Las estrategias de guerra de los grupos norteños: una visión arqueohistórica

October 12, 2017 | Autor: Adriana Macías | Categoría: Arqueología, Arqueología histórica
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Descripción

“Las estrategias de guerra de los grupos norteños: una visión arqueohistórica” M. en Arqlogia. Adriana Macías Madero

Introducción El territorio norteño que corresponde a lo que fuera la frontera con Mesoamérica comúnmente fue caracterizado por la presencia de múltiples grupos nómadas, los cuales destacaban por su espíritu guerrero y su valentía. En la época prehispánica, los grupos de esta región mantuvieron contacto con sociedades del Altiplano y Occidente a partir de la movilización de mercancías tales como los minerales y algunas pieles, pero es hasta el periodo de contacto con los peninsulares que se conocen aspectos más detallados de los que habitaron esta región, por lo cual, es mediante la consulta de fuentes documentales y el registro arqueológico, que se buscará definir las estrategias de batalla que distinguieron a los grupos norteños de los de otras regiones. Las estrategias de guerra son una parte fundamental de los conflictos, su identificación consta de observación detallada de diferentes aspectos relacionados al paisaje, fuentes documentales, así como distribución de artefactos y construcciones marciales, observarlos en un referente especifico como fue la Batalla del Peñol de Nochistlán de 1541 brindará elementos claros para la caracterización.

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Sin duda la acción más relevante para el desarrollo de las batallas es la planeación, la forma en que los grupos aprovechan su conocimiento sobre ellos mismos y su entorno, esto se refleja en el campo de batalla sacándole el máximo provecho; dichos aspectos se conocen como evaluación, provisión de recursos e ingeniería (Doyle, 2001: 237; Scott, 2001: 179). Los grupos norteños y la guerra Se dice que la historia bélica de los grupos prehispánicos se relaciona con sus procesos de estructuración social, donde los recursos y el conocimiento

se

restringen sólo a algunos sectores, lo cual según Otterbeim (1970) se remontaría al siglo V de nuestra era (cfr. Lameiras, 1994: 15). No obstante, para la región norteña, el espíritu belicoso era una constante, luchaban al día para sobrevivir y conocían su medio a la perfección para movilizarse y resguardarse de los riesgos que implicaba el ambiente, así como la competencia con otros grupos por los recursos. Estos grupos estaban distribuidos en un área semiárida y montañosa (norte de Michoacán, Jalisco, Zacatecas, Guanajuato y Aguascalientes). Dentro de las etnias que integran estos grupos norteños están: los guachichiles: cabezas rojas, no agrícolas y cuya subsistencia se basaba en la cacería (Ahumada, 1954: 30; Parry, 1993: 56; Powell: 1980: 39); los guamares: los más valientes, belicosos, traicioneros y astutos (López, 1989: 98); zacatecos: valientes y solidarios (Ahumada, 1954: 25; López, 1989: 97); caxcanes: sedentarios, practicaban la agricultura y vivían en familia, además tenían una excelente estructura militar

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(López, 1989: 88; Parry, 1993: 56; Powell: 1977: 32, 39 y 1980: 17). Estos grupos étnicos tenían una distribución espacial claramente definida (mapa 1).

Mapa 1: Distribución de los chichimecas en la Nueva Galicia. (Fuente Carrillo, 2000).

Los grupos del norte tomaban del medio todo aquello que consideraban podía brindarles posibilidades extra para la sobrevivencia, a partir de la elaboración de herramientas optimizaron sus técnicas de procuramiento y a su vez adquirieron condiciones y habilidades, como la de ser flecheros y corredores (Alva Ixtlilxóchitl, 1985: 289; Amador, 1892: 26 – 30; Casas, 1944: 22 – 28; Hassig, 1992: 151),

posteriormente les permitió defenderse ante la invasión de otros

grupos.

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Gracias a la ventaja que les daba su utilización del arco y la flecha, estos grupos se ubicaban en las partes altas de los cerros a manera de protección contra los ataques, por hacer difícil el acceso, a esto se le añade el hecho de que los combates iniciaban con el lanzamiento de piedras, madera, palos, tizones, flechas y varas tostadas desde las alturas para evitar que sus adversarios avanzaran en el camino y ellos no fueran heridos con facilidad (De las Casas, 1944: 31; León - Portilla, 1995: 73; Palerm, 1973: 64; Powell, 1977: 62 ; Salas, 1986: 273; Tello, 1985). Pese lo anterior, las armas no fueron la única defensa de los grupos indígenas, una táctica común era la de emplear diversos sonidos, producidos por el uso de variadas herramientas como tambores, trompetas, silbatos, ocarinas 1 y caracoles, que se tocaban todos al mismo tiempo y solían acompañarse con los alaridos o cantos de los guerreros al inicio de las batallas. El objetivo de tan estruendoso concierto era causar temor al enemigo e impulsarse para ganar el combate (Ayala, 1973: 197; Calleja, 1995: 45; Lameiras, 1994: 71; Wise, 2000: 19). La ejecución de las estrategias de combate de cada grupo, dependían de la coordinación, la cual estaba en manos de un líder militar,2 éste dirigía los movimientos y planeaba el ataque. En ocasiones solían realizar confederaciones para hacer más grande y fuerte su hueste, ya en el campo de batalla se dividían

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Instrumento musical de viento hecho de hueso o arcilla. Quizá estos grupos no tenían líderes políticos que controlaran a todo el conjunto, pero si para cada etnia. Seguramente en el ámbito militar recurrían a ellos para mantener un mejor aprovechamiento de las fuerzas guerreras, tal es el caso de Tenamaztle, Shiutecuhtli y Tenquitatl, véase López – Portillo op. cit. 2

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en pequeños bandas para evitar que los capturaran los enemigos. Tenían espías que vigilaban todo el día a sus enemigos a los que robaban (comida, caballos, mujeres, etcétera) o mataban por sorpresa. Atacaban velozmente y con gritos, causando descontrol y gran temor en sus víctimas (De las Casas, 1944: 21; López – Portillo, 1939: 49; Razo, 1988: 22; Salas, 1986: 28). Ya para la etapa de contacto, ante los enfrentamientos derivados de la avanzada de españoles en el reconocimiento de la tierra o el asentamiento de ciudades, en las cuales se sometía a indígenas a trabajos forzados, varios grupos indígenas norteños se levantaron en armas, y entre sus estrategias para mejorar sus condiciones técnicas, se implementó el saqueo de los enemigos caídos, ya que de dicha acción obtenían armas, ropa, armaduras, zapatos y todo lo útil que podía obtenerse y el resto simplemente era quemado en grandes fogatas (Bonvillan, 2001: 11; Díaz Castillo, 1960: 227; Ruiz, 1995: 350). Los ataques de enfrentamientos contra los peninsulares, sobre todo a sitios protegidos consistieron en derribar las fortificaciones (completa o parcialmente), escalarlas y/o sitiar la ciudad –impidiendo la entrada de recursos hasta lograr su rendición. Para tener éxito en el asedio de un asentamiento debían contemplarse varios factores (no relacionados directamente a lo militar), tiempo (perseverancia), costo3, logística y presencia de grupos hostiles que causaran pánico a los pobladores, con todo lo anterior estaba casi asegurado el éxito de esta empresa (Hassig, 1988: 107 – 109; López – Portillo, 1939: 49).

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No se refiere a inversión económica, si no al gasto o forma de adquisición de los insumos necesarios para aguantar el asedio, estos podrían ser agua, comida, abrigo, armas, etc.

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En cuanto a infraestructura bélica los indígenas recurrían a las fortificaciones o, como ya se dijo antes, a la ubicación de los sitios militares en las partes altas de los cerros,4 se cree que éstos eran usados sólo en los ataques como refugios,5 las casas comúnmente estaban ubicadas en valles o partes desprotegidas. El objetivo principal de estos elementos era dar protección y proporcionar ventajas en el

ataque contra sus ofensores (Hassig, 1988: 108;

López – Portillo, 1939: 404; Lameiras, 1994: 28; Palerm, 1973: 28; Razo, 1981: 75; Salas, 1986: 248). Estrategias norteñas en el campo de batalla: La Batalla del Peñol de Nochistlán Durante el periodo de avanzada y poblamiento del norte por parte de los peninsulares, se dieron diferentes procesos (explotación de indígenas en las minas, saqueo de pueblos, entre otros) que provocaron que en la región se viviera un ambiente de hostilidad permanente, esta región estaba aislada a causa de los terribles y constantes combates entre indígenas rebeldes y peninsulares. Ante tal situación, la Corona y el virrey sienten temor de perder la hegemonía hispana local. Por lo que, la estrategia es atacar con diferentes fuertes: el primero a cargo de Cristóbal de Oñate (encomendero de la región) quien organiza un grupo de veinticinco soldados esforzados y trescientos indios, con los que se dirige a Nochistlán, Xuchipila y las comarcas cercanas, ya que para principios de 1540 los

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Estrategia enfatizada por los grupos de Nueva Galicia en los combates de rebelión contra los hispanos. 5 Aunque algunos eran utilizados como asentamientos permanentes, tal es el caso de El Tuiche.

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indios de la región hicieron fuertes en el Miztón6 en donde derrotaron a los españoles de los cuales quedaron los de Guadalajara.7 Al verse derrotados los pobladores españoles de esta tierra, solicitaron ayuda al virrey, quien mando la segunda embestida a mandó a Pedro de Alvarado, que marchó con cien hombres bien seleccionados entre los cuales había ballesteros y arcabuceros. Mendoza también mandó ciento treinta caballos y soldados con Juan de Alvarado y seis mil peones indios.8 Las luchas contra las insurrecciones indígenas continuaron y al principio fueron inminentemente de triunfo indígena.9 La batalla que devolvería la confianza al ejército español se dio en el Peñol de Nochistlán en 1541, a mando del propio virrey de Mendoza, lo que marca no sólo la relevancia del combate sino lo que se tenía en juego. El Virrey planea su táctica de batalla para lo que dividió su gente en seis escuadrones, los que repartió alrededor del peñol para formar un cercado para el ataque, logrando ventaja sobre los alzados, quedando de la siguiente manera: en la parte trasera del Peñol se colocó el Virrey y sus hombres, hacia el camino de Teocaltiche; donde está el camino a Jalpa, se encontraban la gente de Cristóbal de Oñate y Miguel Ibarra, compuesto por cincuenta (infantes y caballeros españoles); rumbo a Guadalajara se ubicaron los soldados del Virrey

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Considerada como la fortaleza natural de principal importancia en la Nueva Galicia, su traducción al castellano es gato, ya que al ser tan alto se creía que sólo estos animales podían acceder a él, véase Mota op. cit. 7 Fray Antonio Tello, op. Cit., p. 190; Pedro de Ahumada, op. Cit., p. 15. 8 José López – Portillo y Weber, op. Cit. p. 438; Miguel León – Portilla, op. Cit., 41. 9 Fray Antonio Tello, op. Cit., p. 208.

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(aproximadamente seiscientos); en el área de la entrada y donde se levantaron las albarradas, se encontraba la artillería, los peones y los caballeros; los aliados quedaron repartidos en toda el área. Había una banda de tlaxcaltecas, huexotzincas, quauquechultecas y después mexicanos, xilotepecas y aculhuas, por el lado de las albarradas y al opuesto los de Michoacan, Mestitlan y los chalcos.10 A favor del ejército hispano – indígena había trescientos arcabuces, doscientas ballestas, setecientos caballos y más de cincuenta mil aliados.11 (Imagen 1).

TROPAS

SIMBOLOGÍA

El Virrey

Cristóbal de Oñate

Miguel Ibarra

Soldados españoles

Artilleros

Aliados

Imagen 1: Distribución del ejército del Virrey Mendoza en el Peñol de Nochistlán.

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Idem, p. 302. José López – Portillo y Weber, op. Cit. p. 531; Miguel León – Portilla, op. Cit., 86

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Estando distribuida la hueste hispano – indígena a las faldas del peñol de Nochistlán, los rebeldes adornados con plumas de diferentes colores, empiezan el ataque lanzándoles piedras, dardos y flechas, en este primer encuentro queda destruida la primera albarrada por la artillería hispana. Evento que los soldados del virrey aprovechan avanzando sobre ésta y quemando los jacales de los rebeldes.12 El peñol les proporcionaba a los alzados protección pero también lo hacía el entorno ambiental con la vegetación (magueyes, cardones, nopales, etcétera) y el río que circundaba el cerro. La estrategia de los grupos indígenas consistió en atacar al alba, a corta distancia y gran velocidad, además de siempre acompañar sus batallas de gritos “que helaban la sangre… la sorpresa, la desnudez, la pintura, los gritos, y los rápidos tiros tenían por objeto… aterrorizar a sus víctimas y a sus animales”. Existen relatos de batalla en las fuentes, donde los rebeldes gritaban a los españoles una frase, que define el ideal de los grupos alzados: “Hasta tu muerte o la mía”.13 Los adversarios del ejército caxcán contaban con sesenta mil combatientes, por su parte los rebeldes sólo tenían doce mil, de los cuales dos mil indios de Jalpa abandonarían la batalla en secreto y a traición, dándole así una gran ventaja al virrey y a sus hombres.14

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Fray Antonio Tello, op, Cit., p. 171. José López – Portillo y Weber, op. Cit., p. 401. 14 Idem, p. 533. 13

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Después de varios días de combate, alrededor de seis a siete días,15 ante la desventaja de los empeñolados y con el uso de la artillería, el ejército del Virrey derriba cuatro albarradas, logrando subir un par de grupos de artillería (a acaballo y a pie) hasta la parte alta del Peñol,16 en donde se colocó una bandera que simbolizaba la derrota de los rebeldes pero no de sus ideales. La fecha registrada para el triunfo del ejército del Virrey sobre los alzados del Peñol de Nochistlán es el 24 de noviembre de 1541, y con esto se marcó la continuidad del nacimiento de la sociedad novohispana, proceso que sin duda forma parte de nuestra historia nacional. Consideraciones finales La consulta de documentos nos permitió conocer y contextualizar los procesos sociales que se dieron durante la batalla del Peñol de Nochistlán, así como destacar aspectos relacionados con las estrategias militares utilizadas por los grupos que se enfrentaron en el campo. No obstante, la arqueología nos permite contribuir a la validación y caracterización de los acontecimientos a partir del reconocimiento y clasificación de la cultura material relacionada con dicho evento bélico. Durante los recorridos en el cerro, destacaron aspectos de diverso índole, en lo que respecta a lo ambiental, resalta la morfología natural del cerro que fue aprovechada por los rebeldes norteños como defensa, junto con las obras

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Tello (op. cit.) dice que este combate duro quince días. Fray Antonio Tello, op. Cit., pp. 307 – 308.

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ingenieriles en las que se observó la adaptación de albarradas para proteger las áreas más expuestas, del mismo peñol, de la avanzada de los peninsulares.

ARMA

SIMBOLO

Puntas de saeta de ballesta Balas de arcabuz

Mapa 2: Disposición de armamento del ejercito virreinal, y albarradas de rebeldes en el Peñol de Nochistlán (fuente: Macías Madero).

Otro elemento fue la presencia de armamento, relacionado principalmente con la hueste virreinal (puntas de ballesta y balas de arcabuz), pero que por su disposición también destaca los movimientos y distribución del ejército rebelde, tal y como se muestra en el mapa 2, pues se visualizan las acciones de defensa por unos y de avanzada por otros. Sin duda el espíritu guerrero de los grupos norteños, marcó la construcción de la historia nacional, pues es a partir de los movimientos de insurrección de esta región que se plantea la necesidad de promulgar leyes en pro de los derechos de 11

los indígenas, así se reflejó en cada estrategia de guerra y se repite en el emblema “Hasta tu muerte o la mía” donde se exige un cambio, y pese a que la hueste virreinal triunfa, esta batalla no quedó en el olvido marcando nuevas formas de colonización.

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