Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los siglos III y II a.C.

Share Embed


Descripción

FERNANDO PRADOS MARTÍNEZ Y FELICIANA SALA SELLÉS (EDS.)

EL ORIENTE DE OCCIDENTE FENICIOS Y PÚNICOS EN EL ÁREA IBÉRICA

VIII EDICIÓN DEL COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CEFYP EN ALICANTE

UNIVERSITAT D’ALACANT CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PÚNICOS (CEFYP) INSTITUTO UNIVERSITARIO DE INVESTIGACIÓN EN ARQUEOLOGÍA Y PATRIMONIO HISTÓRICO (INAPH)

Este libro ha sido debidamente examinado y valorado por evaluadores ajenos a la Universidad de Alicante, con el fin de garantizar la calidad científica del mismo.

Publicacions de la Universitat d’Alacant 03690 Sant Vicent del Raspeig [email protected] http://publicaciones.ua.es Teléfono: 965 903 480

© los autores, 2017 © de esta edición: Universitat d’Alacant

ISBN: 978-84-16724-45-1 Depósito legal: A 104-2017

Diseño de cubierta: candela ink Composición: Marten Kwinkelenberg Impresión y encuadernación: Guada Impresores

Esta editorial es miembro de la UNE, lo que garantiza la difusión y comercialización nacional e internacional de sus publicaciones.

Reservados todos los derechos. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ÍNDICE Prólogo......................................................................................................... 11 Carlos G. Wagner El Oriente de Occidente. La VIII Edición del Coloquio Internacional del CEFYP en Alicante................................................................................ 13 Fernando Prados Martínez y Feliciana Sala Sellés FENICIOS EN EL ÁREA IBÉRICA Desmontando paradigmas. Fenicios y Púnicos en el Oriente de Occidente..................................................................................................... 25 Carmen Aranegui y Jaime Vives-Ferrándiz Las defensas y la trama urbana del Cabezo del Estaño de Guardamar. Un encuentro fortificado entre fenicios y nativos en la desembocadura del río Segura (Alicante)................................................ 51 Antonio García Menárguez y Fernando Prados Martínez Nuevos datos en torno a la presencia fenicia en la Bahía de Mazarrón (Sureste Ibérico).......................................................................... 79 María Milagrosa Ros-Sala Los Almadenes y la cuenca del río Mundo, un modelo de paisaje cultural para la Protohistoria albacetense.................................................. 105 Víctor Cañavate Castejón, Feliciana Sala Sellés, Francisco Javier López Precioso y Rocío Noval Clemente

El poblado fortificado del Castellar (Villena, Alicante)............................ 129 Marco Aurelio Esquembre Bebia y José Ramón Ortega Pérez Control y defensa del territorio de la Penya Negra (Crevillent, Alicante): los fortines de «Les Barricaes» y «El Cantal de la Campana».............................................................................................. 155 Julio Trelis Martí y Francisco Andrés Molina Mas La Loma del Boliche (Cuevas del Almanzora, Almería): Fenicios e indígenas en una necrópolis orientalizante del sureste........................... 177 Alberto J. Lorrio Cortijo Riquelme y los orígenes de la presencia fenicia en el sureste peninsular................................................................................................... 209 José Luis López Castro, Víctor Martínez-Hahnmüller, Laura Moya Cobos y Carmen Pardo Barrionuevo PÚNICOS EN EL ÁREA IBÉRICA El Bajo Segura hasta la II Guerra Púnica. Nuevas investigaciones.......... 233 Lorenzo Abad Casal, Feliciana Sala Sellés y Jesús Moratalla Jávega La Illeta dels Banyets de El Campello. Algo más que un unicum ibérico........................................................................................................ 257 Manuel Olcina Doménech, Adoración Martínez Carmona y Feliciana Sala Sellés Una ciudad bárquida bajo Lucentum (Alicante). Excavaciones en el Tossal de Manises.................................................................................. 285 Manuel Olcina Doménech, Antonio Guilabert Mas y Eva Tendero Porras

Un hipogeo con dromos escalonado de tipología fenicio-púnica en la desembocadura del Segura.................................................................... 329 Bienvenido Mas Belén, Feliciana Sala Sellés y Fernando Prados Martínez Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los siglos iii y ii a.C........................................................... 347 José Miguel Noguera Celdrán, María José Madrid Balanza, María Victoria García Aboal y Víctor Velasco Estrada Giribaile. Una plaza fuerte cartaginesa en el contexto de la ocupación bárquida del Alto Guadalquivir............................................ 385 Luis María Gutiérrez Soler, José Luis López Castro y Víctor Martínez Hahnmüller EL CONTEXTO MEDITERRÁNEO Estructuras urbanas fundacionales de época fenicia en el castillo de Ibiza....................................................................................................... 405 Joan Ramon Torres y Marco A. Esquembre Bebia Gallos, Labrys y campanillas. Elementos simbólicos de la religión púnico-talaiótica balear.............................................................................. 433 Joan C. de Nicolás Mascaró La integración de las comunidades fenicias de la península Ibérica en el imperio romano. Un análisis poscolonial......................................... 465 Francisco Machuca Prieto La Carteia púnica (San Roque, Cádiz). Aproximación al estudio de la urbe y su territorio (vii-ii a.C.).......................................................... 483 Helena Jiménez Vialás

La nueva muralla púnica de Carteia (San Roque, Cádiz). Investigaciones del Proyecto Carteia Fase II (2006-2013)....................... 509 Juan Blánquez Pérez, Lourdes Roldán Gómez y Helena Jiménez Vialás Tra Huelva e Cartagine: possibili testimonianze della coppellazione dell’argento nella Sardegna centro-orientale............................................. 537 Raimondo Secci COMUNICACIONES Y PÓSTERS Análisis microespacial del templo ibérico de La Escuera (San Fulgencio, Alicante) Un edificio singular en los albores de la segunda guerra púnica........................................................................... 549 Raúl Berenguer González Una colección de exvotos de terracota procedentes de la Cova de les Meravelles (Gandia, València)............................................................. 573 Joan Cardona Escrivà, Miquel Sánchez i Signes y Josep A. Ahuir Domínguez La influencia fenicio-púnica y su reflejo en el ámbito religioso de la Oretania.................................................................................................. 587 Cristina Manzaneda Martín Íberos de Qart Hadasht: Cives Novae Carthaginis.................................. 609 Rocío Martín Moreno y Enrique Hernández Prieto La granada: usos y significados de una fruta de Oriente en Occidente.... 625 Octavio Torres Gomariz Los amuletos egiptizantes de Villajoyosa (Alicante): la tumba n.º 5 de la necrópolis de Les Casetes, un caso excepcional.............................. 641 Aránzazu Vaquero González

LAS DEFENSAS DE CARTAGENA EN LA ANTIGÜEDAD: LAS MURALLAS DE LA ACRÓPOLIS EN LOS SIGLOS III Y II A.C.1 José Miguel Noguera Celdrán María José Madrid Balanza María Victoria García Aboal Víctor Velasco Estrada Universidad de Murcia

Introducción Tras la «fundación»2 hacia 229-228 a.C. de Qart Hadâst3 como capital de los dominios cartagineses en Iberia4 en un enclave geoestratégico del sureste peninsular5, Asdrúbal acometió –en un contexto claramente prebélico– un imponente programa de monumentalización defensiva de la plaza fuerte mediante la construcción de un lienzo de murallas que no solo la fortificaba, si no que exteriorizaba su prestigio y el de los Barca y su empresa ibérica6. 1. Este trabajo es fruto del proyecto «Roma, las capitales provinciales y las capitales de Hispania: difusión de modelos en la arquitectura y el urbanismo. Paradigmas del conventus Carthaginiensis» (ref. n.º HAR2012-37405-C04-02), financiado por la Secretaría de Estado de Investigación del Ministerio de Economía y Competitividad y en parte subvencionado con fondos FEDER de la Unión Europea. 2. Sobre la posibilidad de un pacto entre la población ibérica y la cartaginesa: González Wagner, 2010, 63-64; también: Fantar, 1994; Conde, 2003, 39 y 41. Sobre el oppidum ibérico precedente: Ramallo y Ruiz, 2009, 527-532. 3. Síntesis sobre la ciudad púnica: Ramallo y Ruiz, 2009; Noguera, 2013. Sobre la historiografía de la Cartagena púnica en los siglos xix y xx: Martín, 2009. 4. La ciudad «debía dominar Iberia como Cartago lo hacía sobre Libia» (Pol. 2, 13, 1). Para el proyecto político cartaginés en Iberia: Bendala, Pérez y Escobar, 2013. 5. Pol. 10, 10, 5ss.; Liv. 26, 42, 8. Sobre la topografía de la ciudad antigua: Mas, 1979, 32-47; Martínez, 2004. 6. Pol. 10, 13 y 15; Noguera, 2013, 143-147; Blánquez, 2013, 216-220 (con bibliografía anterior).

348

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

Figura 1. Vista aérea del cerro del Molinete (Cartagena) desde el Este; en su flanco norte se aprecia el trazado rectilíneo de la muralla del siglo xvi, superpuesta a las murallas púnica y romana objeto de este estudio (fot. Paisajes Españoles).

Figura 2. Ortofografía del área occidental de la cima del cerro del Molinete con los vestigios de la muralla púnica y la romana republicana superpuestos (fot. J. G. Gómez Carrasco).

Conquistada la ciudad por el general P. Cornelio Escipión en el invierno de 209-208 a.C. (Pol. X, 6, 8; X, 8-15)7, objetivo prioritario de Roma fue de 7. Sobre la conquista: Beltrán, 1946; id., 1947; Fernández, 2005. Para la fecha de 209-208 a.C.: Schulten, 1935, 118; De Sanctus, 1968, 440, nt. 18; Walbank, 1976, vol. 2, 14-15. Otros autores toman como válida la fecha de 210 a.C. aportada por Livio (Lancel, 1997, 183). Evidencias arqueológicas del asedio: Martín y Roldán, 1997c, 89; Izquierdo y Zapata, 2005, 281. Sobre la posibilidad de un asedio anterior: Liv. XXII, 20; y De Miquel, 1994; en contra: Fernández, 2005, 55-56.

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...349

Figura 3. Vista aérea del área occidental del cerro del Molinete con los restos arqueológicos de la muralla púnica cubiertos con geotextil y los de la muralla romana republicana superpuesta puestos en valor (fot. J. G. Gómez Carrasco).

nuevo su fortificación8, lo que se tradujo hacia mediados del siglo ii a.C. en la construcción de una nueva cinta muraria. Diversos hallazgos arqueológicos recientes, en particular en la cima del cerro del Molinete-arx Hasdrubalis9 (la antigua acrópolis10) (Figs. 1-3), aportan nuevos datos al respecto y ahondan en la reconstrucción de la historia defensiva de la ciudad en época púnica y romana republicana11.

8. Para la ciudad tardorrepublicana: Ramallo, Fernández, Madrid y Ruiz, 2008; Noguera, 2012, 124-137. 9. Sobre la reciente campaña arqueológica en la cima del Molinete: Giménez, Noguera, Madrid y Martínez, 2011; sobre sus circunstancias, ubicación y planteamiento metodológico: Noguera, Madrid y Velasco, 2011-2012, 484-485; Noguera, Madrid y Martínez, 2012-2013, 36-41. 10. Los vestigios de ambas murallas forman parte del área arqueológica del Parque de la Acrópolis del cerro del Molinete, aunque solo la republicana y renacentista han sido musealizadas por el momento (Giménez, Noguera, Madrid y Martínez, 2011). Para el Parque Arqueológico del Molinete: Noguera y Madrid (Eds.), 2009; Noguera y Madrid, 2012; Noguera, Cánovas, Madrid, Martínez y Martínez, 2010 (2013); Noguera, Madrid, Martínez y Cánovas, 2012. 11. Sobre las defensas de la ciudad púnica y romana: Ruiz y Madrid, 2002; Ramallo, 2003; Ramallo y Vizcaíno, 2007; Noguera, Madrid y Velasco, 2011-2012; Noguera, Madrid y Martínez, 2012-2013.

350

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

Las murallas de la acrópolis de Cartagena: la evidencia arqueológica El registro de época púnica Las recientes excavaciones arqueológicas en la cima del cerro del Molinete (Fig. 4), en particular las que afectaron al área de la muralla renacentista (o del Deán) y las «viviendas indígenas» halladas en 1977-78 por P. A. San Martín (al respecto: Noguera, Madrid y Velasco, 2011-2012, 484-485), han constatado los vestigios de una estructura arquitectónica longitudinal orientada de Oeste a Este y alzada en la parte alta de la vertiente septentrional del cerro (Figs. 2 y 5). La construcción se articuló en varios ambientes dispuestos en dos planos aterrazados, de los que se han documentado 12 en los que, de forma alterna, se disponen, al menos, dos pequeñas cisternas del tipo a bagnarola. El diseño y ejecución de esta construcción longitudinal se articula a partir de un recorte practicado en la roca de la parte alta de la ladera Norte, donde se cimentó un gran muro de aterrazamiento, conservado desigualmente en una longitud de 28 m, de 0,75-1 m de grosor, zócalos de mampostería y alzados de adobes revestidos de mortero de cal. A ambos lados de este paramento se implementan sendas terrazas: la inferior septentrional y la superior meridional, cuyos límites y dimensiones precisas son difíciles de establecer debido a las reocupaciones posteriores de la zona. Los límites norte de la terraza inferior septentrional y sur de la terraza superior meridional están muy alterados, aunque el primero parece situarse a 4,85 m del muro de aterrazamiento. El límite occidental de la estructura, muy alterado por construcciones posteriores, está en los ambientes n.º 10 y 1. El límite este se conserva en los restos de un muro y en un recorte en la roca natural, a 1 m del cual quedan los restos del santuario púnico-romano de Atargatis, posiblemente construido a finales del siglo iii a.C. (Noguera, 2013, 151-152, Fig. en 153). La escasa y descontextualizada información sobre la configuración de la terraza superior meridional solo permite caracterizar dos ambientes en sus extremos oriental y occidental (n.º 7 y 10, respectivamente). Del n.º 10, en el extremo más occidental de la terraza, queda un ángulo formado por sendos muros con zócalos de mampostería. El n.º 7, adyacente al santuario de Atargatis12, fue un ambiente de unos 2,85 m de anchura por 2,5 m de 12. Delimitado al Norte por el referido muro de aterrazamiento (UE 11033), al Este por los restos del muro UE 12217, y al Oeste por la estructura UUEE 11130-11032, de unos 0,50 m de anchura, construida con pequeños mampuestos de caliza y costra caliza trabados con barro y asentados sobre la roca natural regularizada; del cierre meridional no se conserva

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...351

Figura 4. Superposición del perímetro de la Qart Hadašt púnica al parcelario de la actual Cartagena e indicación de los principales hallazgos y áreas arqueológicas de la ciudad púnica; en el cerro del Molinete (arx Hasdrubalis) ubicación de la muralla púnica (direc. científica: J. M. Noguera; dib. S. Martínez Cuadrado).

longitud. No queda constancia arqueológica, por el momento, de una sucesión de ambientes en este plano hacia el Oeste. En la terraza inferior septentrional, muy alterada por la construcción de la muralla renacentista, quedan restos de varias estructuras, y sus correspondientes contextos estratigráficos, construida con zócalos de mampostería junteados con barro. La excavación de los niveles en que se cimentaba la muralla del siglo xvi ha posibilitado constatar estructuras de varios ambientes, trabados con el muro de aterrazamiento principal, orientados de Norte a Sur y concatenados de Este a Oeste conformando una estructura longitudinal. Su estado de conservación es muy parcial al haber sido cortada y seccionada en reiteradas ocasiones13 (Figs. 6-7). De Este a Oeste, en primer estructura alguna, si bien el declive de la roca natural parece conformar una suerte de límite del ambiente. 13. Le afectó en época romana la construcción de un paramento de grandes dimensiones, en el siglo xvi la edificación de la muralla renacentista, por último, en los siglos xviii y xix la

352

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

Figura 5. Planimetría arqueológica del área occidental del cerro del Molinete (último tercio del siglo iii a.C.); n.º 1: muralla púnica del cerro del Molinete; n.º 2: santuario púnico adyacente (dib. S. Pérez-Cuadrado Martínez).

Figura 6. Planimetría de los restos arqueológicos conservados de la muralla púnica en el cerro del Molinete y detalles fotográficos de sus alzados (dib. M. Fuentes; comp. J. Gómez Carrasco).

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...353

Figura 7. Ortofografía del alzado de los restos de la muralla púnica del cerro del Molinete y detalles fotográficos (fot. Arqueocad; comp. J. Gómez Carrasco).

término, se han documentado los restos del ambiente n.º 6, delimitado al Sur por el muro de aterrazamiento, con el cual enlazan sus muros este y oeste. Imposible conocer las dimensiones totales del ambiente14, si bien parece ser un espacio de planta trapezoidal, dispuesto tan solo a 1 m del santuario de Atargatis. Su muro occidental es medianero con el ambiente n.º 5, del que queda parte del muro sur y el arranque del occidental. Tenía unos 3 m de anchura15. Al Oeste de este ambiente se alza el n.º 4, delimitado al Este por el paramento ya referido, al Sur por el muro de aterrazamiento principal, y al Oeste por un muro identificado en parte en el perfil de la excavación. De unos 5 m de anchura, en sentido Norte-Sur, su longitud es imprecisa dado que no quedan restos del muro que lo delimitaba por el Norte16. apertura de la calle Vista Bella y la construcción de las viviendas adosadas a la cara norte de la muralla moderna. 14. Dado que su zona más septentrional está seccionada por los recortes practicados para la construcción de una de las viviendas de la antigua calle Vista Bella. 15.  Ignoramos su longitud por estar su límite septentrional seccionado por viviendas contemporáneas. 16. Si admitimos la eventualidad de que la hilada inferior de un muro augusteo identificado en la terraza superior (UE 11249) correspondiese en origen a la fase constructiva púnica

354

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

Al Oeste del n.º 4 se dispone el ambiente n.º 3, muy alterado por la construcción de una casa en la antigua calle Vista Bella. Pudo ser un espacio de unos 2 m de anchura, delimitado al Este por el muro medianero del contiguo ambiente n.º 4, al Sur por el muro de aterrazamiento principal y al Oeste por las estructuras de la cisterna n.º 2 (Fig. 8). No quedan restos del muro de cierre septentrional. A continuación se dispone una cisterna del tipo a bagnarola (n.º 2), de planta rectangular y lados menores absidados, en parte excavada en el terreno natural y en parte construida con muros de mampostería de 0,30 m de grosor. De tipo helenístico (Egea, 2003, 112, tipo II.2), mide 3,50 m de longitud y 1,50 m de anchura, estando su fondo (a 1,80 m por debajo de la cota de circulación de la terraza inferior norte) y paredes interiores impermeabilizados con mortero hidráulico de cal. La cisterna está inserta en una estructura rectangular delimitada al Sur por el muro de aterrazamiento principal y al Oeste por otro muro de mampostería y tapial17. El depósito estaba colmatado por un nivel de tierra arcillosa marrón clara, compacta y con pintas de cal y carboncillos (UE 11049), sin material cerámico. Al Oeste de esta cisterna se dispone el ambiente n.º 2, encajado entre las cisternas n.º 2 y 1, sirviendo de medianera con ellas sendos muros, de unos 0,70 m de anchura, con zócalos de mampostería y alzados de tapial/adobes (con posibles restos de enlucido de cal). La estancia está delimitada al Sur por el muro de aterrazamiento principal, al parecer con una reparación de mampostería adosada. Más al Oeste, entre los muros laterales de los ambientes n.º 2 y 1, se dispuso la cisterna n.º 1 (Fig. 9), de igual tipo que la anterior, planta rectangular y ábsides contrapuestos, encajada en una estructura rectangular de 4,11 m de longitud y 2,77 m de anchura18. Sus dimensiones internas son de 3,22 m de longitud por 1,52 m de anchura. Como en la n.º 2, la técnica constructiva usada es mampostería irregular trabada con barro, que incluso forra la parte inferior de la cisterna excavada en la roca natural. La cisterna se empleó hasta el siglo xx, razón por la cual su fondo está roto y horadado; no obstante, persisten evidencias de su suelo original en el enlucido de los muros que la cierran por el Sur, apreciándose –como en el caso de la cisterna y que se proyectase en la terraza inferior, algo que parece advertirse al estudiar en detalle el ortofotoplano del muro de aterrazamiento principal, este ambiente tendría una anchura de unos 3 m, existiendo entonces un estrecho espacio (acaso un paso o caja de escalera?) entre los ambientes n.º 4 y 5 que permitiría la comunicación entre ambas terrazas. 17. Las estructuras norte y suroriental fueron seccionadas y destruidas por la construcción de una vivienda del siglo xviii. 18. Identificada en la mampostería que maciza el espacio comprendido entre su límite sur y los muros perimetrales, así como en el recorte rectilíneo que se advierte en la roca natural, junto al extremo norte, también con restos de mampostería asociada.

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...355

Figura 8. Cisterna n.º 2 de la muralla púnica del cerro del Molinete (fot. J. Gómez Carrasco).

Figura 9. Cisterna n.º 1 de la muralla púnica del cerro del Molinete (fot. J. Gómez Carrasco).

n.º 2– una diferencia de cota destacada entre el suelo de los ambientes adyacentes y el fondo del depósito. Finalmente, en el extremo occidental de la estructura se ha documentado el ambiente n.º 1, con su muro oriental de unos 0,70 m de grosor y cimentado sobre la roca natural, con zócalo de mampostería irregular trabada con barro y alzado de tapial/adobe con restos de un fino enlucido de cal19. El cierre sur solo se ha constatado en una pequeña sección, pues las cimentaciones de la muralla renacentista y un muro de grandes dimensiones del siglo ii a.C. construido sobre esta terraza imposibilitaron concluir la excavación del ambiente. Por el Norte está seccionado y destruido por las viviendas alzadas en la desaparecida calle Vista Bella. Como se ha visto, esta estructura arquitectónica longitudinal, organizada a partir de un muro de aterrazamiento axial al Norte y al Sur del que se dispusieron dos terrazas, en la superior de las cuales se han documentado 3 19. La duda sobre si el alzado era de tapial o adobe surge al no advertirse con claridad la presencia de los segundos, si bien en los niveles de derrumbe del interior del ambiente sí se han encontrado.

356

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

ambientes, y en la inferior otros 6 y 2 cisternas hídricas, parecen corresponder a un conjunto de substrucciones que configurarían una construcción de planta longitudinal de unos 28 m, edificada con la técnica de doble paramento con espacios internos ejecutados con muros perpendiculares, concebidos a modo de tirantes y dispuestos a intervalos regulares. La hemos interpretado como perteneciente a una muralla de casernas o casamatas que pudo ser parte del sistema defensivo que protegía la acrópolis (la ciudadela de Asdrúbal) y la ciudad hacia el lado de la laguna interior. Aunque la excavación apenas ha revelado niveles estratigráficos asociables a esta estructura longitudinal, a los ambientes n.º 1 y 2 se vincula una secuencia estratigráfica que aporta datos de interés para establecer su datación y filiación cultural. Estas estructuras están amortizadas por material cerámico de finales del siglo iii o inicios del ii a.C., pudiendo datarse por tanto en el último tercio del siglo iii a.C., en correspondencia por tanto con la fundación púnica de Qart Hadâst. En el ambiente n.º 1, integra el nivel de circulación y uso una capa de barro apisonado, amortizada por varios estratos compuestos por abundantes trozos de mortero, adobes, piedras de mediano y pequeño tamaño, carboncillos y fragmentos de ánforas (Fig. 10); también corresponden al colapso de la cubierta y alzados del ambiente, según los caracteres del depósito arqueológico producido violentamente. De facto, cubierto por estos estratos de derrumbe, y directamente depuesto sobre la cota de circulación del ambiente, se constató otro estrato con abundantes carbones y cenizas que puede interpretarse como un nivel de incendio asociado a la destrucción de la estructura. En el ambiente n.º 2 se ha constatado sobre la roca natural regularizada una capa de arcilla apisonada, seguramente el suelo; cubría este piso un estrato integrado por carboncillos y grandes fragmentos de mortero caídos sobre el suelo, así como adobes y tierra procedentes de los alzados; corresponden al derrumbe de los alzados y la cubierta plana de la construcción, que posibilitaría la recogida de aguas y su canalización al interior de las cisternas. Los materiales cerámicos recuperados en estos niveles de derrumbe y destrucción, a pesar de ser exiguos desde el punto de vista cuantitativo, corresponden a los contextos cerámicos de la ciudad barca en las últimas décadas del siglo iii a.C. En los derrumbes de los ambientes n.º 1 y 2 (UUEE 11076, 11077 y 11086), la vajilla fina de mesa está integrada por cerámicas itálicas importadas de barniz negro, destacando en primer término las producciones de Campaniense A, representadas por varios fragmentos informes, un fondo y un borde de cuenco del tipo Lamb. 27 (Fig. 11.1), a las que deben sumarse un pequeño fragmento de producción Calena. Destaca asimismo otro conjunto, más heterogéneo, de cerámicas barnizadas con

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...357

Figura 10. Nivel de incendio con carbones y cenizas (UE 11088) depuesto sobre el pavimento del ambiente n.º 1 de la muralla púnica del cerro del Molinete (fot. M.ª J. Madrid).

pastas grisáceas, a las que con frecuencia se asigna un origen ebusitano20, las cuales se documentan en niveles de destrucción de la ciudad a finales del siglo iii a.C. (Martín y Roldán, 1997, lám. IV.30; Ramallo y Ruiz, 2009, fig. 7.539). Entre las vajillas destaca un pequeño fragmento de labio de perfil ondulado de un mortero de fabricación ebusitana (Guerrero, 1996, 208-210) (Fig. 11.3), hallado junto a varios fragmentos informes de cerámicas comunes de producción norteafricana y presente en contextos barca de la ciudad (Martín y Roldán, 2000). Las producciones ibéricas están representadas por algunas cerámicas de cocina, sobre todo ollas de cocción reductora (Fig. 11.7), escasos fragmentos informes de cerámicas con motivos geométricos pintados con bandas y círculos concéntricos. Las lucernas están representadas por un fragmento, bien conservado, de producción helenística de barniz negro definida por un cuerpo de perfil troncocónico con el pie realzado de base cóncava (Fig. 11.4), muy similar al tipo Ricci B (Ricci, 1974). Entre las ánforas destaca un fragmento de Maña D tunecina, tipo T-5.2.3.1 de Ramón 20. Con un repertorio formal compuesto por un cuenco carenado con borde de tendencia vertical similar a la forma ebusitana HX-1/53 (Ramón, 1994, fig. 9.53) (Fig. 11.2), un plato asimilable a una forma Lamb. 27 (Fig. 11.5) y una copa de borde exvasado y engrosado al exterior (Fig. 11.6) semejante al tipo HX-1/52, fechado como el anterior entre 240 y 210 a.C. (Ramón, 1994, fig. 9.52).

358

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

Figura 11. Material cerámico procedente de los estratos (UUEE 11076, 11077 y 11086) que amortizaban los ambientes n.º 1 y 2 de la muralla púnica del cerro del Molinete (dib. S. Pérez-Cuadrado Martínez).

(Fig. 11.8), cuya data abarca del último cuarto del siglo iii y el primer cuarto del ii a.C. (Ramón, 1995, 198), y varios fragmentos de producciones del

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...359

Círculo del Estrecho21. Por último, en el nivel de incendio del interior del ambiente n.º 1 (UE 11088) se ha recuperado parte del borde y cuello de un ánfora greco-itálica de borde exvasado con labio inclinado de base cóncava, que puede englobarse en los bordes bd4 de Lattes (Fig. 11.11), datados entre 225 y 100 a.C. (Py, Adroher y Sánchez, 2001, 62). Destaca la presencia mayoritaria de producciones importadas de regiones bajo control púnico, como el Estrecho de Gibraltar, Ibiza, el área norteafricana y quizás también el Mediterráneo central, las cuales están documentadas en los niveles barcas de Qart Hadâst22. Por tanto, la data de estos niveles es de finales del siglo iii o primeros años del ii a.C., lo que sugiere para las estructuras arquitectónicas que amortizan una cronología anterior, muy posiblemente del último tercio del siglo iii a.C. El registro de época romana republicana En el vértice septentrional de la mitad occidental de la cima amesetada del cerro del Molinete (Fig. 12), en buena medida superpuesta a la referida estructura longitudinal púnica, se ha documentado parte de otra estructura igualmente longitudinal, de unos 34 m de longitud, 4,30-4,90 m de anchura y orientación noreste-suroeste, edificada con la técnica de dobles lienzos paralelos enlazados con tirantes que, a intervalos irregulares, delimitan compartimentos interiores de planta trapezoidal y rectangular, dispuestos en batería según el sentido longitudinal de la construcción (quedan vestigios de 6 de ellos) (Figs. 13-14). Su trazado un tanto sinuoso e irregular está condicionado por su cimentación adaptada a las curvas de nivel del terreno en esta zona del cerro y a las estructuras púnicas preexistentes23. La anchura del paramento exterior, 21. En concreto un borde de Maña-Pascual A-4 (Fig. 11.9) y parte de un ánfora cilíndrica del tipo T-4.2.2.5 (Fig. 11.10), cuyo apogeo productivo se sitúa entre 225 y 175 a.C. (Ramón, 1995, 194), constatadas también en un nivel de destrucción de la calle Saura (Ramallo y Ruiz, 2009, fig. 7.539) y en el basurero de la plaza de San Ginés (Martín, 1998, lám. III.12). 22. Así, por ejemplo, la vajilla fina de mesa evidencia una situación semejante al resto de contextos púnicos de la ciudad, donde predominan las producciones Campanienses A y ebusitanas (Ruiz, 2004, 92-93). 23. En unos tramos apoya sobre el terreno natural recortado y en otros la primera hilada se cimienta directamente en los restos de la muralla púnica o bien sobre los niveles de explanación depuestos sobre los estratos de destrucción, abandono y amortización de esta, arruinada y abandonada a finales del siglo iii o inicios del ii a.C. (Noguera, Madrid y Velasco, 2011-12, 494-498). Algunos tirantes apoyan directamente sobre restos deposicionales conservados sobre la roca natural, anteriores a la ocupación barca, cuyos materiales cerámicos de los siglos iv-iii a.C. (Ros, 1989, 12; Ruiz, 1994, 48), llevaron a San Martín a

360

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

Figura 12. Topografía arqueológica geo-referenciada del cerro del Molinete y su entorno, con ubicación del tramo de muralla romana republicana marcada con un asterisco (edic. científica: J. M. Noguera Celdrán, J. A. Antolinos y M.ª J. Madrid Balanza; CAD. S. PérezCuadrado Martínez).

parcialmente documentado, es de 1,10 m y su longitud de unos 27 m, estando construido con mampostería irregular trabada con barro y con un careado bastante imperfecto. Su orientación coincide en buena parte con la de la muralla púnica, sobre la cual apoya en parte; en las partes donde su trazado no coincide, se excavó en la roca madre una zanja de cimentación cuadrada, de 1,10 m de ancho y regularizada en su base con una capa de arcilla, para asentar la primera hilada del paramento. Paralelo a este paramento y a unos 2,50-3 m, discurre el muro interior (del que solo quedan dos tramos, uno de 5,5 m de longitud al Este y otro de unos 2 m de longitud y 0,80 m de anchura), también de mampostería irregular trabada con tierra y ancho de interpretar estas estructuras como ibéricas prerromanas (San Martín, 1983, 348; id., 1985, 136, n.º 27; y p. 142; Ros, 1989, 11 y 16; Roldán, 2003, 86-89, fig. 2; cf. un resumen en Noguera, Madrid y Martínez, 2012-2013, 37-39).

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...361

Figura 13. Ortofografía de la muralla romana republicana en la cima del cerro del Molinete (sombreada); en los niveles subyacentes, restos de la muralla púnica con cisternas a bagnarola (fot. Arqueocad).

Figura 14. Planimetría arqueológica del área occidental del cerro del Molinete (siglos ii-i a.C.); n.º 1: muralla romana republicana; n.º 2: santuario romano republicano de Atargatis (CAD. Pérez-Cuadrado Martínez).

entre 0,70 y 0,80 m. Este paramento no apoya en ninguno precedente, por lo que está cimentado en una zanja excavada en la roca natural. El espacio longitudinal entre ambos paños está compartimentado por muros medianeros, de entre 0,70 y 0,90 m de grosor y mampostería trabada con barro, que, más o menos perpendiculares entre sí y actuando como tirantes, marcan los ligeros cambios de orientación de aquellos para adaptarse a la orografía natural, todo lo cual confiere a la estructura un trazado levemente curvilíneo y establece la planta ligeramente trapezoidal de los ambientes

362

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

interiores, cada uno de diferente tamaño24. En ninguno de estos ambientes se ha constatado depósito arqueológico asociado, al haber sido en parte excavados en 1977-78 por P. A San Martín25. Comenzando por el Oeste, el primer ambiente de esta estructura longitudinal (n.º 1) está delimitado al Norte por una zanja bizantina que expolió su muro exterior, y al Oeste por un muro de 0,70 m de anchura y orientado Norte-Sur. Está delimitado al Este por otro muro, de orientación ligeramente divergente del anterior, de 0,90 m de grosor. Su cierre sur está perdido, aunque debió ser un muro paralelo al lienzo norte y cimentado en el terreno natural regularizado. El ambiente tendría planta de forma levemente trapezoidal, dimensiones de unos 2,70 m de longitud por unos 2,87-2,56 m de anchura, y algo más de 7 m2 de superficie26. Al oriente de este y medianero con él de dispone el n.º 2, del que resta el paramento exterior norte, en tanto el meridional está arrasado, quedando solo la roca alisada donde apoyaba y su arranque en el punto de enlace con el muro que definía el espacio por el Este, de 1 m de anchura y ligeramente divergente respecto del que lo separaba del ambiente n.º 1. El ambiente es, por tanto, ligeramente trapezoidal, de 2,60 m longitud por 3,80-4,20 m de anchura, y unos 10 m2 de superficie. Medianero con este ámbito, el ambiente n.º 3, de unos 10,80 m2, está definido al Norte por el lienzo exterior, al Sur por el paramento interior cimentado en la roca natural regularizada y al Este por un muro de mampostería reparado en época tardorromana. Estas estructuras apoyan en diversos rellenos constructivos (UUEE 11225, 11127, 11128, 11232, 11234 y 11235) integrados por esquistos y con escasez de material cerámico, que pueden interpretarse como niveles deposicionales asociados a la construcción. El ambiente n.º 4, más al Este, tiene una superficie reducida de unos 5,50 m2, siendo sus dimensiones irregulares de unos 2,85-2,90 m de longitud y unos 1,80-2 m de anchura. Está delimitado al Norte por el paño exterior27, mientras que por el Sur solo se aprecia en la roca natural la impronta destinada a encajar el correspondiente muro. Limita por 24. Algo similar se constata en la muralla romana tardorrepublicana de Sisapo, donde las casamatas tienen diferentes anchuras (La Bienvenida, Ciudad Real) (Zarzalejos y Esteban, 2007, 287). 25. De hecho, esta estructura y sus contextos asociados ya fue excavada en dicha campaña, siendo interpretada –como se ha referido en nt. 23– como perteneciente a viviendas ibéricas. 26. Al Oeste de este ambiente n.º 1 se identifica otro definido como n.º 10. En esta zona, los suelos de las casas del siglo xx apoyaban directamente sobre la roca natural, en cuyo recorte alisado se habían cimentado el paramento exterior norte y el muro medianero entre ambos ambientes, los cuales están íntegramente desmontados. En todo caso, estas estructuras marcan, por ahora, el límite más occidental del tramo de muralla conservado. 27. Reparado en este tramo en época tardorromana o bizantina.

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...363

el Oeste con el muro medianero con el ambiente n.º 3, y al Este con otro, de 0,70 m de anchura. El ambiente es trapezoidal y de reducidas dimensiones al haber en este punto un cambio en las curvas de nivel y producirse un declive hacia el noreste de la orografía natural, lo cual haría preciso un ambiente que articulase esos cambios topográficos y resolviese el necesario quiebro en la orientación del paramento externo. Medianero con el n.º 4 y a su oriente se alza el ambiente n.º 5, de unos 12 m2; queda a nivel de cimentación el lienzo exterior, con el referido cambio de orientación, asociado al muro que lo delimita por el lado este, ancho de 0,70 m28. Finalmente, separado del ambiente n.º 5 por un muro medianero se dispone el n.º 6, de 5,60 m de anchura –en base a los muros que marcan sus límites oriental y occidental– por unos 3-3,30 m, siendo su superficie de unos 18 m2. No queda indicio alguno en este punto del muro exterior29. Sí queda el paramento interior, de 0,75 m de ancho. A pesar de no tener relación física directa con este último, restan sendos tramos del muro de cierre este del ambiente, también de mampostería y unos 0,95 m de anchura (el meridional está cimentado sobre la roca natural y el septentrional sobre un lienzo de la muralla púnica, con la que coincide en orientación). La longitud de este muro hacia el Norte parece exceder el hipotético trazado del paramento exterior norte, lo que sugiere un cambio en la orientación en esta zona de la estructura; de hecho, en esta zona de la topografía del cerro podría estar el límite oriental conservado de la estructura, a una distancia de unos 3,70 m del santuario de Atargatis. A pesar de que la conservación de esta estructura es parcial, pues fue seccionada por construcciones realizadas del siglo xviii en adelante, las evidencias constatadas corresponden a una construcción longitudinal de unos 34 m, alzada en la cima de la ladera norte del cerro sobre los restos destruidos y amortizados de la muralla púnica precedente. Organizada en ambientes anexos (de los cuales quedan 6), tipológicamente puede tenerse como una muralla de cajones o casernas que, en razón de su cronología fundacional, debió ser parte del sistema defensivo que, hacia el lado del Almarjal, protegió la ciudad romana y su acrópolis desde mediados del siglo ii a.C. en adelante.

28. Por el Sur resta un muro tardorromano, apoyado sobre la roca natural regularizada, que podría fosilizar el trazado de uno anterior quizás de época republicana, y que tendría por tanto similar orientación. 29. Quizás debido a las afecciones sufridas por esta zona en épocas posteriores; de facto, su trazado parece coincidir con el de la muralla renacentista, siendo quizás desmantelado para reutilizar sus mampuestos en su construcción. Tampoco puede descartarse que se hubiese desmoronado en febrero de 2010, cuando acaeció el colapso de parte de la muralla del siglo xvi como consecuencia de unas lluvias torrenciales.

364

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

En la campaña de 2010-11 apenas se han documentado depósitos arqueológicos vinculados a las unidades construidas que conforman el tramo conservado de la muralla, pues ya fueron excavados –como se ha señalado– durante las excavaciones de 1977-78. No obstante, desde la óptica estratigráfica, la estructura se superpone a la muralla púnica de finales del siglo iii a.C.30. Como se ha referido más arriba, los contextos cerámicos asociados al incendio y amortización de la muralla púnica permiten fechar estos niveles a finales del siglo iii o en los primeros años del ii a.C. (Noguera, Madrid y Velasco, 2011-12, 494-498), de donde se infiere que la cronología de la muralla alzada sobre la defensa barca una vez amortizada se sitúa a partir del siglo ii a.C. Por otro lado, la excavación del área adyacente al Norte del paramento exterior de la muralla romana también ha proporcionado contextos asociados a diversas estructuras –un forro y tres estancias (n.º 7-9)– apoyadas en su cara septentrional. Una vez construida la defensa, la cara norte de su paramento exterior fue reforzada con un forro muy irregular de mampostería, de 0,30-0,55 m de ancho, asentado en un estrato de esquistos disgregados de color verde turquesa y piedras que cubre y nivela los restos de la muralla púnica subyacente. Asociados a esta intervención se constatan, de forma muy fragmentaria, dos paramentos con orientación Norte-Sur, adosados a la referida cara norte, que delimitan al menos 3 estancias con cubierta plana de láguena (n.º 7, 8 y 9). De la n.º 7 resta el muro oriental con sentido Norte-Sur, 0,54 m de ancho y construido con mampostería trabada con barro apoyada en la roca virgen. Conserva asociado un nivel de circulación de tierra apisonada, a su vez amortizado por varios estratos que corresponden al derrumbe de las cubiertas y alzados de las estancias. La cronología de su material cerámico31 30. El paramento exterior norte apoya directamente sobre los restos arquitectónicos de la defensa barca, así como sobre sus estratos de destrucción y amortización, los cuales fueron posiblemente limpiados y explanados previamente dado que ni a extramuros ni a intramuros de la muralla romana se han identificado escombros o restos de derrumbes. Los muros transversales que delinean los cajones o casamatas internas apoyan en algunas ocasiones sobre los estratos conservados encima de la roca natural, correspondientes a la ocupación barca o, incluso, anterior. 31. Junto a formas de Campaniense A –Lamb. 55 (Fig. 15.2), 36 (Fig. 15.3), 28 y 27 (Fig. 15.4) (véase también en Fig. 15.1 un plato de bordes abiertos de difícil identificación)–, hay ánforas del tipo Campamentos Numantinos (Ramón, 1995, tipo T-9.1.1.1 de la segunda mitad del siglo ii a.C.), bastantes fragmentos de cerámica de cocina itálica, entre los que se identifican cazuelas con borde bífido de la forma Vegas 14 (Fig. 15.5) –cuya presencia en la península remonta al segundo cuarto del siglo ii a.C. prolongándose hasta un momento impreciso del siglo i d.C. (sobre su presencia en el pecio Escombreras 1 de Carthago Nova de hacia 150 a.C., y la discusión de su marco cronológico véase Lechuga (Ed.), 2004, 167, n.º 41–, y tapaderas de las formas Burriac 38.100 y Celsa 80.8145.

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...365

Figura 15. Material cerámico procedente de los estratos de amortización (UE 11211) del nivel de circulación asociado al muro oriental (UE 11243) de la estancia n.º 7, adosada a la muralla romana republicana (dib. V. Velasco Estrada; CAD. S. Pérez-Cuadrado Martínez).

oscila entre los siglos ii y i a.C. (Aguarod, 1991, 109 ss.). Sobre los estratos de amortización había depuestos varios niveles de textura arcillosa, vinculados a la colmatación producida tras el abandono inicial, donde se recuperó un contexto cerámico32 que acredita cómo a finales del siglo ii o inicios del i a.C. la estancia n.º 7 estaba colapsada. Más al Este, la estancia n.º 8 estaría delimitada al Este por un muro expoliado por una fosa bizantina, y al Oeste por el 32. Un fragmento de copa Lamb. 27, ánforas fenicio-púnicas y de producción itálica, de entre las que destaca la forma Dressel 1 A (Fig. 16.1) cuya cronología amplia abarca finales del siglo ii y el i a.C., algunas tapaderas –Burriac 38.100 y Celsa 79.106 (Fig. 16.2)– y una cazuela de producción itálica forma Torre Tavernera 4.10, propia de contextos del siglo ii a.C., si bien puede alcanzar el siguiente.

366

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

muro medianero con la n.º 7. Su suelo, de tierra arcillosa marrón claro y con fragmentos de cerámica común aplastados, estaba colmatado por un nivel horizontal de láguenas trituradas, quizás procedentes de la cubierta plana; junto a fragmentos informes de cerámica de cocina púnica, itálica y ánforas fenicio-púnicas, se halló un fragmento de plato de Campaniense A, forma Lamb. 55. Por debajo de la cubierta había varios estratos vinculados al proceso de abandono, con un repertorio material poco significativo que, a pesar de contener fragmentos de Campaniense A, ánforas fenicio-púnicas, itálicas, cerámica ibérica pintada y tapaderas de cocina itálica, no permite concretar de modo más preciso la cronología de la estancia. Por último, la estancia n.º 9, al Este de la anterior, tiene su límite oriental también destruido por otra fosa de expolio bizantina. Su estratigrafía y contextos cerámicos asociados aportan datos para su datación. La estancia estaba colmatada por estratos de arcilla anaranjada con carboncillos, pintas de cal y láguenas, pertenecientes a su colmatación tras el derrumbe de los alzados. Su escaso repertorio cerámico está compuesto por ánforas itálicas y de origen fenicio-púnico, así como cazuelas itálicas de las formas Torre Tavernera 4.10 y Vegas 14. Sobre el suelo del ambiente se constataron varios estratos de abandono de los cuales procede un repertorio formal cerámico33 que sugiere mediados del siglo ii-i a.C. para el abandono de la estancia. Sobre el suelo de la estancia se constataron otros estratos vinculados con el derrumbe de la cubierta con escaso material cerámico34 que, no obstante, incide de nuevo en la referida propuesta cronológica. Por consiguiente, aunque las estructuras de esta muralla no disponen de contextos arqueológicos directamente asociados, la relación estratigráfica entre aquella y la defensa púnica acota datos sobre su construcción. Los niveles en que apoya y se cimienta, asociados a la destrucción y colapso de la muralla púnica, se datan a finales del siglo iii o inicios del ii a.C., marcando la fecha post quem de construcción de la obra romana. Por otro lado, los niveles de amortización y colapso de las estructuras adosadas al paramento exterior de la muralla, con presencia mayoritaria de cerámicas de origen itálico y, en menor medida, de producciones púnicas e ibéricas, cuyo repertorio formal es de un momento avanzado de la segunda mitad del siglo ii a.C. y, como 33. De los cuales proceden algunas copas de Campaniense A, formas Lamb. 31/33 (Fig. 16.3) y Morel 3121b1, y Campaniense B-Beoide, forma Lamb. 31/33 (Fig. 16.4), ánforas grecoitálicas de pasta campana, fragmentos informes de contenedores fenicio-púnicos, cazuelas –Vegas 14 (Fig. 16.5)– y tapaderas (Burriac 38.100) de producción itálica. 34. Producciones ibéricas, informes de ánforas fenicio-púnicas y de producción itálica, cocina también itálica y un fragmento de una copa Lamb. 36 en pasta de imitación de barniz negro.

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...367

Figura 16. Material cerámico procedente de los niveles (UE 11202) depuestos sobre los estratos de amortización del nivel de circulación asociado al muro oriental (UE 11243) de la estancia n.º 7, adosada a la muralla romana republicana, y de los estratos de abandono (UE 11042) depuestos sobre el suelo de la estancia n.º 9, adosada a la muralla romana republicana (dib. V. Velasco Estrada; CAD. S. Pérez-Cuadrado Martínez).

mucho, los inicios del i a.C., concreta un término ante quem para la construcción del lienzo defensivo. Ello acredita su construcción durante República tardía, posiblemente en la primera mitad o los comediados del siglo ii a.C., momento en que se acometieron obras de reparación y reconstrucción de las murallas, bien decretadas por Escipión inmediatamente tras la conquista de la plaza púnica, bien en las décadas inmediatamente posteriores con ocasión del primer proyecto de monumentalización urbana de la ciudad romana.

368

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

Las defensas de Cartagena en los siglos iii-ii a.C.: las murallas púnica y romana de filiación púnica de la acrópolis-arx Hasdrubalis Como hemos referido, en la parte alta de la vertiente norte de la cima de la acrópolis han sido documentadas, prácticamente superpuestas desde la óptima estratigráfica (Fig. 17), dos estructuras arquitectónicas longitudinales. La posición topográfica y la configuración tipológico-arquitectónica de la estructura datable a finales del siglo iii a.C. sugieren interpretarla como los restos de una muralla de casamatas, dispuesta en dos niveles o terrazas, construida tras la fundación de la ciudad púnica. De unos 36 m de longitud máxima conservada y una anchura de unos 6,30 m35 (lo que podría sugerir una modulación basada en el codo fenicio-púnico de 0,52 m), responde a un proyecto orgánico, ejecutado de forma unitaria, y dotado de un marcado sesgo funcional, como evidencian su técnica constructiva y la carencia de cualquier indicio asignable a un programa decorativo. Fue construida con la técnica del doble paramento paralelo y con compartimentos interiores diseñados con muros perpendiculares dispuestos a intervalos más o menos regulares36. Estas casernas, cuya forma y superficie irregular derivan de su adaptación a la topografía del terreno, pudieron servir, como en Carthago (App. Lib. 95), de establos, abrevaderos y almacenes para el abastecimiento de las tropas, incluidos víveres y agua, que se almacenaría en las cisternas tras ser recogida en las cubiertas de mortero impermeable, que también harían las veces de paso de ronda37. 35. Si damos por válidos los datos aportados por las improntas de los cierres norte de la cisterna n.º 1 y sur del muro meridional del hipotético ambiente n.º 10. 36. Su estructura está basada en dos planos aterrazados y en un muro interior que generaría una suerte de substrucción de grandes dimensiones. Asociado a este paramento se constata en la terraza inferior septentrional una serie de tirantes interiores, de gran consistencia, perfectamente trabados y de igual técnica constructiva (emplazados a intervalos irregulares, lo que determina que las dimensiones de los compartimentos no sea regular), que generan casernas de planta rectangular o ligeramente trapezoidal, orientadas de Norte a Sur y dispuestas en batería, siguiendo el sentido longitudinal de la construcción, las cuales alternan con cisternas o depósitos para la recogida y almacenamiento de agua. Trabados con el muro de aterrazamiento principal se constatan los restos de otros paramentos, de igual orientación, cimentados en la roca y pertenecientes a la terraza superior meridional, cuyos pequeños ambientes pudieron servir como almacenes, pasillos o cajas de escalera, resolviendo así el acceso a los ambientes de la terraza inferior septentrional. 37. La inclusión de depósitos en los sistemas defensivos, que aseguraba el abastecimiento hídrico en caso de asedio, se conoce en otros ejemplos de arquitectura militar cartaginesa (Lancel, 1994, 245), siendo significativo por su cercanía las defensas del Tossal de Manises, en cuyas torres VI y VIII se incluyeron varias cisternas a bagnarola, muy similares a las del Molinete (Olcina, Guilabert y Tendero, 2010, 236 ss.).

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...369

Figura 17. Planimetría arqueológica del área occidental del cerro del Molinete con las murallas púnica (n.º 1) y romana republicana (n.º 1) superpuestas; n.º 3: santuario púnicoromano de Atargatis (CAD. S. Pérez-Cuadrado Martínez).

Los muros tienen zócalos de mampostería y alzados de tapial o, quizás mejor, de adobes, posiblemente enlucidos con una fina lechada de cal; los suelos son simples capas de barro apisonado, colocadas directamente sobre la roca natural recortada y regularizada38. Las cubiertas serían tejados planos de mortero hidráulico. Alzada en el punto más elevado de la escarpada ladera norte de la acrópolis y en parte encajada en la roca madre, estaba enfrentada a la laguna que protegía la ciudad por el Norte, siendo una barrera imponente y prácticamente infranqueable. Fue destruida y amortizada, según la data de los contextos cerámicos asociados, en los últimos años del siglo iii o a inicios del ii a.C. El modelo de esta muralla de casernas tiene su origen y es característico de la arquitectura militar fenicio-púnica, abarcando su difusión toda la 38. La alternancia en la construcción de zócalos de mampostería y alzados de adobes es usual en las murallas fenicias y cartaginesas (López, Manzano y Alemán, 2010, 33). El paramento norte enfrentado al estero está perdido por completo, no siendo descartable el empleo en esta zona de un muro de sillares, semejante al constatado en el tramo de muralla de La Milagrosa. Pero contradicen esta posibilidad los restos de mampostería asociada al recorte que delimita por el Norte la cisterna n.º 2. Además, este tipo de refuerzo era preciso sobre todo en terrenos llanos, donde la defensa debía ser reforzada al estar expuesta a ataques con arietes o similares máquinas de guerra, lo cual no es preciso en el caso de la escarpada posición que ocupa esta cortina defensiva.

370

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

cuenca mediterránea. El tipo surgió en el Levante mediterráneo en los siglos x y ix a.C.39 y fue utilizado por los fenicios occidentales (Prados y Blánquez, 2007, 57-80), estando arqueológicamente documentado en la península Ibérica entre los siglos viii y iv a.C.40. En el siglo iii a.C. se construyeron en puntos estratégicos del mediodía y levante peninsular sistemas defensivos acasamatados41, vinculados a los planteamientos tácticos y militares de la política imperialista de los Barca en Iberia (Bendala y Blánquez, 2002-2003, 145-160; una síntesis reciente en Blánquez, 2013, 209-253) y deudores de una arquitectura de naturaleza greco-helenística bien conocida en Cerdeña, Sicilia y Magna Grecia (Martín, 1994, 316). Los testimonios más contundentes de ello están en la propia Qart Hadâst, donde ya se conocen varios tramos del lienzo defensivo que, tras la «fundación» de la ciudad púnica, fue construido incluyendo las cimas de los cinco cerros que delimitaban la topografía urbana con un perímetro –a decir de Polibio– de 20 estadios, equivalentes a unos 2380 m y una superficie defendida de unas 40 ha (Ramallo, Murcia y Vizcaíno, 2010, 213). Destaca por su envergadura, técnica constructiva y magnificencia el tramo del solar de La Milagrosa, entre los montes de San José (Aletes) y Despeñaperros (Hephaistos/Vulcano), en el punto donde un istmo permitía el acceso a la ciudad desde tierra firme posiblemente por un ingreso fosilizado en el siglo xviii en la Puerta de San José (Pol. X, 13; Martín, 1994, 316)42 (Fig. 18). A este puede sumarse el tramo ahora hallado en el Molinete y otro conservado a nivel de cimentación en la cima del cerro de la Concepción, con sendos paramentos paralelos de mampostería trabados 39. Wright, 1985, 173-174, Fig. 86; Lipinski [ed.], 1992, s.v. Fortification, 173-175 [P. Leriche]; Pastor, 2008, 11ss.; Montanero, 2008, 98-99. 40. Montanero, 2008, 91-114; cf. al respecto, Noguera, Madrid y Velasco 2011-2012, 499500; y Noguera, Madrid y Martínez, 2012-2013, 54-62. El tipo se constata también fuera de la órbita fenicio-púnica, en el ámbito de Grecia y su periferia occidental (Tréziny, 1986, 198), estando atestiguado en el cuadrante del noreste peninsular ibérico (Noguera, Madrid y Martínez, 2012-1013, 55). 41. Sería el caso, por ejemplo, de la nueva muralla del último cuarto del siglo en Carteia (Bendala, Roldán y Blánquez, 2002, 164-165; Roldán, Bendala, Blánquez, Martínez y Bernal, 2003, 199-202 y 205; Roldán, Bendala, Blánquez y Martínez, 2006, 301-302; Bendala, 2010, 442 ss.), de la del Castillo de Doña Blanca (Barrionuevo, Ruiz y Pérez, 1999, 117 ss.) y Carmo (Carmona, Sevilla) (Jiménez, 1989; Bendala, 1990, 27-29, Fig. 1a, Lám. 3a-b y f; Belén, Escacena y Anglada, 1993, 219-242; cf. también Schattner, 2005, 67-98, quien postula una cronología augustea para la Puerta de Sevilla). 42. Sobre el tramo de muralla hallado en el solar de La Milagrosa: Martín y Roldán, 1992, 116 ss.; Martín y Belmonte, 1993, 161-171; Martín, 1994, 317-318; Marín, 1997-98, 121-140; Bendala y Blánquez, 2002-2003, 148; Ramallo, 2003, 331-338. Las técnicas constructivas usadas, la estratigrafía y los contextos cerámicos y numismáticos sugieren una cronología del último tercio del siglo iii a.C. (Marín, 1997-98, 121-139; Lechuga, 1991-1993, 155165; Ruiz, 2000).

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...371

Figura 18. Tramo de muralla púnica de casamatas del solar de La Milagrosa (fot. Archivo del Museo Arqueológico Municipal, Cartagena).

con tirantes también de mampuestos que delimitan casernas interiores irre-

Figura 19. Secciones con perspectiva fugada y superposición volumétrica de las murallas atestiguadas arqueológicamente en la vertiente norte del cerro del Molinete; n.º 1: púnica; n.º 2: romana; n.º 3: renacentista (edic. científica: J. M. Noguera Celdrán y M.ª J. Madrid Balanza; CAD. S. Celdrán Beltrán).

gulares (Ramallo, 2003, 339-340; Ramallo, Murcia y Vizcaíno, 2010, 214, Fig. 3). Además, ligado al proyecto defensivo de la capital y en su área de influencia, cabe citar el Tossal de Manises (Albufereta, Alicante), donde en

372

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

la segunda mitad del siglo iii a.C. se construyó un sistema defensivo con torres, poternas y muros avanzados que conforman un antemural o proteichisma (Olcina, 2002, 255; Olcina, Guilabert y Tendero, 2010, 236 ss.). Los tramos de muralla con casamatas de La Milagrosa y el ahora conocido en el cerro Molinete responden a una misma tipología y son tributarios del mismo proyecto defensivo-arquitectónico. Junto con el testimonio del Tossal, revelan la introducción en el sureste ibérico a inicios del último tercio del siglo iii a.C. de la arquitectura helenística de origen fenicio-púnico (Noguera, Madrid y Velasco, 2011-2012, 500). Las diferencias observables en el plano constructivo43 entre ambos tramos responden a razones tácticas. Los esfuerzos constructivos y monumentales debieron centrarse en el istmo, acceso natural y punto más vulnerable de la ciudad, construyendo una sólida muralla de sillares capaz de expresar la grandeza de la capital y de repeler un ataque con arietes o similares máquinas de guerra. Por el contrario, para defender la ciudadela se recurrió a una obra más tosca de mampostería y adobes, si bien el uso del adobe no desmerece la obra, pues como refiere Plinio (nat. XXXV, 169), los muros de tierra construidos por los cartagineses en Iberia por mandato de Aníbal tenían mayor fortaleza que los del cemento (caemento firmiores) (Conde, 2003, 44-45). Al menos en el flanco septentrional de la cima de la acrópolis, la muralla pudo tener un diseño en cremallera (como en el Castillo de Doña Blanca), con un trazado regularmente quebrado y adaptado a la orografía natural del terreno. De hecho, la defensa en esta zona se proyecta por el Este hasta prácticamente 1 m del santuario de Atargatis, y si a ello sumamos la inclinación en este mismo punto del único tramo de muro conservado, parece que la construcción quebraba aquí y cambiaba su orientación en ángulo recto hacia el Norte, pudiendo actuar este ángulo del recinto a modo de bastión (o torre avanzada) que reforzaría la defensa de la zona, proporcionando ángulos de tiro para alcanzar a los atacantes más próximos a la muralla. Acredita asimismo este trazado en cremallera el hecho de que la posterior defensa de época tardorrepublicana, que siguió un trazado semejante al de la púnica en esta zona (vide infra), estuviese también retranqueada al Norte en este punto. 43. La principal diferencia apreciable entre ambas cortinas radica en que los muros exterior e interior del istmo están construidos mediante quadratum y africanum, mientras que en el Molinete tiene todos sus paramentos construidos con zócalos de mampostería trabada con barro y alzados de adobe o tapial, algo que no es excepcional, pues también se constata en las murallas del Castillo de Doña Blanca, construidas en un breve lapso de tiempo y donde dicha técnica se ha interpretado en función de la rapidez de su construcción, el empleo de distintos maestros de obra y la reutilización de material previo (Barrionuevo, Ruiz y Pérez, 1999, 119).

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...373

El tramo de muralla del Molinete, alzado en la cota más elevada del flanco norte del cerro y, por ende, a más de 30 m de altitud sobre el nivel del mar y de las aguas de la laguna interior, pudo pertenecer al sistema defensivo de la propia ciudadela, donde hubo una guarnición de 1000 mercenarios en el momento previo al ataque de Escipión (Pol. X, 8, 4) y donde Magón se acantonó con 500 durante el asedio (Pol. X, 12, 2-3), no precisando de una elevada altura dado lo escarpado de la ladera que lo precedía. Polibio indica que las aguas del estero se abatían sobre las fortificaciones, y también Apiano señala que junto a la laguna el muro era bajo y [esta] lo bañaba con sus aguas (App. Ib. 21). Cuando ambos autores refieren que las aguas bañaban la muralla pueden referirse a la zona norte de la calle Serreta, allá por donde el reflujo del agua de la laguna permitió el asalto y toma de la ciudad44. Con estos bastiones reforzados por el agua, cabría prever –como hicieron los generales romanos– que en caso de ataque las murallas tendrían por ese lado menor número de defensores, siendo más vulnerables (Lancel, 1997, 179). La muralla pudo pertenecer, por consiguiente, al sistema defensivo general de la ciudad. Adaptándose a la topografía del cerro y a sus declives occidental y oriental, se dirigiría con un trazado en cremallera hacia el noreste para alcanzar la colina asociada a Cronos (Pol. X, 10, 10), actual Monte Sacro, protegiendo así la vaguada existente entre esta elevación y la ciudadela. No obstante, también pudo servir de fortificación de la propia ciudadela, último refugio de los hombres de Magón durante el asedio romano (Fernández, 2005, 63), que debió estar protegida por su propia línea defensiva, siendo posible que la muralla del Molinete, además de ser parte del sistema defensivo de la ciudad, también lo fuese de la ciudadela45. Desde esta línea defensiva quizás la guarnición apostada en la ciudadela no se percató de la presencia de un reducido grupo de hombres que avanzase junto a la base del paño inferior por efecto del reflujo46, lo que pudo suceder en el entorno de la zona norte de la actual calle Serreta. 44. A este episodio de la conquista pueden vincularse diversos niveles de destrucción documentados en la zona, por ejemplo los que amortizan en calle Serreta, n.º 8 y 12, unas instalaciones industriales vinculadas con actividades pesqueras, tal vez asignables a un barrio marinero emplazado en la ladera baja suroeste del Monte Sacro, en un punto muy próximo al linde con la antigua laguna (Martín y Roldán, 1997, 89); al mismo episodio pueden asociarse los niveles de destrucción sobre el pavimento de una calzada hallada en la calle que delimitaba la vertiente sur del cerro de la Concepción (Izquierdo y Zapata, 2005, 281). 45. También el perímetro de la acrópolis de Baria (Villaricos) fue defendido mediante la excavación de un foso en un momento ya tardío del siglo iii a.C., quizás en conexión con el avance de P. Cornelio Escipión tras la toma de Cartagena en 209/208 a.C. para controlar las bases navales púnicas. 46. Beltrán, 1947, 141; Cordente, 1992, 427; Cabrero, 2000, 81-82; Fernández, 2005, 65.

374

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

La muralla púnica sufrió un incendio y posterior colapso que, en base a criterios estratigráficos y cerámicos, pueden fecharse en un momento impreciso entre finales del siglo iii e inicios del ii a.C. Sobre sus restos amortizados fue construida, unas décadas después, una segunda muralla construida con zócalos de mampostería y alzados seguramente de adobe, con estructura de doble paramento y casernas interiores. La constatación en Carthago Nova de esta defensa de filiación romana republicana, asignable al tipo de murallas de cajones o casamatas, es importante por diversos motivos. La perduración de este modelo tipológico en la Carthago Nova tardorrepublicana no es único, pues en la antigua Sisapo (La Bienvenida, Almodóvar del Campo, Ciudad Real), fundada sobre un núcleo indígena de fines del siglo viii o inicios del vii a.C., también ha sido hallado recientemente un tramo de muralla de casamatas, permitiendo el material cerámico de las zanjas de cimentación fijar su construcción en las décadas centrales del siglo ii a.C.47. Ambos casos son pruebas excepcionales del recurso en época romana tardorrepublicana a modelos tipológicos de raigambre fenicio-púnica y difundidos en ambiente greco-helenístico, cuando en Italia se construían sistemas defensivos de influjo griego (Noguera, Madrid y Martínez, 2012-2013, 58). La muralla de Sisapo pudo ser obra de maestranzas ibéricas e, incluso, púnicas, conocedoras de las tradiciones defensivas de raigambre oriental y quizás en el marco de la alerta provocada por las correrías de Viriato (Zarzalejos y Esteban, 2007, 300), mientras que el recurso a esta arquitectura defensiva de filiación púnica en Carthago Nova en la primera mitad o mediados del siglo ii a.C. se explica por la impronta «punicizante» que la ciudad romana conservará durante siglos. De hecho, el modelo para la muralla estaba en la propia fortificación púnica de finales del siglo iii a.C., descrita por Polibio y conocida por varios lienzos excavados en las últimas décadas (vide supra). Con una gran economía de medios, pudo recurrirse a la mano de obra púnica prisionera, muy helenizada e integrada básicamente por artesanos, obreros y marineros, altamente especializados en actividades constructivas y comerciales (Pol. X, 8, 5; Bendala, Fernández, Fuentes y Abad, 1987, 121-140), los cuales pudieron proporcionar los necesarios saber técnico y mano de obra. La muralla romana se construyó en la primera mitad o décadas centrales del siglo ii a.C. Si la precedente fortificación púnica hubiese sido destruida hacia 209-208, pudo haber sido sustituida por la nueva defensa romana que seguiría su orientación Este-Oeste, aunque retranqueada levemente al suroeste en su flanco oeste. Esta operación se encuadraría, como hemos 47. Zarzalejos y Esteban, 2007, 286-289, 291-292 [fase V], Figs. 3-7, 1, 293-298; Zarzalejos, Fernández y Hevia, 2011, 30-33, Fig. 8.

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...375

referido, en el énfasis especial puesto en fortificar la ciudad ante la eventualidad de un contraataque cartaginés (Liv. XXVIII, 36, 4-13). Con todo, los autores clásicos citan reparaciones, reconstrucciones o elevaciones de las murallas preexistentes, como consecuencia de los daños causados por la guerra. Por tanto, es posible que tras el asalto definitivo a la acrópolis, defendida por Magón y un reducido grupo de hombres, las defensas púnicas se mantuviesen, en estado más o menos ruinoso, hasta mediados del siglo ii a.C., al igual que sucedió con el lienzo de sillares junto al cerro de San José, también amortizado intencionadamente en esta época (Martín, 1994, 317318; Ramallo, 2003, 331-338), y que solo entonces se sustituyera por una nueva. Ello llevaría a datar la muralla romana en las décadas centrales del siglo ii a.C., en connivencia con los materiales cerámicos de los contextos de destrucción y amortización de la cerca púnica. Similar cronología, que coincide con la fecha de la muralla de Sisapo, se ha postulado para un grueso paramento defensivo construido en el cerro de la Concepción, sobre los restos amortizados arriba mencionados de un tramo de la muralla barca48, que pudo formar parte del cerco tardorrepublicano49. De ser cierta esta segunda opción, y al margen de hipotéticas reparaciones y obras de mantenimiento de las murallas púnicas tras la conquista, parece que los romanos pudieron proyectar en la primera mitad o a mediados del siglo ii un nuevo encintado defensivo para la ciudad, construido por lo que sabemos ex novo, pero recurriendo (al menos en zonas puntuales) al modelo y trazado de la fortificación púnica precedente. Quizás la ciudad se amuralló con un potente paramento de mampostería, identificado en los paños del cerro de la Concepción y calle Mayor, del tipo constatado a finales del siglo ii a.C. o inicios del i en núcleos como Iluro, Baetulo y Bilbilis, mientras que la acrópolis –donde pudo instalar su praesidium el prefecto al mando del cual Escipión dejó una guarnición tras su partida (Liv. XXVI, 51, 9; App. Ib., 24)– pudo ser fortificada con una muralla de casamatas. Este modelo proporcionaba una extraordinaria versatilidad, pues además del potente muro defensivo de 4,30-4,90 m de anchura, los compartimentos interiores podían albergar habitáculos para las tropas, almacenes, talleres y, llegado el caso, podían macizarse con tierra y escombros para afrontar una contingencia bélica.

48. Dicho muro estuvo en uso durante prácticamente una centuria, periodo tras el cual fue sometido a una profunda reforma que se prolongó en el devenir de la segunda mitad del siglo i a.C. (Ramallo, 2003, 339-340). 49. A estas defensas podría sumarse otro potente paramento de mampostería, orientado de noroeste a sureste y hallado en la calle Mayor, en posición paralela a esta (Fernández, Zapata y Nadal, 2007, 141-143).

376

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

Es muy probable que el tramo de muralla romana formase parte, a la par, del potente sistema defensivo de la ciudad y de la propia ciudadela. Esta construcción en el vértice septentrional del cerro, que sustituía a la anterior púnica, conseguiría el doble objetivo de proteger la ciudad por su flanco septentrional y amurallar nuevamente la acrópolis, lo que nos sitúa ante el caso de Carteia (San Roque, Cádiz), donde la muralla cartaginesa fue seccionada y desmontada intencionadamente en la segunda mitad del siglo ii a.C. (Roldán, Bendala, Blánquez, Martínez y Bernal, 2003, 219-220), en el marco de una profunda remodelación urbanística y arquitectónica, al objeto de construir sobre ella un segundo lienzo defensivo. Respecto al contexto histórico de la muralla republicana, tras la toma de la ciudad por Cornelio Escipión, los romanos pusieron especial énfasis en fortificarla nuevamente, reconstruyendo las partes derruidas de sus murallas50. Ello no resulta extraño en el contexto de la Segunda Guerra Púnica y en una ciudad de altísimo valor simbólico y estratégico51. Y aunque la ciudad, convertida en uno de los baluartes del proceso de «romanización» de Hispania, no estuvo afectada por los conflictos bélicos hispanos del siglo ii a.C.52, la reconstrucción de las murallas de la acrópolis pudo tener un sesgo marcadamente político, además de defensivo53, cuya lectura debe interpretarse en clave simbólica. En efecto, la empresa que subyace tras esta operación de dotación de nuevas defensas a la ciudad debió simbolizar, en cierto modo, la potencia e intenciones de los nuevos señores de Hispania, dispuestos a usufructuar las riquezas y posibilidades del nuevo territorio. Esta operación de envergadura, la única conocida en las décadas posteriores a la conquista, es un claro antecedente del programa de reurbanización de la ciudadela a finales del siglo ii a.C. y la primera mitad del siguiente (intervenciones en el santuario de Atargatis y construcción de un santuario de carácter curativo), todo ello promovido por un evergetismo privado y «espontáneo» 50. Polibio refiere que Escipión (…) aseguró la ciudad con una guarnición y con diversas reparaciones en los muros (Pol., X, 20, 8); Livio indica que el general, después de (…) comprobar que las partes dañadas de la muralla estaban reparadas, partió hacia Tarragona dejando un destacamento en la ciudad para protegerla (Liv. XXVI, 51); y según Apiano, dio instrucciones para que se elevara la muralla que daba al lugar de la marea (App. Ib. VI, 24). 51. Sabemos también que Magón intentó reconquistar nuevamente la plaza en 206 a.C. (Liv. XXVIII, 36, 4-13; Scullard, 1970, 66; Liddell, 1974, 54; Cabrero, 2000, 87). 52. Con la salvedad de la llegada a la ciudad en 139 a.C., al final de las guerras en la Ulterior, de algunos lusitanos al mando de Tautalos (App. Ib. VI, 72; Abascal y Ramallo, 1997, 13). 53. De hecho, en el siglo i a.C. la plaza sirvió de refugio seguro a Sertorio y a Pompeyo Magno, de donde se deduce la existencia de óptimas defensas con anterioridad a las (re) construcciones defensivas de la segunda mitad de la centuria (Díaz, 2008, 225-234, con bibliografía anterior).

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...377

y al servicio de simbolizar el prestigio y estatus de la ciudad (Noguera, 2012, 124-137). Y se adelantó unos años al programa de monumentalización urbana que, como en otras áreas de la península, permitió el afianzamiento de los primeros modelos urbanístico-arquitectónicos romanos a finales del siglo ii a.C. e inicios del siguiente (Bendala y Roldán, 1999, 105 ss.; Ruiz de Arbulo, 2009, 253-297). Por último, como hemos referido, la construcción en el siglo ii a.C. de una muralla de tradición fenicio-púnica (constatada en la península Ibérica desde el siglo viii a.C.54) prueba la persistencia del original sustrato etnocultural púnico, reflejado asimismo en tradiciones religiosas55, constructivas56 y arquitectónicas57. El influjo de la muralla púnica perduró hasta el Renacimiento. El hecho de que sobre los tramos superpuestos de aquella y de la romana republicana se construyese la muralla proyectada por Carlos I evidencia hasta que punto la topografía urbana y el trazado de las antiguas fortificaciones condicionó los proyectos de fortificación de época moderna (Fig. 19). El trazado de las murallas púnica y romana quedó fosilizado en la construcción en la década de 1540 de la muralla promovida en el Molinete y sus inmediaciones por el emperador, siendo factible que este y sus ingenieros contemplasen arruinada la muralla romana, decidiendo un trazado similar que, además, posibilitase reutilizarla a modo de cantera de mampuestos (Martínez, Noguera, Madrid y Martínez, en prensa). Bibliografía Abascal, J. M. y Ramallo, S. F., 1997: La ciudad romana de Carthago Nova: la documentación epigráfica (La ciudad romana de Carthago Nova: fuentes y materiales para su estudio, 3). Murcia. Adam, J.-P., 1982: L’architecture militaire grecque. Paris. Aguarod, C., 1991: Cerámica romana importada de cocina en la Tarraconense. Zaragoza.

54. En todo caso, el modelo púnico empleado no resultaba ajeno a los constructores romanos. El tipo de las murallas de cajones muestra similitudes con la técnica del emplecton, consistente en dos lienzos paralelos de sillares tallados que delimitan espacios interiores rellenos de tierra y piedras (Romero, 2005, 198), constatado en Grecia desde finales del siglo v a.C. y muy utilizado por la arquitectura defensiva romana tardorrepublicana (Martin, 1952, 376; Garlan, 1974, 199; Adam, 1982, 15). 55. Abascal y Ramallo, 1997, 160-161, n.º 35 (extensión del culto a Hércules Gaditano en el siglo i a.C.). 56. Antolinos, 2003, 119-124, 142 y 148 (perduración hasta época bizantina del uso del opus africanum). 57. Ramallo, 2004, 161-162 (capiteles jónicos o jónico-itálicos de tradición púnica).

378

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

Antolinos, J. A., 2003: «Técnicas edilicias y materiales de construcción en el cerro del Molinete (arx Asdrubalis, Carthago Nova)», Noguera, 2003, 115-160. Barrionuevo, F. J., Ruiz, D. y Pérez, C. J., 1999: «Fortificaciones de casernas del Castillo de Doña Blanca (El Puerto de Santa María, Cádiz)», XXIV Congreso Nacional de Arqueología (Cartagena, 1997). Murcia, 115-123. Belén, M., Escacena, J. L. y Anglada, R., 1993: «Arquitectura de tradición fenicia en Carmona (Sevilla)», Spal, 2, 219-242. Beltrán, A., 1946: «La conquista de Cartagena por Escipión», Actas y Memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, XXI, 101-111. Beltrán, A. 1947: «Nueva Interpretación de los textos sobre la conquista de Cartagena por Escipión», Saitabi, 25-26, 134-143. Bendala, M., 1990: «El plan urbanístico de Augusto en Hispania: precedentes y pautas macroterritoriales», Trillmich, W. y Zanker, P. (Eds.), Stadtbild und Ideologie. Die Monumentalisierung hispanische Städte zwischen Republik und Kaiserzeit. München, 25-42. Bendala, M., 2010: «La retaguardia hispana de Aníbal», Los Púnicos de Iberia: proyectos, revisiones, síntesis (Mainake, 32, 1-2). Málaga, 437-460. Bendala, M. y Blánquez, J., 2002-2003: «Arquitectura militar púnico-helenística en Hispania», Quesada, F., Moret, P. y Bendala, M. (Eds.), Formas e imágenes del poder en los siglos III y II a.d.C.: modelos helenísticos y respuestas indígenas (Seminario Casa de Velázquez-Uam, febrero 2004) (CuPAUAM, 28-29), 145-160. Bendala, M., Fernández, C., Fuentes, A. y Abad, L., 1987: «Aproximación al urbanismo prerromano y a los fenómenos de transición tras la conquista», Los asentamientos ibéricos ante la romanización (Madrid, 1986). Madrid, 121-140. Bendala, M., Pérez, M.ª y Escobar, I. (Eds.), 2013: Fragor Hannibalis. Anibal en Hispania. Madrid. Bendala, M. y Roldán, L., 1999: «El cambio tecnológico en la arquitectura hispanorromana: perduración, novedades y peculiaridades», II Congreso de Arqueología Peninsular (Zamora, 1996), tomo IV. Madrid, 103-116. Bendala, M., Roldán, L. y Blánquez, J., 2002: «Carteia: de ciudad púnica colonia latina», Jiménez, J. L. y Ribera, A. (Eds.), Valencia y las primeras ciudades romanas de Hispania. Valencia, 157-172. Blánquez, J., 2013: Arquitectura y poder: las fortalezas bárquidas en Hispania, Bendala, Pérez y Escobar, 2013, 209-253. Cabrero, J., 2000: Escipión el Africano. La forja de un Imperialismo Universal. Madrid. Conde, E., 2003: La ciudad de Carthago Nova: La documentación literaria (IniciosJulioclaudios). Murcia. Cordente, F., 1992: Poliorcética Romana. 218 a.C.-73 p.C. Madrid. De Miquel, L., 1994: «El primer asedio romano de Qart-Hadast (Nueva Documentación Arqueológica)», El mundo púnico. Historia, sociedad y cultura (Cartagena, 1990). Murcia, 55-59.

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...379

De Sanctis, G., 19682: Storia dei Romani, III.2. Firenze (1.ª edic. Torino, 1916). Díaz, B., 2008: «Las murallas romanas de Cartagena en la segunda mitad del siglo I a.e.», Zephyrus, 61, 225-234. Egea, A., 2003: «Ingeniería hidráulica en Carthago Nova: las cisternas», Mastia, 2, 109-127. Fantar, M. (1994): De Carthage à Carthagène, González, A., Cunchillos, J. L. y Molina, M. (Eds.), El mundo púnico. Historia, sociedad y cultura. Cartagena 17-19 de noviembre de 1990, 87-96. Fernández, D., 2005: «La toma de Carthago Nova por Publio Cornelio Escipión: ¿leyenda o realidad?», Polis. Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica, 17, 31-72. Fernández, F., Zapata, J. A. y Nadal, M., 2007: «Excavación arqueológica en el solar de la calle Mayor esquina calle Medieras de Cartagena», XVIII Jornadas de Patrimonio Cultural. Intervenciones en el patrimonio arquitectónico, arqueológico y etnográfico de la Región de Murcia. Murcia, 141-143. Garlan, Y., 1974: Recherches de poliorcètique grecque. Paris. Giménez, M., Noguera, J. M., Madrid, M.ª J. y Martínez, I., 2011: «Proyecto Parque Arqueológico del Molinete: intervención en la cima», XXII Jornadas de Patrimonio Cultural de la Región de Murcia. Murcia, 95-118. González Wagner, C., 2010: «Una reinterpretación del término Qarthadast», Ferjaoui, A. (Ed.), Carthage et les autochtones de son empire du temps de Zama. Colloque international. Siliana et Tunis 2004. Hommage à Mhammed Hassine Fantar. Tunis, 61-64. Guerrero, V. M., 1996: «Cerámica de cocina en los asentamientos coloniales púnicos de Mallorca», CuadCastelló, 17, 207-218. Izquierdo, M. P. y Zapata, J. A., 2005: «Restos de calzada romana en la calle Duque n.º 2 de Cartagena», XVI Jornadas de Patrimonio Histórico. Intervenciones en el patrimonio arquitectónico, arqueológico y etnográfico de la Región de Murcia. Murcia, 281-282. Jiménez, A., 1989: La Puerta de Sevilla en Carmona. Sevilla. Lancel, S., 1994: Cartago. Barcelona. Lancel, S., 1997: Aníbal. Barcelona. Lechuga, M., 1991-93: «La presencia púnica en Cartagena: Testimonios numismáticos», ActaNum, 21-23, 155-165. Lechuga, M. (Ed.), 2004: Scombraria. La historia oculta bajo el mar. Murcia. Lidell, C. H., 1974: Escipión el Africano. Un hombre más grande que Napoleón. Buenos Aires. Lipinski, E. (Ed.), 1992: Dictionnaire de la civilization phénicienne et punique. Bruxelles-Paris. López, J. L., Manzano, F. y Alemán, B., 2010: «Altos de Reveque: un asentamiento fortificado fenicio-púnico en el litoral de Andalucía oriental», AEspA, 83, 27-46.

380

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

Marín, C., 1997-98: «Un modelo estratigráfico de la Cartagena púnica: la muralla de Quart-Hadast», AnMurcia, 13-14, 121-140. Martin, R., 1952: L’urbanisme dans la Grèce antique. Paris. Martín, M., 1994: «Colonización fenicia y presencia púnica en Murcia», El mundo púnico. Historia, sociedad y cultura. Murcia, 293-324. Martín, M., 1998: «Un contexto cerámico de finales del siglo iii a.C.: el vertedero púnico de la Plaza de San Ginés (Cartagena), Les fàcies ceràmiques d’importació a la costa ibèrica, les Balears i les Pitiüses durant el segle iii a.C. i la primera meitat del segle ii a.C. (Arqueomediterrània, 4). Barcelona, 9-29. Martín, M., 2009: «Obsesión por ‘lo púnico’: un enfoque histórico de Qart Hadast desde una perspectiva historiográfica», Cartagena Histórica, 25, 62-73. Martín, M. y Belmonte, J. A., 1993: «La muralla púnica de Cartagena: valoración arqueológica y análisis epigráfico de sus materiales», AulaOr, 11, 2, 161-171. Martín, M. y Roldán, B., 1992: «Aspectos arqueológicos y urbanísticos de la Cartagena Púnica», Historia de Cartagena, IV. Cartagena, 107-149. Martín, M. y Roldan, B., 1997: «Calle Serreta, números 8-10-12», Excavaciones arqueológicas en Cartagena. 1982-88 (MemArqMurcia). Murcia, 74-94. Martín, M. y Roldán, B., 2000: «Cerámica de cocina de importación en la Cartagena púnica: los morteros y grandes platos. Siglo iii a.C.», IV Congreso Internacional de Estudios Fenicios y Púnicos, IV (Cádiz, 1995). Cádiz, 1615-1623. Martínez, M., 2004: «La topografía en Carthago Nova. Estado de la cuestión», Mastia, 3, 11-30. Martínez, J. A., Noguera, J. M., Madrid, M.ª J. y Martínez, I. (2014): «Las defensas de la Cartagena renacentista: evidencias arqueológicas recientes de las murallas de Carlos I y Felipe II», AnMurcia, 30, 179-204. Mas, J., 1979: El Puerto de Cartagena. Cartagena. Montanero, D., 2008: «Los sistemas defensivos de origen fenicio-púnico del sureste peninsular (siglos viii-iii a.C.): nuevas interpretaciones», Costa, B. y Fernández, J. H. (Eds.), Arquitectura defensiva fenicio-púnica. XXII Jornadas de Arqueología Fenicio-Púnica (Eivissa, 2007) (Treballs del Museu Arqueologic d’Eivissa i Formentera, 61). Ibiza, 91-114. Noguera, J. M. (Ed.) 2003: Arx Asdrubalis. Arqueología e Historia del Cerro del Molinete (Cartagena), I. Murcia. Noguera, J. M., 2012: «Carthago Nova: Urbs privilegiada del Mediterráneo occidental», Beltrán, J. y Rodríguez, O., (eds.), Hispaniae urbes. Investigaciones arqueológicas en ciudades históricas. Sevilla, 121-190. Noguera, J. M., 2013: «Qart Hadast, capital bárquida de Ibéria», Bendala, Pérez y Escobar, 2013, 134-173. Noguera, J. M., Cánovas, A., Madrid, M.ª J., Martínez, I. y Martínez, A., 2010 (2013): «Puesta en valor de la insula I del Molinete (Barrio del Foro Romano): objetivos, criterios y resultados», Mastia (Homenaje a Pedro A. San Martín Moro), 9, 251-264.

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...381

Noguera, J. M. y Madrid, M.ª J. (Eds.), 2009: Arx Hasdrubalis. La ciudad reencontrada. Arqueología en el cerro del Molinete / Cartagena. Murcia. Noguera, J. M. y Madrid, M.ª J., 2012: «Parque Arqueológico del Molinete. Barrio del Foro Romano», Martínez, A., Pérez, M.ª S. y Pérez, C. (Eds.), Cartagena Puerto de Culturas. Convirtiendo el pasado en futuro. Cartagena, 58-65. Noguera, J. M., Madrid, M.ª J. y Martínez, J. A., 2012-2013: «Una historia en construcción: las defensas de Cartagena en la Antigüedad. Novedades de la muralla romana republicana», AnCórdoba, 23-24, 35-74. Noguera, J. M., Madrid, M.ª J., Martínez, I. y Cánovas, A., 2012: «La insula I del Molinete. Barrio del Foro Romano, Cartagena, Murcia», R&R. Restauración y Rehabilitación. Revista internacional del Patrimonio Histórico, 116-117, 78-89. Noguera, J. M., Madrid, M.ª J. y Velasco, V., 2011-2012: «Novedades sobre la arx Hasdrubalis de Qart Hadast (Cartagena): nuevas evidencias arqueológicas de la muralla púnica», CuPAUAM (Homenaje al profesor Manuel Bendala Galán), 37-38, 479-508. Olcina, M., 2002: «Lucentum», Jiménez, J. L. y Ribera, A. (Eds.), Valencia y las primeras ciudades romanas de Hispania. Valencia, 255-266. Olcina, M., Guilabert, A. y Tendero, E., 2010: «Lectura púnica del Tossal de Manises (Alicante)», Los Púnicos de Iberia: proyectos, revisiones, síntesis (Mainake, 32, 1-2). Málaga, 229-249. Pastor, H., 2008: «Arquitectura defensiva en Fenicia oriental y en el norte de Israel/ Palestina», Costa, B. y Fernández, J. H. (Eds.), Arquitectura defensiva feniciopúnica. XXII Jornadas de Arqueología Fenicio-Púnica (Eivissa, 2007) (Treballs del Museu Arqueologic d’Eivissa I Formentera, 61). Ibiza, 9-24. Prados, F. y Blánquez, J., 2007: «Las fortificaciones coloniales en la Península Ibérica: de los modelos orientales a los sistemas púnico-helenísticos», BerrocalRangel, L. y Moret, P. (Eds.), Paisajes fortificados de la Edad del Hierro. Las murallas protohistóricas de la Meseta y la vertiente atlántica en su contexto europeo. Madrid, 57-80. Py, M., Adroher, A. M. y Sánchez, C., 2001: Corpus des céramiques de l’Age du Fer de Lattes (fouilles 1963-1999). Lattes. Ramallo, S. F., 2003: «Carthago Nova. Arqueología y epigrafía de la muralla urbana», Defensa y territorio en Hispania de los Escipiones a Augusto. Espacios urbanos y rurales, municipales y provinciales. Madrid, 325-362. Ramallo, S. F., 2004: «Decoración arquitectónica, edilicia y desarrollo monumental en Carthago Nova», Ramallo, S. F. (Ed.): La decoración arquitectónica en las ciudades romanas de Occidente. Actas del Congreso Internacional celebrado en Cartagena entre los días 8 y 10 de octubre de 2003. Murcia, 153-218. Ramallo, S. F., Fernandez, A., Madrid, M.ª J. y Ruiz, E., 2008: «Carthago Nova en los últimos siglos de la república: una aproximación desde el registro arqueológico», Uroz, J., Noguera, J. M. y Coarelli, F. (Eds.), Iberia e Italia. Modelos romanos de integración territorial. IV Congreso internacional hispano-italiano (Murcia, 2006). Murcia, 573-604.

382

José Miguel Noguera, María José Madrid, María Victoria García y Víctor Velasco

Ramallo, S. F., Murcia, A. J. y Vizcaíno, J., 2010: «Carthago Nova y su espacio suburbano. Dinámicas de ocupación de la periferia de la urbs», Vaquerizo, D. (Ed.), Las Áreas Suburbanas en la Ciudad Histórica. Topografía, usos y función (Monografías de arqueología cordobesa, 18). Córdoba, 211-254. Ramallo, S. F. y Ruiz, E., 2009: «El diseño de una gran ciudad del sureste de Iberia. Qart Hadast», Helas, S. y Marzoli, D. (Eds.), Phönizsyches und punische Städtewesen (Roma, 2007). Mainz, 529-544. Ramallo, S. F. y Vizcaíno, J., 2007: «Evolución del sistema defensivo de Cartagena durante la Antigüedad», Rodríguez, A. y Rodà, I. (Eds.), Murallas de ciudades romanas en el occidente del Imperio. Lucus Augusti como paradigma. Lugo, 483-524. Ramón, J. R., 1994: «El pozo púnico del Hort d’en Xim», Treballs del Museo Arqueologic d’Eivissa e Formentera, 32, 1-83. Ramón, J. R., 1995: Las ánforas fenicio-púnicas del Mediterráneo central y occidental. Barcelona. Ricci, M., 1974: «Per una cronología delle lucerne tardo-republicane», RivStLiguri, XXXIX, 2-4, 168-234. Roldán, B., 2003: «El cerro del Molinete de Cartagena: actuaciones arqueológicas recientes», Noguera, 2003, 75-113. Roldán, L., Bendala, M., Blánquez, J., Martínez, S. y Bernal, D., 2003: Carteia, II. Madrid. Roldán, L., Bendala, M., Blánquez, J., Martínez, S., 2006: Estudio históricoarqueológico de la ciudad de Carteia (San Roque, Cádiz), 1994-1999. Madrid. Romero, F., 2005: «Notas para un glosario de términos referentes a los sistemas defensivos de la Antigüedad», Salduie, 5, 191-213. Ros, M.ª M., 1989: La pervivencia del elemento indígena: la cerámica ibérica (La ciudad romana de Carthago Nova: fuentes y materiales para su estudio, 1). Murcia. Ruiz de Arbulo, J., 2009: «Arquitectura sacra y fundaciones urbanas en las Hispanias tardo-republicanas. Corrientes culturales, modelos edilicios y balance de novedades durante el siglo ii a.C.», Mateos, P., Celestino, S. y Pizzo, A. (Eds.), Santuarios, oppida y ciudades: Arquitectura sacra en el origen y desarrollo urbano del mediterráneo occidental (Anejos de AEspA, 45). Mérida, 253-297. Ruiz, E., 1994: «Las cerámicas de barniz negro de Cales en la primera mitad del siglo ii aC, en el cerro del Molinete (Cartagena)», RAPon, 4, 47-65. Ruiz, E., 2000: Las cerámicas campanienses de Carthago Nova: el registro histórico-arqueológico (Tesis doctoral inédita). Universidad de Murcia, Murcia. Ruiz, E., 2004: «Cerámicas campanienses de Cartagena: el registro arqueológico y la dinámica comercial», Lechuga, M. (Ed.), Scombraria. La historia oculta bajo el mar. Catálogo de la exposición. Murcia, 88-100. Ruiz, E. y Madrid, M.ª J., 2002: «Las murallas de Cartagena en la Antigüedad», Estudio y catalogación de las defensas de Cartagena y su bahía. Murcia, 19-84.

Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los...383

San Martín, P. A., 1983: «Cartagena: Conservación de yacimientos arqueológicos en el casco urbano», Arqueología de las ciudades modernas superpuestas a las antiguas, Zaragoza, 337-355. San Martín, P. A., 1985: «Nuevas aportaciones al plano arqueológico de Cartagena», BMusZaragoza. Homenaje a Antonio Beltrán, 4, 131-149. Schattner, Th. G., 2005: «La Puerta de Sevilla en Carmona y otras puertas romanas en la Península Ibérica», Rómula, 4, 67-98. Schulten, A., 1935: Fontes Hispaniae Antiquae, III. Las guerras de 237-154 a. de J.C. Barcelona. Scullard, H. H., 1970: Scipio Africanus, soldier and politician. London. Tréziny, H., 1986: «Les techniques grecques de fortification et leur diffusion à la périphérie du monde grec d’Occident», La fortification dans l’histoire du monde grec, Paris, 185-200. Walbank, F. W., 1967: A Historical Commentary on Polybius. Oxford. Wright, G. H. R., 1985: Ancient building in South Syria and Palestine. Leiden-Köln. Zarzalejos, M. y Esteban, G., 2007: «La secuencia defensiva de La BienvenidaSisapo (Almodóvar del Campo, Ciudad Real). El flanco suroriental de la fortificación», Berrocal-Rangel, L. y Moret, P. (Eds.), Paisajes fortificados de la Edad del Hierro. Las murallas protohistóricas de la Meseta y la vertiente atlántica en su contexto histórico. Actas del coloquio celebrado en la Casa de Velázquez (Octubre de 2006). Madrid, 281-303. Zarzalejos, M., Fernández, C. y Hevia, P., 2011: Investigaciones arqueológicas en Sisapo, capital del cinabrio hispano (I). La decoración musivaria de la domus de las Columnas Rojas (La Bienvenida, Almodóvar del Campo-Ciudad Real). Madrid.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.