Lillian Cespedes Gonzalez, \'El arte de la guerra en Japon\', Revista Medieval, Vol. 42, No. 6, (2011), pp. 50-59.

July 17, 2017 | Autor: L. Céspedes González | Categoría: Japanese History, Medieval Warfare
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Lillian Céspedes González, ‘El Arte de la Guerra en Japón’, publicado en Revista Medieval, Vol. 42, No. 6, (2011), pp. 50-59. Cuando hablamos de un lugar como Japón parece que la palabra destrucción nos viene irremediablemente a la cabeza. No solo viene a nuestra mente el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, sino también el reciente terremoto, con su consecuente crisis nuclear. Supongo que es uno de esos lugares que queda tipificado por su historia y no podemos imaginar una sociedad japonesa sin bombas atómicas, geishas y, por supuesto, samuráis. Y es precisamente sobre estos samuráis y los recurrentes conflictos bélicos en el Japón medieval sobre lo que me dispongo a hablar en este artículo. EL MEDIEVO Y LOS BUSHIS Curiosamente, lo que comúnmente se conoce por feudalismo, y que suele estar relacionado con la Europa occidental de entre los siglos IX y XV, en Japón abarca aproximadamente ocho siglos. Podría decirse que tal periodo comenzó en algún momento del siglo XII y finalizo en el siglo XIX con la restauración Meiji. No obstante, en este escrito nos concentraremos especialmente en los periodos Kamakura (1185-1333) y Muromachi (13331568), que son lo que podría denominarse como la época dorada de los samuráis tradicionales y de la guerra pura y honorable, hasta la incorporación de las máquinas de guerra y la revolución de la pólvora. Para comprender el desarrollo de los hechos, y el porqué de la casi constante acción militar en Japón durante este período, es necesario conocer determinados datos. Sorprendentemente, entre los siglos VIII y XI la guerra y sus consecuencias eran algo extraño para los japoneses, especialmente para la nobleza. Se trataba de una nobleza feudal, formada habitualmente por el Emperador y su amplia corte, algo que en Europa en esta misma época era sinónimo de batallas, luchas por el poder y el territorio, ya que cada familia miraba por su propio interés y ambición. Con los años este fenómeno también llegó a tierras niponas, aunque de una forma relativamente distinta a la del mundo occidental. Evidentemente existían tensiones entre las distintas facciones de la clase alta en el Japón medieval, hecho que poco a poco conllevó la creación de un nuevo grupo: el de los militares o Bushis. Con el fin de resolver sus conflictos de forma definitiva, aquellos con poder recurrieron a las armas, al reclutamiento y adiestramiento de guerreros especializados para

defender sus provincias. Y así fue como, poco a poco, desde aproximadamente el año 792 en adelante, esta nueva clase social empezó a ganar peso político, y consecuentemente poder. Los Bushis acabaron convirtiéndose en una élite militar con cierto poder político, que pretendía diferenciarse del resto de la clase alta por sus códigos morales y sus ideales, y que terminaron por imponer tales valores cambiando así la dinámica de su sociedad. Finalmente, la presión que los militares ejercían pudo con las fuerzas del Emperador, el cual les fue concediendo cada vez más poder y privilegios a partir del siglo IX, hasta que años más tarde pasaron a ser funcionarios del estado japonés, por así decirlo. No resulta extraño conocer que, tras la ascensión de la clase militar, la guerra se volviese un aspecto común de la vida política del país. El primer conflicto bélico que merece ser nombrado es la Guerra Gempei, originada por la disputa entre dos familias nobles: los Minamoto y los Taira, y su rivalidad en la sucesión al trono imperial. Tal disputa duró un lustro entero, desde 1180 hasta 1185, y su resultado fue la destrucción del clan de los Taira y la instauración en 1192 del Shogunato (gobierno autoritario militar) de Kamakura bajo las órdenes de Minamoto Yoritomo (en Japón el nombre de la familia suele ponerse delante del nombre propio del individuo). No contento con sus propios asuntos internos, el Shogunato tuvo que hacer frente a las invasiones mongoles de finales del siglo XIII, de las que se salvaron gracias a las fuerzas de la naturaleza, lo cual comentaré algo más adelante. A esto hay que sumarle las venideras guerras internas: en el siglo XIV se produjo un alzamiento contra el poder del Bakufu (Shogun) de Kamakura que desembocó en una serie de guerras civiles entre las cortes septentrional y meridional de Japón. Tras unos largos 60 años la victoria fue finalmente para la corte septentrional y el Bakufu Ahikaga, en el año 1392. Durante todo ese tiempo hubo conflictos casi constantemente: el Emperador reclamando el trono y su poder, Shoguns cambiando de bando, e incluso nuevos magnates tomándose la justicia por su mano e instaurando su propio Shogun...Y por supuesto, civiles desconcertados por la situación política del país. En este momento nos encontramos ya dentro del periodo Muromachi, y el panorama no parecía ir a mejor. De hecho, en el año 1428 se produce la rebelión Gekokuko: la sublevación de los campesinos nipones que durará hasta 1461. Este suceso tuvo importantes efectos en el futuro militar del país, ya que facilitó la innovación en los ejércitos japoneses, y además contribuyó al inicio de la última guerra importante de este periodo: la guerra Onin. Este último gran conflicto fue, nuevamente, una guerra civil que duró unos 10 años (1467-1477), provocada una vez más por la rivalidad entre dos familias: los Yamana y los Hosokawa. Cabe mencionar que el motivo por el cual fue posible que Japón

se viese sumido en un ambiente constante de guerras y más guerras fue principalmente la existencia de los ya mencionados Bushis y de un gobierno descentralizado. En este sentido Japón era totalmente feudal: existían ciertos magnates de bajo rango que gobernaban las provincias y que tenían sus derechos, sobre los cuales gobernaban otros magnates con sus privilegios determinados y por encima de ellos se encontrarían los Bushis y finalmente el Bakufu. ¿Cómo no iban a haber constantes disputas en un país cuyo territorio era como un mapa de Risk y cada cual miraba por el interés de su clan y su propio orgullo? EL ARTE DE LA GUERRA EN JAPÓN Es interesante, pues, saber que los nipones tenían un concepto de guerra muy preciso al cual solían aferrarse con bastante ahínco. Una vez se analiza la situación, uno se da cuenta de que la mayoría de estos conflictos fueron normalmente el resultado de un asunto personal; es una “guerra privada”, si es que ese concepto existe. Y se debe fundamentalmente a ese choque entre los Bushis y los Kemmon (familias de la aristocracia pura) con el fin de obtener la supremacía y defender su honor. Sin embargo, en Japón la tradición de recurrir a la guerra era un hecho justificable únicamente cuando todo lo demás había fallado (algo así como el concepto de guerra justa de los Bizantinos). Este tipo de ideas llevaban influyendo en la sociedad japonesa desde la antigüedad, debido a su proximidad con China y la evolución e influencia del confucianismo. El “Arte de la Guerra” era material de lectura obligatorio para cualquiera que estuviese relacionado con la esfera militar. Y como colofón, estaba la ritualización de este proceso por los Bushis, compilado en su código: el Bushido,” El camino del guerrero”. Estas reglas por las que son tan conocidos los famosos samuráis podrían ser reducidas a cuatro puntos principales. El primer punto sería llevar una vida frugal, basada en cosas simples, sin importar cuanta riqueza poseas tu o tu familia. El segundo es la lealtad: se debe ser fiel a un superior sin importar cuál sea la circunstancia, nunca deberás desobedecer sus órdenes. El tercer punto consiste en el dominio de las artes marciales, y el último sería el tema del honor hasta la muerte. Un samurái al que se hubiese vencido humillantemente en batalla, deshonrando o malherido, debía restaurar su honor mediante el ritual del seppuku (más comúnmente conocido como Harakiri). Este ritual consistía en la muerte de tal guerrero al abrirse en canal su propio abdomen. Normalmente, durante la ceremonia el guerrero era asistido por otro samurái, que solía ser de su confianza, cuya función era rematar el ritual cercenando la cabeza de su compañero con una katana.

Además de sus rituales y filosofías internas, el arte de la guerra medieval japonés se caracterizaba por una buena utilización del aspecto táctico; los japoneses supieron siempre tomar ventaja de su medio ambiente. Al ser Japón una isla en medio del Pacífico resultaba difícil llegar a tal punto del mapa, e incluso una vez se tomaban sus costas el invasor tendría que lidiar con un terreno difícil, de relieve montañoso. Ni que decir tiene que el factor del terreno elevado les daba ventaja sobre sus adversarios ya que el arma principal de las tropas japonesas durante mucho tiempo fue el arco. No obstante, esto no impidió que los mongoles llegasen a sus tierras y provocasen el caos. Pero de nuevo los japoneses fueron salvados por la fuerza de la naturaleza. En la primera invasión, la mayoría de los barcos mongoles fueron destruidos por un fuerte tifón, y en su segundo intento fueron abatidos por el Kamikaze (Espíritu del Viento, o Viento Divino, que es en resumidas cuentas un tifón cuyo impacto es aún más destructivo). También cabe mencionar que más de algún guerrero nipón es conocido por su capacidad para la guerra psicológica, y sobre todo su capacidad para crear estratagemas de lo más interesantes. Tal es el caso de Kusumoki Masashige, samurái leal al Emperador, quien tuvo su momento de gloria durante las guerras civiles del siglo XIV. Los hechos sucedieron aproximadamente como me dispongo a relataros, según describe A.J.Bryant en su libro acerca de los samurái. Al parecer las tropas del emperador quedaron aisladas en una fortaleza tras varios días de combate durante los que habían perdido a muchos de sus combatientes. En un momento de inspiración y bajo el amparo de la noche Masashige decide hacer lo siguiente: juntar todos los cadáveres en un gigantesca pira funeraria, mientras los supervivientes se esconden o escapan aprovechándose de la oscuridad del momento, dejando tan solo a un samurái vivo en el lugar para contar la horrible desgracia de sus camaradas al enemigo. Así fue, y al parecer dio resultado ya que sus adversarios, tras oír la historia y encontrarse ante tal paisaje, decidieron levantar el campamento y marcharse. Por último, resulta conveniente informar al lector de que por lo general las guerras del Japón medieval se resolvían en campos de batalla, y no tras las murallas. Sus palacios no estaban diseñados como los castillos europeos, eran más bien lugares de residencia, no grandes complejos amurallados erizados de empalizadas defensivas. Por tanto los pocos asedios que tenían lugar no eran prolongados. Tampoco eran comunes las máquinas de asedio, al menos no hasta la llegada de los primeros exploradores portugueses ya muy a finales de la Edad Media. Es por este motivo por el cual tener soldados profesionales con un buen equipamiento era vital si se quería salir victorioso, y este es el motivo por el cual el último apartado de este artículo será dedicado a los guerreros y su armamento.

LOS GUERREROS JAPONESES Los miembros más conocidos del ejército medieval japonés son, sin lugar a dudas, los samurái. Normalmente, la imagen mental que tenemos de un guerrero samurái es la de un soldado de gran armadura, casco con toque ceremonial y una fantástica katana. Pues desafortunadamente, siento decir que no es tal el caso, ya que al menos originalmente, los samuráis eran tropas de caballería y su arma principal eran los arcos. El arco que usaban sobre sus monturas se llama dai-kyu, medía aproximadamente 2'1 metros de largo y estaba hecho de bambú. Además de este, solían manejar el yumi. Esta arma fue utilizada eficazmente hasta 1530. Se trataba de un arco de 2'3 metros de largo, también hecho de bambú y resina de pino, y seda para la elaboración de la cuerda. Las flechas para ambos arcos solían fabricarse fundamentalmente con bambú, o cualquier otro tipo de madera dependiendo de las necesidades y los recursos de las tropas, y plumas. Las armas de combate cuerpo a cuerpo, aunque tenían un sentido más ceremonial (por aquello del Bushido), también eran utilizadas por los samurái, especialmente a partir del siglo XV cuando empezaron a tomar más protagonismo por los cambios introducidos en el mundo de la guerra. Su atuendo habitual consistiría en un tachi; una espada larga con bastante curvatura, muy práctica para los ataques con arma de filo desde el caballo; y un Tanto: una daga de entre 15 y 30 cm de largo, y que solía ser el objeto empleado en el ritual del seppuku. Con el paso del tiempo, estas armas se reemplazaron por katana y wakizashi. la katana resulto ser más útil que el tachi, ya que aunque ambas espadas cumplen características similares en cuanto a filo y longitud, la curvatura de la katana era moderada, en lugar de tan pronunciada como la del tachi, y era más ligera permitiendo así un corte más limpio y rápido. Podría decirse que el wakizashi, que era otro tipo de espada corta, sustituyó al Tanto a finales del periodo Muromachi (1333-1568). Por su parte, la armadura típica del samurái: O-yoroi, fue cambiando de un periodo a otro. Durante el periodo Kamakura (1185-1333) consistía en un conjunto de láminas y escarcelas en forma de caja unidas por distintos hilos, y un peto de cuero llamado tsurubashir. Como añadido constaban de una placa que les cubría la zona de los hombros, la Sode, y mangas acorazadas, denominadas Tote. El casco o kabuto estaba a su vez formado por distintos elementos. La parte redonda que protegía la zona superior de la cabeza se denomina hachi. Esta pieza estaría acompañada por el shikoro (cubre nuca) y el fukigaeshi (cortavientos en los laterales de la cabeza). En ocasiones, a este conjunto se le añadía un par de espinilleras

o suneate, y los elementos conocidos como haidate, que eran muy importantes para los samuráis a caballo ya que era la única pieza que guardaba sus muslos de heridas mortales. No obstante, durante el periodo Muromachi, la O-yoroi paso a ser una prenda de gala, para ceremonias y rituales, y los samuráis adoptaron armaduras más ligeras, como la del resto de guerreros, las cuales serán descritas a continuación. Básicamente, aquellos que configuraban el resto de las tropas eran campesinos, ya mencionados en relación a la Gekokujo, que poco a poco fueron siendo incorporados en la mayor parte de ejércitos. Su apodo era ahigarus, que significa pies ligeros. Se les llamaba así por los siguientes motivos: costaba poco equiparlos, ya que el armamento abundaba (aparte de la alta producción de armas durante este periodo, era habitual saquear el campo de batalla una vez acabado el conflicto), y su armadura era muchísimo más económica que la O-yoroi. La protección de la que estaban provistos era muy básica. Consistía en una serie de telas y láminas metálicas enrolladas alrededor del torso, atadas debajo del brazo derecho, que se conocía por do-maru. La otra versión de esta misma armadura es la haramaki-do, que se anuda en la espalda y cubriría el torso y el vientre. Dependiendo de las circunstancias, se les añadirían protecciones en los brazos, principalmente, y casco. Como se puede observar fácilmente, este tipo de protección resultaba mejor que la de los samuráis por motivos de comodidad, ligereza y libertad de movimientos, además de por motivos económicos. Asimismo, a la larga proporcionaba una mejor protección ya que el guerrero no debía de estar pendiente durante el combate de perder sus láminas protectoras por un corte fortuito en sus ataduras, al mismo tiempo que la superficie que se cubría no tenía huecos, por pequeños que fuesen, por donde se pudiese herir al combatiente. Por último, me gustaría hablar de un tipo de guerrero relativamente común en el Japón medieval, que muchas veces se admira desde el punto de la leyenda, como si nunca hubiesen existido y solo sean fruto de nuestra imaginación y de la literatura. Se trata de los Ninjas. Por sorprendente que pueda parecer, existieron. La mayoría de los Ninjas eran japoneses, aunque bien es cierto que sus orígenes están en la antigua China. Principalmente se utilizaban en operaciones de espionaje, infiltración y, más tarde, asesinato. Tradicionalmente se ha considerado que los mejores Ninjas provenían de las regiones de Iga y Koga, y normalmente se dedicaban a infiltrarse en palacios para conseguir información acerca de los recursos del enemigo. Típicamente, su armadura, la ninja-yoroi, consistía en una armadura ligera de color negro, acompañada por sandalias ligeras y una pieza que cubría la cabeza y la cara, a modo de un pasamontañas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en

numerosas ocasiones, y con el fin de pasar desapercibidos, debían disfrazarse y cambiar de apariencia, por lo que la armadura y atuendo general de un Ninja no deja de ser, en cierto modo, parte de su propio mito. Sus armas predilectas eran los Ninja-to: cuchillos cortos que solían llevar en sus costados o a la espalda, normalmente camuflados entre sus ropas, y los famosos shurikens. He de desmitificar que todos los shuriken tengan forma de estrella. Sí que los había de esa forma en concreto, pero en realidad cualquier cuchilla lo suficientemente pequeña y posible de esconder entre las telas o en las sandalias servía para su propósito, que era el de arma arrojadiza. Algunos Ninja famosos dentro del folclore japonés son el Principe Yamato, y Kumawaka: un joven de 13 años que usó técnicas similares a la de los ninja para rescatar a su padre de su cautiverio, bajo el amparo de la oscuridad. Espero que tras este pequeño viaje a través del ámbito de la guerra en Japón durante la Edad Media algunas cuestiones hayan quedado resueltas. No obstante, como en muchas ocasiones sucede en el mundo de la historia, de vez en cuando surgen más preguntas de las que se resuelven. En mi caso en concreto la pregunta que me surge, que ya había comenzado a plantear en la introducción de este artículo, y que me gustaría compartir con vosotros, es la siguiente. La identidad de un pueblo está basada en su desarrollo social y legado cultural, con los que han ido acarreando a través de los siglos. ¿Podría considerarse entonces que la actitud guerrera y ansias de poder y expansionismo, aunque guiadas bajo la premisa del honor, son realmente parte de la cultura japonesa, o es simplemente otro estereotipo más con el que la historia ha marcado a este pueblo en concreto? Si es así, tal vez debamos plantearnos con qué ojos vemos a los demás basándonos en sus tradiciones e historia, y empezar a cuestionarnos como nos miran los demás y por qué.

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