Las cerámicas de cocina en el Alto Guadalquivir,siglos I-II d.C.

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Descripción

El ajuar de las viviendas jerezanas en época de Isabel I de Castilla (1474-1504) Juan Abellán Pérez Las primeras ocupaciones humanas de Los Barrios (Cádiz). El ejemplo proporcionado por el río Palmones Vicente Castañeda Fernández (coord.) Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión Darío Bernal Casasola y Albert Ribera i Lacomba Gadir y el Círculo del Estrecho revisados. Propuestas de la Arqueología desde un enfoque social Juan Carlos Domínguez Pérez (Ed. Cient.)

Cerámicas hispanorromanas II Producciones regionales Esta segunda entrega de las Cerámicas hispanorromanas trata de profundizar en el conocimiento de las producciones alfareras fabricadas en la Península Ibérica y las Baleares entre el siglo III a.C. e inicios del mundo medieval. Debido al éxito editorial y a la gran acogida en la comunidad científica del primer volumen se ha decidido continuar sintetizando aquellos estudios e investigaciones desarrollados por arqueólogos en torno a las cerámicas de manufactura local a imitación de las romanas, siguiendo tradiciones prerromanas o aquellas con personalidad propia. Casi cincuenta investigadores, plumas consagradas y noveles, procedentes de una veintena de instituciones distribuidas por toda la geografía española y portuguesa —entre ellas quince universidades—, han reunido en treinta y cinco capítulos tanto síntesis como novedades de la vajilla fina (Bloque I), de las ánforas (II), de las lucernas (III), de las cerámicas comunes (IV) o de otras producciones (V), ilustrando el notable dinamismo actual de la investigación sobre ceramología hispanorromana.

Personajes, poderes, fortalezas y otros temas de la Historia de Andalucía (siglos XIV y XVI) Alfonso Franco Silva Linajes gaditanos en la Baja Edad Media. Breve estudio de la oligarquía local (siglos XIII-XV) Francisco Javier Fornell Fernández

Cerámicas hispanorromans II. Producciones regionales

En la misma serie

DARío BERnAL CASASoLA & ALBERt RIBERA I LACoMBA (Eds.)

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Darío Bernal Casasola Doctor en Filosofía y Letras —especialidad Geografía e Historia— por la Universidad Autónoma de Madrid (1997), es actualmente profesor titular de Arqueología de la Universidad de Cádiz, adscrito al Departamento de Historia, Geografía y Filosofía. Arqueólogo y especialista en Historia Económica del Mundo Antiguo, ha dirigido varias decenas de excavaciones arqueológicas en alfares romanos y en ciudades de la antigua Baetica y en Pompeya, y ha publicado varios centenares de estudios sobre ánforas, contextos cerámicos y la importancia de la cultura material para las temáticas de Arqueología de la Producción, tanto en Andalucía como en la antigua Tingitana, el denominado Círculo del Estrecho. Es miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia en Cádiz, y vicepresidente de la SECAH.

Cultos y ritos de la Gadir fenicia María Cruz Marín Ceballos (Coord.) El castillo de San Romualdo. Historia y documentos de la ciudad de San Fernando (Cádiz) Fernando Mósig Pérez El Theatrum Balbi de Gades Darío Bernal y Alicia Arévalo

Cerámicas hispanorromanas II Producciones regionales Con la colaboración de

DARÍO BERNAL CASASOLA ALBERT RIBERA I LACOMBA (Eds.)

Servicio de Publicaciones Servicio de Publicaciones

Albert Ribera i Lacomba Doctor en Geografía e Historia —especialidad Prehistoria y Arqueología— por la Universidad de Valencia (1993), es actualmente jefe de Sección de Arqueología y director del Centro Arqueológico de l’Almoina del Ayuntamiento de Valencia. Arqueólogo y especialista en Urbanismo, Arquitectura y Cultura Material del Mundo Antiguo Mediterráneo, ha dirigido más de cincuenta campañas de excavaciones urbanas en Valencia y nueve en Pompeya, y ha publicado más de un centenar de estudios, entre los que hay varios de ánforas, producciones de barniz negro, contextos cerámicos y la importancia de la cultura material para las temáticas de Arqueología del Consumo y el Comercio, tanto en Valencia e Italia como en el Mediterráneo.

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Cerámicas hispanorromanas II Producciones regionales DARÍO BERNAL CASASOLA ALBERT RIBERA I LACOMBA (Eds. científicos)

Servicio de Publicaciones

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Imagen de cubierta: Lucerna tardorromana con cruz enjoyada en disco y asa zoomórfica, de Carteia (según F. Presedo et alii, 1982: Carteia I, Excavaciones Arqueológicas en España 120, Madrid, figura 125, nº 9), de posible producción local/regional

Esta obra es resultado del Proyecto de Investigación HAR2011-28244 del Plan Nacional de I+D+i del Ministerio de Economía y Competitividad/Feder del Gobierno de España, titulado Amphorae ex Hispania. Paisajes de producción y consumo, con la colaboración del proyecto HAR2010-15733 Esta obra ha superado un proceso de evaluación ciega por pares Esta Editorial es miembro de la UNE, lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional

Edita Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz c/ Doctor Gregorio Marañón, 3 – 11002 Cádiz (España) www.uca.es/publicaciones [email protected]

© Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz © De cada capítulo su autor

Maquetación: Trébede Ediciones, S.L. Imprime: ISBN: 978-84-9828-364-8 Depósito Legal: CA 247-2012

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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Índice

Introducción ............................................................................................................................................................

15

Darío Bernal Casasola y Albert Ribera i Lacomba

BLOQUE I. VAJILLA FINA Imitaciones de campaniense en el mediodía peninsular. La cerámica gris bruñida republicana ............................

23

Andrés Mª Adroher Auroux y Alejandro Caballero Cobos

Cerámicas tipo Peñaflor del Alto Guadalquivir .......................................................................................................

39

Pablo Ruiz Montes

Los alfares isturgitanos: ¿un posible modelo de control productivo inicial? ...........................................................

49

Mª Isabel Fernández-García

Las producciones de sigillata hispánica locales y regionales del Municipium Augusta Bilbilis (Calatayud-Zaragoza) ...............................................................................................................................................

63

Jesús Carlos Sáenz Preciado

La fabricación de vasos para beber de paredes finas en el valle medio del Ebro ....................................................

83

José Antonio Mínguez Morales

Las cerámicas imitación de sigillata en el occidente de la Península Ibérica durante el siglo V d.C. .....................

97

Luis Carlos Juan Tovar

Terra Sigillata Bracarense Tardía (Tsbt). O Grupo II das Cerâmicas de engobe vermelho não vitrificavel (Delgado 1993-94). O Cerâmicas de Engobe Vermelho. Grupo II (Delgado y Morais, 2009) .................................. 131 Adolfo Fernández Fernández y Rui Morais

BLOQUE II ÁNFORAS Producciones anfóricas tardorrepublicanas y tempranoaugusteas del valle del Guadalquivir. Formas y ritmos de la romanización en Turdetania a través del artesanado cerámico ...................................................................... 177 Enrique García Vargas

Ánforas tarraconenses para el limes germano: una nueva visión de las Oberaden 74 ............................................ 207 César Carreras Monfort y Horacio González Cesteros

¿Ánforas Tipo Segobriga/Oberaden 74 similis? Bases para una producción singular en la Tarraconense interior ....... 231 Rui Roberto de Almeida y Jorge Morín de Pablos

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Las ánforas del tipo Puerto Real 3. Un nuevo envase de salazones gaditanas de época antonino-severiana .......... 247 Darío Bernal Casasola y Enrique García Vargas

Producciones anfóricas en la costa meridional de Carthago-Spartaria ................................................................. 255 Mª del Carmen Berrocal Caparrós

Las ánforas onubenses de época tardorromana ...................................................................................................... 279 Jessica O’Kelly Sendrós

BLOQUE III LUCERNAS Una nueva producción de lucernas de canal en terra sigillata hispánica en el norte de la Península .................. 299 Ángel Morillo Cerdán

Producción de lucernas altoimperiales en Hispalis: el taller de la plaza de la Encarnación de Sevilla ................... 309 Jacobo Vázquez Paz

Lucernas a torno de época imperial: una producción singular de Carthago Noua (Cartagena) ........................... 325 Alejandro Quevedo Sánchez

La producción de lucernas en el sureste peninsular: primeros datos ..................................................................... 353 Antonio Manuel Poveda Navarro

Las lucernas de producción regional de Bracara Augusta .................................................................................... 369 Rui Morais

BLOQUE IV CERÁMICAS COMUNES Las cerámicas de cocina en el Alto Guadalquivir,siglos I-II d.C. ............................................................................... 395 Mª Victoria Peinado Espinosa

Las cerámicas comunes altoimperiales de Augusta Emerita ................................................................................. 407 Macarena Bustamante Álvarez

Cerámica regional reductora de cocina altoimperial en la fachada mediterránea .................................................. 435 Esperança Huguet Enguita

La cerámica común tarraconense (COM.OX.TARR./COM.RED.TARR) y su variante con decoración pintada (CMG) ........ 453 Ramon Járrega Domínguez y Loïc Buffat

Cerámica común altoimperial en el nordeste peninsular ....................................................................................... 469 Josep Casas Genover y Josep Mª Nolla Brufau

La cerámica común tardía en Sevilla (siglos IV al VI d.C.) ........................................................................................ 487 Cinta Maestre Borge

Las cerámicas comunes del nordeste peninsular y las Baleares (siglos V-VIII): balance y perspectivas de la investigación ........................................................................................................................................................... 511 Josep Mª Macias Solé y Miguel Ángel Cau Ontiveros

La cerámica común Golfo de Bizkaia ...................................................................................................................... 543 Lorea Amondarain Gangoiti y Mª Mercedes Urteaga Artigas

Las cerámicas comunes no torneadas de difusión aquitano tarraconense (AQTA): estado de la cuestión ............. 561 Milagros Esteban Delgado, Mª Teresa Izquierdo Marculeta, Ana Martínez Salcedo y François Réchin

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BLOQUE V OTRAS PRODUCCIONES HISPANORROMANAS La cerámica púnico-ebusitana en época tardía (siglos III-I a.C.) .............................................................................. 583 Joan Ramon Torres

Cerámicas negras bruñidas del oriente vacceo ....................................................................................................... 619 Fernando Romero Carnicero, Carlos Sanz Mínguez, Cristina Górriz Gañán y Roberto De Pablo Martínez

La cerámica gris (y oxidada) ampuritana ................................................................................................................ 639 Josep Casas Genover y Josep Mª Nolla Brufau

La cerámica de engobe blanco ................................................................................................................................ 655 Josep Casas Genover y Josep Mª Nolla Brufau

Cerámica gris romana del Noroeste. Los vasa potoria ........................................................................................... 661 Esperanza Martín Hernández

A cerâmica cinzenta grosseira do Algarve ............................................................................................................... 681 Catarina Viegas

Muestras de cerámica engobada romana de producción local de Lucus Augusti (Lugo) ....................................... 699 Enrique J. Alcorta Irastorza y Roberto Bartolomé Abraira

Colmenas cerámicas en el territorio de Segobriga. Nuevos datos para la apicultura en época romana en Hispania ... 725 Rui Roberto de Almeida y Jorge Morín de Pablos

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Las cerámicas de cocina en el Alto Guadalquivir, siglos I-II d.C.1 Mª Victoria Peinado Espinosa Universidad de Granada-Università degli Studi di Perugia

Definición y características de la producción El objetivo principal de este trabajo es ofrecer un panorama general sobre los estudios de cerámicas comunes romanas en el Alto Guadalquivir centrándonos en las producciones de cocina entre los siglos I-II d.C. Para situar al lector en el tema, podemos decir que estos estudios son muy recientes, prácticamente inéditos, pero sin duda necesarios, no sólo para completar el conocimiento conjunto de las producciones altoimperiales en esta área, sino también, para sumar esfuerzos en pro de una mejor comprensión del carácter de las mismas a partir del análisis de sus implicaciones tecnológicas, formales y funcionales. De igual modo, antes de empezar conviene recordar una de las características definitorias de las producciones de cocina romana como es su condición regional cuando no local, si dejamos a un lado aquellas producciones itálicas y africanas que son exportadas por el Mediterráneo. En consecuencia, sólo estudios regionales o locales son válidos, desechando cualquier generalización a mayor escala, pues complican el trabajo del arqueólogo que se siente incapaz de ordenarlas por la falta de clasificaciones y tipologías que lo acerquen a la realidad material que exhuma en sus excavaciones. Dicho esto, resulta fundamental definir la noción cerámicas comunes y dentro de ellas la de cocina romana. En la actualidad parecen superados antiguos problemas de denominación y definición del termino cerámicas comunes (Bats, 1996, 481-484; Moliner, 1996, 240-241; Py y Adroher, 1991, 91; Peinado, 2010, 39-40), quedando

1. La redacción de este trabajo ha contado con el soporte del proyecto de I+D Ex oficina Meridionali: Tecnología, producción, difusión y comercialización de cerámicas finas de origen bético en el sur peninsular durante el Alto Imperio (HAR201017507), Ministerio de Ciencia e Innovación.

establecida como una categoría cerámica donde se engloban una serie de producciones entre las cuales podemos encontrar desde las típicas cerámicas calcáreas de producción local o regional, hasta cerámicas caoliníticas, cerámicas tardías como la común mediterránea tardorromana, producciones itálicas como las cerámicas de barniz interno rojo pompeyano o las cerámicas de cocina africana, por citar sólo algunas. Todas estas clases cerámicas están unidas por pertenecer a un mismo ámbito dentro de los ajuares domésticos como sería la cocina, y por estar destinadas a unas mismas funciones; conservación, almacenamiento, preparación y cocción de los alimentos. No obstante, existen entre ellas una diferenciación tecnológica básica otorgada por el uso de arcillas calcáreas, para el caso de las cerámicas para conservación, almacenamiento y preparación de los alimentos, y de arcillas no calcáreas, para las cerámicas de cocina (Olcese, 2003, 19-21). Es decir, es el empleo de unas arcillas u otras lo que, junto a la forma impresa por el alfarero, distinguirá unas cerámicas comunes de cocina de otras producciones no aptas para la cocción de los alimentos. Nosotros atenderemos a estas cerámicas de cocina centrándonos en un territorio y momento concreto, el Alto Guadalquivir en época altoimperial (figura 1). De estas producciones poseemos pocos datos, pero conocemos un centro productor, Los Villares de Andújar, en el que se elaboraron dos clases cerámicas de cocina, una oxidante y otra reductora. Las características macroscópicas de estas dos producciones son similares. La cerámica de cocina oxidante presenta unas pastas de color rojizo N19 —colores según el código de A. Cailleux (1963)— que dependiendo de los casos pueden tender a oscurecerse, y hacerse más marronáceas, o aclararse y hacerse más anaranjadas. El desgrasante es de color blanco, tanto brillante como opaco,

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CERÁMICAS HISPANORROMANAS II. PRODUCCIONES REGIONALES

Figura 1. Mapa del Alto Guadalquivir con la situación del centro productor de cerámicas de cocina oxidante y reductora de Los Villares de Andújar y los dos centros receptores, el Santuario de Las Atalayuelas y Cástulo

de forma redondeada e inferior a 1 milímetro, es escaso aunque está presente por toda la fractura. Junto a estas partículas blancas se aprecian otras de color dorado superiores al milímetro, más escasas que las anteriores, pero visibles tanto en la fractura como en la superficie de los vasos. La fractura es muy irregular, rugosa al tacto y de estructura laminar u hojaldrada. En cuanto a la superficie, es del mismo color que la pasta, en ocasiones algo más oscura, está muy cuidada sobre todo en el fondo interno de las formas abiertas y algo menos en las formas cerradas. Por su parte, la cerámica de cocina reductora presenta unas pastas con las mismas características que las descritas para la cocina oxidante, únicamente difieren en el color de las mismas, que ahora son grises P31, a veces grises marronáceas T51, originado por la cochura de los vasos en una atmósfera reductora. Es decir, macroscópicamente se observa cómo son las mismas arcillas las que se empleaban para las producciones oxidantes y reductoras modificando solamente la atmósfera de cocción. El análisis microscópico de la composición química2 de las dos producciones nos confirmó lo que se observa macroscópicamente. Ambas producciones presentan una misma composición, luego, para su elaboración se emplearon las misma arcillas buscándose, además, unas con un alto valor en sílice y un bajo contenido en calcita (Pei-

2. Análisis realizados en la UB por la doctora M. Madrid y el profesor J. Buxeda

nado, 2010, 290, tabla 5.2). Este hecho, la alta presencia de sílice en la arcilla la hace la más apta para producir cerámicas de cocina de calidad. Los artesanos isturgitanos debieron conocer las propiedades de estas arcillas frente a las arcillas calcáreas empleadas en la producción de otras clases cerámicas del alfar como las paredes finas, la cerámica pintada de tradición ibérica o la que en su momento denominamos cerámica común romana bética (Peinado, 2010, 129).

Historiografía Para conocer la evolución en el tiempo de los estudios sobre cerámicas de cocina romana hay que analizar los trabajos de cerámicas comunes en general ya que, están tan ligados a ellos y su disgregación es tan tardía que resulta imposible diferenciarlos. En este sentido, y aunque las cerámicas comunes han tenido distintas consideraciones a lo largo del tiempo, su evolución como objeto de estudio tampoco puede desligarse del análisis de otras categorías cerámicas, puesto que juntas corren en paralelo a la propia historia de la investigación arqueológica. Es posible que en el momento inicial de desarrollo de los estudios cerámicos de época romana las cerámicas comunes quedasen relegadas a un segundo plano pues, dentro de un contexto histórico-artístico, al no poseer éstas tratamiento de la superficie se alejaban del

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LAS CERÁMICAS DE COCINA EN EL ALTO GUADALQUIVIR, SIGLOS I-II D.C.

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valor estético que, según los cánones del momento, el objeto arqueológico debía tener para ser estudiado y coleccionado. Sin embargo, las cerámicas comunes, no fueron dejadas de lado del todo, como señalan V. Orton, P. Tyers y A. Vince (Orton et alii, 1997, 17-21), al ser objeto de colección e incluidas en algunas publicaciones, como aquellas de la zona del limes, donde estas cerámicas fueron tempranamente estudiadas gracias a los trabajos de, entre otros, Loeschcke sobre el yacimiento de Haltern (Loeschcke, 1909, 101-322), o Gose (Gose, 1950) sobre las cerámicas de la zona renana. Superada esta fase, las cerámicas comunes no tardaron en ser reivindicadas por investigadores como Nino Lamboglia quien constituyó el punto de partida en la reflexión sobre este grupo cerámico. En su obra Gli scavi di Albintimilium e la cronologia della ceramica romana, publicado en 1950 (Lamboglia, 1950), por primera vez habla de vasi comuni, a la vez que se produce un cambio en cuanto a la metodología de estudio de la cerámica, restándole importancia a los criterios estilísticos para buscar el valor cronológico de estos materiales. En la Península Ibérica fue clave la obra de M. Almagro Basch sobre de las necrópolis de Ampurias en la que, a pesar de no tratar las cerámicas comunes de una forma pormenorizada, y ni tan siquiera usar dicho término, se aportaban por primera vez datos de carácter cronológico para estas cerámicas y se expresaba claramente la necesidad de estudiar los restos arqueológicos más allá de su valor estético (Almagro Basch, 1955). A partir de este momento el estudio de las cerámicas comunes se inaugura de una u otra forma quedando reflejado en la multitud de trabajos que se comienzan a publicar como los de Ostia (AA.VV., 1968; 1970; Carandini y Panella, 1973; 1977), Pompeya y Herculano (Annechino, 1977, 105-114), Cosa —Ansedonia, Italia— (Dyson, 1976), Conimbriga —Coimbra, Portugal— (Alarçao, 1975), Luni —Ortonovo, Italia— (Massari y Ratti, 1977, 595-597) o Aquitania (Santrot y Santrot, 1979). Entre ellos destaca Cerámica común romana del Mediterráneo occidental de M. Vegas (1973). En esta obra podemos observar cómo se empiezan a clasificar la cerámicas comunes en cuatro grandes grupos dentro del que ya encontramos uno, definido por las características de las arcillas, como vajilla de cocina. Tras este estudio, y sobre todo en la década de los ochenta, la producción científica destinada al estudio de las cerámicas comunes y dentro de ellas las cerámicas de cocina aumenta considerablemente. Se produce de igual forma un cambio cualitativo al introducirse nuevas líneas

de investigación dentro del estudio de las cerámicas comunes como son los análisis de la tecnología cerámica, la comercialización, los hábitos alimenticios o los análisis arqueométricos destinados a la caracterización de las pastas y al conocimiento del origen geográfico de las mismas. Ejemplos de estas nuevas líneas de investigación los representa Pottery in the Roman world: an ethno-archaeological approach de D.P.S. Peacock (1982), el estudio de Tuffreau-Libre sobre la cerámica común del norte de la Galia (Tuffreau-Libre, 1980), los trabajos sobre las comunes de Magdalensberg (Schindler-Kaudelka, 1989), o los realizados en Cartago (Fulford y Peacock, 1984). A las novedosas aplicaciones arqueométricas de D.P.S. Peacock habrá que sumarle las aportaciones de M. Bats al inferir cerámicas y alimentación para describir los procesos de contacto cultural en la sociedad de Olbia (Provenza, Francia) y, de manera más amplia, de toda la Galia mediterránea (Bats, 1988). En la actualidad trabajos como los de Pinto (Pinto, 2003) sobre las cerámicas comunes de la villa de São Cucufate (Portugal), o aquel publicado por G. Olcese acerca de las cerámicas comunes de Roma y su entorno (Olcese, 2003), donde se caracteriza el proceso de producción de la cerámica común y de cocina desde la captación de las materias primas, los hornos y la tecnología de cocción, pasando por el componente humano que conforma el artesanado de esta zona, ejemplifican el punto en el que se encuentra la investigación sobre estas producciones, consolidando los conocimientos precedentes y abriendo nuevos campos de estudio. La Península Ibérica nunca ha quedado al margen de este camino historiográfico y tempranamente aparece el primer estudio correspondiente a un centro productor de la Bética, el alfar romano de Cartuja (Serrano, 1978). Posteriormente, la atención prestada a las cerámicas comunes se multiplica centrándose la atención sobre todo en la importaciones de cocina itálicas y africanas, como lo hicieran para el caso de Baetulo J. Aquilué (1987), para la Tarraconense C. Aguarod (1991), para La Rioja R. A. Luezas (2001), en el Bajo Guadalquivir Mª A. Sánchez Sánchez (1992) y E. Serrano sobre el área malagueña (Serrano, 2000). Tampoco se abandonaron los estudios sobre cerámicas comunes y de cocina de origen local y regional destacando, entre muchos otros —algunos reunidos en un estado de la cuestión publicado en 1995 (Aquilué y Roca, 1995)— el completo estudio llevado a cabo en la zona oriental de Gerona (Casas et alii, 1990) o el desarrollado por J. Tremoleda (2000). La misma dinámica se puede ob-

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servar con respecto a los trabajos sobre cerámicas comunes romanas en la Bética donde a los numerosos estudios publicados por E. Serrano, citados algunos de ellos más arriba, se suman otros como los realizados sobre las comunes de Lacipo, Casares, Málaga, (Puertas, 1982) o los de Itálica (Bendala, 1982). Más recientemente, en la edición de las excavaciones de la villa altoimperial de Cercadilla (Córdoba) los autores dedican un interesante capítulo al estudio del material cerámico abarcando desde los siglos I d.C. al III d.C. (Moreno, 1997). A este trabajo hay que añadir los materiales de Celti (Peñaflor), recogidos en una obra sobre las excavaciones llevadas a acabo en este yacimiento (Keay et alii, 2001). Finalmente, no podemos pasar por alto la aportación al conocimiento de las cerámicas comunes de producción local e imitaciones de africanas de cocina en alfares como Los Matagallares (Salobreña, Granada) (Bernal, 1998) y Cañada de Vargas —Torrenueva, Granada— (Ruiz y Serrano, 2009), por no citar el sin fin de apuntes sobre cerámica común y de cocina de época republicana como los dedicados a las cerámicas comunes gadiritas (Sáez, 2005), muchos de ellos recogidos en dos obras de conjunto (Bernal y Lagóstena 2004; Bernal y Ribera, 2008). Sin embargo, como ya hemos enunciado al inicio de este texto, los trabajos sobre cerámicas comunes en general y, en concreto, sobre cerámicas de cocina en nuestra área de estudio son escasos y no tienen la trayectoria historiografía de otras zonas del Mediterráneo Occidental y de la Península Ibérica. En el Alto Guadalquivir los estudios en torno a la cerámica romana comienzan con el descubrimiento del complejo alfarero de Los Villares de Andújar, dado a conocer a la comunidad científica por el profesor M. Sotomayor. A partir de aquí, Los Villares de Andújar capitalizarán los estudios cerámicos, sin duda favorecidos por la magnitud del centro productor allí localizado. Entre los muchos trabajos publicados caben destacar aquellos centrados en la producción de terra sigillata hispánica (Roca, 1976; Fernández García, 1988). Sin olvidar los trabajos dedicados a las cerámicas pintadas de tradición indígena (Choclán, 1984) y las paredes finas (Ruiz Montes, 2007). En cuanto a las cerámicas comunes se han llevado acabo dos estudios preliminares (Sotomayor, 1982; Peinado, 2007) y una reciente tesis en la que se incluyen las cerámicas de cocina (Peinado, 2010). Contamos también con los trabajos sobre las cerámicas de Cástulo (Linares, Jaén) donde varía la atención prestada a las comunes en las cinco monografías editadas sobre las

CERÁMICAS HISPANORROMANAS II. PRODUCCIONES REGIONALES

excavaciones de este yacimiento. En las tres primeras, las cerámicas constituyen un puro apoyo gráfico (Blázquez, 1974; 1979; Blázquez y Valiente, 1981), mientras que en las dos últimas se observa un salto cualitativo y cuantitativo; los materiales se presentan contextualizados estratigráficamente, y conceptos como el de cerámica común se emplea de forma sistemática. Junto a ello, se ofrece una tipología cerámica, se estudian las pastas y se analizan mineralógicamente algunos fragmentos entre los que hay algunos correspondientes a cerámicas comunes (Blázquez et alii, 1984; Blánquez et alii, 1985). Más recientemente han sido objeto de estudio las cerámicas comunes del Santuario de Las Atalayuelas (Fuerte de Rey, Jaén), siendo la categoría cerámica más representada en el ajuar cultural exhumado (Rueda, 2008). Por último no debemos olvidar varias referencias a las cerámicas comunes de esta zona en distintas aportaciones de E. Serrano (Serrano, 1995; 2008) Exceptuando el caso de Los Villares de Andújar, Cástulo y el Santuario periurbano de Las Atalayuelas, el resto de publicaciones sobre cerámica común y de cocina en el Alto Guadalquivir son muy puntuales y, en la mayoría de los casos, los materiales tratados pertenecen al Ibérico Final. En este sentido, destacan la publicación del material cerámico de la necrópolis ibérica de Los Castellones de Céal (Hinojares, Jaén) donde, entre otras clases cerámicas recuperadas hay algún ejemplo de campaniense y de paredes finas (Chapa et alii, 1998). Más interesantes nos resultan los trabajos sobre el poblado Los Castellones de Céal, en tanto en cuanto nos ofrecen información sobre la funcionalidad de las cerámicas de cocina, aunque se trata de un momento cronológicamente anterior al que aquí nos ocupa (Mayoral, 1996). Igual sucede con el Santuario ibérico de Castellar (Jaén), donde destaca las importaciones de barniz negro y las paredes finas, dejando espacio para la cerámica común de época ibérica (Nicolini et alii, 2004). También encontramos alguna información sobre las cerámicas de Porcuna y Mengíbar usadas para definir las distintas fases de dichos yacimientos (Arteaga y Blech, 1986) pero sin mención a las cerámicas comunes.

Tipología y cronología La clasificación tipológica y la definición cronológica de las cerámicas de cocina en el Alto Guadalquivir ha sido realizada a partir de los materiales exhumados en Los Villares de Andújar, y es que, salvo los contextos de Las

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LAS CERÁMICAS DE COCINA EN EL ALTO GUADALQUIVIR, SIGLOS I-II D.C.

Atalayuelas y Cástulo, no contamos con más publicaciones de materiales de esta naturaleza para nuestra área de estudio referidos al Alto Imperio. Por está razón la tipología se presenta abierta con la idea de dar cabida a posibles nuevas formas y tipos que puedan ir sumándose a los que aquí presentamos. La tipología está articulada en dos niveles; el primero se corresponde con las formas que están definidas por las dimensiones básicas de los recipientes, es decir, agrupan a un conjunto de vasos con un perfil similar que puede relacionarse a su vez con una funcionalidad específica. En un segundo nivel encontramos los tipos, es decir, variantes dentro de una misma forma caracterizados por atributos particulares como la tendencia del borde, la presencia de un asa, un baquetón o de un pico vertedero (Peinado, 2010, 62-75). De igual modo, dada la escasez de contextos con cerámicas de cocina publicados, la cronología ha sido elaborada a raíz de los datos obtenidos del estudio las cerámicas de Los Villares de Andújar, la mayor parte procedentes de contextos arqueológicos originados por los desechos productivos generados por el alfar. La cronología obtenida fue contrastada con los datos de Cástulo y Las Atalayuelas y a grandes rasgos se sitúa entre la segunda mitad del siglo I d.C. y la primera del siglo II d.C. (Peinado, 2010, 145-152).

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Figura 2. Tipología de las cerámicas de cocina oxidante

metros. La cronología va desde mediados del I d.C. hasta mediados del siglo II d.C. Cerámica de cocina oxidante Forma 2: Cazuelas Dentro de las cerámicas de cocina oxidante encontramos cinco formas y diez tipos.

Las cazuelas configuran una forma similar a los platos pero menos exvasadas.

Forma 1: Platos Tipo COC-OXI 2.1 (figura 2.2) La forma plato define un conjunto de vasos fuertemente exvasados, donde el diámetro es superior a cinco veces la altura del cuerpo. Tipo COC-OXI 1.1 (figura 2.1) Se caracteriza por su borde liso o ligeramente engrosado e invasado. El cuerpo tiene unas paredes oblicuas que se van curvando levemente a medida que nos acercamos al borde. El fondo es plano, presentando en su parte interna círculos concéntricos incisos. El fondo interno puede estar engrosado y presentarse cóncavo al exterior. Los diámetros de estos platos se sitúan entre 18 y 26 centí-

Forman este grupo una serie de tipos de borde engrosado de sección oval o almendrada, paredes oblicuas, rectas y exvasadas y fondo ápodo, ligeramente cóncavo. Es un tipo que encontramos tanto en cerámica oxidante como reductora. Cronológicamente se sitúan en la segunda mitad del siglo I d.C. Tipo COC-OXI 2.2 (figura 2.3) Es un tipo muy similar al anterior diferenciándose en la altura de las paredes que, en este caso, es mayor y en el borde que posee un escalón interno. Presentan un diá-

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presentando diámetros inferiores a los 10 centímetros. Este tipo se produjo hacia la segunda mitad del siglo I d.C. sin que perdurara demasiado en tiempo, es probable que a inicios de época flavia se dejase de producir, según se observa en los vertederos de Los Villares de Andújar. Tipo COC-OXI 3.3 (figura 3.1) Se trata de unas ollas de borde engrosado de sección oval y cuya característica más evidente es la presencia de estrías en la mitad superior de la pared exterior del cuerpo llegando hasta el borde. Presentan un diámetro en torno a los 15 centímetros pudiendo llegar a los 20 centímetros. Es uno de los tipos más tardíos localizándose en contextos de primera mitad del siglo II d.C. Tipo COC-OXI 3.4 (figura 3.2) Este tipo agrupa a una serie de ollas de borde entrante de sección oval de las que desconocemos las características de su fondo ya que no se ha documentado ningún perfil completo. El diámetro es menor de 15 centímetros. Su cronología es igual a la del tipo COC- OXI 3.2. Figura 3. Tipología de las cerámicas de cocina oxidante

Forma 4:Jarras metro comprendido entre 18 y 22 centímetros. Este tipo se sitúa cronológicamente entre mediados del I d.C. pudiendo llegar hasta la primera mitad del siglo II d.C.

Las jarras son una forma muy cerrada que por lo general presenta un cuello más o menos desarrollado.

Forma 3: Ollas

Tipo COC-OXI 4.1 (figura 3.3)

Se trata de la forma más representada en cerámica de cocina. En general hablamos de vasos cerrados de forma globular que varían poco tipológicamente a lo largo del tiempo.

Se caracteriza por el desarrollo piriforme de su cuerpo y el cuello corto. Tiene una boca trilobulada formada por un borde exvasado hacia afuera de sección triangular aplanado en la zona opuesta al asa. Este asa sale, bien del borde, o bien debajo de él y va hasta la parte de unión del cuello con el cuerpo. El diámetro es inferior a los 5 centímetros. Cronológicamente se sitúa entre la segunda mitad del siglo I d.C. y la primera del siglo II d.C.

Tipo COC-OXI 3.1 (figura 2.4) Se caracteriza por su fondo plano y el borde exvasado. Los diámetros son superiores a los 15 centímetros e inferiores a los 20 centímetros. Se localizan entre la segunda mitad del siglo I d.C. y la primera del II d.C. Tipo COC-OXI 3.2 (figura 2.5) La principal diferencia entre este tipo y el anterior son sus dimensiones, que, en este caso, son más reducidas

Tipo COC-OXI 4.2 (figura 3.4) En este tipo se agrupa un conjunto de jarras monoansadas, de cuello desarrollado, borde engrosado de sección circular y pico vertedero. Son jarras localizadas en la segunda mitad del siglo II d.C.

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Forma 5: Cantimploras La cantimplora es una forma bien conocida en época romana y fueron fabricadas en distintas clases cerámicas como la sigillata. Tipo COC-OXI 5.1 (figura 3.5) Posee un cuerpo circular aplanado en uno de sus lados, posiblemente para facilitar ser colgada en la pared, y curvo en otro, sólo abierto en uno de sus lados para la instalación de un borde con un labio exvasado de sección cuadrangular del que salen dos asas que descansan en la parte superior del cuerpo. Estas asas son de sección rectangular con una acanaladura longitudinal en la cara externa. El diámetro es inferior a 4 centímetros. Su cronología va desde mitad del siglo I d.C. hasta época flavia. Cerámica de cocina reductora La tipología de las cerámicas de cocina reductora se reduce a tres formas y seis tipos. Esta clase cerámica dejo de producirse entre el último cuarto y finales del siglo I d.C. Figura 4. Tipología de las cerámicas de cocina reductora

Forma 1: Platos Forma 3: Ollas Tipo COC-RED 1.1 (figura 4.1) Tipo COC-RED 3.1 (figura 4.4) Está caracterizado por sus paredes bajas, exvasadas y sin borde diferenciado. El fondo es plano y engrosado produciendo un baquetón en la zona de unión con la pared. Los diámetros son siempre mayores a 20 centímetros. Su producción se sitúa entre mitad y el último cuarto del siglo I d.C.

Se produjo como el anterior tipo tanto en cerámica de cocina oxidante como reductora, compartiendo las mismas características morfológicas. Estas ollas aparecen a mitad del siglo I d.C. dejándose de producir en el último cuarto del mismo.

Tipo COC-RED 1.2 (figura 4.2) Tipo COC-RED 3.2 (figura 4.5) La única diferencia entre este tipo y el anterior son las proporciones, más reducidas de éste, cuyo diámetro no supera los 15 centímetros. La cronología de ambos es la misma. Forma 2: Cazuelas

Este tipo presenta un borde ligeramente entrante marcado por un baquetón exterior. El diámetro está comprendido entre 12 y 17 centímetros. Su cronología se sitúa entre mitad y el último cuarto del siglo I d.C.

Tipo COC-RED 2.1 (figura 4.3)

Tipo COC-RED 3.3 (figura 4.6)

Este tipo se produjo tanto en cerámica oxidante como en reductora. Morfológicamente presenta las mismas características y cronología que el tipo COC-OXI 2.1.

Está formado por unos vasos de forma globular con borde entrante, engrosado y plano. El diámetro oscila entre 18 y 14 centímetros. Misma cronología que el tipo anterior.

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Distribución La cerámica de cocina romana, a diferencia de las cerámicas comunes calcáreas, salvo algunas producciones puntuales como los morteros itálicos, fue objeto regular de comercio a gran escala. Sirvan de ejemplo las producciones de cocina itálica y africana que se comercializaron por todo el Mediterráneo. Sin embargo, la mayor parte de las producciones de cerámicas de cocina fueron consumidas en un entorno próximo a donde se produjeron (Olcese, 2003, 66). Pero, ¿qué hizo que unas cerámicas de cocina se exportaran, y otras no fueran comercializadas más que dentro del área más próxima a los alfares en los que se elaboraban? Las motivaciones de esta comercialización, por ejemplo, para las cerámicas de cocina de centro-sur de Italia, viene de la mano del importante papel económico que esta zona desempeña en época republicana y al inicio de época imperial cuando la actividad comercial es muy fuerte y las cerámicas de cocina se difunde acompañando otras mercancías de esta zona como el vino (Olcese, 2003, 69). Esto produjo, como desde fines del siglo I d.C. lo hará la distribución de la cerámica cocina africana, una difusión de forma que poco a poco fue cambiando o adaptando los repertorios formales y tecnológicos de las cerámicas de cocina en las áreas receptoras. Por otra parte, la calidad de estas cerámicas itálicas y africanas realizadas a partir de arcillas no calcáreas también propiciaron esa distribución (Picon y Olcese 1995; Olcese, 2003, 21-22). Junto a estas producciones encontramos, como avanzamos más arriba, todas la producciones de cocina locales y regionales, como sería el caso de las cerámicas analizadas en estas líneas. Para el conocimiento de la distribución de las cerámicas de cocina oxidante y reductora del centro productor de Los Villares de Andújar poseemos pocos datos, aunque todos siguen una misma dirección. En cualquier caso no debemos relacionar la distribución de las cerámicas de cocina con la difusión de otras clases cerámicas cocidas en los hornos isturgitanos, fundamentalmente hablamos de la terra sigillata hispánica cuya comercialización abarcó todo el mediodía peninsular y el norte de África. De un lado sabemos que los centros productores de cerámicas de cocina altoimperiales más próximos conocidos hasta la actualidad se sitúan en Córdoba (Valera, 2005) y Granada capital, tanto en el alfar de Cartuja (Serrano, 1978; 1995) como en el del Carmen de la Muralla (Sotomayor et alii, 1984), pero es probable que

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existieran más entre ellos. De otro, conocemos un centro receptor de cerámicas de cocina oxidante y reductora, el Santuario de Las Atalayuelas, donde se han documentado los tipos COC-OXI 3.1, COC-OXI 3.2, COCRED 3.1. (Rueda, 2008, 530). Por otra parte, otro posible centro receptor es Cástulo, donde se han recuperado en distintos contextos algunos tipos cerámicos como el COCOXI 3.2, localizado en la necrópolis de Cerrillo de los Gordos, concretamente en los ajuares de las tumbas III (Canto y Urruela, 1979, 325, figura 149), II (Canto y Urruela, 1979, 326, figura 150), IV (Canto y Urruela, 1979, 328, figura 151) y V (Canto y Urruela, 1979, 328, figura 152) y en la pira funeraria donde aparecen junto a paredes finas de la forma Mayet XXV y un plato de la forma COC-OXI 1.1 (Canto y Urruela, 1979, 336, figura 156; 343, figura 157). Unos conjuntos fechados en el siglo I d.C (Canto y Urruela, 1979, 346). También en la necrópolis de la Puerta Norte aparecen, en algunos casos, ollitas similares a nuestro tipo COC-OXI 3.2 concretamente en las tumbas LX (Canto, 1979, 28, figura 19), LXIII (Canto, 1979, 30, figura 21), LXIV (Canto, 1979, 30, figura 22) y LXXVI (Canto, 1979, 40, figura 31), pero sus pastas se describen como calcáreas. Con estos datos no podemos dibujar de manera clara el mapa de la distribución de las cerámicas de cocina oxidante y reductora elaboradas en Los Villares de Andújar, pero a falta de más datos podemos plantear como hipótesis de trabajo una comercialización que abarca todo el Alto Guadalquivir, pudiéndose ser algo más reducida pero siendo poco probable que fuera más amplia.

Problemática y líneas de investigación Aunque el interés por el estudio de las cerámicas comunes y de cocina en la Bética es patente, da la sensación de que, especialmente en el Alto Guadalquivir el trabajo está lejos de darse por concluido. Es cierto, se ha realizado una clasificación tecnológica en clases eficaz para la ordenación de la cerámica cocina oxidante y reductora, con grupos químicos de referencia para el primer centro productor conocido, así como una tipología que permite clasificar las principales formas que gracias a su estructura abierta nos ayudará incluir otras nuevas. Pero aun quedan muchas cuestiones sobre las que trabajar. Desde nuestro punto de vista, para avanzar en el estudio de las cerámicas de cocina hemos de abandonar la

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idea de que estas cerámicas son una maraña de formas poco cambiantes en el tiempo, no muy concluyentes cronológicamente y difíciles de reconocer por su falta de uniformidad en cuanto a sus características físicas se refiere. La cerámica de cocina puede presentar formas como las ollas poco alteradas formalmente, pero existen otras singulares que nos ayudan a datar. Resuelta esta cuestión, el principal problema que encontramos a la hora de estudiar las cerámicas de cocina en el Alto Guadalquivir es la falta de contextos cerámicos para confrontar cronologías y completar la información recogida en Los Villares de Andújar. La falta de contextos dificulta de igual modo el conocimiento de la difusión de las cerámicas de cocina que se presenta actualmente en un estado embrionario. Por el momento tampoco contamos con un conocimiento profundo de las cerámicas de cocina de las fases anteriores a la producción de Los Villares de Andújar, siglo I a.C. y época augustea, ni de las importaciones de cocina itálica, aunque en cualquier caso su llegada al Alto Guadalquivir se prevé muy residual y poco comparable con lo que Mª A. Sánchez (1992) describió para el Bajo Guadalquivir. Todo ello dificulta el análisis sobre el origen y configuración del repertorio cerámico de cocina producido desde la segunda mitad de siglo I d.C. en el alfar isturgitano. Desde nuestro punto de vista es precisamente el estudio de la génesis y filiación cultural de estas cerámicas de cocina una de las líneas de investigación más interesante a desarrollar una vez resueltos los problemas cronotipológicos y técnicos. Y es que, con los datos que tenemos hoy, las cocinas producidas en nuestra área presentan tanto en lo tipológico como en lo tecnológico una influencia patente del mundo indígena y del mundo romano. De este modo la continuidad con la cocción de las cerámicas de cocina en atmósfera reductora en al Alto Guadalquivir durante el siglo I d.C., momento en que predominan las cocciones oxidantes, nos

habla de una fuerte permanencia de las tradiciones productivas del mundo indígena. Es muy interesante ver como además la producción de cocina reductora se abandona definitivamente en Los Villares de Andújar a finales del siglo I d.C., momento en el que cesa también la elaboración de cerámicas pintadas de tradición indígena. Por su parte, en lo tipológico se configura a finales de época tiberiana e inicio de época claudia un repertorio propio en cuya génesis confluyen las influencias endógenas, sobre todo en formas cerradas principalmente las ollas, y exógenas como podemos ver en las formas abiertas como las platos, muy influimos por formas procedentes de los modelos de cerámicas de rojo interno pompeyano como observamos en el tipo COC-OXI 1.1 con la Luni 5 o en los tipos COC-RED 1.1 y 1.2 que presentan una gran similitud con la forma Celsa 79.80. De igual modo no tenemos datos sobre las cerámicas de cocina locales de la etapa posterior al fin de la actividad productiva en Los Villares de Andújar. En cuanto a la llegada de las cocinas africanas existe igualmente un enorme vacío de información. En suma el desconocimiento de las cerámicas de cocina de la etapa anterior y posterior a la producción altoimperial de Los Villares de Andújar dificulta el análisis diacrónico de estas producciones. Por último, es fundamental detenerse en el análisis del uso y la funcionalidad de las cerámicas de cocina, que en el caso del Alto Guadalquivir parece traspasar el ámbito doméstico para formar parte de los ajuares cultuales y funerarios como vemos en el Santuario de Las Atalayuelas o en las necrópolis de Cástulo. Además, se hace cada vez más necesario detenerse atentamente en estas cuestiones de uso, en tanto en cuanto, la producción de nuevos tipos de cocina puede relacionarse con cambios en las técnicas culinarias empleadas en la cocción de los alimentos, lo que a su vez nos puede ayudar a analizar la transformación de los hábitos alimenticios.

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