Las múltiples fachadas de las au pair: hermana mayor, niñera de planta y empleada doméstica. Latinoamericanas au pair y familias huéspedes en Marsella, 2014, Durin, de la O y Bastos Eds. Trabajadoras en la sombra. Dimensiones del servicio doméstico latinoamericano, CIESAS, ITESM, México, p.509-534.

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Descripción

Trabajadoras en la sombra. Dimensiones del servicio doméstico latinoamericano Séverine Durin, María Eugenia de la O y Santiago Bastos (coordinadores)

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331.54 T835t Trabajadoras en la sombra. Dimensiones del servicio doméstico latinoamericano /

Séverine Durin, María Eugenia de la O Martínez y Santiago Bastos (coordinadores).



— México : Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social,



Escuela de Gobierno y Transformación Pública, Tecnológico de Monterrey,



2014. 596 p. : fots. tabs. gráfs. ; 23 cm.--(Publicaciones de la Casa Chata)



Incluye bibliografía.



ISBN 978-607-486-280-5



1.Empleadas domésticas – América Latina. 2. Empleadas domésticas – España.



3. Trabajo doméstico – Condiciones sociales. 3. Mercado de Trabajo – América Latina.



4. Mercado de trabajo – España. 5. Atención no remunerada - Economía 6.



Trabajo infantil – Perú. I. Durin, Séverine, coord. II. O Martínez, María Eugenia de la,



coord. III. Bastos, Santiago, coord. IV. Serie.

Formación y diseño de portada: Raúl Cano Celaya Cuidado de la edición: Coordinación de Publicaciones del ciesas

Primera edición: 2014 D. R. © 2014 Centro de Investigaciones

D. R. © 2014 Escuela de Gobierno



y Estudios Superiores





en Antropología Social





Juárez 87, Col. Tlalpan,



Edificio egap 5° Piso



C. P. 14000, México, D.F.



Av. Fundadores y Rufino Tamayo

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San Pedro Garza García, N.L. C.P. 66269

y Transformación Pública, Tecnológico de Monterrey, Sede Monterrey

www.itesm.mx ISBN 978-607-486-280-5 Impreso y hecho en México Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin el consentimiento por escrito del editor.

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22. Las múltiples fachadas de las au pairs: hermana mayor, niñera de planta y empleada doméstica. Au pairs latinoamericanas y familias huéspedes en Marsella, Francia Séverine Durin

Introducción Francia es un país que destaca por su ideología igualitaria y rechazo de las relaciones jerárquicas. Por su componente servil, el servicio doméstico parecería ser cosa de ayer; sin embargo, sigue vigente bajo formas renovadas. Luego de un descenso notable a lo largo del siglo xx, en los años noventa el empleo doméstico fue presentado como una opción laboral para las mujeres, una vía para reducir las tasas de desempleo; se implementaron exoneraciones fiscales para los empleadores y el sector creció en importancia. Se fomentó la contratación de empleados para tareas de limpieza, de cuidado de ancianos y niños (Devetter, Jany-Catrice y Ribault, 2009). Al mismo tiempo, desde hace décadas, por medio del programa Au Pair llegan a Francia jóvenes extranjeras para cuidar niños, a cambio de ser alojadas por sus padres, recibir mesada, manutención y aprender el idioma nacional en el seno familiar. Jóvenes extranjeras deseosas de conocer Francia y dominar el uso del francés, así como madres de familia en busca de una solución para el cuidado de sus hijos pequeños, recurren al programa Au Pair. Sus fines son distintos, a veces empatan, a veces no. La atención profesional de niños y ancianos cada vez es más importante en Francia (Devetter, Jany-Catrice y Ribault, 2009: 50). Sobre la atención domiciliaria a los ancianos en la realización de tareas domésticas, Caradec (1996) mostró que las relaciones que se tejen entre los ancianos y la asistente familiar dependen de sus expectativas respectivas, las que pueden ser tanto técnicas como afectivas. Las asistentes pueden estar conscientes de que los ancianos también buscan compañía, o bien, ser discretas, evitar conversar y limitar su trabajo a la realización de tareas técnicas. En el cuidado de niños, los servicios se sujetan a la ideología del don de afecto (De Ridder y Legrand, 1996); no obstante, surgen situaciones similares, en particular con las au pairs, de quienes se espera que realicen también tareas de limpieza como parte de sus cuidados.1 1

Lavar y planchar su ropa, ordenar sus habitaciones, alimentarlos y dejar limpios los utensilios y espacios utilizados.

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Lo técnico y lo afectivo suelen ir de la mano. Así como hay familias huéspedes que privilegian lo afectivo y la integración de la au pair en el seno de la familia en pro del cuidado de los pequeños, hay quienes buscan trabajadoras de planta encargadas de vigilar a los niños y realizar tareas domésticas. En este capítulo, se analizarán las experiencias de 11 jóvenes latinoamericanas que llegaron a Francia, principalmente al puerto de Marsella, para cuidar niños a cambio de ser hospedadas y ser supuestamente tratadas como un miembro más de la familia, hasta por un año y medio. Para ello, se revisarán las transformaciones del empleo doméstico en Francia y los estudios sobre la migración au pair. Luego, se examinará el perfil de las au pairs y de las madres de familia, así como la reglamentación en vigor, para finalmente analizar las expectativas cruzadas de madres y au pairs. Mostraré que las expectativas de la joven au pair y de la familia huésped varían, y dependiendo del grado de empatía entre unas y otras, surgen relaciones amistosas, contractuales o conflictivas.

Repatriación del conocimiento y mirada comparativa Acerca de la construcción del objeto, quisiera aclarar que investigué por años la situación de los indígenas —hombres y mujeres— en Monterrey, México, y observé la importancia que reviste el servicio doméstico de planta como ocupación entre las indígenas (Durin, 2008; 2009). Antes de comenzar una investigación enfocada en las trabajadoras domésticas de planta, casi exclusivamente indígenas, en concordancia con Marcus y Fischer (2000), me pareció crucial emprender una tarea de repatriación de mi labor antropológica y voltear la mirada hacia mi país de origen. A contracorriente de las representaciones sobre Francia que destacan el carácter igualitario de las relaciones sociales, me pregunté por la existencia del servicio doméstico en este país, en su modalidad de planta, y descubrí que el programa Au Pair guarda similitudes con éste. En el año 2009, emprendí un trabajo de campo por tres meses en la ciudad de Marsella, la segunda más grande de Francia, y debido a mi interés en comparar la situación que guardan Francia y México en torno a este tema, enfoqué mi atención en las latinoamericanas que viven, o vivieron, esta experiencia de ser au pair.2 2

Agradezco el apoyo recibido por parte del programa ecos Nord “Une mondialisation avant l’heure: la zone métropolitaine de Monterrey”, del Laboratoire d’Économie du Travail (lest) y de Thelemme (Aix en Provence, France).

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El término “au pair” es de origen francés y refiere a un intercambio de carácter igualitario. Si bien hay varones au pairs, la gran mayoría son mujeres llamadas jeunes filles au pair. El término de “jovencitas” alude a su corta edad y soltería, pues ser au pair es un estado temporal, como lo subrayan Búriková y Miller (2010). Llama la atención que, en México, el término “muchacha” no sólo designa a una jovencita, sino también a una empleada doméstica de planta. Así, los términos de “jeunes filles au pair” y “muchacha” se corresponden en el sentido de que refieren a una ocupación a desempeñar durante una etapa de la vida: cuando la joven goza de tiempo para sí y aún no está comprometida con atender a una pareja e hijos. El carácter transitorio de la experiencia, así como la tensión entre desarrollarse como persona y cuidar a otros, son importantes para analizar el sistema Au Pair. Asimismo, en México, el término “muchacha” reviste un carácter jerárquico que ubica a la joven en una posición subalterna en relación con la “señora” (véanse los capítulos 6, 11 y 17). Como veremos en este capítulo, en el programa Au Pair el intercambio no siempre es igualitario, y en ocasiones, las relaciones con la familia revisten un carácter asimétrico.

Las transformaciones del empleo doméstico en Francia El empleo doméstico en Francia se transformó considerablemente desde finales del siglo xix hasta la actualidad, periodo durante el cual decreció en importancia: mientras 5% de la población económicamente activa se ocupaba en este sector en 1900, éste sólo albergaba 1% de los activos en 1990 (Piketty, 1998). Como parte de la llamada “crisis de la domesticidad”, a principios del siglo xx, el servicio doméstico se redujo en número, y sobre todo, se feminizó aún más.3 A medida que la mujer burguesa empezó a asumir el papel de ama de casa, contrató a una sola persona a su servicio, siempre mujer, y los varones dejaron de formar parte del personal doméstico (Martin-Fugier, 2004). Éstos eran un elemento de distinción, propio de los aristócratas y grandes burgueses (Fraisse, 1979). Al término de la segunda Guerra Mundial, se expandieron la clase media y la cultura de masas, se socializaron los servicios médicos y de cuidados y la tecnología alivió el trabajo doméstico. A partir de entonces, las empleadas domésticas se emplearon mayormente por horas (Martin-Huan, 3

En 1896, 82% del personal doméstico estaba constituido por mujeres, y en 1982, la proporción de mujeres alcanzaba 98% (Pinçon y Pinçon-Charlot, 1989: 60).

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1997). A su vez, aumentó la proporción de extranjeras trabajando en casas (Pinçon y Pinçon-Charlot, 1989), y para hospedarlas, se reabrieron los cuartos de servicio debajo de los techos parisinos (Martin-Huan, 1997). En 1974, las trabajadoras extranjeras representaban la quinta parte de las empleadas domésticas (1997: 131). Hoy en día, hay una sobrerrepresentación de mujeres extranjeras en el sector de los ahora llamados “servicios a la persona” (Normand, 2009; Devetter, Jany-Catrice y Ribault, 2009: 69). A finales de los años ochenta, se recrudeció la demanda de servicio doméstico a raíz de una política de exoneraciones fiscales a favor de los empleadores. En tiempos de desempleo, ésta fue vista como una fuente de empleos a estimular (Fouquet, 2001); así, a partir de 1987, se promovió la contratación de actividades de cuidado de ancianos, de niños, y posteriormente, de limpieza a domicilio con la ley sobre los empleos familiares (1991). Mientras 1% de la población económicamente activa (pea) trabajaba en el empleo doméstico en 1990, seis años después su importancia representaba 2.1% de la pea (Piketty, 1998). Ahora bien, la proporción de hogares empleadores creció moderadamente y pasó de 7% en 1989 a 9.2% en 2006, lo que muestra que la demanda se concentró entre los hogares más favorecidos y dependió menos de la carga parental o del empleo femenino que del nivel elevado de ingresos. Recurrir al servicio doméstico es más bien un lujo, como lo evidencian las comparaciones internacionales: un factor determinante es la desigualdad económica; otro es la presencia de población migrante que acepta empleos poco remunerados (Devetter, JanyCatrice y Ribault, 2009). La presencia de personal foráneo trabajando en labores domésticas no es nueva. En las casas burguesas parisinas del siglo xix se acostumbraba reclutar jóvenes provincianas que luego fueron sustituidas por las inmigrantes españolas hacia la mitad del siglo xx (Martin-Fugier, 2004; Martin-Huan, 1997). Éstas se quedaban a vivir en casa de sus patrones, enviaban remesas a sus familiares en España, y una vez casadas y con hijos, muchas se quedaron a vivir en Francia en condiciones generalmente austeras (Arondo, 1975; Oso Casas, 2005). Si bien la importancia del servicio doméstico por horas aumentó considerablemente en esta época, eran las extranjeras, por estar más disponibles, quienes trabajaban de planta en las casas burguesas. Las españolas tenían poca familia y amigos en Francia, no paraban de trabajar, y además, se habían formado en casas de la aristocracia madrileña y eran muy serviciales (Martin-Huan, 1987: 128). Hoy en día, las empleadas domésticas filipinas causan sensación entre las clases altas del mundo, destacan por su alto nivel cultural, su conocimiento del

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idioma inglés y su actitud deferente. En voz de alguna de ellas, son “las Mercedes Benz” entre las empleadas domésticas (Mozière, 2002: 388). Desde finales del siglo xix, se recurrió a otra clase de personal extranjero para enseñar la lengua inglesa: las nurses. Británicas o irlandesas eran contratadas para reproducir la anglomanía de las familias burguesas (Pinçon y Pinçon-Charlot, 1989: 70). Esta figura ha sido sustituida, en cierta medida, por las jeunes filles au pair. Desde los años cincuenta, éstas tienden a ser el único personal doméstico alojado en casa; suelen proceder de familias burguesas y ser de origen nórdico. Ahora bien, su papel educativo es limitado (1989: 73). A finales de los años setenta, Geneviève Fraisse (1979) las consideró parte de las figuras del servicio doméstico en Francia, junto con las empleadas domésticas de planta y por horas. Sin embargo, los organismos oficiales rechazan asimilar a las au pairs como empleadas domésticas y argumentan que vienen a Francia para perfeccionar su habla francesa ante todo. Ahora bien, rara vez se recurre a una au pair por el gusto de recibir jóvenes extranjeras, sino por necesidad, de manera que fácilmente una madre de familia puede volverse una empleadora exigente, ocasionando amargura entre las jóvenes, quienes no siempre distinguen entre su papel y el de empleada doméstica (1979: 33). Ellas se encargan de ir por los niños a la salida de la escuela y de darles su alimento, además de realizar algunas tareas domésticas. Su ingreso es muy bajo, en relación con el mercado laboral, y esta diferencia es justificada por la vida familiar y las prestaciones en especie —alojamiento y comida—. Para Fraisse, este campo es propicio para la explotación (1979: 74).

Migrar como au pair Si bien en sus orígenes el intercambio au pair se refería a hombres y mujeres jóvenes de clase alta que deseaban mejorar sus habilidades lingüísticas en un idioma extranjero, descubrir otro país y sus costumbres, conviviendo en el seno de una familia de la misma clase social, desde finales de la segunda Guerra Mundial el concepto au pair se democratizó y ahora incluye gente joven proveniente de todas las clases sociales, que esté interesada en estas posibilidades de intercambio.4 Mientras los intercambios originales eran más bien igualitarios y tenían lugar entre familias de Francia y Suiza que recibían a 4

Véase ¡Vivir el mundo Au Pair!, en , página consultada el 18 de enero de 2012.

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jóvenes de Inglaterra y Alemania deseosas de mejorar su francés (Búriková y Miller, 2010), ahora son más los países implicados y las relaciones entre éstos suelen enmarcarse en las desigualdades Norte-Sur, o bien, Este-Oeste, en Europa. Esta desigualdad global propicia la vulnerabilidad de quienes se van como au pairs desde países del sur o del este hacia países prominentes. Según Búriková y Miller (2010), en Gran Bretaña, en años recientes, los eslovacos constituyen uno de los grupos mayoritarios de au pairs, y de acuerdo con mi trabajo de campo, en la actualidad, las jóvenes au pairs procedentes del este de Europa son mayoría en Francia. Se aprecia un fenómeno similar en Estados Unidos, donde, desde 1998, los patrones de países de origen cambiaron, dejando atrás a Europa Occidental y poniendo a la delantera a Europa del Este, Sudamérica y Asia (Macdonald, 2010). La actividad de la joven au pair no ha sido reconocida como trabajo, sino como una relación de intercambio entre la familia y la joven extranjera. Para Rosie Cox (2006), mientras algunas jóvenes aprovechan el programa Au Pair para viajar, adquirir experiencia y aprender inglés en el seno de una familia británica, otras están subpagadas y trabajan sin documentos ni derechos, pues son la vía más económica de trabajo doméstico de planta (2006: 32). Pese a la existencia de un contrato, la au pair es sumergida en el universo de los huéspedes-empleadores, de quienes depende. Por su estatus precario y su aislamiento, así como por residir en el lugar de trabajo, es especialmente vulnerable (Giabiconi, 2005: 177). Más allá de ser víctimas, las migrantes au pairs tejen estrategias que cobran sentido dentro de un orden sexuado de las migraciones y de la división del trabajo. Tal es el caso de las polacas que llegaron a Francia como au pairs y se casaron después con franceses, poniendo en evidencia una articulación entre sus trayectorias estudiantiles y conyugales. Procedentes de clases medias, las jóvenes llegaron teniendo en mente un proyecto profesional: estaban por comenzar, cursando o terminando sus estudios superiores. Para pasar del estatus de au pair al de estudiante, es crucial tejer relaciones con la población residente, para comprobar ante las autoridades migratorias un hospedaje e ingresos. La alta valoración de los diplomas franceses y su vulnerabilidad como migrantes favorecieron que al término de su experiencia au pair empezaran sus estudios superiores y contrajeran una unión matrimonial en Francia. Su vulnerabilidad migratoria precipitó la cohabitación conyugal, sin que ello signifique que se tratara de matrimonios blancos (Giabiconi, 2005). La experiencia au pair tiene varias aristas y sería reductor analizarla sólo desde el ángulo del trabajo y la desigualdad. Ser au pair significa conocer otro

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país y aprender otro idioma, y esta experiencia reviste un carácter iniciático. Búriková y Miller (2010) subrayan que las relaciones amorosas suelen preocuparles tanto como las que mantienen con la familia huésped (2010: 2). Las amigas, muchas veces connacionales, también se vuelven importantes: en los momentos de descanso pasean juntas, se compran ropa y acuden a conciertos (2010: 135). Estas experiencias surgen, y son estructuradas, dentro de la institución Au Pair, que se distingue por su carácter temporal, su informalidad y el estatus de foráneo (2010: 171). Al tratarse de una experiencia temporal, se vuelve aceptable realizar tareas domésticas o tener bajos ingresos por un tiempo limitado. Nunca llega a ser una identidad. A su vez, la dificultad para conocer cuántas jóvenes son au pairs y la falta de compromiso de las agencias para mediar los conflictos entre las familias y las jóvenes resaltan el carácter informal de la actividad, pese a la existencia de un marco legal europeo (European Agreement on Au Pair Placement, Council of Europe, 1969). Los padres de la familia, en su calidad de pseudo-familia, son los que finalmente deciden las reglas en la casa (2010: 176).

Perfil de las au pairs y de las madres de familia Entre febrero y abril de 2009, hice trabajo de campo en la ciudad de Marsella y realicé entrevistas semiestructuradas y observación participante con 11 jóvenes latinoamericanas que son, o han sido, au pairs. Además de entrevistarlas en espacios públicos, en la medida de lo posible conviví con ellas en su tiempo libre, acudí a los lugares donde tomaban clases de francés y a sus domicilios, cuando ya no eran au pairs. Con el afán de entender las motivaciones de las madres de familia, entrevisté a cuatro mujeres que contratan, o contrataron, au pairs. Mi estatus de franco-mexicana generó mucha simpatía entre las jóvenes; hablaba y me comportaba como una mexicana, siendo a mi vez francesa, y me dedicaba a una ocupación que parecía muy estudiantil, una identidad que ellas revisten gustosamente. En junio de 2010, me reuní con algunas au pairs que seguían viviendo en Marsella y acudí adonde tomaban clases de francés para conocer la infraestructura lingüística que soporta esta actividad y cuáles son los principales lugares de procedencia de las au pairs en Marsella. En cuanto al perfil de las jóvenes, la mitad eran ex au pairs y la otra au pairs activas. La mayoría eran colombianas, y en segundo lugar, mexicanas. Es notorio que los lineamientos del programa Au Pair, en Francia, varían respecto de un país u otro; en este sentido, es una migración selectiva, por nivel de

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estudios y nacionalidad. Mientras las colombianas tenían que haber terminado una carrera universitaria para venirse como au pairs a Francia, las mexicanas sólo requerían tener la preparatoria terminada, según los criterios dispuestos por las autoridades francesas. Consecuentemente, las colombianas tenían más edad, eran más maduras y contaban con un bagaje académico más sólido que las mexicanas, quienes eran más dependientes en términos afectivos y aún estaban decidiendo qué carrera estudiar, o sencillamente, qué hacer con su vida. Todas las jóvenes procedían de familias de clase media, unas más favorecidas que otras. CUADRO 22.1 Perfil de las jóvenes au pairs Nombres2

Ex au pair

Au pair

América

X

Peruana

Licenciatura en comercio internacional

2002

Manuela

X

Colombiana

Licenciatura en letras

2000

Daniela

X

Colombiana

Licenciatura en pedagogía y pingüística. Experiencia laboral 2002 como maestra de inglés

Claudia

X

Colombiana

Licenciatura en letras modernas

2001

Priscila

X

Colombiana

Licenciatura en comunicación social y periodismo

2006

Nacionalidad

Nivel de estudios al llegar

Año de llegada

Ximena

X

Colombiana

Licenciatura en letras extranjeras 2008 y negocios internacionales

Nabila

X

Colombiana

Carrera en diseño de modas

2009

Colombiana

Licenciatura en pedagogía y lenguas extranjeras

2007

Alicia

X

Mónica

X

Mexicana

Preparatoria terminada

2008

Elena

X

Mexicana

Preparatoria terminada

2008

Gisela

X

Mexicana

Preparatoria terminada

2008

Fuente: elaboración propia con base en datos de campo.

Con las madres de familia, si bien no realicé observación participante, las entrevistas transcurrieron en un ambiente de confianza. Me entrevisté con cuatro mamás y obtuve información de 16 familias, gracias a lo que me conta-

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ban las au pairs sobre las familias huéspedes. En cuanto a su perfil, una minoría está consitutida por familias de clase media (2 casos), en las que la madre trabaja como empleada y requiere el trabajo de otra mujer para cuidar a sus hijos. En general, esto es valorado y la relación con las au pairs es amistosa. Los otros dos tipos de familia son los más comunes (7 casos de cada tipo): familias en las que la madre ejerce como profesionista5 y familias burguesas en las que las mujeres no trabajan. En este último caso, el servicio doméstico es un elemento de distinción (Bourdieu, 2003) y la relación entre la familia huésped y la au pair es de tipo jerárquica. Hay una diversidad de situaciones cuando las madres son profesionistas; las relaciones oscilan entre la valoración del trabajo de cuidado y la au pair como elemento de distinción.

Las au pairs en Marsella: orígenes nacionales y reglamentación En Marsella, de acuerdo con las escuelas de francés a las que acuden las au pairs, por orden de importancia, éstas proceden de Alemania y de países del este de Europa,6 de Latinoamérica, y en menor medida, de otros países europeos.7 Son casi exclusivamente mujeres8 y tienen como máximo 29 años de edad. Entre las latinoamericanas predominan las colombianas, seguido de las mexicanas y brasileñas. Quienes proceden de la Unión Europea tienen muchas más facilidades para ser au pairs, pues llegan por medio de agencias; las otras se contactan con las familias por Internet y deben presentar una constancia de que van a estudiar francés en una escuela de idiomas en Marsella para obtener la visa. Anteriormente, las candidatas latinoamericanas se contactaban por medio de la Alianza Francesa en su país, la que otorgaba un certificado de idiomas y las ponía en relación con las familias; o bien, mediante la agencia Europrovence, en Marsella. Entre los trámites a realizar para solicitar la visa de estudiante había que presentar un certificado de estudios universitarios y de conocimiento del francés, un boleto de avión de ida, comprobar experiencia en el cuidado de niños y una constancia de inscripción en una escuela de francés. Al llegar a Francia, todavía tenía que presentarse en la Préfecture para que le fuera otorgada, tiempo después, una visa D —de estudiante con derecho a trabajar— y 5 6 7 8

Médica, arquitecta, periodista, restaurantera, administradora de bienes culturales. Polonia, Rumania, Bosnia, Hungría, Ucrania y Rusia. España, Escocia, Inglaterra. Sólo en una escuela de idiomas me refirieron el caso de dos au pairs polacos.

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la Carte de Séjour. En años recientes, el papel de las agencias para contactar familias con las au pairs fue disminuyendo; ahora la mayoría de los contactos se llevan a cabo por Internet; es gratis para las candidatas au pairs, mientras la familia paga una cuota de 40 euros para acceder a los perfiles de las jóvenes. Esto resulta más económico para las familias. Ahora bien, éstas tienen más tareas que realizar. Una vez que se pusieron de acuerdo con la joven, se dirigen a la Direction Départementale du Travail de l’Emploi et de la Formation Professionnelle (ddte), llenan un contrato en el que se indican el número de niños y habitaciones, así como las tareas a desempeñar, y lo envían a la joven junto con la inscripción a clases de francés para que ésta lo presente en la Embajada de Francia. Allí, la joven presenta sus constancias de estudio, de conocimiento del francés y solvencia. Las mexicanas, a diferencia de las demás latinoamericanas, entran como turistas a Francia y obtienen una visa D una vez que su situación ha sido regularizada por la Préfecture; además, pueden ser au pairs con sólo la preparatoria terminada. El registro de las au pairs en la ddte por los empleadores les garantiza contar con seguro médico; las familias pagan 120 euros mensuales para ello. Ahora bien, la esfera de competencias de la ddte no incluye verificar el respeto de los acuerdos vertidos en el contrato, y en la práctica, las jóvenes no tienen a quien recurrir en caso de conflicto y abuso. Los acuerdos son mínimos. En la práctica, las horas regulares de cuidado de los niños ascienden a 30 por semana, a los que se suman dos baby sitting nocturnos, a cambio de que las familias garanticen a las jóvenes un descanso semanal, una mesada de 70 euros y la posibilidad de asistir a clases de francés. Las horas extra son pagadas a 2 euros. Las imprecisiones son muchas: cuál es el día de descanso, si es factible estar ocupada todos los fines de semana, si la familia debe hacerse cargo del transporte para acudir a las clases y de los trámites migratorios, si hay un número máximo de horas extra, si hay que pagar a la au pair cuando la familia sale de vacaciones o de fin de semana, etcétera. Por el carácter informal de la actividad au pair, las situaciones y los arreglos son muy variables de una familia a la otra: mientras hay quienes les pagan el transporte y las clases de idioma, otras les cargan la mano de tareas domésticas, les pagan lo mínimo y no dejan que asistan regularmente a sus clases de francés. Todo parece depender de su suerte a la hora de elegir una familia. Según mi experiencia y la experiencia de mucha gente que conocí, creo que es cuestión de suerte, de con quién caigas, puede ser un trabajo bastante enriquece-

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dor, porque estás adentrándote a una cultura, la forma de la vida diaria del lugar donde llegas, el cuento del idioma; si caes con alguien con quien te lleves bien, puede ser bastante interesante. Como puede ser un infierno si caes con alguien que no corresponde, que sea alguien que toma ese tipo de trabajo por otro lado, más como una sirvienta, que los hay bastantes también. Y yo me di cuenta que así es en general, la gente que tiene… Porque hay gente que tiene mucho dinero y que es muy humana, pero en sí, la experiencia, mi experiencia y la experiencia de otra gente que yo he visto, es gente que no sé, ni siquiera… Deben ser unos ricos intermediarios, que son ricos, pero no ricos, ricos, realmente; entonces, quieren serlo, y están con esa sed de servidumbre, monarquía. Así que me parece que ese tipo de trabajo es una lotería (entrevista con Manuela, colombiana).

Cruce de expectativas Así como lo señaló Caradec (1996) acerca de las relaciones entre ancianos y asistente familiar, las expectativas entre unos y otros no necesariamente empatan; unas pueden ser técnicas, y otras, más bien, afectivas. En el caso de las au pairs y las familias huéspedes, para comprender y analizar sus experiencias, es crucial conocer cuáles son sus expectativas respectivas. Por un lado, las expectativas de las jóvenes están volcadas hacia el aprendizaje del idioma, la superación personal, académica y profesional, y tener la oportunidad de viajar. Por otro lado, las madres de familia desean contar con una niñera disponible en términos de horario, que les facilite la organización de su vida familiar y profesional. Cada quien tiene en mente un papel a desempeñar y las fachadas (Goffman, 2004) pueden ser muchas.

Expectativas de las jóvenes

A la hora de irse, todas las jóvenes habían terminado de cursar la preparatoria o carrera, y algunas ya ejercían. Ser au pair representaba la vía más adecuada para mejorar su francés, sobre todo entre las más jóvenes, con preparatoria terminada. Gozaban de una mejor situación económica familiar y estaban atraídas por la posibilidad de viajar. A Gisela, su madre no le permitió que se fuera por un año de viaje por Sudamérica al concluir la preparatoria y le insistió en que se fuera mejor como au pair a Francia, pues la hacía sentir más segura. Igualmente, Elena, de 18 años de edad, también quería mejorar su francés

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e irse a Canadá, pero su madre la orilló a irse de au pair a Francia. Lo más probable es que las madres se imaginaran que, al ser recibidas por una familia, sus hijas se arriesgarían menos, y debían desear que las familias huéspedes las tratasen como a sus propias hijas y controlasen su vida social. Para América, ésta era una manera de vivir su aventura, de desapegarse de sus padres, quienes eran rígidos y la habían sobreprotegido: “es la rebeldía que me trajo acá”. Ser au pair resulta iniciático para muchas, y en palabras de Claudia, ese año fue el mejor en toda su vida, pese a las dificultades que a menudo enfrentó con los gemelos y la madre. Irse como au pair significa viajar y tomar distancia, física y emocional, de la familia; asimismo, tener la oportunidad de conocer Europa, este “primer mundo” tantas veces visto como un modelo civilizatorio por alcanzar. Yéndose de au pair a Francia Manuela tendría “un año para aprender el idioma y dar vueltas en Europa”. Para muchas au pairs, particularmente las colombianas, sus deseos de superación personal y profesional no podían ser alcanzados en su país, probablemente por la crisis económica y la situación estructural de violencia. La mayoría tenía familiares en Estados Unidos, Francia, España o Suecia, de manera que emigrar era parte de las opciones que se les presentaban, incluso una ya tenía experiencia laboral en Estados Unidos como mesera y niñera. Daniela, después de esta primera experiencia en el extranjero, terminó su carrera y trabajó como maestra en Colombia. Ejerció en un colegio para adolescentes de familias adineradas, “dejados a su suerte por padres que andaban en viajes de negocios”, los que a menudo llegaban drogados a la escuela. Estaba cansada de su situación laboral y quería parar un año. Una amiga suya, que había tenido una excelente experiencia como au pair en el sur de Francia, la convenció de que era una buena oportunidad. Daniela pensó: “si pude en Estados Unidos, puedo en cualquier parte”, y se fue a Francia sin saber nada del país y hablando poco francés. En palabras de Claudia, cuando se fue en 2001, todo mundo buscaba una oportunidad para irse, por la situación económica; sus hermanos ya se habían ido a Estados Unidos. Recuerda que su hermana se fue allá con su novio, y siendo profesionista, mientras no habló inglés “limpió todo lo que se podía limpiar”. Nacidas en la clase media, muchas de ellas ya estaban trabajando, pero deseaban mejorar su situación y acceder a oportunidades de formación que no se podían costear en su país. Coinciden en que irse de au pair era la mejor opción. Nabila es diseñadora de formación y no le estaba yendo bien con su boutique, y comenta que cuando se vino a Francia fue porque...

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ya no tenía dinero […]. En Colombia, para venirte [a estudiar], necesitas no sé cuántos millones en la cuenta, pero para venirte de au pair no necesitas nada, necesitas los ticketes y listo. Para mí, por economía, era mejor, porque tengo casa, comida, todo, voy a vivir con una familia, a intercambiar culturas (entrevista con Nabila, colombiana).

En todos los relatos, las jóvenes se ubicaron como actoras que buscaban desarrollarse personalmente, y en muchos casos, seguir formándose. Ximena reconoce que su objetivo real era llegar a estudiar, estaba aburrida de su situación laboral en Colombia, sentía mucha presión y padecía estrés. Quería parar, irse a estudiar, y la opción menos costosa era ésa. Ser au pair era una vía para ser recibida en Francia, aprender el francés trabajando, para después comenzar estudios de posgrado de regreso a su país o en Francia. Con excepción de Claudia, ninguna dijo haberse ido pensando en no regresar; al contrario, tenían en mente venirse de vuelta al año. En general, las expectativas de las jóvenes están volcadas hacia el aprendizaje del idioma, la superación personal, académica y profesional, y tener la oportunidad de viajar. Gisela fue muy precavida a la hora de seleccionar una familia en el portal en Internet, y cuando se decidió, esperaba lo siguiente: aprender el francés, ser la hermana mayor de los niños y tener todo el fin de semana libre para viajar. De la familia, esperaba que fuera unida, que le enseñase a vivir allá su cultura y que le gustase viajar. Ahora veamos cuáles son las expectativas de las familias huéspedes.

Expectativas de las madres de familia

Las cuatro madres de familia entrevistadas tenían entre dos y cuatro hijos; dos de ellas habían tenido gemelos, cuyos cuidados son más pesados. Todas trabajaban, eran profesionistas y gozaban de una buena situación económica,9 sólo una de ellas trabajaba de medio tiempo y las demás tenían horarios de trabajo largos.

9

Una periodista de prensa femenina tenía ascendencia aristocrática. Cabe señalar que, entre las madres de familia huésped de las au pairs, una de ellas era una princesa italiana, casada con un empresario muy renombrado. Así, más allá de las familias burguesas, hay familias de abolengo que recurren a jóvenes au pairs para cuidar a sus hijos pequeños.

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Un aspecto a señalar es la necesidad de contar con una casa suficientemente grande para alojar a una au pair, y preferentemente, ofrecerle un baño independiente. Esto supone que las familias gocen de una situación económica cómoda. Así, Brigitte reconoce que contrató una au pair hasta que cambió de casa y se instaló en el barrio privilegiado de Malmousque, sobre la carretera escénica (La Corniche). Ahí también vive Astrid, en una amplia casa donde el cuarto de la au pair tiene un baño y una entrada independiente. Nathalie, por su lado, recibió a la au pair estando en París, y como su casa era grande, empezó intercambiando con una estudiante extranjera horas de cuidado del niño por el uso de una habitación. En una ciudad como París, donde el precio del suelo por metro cuadro es de los más altos del mundo, tener casa propia y disponer de un cuarto extra es un privilegio: las familias huéspedes gozan generalmente de una muy buena situación económica. Muchas jóvenes au pairs recuerdan haber sido hospedadas en cuartos de servicio en antiguas casas burguesas. Daniela comenta que “vivía en una casa alterna a la casa, como los cuartos de servicio en América Latina”, en la chambre de la bonne, “separada pero ligada, porque no tenía baño”. Se encontraba al fondo del jardín, al lado de la alberca, y en verano, las amistades y los familiares que visitaban a la familia disfrutaban del jardín y de la alberca, en detrimento de la privacidad de Daniela en sus momentos libres, quien nunca convivió con los padres de familia. En otros hogares, los espacios no son necesariamente tan fragmentados; ahora bien, para algunas madres es importante que las au pairs entiendan cuál es su lugar y sepan ser discretas. Esto coincide con las observaciones de Vidal (2007) acerca de los empleadores de trabajadoras domésticas en Río de Janeiro, quienes consideran que una trabajadora doméstica debe saber “cuál es su lugar”. En esta misma tónica, Nathalie espera que las au pairs sepan apartarse y sean autónomas, pues no le gusta la idea de dirigir y actuar como una patrona, y a su vez, que sean capaces de darse cuenta de cuándo los padres quieren estar a solas. Para lograr ser la au pair ideal, hay que gozar de muchos recursos internos e intelectuales. Todas las madres coinciden en un punto: la disponibilidad de la au pair es la principal ventaja; les permite organizarse de la mejor manera y conciliar vida familiar, profesional y marital. Astrid celebra la flexibilidad horaria que brindan las au pairs: puede regresar a casa a las nueve de la noche, irse de fin de semana con su marido, levantarse tarde los sábados, llevarse a la au pair durante los dos meses de verano en que la familia se reúne en una propiedad familiar en La Rochelle. De hecho, con ella, las au pairs trabajan más de la cuenta, en promedio 50 horas semanales, y les paga sin discutir las horas extra a la

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tarifa de 2 euros, un precio muy módico en relación con el salario mínimo vigente.10 Daniela tiene un restaurante y como su marido suele trabajar por largas temporadas en México, le es crucial solucionar la cuestión del cuidado de sus hijos, pues los horarios del restaurante son difíciles, muchas veces nocturnos e imprevisibles, por lo que el sistema Au Pair resultó ideal. Brigitte recibió a seis au pairs en dos años; esperaba que estuvieran disponibles y se adaptaran a sus necesidades. Reconoce que, con el tiempo, cuando ya tienen más relaciones sociales, “en vez de adaptarse a ti, tienes que adaptarte a ellas. Por ejemplo, ya no les puedes pedir que se queden un fin de semana a cuidarte los niños porque ya hicieron planes, entonces te adaptas y le pides el favor a la abuelita”. Es que, con el tiempo, madre y au pair se enganchan afectivamente, y no todas las madres lo viven de manera positiva. A Brigitte le costó trabajo separarse de una niñera francesa a la que recibió en su casa como si fuera au pair, y a quien querían mucho. Salía demasiado por la noche y usaba su ropa sin pedírsela; Brigitte inventó que había conseguido un lugar en una guardería para despedirla sin tener que encararla. Sea con una mentira, o aprovechando que el acuerdo au pair dura hasta un año y medio, es posible cambiar de au pair y construir una nueva relación de cuasi parentesco con la siguiente. En efecto, la mayoría de las madres se refieren a la relación con la au pair usando terminología de parentesco, acorde con el discurso oficial de integración de la joven en la familia. Tanto es una “hermanita” de la mamá, a quien la madre aconseja y acompaña en su proceso de maduración, como es la “hermana mayor” de los niños. Daniela subraya que “una buena au pair es quien se integra bien a la familia, que quiere a los niños y acepta que seamos sus padres por un año, es la hermana mayor”. Astrid siempre privilegia la relación amistosa con la au pair, como si fuera una hermanita, mas no como una hija suya. Pensar en la relación en términos de cuasi parentesco ayuda a superar el papel de patrona. Nathalie subraya lo parecido de las au pairs con les petites bonnes de principios del siglo xx. Le resulta incómodo y le disgustaría estar en una relación patrona-empleada y tener que tomar tal actitud al llegar a su casa por la noche, una vez terminada la jornada laboral. Esta salida de las relaciones mercantiles que ofrece el cuasi parentesco es cómoda. Implica que no haya conteo por los servicios brindados. Estamos en la esfera del don, el cual rige 10

El 1 de julio de 2009, el monto del salario mínimo neto fue ascendido a 6.84 euros, mientras que las horas extra eran pagadas a las au pairs entre 2 y 3 euros.

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en materia de relaciones familiares (Mauss, 1995; Sahlins, 1976). Mientras Nathalie asegura que “no hay que contar”, Daniela ironiza en torno a lo surrealista del conteo de horas de trabajo. Para que funcione, dice Daniela: No hay que respetar los horarios al pie de la letra. Partimos del principio, el que funcionó con la primera [au pair], yo les pedía seguido cambios de horario, porque el cocinero no estaba [en el restaurante a su cargo]. Las tres nunca me dijeron que no podían cuando necesité su apoyo, y me puse por regla no rehusarme cuando me pedían si “puedo ir a París durante tres días porque tengo un amigo mexicano que viene por tres días”. En estos casos, contraté una baby sitter.

A la pregunta de si había reciprocidad, Daniela contestó: Es un acuerdo de confianza, de inteligencia. Vieron que cada vez que podía les daba, y vi que cada vez que podían me daban. Si no hay esta relación, no funciona. Yo no me imagino por la mañana estar contando la media hora; pasan muy rápido las cinco horas en el día, y si uno inicia así, al rato importará la media hora. Contar las horas por la noche cuando estemos cenando todos juntos, ¿son horas de trabajo o no? Es difícil saberlo […]. Es muy difícil contar las horas cuando vivimos juntos.

Más allá de lo dicho en las entrevistas realizadas con las madres de familia, si bien es cierto que la disponibilidad es lo más importante, ésta viene aparejada con una dimensión de costo que la relación de cuasi parentesco permite evadir. Si las madres pagaran a una niñera francesa, que viniera a trabajar todos los días, hiciera dos baby-sitting por semana, y ocasionalmente, acompañara a la familia durante una o varias semanas de vacaciones para cuidar a los niños, el costo sería mucho mayor. Asimismo, varias au pairs me refirieron comportamientos de las madres que están lejos de encajar con el cuasi parentesco y el ideal au pair. Considerando los perfiles de las familias huéspedes esbozados por las au pairs, destacan tres tipos de expectativas por parte de las madres de familia. Primero, hay quienes consideran que ésta cuidará los niños a cambio de que aprenda a hablar francés al interactuar con la familia. Éste es el ideal au pair, en el que la relación es de apoyo mutuo. Una segunda expectativa consiste en recibir a una joven que supervise a los niños a cambio de un pago por hora y en especie, sin integración a la dinámica familiar. La au pair es una niñera de planta y la relación es contractual. Finalmente, hay madres que desean contar con una em-

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pleada doméstica de planta que asuma múltiples funciones, tanto de cuidado como de limpieza. Estas madres abusan en términos de carga de trabajo y adoptan un trato distante con la joven.

Cruce de expectativas y experiencias

Cuando el ideal au pair se lleva a cabo y ésta se vuelve la hermana mayor por un año, es gracias, en buena medida, a la disposición de las familias huéspedes, porque se esmeran en recibir a la joven extranjera, integrarla a la familia y satisfacer su sed de conocer Francia. De estas relaciones empáticas, resulta una amistad y nadie cuenta las horas más ni las horas menos. El apoyo es mutuo y las jóvenes se desenvuelven muy bien hablando francés, pues tienen la oportunidad de conversar a diario con niños y padres, así como de acudir a las clases para perfeccionar la lectoescritura. Son varios los casos registrados que corresponden al ideal au pair (véase el cuadro 22.2). Mónica es mexicana y llegó a Francia como au pair teniendo 17 años de edad, por intermediación de una amiga, quien la recomendó una vez terminada su estancia. Llegó en condiciones privilegiadas, pues el padre de familia había trabajado en su región de origen con el padre de su amiga. Daniela, su esposa, destaca por su generosidad y tiene una imagen muy positiva de los mexicanos. La experiencia de Mónica resultó excelente y cuando la conocí hablaba un francés perfecto, sin acento. Lo interesante es que casi no iba a los cursos y su aprendizaje fue con base en la convivencia familiar. Ese día pasamos la tarde platicando en presencia del padre, recordando la comida mexicana. Mónica siempre había querido irse de niñera al extranjero y ésta fue una gran oportunidad para ella. Su amiga le explicó los pormenores antes de que se fuera, y los padres la dejaron libre de hacer las cosas a su gusto. Durante su estancia, aprovechó para irse con amigas a Londres, y cada dos meses viajaba con sus ahorros. Los fines de semana solía quedarse en casa, jugaba con los niños y paseaba con la familia. Era puro reírse y jugar. La madre decía de ellos que “entre mi marido, los niños y tú [Mónica], no hacen ni un adulto”. A América también le fue muy bien con su primera familia huésped. Era gente sencilla, ambos técnicos, vivían en un conjunto habitacional en las afueras parisinas y recuerda que al padre le gustaba la música pesada. Eran “cool”. Tenían dos hijos, de 4 años y 2 años y medio de edad. El primer fin de semana la llevaron a conocer París y siempre la empujaron en su aprendizaje del francés. Le pagaban sus clases de francés y su transporte para asistir. Nunca le

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CUADRO 22.2 Expectativas comparadas de las au pairs y las familias huéspedes Expectativas de las au pairs Viajar al extranjero y perfeccionar el idioma Expectativas francés antes de empezar de las madres una carrera universitaria de Familia Niñera de planta: supervisión de los niños con pago por horas, conteo de horas y pago de horas extra, sin integración a la dinámica familiar

Gisela Decepción. Cumple sus tareas, no desarrolla amistades con franceses. Batalla para que le paguen sus horas extras en fin de semana Elena

Empleada doméstica: realización de numerosas tareas de limpieza y cuidado, pago módico y trato distante La hermana mayor: cuidado de los niños mientras la madre trabaja a cambio de que aprenda francés al interactuar en el seno de la familia y percibe una mesada

Cuida a los niños en fines de semana sin recibir pago extra. Evita enfrentarse y recibe apoyo de su madre a distancia. Pocas relaciones sociales

Superación académica y profesional de las jóvenes con carrera universitaria terminada Ximena Decepción, tristeza. Se sobrellevan los problemas con una mejor comunicación y apoyo de la familia para su superación profesional Manuela, Daniela, Claudia y América, Nabila Cambio de familia o interrupción anticipada. Casos de depresión. Amargura hacia los franceses

Mónica

Alicia, Priscila, América

Amistad. Relación tipo “don”. Visitas posteriores

Amistad. Relación tipo “don”. Visitas posteriores

Fuente: elaboración propia con base en datos de campo.

dieron horario de trabajo, siempre comían juntos y dice de ellos que “eran muy amorosos, eran como mi familia”. Cuando se tuvieron que ir de París, decidió cambiarse de familia huésped, con la que tuvo una experiencia muy distinta. América entendió entonces que ella “buscaba más a una familia que un trabajo”. Siguió en contacto con su primera familia au pair, y ésta, en dos ocasiones, la ayudó a salir se de la casa de otras familias que abusaron de ella. A la fecha se sigue comunicando con la madre, Gina, quien se divorció. De esta experiencia au pair resultó una amistad, así como sucedió con otras cuatro jóvenes que conocí en Marsella.

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No siempre todo es color rosa. También hay quienes buscan una empleada doméstica de planta y abusan. América recuerda que el trato de la segunda familia fue frío en los primeros días. Era gente rica, y la niña de 6 años de edad a su cargo tenía costumbres de niña consentida, a todo le decía: “no me gusta”. A los 15 días, la señora le indicó algunas tareas domésticas a realizar, argumentando que ella no se daba abasto; y al mes, era un horror, planchaba los pantalones de los chicos adolescentes: “me tenían todo un espacio para mí en el subsuelo, toda la noche me la pasaba lavando ropa, eran una pantalones inmensos”. Se sentía frustrada, aún más porque siempre hubo nana y señoras para hacer la limpieza en casa de sus padres. Entonces, llamó a la primera familia huésped y acordaron sacarla de noche de la casa de estos “insoportables burgueses”, según dijo el esposo de Gina. Mientras consiguió una nueva familia huésped, se hospedó en casa de la madre de Gina. Con la tercera familia, tampoco le fue bien. La señora era española, la acosó psicológicamente hasta el punto de escribir a sus padres en Perú para difamarla. América está consciente de que su experiencia no es aislada, a una paisana suya le retuvieron su pasaporte y la hicieron trabajar hasta que lo encontró y pudo salirse. En su experiencia, a la mitad de las au pairs les va mal porque los padres “son tacaños, no les importa enseñarte la ciudad, te hacen planchar hasta los calzones, te explotan, y está de moda traerte una chica au pair”. De las jóvenes que entrevisté, seis de ellas fueron tratadas como personal doméstico y sufrieron maltrato (véase el cuadro 22.2). Muchas se deprimieron. Manuela llegó a trabajar para una familia de alcurnia, le tocó vivir en un cuarto de servicio que olía a viejo y ser tratada como un accesorio. Recuerda que los abuelos tenían filipinas a su servicio y que su familia au pair solía ir al club; sentada al lado de las filipinas, ella se sentía una cosa exótica. Dice: “la primera semana me llevaron al club, [fue] el encuentro con todas esas familias con su au pair. Era como un accesorio, como el llavero que llevan para mostrar, el nuevo, la nueva adquisición. Yo me sentía así, fue bastante desagradable”. Los niños eran “súper maleducados” y se burlaban de ella porque no hablaba bien francés; ella se sentía impotente por el hecho de no saber pedir bien las cosas ni comunicarse. Nunca se sintió a gusto en la casa. Pronto se deprimió, entró en conflicto con ella misma y analizó las razones que la habían motivado a venirse como au pair: Yo vengo de una familia de izquierda, clase media, sin ningún lujo ni nada, bueno, pude ir a la universidad, igual sí nunca me faltó nada, pero el hecho de ver esta gente tan elitista y tan… Me sentí completamente fuera de lugar y yo decía qué

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estoy haciendo yo aquí y dije qué pasa, yo tenía toda mi vida súper bien en Colombia y me vengo a encontrar aquí, sirviéndole a estos tipos, ricos de mierda, realmente… Me sentí muy mal traicionando mi conciencia, con esa incapacidad de comunicarme y teniendo que fingir igual, porque ya estaba aquí, no podía echarme pa’trás, fue un golpe bastante duro.

Un fin de semana, con el apoyo de su hermana, quien vivía en la región, Manuela se fue. Un abuso recurrente es la sobrecarga de trabajo doméstico, pero también de cuidados. Claudia tuvo que cuidar a los gemelos por una semana, sola, mientras la madre se fue de vacaciones con su novio. No se reportó en toda la semana. Claudia y los niños estuvieron, obviamente, muy ansiosos. Las agencias de colocación, en estos casos, nunca presentan denuncias y se limitan a ofrecer un cambio de familia. Cuando una joven del este de Europa, compañera de clase de Daniela, reportó que el padre se desnudaba ante ella diciéndole que era guapa, le ofrecieron el cambio, sin más. Nabila, por su parte, tenía una buena relación con la madre, aunque ésta fuera muy estricta con sus hijos y acostumbraba gritarles y pegarles. Sufrió agresiones por parte de los cuatro niños, y específicamente, del mayor, quien en repetidas ocasiones fue violento con ella, por lo que renunció. Las madres de familia también llegan a sentirse defraudadas. Brigitte se sintió así cuando, luego de haberle pagado su boleto de avión, la au pair austriaca no regresó de sus vacaciones navideñas y prefirió quedarse con su novio. Asimismo, perdió confianza en la niñera cuando se dio cuenta de que ésta usaba ropa suya. Algunos conflictos tienen más bien que ver con la disposición a compartir espacios y convivir. Así, Nathalie se disgustó por la manera excesiva en que comía una joven alemana y el hecho de que no supiera hacerse a un lado en ocasiones. Quienes desean este tipo de distancia buscan, en general, construir una relación contractual, mas no familiar. A medio camino entre la amistad y el abuso suelen surgir relaciones de tipo contractual, cuando los padres desean contratar una niñera de planta, no la integran a la dinámica familiar y realizan sus pagos puntualmente. A Ximena le tocó trabajar para una familia en la que la madre era aristocrática y el padre un poderoso empresario. Además de jugar con los dos niños —de 3 y 6 años de edad— por la tarde, los preparaba por la mañana y la noche antes de irse a dormir; todas sus actividades estaban programadas con exactitud por la madre. Comía con los niños, aparte de los padres. A su juicio, la señora era “lunática, bipolar”, y le fue difícil acoplarse a su manera de ser. Se le quedaba

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viendo de pies a cabeza, sin decir nada. Sin relaciones sólidas en Francia ni medios económicos para regresarse, superó su decepción y tristeza de no haber sido integrada con mayor cariño a la vida familiar. Reconoce haber llorado cuando vio que no se comportaron como anfitriones, cuando no la apoyaron con sus papeles y al comprobar que no existía un ambiente familiar. Fue un shock. Después, apoyándose en sus recursos internos, buscó entablar una mejor comunicación con la madre huésped. Con el tiempo, ganó su confianza. Al término de su estancia au pair, comenzó una maestría y siguió trabajando de niñera por horas con la familia. Luego realizó sus prácticas profesionales en la empresa familiar, en Francia y en China; de manera que sus familiares au pairs están fungiendo ahora como una suerte de padrinos de su carrera. Gisela y Ximena se conocieron en clases de francés. Gisela es mexicana y más joven que Ximena. A Gisela no le tocó una familia de alcurnia, sino de arquitectos muy ocupados. La madre llegaba tarde y estaba cansada los fines de semana, como para interesarse en realizar actividades y salidas con la au pair. Gisela hubiera querido ser recibida en una familia unida y ser tratada como un miembro más, e incluso acompañarlos de vacaciones. Luego de varios meses, sintiéndose una extraña en la familia, Gisela dejó de cenar con ellos y prefirió quedarse en su cuarto. Aumentó la frecuencia de sus llamadas por Skype a México; en voz suya: “una chica au pair sin Internet no es nadie”. Los fines de semana, cada vez que le es posible, viaja para conocer las ciudades de la Costa Azul. Cuando cumplió 20 años de edad, la familia huésped ni se enteró y festejó su cumpleaños con las compañeras de francés. Finalmente, es importante subrayar la pertinencia de distinguir las expectativas y experiencias de las jóvenes de acuerdo con su proyecto y formación académica, pues ésta refleja también una edad, un capital humano, es decir, recursos con los cuales cuentan para enfrentar situaciones conflictivas. Las colombianas, por las trabas migratorias, llegaron siendo mayores y maduras en relación con las mexicanas. Eran más autónomas, difícilmente aceptaron ser tratadas como sirvientas —en parte, por el desclasamiento que implicaba— y solucionaron los conflictos negociando, hablando con la madre de familia, y cuando esto no era posible, cambiándose de familia. En el caso de las jóvenes de 18 años de edad, en particular de Elena y Gisela, llama la atención que aprovecharan la tecnología para conectarse con sus familias a menudo, especialmente con sus madres. A Elena le tocó trabajar para una madre de familia judía, quien le pidió que se pagara clases de manejo para transportar a los niños. La llevaban con ellos los fines de semana, pero en vez de pasearla, la ocuparon para que cuidara hasta seis niños, sin retribuirla. Elena pidió la opi-

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nión de su madre, ésta la invitó a no pedir nada y no entrar en conflicto, argumentándole que pronto se iría de vuelta. El valor de la resignación transmitido por su madre favoreció el que no surgieran conflictos. En este sentido, la tecnología facilita el mantenimiento de los lazos de dependencia con la familia propia, y para las más jóvenes —todas mexicanas—, la figura materna siguió siendo muy importante. Éstas no se atrevieron a entrar en conflicto y cambiar de familia, como años antes lo hicieran au pairs de mayor edad, desconectadas de su familia.

Conclusiones Como advertía Fraisse (1979), la au pair es una de las figuras actuales del servicio doméstico en Francia, así como en Inglaterra (Cox, 2006), Estados Unidos (Macdonald, 2010; Búriková y Miller, 2010), entre otros países del llamado Primer Mundo. Hermana mayor, niñera de planta o empleada doméstica, la función y experiencia de la au pair varía de acuerdo con las expectativas de las familias huéspedes. Éstas llevan la batuta en la mano y ponen las reglas, pues las agencias de colocación, los sitios web, la secretaría del trabajo (ddte) y las instituciones migratorias jamás intervienen para solucionar conflictos. Estos actores se limitan a formalizar lo informal, como igualmente sucede con el servicio doméstico en Estados Unidos (Hondagneu-Sotelo, 2007) y en otras latitudes. En este sentido, el sistema Au Pair es parte del nuevo orden doméstico mundial (Cox, 2006; Hondagneu-Sotelo, 2007) y de una división internacional del trabajo reproductivo (Parreñas, 2001), en el que mujeres de países pobres emigran, muchas veces indocumentadas, para encargarse de las tareas reproductivas en los países ricos, donde perciben remuneraciones módicas. La desigualdad es una condición necesaria para el mantenimiento de la demanda de servicio doméstico, y según Gadrey (citado en Devetter, Jany-Catrice y Ribeault, 2009: 28), las desigualdades sociales se han recrudecido en Francia. A su vez, la experiencia au pair es una puerta abierta a otra sociedad y una estrategia para desarrollarse como persona en distintos planos. Indudablemente, para muchas latinoamericanas, ésta es la vía económica para estudiar una lengua y un posgrado. Así como las filipinas en Roma y Los Ángeles (Parreñas, 2001), las latinoamericanas ejercen su capacidad de agencia. Las au pairs emigran con un proyecto en mente y se adscriben ante todo como jóvenes y estudiantes, muchas como futuras profesionistas, y rara vez se piensan como niñeras. En coincidencia con lo observado por Hondagneu-Sotelo (2007) sobre las

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trabajadoras domésticas en Los Ángeles, ninguna au pair se proyecta a futuro como niñera; más bien, están conscientes de que conseguir sus objetivos tiene un precio: ser niñera por un año y realizar algunas tareas domésticas en casa ajena. Y como son jóvenes, solteras y educadas, presentan grandes cualidades a los ojos de las madres de familia. Ahora bien, las expectativas de las madres varían y las experiencias pueden ser tan positivas como infernales. Cuando los empleadores no quieren una hija más —según anuncia el ideal au pair—, sino una empleada doméstica que se responsabilice del trabajo reproductivo a bajo costo, la au pair se vuelve Cinderella, la criada maltratada. Mientras en algunas familias las au pairs son tratadas como mano de obra barata, en otras reciben un trato cálido y su apoyo en la organización de la vida familiar es apreciado. Esta variedad de experiencias es producto de la informalidad de la actividad, ya subrayada por Búriková y Miller (2010). Llama la atención que rara vez las madres de familia hayan mencionado que esperaran competencias pedagógicas o experiencia en el cuidado de niños, como si este aspecto fuera secundario en relación con la disponibilidad de estas jóvenes, solteras y educadas. Las au pair constituyen un nuevo rostro del servicio doméstico en la era global.

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Séverine Durin

Vidal, Dominique 2007 Les bonnes de Río. Emploi domestique et société démocratique au Brésil, Villeneuve D’Ascq, Presses Universitaires du Septentrion.

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