La tentacion soreliana Racionalidad e izquierda

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Mesa 1

II Jornadas de

Intelectuales y pensamiento de izquierdas

Historia

Índice

de las

Izquierdas

Liberalismo y revolución: los georgistas argentinos y la revolución rusa Daniel De Lucía El ‘realismo ingenuo’ de Juan B. Justo. Lectura de un folleto Jorge Warley

Buenos Aires, 11, 12 y 13 de diciembre de 2002 Facultad de Ciencias Sociales (UBA) M. T. de Alvear 2230 Aula 100

Comité Organizador: Hernán Camarero, Jorge Cernadas, Roberto Pittaluga, Cristina Tortti

ISSN: 1852-7078

El proletariado no nace de la máquina de vapor. La ‘teoría moderna de la colonización’ y las tareas del socialismo en la Argentina Ricardo H. Martínez Mazzola José Luis Romero, historiador socialista omar acha Rodolfo Mondolfo: la recepción académica de Marx en la filosofía argentina del siglo XX Gerardo Oviedo La vida como ‘obra’: una aproximación a la estética libertaria a través del análisis de las memorias de Laureano Riera Díaz Lucas Rubinich La tentación soreliana: racionalidad e izquierda Daniel Sazbón

Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina

El trotskismo como la Verdad implícita del marxismo (Nahuel Moreno: historia, contingencia y sentido trágico) Elías Palti Comentario a la Mesa 1 Elías Palti

Daniel Sazbón La tentación soreliana: racionalidad e izquierda.

La tentación soreliana: racionalidad e izquierda Daniel Sazbón Facultad de Filosofía y Letras - UBA

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esde hace varias décadas se ha verificado un desplazamiento notorio en el horizonte temático de las preocupaciones de autores vinculados a lo que genéricamente podríamos denominar (conscientes de la vaguedad del termino) la “izquierda”, vinculación que corresponde tanto a la pertenencia —actual o pretérita— a movimientos enrolados en esta tradición, como a su explícita declaración de inscripción en el espacio así delimitado. Tal desplazamiento coincide con lo que se ha dado en llamar la “crisis” del proyecto socialista, y que de acuerdo al ámbito de enunciación de estos autores (y a sus trayectorias individuales) puede ubicarse en distintos momentos entre los últimos 30 años, pero que evidentemente se han hecho más notorios a partir del fin de la experiencia soviética a comienzos de la década pasada. En todos los casos, es la experiencia de una “derrota” vivida lo que parece impulsar este tipo de preocupaciones.1

En correspondencia con estos acontecimientos, el movimiento referido corresponde a una caracterización de la nueva coyuntura como una crisis tanto política como, fundamentalmente, teórica; o más bien: una crisis política porque teórica:2 es así que se verifica en el interior de este campo un sondeo de las causas últimas de la debacle vivida que termina ubicándolas en los fundamentos más profundos del esquema ideológicoconceptual del cual la ahora impugnada filiación política (característicamente, mediante el abusivo empleo de prefijos superadores: post-marxismo, post-estructuralismo, postmodernismo, etc.) se supone tributaria. En pocas palabras: en su inscripción en el espectro de lo que ha sido llamado el “racionalismo ilustrado”, puesto que si lo que se quiere perimido son los fundamentos que hacen a las relaciones entre las esferas “sociedad” y “política” en cuanto a las determinaciones de una sobre otra, y a la capacidad de la teoría de dar cuenta de ellas desde una perspectiva abarcativa que permita “explicar” a la segunda en virtud de la primera, de lo que se trata es en definitiva de la “pretensión explicativa” de una teoría respecto a una determinada “práctica”.3 1

“La derrota de los años 60-80 nos dejó un panorama algo cambiado”, “Dulce Abismo”, Diego Sztulwark, en La Escena Contemporánea, n° 1, 1998. Esta publicación será utilizada en este trabajo como ejemplo del mencionado “desplazamiento”, véase infra. 2 “À l'époque où la propagande socialiste recommença en France, il y a un peu plus de vingt ans, on avait dans la science une confiance qui nous étonne un peu aujourd'hui. On croyait qu'il existe une science sociale, fondée sur les sciences physiques et biologiques, capable de résoudre tous les problèmes posés depuis la Révolution; ...on concevait, à cette date, la science comme un ensemble de formules auxquelles tout le monde devait se soumettre”, Georges Sorel, “La crise du socialisme”, Revue politique et parlementaire, t. XVIII, p. 598, 1898. Esta coincidencia entre la combinación de ambas dimensiones de la “crisis” en la obra de Sorel con la que puede apreciarse en algunas de las publicaciones contemporáneas más recientes es, en sí, el tema de este artículo. 3 Que a lo que estamos asistiendo es al final de una etapa marcada por la pretensión teórica de que la sociedad y la historia son pasibles de intelección, en virtud de la cual la política sería explicable a partir de una lógica determinada por la primera y que se desarrolla a lo largo de la segunda encarnada en actores preconstituidos por esas mismas determinaciones, ha sido la tesis que anima las principales obras de Ernesto Laclau en los últimos años. En la obra de Laclau encontramos explicitado un intento de enfrentar la situación de “crisis” del proyecto socialista con una lectura, por el contrario, optimista, que caracteriza a la coyuntura presente como más bien de apertura de posibilidades inéditas para la construcción de un proyecto social alternativo. Es en este sentido que la “crisis” socialista, es decir, la que hace referencia al rol de la clase obrera en la lucha por el socialismo, al propio lugar de la Revolución en la búsqueda de tal finalidad, y

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Frente a esto, lo que el clima de las últimas décadas nos muestra es una progresiva denuncia de los límites de la razón, y por lo tanto de la necesidad de una renuncia al proyecto racionalista de intelección de lo real; de esta manera, la incorporación al corpus de la “fidelidad política heredada”4 (cuidadosamente expurgado de sus elementos más “objetivistas”) ciertos elementos provenientes de las principales corrientes filosóficas que, desde comienzos del siglo XX, han contestado los principios en los que descansan los intentos de racionalizar la realidad (englobados bajo la asunción de que la objetividad descansa, en última instancia, en una “positividad” cuyos fundamentos son “plenos”, en cuanto no están erosionados por “negatividad” alguna), termina por dar lugar a una síntesis por la que la denuncia del carácter “inacabado” y “aparente” del “orden social” aparece asociada a una recusación “por izquierda” del mismo: si toda “sociedad” (toda “realidad”, en definitiva), nunca es más que un intento de constituirse nunca del todo acabado, queda como tarea de los movimientos que se definen como “izquierda” la lucha por el sentido que deba tener este proceso creativo.

La “descomposición del marxismo”: Georges Sorel De las impugnaciones de diversa índole que acompañaron la consolidación del “orden liberal” en el XIX, la de Georges Sorel resulta especialmente relevante, en cuanto aúna su recusación política con la crítica a la concepción del conocimiento que estructura la “metafísica” del régimen; en este sentido, su “descomposición” de la modalidad dominante del saber científico (evidente en sus escritos aparecidos en la década 1894-1906)5 se ponen en juego diferentes nociones del tiempo que subyacen a las posturas enfrentadas: frente a la ordenación y serialidad de los fenómenos que supone la racionalidad de la “pequeña ciencia” oficial, la indeterminación que reivindica Sorel implica una temporalidad abierta antes que una regularidad reiterativa; será justamente por esta apertura por donde la politicidad se introduzca bajo la forma de acción disruptora de tal continuidad. Pero vayamos por partes: el anclaje de la obra soreliana en su impugnación a las características que definen más profundamente al modelo de dominación moderno se verifica primeramente en el interior de la tradición marxista. Sorel desembocará en el marxismo a partir de una inquietud fundante, suscitada por lo que considera el sentido descendente de la evolución moral de la civilización. Esta ubicación de la dimensión moral en el pensamiento soreliano ha sido frecuentemente destacada, pero lo que no siempre ha recibido una atención equivalente ha sido la concurrente inquietud de Sorel por los fundamentos del conocimiento en su búsqueda de verdades sólidas en las que por último a la meta misma de una sociedad “reconciliada” (es decir, sin política), es entendida como una crisis tanto política como teórica. Bajo esta caracterización se engloba tanto lo que Laclau denomina el “imaginario político jacobino” (entendido como lucha por principios encarnados por sujetos universales “pueblo” o “clase obrera” a lo largo de una Historia con mayúscula) como la “dictadura racionalista del Iluminismo”, con su presupuesto de que la sociedad se constituye como una estructura, en última instancia, inteligible, y por lo tanto, racionalizable. Frente a esto, para Laclau lo que el clima de las últimas décadas nos muestra es una progresiva conciencia de los límites de la razón, y por lo tanto de la necesidad de una renuncia al proyecto racionalista de intelección de lo real que subsuma lo “concreto” en lo “abstracto”; Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista, Siglo XXI, Madrid, 1987. 4 Utilizo la expresión de Ignacio Lewcovicz (“Obstáculos en la búsqueda”, La Escena Contemporánea, n° 4, abril 2000) a fin de circunscribir este trabajo al ámbito local. 5 Se hace necesario recordar que la compleja evolución de los escritos de Sorel reclama su clasificación en una serie de “etapas” o “períodos”, no siempre bien delimitados: cf. Shlomo Sand, L’illusion du politique. Georges Sorel et le débat intellectuel 1900, La Découverte, París, 1985.

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apoyar la dimensión precedente. Claro ejemplo de síntesis de ambas dimensiones —que sólo el análisis retrospectivo puede escindir— lo constituye la figura de quien primero y posiblemente de forma más duradera influye en el retirado ingeniero de puentes y calzadas. En efecto, la obra de Proudhon impacta decisivamente sobre Sorel en su reclamo de una ética surgida de condiciones de lucha (tópico que será capital en sus Reflexiones sobre la violencia): de la temprana oposición entre Teoría y Acción en la obra soreliana se podrá rescatar el aforismo proudhoniano “L’idée avec ses catégories naît de l’action et doit revenir à l’action”,6 que conducirá a nuestro autor a la búsqueda de una nueva ciencia, propia de la edad industrialista en la que se encuentra la sociedad. Esta articulación es crucial, porque la lectura del Sorel maduro (la más corriente entre quienes se refieren a su producción) conduce de otra manera a apresuradas caracterizaciones de antirracionalismo para quien, paradójicamente, busca desesperadamente en Marx (y luego en otros) una certidumbre que sólo muy tardíamente se despegará de un racionalismo que creía encontrar en el filósofo alemán un resguardo contra el anticientificismo en boga, conducente, en última instancia, a una irredimible descomposición moral.7 Las primeras intervenciones públicas de Sorel, en las reseñas y artículos aparecidos en las páginas de la Revue philosophique y otras publicaciones, van en este sentido; sus títulos son elocuentes.8 Pero si bien Sorel llega a Marx y al socialismo movido por el anhelo de verdades cuya solidez descanse en la sistematicidad del estudio y en su adecuación a las particularidades del mundo moderno,9 no es menos cierto que sus inquietudes distan mucho de calmarse con la simple lectura de las obras de los teóricos del materialismo dialéctico. Por el contrario, si algo caracteriza sus escritos de los años ‘90 es una persistente insatisfacción, provocada por la constatación de las limitaciones que caracterizan los intentos de los autores (socialistas o no) por lograr alcanzar un conocimiento acabado. Limitaciones que constituyen el nudo de su largo artículo “L’ancienne et la nouvelle métaphysique”, aparecido en L’Ere nouvelle en 1894, y póstumamente republicado con el significativo título de D’Aristote à Marx en 1935. Este texto, además de testimoniar lo temprano que la lectura de Bergson (cuyo Essai sur les données immédiates de la conscience elogia) impacta en Sorel, presenta por primera vez una reflexión explícita sobre los distintos ámbitos de aplicación de la ciencia: en efecto, la separación postulada entre “milieu naturel” y “milieu artificiel” en cuanto dominios distintos del conocimiento implica la distinción entre una “nature naturelle”, imposible de ser considerada como objeto de una disciplina científica, y una “nature artificielle”, sobre la cual el hombre puede reclamar la posibilidad de conocimiento, puesto que es fruto de su propia acción. Este plano se constituye así en puente que articula la dimensión epistemológica de la obra soreliana con la moralista: en este texto le sirve a Sorel para impugnar el determinismo al que conduce el organicismo biologicista en su tratamiento de la “naturaleza humana”, pero 6

Citado en Sand, p. 35. Cf. Sand, p. 75. 8 A modo de ejemplo: “Sur les applications de la psychophysique”, 1886; “Le calcul des probabilités et l’expérience”, 1887; “La cause en physique”, 1888; “Sur la géometrie non-euclidienne. Notes et discussions”, 1891; “Science et socialisme”, 1893 (todos en la Revue philosophique); “Fondement scientifique de l’atomisme” y “La physique de Descartes”, 1892, Annales de Philosophie Chrétienne. Cf. “A Sorel Bibliography”, Sorel 1976, pp. 370-376. 9 “Sa motivation essentielle est la recherche d’une science nouvelle en dehors de la philosophie officielle. Ce qui amène Sorel au marxisme, c’est donc la science, et pas la politique”, Sand 1985, op. cit., p. 43. 7

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ya en su inaugural Le procès de Socrate aparecía como requisitoria contra la apropiación de la política por “los que saben”, esto es, los filósofos, a partir del privilegio del mundo de la Teoría por sobre el de la Acción.10 La temprana separación soreliana entre “milieu naturel” y “milieu artificiel” que hace cognoscible sólo al segundo (por ser fruto de la acción humana),11 y la adscripción del hombre a la esfera de la “naturaleza artificial”, supone la futilidad de las pretensiones deterministas de ciertas concepciones de la ciencia respecto al conocimiento de este espacio, ya que la libertad radica en la distintiva capacidad humana de “construir artefactos que no tienen modelo alguno en el medio cósmico”.12 Esta asociación entre libertad y creatividad encontrará su desarrollo a partir de una apropiación de la noción de praxis por su particular lectura de la obra de Marx, por la que la indeterminación última de la vida aparece como corolario del marxismo.13 Sin embargo, la “ilusión dialéctica” de la que éste es víctima al confundir la constatación de las regularidades empíricamente aprehendidas con su incorporación en un marco “teórico” que daría cuenta de ellas,14 supone dos desplazamientos simultáneos en los que incurre el marxismo: de la incorporación de los datos que nos ofrece la realidad a su “metafísica” rectora; y de la constatación empírica de regularidades a la operación de deducción de leyes generales. Si la primera distinción es considerada imprescindible para la actividad científica,15 la segunda es inaceptable, siendo la postulación de tales “leyes” el error de quienes al no saber “manejar el instrumento metafísico” introducen el “absoluto” que lo caracteriza en el “mundo de los fenómenos” como “impuesto por la razón”;16 este “prejuicio” que “confunde abstracto y científico” por una concepción de ciencia por encima de la “miserable esfera” de sus aplicaciones, concibe al conocimiento como “comunicación con el mundo de los espíritus”.17 El anti-idealismo que reivindica la primacía de la materialidad de las condiciones de vida por sobre las elaboraciones de la conciencia humana se convierte así en Sorel en impugnación de las prerrogativas de la lógica y la argumentación para referirse a la realidad, particularmente a la que no ha tenido aún lugar. De esta forma, escinde el campo de los hechos históricos del que constituye su articulación en un relato meta-histórico, dotado de un 10

Cf. Sorel 1976, p. 27. La raigambre viquiana de esta distinción se corresponde con el largo “Etude sur Vico” que publicara Sorel en 1896. 12 “Nous sommes libres en ce sens que nous pouvons construir des appareils qui n’ont aucun modèle dans le milieu cosmique, nous ne changeons rien aux lois de la nature, mais nous sommes maîtres de créer des séquences ayant une ordonnance qui nous est propre”, en “L’ancienne et la nouvelle métaphysique” (1894), cit. en Michel Charzat Georges Sorel et la Révolution au XXe siècle, Hachette, París, 1977, p. 163. 13 “Sorel estime que le materialisme marxiste induit l’existence d’un libre choix humain dans la mesure où le milieu est le résultat de l’action humaine, et où l’existence de ce milieu est une condition même de la liberté de l’homme”, Sand, op. cit., p. 46. 14 Cf. los distintos artículos publicados en 1898 y 1899, donde la crítica a la teoría del valor marxista conlleva una revisión de la cientificidad que en ella se pone en juego: “Nuovi contributi alla teoria marxistica del valore”, “Osservazioni intorno alla concezione materialistica della storia”, “La necessità e il fatalismo nel marxismo”, “La crisis del socialismo scientifico”, “Y-a-t-il utopie dans le marxisme?”. 15 “... non vi sarebbe più metafisica (e per conseguenza, non piú possibilità d’esistenza per la scienza)...”, Georges Sorel, Democrazia e rivoluzione, (Annamaria Andreasi, comp.), Riuniti, Roma, 1975, p. 55. 16 “La metafisica trasforma l’approssimazione in assoluto; e colui che non sa maneggiare l’istrumento metafisico crederà di poter poi calare questo assoluto nel mondo dei fenomieni, come una legge imposta dalla ragione”, op. cit., p. 54. 17 “on supposait que la science était une connaissance purement spirituelle, placée au-dessus de la misérable sphère des applications, ayant une réalité surhumaine. Connaître scientifiquement, c’était sortir du monde phénoménal pour entrer en communication avec le pur monde des esprits... on a fini par confondre abstrait et scientifique” “La science dans l’education”, Le Devenir Social, feb-mayo 1896, pp. 129-130. 11

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sentido que determinaría a aquellos; al rechazar la posibilidad de “deducir” las condiciones del futuro a partir de interpretaciones del pasado, Sorel es terminante: lejos de ser científicas, estas “ensoñaciones sobre el porvenir” suplantan al verdadero conocimiento.18 Esta identificación de la historia como dimensión privilegiada del análisis sociológico debe entenderse, tanto en lo que hace a la sustracción del devenir del campo de acciones posible de ser modificado a voluntad por el científico-experimentador;19 como en cuanto a la existencia de una esfera de libertad inherente a la actividad y existencia humanas. Por lo tanto, distinguir entre “ciencia” y “utopía” supone reconocer la complejidad del conjunto de fuerzas y condiciones en las que se ve envuelto el hombre, y la consiguiente inadecuación de los modelos que suponen la aplicación al análisis social de los principios que resultan productivos para el mundo natural; de ahí la opción por metodologías “cualitativas”, identificadas con el materialismo, sobre el idealismo, “matemático y cuantitativo”, ya que la cuantificación supone el desconocimiento de la esencial indeterminación de la vida humana: aún en la economía, lo que en verdad rige es el “azar”; frente al imperio de las supuestas “leyes”, Sorel caracteriza como “anárquico” al mundo económico de la “libre competencia”,20 aunque como tal idea del azar “repugna a nuestros hábitos”, la anarquía se presente en nuestra conciencia “bajo la forma de necesidad”.21 De aquí la especificidad del conocimiento que tiene como objeto a las relaciones humanas: mientras que la física se define como “objetiva”, porque sus “abstracciones” son consideradas absolutas al no estar subordinadas “al fin hacia el cual se dirige nuestro pensamiento”, a las “reducciones” de la sociología se las considera subjetivas porque dependen de tal dirección del pensamiento. La presencia de la “subjetividad” en la labor sociológica no es así indeseable marca de juventud o señal de su incapacidad para constituirse en disciplina “científica”: constituye la condición esencial que garantiza que conserve tal status: Se si vuole... conservar loro un vero carattere scientifico, bisogna sempre definire lo scopo in vista del quale noi li enunciamo: è la filosofia dell’azione che deve rischiare il cammino della sociologia.22

La oposición física-sociología y la remisión de la cientificidad de la segunda a la definición de la finalidad con la que se la emplea, corresponde a la presencia de una “región del sentido común”, donde se halla “todo lo que pertenece a la opinión, a las reglas empíricas”, de importancia crucial, por constituir el punto de clivaje entre los conocimientos teóricos y los resultados prácticos a los que van dirigidos: si desde esta región la mente parte “hacia la ciencia”, es a ella a la que debe regresar “antes de poder dirigirse hacia la acción”. La 18

“La storia offre un considerevole interesse quando la si consideri come un mezzo per conoscere le regole che seguiranno probabilmente dati gruppi umani nella lor vita; ma essa non potrebbe aver per oggetto di farci prevedere i fatti avenire, dai fatti del passato”, Sorel, Dimocrazia..., op. cit., p. 87. 19 “La storia somiglia molto alla morfologia degli esseri viventi; C. Bernard caratterizava la morfologia col fatto ch’essa si sottrae al nostro potere sperimentale”, op. cit., p. 58. 20 “...è nella economia della libera concorrenza che [l’azzardo] produce gli effetti piú somiglianti a quelli a cui esso dà luogo nelle scienze fisiche. È là che si trova al piú altrogrado quell’indeterminazione dei fatti, unita alla determinazione reciproca delle tendenze (o risultati medi regolarizzatti)”; “Attualmente, non vi sono tra l’uomo e la natura che dei rapporti pratici abbandonati al caso; i risultati non corrispondono ad alcuna volontà... in mezzo agli antagonismi, l’influenza della volontà è minima; noi ci troviamo trascinati nel movimento generale che, sebbene nato dell’azzardo, sembra tuttavia non meno imperioso che se esso provenisse da una legge fisica”, op. cit., p. 111 y 113. 21 “l’idea dell’azzardo ripugna alle nostre abitudini; e vi sono molti che preferiscono ricorrere alle ipotesi piú bizzarre, piuttosto che accettare i fatti cosí come li fornisce l’osservazione..... Cosí l’anarchia si presenta davanti alle nostre coscienze sotto forma di necessità”, ibid. 22 Ibid (mi resaltado).

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definición de la sociología soreliana contiene así una tensión entre la realidad de la que se supone da cuenta —a través de “traducciones”— y la finalidad a la que este “recorte” de lo real debe contribuir; la “realidad sociológica” se ubicará así en las “correlaciones imaginarias” del “sentido común” que la sustituyen a efectos prácticos, y mediante las cuales los hombres se representan tales relaciones para poder operar con —y sobre— ellas: (...) alla realtà sociologica (inacessibile allo intendimento) vanno sostituite (per la necessità dell’azione) delle correlazioni immaginarie.23

En esta sustitución estriba la especificidad del abordaje sociológico, inescindible de los efectos concretos a los cuales sus reducciones van dirigidas; el corrimiento del objeto de la ciencia social del sustrato “real” de las relaciones humanas a su transposición “imaginaria” se constituye en uno de los elementos más pregnantes del recorrido soreliano. Si la sociología precisa subordinar sus investigaciones al fin que persigue,24 es porque es su elección política la que le permite convertirse efectivamente en “científica”, rompiendo con el idealismo primitivo.25 La ciencia, por lo tanto, corresponde a la capacidad de actuar sobre el mundo, no de “conocerlo”: es un “medio” para “satisfacer nuestras necesidades”, distinto “por esencia” de la naturaleza.26 De aquí la “inmensa diferencia” entre “la antigua observación de la naturaleza” de la antigüedad, donde “el mundo era concebido como dependencia del cielo” y sus características debían ser reconducidas a la idea de unidad que dominaba su pensamiento, y “la experimentación de nuestros laboratorios”, por la que se parte de la “multiplicidad infinita” antes que de tal concepción unitaria; la ciencia ya no supone un medio de alcanzar las verdades últimas, sino que constituye principalmente un saber práctico, que busca “prever” antes que “saber”:27 la “confianza” en las leyes físicas deja de ser una creencia “en la naturaleza divina del primer motor”, siendo ahora “una confianza por completo humana”.28 El rechazo a la “falsa” ciencia, en contraposición a la sociología, es evidente; se trata de pura “charlatanería”, debida a la “sensibilidad” del hombre por las analogías: (...) Les adorateurs de la science vaine et fausse... ne se mettaient guère en peine de l’objection qu’on eût pu leur adresser au sujet de l’impuissance de leurs moyens de détermination. Leur conception de la science, étant dérivée de 23

Op. cit., p. 104 (mi resaltado, cursivas del autor). “Ce qu’il faut à la sociologie, c’est qu’elle adopte, dès le début, une allure franchement subjective, qu’elle sache ce qu’elle veut faire et qu’elle subordonne ainsi toutes ses recherches au genre de solution qu’elle veut préconiser”, Introduction à l’économie moderne, Marcel Rivière, París, 1922, p. 386. 25 “Le socialisme offre ce grand avantage qu’il aborde toutes les questions dans un esprit bien déterminé et qu’il sait où il veut aboutir; —au moins tant que le mouvement ouvrier exerce sur lui une pression suffisante. Si, depuis quelques années, le socialisme sembre aller à la dérive, tout comme la sociologie, c’est qu’il commence à opérer come celle-ci, qu’il prétend s’élever au-dessus des conditions économiques et qu’il devient idéaliste”, ibid. 26 “Tandis que la nature est un donnée extérieure à nous, la science et la technique se développent comme des moyens... de prendre contact avec les choses, mais en vue de la satisfaction de nos besoins... la science et la nature sont deux mondes tout à fait sépares... nous ne puissions jamais idéntifier les lois de la nature et celles de la science... ce sont deux mondes distincts par essence”, “La crise de la pensée catholique”, Revue de Métaphysique et de Morale, septiembre 1902, p. 535. 27 “Les philosophes grecs conçurent le monde comme une dépendance du ciel... toute la science physique était, avant toute recherche, suspendue à cette grande sphère céleste qui enveloppait le monde; le contenant était connu scientifiquement avant que la multiplicité du contenu eût pu être débrouillée... Depuis que le ciel aristotélicien a été brisé, la philosophie n’a pu arriver à réconstruire une doctrine complètement satisfaisante de la science... Aujoud’hui la physique part de ce qui se fait dans les laboratoires; c’est la multiplicité infinie qui est donnée, au lieu de l’unité du ciel”, op. cit., p. 533-34. 28 La indudable cercanía con la filosofía bergsoniana nos hace recordar la (relativa) afinidad entre ambas figuras, que se corresponde con las numerosas referencias de Sorel a Bergson (y en menor medida, recíprocamente). 24

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l’astronomie, supposerait que toute chose est susceptible d’être rapportée à une loi mathématique. Évidemment il n’y a pas de lois de ce genre en sociologie; mais l’homme est toujours sensible aux analogies qui se rapportent aux formes d’expression: on pensait qu’on avait déjà atteint un haut degré de perfection, et qu’on faisait déjà de la science lorsqu’on avait pu présenter une doctrine d’une manière simple, claire, déductive, en partant de principes contre lesquels le bon sens ne se révolte pas, et qui peuvent être regardés comme confirmés par quelques expériences communes. Cette prétendue science est toute de bavardage.29

La resultante propositiva de este proceso de revisión de la cientificidad moderna es el “mito” soreliano de la huelga general: conocimiento fidedigno de la realidad referida, con mucho superior al que puede alcanzar la “pequeña ciencia”, al ser producto de quienes están en contacto directo con las condiciones reales (esto es, el proletariado), el mito no sólo refiere a la “realidad”, sino que a diferencia de la falsa ciencia, lo hace sin separarse de ella, sin caer en el “idealismo” de toda subsunción de la experiencia concreta en construcciones abstractas. De ahí que sus características —“intuición”, “imágenes”, “evocación instintiva”, “percepción instantánea”, “experiencia integral”— sean claras de la distancia que se abre entre el “mito” y una acepción de “ciencia” que desconozca su sentido como medio de actuar en el mundo: “El filósofo que no busca la aplicación” de su conocimiento bien puede entonces desechar las “ilusiones” de estas construcciones; “por el contrario, nosotros tenemos que obrar”, dice Sorel, y en la funcionalidad que tiene para este obrar es que se encuentra el carácter verídico del mito; el pasaje de praxis a pragmatismo es claro. Si el mito de la huelga general permite al movimiento proletario “representarse de manera total, exacta y sorprendente” al socialismo “como una catástrofe cuyo proceso no puede ser descrito”, debe su indivisibilidad e inmediatez a que, lejos de apartarse hacia la zona “luminosa” y descomponerlo “en una suma de detalles históricos” como haría la “pequeña ciencia”, escindiendo de esta forma el sustrato que es pensado de las formas puras del conocimiento que se refiere al mismo, esta “intuición profunda” que es el mito se cuida bien de separar ambas dimensiones. De esta forma, en su impugnación a la forma de conocimiento de los “savants de cabinet” Sorel anuda el sentido hacia el que debe ir dirigida la ciencia con la ubicación temporal que en ella subyace: el porvenir bien puede desmentirla, pero es en el presente donde se halla su aplicación concreta: Faire de la science, c’est d’abord savoir quelles sont les forces qui existent dans le monde, et c’est se mettre en état de les utiliser en raisonnant d’après l’expérience. C’est pourquoi je dis qu’en acceptant l’idée de grève générale et tout en sachant que c’est un mythe, nous opérons exactement comme le physicien moderne qui a pleine confiance dans sa science, tout en sachant que l’avenir la considérera comme surannée... Nous savons parfaitement que les historiens futurs ne manqueront pas de trouver que notre pensée a été pleine d’illusions, parce qu’ils regarderont derrière eux un monde achevé. Nous avons au contraire à agir, et nul ne saurait nous dire aujourd’hui ce que connaîtront ces historiens. 30

Así, lo que termina por erosionarse en Sorel bajo la crítica a las nociones que conforman la trama profunda del mundo moderno es una forma de entender a la dimensión temporal en la que se estructura la vida: si el “prejuicio” que hace del conocimiento la subordinación de la 29 30

Reflexiones sobre la violencia, pp. 144-45 (mi resaltado). Op. cit., pp. 153-154 (mi resaltado).

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mutabilidad e imperfección de la experiencia a la esfera del mundo abstracto y puro de la teoría supone ubicarse, en virtud de esta misma supeditación, en el tiempo eterno de sus leyes, la ruptura de esta escisión entre saber y vida otorga a la temporalidad una naturaleza humana, imprevisible e indeterminada. Las “ilusiones del progreso” sobre las que se funda la sociedad burguesa, el “optimismo” por el que cree posible prever el porvenir como realización de sus “proyectos”,31 corresponden de este modo a un tiempo que es pensado a partir de la regularidad y la reproducción; por el contrario, el tiempo soreliano será abierto, mutable, y sujeto a la acción transformadora: antes que cuantificable y serializado, se trata entonces de un tiempo que conlleva la irrupción de tal acción humana como única lógica a la que está sujeta la historia; una lógica, esencialmente, política.32

Nuestra escena contemporánea En nuestro país, el impacto de la obra soreliana fue claramente manifiesto en las primeras décadas del siglo pasado, cuando penetra como teórico del “sindicalismo revolucionario” y pasa a ser abundantemente citado en círculos afines al sindicalismo anarquista, que compartían con el autor francés su profundo rechazo al parlamentarismo y a la democracia burguesa, así como en otros que inscriben su recusatoria al mundo moderno en la misma veta que el anti-positivismo de Nietzsche y Bergson.33 Más adelante, será la reapropiación que de Sorel haga en Perú José Carlos Mariátegui la vía de acceso de gran parte del público de “izquierda” a algunos tópicos sorelianos, fundamentalmente su teoría del mito y su papel en la lucha política anti-capitalista. Pero es en los últimos años, coincidentemente con el desplazamiento de preocupaciones referido al comienzo de este trabajo, cuando se asiste a una recuperación —las más de las veces, implícita— del movimiento de “descomposición” del marxismo que llevara adelante Sorel un siglo atrás. Quisiéramos detenernos aquí en un examen detenido de este rescate, utilizando a guisa de ejemplo una publicación que nos resultará útil para mostrar la presencia de los tópicos sorelianos en las contribuciones más elaboradas sobre el debate referido a la “condición de la izquierda” en la actualidad:34 nos referimos a La Escena Contemporánea.35

31

Op. cit., pp. 18-19.; cf. también su Las ilusiones del progreso (estudios sobre el porvenir social). Al respecto, cf. de Oscar Terán, “Modernos intensos en los veintes”, así como el “Comentario” de Jorge Dotti, en Prismas. Revista de historia intelectual, n° 1, Universidad de Quilmes, Argentina, 1997. Sobre las combinaciones que el sorelismo admite con la concepción de “política” de Schmitt, cf. “The Concept of the Mythical (Schmitt with Sorel)”, Stathis Gourgouris, en Cardozo Law Review, Universidad de Yeshiva, n° 21, 2000. En el mismo número de esa publicacion, cf. Benedetto Fontana, “Notes on Carl Schmitt and Marxism”, y Jorge Dotti, “Schmitt reads Marx”. 33 “La única palabra sana que se ha predicado a los que sufren la esclavitud moral es la pronunciada por Jorge Sorel”, Inicial, 1923, citado por Oscar Terán, op. cit. El artículo de Terán es ilustrativo sobre la influencia soreliana en nuestro país en los años ’20 y ’30. 34 Es necesario aclarar que no pretendo desconocer la pertenencia de estos debates a un ámbito mucho más amplio que el delimitado por la “deriva” soreliana; simplemente creo interesante señalar la evidente proximidad entre algunas de estas elaboraciones y el curso iniciado por Sorel hace ya más de cien años. 35 Como se señaló más arriba, utilizaremos a La Escena Contemporánea (de aquí en adelante, LEC) como material de análisis para revisar algunas características del debate actual en el pensamiento de izquierda. La elección de esta publicación se sostiene en el carácter explícito que en ella adoptan, a nuestro entender, los ejes problemáticos que consideramos representativos de dicho debate, así como en la calidad y sofisticación teórica de la mayoría de sus contribuciones. 32

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Ya desde su primer número,36 el tema convocante (y título de tapa) aparece bajo un nombre de connotaciones sorelianas: “Política y moral”. Si desde su “Editorial” la necesidad de lograr aunar dos polos que “se necesitan tanto como se repelen”37 aparece asociada con referencias a Max Weber, la mención a Sorel aparecerá (si bien marginalmente) en dos artículos distintos de este número.38 Si en uno de ellos el recurso a la “moral de productores” que nietzscheanamente se postulaba en Reflexiones sobre la violencia aparecía avalando el rechazo al “racionalismo burgués” y la esperanza de que se verifique una “apuesta” a “valores morales” que funcionen como el “alma” para el “cuerpo” de los “intereses histórico-materiales concretos”,39 en el otro se presenta una caracterización de una política ahora desaparecida tributaria del espíritu de la obra soreliana, en su descripción de los “ejércitos proletarios” y su estado de ánimo frente a la “batalla final” en la que deberían enfrentarse con su enemigo: no sólo porque se señalan como componentes fundamentales de “la política” a elementos como “la experiencia comunitaria intensa”, “la voluntad de creación” y el “don de la promesa”, cuya evidente (y explícita en el artículo)40 cercanía con la dimensión religiosa de la vida social ya había sido puesto de manifiesto por Sorel, sino porque el cuarto componente, el “animo agonal”, constituye el leit-motiv de Reflexiones..., fusionando en un mismo plano los aspectos cognitivos, políticos y morales del enfrentamiento.41 La forma en que esta aspecto es tematizado en LEC es todavía más clara evidencia de esta cercanía: “sin ánimo agonal, una cultura sencillamente degenera”.42 Este tópico, el de la centralidad constitutiva de la violencia para toda conceptualización que se intente hacer de la política, articula el tercer número de la revista, titulado “Guerra, violencia y política”. La explícita inevitabilidad de la deriva que va de uno a otro de los términos de esta yuxtaposición (“La violencia es el río donde se baña toda política”, “La guerra es lo porvenir de las luchas sociales”, comienzan sendos artículos)43 se articula con el carácter revelador del primero de ellos respecto a los elementos invisibles de un orden social que se nos aparecería como provisorio: La guerra parece develar uno de los mayores sueños de la política revolucionaria: el de a conformación de un grupo de hombres dispersos en una multitud organizada, consciente, con capacidad de articulación colectiva de sus acciones... (esto) nos llevaría a pensar la guerra no como momento de 36

LEC es una revista de aparición bianual, cuyo primer número apareciera en 1998. Su grupo editor lo componen: Guillermo Korn, Guillermo Levy, María Pía López, Marcela Martínez, Alejandra Prilutzky, Diego Sztulwark, Javier Trímboli y Fabio Wasserman. El nombre de la publicación corresponde, desde luego, a la obra de Mariátegui de 1925 (con este señalamiento, claro está, no queremos reducir ni LEC a Mariátegui, ni tampoco Mariátegui a Sorel). 37 LEC, n° 1, p. 12. 38 Ellos son, “Ante la agonía de la política”, de Javier Trímboli, y “Dulce abismo”, de Diego Sztulwark. 39 “Dulce abismo”, p. 33. 40 “Si el socialismo fue una ‘emoción mundial’ (Mariátegui) logró serlo no por la difusión y estudio de las obras de Marx, sino porque fue una fe que se resumía a algunas pocas imágenes tan cargadas de sentido como a la vez desgajadas y misteriosas”, “Ante la agonía...”, op. cit., pp. 21-22. 41 “[les hautes convictions morales] ne dépendent point des raisonnements ou d’une éducation de la volonté individuelle; elles dépendent d’un état de guerre auquel les hommes acceptent de participer et qui se traduit en mythes précis. Dans les pays catholiques, les moines soutiennent le combat contre le prince du mal... dans les pays protestants, de petites sectes exaltées jouent le rôle des monastères. Ce sont ces champs de bataille qui permettent à la morale chrétienne de se maintenir avec ce caractère de sublime”, Sorel, Reflexiones sobre la violencia, p. 220. 42 “Ante la agonía de la política”, Javier Trímboli, LEC, n° 1, 1998, p. 17. 43 Son “La violencia de la política (Maquiavelo y Lenin)”, de Diego Sztulwark, y “Notas sobre Gramsci, sobre la guerra y sobre la política”, de María Pía López, en LEC, n° 3, octubre 1999.

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desarticulación de la sociedad sino como develamiento de las sociedades más realmente existentes al interior de ella... la guerra sería el momento donde estalla una totalidad aparente para producir una totalización real.44

En este mismo sentido la oposición (remitida a la “Crítica de la violencia” de Benjamin) entre una “violencia conservadora” que buscaría impedir este “develamiento” y su contraria “violencia mítica, ‘fundadora de derecho’”, por el cual, si la primera, “presente desde el origen” pero “naturalizada” para borrar su marca originaria, busca “fijar el sentido” de las prácticas y las identidades, la segunda se yergue frente a ellas como el momento mismo de la política, a la que le corresponde romper con las “falsas totalidades”, funciona como reactualización de la oposición soreliana entre “fuerza” y “violencia”: en Sorel es la apelación a la fuerza lo que sostiene lo que las ideas dominantes han impuesto bajo las categorías de “justicia” o “derecho”, ya que “fuerza” corresponde a la intención de preservación de un orden determinado por la autoridad (y es, en este sentido, “concentrada y organizada por el Estado”, y tiene por objeto “imponer la organización de un cierto orden social en el cual una minoría es la que gobierna”). Muy por el contrario, la violencia es empleada en “actos insurreccionales”, y por lo tanto “tiende a la destrucción de ese orden”. Para Sorel la confusión entre ambos términos, no es inocente: se encuentra en la raíz de la tendencia a consolidar el poder por las revoluciones burguesas, una vez lograda la victoria; pero el socialismo debe poder discriminar “fuerza” de “violencia”, lo que equivale a desnudar el carácter histórico y contingente de la realidad histórica, es decir, su naturaleza de imposición por la fuerza.45 Pero si a partir de estas consideraciones queda claramente delineada una concepción de la política como “lucha” que conteste las pretensiones del “orden” por presentar con rasgos de completitud lo que aparece a los autores como “esencialmente incompleto e inacabado”,46 por esta vía se llegará a un problema capital de este nuevo pensamiento de izquierda: el referido a los actores que puedan encargarse de llevar adelante este proceso que se quiere a la vez de ruptura de esta (falsa) totalidad heredada como de construcción de una nueva. Es así que se impone las “Preguntas sobre el sujeto” (tal el título del quinto número de la publicación), en el que la búsqueda de respuestas a este interrogante implica una explícita definición del lugar que corresponde a los autores de este tipo de indagatorias frente al panorama respecto al cual realizan su indagación: en otras palabras, el eje que articula la elucidación de los “sujetos” pasa tanto por una manifiesta opción sobre cómo debe entenderse al terreno de acción de los mismos, es decir, a “la política” (tema originario de la revista, recordemos) como sobre el papel que les cabe a quienes (como los miembros de LEC) se preocupan por ello: la “condición del intelectual”. Problema característicamente soreliano, su resolución por LEC también se inscribe en las coordenadas de la obra del autor de Las ilusiones del progreso: puesto que las 44

“Notas...”, op.cit, pp. 52 y 56. “[Cuando se llega al término histórico en que] la acción de las diferentes voluntades desaparece y el conjunto de la sociedad se parece a un cuerpo organizado, funcionando por sí sólo, entonces los observadores pueden fundar una ciencia económica que les parece tan exacta como las ciencias de la naturaleza física. El error de muchos economistas ha consistido en no ver que este régimen, que les parece natural o primitivo, es el resultado de una serie de transformaciones que pudieron no haberse producido, y cuya combinación conserva su inestabilidad característica, pues aquello que engendró la fuerza, la fuerza puede destruirlo”, Sorel, op. cit., p. 181 (mi subrayado). 46 De esta manera, la “realidad” presenta una “inconsistencia ontológica ineludible”, por lo que ninguna consistencia puede ser entendida como natural, sino como “efecto-realidad” producido por el “predominio de alguno de los participantes en la lucha política por la hegemonía”, “La violencia...”, op. cit., p. 44 (la referencia es remitida a Badiou). 45

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respuestas esbozadas frente a esta triple interrogación reproducen el movimiento que desde sus primeras obras recorriera Sorel en su rechazo a los “savants de cabinet” que pretendían desde los libros explicar al proletariado el sentido de sus luchas y la estrategia a seguir. De esta forma, a partir de la identificación de “política” con una práctica “cuestionadora del vínculo social e innovadora... que pueda enmarcarse como el complejo proceso por el cual las multitudes logran conformarse como tales, abandonando roles y jerarquías anteriores para asumirse como ‘sujeto(s)’”, el “sujeto” quedaría definido como “esa capacidad de sustraerse de la ‘sujeción’ a la que habitualmente nos disponemos como ‘objetos’ de poder”.47 Ahora bien, este “poder” al que aquí se refiere se corresponde en el ámbito del conocimiento (ámbito por excelencia del “intelectual”) con “la ciencia”, “cómplice con la realidad, a la que analiza, reproduce y recrea sin poder postularse como aspirante a su transformación”. Por lo tanto: Si la ciencia es la forma con que se reviste el poder en el área de los saberes... se hace perfectamente claro que el pasaje del sujeto objetualizado producido por el discurso científico al sujeto de la política y del pensamiento que postulamos como en interioridad respecto de su situación debe estar mediado por una ruptura en el ámbito de la discursividad y de los saberes.48

Esta apelación a la “interioridad” frente a la “exterioridad” objetivante del saber científico cruza las principales contribuciones del número:49 ya Sorel, lo hemos visto, se encargó de oponer el saber de la “teoría”, abstracto e idealista, frene al conocimiento inmanente al propio proceso productivo que pueden tener sus mismos actores: el proletariado de la fábrica; su concepción del “mito” abreva de esta oposición entre saber “universal” y conocimiento “inmediato”. Pero si la “interioridad” soreliana tuvo —por lo menos en una etapa de su producción— un “punto de arraigue” positivo en la clase obrera, en los autores aquí considerados esta alternativa ha sido abolida de plano, dejando a las nuevas reflexiones de izquierda frente a un panorama “vacío”, un “Vacío” que es, desde ya, reivindicado positivamente: así, la recuperación de la cita de Marx “los filósofos han interpretado al mundo de diversas maneras, pero de lo que se trata es de transformarlo”, se afirma: Estamos ante una exigencia totalmente vacía, que impugna como filosófica cualquier interpretación del mundo... transformarlo ¿en qué? ¿cómo? ¿quiénes?... cualquier agregado de positividad —ideales, valores, escala, conjuntos sociales, sentido de la transformación, etc.— es un estorbo de la subjetividad política heredada.50

47

“Sujeto político y poder”, Diego Sztulwark, en LEC, n° 5, abril 2000, p. 45. Op. cit., pp. 49-50 (mi subrayado). 49 Por ejemplo: “la identificación de una política desde dentro y por apuesta —la actividad determinante del pensamiento que hace sujeto— la decisión según la cual esto que aquí se declara deviene sujeto porque toca un punto sintomático de una situación, requiere... que la posición básica no se la del observador o participante sino la del habitante de la situación”, Ignacio Lewcovicz, op. cit., p. 36; “no —ya lo sabemos— un sujeto preconstituido en una escena anterior a la escena de la política, sino uno que se constituye como sujeto en el gesto mismo de levantar la voz, de tomar la palabra, de nombrar y representar la plenitud ausente”, Eduardo Rinesi, “¿Y dónde está el sujeto?”, p. 20; “para nosotros, pensar productivamente, pensar el presente, exige la búsqueda de la interioridad de esas mismas situaciones”, “Querellas. Ni ofendidos ni dominados: un debate sobre la condición intelectual”, La Escena Contemporánea, p. 119. 50 Ignacio Lewcowicz, op. cit., p. 39. 48

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La recuperación del espíritu soreliano es aún más evidente en una nota (firmada por LEC), en la que la impugnación de la exterioridad que caracteriza al intelectual “académico” —cuyo propio principio de intelección de lo real es rechazado: “Antes que las inhibiciones de una tradición pura, preferimos la mezcla, la expansión y la multiplicidad que nos permitan crear e intervenir. La razón académica clasifica, y las clasificaciones tranquilizan, fijan, diluyen la tensión que está presente en cualquier enunciación de diferencias. (Nosotros) somos renuentes a fijar aquello que debe ser puesto en movimiento”) 51 termina tomando la forma de una multi-polaridad que delimita dos campos: el del recusado “intelectual” que prefiere el pasado (la historia, la tradición) o el futuro (la utopía esperanzadora) al análisis del “presente”, y el de quienes, como LEC, optan no por esa “razón clasificadora”, sino por un “entendimiento activo” que, si bien la alternativa se rechaza explícitamente, aparece teñido de un pragmatismo muy próximo al que caracterizara al Sorel de Reflexiones...:52 Eclecticismo vs. pureza, populismo vs. izquierda, violencia vs. conversación, recuperaciones riesgosas del pasado vs. lectura correcta de la historia, mitos y supersticiones vs. razón, nacionalismos vs. modernidad. Todos los segundos términos son ‘civilizados’. Los primeros no; y no son inconexos entre sí. Más bien lo contrario: delimitan un campo de pensamiento sobre la política que a nosotros sigue convocándonos a la reflexión, al debate y, muchas veces, a la recuperación. En parte porque son nombres, símbolos, ideas de notorias experiencias políticas en Argentina que tuvieron cierta efectividad. (La crítica de estos términos) debe fundarse en una exigencia del presente, y no en su contraposición con principios a los que se sustrae de su carácter histórico o con tradiciones custodiadas en su pureza.53

Tentaciones y desafíos El propósito de esta contribución, al tiempo que en hacer justicia al paradójicamente olvidado Georges Sorel, consiste en un llamado de atención sobre una serie de desafíos que considero enfrenta hoy el pensamiento de izquierda. En breve, el que queda de manifiesto por la impugnación evidente de gran parte de las directivas maestras que lo articularon en su forma “clásica”, y que hoy en día parecen haber quedado desacreditadas de todo valor “teórico”. Los ejemplos aquí mencionados se corresponden, en ese sentido, con una “nueva sensibilidad” que, desde ya, no se circunscribe al ámbito nacional, y que parece buscar la conjunción entre “izquierda” y “pensamiento” en coordenadas muy diversas a las que hasta hace algunos años imperaban en este ámbito. Pero al mismo tiempo, la evocación de lo que he denominado la “tentación” soreliana supone un llamado de atención: la démarche de Georges Sorel debe servir para señalarnos los posibles (nunca inevitables) caminos hacia los cuales puede conducir esta impugnación del legado más clásico de la modernidad ilustrada. Sin pretender por esto desconocer la abundante evidencia de las aberraciones a las que tal legado puede conducir, queda en pie, a mi entender, la pregunta central para cuya respuesta este trabajo pretende servir como aporte: ¿hasta qué punto un pensamiento de izquierda 51

“Querellas...”, op. cit., p. 120. Nótese la similitud con el bergsonismo presente en Sorel, por ejemplo, en Reflexiones sobre la violencia. 52 “Esto no es pragmatismo, sino apuesta a la necesidad de tomar para actuar todo lo que nos sea necesario”, ibid. 53 “Querellas..”, op. cit. El debate referido corresponde a un intercambio con la publicación El Rodaballo.

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puede impugnar esta herencia, a la que se denota como “iluminista”? ¿Qué elementos que componen esta herencia son directamente constitutivos de ese tipo de enfoques? Inversamente: ¿hasta qué punto el rechazo al “racionalismo ilustrado” puede legítimamente considerarse enmarcado en las coordenadas político-ideológicas de la izquierda? Desde luego, estamos lejos de pretender dar una respuesta definitiva a estos interrogantes. Después de todo, tales coordenadas tendrán siempre, por su propia naturaleza, una ubicación difusa, y no constituye el ánimo de este trabajo ni de su autor la constitución de un catastro delimitador del interior y el exterior de las posturas políticas. No obstante, entendemos que la cuestión merece un análisis cuidadoso, para el cual la perspectiva que puede aportar la historia puede resultar de utilidad. Es en este sentido que un tratamiento desde la historia de las ideas sobre la evolución y transformaciones en el pensamiento y la cultura de izquierda (tanto al interior de la tradición marxista como fuera de ella) podría resultar iluminador sobre algunas de las alternativas en juego — actualmente y en el pasado— en el debate que tiene por objeto la conexión entre el par de términos que subtitulan nuestro trabajo.54 La reedición de ciertos debates en circunstancias determinadas, se nos ocurre, daría cuenta de un terreno fértil para un análisis de este tipo.

54

Desde luego, entendiendo tal abordaje (como corresponde, a nuestro entender, a una real historia de las ideas, que no la reduzca a mera transmisión de influencias y préstamos intelectuales) desde una perspectiva que sitúe tales evoluciones en el contexto más amplio de la historia del período.

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