llegaron a la Blackwood Magazine las opiniones del poeta George Moir. A propósito de la obra de Silvio Pellico, el reseñista subrayaba las continuas referencias a la grave situación política de esclavitud que podían complacer al solidario público italiano, pero que, según él, habrían podido molestar al resto de la audiencia europea.90 El papel central que la producción artístico-literaria revistió difundiendo la imagen de Italia tuvo resonancias significativas en la percepción que la comunidad de refugiados en Londres tenía de sí misma. Por ejemplo, Ugo Foscolo aprovechó la oportunidad de reafirmarse a través de la literatura. La estancia inglesa del poeta señaló su paso de la escritura creativa a la crítica literaria, porque sabía lo atractivo que resultaba el repertorio clásico nacional para los lectores ingleses, y eso le proporcionó el respiro económico que necesitaba, sobre todo a partir de 1823.91 Entre el 6 de mayo y el 24 de junio de 1823 realizó unas conferencias; cuatro de ellas –dedicadas respectivamente a la crítica de la poesía, al desarrollo de la lengua italiana, y a la primera (1180-1230) y a la segunda época (1230-1280) de la literatura italiana–, reelaboradas, aparecieron de julio a octubre del siguiente año en el European Review.92 Se dedicó, además, a la edición del Decamerone93 (apareció en Blackwood’s Magazine, 20 de agosto de 1826, pp. 169-179. Íd. 89  Íd. 90  Foreign Quarterly Review, 12 de octubre de 1833, p. 410. 91  Para una relación directa entre las necesidades económicas y la actividad de crítico literario, ver Margaret Wicks, op. cit., pp. 51-57. 92  European Review, “Principles of poetical criticism as applicable more especially to Italian literature”, julio de 1824; European Review, “Origins and vicissitudes of the Italian language”, agosto de 1824; European Review, “Italian literature, epoch first, from the year 1180 to 1230”, septiembre de 1824; European Review, “Italian Periodical Literature”, octubre de 1824; European Review, “Italian literature, epoch second, from the year 1230 to 1280”, octubre de 1824; y “Classical tours”, continuación del artículo “Italian Periodical Literature”. 93  Ugo Foscolo, Decamerone di Messer Giovanni Boccaccio. Londres: Guglielmo Pickering, 1825. 87  88 

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1825 en tres volúmenes y estaba precedido del Discorso storico sul testo del Decamerone) y a la del poema de Dante (también salió el primer volumen en 1825, que comprendía el Discorso dul testo della Commedia di Dante).94 En marzo de 1827 entregó, por fin, el texto de L’Inferno con sus notas de carácter f ilológico.95 La conciencia de poder renovar la visión de la madre patria a través del interés ampliamente suscitado por la literatura, incidió en el tipo de antologías que, desde la segunda mitad del siglo xviii, los viajeros italianos solían publicar en Gran Bretaña. Muchas veces redactadas para aliviar la nostalgia de la propia tierra y el sentimiento de aislamiento lingüístico, la tradición de las colecciones literarias italianas fue inaugurada en 1757 por Giuseppe Baretti y durante décadas la selección de los argumentos y de los géneros se realizó siguiendo la modalidad por él establecida: prevalencia de la poesía respecto de la prosa, selección de ensayos escritos en lengua toscana, y datados hasta el siglo xvi.96 Con la colección Extracts from Italian Prose Writers que el exiliado Antonio Panizzi publicó en 1828,97 las colecciones cambiaron radicalmente su finalidad y sus contenidos. El profesor de la universidad de Londres no había concebido el texto para sus connacionales emigrados, sino para sus estudiantes ingleses, a los cuales suministraba un abanico de pensadores italianos de las más diversas disciplinas con la intención de transmitir una imagen nacional inédita, esta vez ligada al mismo concepto de progreso que inspiraba los ambientes liberales.

Ugo Foscolo, La Commedia di Dante Alighieri, illustrata da Ugo Foscolo. Londres: Guglielmo Pickering, 1825. 95  El texto quedó inédito hasta la publicación póstuma de Giuseppe Mazzini, en 1842 y 1844. Ver Giuseppe Mazzini, La Commedia di Dante Alighieri, illustrata da Ugo Foscolo. Londres: Rolandi, 1842; Giuseppe Mazzini, Scritti politici di Ugo Foscolo raccolti a documentarne la vita e i tempi. Lugano: Tip. della Svizzera italiana, 1844; Alberto Granese, Ugo Foscolo: tra le folgori e la notte. Salerno: Edisud, 2004, p. 280. 96  William Spaggiari, “The canon of the classics: Italian writers and romantic-period anthologies of Italian literature in Britain”, en Laura Bandiera y Diego Saglia (eds.), op. cit., p. 27. 97  Antonio Panizzi, Extracts from Italian Prose Writers for the Use of Students in the London University. Londres: Taylor, 1828. 94 

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