Las protestas airean tabúes sociales

September 15, 2017 | Autor: Josune Murgoitio | Categoría: Religion, Europa, Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, Gezi Protests, Kurdos
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Sábado 15.06.13 EL DIARIO VASCO

MUNDO

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«Todos unidos somos uno» :: J. MURGOITIO

Acampada de jóvenes manifestantes en el parque Gezi, situado junto a la plaza Taksim. :: SEDAT SUNA / EFE

Las protestas airean tabúes sociales El estallido muestra la insatisfacción de una parte de la población, en su mayor parte joven, que rechaza a Erdogan y a su partido :: JOSUNE MURGOITIO ESTAMBUL. El primer ministro de Turquía, Erdogan, ha logrado un acuerdo en precario –en espera de que los tribunales se pronuncien sobre el futuro Centro CulturalAtatürk– con representantes de los manifestantes que, desde finales de mayo, protestan en contra de las políticas restrictivas del Partido de la Libertad y Justicia que lidera, inspirado en un islamismo moderado y de centroderecha. La protesta contra la demolición del parque Gezi en Estambul y la destrucción implícita del Centro Cultural Atatürk desencadenó un contagio de manifestaciones masivas en Esmirna, Ankara o Marmaris, entre otras ciudades, como reacción al uso de la fuerza excesiva por la Policía. El estallido social muestra la insatisfacción de una parte de la población, en su mayor parte joven, que rechaza a Erdogan y a su partido, con mayoría en el Parlamento turco, por ejercer «represión» e intentar «islamizar» una Turquía constitucionalmente laica.

Dos ideas tensan Turquía El visitante percibe misticismo y confluencia de culturas en Estambul. Pero la candidata a los Juegos Olímpicos 2020 y competidora de Madrid,

es conocida en Turquía como «la ciudad de la libertad». Taksim, epicentro de las protestas, es el nuevo símbolo de «quienes queremos la libertad, la democracia y el respeto», afirma Asu, una joven de 30 años. El barrio donde se ha situado la acampada tiene fama de vanguardista: librerías de segunda mano, música en directo, pintadas reivindicativas, bares para tomar una cerveza, tiendas comerciales (Zara, Mango…) y, sobre todo, la libertad de besarse en público. Las parejas gays pasean agarradas de la mano y los transexuales se sienten menos intimidados. Un ambiente de apertura que contrasta con la zona de Sultanahmet, al otro lado del Bósforo, donde los monumentos emblemáticos deleitan a los turistas: La Mezquita Azul, Santa Sofía y el Palacio Topkapi. Los cantos del imán resuenan en las calles paralelas al Gran Bazar; no se observan besos, es difícil beber una cerveza y necesario restringir el uso de vestimentas ligeras. Al hilo de esa contracción entre progreso y conservadurismo en la propia Estambul, los turcos categorizan las ciudades más modernas: Esmirna, Çanakkale (antigua Troya), Mugla y Marmaris, entre otras. El simbolismo de Mustafá Kemal Atatürk impregna sus fachadas, los Bar Streets y los lugares de trabajo. También las conversaciones de los ciudadanos, incluso de los más jóvenes, a pesar de que Atatürk fundara la Turquía «moderna» hace ya 80 años; hablan de él con orgullo, a diferencia del primer ministro Erdogan, al que rechazan, por intentar «islamizarles». De ahí que las ciudades donde tiene más peso sean cate-

gorizadas como más restrictivas: Ankara, Bursa o el este del país. No hay calles de bares y no está bien visto besarse en público. «Se libra una guerra entre dos ideas de cómo debería ser Turquía», afirma Aksel, un joven residente en Estambul. «Los jóvenes y la mayor parte de la población con estudios no apoya a Erdogan por ser conservador. Queremos vivir con libertad y no bajo la presión de la tradición», declara. En opinión de Asu, bajo la apariencia de la libertad y la justicia, se crea un «régimen autoritario a través del uso del miedo».

Unión Europea no supondría ninguna ventaja, a excepción de no tener que solicitar un visado de turista para viajar al extranjero», asegura Murat, músico afincado en Estambul que considera que «España y Grecia» son las grandes perjudicadas. Viajar como turista implica un largo trámite burocrático que abruma a los jóvenes y les hace sentirse como en una «prisión». El servicio militar obligatorio durante 15 meses ahoga a muchos. Deben acudir a los 29 años como máximo y se matriculan en universidades a distancia o másteres para retrasar el momento y reducirlo a seis meses.

Mirando a Europa «La situación de los derechos humanos» es el mayor problema del país, y «el desempleo», opina Asu. El Instituto de Estadística de Turquía muestra un 9% de paro, aunque «cuestionable». Aksel recalca que Turquía «tiene más oportunidades» que EE UU o la Unión Europea (UE). La educación también es un gran problema. «Todavía hay mucha gente que no sabe leer ni escribir y aún hay padres que no dejan ir a sus hijas a la escuela», afirma el joven que ve en la UE «una buena oportunidad» pero «ellos piensan que aún no estamos preparados». Turquía solicitó la adhesión en 1987 y asiste desconfiada a un proceso de integración difícil. A pesar de las «reformas democráticas y económicas, la decisión final depende de los estados europeos importantes», explica Alicia Cebada, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid. Además, «el posible conflicto sirio» desestabiliza la seguridad nacional. «Ser un Estado miembro de la

Ante el tradicionalismo La presión social y religiosa, el concepto de tradición y familia, dificulta vivir en pareja o tener hijos sin haber contraído matrimonio. Los jóvenes turcos aluden constantemente a la «mentalidad restrictiva» de la mujer turca, aunque ellos se posicionan en una visión paternalista. Hay pudor en el sexo. «La vida de la mujer no ha sido importante en los últimos diez años», explica la joven. La exigencia de Erdogan de que tengan al menos tres hijos y el intento de ilegalizar el aborto (legal en las primeras 10 semanas de gestación) les molesta, aunque ahora pueden tomar la

«Ser un Estado miembro de la Unión Europea no supondría ninguna ventaja»

ESTAMBUL. Las protestas pro y contra Erdogan manifiestan una batalla en las calles sobre cómo debería ser el país. La línea que «reúne a personas con diferentes ideas. Gays, kurdos, cristianos, ateos, grupos más próximos a la izquierda, algunos islamistas como los alevis, liberales, neonacionalistas, nacionalistas…», explica Asu. Por otra parte, «la gran mayoría que apoya a Erdogan no respeta a los ateos, gays o cristianos», sentencia la joven. Los acampados en Taksim nombraron de forma simbólica una calle como Hrant Dink, en referencia a un periodista armenio asesinado por ultranacionalistas turcos. Turquía no reconoce el genocidio armenio. Los alevis reivindicaron el reconocimiento de su religión, una corriente musulmana heterodoxa enfrentada a la mayoría suní. El diputado kurdo Sirri Sureya Onder se situó delante de las excavadoras en el parque Gezi y en las barricadas en Taksim se mostraron fotografías de Abduláh Öcalan, líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, en turco), condenado a cadena perpetua. Los jóvenes ven positivo el proceso de paz que Erdogan conduce con el PKK. El líder de esta organización considerada «terrorista» anunció, el pasado marzo, un alto el fuego permanente y la sustitución de la violencia por las «ideas». Reivindicaban primero la independencia y ahora la autonomía kurda y el reconocimiento de la lengua. Según el coordinador de Lokarri Paul Ríos, la «unilateralidad del cese de la violencia y la sustitución por vías políticas» son «claves» que se asemejan a las del proceso de paz en Euskadi, desde que ETA anunciara, hace un año y medio, el cese definitivo de la actividad armada. «El proceso de paz en Euskadi es un referente para Turquía», admite Ríos.

píldora anticonceptiva con prescripción. «Las mujeres tienen que hacer todo en casa, aunque trabajen fuera, y tener respeto a sus maridos», explica Asu que participó en el Socialist Feminist Collective (grupo feminista social). A los precios de por sí caros de las bebidas alcohólicas (unos 4 euros una cerveza) se le suma la nueva ley aprobada en el Parlamento turco antes del estallido social. No se puede beber alcohol a menos de cien metros de un centro de culto o educativo, lo que supone no poder consumirlo en el centro de Estambul. Una autocensura social que influye también en la libertad de expresión. Turquía es el país con más periodistas encarcelados del mundo.

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