La representación del poder real a través del arte: La fructífera relación entre Felipe IV y Velázquez.

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Descripción

La representación del poder real a través del arte:
La fructífera relación entre Felipe IV y Velázquez


El arte, a través de sus diferentes manifestaciones, se encuentra ligado al poder desde la existencia de las primeras civilizaciones hasta la actualidad, debido a que es uno de los vehículos idóneos para alcanzar el fin propagandístico de una serie de creencias, ideas, tendencias y sistemas políticos.
Existen numerosos ejemplos de ello a lo largo de la historia, pero por citar alguno, podemos señalar la Paleta de Namer, un bajorrelieve realizado aproximadamente en el 3050 a.C en el que destaca la figura del faraón Namer atacando a un enemigo extranjero; el célebre lienzo La libertad guiando al pueblo, ejecutado por Eugène Delacroix en 1830 y tomando como base la insurrección burguesa acaecida en el mes de julio de ese mismo año en las calles de París, representando claramente la lucha por la libertad y la figura del pueblo como la unión de las clases sociales; o los virales pósters de Yes We Can, Hope o Progress, que Barack Obama utilizó en la campaña de las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2008 y que dieron la vuelta al mundo.




Paleta de Namer , La libertad guiando al pueblo,
3050 a.C Eugéne Delacroix, 1830


Hope,
Campaña de Barack Obama, 2008

Los monarcas hispánicos, en especial a partir de los Reyes Católicos, se sirvieron del arte como un método fundamental para la difusión de su figura, sus hazañas, virtudes y victorias militares, convirtiéndose esto en indispensable a partir de la Conquista de América y la formación del Imperio Español, ya que todos los territorios que lo conformaban debían conocer y tener presente la efigie del soberano, la cual era representada en pinturas, grabados, esculturas...


Retrato de Doña Mariana de Austria,
Juan Carreño de Miranda, 1673,
conservado en el Museo Nacional de San Carlos (México D.F)

De sobra es conocido que el siglo XVII fue una de las centurias más dramáticas que ha vivido nuestro país: crisis económicas, epidemias, enfrentamientos bélicos en el panorama europeo, revueltas dentro de las propias fronteras... pero ante tanta oscuridad, "se hizo la luz" en el ámbito cultural, desde la pintura hasta la literatura, pasando por la escultura, la arquitectura, el teatro y la poesía, gracias a las obras y propuestas de artistas como Cervantes, Zurbarán, Martínez Montañés, Lope de Vega, Murillo, Calderón, Velázquez...
Este último, se convertirá en uno de los grandes creadores de la historia debido a la auténtica revolución que constituyeron sus pinturas, en las que la captación de la realidad y la representación de la psicología de los personajes aparecen plasmadas de manera magistral en los lienzos del sevillano.


Francisco Pacheco,
Diego Velázquez, hacia 1620

Velázquez es el responsable de que cada vez que pensemos en Felipe IV, el penúltimo de los Austrias que reinó en España, nos venga a la cabeza la imagen de un caballero rubicundo, con buen porte, labios carnosos y mirada melancólica.
Hay que señalar que antes de la llegada del sevillano a la Corte (1623), ya existían dos retratos del rey realizados por Rodrigo de Villandrando y Bartolomé González, e incluso más adelante, Juan Bautista Maíno y el archiconocido Pedro Pablo Rubens, también retratarían a Felipe, pero únicamente Velázquez consiguió expresar a través del pincel los verdaderos sentimientos del monarca a lo largo de su vida, desde su llegada al trono con tan sólo dieciocho años, hasta el fin de sus días.


Felipe IV, príncipe y el enano Miguel Soplillo,
Rodrigo de Villandrando, 1620-1621

El que un pintor plasmara de un modo tan verista las etapas de la vida de una persona, y que un monarca aprobara este tipo de representaciones, denota la especial relación mantenida por Felipe IV y Velázquez, que gracias a su excelente trabajo y a la complicidad con el soberano, no fue solamente "pintor del rey", si no que acabó desempeñando importantes cargos en la Corte, como los de Ujier de Cámara y Aposentador Mayor de Palacio.

A través de más de una decena de lienzos (algunos desaparecidos en el fatídico incendio que asoló el Alcázar madrileño en la Nochebuena de 1734) en la actualidad custodiados en las mejores pinacotecas del mundo, podemos apreciar la existencia vital del monarca, desde un joven vigoroso, de ávida y penetrante mirada, pasando por un caballero maduro, apesadumbrado por los problemas de la nación, hasta llegar a un anciano envejecido, que sin llegar a resultar patético, se capta su amargura final, y paralelamente, asistimos a la evolución de la obra de Velázquez, desde lo aprendido en el taller sevillano de Francisco Pacheco y su propio interés en los retratos psicológicos, enfatizando la representación de la mirada de los personajes; su primer viaje a Italia, del que regresó en 1631 impregnado de las tendencias pictóricas que allí se daban cita, como la importancia de la que gozaba el colorido en la zona veneciana, las temáticas y los mundos de los pintores de la vida popular, los desnudos cultivados en Bolonia, el dibujo y la pincelada de la escuela romana, derivaron en una pintura velazqueña más fluida, ligera y suelta, con rostros más precisos y modelados; hasta la llegada en 1651 del segundo viaje que realizó el artista de nuevo a Italia, del que tornó ya con un estilo puramente avanzado y muy personal, como se aprecia en las célebres obras La Familia de Felipe IV o La Fábula de Aracne, lienzos en los que las texturas y formas son creadas con la aplicación del color y la luz por medio de pinceladas sueltas, deuda de la producción de Tiziano.




Felipe IV joven con armadura, Felipe IV en Fraga,
Diego Velázquez, 1626-1628 Diego Velázquez, 1644


Felipe IV,
Diego Velázquez, 1657

Velázquez no sólo pintó unos excelentes retratos reales, si no que de un modo soberbio y prácticamente única a lo largo de la historia del arte, supo plasmar de manera intensa y reflexiva el verdadero sentido de la vida.



Las Meninas o La Familia de Felipe IV,
Diego Velázquez, 1656



Ester Prieto Ustio

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