LA TIERRA ROTA. Una respuesta a las Cartas del Lago de Como de Romano Guardini

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Descripción

PIETRO PIRO

LA TIERRA ROTA Una respuesta a las Cartas del Lago de Como de Romano Guardini

Traducción al español de

RAQUEL GUERRERO VILLADA

La Tierra Rota. Una respuesta a Las Cartas del Lago de Cómo de Romano Guardini

A los Sicilianos

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Nosotros hemos llegado al punto de no ser quizás más que “nosotros mismos, sino únicamente aquella determinada cantidad de sucedáneos ¿Que cotidianamente se deposita dentro de nosotros? ¿Se puede arrebatar lo robado? ¿Se puede despojar lo substraído? ¿Alienarse incluso a sí mismo el hombre de masa? ¿La alienación está todavía en vía de desarrollo? ¿O no es más bien un hecho consumado? G. Anders, El hombre está caduco.

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INTRODUCCIÓN ¡Joven hombre! Si mis memorias llegan a tus manos, recuerda que los mejores y más duraderos cambios son aquellos los que tienen origen por un perfeccionamiento de los caracteres, sin violentas coacciones. A.S. Puskin, La hija del capitán

Han pasado muchos años desde que el teólogo Romano Guardini publicó sus Cartas del Lago de Como. Estas cartas son emitidas (con razón) en las sutiles tramas de cada discurso sobre la relación entre hombre y técnica. Sin embargo, me pregunto, no sin una ligera angustia: ¿son pronunciadas también en el corazón de los hombres? ¿Han superado el caparazón emocional que rodea al hombremasa contemporáneo? ¿Siguen todavía vivos? Para responder a estos interrogantes he optado por no abordar las reflexiones contenidas en estas cartas desde el punto de vista de la teoría 4

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antropológica que en ellas se delinea. He intentado responder como hombre a un hombre. Poco me importa que Guardini no pertenezca más a la comunidad de los vivos. Él vive a través de sus páginas y, cada vez que un lector hojea alguna línea, su pensamiento vive aún en nosotros. He intentado partir de la situación real de mi pequeño ángulo de observación y de responder no

teóricamente

(quizás,

no

estaría

en

condiciones) sino humanamente. Llevando, paso a paso, las impresiones que la lectura de las cartas suscitaba en mí, respecto a mi realidad concreta y viva. ¿Dónde se puede colocar, entonces, este escrito? No es ni filosofía, ni poesía, ni investigación periodística. Es un escrito de ocasión. Como la mayor parte de mis trabajos. La ocasión es el encuentro-enfrentamiento con Guardini. En este escrito, intento poner de relieve los efectos concretos que la aparición 5

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masiva de la técnica ha producido en mi ambiente nativo. No hago abstracciones. Hablo de lo que veo. ¡Se puede objetar que no digo la verdad! No todos se reconocerán en mis descripciones y en mi marcado pesimismo. Quizás, es mejor así. Para dejar que exista todavía

un

residuo

de

humanidad,

es

fundamental que cien flores broten, que cien clases rivalicen. Trasluce, por las cartas de Romano Guardini, un deseo de humanidad más auténtica. No sabría decir qué demostraría y escribiría hoy, frente

al

evidente

empeoramiento

de

la

situación. No creo que sea mi tarea decirlo. He intentado, dentro de los límites impuestos de mi

ser-fragmento,

de

responder

a

su

interrogación. Espero que lleguen a Guardini otras respuestas similares a la mía. Desde cada pueblo de este mundo concluso y atrapado. Espero que estas nueve cartas puedan pronto desmentir cada 6

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afirmación mía. Espero que puedan llegar, enviadas

por

hombres

auténticos

que

desprecian la técnica o que han inventado una que consiguen someter y dirigir a su antojo. Son, éstas, las cartas que todos esperamos. No sin temor y esperanza. No sin una lúcida resignación.

Termini Imerese Febrero 2012

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CARTA PRIMERA

Queridísimo amigo,

Respondo a tu carta solo hoy. Han sido días de frío intenso. Nosotros, sicilianos, en esta isla golpeada por las corrientes y estacionada por el sol, hemos reaccionado como estamos acostumbrados a hacer: resguardándonos en casa. Muchos, también en sí mismos. No nos reconocemos en este cielo gris, en este viento helado, en estas salpicaduras de lluvia cubiertas de nieve. A nosotros nos gusta la luz que ciega, el calor que desgarra la piel y el azul que irrumpe desde el cielo y vela sobre nuestras humildes cabezas como una cúpula santa. Tu carta está cargada de vida, esperanza y disfruta tu vista de la armonía y del equilibrio. Sin embargo, el encuentro con la máquina y con las fuerzas brutales del 8

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hombre te ha hecho estremecer y te ha sumergido en reflexiones poco halagüeñas. Tú ves un mundo que parece llegar al final, pero yo te escribo precisamente por aquél mundo y puedo aquí decirte, ahora, a causa del tiempo que lo que tú anunciabas se ha frustrado en su peor modo. En tu carta escribes:

Siento claramente que está surgiendo un mundo en la cual el “hombre” –tomado en este sentido particular- no podrá vivir más un mundo en cierto modo deshumanizado. Y temo que el hombre de las regiones meridionales no puede dominarlo. Temo que no posea la estricta sinceridad, la fuerza brutal, la madurez interior, todo lo que sería necesario para poder afrontar este monstruoso adversario. El mundo de la técnica viene del Norte y el Norte puede dominarlo; pero en el Sur sólo aportará barbarie.

Barbarie. Este es el nombre exacto. No encuentro otro. Tú sabes que Termini Imerese era antaño una 9

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localidad de fuentes termales, donde los griegos amaban reponerse. Sabes bien que este ángulo de paraíso ya fue habitado desde tiempos inmemorables y que el hombre allí siempre ha encontrado cobijo y paz. En este lugar se celebraba diariamente el elogio de la vida. A pocos kilómetros de aquí, los Imereses construyeron una ciudad sobre una colina y, tras la victoria sobre los cartaginenses, edificaron el Templo de la Victoria, monumento de armonía y belleza. Aquí el hombre había vivido desde milenios, gozando de la alegría del clima, la benevolencia de la tierra, la navegabilidad de los ríos, la abundancia de peces del mar. De Palermo a Cefalù, todo el golfo resplandecía dorado. La luz del sol deslumbraba un mar verde de cítricos, y extendía sobre las extensiones de olivos el olor fuerte de las matas. Luego, la barbarie. En días negros por aquí no se conservan las memorias burocráticas, hombres del Norte, en acuerdo con los peores ladrones y asesinos de nuestra tierra, decidieron allanar las dulces dunas 10

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de arena, de enterrar huertos bajo el cemento con asfalto y de erigir esos monumentos símbolos de la alienación humana que son las fábricas. Algunas han nacido en pocos días, como setas, y con la misma velocidad con que han nacido han desparecido en noches de fuga rocambolesca. Otras permanecen todavía allí, con sus esqueletos vaciados y apagados, mausoleos de estupidez y despilfarro. Otras, después de haber permitido durante cuarenta años de vida y trabajo a una población hambrienta e inculta, descansan en un silencioso e interminable sueño, a la espera de que algún otro hombre del Norte venga aún a asombrarse. Donde existían gebbies para regar huertos, sembrados de jazmines, ahora hay enormes fosas cubiertas de moho, puestas allí para contener carburantes que nunca han sido utilizados. Donde existían jardines y animales de corral, ahora siguen siendo tristes puestos de feria abandonados, chatarras puntiagudas que arañan el cielo, maquinarias repletas de alambres. Esto es lo que nos han llevado. Nos han dejado una tierra que no produce más frutos, una costa 11

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repleta de residuos y el cáncer que mata a jóvenes y mayores. La mayor parte de nosotros no ha encontrado lo que tú, querido amigo, llamas la estricta severidad, la fuerza brutal, la madurez interior. Hemos sido pasivos, confiados, menos firmes y también estúpidos, crédulos. Pensábamos que el Norte nos había llevado al bienestar. No fuimos listos para afrontar este monstruoso

adversario.

Ahora

estamos

pagando

nuestra falta de carácter, nuestro orgullo, nuestra terrible importancia. Vivíamos ya en el bienestar, y habíamos tenido que abrir las puertas a una vía de desarrollo que era nuestra, adecuada a nuestro carácter, a nuestro modo de vivir y de sentir. En cambio, hemos caído en la trampa del hombre del Norte. Nos caemos continuamente. Todavía ahora. No ha bastado todo lo que hemos logrado. La humillación de la emigración masiva, la superioridad de mafiosos, la destrucción sistemática de los especuladores de construcción de cuarta categoría. Ahora, otros hombres del Norte vienen a implantar grandes centros comerciales, grandes negocios de muebles deficientes, 12

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grandes centros de ventas de moda hechas por las pequeñas manos de niños explotados. ¿Y nosotros qué hacemos? ¿Cómo nos comportamos? Caemos aún en la trampa y esperamos que cualquier cosa pueda cambiar. No cambiará nunca, amigo mío, porque nosotros del Sur somos gente soberbia, henchida atrevidamente el propio yo hasta la náusea

pero

se

revela

finalmente

oportunista,

reservada, insensible y también mala. He descubierto que a Bagheria, a pocos kilómetros de donde te escribo, la

mafia

administraba

un

pequeño

campo

de

exterminio donde, en los años, fueron disueltos con ácido un centenar de individuos. Y esto, amigo mío, el mundo deshumanizado que hemos contribuido a crear. Pero la verdadera culpa de todo es solamente nuestra y de ningún otro. No tenemos la fuerza para hacer algo, para caminar erguidos. No puedo hacer otra cosa sino compartir tus palabras:

La belleza de esta localidad es indescriptible, pero no me resulta alegría ninguna. No comprendo, al 13

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contrario, cómo un hombre prudente puede ser feliz, aquí.

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CARTA SEGUNDA

Querido amigo,

Cuando se habla con algún explotado del Sur (es decir, con cada uno de nosotros) no hace más que repetir siempre la misma ensordecedora letanía, que el Norte nos ha dado trabajo y que sin él no habríamos podido y sabido avanzar. No es difícil aquí, en la calle, oír pronunciar las palabras ingenuas, que también a ti te han llevado a sentir, y que has deseado indicar en tu carta:

¡Entonces nuestro país debería seguir siendo pobre y nuestras gentes deberían emigrar, para dar ejemplo a vosotros de satisfacer vuestras exigencias románticas!

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Se trata de una gran mentira. Hemos, repito, por falta de coraje elegido ser explotados y, si en un primer momento no lo hemos comprendido, con los años nos hemos vuelto conscientes, pero hemos aceptado que fuese una servidumbre voluntaria. Nosotros no somos de las víctimas. Porque hemos participado con alegría al juego de los verdugos. Miremos nuestra tierra: aquí no hay un solo centímetro que haya permanecido incontaminado. Todo ha sido subyugado, todo está sometido al control de la acción instrumental y comercial. No hay más tierra-madre sino solamente tierra-propiedad. Hay aquí un sentimiento de hostilidad con respecto a la naturaleza, que se manifiesta en una indiferencia absoluta por el paisaje. Se ensalzan palacios con cemento sobre terrenos pantanosos, se construyen casas adosadas en la playa, se acumulan residuos radiactivos en las cuevas donde se refugian los pájaros nocturnos. En tu carta escribes:

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En todos los oficios encontramos estos fenómenos primitivos de civilización humana, todavía cerca de la naturaleza. Pero ¿ahora? Está el herrero –junto al motor eléctrico de nuestras fábricas; el carpintero, el albañil; y nuestras casas son hoy construidas con bloques de cemento armado. Estaba el fabricante que hacía los muebles y el carretero que construía los vagones pero hoy tú sabes lo que ocurre desde Ford, donde diariamente cada departamento de su fábrica produce piezas en serie, iguales entre sí hasta el último centésimo de milímetro y en cantidad inverosímil. Era cultura, espiritualizada, aunque todavía adherida a la naturaleza: y en tal cultura, el hombre era un ser creador que se defendía cuerpo a cuerpo contra las fuerzas de la naturaleza, aun permaneciendo hombre en el sentido más profundo de la palabra. Pero ahora esta cultura humana está completamente desaparecida.

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casi

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Aquí todo era trabajo. Incluso la vida era un oficio. Los artesanos gozaban de un estatuto especial. Caprichosos, a menudo arrogantes, trabajadores inflexibles y capaces de generar obras de arte de materia bruta. Eran criaturas mitológicas, en sus talleres ennegrecidos por el humo, con el fuego dominaban el hierro, con el cincel daban forma a la madera, plasmaban artículos capaces de traspasar las generaciones. Con el tiempo, sin embargo, el mundo los ha ridiculizado, humillado, puestos fuera de juego. El modelo de vida que el Norte nos proponía era aséptico, limpio, burgués. No hacía falta ensuciarse las manos. Era necesario estudiar y encontrar un puesto fijo en un oficio cualquiera. Muy pronto, los artesanos han empezado

a

experimentar

vergüenza.

Sus

manufacturas han sido lentamente sustituidas por mercancía de mala calidad, producida en serie y a bajo coste. Han abandonado sus talleres, para buscar otro, Este otro ha representado un espejismo y una pérdida de cultura y de valores. Hoy, muchos jóvenes se mueven por la ciudad con ciclomotores trucados, sin meta, sin sueños, sin un 18

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futuro. En su sangre hay una mezcla de alcohol y desorientación. En sus manos no hay ninguna sabiduría, ninguna competencia, ninguna habilidad. Son manos a medias. Manos que no tienen otro sueño que contar billetes. Los

hombres

del

Norte,

para

vender

sus

mercancías, nos han llenado la cabeza de ilusiones, tan grandes, cuanto imposibles. Nos han prometido la tierra del oro. Y nosotros, ingenuos y alucinados por una vana ambición, hemos abandonado los campos, los talleres, las redes, los establos y hemos venido en masa sobre líneas, para producir mercancía deficiente, sin historia y sin memoria. Luego, después de tanto tiempo, los dueños de las fábricas, respetables hombres del Norte, nos han abandonado a nosotros mismos, nos han olvidado en nuestra propia utilidad, incapaces ya de crear y de inventar, porque la fábrica nos ha aniquilado el espíritu, porque los alimentos precocinados nos han quitado incluso el arte y el sabor noble de nutrirnos con los productos frescos de nuestra tierra. 19

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Tú, amigo mío, escribes que incumbe la sombra, profundamente Nosotros

en

melancólica, esta

de

decadencia

esta nos

decadencia. encontramos

inmersos así en profundidad, que no hallarás más a casi nadie capaz de recordar. En condiciones de disentir, aunque solo con una carta, un viejo mundo, que despreciamos porque es demasiado humilde y simple, a este mundo nuevo, resplandeciente y plastificado, que nos afana a todos.

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CARTA TERCERA

Querido amigo,

Gracias por tu carta, cargada de filosófica sabiduría, de reflexiones que nunca me aburren, que me estimulan a observar, a interrogarme sin cesar. Escribes, no sin realizarte que me llega directamente al alma, y que no esconde una cierta inquietud, que:

Actualmente, el hombre no tiene más la primitiva y viva relación con el objeto de carne y hueso, con el hombre de carne y hueso. El informe se ha menoscabado. Él vive en un mundo derivado, artificial, un mundo de sucesos, de impropiedad y de signos acordados. Señales que no se adaptan más a la cosa particular sino a todas las cosas de la misma especie: signos colectivos, así pues, abstracciones. El 21

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hombre vive ahora en lo abstracto (…) Ahora esta es mi opinión: toda la civilización posee desde su origen este carácter abstracto. Pero cuando se difunde el pensamiento moderno, el pensamiento conceptual y matemático, y cuando la técnica moderna se introdujo en el mundo del trabajo este carácter

abstracto

adquirió

una

decisiva

preponderancia. Ello, supuso una manera definitiva en nuestra relación con el universo, nuestra dirección y, en consecuencia, nuestro ser.

Si miro a mi alrededor, si con mirada tensa y aguda me detengo en nuestras vidas de explotados del Sur, de mujeres y hombres excluidos, marginados, ofendidos, humillados, entonces no puedo que darte razón. Todas las mañanas, cuando paso a comprar el periódico veo filas de desheredados apiñarse frente a la pantalla mágica de la extracción de las diferentes loterías. Desocupados sin esperanza, se agolpan cientos frente a estos oráculos de felicidad, una felicidad tan irreal como improbable. Mientras tanto, la 22

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tierra se aridece, las empresas cierran, nuestra cultura secular se detiene dramáticamente, y se tiene cada vez más la impresión de encontrarse en un imperio colonial en pedazos, tras el predominio abandono de las tropas ocupantes. Son los hombres del Norte que han arrojado los remos en el barco, que han decidido que somos improductivos. Nuestra vida era concreta, un tiempo. Difícil, pequeña, simple, marginal. Pero era por siempre vida real. Jugábamos en las calles, sentíamos las voces y los olores de cocción procedentes de ventanas de las cocinas tan estrechas como sucias y llenas de gente. Éramos pobres, indefensos, incivilizados, pero, fuertes de nuestra cultura campesina, aferrábamos la vida con ambas manos. Ahora, vivimos como sonámbulos, en un mundo de espectros. Vagamos en la noche de los bienes. Nuestros sueños no existen más. Hemos intentado ser como los hombres del Norte. Hemos querido sus cosas, sus máquinas, sus vidas. ¿Y nuestras vidas? Nosotros las hemos perdido. Hemos sido expropiados. 23

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Han retirado la única cosa que nos hacía felices: la realidad, sus continuos cambios, sus continuas e improvisadas transformaciones. Este eterno cambio nos mantenía en vilo y nos hacía sentirnos vivos. Ahora estamos aniquilados en el sueño sin sueños del mundo unificado. Un mundo del que nunca hemos sido protagonistas. Tú, querido amigo, escribes que: La cultura nace cuando el hombre procede por el simple hecho de existir hasta esto es significativo, esencial. Me da que pensar, entonces, que a nosotros, aquí, se ha mantenido un mundo sin cultura. Nosotros procedemos

en

sentido

contrario,

porque

transformamos todo lo esencial en particular. Diluimos lo esencial con ácidos de insensatez y vivíamos así, en espera a que un Dios venga a salvarnos. No somos más capaces de encontrar lo esencial. Buscamos siempre por encima, lejos de nosotros, en modelos importados, prestados. Buscamos allí algo que pueda determinar y destinar nuestra vida. Pero aquí, en lo que era un 24

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ángulo de celebración de la vida, lo que determina ahora nuestros modos de vida es solo la incapacidad de construir partiendo de nosotros mismos, por nuestra personalidad más profunda. No hemos sido capaces de aprender la lección de la historia y los gobernantes se han sucedido siempre con el mismo paso. Solo que ahora estamos tan despojados, tan cansados, tan ofendidos, que cada nuevo dictador será acogido con una alegría inaudita. Porque será la enésima ilusión de una liberación que, si no surge por nosotros mismos, será siempre encarcelamiento y tortura.

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CARTA CUARTA

Querido amigo,

Esta mañana he aprovechado el pálido rayo de sol para caminar un poco, y he permanecido a pie hasta el curso del bajo Termini. Por el camino, me doy cuenta que son más los comercios cerrados que los que quedaron abiertos. El tráfico es ensordecedor. Desciendo, uno tras otro, los escalones en piedra de la vía Roma, el antiguo camino en el corazón del país, y la encuentro fría y despojada de vida. Alguna ventana abierta. Un perro negro. Después del paseo, regreso a mi estudio y vuelvo con codicia a tus cartas. Leo lo que tú escribes a propósito del hombre común, un preciso tipo de

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hombre que tú dices encontrar por todas partes, y de quien me diseñas un rápido perfil:

Encontramos en todas partes un hombre que no se conforma más únicamente de ser, vender, vivir, actuar, pero, que al mismo tiempo, se da cuenta de todo

esto,

intuye

las

causas,

intuye

las

informaciones, se descubre las analogías, observa los mecanismos internos de los acontecimientos. Y este

comportamiento

es

característico

precisamente de cada ámbito de la actividad humana del día de hoy y lo encontramos tanto en la determinación de un fin técnico, que en la vida cotidiana, en el otro y en el placer.

Yo, este tipo de hombre, no lo encuentro. Me parece que tú confundes el investigador con el hombre común. Los hombres que encuentro todos los días son personas que se contentan de ser, vivir y actuar según las normas establecidas de un juego, cuyas directrices fueron fijadas lejos de aquí. 27

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Vivimos de reflejo, instintos condicionados. No buscamos, ni queremos saber la causa profunda de las cosas, la vida se nos cae encima, no atendemos los informes sutiles entre las cosas, no descubrimos analogías y no observamos los mecanismos internos de las cosas. Nos movemos sobre una superficie cada vez más llana y espectacular. Estamos cansados y no queremos, en ningún modo, hacernos cargo de adquirir conciencia de las cosas ¿Por qué? Tú escribes que solo con la conciencia el hombre, ejercitando sobre el mundo su acción plasmática y transformadora, llega a la libertad. Es ésta la respuesta. Tenemos demasiado miedo de fabricarnos una conciencia de las cosas, porque tememos la verdadera libertad. No estamos dispuestos. No estamos preparados. Si mañana no tuviéramos un estado, un partido, un sistema, contra quienes actúan, cada vez que podríamos realmente cambiar algo, ¿qué haríamos? esforzarnos,

Deberíamos asumir

subirnos

las

mangas,

responsabilidades,

mirarnos

fijamente a los ojos, dejar de tener miedo, dejar de lamentarnos, dejar de ser parásitos, ingeniosos, 28

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oportunistas. Deberíamos leer, estudiar, buscar. No estamos dispuestos. Preferimos los gobernantes y la explotación.

Preferimos

quejarnos.

Preferimos

abandonar. Tú preguntas si la vida puede soportar la conciencia, ¿se puede llegar a ser consciente hasta tal punto y, al mismo tiempo, permanecer viva? No puedo responder a esta pregunta. ¿Qué ocurriría con nuestras vidas si tomáramos conciencia del hecho de que algunos hombres del Norte, en acuerdo con asesinos y utilizados del Sur, nos han explotado, apartado, ilusos, nos han dado esclavos y, por último, abandonados a nuestra suerte sin destino? No una conciencia de fachada, no el habitual esto lo sabía ya, pero una conciencia verdadera, profunda y arraigada, una conciencia que hace arder la sangre en las venas. Deberíamos necesariamente abandonarnos a la

rapiña,

devastación,

represalia.

Deberíamos

enardecer cada ángulo de este bello país que se ha enriquecido sobre nuestras espaldas, que se ha hecho burguesa sobre nuestra miseria, que se ha liberado de 29

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sus residuos utilizando nuestras tierras como un inmenso vertedero. Nadie podría detener la explosión con una tal rabia natural, obligada compresa por al menos cien años. La vida puede soportar todo. Los hombres no. Es por

este

motivo

que

queremos

permanecer

inconscientes, ignorantes y marginales. Nosotros somos la escoria de la historia. No nos interesan la conciencia, la libertad y la justicia. No vemos, no sentimos y no hablamos ¿Hasta cuándo?

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CARTA QUINTA

Querido amigo,

Lamentablemente, aquella sensación de ya visto que tú encontraste en las ciencias naturales se debe extender ahora a cada aspecto de la vida. La proliferación

incesante

de

imágenes

nos

ha

adormecido. La llamada realidad nos deja del todo indiferentes. Preferimos lo artificial a lo real. Es precisamente en ese aspecto artificial que buscamos un camino de fuga a ese mundo que tú describes como una totalidad cerrada, estática y que parece que todos han capturado.

La Oikumene ha tomado su consistencia definitiva: las superficies pobladas, ofertas de vida y a la acción, ya no están sujetas a la ampliación, no pueden variar. 31

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El espacio terrestre es escudriñado, conocido en su totalidad. No existe más posibilidad de evasión, de reserva.

Nosotros, en cambio, en esta tierra de explotados y de estimados explotadores, evadimos continuamente del Oikumene. Hemos encontrado el modo de ponernos fuera de juego con nuestras propias manos. El poco dinero que teníamos allí lo hemos ganado en actividades de despilfarro como el juego, las apuestas, la droga, las joyas. No hemos construido nunca nada productivo. Nosotros no somos empresarios. Ni pequeños, ni grandes. Nosotros esperamos siempre. Y seguimos esperando también ahora. Esperamos el puesto estatal, la financiación pública, el destino y la fortuna. Hacemos de todo, salvo afrontar abiertamente los nuevos programas políticos que un mundo más grande y más complejo a nosotros nos incumbía abordar. Y el problema político nos parece claro. Si antes nuestros brazos y nuestras largas colas, y las delgadas 32

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manos de nuestras mujeres, estaban así a buen precio por ser competitivas en el mercado del trabajo, garantizando a los bolsillos del empresario del Norte su buen provecho, ahora, con la llegada de otros brazos, de otros espinazos y de otras manos de niñas que velarán diligentemente a garantizar la continuidad de los beneficios en países donde los derechos del trabajo son solo palabras arrojadas al viento, nosotros no somos más convenientes. Costamos demasiado, Nos hemos convertido en una mercancía poco rentable. La realidad es transformada solo para nosotros. No sabemos más dónde cerrar nuestras cabezas vacías. No sabemos vivir más porque nos han robado la fantasía y las ganas de luchar. Después de haber construido casas que

nunca

habitaremos,

coches

que

nunca

conduciremos y buques de lujo con los cuales nunca navegaremos, nos encontramos desocupados, en los mismos callejones que nos han parido, en las mismas calles estrechas y desprovistas de luz donde antes se escondían la miseria y la marginación y donde ahora hemos regresado, decepcionados, a la marginación.

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No puedo más que darte razón, cuando afirmas que:

Ahora aparecen problemas enteramente nuevos, para resolverlos resultan necesarias una nueva actitud y un nuevo arte. Podrá ser un verdadero hombre político solo quien sabrá descubrir y conocer las fuerzas que les están presentes y las nuevas ideas estructurales normativas en sus mutuas reacciones, quién instintivamente las advertirá y será capaz de servirse de ella.

Este hombre político nuevo aún no ha nacido. De los políticos actuales solo puedo decirte que el anterior Presidente de la Región ahora paga sus propios errores en una celda de Rebibbia y el actual, quizá, se presta a hacerle compañía. Junto con ellos, una fila interminable de corruptos y corruptores se apiñan en las aulas judiciales y la figura de quien tú hablas, capaz de leer la realidad y dirigirla, no solo no la buscamos, sino que si la encontráramos haríamos de todo para eliminarla. 34

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Nosotros

hemos

aniquilado

todos

nuestros

mejores representantes, todos nuestros hombres más brillantes. Quizás alguna orden parte del Norte, pero los ejecutores de las sentencias hemos sido siempre y solo nosotros. Carniceros, verdugos y asesinos. Nosotros no buscamos una solución a nuestros problemas. Nosotros somos el problema. Has escrito, querido amigo, que la conducta y la obra de cada pueblo son examinadas y juzgadas a la luz de una crítica fundada en la conciencia del mundo entero. Y entonces, ¿cómo nos juzgará el mundo por aquello que nos hemos hecho a nosotros mismos, por lo que no hemos conseguido hacer, por nuestra dolencia que nos mata más que el cáncer? ¿Habrá quizás

palabras

de

comprensión?

¿Habrá

ojos

benévolos y brazos dispuestos a abrazarnos? ¿O bien, su mirada se oscurecerá y su boca se torcerá?

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CARTA SEXTA

Querido amigo,

Me doy cuenta que mis cartas son muchos más pesadas y dramáticas que las tuyas. Tú vives una época en la cual la decadencia se anunciaba como una amenaza. Yo vivo en el tiempo de la amenaza realizada. Cuando escribes estas cartas, tú aún no has visto la bomba atómica, ni una variedad de desastres que, solo querer hacer una lista, ocuparía el espacio de un libro entero. Yo, en la realidad deshumanizada, fría y delegada, allí nací y vivo desde siempre. El mundo que tú echas de menos no lo conozco. Que haya realmente existido, no puedo decirlo con certeza. Quizás, es solo un mito. Sin embargo, tengo confianza en tus palabras y si te respondo, es porque encuentro en ellas una 36

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sensibilidad todavía actual, un espíritu crítico que a nosotros nos falta. Me escribes que:

La posibilidad de la libre expansión y la formación profunda está, pues, completamente desaparecida para la mayor parte de los hombres (…) y mientras que el hombre pierde todos los vínculos interiores que procuraban un sentido personal de la medida y de las formas de expresión en armonía con la naturaleza, mientras en su interior

se ha

convertido sin límites, sin medida, sin dirección, él establece arbitrariamente sus fines y obliga a las fuerzas de la naturaleza, que él dominaba, ponerlos en práctica. Es precisamente así como nos hemos convertido, sin medida y sin límite. No obstante, a pesar de nuestra condición es horrible, continuamos cosechando deseos enormes, ambiciones descabelladas, imaginarios de pesadilla. No hemos sido educados que a la servidumbre, al espíritu gregario, a la dependencia en 37

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todo y para todo. No sabemos más que construir una educación que no esté basada en el ideal de consumo. Nosotros no educamos más a nuestros hijos, la televisión lo hace y con una habilidad que nuestras palabras resuenan en los oídos de nuestros hijos como vacíos recordatorios de fantasma. Pero todo esto era cierto hasta hace poco tiempo. Ahora, las cosas son peores. Si antes el trabajo de explotados nos ocupaba gran parte del tiempo, ayudándonos, aunque en forma distorsionada a plantearnos una identidad social, ahora nos quedamos como otros vacíos. Inertes, no sabemos qué hacer. Y, si me permites, por hacer lo sería por otros cientos de años. También, solamente, para darle un ambiente limpio. Sin embargo, no tenemos la voluntad de hacerlo. Con la fábrica, los señores del Norte nos han llevado también a la alienación y al sueño de la mente. Y no se piensa que estas consecuencias sean un accidente. Eran aplicables a la fábrica, la técnica y al progreso. 38

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Ahora que hemos delegado a las máquinas buena parte de nuestro pensamiento y la casi totalidad de nuestra fantasía, no sabemos más por donde comenzar. Los materiales primarios no nos faltan. No nos faltan ni siquiera las artes del oficio. Nos faltan las ganas de hacerlo. Hemos caído en la apatía, la resignación, la capacidad de soñar. Y todo esto, porque el sistema que hemos

importado

implicaba

nuestra

disolución,

estructuralmente. ¿Es esta, por lo tanto, nuestra suerte, servir por muchos años a un dueño que después, encontrado a un joven siervo y más económico, nos abandona por el camino? Releo, querido amigo, tu reflexión:

La vida, quizá, está enmarcada en un sistema de máquinas. Ella se defiende, aspira al aire libre y busca un refugio seguro. Pero ¿qué beneficio obtiene de esta lucha? En este sistema, ¿la vida puede permanecer viva?

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Puedo responderte, a la luz de lo que veo desde este mi pequeño país, como he intentado hacer desde mi primera carta. A nosotros, las máquinas han retirado lo poco que teníamos. Viviendo alejados de los grandes centros económicos y productivos, buscamos, casi por un contra-equilibrio,

una vida real

intensísima, hecha de sonidos, colores, olores, tan psicotrópicos que dejan en el visitante extranjero una impresión tan fuerte que no puede desaparecer más en su memoria. Era una vida pobre, injusta, miserable, cerrada, hecha de contradicciones fuertes. Sin embargo era vida real, concreta, a medida de un hombre casi arcaico y en cierto sentido brutal. ¿Ahora qué somos? Seguimos permaneciendo lejos de todo, sin embargo, hemos intentado por todos los modos una proximidad con un mundo comercial y burocrático que nunca nos ha representado y que, al contrario, siempre nos ha visto como parásitos sentimentales o como brazos a buen mercado, a los cuales arrebatarles trabajo. Estamos, por este motivo, convirtiéndonos

en

bárbaros.

Bien

vestidos,

perfumados y dándonos de señores. Nuestro ánimo no 40

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ha evolucionado, no ha dado un paso adelante, no ha echado raíces en las fuerzas más profundas y auténticas. Se ha deformado y convertido en una superficie de espejo sobre la cual rebotan las miradas, una superficie impenetrable, detrás de la cual no queda más que un turbio panorama de tumbas. En un sistema de miradas indiferentes, la vida sigue viva, el organismo se perpetúa a sí mismo, en una lucha extenuante. Sin embargo, esa parte que se ha querido llamar alma se retiró tanto en profundidad, que cuesta trabajo creer que pueda existir. Al contrario, observando el rostro del hombre actual, que puede ser que nunca existió realmente.

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CARTA SÉPTIMA

Querido amigo,

La profundidad de tus cartas y la lucidez de tus intuiciones sobre el futuro, son signos de una sabiduría que

me

conquista.

Sin

embargo,

no

puedo

posicionarme de acuerdo contigo respecto a muchas cuestiones, de las cuales te hablaré a su debido tiempo. Con gran sensibilidad, comprendes bien la imposibilidad, para un hombre, de intentar, por una parte, vivir una existencia totalmente arraigada en su tradición, y por otra, de querer ser parte del movimiento de hacerse masa del hombre de hoy. El impulso más prepotente de nuestro tiempo.

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Es necesario producir mucho, realmente mucho y deprisa. Fabricar pronto y consumir rápido. Sí, también consumir rápido porque la producción exige un mercado cada vez más capaz de absorción. Una producción desenfrenada, pues, que no está regulada por el orgánico juego de la demanda y de la oferta. Una producción desenfrenada que deberá a su vez, ejercitando todos los medios de astucia y de fuerzas, provocar un consumo desenfrenado. Con este paso nadie tiene el tiempo para madurar. Todo debe caminar deprisa, por el camino más corto y menos costoso, en el mundo más impersonal, en masa.

También nosotros hemos decidido hacernos masa. No pensamos más que cada uno con la propia cabeza. Seguimos obedientemente las leyes del comercio, de la moda y del deporte. Paseamos los domingos en los centros comerciales, a vagar sin poder comprar nada. No sabemos más que hablar a un amigo con confianza y afecto, porque nos hemos vueltos desconfiados e 43

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ingeniosos como zorros. Queremos todo y tememos todos. Construimos nuestras casas como altares sagrados del nuestro yo y después nos encerramos dentro por miedo de que alguien nos pueda descubrir, vernos envueltos en tonterías tan pequeñas que suscitan la risa. Nos hemos vuelto tan pobres por ser incapaces de cuidarnos a nosotros mismos. Tú dices que nuestra existencia se ha convertido burguesa, e invocas una disciplina de lo arcaico que proteja lo sagrado de la exhibición en público. Me pregunto entonces: ¿por qué, si la vida burguesa es tan extremadamente

abrumador,

no

solo

elegimos

seguirla, pero no sabemos ni siquiera más que vivir de otro modo sino de manera burguesa? He probado a analizar este fenómeno en mi anterior trabajo y no quiero repetir mis conclusiones. Quiero decirte solamente que, lamentablemente, considerar que:

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te engañas al

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Se salvará solamente lo que es puro, auténtico, en sí y en nuestra alma. Quizá no tenemos otro modo para llegar a una verdadera realidad.

Aquí, al contrario, todo lo que es puro se corrompe. Lo bello cede a lo feo. La justicia aprueba la injusticia. La moralidad incorruptible concede el compromiso. La lucha se entrega a una vida tranquila. Lo auténtico se transforma en cinismo, cuando no, en completa locura. Es como si las fuerzas desencadenadas por la técnica tuvieran todas nuestras conciencias en jaque. No podemos avanzar. No podemos evadir. No podemos llegar a ninguna verdadera realidad, que no sea de algún beneficio. Somos cuerpos-sin alma, cuerpos-sin sueños. Me preguntas si podemos vivir en estas ruinas y no puedo hacer otra cosa que responderte que las ruinas son aún una memoria viva de una estructura. Nosotros, las ruinas, las hemos pulverizado y ahora

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vivimos en un desierto, vagando por un oasis de ilusión a otra. Sedientos, alucinados.

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CARTA OCTAVA

Querido amigo,

Antes de escribirte esta carta me encontré, por un instante, recordando los lugares de mi infancia, todos aquellos sitios donde jugábamos con otros amigos míos pequeños. Esos lugares dejaron de existir. Han desparecido bajo pesados escombros de cemento y de asfalto. Por todas partes, se alzan edificios de viviendas a bajo coste, de diez pisos. En algunos puntos, los propietarios han construido recintos protegidos por cámaras de televisión y alambradas. Otras zonas han sido abandonadas en un deterioro sin esperanza. La playa que amaba tanto, que era el límite extremo de mi imaginación, humilde limbo de tierra por donde zarpaban todos los navíos de mi fantasía, casi no existen. Un puerto, sin navíos y sin mercancías 47

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ocupa casi todo el golfo, robando al mar las ondas y a nosotros la alegría de las mareas. Mis amigos son todos los fugitivos del Norte en busca de fortuna. Yo mismo he regresado solo a raíz de la decepción, no por alegría o por elección. Sin embargo, hoy, esta tierra yo la amo más que antes. Sólo ahora me parece empezar a comprenderla hasta el fondo. Mi tierra me parece ahora como un niño maltratado. Tenía tanta confianza y se ofrece con los brazos abiertos, pero se ha encontrado explotada, herida, humillada y ahora vive como viven los niños ofendidos, sin esperanza y sin entusiasmo. Tú escribes, amigo mío: El hombre viviente es abandonado a esta libertad. Abandonado a la arbitrariedad de sus apetencias, separadas por cualquier vínculo orgánico. Este proceso resulta no-humano.

Nosotros nos hemos alejado de todo. Nos prestamos

incapaces

de

ser

libres

y

hemos

intercambiado nuestra libertad por un plato de habas. 48

La Tierra Rota. Una respuesta a Las Cartas del Lago de Cómo de Romano Guardini

Abandonando la tierra, nos hemos desatendido a nosotros mismos. Persiguiendo sueños importados nos hicimos ridículos y solitarios. Lo que era humano y vivo lo hemos perdido y ahora nuestros deseos son independientes de cualquier vínculo orgánico, viven sobre la base de fuerzas libres del inconsciente y sujetas a la voluntad autónoma de las máquinas.

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CARTA NOVENA

Querido amigo,

Me gustaría escribirte otra vez. Sin embargo, no lo haré. A tus nueve cartas he intentado responder con otras nueve. Sé que no habrá una posterior réplica. Al menos, no tuya. Esto me llena de tristeza. He querido ofrecerte una visión de un pequeño punto de vista. El mío. No soy capaz de mirar el mundo como un todo. Se ha vuelto demasiado grande y demasiado complejo. A decir verdad, desconfío de quien

hace

análisis

absolutos.

Hay

demasiada

complejidad y demasiada circulación de ideas y de personas para aferrar la totalidad con un solo vistazo. Pero ¿nunca ha sido realmente posible?

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La Tierra Rota. Una respuesta a Las Cartas del Lago de Cómo de Romano Guardini

En esta tu última carta he observado un esfuerzo por llegar a las conclusiones. Es por este motivo que, si hasta este punto hemos sido cercanos, ahora nuestros caminos parecen tomar diferentes direcciones. En razón a tus afirmaciones:

Nosotros mismos somos nuestro tiempo (…) Y ni siquiera se debe pensar que esta evolución sea anticristiana. Tal puede ser, a veces la mentalidad que la preside, pero no la evolución en sí misma. Por el contrario, la ciencia, la técnica y todo lo que de ella deriva han sido posibles mediante el Cristianismo. Solo un hombre, cuya alma sabe guardar la dignidad del Bautismo, un hombre llegado así a la convicción de ser distinto de todo el resto de la naturaleza podría romper el vínculo que a ella lo unía: que es precisamente lo que ha hecho la época de la técnica. No creo para nada que el mensaje originario de Jesús pueda ser asimilado al uso que se ha realizado posteriormente. La enseñanza de Jesús, pero sobre 51

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todo las memorias (por cuanto manipuladas) de su vida, nos recuerdan la figura de un hombre en profundo contacto con la naturaleza. Yo no creo que Jesús pusiera el centro del cosmos al hombre. Sobre todo, no creo que este hombre haya tenido el visto bueno de Jesús para dominar sobre todos los organismos naturales. La idea de que el hombre tenga a su servicio todo el universo es tan grosera como errónea. Y luego, esta confianza absoluta que tú hablas cuando piensas que el ser sea indestructible, y que sería dotada con hombres de fe, ¿no debía llevar cada hombre a otro absoluto hacia cualquier forma de vida? ¿Un árbol no es una forma de existencia indestructible creada por Dios? ¿Y que posee el mismo valor del hombre? Recuerdas que son hombres que no valen la copa de un roble. ¿O bien, solo el hombre tiene una alma y puede hacer todo lo que le pasa por la mente? ¿Matar, devastar, quemar, arruinar cualquier cosa? Creo que el hombre ha sido solo un fragmento de toda la creación. Un fragmento desbocado. Un fragmento que,

del

todo

carece

de

confianza

en

la

indestructibilidad del alma, y movido por miedo, ha 52

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creado una técnica cada vez más poderosa, que la ha emitido ilusoriamente menos pavoroso y menos limitado. Es precisamente porque no ha sido un verdadero cristianismo (en la masa, es claro) que ha podido proliferar la técnica, y no al contrario. Si realmente fue dictada, aquella frase atribuida a Jesús era un estímulo para no preocuparse por la vida material y vivir como lirios en el campo. ¿Por qué hemos destruido los campos, marchitar los lirios y contaminado el cielo con el fin de exterminar golondrinas, insectos y cualquier tipo de microorganismo? ¿Por qué éramos cristianos? No éramos cristianos y no lo hemos sido nunca en el fondo. Solo teníamos miedo de Dios. Miedo de la jerarquía de la Iglesia, miedo del control social. ¿Cómo es posible que precisamente mi tierra, que se enorgullece de ser devota a Cristo, al mismo tiempo, sea una de las tierras más feroces y crueles que la historia nunca jamás ha producido? ¿Dónde estaba nuestra fe en Dios cuando se arrojaron ácido a niñas inocentes, cuando las bombas despedazaron los cuerpos?

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La Tierra Rota. Una respuesta a Las Cartas del Lago de Cómo de Romano Guardini

Tú dices, con mucha sensatez, que:

Debe formarse un nuevo tipo humano, dotado de una más profunda espiritualidad, una libertad y de una interioridad nuevas, una capacidad de adoptar formas nuevas y de crear. Su constitución debe ser tal, que deba encontrar el mundo nuevo en sus fibras de su ser y en la forma misma con que toma las estructuras.

Este

nuevo

tipo

humano

lo

conozco

perfectamente. Lo he visto consolidarse en los últimos treinta años y ha tomado la ventaja sobre todo. Es el hombre-masa y no tiene ninguna de las características que tú mencionas. Mejor dicho, es exactamente la antítesis de todo lo que tú manifiestas y deseas. Al contrario de lo que escribes, es un hombre que se conforma con respuestas superficiales y que no tiene ningún interés que lo empuje hasta la raíz de las cosas; es un hombre que se nutre de impulsos exteriores y de presiones heterónomos, es inseguro y 54

La Tierra Rota. Una respuesta a Las Cartas del Lago de Cómo de Romano Guardini

frágil, es ingenuo pero también astuto y sospechoso; ha confiado

todo

a

una

restringida

jerarquía

de

tecnócratas, se nutre de ilusiones y su perspectiva aniquila el espíritu. No se ha realizado lo que tú considerabas:

Las fuerzas incontroladas podrán ser sometidas solo si parte de un nuevo plan, desde nuevas relaciones, una nueva estructura. Todo esto no debe nacer de sistemas e ideas, pero llegará del mismo hombre, solamente del hombre. Es preciso que se origine une humanidad nueva, libre, fuerte, cuya forma interior resistirán a la medida de estas fuerzas.

Lamento tener que escribir estas líneas, tan amargas. No hay un nuevo proyecto, ni nuevas relaciones, ni nuevas estructuras basadas sobre seres humanos. Hay nuevas estructuras de explotación, nuevos planos de alienación, nuevas relaciones siervodueño. 55

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Es posible también que me equivoque. Que haya cometido un error. Muchos viven beatamente en esta isla de luz y no ven nada de todo aquello que te he hablado. Para ellos, Dios es la obra. Para mí Dios no tiene nada que ver con lo que hemos realizado hasta hoy. Dios es nuestra coartada perfecta. Cuando un niño muere de cáncer de pulmón, porque vive y juega a pocos metros de una fábrica química, se dice que Dios lo ha llamado, lo ha querido cercano. No lo creo. Creo que los hombres lo hemos matado. Es mucho más fácil recurrir a un Dios absurdo e injusto, en lugar de abrir los ojos y cambiar las cosas. Dios es para demasiados de nosotros como el opio. No quiero dejarte sin una esperanza, sin abrir el camino hacia un futuro. Confío en mi tierra, creo en los hombres y en las mujeres que viven allí y que cada día luchan por cambiar. Confío en esta luz que invade cada casa, en el azul del mar que nos rodea y nos protege, creo en la memoria viva de los vencidos, en sus enseñanzas que fluyen bajo las ruinas de la civilización. Yo creo. 56

La Tierra Rota. Una respuesta a Las Cartas del Lago de Cómo de Romano Guardini

Sin embargo, no es posible para nosotros seguir adelante,

sin

abandonar

definitivamente

e

inmediatamente un modelo que tan solo nos ha proporcionado esclavos y bárbaros. Debemos buscar uno totalmente nuevo, totalmente humano, totalmente nuestro.

¿Cuál es este modelo? Si contestara ahora caería en el error fatal de plantearme como el enésimo profeta. No es tiempo de profetas. Es tiempo de que hombres dotados de razón, pertenecientes a todas las clases y de cada patrimonio cultural, escriban juntos su programa. Será entonces un verdadero programa. No un nuevo simulacro ofrecido para engañar a los simples y para complacer a los poderosos.

La historia, surgida por su profundidad está en marcha y nosotros debemos estar preparados, confiando en lo que una Revolución puede hacer, en las fuerzas que una Revolución proporciona en nosotros y de la cual sentimos la emoción. 57

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