La tumba 10 de Cerro de las Minas, estudio preliminar sobre las prácticas funerarias ñuiñe en la Mixteca Baja de Oaxaca. (2014)

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Descripción

Universidad Tecnológica de la Mixteca Huajuapan de León, Oaxaca

Directorio Dr. Modesto Seara Vázquez Rector

Dr. Raúl Salas Coronado Vice-Rector Académico

C.P. Javier José Ruiz Santiago Vice-Rector Administrativo

Mtra. María de los Ángeles Peralta Arias Vice-Rectora de Relaciones y Recursos

Reina Ortiz Escamilla PORTADA EN ESCALA DE GRISES Compiladora

Primera edición: Mayo 2014 ISBN: 978-607-96303-1-7 D.R. © 2014 por UTM Universidad Tecnológica de la Mixteca Carretera a Acatlima km. 2.5, Huajuapan de León, Oaxaca, México. C.P. 69000. Tels. 01 (953) 53 20399 y 20214 http://www.utm.mx Diseño: José Francisco Ramírez Lucero Directora Editorial: Reina Ortiz Escamilla Impreso y Hecho en México Printed and made in Mexico

Índice pág.

Prólogo

Bernd Fahmel Beyer

El Juego de Pelota, una Tradición Viva en la Mixteca

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Martha Carmona Macías

La Tumba 10 de Cerro de las Minas, un Estudio Preliminar Sobre las Prácticas Funerarias Prehispánicas del Periodo Clásico en la Mixteca Baja de Oaxaca Martha Elena Alfaro Castro Ángel Iván Rivera Guzmán

Los Pueblos Desvanecidos de la Mixteca Antigua: una Reconstrucción Geográfica Manuel A. Hermann Lejarazu

El Fuego y las Cenizas: los Pueblos Mixtecos en la Guerra de Independencia Francisco López Bárcenas

Territorio y Alteridad en Comunidades de la Mixteca Poblana. Reconfiguraciones en la Región de Tehuacán Juan Carlos Andrade Castillo

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La Tumba 10 de Cerro de las Minas, Estudio Preliminar Sobre las Prácticas Funerarias Ñuiñe en la Mixteca Baja de Oaxaca Martha Elena Alfaro Castro* Ángel Iván Rivera Guzmán** El estudio de los restos humanos recuperados en excavaciones arqueológicas nos permite conocer diversos aspectos de la vida cotidiana de las sociedades del pasado. Gracias a la observación minuciosa de las alteraciones presentes en las osamentas es posible distinguir distintos padecimientos o enfermedades, así como lesiones producidas durante enfrentamientos bélicos o accidentes. De igual manera, es factible saber en algunos casos si la población padecía problemas nutricionales derivados de un largo periodo de hambruna, si realizaba actividades que requerían de gran esfuerzo físico o si acostumbraba realizar modificaciones culturales en algunas partes del cuerpo por motivos religiosos, terapéuticos o sociales. Por otro lado, los materiales arqueológicos asociados a los individuos proporcionan información sobre la época en que fueron creados o dan una imagen de la economía y estructura social del grupo al que pertenecieron. El cuidadoso registro arqueológico llevado a cabo en el lugar del hallazgo, permite indagar sobre los eventos sucedidos en el momento de la inhumación de los sujetos, así como detectar algunas de las prácticas rituales que se desarrollaron o las implicaciones sociales y religiosas del acto. Consideramos que de la combinación *

Antropóloga Física. Centro INAH Baja California

** Mtro. en Estudios Mesoamericanos. Dirección de Registro Público de Monumentos, Zonas Arqueológicas e Históricas, INAH

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de un buen registro arqueológico y del análisis de los restos óseos se puede obtener una gran información sobre los antiguos habitantes de la Mixteca. En este trabajo presentamos un primer avance de la investigación bioarqueológica sobre una tumba prehispánica descubierta en el año 2007 en el Cerro de las Minas, el sitio arqueológico más grande en el valle de Huajuapan del periodo Clásico, habitado entre los años 300 a 850 después de Cristo (Figura 1). Iniciaremos explicando que una tumba es una construcción hecha generalmente con bloques o lajas de piedra donde se depositaban entierros humanos; en la época prehispánica también se emplearon cistas, que a diferencia de las primeras son de un tamaño más reducido y acabados más sencillos. La práctica de enterrar a los muertos en fosas sencillas, también se llevó a cabo en la Mixteca, pero estas últimas no deben de confundirse con las tumbas.

Figura 1.- Mapa de la región de la Mixteca Baja, en líneas segmentadas, y ubicación del sitio arqueológico Cerro de las Minas. Mapa basado en Rivera 1999.

Si bien ésta no es la primera vez donde se dan a conocer datos y observaciones sobre los entierros prehispánicos de Cerro de las Minas, queremos enfatizar que aún hay mucho por estudiar sobre sus antiguos moradores 44

(Paddock 1968; Pereira, 1990; Ramírez 1982; Serrano 2013; Winter 1994, 2005, 2007; Winter y Montague 1991; Winter et. al. 1991). La primera tumba excavada por arqueólogos fue descubierta accidentalmente en los años 1960´s en la ladera norte del cerro y su rescate corrió a cargo de John Paddock; en ella se encontraron lápidas con grabados de estilo ñuiñe, así como vasijas de cerámica y restos óseos humanos (Paddock 1970). Desde entonces y a lo largo de varios años y proyectos, se han realizado diversas exploraciones arqueológicas en el sitio, registrándose varios depósitos mortuorios, mismos que han sido numerados consecutivamente (Figura 2). Un resumen de los hallazgos y los estudios que se han llevado a cabo de los mismos se desglosa en la siguiente tabla:

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Figura 2.- Dos fotografías de la tumba 1 de Cerro de las Minas, excavada en 1968. La foto en a) muestra el piso de una estructura habitacional ñuiñe, con piedras grandes que sirvieron como relleno. La foto en b) muestra la tumba localizada debajo del piso de la misma estructura; en el fondo aparecen lápidas grabadas con iconografía ñuiñe, una piedra larga, un basalto columnar, sirve de techo y dintel de la tumba. Fotografías de John Paddock, compartidas a Iván Rivera en 1996.

Las tumbas en la Mixteca Uno de los elementos arquitectónicos más sobresalientes en la arqueología de la Mixteca son las tumbas; la relativa frecuencia con la que aparecen relacionadas o asociadas con las unidades habitacionales prehispánicas, permiten entrever que la relación entre los vivos y los muertos no se restringía a la inhumación de los cuerpos, también implicaba una dinámica de reutilización de los espacios. Este rasgo hace entrever que en la sociedad mixteca prehispánica el culto a los ancestros era un elemento común e implicaba la participación del grupo familiar. Son estructuras dedicadas a ancestros en primer término particulares y en un segundo tiempo como ancestros grupales. Una tumba puede definirse como un elemento constructivo en el cual se depositan entierros humanos. El tipo, forma y tamaño de la construcción es variable dependiendo de la región y la cronología. Las más tempranas 46

en la Mixteca datan del periodo Preclásico, 600 años antes de Cristo (a.C.) y se caracterizan por su forma rectangular, delimitadas por lajas de piedra. Posteriormente, en el Clásico entre los años 300 a 800 después de Cristo (d.C.), adquieren dimensiones relevantes, encontrándose algunas con pintura mural, grabados en piedra y otros elementos decorativos en sus muros. En Oaxaca las tumbas no suelen ser elementos arqueológicos aislados, pues forman parte de las unidades habitacionales, o residencias de los grupos familiares que habitaron los sitios arqueológicos (Winter 1986a). Frecuentemente poseen escalinatas en la entrada, que facilitan el acceso a su interior. En la Mixteca se tienen documentadas más de una docena de sitios, en donde las casas se encuentran directamente sobre las tumbas o en el patio de las residencias (Acosta y Romero 1992; Caso 1938; Degara 1981, 1984; Gaxiola 1984; Pereira 1990; Rivera 2008; Winter 2007; Winter y Cruz 2005). En el interior de ellas pueden depositarse una gran variedad de entierros: primarios (entierros que son encontrados anatómicamente articulados sin evidencia de alteración de la sepultura original), secundarios (huesos que fueron removidos o exhumados de una sepultura primaria durante un segundo ritual funerario), y osarios (acumulaciones de huesos sin un orden aparente). A pesar de la gran cantidad de sepulturas que se han excavado, son pocos los casos en que se trata de profundizar sobre los usos y re-usos de estos espacios. Un dato interesante respecto a este tipo de espacios funerarios lo encontramos en lo referente a la edad de los sujetos depositados, ya que suelen ser sitios de enterramiento de sujetos adultos, no suelen encontrarse infantiles asociados a tumbas. De igual manera, los restos humanos suelen encontrarse junto con una serie de objetos cotidianos utilitarios, ceremoniales, o que formaban parte del atuendo del individuo. En la variabilidad de la arquitectura encontramos otro dato interesante, pues proporciona datos sobre la jerarquía social de los personajes inhumados. Generalmente las tumbas de las familias gobernantes se pueden reconocer por la calidad de la construcción, su tamaño y elementos decorativos, así como la presencia y o ausencia de una antecámara. Estos suelen ser indicadores de la importancia de la familia a la que estuvo dedicada la estructura. Durante el proyecto arqueológico Cerro de las Minas, dirigido por el Dr. Marcus Winter en la década de los años 1980’s y 1990’s, se excavaron algunas tumbas ubicadas en la porción central de la antigua comunidad y que estaban vinculadas con unidades habitacionales de alto status; los datos 47

sobre su contenido, restos humanos y ofrendas, se encuentran en proceso de estudio. Con base al estudio de estos recintos mortuorios, la tumba puede ser considerada como un área de actividad dentro del área doméstica (Manzanilla 1986). El espacio no sólo cobija a los ancestros, también es evidencia de diferentes actos rituales que sucedían en el momento de inhumación de los individuos. Los objetos formaban parte de las ofrendas pero también del ritual efectuado dentro de la tumba. La devoción a los ancestros Las tumbas, los entierros y las ofrendas que se colocaban en su interior, son reflejo de la veneración a los ancestros, un elemento en común en muchas de las culturas de Mesoamérica. Esta práctica tiene su raíz en la creencia de una existencia continua después de la muerte física, en donde los muertos podían influir en la existencia de los vivos y requerían de ciertas atenciones (por ejemplo rituales, ofrendas, alimentos) desempeñando un papel activo en la vida de sus descendientes (McAnany 2010). La evocación a los difuntos podía realizarse de forma individual en el hogar o de forma colectiva en los templos durante ceremonias determinadas en fechas específicas (Murillo 2002). Podían entonces encontrarse algunas diferencias significativas en el procedimiento ritual del culto a los antepasados, por ejemplo, entre parientes que aún vivían en la memoria de los familiares y amigos cercanos y los ancestros de los cuales no se tiene ya un recuerdo directo. Los primeros eran venerados en el espacio doméstico en el que vivieron, mientras que en el caso de los segundos, sus restos óseos eran removidos y colocados en un sitio comunal y su estatus trascendía a una categoría de linaje grupal (Marcus 1999). Existían también diferencias en la complejidad del tratamiento de los miembros de un mismo linaje de acuerdo al rol o posición del individuo dentro del grupo. Por lo que en la veneración a los antepasados se encuentran contenidos intereses políticos, ya que de cierta manera reafirman los derechos de ocupación territorial del grupo familiar-social dominante (McAnany 1995).

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Cerro de las Minas y el área del hallazgo de la tumba Erigido en la cima de un promontorio rocoso en el límite norte del valle de Huajuapan, su fundación se remonta al siglo cuarto antes de Cristo, una época que se caracterizó por el surgimiento de grandes comunidades, o centros urbanos, en toda la Mixteca (Winter 1994). La primera gran ocupación del sitio se dio en el Preclásico, conocida en la literatura arqueológica como la fase Ñudee, y que se calcula duró entre los años 400 a.C. al 200 d.C. Un segundo periodo de ocupación y de auge poblacional ocurrió en el periodo Clásico, conocida como la fase Ñuiñe, que abarca entre los años 300 a 800 d.C. Se calcula que durante su apogeo, Cerro de las Minas tuvo una extensión aproximada de 50 hectáreas, siendo la cima del cerro el centro de las actividades ceremoniales y administrativas de la antigua comunidad; mientras que en sus laderas se establecieron áreas de residencia de la gran mayoría de la población (Winter 2007). Es de resaltar que el lugar fue un importante centro de desarrollo del estilo ñuiñe de la Mixteca1. Posteriormente Cerro de las Minas es abandonado, un fenómeno que también ocurre de forma dramática en otros centros mayores de la Mixteca, como Cerro de la Caja, en San Pedro y San Pablo Tequixtepec, Yucuñudahui en el valle de Nochixtlán y Huamelulpan. Debido al crecimiento de la ciudad de Huajuapan en Cerro de las Minas existe un programa permanente de salvamentos y rescates arqueológicos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que ha documentado hallazgos en las laderas del cerro. Uno de éstos, motivo del presente trabajo, se encontró a escasos 30 metros del límite sur de la poligonal de protección, a la altura del número 2 de la calle Yucatán (Figura 3). La construcción de una casa moderna impactó parte de la fachada original de la tumba, una sección de la antecámara y de la cámara principal (Rivera 2007). Desafortunadamente, por estar dentro del área urbanizada, no fue posible identificar otros elementos arqueológicos que la ligaran con residencias prehispánicas; el trazo de la calle Yucatán, realizado hace décadas, debió arrasar con parte de la evidencia. No obstante, como más adelante señalaremos, es muy pro1

El estilo ñuiñe fue definido por Paddock en los años 1960’s; para conocer más sobre su origen y desarrollo, remitimos al lector a las obras de Moser 1977, Paddock 1966, Rivera 2008 y Winter 1994.

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bable que formara parte de una residencia de mediano estatus de la antigua comunidad.

Figura 3.- Mapa topográfico del sitio Cerro de las Minas, marcando la poligonal de protección del INAH (en líneas azules), y ubicación de la tumba 10; las calles modernas se indican en color verde. Plano realizado por el arqueólogo Jorge Bautista, sección de arqueología del Centro INAH Oaxaca, 2009.

El área donde se realizó el hallazgo se encuentra a unos 50 metros al sur-oeste de uno de los edificios más conspicuos de Cerro de las Minas: la estructura H1A (Figura 4). Esta se caracteriza por tener una fachada construida a base de varios cuerpos, una escalinata orientada hacia el sur-oeste y delimitada por alfardas; el cuerpo de la estructura está adosado al cerro y tuvo varias ampliaciones y modificaciones durante la fase ñuiñe, en la parte superior debió de existir un aposento que sirviera como templo (Winter 2007: 68, 90). Pensamos que este basamento pudo ser el centro de un barrio de Cerro de las Minas durante su época de apogeo. En otros sitios arqueológicos de la Mixteca Baja, los templos forman parte del área central de los asentamientos, definen el centro de las áreas ceremoniales - administrativas 50

y generalmente son edificaciones grandes, no habitacionales. En la sección norte de la Mixteca Baja, cerca de Santiago Chazumba y sus alrededores, se han documentado varios ejemplos de la fase ñuiñe con un patrón arquitectónico conocido como Templo con Plaza Cerrada (TPC), que se caracterizan por tener una explanada rodeada de plataformas bajas y un edificio alto, que sirve de base para el templo (Rivera 1999). En el caso de Cerro de las Minas, estas construcciones son algo diferentes en su forma, pues no existen plazas con plataformas bajas; en todo caso, posiblemente existían otros templos en la cima del cerro, sobre los montículos 2 y 3, donde la plaza principal servía para congregar a los habitantes de toda la comunidad. En otros sitios de Oaxaca, los templos también parecen haber servido como centros de barrio, como ocurre en Monte Albán, la gran ciudad zapoteca (Blanton 1978). De hecho existe un grupo de estructuras asociadas entre sí que formaban parte del área central de los sitios zapotecos durante el Clásico Tardío: el Templo Patio Adoratorio, una cancha de juego de pelota y una residencia o palacio donde habitaba la familia gobernante (Winter 1986b, 2001, 2004).

Figura 4.- La tumba 10 y su relación en el ámbito urbano con la estructura H1A de Cerro de las Minas. a).- Fachada de la estructura H1A, vista desde el sur. b).- El predio donde se encontró la tumba 10 y el templo H1A resaltado con líneas rojas. Tomado de una imagen satelital de Google Earth, 2014, escala de 50 metros. c).- Vista entre la estructura H1A, señalada en el fondo, y el acceso a la tumba 10, marcada en la base de la fotografía.

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La historia antigua de la estructura H1A y su entorno merecen un estudio más detallado y rebasa los propósitos de este trabajo. Pero por la composición urbanística del sitio, es posible asegurar que en el Clásico ya existían rasgos materiales que podían reflejar o diferenciar varios estratos sociales. Estos a su vez deberían de observarse en la evidencia osteológica de los entierros humanos, así como en su tratamiento mortuorio. Entonces, baste señalar la hipótesis de que la tumba 10 se encontraba dentro de un sector, o barrio de la comunidad durante el periodo Clásico; su cercanía a la estructura H1A de Cerro de las Minas puede ser indicativo de la importancia de la familia que residió en ese lugar por más de una generación. La tumba 10 y su componente funerario La excavación de la tumba2 se realizó entre los meses de enero a febrero del 2007. Se realizó la limpieza del corte donde estaba expuesta la tumba y una vez definidos los muros y el techo se procedió a excavar cuidadosamente su interior (Figura 5). Como lo han notado otros investigadores, el proceso de exploración de los depósitos funerarios implica un gran reto en el cual se debe tener un registro arqueológico cuidadoso, donde se observe detalles como la posición de los huesos, la relación anatómica de los mismos y diferentes eventos post-deposicionales del contexto arqueológico; con ello se pueden detectar diferentes eventos ocurridos en el mismo lugar y que impliquen un uso continuo y detectar rasgos relevantes del patrón de enterramiento (Duday 1997; Pereira 2007). Teniendo en cuenta esto, se pudo identificar diferentes eventos ocurridos dentro de la tumba y que más adelante señalaremos. La tumba 10 tiene una forma rectangular, de 1.70 m de largo, por .89 m de ancho y con una altura de 1.01 m. Construida sobre la roca madre del cerro, elaborada en base a piedra roja, basalto columnar y lajas de piedra volcánica, tiene una orientación general de noreste a suroeste (Figura 6). Presentó una antecámara en su acceso, además de contar con un nicho en el muro del fondo, estas características la hacen similar a otras tumbas localizadas en el sitio y en la Mixteca Baja. Si bien no se pudo conocer los elementos arquitectónicos asociados a ella (generalmente residencias con 2

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En el trabajo de campo se le designó como tumba 2007-1 (Rivera 2007).

pisos de estuco y cimientos de piedra), fue posible identificar que fue construida en una terraza que data del periodo Preclásico, pues se encontraron tiestos de la fase Ñudee como parte del relleno.

Figura 5.- Imágenes del proceso de excavación de la tumba 10 de Cerro de las Minas. Las escalas miden 30 cm, la flecha marca al norte magnético. a).- Tal y como se encontraba en enero de 2007. b).- Limpieza del perfil expuesto. c).- Inicio de la excavación del interior de la tumba. d).- El individuo 1, en proceso de exploración. e).- Vista general del interior de la tumba. En primer plano se ubica la antecámara, seguida de la cámara principal con los entierros humanos. Un nicho de forma trapezoidal se ubica en el muro del fondo. f).- Vista de la tumba después de haber sido excavada en su totalidad.

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Figura 6.- Dibujo de los muros de la tumba 10, mostrando el tipo de piedra usado y los colores de las mismas.

Durante la excavación se localizaron dos sujetos primarios colocados en posición decúbito dorsal extendido, así como presencia de algunos depósitos secundarios, localizados en las esquinas de la cámara y en la antecámara; estos restos se encontraron desarticulados y son evidencia de actividad mortuoria que antecedió la inhumación de los dos últimos individuos localizados en la exploración arqueológica. A continuación los describimos comenzando desde el último individuo enterrado y terminando con los primeros que se depositaron en la tumba. Individuo 1: Encontrado en posición decúbito dorsal extendido, con los brazos flexionados y las manos dirigidas hacia el pecho (Figura 7); el cráneo estaba orientado al suroeste, con la base en posición horizontal, apoyado en parte en el nicho del fondo; presenta mutilación dentaria tipo B 4 (Romero 1989). Las extremidades inferiores se encontraban flexionadas, ligeramente inclinadas hacia la izquierda. Se observaron algunos efectos de compresión unilateral en zonas como los hombros y rodillas, que comprimieron estas áreas evitando un mayor desplazamiento articular al momento de las descomposición en contraste con lo visto en otros segmentos del cuerpo, lo que es probable pudieran estar relacionados con el tipo de amarres del fardo funerario. La orientación general del cuerpo fue de 55°-235° grados magnéticos. Individuo 2: Ubicado debajo del individuo 1, en posición decúbito dorsal extendido, con los brazos flexionados hacia el pecho (Figura 8). El cráneo estaba orientado hacia el suroeste; presenta mutilación dentaria B 4 según la clasificación de Romero (1989). La orientación general del cuerpo fue de 55°-235° grados magnéticos. La extremidad inferior derecha de este sujeto fue parcialmente removida al momento de depositar al individuo 1 en la época prehispánica. Asociado a este entierro se localizó un espacio 54

hueco, justo al sur del cráneo del individuo y entre los huesos que forman la articulación del brazo derecho. El espacio pudo ser originado por un objeto de material perecedero, de aproximadamente 5 x 8 cm; aunque excavamos minuciosamente con cuidado a su alrededor, no encontramos evidencia que pudiera señalarnos el tipo de material que originó el hueco.

Figura 7.- Dibujo de la tumba 10, con el individuo 1 y objetos asociados como ofrenda.

Figura 8.- Dibujo de la tumba 10, con el individuo 2 y objetos asociados como ofrenda.

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Entierros secundarios: Fueron colocados de forma desarticulada en la esquina este de la tumba (Figura 9). Depositados de manera transversal y recargados ligeramente sobre los muros noreste y sureste. El conjunto estaba formado por un grupo de huesos largos, que cubrían fragmentos de cráneos, vértebras, costillas y mandíbulas. En este mismo nivel se localizaron un par de vasijas rotas, que posiblemente hayan pertenecido a las ofrendas de los primeros ocupantes de la tumba. En la antecámara de la tumba, se encontraron también algunos huesos desarticulados, con evidencia de cremación, la mayoría fragmentados, que podrían evidenciar un tratamiento anterior al depósito principal encontrado (Figura 10).

Figura 9.- Dibujo de la tumba 10, con los restos óseos de individuos secundarios.

Ofrendas: La mayoría de los objetos encontrados en la tumba estaban relacionados con los dos últimos individuos depositados. Incluyeron una decena de vasijas de cerámica, hechas en pasta anaranjada con micas, además de puntas de proyectil y un par de huesos grabados, uno de ellos con iconografía ñuiñe. Estos objetos hacen pensar que los últimos individuos enterrados en este espacio pertenecían a una clase social de estatus medio. Todas las piezas pertenecen al periodo Clásico (400-800 d.C.) (Figura 11). La antecámara de la tumba reveló una serie de vasijas rotas, entre los que destacan un par de fragmentos de una posible urna ñuiñe; la base cuadrada y el borde de la vasija fueron localizados en la antecámara, junto con huesos 56

cremados. Un fragmento de vasija anaranjada delgada fue encontrada en la antecámara, mientras que otro fragmento se halló en la cámara misma, debajo de uno de los entierros. Los objetos rotos pueden señalar que las piezas fueron fragmentadas en la antigüedad, quizás como parte del ritual de clausura de la tumba.

Figura 10.- Sección de la antecámara de la tumba, señalando indicadores de actividad ritual que se llevaron a cabo en este espacio.

Figura 11.- Algunos de los objetos depositados en la tumba como ofrenda.

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Los restos óseos humanos El primer paso para el análisis fue caracterizar a los sujetos, para lo cual se realizó la asignación de sexo de los individuos con base al análisis morfoscópico de las alteraciones que sobrellevan algunos huesos como cráneo y pelvis al iniciar la maduración sexual (Schwartz 2007, Buikstra y Ubelaker 1994). La edad se estimó principalmente con base a criterios relacionados con el envejecimiento y desgaste óseo de elementos como la sínfisis púbica y la superficie auricular del ilíaco (Buikstra y Ubelaker 1994; White y Folkens 2005). El segundo paso fue desarrollar el análisis de enfermedades, el cual se llevó a cabo mediante el registro macroscópico de patologías en cada elemento óseo considerando en las lesiones óseas el tipo de manifestación y grado de severidad de la misma (Saul y Saul 1989; Ortner y Putchar 1981; Steckel y Rose 2002). Mientras que la valoración del estrés ocupacional se llevó a cabo evaluando el grado de robustez de las inserciones musculares y la presencia de diversas alteraciones óseas relacionadas con el estrés resultante de actividades cotidianas (Alfaro 2002). Se contó también un par de placas radiográficas para apoyo del diagnóstico y valoración de las lesiones, ya que el análisis radiológico permite relacionar las alteraciones paleopatológicas observadas en el esqueleto con lesiones similares encontradas en personas contemporáneas con enfermedades conocidas (Pinhasi y Mays 2008), para lo cual se contó con la colaboración del dentista Vladimir Fabián Jesús y el radiólogo Juan Carlos Cabrera León en la interpretación de las placas. Los individuos depositados en la cámara principal de la tumba eran todos adultos. Los entierros primarios eran de sexo masculino (un adulto joven de 25-29 años y el otro adulto medio de 40-44 años de edad). En el caso de los entierros “secundarios” encontrados sin conexión anatómica en la esquina noroeste, al analizarlos en laboratorio se observó que los huesos pertenecían únicamente a cuatro individuos adultos medios según la clasificación de Hooton (1947): dos masculinos (uno de 35-39 años y otro de 40-44 años) y dos femeninos (ambas de entre 30-35 años). En las tumbas registradas en Oaxaca, hay escasa representación de individuos juveniles o infantiles. Por lo general se encuentran depositados en ellas individuos adultos, probablemente miembros familiares distinguidos importantes para el linaje o la sociedad contemporánea. En los sujetos es58

tudiados sin importar el sexo o la edad, presentaban hiperostosis en cráneo y periostitis ligera en forma activa o cicatrizada (con evidencia de recuperación en algunos huesos largos), reflejando un problema de salud crónico al que se enfrentaban cotidianamente los individuos (Figura 12).

Figura 12.- Periostitis presente en uno de los individuos secundarios.

La hiperostosis porótica es una alteración que se observa sobre la superficie del cráneo como una especie de puntilleo, el cual es resultado de la hiperplasia medular que provoca el adelgazamiento del tejido compacto craneal y el engrosamiento del diploe (Steckel y Rose 2002). Este tipo de lesiones si bien son de etiología multifactorial, en el caso de poblaciones antiguas suelen asociarse con frecuencia a una dieta inadecuada o una absorción pobre de minerales. Mientras que las reacciones periostiales son lesiones infecciosas que ocurren en la superficie de los huesos, resultado de la inflamación del periostio, que es la capa que recubre a los huesos; en el caso de las poblaciones antiguas la mayoría de estas reacciones son de naturaleza no especifica, en los estudios de salud se emplean para hacer inferencias acerca del impacto en los grupos de riesgo así como los factores ecológicos y culturales que predisponen estas condiciones. Durante la época prehispánica, las grandes urbes solían atraer un gran número de población que habitaba en las cercanías o que se trasladaba a ella frecuentemente para realizar diversas operaciones comerciales y/o participar en actos sociales, lo que permite una mayor probabilidad de transmisión 59

de enfermedades. De igual manera un número creciente de población, con el paso del tiempo puede llegar también, entre otras cosas, a dificultar el manejo de los deshechos y provocar la contaminación de las fuentes de agua potable – sobre todo cuando son escasas - debido a que hay un mayor número de personas que recurren a ellas al realizar diversas actividades (abastecerse de agua, lavar ropa, bañarse, etc.), favoreciendo la presencia de diversos tipos de infecciones que pueden llegar a afectar a los miembros de la población sin importar el estatus social o prestigio que tuvieran. La mayoría de los individuos recuperados presentaron caries, en ocasiones tan severas que ocasionaron la pérdida de la corona dental y en algunos casos se encontró presencia de periodontitis en maxilares (Figura 13). Las caries son una enfermedad que provoca la desmineralización del esmalte dental, llevando a formar cavidades en los dientes. Mientras que la periodontitis, es resultado de una infección de la encía provocada por una mala higiene dental y la acumulación de sarro (Ortner y Putchar 1981). La dieta de las población mixteca prehispánica estaba basada principalmente en el consumo de maíz, el cual tiene un alto contenido de carbohidratos, lo cual aunado a una higiene bucal poco eficiente -evidenciada en la considerable frecuencia de problemas periodontales- pudo haber sido un factor importante que favoreció la aparición de caries.

Figura 13.- Patologías bucales presentes en el individuo 2.

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En por lo menos uno de los sujetos secundarios depositados en este espacio funerario (asociado 1) se observó evidencia de trepanación craneal de tipo limado (Figura 14). Esta era una práctica curativa realizada por medio de diversas técnicas con la finalidad de curar a la persona de algún mal físico o espiritual (Márquez y González 1993; Romero 1974; Wilkinson y Winter 1975). El fraile franciscano, Bernardino de Sahagún (2013: 569), registra que entre los nahuas del valle de México, en el siglo XVI, la trepanación se realizaba como un eficaz remedio para el dolor de cabeza (tipo migraña), en donde recomienda perforar la cabeza mediante una punta de navaja y dejarla sangrar. Sin embargo, el individuo al que parece habérsele realizado esta medida terapéutica no muestra evidencia de regeneración ósea en los bordes de la perforación, por lo que es probable que no haya sobrevivido mucho tiempo después de la cirugía. En la placa radiográfica del cráneo de este mismo sujeto se observaron diferencias estructurales del tejido craneal (densidad), así como adelgazamiento del tejido craneal de exocraneal hacia endocraneal en el sitio de la trepanación. Presentaba también osteopenia ligera y osteofitos moderados en articulaciones como: hombro, codo y rodilla, resultado de un padecimiento degenerativo de tipo osteoartrítico.

Figura 14.- Cráneo con evidencia de trepanación, individuo asociado 1.

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Las enfermedades degenerativas son una condición patológica progresiva, crónica y no inflamatoria. Se caracterizan por la pérdida de cartílago articular y la subsecuente lesión resultado del contacto inter-óseo en las articulaciones de movimiento libre; las causas pueden ser mecánicas, infecciosas, metabólicas o por edad avanzada (Aufderheide y Rodríguez, 1998). Como se hizo referencia antes, únicamente los individuos primarios mostraron modificaciones culturales como la deformación craneana de tipo tabular erecto y limados dentales del tipo B4 (Figura 15). Este hecho resulta interesante al ser analizado en conjunto con el contexto funerario, el resultado del análisis de robustez y patrón de inserciones musculares, que también evidenció diferencias en cuanto a la robustez de inserciones musculares de los huesos de extremidad superior, entre los depósitos primarios y los secundarios. Observándose en el caso de los individuos primarios una mayor tendencia a inserciones moderadas en el húmero, mientras que en los individuos de los depósitos secundarios se registró una mayor tendencia a inserciones marcadas.

Figura 15.- Rasgos culturales presentes en los restos óseos de la tumba y su comparación con la iconografía presente en vasijas efigie contemporáneas de Cerro de las Minas. a).- Vista lateral del cráneo del individuo 1. b).- Detalle de los dientes frontales del individuo 1. c).- Fragmento de vasija efigie ñuiñe, encontrada en el área C de Cerro de las Minas, con mutilación dentaria semejante al individuo 1. d).- Detalle de la vasija efigie 1 de Huajuapan. Retomado de Paddock 1966. e).- Vista de perfil de una vasija efigie ñuiñe encontrada en el área H de Cerro de las Minas.

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Descripción de los posibles eventos ocurridos en el espacio funerario Con base a las observaciones realizadas en la excavación, así como en el estudio osteológico se pueden detectar por lo menos cuatro diferentes momentos de ocupación, que van de lo más antiguo a lo más reciente: 1. La tumba es construida y usada para depositar un entierro de forma “primaria”; no hay elementos para determinar si éstos fueron de carácter individual o múltiple. 2. Separan huesos largos y los ponen junto a cráneos y mandíbulas en la esquina noroeste y los otros huesos menores los colocan en la esquina noreste. En la antecámara hubo restos de huesos cremados, lo que posiblemente indica un ritual relacionado con otros objetos. 3. Se abre de nueva cuenta la tumba, se deposita el individuo 2, en posición extendida. Fue colocado en un fardo funerario que provocó un efecto de pared, quedando levantados los hombros, asimismo el contenedor de material perecedero no permitió el libre desplazamiento de las costillas hacia fuera. 4. Entierran al individuo 1; ya había pasado tiempo suficiente desde que el individuo 2 había sido sepultado, de tal manera que la pierna derecha del individuo 2 se desplazó al suroeste. Los huesos de la antecámara están aún en proceso de análisis, por lo que en este momento omitimos datos sobre lo ocurrido en esa sección de la tumba. Reflexiones finales La tumba motivo del presente estudio parece haber correspondido a un nivel social notable o elevado dentro de su comunidad, esto por: 1) su ubicación en relación al sitio arqueológico; 2) la estructura arquitectónica misma; 3) el tipo de materiales encontrados en su interior y 4) algunas de las alteraciones culturales en los esqueletos recuperados. Es claro que la construcción sirvió para inhumar a varios individuos en diferentes momentos, un fenómeno ya documentado en otras regiones de Oaxaca (Middleton et. al. 1998). Estos recintos mortuorios se encuentran generalmente asociados a residencias o unidades habitacionales, por lo que pueden considerarse como parte de la arquitectura doméstica de las comunidades. Es de igual manera, evidencia de la veneración que se tenía a los 63

ancestros en la antigua sociedad Mixteca. Al igual que lo visto en la mayoría de tumbas de Oaxaca, los sujetos depositados en este espacio fueron únicamente adultos. Por la ubicación de la tumba relativamente cercana al área monumental del sitio arqueológico, tipo de materiales encontrados y alteraciones culturales en los esqueletos recuperados en este espacio funerario podrían tratarse de personajes que pudieron haber ocupado un cargo relevante o tener una cierta distinción de estatus dentro de la comunidad en la que vivieron. La evidencia arqueológica permite identificar en este espacio funerario por lo menos dos tipos de depósitos (primario, secundario) y al menos cuatro eventos. Encontrándose también algunas distinciones interesantes entre los individuos primarios (del último depósito) y los secundarios (de la primera inhumación), en por ejemplo, la robustez de huesos largos y la presencia de alteraciones culturales como la deformación craneana y la mutilación dentaria. La costumbre de deformar los cráneos y realizar limados a los dientes anteriores, eran tradiciones llevadas a cabo en edad temprana en el caso de la primera, y durante la juventud -cuando se tiene ya la dentición permanente- en el caso de la mutilación dentaria. La presencia de ambas prácticas culturales en conjunto con el contexto y los diversos elementos arqueológicos descritos anteriormente son elementos que para el periodo Clásico denotaban estatus y prestigio en la sociedad que pobló Cerro de las Minas; más aún, es posible que los últimos individuos enterrados ocuparan cargos religiosos o de cierto prestigio en la comunidad durante el Clásico. El ritual funerario de la tumba 10 y el patrón funerario observado en las sepulturas del mismo sitio excavas por Winter en los años ochentas, nos lleva a pensar que en el caso de la Mixteca ocurre algo similar a lo visto en Michoacán por Pereira (1997), en donde podemos evidenciar por lo menos dos fases, una primera en la que los depósitos son individuales y primarios de personajes adultos importantes para el grupo familiar o social, y una segunda, en donde hay una manipulación y reacomodo de los esqueletos (y en muchos casos también de las ofrendas), reflejando una preocupación por conservarles dentro del espacio familiar como parte del linaje de los antepasados. Las tumbas y los entierros humanos son una rica fuente de información sobre la vida cotidiana, la salud y la cultura de los antiguos habitantes de la Mixteca. El análisis cuidadoso de los elementos arqueológicos y de antro64

pología física permite revelar patrones sobre la inhumación y los ritos que se llevaban a cabo durante la inhumación de los individuos. Sin embargo, aún hay múltiples interrogantes sobre las sepulturas en tumbas de Oaxaca, es necesario un análisis más minucioso y una contrastación con los otros depósitos encontrados en el estado. Así como estudios más específicos de arqueometría y genética de los materiales bioarqueológicos que aporten más elementos para el esclarecimiento de estas cuestionantes. Por último, quisiéramos destacar que el rescate y estudio de tumbas nos abre la posibilidad de comparar y analizar los diferentes tipos de tratamientos mortuorios que se usaban en la comunidad. Cada caso nos abre la oportunidad de indagar sobre el pasado de los antiguos habitantes de la Mixteca Baja y, especialmente, de la importancia de preservar y cuidar el legado arqueológico de los ancestros. Agradecimientos El rescate de la tumba 10 de Cerro de las Minas fue realizado gracias a la participación de varios individuos e instituciones. En primer lugar a la señora Yesenia Estrada Paz dueña del predio donde se realizó la exploración, por la paciencia y comprensión de los trabajos de excavación. Al personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Huajuapan de León, el custodio especializado en bienes arqueológicos, sr. Gerardo Carrasco, y al asesor educativo, maestro Austerlitz Sánchez, por detectar el hallazgo así como todo su apoyo y compromiso por el cuidado del patrimonio arqueológico de la Mixteca Baja. Las autoridades municipales de Huajuapan (2007), encabezadas por el arquitecto Procopio Martínez y especialmente el regidor de Obras y Servicios Urbanos, señor Juan Gabriel Acevedo, por proporcionarnos el apoyo de tres trabajadores en la excavación. A Don Martín Rojas, Antonio Cisneros y Rogelio Rojas por su gran habilidad y destreza mostrada en la excavación de la tumba y los entierros. El patronato del Museo Regional de Huajuapan (MUREH), por medio de su presidente, el Lic. Manuel Barragán, y su secretario, el maestro Austerlitz Sánchez, nos permitieron realizar las labores de limpieza y registro de los materiales arqueológicos de la excavación en las instalaciones del Museo; asimismo, en enero del año 2008 se presentó una exposición temporal en el MUREH sobre el hallazgo de la tumba. Al arqueólogo Miguel Medina Jaén, de la Dirección de Registro Arqueológico, la Dra. Laura Pescador de la Coordinación Na65

cional de Arqueología del INAH y el arqueólogo Enrique Fernández, del Centro INAH Oaxaca por asignarnos el trabajo de rescate arqueológico de la tumba, en el año 2007. La pasante de antropología física Ixchel Ruíz nos ayudó al análisis de los restos óseos; la maestra Araceli Rojas Martínez Gracida y el maestro Jorge Bautista de la sección de Arqueología del Centro INAH Oaxaca, nos comentaron los antecedentes del descubrimiento de la tumba en el área y nos compartieron el plano digital que se elaboró de Cerro de las Minas. Finalmente al doctor Marcus Winter, investigador del Centro INAH Oaxaca, por habernos proporcionado información y datos no publicados de las tumbas excavadas por el proyecto Cerro de las Minas (1987-1992). Finalmente agradecemos a la maestra Reina Ortiz Escamilla, de la Universidad Tecnológica de la Mixteca, por invitarnos a participar en la Semana de la Cultura Mixteca, un excelente foro donde podemos difundir el resultado de nuestras investigaciones.

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