La utopía de Prometeo: Juan Antonio Salceda, del antifascismo al comunismo.

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Ricardo Pasolini



La utopía de Prometeo



Ricardo Pasolini

Pasolini, Ricardo La utopía de Prometeo - 1a ed. - Tandil: Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 2006. 220 p. ; 23x16 cm. ISBN 950-658-176-2 1. Historia Política Argentina. I. Título CDD 320.982

Diseño de tapa: Pomy Diseño © El autor, 2006 © Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 2006 ISBN 950-658-176-2 Impresión y diagramación: Alfredo Bossio Artes Gráficas. Dirección postal: Av. España 359. E-mail: [email protected] Impreso en el mes de mayo de 2007 Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 APROBADO PARA SU PUBLICACIÓN MEDIANTE REFERATO POR EL CONSEJO EDITORIAL DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES



La utopía de Prometeo

A Ana



Ricardo Pasolini



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“a los ojos de un pintor, el retrato de un desconocido por Lucas Cranach tiene tanto valor como el retrato de Erasmo” Marcel Schwod

“...y el mundo se devela concretamente como fondo de cada percepción singular” Jean-Paul Sartre



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La utopía de Prometeo

Índice

Principales siglas utilizadas

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Agradecimientos

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Prólogo, por Hugo Nario

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Introducción Acerca del antifascismo como sensibilidad política

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Capítulo 1 Itinerario de un escritor: Juan Antonio Salceda, 1935-1983

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Capítulo 2 Prensa, cultura y asociaciones en Tandil

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Capítulo 3 De la educación civil al antifascismo

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Capítulo 4 El Ateneo Rivadavia y el ‘Prometeo’ de Salceda

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Capítulo 5 Intermezzo witoldiano: entre ‘Prometeo’ y ‘Ferdydurke’

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Capítulo 6 La fractura de la alianza antifascista

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Capítulo 7 Identidad comunista y vida privada

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Conclusión La Utopía de Prometeo

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Indice de nombres Fuentes documentales y bibliografía

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Principales siglas utilizadas A.A.B.R.: Archivo Asociación Bernardino Rivadavia. A.E.A.R.: Association des écrivains et artistes révolutionnaires. A.I.A.P.E.: Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores. A.I.E.D.C.: Association Internationale des écrivains pour la défense de la culture. A.F.S.: Archivo Familia Salceda. A.H.N.: Archivo Hugo Nario. B.D.I.C.: Bibliothèque de Documentation Internationale Contemporaine C.V.I.A.: Comité de Vigilance des intellectuels antifascistes. I.C. Internacional Comunista. P.C.A.: Partido Comunista de la Argentina. S.A.D.E.: Sociedad Argentina de Escritores U.C.R.: Unión Cívica Radical. U.C.R.I.: Unión Cívica Radical Intransigente. U.C.R.P.: Unión Cívica Radical del Pueblo. U.R.S.S.: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

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Agradecimientos

Este libro es el resultado de una investigación que se inició en 1994, como parte del trabajo de elaboración de una tesis de licenciatura en Historia. Más tarde, ya reelaborada, actualizada, y luego de un proceso arduo de investigación que me llevó varios años, se convirtió en una de las tres secciones que compusieron mi tesis doctoral sobre la relación entre la cultura antifascista y las ideas comunistas en perspectiva comparada, que tomaron como ejes el antifascismo en París, en Buenos Aires y en Tandil durante el período de entreguerras. En todo este proceso, he recibido el apoyo intelectual y afectivo de muchos colegas y amigos, así como el financiamiento económico otorgado por el sistema de Becas del CONICET, el cual me permitió proseguir con la investigación a la vez que obtener mi título doctoral. A partir de innumerables conversaciones, diálogos intelectuales, consejos y comentarios críticos, Estela Spinelli, Susana Bianchi, María Elba Argeri, Daniel Míguez, Julio C. Melón Pirro, Hernán Otero, Eduardo Míguez, y los colegas del IEHS del Programa “Actores, Ideas y Proyectos Políticos en la Argentina Contemporánea”, aportaron interesantes miradas sobre mi investigación que me permitieron la incorporación de nuevas perspectivas, y mejorar aquellas dimensiones que requerían mayores precisiones. En diversas etapas de su elaboración, también las lecturas y críticas de Luis Alberto Romero, Eduardo Hourcade, César Tcach y Eduardo Zimmermann fueron fundamentales en el resultado de este trabajo. No puedo dejar de mencionar mi reconocimiento al Dr. Fernando Devoto, quien fuera el director del proyecto global de tesis doctoral. Su confianza en mí siempre se ha expresado en múltiples actos de generosidad intelectual y personal, que agradezco profundamente, pues no sólo ha posibilitado mi inserción en el mundo académico, sino que también ha representado un modelo de calidad intelectual en el campo profesional, un horizonte deseable de la experiencia de ese tipo particular de intelectual que es el “historiador”, aunque de difícil acceso. También quisiera agradecer especialmente a Estela y a Eduardo, quienes han estado desde los inicios de mi formación profesional aportando conocimiento, afecto, consejo y amistad. 11

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No quiero olvidar en estas palabras a la Dra. Pilar González Bernaldo por el apoyo recibido durante mi estadía en París (años 2000 y 2001), en el marco del Programa de Cooperación Científica ECOS Sud, mediante el cual pude desarrollar diversas tareas de investigación en la Bibliothèque de Documentation Internationale Contemporaine de la Université de Paris X (Nanterre), además de una serie de actividades académicas en la Université de Paris VII Denis Diderot (París). Quiero agradecer, también, a todos los entrevistados, en especial a Beatriz Inés Gutiérrez, Hugo Nario, Jorge Di Paola Levín y Juan Carlos Pugliese (h) –interesado desde siempre en la posibilidad de publicar este trabajo-. Agradezco en todos ellos la disposición, la calidad de los datos aportados y el interés por mi investigación. Sin saberlo, ellos también me ayudaron a comprender qué tipo de investigación debía realizar. Si la entrevista brinda a los investigadores la posibilidad de alcanzar “la verdad del corazón humano”, es decir, los vaivenes de la subjetividad del entrevistado, la experiencia de la indagación histórica también busca su “verdad” aunque esta vez sujeta a reglas de conocimiento más precisas. En este sentido, quisiera que el agradecimiento sea considerado también una disculpa, puesto que en la apropiación historiográfica de sus historias personales y familiares, tal vez la “verdad del corazón humano” se haya vuelto incongruente con la “verdad” del conocimiento histórico y sus formas de verificación. De todos modos, quiero señalar que el pasaje de una verdad a otra, ha sido concretado con el mayor respeto. Los miembros de la familia Salceda no sólo pusieron a mi disposición el archivo familiar, sino también su permanente calidad humana y afectiva. Sin duda, no cabría en estas líneas la dimensión de mi agradecimiento, aunque espero que esta publicación pueda devolverles algo de la generosidad recibida. Del mismo modo lo hicieron las autoridades y los empleados de la Asociación Bernardino Rivadavia de Tandil, siempre dispuestos a la consulta de la documentación institucional y del caudal bibliográfico de la biblioteca. Por otra parte quiero agradecer especialmente al Intendente Municipal, Dr. Miguel Lunghi, a los concejales Gastón Morando y Ligia Laplace, y al Cr. Matías Civale, Secretario de Economía y Administración de la Municipalidad de Tandil, quienes apoyaron decididamente la publicación de este libro en el marco de la propuesta “Distinción Juan Antonio Salceda”, así como a la Secretaria Académica de la UNICEN, Lic. Silvia Marzoratti, quien posibilitó también su edición activando los canales editoriales de evaluación académica del libro. Finalmente, quiero agradecer a los docentes del Centro Polivalente de Arte de Tandil, y en un modo muy sentido a las profesoras María Inés Ruiz, Alicia Belloc y María Marta Viñas, quienes allá por los primeros años ’80 lograron despertar en mí el amor por la historia, la literatura y las humanidades. Así todo, como es de rigor indicar, soy el único responsable de las páginas que siguen. Tandil, agosto 2006. 12

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Prólogo

Prologar el trabajo de Ricardo Pasolini impone tres áreas de visión: a) La del libro en sí. b) La del personaje que retrata. Y c) la de la iniciativa del Concejo Deliberante de Tandil para revitalizar la figura del escritor Juan Antonio Salceda, designando con su nombre un concurso de temática comunitaria del que participan adolescentes del Nivel Polimodal y jóvenes universitarios. El trabajo de Pasolini es una vigorosa recreación de un tiempo en el que Tandil alcanzó uno de los puntos más altos de su prestigio como cultivo de valores intelectuales y estéticos que coronaban una madurez social y educativa poco corriente, aunque de ningún modo solitaria, en la provincia de Buenos Aires. Esa reconstrucción no se ha limitado al acontecer anecdótico de hechos, personas e ideas, sino que ha expuesto con rigurosa objetividad, cómo lo lugareño vivió inserto en el plano nacional y en el complicado entretejido de las relaciones internacionales, cuando el nazifascismo y la antidemocracia se cernieron sobre el mundo occidental. Básicamente, queda en claro que para las alineaciones democráticas de la década de 1930, la opción era la de enfrentarse con el nazi fascismo triunfante en Europa. Aquel inmenso riesgo se extendía al resto del mundo. América no le era ajena ya que cuestionamientos al liberalismo y a las ideas sociales despertaban fuertes ecos en gentes para quienes los principios podían subordinarse a los resultados, cualquiera fueren los caminos a recorrer. Eran tiempos en que el aceite de ricino mussoliniano obligado a ingerir a los luchadores de la Democracia en Italia y la represión militarizada de las SS y las SA hitleristas se admitían como recursos válidos para recuperar el “orden social” alterado por la ineficacia del parlamentarismo liberal y el conflicto subversivo de las izquierdas. En Tandil, la acción antifascista se atrincheraba en casi todos los partidos políticos y en algunas expresiones de corte mutualista identificados con la causa de la España Republicana y la Italia postgaribaldina. Pero como esa acción era insuficiente, para muchos jóvenes se hizo evidente que habría que librarla en el campo de la inteligencia. Esa es la agudeza con la que Pasolini percibe la situación y la describe con 13

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solvencia, tras una compulsa minuciosa y a la vez cautelosa de la no siempre confiable bibliografía que se ocupó del tema. Pero para que lo demostrado a partir del documento y el testimonio oral tuviera carnadura humana, había que hundir la mirada y el oído en las gentes, desbrozar visiones unilaterales sin descartarlas, escuchar sus confidencias y deschalar generalizaciones poco claras que dificultaban llegar al grano. Porque no siempre es posible estar seguro de que lo recogido es auténtico y sincero. Esto es lo que logra Pasolini con raro equilibrio y hace de su trabajo un fruto único que permitirá –eso sí- avanzar sobre seguro a quienes en el futuro quieran profundizar en ese campo. Ahora corresponde hablar del personaje en cuyo torno, el autor ha organizado su investigación: el escritor Juan Antonio Salceda. Sus datos biográficos están en el libro, y por obvio, los excluyo. Pero corresponde, en cambio, ver cómo desde una adolescencia deslumbrada y ávida, jóvenes contemporáneos suyos como yo. podíamos contemplarlo, cuando él ya había alcanzado su madurez. Salceda fue un punto referencial del pensamiento que, por comodidad argumental, seguimos llamando de izquierda, en tanto sepultemos un análisis más severo de los matices que la expresión contiene. Su adhesión clara y sin tapujos al marxismo en lo ideológico y al comunismo en lo político definen sobre todo su coraje en un tiempo de marginaciones, represiones y condenas que se prolongaron virtualmente hasta los días de su muerte. Para los que vinieron después, la autodefinición releva de interpretaciones dubitativas. Fue autodidacta, como muchos de los intelectuales de su tiempo. Creyó en los beneficios inefables de la lectura, y confió a su palabra escrita y hablada lo ineludible de la praxis, del mismo modo en que tomó como infalibles las fuentes del materialismo dialéctico en las que abrevó sin titubear, procurando nacionalizar esa visión a través de las lecciones de José Ingenieros y de Aníbal Ponce. Por esos caminos míticos soñaba arribar a la “aurora del hombre”. O “al amanecer del mundo nuevo”. En 1942, el escribano don José A. Cabral, convencido de la necesidad de institucionalizar la acción cultural de la juventud, organizó el Ateneo Rivadavia, que tuvo por sede la Biblioteca del mismo nombre por él creada. En ese espacio, Salceda, junto con otros amigos afines, como Víctor Magrini, Miguel Basílico, Juan Carlos Pugliese, Valerio Ferreira, Zulma Silbermann, Sofía Zárate, Dardo Jorge Fernández Tasende e Inés Beatriz Gutiérrez, por nombrar los que fácilmente acuden a la memoria, desplegó una acción encomiable, no repetida hasta ahora por lo vasto y oportuno, en una ciudad que aún absorbida por la inmediatez del crecimiento económico, ya presentía los ardores que cuajarían, veinte años después, en la creación de la Universidad. Mucho de lo más granado del pensamiento argentino de esa década, pasó por Tandil hablando y sembrando. Vicente Fattone, Ezequiel Martínez Estrada, Leónidas Barletta, Héctor Agosti, Carlos Alberto Erro, Bernardo Houssay, Héctor 14

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Yanover, Roberto F. Giusti, Gregorio Weimberg, Rodolfo González Pacheco, Luis Herrera y Reissig; o americanos como Jorge Icaza y Miguel Angel Asturias; o bien españoles de la talla de León Felipe. En su elección y su presencia se adivina el sello de la gestión de Salceda. Para muchos de los jóvenes de aquel tiempo a los que la vida no nos dio acceso académico, el Ateneo Rivadavia fue el foco libre de estudios superiores. Ningún prólogo, por erudito que presuma, podrá añadir más de lo que Pasolini ha dicho. Sólo subrayo, como otro de sus aciertos de percepción, la avidez que la comunidad tandilense experimentaba por alzar como figura mítica el perfil de un intelectual que reivindicase su modesta naturaleza del trabajo, el comercio y la rusticidad campesina. La iniciativa del Concejo Deliberante de Tandil dio el nombre de Distinción “Juan Antonio Salceda” a la convocatoria que viene realizando desde el año pasado el Municipio entre los adolescentes que, cursando estudios del Nivel Polimodal o en los primeros años en la Universidad, hagan propuestas concretas en beneficio de la ampliación de la ciudadanía social y política, y el mejoramiento de las instituciones representativas. Haber creado ese premio adquiere categoría germinal por cuanto jóvenes como ellos (entre cuyas generaciones me reconozco) en tiempos de detrás del hombro, también soñaron, concibieron y bregaron – pocas veces con éxito- por obras y asunción de compromisos con los deberes que impone una comunidad cada vez más conflictuada en lo social, y con la necesidad de un mejoramiento de las instituciones. Es un llamado de atención a los adultos para que apuren y concreten hechos positivos que achiquen el hiato de los márgenes de una desigualdad que al profundizarse genera cada vez más excluidos no sólo de la cultura, del conocimiento y del goce humano, sino del pan y del techo. Más allá de aciertos y errores y de dispares caminos elegidos en su momento, Salceda estuvo entre los que soñaron un mundo mejor que tarda en concretarse. Lo hizo al riesgo de su libertad física pero no al de su dignidad cívica. Y esto vale quizá como la más ejemplar de las lecciones. Al perpetuar su nombre, quienes busquen ideales concurrentes, no habrán de sentirse solos. Hugo Nario

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Introducción

ACERCA DEL ANTIFASCISMO COMO SENSIBILIDAD POLITICA

“Ridurre la scala di osservazione voleva dire trasformare in un libro quello che, per un altro studioso, avrebbe potuto essere una semplice nota a pie di pagina in un ‘ipotetica monografia...» Carlo Ginzburg, “Microstoria: due o tre cose que so di lei”

Definición irónica de la microhistoria y a la vez, retórica que sólo puede ser legitimada por un status académico reconocido, la idea más arriba citada del historiador italiano Carlo Ginzburg, tal vez no pueda ser considerada el resultado final de este libro. Sin embargo, el propósito de transformar un dato en una investigación histórica profunda que develara múltiples relaciones y niveles, siempre ha estado en mi pretensión intelectual, desde mi primera lectura de El queso y los gusanos. Pues en ese libro epocal -indicativo de todo un cuestionamiento en los métodos y la narración histórica-, Guinzburg demostró a partir del enfoque de reducción de escala y análisis intensivo de los documentos, la manera en que ciertas nociones dominantes sobre la Reforma protestante en la elite intelectual italiana del siglo XVI, habían impactado en las ideas cotidianas de Menocchio, un molinero fuertemente vinculado al mundo campesino de la región del Friuli, en el norte de Italia. El autor descubrió un mecanismo particular de circulación de bienes simbólicos entre la cultura de elite y la cultura popular, lo cual probó que las relaciones entre una y otra eran más fluidas de lo que se pensaba, y a la vez, mediante el análisis de la forma específica en que esas nociones fueron filtradas y reelaboradas, pudo acceder a la voz de sectores sociales integrados y constituidos básicamente por una cultura oral y campesina de antigua data. La observación microscópica de la realidad parte de la presunción de que a partir de ella se podrán revelar factores que estudios previos no habían podido observar. Así, problemas que se consideraban ampliamente estudiados cobran una “Reducir la escala de observación significaba transformar en un libro lo que para otro estudioso sólo hubiera sido una simple nota a pie de página en una hipotética monografía…”,  Carlo Guinzburg, El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, Barcelona, Muchnik ed., 3º ed., 1991. 

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dimensión nueva a partir del análisis micro, en el sentido de que ahora la forma del objeto y la trama de relaciones que se construyen, nos devuelven una imagen distinta de fenómenos que creíamos conocidos. El estudio de las prácticas intelectuales y de las nociones sobre rol intelectual y la vida cultural que desarrolló el escritor Juan Antonio Salceda (1907-1983), que es el objeto central de mi investigación, se apoya también en el supuesto de que la aplicación de esta perspectiva microanalítica tendrá efectos de conocimiento novedosos. De este modo, el devenir intelectual de Salceda es importante porque permite establecer cierta claridad acerca de tres tipos de preguntas relacionadas con la vida cultural y política en la Argentina entre los años ’30 y ’70 del siglo pasado: en primer lugar, y elemento nodal de mi estudio, permite observar el peso del clima antifascista de los años ’30 en la constitución de una sensibilidad política que, por un lado, impactó en amplios sectores de la opinión pública de tal suerte que se puede hablar de cierto clima de época y, por otra parte, se convirtió en elemento constitutivo de la identidad de los intelectuales comunistas argentinos, en el doble sentido de que es posible verificar itinerarios personales que llevaron de la experiencia antifascista al ingreso en el Partido Comunista Argentino, y a la vez en el hecho de que en la memoria comunista “la lucha antifascista” aparece como una divisoria de aguas en los componentes de la identidad de la intelectualidad comunista. En segundo lugar, las preguntas se vinculan con el problema de los circuitos culturales, no ya desde el punto de vista de las relaciones entre una cultura de elite y otra popular, sino las que se establecen entre el centro y la periferia del campo intelectual. De este modo, es posible observar la difusión que en ámbitos culturales del interior del país habían alcanzado ciertas ideas sobre cultura y rol intelectual que en principio se creía de gran impacto sólo en la vida cultural de Buenos Aires. En tercer término, permite comprender la particularidad que asumió un mundo cultural local, en cuanto a las formas específicas en que se constituyeron los ámbitos de las prácticas intelectuales, la dinámica de estos espacios, los conflictos y las nociones adoptadas, reelaboradas y generadas en su seno y que marcaron su singularidad. Es decir, permite alcanzar la especificidad de ese mundo cultural local que desde su condición periférica expresa una dinámica de relaciones sociales y simbólicas que le son propias. En este marco, la noción de mundo cultural local puede resultar interesante para referirme a estos ámbitos, prácticas y mensajes culturales que se desarrollan en ciudades intermedias como es el caso de Tandil, una sociedad urbana de la provincia de Buenos Aires, lugar predominante de la actuación cultural de Juan Antonio Salceda. Pienso este concepto en su condición de frontera del campo intelectual, definida ésta por el carácter desigual con que allí son vivenciados los Giovanni Levi, “Les usages de la biographie ˝, Annales ESC, nov-déc., nº 6, Paris, 1989, pp. 1325-1336. Pierre Bourdieu, “Campo intelectual y proyecto creador”, en Bourdieu, Pouillon y otros, Problemas del estructuralismo, México, Siglo XXI, 1967, p. 136.  

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procesos de apropiación de bienes culturales, respecto del centro de ese campo intelectual, representado por Buenos Aires en tanto capital cosmopolita. En particular, se trata de pensar en este mundo local a partir de los años ‘30 como borde de una modernidad periférica, es decir, como suburbio de lo que Beatriz Sarlo denomina para las décadas de 1920 y 1930, «una cultura de mezcla, donde coexisten elementos defensivos y residuales junto a los programas renovadores; y rasgos culturales de la formación criolla al mismo tiempo que un proceso descomunal de importación de bienes, discursos y prácticas simbólicas». Parto de la hipótesis general de que la obra y la práctica intelectual de Juan Antonio Salceda, un escritor comunista de la ciudad de Tandil, brinda un ejemplo de cómo los recursos culturales de su momento y lugar histórico, podían modelarse, transformarse y reelaborarse, en una variante posible del modelo de «intelectual comprometido», que desde la izquierda hacia la mitad de la década del ‘20, había inaugurado el grupo de escritores de Boedo, como elemento diferenciador en las disputas del campo intelectual de Buenos Aires, y que más tarde se reeditará con la experiencia de la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (A.I.A.P.E.), la organización más importante del antifascismo pro comunista en la Argentina entre 1935 y 1943. Es verdad que toda perspectiva analítica de los procesos sociales que parta del individuo como elemento central de la argumentación presupone una concepción teórica inicial respecto de la relación entre la acción de los individuos y el de las estructuras sociales, institucionales y/o culturales. En este sentido, no dejo de reconocer que la conciencia individual no es natural y sencillamente una producción o epifenómeno de un sustrato cultural o mental más amplio, sino un actor histórico en el marco de una serie de contextos cambiantes que lo influyen. De este modo, siguiendo la conceptualización de José Luis Romero, no se trata aquí de un estudio biográfico en el que lo individual aparece exclusivamente como arquetipo de una época, donde el microcosmos personal carece de significación, sino por el contrario, de lo que se trata es de mostrar lo que Lucien Febvre ha indicado en su Martín Lucero como el problema fundamental del trabajo histórico: identificar las relaciones entre individuo y colectividad, y entre iniciativa personal y necesidades sociales. En este marco de incitaciones, propongo la idea de que Salceda produjo una versión particular de este modelo, que se apoyó en la identificación extrema entre práctica intelectual y vida personal, solución que estuvo enmarcada en un contexto social caracterizado por el peso de un conjunto de relaciones personales, que incluían en principio las de amistad, pero sobre todo los vínculos políticos locales y los lazos con la sociabilidad intelectual del comunismo porteño. En esta Beatriz Sarlo, Una modernidad periférica. Buenos Aires 1920 y 1930, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988, p. 28.  Jean-Claude Passeron, “Biographies, flux, itinéraires, trajectoires ˝, Revue française de sociologique, XXXI-1, janvier-mars 1990, Paris, pp. 17 y ss.  José Luis Romero, Sobre la biografía y la historia, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1945, pp. 28 y ss.  Lucien Febvre, Martin Lutero, Roma-Bari, Laterza, 1974, p. 7 y ss. 

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trama compuesta de práctica cultural, relaciones personales y políticas, Salceda terminó convirtiéndose en el escritor local, figura simbólica que fue asumiendo características mitológicas en la medida en que se transformó en el referente más claro del sector social de la comunidad, que se identificaba con la tradición política liberal-democrática, aglutinada bajo el tópico general de “antifascismo”. Al mismo tiempo, Salceda logró un importante reconocimiento en las filas partidarias. Así todo, a diferencia de otras problemáticas historiográficas, las preguntas globales que se refieren a las diferentes dimensiones del fenómeno antifascista -esto es, a las formas de organización de resistencia política o cultural de aquellos que estuvieron preocupados por el ascenso al poder del nazismo y de otros movimientos fascistas, tanto en Europa como en Argentina-, no han sido estudiadas aún en profundidad en nuestro país, no porque no hayan alcanzado una fuerte incidencia histórica. Por el contrario, como he demostrado en otros trabajos, las posiciones antifascistas se manifiestan con vigor cuando la mirada del historiador se posa sobre los documentos de época, en particular sobre la vida asociativa de la comunidad italiana en Argentina desde mediados de la década de 1920, y sobre todo en las décadas de 1930 y 1940, cuando el antifascismo se convierte en un tema que informa las diversas alternativas de la política nacional. A veces estas posiciones antifascistas se presentan como una clara estrategia política del Partido Comunista Argentino, que intentaba constituir aquí un frente popular a la francesa, en el marco de la alianza de clases que había establecido el VII Congreso de la Internacional Comunista en agosto de 1935.  Otras veces, se presenta como afectividad ideológica, es decir, como una sensibilidad política, un estado de la opinión que recorre una amplia gama de significaciones y espacios de carácter intelectual, obrero, estudiantil, y/o partidario (U.C.R., Partido Socialista, Partido Comunista y Partido Demócrata Progresista), en un contexto en que la política argentina se “internacionaliza”, en la medida en que las referencias a modelos de organización social, política o intelectual externos se vuelven moneda corriente en la vida política nacional y en las reflexiones sobre el destino de la nación. De este momento es la constitución de organizaciones de solidaridad con los perseguidos por el fascismo, como el Comité de Ayuda a las víctimas del fascismo en España, filial local de su homónimo parisino, presidido internacionalmente por el profesor Henri Wallon, e integrado en Buenos Aires por Alfredo Palacios, Aldo Cantoni, Augusto Bunge, Benito Marianetti, Sebastián Marotta y Miguel Contreras. También, la constitución en diciembre de 1935 de la filial local del Comité Mundial de Ayuda a las Víctimas del Fascismo, presidido por Romain Rolland, integrado aquí por políticos e intelectuales radicales, socialistas, demócratas progresistas y comunistas como José Peco, Emilio Ravignani, Aníbal Ponce, Augusto Bunge y Julio A. Noble. Por otra parte, en 1935 surge la Organización Popular contra el Fascismo y el Antisemitismo, y en 1937,  Ricardo Pasolini, “La internacional del espíritu. La cultura antifascista y las redes de solidaridad intelectual en la Argentina de los años ‘30”, en Marcela García Sebastiani (ed.), Fascismo y antifascismo. Peronismo y antiperonismo. Conflictos políticos e ideológicos en la Argentina (1930-1955), Madrid / Frankfurt, Iberoamericana / Vervuert, Bibliotheca Ibero-Americana, 2006, pp. 43-76.

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el Comité contra el racismo y el antisemitismo, se transformará en uno de los espacios más amplios y representativos de las fuerzas políticas antifascistas. Sin embargo, ya desde 1932 es posible observar un potente movimiento antifascista a través del Comité contra la Guerra Imperialista que llevará al año siguiente a la realización en Montevideo del Congreso Antiguerrero Latinoamericano. Y, en 1935, se constituye –como he indicado ya- la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores, organización de gran impacto en la intelectualidad comunista hasta bien entrado los años ’50. La A.I.A.P.E. había tomado el modelo de acción cultural del Comité de Vigilance des intellectuels antifascistes de París, que en 1934 había ayudado desde el ámbito de la cultura en la dinamización del frente popular francés que triunfó en las elecciones de 1935 y 1936.10 En el contexto de la Guerra de España (1936-1939), se crearon en Buenos Aires y en el interior innumerables asociaciones de ayuda a la República Española, y alrededor de 500 militantes argentinos participaron como voluntarios en la Brigadas Internacionales en España, en la medida en que se evaluaba que en tierras españolas se dirimía el destino de la humanidad. Se trataba de la pugna entre lo que consideraban la barbarie fascista y la posibilidad de un sistema democrático que transitara hacia el socialismo. Hacia 1939, cuando se constituye en París el Comité de Ayuda a los intelectuales españoles refugiados en Francia, otros intelectuales argentinos como Alberto Gerchunoff, formarán parte de esta agrupación, en un momento en que el problema de los refugiados españoles parece absorber el conjunto de las preocupaciones del antifascismo. De algún modo, más allá de las referencias internacionales, las irregularidades de un sistema político caracterizado por el fraude electoral y sus formas represivas, convirtió el antifascismo en una actitud de crítica e interrogación de la historia nacional, de sus tradiciones políticas y de los problemas políticos internos de la Argentina, que llevaron a la pregunta acerca de la posibilidad o no de constituir un sistema democrático en el país, que por un lado respetara la legalidad de las normas republicanas y que por otro adquiriera un carácter cada vez más progresista. No es extraño entonces que el antifascismo de los años ’30 se convirtiera en el antecedente más cercano de las diversas sensibilidades políticas que confluyeron en el antiperonismo, desde 1943 en adelante.11 *** Ricardo Pasolini, “El nacimiento de una sensibilidad política. Cultura antifascista, comunismo y nación en la Argentina: de la A.I.A.P.E al Congreso Argentino de la Cultura, 1935-1955”, en Revista Desarrollo Económico (IDES), n° 179, oct-dic 2005, pp. 403-433. 11 Jorge Nállim, “Del antifascismo al antiperonismo: Argentina Libre, Antinazi… y el surgimiento del antiperonismo político e intelectual”, en Marcela García Sebastiani, op. cit., pp. 77-103, y Andrés Bisso, Acción Argentina. Un antifascismo nacional en tiempos de guerra mundial, Buenos Aires, Prometeo, 2005, passim. 10

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He delimitado el estudio de la práctica intelectual de Juan Antonio Salceda al período que encierran los años 1935 y 1976, aunque algunas referencias llegan hasta 1983, año de su fallecimiento. La primera fecha representa el momento en que impacta en Tandil, ese cambio de actitud que experimentó la intelectualidad europea y argentina de los años ‘30, cuando ante el advenimiento del fascismo en Italia, y del nazismo en Alemania en 1933, comienzan a conformarse entidades culturales antifascistas que se definen por su doble condición de estar integradas por intelectuales detentadores de un saber específico, la cultura, y por el carácter político que asume el propósito de convertirse en freno ante el avance del fascismo, y a la vez, en propulsores de un proyecto utópico, que la mayoría de ellos ve concretado en la Unión Soviética. Esta combinación de cultura, política y utopía, elementos distintivos12 de la vanguardia intelectual europea de estos años, se apoyó sobre todo -en el caso de la intelectualidad progresista- en la creencia de que la práctica cultural debía seguir inevitablemente el camino del compromiso político. Como señala Sarlo, un sector del campo intelectual porteño experimentó con intensidad este proceso: el grupo de escritores de Boedo y la revista Claridad en los años ‘20, y la revista Contra en los ‘30 representan sus ejemplos más estudiados.13 En la periferia del campo, tal impacto también se advierte, sólo que aquí adquiere características distintivas, en la medida en la que se encabalga en una tradición de pensamiento de incitación masónica. En este sentido, hacia 1976, fecha en que establezco el corte en el proceso, se puede observar que en el mundo cultural local estas nociones se han convertido en residuales, agudizando un derrotero que habían iniciado en los últimos años ‘50, cuando la sociedad argentina comenzó a experimentar un proceso importante de cambios políticos y de modernización cultural, y cuando en el seno de la misma izquierda está surgiendo hacia inicios de los años ’60 una renovación que conllevará la crítica a la vieja guardia comunista. He planteado mi argumentación a partir de una estructura de siete capítulos en los que se abordan diferentes problemas y temáticas. Los cuatro capítulos iniciales pueden ser considerados como piezas de un enfoque macro, que intentan construir una serie de contextos en los cuales las acciones de Salceda encuentran su sentido, mientras que los restantes adquieren un carácter de tipo más acontecimental, en parte condicionados por las características de las fuentes disponibles, y sobre todo, porque intento presentar allí diversos momentos puntuales en que la dinámica cultural se presenta en toda su magnitud y conflictividad. Es decir, allí aparecen una serie de acontecimientos claves que develan la cristalización de procesos y sus límites históricos. En el capítulo 1, me preocupo en presentar en forma panorámica el devenir intelectual de Juan Antonio Salceda, y establezco una periodización inicial, basándome fundamentalmente “Hubo una polarización de actitudes, viéndose los defensores del comunismo o del fascismo a sí mismos, no como compañeros de viaje sino como apóstoles entregados a un nuevo credo”. Edward Timms, “¿Traición de los intelectuales? Benda, Benn, Brecht”, en Debats Nº 26, Valencia, dic. 1988, p. 18. 13 Sarlo, Una modernidad..., op. cit., p. 123 y ss. 12

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en las alternativas que asumió su actuación cultural, y en las representaciones que alrededor de su figura fueron constituyéndose en el mundo local. También, avanzo algunas hipótesis sobre el lugar que Salceda va ocupando en las redes de relaciones tanto locales como foráneas. En el capítulo 2, intento establecer una caracterización de las nociones dominantes sobre cultura y rol intelectual, a partir del análisis de ámbitos culturales como la Biblioteca Bernardino Rivadavia, dos diarios locales, considerados como espacios de sociabilidad en cuyo seno se generan nociones y figuras intelectuales más propias de un entorno social de esfera pública. De un modo más o menos exhaustivo, me detengo aquí en la relación entre ámbitos culturales y política, y luego paso al análisis de la especificidad propia de esos ámbitos: estudio su funcionamiento, su lógica interna, y me pregunto también sobre el público a quien dirigieron sus mensajes. La hipótesis central de este capítulo es que en esos espacios se fue constituyendo desde principios del siglo XX, un acuerdo acerca de la tarea cultural que consideraban al intelectual como un educador de la civilidad. Descubrí que esta idea no sólo se presentaba con una temporalidad diferente respecto del centro del campo intelectual, sino que también atravesaba el conjunto de los ámbitos culturales estudiados, lo que da una pauta de las características que en este período asumía en la frontera del campo intelectual la tradición intelectual que se autodefinía como «liberal y democrática». El problema fundamental que se estudia en el Capítulo 3 es el modo en que se constituye un espacio amplio para la cultura antifascista, con el propósito de mostrar los mecanismos que permitieron el ingreso de intelectuales nuevos y los circuitos de transmisión y organización cultural. A partir de la experiencia del Ateneo de Cultura Popular de Tandil, se intenta ver allí el funcionamiento de una red social de intelectuales que tiene su centro en el núcleo de A.I.A.P.E. en Buenos Aires; el contenido ideológico del antifascismo en el ámbito provinciano y su especificidad en relación con las experiencias culturales del momento. En el cuarto capítulo, abordo el problema de las ideas que produjo Juan Antonio Salceda, a partir del análisis de la obra que lo incorporó definitivamente al campo intelectual argentino de la época. Me refiero a Prometeo, el humanismo del mito (1953). Sin embargo, aquí no me interesa tanto este dato relativo a su incorporación, sino la representatividad del libro en tanto síntesis paradigmática de su pensamiento. En efecto, del conjunto de escritos de Juan Antonio Salceda, Prometeo es el que mejor expresa su concepción acerca del rol de la cultura y de los intelectuales en la sociedad. Salceda construye toda una interpretación de este mito griego, que nos da una pauta de cómo podían ser articuladas ciertas nociones dominantes en la izquierda intelectual de Buenos Aires -por ejemplo, la idea de la URSS como modelo indiscutido de progreso social-, pero a la vez, del tipo de significados dominantes en el mundo social en que se mueve el autor. Una pauta de la recepción en el mundo cultural local de los mensajes que encierra este libro, lo representa el hecho de que Salceda es convertido en el escritor de la ciudad a partir de la publicación de Prometeo, de allí que se estudie también al inicio de 23

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este capítulo la experiencia cultural del Ateneo Rivadavia (1942-1960), ámbito en el que Salceda desarrolló su actividad intelectual y, sin duda, como se verá, el espacio cultural más importante de la comunidad. El problema de la crisis del modelo de intelectual como educador social en Tandil, es tratado en el capítulo 5º, a partir del estudio de la polémica SalcedaGombrowicz. En efecto, en octubre de 1957, Juan Antonio Salceda y el escritor polaco Witold Gombrowicz -este último un outsider del campo intelectual argentino-, mantuvieron unos diálogos polémicos en las sesiones culturales del Ateneo Rivadavia, sobre temas tales como el comunismo, el catolicismo, el papel de las ideas y de los intelectuales en la sociedad, y la importancia del arte comprometido. Las argumentaciones de Gombrowicz en tanto existencialista sui generis, decididamente opuestas a las de Salceda, dejan entrever, por un lado, la dinámica de ese mundo cultural local hacia los últimos años ‘50, y por otro, la pervivencia de ciertas nociones sobre cultura que habían impactado en Tandil hacia mediados de la década del ‘30. El capítulo abunda en la presentación de la cosmovisión de Witold Gombrowicz, de su particular modernismo14, y ello se debe a que el pensamiento del escritor polaco impactó con fuerza en un grupo de jóvenes tandilenses con pretensiones literarias, que pueden ser considerados como los hijos culturales del Ateneo Rivadavia. Me interesa mostrar aquí, cómo la práctica y las nociones de este escritor polaco, terminaron actuando en un conjunto de relaciones sociales y culturales de tipo local, orientando la dirección de la ruptura simbólica entre algunos de los jóvenes que integraban el Ateneo Rivadavia, y el ideario dominante en ese ámbito cultural. Propongo la hipótesis de que aquí, la ruptura adquirió características distintivas respecto de la experimentada, por ejemplo, por la nueva izquierda universitaria de esos años. El capítulo 6, toma como eje la clausura del Ateneo Rivadavia, ocurrida en septiembre de 1960, como consecuencia de la aplicación del decreto nacional 4965/59 que prohibía “las activi - 18 -ades comunistas”. Este hecho, no sólo impactó grandemente en la vida intelectual de Salceda, sino que explicitó un nuevo estado en las relaciones de fuerza y las alianzas político culturales de ese mundo cultural local que describí en los capítulos iniciales, y que habían permitido el funcionamiento del Ateneo Rivadavia, durante dieciocho años. De este modo, presento una descripción completa de las diferentes instancias que asumió el conflicto, y sigo paso a paso el comportamiento de la prensa liberal, de algunos sectores políticos, del Ateneo y la Asociación Bernardino Rivadavia, para presentar finalmente una hipótesis del por qué de este destino final de la institución cultural más encumbrada de la ciudad. En particular, me interesa mostrar aquí de qué manera se desarticula la alianza cultural que permitía la circulación de bienes culturales. Tomando como base documental la correspondencia personal de Salceda, y sus poemas que tienen como temática fundamental a su propia familia, en el Marshal Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la Modernidad, Buenos Aires, Siglo XXI de España Editores, 1989, pp. 2 y 15.

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capítulo 7 me ha interesado establecer de qué manera la intimidad salcediana está expresando sus nociones más potentes sobre cultura y rol intelectual, en un contexto cultural y político de retroceso de esas nociones.15 Parto de la hipótesis de que al identificar la conducta intelectual con la actitud de vida total, Salceda convierte el tópico del compromiso en una ética que le sirve como modelo de acción para guiar la conducta propia y ajena, tanto en el plano público como en el ámbito privado. En este marco se compara el ideario de Salceda con los de su generación intelectual, con las propuesta de renovación de la nueva izquierda juvenil, y se intenta caracterizar qué significó para él ser un intelectual comunista durante el período 1935-1976, en función del lugar que ocupaba en la sociabilidad comunista, y en relación con otras experiencias históricas de intelectuales comunistas en su dimensión comparativa. En síntesis, la reducción de la escala de análisis que propongo permite ver cómo estas preocupaciones se presentaron al nivel del individuo y cómo los diferentes contextos ayudan a pensar las variantes que va asumiendo un fenómeno complejo como la aparición y desarrollo de las identidades políticas. Así, el ejemplo de Juan Antonio Salceda, nacido a la vida cultural y política en la sociabilidad de la cultura antifascista, da la posibilidad de observar no sólo su tránsito personal hacia las ideas comunistas, sino también el carácter que va asumiendo ese comunismo argentino, de fuerte matriz ideológica liberal que en momentos pareciera convertirse en su único defensor, a la vez que ilustrar el comportamiento de unos aliados políticos no siempre estables en sus pactos.

Silvia Sigal sostiene que “el campo cultural de los años ‘60 no estuvo dominado por la idea de la obra comprometida o sea por la impugnación, desde la ideología, de principios culturalmente centrados (...), la disyunción entre cultura y política tuvo como resultado el predominio de un perfil: un intelectual comprometido e insertado, simultáneamente, en un sistema de criterios específicos, sistema que no reenviaba directamente al terreno ideológico-político”. Silvia Sigal, Intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires, Puntosur, 1991, p. 160. Para una idea matizada de esta relación entre intelectuales y política, cf. Claudia Gilman, Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, pp. 63 y ss. 15

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Capítulo 1

Itinerario de un escritor: Juan Antonio Salceda, 1935-1983 “...Juan Antonio Salceda transita airosamente por la senda humanista del inolvidable Aníbal Ponce”. Cuadernos de Cultura, enero de 1954

De almacenero a escritor Entre 1935 y 1953, un modesto almacenero de provincia llamado Juan Antonio Salceda, se convirtió en una figura de notable prestigio en la ciudad de Tandil alcanzando a la vez un lugar importante en el núcleo cultural que se articulaba a través de la sociabilidad del Partido Comunista Argentino. A partir de unas prácticas cotidianas que lo volcaron hacia las diversas formas que la vida intelectual adquiría en el mundo local, Salceda fue reconocido hacia el final de ese período como “el escritor local”, figura social en la que se articulaban dos tópicos muy potentes de la ideología de los sectores medios y populares de la Argentina de entreguerras: la posibilidad del ascenso social y el acceso a la cultura letrada como un medio para lograrlo. Sin embargo, si el devenir social de Salceda ejemplificaba la concreción del ascenso social de los tiempos de la Argentina agroexportadora (ahora convertido en residuo ideológico), también ilustraba para los contemporáneos locales, una especie de caso límite: Salceda era el inmigrante español que no había podido recibir educación formal, porque la muerte de su padre hizo que desde muy pequeño tuviera que hacerse cargo del sostén familiar, y ahora se convertía -desde un lugar provinciano- en un escritor que publicaba en el medio cultural de Buenos Aires. Ciertamente, un itinerario nada frecuente. Sin duda, el elogio de la vía cultural del ascenso por parte de los contemporáneos de Salceda, se fundaba en una percepción heroica del devenir humano, y en este sentido, Salceda aparecía como un “self made man”, quien merced a la voluntad personal y a un gusto impetuoso por la autoilustración, había intercambiado su destino natural de almacenero por el de intelectual. Más de una vez en las entrevistas realizadas, Salceda era presentado como una voluntad que se había hecho a sí misma, una vida que se autorrealizó gracias a un proyecto 27

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definido desde la infancia (por ejemplo, la exaltación de su temprano gusto por la literatura). Pero esta representación en el modo heroico, se debía más a la proyección hacia el pasado infantil de Salceda, de un momento específico de su peso simbólico en el imaginario local, que a la concreción lineal de un proyecto de vida definido desde el origen. Sin excepción, los entrevistados colocaban al inicio de la vida de Salceda, lo que ellos habían fijado como producto final, pero este resultado sólo reflejaba un momento particular del proceso variable de la conversión de Salceda en el equivalente a una figura unificadora de significados positivos. Es verdad que al menos desde muy joven, Salceda había concebido la idea de convertirse en escritor -en un tipo particular de escritor-, y que también ayudó a mantener una imagen heroica de sí mismo. Las fuentes son precisas al respecto. Sin embargo, más allá del peso de la autoimagen en el devenir personal, el fenómeno de la construcción de figuras sociales no puede explicarse tomando como única variable la proyección de las aspiraciones individuales. Es evidente también que es necesario articular otros niveles de análisis en donde no sólo se establezca el peso específico del proyecto de vida, sino también el espacio contextual donde este proyecto pretende desarrollarse. Como ha señalado Maurizio Gribaudi, las negociaciones de los individuos no se hacen en el vacío, sino en el marco de contextos concretos, caracterizados por modalidades específicas de utilización de recursos materiales, simbólicos y/o relacionales.16 Para que el lector pueda acceder en términos preliminares a la figura social de Juan Antonio Salceda, en las páginas siguientes intentaré establecer una relación entre proyecto de vida, relaciones personales e identidad política con el propósito de presentar una argumentación plausible del devenir social de Juan Antonio Salceda, en función del problema histórico original: el peso del momento antifascista en la constitución de una identidad política comunista. A la vez, el ejemplo intenta presentar algunos indicios del funcionamiento de una región específica de la sociedad caracterizada por un tejido de relaciones personales cambiantes, con el propósito de establecer una vinculación entre actores, ideas, prácticas culturales y percepciones sociales. He construido mi argumentación a partir de tres ejes. En el primero presento el itinerario biográfico global de Salceda, en el segundo analizo dos momentos puntuales en su ciclo de vida: 1935 y 1953. Aquí planteo que en ambos momentos pueden observarse con claridad los caracteres distintivos que adquieren sus redes de relaciones, así como ciertos indicadores de las estrategias desarrolladas por Salceda hasta llegar a la construcción de una identidad política muy afín a las imaginaciones del Partido Comunista Argentino, pero de elaboración personal. Finalmente, presento las formas de reconocimiento mediante las cuales Salceda alcanzó un lugar social privilegiado. Básicamente, el corpus documental utilizado en este capítulo está compuesto por la correspondencia personal de Juan Antonio Salceda del período Maurizio Gribaudi, “Les discontinuités du social. Un modèle configurationnel”, en Bernard Lepetit , Les formes de l’expérience. Une autre historie sociale, Paris, Albin Michel, 1995, p. 205. 16

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1945-1954, los archivos de las instituciones en las que participó, las memorias públicas de personajes locales, la prensa local, y los testimonios orales de varias personas, de las cuales la mayoría estuvo directamente vinculada a él. Aunque el relato biográfico llega hasta la muerte de Salceda, la calidad de los datos se vuelve más sólida en el caso de las personas ligadas a la red local y más elusiva en el resto de los miembros del tejido relacional. De allí que se hayan tomado sólo esas dos fechas puntuales. La fuente oral ha sido utilizada fundamentalmente de acuerdo a una metodología hermenéutica17, es decir, en tanto relato de testigos que al resignificar su pasado personal y relacional, establecen una serie de representaciones sobre los hechos que pueden dar una idea del componente significativo de los valores y nociones que dominaban en un grupo social específico. Y a la vez, como fuente exclusiva que aporta datos sobre hechos puntuales ausentes en documentos más tradicionales. Es decir, muchas veces la entrevista se convierte en portadora de información objetiva sobre acontecimientos o experiencias que el documento público o privado no relevó. Ambas perspectivas me han acercado tanto a la dimensión simbólica de la figura de Salceda como a la instancia propiamente factual de su experiencia social. Un recorrido biográfico Como gran parte de las historias de vida argentinas de este siglo, la de Juan Antonio Salceda comienza en otro lugar, se trata de una vida que también tuvo como destino el camino de la emigración. Salceda nació en Aguilar de Campóo, en Palencia (España), el 30 de marzo de 1907, y llegó a la Argentina cinco años más tarde, para cumplir junto a los suyos con el sueño familiar de hacer la América. El hecho de que su padre -quien había sido intendente de la comuna de Aguilar-, lejos estuviese de adherir a alguna ideología de carácter contestatario, como el socialismo, el anarquismo o el comunismo; y que su madre practicara la fe católica fervorosamente18, hacen que se descarte la idea de que el origen de la adhesión fervorosa de Juan Antonio Salceda al pensamiento de Marx, pueda derivar de la influencia de una tradición familiar de adhesión a las posiciones más reconocidas de la izquierda. Sin embargo, si al nivel de lo ideológico no se puede reconocer la persistencia de esa tradición, en lo que hace a ciertas prácticas intelectuales en Salceda, la situación pareciera ser la inversa: en la memoria familiar, el gusto por la lectura cotidiana aparece como una actividad común en la familia, y para el caso de Juan Antonio Salceda, es presentado como un símbolo de su avidez intelectual, y también, como una genealogía de los quehaceres personales fundamentales. Así, en la explicación de sus inclinaciones 17 Alessandro Portelli, Biografia di una città, storia e racconto: Terni 1830-1985, Torino, Giulio Einaudi editore, 1985. 18 Algunos datos de la relación familiar de Juan Antonio Salceda, han sido aportados por su viuda, Ema Angelillo, su hijo Juan Antonio y su nuera Franca Bortolotti.

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intelectuales, la memoria familiar parece encontrar una línea de continuidad entre las actividades de los integrantes de un pasado inmediato y las vidas presentes. Ema Angelillo, la viuda de Salceda, da cuenta de un dato interesante, cuando relata que Juanillo -así se refieren a él la mayoría de los entrevistados- solía visitar a su madre ya anciana y casi ciega, con el sólo propósito de leerle la Biblia, lectura de infancia de Juan Antonio Salceda, y libro preferido de su madre. De todos modos, el hecho de que Juanillo haya pasado su infancia junto a sus padres en Chapaleofú -un paraje rural ubicado entre las localidades de Tandil y Rauch en la provincia de Buenos Aires-, dedicándose a las tareas agrícolas y al comercio de lo producido en un pequeño almacén de campaña de propiedad familiar, puede dar una pauta de que si la práctica de la lectura es identificable como gusto familiar, la sociabilidad posible en ese almacén rural, no es menos propicia para que el gusto por la lectura sólo pueda concretarse a partir de la experiencia familiar cotidiana, y no a través de un espacio cultural en sentido estricto. Un almacén rural, sociabilidad de paisanos, viajeros y visitadores de comercio, que quizás, alguna vez, hayan dejado algún libro. Sin embargo, más allá de las experiencias escolares, nada sabemos de sus experiencias intelectuales durante este período formativo. Hacia 1926, Salceda ha emigrado con destino a Tandil junto a su madre, quien ha enviudado. El sostén de la familia queda a su cargo y se transforma en el propietario de una barraca que no alcanza el status de un almacén de ramos generales. Un comerciante, al parecer sin los saberes necesarios para prosperar en tanto tal, pues convertía su almacén en un espacio de reunión y de discusión literaria, como lo indica una crónica de El Eco de Tandil, con motivo de la presentación de su libro Prometeo, en 1953. El año de la aparición de Prometeo. El humanismo del mito, es sin duda el de mayor peso simbólico de la figura intelectual de Juan Antonio Salceda en la vida cultural local, de modo que no es extraño que el cronista termine por representarlo como la personificación de la antítesis del modelo de éxito social burgués, un hombre que se hace a sí mismo pero en clave comunista: “Y empezamos a escucharlo en la tertulia -muchas noches de estrellas luminosas por rutas esperanzadas- y lo vimos escribir y lo vimos trabajar y entusiasmarse en todas las nobles inquietudes, capaces de despertar en el hombre la conciencia de su liberación (...) Juan Antonio Salceda, verdadero autodidacta, usó sus noches para un diálogo permanente con las cosas del mundo, y sus horas libres, para aportar su esfuerzo en un mundo mejor”.19

Almacén, lectura y utopía, parecieran resumir -según la crónica- las alternativas de vida de Salceda durante los últimos años de la década del´30. Sin embargo, se trata de la atribución de determinadas características de un período posterior, a un pasado en el que Salceda aún no había desarrollado ni las prácticas intelectuales que lo identificarán más adelante, ni sus adhesiones políticas y culturales más conocidas. El Salceda de los últimos años ‘20 en Tandil, es el joven almacenero 19

“Un amigo, un libro, un homenaje”, El Eco de Tandil, mayo de 1953.

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lector que se acerca a ese ámbito de sociabilidad representado por el Club Ferrocarril Sud, para practicar el fútbol y la pelota vasca. En 1931, Salceda conoce a Juan Carlos Pugliese20, un joven radical, alumno de la Escuela Normal. El dato revela el ingreso de Juanillo al núcleo de jóvenes de la Unión Cívica Radical con alguna inclinación intelectual, pero además indica la constitución de una red social particular ajena al espacio inicial de Salceda. Estos jóvenes, que acceden a las instancias de la educación secundaria representada por la Escuela Normal, son en general los hijos de los dirigentes del radicalismo local, como es el caso del propio Juan Carlos Pugliese. La mayoría de ellos tendrá luego la oportunidad de seguir estudios universitarios. El relato de Pugliese sobre los orígenes de su amistad con Salceda es altamente significativo de los valores que sustentaba este grupo: “Recuerdo ahora una tarde del verano de 1931, cuando Lolilo Pierre me dijo: ‘Vení que vas a conocer un tipo macanudo’. Yo era entonces un muchacho de la vieja Escuela Normal, positivista y liberal, con sueños como todos los muchachos de antes y de ahora. Y Lolilo me llevó a 4 de Abril y Montevideo, donde había un viejo almacén de barrio y donde no había ningún cliente, por lo menos a esa hora. Detrás del mostrador, sentado en una silla petisa, con una edición facsimilar de ‘El Quijote’ en sus manos, estaba Juan Antonio. Así lo conocí, no recuerdo lo que nos dijimos entonces. Supongo que entramos a mirarnos y él a expresar ese entusiasmo y admiración que sentía por los estudiantes, nostalgia del que quiso y no pudo. Sólo sé que desde entonces fue creciendo entre nosotros una amistad que tengo como lo más preciado de mi vida (...)”21.

Este relato, que data de 1972, se inscribe en el agasajo que se le hiciera a Salceda, debido a la presentación de su libro de poemas El Arbol Luminoso, y es altamente significativo porque da la idea de que en los primeros años ‘30, existía un campo de experiencias culturales comunes a integrantes de diferentes orígenes sociales. El relato de Pugliese, con la exaltación de la ilustración escolar, presenta una imagen de Salceda en tanto otro social: al mundo estudiantil, Pugliese le contrapone el del almacén de barrio, a la educación positivista y liberal, la lectura solitaria, la alternativa de la autoilustración. Sin embargo, ambas experiencias, la de la educación formal y la de la informal, que expresan ideológicamente mundos sociales relativamente distantes, terminan integrándose a partir de un tejido Juan Carlos Pugliese (1915-1994) nació en Tandil el 17 de febrero de 1915. Se recibió de maestro en la Escuela Normal de Tandil, en 1932. En 1931 editaba el periódico estudiantil “El Laxante”. La Escuela Normal había sido fundada el 20/1/1910. Ejerció la docencia en Mar del Plata y en Buenos Aires, mientras estudiaba derecho, y se recibió de abogado el 11 de enero de 1941. En 1943, ingresó como miembro de la Asociación B. Rivadavia. Fue candidato a Intendente del radicalismo en 1951, y ocupó los siguientes cargos públicos: senador provincial (1955-1955, gestión interrumpida por la Rev. Libertadora) Presidente del Concejo Deliberante de Tandil (U.C.R.P.) (1960-1962), gestión interrumpida por golpe de Estado; diputado nacional (1963-1964); vicepresidente del Bloque de Diputados Radicales; ministro de Economía de la Nación (20 de agosto de 1964-28 de junio de 1966), gestión interrumpida por la Revolución Argentina; diputado nacional (1983-87, 1987-91); presidente de la Cámara de Diputados desde el 10 de diciembre de 1983 hasta marzo de 1989; ministro de Economía de la Nación (marzo a mayo de 1989); Ministro del Interior de la Nación (de mayo 1989 al 7 de julio de 1989), y, en 1991, candidato a Gobernador de la Provincia de Bs.As. Datos aportados por el Dr. Juan Carlos Pugliese (hijo). 21 “El homenaje a Juan Antonio Salceda”, El Eco de Tandil, 3 de julio de 1972, p. 9. Lolilo Pierre (Dr. Roberto Pierre), reconocida figura local a partir de los años ‘50. 20

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relacional compartido que permite el establecimiento de un acuerdo básico: la exaltación del conocimiento y el papel de las ideas como guía de la sociedad civil. Es posible afirmar, entonces, que durante los primeros años de la década de 1930, Salceda participa en la constitución de una configuración social específica integrada en su mayoría por jóvenes que, en principio, participarán de un tipo de sociabilidad barrial, pero con importantes vinculaciones con el radicalismo y con el socialismo locales. En este contexto, Salceda conoce al Dr. Víctor Magrini (1902-1996), un médico nacido en Azul22 que se radica en Tandil hacia 1931, con quien compartirá experiencias intelectuales que lo colocarán en posiciones ideológicas cercanas a la izquierda comunista del momento. En efecto, Salceda y Magrini serán los autores de la columna cultural “Hojeando y ojeando” del diario Nueva Era, que se inició en febrero de 1935, y, a partir de 1940, de la columna de poesía y crítica literaria “El Búho y la Estrella” en El Eco de Tandil. También, en febrero de 1935, ambos habían fundado el Ateneo de Cultura Popular. De este modo, si los primeros años ‘30 son los de su ingreso a una red social de sectores medios en ascenso, la segunda mitad de esta década lo verá inscripto definitivamente en su elite ilustrada: el primer paso lo representa su incorporación como columnista en Germinal y más tarde en el diario Nueva Era, el segundo, su admisión, en 1936, en tanto miembro de la Asociación Bernardino Rivadavia, institución que dirige la biblioteca comunal más importante desde 1908, y ámbito fundamental de la cultura de elite en la ciudad.23 También en 1936, Salceda integra junto a José Antonio Cabral (caudillo radical), Juan Manuel Calvo (maestro y político radical de gran renombre), Juan Nigro (líder del Partido Socialista local) y Víctor Magrini, la Comisión Directiva local del Comité pro exiliados y presos políticos de América, liderado a nivel nacional por Deodoro Roca.24 La Guerra Civil Española encuentra a Salceda a partir de 1938, como miembro de la comisión directiva de la Sociedad Española de Socorros Mutuos25, espacio desde el cual crea la filial local del Comité de Ayuda a la República Española, ocupando el cargo de Secretario. Al inicio de la década del ‘40 integra la “Agrupación Mariano Moreno ProDerechos de la Juventud”, participando como orador en las diferentes reuniones que se realizan en la Biblioteca Rivadavia, junto al ya doctor y diputado nacional Juan Carlos Pugliese, al diputado radical José Antonio Cabral, político de renombre, vinculado a la masonería a principios de siglo, fundador de la Biblioteca Rivadavia y del diario Nueva Era y Juan Manuel Calvo entre otros.26 En 1941, aparece su primer libro: La Revolución de Mayo y las ideas argentinas.27 Todavía su figura no ha cobrado la dimensión simbólica que la Ciudad vecina de Tandil distante 70 Km. Acta N° 91, t. I, folio 151, 21-1-36. (Archivo Asociación Bernardino Rivadavia). 24 S.ALCE, “El drama social”, Germinal, mayo 21 de 1936. Cf. Néstor Kohan, Deodoro Roca, el hereje, Buenos Aires, Editorial Biblos, pp. 174 y ss. 25 Salceda presidió la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Tandil entre 1945 y 1947. 26 Acta N° 118, f. 188, 8 de mayo de 1941 (AABR) 27 Juan Antonio Salceda, La Revolución de Mayo y las ideas argentinas, Tandil, Ed. Vitullo, 1941. 22 23

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cultura local le atribuirá, por ejemplo, en 1953, con la publicación de Prometeo. El humanismo del mito.28 Dimensión que está íntimamente relacionada con la experiencia del Ateneo Rivadavia, espacio de múltiples prácticas culturales que hegemonizó la vida intelectual de Tandil entre 1942 y 1960, año en que fue clausurado por el gobierno provincial de la Unión Cívica Radical Intransigente, sospechado de actividades comunistas en un contexto político global muy desfavorable para esa fuerza política, ante la amenaza ilusoria de estallidos revolucionarios similares a los de Cuba. De este modo, los años ‘40 y los primeros ‘50, expresan el proceso de conversión paulatina del almacenero Salceda en la figura de “el escritor local”: las conferencias en la Biblioteca Rivadavia lo tienen seguidamente en el uso de la palabra, Nueva Era lo menciona en 1944, como uno de los poetas más importantes de una ciudad que no supera para esa fecha los 55.000 habitantes, y en 1947, la Sociedad Argentina de Escritores (S.A.D.E.), lo nombra jurado regional, a propósito del Gran Certamen Literario organizado por la entidad en diciembre de ese año. También en 1947, Salceda diserta en otros ámbitos, como la Biblioteca Sarmiento y el Centro Social Israelita, lo que nos habla de que para esa época, ya era reconocido básicamente, por su labor intelectual. Esta imagen encontrará su cenit durante el período del segundo gobierno peronista (1953), cuando los aliados políticos lo convertirán en su referente intelectual, expresando la concreción de una identificación bajo el tópico de antifascismo, entre radicales (U.C.R.), socialistas y comunistas, que ya existía en embrión desde 1935 con la fundación del Ateneo de Cultura Popular; que se actualiza en 1942 a partir de la experiencia de la Juventud Democrática29, cobrando mayor fuerza en 1946 con la Unión Democrática y su alianza antiperonista; y reactualizándose a medida que el peronismo se instala en el poder. En 1952, Salceda integró la Comisión Organizadora de la Asamblea Nacional de Intelectuales; al año siguiente fue vicepresidente de la filial local del Congreso Argentino de la Cultura, miembro del Consejo Nacional de Ayuda a las Democracias contra el Nazi-fascismo, y miembro del Primer Congreso Nacional de la Paz. En 1957 aparece su libro Aníbal Ponce y el pensamiento de Mayo30, una biografía del autor del intelectual marxista más reconocido de la Argentina. Con esta obra, Salceda se coloca en la red de los intelectuales comunistas, con un capital simbólico particular: es el biógrafo reconocido del mito de esos intelectuales. A partir de ese momento, es convocado asiduamente a participar como conferencista en el marco de la red de intelectuales del P.C.A. Pero ahora, se le abren las puertas Juan Antonio Salceda, Prometeo. El humanismo del mito, Buenos Aires, Lautaro, 1º ed., 1953. En 1942, Salceda participó en la Juventud Democrática local, organismo que nucleaba a radicales, socialistas y comunistas, en distintas actividades que organizara la entidad. Por ejemplo, en septiembre de ese año, se desempeñó como orador en diversos actos, junto a su amigo, el radical Juan Carlos Pugliese, y al socialista Juan Nigro. La temática: “los deberes de la juventud y la acción de lucha contra el nazifascismo”. Nueva Era, 22 de septiembre de 1942. 30 Juan Antonio Salceda, Aníbal Ponce y el pensamiento de Mayo, Buenos Aires, Lautaro, 1957. 28 29

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de espacios culturales de Buenos Aires, y también las universidades: en junio de 1958, diserta sobre Ponce en la Casa de la Cultura31, junto a escritores de prestigio como el Dr. Ricardo Ortiz, el Dr. Jorge Thénon; Raúl Larra y Alvaro Yunque. En agosto, lo hace en la Universidad Nacional del Sur, a pedido del Director de Extensión Cultural, Dr. Gregorio Scheines32. Ese mismo año publica en Cuadernos de Cultura, la revista de teoría y cultura del Partido Comunista, un artículo alusivo al vigésimo aniversario de la muerte de Ponce, y en 1959, participa como conferencista en el Instituto de Relaciones Culturales ArgentinaUrss (I.R.C.A.U.). Con su Aníbal Ponce…, Salceda consolida en el lugar del mundo intelectual que ocupan los escritores de izquierda, el espacio que le había posibilitado su anterior obra: Prometeo. El humanismo del mito. De este modo, sus artículos seguirán apareciendo en Cuadernos de Cultura, y se establece como colaborador en publicaciones como Propósitos, Hoy en la cultura (1961), Bibliograma (1963) y en los diarios provincianos El popular (Olavarría) La voz del pueblo (Tres Arroyos); Nueva Era (hasta 1966); El liberal (Balcarce) y Tribuna (Juárez), entre otros. En 1963, el Instituto Amigos del Libro Argentino, edita su libro Actualidad del Dogma de Mayo33, y en 1966, Prometeo34 -libro que Salceda considera el mejor de los suyos-, tiene una segunda edición. Durante ese año, Alvaro Yunque35 realiza las gestiones para que la obra de Salceda pueda ser traducida al ruso y editada en la Unión Soviética. Los años ‘60 de Salceda son, entonces, los de la potenciación de sus relaciones con la red de intelectuales comunistas que tiene su centro, fundamentalmente, en el núcleo de la revista Cuadernos de Cultura, dirigida por Héctor P. Agosti. Esta elección en Salceda, puede verse como una respuesta individual a un contexto relacional e ideológico desfavorable, que toma su manifestación más clara en el ámbito local a partir de la clausura del Ateneo Rivadavia en 1960, y que lo convierte en una figura discutida por sus adhesiones ideológicas. A este marco político, se le suma el proceso de modernización cultural que vivió la sociedad argentina después de la Revolución Libertadora, donde determinadas prácticas culturales y nociones acerca de la labor intelectual - la idea del compromiso político del escritor-, terminaron convirtiéndose en un residuo del campo cultural, al menos hasta mediados de los años ’60, cuando el compromiso cobra otra significación. En 1971, Salceda participó en una obra colectiva sobre el Diario de Ana Frank, una carpeta-libro ilustrada por el pintor Alberto Bruzzone, que reunió a los escritores ya envejecidos, que habían formado parte de aquel grupo inicial de la Carta de Gerardo Pisarello a Juan Antonio Salceda, 28-4-58. (Archivo Familia Salceda. En adelante AFS) Carta del Dr. Gregorio Scheines a Juan Antonio Salceda, 28-5-58. (AFS) 33 Juan Antonio Salceda, Actualidad del Dogma de Mayo, Buenos Aires, Instituto Amigos del Libro Argentino, 1963. 34 Juan Antonio Salceda, Prometeo o El humanismo del mito, Buenos Aires, Ed. Procyón, 2º ed., 1966. 35 Alvaro Yunque es el seudónimo de Arístides Gandolfi Herrero, poeta y novelista que en los años veinte participó del grupo de Boedo, donde se militaba en favor de una literatura social. 31

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A.I.A.P.E., a mediados de los años ‘30, y en 1972, apareció su libro de poemas El Arbol Luminoso.36 Este último hecho, que motivó un importante agasajo en el ámbito local, del cual también participaron los escritores de Cuadernos de Cultura- puede ser considerado como una reactualización de su figura, un aggiornamento del mito Salceda, motivado por el particular contexto político del momento, y por las características que asume la dinámica del mundo cultural local durante la primera mitad de la década del ‘70. También, desde 1963 Salceda fue miembro de la Alianza Nacional de Intelectuales, y a inicios de los ‘70 se vinculó al Encuentro Nacional de los Argentinos, donde confluyeron dirigentes radicales, comunistas, peronistas, demócratas cristianos, socialistas y demócratas progresistas, con el propósito de conformar un frente político opositor al presidente militar Roberto Levingston. En 1975, Agosti lo propone en Cuba como candidato a jurado del concurso Casa de las Américas, en respuesta al relativo reconocimiento que el Aníbal Ponce de Salceda había alcanzado en la isla.37 Al mismo tiempo, es nombrado miembro de “Amigos de Aníbal Ponce”, una asociación cerrada, destinada a otorgar anualmente el premio literario homónimo. En 1976, aparece Tres perfiles en la línea de Mayo38, y en 1979, la tercera edición de su Prometeo.39 Ambos libros, que son recibidos en un contexto políticocultural que ya no favorecía sus lecturas, evidencian no sólo el tránsito hacia la vejez intelectual de Salceda, sino también al del olvido de su obra. Sólo en 1983, Salceda será recuperado de la tradición cultural local, cuando los integrantes del Partido Comunista de Tandil lo elijan como precandidato a intendente para los comicios de octubre de ese año. Habría significado la primera incursión de Juanillo en el ámbito específico de lo político, si la muerte no lo hubiera alcanzado en julio de 1983. 1935: Salceda y la red antifascista Ahora bien, este itinerario es muy interesante porque devela el tránsito de Salceda de almacenero a un tipo particular de escritor: el intelectual comunista. Es un itinerario social que tanto los actores de la época como el propio Salceda, evaluaron como una instancia de movilidad social ascendente. ¿Cómo está constituido el universo de relación de Juan Antonio Salceda en 1935? En esa fecha, el elemento más importante que me permite establecer las características de su tejido relacional es la experiencia asociativa del Ateneo de 36 Juan Antonio Salceda, El Arbol Luminoso, Tandil, 1a. ed., Imp. Hogar de Varones, 1972. (2da. ed., Imp. Vitullo, Tandil, 1981). 37 Carta de Héctor P. Agosti a Juan Antonio Salceda, 27-2-75. (AFS) 38 Juan Antonio Salceda, Tres perfiles en la línea de Mayo: Ingenieros, Ponce, Yunque, Tandil, Imp. Vitullo, 1976. 39 Juan Antonio Salceda, Prometeo, Tandil, Imp. Vitullo, 3º ed., 1979.

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Cultura Popular de Tandil, más los datos aportados por las entrevistas.40 Durante la segunda mitad de la década de 1930, Salceda participa en diferentes asociaciones y se vincula más fluidamente con el núcleo antifascista de Buenos Aires. En este sentido, su posición comienza a cobrar mayor importancia que la del Dr. Magrini, quien al parecer opta por una profundización de su actividad profesional local. Es decir, si en Magrini la actividad cultural adquiere un carácter importante en su identidad política, en Salceda se vuelve su proyecto constitutivo de vida, en parte porque sus cualidades intelectuales le permiten establecer una ficción personal en ese sentido, y también, porque la posibilidad de éxito social no parecía lograrse a través de un pequeño almacén de barrio. En 1941, Salceda se casa con Ema Angelillo, una joven integrante de una familia modesta de Tandil, ligada al mundo de relación de la U.C.R., y al año siguiente participa en la fundación del Ateneo Rivadavia, una entidad asociativa que durante 18 años dominará el espectro cultural local. Lo interesante de esta experiencia asociativa es que le permitirá especializarse en la mediación cultural y a la vez convertirse en la figura de escritor, en la medida en que sus lazos externos además de permitirle publicar en editoriales de Buenos Aires, convierten este hecho en un indicador de status social frente a la porción local de su tejido de relación, y frente también a quienes se encuentran fuera de sus relaciones. En efecto, la prensa liberal de Tandil, expresada en los diarios El Eco de Tandil y Nueva Era, dirigidos por Juan Manuel Calvo41 y José Antonio Cabral, respectivamente, se convierten en 1953 en los divulgadores de una representación de Salceda que escapa al marco de los vínculos cercanos. Es interesante observar cómo inicialmente las redes personales actúan en función de la exaltación de las cualidades de un actor social, y como esa imagen se constituye en el lenguaje, es decir en la cultura, y se independiza del espacio social productor. Pero ese lugar simbólico era el producto también de una estrategia personal que Salceda había desarrollado al menos desde su incorporación a la Asociación Bernardino Rivadavia (1936), luego de la no tan frustrada experiencia del Ateneo de Cultura Popular. De este modo, Salceda va a ir ocupando diferentes lugares en su tejido de relaciones personales a lo largo de su ciclo de vida, y a partir de esas posiciones se posibilitará o limitará también el proceso de conversión de almacenero en escritor. Hacia 1935, la red de relaciones verificadas de Salceda se constituye a A diferencia del trabajo del etnógrafo, que puede construir su propio documento mediante la entrevista, el historiador se ve muy limitado para establecer las relaciones personales de individuos en el pasado, de allí que deba recurrir a documentos de época más tradicionales. A veces, la fuente oral puede ayudar a que esta limitación sea menos evidente, pero no la salva. 41 Juan Manuel Calvo (1881/1960) nació en España. Fue maestro, obteniendo su certificado el 2-3-09. En 1910, llegó a Tandil y fue director de la Escuela Nº 4 de Cerro Leones (1912), y luego Inspector de Escuelas. En 1929 fundó la revista “Tandil”, y ese año ejerció la dirección del diario “Tribuna” en la primera época. Luego del golpe militar de 1930, Calvo comenzó a militar en la U.C.R. Fue secretario de prensa en 1932, concejal (1936) y diputado provincial (1946) por el radicalismo. Fue presidente de la Asociación Bernardino Rivadavia durante el período 1934-1959, y en 1940, asumió la dirección de El Eco de Tandil. 40

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partir de un 20 % de parientes y amigos con una antigüedad de lazos que va de 4 a 28 años (este último no es muy significativo porque se trata de su madre), mientras que el 80 % restante se compone de lazos que no alcanzan el año de antigüedad, lo que indica el carácter situacional de estos lazos al parecer convocados para la participación en el Ateneo de Cultura Popular. En este sentido, no se observa una homogeneidad profesional en sus vínculos y en general ésta es la característica global de la red, lo cual indica que la dimensión de la práctica cultural no se encontraba profesionalizada y que posibilitaba el ingreso de personas que no necesariamente debían tener formación universitaria o artística. De acuerdo al lugar de residencia de los lazos, el 97 % de los de Salceda son de origen local. Sólo el 3 % de las relaciones de Salceda pertenecen a una red externa. Si bien su vínculo externo es importante en un nivel, Salceda no deja de estar menos implicado por el carácter mayoritariamente local de sus relaciones personales. La composición de los lazos según filiación política también presenta características interesantes. El 60 % lo componen afiliados a la Unión Cívica Radical, el 13,3 % son simpatizantes comunistas, el 3,3 % socialistas y el 13,3 % no tiene filiación manifiesta y declara su participación como un interés exclusivamente cultural. No hay datos para el 13,4 % restante pero es muy probable que se trate –salvo en el caso de Pilar, la madre de Salceda- de simpatizantes radicales. Los lazos de Salceda según las categorías de edad, no muestra una variedad importante en su estructura, al tiempo que apoya la idea de una fuerte presencia juvenil en la red del Ateneo de Cultura Popular, elemento que incrementa el carácter verosímil de los significados de los testimonios orales, y el contenido indicativo referido a la presencia de una nueva generación. En orden de importancia, los lazos de Salceda parten de contenidos de amistad, luego de compartir espacios de sociabilidad como un club de Fútbol, y por último, de cierta vecindad en la geografía urbana, es decir, de relaciones barriales. En síntesis, hacia 1935-1936, Salceda es un almacenero español, de más o menos reciente asentamiento en Tandil. Con 28 años, Salceda adviene a la práctica social en espacios culturales en 1934 con sus colaboraciones en el periódico socialista Germinal y luego a partir del Ateneo de Cultura Popular. Su comunismo es más una afectividad ideológica en un momento de polarización ideológica, que el producto de una incorporación de origen a la esfera institucional del Partido Comunista. Lo que sí es evidente en este momento es que Salceda tiene una imagen de sí mismo y una práctica social en esa dirección, en la que el proyecto de convertirse en escritor es muy potente. Así todo, su capital más importante en un contexto general en donde la realidad local se percibe devaluada respecto del la vida cultural de Buenos Aires, es el hecho de contar al igual que Magrini con una fluida relación con Carlos Ruiz Daudet, establecida sobre el criterio de intensidad que vehiculizaba una noción de identidad literaria. No es extraño, entonces, que en enero de 1936, Salceda publicara su primera nota de crítica cultural en Unidad 37

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el mensuario de la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (A.I.A.P.E) de Buenos Aires, gracias a los contactos de Carlos Ruiz Daudet.42 Su estrategia parece haber sido la de convertirse en un mediador entre el mundo cultural local y el de Buenos Aires y quizás en la percepción de esta posición de cuasicentralidad en la conexión de dos redes de relación se funde el hecho de que en mayo de 1936 y a propuesta Juan Manuel Calvo, Salceda apareciera incluido en la selecta lista de miembros de la Asociación Bernardino Rivadavia, el centro cultural identificado con la elite liberal de la ciudad. 1953: De mediador cultural a mito local Durante la segunda mitad de la década de 1930, Salceda participa en diferentes asociaciones y se vincula más fluidamente con el núcleo antifascista de Buenos Aires. En este sentido, su posición comienza a cobrar mayor importancia que la del Dr. Magrini, quien al parecer opta por una profundización de su actividad profesional local. El análisis de las relaciones personales de Salceda en 1953 puede dar algunos indicios de su posición, el éxito relativo de su estrategia y el modo en que el mundo cultural local se estructura socialmente. En efecto, hacia 1953 he podido verificar 124 actores en el tejido relacional de Salceda. Un primer elemento a destacar de la composición de los lazos según su contenido es que los vínculos se establecen a partir del carácter intelectual de la actividad. Es decir, en 1935 también Salceda está vinculado al resto de los actores de su configuración social por un interés cultural, pero allí se observa que la diversidad profesional de origen no establece una especialización de los saberes intelectuales sino unos deseos de arribar a ella. En 1953, la mayoría de los actores integran su mundo de relación por su especialización profesional. Más del 80 % de los lazos se componen de profesiones y oficios ligados exclusivamente a la actividad cultural, desde la experiencia universitaria, tanto científica como técnica, hasta las profesiones liberales y las más propiamente intelectuales y artísticas. Hay que recordar también, que en su mayoría los vínculos de Salceda con los actores de la red social se hallan establecidos a partir de cierta reciprocidad en la participación de circuitos de conferencias y de actos culturales, lo que apoya aún más el carácter de la homogeneidad de actividad de los lazos. Una mirada a la composición de la red según el lugar de residencia de los actores, muestra características que también la diferencian de los lazos de 1935. En esa fecha, sólo unos pocos lazos eran externos aunque importantes. Ahora, la relación se ha invertido: más del 57 % de los vínculos son externos, mientras el 41,1 % lo representan los lazos locales. Este crecimiento en los vínculos exteriores más el importante porcentaje de vínculos locales apoyan la idea de 42

Juan A. Salceda, “La verdadera cruzada”, Unidad. Por la defensa de la cultura, Nº 3, enero de 1936, p. 4.

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Salceda como un “social broker” , un mediador cultural.43 Y ello se refuerza si se observa la composición de los lazos según su antigüedad. De los 124 lazos, el 27 % tienen menos de 1 año de duración, contra el 80 % en 1935. Esto indica que Salceda aunque estabilizado en sus lazos locales, pues el 40 % de ellos tiene una antigüedad de entre 10 y más de 20 años, no deja de integrar nuevas relaciones a su red personal, la mayoría de ellas de residencia externa. Así todo, lo que más asombra es la composición según filiación política e ideológica de los actores. Si bien el 37 % de los lazos se vinculan a la esfera cultural del Partido Comunista, mientras el 26,6 % lo hacen a la Unión Cívica Radical, la mayoría de los vínculos pueden ser identificados con el tópico general de su componente antifascista. Salceda: el “escritor local” Este compuesto entre afinidad ideológica global, homogeneidad en la actividad cultural y centralidad en la conexión entre dos redes (una local y otra externa a los lazos locales) actúan posicionando a Salceda en un importante lugar en el tejido de sus relaciones, y de este modo se entiende una serie de ritos que llevaron a la constitución de Salceda en un personaje local de características mitológicas. Ello se puede ver claramente con la publicación de su obra Prometeo. El humanismo del mito, pues el hecho motivó un agasajo organizado por los miembros de Ateneo Rivadavia sumamente indicativo del tipo de significados dominantes.44 El ritual del agasajo, podría sintetizarse del siguiente modo: luego de cumplir con la cena de rigor, Beatriz Inés Gutiérrez en carácter de Secretaria de la entidad organizadora, se encargó de la lectura de un discurso en el que se refirió a la personalidad intelectual y humana del homenajeado. Luego se requirió la palabra del Dr. Juan Carlos Pugliese, quien en su condición de amigo personal de Salceda, también ofreció un discurso, donde dio su versión de la vida salcediana, y por último, el homenajeado hizo lo propio, primero agradeciendo los elogios y luego estableciendo la propia representación de su vida, en tanto intelectual. Básicamente, este fue el rito que se cumplió la noche del 12 de agosto de 1953, en la sala del Hotel Euskalduna de Tandil. Este tipo de homenaje, en el que la publicación de un libro -dato que remite al carácter mercantil de la relación impersonal entre el escritor y su público, queda expresada en una práctica que remite más al mundo relacional brinda un elemento más para apoyar la idea del peso de las relaciones personales en la Según Jeremy Boissevain el mediador es aquel que puede poner en contacto a dos o más redes entre sí, colmando las lagunas de comunicación entre personas, grupos o instituciones. El mediador controla ciertos recursos, se especializa en el acceso a la información, con el propósito de lograr un provecho personal que no necesariamente debe traducirse en dinero. Cf. Jeremy Boissevain, Friends of Friends, Oxford, Basil Blackwell, 1978, en especial Cap. VI. 44 “Todo justifica nuestro homenaje y nuestro alborozo, dijo J.C. Pugliese”, El Eco de Tandil, 14 de julio de 1953, pp. 4, 7 y 8. 43

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articulación del mundo cultural. En 1957, cuando Salceda presentó su Aníbal Ponce y el pensamiento de Mayo, el ritual consistió básicamente en los mismos pasos, sólo que entonces cambiaron las personas que hicieron uso de la palabra.45 Lo curioso, o tal vez no lo sea tanto, es que en 1972, con motivo de la presentación de El Arbol Luminoso, su libro de poemas, otra vez se ve funcionar una misma práctica social, sin embargo, la resignificación de la figura de Salceda cobrará, aquí, una dimensión diferente de la de 1953. Ahora bien, cuáles son los contenidos de estos discursos, principalmente los que refieren a la presentación de su Prometeo. Me interesa, sobre todo, rescatar las imágenes que de Juanillo encierran esos relatos. Por ejemplo, en la introducción que da inicio a la nota sobre el homenaje mencionado, puede leerse lo siguiente en el El Eco de Tandil: “(...) una mesa cordial y afectuosa, se tendió en honor de Juan Antonio Salceda, que ha honrado a la ciudad con su actividad intelectual, con su lucha tesonera y constante en pro del desarrollo de la cultura y con su acción puesta al servicio de las mejores causas. Hubo satisfacción de amigos en el triunfo logrado; hubo orgullo de coetaneos por la brillantez que tal triunfo le agrega a Tandil. Hubo alegría sincera y espíritu de justicia; lo primero que es la consecuencia de ver triunfar a los amigos; lo segundo, porque hay que honrar a quien nos honra”46

Nueva Era, por su parte, encuentra la razón de la presencia de numerosas personas en el agasajo, en “el hondo sentimiento de simpatía a que se ha hecho acreedor Salceda, en razón de sus relevantes condiciones como pensador, como amigo, y como hombre de recta y firme conducta moral”47. En la correspondencia interna del Ateneo Rivadavia se pueden observar unos contenidos equivalentes. Refiriéndose a la aparición del Prometeo, la Comisión Directiva expresó: “porque sabemos que es el fruto limpio y puro del esfuerzo y del estudio, condiciones éstas que nuestra Institución valora y respeta como principios esenciales de su existencia, y porque Ud., miembro ejemplar de esta entidad que tanto ha honrado y honra con su conducta y su obra, se han personificado en una medida que sólo un espíritu luchador y constante como el suyo le impiden tener límites, la C.D. del Ateneo Rivadavia […] se complace en hacerle llegar sus más sinceras felicitaciones por su estupendo trabajo que no dudamos veremos muy pronto superado por su misma mano”.48 Triunfo, cultura, lucha, causas nobles, amistad, los términos resumen del mejor modo posible, el tipo de significados que son exaltados en el mundo cultural local, y que en algún sentido, también son propios de la matriz cultural dominante. En este marco de nociones, el periplo de Salceda aparece como un símbolo del éxito, que lo lleva a Juan Carlos Pugliese en 1953, a sostener, por ejemplo, que “ante tanta erudita y pedante vacuidad universitaria, con qué gusto “Destacadas proyecciones alcanzó el homenaje a Juan A. Salceda”, Nueva Era, 20 de diciembre de 1957, p. 2. Ibid., p. 4. 47 “Fue homenajeado el escritor local, Don Juan Antonio Salceda”, Nueva Era, 13 de agosto de 1953, p. 2. 48 Carta de Pelayo Fernández (Presidente del AR.) a Juan Antonio Salceda, 17/6/53. (ABIG). 45

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cambiaría mi título, por tu modesto sexto grado y poder llegar con él, a lo que has llegado con tu humana tolerancia, tu fresco optimismo y tu buen corazón”.49 El mito del ascenso social, el mito del hombre que no tiene otra alternativa más que hacerse a sí mismo, a partir de cualidades espirituales que le son propias, como el apego al trabajo y al estudio, y una línea de conducta inflexible, se proyecta sobre Salceda, y lo envuelve de un aura donde pareciera alcanzar un status de humanidad superior: Escribe Pugliese: “Y empezamos a escucharlo en la tertulia -muchas noches de estrellas luminosas por rutas esperanzadas- y lo vimos escribir y lo vimos trabajar y entusiasmarse en todas las nobles inquietudes, capaces de despertar en el hombre la conciencia de su liberación. […] Y así Juan Antonio Salceda, verdadero autodidacta, usó sus noches para un diálogo permanente con las cosas del mundo y sus horas libres, para aportar su esfuerzo en favor de un mundo mejor. […] Cerca de él y en su torno, siempre hubo polémica en altos planos, discusión, serena y apasionada, tranquila o vehemente, sobre grandes e importantes cosas. El libro de versos nuevo, tuvo su recorrida y su comentario, el libro que terminaba de leer su elogio o su crítica. Para entonces ya nos habíamos acostumbrado a ver un Juan Antonio Salceda de agudeza extraordinaria, como un asesor de confianza: el libro que leeríamos valía o no valía la pena, vale decir que nos ahorraba el tiempo de la desilusión o el desengaño. […] Ahora viene su libro. Su primer libro. Es la consecuencia de un formidable esfuerzo”.50 Este triunfo, donde el hecho cultural de la publicación de un libro, se vuelve metáfora del éxito personal, es visualizado también como el triunfo del Ateneo Rivadavia, que -como dice Beatriz Inés Gutiérrez en su discurso-, la institución cultural “lo quiere hacer suyo porque siente que le llega como le llega a la madre el éxito del hijo”.51 Esta traslación del sentido, cobra una instancia más radical aún, cuando el cronista de El Eco de Tandil termina identificando a Juanillo con la “colectividad” tandilense toda, al plantear que a partir de su éxito, “sentimos el orgullo de que la ciudad se manifieste jerarquizada a través de esas expresiones de la labor humana”52. De este modo, Salceda no sólo es convertido en el ejemplo de un ámbito cultural específico, como lo es el Ateneo Rivadavia, sino también en el escritor local, en la medida en que aparece como el máximo exponente de la cultura tandilense en una forma mentis donde lo local –como mundo provincianoes presentado devaluado respecto del mundo central de Buenos Aires. Ahora bien, pero ¿por qué el lento proceso de conversión de Salceda en una figura simbólica, se concreta en 1953 y no antes o después? Una razón importante está representada, sin duda, en que en ese año, con la publicación de Prometeo por una editorial de Buenos Aires, Juanillo se apropia de un lugar en el mundo intelectual argentino, y a la vez, se convierte en un referente cultural local. Ya he señalado el plus simbólico que adquiere su figura. Sin embargo, hay un dato interesante, y es Nueva Era, op. cit., p. 7. El Eco de Tandil, op. cit. 51 “Ecos del homenaje al escritor y periodista Juan Antonio Salceda”, El Eco de Tandil, 14 de julio de 1953, p. 4. 52 Ibid. 49 50

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que al momento de la publicación del Prometeo, tanto los espacios culturales de la ciudad que se inscriben en la tradición liberal-democrática, como los partidos políticos que conforman la oposición al peronismo, se encuentran inmersos en una disputa política con el poder de turno, pero en una relación muy desfavorable. En efecto, durante 1952, el gobierno peronista prohibió las actividades culturales en el Ateneo Rivadavia, y en 1953, los mecanismos de control estatal se hicieron sentir con fuerza en la entidad a través de las presiones de la policía y el aparato de gobierno municipal. No parece para nada extraño, entonces, que en este contexto la figura de Salceda en tanto antifascista, cobrara dimensiones míticas en su tejido relacional, puesto que su accionar político y cultural no había hecho más que demostrar que -aunque decididamente comunista- Juanillo, era ante todo un aliado que había perdido en el camino de la constitución de su tejido de relaciones, la beligerancia de los tiempos de la juventud del Ateneo de Cultura Popular. Esta idea que se acentuaba aún más a medida que el peronismo se afianzaba en el poder, alcanzará en 1953 todo su peso simbólico, cuando los integrantes de la red antifascista local vean en él al referente intelectual que le aseguraba una dinámica fluida de acción cultural en la clave de la resistencia política al peronismo.

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Capítulo 2

PRENSA, CULTURA Y ASOCIACIONES EN TANDIL “Nadie se atreverá a negarnos que el periodismo constituye un ponderable elemento en el instrumental de la inteligencia y del sentimiento democrático” Diario Nueva Era, 1944

Una ciudad intermedia Ahora bien, ¿qué características tenía Tandil y su vida cultural y asociativa en el período en que Salceda desarrolla su proyecto de vida literaria? La ciudad de Tandil -fundada en 1823 como fortín de avanzada durante el proceso de expansión de la frontera- está situada a 350 km. al sur de la Capital Federal, en una región de la Pampa Húmeda que combina sierras bajas con valles altamente fértiles. El poblado, que comenzó a ser un núcleo de cierta importancia hacia la década de 1860, se consolidó como ciudad hacia 1879, con la extensión definitiva de la frontera militar producto de la Campaña al Desierto del general Roca. Para entonces, el área rural ya presentaba ciertas características que luego definirán a Tandil como uno de los centros económicos más importantes de la provincia de Buenos Aires: por un lado, la cría de ovinos reemplazó como principal actividad económica a la producción vacuna, lo cual supuso mayores requerimientos de capital y trabajo, y una dinamización mayor de la economía y de la población rural. Por otra parte, al intensificarse la demanda regional de bienes y servicios, el poblado incrementó rápidamente su función de abastecedor transformándose en cabecera urbana de una región económica que excedía las dimensiones territoriales del partido. A partir de la década de 1880, la agricultura creció significativamente aunque casi la totalidad de su producción estuvo orientada al consumo local y la ganadería vacuna introdujo las mejoras tecnológicas exigidas por el nuevo mercado de la exportación en pie y el frigorífico53. Eduardo Míguez et. al., “De fortín a ciudad. El crecimiento demográfico de una región rural-urbana de la Provincia de Buenos Aires: Tandil, 1830-1985”, ponencia presentada en el Congresso sobre Historia da PopULAÇao da America Latina, Ouro Preto (Belo Horizonte, Brasil), 2-6 julio de 1989, p. 4, (mimeo).

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A esta situación se le sumó la llegada de un ramal del Ferrocarril Sud en 1883, lo cual posibilitó la explotación de canteras de granito en las serranías locales, ampliando de esta manera la diversidad productiva de la región. El acceso al ferrocarril no sólo permitió la integración al mercado nacional e internacional de la producción local -minera y agraria- sino que también se constituyó en el factor preponderante de la intensificación en el ritmo de llegada de contingentes inmigratorios. Mientras tanto, en la zona específicamente urbana, creció rápidamente un sistema administrativo, financiero y comercial, y aparecieron numerosos talleres de tipo artesanal -herrerías, carpinterías, talabarterías y sastrerías- y formas muy rudimentarias de industrias, tales como fábricas de fideos, de licores, molinos harineros y hornos de ladrillo. De este modo, entre 1860 y 1914, se dio un importante crecimiento económico basado en la incorporación de nuevas actividades y tecnología productiva, y en el desarrollo del núcleo urbano como abastecedor de bienes y servicios de una zona rural amplia y cada vez más densamente poblada. En el breve lapso de 60 años, el pueblo que en 1854 tenía alrededor de 2.900 habitantes, había multiplicado la población inicial por 12, alcanzado en 1914 la cifra de 34.061, de los cuales 12.730 habitantes eran extranjeros. Este crecimiento global trajo consigo una gran diversificación y complejización de la estructura social. Sin embargo, el proceso de incorporación de estas tierras interiores del sur bonaerense al más amplio proceso de modernización que la Argentina estaba experimentando, no se dio sin conflictos. En efecto, durante la primera década del siglo, los trabajadores de las canteras fueron protagonistas de violentas luchas por reivindicaciones diversas, tales como la abolición del pago del salario en vales, la libertad de tránsito y el acceso de los comerciantes a las canteras, manifestaciones que se tradujeron en episodios a veces heroicos como la “gran huelga” de 1909 (11 meses de duración) y también trágicos, como en febrero de 1911, cuando el enfrentamiento de una columna de obreros -que manifestaba por la libertad de tres compañeros arrestados-, con otra de la Policía, provocó muertes en ambos bandos. Hacia 1913, alrededor de 3000 obreros54 se dedicaban al oficio de la piedra y se calcula que la población total de las canteras alcanzó el número de 12.000 personas, algo más que el 35 % de la población total del partido. Como ha demostrado Hugo Nario en Los picapedreros, a su condición de trabajadores, los canteristas no sólo sumaban la de extranjeros (la mayoría estaba compuesta por inmigrantes italianos y montenegrinos), sino la de haber constituido sus lugares de residencia en las inmediaciones del ámbito de trabajo, esto es, en las sierras que circundan el espacio urbano tandilense, lugares apartados, y prácticamente incomunicados del pueblo, lo que hizo que no sólo resumieran -a los ojos de la mirada de la elite urbana- las condiciones de la otredad más extrema, sino que esta lejanía social y geográfica, permitiera que allí se constituyera una particular cultura trabajadora, una cultura contestataria, endogámica y cuestionadora del orden social que recibió desde sus inicios fuertes influencias de la ideología anarquista, y más tarde la del sindicalismo revolucionario. Sin embargo, luego de pasados los intentos más o menos utópicos de los 54

Hugo Nario, Los picapedreros, Tandil, Ediciones del Manantial, 1997, passim.

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años ’20 y las fuertes polarizaciones a favor del fascismo o el antifascismo que se vivieron en los años ’30 y ‘40, esa identidad combativa de los sectores populares tandilenses se convirtió nada más que un tópico sólo visible en los bordes de una dirigencia obrera en retirada que –ya con el peronismo en el gobierno- miraba aquellos años como un tiempo mítico que ya no regresaría, pues en su mayoría esos sectores populares habían mutado su identidad a favor del movimiento justicialista. Para esa fecha tanto la sociedad en su conjunto como sus sectores populares expresaban cambios estructurales notables e irreversibles, que se venían generando desde las dos décadas anteriores. Por una parte, el cambio tecnológico convirtió en obsoletos los saberes artesanales del picapedrero, y con él su importancia social en tanto trabajadores especializados. En efecto, tras el auge de la industria de la piedra durante la segunda década del siglo -que coincidió con la expansión urbana de Buenos Aires-, comenzó a darse un paulatino reemplazo tecnológico de los adoquines por el hormigón. Esta situación se agudizó cuando a partir de 1930, el requerimiento de los planes viales se satisfizo cada vez en mayor medida con piedra no ya labrada sino triturada, lo que provocó una drástica disminución en los demanda de mano de obra picapedrera. Gran parte de este excedente de fuerza de trabajo, dadas la escasas posibilidades de cambio de ocupación, fue atraída hacia otros centros urbanos, como Mar del Plata, ante la creciente demanda de mano de obra para el labrado de la cuarcita, piedra blanca que se utilizaba para revestir los frentes de los chalets.. Las canteras se despoblaron y aunque algunas familias de canteristas prefirieron permanecer en sus sitios tradicionales en espera de mejores épocas que ya nunca llegaron, otros, en cambio, establecieron sus residencias en el núcleo urbano de Tandil, impactando de alguna manera en su conformación. Por otro lado, ya durante los años veinte una nueva actividad productiva comenzaba a manifestar una pujanza incipiente: la metalúrgica, que encontrará su expresión más clara en 1940 con la empresa BIMA (Bariffi Industria Metalúrgica Argentina), dedicada a la fundición de autopartes, tornos, cocinas y estufas55, pero que reconocía otras expresiones menores como los numerosos medianos y pequeños talleres, con menos de cien personas ocupadas, y dedicados a la herrería de obra y la carpintería metálica, claros indicadores de actividades ligadas a los cambios urbanos que se estaban produciendo en la ciudad, y a un proceso de integración de esos sectores populares antes contestatarios y ahora en busca del sueño de la casa propia. Para 1947 la relación población urbana/rural se había invertido en favor de la primera: ahora el 57 % de los habitantes residían en la ciudad misma.56 Así es posible observar que, por ejemplo, para el año 1936 el núcleo urbano reconocía al menos cinco espacios fácilmente identificables: el Centro, el barrio “de la Estación”, Villa Italia, Villa Laza y el barrio Sur.

Daniel Dicósimo, “El sindicato de obreros metalúrgicos: antecedentes y base de la seccional Tandil de la UOM, 1944-1948”, en Anuario IEHS, Tandil, Unicen, 1991, p. 316. 56 Nancy Pastor, “Migraciones internas hacia ciudades intermedias. El caso de Tandil (pcia. de Buenos Aires), entre 1945 y 1980”, Cuadernos de Investigación, IEHS, Tandil, Unicen, 1994, p. 8. 55

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La esfera pública Este proceso en el que una sociedad de frontera fue cambiando poco a poco su fisonomía social y económica desde el último tercio del siglo XIX, fue acompañado por un conjunto de fenómenos políticos y culturales que dieron como resultado el surgimiento de una esfera pública en el ámbito local. En Europa, este proceso había estado caracterizado durante gran parte del siglo XVIII (sobre todo en Francia, Inglaterra y Alemania), por la aparición de un público lector generalizado que excedió el marco de la república de los eruditos; por la expansión de la prensa periódica y por el peso de la vida asociativa constituida a partir de decisiones libres e igualitarias, llegando a su punto álgido con la Revolución Francesa como ejemplo extremo de “la politización de la vida social”.57 Pero en otras sociedades europeas, la esfera pública combinó tanto elementos arcaicos como novedosos, de manera tal que muchas veces fueron los nobles quienes utilizaron los beneficios de este espacio público, en contra de las reivindicaciones de las burguesías en ascenso. 58 A partir de 1860, también en Buenos Aires se da el proceso de aparición de un espacio de mediación entre el estado y la sociedad civil que se caracterizó por el desarrollo de la prensa escrita, el incremento de la vida asociativa y una serie de formas de movilización política mediante las cuales se instalaron y dinamizaron los debates referidos a las cuestiones públicas, en un contexto en el que la participación política en sentido estricto estaba restringida a un pequeño número de notables, al menos hasta la aplicación de la Ley de Sufragio Universal.59 De algún modo, la participación en la esfera pública es fundamental para entender el funcionamiento del sistema de poder en el nacimiento de la Argentina moderna, porque a través de ella no sólo se canalizaron las reivindicaciones de quienes se encontraban fuera del sistema político, sino que también sirvió como plataforma de lanzamiento para quienes aspiraban a tener algún grado de gravitación en la esfera política. Por ejemplo, el carácter faccioso de la prensa del período se expresa en esa doble alternativa de instrumento de los dirigentes políticos a la vez que instancia de influencia para quienes deseaban desde fuera de ella desarrollar una carrera política.60 Las asociaciones profesionales, las sociedades de ayuda mutua, los clubes sociales y culturales, también formaban parte de esta esfera de mediación entre sociedad civil y poder político. Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, Barcelona, Ed. Gustavo Gili, 1994, pp. 3-4 y 65. Cf. Mona Ozouf, “L’opinion publique”, Keith M. Barker (ed.), The French Revolution and the Creation of Modern Political Culture, v. 1, Oxford, Pergamon Press, 1987, p. 423 y ss. 59 Hilda Sabato, La política en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862 - 1880, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1998, passim. 60 Según Halperín Donghi, un ejemplo poco feliz de las alternativas de este periodismo faccioso está dado por el devenir de José Hernández en tanto periodista: “el fracaso de Hernández se mide en su incapacidad de alcanzar a través de su obra periodística una gravitación política ya lo bastante considerable como para que fuese posible afianzarla aun más [...] mediante una participación más directa en el juego de los hombres, grupos y facciones en torno al poder”.Tulio Halperín Donghi, José Hernández y sus mundos, Buenos Aires, Sudamericana, 1985, p. 145. 57

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¿Cómo se constituyó la esfera pública en un espacio local como es el caso de Tandil? La pregunta resulta interesante en tanto puede dar una medida de los espacios organizacionales y de los criterios acerca de la vida intelectual que están actuando durante el período en que los temas del antifascismo se hacen presentes en el mundo local. Sin duda, en el marco de una sociedad interior este proceso presenta algunas particularidades que lo diferencian de lo observado en Buenos Aires. Una de ellas está representada no sólo por la dimensión e intensidad del fenómeno, sino por una no correspondencia temporal respecto de algunas de las características que se observan para Buenos Aires entre 1852 y 1880. En efecto, en Tandil se puede ubicar el proceso de constitución de la una esfera pública, entre 1900 y 1940, pues es en este marco temporal donde a la par de una explosión de la prensa periódica se observa un aumento considerable de una vida asociativa que ahora se desplaza de las asociaciones étnicas a las bibliotecas y ateneos de cultura. Lo interesante es que si en Buenos Aires la esfera pública en tanto instancia de mediación aparece ligada no a un principio de representación política, sino a un tipo de acción que puede englobarse en el concepto amplio de participación política, “en el sentido elemental de tomar parte en un asunto público”61, en el caso de Tandil su constitución es paralela al afianzamiento de un sistema político basado en el principio de representatividad que establece la ley de sufragio universal. Es decir, que ya no existe al menos en términos teóricos, la dicotomía libertad civil/libertad política. La expansión de la prensa escrita, la aparición de un público lector que excede el marco social de la elite intelectual y política, y el incremento de la vida asociativa, elementos constitutivos de una esfera pública, comienzan a presentarse en esta sociedad local recién en la primera década del siglo y se consolidan en las tres décadas siguientes. Una esfera pública burguesa, entonces, que en su momento de consolidación convive con la cultura de la movilización propia de los partidos políticos, con formas igualitarias de acceso a lo político, y también con una dimensión “plebeya”62 de lo público, en tanto que ahora la población inmigrante en su eslabón más bajo de la escala social, ha desarrollado sus ámbitos propios de expresión como lo representa hacia 1906, el ejemplo de la Unión Obrera de las Canteras, antes mencionado. La prensa periódica y las asociaciones culturales A partir de la primera década del siglo XX y hasta promediar la década del ‘30, la Natalio Botana, El orden conservador, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 4ª ed., 1994, p. XVII. En la versión actualizada de su clásico libro, Habermas reconoce la existencia de una dimensión plebeya como variante de la esfera pública burguesa, pero diferente de ella en tanto puede ser vista como un potencial contraproyecto emancipatorio. Op. cit., pp. 6 y 158. 61 62

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sociedad tandilense experimenta una expansión sin igual de la prensa escrita. En efecto, como lo muestra el Gráfico Nº 1, un notable incremento de las experiencias periodísticas se da entre 1900 y 1940 respecto de las dos décadas precedentes, al tiempo que durante las décadas de 1940 y 1950, esta tendencia pareciera haber encontrado su momento de estabilidad. Estos datos, que se refieren a los años en que aparecieron las mismas, nada dicen de la permanencia de esas publicaciones, aunque es posible afirmar que muchas de ellas fueron efímeras. Sin embargo, ellos permiten establecer los grados de intensidad que cobra la preocupación por la edición periodística. Sin ahondar en las causas de este proceso, es evidente que durante el período que abarca las primeras cuatro décadas del siglo -y que en los años ‘20 muestra el techo de intentos periodísticos con 37 experiencias-, está hablando de la consolidación de uno de los elementos constitutivos de una esfera pública burguesa: la opinión pública. Ese espacio se articuló básicamente a partir de los diarios, único medio capaz de construir un mercado de lectores y de anunciantes relativamente estable. No obstante ello, el flujo de experiencias periodísticas estuvo compuesto por diarios, periódicos y revistas diversas, entre las que se encontraban las de carácter social y aquellas que editaban las asociaciones profesionales y étnicas. Hacia 1934-1935, la prensa periódica de la provincia de Buenos Aires se componía en un 51 % de publicaciones que se editaban con frecuencia semanal, mientras que los diarios ocupaban el 26 %.63 ¿Quiénes componen el mundo de los lectores? La ampliación social de la vida política a partir de 1912, la diversidad de las alternativas partidarias, las políticas de un estado reformista que apostó a la integración social y el efecto de varias décadas de alfabetización masiva, hacen pensar que la prensa local encontraba un público lector lo suficientemente ampliado como para que la comunicación pública llegara a los más variados sectores sociales. Inclusive para la década de 1920, el gremio de obreros canteristas de tradición anarquista, convocaba a las reuniones de afiliados desde las páginas del diario Nueva Era, ámbito periodístico de una masonería todavía activa. El dato habla no sólo del retroceso de una cultura obrera animada por el anarquismo, sino de la extensión social que había alcanzado un tipo de prensa básicamente burguesa.

Censo de Publicaciones periódicas (Pcia. De Buenos Aires), AGN, FONDO AGUSTIN P. JUSTO, Caja 52, Doc. Nro. 1, 1934-1935.

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Fuente: Gráfico construido a partir de Nueva Era, edición especial 50º aniversario, 1/10/69, pp. 26-27.

Asociaciones culturales de Tandil, 1908-1940. Año de Fundación

Bibliotecas y Ateneos

1908

Bernardino Rivadavia

1910

B. Obrera de las Canteras

1916

B. Juan B. Alberdi

1919

B. Ferrocarril Sud

1921

B. Club R. Santamarina

1928

B. Juan B. Justo

1935

Ateneo de Cultura Popular

1939

B. Domingo F. Sarmiento

1942

Ateneo Rivadavia

La ampliación del campo de lectores puede verse también en el auge de un tipo de asociación que si bien no es nuevo, durante el período estudiado cobra una dimensión ampliada: las bibliotecas populares y en menor medida, los ateneos culturales. En este sentido, el proceso de constitución de una esfera pública local se encabalga con el de transición de una identidad contestaria de los sectores populares a otra de tipo reformista64, constituida a partir de estas instancias asociativas. Sin embargo, respecto de la identidad de los sectores populares, en Tandil recién a partir de la década de 1930 se observan algunas de las características que Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero describen para el caso de Buenos Aires durante el período de entreguerras.65 Aquí, al menos en la etapa temprana Acerca de la cultura de los sectores populares porteños, cfr. Leandro H. Gutiérrez y Luis Alberto Romero, Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la entreguerra, Buenos Aires, Sudamericana, 1995, passim. 65 Cf. Ricardo Pasolini, “Entre la evasión y el humanismo. Lecturas, lectores y cultura de los sectores populares. La Biblioteca Juan B. Justo de Tandil, 1928-1945”, Anuario IEHS, 12, Tandil, Fac de Cs. 64

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la creación de bibliotecas populares se concreta a partir de unas prácticas elitistas y unas nociones más ligadas al ideario iluminista expresado por la masonería -es el ejemplo de la Biblioteca Rivadavia que describiré en el apartado siguiente-, que a una tendencia asociativa de carácter popular. Fuente: Nueva Era, edición especial 50º aniversario, 1/10/69.

Prensa liberal y educación civil En este contexto cultural que he descrito, la prensa liberal también cumplía un rol significativo. Por un lado, al organizar las diferentes instancias de la maquinaria de la producción y comunicación de la información, participaba como un eslabón importante en la circulación de bienes culturales. Por otra parte, brindaba a los intelectuales, la posibilidad de presentarse ante la sociedad como un grupo social diferenciado, como detentadores de un saber específico, ya sea a partir de la posibilidad de convertirlos en columnistas o en el hecho de involucrarlos como objeto periodístico en las noticias culturales. El diario Nueva Era (1919), en los años ‘30, y el El Eco de Tandil, a partir de 1940, ejemplifican claramente este proceso donde, como afirma Walter Benjamin, la prensa termina organizando “el mercado de los valores espirituales”.66 Acerca de las características que asume el campo periodístico, Pierre Bourdieu ha señalado que este ámbito de acción cultural es el lugar de una oposición entre dos lógicas y dos principios de legitimación: por un lado, el reconocimiento de los pares, aferrados a los valores y a los principios internos de la producción periodística, y por otra parte, el reconocimiento por el gran número, materializado en el número de lectores en tanto sanción de un plebiscito democrático.67 Bourdieu plantea que el campo periodístico se constituyó -en Francia y en Estados Unidos-, durante todo el siglo XIX, “alrededor de la oposición entre los que ofrecían ante todo las noticias -preferentemente sensacionalistas, o mejor, de sensación-, y los diarios que proponían análisis y comentarios, interesados en marcar su oposición en relación a los primeros, afirmando altamente los valores de la objetividad”.68 Asociado a la idea de la información, la aplicación del criterio de objetividad aparecía como el elemento diferenciador de la práctica periodística, y por ende, del status alcanzado por los diferentes diarios que conformaban el campo. Si éstas han sido las características para el caso de sociedades modernas centrales, cabría preguntarse, bajo qué valores se constituyó la práctica periodística Humanas - UNICEN, 1997. 66 Walter Benjamin, “París, capital del siglo XIX”, en Poesía y Capitalismo (Iluminaciones II), Madrid, Taurus Ediciones, 2da. edición, 1980, p. 186. 67 Pierre Bourdieu, “L’Emprise du journalisme”, en Actes de la recherche en Sciences Sociales, Nº101-102, Paris, mars 1994, pp. 4-5. 68 Ibid.

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en un ejemplo de frontera cultural, como es este caso. La historia de los diarios Nueva Era y El Eco de Tandil, ejemplos de prensa liberal, se presentan como los objetos ideales para establecer de qué manera ambas experiencias autodefinieron sus prácticas periodísticas y el público a quienes destinaron su mensaje. Nueva Era El primer número de Nueva Era apareció el 1º de octubre de 1919. Su fundador, el caudillo radical José Antonio Cabral -como se recordará, también fundador de la Biblioteca Rivadavia-, había trabajado en su juventud (1899) como tipógrafo en El Eco de Tandil. Al inicio del siglo XX, Cabral fundó el periódico Luz y Verdad, órgano de la logia masónica Luz del Sud, y en 1904, el primer diario de Tandil: La Democracia.69 En agosto de 1922, Nueva Era comenzó a lanzar emisiones radiales informativas. Se trataba de boletines donde se comentaban algunas noticias y se anunciaban, las que iba a contener el diario en la tarde, experiencia que impactó notablemente en la comunidad.70 En este sentido, se podría pensar que la prensa en Tandil se constituye no sólo a partir de las modalidades periodísticas gráficas, sino también con el apoyo de una novedad mediática, como es el caso de la radiofonía. Sin embargo, esta apropiación de la radiofonía en tanto fetiche de modernidad, es sólo un detalle de actualización técnica de la periférica: el diario autodefinió su rol en términos que se inscribían en la tradición masónica liberal. En la primera editorial de Nueva Era, propuso de este modo lo que consideraba su programa periodístico: “[...] Nueva Era contribuirá a toda obra nacional y aportará su decidido concurso por elevar el nivel intelectual del pueblo, para el desarrollo de las industrias, el comercio y las artes, fomentando el progreso con todos los recursos de la prensa moderna, a su alcance. No trae bandera política, no viene tampoco a pontificar en ideas o teorías. Su postulado es hacer prensa seria y culta. Difundir conocimientos útiles, polarizar ideas que estime nobles y tender constantemente al mejoramiento de nuestra vida, sin actitudes hieráticas ni espíritu unilateral o sectario, siempre pequeño, egoísta y nocivo”.71

Más allá de esta definición de intenciones progresistas y que aluden a una idea tradicional de opinión pública, en tanto tribunal ético donde la sociedad debate, la etapa inicial de Nueva Era se caracterizó más por la pontificación de ideas y la adhesión política explícita a la Unión Cívica Radical, que por su colocación fuera de las disputas interpartidarias. Esta característica de diario faccioso y que remite a una modalidad periodística propia del siglo XIX argentino, sin duda estuvo signada por el papel que el propio Cabral había alcanzado en la vida política local José P. Barrientos y Daniel Pérez, Historia del periodismo en Tandil, Tandil, 1975, p. 165 y ss. Ibid, p. 169. 71 “Nuestro Programa”, Nueva Era, Nº 1, 1º de octubre de 1919, p. 1. 69 70

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y provincial. En efecto, entre 1917 y 1918, Cabral es nombrado Comisionado municipal, y en el período 1918-1920, ocupa una banca en el Senado provincial. Por esa fecha, también es nombrado ministro de Gobierno, durante la gobernación de Crotto, cargo que ocupó sólo por unos pocos meses, y al que renunció debido a sus diferencias con el gobernador, a quien acusó de corrupto. Cabral fue concejal en diversas oportunidades (1922-24, 1924-26, 192628), y en 1940, fue electo diputado nacional por la UCR. Las páginas de Nueva Era, no dejaron en ningún momento de regristrar con detalle los conflictos partidarios, las disputas políticas y el devenir de la figura de su fundador y director. De hecho, para las elecciones presidenciales de febrero de 1946, Nueva Era invitó a sus lectores desde una primera plana tamaño sábana, a votar por la fórmula Tamborini-Mosca, siguiendo así una práctica periodística que se inscribía en la tradición misma del diario, más si se tiene en cuenta -por ejemplo- que en los años iniciales las reuniones partidarias de la UCR solían realizarse en el local de Nueva Era, y los afiliados eran convocados a ese sitio, a través de una información que publicaba el mismo diario. Hacia mediados de los años ’30 en la provincia de Buenos Aires, es posible advertir aún un fuerte componente faccioso en la constitución de la prensa periódica. En efecto, con la excusa de la elaboración de un Anuario Periodístico Argentino, la Oficina de Prensa de la Presidencia de Agustín P. Justo llevó a cabo entre 1934 y 1935, una encuesta en todo el territorio nacional donde se solicitaba a los directores de los medios periodísticos que establecieran algunos datos sobre sus publicaciones, entre ellos, la tendencia política del medio como la composición partidaria o ideológica del personal periodístico. La encuesta estaba acompañada por un registro de un informante local que corregía a partir de breves biografías de los directores, cuando las definiciones acerca de la tendencia política no era fiel a la percepción que desde las comunas se tenía del órgano periodístico. En muchos casos, el informante local colocaba que se trata de una publicación radical cuando el director del diario se ha declarado “independiente”. En otros casos, se observa una clara intención de distanciamiento partidario en las declaraciones de los directores (p.e: “Completamente apolítico”). Como lo indica el cuadro siguiente, de los 303 medios periodísticos relevados por la encuesta, cerca del 47 % declararon una filiación partidaria o ideológica clara, y es posible que salvo en el 6 % correspondiente a la categoría “Apolítico”, el resto de las categorías esconda también un carácter ideológico o partidario. Al menos en lo que respecta al 21 % de la categoría “Independiente”, es posible inferir de acuerdo al subregistro del informante local, que algunos órganos radicales no se declararan en tanto tales en un contexto donde la UCR es visualizada objetivamente como la más importante de las fuerzas políticas opositoras, de allí que muchas publicaciones fueran clausuradas desde 1933, acusadas de focos de conspiración. Sin embargo, para los años ‘40 la situación comienza a mostrar rasgos distintos: si Nueva Era tiene su origen en tanto diario faccioso, es decir, como voz periodística de la personalidad más encumbrada del radicalismo local, desde 52

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mediados de los años ‘30 en adelante, el panorama comienza a cambiar de acuerdo a la diversidad de discursos que contienen las páginas. El diario ha complejizado su organización interna, ha aumentado el número de páginas y secciones, y, más allá de que el personal periodístico se reclute dentro de las filas partidarias, también ha comenzado a incorporar a figuras intelectuales extrapartidarias, sin duda, motivado por el clima ideológico que unificó a la mayoría de los sectores liberal-democráticos, durante los años ‘30 en la alianza antifascista. Así, otras plumas son requeridas por Nueva Era: el poeta Córdova Iturburu inaugura en 1935, una columna de crítica cinematográfica, y comienzan a sucederse las colaboraciones de Raúl González Tuñón y Alvaro Yunque. Promediando los años ‘40, a estos nombres se le sumarán los de Leónidas Barletta, Bernardo Verbitsky y Amaro Villanueva, todos ellos posicionados en la izquierda intelectual del momento. La incorporación de estas figuras en el diario, se debe a las conexiones que existían entre éstos y los miembros de Ateneo de Cultura Popular (1935), quienes a partir de 1942, integrarán la experiencia del Ateneo Rivadavia. Quiere decir, entonces, que para estos años Nueva Era ha complejizado su organización interna y ha modernizado su discurso: obviamente, no ha dejado en ningún momento de expresar sus adhesiones partidarias, pero éstas se han visto equilibradas por la diversidad de las alternativas periodísticas: por ejemplo, los temas referidos a la Guerra Civil Española, los entretelones de la Segunda Guerra Mundial y la política nacional, conviven casi en igualdad de importancia con las columnas literario-cinematográficas, las destinadas a la mujer (moda y belleza), y las de carácter higienista. Pero hay otro elemento que no debemos dejar de mencionar: desde mediados de los años ‘30, Nueva Era hace jugar en su páginas a la fotografía de una manera diferente. Ahora las ilustraciones alusivas de algún artista local, van dejando paso al uso de la fotografía en grandes dimensiones, para ilustrar los sucesos internacionales, los nacionales y también los locales. Se podría pensar, que como símbolo y prueba de lo real, el uso de la fotografía apoya la modernidad de la práctica periodística, en tanto que aparece como un elemento que apela a una legitimidad de otra naturaleza: se está ahora frente al acontecimiento, frente a la producción constante “de ese bien altamente perecedero que son las noticias”72, pero con un medio técnico nuevo que podría haber convertido este periodismo pedagógico en una manifestación residual. A juzgar por la cita siguiente, ésta no parece haber sido la alternativa a la práctica periodística tradicional: “[...] Una sociedad que todos los días se detiene algún tiempo para hundirse en el juego de las diatribas, de insidias, de pullas o de insultos, que es característica del pasquinismo, acaba por identificarse con esa modalidad del bombardeo procaz, para transformarse pronto en artillero de la insidia o de la calumnia, y disparar sus tremendos proyectiles de casa en casa, de familia en familia, de club en club, de escuela en escuela, de templo en templo. Por el contrario, un medio social donde el periodismo informa serena y verazmente lo que ha 72

Bourdieu, op. cit., p. 5.

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Ricardo Pasolini ocurrido en el lugar o en el mundo; analiza y juzga hechos aplaudiendo o censurando actitudes, sin descender a plano alguno que no interese a la comunidad toda, difunde conocimientos y doctrinas, ilustra sobre el pensamiento universal, sin fanáticas pretensiones de formante; recoge del ambiente anhelos y necesidades y, en la medida de su razón de justicia, las auspicia o las propugna, será siempre tribuna y catedral que enseñará a los hombres a profesar mutua consideración y respeto [...]”.73

La cita corresponde a la edición especial del 25º aniversario de Nueva Era, en 1944, y habla de la pervivencia de las nociones originales sobre periodismo y sociedad. Mientras que, como dice Bourdieu para Francia y Estados Unidos, la prensa moderna creó sus diferenciaciones al interior del campo a partir del criterio de objetividad periodística, lo cual permitió distinguir entre una prensa seria y otra sensacionalista, en Tandil en cambio, la prensa liberal identificó su práctica -al menos hasta fines de los ‘50- con el pedagogismo civil74, más allá de las innovaciones técnicas que supusieron una diversificación de discursos semiológicos. De este modo, la prensa se presentaba como el refugio de los valores democráticos, y a la vez, como tribuna y cátedra para enseñar a los hombres a profesar esos valores. La sociedad era concebida como un todo acrítico, que asumía sus propias formas culturales de acuerdo a las influencias que recibiera de algo que era exterior a ella. Así, si el periodismo asumía un carácter pasquinista -como dice Nueva Era-, el medio social terminaría identificándose con el bombardeo procaz y se transformaría en el artillero de la calumnia. En cambio, si el periodismo cumplía este rol pedagógico, se produciría “un fecundo mimetismo moral, que perfila en la sociedad los rasgos culturales de su periodismo [...]”.75 En algún sentido, esta fórmula lleva al extremo, la idea que propusiera Alexis de Tocqueville a principios del siglo XIX, cuando escribió que: “[...] en los países democráticos sucede con frecuencia que un gran número de hombres que quieren o necesitan asociarse, no pueden hacerlo porque confundidos y anónimos en la masa, no se hacen notar ni saben dónde encontrase. Si aparece un periódico que expone a todas las miradas el sentimiento o la idea simultáneos en individuos separados a cada uno de ellos, todos se dirigen inmediatamente hacia esa luz; y aquellos espíritus errabundos que se buscaron durante tanto tiempo en las tinieblas se encuentran por fin y se unen”. 76 Tocqueville piensa en la importancia que en las democracias tiene la prensa para constituir sectores de opinión, que de otra forma no podrían lograr cohesión. Ricardo Sidicaro ha encontrado que el diario La Nación ha partir de 1909 -año en que, según el autor, deja de ser una extensión del partido de los Mitre-, asumió un papel similar al convertirse en “tribuna de doctrina de la clase dirigente argentina”, prestándole su voz siempre, pero también, hablándole en forma crítica según las “Función social del periodismo”, Nueva Era, ed. 25º aniversario, 1944, p. 152. El semanario de la Acción Católica local, denominado La Revista (1922-1969), también identificó su práctica con el pedagogismo, aunque obviamente de otro carácter. Con la aparición de Criterio, en 1928, este semanario comenzó a seguir esa línea editorial. (Cf. Capítulo 6). 75 Ibid. 76 Alexis de Tocqueville, La democracia en América, Madrid, Sarpe, 1984, t. II, p. 100. 73 74

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circunstancias históricas.77 Salvando las distancias, este objetivo de unificación de los intereses sociales de la elite que persigue La Nación, en el ámbito local con Nueva Era cobra otra dimensión: no se trata aquí de unificar intereses, sino de uniformizar, no se habla a un sector específico de la sociedad, sino que el interlocutor de ese mensaje es siempre la sociedad toda como mundo local, sin distinciones clasistas de ninguna índole. En este sentido, se ve cómo la noción de educación de la civilidad atraviesa también otras manifestaciones de la producción simbólica, como es el caso del periodismo. Pero esta situación no parece exclusiva de la prensa local, pues otros diarios –como La Nueva Provincia, de Bahía Blanca-, también identificaron su accionar con el pedagogismo civil a partir de sus vinculaciones fluidas con el radicalismo bahiense.78 También en el caso de Nueva Era, se da a la vez de un acuerdo ideológico, una correspondencia entre personal periodístico, plantel político radical y animadores culturales. La experiencia de El Eco de Tandil, no está exenta de estas características del proceso. El Eco de Tandil El 30 de julio de 1882, un boticario español y un obrero tipógrafo de origen uruguayo, resolvieron asociarse, compraron la imprenta de lo que hasta esa fecha había sido el bisemanario La voz del pueblo, y fundaron un nuevo periódico: El Eco del Tandil. La decisión tomada por estos inmigrantes, más que deberse a la intención clara de profundizar en el debate de ideas de la vida política comunal, parece haber respondido a la interesante oportunidad económica que representaba la quiebra de la imprenta del periódico La voz del pueblo. Respecto del destino de las publicaciones periódicas en Tandil, todo el fin de siglo XIX está caracterizado, por un lado, por la unificación entre dos actividades: imprenta y periodismo, y por otra parte, por lo efímero de las experiencias periodísticas. Esta situación parece indicar que se arribaba al periodismo básicamente porque se manejaban ciertos saberes ligados a los trabajos en la imprenta. La condición de dueño de imprenta o tipógrafo presentaba mayores posibilidades iniciales para desarrollar la tarea periodística. De allí que la quiebra de la imprenta motivara generalmente la desaparición de la actividad secundaria, hasta que un nuevo acuerdo restituía los capitales necesarios para reiniciarla, como parece expresarlo el caso de El Eco del Tandil. En última instancia, lo efímero de estas experiencias habla a las claras de la ausencia de un mercado de lectores y un mercado de anunciantes relativamente Ricardo Sidicaro, La política mirada desde arriba. Las ideas del diario La Nación 1909-1989, Buenos Aires, Sudamericana, 1993, p. 19 y passim. 78 Laura Llul, Prensa y política en Bahía Blanca. ‘La Nueva Provincia en las presidencias radicales, 1916-1930, Bahía Blanca, Editorial de la Universidad Nacional del Sur, 2005, passim. 77

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estable, y de la escasa o nula vinculación de sus directores con padrinos políticos que le permitieran sobrellevar con mayor holgura los costos de la empresa periodística. A dos meses de la primera edición, una editorial de El Eco del Tandil, expresaba claramente el carácter que asumía este periodismo decimonónico: “Es opinión general, pues oímos a propios y extraños, que este pueblo tiene un gran porvenir. Todos los que le visitan coinciden en que sus condiciones topográficas son las más preciosas de la provincia. Ninguno deja de admirar sus bonitas sierras y sus valles que la circundan y las resguardan. Para el europeo, tiene la virtud de recordarle su propio país, con sus colinas, sus hondonadas y sus vertientes pues es natural de la provincia el ofrecerle la variedad de su paisaje [...] Le encantan al higienista, que desde su salida de Buenos Aires no ha observado más que monótonas y cansadoras llanuras, como al industrial, al ganadero o al agricultor, tan ansiosos por convertirlo en una plaza importante bajo el punto de vista comercial”.79

Ideología del Progreso y localismo -tópicos de un acuerdo básico de la elite tandilense del momento-, parecieran sintetizar los ejes por los que transitan las preocupaciones de este periodismo en 1882. Tandil, como lugar exótico enclavado en la monótona llanura, aparece como el centro de las potencialidades económicas, como oasis geográfico, y también, como lugar de la constitución de una identidad superadora. En noviembre de 1885, el boticario español y el obrero tipógrafo decidieron vender El Eco al vecino José Francisco Bellini, y en 1898, éste hizo lo propio con Francisco M. Amespil. Al momento de la venta, El Eco del Tandil seguía definiéndose como una imprenta a la vez periódico. Amespil estuvo a cargo de la dirección hasta el 19 de enero de 1932, fecha en que fue asesinado en la dirección del periódico, al parecer, víctima de un deudor a quién había prestado dinero. Según el estudio realizado por José Barrientos, la etapa Amespil se caracterizó por un enfoque periodístico que evitó todo compromiso con “los cambios fundamentales que se venían operando en la política lugareña [...] Bajo su dirección, El Eco de Tandil jamás emprendió una campaña para sostener una causa, aún aquéllas de esencia popular, así como mantenía siempre una actitud contemporizadora frente a sucesos de orden político o administrativo que afectaban profundamente a la ciudadanía”.80 En esa época, El Eco aparecía los jueves y los domingos, con ocho páginas bien nutridas de variada información y un elevado número de avisos, sin embargo, en el ámbito de la redacción, dice Barrientos, Francisco Amespil “trabajaba solo. Escribía y se ayudaba con tijera y nunca tuvo a su lado redactores, ni cronistas efectivos”. 81 Tras la muerte de Francisco Amespil, el periódico cerró sus puertas, pero a los pocos meses sus familiares decidieron reabrirlo. No pasó mucho tiempo El Eco de Tandil, septiembre de 1882. Barrientos y Pérez, op. cit., p. 74. 81 Ibid. 79 80

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y volvió a cerrar. En 1935, Alfredo Rodríguez Guichou, un periodista veterano que había trabajado como redactor del diario La Fronda (1919), órgano opositor al gobierno de Hipólito Yrigoyen, se interesó por el bisemanario y lo adquirió. Rodríguez Guichou introdujo dos innovaciones que se mantendrán en el tiempo: una de carácter simbólico, al decidir cambiar en el nombre del diario el término del por de. Mediante esta modificación semántica, que combinaba tradición con novedad, ahora el diario pasaba a llamarse El Eco de Tandil, nombre que se mantiene hasta el presente, más allá de los diferentes intentos de refundación. La otra innovación, más estructural y de mayor gravitación en la esfera pública local, fue la transformación del bisemanario en diario matutino. Sin embargo, los inconvenientes económicos que tuvo que afrontar la empresa, motivaron que Guichou se alejara de ella en 1937. Con dificultades pero con una nueva estructura, la dirección del matutino fue asumida por Ovidio Saglul82, un periodista veinteañero que había trabajado en Crítica, en Crónica y en Ultima hora. El Eco se transformó nuevamente en periódico, pero esta vez aparecía tres veces a la semana, y al año siguiente, con la incorporación de una máquina linotipo, logró reiniciar el tiraje diario. El 27 de julio de 1940, Juan Manuel Calvo asumió la dirección del matutino, y Ovidio Saglul pasó a cumplir la tarea de jefe de redacción. Puede decirse que con Calvo, El Eco termina por inscribirse definitivamente en la tradición periodística que inaugura Nueva Era, sólo que se coloca a la izquierda de éste, fundamentalmente por la experiencia de sus redactores, y la del propio Calvo, quien si bien pertenecía en esta época al sector unionista del radicalismo, nunca dejó de mostrar gran interés por la bibliografía marxista y por el modelo soviético de organización social. En el estudio ya citado, Barrientos distingue los nuevos tiempos del diario como de definición de la tendencia democrática que se había iniciado con Ovidio Saglul a partir de 1937.83 Juan Manuel Calvo había nacido en España en 1881, para más tarde seguir el derrotero de la emigración y radicarse con su familia paterna en Argentina. En 1909 obtuvo su certificado de maestro, y al año siguiente se instaló en Tandil. Fue director de la Escuela Nº 4 de Cerro Leones (1912), un paraje alejado del núcleo urbano del partido, habitado mayoritariamente por familias de obreros de las canteras de origen inmigrante y de tradición política anarquista. Durante los años ‘20 fue Inspector de Escuelas y titular del Consejo Escolar local, y hacia 1929, incursionó en el periodismo a partir de la experiencia de la revista Tandil, órgano fundamentalmente social y cultural. También dirigió el diario Tribuna, en su primera época (durante 1929), antes de que éste se convirtiera en el vocero del gobierno conservador local. Luego del golpe militar del 6 de septiembre de 1930, Calvo comenzó a participar más fluidamente en la Unión Cívica Radical, y allí ocupó varios cargos partidarios; como secretario de prensa en 1932, y vicepresidente del comité local 82 83

Ibid., p. 76. Ibid.

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en 1940. También fue concejal (1936) y diputado provincial hasta 1948. En 1933, sucedió a José Antonio Cabral en la presidencia de la Asociación Bernardino Rivadavia, cargo que ocupó hasta 1959. Ahora bien, he sostenido más arriba que la propuesta de El Eco se coloca a la izquierda de Nueva Era, pero no se debe entender este posicionamiento como una ruptura. Esa izquierda se inscribe también en la tradición liberal, en todo caso, es un liberalismo de izquierda lo que se defiende desde sus páginas. Se trata de la voz de un sector del radicalismo, que si bien tiene fuertes contactos con la línea unionista -de hecho Calvo pertenecía a ella-, para los años ‘40 y ‘50, apoyado sin duda por el marco político opositor que se construyó a partir de la emergencia del peronismo, integra en su seno a periodistas claramente identificados con la ideología comunista, o bien, que habían simpatizado con ella cuando integraron la experiencia del Ateneo de Cultura Popular. De este modo, intelectuales locales como Juan Antonio Salceda y Víctor Magrini, compartieron la redacción de El Eco, con los periodistas José Barrientos y Ovidio Saglul, y también con el político radical Juan Carlos Pugliese, quien más tarde será su administrador. De este modo, se podría sostener que en el campo de la práctica periodística, El Eco no hizo más que expresar lo que en el marco político representó la Unión Democrática, pero sumándole a las definiciones sobre la política nacional, las que atenían al contexto mundial. Por ejemplo, con indisimulado entusiasmo, El Eco describe la adhesión de las instituciones a los actos de festejo relativos al triunfo de los aliados en la Segunda Guerra: “La generalidad de las instituciones obreras, juveniles, etc. han dispuesto concurrir en corporación al mitín con carteles alusivos al acontecimiento que se celebra. La Junta de Unidad Democrática, por su parte, organizadora de la magna Asamblea popular y obrera no ha descuidado el mínimo detalle en lo que a organización del mismo se trata. Ha dispuesto llevar al mitín las banderas nacional, rusa, norte americana, inglesa, francesa, china y de la República española, así como también los retratos de las figuras salientes y verdaderos conductores de los pueblos a la victoria: Stalin, Roosevelt, Churchill, Truman y Atlee”. En el acto participaron como oradores, entre otros, los radicales Longin O. Prat; Juan M. Calvo y Juan Carlos Pugliese. Juan A. Salceda lo hizo en representación de los comunistas, y por los empleados de comercio, el dirigente sindical Miguel Arozarena.84 (El núcleo relacional original del Ateneo de Cultura Popular). También, en 1951, Calvo viajó a Varsovia en el marco del Congreso Mundial por la Paz, ocupando el cargo de presidente de la delegación argentina y en 1953, en el marco del Movimiento Argentino por la Paz un viaje equivalente lo llevó a la U.R.S.S.85 Más tarde, Calvo se alistará en las filas de la U.C.R.I., y en las elecciones de 1958 será electo presidente del Consejo Escolar de Tandil, institución que se restablecía tras haber sido disuelta por el gobierno peronista alrededor de 1950. La identificación de El Eco de Tandil con la izquierda posible parece haber 84 85

El Eco de Tandil, 15 de septiembre de 1945. Entrevista con el Prof. Hugo Nario.

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sido advertida por el gobierno municipal de corte peronista, y habla también del lugar que este medio ocupaba en la opinión pública local. Mientras Nueva Era experimenta durante 1930 y 1933 sus clausuras por motivos políticos (en 1950 dejó de aparecer por falta de papel), en las décadas del ‘40 y del ‘50, esta vez es básicamente El Eco de Tandil el medio periodístico clausurado por motivos similares, lo que podría estar hablando de un deslizamiento de la percepción del poder político, respecto del carácter opositor o no de ambos medios. La primera clausura tuvo lugar el 4 de marzo de 1944, y se prolongó durante nueve meses, mientras que la segunda durará más de un año, desde el 18 de agosto de 1954 hasta el 22 de septiembre de 1955, y se inscribe en la dimensión altamente conflictiva que había alcanzado en el ámbito local, el conflicto entre radicales y peronistas, estos últimos a cargo de los cuerpos de gobierno municipales. Sin duda, en los motivos que decidieron la clausura pesó la identificación de El Eco como un diario opositor que había alcanzado gran impacto en la opinión pública, pues de 800 ejemplares diarios que se vendían hacia fines de los años ‘40, en 1954 pasó a vender alrededor de 4000 ejemplares.86 Pero la Revolución Libertadora también observó en El Eco un enemigo político de manera que recién en septiembre de 1955 pudo recuperar su salida diaria. Los intelectuales como publicistas: La Biblioteca Rivadavia Durante la primera mitad del siglo XX, se podría afirmar que la inserción de los intelectuales se canalizó básicamente en la experiencia de la Biblioteca Rivadavia. Este ámbito cultural fue fundado el 2 de junio de 1908 por iniciativa de un grupo de vecinos pertenecientes a los sectores medios acomodados de la ciudad. Luego del intento de golpe de estado liderado por Hipólito Yrigoyen en 1905, y con el desplazamiento obligado de los políticos radicales a cargo del gobierno comunal, este grupo concibió la idea de la creación de una biblioteca popular, como espacio que permitiera el acceso al conocimiento por parte de los sectores sociales subalternos, pero sobre todo como instancia pública generadora de opinión y de gravitación en la vida comunal. Se trata de un grupo de radicales a la vez miembros de la logia masónica “Luz del Sud”, liderados por José Antonio Cabral (1872-1952), ex secretario del intendente radical Federico Demarchi (1904), y personalidad que por sus posiciones renovadoras, había alcanzado gran notoriedad en las filas de la Unión Cívica local. La filiación masónica de los fundadores de la Biblioteca Rivadavia, no sólo está comprobada en el hecho de que el edificio inicial donde funcionó la nueva Estos datos son los que presenta el escritor y periodista local Hugo Nario, en el reportaje que publicó el semario El Espejo, “Nario y la escritura como una prolongación de la calle”, 13 de enero de 1995, p. 6. Nario fue redactor de El Eco de Tandil, desde 1949 durante más de tres décadas. Es autor de varios ensayos históricos entre los que se cuentan Tata Dios, el mesías de la última montonera (1976); Los crímenes del Tandil (1983); Mesías y bandoleros pampeanos (1994); Tandil, Historia Abierta (1995), Los picapedreros (1997) y Los Bariffi (2006), entre otros. 86

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entidad correspondía al mismo en donde se ubicaba la logia masónica “Luz del Sud”, sino también en la participación de los miembros de la reunión fundacional de la Biblioteca: en el año 1903, la mayoría de ellos ya aparecía explícitamente mencionada en las páginas del periódico “Luz y Verdad”, publicación -dirigida por José Antonio Cabral- con que la logia se presentaba ante la sociedad tandilense de la época.87 Sin bien no caben dudas, entonces, de la filiación masónica de sus integrantes, y de las simpatías de estos con la UCR, la idea se afirma aun más cuando se observan los duros mecanismos de ingreso y permanencia en lo que inicialmente se llamó la “Asociación Pro Biblioteca Rivadavia”. Desde su creación, y en particular desde 1914 en adelante, las actas de las reuniones de la Comisión Directiva de la Asociación, reiteradamente hacen mención de aquellos asociados que no cumplían tanto con las obligaciones establecidas de acuerdo al estatuto, como con aquéllas que no escritas en ninguna parte, tenían el peso que establecía una entramada red de relaciones personales que ejercía no poca influencia sobre cada uno de sus integrantes, de acuerdo al doble principio de la autoridad y la reciprocidad. Las obligaciones consistían en la participación activa en cada una de las actividades que emprendiera la biblioteca, desde las que permitían su desenvolvimiento burocrático, hasta otras más sutiles e individuales: la ausencia a una reunión de la Comisión Directiva, por ejemplo, podía motivar la suspensión del asociado, y si el hecho se reiteraba, la miembros de la misma generalmente evaluaban la permanencia de la conducta como una falta de interés por parte del socio, lo que finalmente motivaba su expulsión. Sin embargo, también podía ser causa de expulsión la no visita del asociado a la Sala de Lectura. El mecanismo de ingreso a la asociación no era menos riguroso. Si bien el estatuto inicial establecía que cualquier persona mayor de edad podía alcanzar la condición de asociado de la Biblioteca, la cláusula que indicaba debían ser consideradas las actitudes previas del aspirante en pro del desarrollo de la institución, no hacía más que limitar las posibilidades de ingreso sólo a las personas que de alguna u otra forma estaban vinculadas a los miembros fundadores. Esta actitud teóricamente igualitaria pero de hecho cerrada, se refuerza cuando se observa que en el punto tercero de las bases estatutarias, se establece no sólo que “la Biblioteca, pertenecerá exclusivamente a sus fundadores” sino también que de ese grupo inicial “serán elegidos los administradores” .88 El origen político de la creación de este espacio cultural y la cooptación selectiva como mecanismo de ingreso y permanencia en la institución, signarán en gran parte las características fundamentales que adquirirá el devenir de la El 30 de enero de 1903, la logia masónica Luz del Sud celebró su 29º aniversario y José Antonio Cabral se encargó de plasmar en las páginas de Luz y Verdad, semanario de la logia, las modalidades que había adquirido el festejo. Un gran número de los nombres de los asistentes, se repiten en las sucesivas comisiones directivas de la Asociación Bernardino Rivadavia, y otros, como C. Schmiegelow, R. Zerillo y A. Vitullo, lo hacen en los avisos de Luz y Verdad. Cfr. Luz y Verdad, 3 de febrero de 1903, nº 144, p. 1. 88 Acta nº 1, 2-6-08, t. I., f. 4. (Archivo Asociación Bernardino Rivadavia. En adelante AABR) 87

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Asociación y sus organismos anexos, como es el caso del Ateneo Rivadavia, por lo menos hasta 1960, es decir, espacios en que más allá de la apelación a un discurso específicamente cultural, se establecen un conjunto de prácticas y nociones que los llevan a convertirse en importantes instancias donde se constituye la opinión pública local. Es evidente que estos mecanismos persistirán como residuo cultural en unos tiempos donde esa masonería inicial ya no tenga ninguna incidencia como institución política. Vale decir, entonces, que en el origen de la Biblioteca Rivadavia, se está en presencia de un sector desplazado de la elite local que se plantea una estrategia de influencia en la esfera pública. Se trata de la manifestación de su oposición política en el contexto de proscripción de la vida partidaria que inaugura la Revolución de 1905, a partir del intento de hegemonizar la vida cultural. De este modo, durante el primer período, el mundo cultural organizado a partir de la Biblioteca Rivadavia no hace más que expresar unas nociones y unas prácticas ligadas a las concepciones que la “buena sociedad” tandilense, integrada por sectores medios acomodados, tiene de las clases populares, esto es, personajes ajenos a la vida civilizada a los que hay que disciplinar e inundar de discursos culturales, para que puedan cumplir con el destino teórico que el modelo liberal-democrático establece para todo ciudadano: la defensa del orden institucional y la vigencia plena de los derechos. En este sentido, el acta fundacional es sumamente demostrativa acerca del porqué de la necesidad de la creación de una biblioteca: “el buen ciudadano debe contribuir en la medida de sus fuerzas al mejoramiento de la colectividad en que vive, al progreso de la Patria, (porque) no es posible pretender que todos sean legisladores o altos funcionarios para de allí colaborar...”.89

También en junio de 1908, luego de la reunión inicial, la “Asociación Pro Biblioteca Rivadavia” dirige una carta pública a la comunidad en la que se expresa claramente el propósito de la creación de la Biblioteca: “Es un axioma que el ser humano, á medida que se educa, que desarrolla sus facultades mentales, es más útil y más consciente de sus derechos y deberes hacia la comunidad. Así también, como consecuencia lógica, el pueblo que más estudia, que más lee, es el más industrioso, el más progresista, el que más practica el bien, el más abnegado, el más heroico, y el más fuerte, porque es el más preparado en todas las manifestaciones de la vida”.90 De este modo, en un contexto de restricción de la vida política y en un marco ideológico de confianza extrema en el ideal del progreso propio del fin de siglo pasado, la Biblioteca aparece en el discurso como el ámbito fundamental que permitiría el acceso de los sectores populares a los saberes ciudadanos. Sin embargo, éste no era el único propósito que guiaba a los socios fundadores. Una evaluación desfavorable del desarrollo de la cultura local con respecto a otros indicadores de progreso de la sociedad tandilense, hacían que la creación 89 90

Ibid, f. 2. AABR. Correspondencia. Junio de 1908.

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de una biblioteca fuera vista como la alternativa que posibilitaba el ingreso de esta sociedad del interior bonaerense, al devenir de la cultura dominante de la época. Una sociedad más avanzada que su cultura parece ser la conclusión a la que arriban los fundadores de la Biblioteca Rivadavia, y de allí la necesidad de que quienes se consideraban intelectuales asumieran un papel definitorio en la educación de la civilidad. Dirigentes y público La vida cultural que allí se desarrolla está conducida, en su mayoría, por quienes inscriben sus actividades laborales en las profesiones liberales. En efecto, médicos; abogados; contadores; periodistas y maestros, ocupan la mayoría de los cargos dirigenciales en las diferentes instancias organizativas que dependen de la Asociación Bernardino Rivadavia, como la Biblioteca y el Ateneo (1942-1960) homónimos. Desde 1908 hasta el presente, las presidencias de la Asociación Bernardino Rivadavia, estuvieron a cargo de profesionales vinculados en su mayoría a la Unión Cívica Radical, y lo mismo sucede con las comisiones directivas del Ateneo Rivadavia a partir de 1942. Los nombres de Cabral y Calvo, los de los abogados Juan Carlos Pugliese, Roberto Bonanni, Longin O. Prat y el médico Dardo Fernández Tasende, y los de los periodistas Ambrosio Renis y José Barrientos, se suceden ocupando alternativamente diversos cargos dirigenciales, expresando así la preponderancia de cierta endogamia social y partidaria en los mecanismos de reclutamiento de la mayor parte del plantel intelectual. Política y cultura aparecen, entonces, no sólo articuladas a partir de una noción de lo cultural en tanto creación del ciudadano, sino en el plantel mismo de los animadores culturales vinculados como están a instancias políticas partidarias. Lectores y asistencias Pero, ¿de qué manera esta institución cultural fundada en 1908, impactó en la vida comunal? El gráfico N° 2, sobre asistencias a la Sala de Lectura entre 1911 y 1953, es altamente ilustrativo al respecto. Esta serie91, aunque se interrumpe en 1953, nos permite establecer con claridad los diferentes subperíodos en que la Biblioteca parece haber alcanzado un mayor impacto en la dinámica cultural de la sociedad tandilense. De 1911 a 1920, subperíodo que podríamos llamar formativo, el número de asistencias anuales pasa de 9936 a 29050, respectivamente. Entre 1921 y 1930, aunque con fluctuaciones, el número de asistencias se mantiene en En todas las series utilizadas, se poseen datos incompletos del año 1931. He intentado resolver este bache documental efectuando para el año de referencia, el promedio entre las cifras correspondiente a los años anterior y posterior. 91

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una meseta más o menos estable, de alrededor de 25594 promedio. En año 1931 manifiesta una leve recuperación, mientras que 1932 y 1933, muestran otro momento de alza, con una participación anual de asistentes de 32036 y 32025, respectivamente. Como puede verse, del total de los datos de la serie, estas cifras muestran los puntos máximos alcanzados por la afluencia de asistencias a la Sala de Lectura. Aunque debería determinar de qué modo y que factores intervinieron, es posible pensar que el golpe de 1930 y el clima político represivo de los primeros años de la década, hayan influenciado en la elección de la Biblioteca, como ámbito de refugio del sector de clase media ilustrada y liberal, que vio socavada sus certezas políticas a partir de los sucesos que inaugura el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen. Del año 1934 al 1942, se observa una caída importante en la concurrencia, su promedio se encuentra apenas por encima de 21100 asistencias anuales, cifra menor, inclusive, al promedio del subperíodo de estabilidad. Entre 1943 y 1947, los datos muestran una recuperación de la asistencia, que en 1945 llega al número de 25548. Este alza, por cierto no constante, podría deberse al influjo que el Ateneo Rivadavia (1942-1960) tuvo en las actividades culturales de la biblioteca, lo cual pudo haber dinamizado la práctica de la lectura, como parece indicarlo otros datos cualitativos. El último subperíodo, de 1948 a 1953, marca una caída que se instala en un número promedio de 20485 asistencias De todos modos, la fuente nos es clara cuando se refiere a los asistentes a la Sala de Lectura, en la medida en que establece una cierta ambigüedad pues en ningún momento aclara si con esa categoría se refiere efectivamente a lectores, a concurrentes a actos culturales, como las conferencias que se realizaban en la Sala de Lectura, o si utiliza el concepto de asistente, como sinónimo de cada acto burocrático que se concreta al solicitar un libro de consultas en sala. Es decir, en este sentido, un individuo podría asistir múltiples veces a solicitar libros, pero en el registro, cada solicitud quedaría igualada a la categoría asistente, mientras que debería tratarse de “asistencias”, por ello he utilizado esta última categoría. Volviendo al gráfico, esto significa que durante los años 1920, 1932-33, y 1945, donde se observan las cifras pico de los subperíodos, o bien aumentó el número real de asistentes, y/o las mismas personas visitaron más veces la Biblioteca, es decir, incrementaron la frecuencia de asistencia, lo cual, de una u otra manera, indica que durante el período 1911-1953, la Biblioteca Rivadavia constituía un ámbito cultural de gran impacto comunitario.

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Gráfico N° 2. Fuente: Actas de la C. D. Asociación Bernardino Rivadavia (Balance).

Aún en 1969, este ámbito cultural concentraba la mayor cantidad de volúmenes disponibles respecto del resto de las bibliotecas populares de la ciudad. Su caudal bibliográfico, aumentó de 97 volúmenes en 1908, a 1200 en 1909, a 15000 en 1923, y alcanzó 35000 volúmenes en 1969. Ahora bien, ¿cómo está compuesto el público lector que asiste a la Sala de Lectura? Los datos que poseo indican que durante el período 1911-1953, los asistentes son reclutados en su mayoría, en el grupo social representado por los estudiantes, tanto primarios como secundarios, y fundamentalmente son mujeres. Cabe mencionar aquí, que en 1910 fue creada la Escuela Normal, lo cual significó que los hijos de la clase media local pudieran acceder a la educación secundaria en la ciudad, dado que hasta ese momento, debían cursar sus estudios de nivel medio en otras localidades vecinas (Azul), o bien en Buenos Aires.

Gráfico N° 3. Fuente: Actas de C.D. de la Asociación Bernardino Rivadavia (Balance). AABR.

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El balance efectuado en enero de 1938, sobre el movimiento de libros y asistentes a la Sala de Lectura ilustra sobre el interrogante inicial: “(...), han salido para ser leídos a domicilio 2390 libros, y se han consultado 14025 obras, en su mayoría por estudiantes de la Escuela Normal y alumnos de las escuelas primarias y otras instituciones de enseñanza”92 Para 1943, la matrícula total93 de alumnos en el partido de Tandil ascendía a 5310, número potencial de asistentes escolares a las cinco bibliotecas populares de la ciudad, que permitían el acceso a la cultura letrada a partir de las consultas de los libros que conservaban lo que el modelo cultural definía como el saber universal. En su estudio sobre el papel desempeñado por las bibliotecas en la cultura de los sectores populares porteños durante el período de entreguerras (1920-1945), Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero, han observado que si “las bibliotecas existen para reunir y hacer circular libros (...) los testimonios de la lectura distan de ser abrumadores (...) La gran mayoría de los libros que lo bibliotecarios atesoran y a veces exhiben en lujosos anaqueles con llave, no son prácticamente tocados”94. Una aproximación al movimiento de libros de la Biblioteca Rivadavia (Gráfico Nº 3), aclara en qué medida la lectura incidía en las prácticas culturales del público local. Si se observa el comportamiento de ambas curvas, se puede inferir que mientras el número de obras (títulos) consultadas en la Sala de Lectura de la biblioteca, presenta fluctuaciones importantes, la curva de la cantidad de volúmenes retirados para la lectura domiciliaria se comporta de manera más homogénea durante el período. Hacia final del mismo, esta curva comienza a experimentar un paulatino crecimiento, llegando en 1953 a 10950 volúmenes retirados a domicilio, mientras que el número de obras consultadas en sala, desciende notablemente de 25717 en 1948, a 13578 en 1953. Este comportamiento de las curvas, podría estar indicando una modificación en la composición del público lector, o bien en sus hábitos de lectura. La consulta de libros en sala hablaría mayoritariamente de aquel lector escolar que arriba a la Biblioteca para satisfacer fundamentalmente las demandas de conocimiento generadas en los ámbitos de la educación formal, mientras que la lectura domiciliaria da cuenta de un tipo de lector menos proclive a la influencias del ámbito escolar. De hecho, entre 1941 y 1957, la Biblioteca pasa de contar con un número de 197 suscriptores a 405 en 1948, y a 549 en 1957. Hubiera resultado altamente provechoso contar con algunos datos referidos a los títulos de las obras más consultadas, y los libros salidos a domicilio, lo que me habría proporcionado una idea del gusto de estos lectores, de los mensajes recibidos, y del impacto de la industria cultural en este mundo local. Sin embargo, el único elemento que proporciona la documentación a la que accedí, es una categorización del gusto del lector domiciliario, a partir de las disciplinas Acta Nº 104, 28/1/38, t. I., f. 169. Nueva Era, edición 25º aniversario, 1944, pp. 33 y 53. 94 Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero,“Sociedades barriales, bibliotecas populares y cultura de los sectores populares, Buenos Aires, 1920-1945”, en Desarrollo Económico, v. 29, Nº 113, abril-junio 1989, p. 54. 92 93

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científicas o académicas en que se inscribe el libro retirado. Por ejemplo, para el año 1955, el diario Nueva Era consigna que las obras que fueron retiradas a domicilio, eran mayoritariamente de carácter literario. Sin embargo nada dice sobre los títulos que son incluidos en cada una de las categorías, ni sobre los criterios de su clasificación. Cantidad de Libros retirados según género. Biblioteca Rivadavia, 1955 Género

N° de Obras

Literatura:

2357

Historia:

1884

Cs. Sociales:

852

Filología:

345

Cs. Aplicadas:

298

Cs. Puras:

253

Obras generales:

129

Filosofía:

93

Bellas Artes:

50

Religión:

30 Fuente: Nueva Era, 25/1/56, p. 2.

Así todo, algunos datos cualitativos dan una idea del peso que cobraba la figura del bibliotecario en la orientación de la lectura del público. Dada su posición de nexo entre el público y los libros, Amador Isasa, el bibliotecario de la B. Rivadavia entre 1936 y 1957, se convirtió en una figura fundamental que influyó notablemente en los intereses intelectuales de los asistentes. Jorge Di Paola Levín (1940), un estudiante de la Escuela Normal que se asoció a la Biblioteca Rivadavia en 1949, relata que Isasa organizaba un plan de lectura para cada uno de los jóvenes: “Me acuerdo que primero me dio Salgari, Dumas y las obras de Verne, y a los catorce años estaba leyendo ‘El ser y la nada’ de Sartre”.95 Esto contrasta con la experiencia de la lectura en la Biblioteca Juan B. Justo de Tandil, entre 1928 y 1945, pues dado su carácter esencialmente obrero, no había allí una figura que se especializara en la función de bibliotecario, sino que ese rol era cumplido en forma rotativa por los miembros de la Comisión Directiva, la mayoría de ellos trabajadores asalariados. Además, la biblioteca atendía al público entre las 20 y las 22 horas, lo cual afirma la idea del carácter obrero de la misma96. En este marco, la biblioteca brindó la posibilidad de que los bienes simbólicos de la cultura dominante estuvieran al alcance de los sectores medios y 95 96

Entrevista con Jorge Di Paola, 21/6/94. Ricardo Pasolini, “Entre la evasión y el humanismo…”, op. cit.

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también populares de una ciudad intermedia del interior bonaerense, como lo era la tandilense de la época. La estrategia de sustitución de la política por la cultura se apoyó en la noción de tradición iluminista de que mediante el acceso a un conocimiento establecido, los individuos se constituyen en seres de calidad superior, que pueden ejercer con mayor idoneidad las diferentes alternativas de la vida social, y sobre todo, las que establece el sistema político. Esta idea utilitaria del conocimiento, está íntimamente ligada por un lado a la noción de intelectual como educador de la civilidad, noción fuertemente presente en el pensamiento masónico, y por otro, a una idea excluyente de lo cultural. Es decir, la cultura es pensada como un único mundo -el de la cultura letrada-, que establece lugares sociales diferenciados para cada individuo o grupo, de acuerdo a la apropiación que cada uno de ellos ha podido hacer de estos bienes culturales dominantes. De este modo, el núcleo original conformado por masones y radicales pensó en la acción de una biblioteca como medio para convertir a los habitantes en ciudadanos, capaces con su accionar total de transformar el espacio comunal en una sociedad que transitara por la senda del progreso. Estas nociones estuvieron presentes en la cultura local con una fuerte temporalidad y fueron elementos constitutivos de la identidad de ciertos sectores sociales que más allá de estar vinculados o no por relaciones o idearios políticos comunes, ayudaron a conformar la creencia en el papel civilizador de la cultura, de allí que una unidad de significados pudiera mantenerse hasta bien entrado el siglo XX, entre quienes se identificaban con las ideas del progresismo (liberales, radicales, socialistas y comunistas), y aquellos más propiamente conservadores. Así, en el campo de las representaciones sociales, la Biblioteca Rivadavia se transformó en un capital de la comunidad, más que en la de un sector específico de ella.

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Capítulo 3

DE LA EDUCACION CIVIL AL ANTIFASCISMO “El aislamiento atenta contra toda posibilidad de formación de una cultura” Ateneo de Cultura Popular, febrero de 1935.

La A.I.A.P.E. y el problema de la defensa de la cultura El antifascismo de los intelectuales argentinos se constituye como tal a mediados de la década de 1930, incitado fundamentalmente por las experiencias de las asociaciones culturales del antifascismo francés, como el Comité de Vigilance des intellectuels antifascistes de París (C.V.I.A.); por el cambio en la estrategia de la I.C. en favor de los frentes populares; y por las políticas cada vez más restrictivas del gobierno de Justo respecto de los opositores políticos. Así, si el golpe de estado de Uriburu se consideró para la mayoría de los intelectuales democráticos como una forma de reacción de las viejas elites dirigentes argentinas, ante los efectos de la democratización que supuso el gobierno de Yrigoyen, para 1935 la política restrictiva del gobierno de Justo era considerada como una característica constitutiva del “fenómeno universal fascista, que resulta de una gestación paulatina en el seno de la reacción imperialista”.97 Es decir, más allá de la presencia o no de un peligro fascista en Argentina, gran parte de los intelectuales consideró hacia mediados de los años ’30 que el sistema político se encaminaba hacia una organización corporativa. De allí que cobrara importancia la constitución de agrupaciones de oposición o resistencia ante una situación política muy desfavorables en general, y particularmente conflictiva en el ámbito de la cultura. Tomando el modelo del C.V.I.A., el 28 de julio de 1935 en Buenos Aires, un grupo de intelectuales de diversa extracción ideológica ligados todos a las diversas izquierdas del momento-, fundaron la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (A.I.A.P.E.). Según Raúl Larra98, quien ingresó Ernesto Giudici, Represión obrera y democrática, Buenos Aires, noviembre de 1936, pp. 26-27. Luego de su participación en A.I.A.P.E., Larra desarrolló una importante labor de editor en la Editorial Futuro (1943) y participó más tarde en la revista del P.C.A., Cuadernos de Cultura. Escribió novelas,

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a la A.I.A.P.E. a los pocos meses de su creación, la concreción de la entidad se debió al rol preponderante que cumplieron Aníbal Ponce y Cayetano Córdova Iturburu. Aníbal Ponce había regresado de su tercer viaje europeo en mayo de ese año, y había establecido allí múltiples relaciones con los intelectuales antifascistas franceses, entre ellos Barbusse, quien había posibilitado su viaje a la U.R.S.S. a principios de 1935.99 Hacia finales de diciembre de 1934, había participado en el Congrés Mondial des Etudiants, desarrollado en Bruselas, y en abril de 1935, en un meeting representando a los intelectuales “d’Amérique du Sud”, en el que se refrendó la intención de constituir una Union Internationale des Intellectuels Antifascistes, que, por un lado, agrupara a los intelectuales sin distinción de partidos, y por otro, estableciera un marco nacional para las organizaciones y un nexo internacional de los comités.100 Por su parte, Córdova Iturburu brindaba su experiencia de animador del proyecto literario de la publicación de izquierda Nueva Revista. El primer presidente fue Aníbal Ponce, acompañado por periodista Edmundo Guibourg, el escritor Alberto Gerchunoff y el dramaturgo Vicente Martínez Cuitiño. Lo sucedió en la presidencia el doctor Emilio Troise, quien fue reemplazado en 1940 por el doctor Gregorio Bermann. También integraron la A.I.A.P.E. José Portogallo; Nydia Lamarque; Alvaro Yunque; Liborio Justo; Enrique Puccio; Luis Reissig; Sergio Bagú; César Tiempo; Bernardo Edelman; Enrique González Tuñón; Dardo Cúneo; Leonardo Starico; Rodolfo Puiggrós; Facundo Recalde; Carlos Ruíz Daudet; Alfredo Varela; Deodoro Roca; Raúl Larra y Leticia Brum, entre otros. La A.I.A.P.E. se organizó desde sus inicios según las diferentes ramas intelectuales y especializaciones. Los plásticos crearon su departamento dirigido por Lino Spilimbergo y la escultora Cecilia Marcovich, los abogados, los médicos, los pedagogos y los periodistas constituyeron también sus subcomisiones. El grupo de la Asociación Juvenil de Escritores Proletarios pasó a constituir la sección juvenil de la A.I.A.P.E.. Se creó también una pequeña editorial, que publicó conferencias y folletos; y se dictaron una serie de seminarios y cursos a cargo de especialistas renombrados. En enero de 1936, la A.I.A.P.E. contaba con más de 400 asociados101 y al año de su creación aunaba cerca de 2000: había constituido filiales en Rosario, Tandil, Paraná, Corrientes, Tucumán, Tala y Crespo, además de Montevideo102, lo que fue saludado con entusiasmo por el Comité ensayos, y hasta una pieza teatral, pero se destacó fundamentalmente en el género biográfico (Payró, el novelista de la democracia (1938, 1952, 1960); Lisandro de la Torre, el solitario de Pinas (1942, 1944, 1947, 1048, 1952 y 1960); Artl, el torturado (1950, 1956, 1960, 1973), Mosconi, general del petróleo (1957, 1974, 1981); Jorge Newbery, el conquistador del espacio (1960, 1974 y 1975); Savio, el argentino que forjó el acero (1980); El general Baldrich y la defensa del petróleo argentino (1981). Cf. Raúl Larra, Etcetera, Buenos Aires, Anfora, 1982, passim. 99 Cf. “Murió Barbusse, el apostol de la paz”, Crítica, 30 de agosto de 1935. 100 Cf. “Vers l’ Union Internationale des Intellectuels Antifascistes”, Vigilance, (Bulletin du Comité de Vigilance des Intellectuels Antifascistes), Paris, N° 24, 15 juin 1935, p. 4. 101 “Vida de la A.I.A.P.E.”, Unidad. Por la defensa de la cultura, año I, N° 1, enero de 1936. 102 Aníbal Ponce, “El primer año de A.I.A.P.E.”, Dialéctica, N° 6, agosto de 1936.

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de vigilancia parisino: “En Amérique latine -escribe Vigilance-, s’est fondé sur l’initiative d’Annibal Ponce un comité qui gruope plus de 800 intellectuels de toutes catégories, signataires d’un très beau manifeste”.103 Su órgano de expresión se llamó inicialmente Unidad, y en su segunda época fue reemplazado por Nueva Gaceta de aparición regular entre el 1º de mayo de 1941 y junio de 1943. En agosto de 1936, Ponce señalaba el carácter que debía asumir la institución luego de las tensiones internas del primer año de la entidad: “[…] ni partido político, ni capilla sectaria, ni tertulia de snobs, ni asociación de revolucionarios […] Como miembro de la A.I.A.P.E. o en los actos de la A.I.A.P.E., el asociado o el dirigente sólo aspira a denunciar y combatir las irrupciones del fascismo en el campo cultural que nos es propio”. 104 Así todo, para el período 1941-1943, la A.I.A.P.E. ya mostraba una clara hegemonía de intelectuales comunistas o compañeros de ruta, quienes luego de su etapa neutralista, recuperaron las nociones antifascistas originales. Raúl Larra, Héctor P. Agosti, Gerardo Pisarello y Arturo Sánchez Riva integraban el consejo de redacción del mensuario en esta época. Tras el golpe militar del 23 de junio de 1943, la A.I.A.P.E. fue clausurada, pero su acción cultural tuvo un impacto residual muy importante. He escrito en otro lugar acerca del peso que en la percepción del pasado y la política argentina, así como el tejido relacional que se compone en esta etapa inicial, tuvo en la constitución de una identidad comunista en muchos intelectuales, en un arco temporal que va desde mediados de los años treinta hasta los primeros setenta.105 Más allá de los deseos imaginarios de los integrantes de la A.I.A.P.E., su antifascismo inicial significó menos un intento de construcción de una salida política ante lo que consideraban el avance del “fascismo criollo” –los tiempos institucionales inaugurados por el golpe de Uriburu y el fraude electoral-, que la percepción de la debilidad social y política de los intelectuales, en un contexto de internacionalización de los tópicos ideológicos en la vida política local, que definían el clima del mundo en la polarización fascismo-comunismo.106 De algún modo, la consigna “Por la defensa de la cultura”, resumía el carácter de quienes integraban el agrupamiento, tanto como la tarea que debían realizar: conservar la matriz ideológica liberal que posibilitara más tarde otros cambios sociales. La defensa de la cultura era pues una defensa del patrimonio cívico de la humanidad que se debatía entre dos caminos: la barbarie representada por los fascismos y la civilización, identificada con la tradición democrática. La formalización del tema de la “defensa de la cultura” estaba presente ya desde “Rapport sur le mouvement international des intellectuels”, Vigilance, (Bulletin du Comité de Vigilance des Intellectuels Antifascistes), N° 29, 15 octobre 1935, p. 11. 104 Aníbal Ponce, “El primer año de A.I.A.P.E.”, op. cit. 105 Ricardo Pasolini, “Comunistas argentinos. Identidades políticas, tópicos ideológicos y vida privada, 1950-1970”, en Estela Spinelli, Alicia Servetto, Marcela Ferrari y Gabriela Closa (comps.), La conformación de las identidades políticas en la Argentina del siglo XX, Universidad Nacional de Córdoba, Edición del Centro de Estudios Avanzados – Instituto de Estudios Histórico-Sociales – Movimientos Sociales y Sistemas Políticos, 2000, pp. 279-305. 106 Cf. Ricardo Pasolini, “El nacimiento de una sensibilidad política…”, op. cit. 103

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febrero de 1934, y en modo instrumental en el grupo de intelectuales comunistas franceses que se articulaba en la revista Commune (dirigida por Louis Aragon, Vaillant-Couturier,.) de la Association des Écrivains et Artistes Révolutionnaires (A.E.A.R.). Sin embargo, para esa fecha la tematización no indicaba aún una rehabilitación de la matriz cultural burguesa. Recién en junio de 1935, con la realización del Congrés international des écrivains pour la défense de la culture y definitivamente en septiembre de 1936, cuando la política frentista adquiera todo su peso, el problema de la defensa de la cultura se asociará con aquel más amplio de la defensa de la herencia cultural de la nación. Para los intelectuales de la A.I.A.P.E., la defensa de la cultura significaba también un tópico de resistencia que ante la situación de la política nacional reivindicaba la tradición liberal y sus próceres más notables (Sarmiento, Echeverría, Alberdi).107 Pero, por otra parte, posibilitaba la toma de posición hacia otros criterios más beligerantes acerca de la acción cultural. De allí que desde sus inicios la A.I.A.P.E. estuviera recorrida por la tensión entre dos posiciones bastante claras: una de tipo liberal reformista, que proponía cambios políticos graduales de tipo institucional, y otra más beligerante, que apelaba a la idea de que la única solución ante el problema político argentino era el socialismo. Ambas posiciones se veían reflejadas también en actitudes intelectuales que iban del pedagogismo civil y la resistencia cultural al vanguardismo estético. El resultado del objetivo de constituir un fuerza intelectual capaz de alentar una alianza política fue paradójico. En el nivel de la política estos intelectuales poco pudieron aportar en la constitución de un Frente Popular más ilusorio que real, por un lado, porque eran una fuerza muy débil ante el peso partidario y electoral de la U.C.R., principal aliado potencial en esta coyuntura. La A.I.A.P.E. se convertía en un socio muy menor para la contienda electoral y las disputas internas de una alianza. Por otra parte, esta debilidad se observaba también en lo que concierne al rol mismo de esos intelectuales, sobre todo, porque a diferencia del C.V.I.A., su relación con las fuerzas políticas y el mundo obrero fue muy deficitaria. Sin embargo, los miembros de la A.I.A.P.E. en tanto operadores ideológicos alcanzaron gran impacto en esa dimensión de la vida cultural que se articulaba en un tejido amplio de bibliotecas populares, prensa periódica, ateneos y editoriales menores, ámbitos que, una vez instalado el peronismo en el poder, se convertirán en las instancias de nucleamiento de una subcultura de oposición ante lo que evaluaban como una manifestación vernácula de nazifascismo. Inclusive, es posible observar la presencia activa de antiguos miembros de A.I.A.P.E. hacia 1953, en el Congreso Argentino de la Cultura, y entrados los años ’60, en la Alianza Nacional de Intelectuales. Nydia Lamarque, “Epítome de Esteban Echeverría”, Unidad. Por la defensa de la cultura, Año II, n° 1, agosto de 1937.

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El Ateneo de Cultura Popular de Tandil Pero la Asociación fue también el lugar de nacimiento de intelectuales nuevos, es decir, de aspirantes a intelectuales que hicieron sus primeros pasos en el mundo cultural. Si por un lado, la A.I.A.P.E. posibilitó a algunos de sus miembros incluso el ingreso a las Brigadas internacionales durante la Guerra Civil Española (Gregorio Bermann, Bernardo Edelman, entre otros), a otros más modestos en sus aspiraciones heroicas y en sus capitales relacionales, les permitió desarrollar un proyecto de escritor. Larra es muy preciso al respecto: “La A.I.A.P.E. era un hervidero, un taller. Todas las semanas en la sede social se realizaban conferencias sobre los más diversos temas culturales a cargo de calificados oradores. (...) También inició un plan de publicaciones dando a conocer la conferencia de Lisandro de la Torre sobre ‘La cuestión social y los cristianos sociales’ y su réplica a monseñor Gustavo J. Franceschi; de Emilio Troise: ‘Los germanos no son arios’; de Héctor P. Agosti: ‘El ocaso de la cultura’; de Raúl Larra: ‘La Revolución de Mayo y su pensamiento democrático’...”108 Gerardo Pisarello ingresó a la A.I.A.P.E. en 1936. Tras un año de iniciada la labor de la entidad, Pisarello dejó sus estudios universitarios en abogacía para dedicarse a la labor literaria. “La A.I.A.P.E. era en verdad el centro que buscaba. En la Capital ni en el interior del país se contaba con otro que nucleara a los sectores intelectuales en un propósito definido de reunir esfuerzos en defensa de la cultura (...) Era un llamado de conciencia. Se estaba ante el surgimiento agresivo del fascismo en Europa, el que terminaría llevando a la Segunda Guerra Mundial”...109. Un recuerdo de Juan Carlos Vedoya, otro de los miembros iniciales de la A.I.A.P.E. expresa una imagen equivalente del antifascismo como sociabilidad y ámbito generador de oportunidades culturales. En efecto, desde el 17 de julio de 1938, la A.I.A.P.E. había organizado una serie de conferencias sobre historia colonial a cargo de Vedoya, y más tarde, en 1939, su presidente y a la vez presidente del Comité contra el Racismo y el Antisemitismo, Doctor Emilio Troise, prologó su primer ensayo histórico. Escribe Vedoya: “Comencé, siendo muy joven, mi amistad con Aníbal Ponce y la gente que lo rodeaba: Rodolfo Puiggrós, Alfredo Varela, Héctor P. Agosti, Raúl Larra […], May Zuviría, Raúl González Tuñón, Córdova Iturburu, Enrique Amorín, Dardo Cúneo, Emilio Troise, Pondal Ríos, Elías Castelnuovo, Alvaro Yunque, todos los cuales alternaban la tarea literaria con el periodismo, todos ellos más o menos de izquierda, francotiradores o allegados al comunismo. […] La militancia desde el comienzo en la A.I.A.P.E. que reunió a todos esos nombres, de la cual conservo el carnet N° 22. […] Quedan muchos nombres perdidos en la memoria, que formaron aquella generación autoconvocada después de la revolución de 1930.”110

Larra, op. cit., p. 20. Gerardo Pisarello, En el recuerdo de los años, Ediciones Anfora, Buenos Aires, 1983, p. 90. También, “Gerardo Pisarello, correntino contra el olvido”, La Opinión cultural, 3 de septiembre de 1972, p. 8. 110 “En recuerdo de Juan Carlos Vedoya”, Todo es historia, N° 256, octubre de 1988. 108 109

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Si se toma el ejemplo de la filial de la A.I.A.P.E. en Tandil –el Ateneo de Cultura Popular-, y el itinerario social e intelectual de sus miembros, la hipótesis se vuelve aún más ilustrativa. En efecto, si bien la A.I.A.P.E. nació unos meses después que esta agrupación, su creación responde -como veremos- al impacto que el clima y la red antifascista adquiere también en provincia.111 En efecto, el Ateneo de Cultura Popular de Tandil fue creado en febrero de 1935 por Juan Antonio Salceda (1907-1983), un almacenero de origen español que había llegado a la Argentina a la edad de 7 años, y por el médico Víctor Magrini (1902-1996) 112, junto a un grupo de cerca de 70 jóvenes provenientes de los sectores medios locales, entre ellos, Ambrosio Renis, periodista del diario local Nueva Era y dirigente radical; Miguel Basílico, estudiante de medicina e hijo de una familia adinerada de tradición conservadora, Jorge Dufau, hijo de Donato Dufau, un reconocido político que había sido intendente de Tandil entre 1889 y 1892, Orio Nizzoli (sin datos); Juan Carlos Pugliese (maestro, estudiante universitario y militante de la UCR), Ovidio y Lidio Saglul (periodistas en El Eco de Tandil), Antonio y Juan Manuel Calvo (maestro y dirigente radical), José de Astoreca (empleado de comercio), Guillermo Teruelo (artista plástico), José Barrientos (periodista y maestro), Chela Calvo (hija de Juan M. Calvo), Ernesto Valor (artista plástico), Jorge Ricaldone (estudiante), Miguel Arozarena (empleado de comercio), Miguel Delisso, Luis Tangorra, Pablo Varenna (militante comunista), Luis Zucchetti, Pascual Nigro (dirigente socialista), Gerardo Muñoz, Juan Dell’Asta, Alfredo Vitullo (imprentero) y Miguel Clavell (poeta local). El propósito era intentar dinamizar la vida cultural provinciana a través de una amplia actividad intelectual que articulara personalidades locales con visitantes ilustres del mundo cultural de Buenos Aires. En términos ideológicos, al menos quienes se encontraban en los cargos dirigenciales habían hecho sus opciones filiándose afectivamente en la izquierda comunista, en un momento en que el antifascismo aparecía como el tópico articulador de variadas tradiciones ideológicas. 113 La concreción de la creación del Ateneo parece haber sido el resultado de las incitaciones que Carlos Ruiz Daudet (1900-1974), un viajante de comercio de Buenos Aires, quien se encargaba de la venta de material quirúrgico por las ciudades y pueblos del interior de la provincia, había provocado en algunos jóvenes de Tandil, en especial en Magrini, quien por su actividad profesional tenía una relación más o menos frecuente con Ruiz Daudet.114 “[…] Hoy cuenta la A.I.A.P.E. con 400 socios en la Capital Federal. Cuenta también -y esto demuestra también que se trata de un movimiento nacional destinado a arraigar profundamente- con dos filiales ya organizadas: una en Rosario, con más de cien socios […] y otra en Tandil: el Ateneo de Cultura Popular. Hay dos filiales en vías de organizarse, en La Plata y en Córdoba […]”. “Vida de la A.I.A.P.E.”, Unidad, op. cit. 112 La reunión inicial estuvo compuesta por Juan Antonio Salceda, Víctor Magrini, Ambrosio Renis, Miguel Basílico (h), Jorge Dufau y Orio Nizzoli. Cf. Libro de Actas del Ateneo de Cultura Popular de Tandil, Acta nº 1, 23-02-35, t. I, f. 1. (Archivo personal del señor Hugo Nario, en adelante AHN). 113 Libro de Actas del Ateneo de Cultura Popular de Tandil, Acta nº 1, 23-02-35, t. I, f. 1. (AHN). 114 “La visita de Córdova Iturburu se debió al apoyo y al entusiasmo que nos trasmitió Carlos Ruiz Daudet. El hizo el contacto: primero vino Córdova Iturburu, y después Aníbal Ponce”. Entrevista del autor con el doctor Víctor Magrini, 21-01-96. 111

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Fuertemente ligado a los escritores que habían formado parte del grupo de Boedo, Ruiz Daudet también llegó a tener una importante actividad en tanto escritor, publicando en La Vanguardia y en Nueva Revista, esta última dirigida por Córdova Iturburu.115 Sin embargo, su papel más destacado residía en su carácter de gran dinamizador de las actividades intelectuales. En las memorias de Raúl Larra, Ruiz Daudet aparece caracterizado en esa condición: “Al integrarse a nuestro grupo, Carlos se arrogó per se la representación de sus colegas del interior. Aunque radicado en Buenos Aires, iba y venía por esos caminos del sur bonaerense en su Plymouth deteniéndose en cada pueblo, en cada ciudad. Allí donde llegaba ya se armaba un club de ajedrez, ya se organizaban campeonatos, simultáneas, ya se abrían bibliotecas y se pronunciaban conferencias. Era como una especie de taumaturgo, el gran animador de la actividad cultural. Manejaba como un caudillo su propio circuito -Dolores, Castelli, Maipú, Azul, Balcarce, General Madariaga, Mar del Plata y, por supuesto, Tandil, desde donde había partido y a donde volvía para reencontrarse. (...) Uno a uno fuimos compañeros alguna vez de sus viajes y también los oradores en ese periplo cultural. (...) Carlos advenía a una reunión de nuestro grupo de escritores repartiendo papelitos, con enumeración de programas y tareas concretas”.116

La actividad desarrollada por Carlos Ruiz Daudet puede sintetizarse, entonces, en el papel que cumplía en tanto correa de transmisión, entre esa porción del mundo de la cultura de izquierda comunista de Buenos Aires, y los animadores culturales de los ámbitos afines en los pueblos de provincia. De este modo, si en el origen del Ateneo de Cultura Popular se puede ver circular a figuras de renombre literario como Córdova Iturburu, Aníbal Ponce y Sixto Pondal Ríos, ello se debe al accionar de este animador entre el centro del mundo cultural y la periferia local. Así, Salceda y Magrini, quienes se conocían desde 1931, con la decisión de fundar un espacio de discusión sobre problemas ideológicos y literarios, abrieron la posibilidad de que la vanguardia de izquierda, con sus ilusiones de una cultura revolucionaria y popular, y su proyecto utópico que veían concretado en la Unión Soviética, se presentara con intensidad en un mundo cultural periférico, como era el de la sociedad tandilense durante la década de 1930. Aunque efímera117, la experiencia del Ateneo de Cultura Popular terminará por sentar un tejido relacional a través del cual se articularán gran parte de las preocupaciones, de las prácticas y de las nociones que guiarán el mundo cultural local, al menos hasta aproximadamente 1960. Ahora bien, ¿cuál es la evaluación que desde este ámbito provinciano se tiene de la vida cultural? Una aproximación a la declaración de principios puede darnos una idea al respecto: Obras de Ruiz Daudet: Novelas: Provincia (1942); El caudillo (1944) Primer premio del concurso organizado por Noticias Gráficas; El pueblo (1949); Juan se encuentra (1954); Los Sandoval (1965). Cuento: Viajante (1933); Kilómetro 520 (1943), El canario (1950); Años, lugares, gente (1957). Teatro: Arturo Nelson vive hacia atrás (en colaboración con el dramaturgo Ramón Gómez Masía) y Máximo Gorki, una biografía escénica (1970). 116 Larra, ibid., pp. 138-140. 117 El Ateneo de Cultura Popular fue creado el 23 de febrero de 1935 y dejó de funcionar en marzo de 1936. 115

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Ricardo Pasolini “Los términos en que se plantea en nuestra ciudad de Tandil el problema de la cultura no difieren, en lo fundamental por lo menos, de lo que presenta en la mayor parte de las restantes ciudades del interior de la República. Estos términos pueden, tal vez, concretarse en una sola palabra: aislamiento. La cultura, sin que esto aspire a ser una definición, es una consecuencia de la mutua comunicación de las inquietudes y conclusiones que sugiere el espectáculo del mundo a la sensibilidad y la inteligencia. El aislamiento, por eso, atenta contra toda posibilidad de formación de una cultura. La radiotelefonía y los diarios y revistas de gran tiraje, que alcanzan una fácil difusión entre nosotros, no rompen es evidente, el cerco de nuestro aislamiento. Las broadcastings poderosas y los llamados grandes órganos de publicidad no reflejan, por lo menos en forma satisfactoria, el panorama de la verdadera cultura, la vida de la inteligencia y del espíritu contemporáneos, la evolución de las ideas. Su grosera mercantilización, su sometimiento a intereses de orden rigurosamente material, restringen su acción a los límites estrechos de una chatura, una falsedad y una vulgaridad irremediables. La cultura es algo viviente, que vive al margen de las instituciones oficiales y de la publicidad millonaria y, muchas veces, en abierta contradicción con ellas. La historia de las ideas lo documenta con holgura. Este planteamiento, así, en líneas generales, de nuestro problema, sugiere la necesidad de una acción inmediata: hay que neutralizar la influencia nociva de las ideas falsas, el arte falso y la falsa literatura de que son vehículos generosos la radiotelefonía y los diarios y revistas de mayor difusión entre nosotros; hay que tomar contacto con los organismos, agrupaciones o sectores de cualquier índole en que la cultura tiene en el país, su natural residencia, hay que contribuir a la difusión y discusión de las ideas que la actualidad del mundo y del país sugiere a las mejores inteligencias, hay que contribuir a la formación del gusto estético de nuestro público, despertar el interés por las artes y las cosas de la inteligencia, estimular la creación artística local y auspiciar todo lo que en nuestro medio o en el país signifiquen defensa o acrecentamiento de los intereses de la cultura...”118

Un primer punto a destacar en este diagnóstico cultural, es la percepción de la propia realidad como realidad local, es decir, como realidad periférica que visualiza lo propio en tanto límite para constituir una cultura en el sentido letrado de la misma. Esta situación de desigualdad en el acceso a los bienes simbólicos, se agrava según la declaración- por el hecho de que sólo llegan a este mundo interior, los mensajes que traen los medios masivos de comunicación del momento. De este modo, la radiotelefonía, los diarios y las revistas de gran tiraje, son visualizados como alternativas mediáticas donde la cultura, o bien se degrada -en la medida en que sólo refleja los intereses del mercado-, o se vuelve incompleta, dada la escasa capacidad de estos medios para reflejar las dimensiones de lo nuevo. En este sentido, los argumentos de los integrantes del Ateneo de Cultura Popular recuerdan los que desarrollará el C.V.I.A., cuando Vigilante proponga que el Frente Popular francés tome medidas de prohibición para que los nuevos medios de comunicación cumplan una tarea pedagógica de carácter intelectual ante la clase obrera, y no exclusivamente de entretenimiento.119 La propuesta de los integrantes del Ateneo podría sintetizarse en los términos siguientes: por un lado, la necesidad de la actualización cultural se llevaría a cabo mediante la vinculación con organismos y agrupaciones diversas, sobre todo de Buenos Aires. Y por el otro, intentando contrarrestar lo que ellos llaman “la influencia de las falsas ideas, el arte falso y la falsa literatura”, es decir, asumiendo el rol de educadores culturales ante la civilidad. En este sentido, y Libro de Actas del Ateneo de Cultura Popular de Tandil. Acta nº 1, 23-02-35, t. I, f. 1-3. (AHN) E. et G. Leflanc, “Radio et Culture”, Vigilance, (Bulletin du Comité de Vigilance des Intellectuels Antifascistes), N° 53, 11 mai 1937, p. 20.

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más allá del tópico del pedagogismo civil en tanto elemento articulador de las diferentes experiencias antifascistas descriptas, la evaluación del estado cultural que hacen los integrantes del Ateneo de Cultura Popular se inscribe en la tradición dominante en el mundo local acerca de las nociones sobre cultura y rol intelectual, una tradición incitada por el peso político y relacional del que aún gozaban los líderes del radicalismo filiados en una matriz de pensamiento masónico de larga data. De allí, que se planteen desde sus inicios un programa de actividades que por cierto resultaba sumamente ambicioso y que en algún sentido reeditaba un conjunto de tópicos muy afines a la masonería decimonónica y a la idea del intelectual como publicista, incorporando como elemento distintivo la exaltación del espíritu de lo nuevo. El programa de actividades incluía la “Formación de una biblioteca circulante de buenos autores argentinos y extranjeros, y de publicaciones que reflejen la actualidad del mundo, la evolución de las ideas, las nuevas corrientes estéticas, literarias; la organización de conferencias periódicas sobre temas artísticos, literarios, filosóficos, etc., a cargo de escritores, críticos y publicistas locales, argentinos o extranjeros de indudable solvencia intelectual; la organización de conciertos, exposiciones de artes plásticas y exhibiciones cinematográficas de calidad artística; la organización de conversaciones, lecturas y debates periódicos entre los asociados y simpatizantes acerca de temas de interés para la inteligencia; la publicación de un boletín mensual del Ateneo, en que se registre la acción que realiza y se refleje el pensamiento de sus asociados y amigos, y el desarrollo de la crítica afirmativa y negativa, por medio del boletín y de las publicaciones locales, de los acontecimientos locales e iniciativas que merezcan la atención de los miembros del Ateneo”.120

En el marco de estas definiciones, a principios de 1935, Magrini y Salceda, presidente y secretario respectivamente del Ateneo, comenzaron a publicar en el diario liberal Nueva Era, la columna cultural “Hojeando y Ojeando”, inaugurando de este modo lo que definían como la práctica de la crítica afirmativa y negativa, aunque desde algunos meses atrás, Salceda ya participaba con sus escritos culturales en Germinal, el semanario del Partido socialista local. En efecto, Salceda comienza colaborando en Germinal el 30 de agosto de 1934, y seguirá hasta marzo de 1938. En la nota inicial se resume un comentario elogioso del libro del senador provincial Juan Nigro (socialista) intitulado “Por la cultura del pueblo”, donde habla de la importancia de las bibliotecas populares en la educación social. Este dato, podría llevar a pensar en un Salceda originalmente “socialista”, pero en una nota que publicara en noviembre de 1935 ya están presentes en Germinal y en un modo muy beligerante sus posiciones en favor del comunismo.121 En rigor, sus colaboraciones iniciales están vinculadas con los intereses de un joven que comienza a tener inquietudes intelectuales, y que encuentra un espacio a través del núcleo socialista. Germinal se dirige fundamentalmente a los obreros ferroviarios del barrio de la Estación donde también vive Salceda. Lo interesante es que a partir de las colaboraciones periodísticas de Magrini y Salceda en Nueva Era y en Germinal, se advierte una operación de selección y promoción de nuevos escritores y artistas, que comenzarán a formar parte de un patrimonio cultural 120 121

Libro de Actas, op. cit., p. 4. S.ALCE, “Stalin y Mussolini”, Germinal, Tandil, noviembre 7 de 1935.

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diferenciado en los gustos y la acción literarios y artísticos de la minúscula izquierda cultural local, y que le otorgarán a estos “lectores” de un mundo cultural periférico un carácter muy particular. Así, autores como Henri Barbusse, Romain Rolland, Upton Sinclair, John Dos Passos, André Malraux, Tristán Marof, Jorge Icaza, Ilya Ehrembourg, Ignacio Silone, Rafael Alberti, José Ingenieros, Aníbal Ponce, Enrique González Tuñon, y por cierto, Lenin, Bujarin y Marx, comenzarán a formar parte de la matriz intelectual del pensamiento antifascista en su dimensión comprometida, lo que evidencia también la extensión y difusión de los tópicos dominantes en los núcleos de la izquierda cultural de Buenos Aires. Esta operación de selección literaria se vuelve más novedosa aún si se la compara con el gusto del lector local. En efecto, entre 1928 y 1945, los lectores de la Biblioteca Popular Juan B. Justo de Tandil, un apéndice del Partido Socialista, retiraron para su lectura una serie de volúmenes a partir de los que se puede observar la primacía por el gusto de la literatura de entretenimiento. Más del 50 % de las elecciones se canalizaron hacia las novelas de aventuras, exóticas y policiales, junto a las novelas de corte sentimental, los relatos de viajeros y los otros géneros de la ficción literaria. De “El conde de Montecristo” de Alejandro Dumas al Salgari de “El tigre de la Malasia”, los socios no dejaron de leer tampoco a Paul Feval y “Los amores de París”, “Las Aventuras de Buffalo Bill” de W.F. Cody y “De la tierra a la luna” de Julio Verne. La novela sentimental está presente básicamente en autores como Xavier de Montepin y Carolina Invernizzio, y también en otros más folletinescos aún, vinculados a la propuesta de La Novela Semanal, como Pedro Sonderéguer y Rosalba Aliaga Sarmiento. Si bien en el 15 % del resto de las elecciones, no están ausentes en los retiros los libros de los dirigentes socialistas más importantes del momento -Nicolás Repetto, Enrique Dickmann y Mario Bravo-, esta proporción no alcanza a invertir el dominio de la literatura de evasión y el peso en el gusto literario de un autor como Hugo Wast y su novela “Desierto de piedra”. En rigor, lo que indica el comportamiento en los retiros de volúmenes es la incidencia del criterio de consagración literaria. En las elecciones de los socios de la Biblioteca Juan B. Justo, la opción por la literatura consagrada se impone estrepitosamente sobre “lo nuevo”, tanto europeo como nacional122, mientras que en los miembros del Ateneo de Cultura Popular, el Malraux de “La condición humana”, el Upton Sinclair de “Petróleo” y el Silone de “Fontamara”, entre otros, aparecen como el máximo posible de la versión engagée de la literatura. 123 En junio de 1935, el Ateneo organizó el 1º Salón Anual de Tandil. La exposición, además de contar con las obras de plásticos locales, incorporó las del pintor Juan Carlos Castagnino y un cuadro de Emilio Pettorutti, gracias a los Ricardo Pasolini, “Entre la evasión y el humanismo…”, pp. 391-392. El carácter de Thomas Mann de perseguido político del nazismo, llevó a Salceda a incorporarlo en el panteón de los escritores ilustres, a partir de un fino comentario de La montaña mágica, pero también señaló que más allá de ser “uno de los cerebros privilegiados contemporáneos”, Mann lejos estaba de ser un comunista o un revolucionario. Cf. Juan A. Salceda, “Thomas Mann y el tiempo”. Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 15 de junio de 1935. 122 123

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fluidos contactos que se mantenían con Córdova Iturburu.124 También a partir de este salón pictórico, se pueden observar con claridad los criterios de legitimación que de ahora en más guiarán gran parte de la crítica de las expresiones artísticas locales: la idea de un arte “comprometido” se vuelve el tópico clave en el criterio de legitimidad de la crítica, de allí que el cuadro premiado fuera uno titulado “Viviendas proletarias”: “el arte -escribe Salceda en Germinal - como expresión de belleza y de emoción estética es divino, pero en función emancipadora de la masa, es santo”.125 En octubre de 1935, invitado por el Ateneo, Aníbal Ponce ofreció dos conferencias en la sala de un cine local. Bajo el sugestivo título “La Nueva Rusia”, ambas disertaciones incluyeron un relato de las experiencias recogidas en su viaje por la Unión Soviética, y luego, se proyectó “El delator”, un filme dirigido por John Ford basado en la obra del escritor irlandés Lian O’Flaherty, para pasar finalmente al debate público. En el marco de estas actividades, Ponce disertó también en la Biblioteca Rivadavia sobre la importancia de los movimientos intelectuales y la orientación que asumían estos en la cultura argentina. En la presentación del disertante, el doctor Magrini consideró oportuno hacer pública la posición de la entidad cultural. Afirmó que ante el avance de las fuerzas negadoras de la cultura, era hora de definiciones, y que el Ateneo no podía mantenerse indeferente: la cultura debía ser, entonces, “antifascista, antiguerrera y antiimperialista”.126 Si en febrero de 1935, los integrantes del Ateneo definen bajo el término aislamiento los problemas de la cultura local, para octubre de ese año, la solución que trajo consigo la incorporación a una red cultural más amplia que el mundo local, los encuentra definitivamente embanderados en las posturas antifascistas. Así, ese mismo mes, la comisión directiva recién electa en asamblea decidió informar su composición a la A.I.A.P.E., y “ponerse a sus órdenes”.127 De allí en más, la dinámica de la entidad madre, terminará por orientar los intereses básicos del Ateneo, sin duda, porque dos de sus integrantes, Magrini y Salceda, desde los orígenes de la institución y desde los lugares directivos ya han establecido sus opciones relacionales e ideológicas. En diciembre de 1935, se estableció contacto con el Comité Antifascista de Buenos Aires, y se decidió enviar la adhesión del Ateneo.128 En su columna “Hojeando y Ojeando” de Nueva Era, Salceda reflejó la importancia que cobraba la actualización cultural señalando que se trataba de una “manera concreta de combatir la guerra, combatiendo al fascismo, autor de guerras y sojuzgador de pueblos”.129 En enero de 1936, el Ateneo distribuyó en la ciudad alrededor de trescientos Libro de Actas del Ateneo de Cultura Popular de Tandil. Acta nº 3, 2-06-35, t. I., f. 5-6. (AHN) “Exposición del Ateneo de Cultura Popular”, Germinal, Tandil, julio 11 de 1935. 126 “El acto del Ateneo de Cultura Popular”, Nueva Era, 14 de octubre de 1935. 127 Libro de Actas del Ateneo de Cultura Popular de Tandil. Acta nº 8, 26-10-35, t. I., f. 13-14. (AHN) 128 Libro de Actas del Ateneo de Cultura Popular de Tandil. Acta nº 10, 21-12-35, t. I., f. 15. (AHN) 129 Juan Antonio Salceda, “Sucesor de Barbusse: Romain Rolland”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 14 de diciembre de 1935. 124 125

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ejemplares de un manifiesto del Comité Antifascista de Buenos Aires, y decidió formar una subcomisión denominada “amigos de Frente”, periódico antifascista130, y también en ese mes, Salceda publicó un breve artículo en Unidad, la revista de la A.I.A.P.E., en tanto representante de la filial de Tandil.131 Antifascismo, juventud y moralismo Cabría preguntarse más allá de esta vinculación con la A.I.A.P.E. y las definiciones de construcción política entre ambas asociaciones, cuáles son los significados, las preocupaciones y los contenidos que definen este antifascismo, en el sentido de poder observar cómo actúa la importación de nuevos tópicos ideológicos. Un primer elemento constitutivo de este antifascismo es la percepción de los enemigos políticos. A nivel internacional, el nazismo es visualizado como la fase más sofisticada del estado fascista. Hitler, Göering y Goebbels aparecen como los artífices políticos de los intereses de los grandes industriales del trust del acero, en una combinación explosiva y sutil cuyo horizonte más cercano es el inevitable destino de la guerra.132 Como fenómeno político general, el origen del fascismo es percibido como una necesidad del capital. La democracia como sistema político ya no sirve para el capital y los escandalosos negociados de los monopolios capitalistas ya no se pueden ventilar en la caja de resonancia de los parlamentos. En este sentido, afirman, “La libertad burguesa y la tolerancia burguesa son peligrosas para los que manejan los asuntos públicos. Surge la censura a la prensa. Es preciso contener la protesta de los obreros y de los desocupados […] Llega un momento en que por leyes seudodemocráticas no se pueden conseguir esos propósitos y entonces hace su aparición el fascismo. Del tuétano de la crisis general del sistema emana el fascismo. Es un gravísimo error ubicar al fascismo en un terreno exclusivamente ideológico. No es menos peligroso creer en su doctrina, ya sea racial o patriota […] Detrás de la letra del programa fascista alemán, estaba Thyssen, el multimillonario jefe de la industria pesada del Rhur, que pagaba sus campañas políticas”.133 El fascismo representa también un proceso de incivilización creciente dado el lugar que en el estado fascista ocupaba la fuerza. Si para estos antifascistas, en la historia de la humanidad el derecho había nacido como un elemento de legitimación en el largo plazo de los privilegios logrados por una minoría, lo cual indicaba que esa dominación al menos respondía a cierta racionalidad y a códigos y cuerpos normativos, a partir del fenómeno del fascismo esa fuerza había resucitado en toda su crueldad: “el racismo y el nacionalismo agresivo son los nuevos mitos, los nuevos templos donde se quema incienso al derecho del Libro de Actas del Ateneo de Cultura Popular de Tandil. Acta nº 12, 13-01-36, t. I., f. 17. (AHN) Juan Antonio Salceda, “La verdadera cruzada”, Unidad. Por la defensa de la cultura, Año I, Nº 3, enero de 1936, p. 4. 132 Victor Magrini, “Göering”, Columna Hojeando y Ojenado, Nueva Era, 13 de abril de 1935. 133 Juan A. Salceda, “Qué es el fascismo”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 24 de agosto de 1935. 130 131

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garrote”134, de allí que se critique la invasión de Manchuria por parte de Japón, la persecución de los judíos en Alemania, el encarcelamiento de los opositores y la política expansionista del fascismo italiano en Etiopía. En este marco, una variante de la idea del fascismo como incivilización es el lugar asignado a la cultura y a los intelectuales en los países fascistas. Se comprueba que el fascismo es el enemigo N° 1 de la cultura, pues “ impera el garrote sobre el libro; se empobrece la ciencia directamente al servicio de la guerra (caso Marconi en Italia); huyen expulsados por los tiranos los sabios que no se someten (caso Einstein en Alemania); padece tuberculosis el arte; se hacen fogatas en las plazas; que alumbran la entristecida cara de los hombres, con los libros de Heine (¡Qué bárbaros, queman versos!), de Marx, de Engels, de Einstein, etc. (todos alemanes). Se comprueba con la experiencia de esos pueblos que tienen que soportar el fascismo, lo nefando de ese régimen de fuerza para la cultura en general. ¿Qué subsiste en Italia y en Alemania de ese noble acervo de ideas y de sentimientos acumulados por el hombre en milenios de luchas y victorias sobre los instintos primarios y la barbarie elemental? El hacha insurrecta del verdugo alemán y el reglamentario puñal al cinto del maestro italiano de primeras letras, son los símbolos categóricos de un sistema que ha dado cuenta de todo sometimiento de piedad y solidaridad humanas, de toda idea de respeto mutuo entre los hombres.”135 Al nivel nacional, el enemigo es lo que denominan en forma imprecisa el “nacionalismo” o el “fascismo criollo”. La crítica aquí asume dos vertientes. Por un lado se cuestiona la apropiación del concepto de nacionalismo por parte de un sector político, en tanto se considera que desde que Argentina se constituyó como nación, el nacionalismo forma parte de los sentimientos que cada apartado ideológico o político ha mantenido de acuerdo al objetivo más o menos compartido de lograr la felicidad de la nación. La monopolización de esta noción es considerada una ruptura con la tradición política argentina pues es una importación “de una filosofía barata y trasnochada que […] se presenta con un programa revolucionario, destructivo, iconoclasta, espeluznante y paradójico para hacer la felicidad del país con una serie de medidas nebulosas”. Por otra parte, se descree de su componente emancipatorio ¿En qué está fundado este nacionalismo según los antifascistas locales? En cinco conceptos sugestivos e indefinidos que en sus objetivos inmediatos y en su combinación aparecen resumiendo el total de la negatividad política: Dios, patria, familia, orden y justicia social. 136 Este fascismo criollo habla de nacionalización de la producción, del amparo del productor en contra del monopolio imperialista extranjero y de la defensa del obrero. Sin embargo, afirman, sus dirigentes más caracterizados son abogados del monopolio capitalista o agentes de empresas de armamentos. Los personajes claves de esta crítica vaga se identifican en las S.ALCE, “El garrote y el derecho”, Germinal, mayo 30 de 1935. Juan A. Salceda, “Unidad”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 11 de enero de 1936. 136 S.ALCE, “El nacionalismo argentino”, Germinal, agosto 1° de 1935. 134 135

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figuras de Carlos Ibarguren y Juan P. Ramos, como modelos de intelectuales falsificadores de la verdad del fascismo igualados en este carácter con Gentile, Heideger y Splengler. 137Y también en el gobernador Fresco, sobre todo a partir de la política de persecución del comunismo en la Provincia de Buenos Aires.138 En el nivel local, los enemigos políticos son identificados, por un lado, en el catolicismo, y por otro, en la moral burguesa del mundo de los mayores. El primero es fácilmente observable en la crítica beligerante que Salceda publicó a raíz de la bendición de la bandera argentina en los actos de las Bodas de Plata de la Escuela Normal de Tandil Gral. José de San Martín. Con un argumento de corte iluminista que polarizaba los conceptos de ciencia vs. religión, Salceda consideró la iniciativa de bendecir la bandera como una “inspiración satánica”. La Escuela Normal no sólo funcionaba en un edificio que había sido donado por la logia masónica de la ciudad a condición expresa de que en él funcionaran instituciones laicas, sino que ésta representaba un centro de libre examen racional y científico. Ante las manchas del “agua bendita”, escribe, “protestarán contra tamaña apostasía a los principios y tradiciones laicas, el espíritu masón de San Martín y la filosofía antidogmática de Ameghino”.139 Más explícito aún, desde su columna en el periódico socialista Germinal Salceda identificó cada púlpito y a la prensa católica como una trinchera fascista desde la cual se destilaba veneno.140 En algún sentido, el conflicto estaba presente al menos desde marzo de 1935, cuando el semanario católico La Revista criticó la actividad cultural del Ateneo considerándola inmoral.141 La moral burguesa es impugnada en tanto hipocresía desde los ideales de una juventud que se reclama auténtica y rebelde, ante el fraude que para ella significa la vivencia del mundo contemporáneo. Naciones agotadas por la guerra, fascismo, penetración económica y avance de los imperialismos, conmociones violentas en todos los países, desocupación y pobreza crecientes, lepra, tuberculosis y falta de asistencia a los problemas de salud de la población, persecuciones políticas, son los temas tratados por Salceda y Magrini142 en sus columnas, y que componen para ellos el cuadro de una época histórica de violencia donde los jóvenes tienen como único destino legítimo devenir antifascistas. Se trata de la muerte de un mundo y del nacimiento de otro en el que junto a la “masa trabajadora del músculo y del cerebro”143, los jóvenes conquistarán el futuro para 137 Juan A. Salceda, “La guerra que se avecina”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 21 de septiembre de 1935. 138 ECLAS, “Cartas a un picapedrero”, Germinal, septiembre 10 de 1936. 139 S.ALCE, “La Escuela Normal”, Germinal, agosto 8 de 1935. 140 ECLAS, “Cartas a un picapedrero”, Germinal, septiembre 17 de 1936. 141 “Extasis y Buster Keaton”, Germinal, marzo 28 de 1935. 142 En general, las columnas del Dr. Magrini se especializan en temas de higienismo y problemas de salud de la población aunque no están ausentes sus colaboraciones más “políticas”. Cf. Víctor M. Magrini, “Los hijos de Hansen” (19-1-35); “Desocupación” (11-5-35), “Seguro social” (3-8-35) y “El ejemplo de otros países” (17-8-35), Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era. 143 Juan A. Salceda, “Gloria y fraude de la juventud”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 10 de agosto de 1935.

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toda la humanidad. De este modo, los “chochos” ancianos locales son criticados porque “han tenido cuidadosamente guardada la llave del cinturón de castidad en su bolsillo mientras falseaban cerraduras ajenas”, porque “han tenido a la mujer aherrojada y esclavizada por la infamante cadena de la propiedad del sexo y la posterna social, humanamente bárbara, de la himenolatría”; porque salen a la palestra “en nombre de una dudosa tradición de patria, religión, moral, y caen bajo la égida y las garras del fascismo”. Así todo, de este mundo que se derrumba, los jóvenes tienen para sí la tarea de “recoger en sus manos desinteresadas y limpias la genuina tradición cultural, que no puede ser de ningún modo las hogueras de libros ni la reclusión de la mujer en el hogar, sino el común disfrute de todas las conquistas científicas, artísticas, etc. hechas por el hombre”.144 De allí su beligerancia ante la moral burguesa y la exaltación de esa sociedad por construir que se anticipa en la historia en la experiencia de la U.R.S.S. Entre la Nueva Rusia y los frentes populares El segundo elemento constitutivo de este antifascismo, entonces, es la identificación de la U.R.S.S. como el ejemplo de la organización social deseada: el socialismo. Ya he señalado anteriormente que la presencia de Aníbal Ponce en octubre de 1935 se expresó en su carácter de conferencista sobre las impresiones que había traído de su viaje a Rusia. En esa oportunidad, Ponce comparó el modelo soviético con el de la Alemania nazi y la España “fascista” de Gil Robles, y destacó el entusiasmo de las juventudes soviéticas, el desarrollo tecnológico y la relación de fraternidad entre los poetas, los artistas y los hombres de ciencia con el pueblo. Según el cronista de Nueva Era, la conferencia, de gran vuelo intelectual, no fue la más propicia para un público que en su mayoría no conocía detalles ni tenía base para comprender “el entusiasmo constructor de aquella sexta parte del mundo”.145 Así todo, Salceda y Magrini ya habían asumido como una necesidad de ilustración de la población la difusión del modelo soviético. Para ellos, los progresos del socialismo eran en principio económicos, luego tecnológicos y por último dialécticamente morales. En efecto, la organización de la economía sobre bases colectivistas le permitía suprimir las formas del trabajo asalariado según esquemas capitalistas y finalmente lograr que los hombres se hermanen en el esfuerzo y en el disfrute de un bienestar en principio mínimo, común, pero en el largo plazo justo. La organización obrera en la construcción de la gigantesca represa de Dniepostroy y el tendido del subterráneo de Moscú a través del trabajo voluntario de 7000 jóvenes rusos, son presentados como los símbolos visibles del modelo del nuevo hombre emancipado del egoísmo burgués. 146 Por otro lado, las innovaciones del capitalismo -tecnocracia, economía Ibid. “El acto del Ateneo de Cultura Popular”, Nueva Era, op. cit. 146 Víctor M. Magrini, “Rusia al día”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 8 de junio de 1935 y S.ALCE, “Hacia un nuevo mundo. Los progresos del socialismo”, Germinal, diciembre 5 de 1935. 144 145

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dirigida y estado totalitario- no eran más que remiendos, etapa final de un sistema económico agonizante, paliativos intrascendentes destinados a contener el avance del socialismo.147 En oposición a la organización social burguesa, en el socialismo la inteligencia y el trabajo aparecerán como las únicas fuentes de jerarquía y “en sus concepciones gigantescas habrá lugar y honores para las individualidades superiores que se consagren al bien público”.148 ¿Cómo llegar a ese estado social? En primer lugar, la insurrección de los mineros de Asturias aparece como ensayo general de ese camino. Si bien la insurrección es reprimida y fracasa, la misma se convierte en un modelo de alianzas proletarias y campesinas en la base. Un preludio del triunfo social futuro es lo que Aníbal Ponce y la intelectualidad de la A.I.A.P.E. extendida advierten en los sucesos asturianos, lo que Beatriz Sarlo ha denominado un oxymoron construido sobre la derrota victoriosa.149 También desde el Ateneo de Cultura Popular el ejemplo de Asturias es rescatado por su componente revolucionario potencial, y a partir de febrero de 1936, esa naturaleza clasista es la que se exalta en la constitución del Frente Popular español.150 El ejemplo francés es rescatado para establecer un caso más de la estrategia de alianzas que sustentan programas político-económicos avanzados. ¿Qué problemas debía enfrentar el Frente popular en España? Por un lado, el haberse constituido en una sociedad de escaso desarrollo de las fuerzas productivas. Puesto que la sociedad burguesa si bien se asienta sobre los mismos principios en todos los países, ofrecía distinto grado de madurez tecnológica, puede suceder -como ya lo expresaba el ejemplo ruso- que la voluntad de los hombres “adelante la hora de los acontecimientos y resuelva cortar la evolución capitalista en un peldaño inferior para luego acelerar el progreso técnico e industrial dentro de una estructuración socialista”.151 El otro problema, más táctico que estratégico, era la contención en el marco del Frente popular, de la impaciencia en el reclamo de medidas radicales por parte de la clase obrera española. La pregunta se fundaba en el hecho de si los frentes democráticos podían frenar al “potro capitalista”, y si a la vez podían atender el problema social, sin que éste derivara en la necesidad de un gobierno fuerte que podía resultar incluso de derecha.152 En el nivel nacional, hacia septiembre de 1936 los antifascistas locales apuestan a un frente popular que representaría el ideal político de la gran mayoría de los argentinos ante un frente nacional en tanto forma política de la reacción oligárquica y antipopular, “que aviva el fantasma del comunismo y la dictadura del proletariado.” La alianza de radicales, socialistas y demócratas progresistas Juan A. Salceda, “Stajanovismo”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 7 de marzo de 1936. S.ALCE, “En pro o en contra”, Germinal, mayo 28 de 1936. 149 Beatriz Sarlo, Una modernidad periférica, op. cit., p. 132. 150 Víctor M. Magrini, “La tragedia de Asturias”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 26 de octubre de 1935, y Juan A. Salceda, “El ejemplo español”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 22 de febrero de 1936. 151 S.ALCE, “La España nueva”, Germinal, marzo 19 de 1936. 152 S.ALCE, “Notas. Los frentes populares”, Germinal, junio 18 de 1936. 147 148

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es identificada como un agrupamiento circunstancial que sólo tenía carácter parlamentario, con el objetivo principal de asegurar el cumplimiento real de la Ley Saenz Peña, frente al fraude y la violencia. 153 Pero, en rigor, lo que se observa es más un endurecimiento en las posiciones clasistas y en los argumentos marxistas -en parte un resultado de la derrota de la alianza del Ateneo local-, que una confianza en las alternativas de la vida política burguesa: “el socialismo es finalmente, escribirá Salceda, el triunfo de la ciencia sobre la política”.154 De allí que en marzo de 1938, la oposición no sea visualizada ya entre frentes democráticos vs. frentes nacionalistas, sino entre fascismo o comunismo155, lo cual muestra una cierta radicalización ideológica local respecto de las propuestas frentistas de la A.I.A.P.E. La tematización del rol intelectual El tercer elemento constitutivo de este antifascismo ya ha sido señalado aquí: la noción del compromiso político del intelectual como criterio legitimador de la práctica cultural. He mencionado también que, de algún modo, la figura que domina el espectro cultural local es más un residuo del publicista decimonónico que la del intelectual en sentido estricto, en tanto que las trayectorias personales de los integrantes de la cultura antifascista (cf. Capítulos 5 y 6) muestran el gran peso de los políticos y de los periodistas en la esfera de la producción simbólica. Lo que se observa, en un modo dominante aquí y en forma más equilibrada pero igualmente representativa en el caso de la A.I.A.P.E. de Buenos Aires, es que el momento de la cultura antifascista se vuelve una instancia de promoción de intelectuales nuevos, en el sentido de que a partir de su paso por los tópicos antifascistas, personajes con nulas, mínimas o modestas trayectorias culturales se colocan en un lugar de enunciación desde el cual asumen, psicológicamente y socialmente, el lugar de árbitros y actores en la disputa cultural. ¿Qué significaba la figura del intelectual desde el antifascismo local? En principio, se trataba de una categoría de ciudadanos que no comprendía sólo a los universitarios, sino también a quienes sin serlo se habían formado un concepto filosófico de la vida, merced a la adquisición de conocimientos históricos y científicos, y a sus incursiones por el campo de la cultura y el saber humanos. Esta categoría de ciudadanos que se destacaba por su saber o por su especialización no debía desvincularse de los grandes problemas que agitaban la hora presente, pues dado que su cultura era patrimonio social, estaban obligados a cultivar el fin moral de devolverla en la forma más amplia a la sociedad.156 El intelectual también era percibido como alguien de una sensibilidad más desarrollada que el resto de los hombres. Es decir, si respecto de su naturaleza podría establecerse un acuerdo en S.ALCE, “Frente Nacional y Frente Popular”, Germinal, septiembre 3 de 1936. S.ALCE, “La ciencia y la política”, Germinal, julio 27 de 1936. 155 S.ALCE, “Fascismo y comunismo”, Germinal, marzo 31 de 1938. 156 S.ALCE, “Intelectual”, Germinal, octubre 10 de 1935. 153 154

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el criterio de la posesión de unos saberes y unas sensibilidades específicas y no exclusivamente universitarias, el conflicto aparecía cuando debían establecerse las funciones de los intelectuales. En efecto, en enero de 1935, Magrini y Salceda impugnan el folleto “La República Argentina vista con ojos argentinos”, del periodista Juan José de Soiza Reilly, por considerarlo una defensa de la Standard Oil. Sostienen que en el folleto se menciona alegremente que la empresa norteamericana se haya instalado en la provincia de Salta con el propósito de explotar las reservas provinciales de petróleo, sin advertir que en ese elogio se encubre una defensa del imperialismo, además de su servilismo intelectual.157 El recurso a la metáfora de los “cristales ahumados” que le impiden ver al periodista el proceso de instalación del capital extranjero, se vuelve una oportunidad para establecer una línea demarcatoria entre literatura mercenaria y literatura honesta, entre quienes favorecen o fomentan la continuación del sistema y quienes lo combaten: “Hoy no se puede hacer literatura como se hacen moñitos. La realidad tiene el ceño duro y la fisonomía grave […] Hoy asistimos o actuamos consciente o inconscientemente al período crítico de una colosal lucha, vieja como el mundo, por la abolición o continuidad de la evidente injusticia del sistema. La literatura debe, cuanto menos, de reflejar esa lucha. Al diablo la literatura o el arte puros […].158 Desde el punto de vista del hombre de la cultura o la ciencia, la sociedad burguesa limitaba su horizonte y su ética profesional, pues enmarcaba en perspectivas estrechas y privilegiadas, los objetivos sociales últimos que toda acción cultural debía tener. Además, se encontraba el peligro de la “proletarización” de la clase intelectual. Es decir, el régimen burgués no sólo no ayudaba a los intelectuales a lograr sus potencialidades creativas sino que tampoco lograba que el resto de la sociedad gozara de los efectos de la creación científica o artística. De este modo, sólo el socialismo podía liberar el trabajo de la esclavitud y la ciencia de su unilateralidad. El modelo de intelectual que defienden desde el Ateneo de Cultura Popular es ejemplificado en la figura de Romain Rolland, en tanto abanderado del antifascismo y jefe natural de los intelectuales que consideran que el problema del fascismo sólo “ha de tener solución cuando las masas trabajadoras dispongan real y verdaderamente de su destino”.159 De allí que en las columnas periodísticas, Salceda y Magrini sigan con gran interés tanto el devenir asociativo de los grupos intelectuales que se nucleaban en A.I.A.P.E., de sus publicaciones y del modo en que éstas podían ayudar al desarrollo de la cultura local -en tanto vínculo de unión nacional de todos los escritores, artistas y periodistas del interior-, como el devenir de las asociaciones intelectuales francesas: el C.V.I.A. y el Comité Mundial de Ayuda a las Víctimas del Fascismo.160 Víctor M. Magrini, “Cristales ahumados”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 5 de enero de 1935. Juan A. Salceda, “Oro negro”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 12 de enero de 1935. 159 Juan A. Salceda, “Sucesor de Barbusse…”, op. cit. 160 Víctor M. Magrini, “Dos manifiestos”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 4 de enero de 1936. 157

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La clausura del Ateneo de Cultura Popular Así todo, en marzo de 1936 el Ateneo de Cultura Popular dejó de actuar públicamente. El libro de actas de reunión de comisión directiva culmina con la del 1º de febrero de 1936 y no hay allí referencia alguna a un conflicto latente o manifiesto. ¿Qué motivó la desaparición de esta institución cultural? El texto oral da una respuesta al respecto que presenta algunos indicios interesantes: “Nos cerraron cuando proyectamos la película ‘Extasis’, en la sala del Teatro Cervantes. En una parte de esa película, la protagonista actuaba desnuda... ¡Imagínese lo que era trasmitirle eso a la gente de Tandil, en aquella época! La película era muy interesante, era un canto a la vida y un símbolo de la libertad individual. Pero las fuerzas conservadoras nos pusieron los puntos: el cura Chienno tenía influencias en la población, y nos cerraron el Ateneo. Nos tacharon de comunistas, y no nos apoyó nadie..[...] “Estábamos pasando el sarampión marxista. Sólo éramos un grupo de jóvenes con la inquietud de activar el ambiente cultural... La revolución del 30, reaccionaria, militarista, conservadora, nos había impactado. Había que hacer algo, entonces creamos el Ateneo. De todos modos, no queríamos intervenir en las contiendas políticas, porque entendíamos que el movimiento cultural era superior al político”.161

El relato del doctor Magrini acerca de los motivos de la clausura, resulta muy ilustrativo porque permite pensar en un marco normativo y relacional extendido que impone límites a la recepción de los discursos. El hecho de que la proyección del film donde se mostraba un desnudo femenino fuera visualizado como una conducta social transgresora que afectaba a la sensibilidad católica no parece del todo extraño en un contexto ideológico más general donde las polarizaciones fueron muy potentes a favor del comunismo o del fascismo, y en donde los jóvenes son percibidos como actores sociales nuevos y sospechosos. Es posible también, que la proyección del film afectara la sensibilidad de sectores no necesariamente católicos y que el exhibicionismo en los tópicos de la cultura antifascista se volviera un elemento que conspirara en la movilización de aliados en un contexto conflictivo. Que los integrantes del Ateneo de Cultura Popular intentaban convertirse en una nueva generación intelectual local en algún sentido beligerante, es más que evidente en los contenidos de su práctica cultural, y quizás en la identificación de estos jóvenes como competidores culturales e ideológicos se deba la ausencia casi total de apoyo ante la clausura del Ateneo. Así puede entenderse mejor por qué Salceda y Magrini se despidieron de los lectores de Nueva Era en la última columna de “Hojeando y Ojeando”, sosteniendo en tono no menos conflictivo que su propuesta sobre todo no había sido entendida por quienes se consideraban el pequeño grupo ilustrado de la cultura local. “[…] Empezamos arrojando a la superficie quieta de la ciudad confiada, la piedra de nuestro disconformismo social. Se nos empezó mirando con los ojos tolerantes. Hoy se nos mira con ojos sospechosos. No tenemos la sección para halagar los oídos circunspectos de las mujeres puras y los hombres pulcros. Decimos nuestra verdad como sale, sin eufemismos que engañan, 161

Entrevista del autor con el doctor Víctor Magrini, 21/01/96.

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Ricardo Pasolini ni pleitesías que humillan. Y la firmamos […] Entre hacer concesiones al minúsculo público ilustrado o seguir la ruta de la verdad, hemos preferido ésta. Sabemos que algunos trabajadores nos leen y nos discuten. En este sentido hemos acusado progresos. Esto nos satisface bastante. Antes que ser sonámbulos complacientes, preferimos ser compañeros de las masas, que quieren para sí el MUNDO ENTERO, según la expresiva frase de Jean Cassou.”162

Para ellos no extrañaba el comportamiento del cura párroco José M. Chienno quien desde el semanario católico La Revista se había convertido en el portavoz más claro de la derecha católica local, sino el de unos aliados, los dirigentes radicales, que parecían cercanos ideológicamente, pero que optaron por dejarlos en la soledad social. La experiencia del Ateneo de Cultura Popular sin duda fue efímera, pero de gran impacto local, pues a partir de ella se articuló un tejido relacional que, por una parte, tendrá gran importancia en el devenir social e intelectual de Salceda, pues se convertirá en una figura de gran relieve cultural, en un ejemplo extremo de ascenso social, alcanzando definitivamente el lugar de intelectual del Partido Comunista. Por otro lado, este tejido servirá durante los futuros 25 años, como uno de los medios de actualización cultural en provincia, a partir de la experiencia del Ateneo Rivadavia (1942-1960), ámbito donde pesó grandemente la acción cultural de Magrini, y sobre todo de Salceda, quien desde ese espacio articulará la circulación de los escritores comunistas de Buenos Aires, desde Agosti, Troise, Barletta y Alvaro Yunque, hasta Gerardo Pisarello, Raúl Larra, Gudiño Kramer y los republicanos en el exilio León Felipe y Rafael Alberti. Pero sobre todo, el Ateneo de Cultura Popular representará en el largo plazo el antecedente asociativo que posibilitó la condensación de unos temas ideológicos -antifascismo, comunismo, compromiso- que alcanzarán una temporalidad importante en la cultura local.

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Juan A. Salceda, “Balance y despedida”, Columna Hojeando y Ojeando, Nueva Era, 21 de marzo de 1936.

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Capítulo 4

EL ATENEO RIVADAVIA Y EL “PROMETEO” DE SALCEDA Prometeo: -“Por mí han dejado los mortales de mirar con terror a la muerte. Coro: -¿Y qué remedio encontraste contra ese fiero mal? Prometeo: - Hice habitar entre ellos la ciega Esperanza.” Esquilo, Prometeo encadenado

El Ateneo Rivadavia Un público básicamente escolar, entonces, es el que participa de la sala de lectura de la Biblioteca Rivadavia. Sin embargo, este espacio aparece como un centro generador de actividades culturales que excede la satisfacción de las demandas de erudición provenientes de los espacios educativos. También es un ámbito de sociabilidad donde los temas ideológico-políticos están fuertemente presentes, más allá de que la mayoría de los asistentes a los actos culturales no llega a participar de la exclusivamente masculina y poco renovada lista de dirigentes de la Asociación Bernardino Rivadavia, aunque ritualice mediante las asambleas anuales un mecanismo igualitario de acceso a los cargos dirigenciales. En efecto, en el seno de la Biblioteca, la experiencia del Ateneo Rivadavia (1942-1960) un organismo anexo- es altamente ilustrativa de las prácticas específicas que componen esta vida cultural local, su mundo relacional y el devenir de la alianza antifascista de los años 30. Este ámbito cultural hegemonizó la vida intelectual local, y una prueba de ello lo representa el hecho de que tanto las adhesiones como las oposiciones ideológico-culturales, se establecieron a partir de los referentes intelectuales que lo integraban. También, este espacio sirvió como plataforma de lanzamiento, como la instancia de mediación que ayudó a Salceda a integrarse al mundo intelectual argentino de la época bajo la figura de escritor, pues a partir de su actuación en el Ateneo Salceda fue construyendo en diálogo intelectual su libro Prometeo. El humanismo del mito (1953). Los motivos explicitados al momento de su creación, el 14 de junio de 1942, recuerdan más a los que se presentaron cuando fue fundada la Biblioteca Rivadavia en 1908, que a los manifestados por los integrantes del Ateneo de 89

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Cultura Popular, en febrero de 1935, más allá de que Juan Antonio Salceda y Víctor Magrini, se encontraran en el núcleo fundador del Ateneo Rivadavia. De igual modo que en las instancias de la fundación de la Biblioteca, la creación de este ateneo cultural se consideró necesaria “porque el rango alcanzado por la ciudad así lo exigía, por cuanto su población laboriosa y culta, podría tener un centro que auspiciara conferencias científicas, culturales y literarias, como así también, creara a través de él, una tribuna que difundiera todo aquello útil al progreso de las ideas y a la afirmación de la cultura popular”.163

Nuevamente, una evaluación desfavorable de las manifestaciones de la cultura local respecto de otros indicadores de progreso, aparece con fuerza para legitimar la creación de un ámbito cultural. Y esta solución no resulta para nada extraña, si se tiene en cuenta que la propuesta fue presentada ante los miembros de la Asociación Bernardino Rivadavia, por el presidente y fundador de la entidad, don José Antonio Cabral. Sin embargo, si estas fueron las intenciones iniciales, la actividad cultural durante los dieciocho años que duró la experiencia del Ateneo Rivadavia, se inclinará más hacia los propósitos que guiaron a los integrantes del Ateneo de Cultura Popular, que a los enunciados por Cabral en la fundación. Esta característica, cobra sentido si se tiene en cuenta el papel de oposición y resistencia cultural, que los intelectuales que habían formado parte de la A.I.A.P.E. desarrollarán en el campo intelectual argentino durante la etapa de los gobiernos peronistas, básicamente, a partir de las experiencias del Teatro del Pueblo (1930) y su semanario Propósitos164, y de la revista Cuadernos de Cultura, órgano de discusión teórica y cultural del Partido Comunista. Cabe mencionar que de los fundadores y primeros integrantes del Ateneo Rivadavia165, sólo Salceda y Magrini no eran radicales, pero su comunismo de ahora -pasados los pecados de juventud del Ateneo de Cultura Popular, lejos estaba de desentonar dada la identificación existente entre las diferentes tendencias democráticas, que hacia 1946, encontrará su forma política en la Unión Democrática, como intento de freno al peronismo incipiente. En algún sentido, el Ateneo Rivadavia reedita en otro contexto, la alianza de jóvenes que habían formado parte del Ateneo de Cultura Popular, pero si en los primeros tiempos la crítica a la moral burguesa funda gran parte de la beligerancia antifascista, ahora Acta nº 122, 14-6-42, t. II., f. 1. (AABR) Silvia Sigal sostiene que durante la década del treinta, alrededor de la actividad teatral del Teatro del Pueblo de Leónidas Barletta, y del Teatro La Máscara, creado en 1939, “se tejió una vida cultural progresista o de izquierda que, durante los años del peronismo, constituyó una suerte de lazo comunitario de reconocimiento mutuo. Había allí una subcultura de oposición cuyo periódico era el semanario Propósitos, dirigido por el mismo Leónidas Barletta”. Silvia Sigal, Intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires, Puntosur, 1991, p. 102. 165 La reunión fundacional del Ateneo Rivadavia, contó con la presencia de José de Astoreca, Juan Manuel Calvo, Roberto Bonanni, Juan Carlos Pugliese, Alberto Piñero, Santiago R. Fernández, Ambrosio Renis y Juan Antonio Salceda. Salvo el último, todos habían ocupado algún cargo partidario o habían sido candidatos de la UCR. Acta nº 122, 14-6-42, t. II., f. 1. (AABR) 163 164

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ésta cede paso a la exclusiva exaltación del modelo social soviético (en parte porque han reconocido sus derrotas juveniles y ahora se encuentran más integrados que en el ’35), que si bien tiene en Salceda al cultor más visible, también alcanza a los radicales Juan Manuel Calvo y Juan Carlos Pugliese, quienes no ocultan su admiración por los títulos del marxismo. Las prácticas culturales Entre junio de 1942 y septiembre de 1960 -exceptuando los años 1952 y 1954, donde la inactividad cultural se debió a las prohibiciones provenientes de la policía o del gobierno municipal-, el Ateneo Rivadavia realizó alrededor de 237 actos culturales, entre los que se contaron conferencias, agasajos y homenajes, exposiciones pictóricas y fotográficas, recitales musicales y poéticos, lecturas y debates públicos, y representación de obras teatrales y veladas cinematográficas. De acuerdo a la frecuencia y diversidad con que se realizaron estas actividades, es posible observar diferentes subperíodos entre 1942 y 1960. En efecto, desde su creación hasta 1949 inclusive, la actividad del Ateneo se mantuvo en un nivel bajo, con un piso de 3 en 1943 y 1946, y un techo de 16 conferencias, en 1949, apenas 3 puntos por encima de la media del período (13,16 ). El punto máximo lo representa la actividad desarrollada durante el año 1950, con 44 unidades. Ese año el Ateneo Rivadavia realizó 27 conferencias, 2 homenajes, 1 exposición pictórica, 13 jornadas de lectura y debate, y una representación teatral, a cargo del elenco vocacional de la entidad. Al año siguiente, la cifra desciende hasta 25 actividades, pero sin embargo, podemos considerar que continúa siendo elevada, en la medida en que supera la media en 11,84 unidades. El tercer subperíodo, da inicios en 1952 y culmina en 1955. El promedio aquí alcanza a 2,4 actividades anuales, representando la cifra más baja del período. Esta ausencia de actividad, tiene su origen en el impacto que tuvieron sobre este espacio cultural las presiones ejercidas por el gobierno peronista, y que se tradujeron en la prohibición de actividades, como los casos de los años 1952 y 1954, y en la aplicación de otros mecanismos de control político a partir del accionar de organismos estatales como la policía y la administración municipal. En efecto, durante el año 1953, la correspondencia del Ateneo Rivadavia incorpora un nuevo destinatario: el comisario inspector Francisco Vulcano, titular de la seccional primera de policía. A él se dirigen los integrantes de la comisión directiva de la entidad cultural, para informar sobre las disertaciones a realizarse, las que en última instancia, debían ser autorizadas por la institución policial. Esta forma de control político, había dado inicios en febrero de 1953, cuando el comisario de referencia, envió una carta solicitando completar unas planillas donde se consignaban los datos personales de los miembros de la comisión directiva del Ateneo. A esta actitud policial, se sumó el Jefe comunal de extracción peronista, Carlos R. Marzoratti, quien también en febrero de ese año, envió una carta en la que solicitó un pedido similar: “Tengo el agrado de dirigirme a Ud., con el 91

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objeto de que tenga a bien, remitir a esta Municipalidad, los siguientes informes: a) Nómina de la Comisión Directiva. b) Domicilio particular de cada uno de ellos. c) Números de documentos de identidad. d) Edad y estado civil. e) Profesión. Esta información debe ser suministrada en forma confidencial y dentro de un plazo de ocho días de recibida la presente notificación”.166 Un cuarto subperíodo, lo componen los años 1956 y 1957, con un promedio de 27 actividades anuales. Este aumento de la actividad, sin duda se relaciona con el clima ideológico de los años posteriores a la Revolución Libertadora. Sin embargo, de 34 actividades culturales desarrolladas en 1957, el Ateneo desciende a 12 en 1958, luego a 15 en el 59, y a 18 en 1960, conformando estos tres años, un último subperíodo con un promedio de 15 actividades anuales, apenas 1,84 unidades por encima de la media. Conferencias, lecturas y debates Ahora bien, pero ¿de qué elementos está compuesta esta actividad cultural?, es decir, ¿cuáles son las prácticas culturales mediante las cuales quienes integran el Ateneo Rivadavia, pueden presentarse ante la sociedad como miembros de un ámbito social específico, y a la vez, como detentadores de un saber particular? En efecto, a lo largo de todo el período, el Ateneo Rivadavia basó su práctica cultural fundamentalmente en las conferencias, alcanzando esta categoría el 72 %. Las lecturas seguidas de debate alcanzaron el 12 %, y los homenajes y agasajos el 5 %. La representación de obras teatrales a partir de grupos vocacionales, y las veladas cinematográficas, compartieron el 4 % de las actividades, mientras que los recitales poéticos y musicales, llegaron sólo al 2 %. En agosto de 1942, el Ateneo Rivadavia dio inicio a su actividad cultural, con una disertación a cargo del Dr. Artemio Moreno, juez en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, y a la vez, miembro de la Sociedad Argentina de Escritores. La noticia ocupó gran parte de la primera plana de Nueva Era, y de este modo, el ateneo cobró existencia social como centro cultural. En la oportunidad, Artemio Moreno habló sobre Stefan Zwieg, quien había visitado la Argentina en 1940, invitado por el Colegio Libre de Estudios Superiores. Son más que evidentes las razones políticas que llevan a la organización de estas actividades culturales: “Frente a las fuerzas desatadas, que quieren imponer su imperio bárbaro, la afirmación de los valores de la cultura es cada vez más necesaria. El estudio, la discusión, la lectura, el conocimiento preciso de los problemas que agitan al hombre, la información seria sobre los acontecimientos, el análisis inteligente de los mismos, todo eso contribuye a crear una mayor 166 Carta de Comisario Inspector Francisco Vulcano al presidente del Ateneo Rivadavia, Sr. Pelayo Fernández, Tandil, 5-1-53 y Carta del Intendente Municipal Carlos R. Marzoratti al presidente del Ateneo Rivadavia, Sr. Pelayo Fernández, Tandil, 6-2-53. Correspondencia... (ABIG).

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conciencia del derecho y por ende, a promover una más exaltada defensa del mismo”. 167 La presentación fundacional, expresa la reactivación de la red de intelectuales de izquierda o democráticos, que había permitido el surgimiento del Ateneo de Cultura Popular en 1935. Durante todo 1942, luego de la visita del Dr. Moreno, el ateneo recibió también en carácter de conferencistas a Leónidas Barletta, Héctor P. Agosti y Eugenio Julio Iglesias, miembros todos de la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (A.I.A.P.E.). Este fenómeno inicial de revinculación de un espacio cultural local con una entidad madre y su complejo mundo de relaciones, se irá convirtiendo en una característica definitoria del Ateneo Rivadavia. En efecto, desde 1943 en adelante, tal vez como una consecuencia de la clausura de la A.I.A.P.E. -lo que puede haber motivado la búsqueda de espacios culturales alternativos de participación, las figuras de Luis Reissig, Rodolfo González Pacheco, Rafael Alberti, Raúl Larra, José Luis Romero, Roberto F. Giusti, Juan G. Ferreyra Basso, Juan Pichón Riviere, Raúl González Tuñón, Vicente Fatone, Jorge Thénon, Luis Gudiño Krámer, Gregorio Weinberg, Jorge Icaza, Juan Carlos Castagnino, César Cabral, Ricardo M. Ortiz, Bernardo Canal Feijóo y Juan Mantovani, entre otros, se irán sucediendo en su condición de disertantes en el Ateneo Rivadavia, hasta incluso el momento de la clausura, en septiembre de 1960. El papel asignado a la conferencia y a los conferencistas en este mundo local, se resume en la toma de conciencia de que en tanto actores de una periferia cultural, sólo era posible acceder a los bienes dominantes en este campo, si se mantenían fluidas relaciones con su centro, lugar representado como símbolo de la verdadera cultura. El conferencista foráneo -quien, si había publicado, dejaba ejemplares de su obra, para que fuesen vendidos entre los integrantes de la red local-, simbolizaba el saber mismo, y la posibilidad de la actualización en materia de ideas y opiniones, desde una perspectiva dinámica, porque, las conferencias siempre daban paso a la instancia del debate. Este criterio de reducción del sentido de una práctica cultural a su utilidad, es visible también en el caso de la segunda categoría en orden de importancia. Esta categoría, Lecturas -con el 12 por ciento de las actividades totales-, incluye sobre todo, aquellas mesas redondas de lectura y debate organizadas por el ateneo, que se denominaron “miércoles polémico”, y que actuaron como una instancia de iniciación en la práctica intelectual, para quienes formaban parte del grupo extendido de la entidad. A estas reuniones concurrirán también, como veremos en el siguiente capítulo, los miembros adolescentes del Ateneo Rivadavia, y allí constituirán sus prácticas no sin conflicto.

167 “Hablará esta noche a las 21 y 30, en la Biblioteca Rivadavia, el Dr. Artemio Moreno”, Nueva Era, 22 de agosto de 1942, p. 1.

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Teatro vocacional y cine-debate La totalidad del período, entonces, está caracterizada por el casi monopolio de la práctica de la conferencia, y a esta situación se le puede sumar el peso relativo de la lectura polémica. No obstante, ciertos años del período nos están indicando que, aunque no afecten la tendencia, la actividad cultural del ateneo se va diversificando, va presentando nuevas alternativas. En efecto, el 18 de octubre de 1950, el Ateneo Rivadavia organizó unas jornadas de reflexión y actuación dedicadas al “Teatro Vocacional de Tandil”, con la participación de “todos los conjuntos independientes de la ciudad”.168 En 1952, año en que son prohibidas las actividades del Ateneo Rivadavia, una carta de Carlos Ruiz Daudet a Beatriz Inés Gutiérrez, secretaria de la entidad, le presenta una alternativa de acción cultural, como respuesta a un contexto político desfavorable: luego de la presentación en Tandil del grupo de teatro “Fray Mocho”, acto organizado por la subsecretaría de Cultura del Club Independiente y auspiciado por el Ateneo Rivadavia, Ruiz Daudet -a quien vemos nuevamente actuar como nexo entre el centro y la periferia del mundo cultural-, le sugiere a la secretaria, que se puede “echar más chispas al fuego de la cultura tandilense (...) por medio de un club popular y pujante”169, organizando actos conjuntos, entre ellos, espectáculos teatrales. En febrero de 1953, cuando Juan Antonio Salceda asumió la secretaría de la Subcomisión de Literatura, Filosofía y Teatro del Ateneo, solicitó con urgencia, que la comisión directiva del centro cultural, aprobara la creación de “un conjunto estable de teatro vocacional, presentando lo antes posible una pieza breve de teatro universal de calidad”, y además, propuso invitar al conjunto Fray Mocho, “coordinándoles la gira con otras localidades, y hacerles dar una función en algún centro de trabajo del campo o de la ciudad”.170 En junio de ese año, un elenco estable comenzó a ensayar la obra El Oso, de Anton Chéjov171 y en octubre, el Ateneo Rivadavia inauguró una Biblioteca Teatral.172 Si los datos que expongo en el Cuadro final son representativos (pues un conjunto de actividades culturales menores sin duda no han sido registradas en la documentación de Ateneo), la concreción de estas nuevas instancias culturales no parecen haber alcanzado las dimensiones atribuidas por sus propulsores. Entre 1950 y 1960, es verdad que las prácticas se diversifican, pero sólo en los dos últimos años del período las nuevas propuestas cobrarán un relativo mayor peso, no tanto porque crezcan en demasía, sino, sobre todo, porque descienden notablemente la conferencias. Como puede verse, en 1960 las conferencias dictadas alcanzaron el número de 8, mientras que el cine-debate Documentación interna del Ateneo Rivadavia (ABIG) Carta de Carlos Ruiz Daudet a Beatriz Inés Gutiérrez, Madariaga, abril de 1952 (ABIG) 170 Carta de Juan Antonio Salceda al presidente del A.R., Sr. Pelayo Fernández, 2-2-53. (ABIG) 171 Correspondencia interna del Ateneo Rivadavia, Subcomisión de Literatura, Filosofía y Teatro, 12-06-53. (ABIG) 172 “Creación de una Biblioteca Teatral”, El Eco de Tandil, 13 de octubre de 1953. 168 169

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y el teatro vocacional, sumaron 9 actividades. Ahora bien, ¿a qué responde esta urgencia por la creación de conjuntos de teatro vocacional? Cabe recordar aquí, lo que ya sostuve en este capítulo cuando me referí al peso del teatro independiente y vocacional, en la constitución de lo que Sigal llama una subcultura de oposición durante los años del peronismo en el gobierno. En efecto, a partir de estas experiencias culturales, sostiene la autora, los sectores medios encontraron un lugar de resistencia a la hegemonía peronista. Desde 1930, experiencias como la del Teatro del Pueblo, de Leónidas Barletta, expresan con claridad este fenómeno, en donde lo propio cultural cobra sentido por su dimensión ideológico-política173. Inclusive, Sigal encuentra que la crisis experimentada por estas formas de teatro independiente, entre 1956 y 57, se explican porque la desaparición del peronismo en el gobierno derrumbó esas identificaciones que se habían tejido en la lucha simbólica de ambos campos174. Exito o no de la práctica, en Tandil las intenciones que mueven a organizadores culturales, por un lado, y a plantel actoral por el otro, parecieran no encontrar códigos comunes respecto de la importancia del teatro vocacional. Mientras que en los dirigentes del Ateneo Rivadavia (Salceda, Gutiérrez, y desde luego, Ruiz Daudet), la preocupación por la organización de conjuntos de teatro vocacional está relacionada con una intención política-cultural, con la evaluación del teatro vocacional como un elemento eficaz para educar a las masas, en un marco en que deben ejercer su oposición política175, en los adolescentes que integran el plantel actoral, en cambio, tal oportunidad es evaluada como una forma diferencial de ingreso al mundo de la cultura. Esta evaluación, no obstante, tiene sus características propias, que la distinguen de las nociones que hegemonizan el ámbito del Ateneo Rivadavia, porque es filtrada por un conjunto de experiencias más amplias que las del mundo cultural. Estas experiencias se relacionan con el surgimiento de una cultura de masas, con el impacto del cine de postguerra y con la emergencia de un nuevo tipo musical que conmueve a los jóvenes: el rock and roll. En los capítulos siguientes trataré algunos aspectos de este proceso, enmarcado en el problema más amplio de la crisis del modelo de intelectual comprometido. Prometeo o El humanismo del mito En abril de 1953, la Editorial Lautaro de Buenos Aires, publicó el ensayo Prometeo. El humanismo del mito, obra con la que Juan Antonio Salceda ingresó definitivamente al campo cultural argentino de la época. Desde mi punto de vista, de todos los escritos de Salceda, Prometeo es el que sintetiza de mejor manera, las nociones más potentes sobre su concepción de la cultura, de la tarea que debe Sigal, ob. cit., p. 111. Ibid., p. 112. 175 Cf. “Disertación y polémica en torno al Teatro Independiente”, Nueva Era, 2 de mayo de 1957. 173 174

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guiar al intelectual, asimismo como el carácter de su pensamiento utópico, en absoluto lejano al propio de la izquierda de los años ‘50, pero particular en tanto que es llevado por Juanillo a sus fronteras más idealistas. En la concreción de su publicación, nuevamente es posible observar el funcionamiento de la red de intelectuales de izquierda que se nucleó a mediados de la década del ‘30 en la A.I.A.P.E., y a partir de 1950, alrededor de la experiencia que significó Cuadernos de Cultura176, la revista bimestral del Partido Comunista, que aparecía como el órgano que orientaba las posiciones teórico-culturales de los intelectuales del partido, o bien, de aquéllos que se mantenían en el ámbito de influencia de sus definiciones sobre cultura y sociedad. La Editorial Lautaro había sido creada en 1940 y publicaba obras de géneros diversos -libros de ficción y ensayo-, pero sobresalía la colección Tratados Fundamentales, prologados por Gregorio Weinberg. A principios de la década del ‘50, dedicada exclusivamente a dar a conocer los puntos de vista de intelectuales y escritores argentinos, la editorial puso a cargo de la colección Pensamiento Argentino a Gerardo Pisarello177, un escritor que desde 1936 había formado parte del grupo de intelectuales de la A.I.A.P.E., y a inicios de la década del ‘40, integraba el consejo de redacción del mensuario de la institución, Nueva Gaceta, junto a Héctor P. Agosti, Raúl Larra, y Arturo Sánchez Riva, todos filiados en el P.C. argentino. El Prometeo de Salceda apareció en la colección Estudios y Ensayos de Lautaro, también dirigida por Pisarello. Ambos se habían conocido en 1946, en uno de los viajes que éste había realizado a Tandil junto a Carlos Ruiz Daudet, un común amigo dinamizador de la red de intelectuales comunistas en el interior bonaerense, en el marco de las actividades culturales organizadas por el Ateneo Rivadavia, más allá de que mutuas referencias aparecen en la correspondencia de Salceda desde principios de los años 40. A partir de entonces, establecieron una potente amistad que se tradujo en 1953, en la publicación de la obra de Salceda.178 ¿Cuáles son las ideas que Salceda propone en su Prometeo? En principio, el Prometeo resume un intento de interpretar el mito griego desde una concepción materialista de la historia (veremos luego las variantes que alcanzó esta interpretación). Pero sobre todo, el propósito del libro es dar una batalla en el campo de las ideas, a lo que la izquierda toda de la época evalúa como una filosofía antidemocrática: el existencialismo. La pregunta de Salceda es por qué en esta mitad del siglo XX se habían actualizado determinadas obras de autores antiguos que exaltaban el pesimismo, El primer número de esta revista se publicó en julio de 1950, bajo el nombre Cuadernos de cultura democrática y popular. Héctor P. Agosti, Julio L. Peluffo y Roberto Salama formaban el consejo de redacción inicial. Luego Agosti, asumió la dirección de la revista. 177 Gerardo Pisarello publicó las siguientes obras: La mano en la tierra (1939); Ché Retá (1946); Pan Curuíca; Las Lagunas (1965); La poca gente (1972). 178 He tomado algunos detalles de esta relación de amistad de la autobiografía de Gerardo Pisarello, En el recuerdo de los años, Buenos Aires, Ediciones Anfora, 1983. 176

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y tenían una salida en la muerte, mientras otras -a su juicio- más edificantes, eran olvidadas.179 “El suicidio de Antígona no sólo toma el carácter de ejemplo universal sino que envuelve con un velo mortal al verdadero de la heroína, y sirve de fundamento a la filosofía irracional, que cifra en una misteriosa angustia la frustración de su propio destino. ¿No nos lo dice explícitamente uno de sus más conspicuos representantes al expresar que el suicidio es el hecho más afirmativo de libertad, porque es la directa elección de la propia muerte?”, se pregunta Salceda, para quien el tema del suicidio, sólo “sirve de fundamento a la filosofía irracional que cifra en una misteriosa angustia, la frustración de su propio destino” 180. La preocupación por el suicidio, que para Albert Camus es el único problema filosófico, y la reactualización de los mitos griegos, que Salceda denomina mortuorios, tiene una explicación que se encuentra sobre todo en el destino inevitable de la burguesía en tanto clase social. Escribe Juanillo: “Así como Jenófanes de Colofón sostenía ya en su tiempo, que si los caballos tuviesen manos pintarían a sus dioses con forma de caballos, igualmente los representantes de esa clase moribunda tienen que pintar en sus obras a la muerte”.181

La respuesta de Juanillo ante la exaltación de la filosofía de la negatividad, que él cree ver en la reactualización de “los mitos mortuorios de la tradición griega” y en la versión “Camus” del existencialismo, se apoya en el rescate de la positividad y glorificación del mito de Prometeo, como símbolo de la lucha del hombre por el dominio de la naturaleza. Si la muerte de la clase social dominante, puede anticiparse en las obras del pensamiento de quienes componen esa clase en tanto representación de sí misma, es posible encontrar una salida hacia la vida, hacia el humanismo prometeico, en aquella propuesta que rescate de la tradición una mirada que no confunda existencia con suicidio, sino que identifique a la humanidad con la lucha por la persecución del bienestar de los hombres. Salceda cree poder dar esa batalla, y encuentra en el Prometeo encadenado de Esquilo una alternativa al pensamiento burgués. ¿De qué trata el mito de Prometeo? La tradición más generalizada -puesto que hay varias versiones históricas del mito- presenta a Prometeo como un dios de segundo rango, aceptado en el Olimpo que domina Zeus. Un dios inteligente y diestro, que está decidido a robarle “una chispa al sol”. Para concretar esta decisión, la leyenda cuenta que Prometeo subió en el carro alado de Palas Atenea y cumplió con su deseo. Ocultó la chispa en el tallo hueco de una caña, luego descendió a la tierra y se la entregó a los hombres para que encendieran sus hogares. Por haberle regalado el fuego a los hombres, Zeus se encolerizó y castigó a Prometeo, condenándolo a permanecer eternamente encadenado a una roca de la montaña, y lanzó sobre él a un águila insaciable, que le devoraba el hígado. Las Juan Antonio Salceda, Prometeo. El humanismo del mito, Buenos Aires, Lautaro, colección Estudios y Ensayos, 1953, p. 7. 180 Ibid, p. 8. 181 Ibid, p. 9. 179

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partes hepáticas, que desaparecían tras el hambre del ave rapaz, crecían durante la noche en igual proporción, lo que al día siguiente no hacía más que reiniciar el suplicio prometeico. Finalmente, Heracles mató al águila y liberó a Prometeo, quien fue aceptado nuevamente en el Olimpo merced a que conocía un secreto sobre el destino final de Zeus, en algunas versiones se trata de un engaño amoroso, que al verse confirmado recolocó a Prometeo en el Olimpo reconciliándolo con Zeus. En la tragedia de Esquilo182, la historia comienza en el momento en que debe ejecutarse la condena de Prometeo. El ya ha robado el fuego a los dioses y se lo ha entregado a los hombres. Entonces, Hefesto -dios menor y el herrero del Olimpo-, lo encadena a una roca de la montaña. Esta versión, la de Prometeo encadenado de Esquilo, es la que utiliza Salceda en su ensayo. El libro de Juanillo está dividido en una Introducción, dos partes y un Epílogo. La primera parte es histórica, y sobre todo, de enfoque básicamente materialista. Allí, Salceda trata de enmarcar el mundo en el que vivió Esquilo: estudia las luchas sociales en la antigua Grecia, luego presenta un panorama de la cultura de la época, para culminar con un capítulo donde analiza el nacimiento del teatro, y las relaciones entre la filosofía materialista griega y el género dramático de la tragedia. Como he señalado, esta primera parte tiene un enfoque básicamente materialista en el sentido de que los procesos culturales son observados desde la hipótesis de que la infraestructura, digamos, las relaciones sociales de producción, determinan los fenómenos que se producen en el resto de las esferas de la sociedad. De allí, que Salceda se preocupe desde el inicio, por establecer las características de la sociedad esclavista griega, para luego abordar la relación siempre dependiente -expresada como dogma en el esquema marxista estaliniano- entre lo superestructural respecto de la esfera de la producción. La segunda parte del libro, la dedica Salceda al análisis del Prometeo encadenado de Esquilo: estudia el papel que el mito jugaba en la sociedad griega, e inscribe en esta problemática lo que el propio Esquilo concebía, para observar la novedad de su pensamiento. A su juicio, Esquilo humaniza el mito griego a través de la tragedia, al identificar una disputa por un medio técnico, el fuego, en tanto instrumento liberador del hombre de “determinadas fuerzas ciegas de la naturaleza”.183 De hecho, Prometeo es castigado por su solidaridad para con el género humano, y surge como metáfora de él. Dice Juanillo: “Los personajes son grandiosos, pero el sentimiento que les hace vivir, la razón de su vida es la de los ciudadanos comunes de Atenas; la idea que les anima es la que resume las ideas avanzadas de su tiempo: las de la filosofía materialista que ve a las fuerzas de la naturaleza en constante movimiento, eterna y cambiante como la luz en las montañas, la misma y distinta como el mar”.184 Sugiero la versión de “Prometeo encadenado” de Esquilo, publicada en el volumen Tragedias, Buenos Aires, Editorial Losada, 1982. Sobre el Titán Prometeo, cf. Louis Séchan, Le mythe de Prométhée, Paris, Presse Universitaires de France, 1951. 183 Ibid., p. 95. 184 Ibid., p. 98. 182

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La preocupación de Salceda en esta segunda parte, se expresa en el intento de identificación de los personajes del mito con los actores sociales de los tiempos de Esquilo. En el origen, según el criterio del marxismo dominante en la época, esta noción no es menos materialista, sin embargo, cobra en el análisis de Salceda una dimensión ideal que pareciera escapar a todo cariz de determinación: al identificar a los personajes con los grupos sociales de la época esquiliana, Juanillo no hace más que trasladar al análisis del pasado, sus identificaciones contemporáneas, su propia concepción del mundo, de los otros, y, sobre todo, de sí mismo en tanto intelectual. De este modo, su interpretación va dando paso a una concepción general que, si bien -a priori- se apoya en la noción de materialidad de los fenómenos culturales, también termina por constituirse en una verdad previamente definida que pretende confirmarse en la historia. En efecto, Salceda critica duramente la noción historiográfica de Jacob Burckhardt, según la cual en el estudio de los narradores griegos, “lo que importa, (... ) no reside tanto en el suceso narrado cuanto en la manera como se relata y en los supuestos espirituales del relato. Poco importa lo que haya sucedido o no, porque nos damos cuenta de lo que era el griego y cuál su horizonte exterior y su modo interno de pensar”.185 La fórmula de Salceda es la que propusiera Aníbal Ponce en Educación y lucha de clases186: tener el valor de apartar los mitos y reconocer al hombre en su función social, esto es, ver en los semidioses y dioses del Olimpo, al propietario de esclavos y sus preocupaciones productivistas, como actitud de conocimiento positivo. La inquietud por la indagación estricta del relato, la deja Salceda para aquellos investigadores que apoyan sus investigaciones en un enfoque espiritualista de la historia, enfoque, que él observa limitado, distante de la verdad histórica, y proclive a la fantasía. Su marxismo no escapa a los condicionantes del marxismo estaliniano de la mitad del siglo. Sin embargo, en su acepción, el modelo de interpretación marxista de la historia es llevado a su extremo idealista, donde más allá de la declamación en favor de una explicación de corte materialista, pesa el recurso de la dinámica del universo mental griego que por necesidad teórica se va anclando en unos actores sociales. Así, Salceda recurre explicativamente más al Engels de El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, que a Marx, y más al Marx de los escritos literarios que al propiamente economicista. Otros autores como Rodolfo Mondolfo y El genio helénico, hasta Paideia de Werner Jeager, pasando por la bibliografía francesa de la época, en particular la revista La pensée , y también Romain Rolland y Paul Langevin- componen el aparato erudito del que se vale el autor para apoyar sus principales ideas. El capítulo que cierra la segunda parte, está dedicado a analizar el tema de Prometeo en Goethe. Una de las hipótesis que guía el libro de Salceda, es que el tema de Prometeo como representación de la humanidad, aparece con vigor en las obras de los grandes autores de la historia, “en las épocas de fractura y palingenesia Jacobo Burckhardt, Historia de la Cultura Griega, Barcelona, Ed. Obras Maestras, s.d., t. I, p. 15. Citado por Juan Antonio Salceda. 186 Aníbal Ponce, Educación y Lucha de Clases, Buenos Aires, Ed. Iglesias y Matera, 2da. ed., 1946., p. 47. 185

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(...), en los períodos hitos en que una clase social desplaza a su predecesora y ocupa un lugar en la historia como clase dominante”.187 El Prometeo de Esquilo está íntimamente vinculado, afirma Salceda, a la consolidación de la democracia esclavista griega, y el de Goethe, al ímpetu revolucionario de la burguesía europea. En este punto, su interpretación es de algún modo equivalente a la que expondrá Marshal Berman en Todo lo sólido se desvanece en el aire, su libro sobre el modo en que los intelectuales occidentales experimentaron la “modernidad”. En efecto, Berman interpreta que el Fausto de Goethe debe ser concebido como una “tragedia del desarrollo”.188 En el caso de su Prometeo, la hipótesis de determinación histórica de la exaltación del mito, pareciera autorrealizarse y volverse consciente: Juanillo rescata el mito para demostrar no sólo la emergencia de una nueva clase en la historia, el proletariado triunfante en Octubre de 1917, sino para expresar que la liberación de la humanidad ha dejado de ser un sueño, y se ha transformado “en una realidad de multitudes”. De allí, que su Prometeo aparezca también como un pretendido símbolo del ingreso definitivo de la humanidad en la historia, dada aquella fórmula marxiana que atribuía características prehistóricas a las formas de organización social precomunistas. Ahora veamos en detalle algunos ejes temáticos de Prometeo. El humanismo del mito. La utopía tecnológica Como he señalado más arriba, el mito de Prometeo está asociado al dominio del fuego, y tiene especial significación en la idea de progreso humano. Salceda toma esta noción para establecer un hilo conductor entre el pasado de la humanidad, su propio tiempo histórico y el futuro. Según este esquema de evolución unilineal, el hombre empezó a dominar la naturaleza cuando empleó la mano para el trabajo, “y con el dominio del fuego conquistó sobre ella una victoria definitiva”.189 Esta toma de conciencia de la humanidad del hombre, de que era posible el dominio de una fuerza ciega atribuida siempre al poder de los dioses, condujo a su apropiación de la naturaleza, y a la independencia de las determinaciones geográficas y climáticas que limitaban los circuitos de expansión humana. Con el dominio del fuego, que Salceda -siguiendo el modelo evolutivo de Morgan que toma Engels- establece en el pasaje del estadio inferior al superior del salvajismo, la humanidad pudo evolucionar hacia los tiempos de la civilización: las sociedades se complejizaron a partir de las diferentes transformaciones tecnológicas, y a las formas particulares de organización social y económica, le correspondieron determinadas instituciones políticas, jurídicas y culturales. En este devenir, cada vez que una clase social se encontraba con su conciencia y se transformaba en dominante, establecía nuevas relaciones sociales de producción, que significaban un salto cualitativo en la escala Ibid., pp. 12 y 15. Marshal Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la Modernidad, op.cit., 189 Ibid., p. 87. 187 188

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de progreso universal de la humanidad. Sin embargo, los distintos progresos que expresaban cada estadio evolutivo, no lograban concretar el anhelado deseo humano de liberación definitiva de Prometeo, es decir, la propia liberación como ser genérico (Marx). Para Salceda, existe una salida para el hombre cuyo destino no se encuentre en la muerte, en tanto fatalidad inevitable que observa en la fortuna de la burguesía. Dice: “El espectro que recorría Europa, y que la aguda mirada de Marx y Engels supo distinguir, ha dejado de ser una sombra para convertirse en realidad en buena parte del mundo. La genial previsión ha tomado cuerpo y esta inmensa realidad de nuestro tiempo, que ha empezado a dar al hombre su verdadera fecundidad, nos ofrece tal perspectiva creadora que nos es difícil imaginarla en toda su grandeza”.190

Esta genial previsión, que no es profecía de magos sino teoría científica de lo social -afirma-, se concreta en la Unión Soviética y en los “otros países que han hallado su propio camino hacia el régimen social, que la historia señala como medio propicio para la liberación del hombre”. Prometeo, entonces, se libera cuando ese enorme Herodes laico representado por la URSS, comienza a romper definitivamente las milenarias cadenas que lo sujetaban a un destino de infelicidad, fundando en principio, un nuevo orden tecnológico, en tanto que la técnica se orienta ahora hacia la producción del bienestar humano; pero sobre todo, los principios de un nuevo humanismo, en una realidad que supera las contradicciones que tuvieron encadenado a Prometeo. “La experiencia científica de la Unión Soviética puede sintetizarse, en esa repetida frase que el sabio Michurin adaptó como principio irrenunciable en sus trabajos científicos, y que se ha constituido en la consigna científica de la ciencia progresista: ‘No podemos esperar mercedes de la naturaleza; nuestra misión es arrancárselas’”191. El hecho de relativizar en su obra la gravitación de la instancia fundamental que en el ideario marxista juega el proletariado, en favor de una noción de humanidad como sinónimo de lucha prometeica, devela una interesante versión de la teoría marxista en Salceda, quien sin proponérselo atenúa el papel histórico y explicativo de uno de sus tópicos fundamentales, la clase obrera, otorgándole a la URSS en tanto nación, el carácter metafórico de humanidad. En efecto, en la experiencia de la Unión Soviética no es sólo el proletariado el que se libera de las cadenas de la explotación capitalista, sino también la humanidad toda, porque encuentra el camino de su liberación definitiva. Hacia el final de Prometeo, Salceda vuelve sus argumentos sobre la disputa inicial con los existencialistas, que para esa altura de las páginas inundadas de optimismo, aparecen representados como “filósofos de la muerte”, asociados al militarismo encubierto que trajo consigo la Guerra Fría, y a la defensa infructuosa de un mundo burgués condenado a morir por las 190 191

Ibid., pp. 193-194. ibid., p. 199.

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leyes mismas de la inevitabilidad histórica. En esta disputa con la filosofía dominante en la cultura occidental de postguerra, Salceda establece una autorrepresentación donde su status en tanto intelectual, está determinado por el conocimiento de una suerte de futurología histórica. Mientras que -siguiendo a Salceda- el pensamiento existencialista no hace más que expresar el destino inevitable de la burguesía, las certezas que exhibe Juanillo parecieran otorgarle un lugar privilegiado en la disputa simbólica, a partir del conocimiento del devenir humano todo, un conocimiento metahistórico que coloca sus reflexiones en el futuro: “las fuerzas prometeicas de la humanidad liberadas de sus milenarias cadenas son más fuertes -escribe-, (...) son la misma humanidad señalada por la historia para su emancipación”.192

Si la vivificación de Prometeo se relaciona con una respuesta desde el arte a la “explotación” de eran objeto los hombres del mundo griego, la reinstalación del mito que hará Salceda, se vinculará con una construcción metafórica en la que la URSS se vuelve el sinónimo de la humanidad toda. La utopía finalmente se concreta, se hace historia presente, sobredimensionando también su carácter de certeza. La práctica intelectual Ahora bien, ¿qué papel juegan en este proceso quienes han advertido con claridad hacia dónde conduce el devenir histórico? Salceda tiene una visión particular al respecto, que cobra su expresión más clara en la interpretación del Prometeo de Esquilo. En efecto, se podría decir que su análisis del mundo prometeico se vuelve una variante de la producción de significados dominante en el mundo cultural en el que se halla inserto. Ello se ve con claridad en el cúmulo de significados que propone el Prometeo de Salceda, cuando se detiene específicamente en el análisis de los personajes de la obra de Esquilo. Escribe Juanillo: “El Poder (Cratos) habla el lenguaje de los que detentaron el poder político y económico en la historia. Esquilo presenta a Zeus como el tirano que manda por medio de la fuerza y la violencia, contra los benefactores de los hombres y les ayudan -y se ayudan- a liberarse de la esclavitud de la naturaleza (...) Contra ellos siempre habló la fuerza el mismo lenguaje: ‘amarrar a este alborotador del pueblo’, que nadie ose rebelarse contra los poderes que mantienen la explotación de los trabajadores; que nadie tenga inspiraciones contra el status económico y social que permite que un hombre sea explotado por otro”.193

Salceda presenta el mundo esquiliano en clave materialista, tratando de ver en la tragedia de Esquilo, un intento de representación del mundo real. De este modo, Cratos expresa los intereses del poder político y económico: se trata de la conciencia 192 193

Ibid., p. 202. Salceda, op. cit., p. 104.

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de la clase dominante en el mundo esclavista griego. Mientras que Zeus, como el miembro más encumbrado de esa clase, “traslación antropomorfa de la idea que el esclavo griego tenía de sus opresores en la tierra”194, se permite la práctica de la tiranía y la persecución de los benefactores de los hombres, de aquéllos que pugnan por su liberación definitiva. En este mundo de tiranos, eternos explotados y benefactores, que presenta Salceda, Hefesto, el dios de las fraguas que encadena a la roca a Prometeo, resume casi la totalidad del componente negativo: “Fiel cumplidor de su trabajo, comprensivo del dolor que provoca y de la injusticia que comete, pero impotente y sumiso ante la fuerza, (Hefesto) encadena al héroe, a su propio hermano, con lágrimas en los ojos, con tibias protestas de humanismo, pero cumple su inmoral tarea impelido por el Poder (Cratos) y la Fuerza (Bía)”.195

En efecto, no parece extraño, que de todos los personajes de esta obra de Esquilo, Salceda se detenga con particular interés, en aquéllos que representan los dos polos antagónicos de la actitud ante el conocimiento y la técnica, de modo tal, que el enfrentamiento entre dominador y dominado, es decir, entre Zeus/propietario y el pueblo esclavizado, queda reducido a un telón de fondo, para luego enfatizar las diferentes actitudes de esos intelectuales del mundo mítico griego, representados en Prometeo y Hefesto, para exaltar al primero y condenar al segundo: “Esquilo lo presenta (a Hefesto) con ese contraluz de las almas tímidas, aferradas al oficio, respetuosas del poder, oscilantes y serviles. Empieza por reconocerse cobarde ante la fuerza, y trata de convencer a su hermano de que sólo ejecuta un mandato que no puede eludir (...) De pronto repróchale a Prometeo su solidaridad con los hombres que sufren: ‘He ahí lo que has ganado con jugar a benefactor de los hombres’. ¡Cuántos luchadores por la dignidad humana habrán oído estas palabras! ...”.196

Para Juanillo, la Fuerza (Bía) y Hefesto, la primera ordenando encadenar a Prometeo, y el segundo ejecutando la orden, no hacen más que sostener “el andamiaje de la sociedad basada en la esclavitud”.197 Pero, el último aglutina en sí los valores negativos porque en tanto detentador de un saber específico, Hefesto se convierte en un sirviente de los poderosos: “Esquilo lo ha transformado en el símbolo universal de ese tipo humano de técnico inmoral al servicio de los explotadores” 198, afirma Salceda, para luego enfatizar que: “Cuando el oficio se desvincula del contenido ético funcional se deshumaniza y se hace monstruoso ¿No viene a la memoria de inmediato la figura de científicos y técnicos que fabrican armas mortíferas de destrucción en masa para servir a una clase desesperada, sin salvación? (...) El cuadro amoral del artesano obsecuentemente servicial de los poderosos, personificado en Hefesto por Esquilo, simboliza, además, a los ejecutores del encadenamiento artificial de las fuerzas creadoras del hombre, y a los torturadores ejecutivos de los héroes que luchan por liberarlas”.199 Ibid., p. 114. Ibid., p. 104. 196 Ibid., p. 106. 197 Ibid. 198 Ibid., p. 110. 199 Ibid., pp. 112-113. 194 195

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Es evidente que en la preocupación por el destino del saber, Salceda proyecta en la crítica a Hefesto, una imagen de la propia concepción en tanto intelectual, de clara identificación con el héroe prometeico. Por un lado, establece el carácter ético del conocimiento, en el sentido de que éste sólo adquiere el status humanista si se pone al servicio de la masa explotada en tanto clase social subalterna en la historia. Por otra parte, al observar en Hefesto a un técnico conocedor de las propiedades del fuego, que termina encadenando a Prometeo a la roca de la montaña en castigo por haber otorgado el fuego a los hombres, Juanillo establece un único camino legítimo para el destino del conocimiento, el arte y la ciencia: el saber sólo cobra sentido si se vuelve útil en el proceso de liberación social de los dominados. Esta noción altamente excluyente de la práctica intelectual, lo lleva a afirmar que en Prometeo encadenado, Esquilo “muestra la falacia del oficio por el oficio, traslación universal a nuestros días del arte por el arte, o la ciencia por la ciencia”. 200 De este modo, el arte, la ciencia, el conocimiento, en tanto saberes específicos del mundo cultural, pierden independencia, al atribuir sólo su legitimidad en la persecución de un ideal político que lo excede. Este fenómeno de subordinación de lo específico a otra esfera, que es el tópico del compromiso político del artista o del intelectual está más extendido de lo que parece, y se relaciona con la forma particular en que el pensamiento del antifascismo cultural de los años 30 impactó en Argentina. Sin embargo, si para los escritores europeos la Revolución Rusa primero, el mundo soviético después, la toma del poder por los nazis en 1933 y la lucha antifascista, y luego, el estallido de la guerra civil en España, hicieron evidente -incluso para aquéllos que previamente habían rehuido el compromiso político- “que era necesario tomar partido, (...) corriendo el riesgo de perder la independencia crítica que había sido tradicionalmente la fuente de su autoridad”201, de allí que Julien Benda pase de la crítica a la idea de las pasiones políticas en el mundo de los intelectuales, a apoyar el antifascismo de los años ‘30 como salvaguarda de los valores más progresistas de Occidente202, en la frontera del mundo intelectual argentino, la pregunta no era -como afirma Edward Timms para el caso europeo- ¿cómo se puede conciliar el compromiso político con la integridad intelectual y la visión artística?, sino que esa misma condición intelectual era definida por la adhesión al paradigma utilitario del conocimiento en la clave del compromiso. Como he indicado ya, en Tandil, estas nociones aparecen con la experiencia de una filial de la A.I.A.P.E.: el Ateneo de Cultura Popular fundado por el Dr. Víctor Magrini y Juan Antonio Salceda en 1935. Volviendo a la versión que de los personajes de Esquilo presenta Salceda, Ibid., p. 115. Edward Timms, “¿Traición de los intelectuales? Benda, Benn, Brecht”, en Debats Nº 26, Valencia, dic. 1988, p. 18. 202 Julien Benda, quien en La Trahison des clercs (1927), había impugnado fuertemente el hecho de que los intelectualestuvieranpasionespolíticas,tantodederechacomodeizquierda,reformulósubstancialmentesu postura a raíz del advenimiento del fascismo en Europa, y culminó adhiriendo a las posiciones antifascistas que se acercaban a las de los comunistas: Cf. “Rapport de Julien Benda”. 2éme. Congrés International des Ecrivains pour la défense de la culture, 4-10 juillet 1937. Sessions Terminales de Paris, 17 juillet 1937. B.D.I.C. Doc. N° 11, p. 2. 200 201

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se podría afirmar que en la propia autoconcepción en tanto intelectual, Juanillo también establece una representación de los significados dominantes en el universo social que lo integra: la sociabilidad comunista y el mundo cultural local representado por el Ateneo Rivadavia. Mediante la apropiación, creación y resignificación de los discursos propios de su tiempo y lugar histórico, el Prometeo de Salceda construye un producto simbólico que representa un ámbito social de naturaleza muy particular: un ámbito habitado por personajes que se encuentran en una continua disputa moral por la verdad, un ámbito donde la conducta individual es evaluada constantemente de acuerdo a la relación pensamiento/praxis, un ámbito en el que la existencia cobra sentido en la medida en que mentes preclaras se incorporan a una línea progresista de continuidad histórica, que conduce inevitablemente a un futuro ya anticipado en la historia, lugar donde se saciarán todas las aspiraciones humanas, más allá de que en el camino, el héroe de este proceso pueda quedar encadenado a la roca: “la causa del líder revolucionario (Prometeo) -escribe Salceda- gana generalmente con su martirologio, y éste para serlo debe poseer un temple especial (...) que se establece sobre la base de una inflexible línea de conducta...”.203 La recepción del Prometeo La publicación de Prometeo, entonces, le otorgó a Salceda un carnet de existencia literaria, tanto local como en la sociabilidad partidaria, en la medida en que se condensan en su figura una serie de tópicos y temas ideológicos que exceden al propio Salceda y que le permiten desarrollar su identidad comunista en un contexto solidario y de cierta comunión de ideas. Más allá del ámbito local, el libro es reseñado en algunas publicaciones que muestran el funcionamiento de la sociabilidad comunista. Entre junio de 1953 y agosto de 1954, críticas elogiosas son las que aparecen en Cuardernos de Cultura a cargo de César Cabral, en Noticias Gráficas a través de Bernardo Verbitsky, en Clarín por parte de Héctor P. Agosti, en la revista literaria La Gaceta Uruguaya dirigida por el pedagogo Jesualdo (miembro de la A.I.A.P.E. de Montevideo), en Propósitos en la pluma de Carlos Ruiz Daudet, y en diarios y periódicos de provincia como La Voz del Pueblo de Tres Arroyos, La Nueva Provincia de Bahía Blanca, Tribuna de Benito Juárez, La Capital de Mar del Plata, La Voz del Interior de Córdoba. También celebra la aparición del libro, el por entonces presidente del Congreso Argentino de la Cultura, Ing. Nicolás Besio Moreno, indicando que el estudio “tiene los caracteres de la inmortalidad”, y rescatando, como en la mayor parte de los comentarios críticos, el componente erudito del libro y la filosofía que lo inspira, tanto en construcción metodológica como en su proyección utópica. Opiniones a las que se le suman Alfredo L. Palacios y Ezequiel Martínez Estrada. Es decir, el Prometeo de Salceda no sólo muestra a un Esquilo materialista que discute el mito 203

Salceda, op. cit., p. 129.

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con la humanización teatral del héroe, no sólo construye el lugar que ocupaba el mito y el teatro en la sociedad griega, sino que proyecta una idea del camino para la liberación de Prometeo como metáfora de la humanidad. Otra operación presente sobre todo en Cuadernos de Cultura y en Propósitos es la identificación del itinerario intelectual de Salceda con el de Aníbal Ponce, en el sentido de que el primero viene a completar al último, allí donde Ponce no alcanzó a desarrollar en profundidad un tema de estudio, como es el de la mitología griega: “Ponce abordó el campo mítico someramente, pero el ’Prometeo’ de Salceda realiza algo más que un atisbo para la noción exacta del terreno. Resulta pues un libro necesario y sería bueno que otros estudiosos continuaran en esa línea de correcta revisión histórica […].” A mi juicio, lo interesante aquí es menos el contenido referido a la calidad de la obra, y más el proceso de vinculación simbólica de Salceda con Ponce, teniendo en cuenta que éste se presentaba como la figura intelectual clave en la sociabilidad comunista. En algún sentido, se trataba de una recolocación intelectual en un estadio simbólico superior. Esta operación puede dar un indicio de la pervivencia en esta sociabilidad comunista teñida por su carácter generacional, de construcciones genealógicas que tienden a la continuidad y que rara vez hacen tabula rasa con el pasado. Del mismo modo en que el marxismo vernáculo se encabalgaba en la tradición liberal, ya Ponce había sido concebido como un continuador de Ingenieros. Como escribió Cuadernos de Cultura: “Salceda transita airosamente por la senda humanista del inolvidable Aníbal Ponce”.204 Desde la perspectiva del militante del P.C., Prometeo le otorga a Salceda un lugar de reconocimiento en la escolástica partidaria. El ing. Pedro Fontana, de La Plata, le escribe: “En la ’Universidad’ que funcionó durante 4 meses en la cárcel de Mercedes, fue estudiado juntamente con otros 83 volúmenes, tu libro ’PROMETEO’. La opinión de los 16 camaradas es ampliamente favorable, por los elevados valores que encierra tu obra. Cumplo pues con mi deber de camarada de hacerte llegar mis cálidas expresiones de aprobación y simpatía”.205 Otras opiniones militantes igualan en calidad intelectual el Prometeo de Salceda con el Echeverría de Agosti206, pero sin duda el contenido más significativo es el que devela la carta de un obrero mendocino, militante comunista, quien luego de excusarse por su escaso bagaje cultural y señalar que la lectura le había resultado dificultosa, destacó que el mérito del libro residía en el homenaje que a partir de la figura de Prometeo, Salceda hacía de los perseguidos políticos: “Considero que ha hecho Ud. un gran favor a la juventud argentina al darnos su excelente visión de Prometeo en los precisos momentos en que se pretende anularla y reducirla a la humildad y la sumisión, es decir, se está preparando su encadenamiento”.207 Cuadernos de Cultura, N° 14, Buenos Aires, enero de 1954, p. 119. Carta del Ing. Pedro Fontana a Juan Antonio Salceda, La Plata, 4-1-1954. (AFS) 206 Carta de R. Eyras a Juan Antonio Salceda, Dolores, 16-10-1954. (AFS) 207 Carta de Eleodoro R. Albero a Juan Antonio Salceda, Mendoza, 28-9-1953. (AFS) 204 205

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Capítulo 5

INTERMEZZO WITOLDIANO: ENTRE PROMETEO Y FERDYDURKE “Pronto nos daremos cuenta de que ya no es lo más importante morir por las ideas, estilos, tesis, lemas y credos, ni tampoco aferrarse y consolidarse en ellos, sino esto: retroceder un paso y tomar distancia frente a todo lo que se produce sin cesar en nosotros.” Witold Gombrowicz, Ferdydurke

La polémica Salceda-Gombrowicz En octubre de 1957, el escritor polaco Witold Gombrowicz mantuvo en Tandil, una conversación polémica con Juan Antonio Salceda. El diálogo fue narrado por el propio Gombrowicz en su Diario Argentino208, y tiene fecha de ese mismo mes y año. Según el escritor Jorge Di Paola209, quien es reconocido como uno de los discípulos argentinos de Gombrowicz, el hecho de que el polaco haya nombrado a Salceda en su Diario bajo el apodo de Cortés, no revela otro motivo que el de protegerlo de problemas, dada la proximidad de Juanillo al Partido Comunista Argentino. Sin embargo, el apodo parece más una ironía de Gombrowicz ante las características personales de Salceda que un intento de liberarlo de alguna potencial persecución policial. Sin embargo, la visita de Witold Gombrowicz a Tandil quien llegó a esa ciudad afectado por la gripe asiática en un intento por escapar del clima húmedo de Buenos Aires-, revela algo más que sus Witold Gombrowicz, Diario Argentino, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1968. Una visión panorámica de las temáticas que aborda esta fuente en José Emilio Osses, “Comentario sobre Diario Argentino”, en del mismo autor, Algunos aspectos de la narrativa contemporánea, Chile, Ed. Andrés Bello, 1971. 209 Periodista y escritor, Jorge Di Paola nació en Tandil en 1940. Estudio letras, biología y filosofía en la Universidad de La Plata. Trabajó en la revista Panorama, en la sección cultural del diario La Opinión y fundó junto a Miguel Briante en 1979, la cooperativa editorial El Porteño, ocupando el puesto de secretario de redacción de la revista. Ha publicado cuentos en la revista El escarabajo de oro, y en Punto de Vista, entre otras publicaciones. Es autor de Hernán (1963); La virginidad es un tigre de papel (1974), Minga (1987), El arte del espectáculo (2002), Moncada (2004), entre otros relatos. 208

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virtudes para apodar perseguidos políticos. Explicita, dada su posición extraña en el campo intelectual argentino210, el clima de ideas que dominaba en la galaxia intelectual comunista de la Argentina de los años ‘50, la dinámica y los conflictos del mundo cultural local, y la crisis de la noción de intelectual que integró el compromiso con la solución utópica. Gombrowicz nació el 4 de agosto de 1904 en Malowszyce, a unos doscientos kilómetros de Varsovia. Su padre era un industrial católico casado con una rica heredera terrateniente. Estudió con preceptores particulares e institutrices francesas, hasta su ingreso, a los catorce años, al liceo católico San Estanislao Kostka de Varsovia, donde estudiaban los hijos de la aristocracia polaca. A los dieciséis años escribió su primer libro: una historia de su familia basada en archivos familiares, que jamás fue editado aunque ejemplifica una preocupación temprana en Gombrowicz por los linajes y la heráldica. Más tarde estudiará en la Facultad de Derecho de la Universidad de Varsovia hasta obtener en 1926 su licenciatura. Ese mismo año tomó cursos en el Institut des Hautes Etudes Internationels de París, y en 1927 regresó a Varsovia, para comenzar sus prácticas en la Corte varsoviana y así obtener su título de abogado. Por esa misma época comenzó a rondar los cafés literarios de la capital polaca y a escribir relatos que publicará en 1933 bajo el título Memorias de los tiempos de la inmadurez. Poco después abandonó definitivamente el Derecho. En 1935 aparece su drama Yvonne, princesa de Borgoña, que fue ignorada por la crítica, y en 1937, la que tal vez –junto a su Diario- sea la mayor obra de Witold Gombrowicz: Ferdydurke. Ese mismo año publicó una novela policial: Los hechizados, con el seudónimo de Nienaski, y en agosto de 1939 embarcó para la Argentina, donde llegó el 22 de ese mes. En septiembre de ese año comenzó la invasión alemana a Polonia y Gombrowicz quedó anclado en Buenos Aires: deambuló por pensiones diversas y sobrevivió gracias a pequeños empleos y algunas colaboraciones en el diario La Nación (1944), y en revistas como Papeles de Buenos Aires (1944), Criterio (1944), Viva cien años (1944-45) y 9 artes (1949), que firmó con seudónimo. En Buenos Aires se vinculó con algunos de los intelectuales porteños que formaban parte de la revista Sur, como Adolfo Bioy Casares, Antonio Berni, Manuel Gálvez, Roger Plá, Arturo Capdevila y Enrique Larreta, pero pronto hizo cortocircuito: “¿Cuáles eran las posibilidades de comprensión entre esa Argentina intelectual, estetizante y filosofante y yo? A mí lo que me fascinaba del país era lo Para Juan José Saer, el pensamiento de Witold Gombrowicz no sólo juega un papel antagónico en el campo cultural argentino, sino que su perspectiva es exterior a Occidente mismo. “Podemos considerar lo que Gombrowicz llama su ‘propia perspectiva’, como una perspectiva exterior, no solamente de la sociedad polaca de esos años (1959), sino también de Occidente, y sobre todo, en la más metafísica intimidad de la problemática witoldiana, respecto de la madurez apócrifa y decadente de la esfera superior, como él la llama, los ‘Curchill, los Picasso, los Rockefeller, los Stalin, los Einstein’, esa perspectiva exterior que “proporciona una igualdad más verdadera que la otra, la hecha de consignas y de teorías”’. Juan José Saer, “La perspectiva exterior. Gombrowicz en Argentina”, en Punto de Vista Nº 35, Buenos Aires, sep-nov. 1989, p. 13. 210

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bajo, a ellos lo alto. A mí me hechizaba la oscuridad de Retiro, a ellos las luces de París”211, escribe en su Diario. Su efímero paso por la sociabilidad literaria de Sur le abre las puertas de otra sociabilidad, la de la bohemia de los bares y cafés de Buenos Aires, como “Rex” y La Fragata. Allí, junto a Adolfo de Obieta, Carlos Coldaroli y Alejandro Russovich y al cubano Virgilio Piñera, traduce el Ferdydurke al español. El libro aparece en 1947 editado por Argos, con prólogo del propio Gombrowicz, y un año más tarde se edita su obra El casamiento. En 1947 inicia un período que durará siete años como empleado del Banco Polaco. En 1952, se conecta con Kultura, la revista de los emigrados polacos en París, y así comienza a publicar su Diario. Entre 1956 y 57, el breve período de liberalización del régimen comunista polaco, permitió la publicación en su país de gran parte de sus obras, las que tuvieron una fortísima repercusión, agotando en pocas semanas sus ediciones. Al año siguiente, la crítica francesa descubre con beneplácito Ferdydurke, hecho que aunque limitado, le abre las puertas de Europa. Luego se publican en Europa sus obras La pornografía (1960), Cosmos (1965) y Opereta (1966). En 1965, el director argentino Jorge Lavelli estrenó en París el drama Yvonne. En 1967, Gombrowicz recibió el Premio Internacional de Literatura Formentor por su novela Cosmos, y al año siguiente fue postulado para el premio Nobel. En diciembre de ese año, luego de sufrir un infarto se casó con Marie Rita Labrosse. Meses después, se trasladó a Vence (Francia), donde murió el 4 de julio de 1969, a los 65 años. Gombrowicz en Tandil Witold Gombrowicz llegó a Tandil en octubre de 1957. “En Tandil te aburrirás a morir” 212, le han prevenido antes de partir sus amigos de la gran ciudad. Pero sólo se trata de encontrar el aire puro que reclaman sus pulmones fatigados por el asma que lo persigue desde la niñez. Además de cierta retórica personal que alude a su título nobiliario, se hacía llamar conde, Gombrowicz tiene en su arcón intelectual una novela programática, Ferdydurke, que ya conoce una poco feliz edición castellana. “Ferdydurke (...) era algo imprevisto. No respondía ni al sector del mundo literario que, bajo el signo de Marx y del proletariado, reclamaba una literatura política, ni al que nutría su inspiración en las corrientes ya consagradas de Europa”213, escribe en su Diario, refiriéndose tanto al impacto de la edición argentina de Ferdydurke, como a su posición en el campo literario argentino de la época. Gombrowicz, Diario, op. cit., p. 30. Ibid. 213 Ibid, p. 47. 211 212

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Al menos dos jóvenes en Tandil la habían leído: uno Jorge Di Paola214, el otro, Juan Carlos Ferreyra. “Uno camina por el medio de la plaza bajo el sol ardiente y el fresco aire de la primavera. Gente. Rostros. Era un solo rostro, siempre el mismo, caminando detrás de algo, arreglando algo, diligente, sin prisa, honestamente sereno...”215, escribe Gombrowicz en su Diario un miércoles de octubre de 1957. El redactor “En un edificio vi un anuncio pequeño: ‘Nueva Era, periódico diario’ (sic). Entré. Me presenté al redactor, pero no tenía ganas de hablar, sentía sueño y por ello no me expresé muy felizmente. Dije que era un escritor extranjero y pregunté si en Tandil había alguien inteligente a quien valiera la pena conocer”.216 El redactor de Nueva Era protestó ofendido: “aquí no escasean los intelectuales”, dijo. “La vida cultural es rica, si sólo pintores hay cerca de ‘70. ¿Y hombres de letras? Tenemos a Cortés, que se ha hecho ya de nombre en la prensa de la Capital...”.217 Cortés, apodo con el que Gombrowicz menciona a Salceda, acababa de publicar su Aníbal Ponce, y como ya he mencionado contaba en su haber intelectual con la que fue seguramente su mayor obra: Prometeo. El humanismo del mito. No parece extraño, entonces, que el redactor de Nueva Era haya pensado en él a la hora de encontrar un representante que le mostrara al escritor extranjero la dimensión que había adquirido el pensamiento en la ciudad. Además, Juanillo también había sido cofundador del Ateneo Rivadavia junto a José Antonio Cabral, director del vespertino; al tiempo que desde hacía más de una década, colaboraba con sus comentarios periodísticos tanto en El Eco de Tandil, como en Nueva Era. Pero hay otro dato que aporta este redactor gracias al Diario de Gombrowicz, y que confirma nuestras presunciones: Salceda ya se había hecho de un nombre en la prensa de la Capital. Los mecanismos simbólicos que se implementaron en el mundo cultural local, ante la aparición de la primera edición de su Prometeo, dan cuenta de que la publicación de esa obra le otorgó a Salceda una suerte de documento de existencia literaria más allá del ámbito local, en particular, en ese espacio del campo intelectual de Buenos Aires que nucleaba a los intelectuales de izquierda. Sin embargo, el hecho de que la prensa capitalina encontrara en esa obra un elogio del humanismo y de la humanidad esperanzada en el cambio social, fascina menos al redactor que la certeza de que es alguien de Tandil quien recibe los elogios. En la voz del redactor que nos presenta Gombrowicz, lo dicho se “Juan Carlos Ferreyra era un tipo más bien del orden genial, que nos trataba a todos de ‘usted’, a pesar de que él tenía 21 años y nosotros unos 16. Era el hijo del director de la biblioteca del Museo de Bellas Artes (Valerio Ferreyra). Seis meses antes de que llegara Gombrowicz a Tandil me había prestado Ferdydurke. Quedamos fascinados por esa novela”. Entrevista del autor con Jorge Di Paola, cit. 215 Ibid., p. 119. 216 Ibid. 217 Ibid. 214

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vuelve un argumento netamente localista, que pretende consumar la legitimación intelectual de Salceda a partir de uno de los mecanismos que en el Interior suele adquirir la representación del éxito: la conquista deseada de la Metrópoli a partir del reconocimiento simbólico de un lugar propio. La paz de los “brutos” El redactor se apresura a conseguir el teléfono de Salceda, por lo que Gombrowicz acuerda encontrarse con él, al día siguiente, en el Ateneo Rivadavia. “Es una biblioteca bastante grande -escribe el polaco-, ‘20 mil volúmenes, en el fondo, una pequeña habitación donde se desarrolla precisamente, una sesión cultural. A mi llegada las deliberaciones terminaban y Cortés me presenta con las personas reunidas. Después de cinco minutos de conversación estoy al corriente: Cortés, comunista-idealista, soñador, buena gente, lleno de buena voluntad, benévolo, humano; la muchachita de quince años no es una muchachita sino que tiene veintitantos y es la mujer de aquel otro joven, también idealista, sublimado por Marx; la secretaria, en cambio, es católica, también es católico militante el tercer señor parecido a Rembrandt. Los une la fe”.218

Durante el período que duró la experiencia del Ateneo Rivadavia, la versión opositora más difundida acerca de las personas que participaban en él, daba cuenta de que allí en mayor o menor medida, todos adherían a la ideología comunista. En parte por el papel dirigencial que Juanillo ocupaba en ese espacio cultural, lo que lo hacía vulnerable ante la crítica de los competidores periodísticos y políticos de Nueva Era y El Eco de Tandil, la versión se lanzaba a la opinión pública desde el diario Actividades, de orientación peronista, y sobre todo, desde el semanario de la Acción Católica local, La Revista, que estaba dirigido por cura párroco Dr. Luis J. Actis. A esta situación de explicitación del mensaje ideológico de la derecha tandilense, se le sumaba el constante control de la policía local, y en algunos casos, el del gobierno comunal peronista, que solían pedir informes detallados sobre la vida pública y privada de quienes participaban en el Ateneo Rivadavia, tanto en cargos directivos de la comisión como en la condición de disertantes o expositores. La imagen de ese mundo de Biblioteca que nos brinda Gombrowicz se apoya en la idea de la existencia de dogmas que se apropian de los fieles, ya sea en su versión católica o comunista. Fieles unidos por la fe. Mediante el recurso irónico de los “cinco minutos” y una adjetivación excesiva, Gombrowicz pretende establecer una diferenciación en dos niveles: en principio, la de extranjero en el ámbito local (“después de cinco minutos estoy al corriente...”). Luego, la supuesta supremacía de su inteligencia: Gombrowicz sabe de qué tema y desde qué lugar ideológico o religioso están hablando esas personas, y se fastidia: “De repente Tandil se me sube a la cabeza, ese insulso, rancio, burdo substrato de vida modesta, 218

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Gombrowicz relata que Salceda tomó una pluma en la mano, miró la punta levantada hacia la luz, y luego la sopló. “No nos entendemos -dijo como apenado”.220 Decirle a Juanillo que los “brutos” debían permanecer en la brutalidad por los siglos de los siglos, representaba sin duda un intento de provocación mayúscula, pero sobre todo, la personificación de la antítesis de su pensamiento. Es que Gombrowicz es traído aquí como ejemplo de la alteridad, del otro intelectual, que no sólo expresa su extranjería del lugar por su condición de polaco, de extranjero literal, sino también por su posición de outsider del campo cultural argentino.221 Parece obvio que Gombrowicz en su Diario utiliza los datos en función de un estrategia de distanciamiento y ridiculización de la ideología literaria de los integrantes del Ateneo. Las entrevistas realizadas a Beatriz Inés Gutiérrez -secretaria del Ateneo en esta época-, muestran que no había en el núcleo del Ateneo miembros explícitamente católicos, aunque sí resultaba muy afín a los contenidos mencionados por Gombrowicz la política cultural del Ateneo. Como vimos en el capítulo anterior, en 1953, sólo cuatro años antes de que este extravagante escritor se presentara en la redacción de un vespertino de provincia, Salceda había escrito que “la liberación del hombre que hasta hace poco era una utopía de los espíritus esclarecidos, hoy es una realidad de multitudes. Prometeo ya ostenta orgulloso en sus manos fuertes las cadenas rotas”.222 Entonces, ¿cómo digerir con este tamiz del pensar de carácter prometeico, que la idea de que los brutos debían quedar en la paz de la ignorancia? Como hemos visto, Salceda tiene una respuesta y escribe profetizando la inevitabilidad del comunismo: “El hombre prometeico, que es el héroe de la historia, desaparece en la nebulosa irracional para dar paso al individuo angustiado que se halla solo y busca una respuesta frente a la soledad. Este no interroga al porvenir por que le teme insultante. No mira a su entorno porque le aterroriza el cambio. Entonces, elimina del pasado la vida, y se queda con la muerte. Despoja a la tragedia de su sentido histórico y la viste con su propio traje brillante, pero vacío. Viste un cadáver y se consuela dialogando con él, mientras la vida pasa a su lado, tumultuosa, ahogando su discurso con voces de multitudes en marcha hacia el porvenir”.223

Los integrantes del Ateneo Rivadavia también construyen su imagen de Ibid., pp. 120-21. Ibid. 221 La idea de Witold Gombrowicz en tanto outsider cultural, aunque no expresada en esos términos, la hemos tomado de Juan José Saer, “La perspectiva exterior. Gombrowicz en Argentina”, en Punto de Vista Nº 35, sep-nov. 1989, p. 13. Una idea similar propone Milan Kundera en: Los testamentos traicionados, op.cit., p. 264. 222 Juan Antonio Salceda, Prometeo, op.cit., 1953, p. 11. 223 Salceda, op. cit., pp. 8-9. 219 220

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Gombrowicz, y él mismo en su Diario, nos la presenta como solución de aquel encuentro inicial: “No nos entendemos, dijo Cortés, (...) y un joven murmuró desde la sombra, hostil, mordazmente: - Usted debe ser fascista, ¿verdad?”.224 La declaración Es viernes. En la Biblioteca, Gombrowicz dijo demasiado. Después de todo solamente se trataba de ocupar el tiempo en una ciudad desconocida. Se reveló aristócrata y fue proclamado fascista. No parecía malo el resultado de la charla si alguien se autodefine como un provocador, como gustaba hacerlo Gombrowicz. Sin embargo, decide hablar con Salceda, recomponer el vínculo que le permite a los intelectuales confrontar. Se trata, entonces, del encuentro entre un intelectual que se halla en la frontera del campo cultural argentino, con otro que, intermitentemente entra y sale de ese campo: recordemos que con la publicación de Ferdydurke en 1947, Gombrowicz ingresó a la industria cultural nacional, pero finalmente terminó alejado de ella y de los circuitos culturales reconocidos. Empero, como plantea Pierre Bourdieu, “(...) toda la gente comprometida con un campo tiene una cantidad de intereses fundamentales comunes, es decir, todo aquello que está vinculado con la existencia misma del campo, de allí que surja una complicidad objetiva que subyace en todos los antagonismos”.225 De este modo, Salceda y Gombrowicz se reunieron al día siguiente al pie de El Calvario226 y polemizaron nuevamente: “Escribo esto después de otra conversación con Cortés, la que en vez de suavizar, agudizó. Estaba irritado, me fastidiaba lo angélico de ese sacerdote comunista (...) Le dije que la idea de la igualdad contradice toda la estructura del género humano. Lo que hay de más maravilloso en la humanidad, lo que decide de su genialidad en relación con las otras especies, es precisamente el hecho de que un hombre jamás sea igual a otro hombre, en tanto que una hormiga es igual a otra hormiga. He aquí las dos grandes mentiras contemporáneas: la mentira de la Iglesia de que todos los hombres tienen un alma igual; la mentira de la democracia de que todos tienen el mismo derecho al desarrollo (...) No niego -añadí- que la sensación óptica es indudable: todos somos más o menos del mismo tamaño y tenemos los mismos órganos... Pero en la monotonía de esta imagen irrumpe el espíritu, esa propiedad específica de nuestra especie y que logra que nuestra especie se vuelva en su seno tan diferenciada, tan abismal y vertiginosa, que entre hombre y hombre surjan diferencias cien veces mayores que en todo el género animal (...) ¡Bah!, menos difiere el campesino del caballo que de Valéry o San Anselmo (...) Cortés me miraba con ojos de intelectual herido. Sabía lo que pensaba: ¡Fascismo!, y yo enloquecía de gozo al proclamar esta Declaración de Desigualdad, ¡porque la inteligencia se me transformaba en agudeza, en sangre!”.227 Ibid, p. 121. Pierre Bourdieu, “Algunas propiedades de los campos”, en Sociología y Cultura, México, Grijalbo, 1990, p. 137. 226 El Calvario es un paseo de la ciudad donde se encuentra un importante complejo escultórico que representa las diferentes instancias de la Pasión de Cristo. Es un lugar de culto de la feligresía católica, en especial durante la Semana Santa. 227 Ibid., pp. 121-22-23. 224 225

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Síntesis de la concepción witoldiana del género humano, la cita resume también su idea acerca de lo social: el elogio de la desigualdad natural, y sobre todo, de su papel en tanto intelectual: es decir, cierto regodeo en la defensa de posiciones antitéticas ante espacios, prácticas e ideas consolidadas. No obstante, ambos elementos de esta concepción no podrían entenderse sin mencionar su Teoría de la Forma, que Gombrowicz plasmó inicialmente en Ferdydurke228, pero que puede observarse en el resto de sus obras también como problemática fundamental. Dice Gombrowicz: “(...) En un grupo reducido de personas que discurren libremente -escribe- notaréis esta necesidad de acoplarse en tal o cual forma que se crea de un modo casual e independientemente de su voluntad, por la mera fuerza de adaptación mutua....es como si el conjunto le designara a cada uno por separado su lugar, su ‘voz’ en la orquesta. ‘La gente’ es algo que tiene que organizarse a cada momento (...) Y allí, donde surge la forma, tiene que haber Superioridad e Inferioridad... he ahí por qué ocurre en los hombres el fenómeno del enaltecimiento de alguno a costa de los demás... y tal impulso hacia arriba para proyectar a uno, aunque absurdo e injusto, es sin embargo una necesidad imprescindible de la forma, es también la creación en la humanidad de una esfera superior; divide a aquélla en pisos, desde el seno del vulgo se levantará un reino más majestuoso, que será para los inferiores a la vez un peso terrible y una exaltación maravillosa. (...) ¿No posee este fenómeno caracteres divinos al ser efecto de una fuerza interhumana, o sea de orden superior y creadora en relación a cada uno de nosotros considerado individualmente?”.229



La noción de forma alude a la de identidad y diferencia, que se convierte además en una versión de la oposición dialéctica yo-otro. Al igual que Sartre230, Gombrowicz piensa que la constitución del propio yo se basa únicamente en la relación intersubjetiva, en el vínculo interhumano que establece el lugar que ocupa cada uno en la existencia. En el mundo witoldiano, la fenomenología de lo interhumano se encuentra mediatizada por la instancia de la forma, que se crea libremente “de un modo casual e independientemente” de la voluntad de los individuos. Así, el mundo de lo real aparece ya dado expresando la forma, que a la vez es constantemente construida por los hombres, y estos determinados por ella. Pero en Sartre, “el hombre está condenado a ser libre, está condenado a cada instante a inventar el hombre”231, puesto que al no existir Dios, el ser solamente puede constituirse en la intersubjetividad. En este sentido, Gombrowicz no es menos “Los dos problemas capitales de Ferdydurke son: el de la Inmadurez y el de la Forma. Es un hecho que los hombres están obligados a ocultar su inmadurez, pues a la exteriorización sólo se presta lo que ya está maduro en nosotros. Ferdydurke plantea esta pregunta: ¿no veis que vuestra madurez exterior es una ficción y que todo lo que podéis expresar no corresponde a vuestra realidad íntima? Mientras fingís ser maduros vivís, en realidad, en un mundo bien distinto. (...) El héroe de Ferdydurke, infantilizado primeramente por el temible Pimko, se ve arrastrado en el proceso de mutua inmadurización que constituye el gran goce secreto de la humanidad, su diversión más dulce y su dolor más terrible.” Witold Gombrowicz, “Prefacio para la edición castellana de Ferdydurke”, op. cit., p. 2. 229 Ibid., p. 136. 230 Jean-Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo, Buenos Aires, Ediciones Huascar, 1972, pp. 31-32. 231 Ibid., p. 32 228

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existencialista232, pero su deseo es el de captar la existencia en movimiento, y para ello hace falta un acto de conciencia: “Cuando logremos compenetrarnos bien con la idea de que nunca somos ni podemos ser auténticos -escribe- , que todo lo que nos define -sean nuestros actos, pensamientos o sentimientos- no proviene directamente de nosotros sino que es producto del choque entre nuestro yo y la realidad exterior, fruto de una constante adaptación, entonces, a lo mejor la cultura se nos volverá menos cargante”.233

La Solución Gombrowicz es ante todo un refugio ante la cultura, y más específicamente un refugio ante la hegemonía de la esfera de lo Superior: “...nuestro arte -escribe en el prefacio a la edición castellana de Ferdydurke- se ha vuelto demasiado ‘artístico’ (...) Estamos en la situación de un niño que se ve obligado a llevar un traje demasiado grande para él y en el cual se siente incómodo y ridículo; el niño no puede quitárselo puesto que no tiene ningún otro, pero, por lo menos, puede proclamar en voz bien alta que el traje no está hecho a medida, y de tal modo establecerá una distancia entre el traje y su persona. Esto significa: tomar distancia frente a la forma”.234

No parece extraño, entonces, que Gombrowicz prefiera las reuniones de la Confitería “Rex” de Tandil, a las sesiones culturales del Ateneo Rivadavia, donde se vería obligado a escuchar las bondades de la solidaridad universal que profesaba Juan Antonio Salceda. No parece extraño tampoco, que sus reuniones más felices incorporen a un pequeño grupo de adolescentes que merced a la Biblioteca Rivadavia han podido acceder a la lectura de Sartre y Thomas Mann, y que sin saberlo parecieran estar cometiendo el parricidio cultural de la ciudad, al optar por la inmadurez explícita que proponía Ferdydurke y la presencia de Gombrowicz, ante la consolidación del ideario socialista que plasmaba el Prometeo de Salceda. “Todos ellos escriben. Tengo pues ya lo que quería: lectores y una peña de artistas en el café y colegas. Es una lástima que ninguno de mis colegas tenga más de ‘20 años”235. La opción de “Witoldo” es clara: la “Rex”, ámbito de una nueva sociabilidad cultural, una sociabilidad informal, por la Biblioteca Rivadavia; los jóvenes -en tanto grupo social que comienza a tener prácticas propias-, por los maduros, los que alcanzaron la forma de la Superioridad. En el escenario que describe Gombrowicz, Juanillo quedaba entrampado en la máscara de la madurez cultural, en ese tipo particular de práctica intelectual que subordina la problemática estética a un ideal político bajo el principio de arte comprometido. Al igual que en Pier Paolo Pasolini236 y su exaltación de los marginales “El verbo no me sirve únicamente para expresar mi realidad, sino para algo más, es decir: para crearme frente a los demás y a través de ellos”. Witold Gombrowicz, Diario Argentino, op. cit., p. 55. 233 Gombrowicz, “Prefacio....”, op. cit., p. 2. 234 Ibid. 235 Gombrowicz, Diario..., op. cit., p. 126. 236 Sobre este punto puede consultarse: Pier Paolo Pasolini, Ragazzi di vita, Milano, Aldo Garzanti Editore, 1955. 232

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urbanos de la Roma de la segunda posguerra, el particular modernismo237 de Gombrowicz se apoya también en la purificación de un grupo social subalterno: los jóvenes, en tanto depositarios de ciertas cualidades vitales.238 Pero no sólo están allí los jóvenes. También los brutos son elogiados en el mundo witoldiano: “...el ser inferior -escribe-, inacabado, caracteriza todo lo que aún es joven y por lo tanto viviente...”. 239 Su prédica antidemocrática, sus posiciones siempre extremas en contra de lo que él llama la Omnijusticia, la Omnipureza, la búsqueda de un mundo limitado “que no alcance más allá de la mirada” para encontrar el verdadero lugar del hombre, y su crisis de “universalidad”, elementos que reflejan en su interior más íntimo, la crisis del paradigma moderno hegemónico desde la Revolución Francesa (las nociones de igualdad, libertad y fraternidad universales), hicieron que muchos de sus contemporáneos vean en él no sólo a un aristócrata venido a menos altamente provocativo, sino también a un fascista. En este sentido, la percepción que de él tienen los integrantes del Ateneo Rivadavia no parece del todo original, salvo por el hecho de que en ese ámbito, dada la autorreferenciación de espacio cultural de carácter antifascista, toda aquella manifestación cultural que no se encuadrara en esos términos, terminaba por ser catalogada como antidemocrática. Luego del encuentro con Juan Antonio Salceda, Gombrowicz propone una autoexplicación de su actitud intelectual. Dice: “Soy tan dialéctico, tan preparado para la desactualización de las sustancias con las cuales me ha llenado la época, para la bancarrota del socialismo, de la democracia, del cientificismo, que casi con impaciencia aguardo la inevitable reacción, casi soy ella yo mismo”.240 Gombrowicz quiere estrecharse, limitarse, vivir únicamente lo que es suyo, quiere ser concreto y privado, quiere “destrozar esa maldita ‘universalidad’ que me sujeta peor que la cárcel más estrecha y salir hacia la libertad de lo limitado” .241 Es que él no puede creer en la ficción utópica del marxismo, ni siquiera en otras ficciones, pero no por anticomunista, sino porque para Gombrowicz la mayor falsificación moderna, la más absurda de todas es pensar que un mundo feliz para la humanidad pueda ser posible. “...De siglo en siglo -escribe- ampliamos nuestros horizontes, nuestra visión abarcó al fin todo nuestro planeta; reclamamos moral ‘para todos’, derechos ‘para todos...’ y ahora resulta que esto excede nuestras fuerzas. ¡Catástrofe! ¡Decepción! ¡Bancarrota! Y yo que llegué a igualar los gusanitos a los hombres en un afán de justicia universal, la única posible. Pero la bofetada aplicada a mi espíritu por el primer gusano no salvado me derrumba a la impotencia (...) ¡No soy un Atlas para cargar en los hombros el mundo entero!”.242 Marshal Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire, op. cit., p. 2. “Siempre tuve inclinaciones a buscar en la juventud -la propia o la ajena- un refugio frente a los valores, es decir, frente a la cultura”. Witold Gombrowicz, op. cit., p. 30. 239 Ibid., p. 51. 240 Ibid, p. 127. 241 Ibid. 242 Ibid. 237 238

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Mientras que para Salceda, la única solución humana se encuentra en el comunismo, y en la acción individual voluntarista que pretende conducir el destino histórico hacia ese fin, en Gombrowicz, se trata sobre todo de hacer inteligible las instancias con que la Forma encadena las potencialidades del ser. En algún sentido, el mundo witoldiano antecede al panoptismo243 de Michel Foucault, en particular donde Foucault plantea que cualquier crítica suena a vacío, dado que los propios críticos forman parte de la “máquina panóptica, dominados por sus efectos de poder que prolongamos nosotros mismos, ya que somos uno de sus engranajes”. La idea de imposibilidad de escapar a la gran cárcel que la modernidad/cultura ha preparado para cada uno de los individuos, idea de reminiscencias weberianas, se parece a la noción de Forma que Gombrowicz aplica para explicar el funcionamiento de lo existencial. Gombrowicz y Foucault se acercan no sólo en el desprecio casi beligerante ante la imaginación utópica, sino también por su creencia en la imposibilidad de escapar a los mecanismos de la forma. “¿No veis que vuestra madurez exterior es una ficción y que todo lo que podéis expresar no corresponde a vuestra realidad íntima?”244, escribe en el prefacio a la edición castellana de Ferdydurke. Más de una vez, Gombrowicz sugiere que la organización social está pensada como un gran mecanismo de explotación de los jóvenes por parte de los adultos, y tal vez, en esta noción se encuentre la feliz comunicación que pudo establecer por lo menos, con Jorge Di Paola y Mariano Betelú, dos de los adolescentes tandilenses del ‘57, que frecuentaban tanto la Biblioteca Rivadavia como la “Rex”. Pero en Gombrowicz, hay un margen para el reconocimiento de la libertad individual que en Foucault aparece lejano. En términos comparativos, el pensamiento de Salceda adquiere su expresión más apasionada en la adhesión a un idealismo de izquierda que se apoya en la noción de intelectual comprometido y en la inevitabilidad del tránsito social y humano hacia el mundo comunista. En Gombrowicz en cambio, aunque con igual apasionamiento, el lugar intelectual se expresa en su variante cáustica, nihilista, y en cierto modo hasta antimoderna. Gombrowicz sospecha de la cultura, del “humanismo religioso que trata de echar al hombre de rodillas ante la obra de la cultura humana y nos obliga a adorar y a respetar, por ejemplo la Música, la Poesía...”.245 Sospecha de la cultura porque la cree de una falsedad insoportable. Pero esta posición crítica no se apoya en un positivismo que elogia lo verificable como única instancia de la verdad. De hecho, en la despedida de Tandil que registró en su Diario, Gombrowicz descarga su crisis de pensamiento democrático y profetiza no sólo la insatisfacción que Me refiero a Michel Foucault, Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión, Madrid, Siglo XXI, 1978, pp. 195 a 228. 244 Gombrowicz, “Prefacio...”, op. cit., p. 2. 245 Witold Gombrowicz, “Contra los poetas”, en Suplemento Las palabras y las cosas, diario Sur, 28-10-90, p. 3. He utilizado la versión publicada en este diario, porque me parece más completa que la que presenta Edgardo Russo en su trabajo Consideraciones sobre el panfleto de Gombrowicz “Contra los poetas”, Cuadernos de Extensión Universitaria, Nº 11, Serie Ensayos, Universidad Nacional del Litoral, 1986. 243

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produce la persecución de valores como la igualdad, la democracia y la justicia universales, sino también la necesidad cada vez más urgente de instancias duales, dialécticas: “ (...) profesaremos en el futuro -escribe- dos sistemas distintos a la vez y el mundo mágico encontrará su lugar al lado del mundo racional”.246 La falsedad que Gombrowicz descubre es la de la representación en el campo de la cultura, en particular aquella a la que no pueden escapar los escritores que creen demasiado en las virtudes de ese campo y se ven atrapados por la forma de lo que él llama la Superioridad. La crítica de Gombrowicz plantea que el arte se ha vuelto demasiado “artístico”, una crítica de reminiscencias ortegueanas: “(...) no es malo que los versos contemporáneos no sean accesibles a cualquiera -escribe con respecto a la situación de la poesía-, lo que sí es malo es que hayan surgido de la convivencia unilateral y restringida de unos mundos y unos hombres idénticos (...), mis obras ni por un momento se olvidan de que fuera de mí mundillo existen otros mundos”.247

Sobre esta actitud antiartística de Gombrowicz, muchas veces atribuida a su inmadurez, Juan José Saer sostiene que se trata del “rechazo de toda esencia anticipada”248, idea que no sólo presenta con claridad el particular existencialismo de Gombrowicz sino también la novedad de sus concepciones sobre la cultura y la actitud intelectual. Entonces,”Dejen en paz a los brutos”, dice Witoldo en la sesión del Ateneo Rivadavia, mientras allí se piensa con pasión en la importante tarea de distribuir la cultura letrada al pueblo para que éste pueda acceder a las instancias de la espiritualidad. Déjenlos, porque ese mundo es el de la falsificación, podría seguir diciendo Gombrowicz sin temor a equivocarnos. Déjenlos, porque los brutos tienen la sabiduría de aquello que es joven y por lo tanto viviente. En resumen, lo que devela la polémica Salceda-Gombrowicz es el enfrentamiento entre dos cosmovisiones decididamente distantes. Por un lado, esa sensibilidad antifascista en clave comunista que expresa Salceda, con todo su bagaje de fe en la ciencia, en el progreso y en la tarea intelectual como educación social, la mencionada actitud prometeica que he analizado ya. Por el otro, el modernismo witoldiano, con su exaltación de grupos sociales subalternos, como los jóvenes y los ignorantes (idea que remite, sin duda, a los orígenes aristocráticos de Gombrowicz), en tanto reservorio de ciertas cualidades vitales, en conjunción con su posición anticultura, concebida la cultura como disfraz del ser, y como límite para expresar lo humano.249 Gombrowicz, Diario..., op. cit., p. 142. Gombrowicz, “Contra los poetas”, op. cit., p. 3. 248 Saer, op. cit., p. 11. 249 El carácter beligerante y peyorativo que utiliza Gombrowicz en su Diario respecto del ideario de Salceda, se presenta en un modo más acorde al rito civilizatorio en una carta que le enviara en noviembre de 1957 para devolverle el ejemplar de Prometeo que Salceda le entrega para su lectura: “(…) aprecio mucho la variedad temática que supo sacar del caso prometeico y también, puede ser ante todo, cierta frescura del alma que la caracteriza –idealista no ingenua (pero creo que la palabra ‘idealista’ tampoco le guste). De todos modos, este libro tiene su espíritu, su moral y su personalidad aunque reducidas forzosamente a una doctrina. Si tiene tiempo lea algún día Ferdydurke pero (…) no creo que este género le guste mucho 246 247

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Entre Prometeo y Ferdydurke: ¿Un parricidio cultural? Los jóvenes que van a la confitería “Rex” a dialogar con Gombrowicz no superan los ‘20 años. La mayoría son alumnos de la Escuela Normal. Todos escriben y tienen alguna que otra inclinación artística como el interés por la novela, la poesía, la pintura o el teatro. De alguna manera, estos jóvenes son hijos culturales del Ateneo Rivadavia y también de Juan Antonio Salceda, a quien respetan pero reconocen lejano, con la particular lejanía que se establece no sólo por una gran diferencia de edad, sino también en cuanto al esbozo de la propia visión del mundo que intentaban construir, en el contexto de la modernización cultural que coincidió con el derrocamiento del gobierno peronista en 1955. La visita de Gombrowicz a Tandil, actuará en un conjunto de contradicciones ya existentes entre anciens et modernes en el ámbito del Ateneo Rivadavia, orientando la dirección que tomará la crisis del modelo de intelectual como educador social y el arte en tanto compromiso político. Así recuerda Jorge Di Paola, su experiencia de lector adolescente: “La Biblioteca Rivadavia tenía lo último que se editaba, el último libro de Sartre, por ejemplo . Eso le sorprendió a Gombrowicz. Le sorprendió que yo, con 16 años, conociera la obra de Thomas Mann, que hubiera leído El ser y la nada, y que conociera a Camus. Por esa época, también había leído Lolita de Nabokov”250. Mariano Betelú, Jorge Di Paola, Juan Carlos Ferreyra, Jorge Vilela y Juan Angel Magariños, conformaban el núcleo más cercano a Gombrowicz. Aunque también otros jóvenes como Néstor Tirri, los hermanos Diego y Ramón Techeiro, y Víctor Laplace, participaban de las tertulias intelectuales que se desarrollaban en las mesas de la “Rex”251. “Yo estaba en cuarto año del secundario y con un grupo de cinco o seis muchachos nos encontrábamos a ‘loquear’ en la confitería “Rex”, recuerda Di Paola. Pero también participábamos de las sesiones culturales que organizaba Salceda, y que se llamaban ‘miércoles polémico’. Ibamos a ‘jorobar’”252. Di Paola relata que la participación de los jóvenes en las sesiones del Ateneo eran bien recibidas por quienes allí ejercían la dirección cultural. Pero, no sin cierto paternalismo, lo cual les resultaba un tanto desagradable. “Los chicos respetaban mucho a Juanillo -dice Inés Gutiérrez, secretaria del Ateneo Rivadavia entre 1953 y 1960-, pero lo veían muy comprometido con el mundo. Ellos eran chicos muy correctos, muy cultos e inteligentes, pero les interesaba nada más que la literatura. Para ellos ser artista era ser bohemio, no comprometerse más (aunque recién leí en una nota que soy partidario de la simbiosis del marxismo abierto con el ‘psicoanálisis existencial’ -¿qué bicho es éste?”. Carta de Witold Gombrowicz a Juan Antonio Salceda, Tandil, 4 de noviembre de 1957 (AFS). 250 Entrevista del autor con Jorge Di Paola, op. cit. 251 Jorge Alvarez Lunghi, Horacio Ruíz Lasta y Saaku Njemela eran otros de los jóvenes que también formaban parte del grupo de “La Rex”, y que Gombrowicz nombra en sus cartas a los ‘discípulos’ tandilenses. 252 Jorge Di Paola, op. cit.

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que con la literatura. Para Juanillo, en cambio, no existía el arte sin compromiso político, porque en todo lo que uno hace se trasunta la ideología”.253 Tanto la evaluación de Jorge Di Paola como la de Beatriz Inés Gutiérrez reflejan un conflicto intelectual entre una generación consolidada en sus prácticas culturales, y otra, que nacida en el seno de un mismo ámbito cultural, el Ateneo Rivadavia, busca canales propios de expresión diferente de lo dominante. El conflicto no llega a quebrar las instancias del respeto mutuo, y hasta pareciera no totalmente expresado. Di Paola prefiere utilizar los términos ‘loquear’ o ‘jorobar’ para designar el papel que los jóvenes cumplían en las sesiones culturales. ¿Pero acaso los padres del Ateneo no esperaban de ellos esa actitud? Son chicos inteligentes, cultos, y muy correctos, pero para Juan Antonio Salceda, o para el político radical Juan Carlos Pugliese, tales chicos ejemplifican finalmente a la inteligencia adolescente, por lo que ciertas locuras, como la defensa de la independencia estética que pregonaban tímidamente a través del humor, adquiría la categoría de las transgresiones permitidas, propias como instancias naturales de la edad. La querelle des anciens et des modernes se volvía de una obviedad irrefutable. Sin embargo, este conflicto levemente expresado refleja una dinámica social que excede el sentido estricto de las prácticas intelectuales. Los jóvenes tandilenses de los últimos ‘50 que participan de la “Rex” y del Ateneo Rivadavia, también son los hijos de ese sector medio ilustrado y liberal, que encuentran su lugar de reconocimiento social en el acceso a las aulas de la prestigiosa Escuela Normal, de tradición laica y liberal. Ellos leen a Sartre, a Thomas Mann y al recién llegado Gombrowicz, pero también desean cantar y bailar como Elvis Presley y están fascinados por el novedoso estilo actoral de Marlon Brando. Escuchan jazz pero los sábados en el club bailan con la música de Glen Miller, y con el roquero local Juan Da Cruz254 y “Los príncipes de Swin”. Los jóvenes se reconocen como grupo social diferenciado y por lo tanto desean para sí prácticas que los identifiquen. Están construyendo su yo social, no sin timidez pero con cierta irreverencia contenida, ante un otro representado por los padres culturales de la ciudad. Tandil se vuelve existencialista. Shakespeare local Largas charlas de café en la “Rex”, noches de jazz y rock.255 Estos jóvenes gozan de cierta bonanza económica que se apoya en un desarrollo industrial importante Entrevista del autor con Beatriz Inés Gutiérrez, 23-08-94. “Al poco tiempo de llegar a Tandil, formé el conjunto ‘Los príncipes del Swing’. Hacíamos melódico y rocanrol. En Tandil, el rock todavía no se conocía hasta que aparecí yo cantando ‘Sally, la lunga’ y ‘El rock de la cárcel’. El repertorio melódico incluía temas de ‘Los plateros’ y arreglos vocales al estilo de Elvis Presley. Tuvimos mucho éxito. Actuábamos en todos los clubes de la ciudad, y en Unión y Progreso nos hicieron un contrato por tres años”. Entrevista del autor con Juan Da Cruz, 16-08-94. 255 Sobre la relación entre cultores de tango y rock en Tandil, cf. Néstor Dipaola, Ultimo tango en el Sur, Tandil, UNICEN, 2001, pp. 209 y ss. 253 254

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de la ciudad, y que sigue el compás del crecimiento de Metalúrgica Tandil y otras industrias derivadas importantes. Toman clases de teatro en el subsuelo de la Biblioteca Rivadavia, que desde 1953, a raíz de la iniciativa de la Subcomisión de Literatura, Filosofía y Teatro, que dirigía Juanillo, ha conformado un elenco estable de teatro vocacional256: “Cuando tenía 15 años -recuerda Diego Techeiro (1942)- formamos el grupo de teatro independiente ‘Apolo’, liderado por Néstor Tirri”.257 De todos los jóvenes que participaban de la mesa de Gombrowicz en la “Rex”, Néstor Tirri es quien mantiene una mayor afinidad con Juan Antonio Salceda. Se podría decir, inclusive, que es su ahijado intelectual, y que curiosamente es uno de los jóvenes que no tiene una buena relación con Gombrowicz, más allá de la exaltación del polaco por lo joven y aún viviente. Tirri llegó a Tandil desde Bahía Blanca, acompañando el traslado de su padre que trabajaba en Ferrocarriles Argentinos. El hecho de ocupar la vivienda que se encontraba frente a la de Salceda en el barrio de la Estación, le permitió entablar una relación de buenos vecinos primero, y luego, una profunda amistad con Juanillo y también con su importante biblioteca. Al poco tiempo, Tirri ya participaba de las sesiones culturales del Ateneo Rivadavia, mostrando un interés inusitado por el teatro y la actuación.258 “Un día nos encontramos con Tirri en la ‘Rex’ -relata Diego Techeiro. Estaba el Gordo Carlos Laurora, Jorge Di Paola, Renzo Girelli, mis hermanos Moncho y Mingo... y decidimos hacer una obra de teatro. En aquel entonces estaba muy de moda el estilo actoral que había creado Marlon Brando en el Actor’s Studio, y como en el cine estaban dando ‘Julio César’ de Shakespeare, decidimos hacer esa obra. Eramos unos caraduras”.259 Los jóvenes actores realizaron una puesta en escena que incluyó musicalización y un vestuario muy particular y desconocido en Tandil hasta el momento del estreno: todos vistieron buzos negros ajustados al cuerpo, como signo ultramoderno de actualización a los nuevos rumbos que el atuendo actoral había “Con el fin de estimular la formación de un conjunto estable para representaciones, también se decidió iniciar los ensayos de la obra ‘El Oso’, de Anton Chéjov...”. Correspondencia interna del Ateneo Rivadavia, Subcomisión de Literatura, Filosofía y Teatro, 12-06-53. (ABIG). Sobre las alternativas culturales con que contaban los jóvenes de la Rex en los últimos años de la década del ‘50, Di Paola las recuerda de este modo: “Era un Tandil sin televisión y las chicas no te daban bola. Entonces, te quedaban dos cosas: la lectura o el deporte. Nuestra barra era una barra de Biblioteca donde también había un poquito de fútbol. Podría decir que los Techeiro representaban la Barra de Vagancia, ellos estaban en el rock, los bailes y hacían un poco de teatro. Mariano (Betelú), Ferreyra y yo formábamos la Barra más intelectual, aunque todos éramos roqueros. Nos gustaba mucho Elvis Presley. Esto Gombrowicz no lo podía entender”. Entrevista del autor con Jorge Di Paola, cit. 257 Entrevista del autor con Diego Techeiro, 14-8-94. 258 Néstor Tirri estudió Letras en la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca), donde se graduó en 1964. La correspondencia que mantuvo con Salceda durante sus años de estudio allí demuestra un tipo de relación similar a la de intimidad familiar, pero acrecentada por el rol de padre intelectual que cumplía Juanillo: “La cosa es no aflojar, como decía Ud. en otros tiempos, en que yo disponía del lujo de escucharlo todos los días”, le escribe a Salceda en enero de 1962. Néstor Tirri es autor de la novela La piedra madre, Ed. Galerna, Bs.As., 1985. Actualmente es crítico de cine y teatro. 259 Diego Techeiro, op. cit. 256

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alcanzado hacia fines de los ‘50. Pero sólo hasta allí correspondían las similitudes. Prosigue Diego Techeiro “El apuntador era Renzo Girelli y la música la poníamos gracias a un tocadiscos Winco que nos habían prestado. El día del estreno Renzo se enojó porque siendo el apuntador todavía no había visto la obra, ni siquiera en los ensayos. Entonces, fue reemplazado por Víctor Andrés Laplace, que todavía usaba pantalones cortos (...) Yo hacía de ‘pueblo’, Jorge Barandiaran hacía de ‘Brutus’, y Néstor Tirri, de Julio César. Habíamos conseguido un maniquí (sic) en la tienda La Capital, para que representara a Julio César muerto, y tenía que estar todo el tiempo tapado como un cadáver. En un acto de vehemencia actoral, Tirri hizo un ademán exagerado y se le cayó la mano del muñeco al piso. Fue algo bochornoso..., pero fue Shakespeare en Tandil”.260

Los actores copiaban los gestos de Marlon Brando. Querían hacer que el teatro cobrara una dimensión cotidiana, vital, por lo que mezclaban la terminología propia de la obra de Shakespeare, con una curiosa improvisación en la dramatización que culminaba imitando la cadencia en el hablar de Marlon Brando261 en El Salvaje. El Julio César262 local se expresaba en su versión cuasivulgar, desprejuiciada e irrespetuosa con el público, con la obra original y con la instancia misma del teatro. Pero no por ello, estos jóvenes dejaban de creer que sus pasiones actorales podrían ser menos legítimas. “Un día estábamos ensayando una obra que ahora no recuerdo, en el subsuelo de la Biblioteca Rivadavia, y de pronto -no sé por qué locura- empezamos a tirarnos con unos libros viejos que había por ahí. Néstor Tirri no estaba en el subsuelo, pero escuchó que abajo algo pasaba. Entonces, bajó la escalera de caracol, agarró un sable viejo, un sable auténtico que colgaba de una de las paredes, y apoyó lentamente una mano sobre la baranda de la escalera. Nos apuntó con el sable y dijo como un actor de teatro inglés: ¡Deteneos! Estaba muy compenetrado con la actuación”.263

Utilizan los libros viejos de la Biblioteca Rivadavia como proyectiles azarosos e inesperados en un ensayo teatral. Más tarde tomarán café en la “Rex” con Gombrowicz. También leerán a Sartre y las colecciones de las revistas Life y Paris Match, que el librero Agustín Villar264, republicano español exiliado, se encarga de mantener actualizadas. La anécdota puede parecer nada más que un juego de adolescentes, una pequeña irrespetuosidad natural en lo que es la experiencia adolescente en las sociedades modernas. Sin embargo, también podría pensarse que es síntoma de Ibid. “Marlon Brando había ablandado el gran teatro, introduciendo gestos menos acartonados como fregarse las manos. Nosotros tomábamos todos esos gestos”. Opiniones de Diego Techeiro sobre el teatro, op. cit. 262 Julio César de Shakespeare fue representada el 7 de diciembre de 1955 en la sala de la Biblioteca Rivadavia. La puesta en escena estuvo a cargo del grupo de teatro independiente “Apolo”, dirigido por Néstor Tirri. 263 Ibid. 264 “Podremos leer el libro de Boris Pasternak: Villar lo ha encargado ya para su estanco”, Nueva Era, 24 de noviembre de 1958, p. 2. 260 261

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una conducta social que se expresa en una cada vez más creciente desvalorización del mundo de los mayores, y por consiguiente, en una exaltación de las prácticas propias. Esta novedad en la vida social y cultural de la ciudad, sin embargo, no parece privativa de la generación de la “Rex”. “Cuando dieron la película ‘El Salvaje’ -recuerda Diego Techeiro-, la cana entró a la sala porque todo el cine estaba bailando. Primero nos miramos, después se animaron a bailar dos o tres, y terminamos bailando todos los que estábamos ahí”.265 Representan Julio César de Shakespeare en la Biblioteca Rivadavia, como si se tratara de un acto escolar en el Día del Estudiante. Se arrojan libros que conservan el saber universal y bailan en espacios destinados originalmente para no perturbar la atención del espectador. También leen a Sartre. Pero hay más: de la “Rex” y de las tablas improvisadas de un improvisado teatro shakespereano, al rock ‘n roll y a la fonomímica. “Tati (Diego) imitaba magistralmente a Elvis Presley en un espectáculo que hacíamos”266, recuerda Ramón Techeiro (1940). “Es que para mí, Elvis fue la ruptura absoluta, aun más que Los Beatles. Yo lo agarré a los dieciséis años y me partió el corazón, me partió el alma”.267 La imitación que Diego Techeiro hacía de Elvis Presley se ganó la admiración de sus compañeros noctámbulos de la “Rex”, pero sin duda, es en la evocación de su hermano Ramón (Moncho), donde tales cualidades actorales alcanzan ribetes de calidad insuperable. “Una vez fuimos a una kermesse en el Club Independiente, que estaba al lado de donde ahora está el Cuartel de Bomberos, y armamos un espectáculo de fonomímica. Me había comprado un saco bien grande y unos pantalones ajustados. Moncho ponía la música y yo simulaba cantar. El espectáculo estaba preparado así: primero aparecían Tito Prieto, el Negro Zabaleta y mi hermano Mingo, que se presentaban preocupados porque Elvis todavía no había llegado. Entonces, yo aparecía y comenzaba a cantar. Pero resulta que en vez de ponerme música de Elvis Presley, me pusieron ‘Tutti Frutti’ de Litle Richard, que no tenía nada que ver con la música de Elvis... Al principio me desconcertó, pero terminé cantando igual”.268

Según relata Diego Techeiro, el hecho de participar en esa kermesse le valió un aplazo en la cátedra de Anatomía de la Escuela Normal. “El doctor Valentini recuerda, que era el profresor de Anatomía, estaba mirando el espectáculo. En un momento se me acercó. Yo creí que me iba a felicitar. Pero no. ‘Techeiro, esto nunca lo supuse de vos’, me dijo. Al otro día me aplazó”.269 El relato de los hermanos Techeiro, seguramente cargado de visión mítica de la experiencia de un pasado personal -que en este caso es incluso, familiar-, es traído aquí para apoyar la idea de que en los últimos años ‘50, nuevos aires culturales soplaban por el centro tandilense, ese centro representado por ámbitos tan diversos como la “Rex”, la Biblioteca Rivadavia, la Escuela Normal, y otros Ibid. Entrevista del autor con Ramón Techeiro, 14-08-94. 267 Entrevista del autor con Diego Techeiro, cit. 268 Ibid. 269 Ibid. 265 266

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espacios de sociabilidad informal como los clubes encargados de la organización de los bailes de fin de semana. Centro geográfico de la ciudad también, representado por jóvenes de sectores medios de relativo buen pasar económico, y espacio donde se articulaba la cultura hegemónica de la ciudad, que comenzaba a presentar pequeños resquicios por donde se filtraban otros pensamientos y nuevas prácticas, que ya habían ganado el mundo cultural de Buenos Aires. Cierto es que todavía no encontraban su forma definitiva, pero no por ello escondían su cualidad de diferentes. En este sentido, el conflicto cultural puede verse como una puja interior al grupo intelectual dominante, que tiene su núcleo en el Ateneo Rivadavia, pero que ejerce su influencia también sobre otros espacios anexos. Los jóvenes, con un conjunto de experiencias en el Ateneo y en la Biblioteca Rivadavia, pero también en experiencias culturales nuevas, producto de la modernización que se da en ese campo después de la caída del peronismo, no poseen la fuerza grupal ni pertenecen a una red socio-cultural diferenciada, como para convertirse en una alternativa al Ateneo Rivadavia. Tal vez en esta posición subalterna de los integrantes de esta nueva generación cultural, se funde el hecho de que en el relato de Diego Techeiro, los representantes de ambos polos culturales aparezcan en un mismo plano mitológico, cuando dice que: “Tandil era una ciudad de locos, de locos lindos. Salías a la calle para ver qué te deparaba la vida y te encontrabas con un Salceda, un Gombrowicz, un ‘Dipi’... Y más tarde, en los ‘60, en la última parte de esa etapa gloriosa, te encontrabas con Juan Carlos Gargiulo, que había fundado el Pequeño Teatro Experimental... Ahora estamos locos pero mal. Y no lo digo como un viejo nostálgico. Lo digo porque era así, como te lo cuento”.270 La conclusión expresa su evaluación del fenómeno en tanto actor histórico, la experiencia vívida que encuentra su manifestación mítica en el recuerdo del “paraíso perdido”, ante un presente que no sólo depara el tránsito más o menos acelerado hacia la vejez de los propios actores, sino también el anacronismo de las prácticas culturales de los años ‘50, que ante el constante devenir moderno se vuelven casi una manifestación arqueológica. Para Diego Techeiro hay un antes y un después de Elvis Presley. En la historia cultural de Tandil, hay incluso, un antes y un después de Diego Techeiro, y no precisamente por sus condiciones actorales y fonomímicas, sino porque su experiencia individual expresa, al igual que todo el grupo que participó de la confitería “Rex”, lo que Raymond Willians271 ha llamado lo emergente en toda formación cultural. ¿Cómo caracterizar esta novedad cultural que alcanza expresiones mucho Diego Techeiro, op. cit. Lo emergente representaría a los nuevos tipos de producción cultural que con frecuencia son“igualmente accesibles como prácticas”. Raymond Williams, Cultura. Sociología de la Comunicación y del Arte, Paidós Comunicación, Barcelona, 1981, pp. 189-90. Un planteo similar en Raymond Williams, Marxismo y literatura, Ed. Península, Barcelona, 1980. 270 271

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más sutiles que representaciones teatrales de cierta lejanía dramática? Para responder a este interrogante es necesario describir el devenir intelectual de dos de los jóvenes de esta generación: Jorge Di Paola y Mariano Betelú272. Cartas y discípulos Witold Gombrowicz visitó varias veces Tandil273, lo que le permitió mantener un contacto más o menos fluido con los jóvenes de la “Rex”. Su primera visita data del mes de octubre de 1957 y duró hasta el 5 de noviembre de ese mismo año274. En diciembre del ‘57, luego de enviar la traducción francesa de Ferdydurke para su publicación en París, Gombrowicz volvió a Tandil y permaneció en la ciudad hasta el 14 de enero de 1958. Su tercera estadía comienza el 12 de febrero de ese año. Gombrowicz permaneció tres meses en la ciudad, hasta el 21 de abril, y a finales de mayo partió desde Buenos Aires hacia Santiago del Estero. Es durante su estancia en Santiago del Estero que Gombrowicz mantendrá una fecunda correspondencia con sus discípulos tandilenses, en particular con Mariano Betelú y Jorge Di Paola. Este vínculo epistolar -que se mantuvo incluso hasta la muerte de Gombrowicz ocurrida en Vence (Francia) el 24 de julio de 1969- devela no sólo el impacto que el escritor polaco había provocado en los jóvenes tandilenses, sino también el fenómeno inverso, pues en el paradigma gombrowicziano, ellos aparecían como la comprobación empírica de que la relación con lo que aún es joven y viviente podía ser posible no sólo a través de un intento de vampirización de lo juvenil elemento clave en su versión particular de modernismo-, sino en la aspiración de concretar el intercambio entre la existencia y la vida. En efecto, Gombrowicz está en Santiago del Estero, que para él es algo así como un Tandil tropicalizado, con iguales plazas rectangulares y bares similares a la confitería “Rex”. Sólo un elemento diferencia a estas dos ciudades interiores: el anexo de la población indígena. “Me veo como en Tandil, pero erotizado, indianizado, un Tandil enmascarado. No me queda más que salir y encontrarme por casualidad con Quilombo 275 y Dipi a un costado de la calle, con plumas en la Mariano Betelú nació en Tandil en 1937. Estudió Ciencias Económicas en la Universidad de La Plata, donde obtuvo el título de contador público. 273 Las cartas que Witold Gombrowicz enviara a sus discípulos tandilenses y que utilizo en este trabajo, corresponden en su mayoría al archivo personal de Mariano Betelú. He accedido a algunas de ellas gracias a la obra de Rita Gombrowicz, Gombrowicz en Argentine. Témoignages et documents, 1939-1963,Paris, Editions Denoël, 1984. 274 Los datos sobre las estadías de Witold Gombrowicz en Tandil están tomados de la cronología de su vida también publicada en Rita Gombrowicz, op. cit., pp. 160-61. Otras estadías en Tandil: del 4-12-58 al 16-03-59 y del 30-12-59 al 15-03-60. 275 Los principales miembros del grupo de Tandil habían sido apodados por Gombrowicz, aunque algunos de ellos tenían su apodo desde antes de la llegada del escritor polaco a Tandil (p.e. Marlon -Jorge R. Vilela). Mariano Betelú, a quienes sus amigos denominaban Guille, fue apodado por Gombrowicz como “Quilombo” y “Flor de Quilombo”, en un acto fallido que cometió el polaco al intentar decir colimba, puesto que al momento del encuentro con Gombrowicz, Betelú se encontraba cumpliendo con el servicio 272

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cabeza” 276, escribe a sus jóvenes amigos. Sin embargo, más allá de la erotización tropical, Gombrowicz evoca no sin nostalgia el tiempo de su experiencia tandilense. “Ayer recibí carta de Dipi y es difícil expresar cómo la respiro... (...) La presento aquí para mostraros cierto tono de mi convivencia con ellos... uno de los tonos”277 -escribe en su Diario, con una tentación profética que lo lleva a verse a sí mismo con la certeza de la trascendencia. Di Paola le escribe: “¡Cadáver! Estuve en La Plata, hablé con el director de mi obra. No te conté nada de ella, es una farsa, según dicen, bien construida desde el punto de vista teatral. Como literatura es, a mi juicio, demasiado simple, demasiado fácil. Como teatro resulte tal vez agradable, pero actualmente siento que es dudosa, me halaga su estreno pero la obra no me alegra. Tu carta epiléptico-elíptica nos ha puesto a todos los cuellos en tirabuzón. Quilombo juró venganza. Guille escribe enloquecido por Ferdydurke. Si le sale algo genial tanto mejor. Pero temo que lo vayas a transformar en Gombrowicz. Sabes que Quilombo se apasiona febrilmente y que te adora. Se entregó del todo a tu ¡ja, ja!, genio; pero ya conoces mi cinismo, mi capacidad para dudar, negar, mofarme... También de ti me río (y me imagino tus risitas sobre mí), es como si me riera de mí mismo. Recuerdas cómo nos entendimos inesperadamente por esto, en un momento en que tuviste un rato de debilidad, cuando ibas dolido por el arresto de Guille. ¡No hagas rodeos ahora y no te retractes de ello! En cuanto a Guille, se mueve en polaco, piensa en polaco, casi habla polaco. Es realmente muy ‘artista’, tal vez incluso más de lo que dices. Quiere dividir aquí el tiempo en una era ‘antewitoldiana’ y una ‘postwitoldiana’; es una exageración, aunque confieso haber aprovechado mucho de esa época witoldiana. Tu crítica lúcida, arrebatada, violenta y un poco falsa (¡no te encolerices!) me ha enseñado mucho. Escribe, quiero saber cómo estás, tengo una curiosidad brutal. Pero también me vuelvo más razonable -es mi infancia, de la que prefiero no abdicar aún- por eso quiero saber qué pasa en tu vida, qué anda reventando. Así, por razonable, te pregunto aunque parezca raro... Se trata de que la razón me somete a los convencionalismos y me incita a preguntarte cómo estás... aunque la verdad es, comprendes, que eso no me interesa demasiado, pues si bien te respeto no te adoro, estoy muy lejos de sentir una adoración a lo Guille (...)”.278



Di Paola tiene dieciséis años cuando escribe esta carta, y en su haber intelectual cuenta con una novela inédita y técnicamente algunas obras de teatro. Poco antes de la llegada de Gombrowicz a Tandil, Di Paola había dirigido una obra de su autoría en las salas del Club Independiente: “La obra se llamaba ‘La Infracción’, y trataba de un hombre a quien la policía llevaba preso por no tener el foco de la bicicleta en condiciones. Entre los asistentes a la función estaba la gente que participaba en el Ateneo Rivadavia. Recuerdo que Carlos Ruiz Daudet hizo un comentario muy elogioso en una de las sesiones culturales del Ateneo, elevándola a la altura de ‘El centrofowar murió al amanecer’ de Cuzzani. Ellos vieron en ‘La infracción’ una crítica al poder del aparato represivo, pero era nada más que una obrita de un militar obligatorio. Gombrowicz apodó a Jorge Di Paola (alias Dipi) como “Asno” y a Juan Carlos Ferreyra, “Fririri”. 276 Carta de Witold Gombrowicz a Mariano Betelú y Jorge Di Paola. Santiago del Estero, 2 de junio de 1958, en Rita Gombrowicz, op. cit., p. 254 (tr. del francés. La traducción es nuestra). 277 Gombrowicz, Diario Argentino, op. cit., p. 156. 278 256 Jorge Di Paola en Diario Argentino, op. cit., pp. 157-58.

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alumno de secundaria que no se había propuesto nada. La escribí en un ratito” 279. En términos de crítica de texto, hay una coherencia en la imagen de sí mismo que Di Paola defiende basada en el modo irónico: por un lado admira a Gombrowicz, pero juega a diferenciarse no sólo del polaco sino también de los integrantes de la barra de la “Rex”: “estoy lejos de sentir una admiración a lo Guille”, le escribe a Gombrowicz, en una actitud netamente gombrowicziana, resistiéndose no sin ambigüedad a la devoción por la esfera de la Superioridad que representaba el polaco. Por otra parte, pertenece al grupo del Ateneo Rivadavia, y a juzgar por los comentarios que en su recuerdo Di Paola recoge de Carlos Ruiz Daudet, era reconocido como uno de sus pares: tal vez la esperanza joven, la concreción empírica del deseo de distribución cultural que guiaba a los creadores del Ateneo, y que ahora convertía a uno de sus hijos en productor intelectual. En su relato, Di Paola desea relativizar esta imagen devaluando la comparación de ‘La Infracción’ con ‘El centrofowar murió al amanecer’, a partir de un argumento que alude a la medida de tiempo necesaria para hacer una buena obra. “La escribí en la escuela en un ratito”, dice, como apoyando la idea de que el arte no podría surgir de la fugacidad, y le atribuye características de obra escolar. La devalúa para descolocar en el relato-recuerdo, la crítica de Ruiz Daudet, no sólo porque en el grupo intelectual de la “Rex” todos abogan por la independencia de lo estético ante lo político, sino porque en el Ateneo Rivadavia ve también otra instancia de la falsificación. No al estilo de Gombrowicz, quien descree de las producciones intelectuales hechas por seres idénticos en una crítica al arte artístico, sino a la falsificación que experimenta el discurso democrático en un contexto de exclusión política como era el caso de la proscripción del peronismo: “Yo sentía que algo faltaba en el Ateneo. Se hablaba de democracia, de igualdad, de derechos humanos, pero la mitad de la sociedad estaba afuera. En el fondo era como defender no una semi- democracia, sino una democracia para la mitad. Esto lo veo ahora, pero en ese momento lo sentía sin poder establecer con precisión por qué me resistía al grupo del Ateneo”280. De Dipi a Asno, de Guille a Quilombo El Tandil de la post-Revolución Libertadora presentaba básicamente dos variantes consolidadas a los jóvenes con inquietudes intelectuales: la cultura laica, liberal y universalista que se concretaba el Ateneo Rivadavia y la expresión cultural de religiosidad católica que encontraba su centro en el Salón Parroquial bajo la dirección del cura párroco Dr. Luis J. Actis. Como líquidos no miscibles, ambos espacios mantenían distancias abismales entre sí, tanto en lo que se refiere a sus estructuras de organización interna y prácticas culturales, como en el ideario que cada uno 279 280

Entrevista del autor con Jorge Di Paola. Ibid.

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defendía. Así todo, no poca parte del público escapa a los intentos de disciplinamiento de las dirigencias y participaba de ambos espacios. En este panorama, al menos hasta 1960, la hegemonía del Ateneo en la cultura local resultaba incuestionable, pero su dinámica interna no estaba exenta de contradicciones: los jóvenes de la “Rex” se encontraban pensando en otros términos. Miraban el mundo desde un lugar que alternativamente los depositaba tanto en el Ateneo Rivadavia como en otras experiencias asociativas informales. Esta situación duró hasta el encuentro con Witold Gombrowicz en septiembre de 1957. ¿Se podría pensar en un parricidio cultural? Al menos, éste es el momento en que los jóvenes de la “Rex” deciden optar y adoptar por la encarnación de Ferdydurke que expresaba Gombrowicz. Si se quiere, se trata de un parricidio que en rigor se parece más a la huída de la casa paterna que al asesinato simbólico del padre cultural. Se verá más adelante, que ocurrida la clausura del Ateneo, los jóvenes de la “Rex” que estudiaban en la Universidad de La Plata, prestan su pluma para apoyar el Boletín del Centro Cultural Esteban Echeverría, ámbito donde Juan Antonio Salceda refugió sus inclinaciones de pedagogo intelectual. Sin embargo, pareciera que así lo vivenciaron los jóvenes de la “Rex”, más si se tiene en cuenta la percepción de Mariano Betelú cuando periodiza la vida cultural de la ciudad entre una era antewitoldiana y otra postwitoldiana. La tensión intergeneracional, presente en cada contexto social, se transforma también en este caso, en una oposición entre antiguos y modernos. Los antiguos, con su base en el Ateneo Rivadavia, no pueden concebir las obras del pensamiento sin otro destino que el engrandecimiento del hombre, subordinando de este modo, la práctica intelectual a un ideal que la excede. Además, expresan lo que en términos ideológicos puede ser considerado como progresismo. Los modernos, en cambio, bregan por la independencia de lo estético, y no porque confíen demasiado en esta noción. Se trata, más bien, de la forma particular en que el yo generacional se apropia de bienes simbólicos para manifestar su diferencia. En el mediano plazo, el aristocratismo cultural de Gombrowicz triunfa sobre el progresismo de los integrantes del Ateneo Rivadavia, porque el polaco trae consigo unas nociones sobre literatura y práctica intelectual no sólo antagónicas, sino novedosas (desestructurantes) para los jóvenes de la “Rex”, ansiosos por encontrar su lugar en la cultura. La adopción witoldiana, entonces, se hace efectiva en las mesas de la “Rex” a partir de mecanismos sutiles, como la renominación de los jóvenes integrantes que ahora comienzan a llamarse con nuevos apodos: Guille es reemplazado por Quilombo, Ferreyra por Fririri, Dipi por Asno... Gombrowicz celebra el primer acto de una representación bautismal. Pero este ritual de adopción del nuevo padre intelectual alcanza otras instancias. Di Paola las recuerda de este modo: “Gombrowicz creaba una cosa socrática pero en broma, nos tomaba examen, era la parodia de un profesor. A mí me resultaba muy entretenido porque mi preocupación era tratar de entender cómo era ese hombre. Hablábamos de Thomas Mann y de Shakespeare. También de 128

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Nabokov y Dostoyevski, que eran escritores que él admiraba mucho. Básicamente, con Mariano hablaba de música y con Ferreyra de ciencia”.281 Es que cada uno de quienes participaban en las tertulias intelectuales del Hogar-Rex cumplen un rol específico en la Familia Gombrowicz. Y en esa distribución de roles que el polaco maneja no sin placer282, también hay lugar para el juego de las intrigas: “... Una de sus principales intrigas consistía en incitarnos a encontrar nuevos lectores de Ferdydurke -recuerda Di Paola. Fuimos a la conquista de los lectores, uno por uno. Nos habíamos repartidos los roles. Mariano Betelú había decidido concentrarse sobre todo en el credo de Ferdydurke. Ferreyra actuaba sin método pero con una eficacia sorprendente. Marlon comenzó a publicar artículos en ‘Eco Contemporáneo’. Y yo trataba no sin un cierto gusto perverso, de presentar la verdad: algunas veces tenía el coraje de hacer ver la parte secreta del juego. Pero poco a poco este juego nos atrapó como en una red. Estábamos obligados a girar en la órbita del Astro-Clown. En verdad, Gombrowicz no se hacía muchas ilusiones con nuestro trabajo. Sin embargo, si a su llegada a Tandil, no tenía más que tres lectores de Ferdydurke, nosotros multiplicamos esa cifra por decenas. (...)”.283

Di Paola relata que el día que se presentó ante Gombrowicz en la “Rex”284, el polaco escribió su apellido en una servilleta diciendo que su nombre era un tanto irreconocible para los “criollitos” del lugar. Sin embargo, ante la lectura de lo escrito por Gombrowicz en la servilleta, Di Paola dijo súbitamente: “Ferdydurke”, en un tono que denotaba la magnitud de su asombro. En efecto, Dipi había leído Ferdydurke durante el verano de 1957 gracias a que su amigo Juan Carlos Ferreyra había descubierto un ejemplar de la primera edición en español de la novela (1946) en la Biblioteca Rivadavia. Habían quedado tan impresionados con ese libro que lo incorporaron a su cotidianidad en una suerte de taxonomía literaria que les permitía categorizar a los personajes de la vida cotidiana tandilense a través del humor.285 “¡Un lector en la pampa salvaje!”, dijo asombrado Gombrowicz, y comenzó a tomarle un examen que tenía a Ferdydurke como la materia del interrogatorio. “Contrariamente al profesor Pimko de Ferdydurke, Gombrowicz nos engrandecía en lugar de infantilizarnos”286, recuerda Di Paola, pero cumpliendo siempre su Di Paola, op. cit. “Witoldo se comportaba en forma diferente con cada uno de nosotros, según nuestras personalidades. Hacia mí, tenía un costado paternal. El me pagó los estudios, por ejemplo. No había hecho eso por ninguno de los otros. En el café, él me invitaba diciendo: ‘un colimba no tiene dinero, entonces yo le pago a Flor”. Mariano Betelú en Rita Gombrowicz, op. cit., p. 244 (tr. del francés). 283 Jorge Di Paola en Rita Gombrowicz, op. cit., p. 250 (tr. del francés). 284 Sobre el primer encuentro en la Rex, Gombrowicz escribe que Salceda fue quien le recomendó a un joven poeta, Juan Angel Magariños, quien luego le presentó a sus amigos escritores: “...aparecieron a las cinco tres muchachitos que no tenían idea de quién era yo y me preguntaban cómo había llegado yo a la Argentina. El cuarto, menudo, diecisiés años, sonrió al oir mi nombre y dijo: -¡Ferdydurke! Lo llaman Dipi. Así que tengo ya dos lectores en Tandil (dos pues el otro es el hijo del director del museo, Ferreyra, dieciocho años)”. Gombrowicz, Diario Argentino, op. cit., p. 126. 285 “Fui el segundo lector de Ferdydurke. También la habían leído algunos de los miembros de nuestro grupo por lo que comenzamos a introducir en nuestras conversaciones palabras como ‘cuculeíto’, ‘Juventona’ (...) Ferdydurke había entrado en nuestras vidas”. Di Paola en Rita Gombrowicz, op. cit., p. 249. 286 Ibid. 281 282

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papel de padre adoptivo. El encuentro de Mariano Betelú con el escritor polaco no es menos ilustrativo: “... Dipi le informó que yo hacía dibujos, que amaba la música y que estaba en el segundo año de ciencias económicas. ‘Le voy a tomar un examen, dijo Witoldo. ¿Qué música escucha? - Escucho Beethoven, Bach, Mozart. - ¿Cómo es el primer movimiento de la Quinta Sinfonía?... Bien, ¿y el segundo?’ - Yo también lo conocía. ¿Y Brahms, y tal sinfonía de Mozart, y tal sonata? Debía cantar algunos fragmentos de cada obra. El me había puesto un nueve sobre diez cuando agregué que también escuchaba Tchaïkovski y Dvorak. En mala hora para mí, porque me dijo en tono severo que eso era folklore comparado con Beethoven”.287

En este juego de los roles, bien podría afirmarse que la relación específica que Mariano Betelú y Jorge Di Paola mantienen con Gombrowicz no hace más que confirmar su Teoría de la Forma en tanto que ambos jóvenes aparecerían como los polos antagónicos de ese registro del mundo witoldiano que ve en la juventud el reservorio de ciertas cualidades vitales y un refugio ante quienes se han cristalizado. “Sabes que Quilombo te adora’. Estas palabras me sonaron a preludio de esperanza; era la aparición de la juventud en un papel distinto, menos cruel... e incluso amistoso... Entonces ... la adoración no es imposible entre la juventud y yo ...”288, escribe Gombrowicz en su Diario desde Santiago del Estero. De sus más cercanos discípulos tandilenses, Mariano Betelú fue quien mantuvo una relación más fluida con Gombrowicz, y quien conoció además el costado débil del polaco. La relación se prolongó incluso hasta la muerte de Gombrowicz ocurrida en Vence (Francia) el 24 de julio de 1969. El resto de los discípulos concretaban su amistad a través del constante vínculo epistolar que mantenía Betelú. Incluso Gombrowicz gestionó ante Constantin Jelenski la publicación en la revista Preuves289 de París, de algunos dibujos y caricaturas creados por Mariano Betelú. Como bien dicen Betelú y Di Paola, el autor de Ferdydurke mantuvo una particular y diferenciada experiencia afectiva con cada uno de ellos. Un elemento que prueba esta relación está representado, sin duda, en el hecho de haber registrado en su Diario pronto a publicarse, un intenso deseo de posteridad para sus discípulos290. Betelú, op. cit., p. 241. Gombrowicz, op. cit., p. 159. 289 La revista Preuves fue fundada en 1951 bajo el auspicio del Congreso para la Libertad de la Cultura. Constantin Jelenski formó parte del consejo de redacción hasta la desaparición de la revista. Cabe mencionar que C. Jelenski fue el encargado de la edición francesa de Ferdydurke, hacia finales de 1957. Michel Winock sostiene que Preuves fue un verdadero producto de la Guerra fría: de orientación liberal y antitotalitaria, la revista estaba subvencionada por Estados Unidos y publicaba los artículos de numerosos autores no franceses. Básicamente, Preuves disputaba el lugar de prestigio que en el campo intelectual francés ocupaba Les Temps modernes. La revista dejó de aparecer en 1968. Michel Winock, “La edad de oro de los intelectuales”, en Debats Nº16, Valencia, 1986, p. 48. 290 “Estoy precisamente por ‘golpear en la máquina’ algunos párrafos de mi Diario (...) En principio ya tengo una carta que Asno me ha escrito (un poco retocada para la posteridad) y luego el relato de mi amistad con Quilombo, fortalecida por el nombre magnífico que le he inventado (...) De todas formas, antes de fin de año, (no creo que sea publicado antes) entrarán en la Historia de la Literatura”. Carta de Witold Gombrowicz a Mariano Betelú, Jorge Di Paola y Jorge R. Vilela. Santiago, 1º de agosto de 1958, en Rita Gombrowicz, op. cit., p. 259 (tr. del francés). 287 288

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Gombrowicz, el padre histriónico, amaba a sus hijos tandilenses. Cartas de escritor “Pobre Asno: he recibido tu polémica bastante débil. Debo decir primeramente, que insistes demasiado sobre un sólo aspecto (mis ‘60 años), lo que demuestra la pobreza de tu espíritu. Segundo, todas esas asquerosidades que describes: la mierda, la orina, etc, demuestra que te encuentras en tu ambiente y tercero, tu polémica está plena de convulsiones, metáforas, alusiones -una falta absoluta de claridad- se hace demasiado difícil comprenderte. Mira bien como soy y verás enseguida que en mí el encanto, la claridad, la elegancia y la belleza se unen armoniosamente con la aspereza, la virilidad y mi costado ‘león’. Trata de abandonar tu pobreza interior y penetra en esta pureza joven y límpida que me caracteriza”.291 La cita pertenece a una carta que Gombrowicz le envió a Jorge Di Paola a modo de respuesta. Por cierto, desconozco el contenido de la carta original que motivó la exaltación de sí mismo que practica el polaco, pero si se observa el estilo de la carta del discípulo tandilense que Gombrowicz publica en su Diario, no resulta difícil imaginar el tono de la relación que Dipi mantenía con Gombrowicz. Jorge Di Paola se presenta como un gombrowicziano avant la lettre, antes de la Teoría de la Forma e incluso antes de la llegada del polaco a Tandil. Gombrowicziano no sólo por su devoción por Ferdydurke, sino por cierta predisposición psicológica que le hace sospechar del mundo de los mayores, incluso de Gombrowicz. “A los dieciséis años -dice- tenía una hipersensibilidad enfermiza, que compensaba con el humor, la ironía y la frialdad, pero siempre estaba como tembloroso”.292 Sin embargo, pareciera no poder escapar al juego que maneja Gombrowicz y al que los discípulos están voluptuosamente compelidos a seguir. Un juego de caducación constante de las reglas: “Triste Asno: te prohíbo escribirme sin intermediarios de tu escritura maldita, retorcida, y trata de enviarme las novedades concretas, eso es lo que me gusta, y no los ejercicios dialécticos (...) si no vas a ver cómo te voy a aplastar cuando vuelva el próximo verano, te dejaré como un payaso ante tus amigos, no te imaginas, voy a ejercer la dialéctica contigo que no eres más que un polluelo, un debutante (...) Lo único que tienes autorización de hacer es de admirarme y limítate a esto, porque te voy a estrujar como un león furioso. Si te autorizo la ironía como en tus últimas cartas es porque se desarrolla sobre un fondo de admiración. Ironizas sobre mí porque me admiras (...)”.293 Carta de Witold Gombrowicz a Jorge Di Paola, Santiago, 28 de junio de 1958, en Rita Gombrowicz, op. cit., p. 256 (tr. del francés). 292 Jorge Di Paola, en Rita Gombrowicz, op. cit., p. 250 (tr. del francés). 293 Carta de Witold Gombrowicz a Mariano Betelú y Jorge Di Paola. Santiago, 8 de julio de 1958, en Rita Gombrowicz, op. cit., p. 258 (tr. del francés). 291

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El padre Gombrowicz prosigue su carta, pero súbitamente decide cambiar de interlocutor con el deseo de crear una intriga entre los discípulos: “Quién sabe Guille, tal vez el pobrecito está un poco celoso, o mejor aún: como tu has acaparado la actitud de admiración hacia mí, a él no le queda más que la otra”.294 Pero Gombrowicz conoce a Di Paola. Sabe que la relación se basa fundamentalmente en una regla compartida: la práctica de un humor filopatafísico apoyado en la creencia de que el campo de lo real es más absurdo de lo que en verdad es. El humor es subversivo por definición, porque supone una actitud crítica, otra mirada ante lo existente. Entonces, Gombrowicz decide jugar una partida magistral: “¿Che, Dipi, por qué me hacés esto? ¿No sabes cuánto te estimo? ¿Por qué eres tan duro conmigo? ¿Entonces, no sabes nada de la amistad? Respóndeme, pero... desde el fondo del corazón”.295 Di Paola parece rendirse ante el elogio de la amistad, y tal vez, ante las posibles represalias del polaco. Seguramente, recordó el día aquel en que Gombrowicz lo expulsó de las mesas de la “Rex” por haber llegado tarde a la cita acordada, entonces decidió bajar el nivel de sus ironías.296 Decidió adaptarse a la nueva regla que el polaco había anunciado en su carta y optar por la posición opuesta. Pero el personaje Gombrowicz no pierde la memoria del Gombrowicz real: “(...) Asno, veo que has puesto un poco de atención a mi última carta (...) evidentemente has mordido el anzuelo y ahora te tengo en mis garras. Asno, sin defensa, débil, sentimental, privado de toda ironía, de tu sarcasmo y de tu agresividad biológica... muy inocente, muy ingenuo (...) Asno, esto no se le hace a un viejo zorro. Es inútil, él siempre ganará. ¡Escúchame, te prohibo enviarme cartas en agua de rosas, dulzonas e insípidas! ¡Exijo cartas crueles, brutales, cartas de escritor!”.297

Hernán o el triunfo del artista En diciembre de 1963, Di Paola cobra existencia social fuera de Tandil en tanto escritor, con la publicación de un breve poema dramático denominado Hernán.298 La obra había sido escrita durante el primer año de estudio en la Universidad Nacional de La Plata, donde cursaba las carreras de profesorado en Biología y también Filosofía. “Tenía diecinueve años cuando la escribí, pero la publiqué a los veintitrés. Ibid. Ibid. 296 “Gombrowicz era una persona profundamente educada, que se ponía feroz ante los pequeños actos ruines, como las mentiras o el maltrato. Valoraba por encima de todo la amistad. Es más, yo soy puntual porque una vez lo hice esperar media hora y me hizo pasar tal papelón que nunca más llegué tarde a una cita. Recuerdo que me suspendió de compartir su mesa de la Rex por una semana”. Entrevista del autor con Jorge Di Paola, op. cit. 297 Carta de Witold Gombrowicz a Mariano Betelú, Jorge Di Paola y Jorge R. Vilela. Santiago, 1º de agosto de 1958, en Rita Gombrowicz, op. cit., p. 259 (tr. del francés). 298 Jorge Di Paola Levín, Hernán (poema dramático), La Plata, Ediciones del Cuadrante, 1963. 294 295

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Estuve más de un año para dársela a leer a Gombrowicz”299, recuerda. En abril de 1963, Gombrowicz había partido de Buenos Aires con destino a Berlín, a raíz de una invitación realizada por la Fundación Ford, que le permitió no sólo permanecer un año en esa ciudad alemana, sino concretar su definitivo reingreso al mundo cultural europeo, del que se había alejado en 1939. Sabía que ya nunca volvería a la Argentina, y esto obligó a que sus discípulos tandilenses sólo pudieran mantener un contacto fluido con Gombrowicz a través del género epistolar. Quizás en esta característica de la relación pueda entenderse que Hernán lleve a modo de introducción una carta-prólogo de Witold Gombrowicz. Pero hay algo más: en esa carta-prólogo la paternidad simbólica decide hacerse pública al igual que un documento de identidad literaria que acredita la mayoría de edad del joven discípulo: para decirlo en términos witoldianos, el primer paso hacia la esfera de la superioridad. Gombrowicz prefiere no hablar de la obra. Opta por un intento de socorro de Di Paola a través de la advertencia, del anuncio de las alternativas que el mundo literario le deparará: “Escúchame, autor y poeta y escritor -escribe Gombrowicz: Tu Hernán aparecerá, habrá elogios de los amigos, señales de interés de parte de los literatos, surgirá algún entusiasmo, quién sabe, la obra irá al teatro, a lo mejor será todo un éxito... vos mantenete firme ante esta humillación. Te dolerán las críticas, te encantarán los piropos (...) estarás a la merced de cualquier opinión... mantené, entonces, la capacidad de la risa y de la alegría. (...) Comprende bien: el artista tiene una posibilidad de triunfo antes de triunfar, si sabe gozar del espectáculo de sus padecimientos; mas hay que ser egoísta, hay que imponer la prioridad del goce sobre el dolor... Pero, estimadísimo Di Paola Levín, aun admitiendo que no estuvieses a la altura de tal paradoja ¡ya estás a salvo! Sí, ¡ya te salvé! Pues, poniendo en claro éstas tus vergüenzas de debutante, hablando de ellas en voz alta ante tus lectores, las reduzco a lo que son de veras: a algo proveniente de una situación, en la cual te encuentras, a algo que es, por lo tanto, fuera de ti. Observa, joven, el poder mágico del verbo: basta nombrar al demonio para que desaparezca”. 300

Gombrowicz le advierte sobre la forma de la superioridad, le advierte acerca de lo que está fuera de él en tanto creador-artista, que paradójicamente no podrá escapar a la creación que de él hace lo exterior. Si la instancia de la forma es inevitable en el mundo witoldiano, para el escritor la solución pareciera restringirse al goce mismo del acto de crear, a la faz casi voluptuosa de saber concientemente que “el niño que se ve obligado a llevar un traje demasiado grande para él y en el cual se siente incómodo y ridículo”, aunque no pueda quitárselo, “tiene la oportunidad de proclamar en voz bien alta que el traje no está hecho a su medida (...) y de tal modo establecerá una distancia entre el traje y su persona”.301 Esto es, tiene la alternativa del goce que otorga la búsqueda de la propia voz condicionada, en un mundo donde el verbo -ese hacedor de mundos- pretende terminar con el demonio de lo real, con las situaciones concretas, y a la vez crear al artista frente a los demás y a través de ellos. Entrevista del autor con Jorge Di Paola, cit. Gombrowicz en Jorge Di Paola, op. cit. pp. 7-8. 301 Gombrowicz, Prefacio para la edición castellana de Ferdydurke, op. cit., p. 2. 299 300

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El escritor polaco siguió escribiéndose con sus discípulos, que incluso se reunían para leer y comentar cada una de sus cartas hasta la última. “A través de la constancia y devoción de Mariano -cuenta Di Paola a la viuda del polaco en 1979-, Gombrowicz resurgía en mí. Aunque mi relación con él duró siempre. Hoy, incluso, permanece como mi mejor lector. Nadie leería lo que escribo como imagino que lo haría Gombrowicz. El es mi lector-fantasma”.302

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Di Paola en Rita Gombrowicz, op. cit., p. 251-252 (tr. del francés).

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Capítulo 6

LA FRACTURA DE LA ALIANZA ANTIFASCISTA: PROMETEO ABANDONADO

“el régimen institucional es una ficción...” El Eco de Tandil, 11 de octubre de 1960

La clausura de la Biblioteca Rivadavia Si la llegada de Witold Gombrowicz a Tandil sirvió para potenciar novedades en las prácticas culturales locales pero que no alcanzaron a cristalizarse en un proyecto alternativo a la hegemonía del grupo que lideraba Juan Antonio Salceda, la clausura de la Biblioteca Rivadavia, ocurrida el 3 de septiembre de 1960 a raíz de la aplicación del decreto nacional 4965/59, que prohibía “las actividades comunistas”, representará no sólo la culminación definitiva de esa institución que permitió la modernización cultural de un espacio provinciano, sino también, la imposibilidad de Juan Antonio Salceda de mantenerse en tanto dirigente de un ámbito cultural local. No es que Salceda haya dejado de lado su vocación intelectual luego de la clausura: de hecho, Juanillo siguió trabajando en nuevas obras, tanto es así que en 1963 publicó su Actualidad del Dogma de Mayo303, y en 1966, Prometeo conoció una segunda edición corregida. Sin embargo, el papel predominante que había alcanzado en el ámbito cultural tandilense durante el tiempo que duró la experiencia del Ateneo Rivadavia, desaparecerá para impulsar con fuerza, una visión mítica que ya se encontraba en el imaginario cultural local desde los anteriores gobiernos peronistas: la idea de Salceda en tanto intelectual perseguido por el poder político de turno, que resiste a los atropellos gracias al poder de unas convicciones, de un ideario laico que se apoya en la coherencia extrema entre discurso de vida total y práctica cotidiana. Resulta bastante significativo que tanto Gombrowicz, cuando escribe luego de la polémica en El Calvario, que le “fastidiaba lo angélico de ese sacerdote comunista”304, como Héctor P. Agosti, cuando exalta el carácter apostólico de Juan Antonio Salceda, Actualidad del Dogma de Mayo, Buenos Aires, Instituto Amigos del Libro Argentino, 1963. 304 Gombrowicz, Diario..., op. cit., p. 121. 303

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la misión cultural que Juanillo había desarrollado en Tandil305, coincidan en la categorización del personaje-Salceda, aunque desde paradigmas ideológicos opuestos, como si en la relación intersubjetiva la imagen social de Juanillo estuviera atrapada en un campo de posibles que sólo permite una única representación: ser comunista. El escritor Osvaldo Soriano lo recuerda de este modo: “... Siempre cuento la historia de Salceda: curiosamente un tipo tan conocido, pero en esa época no lo acompañaba nadie por la calle. Pasaba caminando solito, nos saludaba, y nosotros también a él. Pero andaba solo... Y cuando había un golpe militar, o alguna movida de ese tipo, se lo llevaban en cana por comunista”.306 Soriano se refiere a los tiempos que inaugura el golpe militar de 1966, que en el ámbito local se expresaron en la persecusión casi policíaca de toda expresión cultural que se presentara en términos de independencia con respecto a los ámbitos oficiales de la cultura. Es el tiempo del Pequeño Teatro Experimental que dirigía Juan Carlos Gargiulo y del Grupo Cine de Osvaldo Soriano, que el delegado militar en Tandil, general Tomás Sánchez de Bustamante, se encargaba de ordenar su clausura con una frecuencia que no superaba las tres semanas. Después del golpe, “se había generado, no sé cómo llamarlo: un nacionalismo fascista, también en Tandil, y eran los que nos pegaban los carteles que decían ‘Oro de Moscú’, y nos pintaban el cine con otras leyendas de ese tipo...”307, recuerda Soriano. Sin embargo, la imagen de Salceda que Soriano expresa corresponde a un período anterior al del golpe militar de 1966, a un período en que Osvaldo Soriano no vivía en Tandil (su llegada data de 1962), lo que demuestra que la representación de Juanillo en tanto intelectual comunista perseguido por el poder político, se encontraba ya como un discurso que, sin duda, se apoyaba en experiencias tan concretas como los tiempos de las cárceles de La Plata308 y la clausura de la Biblioteca Rivadavia. Ahora bien, detengámonos por un instante en el clima político-ideológico del momento, dado que nos facilitará la comprensión del porqué de la clausura. Con la ruptura entre el gobierno cubano, instalado en La Habana en enero de 1959, y los Estados Unidos, la Guerra Fría se instaló físicamente también en la Argentina, de tal suerte que terminó actuando con peso sobre las condiciones “La acción de Salceda ha sido eminentemente pedagógica en Tandil. Más aun: apostólica...” Comentario de Héctor P. Agosti con motivo de la aparición del Prometeo de Salceda, 1953 (AFS). 306 Entrevista del autor con Osvaldo Soriano, 16-04-95. Soriano fue colaborador periodístico del diario El Eco de Tandil al que ingresó en 1965. Más tarde formó parte del plantel estable del diario Actividades, hasta que en 1967 ingresó en el semanario capitalino Primera Plana. Murió en 1997. 307 Ibid. 308 Salceda estuvo varias veces preso por razones políticas, entre las que se cuentan, la primera en 1943, inmediatamente después del Golpe de Estado Militar que derrocó al presidente Castillo, el 4 de junio de ese año. Sobre esta experiencia carcelaria escribió una novela corta, aun inédita, denominada“El sótano de La Plata”, en clara alusión al sitio donde había sido alojado junto a otros militantes comunistas, socialistas y radicales de Tandil y la zona. Una experiencia carcelaria similar en su magnitud, sucedió en 1954. Esta vez le tocó el Penal de Sierra Chica, junto a otros militantes radicales de Tandil como Longin O. Prat, José Antonio Cabral (h), Juan Roser Isaac, y el periodista de El Eco de Tandil, Ovidio Saglul. 305

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altamente inestables de un gobierno evaluado -desde amplios sectores de podercomo carente de toda legitimidad: el gobierno del presidente Arturo Frondizi (1958-62), sospechado de filocomunista por los militares y deudor de los votos mayoritarios del peronismo proscrito. Alain Rouquié sostiene que “el contexto internacional deformaba y dramatizaba los enfrentamientos propiamente argentinos; justificaba, en el plano profesional, la intrusión de los militares en la vida política”309, como guardianes del orden occidental y cristiano. Esta situación, se profundizó a partir de 1960, cuando la idea del “peligro comunista” se instaló definitivamente en los medios conservadores, que a partir de la experiencia de la Revolución Cubana, habían comenzado a proyectar imágenes cada vez más recurrentes de una Argentina como botín preciado del comunismo internacional. Según Rouquié, la concepción del rol de las Fuerzas Armadas es actualizada en este contexto, bajo otro sentido dominante: se trata no ya de la defensa nacional sino de la defensa del mundo occidental. Aparece, entonces, una nueva forma de guerra, la lucha contrarrevolucionaria en tanto lucha antisubversiva, que tiene también su faceta doctrinaria. En efecto, si en el cuerpo doctrinario el comunismo aparecía como el enemigo primordial, el liberalismo y la democracia eran presentados como su causa, por lo tanto también condenados. En esta panorámica de enemigos de las Fuerzas Armadas, el peronismo seguía ocupando un lugar de importancia, y hasta en algunas ficciones del sector ultraliberal del Ejército, peronismo y comunismo compartían un status casi demoníaco. Desde su asunción como presidente, dadas las condiciones en que había sido electo, Frondizi “consideraba (...) que no podía gobernar en contra de los militares. Así, pues, intentaría ganárselos -sobre todo mediante concesiones estrictamente políticas- o neutralizarlos”.310 Las concesiones fueron mayores que las previstas, y sin duda, también llevaron al derrocamiento de su gobierno por parte de los militares. La aplicación del decreto nacional 4965/59, que prohibía “las actividades comunistas”, y la puesta en marcha del Plan Conintes, en 1960 (Conmoción interna del Estado), responden a las presiones cada vez más intensas del poder militar, que el gobierno de Arturo Frondizi tuvo que afrontar, en parte por la ambigüedad constante de sus políticas, y también, a raíz de la deslegitimidad inicial que supuso el haber accedido al gobierno merced a los votos del peronismo proscrito. La clausura de la Biblioteca Rivadavia y el destino del Ateneo, se inscriben en este marco de política nacional afectado por los entretelones americanos de la Guerra Fría, tanto en el nivel político como en el de la opinión pública. Veamos en detalle, entonces, las instancias de la clausura y el comportamiento de los diferentes actores locales ante la aplicación en Tandil del decreto nacional 4965/59. Alain Rouquié, Poder militar y sociedad política en la Argentina, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986, t. II., p. 156. 310 Ibid., p. 161. 309

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“Algo de lo que vi en China” “Caro Juanillo: Otrora mis cartas eran llenas de asuntos. Esta también se llena de mis signos de perplejidad, pero que con lo que se sabe o presume, ¡no tendría que estar dando curso de perplejidades! En fin, todo lo leído se confirma: esto se va a un primer rango en 1001 aspectos antes de 25 años, guste a quien guste. Naturalmente, nuestra ‘teoría’ y las lecturas no han medido al hombre y a la mujer chinos nuevos, ni por asomo. Haber dejado -casi sin metáfora- la Edad Media (...) es algo que no sé cómo no llama la atención a Occidente en general, y a nuestra América Latina en especial...”.311

La cita corresponde a una carta que Carlos Ruiz Daudet le enviara a Juanillo desde Shanghai, en mayo de 1960, y por su contenido es fácil establecer el porqué de la invitación del Ateneo Rivadavia, para que disertara sobre su viaje por China comunista. “Todo lo leído se confirma”, escribe Ruiz Daudet, y Salceda estalla en alegría ante la posibilidad de que el público tandilense pueda acceder a la concreción de una verdad que pregona desde su juventud, allá por los primeros años ‘30, cuando se reunía a discutir El Capital junto a Juan Carlos Pugliese, quien con los años sería ministro de Economía del gobierno de Arturo Illia. “El viaje fue incomparable, y el cruce de Siberia por tren, uno de los gustos que en vida debe uno darse siendo viajero enfermante y consuetudinario”312, le escribe Ruiz Daudet en su segunda carta. Daudet había visitado la U.R.S.S., Checoslovaquia, Bulgaria y Rumania en un primer viaje realizado en 1957, y en su segunda estancia en el mundo comunista, decidió unir Pekín con Moscú, a bordo del Transiberiano, aunque esto no le impidió visitar también los países que en 1957 lo habían asombrado: “...de la comparación de los dos viajes -escribe- llego a conclusiones que yo mismo no hubiera imaginado ni en sueños. Inclusive Hungría, que no conocía, me permitió verificar una ponchada de cosas, y en cuanto a China (...) me impresionó por la hondura y la intensidad con que han tomado la marcha hacia la vida que ya tienen próxima en el tiempo (...) Este es mi resumen en números: 1957 (100) 1960 URSS “ 150 Chec. “ 160 Bulg. “ 140 Ruman. “ 200”.313

Juanillo debe haber leído las cartas de Ruiz Daudet con igual optimismo, y -con la emoción de experimentar que la utopía realizada no hacía más que afianzar el carácter de lo utópico-, acordó el dictado de una conferencia de Ruiz Daudet sobre el tema en el Ateneo Rivadavia. En efecto, el 3 de septiembre de 1960 tuvo lugar la conferencia “Algo de lo que vi en China” en el local de la Biblioteca Rivadavia. Durante casi una hora, Carlos Ruiz Daudet (asiduo colaborador de Cuadernos de Cultura) habló de la China medieval, de la influencia colonialista Carta de Carlos Ruiz Daudet a Juan Antonio Salceda, Shanghai, 21 de mayo de 1960. (AFS) Carta de Carlos Ruiz Daudet a Juan Antonio Salceda, Buenos Aires, 12 de agosto de 1960. (AFS) 313 Ibid. 311 312

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a partir de 1850 y de la Revolución Popular de Mao Tse Tung en 1949. Según escribió el diario Actividades, Ruiz Daudet manifestó que el pueblo chino era “el más grande del mundo para el que en 1970 llegará la holgura económica”.314 Afirmó que “la creación de comunas populares habían producido en 1958 un aumento de la producción de un 40 %”315, y que el nuevo régimen de organización colectiva había permitido que el promedio de vida se elevara de 37 a 60 años. Antes del debate que siguió a la conferencia, Ruiz Daudet aseveró “que el pueblo chino ha dejado de creer que con oraciones podrá lograr sus objetivos y que con los pies bien puestos sobre la tierra, sabe ‘que el destino está en sus manos’”316, en clara exaltación de los rumbos materialistas que habían comenzado a orientar el destino de la sociedad china. Prensa y políticos ante la clausura Actividades es un diario de la tarde, conservador y con fuertes vinculaciones en el peronismo local, por lo que en principio se podría pensar que por la posición ideológica que defiende, contaba con la alternativa de cercenar en el relato de la conferencia los párrafos que pudieran exaltar las bondades del mundo comunista que expresaba el escritor. Sin embargo, esto no sucede: en su crónica, el redactor pareciera rescatar la totalidad de la charla de Ruiz Daudet, como si en la abundancia de elementos citados se encontraran los datos que determinaban la clausura. No parece extraño tampoco, que mientras Nueva Era y El Eco de Tandil, se limitan a condenar la medida de clausura aludiendo tangencialmente al Decreto 4965 que la motivara, Actividades publica junto a la crónica de la conferencia, cada uno de los artículos que componen el decreto aludido. La conferencia “contó con un numeroso auditorio” -escribe el cronista de Actividades, para explicar luego que el éxito de la convocatoria no respondía a otra causa que no fuera “el interés de la gente en conocer aspectos de la vida de ese país que en los últimos tiempos viene ejerciendo influencia ideológica en América Latina, a través de su cabecera de puente en Cuba” .317 Mediante un mecanismo que denota la circulación de las ideas en el mundo cultural tandilense del ‘60, Actividades antepone a la visión optimista y homogénea de la sociedad según Ruiz Daudet, una concepción conspirativa e igualmente homogénea que hace ver en cualquier expresión cultural un ejemplo de la “invasión roja”. La charla seguida de debate, culminó alrededor de las 21.30 del sábado 3 de septiembre de 1960. A las 23 de ese día, el comisario José Galotto, “en cumplimiento de disposiciones de la superioridad”318, según se dijo, procedió a Actividades, 5 de septiembre de 1960. Ibid. 316 Ibid. 317 Ibid. 318 Ibid. 314 315

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clausurar el local de la Biblioteca Rivadavia, enmarcando la medida adoptada en el artículo segundo del decreto nacional 4965/59 319. La conferencia de Carlos Ruiz Daudet fue la última de las actividades que organizara el Ateneo Rivadavia, después de dieciocho años de labor cultural en Tandil. La clausura se vuelve, entonces, un tema de política comunal. La Unión Cívica Radical del Pueblo hace efectivo su repudio y se compromete a “dirigirse a los poderes públicos y a las autoridades partidarias, señalando su protesta por la arbitraria medida”320, al tiempo que insta a los integrantes del Concejo Deliberante de Tandil a que se pronuncien sobre la clausura de la Biblioteca Rivadavia. El comité local del Partido Socialista Argentino hace lo propio repudiando la clausura, mientras que la Federación de Entidades de Bien Público, órgano al que pertenece la Biblioteca Rivadavia, se compromete a peticionar por la inmediata reapertura, “por entender que su obra cultural de más de 50 años (...), constituye una sentida necesidad en nuestro medio, donde su labor y funcionamiento se hace imprescindible por sus amplias proyecciones de bien público”.321 El bloque de concejales de la Unión Cívica Radical Intransigente “entiende, que cualquiera fueren las razones en que se afirma tal actitud represiva e independientemente de la actividad de otras organizaciones, la acción cultural de la Biblioteca Rivadavia es intangible a la represión y merece el respeto general”.322 El intendente de la ciudad, Juan Roser Isaac (UCRI), ex administrador del diario El Eco de Tandil, deja trascender que renunciará a su puesto de Jefe comunal, por la vinculación afectiva que lo ligara al recientemente fallecido Juan Manuel Calvo, presidente durante veinticinco años de la Asociación Bernardino Rivadavia, y director de El Eco de Tandil desde 1940 hasta 1960. Por su parte, José A. Cabral (h) director del vespertino Nueva Era, recientemente designado director del Banco de la Provincia de Buenos Aires (UCRI) se compromete a realizar “una gestión directa ante el presidente de la República”323 para que se revea la medida de clausura, anunciando que si la misma no tiene éxito, se retirará de inmediato de la función pública, negando así colaboración al gobierno oficial. El comisario Galotto dice que cumplió con órdenes superiores y ésa es su El decreto nacional 4965/59, que lleva la firma del presidente Arturo Frondizi y del ministro del Interior, Dr. Títolo, expresa lo siguiente: “Art. 1º: Prohíbese en todo el territorio de la República las actividades comunistas, las del Partido Comunista y las de los grupos, entidades oasociaciones directas e indirectamente vinculados a dicho partido o que colaboren con su acción. Art. 2º: Dicha prohibición se extiende asimismo: a) A los diarios, periódicos, revistas y demás publicaciones que ostensiblemente u ocultamente actúen como órgano de difusión de las actividades de la propaganda comunista o que de cualquier manera las apoyen o estimulen. b) A la difusión por cualquier medio de material de propaganda de comunismo. c) A los actos de proselitismo, adoctrinamiento, ayuda o requirimiento de ayuda para el sostenimiento y expansión del comunismo. Art. 3º: Todos los locales del Partido Comunista o de las agrupaciones a las que se refiere el art. 1º, así como aquellos en que se cumplen actividades prohibidas por este decreto, están clausurados”. 320 “Es general el desagrado producido por la medida policial”, Nueva Era, 6 de septiembre de 1960, p. 3. 321 Ibid. 322 Ibid. 323 El Eco de Tandil, 6 de septiembre de 1960. 319

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única declaración, mientras El Eco de Tandil publica una editorial que acompaña con una foto del Dr. Oscar Alende, gobernador de la provincia de Buenos Aires, en ocasión de su visita a la Biblioteca Rivadavia. El Eco avanza una respuesta: “(...) Suponiendo que la medida parta de un error, ni el error se justifica en autoridades que deberían estar al tanto de los hechos en todos sus detalles. Ese supuesto aparece en nuestras consideraciones, del hecho de que la Biblioteca Rivadavia ha contado y cuenta con el apoyo decidido de las actuales autoridades. Cuando un ministro ha visitado Tandil, ha concurrido a la Biblioteca Rivadavia y encomiado su obra. Cuando el mismo gobernador de la provincia de Buenos Aires ha estado en nuestra ciudad, ha visitado la Biblioteca Rivadavia con preferente atención, enumerando con muchos calificativos elogiosos la obra que esta institución realiza en beneficio de la comunidad (...) En esa oportunidad, el Dr. Alende anunció la existencia de un subsidio oficial para la realización de una obra de ampliación de la Biblioteca, obra que está en desarrollo en el momento de su clausura. De la manera que se quiere interpretar el atropello -concluye la editorial de El Eco-, no encuentra razón de ser y todo lo que se diga en fuentes oficiales para justificarlo, tendrá el signo de lo arbitrario, antijurídico e ilegal (...)”.324

Entonces, la Comisión Directiva del Ateneo Rivadavia sale al cruce de las declaraciones de repudio de la medida, para presentar una defensa de la actividad desarrollada por esa entidad autónoma: “(...) Necesitamos decir, tomando como testigo al público presente, que el acto no tuvo derivaciones de carácter político, y que se desarrolló normalmente dentro del tono, mesura y seriedad objetiva que corresponden a actos culturales de esta índole, y también conviene repetir que la tribuna del Ateneo Rivadavia, ha sido y es libre para toda persona calificada intelectualmente, sin que la institución obligadamente comparta o se solidarice con las ideas y conceptos que se expongan en ella. Este principio que hace a la libertad de expresión es el que fundamenta la actividad del Ateneo Rivadavia desde su fundación (...)”325, dice el comunicado escrito por Juan Antonio Salceda, presidente del Ateneo. En efecto, como ya he señalado, el Ateneo Rivadavia surge como un organismo de acción, anexo a la Asociación del mismo nombre, para ampliar y profundizar el carácter de institución distribuidora de la cultura letrada universal que se expresaba básicamente en la promoción del saber literario, científico y artístico. En este sentido, el Ateneo Rivadavia funcionaba como la instancia motora cuya acción terminaba dinamizando la actividad de la propia Biblioteca, en un circuito constante que comenzaba básicamente, en las sesiones culturales denominadas miércoles polémico, continuaba en los diarios Nueva Era y El Eco de Tandil, y culminaba en el acceso a los volúmenes de la biblioteca cuya característica fundamental, además de la importante cantidad de libros que contenía, era su actualización bibliográfica. Este mecanismo, que en principio se concibió como una instancia de distribución de bienes simbólicos en una concepción pedagógica de la cultura, terminó sentando las bases del sector hegemónico del mundo cultural tandilense, 324 325

“Un atropello irracional”, El Eco de Tandil, 5 de septiembre de 1960. “La clausura de la B. Rivadavia origina diversos reclamos”, Actividades, 6 de septiembre de 1960.

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que no sólo articuló prácticas propias diferenciadas del resto de las actividades sociales, sino que también proyectó el surgimiento en Tandil de intelectuales como subespecie de productores culturales. Con sus conferencias, cursos, exposiciones, debates, presentación de obras de teatro y conciertos, estos intelectuales no apelaban a otra legitimidad que no fueran las diferentes alternativas que presentaba el propio campo, conjugando prácticas culturales tradicionales de la “buena sociedad” tandilense, con el modernismo al que podían acceder a través de la dinamización de la red social que los vinculaba a los intelectuales de Buenos Aires, como los que pertenecían a la A.I.A.P.E., el Teatro del Pueblo, Propósitos y Cuadernos de Cultura. En este marco, entonces, Salceda se convierte en el escritor local porque además de estar ligado a más de un medio periodístico de Tandil y del resto de la provincia de Buenos Aires; de colaborar frecuentemente en el semanario Propósitos y en Cuadernos de Cultura; de integrar la Sociedad Argentina de Escritores y estar vinculado a otras asociaciones de carácter cultural reconocidas, Juanillo publica obras que alcanzan divulgación nacional. Las características que asume su devenir intelectual no hacen más que expresar el caso límite de un mundo cultural provinciano que apostó por el ingreso al universalismo desde el borde de una modernidad periférica. Y esa cualidad de caso límite a la vez referente, es lo que causa la fascinación de sus contemporáneos locales. “Es en estas circunstancias que se comete este imperdonable ataque a la cultura de nuestra ciudad -prosigue el comunicado del Ateneo-, escribiendo una nueva página de vergüenza para el país, continuando de tal manera ese siniestro programa de oscurantismo que va desde el ataque sistemático a la escuela laica al secuestro de libros; desde la clausura de centros de cultura a la institución del delito de opinión (...)”.326 Tres días después de la clausura, El Eco de Tandil seguía preguntándose sobre el origen de la medida, y esta vez recurre a un trascendido: “parece ser que el comisario de nuestra ciudad, señor Galotto, tomó la misma por ‘resolución propia’ amparándose en el artículo 2º del decreto 4965”327, escribe el cronista con la debilidad propia de los trascendidos. Sin embargo, al día siguiente, la editorial de El Eco vuelve con una respuesta definitiva, que sintetiza no sólo la posición del diario con respecto a la medida en cuestión, sino el clima institucional de la Argentina post-peronista, donde quienes confiaron en la vigencia del sistema democrático aunque con la proscripción del peronismo, se ven así mismos en tanto víctimas del sistema que han ayudado a fortalecer desde la tribuna periodística. Dice la editorial: “El régimen depuesto se caracterizaba por sus arbitrariedades. Se procedía a detener a una persona y se invocaba ‘orden superior’, se cometía un atropello policial y la descarga era: ‘Por orden superior’. Pero esa no es una novedad inventada por el peronismo en nuestro país. 326 327

Actividades, op. cit. El Eco de Tandil, 6 de septiembre de 1960.

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La utopía de Prometeo Cualquier régimen totalitario la utiliza (...) Los argentinos que logramos después de Caseros rehacer el espíritu democrático y durante cerca de 60 años vivimos en un régimen de civilidad, con sus defectos fallas y errores, pero sin interrupción alguna, padecemos por cerca de ‘30 años los inescrupulosos procederes de regímenes surgidos de los más heterogéneos círculos (...) o de los caprichos de un omnipotente y todopoderoso líder que resolvía sobre el país a placer, sin considerar las instituciones, las leyes, la tradición, las costumbres, la decencia y voluntad de trabajo y perfeccionamiento de las personas. Se produjo la Revolución Libertadora y todos pensamos que habían cesado definitivamente las arbitrariedades. Por lo menos pensamos que ese el fin fundamental de los acontecimientos de septiembre de 1955. (...) Salidos del gobierno provisional, pensamos que dejaríamos una vez por todas los sistemas de emergencia y quienes habíamos luchado por el imperio de la ley, los derechos humanos y la vigencia de las instituciones democráticas, nos encontramos que progresivamente volvemos a caer en la arbitrariedad, el régimen policial, la persecución de las ideas, el sistemático desintegrar de todo lo bueno y noble que tiene nuestra incipiente sociedad. (...) La Revolución Libertadora prestó amplio apoyo a la institución hoy clausurada. El gobierno que venía a restablecer el ‘estado de derecho’ también. Pero un día ocurre lo insólito (...) Comenzamos nuestras averiguaciones periodísticas y en las primeras 24 horas la misteriosa ‘orden superior’ no tenía origen. A las 48 horas confirmamos ello. La ‘orden superior’ habría provenido de fuentes locales...”.328

La editorial continúa con un relato irónico de las actitudes de los políticos del oficialismo local ante la clausura, incluso expone su asombro ante el desconocimiento que tanto el gobernador Oscar Alende como el ministro de Gobierno de la Provincia, expresaron cuando se les consultó acerca del origen de la medida. “El único que asumía la responsabilidad amparándose en un artículo del decreto era el comisario. Pero ...¿el comisario puede juzgar y proceder? (...) ¿Dónde está el tribunal que dictó esa sentencia? (...)”329, se pregunta. La conclusión de El Eco es contundente, y más allá de la culpabilidad de facto que le atribuye al comisario Galotto, enuncia lateralmente que la orden superior tuvo su origen en el Ministerio de Gobierno de la provincia: “el régimen institucional es una ficción”330, afirma la editorial con respecto a los tiempos políticos que inaugura la Revolución Libertadora. La Asociación Bernardino Rivadavia presentó un recurso de amparo ante el Juzgado Nº 1 en lo penal a cargo del Dr. Alberto Eduardo Duhalde, pero le fue denegado, argumentándose que la medida no lesionaba el “Derecho Constitucional”. 331 En la sesión del 10 de septiembre, el Concejo Deliberante repudió por unanimidad la clausura de la Biblioteca Rivadavia, y aprobó el proyecto por el cual se habilitaba al Ateneo Rivadavia a utilizar las instalaciones del Palacio Municipal, para desarrollar allí los cursos universitarios previamente acordados por la entidad cultural. A través de su representante legal, el 15 de ese mes, la Asociación Bernardino Rivadavia apeló la medida del juez ante la Cámara de Apelaciones Departamental de Azul, solicitando a la Justicia la reparación de lo actuado por la policía. Pero la Cámara confirmó el fallo del Dr. Duhalde. El conflicto se agudiza, El Eco de Tandil no deja de cuestionar el sentido de “¿Quién es el autor de la ‘orden superior’?, El Eco de Tandil, 7 de septiembre de 1960, p. 3. Ibid. 330 Ibid. 331 “El juez rechazó el recurso de amparo”, Nueva Era, 12 de septiembre de 1960. 328 329

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las instituciones representativas, mientras que la Asociación Bernardino Rivadavia sostiene en sus comunicados que “hay una conspiración contra la cultura nacional” .332 Desde los diarios y publicaciones de los municipios del interior bonaerense siguen llegando las adhesiones de repudio a la clausura, al tiempo que La Nación y La Razón, comienzan a seguir en sus páginas las alternativas que va alcanzando el conflicto. Mientras tanto, el diputado provincial Longin O. Prat (U.C.R.P.), ex miembro del Ateneo Rivadavia, propone en la Cámara Baja de la provincia la interpelación del ministro de Gobierno, Dr. Felipe Díaz O’Kelly, la que no alcanza a efectivizarse porque el funcionario declara encontrarse impedido físicamente de acudir a la Cámara, y en su defecto envía un informe escrito fundamentando la clausura aplicada a la Biblioteca Rivadavia. La soledad del Ateneo Desde los últimos días del mes de septiembre, la prensa liberal de Tandil, refleja su preocupación por la posibilidad de que un interventor se haga cargo de la Asociación Bernardino Rivadavia. Tal sospecha finalmente se confirma, cuando se toma conocimiento de que el intendente Juan Roser Isaac (U.C.R.I.) venía realizando algunas gestiones en favor de la elección de una terna de vecinos reconocidos de la ciudad, para que uno de ellos cumpliera con el rol de interventor de la Asociación, gestiones que respondían a un pedido expreso del gobernador Alende.333 Lo cierto es que a partir de un decreto dictado por el Poder Ejecutivo de la Provincia el 6 de octubre, se designó al Dr. José Botteri, un abogado de Mar del Plata, como interventor de la Asociación Bernardino Rivadavia. El 10 de ese mes, Botteri llegó a Tandil, reabrió las puertas de la Biblioteca, manifestó que su propósito era “que la Institución que desde hace más de medio siglo viene difundiendo cultura (...) continúe desarrollando tan importante misión”334, que su labor “tendrá exclusivamente la tarea de normalizar la acción de la Asociación, para ponerla a cubierto de hechos que al alejarla de su verdadera función, afectan la vida institucional de la entidad”335, e instó a los socios a participar activamente en la pronta resolución del conflicto, tras hacerse cargo de las funciones directivas de la institución. Al día siguiente tomó una drástica decisión: separó al Ateneo Rivadavia de la Asociación homónima, y prohibió a los integrantes de la comisión directiva del Ateneo, participar en su carácter de miembros de la entidad336. De este modo, Juan Antonio Salceda, el ingeniero Arturo Ponsa, la profesora de teatro Cristina S. R. de Schoklender, el ingeniero Bruno Meani, el ex agente consular italiano “La Biblioteca al pueblo”, El Eco de Tandil, 17 de septiembre de 1960. “A la búsqueda de interventor”, El Eco de Tandil, 28 de septiembre de 1960. 334 “El P.E. Provincial designó interventor en la Biblioteca Rivadavia de Tandil”, El Eco de Tandil, 11 de octubre de 1960. 335 “Tiene interventor la Biblioteca Rivadavia”, Nueva Era, 10 de octubre de 1960, p. 2. 336 “El interventor de la Biblioteca resolvió separar al Ateneo”, El Eco de Tandil, 11 de octubre de 1960. 332 333

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en Tandil, Vittorio Pessano (Doctor en Letras, e inmigrante italiano que había participado en la resistencia antifascista en Torino), Beatriz Inés Gutiérrez y Juan C. Etchegaray, quedaron desvinculados de la Asociación Bernardino Rivadavia por el tiempo que duró la intervención. Pero, ¿cuál fue la actitud que asumieron los directivos del Ateneo Rivadavia durante el período del conflicto? El 6 de septiembre, tres días después de la clausura, el Ateneo publica en los diarios un comunicado en el que no sólo critica con duros términos la medida policial, sino que inculpa a las diferentes instancias de gobierno en la que la UCRI tiene representatividad, de estar llevando a cabo un “siniestro programa de oscurantismo”. Un folleto de ocho páginas con la información de cada una de las sesiones culturales que el Ateneo Rivadavia había desarrollado durante los dieciocho años de su existencia, comenzó a circular por los espacios públicos de la ciudad. El texto final decía lo siguiente: “La verdadera función universal de la cultura tiene lógica vigencia particular argentina. Sin empequeñecer su trascendente significado, en nuestro caso, estamos convencidos de que el pensamiento que echó a andar aquella lluviosa mañana de Mayo no puede detenerse y debe ir cada vez más lejos, porque en esa marcha, momentáneamente interrumpida, encontraremos nuestro destino”.337

Sin embargo, luego de la divulgación del comunicado inicial, la voz del Ateneo pareciera desaparecer del conflicto para dejar paso a las acciones de tipo legal que inicia la comisión directiva de la Asociación Bernardino Rivadavia. Después de todo, la clausura afecta directamente a las actividades de la Biblioteca. También El Eco de Tandil y Nueva Era optan por un discurso similar, y en sus mensajes periodísticos se defiende a la Asociación, y cuando se habla del Ateneo, se lo presenta como entidad autónoma que utiliza los instalaciones de la Biblioteca Rivadavia pero que poco o nada tiene que ver con ella. Entonces Actividades se refiere al Ateneo en un tono que mucho se parece a las argumentaciones que más tarde expondrá el interventor, indicando que no sólo la comisión directiva del Ateneo Rivadavia es responsable de la clausura que priva a los habitantes de la ciudad del goce de la lectura de los libros de la Biblioteca, sino que también tiene en sus manos la solución: “Los dirigentes del Ateneo -escribe Actividades- deberían buscar un lugar o un local donde reunirse y de esta suerte poder dar conferencias sin discriminación de ninguna naturaleza, siendo entonces ellos los únicos responsables de lo que hacen o dejan de hacer, y de esta manera no ocurriría lo que está pasando en esta oportunidad, que están pagando el pato de esas conferencias, los numerosos suscriptores y la C. D. que hasta ahora utilizaban de pantalla”.338 Con los días, la visión de Actividades alcanza una dimensión conspirativa que se regodea en la expresión de una falsa ingenuidad periodística: “el espectador desapasionado y libre de prejuicios -dice- (...) muestra su asombro 337 338

“Ateneo Rivadavia. Diez y ocho años de labor cultural, 1942-1960”, Tandil, septiembre de 1960. “Balconeando”, Actividades, 6 de septiembre de 1960, p. 3.

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al enterarse de la ‘mechada comunista’ que se había infiltrado, y que provocó el acontecimiento”.339 Actividades apareció en 1949 como semanario deportivo y social dirigido por el Dr. Francisco J. Vistalli, un caudillo vinculado al conservadorismo, quien en abril de 1944 fue el primer civil nombrado como Comisionado de Tandil, por parte del nuevo gobierno militar. Posteriormente, Vistalli se afilió al Partido Peronista, aunque no participó activamente en su fundación. Es durante la década del ‘50 cuando se observa una participación más activa en el movimiento, que lo encuentra en 1964 actuando en su carácter de diputado provincial, mandato que detentó hasta el derrocamiento del presidente Arturo Illia en 1966.340 El 16 de agosto de 1956, Actividades se transformó en diario y comenzó a ocupar en el mundo periodístico de Tandil, el lugar que había dejado Tribuna, hacia fines de 1955. Aunque también de orientación conservadora, Tribuna compartía con Nueva Era y El Eco de Tandil -desde posiciones ideológicas diferentes-, no sólo la crítica al modelo político que había inaugurado el peronismo, sino también, la exaltación de “lo culto” como ideal civilizatorio. Este pasaje de Tribuna a Actividades se refleja también en el tratamiento periodístico de la acción cultural del Ateneo Rivadavia, el cual pasa de la exaltación341 en 1955, a la condena explícita en 1960. “Hemos encontrado algunos ciudadanos de tendencia bien definida, que nos han manifestado su profundo desagrado al observar cómo en un artículo que tiende a defender a los comunistas, se los ataca en forma despiadada, sin miramiento de ninguna naturaleza a todo lo que se hizo con anterioridad a la revolución del 55” 342, escribe Actividades refiriéndose a una editorial de El Eco de Tandil, en la que se rastrea el origen de las “órdenes superiores” en el reciente pasado peronista. Pero más allá del conflicto que desata la clausura de la Biblioteca Rivadavia, el mundo periodístico local está reflejando un conflicto más profundo aun: la dicotomía peronismo-antiperonismo en el marco de una democracia restringida, mientras a nivel nacional comienza a producirse el resquebrajamiento de la alianza de los intelectuales con el frondizismo. Entonces, Actividades recoloca al Ateneo en medio del olvido táctico de la Asociación Bernardino Rivadavia, de El Eco y de Nueva Era, mientras Juanillo pone en juego todo su mundo de relaciones informales gracias al prestigio alcanzado a través de treinta años de labor en tanto dirigente -sobre todo- de asociaciones deportivas como el Club Ferrocarril Sud. La Federación de “Balconeando”, Actividades, 7 de septiembre de 1960, p. 3. Los datos sobre el Dr. Francisco Vistalli han sido tomados de: Sandra Gayol, Julio Melón y Mabel Roig, “Peronismo en Tandil: ¿perpetuación conservadora, desprendimiento radical o génesis sindical? 1943-1948”, en Anuario del IEHS, 2, Tandil, Unicen, 1988, p. 320. 341 En Tribuna del 26 de noviembre de 1955, puede leerse en la crónica titulada “Brillante reiniciación de actividades del Ateneo”, una exaltación de las acciones de la entidad cultural que tienen como excusa la conferencia dictada por el escritor guatemalteco Miguel Angel Asturias. El cronista rescata particularmente las posiciones antiimperialistas que expresa Asturias, para decir luego que la conferencia culminó con “un canto de invencible fe en la victoria ya próxima de los pueblos”. 342 “Balconeando”, op. cit., p. 3 339 340

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Entidades de Bien Público343 sesionó el 4 de octubre, y volvió a hacerlo el 6 de ese mes. Esta vez, se aprobó por unanimidad una medida de acción un tanto extraña para ese tipo de entidades: la concreción de un paro de hasta cinco minutos en cada una de las actividades públicas que desarrollaran los clubes de la ciudad y el envío de un telegrama al ministro de Gobierno de la provincia, Dr. Díaz O’ Kelly, solicitando la reapertura de la Biblioteca Rivadavia. Al día siguiente, Nueva Era344 anunció a ocho columnas tamaño sábana que pararían los clubes, pero fue en vano. La intervención ya había sido decidida. Las organizaciones católicas también participaron del conflicto suscitado a partir de la clausura de la Biblioteca Rivadavia, a través de las notas que publicó el semanario La Revista, órgano de prensa de la Acción Católica local. La Revista estaba dirigida por Mons. Luis J. Actis, cura de la parroquia del Santísimo Sacramento, y básicamente, seguía la línea editorial de la tradicional revista católica Criterio, aunque solía asumir posiciones más beligerantes que ésta.345 Ante la medida de clausura de la Biblioteca, el semanario también impugna al Ateneo Rivadavia: “Puede ser que con este lamentable correctivo surja con el tiempo en nuestra ciudad, un Ateneo de verdadera cultura, que no esté hecha de ateísmo, materialismo, ni comunismo, infundio cultural que es la negación de todos los valores reales de nuestra patria cristiana”.346 La nota de La Revista, sirve para reeditar un conflicto histórico entre la prensa liberal de Tandil y la católica. En su sección Buenos Días, El Eco de Tandil abre la puerta a la polémica y escribe que “es escandalosamente sugestivo que La Revista haya silenciado el que juntamente con el Ateneo ha sido clausurada la Biblioteca...”.347 Monseñor Actis se doctoró en teología en la Universidad Gregoriana de Roma en 1925, y en 1945 se hizo cargo de la parroquia del Santísimo Sacramento de Tandil, donde había nacido en 1904. En 1951 inauguró el Salón Parroquial, luego de sugerir a la Acción Católica local que adquiriera las instalaciones del Teatro Estrada de la ciudad. Para el período que nos ocupa, el Salón Parroquial representa el ámbito cultural antagónico del Ateneo Rivadavia, no sólo porque allí se defiende como en ningún otro espacio el pensamiento católico, sino porque el tipo de acción cultural lejos está de apoyarse en alguna noción de universalismo. Allí se representaban diversas obras de teatro y se proyectaban filmes de contenido pedagógico, destinados fundamentalmente a mantener cohesionada a la feligresía católica. Se trata, en este caso, del pedagogismo católico. Además de liderar la Acción Católica local, Actis tenía gran ascendencia en instituciones como el La Federación de Entidades de Bien Público estaba integrada por todos los clubes de Tandil, las bibliotecas populares, el cuartel de Bomberos y diversas asociaciones de índole artística independientes. De las 25 entidades que la conformaban en 1960, más del 60 por ciento eran clubes. 344 “Solidaridad con la Biblioteca: Pararán los Clubes”, Nueva Era, 7 de octubre de 1960. 345 Valeria Bruschi y Paola Gallo, “Iglesia, Estado y Sociedad Civil durante los gobiernos peronistas, Tandil: 1945-1955”, Tesis de Licenciatura en Historia, UNICEN, 2002 (mimeo). 346 “El Ateneo Rivadavia ha sido clausurado”, en La Revista, semanario social, moral e informativo, 9 de septiembre de 1960, p. 1. 347 “Buenos Días”, en El Eco de Tandil, 10 de septiembre de 1960. 343

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Apostolado de la Oración, las Hijas de María, la Legión de María y La Obra de los Maestros Católicos, lo que le permitió mantenerse como el referente católico indiscutible de la vida pueblerina. Ante la nota de El Eco, el cura párroco ensaya una respuesta donde además de exaltar la noción tradicional que el catolicismo tiene del comunismo, asume el papel de juez de las instituciones de la ciudad. Acerca de la actitud que debería haber asumido la Asociación Bernardino Rivadavia ante las entidades que la conformaban, Actis escribe que debía: “velar para que ni el Ateneo, ni el local de la Biblioteca, se prestaran a convertirse en un centro de irradiación comunista, cuya ideología es esencialmente atea, subversiva y antiargentina (...) La culpabilidad recae en primer término indudablemente sobre el Ateneo, pero en segundo lugar sobre la Asociación que dirige la Biblioteca...”.348

En su respuesta del 19 de septiembre de 1960, El Eco de Tandil le contrapone una rigurosa y dura defensa de la Asociación Bernardino Rivadavia, que se apoya en los tópicos básicos del ideario liberal: el libre juego de las instituciones y el imperio de la ley. Escribe El Eco: “No somos enemigos de las leyes y precisamente porque deseamos el cumplimiento de las mismas, es porque no aceptamos el hecho (la clausura) por considerarlo un atropello arbitrario, discrecional y dispuesto y ejecutado por funcionarios no habilitados para ello. (...) No comprendemos esa forma solapada de actuar, en un medio chico como es el nuestro, donde todos nos conocemos y prescindiendo de rótulos políticos, sabemos cuál es la calidad moral de las personas. (...) Si pretendiéramos justificar el atropello como lo hace ‘La Revista’, guiados por una posición política, deberíamos reconocer que la vigencia de las leyes no tiene ningún sentido. Y sépase perfectamente, que lo que decimos para este caso particular de la Biblioteca Rivadavia tiene plena vigencia para el Salón Parroquial, o la biblioteca de la Acción Católica Argentina... Ese simple precedente, admitido como lo hace ‘La Revista’ es un arma de doble filo (...) Lo derechos no son unilaterales. Los derechos humanos son UNIVERSALES. Estamos por su defensa en cualquier régimen de cualquier color político”.349

En contra de la intervención El 18 de octubre, tras la expulsión de los integrantes del Ateneo Rivadavia de la Asociación, Juanillo y el resto de la comisión directiva del ese centro cultural, deciden aparecer en la escena del conflicto con una declaración350 que publican en El Eco de Tandil y Nueva Era a modo de solicitada. El objetivo es desarticular la argumentación del interventor a partir de un mecanismo que se apoya en tres elementos: por un lado, se intenta mostrar el carácter extranjero del lugar del interventor, quien al decidir la separación del Ateneo de la Asociación Rivadavia, estaría imposibilitando el desarrollo de una acción cultural dinámica de la Biblioteca, que afecta directamente a la vida cultural de la ciudad: “El Sr. “El Ateneo, la Asociación y la Biblioteca”, en La Revista, 16 de septiembre de 1960, p. 1. “La Revista, la Biblioteca y los Derechos Humanos”, en El Eco de Tandil, 19 de septiembre de 1960, p. 3. 350 “Declaración del Ateneo Rivadavia”, en Nueva Era, 18 de octubre de 1960. 348 349

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Interventor -dice el texto- no puede reparar el daño hecho a la cultura de Tandil con sólo abrir las puertas de la Biblioteca que nunca debieron cerrarse (...) El, que es forastero, si hubiese indagado en las actas de fundación y otros documentos de ambas entidades, habría encontrado cuál es su espíritu y las bases de su creación”. El interventor es presentado, entonces, como ajeno a la porción del universo relacional que se une a partir del tópico de la necesidad de una cultura para la ciudad, más allá de los matices ideológicos que esa cultura debe alcanzar. El Ateneo, entonces, transcribe esas actas351 olvidadas por el interventor y al invertir las argumentaciones del olvido táctico inicial, establece una filiación necesaria para su legitimidad en tanto espacio cultural: el Ateneo se funda, dice, “para dar a la cultura un carácter dinámico y vivo que los libros de la Biblioteca no consiguen (...) El Ateneo no nace, así, de un capricho personal, ni de una inquietud momentánea, sino de una necesidad del medio, y de la propia función de la Biblioteca...”.352 La segunda instancia de la argumentación intenta establecer el carácter librepensador que guía las actividades del Ateneo, disociándolas de cualquier intención política o ideológica oculta, y las circunscribe al ámbito específico de las acciones culturales. En este sentido, el discurso legitima la conferencia que Ruiz Daudet ofreció sobre su viaje a China, “un país distante y desconocido”, porque anteriormente “distinguidos socios del Ateneo, doctores Lorenzo Mauhourat y Pedro Cereseto” (decididamente no comunistas) habían ocupado “la misma tribuna para exponer sus impresiones de viaje a Estados Unidos de Norte América”.353 El relato de un viaje, entonces, tópico fundamental de la literatura dieciochesca, se vuelve curiosidad cultural en el Ateneo Rivadavia y sobre todo una metáfora del pluralismo. En la tercera instancia de su defensa, el Ateneo opta por nombrar cada una de las personalidades intelectuales que han ocupado su tribuna desde la fundación, no sólo para apoyar la idea de la idoneidad de los participantes y su diversidad ideológica, sino también para desviar toda sospecha de vinculación política y partidaria al nivel de la entidad en tanto cuerpo. Dice el texto: “Nombraremos en primer término al Dr. Bernardo Houssay, premio Nobel, quien fue homenajeado por el Ateneo el 9 de diciembre de 1949. Cinco presidentes de la Sociedad Argentina de escritores. Son ellos: Dr. Carlos Alberto Erro; Dr. Roberto F. Giusti, miembro de la Academia Argentina de las Letras; Ezequiel Martínez Estrada, autor de ‘Radiografía de la pampa’ y otros libros que honran a las letras argentinas; José Luis Lanuza, escritor de singular prestigio en el país; Leónidas Barletta, director del Teatro del Pueblo y primer premio literario de América Latina. Dos novelistas americanos del mayor renombre: Jorge Icaza y Miguel Angel Asturias. Dos de los mayores poetas españoles contemporáneos: Leon Felipe y Rafael Alberti. El Los artículos fundacionales dicen lo siguiente: “1º) Como organismo anexo a la Asociación Bernardino Rivadavia, para ampliar y profundizar su finalidad de cultura intelectual, literaria y científica, institúyese el Ateneo Rivadavia. 2º) Cumplirá este objetivo por medio de estudios, disertaciones, lecturas, informaciones bibliográficas, conferencias, cursos de enseñanza sobre arte, filosofía y ciencias”, en Acta nº 122, 14-6-42, t. II, f. 1. (AABR). 352 Ibid. 353 Ibid. 351

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Ricardo Pasolini ex interventor de la Universidad Nacional de Buenos Aires: Dr. José Luis Romero; el vicerrector de la Universidad de La Plata, Ing. Andrés Ringuelet, el vicedecano de la Facultad de Filosofía de Buenos Aires, Dr. Juan Mantovani; el vicedecano de la Facultad de Ciencias Exactas, Dr. Manuel Sadosky. Los profesores universitarios y escritores de la talla del Dr. José Belbey; Bernardo Canal Feijóo; Dr. Vicente Fatone, reciente embajador en la India; Prof. Carlos Prelat; Prof. David Marengo; Dra. Cora Ratto de Sadosky; Frida Schultz de Mantovani; Héctor Eandi; Ing. Ricardo M. Ortiz, ex rector de la Universidad Nacional del Sur; el presidente del Supremo Tribunal de Justicia de España, Dr. Mariano Gómez; el Secretario del Colegio Libre de Estudios Superiores, Luis Reissig; los dramaturgos y comediógrafos Rodolfo González Pacheco; Jacinto Grau y Enrique Grande. Historiadores y críticos de arte como José de España y Leopoldo M. Hurtado, actual crítico musical de ‘La Prensa’. El crítico y escritor francés Roger Caillois; el académico panameño Dr. José de la Cruz Herrera. Los ensayistas Luis Franco y Héctor P. Agosti. Los políticos Luciano Molinas; Julio A. Noble, diputados nacionales José V. Liceaga y Evers Fossati. El ex presidente de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares, Sr. Juan Pichón Riviére. La lista es mucho mayor...”.354

En síntesis, la defensa que el Ateneo Rivadavia hace de sí mismo, no apela a otra legitimidad que no sea la que reconoce el mundo cultural como propia: la práctica de la disertación; la conferencia; la lectura pública; el debate de ideas; los cursos de enseñanza, la cine-debate, y otras, en el marco de una concepción distribucionista y pedagogista de los bienes culturales reconocidos. Recoloca, de este modo, la noción de acceso a la cultura letrada como ideal civilizatorio, noción que había estado en el componente identitario de la Biblioteca Rivadavia desde su origen. Asambleas extraordinarias El 1º de julio de 1961, tras casi un año de intervención, la asamblea de la Asociación Bernardino Rivadavia, eligió nuevamente en los cargos directivos de la entidad, a la comisión que cesara cuando fue intervenida por disposición del Ministerio de Gobierno de la provincia. Luego de un encendido discurso en el que recordó que el gobierno peronista no se había atrevido a clausurarla, el Dr. Dardo Fernández Tasende, presidente reelecto de la Asociación, solicitó que constara en acta que “la asamblea con su acto ha venido a repudiar la intervención”355, moción que finalmente debió retirar ante la oposición del sector más moderado de la asamblea, el que apoyó la idea de que el repudio se expresaba en la elección de las antiguas autoridades, al tiempo que afirmó que si la moción de Fernández Tasende constaba en actas, podrían llegar a tomarse futuras medidas de sanción. De alguna manera, la asamblea del 1 de julio de 1961 preludia la del 2 de diciembre de ese año, en la que se aprobó la modificación de las relaciones institucionales entre la Asociación Bernardino Rivadavia y el Ateneo. La Asamblea resolvió modificar el sistema vigente, adoptando una resolución por la cual la comisión directiva de la Asociación designaría cuatro de los miembros “Declaración del Ateneo Rivadavia”, op. cit. “La Asamblea de la Biblioteca Rivadavia reeligió a la Comisión que cesara cuando fue intervenida”, Nueva Era, 3 de julio de 1961, p. 2. 354 355

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de la del Ateneo Rivadavia, mientras que una asamblea de socios del Ateneo sería la encargada de elegir los tres cargos restantes. Sin embargo, esa fue una moción moderada si se tiene en cuenta que un sector importante de la Asamblea, liderado por el director de El Eco de Tandil, Carlos Mauricio Calvo, elevó la propuesta que solicitaba la derogación del acta de mayo de 1942, lo que equivaldría a la desvinculación definitiva del Ateneo.356 Se argumentaba que el acta creaba una situación anormal dentro de la Biblioteca, porque había “una institución autónoma dentro de otra institución, y que la entidad madre debía responsabilizarse de los actos de la filial, pese a que la filial gozaba de plena independencia”.357 Dijo, además, que “la Asociación ha llegado a la mayoría de edad como para no delegar su acción cultural en un organismo autónomo o autárquico”.358 Salceda pidió la palabra, historió las actividades del Ateneo durante los dieciocho años de su existencia y los inconvenientes que tuvieron que resolverse para mantener la independencia institucional del centro cultural con respecto a la influencia del campo de lo político.359 Señaló que los hombres eran pasajeros, pero que las instituciones debían ser permanentes y rogó a los asambleístas que no cometieran “esta especie de infanticidio”, que no cometieran el asesinato del hijo dilecto de la Asociación Bernardino Rivadavia. Después de más de treinta años de aquel suceso, Beatriz Inés Gutiérrez - secretaria del Ateneo entre 1953 y 1960-, repite una explicación que ronda en sus pensamientos desde el día en que la asamblea terminó con las actividades del Ateneo. Para ella, no hay otra razón que la traición y el miedo: “sabíamos que había una sospecha y una vigilancia constante sobre la gente del Ateneo -dice-, pero en 1958 eso se empezó a notar más”.360 El ingeniero Arturo Ponsa, funcionario -durante el período que nos ocupade la Usina Popular y Municipal de Tandil, y tesorero del Ateneo Rivadavia, era el encargado de los ciclos de debate cinematográfico: “cuando había algún estreno cinematográfico importante, anunciábamos en la misma sala de exhibición, que después íbamos a realizar el debate en la Biblioteca. Recuerdo que debatimos ‘Hiroshima, mon amour’, ‘El puente sobre el Río Kwai’, ‘Roma ciudad abierta’ y ‘Romeo y Julieta’. Tuvo mucho éxito ese ciclo, pero empezamos a estar vigilados. En cada película, se veían unos tipos que no eran el público habitual, unos tipos muy trajeados y de pelito bien corto con la gorra marcada”.361

Acta nº 323, 21-10-61, t. III, f. 178-179. AABR. “Resolvió la Asoc. Rivadavia modificar las relaciones con el Ateneo del mismo nombre”, El Eco de Tandil, 4 de diciembre de 1961, p. 5. 358 Ibid. 359 Sobre este punto, recuérdese que durante el segundo gobierno peronista, la policía local solicitaba informes semanales sobre las disertaciones y conferencias que realizaba el Ateneo, a lo que se suma no sólo la clausura de El Eco de Tandil entre el 18 de agosto de 1954 y el 21 de septiembre de 1955, sino el encarcelamiento de su Jefe de Redacción, Ovidio Saglul (también socio del Ateneo), y el de Salceda mismo. 360 Entrevista del autor con Beatriz Inés Gutiérrez, 23-08-94. 361 Entrevista del autor con Arturo Ponsa, 13-09-94. 356 357

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En el recuerdo, la secretaria y el tesorero parecen encontrar en el accionar de los servicios de inteligencia militares de la época, el origen de la clausura de la Biblioteca Rivadavia. Pero Inés Gutiérrez va incluso más lejos, quiere explicar las resoluciones de la asamblea que culminaron con la actividad del Ateneo y habla de traición: “armaron todo para que no nos quedáramos en la Asociación. Hicieron una asamblea con socios de la Biblioteca y no con los miembros de la Asociación”. 362 En su relato, Inés Gutiérrez no logra entender el comportamiento de unos aliados cercanos en el núcleo relacional que hizo posible que la institución cultural más importante de la ciudad y su intelectual más prolífero y reconocido en ámbitos que excedían los espacios culturales locales, pudieran haber sido dejados de lado por quienes apenas unos años atrás, habían exaltado las actividades que desarrollaba el Ateneo. Si convenimos que la explicación que se apoya en la idea de la traición tiene gran significancia en el relato de Inés Gutiérrez incluso para explicarse su pasado personal, pero solamente peso argumental secundario en la explicación histórica, es necesario articular otros elementos para establecer por qué el Ateneo Rivadavia queda en la soledad social, luego de haberse transformado en el espacio cultural que, no sólo impactó con gravitación en la dinámica de la circulación de ideas en Tandil, sino que también permitió a los intelectuales lograr un peso comunitario que no habían conocido antes de esta experiencia y que tampoco pudieron repetir en tanto grupo social diferenciado. Intelectuales, Revolución Libertadora y Guerra Fría En cierto modo, el Ateneo Rivadavia fracasa en el intento de reproducir su estructura. Hacia el año ‘60, de los fundadores del Ateneo, sólo queda Juan Antonio Salceda. José Antonio Cabral, también fundador de la Biblioteca y director del diario Nueva Era, muere en 1952. La presencia del político radical Juan Carlos Pugliese en la Asociación es nominal, porque su actividad se desarrolla fundamentalmente en los espacios políticos, en particular en la presidencia del Concejo Deliberante local.363 Juan Manuel Calvo, quien fuera presidente de la Asociación Bernardino Rivadavia durante veinticinco años, director de El Eco de Tandil, -y de algún modo el sostén de Salceda-, fallece el 3 de julio de 1960, unos meses antes de la clausura de la Biblioteca. Las figuras de Cabral y Calvo juegan ya un papel mítico, y una prueba de esas ausencias es la evocación simbólica constante que los comunicados y solicitadas del Ateneo, hacen de sus padres fundadores. Por lo tanto, la desaparición de los padres liberales de la ciudad, con la gravitación que les daba sus explícitas vinculaciones con el radicalismo local y nacional, así como el dominio de la prensa hegemónica, dejan huérfano al Ateneo, en la soledad que 362 363

Beatriz Inés Gutiérrez, op. cit. El Dr. Juan Carlos Pugliese, presidió el Concejo Deliberante de Tandil entre 1960 y 1962

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se ve incluso en ese olvido táctico que ahora, sólo puede atribuírsele al discurso de la Asociación Bernardino Rivadavia, por lo menos durante el período que va desde la clausura hasta la intervención.364 Al nivel de las prácticas culturales, la soledad del Ateneo se manifiesta en el hecho de que, si bien estas prácticas son dominantes en el mundo cultural local, para el año ‘60 ya no alcanzan a ser hegemónicas: los jóvenes de la “Rex”, sucesores potenciales del Ateneo y tal vez, sus hijos preferidos, están fascinados por el existencialismo y se reconocen en nuevas prácticas culturales, que defienden, ante todo, la autonomía de lo estético respecto de lo político. Pero estas prácticas diferenciadas alcanzan una expresión mucho más amplia que las del mundo cultural local, y resumen los primeros y tímidos intentos de ingreso en Tandil, de las experiencias culturales que hegemonizarán los llamados sixties, como ya he indicado en páginas anteriores de este trabajo. En un espacio más específico del campo, Salceda queda atrapado en la oposición independencia o no del arte, potente contradicción que fundamenta el hecho de que Witold Gombrowicz haya decidido rescatar en su Diario Argentino la polémica en El Calvario, así como las conversaciones mantenidas en las sesiones del Ateneo Rivadavia durante los últimos meses de 1957, momento de la primera crisis del modelo de intelectual comprometido en Tandil. Si para inicios del ‘60, como afirma Beatriz Sarlo, “el dogmatismo histórico-cultural de izquierda se convierte en un elemento arcaico del campo intelectual” 365, que sólo sobrevive en los márgenes “sometido al doble embate de los intelectuales de la ‘nueva izquierda’ y, desde otro ángulo, de un nuevo discurso sobre la Argentina, producido por peronistas y filoperonistas...”366, en Tandil, en cambio, la estocada que le provocará una lenta agonía, será el peso específico en los jóvenes de la “Rex” del particular existencialismo de Witold Gombrowicz, lejos por cierto, de cualquier tentación peronista o de pretensiones de “nueva izquierda”. El discurso democrático, universalista y distribucionista de la cultura que sustenta y exhibe el Ateneo, entonces, pierde la legitimidad que había alcanzado durante la época peronista -en que el estilo de gobierno y las instituciones son visualizados como formas de autoritarismo-, a partir de la imposibilidad de integrar en su seno las nuevas experiencias culturales367 y las novedades políticas que inaugura la Revolución Libertadora. La invariabilidad en el ideario que ayudó a consolidar lo dominante en Durante el período que va de la intervención a la normalización, la relación de fuerzas en el seno de la Asociación Bernardino Rivadavia, cambia radicalmente para favorecer al sector menos liberal que veía con desconfianza a quienes se filiaban claramente en el ideario comunista. Incluso en su crítica al Ateneo, este sector utiliza argumentos similares a los del interventor Botteri. 365 Beatriz Sarlo, “La izquierda ante la cultura: del dogmatismo al populismo”, en Punto de Vista, Nº 20, año VII, Mayo de 1994. p. 23. 366 Ibid. 367 Para Silvia Sigal, “en la Argentina, la renovación cultural occidental coincidió con la ruptura política de 1955”, y agrega en otra parte: “el primer lustro posperonista fue simultáneamente apertura a la modernización y crisis de la unidad forjada en el antiperonismo”. Silvia Sigal, Intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires, Puntosur, 1991, pp. 84 y 122. 364

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el mundo cultural tandilense, termina por devaluarlo frente a los cambios que se están produciendo en campos como el político, ante el que el Ateneo, con la aplicación del Plan Conintes sucumbe tras la intervención. A un nivel externo a las prácticas culturales, el Ateneo Rivadavia y fundamentalmente la figura de Juanillo, expresan el punto de cruce, la convergencia de los tópicos fundamentales de las dicotomías de los diferentes ámbitos donde se desarrolla la actividad social y política. La expresión de la dicotomía peronismoantiperonismo, es clara en la participación del diario Actividades, órgano de prensa del peronismo tandilense proscrito, cuando no duda en calificar de “mechada comunista” a los integrantes del Ateneo, en un tiro por elevación a Juan Antonio Salceda, quien en su carácter de intelectual comunista había formado parte en 1946 de la junta local Pro Unión Democrática368, y en 1952, había participado junto a Juan Manuel Calvo -director de El Eco de Tandil, de la versión tandilense de la Comisión de los pueblos que luchan contra el nazi-fascismo, y del Congreso Argentino de la Cultura, en un intento de freno del desarrollo del peronismo, cuyo estilo político fue apasionadamente evaluado por los sectores liberales y comunistas, como una edición nacional del nazi-fascismo. Por otra parte, Juanillo resume la dicotomía ateísmo-catolicismo (que también es la versión filosófica de la oposición comunismo-anticomunismo), y prueba de ello la da, como ya hemos señalado, la justificación que de la clausura hace el semanario católico La Revista. En 1953, aunque con menor beligerancia, La Revista asumió una actitud similar en un comentario crítico a la aparición de Prometeo de Salceda: “Es un libro que le ha llevado al autor años de paciente estudio -escribió-, es un trabajo digno de elogio (...) Su estilo es claro y atrayente. (Salceda) Domina el material mitológico, hábilmente se interna en la cultura griega y expone las luchas sociales de la antigua Grecia con admirable sagacidad (...) A través de todos sus capítulos Salceda desliza su mentalidad comunista... Es una lástima”.369 Pero el comentario crítico que primero se apoya en un elogio del estilo, termina por desvalorizar cualquier intento intelectual que provenga de lo que el cura párroco Luis J. Actis llama el “materialismo-ateo-marxista”. Sólo por esta adhesión al ideario comunista, se explica -según Actis-, que Salceda cite “la estúpida frase de Lenin de que ‘el miedo ha creado a los dioses y de que ‘dios’ siempre ha adormecido y embotado los sentimientos sociales, sustituyendo lo que está muerto a lo que está vivo. Esto es blasfemo, ridículo, irracional y anfilosófico”.370 La crítica al Prometeo de Salceda en 1953, preludia el apoyo a la medida de clausura en septiembre del ‘60, sólo que para esta última fecha, el contexto político nacional y local se ha modificado de manera tal, que el discurso 368 Cabe mencionar que la Junta Pro Unidad Democrática estuvo presidida por el político radical Longin O. Prat, quien 14 años después, a raíz de la clausura de la Biblioteca, llevaría la defensa de la Asociación Bernardino Rivadavia a las instancias de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires. Prat había sido secretario del Ateneo Rivadavia en 1951. 369 “El Prometeo de J. Salceda. Nuestro breve juicio”, en La Revista, 26 de junio de 1953. 370 Ibid.

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de la derecha católica encuentra una legitimidad antes insospechada, al menos en el ámbito tandilense, legitimidad que le otorga el impacto ideológico de la Guerra Fría, y que le permite presentar a Salceda, el vecino escritor “que publica en Buenos Aires”, como el referente local del enemigo de Occidente todo: el comunismo.371 La versión política de la dicotomía comunismo-anticomunismo, lo expresa -claro está- la clausura de la Biblioteca Rivadavia y las justificaciones del interventor Botteri, que responden a los intentos de presión del poder militar al gobierno del presidente Arturo Frondizi, y sus consecuencias en el ámbito de la provincia de Buenos Aires, a cargo del gobernador ucrista Oscar Alende. Más allá de que ambos sectores del radicalismo local (U.C.R.I.-U.C.R.P.) manifiesten su apoyo incondicional a la Biblioteca, y que algunos políticos encumbrados de la UCRI local anuncien la posibilidad de sus renuncias si no se vuelve a fojas cero en la medida que motivó la clausura, sólo son los representantes de la Unión Cívica Radical del Pueblo quienes asumen una defensa activa de la Asociación Bernardino Rivadavia, ante ámbitos institucionales extratandilenses, como es el caso del pedido de interpelación al ministro de Gobierno de la provincia, por parte del bloque de diputados provinciales de la UCRP, que lidera Longin O. Prat, un ex integrante del Ateneo Rivadavia. Pero esta defensa queda entrampada en la lucha política de los tiempos frondizistas, donde las relaciones de fuerza favorecen finalmente a la UCRI. En síntesis, el año 1960 muestra la fragmentación del discurso liberaldemocrático en Tandil, no sólo porque se interrumpe definitivamente el mecanismo Ateneo-Diarios-Biblioteca, que permitía la circulación de los mensajes culturales, sino porque se fractura la identificación político-cultural que lo sustentaba.372 Si la presencia del peronismo en el gobierno permitió la cohesión de las fuerzas opositoras que evaluaron el movimiento justicialista como la versión nacional del nazi-fascismo, la Revolución Libertadora primero, y la fractura del radicalismo después, dividirá las aguas de tal modo, que ya no se podrán sostener las identificaciones previas. El enemigo que permitía la cohesión desaparece, Arturo Frondizi (UCRI) accede a la presidencia de la República en febrero de 1958, por lo que se intensifica la puja entre ambos bandos radicales, a medida que el oficialismo va cediendo poco a poco ante las presiones del poder militar y las de la Iglesia. Disminuye, pues, el margen del liberalismo, y por ende el de acción de Juan Antonio Salceda, dado que en la identificación ideológico-cultural de radicales, 371 La única expresión de acuerdo político entre el sector liberal y el católico se observa en los festejos espontáneos que sucedieron al derrocamiento del gobierno de Perón en septiembre de 1955, donde la alegría parece limar todas las diferencias preexistentes. Cf. “Con fervoroso entusiasmo la juventud de Tandil celebró el triunfo de la Revolución”, en Nueva Era, 24 de septiembre de 1955, p. 3. 372 Oscar Terán afirma que la desaparición del peronismo del Estado implicó una crisis de identidad para el sector de intelectuales que se definían en oposición a ese movimiento político. Quienes“habían encontrado en esa negación la fuente de un reconocimiento y al mismo tiempo una esfera de alianzas objetivas dentro de las cuales el encuentro con la elite liberal había resultado tan inevitable como ambiguo”. Oscar Terán, En busca de la ideología argentina, Buenos Aires, Catálogo, 1986, p. 215.

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liberales y comunistas, se fundaba la posibilidad de su actuación intelectual en el ámbito local. A partir de ese momento, Juanillo ya no colaborará con sus notas en El Eco de Tandil, y su columna cultural llamada Recuadro, que escribía semanalmente en Nueva Era, culminará junto con la muerte, en junio de 1966, de José Antonio Cabral (h), director del vespertino. Esta situación interna del diario modifica incluso su tendencia ideológica, que pasa de defender explícitamente al sector intransigente del radicalismo, a cierta apatía por la manifestación política o bien a la adaptación a los tiempos de la Revolución Argentina. Juanillo, entonces, se transforma en una figura que ya carece del apoyo relacional inicial, de tal manera que en 1969, cuando Nueva Era publica la edición aniversario del cincuentenario del vespertino, el Ateneo Rivadavia y Juan Antonio Salceda desaparecen de esa síntesis de la historia de la ciudad, como si nunca hubieran existido. Nueva Era intenta, entonces, reinventar la tradición cultural mediante la omisión del papel decisivo jugado por Juan Antonio Salceda, quien había logrado existencia social en tanto poeta, precisamente a través de Nueva Era, cuando en su edición especial de festejo de los primeros veinticinco años del diario, en 1944, Juanillo aparecía como uno de los artistas locales más importantes, compartiendo ese sitial preferencial de las representaciones sociales con Carlos Ruiz Daudet.373 ¿Quiere decir entonces, que la soledad del Ateneo termina por provocar también la soledad social de Juan Antonio Salceda? Nada de eso. La percepción de Osvaldo Soriano es un tanto errónea en este punto: Juanillo siguió conectado a espacios de acción comunitaria en los que participaba desde su temprana juventud, tales como la comisión directiva del Club Ferrocarril Sud374, la Liga Tandilense de Fútbol, la Asociación Española de Socorros Mutuos, la Cooperativa de Almaceneros Minoristas (de la cual era gerente) y la Sociedad Cooperativa de Panificación y Consumo Limitada, donde actuaba como síndico de la entidad. Con la clausura de la Biblioteca y la solución final del Ateneo Rivadavia, Salceda pierde la posibilidad de mantenerse en tanto líder de un ámbito específicamente intelectual, de gran impacto comunitario. Una versión del Ateneo, entonces, en su faz privada, incluso doméstica, se traslada a su domicilio La edición especial de Nueva Era con motivo de las Bodas de Plata del diario, el 1º de octubre de 1944, da cuenta de los poetas de la ciudad en sus p.inas 108 y 109: entre los cinco únicos poetas reconocidos, Juan Antonio Salceda aparece con su poema El soldado muerto en Normandía y Carlos Ruiz Daudet con otro: Soneto de Hoy. Básicamente, el estilo de la edición especial de Nueva Era del año 1944 es el mismo que el de 1969: la presentación panorámica de las actividades culturales, políticas, económicas y sociales de la ciudad, desde una mirada periodística de la historia local, en el sentido de la preocupación por rescatar la personalidad de los grandes hombres tandilenses y la importancia de las instituciones a las que estuvieron ligados. Resulta significativo que Juan Antonio Salceda sólo sea nombrado en la edición especial de las Bodas de Oro (1º de octubre de 1969), en tanto ex presidente de la Liga Tandilense de Fútbol, mientras que al Ateneo Rivadavia se le asigna un papel secundario en el historial de obras realizadas por José Antonio Cabral, fundador de Nueva Era. 374 Cabe mencionar que en la gestión de Salceda del año 1948, se adquirió el edificio de la sede social del Club, hecho que impactó grandemente en la barriada obrera de la Estación. 373

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particular. Allí, las tertulias intelectuales diarias, que solían terminar la mayoría de las veces alrededor de las cuatro de la mañana, ayudan a mantener cohesionado al grupo intelectual que hasta poco tiempo atrás había hegemonizado la vida cultural de Tandil. Pero hacia finales de 1964, Juan Antonio Salceda crea el Centro Cultural Esteban Echeverría junto a otros ex integrantes del Ateneo Rivadavia, entre ellos Beatriz Inés Gutiérrez. Este nuevo centro no tiene residencia fija y funciona alternativamente en las viviendas de sus integrantes, lo que impide en principio, que su impacto cultural exceda los límites del grupo original. Sin embargo, en febrero de 1965, aparece el primer boletín cultural del Centro Esteban Echeverría. Salceda, entonces, avanza una declaración de principios que, sin duda, alude al destino final del Ateneo Rivadavia: “...Nacemos con el compromiso de promover cultura sin discriminaciones. Que se entienda bien esto para que no haya confusiones. Pero no somos neutrales. Aprobamos una línea de acción basada en un entendimiento que es claro: entendemos que ‘las bases de la cultura nacional son inseparables de su origen histórico, consistente en una cultura de fundamentos racionales y libres y en función de su progreso y soberanía’ (...) Como se ve no inventamos nada. Sólo ponemos una idea en movimiento. Y como quería Goethe, nuestro principio será la acción”375. El boletín del mes de marzo de ese año, ya presentaba un pequeño suplemento de poemas, y agregaba a sus pocas páginas otras dos, que publicaban reportajes a pintores de la ciudad, y además de las colaboraciones de poetas jóvenes locales, intentos polémicos acerca del teatro y la cultura, a cargo del periodista Juan Carlos Gargiulo, quien dirigía el Pequeño Teatro Experimental. La tercera y última edición del boletín apareció en abril de 1965. El poeta Juan Carlos Magariños, amigo de Salceda y también antiguo miembro de la mesa de Gombrowicz en la “Rex”, estuvo a cargo de la dirección del boletín. Juanillo escribió un extenso artículo sobre el poeta español Miguel Hernández, donde presenta al autor de “Cancionero y romancero de ausencias” como un poeta popular cuya poesía “está signada por una profunda fe en el hombre”376. Pero a Salceda le apasionan los versos de Miguel Hernández tanto como la vida del soldado-poeta, porque resume en una versión extrema lo que el propio Salceda considera que debe ser la tarea del artista. Entonces, ensaya un deseo: “En estos momentos en que estudiantes y obreros retoman en sus manos fuertes la bandera de la lucha por la independencia y la libertad de España, Miguel Hernández, poeta del pueblo, vivirá en su poesía con claridades de aurora”.377 Tal vez con la pretensión de intentar la concreción de la alianza de los estudiantes con el objetivo de la libertad y la independencia, o solamente por la dinamización de las antiguas relaciones de amistad de Magariños, el boletín convocó también a los estudiantes universitarios tandilenses en La Plata, discípulos de Gombrowicz. De Juan Antonio Salceda, “Presentación”, en Boletín Cultural Esteban Echeverría, año 1, Nº 1, Tandil, febrero de 1965, p. 2. (4 páginas). (ABIG) 376 Juan Antonio Salceda, “Miguel Hernández, poeta del pueblo”, en Boletín Cultural Esteban Echeverría, año 1, Nº 3, abril de 1965, p. 3. 377 Ibid. 375

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este modo, Jorge Di Paola escribió un artículo sobre Rayuela de Julio Cortázar, y en el número dos, Juan Carlos Ferreyra, ya había colaborado con un cuento corto. Curiosamente, la idea de relacionar el fin de la novela con el fin de la burguesía en tanto clase378, que es la tesis que propone Di Paola en ese artículo, tiene en su base un razonamiento determinista que recuerda la hipótesis de Salceda en el Prometeo, según la cual el existencialismo, con su regodeo en la angustia y la defensa del suicidio como instancia extrema de la libertad, también estaría expresando a nivel de lo superestructural la caída de la burguesía como clase dominante. Pero esta semejanza aparente en el enfoque, es sólo eso. El artículo de Di Paola concluye con los tópicos witoldianos clásicos acerca de la tarea del artista: “Hoy, decir la verdad es difícil -se refiere al arte de la novela-, porque no nos parece verdadero lo que sólo es verosímil. Hay una mayor exigencia de autenticidad, una mayor exigencia de verdad: menos arrodillamiento ante el arte, menos cómodo recostarse en la ‘misión sagrada’ del artista. Porque el artista, hoy, al menos el artista que es verdaderamente un artista de hoy, confiesa que hace lo que puede, que no es un pequeño Dios, que no quiere engañar y hacerse pasar por más serio de lo que es”.379

En el marco de las ideas que propone, la última aparición del boletín del Centro Cultural Esteban Echeverría, no hace más que reeditar los argumentos de la polémica Salceda-Gombrowicz, pero en su faz amistosa y carente de polémica. Si en el ‘57, el conflicto cultural se resuelve a favor del ideario básico del Ateneo Rivadavia que atribuye al intelectual el rol de un educador civil, y al distribucionismo cultural, la construcción de nuevos hombres, en el ‘65, el conflicto deviene en eclecticismo, porque el proceso cultural ha convertido en residuales las ideas que hegemonizaron el mundo cultural tandilense desde los años ‘30 hasta la clausura de la Biblioteca Rivadavia. Los discípulos de Gombrowicz, ausentes durante el proceso de la clausura, salen finalmente a rescatar al padre abandonado, probando el peso que todavía tenían las relaciones primarias en el mundo local. Sin embargo, se trata de una farsa de rescate, puesto que su participación en los boletines del centro cultural, evidencia la dimensión de la distancia existente entre el paradigma cultural salcediano y el de los discípulos gombrowiczianos.380 La experiencia del Centro Cultural Esteban Echeverría culminó hacia finales de 1965. Sin embargo, esta intelligentsia local en retirada no parece advertir en los cambios políticos-culturales de los primeros ‘60, un cuestionamiento a su ideario ni a sus prácticas. Al contrario, los reveses no hacen más que confirmarlos -de la misma manera en que el devenir de Prometeo en la versión esquiliana, convierte en incuestionable el robo del fuego a los dioses para entregárselo a los hombres-, Jorge Di Paola escribe: “...en Cortázar el salto de capítulos expresa una preocupación por lo ilimitado, aunque finito. Es decir, Rayuela no termina en ninguna parte, y comienza y termina en todas. ... Todo esto porque ante el fin de una clase estamos también ante el fin de la novela, ante el fin de la novela burguesa (Balzac, Dostoyevsky, Kafka, Thomas Mann)”, en “Julio Cortázar y el fin de las novelas”, op. cit., p. 4. 379 Ibid. 380 En enero de 1963, Mariano Betelú le envió a Salceda un ejemplar de La pornografía, el libro que Gombrowicz acababa de publicar en París. Carta de Mariano Betelú a Juan Antonio Salceda, La Plata, 5 de enero de 1963. (AFS). 378

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porque más allá de la frustrada experiencia intelectual del Ateneo Rivadavia, la Historia pareciera confirmarse en la versión salcediana, desde que en enero de 1959, Cuba ha optado por el destino de lo que Salceda denomina la liberación definitiva de Prometeo.

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Capítulo 7

IDENTIDAD COMUNISTA Y VIDA PRIVADA “Yo podría decirte que es poco lo sufrido. Y puedo decirte igual que es mucho lo gozado. Siempre tuve un ideal que orientó mi existencia, Y al verlo realizarse calmó mi sed de Tántalo.” Juan Antonio Salceda, Los 35 años de mi hijo

Llegado a este punto, el propósito fundamental es tratar de establecer de qué manera la intimidad de Salceda expresa un conjunto de temas ideológicos, prácticas partidarias y nociones privadas, que pueda dar una medida del funcionamiento de lo que podría llamarse una “identidad comunista”, durante el período 1935-1976. Favorecida por el acceso a un cúmulo de documentos personales altamente ricos, la reducción de la escala de observación al nivel del sujeto posibilitará plantear el problema de la identidad política, en el nivel donde finalmente ese intento identitario alcanza un mayor grado de internalización y reelaboración. Al identificar la conducta personal con la actitud de vida total (privada y pública), Salceda termina por convertir el tópico del compromiso político en una moral prometeica, que se presenta como el ethos para guiar la conducta propia y para interpretar la ajena. Pero esta moral que inicialmente puede ser pensada en términos de individualidad, da cuenta también de la expresión del corpus de significados dominantes en su espacio social de relación. En efecto, el verdadero interés es comprender las motivaciones que conducen a las personas a adoptar tal o cual comportamiento político, teniendo en cuenta que si bien la cultura política se internaliza en el individuo convirtiendo una serie de tópicos en instancias identitarias, ésta es también una experiencia colectiva, es decir, experiencia política compartida.381 En este sentido, la moral prometeica que Salceda construye representará un universo de naturaleza muy familiar a las imaginaciones del P.C.A: un universo habitado por personajes que se encuentran en una continua disputa moral por la verdad, un ámbito donde la conducta individual es evaluada constantemente de acuerdo a la relación pensamiento/ praxis, y en donde la existencia individual cobra sentido en la medida en que Serge Berstein, “La culture politique”, en Jean-François Sirinelli et Pierre Rioux, Pour une histoire culturelle, Paris, Seuil, 1996, pp. 371-372. 381

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mentes preclaras se incorporan a un línea progresista de continuidad histórica, que conducirá inevitablemente a un futuro ya anticipado en la Historia —el modelo de la URSS—, lugar donde se saciarán todas las aspiraciones humanas. Respecto a su producción intelectual, Salceda no hizo más que reproducir los leves vaivenes intelectuales de la línea partidaria dominante que se expresaba a través de Cuadernos de Cultura. No obstante ello, sus camaradas lo visualizaban como un ejemplo en algún sentido límite382. Es evidente que su vínculo con el Partido es fluido y permanente desde 1940 hasta 1983 —momento de su muerte— , pero su naturaleza de militante provinciano da cuenta de una situación periférica respecto del mundo partidario, tanto en la esfera política como cultural del mismo, donde el ideario pareciera actuar en vacío. Así todo, las características en principio exóticas de Juan Antonio Salceda brindan respecto del problema de la identidad política, una imagen diversificada del mundo de la sociabilidad comunista, que pretende complejizar una idea ampliamente difundida según la cual el Partido, que en rigor es la dirección del Comité Central, se convierte en una gran maquinaria de disciplinamiento. Más allá de su efectividad descriptiva del funcionamiento de la disciplina partidaria, la tesis de que el Partido sólo posibilitaba a sus afiliados el camino de la subordinación o el de la expulsión, supone una idea del actor histórico como un receptor pasivo del intento normativo, incapaz de modificar en algún grado esa maquinaria en cierto sentido panóptica.383 Desde la perspectiva del sujeto, la construcción de la identidad política puede ser pensada como un espacio de tensión entre los intentos partidarios de dotar a la identidad de unos límites precisos (una genealogía, una visión de los amigos y de los enemigos políticos, un horizonte de expectativas ideológicas y políticas, unas prácticas propias, etc.) y la apropiación, recreación o impugnación de tales intentos por parte de los destinatarios. De este modo, intentaré seguir el problema de la identidad de los comunistas a partir de tres ejes temáticos básicos, durante un período —1950-1970— en donde el modelo de praxis política y cultural defendido por el P.C., comienza a mostrar graves fisuras. El primero de ellos pretende dar cuenta del P.C. como un ámbito ampliado de sociabilidad, caracterizado por una densa red de relaciones personales. En el segundo eje, intentaré presentar el funcionamiento de una matriz identitaria dominante a partir del modo en que en el nivel micro, fueron tamizados los sucesos relacionados con el proceso revolucionario en Cuba. Por último, describiré la manera particular en que el ideario comunista se expresa en la vida familiar, a partir de la extensión hacia el ámbito doméstico de lo que denomino una moral prometeica en Salceda. “Salceda es una personalidad relevante de nuestras letras y de la militancia ciudadana. En él no se da la escisión común en otros casos entre el escritor y el amigo del pueblo”. Carta de Rodolfo Ghioldi a Dardo Fernández Tasende, Buenos Aires, 7-6-1972. (AFS) 383 Furet, op. cit. 382

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El Partido Comunista como sociabilidad Desde mediados de la década de 1930, en especial con la creación de la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores, el Partido Comunista384 aparecerá dinamizando en penumbras todo un espacio cultural que se definirá antifascista y que irá alcanzando una gravitación no menor en la escena ideológica y cultural. Como ya he señalado, durante esa experiencia no sólo la relación de los intelectuales con el partido no es del todo clara aún con definiciones marxistas, sino que el partido mismo se desdibuja, pues el proceso de proscripción impuesto por el gobierno provisional de Uriburu lo llevará a activar sus políticas en organismos anexos. En algún sentido, lo que parecen mostrar los itinerarios personales de algunos intelectuales es más un ingreso al PCA como resultado que una decisión que se encontraba en los orígenes de la su participción en A.I.A.P.E. Lo más importante de este momento inicial es que allí se fundarán dos procesos de gran durabilidad: por un lado, se sentarán las bases de un diálogo fecundo entre tradición liberal y marxismo que se prolongará sin quiebres al menos hasta el momento posterior a la Revolución Libertadora. El segundo proceso importante será el de la constitución de espacios diversos de sociabilidad —prensa periódica; ateneos, bibliotecas populares, editoriales, teatro independiente, circuitos culturales, etc.— en la esfera de influencia partidaria (a tal punto que llegarán a confundirse con el Partido mismo) que posibilitaron la constitución de una red de relaciones demográficamente joven, por lo tanto con una alta potencialidad de permanencia temporal. Como lo han señalado Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero, el fenómeno asociativo es propio del período de entreguerras385 aunque lo excede, no obstante, me interesa señalar aquí que el P.C. como sociabilidad, posibilitó el ingreso a la vida política y cultural desde mediados de los años 30 hasta los 60, de un número nada despreciable de jóvenes, que hicieron sus primeros aprendizajes en la política del Partido. El itinerario del músico Osvaldo Pugliese lo ilustra claramente. Pugliese ingresó al Partido en 1938, previas adhesiones al sector de los republicanos durante la Guerra Civil Española. Lo interesante aquí es que no firmó la ficha de afiliación en una sede partidaria, sino en un local cedido para que el Sindicato de Músicos pudiera funcionar. En 1988, con motivo de los festejos del 70º aniversario del P.C., Pugliese declaraba que el Partido era la “respiración de todos los días” y que su importancia era equivalente a la de su madre.386 En una percepción del P.C. en tanto maquinaria de disciplinamiento, para José Aricó entre los años 20 y los 60, abandonar las filas partidarias implicaba convertirse en “un muerto civil”. La militancia conformaba una mentalidad particular, “una forma de ser, de pensar, de relacionarse con el mundo, que se volvía muy difícil de mantener una vez fuera de la organización”.387 Más allá del El P.C.A. estuvo proscripto del sistema político argentino desde 1930 hasta septiembre de 1945. Leandro H. Gutiérrez y Luis Alberto Romero, op. cit. 386 “Reportaje a Osvaldo Pugliese”, Todo es Historia, Nº 250, abril de 1988, p. 37. 387 “Reportaje a José Aricó”, en Ibid., p. 43 y ss. Una percepción similar en del autor, La cola del diablo, 384 385

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carácter autobiográfico que adquiere el relato de Aricó —él mismo fue expulsado del Partido en 1963 junto a otros jóvenes gramscianos—, la cita da cuenta del funcionamiento de una sociabilidad política, donde el costo de oportunidad era significativamente alto para quienes quedaban fuera de ella. Jeannine Verdès-Leroux ha estudiado para el caso del P.C.F. el funcionamiento del sistema de intercambios, privilegios, formas de adhesión y manipulación entre las dirigencias partidarias, el marco institucional y los intelectuales, claramente diferenciados entre afiliados y compagnons de route, señalando este carácter donde el costo de oportunidad estaba fuertemente presente en la raíz de la actividad intelectual. Más allá del rescate un tanto criticable de una cierta lógica neoclásica en la actitud de los actores que analiza la autora, resulta interesante la relación que establece entre intelectuales, vida partidaria y legitimidad en el campo profesional. Para Verdès-Leroux, el partido aparecería como un espacio de sustitución de recursos legítimos y de reconocimiento intelectual difícil de lograr fuera de él.388 Está claro que en el caso de Salceda, dada su situación de residencia provinciana, lejanía de origen con el mundo intelectual y baja escolaridad, el ingreso a la sociabilidad antifascista primero y comunista después le permitió desarrollar un proyecto de escritor. Más allá de su composición heterogénea, es evidente que la A.I.A.P.E. posibilitó estos recorridos en más de un caso. Pero esta relación de dependencia que señala la autora debe ser matizada según los espacios de acción cultural y los períodos. En efecto, en su artículo sobre el lugar de los intelectuales en el P.C.F., Frédérique Matonti indica que se pueden distinguir desde los años ’20, dos tipos de trayectorias de ingreso y relación con el Partido: por un lado, aquellos que débilmente consagrados en su universo profesional encuentran en el partido un espacio de reconocimiento. Un ejemplo emblemático de esta alternativa lo expresa Romain Rolland. Y por el otro, quienes en tanto miembros de vanguardias estéticas o literarias usan su afiliación partisana para asegurar su posición en el seno del mundo artístico (p.e.: Henri Barbusse). Para el P.C.F., un momento importante de afluencias de intelectuales al partido lo representó el clima antifascista que llevó a la constitución del Frente Popular, pues no sólo se integrarán escritores y plásticos, sino universitarios provenientes de carreras técnicas y docentes del nivel secundario de la educación. Así todo, el momento más importante de afluencia de intelectuales al Partido se dará una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, luego de que el P.C.F. capitalizara simbólicamente el lugar preponderante ocupado en la lucha de la Resistencia.389 No obstante ello, el P.C.F. muestra a lo largo de su historia una fuerte correspondencia entre su base social (fundamentalmente obrera) y su operación política interna y discursiva de limitar el acceso de los intelectuales a los cargos directivos, para evitar que “los representantes y los cuadros dirigentes del partido sean de un Buenos Aires, Puntosur, 1988, passim. 388 Jeannine Verdès-Leroux, Au service du Parti. Le parti communiste, les intellectuels et la culture (19441956), Paris, Fayard-Minuit, 1983, passim. 389 Stéphane Courtois et Marc Lazar, Histoire du Parti communiste français, op. cit., pp. 251-252.

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origen social más elevado que el de los electores o militantes de base” […]”.390 En este sentido, el P.C.F. pudo establecer un diálogo polémico y contradictorio con las vanguardias estéticas (piénsese en la expulsión de los surrealistas Breton y Eluard en los años ‘30), pero no dejó de incorporar en su seno las culturas populares y la tradición republicana francesa. Ahora bien, como ya he señalado en los capítulos anteriores, el tránsito de Salceda hacia el comunismo no es menos ilustrativo. Sin duda, en la construcción de la identidad comunista en el interior del Partido, debe haber actuado en un modo potente la percepción de la oferta diversa de alternativas de participación que proponía la sociabilidad comunista. En este contexto, se constituyó un marco normativo que impuso límites a la variabilidad de esa identidad. Así, a la vez de otorgar un campo ampliado de actuación, el Partido -en rigor la sociabilidad comunista- reclamaba una fidelidad específica. Sin embargo, esa identidad no dejaba de constituirse sin conflicto. Si el devenir de los jóvenes gramscianos durante la década del ‘60 resulta una prueba extrema de ello391, una mirada a la correspondencia de Salceda durante ese período, puede dar una imagen de la tensión identitaria subyacente, en el marco de un corpus ideológico y de un modelo de acción cultural aún dominante en el interior partidario, pero ciertamente residual a la hora de abordar el problema del destino del peronismo y el papel de los nuevos jóvenes en la escena política e ideológica argentina. Ideología y militancia: el impacto de la Revolución Cubana El primer registro de la vinculación afectiva de Salceda con la Cuba revolucionaria data de inicios del año 1960, cuando publicó un artículo en El Eco de Tandil, que tituló “Tierra y Escuelas para Cuba”. En él, Salceda apoyaba la idea de que el gobierno de la isla sufría una conspiración internacional porque daba “tierras y escuelas a su pueblo”. El artículo llegó a Cuba, y el 5 de abril de 1960, un alto funcionario cubano le escribió una carta en la que le expresaba su gratitud por la difusión de la “verdad” de la Revolución en la isla.392 Pero si esta vinculación oficial se expresa en la instancia que el protocolo institucional establece para los agradecimientos, la relación que mantiene con el ingeniero Pedro Fontana, un amigo del Partido Comunista que se encuentra en 390 Frédérique Matonti, “Les intellectuels et le Parti: le cas français”, en Michel Dreyfus et alli, Le siècle des communismes, Paris, Les Éditions de l’Atelier/Éditions Ouvrières, 2000, p. 415-416. 391 Cfr. José Aricó, “Los gramscianos argentinos”, en Punto de vista, Nº 29, año X, abril-junio de 1987. 392 “Ha llegado hasta nosotros un ejemplar de ese periódico, en el que aparece publicado su magnífico artículo “TIERRA Y ESCUELAS PARA CUBA”, por el cual tenemos la satisfacción de expresarle nuestra gratitud. (...) Estamos convencidos de que los pueblos de América respaldan nuestra Revolución, y no lo engañan las falsas campañas que nos calumnian. Por ello, la importancia de las publicaciones y los escritos -que como el suyo- difunden la verdad de las realizaciones de este feliz proceso que vivimos en esta Nación (...)” Miguel A. Duque de Estrada, Jefe del Dpto. de Asuntos Latinoamericanos (Cuba), a Juan Antonio Salceda, La Habana, 5-4-60. (AFS).

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Cuba, le permitirá acceder a la experiencia revolucionaria misma. Fontana llegó a Cuba en abril de 1961 junto a un grupo de profesionales comunistas de la ciudad de La Plata. Después de un año en la isla, decidió retomar la relación afectiva que lo ligaba a Salceda, desde los tiempos en que éste le había obsequiado un ejemplar de Prometeo, cuando Fontana se encontraba en carácter de prisionero político encarcelado en la penitenciaría de Mercedes, durante el año 1954. El hecho de haber recibido de manos de una joven maestra cubana un ejemplar del Aníbal Ponce de Salceda, motivó el deseo de restablecer el vínculo con él, quien según el ingeniero había estado presente con sus obras en dos momentos cruciales de su vida: la experiencia en las cárceles del peronismo y la concreción del sueño revolucionario en Cuba.393 Es altamente reveladora de la identidad comunista la selección de significados que expone el ingeniero Fontana. Por un lado, la experiencia de la cárcel aparece como una de las asignaturas a aprobar en la escuela del militante partidario. Como escribiera Salceda refiriéndose al Prometeo mitológico que ha sido encadenado a la roca de la montaña, por haberle entregado el fuego de los dioses a los hombres, “la causa del líder revolucionario gana generalmente con su martirologio, y este para serlo debe poseer un temple especial (...) que se establece sobre la base de una inflexible línea de conducta...”.394 Si se observa el lugar del Estado y sus mecanismos de control político en la memoria de los intelectuales comunistas, es evidente que la cárcel contiene un efecto paradójico en los contenidos de esa identidad: de ámbito de control a “universidad” del militante. Al menos a partir de la acción de la Sección Especial contra el Comunismo, el núcleo antifascista de A.I.A.P.E. comenzó a tematizar el problema de la represión estatal y a constituir parte importante de su acción político-cultural en función de la oposición a la misma, como lo significaron entre otras las actividades realizadas en favor de la libertad de Héctor P. Agosti y José Portogallo, este último condenado a raíz de la publicación de su libro de poemas Tumulto, un libro que había alcanzado un premio municipal, pero que más tarde fuera considerado inmoral.395 Recuérdese el proyecto de Represión del Comunismo (1936) de los senadores nacionales Serry y Sánchez Sorondo. Proyecto finalmente frustrado en su concreción pero indicador altamente sugerente del estado político, evaluado desde la izquierda como un momento de “fascistización”, esto es, el “Como recordarás, tu “Prometeo” me tocó leerlo en la cárcel de Mercedes, allá por el año ‘54 (si mal no recuerdo). Emocionado por la lectura no pude prescindir de hacerte conocer mis impresiones sobre tu correcta interpretación marxista del “encadenado” de la leyenda. Tan oportuna su publicación, en momentos en que la reacción y la demagogia peronista, tanto retrasaban el proceso de unificación de las masas trabajadoras argentinas. (...) ... quería decirte, que en el inmenso bagaje literario que tenemos a nuestro alcance, no podía faltar tu ‘Aníbal Ponce’. Si el ‘Prometeo’ me llegó a través de manos solidarias, tan valoradas en aquellas circunstancias, aquel me fue obsequiado por la mano amiga de una joven revolucionaria cubana. Dos momentos históricos, dos actitudes paralelas y coincidentemente, tú, querido compañero en el origen de este singular homenaje”. Carta de Pedro Fontana a Juan Antonio Salceda, Holguín (Cuba), 15-4-62. (AFS). 394 Salceda, op. cit., p. 129. 395 “Portogalo y Héctor Agosti”, Unidad. Por la defensa de la cultura, Año II, N° 1, agosto de 1937. 393

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objetivo de la monopolización desde el Estado, de la política, la producción social, las libertades y la producción intelectual.396 Una mirada por el Fondo Agustín P. Justo del Archivo General de la Nación da cuenta de que esta tematización de la represión estatal no respondía sólo a la invención de un enemigo político, sino que se apoyaba en datos altamente visibles, como las innumerables detenciones y deportaciones de obreros italianos, españoles y judíos provenientes de Europa central.397 Sin embargo, la cárcel también podía ser un espacio de aprendizaje. No es extraño que Agosti inaugure su recuperación de la libertad de 1937 con un libro al año siguiente- que reunía las biografías de los perseguidos políticos de América Latina, entre ellos, Julio Antonio Mella, líder del Partido Comunista de Cuba.398 De todos modos, el registro que condensará con más evidencia el conjunto de significados asociados a la experiencia de la cárcel será el libro del dirigente Luis Sommi, que narra las peripecias de los militantes comunistas prisioneros en la cárcel de Neuquén, después del golpe militar de 1943. Allí se describen los itinerarios militantes, la vida cotidiana en la prisión, y los mecanismos de resistencia psicológica que se establecían para poder mantener la cohesión grupal. Sommi relata que durante toda su estadía se organizaron grupos de estudio en materias como literatura, idiomas y teoría económica, y al mismo tiempo se editó un periódico clandestino que incluía también algunas ilustraciones, con la dificultad que ello implicaba puesto que debía ser elaborado exclusivamente a mano. Más allá del componente autocelebratorio, el libro presenta algunos casos de detenidos por razones políticas no muy claras que en el proceso de encarcelamiento devienen comunistas.399 Para Salceda, ese martirologio que requiere de una fortaleza personal especial se ve recompensado por la concreción del ideal social compartido por la sociabilidad comunista. En efecto, desde el optimismo que le otorgaba el saberse partícipe del proceso de cambio en Cuba, Fontana podía sostener que “ya el lenguaje del socialismo se habla en español, la ancha senda de la liberación está abierta. Sólo queda cohesionar las fuerzas populares para lograr el triunfo final en América Latina”.400 Fontana se desempeña como ingeniero asesor en el área de obras públicas de la provincia de Oriente, lo que le permite estar al tanto de la cotidianidad del proceso revolucionario y de los conflictos que suscitan las nuevas condiciones. En la descripción que Fontana hace de tales conflictos, la Revolución Cubana es presentada como etapa superior de la democracia: Ernesto Giudici, Represión obrera y democrática, op. cit., p. 31. Cf. AGN, Fondo Justo. Caja 45, doc. N° 120, 16-6-33. Fondo Justo. Ministerio del Interior, Caja 47, leg. 3229, doc. 5, 12-2-35. Fondo Justo, Sección Especial, doc. N° 18, 4-6-36. Fondo Justo, Ministerio del Interior, Caja 37, leg. 90 y ss., 27-8-36. 398 Héctor P. Agosti, El hombre prisionero, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1938, pp. 85 y ss. 399 Luis Sommi, Neuquén. Vida de los presos políticos, Buenos Aires, Editorial Partenón, 1946, pp. 117118 y 133. 400 Fontana, Ibid. 396 397

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Ricardo Pasolini “...Algo sobre los problemas campesinos: por razones estratégicas, debida y ampliamente explicadas a los interesados, en ocasiones se hace necesario el desplazamiento de grupos campesinos. Precisamente, hace unos días me tocó intervenir en el traslado de 14 productores agrarios. Conversamos con todos ellos y con sus familiares, con algunos individualmente, con otros en grupos, mientras nos servían el aromático café oriental. Hombres y mujeres, padres, hijos y abuelos, todos participaban del análisis de los pormenores a contemplar para resolver (...) La Revolución jamás hizo ni hará nada que perjudique a los campesinos, de modo que está fuera de discusión la necesidad del traslado. Sólo está disconforme el moro Ramadán. El no quiere trasladarse al lugar propuesto. Lo dice con vehemencia, aunque reconoce la preocupación de la Revolución por los campesinos. Está casi ciego, tiene más de 60 años, no puede trabajar. La mujer y la hija lo apoyan. Buscamos una salida aceptable (ad referendum de los 3 hijos varones que están trabajando en la zafra). Propuesta va propuesta viene, llegamos a un acuerdo. La hija, hermosa morocha de 19 años, trabaja en una tienda del Estado de Pinar del Río, además en la provincia occidental viven todos sus familiares. En relación con eso, propone Ramadán que se le paguen los gastos de traslado a esa provincia, en donde se radicarían. ¿Cuánto? Yo sugiero una cifra ($1000). Los tres, al unísono, consideran la cifra excesiva. Dicen: lo que tenemos aquí no vale nada y los pasajes valen mucho menos que esa suma (...) Esto fue ampliamente discutido con los propios interesados, en fraternal diálogo revolucionario, sin demoras inútiles y papeleos estériles. Es un ejemplo, entre muchos de los que fui testigo. Así resuelve la Revolución sus problemas, fundiendo a todos en una fuerza poderosa, capaz de impulsar hacia adelante la construcción del socialismo (...)”.401

Las cartas que Fontana envía a Salceda se leen en voz alta en reuniones que incluyen a militantes, familiares y amigos no afiliados, pero que se encuentran en la órbita de influencia de la política cultural del P.C. “Creo que es una manera eficaz de ayudar a la gloriosa Revolución Cubana”402, escribe el ingeniero en agosto del 62, sobre el destino de sus misivas. Salceda, entonces, se propone ayudar —de alguna manera— a consolidar el proceso revolucionario.403 Está interesado en saber cuáles fueron las instancias que hicieron que su Aníbal Ponce llegara a Cuba.404 De este modo, primero indagará en la editorial Lautaro sobre el arribo de su libro a la isla. Más tarde decidirá mantener correspondencia con la joven maestra cubana que le obsequió su Aníbal Ponce al ingeniero Fontana. No poseemos la carta que le envió Salceda, pero sí la respuesta de Wiriam Ibáñez. Dice la maestra: “Compañero, en su maravillosa carta me dice que desearía venir a mi patria. Para nosotros, los cubanos, sería un orgullo poder tenerlo, ya que tan necesitada está de personas capacitadas y Carta de Pedro Fontana a Juan Antonio Salceda, Santiago de Cuba, 4-5-62. (AFS) Carta de Pedro Fontana a Juan Antonio Salceda, Santiago de Cuba, 24-8-62. (AFS) 403 Gregorio Berman, compañero de ruta del P.C.A., ilustra claramente el tránsito que va del antifascismo cultural a la exaltación cubana: “En mi larga trayectoria sufrí dos experiencias vitales. La primera cuando participé en la Guerra de España contra la sublevación militar-oligárquica-clerical y la invasión nazifascista, quebré las ilusiones demoliberales. Y ahora, al contacto con esta candente realidad cubana, desperté de un sueño, de un largo sueño sectario, pues aunque no fui afiliado, algo se me prolongó en el prolongado viaje”. Gregorio Bermann, La crisis argentina, Buenos Aires, Editorial Proceso, s/d (circa 1963), p. 33. 404 “He recibido carta de Cuba y me he enterado que una estudiante dedicó ‘Aníbal Ponce’ a un ingeniero argentino. Este hecho me hace suponer lógicamente que mi libro ha llegado por vía corriente allí. Quisiera me diera algún dato sobre esto que tanto me interesa por venir precisamente de allí...”. Carta de Juan Antonio Salceda a Sara M. de Jorge (titular Ed. Lautaro), 28-5-62. (AFS). 401 402

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La utopía de Prometeo de alto amor Patrio, que nos ayuden a consolidar nuestra gran Revolución, ejemplo del mundo y faro de América (...) Salceda, espero que podamos mantener correspondencia para así, unir los pensamientos de un gran literato con los pensamientos sencillos de una humilde maestra cubana que sueña con un solo ideal en todos los países del mundo: que gocen de libertad, prosperidad y paz. ‘Patria o Muerte. Venceremos’”.405.

La respuesta de la maestra cubana debe haber impactado notablemente en Salceda, no sólo por el hecho de ser considerado como un gran literato, (ésta es una de las ficciones personales más potentes en Salceda) sino, sobre todo, por el impacto que su obra aparentemente había logrado en el mundo cultural cubano. La confirmación de la idea del impacto llega a través de una carta de Néstor Tirri, ahijado intelectual de Salceda, quien estudia el profesorado de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional del Sur y mantiene una estrecha relación con Ezequiel Martínez Estrada. Hacia finales de 1962, Martínez Estrada ha regresado ya de Cuba y se encuentra trabajando en una obra sobre el poeta José Martí. En una de las visitas de Tirri, el autor de Radiografía de la pampa habla sobre el conocimiento que los cubanos tienen de los pensadores argentinos: “Martínez Estrada dice que Ud. es más conocido allá que aquí (...) Le aseguro que se ha producido en él un cambio increíble. ¡A tanto llega el milagro cubano!”406, escribe Tirri, ironizando sobre el tránsito que ha transformado a Martínez Estrada de ideólogo de la revista Sur a apólogo de los sucesos políticos de la isla.407 Al igual que Pedro Fontana desde su práctica profesional en Cuba, Salceda observa que su obra sólo tiene validez en tanto trabajo intelectual si su impacto excede los límites del propio campo. Para él, no son los críticos especialistas quienes determinan el lugar que cada obra ocupa en la serie infinita de trabajos intelectuales, más allá de que sea con ellos con quienes se dan las disputas, sino el lector en tanto expresión de la democratización de la crítica. Es que en Salceda, lo intelectual no está planteado como una instancia de las búsquedas del yopensador, sino como un praxis para expresar un ideal político que incluso es toda una cosmovisión: la lucha de la humanidad por alcanzar su estadio superior, el ingreso definitivo a la Historia. En una carta que le escribe al poeta José Pedroni a propósito de la sorpresa que le causó haber ganado algo de dinero con la venta de su Aníbal Ponce, Salceda afirma que lo que en verdad lo enriquece es saber que el libro circuló muy bien en Cuba: “Saberse útil en la construcción del ‘Edificio’ es la mejor riqueza para un escritor”.408 Carta de Wiriam Ibáñez a Juan Antonio Salceda, Holguín, 6-9-62. (AFS). Carta de Néstor Tirri a Juan Antonio Salceda, Bahía Blanca, 20-3-63. (AFS) 407 Oscar Terán observa que hacia los primeros años‘60, el frente intelectual liberal expresado por la revista Sur, pierde la hegemonía del campo cultural argentino, a raíz de una nueva evaluación del fenómeno peronista que la revista dirigida por Victoria Ocampo no pudo sintetizar. El hecho se confirma con las adhesiones de dos de los miembros de este núcleo intelectual, Ezequiel Martínez Estrada y José Bianco, a la Revolución Cubana, lo que motivó la expulsión de este último de la revista, donde actuaba como secretario de redacción. Oscar Terán, “Intelectuales y política en la Argentina, 1956-1966”, en Punto de Vista, Nº 37, julio 1990, p. 19. 408 Carta de Juan Antonio Salceda a José Pedroni, Tandil, 8-9-64. (AFS) 405 406

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La idea del pensamiento en tanto utilidad política vuelve a presentarse en Salceda, cuando Yuri Dashkevich, Director de la Revista de Literatura Extranjera de Moscú, le solicita le envíe sus ensayos para ser traducidos al ruso: “(...) Estoy muy contento de poder enviarle mis libros. Los escritores, en este nuevo hermoso tiempo, debemos valorar nuestro esfuerzo en relación con la repercusión que tengan nuestras obras en los pueblos que luchan por la emancipación americana, y en general por la Nueva Era de la humanidad”409, escribe en septiembre de 1965. Esta idea, que es un tópico fundamental en la definición de la identidad del grupo intelectual de Cuadernos de Cultura, —y que reconoce una temporalidad que se inicia con el pedagogismo cultural del Grupo de Boedo—, se expresa también en otras variantes más sutiles, tal el caso de la noción de Carlos Ruiz Daudet acerca del rol de la imaginación en las obras de ficción. Escribe Ruiz Daudet: “(...) me surge que lo esencial consiste en rehuir el tema abstracto aunque haya oficio. La versión de ‘Querido mentiroso’ hecha a la justa y mismísima manera del mismo Shaw, es feliz por eso precisamente: no se imagina ni medio y se redondea una creación artística re-creándola como también pudo haberse dado en la vida...”.410 Para los intelectuales comunistas de Cuadernos, la ficción en tanto producto de la imaginación del escritor, carece del status que el ensayo ocupa en las prácticas intelectuales. Es que el ensayo pone en juego ideas, las explicita, las hace potencialmente aprehensibles por el lector no iniciado. La ficción, en cambio, sólo es defendida en su carácter de representación realista de lo real. En Salceda la obra expresa fundamentalmente al autor, tópico echeverriano fundamental, pero a un autor que con el fruto del pensamiento ayuda a construir “la casa de todos, el edificio más grande y hermoso que ha construido el hombre”411, es decir, el mundo socialista. En esta línea, así critica Salceda el teatro del absurdo de Eugene Ionescu y Samuel Beckett, a propósito de una disertación de Néstor Tirri, en la Biblioteca Rivadavia, en 1966: “(...) el teatro del absurdo o de vanguardia que dice haber roto los principios aristocráticos de la poética, es un verdadero desastre. Pero estos autores quieren decir que el absurdo existe fuera de ellos y no reconocen que está en ellos y en su obra, algunas veces ingeniosa, nunca trascendente”412. Al teatro de vanguardia, Salceda le antepone la vanguardia que expresa el teatro épico de Bertolt Brecht, porque en él, el absurdo es presentado en su expresión dialéctica: este teatro, dice, “recoge el absurdo del mundo que lo rodea, pone el sí y el no, y deja al espectador que juzgue”. Pero la adhesión de Salceda hacia Brecht se relaciona más con una identificación ideológica que con una defensa del teatro de vanguardia brechtiano. Por eso se entiende la sentencia moral que cierra su comentario de la conferencia: “divulgar que el mundo no tiene salvación no es misión del buen teatro contemporáneo...”413, dice Salceda, en los mismos términos con que Barletta y su grupo del Teatro del Pueblo, defendía Carta de Juan Antonio Salceda a Yuri Dashkevich, Tandil, 7-9-65. (AFS) Carta de Carlos Ruiz Daudet a Juan Antonio Salceda, Villa de Mayo, 19-¿4?-63. (AFS) 411 Carta de Juan Antonio Salceda a José Pedroni, Tandil, 28-9-64. (AFS) 412 Juan Antonio Salceda, “Teatro del Absurdo”, Nueva Era, 9-1-66. 413 Ibid. 409 410

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desde 1930, los fines pedagógicos que Romain Rolland le había atribuido al teatro popular. La práctica intelectual, entonces, tiene una utilidad: sirve para expresar un ideal que la excede, que le da sentido a las obras y a los hombres, porque en ambos se anticipa el mundo por venir. Las cartas desde Cuba impactan con intensidad en la idea que Salceda tiene acerca de la labor intelectual, y no hacen más que confirmar las antiguas elecciones sobre su destino personal en el campo de las ideas, y sobre el objetivo último del devenir de la humanidad. En la concepción global de Salceda, la Historia juega el papel de la prueba empírica de sus ficciones personales acerca del destino colectivo y del horizonte legítimo de las prácticas intelectuales, concebidas invariablemente como formas de la política. Como hemos visto a partir de estos documentos personales, la presencia del optimismo generado por los sucesos cubanos no ha hecho más que indicar un momento de reconstitución de la identidad comunista en una clave ya conocida, pues —como había señalado el ingeniero Fontana— ahora el socialismo comenzaba a hablar en español. Del viaje iniciático al mundo comunista al problema nacional Sin embargo, la persistencia de esta reactualización del modelo del apostolado laico que en Salceda414 es una constante, no parece ser la tendencia dominante —por lo menos desde mediados de los años sesenta— en el grupo de intelectuales comunistas que se ligaron a la experiencia de Cuadernos de Cultura, más allá de que éste sea el momento en que la dirección del P.C. opte por la defensa a ultranza de la concepción marxista-leninista (que defiende el carácter de la revolución en Argentina como democrático-burguesa, de allí también su diálogo con la tradición liberal), en un intento de freno de la corriente gramsciana reeditada con mayor énfasis renovador por el grupo intelectual de la revista Pasado y Presente, desde Córdoba.415 En Abril de 1964, el escritor Luis Gudiño Krámer le escribe a Salceda señalando un cierto estado de debilitamiento de la moral del compromiso: “(...) estoy un poco cansado de tratar de comunicar a los demás mi interés por los hechos nuevos y las nuevas conquistas que el hombre va obteniendo. Lo he hecho reiteradamente desde que llegué de la URSS en 1953...”.416 La carta da cuenta de un nuevo clima en la vieja guardia del Partido, en donde la deificación del “La acción de Salceda ha sido eminentemente pedagógica en Tandil. Más aun: apostólica...” Comentario de Héctor P. Agosti con motivo de la aparición del Prometeo de Salceda, s/l., 1953 (AFS). 415 Sobre las diferencia básicas entre el grupo renovador del P.C. y el tradicional, es sumamente ilustrativo consultar el beligerante artículo de José Aricó, “Examen de conciencia”, en Pasado y Presente, Nº 4, enero-marzo de 1964. Decimos reeditada porque el primer intento de reflexión gramsciana lo realizó Héctor P. Agosti a mediados de los años cincuenta. 416 Carta de Luis Gudiño Krámer a Juan Antonio Salceda, Córdoba, 9-4-64. (AFS). 414

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mundo comunista ya se ha vuelto un tópico no del todo satisfactorio para el mantenimiento de la identidad. ¿Cómo había funcionado hasta ese momento? El ejemplo de la URSS como modelo de organización social, actuaba como un dato engrandecedor de la verdad del carácter de la utopía socialista. En un artículo417 que publicó Cuadernos de Cultura en 1956, Héctor P. Agosti defendió la idea de completar las medias soluciones del humanismo burgués con las soluciones totales del humanismo socialista y en este sentido, consideraba que desde el Partido la “moralidad del mundo socialista no siempre ha sido valorada y difundida en medida suficiente”.418 La percepción de Agosti era sin duda exagerada en cuanto a las imaginaciones del Partido. Al menos desde 1935, el viaje de Ponce ya había develado una imagen de la U.R.S.S. articulada a partir de dos ejes principales: el socialismo como utopía tecnológica y el socialismo como humanismo.419 La pervivencia de estos dos ejes es fácilmente identificable en la matriz ideológica partidaria durante los años 50, inclusive en el propio Agosti. Lo interesante es que la evaluación de Agosti venía a legitimar la reedición de una política nunca abandonada de la U.R.S.S. hacia los P.C. latinoamericanos, que se traducía en la oferta de “viajes iniciáticos” a esa sociedad que en la imaginación comunista anticipaba el futuro del hombre. ¿Cómo operaba esta modalidad en la constitución de la identidad comunista? El ejemplo del escritor Carlos Ruiz Daudet es altamente ilustrativo. Daudet había visitado la URSS, Checoslovaquia, Bulgaria y Rumania en un primer viaje realizado en 1957, y en su segunda estancia en el mundo comunista en 1960 alcanzó a unir Pekín y Moscú. Como he señalado en el capítulo anterior, en el relato de Ruiz Daudet no hay posibilidad alguna para el pesimismo histórico y para la inevitabilidad de un futuro socialista para la humanidad, pues el mundo comunista no hacía más que afianzarse en su línea histórica. En su trabajo sobre el mundo cultural de Buenos Aires durante la décadas de 1920 y 1930, Beatriz Sarlo ha demostrado el impacto que la Revolución Rusa tuvo en los intelectuales argentinos, sobre todo en los que adherían a un posición de izquierda, aunque no sólo en ellos. “La revolución en Rusia -escribe Sarlo- se convirtió rápidamente en un centro no sólo de las referencias comunistas, sino de un espectro ideológico mucho más amplio que incluía a estudiantes e intelectuales vagamente anarquistas o socialistas”420. La adhesión de estos intelectuales a la Revolución Rusa en el preciso momento en que se está realizando, aparece como el elemento diferenciador de estos nuevos intelectuales en el campo cultural argentino de la época: “Son periodistas, poetas, artistas para quienes las transformaciones realizadas en Rusia ocupan todo el horizonte del cambio posible, manejan escasa información directa Héctor P. Agosti, “Los problemas de la cultura argentina y la posición ideológica de los intelectuales comunistas”, en Cuadernos de Cultura, nº 25, Bs.As., mayo de 1956. 418 Ibid., p. 154. 419 Aníbal Ponce, Humanismo burgués y humanismo proletario, op. cit. 420 Beatriz Sarlo, Una modernidad periférica, op. cit, p. 121. 417

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y no reparan en los detalles sino en la magnitud del movimiento”.421 Pero de los años ’20 a los ’50, la adhesión al modelo de la U.R.S.S. ha pasado de ser un tópico que le permitió a nuevos intelectuales ganarse un espacio en el mundo cultural, a constituirse en lugar común identificatorio de la sociabilidad comunista. Cuando Ruiz Daudet observa el mundo comunista del período 1957-1960 con iguales certezas que los intelectuales de los años 20, efectúa una operación muy distinta, porque ella se funda ahora en una voluntad de “no saber”. Pareciera que el acceso a la información directa no juega un papel determinante en la evaluación, porque las conclusiones están establecidas a priori, pues una matriz identitaria impone límites muy precisos a la variabilidad de las interpretaciones. En otra carta que le enviara Carlos Ruiz Daudet a Salceda desde Shanghai, en 1960, la realidad que observa en su viaje de Pekín a Moscú, no hace más que confirmar la ficción utópica del marxismo. Confirma la ficción y la engrandece al plantear inclusive, que la propia teoría materialista no alcanza a establecer la dimensión de los cambios sociales que inaugura la revolución popular de Mao Tse Tung.422 La concreción del viaje iniciático se traducía posteriormente en la práctica militante de la divulgación de las bondades de ese paraíso terrenal y modelo sustitutivo de progreso que representaba el mundo comunista.423 Pero a mediados de los ’60, tanto en Gudiño Krámer como en el propio Ruiz Daudet424, este modelo de intelectual que con su dedicación individual preanuncia los nuevos tiempos para la humanidad, ya se ha vuelto insuficiente. En cierto modo, esta percepción de los actores expresa la debilidad de la vieja guardia comunista para entender el proceso político e ideológico argentino en las mismas claves con que lo habían interpretado hasta los sucesos cubanos. Pero sobre todo, expresa la incapacidad para digerir los intentos de renovación teórica que supuso la convivencia entre existencialismo y marxismo desde la experiencia universitaria de la revista Contorno425, y la incorporación del pensamiento de Antonio Gramsci desde Pasado y Presente. En efecto, la dirección del P.C.A. no hizo más que afianzarse en sus posiciones tradicionales, motivados —según Aricó—, “por un momento de quiebra de la homogeneidad ideológica del mundo comunista (conflicto chino— soviético, autonomización del Partido Comunista Italiano, etc.) y de expansión Ibid., pp. 123-124. Carta de Carlos Ruiz Daudet a Juan Antonio Salceda, Shanghai, 21 de mayo de 1960. (AFS) 423 En septiembre de 1960, Ruiz Daudet disertó en el Ateneo Rivadavia de Tandil mediante una conferencia que tituló “Algo de lo que vi en China”, gracias a las gestiones realizadas por Salceda, quien presidía la institución. La disertación -como he indicado- provocó la clausura del Ateneo. 424 “Los viejos saben, recuerdan, conocen, pero hacen como si estuvieran en la luna. No moveré más un meñique, porque acá pago a veces los platos rotos, sin beber ni comer”. Carta de Carlos Ruiz Daudet a Juan Antonio Salceda, Buenos Aires, 9-4-64 (AFS) 425 Sobre la renovación en la izquierda argentina cf. Oscar Terán, Nuestros años sesenta, Buenos Aires, Puntosur editores, 1991, passim. 421 422

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del castrismo y de la estrategia guerrillera en América Latina”.426 También, porque tal renovación “era incapaz de explicitar las consecuencias que tenía sobre la política concreta de los comunistas, ni podía tampoco redefinir la matriz teórica sobre la que se fundaba, estaba condenada a ser una mera construcción ideológica y no una línea de trabajo político—cultural”.427 Afectar la matriz ideológica de la línea Mayo-Caseros, la de la revolución democrático-burguesa, suponía una operación de recomposición genealógica sobre una identidad que tenía diálogos muy potentes con la tradición liberal, y por lo tanto, suponía también afectar el horizonte de una alianza política encubierta, que ahora debía dejar paso al ingreso del peronismo. Pero, sobre todo, implicaba discutir un modelo de práctica militante que se fundaba en una sociabilidad constituida por un tejido de relaciones no sólo muy denso, sino de una durabilidad importante en términos de antigüedad de los lazos. Si la renovación, tal como estaba planteada desde Contorno o Pasado y Presente, implicaba un salto al vacío para quienes habían sido los nuevos jóvenes de los años ’30, para la sociabilidad comunista en sí misma, el afianzamiento del modelo tradicional conducía en el peor de los casos a la esterilidad política, y en el mejor, a convertirse en una manifestación residual del mundo de la contienda ideológica. Es verdad que la crisis de identidad que significó la apuesta de la renovación teórica tuvo como respuesta un reajuste en el disciplinamiento partidario. Pero con esta solución no sólo perdieron los renovadores, sino también aquellos que deseaban preservar el orden partidario. Pues la experiencia no hacía más que mostrar su debilidad respecto de los nuevos tiempos políticos e ideológicos. Una carta que el ingeniero Pedro Fontana le envía a Salceda en agosto de 1969, es sumamente ilustrativa de la situación de cambio de época que experimenta la vieja guardia marxista: “¡Tantas cosas han cambiado en los últimos años! ¡Qué sacudones hemos sufrido! Fijate que mi casa era un lugar obligado de encuentro... y hasta una meta en busca de nuevas orientaciones por parte de decenas de jóvenes atraídos por el hecho cubano (...) Ahora a mi casa no viene nadie. En la Universidad la atomización ideológica crece. La desconfianza en los mayores llega al desprecio, a la mofa. Lo grave -cosa que a mí me irrita profundamente- es la subestimación de la rebelión juvenil. Quienes deberían analizarse, hacerse la autocrítica, prefieren esperar a que vuelvan. Quienes se aferran a esa postura, quienes creen que nada ha cambiado, menudo chasco se van a llevar....”.428.

Hacia mediados de 1970, otra carta de Gudiño Krámer lleva la noción de soledad a su posición más extrema: la del fracaso histórico. Gudiño evalúa el conflicto del campo intelectual argentino, casi como una reedición de la polémica entre los escritores de Boedo y Florida, a partir de una crítica al expansionismo del ideario cultural esteticista y vanguardista de Sur, que para él, había alcanzando José Aricó, “Los gramscianos argentinos”, en Punto de Vista, Nº 29, año X, abril-junio de 1987, p. 7. Ibid., p. 6. 428 Carta de Pedro Fontana a Juan Antonio Salceda, La Plata, 4-8-69. 426 427

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las propias filas literarias del progresismo. Pero también percibe en esa derrota, la incapacidad pensar la nación en nuevos términos: “...Los valores se establecen desde la gran metrópoli, y la trenza gauchi-ganadera de los Ocampo, Borges y Bioy Casares se extiende a otros sectores, y avanza sobre nuestras líneas. Nosotros carecemos de medios de comunicación y nos es difícil comunicarnos... Es difícil superar tal estado de cosas y no vemos la posibilidad de movimientos populares que serían los únicos que podrían poner orden al caos (...) La verdad es que nosotros ahora parecemos viejos y caducos pues hemos perdido el manejo ideológico de la problemática nacional”.429

Es que la sociedad se ha izquierdizado pero en clave peronista. Y la nueva izquierda marxista y universitaria que mayoritariamente está fuera de la estructura partidaria del P.C., sólo piensa en la alternativa del entrismo para conquistar y dirigir definitivamente al sujeto revolucionario teórico. La nueva izquierda no hacía más que expresar los múltiples cambios culturales que estaba experimentando la sociedad toda, y que excedían por cierto las fronteras de la escena partidaria: “Los muchachos de hoy no entienden... Gudiño tiene parte de razón, hoy, cuando afirma que no entiende la invasión juvenil en su desenfadada ofensiva exitosa”.430 La emergencia de los jóvenes —en tanto grupo claramente diferenciado en el espacio social— es percibida por estos intelectuales comunistas como una invasión. Salceda, en cambio, lejos del pesimismo de su generación pero cercano a su vejez intelectual, —en la medida en que desde su percepción la identidad comunista pareciera no registrar el impacto de los nuevos tiempos—, prosigue con sus proyectos de publicación. Actualidad de Mayo En efecto, Salceda no se encuentra con mayores dificultades que las que puedan presentárseles a otros escritores. De hecho, el destino editorial del Prometeo y de su Aníbal Ponce, lo han colocado -como hemos visto- en un sitial importante dentro del grupo de intelectuales comunistas. Hacia finales de 1959, la Editorial Lautaro le había encargado para el sesquicentenario de la Revolución de Mayo, un estudio sobre las ideas de los revolucionarios de 1810, pero llegada la fecha la editorial no pudo hacerse cargo de la publicación por problemas financieros. En mayo de 1962, Salceda le escribe a Sara M. de Jorge, titular de la Editorial Lautaro, en un tono conocido: “Debo insistir en editarlo, pues no debemos esperar el cambio que ansiamos para hacerlo, habida cuenta que me parece que mi libro posee cierta utilidad en este sentido (...)”.431 Sara M. de Jorge lo libera del compromiso asumido, y le sugiere que presente la inquietud a Raúl Larra, otro de los amigos comunes, quien estaba a cargo de la cooperativa editorial “Hoy en la Carta de Luis Gudiño Krámer a Juan Antonio Salceda, Córdoba, 6-4-70 (AFS) Carta de Carlos Ruiz Daudet a Juan Antonio Salceda, Bs. As. 18-11-65. (AFS) 431 Carta de Juan Antonio Salceda a Sara M. de Jorge, Dra. de la Ed. Lautaro, Tandil, 28-5-62. (AFS) 429 430

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cultura”432, y además, editaba el mensuario del mismo nombre. Larra le sugiere que le cambie el título a la obra por otro más polémico, y le dice que lo publique más adelante. Juanillo le escribe a Sara M. de Jorge: “(Larra) sostiene que “Los ideales de Mayo” no llama la atención. Todo esto me parece discutible. Considero que la actualización de los ideales de Mayo, dando perspectiva que se logren en estos instantes revolucionarios del mundo (...), se concreta en el último capítulo, de sensible interés general. No quiere decir que el título no puede ser cambiado, pero me parece que no es lo más importante”.433 Salceda no desea transigir ni en el más mínimo detalle. Incluso la discusión por el título parece una metáfora sutil de los límites del intelectual ante los mecanismos de la industria cultural. Sin embargo, se trata del lugar subalterno que Salceda ocupa en el campo intelectual argentino, en tanto escritor del interior, y esta situación le impide apropiarse de la parte de capital simbólico que le hubiera permitido -en el mejor de los casos- confrontar en igualdad de condiciones. Pero, la cooperativa que dirigía Larra tampoco pudo hacerse cargo de la publicación de la obra, y hasta desapareció por algún tiempo.434 Juanillo, entonces, se conecta con Aristóbulo Etchegaray, presidente y fundador del Instituto Amigos del Libro Argentino, otra cooperativa editorial. Ya desde 1936, Etchegaray estaba vinculado al Comité de Ayuda Antifascista por lo cual es posible sospechar una vinculación de antigua data. Finalmente, en diciembre de 1963 aparece su Actualidad del Dogma de Mayo. El libro es presentado en el Círculo de la Prensa, y el propio Etchegaray se encarga de las palabras elogiosas de rigor. Propósitos tampoco escatima elogios, dice encontrar en Salceda a uno de los más ponderados pensadores de la Argentina actual, y escribe que en Actualidad..., “el pensamiento inquiridor de Salceda, produce escozor en la piel de los usufructuadores de un nacionalismo que tiene como adorno y no como instrumento de lucha antiburgués, al Dogma de Mayo”.435 Los comentarios críticos sobre la obra circulan por algunos diarios capitalinos (La Razón), y otros del interior, que es hasta donde llega la red solidaria de intelectuales comunistas (La Voz del Pueblo, de Tres Arroyos; La Voz de Corrientes, etc) Al nivel local, El Eco y Nueva Era se refieren a Actualidad..., en dos cortas crónicas en las que se da cuenta de la presentación del libro en Hoy en la Cultura apareció el 20 de noviembre de 1961. La revista fue dirigida inicialmente por Pedro Orgambide, Raúl Larra y David Viñas. 433 Carta de Juan Antonio Salceda a Sara M. de Jorge, Tandil, 4-8-62. (AFS) 434 En su carta de marzo de 1963, Larra le había pedido un artículo para publicar en el mensuario que dirigía, pero en mayo de ese año, Salceda recibe una carta en la que Larra dice : “(...) Me allanaron, incluso me llevaron tu artículo sobre Ponce, que tenía entre mis papeles.‘Hoy en la cultura’: yo no puedo ocuparme debido a que estoy desbordado por mis cosas personales. Hay otros amigos a cargo de la cosa que están tratando, en la clandestinidad, de sacarla adelante. Con respecto a tu libro no estoy en condiciones de asumir la publicación. Lo lamento mucho pero ésa es la situación. Esperemos que soplen mejores vientos para nosotros (...)”. Carta de Raúl Larra a Juan Antonio Salceda, Bs. As., 23-5-63. (AFS) 435 Propósitos, 26 de marzo de 1964. 432

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las salas del Círculo de la Prensa en Buenos Aires, mientras que Actividades436, ensaya una crítica que, curiosamente, concluye en elogios desmedidos para quien tres años atrás, era considerado el instigador de lo que denominó la mechada comunista que se había apoderado de la Biblioteca Rivadavia. El ‘63 no sólo es el año de la publicación de Actualidad..., sino el momento en que Salceda comienza a acariciar la idea de reeditar su Prometeo. Ezequiel Martínez Estrada a través de Néstor Tirri437, le sugiere no publicarla. Le dice que el libro está desactualizado y que habría que modificar el enfoque. Juanillo acepta los comentarios formales pero la idea de la reedición no se le escapa. La era espacial que se inicia en 1957 con el lanzamiento del satélite artificial Sputnik, no hace más que confirmar sus nociones acerca del destino de la humanidad. “Prometeo, rotas sus cadenas, conquista los espacios siderales”, escribe en uno de sus poemas, luego de que en febrero de 1966, los rusos enviaran dos perros al espacio en el satelite biológico Cosmos 110. Ese mismo año, la editorial Lautaro le confirma que se hará cargo de la segunda edición438 pero necesita algunos aportes del autor para concretarla. Salceda, entonces, le escribe a Etchegaray sobre el destino económico de su Actualidad del Dogma de Mayo: “...debo recoger los pocos pesos que tengo por ahí, y le agradecería mucho me mandara si tengo algo en el Instituto. Me es indispensable reunir lo que pueda”.439 En septiembre de 1966 aparece la segunda edición de Prometeo. El libro, ahora corregido según las indicaciones formales de Martínez Estrada, es decir, modificado en algunos de los ejemplos y citas eruditas, no muestra otra actitud que no sea la persistencia de una idea: la confianza de que el dominio de la naturaleza por parte del hombre sólo puede alcanzarse si se resuelven las contradicciones sociales que mantienen encadenado a Prometeo. Para Salceda, la experiencia de la URSS libera definitivamente a Prometeo, porque no sólo las contradicciones sociales se resuelven en favor de la anulación de las clases, dice Salceda siguiendo a Marx, sino porque esa experiencia se totaliza en la nueva sociedad a partir de un nuevo humanismo. “Prometeo, que robó el fuego al sol para dárselo a los hombres -escribe-, ahora va rompiendo uno a uno los eslabones que quedan de la dura cadena y se dedica a dominar las fuerzas naturales, para crear las condiciones de su verdadera libertad”.440 Escribe Actividades: “(...) acierta Salceda al escribir que sigue planteado el problema de Mayo, frustrado nuestro destino. Nuestro convecino ha sabido desempeñarse bien en un tema difícil, ya tratado en trabajos de gran extensión. (...) En esencia, se trata de un libro valioso. con una información de primer orden; bien intencionado, escrito con indudable amor a la tierra argentina”. “Comentando un libro”, en ACTIVIDADES, s.f., 1963, p. 4. 437 “Querido Juan Antonio: (...) Don Ezequiel no está bien. Tiene un efisema al pulmón (...) No será él quien pueda apurarle el trámite de la edición. No obstante, afirma que si hablara unas horas con Ud., le quitaría la idea de reeditar ‘Prometeo’. Opina que se ha desactualizado un poco el enfoque del tema...” Carta de Néstor Tirri a Juan Antonio Salceda, Bahía Blanca, 7-8-63. (AFS). 438 Juan Antonio Salceda, Prometeo o El humanismo del mito, Ediciones Proycon, 2da. ed., Bs. As., sep. 1966. 439 Carta de Juan Antonio Salceda a Aristóbulo Etchegaray, Tandil, 12-4-66. (AFS). 440 Juan Antonio Salceda, Prometeo, 3º edic., Tandil, Imp. Vitullo, marzo de 1979, p. 242. 436

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Ideario comunista y vida privada En julio de 1972 aparece El Arbol Luminoso.441 Libro de poemas y álbum familiar de Juan Antonio Salceda, esta obra puede verse como un testimonio de esa forma particular de la memoria familiar que se concreta en la alusión a una genealogía cercana, y que convierte en míticos a los seres reales. Se trata de toda una operación respecto de la identidad familiar. Pero puede verse además, como un testamento, una versión de sí mismo ante los integrantes de la familia con indudable propósito de paternalismo trascendente. Esta operación, revela por un lado, hasta qué punto la frontera entre la vida militante y la vida privada es desvaída en la sociabilidad comunista.442 Y por otra parte, da cuenta de la persistencia de una moral prometeica. La ideología y la práctica de Salceda es el producto singular y concreto de —como diría Sartre— un existente que se caracteriza por sus relaciones con el comunismo, pero que debe ser descifrado en su particularidad. Es evidente que Salceda es un intelectual comunista, pero no todo intelectual comunista es Salceda.443 Su particularidad reside en que esta moral llega a alcanzar una identificación plena con la experiencia de vida total. El Arbol Luminoso444 reúne cincuenta y dos poemas, entre los que se incluyen varios sonetos, una elegía y romances diversos. El poema Palabras a mi padre, inaugura las páginas del libro y expresa, a la vez, la única alusión en la obra de Salceda a su experiencia emigratoria, como si a la hora de la representación de su propia vida, esta experiencia cumpliera el lugar de un dato anecdótico, que sólo se vuelve vagamente apologético en cierta imagen de la historia familiar que intenta reconocer un origen.445 Incluso, el libro está estructurado sobre la base de un árbol genealógico de las personas que la integran como de sus quehaceres fundamentales. Si en el primer poema, Salceda se refiere al padre desde la evocación, en el que le sigue incorpora a su madre como protagonista de esos versos, y así lo hace sucesivamente, con el resto de los integrantes de la familia nuclear que se va extendiendo —obviamente—, a medida que el libro alcanza sus últimas páginas. El padre; la madre; su esposa “eterna”; el destino individual de Juan Antonio Salceda, El Arbol Luminoso, Tandil, Impr. Hogar de Varones, 1972. En su artículo sobre las relaciones entre mundo público y mundo privado entre los militantes comunistas franceses contemporáneos, GerardVincent ha observado que la vida familiar pareciera quedar enteramente subordinada a las exigencias de la militancia. Gerard Vincent, “¿Ser comunista? Una manera de ser”, en Historia de la vida privada, t. X., Taurus, Buenos Aires, 1991, p. 58. 443 Jean-Paul Sartre, “Cuestiones de método”, en Crítica de la razón dialéctica, Buenos Aires, Losada, t. I, 3ª ed., 1979, pp. 52-53. 444 En diciembre de 1981 apareció una segunda edición ampliada de El Arbol Luminoso, editado por Impresora Vitullo. Esta última edición agrega doce poemas a la anterior, referidos, la mayoría de ellos, a los nietos de Salceda, nacidos en el período que va de la primera a la segunda edición del libro. Básicamente, aunque crece en intimidad, El Arbol Luminoso de 1981 no hace más que ampliar las temáticas de la primera edición. 445 En ese poema, Salceda recuerda el momento en que su padre fue intendente de Aguilar de Campóo, pero este dato no cumple allí el papel de exaltación de la tierra de nacimiento, sino el de elemento conformador de su conducta personal. Dicen los versos: “Yo he seguido su ejemplo, su conducta cabal; / sin envidiar riquezas y teniendo presente / aquella sentencia de la cripta de Aguilar, / donde usted fue intendente / y yo nací: / ‘Velar se debe la vida / de tal suerte / que quede vida / en la muerte’ “. “Palabras a mi padre”, en El Arbol Luminoso, op. cit., p. 7. 441 442

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sus tres hijos, los nietos y sobrinos, deambulan en los versos de El Arbol Luminoso con la misma naturalidad con que se camina por el interior de la propia casa, sin sobresaltos, armoniosamente. No hay alusión alguna a conflictos internos, sólo el recuerdo de algunas angustias insuperables por su origen trágico, pero que devienen finalmente en fortalecimiento del entorno familiar, a partir de la noción de árbol como metáfora de la red de los afectos más íntimos y de la experiencia vital hogareña. Esta experiencia se concreta íntimamente en un ámbito: la casa, entendida como refugio, y, sobre todo, como concreción de la utopía doméstica donde el mundo privado alcanza a concebir lo exterior sin contaminarse. Escribe Salceda: “(...) Cuando los niños vuelven del colegio en el vertical mediodía ciudadano, la casa se envuelve en el aroma musical de los platos. Y en la noche los libros y la fragante cama testigo del abrazo. La esperanza despierta en la mañana, el corazón en alto. Aquí en la casa pasan muchas cosas; vida y muerte van pasando. Aquí maduré la idea de un mundo feliz para los hombres, la certeza de alcanzarlo. (...)”.446

En la idea de mundo familiar que expresa la poesía de Salceda, la noción de mujer aparece resumiendo básicamente, los atributos de la esposa ideal, dado que a la condición de “ángel del hogar” (tópico muy propio del ideal de las clases medias del período) le suma la de eterna compañera en su devenir personal: “Dices que cumples años, para mí eres eterna. / Siempre novia en la sangre, en el sueño, en la vida. / No por esposa mártir, por amante querida, / Sencillamente buena, sencillamente tierna. / No sé qué tiempo tienes, para mí eres eterna. / Ni Onfala ni odalisca, simplemente querida, / Compañera en el mundo, en el cielo, en la vida, / Sencillamente buena, sencillamente tierna. / Por amante te quiero, te quiero por amiga; / Y tu palabra suave que eternamente diga / Las rosas del cariño sencillamente tierna; / Que siempre me ilumines con amor encendido. / Un mundo nos espera más allá del olvido. / No sé qué tiempo tienes, para mí eres eterna”.447 La familia, en tanto mundo feliz, anticipa ese otro mundo, el del devenir de la humanidad, que no sólo es presentado por Salceda en su condición de inexorable, sino también como presencia tangible de lo utópico: “(...) Padre: al ver crecer los hijos siento cómo vencen el Tiempo los ríos de la sangre. Ante ellos quiero decirle estas palabras elementales: Vivimos el momento más hermoso de la Historia. 446 447

“La Casa”, ibid., p. 22. “Paa mí eres eterna”, ibid., p. 19.

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Ricardo Pasolini Y el más denso y grave. En que millones descubren el Sentido de la Vida como el jardinero la flor más bella y más fragante; cuando Prometeo, rotas sus cadenas, conquista los espacios siderales. Disfrutamos el gozo de entenderlo. ¡Entender! ¿Se da cuenta padre? Porque los treinta años que usted falta son treinta siglos de la historia grande...”.448

La intimidad de la poesía salcediana no hace más que expresar cada uno de los tópicos que deambulan en el resto de sus obras. Su fascinación por el tiempo presente es, ante todo, admiración ante el desarrollo de —para decirlo en términos marxistas— las fuerzas productivas, que le han permitido a la humanidad conquistar “los espacios siderales”. Pero esa conquista, que se expresa en una exaltación tecnológica paradigmática, se apoya sobre la base del nuevo humanismo que inaugura la sociedad sin clases. No hay incoherencia alguna entre su percepción del mundo exterior y el doméstico, porque los dos conducen a un mismo fin. “En la casa, escribe Salceda: (...) crecieron nuestros sueños familiares, embellecidos por la gracia de amarnos tan sencillamente que hemos vencido el tiempo y la distancia. Ya sobrevivimos en el mundo nuevo que alumbra la Revolución en marcha. Nos mudamos hacia el horizonte, a aquellos campos que la Aurora ensancha (...)”.449

El edificio inmaterial Prometeo fascina a Salceda, y en El Arbol Luminoso alcanza su expresión versificada. Pero Salceda también piensa en los linajes y en las herencias. De este modo, construye en verso un edificio de bienes simbólicos para sus descendientes; una casa para habitar en el futuro, cuyos cimientos se apoyan en sentencias optimistas y a la vez ascéticas. Esos bienes, que ante todo son inmateriales, son presentados por Salceda como prolongación de sí mismo en el tiempo, como supervivencia de sus convicciones y de su conducta. Así, por ejemplo, luego de entregarle como herencia lo que llama “la limpieza de mi nombre”, le encomienda a su hijo Juan Antonio, la tarea de aumentarlo, de engrandecerlo “junto a los hombres sencillos”450, beneficiarios teóricos del cambio social que se avecina. Escribe Salceda: “Palabras a mi padre”, Ibid., p. 7. “En este día”, ibid. p. 51. 450 “A mi hijo Juan Antonio”, ibid., p. 30 448 449

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“(...) Hijo: piensa que naciste en la mitad del siglo. Vives en la época de los vuelos siderales, y de la muerte de los mitos; en que un mundo nuevo nace en el planeta del seno del antiguo. La rosa será más rosa en este siglo. El amor será más puro en los jardines Todo será más lindo. hay que construir la nueva Argentina al mismo ritmo, con los claros sueños de los grandes próceres (...)”.451

En sus poemas, Salceda también acompaña las fantasías sobre el futuro personal de sus hijos con las suyas propias, y así los versos van adquiriendo el carácter de oráculo, de ley moral que establece el lugar permitido para las adhesiones y las posiciones sobre el hombre. “Cuando te soñaste geóloga —le escribe a su hija Susana—, /yo te vi sobre un mar de petróleo;/ lo dominabas y le ponías nombre;/ un nombre sonoro/ que alumbraría la noche de los hombres tristes,/ y sólo al nombrarlo huiría el odio/ (...) Después, cuando te soñaste antropóloga,/ yo te vi en el valle de los hombres solos/ que sufren y mueren sin conocer su signo, / y dejan sus huesos cubiertos por el polvo. / Te vi hurgando en el misterio de sus muertes, / y en lo que queda de vida en los escombros”.452 Pero a las fantasías sobre la especificidad del perfil profesional de su hija, Salceda le agrega la dosis inevitable sin la cual cualquier destino individual carece de sentido: le agrega la noción de que el propio ser, más allá de los diferentes campos de la acción humana, se concreta en la subordinación a un destino mayor que integra el devenir de la humanidad toda. Ese destino, aunque inevitable, necesita de la luminosidad de las ideas y de la actitud pedagógica de quienes lo persiguen. Escribe Salceda: “(...) siempre te veo en la columna en marcha que rodea al Globo, despertando al dormido para ver la Aurora. Lavarle los ojos. Que no tenga miedo de la luz que llega. Que destierre el odio. Que el amor es claridad desde antes de Cristo. Y la ventana está abierta para todos (...)”.453

Salceda concluye este poema con explícitas alusiones a la actitud prometeica: la confianza en la inauguración definitiva del nuevo mundo, de “la mañana pura”, donde la ausencia de explotación de unos hombres a sus semejantes, permitirá —para todos— la definitiva conquista sobre la Tierra y el Cielo. “La libreta cívica de mi hijo”, ibid, p. 32. “El perrito de oro”, ibid., p. 41. 453 Ibid. 451 452

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El tránsito hacia el estadio de la humanización del hombre, que en Salceda siempre es presentado tan inexorable como “la salida del sol”454, no deja de carecer de dificultades ni de sacrificios. Pero no podría ser de otro modo, porque se trata de la concreción definitiva del paraíso laico, de la utopía socialista: “Hija: —escribe Salceda— inicias tu camino por la Vida. / El sendero es largo pero luminoso. (...)”. 455 La perspectiva pública Pero, ¿cómo era visualizado Salceda por los no comunistas? ¿Hasta qué punto la identidad autoatribuida se trasladaba a la percepción de su mundo de relación? Finalmente, ¿qué significaba para los lazos extendidos de sus relaciones, la presencia de un escritor que se había ganado un lugar en el mundo cultural, y que se caracterizaba por el exhibicionismo de las ideas partidarias? Una primera imagen es claramente ilustrativa. En 1957, el escritor polaco Witold Gombrowicz visitó Tandil, y en la sede de la Biblioteca Rivadavia mantuvo una polémica con Salceda sobre catolicismo y comunismo. Gombrowicz fue categórico: “Me fastidiaba lo angélico de ese sacerdote comunista”.456 Cuatro años atrás, con motivo de la aparición de Prometeo, Agosti ya había asociado la acción cultural de Salceda en Tandil con una misión apostólica. Como afirma Gerard Vincent respecto de los comunistas franceses, es verdad que los intelectuales del Partido muchas veces se convertían en “una asociación de admiración mutua”457, legitimada por la defensa y proyección del ideal comunista. Lo interesante, es que tanto Gombrowicz como Agosti, desde paradigmas ideológicos absolutamente opuestos, coincidían en la representación de Salceda, como si en la relación intersubjetiva su imagen pública estuviera atrapada en un campo de posibles que sólo permitía una única variante: ser comunista. Una percepción similar es la que el escritor Osvaldo Soriano nos presentara en una entrevista realizada en 1995: “... Siempre cuento la historia de Salceda: curiosamente un tipo tan conocido, pero en esa época no lo acompañaba nadie por la calle. Pasaba caminando solito, nos saludaba, y nosotros también a él. Pero andaba solo... Y cuando había un golpe militar, o alguna movida de ese tipo, siempre se lo llevaban en cana por comunista”.458 Soriano se refiere a los tiempos políticos que inaugura el golpe militar de 1966, pero efectúa una operación de invención sumamente significativa. Los encarcelamientos factuales de Salceda459 Carta de Juan Antonio Salceda a José Pedroni, Tandil, 28-9-64 (AFS). Ibid. 456 Witold Gombrowicz, Diario Argentino, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1968, p. 121. 457 Vincent, op. cit. p. 54. 458 Entrevista con Osvaldo Soriano, 16-04-95. 459 Salceda fue encarcelado por razones políticas en 1943, inmediatamente después del Golpe de Estado Militar que derrocó al presidente Castillo, el 4 de junio de ese año. Sobre esta experiencia carcelaria escribió una novela corta, aun inédita, denominada “El sótano de La Plata”, en clara alusión al sitio donde había sido alojado. La otra experiencia carcelaria importante sucedió en 1954, bajo el gobierno peronista. 454 455

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a los que Soriano se refiere corresponden a un período anterior al del golpe militar de 1966, a un período en que Osvaldo Soriano no vivía en Tandil (su llegada data de 1962), lo que demuestra que la representación de Salceda en tanto comunista perseguido por el poder de turno, se encontraba ya como un discurso al que se podía recurrir y que era constitutivo de su identidad en tanto perspectiva pública. Es evidente que el momento fundacional de esa imagen está ligado a la alta conflictividad que los aliados de la Unión Democrática local, habían mantenido con el gobierno peronista a cargo del poder comunal. Pero lo interesante es que hacia 1972, esa percepción pública no sólo se mantiene, sino que también cobra nuevas significaciones. En el agasajo que la comunidad de Tandil le ofreciera a propósito de la presentación de su libro El Arbol Luminoso en 1972, el político radical Juan Carlos Pugliese sostuvo lo siguiente: “Periodista, escritor, crítico, poeta, todo se daba en vos en admirable equilibrio y armonía (...) Tu militancia política, clara y sin tapujos, sin miedos ni soberbia, tolerante siempre, te hizo conocer la cárcel, donde encontraste otros argentinos de otras ideas políticas que las tuyas, pero con el mismo amor por la libertad. Juan Antonio: en nombre de las instituciones que honraste con tu actividad señera, de tus colegas artistas y escritores y periodistas, de tus camaradas políticos y del pueblo que se asocia, te brindo este agasajo sencillo en su forma, hondo en su contenido, que te has ganado porque más allá de tu actividad social, más allá de tu militancia política y de tus expresiones artísticas, supiste ser siempre nada más ni nada menos que un Hombre”.460

El discurso de Pugliese elevó la figura de Salceda a la de metáfora de la humanidad, como síntesis personal de todas las cualidades humanas. Si bien se presenta como una expresión extrema —favorecida por un lazo político y de amistad personal que se había fundado en 1931—, esta representación no parece muy diferente de las percepciones que los otros actores del período habían desarrollado acerca de Juan Antonio Salceda, sobre todo, la de sus camaradas de Cuadernos...461 Pero sobre todo, no parece en absoluto diferente a la versión de sí mismo que alimentaba Salceda. En su discurso de respuesta, Salceda agradeció las palabras de su amigo radical, y confesó que sólo podía reprochársele la tentación de la debilidad al aceptar que se le rindiera un homenaje. Sus palabras se resumieron en una exaltación de la actitud prometeica: “mi examen de conciencia me dice que siempre he antepuesto mi deseo de servir a los demás a mis necesidades particulares(...) Busqué en los libros e indagué en la vida respuestas a los interrogantes que la sociedad plantea al hombre. Fui y soy un lector apasionado. Pero comprendí que sólo la acción es la madre de las cosas. La idea es buena cuando se traduce en hechos, y sólo la identidad entre idea y hecho forma la conducta. Este breve examen de Discurso de Juan Carlos Pugliese en “El homenaje a Juan Antonio Salceda”, El Eco de Tandil, 3-772, p. 10. 461 “Ojalá hubiera en cada ciudad argentina un Salceda. Tendríamos entonces un gran país. Pero pioneros como Juan Antonio Salceda hacen mirar el futuro con más optimismo”. Carta de Bernardo Verbitsky a Dardo Fernández Tasende, 5-6-72. 460

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Ricardo Pasolini conciencia a que me habéis incitado, no reprocha nada a mi conducta”.462

Juanillo continuó con los agradecimientos y cerró su discurso con la lectura del poema Para mí eres eterna, que dedicó a su esposa, sin duda en una proyección pública de un agradecimiento íntimo. En marzo de 1977, un agasajo de similar impacto comunitario le tributaron sus amigos con un doble motivo explícito: la presentación de su libro Tres perfiles en la línea de Mayo463 y el festejo de su cumpleaños número ‘70. Pero esta vez, los tiempos políticos habían cambiado desde un año atrás, cuando en marzo de 1976 las fuerzas armadas se apoderaron del poder político en Argentina. Esta razón motivó que el acto fuera evaluado por las autoridades militares locales como una acción subversiva. “Cuando estábamos prontos a sentarnos a la mesa -recuerda Beatriz Inés Gutiérrez-, llegó la policía: nos pusieron a todos contra la pared, nos sacaron fotos de frente y de perfil, como a los criminales; nos tomaron las impresiones digitales y nos retuvieron por más de tres horas. Eramos más de 100 personas. Me acuerdo que las criaturas lloraban como marranos(...)”.464 Néstor Dipaola, periodista de El Eco de Tandil desde fines de los ‘60 hasta el presente, recuerda de este modo el último agasajo comunitario que recibiera Juan Antonio Salceda: “(...) fuimos sometidos a un extenso e interminable trámite de identificación individual, con fotografías individuales uno por uno, y con caras de muy pocos amigos. ¿Si hubo protestas? Sí, pero los que estábamos esa noche allí éramos tan pacíficos, que los reclamos se parecieron a los que hacen los futbolistas cuando el referí cobra un penal. Se explicó que no se trataba de acto político alguno, pero indudablemente la orden ya estaba dada, en plena época de la ‘obediencia debida’. -Ni en la Italia de Mussolini he visto estas cosas-, vociferaba, ofuscado un italiano de oficio sastre, que a cada momento repetía que lo había tratado muy pocas veces a Salceda, y que sólo sabía que era un hombre bueno que había hecho mucho por la cultura de Tandil. El operativo duró dos horas y nadie podía moverse de allí, ni siquiera una vez que se hubiese procedido a su identificación personal...”.465

Ahora bien, ¿cabría preguntarse qué hay detrás de estos agasajos que exaltan la figura de un Salceda, quien desde mediados de los años ‘60, ha perdido su capacidad real para seguir manteniéndose como dirigente de un ámbito intelectual local? ¿Qué condiciones están motivando la resignificación mitológica de Juanillo, que lleva, por ejemplo, al político radical Juan Carlos Pugliese a presentarlo atribuyéndole cualidades sobrehumanas? Pensamos que una hipótesis sobre este interrogante, debería articular los niveles cultural y político, para arribar a una Ibid., p. 19. Juan Antonio Salceda, Tres perfiles en la línea de Mayo: Ingenieros, Ponce, Yunque, Tandil, Imp. Vitullo, 1976. 464 Entrevista del autor con Beatriz Inés Gutiérrez. Un índice de la presión del poder militar sobre los espacios potencialmente generadores de ideas está dado por el hecho de que ni Nueva Era ni El Eco de Tandil, registraron en sus páginas el recordado procedimiento policial. 465 Entrevista del autor con Néstor Dipaola, 16-8-95. Dipaola es Lic. en Ciencias de la Educación y periodista de El Eco de Tandil, donde ingresó en 1969. 462 463

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interpretación plausible. En el nivel cultural, habría que preguntarse sobre qué grupo estaba ejerciendo la hegemonía intelectual en la ciudad durante la primera mitad de los años ‘70, dado que después de la clausura de la Biblioteca Rivadavia, y con el fracaso del Ateneo de reproducir su estructura, la existencia de grupos intelectuales progresistas de tradición liberal y democrática, parecieran desaparecer del escenario cultural. Es posible pensar que luego de la clausura de la Biblioteca, se haya dado un período de segmentación de las prácticas y los ámbitos culturales, sin hegemonía clara: es el momento de la convivencia entre el Pequeño Teatro Experimental que dirigía el periodista Juan Carlos Gargiulo -y que nucleaba a los jóvenes que no alcanzaron a conocer a Gombrowicz pero que se alimentaron del mito (por ejemplo, Osvaldo Soriano), el momento del Centro Cultural Esteban Echeverría de Salceda, y el del Salón Parroquial, a cargo del cura párroco Luis J. Actis. Es posible, que este último espacio haya sido el que dominara la escena cultural formal en los primeros años ‘70, ayudados por condiciones políticas que favorecían las posiciones en algún sentido conservadoras, y también por un dinamismo cultural mayor que también impactó de un modo renovador en los jóvenes de formación católica, que se veían más o menos identificados por las posiciones del Concilio Vaticano II, el movimiento de los sacerdotes para el Tercer Mundo o la Teología de la Liberación. De este modo, ante la ausencia de una renovación en la tradición local del progresismo de la cultura laica, Salceda continuaba siendo su único referente de prestigio, reconocido incluso más allá de esa tradición. Por otra parte, el clima político argentino de los años en que se realizan los dos agasajos (1972 y 1977), están caracterizados por la restricción de la libertades constitucionales, por lo que la exaltación de la figura de Salceda en tanto intelectual comunista (referente máximo de la tradición liberal de izquierda en la ciudad), seguramente cobraba para los organizadores de los agasajos, como para sus represores, un carácter eminentemente político: se podría pensar que se trata al nivel de lo simbólico de una práctica de oposición política del progresismo, en un contexto de restricción de las instituciones democráticas. El agasajo a Salceda, que en los años ‘50 cumplía la función de ungirlo ante la sociedad como su escritor local, se convierte en los primeros ‘70, en un hecho estrictamente político: Salceda continuaba siendo el escritor, pero en ese aggiornamento aparece como un símbolo de la oposición al estado de restricción de las instituciones representativas. Después de todo, Juanillo seguía presentándose -y era reconocido-, como un intelectual comprometido, esa forma prometeica en que su obra y su práctica llegó a manifestar su manera de ser comunista, tanto en el mundo público como en el privado.

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Conclusión

LA UTOPÍA DE PROMETEO “Vivimos el momento más hermoso de la Historia”. Juan Antonio Salceda, “Palabras a mi padre”

¿Qué significación tuvo, en efecto, la experiencia del antifascismo de acuerdo a este conjunto de miradas que he propuesto, y qué relación es posible establecer entre el antifascismo más general y la constitución de una identidad política comunista en la Argentina? Con el surgimiento de la A.I.A.P.E. y el tejido de relaciones que se constituirá a partir de esa entidad, una serie de operaciones culturales e ideológicas novedosas, entre ellas la articulación entre elementos de la tradición liberal argentina, la referencia nacional y un horizonte de desarrollo social que ve en la U.R.S.S. el modelo sustitutivo de progreso, sentarán toda una línea de pensamiento, o mejor, un estado de la sensibilidad ideológica que tendrá gran peso interpretativo incluso más allá del ámbito específico del mundo intelectual comunista en Argentina. La primera noción de esta línea considerará fuertemente que el rol intelectual sólo se legitima en la prosecución del ideal revolucionario, por ende, en una versión de la cultura fuertemente pedagógica (que a veces polemizó con las propias vanguardias de la izquierda fundadas en la noción de un arte proletario), y una idea de los intelectuales como apóstoles laicos. La segunda idea se relaciona con el rescate de una tradición intelectual y política argentina en la que se establecía una genealogía del antifascismo que encontraba sus orígenes en el sueño frustrado de Mayo y llegaba hasta José Ingenieros y la Reforma Universitaria pasando por la Generación de 1837. Finalmente, y muy ligada a la anterior, la noción de que en el devenir de esta tradición el destino argentino se encontraba con una salida inevitable en el socialismo, sobre todo porque el fascismo era considerado como el canto del cisne del capitalismo. Parece evidente que esta versión del antifascismo pugnó por encontrar el fascismo local, y no siempre pudo identificarlo con claridad, de tal suerte que muchas de sus referencias parecieran estar dominadas por expresiones internacionales, aunque el “fascismo criollo” fue identificado como tal fundamentalmente en las políticas represivas en el ámbito educativo de los gobiernos de Uriburu, Justo y Fresco en la Provincia de Buenos Aires. También parece evidente que el golpe 187

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militar de 1943 y la posterior asunción en la escena política de la figura de Perón otorgó los elementos finales de identificación del fascismo vernáculo que estos intelectuales estaban buscando desde 1935. Entre afectividades ideológicas, organizaciones políticas y sociabilidades diversas, la experiencia de la cultura antifascista argentina devela toda su complejidad: una dinámica temporal particular que excede el devenir de la oposición al fascismo europeo, una común disponibilidad semántica para pensar los orígenes nacionales y los horizontes utópicos que acercaron a comunistas con liberales, una construcción identitaria colectiva pero también autobiográfica, donde el momento antifascista se vuelve la instancia fundamental del ingreso a la sociabilidad comunista. Es decir, el antifascismo de entreguerras deviene el antecedente dinamizador de unas afectividades ideológicas que condujeron finalmente a la construcción de una identidad comunista y a definir gran parte de su cultura política. ¿Cómo funcionó este proceso a nivel individual? Al respecto, he tratado de pensar el problema de la identidad política concibiéndola básicamente como el producto cambiante de un proceso de múltiples incitaciones. Intentando alejarme de una noción esencialista de la identidad, que me podría haber colocado en un visión heroica muy cercana a la percepción de los propios actores, he indagado acerca de los mecanismos que permitieron la conformación de esa identidad. Así, el Partido Comunista Argentino no fue pensado como una estructura exclusivamente jerárquica y autoritaria, sino como una sociabilidad caracterizada por un tejido denso de relaciones personales, que vehiculizaba en los afiliados y allegados un abanico amplio de oportunidades de participación, y a la vez, expresaba un intento normativo que imponía límites bastantes precisos para el desarrollo de la identidad comunista. La conjunción de utilización de documentos personales y perspectiva biográfica me permitió componer una argumentación en donde es posible observar desde un nivel micro, el proceso de ingreso al universo comunista, la recepción del impacto de los intentos de disciplinamiento partidario y las respuestas que desde la dimensión personal, se dieron a la constitución de la identidad comunista. El ejemplo de Salceda es revelador de los límites factuales, prácticos, de hasta dónde podía ser llevada tal identidad, entre 1935 y 1976. Si bien inicialmente, los sucesos cubanos potenciaron esta identidad, hacia mediados de los años 60 es fácil advertir la crisis del modelo, compuesta también por una combinación de sucesos locales: intentos renovadores en la izquierda; izquierdización de la sociedad en clave peronista y ajustes disciplinarios partidarios en una modo tradicional, confinaron esta identidad a su esterilidad política y a convertirse en un residuo del mundo de la contienda ideológica. En este contexto, si bien Salceda no parece advertir del todo la crisis identitaria de la vieja guardia comunista, su devenir personal no hace más que expresarla. Pero su mundo relacional le permite mantener aún, tanto desde la propia perspectiva como desde la de los no comunistas, una imagen pública que había alimentado desde su juventud. 188

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La actitud prometeica, la frontera inescindible entre vida privada y vida pública, se fundaba en todos los tópicos de la identidad comunista más tradicional. Por ejemplo, la dimensión del compromiso se alimentaba de experiencias específicas: el paso por la cárcel confirmaba en la ficción personal la verdad del ideal utópico, del mismo modo en que lo hacía la práctica del “viaje iniciático”, que a Salceda le tocó recién en 1975. Fiel a una concepción más general presente al menos desde los tiempos de la A.I.A.P.E., la experiencia carcelaria es concebida como exaltación martirológica, como un devenir cercano para el héroe político. Si como pensaba Salceda, un destino comunista para la humanidad era inevitable, la propia acción en tanto militante se legitimaba en la tarea anticipadora del futuro, asumiendo ya un papel de hombre nuevo en una sociedad destinada a sucumbir, por la misma lógica del devenir histórico en la clave de la crisis inevitable del capitalismo. No es extraño, entonces, que Salceda recurra a la metáfora de Prometeo para asociar sus propias fantasías, pues en toda la tragedia griega el héroe puede triunfar o morir en el intento, pero nunca claudicar. De la misma manera en que en la versión esquiliana, Prometeo le roba el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres, Salceda entiende el propósito de su acción social y cultural individual. Es así como puede comprenderse con mayor claridad, la apelación a una inflexible línea de conducta a la que se refería en su examen de conciencia. Ahora bien, ¿qué relaciones personales, qué prácticas culturales y qué nociones hicieron posible que en este mundo cultural local, el sector liberaldemocrático de ese mundo reconociera durante un tiempo nada despreciable, a un comunista como su más encumbrado intelectual, a tal punto, de convertido en un personaje simbólico en el Parnaso de figuras locales? Hacia 1935, con la aparición del Ateneo de Cultura Popular comienza a esbozarse en Tandil, un mundo cultural que, si bien está cargado de prácticas y nociones de tipo tradicional, deja lugar y se constituye en tanto tal a partir de una interrogación sobre sí mismo que abre la puerta al impacto de las novedades del antifascismo europeo de los años ‘30. Básicamente, esta interrogación se dio en dos planos, por un lado el problema del carácter que debía adoptar la cultura local. Es decir, si debía ser universalista y adaptada a lo nuevo de las ideas en el mundo, o bien, permanecer ligada a las prácticas locales, negándose incluso la posibilidad de constituirse en una cultura. La segunda pregunta estaba relacionada con el rol que debían cumplir los intelectuales en este proceso de integración a un mundo cultural más amplio. Aunque efímera, la experiencia del Ateneo de Cultura Popular sentará las bases de lo que será entre 1942 y 1960 el Ateneo Rivadavia, un espacio de distribución y producción de bienes simbólicos que hegemonizó la vida cultural de Tandil durante el tiempo que duró su experiencia. ¿Cuáles eran los elementos que le permitieron alAteneo Rivadavia convertirse en un espacio hegemónico? Además de las fecundas conexiones que mantenía con los grupos intelectuales de la izquierda cultural porteña y que cumplieron un rol 189

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fundamental en la orientación final de este ámbito, la dinamización de ese espacio cultural se basó también en un circuito que comenzaba en la sala de la Biblioteca Rivadavia en tanto expendedora de libros, continuaba en las sesiones culturales del Ateneo, y culminaba para volver a empezar en las páginas de los diarios El Eco de Tandil y Nueva Era, donde se publicitaban en versión periodística no sólo las futuras actividades del Ateneo, sino la interpretación de la acciones culturales ya emprendidas. La aparición de estas noticias culturales, y, a partir de mediados de la década del ‘30, el reclutamiento como plantel periodístico de esos diarios, ayudó a presentar y a mantener la autorreferenciación del mundo de los intelectuales. En un mundo cultural donde el ingreso estaba, fundamentalmente, asegurado a quienes provenían de las profesiones liberales -médicos, abogados, maestros y periodistas-, la publicación de las actividades culturales y la participación de estos en tanto columnistas, aparecen como los elementos mediante los cuales se le otorgaba existencia social a los intelectuales, en tanto detentadores de un saber específico. Esta dinámica, potenciada hasta el extremo con la aparición del Ateneo Rivadavia, representa un salto cualitativo en la vida cultural local porque, en primer lugar, permitió a los sectores medios y populares de la ciudad, en un marco de pedagogismo y distribución cultural, acceder a los bienes simbólicos reconocidos como alta cultura, al tiempo que en el plano de las ideas, logró inscribir a estos espacios en el devenir de la modernidad cultural. Como ya he indicado más de una vez, estos intelectuales muestran su preocupación acerca del problema del aislamiento cultural y de la necesidad de darse una organización en tanto tales. En segundo lugar, este espacio generó la figura del “escritor”, cuya expresión más acabada lo representa el derrotero intelectual de Juan Antonio Salceda. Con la creación de la Biblioteca Rivadavia en 1908, y luego con la experiencia del Ateneo, es posible observar el proceso que convirtió a estos actores, de intelectuales en el sentido de publicistas de esfera pública, a intelectuales, inscriptos ya en el campo cultural de Buenos Aires, como es el caso -sin desconocer las tensiones- del devenir de la figura de Juanillo a partir de 1953, con la publicación de su Prometeo. El mundo cultural local puso en práctica toda una concepción acerca del rol intelectual que atravesó a más de un campo de la producción cultural: la idea de que cualquier pensador debía ejercer una función de educador de la civilidad, se apoyó en la noción de que los sectores populares no estaban capacitados para generar su propia cultura, por lo que necesitaban que ese vacío de bienes, discursos y experiencias culturales, fuera saciado por quienes habían alcanzado los niveles de la espiritualidad, pero sobre todo la voluntad de acceder a las instancias mismas de la espiritualidad. Bajo la idea de que en cada práctica cultural se está dirimiendo un ideal político que la excede, la acción de la Biblioteca Rivadavia primero, del Ateneo de Cultura Popular después y finalmente del Ateneo Rivadavia, y la actividad de la prensa liberal, se apoyó en la limitación de las autonomías de cada uno de los campos de producción cultural: El Eco y Nueva Era identificados claramente 190

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con los diferentes sectores del radicalismo, ejercieron por lo menos hasta 1960, una forma particular de periodismo que estuvo sustentada, fundamentalmente, en la noción de “educar al soberano”, lo que convertía a las noticias más en sanciones éticas que pretendían orientar las conductas del ciudadano, que en informaciones apoyadas en el principio legitimador de la objetividad, tópico fundamental del periodismo moderno. De este modo, según los campos específicos de producción cultural, el conocimiento, la información, el saber, terminaban transformándose en un problema de tipo moral y al ser definidos en función de otros criterios perdían su independencia. En este sentido, el mundo cultural local, entendido como frontera, no hace más que agudizar dos de las características fundamentales del campo cultural argentino: en primer lugar, el traslado de la legitimidad de las acciones y nociones propias a un centro externo representado en este caso por Buenos Aires. En segundo lugar, la constante influencia de los discursos provenientes de la esfera político-ideológica, para legitimar las actividades culturales. En efecto, en el caso local, las prácticas culturales propias se fundaron en una identificación ideológica que se concretó entre los sectores liberales de izquierda, radicales y comunistas, en principio ante escenario político creado a partir del golpe de Uriburu, y luego, en tanto oposición al peronismo, dado que estos sectores compartían la evaluación del novedoso movimiento político como versión vernácula de nazi-fascismo. En ambos casos, el peso de la variable externa jugó un papel preponderante, en tanto que los acontecimientos nacionales eran vivenciados como reediciones de fenómenos europeos. Si la solidez de estos ámbitos culturales y su cenit, se alcanzó a partir de un tamiz que integró diversas tendencias ideológico-culturales en una identificación de carácter antifascista, el derrocamiento de Juan Domingo Perón en septiembre de 1955 y sus consecuencias en los reagrupamientos del sistema político, traerán consigo la crisis de este vínculo, y la soledad del Ateneo Rivadavia. La subordinación de lo estético a lo político, fundada en la idea de arte comprometido, y la noción de intelectual en tanto educador de la civilidad, si bien se deslegitiman a partir de los sucesos que inaugura la Revolución Libertadora, en Tandil sufren su crisis en el año 1957, cuando la visita del escritor polaco Witold Gombrowicz provoca unas adhesiones que lindan en la fascinación, en el grupo de jóvenes que se nucleaban en el café “Rex”, y que pueden verse como los potenciales hijos intelectuales del grupo del Ateneo Rivadavia. Fiel a las enseñanzas de Gombrowicz, estos jóvenes sostienen que se es revolucionario por la sola condición de ser artistas, por la incomodidad social que supone la figura del artista, y no porque se actúe en favor de un ideal político que exceda la propia experiencia. De todos modos, la ausencia de un modelo cultural alternativo en este grupo, fundada no sólo en la posición claramente subalterna que ocupaban en el mundo cultural local, sino también en una cuestión demográfica: ninguno de estos jóvenes superaba los 20 años, mostrará además de los límites de lo nuevo, la crisis del modelo intelectual sustentado por el Ateneo Rivadavia y su fuerza en tanto prácticas culturales dominantes. 191

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Resulta interesante observar cómo un intelectual periférico, un outsider del campo cultural argentino, como es el caso de Gombrowicz, termina actuando en un conjunto de relaciones socio-culturales locales, no sólo como disparador de las contradicciones existentes en ese mundo, sino influyendo en el perfil y la orientación de la ruptura cultural. Salvando las diferencias, la especificidad tandilense está dada en el hecho de que la crisis del modelo de intelectual sustentado por el Ateneo Rivadavia -que es el de toda una generación de intelectuales de izquierda-, no se apoyó en una problemática política -como en el caso de la revista universitaria Contorno, que descubre a Sartre e instala una nueva versión del compromiso del intelectual, y Pasado y Presente que llega a Gramsci de un modo en que no pudo hacerlo Agosti-, sino en un paradigma cultural proveniente de otro ejemplo de modernidad periférica, Polonia, pero en clave antimoderna, como es el ejemplo del pensamiento filoaristocrático de Witold Gombrowicz, que los jóvenes de la “Rex” evalúan, sin equivocarse, como renovación de lo estético. Como ya he señalado, en el mundo cultural local, a partir de la clausura del Ateneo Rivadavia y durante toda la década del ‘60, las prácticas culturales y la representación de lo intelectual, seguirán por un camino conocido, pero se convertirán en residuales, es decir, en tanto prácticas y nociones que corresponden a etapas anteriores del desarrollo cultural pero que todavía pueden ser reconocidas y juegan un papel en tanto tales. Los tiempos políticos y culturales que inaugura el golpe de estado militar de marzo de 1976, terminarán incluso con la instancia residual de estas prácticas y nociones. ¿Cuál es, entonces, la especificidad de Salceda en este contexto? Su especificidad está dada por el ejercicio de lo que se podría denominar su actitud prometeica, es decir: la identificación entre rol intelectual y vida total, la coherencia extrema entre discurso y práctica, actitud que conduce a la transformación de la ideología comunista en moral individual, y por lo tanto, en un corpus de valores para orientar y evaluar las conductas propias o ajenas. Este rol se define en su papel de anticipador del futuro, del tiempo por venir, y en la acción en pro de la construcción de nuevos hombres, a partir de la distribución del saber. La idea de Aníbal Ponce según la cual “cuando la cultura se vive como un privilegio envilece como el oro”, sumamente significativa en el pensamiento de Salceda, persigue no sólo el ascetismo del intelectual, sino también la importancia del conocimiento en la construcción de esos nuevos hombres. En ese marco interpretativo, el ascetismo como ideología personal y como horizonte familiar, aparece como una metáfora del desprecio ante los valores dominantes de la sociedad burguesa y sus mecanismos de ascenso social: “Nunca quiso comprarse un auto”; “esta casa la tenemos gracias a mí, porque a Juanillo no le interesaba lo material”466, recuerda doña Ema, la viuda de Salceda. Es que en todo caso, Juanillo piensa su ascenso social a partir de la cultura, y del ascenso de todos los hombres del mundo, destino que será alcanzado si se juega 466

Entrevista del autor con Ema Angelillo, viuda de Salceda (1995).

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un papel preponderante en la batalla contra la ignorancia, la falsificación y la dominación social, que impide a los sectores potencialmente revolucionarios, concretar definitivamente la instancia -como señalaba Agosti-, de la revolución democrático-burguesa, frontera indiscutida -según el paradigma staliniano- en el tránsito hacia una sociedad fundada en un nuevo humanismo. Si como pensaba Juanillo, un destino comunista para la humanidad era indetenible, la propia acción en tanto intelectual se legitima en la tarea anticipadora del futuro, asumiendo ya un papel de hombre nuevo en una sociedad destinada a sucumbir por la misma lógica del devenir histórico. En el trasfondo de la actitud de Juanillo subyace la estrategia política de la izquierda intelectual y el Partido Comunista, que al no poder alcanzar una instancia de poder político relativamente importante, se basó en el intento de hegemonizar el campo intelectual argentino, como espacio generador de opinión, pero también juegan en este perfil del pensamiento de Salceda el contexto de relaciones personales y políticas en el que estaba inserto. De este modo, lo cultural y lo ideológicopolítico aparecen -en el mejor de los casos- como fronteras apenas discernibles, o como partes de un mismo objeto, característica que fue claramente observada por los contrincantes políticos de estos grupos liberales y democráticos, quienes encontraron en la identificación política de los perseguidos la legitimidad de su persecución cultural. Desde la llamada década infame, y luego con el peronismo en el poder, estas nociones culturales se mantuvieron a partir de una identificación ideológica determinada (el antifascismo) y de unas prácticas culturales específicas: la constitución de grupos de debate cultural, bibliotecas y ateneos, a lo que se agregó la incorporación de los intelectuales de izquierda en su carácter de personal periodístico en las publicaciones afines ya existentes. La emergencia de estos espacios se organizó, también, a partir de una red de vínculos informales, donde cada intelectual (piénsese sobre todo en el papel de Carlos Ruiz Daudet, como correa de transmisión itinerante entre la A.I.A.P.E., el Teatro del Pueblo y Cuadernos de Cultura, y Tandil, y el rol de Salceda como el mediador con base local) formaba parte de un tejido cultural que conocía un circuito más o menos flexible de distribución de bienes simbólicos, al mismo tiempo que permitía a las ciudades del interior bonaerense inscribirse en un destino cultural más o menos ligado a la cultura del progresismo de la época. ¿Qué elementos jugaron y permitieron que este intelectual comunista se convertirse finalmente en mito local? Cierto es que la identificación entre liberales, radicales y comunistas jugó un papel sumamente importante en el sostenimiento de Salceda. Sin duda, esta característica se afianzaba en una evaluación similar de los enemigos políticos en un contexto de fuertes dicotomías en ese campo. Pero se fundaba también, en una concepción similar de las grandes líneas de la historia argentina, y en la cualidad otorgada al intelectual como sinónimo de educador de la civilidad. Básicamente, Salceda comparte las dos instancias de este paradigma, sólo que las reelabora en clave comunista y las lleva a su posición extrema: la 193

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identificación de la vida individual como un apostolado laico. De la misma manera en que en la versión esquiliana, Prometeo le roba el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres, Juanillo entiende el propósito de la distribución de los bienes culturales. El contexto político favorece la conversión porque lo caracteriza el peso represivo que el peronismo local en el gobierno ejercía sobre el Ateneo Rivadavia, espacio cultural donde se nucleaban los ilustres del pueblo: políticos radicales e intelectuales claramente opositores, que hegemonizan la vida cultural, pero que se encuentran en una relación desigual respecto del poder político. La afinidad ideológica, entonces, aparece como un elemento conformador de las potencialidades de la acción de Juanillo en la vida cultural local, pero la representación de su figura en tanto mito, se apoya también en elementos simbólicos que exceden el ámbito específico del mundo intelectual. Ese elemento está relacionado con lo que podríamos denominar una mentalidad localista, es decir, un conjunto de experiencias, percepciones, representaciones de las personas y sus actos, estructuradas a partir de un mundo pequeño, donde las relaciones personales cobran dimensiones más potentes que las ideas que sostienen quienes lo conforman. Un ejemplo: como dice el redactor de Nueva Era en 1957, ante la pregunta de un Gombrowicz irónico relacionada con la inteligencia de la ciudad, Salceda “se ha ganado un nombre en la prensa de la Capital”, y esa condición fascina al redactor porque a la sociedad tandilense misma, al menos al sector liberal-democrático de esa sociedad, fascina que un vecino ocupe un lugar importante en el mundo cultural de Buenos Aires, lugar donde realmente parecen suceder las verdaderas cosas. Pero Salceda, además, resume dos de los tópicos más potentes de la cultura de los sectores medios y populares de la Argentina de entreguerras: la ficción y la posibilidad del ascenso social, y el peso de la cultura letrada como una de las vías de esa alternativa. Aunque no incorporadas a mi análisis, también deben haber pesado en esta representación de Salceda en el imaginario social local, las diversas funciones que cumplió en su carácter de dirigente de asociaciones fundamentalmente deportivas, como fueron sus diecisiete años como presidente del Club Ferrocarril Sud, o sus presidencias en la Asociación Española de Socorros Mutuos, lo que le valió que sus pares del Ateneo Rivadavia lo vieran como un intelectual total, en tanto que podía aunar voluntades en ámbitos a priori tan disímiles como una sede social de un club deportivo y un ateneo cultural. La sociedad tandilense, entonces, convirtió a Juanillo en su escritor, no sólo porque las relaciones del mundo cultural local han creado un único intelectual reconocido en un contexto de restricción política, sino porque lo lee en clave localista: Juanillo se convierte en un notable del pueblo, única alternativa -tal vez- para poder existir en tanto comunista en una sociedad comunal fuertemente tradicional. Si hacia principios de los ‘70, el mito Salceda es reactualizado, esa reactualización cobra sentido, por el carácter mítico inicial que había adquirido su figura. Pero esta idea de Juanillo como intelectual total no sólo está expresada en el 194

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recuerdo de quienes compartieron la experiencia del Ateneo Rivadavia. También sus pares intelectuales del Partido lo ven como la concreción del paradigma del intelectual comunista. En una carta que le dirige a Dardo Fernández Tasende467, a propósito del homenaje que se le iba a realizar con motivo de la presentación del libro El Arbol Luminoso, el escritor Bernardo Verbitsky escribe: “Ojalá hubiera en cada ciudad argentina un Salceda. Tendríamos entonces un gran país. Pero pioneros como Juan Antonio Salceda hacen mirar el futuro con más optimismo”468. En este sentido, el devenir de Salceda ilustra los tópicos y los temas predominantes en la sociabilidad comunista que habían tenido su experiencia cultural inicial en la A.I.A.P.E. En síntesis, el mundo cultural local convirtió en mito a Juanillo porque le permitió, no sin derrotas, seguir manteniendo unas prácticas y unas nociones acerca de esas prácticas, ya perimidas en el complejo campo intelectual y político de Buenos Aires, y quizás en la supervivencia de un modelo de intelectual desaparecido, se funde la exaltación que de la figura de Juan Antonio Salceda hicieron sus camaradas de Propósitos y de Cuadernos de Cultura en 1972. En el marco de las ideas dominantes en la izquierda argentina del período que nos ocupa, la obra de Salceda no hizo más que adaptar las grandes líneas que había inaugurado Héctor P. Agosti desde el seno del Partido Comunista, llegando incluso a coquetear con sus nociones gramscianas. Más allá de que la aparición de su Prometeo en 1953, al decir de Ezequiel Martínez Estrada, colocaba a Juanillo “entre los cuatro o cinco mejores estilistas argentinos”, su lugar de reconocimiento siempre fue subordinado, o limitado a la esfera de la sociabilidad comunista. En términos generales, la obra de Juan Antonio Salceda no produjo innovaciones en el campo intelectual argentino, pero, en cambio, ese campo intelectual en su frontera, en su dimensión local, le permitió desarrollar plenamente la idea que tenía de sí mismo en tanto pensador: una autoconcepción que lo llevó a creer que la utopía prometeica -el robo del fuego a los dioses para entregárselo a los hombres-, se realizaba en él como destino inexorable, con la misma inevitabilidad en que la otra utopía, la del mundo comunista, se confirmaba en cada vuelo de los Sputnik, cuando “Prometeo, rotas sus cadenas, conquista los espacios siderales”. Salceda murió el 18 de julio de 1983, esperando ansiosamente la recuperación de las instituciones democráticas en la Argentina. Incluso sus camaradas comunistas de Tandil, lo habían elegido como precandidato a intendente para los comicios de octubre de ese año, lo que hubiera significado su primera experiencia en el campo específico de lo político. Juanillo murió, sin imaginar siquiera que apenas cinco años después, el mundo comunista europeo -aquel que había visitado en 1975 corroborando todas sus certezas previas- se El Dr. Dardo Fernández Tasende presidió la Comisión de Agasajo a Juan Antonio Salceda, con motivo de la presentación del libro de poemas El Arbol Luminoso. Fernández Tasende fue presidente de la Asociación Bernardino Rivadavia entre 1960 y 1961. De extracción conservadora, fue sin embargo un entusiasta defensor del grupo comunista del Ateneo Rivadavia, más por carácter elitista que por convicción ideológica contestataria. 468 Bernardo Verbitsky, escritor comunista. 1972. 467

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derrumbaría hasta estallar en múltiples fragmentos, enterrando definitivamente la idea de que ese mundo podía convertirse en un modelo alternativo de progreso, a un capitalismo que se presentaba cada vez más hegemónico. En este sentido, la fatalidad le jugó una partida optimista: lo privó del triste espectáculo de presenciar la derrota de un sueño que había identificado con el destino de la propia vida. Es así, que el ejemplo de Salceda, tanto en su carácter representativo como en su especificidad personal, puede ser pensado como un experimento para observar los mecanismos, las sensibilidades y el ideario que condujeron -a no pocos jóvenes de los años ‘30- de la experiencia de la cultura antifascista a la sociabilidad comunista.

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