las ceramicas ibéricas del Ibérico Antiguo
Descripción
ARQUEO MEDITERRÀNIA 9/2006
De les comunitats locals als estats arcaics: la formació de les societats complexes a la costa del Mediterrani occidental Homenatge a Miquel Cura
Actes de la III Reunió Internacional d'Arqueologia de Calafell (Calafell, 25 al 27 de novembre de 2004)
Maria Carme Belarte (ICREA/ICAC) Joan Sanmartí (UB) (editors científics)
ÀREA D'ARQUEOLOGIA - UNIVERSITAT DE BARCELONA INSTITUT CATALÀ D'ARQUEOLOGIA CLÀSSICA
Las cerámicas ibéricas del período Ibérico Antiguo (siglos VI-V a.C.): estado de la cuestión y propuestas. Xabier Cela Espín1
fenicias de la costa occidental de Andalucía, las cerámicas ibéricas antiguas presentan mayoritariamente decoración monocroma. Las cerámicas ibéricas antiguas del siglo VI a.C. son producciones de las áreas más próximas a la costa mediterránea, aquellas que durante la segunda mitad del siglo VII a.C., sirvieron de área de intercambio y entrada para los productos fenicio-occidentales; aunque probablemente no sólo de productos comerciales. Uno de los primeros focos donde se documenta arqueológicamente la fabricación de cerámicas a torno de aspecto protoibérico es el área del Bajo Segura, el supuesto territorio gymneta del Periplo de Avieno, en donde hacia el último tercio del siglo VII e inicios del siglo VI a.C. se inician producciones oxidadas y grises con buena parte de su repertorio formal derivado de las producciones fenicio-occidentales de la costa occidental andaluza. Estas producciones son cualificadas habitualmente como protoibéricas en tanto que hacen de enlace en la evolución entre la cerámica fenicia-occidental y las cerámicas ibéricas antiguas de mediados del siglo VI a.C. y siglo V a.C. En tanto que se trata de una definición convencional, se entiende que no existe una fecha exacta ni simultánea geográficamente en la que se deje de producir cerámica ibérica antigua para producir cerámica ibérica clásica. En todo caso es un proceso cultural que se desarrolla de forma desigual en los diferentes territorios entre la segunda mitad del siglo V a.C. y el primer tercio del siglo IV a.C. aproximadamente.
1. Sobre la definición de cerámica ibérica antigua La problemática de las cerámicas a torno del Ibérico Antiguo es parte constituyente del problema general de la cerámica ibérica a torno, es decir incluida la de los períodos posteriores, el Ibérico Pleno (grosso modo finales del siglo V/inicios del IV - finales del siglo III/inicios del siglo II a.C.) y el Ibérico Tardío (inicios del siglo II a.C. - último tercio del siglo I a.C.). Puede decirse a grandes rasgos que todas ellas comparten las mismas problemáticas de estudio: de carácter básico o conceptual –definición–, de carácter metodológico –nomenclatura y cuantificación del objeto de estudio– y, en los últimos años, parece incluso que de sustancia –para qué sirve estudiar la cerámica ibérica. La definición de cerámica ibérica antigua tiene múltiples acepciones dependiendo de la zona de estudio y de los investigadores, y es ante todo una clasificación más ligada a un período cronológico y a un estilo decorativo que a una zona geográfica concreta. En su génesis, estas cerámicas a torno parten con el problema de dualidad cultural entre lo tartésico y lo ibérico. Para la mayoría de los investigadores cabe hacer una primera exclusión con las cerámicas a torno del orientalizante andaluz, entre ellas las espectaculares cerámicas policromas, por sus fuertes especificidades geográficas (ámbito cultural tartésico-fenicio occidental) y temporales (siglo VIII-VII a.C.). Se entiende por cerámica ibérica antigua las producciones de cerámica a torno oxidadas del siglo VI a.C. y V a.C. de la costa este peninsular, las cuales incluyen tanto contenedores de almacenaje y transporte como vajillas, y también sus versiones grises. Las cerámicas oxidadas están casi siempre decoradas con el estilo geométrico lineal, que combina bandas y líneas, aunque en algunas ocasiones se utilizan otros motivos. Si bien existen algunos talleres en la zona valenciana-castellonense que a mediados del siglo V a.C. aún utilizaban la decoración geométrico lineal bicroma rojo-negro, heredera de la bicromía de las producciones
2. El estudio de la cerámica a torno indígena y su utilización como elemento de definición cultural La definición de cerámica ibérica antigua esta fuertemente ligada a la controversia de conceptos como íbero/ibérico y etnia/cultura que son los problemas de base originales. Cualquiera que sea el partido que tome el arqueólogo a la hora de definir que es propiamente ibérico debe tenerse siempre presente que Iberia es una noción cargada de historicidad formada por la yuxtaposición de diferentes tradiciones y fuentes coloniales que deben ser valoradas en su marco histórico específico (Cruz Andreotti, 2002-2003). En no pocas ocasiones, cuando se mira al pasado sin otra documentación que la arqueológica, el investigador puede
Esta ponencia se inserta en la elaboración de una tesis doctoral inscrita en la Universidad de Barcelona bajo la dirección del catedrático Dr. Joan Sanmartí. Agradecimientos: a los arqueólogos Joan Francés, Aurora Martín e Isabelle Rébé por atender mis consultas sobre el Turó de Ca N’Oliver, Ullastret y Ruscino. 1
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acabar definiendo una cultura antigua en función de su propio concepto de lo cultural y de lo político. Y de esta praxis ni siquiera hoy en día podemos librarnos completamente. Ciertamente la definición de una cultura material arqueológica no deja de ser una convención, y no tiene por que existir obligatoriamente una unidad étnica ni un concepto político único detrás de ella. Pero esto no quiere decir que la cerámica no sea objetivable como elemento de valoración en la definición de una cultura, un indicador cultural más a contrastar con la información proporcionada por las fuentes clásicas y otros elementos arqueológicos. El estudio de la cerámica per se, sin más elementos de juicio, no nos sirve para definir modelos y dinámicas de transformación de las sociedades ni consigue trazar fronteras políticas con tiralíneas, sólo permite ver ambientes culturales. Si el estudio de las producciones coloniales no resuelve conceptos de política o entidad étnica tampoco lo harán los estudios de cerámica ibérica, considerablemente más atrasados. Las aportaciones que pudiera hacer la cerámica ibérica a la Arqueología Ibérica son las mismas que las indudables ventajas obtenidas en el estudio de las cerámicas de los colonizadores, como por ejemplo el trabajo sobre las ánforas púnicas de J. Ramón (1997): denominación consensuada y definición del objeto de estudio, cronologías más afinadas especialmente en los períodos en que hay pocas importaciones, valoración económica de un centro productor en función de la difusión de sus mercancías, capacidades de almacenamiento, contenidos… En ocasiones las señas de identidad suelen estar ligadas a una práctica cultural, que incluye la producción y el uso de una cultura material concreta (Herring, Lomas, 2000; Grau, 2005). Algunos investigadores han sugerido que la tendencia a un poder centralizado en las diferentes comunidades ibéricas pudo fomentar la creación de elementos materiales que reafirmasen una identidad común y apoyaran en definitiva el proyecto político territorial (Burrillo, 1997:145). Sin dudar de la existencia de programas de esta índole, estos serían aplicados en cualquier caso en las artes mayores y quizás en unos pocos estilos narrativos como los documentados en cerámicas a torno de cierto prestigio, fabricadas durante el período ibérico Pleno entorno a oppida económicamente potentes como Llíria o Ullastret; sin embargo difícilmente puede ser considerado un argumento válido para las características habituales de la cerámica común y de la mayoría de las cerámicas ibéricas antiguas. La cerámica es sobretodo un elemento funcional que se inserta en una cultura material. Su utilización, junto a otros materiales arqueológicos en la definición cultural de las etnias y tribus mencionadas por las fuentes clásicas, ha sido una de las líneas clásicas de la paleoetnología de la Península Ibérica; a los trabajos generales iniciados por el Dr. Bosch Gimpera le siguieron diversos estudios de áreas concretas asociadas a los nombres tribales citados en las fuentes. Esta línea de investigación fue duramente criticada por las sucesivas corrientes renovadoras de los años sesenta y setenta. El triunfo del modelo cultural frente al modelo orgánico en las décadas centrales del siglo XX, y especialmente a lo largo de su segunda mitad, puso en cuestión el axioma aplicado hasta entonces
de que cultura material arqueológica era igual a pueblo (etnia). Las diferencias en la cultura material documentada en cada yacimiento podían explicarse sin la necesidad de definir culturas diferentes, puesto que el uso del espacio y de la tecnología por parte de una comunidad puede ser una respuesta específica a una circunstancia (necesidad) concreta. Ello sin embargo es un factor a tener en cuenta más que una negación absoluta. Ciertamente estudiar la distribución de materiales y formas no permite definir conjuntos con claras líneas de delimitación, sino una gran variedad de patrones cruzados (Shennan, 1989: 11), aunque sí que permite la distinción de círculos culturales que pueden coincidir o no con los supuestos límites étnicos (Bradley, 2000:15). Paralelamente, la renovación crítica en la interpretación de las fuentes, minaba definitivamente la explicación historicista de la primera mitad del siglo XX, pero por suerte ha llevado a reformular las pretensiones en los estudios de elementos materiales y las fuentes escritas (Grau, 2005). Desde las primeras aproximaciones al estudio de las cerámicas ibéricas, la complejidad de su definición evidencia que existen múltiples factores que alteran su interpretación: la visión colonial de unas culturas indígenas, que aunque esté distorsionada parte de una realidad, nuestra interpretación de esas fuentes, e incluso nuestro propio concepto de cultura. Ello sin embargo no ha de llevarnos a caer en el pesimismo excesivo de considerar que no es posible llegar a definir de algún modo y algún día, la existencia de verdaderas facies regionales de cerámica que puedan ser relacionadas con el sentido amplio o regional de los términos edetano, ilercavón, ilergeta o indiketa, o para este caso en el período Ibérico Antiguo, esdetano, ilaraugate o misgeta. En este sentido, siguen habiendo demasiados huecos de información para el período formativo de las culturas ibéricas y cabe no olvidar el peligro que comporta extrapolar a una región más amplia los datos obtenidos en la excavación parcial de un poblado; eso por no mencionar que todavía hay áreas en las que prácticamente no existe información para este período. Superadas las connotaciones de tipo racial con las que estaba asociada la definición de etnia durante el siglo XX, para buena parte de los investigadores actuales, etnia puede definirse como un grupo humano que comparte o considera que comparte una identidad cultural común, una lengua, unas creencias, una mitología o una historia, un territorio y un nombre de grupo (Smith, 1986; Hall, 1997; Cornell; Lomas, 1997). En algunos casos, parece claro que el proyecto político condiciona y tiende a expresarse en la construcción de la etnia, la cual puede abarcar varias culturas. Los rasgos culturales similares de los miembros de una comunidad pueden ser consecuencia de una construcción activa para fomentar la autoindentificación como pueblo diferenciado (Jones, 1997). Pero también es posible que una cultura, entendiendo como tal la posesión común y compartida de unas tradiciones por parte de una sociedad determinada, pueda incluir varios tipos de organización político-territorial, ya sea de tipo tribal u otras (Ruiz, Molinos, 1992). En el caso de las diferentes comunidades que denominamos ibéricas, no se ha probado la existencia de un proyecto político común ni existen indicios de un autoreconocimiento de antecesores apicales entre las diferentes “tribus” nombra-
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das por las fuentes. Es por ello que parece más apropiado hablar de cultura ibérica que de etnia íbera o ibérica.
fenómeno ligado a las relaciones costa-red hidrográfica/ interior. En el ámbito cultural tartésico, las producciones orientales y/o orientalizantes de las zonas próximas al litoral y valles fluviales muestran una notable maestría en la fabricación de grandes envases de almacenaje y vajillas desde el inicio del proceso. En cambio en otros lugares del interior como Marmorejo (Jaén), las primeras vajillas a torno reducidas del siglo VII a.C., de pastas algo bastas, parece que se cocieron todavía en hornos primitivos similares a los utilizados tradicionalmente para la elaboración de cerámica a mano (Ruiz, Molinos, 1993, 174). Para el caso del área castellonense y sur catalana no cabe duda que la distribución regional tanto de las cerámicas protoibéricas fenicizantes como de las primeras cerámicas ibéricas antiguas propiamente dichas (a partir del 550 a.C. aproximadamente) afecta especialmente a las franjas costeras y a las vías de penetración hacia el interior. En los contextos funerarios de mediados del siglo VI a.C., las necrópolis próximas a la costa muestran un panorama diferente al de las necrópolis tumulares del interior como Coll del Moro de Gandesa. En estas últimas, las relativamente escasas cerámicas ibéricas utilizadas como urnas cinerarias son consideradas importaciones del área costera (Rafel, 1991; Sanmartí, 1992). Sin entrar aquí en un estudio de las cerámicas del período orientalizante en Andalucía, pues sobrepasa el tema de esta ponencia (síntesis en Pereira, 1986; Ruiz, Molinos, 1992; Belén, Pereira, 1994;) vale la pena hacer un breve repaso de las categorías principales:
3. Las producciones cerámicas en el sur y sureste peninsular en los siglos VIII y VII a.C.: los antecedentes de la cerámica ibérica antigua La introducción del torno alfarero y de hornos más complejos en las culturas indígenas de la costa sur y este de la Península Ibérica fue una innovación tecnológica importante en el proceso hacia un mayor desarrollo económico y comercial de las comunidades indígenas, en tanto que permitió la fabricación de envases que mejoraron la gestión de los productos agrícolas excedentarios y de objetos de consumo que acabaron siendo comunes entre la población. La adopción de estas novedades tecnológicas debe entenderse sin embargo como un largo proceso de aculturación desigual en el tiempo y en el espacio (sobre aspectos generales de tecnología cerámica ibérica, ver Coll, 2000). En el tiempo, porque es fundamental tener en cuenta el origen y las fases en que se desarrolló la influencia cultural de los distintos focos colonizadores, especialmente el feniciooccidental, aunque no fue el único. Es indudable el peso que ejerció el foco cultural de las colonias griegas del Golfo de León a partir del siglo VI a.C. en la formación de las cerámicas a torno indígenas del sur de Francia y nordeste de Catalunya, tanto en el repertorio formal como en la estética de la vajilla y contenedores de mesa. Por otra parte, la actividad comercial fenicia no se desarrolló de forma homogénea ni simultánea en todas las costas peninsulares, como queda patente en las estratigrafías del Levante y Catalunya respecto a Andalucía. Así, mientras entre los siglos VIII-VII a.C. se desarrollaron en Andalucía y Extremadura unas determinadas producciones a torno orientales (en medio colonial) y/o orientalizantes (en medio mixto o indígena), en cualquier caso bajo la influencia directa del foco colonial arcaico, no es hasta finales del siglo VII/inicios del siglo VI a.C. cuando aparecen en la franja costera del sureste y este peninsular otras producciones más evolucionadas formal y estéticamente. Dichas producciones son calificadas habitualmente como cerámicas protoibéricas o fenicizantes (de aspecto fenicio aunque con pastas diferentes al grupo Málaga), y en definitiva derivan del repertorio fenicio del siglo VII a.C. de la costa sureste. Esta clase de cerámicas son bien conocidas en el área del Bajo Segura, en donde queda demostrado que son producciones regionales (González Prats, 1979; 1986). En otras zonas costeras más septentrionales como en el Bajo Ebro, aparecen también pequeñas cantidades de cerámicas protoibéricas aunque de origen indeterminado. Hoy en día persisten todavía, tanto en el ámbito cultural tartésico como en el ibérico, las antiguas dificultades para comprender cuáles de primeras cerámicas a torno son en realidad envases fabricados en talleres fenicios que utilizaron pastas diferentes al grupo Málaga, y cuales son el producto de talleres mixtos o talleres indígenas que adaptaron libremente los prototipos llegados en las transacciones comerciales. La complejidad del proceso de adopción debe entenderse también en su dimensión espacial, puesto que es un
Cerámicas oxidadas con decoración polícroma de estilo orientalizante
Las cerámicas polícromas de estilo orientalizante con decoraciones zoomorfas y fitomorfas es la categoría más destacada dentro de las cerámicas orientalizantes, si bien se utilizaron en menor medida otras técnicas decorativas como la decoración incisa e incisa sobre engobe rojo. Su adcripción cronológica parece situarse básicamente entre la segunda mitad del siglo VIII a.C. y primera mitad del siglo VII a.C., aunque el gusto por la técnica polícroma perdurará en algunos territorios concretos de la Alta Andalucía, ahora ya sin el estilo orientalizante, hasta al menos la segunda mitad del siglo V a.C. (Pachón, Carrasco, 2005). La dispersión de las cerámicas orientalizantes polícromas alcanza toda Andalucía, especialmente la Andalucía Occidental, el eje del Guadalquivir y sus afluentes hasta la Alta Andalucía. No obstante, también se documentan ejemplares en otras áreas como la extremeña, la Andalucía costera Oriental, e incluso la zona del Segura (contextos de Penya Negra, González Prats; 1979:56, fig. 37). Estas producciones polícromas orientalizantes quizás se originaran en talleres coloniales del Bajo Guadalquivir, entre Gadir y Spal, distribuyéndose tanto los objetos como el estilo a lo largo del Valle del Guadalquivir y sus afluentes hacia la Alta Andalucía. Las formas utilizadas están prácticamente todas inspiradas del repertorio fenicio. Entre ellas cabe destacar los pithoi sevillanos, con ejemplares completos en Carmona, Montemolín, y los fragmentos figurados de Lora del Río, Aguilar de la Frontera y Acinipo. Otras formas documentadas son
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inicialmente las zonas en torno al Valle del Guadalquivir, con cerámicas bien diferentes a las producciones de los enclaves fenicios de la costa oriental andaluza (Aubet, 1976; Almagro Gorbea, 1977). En el caso del repertorio de las necrópolis extremeñas algunos investigadores consideran que parte del conjunto o sus prototipos podrían situarse en la zona de Huelva, quizás en talleres controlados por artesanos orientales (Belén, Pereira, 1994: 336). Las primeras cerámicas bícromas rojo-negro parece que utilizan el estilo de grandes bandas rojas definidas por filetes negros o negro sobre engobe rojo, mientras que durante el siglo VII a.C. y hasta inicios del siglo VI a.C. la tendencia mayoritaria ya es a decorar con líneas y bandas estrechas rojas y negras (Ruiz, Molinos, 1993; Belén, Pereira, 1994: 333) como muestra el repertorio de Cerro del Villar. Ambas categorías comparten aproximadamente similares formas genéricas, como puede apreciarse en el caso de las jarros à chardon y forma “Cruz del Negro”, pithoi tetransados, platos y copas… Las formas más habituales sobre las que se aplica la bicromía negro sobre engobe rojo en los contextos andaluces corresponden tanto a vajillas como contenedores de almacenaje: platos, copas, soportes, jarras sin asas a chardon, jarras Cruz del Negro, pithoi, y otras tinajas derivadas. Los ejemplares conocidos de vaso a chardon (fig. 15, nº 399-406) pertenecen todos al ámbito cultural tartésico, y es una forma claramente inspirada en prototipos fenicios. La cronología se sitúa entre el siglo VIII a.C. y el siglo V a.C. Los más antiguos, decorados con bicromía negro sobre engobe rojo son los de la necrópolis de Setefilla (Sevilla); también se documentan formas equiparables con bandas anchas rojas y negras en Córdoba, en la Joya (Huelva), en la necrópolis de Peal del Becerro (Jaén), y en la Guardia (Jaén) decorada con motivos vegetales. Algunos ejemplares no presentan decoración como en Toya (Jaén) y en la Bobadilla (Jaén), ya con un perfil muy evolucionado. Otras formas bastante derivadas son las documentadas en Mirador de Rolando (Granada) y en Pozo Moro (Albacete). En Extremadura está presente en la necrópolis de Medellín. Los pithoi y otras tinajas pithoides derivadas (fig. 39 a 45) son formas que se incorporaron tanto a los repertorios tartésicos como ibéricos antiguos, con abundantes variantes en los perfiles que no pueden sistematizarse a causa de los todavía escasos ejemplares completos. Las tinajas pithos de 4 o 2 asas se documentan en Andalucía ya en el siglo VIII a.C. en las factorías de la costa occidental como Toscanos y Chorreras, aunque el repertorio fenicio publicado más completo es el del Cerro del Villar (Aubet et alii, 1999), con tipos caracterizados por tener el cuello marcado por una carena o inflexión. Esta característica también se da en los ejemplares decorados con bandas anchas bícromas rojo-negro de Peña Negra (González Prats, 1979: fig.138). En la costa occidental andaluza –Castillo de Doña Blanca (Huelva)–, se documenta una variante formal que dispone de un cuello convergente, con paralelos en perfiles de Khaldé (Belén; Pereira, 1994). Otras variantes formales son las tinajas de Ibros (Jaén) y Aljucen, así como las tinajas pithoides de 2 asas (fig.10, n.200-204) presentes en Frigiliana (Málaga) y exportadas al área valenciana, a juzgar por los ejemplares de Cova de Cavall (Valencia) y el Puntalet
los vasos à chardon, como el ejemplar de Osuna, los vasos tulipa del área de Jaén y Granada (Cerro de Máquiz/Cortijo de las Torres y Cástulo), e incluso algún cuenco (ejemplar de Montemolín, en Sevilla). Finalmente cabe destacar las ánforas, cuya dispersión es más generalizada: fragmentos en Cerro Alcalá/Las Cabezas (Osuna, Sevilla), dos ejemplares en Cerro de Alcalá (Jimena/Torres, Jaén), y fragmentos en Molinillo (Baena, Córdoba), Cerro de los Infantes (Pinos Puente, Granada), Cerro del Villar (Málaga), y El Peñón (Torre del Mar, Málaga) (Pachón, Carrasco, 2005). La calidad de las formas y la compleja decoración orientalizante evidencian que esta categoría no puede ser considerada propiamente un ensayo de la utilización del torno en ambientes indígenas sin haber adquirido previamente el bagage tecnológico necesario. La calidad y complejidad de los ejemplares del Bajo Guadalquivir sugiere considerarlos el fruto de un verdadero experto en la fabricación de cerámica a torno, quizás un taller encabezado por un maestro de origen fenicio o por un indígena formado en algún enclave colonial. Es significativa la estilizada decoración faunística de uno de los pithoi sevillanos de Carmona en comparación a la misma temática esquematizada de una de las ánforas de Cerro de Alcalá de Jaén). Por otra parte, estas producciones debieron ser en origen cerámicas de ofrenda y de prestigio, como apunta su presencia en edificios singulares de Montemolín y Carmona. El hecho de que la mayoría de las formas sean de almacenaje/reserva sugiere que se trate de contenedores especiales, cuya función como obsequio u ofrenda no puede desligarse de su contenido, el cual se desconoce. Cerámicas a torno oxidadas con engobe rojo
Las cerámicas de engobe rojo de este período son básicamente producciones de vajilla y pequeños contenedores (Cuadrado, 1969). Las formas más comunes son platos de ala, pateras y lucernas de dos picos, aunque también cuencos y vasos carenados... Los ejemplares más antiguos de la Andalucía costera son producciones fenicio-occidentales (Schubart, 1979) y aparecen a partir de la primera mitad del siglo VIII a.C. en Torre de Doña Blanca (Cádiz), Cabezo de San Pedro (Huelva), Morro de la Mezquitilla, Chorreras, y Cerro de la Mora. La expansión comercial de estos productos y el inicio de nuevas producciones en otros lugares parece seguir tanto la ruta del Valle del Guadalquivir (Carambolo, Carmona...) como la de la Vega de Granada (Pinos Puente), llegando al Alto Guadalquivir en la segunda mitad/finales del siglo VIII a.C. En el ámbito ibérico del norte de Castellón y la zona del Ebro, las cerámicas de engobe rojo fenicio apenas se documentan. Cerámicas a torno oxidadas con decoración bícroma negro sobre engobe rojo y cerámicas a torno con bícroma geométrico lineal rojo-negro
Estas categorías, al igual que la anterior, derivan de las producciones fenicio-occidentales de la costa andaluza y su distribución alcanza el área del Segura y Extremadura en el siglo VII a.C. Se considera en general que las producciones coloniales del área de Cádiz fueron las que abastecieron
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de Llíria (Aranegui, 1981:53, fig.6.1). Entre las denominadas jarras Cruz del Negro (fig.10, nº205-241; fig. 11,nº242-250) hay que diferenciar entre aquellas formas antiguas del siglo VIII-VII a.C. que son producciones fenicias e imitaciones en entornos indígenas del área cultural tartésica (Aubet, 1977), de otras formas derivadas producidas en el siglo VI y V a.C. (Aranegui, 1980) producidas tanto en el área turdetana como ibérica (fig. 11, nº249-250). En el siglo VII a.C. esta forma genérica también se documenta en Extremadura, como muestran los ejemplares de la necrópolis de Medellín (fig. 11, nº249-250). Una de las variantes formales se caracteriza por tener el cuello recto o ligeramente divergente (fig.10, nº205-230) la cual se documenta en Setefilla (Sevilla), necrópolis de Osuna (Sevilla), Cerro Macareno (Sevilla) y en la mayoría de las necrópolis del valle del Guadalquivir, sobretodo en la región de Carmona; también en Cabezo de la Esperanza (Huelva), Tejada la Vieja (Huelva), Cártama (Málaga), Portugal, Extremadura e incluso en Peña Negra. En la zona oriental andaluza sin embargo, la forma predominante es la que presenta el cuello convergente (fig.10, nº231-241), como muestran los ejemplares documentados de Toscanos (Málaga), Guadalhorce (Málaga), Frigiliana (Málaga), Bejis (Castellón, aquí sin decoración) aunque también se documentan en la zona oriental, concretamente en la Joya (Huelva) o Cabezo de San Pedro (Huelva). Dentro de este grupo se documentan otras variantes formales como la de cuello corto y una sola asa de Frigiliana (Belén, Pereira, 1994: 346, fig.6, 8) con paralelos en Raschgún, Hazor y Cartago. También se documenta en la zona oriental una variante con cuello largo convergente marcado por una inflexión, como muestran los ejemplares decorados de Moro de la Mezquitilla (Málaga), Sant Jaume/Mas d’en Serra (Castellón), Cullera (Valencia, aquí sin decoración pintada), y necrópolis de Can Piteu/Can Roqueta (Vallès, Barcelona). En Catalunya se documenta otra variante formal, como muestra el ejemplar sin decoración de Tossal Redó y el de Turó de la Font de la Canya, a las que habría que añadir las imitaciones en cerámica a mano de la conocida tumba de Agullana en Girona (fig.11, nº257-261).
terísticas diferenciales propias respecto a cronología global de la colonización fenicia (Aubet, 1993). En la zona del Bajo Segura, señalada por Avieno como un paraje anteriormente habitado por fenicios, el enclave costero de la Fonteta/La Rabita incidió sustancialmente en la cultura material de los asentamientos del Bronce Final, como muestran las estratigrafías de Peña Negra y Saladares, ya no solamente en la introducción de cerámicas a torno fenícias y en la fabricación regional de cerámica a torno sino también en actividades como la metalurgia del hierro. La distribución de cerámicas fenicias en estos asentamientos –fase IIa de Peña Negra– supone un cambio radical respecto al horizonte anterior, en el que predominaba totalmente la cerámica a mano. Entre estos nuevos envases, algunos de los cuales presentan marcas y nombres fenicios, se encuentra cerámicas con decoración bícroma rojo-negro de estilo geométrico lineal y vajillas de engobe rojo o pintura negra sobre engobe rojo, y un repertorio formal semejante al de otros conjuntos fenicios como el del Cerro del Villar (Aubet et alii, 1999): ánforas, pithoi de 4 y 2 asas, cuencos de ala ancha, fuentes con asa de espuerta, y morteros trípodes (González Prats, 1979: fig.52, 138, 67, 130; González Prats, 1986). Junto a estas cerámicas aparecen otras derivadas algo más originales y con decoración monócroma en rojo, las cuales podrían ser calificadas como cerámicas protoibéricas. Las formas son básicamente pithoi, ánforas pintadas, tinajas pithoides con cuello de cisne, platos con carena alta, tinajas-urnas de orejetas y protolebes (González Prats, 1989: fig. 55, 56, 133, 134, 135, 145, 146, 149, 158). Las decoraciones monocromas de estas cerámicas protoibéricas son de estilo geométrico lineal, aunque incluyen a veces otros motivos como tramas, melenas colgando del borde y series de circunferencias concéntricas. Cabe destacar finalmente entre estas producciones regionales a torno la fabricación de cerámicas grises, básicamente platos de carena alta y jarros tulipa. Algunas de estas formas como los platos de carena alta son consideradas adaptaciones a torno de formas tradicionalmente fabricadas a mano (González Prats, 1979: fig.37, núm.18). En definitiva y a juzgar por la información existente, el proceso de aparición de cerámicas protoibéricas o fenicizantes en el caso de la zona del Segura surge como una evolución regional natural y derivada de las cerámicas fenicio-occidentales del sureste, proceso que culminará durante la segunda mitad del siglo VI a.C. en una cultura material con personalidad propia, como muestra la facies ibérica antigua del Oral (Abad, Sala, 1993; 2001) y la necrópolis del Molar (Monraval, 1992). A nivel de patrones de asentamiento, el final del período orientalizante en el Bajo Segura viene marcado por una nueva organización territorial, siendo significativa la desaparición del asentamiento de Peña Negra y del núcleo fenicio de La Fonteta/La Rábita hacia mediados del siglo VI a.C., y la aparición de otros centros de organización territorial como la Alcudia y el Oral (Abad, Sala, 2001). Más al norte del área alicantina, el comercio fenicio se desarrolló aparentemente a otra escala, aunque es indudable su repercusión sobre el substrato indígena. La dispersión durante la segunda mitad del siglo VII a.C. de ánforas y
Cerámica a torno reducida
Sobre la aparición de los primeros repertorios de cerámicas a torno grises y su origen peninsular o foráneo hay diversas hipótesis. Para Roos (Roos, 1982) estas producciones deben entenderse en el entorno de los alfares coloniales de segunda mitad del siglo VIII a.C. y del predominio de las cerámicas oscuras a mano en el repertorio indígena, puesto que las cerámicas grises nunca fueron significativas en los ajuares funerarios coloniales.
4. El período orientalizante tardío en la costa este peninsular y las cerámicas fenicizantes o protoibéricas (625-550 a.C.) Fuera de las áreas nucleares de la colonización fenicia, la actividad comercial en territorios periféricos como el nordeste y el golfo de León, el Marruecos atlántico o el norte de Portugal, se desarrolló algo más tarde y con unas carac-
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cerámicas comunes fenícias en diversos puntos de la costa y vías fluviales alcanza hasta el golfo de León, probablemente de forma indirecta, puesto que no se documentan factorías como las del sureste (Aubet 1992; Sanmartí, Santacana 2006 Asensio 2006). En áreas como Castellón, algunos poblados costeros existentes con anterioridad a la llegada de productos fenicios ejercieron un importante papel como puertos de entrada de este comercio. Es el caso paradigmático de Vinarragell (Borriana) en la desembocadura del Millars, aunque también podría ser el caso de Puig de la Misericordia (Vinarós) en la desembocadura del Cérvol, Puig de la Nao (Benicarló) en la desembocadura del Sec, y otros. En la desembocadura del Ebro a pesar de que todavía no se ha documentado un caso similar al de Vinarragell es muy probable que existiera un enclave que centralizara este comercio de ánforas fenícias y materias primas indígenas, como ya han señalado otros autores (Aubet, 1993; Sanmartí et alii, 2000). La aparente inexistencia de uno o varios enclaves en la desembocadura del Ebro que centralizaran el tráfico comercial impide comprender totalmente el paso del horizonte orientalizante (finales del VII a.C.-primera mitad del VI a.C.) al del ibérico antiguo (a partir del 550 a.C. aproximadamente); sin embargo, también se desconocen los oppida de la segunda mitad del siglo VI a.C. que articulaban las necrópolis del Ibérico Antiguo en el Ebro y no cabe duda que tuvieron que existir. Se trata sin duda de un problema de registro arqueológico. La repercusión del comercio fenicio en la transformación de las comunidades indígenas se hace patente en el registro de pequeños asentamientos como Aldovesta creado con funciones de enclave intermediario especializado (Mascort; Sanmartí, Santacana, 1991) así como en otros yacimientos próximos: Torrassa (Oliver et alii, 1984), Sant Jaume/Mas d’en Serra (Gracia, García, 1999), Ferradura (Maluquer, 1983), Turó del Calvari, Puig Roig (Genera, 1995), y Barranc de Gáfols I (Sanmartí et alii, 2000). Los contextos arqueológicos de estos asentamientos están formados mayoritariamente por cerámica a mano, seguidos por importaciones fenicias, fundamentalmente ánforas del área del Estrecho y en menor cantidad, cerámicas comunes fenícias, sobretodo platos trípodes y jarras cruz del Negro. Destaca en estos repertorios la escasez de lucernas y de vajilla de barniz rojo fenicia, a excepción de algunos escasos ejemplares en Sant Jaume/Mas d’en Serra (Gracia, 2001:273) y quizás en la necrópolis tumular de Coll del Moro de Gandesa (Rafel,1991). Esta red de pequeños enclaves indígenas parece seguir un desarrollo paralelo al comercio fenicio de ánforas, desapareciendo la mayoría de ellos ya iniciado el siglo VI a.C. es decir, coincidiendo con la reducción drástica en la importación de ánforas fenícias del grupo Málaga (Asensio et alii, 2000). Ello parece indicar una crisis de la estructura comercial, lo cual tuvo que repercutir de forma importante en los asentamientos especialmente vinculados a este comercio. No obstante, alguna aldea receptora perduró algo más, como es el caso de Barranc de Gáfols II (580-560 a.C. aproximadamente). En la primera fase de este pequeño asentamiento (siglo VII a.C.) las ánforas fenícias del Es-
trecho son las únicas cerámicas a torno (el 7’3% del NMI total de la fase). En cambio en la fase Gàfols II, las ánforas de pasta Málaga prácticamente han desaparecido, siendo sustituidas por ánforas y cerámicas comunes de aspecto protoibérico o fenicizante de procedencia incierta (el 11’4% NMI de la fase). Estas cerámicas protoibéricas forman un grupo de aspecto heterogéneo, y entre ellas cabe destacar la presencia de un pithoi deforme y de basta decoración que bien podría interpretarse como el resultado del ensayo de un ceramista poco experto (fig.3, nº 50, 51). Igualmente cabe destacar que dos piezas de este grupo presentan un aspecto más depurado y una estética ya más próxima a la de las cerámicas ibéricas antiguas que se documentan a partir del 550 a.C. en las necrópolis de la costa (Sanmartí et alii, 2000: fig.5, 161.1; fig.5, 181.14). A falta de análisis arqueométricos definitivos, los estudios preliminares realizados de estas cerámicas protoibéricas de Gàfols (anejo de J. Buxeda en Sanmartí et alii, 2000) señalan una gran variedad de pastas, la mayoría con desgrasantes que parecen incompatibles con un origen local e incluso regional. Aun así, cuatro ejemplares no corresponden a este grupo exógeno. Ya en el área de Tarragona el fenómeno de cambios durante la segunda mitad del siglo VII a.C., asociados a la dinámica comercial fenicia del sureste también se constata (Asensio, 2006) en pequeños asentamientos protourbanos como l’Era del Castell (Molera et alii, 1998 y 1999) en donde aparecen cerámicas fenícias y protoibéricas. Al mismo tiempo, la aparición de los primeros campos de silos en el Penedès, como Turó de la Font de la Canya en Avinyonet (Asensio, Cela, Morer, en prensa) parece desarrollarse de forma paralela al proceso de concentración de población, como muestra el poblado de Olérdula, el cual parece disponer ya de una potente muralla en la segunda mitad del siglo VII a.C. (Molist, 2000). La presencia en Turó de la Font de la Canya de unas pocas cerámicas comunes importadas (un bucchero nero, una jarra Cruz del Negro y una botellita de boca de seta) junto a las ánforas fenícias parecen indicar que la distribución de estos productos exóticos de consumo y de prestigio hacia los territorios más interiores debe estar controlada por los poblados como Olérdula. Las cantidades no son sin embargo comparables con el sur peninsular: las ánforas fenícias apenas alcanzan en Turó de la Font de la Canya el 6’4% NMI ponderado, y las cerámicas comunes importadas el 2’8%, reducido al 1’5% y al 3% respectivamente sin ponderación). A mediados del siglo VI a.C. se documentan en el Penedès ciertos cambios tanto en la organización territorial como material. Son de este momento los estratos más antiguos del poblado fortificado de Masies de Sant Miquel, su necrópolis Can Canyís y el enclave costero de Alorda Park I, aunque también cabe la posibilidad (no constatada arqueológicamente) de que estos poblados se hubieran iniciado al igual que Olérdula durante el período orientalizante. Por otra parte es en la segunda mitad del siglo VI a.C. cuando se constata un incremento en el número de silos y en la capacidad de almacenaje de estos, tal como muestran Turó de la Font de la Canya II, y otros campos de silos como Mas Castellar y Vinya d’en Pau. Más al norte del río Llobregat y hasta la zona francesa,
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los contextos arqueológicos fechables en el período 650-600 a.C. parecen presentar en general una realidad diferente. Los núcleos conocidos están formados por agrupaciones de cabañas que implican una evolución natural del período anterior, y en los que no pueden rastrearse indicios de urbanismo o de arquitectura sólida en piedra (Asensio, en prensa). Entre estos núcleos cabe destacar los contextos de Can Roqueta-Can Piteu (Marlasca et alii, 2006) y Mailhac (Gailledrat; Solier, 2004). La presencia de ánforas fenícias en las fases más recientes de estos asentamientos es muy reducida e incluso ínfima. Panorama que no cambiará hasta bien entrado el siglo VI a.C. con la “iberización” del territorio (Asensio, en prensa). En esta zona norte destaca de la tónica descrita el excepcional enclave protourbano y precolonial de Sant Martí de Empúries, en el que se documenta ánforas y cerámicas a torno fenícias y fenicizantes (Aquilue et alii, 1999). Este conjunto parece reflejar una dinámica comercial no muy diferente a la documentada más al sur del Garraf (Asensio, en prensa). Dinámica que seguirá una evolución propia tras la fundación de la Palaia polis griega a inicios del siglo VI a.C. El inicio de la producción colonial de cerámicas grises y oxidadas en la Palaia polis empuritana hacia el 580/550 a.C. (AAVV, 1999; Aquilue et alii, 2000) sitúa el marco cronológico para el desarrollo de la cerámica a torno indígena en la zona nororiental catalana, sobretodo de las vajillas grises. No obstante, algunos investigadores de esta zona y del sur de Francia consideran que no existen producciones regionales de cerámica a torno oxidada y gris en los centros indígenas hasta finales del siglo VI a.C/inicios del siglo V a.C. (Pradell et alii 1995; Martín et alii, 1998; Gailledrat, 1997). La escasez de contextos estratigráficos más precisos impide hacer mayores valoraciones de este pequeño decalage. Para las zonas del Roselló y el Languedoc francés, el panorama es similar al del norte catalán, puesto que aunque estas zonas participan del circuito comercial de productos fenicios, la repercusión cultural de los centros griegos fue determinante en la génesis y originalidad de las producciones a torno indígenas. Las primeras cerámicas ibéricas documentadas son consideradas importaciones de la Península Ibérica, y por lo tanto las producciones iberolanguedocienses son el resultado de un proceso de aculturación por comercio en el que influyen diversos focos, siendo la influencia del repertorio griego determinante en su evolución (Gailledrat, 1997). Las formas protoibéricas características de primera mitad del siglo VI a.C. derivan del repertorio fenicio y del ámbito cultural tartésico de segunda mitad del siglo VII a.C. Estas formas genéricas se seguirán produciendo ya entrada la segunda mitad del siglo VI a.C. - Las ánforas del horizonte protoibérico son todavía escasas y la información cuantitativa queda limitada a las pocas estratigrafías conocidas de este momento, destacando el repertorio de Alt de Benimaquia (Gómez Bellart, 1997). Los ejemplares más antiguos son los que presentan todavía una marcada carena, siguiendo fielmente el modelo fenicio (Sanmartí, Bruguera, 2000). En Catalunya, de momento solo se cuenta con los datos obtenidos en Barranc de Gàfols II
(580-560 a.C.), en donde las ánforas de pasta no Málaga se sitúan entorno al 20% NMI de todas las formas a torno protoibéricas, proporción muy reducida en términos absolutos si se tiene en cuenta que las cerámicas a torno, la mayoría de las cuales no pueden ser producciones locales, tan solo suponen el 11’4% NMI total de la fase. - Las tinajas anfóricas de base cóncava son un fenómeno derivado del repertorio colonial, como muestran los ejemplares fenicios con decoración bícroma de Cerro del Villar, Les Andalouses y otros fragmentos publicados de Toscanos y Huelva (Belen, Pereira, 1994:351), y los ejemplares orientalizantes de Andalucía occidental y sureste: ejemplares de Galera (Granada), Villaricos (Almagro Basch, 1972), Cástulo (Pereira, 1988: 146, fig.2), y Peña Negra (González Prats, 1983: pl. E). Esta forma pervivió al menos hasta la segunda mitad del siglo VI a.C. en el Levante como muestra el ejemplar de Los Villares del Caudete (Mata, 1991:60). Más al norte también se documentan tinajas anfóricas en la facies 2 en Mailhac y Montlaurès, este último ejemplar con decoración geométrico lineal bícroma rojo-negro. Ambos son considerados importaciones de la península (Gailledrat, 1997:123) y su cronología debe situarse probablemente en la segunda mitad del siglo VI a.C. Durante el siglo V a.C. la forma acabó derivando en las tinajas con hombro, bien conocidas en las estratigrafías del Levante y sur de Catalunya durante el período Ibérico Pleno. - Las urnas anfóricas con base cóncava o con pivote se inspiran en las ánforas, si bien no pueden ser consideradas como tales, puesto que no son propiamente una versión a escala de las ánforas. Este fenómeno no es sin embargo original del mundo ibérico, sino que refleja una vez más la influencia que ejerció la cultura fenicia y púnica. La mayoría de ejemplares conocidos son de base plana, aunque también pueden fabricarse con pivote. Esta dualidad se mantendrá durante todo la época Ibérica. Para el período Ibérico Antiguo, se encuentran ejemplares enteros de urnas anfóricas de base plana en Peña Negra (González Prats, 1979), Mas Castellar del Penedès, Turó de la Font de la Canya II (Asensio, Cela, Morer, en prensa) y Pech Maho (Gailledrat, 1997). Las anforiscas arcaicas con pivote, de momento sólo se documentan en el Oral y la Alcudia (Alicante). La fabricación de urnas anfóricas también se produce en Andalucía durante el siglo VI y V a.C., aunque con formas diferentes a las ibéricas propiamente dichas, como muestran los ejemplares de Cerro Macareno (Sevilla), los de Toya y Castellones del Ceal, o los de Puente del Obispo y Mianes (en este último yacimiento el ejemplar es probablemente importado del sureste). Durante el Ibérico Pleno, la tradición de las urnas anforiscas se mantendrá (fig. 2, abajo), adaptándose a las evoluciones sufridas por las ánforas ibéricas. Su uso como urnas funerarias no parece que fuera exclusivo, tal y como sucede con tantas otras formas ibéricas. Se documentan anforiscas ibéricas de base plana, con formas del siglo IV a.C. en la incineración 20 de la necrópolis de Puig d’en Serra (Ullastret, Girona). Ya del siglo III a.C. existen formas evolucionadas en la necrópolis layetana de Cabrera de Mar y en el poblado de Puig Castellar (Santa Coloma de Grama-
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net). La versión con pivote, en cambio, solo se documenta de momento en contextos no funerarios del siglo III, como en Turó de la Rovira o en Viladecans. - Las tinajas pithoi de 4 y 2 asas verticales en el labio, bífidas, opuestas dos a dos. Los grandes pithoi de esta fase ya muestran diferencias con los ejemplares fenicios del siglo VII a.C. como los de Cerro del Villar o de Ibiza. En los contextos del siglo VI a.C. se observa una evolución hacia perfiles bitroncocónicos más sinuosos con decoración monocroma combinada con otros motivos, como los ejemplares de Peña Negra, Barranc de Gáfols, Toya, Mailhac, Solivella, y Coll del Moro de Serra d´Almos. Además surgen otras derivaciones formales, como las orzas del sureste (fig. 13, nº347-348) documentadas en Cazalilla (Jaén) y Almadenes (Murcia). - Las jarras denominadas Cruz del Negro en Valencia y Cataluña son en su mayoría importaciones fenícias, y acabaron generando durante el siglo VI a.C. diversas adaptaciones propias en el repertorio ibérico (fig. 11, nº249 i ss). Formalmente próxima a una jarra de la necrópolis do Senhor dos Mártires (Portugal) se encuentra un ejemplar documentado en la Solivella (fig.11, nº265) y la forma hallada en el Oral, ambas fechables en la segunda mitad del siglo VI a.C., así como un tercer ejemplar en el Oral probablemente ya del siglo V a.C. Próximo formalmente el grupo bícromo de Toya existen los ejemplares monócromos de Azuébar y Solivella del siglo VI a.C. (fig.11, nº249-250), así como un ejemplar evolucionado de segunda mitad del siglo V a.C. en la Hoya, decorado con el primer estilo geométrico compuesto. Más singulares son las formas del Molar (siglo VI a.C.) y la Hoya (s. V a.C.), esta última forma con unas características asas sinuosas, de la que se encuentran ejemplares en la necrópolis de Pozo Moro y Bancal del Estanco Viejo. - Las jarras oinocoe de cuello estrecho y cuerpo periforme. Existen dos ejemplares pintados en el yacimiento de Barranc de Gàfols. Es una forma inspirada en el modelo de oinocoe fenicio arcaico producido generalmente con engobe rojo que aparece en necrópolis del sureste como El Jardín, Toscanos o Alarcón. Una pieza de aspecto algo más ibérico es la documentada en Coll del Moro de Serra d’Almos encontrada en un contexto de finales del siglo VI a.C. (Cela; Noguera, Rovira, 1998: 113, fig.4.1) junto a otro oinocoe de pasta más grosera sin decorar y de tipología bien diferente (idem, fig.110,2) próxima a los ejemplares de Piuró del Barranc Fondo y Tossal del Moro en la comarca interior de Terra Alta (Arteaga, Padró, Sanmartí Grego, 1990). Los oinocoe derivados de las formas fenícias no tendrá demasiada prolongación puesto que a partir de finales del siglo VI a.C. se impondrá el modelo de oinocoe griego difundido a través de las cerámicas grises monocromas del área emporitana. - Pláteras con asa de espuerta o lekané: forma producida en el repertorio fenicio-occidental, como muestran los ejemplares bícromos de Toscanos II (Schubart et alii, 1969: fig. IX, 387) y Cerro del Villar, y también en los contextos de Peña Negra, Saladares y Cerro de la Coronilla en Cazalilla. En Catalunya se conoce un ejemplar de aspecto protoibérico en Barranc de Gàfols, probablemente una importación del sureste. También se conocen ejemplares en el Oral a partir de la segunda mitad del siglo VI a.C. (Abad, Sala, 1993;
222, fig.164.1). Otras formas de pláteras fueron utilizadas en los distintos territorios, como muestra el singular ejemplar de segunda mitad del siglo VI a.C. de Coll de Moro de Serra d’Almos (Cela, Noguera, Rovira, 1998:110, fig.1.1) o la plátera gris con asa de espuerta de Ullastret (Rodríguez Villalba, 2003:23, forma 25) tomada del repertorio griego occidental. Ya de segunda mitad del siglo IV a.C. es la forma documentada en Alorda Park (Sanmartí, Santacana, 1993; Cela, 1994). La adopción de pláteras se produjo incluso en el repertorio de la cerámica de cocina a torno como muestra el contexto de los Villares IV (Mata, 1991:109). - Copas de pie alto moldurado, también llamadas thymateria: Es una forma genérica probablemente de origen colonial que fue adaptada de diferentes maneras tanto en el entorno cultural tartésico como en el ibérico. En el sur hay algunos ejemplares en Tejada la Vieja, y otros paralelos funcionales pueden encontrarse en las necrópolis orientalizantes del área tartésica como Medellín, Setefilla, Mesas de Asta, y también en Chorreras, Moro de Mezquitilla y Trayamar. Los primeros ejemplares documentados en Catalunya son piezas de aspecto protoibérico como los ejemplares de Gàfols (Sanmartí et alii, 2000) y Sant Jaume/Mas d’en Serra (Gracia, García, 1999). No obstante, fue una forma que llegó a producirse en la segunda mitad del siglo VI a.C., como muestran algunos pies localizados en Turó de la Font de la Canya II (Asensio, Cela, Morer, en prensa) y Mailhac (Gailledrat, 1997:88). - Platos. Los ejemplares orientalizantes de Barranc de Gàfols son todavía muy primitivos y formalmente están más próximos a las formas de plato producidas en Cerro del Villar que a los platos de las necrópolis de segunda mitad del siglo VI a.C.
5. La evolución de la organización territorial y el desarrollo de las producciones regionales a partir de mediados del siglo VI a.C. Con posterioridad al final de las importaciones anfóricas del grupo Málaga y tras la aparición de cerámicas protoibéricas, surgen a partir de mediados del siglo VI a.C. en las franjas costeras de Alicante, Castellón, desembocadura del Ebro y la costa de Tarragona toda una serie de nuevas necrópolis (sin fase de ocupación anterior evidente) en las cuales la cerámica ibérica antigua de estilo geométrico lineal monocromo aparece en proporciones abrumadoras (entorno al 90% de cada conjunto). Estos cementerios además se inician en unas cronologías aparentemente similares, establecidas por convención entorno al 550 a.C., siendo su mayor concentración en la desembocadura del Ebro y el área de Castellón: la Oriola, Mianes, Mas de Mussols (Maluquer, 1987), Puig de la Nao (Gusi, Oliver, 1993), el Bovalar (Esteve, 1966), fase antigua de Orley (Lázaro et alii, 1980), Solivella (Fletcher, 1955), Tossalet d’Alcossebre (Gusi, Oliver, 1986), Cap i Corp, Torrenostra, Brosseral, y Mas Nou (Oliver, 2005). Fuera de esta zona, existen otras agrupaciones: hacia el norte, en la plana agrícola del Penedès se encuentra la necrópolis de Can Canyís (Vilaseca, Solé, Mañé, 1963), y hacia el sur, en el área alicantina, las necrópolis del Molar (Senent, 1939;
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Monraval, 1992), Altea la Vella (Morote, 1981) y la fase antigua de la Oliva (Colominas, 1944). Las cerámicas a torno ibéricas de estas necrópolis del Levante y Catalunya suponen entorno al 90% del NMI total y reflejan el nivel de complejidad alcanzado por las comunidades que las fabricaron, puesto que no son productos toscos que cualquier hogar o asentamiento rural pueda fabricar en su tiempo libre. Estas comunidades de base agrícola debían estar suficientemente organizadas para sostener la estructura de producción de un artesanado especializado con una dedicación próxima al tiempo total. De hecho parece especialmente relevante que la distribución de las cerámicas ibéricas antiguas (550-450 a.C.) esté destinada sobretodo a los poblados fortificados principales y secundarios que organizan los territorios (en donde representan entre el 55-70% de NMI total a finales de este período): en el Oral el 79% (a partir de Abad, Sala, 1993: 202), en Villares III entorno al 70% (a partir de Mata, 1991), en Alorda Park el 57%, en Turó de Ca N’Oliver 1 el 62’5% (Asensio et alii, 2000), y en la Illa d’en Reixac III el 55% (Martín et alii, 1999). En cambio en los escasos graneros conocidos como el de Turó de la Font de la Canya II, la cerámica a torno ibérica no supera el 22’7% NMI de toda la cerámica indígena. No cabe duda que todos estos conjuntos de cerámicas a torno tienen una misma filiación cultural. Sin embargo los altos porcentajes, la coherencia interna de los conjuntos y las diferencias en los tipos cerámicos (compárese por ejemplo el repertorio del Molar y el Oral en Alicante con el de la necrópolis de la Solivella o las del Ebro), evidencian que se tratan de producciones regionalizadas en cada una de las áreas y no de una única producción exportada a varios lugares. Por otra parte parecen ser escasas las urnas que puedan atribuirse realmente a importaciones de otras áreas lejanas. Los paralelismos formales, por ejemplo entre una urna de Mianes y una de Toya –inspiradas en una forma fenicia documentada en Cerro del Villar, Málaga– no dejan de ser minoritarios (fig. 2, nº 36-37). Más al norte del Llobregat se sitúa la conocida tumba de Granja Soley en Santa Perpetua de la Moguda (Sanmartí Grego et alii, 1982), algo diferente a las necrópolis meridionales mencionadas en dos aspectos. El primero es que aparentemente sólo esta formada por una o dos incineraciones aisladas (aunque quizás pudo ser una necrópolis destruida), y el segundo es que se trata de un conjunto cerámico compuesto por abundantes cerámicas a mano propias del área (la mitad de individuos cerámicos del conjunto, 13 piezas cerámicas en total), así como dos tinajas pithoides equiparables formalmente a las de la necrópolis de la Solivella, una urna de orejetas y otra bitroncocónica, y una jarra oinocoe oxidada, todas ellas con pastas blandas, porosas y de coloraciones beige (¿importaciones de áreas meridionales?). Cabe añadir al conjunto otra jarra oinocoe gris dotada de un pequeño pie, equiparable formalmente al repertorio gris
monocromo del área empuritana. En este caso de Granja Soley, la urna utilizada para depositar los restos humanos es una de las piezas a mano, asociada a la cual aparecen las armas de hierro, una hebilla de un sólo garfio y un cuenco de bronce con omphalos. Finalmente cabe señalar que la segunda posible incineración habría utilizado el oinocoe gris como urna cineraria, fenómeno también documentado en la necrópolis de Pezenas y en la tumba 54 de Mianes. Respecto a los poblados de esta área, denominada convencionalmente área layetana para el siglo IV y III a.C., los contextos cerámicos del Ibérico Antiguo proceden básicamente del corredor interior del Vallès, especialmente de Penya del Moro (Baix Llobregat, Barcelona) y Turó de Ca N’Oliver (Cerdanyola, Barcelona). Este último yacimiento es especialmente importante por haberse desarrollado en los últimos años una excavación en extensión con metodología moderna (Barrial, Francés, 1991; Asensio et alii, 2000). Los conjuntos de cerámica ibérica antigua anteriores a mediados del siglo V a.C. muestran unas formas genéricas similares a la de otras áreas ibéricas meridionales, tanto en lo que respecta a las formas de almacenaje/reserva como a las de vajilla oxidada. Al igual que sucede en los yacimientos del Penedès, los porcentajes de ánfora ibérica son notablemente bajos, si bien la cerámica gris (en Turó de Ca N’Oliver 1A el 25% de las cerámicas a torno ibéricas, incluidas las ánforas) es algo más abundante respecto al área del Penedès, (en Alorda Park el 12% y en Turó de la Font de la Canya el 16’5%. Curiosamente las formas de cerámica gris documentadas, básicamente platos/cuencos, tienen su propia personalidad, a medio camino entre los tipos meridionales y los del área norte. Los datos sobre el horizonte Ibérico Antiguo en el resto de las comarcas barcelonesas costeras siguen siendo una incógnita, especialmente en lo referente al poblado de Burriac, en el cual aparentemente sólo se han documentado fondos de cabaña en esta cronología. Por lo que respecta a yacimientos agrícolas, la escasez documental para este período es considerable, quedando reducida a algunos silos aislados como el conocido de la Facultad de Medicina de la UAB (AA.VV, 2002). Respecto al área noreste catalana, las necrópolis empurdanesas del siglo VI a.C. presentan un panorama claro de aculturación. En estos casos, como la necrópolis de Anglès, Sarrià de Dalt, Peralada y la muralla Noreste de Empúries, la presencia de cerámica ibérica antigua nunca supone un gran porcentaje y evidencia que se trata de productos importados de otras áreas. Proceso de aculturación similar a las necrópolis tumulares del área del Segre, como la Pedrera y la Femosa, del interior del Ebro como la necrópolis de Coll del Moro de Gandesa III, y del interior del Penedès, como la necrópolis de Milmanda. A partir de la segunda mitad del siglo VI a.C. se desarrollarán en las áreas más directamente influenciadas por el foco cultural griego nuevos repertorios formales, las No nos parece adecuada la propuesta (Garcès, Martín, Vilà, 2003) de incluir en el grupo de grises monocromas del norte las vajillas del Penedès, el Vallès y área del Segre; en estas áreas, verdaderos platos à marli que puedan ser considerados importaciones son cuantitativamente insignificantes.
Esta cuantificación nos ofrece un panorama ya muy evolucionado en todos los territorios, puesto que la mayoría de los contextos corresponden a niveles de amortización y preparación para la fase posterior a mediados del siglo V a.C.
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cerámicas griegas de occidente (Py, 1979-1980), y entre ellas las cerámicas grises monócromas, básicamente vajillas y contenedores de mesa: platos à marli y derivados, estilizadas jarras oinocoe, copas, vasos carenados con o sin asa... Cerámicas que también muestran singularidades regionales como se observa en los repertorios documentados del Empordà (Garcés, Martín, Vilà, 2003), el Rosselló (Nickels, 1980; Ugolini, Oliver, 1987-1988; Ugolini; Pezin, 1993) y la Provence (Arcellin-Pradelle, 1984). En el Empordà, la fase Illa d’en Reixac II (mediados del siglo VI a.C.) muestra según sus excavadores la llegada de cerámica ibérica antigua de pastas ocres y blandas que son consideradas importaciones de zonas meridionales (Martín et alii, 1999: 319), y no será hasta finales del siglo VI a.C. que se inician las producciones regionales de contenedores de cerámica ibérica pintada geométrica lineal (Martín et alii, 1999:316), así como vajillas grises monócromas y pseudojonias pintadas en Ullastret (Pradell et alii, 1995). Este panorama presenta notables dificultades para discernir cuales son producciones coloniales y cuales imitaciones indígenas (para el repertorio fabricado en la Palaia polis ver Aquilue et alii, 2001). A pesar que los contextos estratigráficos del siglo VI a.C. son todavía muy escasos y puntuales, los repertorios de la Illa d’en Reixac y Ullastret muestran un alto porcentaje de pseudojonias pintadas en comparación a otros poblados ibéricos situados en el Vallès o Tarragona (Martín et alii, 1998). La proporción de cerámicas de vajilla grises es la habitual de un poblado ibérico, pero el repertorio formal es netamente diferente a los territorios meridionales (platos à marli con decoración o sin ella y formas Arcellin V, VI, VII, VIII). Una situación similar se describe para las primeras producciones a torno indígenas del sur de Francia; los platos de carena alta y labio exvasado “ibéricos” oxidados pintados o grises son bien escasos, y suelen considerarse importaciones del sur o levante peninsular (Gailledrat, 1997). Así pues, si estos datos fueran ciertos, nos encontraríamos con una “iberización” tardía de estas zonas, y con unas primeras producciones a torno regionales que inspiran sus repertorios tanto en los contenedores ibéricos importados de áreas meridionales en el siglo VI a.C. como de la cerámica gris y pseudojonia pintada producida en centros coloniales como Emporion desde la primera mitad del siglo VI a.C. Las principales formas genéricas del período comprendido entre el 550-450 a.C. son: - Las ánforas. Durante este período los contextos son más abundantes aunque el repertorio de ejemplares reconstruidos sigue siendo escaso. Cabe destacar el conocido conjunto de la Neápolis y la tumba 93 de la necrópolis Martí de Emporion (Almagro Basch 1949: 105; y 1953: 398), así como dos ejemplares de la segunda mitad del siglo VI a.C. procedentes de Coll del Moro de Serra d’Almos. A pesar de que durante este horizonte la cerámica ibérica a torno se sitúa por encima del 60% NMI de las producciones indígenas, las ánforas ibéricas son todavía minoritarias en comparación al período Ibérico Pleno. Ello evidencia que nos encontramos todavía en un período de formación hacia una economía comercial más estructurada y de mayores
proporciones. Pero este período de formación no se desarrolla a igual velocidad en todos los territorios ibéricos; los porcentajes existentes de ánforas ibéricas que corresponden ya a un siglo V a.C. avanzado, oscilan sustancialmente entre estos territorios, siendo los más dinámicos los del Levante sur y noreste catalán. En el poblado del Oral, las ánforas ibéricas alcanzan entorno al 10% NMI del material indígena, incluida la cerámica de cocina, y el 12’5% de la cerámica a torno ibérica, proporciones similares a las de la Illa d’en Reixac III (el 9’5% y 17% respectivamente). En cambio, otros territorios presentan unas cantidades realmente escasas. En el Penedès, la fortificación costera de Alorda Park I apenas cuenta con ánforas ibéricas en la fase anterior a mediados del siglo V a.C. (el 1% de todas las cerámicas indígenas y el 3’5% del torno ibérico) al igual que sucede en el campo de silos de Turó de la Font de la Canya II (el 0’6% del material indígena y 2’5% de la cerámica ibérica a torno). Perspectiva similar se documenta en el Vallès, puesto que en Turó de Ca N’Oliver 1A las ánforas ibéricas tan solo alcanzan el 3’1% y el 4’9% respectivamente. La escasez de cerámicas de importación y la baja presencia de ánforas ibéricas en el Penedès y el Vallès parecen señalar que su producción agrícola aún está destinada básicamente al abastecimiento de los poblados. No obstante existe un cierto tráfico comercial fuera del ámbito regional, como muestra la llegada de pequeñas cantidades de cerámicas psedojonias y escasas cerámicas grises monocromas del nordeste catalán. El bajo porcentaje de ánforas ibéricas no debe confundirse sin embargo con una baja capacidad de almacenaje/reserva doméstica, puesto que en estos conjuntos antiguos, las tinajas y otras formas destinadas a tal fin son mayoritarias (en Alorda Park, el 78% NMI de las formas a torno ibéricas antiguas, porcentaje que durante el Ibérico Pleno se reducirá significativamente en detrimento de las ánforas. No será hasta la segunda mitad del siglo V a.C. que se detecta en Catalunya un sustancial incremento generalizado de la presencia de ánforas ibéricas y de la capacidad de almacenaje de los campos de silos, así como de la importación de cerámicas de vajilla griegas y ánforas púnico-ebussitanas, todo ello sin duda reflejo de un incremento de la inversión comercial colonial y de la producción agrícola con destino al comercio exterior. - Tinajas-decantadores. De esta forma se encuentran algunos escasos ejemplares reconstruidos y sobretodo fragmentos del surtidor inferior. Los ejemplares más antiguos proceden de los Saladares (Arteaga; Rodríguez Serna, 1980), Villares (Mata, 1991), Puig de Benicarló (Gusi; Sanmartí, 1976-1978), Coll del Moro de Serra d’Almos (Cela, Noguera, Rovira, 1998), y otros yacimientos del Ebro como Tossal del Moro de Pinyeres (Arteaga et alii, 1990), Castellot de la Roca Datos probablemente relacionados con el privilegiado papel que tuvo que desarrollar desde muy pronto el área del Segura y la costa sur levantina como punto de enlace con Ebussus (quizás plasmada en la relación de los términos gymnetes y islas gymnesias de las fuentes), así como el papel de Ullastret/Illa d’en Reixac en las rutas terrestres bajo la influencia comercial de Emporion.
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bien puede considerarse como el plato por excelencia a partir del 550 a.C. en el Levante, sur de Catalunya, y también en yacimientos como Turó de Ca N’Oliver. Los ejemplares más antiguos son los de Peña Negra, producidos en versión oxidada y gris. Sobre el origen de esta forma aún quedan ciertas dudas sobre si procede del repertorio de la cerámica a mano o deriva de una forma de plato fenicio-occidental. En cualquier caso nada tiene que ver con los platos à marli y derivados del ámbito cultural foceo del norte de Catalunya y sur de Francia. - Cuencos carenados. Grupo que incluye diferentes formas siendo las más destacadas las de Peña Negra-Almadenes, Ullastret-Turó de la Font de la Canya, Alorda Park, Cessero y Pozo Moro. Las mismas formas pueden ser producidas en cerámica gris aunque en formato más pequeño. - Copas sin asas. Forma documentada en el área del Bajo Ebro, con ejemplares en Barranc de Gàfols II, y la tumba 12 de Mas de Mussols. - Vaso caliciforme. Forma que incluye multitud de tipos como los del Oral, Torre de Foios-Ullastret, Villares, Moleta, o Villares-Ullastret. - Platos coladores. Se conocen dos ejemplares enteros en Alorda Park y Turó de Ca N’Oliver, ambos fechables hacia mediados del siglo V a.C.
Roja (Belarte et alii, 1999), o Coll Alt de Tivissa (Barberá, Sanmartí, 1976-1978). - Las tinajas pithoides de 2 asas verticales en el labio (fig. 5) son una versión pequeña de los grandes pithoi. Los ejemplares fenicios o protoibéricos pueden rastrearse en Sant Jaume/Mas d’en Serra, Barranc de Gáfols, Moleta del Remei, la necrópolis de Alcosseber, aunque los más conocidos son los ejemplares de segunda mitad del siglo VI a.C. de las necrópolis de Solivella, Granja Soley, los poblados de Puig de la Nao o Coll del Moro d’Almos, así como los tipos del siglo V a.C. del alfar de Plà de Piquer y de los poblados de Castellet de Bernabé y Lloma del Manoll. Esta forma tendrá su perduración a través diferentes tipos de la segunda mitad del siglo V y el siglo IV a.C. como muestran los ejemplares de la Seña y Sagunto (primer estilo geométrico compuesto), y los más evolucionados de Castellet de Bernabé, Llíria, o Puntal dels Llops entre otros. - Las tinajas pithoides con asas en el cuello (fig. 6). Aunque existen multitud de formas dentro de este grupo, aquí destacaremos una de ellas, con cuerpo bitroncocónico y dos asas geminadas enganchadas debajo de la boca, y que pertenece a una producción tardía (primera mitadmediados del V a.C.) del estilo bícromo rojo-negro, cuyo origen probablemente habría que situar entre Castellón y el Ebro, a juzgar por contextos como el de Puig de la Nao IV (475-450 a. C). Esta producción parece difundirse hacia el norte, encontrándose ejemplares en Alorda Park, Montlaurés, Mailhac, Ruscino, Pech Maho, y Besson. Otra forma destacada es la documentada en Solivella, Mianes, Montlaurés, Villar del Horno (Cuenca), Oral, y Ullastret, ejemplares que muestran el uso de las modulaciones en la producción de cerámica ibérica (fig.6, nº87-92). - Las tinajas bitroncocónicas sin asas, conocidas como tinajas con cuello de cisne, es un grupo que engloba igualmente una gran variedad formal y de tipos lo cual indica una producción y distribución básicamente regional, sobre la que no nos extenderemos en este trabajo. Como forma genérica de almacenaje doméstico suele ser la más representada en los poblados, entorno al 30-50% de las formas a torno. Cabe destacar los ejemplares conocidos del área francesa por sus característicos cuerpos abultados, cuya fabricación se sitúa a finales del siglo VI a.C./inicios del V a.C. -Las tinajas esferoides o protolebes con o sin asas horizontales. Existen multitud de tipos regionalizados, siendo los más antiguos los Peña Negra y Cazalilla, el Oral y Coll del Moro de Serra d’Almos. - Urnas y tinajas de orejetas. Los ejemplares más antiguos conocidos hasta ahora corresponden a tinajas de orejetas de Peña Negra, aparentemente utilizadas en el ámbito doméstico, así como un fragmento localizado en Barranc de Gàfols II. Sin embargo pronto será una de las formas genéricas típicas utilizadas como urna cineraria de las necrópolis ibéricas antiguas del Levante y sur de Catalunya, aunque no la única, ya que también se usan tinajas sin asas y pithoides en las mismas necrópolis. Se desconoce si existe alguna lógica en la utilización de una forma u otra. - Platos de carena alta y borde exvasado. Esta forma genérica agrupa también multitud de formas regionalizadas, si
6. El final de las producciones ibéricas antiguas (450-375 a.C.) La segunda mitad del siglo V a.C. marca el inicio del fin de la cerámica ibérica antigua. Su desaparición se concreta tanto en la transformación del repertorio decorativo geométrico lineal, que deriva en diversos estilos geométrico compuestos, bícromos y monócromos, así como en los cambios profundos en los repertorios formales como consecuencia de la adopción de nuevos servicios y costumbres. En este sentido la influencia en todos los territorios ibéricos del repertorio del barniz negro ático es fundamental, dando lugar a diversas formas regionalizadas por parte de los ceramistas ibéricos; algunas veces, adopciones libres de las formas genéricas y en otros copias bastante fieles del modelo original: copas Cástulo, cráteras, lebes, luterios o mezcladores con surtidor, sítulas y jarras con asa de cesta, estamnos, ciatos, platos de pescado, cotiles, kylix, escifos… El final de las cerámicas ibéricas antiguas es un proceso cultural situado grosso modo entre la segunda mitad del siglo V a.C. y la primer tercio del siglo IV a.C. No se trata de un proceso simultáneo, aunque no cabe duda de que es un proceso general que acaba afectando a todos los territorios ibéricos. Si bien la pintura monócroma tiende a ser el estilo decorativo más utilizado en las cerámicas oxidadas, existe algún taller o talleres entre las zonas de Valencia y el Ebro que mantendrán la tradición de la bicromía rojo-negro durante la primera mitad del siglo V a.C. (como muestran los ejemplares exportados al sur de Francia, en Gailledrat, 1997), e incluso durante la segunda mitad del siglo (producción del alfar de Plà de Piquer, en Aranegui, Martí, 1995), con la adopción de nuevas formas y los primeros estilos del geométrico compuesto.
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Probablemente se trate de un proceso lineal, en función de aquellos territorios con núcleos urbanos más potentes comercialmente, como Llíria y Sagunto o Ullastret y Empúries, las cuales desarrollaron antes unas producciones más originales y sofisticadas, con singulares estilos y artistas. Las relaciones comerciales con el mundo púnico y griego están muy reactivadas desde mediados del siglo V a. C., como se constata arqueológicamente en el incremento de las importaciones y la existencia de grandes campos de silos orientados al comercio marítimo como Montjuïc, o a la organización del comercio interior como Turó del Vent o Pontós. Las ánforas ibéricas, evolucionadas regionalmente del prototipo ibérico antiguo, derivado a su vez del fenicio-occidental, se convierten en todos los territorios ibéricos en el recipiente de transporte a media y larga distancia por excelencia. A partir de la segunda mitad del siglo V a.C., su fabricación tiende al incremento continuo, consecuencia evidente del incremento en la producción de cereales y otros productos destinados al comercio. La utilización de grandes contenedores no anfóricos parece menos común en el área empurdanesa que en otras zonas más meridionales, en donde predominan las tinajas de boca carenada (área del Levante-Tarragona), tinajas con boca plana reentrante (área del Ebro y Segre), o tinajas de boca acanalada (Penedès y área layetana) Es también durante la segunda mitad del siglo V a.C. que se rompe con la hegemonía del estilo lineal. Las áreas de Sagunto-Edeta y Ullastret-Emporion comienzan a utilizar motivos decorativos más complejos y la bicromía rojo/negro y rojo/blanco respectivamente. A partir de entonces las facies regionales se hacen cada vez más diferenciables. Durante el Ibérico Pleno las producciones cerámicas de las áreas de Alicante, Valencia, Castellón, Ebro y Tarragona comparten el gusto generalizado por la decoración pintada y no pocas formas genéricas (tinajas, platos de ala y de pescado, jarras con asa de cesto, vasos escifos de pie bajo), frente a vasos escifos de pie alto, platos de carena alta, jarras y luterios oxidados y grises del área indiketa-layetana; si bien es cierto que también existen algunos patrones formales cruzados a ambos lados del Llobregat. En el Penedès se adoptan algunas pocas de las formas genéricas típicas del grupo septentrional, como los bicónicos, pero su producción se caracteriza al igual que el área edetana e ilercavona por estar decorada con pintura. El gusto por la cerámica gris en las producciones antiguas del norte de Catalunya y el sur de Francia dará paso durante a finales del siglo V a.C. a toda una serie de producciones grises, entre ellas las denominadas con poco acierto, cerámicas grises de la costa catalana. Aunque existen entre el Llobregat y el área sordona algunos talleres que decoran unas formas concretas de sus cerámicas oxidadas y grises con pintura blanca en el siglo IV y III a.C., lo cierto es que cuantitativamente estas cerámicas sólo alcanzan cierta importancia en el área empuritana, y en conjunto no dejan de ser una excepción a la tónica general de las producciones cerámicas más al norte del Llobregat. En la Layetania, la cerámica ibérica de los siglos IV y III a.C. es prácticamente toda cerámica sin decorar, a excepción de unas pocas piezas claramente importadas de áreas al sur
del Llobregat y Levante, y algunas cerámicas de pintura blanca de la zona empuritana; situación que cambiará tras la conquista romana (Sanmartí, tesis doctoral). Ambas áreas, layetana y indiketa, comparten además bastantes de las formas genéricas más básicas y abundantes: vasos bicónicos, vasos umbilicados, cuencos, escifos, luterios o urnas con vertedor, jarras, estamnos, ciatos, o askos por ejemplo. Todas ellas en versión gris y oxidada, con proporciones eso si, variables según la zona. Esta tradición común sufrirá cambios significativos en el siglo II a.C., aunque se mantendrá en buena parte hasta la producción de las cerámicas comunes y ánforas tarraconenses. Prueba de ello son las producciones y dispersión de las cerámicas de engalba blanca entre finales del siglo II a.C. y el siglo I a.C., bastante más amplias de lo que hasta ahora se ha considerado.
7. Consideraciones finales Las cerámicas ibéricas del siglo VI a.C. muestran la adaptación regionalizada, en toda el área comprendida entre Alicante y parte del sur de Francia, de unas mismas formas genéricas de ánforas y contenedores de almacenaje y de un mismo estilo decorativo. Pero también muestran la formación de dos grandes grupos de cerámicas de vajilla. Estos grupos cerámicos de vajilla no muestran más que dos tradiciones culturales diferentes en la fabricación de cerámica a torno, resultado en buena parte de un proceso de aculturación básicamente bipolar desarrollado de forma superpuesta en el siglo VII con especial incidencia del foco cultural fenicio-sureste peninsular, y a partir del VI a.C. con una influencia cultural creciente de los modelos cerámicos griegos difundidos desde el territorio empuritano. La explicación de la aparición de cerámicas a torno ibéricas antiguas ha estado tradicionalmente condicionada por la teoría original de la expansión de la etnia ibera en dirección sur-norte. La aparente homogeneidad de los materiales cerámicos a torno ibéricos antiguos (siglos VIV a.C.) desde Alicante hasta el sur de Francia llevó en su momento a considerar que existía una cerámica ibérica y una serie de manifestaciones materiales más o menos unificadas, a las que además se ha sumado el hecho de que aparezcan de forma aparentemente simultánea toda una serie de nuevas necrópolis y de oppida en las áreas costeras del este peninsular, datadas convencionalmente a partir del 575/550 a.C. Ello implicaría de ser cierto, no sólo un cambio cultural importante sino también un significativo cambio de las pautas de organización territorial de estas áreas. Hoy en día sin embargo, incluso los cambios significativos en las pautas de asentamiento pueden ser leídos en clave interna, como en el caso del área del Segura-Crevillente a inicios del Ibérico Antiguo, plasmada en la estratigrafía Peña Negra IIEl Oral. Dichos cambios han sido interpretados como una evolución interna que bien pudiera explicarse a partir de un proceso de segregación tribal. Proceso en el cual, algunos de los linajes emigrarían conformando una nueva organización territorial (Santos Velasco, 1998:401). A la explicación tradicional de tipo invasionista del fenómeno de la iberización, le siguieron las teorías del di-
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fusionismo cultural en dirección sur-norte y costa-interior, proceso en el cual el componente tradicional indígena tuvo un papel destacado (Mesado, Arteaga, 1979; Sanmartí Grego et alii, 1982; De Hoz, 1994; Abad, 1979; Sanmartí, 1992), e incluso las que vuelven a contemplar la posibilidad lógica de que en los cambios culturales del siglo VI a.C. (al menos para una buena parte de los territorios costeros) pudiera existir un componente poblacional migratorio procedente del sudeste peninsular, lo cual no implica “la substitució pura i simple de la població preexistent, ni implica una ruptura cultural radical i simultània en tot el territori” (Sanmartí; Santacana, 2006). Este fenómeno migratorio, en el cual creemos, tuvo que iniciarse durante el proceso de expansión comercial fenicia, es decir durante la segunda mitad avanzada del siglo VII a.C., aprovechando aquellas áreas geográficas y enclaves con los cuales existieran unas relaciones comerciales de intercambio más sólidas. La aparente ausencia de enclaves en Castellón, Ebro y Tarragona propiamente coloniales como los conocidos en el sureste, no es un condicionante para negar que en los asentamientos próximos a esta costa pudieran acabar asentándose durante la segunda mitad del siglo VII a.C. pequeños contingentes de población foránea (con un bagaje cultural similar pero con distintos destinos); familias nucleares vinculadas a actividades comerciales o artesanales que pudieron consolidarse a partir del establecimiento de relaciones de parentesco con la comunidad autóctona en base al nivel económico y de prestigio adquirido en dichas actividades. Más difícil es demostrar que el fenómeno migratorio pudiera ser de mayor envergadura, una verdadera oleada de conquista en dirección sur-norte. Si la mayor concentración de necrópolis ibéricas antiguas, en el área norte valenciana-Ebro, fuera deudora física de poblaciones venidas del sur de Alicante, creemos que deberían documentarse unas similitudes en la cultura material algo más sólidas, y de ello no hay suficientes evidencias; ni tan siquiera para considerar el fenómeno a la inversa, es decir irradiado hacia el sur y hacia el norte partiendo de un área nuclear situada en el norte valenciano-Ebro. De hecho existen unas pocas incineraciones aisladas en el Levante situadas a caballo entre el siglo VII y VI a.C. que utilizaron como urna cineraria contenedores fenicios o fabricados en el sureste peninsular (por ejemplo en Cova de Cavall, El Puntalet, Alcosseber o Can Piteu). Para la segunda mitad del siglo VI a.C. los paralelos conocidos como la urna de Mas de Mussols y la de Puente del Obispo son más bien anecdóticos, y podrían explicarse a partir de relaciones comerciales concretas; la intensidad de estos intercambios entre territorios indígenas durante el siglo VI a.C. siguen siendo un aspecto muy mal conocido sobre el que hay que seguir avanzando (primeras valoraciones en Gracia, 1995; Sanmartí, 2000). Recientemente, se ha definido la cultura ibérica como “la suma de conjunts d’idees i de produccions materials diferents, tot i que sovint presenten trets més o menys similars, amb la llengua que anomenem “ibèrica” com a únic element inequívocament comú, si més no en l’expressió escrita, i sense excloure la possibilitat que també se n’utilitzessin d’altres en l’expressió oral” (Sanmartí, Santacana, 2006). Estos investigadores son
partidarios del sentido restringido del apelativo ibérico, entendiendo que Iberia strictu sensu debería quedar circunscrita a las áreas geográficas comprendidas entre el río Segura y el Herault (sólo una de las acepciones recogidas en Avieno), en función especialmente del conocimiento actual sobre la lengua ibérica. Por otra parte, no cabe duda que la cultura material del siglo VI a.C. que se documenta a lo largo de la costa mediterránea peninsular presenta en líneas generales un alto parentesco cultural, pero con particularidades específicas muy considerables según sea el elemento cultural que fijemos como objeto de estudio. Así, mientras en la cerámica a torno el parentesco cultural pudiera parecer relevante, no sucede lo mismo con otros elementos como por ejemplo la cerámica a mano, las singularidades del rito funerario, el armamento… Y de hecho hasta la cerámica a torno indígena de esta Iberia strictu sensu no deja de ser igualmente una realidad heterogénea, que queda especialmente patente en la composición de los contextos cerámicos de los yacimientos del noreste catalán y del otro lado de los Pirineos. En cambio, las semejanzas en los siglos VI-V a.C. del repertorio formal y estético de las producciones a torno en los supuestos territorios de esdetanos e ilaraugates, con respecto a los contextos arqueológicos misgetas, altamente influenciados por el foco cultural empuritano (una sugestiva valoración de las “tribus” de Hecateo de Mileto en Sanmartí Grego, 1992), y la evolución de esta situación durante el Ibérico Pleno en dos grandes bloques cerámicos (contestanos, edetanos, ilercavones-ilergetas y cossetanos respecto a indiketas-layetanos-(…) y sordones), parece coincidir con la interpretación que plasmó Estrabón del mosaico indígena. En su obra quedan confrontados dos grandes bloques: “edetanos” (sin diferenciar los esdetanos e ilaraugates citados por Hecateo de Mileto y situándolos incluso en el lado tarraconense) e “indiketas” (los cuales englobarían layetanos, lartolaietes y dos tribus más que no nombra). De allí (Cartago Nova) hasta el Ebro hay otros tantos estadios aproximadamente. Esta parte la habitan los Edetanos. Desde el Ebro hasta el Pirineo y los trofeos de Pompeyo hay 1600 estadios y por allí están algunos pocos de los Edetanos, y en el resto los que llaman Indiketas, que están divididos en cuatro partes (IV, I) […] Todo el litoral desde las Columnas hasta aquí (Tarraco) es pobre en puertos, pero la costa que sigue hacia el Norte tiene buenos puertos y el país es fértil, habitado por los Leetanos y Lartolaietes y otras tribus hasta Emporion. […] Emporion es una ciudad doble, estando dividida por una muralla, teniendo antes como vecinos algunos de los Indiketas, que a pesar de tener una administración propia quisieron tener una muralla común con los Griegos para su seguridad. […] Estrabón, Geografia, III, 4 De hecho Avieno, a pesar de que considera en los versos 612-615 que iberos y ligures estaban separados por el rio Oranus, lo cierto es que cuando inicia la descripción desde el sur, sitúa a los iberos frente a las islas, a continuación de los gymnetas, es decir en la franja valenciana-castellonense, y enmarca su jurisdicción desde el Levante hasta las cimas de los Pirineos (versos 472-474), no dando ningún nombre tribal
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hasta el territorio indigeta, citado a continuación de Barcilo. Este vacío de nombre tribales entre las zonas de Alicante y el Llobregat (a excepción de los pastores beribraces) viene sin embargo descrito a partir de tres seriaciones de ciudades. Los “iberos del norte” es un epíteto que quizás, más que aplicarse a los contextos ibéricos de toda Catalunya y sur de Francia, debería reservarse para los Indiketas en el sentido que les dio Estrabón, o si se prefiere a las tribus situadas más al norte del río Llobregat, sobretodo a partir del siglo IV a.C. Si la línea del Llobregat marca una cierta frontera cultural y probablemente política, se antoja más lógico entender que papel desarrollaron los enormes silos de Montjuïc durante el siglo IV y III a.C. y su situación alejada de Burriac.
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240
14
1
Huelva
Coll del Moro d'Almos
15 Toscanos
12
Les Andalouses
13
Cerro del Villar
Huelva
16
2 Coll del Moro d'Almos
17
4
3
5
Empuries
Almadenes
Villaricos
18
Villaricos
6 Almadenes
Almadenes
19 Galera
Mailhac
21 7 Empuries
20 Los Villares
9 Turó Font de la Canya II
8 Empuries
22
23 Peña Negra
10
11
Castulo
El Oral
El Oral
24 0
5
Montlaurès
10 cm
Figura 1. Izquierda: ánforas ibéricas antiguas. Derecha: tinajas anforoides bícromas de producción fenícia y orientalizantes (nº12-16) y tinajas anforoides en el ámbito cultural ibérico.
Figura 1. Izquierda: ánforas ibéricas antiguas. Derecha: tinajas anforoides bícromas de producción fenícia y orientalizantes (nº12-16) y tinajas anforoides en el ámbito cultural ibérico. 241
25 28 Necrópolis do Senhor dos Martires
Cerro Macareno
Font de la Canya
31 27
26
Peña Negra
La Alcudia de Elche
Pech Maho
29
El Oral
Mas Castellar (Penedès)
30
32
33 Mas de Mussols, T29
35
34
Castellones de Ceal
Toya
36
37 Puente del obispo
38
Turó de la Rovira
Mas de Mussols (T34)
Las Peñas
Necrópolis Puig de Serra, T20
Puig Castellar (Santa Coloma de Gramanet)
Sant Ramon (Viladecans) s/e
Necrópolis de Cabrera de Mar 7163
0
5
10 cm
Necrópolis de Cabrera de Mar 7163
Figura 2. Anforiscos y derivados. Abajo sin numeración, evolución de los anforiscos ibéricos en el siglo IV y III a.C.
Figura 2. Anforiscos y derivados. Abajo sin numeración, evolución de los anforiscos ibéricos en el siglo IV y III a.C. 242
?
Peña Negra
46
39
40
Peña Negra
Peña Negra
41
47 Portugal
Mas Castellar (Vilafranca del Penedès)
Peña Negra
48 Vall d'Uxó
42 Portugal
49
43
Peña Negra
51
50
Barranc de Gàfols II (Ginestar)
Barranc de Gàfols II (Ginestar)
44
Portugal
45
Portugal
La Gessera
52
0
5
Ibros
10 cm
Figura 3. Izquierda: pithoi orientalizantes bícromos. Derecha: pithoi monócromos aparecidos en yacimientos indígenas durante la primera mitad del siglo VI a.C.
Figura 3. Izquierda: pithoi orientalizantes bícromos. Derecha: pithoi monócromos aparecidos en yacimientos indígenas durante la primera 243 mitad del siglo VI a.C.
53
55
54 Portugal
Portugal
Portugal
57
56 Portugal
58
Portugal
59
Solivella
60 Portugal
61 Portugal
62
Toya
63 Tejada la Vieja
Coll del Moro d'Almos
65
64 Mailhac
Figura 4. Pithoi del siglo VI a.C.
Figura 4. Pithoi del siglo VI a.C. 244
0
Villar del Horno
10 cm
66
Moleta del Remei
68 Barranc de Gàfols II
67
Barranc de Gàfols
70 Necrópolis de Alcossebre
Necrópolis de Can Piteu
69 Sant Jaume/Mas d'en Serra
71-76 La Solivella
La Solivella
Granja Soley
La Solivella
Granja Soley
Barranc de Gàfols II
Coll del Moro d'Almòs
77 78 La Solivella
79-81 Castellet de Bernabé
Pla de Piquer
Lloma del Manoll
82-83 Pla de Piquer
Pla de Piquer
0
Sagunto
10 cm
84 (sólo forma) La Seña
85
Lliria
Castellet de Bernabe
Castellet de Bernabe
Puntal del Llops
Lliria
Lliria
Lliria
Lliria
Puntal del Llops
Figura 5. Tinajas pithoides. Del 66 al 70, fenicias y protoibéricas de primera mitad del siglo VI a.C. Del 70 al 83, entre el 550-450/475 a.C. Del 84 al 85 y siguientes, adopción de los primeros estilos geométrico compuestos y evolución de la forma durante el siglo IV y III a.C. en la Edetania.
Figura 5. Tinajas pithoides. Del 66 al 70, fenicias y protoibéricas de primera mitad del siglo VI a.C. Del 70 al 83, entre el 550-450/475 a.C. Del 84 al 85 y siguientes, adopción de los primeros estilos 245durante el siglo IV y III a.C. en la Edetania. geométrico compuestos y evolución de la forma
86
87
89
88
Mianes
Montlaurès
90 El Oral
91
El Oral
Barranc de Gàfols II
Solivella
93-94 92 Villar del Horno (Cuenca)
Coll del Moro de Serra d'Almos
95
Ullastret
98
96
Mailhac
97
Alorda Park I
Besson
99
Montlaures
100
102
Mailhac
101
Mailhac
Oral
0
104
Ullastret
103
10 cm
Ruscino
Figura 6. Tinajas ibéricas: nº87-92 entre 550-425 a.C.; nº93-94 tinajas decantadores de segunda mitad del siglo VI a.C.; nº96-99 tinajas bícromas negro-rojo del segundo cuarto-mediados del siglo V a.C; nº104 tinaja bícroma blanco-rojo del área empurdanesa de cronología similar.
Figura 6. Tinajas ibéricas: nº87-92 entre 550-425 a.C.; nº93-94 tinajas decantadores de segunda mitad del siglo VI a.C.; nº96-99 tinajas bícromas negro-rojo del segundo cuarto-mediados del siglo V a.C; nº104 tinaja246 bícroma blanco-rojo del área empurdanesa de cronología similar.
117-149
105-116
Almanedes
Peña Negra
Almanedes
Peña Negra
Almanedes
El Oral
El Oral
El Oral
El Molar
El Oral
El Oral
Cazalilla (sin escala)
El Molar
El Oral
Pec Maho
El Molar
El Molar
El Molar
Mailhac Bancal del Estanco viejo
Pozo Moro
Bancal del Estanco viejo
Bancal del Estanco viejo Alt del Frare
El Molar
Pozo Moro
Pozo Moro
El Oral
Pozo Moro
Pozo Moro
Pozo Moro
Pozo Moro
Pozo Moro
Pozo Moro
Mas Castellar (Vilafranca del Penedès)
0
10 cm
Bancal del Estanco viejo
Bancal del Estanco viejo
Las Peñas
Las Peñas
Las Peñas
Pozo Moro
Pozo Moro
La Bastida de Escluses
Figura 7. Formas de tinajas sin asa.
Figura 7. Formas de tinajas sin asa.
247
150-180
Vinya d'en Pau
Mas Castellar
Solivella
Solivella
Solivella
Turó de la Font de la Canya I
Solivella
Ullastret
Solivella
Mas Castellar
Turó de la Font
Solivella
Solivella
Solivella
Solivella
Solivella
Turó de la Font de la Canya II
Solivella
Coll del Moro d'Almos
Solivella
Enserune
Enserune
Mianes (T22)
Solivella
Mailhac
Mailhac Alorda Park I
Alorda Park I
Pla de Piquer
Alorda Park I
El Oral
0
Figura 8. Formas de tinajas sin asa.
Figura 8. Formas de tinajas sin asa. 248
10 cm
181-199
Montlaurès
Ullastret
Ruscino
Pech Maho
Olanzac
Ruscino
Pech Maho
Olanzac
Mailhac
Mailhac
Mailhac
Enserune
Mailhac
Montbrun
Montbrun
Mianes
Ullastret Mas de Mussols
0
10 cm
Figura 9. Formas de tinajas sin asa.
Figura 9. Formas de tinajas sin asa. 249
200-204
Frigiliana
Cova del Cavall
Cabezo de San Pedro
Frigiliana
El Puntalet
205-230
231-241
Cártama
Abul (Portugal)
Cruz del Negro
Bejís
Carmona
Cruz del Negro
Cruz del Negro
?
Toscanos
Cruz del Negro
Frigiliana
Mengabril
Huelva
Cruz del Negro
Frigiliana
Cruz del Negro
Carmona
Cruz del Negro
Cruz del Negro
Portugal
Cruz del Negro
Sant Jaume/Mas d'en Serra
Cruz del Negro
Morro de la Mezquitilla
Frigiliana (Málaga)
Necrópolis de Can Piteu
Cruz del Negro
Cullera (Valencia)
Portugal
Medellin
Medellin
La Joya
Medellin
Medellin
Medellín
Medellin
Portugal
Portugal
0 Portugal
Figura 10. Nº200-204 jarras fenícias bícromas y su evolución; nº205-241 jarras Cruz del Negro y sus variantes formales.
Figura 10. Nº200-204 jarras fenícias bícromas y su evolución; nº205-241 jarras Cruz del Negro y sus variantes formales. 250
10 cm
242-250
257-261
Toya
Toya
Agullana
Agullana
Toya
Agullana
Agullana
Coll Alt de Tivissa
Toya
262-265
Toya
Oral
Necrópolis Senhor dos Mártires
Solivella
Toya
La Guardia (Jaén)
Oral
Azuebar (Castellón)
266-268
249
Solivella
250
El Molar
Hoya
El Molar
El Molar
251 252-256
269 Hoya t-19
Pozo Moro (sólo forma)
Bancal del Estanco Viejo (Albacete)
Hoya
Hoya t-22
Ullastret
0
10 cm
Figura 11. Nº 242-250 jarras tipo Toya y similares contextos ibéricos; nº 251 de la forma en la segunda mitadevolución avanzada del siglo Figura 11. Nº 242-250 jarras tipoenToya y similares enevolución contextos ibéricos; nº 251 de V a.C.; nº252-256 tipo Hoya; nº257-261 imitaciones a mano de jarras delnº252-256 Negro en Catalunya; nº262-269 jarras ibéricas derivadas. la forma enjarras la segunda mitad avanzada del siglo VCruz a.C.; jarras tipo Hoya; nº257-261
imitaciones a mano de jarras Cruz del Negro en Catalunya; nº262-269 jarras ibéricas derivadas 251
270-331
Peña Negra
Solivella
Solivella
Solivella
Solivella
Mianes (T61)
El Molar
Solivella
Mailhac
El Molar
Coll del Moro M13
Solivella
Aguilar de Anguita (Guadalajara)
El Molar
Solivella
Solivella
El Molar
Solivella
Mas de Mussols (T33)
Solivella
Mas de Mussols (T30)
Solivella
Mianes (T28)
Solivella
El Molar
Mailhac
Solivella
Solivella
Mas de Mussols (T37)
Solivella
Mas de Mussols (T18)
Solivella
Solivella
Mailhac
Peña Negra
Solivella
Solivella
Mianes (T-40)
Siguenza (Guadalajara)
Mas de Mussols (T43)
Mianes (T-44)
Mas de Mussols Granja Soley (T14)
Coll del Moro M13
Solivella
Coll del Moro (Gandesa), M13
Mianes (T-19)
Mailhac
Coll del Moro M13
Mianes
Necrópolis de Alcossebre
Mas de Mussols (T25)
El Molar
Solivella
Mas de Mussols (T28)
Mas de Mussols (T42)
El Molar
Turó Ca N'Oliver I
Castellot de la Roca Roja (siglo IV a.C.) Mas de Mussols (T40)
Almadenes
Coll del Moro ue III
0
Figura 12. Tinajas y urnas de cierre hermético.
Figura 12. Tinajas y urnas de cierre hermético 252
10 cm
Peña Negra
Peña Negra
332
Cazalilla (sin escala)
334
Oral
Almanedes
Alt del Frare
335
Oral
Cazalilla
347
333
Oral
Oral
Oral
350
349
336
Pla de Piquer
348
Pla de Piquer
351
Bancal del Estanco viejo
Coll del Moro d'Almòs
337-343 Pla de Piquer Saladares (sin escala)
353
352
Las Peñas
Villares
354 355
Oral
Oral
La Seña
344
356
La Seña
Pla de Piquer
357
Pla de Piquer
345
358 Turó de la Font de la Canya
0
346
Sagunto
10 cm
359
Orley
Figura 13. Protolebes y tinajas esféricas. Los nº344-346 y 355-359 de segunda mitad del siglo V a.C.y primera mitad del siglo IV a.C.
Figura 13. Protolebes y tinajas esféricas. Los nº344-346 y 355-359 de segunda mitad del siglo V a.C.y primera mitad del siglo IV a.C. 253
367 Barranc de Gàfols
Emporion
368
Granja Soley
371
Granja Soley
Coll del Moro d'Almos
362
361
360
Torre dels Encantats
369
T54, Mianes
Ullastret
Ullastret
372
373 Ca N'Oliver
374 Piuró del Barranc Fondo
Coll del Moro d'Almos Tossal del Moro
363
364
365
366
370 Turó de la Font de la Canya Ullastret
Ullastret
375
377
Ca N'Oliver
376
Oral Oral
378 Oral
379
382
380
381
El Molar
Oral
383 Turó de la Font de la Canya
391-398
384 El Molar
385 Bancal del Estanco viejo
386 Saladares (sin escala)
387 Granja Soley
Las Peñas
388
Las Peñas
389
Bancal Estanco Viejo
0
5 cm
390
Figura 14. Jarras oinocoe: nº 360-362 inspirado en el repertorio fenício; nº367 producción de la Palaia polis a mediados del VI a.C; nº 368370 oinocoes grises monocromos del siglo VI a.C. documentados en Catalunya; nº 371-375 evolución de los oinocoes del grupo norte en elFigura siglo V a.C; ibéricas; 391-398 cerámica iberolanguedociense. 14.378-390 Jarrasbotellas oinocoe: nºnº360-362 inspirado en el repertorio fenício; nº367 producción de la
Palaia polis a mediados del VI a.C; nº 368-370 oinocoes grises monocromos del siglo VI a.C. documentados en Catalunya; nº 371-375 evolución de los oinocoes del grupo norte en el siglo V a.C; 378-390 botellas ibéricas; nº 391-398 254 cerámica iberolanguedociense
399
Córdoba
Mirador de Rolando Granada
Setefilla
402
Setefilla
Setefilla
400
401
403
Toya
La Guardia
404
405
Pozo Moro
406
407-415
Carmona t-36
Carmona t-36
419-428
Carmona t-36
+RUSCINO Turó de la Font de la Canya
Illa d'en Reixac Carmona t-36
Necropolis de Carmona sector amfiteatro
Carmona t-14 amfiteatro
Mailhac Penya Negra
Mas Flandí
Mailhac
Mailhac
Torre de Foios Ullastret
Ullastret
Ullastret
416 Saladares
Ullastret
417
Solivella
418 Almenidilla
0
10 cm
Figura 15. Nº399-401: vasos a chardon del siglo VII a.C.y VI a.C. en Andalucia; nº 407-415: jarras tulipa en el ámbito tartésico e ibérico (s.VI a.C.); nº 419-428 jarra tulipas del grupo norte (s. VI-V a.C.) vasos a chardon del siglo VII a.C.y VI a.C. en Andalucia; nº 407-415: jarras tulipa en el ámbito tartésico e ibérico Figura 15. Nº399-401: (s.VI a.C.); nº 419-428 jarra tulipas del grupo norte (s. VI-V a.C.).
255
429 Saladares
430 Solivella
432
431 Pozo Moro
Pla de Piquer
433 Gilena
434 Turó de la Font de la Canya
443-453 Necropolis de Ceal
Almenidilla
Almenidilla
Almenidilla
Hoya t-67
Albufareta
435-442 Necropolis de Ceal
Almenidilla
Necropolis de Ceal
El Recuesto
El Recuesto
Albufareta Necropolis de Ceal
Villaricos T-221
Villaricos T-221 Villaricos T-221
Necropolis de Ceal
0
(sólo forma)
Castellet de Bernabe
10 cm
Lliria
Figura 16. Nº429-434: cuencos tulipa; nº435-453 evolución de las formas de jarras tulipa en el Ibérico Pleno.
Figura 16. Nº429-434: cuencos tulipa; nº435-453 evolución de las formas de jarras tulipa en el Ibérico Pleno 256
Tejada la Vieja
Tejada la Vieja
455
454
456 Peña Negra
La Seña
Oral
459
460
Ullastret
Ullastret
480
481
Almadenes
Mailhac
Ruscino
461
482
483
Ullastret
Beziers
Beziers
Villares
484
485
486
487
Ruscino
Ruscino
Turó de la Font de la Canya II
457
458
Pozo Moro
Torre de Foios
462
462
Ullastret
464
Alorda Park I
Alorda Park I
Cessero
466
465
488
Turó de la Font
Llíria
467
468
Oral
469
Ruscino
489-492 Saladares (sin escala)
470
Mianes
471
Enserune
493-495 Font de la Canya
472
Pozo Moro
Alorda Park I
473
474
Moleta del Remei
475
?
Oral
476
Sant Martí d'Empúries
Tossal del Moro II
496
477
Tossal del Moro
Ullastret
478
497
Coll del Moro d'Almòs (a mano)
0 5 cm
479
Ca N'Oliver
Turó de la Font de la Canya III
498
499
500
Figura 17. Izquierda: nº454-455: vasos del ámbito tartésico; nº456-460 vasos del ámbito ibérico durante el siglo VI a.C.; nº477-478 tazas ibéricas antiguas; nº477 taza bicónica de cerámica a mano de finales del siglo VI a.C.; Derecha: 480-497; vasos y tazas del grupo norte; Figura 17. Izquierda: nº454-455: vasos del ámbito tartésico; nº456-460 vasos del ámbito ibérico nº 489-491: protobicónicos grises del grupo norte datados en la segunda mitad del siglo V a.C.
durante el siglo VI a.C.; nº477-478 tazas ibéricas antiguas; nº477 taza bicónica de cerámica a mano de finales del siglo VI a.C.; Derecha: 480-497; vasos y tazas del grupo norte; nº 489-491: protobicónicos grises del grupo norte datados en la segunda mitad del siglo V a.C. 257
501-504
Barranc de Gàfols II
Barranc de Gàfols II
Barranc de Gàfols II
Peña Negra
505--525 (grises)
El Oral
El Oral
El Oral
El Oral
El Oral
Almadenes
Almadenes
Peña Negra
Alorda Park I
Peña Negra
Peña Negra
El Oral
El Oral
El Oral
El Oral
Alorda Park I
Peña Negra
Peña Negra
Peña Negra
La Gessera
526-535
548-567 Coll del Moro d'Almos
Peña Negra
Solivella (Castelló)
Solivella (Castelló)
El Oral
Peña Negra
Peña Negra
Alorda Park
Mas Castellar El Oral Tossal del Moro de Pinyeres
Alorda Park
Tossal del Moro de Pinyeres
Solivella
Pec Maho
El Oral
Alorda Park I
Solivella
536-547 (grises)
Turó de la Font de la Canya II Tossal del Moro de Pinyeres
Tossal del Moro de Pinyeres
Solivella (Castelló)
Mailhac Tossal del Moro de Pinyeres
Mas Castellar
Tossal del Moro de Pinyeres
Penya del Moro
Turó de la Font de la Canya II Mas Castellar
Moleta del Remei
Alorda Park I
Penya del Moro
Turó de la Font de la Canya
Turó de la Font de la Canya
Turó de Ca N'Oliver I
Alorda Park I
Turó de Ca N'Oliver I
Penya del Moro
Turó de Ca N'Oliver I
Alorda Park I
Illa d'en Reixac
Turó de Ca n'Oliver Moleta del Remei
568
Can Xercavins (Cerdanyola)
Can Xercavins (Cerdanyola)
570
569
Figura 18. Platos de carena alta ibéricos antiguos; nº568-571 a partir de mediados del siglo V a.C.
0
5 cm
571
Figura 18. Platos de carena alta ibéricos antiguos; nº568-571 a partir de mediados del siglo V a.C. 258
572-586 grises
El Oral
Peña Negra
Peña Negra
El Oral
El Oral
El Oral
El Oral
El Oral
El Oral
El Oral
El Oral
El Oral
El Oral
El Oral
El Oral
587-589
Pozo Moro
Pozo Moro
Pozo Moro
Illa d'en Reixac
Ullastret
Beziers
Ruscino
Ruscino
Ruscino
Ruscino
Ruscino
Ruscino
Ruscino
Can Vila (Penedès)
593-603 Ullastret
Ullastret
590-592
Ruscino
Ullastret
604
Illa d'en Reixac
605
Turó de la Font de la Canya II
Mas d'en Boixos (Penedès)
606
607
Ruscino
608
609
Ca N'Oliver
Ca N'Oliver
611
610
Turó de les Forques (Lleida) Turó de les Forques (Lleida)
611-615
0
5 cm
Figura 19: Cuencos de labio engrosado del área de Alicante. Abajo: platos a marli gris monocromo del grupo norte y platos derivados en cerámica gris y oxidada (segunda mitad del siglo VI-primera mitad del siglo V a.C.).
Figura 19: Cuencos de labio engrosado del área de Alicante. Abajo: platos a marli gris monocromo del grupo norte y platos derivados en cerámica gris y oxidada (segunda mitad del siglo VI-primera mitad del siglo V a.C.) 259
616-624
Oral
Oral
La Seña
Tos Pelat
Alorda Park I
Illa d'en Reixac III
Illa d'en Reixac
Vall d'Uxó Llíria
Vall d'Uxó
625-634 Moleta del Remei
Castellet de Bernabé
Llíria
Llíria
Tos Pelat
Lloma del Manoll
Torre de Foios
Lloma del Manoll
Torre de Foios
635-638
639-644
Pla de Piquer
Pla de Piquer
Pla de Piquer
Pla de Piquer
Sagunto
Sagunto
Cuenca
Sagunto
Cuenca
Cuenca
Solivella
Llíria
La Seña
650 Llíria
La Seña
Orleyl
648-649
645-647
El Oral
651
Piuró del Barranc Fondo (Terra Alta)
652
0
5 cm
La Bastida
653
Figura 20. Arriba: platos ibéricos de ala ancha del siglo V a.C. Nº635-638 decoración bícroma a partir de mediados del siglo V a.C. Abajo: nº 645-653 otros platos datables a partir de mediados del siglo V a.C.
Figura 20. Arriba: platos ibéricos de ala ancha del siglo V a.C. Nº635-638 decoración bícroma a partir de mediados del siglo V a.C. Abajo: nº 645-653 otros platos datables a partir de mediados del siglo V a.C. 260
651-656
657
Sant Jaume/Mas d'en Serra
Barranc de Gàfols II
Turó de la Font de la Canya II
Mailhac
658-659
Mas de Mussols T12
Barranc de Gàfols
660
El Oral
661-663
El Oral
Turó de la Font
Alorda Park I El Oral
Ca N'Oliver
664-665 El Oral
El Oral
666 Ullastret
667 Tejada la Vieja
668
Coll del Moro d'Almos
0
10 cm
Figura 21. Copas rituales entre finales del VII a.C. y ultimo tercio del siglo VI a.C.(nº 651-657), copas de segunda mitad del siglo VI a.C. (nº658-659) y primera mitad del siglo V a.C.(nº 660), coladores (nº661-663), fuentes con asas de espuerta 664-666 y otras fuentes de
Figura 21. Copas rituales entre finales del VII a.C. y ultimo tercio del siglo VI a.C.(nº 651-657), copas de segunda mitad del siglo VI a.C. (nº658-659) y primera mitad del siglo V a.C.(nº 660), coladores (nº661-663), fuentes con asas de espuerta 664-666 y otras fuentes de segunda mitad 261 del siglo VI a.C.(nº667-668)
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