“Las internas justicialistas de 1983: reflexiones preliminares”

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Descripción

Universidad de Lanús, Tercer Encuentro de Tesistas Doctorales, “El Estado, lo político, la cuestión social y la cuestión sindical (1850-2014)” Jornada “La arena sindical y política en disputa (1973-1983)” Junio de 2014 Primer eje: Sindicalismo y política. Expositor: Profesor Ezequiel Meler Comentarista: Dr. Oscar Aelo

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“Las internas justicialistas de 1983: reflexiones preliminares” Ezequiel Meler*

1. Introducción. A más de treinta años de las elecciones de 1983, un manto de olvido se cierne sobre el proceso de reorganización partidaria encarado por el justicialismo. Del consenso de los escasos trabajos académicos que se refirieron al tema, surge la impresión de que las internas como tales no tuvieron lugar, y que todo transcurrió bajo el aura de un pacto cupular protagonizado por las 62 Organizaciones y por su máximo referente, Lorenzo Miguel. Tomemos, por caso, el trabajo de James McGuire. Para el autor, “El verdadero ámbito de decisión de la candidatura presidencial no residió en la elección primaria del peronismo, sino en una serie de reuniones a inicios y mediados de 1983, entre Lorenzo Miguel y un amplio grupo de notables peronistas que incluía a Fernando Donaires, Diego Ibáñez y Rodolfo Ponce por los sindicatos, y a Deolindo Felipe Bittel, Antonio Cafiero, Herminio Iglesias, Ítalo Luder, Raúl Matera y Ángel Robledo por el ala política del movimiento. Aparte de Herminio Iglesias, que ambicionaba la gobernación de Buenos Aires, cada uno de los políticos aspiraba a la presidencia. Según los reportes, la boleta Luder – Bittel fue decidida entre el 16 y el 19 de julio, y Miguel jugó un rol preponderante en el proceso entero.”1 1

“The real site of the PJ presidential nomination was not the peronist primary election, but a series of

meetings in early and mid 1983 between Lorenzo Miguel and a loose group of peronist “notables” that included Fernando Donaires, Diego Ibáñez and Rodolfo Ponce from the unions and Deolindo Felipe Bittel, Antonio Cafiero, Herminio Iglesias, Ítalo Luder, Raúl Matera and Ángel Robledo for the movement´s political wing. Apart from Iglesias, who had his eye on the Buenos Aires governorship, each of the politicians

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Por su parte, en el trabajo de Ana María Mustapic, se afirma que “finalmente, un pequeño grupo de notables, cuyas figuras prominentes fueron Lorenzo Miguel, Deolindo Bittel, Herminio Iglesias, Antonio Cafiero e Ítalo Luder, se decidió por la nominación de Luder y Bittel.”2 Finalmente, el politólogo Steven Levistky señala que, si bien “el PJ organizó elecciones internas para seleccionar a los delegados que participarían de un congreso partidario en septiembre de 1983, en el que se renovaría el Consejo Nacional y se elegiría la fórmula presidencial, […] en la práctica, este proceso electoral fue prácticamente dejado de lado. Los dirigentes de las 62 […] presionaron a los dirigentes del partido para negociar listas de unidad que tornarían innecesaria la elección. La fórmula presidencial de Ítalo Luder y Bittel se negoció en forma clandestina al margen del proceso electoral y muchos consideraban que había sido impuesta por las 62.”3 Esta versión de los acontecimientos no surge de la nada. En todos los casos, los autores citados refieren a un mismo trabajo: Peronismo, la mayoría perdida.4 Publicado en 1985 por tres periodistas que simpatizaban con la renovación: Silvia Mercado, Nancy Sosa y Mora Cordeu, se trata de un trabajo periodístico muy original, que reconstruye de manera novelada los 45 días finales de la campaña peronista. En el apéndice, se encuentra una carta aspired to the presidency. The Luder – Bittel ticket was reportedly decided upon between 16 and 19 july, with Miguel playing the preponderant role troughout the entire process.” En McGuire, James W.: Peronism without Perón. Unions, parties and democracy in Argentina, Stanford, Stanford University Press, 1997, p. 82. La traducción es nuestra. 2

Mustapic, Ana María: “Del Partido Peronista al Partido Justicialista. Las transformaciones de un partido

carismático”, en Cavarozzi, Marcelo; Abal Medina, Juan: El asedio a la política. Los partidos latinoamericanos en la era neoliberal, Rosario, Homo Sapiens Ediciones, 2002, p. 149. 3

Levistky, Steven: La transformación del justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista, 1983-

1999, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, pp. 67-68. 4

Cordeu, Mora; Mercado, Silvia; Sosa; Nancy: Peronismo, la mayoría perdida, Buenos Aires, Editorial

Sudamericana, 1985.

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de Antonio Cafiero a Darío Alessandro. Fechada el 18 de octubre de 1983 (esto es, antes de las elecciones) la carta sitúa el momento clave de la contienda en la cumbre de dirigentes del 22 de agosto de ese año. Cafiero sostiene que sólo cinco personas participaron de la misma: Lorenzo Miguel, Ítalo Luder, Deolindo Bittel, Herminio Iglesias y él mismo. Según sus palabras: “Al comenzar, Lorenzo Miguel tomó la palabra y manifestó que, entre los cinco hombres que nos encontrábamos allí tres habían llegado a la meta, Luder, Cafiero y Bittel, en igualdad de condiciones. […] Bittel sostuvo inmediatamente que él no se consideraba candidato a la presidencia. Que su ambición era la de completar la fórmula en carácter de vicepresidente. Volvió a tomar Miguel la palabra y manifestó que, de acuerdo con informaciones que había recogido del sector gremial y haciendo una evaluación de lo sucedido a lo largo de los últimos meses, creía que el doctor Luder debía encabezar la fórmula presidencial, y Bittel acompañarlo como vicepresidente. Tales expresiones fueron inmediatamente aceptadas y compartidas por Bittel, que dijo que esa misma impresión la había recogido personalmente en el interior del país. Iglesias se manifestó de acuerdo. Yo no opuse ningún tipo de reparos. Inmediatamente se pasó a considerar el tema de la provincia de Buenos Aires a propuesta de Lorenzo Miguel, lo que era la continuidad lógica de tal reunión. Sobrevino entonces un giro fundamental. Iglesias manifestó que no aceptaba tratar el tema por cuanto él tenía a su favor la decisión de las bases de la provincia, que lo consagraban como candidato.”5 Cafiero sostiene, esencialmente, que esa decisión de Iglesias, ese “virtual golpe de Estado”, no fue revertido por Miguel, y que por ende, ese fue el fin de sus aspiraciones. La

5

Cordeu, Mercado, Sosa: Peronismo, la mayoría perdida…, ibídem, p. 241.

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narración no sólo funge como relato de las internas, sino también como explicación del presente en que el texto fue dado a conocer: un presente de derrota, resultado de la selección de candidatos. Un presente en que nuevamente el peronismo bonaerense se dividía entre herministas y cafieristas. Si algo debe reconocerse a Cafiero, es la insistencia con que ha repetido este relato a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en una entrevista para Página 12 en 2008, sostuvo: “A Luder lo elegimos en una piecita del teatro Odeón cinco tipos: Luder, Bittel, Herminio Iglesias, Lorenzo Miguel y el que te habla. Se suponía que todos los que estábamos ahí aspirábamos a algo. Bittel de entrada rompe el silencio diciendo que él no es candidato a presidente, que él se conforma con la vicepresidencia. Toma la palabra Lorenzo, que era el más poderoso en términos de poder interno, me mira y me dice: Antonio, vos sabés lo que te queremos, los muchachos sabemos que siempre estuviste, siempre nos acompañaste, pero en este momento creemos que el que debe ser candidato es Luder. Bueno, le digo yo, si he venido a someterme al juicio de ustedes, acepto, no tengo ningún inconveniente. Entonces Lorenzo dice: Y en la provincia de Buenos Aires... Ahí se levanta Herminio y dice: Yo no voy a tolerar ni a admitir que acá se discuta la candidatura a la gobernación de Buenos Aires, eso lo voy a decidir yo como jefe del partido y yo voy a ser el candidato. Luder empalideció, Lorenzo Miguel miró para otro lado, yo bajé la cabeza y le digo despacito –no sé si a Luder–, con esta decisión perdemos la elección nacional. […] Salí de esa reunión y le mandé una carta a Darío Alessandro, uno de nuestros líderes más enjundiosos, y le digo vamos a perder porque estamos utilizando una metodología violenta que ya el pueblo argentino no acepta más, hay que democratizar el partido, tenemos que tomar decisiones por la

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voluntad de los afiliados y no por el grupito que las tomamos, calculá que esto no es democracia, ¡¡¡cinco tipos!!!”6 Similares relatos pueden extraerse de las memorias del veterano dirigente, publicadas tres años atrás, y de una entrevista que le fuera realizada con motivo del treinta aniversario de la recuperación de la democracia.7 Sin embargo, como mostraremos en el transcurso de esta primera aproximación, las cosas estuvieron lejos de ser como relatan Mercado, Cordeu y Sosa, cuyo texto se abre con otra versión de esta cumbre. Más lejos aún estuvieron del relato de Antonio Cafiero. Como trataremos de probar, el relato de Cafiero respondió a un motivo específico: construir su propio lugar como dirigente renovador, no derrotado sino arteramente excluido. Pero entre las sombras del proceso de reorganización interna emerge clara su derrota. 2. El peronismo en transición. a) Las principales tendencias. La reorganización de los partidos políticos en el escenario posterior a Malvinas se regía por el estatuto promulgado por el gobierno de Reynaldo Bignone en agosto de 1982. El mismo establecía la caducidad de las fichas partidarias, y la necesidad de los partidos de realizar un nuevo proceso de afiliación. En ese momento, el peronismo se hallaba fraccionado en tendencias divididas en torno a tres cuestiones: el rol de Isabel Perón, la actitud ante el Proceso, y la posibilidad de construir un partido bajo métodos democráticos. Así, el antiverticalismo de derecha, que tenía por protagonistas a Ángel Robledo y Raúl Matera en el campo político, y a 6

“Aparecé lejos de los sindicalistas”, en Página 12, 30/10/2008. El subrayado es nuestro.

7

Cafiero, Antonio: Militancia sin tiempo. Mi vida en el peronismo, Buenos Aires, Planeta, 2011, p. 386;

Suriano, Juan; Álvarez, Eliseo: 505 días. La primera transición a la democracia. De la rendición de Malvinas al triunfo de Alfonsín, Buenos Aires, Sudamericana, 2013, p. 241 y ss.

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Jorge Triaca y la CGT Azopardo en el plano gremial, postulaba la necesidad de democratizar al peronismo y convertirlo en un partido moderno, independiente de Isabel Perón. Entendían, también, que no era oportuno romper lanzas con el gobierno militar, sino más bien buscar un pacto. Igualmente adversa a cualquier rol por parte de Isabel Perón era la izquierda peronista, agrupada en Intransigencia y Movilización bajo la conducción de Vicente Leónidas Saadi. Pero Intransigencia, que expresaba también a sectores de la vieja estructura de Montoneros, justamente debía su nombre a la más absoluta negativa a pactar con el gobierno militar. Opuesta a ambos grupos se hallaba la derecha ultraverticalista, referenciada en Humberto Martiarena, Julio Romero, Juan Labaké y Pedro Arrighi. Este sector planteaba que ninguna decisión debía tomarse sin consultar con Isabel, a quien debía ofrecerse la conducción del movimiento. Entre los tres extremos mencionados se hallaba el grueso del sindicalismo, la CGT Brasil, los No Alineados, así como las principales figuras políticas del peronismo: Ítalo Luder, Antonio Cafiero, Lorenzo Miguel. Este colectivo de agrupamientos reconocía en Isabel una referencia formal, de carácter simbólico, que era preferible mantener. Albergaba, también, a los sectores gremiales que habían motorizado las huelgas más duras contra la dictadura en abril de 1979 y en marzo de 1982. En el centro se dieron las dos principales novedades políticas del período: la fundación de agrupaciones como el MUSO, Movimiento Unidad, Solidaridad y Organización (septiembre de 1982) y de Convocatoria Peronista (marzo de 1983). El primer agrupamiento, surgido para respaldar la reelección de Bittel como presidente del PJ y la elección de Cafiero como presidente de la Nación, contó con la participación de Página 7 de 16

Oscar Albrieu, Miguel Unamuno, Roberto García, Oraldo Britos, José Rodríguez, Carlos Farizzano, Alberto Iribarne, Carlos Corach, Horacio Alonso, etc.8 En cuanto a Convocatoria, según comenta Norberto Ivancich, “nucleaba a quienes habían estado unidos en el Comando Tecnológico Peronista -CTP- en la década del 70 pero […] aparecía como proyecto novedoso por su discurso adecuado a los nuevos aires democráticos y que nucleaba a protagonistas como Carlos Grosso y Miguel Angel Toma -Capital Federal-, Roberto Carignano -Santa Fe-, José Octavio Bordón Mendoza-, Remo Constanzo -Río Negro- y otros dirigentes.”9 b) La lucha por las afiliaciones. Una vez que estuvo claro el horizonte electoral, los partidos comenzaron una carrera que se vivió, en cierta forma, como una suerte de elección anticipada, tanto en el plano general como en el relativo a las internas. Desde el inicio, el peronismo obtuvo una notoria ventaja sobre el radicalismo, que el tiempo incrementaría. Primero eran 700.000 adherentes

8

“Apoyan la reelección de Bittel”, en Clarín, 10/09/1982.

9

Agrega Ivancich que “el CTP había sido un grupo conducido por el Teniente Julián Licastro durante los

primeros años de la década del 70; nucleó a sectores provenientes del catolicismo que se habían volcado al peronismo como es el caso de los ex seminaristas Grosso y Toma o dirigentes estudiantiles de la Universidad del Salvador como Bordón y Jorge Cabodeassi. Los principales dirigentes del grupo se habían quedado en el país, no siendo el caso de Licastro. Por eso, a principios de la década del 80, Grosso asume la conducción del grupo y se desvincula del dirigente exiliado, dándole una impronta muy particular a la nueva agrupación. Otra característica de algunos dirigentes de Convocatoria Peronista será su vinculación al grupo SOCMA, de Franco Macri. Algunos de ellos serán gerentes del conglomerado del empresario mencionado, sobre todo su máximo dirigente y Bordón en Mendoza.” Véase Ivancich, Norberto: “La larga marcha: de la institucionalización

del

PJ,

hasta

la

instauración

del

menemismo”,

disponible

online

http://www.croquetadigital.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=190&Itemid=53

en

Última

visita: 6/02/2014.

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contra 450.000; luego, 1.500.000 contra 617.000; finalmente, 3.000.000 contra 1.400.000.10 Más del 80% de esos afiliados se concentraba en los dos principales partidos.11 Para el peronismo en general, estas cifras significaban ante todo que su histórico potencial electoral se hallaba intacto. Las cifras de afiliación, como luego sucedería con las movilizaciones, eran una suerte de consulta, “una encuesta hecha sobre 6.000.000 de personas de ambos sexos, de todas las edades, sectores sociales, lugares de residencia y niveles educativos”, que arrojaba “54% de peronistas, el mayor partido político de Occidente.” Pero si la lucha con el radicalismo parecía resuelta, las internas cobraban una importancia crucial: quien impusiera su criterio en ellas podría contar con ser el próximo presidente de los argentinos. c) La estrategia de los candidatos. Había sido precisamente el antiverticalismo de derecha el primero en salir al ruedo. No terminaba julio de 1982, y ya Ángel Federico Robledo cerraba su alianza más importante con la CGT Azopardo.12 Pero no sería sin embargo Robledo el primer precandidato a presidente: pese a conversaciones que ambos habían mantenido, ese lugar correspondió a Raúl Matera, quien proclamó sus aspiraciones a inicios de febrero de 1983.13

10

“La lucha por las fichas”, en Clarín, 02/04/1983; “Más de 1.400.000 afiliados a la UCR”, en Clarín,

16/04/1983; “Difunde la justicia el total de afiliados al 30-3-83”, en Clarín, 23/04/1983; “Hay en el país 5.610.520 afiliados, en Clarín, 18/5/1983. 11

“Hay 17.892,797 electores en el país”, en Clarín, 23/04/1983.

12

“La CGT Azopardo formaliza su apoyo a Robledo”, en Clarín, 23/07/1982.

13

Robledo lo haría a finales del mismo mes. Véase “El peronismo tiene su primer precandidato a la

presidencia”, en Clarín, 07/02/1983 y “Proclaman la candidatura presidencial de Robledo”, en Clarín, 24/02/1983

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En el plano del verticalismo moderado, la situación era distinta. Si bien el MUSO trabajaba en teoría para la candidatura de Cafiero, éste procuró no anunciarla hasta que fuese sólidamente aceptada por las bases. Mientras tanto, contaba con convencer a Lorenzo Miguel y a las poderosas 62 Organizaciones de respaldar su proyecto, tarea que le sería adversa. Como recuerdan Cordeu y otros, la adhesión inicial de Lorenzo Miguel al MUSO “se trocó en un profundo rechazo al conocer la participación protagónica de los 25 en dicho nucleamiento. [Sin embargo] los musistas esperaban que, teniendo el dominio del partido y de gran parte del peronismo del interior a través de Bittel, y de las dos corrientes ortodoxas del movimiento obrero (las 62 Organizaciones y la Comisión de los 25), más una cuota importante del caudal profesional peronista, el MUSO se convertiría en el elector y ejecutor de la política justicialista.”14 Por su parte, Luder realizaba pequeños actos, pero no buscaba apoyos para su candidatura. Por el contrario, como señala Vicente Palermo, el ex presidente provisional del Senado “se presentó como el candidato de la unidad del peronismo, y no de una fracción, señalando repetidas veces que sus apoyos no constituían una línea interna y que su candidatura era del movimiento.”15 Quizá motivados por el encono que les causaba la gravitación de “los 25” en el MUSO, en febrero de 1983 los principales lugartenientes de Lorenzo Miguel –Fernando Donaires, Diego Ibáñez y Rodolfo Ponce, salieron a apoyar la candidatura de Ítalo Luder. 16

14 15

Cordeu, Mercado y Sosa: Peronismo, la mayoría perdida, ibídem, p. 22. Palermo, Vicente: Democracia interna en los partidos. Las elecciones partidarias de 1983 en el

radicalismo y el justicialismo porteños, Buenos Aires, Ediciones del IDES, N° 4, 1986, p. 88. 16

“Promueven candidatos en el peronismo”, en Clarín, 12/02/1982. Como señalan Cordeu, Mercado y Sosa,

“Cafiero no pudo escapar a la contradicción que se hallaba implícita en su planteo: el grupo de los 25 rivalizaba con las 62, se estaba con unos o se estaba con otros. El ex ministro, honestamente, quiso estar con

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Ello tuvo un efecto inmediato en el MUSO, donde Bittel comenzó a preconizar la necesidad de una negociación con Miguel y así asegurar a Cafiero la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, como consigna Carlos Corach en sus memorias, esta opción fue inicialmente descartada por Cafiero, algo que contribuyó a generar una fractura de facto en la principal agrupación político - sindical del peronismo.17 d) Las elecciones internas. Entre el 12 de junio y el 21 de agosto de 1983, tuvieron lugar las internas del peronismo. Desde el inicio, Luder llevó ventaja sobre el MUSO: el expresidente provisional del Senado venció en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, San Juan, La Pampa, La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán, Neuquén, Misiones, Chubut, y obtuvo la minoría en San Luis, Mendoza y otros distritos. Candidatos teóricamente referenciados en el MUSO vencieron en Chaco, San Luis, Entre Ríos, Santa Cruz, Formosa, Mendoza, Río Negro, y obtuvieron la minoría en Corrientes, Buenos Aires y otros distritos. Corrientes, Salta y Jujuy fueron bastiones del ultraverticalismo. En Catamarca venció Vicente Saadi. Estas provincias no estaban alineadas con ninguno de los candidatos. En la Capital, con Carlos Ruckauf a la cabeza, se presentó una lista de unidad que, enfrentada tardíamente por Carlos Grosso y Julio Guillán, se adjudicó mayoría y minoría en un trámite no exento de polémica. Interpretar los resultados, con todo, no es tan fácil como parece. Ante todo, los delegados sindicales que iban en cada lista decidirían su voto de modo orgánico al final del proceso electoral. Por otra parte, la crisis del MUSO, que había decantado en la fractura los dos, y el juego de sus propias incongruencias lo llevó a quedar atado a las necesidades de los 25, que encontraron en el MUSO el mejor sustento profesional, técnico y periodístico de todo el peronismo, a su servicio”. Véase Cordeu, Mercado, Sosa: Peronismo, la mayoría perdida…, p. 25. 17

Véase al respecto la memoria de Carlos Corach. Corach, Carlos: 18.885 días de política. Visiones

irreverentes de un país complicado, Buenos Aires, Sudamericana, 2011, p. 106-107.

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entre cafieristas y bittelistas, hizo que muchos de sus candidatos se declarasen prescindentes –es el caso de Santa Cruz, Formosa, Mendoza y Río Negro. Varios de ellos, como Arturo Puricelli, terminarían votando a Luder. El caso bonaerense, decidido el 14 de agosto, implicó una instancia decisiva. Electora de doscientos treinta y cinco congresales nacionales, era la llave para cualquier ambición que mantuviese Cafiero. Sin embargo, también allí perdió el MUSO. Por ende, cuando llegó la ronda final de negociaciones, Cafiero dependía de un vuelco del resto de las fuerzas o de un pacto con Herminio Iglesias para alcanzar, al menos, la gobernación. Este es el trasfondo necesario para comprender la reunión del 22 de agosto. Contrariamente a como lo presenta Cafiero, el round final de negociaciones había sido propuesto por él, ante la expectativa de que Lorenzo Miguel pudiese torcer el brazo de Iglesias y forzarlo a aceptar su candidatura. Ello no sucedió: Iglesias, con mucha astucia, había sumado ya el apoyo del resto de las listas bonaerenses, aislando al MUSO, y estaba en condiciones de convertirse en un actor con peso propio, tanto en la provincia, como en la selección de la candidatura nacional. Finalmente, el 5 de septiembre el congreso nacional justicialista, con la participación de los congresales del sector que respondía a Herminio Iglesias, consagraba por amplia mayoría la fórmula Luder – Bittel. Isabel Perón era ratificada como presidente del partido, Lorenzo Miguel era el nuevo vicepresidente primero, y Carlos Juárez era el vicepresidente segundo. Manuel Quindimil, un hombre de Herminio Iglesias, era elegido secretario general.18

18

“El peronismo proclamó a Luder – Bittel”, en Clarín, 06/09/1983.

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3. Conclusiones. En su conocido trabajo sobre los partidos políticos, Ángelo Panebianco dedica especial atención a los partidos carismáticos. Según Panebianco, que en este punto actualiza la teoría weberiana, ella implica “la presencia de un líder que realiza él solo (y no, como sucede en la mayoría de los casos, en coalición con otros) todas las operaciones cruciales en la fundación de la organización: la elaboración de sus fines ideológicos, la selección de su base social, etc. No solo eso, sino que, dadas las peculiaridades del nacimiento de la organización, el líder se convierte tanto para los militantes como para los demás partidarios de la organización […] en el único intérprete de la doctrina, además de su símbolo viviente y en el único artífice posible de su realización en el futuro. Una total compenetración entre el líder y la identidad organizativa del partido es la conditio sine qua non del poder carismático.”19 Panebianco señala, además, algunas características constantes de los partidos carismáticos: una coalición dominante cohesionada por su fidelidad al líder, la ausencia de rasgos burocráticos, una elevada centralización organizativa, una pluralidad de movimientos y tendencias que giran en torno del partido y de su líder, una fuerte insistencia en el carácter antipartido y de movimiento de la organización son algunas de ellas. 20 Dadas estas características generales, Panebianco postula la dificultad relativa intrínseca a todo partido de este tipo, esto es: lo improbable que resulta su institucionalización más allá de la voluntad del líder.

19

Panebianco, Ángelo: Modelos de partido. Organización y poder en los partidos políticos, Madrid, Alianza,

1995, p. 271. Cursiva en el original. 20

“El partido carismático se presenta siempre como la negación de los partidos existentes a los que

contrapone una solución a la vez movimientista y bonapartista” Véase Panebianco, ibídem, p. 274.

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A nuestro juicio, el peronismo se caracterizó por un modelo originario que, aunque modificado por los años de proscripción, se corresponde con el tipo ideal del partido carismático. Dicho modelo originario recién entra en crisis en los años setenta, para conocer su final a partir de la muerte de Perón. Sólo en el descongelamiento político propiciado por la dictadura pudo verse con claridad el resultado de ese proceso. Pese a las dificultades propias del contexto de la transición, que no hemos abordado aquí, el peronismo ensaya entonces una primera experiencia de institucionalización, relativamente exitosa, que erige una coalición dominante compuesta por las 62 Organizaciones de Lorenzo Miguel, el sector del peronismo del interior referenciado en Deolindo Bittel, y el peronismo bonaerense liderado por Herminio Iglesias. Contra este proceso de institucionalización se alzará, durante los años ochenta, la renovación peronista, ocultando muchas veces que sus referentes de aquel entonces, lejos de haber sido arteramente excluidos, habían sido derrotados. *Profesor de Historia, UBA.

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Bibliografía y fuentes. a) Fuentes periódicas. Diario Clarín Revista Vísperas b) Bibliografía. Cafiero, Antonio: Militancia sin tiempo. Mi vida en el peronismo, Buenos Aires, Planeta, 2011. Corach, Carlos: 18.885 días de política. Visiones irreverentes de un país complicado, Buenos Aires, Sudamericana, 2011. Cordeu, Mora; Mercado, Silvia; Sosa; Nancy: Peronismo, la mayoría perdida, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1985. Ivancich, Norberto: “La larga marcha: de la institucionalización del PJ, hasta la instauración

del

menemismo”,

disponible

online

en

http://www.croquetadigital.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=190&It emid=53 Última visita: 6/02/2014. Levistky, Steven: La transformación del justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista, 1983-1999, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005. McGuire, James W.: Peronism without Perón. Unions, parties and democracy in Argentina, Stanford, Stanford University Press, 1997.

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Meler, Ezequiel: “Actores políticos en la transición argentina: El peronismo ante las elecciones presidenciales de 1983”, tesis de licenciatura inédita, defendida el 7 de abril de 2014. Mustapic, Ana María: “Del Partido Peronista al Partido Justicialista. Las transformaciones de un partido carismático”, en Cavarozzi, Marcelo; Abal Medina, Juan: El asedio a la política. Los partidos latinoamericanos en la era neoliberal, Rosario, Homo Sapiens Ediciones, 2002. Palermo, Vicente: Democracia interna en los partidos. Las elecciones partidarias de 1983 en el radicalismo y el justicialismo porteños, Buenos Aires, Ediciones del IDES, N° 4, 1986. Panebianco, Ángelo: Modelos de partido. Organización y poder en los partidos políticos, Madrid, Alianza, 1995. Suriano, Juan; Álvarez, Eliseo: 505 días. La primera transición a la democracia. De la rendición de Malvinas al triunfo de Alfonsín, Buenos Aires, Sudamericana, 2013.

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