LAS TRAZAS DE LA PROTECCIÓN INTEGRAL DE DERECHOS EN CHILE: Prácticas, discursos y emergencia de un \"nuevo\" sujeto en las residencias infantiles.

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LAS TRAZAS DE LA PROTECCIÓN INTEGRAL DE DERECHOS EN CHILE: PRÁCTICAS, DISCURSOS Y EMERGENCIA DE UN “NUEVO” SUJETO EN LAS RESIDENCIAS INFANTILES. Eje Temático: Construcción social de la niñez y la juventud en contextos de violencias Mesa: Discursos públicos sobre Niño/as y jóvenes en espacios societales contemporáneos. Dinámicas de visibilidad-invisibilidad Sabine Cárdenas Boudey** Universidad de Chile I. Introducción La presente ponencia propone instalar en la conversación algunas reflexiones preliminares, respecto de la configuración del sujeto- niño de la protección especial del Estado en Chile, resultado la primera etapa del trabajo de campo de mi tesis doctoral en Ciencias Sociales. El contexto social de la reflexión se inscribe en las transformaciones del Sistema de Protección de la Infancia (SPI) en Chile, que se llevaron a cabo a partir de la década de los noventas con el propósito de adecuarlo a los principios de la Convención Internacional de los Derechos del Niño (CIDN)1. Me pregunto acerca de cómo se configura el sujeto- niño de la protección de la infancia en Chile, a partir de estos cambios, dados entre dos racionalidades opuestas: el régimen neoliberal chileno, y la de la protección integral de los derechos del niño. Argumento que el discurso de la protección de la infancia en Chile, se constituye al interior de las contradicciones dadas entre ambas racionalidades, dando lugar a una episteme que se nos muestra como coherente2, pero que en su paso del texto al contexto, deja expuestas sus contradicciones, en las que se subjetiva la protección y se configura el niño en sujeto de la misma. Para transitar en este campo complejo, se toma como eje, la noción del niño como sujeto de derechos que se analizará a partir de tres preguntas: ¿De qué ideas se constituye esta noción en el sistema de protección de la infancia chileno? ¿Cómo se articulan estas

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Doctor (c) en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago de Chile, [email protected]. Se agradece a la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT), por el apoyo otorgado para la presentación de esta ponencia. 1 A partir de aquí utilizaremos las siglas SPI para hacer referencia al Sistema de Protección de la infancia y las siglas CIDN para referirnos a la Convención Internacional de los Derechos del Niño. 2 El discurso de la protección especial, es un campo en sí mismo que excede las fronteras de la ponencia, por lo que aquí solo se recogen algunos elementos esenciales para articularlos con las observaciones etnográficas.

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ideas? ¿Qué tensiones se advierte entre ellas? y ¿Cómo se subjetivan en las prácticas y los discursos de una la residencia infantil?3 ¿Qué sujeto emerge como resultante de esta dinámica? Los datos que sirven de base a esta reflexión, provienen de un trabajo etnográfico - notas de campo y las transcripciones de los talleres realizados con niños4 y adultos-, realizado a lo largo del 2014 en una residencia infantil en Chile5. La ponencia se organiza en dos partes. La primera, El texto, describe las lógicas que constituyen al Sistema de Protección de la Infancia, los cambios realizados a este sistema y el nuevo discurso en torno al niño, que articula y da sentido a tales cambios. En la segunda parte, El contexto, se reflexiona acerca de las paradojas que surgen cuando el texto transita al contexto, en este caso, el de vida cotidiana de la residencia infantil.

II. EL TEXTO: transformaciones del sistema de protección y la emergencia de un nuevo discurso En Chile, la Protección de la infancia es presidida por el Servicio Nacional de Menores (SENAME)6, fundado en 1980 como una instancia reguladora que depende del Ministerio de Justicia, con atribuciones técnicas, normativas y fiscalizadoras. Este sistema inició un proceso de transformación institucional en 1990, como consecuencia de los compromisos que el Estado chileno adquirió a partir de la firma de la Convención Internacional de los Derechos del Niño (CIDN) y de la mano de la primer Política Nacional “A favor de la Infancia y la Adolescencia” para el periodo 2001-20107. Los cambios realizados en el ámbito de la protección de la infancia se articulan al proceso de perfeccionamiento del régimen neoliberal8, que tiene su origen en la 3

Red de internados que forman parte del SPI. En estos espacios habitan NNA de 0 a 18 años, que han sido separados de sus familias por la vía judicial, como una medida extraordinaria de protección especial y temporal, por encontrarse en situación de grave vulneración de sus derechos. Actualmente esta red alberga alrededor de 13000 mil niños, niñas y adolescentes. 4 El término niño en el texto hace referencia a todas las personas que tienen menos de 18 años. 5 A lo largo de este proceso llevaron a cabo dos talleres para explorar el discurso de los niños y los adultos al respecto de sus experiencias y concepciones en torno a la vida en la residencia infantil. En el caso del equipo se desarrolló un taller-diagnóstico, y en el caso de los niños se les incluyó en este diagnóstico a través de una consulta infantil utilizando como herramienta el rap. Algunas viñetas que se muestran en el trabajo fueron extraídas de las transcripciones de los talleres, otras son parte del diario de campo. 6 A partir de aquí se hará referencia a este sistema mediante sus siglas: SENAME. 7 Actualmente que ha regresado la coalición de partidos de centro izquierda al poder, se trabaja en una nueva política para el periodo 2015-2025. 8 Se entiende por régimen, uno de los componentes del modelo político, el cual regula la relación entre el Estado y la Sociedad: “resuelve los problemas de relaciones entre la gente (ciudadanía) y el Estado y de cómo se gobierna la sociedad” (Garretón, 1991, pág. 103). Y por régimen neoliberal, aquel en el que el Estado regula estas relaciones imponiendo en la vida de los ciudadanos las lógicas del mercado, tomando medidas para corregir los problemas que surjan en el proceso de ampliación del mismo, mediante una

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constitución promulgada en 1980 por la dictadura militar, en la cual se plantea, el principio de subsidiariedad del Estado, lo que implicó la supeditación de la política social a las lógicas del mercado (Garretón, 2012). Esta racionalidad contenida en la política social, ha implicado que los derechos sociales fundamentales como salud, vivienda y educación se mercantilicen, y que el Estado subsidiario tenga una función correctiva, que se aplica de manera selectiva (Wacquant, 2012) a aquellos que quedan fuera de la dinámica del mercado, esto es la condición socioeconómica actúa como un primer clivaje para la delimitación de la población a la que se orienta la protección, en el caso de la infancia, se focaliza en dos grupos. El de la primera infancia, a través de un sistema universal delimitado por el rango etario (Chile Crece Contigo) y en grupos de poblaciones pobres9 que son atendidas por el SENAME. Las transformaciones del Sistema de Protección Especial de la Infancia, se orientaron hacia el perfeccionamiento de la institucionalidad ya existente. Por una parte la lógica subsidiaria y por otra se desplegó la lógica de la especialización de la atención a este sector de la infancia. Estos cambios se sostuvieron a través de un nuevo discurso que los dotó de coherencia y legitimidad, inscrito en la semántica de “la garantía de los derechos”. La lógica subsidiaria opera a través de dos procedimientos: subvención y fiscalización, a partir del decreto de una ley que dispone un sistema de atención a través de una red de organismos privados, llamados “colaboradores acreditaos del SENAME”10, quienes concursan anualmente por los recursos del Estado (Congreso Nacional, 2005), de acuerdo a las convocatorias para ejecutar los y programas que el gobierno desea promover. El sistema de subvenciones en el sistema residencial funciona “pago por día-niñoatendido”11 y consiste en un subsidio diferenciado de acuerdo al nivel de especialización

política social en la que los beneficios sociales antes entendidos como derechos colectivos son empleados como correctivos, que se aplican selectivamente y desde una perspectiva individualizante (Wacquant, 2012). 9 En estudio financiado por el SENAME, en el que se tomó una muestra aproximada de 5597 casos de NNA del sistema residencial del SENAME, se encontró que el 86% de los NNA que ahí habitan se encuentran en la línea de la pobreza o por debajo de ella (Martínez Ravanal, 2010). 10 Fundaciones, organismos no gubernamentales, muchos de ellos con una orientación religiosa. Algunos con una larga trayectoria que se remonta incluso a principios del siglo pasado, otros más jóvenes, pero todos tienen en común que han orientado su trabajo a la asistencia de este sector de la infancia y han tenido que adecuar sus prácticas y discursos a los criterios actuales dictados por el SENAME. 11 En el caso de las residencias infantiles, la subvención cubre aproximadamente el 60% de los gastos implicados en la atención de cada niño, el 40% restante debe de ser cubierto por la institución de atención directa que obtiene los fondos a través de la donación de individuos y empresas.

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de la residencia y al número y tipo de intervenciones individuales realizadas mensualmente12. Así mismo se compromete a los organismos privados a reorganizarse para funcionar de acuerdo a la normativa indicada en las Bases Técnicas del programa al cual se postula. En estas bases se

definen los lineamientos generales para el

funcionamiento de la residencia, tanto en el ámbito administrativo como en el de las formas de operación e intervención. Y para garantizar que se actúa en base a estas bases, se diseñó un sistema de supervisión y control a través de una plataforma en línea (SENAINFO), además de las visitas periódicas de un-a supervisor-a administrativo, que revisa la contabilidad del centro; así como de uno-a supervisor-a técnico, quien vigila el cumplimiento de las bases técnicas a través de la revisión de los expedientes, de entrevista a los niños y los miembros del equipo, la inspección de las instalaciones. Esta lógica genera tensiones entre los criterios de la subvención y las necesidades reales de la residencia y por otra, instrumentaliza y judicializa la vida de una comunidad, imponiendo de forma vertical y autoritaria los lineamientos operacionales que tienen un trasfondo jurídico, dado que los niños se encuentran ahí a causa de una medida tomado por un juez. La lógica de la especialización se articula con el sistema de subvenciones, modulando los montos pagados en relación al nivel de especialización a partir del principio de: mayor gravedad del daño, mayor especialización y mayor costo de la intervención. El propósito es mejorar la calidad de la atención a través de un sistema de clasificación detallado de las problemática y perfiles de los niños, y de criterios que contribuyeran a modular las intervenciones de acuerdo al nivel de complejidad de la problemática. Tabla 1 Pautas de especialización y modulación de las intervenciones

Caracterización de las problemáticas

      

 Nivel de complejidad Tipo de intervención Tipo de programas

 

 

 

Mamás adolescentes Situación de calle Discapacidad Adicciones Problemas conductuales Maltrato Abuso sexual Explotación sexual comercial Alta Media Baja Ambulatoria Internamiento Preventivos

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Las intervenciones se organizan en cuatro grupos: individuales, psicosociales, familiares y comunitarias, y debe reportarse mensualmente cuando menos una intervención mensual, que queda registrada en el SENAINFO.

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 De intervención

Tipo de residencias

     

Para lactantes Para mayores Para mayores con programa especializado Para mayores especializadas sin programa Para mayores especializadas con programa especializado Para niños con discapacidad  Para mamás adolescentes

Desde esta lógica la población en las residencias infantiles se distribuye de acuerdo a tres criterios: edad13, tipo de problemática (sus combinaciones)14 y nivel de especialización que se determina de acuerdo a la “gravedad del daño”. Para comprender como se inscribe la especialización en el marco de los derechos, es necesario recurrir a un cuarto componente que forma parte de los cambios realizados al sistema de protección especial: la elaboración de un discurso ordenado y coherente que parece desvanecer las contradicciones que lo constituyen. La lógica del discurso de la protección especial, se tejen a partir de ideas vinculadas a modelos de pensamiento y campos disciplinares distintitos, en los que se tejen el campo jurídico con el médico o de la salud mental, a través del hilo conductor de la noción de vulnerabilidad, como se muestra en la tabla siguiente:

“Niño sujeto de derechos/ejercicio de derechos” Nociones que provienen del ámbito jurídico y se enmarca en el modelo de los derechos humanos.

“Niño vulnerable/vulneración de derechos”

“Daño/reparación del daño”

Nociones que combinan el ámbito jurídico, el modelo de derechos humanos, con el modelo de vulnerabilidad desarrollado en el campo de las Ciencias Sociales.

Nociones en las que convergen el modelo de los derechos humanos articulado al ámbito jurídico, particularmente al tema de la reparación de las víctimas, y el modelo médico proveniente de las Ciencias de la Salud.

La “vulnerabilidad”, de acuerdo a la política de infancia, se explica por la condición del niño como un sujeto en desarrollo y por su condición social. Y la

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En relación a la edad existen aquellas residencias para lactantes menores de seis años, las residencias para mayores a partir de los 6 años y residencias para mayores que se avocan a una población más acotada que puede ser en el rango de seis y doce años o de doce hasta los 18 años. 14 Niños con experiencias de maltrato, abuso sexual, abandono, violencia, explotación, embarazo adolecente, adicciones, niños que viven en la calle, trabajadores, infractores de ley y con discapacidad. (SENAME, 2014).

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vulneración ocurre cuando los derechos no son ejercidos. La protección especial entonces es resultado de un proceso que restablece los derechos vulnerados y repara sus efectos mediante la “rehabilitación del daño causado” (Chile, 2000, pág. 23). El discurso que he denominado “de la protección de la infancia”, enuncia jurídicamente al niño como “un sujeto de derechos” y lo semantiza a partir del modelo médico que se fundamenta en la distinción de normalidad/anormalidad. El modelo de la vulnerabilidad imprime a la anormalidad una condición temporal, creando la ilusión de la existencia de una situación previa “normal”, que fue alterada por una acción de vulneración, sujeta de ser reparada y devolver al individuo al supuesto estado de “normalidad” inicial15. En síntesis, el sistema actual se constituye a partir de cuatro componentes interdependientes, articulados por un discurso. La focalización, que mantiene y reproduce la separación de la infancia normal y la anormal; la subsidiariedad, que garantiza que las prácticas se orienten y focalicen al tratamiento del daño de la infancia anormal, a partir de un sistema normativo y uno de fiscalización; la especialización que visibiliza y enuncia los tipos de daños posibles y los procedimientos para intervenirlos y el discurso que sostiene y justifica esta lógica desde el paradigma de la protección de derechos. Estos componentes operan como lógicas sobre las cuales se organiza el sistema de protección especial. El discurso de la protección junto con las disposiciones de la norma técnica, los procesos de supervisión y evaluación, que se articulan a la subvención, se imponen a la vida cotidiana y sus emergencias, definiendo el locus y la arquitectura de las prácticas que realizan los equipos operativos. Se entiende a estas lógicas como líneas de fuerza del dispositivo de la protección que instalan las coordenadas entre las cuales se despliegan las prácticas en la residencia infantil y se configura la subjetividad de los niños y adultos que en ellas participan.

III. DEL TEXTO AL CONTEXTO: reflexiones a partir del análisis de un caso

1. Descripción general de una residencia infantil La residencia que nos sirve de referente empírico para pasar del texto al contexto, es administrada -como la mayoría de residencias-, por una fundación de orientación

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Esta temporalidad que se traduce en las bases técnicas de las residencias infantiles, en términos de plazos y planes con mínimos y máximos de tiempo para reestablecer la “normalidad”.

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religiosa. Tiene una población de 22 niños en un rango que puede ir de los 6 a los 18 años. El 60% de los niños ha permanecido ahí por más de un año, y el resto de 2 a 5 años. El equipo actual está conformado por seis “tías”16”, que asumen el rol educativo que debieran tener los educadores de trato directo17, una psicóloga18, una psicopedagoga, una terapeuta, recién contratadas; un encargado de la organización de las actividades deportivas y los paseos, una encargada de la atención médica, un psiquiatra y un sacerdote. Estos dos últimos, acuden una o dos veces por semana- y a ellos se agregan una persona encargada del aseo y un director, que hace un año trabaja en la institución. La población se distribuye en tres pequeñas casas, que siguen el diseño de la casa básica chilena (vivienda de interés social), de acuerdo a la edad y el grado de complejidad de la problemática diagnosticada. Cada casa está a cargo de una dupla de “tías”. Estas mujeres trabajan en turnos de tres días o dos continuos y descansos de igual periodo. La participación del psiquiatra quien regula la medicación de los niños, le da un estatus de residencia con programa especializado. De manera que los tribunales de familia canalizan a esta residencia a aquellos niños que han sido diagnosticados con un trastorno mental. El 74% de los niños tiene indicación diagnóstica para ser tratado con medicamentos19. La gestión de las tareas cotidianas depende de que la residencia tenga el equipo completo, de lo contrario algunas actividades dejan de realizarse. Por ejemplo, al inicio del año había algunos niño que tenían más de un año sin estudiar porque los habían expulsado de las escuelas en las que fueron matriculados y no se había logrado contratar

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En Chile los niños utilizan este vocablo para referirse a los adultos cercanos a ellos, profesores, amigos de sus padres, incluso vecinos. 17 El salario de las “tías” en relación a la carga que significa su trabajo, es poco remunerado, además de que las tareas que realizan son más cercanas a la de una asesora de hogar que la de un educador, por lo que un educador profesional no se interesa en asumir este tipo de puestos. La formación de las “tías” llega a la enseñanza media y en ocasiones tienen una carrera técnica en enfermería que las habilita para el cuidado de enfermos. 18

La psicóloga realiza fundamentalmente tareas administrativas ya que es la encargada junto con el trabajador social, de diseñar e implementar el plan de intervención individual de cada niño cuyo propósito final es la salida de la residencia. Su labor transita entre el llenado diario del sistema en línea SENAINFO, y ahora el nuevo sistema implementado por el sistema judicial, la asistencia a los juzgados para el seguimiento de los casos de los niños, la elaboración de informes, el llenado de expedientes y las visitas familiares. 19

Los trastornos diagnosticados más reiterativos son los Trastorno Oposicionista Desafiante (TOD), Síndrome de Déficit de Atención con y sin Hiperactividad (SDAH y SDA), aunque también hay otros, aunque menos presentes como son el Daño Vincular Severo, Trastorno Disocial con descontrol de Impulsos, Trastorno de Lenguaje, Ecopresis y Trastorno límite de la Personalidad, Manipulación, Impulsividad. Los medicamentos que se les administra son: Metilfenidato, Risperidona, Divalproato, Aradix, Fluxetina y Melatonina.

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una psicopedagoga que realizara las gestiones pertinentes y le diera seguimiento y acompañamiento a los niños. El trabajador social renunció el mismo día que yo inicié mi participación, un mes más tarde se integró un nuevo trabajador social que renunció mes y medio después, quedando a la deriva el trabajo de seguimiento y acompañamiento de las familias, el trabajo de seguimiento a través del llenado de las bases de datos y los expedientes y la coordinación con profesionales expertos que los atienden. El equipo de las tías quienes realizan las funciones de educadoras de trato directo, no está completo, es difícil conseguir personal para este puesto ya que las condiciones del trabajo son muy duras en términos emocionales, lo que se dificulta aún más cuando no se tiene el perfil profesional adecuado, además de que el salario es bajo en relación a la responsabilidad que representa. De manera que en el equipo se incluyen personas contratadas por día a través de una agencia de cuidadoras de enfermos.

2. Constitución de la vida cotidiana: prácticas, discursos e interacciones En este apartado se expone la subjetivación de las tramas del discurso de la protección en las prácticas cotidianas de la residencia infantil y sus efectos en la configuración del sujeto-niño de la protección especial de derechos. a. La residencia como un lugar de paso La residencia es un espacio percibido como un lugar de paso. Porque en su objetivo se plantea que su función es la reintegración de los niños en el menor tiempo posible (ver más arriba “la noción de vulneración como una situación temporal”). La estancia del niño en la residencia es considerada como algo fortuito, como un tropiezo producido por la vulnerabilidad de la familia, que al fortalecer sus capacidades logrará superar. Sin embargo por lo general, las historias de estos niños y sus familias se desarrollan en un contexto de pobreza transgeneracional, en las que la precariedad es la constante en torno a la cual se constituyen distintas estrategias de organización y sobreviviencia. Además de que algunos niños han vivido siempre en el sistema residencial y otros no tienen un familiar que acepte hacerse cargo de ellos. La residencia como lugar de paso se constituye también a partir de la idea de que el internamiento en estos lugares tiene efectos colaterales negativos para los niños, porque en el proceso de adaptación a estos espacios adquieren malas conductas: (…) acá han llegado muchos niños muy tranquilos, yo he conversado con ellos, y se vuelven agresivos acá, con el sistema, ellos mismo me lo han dicho con sus palabras: “Tío esto es como una cárcel si yo no me pongo choro con los demás niños, los demás niños abusan de mi”. Igual 8

que en una cárcel, se tienen que hacer agresivos o choros a la fuerza, no en todos los casos, pero si en algunos de ellos (Taller diagnóstico, sesión del día 30 de abril del 2014).

Su paso por la residencia les produce un estigma: “Pero en ese sentido los chiquillos de alguna manera buscan, el asimilares, por eso odian identificarse con el Hogar, y yo de verdad me alegro que no tengan identidad con el Hogar, porque a lo mejor eso los va a impulsar a salir de acá. No quieren ser reconocidos como un niño de hogar, no quieren ser tratados como un niño de Hogar, porque los discriminan nomás” (Taller diagnóstico, sesión del día 30 de abril del 2014).

Y a largo plazo los excluye socialmente: P1Si, yo creo que todo este sistema de hogares de niños en protección, que está regido por el SENAME, hoy día, eh, es, poco eh alentador para que un niño pueda desarrollarse como un niño igual a cualquier otro niño fuera del Hogar. Hoy día está todo dado para que un niño quede marcado de por vida de que es un niño de Hogar. P2 ¿Qué cosas lo marcarían? P1 Eh, su poco estudio, porque al final son niños que prefieren abandonar el colegio que educarse, su desarraigo con la sociedad, en donde ellos prefieren y pretenden estar cautivos de este Hogar que los mantiene ciertamente protegidos, alimentados y que se yo, pero fuera de su entorno en el cual después tienen que desarrollarse. (Taller diagnóstico, sesión del día 30 de abril del 2014).

De manera que el hogar como espacio de protección y reparación se constituye contradictoriamente como un espacio que marca a los niños con un estigma y los excluye socialmente. Para comprender como es que esto se produce es necesario explorar las prácticas cotidianas. b. Función y orientación de las prácticas cotidianas del equipo La función reparatoria se comprende y define como una intervención a cargo de los especialistas (psicólogo, psiquiatra, psicopedagogo, profesor). En la cotidianeidad, aunque hay muchos adultos, todos están en sus oficinas, cada uno intenta hacer su parte. El equipo técnico20 fundamenta su actuar en la asistencia: alimentación, proveeduría material, transporte de los niños; las gestiones interinstitucionales con los centros terapéuticos, las escuelas, el SENAME y los tribunales de familia; y las tareas

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Al interior del equipo operativo se distingue entre el equipo técnico que hace referencia a los profesionales quienes se ubican espacialmente en un edificio al frente de las casas donde viven los niños, y los no profesionales que hacen referencia a las “tías”.

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administrativas: diseño y seguimiento de los planes de intervención individual, búsqueda de familiares. Se agrega la rendición de cuentas que involucra procesos diarios de llenado de una base de datos para el seguimiento de cada niño, cada intervención, hasta el llenado de expedientes, la redacción de informes tanto para el juez-a como para el SENAME. Por su parte, las “tías” tienen a su cargo el aseo de las casas, el lavado de ropa, la preparación de la comida, el servicio de los alimentos, al margen de la participación de los niños en estas tareas. Ellas acompañan a los niños a las terapias, los envían a la escuela, les dan los medicamentos, y los acuestan por la noche. En las reuniones, la atención del equipo se orienta en “los casos”, la asistencia y la buena conducta en la escuela, en los efectos y la modulación del tratamiento psiquiátrico, los avances en la terapia: si esta semana “ha estado más tranquilo”, si “ya se repuso luego de la crisis o la descompensación”. Ante los conflictos que se dan entre los niños y con los adultos, las respuestas del equipo suelen darse en términos de nuevos cambios de casa, de escuela, un ajuste en la dosis, una terapia más ad hoc a las nuevas conductas disruptivas que está presentando, o de un modo más drástico, con un cambio a una nueva residencia, más especializada; o se espera a que llegue la persona que lo resolverá: la nueva terapeuta, la “tía” que falta. Estrategias que buscan una intervención más adecuada, más especializada y particular para el caso en cuestión, más cerca de la falla y más lejos del niño. c. La vida cotidiana: desestructura que estructura La residencia se muestra en las antípodas del imaginario del antiguo orfanato que operaba bajo una disciplina férrea, rutinas rigurosas, duros castigos y una moral religiosa inspirada en del temor de Dios. La regulación de las relaciones se rige a partir de un laissez faire/laissez passer, que deja muchas de las veces un espacio vacío que es tomado por los niños que aplican la ley del más fuerte. Los niños no siguen una rutina cotidiana y no reconocen la autoridad de los adultos. No tienen responsabilidades vinculadas a la residencia, más allá de ir a la escuela. Esto se entiende como una cuestión de protección de derechos “ellos solo deben jugar y estudiar”. Quienes van a la escuela por la tarde deambulan inventando juegos por la mañana o ven televisión; los que asisten a la escuela en la mañana, pueden sumarse a las actividades culturales y deportivas vespertinas, organizadas por un grupo de voluntarios y un par de profesores pagados por la institución. ¿Cómo se hace para convocarlos a una actividad en una hora particular si no hay autoridad? Los profesores conversan, invitan, esto a veces se puede prolongar por una hora o más, de pronto llegan dos o tres niños y 10

se inicia la actividad, luego se van y llegan otros, mientras el resto en sus casas ve televisión (hay una en cada casa), juegan en sus celulares, escuchan música, piden dinero21 para comprar alguna golosina en la tienda cuando es la hora de la merienda. Luego se sirven de comer más noche, dejan los trastes y utensilios en la mesa, sin lavar. En una ocasión los acompañé a un partido de vóleibol profesional, mientras los adultos estaban atentos al partido, los niños inventaban creativos y riesgosos juegos en las gradas de un pequeño estadio, provocando el disgusto de los espectadores que se incrementaba al ver que no había un adulto responsable que pusiera orden. c. El niño, sujeto en resistencia-sujeto en dependencia Los niños suelen resistirse a ser reparados. La paradoja del equipo es tener que reparar y no poder hacerlo. Ese sujeto jurídico enunciado en el discurso de la protección, es un niño que habla, y por lo tanto, para que la reparación se lleve a cabo, se requiere la mediación de su voluntad. Pero los niños llegan a la residencia en contra de ella y se rehúsan a toda propuesta que provenga del equipo. Por ejemplo, José de 10 años, quién reingresó a la escuela tras haber pasado un año sin estudiar por haber sido expulsado, a la mitad del ciclo escolar dijo que no quería ir más, y no fue más, no hubo quién lo hiciera ir. Las tecnologías utilizadas han perdido su efectividad y los adultos su autoridad. Pero al mismo tiempo, los niños quedan a la deriva; si en alguna ocasión escapan, regresan y permanecen. Se pliegan a lo único que tienen: “Podemos dormir calientitos, no como otros huevones que andan pidiendo pancito” (Frase de uno de los raps elaborado por los niños). Buena parte de las relaciones entre niños y adultos se estructuran entre los intentos para que los niños hagan lo que se espera de ellos y la resistencia de los niños a hacer lo que los adultos les indican. En ocasiones los niños pasan de la resistencia al desafío, a la amenaza que llega a desembocar en ataques frontales. Las rejas enrejadas con una maya fina que envuelven el lugar donde trabaja el equipo técnico, son producto de esos ataques. Las rejas quedaron ahí como un símbolo de esta relación. A través ellas los niños solicitan hablar con algún miembro del equipo, entablan conversaciones, así como gritan su enojo que se acompaña con patadas que hacen retumbar las paredes.

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Pedir dinero y robar son dos estrategias que utilizan para obtener cosas materiales. Hay muy pocos juguetes en el lugar, suelen ser robados, aunque ellos reciben grandes cantidades de regalos durante la navidad porque hay empresas que una o dos veces por semana les organizan una fiesta y les dan obsequios, sin embargo, pronto desaparecen y quedan como antes, juegan con cosas viejas que encuentran por ahí, vestigios de otros juguetes que ellos mismo destrozaron.

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d. La falla como El soporte subjetivo de la vida cotidiana Lo anterior parece sostenerse a partir de una idea peligrosa, en tanto que obstruye toda posibilidad para la construcción de un de un sentido individual y colectivo respecto del estar ahí, más allá del hecho de ser señalados por tener una falla y deber repararla: la creencia de que los problemas cotidianos, los conflictos, las crisis, las resistencias de los niños a participar, se desprenden de los trastornos emocionales y mentales que padecen de acuerdo a los diagnósticos de psicólogos y psiquiatras: “no es fácil trabajar con ellos porque no son capaces de regularse y no son capaces de sostener por mucho tiempo la atención”, suelen decir los miembros del equipo. La idea del trastorno mental y el problema emocional actúa como un catalizador que explica, racionaliza y ordena la disonancia que se produce cuando los niños “hacen cosas que no son de niños”, tales como agredir físicamente a otras personas, fingir que se masturban ante la expectativa de la reacción en su observador, tener interacción sexual con otros niños, utilizar un lenguaje soez que escandaliza hasta al más rudo, subirse a los techos, robar, negarse a ir a la escuela, etc. Una nota del diario de campo ilustra cómo esta idea se despliega en las prácticas cotidianas y obtura, la posibilidad de una actividad tan rutinaria como sentarse todos juntos a comer: Entré a la casa uno y la tía estaba preparando la once: tecito, marraqueta22 con mantequilla. Le pregunté si los iba a llamar para tomar once ahora, pero me dijo que no, porque generalmente los niños iban llegando “así nomás”, “porque es muy difícil que ellos hagan caso”, “ellos son así porque tienen problemas, un daño”, decía eso mientras me señalaba con el dedo su cabeza, “están enfermos”, su tono de voz enfatizaba estas dos palabras, como si yo preguntara algo que era por todos sabido, demasiado obvio. Inmediatamente después de este intercambio, Julián23 entró a la casa, iba con otro niño cuyo nombre aún no conozco, me pidieron unas monedas, estaban juntando plata para comprar un helado. Y la tía que estaba terminando de poner los alimentos en la mesa, les dio una moneda de 100 pesos y les abrió el portón para que fueran a la tienda (Notas de campo tomadas el 12 de marzo del 2014).

Aquí una anécdota recogida en el diario de campo, que da cuenta de cómo la idea de enfermedad se filtra y mediatiza las relaciones cotidianas: Una tía, de esas contratadas por la agencia externa y con muy poco tiempo de estar ahí, tocó a la puerta del galpón donde trabaja el equipo técnico, a su lado venía Danilo, un niño bajito y

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Pan típico chileno que se come en las onces o merienda. Todos los nombres han sido cambiados para garantizar la confidencialidad de la residencia y sus actores quienes colaboraron en la investigación. 23

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muy delgado de 11 años, se ve más pequeño de lo esperado para su edad cronológica y está en la casa No. 1 (esto significa que pertenece al grupo re “los casos más complejos”. Tenía cara de enojo, fruncía el ceño y paraba la trompa, hacia un evidente esfuerzo para mostrar su molestia a través de los gestos de su rostro. Una expresión cotidiana entre los chicos, es común verlos con esa cara, molestos, enojados por alguna cuestión. Abrí y la tía, una señora de más de 60 años, regordeta, con una expresión de preocupación en el rostro, tenía una mirada que me interrogaba, casi me suplicante. Me explicó que Danilo saldría el sábado con su papá, pero que él insistía en irse ahora y quería llamarle por teléfono para que viniera por él. Le respondí que yo era una voluntaria, les dije que entraran para que la psicóloga le facilitara el teléfono a Danilo para llamar a su padre, Danilo se adelantó y la tía quedó ahí de pie, y me dijo: “vaya usted tía, dígale que el cabro quiere irse hoy, la verdad a mí me da miedo ese cabro, vaya usted”. La psicóloga le prestó el teléfono a Danilo, quien habló con su papá y luego de ello se quedó más tranquilo, porque le confirmó que pasaría por él el sábado en la mañana ya que antes no le era posible (Notas de campo tomadas el 14 de marzo del 2014).

En el imaginario de la tía, Danilo es peligroso24, él lo sabe y aprovecha el temor de la tía para infundirle miedo a través de su gestualidad, y de esta manera ambos alimentan la desconfianza uno en el otro. Los malestares, el aburrimiento, los enojos, los conflictos, la destrucción, los abusos, la desconfianza, la desesperación, que surgen en la vida cotidiana, son interpretados y tramitados a través de la falla como explicación causal de lo que acontece en la residencia, el vale todo y por tanto el nada importa, se muestra como un efecto de los problemas mentales y emocionales de los niños, con la que los adultos explican y justifican estas relaciones vehiculizadas a partir del dejar hacer/dejar pasar. La idea de anormalidad que se instala en la conciencia colectiva del grupo, obstruye la posibilidad de pensar los niños a partir de otros referentes, cifrados más allá de la salud/enfermedad. La falla y su reparación se instalan como El sostén subjetivo a partir del cual los adultos y los niños dan sentido al internamiento, el soporte en torno al cual se configuran los vínculos entre niños y adultos y la identidad del “niño de Hogar”.

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Los niños son concebidos como seres peligros en tanto que los adultos no saben hasta donde pueden llegar sus reacciones cuando tienen una “crisis” en la que suelen subirse a los techos, tomar piedras y amenazar con ellas e incluso tirarlas y dañar a otros, amenazar con cuchillos o hacerse daño ellos mismos, gritar, golpear, amenazar. Estas crisis tiene un contexto, suele haber una historia desencadenante, generalmente vinculada a un tema que les es doloroso como sería su madre, la familia, un disgusto con el adulto tutor, etc. El miedo de los adultos genera culpa, ellos mismos afirman que no es posible albergar ese sentimiento, aunque en otros momentos dicen que si lo han experimentarlo.

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La paradoja de la residencia es que en las formas en que se comprende su objetivo que es reparar, están contenidas también las imposibilidades de llevarlo a cabo, porque el niño al ser presionado para constituirse en objeto de reparación, se niega a ello”. El dejar hacer/dejar pasar, es producido de imposibilidad para abordar a los niños desde los marcos de enunciación del discurso de la protección. En esta imposibilidad, quedan ambos atrapados, todo intento por resolver los problemas que emergen al objetivar al niño en el territorio constituido desde el referente de la falla, y la falta de otros referentes, reproduce e incrementan la tensión original entre niños y los adultos, y la imposibilidad de intervenir, legitima el discurso de la protección. En esta dinámica, como lo explica Irving Goffman, los niños al oponerse a aceptar el rol de enfermo que se le ha asignado, refuerzan el argumnento institucional que lo mantiene interno (Goffman, 2004).

IV. Corolario El análisis de este caso permite ver como el discurso instituido se vehiculiza en la vida cotidiana instituyendo una relación en la que se reproducen las relaciones adultocéntricas y autoritarias que configura los patrones de dominación de la infancia, que el discurso de los derechos del niño pretende transformar. En este, caso el discurso de los derechos leídos en el marco de la institución de la protección de los derechos de la infancia, obscurece estas relaciones, que se legitiman mediante la noción de restitución de derechos y reparación. Pero en la práctica, contraviene el discurso de los derechos, el niño no es considerado como un ser hablante, no media su voluntad en el proceso, la reparación se centra en la falla, y al resistirse nuevamente se le ignora como un ser hablante, justificando dicha resistencia desde la falla. Se intenta una y otra vez llevar a cabo la reparación (ir a la terapia, a la escuela, al psiquiatra, tomarse la pastilla, mandarlo a otra casa, a ora escuela, a otra residencia, etc.), porque además la institución está comprometida económicamente a hacerlo. Pero en tanto más se intenta reparar, más lejos se está del niño, quién queda desujetado, sin rutina, sin metas, sin propósitos claros y posibles, en torno a los cuales organizar su vida, re-constituir su identidad, sin otro lugar de enunciación más que la falla y la reparación, a las que queda sujetado. El discurso de la protección se subjetiva a través de la idea de la falla que se constituye como El soporte a partir del cual se organiza de la vida cotidiana en la residencia. La desregulación de la vida cotidiana es estructurada por la idea de la falla, y la conducta desregulada del niño en este contexto, es a su vez estructurante de este principio, 14

ya que lo legitima. El argumento de la falla del niño como problema, invisibiliza el vínculo que se teje entre el niño y los adultos, la institución de la protección y su discurso, que colabora en la construcción de este niño “desregulado e incontrolable”, obturándose las posibilidades de enunciar al niño desde otros lugares. El problema es siempre el niño cada vez más problemático, que ante nuestra mirada perpleja se ha transformado en un ser ingobernable.

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