Literatura y globalización: la narrativa hispanoamericana en el siglo XXI (espacio, tiempo, géneros)

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Descripción

(espacio, tiempo, géneros)

Por: Catalina Quesada Gómez

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA 1 s o

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Número 14, enero-junio de 2014 ISSN 2011-2580 Doctorado en Literatura Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia Medellín, Colombia

Rector Universidad de Antioquia Alberto Uribe Correa Decano Facultad de Comunicaciones David Hernández García Director/Coordinador Doctorado en Literatura Edwin Carvajal Córdoba Asistente de Coordinación Doctorado en Literatura Ana María Restrepo Arteaga Periodicidad Semestral Diagramación e Impresión Imprenta Universidad de Antioquia

Correo electrónico [email protected]

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Literatura yglobalización: ··· ·

la narrativa hispanoamericana en el siglo XXI (espacio, tiempo, géneros) literature and globalization: hispano-american narrative in the XXI century (space, time, genres)

Resumen Literatura y globalización: la narrativa hispanoamericana en el siglo XXI (espacio, tiempo, géneros) repasa algunas de las cuestiones que han estado y están en el punto de mira del latinoamericanismo y que presentan alguna novedad o diferencia en la forma de percibir y analizar los textos literarios de la región con respecto a un pasado, el del siglo XX, todavía reciente. Partiendo de aspectos vinculados al espacio y al tiempo, el ensayo aborda, en un primer momento, la configuración de nuevas cartografías, la condición posnacional y transterritorial de algunas obras recientes, así como la creación desde el ámbito hispanoamericano de toda una serie de imaginarios y representaciones de la globalización. Y termina analizando los cambios acontecidos en el campo literario del mundo hispánico en las últimas décadas, en particular en lo que se refiere a los géneros literarios. Literatura y globalización, narrativa hispanoamericana, espacio, tiempo, géneros literarios.

Abstract · · Literature and Globalization: the Latin American Narrative in the 21 51 Century (Space, Time, Genres) explores sorne of the issues that have been (and still are) at the core of Latin American Studies. The monograph focuses on new ways of perceiving and analyzing the literary texts of the region as they compare to those produced in the still recent 201h century. Starting with aspects related to space and time, the essay addresses initially the configuration of new cognitive mappings, the post-national and trans-territorial condition of sorne recent works, as well as the creation of a series of imaginaries and representations of globalization from a Latín American perspective. Tue text ends by analyzing the most outstanding changes occurring in the literary genres of the Hispanic world. Literature and globalization, Latín American narrative, space, time, literary genres.

Una de las principales dificultades el de las transformaciones acaecidas con las que nos encontramos los en el espacio cultural hispánico investigadores que trabajamos sobre en los últimos años. En la primera los textos literarios más recientes reunión de dicho grupo, que, con es la de cómo enfrentarnos a unas el título de Formas y Lenguajes de obras para las cuales los métodos de la Globalización en las Literaturas análisis tradicionales parecen no ser Hispánicas, se celebró en la Ecole siempre suficientes. Es, por otro lado, Normale Supérieure de Paris en la misma inquietud que acecha a los 2013, los organizadores nos pidieron estudiantes universitarios, como tuve a los participantes que intentáramos ocasión de comprobar cuando impartí responder a cuestiones como la de las el seminario de máster "Literatura y alteraciones de los géneros literarios globalización en Hispanoamérica" y las divisiones tradicionales entre en la Universidad de Berna en el ficción-no ficción, novela-ensayo, semestre de otoño de 2012. Es la prosa-poesía en el marco de la razón por la cual he elegido dicho · globalización; la de la relación entre tema para esta Lección Inaugural lo nacional y lo posnacional en esta del año académico del Doctorado · literatura (sobre lo que mucho se en Literatura de la Universidad de ha hablado ya); la de la evolución Antioquia, a cuyo director, el Dr. de la imagen pública del escritor Edwin Carvajal, quiero especialmente en los últimos años; la del papel agradecer la invitación, que tanto y particularidades de esa nueva me honra. Repasaré algunas de las generación de novelistas, que ha cuestiones que han estado y están convertido a Roberto Bolaño' en su en el punto de mira de la Academia figura tutelar; o que pensáramos en las y que presentan alguna novedad o nuevas subjetividades que emergen diferencia con respecto a la forma de la convivencia y el contraste entre de percibir y analizar lo que hasta espacios locales y globales en esta hace tan solo unos años se pensaba literatura, entre otras. de otra manera o no se pensaba en En la segunda reumon absoluto. Procuraré no quedarme Temporalidades de la Globalización en exclusivamente en la teoría, sino que el Mundo Hispánico-, que tuvo lugar les daré también algunos ejemplos en la Universidad de Berna en 2014, con autores y obras recientes. trabajamos en torno a las dimensiones En este sentido, me gustaría temporales de la globalización y al mencionar mi adscripción a un modo en que las distintas expresiones grupo de investigación internacional culturales del mundo hispánico las cuyo objeto de estudio es justamente vienen expresando. Se trató, en este

caso, de responder a preguntas como la de si la intensificada integració~ económica y cultural que se vive a escala planetaria obliga a replantear las periodizaciones literarias tradicionales y las dinámicas de los procesos culturales o la de si puede entenderse la globalización como la posibilidad de compartir el presente. De pensar si, a la luz de un tiempo común, habría que reevaluar asimismo muchas de nuestras categorías de análisis, dado que nos movemos en un tiempo en el que los flujos diaspóricos, las numerosas formas de nomadismo y la infinidad de cauces por los que fluye la información cuestionan la impermeabilidad de espacios y temporalidades antes considerados estancos. De interrogarnos acerca de cuál sea la labor del crítico, tanto respecto a la tradición como a l~ contemporáneo, cuando muchos pasados convergen en un presente común. Si el neoliberalismo supone una aceleración en los procesos de producción y consumo literario, ¿cómo se define hoy la labor del escritor? Y por otro lado, ¿qué influencia han ejercido los cambios motivados por la globalización sobre las nuevas lecturas de la tradición y sobre los vínculos entre memoria e historia? ¿Cómo se escribe hoy el ahora, el ayer o el mañana? ¿Cómo acontece en el ámbito hispánico el tránsito del futuro presente al

pretérito presente (Huyssen, 2002)? ¿Cómo se representa la nostalgia del presente (Jameson, 1989)? ¿Qué presencia tiene en la literatura, filmes o teleseries la nostalgia de escritorio (Appadurai, 1996), esa nostalgia sin una experiencia de vida real y sin una memoria histórica colectiva? ¿Qué hay de real en el simulacro de los períodos que constituyen el flujo del tiempo? ¿Han dicho definitivamente los autores adiós a la nostalgia (González, 2012) como forma de mostrar su rechazo al vínculo del pasado personal con el pasado nacional o colectivo? Como es lógico, yo no voy a responder hoy a todas esas preguntas y a otras muchas que se nos podrían plantear, 1 pero sí intentaré dar algunas pautas que les faciliten su acercamiento a los autores contemporáneos a partir de mi propio punto de vista sobre estos problemas.

Lo que une a autores tan diferentes y dispares como Mario Bellatin, Álvaro Enrigue, Ronaldo Menéndez, Yuri Herrera, Karla Suárez, Ena Lucía Portela, Lina Meruane, Eduardo Halfón y un larguísimo etcétera es, en Remito al dossier "Cultura y globalización en Hispanoamérica", que, dirigido por mí, apareció en Pasavento. Revista de Estudios Hispánicos en el verano de 2014 y que recoge algunos de los textos de los colegas de este grupo de trabajo. Una nueva reunión, en torno a Globalización y Cultura Material en las Literaturas Hispánicas, tendrá lugar en Yale Universíty en 2015.

primer lugar, el contexto histórico en el que nacen, se educan y comienzan a escribir y publicar. Todos ellos han crecido y se han formado en un mundo y en un continente que han experimentado en pocos años numerosas metamorfosis que han modificado los valores, las referencias, los hábitos de vida y de pensamiento que correspondían a sus respectivas culturas desde hace varios siglos. La novedad más evidente -y acaso la que más mudanzas auguraes la del desarrollo vertiginoso de las comunicaciones y la revolución informática en la que todavía estamos inmersos; pero ya antes, a partir de la caída del muro de Berlín en 1989ycon los atentados a las torres gemelas en 2001, por citar dos acontecimientos señeros, se había empezado a gestar un mundo que se distanciaba a grandes pasos del precedente. Es cierto que existen no pocas reticencias por parte de muchos pensadores en el ámbito de las ciencias sociales para aceptar la existencia de una alteración del paradigma, para admitir la condición de objet nouveau de la globalización. Por eso me gustaría traer a colación algunas opiniones que apuntan en dirección contraria, · que subrayan la transformación cualitativa que implica la globalización, entendida esta como una multitud de procesos que se cruzan y se articulan entre sí sin tomar siempre la misma dirección,

como la ha definido Jesús MartínBarbero. Ya el antropólogo hindú Arjun Appadurai se proclamaba, en 1996, abanderado de una teoría de la ruptura, basada en los cambios introducidos en los imaginarios por los medios de comunicación y por el movimiento masivo de los flujos migratorios: "el mundo en el que vivimos hoy - en el cual la modernidad está decididamente desbordada, con irregular conciencia de sí [... ]- supone, por supuesto, un quiebre general con todo tipo de · pasado" (2001: 18). Por su parte, el filósofo francés Michel Serres (2001) .se referirá a las mutaciones recientes :_dejando de lado el concepto de evolución- experimentadas por nuestra especie, tanto en lo que respecta a la biología genética como al tejido social y comunicacional, en un momento en que el ser hurµano habría alcanzado su edad adulta, la hominescence. La dificultad mayor, como anunciaba al principio, es hablar de estas cuestiones tan cercanas en el tiempo, intentar analizar esa serie de procesos en los que todavía estamos inmersos y cuyas consecuencias no alcanzamos totalmente a vislumbrar. En una entrevista publicada en el diario chileno La Tercera a principios de 2013, el historiador Roger Chartier negaba que las modificaciones introducidas en las prácticas lectoras como consecuencia de la revolución digital sean equiparables a las que

Literatura globalización: La narrativa hif'anoamerican

introdujo en su momento la invención de la imprenta. Para el historiador francés, "la técnica digital revoluciona al mismo tiempo el soporte de lo escrito, las relaciones con los textos y su inscripción y difusión. Por ende, ninguna comparación histórica supone una revolución semejante a la revolución digital, que propone nuevos soportes de lo escrito y nuevos modos de lectura''. Lo interesante, será, por lo tanto, ver cómo afectan esos cambios a la producción del texto y al texto mismo. No ahondaré aquí en cuestiones relacionadas con _ la irrupción del libro electrónico y los hábitos de lectura, pero baste esta cita para que tengamos en mente las enormes innovaciones que, también en esos ámbitos, se han producido. En lo que respecta a los países de América Latina, vemos que, a partir de los años ochenta, acaecen diversas transformaciones que modifican algunas de las que habían sido sus principales aspiraciones desde la época de las independencias, entre las cuales destaca la de constituirse como países independientes, forjando una fuerte identidad nacional que diese cohesión y unidad a una población y la vinculara a un territorio. A eso tenemos que añadir que, como el resto del mundo, los países de América Latina entran en un proceso de interdependencia, tanto a nivel continental como mundial, cada vez mayor. Al mismo tiempo, distintos

movimientos sociales, entre los que destacaré el levantamiento del Ejército Zapatista en Chiapas en 1994, pondrán sobre la mesa no solo los problemas de índole económica que son consecuencia de las políticas neoliberales de los respectivos países, sino también, especialmente en el caso de Chiapas, la existencia de una población indígena que, a pesar de haber sido dejada de lado en los proyectos nacionalistas, existía y reivindicaba su lugar. El ideal homogéneo de nación, donde no tenían cabida ni los indígenas, ni los homosexuales ni nada que pusiera de relieve la heterogeneidad nacional (una realidad, dicho sea de paso, que nunca existió, pero que las elites criollas habían intentado imponer) comienza, pues, a hacer aguas. Recordemos que en Colombia la Constitución de 1886, en vigor hasta 1991, daba una visión unitaria de la nación colombiana sobre la base de la tradición hispánica, católica y castellana. Y que no fue hasta 1991 cuando la nueva Constitución, en su artículo 7°, consideró el país como nación pluriétnica y pluricultural. Los escritores de la "nueva generación'' (si se me permite utilizar este término a todas luces impreciso) tendrán conciencia, por lo tanto, de formar parte de sociedades más plurales y diversas. Al mismo tiempo, la cuestión de la identidad colectiva dejará de tener

el peso que tuvo entre los escritores de generaciones anteriores, puesto que la identidad se va a forjar, más bien, en función de las trayectorias personales, para ser, no ya algo inmutable y dado, sino algo variable, cambiante y coyuntural (por no decir mutante). En ellos, además, vamos a encontrar esa tensión entre lo global y lo local, entre lo nacional y lo transnacional, no solo gracias a internet, sino gracias también, en muchos casos, a su condición de escritores migrantes o nómadas. Aquí me gustaría citar un texto de Gustavo Guerrero (2014) en el que, a partir del concepto de "nomadismo crítico" de James Meyer, analiza la figura del nómada, a propósito de Roberto Bolaño y de Rodrigo Rey Rosa, y la manera en que estos lo utilizan como estrategia para desmarcarse de sus predecesores y del tipo de escritor que sus mayores encarnaron. A partir de esa confrontación que hace Meyer entre el "nomadismo crítico" y el "nomadismo lírico" propio de la cultura romántica y moderna, Guerrero dibuja un nuevo contexto, alejado de la tradición del exilio o de la . del cosmopolitismo latinoamericano, en el que el nomadismo implica una rev1s10n crítica de dichas tradiciones, tanto internamente, desde un punto de vista posnacional, como externamente, desde un punto de vista poscolonial. Esto será importante para discriminar con

respecto a generaciones anteriores, incluso relativamente cercanas en el tiempo, como la del boom. El anterior bosquejo quedaría demasiado incompleto sin mencionar la crisis de la legitimidad, consecuencia de la desaparición del paradigma moderno vigente desde el romanticismo, que tendía a entronizar al arte y la poesía. La posmodernidad (sobre cuya existencia en Hispanoamérica se ha debatido ampliamente) va a traer de la mano el fin de una estética especulativa, la idea de que solo hay un arte que lo es, con unos preceptos estéticos dictados "desde arriba''. Eso · va a dificultar cada vez más que se sigan manteniendo los límites entre la alta cultura y la cultura popular, entre lo poético (artístico) y lo prosaico (cotidiano), entre el lenguaje elevado, sublime, y el lenguaje de cada día. Es lo que Josefina Ludmer (2010) llamará literaturas postautónomas. En el marco de esa tendencia a la mezcla, asistiremos también a la progresiva hibridez de las formas y los géneros literarios e incluso a la transformación misma del concepto de género, pues los géneros literarios, tal y como los hemos conocido hasta ahora, se justificaban en un sistema esencialista e historicista como el del paradigma moderno, pero quizá ya no tanto en un contexto intermediático como el actual. Pensemos, por ejemplo, en Mario Bellatin y en su propuesta

artística, por no mencionar los utilizando el molde epistemológico desafíos que la cibercultura plantea a de lo nacional para estudiar la la teoría de los géneros. Más adelante literatura hispanoamericana actual. También Fernando Aínsa, en su libro volveré sobre este punto. A partir esta breve Palabras nómadas. Nueva cartografía contextualización histórica (un de la pertenencia (2012) abunda esquema a todas luces insuficiente y en estas cuestiones que ya pusiera apresurado) me detendré en algunos sobre la mesa Bernart Castany conceptos que pueden resultar útiles. Prado en Literatura posnacional (2007). Martín-Barbero no duda Literatura posnacional en considerar que las sociedades de Una de las obsesiones críticas en América Latina han adquirido un el latinoamericanismo de los últimos carácter posnacional que de ningún años gira en torno a la eclosión de modo puede considerarse una lo que ha dado en llamarse una mera prolongación de lo nacional. literatura posnacional, una noción Con el nuevo orden mundial y la que, a partir de la década de los transnacionalización no solo de los noventa del pasado siglo, dificultaría mercados, sino también de la cultura, terriblemente seguir hablando, los medios vendrían a poner en juego en algunos casos, de literaturas. un contradictorio movimiento de nacionales en Hispanoamérica. globalización y fragmentación de Trabajos recientes como el volumen colectivo Literatura más la cultura, de mundialización y revitalización de lo local. Tanto la allá de la nación. Lo centrípeto prensa como la radio y aceleradamente y lo centrifugo en la narrativa la televisión son hoy los n1ás interesados hispanoamericana del siglo XXI, en diferenciar las culturas ya sea por coordinado por Francisca Nogueral regiones o por edades, y al mismo y otros tres colegas, o el dossier tiernpo poder conectarlas a los ritmos e "Más allá de la nación en la literatura imágenes de lo global. De manera que la latinoamericana del · siglo XXI", devaluación de lo nacional no proviene coordinado por Aníbal González únicamente de la desterritorialízación para la Revista de Estudios Hispánicos que efectúan los circuitos de la en 2012, por citar dos textos recientes, interconexión global de la economía intentan dar respuesta a la pregunta y la cultura-mundo síno de la erosión de si la globalización ha entrañado interna que produce la liberación de las diferencias, especiahnente de las cambios en la concepción de laregionales y las generacionales. lVIirada nación y los imaginarios nacionales y desde la cultura planetaria, la nacional si, por consiguiente, es posible seguir

aparece provinciana y cargada de lastres estatalistas. 1\tlirada desde la diversidad de las culturas locales, la nacional es la identificada con la homogeneización centralista y el acartonamiento oficialista. Lo nacional en la cultura resulta ser un ámbito rebasado en ambas direcciones que replantea así el sentido de las fronteras (Al sur, 153-154).

Lo que Martín-Barbero aplica a los medios de comunicación y a la cultura popular en Colombia podría ser parcialmente extrapolable al plano literario, no solo colombiano, sino continental, pues muchos de los escritores latinoamericanos del tránsito del siglo XX al XXI vienen cuestionando de la misma o similar manera dicho orden nacional, así como las homogeneizaciones y monolitismos que vienen de la mano del concepto de nación. No se trata, como bien señala Martín-Barbero, de establecer una oposición nacional/ antinacional, sino de una redefinición de lo nacional, que conduce a lo que bien puede llamarse lo posnacional por las diferencias que en términos cuantitativos y cualitativos se producen. Por literatura posnacional ha de entenderse no solo aquella desterritorializada o transterritorial, donde el referente nacional no tiene cabida (pensemos en los escritores del crack o en el mismo Bellatin, del que después hablaremos), sino también aquella otra en la que se redefine el concepto tradicional de nación tal y

como lo concibieron las elites criollas en el XIX, recurriendo para ello tanto al escepticismo como al malditismo identitario (como hará el colombiano Fernando Vallejo), desbaratando en el camino la constelación nacionalista y sus héroes y dejando al descubierto algunas de las inercias e imposiciones que contribuían a crear una nación tan monolítica como fingida. Las posibilidades para dinamitar los cimientos de esa comunidad imaginada son variadas. Tenemos, por ejemplo, toda una serie de escritores-francotiradores de las figuras patrias y los valores nacionales, como los argentinos Rodrigo Fresán, Martín Kohan o José García Hamilton, que en Historia argentina (1991), Los cautivos (2000) o Don José (2000), respectivamente, socavan algunos de los considerados puntales de la argentinidad. O los colombianos Evelio Rosero y Pablo Montoya, con textos recientes como la novela La carroza de Bolívar (2012) o la colección de semblanzas Adiós a los próceres (2010), en los que asi_stimos, al hilo de los fastos del Centenario, al proceso de carnavalización y destronamiento de los artífices ' protagonistas y comparsas de la Independencia de Colombia, los padres de la patria. Dos de los mejores libros del mexicano Álvaro Enrigue, Hipotermia (2005) y Vidas perpendiculares (2008), transcurren libremente por las aguas

de la transterritorialidad, como las opciones por las que opta este también las novelas El cementerio escritor a la hora de mostrar las de sillas (2002) o Muerte súbita insuficiencias del modelo de nación. (2013). En Vidas perpendiculares Él lo hará mediante la relectura de la el narrador, Jerónimo, es un niño literatura de la revolución mexicana mexicano que, desde su presente del y el diálogo que establece con ella en siglo XX, va narrando las distintas Decencia, así como con la sátira del vidas que le tocó vivir a través de México contemporáneo que lleva a sucesivas reencarnaciones, gracias cabo en La muerte de un instalador. a una memoria portentosa, que le Se trata de leer algunos de los tópicos permite remontarse a esos quince de la mexicanidad en clave irónica, a mil años que se mencionan al final la vez que le quita su carácter heroico del texto, poner voz a una época a las más altas cimas de la historia prelingüística y novelar cada una de mexicana. La primera novela de esas vidas que vivió. La superposición Enrigue (La muerte de un instalador) de las historias y una cuidada técnica es contundente en el modo de negar de vasos comunicantes nos permiten pasado y futuro. Lo primero se hace transitar por todas esas vidas, espacios mediante el anuncio del fin de la y tiempos de modo muy similar a utopía, con la defenestración en el como pasamos de una ventana a primer capítulo del instalador Simón otra al navegar por internet. Aunque ·. El Utopista (el personaje cae de un la escritura todavía es sucesiva, los modo absurdo desde una terraza). Lo cambios de espacio y de narrador, segundo, mediante la desconfianza que hacia el final de la novela pueden en el futuro de la sociedad mexicana acontecer a cada frase -o incluso en el contemporánea, representada por la interior de la frase-, hacen pensar en preminencia en dicho entorno de la la simultaneidad n~ solo de tiempos, instalación, una construcción artística sino también de los espacios, como de esencia fugaz y no permanente, lo señalara el propio Carlos Fuentes en que la diferencia, por ejemplo, de la un artículo bastante elogioso sobre pintura u otras artes permanentes. la novela, publicado en su día en el Es significativo que recurra a la diario El País (2011: 430-433). escatología para encarnar en una Pero, para volver a la cuestión de imagen la crisis del pensamiento la crítica al proyecto nacional, me utópico, no solo porque el primer interesa ahora detenerme en otras dos instalador, Simón el Utopista (cuyo novelas de Álvaro Enrigue, La muerte nombre, evidentemente remite al de un instalador (1995) y Decencia Libertador) termina despanzurrado (2011) para ejemplificar algunas de en una acera, sino porque el cadáver

del segundo instalador, Sebastián Vaca, protagonizará una instalación culminada con un clavel que no se sitúa precisamente en el ojal. Frente al mármol en que se esculpen los héroes nacionales, el relato nacional de Enrigue, ya suficientemente descompuesto en la década de los noventa, solo puede aspirar a protagonizar una efímera instalación. Podemos ver en ese túmulo con que se cierra la novela de Enrigue un auténtico antimonumento de la historia mexicana, donde la distancia entre la solemnidad del anuncio fúnebre y la humillación post mórtem que se inflige al instalador Sebastián Vaca -en esa coronación inversa del clavel- sirve para situar bajo el signo de la ironía, metonímicamente, toda una época. La novela Decencia -justa e injustamente atacada por la críticaplantea con cinismo la historia del siglo XX mexicano. Si bien es cierto que la estructura tradicional, bastante realista, no contribuye a que la revolución literaria iniciada en anteriores novelas siga adelante, no es menos cierto que la representación del México revolucionario y sus epígonos de la Liga23 de septiembre pone sobre la mesa ciertas contradicciones del México del siglo XX que no carecen de interés, por alumbrar algunas zonas de conflicto (aunque quizá la forma decimonónica no logra que el foco en cuestión ilumine lo suficiente). En

una entrevista el propio autor se hace eco del marbete costumbrista que, según algunos críticos y periodistas, le correspondería a su novela, "lo cual -dice Enrigue- me parece francamente aterrador: que ún chico educado y profesional defina como costumbrista una novela en que un senador de la República viaja por el país seguido por un coche en el que van un general, un abogado y un juez para irle resolviendo problemas en el camino, habla del inverosímil cinismo que han alcanzado en el país la clase gobernante y sus críticos que forman parte de ella, pero sin ser votados-,-" (Cáceres). No entro en la cuestión de la pertinencia del molde utilizado para dialogar con la tradición de la novela revolucionaria ni en lo referente a la calidad literaria del texto; pero sí creo que el planteamiento deja entrever, más allá \ de la frase más o menos afortunada o del histrionismo de los personajes, el desencanto, carente por definición de nostalgia, ante el siglo XX mexicano: "Tanta revolución -dirá uno de los personajes- para que al final sigamos siendo mexicanos" (Enrigue, 2011: 131).

Para terminar con este autor quisiera citar una entrevista concedida a propósito de la publicación de El cementerio de sillas, en la que Enrigue explicita algo en lo que los teóricos de los estudios subalternos van a insistir en los últimos años:

cultura mapuche que lleva a cabo el Recuerda la fecha en que lo empecé: poeta chileno Jaime Luis Huenún, 1994. Es el año del alzamiento de con sus textos bilingües. Es este los zapatístas y el año que todos los uno de los rasgos característicos mexicanos nos pasamos preguntándonos de nuestra flamante glocalización, qué carajos era M éxico, que no era lo porque recordemos que, . a pesar que habíamos aprendido en la escuela, de lo que diga Jorge Volpi, ser ni de mayores en los libros de Historia globales no tiene por qué implicar más severos que fuimos leyendo cada ser asépticos. Esta crítica a la nación quien por su parte. Como sabrás, a que subrayo no es incompatible con partir de la Independencia, en 1821, un sentimiento de pertenencia a los sucesivos gobiernos liberales una comunidad imaginaria -para mexicanos se propusieron converttr retomar la expresión de . Benedict el país en una realidad homogénea Anderson-, que, al mismo tiempo, y m oderna, constituida sobre el mito del mestizaje - el mestizaje es un se está intentando redefinir: sacando etnociclio a la hispana, aceptémoslo-. a la luz sus taras, vicios o lacras, De algún modo nos habían convencido contradiciendo los discursos oficiales de que las cosas eran así y el primero y desmitificando algunos de los de enero del 94 nos enteramos de golpe mitos fundacionales. Como nos de que la nación mexicana era una recuerda Néstor García Canclini abstracción -casi tanto com o lo es la · en La globalización imaginada, es española-, de que en el territorio de posible encontrar sentimientos de Aiéxico convive una serie de naciones afirmación de la nacionalidad pese a y de que hasta ese día todos habíamos sido profunda e inmoralmente ignorantes los desplazamientos, la dispersión y la distancia, pues las fronteras mentales, de la realidacl(García, 2003: 11). los imaginarios y los afectos, no caen Vemos que Enrigue llama aquí tan fácilmente como los muros (1999: la atención sobre la heterogeneidad 56-57). En una línea semejante cabe de una sociedad que se pretendió homogénea desde su independencia situar Al diablo la maldita primavera y que a todas luces no lo es. Algo (2002), de Alonso Sánchez Baute, semejante encontraremos en autores que constituye una sátira feroz de como Rodrigo Rey Rosa (pienso en la sociedad bogotana. Desde la El material humano y sus críticas al mirada tan ingenua y ególatra como racismo guatemalteco y a la actitud vacua de una drag queen sobre la de Miguel Ángel Asturias frente a Bogotá gay, Sánchez Baute aborda este). O, en un nivel diferente, en con ironía e irreverencia cuestiones la reivindicación de la lengua y la como la violencia del país, la doble

;..1 moral, la cns1s económica, pero también la noción misma del exilio, el consumismo, la globalización o la condición homosexual, en una obra que se muestra deudora de la de otros iconos gay de las letras latinoamericanas, como Luis Rafael Sánchez,SeveroSarduyoManuelPuig. Mediante las digresiones delirantes del protagonista, Edwin Rodríguez Buelvas, asistimos a la representación enloquecida de un espacio que, si algún día tuvo pretensiones de ser la Atenas Suramericana, no alcanza sino a ser una deformación paródica y telenovelesca de la cultura helénica. Si en el XIX fue la simbología del amor heterosexual, representado por la dialéctica novio-padre / amadaesposa, de obras como María la que . contribuyó a la forja de una idea nacional en Colombia, novelas como Al diablo la maldita primavera representan, mediante la parodia del modelo, una propuesta posnacional que opta por la inclusión de la variedad (de lo tradicionalmente excluido por los proyectos nacionalistas) en clave humorística y políticamente incorrecta.

en algunos casos, el seguir hablando de literaturas nacionales. No está mal hacer un poco de memoria y recordar que en el XIX Andrés Bello, en su Alocución a la poesía (1823), va a reclamarle a esta que abandone la vieja Europa y se instale en tierras americanas. Le propone tres grandes asuntos que debería tratar y que, efectivamente, cantaron la poesía y la narrativa del XIX: la naturaleza y los tipos que esta geografía produce (la geografía, el paisaje), la tradición (es decir, la historia) y el heroísmo patrio (los padres de la independencia americana). En efecto, utilizar una ·"temática americana" fue uno de los métodos de nacionalización que se emplearon en el continente para apropiarse de géneros sentidos como ajenos, tal y como nos lo recuerda Miguel Gomes: "la única m,anera como se logró arraigar la novela en Hispanoamérica fue, precisamente, a través de una referencialidad constatable en el universo inmediato" (1999: 102).

El manifiesto del crack y su propuesta narrativa dislocada o desubicada del espacio y tiempo Transterritorialidad, mexicanos ha sido uno de los desterritorialización, episodios más recientes en esa cadena reterritorialización contestataria de la obligatoriedad La transterritorialidad sería otra de la temática autóctona, de larga de las características de la reciente tradición en el continente. De hecho, literatura que vendría a dificultar, estos autores (Jorge Volpi, Pedro

Ángel Palou, Eloy Urroz, José Ignacio Padilla y Ricardo Castañeda) van a reivindicar a autores como José Emilio Pachecho o Sergio Pitol, que son justamente los "menos mexicanos': No es por eso de extrañar que Bellatin utilice a Sergio Pitol como personaje en El libro uruguayo de los muertos, después de haber indagado lúdicarriente en los escenarios nipones. Pero, aunque la d~ escribir sobre temáticas no autóctonas es una opción perfectamente legítima, creo que ~ay que recordarle a Volpi, que se ha 'convertido en el abanderado de esta opción, que ese universalismo y esa exigencia de una literatura desprovista de marcas locales no necesariamente casa bien con el proceso globalizador actual: "Lo global no reemplaza a lo local, sino que · lo local opera dentro de la lógica de lo global. La globalización no significa el fin de las diferencias culturales sino su creciente utilización'' (Larraín, 2011: 100). Por eso, aunque en numerosos aspeotos, el escenario reciente tenga concomitancias con el pasado y pueda parecer una prolongación del viejo debate entre nacionalistas y cosmopolitas, "si se mira bien, se verá que, en el nuevo contexto, éste va a transformarse y a cambiar de sentido, generalizándose, a menudo radicalizándose y, en muchas ocasiones, diversificándose" (Guerrero, 2012: 76). Este matiz me parece relevante porque, en efecto, lo

que tenemos ante nosotros no es la misma querella de antaño. El colombiano Juan Gabriel Vásquez (radicado en Europa desde 1999), explica en el ensayo "Literatura de inquilinos': cómo desde que vive fuera de su país natal se ha visto obligado a contradecir algunos de los tópicos más extendidos sobre la condición de los desplazados. Y partiendo del rechazo inicial de la idea de que los colombianos estén obligados a escribir sobre Colombia, llegará a posiciones mucho más jugosas. Vásquez explica su itinerario como escritor y la forma en que en un primer momento esquivó las obligaciones territorialistas, así como las consecuencias: Durante diez años he tratado de enfrentarme a ese prejuicio de diversos modos, siempre rechazando las obligaciones territorialistas que nos suelen proponer las miopías del nacionalismo, y puedo decir que lo he intentado todo, desde una novela cuya rnayor parte sucede en las cabezas de cuatro personajes, de manera que el lugar de la acción -la ciudad de Florencia- sirve sólo para subrayar sus preocupaciones, hasta un libro de cuentos obsesionado por la gente y las historias que cónocí en Francia y en Bélgica, y en el cual, por lo tanto, no hay un solo personaje colombiano. Poco después de publicado el libro, el escritor colombiano Héctor Abad 1ne mandó por correo un recorte de periódico en

el cual mi libro aparecía en la lista de más vendidos ... pero en la columna de autores extranjeros (2009: 181).

En cierto modo y salvando las distancias, la imputación está próxima de la que experimentaron los escritores del crack cuando comenzaron a publicar novelas que, para la crítica patria, no contenían dosis suficientes de m exicanidad. No hará falta añadir que eso es únicamente aplicable a sus primeros trabajos (y tampoco a todos), porque a partir de 2004 el contenido colombiano reaparece en su obra, tanto en Los informantes (2004) como en Historia secreta de Costaguana (2007), en El ruido de las cosas al caer (2011) o en la reciente Las reputaciones (2013), matizando así la noción de desterritorialización (ampliamente utilizada y con distintos sentidos, desde Deleuze y Guattari, hasta García Canclini, pasando por Appadurai) y encaminándose hacia una cierta reterritorialización. Pero la pregunta que Vásquez se formula pretende ir más allá de la cuestión temática para llegar a la de cómo escribe un escritor que voluntariamente ha optado por vivir lejos del lugar que lo vio nacer; él encuentra la respuesta en los que considera sus modelos (Conrad, Naipaul), pues la condición de inquilino -aquel que habita un territorio que no le pertenecele permitiría escribir, desde el

desconocimiento y la búsqueda, mediante el alumbramiento de las zonas oscuras que aún no hayan sido exploradas por la novela. Y eso le va a posibilitar, dando una nueva vuelta de tuerca, cuadrar el círculo, y volver, de paso, al problema de los temas, pues ¿qué mejor que la propia Colombia, territorio todavía no del todo o no suficientemente hollado, vista con los ojos del trasterrado, del ahora inquilino en la que otrora fue su propia casa?: Me tomó diez años descubrir el tono adecuado para tocar la realidad desbordante de mi país, una realidad capaz de dejar en ridículo la imaginación más intensa; pero sobre todo me tomó diez años descubrir, gracias a Conrad y Naipaul, que mi país podía ser material novelístico precisamente porque hasta el momento yo había sido incapaz de entenderlo, o, en 1 otras palabras, precisamente por su condición de zona oscura. Una de las consecuencias de emigrar es que al cabo de un tiempo desaparece el espejismo de la comprensión: aquella ilusión apenas humana de que uno entiende el lugar de donde viene (2009: 187).

Hombre de su tiempo, de este mundo global, Vásquez repara con lucidez pasmosa en la dinámica en que nos movemos y en cómo eso ha sido representado en su novela. La cuestión, sobra decirlo, no es temática, sino de punto de vista:

--Lité(. tura}' globalización: La narratiya hls_ranoamericana en el siglo XXI

Con esto en mente escribí Los informantes, una novela que indaga e~ un momento curioso -diré: un momento oscuro- de los años cuarenta en Colombia. Y ahora, les confieso, me parece probable que haya una relación entre esta novela y las ideas sobre el desarraigo que acabo de exponer; quiero pensar que todas las condiciones de mi experiencia como inquilino -las incertidumbres, las particularidades de una vida más o menos itinerante, la experiencia fragmentada, la percepción desde fuera de un país inestable y, sobre todo, el tratamiento de ese país como territorio desconocidoestán incluidas de manera tácita en la novela. Es decir, la experiencia extraterritorial ha enriquecido de manera intangible el contenido intensamente colombiano de la novela (2009: .188).

Y volvemos así al apartado anterior, donde analizábamos la manera en que diferentes escritores latinoamericanos estaban escribiendo acerca de su país para reformular nociones del pasado o poner sobre la mesa problemas y situaciones actuales.2 En este sentido, más que hablar únicamente de una literatura desterritorializada, es conveniente recurrir a la noción de multiterritorialidad, como lo hacen 2 Remito al libro de Fernando Aínsa, que analiza el modo en que en la Península Ibérica se ha deslocalizado una cierta literatura latinoamericana, que mantiene una mirada crítica focalizada en el horizonte transatlántico (2012: 138).

(espacio,S~416

éneros)

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Angel Esteban y Jesús Montoya en la introducción al volumen colectivo Literatura más allá de la nación, y afirmar con ellos que sería conveniente no nega,r las fuerzas centrífugas que desterrítorializan la experiencia de la escritura y la lectura, pero sí recalcar la medida en que siguen estando vigentes unas cuestiones identitarias afectadas por los procesos de globalización en autores y obras que podrían pensarse entonces, no desde una desterrítorialidad entendida como una no p ertenencia a ningún espacio identitario, sino desde una multiterritorialidad ya real, ya imaginada (Nogueral, 20.l 1: 9).

No en otro espacio se sitúan textos muydiversosdelaantologíaBogotá39, como los de Wendy Guerra ("Merey Moscú"), Santiago Roncagliolo ("Tierra de libertad"), Junot Díaz ("Wildwood"), o incluso Eduardo Halfón, que en "Mucho macho" pone a dialogar a un personaje austriaco, Franz Muller, con una cierta realidad guatemalteca con resultados bastante sugestivos. Al hilo de estas cuestiones y de la relación que con las políticas editoriales puedan tener, · Eduardo Becerra (2014) estudia algunos de los intereses a que responden ciertas actitudes, individuales y colectivas, en la batalla por la legitimidad y el valor. Becerra plantea si, por un lado, la recurrencia a las consabidas nociones -posnacionalismo, posesencialismo,

desustancialización, descentramiento, excentricidad, desterritorialización, cartografías gaseosas, errancia y un largo etcétera- por parte no solo de la crítica, sino también de los propios autores, no respondería a una de esas estrategias conducentes a posicionarse en un mercado que a día de hoy tiene unas exigencias diferentes a las de ayer. Y si, por otro lado, dicha proliferación de conceptos y causas post- y trans- a las que con · tanto afán nos abrazamos críticos y autores no se correspondería con el último y más reciente avatar de la obsesiva y tradicional pregunta por la identidad latinoamericana. Pero es obvio ---como el propio Becerra señala._,. que muchos de esos marbetes y nociones no son un mero capricho o una moda, sino que responden a un contexto histórico y cultural preciso. Y ahí surge de nuevo la pregunta de cómo abordar críticamente la diversidad para intentar abarcar -y, si no definir, sí perfilar~ al grupo. Para responder a eso, Becerra recurre a las políticas editoriales españolas de las dos últimas décadas; partiendo de la premisa de que no siempre es fácil deslindar hasta qué punto esa mediación forja o refleja el imaginario hispanoamericano contemporáneo. Con mucha cautela, intentando esquivar las simplistas relaciones de causa y efecto, analiza algunos de esos pasadizos que unen lo uno y lo otro en los últimos años. Son consideraciones

que obligatoriamente hemos de tener en cuenta, pues las exigencias del mercado y el posicionamiento de las editoriales son vectores determinantes a la hora de entender en la actualidad la creación individual.

Representaciones e imaginarios de la globalización Muchos de los relatos que he mencionado más arriba comportan, asimismo, sendas representaciones de la frontera. Ese espacio híbrido que crea Junot Díaz (autor dominicano, criado en Estados Unidos, que · escribe en inglés), por ejemplo, es un buen caso de relato que explora los entresijos ya no solo del fenómeno migratorio -que será, en efecto, uno de los tópicos más frecuentado por los escritores-, sino incluso, como acontece con Díaz, el de las ledltades múltiples (Aínsa). El texto de Junot Díaz recogido en la citada antología es el capítulo II de la novela Th e

Brief Wondrous Lije of Osear Wao (2007), dedicado a la hermana del protagonista (Lola), donde se relata la historia de una familia en tres generaciones y un constante vaivén entre los Estados Unidos y Santo Domingo. Pero, como ha señalado Rita de Maeseneer el escritor se distancia hasta cierto punto de la literatura de los inmigrantes

L.i~¡:nttura 'f globaJ1l@cinn: La

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al adoptar un tono duro e irónico, claramente posmoderno, que difiere de las historias de fa m ilias a veces sentimentaloides, muy frecuentes en los (y sobre todo las) latino w riters (2011: 99).

La novela de Díaz es sumamente rica, tanto por explorar los inbetweenness (entre Santo Domingo y los Estados Unidos, entre el inglés y el español), corno por la ironía, el tono antinostálgico y la oscilación entre la considerada alta y baja cultura. Sin afán de realizar un inventario de textos que aborden el fenómeno migratorio, mencionaré quizá las novelas El síndrome de Ulises (2005), de Santiago Gamboa, sobre la inmigración en París; o Paraíso Travel (2001), de Jorge Franco, Señales que precederán al fin del mundo (2009), · de Yuri Herrera y Norte (2011),. de Edrnundo Paz Soldán, sobre los movimientos migratorios a los Estados Unidos. La protagonista de la novela de Jorge Franco, guiada por el sueño americano, convencerá a su novio para que emprendan el camino a los Estados Unidos de forma ilegal, a través de Centroamérica. La situación narrativa le sirve al autor para poner sobre la mesa las dificultades que encuentra el colombiano sin recursos que quiere salir del país, así como los abusos que se producen en torno a ese gran negocio de la emigración ilegal. Uno de los principales atractivos de Paraíso Travel es la focalización en

el sujeto migrante y la recreación de eso que los antropólogos han llamado raíces en movimiento (mo ving roots). Franco aborda, así, el terna de la identidad colombiana sometida a un proceso de transculturación o neoculturación, como lo llamó Ángel Rama, en una época en la que territorio e identidad ya no van de la mano. Otra representación interesante del mundo actual la encontrarnos en la novela de Héctor Abad Faciolince, Angosta (2003), donde la ciudad de Angosta es no solo trasunto literario de Medellín, sino también de la segregación impuesta por Occidente al Tercer Mundo. A partir del referente de la Divina comedia, Abad construye un espacio jerárquico dividido en tres sectores: la Tierra Fría (o Paradiso ), la Tierra Templada y la Tierra Caliente (o Infierno). Este espacio constituye una maqueta de Medellín y del mundo, pero también remite a otros conflictos de índole global. Como sucede en la Colombia real, la sociedad de Angosta - dividida en dones, segundones y tercerones, que viven en sectores diferentes- consta de blancos, negros, indios, mulatos y mestizos, que están presentes en cada uno de esos sectores. El prejuicio racial, al que se une el criterio económico, llevará a identificar color de piel con estatus social, en una sociedad construida sobre una dinámica de exclusión que genera

distintos tipos de violencia. Más que evidentemente se pierde la linealidad un afán cosmopolita de búsqueda de textual. Uno de los ejemplos más exotismos no autóctonos, asistimos conocidos y tempranos es quizá en sus novelas -especialmente Grabriella infinita, que primero en Asuntos de un hidalgo disoluto surge como libro, luego se convierte (1994)- a la deconstrucción del en hipertexto y en una tercera concepto de colombianidad o, metamorfosis deviene hipermedia, mejor, a una reformulación del como explican los propios autores del mismo. En ese sentido, podemos proyecto en la Universidad Javeriana. decir que la literatura de Héctor Con el postulado de la ciberliteratura Abad Faciolince explora la noción de no reproducir la página de papel de pertenencia a una nación cuya sobre la pantalla nos encontramos descomposición se predica. Y lo con un auténtico desafío crítico, hace desde dentro, desmontando pues en este tipo de construcciones tópicos y construcciones nacionales se alteran las relaciones semióticas, y mostrando que también una la sintaxis, la semántica, etc. Más pertenencia híbrida y crítica es . recientemente, son destacables los factible, como sucede en El olvido que · trabajos de Doménico Chiappe, cuya seremos (2006). obra Tierra de extracción 2.0. ha sido Quizá la avanzadilla de esas recogida en la antología Electronic representaciones de la globalización Literature Collection, Volume 2 esté, no ya en la representación (ELC2), hecha por la Electronic literaria del mundo global en que Literature . Organitation. O el del 1 vivimos (véanse los trabajos recogidos ecuatoriano Leonardo Valencia, con por Esteban y Montoya 2013), o en El libro flotante de Caytran Dolphin. el interés por la ciencia o las nuevas Sin llegar todavía a la tecnologías como tema literario -pienso en Volpi y su novela En ciberliteratura, uno de los escritores busca de Klingsor (1999) o en Sueños que más lejos ha ido dinamitando digitales (2000), de Edmundo Paz los senderos tradicionales del hecho Soldán-, sino en las construcciones literario es Mario Bellatin. De él se hipermedias o transmedias (Llosa ha dicho que posee un estilo seco Sanz, 2014) que se valen justamente y voluntariamente impersonal de esas tecnologías para crear, no ya quirúrgico lo ha llamado la crítica-, un texto literario tradicional, sino desprovisto de marcas nacionales auténticos artefactos que incorporan o locales. Su práctica escrituraria enlaces, otros elementos multimedia traduce una cierta inclinación hacia (imágenes, sonido, etc.), con lo que, las artes plásticas y la performance,

poniendo de relieve que en esta época multimedia! la escritura ya no es central para concebir la noción de cultura. En sus textos se esmera por construir discursos pretendidamente autobiográficos y coquetea con lo autoficcional, haciendo, además, del cuerpo (especialmente del cuerpo mutilado) uno de los motores de la escritura. Y, sobre todo, juega con la imagen pública del escritor, que es constantemente construida y deconstruida, ampliando y ensanchando así el campo ficcional. De'sde sus primeros libros -Salón de belleza (1994),Damas chinas (1995)hasta los recientes Libro uruguayo de los muertos (2012) o Gallinas de madera (2013), pasando por Shiki Nagaoka: una nariz de ficción (2001), Jacobo el mutante (2002), Perros héroes (2003), Lecciones para una liebre muerta (2005) o El Gran Vidrio (2007), Bellatin juega con el tener conciencia de la gratuidad de lo que acontece en la narración, de su intrascendencia. Instaura así el delirio como norma ' en sus universos imposibles y se deleita con la identidad casi siempre mutante de sus personajes, que son sometidos en ocasiones a un determinismo ortopédico que nos recuerda constantemente su carácter artificioso y anómalo. Reinaldo Laddaga señalaba la existencia de una serie de escritores latinoamericanos en cuya obra -más cercana al arte contemporáneo que a la tradición

literaria creadora de historias, a la construcción densa del lenguajese escenifican objetos y procesos, auténticos espectáculos de realidad, de los cuales "será difícil decir si son naturales o artificiales, simulados o reales" (2007: 14). La relación que Bellatin establece con Joseph Beuys (Lecciones para una liebre muerta, 2005) o con Marcel Duchamp (El Gran Vidrio), la tendencia a la performance y al happening, o la pretensión de generar escenas de presente en La escuela del dolor humano de Sechuán (2001) nos hablan de esa voluntad por crear construcciones que intentan entronizar la instantaneidad del presente y, a la vez, desproveer a la obra artística de aureolas, es decir, desacralizarla. El problema -como dirá Alan Pauls- es que Bellatin trasciende el instante y, mediante su fijación, llega a la representación, por definición duradera. Añadamos que el carácter efímero del happening casa mal con el formato libro, que a lo más que podrá aspirar, será al remedo, a la evocación, a la representación del proceso, que irremediablemente termina plasmado como objeto. De Bellatin se repite con frecuencia que, más que escritor, es artista, apelando a la aniquilación de los límites entre las artes que propone en sus obras. Una de las maneras de hacerlo, de procurar que esa distancia entre la escritura y otras artes plásticas se reduzca, es la de atentar contra la

linealidad del discurso, procurando desproveer a la palabra de su carácter sucesivo; fijándola en una suspensión que, más que su lectura, permita su contemplación. Se trata, claro está, de una aspiración, a cuya consecución contribuyen tanto la fragmentariedad como la brevedad, la ausencia de narratividad, o la disposición de los textos en la página. El relato en Underwood portátil. Modelo 1915 (2005) de la suspensión en pleno salto de un pastor belga malinois, que habría quedado inmóvil durante media hora en un altar, o la mención a la fotografía de un derviche girador, del cual "lo único que se podía apreciar era la estela fugaz de un movimiento sin fin'' (2005: 515), pueden ser consideradas imágenes o metáforas que dan cuenta de esa preocupación por lo instantáneo. Están, además, sus actuaciones públicas, que se convierten en performances en sí mismas, a las que hay que unir las ideas proyectadas, como la de organizar un Congreso de escritores mexicanos en París con los dobles de varios escritores. Pero, ¿cómo se traduce en los textos, si es que se traduce, esa propensión performática? Por supuesto, no se trata de referir mediante la palabra la situación performática, sino de intentar emular su funcionamiento en el texto. En Lecciones para una liebre muerta Bellatin recurre a la técnica del sampling para insertar fragmentos

de obras precedentes, convirtiéndose este autoplagio lúdico en el motor de la producción. Del mismo modo, Los fantasmas del masajista (2009) se construye -en diálogo con la canción "Construcción': de Chico Buarquea partir de repeticiones con variantes del mismo texto, que, finalmente, implican un cambio de sentido. Además de atentar voluntariamente contra la linealidad discursiva, la ostentación del bucle textual llama la atención sobre el carácter de artefacto del texto, pues como sabemos, toda repetición es retórica. La pretendida espontaneidad e improvisación del happening solo pueden ser traídas a la escritura mediante su simulación. Y en eso de simular Bellatín tiene mucho que decir.

Tiempo En el análisis de las relaciones entre globalización y literatura, la crítica ha abordado la cuestión predominantemente en términos espaciales -a través de nociones como centro y periferia, local y global, desterritorialización, etc.o tomando la nación como unidad de análisis a la hora de establecer las diferencias entre lo nacional, lo posnacional y lo transnacional, como hemos visto. Aunque también es cierto que, algo más opacado, el tiempo ha tenido una cierta presencia -por momentos soslayada, por momentos dependiente del espacio-

Literatura y glob

desde las primeras reflexiones de los más renombrados teóricos de la globalización. Quizá la noción más inmediata sea la de la compresión del espacio-tiempo, uno de los puntales en muchas de las definiciones de la globalización (Antony Giddens, Ulrich Beck, David Harvey, David Held), según la cual, bajo las nuevas condiciones que vienen de la mano de la globalización, tiempo y espacio se organizan para conectar presencia y ausencia. Dicho concepto vendría a explicar o a dar forma a las transformaciones ácaecidas en la naturaleza de nuestras propias experiencias del espacio-tiempo y las de otras personas. Lo que sucede es que esta consideración del tiempo se ve supeditada a nociones espaciales, ya que la mayoría de los conceptos que se derivan de dicha compresión del espaciotiempo -territorio o escala, con sus desterritorialización, derivaciones: reterritorialización; local, regional, globalremiten nacional, esencialmente al espacio. Hugo Achugar, en el prólogo a la primera edición española de La modernidad desbordada, de Arjun Appadurai, echa en falta en la relación del antropólogo hindú el que él considera constituiría el sexto paisaje: el de la memoria. En efecto, en el trazado de las nuevas cartografías con frecuencia la dimensión temporal queda ausente, olvidando aquello

que nos recuerda Andreas Huyssen, que "espacio y tiempo son categorías fundamentales de la experiencia y percepción humanas, pero lejos de ser inmutables, están muy sujetas al cambio histórico" (Achugar, 2001: 14). No cabe duda de que es el de la memoria el ámbito más fructífero y el que ha suscitado mayores reflexiones en los últimos años. Huyssen señala cómo el interés desorbitado por el futuro característico de la modernidad se habría transformado en un giro hacia el pasado a partir de la década de 1980, pasando así del afán por construir "futuros presentes" a la desorbitada vocación por los "pasados presentes" (2002: 13). En su texto, Huyssen esboza igualmente algunos de los efectos de lo que denomina la globalización de la memoria (2002: 17), fenómenos que le permiten establecer un parteaguas entre nuestra época y las décadas anteriores del siglo XX. Una de las características más significativas de ese boom de la memoria sería, paradójicamente, la tendencia hacia la amnesia, la anestesia o la obnubilación (2002: 22), una suerte de boom del olvido que actuaría como reverso del otro. Por otro lado, el presentismo que define nuestro actual régimen de historicidad (Fazio Vengoa, 2008) se caracterizaría para Franc;:ois Hartog (2003) por una primacía de la memoria, en detrimento de la historia. Hartog viene a decir que lo

que interesa a nuestra sociedad no es tanto la reconstrucción a distancia del pasado (es decir, la Historia), como las huellas que los distintos pasados dejan en nuestro presente (la memoria). En relación con la memoria y sus simulacros surgen nociones como la de nostalgia del presente, ese concepto acuñado por Frederic Jameson (1989) para referirse al afán por historiar el presente de ciertos filmes y anuncios publicitarios recientes, que lo presentan, además, como algo que ya se perdió. O la nostalgia imaginada o de escritorio a que apunta Appadurai, esa estrategia comercial consistente en crear en los consumidores la sensación de haber perdido cosas que nunca tuvieron. Frente a la tesis de Aníbal González, que defiende la existencia de un rechazo más o menos generalizado "por parte de los autores latinoamericanos de hoy no solo de los contextos geográficos de la identidad, sino (también] de la vinculación del pasado personal con el pasado nacional que se expresa en el tópico de la nostalgia" (2012: 83), llama la atención la proliferación en las redes sociales justamente de toda una corriente nostálgica, subrayada por el escritor barcelonés Gonzalo Torné como rasgo generacional: "Un rasgo distintivo de mi generación es su hipersensibilidad nostálgica: ahí están las sesiones vintage en cines, la enumeración sentimental de las

marcas o el éxito de Yo fui a EGB, cuyo lema es extraordinariamente certero: 'no somos nostálgicos, más que nada porque no hay nostalgias como las de antes'. El fenómeno es apabullante". No sé si tal vez haya que invocar a Svetlana Boy (2001), cuando afirma que la actitud anti-nostálgica de Estados Unidos y Rusia implica la consideración de que la nostalgia se percibe en estos países como una enfermedad europea (es decir, confrontar lo que sucede en España con lo que acontece en Hispanoamérica); o haya que pensar, más bien, que la afirmación de Tomé afecta al imaginario social y colectivo, mientras que la actitud detectada por González se circunscribe, finalmente, a una minoría letrada, absolutamente crítica con los proyectos nacionalistas decimonónicos y que ha visto en ese adiós a la nostalgia una estrategia con la que reposicionarse en socied~des que dichos autores perciben ya como posnacionales. Si bien no faltan quienes han querido ver en ciertas actitudes nostálgicas una ausencia de todo carácter conservador de filiación nacionalista (actitud que quizá se podría vincular con lo que Boym denominó nostalgia reflexiva), no es menos cierto que, no solo los autores que Aníbal González analiza en su ensayo, sino muchos otros, han puesto freno voluntariamente o no en Hispanoamérica "a una nostalgia improductiva y limitante" (2012: 91). Tal vez lo interesante - puesto

que haberla, en ocasiones, haylasea leer en clave ideológica esas manifestaciones nostálgicas, cuando se presentan, y pensar en lo que hayan podido incorporar de impostura de la sociedad ·de consumo: "En la medida en que el consumo es cada vez más dinamizado sobre la base de revolver historias imaginadas, la repetición no se basa solamente en cómo funciona el simulacro en el tiempo sino además en la fuerza del simulacro del propio tiempo. Es decir, el consumo no sólo produce el tiempo mediante sus periodicidades; la puesta en funcionamiento de la nostalgia fabricada da lugar a un simulacro de los períodos que constituyen el flujo del tiempo, concebido como perdido, ausente o distante" (Appadurai, 2001: 92). En su texto, González estudia la obra de Carmen Boullosa, Roberto Bolaño, Santiago Roncagliolo y Antonio José Ponte, pero lo más relevante es que plantea ese rechazo de la nostalgia corno gesto colectivo. Me parece muy acertado como concepto y, sobre todo, aplicable a la obra de muchos de los autores hasta ahora mencionados. Basta con evocar, por ejemplo, la manera en que se les hace presente la patria lejana a los inmigrantes de Hipotermia, de Álvaro Enrigue, para entender cuál es ese tono antinostálgico. Esa misma ausencia de nostalgia patriótica, junto con grandes dosis

de ironía, la encontramos en Junot Díaz, o en la cubana Ena Lucía Portela, de cuyo relato, "Huracán': recogido en Bogotá 39, destaco un extracto. La protagonista, una chica que ha decidido aprovechar la llegada del huracán Michelle a Cuba para suicidarse, piensa en estos términos: "Por las condiciones del tiempo, era evidente que Michelle ya habría entrado en la isla grande. ¿Por dónde? Vaya uno a saber. Si el ojo del ciclón atravesaba La Habana, de por sí tan destruida, sería la catástrofe más colosal de los últimos cincuenta años. Por un instante sentí algo parecido al patriotismo. Odié a Michelle" (Tamayo, 2007: 282). En la misma antología, el paraguayo José Pérez Reyes tematizará esa actitud antinostálgica en el relato "Enterrador de retratos': Otro ámbito de análisis, en lo que respecta al tiempo, es el de las cuestiones específicamente textuales vinculadas a las modificaciones en la literatura y el audiovisual que tienen como origen los ritmos temporales en las sociedades postindustriales; o las presuntas transformaciones en la concepción del tiempo surgidas como resultado de la innovación tecnológica y los avances en los medios de comunicación masiva, los nuevos patrones de consumo y la movilidad global. Como es fácil imaginar, el campo de estudio se vuelve aquí vastísimo. Invocaré la 0

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noc10n de topocrono con la que, distorsiones cronológicas habituales mediante la inversión del orden en ciertos géneros (lo fantástico, de los componentes del concepto la ciencia ficción) o las que, desde bajtiniano del cronotopo, Vicente siempre, han estado vinculadas al Luis Mora (2014) se refiere a "aquella orden del discurso narrativo mismo. estructura narrativa o poética que, Traigo de nuevo a colación partiendo ficticiamente de un no- en este aspecto a Álvaro Enrigue lugar narrativo [... ], y sea por la y, en particular, su novela Vidas inexistencia de ese no-lugar o por perpendiculares. Yendo más allá de su dimensión fantástica, permiten al la técnica simultaneísta propia de la narrador moverse libremente por la vanguardia, Enrigue consigue crear temporalidad de la historia (o de la una ficción que pone en contacto Historia), por lo común ayudado de y superpone no solo los espacios algunas técnicas o formas expresivas más dispares sino también tiempos tomadas de las tecnologías de diversos, por los que el narrador comunicación de masas': El propio transita a su antojo, anulando toda Mora cita en su texto diversos autores la Historia en una suerte de presente que, recurriendo a lo fantástico eterno. Concebida acaso para quitarle o a la ciencia ficción (pero no la razón a Quevedo en alguno de sus necesariamente), ponen en escena la versos más memorables (el tiempo, elasticidad temporal o determinadas que ni vuelve ni tropieza), la novela aporías espacio-temporales; o bien postula la existencia de un universo que, mediante técnicas tomadas temporalmente reversible en .~uya del cine y los medios masivos de descripción el antes y el después comunicación (bobinado, time- son perfectamente intercambiables; lapse), pergeñan literariamente un universo que escenifica ciertas distorsiones temporales. Las indirectamente muchas de las posibilidades son múltiples y variadas, modificaciones sobrevenidas .en las lo importante es destacar la presencia últimas décadas, totalmente sensible a en el imaginario de los creadores de __nuestra subjetividad contemporánea. diferentes técnicas o procedimientos que toman su aliento del desarrollo Géneros reciente de la tecnología, los medios Mi reflexión aquí sobre los de masas y de las nuevas formas géneros se circunscribe a lo narco de vincular espacio y tiempo; esto como fenómeno de cultura, aunque último, explícito o no, nos permite parte de un trabajo más amplio (que diferenciar estas alteraciones aparecerá en la revista Hispanófila temporales de las tradicionales próximamente) sobre los cambios

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acontecidos en el campo literario del mundo hispánico en las últimas décadas, en particular, en lo que se refiere a los géneros literarios. A la pregunta por las transformaciones experimentadas por estos en Hispanoamérica hay que dar una respuesta poliédrica, relativa, matizada y en absoluto categórica. La única opción que parece plausible es la de establecer tendencias, actitudes más o menos minoritarias, y perfilar así la compleja realidad de un panorama literario que, lejos de ser uníVoco, juega con prácticamente todos los colores del espectro genérico. Esos cambios sustanciales que se han producido en el campo permiten, acaso, pensar en un acelerado proceso de desmantelamiento de los géneros literarios .tal y como los concibió la poética; un proceso vinculado de algún modo a la aceleración de los flujos de información que ha traído consigo la globalización y al proceso de convergencia l)lediática, que tiene mucho que decir, en tanto que nuevo horizonte transmediático, promotor de la fusión y transversalidad de los géneros (Carrión, 2013). Pero, así sea como resabio de un pasado todavía demasiado reciente o como consecuencia del anacronismo cultural en que incurrirían aquellos que siguen creando a la manera de siglos pasados -podríamos decir, exagerando-, las categorías

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tradicionales de narrativa, lírica, ensayo y teatro aún tienen una cierta función, aunque cada una de ellas, desde luego, haya experimentado serias modificaciones. No olvidemos que todavía el horizonte de expectativas de la mayor parte de los lectores está genéricamente determinado, a lo cual contribuyen, en no poca medida, los hábitos de rancio abolengo, los paratextos (colección de publicación, indicaciones en la portada o en la contraportada, etc.) y la influencia del mercado, que, en aras de ofrecer productos reconocibles para el comprador en potencia, lleva a las editoriales y a sus publicistas a recurrir a distorsiones o simplificaciones flagrantes, como la de calificar de novela (género en expansión donde los haya), cada vez más cosas. Desde el punto de vista de la recepción, saber a qué género pertenece el texto que uno se dispone a leer facilita la lectura y la valoració_n de dicho texto, en función de unas reglas de juego que previamente le han sido dadas al lector. Para ejemplificar algunas de esas transformaciones, recurro a uno de los subgéneros narrativos que, aun siendo continuador en cierta medida del viejo paradigma, también (o sobre todo) nos habla de novedades que tienen que ver con los procesos globalizadores. Se trata de la llamada novela sicaresca y de su vínculo con la narconovela mexicana.

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A primera vista, el subgénero de la sicaresca funcionaría de modo similar al de la novela picaresca española, o, al menos, así lo asegura Margarita Jácome en . un estudio en el que, a partir de un aspecto narrativo común (el protagonismo del joven asesino), y después de descartar algunos textos, cifra el corpus genérico en cuatro obras: La virgen de los sicarios (1994), de Fernando Vallejo, Morir con papá (1997), de Óscar Collazos, Rosario Tijeras (1999), de Jorge Franco, y Sangre ajena (2000), de Arturo Alape: "Las novelas sicarescas no son estrictamente novelas de la violencia, pues sus temas son existenciales: el amor, el desengaño, los viajes y la separación, entre otros. Tampoco son novelas como las de la violencia colombiana de mitad del siglo XX, que describen los asesinatos en relación con una causa. En la novela sicaresca se revelan la caída de los valores tradicionales, la religión y las leyes, así como los cambios culturales de las últimas décadas en Colombia'' (Jácome, 2009: 15-16). El marbete de sicaresca habría sido · acuñado por Héctor Abad para referirse a ciertas obras ·(testimoniales, fílmicas, testimonios novelados) surgidas en Medellín a principios de los noventa, en las que, por lo general, un joven sicario habla en primera persona y donde este es presentado con bastante tolerancia, a pesar de su condición de asesino; obras como No nacimos pa

semilla (1990), de Alonso Salazar, el filme Rodrigo D. No futuro (1989), de Víctor Gaviria, o su testimonio novelado El pelaíto que no duró nada (1991), a las que después vendría a sumarse, y consagrar así el género, La virgen de los sicarios. Jácome añade toda una serie de narraciones afines y _extragenéricas: La novela sicaresca surge en un am biente cukural donde toman fuerza tres tipos de narraciones alrededor del tenia de la violencia relacionada con el narcotráfico en países como Colombia y México: las narraciones testimoniales sobre las experiencias personales de los sicarios ylos testimonios novelados sobre el narcotráfico; algunas novelas de la región antioqueña en los 80 que esbozan ya el cambio cultural que ha sufrido la ciudad y sus efectos en las clases medias y populares y las novelas colombianas sobre el narcotráfi.co que tratan de delinear fJ los nuevos ricos y a sus seguidores; por último, aunque de manera posteri01~ aparecen las novelas mexicanas del narcotráfico que se centran en el proceso de producción. los vínculos de los narcos con l(l política y la ínoperanCía del sistema legal (2009: 203-204).

Si a esa relación añadimos la ramificación cultural que comportan exitosas series como El Capo, Las muñecas de la mafia o El cartel de los sapos, todas ellas creadas a partir de testimonios novelados ·(Andrés López) o de novelas (Gustavo Bolívar),

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o los textos poéticos La balada del sicario y otros infaustos (2002), de Óscar Osorio, o Pistoleros, putas y dementes (Greatest hits) (2005), de Efraím Medina, el narcopanorama queda bastante bien perfilado. Lo interesante es que, lo que para Jácome plantea un cierto problema a la hora de delimitar claramente el género (la confluencia con otros discursos no exclusivamente ficcionales o escritos, ni exclusivamente colombianos) nos ofrece, en realidad, la posibilidad de ampliar esas fronteras y, como con la gauchesca o el género negro, pensar en un género transgenérico, transversal y transnacional, que no se limite a determinados requisitos narratológicos (que, por otra parte, los textos seleccionados no terminan de reunir, puesto que, a diferencia de lo que sucedía en la novela picaresca, en las novelas que Jácome selecciona el narrador no es el sicario, aunque se recurra ala primera persona), sino que abarque distintas manifestaciones, no necesariamente ficcionales y no necesariamente escritas, en torno a un fenómeno económico, social y cultural como el del narcotráfico, que es, como sabemos, transnacional y ya no meramente local o nacional. Ahí estarían comprendidos esos productos audiovisuales no aptos para estetas, como la citada narconovela o narcodrama, término que, además de al género escrito, alude igualmente a la versión actualizada

de la telenovela latinoamericana, en la que el héroe o antihéroe ya no es obligatoriamente el sicario, sino que también puede ser el narcotraficante y sus satélites (Benavides, 2008). Un producto que habla de esa tendencia mediática global que favorece la información dramática y del crimen, y que se origina en la complejidad económica y política típica del neoliberalismo, como ha estudiado Alejandro Herrero-Olaizola (2012: 114). También tendría cabida el narcocorrido, como configurador de identidades transnacionales, que, como señala Miguel Cabañas, surge en un contexto local muy preciso (el norte de México), pero que termina convirtiéndose "en una alternativa a las industrias culturales en las que primaban la salsa, el tango o el bolero como expresiones transnacionales hegemónicas latinoamericanas" (2008: 525). De tal forma que, en tanto que forma articuladora de un perspectivismo de eventos significativos para un público transnacional y en tanto que espacio simbólico para apuntar las insuficiencias democráticas y comunicar la liminalidad legal del migrante (2008: 535), será transplantada a Colombia, donde, desde los noventa, se encuentran los llamados corridos prohibidos, en Cali, Bogotá y la región de Antioquia. Lo narco, en sus variados avatares, nos habla, por un lado, de la pérdida

de centralidad de la escritura, con idas y venidas constantes entre el cine, las series, el videoclip, las artes plásticas, lo lírico-narrativo (musicado o no) y lo novelesco, vaivenes en los que la fuente -la prioridad ontológica, podríamos decir- ·n o tiene por qué ser literaria, a diferencia de las tradicionales adaptaciones cinematográficas a partir de novelas. A pesar del carácter relativamente conservador de algunas de estas narrativas (consideradas literatura light o de entretenimiento), la audacia individual de algunos autores propicia que esa transgenericidad del fenómeno se manifieste incluso dentro de un mismo producto, como sucede en Los trabajos del reino de Yuri Herrera (lo cual, desde el punto de vista de la teoría de los géneros, está lejos de ser novedoso, pero conviene subrayarlo). Miguel Cabañas destaca, por ejemplo, la imbricación genérica que ha caracterizado desde su origen a los narcocorridos (2008: 519), algo que el texto de Pérez-Reverte, La Reina del sur, lleva hasta el límite, al construir una novela a partir del corrido de Los Tigres del Norte la · narración pretende emular la estructura y el ritmo de un corrido-, y estos, a su vez, compondrán un narcocorrido que se inspira en la historia de Pérez Reverte (y cuyo CD se lanzó al mismo tiempo que el libro). Dicha retroalimentación entre las diferentes manifestaciones

genencas de la narcocultura, que forma por supuesto parte -y más en este caso concreto- de las estrategias de diversificación del mercado propias de la economía política del neoliberalismo, subraya, en efecto, una cierta .equiparación de los productos, donde el tradicionalmente adscrito a la alta cultura se sitúa ahora al mismo nivel que la canción, el videoclip, la serie, y en otros casos, la película o el videojuego. Por otro lado, el carácter transnacional de lo narco, que afecta tanto a la producción como a · la distribución o la recepción, nos permite a los críticos trazar cartografías que se salen de lo local (Culiacán/Medellín) o lo nacional (México/Colombia), que es algo que comienza a desarrollarse (Gabriela Polit Dueñas lo esboza), pero que no siempre se ha hecho, al seguir muchos de los críticos más sagaces (Palaversich, Jácome) empeñados en diferenciar entre sicaresca antioqueña (o colombiana) y narconovela sinaloense (o mexicana). Finalmente, lo narco, además de ser "el episodio más grave de la criminalidad neoliberal" (Monsiváis, 2004: 44), nos plantea, en tanto que industria cultural, que la escritura ya no es central para la cultura de nuestros días, a la vez que nos hace explícitos los vínculos entre dicha cultura y la economía, o pone sobre la mesa el problema del valor literario o artístico

de las obras y las relaciones entre la alta cultura y la cultura popular o de masas en los tiempos globales. Y, sobre todo, como la propia Jácome analiza (sin atreverse a dar el paso siguiente, que sería el de cambiar las paredes de sitio), supone un ejemplo magnífico que ilumina por dónde podrían ir los géneros -literarios o no, o lo que quede de ellos- en el futuro. A la luz de los paisajes imaginarios de Arjun Appadurai y, a partir de las cinco" categorías que este establece en "Disjuncture and Difference in the Global Cultural Economy" (1990) recordemos: etnoscapes, technoscapes,

mediascapes, .financescapes e ideoscapes-, creo que no sería descabellado añadir un sexto paisaje, que bien podría llamarse framescape, que aluda al aspecto más formal del hecho literario, no solo ya al lenguaje o al estilo, sino también a las estructuras externas. Me parece que ese espacio abstracto, alejado por completo del • ámbito de las representaciones, puede, en tanto que imaginario, decirnos mucho acerca de la globalización y de nosotros mismos como sociedad. No es necesario aclarar que este espacio entrará en conflicto o se solapará en ocasiones con los otros (pienso, sobre todo en el mediascape, pero también en el etnoscape), pero considero que, como categoría independiente y analítica, puede funcionar para

discernir lo que nos dicen los textos por sus formas más externas, y no por las realidades a las que, con todas las distorsiones que queramos, aluden. Porque si atendemos a esas estructuras, percibimos ciertos procesos que están muy lejos de constituir, sin más, un mero rescate de formas pretéritas. Antes bien, tendríamos que preguntarnos, como hacíamos al principio, si los géneros literarios, tal y como los hemos conocido hasta ahora, se justifican en un contexto intermediático como el actual y en este momento histórico preciso: ''Aunque muchas escrituras siguen usando esas divisiones clásicas de la tradición literaria (la tienen como centro y quieren encarnarla), después de 1990 se ven nítidamente otros territorios y sujetos, otras temporalidades y configuraciones narrativas: otros mundos que no reconocen los moldes bipolares tradicionales. Que absorben, contaminan y desdiferencian lo separado y opuesto y trazan otras fronteras" (Ludmer, 2010: 127). La propia Ludmer menciona varios textos y autores que ponen en jaque la solidez del estatuto ficcional, en un entorno en el que lo que estaría en entredicho sería justamente la condición autónoma del arte, característica de la modernidad. Un contexto al que ella califica de postautónomo -aplicando al presente latinoamericano algunas de las

premisas del pensamiento de Jacques Ranciere, especialmente en Le partage du sensible (2000)-, en el que, junto a ese cuestionamiento de lo ficcional, asistiríamos a una transformación de las condiciones de producción de sentido y de valoración del hecho literario (2010: 150-151). No quisiera concluir sin rescatar una expresión utilizada por Jaume Peris en un trabajo reciente (2009). Se trata del sintagma liquidez genérica, que él emplea de pasada, para referirse a la "difusa frontera discursiva entre la ficción literaria y la escritura de la Historia'' en los textos que analiza, y que retoma de forma evidente la noción bien conocida de Zygmunt Bauman. La encuentro útil para aludir, por una parte, a los procesos de confluencia genérica a que asistimos; por otra, ilustra muy gráficamente el modo en que esa sólida institución que históricamente han sido los géneros literarios comienza a cambiar de estado y, sin todavía haber desaparecido en el estado gaseoso (ni creo que lo vaya a hacer del todo), sí parece iniciar tímidamente algo parecido al proceso de licuefacción; por último, da cuenta de los malabarismos y ampliaciones de las lindes genéricas que la crítica se ve obligada a realizar para seguir catalogando, según los moldes consabidos, las obras de unos autores que, lejos ya del mito romántico del carácter único e individual de la obra

de arte y de los preceptos de la Estética de Croce, se relacionan, en cualquier caso, de forma voluntariamente irónica con los géneros. Porque, sin llegar al grado extremo de transversalidad de alguno textos contemporáneos (pienso en la poesía expandida de Rocío Cerón), asistimos a toda una serie de desplazamientos o transgenericidades que dan como resultado, en ocasiones, auténticos grifos literarios, donde cada una de las categorías genéricas puede conservar de algún modo su identidad o diluirse en un magma en el cual resulten indistinguibles los componentes. En el origen de dichas transgenericidades no encontramos muchas veces sino la voluntad por parte de ciertos escritores de ironizar a propósito de los géneros. En otro lugar analicé cómo autores de la talla de Alejandro Rossi o Sergio Pitol habían he.cho avanzar -a partir de determinadas licencias, de la utilización de máscaras y del alejamiento de la ortodoxia genérica- tanto el género narrativo como, sobre todo, el ensayístico. El primero, en su Manual del distraído (1975), habría anunciado con clarividencia algunos de los rasgos que después adquirirá el ensayo en el siglo XXI y que pondrá en práctica el segundo. Me pregunto si, con esa férrea vocación por escapar de las adscripciones genencas, no estarían tanto el Manual del distraído, de Alejandro Rossi, como

después El arte de la fuga (1996) o El mago de Viena (2005), de Sergio Pitol, desplazando de sitio al género ensayo, pues más que misceláneas que reagrupen una heterogeneidad de textos de procedencia diversa -que, sin embargo, conservarían su individualidad y sus respectivas adscripciones genéricas-, el conjunto resulta ya otra cosa (Quesada, 2012: 624). La condición de ensayistas en fuga que reivindico para estos autores pone sobre la mesa las dificultades de la teoría de los géneros para catalogar unas 1 obras que voluntariamente pretenden escapar del cazamariposas crítico y que dejan atrás los híbridos (la novela ensayística, el poema ensayístico y hasta el ensayo novelesco) para devenir esa otra cosa. Termina Genette su trabajo "Genres, 'types' modes" con una frase que no puede sino dejarnos un tanto perplejos: "La poética es una 'ciencia' muy vieja y muy joven: lo poco que 'sabe: quizás le vendría bien olvidarlo 233). Perplejos algunas veces" (1988: t por venir de quien viene, por venir del momento del que viene -1977y porque nos resulta terriblemente de actualidad, a esta hora en que estamos tan acostumbrados a que nos repitan que para sobrevivir en la jungla global tenemos que adquirir la capacidad de olvidar de forma instantánea lo que hemos aprendido, como ese misil inteligente que, en la parábola de Liquid Lije (2005), sabe

que el conocimiento adquirido es esencialmente desechable, "válido sólo hasta nuevo aviso y útil sólo de forma temporal" (Bauman, 2006: 157). Que hay, por decirlo con Glisssant (1997), que aprender a aprender sin recordar ·(apprendre a apprendre sans retenir). Lejos de aferrarse a la manía puramente taxonómica y especulativa, Antonio García Berrio y Javier Huerta Calvo elogian el viraje que la Crítica de los géneros dio, tras abandonar los propósitos preceptistas de la Poética tradicional, hacia el establecimiento de tipologías funcionales, "basadas en la observación empírica y con un alto grado de validez" (1992: 143), a la vez que enuncian el desiderátum de que la teoría de los géneros se alíe con los historiadores de la literatura para establecer tipologías actualizadas (1992: 230). Pero a la vista de lo dicho hasta aquí, nos asalta de inmediato la duda de si realmente sigan siendo los nuestros -líquidos, cambiantes, fluidos- tiempos para tipologías. Sobre todo, teniendo en cuenta que la mirada exclusivamente filológica carece de sentido cuando · los cambios producidos en las últimas décadas, como consecuencia de la revolución tecnológica, convierten a las industrias culturales y a los media en actantes esenciales del hecho literario, casi al mismo nivel que el texto. Quizá lo más sensato en lo que respecta a los géneros literarios

;.1 sea que, sin ningún afán preceptista mientras ponen, sí, a prueba los críticos, pero ni taxonómico, retengamos lo encasillamientos necesario de lo que nos proporcionó mientras establecen también nuevas la poética y, contemplando las nuevas alianzas y modos de relacionarse, o no tan nuevas prácticas literarias, que no serán a buen seguro los de empecemos ·a sacar conclusiones antaño. Pues, como nos recuerda del modo en que se van alineando Miguel Gomes, no otra cosa son los y desalineando -de eso que, géneros, que espacios erigidos para el ampliando la propuesta de Appadurai, encuentro, proyectos de convivencia hemos llamado framescape- intelectual y estética (1999: 20).

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Catalina Quesada Gómez Catalina Quesada Gómez (doctora por la Universidad de Sevilla, premio extraordinario de doctorado) es profesora de literatura hispanoamericana en la Universidad de Berna (Suiza). Ha trabajado en varias universidades de España y Francia (Universidad de Sevilla, Université Paris-Sorbonne, Université París-Descartes, Université de Picardie Jules Verne, Université de Limoges) y ha sido profesora o investigadora invitada en distintas universidades europeas y americanas (Universidad Autónoma de Madrid, Universidad de Antioquia, Universidad de Chile, Universidad Politécnica de Nicaragua, Florida lnternational University, entre otras). Su principal línea de investigación gira en torno a los aspectos culturales de la globalización y su impacto en América Latina y en su literatura, con una especial atención al caso de Colombia. En este y en otros ámb!tos (particularmente en el de la metaficción hispánica) ha publicado varios libros y más de cincuenta artículos, en revistas como Iberoamericana, Caravelfe, Estudios de Literatura Colombiana, Boletín Hispánico Helvético, Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Revista Iberoamericana, Hispanófila, etc. Entre sus publicaciones destacan las monografías La metanovela hispanoamericana en el último tercio del siglo XX (2009) , Liquidar Colombia: narrativa colombiana en tiempos globales (en preparación) y Libido moriendi. Representaciones e imaginarios suicidas en la literatura hispánica (en preparación). Ha coordinado para Pasavento: Revista de Estudios Hispánicos el monográfico "Cultura y globalización en Hispanoamérica" (2014) y es asimismo ca-editora del volumen Sarduy entre nosotros, que aparecerá en 2015.

e-mail: [email protected]

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