L\'AFFAIRE DES POISONS: ASESINATO, INTRIGAS Y BRUJERÍA EN LA CORTE DEL REY SOL Y SU REPERCUSIÓN SOCIOPOLÍTICA

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PABLO PASCUAL GISBERT

L'AFFAIRE DES POISONS ASESINATO, INTRIGAS Y BRUJERÍA EN LA CORTE DEL REY SOL Y SU REPERCUSIÓN SOCIOPOLÍTICA

GRADO EN HISTORIA UA – UNIVERSIDAD DE ALICANTE

L'AFFAIRE DES POISONS

1 DE ABRIL DE 2015

CONTENIDO 1

Introducción .......................................................................................................................... 2

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El comienzo del Affaire: el juicio de Madame de Brinvilliers .............................................. 4

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Catherine Deshayes o La Voisin: las primeras persecuciones y la Chambre Ardente .......... 7

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Madame de Montespan: sexualidad y poder oculto en la corte de Luis XIV........................ 9

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Suspensión de la Chambre Ardente y final del Affaire: el Edicto de 1682 ......................... 11

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Conclusiones: repercusiones del Affaire en la Corte y en la personalidad del Rey Sol ...... 15

7

Recursos bibliográficos ....................................................................................................... 17

RESUMEN: El presente artículo pretende abordar

ABSTRACT: This paper examines the l’ Affaire des

l’Affaire des Poisons un episodio que aconteció en Francia,

poisons, an episode occurred during the seventeenth

en el siglo XVII, y evaluar las repercusiones que tuvo el

century in France, and intends to revaluate the

escándalo en la corte que hasta ese momento había sido el

repercussions that the unfolding of the scandal had in the

prototipo por excelencia de la Ilustración europea. Las

Court that until that moment had been the prototype par

consecuencias que se tratarán se refieren tanto a lo que

excellence

supuso dicha trama criminal para el prestigio de Francia y

consequences that will be studied refer as much as what

de su monarca Luis XIV, como a las políticas que se

the criminal plot represented to France and Louis XIV’s

siguieron después y que precipitaron la promulgación de

reputation, as to the politics that were followed after and

las leyes de 1682 así como la revocación del Edicto de

hastened in the promulgation of the royal laws from 1682

Nantes. También se evaluará el distinto trato a los acusados

and in the revocation of the Edict of Nantes. Also, it will

a partir de los tres casos más representativos —Madame de

be discussed different responses to the accused by studying

Brinvilliers, Catherine Deshayes o La Voisin, y Madame

the three most representative cases —Madame of

de Montespan—: las dos primeras servirán para tratar

Brinvilliers, Catherine Deshayes or La Voisin, and

cuestiones de género, mientras que la tercera será

Madame of Montespan—: the first two will serve to deal

empleada para comprender mejor el cese repentino de las

with gender issues as the last one will be used to

investigaciones de la Chambre Ardente por orden del Rey

understand better the sudden cease of the investigation of

Sol.

the “Chambre Ardente” by the Sun King’s orders.

PALABRAS CLAVE: Asesinato, Brujería, La Voisin, Luis XIV, Madame de Brinvilliers, Madame de Montespan, Magia negra, Misa negra, Satanismo, Venenos.

of

the

European

Enlightenment.

The

KEYWORDS: Black magic, Black mass, La Voisin, Louis XIV, Madame of Brinvilliers, Madame of Montespan, Murder, Poisons, Satanism, Witchcraft.

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L'AFFAIRE DES POISONS ASESINATO, INTRIGAS Y BRUJERÍA EN LA CORTE DEL REY SOL Y SU REPERCUSIÓN SOCIOPOLÍTICA

1 INTRODUCCIÓN Si hay una palabra que pueda referir con exactitud la figura del Rey Sol, Luis XIV de Francia y de Navarra, Luis el Grande, es la gloria. Su nombre ha quedado para la posteridad ligada a la corriente del despotismo ilustrado: un monarca absolutista, con un carácter férreo y una pretensión universalista como no hubo otra en Francia hasta la llegada de Napoleón tras la Revolución Francesa. El presente trabajo, no obstante, surge de la intención de desmitificar la figura de Luis XIV como uno de los estandartes del absolutismo y del racionalismo ilustrado, así como la corte francesa, que en esos momentos de finales del siglo XVII y principios del XVIII servía como foco de inspiración para todas las demás cortes europeas. Para ello, se hablará de una trama no demasiado discutida por la historiografía, pero que, sin embargo, tuvo una enorme trascendencia en la posterior política desarrollada por el monarca, debido a las implicaciones personales que tuvo en el seno de su Corte y de su propia familia. De igual modo, dicha trama se contraponía a la imagen de Corte racionalista e ilustrada que se pretendía dar. Entre 1660 y 1670, las misteriosas muertes de varios influyentes miembros de la alta nobleza francesa se siguieron con muy poco tiempo entre una y otra. Las investigaciones llevadas a cabo en este sentido destaparon un escándalo de proporciones épicas. Dicho escándalo en la corte de Luis XIV recibió el nombre de L'affaire des Poisons, pero se ha traducido el nombre como «el Asunto de los Venenos» (CRAVERI y CONDOR 2007, p. 219). En la Francia de inicios del siglo XVII, el veneno era considerado como un arma italiana, importada por las dos reinas Médici. Catalina de Médici, esposa de Enrique II de Valois, trajo consigo un séquito de envenenadores y nigromantes; además de convertirse en mecenas de muchos de ellos, como Nostradamus. María de Médici, casada con Enrique IV, hizo lo mismo. Francia temblaba ante este apellido, identificado con los venenos tanto como el de los Borgia. Pero en la Francia racionalista y cartesiana del auge del clasicismo, la superstición, las creencias mágicas y los ritos satánicos sobrevivían solo en las provincias más remotas, o eso se pensaba (MOSSIKER 1969, pp. 133-134; CRAVERI y CONDOR 2007, p. 222).

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Refiriéndose concretamente al Asunto, se debe decir que éste tuvo su preludio en la investigación de los asesinatos perpetrados por la Marquesa de Brinvilliers, juzgada y ejecutada en 1676 por, presuntamente, haber matado a su padre y a sus dos hermanos y haber intentado asesinar a varios miembros más de su familia. La Marquesa, ya ante la muerte, afirmó que ella no era la única que había recurrido a distintos venenos para deshacerse de enemigos políticos, abriendo la veda para que el Parlamento de París se empeñase en conocer el nombre del resto de rufianes. La histeria colectiva que se desató, sumada a la amenaza que podía suponer contar con una red de envenenadores en la capital francesa, convenció al rey para ordenar al que entonces era el Teniente General de la Policía de París, Nicolas-Gabriel de La Reynie, que averiguase si las declaraciones de la condenada tenían fundamento (DURAMY 2012, p. 353). Poco después, además, se recibieron varias advertencias de un complot para atentar contra el monarca y su familia que, si bien no procedían de una fuente demasiado fiable, sí agravaron las preocupaciones en el joven rey. Con la detención de varios adivinadores, alquimistas y hechiceros, bajo la acusación de haber provisionado con veneno a ricos clientes, quedó demostrado que, efectivamente, existía una red activa de envenenadores en París (SOMERSET 2003, pp. 1-5). Resultaba evidente que investigar sibilinamente dicha red requeriría de mucho más esfuerzo que el que la Policía de París podía proporcionar, conforme el miedo al envenenamiento se extendía por las calles de París. Ante esta situación, Luis XIV se decidió a establecer una comisión especial en ese mismo año de 1679 —la llamada Chambre Ardente o Chambre de l’Arsenal— cuyas órdenes consistían en sacar a la luz a los criminales para que se enfrentasen a todo el peso de la justicia por sus crímenes. Dicho tribunal perduró durante tres años, expidiendo 319 citaciones, arrestando a 194 individuos y sentenciando a 36 de ellos a muerte (DURAMY 2012, pp. 347-348). De entre los casos mencionados, se han seleccionado los tres más emblemáticos que se reconstruirán y evaluarán de forma sucinta —Marie-Madeleine D’Aubray, Marquesa de Brinvilliers; Catherine Deshayes o Madame Montvoisin, y Athénaïs de Montespan—, ya que cada uno representa un momento concreto de la trama, a saber: sus inicios, su maduración y su final. El trabajo pretende evaluar también el crimen a manos de mujeres en la Historia, profundizando en los motivos que podrían conducir a una mujer a cometer asesinato, y las estrategias que éstas adoptaron. En lo que respecta a la postura del tribunal que las juzgó se estudiará sobre todo las distintas respuestas en función de su rango y clase social, etc. Para concluir la introducción, simplemente queda señalar que no cabe duda de que Luis XIV era un monarca muy orgulloso. Su intención por borrar el suceso con la quema de los expedientes oficiales,

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en julio de 1709, relativos a la implicación de la que hasta no hacía mucho había sido su amante favorita, Françoise-Athénaïs de Montespan, es prueba de ello.

2 EL COMIENZO DEL «AFFAIRE»: EL JUICIO DE MADAME DE BRINVILLIERS Tres años antes del despliegue del escándalo de forma oficial, el juicio de la célebre envenenadora Marie-Madeleine Marguerite d’Aubray, Marquesa de Brinvilliers, conmocionó a toda la Corte parisina, comprometiendo asimismo el imaginario colectivo. Marie-Madeleine, de alta cuna, y cuya familia pertenecía al grupo legal de magistrados —reteniendo mucho prestigio y reputación en la sociedad francesa de la época—, contrajo nupcias a los diecisiete años, en 1651, con Antoine Gobelin, Marqués de Brinvilliers y Barón de Nourar. El matrimonio fue, probablemente, acordado entre la bien posicionada familia d’Aubray y el rico Marqués de Brinvilliers, hijo del antiguo presidente de la auditoría oficial francesa (DURAMY 2012, pp. 348-349). Marie-Madeleine Marguerite d'Aubray era descrita en las fuentes como una mujer de extraordinaria belleza, con piel muy blanca, ojos azules y físicamente muy bien constituida; además de como poseedora de una inteligencia muy por encima de la media. En contraposición, su marido era descrito como un hombre sin moralidad, de carácter débil e inestable, con adicción al juego y al libertinaje. A la fuerza, según se afirmaba, la joven Marquesa tuvo que madurar acostumbrándose a las prácticas libertinas de la aristocracia francesa, y más teniendo presente que su marido no le prestaba demasiada atención (MOSSIKER 1969, p. 143; DURAMY 2012, p. 349; MUÑOZ PÁEZ 2012, p. 63). Fue así que acabó convirtiéndose en la amante de Gaudin de Sainte-Croix, un joven y atractivo oficial del ejército, de dudosa reputación, a quien el Marqués había conocido en 1659, sirviendo ambos en el mismo regimiento. El romance entre la Marquesa y Gaudin fue, de acuerdo a las fuentes, inicialmente tolerado por su marido, hasta que dicha relación chocó contra sus intereses financieros. Cuando Marie-Madeleine empezó a considerar el inicio de trámites legales para separar su fortuna de la de su marido, quien estaba despilfarrando el patrimonio de ambos, se destapó un escándalo público. Preocupados por la reputación de toda la familia d’Aubray, dos de los hermanos de Marie-Madeleine y su padre Antoine Dreux d’Aubray la conminaron encarecidamente —mediante ruegos y amenazas— a romper toda relación con Gaudin de Sainte-Croix. Sin embargo, pese a toda la presión ejercida por parte de su familia, la marquesa rechazó cumplir con dichas exigencias, continuando su aventura con Sainte-Croix. Su obstinación condujo a su padre a tomar medidas drásticas: recurrió al Rey para que expidiese una orden de arresto o lettre de cachet, contra Gaudin de Sainte-Croix. En 1663, dicho personaje fue arrestado públicamente en nombre del rey e inmediatamente transportado a la prisión-

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fortaleza de la Bastilla en París. De acuerdo a las fuentes, una afrenta de tales dimensiones no sería jamás perdonada ni por la marquesa ni por su amante. Durante los tres meses que estuvo prisionero, Gaudin conoció al envenenador italiano Exili, que a su vez había aprendido del suizo Christophe Glaser, autor de un tratado de química, que se había establecido en París, llegando a ser boticario del rey (MUÑOZ PÁEZ 2012, pp. 63-64). Exili había ingresado en varias Casas Reales europeas, tras lo que había sido acusado de un sinfín de crímenes, y que era, por tanto, temido por todas las cortes europeas de la época. Iniciado en el arte del envenenamiento por su camarada, Gaudin de Sainte-Croix hizo uso práctico de su recién ganada habilidad tras su puesta en libertad de la prisión. De esta manera, Gaudin, junto con Exili, se convirtió en un maestro destilador y se unió al lucrativo negocio de los venenos. Bajo sus auspicios, Marie-Madeleine comenzó a experimentar con venenos letales, probándolos con sus propios sirvientes y con los pacientes del Hôtel de Dieu, un hospital público que, como voluntaria de la nobleza parisina, visitaba para apaciguar a los enfermos. Algunas fuentes mencionan que la marquesa regalaba galletas, dulces y vino a los desafortunados pacientes que, invariablemente, morían poco tiempo después (DURAMY 2012, pp. 349-351). Todavía furiosa con su familia y aspirando a apropiarse de la fortuna familiar entera, finalmente envenenó a su padre en 1666 y a sus dos hermanos en 1670. Los crímenes en principio no fueron detectados: las autopsias revelaron que Antoine Dreux d’Aubray había muerto por causas naturales, mientras que sus hijos habían muerto acuciados por un “humor maligno”. Sin embargo, en 1672, con la misteriosa muerte de Gaudin de Sainte-Croix —probablemente vinculada a alguno de sus letales experimentos—, la Policía descubrió una cesta con correspondencia incriminatoria y diversas evidencias de peso contra Marie-Madeleine. La Marquesa huyó a Londres y luego a Holanda, y no sería hasta 1675 que sería capturada en un convento en Liege, y repatriada a Francia. Durante su juicio, a la Marquesa le fue denegado todo asesoramiento legal, encontrándose sola para construir su propia defensa. La Marquesa se negó a admitir obstinadamente haber envenenado a su padre y a sus dos hermanos. En su discurso de defensa, Marie-Madeleine siguió proclamando su inocencia, acusando a su antiguo amante, Gaudin de Sainte-Croix, de haberla engañado porque «bajo una sabia y hermosa apariencia externa, se escondía una de las almas más oscuras y detestables de todo el mundo» (DURAMY 2012, p. 351). Tras ser torturada mediante el doloroso tormento del agua, la marquesa de Brinvilliers finalmente confesó haber envenenado a su padre, a sus hermanos y también haber intentado envenenar repetidas veces a su cuñada y a su marido. Marie-Madeleine también declaró haber perdido su virginidad con siete años e incluso declaró haber tenido contactos incestuosos con uno de sus hermanos, lo que, de ser cierto, quizá podría explicar sus tendencias psicopáticas; aunque esta afirmación no deja de ser

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controvertida (SOMERSET 2003, pp. 23-24). Aun así, Madame de Brinvilliers admitió haber cometido esos crímenes extremos para asegurar que tanto ella como su descendencia fuesen los herederos de la fortuna familiar que su padre había asignado enteramente a sus sucesores varones. De ahí que, intentando garantizar que sus hijos pudiesen recibir la educación y el estatus social que se merecían, la marquesa decidiese envenenar a su padre y a sus hermanos con determinación. Su juicio comprendió veintidós sesiones durante dos meses y medio, tras las cuales la única evidencia indiscutible contra ella era su propia confesión, «que ella proclamaba haber escrito mientras deliraba por la fiebre»1 (MOSSIKER 1969, p. 144-145). Marie-Madeleine, Marquesa de Brinvilliers, fue obligada a confesar públicamente el 16 de julio de 1676 en la plaza de Gréve, tras lo que fue decapitada y quemada en la hoguera (CARROLL 2012, p. 4; DURAMY 2012, p. 352). Considerada una criminal disoluta hasta el día de su ejecución, acabó convirtiéndose en una mártir para la plebe. Uno de sus coetáneos señaló que París nunca había visto tal expectación. La compararon con Medea, con una furia, con una ménade… incluso algunas personas, al día siguiente de la ejecución, se pusieron a buscar entre las cenizas los huesos de la Marquesa, quizá para emplearlos como reliquias (MOSSIKER 1969, pp. 145-147; DURAMY 2012, pp. 351-353). Sus supuestos asesinatos revelaron que el envenenamiento era la oscura causa de muchas muertes en extrañas circunstancias que se habían ido produciendo entre la élite social francesa. Durante las largas sesiones de tortura, la marquesa había dado a entender repetidas veces que tenía un gran número de cómplices y que sabía de otros muchos que realizaban las mismas prácticas (MOSSIKER 1969, p. 145; CARROLL 2012, p. 10). De hecho, antes de su ejecución, exclamó: «De entre tanta gente culpable, ¿debo ser yo la condenada a muerte? […] Y, sin embargo, la mitad de la gente de la ciudad está metida en este tipo de asuntos, y podría arruinarlos a todos si hablara» (DURAMY 2012, p. 353). Ante estas confesiones, el Parlamento de París no podía sino pronunciarse y ordenar que se investigasen dichas afirmaciones, en busca tanto de proveedores como de cómplices, así como de las distintas ponzoñas y antídotos que Marie-Madeleine había empleado; todo esto con la esperanza de prevenir el futuro uso de estas armas. Pero la Marquesa no traicionó a sus cómplices y únicamente admitió haber empleado arsénico con su padre, vitriolo con sus hermanos y veneno de sapo, así como

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Muchos de los testimonios recogidos en relación al juicio de Madame de Brinvilliers se derivan de la correspondencia de varios miembros de la Corte parisina y, de entre estos, se puede destacar a la Marquesa de Sévigné, a quien corresponde el mencionado aquí.

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leche como antídoto (DURAMY 2012, p. 353; MUÑOZ PÁEZ 2012, p. 64). Sin embargo, los individuos a los que se había referido la ajusticiada marquesa estuvieron más tarde implicados en el escándalo del Affaire des Poisons, que afectó a la corte de Luis XIV, salpicando a algunos de sus más próximos cortesanos (DURAMY 2012, p. 353).

3 CATHERINE DESHAYES O LA VOISIN: LAS PRIMERAS PERSECUCIONES Y LA «CHAMBRE ARDENTE» La ejecución de la marquesa de Brinvilliers fue seguida de los arrestos de varios alquimistas, falsificadores y envenenadores, brindando credibilidad a sus admoniciones finales. Ante el peligro que suponía la extensión de la práctica envenenadora para la Familia Real y para los miembros de la Corte, Luis XIV convocó a Gabriel Nicolas de La Reynie, Teniente General de la Policía de Paris, para que dirigiese la investigación. En los laboratorios de los magos y alquimistas arrestados, la policía encontró hornos, fórceps y minerales considerados mágicos —como mercurio y azufre—, y también arsénico, ácido nítrico y cloruro de mercurio. La Reynie pronto destapó el inimaginable submundo de la brujería parisina, revelando «viales, cubas, jarras y paquetes, cristales, pociones y mezclas de hierbas secas» y calderos con «belladona, dedalera, mandrágora, polvo de cantharis, de sapo, murciélago y víbora, amasijos de grasa de ahorcado, trozos de uñas, astillas de hueso, muestras de sangre humana, excrementos, orina y semen» (DURAMY 2012, p. 353-354). El Affaire se desenvolvió dramáticamente con el arresto de la hechicera y envenenadora Catherine Deshayes o Montvoisin —más conocida en las calles de París como La Voisin—, el 12 de marzo de 1679. Nacida en 1640, fue iniciada en la brujería desde niña. Se casó con Antoine Montvoisin, cuyos negocios en el comercio sedero y joyero acabaron en la quiebra, tornándolo en un bebedor acérrimo y en un maltratador. Ante la necesidad de proveer para él y para sus hijos, Madame Montvoisin comenzó a bordear la criminalidad, realizando abortos y preparando venenos. Su matrimonio era tan infeliz que intentó repetidas veces envenenar a su esposo, fracasando en sus empeños. Pese a ello, tuvo numerosas aventuras amorosas con hechiceros y alquimistas, destacando el caso de Adam Lesage, que posteriormente también se vería arrastrado conforme evolucionó el Affaire. La Voisin, pese a sus prácticas de hechicería, era una religiosa devota: consideraba de hecho que sus dones eran un regalo divino (SOMERSET 2003, pp. 152-154; DURAMY 2012, p. 355). Con el arresto de La Voisin, la búsqueda en sus premisas reveló todo tipo de polvos mágicos, ungüentos, pociones ponzoñosas, objetos sacrílegos, grimorios o libros negros, vestimentas sacerdotales y todo tipo de parafernalia: una cruz, incienso, velas negras, un horno misterioso en un pabellón del jardín con fragmentos de hueso infantil humano entre las cenizas… y lo más importante,

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una larga lista de clientes. La Voisin fue acusada de haber intentado envenenar a su marido repetidas veces, instigada por su amante, Lesage, y de haber realizado abortos por un precio, enterrando a los bebés prematuros en su jardín (DURAMY 2012, p. 355). La Voisin negó toda acusación incluyendo la de emplear dicho horno para quemar los restos fetales de los abortos que practicaba. Asimismo, también afirmó que las drogas que se hallaron en su casa eran purgantes para uso exclusivo de su familia y suyo. Pocos días después, el 17 de marzo, Lesage fue arrestado también, pero no tardó demasiado en proveer a La Reynie de detalladas notas sobre el negocio de La Voisin de abortos, tráfico de venenos y —lo que más interesaba a La Reynie y al monarca— los clientes de la misma. Los testimonios de La Voisin y sus cómplices revelaron una conspiración clandestina contra la monarquía. La Reynie y Louvois, ministro de guerra, recomendaron al rey el establecimiento de una comisión especial para investigar y proseguir los casos. Pese al enorme gasto que suponía crear un tribunal para procesar tales crímenes y los potenciales efectos negativos en la reputación de su corte, Luis XIV accedió a su propuesta y, en este mismo año —1679—, estableció la llamada Chambre Ardente o Chambre de l’Arsenal, que recibió su nombre del sitio en el que se reunían los magistrados: la sala del Arsenal, negra y a oscuras, iluminada únicamente por antorchas. La función de tal entidad consistía en investigar y procesar los casos de brujería y envenenamientos. En este sentido, cabría señalar que, en 1670, se había publicado una ordenanza criminal que consideraba la magia y los venenos como ofensas capitales, listados entre los crímenes bajo la jurisdicción directa de los magistrados reales, incluyendo traición, sacrilegio, herejía, resistencia a las órdenes del rey o de sus oficiales, falsificación, violación y aborto, entre muchos otros (SOMERSET 2003, pp. 151-152; CRAVERI y CONDOR 2007, p. 221; DURAMY 2012, p. 357). Luis XIV dotó a la Cámara de un poder extraordinario, para llevar a cabo una investigación profusa que permitiera descubrir las intrincaciones del tráfico de venenos, independientemente del rango o prestigio de las personas implicadas. Los funcionarios que conformaban dicha cámara incluían: un escribano o copista que recopilaba las actas de las reuniones y juicios así como las interrogaciones a los prisioneros; doctores o farmacéuticos que corroboraban las evidencias, elaboraban y entregaban los informes médicos; un fiscal general que recusaba las denuncias y desarrollaba las prosecuciones, además de proponer el castigo; una serie de reporteros y, por supuesto, la policía, destacando La Reynie, que se encontraba a cargo de las investigaciones y debía entregar expedientes pertinentes a los magistrados que componían la cámara. Los procesos investigados por la Cámara funcionaban de la siguiente manera: La Reynie era el responsable de identificar a los sospechosos; siendo estos identificados, realizaba una solicitud para

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que el rey le concediese autorización expresa para proceder a los arrestos. Una vez el rey firmaba dicha autorización, La Reynie podía ordenar la captura de los sospechosos, así como su retención en las prisiones de la Bastilla, Le Châtelet o la fortaleza de Vincennes, donde eran torturados hasta obtener una confesión. La ordenanza de 1870, no obstante, afirmaba que un prisionero podía ser torturado solamente una vez, a no ser que más evidencias fuesen presentadas, durante no más de ochenta y cinco minutos. Bajo tortura, no se podía hacer al acusado preguntas importantes, y su confesión debía ser libremente confirmada dentro de las primeras veinticuatro horas. Los dos métodos de tortura más utilizados eran el tormento del agua y el de la bota malaya (DURAMY 2012, p. 357-359). Hacia 1680, las investigaciones de la Chambre Ardente incluían no solo el tráfico de venenos y las muertes misteriosas teóricamente relacionadas al mismo, sino también casos de sacrilegio, brujería y profanación. De hecho, La Voisin fue torturada bajo estos cargos una última vez el 22 de febrero, esperando que confesase su entrega de polvos y venenos a miembros notables de la Corte real. Durante este interrogatorio, sujeta a la tortura de la bota malaya, afirmó que París estaba lleno de comerciantes y criminales comprometidos con esa actividad ilícita. Confesó no obstante que muchas personas —de varios estamentos distintos, incluyendo figuras de la aristocracia— habían recurrido a ella para asesinar o conseguir los medios para hacerlo, pero la acusada rehusó a dar nombres. Catherine Deshayes o La Voisin fue quemada en la hoguera en febrero de 1680. Su ejecución supuso un punto de inflexión en el Asunto de los Venenos. Su hija Marie-Marguerite, de 21 años, arrestada en enero de ese mismo año, de acuerdo a las acusaciones, había sido su asistente y su testimonio y el de otros acusados como Lesage, hicieron virar el curso de las investigaciones hasta precipitar su final.

4 MADAME DE MONTESPAN: LA SEXUALIDAD Y PODER OCULTO EN LA CORTE DE LUIS XIV Desde la historiografía no se ha aludido demasiado al papel de la sexualidad en relación a la capacidad para ejercer poder sobre los reyes. El caso de un monarca como Luis XIV, estandarte del absolutismo, es extraordinariamente interesante. El cuerpo del rey era visto por las damas de su corte como una fuente inagotable de estatus y poder. Dado que el rey, en sí mismo, encarnaba el control absoluto sobre Francia, un acceso íntimo a su cuerpo podía impartir unos privilegios políticos y económicos sin igual. No obstante, las oportunidades más grandes para ganar dicho nivel de influencia política solo estaban reservados a las mujeres de su corte: sus cortesanas eran las que podían ganar la proximidad física más cercana estableciendo una relación sexual con el rey. En este sentido, los años transcurridos entre 1661 y 1683 fueron los que ofrecieron la posibilidad a estas mujeres de noble cuna de satisfacer sus ambiciones políticas. El reinado personal de Luis XIV comenzó en 1661, su matrimonio morganático

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con Françoise de Maintenon en 1683 puso fin a su indulgencia en romances extramatrimoniales. Durante estos veintidós años, la mujer que ostentase el título de maitresse en titre2 se convertía en la «reina en la sombra» o reina no oficial de la corte, lo que otorgaba una gran capacidad para influenciar dentro de sus redes y cábalas. Comprensiblemente, convertirse en la amante oficial de Luis XIV era una meta compartida por un gran número de mujeres durante esta época, y el rey ofreció muchas oportunidades para que éstas satisficiesen su ambición (MOLLENAUER 1999, pp. 250-252). En este período Luis XIV tuvo una sucesión de amantes cuya posición en la corte a menudo se solapaba: destacan los ejemplos de Louise de la Valliere, Athénaïs de Montespan, Madame de Ludres, la princesa de Soubise, y Marie-Angelique de Fontanges, y otras de menor calibre. Aunque de todas estas mujeres, únicamente Louise de la Valliere y Athénaïs de Montespan recibieron el título oficial de maitresse en titre; si bien dicha denominación no implicaba el auténtico estado de la relación con el rey. En el caso de Athénaïs de Montespan, empezó su aventura con Luis XIV en 1667, convirtiéndose en su favorita a partir de 1668, pero no recibió el título oficial hasta 1674, momento en que Louise de la Valliere abandonó la corte y Athénaïs obtuvo la separación legal de su marido. Continuó asimismo siendo maitresse en titre pese a las relaciones del rey con Madame de Ludres, la princesa de Soubise y la duquesa de Fontanges; y tras el escándalo producido con el Affaire, lo conservó solo nominalmente; mientras que la devota Françoise de Maintenon, la que pasó a ser esposa morganática de Luis XIV en 1683, nunca recibió el título de amante oficial (MOLLENAUER 1999, p. 252). Sin embargo, durante su larga aventura con el Rey Sol, Athénaïs dio a luz a ocho hijos que, gracias a su influencia y talante, fueron legitimados y, por tanto, integrados en el linaje real. Actuando como mecenas de las artes y rodeándose de una clientela de protegidos, entre los que se encontraban Racine, Molière y La Fontaine, Madame de Montespan ganó tanta influencia y respeto de la Casa Real que a menudo se referían a ella como a «la segunda esposa del rey» o incluso como «la verdadera reina de Francia»(DURAMY 2012, p. 363-364). Marie-Marguerite Montvoisin contó a La Reynie que había sido testigo, en numerosas ocasiones de un gran número de ceremonias e invocaciones efectuadas por su madre y por Lesage que perseguían fines amorosos. Algunas incluían el bautismo de figuras de cera; otras, ingredientes tales como el corazón o la sangre de una paloma blanca; mientras que otras incluían elementos de magia cristiana:

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Título que se daba a las amantes oficiales de los monarcas en Francia. Su uso se extendió a partir del reinado de Enrique IV de Francia, si bien con Luis XIV se extendió a cualquier amante cuya relación con el monarca no fuese clandestina (MOLLENAUER 1999, p. 251).

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agua bendita, incienso, sal y azufre. Pero los principales motivos de preocupación para La Reynie llegaron cuando Marie Marguerite afirmó haber presenciado un ritual de magia amorosa destinado al rey y realizado para Françoise Athénaïs de Rochechouart de Mortemart, marquesa de Montespan —y en esos momentos, la amante oficial de Luis XIV—, así como, en otra ocasión, haber sido testigo de cómo ella compraba veneno en polvo para emplearlo contra Mademoiselle de Fontanges e incluso contra el propio soberano (MOLLENAUER 1999, p. 85-86; CRAVERI y CONDOR 2007, p. 224). Lesage, por su lado, aseguró que la mayoría de clientes de La Voisin pertenecían al séquito real, incluso confirmó que una doncella de la Marquesa de Montespan le había comprado filtros amorosos. El escándalo estaba servido. Asimismo, La Filastre, otra acusada, aseveró que la Marquesa, ante el temor de ser reemplazada por una rival, había participado en misas negras, acompañadas del sacrificio de niños recién nacidos. En respuesta a las acusaciones vertidas contra Madame de Montespan, el rey solicitó a La Reynie que la investigación de ciertos individuos —refiriéndose, concretamente, a la favorita— permaneciese fuera de los registros oficiales. De hecho, los interrogatorios de Lesage y de otros informantes que contenían alegaciones contra la Marquesa de Montespan, fueron escrupulosamente suprimidos del expediente judicial, nunca entregados a los jueces de la Cámara del Arsenal o Chambre Ardente para su revisión, sino que fueron entregados exclusivamente a las confiables manos de La Reynie (SOMERSET 2003, pp. 178-179; MOLLENAUER 1999, p. 85-86; CRAVERI y CONDOR 2007, p. 224; DURAMY 2012, pp. 356-365).

5 SUSPENSIÓN DE LA «CHAMBRE ARDENTE» Y FINAL DEL «AFFAIRE»: EL EDICTO DE 1682 Luis XIV disolvió la Chambre Ardente permanentemente el 21 de julio de 1682. El monarca concluyó que permitir a la justicia continuar con la prosecución inevitablemente acabaría exponiendo las actividades ilícitas de la que era madre de varios de sus hijos, así como de otros de sus cortesanos de más alta categoría. De esta manera, cerca de sesenta sospechosos, incluyendo al abad Guibourg, Lesage y Marie-Marguerite Monvoisin, hija de la ya ajusticiada Catherine Monvoisin, permanecieron prisioneros en la fortaleza de Vincennes. Sin embargo, el rey había decidido que no podía permitir que fuesen llevados a juicio, motivo que llevó a que sus casos nunca fuesen resueltos (MOLLENAUER 1999, p. 105-106; CRAVERI y CONDOR 2007, p. 226). Las investigaciones realizadas con respecto al Affaire expusieron las fisuras que existían en el absolutismo monárquico que Luis XIV y sus ministros habían buscado instituir. Para erradicar el «miserable comercio de los venenos», el Rey Sol inicialmente había resuelto someter a cualquier persona involucrada a un juicio ordinario, independientemente de lo alto que fuese su rango o su cargo.

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Todas aquellas y aquellos que tuvieron algo que ver con la trama —fuesen duques, duquesas, costureras o prestidigitadores— fueron forzados a comparecer ante los jueces de la «Chambre». Sin embargo, después de haber puesto en marcha las ruedas de la justicia, Luis descubrió que Athénaïs, madre de cinco de sus hijos, estaba profundamente implicada en el Asunto. Ante esta situación, el rey no podía tolerar ni el más leve riesgo de que las prácticas mágicas y asesinas de Madame de Montespan fuesen divulgadas en público; pero se encontró a sí mismo con las manos atadas para manipular el curso de las investigaciones, restringido por los procedimientos legales que él mismo había instituido en el código criminal recientemente revisado. Siendo incapaz de ejercer control absoluto sobre las actividades de los individuos relacionados con la trama, ya fuesen sospechosos o jueces, Luis XIV no tuvo otra alternativa que finalizar todo el proceso. El Affaire reveló entonces que, si bien el monarca francés más absolutista de la historia se probó lo suficientemente poderoso como para condenar a varias docenas de individuos a pudrirse en el olvido, tuvo que hacerlo a expensas de su propio sistema judicial. El Rey Sol había caído presa de sus propias reglas, y la única manera de solucionar sus problemas y volver a imponer su voluntad absolutista era exterminar la Chambre Ardente. Estas revelaciones demostraron además que Luis, capaz de sepultar a docenas de sus súbditos sin juicios legales, parecía poseer dominio nulo sobre las acciones ilícitas de la aristocracia en general y, más concretamente, de las mujeres de su Corte. Muchas de estas mujeres —algunas muy elevadamente posicionadas—, como había quedado demostrado, habían recurrido a la compra de venenos, hechizos mágicos y filtros amorosos de los habitantes del submundo mágico y criminal de París, buscando tomar ventaja sobre rivales políticas y amatorias (MOLLENAUER 1999, p. 107-109). A medida que Luis XIV dirigió la investigación del Affaire a un cierre, se decidió a suprimir los desafíos a su autoridad absoluta que la trama había revelado. Con la disolución de la Chambre de l’Arsenal el 21 de julio de 1682, Luis encabezó una incursión final contra cualquier restante miembro de ese submundo mágico y criminal parisino. Para garantizar que ningún delincuente de tal calaña volviese a disturbar la paz y el orden de su reinado, el monarca ordenó al Parlamento de París la aprobación de un Edicto real «para el castigo de distintos crímenes, notablemente para envenenadores, adivinadores, magos y hechiceros». El preámbulo del Edicto —registrado como «Edit du Roy pour la punition de differents crimes» el 31 de agosto de 1682— anunciaba así3:

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La traducción de este preámbulo ha sido efectuada por el propio autor a partir de la fuente original (LOUIS XIV DE FRANCE 1682, pp. 3-4).

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«… la experiencia pasada nos ha demostrado cómo de peligroso es sufrir hasta la mínima agresión por crímenes de este tipo, y cómo de difícil es erradicarlos… Juzgamos necesario renovar las ordenanzas ancestrales y añadir a ellas nuevas precauciones en relación a todos aquellos que emplean la magia negra [maleficios] y venenos, aquellos que siguen las vanas profesiones de adivinadores, magos o hechiceros u otros de similar denominación, individuos condenados por leyes humanas y divinas que infectan y corrompen la voluntad de nuestras gentes con sus palabras y prácticas, y quiénes además profanan todo aquello que la religión considera más sagrado» (LOUIS XIV DE FRANCE, 1682). Luis procedió a recomponer todas las fuerzas de la justicia de regímenes más antiguos para emplearlas contra todas aquellas personas que practicaran la adivinación o se llamasen a sí mismos adivinos, conminándolas a abandonar el país de inmediato, bajo amenaza de muerte. El edicto también prohibía «cualquier práctica o acto de magia o superstición, en palabras o discurso, ya fuese profanando los textos de las Sagradas Escrituras o la Liturgia, o diciendo o haciendo cosas que no pudiesen ser explicadas por las leyes naturales». Asimismo, también advertía que si tras la publicación de ese edicto, las personas malintencionadas aumentaban y elaboraban cualquier otro tipo de superstición —que pudiese ser considerada impía y sacrílega— «bajo pretexto de operaciones con pretensiones mágicas u otros pretextos de semejante naturaleza», dichas personas serían sentenciadas a muerte (LOUIS XIV DE FRANCE 1682, p. 4). Además de prohibir las actividades de magos y hechiceras del Affaire des Poisons, el edicto creó toda una serie de regulaciones en lo concerniente a la venta y manufactura de venenos. El arsénico y sus derivados más peligrosos se restringieron únicamente a aquellos que por su profesión —boticarios, médicos, cirujanos, orfebres o tintoreros— precisasen de su uso. De este modo, ningún parisino más podría ya ser capaz de hacerse con un simple matarratas como si nada; cualquiera que comprase arsénico o cualquier otra clase de material ponzoñoso debía dar su nombre, dirección y empleo para que constase en el registro de cada una de estas transacciones, sometidas a inspecciones regulares desde el gobierno. En lo que respectaba a los animales e insectos venenosos, únicamente médicos y boticarios podrían poseerlos. La posesión de laboratorios privados quedaba asimismo limitada: solo médicos, boticarios y/o profesores de química podrían tenerlos —dentro de sus propias residencias— y trabajar en ellos. Sin embargo, el Edicto de 1682 estaba dirigido a conseguir mucho más que la simple regulación de la venta de venenos y la expulsión de magos y hechiceras de Francia. La principal pretensión de Luis

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XIV al promulgarlo era la de extirpar la superstición y las creencias que existían en la eficacia de los sortilegios que dichos individuos ofrecían. El gobierno declaró toda práctica mágica como falsa e identificó a sus practicantes como impostores que, sin verdadero poder mágico, cometían sacrilegios y blasfemias para aprovecharse de la credulidad de su ingenua clientela. Para respaldar dicha postura, se consolidó un discurso político que afirmaba que Francia únicamente estaría a salvo de dichos delincuentes si abrazaba las enseñanzas y prácticas de la Iglesia Católica, de la misma manera que el Rey Sol había resuelto hacer. No sería hasta la regencia del lascivo duque de Órleans, un entusiasta de la alquimia, que adivinos, magos, quiromantes y estafadores ofreciesen de nuevo en Francia sus servicios a una sociedad que durante treinta y cinco años permaneció cubierta por un manto negro de virtud y sumisión a su soberano (CRAVERI y CONDOR 2007, p. 227).

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6 CONCLUSIONES: REPERCUSIONES DEL «AFFAIRE» EN LA CORTE Y EN LA PERSONALIDAD DEL REY SOL Muchos de sus coetáneos hablan precisamente de cómo Luis se tornó cada vez más devoto como consecuencia del «Affaire». El Arzobispo de Sens atestiguó que «el lento y vacilante cambio en la actitud del Rey y en su comportamiento se volvió cada vez más marcado… Se volvió menos reservado sobre su nuevamente encontrada virtud, y ya no temía… reemplazar las aventuras amorosas que hasta el momento le habían entretenido con sinceras prácticas religiosas» (MOLLENAUER 1999, pp. 299300). Durante un tiempo, la atmósfera francesa cambió marcadamente como consecuencia de la recién descubierta piedad del rey. De una corte que había estado marcada por bailes, festivales, conciertos y banquetes, se había pasado a una en la que todos los individuos vivían una vida retirada y poco entretenida. Cualquier atisbo de lascivia, embriaguez o de cualquier otro vicio, podía provocar que un individuo se pusiese en malos términos con el soberano. Al mismo tiempo que el cada vez más piadoso Luis promulgó el Edicto de 1682 contra envenenadores, magos y hechiceras cuyos negocios habían florecido tan ampliamente en su capital, el Rey Sol actuó contra la segunda amenaza a su autoridad que el Affaire había desvelado: las maquinaciones de sus cortesanas para convertirse en su amante oficial y favorita. La decisión unívoca de Luis XIV de centrar su autoridad real únicamente en su persona había provocado que el acceso físico fuese la única manera por la que sus cortesanas podían obtener los privilegios materiales y sociales que tan fervientemente deseaban. La única manera de mejorar el estatus social era si el monarca lo favorecía. Sin embargo, el hecho de que él fuese el único que hacía entrega de honores y gracias se había convertido en un arma de doble filo, al provocar que la ya de por sí intensa competencia entre las cortesanas por convertirse en su «maitresse en titre» acabase tornándose en algo tan feroz y letal como para que las contendientes recurriesen a hechizos mágicos y rituales de miembros del submundo criminal con tal de acceder al lecho real. Pero al aprovecharse de la posición otorgada por dicho lecho, los individuos implicados en el affaire —tanto cortesanas como criminales— hundieron una daga en el mismo corazón de la monarquía (MOLLENAUER 1999, p. 301). La corte del Rey Sol estaba en un momento en el que el poder se ejercía en y a través del cuerpo y lecho de Luis XIV. El cuerpo físico del monarca concentraba el poder en la corte: dominando su cuerpo y sus deseos, se podía influir fuertemente en política y, por tanto, controlar el destino de Francia. Con tal de iniciar una relación sexual con el monarca, las aspirantes a amantes habían intentado simultáneamente ganar acceso al núcleo de poder real.

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Ante esta situación, y ya escarmentado después de todo lo ocurrido, Luis se había decidido a erradicar la más mínima posibilidad de que tales intrigas contra su soberanía fuesen intentadas de nuevo. A los cuarenta años, y con objeto de poner fin al «Affaire des Poisons», el rey también cerró definitivamente la puerta que conducía a sus aposentos. La duquesa de Fontanges fue su última amante conocida; asimismo, Madame de Montespan continuó viviendo en la corte como su favorita solo nominalmente. Luis iba a visitarla a diario, pero siempre acompañado por otros cortesanos. Que se tenga constancia, a partir de ese momento, el rey permaneció fiel a la reina María Teresa hasta la muerte de ésta en 1683, y una vez murió, a su esposa morganática, la ferviente católica Madame de Maintenon, que a su vez había sido institutriz de sus hijos con Athénaïs (MOLLENAUER 1999, pp. 300302; SOMERSET 2003, pp. 314-315; CRAVERI y CONDOR 2007, pp. 229-251). En lo que respecta a la dimensión política, no cabe duda de que sus decisiones personales tuvieron una gran repercusión. Mientras la revocación del Edicto de Nantes (1711) y la reanudación de las persecuciones contra los hugonotes mostraban la nueva intransigencia del monarca en relación a la ortodoxia religiosa; una vez Luis dejó de tomar amantes de entre las mujeres de noble cuna de su corte, cerró el único resquicio a través del que sus cortesanos habían podido sortear el estrecho ceremonial que regulaba el acceso a su persona. Todos los cortesanos, incluso los que contaban con el favor real, se vieron restringidos al acceso estrictamente burocrático que dictaba la cada vez más intrincada etiqueta de los salones de Versalles. Nunca más una «mattresse en titre» sería capaz de mandar desde una jerarquía cortesana en la sombra, en virtud de su único acceso al rey, con el que poder alterar los mecanismos por el que el poder era mediado en la Corte del Rey Sol. Después del «Affaire», las cortesanas femeninas ya no fueron capaces de obtener privilegios a través del acceso sexual al rey (MOLLENAUER 1999, p. 297-303; CRAVERI y CONDOR 2007, p. 226-227).

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