La sociedad civil por la paz (en Historia de la paz. Tiempos, espacios y actores. Granada, Ed. UGR, 2000)

July 25, 2017 | Autor: M. López-Martínez | Categoría: Peace and Conflict Studies, Nonviolence, Peace Studies, Peace, Pacifismo, Civil Resistance & Nonviolence
Share Embed


Descripción

LAS MUJERES Y LA PAZ EN LA HISTORIA

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ Instituto de la Paz y los Conflictos Universidad de Granada

Una Historia de la Paz o del reconocimiento de la paz -y su difícil y ardua construcción- en la época contemporánea es imposible de hacer sin recoger las más destacadas propuestas realizadas por la sociedad civil1 en la edificación de aquélla: las formas organizativas adoptadas, el pensamiento generado, los debates suscitados, las morfologías de las acciones colectivas, las enseñanzas producidas, los proyectos desdeñados o no conclusos, etc. Ésta es una reconstrucción difícil puesto que se aleja de la visión oficial sobre quiénes son los actores (habitualmente los Estados), dónde están los espacios (generalmente la política diplomática) y cuáles son los tiempos (períodos pre y posbélicos) que definen, determinan o concretan la construcción de la paz. Muy al contrario la presencia de una sociedad civil concienciada y activa con la elaboración de la paz en las sociedades contemporáneas permitió la entrada de nuevos actores, tales como los movimientos sociales, las organizaciones populares, las asocia-

65. Recogido en LIDDINGTON, Jill (1983) «La campaña de las mujeres por la paz. Historia de una lucha olvidada», en Antes muertas. Mujeres contra el peligro nuclear, Barcelona, págs. 192-210.

1. Adopto, aquí, la definición suficientemente amplia de KEANE, John (1992): “un agregado de instituciones, cuyos miembros participan en un conjunto de actividades no estatales -producción económica y cultural, vida doméstica y asociaciones de ayuda mutua, y que aquí preservan y transforman su identidad ejerciendo toda clase de presiones o controles sobre las instituciones del Estado” (p. 33), en Democracia y sociedad civil. Madrid.

292

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

ciones profesionales, las agencias alternativas y contraoficiales, las mujeres, etc. Todas ellas generaron también nuevos espacios, a modo de nichos ecológicos de Paz, convivencia y no-violencia, pero a otra escala: en barrios, escuelas, grupos étnicos y minorías..., en los intersticios (y no sólo) de la sociedad oficial, añadiendo otro tipo de diplomacia más cercana a la gente y más alejada de las altas esferas; y, con una idea del tiempo diferente, mucho más amplia, más continuada y perenne, un tiempo de Paz que tiene como virtud el que se construye día a día, previniendo conflictos, sembrando conciliación, haciendo prospectiva sobre las expectativas, deseos y necesidades de la gente que ansía vivir en Paz. El paso histórico de la ilustración, del relativismo y del subjetivismo del mundo moderno permitió el desarrollo de sociedades más abiertas, plurales y tolerantes, donde se hicieron posibles unas formas más libres de expresión y asociación, de organización de la ciudadanía. Este propio concepto, junto a otros como: autonomía, emancipación, fraternidad, igualdad, libertad y derechos acabaron conjugando -con avances y retrocesos, con períodos de lucha y negociación, etc.- toda una galaxia expansiva de fórmulas y símbolos emancipatorios, de derechos humanos y libertades democráticas. La perseverancia histórica en esta línea reafirmó la necesidad de la sociabilidad humana, de mantener un debate abierto y permanente en el seno de las sociedades confirmando su naturaleza de históricas, cambiantes y dinámicas, donde las tensiones son tan permanentes como la capacidad para negociarlas, donde un desequilibrio puede dar paso a nuevas formas de estabilidad. No es de extrañar, en este sentido, que la construcción de la paz y de la democracia vayan -de alguna formaindisolublemente unidas en la época contemporánea, esto no resta que por avances tecnológicos, por la evolución política de las relaciones internacionales, por las formas de organización estatal o por el peculiar desarrollo del capitalismo, el peligro de la guerra, el fanatismo o cualquier otro tipo de manifestación violenta fuese siempre una amenaza a aquéllas, o que la forma de guerra definitiva (la nuclear) pudiera acabar con la propia presencia humana sobre el Planeta. Ese tándem, paz y democracia, tiene la capacidad de alimentarse de una manera directa, de ser directamente proporcional, lo que no significa ausencia de tensiones y conflictos, antagonismos y desencuentros..., sin embargo, una verdadera construcción de la Paz (positiva) ha pasado siempre por mayores niveles de democracia (participativa, activa, social). Y una democratización profunda e intensa, respaldada económica y culturalmente, -y no un mero barniz o sólo el ejercicio de las consultas periódicas-, en conjunto se puede decir que ha

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

293

contribuido a crear o hacer perdurar actores, espacios y tiempos de y para la Paz. A la profundización de las libertades y derechos, a la construcción de una sociedad civil democrática, a la generación de un pensamiento por la paz han contribuido, poderosamente, los movimientos sociales por la paz (y las movilizaciones por la paz). Éstos han sido los principales actores que han influido en la permanente edificación de la paz a pesar de que los libros de historia generalmente no los reconozcan como tales. Ellos han sido -siguiendo la metáfora bíblica- la sal de la tierra.2 Los que han defendido y han extendido unos valores que merecen ser compartidos universalmente -a pesar de que muchas de sus actuaciones y proclamas pudieran parecer ingenuas y poco operativas-, los que han manifestado una ética cuyas consecuencias pueden ser donadas a las generaciones futuras. Ellos han pedido que todos los hombres sean considerados iguales (abolición del esclavismo); que la mitad de la humanidad pueda contribuir con su experiencia y valía a la construcción de la sociedad (feminismo pacifista); que una persona no tenga que matar a sus semejantes, ni aún en tiempos de guerra (objeción de conciencia); que los impuestos no se destinen a bienes socialmente irrecuperables que se generan para destruir a otros seres (antimilitarismo y antiarmamentismo); que la seguridad colectiva no puede fundamentarse en la destrucción mutua asegurada y en el posible exterminismo humano (pacifismo antinuclear); que es factible construir una sociedad sostenible y perdurable (ecopacifismo); que se pueden desactivar las tensiones y crear nichos ecológicos de paz en zonas de conflicto (pacifismo humanitario y solidario); que es concebible reconstruir las sociedades castigadas y destruidas por la guerra, el odio étnico o interracial, y hacerlo de una manera creativa, resolutiva y esperanzadora (pacifismo reconciliador y de los derechos humanos); o que -por tan sólo poner algunas prácticas y ejemplos- es verosímil responder a la violencia ciega con la fuerza del corazón, de la razón y de la convicción, o con el ejercicio continuado de una presión moral liberadora (pacifismo de la no-violencia). En todos estos sentidos, la sociedad civil democrática por la paz ha sido muy ambiciosa y notablemente eficaz a lo largo de estos últimos doscientos años: queriendo influir en la agenda política de los gobiernos;

2. Víd. Johan Galtung «Il Sale della Terra», en SALIO, Giovanni (1991), Le Guerre del Golfo e le ragioni della nonviolenza.Torino, 5-10.

294

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

solicitando cada vez más información sobre la defensa y la seguridad; manifestando su inquietud y molestia por lo que entendía un excesivo intervencionismo estatal en el campo de la ciudadanía; por presentar proyectos, concepciones, discursos y símbolos alternativos a los modelos de sociedad y política dominantes; en fin, por su intrínseca capacidad por mantener viva la propia construcción de la paz. Ello significó, también, una pluralidad interna y la concurrencia de perspectivas y movimientos diversos que convivieron entre sí, compartiendo en unos casos sólo los ideales pero no las morfologías, y en otras ocasiones a la inversa. En cualquier caso -aunque no analicemos todas las posibles corrientes pacifistas durante la época contemporánea-3 hemos tratado de recoger los proyectos sociales por la paz que más influyeron en la construcción de las sociedades occidentales en los dos últimos siglos, tales como: el pacifismo liberal de base burguesa (creador de sociedades estables por la paz, de congresos para la construcción de ésta, generador de debates de mucho interés sobre democracia y paz, etc.); el socialismo internacionalista de base obrerista, especialmente a caballo entre los siglos XIX y XX (antimilitarista y antiimperalista, que realizó interesantes propuestas para la futura construcción de la Sociedad de Naciones, de una diplomacia menos maquiavélica, y de un internacionalismo entendido como un reparto más equitativo y justo de los bienes y riquezas del mundo); aquellos actores sociales de entreguerras que protagonizaron la búsqueda de la paz en este período (criticando los efectos de la Gran guerra, apoyando fórmulas típicas del denominado pacifismo jurídico y arbitral, que facilitaron el reinicio de un diálogo interconfesional o interreligioso, o que abrieron una discusión -en toda Europa- sobre la legislación en materia de objeción de conciencia al servicio militar); las experiencias históricas y las propuestas políticas de la No-violencia (lucha contra la dominación colonial, liberación de los regímenes dictatoriales y totalitarios, reivindicación de derechos libertades o sostenimiento de políticas alternativas

3. Otros autores, ya clásicos como Rapoport, han preferido otro tipo de clasificaciones, mezcla de modelos y métodos. La que él aporta la divide en pacifismo personal (Tolstoy, Thoreau...), religioso (mennonitas...), político (lucha y resistencia), la lucha no violenta (entre ellas la lucha gandhiana), los movimientos de derechos civiles (indios, negros...), defensa civil y defensa defensiva (como alternativas a la defensa convencional y armada), abolicionismo y ‘pacifismo selectivo’ (antimilitaristas, antinuclear...), en RAPOPORT, Anatol (1995) The Origins of Violence. Approaches to the Study of Conflict. London, pp. 443-488.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

295

y sustentables); el pacifismo antinuclear (como respuesta más singular al sistema bipolar y a los modelos de defensa amparados en la disuasión y aniquilación mutua asegurada); y, por último, unas reflexiones sobre los posibles cauces que inspirarán los movimientos por la paz en el futuro (especialmente aquellas fórmulas que se han asociado al trabajo de las organizaciones no gubernamentales, o pacifismo humanitario, en su lucha contra la «violencia estructural», pero también a la defensa más concreta de los derechos humanos y de la construcción de una sociedad civil internacional con más presencia en las instancias supranacionales y en todos los foros que afectan a decisiones de carácter planetario. Necesariamente, tantas temáticas y tantos pacifismos han de ser abordados sólo de una manera sucinta y apretada, deteniéndonos en aquellas propuestas y programas más originales para la construcción de una Historia de la Paz, haciendo mayor énfasis de contenidos en aquellos movimientos u organizaciones que creemos son menos conocidos, y aportando más análisis en aquellos otros de los que se tienen más datos.

1.

EL PACIFISMO LIBERAL DECIMONÓNICO

El pacifismo liberal-democrático de base social burguesa o pequeñoburguesa nació al calor y como primera respuesta a las consecuencias del desarrollo de las sociedades industriales altamente urbanizadas, y a la necesidad de extender las libertades contenidas en los programas de los pensadores, filósofos e innovadores de finales del siglo XVIII y principios del XIX. La industrialización reveló manifiestas desigualdades sociales, generó cambios en las políticas exteriores de muchos países con aspiraciones expansionistas e hizo de la guerra un epifenómeno del poderío fabril. En cuanto a las libertades, su codificación y sus nuevas formas de expresión, fueron objeto de interesantes debates entre pensadores inquietos y sectores sociales que querían participar en la construcción de los modelos políticos que se estaban definiendo bajo el abrigo del Estado-nación. Si la guerra (aún a una escala pequeña y contenida) se fue haciendo consustancial al vigor imperialista y mercantil-industrial, y un peligro cada vez más cercano y terrible, la paz no fue menos importante para estos pacifistas, sino todavía más: ella debía convertirse en una construcción necesaria y legitimadora de un orden civilizatorio occidental, el cual, de alguna forma debía manifestarse como superior y superador de otras violencias (primitivas,

296

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

indígenas, campesinas, etc.), a través de instrumentos como la razón, el derecho, etc. En esta cuestión como en otras, las controversias, la disparidad de ideas y la necesidad de discutir modelos se puso a la orden del día, siendo ésta también una de las novedosas y sugestivas aportaciones del pacifismo liberal-democrático: creación de centros permanentes de discusión, una progresiva toma de conciencia, una siembra de iniciativas sobre cómo construir la paz y edificar modelos sociales más justos, etc. Todos ellos serían los primeros pasos de minorías ilustradas y pseudocientíficas, que con sus polémicas, su producción literaria y sus movilizaciones serían el origen de los futuros movimientos de masas por la paz y de la propia Investigación para la Paz como disciplina académica y de conocimiento. Las primeras organizaciones pacifistas nacieron en los Estados Unidos (la New York Peace Society, fundada en 1815) y en Gran Bretaña (la Society for the promotion of Permanent and Universal Peace, constituida en el Londres de 1816) como respuesta al impacto de las guerras napoleónicas. El trabajo de ambas, se desarrolló a través de una importante labor de promoción y difusión del pensamiento pacifista (esencialmente antibelicista) en la prensa, las escuelas, en conferencias, campañas publicitarias, etc. La idea de las sociedades permanentes cuajó muy pronto, dado que en algo más de una década, 1828, se creaba la American Association of Peace Society’s que, ya, agrupaba a docenas de sociedades de amigos de la paz (como gustaba a ellos denominarse). Formadas por ciudadanos de clase media y pequeño burgueses del mundo industrial y comercial; mujeres de estas mismas extracciones sociales; religiosos pertenecientes a las pequeñas iglesias protestantes no-conformistas (especialmente cuaqueros); y miembros de algunas profesiones liberales (abogados, maestros, médicos, etc.). La originalidad de estas sociedades de amigos de la paz recayó en la discusión permanente, abierta e influyente sobre el resto de la sociedad. Especialmente, su preocupación por aportar nuevas ideas a la construcción de la sociedad liberal burguesa nunca se detuvo en materias exclusivamente pacifistas, sino que alcanzaron a otras muchas áreas de la política, la economía, la cultura, la moral y las costumbres. 4 Esto supuso, en realidad, poner en cuestión muchos de los fundamentos en los que se basaba la

4. Víd. LINDEN, W. H. van der (1987) The International Peace Movement, 18151874. Amsterdam.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

297

realpolitik de entonces y las formas sociales y económicas imperantes. Fruto de ello fueron intensas campañas en favor de la abolición de la esclavitud (especialmente la supresión de su comercio, mercadeo y tenencia); por la incorporación de formas más humanas de castigos y penas en las figuras delicuenciales (singularmente se solicitó la supresión de la pena de muerte, la reforma de los sistemas carcelarios y se desarrollaron en la literatura científica los planes para la reinserción social de los malhechores); por la ampliación de todos los sistemas de libertades y derechos de los ciudadanos (opinión, prensa, cátedra, reunión, asociación, domicilio, etc.) que era, también, la limitación de la capacidad represora de los estados; por ampliar la construcción de la sociedad y la toma de decisiones a la otra mitad de la humanidad, esto es, a las mujeres; y, por último, por tan sólo citar algunos ejemplos de la importancia que tuvieron algunos de sus preocupaciones y discusiones, la edificación de un diálogo interreligioso de carácter permanente, especialmente entre los feligreses de las iglesias cristianas -y más concretamente entre protestantes y católicos-, interlocución que se abrió, en un principio, al margen de las jerarquías eclesiásticas, para favorecer el éxito del mismo. Fuese en el campo del reformismo ilustrado, de los planes de mejora social, de crítica moral de los defectos políticos, etc., la consecución y éxito de muchas de las propuestas divulgadas se debió a un trabajo arduo de humanitarismo, dilatado en el tiempo pero no por ello menos constante, fundamentado en la convicción moral, en la paciencia, la objetividad y en el deseo de llegar siempre a un acuerdo con sus interlocutores. Al igual que se habían establecido en norteamérica las más prósperas sociedades de amigos de la paz, en el continente europeo, estas mismas iniciativas fueron casi coetáneas (la primera sociedad es de 1829 y fue fundada por el ginebrino Jean Jacques Sellon), pero igualmente coincidentes en la programática: la paz debía ser la consecuencia más importante de la construcción de sociedades donde imperasen los derechos y las libertades. En Suiza, Francia, Alemania e Italia, sociedades, asociaciones, agrupaciones y clubes difundirían aquellas ideas humanitaristas, filantrópicas y altruistas. Algunas consecuencias políticas de estos debates se plasmaron en el conjunto de revoluciones liberales decimonónicas (de 1830 y 1848), en el socialismo utópico y en una notable (por su calidad y extensión) literatura democrática que, aunque al principio, sólo influyó en pequeños círculos elitistas, acabó penetrando en más y más capas sociales. Los denominadores comunes a esta suerte de teoría y acción fueron las luchas por las

298

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

libertades democráticas, la extensión del voto a más y más sectores ciudadanos o la búsqueda de la justicia social. La demostración de la considerable presencia de esta influencia se trasladó a las formas organizativas del movimiento liberal por la paz. Al principio fueron los sistemas de congresos organizados, sucesivamente, en Londres (1843), Bruselas (1848), París (1949), y en los años consecutivos en Francfort, Londres, Manchester y Edimburgo; a los que se añadieron la creación de instituciones permanentes. En esos congresos -a los que acudían desde hombres de negocios, estadistas, juristas, intelectuales, artistas, literatos, maestros, además de mujeres, masones, librepensadores y hombres de las iglesias-, se expusieron no sólo los temas ya citados, sino muy especialmente las posibilidades de abolición de las guerras5 y de sus nefastas repercusiones humanas (muy discutidas fueron las de Crimea6 , la civil norteamericana7 y las de unificación de Alemania e Italia8 ), así como las consecuencias en el campo comercial y mercantil que tanto atrajeron a estos congresos

5. Víd. COOPER, Sandi E. (1991) Patriotic Pacifism. Waging War on War in Europe, 1815-1914. Oxford. 6. Fue una de las llamadas guerras lejanas que, sin embargo se hicieron notar muchísimo entre la población civil europea, tanto desde el punto de vista económico, como moral. Cfr. PALMADE, Guy (1976) La época de la burguesía. Madrid, 232 y 244. 7. Discusiones, fundamentalmente, entre abolicionistas de la esclavitud, pero con diferencias entre los que defendían métodos como la guerra para luchar por causas justas (como el antiesclavismo) y los que subscribían sistemas alternativos como el arbitraje (especialmente si éste procedía de los británicos). Ahora bien, ambas resultaban ser posiciones bastante moderadas, porque ambas defendían la preservación de la Union. Sin embargo, uno de los teóricos que mayor alcance llegaron a tener -trascendiendo las anteriores argumentaciones- fue la singular postura de Henry David Thoreau: contra la guerra y contra el esclavismo, -contra ambos a la vez-, para ello se basaba en un método de lucha noviolento como era la desobediencia civil, que acabaría teniendo una notable resonancia en ambientes norteamericanos (especialmente entre las minorías religiosas y raciales), pero que también repercutirían en Europa a través del movimiento de objeción de conciencia, especialmente durante la primera guerra mundial. Víd. THOREAU, H.D. (1987) «La esclavitud en Massachusetts», en Desobediencia civil y otros escritos. Madrid. 8. Precisamente de una lectura crítica de las consecuencias de la guerra para los soldados fue la creación, en 1859, de la denominada ‘Cruz Roja’ (premio nóbel de la paz en 1917, 1944 y 1963) por el ginebrino Henri Dunant (premio nóbel de la paz en 1901) Este nuevo organismo fomentó la elaboración de la Convención de Ginebra (1864), según la cual era reconocido su estatuto y obligaba a los países en guerra a proteger a los heridos y proporcionarles la asistencia médica necesaria.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

299

a economistas y hombres de empresa. En esta época nació, también, la idea de institucionalizar formas de arbitraje que fuesen un instrumento alternativo para resolver los conflictos internacionales futuros. Asimismo se atendió a la necesidad de difundir a través de la escuela, la cultura y los jóvenes las ideas que fomentaran y consolidaran la paz entre los pueblos y las naciones. En este sentido, pedagogos (con nuevas metodologías de enseñanza y comunicación), sociólogos (que incorporan a su discurso la complejidad social), juristas reformadores (partidarios de potenciar las leyes internacionales), médicos (preocupados por la higiene y el control de las enfermedades epidémicas), lingüistas modernos (que difunden el idioma Esperanto), etc. elaboraron informes, hicieron recomendaciones, publicaron y difundieron sus ideas a través de la prensa pacifista (como el Herald of Peace de Londres o La Paix des Deux Mondes de París) o como ponentes en los congresos de la paz. Una segunda generación de liberales y demócratas pacifistas hicieron cuajar, en 1867, dos internacionales de la paz, es decir, dos grandes estructuras organizativas que agrupaban a la práctica totalidad de sociedades y clubes del continente europeo. De una parte, la Liga Internacional y Permanente de la Paz, creada por Frédéric Passy (premio nobel de la paz en 1901) en París, de tendencia moderada, y formada por hombres de negocios, emprendedores, economistas y filósofos, todos ellos interesados en mantener el equilibrio continental entre Francia y Alemania, un equilibrio en todos los sentidos (comercial, político, bélico, etc.) que preservara al continente de una posible guerra, nefasta entre otras cosas para el potencial económico de Viejo continente frente a los Estados Unidos de Norteamérica, y adversa para el entramado de intereses liberalcapitalistas europeos. Y, la Liga Internacional de la Paz y de la Libertad, nacida en Ginebra, que fue la primera en admitir mujeres como miembros de pleno derecho, que agrupaba a viejos y nuevos líderes demócratas de todo el continente y que siempre fue sensible a las reivindicaciones y perspectivas obreras en materia de pacifismo (desde 1867, la Asociación Internacional de Trabajadores, fue siempre invitada a asistir a sus congresos y reuniones). Sus planteamientos fueron más radicales que la anterior, señalando que la paz sólo podría ser preservada entre gobiernos democráticos, con personas libres, unificadas bajo la bandera de un federalismo europeo, asimismo esta Liga insistió en la necesaria separación entre iglesia y estado, la difusión de una escuela pública, gratuita y obligatoria (para la formación de ciudadanos) y la ampliación al derecho internacional de la defensa de los derechos humanos y de las libertades.

300

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

El trabajo de las Ligas y el dinamismo de los grupos que trabajaban bajo su amparo hicieron de ejes de vertebración de una sociedad civil cada vez más interesada y exigente con la problemática de la paz. Fruto de ese impulso por convertir la paz en una forma de entendimiento y colaboración entre las naciones fue la creación, en 1889, de la Unión Interparlamentaria, formada por un elenco de diputados que representaban a las naciones europeas (y a las de otros continentes). Una organización internacional informativa y consultiva, aunque no deliberativa, ni decisoria, que pretendía el mantenimiento de un foro semi estable de representantes de todos los parlamentos y cuyos temas de discusión eran materia de alto interés para aquellos sectores de la sociedad civil más dinámicos, tales como: los esfuerzos por homogeneizar las legislaciones de los diferentes países para facilitar el entendimiento y el tránsito de personas, capitales y mercancías; el fomento de la legislación internacional en estas materias; el mantenimiento e incremento del intercambio cultural entre los pueblos; la facilitación de acuerdos en materia de comunicaciones y transportes; pero sobre todo y, muy especialmente, la consolidación de la idea de afianzar la figura del arbitraje en la jurisdicción internacional como fórmula de prevención y resolución de conflictos entre los estados. Dos años después, en 1891, al calor de la celebración de los Congresos Universales de la Paz (continuadores de los congresos de la primera mitad del XIX) se creó el Buró Internacional de la Paz (IPB),9 con sede en Berna (Suiza) cuya primera labor, con éxito, fue unir a las dos Ligas Internacionales de la Paz (la Permanente y la de la Libertad). La Oficina agrupaba a más de ciento treinta sociedades de veintiséis países -datos de 1905(muchas de las cuales eran ligas y asociaciones de fomento del arbitraje internacional); tenía su propio boletín (con una tirada de más de tres mil ejemplares), un anuario y una biblioteca que adquiría todo lo concerniente a temas de paz; sería la institución encargada de la convocatoria y organización de los sucesivos congresos universales (que habrían de celebrarse anualmente, desde 1891, en Berna, Budapest, Chicago, Boston, Milán, etc.); elaboraba sus informes y recomendaciones que elevaba a los países con litigios; influía en los trabajos de la Unión Interparlamentaria; y, determinaba una parte no desdeñable de la agenda política que se iba a discutir en las relaciones internacionales y diplomáticas, así como

9. Recibiría el premio nobel de la paz de 1910.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

301

en la opinión pública (especialmente entre el obrerismo organizado bajo el socialismo de la segunda internacional), siendo a finales del siglo XIX la mayor institución creada hasta esa fecha por la sociedad civil internacional. Y, aunque el arbitraje y el control de armamentos fueron sus principales temas de discusión no faltaron otros muchos que de manera directa o indirecta afectaban a la construcción de una cultura de la paz. Asuntos como la objeción de conciencia, la conscripción y la extinción del servicio militar de leva obligatoria (en la que tanto influirían las iglesias protestantes no-conformistas); el derecho a la desobediencia y la resistencia civil contra los gobiernos injustos o extranjeros (ya presentes en las luchas anticoloniales, especialmente en la Sudáfrica de Gandhi); el internacionalismo y el fraternalismo (frente a la aventura colonial y la dominación inmisericorde del hombre blanco en África); la defensa de minorías perseguidas (especialmente judíos, armenios, kurdos, fineses y zíngaros), o la tolerancia político-religiosa (su caso más célebre fue el asunto Dreyffus); todos ellos darían una idea del dinamismo, complejidad y altura intelectual de una parte destacada de la sociedad civil pacifista de entre dos siglos. Pero fue en la cuestión del arbitraje donde el IPB hizo un trabajo más que notable y, sin embargo, poco conocido. Y, aunque no siempre estuvo coronado por el éxito de evitar los conflictos armados y los intereses imperialistas de las grandes potencias, sin él, las posibilidades de más y mayores litigios hubieran terminado en tragedia. Allí donde hubieron conflictos de intereses, falta de entendimiento y las primeras hostilidades, allí se hallaron los «amigos de la paz»: mediando en la guerra hispanonorteamericana; buscando soluciones a las disputas entre Argentina y Chile; China y Japón, Rusia y Japón, o en las guerras balcánicas. Pero, no fue sólo tratando de evitar la guerra en sí, sino procurando -una vez que ésta se había iniciado- truncar la escalada hacia la extrema violencia en estos conflictos: observando a los contendientes de la necesidad de respetar a las poblaciones civiles, advirtiendo de los derechos de las minorías, exhortando al cumplimiento de los estatutos de neutralidad (en iglesias, colegios y hospitales), o considerando los límites en las metodologías de la guerra. Por ejemplo, en 1896, en el Congreso de Budapest organizado por el IPB, se dio un paso importantísimo: la aprobación de la urdimbre de una codificación de derecho internacional cuya finalidad consistía en la prevención de conflictos y en el peso del arbitraje: las relaciones internacionales debían estar gobernadas por los mismos principios legales y

302

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

morales que regulaban las relaciones entre los individuos; ninguna nación debía ser juez y árbitro en las disputas con otra nación; el derecho de soberanía debía ser inviolable; no existían derechos de conquista; sólo era legítimo el derecho de defensa (y, por tanto, ilegítimo el de ataque); y, debían fomentarse todas las formas de solidaridad entre las naciones. Principios, algunos de ellos, sobre los que se ha garantizado la continuidad del derecho internacional y la fundación de organismos supranacionales.10 Esta fue la red sobre la que debía trabajar el Tribunal Permanente de Arbitraje, nacido en 1899, y, aunque oficialmente fue una creación de un conjunto de estados, tanto la idea,11 como los trabajos previos, 12 así como la organización de la conferencia (celebrada en La Haya) estuvieron bajo la responsabilidad de los hombres y mujeres que habían trabajado bajo el paraguas del Buró Internacional de la Paz. En la denominada Primera Conferencia de La Haya (1899) estuvieron representados veintiséis estados de cuatro continentes, así como observadores del campo del derecho, la economía, el mundo del trabajo y, por supuesto, de la sociedad civil por la paz. Los temas fundamentales de su agenda se dividieron en tres subcomisiones: sobre desarme, leyes de guerra, y arbitraje. Sin embargo, no en todas estas materias se llegó a

10. SANTI, Rainer (1991) 100 years of peace making. A history of the International Peace Bureau and other international peace movement organisations and networks, Ginebra, p. 16. 11. La idea del arbitraje permanente ya fue formulada en el Congreso de la Paz de París en 1856: «el deseo de que los Estados..., antes de apelar a las armas, deberían recurrir, en la medida en que las circunstancias lo permitiesen, a los buenos oficios de una potencia amiga». Desde, aproximadamente, esta fecha hasta 1899, el desarrollo del arbitraje fue gradual y virtualmente no tuvo interrupción, pero se aplicó principalmente a territorios distanciados entre sí y con ocasión de reclamaciones particulares; singularmente, desde el éxito del arbitraje de Alabama, en 1872, aquél atrajo un gran interés y atención, tanto fue así que «en ese tiempo tendió a convertirse en una panacea en la mente del movimiento organizado de paz, [el cual] estaba empezando a ser un factor de importancia política a finales de siglo», en JENKS, C. Wilfred (1972) El mundo más allá de la Carta. Cuatro etapas de la Organización mundial, Madrid, p. 37. 12. Especialmente los desarrollados por la aristócrata austriaca Bertha von Suttner (vicepresidenta del IPB y premio Nobel de la Paz en 1905) en torno a los grandes mandatarios de la época, con la idea de limar asperezas y unir intereses. Posiblemente, sin su trabajo de mediación, la Conferencia de La Haya no hubiera tenido lugar. Junto a ella figuras como el británico Hodgson Pratt, el germano Christopher von Egidy, los suizos Elie Ducommon y Albert Gobat, el italiano Ernesto Teodoro Moneta, el belga Henri La Fontaine, el sueco Klas P. Arnoldsson y el noruego Christian Lange. Cfr. SANTI, Rainer (1991) op. cit. p. 14.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

303

acuerdos profundos y representativos. Mientras se avanzó en la definición y limitaciones del derecho bélico acercándolo a posiciones humanitarias13 (ampliadas en la Segunda Conferencia de La Haya de 1907) y se prosperó en la cuestión del arbitraje con el Tribunal permanente o de los estatutos de neutralidad de algunas naciones, no se puede decir lo mismo del desarme que tuvo un alcance mucho más limitado de las esperanzas que los pacifistas habían puesto en esta materia, puesto que la propuesta rusa sobre reducción, a la mitad, de todo el arsenal existente en un período de cinco años, fue rechazada de plano por las otras potencias, ni tampoco se avanzó en la limitación tecnológica y científica de armamentos. En cuanto a la tercera subcomisión: se rechazó el arbitraje obligatorio pero se estipuló un código de procedimiento arbitral y se establecieron un cuadro de árbitros conocido como el Tribunal Permanente de Arbitraje.14 Junto a los logros en la mediación de conflictos, al menos hasta la Gran Guerra, al concepto del arbitraje -buque insignia del IPB- se debe la idea de que el arreglo judicial puede desempeñar un papel importante en las relaciones de los Estados y que esta doctrina atempera las situaciones de fuerte emotividad y de sentimientos ultra nacionalistas (racistas y xenófobos) entre los pueblos facilitando la idea del internacionalismo. Sin embargo, la Guerra del Catorce demostró que el arbitraje no podía ser por sí mismo un remedio soberano de las disputas internacionales, sino un elemento necesario para un intento más amplio de resolver el problema de la organización mundial. El desencadenamiento de la Gran guerra demostró que la paz era un valor y un proceso tan serio y determinante que no sólo podía involucrar a minorías más o menos amplias de intelectuales, reformadores y científicos, sino que era tarea que implicaba a más capas sociales. En este sentido, no es de extrañar que la evolución del pacifismo liberal, democrático e internacionalista, durante los primeros años del siglo XX se decantara en dos direcciones paralelas y muy vinculadas en la organización de la paz (dos trayectorias que, no obstante, no siempre fueron plenamente coincidentes y bien avenidas): de una parte el apoyo decisivo a la co-

13. La prohibición durante un período de cinco años de lanzar proyectiles desde globos (aún no se conocía el aeroplano); o de utilizar gases en la guerra o las balas dumdum; así como la disposición de un mejor trato de los prisioneros de guerra y de los heridos, etc. 14. Que aún tiene importancia puesto que sirve como dispositivo para el nombramiento de candidatos para la elección de jueces del Tribunal Internacional de Justicia.

304

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

dificación del derecho internacional o la «paz por el derecho»,15 es decir, a vincular la responsabilidad de evitar las guerras en la construcción de un conjunto de normativas de carácter internacional, vinculantes y sancionadoras; ideas que fueron fruto y campo de especialistas reputados en materia de derecho internacional, así como de asesores gubernativos y diplomáticos occidentales. Y, de otro, un enfoque más político y amplio que conduciría a la creación de una primera sociedad duradera de naciones como comunidad de intereses y de obligaciones, la cual implicaba un foro permanente, junto a una estructura mucho más compleja de instancias, agencias, secciones y delegaciones para el estudio de la cooperación internacional, el fomento de la confianza entre los estados, la reglamentación de normas vinculantes, etc.; es decir, el camino hacia la constitución de un gobierno cosmopolita. Sin embargo, ciertas limitaciones de una parte del pacifismo liberal en el período de entreguerras quedaron pronto patentes respecto del importante papel que jugó en el siglo anterior (especialmente en temas como el anti-esclavismo), entre otras cosas, actores como el movimiento obrero, las mujeres, grupos étnicos o nacionales, junto a otros sectores mucho más minoritarios (objetores de conciencia) comenzaron a tener más presencia y más importancia en la determinación de la agenda para la construcción de la paz. Asimismo, el desarrollo del derecho internacional o del enfoque jurídico-moral o normativo para abordar conflictos, por el que abogó mucho el pacifismo liberal, pasó de un optimismo exagerado durante los años veinte, a un excesivo realismo en la década de los treinta. En todo caso, el avance no resultó tan significativo -aunque no desdeñable-, al menos al ritmo que exigían algunos de los sectores sociales antes mencionados; igualmente, la confianza en aquel instrumento para mitigar o paliar conflictos dejó paso a situaciones de fuerza y poder, tanto por parte de ciertos gobiernos, como por las masas fuertemente ideologizadas por doctrinas totalitarias; ello no significaba que no fuera necesario el derecho, pero sí que no era suficiente. Y en cuanto a la construcción de una sociedad internacional de naciones, para ellos, todavía el peso de los estados seguía siendo muy importante, indispensable o determinante, mientras que nuevos protagonistas seguían sin tener la atención requerida. Fue la apertura de los sectores más progresistas del pacifismo liberal a los nuevos actores

15. Cfr. ARON, Raymond (1985) Paz y guerra entre las naciones. 2.- Historia y praxeología, Madrid, 1985, 835 y ss.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

305

(feminismo, anti-resistentes a la guerra, etc.), a más enfoques y temáticas lo que le mantuvo vivo en lo que más adelante hemos llamado los buscadores de la paz en el periodo de entreguerras. Traspasado el siglo, habían llegado a la conclusión de que la paz era un asunto demasiado serio para dejarlo en manos exclusivas de políticos, y excesivamente importante como para mantenerlo encerrado en foros de debate elitistas.

2.

EL SOCIALISMO INTERNACIONALISTA, LA GUERRA Y LA PAZ

Para la tradición socialista -tanto para los calificados como utópicos, como para los denominados como científicos-, internacionalismo era sinónimo de pacifismo; o, al menos, el instrumento ineludible, sin el cual, jamás se podría alcanzar una paz universal. A partir de la primera mitad del siglo XIX no hubo reformador social que -influido por teorías racionalistas, liberales o socialistas- no reflexionara sobre las fórmulas para alcanzar los mejores niveles de concordia y paz entre los diversos intereses sociales y políticos. Mientras unos (los socialistas utópicos como Fourier, Owen, Cabet, etc.) presentaron modelos de ingeniera social y experimental que fuesen espacios de paz donde los conflictos de intereses materiales y/o espirituales pudieran ser resueltos sin violencias extremas;16 otros confiaron en la «paz por el progreso», o dicho de otra forma: la paz como máxima expresión del progreso humano en todos los planos, 17 entre ellos

16. Pondremos tan sólo algunos ejemplos de esta preocupación. Charles Fourier (17721837) propuso su falansterio, cuya sociedad laboriosa y sabia daría lugar a una humanidad pacífica fundada en el trabajo satisfactorio (necesario, útil y agradable) y la armonía grupal. Robert Owen (1771-1858) presentó su ciudad-taller experimental la New Armony como una superación de un desarrollo industrial fundamentado en la hipocresía y la violencia; su sistema social, su modelo educativo liberador y su optimismo antropológico le hicieron concebir una sociedad con trabajadores cuyo carácter era la laboriosidad, la solidaridad y el amor por la paz y la verdad. Etienne Cabet (1788-1856), su denominada República de Icaria, proyecto basado en la “pura persuasión ejemplar”, una república regida por el saber, la laboriosidad ordenada, la moderación y la alegría de todos. Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865) destaca la idea de paz mediante el “pacto directo”, es decir, el asumido por individuos concretos que no supone transferencia o delegación ni del poder, ni de la libertad, ni de la responsabilidad, en un modelo social fundamentado en la reciprocidad y el equilibrio de prestaciones. 17. Saint-Simon (1760-1825) presentó en El nuevo cristianismo la recuperación de una rigurosa fraternidad universal, esta vez basada no en la corrompida religión sino en

306

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

aquellos que afectaban a la construcción del derecho internacional o cosmopolita (cuyo precedente más significativo fue I. Kant);18 así como de las relaciones comerciales entre los países y los pueblos;19 por fin, otros, apostaron por el federalismo internacional como base política para la ordenación de una sociedad universal, como claros precedentes de futuras comunidades de naciones basadas en intereses y deberes mutuos.20 En cualquier caso -una vez rebasada la primera mitad del siglo XIX-, la asimilación entre pacifismo e internacionalismo se hizo cada vez

los ideales laicos. Creyó en la posibilidad del progreso material y moral fundado en la razón científica, y en la que la paz y la cooperación fuesen posibles si se asentaran sobre bases de justicia. 18. No nos referimos tanto a la propia construcción del derecho positivo internacional público, sino a la fuerza de la idea de una sociedad universal con un derecho cosmopolita. Esto se verá, especialmente, en Kant y su obra Proyecto de paz perpetua. Cfr. GALLIE, W. B. (1979) Filósofos de la paz y de la guerra. México, 1979, 50 y ss.; MARTÍNEZ GUZMÁN, Vicent «Paz», en CORTINA, Adela (1998) 10 palabras claves en filosofía política. Estella, 334-348; y TRUYOL, Antonio (1996) «A modo de introducción» La Paz perpetua de Kant en la historia del derecho de gentes”, en ARAMAYO, RobertoMUGERZA, Javier-ROLDÁN, Concha (eds.), La paz y el ideal cosmopolita de la Ilustración. A propósito del bicentenario de Hacia la paz perpetua de Kant. Madrid, 17-29. 19. Aunque en esta tendencia que vinculaba paz y comercio bajo la premisa esencial de que el libre comercio favorecía la paz universal, no fuesen todos ni mucho menos socialistas, sino liberales, demócratas, reformadores o filántropos de las más diversas tendencias políticas, hay que señalar que muchos de ellos acabaron influyendo en el pensamiento socialista en su relación con el pacifismo y la teoría política. Entre ellos, el francés J.B. Say (1767-1832) señaló, en 1828, que la expansión comercial era la base de la “solidaridad de intereses” entre todos los implicados. Víctor Considerant (1808-1893) puso el acento en las ventajas que encontrarían los intercambios comerciales en una organización pacifista de las relaciones entre estados, sin prohibiciones, tarifas ni aduanas fronterizas. Constantin Pecqueur (1801-1887) consideró a la guerra, en De la paz, de su principio y de su realización (1842) como “ruinosa”: “hacen falta cincuenta años de paz -dijo- para restablecerse de algunos años de victoria”. El inglés, Richard Cobden (18041865), era partidario de la paz y de la no intervención, más claramente era hostil a cualquier tipo de aventura en ultramar. Fréderic Bastiat, en 1847, señaló que el espíritu del libre cambio excluía el espíritu de guerra, conquista y dominación, porque la fortuna real de la industria se basaba: “no sobre monopolios perjudiciales para las masas, sino sobre la prosperidad de esas masas que constituyen su clientela”. Y, Joseph Garnier en su Traitè d’économie politique, de 1850, estimaba que la libertad de intercambios no establecía únicamente vínculos entre los intereses, sino que permitía “la penetración recíproca de las ideas” y despertaba los sentimientos de “estimación y confraternidad” entre los pueblos. Cfr. RENOUVIN, Pierre y DUROSELLE,Jean-Baptiste (1968) Introducción a la política internacional. Madrid, pp. 279, 281, 296 y 297. 20. El federalismo ya apareció como una fórmula superadora de los estados en La paz perpetua de Kant. El federalismo internacional (europeo o panamericano), se funda-

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

307

más clara a medida que los diferentes proyectos burgueses adquirieron una naturaleza más territorial. De manera que, para las diversas corrientes de pensamiento socialista, para muchas agrupaciones políticas obreristas y pequeño burguesas, así como para múltiples categorías de pensamiento o ideológicas (anarquismo, humanitarismo, etc.), el internacionalismo constituía una «especie de antídoto a un nacionalismo que [encerraba] en sí mismo un terrible potencial belicista».21 El otro gran pilar que orientó el pacifismo socialista fue su condena de la guerra y su vocación antimilitarista (de la que se vería muy influenciado por las más diversas corrientes anarquistas). El origen del antimilitarismo obrero no es demasiado bien conocido, ni tampoco tiene una clara y coherente continuidad en el tiempo. Mientras se podría señalar que fue bastante persistente la vocación popular contra la leva forzosa -ya desde el Antiguo régimen-22 , la teorización, el análisis y, sobre todo, la respuesta del movimiento obrero organizado a la creación de los ejércitos modernos y al servicio militar obligatorio (o impuesto de conscripción) fue, relativamente, tardía; y, en algunos casos, complementaria de la que

mentó en un conjunto de fuentes de carácter: religioso (ecumenismo cristiano); socialista (sant-simoniano); nacionalista o mazziniano; y librecambista (al que hemos hecho referencia en una nota anterior). Por concretar con algunos ejemplos, el italiano Mazzini (18051872) prefigura, en 1832, la necesidad de una federación europea en el marco de una república internacional impregnada de ideas socialistas y reformadoras. Asimismo, SaintSimon habla en su Nuevo Cristianismo de una organización de todos los pueblos en un estado de paz permanente, basándose en los modelos suizo y norteamericano, o sea, federal, para con ello sugerir la formación de un gobierno europeo. Referencia esta última que también aprobarán Pecqueur y Considérant en sus obras. También, en el congreso de Amigos de la Paz (París, 1867) se expresó la esperanza de una organización federal de nacionalidades que daría como resultado la paz entre los estados. 21. En KRIEGEL,Annie «La Asociación Internacional de Trabajadores (1864-1876)», en DROZ, Jacques (1984) Historia general del socialismo. De los orígenes a 1875. Barcelona, 820. 22. Los orígenes más recientes del reclutamiento militar forzoso están en el militarismo prusiano que, desde 1733, legisló un estricto sistema de levas regulares. Otras casas reales europeas siguieron esa misma línea, lo que abriría largos e intensos períodos de resistencia popular a la leva. La revolución francesa aunque abolió, al principio, el servicio forzoso, acabó recurriendo a la leva masiva (agosto, 1793) para defender sus nuevas fronteras, no sin una gran oposición campesina en alguno de estos llamamientos. Durante todo el siglo XIX, y en la práctica totalidad de los países industriales que implantaron ejércitos regulares, el llamamiento a filas fue contestado con deserciones masivas, negativa a incorporarse a la conscripción y fraudes de todo tipo. Cfr. HERRERO-BRASAS, Juan A. (1991) «Informe crítico sobre el servicio militar», Claves de razón práctica, 17, pp. 74 y 75.

308

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

ya mantenían otras fuerzas políticas y sociales republicanas y pequeñoburguesas, que no era otra que la abolición de la obligatoriedad y la adopción de sistemas de voluntarios retribuidos. 23 Pero cuando se llegó a comprender el enorme potencial político y social que suponía respaldar los deseos populares contra la prestación militar obligatoria, los debates sobre el particular se intensificaron especialmente tras la segunda mitad del siglo XIX y se vislumbraron, incluso, las posibilidades de aprovechar la presencia dentro de los ejércitos con potenciales efectos revolucionarios, sobre todo a partir de 1870.24 En cualquier caso, la guerra se contempló como un instrumento vinculado a la evolución del capitalismo como sistema económico y social con tendencia al dominio de mercados (especialmente coloniales) y de acumulación de capitales. 25 En consecuencia, el servicio militar obligatorio y el militarismo eran un corolario más de aquello, importantísimos como herramientas de socialización y nacionalización de los jóvenes varones de una nación que aprenderían valores de obediencia y respeto a las leyes y al orden establecido. Fuese mediante la doctrina de la nación en armas, o la de la seguridad nacional, especialmente a partir de la generalización de la conscripción obligatoria en el último tercio del siglo XIX, los peligros de la guerra y de la militarización de las sociedades se hicieron enormes.26 Tanto el pacifismo liberal, como el socialista, lo supieron ver, e hicieron todo lo posible por denunciarlo, combatirlo y remediarlo. Por primera vez en el Congreso celebrado en Lausana, en 1867, la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) meditó sobre

23. Efectivamente, tal y como habían prometido los republicanos europeos en sus programas cuando llegaran al poder, acabarían aboliendo el sistema de quintas obligatorias. Así, tanto en la Comuna de París (1871), como en la Primera República española (1873), las primeras medidas normativas estuvieron orientadas en ese sentido. Cfr. C. HENESSY, Christian (1962) The Federal Republic in Spain. Oxford, 247. 24. Víd. ENGELS, F. (1978) Anti-Dühring o la revolución de la ciencia de Eugenio Dühring (Introducción al estudio del socialismo). Madrid, 190 y ss. 25. Cfr. GALLIE, W. B. (1979) op. cit. pp. 132-194. 26. Un breve repaso sobre la generalización del servicio militar obligatorio, a partir de 1870, nos permite afirmar que excepto países como Estados Unidos y Reino Unido, el resto del continente europeo (a los que habría que añadir Turquía y Japón) adoptaron la conscripción militar con servicios a filas que iban desde los 14 meses -como mínimo(caso de Bélgica) hasta los 24 meses -como máximo- (caso de Japón), siendo lo generalizado unos 18 meses. Cfr. J. F. GARCÍA MORENO, J.F. (1987) El servicio militar en España (1913-1939). Madrid, 32 y ss.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

309

la guerra, definida como: causa de las diferencias sociales y de los desequilibrios económicos. También, no sólo la condenó porque su pesada carga recaía «sobre la clase obrera», sino que apostó decididamente por la construcción de la paz como condición primera para el bienestar general. Ese mismo año, la AIT fue invitada a participar en el congreso organizado, en Ginebra, por la Liga Internacional de la Paz y la Libertad, al que finalmente acudió, lo que abrió una interesante polémica interna entre los partidarios y los detractores de colaborar con el pacifismo democrático (de base social burguesa). No obstante, la posición oficial resultó ser bastante rígida: no había conciliación posible con la burguesía pacifista, sino una «coordinación» en materia de ordenación de la paz y, sobre todo, una crítica y protesta común contra el «anacronismo» de la guerra.27 Aún así, la participación -en calidad de observadores-, tanto oficialmente de la Asociación, como de destacados líderes del obrerismo más cercanos al democratismo (como el belga César de Paepe) no hizo sino beneficiar y enriquecer al movimiento obrero en sus posiciones respecto del fenómeno complejo de la organización de la paz en la era industrial. Un año después, 1868, en el Congreso de la AIT en Bruselas, se afrontó más profundamente el problema de la guerra, siempre asociado a un excesivo nacionalismo y a los intereses partidistas de las burguesías territoriales. En él se hizo famosa la consigna guerra a la guerra, motivada por la sensibilidad ante la perspectiva de una guerra europea que se creía próxima (como así sería en el enfrentamiento entre Francia y Prusia). Tanto el francés Tolain, como el belga Longuet encararon la difícil cuestión de cómo contener la escalada bélica: el primero, confiaba en la presión que se podría ejercer desde la opinión pública (en la calle, la prensa, la resistencia, la educación, etc.), es decir, un trabajo de formación de conciencias; y, el segundo, en su informe aprobado por el congreso, recomendó el instrumento de la huelga general para paralizar cualquier estallido, mediante la no colaboración y la desobediencia a las llamadas de los gobiernos a respaldar la guerra. Esto es, en ambos casos se trataba de una muestra de que un nuevo antimilitarismo menos ingenuo estaba fraguándose en el movimiento obrero. De esta forma, penetró en el movimiento obrero la preocupación por evitar la guerra como «tarea

27. Víd. PASTOR, Jaime (1990) Guerra, paz y sistema de Estados. Madrid, pp. 8283, 130-131 y 261.

310

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

específica», frente a la tendencia a disolverla dentro de la lucha por la revolución social.28 Sin embargo, como señala Kriegel, la cronología es concluyente: la década de los años sesenta, marcada por el nacimiento de la Primera Internacional, también lo es por la cuestión de las nacionalidades, llevadas hasta sus últimas consecuencias con la guerra en Italia, la insurrección polaca de 1863 y la guerra franco-prusiana de 1870. La Internacional nació del problema de las nacionalidades, pero no supo resolverlas enzarzada en debates sobre si apoyar o no las insurrecciones nacionales, sobre si luchar contra todas las formas de gobierno (y no sólo las despóticas), o sobre la posibilidad de desarrollar su propia teoría de la «guerra justa»”.29 La vieja orientación basada en evitar la guerra a toda costa se acabó desarrollando, pero partiendo de análisis más reales de la situación y, sobre todo, de medidas previas que esquivasen llegar hasta las mismas puertas de los estallidos bélicos. Estos intentos de prevención fueron los que, a la postre, acabaron alimentando nuevas corrientes antimilitaristas aparecidas en los primeros congresos de la Segunda Internacional, especialmente representadas por Ferdinand Domela Nieuwenhuis (un pastor protestante influido por Tolstoy) y Emile de Laveleye. Los cuales reivindicaron, entre otras cosas, la reforma de la enseñanza de las historias nacionales en favor de una historia de la civilización universal, la creación de unos estados unidos de Europa, la huelga militar en caso de guerra, esto es, el negarse a ser soldado, y la huelga general para eclipsar cualquier estallido bélico, o sea, el paro generalizado empezando por reservistas y mujeres. Y, aunque, el fundamento de estas ideas acabaría siendo rechazado por muchos socialistas ortodoxos, sin embargo, el pensamiento de Domela sería de una gran influencia en la creación de asociaciones contra la guerra, como la War Resisters International, y de justificación del ideario contra la conscripción militar.30 En esta amalgama tan plural de ideas se fue configurando parte del pensamiento socialista en materia de pacifismo expresado en los diversos congresos de la Segunda internacional: como el profundo rechazo a la guerra, a los ejércitos y al militarismo, la denuncia de la carrera colonialista

28. En PASTOR, Jaime op. cit. p. 84. 29. Cfr. KRIEGEL, A. op. cit. p. 853 y ss. 30. Cfr. PASTOR, Jaime (1991) «El antimilitarismo en los orígenes del movimiento obrero. Domela Nieuwenhuis», en Archipiélago, 7, 40-44.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

311

y el auge de los nacionalismos. Repasar las discusiones de todos los congresos de la Internacional es hallar las denuncias y el análisis de aquellas realidades, pero es también comprobar que constituyeron más bien un pensamiento residual en el conjunto de todos los debates, especialmente, frente a los que se consideraron más importantes, como las diferencias doctrinales entre las distintas corrientes socialistas. Sólo cuando se acercó lo suficiente la amenaza real de la guerra, ésta fue el máximo centro de atención; sin embargo, ese carácter marginal en los debates no le restaron la capacidad de denuncia permanente ante la sociedad. Ya desde el primer Congreso de París en 1889 se apuntaron como lesivas las políticas exteriores de las burguesías en la búsqueda agresiva de nuevos mercados. En Bruselas, en 1891, se volvió a plantear la guerra a la guerra mediante la movilización popular y revolucionaria entendida como resistencia civil y militar a los intereses burgueses. En Londres, 1896, se acordarían posiblemente el conjunto de propuestas más interesantes hasta entonces: se solicitó la supresión simultánea de los ejércitos permanentes en favor de la composición de milicias nacionales; se apoyó la creación de un tribunal arbitral internacional encargado de solucionar pacíficamente, y sin apelar a las amenazas y la fuerza de las armas, los conflictos (propuesta recogida por algunas potencias europeas para la constitución de este tribunal en 1899); se acudió a la convocatoria de referéndums para la proclamación o el rechazo de la guerra contra otro país; y se denunció el sistema de tratados secretos en favor de un tipo de diplomacia abierta y pública. A éstas, se añadirían las del Congreso de París (1900) en el que la Internacional solicitaba a los parlamentarios socialistas que votaran en contra de cualquier tipo de expediciones militares contra los países colonizados. Al comenzar el siglo, los signos claros de una paz armada implicaron mucho más a los teóricos socialistas en la cuestión de cómo construir la paz evitando el terrible fenómeno de la guerra consuntivo al desarrollo del capitalismo. En sendos congresos, Stuttgart (1907) y Copenhague (1910), así como en el congreso extraordinario de Basilea (1912), la cuestión de la escalada hacia la guerra entre las naciones europeas fue central. Todos coincidieron en el análisis de las causas pero seguía habiendo diferencias irreconciliables en las metodologías para favorecer la desescalada. Asimismo, en los congresos se podía ver la incapacidad para trascender las lógicas nacionales y coordinar respuestas internacionales

312

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

unitarias y simétricas, sólo el método propuesto por Rosa Luxemburgo, la huelga general total, acabó con el suficiente consenso sobre cómo parar la guerra (ya ampliamente discutida en el Congreso de Amsterdam de 1904). En este sentido, Basilea fue la última gran manifestación política y social no violenta contra las crisis bélicas (balcánicas), un alegato de la sociedad civil en la que líderes socialistas junto a autoridades religiosas, asociaciones de mujeres, parlamentarios, sociedades filantrópicas, organizaciones en defensa de los derechos y libertades ciudadanas, etc. se unieron para «llamar a los vivos y llorar a los muertos» de todas las guerras y de todas las paces, recordando la propia traición que hacían las burguesías a sus pensadores y precursores pacifistas (Goethe, Herder, Kant, etc.) y a sus ideas religioso-católicas (Paz de Dios y guerra justa). Estallada la guerra mundial, las sucesivas conferencias celebradas tuvieron un carácter de paliativas, pero no por ello dejaron de ser importantes para preparar el camino de reconstrucción de la paz: en Lugano (1914), socialistas italianos y suizos llamaron a la concordia y a la reconciliación de la hermandad de los trabajadores; en Amsterdam (1915), se estableció un comité permanente de paz teniendo como mediadores a socialistas holandeses, suecos, noruegos y daneses, este comité habría de restablecer el diálogo entre los dos grandes socialismos europeos, el francés y el alemán. Todavía en Zimmerwald (1915) y Kienthal (1916), entre los furores de la guerra, se abordaron los problemas de la reconstrucción. En la primera ya estaban de manera oficiosa las delegaciones enfrentadas en la guerra, lo que resultaba un gran avance, aunque no se pudo evitar la entrada de Italia en la contienda. No obstante, lo más destacado pudo ser el corolario de consejos para construir la futura paz: se apeló al armisticio, se recomendó la paz sin anexiones territoriales, se defendió el derecho de autodeterminación, se denunciaron los horrores de la guerra y se reclamaron las negociaciones multilaterales a todos los niveles para desmenuzar el conflicto. Kienthal, por el contrario, fue más crítica y mucho más pesimista y, aunque siguió apelando a la reconstrucción, en esta ocasión haciendo un análisis más social de la futura Europa salida de la guerra, fue irreconciliable en su análisis del capitalismo como partero de las guerras. Terminada la contienda bélica, podríamos deducir un primer balance negativo del socialismo internacionalista si lo redujéramos a sus intentos por evitar la gran guerra; y, aunque no hay que eludirle responsabilidades, parece claro que sus cálculos respecto del poder de convocatoria de los nacionalismos y de ciertos ideales patriotas calaron en muchos ciudadanos

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

313

más allá de ciertas consignas obreristas: ¡toda una lección para el futuro!. Sin embargo, el papel que jugó fue mucho más complejo y determinante de lo que parece. Especialmente influyó en la estructura, las instituciones y los debates de la nueva construcción internacional de la paz, singularmente en la Sociedad de Naciones como foro estable de naciones (mucho menos en la propia Paz de Versalles), en las cuestiones de la diplomacia abierta y no secreta, en las comisiones para el control del armamentismo, o en la Oficina Internacional del Trabajo para la consultoría y vigilancia de las legislaciones nacionales. Éstas son tan sólo algunos de los datos más significativos en los que el reformismo planteado por los socialistas acabó teniendo un lugar en la agenda de la paz de entreguerras. Pero, posiblemente, la lección más interesante que se deduce del socialismo pacifista de postguerra es la ampliación no sólo de su discurso sobre la paz (no entendida como una mera ausencia de guerra, sino una tarea jurídica, política y social) y cómo y con quiénes construirla (son importantes las propuestas sobre las medidas del estado del bienestar y el modelo democrático de los años treinta) sino, muy especialmente, que la paz no podía ser edificada desde un lenguaje y una perspectiva exclusivamente de clase, de clase obrera, ni siquiera de clase trabajadora, sino con miras más amplias: lo que le permitiría hacer causa común en este terreno- con otros segmentos sociales, políticos e ideológicos de la sociedad civil (estudiantes, mujeres, campesinos, etc.). Si en la práctica se renunciaba a repetir, más o menos machaconamente, la relación causal entre capitalismo y guerra, algo hasta la fecha esencial en la doctrina socialista al menos hasta el descubrimiento de la unión sagrada, la cual pretendía salvar ciertas contradicciones entre discurso y realidad; la vía nueva era apostar y apoyar todo tipo de reformas jurídicas y políticas que transformasen formas y contenidos en el sistema, ensanchando social e ideológicamente la democracia mediante el arropo de otros discursos (aunque todavía bajo la hegemonía socialdemócrata); y, en definitiva, asimilando la construcción y fortalecimiento de la democracia con la edificación de la paz, implicando también con ello que no se renunciaría a la guerra para defender precisamente a la democracia (burguesa) frente a nuevas amenazas (como el fascismo o el comunismo). La compleja etapa de entreguerras haría que, en gran medida, fuesen las fuerzas de izquierda quienes con más tesón defendieran el sistema de paz surgido de Versalles y de la Liga de Naciones (a todas luces nacido con fuertes carencias). La defensa de la paz fue asimilada al resguardo de las libertades democráticas -y no tanto del capitalismo- frente a tendencias autoritarias y

314

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

totalitarias, un camino no exento de fuertes contradicciones y errores que tampoco pudo evitar los excesos y miedos del capitalismo frente al sovietismo.

3.

LOS BUSCADORES DE LA PAZ EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS

La Primera Guerra Mundial se puede interpretar como una grave derrota para los movimientos por la paz, lo que no quiere decir que fueran ni responsables únicos, ni actores pasivos en la misma, entre otras cosas tanto la maquinaria de guerra de las grandes potencias, como el sistema de relaciones internacionales que legitimaba aquélla eran difíciles de controlar o desactivar con el solo concurso de una sociedad civil que no había tenido tiempo, ni recursos, para contrarrestar las políticas hacia la guerra. La sociedad civil por la paz se había organizado en agrupaciones con continuidad temporal y capacidad de movilizar conciencias; estudió y analizó las situaciones que conducían a una negativa solución de los conflictos; expuso sus alternativas y soluciones para la organización de la paz y contribuyo con energías, dinero y gentes a evitar todos los males de la guerra y de las injusticias. Sin embargo, aunque pudieron influir o presionar en algunas decisiones tomadas por los gobiernos europeos durante la fase de paz armada, ciertamente, carecieron de capacidad real para modificar las grandes decisiones que conducirían a la deflagración. No obstante, su contribución a la Historia de la Paz mundial se reflejó en su influencia en el derecho internacional, en la construcción de organismos para la resolución pacífica y prevención de conflictos, en la arquitectura de una comunidad internacional de naciones de intereses y deberes y, en las primeras reflexiones de naturaleza cientifista sobre la Investigación para la Paz. Tanto la influencia de ciertos sectores del pacifismo liberal-democrático, como del pacifismo socialdemócrata obrerista, se vieron -como nunca- reflejados durante el curso de la guerra en un importante movimiento de objeción de conciencia31 que fue, siempre, interpretado por los

31. Para evitar la guerra o para reivindicar la paz hubieron muchas formas de objeción de conciencia. Aquí nos vamos a referir a la relacionada con la conscripción militar; sin embargo, resulta interesante señalar que otras formas de objeción de conciencia -sin llegar

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

315

gobiernos como un problema gravísimo que afectaba a la propia integridad nacionales y a los sentimientos patrióticos que debieran tener todos los ciudadanos de un mismo estado. Si bien los objetores fueron perseguidos y encarcelados nada más comenzar la contienda, ocultando las autoridades las motivaciones éticas, morales, políticas o religiosas de su reclamación, no fueron los únicos.32 Muchos de los jóvenes movilizados para hacer la guerra acabaron rebelándose contra ésta, mediante viejas formas como la automutilación, el profugismo o la deserción. En otros casos los amotinamientos se produjeron en las grandes concentraciones de tropas en las estaciones de ferrocarril antes de ser enviadas a los frentes, eran actos de resistencia no tan aislados y esporádicos como podrían pensarse (bastante comunes en casi todas las campañas militares realizadas por las potencias, especialmente en sus aventuras coloniales). También fueron frecuentes los actos de desobediencia militar hacia los superiores (jefes y oficiales) especialmente en las situaciones infrahumanas del combate, no sólo por cansancio de la guerra sino singularmente por ciertas formas de guerra. Una idea de la importancia de estas acciones se reflejaron -si tomamos de referencia el año 1917-, en el ejército francés. En éste, se produjeron

a hacerse ni tan numerosas, ni tan conocidas- se dieron durante la guerra: como la huelga de vientres planteada por las mujeres obreras berlinesas en el verano de 1913, declarando que se negarían a parir, o a tener relaciones sexuales con sus compañeros, para así evitar tener futuros soldados destinados a la defensa de intereses ajenos a los populares; o la objeción de algunos profesionales médicos a alargar la vida artificialmente a combatientes que por sus heridas habían quedado completamente como vegetales; o la objeción de conciencia religiosa de algunos sacerdotes que se negaron a ejercer como capellanes militares en los ejércitos; etc. 32. La objeción de conciencia y la anticonscripción fueron, histórica y notablemente importantes en Gran Bretaña por la práctica de aislacionismo político respecto de los problemas continentales y por la tradicional buena acogida de las minorías religiosas cristianas de cultura anglosajona (sobre todo menonitas y cuáqueros). Aunque perseguida y reprimida durante la guerra, hubo una cierta tolerancia y hasta comprensión gubernativa, al menos hasta que la conscripción fue introducida en la legislación inglesa en 1915 para dar respuesta a las necesidades de la guerra. Fue, precisamente, para contrarrestar esta medida legal por lo que muchos jóvenes activistas (Fenner Brockway, Bertrand Russell o Clifford Allen) decidieron crear la No Conscription Fellowship que acabaría teniendo una notable influencia entre los estudiantes del sistema oxfordbridge y entre los liberales cercanos a posiciones laboristas. Cfr. YOUNG, Nigel (1987) Peace Movements in History, en MENDLOVITZ, Saul H. y WALKER, R.B.J. Towards a Just World Peace. Perspective from Social Movements. Kent, 147; y, el propio RUSSELL (1995) Pacifism and Revolution, 1916-18, London-New York.

316

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

más de 38.000 condenas en consejos de guerra, y entre 1914-18 fueron fusilados, tras juicios sumarios, 1.637 soldados. Sin embargo, de esta historia contra la guerra sabemos muy poco porque la «censura prohibía que se hiciera la menor mención del drama de las sediciones».33 Tanto por la dureza y extensión temporal de la guerra, como por la economía de subsistencia y escasez, así como por los acontecimientos internacionales ocurridos en la Europa del Este (con la revolución de febrero de 1917 en Rusia), el giro de los acontecimientos demostró la fragilidad de los gobiernos para seguir manteniendo la moral de las tropas, el convencimiento de las orientaciones de la lucha y los postulados que cada una de las naciones combatientes mantenía. Resulta insólito, hoy día, pensar que la cadena de motines y abandono masivo de las tropas del frente, especialmente en los campos de batalla orientales, llegó a extremos de pensar que la guerra se terminaría en cuestión de días;34 en parte, sería ese rechazo visceral y popular a la guerra, tras su nefasta experiencia, la que marcaría los pasos a muchos jóvenes a integrar un tipo de pacifismo durante el período de entreguerras.

33. Cfr. FERRO, Marc (1970) La Gran Guerra (1914-1918), Madrid, 315. 34. Las huelgas por la carestía de vida y por la falta de alimentos motivó importantes movilizaciones durante el final de 1916 y principios de 1917. Junto al calor de estos desajustes de la economía de guerra resultaron sorprendentes los motines de tipo militar en todos los frentes de la guerra: en febrero las tropas rusas desobedecieron las consignas gubernamentales de reprimir a los ciudadanos que solicitaban alimentos para evitar el hambre, asimismo los acontecimientos en las grandes ciudades provocaron las deserciones en masa de soldados del frente que volvieron a sus hogares para vivir de cerca los cambios e, incluso para protagonizarlos. En abril y mayo de ese año de 1917, miles de tropas se rebelaron contra el mariscal francés Neville, por su incompetencia militar. En esa primavera, en Italia y Alemania se produjeron actos de indisciplina e incluso parte de la marina alemana se negó a zarpar a la mar. En septiembre, dos compañías del ejército británico -destacadas en Bolonia, Italia- se indisciplinaron solicitando la retirada de Gran Bretaña de la guerra. Y, en 1918, en febrero, la flota austriaca fondeada en la bahía de Cattaro se sublevó bajo la petición de terminar la guerra de manera inmediata. Igualmente, en Bulgaria, Turquía y Hungría, una parte considerable de las tropas abandonaron los frentes para recoger las cosechas y otros regimientos se negaron a atacar. Éstos -que son los datos más destacados y conocidos, de un número indeterminado de acontecimientos similares, pero no suficientemente conocidos- indican: no sólo el hartazgo por la guerra, sino también el sustrato de una mentalidad antibelicista entre los ciudadanos movilizados. Cfr. CRAMPTON, R.J. (1994) Eastern Europe in the Twentieth Century, London; REGAN, Geoffrey (1989) Historia de la incompetencia militar en el siglo XX, Barcelona, pp. 64 y ss.; y. MAIER, Charles S. (1988) La refundación de la Europa burguesa, Madrid.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

317

A pesar de no haberse podido evitar la guerra, hay que señalar que la misma no hizo sino fortalecer y renacer los sentimientos antibelicistas entre pacifistas, socialistas, demócratas, jóvenes estudiantes, mujeres (feministas o no), religiosos, etc. Si la guerra -bien por los esfuerzos nacionales que se hubieron de hacer, bien por las legislaciones represivas que los países beligerantes mantuvieron durante toda la contienda-, conservó callada o amordazada a la sociedad civil por la paz, cuando se produjo el armisticio y comenzaron las primeras conversaciones para los acuerdos firmados de paz, el primer resultado fue la eclosión de muchas organizaciones y asociaciones pacifistas cuyo denominador común fue ¡No más guerras!. Pero, incluso, más allá de los sentimientos e ideales, se fueron fraguando elementos teóricos y reflexivos, de orden político, económico y social, que permitieron avanzar muy sensiblemente en la construcción del pacifismo como filosofía, pensamiento y forma de organizar la vida. La idea principal de estas nuevas agrupaciones35 era influir -una vez más- en la organización de la paz, máxime cuando parte del proceso de reconstrucción y reconciliación europeo pasaba por un sistema jurídico de comunidad de naciones. Tanto las viejas agrupaciones renovadas, como las nuevas corporaciones por la paz abrieron un profundo debate en muchos terrenos: sobre los porqués y el sentido de las guerras (y su desarrollo tecnológico); sobre los medios y fines para la edificación de la paz; sobre el papel integrador que debían jugar las religiones en favor del entendimiento universal; sobre la concepción nociva de la relación amigoenemigo; sobre la construcción social de las nuevas democracias, o sobre el papel que habían de ejercer instituciones como la familia, la escuela, el ejército, etc. en la edificación de sociedades menos angustiadas por el odio, el rencor y el revanchismo.36 No resulta casual que tras cada uno de estos contenidos (nuevas formas de defensa, psicoanálisis de la violencia, ecumenismo pastoral, universalismo fraternal, renovación pedagógico-social y metodologías de no-

35. El profesor BAER ha realizado un trabajo recopilatorio que permite relacionar la construcción de la sociedad internacional con la organización de nuevas asociaciones surgidas de la sociedad civil de entreguerras, en BAER, George W. (1981) (comp. y ed.) International Organizations, 1918-1945. A Guide to Research and Research Materials. Delaware. 36. Víd. D’ORSI, Angelo (1977), «Introduzione al pacifismo», en Trimestre, 1977, pp. 125-35, CAPITINI, Aldo (1949) Italia nonviolenta. Bologna y MAYER, Peter (1996) The Pacifist Conscience. London.

318

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

violencia, entre otras) se desarrollaran toda una urdimbre de asociaciones por la paz, así como desplegaran parte de su potencial creativo algunas personalidades de prestigio universal en algunos de estos campos, como: A. Einstein, M. Gandhi, Laura Jane Addams, J. Dewey, etc. Así como ciertos temperamentos políticos dotados para la paz encontraron justo reconocimiento en esta época (Dawes, Briand, Stresemann, Kellogg, etc.),37 Haciendo unos y otros, así como muchas organizaciones y personajes anónimos, del periodo de entreguerras uno de los más ricos y reflexivos en ideas pacifistas. Una de esas asociaciones fue la Women’s International League for Peace and Freedom (WILPF), cuyo origen se remonta a la formación de la «Alianza Internacional para el Sufragio», una organización que adquirió un notable prestigio durante los últimos años del siglo XIX. Formada por feministas, pacifistas y socialistas que tenían bastante influencia entre los círculos liberales y democráticos del IPB, su programa alimentó no sólo las reivindicaciones de las mujeres en su lucha por conseguir la igualdad política y jurídica con los hombres, sino que se convirtieron en referencia obligada por sus fuertes convicciones, su capacidad de convocatoria y su particular lenguaje político cargado de simbolismo. Ya durante la contienda demostraron su considerable energía cuando convocaron un congreso extraordinario de protesta contra la guerra. La reunión fue un éxito de llamamiento, puesto que reunió en La Haya, en abril de 1915, a casi 1.200 mujeres de casi todos los países industrializados del mundo. El resultado fue que delegaciones de mujeres fueron enviadas a catorce gobiernos europeos, además de a Estados Unidos y Rusia para que convocaran una conferencia de naciones neutrales para mediar entre los países beligerantes.38 Además, en ese mismo congreso se adoptó el acto fundacional de creación de la Women’s International League. Así, con el auxilio financiero del millonario norteamericano Henry Ford, una conferencia oficiosa de neutrales se celebró en Estocolmo, en 1916. Sin embargo,

37. Algunos de estos personajes recibieron el reconocimiento oficial del parlamento noruego, mediante el Premio Nobel de la Paz, que más que una consideración a la persona, era a todos los que con ellas trabajaron por la paz. Víd. HABERMAN, Frederick W. (1972) (ed.) Peace, 1901-1925. Nobel Lectures Including Presentation Speechs and Laureates’ Biographies. London, 3 vols. (interesan sobre todo el volúmen I y II para entreguerras). 38. Víd. LIDDINGTON, Jill La campaña de las mujeres por la paz. Historia de una lucha olvidada, en THOMPSON, Dorothy (coord.) (1983), Antes muertas. Mujeres contra el peligro nuclear. Barcelona, 192-210.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

319

la conferencia zozobró cuando Alemania reanudó, sin restricciones, su guerra submarina y cuando los Estados Unidos de Norteamérica entraron en la guerra en abril de 1917. Tras la guerra, el congreso de Zurich, en 1919, sirvió para dar el espaldarazo a la fundación de la Liga Internacional de mujeres, acordando trasladar su sede central de Amsterdam a Ginebra para estar más cerca de las oficinas de la recién creada Sociedad de Naciones. Desde esas fechas sus actividades estarían íntimamente ligadas a todas las iniciativas institucionales o no, destinadas a la prevención de la guerra y los conflictos. En el haber de esta organización estuvo, en aquellos años, su capacidad de presión sobre los mandatarios para que discutieran el desarme, se aboliera la guerra de agresión y se aprobaran formas de arbitraje obligatorio. Sus persistentes metodologías no violentas (sentadas, concentraciones, recogida de firmas, etc.) y su constante trabajo en el terreno diplomático serían referentes por muchas décadas.39 Otro de los grandes movimientos por la paz que alcanzaría influencia y protagonismo en el mundo de entreguerras fue el representado por el ecumenismo religioso. Su origen más inmediato estuvo en la Segunda Conferencia de La Haya, en 1907, en la que los participantes de las iglesias inglesa y alemana discutieron cómo disminuir la tensión entre ambas naciones. Tras seis años de contactos e intercambios entre ambas delegaciones cristianas (y con el apoyo financiero de la Church Peace Union of America, fundada en 1910 con los auspicios del magnate Andrew Carnegie) decidieron crear, en 1914, la «Alianza Mundial para la Promoción Internacional de la Amistad entre las Iglesias», bajo el liderazgo del pastor cuáquero Allen Baker. La reunión inaugural había de celebrarse en Constanza (Alemania), en los primeros días de agosto de ese año, es decir, justo cuando se declararon el comienzo de las hostilidades bélicas. La consecuencia fue que los participantes de doce países fueron repatriados a sus respectivos estados de origen en vagones sellados, aplazándose la mencionada constitución. Durante la guerra, una fracción de aquellos participantes decidieron fundar una alianza interconfesional que comenzaron a llamar Fellowships of Reconciliation.40 Tanto sus actividades

39. Cfr. NASH, Mary y TAVERA, Susanna (1994) Experiencias desiguales. Conflictos sociales y respuestas colectivas (siglo XIX). Madrid, 147-49. 40. La escisión estuvo protagonizada por grupos cuáqueros, menonitas y dukovores “radicales”, que habían recibido una considerable influencia del novelista ruso León Tolstoy, cuya interpretación de los evangelios de Jésus, especialmente del Sermón de la

320

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

antibélicas (su denuncia de la guerra y sus esfuerzos por buscar el armisticio), como su programa político (la utilización de métodos no violentos y la lectura «revolucionaria» del Evangelio de Jesús) les granjearon una gran cantidad de adeptos, no sólo en Europa y América, sino también en Sudáfrica y la India. El éxito de la experiencia hizo que, en Bilthoven (Holanda), en 1919, activistas procedentes de cuarenta países de los cinco continentes fundaran el IFOR (International Fellowship of Reconciliation) que aún hoy existe. Su programa hacía causa común con otros movimientos en temas como: desarme, desmilitarización de la sociedad, resolución pacífica de conflictos, humanización de la guerra,41 etc.; pero, su singularidad estuvo en la potenciación del ecumenismo entre 1919 y 1939, fundamentado en que un diálogo interreligioso sería capaz de frenar las escaladas de violencia que conducían hacia la guerra. Sus principales logros se podrían abreviar en la apertura de un profundo debate sobre el sentido de la guerra y de la violencia entre cristianos; en los esfuerzos por desmitificar muchos de los símbolos de la imperante cultura burguesa, como el nacionalismo y el racismo; y en la apertura de una interlocución con otras religiones no protestantes. En sendas conferencias, Estocolmo (1925) y Oxford (1937), promocionadas -entre otros- por el IFOR, se analizaron todos estos aspectos, que acabaron influyendo en las discusiones de la Sociedad de Naciones (especialmente en el Pacto Briand-Kellogs sobre la extinción jurídica y la condena de la guerra como método político). Pero, si en el plano diplomático y de las relaciones internacionales el IFOR jugó un papel moderadamente destacable (especialmente si se tiene en cuenta que era una forma de delegación paralela relativamente

Montaña y de la no colaboración con el mal; así como sus escritos sobre la guerra y la vida comunitaria habían calado entre muchos de aquéllos (particularmente entre los dukovores a los que había defendido de la represión zarista). Cfr. BROCK, Peter (1981) The Roots of War Resistance. Pacifism from the Early Church to Tolstoy. New York, pp. 72 y ss.; TOLSTOY, Leon (1995) El reino de los Cielos está en nosotros, en ARIAS, Gonzalo Proyecto político de la noviolencia. Madrid, pp. 23-45 y pp. 47-49; y TROYAT, Henri (1984) Tolstoi. Barcelona, (la séptima parte: «El apóstol de la no violencia», pp. 131213). 41. El IFOR intentó mediar, en varias ocasiones, en el conflicto civil nicaragüense (1926, 1928 y 1933) entrevistándose con el líder guerrillero, el general Augusto Sandino, con los diversos gobiernos conservadores y liberales de ese país, así como con el presidente de los Estados Unidos (1933), con el fin de dulcificar los aspectos más crueles de la guerra.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

321

nueva en las costumbres diplomáticas), resultó mucho más interesante e influyente en otros aspectos. La adopción de sistemas y filosofías noviolentas le condujo a la creación de escuelas interconfesionales (donde convivían escolares de todas las religiones, razas y étnias), a centros de entrenamiento (en métodos de desobediencia y resistencia civil no-violenta), en cursos de capacitación para la resolución pacífica de conflictos y sobre modernas formas de negociación, en la constitución de comunas estables (donde convivirían miembros de todas las religiones), así como en la creación de cooperativas de distribución, solidaridad y ayuda mutua.42 Otra de las asociaciones que más contribuyeron a la historia de la paz en estas décadas fue la Internacional de Resistentes a la Guerra (War Resisters International). Su historia se puede remontar a 1904, en un congreso antimilitarista celebrado en Holanda. Aquella convención acabó creando la «Asociación Internacional Anti-militarista», cuya sede principal siempre estuvo en los Países Bajos. El ideario de la asociación se movía entre el pacifismo democrático liberal de muchos de sus miembros, y un fuerte criticismo económico de influencia socialista. Durante la guerra la asociación languideció para volver a recobrar fuerzas una vez terminada ésta. En 1919, la Asociación se volvió a reunir con carácter constituyente y, en ella, se definieron las cuatro grandes motivaciones de sus miembros: el rechazo a las limitaciones personales y morales impuestas por el militarismo; el desprecio de todas las formas de violencia; la crítica a todas las actividades militares de los estados como guardianes de intereses poco claros; y, el repudio del estado capitalista. Durante el tercer congreso, en 1921, la Asociación se escindió. Por iniciativa de cuatro organizaciones nacionales antimilitaristas y no-violentas acabaron creando el Paco (que en idioma Esperanto significa Paz), que un año después cambiaría su nombre por el de War Resisters International. Mientras la «Asociación Internacional Anti-militarista» acabaría desapareciendo en 1940, la Internacional de Resistentes a la Guerra fue aumentando sus filas, especialmente, durante las décadas de los veinte y los treinta, para estar formada, en 1933, por veinticuatro países que concentraban casi todos los jóvenes declarados objetores de conciencia para el servicio militar. No cabe duda que la década de los años veinte fue una auténtica ola que ensanchó la organización de la paz. No sólo fue el nacimiento y

42. No cabe duda que las experiencias de Tolstoy en la comuna Yásnaia Poliana, y las Ashrams de Gandhi en Sudáfrica fueron los más claros ejemplos a imitar.

322

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

crecimiento de organizaciones, sino también la audacia de ciertas campañas cívicas para modificar las agendas de los gobiernos, paralizar leyes o llamar la atención de la opinión pública sobre ciertos climas belicistas. Así, en Holanda, se recogieron un millón y medio de firmas contra la Ley Naval de 1924; en Suecia, las campañas del General Blanco (marchas y mítines con banderas, estandartes y coches en ese color) consiguieron en pocos años crear casi 1.500 locales y 50.000 afiliados con un programa en favor de la neutralidad de ese país y contra el gasto de armamento; o, señalar que, tras cada una de las reuniones sobre desarme internacional estuvo un trabajo precedente de recogida de firmas, marchas y ocupaciones pacíficas de oficinas de la Sociedad de Naciones, toda una labor concienzudamente realizada por las organizaciones feministas. Para coordinar todas estas acciones y dar más fuerza al trabajo de cada una de las organizaciones, el IPB propuso la creación de un Comité que agrupara al mayor número de asociaciones. En 1923, en Basilea, se reunieron algunas de las corporaciones más importantes de todo el planeta43 para formar el International Committee for the Co-ordination of Pacifist Forces (aún vigente) que, estatutariamente, comenzaría a trabajar desde 1927. Sin embargo, esta macro organización tuvo una actuación más funcional que operativa, puesto que no fue capaz de aunar criterios respecto de las conferencias sobre desarme, ni ejerció toda la presión que la cualidad de sus organizaciones y el número total de sus miembros le hubiera podido otorgar. Asimismo, acabó desgajándose por la izquierda dando lugar al Joint Peace Council, con un programa más radical sobre la objeción de conciencia y la anti-conscripción, programa que acabarían suscribiendo personajes tan importantes como Jane Addams, Sigmund Freud, Thomas Mann, Upton Sinclair, Bertrand Russell o H.G. Wells.

43. Entre ellas estaban, asociaciones propiamente pacifistas, como el ya nombrado International Peace Bureau (IPB), la Women’s International League for Peace and Freedom (WILPF), la World Alliance for Promoting International Friendship through the Churches, y la International Freemasons Association; sindicatos de trabajadores como la International Association of Trade Unions; macro entidades federativas como: la World Federation of organizations for the League of Nacions y la Union of International Associations; y corporaciones que representaban estamentos sociales o profesionistas: el Institute for International Law, el International Democratic Action Committee, el International Women’s Council, el International Education Bureau,, el International Teachers Union, la Union of the Leagues for Human Rights, y la World Youth League. En SANTI,Rainer (1991) 100 Years of Peace Making. A history of the International Peace Bureau and other international peace movement organisations and networks. Ginebra, p. 29.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

323

Quizá la única organización que siguió teniendo una mayor continuidad y fuerza histórica, así como un reconocimiento institucional y gubernamental, más allá del propio periodo de entreguerras, fue el IPB. Él fue el responsable de la organización de varias conferencias, entre 1930 y 1934, con la cuestión monográfica de los Balcanes, lo que permitió reconstruir -de una forma esmerada- las distantes y enfrentadas percepciones e intereses de los diferentes países de la zona. El resultado fue que Grecia, Turquía, Yugoslavia y Rumanía acabaron suscribiendo un pacto, en 1934 (la Pequeña Entente), no sólo de defensa mutua (algo impensable antes de la Primera guerra mundial), sino que abarcaban la intensificación de relaciones políticas, económicas, culturales y religiosas. Este fue, una vez más, un claro y exitoso ejemplo de acciones diplomáticas paralelas y de construcción de entramado por la paz llevadas a cabo por la sociedad civil organizada. Pero, quizá, uno de sus trabajos más conocidos estuvo en difundir entre la opinión pública el alcance de la declaración formal de «renuncia a la guerra para la solución de las controversias internacionales», el llamado Pacto Briand-Kellogg (o Tratado General para la Renuncia a la Guerra), suscrito por 61 países en 1928. El cual, aunque no prohibía la guerra, marcaba unos filtros y obligaciones a los firmantes -que cumpliéndosedifícilmente se llegaría a una conflagración.44 Y, también, jugó un papel muy destacado el IPB en el ejercicio de concienciar y presionar a las autoridades políticas de su responsabilidad ante la cuestión del desarme. Junto a las organizaciones feministas, el Buró desplegó una campaña de cartas a más de 15.000 parlamentarios de todos los países europeos llamando la atención sobre las demandas del pacifismo. Asimismo, la cuestión del desarme fue monográfica en los dos Congresos Universales de la Paz de los años 1932 y 1933, o sea, los celebrados de forma paralela a las sendas conferencias gubernamentales en esta materia, con el fin de presionar desde la sociedad civil organizada a la alejada sociedad política. En sus peticiones se encontraban la no fabricación de las armas bacteriológicas, químicas e incendiarias; la creación de unas fuerzas armadas bajo exclusiva autoridad de la Liga de Naciones;45 la eliminación de todas

44. Consultar el tipo de cláusulas en WILFRED JENKS, C. (1972) El mundo más allá de la Carta. Cuatro etapas de la Organización mundial. Madrid, pp. 51-52. 45. La experiencia de la interposición y mantenimiento de la paz mediante fuerzas armadas bajo bandera de la Liga de Naciones (peacekeeping) fue muy apoyado por el

324

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

las armas que no fueran de defensa; así como sistemas para el control y verificación de estas acciones. Habría que esperar, aún, algunas décadas para que parte de este corolario fuese aceptado. La política agresiva y fascista italiana (en Etiopía), la retirada de Japón de la Sociedad de Naciones (por sus intereses en Corea), la llegada de Hitler al poder en Alemania, la internacionalización de la guerra civil española y los procesos de fascistización en algunos países europeos dieron al traste con muchos de los logros institucionales conseguidos por la sociedad civil para organizar la paz. En muchos de estos países los pacifistas fueron perseguidos, enjuiciados (como conspiradores, espías o antipatriotas), encarcelados e, incluso, eliminados. La última apelación del IPB para la organización de una conferencia mundial sobre la paz, a celebrar tras los acuerdos de Munich de 1939, fueron desoídas. Una vez más, los movimientos por la paz -como veinte años atrás- hubieron de trabajar en condiciones precarias y contracorriente dentro de la guerra, bien en organizaciones sanitarias, en la verificación del cumplimiento de tratados que afectaban al derecho bélico, en la acogida de refugiados o, tratando de mitigar los efectos de la escalada de violencia. Sin embargo, lo que significó para el pacifismo la etapa que hemos denominado de los Buscadores de la Paz resultó muy importante por varias razones. Una de ellas fue que tanto desde el obrerismo social, como desde la burguesía progresista, acabaron entendiendo que sólo era posible construir la paz desde la alianza de intereses y con el decisivo y sincero apoyo a los ideales de libertad y democracia; para aquellos sectores que confiaron más en ideales liberticidas o totalitarios, fueran obreros o burgueses, las políticas dictadas por sus ideologías llevaron a fórmulas de enfrentamiento e, incluso, de lucha y eliminación antagónica, las cuales condujeron a la guerra; asimismo, para aquellos elementos demasiado neutros la construcción de la paz se erigió bajo el miedo y la transacción hacia los violentos, no pudiendo parar la escalada hacia el belicismo y la guerra, entre otras razones por recelo a apoyarse en los sectores que, verdaderamente, respaldaban la paz y el ensanchamiento democrático desde la sociedad civil. Asimismo, si construir la paz era también edificar la democracia, ello significaba contar con otros sectores tradicionalmente

IPB, siendo uno de sus elementos más fuertes como lobby por la paz. Víd. JAMES, Alan (1990) Peacekeeping in International Politics. London (especialmente los primeros capítulos relativos al mundo de entreguerras).

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

325

arrinconados como las mujeres, las cuales habrían de demostrar su dinamismo político y social, así como su capacidad organizativa y movilizadora de recursos en sus campañas en este periodo. Este fue, quizá, uno de los avances más significativos. Otra de las cuestiones fue que el pacifismo acabó articulándose de una manera organizativa mucho más coherente, uniendo fuerzas mediante la creación de macro asociaciones estables, con importantes infraestructuras y número de seguidores; trabajando a modo de lobbies, de grupos de presión, ante las nuevas instituciones supranacionales como la Sociedad de Naciones, o ante sus propios gobiernos nacionales; pero, sobre todo, llevando a cabo una iniciativa diplomática que cosechó algunos éxitos notables y, particularmente, demostró la potencialidad y la esperanza que podía suponer este tipo de iniciativas en el futuro. Igualmente esa presión se ejerció sobre algunos de los temas que habrían de controlar las escaladas militaristas: desarme, control de la fabricación y venta, reducción de los ejércitos, etc., o en el más decisorio trabajo preparatorio del Pacto BriandKellogg, al que le debe mucho las acciones calladas de tantos activistas por la paz. Asimismo, se avanzó en lo que se refería a motivar un debate en la sociedad en torno al necesario reconocimiento y respeto por la objeción de conciencia (por los motivos que fuesen), reconocimiento no sólo social, sino sobre todo jurídico. En este campo se avanzó algo en los países anglosajones y nórdicos, pero no tuvieron el mismo reflejo en las naciones latinas y eslavas. Por último, y aunque no hemos hablado aún de ello (lo haremos con brevedad más adelante) algunas de las experiencias históricas más interesantes para el pacifismo contemporáneo se dieron en este periodo de entreguerras, me refiero especialmente a la utilización de técnicas de lucha no-violenta para la reivindicación de derechos y libertades (como los casos de los indios en Sudáfrica o la India), o a formas de defensa popular noviolenta contra ejércitos de ocupación o normativas dictadas por éstos (casos de la sociedad civil en Dinamarca, Noruega u Holanda frente a las tropas alemanas). Pero, más allá de estas acciones colectivas, la importancia no sólo radicó aquí en la notable efectividad de la no-violencia sino, muy especialmente, en la renovación teórica e ideológica que introdujo la no-violencia en el pensamiento pacifista.

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

326 4.

EL PACIFISMO DE LA NO-VIOLENCIA

La incorporación de la no-violencia como filosofía y modelo de vida al pensamiento pacifista es muy antigua, «tan antigua como la montaña» -diría Gandhi-.46 Metáfora aceptada por todo el pacifismo por cuanto aquélla se había manifestado en las grandes religiones como el taoísmo (y su amor universal), el hinduísmo (y su concepto de ahimsa), el budismo (y su unidad y piedad de todos los seres vivientes), el cristianismo (y su amor a los enemigos)..., en el confucionismo, el jainismo, el bahá’ísmo, etc.; también había aparecido en algunas corrientes filosóficas como el cinismo, el estoicismo o la teosofía;47 o, fue puesta en práctica por muchas comunidades de la Tierra como forma esencial de vida.48 Sin embargo, entendida como un método de lucha o de acción colectiva, así como una alternativa clara a las formas de poder convencional y al ejercicio tradicional del mismo es relativamente reciente y se ha convertido en una opción -que podríamos denominar como revolucionaria- para facilitar los cambios sociales y mentales. Tanto es así que el siglo XX (que ha sido considerado: el siglo más violento de la historia49 ) no se puede entender sin la irrupción -de una manera muy clara en todos los órdenesde la no-violencia en todas las grandes luchas emancipatorias de la humanidad contemporánea: desde los movimientos de liberación de la mujer, pasando por la extensión de los derechos humanos a los sectores más desprotegidos y marginales, junto a las conquistas anticoloniales, la

46. Víd. GANDHI, Mahatma (1979) Todos los hombres son hermanos. Madrid, 126 y ss. 47. La bibliografía sobre las religiones y las corrientes filosóficas es muy abundante, pero véanse como referencia SALBIDEGOITIA, José María (1994) El esfuerzo humano por vivir en paz. Bilbao, 11-30; GARCIA, Víctor (1988) La sabiduría oriental. Madrid; o, PANIKKAR, Raimon (1993) Paz y desarme cultural. Santander. 48. La bibliografía en este aspecto está necesitada de más investigaciones empíricas, antropológicas, etnológicas e históricas, pero existen suficientes ejemplos en la literatura científica -víd. McCARTHY, Ronald y SHARP, Gene (1997) Nonviolent Action. A Research Guide. New York & London-, para pensar que muchos pueblos de la Tierra (como los Zo’é en el Amazonas o los Baya en Centroáfrica) practicaron y practican la no-violencia como sistema de vida y de relaciones de poder -cfr. también el concepto en este sentido de «sociedades pacíficas», en MELKO, Matthew (1984) Peaceful Societies, en LASZOL, Ervin y YOO, Jong Youl (eds.) World Encyclopedia of Peace, II, 268-270-. 49. Cfr.HOBSBAWN, Eric (1994) Age of Extremes. The Short Twentieth Century, 1914-1991. London [traducción como Historia del siglo XX. Barcelona, 1995].

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

327

edificación de la conciencia ecológica o los esfuerzos por la construcción de sociedades más pacíficas y tolerantes, entre otros. Esta universalidad de la no-violencia es testimonio de su extraordinaria compatibilidad, ductilidad y adaptabilidad a todas las exigencias políticas y sociales, al margen de las geografías, las culturas o los grupos que la utilicen. Pero, también hay que señalar que, aunque, en la Historia de la Paz, la No-violencia ha jugado un papel central, el conocimiento que se tiene de ésta es aún muy parcial e insatisfactorio. La elaboración historiográfica al respecto, la atención que se le ha prestado como fenómeno de construcción social o su propia difusión como teoría política constituyen un auténtico puzzle para el científico social, es decir, un sinfín de piezas que hay todavía que clasificar, ordenar y colocar para la construcción no sólo de la No-violencia como hito y proceso histórico, sino para encuadrarla en una particular Historia de la Paz, o en una Historia más general de la humanidad. El sentido metafórico de puzzle indica, por tanto, que tenemos bastantes fuentes, material y hechos para pensar que es posible abordar el montaje de una Historia de la No-violencia (esto al menos sería seguro en la época contemporánea), pero aún nos faltan datos para darle la continuidad espacial y temporal que intuimos que tiene, como asimismo, necesitamos más esfuerzo historiográfico tanto para descubrir la noviolencia dentro de los epifenómenos y procesos de la violencia, como un tratamiento más especializado para abordar las problemáticas específicas derivadas del estudio, análisis y alcance de la no-violencia en la historia. Sí podemos decir abiertamente que existe un claro déficit historiográfico, también podemos señalar que aunque la no-violencia es, hoy por hoy, muy conocida, entre otras cosas por ser sus técnicas muy utilizadas por los nuevos movimientos sociales (entre ellos el pacifismo), sin embargo, suele ser confundida demasiado habitualmente con formas políticas y sociales que indican o manifiestan altos grados de pasividad, debilidad o reformismo. Esto es, existen un buen número de tópicos y falseamientos en torno al concepto, su historia, su significación, qué actores la han utilizado, cuáles son sus limitaciones, etc., todo ello directamente asociado al proceso de banalización o, simplemente, de ignorancia intencionada que la hegemonía de ciertas escuelas sociales y políticas de conocimiento la han asociado con aquellos términos de pasividad, debilidad o reformismo. Nada más lejos de la realidad. La no-violencia ha implicado, siempre, un nivel de concienciación muy alto, un compromiso moral y ético muy

328

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

fuerte por la justicia, la renuncia expresa a la violencia para facilitar el entendimiento y la negociación, está considerada por quienes la utilizan como un arma de los fuertes de convicción y, apuesta por cambios revolucionarios, por giros significativos, pero no sólo en los sistemas y estructuras, sino muy especialmente en la mentalidad y la conciencia de los seres humanos. Por tanto, sea considerada como la «búsqueda de la verdad» (Gandhi); como la «fuerza de amar» (Luther King); como una «presión moral liberadora» (Helder Cámara); como una «manera activa de combatir el mal» (Lanza del Vasto); como una fuerza «más subversiva que los fusiles» (León Tolstoy); como «una forma de rebeldía permanente» (Aldo Capitini); como la «voluntad consciente de los hombres que han renunciado al empleo de la violencia para resolver los conflictos» (Norberto Bobbio); etc.;50 la no-violencia no sólo ha sido y es un método (cada vez más sofisticado y eficiente) de lucha activa y dinámica para transformar los conflictos, denunciar los niveles existentes de violencia o abordar cambios representativos en las sociedades;51 sino, también, una doctrina que está renovando -en ciertas escalas y niveles- filosófica y metodológicamente a otras disciplinas de conocimiento, tales como la historia, la teoría política, la sociología, la antropología o la religión, y también las llamadas ciencias experimentales. 52 Esto implica, en definitiva, una manera de abordar la construcción social y del conocimiento desde otras metodologías y perspectivas diferentes a las hegemónicas fundamentadas en la violencia, la supremacía o la imposición; y, por tanto, una apuesta por formas de cooperación, compromiso y negociación. Las cuales implican una visión de mayor confianza en el género humano; una concepción del conflicto más abierta, participativa y alternativa; la capacidad de compromiso renovado con la justicia; y la construcción de unas relaciones fundamen-

50. Se pueden consultar más definiciones en LARSON, Jeanne & MICHEELS-CYRUS, Madge (compiled) (1987) Nonviolence, en Seed of Peace. A Catalogue of Quotations. Philadelphia, 159-177. 51 Víd. PATFOORT, Pat (1992) Construire la nonviolenza. Per una pedagogia dei conflitti. Molfetta (BA). 52. La bibliografía es muy extensa, pero valga como botón de muestra dos libros en campos bien diversos: sobre las repercusiones «revolucionarias» de la no-violencia en la sociología se puede consultar a L’ABATE, Alberto (1990) Consenso, conflitto e mutamento sociale. Introduzione a una sociologia della nonviolenza. Milano; y en materia de filosofía de la ciencia (experimental) la visión de conjunto realizada por DRAGO, Antonino (1991) Le due opzioni. Una storia populare della scienza. Molfetta (BA).

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

329

tadas en la cultura de la paz, la redención y la reconciliación. Difícilmente, este elenco programático puede contemplarse como reglas para pasivos y pusilánimes. Por todo ello, lejos de identificarse con la debilidad, la apatía o el miedo frente a la violencia, el ejercicio de la no-violencia implica intervenir de una manera activa e imaginativa en los conflictos, envolverse y mezclarse con la violencia para contrarrestarla, y presentar alternativas pacíficas para resolver dificultades y controversias. Así, para los noviolentos, se trata de una parte, de una decisión ética y racional, en la que los grupos o los individuos renuncian expresamente a la violencia, porque están convencidos de ello o porque en su análisis de las ventajas y desventajas llegan a la conclusión de que la no-violencia acarreará más beneficios para evitar una escalada negativa del conflicto. En el caso de la primera opción, se trata de una ética de la convicción (gandhiana) asentada sobre fuertes certezas, seguridades y convicciones, muy firme, estable y duradera; en el segundo caso, se trata de una opción racional y pragmática que podría verse torcida si cambian las circunstancias de partida. Adoptada la decisión, la acción no-violenta debe estar siempre orientada a la optimización de todos los medios disponibles y vinculada a formas creativas y sugestivas de movilización de recursos, en cuyo amplísimo abanico de posibilidades está desde la negociación, el arbitraje, la agitación, la demostración, el ultimátum, la huelga, el boicot o el ayuno; hasta la objeción fiscal, la no colaboración, la desobediencia civil, el gobierno paralelo, etc. La posibilidad real y la potencialidad política de estas formas de acción colectiva dan un fuerte protagonismo a sectores y grupos sociales generalmente marginados (mujeres, indígenas, harijans, pacifistas, etc.) de la actividad pública y de las formas tradicionales del poder, pero también han reforzado las acciones de los ciudadanos de clase media en las luchas urbanas o en la extensión de la ciudadanía. Se ha sugerido, no sin razón, que la no-violencia ha generado nuevas formas de poder popular.53 No se trata sin embargo, de un arma de los débiles, sino de demostraciones de fuerza diferentes a las tradicionales. Unas formas de poder positivo con capacidad de obtener de los otros el comportamiento deseable, de transformar la voluntad de los adversarios sin necesidad de recurrir a la violencia, aunque sí a muchas formas de fuerza y energía que obtienen

53. Cfr. SHARP, Gene (1973) Politics of non-violent action,, Boston, 3 vols.

330

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

331

resultados positivos gracias a la persistencia de las acciones, al valor del número o la espectacularidad de aquéllas. Tanto porque son actos fundamentados en comportamientos éticos y racionales, así como porque requieren de una importante disciplina y autocontrol, la no-violencia suele ser un proceso individual y colectivo muy interiorizado, al que se llega tras un largo debate interno y social, y no por un transcurso espontáneo o más o menos natural. Debate (formación, aprendizaje, experimentación, etc.) al que suele ayudar a decantarse, especialmente para muchos ciudadanos, si existe un fuerte liderazgo, un modelo a seguir, una persona o personas que hacen de influenciadores o facilitadores,54 o también existen grupos, partidos, sindicatos o comunas que hacen esa función.55 Los cuales, unos u otros, puede marcar el camino ante las dudas y vacilaciones. Pero, al contrario que la violencia, no vale sólo su capacidad mimética, sino un aprendizaje y un entrenamiento previo que, históricamente considerado, nunca ha resultado infranqueable allí donde se ha pretendido utilizar. En cuanto a su historia más reciente, muchas de las formas de pacifismo de las que hemos hablado se han alimentado de las doctrinas de la noviolencia: diálogo y persuasión, coherencia entre medios y fines, abstención unilateral de la violencia, sentimientos y valores de paz y concordia, etc. Pero ha sido, especialmente, durante el siglo XX en el que se ha producido un auténtico despertar de la no-violencia, porque no ha existido

hecho destacable de cambio y transformación social y política (decisivo para la humanidad) en el que no haya estado presente. Bien sea en la lucha por la emancipación colonial, en la pugna contra los regímenes dictatoriales y totalitarios, en la apuesta por la expansión de los derechos y libertades democráticas, o en la adopción de nuevos paradigmas y políticas alternativas a las dominantes. Cuatro áreas o campos muy interconectados que han tenido como elemento común el hilo conductor de la no-violencia como instrumento de soberanía de la voluntad humana. Veamos: en cuanto a su presencia en la lucha contra la dominación colonial:56 el caso más paradigmático ha sido el de la comunidad indiana, en primer lugar en Sudáfrica (1906-1914) y posteriormente por la independencia de la India del dominio británico (1915-1947).57 Y, aunque de ambos fue protagonista e iniciador el Mahatma Gandhi, no cabe duda que la respuesta masiva a sus llamamientos implicaba toda una urdimbre política en torno a la no-violencia y todas sus técnicas en un país especialmente complejo por su variedad de castas, lenguas, culturas, religiones y etnias. Las formas de desobediencia civil organizada y de no-colaboración específica en grado de masas marcaría ejemplarmente para el futuro las enormes posibilidades de la política de la no-violencia en este campo de la emancipación.58 Si bien es cierto que en otros procesos de descolonización la noviolencia convivió con acciones violentas o grupos guerrilleros revolucionarios, no es menos cierto que en cualquiera de los casos que se ilustre

54. Los casos más notorios son los del Mahatma Gandhi y Martin Luther King, pero no son ni mucho menos los únicos, cabe añadir a: Badshan Khan, Dorothy Day, Nelson Mandela, Aldo Capitini, César Chávez, Petra Kelly, Aung San Suu Kyi, Chico Mendes, etc. En este sentido para una teoría del liderazgo amoldada a lo que señalamos nos hemos basado en GADNER, Howard y LASKIN, Emma (1998) Martin Luther King, hijo: ejercer el liderazgo en un entorno en rápido cambio, en Mentes líderes. Una anatomía del liderazgo. Barcelona, 267-289; GADNER, Howard (1998) Mahatma Gandhi: un dominio sobre los demás, en Mentes creativas. Una anatomía de la creatividad. Barcelona, 333-376; y, del mismo autor (1999) El influenciador: el caso de Gandhi, en Mentes extraordinarias. Cuatro retratos para descubrir nuestra propia excepcionalidad. Barcelona, 132-154. 55. Estos son los casos de la Comunidad del Arca para la realización de un trabajo a pequeña escala; o el Die Grünen (partido de los verdes alemanes) para prácticas y acciones de masas. Víd. LANZA DEL VASTO (1988) El Arca tenía por vela una viña. Salamanca, o DRAGO, Tonino (1997) Atti di vita interiore ovvero l’approfondimento nonviolento del nostro patrimonio di fede. Torre dei Nolfi, ambos para el primer caso; y, KELLY, Petra K. (1992) Pensar con el corazón. Textos para una política sincera. Barcelona, para el segundo.

56. No conviene olvidar que el primer proceso importante de emancipación colonial -en la época contemporánea-, correspondió a las Trece Colonias norteamericanas, en cuyos acontecimientos jugó un papel muy destacado las formas de resistencia y desobediencia no-violentas. Asimismo, se puede decir lo mismo de los movimientos nacionalistas como el húngaro o el italiano a caballo entre la primera y la segunda mitad del siglo XIX, tal y como ha podido demostrar SHARP, Gene (1973) Politics of Non-violent Action. Boston, volumen I. 57. La bibliografía sobre la experiencia india de emancipación colonial es abundantísima, pero una obrita que sabe recoger y combinar la importancia de descolonización y no-violencia se puede ver en PUCHEPADASS, Jacques (1976) La India del siglo XX. Madrid, 114-145. 58. Como demuestra Giuliano PONTARA, en un magnífico trabajo introductorio sobre la producción gandhiana, y no sólo la no-violencia liberaba del dominio colonial, sino que tenía mayores proyecciones -no sólo políticas-,sino sociales y culturales, en «Il pensiero etico-politico di Gandhi», en GANDHI, M.K. (1996) Teoria e pratica della non-violenza. Torino. Para las repercusiones económicas de los postulados gandhianos en DIWAN, Romesh y LUTZ, Mark (1985) Essays in Gandhian Economics. New Delhi.

332

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

el uso de sus técnicas fueron una condición sine qua non para culminar con éxito los procesos emprendidos. Tanto en África, como en Asia, durante las décadas del sesenta y setenta los movimientos populares, nacionales y descolonizadores se fundamentaron en morfologías de la protesta no-violenta, otra cuestión es que la hegemonía y liderazgo de los partidos únicos o de los frentes de liberación (de ideología marxista o populista) desdibujaran completamente este origen y el fundamento teórico sobre el que se basaba la naturaleza de la resistencia y la desobediencia a las autoridades coloniales. Desde la India (1947), hasta Timor Oriental (1999), pasando por la más polémica Intifada palestina,59 toda lucha de liberación nacional ha tenido que beber de la fuente doctrinal de la teoría política de la no-violencia.60 También ha destacado la no-violencia por lalucha contra los regímenes dictatoriales y totalitarios: éstas son, posiblemente y con diferencia, algunas de las etapas más duras y dolorosas de la acción no-violenta, pues este tipo de gobiernos no suelen tener escrúpulos a la hora de cometer todo tipo de desmanes, atropellos y atrocidades contra los que se atreven a desobedecer, resistirse o solicitar la restitución de las libertades y derechos democráticos. Y, aunque, las metodologías de la «presión moral liberadora» no cambian sustancialmente con respecto a otras situaciones, no es menos cierto que se hacen necesarias ciertas variaciones como el trabajo en pequeñas células o grupos, una innegable clandestinidad, la máxima de las atenciones para evitar sistemas de represalias inútiles, o barajar con la mayor de las cautelas una acción de masas porque un fracaso puede conducir a una situación manifiestamente más violenta que la de partida.

59. La he señalado con el calificativo de «polémica» por cuanto no existe unanimidad entre los especialistas al calificar la Intifada como una campaña típicamente no-violenta, aunque sí tiene algunos rasgos comunes a ésta: resistencia al «mal», desobediencia civil, no-cooperación, boicot, etc. Precisamente, llegamos a la conclusión de que su estudio teórico es de mucho interés, porque se mueve en un terreno ambiguo y movedizo en la práctica: mediante el uso de la violencia de una forma moderada, limitada y calculada; y, porque estaba protagonizada por actores muy singulares: fundamentalmente niños. Cfr. GALTUNG, Johan (1989) Palestina-Israele. Una solucione nonviolenta?, Milano y AWAD, Mubarak E. (1989) Resistenza nonviolenta: una strategia per i territori palestinesi occupati, en SALIO, Giovanni I movimenti per la pace III. Una prospettiva mondiale. Torino, 165-176. 60. Víd. sobre las fuentes y la naturaleza de estas luchas no-violentas a RANDLE, Michael (1998) Resistencia civil. La ciudadanía ante las arbitrariedades de los gobiernos.Barcelona.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

333

Una de las etapas más interesantes, en este sentido, se desarrolló durante la ocupación militar de Europa por los regímenes nazi y fascista de Alemania e Italia. Son conocidos los esfuerzos de los enseñantes noruegos contra la nazificación emprendida en las escuelas por su gobierno colaboracionista (1942). La no-cooperación de los daneses con los funcionarios nazis para hacer más dificultosa la persecución de la comunidad de judíos (1943). Esto mismo ocurrió en Bulgaria (1942-44). O, los actos de rebeldía de los universitarios dirigidos por Aldo Capitini en Italia (1944). 61 Tras la guerra mundial, especialmente en la Europa del Este, la Europa comunista, los casos de la República Democrática de Alemania (1953), Hungría (1956-57) y Checoslovaquia (1968) marcaron hitos importantes para el futuro, fueron las primeras huelgas generales y boicots en un régimen de socialismo real en el que no sólo se movilizaron obreros, sino estudiantes, amas de casa e, incluso, funcionarios descontentos con las formas esclerotizadas y sovietizadas alcanzadas. También resultó de vital importancia para estos movimientos de masas no-violentos el difícil juego de los equilibrios de la guerra fría, así como la presión de la opinión pública internacional, lo que hizo fracasar políticamente los levantamientos, pero a cambio de demostrar la gran debilidad ideológica del estalinismo sobre el que se sustentaba el poder soviético.62 Años después, en la Polonia de la década de los ochenta el sindicalismo libre de Solidarnosc supo combinar la acción de masas sindical, con la movilización espiritual católica y el descontento de otros sectores urbanos. Un movimiento que, aunque surgió mal organizado, pronto adquirió una gran fuerza no sólo por las robustas convicciones religiosas de sus líderes (como Lech Walesa), sino muy especialmente por el eco y el apoyo internacional occidental recibido desde el primer momento. Pero, indudablemente, la estrategia no-violenta no hubiera tenido tanto éxito si no se hubiera sabido combinar con apelaciones históricas nostálgicas y un programa suficientemente amplio de ideales democráticos y nacionalistas

61. Víd. SKODVIN, Magne (1979) Resistenza nonviolenta in Norvegia sotto l’occupazione Tedesca, Torino; BENNET, J. (1979) La resistenza contro l’occupazione Tedesca in Dinamarca.Torino y CAPITINI, Aldo (1966) Antifascismo fra i giovani. Trapani. Y la obra más general, abarcando más experiencias y países en SÉMELIN, Jaques (1993) Senz’armi di fronte a Hitler. La Resistenza civile in Europa, 1939-1943. Torino. 62. Víd. EBERT, T. (1984) Resistenza nonviolenta contro regimi stalinisti?, en La difesa popolare nonviolenta: un alternativa democratica alla difesa militare. Torino, 96126 y SHARP, Gene, op. cit.

334

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

335

(o antisoviéticos). La cuestión polaca ayudó a precipitar el derrumbe de los regímenes comunistas, porque tal experiencia alimentó esperanzas en viejos grupos políticos de disidentes y jóvenes generaciones ansiosas de cambios sociales. El año 1989, supuso el mayor despliegue de masas que de una manera más o menos espontánea ocupó embajadas extranjeras buscando un visado; cruzó las fronteras en dirección a Occidente; o, simplemente, comenzó a resistirse o a desobedecer órdenes de sus gobiernos. El desconcierto generalizado, posiblemente, podría haberse restituido con medidas de fuerte represión, pero ello no hubiera hecho sino deslegitimar aún más las reformas emprendidas (glasnost y perestroika) por Moscú. Sin duda jugó un papel importante la experiencia organizativa de la disidencia, la creciente resonancia de los derechos humanos en la población civil, la presión de Occidente y la ineficacia gubernamental. El resultado fue que la caída del telón de acero se hizo de la manera menos esperada: con actos de desobediencia, de resistencia, de no-colaboración y de boicot, es decir, mediante acciones no-violentas.63 Al calor de los acontecimientos europeos, importantes y dinámicos sectores de la disidencia china intentaron minar las bases del poder totalitario y desafiar a las autoridades del comunismo chino. Tian’an Men, sin embargo, no contó con los suficientes apoyos internacionales, ni los sectores sociales e intelectuales que sostuvieron las concentraciones de estudiantes habían hecho un trabajo previo de concienciación en la noviolencia y los derechos humanos. Y, aunque esto implicó algunos errores de cálculo, ello no significó improvisación; sin embargo la responsabilidad (criminal) sólo compitió al gobierno que, desconcertado, hubo de cambiar a las tropas que se habían negado a disparar contra la multitud, por otras procedentes de origen mongol. La abyecta represión que se abrió, tras 1989, ha acabado demostrando que Tian’an Men se ha convertido en un hito insustituible en la defensa de los valores democráticos, no sólo en China, sino en todo el mundo.64 En otras geografías y dictaduras, como en Latinoamérica, los movimientos sociales que se han apoyado en metodologías no-violentas han causado una destacada solidaridad internacional. Su trabajo se ha sostenido

en la reivindicación de las libertades y en la defensa de los derechos humanos, una labor en muchas ocasiones callada, concienzuda y constante. La cuestión de los desaparecidos, entendida desde la no-violencia como una lucha por la recuperación de la memoria de las víctimas, por la búsqueda de la verdad y de la justicia, por evitar la impunidad ética y política y por construir una reconciliación sobre bases duraderas y sostenibles ha centrado buena parte del quehacer de asociaciones como el «Servicio de Paz y Justicia», la agrupación de «Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo» o las «Brigadas Internacionales para la Paz».65 Asimismo, el caso de Filipinas ha constituido un ejemplo histórico de activismo noviolento contra la dictadura de Ferdinand Marcos. Tanto las acciones previas desde el exilio de Benigno Aquino, como posteriormente el liderazgo ejercido por su viuda, Corazón Aquino, atrajeron hacia la noviolencia a grandes masas que demostraron una gran capacidad de disciplina para derribar ordenadamente una dictadura con varias décadas de vida. Este hecho modélico se ha denominado por la historiografía de la no-violencia como el poder del pueblo, es decir, la transformación política radical de unas masas que, durante la dictadura, estaban habituadas a comportamientos pasivos, obedientes y desmovilizados. Ese proceso de derribo de la dictadura y de andadura hacia la democratización del país se hizo a través de las consignas y acciones no-violentas, así como de las actividades de los agentes sociales (asociaciones políticas, agrupaciones de vecinos, iglesias católica y protestante, etc.) que apostaron por una dirección no-violenta del cambio.66 Otra de las manifestaciones de la no-violencia de masas fue la reivindicación de derechos y libertades: la lucha por el reconocimiento de derechos civiles y políticos se manifestó, ya, durante la etapa gandhiana en el programa de apoyo a los Harijan (Hijos de Dios), aunque existieron precedentes importantes entre los grupos de cuáqueros que lideraron la abolición de la tenencia y mercado de esclavos; entre los movimientos feministas en su lucha por la obtención del voto y la igualdad civil; entre figuras como Tolstoy en su apoyo por la libertad religiosa de los dukjovores en la Rusia zarista; la de los grupos de objeción de conciencia contra la

63. Cfr. AA.VV. (1987) «Rivolte operaie, colpo di stato e resistenza nonviolenta in Polonia. Dalle lotte di Danzica ad oggi», en I Quaderni della Difesa Popolare Nonviolenta, 13, Padova. 64. Cfr. AA.VV. (1997) Il puzzle della nonviolenza.Padova, 73-79.

65. Víd. SALIO, Giovanni (1989) I movimenti per la pace. III Una prospettiva mondiale.Torino, 203-225. 66. Cfr. GOSS-MAYR, Jean e Hildegard (1997) Come i nemici diventano amici. Insieme per la nonviolenza, la giustizia e la reconciliazione. Bologna, 174-204.

336

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

guerra y su flagelo; o años más tarde, con grupos católicos liderados por Dorothy Day o grupos sindicales de origen chicano por César Chávez.67 Sin embargo, las más conocidas campañas por la obtención de los derechos civiles se fraguaron en Estados Unidos en los años 50 y 60, bajo el liderazgo del ministro baptista Martin Luther King y de una serie de organizaciones muy activas (la Asociación Nacional para la Promoción de la Gente de Color, el Congreso para la Igualdad Racial o el Comité Estudiantil de Coordinación No violenta) entroncadas con movimientos religiosos (La Conferencia de Líderes Cristianos del Sur o la Alianza de Ministros Baptistas) y ramificaciones y expresiones muy singulares de la cultura afroamericana. Desde el boicot a los autobuses de Montgomery en Alabama, a las campañas en otros estados del Sur por la integración en el sistema escolar, la obtención del voto, las políticas de incorporación de la comunidad negra a servicios sociales y asistenciales, etc. consiguieron en sólo una década más que los cien años que habían transcurrido desde el final de la guerra civil. Y, aunque en estas acciones no dejó de haber violencia institucional, racial y revolucionaria, y ciertos grupos basados en éstas nacieron o se consolidaron (p.e. el Black Power o el Ku-Klus-Klan), resultan innegables los efectos políticos y psicológicos conmovedores que cada una de las campañas realizadas por las cohortes de activistas no-violentos acabaron produciendo entre la población. La propia Marcha sobre Washington (agosto de 1963) marcaría el punto simbólico e histórico de no retorno del pacifismo no-violento, un hito que como la Marcha de la Sal de Gandhi, la Plaza de Tian’an Men, o la Caída del Muro de Berlín son contribuciones de la historia de la no-violencia a la historia general de la humanidad. Son signos, figuras e imágenes asociadas a grandes cambios y paradigmas,

67. Víd. para el caso de los quáqueros a BROCK, Peter (1981) The Roots of War Resistance. Pacifism from the Early Church to Tolstoy. New York, pp. 72 y ss.; para los movimientos feministas a McALLISTER, Pam (ed.) (1982) Reweaving The Web of Live. Feminism and Nonviolence. Baltimore; acerca de Tolstoy y este grupo religioso en TOLSTOY, León (1998) Doukhobors, enObjeciones contra la guerra y el militarismo.Murcia, 17-23; sobre la objeción de conciencia en FRONSAC, H.- CLÉMENT, M.- RÉGAMEY, P. (1964) No-violencia y objeción de conciencia. Barcelona, y LEMKE-SANTANGELO, Gretchen (1989) The Radical Conscientious Objectors of World War II: Wartime Experience and Postwar Activism, en Radical History Review, 45, 5-29; y, en cuanto a los líderes sindicales puede consultarse McNEAL, Patricia (1992) Harder than War. Catholic Peacemaking in Twentieth-Century America. New Jersey.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

337

son escenarios que sintetizan importantes puntos de inflexión del devenir humano, en los que las expresiones de voluntad, racionalidad, libre albedrío y libertad apuestan por una construcción pacífica del futuro. La virtud del trabajo no-violento en los Estados Unidos, por parte de la población de color, resultó más efectiva de lo esperado: el problema negro se dio a conocer en todo el Planeta, los medios de comunicación transmitieron muchas de las consignas y discursos que dejaron ver con toda nitidez la violencia estructural y física que sufría una comunidad minoritaria en el país que se sentía orgulloso de ser una de las democracias más viejas del globo. Pero, sobre todo, se vislumbraba la realización o su comienzo- del objeto central de la no-violencia como estrategia política: el principio de la liberación comenzaba por la participación democrática, por la toma de conciencia y por el ejercicio del poder ciudadano, ese había sido uno de los grandes logros, porque la política alimentaría el resto de los espacios de poder.68 Como en los Estados Unidos de los años sesenta, en otros muchos países se han realizado campañas de reivindicación de derechos y libertades. Una de las más significativas en las últimas décadas han sido las luchas masivas y exitosas de naturaleza no-violenta en Sudáfrica. El esfuerzo contra el sistema del apartheid requirió una mayor movilización y continuidad, además de un apoyo firme y presión de las opiniones públicas y las ciudadanías de terceros países -especialmente de Europa occidental y de los Estados Unidos de Norteamérica-, pero con resultados francamente positivos. Pero, si esta forma de liberación política ha sido muy clara para la ampliación de libertades y reconocimientos de minorías -o mayorías- marginadas por cuestiones de raza, también lo está siendo -desde hace tiempo- para otros colectivos o grupos sociales cuyas reivindicaciones están siempre en la ampliación de las fronteras limitativas de conceptos como la ciudadanía, la igualdad y la justicia: grupos étnicos, indígenas, campesinos, homosexuales, discapacitados, mujeres, insumisos, etc. Es en estos campos donde la filosofía de la no-violencia se entrecruza con la teoría de los derechos humanos, y donde las acciones

68. La bibliografía resulta amplísima, pero para las cuestiones que hemos mantenido como ideas fuerza se puede ver BLUMBERG, Rhoda Lois (1988) Los derechos civiles. La lucha por la libertad en la década de 1960. Buenos Aires; LENZ, R. (1990) Symbols, the News Magazines, and Martin Luther King, Baton Rouge; GARROW, D. (1986) Bearing the Cross: Martin Luther King, Jr., and the Southern Christian Leadership Conference. New York.

338

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

y campañas de desobediencia, boicot o desaprobación a los sistemas políticos, económicos y sociales imperantes buscan -en una lucha desde dentro de los mismos- ensanchar la capacidad y potencialidad de la democracia; el reparto equitativo de recursos, bienes y riquezas; el reconocimiento de la diferencia, etc. Actúan como auténticos grupos de presión, desigualmente organizados y no siempre coincidentes en sus fines programáticos. Por último, otro de los ámbitos donde las acciones y las conductas de la no-violencia se han desarrollado, en los últimos tiempos, han sido en el sostenimiento de políticas alternativas: tales como una nueva cultura para la construcción de la paz; una educación fundamentada en un sistema de valores democráticos y sostenibles; en la crítica a modelos energéticos no renovables o altamente peligrosos para las generaciones presentes y futuras (incluida la energía nuclear); en una defensa del medio ambiente; en un uso más racional de nuestra relación con la naturaleza (entre otras con formas como el vegetarianismo); en la incorporación de la ética a la experimentación con animales; en modelos de defensa completamente diferentes a los actuales (defensa popular no-violenta); así como a todas las campañas humanitarias que se han basado en una extensión seria y real de los derechos humanos (contra la tortura y la pena de muerte; por la restitución de la justicia en situaciones de violaciones sistemáticas; por el apoyo a las mujeres en zonas de conflictos; por el amparo a los refugiados; por las campañas sanitarias y alimentarias en países necesitados, etc.). Algunas de estas reivindicaciones son viejas y tienen años de maestría y experiencia sobre las espaldas de muchos activistas y teóricos de la no-violencia. Tan sólo expondré algunos ejemplos para ilustrar cómo desde muchos campos y geografías ha existido y existe un trabajo constante de difusión, cimentación y experimentación: la lucha por la integración de los marginados, por restarle terreno a las mafias de la droga, por cargar de orgullo a grupos de desheredados comenzó, allá por los años 50, en Sicilia a cargo de Danilo Dolci. Asimismo, la dedicación sindical y el trabajo no-violento en los barrios de trabajadores, en Turín, se debió al abogado Domenico Sereno Regis. La lucha por la modificación de las leyes sobre la objeción de conciencia al servicio militar y contra un modelo de defensa basado en el despliegue del armamentismo nuclear se dio, en esa misma década, con Aldo Capitini y su grupo de Perugia. La cuestión de la defensa popular no-violenta (con antecedentes serios en los años treinta) se revitalizó con profesores muy comprometidos que han dedicado décadas a demostrar la sostenibilidad y eficiencia de la

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

339

misma, tales son Ebert, Drago, Sémelin, por citar sólo algunos. El estudio y resonancia dado a la cultura de la paz y la difusión de la no-violencia se han acabado popularizado por personas como los matrimonios Boulding o Goss-Mayr, o por profesores como Galtung, Lederach, Pontara, Salio, Martirani o L’Abate; los cuales han permitido ensanchar progresivamente el campo teórico de la no-violencia: a la resolución pacífica de conflictos, a la psicología, la sociología, la ética, la geografía, la pedagogía, etc. Igualmente, la difusión de formas organizativas de base, con técnicas de lucha no-violenta o con modelos de gestión democráticos y muy participativos, permitieron la difusión de las organizaciones no gubernamentales en el terreno de la ecología, los derechos humanos y la acción humanitaria. Muchas de las cuales han sido reconocidas institucionalmente por Naciones Unidas para el trabajo de sus comisiones, para la elaboración de informes o para la difusión de campañas de la propia organización.69 En algunos casos, el prestigio adquirido en las últimas décadas ha estado recompensado internacionalmente.70 Pues bien, estas nuevas formas de diplomacia popular no-violenta o de presencia real y física de las Ong’s en los lugares de conflicto, paliando, gestionando o resolviendo las primeras necesidades de poblaciones desplazadas, perseguidas o sufrientes en catástrofes naturales o en conflictos bélicos han acabado por tener un peso específico y un poder de transformación de realidades, todavía, difícil de evaluar y con un enorme potencial si se sabe encauzar convenientemente esa capacidad. También, en este terreno de la diplomacia, la no-violencia, está aportando nuevas metas para la resolución de conflictos o para la reconstrucción de tejidos sociales destrozados por guerras: el trabajo de los peacemakers y peacebuilder (los nuevos satyagrahi de la sociedad civil internacional) en el campo de la reconciliación son sólo una muestra de su potencialidad.71 Cabe pensar que, la no-violencia seguirá teniendo un gran poder cultural y social en las próximas décadas. Su capacidad para desenmascarar

69. Víd. RIDDELL-DIXON, Elizabeth (1995) Los movimientos sociales y las Naciones Unidas, en Revista Internacional de Ciencias Sociales, 144, Paris, 321-335. 70. Casos de Amnistía Internacional (1977), Campaña contra las minas antipersonales (1997) y Médicos Sin Fronteras (1998) con la concesión del Premio Nobel de la Paz. 71. Víd SHARONI, Simona (1997) La Logica della pace. La transformazione dei conflitti dal basso. Torino, 47 y ss.

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

340

las más diversas formas de violencia, para resaltar las injusticias y para levantar simpatías han estado demostradas como realidades históricas. Asimismo, para todas las formas y expresiones del pacifismo, la noviolencia ha supuesto una renovación teórica, metodológica y epistemológica muy considerable. También, ha permitido legar una importante contribución a la permanente construcción de la ciudadanía, no sólo a la teorización, sino muy singularmente a su ejercicio. Igualmente ha mantenido viva la teoría política más elemental sobre los cimientos en los que se sostiene todo poder, arrinconada por el realismo maquiavélico y hobbesiano, sin caer en falsos idealismos o utopismos, ha vuelvo a poner en su sitio a los teóricos que antaño u hogaño han hablado del empoderamiento de los ciudadanos frente a las tiranías y malos gobiernos.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

341

La utilización de la energía atómica con fines bélicos señaló el punto de inflexión más importante y grave para la inseguridad de la Humanidad. Fue el acontecimiento que marcaría no sólo el eje del enfrentamiento bipolar en las relaciones internacionales (ocultando muchas otras problemáticas y tendencias), sino que acabaría impregnando el grueso de las acciones, el debate y la construcción teórica de los pacifismos en el período denominado de guerra fría. Sobre esta nueva realidad estructurante, el pacifismo de postguerra articuló sus dos pilares de acción en torno al desarme nuclear y la suspensión de los experimentos nucleares. Esto no quiere decir que otros muchos temas, conflictos y problemas (guerra de Corea y, sobre todo, del Vietnam; emancipación colonial y guerras nacionales; relaciones Norte-Sur; expansión de los derechos humanos; armamentismo convencional; etc.) no fuesen debidamente abordados, sino que la propia naturaleza del poder nuclear y la posibilidad potencial de su utilización empeñarían todas las energías de los movimientos sociales y organizaciones del pacifismo postbélico. 72 Este tipo de pacifismo de masas se desarrolló, especialmente, en los Estados Unidos de América, algunos países de la Commonwealth (espe-

cialmente, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, además del Reino Unido), la Europa continental y el Japón, con grandes especificidades y peculiaridades nacionales: unas ligadas a la posición geopolítica del país, otras por su pertenencia a una alianza militar, otras a su condición de liderazgo, en otras, en fin, por su nueva disposición pacifista tras experimentar el holocausto atómico. Pero también existieron elementos comunes, desde sus propios inicios: impedir el constante rearme nuclear (abundaron los movimientos de congelación, freeze) y denunciar la estrategia defensiva basada en la disuasión nuclear que podría llevar, en la práctica, a una destrucción mutua asegurada. Quizá en ningún momento histórico como aquellos años de la guerra fría, los fundamentos sobre los que se construyó la paz y la seguridad internacionales rozaron el más puro de los absurdos. Dado que no sólo fue necesario un gasto descomunal por parte de ambos bandos, política, ideológica y económicamente, enfrentados; gastos en proyectos tecnológicos destructivos, en sistemas de espionaje y contraespionaje complejísimos y costosísimos, en mantener zonas de conflicto para su control geopolítico, etc.; sino la construcción, almacenaje y posterior destrucción de aquellas armas fabricadas acabó constituyendo un problema ecológico que afectará a muchas generaciones en el futuro. Durante el largo período de la guerra fría se podrían distinguir, al menos, tres etapas en el pacifismo antinuclear: la fase de «tensión creciente» entre las superpotencias, entre 1945 y 1963; el lapso posterior de «coexistencia pacífica» en las relaciones internacionales y de abatimiento temporal del movimiento antinuclear entre 1963 y 1974; y, por último, la etapa de «renacimiento» nuclear con la modernización de la flota de euromisiles y la política de la Iniciativa de Defensa Estratégica, entre 1975 y 1988, en la que el pacifismo adquiere sus mayores cotas de debate y acción. 73 La primera época estuvo protagonizada, especialmente, por la toma de conciencia de muchos científicos, intelectuales y profesionales sobre los enormes peligros de la utilización de la energía nuclear con fines bélicos. Los cuales, desde los ámbitos académicos, públicos o privados, denunciaron las políticas gubernativas e iniciaron una labor de contestación que pronto dio sus frutos en movilizaciones de masas. Desde fines

72. Víd. RODRÍGUEZ MOJÓN, Marisa (1987) La movilización pacifista en Europa occidental a partir de 1945: rasgos principales, en Revista Internacional de Sociología, Madrid, 45, 369-376.

73. Puede haber alguna variación en las fechas elegidas para marcar las diferentes etapas, aunque la mayor parte de los autores coinciden. Hemos tomado las mismas de DIODATO, Roberto (1995) Pacifismo. Storia dei Movimenti e delle Idee. Milano.

5.

EL PACIFISMO ANTINUCLEAR

342

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

de los años 40, hasta toda la década del 50, la cuestión nuclear estuvo centrada en el conocimiento de la verdad nuclear, una discordia protagonizada por las agencias gubernamentales de energía que negaban, ocultaban o tergiversaban la información a la opinión pública sobre los riesgos, los accidentes o las consecuencias de la utilización de esa energía. Frente a estas agencias (como la Atomic Energy Commission), científicos y asociaciones profesionales (sobre todo médicas) independientes, elaboraron contrainformes, emitieron comunicados de alarma y denuncia o descubrieron asignaciones presupuestarias, actividades fraudulentas o experimentos peligrosos que, sistemáticamente, quedaban bajo la agenda oculta de los gobiernos. Enormes partidas presupuestarias (desde el propio Proyecto Manhattan), así como pruebas nucleares secretas no siempre culminadas con éxito (Los Álamos, 1950; Nevada, 1951; Yucca Flats, 1952; islas Marshall, 1954; Troya, Albany, Windscale, etc.) estaban siendo ocultadas o negadas a los ciudadanos, por mor, de la seguridad nacional.74 Pues bien, esta primera labor de las agencias (como la British Association for the Advancement of Science, la European Physical Society, etc.), y las publicaciones independientes (como el Bulletin of the Atomic Scientists), así como de campañas de concienciación y de movimientos profesionales (la Medical Campaign Against Nuclear Weapons, The Union of Concerned Scientists o el movimiento Pugwash75 ), tuvo una gran importancia a medio y largo plazo para legitimar y abalar el trabajo que realizarían los movimientos sociales por la paz en Occidente. Las tímidas acciones ciudadanas de principios de los años 50 culminaron con grandes campañas perfectamente organizadas de redes de cooperantes, asociaciones con conexiones transnacionales y un notable grado de concienciación sobre la envergadura del problema. Las protestas de laPeace Pledge Union, la incorporación y protagonismo de las mujeres en las reivindicaciones organizadas por la National Council for Abolition of Weapon Tests, o las más tardías (a partir de 1958) empresas inglesas de la Campaign for Nuclear Desarmament (que planteó con toda seriedad el desarme unilateral), sería el principio de una retícula tupida de movimientos que adquirirían un gran protagonismo social en los años setenta y, sobre todo, ochenta.

74. Víd. más detalles en GRASA, Rafael (1984) Los movimientos pacifistas en la era nuclear: en pie de paz por la supervivencia, en Mientras Tanto, 18, 21-48 (especialmente pp. 25-36). 75. El movimiento Pugwash recibiría el Premio Nobel de la Paz en 1995.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

343

Durante la denominada etapa de la coexistencia pacífica, comenzada tras la crisis de los misiles cubanos (1963) y hasta la instalación de los ‘euromisiles’ Cruise y Persing II (1979), la tensión bipolar se vio considerablemente reducida. Durante esa fase se desarrollaron algunos acuerdos parciales sobre limitación de pruebas nucleares estipulados entre la URSS, Gran Bretaña y Estados Unidos (1963); ese mismo año se creó el teléfono rojo o la «hot line»; se firmó el Tratado del Espacio Exterior (1963); o el Acuerdo de Tlatelolco (sobre prohibición de armas nucleares en América Latina, 1967); y el más representativo Tratado de No Proliferación Nuclear (1968);76 asimismo, se prohibió la instalación o destrucción masiva de armas de esta naturaleza en suelo o subsuelo oceánico (1971) y se iniciaron (1969) y se culminaron los acuerdos SALT I (1972) sobre la limitación de armas estratégicas (singularmente los proyectiles lanzados desde submarinos) que acabarían prolongándose hasta 1985.77 En realidad, aunque fueron avances significativos en sí mismos puesto que permitieron distender ciertas coyunturas y mantener vivas las conversaciones y el diálogo, resultaron insuficientes y, hasta, esperpénticas78 para la nueva sociedad civil concienciada con el peligro nuclear. Máxime cuando -junto a este proceso de distensión-, en otros escenarios las superpotencias o sus aliados se disputaban costosísimas batallas humanas, estratégicas y materiales, como en Vietnam, las guerrillas en América Latina y África, etc. Esta doble moral acabó por ser inso-

76. Este Tratado venía, sin embargo, a reafirmar el poderío de las superpotencias porque de alguna forma se juramentaban a no proporcionar a otros países la ayuda para que éstos nunca se convirtieran en potencias nucleares. Era como crear un club jerarquizado al que se invitaban a adherirse a todos los demás países. La polémica estuvo servida: Francia y China se negaron a firmarlo, y otros países solicitaron de las superpotencias otro sistema de seguridad internacional más serio y riguroso que el proyectado hasta la fecha. Asimismo, países como Sudáfrica, Israel, Pakistán o India siguieron su carrera nuclear particular; y aunque hacia 1980 lo habían firmado 114 países, también es cierto que por esas mismas fechas existían más de 300 reactores nucleares en el mundo, algunos de ellos capaces de producir el plutonio suficiente para fabricar bombas. Cfr. CALVOCORESI, Peter (1987) Historia política del mundo contemporáneo. Madrid, 47. 77. SALT (Strategic Arms Limitation Talks), véanse más detalles en MYRDAL, Alva (1984) El juego del desarme. Madrid, 140-144. 78. El psicoanalista Franco FORNARI (1972) ha caracterizado diversas patologías psiquiátricas relacionadas con el desarrollo del armamentismo nuclear en Psicoanálisis de la guerra. México, especialmente pp. 1-27.

344

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

portable para los ciudadanos concienciados en la construcción de una auténtica paz mundial. Y, aunque, las movilizaciones bajaron en número e intensidad de manera significativa durante la década de los 60 y 70 fue, sin embargo, el período más propicio para crear o, en su caso, consolidar fundaciones, asociaciones y academias de análisis, estudio y difusión de la Investigación para la Paz. Lo sembrado en años anteriores permitió afianzar la batalla por la veracidad informativa que sólo podían ofrecer instancias independientes, serias y estables de investigación. Así en Suecia, Alemania, Gran Bretaña o los Estados Unidos79 en una primera etapa y, posteriormente, en otros países latinos80 o en países de Tercer Mundo81 se acabó por establecer una columna esencial, de naturaleza científica, que reforzaría el pensamiento y la acción pacifistas por el cambio social. Sin esas primeras décadas, entre los años 50 y 70, de contestación y denuncia de la verdad oficial; sin la destrucción del monolitismo corporativista y cientifista -anterior a la segunda guerra mundial- en favor de la incorporación de la ética al proceso intelectual; sin la lucha por la veracidad informativa y política; sin la contestación al sistema de alianzas militares y a la creciente autonomía del complejo militar-industrial; sin la crítica a la teoría de la disuasión; sin la acusación moral del potencial holocausto de la humanidad fomentado por la carrera nuclear; etc., sin todo ello, no se pueden comprender las grandes movilizaciones por la paz y la magnitud que llegaron a adquirir, en los años 80, algunas organizaciones pacifistas nacionales, a pesar de que -todos los autoresvaloran esta segunda etapa como de franco declive, tanto de las movilizaciones, como de los movimientos por la paz. 82

79. Cfr. D’ORSI, Angelo (1977) Introduzione al pacifismo, Trimestre, Roma, 113151. 80. Para el caso de Italia se puede ver: BONANATE, Luigi (introd.) (1991), La pace in cammino. Acireale. Para el caso de España y sobre las potencialidades de la investigación para la paz, víd. MUÑOZ, Fco. A. & RODRÍGUEZ ALCÁZAR, Javier (1997) Horizontes de la Investigación sobre la Paz, en CANO, María José y MUÑOZ, Fco. A. (eds.), Hacia un Mediterráneo pacífico. Granada, 58-75, y ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL, Eduardo (1993) La Historia Actual y la Investigación sobre la Paz, en RUBIO, Ana (ed.), Presupuestos teóricos y éticos sobre la Paz. Granada, 111-129. 81. Cfr. FOSSATI, Fabio (1986) Peace Research. La Peace Research (Ricerche sulla Pace) nel Sud, en Testimonianze, 288-89, pp. 67-86. 82. Cfr. WITTNER, Lawrence S. (1997) Resisting the Bomb. A History of the World Nuclear Desarmament Movement. California, 442-462 (vol. II).

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

345

En la tercera etapa, irrumpió con fuerza la cuestión objetiva de la instalación de una nueva generación de armas nucleares en la Europa occidental (los denominados «euromisiles»), pero ciertamente a la altura de los años 80, la aportación temática de los movimientos nacionales por la paz era ya muy superior: se había producido una toma de conciencia más globalizadora que abarcaba desde la preocupación por el apartheid en Sudáfrica, hasta la denuncia de los desaparecidos en las Repúblicas latinoamericanas; desde el interés por las transformaciones relativas en la Europa del Este, hasta la incriminación de las dictaduras en el sudeste asiático; o desde la incorporación al programa pacifista de otros discursos hermanos como ciertos feminismos y ecologismos, hasta la adopción de nítidas estrategias de acción colectiva no-violenta. Todo un universo que, en gran medida, quedó eclipsado por la cuestión del enfrentamiento bipolar en torno a los euromisiles y la hollywoodiense terminología de guerra de las galaxias (Iniciativa de Defensa Estratégica). En este período, los pacifismos de base nacional se consolidaron especialmente en Holanda, Alemania, Gran Bretaña y; en otros, irrumpieron con una gran fuerza como en España. En los Países Bajos, el trabajo previo realizado por el International Fellowship of Reconciliation y por el War Resisters International resultaron esenciales para la creación del Consejo Intereclesiástico de la Paz (IKV), de carácter interconfesional. El Consejo se encargó de la convocatoria de las campañas, la constitución de redes locales, la movilización ciudadana y la coordinación con otros grupos europeos, especialmente con el Mouvement Chrétien pour la Paix belga. En la República Federal Alemana, la cuestión nuclear, el desarme y la construcción de la paz europea resultaban esenciales en una geografía que estaba en los límites entre los dos bloques. También, aquí, las Iglesias protestantes se organizaron para hacer propuestas concretas sobre seguridad, especialmente, la Iglesia Evangélica (las Tesis de Heildelberg, 1959). En el espectro político, tanto los pequeños grupos disidentes de la socialdemocracia, como el activísimo partido verde, Die Grünen, fueron los que más recursos humanos y energías desplegaron, especialmente los segundos que estaban organizados con las técnicas más eficaces y modernas de acción no-violenta. Los Verdes combinaban el discurso parlamentario, con movilizaciones espectaculares en la calle, tratando de trascender el limitado abanico de posibilidades que ofrecía la política oficial y adoptando estrategias de asimilación social (evitando la confrontación innecesaria y el aislamien-

346

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

to).83 Otra de las novedades extendidas por los grupos verdes alemanes fue su colaboración con las administraciones locales en una política de defensa civil y defensa pasiva alternativa a la oficialista. Asimismo, se utilizaron estas administraciones para lanzar campañas de todo tipo o para facilitar el trabajo de estas u otras asociaciones pacifistas: jornadas de refugios antinucleares; concesión de subvenciones a grupos antinucleares; transporte gratuito para las concentraciones; programas locales de cultura de paz en escuelas, asociaciones vecinales y ferias; el hermanamiento con otras ciudades que rechazaban campos de tiro militares o la instalación en sus términos municipales de bases de misiles,84 etc. En el Reino Unido, las movilizaciones de masas se concentraron en una gran plataforma que reunía a grupos sindicales, laboristas, organizaciones humanitarias no gubernamentales, colectivos de gays y lesbianas, pequeños grupos ecologistas, algunos sectores de la iglesia anglicana, otras confesiones protestantes, organizaciones de consumidores, corporaciones profesionales, asociaciones de amas de casa, o grupos de mujeres,85 entre otros; esta plataforma fue la Campaign for Nuclear Disarmament (CND) que partiendo con unos 3.000 miembros, en 1979, consiguió en menos de dos años multiplicar por cien esa cifra. Sus formas de trabajo en pequeños grupos y con decisiones democráticas; sus campañas a pequeña y gran escala; sus métodos de persuasión y de protesta; sus técnicas de no-colaboración social y económica; las acciones directas y de intervención no-violentas cargadas de simbolismo y representación; etc.; se convirtieron en un ejemplo a imitar en otras geografías y por otros movimientos. Bien es cierto que a todo esto ayudó, significativamente, la política gubernamental de Margaret Thatcher en materia nuclear,

83. Víd. KELLY, Petra K. (1993) La no violencia es más fuerte que la violencia, en Pensar con el corazón. Textos para una política sincera. Barcelona, 305 y ss. 84. Cfr. FISAS ARMENGOL, Vicenç (1985) Una alternativa a la política de defensa en España. Barcelona, 52 y ss. 85. Las mujeres también hallaron una base feminista para participar en el movimiento, explicando su activa participación contra las armas nucleares como un desafío a la «política masculina». Algunos de estos colectivos fueron: Las Madres de Oxford en favor del Desarme Nuclear, Women Against the Bomb, Cambridge Women’s Peace Collective, etc., véase ROCHON, Thomas R. (1992), El movimiento por la paz de Europa occidental y la teoría de los nuevos movimientos sociales, en DALTON, Russell J. & KUECHLER, Manfred, Los nuevos movimientos sociales. Valencia, 158.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

347

que, por acción o por omisión, fue un despropósito continuo.86 Sin embargo, la preparación de la CND fue tan significativa que arrastró a otros países a realizar una campaña europea (European Nuclear Disarmament, END) como hasta esas fechas no se había producido en el viejo continente.87 Esta gran plataforma consiguió asociar a centenares de agrupación y docenas de secciones nacionales que unificaron posiciones, intercambiaron experiencias y crearon un Comité de Enlace que se encargaría de organizar, anualmente, las Convenciones de todos los grupos pacifistas de la Europa occidental.88 Congresos a los que se llegaría a invitar -por ese carácter abierto que tenía la construcción de la paz para los grupos de la END- a los movimientos estadounidenses de Freeze, a la socialdemocracia europea e, incluso, al Consejo Mundial de la Paz (sovietizado). En España, entre 1981 (entrada en la Alianza Atlántica) y 1986 (celebración del referéndum sobre la permanencia), las movilizaciones pacifistas y las organizaciones antialiancistas resultaron -por su número y contribución- extraordinarias para un país que acababa de salir de una larga dictadura y que estaba realizando aún su transición política hacia una democracia. De hecho la relación entre el pacifismo español y el del resto de Europa era, aún, tímida y escasa, consecuencia de la pobre integración de ese país con la política, las instituciones y las corrientes sociales y culturales del resto de la Europa occidental. Sin embargo, la denominada cuestión del referéndum, acabó por hacer -de alguna maneraprotagonista a la España de 1986 en las movilizaciones pacifistas y a fijar

86. Un significativo libro del historiador y pacifista THOMPSON, Edward P. (1980) bajo el título irónico de Protest and Survive, Harmondsworth. En él venía a dar la respuesta más eficaz, mordaz y punzante a un folleto publicado por el gobierno (Protégete y sobrevive) sobre cuáles deberían ser las medidas en caso de una deflagración nuclear. 87. En las movilizaciones de octubre de 1983 más de tres millones de personas se manifestaron en ciudades como La Haya, Bonn, Hamburgo, Londres, etc. O se hicieron cadenas humanas de más de 100.000 personas, durante la Semana de la Paz (en abril de ese mismo año), que unieron las bases militares de Aldermaston, Greenham Common y Burghfield. O se desplegó toda una ciudad-campamento, de manera permanente, por parte de las mujeres frente a la base militar nuclear norteamericana en suelo británico, Greenham Common, nada menos que entre 1983 y 1991, que fue todo un alarde de poder y fuerza política no-violenta. Cfr. CARTER, April (1992) Peace Movements. International Protest and World Politics Since 1945. New York, 129-132. 88. La primera fue en Bruselas (1982), posteriormente en Berlín (1983), y en años sucesivos en Peruggia, Amsterdam, Evry (París), Coventry, etc.

348

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

la mirada del END y del internacionalismo pacifista en ese país. La cuestión de la salida o permanencia de España en la estructura de la OTAN, resultaba un reto muy apetecible para el movimiento pacifista, en una situación internacional especialmente tensa por la guerra de las galaxias y por los cambios producidos en las sociedades soviéticas con la llegada de Gorbachov a la dirección de la URSS.89 El resultado final de la convocatoria no era, sin embargo, tan trascendental como el propio proceso: en el que la ciudadanía de un país se planteaba, con una notable profundidad, su sistema de defensa, sus compromisos y su posición estratégica; y, el movimiento pacifista antinuclear encontraba una oportunidad para poner en tela de juicio el sistema de seguridad europeo, el permanente enfrentamiento por el equilibrio bipolar y las maniobras y presiones gubernamentales e internacionales sobre una sociedad civil que debía decidir por sí misma. Volviendo al conjunto de las campañas europeas del END, en ninguna ocasión como aquélla de la instalación de los euromisiles, la ciudadanía occidental se empeñó tanto en la paz a escala internacional. En aquellas movilizaciones y debates se apostó, esencialmente, por la adopción del desarme unilateral que condujera a la que se denominó opción cero; la búsqueda desde las bases sociales de un diálogo con las ciudadanías del otro lado del «telón de acero»; la generación de una discusión internacional sobre la adopción de políticas de seguridad y paz no fundamentadas en la defensa nuclear y en la carrera de armamentos (como crear espacios desnuclearizados); la denuncia de las políticas gubernamentales de falsedades en materia de seguridad y la devolución, a los parlamentos y a los ciudadanos, de las garantías necesarias en la toma de decisiones de suficiente importancia y envergadura como era la instalación de misiles de largo alcance, manifestando a los cuatro vientos que, en la Europa capitalista en materia de defensa, no había un pretendido consenso sobre la seguridad.90

89. Cfr. GOMÁRIZ MORAGA, Enrique (1986) El movimiento por la paz en España, en Revista Internacional de Sociología, Madrid, 3, 549-566. 90. Muchas de estas cuestiones se pueden ver en la literatura de THOMPSON, Edward P. especialmente, Opción cero (Barcelona, 1983), La guerra de las galaxias (éste con Ben THOMPSON, Barcelona, 1986) y Nuestras libertades y nuestras vidas (Barcelona, 1987). Una posición mucho más moderada en HELLER, Agnes y FEHER, Ferenc (1985) Sobre el pacifismo. Madrid, 125 y ss.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

349

Si bien es cierto que, ni las campañas, ni las muchas movilizaciones cambiaron el hecho de la instalación de los euromisiles, del desarrollo de la Iniciativa de Defensa Estratégica, o de la incorporación de nuevos países al sistema de Alianzas militares, no es menos cierto que el reto y el desafío, hacia sus respectivos gobiernos, de la sociedad civil pacifista concienciada con la construcción de otra forma de paz internacional no fundamentada sobre el miedo nuclear, hizo -como poco- ampliar significativamente los niveles de democracia participativa y real en Europa: opinar sobre la defensa era un derecho democrático de todos los ciudadanos y fomentar una opinión pública activa era salud política y social para las democracias. De este complejo fermento resurgieron viejos valores históricos europeos fundamentados en la tolerancia, la justicia y las libertades, y prosperaron nuevos valores internacionalistas enmarcados en la cultura de los derechos humanos, la paz y la ciudadanía universal. Al diálogo y las negociaciones entre el Este y el Oeste, aunque en muchas ocasiones parecía agotarse en la reducción o equilibrio de armas estratégicas y convencionales, acabaron por incorporarse otros temas a su agenda, pero no por interés propio, sino por la acción y la presión de una opinión pública que había ampliado su concepción sobre los términos en los que debía definirse la paz en Europa: sistemas de libertades, pluralismo, respeto y protección a las minorías, derechos humanos, etc. Todos ellos temas que tanta influencia tendrían en las revoluciones de 1989.

6.

LOS PACIFISMOS (TRAS LA CAÍDA DEL MURO Y) PARA EL PRÓXIMO SIGLO

Pocos movimientos sociales como el pacifismo están siendo, permanentemente, examinados y evaluados desde todas las perspectivas e instancias; y, en ocasiones con una mirada que, o es excesivamente crítica, o incluso malintencionada; todavía más, a medida que aquél ha ido adquiriendo más y mayor protagonismo en la construcción internacional de la paz, o al haber sido considerado como el mentor en la tarea de contener, protestar o persuadir contra las guerras, las políticas militaristas o la cultura de la violencia; sin embargo, se olvida con demasiada facilidad que esta tarea ni es exclusiva del pacifismo, ni responsabilidad de una minoría o vanguardia, más o menos concienciada o comprometida. En ese sentido, las ampliaciones de nuevas conceptualizaciones y categorías de análisis por parte de la Investigación para la Paz, las teorías

350

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

sobre la cultura del conflicto, las ramificaciones doctrinales de la Noviolencia, las adaptaciones de los sistemas democráticos a las nuevas demandas sociales y políticas o la socialización de determinadas tecnologías han permitido ampliar considerablemente -y presumiblemente mucho más en un futuro mediato- las formas de actuación y la responsabilidad de todos y todas en la construcción de la paz. Si bien puede ser cierto que el marchamo de pacifista o de activista por la paz, estuvo ligado en el pasado a determinadas propuestas, programas y acciones, y presumiblemente lo seguirán estando en el futuro -al menos algunas de ellas-, tampoco resulta menos cierto que muchos de los epifenómenos y consecuencias de la denominada globalización han acabado devolviendo a los propios ciudadanos -donde quiera que estén- la responsabilidad sobre cómo se va a construir la paz, porque al saberse que ésta es mucho más que la ausencia de guerra, sus implicaciones culturales, económicas, sociales y políticas van a acabar afectando a todos. Asimismo, en este inevitable proceso, el pacifismo no caminará solo, y por extensión, la construcción de la paz tampoco se podrá abordar sin un diálogo permanente entre muchos actores y actrices políticos y sociales, cercanos y lejanos, viejos y nuevos, institucionales o no, públicos o privados, etc. Igualmente, en el campo de los nuevos movimientos sociales, tanto por sus análisis de la construcción social, por sus teorizaciones y soluciones a las múltiples y nuevas problemáticas, como por sus formas de acción colectiva, en ellos están y estarán los perfiles cambiantes de la construcción de la paz: feminismos, ecologismos (de los pobres y de los ricos), ciudadanía universal, humanitarismo, etc. caminarán junto al pacifismo desde diversos niveles y escalas. Históricamente, en la última década, los cambios producidos en la geopolítica mundial han abierto una etapa de transición hacia un nuevo modelo de relaciones aún no claramente definido,91 en el que -a nuestro juicio- tendrán mucho que decir los nuevos lobbies sociales internacionalistas (pacifismo, ecologismo, feminismo, etc.), pero para optimizar y potenciar esa realidad en ciernes habrán de modificarse algunas estructuras políticas e institucionales supranacionales, habrá que permitir y fomentar la apertura de nuevos instrumentos de información, diálogo y presión internacionales, habrán de continuarse labores de influencia y propagación

91. Sobre estos cambios y su relación con el pacifismo consúltese AGUIRRE, Mariano (1996) Pacifismo, en MARDONES, J.M. 10 Palabras clave sobre movimientos sociales. Tafalla, 45-70.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

351

cultural y educativa entre las ciudadanías, etc. Estos son algunos retos, que más que metas son formas de caminar y actuar. ¿Qué nos deparará el futuro en este sentido?, quizá buscando una mezcla entre optimismo (el deseo de un futuro mejor) y esperanza (la expectativa más racional que puede darse),92 la construcción de la paz es una tarea demasiado seria y necesaria como para dejarla en manos de unos pocos gobiernos, de élites directoras de pensamiento político o económico o de defensores y custodios de fronteras, intereses o status. El fenómeno de la globalización ha acabado por crear -todavía en un estado primigenio- unas redes cada vez más tupidas de interrelaciones pacíficas que están fortaleciendo la paz estructural. Hoy día el pacifismo está ampliando sus fronteras no sólo territoriales -se podría hablar de una geopolítica de la paz-, sino muy especialmente sus límites de reflexión, concienciación, pensamiento y acción. Esta construcción de la paz estructural fundamentada en el desarrollo de los derechos humanos, en el fomento de la cultura de la paz, de las más diversas formas de solidaridad transnacional, de instancias de consulta y vigilancia de escenarios de reconstrucción de paz en antiguas zonas de conflicto armado, etc. están conformando una urdimbre que, asociada a las nuevas tecnologías, están dando nuevas dimensiones y posibilidades a los actores y actrices sociales que apuestan por formas más racionales y éticas en la edificación de las relaciones de paz. Formas, métodos y justificaciones viejas y nuevas continuarán conviviendo por bastante tiempo, como es propio en todas las etapas de transición. Si las denominadas revoluciones de 1989 nos sorprendieron a todos, no lo fue menos la guerra del golfo de 1991, o las llamadas intervenciones del humanitarismo bélico, bien fuesen las realizadas por programas de Naciones Unidas, o bien por intervenciones de la OTAN (guerras de Yugoslavia). Si algunos analistas hablan ya de nuevo desorden mundial, del nacimiento de nuevos enemigos tras la caída del comunismo, o de la necesaria intervención militar en todas las zonas que puedan ser vitales para la inestabilidad mundial, no conviene precipitarse en hacer prospectivas -al menos por parte del pacifismo- porque los pilares aún vigentes del orden hegemónico, antes y después de la caída del Muro, siguen fundamentándose en alimentar la imagen de un enemigo, en la presencia de una cultura militarista y de la violencia para resolver conflictos

92. Definiciones del Premio Nobel de Literatura y poeta irlandés Seamus Heany.

352

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

y en la necesidad de mantener fuerzas militares, alianzas y ejércitos a modo, no de auténtica policía para la seguridad de todos, sino de salvaguardia de los intereses de unos pocos, muy poderosos, los cuales han mantenido y mantienen aún escalas políticas y económicas para asegurarse su poder. La mejor prospectiva que puede realizar el pacifismo es aquella que permita cambiar estos paradigmas, porque ni el viejo orden bipolar era un orden de paz, ni el nuevo supuesto desorden permite augurar una paz estable y sostenible. Una vez más, la metáfora gandhiana sirve para ilustrar el orden pacífico por construir: el único camino hacia la paz no está en un lugar concreto, sino en la forma de actuar y sembrar para crear un mundo más justo, equilibrado y sostenible, según el cual no se puede edificar bajo la seguridad que nos pueden ofrecer enormes gastos en armamento, con la construcción y estigmatización de potenciales o reales enemigos, o sobre intercambios y formas de producción que siguen creando múltiples exclusiones. Por el contrario, un nuevo orden mundial habrá de fundamentarse en una cultura de la paz, del conflicto y de la no-violencia, las cuales permitirán no sólo paliar y aliviar heridas y enfrentamientos, sino generar esperanzas de solución, especialmente cuando el futuro señala un mayor grado de interdependencia planetaria. Esta es la única política realista, a medio y largo plazo, lo demás sólo alimentará miedos, inseguridades y tensiones de las que se pueden seguir beneficiando unos pocos, pero que sólo crearán problemas a los muchos. En tal situación, curiosamente, la verdadera y mejor realpolitik (cabe decir que conviene apropiarse de ciertos conceptos) es la cultura respaldada por el pacifismo, porque permite crear escenarios de futuro en donde se puedan gestionar y negociar con más posibilidades de éxito las situaciones de tensión que, con toda seguridad, van a seguir existiendo. Las revoluciones de 1989, nos han enseñado que son posibles los cambios profundos mediante las acciones no-violentas, y que éstas son potenciadoras y generadoras de muchas expectativas, pero también hemos aprendido que las reconstrucciones políticas en países con débiles sociedades civiles resultan mucho más arduan y complejan que la aplicación de simples recetas,93 que los largos periodos de totalitarismo no hacen

93. Un buen ejemplo de las múltiples dificultades de reconstrucción (cultura de la coerción y la fuerza, dependencias, desigualdades, etc.) tras varios análisis de casos en MIALL, Hugh-RAMSBOTHAM, Oliver-WOODHOUSE, Tom (1999) Contemporary Conflict Resolution. The prevention, management and transformation of deadly conflicts. Cambridge.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

353

sino aplazar problemas que emergen en cuanto existen las más elementales libertades, o que la evolución hacia formas de economía de mercado no se pueden abordar de una forma acrítica y desmesurada. La paz ha de basarse en el mantenimiento de la justicia y ésta encuentra muchas dificultades cuando a las ciudadanías no se les garantiza sus necesidades básicas. La guerra del golfo o guerra del petróleo contra Irak permitió comprobar cómo en el mundo occidental el pacifismo antibelicista y antimilitarista (generalmente muy asimilado a valores antiimperialistas) gozaba aún de una moderada buena salud, aunque se mostró en algunos aspectos limitado y dubitativo en ciertas de sus acciones, por ejemplo el apoyo mostrado hacia las funciones diplomáticas de las Naciones Unidas fue siempre muy restringido y, en todo caso, aunque la opinión pública se mostró descontenta con una guerra de antemano manipulada informativamente y burdamente orquestada, nunca consiguió convocar las grandes concentraciones de masas de la época del END. La guerra que fue más una lógica continuación de situaciones políticas anteriores que de un nuevo orden mundial amenazado por un país con una cuota considerable de mercado energético, permitió a los grupos pacifistas repensar su programa de contenidos y acciones. Y aunque no hubo, ni hay unanimidad a este respecto, surgió la idea de que la seguridad colectiva había de asegurarse incentivando el intervencionismo bélico, pero con carácter humanitario, y sin restricciones de geografías y casos. Esta cuestión ya apuntada en décadas anteriores se abrió paso no sólo para evitar colapsos en la producción, sino que se extendió a otros muchos temas de las agendas de los movimientos por la paz: persecución del genocidio y de la violación de derechos humanos (Ruanda); guerras civiles crueles y persistentes en el tiempo (Somalia y ex-Yugoslavia); procesos de liberación nacional en marcha (Timor); etc. A esta cuestión del intervencionismo bélico humanitario, que ha fomentado un debate muy controvertido dentro del pacifismo -y fuera de él-, se deben algunas de las últimas intervenciones militares realizadas por fuerzas de interposición e intermediación de Naciones Unidas, algunas acciones de los Estados Unidos de América como principal responsable y garante de la paz mundial, o de alianzas como la OTAN. Pero la experiencia señala que este tipo de intervenciones pueden llevar encubiertas -si no se mantienen unas garantías claras dentro del derecho internacional o de resoluciones de Naciones Unidas- formas nuevas de neoimperialismo, o ser campo de pruebas de ejércitos en zonas de conflicto, etc.

354

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

Igualmente, los múltiples conflictos que existen en el mundo no pueden estar reparándose con el envío constante de ejércitos que se interpongan entre los combatientes -con los enormes peligros que ello entraña-, o que en su labor de gestión de la violencia la ejerzan ésta con toda la potencialidad al modo de un nuevo leviatán, causando más daño que el que pretende evitar. También, como de hecho se está haciendo, puede ocurrir que se acaben jerarquizando el número y lugar de las intervenciones en función de intereses estratégicos, logísticos, geopolíticos, etc., lo que de hecho implica una suerte nueva de reparto de influencias de las potencias que tienen más peso político y económico dentro del concierto internacional. Como se puede ver, son demasiadas dudas y puntos obscuros los que hay como para admitir sin notables objeciones que ésta sea la fórmula más oportuna para evitar, mediar o gestionar conflictos. Si bien resolver conflictos mediante intervenciones militares acarrea múltiples dudas a muchos activistas por la paz y no es aún materia consensuada en una agenda común pacifista, sin embargo, sí existe unanimidad y conformidad en el denominado intervencionismo humanitario, una forma muy activa de acción directa en los lugares donde se producen conflictos. Han sido las organizaciones no gubernamentales (Ong’s) con su trabajo cívico, diplomático, paliativo, mediador y reconciliador las que han reactivado los programas y las acciones del pacifismo. Como ha señalado Welling Hall, las Ong’s han acabado dando eficacia a los movimientos por la paz: más alto grado de legitimidad (por su incorporación por ejemplo al Consejo Económico y Social de Naciones Unidas); más concienciación e innovación (aportando nuevas necesidades a la agenda); por la construcción de alianzas (el trabajo voluntario permite colaborar a muchos niveles y no exige ningún tipo de marchamos de origen ideológico, etc.); nuevas y más movilizaciones (con aportaciones de más sectores sociales de otros grupos).94 Este pacifismo humanitario nace del compromiso de una parte importante de la sociedad civil que siente la necesidad de implicarse desde su trabajo en pequeños equipos, con decisiones autónomas, mediante apoyo a programas concretos, con acciones «micro», etc. a involucrarse

94. Aunque se refiere especialmente a la relación Ong’s y movimientos antinucleares, su trabajo de campo está vigente para extenderlo al pacifismo humanitario, víd.WELLING HALL, B. (1986) Il movimento per la pace antinucleare: verso una valutazione della sua efficacia, en I movimenti per la pace I. Le ragioni e il futuro. Torino, 60-94.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

355

en la construcción de la paz (entendida fundamentalmente como paz positiva), es decir, hacer desde sus posibilidades y su espacio de actuación todo lo posible por influir en lo global, lo internacional, lo «macro». Por tanto, a través de la denuncia y la crítica de las lacras y causas que motivan los conflictos -más allá de las simples guerras- internacionales, regionales o locales, que implican cuestiones muy directas de violencia estructural: subdesarrollo, hambre, pandemias, armamentismo, miseria, dependencia, etc.; y, sobre todo, con sus formas de trabajo más democráticas, flexibles, conocedoras y experimentadas, así como generadoras de redes de conexión informativa, formativa, solidaria, etc., pueden llegar con más prontitud y rapidez a las zonas más necesitadas. Esta suerte de nuevo y numeroso voluntariado extendido por todo el mundo, dado al altruismo, la generosidad y el sacrificio está cargado de buenas intenciones y valores, pero en muchos casos sin embargo carece de formación adecuada o adolece de perspectivas para comprender la situación general en la que debe actuar. En este sentido, también el trabajo de las Ong’s esta mejorando sensiblemente mediante acciones de formación, capacitación y especialización de su personal para adecuarlo a sus necesidades y, sobre todo, a una labor constante y comprometida.95 También al pacifismo humanitario se le ha denominado una forma de diplomacia popular96 porque ofrece un grado de cobertura de las necesidades y muestra un rostro diferente a la diplomacia convencional, apostando por el acercamiento solidario entre los pueblos y las gentes. En su trabajo funciona como una forma más de ejercicio de la no-violencia, porque no sólo pone en marcha -allí donde actúa- medidas paliativas o previene potenciales conflictos, sino que se constituye en un agente difusor de la denuncia de los sistemas injustos y corruptos, de la crítica de la violencia física y estructural, porque ayuda a encauzar las acciones de las poblaciones mermadas o asoladas por un conflicto, les da confianza, autoestima y les apoya para reconstruir sus capacidades organizativas. Asimismo, también, en el ejercicio de este nuevo compromiso, la ayuda prestada a Naciones Unidas por la diplomacia popular no-violenta ha sido

95. Cfr. DOMINGO MORATALLA, Agustín (1997) Ética y voluntariado. Una solidaridad sin fronteras.Madrid. 96. Víd. SHARONI, Simona (1997) La logica della pace. La trasformazione dei conflitti dal basso. Torino y RUPESINGHE, Kumar (1998) Civil Wars, Civil Peace. An Introduction to Conflict Resolution. London, 96 y ss.

356

MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

y es inestimable97 , especialmente muchos de los programas de ayuda contra el hambre, de vacunaciones masivas, de proyectos de desarrollo, de políticas para la igualdad de las mujeres, de apoyo a los refugiados, etc. serían imposibles de realizar si no fuera con el respaldo humano y material de los voluntarios de las Ong’s que trabajan dentro del pacifismo humanitario. La imagen de Naciones Unidas en muchas ocasiones son ellos, un personal muy técnico, que no porta armas, con un mandato expreso de solidaridad humana, con fuertes convicciones éticas, por lo general respetado por todas las partes en conflicto, ayudados por la fe que de ellos dan los reporteros de los mass media, etc. Otro tanto igual sucede con los activistas que trabajan dentro del campo de la enseñanza y la cultura de la paz, en su difusión y cimentación.98 Igualmente, para los más especializados, su trabajo se ha acabado ampliando a los campos de la resolución (de conflictos), de la reconstrucción (de los tejidos sociales destruidos por la guerra) y de la reconciliación (enseñando la cultura de la paz).99 Esta labor a la que nos referimos, se ha multiplicado en los últimos tiempos, siendo a través del término peacemaking: como diplomacia paralela en un proceso de negociación para mediar, acercar posiciones, hacer de arbitro, reconducir el conflicto, etc., o en situaciones más avanzadas permitir la firma de una paz. Los ejemplos de Mozambique, Oriente Próximo, Irlanda del Norte son suficientes para comprobar cómo la acción mediadora de las Ong’s está siendo cada vez más importante en la culminación de conflictos bélicos en acuerdos de paz. El otro término es el de peacebuilding, esto es, auténticos constructores de paz, un proceso mucho más largo que requiere reconstrucciones sociales, económicas, culturales y políticas bajo el amparo de escenarios, planificación y teoría de paz; y, también, la reconciliación que deberá desarrollar una relación diferente entre las partes en conflicto que evite volver a repetir situaciones que condujeron a la violencia.

97. Víd. LOTTI, Flavio e GIANDOMENICO, Nicola (a cura di) (1996) L’Onu dei popoli. Progetti, idee e movimenti per riformare e democratizzare le Nazioni Unite. Torino. 98 Víd. UNESCO (1996) From a Culture of Violence to a Culture of Peace. Paris. 99. Víd sobre esta cuestión a FISAS, Vicenç (1998) Cultura de paz y gestión de conflictos. Barcelona; LEDERACH, J.P. (1998) Construyendo la paz. Reconciliación sostenible en sociedades divididas. Bilbao; y GALTUNG, J. (1998) Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Afrontando los efectos visibles e invisibles de la guerra y la violencia. Bilbao.

LA SOCIEDAD CIVIL POR LA PAZ

357

Este presente consideramos que marcará las lineas para el futuro. Estas modernas formas de organización (de redes transnacionales y agentes colectivos) y de metodologías de acción (especialmente no-violentas) de difusión del pensamiento pacifista y de la construcción de la paz no significan la definitiva solución a los retos humanos, sino un salto importante en la superación de una etapa histórica marcada por el bipolarismo ideológico y geopolítico que fue contestado por el pacifismo antinuclear. A nuevos retos, nuevas respuestas. Y esa capacidad de adaptación y de flexibilidad de la sociedad civil constructora de paz a lo largo de los últimos doscientos años vuelve a reflejarse adaptando los fundamentos solidarios, humanitarios y universalistas de su pensamiento profundo a los nuevos retos y necesidades. Viejos y nuevos pacifismos se siguen dando la mano, a través de la experiencia acumulada, juntando reivindicaciones comunes y deseables, aportando alternativas a nuestras sociedades, en un ejercicio legítimo de permanente insatisfacción con la realidad. Porque el pacifismo cree, esencialmente, en el género humano, en el ejercicio consciente de transformación de realidades injustas, indeseables y abyectas. Sin ese, necesario, aire que va del optimismo a la esperanza, la paz nunca se haría posible y realizable. Porque quién puede dudar que la paz es el mejor regalo que la propia humanidad se puede otorgar a sí misma, pero la paz no es real sin una auténtica y constante construcción democrática, sin ir de la mano de valores como la justicia, la equidad y la sostenibilidad. Esa seguirá siendo la principal tarea de los pacifismos: recordarnos nuestra permanente insatisfacción y advertirnos del compromiso ineludible con toda la humanidad.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.