Las élites de la modernidad: Hipótesis, objetivos y métodos de un proyecto de investigación, 2011-2013.

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Descripción

LAS ELITES DE LA MODERNIDAD:
FAMILIAS, REDES Y CAMBIO SOCIAL, DE LAS COMUNIDADES TRADICIONALES A LA REVOLUCIÓN LIBERAL, 1600-1850.


Hipótesis, objetivos y métodos del Proyecto de Investigación

José María Imízcoz
(Universidad del País Vasco)



El Proyecto parte del estudio del modelo tradicional de familia y linaje de las élites del País Vasco, antes de las transformaciones que se producen en el siglo XVIII. Se trata de determinar los elementos tradicionales del sistema familiar: La formación, estructura y engrandecimiento de las casas; las estrategias de reproducción a través de mayorazgos, alianzas matrimoniales y políticas de colocación de los hijos; la participación en las empresas de la Monarquía agregativa; las amistades y redes clientelares en la articulación del entramado corporativo; los fundamentos religiosos; la cultura de linaje y sus valores simbólicos y honoríficos.
Vamos a trabajar especialmente con familias que siguen carreras en la Corte de los Austrias, primero, y luego en la de los Borbones, observando sus carreras, las dinámicas familiares que se instauran entre la Corte y las provincias, y la influencia que tienen los parientes que se hallan en el gobierno de la Monarquía en sus grupos familiares de las provincias. Norbert Elías vio en la sociedad cortesana el punto de partida de un específico "proceso de civilización" (N. Elías, La sociedad cortesana; El proceso de la civilización) La Corte sería el espacio en el que se generan nuevos ideales políticos, valores, formas de comportamiento y de civilidad, pautas de consumo, modas, que luego se difundirán de forma descendente en la sociedad. ¿Hasta qué punto? ¿Con qué consecuencias?
Esta dinámica cortesana tuvo consecuencias importantes en ambas centurias. Sin embargo, en el siglo XVII no se observan cambios sustanciales como los que se produjeron entre 1750 y 1850. Por lo tanto, es necesario comparar ambos períodos para observar los elementos comunes, pero también para contrastar las profundas diferencias entre ambos procesos.
En Proyectos anteriores hemos investigado sobre las familias de las élites vascas y navarras del siglo XVIII cuyos hijos siguieron carreras administrativas, militares y eclesiásticas en el Estado borbónico y desarrollaron negocios financieros y mercantiles en torno a las necesidades de la Monarquía y del imperio colonial.
Llegados a este punto, nos encontramos con dos hipótesis de gran calado que nos empujan a este nuevo Proyecto: Por un lado, Jesús Cruz muestra cómo los miembros de aquellas familias se encontraron muy especialmente presentes entre las elites liberales que, en la primera mitad del siglo XIX, llevaron a cabo la revolución política liberal en España. Por otro, el conde de Guendulain sugiere que, en la primera guerra carlista, las familias de la nobleza navarra que habían participado a lo largo del siglo XVIII en aquella dinámica de carreras estatales fueron, salvo raras excepciones, familias liberales, mientras que las familias de la nobleza que habían permanecido arraigadas en el país, al margen de aquel proceso, fueron carlistas.
Esto nos lleva a articular un Proyecto complejo pero claro, en torno a familia, redes y cambio social: 1. Observar los cambios que se producen en estos entornos familiares a lo largo del siglo XVIII; 2. Contrastarlos con las prácticas y valores familiares de las elites del periodo anterior, para percibir mejor los elementos de cambio, y 3. Desbordar a la primera mitad del siglo XIX para observar los efectos que tuvo la dinámica del siglo XVIII: los cambios que conllevó, pero también las resistencias al cambio, hasta las fracturas de las guerras carlistas.
En primer lugar, nos interesan los actores que producen los cambios de la modernidad española: en qué entornos sociales se producen determinados cambios y a través de qué redes se difunden. Entendemos que los dos cambios centrales de la modernidad, que se forjan entre 1750 y 1850, fueron:
1. La construcción del Estado liberal, a partir de la "dinámica estatal" del "reformismo borbónico" del siglo XVIII (C.Garriga). En particular, desde un punto de vista social, esto conllevó la formación progresiva de una élite administrativa y militar de tipo funcionarial, así como la configuración de grupos financieros y mercantiles (muy relacionados familiarmente con los anteriores) especialmente vinculados a las finanzas reales, a las necesidades del Estado y del imperio colonial, y al clientelismo político. Las familias de las elites vascas y navarras que seguimos a lo largo del siglo XVIII se hallaron muy especialmente en esta dinámica.
2. La modernidad de los valores individuales y de las nuevas ideas políticas que surgen en los círculos de sociabilidad ilustrados (F.X.Guerra). Todo parece indicar que las elites administrativas, militares y financieras del Estado reformista participaron de forma privilegiada en estos nuevos círculos de sociabilidad (G.Franco). Siguiendo la idea de E.P. Thompson, queremos observar en qué "encuentros" y experiencias compartidas se generan, comparten y difunden los nuevos valores sociales y políticos: en qué endogamias profesionales y matrimoniales, en qué amistades juveniles, estudiantiles y profesionales, en qué tertulias y sociedades ilustradas, en qué redes epistolares, en qué afinidades y enfrentamientos en el espacio público.
Observaremos los valores que los hombres de estas familias manejan o incorporan, pero también sus compromisos y contradicciones con prácticas tradicionales muy arraigadas, en un proceso de transición lento e irregular: los valores individuales de razón ilustrada y "libertad" de elección frente a la tradición y la pertenencia comunitaria y de linaje; la igualdad legal para los ciudadanos de un mismo Estado naciente frente a las leyes particulares del entramado corporativo; las afinidades voluntarias frente a las vinculaciones heredadas y sus servidumbres; la educación, capacitación y servicio al Estado, frente a la herencia del linaje; el mérito individual y el servicio público frente al honor estamental; la libertad económica y la movilidad del dinero frente a la vinculación de bienes; el Estado público y la ciudadanía frente al señorío en manos de familias particulares y las dependencias personales; las actitudes reformistas racionales frente a la ortodoxia religiosa.
La percepción del cambio se hará, por contraste, con respecto a las prácticas propias de la cultura del linaje que revelan las élites vascas en la centuria anterior.
Los resultados de este proceso se percibirán en la primera mitad del siglo XIX, observando las continuidades, contrastes y rupturas con respecto a las observaciones del siglo XVIII. Nuestros objetivos en este período son:
1. Ver si, efectivamente, las familias especializadas en las carreras "estatales" durante el XVIII producen las elites liberales de la primera mitad del XIX, tanto en el gobierno de Madrid como en las provincias vascas. Para ello observaremos sus prácticas, valores y adscripciones, a través del estudio de casos.
2. Ver la influencia en sus territorios de origen de los grupos familiares hegemónicos del siglo XVIII, a través de sus prácticas de patronazgo, su política donativa, la introducción de nuevas pautas educativas, modos de vida y formas de distinción social y cultural, hasta la primera guerra carlista.
3. Ver qué resistencias al cambio y qué fracturas se producen, en este movimiento, en el seno de la sociedad vasca: qué contrastes de prácticas culturales y de valores. Qué sectores de las élites locales se oponen a la dinámica de cambio liberal. Pero también, ver qué acomodamientos se operan para adaptarse a las nuevas circunstancias, qué readecuaciones, cuando triunfa el nuevo sistema, y, más allá de las dicotomías, qué convergencias de intereses entre las familias hegemónicas.

Antecedentes y estado actual del tema:

1. En cuanto al hilo conductor de la observación: Familias, redes y correspondencia epistolar:

El proyecto se centra en el seguimiento de unos personajes y familias específicos, a través de sus redes de relaciones e intercambios, detectados, cuando es posible, a través de su correspondencia epistolar.
Los estudios sobre familia, economía doméstica, estrategias familiares y valores del linaje durante el Antiguo Régimen han experimentado importantes renovaciones que no cabe desarrollar aquí (F. Chacón, J. Hernández Franco, G. Levi, D. Frigo, I. Atienza, etc.) En la historiografía vasca, trabajos como los de J.A. Achón y O. Oliveri han mostrado las estructuras, prácticas y valores de las elites vascas en el entramado corporativo de los siglos XVI y XVII.
En cuanto a la metodología de explorar cómo se produce un proceso de cambio a partir de la dinámica de los actores sociales y de sus redes de relaciones, hemos planteado las bases teóricas y metodológicas en J.M. Imízcoz, 1996, 2001, 2004, 2005, 2009. Nuestros planteamientos tienen en cuenta los trabajos de sociólogos, antropólogos e historiadores sobre los análisis de red social (J. Boissevain, E. Both, M. Granovetter, R.Burt, A. Degenne, M. Forsé, C.Sluzki, F. Requena, J.L.Molina, Z.Moutoukias, M..Gribaudi, J.P.Dedieu, M.Bertand, entre otros) A ello se unen los trabajos específicos sobre las relaciones de patronazgo y clientelismo y las relaciones informales de poder, tanto en la historiografía internacional (S. Kettering, J. Boissevain, S.N. Eisenstadt, L. Roniger, E. Gellner, W. Reinhard, F.X. Guerra, Y.Durand, G. Levi, G.Lind, etc.) como en España (J.Martínez Millán, I.Atienza, F.Benigno, C.Windler, A.Feros, J.P.Dedieu, J.Pro, A. Robles Egea, T.Mantecón, J.Cruz, etc.) En nuestro caso, el estudio de las elites vascas y navarras que se elevaron en el gobierno de la Monarquía enriquece el conocimiento de las relaciones de patronazgo entre la Corte, América y la periferia peninsular, en la España del siglo XVIII (R.Guerrero, J.M.Imízcoz, G. Tarragó, E.Sesmero)
En cuanto a las fuentes documentales, el seguimiento de los actores y de sus redes sociales requiere el cruzamiento de todo tipo de fuentes, familiares, municipales, notariales, judiciales, estatales, etc, pero entre ellas ocupa un lugar central, como hilo conductor, la correspondencia epistolar. Los miembros de nuestras parentelas, muy dispersos geográficamente, comunicaban a través de cartas, de modo que su correspondencia es un instrumento privilegiado para percibir los contenidos de sus relaciones y la pluralidad de actividades y de geografías en las que operaban. Hay varios tipos de usos de la correspondencia epistolar, que sería demasiado prolijo citar aquí. Hemos criticado algunos de ellos y propuesto una metodología específica más rigurosa en J.M. Imízcoz, Actores, redes, procesos, Portugal, 2005 y Las redes sociales de las elites, 2010.

2. En cuanto a las familias de las elites territoriales en las estructuras de la Monarquía en los siglos XVI y XVII:

A lo largo de la Edad Moderna, las relaciones entre las élites territoriales y la monarquía hispánica se desarrollan en el marco de las "monarquías agregativas" europeas, construidas como agregaciones de territorios muy heteróclitos (M. Espanha, B. Clavero, P. Fernández Albaladejo, C. Garriga, J.M.Portillo, J.A. Achón Insausti, S.Truchuelo)
En este contexto, el intercambio de servicios y mercedes entre las elites de los territorios y la Corona constituyó la clave de bóveda del sistema político (J.P. Dedieu). Pero a esta relación común se superpusieron otras. En el caso de las familias vascas, observamos, a lo largo de la Edad Moderna, las enormes posibilidades de enriquecimiento y de ascenso social que ofrecieron los nuevos espacios económicos y políticos de la Monarquía, a medida en que se desarrollaban sus instituciones y su imperio colonial. Esta participación fue probablemente el motor principal de la emergencia y renovación de las elites vascas durante la Edad Moderna.
En los siglos XVI y XVII, determinados grupos familiares destacaron en la Corte (L.Martínez de Isasti, J.Caro Baroja, O.Oliveri, J.A. Achón, J.C.Mora) y en cargos eclesiásticos, militares y navales al servicio del rey. Otras orientaciones, muchas veces conectadas con las anteriores, fueron los negocios relacionados con las necesidades de la Corona, especialmente la economía de guerra y el abastecimiento del Imperio colonial (J.M.Imízcoz, Las elites vasco-navarras y la monarquía hispánica): la construcción naval para la Armada y la flota de Indias (L.Odriozola, D.Goodman, F.Serrano Mangas), las fábricas de armas (R.Gómez Rivero), la exportación de hierro a Sevilla y América (L.García Fuentes, A.Azpiazu, J.P.Priotti), el corso (J.I.Tellechea) y el comercio colonial (F.Fernández González). Todas estas actividades reportaron riquezas abundantes al país que todavía no han sido cuantificados.

3. En cuanto a las carreras del s. XVIII y la formación de "elites estatales":

En trabajos anteriores hemos observado cómo, desde finales del siglo XVII y a lo largo del XVIII, se produjo en España una fuerte elevación al gobierno de la monarquía de nuevos grupos de poder, originarios, en particular, de la pequeña y mediana nobleza de la periferia, extranjeros a la tradicional aristocracia castellana que había gobernado hasta entonces la monarquía. En este proceso participaron centenares de jóvenes originarios de las ciudades y los valles del norte hidalgo de la península. Con respecto a la aristocracia tradicional, las familias de esta nueva clase política se caracterizaron por tres rasgos distintivos: fuerte movilidad social y geográfica, ausencia de bases de poder territorial propias, y especialización estructural en carreras administrativas, militares, financieras y mercantiles en torno a la economía de la corona y del imperio colonial. Nuestras conclusiones sobre las familias vascas y navarras que participaron en estas carreras y negocios se resumen en el apartado 3.2 (JM.Imízcoz, R.Guerrero, Y.Aranburuzabala, A.Chaparro, A.Artola, S.Jiménez, L.Arroyo, E.Caula, G.Tarragó)
La investigación sobre las carreras de los miembros de estas familias en las instituciones del Estado se apoya en los trabajos de historia social de la Administración, el Ejército y el alto clero (P. Molas, J.P. Dedieu, J.L. Castellano, J.A. Escudero, D. Ozanam, Abad, M.V. López-Cordón, Francisco Andújar, G. Franco, T. Navas, M.Barrio, J.P. Luís, M. Bertrand) En este campo, ha sido especialmente útil nuestra participación, desde 1996, en el grupo internacional Pape (Personal Administrativo y Político de la España moderna), en cuyos seminarios y bases de datos hemos colaborado activamente.
En cuanto al sector mercantil y financiero, a la abundante producción sobre vascos y navarros en el comercio colonial o en diferentes territorios de América (F.Fernández González, J. Ruiz Rivera, P. Fernández, M.Bustos, V. Martínez del Cerro, M. Gárate Ojanguren, Mariluz Urquijo, etc), en los últimos años los financieros y comerciantes navarros están siendo especialmente investigados por los historiadores del Grupo de Historia Financiera, en torno a A.González Enciso (R.Torres Sánchez, S.Aquerreta, M.C. Hernández Escayola, E.Alcorta, V.Martínez del Cerro)

4. En cuanto a la hipótesis central de los cambios de la modernidad política:

Nuestra hipótesis es que las élites que se adentraron en estas carreras y actividades participaron de lleno en la doble modernidad del siglo XVIII, la de la construcción de un nuevo tipo de Estado, de donde surgiría el estado liberal (C.Garriga), y la de la aparición de nuevas formas de sociabilidad, que configuraron un espacio público en el que se gestaron los valores políticos liberales (F.Furet, F.X.Guerra, G.Franco, J.Habermas, J.Cruz)
Con respecto a lo que observamos en las centurias anteriores, en el siglo XVIII la novedad es el desarrollo de un Estado burocrático, militar y económico, con voluntad reformistas y carreras de tipo funcionarial (López-Cordón, Dedieu, Andújar) que propicia el hecho de que determinadas elites se especialicen de forma estable y continuada en carreras administrativas y en actividades económicas en torno a las necesidades del Estado (Imízcoz). Desde nuestra hipótesis, en este proceso se produjo una renovación significativa de la clase política que gobernaba la monarquía: la relativa marginación de la aristocracia tradicional (Morales Moya, P.Molas) y la formación de una clase dirigente estatal, a partir de elementos de la nobleza media y baja que se elevaron, muchas veces, a partir del comercio. Según J. Cruz, estas elites estatales del XVIII dieron el grueso de las elites de la revolución liberal y de los gobiernos liberales de la primera mitad del siglo XIX, y según Ringrose estos administradores, financieros y comerciantes especialmente relacionadas con el servicio del Estado configurarían esas "redes sociales y políticas que podrían ser consideradas como los inicios de la nación española" (D.Ringrose)
Esta perspectiva contradice tesis muy establecidas, pero hay suficientes elementos para sustentarla y merece la pena intentarlo. En particular, se apoya en las críticas recientes hacia algunos grandes paradigmas historiográficos: 1. Crítica del paradigma estatalista del "Estado moderno", que apunta a una formación específica y tardía del "Estado" en la "dinámica estatal" de las últimas décadas del XVIII (C.Garrriga, B.Clavero, M.Hespanha). 2. Crítica del paradigma de "la revolución burguesa" (la lucha de burguesía contra nobleza como motor del cambio) y, al contrario, surgimiento de las elites liberales a partir de los grupos de administradores y financieros del XVIII (J. Cruz, Los notables de Madrid). 3. Insuficiencia del modelo del "contagio de las ideas", que sustenta explicaciones circulares sobre la Ilustración: ¿Por qué, entonces, otros sectores sociales de parecida condición rechazaron esas ideas? (JM.Imízcoz y A.Chaparro, Los orígenes sociales de los ilustrados vascos) 4. El paradigma del progreso, que induce a creer en la necesidad o normalidad del cambio, cuando dominaron las resistencias al cambio, sobre todo entre las clases populares y las élites tradicionales. Para explicar el cambio, parece más fecundo partir de la extrañeza: No es normal que los valores más sagrados de una sociedad (unión de lo sagrado y lo profano, valores aristocráticos, antigüedad del linaje, señorío, jerarquía, corporativismo, constitucionalismo, etc) pasen en poco tiempo de modelos de referencia universal a objetos de crítica.

5. Esto plantea el problema de cómo se produce y difunde el cambio social y político.

Tendemos a atribuir el cambio a "fuerzas ciegas" (evoluciones, tendencias) o a "actores alegóricos" (el Estado, la Ilustración, las Ideas, la Burguesía), cuando son los actores reales quienes, en sus encuentros y con su acción, generan dinámicas en que se configuran corrientes y cuajan instituciones.
En toda mutación, los cambios no afectan al principio más que a un número reducido de individuos. La perspectiva de redes sociales debería ayudar a observar en qué entornos se producen los cambios, a través de qué relaciones se difunden, qué sectores son más receptivos a ellos y cuáles más reactivos. E.P. Thompson mostró que la clase no es una cosa dada, sino algo que se forma en encuentros y experiencias comunes. Nuestra hipótesis es que el cambio en las formas de organización social y política se produce en los encuentros entre actores sociales que, en sus experiencias compartidas y en sus luchas en común, se vinculan entre sí, establecen solidaridades, comparten ideas y valores, combaten a enemigos, generan una cultura, adquieren una conciencia social y establecen formas de organización específicas.
Esto conecta con las observaciones de los historiadores sobre los sectores sociales más abiertos al cambio: La sociedad cortesana como punto de partida de cambios culturales y de pautas de comportamiento que luego se difunden de forma descendente (N.Elías). El mundo mercantil, basado en relaciones contractuales, con amplios márgenes de libertad de elección, ha sido visto como un eficaz disolvente de los vínculos familiares, corporativos y feudales de las comunidades agrarias, cuyos vínculos eran dados generalmente por el nacimiento y comportaban un grado importante de sujeción (Tönnies). En el ámbito del Estado administrativo, la creación de una administración y un ejército de tipo funcionarial en el siglo XVIII, basados en la educación, el mérito individual, la carrera reglada, las amistades profesionales, las afinidades políticas y un gobierno de tipo ejecutivo y regalista, contribuyó a configurar entornos de especial modernidad (J.P.Dedieu, J.M.Imízcoz). Tanto más cuando estos administradores del Estado y militares participaron de forma muy especial en las nuevas sociedades ilustradas (G.Franco). Los círculos de sociabilidad de las élites ilustradas, que se extienden en la España y la Europa de las Luces, basados en la adhesión individual, libre, voluntaria y revocable, se han visto como el centro de formación y difusión de los valores individuales y de las ideas políticas y sociales que darían lugar a la revolución liberal (A.Cochin, F.Furet, M.Agulhon, R.Halévi, F.X.Guerra) A la postre, la idea liberal de "Estado" y "ciudadano" deslegitima el principio del linaje como legitimidad política del gobierno; esto es, del poder político o "iurisdictio" en manos de señores particulares legitimados por la herencia y tradición.
¿Pero cómo se difunde el cambio? La mayor o menor densidad de las redes sociales tiene mucho que ver con la mayor o menor tendencia a la reproducción social y cultural, o, al contrario, a la innovación y a la difusión del cambio. En los entornos densos de la sociedad tradicional, endogámica, corporativa y localista, los parientes, amigos y vecinos que son parientes y amigos entre sí acceden habitualmente a las noticias limitadas y a las opiniones de sus íntimos, se ven privados de la información procedente de partes distantes del sistema social, y las nuevas ideas y valores se difunden lentamente en ellos. En cambio, las relaciones más abiertas, conectadas con las redes en que se producen y circulan los cambios de la modernidad, abren el acceso a nuevos recursos y son claves para explicar fenómenos como la circulación de la información y la difusión de las ideas. Las personas integradas en contextos muy densos desarrollan fácilmente un alto grado de consenso respecto a las normas y pautas del entorno, mientras que, cuando las personas se inscriben en contextos mucho más abiertos, hay mayor variedad de conductas, normas y culturas en juego, y mayores oportunidades de reinterpretación y reordenación de las pautas según las necesidades personales. Así, el cambio es diferencial. Nace y se extiende en determinadas redes sociales, pero, fuera de ellas, tarda bastante en difundirse y, frecuentemente, provocaba reacciones en contra (J.M.Imízcoz, las redes de las elites; E.Bott, G.Granovetter) No en vano se ha observado que las familias liberales en la primera guerra carlista son familias conectadas desde el siglo XVIIII con los espacios de poder y negocios en torno al Estado, mientras que las familias de notables carlistas estaban insertas en redes mucho más locales (Pan-Montojo, JM.Imízcoz)

6. En cuanto a las consecuencias sociales, políticas y culturales que tuvo esta dinámica en la sociedad vasca:

La cuestión ha sido poco abordada desde el punto de vista de los actores y sus redes. En los siglos XVI y XVII, estas dinámicas fueron importantes para la configuración de las elites provinciales, en unos espacios políticos todavía en vías de construcción (J.A.Achón, S.Truchuelo): se imponen las élites especialmente vinculadas a la economía de la monarquía (J.M.Imízcoz, O.Oliveri, J.C.Pescador) y se consolidan redes clientelares entre la monarquía y la periferia (F.Benigno. J. Martínez Millán, S.Truchuelo, J.C.Mora). Están por estudiar los cambios de valores, comportamientos, prácticas de consumo que se difunden de la Corte a las provincias (N.Elías). Sin embargo, parece que los cambios se producen dentro del sistema familiar y corporativo tradicional, y contribuyen a reforzarlo (J.A.Achón, O.Oliveri)
Un campo que no se ha trabajado a penas es el de la construcción de identidades, aunque hay buenos precedentes que marcan la vía: Construcción de una ideología solariega que legitimaba y daba contenidos ventajosos a la hidalguía universal de los "vizcaínos" (J. Aranzadi, J.Juaristi). Prácticas literarias y elaboración de discursos que tuvieron un gran significado para la construcción de una identidad y la escritura de determinada historia provincial y local (A.E. Mañaricua).
En el siglo XVIII se intensifican considerablemente la dinámica de carreras y sus efectos en la sociedad de origen. En los grupos familiares más conectados a esta dinámica se observa una intensificación del cambio en las políticas educativas, en las políticas de colocación de los hijos y las hijas, en las prácticas lingüisticas (paso del vascuence al castellano), en la subversión de jerarquías domésticas tradicionales, en las inversiones económicas, en determinados modos de vida, en la configuración de sus redes sociales, en los horizontes informativos (Gaceta de Madrid), en su perfil cultural ilustrado, en sus prácticas de patronazgo (J.Zorrozua, M.C. García Gaínza, J.M.Imízcoz) y en sus ideas sobre el gobierno (J.M.Imízcoz) Sin embargo, falta mucho por estudiar, por ejemplo sobre el papel de los miembros de estos grupos en la elaboración de discursos e identidades.
Se ha trabajado mucho sobre los cambios políticos, sociales y culturales en el País Vasco de la primera mitad del siglo XIX, así como sobre las fracturas entre carlistas y liberales (C.Rubio, E.Sesmero, J. Madariaga) Sin embargo, por lo general, quedan bastante desconectados de los procesos de cambio que se generan en el siglo XVIII y tienen poca base social, más allá de las caracterizaciones genéricas en clave de clases (Pan Montojo). Esperamos que el Proyecto sirva para superar los cortes cronológicos tradicionales y para reconstruir esas dinámicas de cambio y resistencia al cambio a partir de los actores, familias y redes que las produjeron.


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