Límites, violencia y dictadura en Chile: Tejas verdes (1974) y El Padre mío (1989) desde el \"Cuerpo sin órganos\"
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límitEs, ViolEncia y dictadura En chilE: tejas veRdes (1974) y el padRe mío (1989) dEsdE El “cuErpo sin órganos” ignacio sarmiEnto
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los diversos acontecimientos límites que acaecieron durante el siglo xx obligaron a la reinterpretación y cuestionamiento de categorías y valores que se tenían por indiscutibles en los siglos anteriores. la promesa incumplida de la modernidad, que se explicitó en la industrialización y el desarrollo de tecnologías de la muerte, nos fuerza a pensar nuevas conceptualizaciones que nos permitan acercarnos a aquellas atrocidades abyectas. En el presente artículo me centraré en el caso del acontecimiento límite en que se vio envuelto chile durante diecisiete años: la dictadura militar liderada por augusto pinochet (1973-1990). El objetivo del presente texto será proponer una lectura sobre dos textos que se enmarcan en la producción cultural chilena de dicho período: tejas verdes (1974) de hernán Valdés y el padre mío (1989) de diamela Eltit. la lectura se encontrará guiada por el concepto de “cuerpo sin órganos” (cso) propuesto por gilles deleuze y Félix guattari. articularé este concepto con los dos momentos reflejados en ambos textos, por una parte, los primeros años de la dictadura y por otro, la etapa final de ésta. Es importante aclarar, antes de continuar, que ambos textos se enmarcan dentro de la producción testimonial que tuvo lugar en chile a raíz de la dictadura militar. tejas verdes fue escrito en España una vez que Valdés logró huir tras ser torturado por el régimen. si bien el autor optó por un recurso propiamente literario para articular su testimonio (un diario de vida), lo cierto es que su énfasis fue plenamente testimonial en el sentido más tradicional de la palabra.1 por otro lado, el texto de Eltit corresponde a las escuchas que reali1 Es importante precisar que el texto de Valdés ha sido tomado muchas veces como una producción literaria. El propio autor da cuenta de lo anterior en los prólogos de las diversas edi-
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zó la escritora en compañía de lotty rosenfeld a un hombre anónimo (a quien Eltit bautizó como “padre mío”) que vivía en las calles periféricas de santiago. Eltit grabó el testimonio de este hombre en sus visitas realizadas, 1983, 1984 y 1985, y luego las vertió en este libro, incluyendo un prólogo donde explicaba el origen del texto. una vez aclarado lo anterior, quisiera proponer, a modo de hipótesis, que tejas verdes nos presenta un escenario en el cual el Estado busca forzar los cuerpos de los ciudadanos, tratando de llevarlos al límite que significa el cso. Esto corresponde a una primera etapa de la dictadura en la cual el régimen busca generar una coerción en la ciudadanía por medio del cuerpo. por otro lado, el padre mío refleja la flagelación del hecho consumado. nos enfrenta directamente con un tipo de cso (el esquizofrénico) que puede ser leído como el resultado de la violencia de Estado. ahora bien, ¿qué es el cuerpo sin órganos? si bien es un concepto altamente complejo, múltiple y no-saturado, trataré de establecer algunos lineamientos que permitan entender algunas de sus principales características y cualidades. lo primero que debemos apuntar es que el cso es ante todo una práctica, o si se quiere, “un conjunto de prácticas” (deleuze y guattari, “¿cómo hacerse un cuerpo sin órganos?” 155-56). de ahí proviene precisamente el título de uno de los textos de los filósofos dedicados a discutir esto: “¿cómo hacerse un cuerpo sin órganos?” Estas prácticas apuntan en una dirección relativamente clara, la desorganización. Buscan desestabilizar, romper un sistema. En palabras de deleuze y guattari: “El enemigo es el organismo. El cso no se opone a los órganos, sino a esa organización de los órganos que llamamos organismo” (163). Esta “organización,” por supuesto, supera el límite de un simple “cuerpo” y es pensado en términos sistémicos. Es un flujo de códigos descodificados que no son extraíbles, vale decir, que no son útiles ya para el sistema. así, “El cso es lo que queda cuando se ha suprimido todo. y lo que se suprime es precisamente el fantasma, el conjunto de significancias y de subjetivaciones” (157). En este sentido, el cso es el límite de la desorganización sistémica. El fin del sujeto y de su subjetivización. ahora bien, es importante precisar que la propuesta de deleuze y guattari es realizada desde el punto de vista del sujeto que buscar hacerse a sí mismo un cso (de allí su interés en el masoquista). sin embargo, para el presente caso planteo que el mismo camino hacia el cso puede ser recorrido involuntariamente, y es precisamente lo que se evidenciará en el análisis de los texciones donde busca reafirmar el carácter testimonial de su texto. para ver con mayor profundidad la discusión sobre los límites entre el testimonio y literatura que ha tenido lugar en torno a esta publicación se recomienda ver los textos de ariel dorfman (“código político y código literario”) y nora strejilevich (“El testimonio: modelo para rearmar la subjetividad”).
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tos. deleuze da ciertas luces al respecto al señalar que “todos los cuerpos de suplicio sirven de cuerpo sin órganos” (47-48). En este sentido, entenderemos el suplicio desde su visión tradicional, vale decir, como un castigo infringido por un tercero, y no como una acción masoquista o consentida por el torturado. Entonces, ¿cómo pensar esto a la luz de los textos en cuestión? En el caso de tejas verdes, creo que es importante pensar el cso como un proceso.2 como el modo en el cual un individuo (que bien podemos leer como una sinécdoque) es arrastrado y llevado en contra de su voluntad hacia el límite del cso. de este modo, se busca romper la organización de la subjetividad mediante la desorganización del cuerpo. como veremos, el protagonista de este texto es forzado a aproximarse al límite de no ser más que fluidos, perdiendo con ello la capacidad de control sobre su propia organización. En el caso de el padre mío estamos frente a una situación diferente, puesto que se nos presenta un cso ya establecido. En palabras de tierneytello, estamos ante un testimonio de “a nation rendered schizofrenic and paranoid by political repression, persecution, torture and murder” (84). Esta alusión al carácter esquizofrénico marca muy bien, a mi parecer, el camino que aquí trazo. El cso, según deleuze y guattari, es un límite inalcanzable. no obstante, sí podría existir un modo de llegar a dicho límite: la locura; y en particular, la esquizofrenia (165). En este caso, siguiendo a deleuze, “ya no hay códigos, hay una cadena de flujos descodificados, pero no se les puede cortar. hay una especie de diluvio o falla del cuerpo” (42). Es precisamente este flujo incontrolable que convierte al loco (o al esquizofrénico) en un cso. los autores agregan que este personaje “mezcla todos los códigos en un desplazamiento rápido, siguiendo las preguntas que le son planteadas, variando la explicación de un día para otro, no registrando de la misma manera el acontecimiento” (el antiedipo 23). Este fenómeno será precisamente el que encontramos en el protagonista de el padre mío. Quisiera comenzar analizando el testimonio de tejas verdes (1974). En dicho texto, vemos de qué modo hernán Valdés es arrestado por la dirección de inteligencia del régimen de pinochet y, tras una detención en un lugar no identificado, es trasladado a tejas verdes. El objetivo de este lugar es precisamente arrastrar a los individuos hacia un límite por medio de la tortura. Ese 2 nora strejilevich ha propuesto que la construcción de la narración como un diario de vida (o de prisión) no solo permite “registrar los hechos cotidianos del campo de detención sino también los cambios que se van produciendo en su ser y en su conciencia. Estos procesos se muestran como trastornos que va sufriendo el cuerpo, ya que tras múltiples privaciones la conciencia se obtura y se transforma” (209). se reafirma la idea del diario como una narrativa procesual en la cual se aprecian los diversos niveles de intensidad que este testimonio presenta.
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límite, como ya he expresado, será el cso. El autor da su propia definición de la tortura en el prólogo del texto: “se trata básicamente de infringir sistemáticamente un daño físico o psíquico, en general ambos, a la víctima, ya sea para obtener alguna información de ella o simplemente para castigarla sin otro fin que destruir su dignidad, su psiquis, su integridad física, es decir, anularla como persona” (7, el énfasis es mío). será precisamente por medio de esta tortura que el Estado intentará fragmentar los cuerpos acercándolos al límite de su desorganización absoluta. El trayecto hacia el límite del cso que realiza el narrador comienza en el momento de su detención. golpes y agresiones de baja intensidad. luego, se le priva de uno de sus sentidos, la vista, para posteriormente comenzar a recibir una tortura y una violencia de mayor volumen. allí, amarrado en la silla y arrojado en el suelo, Valdés comienza a percibir las intensidades que recorren su cuerpo: “me doy cuenta de que todo mi cuerpo es puro dolor” (49). Estas primeras agresiones sufridas por el cuerpo comienzan a configurar el escenario que ha identificado díaz-cid en este testimonio en torno a una prisión en “doble registro”: el cuerpo y el campo de concentración (“El discurso testimonial”). puesto que, como se verá, la reclusión en un centro de detención clandestino será sólo la cubierta en la cual la tortura física y la desorganización de la subjetividad tendrán lugar. uno de los elementos que me da interesantes luces con respecto al proceso de ser llevado hacia el cso, es la disfunción del ser como máquina deseante. Valdés señala tras varios días de cautiverio y tortura: “Es curioso, pero justo: en todos estos días no he tenido ninguna imagen sensual” (75). Volverá sobre este pensamiento cuando reflexione más tarde sobre el hecho de que se le suministre medicamentos para contener su deseo sexual. Valdés afirma que “nuestra misma situación nos mantiene en un estado de inhibición no sólo sexual, sino que fundamentalmente sentimental. la incertidumbre y el miedo . . . no dan lugar a la nostalgia ni al deseo” (95). Es precisamente la pérdida del deseo la que nos señala la ruta que ha comenzado el individuo hacia el cso. En este proceso de desorganización del cuerpo y de la subjetividad, el protagonista, probablemente de forma inconsciente, comienza a generar mecanismos de protección. como señalamos en un comienzo, el cso es aquel en el cual los flujos circulan libremente. Es precisamente en este aspecto que Valdés inicia su desafío a este proceso y frena los flujos. los fluidos se bloquean y se manifiestan en la imposibilidad de liberar su propio excremento. aún en el instante en que su cuerpo lo impulsa a la liberación de sus heces el protagonista resiste: “Es una masa cálida, pulsante, que me quema el ano y que distiende el esfínter. apenas respiro, bastaría un descuido para
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vaciarme a través de los apretados blue jeans . . . me niego absolutamente a recurrir a la única salida disponible, el tarro de meados” (76, el énfasis es mío). tras días de flujos detenidos, es llevado con un grupo de prisioneros al bosque para que liberen y hagan circular dichos flujos. El cautivo detalla la acción de circulación de su compañero en oposición a la suya, al tiempo que piensa “trato de imaginar que no soy sino mierda, una gran bolsa que debe desalojarse” (82). sin embargo, sus fluidos se mantienen estancados. otra forma de entender esto es como una acción violenta. siguiendo a Benjamin y su reflexión sobre la huelga, podemos entender que detener las acciones de producción (los flujos) puede ser percibido como una violencia en contra de la violencia ejercida por el sistema que ataca el cuerpo (Benjamin 271-72). con el paso de los días, Valdés no podrá – inconscientemente – detener más dicha circulación. sin embargo, ya muy cerca del límite del cso, su preocupación con respecto a los fluidos vuelve a aparecer en el momento de ser llamado para el interrogatorio final. allí señala: “tengo una sola preocupación: cagar, porque apenas me aguanto y estoy seguro de que me haría en el interrogatorio” (115). Existe una voluntad constante por parte del protagonista por controlar sus fluidos. no desea cagarse en el interrogatorio, eso implicaría haber ya alcanzado un cierto grado de cso en el que los fluidos dejan de ser controlados y sólo queda la desorganización plena del cuerpo. tras permitir la circulación, vendrá el momento cúlmine en este proceso: la tortura final. Es interesante que, hasta cierto punto, Valdés ya se ha convertido, al menos en cierto sentido, en un masoquista. El protagonista desea el castigo al cuerpo. desea la tortura, puesto que sólo en ella radica la forma de acceder al único deseo y placer que parece quedar en su mente: salir de allí. En otras palabras, es el deseo de la tortura mediado por el anhelo de la liberación. Esto se ve de un modo interesante en la sensación de ansiedad que lo rodea cada vez que los militares se presentan en la cabaña para decir el nombre (o los nombres) de quienes serán llevados al “interrogatorio”: “los rezagados nos debatimos en un estado de alivio de no ser llamados y de angustia de seguir indefinidamente aquí, sabiendo que alguna vez, de todos modos, seremos llamados” (111). En el momento cúlmine, encontrándose muy cercano al límite de convertirse en un cso, Valdés realiza una importante reflexión con respecto a su cuerpo: “siento pena de mi cuerpo. Este cuerpo va a ser torturado, es idiota . . . Entiendo la necesidad de este capuchón, no seré una persona, no tendré expresiones. seré solo un cuerpo, un bulto, se entenderán sólo con él” (118). tras esto, su cuerpo es torturado como nunca antes. todo se limita a un problema de intensidades. la corriente que le aplican circula y fluye libremente por su cuerpo. se encuentra cercano al límite. pero sin embargo, el límite
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siempre parece ser más lejano. Finalmente, la tortura habrá terminado, el cuerpo habrá sobrevivido a convertirse en un cso, y es precisamente su capacidad de reflexionar en torno a lo que pasó lo que prueba que dicho límite no fue alcanzado: “¿por qué habría de preocuparme de un cuerpo que puede volver a ser humillado de ese modo?” (136), se pregunta Valdés al ser trasladado a su última prisión antes de ser finalmente liberado. cuando la ansiada liberación ocurre, el protagonista corre, huye, escapa de ese límite al que fue aproximado para poder comenzar el proceso de recuperar su humanidad y su organización. Jaume peris ha planteado con respecto a este texto una pregunta muy importante: “¿desde qué posición podía narrarse la propia desestructuración subjetiva y la emergencia de ese resto excremencial que es el cuerpo, si la subjetividad que podría hipotéticamente testificar de ello había sido totalmente anulada?” (274). El autor afirma que esto traería consigo la necesidad de una “posición imposible” (276) en la cual el sujeto narrará su propia des-subjetivación. sin embargo, desde la perspectiva aquí propuesta, podríamos responder la misma pregunta planteando que la posibilidad de la enunciación radica precisamente en el fracaso de convertirse en un cso, puesto que, de haber sido llevado definitivamente a ese límite, nos encontraríamos con un discurso muy similar al que Eltit expone en el texto que veremos a continuación. En el padre mío nos enfrentamos a una situación completamente diferente. En primer lugar, ya no nos encontramos en los primeros años de la dictadura, sino a mediados de la década del ochenta, momento que representa los últimos años del régimen. como dije al comienzo, el protagonista del texto es alguien que ya ha traspasado el límite de la organización y, al parecer, se ha convertido en un cso. si prestamos atención a los paratextos del testimonio (esenciales a mi parecer), podremos apreciar que es precisamente Eltit quien da las primeras luces de esta lectura. señala en un primer momento el interés que tiene en aquellos seres marginales y anónimos “pero no por ello menos deseantes” (13). sin embargo, a las pocas líneas agregará: “pero el padre mío era diferente. su vertiginosa circular presencia lingüística no tenía principio ni fin” (13, el énfasis es mío). Es esta circulación descodificada de la cual nada puede extraerse la que evidencia la presencia de un cso, una figura que es distinta, que no desea. nos enfrentamos a un sujeto plenamente des-subjetivizado, que carece incluso de un nombre propio y en el cual su único recurso, el habla, es un fluir indescifrable. Es precisamente esta fragmentación, legado de la dictadura, la que diagnostica Eltit en el prólogo del texto al pensar en el padre mío como una sinécdoque del país: “chile entero y a pedazos en la enfermedad de este hombre” (15).
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El protagonista del texto es, casi indiscutiblemente, un loco. un personaje que muestra, siguiendo a leonidas morales, la “ruina del sujeto, ruina del discurso” (179). pero es un loco que se encuentra a su vez en dos categorías. por un lado, posee los rasgos de un cso, vale decir, posee aquellos flujos que circulan libremente sin nada extraíble de ello; pero por otro, es aquel que ha sido señalado como un loco por la máquina del poder. Es el propio protagonista quien vuelve al tema recurrentemente: “y ahí, en el hospital siquiátrico estuve dos años para silenciarme” (25). Es precisamente la locura la que le quita al que es tildado de loco el derecho de su legitimidad, el loco es suprimido socialmente. si este loco reaparece en el escenario literario “de mano de diamela Eltit,” para usar la expresión de morales (186), es para situar su pertinencia en la dimensión social de los últimos años de la dictadura. Es el cuerpo social fragmentado, desorganizado, lo que queda después de la aniquilación de la subjetivización que trajo consigo la dictadura. continuado con morales, es interesante rescatar en su lectura la disociación del sujeto con un sistema específico: “[es] un excluido dentro de un sistema de dominación, una exclusión que en su caso comienza por darse bajo la forma de una marginalidad y de pobreza extrema” (183-84). sumado a lo anterior, creo que esta idea identifica plenamente la desvinculación del marginado en un sistema capitalista-neoliberal. Es precisamente esta marginación que convierte al sujeto en un ser improductivo, lo que lo sitúa en los límites de un cso. Este punto ha sido utilizado por tierney-tello para reflejar el compromiso ético (y estético) de Eltit señalando que se encuentra comprometida en denunciar el “authoritarianism in the political arena as in the linguistic or philosophical one” (80). Esta idea se condice con la propuesta aquí desarrollada, puesto que precisamente la lingüística esquizofrénica del padre mío será un reflejo de una fragmentación exponencialmente mayor. deleuze señala con respecto a los fluidos del loco que sobre estos “no se pueden operar extracciones pues ya no hay códigos sobre los que se puedan operar separaciones” (42). un buen fragmento del texto de Eltit que nos permite ver reflejado lo anterior es el siguiente: “El mismo señor pinochet es el señor colvin, es el mismo jugador William marín de audax italiano, el mismo. Él es el señor colvin, el señor luengo, el rey Jorge” (25). aquí precisamente asistimos a un flujo de códigos inseparables. El código no puede ser extraído e interpretado. Es un cuerpo que solamente se encuentra poblado por intensidades. Es precisamente esto lo que lo convierte en un cso. Es el límite alcanzado del cual no hay retorno. Estas cadenas de significantes han sido entendidas por michael lazzara como “a general structure of power and corruption that the madman wants to denounce” (112), no obstante, creo que lo anterior implicaría un cierto grado de consciencia por parte del padre mío que, a mi parecer, no es posible dada su condición de cso.
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Esta falta (casi absoluta) de individualidad/subjetividad/diferencia es precisamente lo que vuelve completamente vital la pregunta que titula otro texto de Eltit: ¿Qué eres? hay una afirmación en dicho texto que no puedo dejar pasar para los objetivos del presente artículo: “hoy, más que nunca se necesitan órganos, ya sabemos. pero ¿se necesitan órganos? ¿o es una simple metáfora para resaltar de manera nueva (tecnológica) las leyes del antiguo orden histórico productivo que se le ha exigido al cuerpo?” (19-20). Es difícil no vincular esta idea con la lectura aquí propuesta. El padre mío es, en efecto, un cso. un ser sin organización, un loco, un esquizo, una fragmentación irreconstruible e indiferenciable. un hombre (y un país) que ha sido enfrentado a un poder que ha “marginado, despojado, torturado, desquiciado y trastocado las identidades culturales, tanto del orden de lo real perceptual . . . como del orden simbólico de las psiquis individuales” (malverde 157). ¿se necesitan órganos? sí y no. sí, toda vez que se desea estar y permanecer dentro del sistema-máquina. y no, una vez que el límite es traspasado y se es marginado de la máquina social, como es el caso del padre mío. a modo de conclusión quisiera volver sobre lo aquí expuesto y pensar en ciertas implicancias que esto posee. En primer lugar, creo que pensar estos textos desde la perspectiva de un cso nos permite aproximarnos a una nueva dimensión en el marco de la relación que la narrativa chilena mantuvo y mantiene con la dictadura militar. a su vez, considero que la dictadura chilena buscó precisamente, por medio de la violencia en sus diversos niveles, generar una desorganización en la máquina social con el fin de establecer una reorganización de ésta (reterritorialización en términos deleuzianos). Esta desestructuración pasaba, ineludiblemente, por los cuerpos físicos de los ciudadanos. En el caso de tejas verdes, vemos cómo el Estado busca llevar al límite de la desorganización absoluta a los sujetos con el afán de reformarlos y resignificarlos. la tortura, en este caso, no es un mero vehículo de represión azarosa, se convierte en una forma de des-subjetivizar a aquellos que no están en la línea del régimen. Este proceso de aproximar y llevar los cuerpos hacia el límite del cso me parece un elemento interesante, sobre todo si tomamos en consideración los primeros años de la dictadura, los que, como se sabe, corresponden sin duda a los más violentos y represivos. En esta línea, podemos leer la violencia de Estado como una necesidad de desarticulación no solo a nivel social sino también interna. se busca la desorganización maquinal con el fin de generar un nuevo orden. por otro lado, en el caso de el padre mío vemos uno de los efectos que trajo consigo este proceso de fragmentación. Es la herencia que deja la dictadura, que comienza a verse reflejada a partir de los años ochenta con la instauración de un neoliberalismo desalmado que lleva al sistema capitalista
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hasta el extremo. Este texto bien se enmarca en lo que avelar ha denominado una narrativa “alegórica de la derrota” (the Untimely present), puesto que es precisamente aquella derrota y subyugación de los sujetos al mercado lo que aquí se hace presente. pero al margen de estos flujos continuos de capitales, trabajo y plusvalía, existen cuerpos que han sido violentamente marginados. y la marginación es doble. por un lado geográfica (circunscrita a los márgenes y los límites de la ciudad) y por otro lado social. los residuos de aquellos cuerpos llevados hasta el límite son precisamente aquellos que alcanzaron dicho límite y no murieron, su única opción es la locura. asistimos así a otra visión de la dictadura, una que nos lleva a la percepción de ésta como la que desorganiza y reorganiza los cuerpos y el sistema, pero que no es una violencia meramente simbólica o abstracta, es una violencia sobre el cuerpo de la población. algunos logran resistir el ser llevados al límite y, apenas tienen la posibilidad, huyen lo más rápido posible de él. otros, con distinta suerte, son forzados a traspasar dicho límite y llegar a un estado (¿una meseta?) del que no podrán escapar. tulanE uniVErsity
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