La reversibilidad de la formación artística en la postmodernidad

June 29, 2017 | Autor: A. Torregrosa Lab... | Categoría: Visual Studies, Arts Education, Art Education
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La reversibilidad de la formación artística en la postmodernidad Apolline Torregrosa Laborie CEAQ - Université René Descartes, La Sorbonne Paris V

RESUMEN : En este artículo les invitamos a descubrir los diversos procesos de transformaciones que se realizan actualmente desde la educación artística. Podemos revelar así el deslizamiento que se produce cuando pasamos de una enseñanza racional moderna a una formación sensible postmoderna, donde el arte toma un papel esencial. La denominamos formación sensible en un sentido opuesto a las nociones de la ilustración, que ha despojado la enseñanza de su origen humano para convertirla en una herramienta racional de distinción. Descubrimos entonces una formación que reintegra los procesos personales, intuitivos y emocionales. Una formación que religa en armonía las dimensiones racionales y sensibles de las personas, revalorizando los aspectos afectivos. En este sentido, la educación artística vuelve al corazón de la formación completa, quién en su concepción y en su práctica, es un acercamiento más sensible hacía la socialización de la persona. Se trata de determinar cuales son los procesos que nos acercan o nos llevan a una educación que integra en armonía la razón y lo sensible. Palabras claves : razón-sensible, mutaciones, pasaje, contracorriente.

Deslizamiento de episteme Poco a poco la dimensión sensible de la persona ha perdido su credibilidad en la educación para dejar lugar a la racionalidad. Fundado sobre un pensamiento cartesiano, reforzado por la Ilustración, los sistemas educativos incitan a la búsqueda del conocimiento y de las carreras en ausencia del alumno. Nos hemos dirigido hacía el saber más objetivo y racional generando una separación entre el intelecto y lo sensible. Michel Maffesoli (2002) agrega que la sombra de la natura humana que llama a lo sensible, se ha descartado para dejar lugar a un moralismo pedagógico y un conformismo social. En efecto, el proceso educativo trata de dominar lo sensible y se esfuerza en construir un mundo planificado sobre representaciones. Como contrapartida la sensibilidad viene a perturbar estas estructuras que se derrumban por sí mismas. Por ello, actualmente nos deslizamos del episteme del intelecto al episteme de lo sensible. Un deslizamiento de múltiples formas donde ciertos profesores, artistas, mediadores, introducen otros modos de acercarse al conocimiento, al entorno y las

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personas. En este sentido, la formación desde el arte introduce alternativas, nos muestra una camino de aprendizaje colectivo que religa la razón y lo sensible. Sin embargo, nuestra herencia judeocristiana que instauró el principio de división, influencia aún considerablemente nuestra manera de concebir la enseñanza. Divisiones muy presentes en nuestras sociedades: el hombre y la naturaleza, el bien y del mal, la razón y lo sensible. La ilustración fomento aún más estas separaciones, desde la división del conocimiento, de conceptos bien definidos encerrados en enciclopedias. Dejo lugar así, a la ciencia, que se alejo siempre más del hombre unido a la naturaleza de las cosas. No sólo se ha operado una división del hombre con la natura, pero su parte animal debía ser dominada, borrada y con ello, se suprimió la magia, el misterio y lo sensible. La ilustración ha sido el pensamiento del progreso, cuyo objetivo era liberar a los hombres de sus miedos para que puedan alcanzar la mayoría de edad. Pero en este propósito, se ha desencantado el mundo (Horkheimer y Adorno, 2004), tratando de borrar no sólo los miedos de las personas sino también con ello, los mitos, creencias y supersticiones que sostenían la imaginación del mundo. Es así, que en está búsqueda de razón, de mundo dominado por la ciencia y la lógica, se ha eliminado poco a poco todos los aspectos sensibles y no mesurables de lo humano, pero que mantenían el aspecto mágico, misterioso de la vida y de las relaciones entre las personas. En este sentido, es relevante esta tendencia actual que trata de vincular la inteligencia y el conocimiento con lo sensible, con lo afectivo. La educación artística acentúa un proceso de regeneración ligando a la formación, los aspectos emocionales de las personas. Podremos evocar entonces que entramos en un episodio dionisíaco (Jung, 2004: 182) de la formación y de la investigación, que reintegra la emotividad, la afectividad y todo lo que no es apropiado en la concepción prometeana del pensamiento moderno. Reabrimos la formación a la felicidad, la embriaguez, la seducción, lo sensible, lo sagrado, la exuberancia y el pathos, que nos abren a una tendencia dionisiaca. Asistimos entonces, a una mutación de la educación por la re-emergencia de la parte obscura, por la resurgencia de la dimensión sensible de la persona en su formación. Ahora podemos hablar de la educación desde el arte, donde se revela una dimensión más intensa, que nos reintroduce en la experimentación, la aventura y el descubrimiento. La formación en el arte nos muestra un camino de aprendizaje que religa la razón a lo sensible, la practica a la reflexión, lo subjetivo a lo colectivo. Por ello, se genera un reencantamiento de la educación, donde se revela una dimensión más afectiva, más intensa, más cercana de la formación y de las relaciones sociales. Una regeneración que nos invita, que nos rodea, que nos hace participar en este ritmo perpetuo y enigmático que es la vida, la vida juntos. 2

Recordemos que la educación es una etapa de socialización de la persona en la dimensión pública, donde la persona se encuentra con el mundo social, en el entorno cercano y lejano. Destinamos a la persona a integrarse a su contexto, a introducirse en su comunidad, socializándose metódicamente por la escuela. En esta noción de educación entendemos la dimensión socializante de la escuela, aquella que nos invita a participar a la vida social. Hecho que los teóricos buscan a través de la educación universal, pero debemos tener presente que según cada época, la educación corresponde a un tiempo y lugar, a las energías propias de un periodo y de su entorno. Pero la concepción actual de la educación es ideal y abstracta, no incluye las efervescencias locales y se sostiene penosamente sobre su propia lógica. Estamos frente a instituciones edificadas en una época moderna, que buscando la civilización culta, niegan los aspectos sensibles de las personas. Como lo ha indicado Steiner, nos enfrentamos a una lucha constante contra el mito del siglo diecinueve (1997 : 15) que nos ha llevado hacía esta búsqueda de la educación ideal e igualitaria. Finalmente, las escuelas ideales se perpetúan y prosperan a la sombra de los barrios en dificultades, de los jóvenes marginados y excluidos de la cultura y la sociedad. Esta lógica prometeana que da el fuego, el conocimiento, la técnica a los humanos, ignora radicalmente las profundidades de la existencia, es decir, los humores, las pasiones, lo lúdico, lo onírico, lo inconsciente, la magia y todo lo que reaparece en la posmodernidad. Sin embargo, persistimos en este paradigma moderno, en una lógica de la razón, en este dar el fuego por amor abstracto a la enseñanza, a los saberes. El mito de Prometeo se apoyaba en lendemains qui chantent (Durand, 2010 : 24), una ideología del progreso que no toma en cuenta las profundidades que reinan en todos los agrupamientos de personas, en sus efervescencias. Se ha tratado de luchar contra el oscurantismo a través de la Ilustración, pero finalmente su efecto ha sido opuesto o reversible, es decir, se ha operado una saturación de la racionalidad moderna. En esta marcha hacía el porvenir y el progreso hemos formado el adulto blanco y civilizado, construido desde pedagogías positivistas, reduciéndolo a través de adiestramientos tecnocráticos, funcionales y

pragmáticos (Durand, 2010 : 33). Pero el

reverso ha surgido casi automáticamente por la búsqueda de sueños, de imaginarios, de una activa participación instintiva en los trayectos errantes. Actualmente diversos mitos fundadores coexisten, como el de Prometeo y el de Dionisos. La educación moderna continúa fundada en una ideología prometeana del siglo XIX, donde los niños deben ir todos a la escuela gratuita y obligatoria para alcanzar las salidas prometidas, correspondiendo al ideal de crecimiento de nuestras sociedades. Destacamos así la reversibilidad de esta educación moderna, a través del acercamiento invisible y discreto de la formación postmoderna. 3

Dionisios es el otro mito fundador que nos abre las compuertas para el deslizamiento de las potencias personales, para la circulación de nuestras profundidades que se entrelazan en los procesos de aprendizajes.

De la razón sensible Desde la concepción moderna de la educación, la palabra ciencia se ha impuesto en todos los campos disciplinares, por ello hablamos de ciencias sociales, ciencias humanas o ciencias de la educación. Hoy, la noción de ciencia autoriza y legitima los métodos de estudios y los conocimientos impartidos. Esta perspectiva ha establecido jerarquías entre los conocimientos, pero sobre todo en la manera de aprehenderlos, acentuando la división de los saberes para dominarlos mejor. Así, las observaciones y saberes resultantes deben ser objetivos, verificados, reproducibles y generalizados, donde la separación del objeto y del sujeto es una evidencia que borra cualquier posibilidad de interacción. Edgar Morin subraya que desarrollamos una inteligencia miope que se basa en las disyunciones, la reducción y la abstracción (1999 : 42). Esta inteligencia dogmática ha destruido la posibilidad de comprensión de lo complejo, del otro y de sí mismo. De este modo, el conocimiento se vuelve siempre más extranjero a nosotros mismos, por lo tanto, no nos vinculamos con él como un proceso de aventura, de descubrimientos. Hemos construido un sistema de producción de saberes repetidos, previsibles y saturados. Realidad que se evidencia en la tensión entre teoría y práctica, fricción aun no resuelta en la investigación y en la enseñanza, que ensancha la brecha entre sociedad, educación, persona, conocimiento y naturaleza. La investigación artística nos seduce con otras posibilidades de desarrollarnos y conocer, ofreciéndonos trayectos de estudio sensibles que atienden nuestros imaginarios. El conocimiento emergente de estas experiencias, emancipan nuestro modo de ver y comprender el mundo. En efecto, estas investigaciones proponen otras maneras de ser en relación, de estar con las personas y los temas que advienen. Desvelan otra vía de acción, de compartir y de estar juntos en la sociedad desde una heterogeneidad creativa. No nos situamos más en una confrontación de opuestos, sino que nos entrelazamos entre lo divergente, la alteridad, lo desconocido y los encuentros sorpresivos. El conocimiento sensible aparece, se revela, se manifiesta, se dona en el acercamiento cualitativo de la investigación. La dimensión relacional se vuelve un eje de investigación, cuestionando las estructures científicas

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establecidas. Un saber experimental se descubre en un lazo íntimo entre investigadores y personas participantes, entre lo sensible y lo racional, que hoy nos interpela todos. El pensamiento artístico aparece en este movimiento, revelando una dimensión mas intensa de la formación, que nos reintroduce en la experimentación, el tanteo y la aventura creadora. La tendencia actual de recrear un conocimiento sensible, es reveladora de una reacción, de una necesidad de religarse en procesos de formación colectivos. Estamos en un episodio dionisíaco, donde la formación artística toma todo su sentido, transportándonos hacia otras formas de aprender, de investigar reconciliando los opuestos. El pensamiento artístico emana una armonía entre práctica y teoría, entre lo sensible y la razón. Desde estas transformaciones, estos caminos alternativos, volvemos a la cuestión de los métodos, de las pedagogías, que no pueden ser entendidas como una cárcel donde todo conocimiento es fijo y petrificado. La experiencia relacional a la cual nos invita la formación artística, es una deriva creativa que nos lleva a descubrir lo que nos rodea en este mundo. La educación e investigación artística ponen en duda las formas de enseñanzas modernas, tradicionales, para transportarnos en una aventura de la formación, desde la experiencia y los imaginarios. Proponen formas hibridas de conocer el mundo a través del arte, el cuerpo y los sentidos. Lo sensible amplifica el potencial de la persona y los colectivos, realidad considerada negativa o errónea en la modernidad. Hablamos de error porque las emociones, los sentidos o incluso la espiritualidad en la educación, han sido considerados elementos perturbadores que molestaban, enturbiaban y confundían. En esta educación racional, lo sensible no tiene lugar, representa la parte obscura, « la parte maldita» (Bataille, 2000) de la enseñanza. Simplemente hemos omitido el aspecto sensible de la persona para dirigirnos solamente hacia un conocimiento abstracto. La modernidad pensó que eliminando los aspectos sensibles y subjetivos, evitaría los errores, pero sin embargo, la inteligencia no puede separarse de lo afectivo, de la totalidad de la persona. Por ello Edgar Morin afirma que la afectividad puede ahogar el conocimiento pero también ampliarlo (1999 : 5-6). Separando estos dos potenciales, podemos producir el contrario, un objetivo otro de lo que era previsto : una heterotelie1 que nos lleva a comportamientos totalmente irracionales o monstruosos. Por lo tanto, los espacios educativos deben dejar fluir los encuentros de ideas, de pensamientos, de intuiciones, de la razón y la sensibilidad. En estas intersecciones, debemos permitir que todo se modifique, que oscile como la vida. La intuición, las emociones aportan estas bifurcaciones

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Hétérotélie : del griego eteros significa otro, la palabra telos fin. La hétérotélie es un resultado otro que el que teníamos pensado al inicio. Cf. Michel Maffesoli, Matrimonium, Petit traité d’écosophie.

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que hacen posible una formación dinámica, y no estática, integrando las singularidades de cada uno. Actualmente una educación como representación perdura, una mirada homogeneizada donde profesores y alumnos tienen una identidad similar, un grupo único donde el saber es el eje que se da racionalmente. El espacio escolar se convirtió en un elemento utilitario, donde las personas y el conocimiento están cosificados, perdiendo la intensidad del encuentro propio a la formación. Pero el resurgimiento de la parte sensible en la enseñanza, desestabiliza todas las estructuras impuestas. La parte maldita u obscura vuelve a retomar su lugar, visibilizando significativamente todo lo que ha sido rechazado o apartado por la educación. Integrar estos aspectos en la formación, es simplemente comprender la persona en su totalidad y no escindida o fragmentada. Este acercamiento introduce una relación afectiva en la formación, convirtiéndola en posibilidad de amplificación y no sólo como una transmisión de conocimiento asociado a una prueba o examen. El profesor se sitúa así mas en el acompañamiento, para que los alumnos sean protagonistas, se incorporen a su propia formación. Ahí esta el crisol de la enseñanza, esta temperatura sensible que impulsa el desarrollo del tesoro interior o potencial de las personas. Realmente sentimos este afloramiento en cada uno de las experiencias sensibles y artísticas en las que participamos, es decir, un retorno de las emociones, de lo afectivo, de todo aquello que era considerado como la parte maldita o nefasta de la educación.

El arte a contracorriente La educación artística se ofrece como un espacio que privilegia la correspondencia entre las personas, la dimensión sensible, experimental y la participación en las actividades vividas. Favorece un proceso interior hacia la comprensión de sí mismo, el entorno cultural y las cambiantes realidades sociales. La formación se prolonga, se extiende y aumenta por la dimensión artística. Espacio que propone formas alternativas para conocer el mundo a través del arte, la cultura, el cuerpo y los sentidos. Evoca lo desconocido a través de experiencias que se ofrecen como pasajes hacia territorios de descubrimientos y encuentros rizomáticos. La manifestación artística es el potencial de la formación, fuerza desde la cual se establecen trayectos creativos entre lo textual, lo visual, lo sonoro, lo corporal, lo táctil y todos los sentidos para revelar otras realidades. La experiencia artística nos arriesga fuera de los procesos lineales educativos, ya que son vías porosas de posibilidades que estallan y nos

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seducen. Desarrolla así un saber intuitivo y sensible, estableciendo correspondencias entre lo imaginario personal y colectivo. Por ello, se descubren otros procesos de comprensión y de relación, que no aparecen en otras disciplinas más rígidas. Podemos entonces asimilar la formación artística a un microclima sensible, porque se diferencia de las disciplinas rígidas, de los espacios escolares regulados. La educación artística busca principalmente el proceso y el despliegue del potencial de las personas. Se establece así como contracorriente de la educación general, que esta aun anclada en programas fijos y en evaluaciones ciegas, que en realidad no toman en cuenta la persona. La formación por el arte ofrece un aprendizaje divergente que no responde a los mismos criterios de las otras materias. Se presenta como una educación sensible o completa, que da atención al encuentro entre personas, al proceso singular y colectivo que valoriza la socialización desde un enfoque más solidario y afectivo. Es desde esta dimensión que he propuesto pensar la educación artística como una climatosofía2 que propicia una atmosfera favorable a la formación personal y colectiva. Es decir, observamos la educación artística desde los mismos fenómenos climáticos, de vientos, temperaturas, calores, microclimas y fluctuaciones que modifican, alteran, unen o dispersan las personas en sus vivencias. Por ello, nos referimos a la educación sensible como microclima que se desarrolla más allá o en paralelo del sistema educativo regulado, de donde emerge esta climatosofía. El potencial y el valor de la educación artística están enraizados en lo sensible, en los afectos, en la vida compartida. En efecto, es el arte mismo una experiencia formadora que nos transporta en un espacio de vibraciones y conexiones, que nos lleva de lo singular a lo colectivo, conformando una temperatura donde es posible respirar juntos. La educación artística entendida como microclima se presenta como una dimensión singular y diferente, como un espacio donde se desarrolla una flora y una fauna diversa. Este microclima ofrece un ambiente propicio para el despliegue de las personas, a través de la excitación y la efervescencia que se genera al crear juntos. Este espacio íntimo conlleva la implicación personal, constituyéndose como territorio secreto donde se siente el calor especial del grupo, su temperatura afectiva que nos envuelve favoreciendo la formación sensible. Se crea en este compartir un ambiente afectivo o comunidad emocional, como lo ha indicado Max Weber, que se inscribe en las interacciones. En esta atmósfera estamos más dispuestos para desvelarnos desde la intimidad, lo que creará una confianza o microclima formativo. Hablamos de un calor especial necesario para este microclima formativo, afectivo 2

Neologismo a partir de la noción de climatología urbana desarrollada por Fabio La Rocca (2012). Proponemos una climatosofía, una reflexión de los ambientes escolares a partir de nociones climáticas, en un saber intuitivo y comprensivo y no desde una pretensión científica que conlleva el sufijo logos. Cf. Conferencia Climatosofía de la formación artística, para la bienal de educación artística de Uruguay, 2012.

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y creativo, tal como nuestro cuerpo u organismo necesita un calor aproximativo de 36 grados para vivir. Lo contrario comenzaría a ser fatal para la salud. Sucede lo mismo en las abejas, que deben mantener una temperatura de 36 grados en la colmena para la supervivencia de las larvas, de toda la colonia3. Para que se genere un microclima, un calor específico, es necesario. La existencia de un microclima, de un calor y humedad específico, desarrolla una flora particular, en las palabras de Michel Maffesoli: « Le fait de ″se tenir chaud″ est une manière de s’acclimater ou de domestiquer un environnement qui sans cela serait menaçant » (2000 : 82). Este espacio interior, cálido, creativo y compartido, es el que alabea la educación dogmática, constituyendo los contornos de la formación artística, de los procesos de desarrollo de cada persona. Estos espacios educativos como microclima posmoderno, generan un calor, una temperatura afectiva donde vivir es sumergirse en lo desconocido. En este sentido, este microclima facilita el desarrollo de sí mismo y del colectivo, ofreciendo miríadas de experiencias que nutren los advenimientos creadores. Hablamos de tanteos experimentales que dan vida a la educación artística, a sus procesos y trayectos de formación, donde los alumnos se desarrollan fuera de lógicas que imponen. Siempre aparecen instancias de descubrimientos sin condición ni sumisión, que nos invitan a la formación de cada uno y de todos en un espacio afectivo, emocional. Sería así que la educación artística integra la mala hierba o la parte maldita que ha querido evacuar la modernidad, limpiar la educación moderna en su afán de higienismo. La experiencia personal y colectiva vuelve al corazón de la formación, porque crea una atmósfera rica en conexiones que se establecen naturalmente. La educación artística se presenta pues como un giro frente a la educación racional e intelectual, posibilitado por la aparición de experiencias, de vivencias intensas que ligan los opuestos. Esto subrayaría la unión de dos realidades aparentemente enfrentadas, que se religan en la educación artística, es decir, en la aparición de una práctica reflexiva.

Las pequenas mutaciones Podemos revelar diversas realidades en la educación actual que muestran una tendencia hacia la renovación, la regeneración de la formación. Esta se genera a través de la emergencia de lo sensible, de las emociones, del afecto, en los intersticios de una educación racional, omnipotente e impregnada del pensamiento moderno. Los profesores que practican 3

Cf. noción de temperatura colectiva de la Tesis doctoral de Roberto M. Falcón, Sentido del proyecto aefectivo, Universidad de Barcelona. Ver también la noción de Respiración exacta de Juan Antonio Ramírez, La metáfora de la colmena. De Gaudí a Le Corbusier, Madrid, Ed Siruela, 1998, p: 150

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la vinculación de los opuestos, transportan nuevas corrientes que recrean la formación, interpelando la persona y considerándola en su completud. En esta situación, el cuerpo y el espacio son los elementos que se anudan, que juntos reanudan los lazos entre lo racional y lo sensible, llevándonos en el viaje errático de la formación artística. Las nuevas figuras como el tutor, el coach, aparecen en el mundo educativo poniendo en valor la necesidad de una formación como acompañamiento. Es precisamente en esta instancia, que surgen lo que he denominado los maestros clandestinos (Torregrosa en Rohart, 2013), profesores que actúan a contracorriente de la educación moderna, ofreciendo un estadio de formación sensible. Estos maestros son potencias que acompañan los alumnos en su aventura formativa. En ello, las experiencias artísticas son realidades intersticiales, aventuras de descubrimiento que amplifican los procesos de aprendizajes personales y colectivos. Es por el acompañamiento, la comprensión de lo sensible y la experiencia artística, que nos acercamos a una renovación de la educación, aquella que retoma su sentido original de socialidad. Asistimos entonces a una mutación de la educación por la re-emergencia de la parte obscura, la resurgencia de la dimensión sensible de la persona en su formación. Es a la formación del ser que volvemos, tal como el movimiento romántico regresó a la naturaleza, al ser, por oposición a la racionalización del mundo. La educación actual está en desfasaje con la totalidad de la persona, no corresponde a las pulsiones de su ser. Por lo tanto, se ha vuelto una deformación que intenta reeducar y domesticar las personas. Es una educación que se ha reducido a una transmisión de conocimientos dirigidos al cerebro frontal, al hemisferio izquierdo, omitiendo el aspecto intuitivo, instintivo e imaginativo de la persona, presente en el hemisferio derecho. Seria entonces importante de recobrar este equilibrio entre los dos hemisferios, realidad que es posible a través de los cuerpos callosos, las comisuras, es decir, reestableciendo los puentes entre lo racional y lo sensible en la formación. Acrecentar esta separación entre cerebro intelectual y cerebro primitivo, es lo que evidencia nuestra sociedad occidental, la educación. En este sentido nos volvemos personas atrofiadas, incapaces de desarrollar todo nuestro potencial. Toda separación es ficticia y reductora, por ello la formación racional-sensible y orgánica que proponemos, invita a la persona en su completud. En esta mutación o reinvención de la educación, aparecen nuevas experiencias para aportar alternativas a las formaciones tradicionales. Estas vías sorpresivas de la formación, se presentan como realidades intersticiales que suceden al margen del marco educativo. Son un soplo de vida, un poco de humedad en medio de la aridez que imponen los espacios regulados por el sistema educativo. Estos ambientes nacientes nos muestran otro modo de convivencia, otra proximidad en estos intersticios formativos, en los que siempre se espera lo desconocido. 9

Es así que los maestros clandestinos nos invitan con otro modo de relacionarnos con la enseñanza, con un estar juntos aprendiendo. Estas alternativas mágicas que aparecen sorpresivamente, se revelan como las capas freáticas de la educación, es decir, como una reserva de agua dulce que potencia el estar juntos. Tesoro vital de la formación artística que permite sostener la sociedad desde una unión más cercana, más solidaria, más instintiva. Por ello, es importante estar abiertos a lo que se genera cotidianamente y silenciosamente, en las propias instituciones y grupos societales. Las capas freáticas de la educación están desvelando otro modo de conformar la educación, la vida en sociedad, es decir, otra forma de estar juntos al margen del enfrentamiento y la competición. Es justamente el desafío de la educación: propiciar espacios vitales como modo de estar simultáneamente consigo mismo y con el otro durante los procesos de aprendizajes. Estas formas de aprender juntos inmersos en la experiencia artística, aparecen gracias a los maestros clandestinos. Sin duda aún minoritarios, brotan como una ola de fondo que vivifica nuevamente la educación. Dinamismos vivos que emergen en el seno mismo de las instituciones, sobretodo en aquellas que no les esperan. Son ellos, estos maestros clandestinos, aguas vivas de la sociedad, fuerzas que obran en el corazón mismo de la educación. Este proceso orgánico de regeneración ya está en marcha, ya se ha iniciado, estamos hoy en este movimiento, en un proceso que pasa de lo secreto a lo discreto, para hacerse finalmente visible. Estos ecos cotidianos generados por los maestros clandestinos, son como una energía que remueve el sistema saturado, seco e impermeable. Los maestros posmodernos participan del retorno de la dimensión sensible, espiritual y afectiva de la formación e indudablemente, de las relaciones sociales. Son energías que se vislumbran como una magnitud social removedora, que se descubren en las intensidades cotidianas, en lo extraordinario de lo ordinario. Se trata entonces de invitar e invocar un movimiento de la educación a través del arte, de una metamorfosis posible (Morin, 2011: 297) que emprenda el camino que le regenere hacia el mundo de la formación. Esto ya se ha iniciado en un advenimiento de miríadas de iniciativas secretas y discretas, de movimientos que empiezan a mostrarse, hacerse visibles y transformar los espacios educativos. Este giro o metamorfosis de la educación se revela en la formación artística, en todos sus movimientos que han comenzado de manera discreta. Los grandes movimientos de transformación comienzan de manera marginal, desviadora, modesta, (y) nos muestran que las innovaciones creadoras son siempre y en todas partes posibles (Morin, 2011: 299). Las pequeñas mutaciones que se realizan naturalmente, 10

conllevarían y alimentarían otras reformas, en una relación de círculos virtuosos que se autoestimulan. Esta retro-alimentación nos lleva a comprender nuestro destino colectivo; aprehender que hacemos parte de una comunidad de destino y que estas iniciativas propulsan movimientos de transformación, que resuenan de una manera holística. Realidad que puede convertirse en una tendencia deseada por los sistemas educativos saturados. La metamorfosis de la educación sería como la crisálida, que en su transformación se autodestruye para nacer nuevamente; paradójicamente es un proceso interno que implica ser otra siendo la misma. Salir, emerger, nacer a través de los pasajes que propone la formación artística, es vivir una mutación en la cual las personas son como esta crisálida, con las alas aún un poco mojadas, pero pronto para volar.

Bibliografia Bataille, G., (2000), La part maudite, Paris, Editions de Minuit. Durand, G., (2010), La sortie du XXe siècle, Paris, CNRS éditions. Horkheimer, M. et Adorno T. W. (1974), La dialectique de la raison, Paris, Gallimard. Jung, C. G., (2004), Psychologie et alchimie, Paris, Buchet Chastel. Maffesoli, M. (2002), La part du diable, Flammarion, Paris. Maffesoli, M. (2009), Le réenchantement du monde, Paris, Perrin. Maffesoli M. (2000), Le temps des tribus. Le déclin de l’individualisme dans les sociétés postmodernes, Paris, La Table Ronde, La petite vermillon. Morin, E. (1999), Les Sept savoirs nécessaires à l'éducation du futur, Paris, Le Seuil. Morin, R. (2011), La voie. Pour l’avenir de l’humanité, Paris, Librairie Arthème Fayard. Tarde, G., (2001), Les lois de l’imitation, Paris, Les empêcheurs de penser en rond, Éditions du Seuil. Rohart, J. D. sous la direction de (2013), Renouveler l’éducation, Lyon, La Chronique sociale. Steiner, G. (1997), Dans le château de Barbe-Bleue. Notes pour une redéfinition de la culture. Paris, Gallimard, Folio Essais.

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