Las murallas medievales de Coria y la construcción de la Catedral

July 27, 2017 | Autor: P. Delgado Molina | Categoría: Arqueologia
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Descripción

Las murallas medievales de Coria y la construcción de la Catedral.

MARÍA LUISA MARTÍN NÚÑEZ PEDRO A. DELGADO MOLINA Arqueológos

Marca inferior de Al-Andalus, pp. xxx-xxx

María Luisa Martín Núñez Pedro A. Delgado Molina

El trabajo que a continuación presentamos es un extracto de la memoria de las intervenciones arqueológicas realizadas en la ciudad de Coria durante la segunda mitad del año 2005 y la primera de 2006. Es por tanto, un trabajo cuyas conclusiones son las extraídas en el momento de la excavación y que no pretende dejar cerrada la interpretación de la misma, sino que nuestra intención es mostrar los resultados y proporcionar objeto de estudio a los investigadores que así lo deseen. Las intervenciones arqueológicas debemos enmarcarlas dentro de las diversas actuaciones urbanísticas incluidas en el Plan de Dinamización Turística de la ciudad de Coria. Ante tales planes, se convierte en perentorio, excavar en los puntos afectados con el fin de documentar las realidades que las fuentes nos mencionan. Así, uno de los objetivos de las intervenciones, será definir el trazado de la muralla en todo el límite sur de la ciudad, emplazamiento elegido desde el siglo XII para la instalación de la Catedral, por lo que la conservación o no del parapeto defensivo irá ligada al proceso constructivo de la Catedral cauriense y a las diferentes reformas que el edificio conocerá. La ciudad de Coria se sitúa en el NO de la provincia de Cáceres, dentro de la comarca del Valle del Alagón de la que es capital. Su altura media se sitúa en 263 m. SNM. Se localiza sobre un altiplano en la margen derecha del río Alagón, al cual se encuentra muy cercano. Dicho promontorio destaca por su capacidad defensiva, lo que justifica topográficamente sus sucesivos asentamientos. La Historia de la localidad de Coria es antigua y llena de acontecimientos. Conocer los hechos que influyeron en su devenir histórico, sin duda, nos aportará valiosa información a la hora de poder interpretar los resultados de nuestra intervención. Entendemos necesario reseñar los acontecimientos históricos que tienen como sujeto a la cerca defensiva cauriense y los que explican la necesidad de la misma así como las

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vicisitudes constructivas que la Catedral sufrirá y que explicarán en gran medida el estado de la muralla en este sector de la ciudad.

Fig.1. Grabado de Laborde en el que se ve Coria desde el N.

Coria fue asentamiento de los vettones, que se establecieron en el cerro de la ciudad desde el año 700 a.C. Se llamó Caura hasta la conquista romana, entonces, la ciudad pasó a llamarse Caurium. De la presencia romana el mayor exponente en la ciudad es la muralla, magnifica estructura defensiva que rodea a la ciudad incluyendo seis hectáreas. Así, según las fuentes -Plinio la incluye dentro de las ciudades estipendiarías de la provincia lusitana al igual Ptolomeo- Coria es conquistada ya en el siglo II a.C. Las opiniones más reconocidas otorgan a la muralla una cronología Bajo imperial: Richmond, Taracena, Balil y Thouvenot así lo afirman. Diez Martos apuntó como posible cronología el siglo V y ya en la década de los 90 del siglo XX Martínez Lillo duda de la cronología antigua de la cerca (Fernández Ochoa y Morillo Cerdán,

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1992: 319-360). Es este un momento de fortificación en todo el Imperio ante la amenaza cada vez más importante de los pueblos germanos, que finalmente llegarán a ocupar la mayor parte del vasto solar romano. Coria no será una excepción, convirtiéndose en una de las ciudades más importantes de la Hispania visigoda como prueba la firma de su obispo, Jacinto de Coria, en el III Concilio de Toledo en 589 d.C (Casillas Antúnez, 2008: 21-44). Tras el paso de romanos y germanos llega una nueva fuerza expansiva, el Imperio Musulmán, que conquista Coria en el año 713 d.C. Se establecerán en ella, siendo conocida como Qurîya o Medina Kauria, ante la necesidad de dominar un lugar estratégico. Es recuperada por poco tiempo en el año 861 por Ordoño I de León, no volviéndose a tomar definitivamente hasta el año 1142 por Alfonso VII, Rey de León, que además de restaurar la muralla y restituir la sede episcopal, otorga a la ciudad un generoso fuero para estimular su poblamiento y concede el permiso para el inicio de la construcción de la primera Catedral, de la que solo conocemos su claustro. Desde ese momento Coria adquiere un papel fronterizo entre tres reinos cristianos: Portugal, León y Castilla, situación que se mantiene hasta 1297, en que el Rey Don Dionisio de Portugal decide poner fin a esta situación marcando los límites de su Reino en el Tratado de Alcañices. A partir de la firma del citado tratado, la ciudad sufrirá las tensiones hispano-portuguesas hasta bien entrado el siglo XVII. El Jardín del Paredón se localiza en el flanco Sur de la Catedral, presenta forma rectangular, con un área total de 808 m2. La horizontalidad que se observa en su superficie es fruto de la artificialidad de la que procede, toda vez que estamos ante un espacio ganado al espolón sobre el que se apoya la ciudad, con la intención de sostener el desplazamiento de las tierras sobre las que se asienta el templo cauriense. Para tal fin, en 1597, Juan del Ribero Rada (García Mogollón, 1999), programa una serie de

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Fig. 2. Plano de situación de situación de los dos ámbitos tratados.

actuaciones entre las que se encuentra la construcción de un paredón de contención, que ayude a mejorar el estado de la fábrica en su lateral Sur, siendo éste, junto con la Capilla Mayor los puntos más conflictivos de la construcción. La fecha exacta de la finalización del programa de reformas no la conocemos, pero sí que se ejecutaron bajo el nombramiento como Maestro Mayor de las obras de Diego González, ejerciendo éste entre 1602 y 1642 (García Mogollón, 1999). En ese ámbito se realizaron varios sondeos con la intención de constatar el estado de los cimientos de la Catedral, localizar posibles restos de la muralla romana bajo la fábrica catedralicia, recuperar la fisonomía del Jardín de los Beneficiados e intentar identificar indicios de los anteriores templos que anteriormente ocuparon el actual emplazamiento. Así se trazaron tres catas: una a los pies del contrafuerte SO de la Catedral, lo que le otorga una planta irregular de 63 m2, una segunda cata en el límite O del crucero de la Catedral, con una planta 5 x 5 m., y la tercera en lateral E del mismo de 2 x 2 m. Tan solo en la primera constatamos la presencia del cerco defensivo.

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La evolución histórica detectada tiene su comienzo en la construcción de la muralla, que en época romana parapetaría a la antigua Cauria. Poco podemos aportar acerca de la fecha de construcción, más allá de la opinión generalizada de la construcción de la misma durante el Bajo Imperio romano, momento en que las ciudades del Imperio se fortifican ante el peligro inminente de los pueblos bárbaros. En el caso concreto de la muralla cauriense no contamos con estudios monográficos, tan solo la aportación individual de algunos autores que tratan tangencialmente el estudio de la estructura. Así la mayoría de los que se han acercado al análisis del parapeto cauriense sitúan su construcción en ese momento, aplicando argumentos técnicos que pretenden ver en el esquema y modo constructivo: lienzo de muralla realizada con sillares dispuestos a soga y tizón, flanqueados por cubos defensivos a intervalos irregulares. En nuestro caso hemos identificado la disposición de los sillares de la misma manera que la descrita, aunque solo en la camisa externa, y dado lo reducido de la extensión sujeta a estudio, no hemos podido identificar estructura alguna susceptible de ser considerada con un cubo defensivo de los que jalonan el desarrollo de la muralla. Lo cierto es que el

Fig. 3. Fase bajoimperial documentada en la intervención del Jardín de la Catedral.

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ámbito se vio afectado por la inmensa obra, en cuanto a medios y tiempo empleado, que supuso la construcción de la Catedral y de las estancias auxiliares que a lo largo del tiempo se han ido adosando a la fábrica catedralicia, por lo que, posibles restos mas clarificadores probablemente se perdieron con ella. La vigencia del parapeto defensivo llegó hasta finales del siglo XVII (Navareño Mateos, 1982). Para ello debemos tener en cuenta la especial situación geográfica de la ciudad de Coria, lo que a lo largo de los siglos, y ya desde su fundación, le ha otorgado un papel predominante en el dominio de la Trasierra Extremeña y de la frontera hispano-lusa. En este largo periodo de tiempo, la estructura se ha visto afectada por numerosos procesos de reforma, como el que hemos identificado en el lienzo interno en donde el aparejo de sillares es sustituido por otro de mampostería de pizarra trabada con cal, en donde se alterna la presencia de sillarejo dispuestos horizontalmente a intervalos regulares. El paramento cuenta con un ancho de aproximado de 70 cm. ya que es irregular al tener que adaptar su cara interna al núcleo de la muralla. Los sillarejos que se embuten en el paramento no presentan un módulo uniforme y sus medidas oscilan 70x30x70 cm y 30x20x70 cm. Los sillarejos se disponen a una distancia regular entre ellos, unos 50 y 55 cm. El paramento presenta un estado de conservación bastante deficitario conservándose una porción 2,8 m de largo con una altura máxima de 1,2 m. Sin duda, la posterior construcción de la Catedral, afectó sobremanera a la muralla, para la que sirvió de cimentación, al apoyarse el estribo del contrafuerte SO del templo sobre el paramento descrito. La documentación de los estratos que rellenan la fosa fundacional de la estructura y de los materiales que contiene nos permite apuntar como posible cronología los siglos XIIXIII. Así, fue posible recuperar fragmentos cerámicos componentes de servicios de mesa realizados en pasta bien decantada, de tonos rosáceos y rojizos, que presentan vedrío de tonos verdes en el interior y a chorretones en el exterior. Sin duda, el momento citado, es uno de los más agitados de la historia de la ciudad con la definitiva

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conquista cristiana, que la convierten en el centro de las operaciones de ambos bandos en esta área de la geografía peninsular. Finalmente, durante los siglos XVI y XVII, el enclave sufre la actividad lógica de la construcción catedralicia. Sin duda, tal construcción necesitaría de una preparación del sitio elegido. Es en este contexto donde debemos analizar la presencia de un estrato compuesto de mortero de cal y pizarras en estado disgregado. Presenta una potencia de 30 cm, localizándose en el tercio central del sondeo, y que interpretamos producto del desmonte de la muralla y la identificación del proceso constructivo del último tramo de la S.I.C. Para ello no solo nos basamos en los materiales asociados a estas unidades, sino en la numerosa documentación textual existente a cerca de la construcción del templo. Fig. 4. Alzado del paramento interno reformado.

Así, conocemos que el

lateral Sur y el Paredón se concluyen con Diego González como maestro mayor, entre 1602 y 1643 (García Mogollón, 1999). La presencia de enjarjes en los elementos constructivos de esta actividad nos indica las intenciones a cerca de la finalización de la obra.

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La Plaza del Testero se sitúa en el límite meridional del recinto amurallado, al E Ábside de la Catedral. Este núcleo se ubica en la vertiente sur de la ciudad de Coria, tras el mirador, se abre camino el barranco sembrado de chumberas que desemboca en Fig. 5 Imagen apreciativa de la relación del contrafuerte catedralicio y muralla.

las vegas del Alagón, siendo este barranco el límite natural de la

ciudad antigua por el mediodía. Estudios realizados (Vorseby, 1998) determinan que el talud es “...muy sensible a modificaciones incluidas en la morfología del mismo...”. Nos encontramos en terrenos arcillosos, que dificultan la permeabilización, creándose en el subsuelo balsas de agua. La orografía del terreno provoca que la plaza presente una configuración ordenada en dos niveles articulados por una escalinata. En la zona inferior es en donde hemos podido detectar la presencia de la muralla. Para ello se realizaron dos zanjas rectangulares, la primera de ellas se localiza en la parte central de la plaza, mientras que la segunda se localiza a los pies de la Sacristía, bajo un vano tapiado. Los resultados obtenidos hicieron necesarios la conexión física de ambos cortes, arrojando finalmente una superficie excavada 145 m2. En la zona superior se realizaron cuatro bataches con el fin de poder identificar la cimentación de la S.I.C, ubicándose fuera del trazado de la cerca defensiva. En la terraza inferior los restos más antiguos que aparecen pertenecen a la muralla romana, cuya construcción se acepta en el siglo III d.C., aunque de la original en este punto tan solo queda el núcleo. Así el paramento externo está construido con grandes sillares de granito y piedras de molino al que no podemos vincular materiales

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arqueológicos debido a la alteración que supuso para los niveles de deposición la construcción de la Catedral y sus instalaciones. El relleno de la muralla está formado por argamasa de cal a la usanza romana amarrada con pizarras de diversos tamaños y algunas cuarcitas. El cierre intramuros de la muralla en este sector se presenta reformado mediante la incorporación de un paramento de pizarras trabadas con cal en el que se intercala la presencia de sillarejos de diverso tamaño Fig. 6 Alzado del paramento externo de la muralla en la Plaza del Testero.

y regularidad. El módulo de los

sillarejos es muy heterogéneo oscilando entre 90x50x70 cm y 30x25x70 cm. La distancia en la que se embuten en el paramento también es irregular, siendo 1 m la distancia máxima y 65 cm la mínima. El alzado del paramento también presenta esta irregularidad, adaptándose los niveles de cimentación a la caída de los niveles geológicos mientras que en su coronación se han visto afectados por las diversas actuaciones urbanísticas realizadas en la plaza. El ancho que la muralla conserva tras esa reforma, es de aproximadamente de 4 metros. En la zona intramuros, la reforma mencionada impide documentar la relación física con lo que parece ser parte de una calzada o vía romana en sus primeras capas de nivelación y asentamiento. Los materiales nos sitúan la construcción de la vía en época Bajo imperial con la presencia de fragmentos de T.S.H (t), aunque el volumen

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Fig. 7 Alzado del paramento interno de la muralla en la Plaza del Testero.

de material vinculado con esta fase es muy escaso. Probablemente esta vía se adosaría en un primer momento a la camisa interna de la cerca, hecho que no podemos constatar debido a la reforma que sufre esta última, en la que la zanja de cimentación de esta corta a la vía. Como hemos mencionado, tenemos constancia de que en los siglos XI-XIII se reforma el paramento interno de la muralla. A la vez que se reforma el lienzo interno se aprecia la apertura un vano en el mismo, concretamente en la zona este de la intervención, que se pierde en el perfil; este vano aparece colmatado por piedras de Fig. 8 Imagen de la vía donde se aprecia el corte dado por la fosa de cimentación del nuevo paramento.

pizarras colocadas sin ordenación

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alguna y mortero. Los materiales que recuperamos en el relleno de la fosa de cimentación de la reforma del paramento interno de la muralla nos remiten a los siglos XI-XII con la presencia de ollas, cazuelas, búcaros y cuencos. Nos encontramos en una época de gran inestabilidad y continuos asedios a la ciudad de Coria. Según recoge A. Navareño en la crónica de Alfonso VII el Emperador, se recoge las dificultades que tienen los cristianos para la definitiva toma de la ciudad: “...Con motivo del asedio al que el Rey somete a Coria en 1139, donde perdió la vida el Conde Rodrigo Martínez Osorio, Fig. 9 Imagen de algunos de los materiales asociados a la construcción del paramento interno.

Morales se expresa con estas palabras:

“/Hiciéronse unas grandes torres de madera que subían más que los muros, y otras máquinas y ingenios que llamaban bastidos, que arruinaban á los muros con que la combatían fuertemente”./ Con motivo del cerco y asalto definitivo de 1142, el cronista se expresa así: / “...Cercó la ciudad de Coria con todo su exército, combatiéndola por todas partes; y por ser sus muros altos y fuertes mandó que los ingenieros hiciesen una torre de madera más alta que los muros de la ciudad...Hicieran otras máquinas y baluartes que llaman vineas, y arrimándose con ellas a los muros, comenzaron a socabarlos y minar sus torres. Los moros... tapiaron las puertas de la ciudad/”. En definitiva, la Plena Edad Media en Coria tuvo un fuerte carácter bélico, al tratarse de un bastión importante, localizado en zona de frontera, que sufrió en sus propias carnes, las luchas que enfrentaron a los reforzados cristianos y a los musulmanes deseosos de poseer estas fértiles tierras.

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Pero la muralla se verá afectada por diversas actividades que conseguirán soterrarla e incluso eliminarla, añadiendo vicisitudes a su conservación. En el ámbito en el que desarrollamos nuestra intervención se emplazó una de las zonas de obra en la construcción de la catedral, y luego será ocupada por distintas dependencias relacionadas con el cabildo catedralicio. La escritura fundacional de la actual Catedral es un privilegio de Alfonso VII (García Mogollón, 1999). No conocemos como fue el antiguo templo, lo que sí está contrastado es que este templo llega hasta al menos el año 1489, cuando se instala el bello Coro que conserva actualmente. Pero a finales de la centuria, alrededor de 1496, comienzan las obras de ampliación y reformado de la S.I.C. que ha llegado hasta nosotros. Para ello desmontan arquerías, lienzos murales, viejas capillas y vuelven a construir nuevas dependencias (capillas, Sacristía), reforman el claustro del siglo XIV, en un proceso constructivo que se lleva a cabo hasta el siglo XVIII (García Mogollón, 1999). En los legajos custodiados en el Archivo de la S.I.C (García Mogollón, 1999), encontramos referencias continuas a cerca de la realización o reforma de la actual Sacristía edificada en la parte más meridional del recinto catedralicio. Estas obras se iniciaron de la mano del maestro Juan Bravo, pero fue otro maestro, Juan Rivero de Rada el que remataría las obras de la Sacristía y la antesacristía, obras que comienzan en junio de 1597. Para ello derriban la vieja Sacristía con su bóveda y construyen una nueva, la obra está terminada a principios del siglo siguiente. Para la realización de dicha Sacristía realizan una cimentación localizada en uno de los bataches. La Catedral sufría numerosas grietas, provocadas no solo por cuestiones de técnicas constructivas, sino también por las condiciones del subsuelo donde se asienta (Vorseby, 1998). Las cimentaciones de la S.I.C. eran “blandas como la manteca” como

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indicaba el maestro Pedro de Ibarra (García Mogollón, 1999) en 1522, por ello propuso dos soluciones por un lado reforzar y ampliar la estructura de la debilitada Catedral con dependencias anexas como la Sacristía y por otro “proteger de las aguas los cimientos laterales del templo...”. Esto último no se ejecutó hasta aproximadamente mediados de la siguiente centuria (S XVII), después de concluir las obras de la Sacristía. Se construyó un canal o atarjea de pizarra trabadas con mortero de cal, que transcurre en paralelo al muro testero de la catedral, salvando la recién realizada obra de la Sacristía, ya que se adapta perfectamente a su trazado, atraviesa la antigua muralla, completamente Fig. 10 Imagen de la atarjea del XVII y como discurre junto a la camisa externa de la muralla.

desamortizada en estos

tiempos, y vierte sus aguas en el paredón que mira al este del mirador, desviando así las aguas de los muros catedralicios. Un hecho peculiar que marca el desarrollo de la construcción de la SIC se da en el año de 1755, es el “terremoto de Lisboa”, temblor que se deja sentir en Coria, causando graves daños en las resentidas paredes de la catedral, se derrumba parte de la torre, de la Capilla Mayor y de la bóveda del cuerpo central. Debido a ello se tuvieron que ejecutar nuevas obras para reparar los daños causados. Así y dentro de la construcción catedralicia podemos distinguir a partir de ese momento distintas acciones encaminadas a enmendar los daños producidos por el terremoto: se reforma la cimentación de la nueva sacristía, y provocado por este movimiento sísmico fue la

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necesidad de colocar un nuevo juego de campanas, lo que queda recogido en la obra de D. Faustino Martínez Vázquez en su obra “El Terremoto de Lisboa y la Catedral de Coria”, donde recopila todas las actas del cabildo que siguieron al Terremoto de Lisboa. Así, quedan recogidas en una sus actas, la orden de llamar a un maestro campanero de Salvatierra de los Barros en el año de 1758. Este hecho pudo ser constatado arqueológicamente gracias a la documentación de tres hornos de campana, ubicados sus en el fondo de su correspondiente foso de fundición. Los hornos son de planta circular y están formados por un borde de doble fila de ladrillo rodeado por restos de bronce fundido que pertenecen a la base sobre la que apoyaron las campanas. En ocasiones se ha conservado incluso restos del material de las mismas campanas. En el interior aparecen unos huecos de ventilación para alimentación de la combustión, por los que entraba el oxígeno y entre dos y tres capas de residuos de la combustión, ya que Fig. 11 Imagen de los hornos documentados.

conllevaba un laborioso proceso. En el

fondo aparece un agujero de poste que servía para sostener toda la estructura del horno, que era de adobe. El poste, que era de madera, se consumía al tiempo que se formaba la campana. Han aparecido restos de la combustión del poste en el fondo de los agujeros. La estructura de adobe era destruida al momento de retirar la campana, por lo que cada horno era de un solo uso. El conjunto de hornos descansa sobre una base también de adobe; que fue el suelo de trabajo material que estaba en uso en aquel momento y que corresponden cronológicamente a los Siglos XVII y XVIII.

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Gracias a los trabajos de documentación arqueológica desarrollados en el entorno de la Catedral de Coria podemos y que acabamos de exponer, podemos extraer que tan solo en uno de los ámbitos de actuación la técnica edilicia y aparejo de la muralla de la ciudad se correspondería con lo tradicionalmente aceptado acerca de técnicas constructivas y cronología bajo imperial romana, lo que nosotros no podemos afirmar ya que en los puntos donde pudimos documentar el paramento externo no pudimos vincularles materiales arqueológicos que permitieran datar la actividad constructiva. La alteración de los niveles arqueológicos que supuso la instalación de la Catedral arrasó con las huellas dejadas por los constructores de la muralla. Continuando con la muralla podemos aportar que allí donde hemos podido vincular a la estructura con contextos fiables, tanto en el Jardín como en la Plaza del Testero de la Catedral, la datación de estos nos ha remitido a los siglos XI-XIII, momento especialmente convulso en la Historia de la localidad, con la conquista definitiva por parte de las huestes cristianas dirigidas por Alfonso VII en 1142, tras un asedio de más de seis. En este contexto cualquier reforma en el parapeto defensivo es susceptible de ser realizado por cualquiera de los contendientes, pero lo cierto es que la crónica del emperador nos reseña como tras conquista de la ciudad y la concesión del fuero de repoblación y del privilegio para la construcción de la Catedral, ordena la reconstrucción de las maltrechas murallas caurienses (Casillas Antúnez, 2008: 22-41), siendo este el único testimonio Fig. 12 Fotografía en la que se aprecia la amortización de la muralla por el contrafuerte de la Catedral.

documental que conocemos que además cuenta con el refrendo de los materiales cerámicos.

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Finalmente debemos reseñar que la instalación de la Catedral supuso la amortización completa de la mismal mediante varias vías: el contrafuerte SO del edificio desmocha y apoya sobre la reforma del paramento interno y la atarjea que en el siglo XVII se proyecta para salvar a la Catedral de las aguas subterráneas que la descabalgaban corta a los diferentes elementos que integran a la muralla de Coria en busca del barranco del río Alagón. Es por ello que en la historia de la construcción tenemos el proceso amortizador de la muralla en este punto de la ciudad vinculando íntimamente ambos monumentos. BIBLIOGRAFÍA. Balil, A. (1960): "La defensa de Hispania en el Bajo Imperio", Zephyrus XI, 179-97. Collins, R. (1986): “España en la Alta Edad Media”. Ed. Crítica. Casillas Antúnez, Fco. José (2008): “Historia y toponimia de la tierra de Coria”. Alcántara 68, 21-44 Diez Martos, A. (1956): "Las murallas de Coria", Rev. Est. Extremeños 12, 263-95. Fernández Ochoa, C. y Morillo Cerdán, A. (1992): “Fortificaciones urbanas de época bajoimperial en Hispania. Una aproximación critica”. CuPAUAM. 19-1992, 319-360 García Mantecón, E (2003): “Historiografía cauriense: reedición de artículos”. Temas caurienses, Vol. 8. García Mogollón, F.J. (1999): “La Catedral de Coria. Arcón de Historia y Fe”. Edilesa, León. Hurtado, P (1989): “Castillos, torres y casas fuertes de la provincia de Cáceres”. Mérida. Iglesias Hernández, M. (2004): “El Ayer de Coria” Temas Caurienses, Vol. 9. Martín Martín, J. Luis (1989): “Documentación medieval de la Iglesia Catedral de Coria”. Salamanca. Martínez Lillo, S. (1990): "Arquitectura militar de ámbito rural de la Marca Media

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