La Soledad de la Virgen y los Castro Ayala. Antecedentes devocionales de la Virgen del Retiro

July 5, 2017 | Autor: C. Rodríguez Morales | Categoría: Baroque Sculpture, Arte Barroco, Iconografia mariana, Marian Iconography, Religiosidad Popular, Escultura Barroca
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Descripción

La Soletúul de la Virgen y los Castro Ayala. Antecedentes tkvocitmales de Nuestra Señora del Retiro

a proliferación de representaciones artísticas de la Virgen María, en dis· tintos momentos y bajo diversas advocaciones e iconografías, expresa de forma gráfica la extraordinaria devoción que el pueblo cristiano le ha profesado secularmente y, de forma especial, durante la época barroca . El éxiro de las celebraciones procesionales duranre la Semana Santa unido al fervor mariano propició la realización de imágenes de Nuestra Señora en distintos mamen· tos de la Pasión, de forma que cabría plantear, aunque !llera de forma didáctica, la existencia de una Pasión o Compasión de María paralela a la sufrida por su Hijo. En todas estas representaciones se incide en la humanidad y la vulnerabilidad de los personajes sagrados, lo que no contradice ni la divinidad de Cristo ni las virtudes de su Madre y los santos. El dolor, la angustia, la agonía, la humildad, las lágrimas o la soledad son términos poderosamente asociados a la iconografía de Pasión y no debe dudarse que este componente dramático favoreció el auge de las funciones, proce· siones y penitencias de Semana Santa y la identificación de los fieles con las imáge· nes a las que rendían culto. Entre las representaciones dolorosas de María, las de su Soledad se divulga· ron especialmente en España a partir de la segunda mitad del siglo XVI. Especial éxito adquirió en Madrid la de la Virgen arrodillada con las manos entrelazadas, difundida a partir de la realizada en 1565 por Gaspar Becerra para el convento mínimo de Nuestra Señora de la Victoria. La tradición atribuye su origen a la copia que el autor realizó de un cuadro que la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe IT, había traído desde Francia y que figuraba muy al vivo las A11gustias y Soledad de la Virgm (.. .) que estaba como de rodillas ndora11do una Crttz. Una vez pasada a talla - relata la leyenda- la reina pidió opinión sobre la indumentaria de la imagen a la condesa de Ureña, quien recomendó que sería bien q1~e se pudiese vestir como de viuda de la manera que yo ando. La Soledad de Gaspar Becerra se convirtió en un modelo iconográfico seguido por numerosos artistas que así atendían los encargos de sus devotos. Copias escultóricas y pictóricas difundieron simultánea· mente, por tanto, la representación y la devoción a la Virgen en su Soledad. Iconográficamente plantea una doble lectura, pues por una parre puede identificarse con el momento inmediatamente posterior al entierro de Cristo, cuando su Madre comenzó a estar efectivamente sola; de ahí que esta fi.1cra la imagen protagonista de las procesiones del Retiro la noche del Viernes Santo. Pero no debe obviarse su condición de imagen simbólica de la Pasión vivida por María, rodeada de las insig· nias del martirio de su Hijo. Esta corriente devocional madrileña tuvo como destacados introductOres en Tenerife a los miembros de la familia Pereira de Castro Ayala, presente en la Isla desde los primeros años del siglo XVTI. La llegada de los hermanos portugueses Tomás y Diego Pereira de Castro debe inscribirse en una oleada de establecimientos

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de judeoconvcrsos determinada por la presión del Santo Oficio desplegada en varias ciudades lusitanas. Tomás Pcrcira se ocupó en sus primeros años tinerfeños de la administración de los bienes del Adelantamiento por su titular, la princesa de Ásculi, y pronto halló acomodo en la sociedad insular. En 1618 casó con Bárbara Carrasco de Ayala, de familia abolcnga vinculada a los condes de La Gomera. También su hermano Diego emparentó con otro linaje principal al casar con Juana de Ocampo Coba y Guerra. Estos vínculos familiares y, sobre todo, el éxito de las empresas mercantiles de los Pereira de Castro, favorecieron su integración en la oügarquía local de modo que no debe extraiiar ni su acceso a cargos de regidores ni la fundación y dotación de diversos recintos religiosos, expresiones habituales de poder durante la época Moderna. Tomás Pereira de Castro obtuvo en 162 1 licencia de los agustinos para erigir capilla propia en la iglesia conventual de La Laguna que puso bajo la advocación de Santo Tomás de ViUanueva por ser su dcboto y de stt nombre. Además de la imagen de este santo de la Orden, se comprometió a colocar otra de Nuestra Se1iora de Atocha, devoción mariana madrileña que inaugura una interesan· te serie de vínculos devocionalcs y artísticos de los Castro con la Villa y Corre. Hijo primogénito de Tomás Pereira fue Tomás de Castro Aya la, quien consolidó la posición familiar. Sus contactos comerciales con la Corte tuvieron una repercusión fundamental en su labor de patrocinio artístico, pues de la capital del Reino trajo no sólo ciertas imágenes sino sus peculiares iconografias que por entonces estaban allí en boga. Cuando en 1661 obtuvo junto a su tío Diego el patronato del convento agustino de Tacorontc, colocó en su capilla mayor la efigie del Cristo de los Dolores y Agonía que sigue el modelo del de Seradilla (Cácercs) del que era especialmente de1·oto el Rey Felipe IV. Junto a esta efigie del Señor llegó a la Isla otra de Nuestra Señora de la Soledad que fi.Je colocada en la capilla familiar del convento del Espíritu Santo de La Laguna, con la que su Cofradía realizaba cada Viernes Santo por la noche la procesión del Retiro. La particular devoción profesada por el capitán a la Virgen de la Soledad se evidencia asimismo en su invocación como abogada en diferentes escrituras públicas y en el hecho de que así nombrase alguno de los na1~os con los que comerciaba. Pero tuvo otra imponame manifestación al poner bajo su título la ermita que fi.mdó a partir de 1671 en Santa Cruz el puerto que canalizaba la mayor parte de sus empresas mercantiles, verdadera base de su privilegiada posición económica y social en el Tenerife del Seiscientos. En 1677 Tomás de Castro Ayala cedió esta ermita a la Orden franciscana para que en torno a ella establecieran su convento cuya licencia de fundación habían obtenido el año anterior tras sostener un pleito con los dominicos, hasta entonces los únicos con fundación monástica en la localidad. A cambio de la cesión Tomás de Castro Ayala obtuvo el patronato del nuevo cenobio con sus correspondientes honores y obligaciones. Entre éstas, la de edificar a su costa la capilla mayor, pues el

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