La representación visual y textual del lobo en la España moderna (siglos XVI y XVII)

June 30, 2017 | Autor: F. Macias Cárdenas | Categoría: Cultural History, Early Modern History, Animal Studies, Animals in Culture, Cultural history of animals
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Descripción

Juan José Iglesias Rodríguez Rafael M. Pérez García Manuel F. Fernández Chaves (eds.)

COMERCIO Y CULTURA EN LA EDAD MODERNA

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Contiene los textos de las comunicaciones de la XIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna

EDITORIAL UNIVERSIDAD DE SEVILLA

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Juan José Iglesias Rodríguez Rafael M. Pérez García Manuel F. Fernández Chaves (eds.)

COMERCIO Y CULTURA EN LA EDAD MODERNA COMUNICACIONES DE LA XIII REUNIÓN CIENTÍFICA DE LA FUNDACIÓN ESPAÑOLA DE HISTORIA MODERNA

Sevilla 2015

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Serie: Historia y Geografía Núm.: 291 Comité editorial: Antonio Caballos Rufino (Director de la Editorial Universidad de Sevilla) Eduardo Ferrer Albelda (Subdirector) Manuel Espejo y Lerdo de Tejada Juan José Iglesias Rodríguez Juan Jiménez-Castellanos Ballesteros Isabel López Calderón Juan Montero Delgado Lourdes Munduate Jaca Jaime Navarro Casas Mª del Pópulo Pablo-Romero Gil-Delgado Adoración Rueda Rueda Rosario Villegas Sánchez Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito de la Editorial Universidad de Sevilla. Obra editada en colaboración con la Fundación Española de Historia Moderna Motivo de cubierta: Vista de Sevilla en el siglo XVI, por A. Sánchez Coello © Editorial Universidad de Sevilla 2015 C/ Porvenir, 27 - 41013 Sevilla. Tlfs.: 954 487 447; 954 487 451; Fax: 954 487 443 Correo electrónico: [email protected] Web: © POR LOS TEXTOS, SUS autores 2015 © JUAN JOSÉ IGLESIAS RODRÍGUEZ, RAFAEL M. PÉREZ GARCÍA Y MANUEL F. FERNÁNDEZ CHAVES (EDS.) 2015 Las comunicaciones presentadas en la XIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna e incluidas en formato digital en la presente obra han sido sometidas a la evaluación de dos expertos, por el sistema de doble ciego, según el protocolo establecido por el comité organizador del congreso. Impreso en papel ecológico Impreso en España-Printed in Spain ISBN: 978-84-472-1746-5 Depósito Legal: SE 929-2015 Impresión: Kadmos

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Comité Científico del congreso María de los Ángeles Pérez Samper Eliseo Serrano Martín Mónica Bolufer Peruga Virgina León Sanz Francisco Fernández Izquierdo Félix Labrador Arroyo Isidro Dubert García Francisco García González Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz María José Pérez Álvarez Comité Organizador del congreso Juan José Iglesias Rodríguez (director de la XIII Reunión Científica) Francisco Núñez Roldán Carlos Alberto González Sánchez Juan Ignacio Carmona García Mercedes Gamero Rojas José Antonio Ollero Pina José Jaime García Bernal Fernando Javier Campese Gallego Rafael M. Pérez García (secretaría científica) Antonio González Polvillo Manuel F. Fernández Chaves (secretaría ejecutiva) Clara Bejarano Pellicer

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La representación visual y textual del lobo en la España moderna (siglos XVI y XVII) The visual and textual representation of the wolf in the Early Modern Age in Spain (XV and XVII centuries)

Francisco Javier Macias Cárdenas Universidad de Cádiz

Resumen: Probablemente, uno de los animales que tenga una imagen más marcada desde el punto de vista cultural sea el lobo. Durante la época moderna, la visión del mismo se caracterizaba por representar a una bestia feroz y cruel, una alimaña tan despreciable que ni siquiera merecía la pena cazar por medio de un enfrentamiento directo. Naturalmente, todos estos rasgos los podemos apreciar en la Historia Natural del momento, definida por una perspectiva fuertemente simbólica en la que cada especie animal iba acompañada por todo un conjunto de símbolos, vicios y virtudes. Este trabajo pretende realizar una aproximación a la imagen del lobo en la España de los siglos XVI y XVII, en la cual la perspectiva simbólica sigue plenamente operativa, a la vez que un acercamiento a su representación visual, si bien partiendo de la base, en este último caso, de que las imágenes contenidas en los libros españoles ni mucho menos alcanzan el nivel de calidad que observamos en los publicados en el resto de Europa. Palabras clave: naturaleza emblemática, lobo, representación visual, representación textual y simbolismo. Abstract: The wolf is probably one of the animals whose image is the sharpest from a cultural point of view. During the Early Modern Age, it was represented as a ferocious and cruel beast, such a despicable vermin that it wasn’t worth the effort to be hunt with a direct confrontation. Naturally, all these features were spread by the Natural History which was characterized by a strongly symbolic perspective. From this point of view of the nature, each animal was described with all kind of symbols, vices and virtues. This paper aims to make an approach to the image of the wolf during the sixteenth and seventeenth centuries in Spain, following this symbolic view of the nature, and it also aims to offer an approach to the visual representation about this animal, bearing in mind that the illustrations of the wolf in Spanish books have less quality than illustrations in books from the rest of Europe. Keywords: Emblematic nature, wolf, visual representation, textual representation and symbolism.

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1. Introducción

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ara el hombre europeo moderno, el lobo es más que un simple animal. Voraz, carnicero y aterrador, esta bestia de la naturaleza quedó insertada desde la Plena Edad Media en el bestiario maléfico. Y es que ya desde la Antigüedad clásica, donde se gestó la idea de animal antropófago1, su imagen cultural no hizo más que empeorar. La historia natural medieval, caracterizada por una visión simbólica y moralista, convirtió al lobo en un animal terrible, asociado al Diablo, que amenazaba a los hombres y los devoraba y al que todo el mundo debía temer. Esta imagen “ejemplarizada”, que aparece tanto en bestiarios como en textos enciclopédicos de toda la Edad Media, parece corresponderse, sin embargo, más a un deseo de demonizar a este animal por parte de las elites culturales que a un verdadero miedo extendido entre la población. Prueba de ello nos la ofrece Pastoureau, el cual nos dice que el temor al lobo no es algo propio de la Plena Edad Media, sino de los siglos posteriores y que estaría ligado a los momentos de crisis y no a los de prosperidad y auge demográfico2. Igualmente, fuentes escritas como el famoso Roman de Renart (1171-1250), tampoco nos muestran a una población excesivamente preocupada por este animal. La llegada de los siglos modernos supuso un cambio en la percepción de la población hacia nuestro protagonista, si bien las representaciones textuales se mantuvieron casi inmutables con respecto a las medievales durante esta época. Desde finales de la Edad Media, el hombre entró en una verdadera guerra contra el lobo3. Esta guerra, que se libró desde todos los frentes, tanto el intelectual como el cinegético, nos habla de una preocupación generalizada hacia las “maldades” de este animal por parte de una población que, en el caso de países como Francia, era frecuentemente atacada por este 1. Antoine Pierrot, “Le loup “mangeur d´hommes”: une espece aujourd´hui disparue? Les témoignages de l´Antiquité préchrétienne” en Jean-Marc Moriceau (dir.), Symposium du loup, París, segundo trimestre 2014. 2. Michel Pastoureau, El oso. Historia de un rey destronado, Barcelona, Ediciones Paidós, 2007, p. 188. 3. Guerra que tiene sus orígenes en el propio Carlomagno, el cual, en las Actas Capitulares de Aquisgrán disponía ya de recompensas por la caza del lobo. Las consecuencias de esta guerra, que Jean-Marc Moriceau, en su libro L´homme contre le loup. Une guerre de deux mille ans (2011), le estima una duración de dos mil años, fueron la extinción de este animal en el occidente europeo. En países como Inglaterra, el lobo ya había desaparecido en el siglo XVI mientras que en Francia, este exterminio total no tiene lugar hasta principios del siglo XX. En España el lobo nunca llegó a desaparecer del todo, pero su presencia quedó limitada a reducidos enclaves. La reintroducción natural del lobo en Francia tuvo lugar en 1993 (Jean-Marc Moriceau, Sur le pas du loup. Tour de France et atlas historique et culturels du loup, 2013) y actualmente sigue causando quebraderos de cabeza tanto a las instituciones gubernamentales, debido a los ataques contra el ganado, como a sus pobladores que nunca han convivido antes con este animal.

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depredador. Y es que el lobo aterrorizó a Europa durante la Edad Moderna. Considerado una auténtica plaga, un flagelo enviado por Dios para castigar los pecados del hombre, numerosos autores no dudarían en culpar al Diablo o al mismo Dios de la presencia de tan inmundas criaturas.

2. La representación textual del lobo en la historia natural española. Esta imagen tan negativa del lobo es la que encontramos en los tratados dedicados a los animales de la España de los siglos XVI y XVII. Con el objetivo de realizar un análisis detallado de las representaciones textuales de nuestro protagonista, hemos acotado las fuentes de las que disponemos y seleccionado las más importantes. Empezaremos por hablar de Jerónimo Gómez de la Huerta (1573-1643), médico carmelita y autor de la primera traducción al castellano de la Historia natural de Plinio el Viejo, cuya primera publicación tuvo lugar en 1599. Su magnífico trabajo le reportaría el favor real y en 1624 sería nombrado Médico de Cámara y familiar del Santo Oficio por Felipe IV. Sin embargo, lo que más interesa a nuestro trabajo son los comentarios realizados por el propio autor sobre los distintos animales, que además de poderse insertar dentro de la visión simbólica de la naturaleza, nos dan indicios de que Gómez de la Huerta llegó a conocer las obras de Gesner y Aldrovandi y por lo tanto estaba, en cierta forma, más en contacto con la Historia Natural que se llevaba a cabo en Europa. El centro de nuestro corpus de fuentes lo forman dos tratados españoles fundamentales del siglo XVII, el Libro y tratado de los animales terrestres y volátiles, de Jerónimo Cortés (-/1615), publicado en 1613 y que presenta un conjunto de 28 animales terrestres (entre los cuales encontramos animales “reales” como el león, el lince o el lobo, aunque también estudia criaturas “míticas” como el dragón y el unicornio) y más de 34 aves entre las cuales se incluye al grifo y al fénix y El gobierno general, moral y político, hallado en las fieras y animales silvestres, una de las obras de Andrés Ferrer de Valdecebro (1620-1280), dominico y calificador del Santo Oficio, con una amplia formación teológica y que sería nombrado en 1675 profesor de Teología moral en el colegio de Santo Tomás, es autor de una de las obras españolas más representativas de la visión emblemática de los animales. Publicada en 1658 y en donde examina a 18 animales, aunque al contrario que Cortés, no habla de ninguna bestia mítica. Por último, veremos el tratamiento que tiene el lobo en una de las obras más importantes para la lengua española, el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias, publicado por primera vez en 1611.

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Que el lobo era un animal voraz era algo que no se discutía en los tratados naturales. Era además una de las características más repetidas y en las que más se profundizaba. Todos los autores objeto de nuestro estudio destacan la inmensa voracidad de nuestro protagonista. De hecho, la entrada dedicada al lobo del Tesoro de la lengua castellana o española, que lo califica de “animales conocidos, y perniciosos”4, se centra en los proverbios relacionados con este animal y todos ellos están relacionados con su inmenso apetito y su incesante ataque al ganado, “oveja de muchos, lobos se la comen”5, “esperar del lobo carne”6 o “encomendar las ovejas al lobo”7. En estos dichos asociados al Canis lupus en la España moderna podemos comprobar que todos giran en torno a la misma idea. Esta imagen de animal voraz se remonta, cómo no, a la Antigüedad y a la Edad Media, donde el lobo de los exempla era conocido precisamente por su tremendo apetito (además de por otras características)8, Tanto bestiarios como enciclopedias medievales (que tuvieron gran influencia sobre los autores españoles de los primero siglos modernos) se encargarían de difundir esta deplorable imagen. Tomemos como ejemplo las palabras de Bartholomeus Anglicus para el cual, el lobo “Es tan arrebatado y cruel que desea sangre continuamente, el cual por su rabia y crueldad mata cuando encuentra algo y está rabioso. Y no basta con matar una [oveja] para comer, sino que mata todas las del ganado”9. Jerónimo Cortés sigue esta tradición y nos habla igualmente de un “animal atrevido, tragón y voraz, no come otra cosa que carne y a vuelta, y media, que dicen, se la engulle, tragándose los pedazos enteros”10. Además, aprovecha Cortés el insaciable apetito del lobo para hablar del pecado de la gula, disertación que comienza con las siguientes palabras, “Por no haber notado, ni hallado en el lobo virtud o condición alguna buena de que alabarle, sino vicio y muy grande que vituperarle, como es ser voraz y tragón, me ha parecido decir algo de la gula y que cosa fea, con autoridad de hombres doctos, graves y santos”11 y que nos habla de la verdadera intención del autor a la hora de tratar las propiedades de los an4. Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid, impresor real Luis Sánchez, 1611, p. 526. 5. Ibidem, p. 526. 6. Ibidem, p. 526 . 7. Ibidem, p. 526. 8. Tomemos como ejemplo a Isengrin, el lobo del archiconocido Roman de Renart, que junto a su esposa, presentaban todas las características simbólicas que la Edad Media le dio a este animal. Cruel, arrebatado, voraz, de carácter violento y furibundo, con poco seso y en el caso de su esposa, lujuriosa. 9. Bartholomeus Anglicus, De proprietatibus rerum, Toulouse, [s.n.], 1491, p. sin especificar. 10. Jerónimo Cortés, Tratado y libro de los animales volátiles y terrestres, Valencia, Imprenta de Benito Mace, 1672, p. 68. 11. Ibídem, pp. 77-78.

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imales, la moralizante. También Valdecebro hace referencia a su voracidad diciendo que “tan glotón y voraz lo juzgaron algunos, que escrivieron que comía (faltándole el robo), tierra”12 o que “son tan carniceros y voraces, que se comen los huesos y la lana de los carneros y ovejas, de donde nace estar siempre ahítos y flacos”13 e igualmente, Jerónimo Gómez de la Huerta, en su comentario sobre el lobo que encontramos en la traducción de Plinio nos describe a nuestro protagonista como un animal voraz a los cuales califica de “grandes comedores”14 y que “nunca se ven hartos” llegando incluso a estar a veces enfermos de ahíto15. Esta glotonería de la que el lobo hacía gala en estos tratados no hacía sino aumentar la mala imagen que tenía desde el medievo, ya que, no olvidemos, la gula era uno de los siete pecados capitales de la Iglesia católica. Unida a esta imagen de animal voraz y glotón, cualidad tan condenada por la Iglesia, se encuentra la del canibalismo, característica tremendamente negativa que también era atribuida a nuestro protagonista16. Tanto es así que Valdecebro cuenta en su tratado una curiosa costumbre de estos animales; “cuando llegan los rigores del invierno y los lobos no tienen que comer y como son voraces y famélicos [...] usan esta estratagema para alimentarse. Juntasen hasta veinte o más en forma de círculo redondo, anda dando vueltas y siguiendo el círculo, a breve rato lo desbaratan y corren, el que sale desvanecida la cabeza, cae, a este se abalanzan y le comen, repitiendo el círculo hasta contentar el hambre”17.

La glotonería aparece también en la literatura emblemática española, muy ligada a la Historia Natural18. Este género literario, si bien no gozaría de la popularidad que tuvo en otras partes de Europa, nos dejaría varios ejemplos donde aparece la figura del lobo. Nos interesa sobre todo los Emblemas moralizadas de Fernando de Soto (1599). En él encontramos un emblema que hace referencia a la gula de nuestro protagonista así como a la fiereza con

12. Andrés Ferrer de Valdecebro, El gobierno General, Moral y Político, hallado en las fieras y animales silvestres, Barcelona, Thomàs Loriente impresor, 1696, pp. 208-209. 13. Ibídem, p. 208-209. 14. Jerónimo Gómez de la Huerta, Historia natural de Cayo Plinio Segundo (traducción), Madrid, Impresor real Luis Sánchez, 1624, p. 396. 15. Ibídem, p. 396. 16. De hecho, se decía que los lobos eran los únicos que eran capaces de comer la carne de este mismo animal, que el ser humano ha siempre despreciado. 17. A. Ferrer de Valdecebro, El gobierno General..., p. 196. 18. Manuel Barbero Richart, Iconografía animal. La representación animal en libros europeos de Historia Natural de los siglo XVI y XVII, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1999, p. 93.

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la que es capaz de batirse (incluso con miembros de su propia especie) por tal de conseguir comida: “Dos lobos se maltratan sobre un corderillo muerto Y con feroz desconcierto Se mordían y luchaban. Acertó de paso a verlos Una raposa y callando Se fue a ellos acercando. Llévaselo y disimula Gozosa de aquel barato, Para dejar un retrato Del castigo de la gula ”19.

Esa rabia de la que ya se hacía eco Bartholomeus Anglicus en el siglo XIII es otra de las características principales dadas al lobo por los tratadistas españoles que estamos viendo en este trabajo. Ferrer de Valdecebro, que pretendía que sus enseñanzas sirvieran para defender y afianzar la validez de determinados conceptos morales, dogmas religiosos e ideales políticos propuestos por las conservadoras clases dirigentes20, definiría las cualidades del lobo a través de explicaciones con un sentido moralizante, imitando en cierta forma, a los exempla medievales, tal era su intención. De esta forma, dicho autor inserta a Canis lupus en las definiciones de enemigo, mujer y ladrón, definiciones que utilizaría para explicar, como ya hemos indicado más arriba, las propiedades del lobo. De hecho, la elección de enemigo, mujer y ladrón no es inocente ya que los tres sujetos elegidos tienen connotaciones altamente negativas y salvo el de mujer (que parece integrado de manera un poco gratuita) corresponden bastante bien a la nefasta imagen que el hombre moderno tenía del lobo. Dentro de la definición de enemigo, el dominico describe al lobo como un animal voraz pero sobre todo rabioso, que se come al ganado y que es enemigo del género humano21. La descripción del Libro y tratado de los animales terrestres y volátiles no es ajena a la rabia de la que Canis lupus hace gala y las historias que cuentan sobre éste y, que veremos más adelante, son un ejemplo de ello. También Gómez de la Huerta califica al lobo de animal rabioso, en sus propias palabras “son siempre feroces y aunque hayan 19. Hernando de Soto, Emblemas moralizadas, Madrid, Herederos de Juan Íñiguez de Lequerica, 1599, p. 104. 20. Francisco Javier Pizarro García y José julio García Arranz, “La visión de la naturaleza en los emblemistas españoles del siglo XVII” en Sagrario López Poza (ed.), Literatura emblemática hispánica: actas del I Simposio Internacional, A Coruña, Universidade da Coruña, Servicio de Publicaciones, 1996, p. 238. 21. A. Ferrer de Valdecebro, El gobierno General..., p. 195.

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criado alguno en casa desde pequeño, si está comiendo, no tiene respeto ni amor a nadie, tanto que aún se enojan de que los miren”22. Junto a la descripción más simbólica de nuestro protagonista, las obras estudiadas y en especial el comentario de Plinio el Viejo de Gómez de la Huerta se preocupan también por realizar una descripción más positivista y más en la línea de lo que sería la Historia natural europea de la segunda mitad del siglo XVII. Las dos características físicas del lobo que más pueden llamar la atención (y que aparecen en todas las obras en las que se habla de Canis lupus) son los aullidos y el resplandor de los ojos en la noche. Por supuesto, ambas características no están libres de simbología ya que en el medievo empezarían a ser consideradas atributos malignos (si bien en los escritos clásicos como la Historia natural de Plinio o la Historia de los animales de Aristóteles, estas cualidades no presentan ningún tipo de simbología). De esta forma, para Cortés “tiene [el lobo] un aullar espantoso y temeroso”23 y Gómez de la Huerta nos habla de que “tiene este animal muy aguda vista, principalmente de noche y aunque no haya luna, sus ojos le alumbran”24 mientras que Ferrer de Valdecebro comenta que “Diole la naturaleza viveza tanta en la vista, que vence las más oscuras tinieblas de la noche y en la más tempestiva, las tiene en los ojos, y le sirven de antorchas para buscar la presa, que a estas horas de ordinario persigue”25. En muchas ocasiones el resplandor de los ojos del lobo fue comparado a los fuegos del infierno, lugar al que pertenecía esta criatura desde que fuera insertado en el bestiario maléfico de la Edad Media. Estas dos características no hacían sino alimentar el miedo hacia el lobo, pero en estas obras aparecen otras múltiples características puramente biológicas, como el tiempo de gestación de las lobas (aquí Gómez de la Huerta incluye un interesante dato hablando del amor de las lobas hacia sus lobeznos, desmitificando un poco la imagen de animal cruel26), costumbres de caza ( aspecto en donde el lobo destaca y que se asocia a su astucia, teniendo de nuevo una connotación negativa), comparaciones con el perro, etc. Los tres tratados naturales incluyen además una característica imprescindible que aparece prácticamente en todos las obras dedicadas a las descripciones de animales, la llamada lupus est in fabulae, que nos dice que si un hombre ve a un lobo antes que éste pueda percibirle, el lobo perdería toda su fiereza mientras que si ocurre al contrario, el hombre enronquece y pierde su voz. Finalmente, los libros de Valdecebro y de la Huerta comparten dos características que los aproximan a sus primos

22. J. Gómez de la Huerta, Historia natural..., p. 396. 23. J. Cortés, Tratado y libro de los animales..., p. 76 24. J. Gómez de la Huerta, Historia natural..., p. 396. 25. A. Ferrer de Valdecebro, El gobierno General..., p. 208. 26. Ibídem, p. 397

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europeos, la lista de las diferentes razas de lobos que podemos encontrar y una lista de fórmulas médicas. Por su contenido simbólico e incluso moralista, es igualmente interesante analizar dos de las tres historia que son incluidas en el tratado de Jerónimo Cortés (el autor incluye una tercera, la archiconocida historia de Rómulo y Remo). Ambas tienen como protagonista a Canis lupus y como denominador común, la crítica hacia este animal. La primera historia tiene lugar en el Reino de Valencia y hace referencia a un tal Fenollar, de la villa de Penaguila, que yendo de caza, se encontró con unas crías de lobo y tomó uno, matando al resto. El lobo se crió en la casa y se volvió domestico y dócil, convirtiéndose en el mejor guardián de la casa, al igual que si fuera un perro. Pero sucedió que estando su amo de caza con todos sus siervos, el lobo entró en el establo y devoró a un asno y se fue para no volver27. La intención de esta historia es clara, a pesar de que pueda parecer un perro o una mascota dócil, el lobo siempre será perjudicial para el hombre y siempre será un animal carnicero de bajos instintos que no dudará en matar y devorar cuanto esté a su alcance, como ya indicaba Jerónimo Gómez de la Huerta en su comentario de Plinio. Acaeció en Cataluña que, haciéndose muy tarde para proseguir la marcha y con gran temor por los aullidos de lobos que se escuchaban, un ciego y el muchacho que lo guiaba, que se dedicaban a tocar la flauta y el tambor por los pueblos, decidieron refugiarse en un corral que tenía dos plantas. Cuando llevaban allí un rato aparecieron unos lobos que quedaron atrapados dentro del corral y el ciego y el joven empezaron a tocar la flauta y el tambor, provocando tanto terror y espanto entre los lobos que empezaron a despedazarse unos a otros, sin quedar ni uno con vida28. Esta es la historia que Cortés nos cuenta sobre los lobos en Cataluña, aunque, al igual que pasa con la de Valencia, no podemos saber si son ciertas. De nuevo aparece esta nefasta imagen de nuestro protagonista, animal rabioso que ante el miedo que les provocaba la música, acaban matándose unos a otros en una demostración de crueldad, de la que sólo el lobo es capaz de hacer gala. La finalidad de estas historias era muy clara, a través de ejemplos supuestamente reales, Jerónimo Cortés quería demostrarnos lo perjudicial que puede llegar a ser el lobo y, muchas de las características que aparecen en los tratados de animales que hemos estudiado, son incluidas en ambas historias. Este autor lo tenía claro, el lobo era enemigo del hombre y una criatura aborrecible.

27. J. Cortés, Tratado y libro de los animales..., p. 71. 28. J. Cortés, Tratado y libro de los animales..., p. 74-75.

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3. La representación visual del lobo en la España de los siglos XVI y XVII29 Cuando estudiamos la imagen cultural del lobo, es casi obligatorio hacer referencia al apartado visual que encontramos tanto en libros de Historia Natural como de emblemática, fábulas, etc. Y es que la imagen no es sólo, como diría Manuel Barbero, un complemento ornamental, sino también una herramienta de comprensión, en muchos casos imprescindible, de toda información30. Conocido por una gran parte de la población, el lobo nunca fue un animal exótico ni raro. No poseía realmente ningún rasgo distintivo que lo hiciera reconocible, salvo quizá, los dientes propios de un animal carnicero. La imagen medieval, proveniente del mundo helenístico31, no tuvo una forma fija de representar al protagonista de nuestro trabajo, aunque hay tres rasgos que suelen repetirse continuamente: 1) Color pardo: El lobo siempre tenía un color pardusco o grisáceo. La elección de este color no es para nada casual (apenas nada lo es en el arte medieval) ya que este color siempre estuvo asociado a lo maligno32. 2) Dientes prominentes: Como hemos podido ver, una de las características más comentadas de este animal era la voracidad. Por lo tanto, no es de extrañar que sea representado continuamente con grandes dientes, que además le dan un rictus de ferocidad, otra de las cualidades más remarcables de nuestro protagonista. 3) Cola larga y peluda: Esta parte del cuerpo no tenía ningún valor simbólico sino meramente anatómico. Sin embargo Plinio el Viejo comenta que el lobo tiene un pelo en la punta de su cola que sirve para preparar filtros amorosos. Estos “rasgos comunes” que tiene el lobo en las iluminaciones medievales y que perdurarán en los libros de Historia Natural del siglo XVI y XVII corresponden a la necesidad de dotar a estas imágenes de unos esquemas mínimos, que son aquellas partes del animal lo suficientemente características como para poder ser reconocidos exclusivamente por ellas33. No necesariamente deben de ser aspectos físicos o de comportamiento, sino que también son representados aspectos puramente simbólicos. Ejemplo de ello es que a menudo el lobo era representado junto a corderos. La enemistad entre ambos

29. En este apartado no mencionamos dos obras estudiadas en la parte dedicada a la representación textual, el Tesoro de la lengua castellana ni la traducción de Plinio, ya que ambos carecen de imagen de nuestro protagonista. 30. M. Barbero Richart, Iconografía animal..., p. 15. 31. Kurt Weitzmann, El rollo y el códice. Un estudio del origen y el método de la iluminación de textos, Madrid, Editorial Nerea, 1990, p. 105. 32. M. Pastoureau, El oso..., p. 151. 33. M. Barbero Richart, Iconografía animal..., p. 18.

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tenía un fuerte componente simbólico. El cordero, símbolo de Cristo, se va a oponer a la simbología diabólica del lobo, generando una continua enemistad entre ambas especies y, por lo tanto, entre fuerzas opuestas como son el bien y el mal, Dios frente al Diablo. Junto a ello, encontramos la imagen del cordero perdido en el monte y posteriormente arrebatado por el lobo o salvado por el buen pastor. Tanto la zoología como las ilustraciones del siglo XVI comienzan con una tradición heredada de los siglos medievales. Los grabados animales se limitaron en un primer momento a destacar los aspectos más reconocibles de la apariencia, sin ningún interés por la morfología comparada de las partes34. Sin embargo, poco a poco, esta tendencia irá dejando paso a otra, más preocupada por mostrar una imagen realista y, posteriormente, de las partes anatómicas de los animales. No será así en la España de los primeros siglos modernos. Comparados con los grabados que encontramos del lobo en los libros europeos de Historia Natural como los de Conrad Gesner, Ulises Aldrovandi o posteriormente, Jon Jonston, las estampaciones españolas son poco atractivas y tienen una peor calidad. No es casual, los siglo XVI y XVII estuvieron marcados por una decadencia del grabado español que fue pareja a la de la producción de libros. Incapaces de competir con las imprentas flamencas, italianas e incluso francesas que abundaban en el mercado internacional y que hacían que incluso libros españoles fueran impresos más allá de los Pirineos, la técnica española de grabación, incluso en los materiales, no pudo competir con las europeas35. Las representaciones de Gesner y, sobre todo Aldrovandi y Jonston, nos van a mostrar a un lobo cada vez más realista36, es decir, se van a ir dejando atrás las ilustraciones propias de los bestiarios medievales (aunque la influencia de éstas no van a desaparecer prácticamente hasta el siglo XVIII). La técnica empleada para la elaboración de estas importantes ilustraciones va a seguir siendo la xilografía con una calidad muy alta. Por su parte, los grabados de los libros de Historia Natural de Valdecebro o Cortés no van a llegar al nivel de los de sus colegas europeos, a pesar de que emplean la misma técnica. Pero también hay que tener en cuenta algo, la intención con 34. Ibídem., p. 44. 35. Antonio Gallego, Historia del grabado en España, Madrid, Ediciones Cátedra, 1979, pp. 135-136. 36. Los grabados de la Historia animalium (1551-1558) de Conrad Gesner tuvieron una gran repercusión en los libros de Historia Natural de los siglos XVI y XVII y fueron usados en muchos otros tratados dedicados a animales. Tal es así que The History of Fourfooted Beasts and Serpents (1607) de Edward Topsell utilizará el grabado del lobo cuando describe a este animal. Sin embargo, aunque los diseños serán cada vez más realistas, muchos animales todavía serían representados con rasgos puramente simbólicos y el lobo es, en cierta forma, ejemplo de ello.

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La representación visual y textual del lobo en la España moderna (siglos XVI y XVII)

la que fueron escritos. José Antonio Maravall definiría el “reverdimiento del medievalismo en la literatura del siglo XVII”37. En el caso de estos autores tenía razón. Ferrer de Valdecebro, dominico, buscaba realizar un tratado sobre los animales con intención moralizante, de hecho, es algo que se puede contemplar a lo largo de toda su obra. La descripción de animales es entonces un medio para la descripción de unas enseñanzas morales prácticas38. Por su parte, Jerónimo Cortés, más científico que el dominico, pero igualmente insertado en la corriente simbólica medieval de la naturaleza, busca más una visión moralizante del lobo que un estudio biológico del mismo. Es por ello que los autores no buscaran una representación positivista, sino una que se acoplara a la intención moralizante de estos tratados. Si hay algo que caracteriza la representación visual del lobo en los tratados de Historia Natural españoles es el aspecto simbólico. Los grabados que encontramos no tienen nada de realista y en el caso de Cortés podemos contemplar de nuevo esas formas geométricas que tanto gustaban en los bestiarios medievales39 y que ya había dejado de lado los grabadores del siglo XVII, remarcando aún más su aspecto simbólico a la manera de los bestiarios medievales. Ambos nos muestran a un lobo en actitud feroz, con dientes muy señalados y una larga cola peluda, todos rasgos simbólicos de este animal, empleados de nuevo desde el medievo. Mientras que los grabados europeos están marcados por un realismo incipiente, los españoles hacen gala de su intención moralizante y lo que buscan es realzar las características explicadas en el texto. Es más una imagen de apoyo a la lectura que una que busca aportar una representación real del espécimen. Parece incluso que buscan dar miedo a aquel que lo ve, causar impresión y leyendo las propiedades dadas a Canis lupus a lo largo de sus disertaciones, podemos observar que es un buen complemento al texto, pese a lo poco atractivo de su diseño. Por tanto a la hora de explicar la representación visual del lobo en la España de los siglos XVI y XVII debemos hacernos una pregunta, ¿Buscaban los escritores de tratados naturales españoles como Valdecebro o Cortés una representación visual realista del lobo? Probablemente no, su interés no era ese, lo que pretendía poner en valor no era la explicación científica del lobo, ni en el texto ni en su imagen, sino la moral.

37. José Antonio Maravall, “La literatura de emblemas como técnica de acción sociocultural en el Barroco” en Estudios de Historia del Pensamiento Español, serie tercera (El Barroco), Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1984, p. 203. 38. F.J. Pizarro García y J. J. García Arranz, “La visión de la naturaleza ...”, p. 235. 39. M. Barbero Richart, Iconografía animal..., p. 37.

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Francisco Javier Macias Cárdenas  -  Universidad de Cádiz

4. Conclusiones El 30 de junio de 1764 empezaría uno de los sucesos más dramáticos de la Francia pre-revolucionaria. La llamada Bestia de Gévaudan empezaría a cometer sus numerosos ataques. Aún hoy no se sabe con claridad si era realmente un lobo, una manada de ellos o una bestia desconocida. Lo que a nosotros nos interesa no es esto, sino las representaciones tanto visuales como textuales que generaron esta serie de ataques. A finales del siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, vamos a seguir encontrando una imagen deplorable del lobo, ni siquiera Buffon, titán de la Historia Natural del momento, que abogaba por la eliminación de todo simbolismo de los animales en pro de los aspectos biológicos, podía ser imparcial con este animal. Las estampas que encontramos de esta Bestia son siempre casi idénticas, en ellas podemos ver a una criatura con aspecto de lobo, con abundante pelo negro, grandes colmillos y garras y una actitud feroz. Casi un siglo después, las representaciones tanto visuales como textuales del lobo no habían cambiado. Los tratados de animales de la España de los siglos XVI y XVII se encontraban muy alejados de sus iguales europeos. Los autores que estudiamos en este artículo, salvo la posible excepción de Jerónimo de Huertas, no conocían siquiera las obras de los principales naturalistas europeos de estos siglos (los ya mencionados Gesner, Aldrovandi o Jonston). Puede que tampoco hubiera cambiado mucho que los conocieran, estos tratadistas no querían realizar avances en la biología animal, ni siquiera en la Historia Natural ya que su interés era otro muy diferente. Su mayor preocupación eran las enseñanzas morales que podían ofrecer los animales, tanto Ferrer de Valdecebro como Cortés elaboraron tratados morales usando a los animales a la manera de los exempla medievales o de los bestiarios de esta misma época. Por consiguiente, la representación tanto textual como visual del animal estudiado va en consonancia con la finalidad de la obra. Cruel, carnicero y voraz, el lobo mantendría su imagen negativa de animal perjudicial para el ser humano, y si bien el lobo no causaría los estragos que podemos estudiar en la Francia moderna, continuaría siendo el enemigo de toda la sociedad.

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