La revista Gernika: la publicación y la literatura

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Descripción

La revista Gernika y la literatura vasca I: la revista



En este primer artículo realizaremos un repaso a la trayectoria de la
revista Gernika, mientras que un segundo artículo se centrará en los
artículos literarios en euskara de la misma. La revista puede leerse tanto
en red como en la edición facsímil de Ediciones Vascas.

Nuestro objetivo es dar a conocer esta revista humanista y liberal, así
como situarla dentro del progreso de la literatura vasca moderna.

La revista Gernika (1945-1953) surgió en Donibane Lohitzune a iniciativa de
Rafael Picavea justo después de la retirada alemana. Por entonces, un grupo
de exiliados organizó una serie de conferencias que aparecieron publicadas
en el primer número de Gernika.

La elección del nombre de la ciudad foral como nombre de la revista tuvo
mucho que ver con el bombardeo inmortalizado por Picasso. Tras la Guerra
Civil, uno de los objetivos era recuperar la convivencia y, para lograr el
pronto regreso de todos aquellos que "tuvieron que irse de su casa" se
elaboraron planes sociales. Nadie imaginaba lo largo que sería el exilio.

Alrededor de la revista se creó la organización "Gernika Laguntartea", que
no podía olvidar la masacre de la villa foral y para la cual el árbol
representaba el autogobierno perdido. Además, tenía a la canción de J. M.
Iparragirre como un himno de nacionalismo universalista.

A través de la creación de esta revista cultural, Gernika Laguntartea
deseaba recuperar una tradición que partía del Renacimiento y que no
dejaría caer en el olvido a los pioneros del humanismo en Euskal Herria: el
médico de Donibane Joanes Uharte, el jurista dominico defensor de los
"recién descubiertos" indios de América Francisco de Vitoria, el teólogo
erasmista Bartolomé de Carranza, el teólogo Martín Azpilkueta, Francisco
Javier o Juan de Zumarraga…

También reivindicaban a los ilustrados Caballeritos de Azkoitia, que
intentaron modernizar su pueblo; Gernika Laguntartea quiere retomar aquella
labor.

El equipo de redacción de Gernika tiene voluntad de hacer pedagogía social
con la mirada puesta en la juventud; así lo declaran en los editoriales.

Cabe mencionar la simpatía que algunos miembros de la revista tenían por el
personalismo francés. El sacerdote irunés Juan Thalamas, segundo director
de Gernika, conocía bien el trabajo del pensador católico de izquierdas E.
Mounier; J. Thalamas no fue en vano profesor de francés en el seminario de
Vitoria-Gasteiz y seguidor de aquella cultura. Posiblemente, la publicación
precursora más cercana de la revista Gernika fuera Idearium, revista
publicada antes de la guerra en el seminario de Vitoria-Gasteiz que reunió
a J. Thalamas y J. M. Barandiaran, entre otros. No debemos olvidar que el
personalismo tuvo una fuerte influencia en País Vasco peninsular durante la
postguerra, y que el propio Lehendakari J. Aguirre se encontraba muy
cercano a esas tesis.

Los miembros de la revista Gernika eligieron el humanismo como alternativa
en aquel terrible contexto mundial. En Cataluña, escritores como Joan
Sales, autor de la novela Inserta gloria (reeditada en 2005) hicieron lo
propio. En aquel texto memorable, el ex-militante del PSUC criticaba los
desmanes acontecidos en la guerra y defendía un humanismo pacífico.

Los tiempos de la revista Gernika no fueron precisamente sosegados. Durante
la Guerra Civil, unas 150.000 personas tuvieron que huir y muchos exiliados
se refugiaron en Francia desde 1937 hasta 1939. Entre 1939 y 1944 se libró
la 2ª Guerra Mundial y, tras la victoria aliada comenzó la Guerra Fría que
azotó al mundo entre 1945 y 1953. Las esperanzas que la diáspora vasca
había depositado en los vencedores aliados se convirtieron en desesperación
de 1953 a 1956 debido a la aceptación de Franco por parte de éstos. Un
claro reflejo del panorama desolador que se vivió entonces es el poema
"Lili bat" de J. Mirande (Gernika 24).

El exilio francés fue agridulce. Los izquierdistas del Front Populaire
recibieron a los republicanos con los brazos abiertos. Los católicos
franceses, por su parte, recibieron a los huidos con recelo, incluidos los
nacionalistas democristianos, ya que se habían unido a la izquierda en
contra de los alzados. El semanario católico Eskualduna dio el beneplácito
a la "cruzada" que venía apoyada por la Iglesia española.

No obstante, otros agentes de Iparralde intentaron facilitar la vida de los
exiliados. Entre ellos se encontraban P. Lafitte y D. Dufau, este último ex-
alcalde de Senpere y colaborador de Gernika.

El Gobierno Vasco trabajó mucho para hacer propaganda y dar a conocer a
Europa su especificidad política. Organizó la LIAB (Ligue Internationale
des Amis des Basques) que también hizo lo propio, con la colaboración del
escritor personalista G. Bernanos, del filósofo embajador J. Maritain, del
Nobel F. Mauriac, etc.

En Francia, sin embargo, la amenaza fascista complicó mucho las cosas. El
gobierno francés tenía miedo, puesto que lindaba al este con la Alemania
nazi y al sur con el régimen de Franco. La situación de los exiliados
empeoró notablemente. Muchos de ellos terminaron en campos de
concentración. El colaborador de Gernika, Orixe, estuvo en el campo de
concentración de Gurs, en las Landas, junto a otros 5.000 presos. En su
poesía "Idorreria", disponible en línea, cuenta con envidiable humor, las
dificultades que encontraron allí para alimentarse.

Los exiliados tuvieron que escapar de Francia al estallar la 2ª Guerra
Mundial. El Gobierno Vasco anduvo sin rumbo y sin posibilidad de
organizarse. Los exiliados vascos apoyaron a los aliados realizando tareas
de espionaje y ofreciéndose como gudaris. El escritor vasco colaborador de
Gernika A. Ibinagabeitia fue uno de los exiliados que trabajaron como
espías.

Posteriormente llegó la Guerra Fría y se generalizó el anticomunismo.
Franco recibió el apoyo internacional de Gran Bretaña y de EEUU, entre
otros.

Gernika era una plataforma amplia abierta a los republicanos, pero no se
encontraba a las órdenes del entonces cambiante PNV, que quiso llegar
alternativamente a acuerdos con los republicanos, con los partidarios de
restaurar la monarquía española; incluso llevó a cabo una política
soberanista en solitario, actuando siempre según el contexto político.

La Guerra Fría explicaría quizás un recorte de financiación para Gernika.
La diáspora cerró el grifo y la revista empezó a ahogarse económicamente.
No contamos con el testimonio de ninguno de sus protagonistas respecto a
esa última etapa, salvo una mención de A. Ibinagabeitia en la que afirma
que sus "propios hermanos" habían "destruido" la revista Gernika (Gernika
25).

Pasando del contexto político al cultural, cabe mencionar que por aquel
entonces resultaba muy difícil publicar libros, por lo que surgieron varias
revistas más o menos ocasionales que cumplieron esta función.

Herria comenzó a publicarse en 1944 en lugar de Eskualduna. Herria combinó
el euskera de Behe-Nafarroa y de Lapurdi, dándole un nuevo giro literario
al euskera de Lapurdi tradicional bajo la supervisión de P. Lafitte.

En 1947 surgió en torno a J. M. Barandiaran Eusko Jakintza, una revista que
reunió numerosos trabajos interesantes de expertos en lengua vasca.

J. Zaitegi comenzó a publicar Euzko-Gogoa en Guatemala en 1950 con el
objetivo de desarrollar un euskara más elevado y proveer a la universidad
vasca de textos, para lo cual tradujeron una serie de textos grecorromanos
de la Antigüedad.

Egan, por su parte, fue una revista interna publicada únicamente en euskara
a partir de 1945.

Antes de adentrarnos en la literatura vasca, echémosle un vistazo general a
Gernika. La presencia del euskara en esta revista era del 30%, por lo que
el idioma principal seguía siendo el español. También se publicaban
artículos en francés, dado que no todos sus colaboradores eran exiliados.
Hagamos breve reseña de algunos artículos publicados en castellano.

En el entorno de Gernika también se produjeron varias polémicas. El
colaborador de Gernika F. Krutwig sacó a Euskaltzaindia de su letargo y en
la reestructuración posterior surgieron desacuerdos, tal y como puede
observarse en la correspondencia mantenida entre Orixe y P. Lafitte.

Asimismo, se produjo una polémica extra literaria en relación al llamado
"labortano clásico". F. Krutwig deseaba que el euskara se convirtiera en
vehículo cultura; rechazó el uso de neologismos, y propuso basarse en el
mundo grecorromano a la hora de crear nuevos términos, tal y como se había
hecho en Europa. Orixe y F. Krutwig no estaban de acuerdo respecto a qué
decisiones traductológicas y terminológicas tomar, hasta el punto que Orixe
reprochó a F. Krutwig ignorar el trabajo de capacitación de la lengua
realizado por la generación anterior.

El nombre de la nación también fue motivo de debate. ¿Debía llamarse
Euzkadi, entidad política defendida por los gudaris en el campo de batalla,
o se adoptaría el nombre tradicional de Euskal Herria?

En el ámbito musical cabe mencionar las opiniones sobre música popular del
famoso compositor Francisco Madina, quien aclaró algunos equívocos
existentes sobre folklore, y alabó como modelo a seguir el uso del
patrimonio de los compositores rusos.

El publicista "Errea" (Victor Ruiz Añibarro), por su parte, escribió
divertidos artículos sobre la gastronomía de la etxekoandre y sobre las
personas de letras.

Pasemos ahora a mencionar los sucesivos directores de la revista Gernika.

Su fundador, Rafael Picavea, ya había creado previamente otros semanarios y
revistas (El Pueblo Vasco, etc.) y, dado que fue diputado, sabía utilizar
sus publicaciones para la defensa de su postura política. También trabajó
en el mundo de la gestión empresarial, aunque no siempre cosechara éxitos.
Al estallar la guerra era diputado independiente del PNV. Se exilió y se
encargó de la sede del Gobierno Vasco en París. En 1936 puso en marcha la
publicación Euzko Deya, que sería el portavoz de la delegación vasca en
París. Rafael Picavea desapareció poco después de la publicación del primer
número de Gernika.

Como ya hemos indicado, el segundo director de la revista fue J. Thalamas,
pero el director que más tiempo permaneció en su cargo fue Isidoro Fagoaga.
Este tenor wagneriano provenía de Navarra y a lo largo de su carrera había
cantado repetidas veces en la Scala de Milán. Al producirse el bombardeo de
Gernika, los italianos lo reivindicaron como propio, aunque posteriormente
se conoció la autoría nazi. A Fagoaga no le gustó nada la postura italiana,
por lo que volvió a Euskal Herria dejando atrás su carrera lírica. No
resulta fácil seguirle la pista, ya que siempre exigió a sus compañeros que
actuaran con reserva, pero sabemos que publicó la revista en Buenos Aires
de 1951 a 1953.

En un segundo artículo, analizaremos la literatura en euskara de la revista
Gernika.



La revista Gernika y la literatura vasca II: literatura



La revista Gernika publicó poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria.

Dividiremos a sus autores en tres grupos: el de los posteriores a Juegos
Florales, el de los seguidores de las tendencias de pre-guerra y,
finalmente, el de los innovadores.

Para llegar a esta clasificación hemos tenido en cuenta la lista de
características de la poesía moderna incluida en el libro Los hijos del
limo de O. Paz (1974) y hemos analizado la frecuencia de aparición de
dichas características en los textos de la revista. A continuación
incluimos algunas de las características de la literatura moderna: negación
de la tradición y del clasicismo; sensibilidad; pasión crítica; veneración
de la juventud; reconocimiento de la importancia de la historia; búsqueda
incesante de la perfección en el futuro; prioridad de la acción frente a la
contemplación; apuesta por el trabajo, el progreso y la política en lugar
de la penitencia, la gracia y la religión, respectivamente; angustia
producida por la desaparición del Dios cristiano; manifestación del Yo
impulsada por los protestantes, etc.

O. Paz describió dos características principales de la poesía moderna: la
analogía, es decir, un modo anti positivista de entender el mundo, y la
ironía, la conciencia de que el mundo es frágil. A continuación,
detallaremos los distintos grupos de autores:

Posteriores a los Juegos Florales: Dominique Dufau (1880-1956), notario de
Senpere, Jokin Aldabe (1883-?) e Iñaki Larramendi (1874-1960).

En este grupo, cabe destacar a D. Dufau por la calidad de su trabajo en
Gernika. Este ensayista perteneció a Eskualtzaleen Biltzarra, y sus
artículos dan una idea de la perspectiva defendida por dicha asociación.

Propugnó la transmisión de tradiciones de una generación a otra, ya que las
consideraba un tesoro etnográfico inamovible; consideraba que se
encontraban en peligro debido al proceso sin retorno en el que las habían
embarcado el turismo costero, la emigración a América, la primera
escolarización obligatoria y laica de los franceses (ley de Jules Ferry de
1882) y las dos guerras mundiales. D. Dufau luchó para que se mantuvieran
las tradiciones y la lengua y quiso erigir a la mujer en centinela de
dichas costumbres, ya fuera madre, esposa o hija. Cada una en su ámbito
debía garantizar la reproducción del pasado ( ver el artículo intitulado
"Amacho", nº 11 de Gernika).

Dufau enumeró algunos recursos para ensalzar a los euskaldunes: la dignidad
que les devolvió A. Xaho ("un euskaldun solamente se quitará la boina ante
el Dios" escribió), la personalidad especial que les aporta la mitología
popular (las lamias[1] entregaron un báculo a Ganich, el prototipo
euskaldun, para que hiciera pagar a los forasteros sus injurias) y la
alabanza de la expresión popular que se produce en los Juegos Florales. No
obstante, las fiestas vascas tenían sus limitaciones, ya que sus
organizadores no contaban con formas de expresión más elevadas (literatura,
música culta, artes, etc.) y solamente giraban en torno al folklore
("Ganichen makhila", G. 12).

Al principio, los Juegos Florales transmitieron una imagen alegre de los
euskaldunes que languideció hasta convertirse en tristeza debido al rumbo
que tomaron los acontecimientos. Desde el punto de vista de la Modernidad,
puede decirse que el mundo y las costumbres existentes alrededor del
euskara eran concebidos como reserva y refugio por las cabezas pensantes;
confiaron en el poder de lo simbólico sin reparar en otras maneras de
revigorizar la tradición.

Entre los seguidores de las tendencias de pre-guerra encontramos a Iñaki
Eizmendi "Basarri" (1913-1995), Eusebio Erkiaga (1912) y Nikolas Ormaetxea
"Orixe" (1888-1961).

Basarri había sido ertzaina y lo pasó muy mal en el extranjero cortando
pinos en las Landas, un trabajo que los franceses no querían hacer
("Atzerriko bizitza", G. 14). Al volver a la España nacional, tuvo que
participar en los batallones de castigo obligado por el régimen.

En una composición bersolarística habla de los caseríos como de los últimos
baluartes del euskara. Les ruega que persistan en esa soledad autárquica.
Las esencias están en el caserío; también son la procedencia de los
apellidos de los prohombres vascos ("Euskal baserriak", G. 6)

También describió con realismo la dura forma de vida de los pescadores, sin
idealizaciones y sin indicaciones sobre cómo mejorar sus condiciones
laborales. Simplemente solicitó al lector su gratitud hacia ellos, y
recomendó a todos la solicitud de protección a la Virgen María
("Arrantzaleak", G. 9).

Por otra parte, desaprobó la costumbre de quitarse el albornoz en la playa
y recordó a los jóvenes la fugacidad de la vida terrenal. En resumen, en
ocasiones, este versolari que se mostraba distante del ser humano mundano
y reticente con el progreso sabía ser realista ("Itsas-Ertzetako kontuak"
G. 13).

En otro orden de cosas cree que los estragos producidos por el "enfado" del
mar que se vivió en aquella época pueden explicarse mediante una
perspectiva teocéntrica. El incorrecto comportamiento moral del ser humano
es el culpable del desastre natural que asoló la costa azotada por el mar
("Itsasoa haserre", G. 15).

Eusebio Erkiaga se adentra en el camino del labortano clásico propuesto por
F. Krutwig en uno de sus poemas ("Leihoan", Gernika 19) y en otros
escritos. Este autor vivió en Bilbao y trabajó en un banco. En su poema
"Bethi gose" (G. 17) se observan similitudes con el existencialismo
cristiano, pero posteriormente se muestra contrario a los defensores de
dicha filosofía e incluso los compara con los Epicúreos en su poema "Jean
Paul Sartre´ren ardi galduak" (Egan 2-1951), entendiendo el epicureísmo
como lo hace la filosofía popular; es decir, como búsqueda torpe de
placeres inmediatos. Este poeta, que comenzó a publicar en la pre-guerra,
tuvo un acercamiento hacia los escritores más jóvenes en la post-guerra,
pero posteriormente se alejó de ellos desde el punto de vista del lenguaje
y del pensamiento.

Erkiaga definió ciertos elementos clave necesarios para que la
planificación lingüística fuera eficaz en el ámbito social: las escuelas,
los versolaris y el prestigio académico (por ejemplo, las palabras
laudatorias del lenguaje del prestigioso filólogo Antonio
Tovar).("Erabiltzeke eztugu euskara lantzen ahal", G. 22).

Orixe entendía el humanismo de un modo totalmente confesional. Los términos
cultura y civilización le resultaban sospechosos y afirmaba odiarlos. Ponía
las buenas costumbres por encima del conocimiento y estaba lejos de
defender la ciencia moderna sin matices ("Gizabidea" G. 11 y 12).

Se enfrentó a la tibieza de muchos cristianos y la criticó con osadía. A
pesar de observar el descenso en el número de parroquianos, no consideraba
necesario actualizar la Iglesia.

Luchó contra el individualismo y afirmó que la ética cristiana bastaba y
sobraba para regular la conducta.

Los principales innovadores son Jean Diharce "Iratzeder" (1920-2008),
Andima Ibinagabeitia (1906-1967), Federiko Krutwig (1921-1998) y Jon
Mirande (1925-1972).

Iratzeder participó en la 2ª Guerra Mundial y conoció mundo antes de
decantarse por la vida de fraile. Le preocupaban los altibajos del euskara
y consideraba que estaban causados por la escuela, el turismo y la avaricia
("Zenbat gazteri", G. 22). La vacuna contra dichas causas era la comunión
espiritual, tal y como podía verse en los bailes y cantos de las plazas de
los pueblos ("Berritz ere", Gernika 9). Además, el euskara es el idioma de
Dios. Este misticismo tiene un carácter telúrico: los lazos de unión que
siente por la tierra vasca le dan valor ("Haitz-pean", Gernika 11).

A. Ibinagabeitia actualizó la actividad cultural vasca. Supo ser compañero
de los más jóvenes. Mostró su apertura al acoger de buen grado la poesía de
J. Mirande y alentar al poeta. La poesía debe reflejar las vivencias del
ser humano sumergido en su cotidianidad. Ibinagabeitia vio cómo J. Mirande
homologaba la literatura vasca con lo que en Europa era habitual
("Olerkariarenean", G. 23).

Por otra parte, A. Ibinagabeitia defendía el derecho a defender
críticamente cualquier idea, incluso las opiniones políticas anti
convencionales publicadas por Gernika que al parecer aceleraron el cierre
de la revista.

F. Krutwig hizo una crítica humanista de la modernidad. Sintió que, tras la
Guerra Mundial, el sueño de la Ilustración se había convertido en
pesadilla: después de la 2ª Guerra Mundial duda de la existencia de un
progreso incesante; considera que el industrialismo ha animalizado al
trabajador y que el materialismo ha empobrecido el espíritu ("Humanismu,
gizabidea", G. 17).

Quiso encontrar la salida al desastre de Occidente en Oriente, cuyos
filósofos defienden la imposibilidad de conocer el mundo (Mâya-ren oihala:
el velo de Maya) y desarrollan un escepticismo epistemológico. Dicho
escepticismo lleva a la tolerancia, ya que considera que no existe una
única verdad; observa el mundo con ironía ("Gernikako Arbolaren Fruktuak",
G. 15).

F. Krutwig denuncia lo que denomina Nazinokeria, es decir, el deseo de
poner cada uno su nación por encima de las otras, porque considera que
desemboca en la guerra. Su paralelo lingüístico sería el purismo; sin
embargo, F. Krutwig afirma que Europa posee un sustrato griego común, una
idea que se refleja en varios artículos liberales publicados por F. Krutwig
en Gernika ("Euskera Euskalerriaren Kultur-Bidea ledin izan", G. 14).

Jon Mirande era de origen suletino y vivía en París. Tuvo contacto con
varios vascófilos de la época, como fueron los colaboradores de Gernika A.
Ibinagabeitia, F. Krutwig y Tx. Peillen. Publicó en la revista algunos de
sus primeros textos.

Las rompedoras ideas políticas de J. Mirande pusieron en peligro la
supervivencia de la revista y, al parecer, aceleraron su cierre. En algunos
sectores nacionalistas no gustó la apertura humanista de Gernika. No
olvidemos que J. Mirande criticaba los actos de los nacionalistas fieles y
formales. Para él resultaba ejemplar la Euskal Herria expansionista con los
pueblos vecinos (vasconi inquieti), aquella que invadió la Gascuña y amplió
hacia el sur el Reino de Navarra. Deseaba que Euskal Herria se uniera a
otros pueblos minorizados de Europa para lograr el autogobierno, y quiso
romper con el parón vivido por los nacionalistas en el contexto de la
Guerra Fría ("Abertzaletasunaren inguruan", G. 25).

También publicó poemas eróticos que pretendían aligerar el peso de los
quehaceres más serios del momento, puesto que, en su opinión, la poesía
tenía una importancia lúdica similar a la de la pelota en la vida del
pueblo. Ese uso libre del erotismo le valió un rechazo tajante por parte de
otros colaboradores de Gernika. En uno de sus cuentos, por ejemplo,
describe el fin trágico de un trabajador normal que se guía por las
conveniencias habituales a la hora de elegir una profesión y contraer
matrimonio ("Ametsa", G. 19).

J. Mirande se muestra irónico frente a la realidad. Dota a sus poemas de un
ritmo analógico al estilo de los románticos ingleses (leía el inglés
antiguo, a W. Blake…): además de la rima, la repetición de grupos fónicos
en los versos genera una resonancia especial ("Ametsetarik", G. 16).

Para finalizar, indicaremos que en la literatura de Gernika existen ya
algunos indicios que apuntan a la ruptura generacional que se produciría en
torno al año 1960.

Aitor Ortiz de Pinedo

Bilbao, 2010-03-16



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[1] Seres mitológicos vascos con forma de mujer en su mitad superior y pies
de ave (N. de la T.).
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