La Virgen de los Remedios: imagen, devoción y verdaderos retratos

July 3, 2017 | Autor: C. Rodríguez Morales | Categoría: Iconografia Cristiana, Pintura Barroca, Religiosidad Popular
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Descripción

I.15 La Virgen de los Remedios: imagen, devoción y verdaderos retratos Carlos Rodríguez Morales

La Virgen de los Remedios ha presidido su templo a lo largo de casi cinco siglos—tres como parroquia y dos como catedral— y ha sido históricamente una de las principales devociones de la antigua capital de Tenerife. Este fervor, reanimado a partir de los últimos años del siglo XVII, justifica la existencia de numerosos verdaderos retratos que la muestran ataviada de fiesta y también el patrimonio atesorado por la efigie, del que son bien expresivas las doce mil perlas que llegó a poseer1. Esta riqueza se extiende también al campo documental, pues son numerosas las noticias que dan fe de las celebraciones litúrgicas en torno a esta milagrosísima imagen, tanto las fijadas en el calendario como las extraordinarias. Descrita en 1676 por Juan Núñez de la Peña como a lo natural y hermosísima2, no puede descartarse que previamente fuera otra imagen la que comenzó recibir culto en 1515 en la iglesia parroquial: una talla o una pintura, como al parecer sucedió en la iglesia de la Concepción3. Si fue una escultura, pudo ser, tal vez, la que por orden episcopal pasó comienzos del siglo XVII de la capilla del beneficiado Cristóbal Viera, donde estaba4, a presidir con el título de Nuestra Señora de la Expectación el altar del trascoro, frente a la puerta principal5. Allí permaneció durante casi dos siglos, sin que sepamos nada más sobre esta imagen cuya advocación —y eso es lo sugerente— era el mismo que el de la parroquia. En efecto, aunque al crearse la parroquia ya se hizo bajo la titularidad de Santa María de los Remedios, su vocación era la Expectación de la Virgen. De hecho, la fiesta principal se celebraba cada el 18 de diciembre —decretada de guardar para toda la ciudad en 16026— y por eso la antífona Ecce Virgo concipiet era la que se cantaba a la entrada y fin de las procesiones de dicha iglesia7. Esto permite considerar que inicialmente la Virgen no portara en sus brazos al Niño, pues la Expectación alude al estado de buena esperanza de la madre y a la inminencia del parto. Al margen de esta duda iconográfica, parece claro que la efigie no ha llegado hasta nosotros con su configuración primera y que ha sufrido a lo largo de su historia diversas intervenciones condicionadas, sobre todo, por su uso devocional. En 1548 fue descrita como de bulto, que las más veces —es decir, no siempre— está vestida de ropas8. Esta noticia nos sitúa ante la posibilidad de que fuera en origen distinta, quizá de talla completa, y que al prevalecer su exposición como imagen revestida se optara más tarde por la transformación de las partes que quedaban ocultas bajo sayas, jubones y mantos, haciéndola más ligera. En este sentido resulta reveladora la hipótesis apuntada por Amador Marrero de que el actual candelero —busto, faldón y brazos articulables— fuera realizado en torno a 17009. La efigie del Niño que porta en sus brazos tampoco corresponde a la pieza primitiva, y debe ser obra isleña quizá de comienzos del siglo XVIII. Algunos de estos interrogantes fundamentales podrán tener respuesta cuando se afronte un necesario proceso interdisciplinar de análisis y restauración. Como premisa, valoramos que de la escultura del siglo XVI subsiste únicamente la cabeza mariana, que ha sufrido también intervenciones, al menos en su policromía. Su fisonomía nos ha llevado a proponer su catalogación como obra del círculo de los hermanos Jorge y Alejo Fernández, quienes trabajaron en el retablo mayor de la catedral de Sevilla entre 1508 y 1529 asistidos por numerosos colaboradores10. Las facciones —ojos caídos, labios finos, frente amplia— remiten a algunas representaciones femeninas del citado retablo y a otras vinculadas al mismo taller, como la Virgen del Pino de Teror. La de los Remedios presenta el cabello cubierto por una cofia que deja ver, únicamente, dos crenchas de cabello, ahora oscuro pero 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

Rodríguez Moure [2005], p. 67. Núñez de la Peña [1676], pp. 328-329. Barrena Delgado [2004], pp. 113-114. AHDLL: FPSDLL. Libro 156. Libro de mandatos, f. 249r. Tarquis/Vizcaya [1977], pp. 23-24; AHDLL: FPSDLL. Libro 156. Libro de mandatos, f. 249r. AHDLL: FPSDLL. Libro 156. Libro de mandatos, f. 85v, 233v. Núñez de la Peña [1676], pp. 328-329. AHDLL: FPSDLL. Libro 156. Libro de mandatos, f. 16r. Amador Marrero [2013a], p. 279. Rodríguez Morales [2000e], p. 30. Previamente había sido catalogada como obra andaluza por Hernández Perera [1984], p. 220, y concretamente sevillana por Calero Ruiz/Quesada Acosta [1990], p. 24. Debe descartarse la tradición, recogida por Rodríguez Moure [2005], p. 67, que vincula la llegada de la imagen al cisma anglicano.

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que Moure describió un siglo atrás como dorado. Tanto el casquete como el cuello y el cinto de la imagen contienen cenefas con enigmáticas letras y estrellas11, cuya antigüedad —y originalidad— podrá determinarse mediante su oportuno análisis, como sucederá también con el resto del candelero. La costumbre de revestir y enjoyar las imágenes de devoción resulta, por lo tanto, clave para comprender la historia de esta efigie cambiante, pero reconocible a través de los siglos gracias, paradójicamente, a elementos que no son escultóricos en estricto sentido. Una costumbre que se impuso a pesar de ciertas reticencias de la jerarquía; en 1568 el visitador episcopal Juan Salvago ordenó que se vendiesen las ropas ofrecidas a la Virgen por algunas mujeres, porque no es justo que lo que ellas han sudado y traído se ponga a la imagen. A modo de ejemplo relativo a estas tempranas fechas, en 1586 Beatriz de Salas le legó en su testamento una basquiña encarnada de sed, y un corte de telilla para hacer un jubón [...] y una toca plateada y un gorjal12. Donaciones de este tipo, tanto de piezas de vestuario como de alhajas, se registraron con cierta frecuencia hasta el siglo XIX. Hasta las reformas afrontadas en el templo a mediados del siglo XVIII la imagen no contó con camarín propio, un espacio reservado entre otras cosas para ataviarla y situarla en su paso antes de sus festividades o cultos extraordinarios [II.1]. Fue estrenado en septiembre de 1760, Virgen de los Remedios. Catedral, La Laguna y se edificó aprovechando en parte el solar de una casa situada a espaldas de la capilla mayor. Hasta entonces, relata Anchieta y Alarcón, el camarín que existía era muy angosto, cuanto de lado cabían las andas de la Virgen, que venía a salir a la iglesia por la puerta de la sacristía del lado del evangelio, que era la capilla de San Jerónimo13. En 1697 su fundador, Jerónimo García Cabral, había dispuesto que solo se vestirá en ella la imagen de Nuestra Señora de los Remedios y le sirva de camarín14. Aunque no contamos con datos precisos, durante el siglo XVI la Virgen estuvo expuesta a baja altura por lo que se instó a poner un bastidor con una tela negra ante la imagen de Nuestra Señora para que se pudiese ver el Santísimo al alzarse tras la consagración15. En 1614 pasó a presidir el primer retablo mayor con el que contó la parroquia, adquirido en Flandes [I.2], y allí se mantuvo hasta que un siglo después fue estrenado el que aún existe, con una sola hornacina en torno a la que se dispuso la mayor parte de las pinturas sobre tabla del anterior [I.11]. Esta nueva arquitectura lignaria puede valorarse como la mejor expresión de un movimiento de renovación devocional y artística que tuvo a la efigie como protagonista a partir de las últimas décadas del siglo XVII. En 1687, 11 12 13 14 15

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Recogidas por Rodríguez Moure [2005], p. 68, y con mayor precisión por Izquierdo [1997]. AHPT: PN. Legajo 1.510, escribanía de Bernardino de Madrigal ff. 505v-508v, 11/VIII/1586. Anchieta y Alarcón [2013], v. II, pp. 7, 62, 101-102. AHPT: PN. Legajo 1.397, escribanía de Diego Remírez Machado, ff. 98v-99r, 10/VIII/1697. AHDLL: FPSDLL. Libro 156. Libro de mandatos, f. 16r

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durante las exequias del lego franciscano fray Juan de Jesús, los predicadores difundieron un episodio portentoso experimentado por este varón ilustre en virtud y santidad: una mañana, a la aurora, había visto extasiado en lo elevado de la torre de su parroquia de los Remedios a María Santísima Nuestra Señora con el título de Remedios, como que bendecía esta ciudad de La Laguna16. El pasaje es bien simbólico de un periodo en el que la imagen se convirtió en la principal devoción mariana de la ciudad, favorecida desde el Concejo por tres gobernadores generales17. El primero y más destacado fue Antonio de Eril y Vicentelo de Leca— conde de Eril y marqués de Fonsagrada—, quien durante los ocho años de su feliz y acertado gobierno [1689-1697] dio a la Virgen santísima de los Remedios y su iglesia muy largas y cuantiosas limosnas, entre ellas dos bujías de plata, dos galas enteras y muchos quintales de pólvora para la festividad de su santísimo nacimiento; además, colaboró en la fábrica de dos ciriales y de las andas de plata y el sol de la imagen18. Sus sucesores en el cargo, Miguel González de Otazo [1700-1705] y Agustín de Robles Lorenzana [1705-1709] se distinguieron también como devotos de la imagen, y lo han manifestado con sus dones y alhajas que le han dado19. Todos ellos fueron persuadidos por el clero de la parroquia y, en especial, por el beneficiado Simón Pedro de Ribera, quien se distinguió por su grandísimo celo. A instancia suya Luis de Briones Llarena adquirió en Sevilla un muy costoso sitial, estrenado en 1702, y Felipe Fernández Sidrón y Francisca de Torres donaron dos frontales de plata dispuestos a los lados del que ya tenía el retablo mayor. Precisamente, su iniciativa más relevante fue la de sustituir esta arquitectura lignaria por una nueva, contribuyendo con más de 1.000 pesos para que comenzara a fabricarse, aunque nunca logró verle acabado, porque falleció en octubre de 1706, pasando a descansar en Dios y dejando esta parroquia y sus feligreses llenos de lágrimas. El nuevo retablo —linda y esmerada obra20— fue estrenado en 1715 y marca, como hemos señalado, la culminación de un periodo esplendoroso que continuó a lo largo del siglo XVIII. Desde el siglo XVI se festejó a la Virgen tanto el día 8 de septiembre —la Natividad— como el 18 de diciembre —la Expectación—, que como hemos anotado era la advocación del templo. En los estatutos de la cofradía de la Consolación de Nuestra Señora y de su Limpia y Entera Virginidad [1567] queda recogida la obligación de sus miembros de celebrar tanto la fiesta de septiembre, cuando la Virgen salía en procesión general por su collación, como la de diciembre, que se limitaba a decir misa cantada y hacer solemne fiesta por los dichos cofrades21. Esta confraternidad, instituida por la emparedada Isabel de la Cruz, tenía entre sus fines dotar a doncellas huérfanas y pobres para su casamiento, tomando como modelo otra semejante establecida en la catedral de Sevilla. Las doncellas escogidas cada año —hasta un máximo de cuatro— recibían su dote el 8 de septiembre, y ese día acompañaban a la Virgen en su procesión22. No sabemos si la imagen había sido, previamente, titular de otra cofradía, como podría entenderse de algunas noticias documentales referidas a los primeros años tras la fundación de la parroquia23. En 1612 el papa Paulo V concedió varias gracias e indulgencias a los cofrades de la cofradía de Nuestra Señora de los Remedios, descrita como una hermandad pía y devota de fieles cristianos, hombres y mujeres, canónicamente juntos para gloria de Dios y salud de las ánimas, debajo de la invocación de Nuestra Señora de los Remedios. Esta cofradía, cuya fecha de fundación y posible vinculación a de la de las huérfanas ignoramos de momento, siguió activa a lo largo del siglo XVII y fue renovada y nuevamente instituida en 1696. Ha de inscribirse, por lo tanto, en las iniciativas que revitalizaron este culto por aquellos años. La documentación revela que uno de los principales fines de 16 17 18 19 20 21 22 23

AHDLL: FPSDLL. Libro 157. Libro de antigüedades, f. 66r. Hernández González [1995], pp. 47-67; Rodríguez Morales [2002], pp. 155-163. AHDLL: FPSDLL. Libro 139. Libro II de fiestas, f. 70. AHDLL: FPSDLL. Libro 157. Libro de antigüedades, f. 66r. AHDLL: FPSDLL. Libro 139. Libro II de fiestas, f. 70. AHDLL: FPSDLL. Libro 157. Libro de antigüedades, ff. 19-20. Núñez de la Peña [1676], pp. 328-329. AHPT: PN. Legajo 387, escribanía de Alonso Gutiérrez, escritura 358, 3/I/1522.

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la hermandad era conservar la devoción y santo ejercicio del santísimo rosario, que se rezaba de forma pública por las calles y plazas, particularmente los sábados24, fruto —pensamos— de las enseñanzas del dominico fray Pedro de Santa María y Ulloa. Otra evidencia de este buen momento devocional es la limosna de cincuenta pesos anuales autorizada por el rey para la fiesta del 8 de septiembre y la dotación de todos los días de su octavario a cargo de de devotos y sujetos de posibles a quienes animó el ya citado Simón Pedro de Ribera. Así, por ejemplo, el mercader Diego Martín y su esposa Francisca Tejera dotaron en 1695 el segundo día, consistente en misa mayor con sermón, completas, salve y tercia, señalando la limosna correspondiente, entre otros, a los monaguillos, al organista y al entonador25. El domingo de la infraoctava corría a cargo de la hermandad del Santísimo y el día octavo a la propia cofradía mariana26. Concluidos estos cultos, la imagen retornaba a su hornacina; pero al menos el 16 de septiembre permanecía en la sala acondicionada para ataviarla, donde se le retirarían las galas de fiesta y algunas joyas. En 1789 uno de los beneficiados de la parroquia, Nicolás Rodríguez Sosa, dotó la celebración ese día de una misa cantada a Nuestra Señora de los Remedios, al tiempo que está esta santa imagen en su camarín27. En aquel ambiente propicio, y de forma paralela a las fiestas y ceremonias que venían celebrándose, se multiplicó la presencia de la efigie en celebraciones extraordinarias, tanto de rogativa —por sequías, plagas y epidemias— como de acción de gracias por embarazos, nacimientos y buenas noticias relativas a la familia real, victorias militares y concordias28. Este protagonismo solía ser compartido con otras imágenes locales muy veneradas, especialmente el Cristo de La Laguna. Además de en sus fiestas de septiembre, la Virgen de los Remedios participaba en años alternos en la procesión del Corpus Christi, cuando ésta salía desde su templo de acuerdo a la concordia establecida con la otra parroquia de la ciudad desde 1523. Junto a estas noticias documentales —aquí apenas esbozadas— y a las joyas y vestidos de la efigie [I.15] el testimonio más expresivo de su éxito devocional son sus verdaderos retratos, algunos de ellos conservados todavía en ámbitos domésticos pues fueron realizados principalmente para la devoción privada a lo largo del siglo XVIII. La primera evidencia que conocemos sobre una de estas representaciones data de 1696, pues entre los estatutos de la cofradía formados ese año se estipuló que debería contar con un estandarte de seda en el cual esté un cuadro, y en él esté por un lado la imagen de Nuestra Madre y Señora de los Remedios y por el otro el patriarca San José29. La mayoría de las veras efigies que conocemos —en torno a quince— son óleos sobre lienzo que muestran a la Virgen revestida y enjoyada, cuya variedad depende de la destreza de sus autores así como del atuendo y de las alhajas reproducidas. Las hay tanto de cuerpo entero como de tres cuartos; entre estas últimas, un cuadro dentro del cuadro en el retrato de Nicolás Viera y Clavijo pintado por José Rodríguez de la Oliva30. A este catálogo iconográfico abierto a nuevas incorporaciones añadimos ahora otro retrato de tres cuartos, en colección particular de Los Realejos, obra anónima isleña de la primera mitad del Setecientos. Y han de contarse también las noticias que poco a poco van aflorando en los documentos, y que resultan por lo general difíciles de identificar. A modo de ejemplo, en 1749 se inventariaron entre los bienes del coronel Roberto Ribas una lámina de escultura de la Virgen de los Remedios y un cuadro de la misma iconografía31; y entre los bienes de Diego Hernández Crespo se registró en 1801 un cuadro de dos varas y media de alto con su moldura pintada de colores y la imagen de Nuestra Señora de los Remedios32. Sobre la función concedida a este tipo de pinturas y sobre el tándem devocional que la Virgen de los Reme24 25 26 27 28 29 30 31 32

AHDLL: FPSDLL. Fondo asociado. Varios de cofradías y asociaciones. Legajo 1, documento 7, ff. 4r-6r, 19r-25v. AHPT: PN. Legajo 116, escribanía de Mateo de Heredia, ff. 168r-170v, 9/IX/1689. AHDLL: FSDLL. Libro 139. Libro II de fiestas, f. 70. AHPT: PN. Legajo 1.614, escribanía de Antonio Vinatea, ff. 30v-38r, 20/III/1789. Rodríguez Morales [2002], pp. 155-163. AHDLL: FPSDLL. Fondo asociado. Varios de cofradías y asociaciones. Legajo 1, documento 7, f. 19v. Rodríguez Morales [2009], pp. 254-255; Lorenzo Lima [2009], pp. 255-256. AHPT: PN. Legajo 731, escribanía de José Isidro Uque Osorio, s/f, 1749. AHPT: PN. Legajo 346, escribanía de Juan Antonio Penedo, ff. 186r-201r, 22/XII/1801.

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dios constituyó junto al Cristo de La Laguna resulta muy elocuente un documento otorgado en 1762 por el platero Pedro Bautista Remón de Abreu; por él sabemos que determinó hacer un retrato de la santísima imagen de los Remedios para colocar en el nicho de la especialísima reliquia del Santísimo Cristo, por estar puesto en su urna desde la víspera de la festividad que se celebra el catorce de septiembre de cada año, hasta el octavo día, y con efecto lo mandó hacer en una lámina a su costa y se ha puesto muchos años ha en dicho nicho33. Ambas imágenes fueron retratadas en lienzos independientes que se conservan en la ermita de San Juan de Güímar, por encargo del sacerdote Luis Tomás Baulén, natural de La Laguna. Además de la propia escultura, que algunos artífices copiarían directamente, es posible que en torno a 1700 se difundiera alguna estampa que pudo servir de modelo incluso a representaciones de otra advocación34. Alguna noticia podría valorarse en este sentido, como una lámina de papel con guarnición de vidrio, su advocación Nuestra Señora de los Remedios documentada en Santa Cruz de Tenerife en 172335. Sí hay certeza de que en la década de los años ochenta del siglo XVIII la cofradía ordenó la impresión de cuatrocientas estampas que se mandaron a la América36, trabajo probablemente realizado en la Isla pero del que por el momento no se ha Vera efigie de la Virgen de los Remedios localizado ningún ejemplar. A una tirada previa podría corresponder Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, San Sebastián de la Gomera la estampa de papel de Nuestra Señora de los Remedios inventariada en 1771 entre los bienes de Juan Luis Márquez Carsoso en Santa Cruz de Tenerife37, quien al casarse en 1722 había aportado al matrimonio un cuadro grande de Nuestra Señora de los Remedios38. Ya en la primera mitad del siglo XIX —tras la elevación a catedral de la parroquia— la Virgen fue retratada en un dibujo por el prebendado Pereira Pacheco en sus andas de baldaquino39. Al mismo autor se debe el diseño que sirvió de modelo al grabador sevillano José María Martín para componer en 1837 una estampa de tres cuartos en la que la efigie figura identificada como patrona de la Santa Iglesia Catedral de Tenerife en las Canarias, de la que se conservan varios ejemplares, y que figura inserta en una novena escrita por el mismo autor, también editada en Sevilla aquel año. A esta nueva etapa corresponde asimismo un medallón ovalado bordado sobre fondo negro que, junto a otras representaciones de los patronos catedralicios, se empleaba en el túmulo de los canónigos [III.1]. El patrimonio documental y artístico da testimonio del culto fervoroso y espléndido dedicado siglos atrás a la Virgen de los Remedios, que fue durante décadas la principal devoción mariana de la ciudad. Pero en torno a 1900 Moure ya se lamentaba de que no se ve en su camarín sino polvo y telarañas, que publican a los cuatro vientos el poco amor y solicitud de sus capellanes40. 33 34 35 36 37 38 39 40

AHPT: PN. Legajo 387, escribanía de Roque Francisco Penedo, ff. 88r-90r, 18/X/1762. Rodríguez Morales [2000h], pp. 40-47. AHPT: PN. Legajo 1.578, escribanía de Domingo Cabrera, f. 46v, 4/II/1723. AHDLL: FHD. Documentación textual en formato libro. Libro nº 73, s/f. Agradezco este dato a Juan Alejandro Lorenzo Lima. Rodríguez Morales [2000h], p. 43. AHPT: PN. Legajo 1.677, escribanía de José Francisco Guillamas de Vera, ff. 146r-150v, 5/XII/1722. Hernández Perera [1994], pp. 42-43. Rodríguez Moure [2005], p. 70.

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