Las casas de empeño en México durante el siglo XIX

September 4, 2017 | Autor: Dania Poot | Categoría: History, History of Colonial Mexico
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Descripción




Escuela Nacional de Antropología e Historia
Licenciatura en Antropología Física
Dania Tzotzil Poot Pérez

Las casas de empeño en la Ciudad de México durante el siglo XIX
Un día viendo la televisión, específicamente el canal History Channel, me tope con un programa llamado El precio de la Historia, este es sobre una casa de empeño en los Estados Unidos, de ahí me surgió la pregunta ¿cómo había sido el empeño en México?, todos los años en la "cuesta de enero" pasan en las noticias las filas de personas en frente del Monte de Piedad esperando para empeñar algo con la esperanza de que sea lo suficiente para sufragar los excesivos gastos realizados durante las fiestas decembrinas, pero ¿era igual hace uno o dos siglos?
Con esta breve investigación pretendo conocer como fue el empeño, entendido como la acción de "dar algo en depósito para obtener un préstamo de cuya devolución responde lo entregado" durante el siglo XIX. Es decir, a través de que instituciones se realizaban los prestamos y de qué forma se regulaba dicha actividad, así como el motivo por el cual las personas decidían realizar un empeño, cuáles eran los objetos que más se empeñaban y cuál era su valor. Con esto pretendo demostrar la importancia del empeño en la vida cotidiana de las personas durante este periodo, lo anterior con el propósito de abordar un tema de la vida económica que no se estudia tanto en comparación con las investigaciones realizadas sobre los bancos y redes comerciales cuyo alcance social y económico es mayor a partir del siglo XIX.
Para abordar este tema usare como fuente los trabajos de la Dra. Marie François, historiadora estadounidense que ha hecho investigación en historia sobre la vida cotidiana en México y Latinoamérica desde la década de 1750 hasta principios del siglo XX, especialmente en aquellos temas que tienen que ver con la manutención del hogar en los ambientes urbanos y en los que aborda el empeño, y con los cuales hare un análisis del empeño en la Cd. De México durante el siglo XIX y los cambios que sufrió durante el siglo, esto en términos muy generales.

El préstamo, una forma de vida
"…todo tiene una historia y un precio…" con esta frase empieza un programa del canal History Channel llamado El precio de la Historia, el cual trata sobre una casa de empeño llamada Spawn Stars que se encuentra en Las Vegas, EU en este lugar se puede encontrar desde un anillo conmemorativo del Superbowl hasta un cofre pirata del siglo XVIII, un Shelby Cobra 1965, (uno de los autos más representativos de los llamados muscles cars), pasando por dientes fosilizados de tiburón. Las personas que van a esta casa de empeño es porque necesitan dinero, quieren vender algo que no les sirve o porque creen que vale algo, e incluso van a comprar algún objeto de los muchos que se venden, y como se menciono arriba algunos son bastante peculiares y todos tienen una historia.
En el caso de México en el siglo XIX el empeño era una forma de vivir, de esta manera se conseguía lo necesario para la satisfacer las necesidades más inmediatas de la vida cotidiana, primero mediante las pulperías y luego con la aparición de las casas de empeño en los 40´s y el Monte de Piedad en los 60´s. Durante este periodo la economía doméstica estuvo basada en los préstamos que se hacían en tiendas y casas de empeño, de la misma manera las leyes que gobernaban estas transacciones fueron muy importantes en las vidas cotidianas de las personas que tenían que acudir a estos establecimientos a pignorar alguna prenda, también es a través de los registros de los empeños que se puede observar mediante los inventarios como cambio la vida material y el valor de las prendas empeñadas a lo largo del siglo.

La escasez del dinero, las pulperías y las tiendas de empeño
Para la mayoría de los residentes de la Ciudad de México "…el dinero en efectivo era escaso…", no solo para las personas pobres y de clase media, este era un fenómeno igual afectaba a las clases altas, diariamente tenían que enfrentar la situación de conseguir dinero para la comida, la renta, pues un número considerable de personas rentaban, la manutención de la casa, negocios, etc. Para obtener lo que necesitaban podían acudir a las pulperías donde se hacían préstamos a corto plazo, y prácticamente se encontraban en cada esquina de los vecindarios. En estos establecimientos la mayoría de los clientes eran mujeres, por lo cual las leyes borbónicas instaban a los pulperos a proteger el "honor" de sus "clientas", lo cual igual se vio reflejado en los reglamentos de las casas de empeño en 1842 y 1871.
Otra manera de obtener efectivo era empeñar los bienes tales como ropa, herramientas y joyas en las casas de empeño. En la primera mitad del siglo XIX un tercio de las familias estaban encabezadas por mujeres, las cuales camino al mercado pasaban primero a las tiendas a obtener el dinero mediante el empeño de sus posesiones, esto para complementar el escaso salario que recibían de su trabajo, lo cual fue una práctica habitual, que creaba una relación entre el tendero y sus clientes. Esta relación existente entre prestamistas y clientes formaba parte del tejido social de la ciudad, era donde los clientes hacían los negocios necesarios para la obtención del dinero necesario para la vida diaria. Igual la tienda de empeño era una institución y un centro de la cultura material, donde el ir y venir de los bienes, su intercambio y compra, producía el crédito dentro de una economía falta de efectivo. De hecho es posible que en el siglo XIX la transacción de crédito más común fuera la de empeño, que a diferencia de otras formas de crédito no incurría en deudas porque estaba asegurado por bienes.


El empeño, entre lo público y lo privado
Una gran cantidad de los bienes que eran empeñados eran de uso personal y la gran mayoría era de mujeres, pues como se mencionó anteriormente estas constituían la mayoría de los clientes, entre las que se encontraban viudas, madres solteras, hermanas y compañeras de trabajo. Los objetos empeñados dependían de la clase social a la pertenecieran las mujeres, las viudas de clases altas podían empeñar objetos tales como vajillas de plata y ropa fina, también era clara la diferencia del lugar donde se empeñaban dichos objetos, que era usual que acabaran en el Monte de Piedad, mientras los vestidos más usados y la ropa blanca iba a las casa de empeño que se encontraban en las esquinas.
La ropa era lo más común en los empeños en las primeras décadas del siglo XIX, representando un 80% de los objetos empeñados de 1818 a 1868, y el 41% era ropa de mujer –enaguas, rebozos, tápalos y vestidos- , 22% era masculina –saco, pantalón, calzón y sarape- y el 37% podía pertenece a ambos sexos-bandas, blusas, camisas, chaquetas, chalecos, ceñidores, esclavinas, mascadas, tilmas, toquillas y medias-. De las prendas anteriores las más pignoradas eran las enaguas, que eran las faldas de las mujeres humildes y entre las de clase media era costumbre usar varias bajo el vestido, cuando esto paso de moda fue más fácil su empeño, en segundo lugar estaban las sabanas, que eran llamadas ropas blancas, al igual que frazadas cobertores y fundas.
Como se puede observar por lo anterior la ropa estaba en el centro de la vida material y las costumbres sociales de la Ciudad de México, "…servía para separar a las personas e identificar el estatus social…", había jerarquía dentro de la ropa como el material del que estaban hechas, las sedas y satines eran para las clases altas y la manta y el algodón para las bajas; incluso las mismas prendas tenían un distinto uso dentro de las diferentes clases como se puede observar en el caso de las enaguas antes mencionadas, otro ejemplo es el de la mantilla que era usada por las mujeres acomodadas y el rebozo que era llevado por mestizas o indias, como se puede notar el uso de estas dos prendas era el mismo, lo único que cambiaba era el nombre. Por lo anterior se hace notable que la ropa era una inversión, era guardada y se cuidaba mucho para que pudiera ser empeñada las más veces posibles, incluso se hacían anotaciones en los registros acerca del estado de la ropa para clasificarlas, la mayoría eran del tipo como "viejas", "usadas" o "picadas", era usual que las prendas tuvieran muchas vidas y fueran reutilizadas para confeccionar otras.
Otras de las prendas que eran más pignoradas durante el siglo XIX eran los objetos domésticos, como son los objetos de cocina-sartenes -ollas de peltre o de fierro, botellones de agua- y piezas del servicio de mesa -soperas, charolas, platones, cubiertos de plata, loza, vasos, manteles, jarras-, Los servicios de plata, que fueron "…signo de una vida acaudalada era común encontrarlos en el Monte de Piedad…", mientras que las demás piezas del servicio eran empeñadas en las tiendas de las esquinas.
Obviamente las personas acomodadas tenían más cosas que empeñar, y con las cuales podían obtener más fácilmente el dinero necesario para la manutención de la casa, a veces muchas de las cosas que eran empeñadas fueron herramientas de trabajo que eran el modo de vida de las personas que las empeñaban, por eso se crearon leyes para impedir que este tipo de objetos fueran empeñados por representar la fuente de ingreso de las personas, de la misma forma se crearon leyes para proteger a los dueños de los bienes empeñados, pues no siempre eran estos los encargados de llevarlos a las tienda de empeño, dentro de las familias acomodadas era tarea de los sirvientes ir a la casa de empeño, y por ende podría ser fácil para estos sustraer algunos objetos. Tratare más adelante estas leyes.

El cambio de las prendas empeñadas
Con el paso del tiempo es posible apreciar el cambio de los bienes que eran empeñados, y se hace notable la evolución de la vida material. Es principio es posible apreciar sobre todo la disminución de las ropas como prendas de empeño y el aumento de herramientas de trabajo, como máquinas de coser y joyería como relojes, todo esto como consecuencia de la industrialización; aun así las prendas confeccionadas a mano todavía conservaban su valor y continuaron siendo empeñadas. Otro cambio en la ropa fue el tipo de telas con que estas estaban confeccionadas, para el siglo XIX eran comunes en las clases humildes la manta, la jerguetilla, angaripola (especie de lienzo estampado) para la confección de enaguas, mientras que la muselina era para la clase media y la seda y el terciopelo para las clases acomodadas. Las telas anteriormente mencionadas fueron las más comunes durante el siglo XIX y para principios del siglo XX cambiaron por el percal y la lana.
También se puede notar es el cambio del empeño de unas prendas por otras, como es el caso del calzón de manta usado por los hombres indígenas por el pantalón, esto fue impulsado principalmente por la autoridad porfiriana, esto con el afán de "civilizar" al indio; algo parecido paso con las amplias camisas de manta que eran muy comunes en 1868, pero que ya no aparecen en 1979, aunque claro está que este cambio fue muy lento.
Las joyas también eran frecuentes en los empeños, y para el siglo XIX las de plata, oro y piedras preciosas eran las más comunes, -aunque su porcentaje era muy bajo si se compara con el de las prendas de vestir empeñadas a inicios del siglo-, predominando las de plata en las primeras décadas y casi desapareciendo para finales del siglo XIX y principios del XX, donde el oro es predominante. Aquí también es posible observar un cambio no solo en el material, también en el diseño de las joyas, como se mencionó en el párrafo anterior al principio la plata era dominante y las joyas de este material que más eran empeñadas fueron cadenas y aretes, cuando el oro se volvió predominante fueron los anillos las joyas más pignoradas, pues al igual que la ropa se compraban como una inversión, los que más se empeñaban eran especialmente aquellos con piedras preciosas -brillantes, perlas, esmeraldas, rubíes, turquesas,…- principalmente a finales del siglo XIX porque para principios del siglo XX eran pocos los anillos que las llevaban.
El empeño de enseres domésticos también sufrió cambios, los servicios de plata disminuyeron, y fueron cambiados por los de fierro, cobre y plaque. La loza se clasificaba en tres tipos de los cuales dependía su precio a la hora de empeñarla "fina"-probablemente china-, "loza de Tonalá, de Puebla y de otras fábricas" y "loza de Cuautitlán y demás, corriente". También es notable el aumento del empeño de planchas, y también de su valor, ya que en 1879 fueron valuadas en 2 reales a 1.5 pesos para principios del siglo XX su valor fue de 3 a 7 pesos, por lo que se puede decir que estos aparatos fueron más accesibles para las mujeres de clase media y es probable que las planchas eléctricos fueran las más caras.
Las herramientas igual cambiaron, pues los telares que eran empeñados a finales del siglo XIX fueron cambiados por las máquinas de coser a principios del siglo XX, aunque esto no necesariamente quiere decir que tuvieran un precio alto a la hora de ser empeñadas, las manuales valían casi lo mismo que un telar, y al igual que sucedió con las planchas las eléctricas eran las más caras. Un caso curioso es el de las bicicletas que a pesar de haber arribado a México en los años de 1870 cuando se hace popular, esta no aparece en las listas de empeño hasta 1902 y su valor oscila entre los 40 y 50 pesos. Los inventarios de los empeños igual podían dar una idea de la actividad predominante en la zona donde se encontraban ubicados, pues aun a pesar de las prohibiciones de aceptar herramientas de trabajo estas seguían siendo empeñadas y de los cambios ocurridos en dichas zonas cuando la modernización llego a México.

El valor de las prendas, el lugar de empeño, los salarios y los gastos
Siendo el empeño a veces la única forma de conseguir dinero para la manutención de una casa es importante analizar el valor que estos tenían para el dueño, es probable que los objetos adquiridos en épocas de prosperidad fueran empeñados cuando la situación se volvía precaria. Todos se veían en la necesidad de empeñar, incluso los que pertenecían a las clases más altas, aunque las diferencias del lugar donde eran empeñadas las prendas, como es el caso del Monte de Piedad para las personas ricas y las casas de empeño para los más humildes, cosa que se mantuvo a lo largo del siglo XIX, a pesar de que en 1868 el Monte de Piedad abrió sucursales para recibir prendas con menor valor.
El valor de una prenda podría considerarse por las veces que esta podía ser empeñada para sufragar los gastos que surgían, de esta manera muchas de dichas prendas eran una inversión para sus dueños, por eso la ropa se cuidaba mucho, para mantener su valor el más tiempo posible, también cabe mencionar que las alhajas eran igual una buena inversión, y su empeño repetido podía representar una ganancia.
El valor sobre préstamos de joyas fue en el Monte de Piedad durante las primeras décadas del siglo XIX de 42 pesos en promedio, para las últimas décadas fue 12 pesos –por el límite establecido de 20 pesos- y a principios del siglo XX fue de 16.49 pesos. En cambio los préstamos sobre alhajas en las tiendas de los barrios eran escasos, y los pocos que se hacían eran muy bajos, es hasta principios del siglo XX cuando parece que en los barrios las personas parecen poder adquirir piezas de más valor, sobre todo oro.
A pesar de que el Monte de Piedad cobraba solo 5% de interés a diferencia de del 50% que cobraban algunas casas de empeño, muchas personas preferían usar estas últimas, especialmente los de clases humildes -aun cuando en varias ocasiones se intento hacer más accesible a estas durante los 1880`s- debido a que el horario del Monte de Piedad era restringido y el servicio lento. Por lo cual este siguió siendo para las clases acaudaladas, lo mismo sucedió en el porfiriato, donde las casas de empeño ubicadas en el centro eran para las clases más altas.
Además del valor de la prenda hay que considerar que el valor de la moneda no se mantuvo constante, depresiones e inflaciones hicieron que el dinero en efectivo fuera escaso lo cual se vio reflejado no solo en la economía de los hogares, a veces la falta de dinero en efectivo durante el virreinato hacia que los comerciantes hicieran sus propias monedas de madera o jabón. También estaba el problema de la falsificación de las monedas, primero se establecieron las de cobre que luego fueron sustituidas por las de níquel, que al final terminaron por ser retiradas, esto provoco la desconfianza de los comerciantes que solo las tomaban por la mitad de su valor, por eso para obtener crédito se recurrió a los empeños, tanto como las amas de casa hasta el mismo gobierno.
El empeño no solo fue necesario para sufragar los gastos del hogar, muchas veces se recurrió a él para pagar la misma vivienda -98% de las capitalinos rentaban entre los años de 1820-1830-, pues pocas personas tenían un trabajo seguro y los pocos que contaban con uno no ganaban lo suficiente e incluso se veían en la necesidad de empeñar sus herramientas de trabajo para poder pagar su habitación en la que vivían. Igual hay que considerar que las mujeres ganaban menos que los hombres y es posible que por eso fueran las que más recurrían al empeño de prendas.
En cuanto al salario en el campo era muy bajo de 38 centavos diarios lo cual forzó a los campesinos a migrar a la ciudad donde los salarios se mantenían bajos -aunque no tanto como en el campo- debido a la demanda, además de lo que descontaban por retrasos, máquinas rotas o averiadas. Por lo anterior la vida de los trabajadores fue muy precaria, y aun para los comerciantes y artesanos más acaudalados que ganaban en promedio 25 y 50 pesos al menos tenían que pagar la mitad de lo que ganaban en renta.
Otro gasto que debían afrontar era el del vestido, el precio de la tela disminuyo después de la Independencia debido a la industrialización textil, aunque otros también apuntan a la competencia extranjera que vendía por debajo de los precios de las textileras mexicanas, y aun a pesar de esta disminución los salarios seguían siendo insuficientes para cubrir los gastos de vivienda, alimento y vestido, ya que si bien el precio de la tela disminuyo la ropa hecha seguía siendo cara, llegaba a costar 2 pesos lo cual fácilmente podía rebasar el sueldo mensual de un obrero, ni siquiera la ropa usada era barata, por tal razón muchas personas acudían a las casa de empeño para sacar alguna prenda cuando tenían que asistir a alguna fiesta, solo para volver a empeñarla al día siguiente de la fiesta. También era común asistir a los cajones –sastrerías y tiendas de ropa- ubicados en el centro de la ciudad donde se podían conseguir las ultimas modas, y que con el paso del tiempo debido a la mecanización bajaron sus precios.
Entre otros de los gastos que se podrían nombrar están los de la ceremonia de matrimonio que costaba alrededor de pesos 6, un parto 15 pesos, entierro a las afueras de la ciudad 8 pesos, la comida -debido a que las habitaciones que las personas rentaban no contaban con cocina las personas tenían que comprar comida en los puestos, mercados y fondas-, todo lo anterior más los gastos que se acumularan representaban una visita al empeñero.
Todo lo anterior puede dar una idea de cómo el empeño era una herramienta para sufragar los gastos de los se tenía necesidad o para complementar los salarios, también es posible diferenciar los tipos de prendas que se empeñaban en las distintas clases sociales.

Las leyes, los dueños y los clientes
Después de la Independencia los pulperos se encontraban bajo la jurisdicción del gobierno de la ciudad, que monitoreaba y regulaba las actividades comerciales mediante un Consulado, también había un consejo que escogían los pulperos, este constaba de seis lugares permanentes, que eran ocupados por aquellos que llevaban más años en el negocio y otros seis que eran escogidos cada tres años, este consejo tenía la obligación de supervisar que se cumplieran las leyes de para lo cual hacia visitas a las pulperías.
De la misma manera cuando un dueño contrataba a un nuevo administrador o tenía que vender el establecimiento, el Consulado debía hacer una audiencia para conocer el estado económico del establecimiento, esta audiencia consistía en hacer un inventario de los bienes, equipo y prendas, así como un registro de débitos y créditos.
Lo anterior no impedía que muchas de las regulaciones más básicas como el extender un recibo con el nombre y apellidos del cliente, el artículo y el monto recibido fueran pasadas por alto, igual era obvio que había un incumplimiento en cuanto a los artículos que estaban prohibidos en las tiendas. Otro asunto era sobre el monto del préstamo, en las tiendas mixtas se daba un pequeño préstamo a corto plazo, a veces mitad en efectivo y la otra en productos, también realizaban prestamos sobre prendas aunque por lo general para prendas de más valor se iba a las tiendas de empeño ubicadas por lo regular en las esquinas del vecindario.
Las pulperías solo hacían préstamo a través del empeño, y eran las que más prendas recibían en comparación con las tiendas mixtas. Aunque por lo regular compartían un mismo reglamento en cuanto al empeño de prendas. Por otro lado estaban los pulquerías a las cuales se les acusaba de causar desorden y hacer daño por aceptar bienes en empeño, por eso en 1822 se ordenó que estos establecimiento no aceptaran prendas como empeño bajo ningún pretexto aunque esta disposición era a menudo ignorada.
Los dueños al igual que las tiendas que manejaban estaban dentro de todo un contexto, empezare con la mención de que todos eran considerados "españoles" a pesar de que no todas las veces era de esa forma y en la documentación del Consulado recibían el apelativo de "Don". De los que eran españoles eran los pocos que no habían sido expulsados una vez lograda la Independencia, podían quedarse si habían nacido en México. Muchos de los que permanecían se dedicaban a actividades comerciales e incluso algunos eran de origen judío. No todos podían ejercer la ocupación de pulperos, esta estaba reservada para "españoles, indios, mestizos o castizos, y mujeres de dicha calidad" al parecer esta era una ocupación que estaba prohibida para los de origen africano y miembros de las demás castas.
Muchos de los pulperos y demás comerciantes eran inmigrantes y la mayoría eran solteros. Igual era común que vivieran más de un comerciante en una misma casa, cada uno con su familia y registrados bajo ese denominativo –comerciantes- en los censos.
Los tenderos tenían ventajas sobre sus clientes, esto queda claro sobre todo en la forma en que aplicaban los reglamentos, eran ellos los que decidían el valor de una prenda y la cantidad a prestar sobre ese valor, también eran los que decidían que bienes aceptar en empeño, pues debían rechazar aquellos que sospecharan que fueran robados, como es el caso de cubiertos, vajillas, joyas de plata, la librea, chapas y llaves que podrían ser fácilmente robados por los criados de las personas acomodadas, por lo anterior se publicaron reglamentos para los criados -esto en 1852 y en 1879- en su mayoría domesticas de algún tipo, principalmente indias y mestizas. Este incluía desde el comportamiento que debían observar los empleados hasta el lugar donde podían vivir y guardar sus pertenencias. Aunque igual estos podían ser dueños legítimos de las pertenencias de sus amos que una vez muertos les heredaban algunos bienes o bien encontrándose en bancarrota se los daban mientras buscaban otro amo que servir. También debían decidir que bienes eran indispensables para realizar un trabajo, y que no se podían empeñar por considerarse la fuente de ingresos de la persona o aquellos que estaban prohibidos.
Por otro lado en un reglamento publicado en 1810 se establecía que los pulperos no podían rechazar las prendas de sus vecinos pobres por ser esta la única "forma legítima que tenían para aliviar sus necesidades más inmediatas", también debían supervisar la conducta de sus clientes no debían "acechar a las personas que acudían a la tienda, especialmente a las mujeres que iban para satisfacer las necesidades de sus casas,…con palabras deshonestas y escandalosas". De la misma manera que con sus clientes era su responsabilidad vigilar de la misma manera la conducta y forma de vestir de sus empleados.
El trato con los clientes era muy importante, sobre todo con aquellos que eran regulares, pues de alguna manera los dueños de estas tiendas de empeño y pulperías se volvían participes de su vida privada al estos tener los bienes que la constituían de alguna manera, además de formar parte de su vida cotidiana.
Otro asunto que quedaba determinado por las leyes era el que hacer con las prendas que no eran reclamadas después de un tiempo. A las prendas cuyo período de reclamación había terminado –el cual podría ser de 6 meses hasta 1 año- se les enlistaba para ser subastadas, la subasta era realizada por el Consulado que tomaba nota del precio en que habían sido vendidas, el valor que excedía el precio de empeño se daba al tendero para que lo restituyera al dueño, en caso de no encontrarlo esta ganancia era donada para la caridad.
Todo lo anterior en cuanto a la regulación de las ganancias e intereses estaba en gran medida regulado por las prohibiciones católicas acerca de la usura, lo cual se ve demostrado en las leyes en contra de esta que estuvieron vigentes hasta 1833, cuando fueron revocadas por el gobierno liberal, y que sin embrago se volvieron a establecer en 1839 por Anastasio Bustamante. Si bien no se establecía un límite en cuanto al interés, se regulaba en gran manera las ganancias que podían obtenerse de la venta de los bienes empeñados como se mencionó anteriormente, pues muchos tenderos no daban el valor correspondiente a la moneda circulante lo cuales permitía dar menos de la ganancia obtenida en la subasta a los propietarios de los bienes que habían sido subastados.
Las tiendas de empeño y pulperías, como otros negocios al por menor durante el siglo XIX tenían una vida corta, cambiaban de mano constantemente y las ganancias eran limitadas. Cuando la tienda cambiaba de dueño este tenía que hacerse cargo por ley de las prendas que aún no habían vencido sus plazos para reclamarlas, y si bien las ganancias no eran muchas estas tampoco se encontraban en crisis. Algo que afectaba las ganancias más que el monto que se prestaba por los bienes era la suma de débitos que pertenecían al tendero. A pesar de lo anterior se acusaba a los tenderos de cobrar altos intereses y se les trataba de usureros, no es posible determinar qué tan cierto era esto, pero era normal que se encontraran con prendas cumplidas de las que no podían obtener ganancia, pues aun cuando estas eran subastadas solo podían quedarse con una pequeña parte del dinero esto cuando no eran obligados a donarlo a obras de caridad, siendo de esta manera una buena parte de su capital se encontraba atado a dichas prendas.
Por lo que se puede vislumbrar es difícil decir la rentabilidad del negocio del préstamo, como se dijo anteriormente aunque parte del capital se encontraba en prendas cumplidas, también era común que hubiera periodos en que de redención en los cuales las prendas eran reclamadas antes de que el periodo del préstamo expirara, lo cual era lo más deseable para los tenderos pues de estas transacciones era de las que se obtenían ganancias, además si el retiro de la prenda se hacía cerca de la fecha en que expiraba el préstamo aprovechaban para cobrar la mayor cantidad de intereses posibles.
Como se mencionó anteriormente las tiendas usualmente cambiaban de dueño muy seguido, conservaban por más tiempo su nombre y ubicación que un dueño. Aunque unos pocos lograron una larga longevidad en el negocio, el cual regularmente era familiar, un ejemplo es Kinsbruner que fundó y tuvo en posesión 38 negocios de 1806 a 1815. Es importante esta parte sobre la longevidad de las tiendas, pues no solo eran pasadas de padre a hijo, también en algunas ocasiones cuando en un matrimonio el esposo enfermaba y moría era la esposa la que se hacía cargo del negocio.
Las pulperías y tiendas de empeño eran muchas, se encontraban cerca unas de otras y la competencia entre estas era fuerte, como lo demuestra el cambio constante de dueños, era probable que las personas eligieran aquella que les brindara más beneficios.



Conclusiones:
El empeño desempeño un papel importante durante el siglo XIX y el XX en la ciudad de México, pues ante la escasez del dinero en efectivo y los salarios bajos era una forma de conseguir dinero para sufragar los gastos diarios.
Las mujeres constituían la mayoría de los clientes en las casas de empeño y pulperías por ser las encargadas de comprar las cosas necesarias para la casa, además de que usaban el dinero sacado de sus propias pertenencias para completar los salarios que recibían ya que estos eran menores a los de los hombres.
La ropa fue muy importante como prenda de empeño, era considerada una inversión por sus propietarios por lo cual se cuidaba para preservar su valor, además de considerarse como una forma para diferenciarse entre clases, un símbolo de estatus.
Es posible apreciar el cambio de la vida material en la ciudad de México mediante el cambio de las prendas que se empeñaban, la ropa pasa a un segundo plano como consecuencia de la industrialización y se hace más común el empeño de relojes, herramientas y joyas.
Las leyes que regulaban el empeño (que eran dictadas por el Consulado, que regulaba y vigilaba actividades comerciales) iban desde que objetos se podían o no aceptar, el monto máximo que se podía dar, la forma de registrar a los clientes y las prendas empeñadas, como se debía proceder con las prendas que no habían sido reclamadas, la venta de las tiendas de empeño y pulperías, y en última instancia el interés que se podía cobrar siendo que este último aspecto se encontraba regulado por las normas católicas que se oponían a la usura.
Con estas conclusiones muy generales acerca de los puntos que más resaltan dentro de esta breve investigación puedo concluir que el empeño jugó un papel muy importante dentro de la vida cotidiana del siglo XIX, y que es un tema que merece una investigación más profunda por las implicaciones sociales y económicas que tuvo en este periodo.












Bibliografía:
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El precio de la Historia, History Channel
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Lo que se da o hace como garantía, prueba o demostración de algo o para un fin determinado. Diccionario enciclopédico Larousse, Mexico, DF, pág. 581
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Tienda donde se venden bebidas, comestibles, mercería y otros géneros muy variados. Diccionario enciclopédico Larousse, México, DF, pág. 592
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Ibidem, pág. 82
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Ibídem, pág. 69
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Ibídem, pág. 103
Marie François. Vivir de lo prestado. El empeño en la ciudad de México, Universidad de Auburn Alabama; Historia de la vida cotidiana en México, Tomo IV Bienes y vivencias. El siglo XIX: Fondo de Cultura Económica, 2005, pág. 105
Ibídem, pág. 108
Marie François. Vivir de lo prestado. El empeño en la ciudad de México, Universidad de Auburn Alabama; Historia de la vida cotidiana en México, Tomo IV Bienes y vivencias. El siglo XIX: Fondo de Cultura Económica, 2005, pág. 92
Ibídem, pág. 92
Marie François. Vivir de lo prestado. El empeño en la ciudad de México, Universidad de Auburn Alabama; Historia de la vida cotidiana en México, Tomo IV Bienes y vivencias. El siglo XIX: Fondo de Cultura Económica, 2005, pág. 95
Ibidem, pág. 96
Marie François. Vivir de lo prestado. El empeño en la ciudad de México, Universidad de Auburn Alabama; Historia de la vida cotidiana en México, Tomo IV Bienes y vivencias. El siglo XIX: Fondo de Cultura Económica, 2005, pág. 96
Ibídem, pág. 98
Marie François. Vivir de lo prestado. El empeño en la ciudad de México, Universidad de Auburn Alabama; Historia de la vida cotidiana en México, Tomo IV Bienes y vivencias. El siglo XIX: Fondo de Cultura Económica, 2005, pág. 100
Marie François. Prendas and Pulperias: The fabric of the neighborhood credit business in Mexico City 1780´s-1830´s, UNAM, 1999, pág. 73
Marie Francois. Prendas and Pulperias: The fabric of the neighborhood credit business in Mexico City 1780´s-1830´s, UNAM, 1999, pág. 76
Ibidem, pág. 77
Marie Francois. Prendas and Pulperias: The fabric of the neighborhood credit business in Mexico City 1780´s-1830´s, UNAM, 1999, pag.91
Marie François. Vivir de lo prestado. El empeño en la ciudad de México, Universidad de Auburn Alabama; Historia de la vida cotidiana en México, Tomo IV Bienes y vivencias. El siglo XIX: Fondo de Cultura Económica, 2005, pág. 87
Ibídem, pág. 88
Marie Francois. Prendas and Pulperias: The fabric of the neighborhood credit business in Mexico City 1780´s-1830´s, UNAM, 1999, pág. 94
Ibidem, pág. 94
Marie Francois. Prendas and Pulperias: The fabric of the neighborhood credit business in Mexico City 1780´s-1830´s, UNAM, 1999, pág. 96
Marie Francois. Prendas and Pulperias: The fabric of the neighborhood credit business in Mexico City 1780´s-1830´s, UNAM, 1999, pág. 102


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