La relevancia del sujetador con relación a la manutención del poder ejercido sobre el cuerpo femenino en el Perú contemporáneo, occidental y urbano.

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Descripción

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA
DEL PERÚ


"La relevancia del sujetador con relación a la manutención del poder ejercido sobre el cuerpo femenino en el Perú contemporáneo, occidental y urbano."

Monografía que como parte del curso Investigación Académica
presenta la alumna:


Claudia del Pilar Rodríguez Moscoso





Julio, 2016




Pseudónimo:
Céfiro













Código:
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Tabla de Contenido

Introducción

Capítulo 1
El sujetador como solución histórica
El advenimiento del sujetador
Sujetador y sociedad
La autoridad del sujetador sobre el seno femenino

Capítulo 2
La desnormalización y la normalización del desuso del sujetador
2.1 La construcción erótica del seno y su alcance en el sujetador
2.2 El protagonismo del desuso del sujetador en el empleo del cuerpo como instrumento de protesta: Caso Déjala decidir

Conclusiones

Bibliografía










Introducción
El advenimiento del sujetador y su generalización significó, en un primer momento, la liberación del cuerpo femenino y su uso se justificó en el concepto de "segunda piel". Sin embargo, la exposición de esta prenda a los cambios históricos, sociales y culturales vinculados con los cambios de sentidos, la han reconstruido. De manera que el sujetador pasa a configurarse como ajeno a las necesidades que exige la diversidad de los cuerpos femeninos, así como pasa a ser cómplice de la censura. El problema que busca dilucidar esta investigación es el siguiente: ¿De qué manera el sujetador es relevante para la manutención del orden social en el Perú contemporáneo, occidental y urbano? Como veremos a continuación, esta prenda interior es la combinación de distintas construcciones sociales y representa tanto la reproducción como la manutención de los antiguos métodos de opresión sobre el cuerpo femenino.

El sujetador es un tema ciertamente desvalorizado e ignorado en las investigaciones. Sin embargo, en esta deseo que pueda comprenderse su importancia política y social. Primero, debido a que es una de las prendas íntimas que posee uno de los primeros contactos con nuestra piel, en la cotidianidad del día a día. Sin embargo, en muchos casos se encarga de constreñirlo, apretujarlo e incluso limitar ciertos movimientos nuestros. Asimismo, su uso en los espacios públicos se ha concebido como tal debido a las convenciones sociales. Sin embargo, respecto a su uso o desuso ¿poseemos una libertad de elección real o es esta una mera ilusión?, ¿es una obligación?, ¿una regla social implícita?
En esta investigación confluyen dos tradiciones historiográficas: la del estudio de los cambios de sentidos tanto en los modos de ver al cuerpo femenino, específicamente al seno. Las investigaciones sobre los primeros son encabezadas principalmente por los investigadores Stuart Hall en El trabajo de representación, Jean Claude Kaufmann especialmente en su libro Cuerpos de mujeres, miradas de hombres y Paula Sibilia en La "pornificación" de la mirada: una genealogía del pecho desnudo. La segunda tradición historiográfica respecta al feminismo: Basándome en el trabajo de la autora Evelyne Sullerot de nombre "El sistema patriarcal", proveniente del libro Woman, society and change. Asimismo, para esta investigación, han sido utilizadas investigaciones más recientes, resaltando una de Maurice Godelier, denominada Los orígenes de la dominación masculina, un artículo de los "Cuadernos feministas" y a Marfil Francke y otros, en Tiempos de ira y de amor: nuevos actores para viejos problemas. Otras investigaciones, como las de Carmen Lora, José Stoute, Reynaldo Alarcón, entre otros, han sido igualmente valiosas. El tema de esta investigación fue inspirado por un artículo del autor Jorge Díaz nombre "La censura como configuradora del sujeto femenino en El Guante de Hierro*" en la revista Anagnórisis, en el que explica, por medio de una crítica literaria, el papel de la censura de la mujer en dicha obra. Este texto, concebía el cuerpo femenino como un cuerpo político, de modo que llamó mi atención el tema de la censura del cuerpo femenino y su relevancia en las relaciones de poder. Además, en esta crítica, Jorge Díaz se encarga de explicar la representación del cuerpo físico de la mujer en la sociedad y las razones que están detrás.

Hay que señalar la importancia que tiene investigar un tema como este, ya que aborda un problema todavía vigente en el Perú y el mundo: la pérdida de autonomía femenina y la falsa libertad de elección, ambas relacionadas al uso y desuso del sujetador. Aunque sea evidente que el uso del sujetador se limita a las mujeres, se sabe que existen hombres con pechos que puedan necesitar esta prenda mucho más que muchas de nosotras. Sin embargo, la forma real de los pechos de estos personajes (ajena a los estándares masculinos) se ha respetado libremente y sin obligarlos a usar un sujetador (como no sucede en nuestro caso).
Aunque en muchos casos el uso de esta prenda se justifica tanto funciones médicas como estéticas, considero que existe una función más relacionada al proceso de convertirnos de niñas a mujeres. El uso de esta prenda es incentivado desde la notoriedad de la protuberancia del seno en nuestra pubertad, donde inicia la permanencia de esta prenda en nuestros cuerpos con la finalidad de prevenir la caída de los senos. Sin embargo, debo cuestionar: ¿Es realmente catastrófica esta caída? Aun si lo fuera, sería importante visibilizar la diversidad de formas y tamaños de los pechos femeninos impiden el desarrollo homogéneo de esta función: no todas requerimos el uso del sujetador. Aun con esto, ¿por qué continuamos usándolos? ¿Será acaso que se ha convertido en una regla social u obligación implícita? Realmente, ¿podemos ejercer nuestra capacidad de elección libremente o esta es una mera ilusión? ¿Quién nos hace sentir esa obligación?
Suponiendo que no existiese tal, y decidiéramos abandonar los sujetadores o salir con el torso desnudo, nos encontraríamos con miradas sexualizadas y comentarios imperativos que nos indicarían cuándo y cómo deberíamos de vestir. Estos comportamientos encubren censura, sexualización, represión y pérdida de autonomía del cuerpo femenino. Así como la producción de autorepresión femenina, pudor y culpa a la mujer. ¿Por qué sucede esto?, ¿a qué esquema respondemos?, ¿en beneficio de qué o quién? Asimismo, debemos reflexionar respecto a limitaciones ejercidas sobre los cuerpos no aptos para esta homogeneización, ya que la forma estandarizada del sujetador hace que estas mujeres que no encajan se vean vulneradas. Es preciso cuestionar esto desde el análisis de sus primeros sentidos: el de "una segunda piel" y el de "liberación femenina", ¿Se sigue entendiendo de este modo?, ¿qué ha cambiado? Y ¿qué papel posee esta prenda con relación a la autonomía femenina?
Las feministas concebirán su papel perjudicial para los últimos conceptos (de libertad y autonomía) que apenas le resta a la mujer. Para ello, veremos, que ellas desarrollan sus críticas sociales por medio de un modo de expresión particular.

El presente trabajo está dividido en dos capítulos. En el primero se busca narrar los sucesos históricos, sociales y culturales que influyeron en el advenimiento del sujetador y en la evolución de las prendas que lo antecedieron. En general, se busca dar las razones que demuestran que este sujetador es apenas una solución histórica, un cambio y reproducción de las antiguas formas de dominación. Después, se analiza el papel del sujetador como aliado del mantenimiento del status quo justificado en la represión social de ciertos comportamientos, su interiorización y producción de reglas implícitas desde los conocimientos de los miembros y organismos de la sociedad. Finalmente, se analizará la autoridad del sujetador sobre el cuerpo femenino en la configuración y desfiguración del cuerpo femenino, por medio de la invisibilización e injusta homogeneización de la diversidad de los senos.
El segundo capítulo analiza las dicotomías socialmente construidas sobre el cuerpo femenino, y por ende, sobre el seno. Del mismo modo, este capítulo analiza el alcance de esta configuración en el sujetador. Después, analizaré el protagonismo de esta misma prenda pero desde un enfoque distinto: desde las manifestaciones feministas de Déjala Decidir y su enfoque normalizador del desuso del sujetador a favor del empoderamiento, la recuperación de la autonomía femenina y de la verdadera libertad de elección con respecto al uso y desuso de esta prenda.
Si bien he encontrado ciertas investigaciones relacionadas a este tema, aún existen muy pocas que traten explícitamente la relevancia del sujetador en la sociedad o sobre el sujetador en sí. Las fuentes más cercanas a mi tema han sido como textos o documentales históricos. Son importantes para desarrollar adecuadamente el advenimiento del sujetador y su configuración en la sociedad. Del mismo modo, me fueron muy útiles ciertos escritos lingüísticos sobre la construcción de sentidos, las interacciones en los espacios públicos, textos sobre machismo, patriarcado, feminismo, violencia simbólica y demás. La fuente más cercana, e incluso considero que no tan cercana, fue el estudio de Kauffman sobre los "modos de ver" y las interacciones entre los hombres y mujeres de las playas nudistas donde trata la delgada línea entre la banalidad del desnudo en estos espacios y su sexualización desde las urbes. Sin embargo, sin Michel Foucault no se me hubiesen podido concebir semejantes reflexiones.
Por último, la prenda interior a la que me referiré durante toda mi investigación también es conocida como corpiño, formador, brassier, brasier, bra, etc. Sin embargo, me remito a denominarla "sujetador" en memoria a su función primigenia y a los cuestionamientos que desarrollaré más adelante en base a la misma.





Resumen
Esta investigación tiene como propósito analizar la relevancia del sujetador con relación a la manutención del poder ejercido sobre el cuerpo femenino en el Perú contemporáneo, occidental y urbano. Hay que señalar que esta prenda interior es la combinación de distintas construcciones sociales y representa tanto la reproducción como la manutención de los antiguos métodos de opresión sobre el cuerpo femenino. Este trabajo narra, primero, tanto los antecedentes del sujetador así como su advenimiento final vinculado a las construcciones históricas, sociales y culturales respecto a las interpretaciones de la mujer en sociedad. Asimismo, analizaré su autoridad sobre la figura femenina así como su papel homogeneizador y, por ende, encubridor de la diversidad de los senos. Del mismo modo, analizaré la adquisición de su configuración dicotómica entre erótica y sacralizada. Por último, analizaré el papel protagónico del sujetador, en las manifestaciones de Déjala Decidir, a favor del ejercicio de una verdadera autonomía y libertad de elección femenina respecto al uso y desuso de esta prenda. Para tal fin se ha hecho una búsqueda bibliográfica de fuentes secundarias. En este sentido, las investigaciones de Maria Emma Mannarelli, Margarita Boladeras, Paula Sibilia, Michel Foucault, Francisco Cruces, Yael Farache, entre otros, han sido fundamentales.




































Capítulo 1
El sujetador como solución histórica

La gran diversidad de sujetadores, tanto en marcas, tipos, colores y texturas encubre en su vistosidad una supuesta libertad de elección con respecto a estos. Ya que, como vemos en el listado de los siete supuestos teóricos de la "Dialéctica de la ilustración": "el individuo es igualado a sí mismo para luego ser igualado al resto" (Segoviano: 2011). Es decir, que nuestra libertad de elección se ve reducida apenas en torno a la misma prenda. En este sentido, ¿podríamos admitir que aún conservamos esta misma libertad de elección con relación al uso de la misma prenda? Si quisiéramos, ¿realmente podríamos dejar de usar sujetadores? Considero que por lo pronto, a nivel general, no. Para justificar mi negativa, me remontaré a los inicios de esta prenda interior, a los factores sociales, políticos, culturales e históricos con la finalidad de entender su configuración y posicionamiento como prenda estandarizada, "necesaria", permanente y de uso únicamente femenino en nuestra sociedad contemporánea, occidental y urbana. En este primer capítulo, pretendo demostrar que esta supuesta libertad de elección es, en realidad, una ilusión que encubre una obligación implícita a manera de regla social, además de demostrar que esta prenda subyace y responde a un esquema (en su definición de idea o concepto que alguien tiene de algo y que condiciona su comportamiento) a favor del control sobre el cuerpo femenino.

El advenimiento del sujetador

El advenimiento de esta prenda interior ocurrió desde la influencia de factores sociales, culturales, políticos, históricos, etc., que permitieron el cambio (o reinvención) de las prendas íntimas femeninas que la antecedieron. Algunos de estos cambios se dieron casi simultáneamente con los cambios respecto al posicionamiento de la mujer en sociedad. En algunos de estos casos, la reinvención o desuso de estas prendas funcionaron como aliadas del empoderamiento y liberación de la mujer; en muchos otros, como aliadas a su sumisión. En este primer subcapítulo pretendo describir el origen de esta prenda con la finalidad de demostrar que su uso no responde a un orden natural y que al igual que las prendas que la antecedieron es una construcción social.

La prenda interior posee un papel político mucho más importante del que se le reconoce. Asimismo, los significados con que se la asocian han cambiado y continúan cambiando constantemente. Esto se justifica con Saussure, que consideraba tanto al significante y significado como fijados (aunque no permanentemente) por nuestros códigos culturales (1997: 15). Las prendas cambian con relación al contexto histórico, social, político y cultural en que se encuentren y la razón por la que mutan sus significados se debe a que no poseen sentido en sí mismas. Es decir, que somos nosotros quienes les hemos otorgado sentido (Hall 1997: 15.). Según esto, si nuestros sentidos sobre el mundo cambian, las prendas y sus sentidos también lo hacen.

Con la revolución francesa, el uso del corsé (antepasado del sujetador) se vio afectado por la prohibición, debido a que se lo relacionaba con la aristocracia a la que se buscaba derrotar. Aun con esto, esta moda no tardó en regresar. Esta pieza volvió a utilizarse aun cuando los médicos reprobaban su uso por no ser adecuado para la salud: causaba desmayos en las mujeres, se las consideraba antihigiénicas, además de caracterizarse por su incomodidad. Esto constata que ni la revolución material ni el cambio de régimen fueron suficientes para generar cambios a nivel subjetivo en las mujeres con relación a lo considerado como moda femenina, y es que "el verdadero cambio debe trascender a la revolución" (Guattari 1996: 10). El uso de esta prenda apenas se redujo cuando la significación del corsé cambió a peyorativa, debido a que era propio de las prostitutas o "mujeres ligeras". La manera en que se relacionaron los sujetos cambió y, por ende, su significado.

Más adelante, debido a los cambios históricos, económicos y políticos que trajo consigo la primera guerra mundial, la mujer consiguió mayor protagonismo. Por esta razón, se le solicitó mayor libertad de movimiento que era, ciertamente, incompatible con el corsé. Entonces, surgió un nuevo modelo de ropa interior: el sujetador, que si bien en un primer momento no se expandió ágilmente, posteriormente, se impondría por necesidad: los corsés implicaban un gran desperdicio de metales que eran sumamente requeridos para la guerra. De este modo, la manera de vestir de las mujeres cambió conjunta y simultáneamente a ellas. Lo que demuestra que "las mujeres y sus intentos periódicos de resistirse o cambiar las estructuras de parentesco dominantes afectan las relaciones de clase" (Samuel 1984: 253). Es decir, ellas luchaban por sus derechos y vivían una autonomía nunca antes vista. Asimismo, sus cuerpos parecían haberse librado de las opresiones.

Posteriormente, con la llegada de la segunda guerra mundial, bajo la supuesta razón de configurar a la mujer francesa como la más hermosa, los diseñadores consiguieron reintegrar al corsé independientemente de la incomodidad que lo acompañaba. Al igual que con el polizón, la crinolina y el verdugado, que fueron modas en su momento, "la mujer debía adaptarse a la imagen dominante de mujer, que se convertía en su destino como mujer." (Stoute 1982: 60). La mujer debía adaptarse a las exigencias o "tendencias" del momento que se limitaban a representarla desde el estereotipo de "lo femenino". Por su parte, las mujeres tampoco reaccionaban en contra, debido a que solo quedaba un reducido número de hombres a causa de las guerras y, por ende, la competencia para conseguir pareja era mayor. Esto era sumamente importante para las mujeres de la época, debido a que hasta ese momento, las mujeres "solteronas" eran mal vistas. Por ello, para la realización de sus proyectos decidieron apoyarse en la moda, superponiendo la forma más "estética" de sus cuerpos a su comodidad y salud.

El uso del corsé se normalizaría hasta la segunda ola feminista de 1970, donde las mujeres volvieron a protestar por la libertad de su cuerpo mediante de la quema de todo aquello que las relacionara con la femineidad: seda, encaje, corsé, etc. Del mismo modo, protestaron contra la desigualdad y la limitada concepción del rol femenino: privado y aún ligado a su función reproductiva. Frente a este mal momento para la industria lencera, los discursos dominantes, que aún estaban fuertemente arraigados a ella, se reinventaron (inspirándose en prendas del pasado) con la finalidad de conservar sus ganancias económicas y el ejercicio de poder mediante el cual controlaban a los cuerpos femeninos. Desde este momento, comenzó la producción y acogida en masa de los sujetadores (que despegarían aún más con la globalización). Estas prendas fueron, en un inicio, vendidas bajo el concepto de "libertad", quedando el corsé en el olvido, así como también fueron olvidados el polizón, la crinolina, el verdugado o las enaguas.

Sin embargo, esta supuesta declaración de libertad femenina fue esporádica. Las feministas cambiaron la historia una vez más, pero al igual que con las revoluciones anteriores, el cambio fue apenas material. Es decir, que los medios de dominación y control nunca desaparecieron: "Las formas de dominación cambian y vuelven a reproducirse, pero sus ejes estructuradores siguen siendo los mismos." (Francke 1990: 84). Este gran salto feminista nunca representó una seria amenaza para sistema patriarcal, ya que este se ha mantenido hasta la actualidad, así como también continúan existiendo la desigualdad de género, la desigualdad económica, los roles de género, el machismo, los estereotipos, etc. En este sentido, estos componentes sociales reconfiguraron el significado originario de la prenda. Finalmente, el sujetador significará mucho más que "una prenda interior": "A pesar de que la mujer ha visto ampliarse su radio de acción, ello no implica su total emancipación de una serie de tabúes y concepciones tradicionales que, frecuentemente, la sitúan en una encrucijada no solo del tipo personal sino también familiar y social" (Aubert y otros 1997: 198).

Sujetador y sociedad

El sujetador (también conocido como corpiño, formador, brasier, brassier o bra) es únicamente empleado por las mujeres y puede justificarse tanto en factores médicos, estéticos o por mera comodidad. Sin embargo, existe una justificación más y es que al notarse nuestros cambios hormonales, reflejados en el crecimiento de nuestras glándulas mamarias, inicia una etapa en la cual debemos de no solo acostumbrarnos a la nueva forma de nuestro cuerpo, sino que también debemos empezar a usar sujetador: por imitación del uso ejercido por la madre, familiares, amistades, etc., o por su relativa imposición en alusión al hecho de evitar la caída de los pezones. Sin embargo, ¿por qué su uso se interpreta como inherente al proceso de convertirnos de niñas a mujeres?, además ¿es realmente un problema gravísimo la caída de los senos como para justificar la permanencia del sujetador en los cuerpos femeninos? Y en caso que una mujer no deseara emplear esta prenda interior, ¿podrá decidir? o ¿esta libertad de elección ha sido una mera ilusión?, ¿su uso es casi una obligación? Porque si fuese así, ¿quién o qué nos hace sentir esta obligación? Y en caso no existiese tal: si una mujer ejerciera su "libertad de elección" y decidiera no usar sujetador o andar con el torso desnudo, se encontraría con (la mentira descubierta): represión, culpabilización, censura, miradas sexualizadas, objetivación de su cuerpo y pérdida de su autonomía. De modo que, la mujer termina por asumir el pudor y el uso del sujetador con la finalidad de conservar una parte de su autonomía.
Sin embargo estos comportamientos mencionados tienen una razón de ser y no son meros actos sin sentido, sino que responden a un esquema en el que los sujetos de nuestra sociedad (tanto hombres como mujeres, debido a que no solo los hombres son machistas) hemos interiorizado distintas verdades (entre ellas el uso de sujetador) debido al miedo frente a un posible castigo (esto lo desarrollaré más adelante). De este modo, somos constantemente disciplinados y vigilados por el panoptismo, un dispositivo funcional encargado de ordenar la estructura y de controlar las acciones da cada individuo con la finalidad de evitar una amenaza de destrucción que atente contra todo el sistema establecido (Foucault 2004: 20).
Aunque lo aparente, este poder ejercido por las estructuras dominantes no se limita meramente a reprimir: "Lo que hace que el poder agarre, que se le acepte, es simplemente que no pesa solamente como una fuerza que dice no, sino que de hecho la atraviesa, produce cosas, induce placer, forma saber, produce discursos; es preciso considerarlo como una red productiva que atraviesa todo el cuerpo social más que como una instancia negativa que tiene como función reprimir" (Foucault 1980: 184). En otras palabras, la represión es estratégica y funciona para generar deseos que no pueden manifestarse en sociedad. A menos que la misma estructura lo permita (y que le convenga económica o ideológicamente). La interiorización de estas reglas (entre ellas la del uso del sujetador) genera la producción de nuevos conocimientos: se educa y reeduca a la sociedad según lo requerido como estándar por esta estructura por medio de la familia, escuela (donde enseñamos lo decente-indecente, lo femenino-no femenino, el pudor, etc.), las interacciones en los espacios públicos (donde se refuerza lo anterior e incluso el incumplimiento de las normas sociales, como el desuso del sujetador, podría causar indignación social o agresión), las instituciones y los medios de comunicación: "la radio, la televisión, el cine y otros productos culturales, que han conseguido dominar la vida cotidiana, ayudan a formar la visión dominante del mundo y a reproducir el status quo" (Kellner 2011: 7-9), etc. Un ejemplo de este último mecanismo de reproducción del orden establecido sería la censura de los senos desnudos en las marchas de Déjala Decidir.
En este sentido, es necesario entender que la ocultación del seno por parte de los sujetadores y, por ende, su censura y erotización es en realidad una manipulación debido a que ha contribuido en la producción de deseos sexuales injustificados en los hombres (Foucault 1992: 105). Esto, a favor del mantenimiento del poder económico en la industria pornográfica y en la industria lencera. Sin embargo, es probable que no lo hayamos concebido del mismo modo debido a que el funcionamiento de la estructura social se concibe como un "orden natural". Por ello, no cuestionamos su esquematización y asumimos convivir con esta imposibilidad de ejercer una libre elección y salir a la calle sin sujetador, aun cuando nadie se acerca a explicitar su prohibición, ya que la violencia y discriminación simbólicas también se encuentran arraigadas en nosotras. Un ejemplo de esto sería el hecho de que muchas no compran sujetadores limitándose a sus preferencias personales, sino que los compran pensando en un "otro" (que puede ser el amigo o pareja sexual, etc.).
Sin embargo, toda esta estructura social posee un punto de inicio: siglos atrás se concibió que la mujer debía limitarse al papel doméstico y privado, ya que el hombre era concebido desde la calle y lo público. En este sentido, que una mujer saliera a la calle significaba ofensa al código familiar y sobre todo, era el padre viríl quien se veía sumamente vulnerado por esta exposición. Sin embargo, alrededor del siglo XIX, las mujeres comenzaron a romper ciertos estereotipos (Mannarelli 2004: 150-154). Por ello, la única manera de poder mantener a las mujeres al margen de las calles, a favor del mantenimiento de sus privilegios y poder masculino, era la de construir las calles con un carácter altamente hostil y peligroso: "la división espacial entre varón y mujer no es una consecuencia inevitable de su diferencia biológica, sino un elemento importante del sistema patriarcal cuyo legado dura todavía" (Sullerot 1971: 3). Es decir, que los antiguos modos de opresión social se vieron vulnerados y, por ende, designaron su supervivencia al cambio de forma. En este sentido, las nuevas formas de opresión y machismo pueden apreciarse en las violaciones, el acoso sexual (que incluye, miradas, insultos, tocamientos, etc.), en las reglas impuestas por los códigos de vestimenta (como la implícita prohibición del desuso del sujetador), etc. Sin embargo, "¿por qué por medio de formas sexualizadas de agresión? Porque es en la violencia ejecutada por medios sexuales donde se afirma la destrucción moral del enemigo" (Segato 2013: 23).
Como consecuencia, los rezagos de este desplazamiento de género en los espacios públicos impiden el pleno ejercicio de libertad: lo íntimo y lo público se consolidan como uno solo. Las personas en los espacios públicos pueden decirnos qué usar, que no usar, cómo, dónde y cuándo, así como nos dicen lo que es apropiado y lo que no: "Las interacciones sociales del espacio público, forman un gran peso social encargado de legitimar y deslegitimar aquello que respecta a las libertades individuales" (Boladeras 2001: 53). Asimismo, la opinión pública, al ser parte de los medios de control social, ejerce su poder de manera informal (Boladeras 2001: 54). Esto llega a un punto tal, que finalmente, las mujeres, nos vernos lo suficientemente influenciadas como para admitir cierto grado de pudor o vergüenza que, según afirma Dussel: "tienen claros sesgos de género". Asimismo, comenzamos a asumir e interiorizar nuestra ajenidad, así como comenzamos a asumir a nuestra intimidad como un espectáculo para ser visto y consumido por todos (Sibilia, 2008). Una de las consecuencias de esta reinvención de la hostilidad en los espacios público es la normalización y estandarización del uso del sujetador. Ya que, como hemos visto antes, su desuso también generaría represión: "Cuando las damas se meten en cosas de hombres, se exponen a tener que someterse a las consecuencias de los actos viriles" (Alvarado en Mannarelli 2004: 154).

Frente a esto, la razón por la cual aún ni el Estado, ni las iglesias, ni los mismos sujetos han puesto fin a la desigualdad y violencia de género (en el uso del sujetador se encuentra la violencia simbólica y en su desuso la violencia explícita) aun con los cambios políticos, sociales, etc., se debe tanto a la desorganización de los sujetos como a que las instituciones y el Estado, que en teoría "deberían regular los excesos y corregirlos" (Boladeras 2001: 69), han perdido su categoría de mediadores ante las estructuras dominantes y se encuentran al servicio de estas últimas (Guattari 1996: 11). Por ello, no existe una adecuada supervisión de estas injusticias a nivel de los espacios públicos (que aún son entendidos como espacios masculinos) y mucho menos a nivel de este mismo Estado, de modo que estos modos de represión continúan reproduciéndose.
Respecto a esto, pretendo dejar en claro que la finalidad de este subcapítulo ha sido dar a entender que las mujeres no poseemos autonomía real, sino que hemos sido meros cuerpos dóciles y que nuestra existencia en sociedad está dirigida en cuestión a los roles que esta misma considera que debemos cumplir. Asimismo, pretendo dejar en claro que "nuestra" libertad no es nuestra porque no podemos ni decidir dejar de usar un sujetador cuando así lo sienta nuestro cuerpo. Con relación a esto, la gran pregunta sería el porqué de la censura: su respuesta se resume a que en las religiones de la antigüedad (la mayoría politeístas) las diosas eran representadas por sus senos, ya que estos eran el máximo símbolo de fertilidad, al simbolizar su unión con la naturaleza (Farache 2013: 5). Por ello los senos de las mujeres eran su fuerza de poder. De modo que al cubrirse esta sus senos cede su poder al hombre (quien temía a su poder) desapareciendo su feminidad, su otredad y su amenaza (Farache 2013: 5).
Por ello, el desuso del sujetador o el caminar en topless es interpretado del mismo modo que se interpretó socialmente al adulterio en la antigüedad: "La mujer es capaz de amenazar en destrozar toda la estructura androcéntrica" (Sullerot 1971). Asimismo, esta acción se encarga de destruir conceptos social e históricamente arraigados a nuestros comportamientos y que, de cierto modo, atentan contra la igualdad, la libertad y autonomía del cuerpo femenino. Por ello, posee un poder importante para el cambio de subjetividad social: las ideologías existentes han sido socialmente construidas y, por lo tanto, pueden ser transformadas. (Vega Centeno 2000: 256).
Para finalizar este subcapítulo deseo realizar algunas aclaraciones: el término de "estructura social dominante" puede emplearse con relación al capitalismo y patriarcado, entendiendo al último como estructura institucional de dominación masculina o como estructura política que pretende controlar y subordinar a la mujer, etc. (Creatividad y cambio 1985). Volviendo al punto, pretendo que estos dos términos anteriormente mencionados, aunque suenen abstractos, puedan llegar a ser entendidos desde su tangencialidad y omnipresencia en todos nosotros así como en los mecanismos sociales que empleamos. Asimismo, pretendo aclarar que "La idea de esta investigación no es la de polarizar a los hombres y mujeres ni representarlos necesariamente como mujer víctima- hombre agresor; ya que esto estimuló anteriormente mucho más el conflicto que el diálogo, apeló más a los sentimientos que a la razón" (Ruiz Bravo 1990: 110). La idea tanto de este segundo subcapítulo como de la investigación en general es entender que existió un punto de origen para la estructura que reacciona con indignación, escándalo e imperatividad ante un simple gesto como el de decidir no usar sujetador (aun si igual la ropa se sobrepone a nuestro cuerpo). Para esto, he procurado ser lo más justa, crítica y objetiva posible.



La autoridad del sujetador sobre el cuerpo femenino

En el siguiente subcapítulo pretendo demostrar que a pesar de la gran diversidad y vistosidad de los sujetadores. Estos últimos se limitan a homogeneizar los senos de las mujeres. Y por ende, a ignorar o invisibilizar esta diversidad de formas y tamaños de los senos, así como se ignoran las distintas posturas: muchas de nosotras no necesitamos esta prenda o no nos acomodamos a la forma estandarizada del sujetador: poseemos características distintas a su forma generalizada. Sin embargo, aun podemos sentirnos en la necesidad u obligación de cubrir nuestros pechos. De esta manera, el sujetador puede no solo configurar sino también desfigurar la figura femenina sobre la que tiene autoridad.
Primero, deseo resaltar que esta prenda es una de las primeras que sobreponemos a nuestro cuerpo, de modo que independiente de su calidad, forma, etc., todas estas prendas se encargan de apretujar o comprimir no solo los senos, sino que también los hombros, los músculos de la espalda y el tórax. Es decir, gran parte del cuerpo y por ello, incluso se sabe que su uso puede ser peligroso para la salud (sin embargo esta información nunca se ha confirmado). Asimismo, en el sentido más simple puede causar incomodidad y sensación de limitación de ciertos movimientos. Frente a esto, cuestiono el mantenimiento de la prenda como la concebimos en la actualidad y no encuentro más respuesta que la siguiente: el uso del sujetador simboliza subliminalmente un constante recuerdo a la limitación de las libertades de nuestro género. Esta afirmación puede sonar un tanto radical; sin embargo, la considero adecuada debido a que solo las mujeres empleamos esta prenda aun cuando hay muchos hombres que también poseen pechos flácidos o caídos y no por ello la emplean. Incluso se ha aceptado socialmente esta variación en el discurso ideal del cuerpo masculino: se acepta sin tabúes. Por ello considero que podría (debería) de realizarse lo mismo en el caso de nuestro género.
La asimetría del cuerpo humano ha permitido que exista gran diversidad de formas y tamaños en los senos femeninos. De modo que, muchos de estos no corresponden necesariamente a la forma estándar de los sujetadores: no todas los necesitamos y no todas nos sentimos representadas en ellos. La normalización del sujetador esconde la diversidad de senos y el conocimiento de los "senos reales" (aquellos que no corresponden a los ideales de belleza de nuestra sociedad), así como da a conocer una visión unitaria y parcial de esta parte del cuerpo. En este sentido, existe una parte de la población femenina que es ignorada y no representada, que debe usar esta prenda casi por imposición, que debe ocultar y esconder su "yo real" para adaptarse a lo estándar. Esto incluso podría incentivar el uso de aparatos diseñados en complicidad con el "silencio social" aunque no fuesen necesariamente deseados (ya sean prótesis o sujetadores). También podría causar problemas de autoestima que en un punto extremo podría significar el recurrir a operaciones quirúrgicas con la finalidad de reconstruir su cuerpo en uno estéticamente aceptado. Todo esto, ocurre debido a la interiorización del machismo, de modo que caemos en su juego y limitamos nuestra propia capacidad de decisión bajo la justificación del respeto de la "comodidad de los demás", cuando podemos estar ignorando la nuestra por completo.
Entre las mujeres invisibilizadas se encuentran aquellas que sufrieron de cáncer mamario y, por ello pueden caracterizarse por tener uno o ambos senos extirpados o incluso pueden tener los pezones extirpados. Del mismo modo, existen mujeres con pezones tan grandes que conforman casi la totalidad de sus senos. También existen las mujeres de pechos sumamente separados, de modo que el uso estandarizado del sujetador podría alterar la forma natural de sus senos de manera que nunca podrían llegar a adaptarse y se perjudicaría su salud. Asimismo, existen las mujeres que poseen un seno notoriamente más grande que el otro, aquellas mujeres que conviven con anomalías congénitas en las mamas como fibroadenomas, tumores phyllodes, quistes, hematomas, etc., que necesitan dejar de usar sujetador a favor de evitar mayor dolor corporal o complicaciones médicas. Sin embargo, los siguen empleando debido a un sentimiento de necesidad u obligación respecto a la cubertura de nuestros senos. Esto, quizás se deba, en parte, a que es evidente que la sociedad no podría soportar la evidencia de esta realidad, ya que al no existir prendas dirigidas a las distintas formas asimétricas del seno y mucho menos se realizan menciones o evidencias al respecto, se asume la inexistencia de estas asimetrías. Personalmente, considero inconcebible que las mujeres afectadas por el cáncer de mama luego de haberlo superado (que ya es bastante), tengan que verse obligadas a aparentar su "normalidad" por medio del uso de prótesis, que tengan que esconder su realidad a favor de evitar molestias o incomodidades en los espacios públicos.
Por otro lado, la forma estándar de los sujetadores anteriormente mencionada se debe a una visión sesgada respecto al seno femenino presente en el imaginario social: este debe poseer una forma simétrica, sin ningún tipo de protuberancias, así como debe caracterizarse por poseer una apariencia firme y "perfecta". Esta visión es apenas uno de los componentes de lo que yo denomino la "cultura hipócrita del sujetador" que se caracteriza por el uso esperable de la prenda y su ocultación simultánea (muchas mujeres se encargan de evitar la notoriedad de su uso). En este sentido, tanto la notoriedad de cierta flacidez debajo del vestido o del relieve del pezón llamaría fácilmente la atención, generaría gran controversia e incluso indignación, ya que su uso es concebido como una especie de orden natural, una regla social u obligación implícita. Esta interiorización y aceptación del esquema como tal ha provocado que el salir a la calle sin sujetador sea casi un delito (incluso llevan a algunas mujeres a prisión por estas ejercer su supuesta "libertad de elección" respecto al uso o desuso de esta prenda). Asimismo, en el caso de los hombres aunque puede suscitar cierto impacto el notar una forma ajena al estándar de pecho masculino, esta realidad se asume sin necesidad de imponer algún tipo de uso de sujetador (entendiendo a esta prenda como prenda interior que se encarga de sostener los pechos).
Finalmente, podemos entender que la relevancia del sujetador sobrepasa a su aspecto tangible: es el resultado final de las transformaciones respecto a las prendas interiores femeninas (que incomodaron y limitaron a las mujeres en su época). Por ello, es apenas el cambio y reproducción de las antiguas formas de represión del cuerpo femenino, debido a que conserva autoridad sobre la figura femenina. Es decir, que esta prenda funciona a favor de la manutención del poder, y el control y dominación femenina: funciona como aliada del mantenimiento del status quo. En conclusión, este esquema de control mutó en mera apariencia; sin embargo su fondo continúa siendo el mismo.
Para el siguiente capítulo, me referiré específicamente a los estudios sobre la configuración del sentido erótico o sexualización y la objetivación del cuerpo femenino específicamente las del seno. Asimismo, me centraré en el papel protagónico del desuso del sujetador.































Capítulo 2
La desnormalización y la normalización del desuso del sujetador

El cuerpo se caracteriza por estar naturalmente desnudo. Somos nosotros quienes lo configuramos con prendas de moda, con aquellas que fueron construidas históricamente y, por ende, continuamos empleándolas. Estas construcciones poseen cierto tipo de justificaciones que responden a sucesos históricos, sociales y culturales, que influyeron en las interacciones y los modos de ver. Las consecuencias parecen generar, en un primer momento, un orden social. Sin embargo, a lo largo del tiempo se evidencia el carácter negativo que devinieron de estas construcciones. Con esto, pretendo referirme a la configuración del sujetador en la sociedad, en las interacciones de esta. De modo que, en este segundo capítulo analizaré su construcción estigmatizada conjuntamente con el seno femenino hasta la actualidad. Asimismo, analizaré el enfrentamiento feminista de Déjala Decidir, un movimiento peruano a favor de la despenalización del aborto, que ha llamado la atención por sus extraordinarias manifestaciones en contra de la normalización del uso del sujetador.

Si bien el sujetador significó, en primera instancia, liberación femenina o una 'segunda piel' para las mujeres con relación a las prendas anteriores al sujetador, ¿podríamos inferir el nuevo significado con relación a nuestro contexto actual?, ¿cuál sería?, ¿con qué carácter lo estaríamos representando?

La construcción erótica del seno y su alcance en el sujetador

Frente a los comportamientos coquetos y banales de la edad media, con la finalidad de reconstruir a los cuerpos como pulcros, modernos y civilizados, una de las medidas tomadas por la iglesia fue la de secularizar el seno femenino, desde las pinturas eclesiásticas. Esta acción conllevó a múltiples consecuencias. Por ello, en este subcapítulo detallaré el proceso en que tanto el cuerpo femenino como el seno adquirieron una connotación erótica. Asimismo, analizaré la influencia de estos nuevos sentidos en la prenda que posee un contacto más cercano con dicha parte del cuerpo.
Desde la llegada del amor romántico en el siglo XVIII, los senos "arrebataron miradas y desempeñaron un papel primordial." (Bologne en Sibilia 2015: 50), "las mujeres que entonces toman conciencia de sus atractivos pectorales no permanecen insensibles al cambio de mirada de los hombres" (Kaufmann 2011: 23). Las mujeres aprovechaban estos nuevos sentidos para ejercer libremente su sexualidad. Sin embargo, la iglesia, que desaprobaba estos actos impúdicos, encontró tanto en la prohibición, la censura del escote y la censura de vestiduras profanas en las pinturas, una gran solución a fin de evitar la lujuria y los delitos de índole sexual (Rodríguez Nobrega en Sibilia 2015: 51). Estas medidas realizadas fueron sumamente necesarias desde la perspectiva eclesiástica, debido a que "los excesos físicos o carnales podían incitar el deseo de quien contemplaba" (Rodríguez Nóbrega en Sibilia 2015: 50). Los excesos físicos o carnales eran los culpables de atraer al hombre hacia el pecado. Esta posición, por parte de la Iglesia, escondía un carácter ciertamente infantil con relación al hombre y concebía a la mujer como culpable de la caída de este.
Aun así, los cambios en la visión histórica del cuerpo femenino y su secularización se dieron, de modo que se engendró otro tipo de mirada: "El pecho femenino pasó a ser percibido primero y antes que nada como órgano sexual con un gran voltaje erótico" (Sandre-Pereira en Sibilia 2015: 50). Asimismo, la iglesia rechazó la exposición de determinadas zonas de la anatomía humana, condenando a la infamia aquellas imágenes que exhalasen insinuaciones sexuales, consideradas excesivas para una moralidad cada vez más moderna y menos medieval." (Sibilia 2015: 55-56).
Estas medidas, de verdad exageradas, se aplicaron firmemente en los senos de las vírgenes de las pinturas eclesiásticas. Posteriormente, la consideración virginal del pecho y el pudor en la iglesia se trasladaría a las mujeres: "Desde el siglo XX los senos comenzaban a ser disimulados detrás de las telas de los vestidos de las vírgenes en las pinturas eclesiásticas" (Kaufmann 2011:24). En este sentido, la iglesia posee gran parte de la responsabilidad en la producción de estos nuevos "modos de ver" que conllevaron a la aceptación e interiorización de la necesidad de uso del sujetador. Asimismo, es esta institución la que posee gran responsabilidad en la reconfiguración, objetivación y pornificación del cuerpo femenino.
Pero finalmente, el pacto de la cobertura del seno fue asumido por las mujeres de la época: "siempre y cuando todas las demás mujeres se cubrieran" (Farache 2013: 3). Ya que frente a la belleza del seno, esto significaba una competencia de igual a igual por una pareja. Incluso esta censura se ha mantenido en el presente, ya que aún se cubre y oculta tanto el pezón como el relieve del seno para disimular la desnudez corporal y su connotación sexual (Rodríguez Nóbrega en Sibilia 2015: 53). Un ejemplo de esto sería el caso de los sujetadores "free bra" que son, en teoría, sujetadores; sin embargo, se limitan a funcionar cual parche: se encarga apenas de cubrir las mamas, pero sin la implicancia del resto del tórax para el sostén. Del mismo modo, su color, mayormente piel, y su espalda libre implica lo que mencioné anteriormente respecto a la cultura hipócrita del sujetador: se quiere que se use pero que no se note. Asimismo, ya sea por su relación directa con el seno o por cualquier otra razón, también se ha comenzado a concebir un carácter erótico en esta prenda, quizás no tan "vulgar" e impactante como el construido sobre el pecho desnudo. Esto se evidencia en que su uso posee un sentido distinto al del uso de un bikini: el primero es más pudoroso respecto al segundo, aun cuando ambas prendas se encargan de cubrir las mismas zonas del cuerpo femenino.
Por ello, tanto el escándalo como el impacto que suscitan el desuso del sujetador como el torso desnudo se debe a que se ha olvidado que estos modos de emplear al cuerpo, ya habían sido exhibidos en otros tiempos (Kaufmann 2011:24). Es decir, que el desnudo era concebido, tiempos atrás, como un acto normalizado, incluso se sabe que "el desnudo en el espacio familiar había sido una conducta habitual hasta el siglo XIX" (Bologne en Kaufmann 2011: 24). Esto refleja la "amnesia social" en la cual estamos sumergidos, así como evidencia la radicalidad del cambio de sentidos respecto a lo adecuado e inadecuado de mostrar: "desde la edad media este naturalismo fue considerado vulgar, anterior al proceso de civilización." (Kaufmann 2011:37). Estas actitudes, iniciadas por la iglesia, se han mantenido debido a que esta continúa siendo un gran y poderoso influyente en las decisiones con respecto a la sexualidad, aborto y educación sexual en la cotidianidad (Mannarelli 2004: 153).
En síntesis, aun cuando el cristianismo librara, en un principio, a la mujer del "orden natural" de su inferioridad, reclusión, impureza y subordinación en la antigüedad, el viejo sistema, lamentablemente, dejó muy poco espacio y recobró terreno muy rápido. Es decir, que tarde o temprano, el cristianismo adoptó y conservó un doble discurso: pecado y virginidad. (Sullerot 1971). Esto generaría fuertes controles en la sexualidad femenina (entendiendo a la sexualidad como el conjunto de condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo). En este sentido, se censuraron los pechos femeninos y pasaron a interpretarse como privatizados (esto está relacionado con la posición machista de la mujer: la casa y lo oculto o lo privado). De este modo, los pechos femeninos adquirieron tanto un carácter erótico como sacro, un carácter dicotómico reflejado en las personalidades de Eva y Maria (Farache 2013: 5). Asimismo, el desuso se fijaría en el imaginario social mediante la siguiente percepción: "Se encuentra que el sujetador es empleado primordialmente por las obreras y comerciantes, así como era más cotidiano encontrar un característico desvestir en medios populares y zonas rurales" (Kaufmann 2011: 47). Es decir, que también se le adjudicó, al desuso del sujetador, un carácter discriminatorio. Con esto, es un poco más sencillo entender el porqué del uso permanente e incuestionado de esta prenda interior tanto en nuestro país, como en el resto del mundo contemporáneo, occidental y urbano. Así como la desnormalización del desuso de dicha prenda.

El protagonismo del desuso del sujetador en el empleo del cuerpo como instrumento de protesta: Caso Déjala decidir

En este penúltimo subcapítulo pretendo desarrollar el análisis del papel del desuso del sujetador (pechos descubiertos) como medio por el cual las activistas de movimientos feministas pueden emplear a sus cuerpos femeninos como instrumentos de protesta (Restrepo 2014: 140), a favor de la libertad femenina, su empoderamiento y autonomía frente a la sexualización de sus cuerpos y violencia simbólica. En este sentido, pretendo analizar el postulado anterior en el caso específico de Déjala Decidir. Es decir, pretendo contar la lucha implícita de Déjala Decidir a favor de la normalización del desuso de dicha prenda y su relación con las exigencias feministas.

Ya que vivimos en un mundo, hecho por ellos y para ellos, y en el cual se expresa una actitud mutuamente excluyente entre mujeres y política, las mujeres hemos luchado incansablemente por ingresar a este sistema originariamente masculino y reclamar como igualmente nuestros los mismos espacios. La primera conquista fue el haber transitado del espacio doméstico al público y abandonar los roles privados establecidos según nuestro género: "El género es una forma primaria de diferenciación" (Scott en Henríquez 1995: 60). Aún con esto, es evidente que la producción de nuevas subjetividades requiere constancia debido a que las formas de dominación se transforman constantemente. Por ello, aún con todos los esfuerzos, es admisible que aún conservemos rezagos del machismo en nuestra sociedad (e incluso entre nosotras). En este sentido, es la moda (me refiero específicamente a la moda interior) quien refleja estos rezagos de dominación en las configuraciones que diseña y ejerce sobre el individuo.
Incluso la historia demuestra que estas configuraciones también devinieron en desfiguraciones del cuerpo, por ello se dice que la estructura social dominante ejerce un poder e influencia en la sociedad, a tal grado que poseen soberanía sobre nuestros cuerpos. Es decir, que vulneran nuestra autonomía. Sin embargo, es claro que "aun si se tratara de algo tan sencillo como los senos desnudos, el cuerpo debe ser estrictamente responsabilidad de quien lo habita" (Kaufmann 2011: 75), y es que el cuerpo, entendido como portador de derechos de las mujeres, se ha convertido en "territorio en disputa". Es entendido como territorio debido a que ocupa un espacio y está introducido en la vida cultural (EFLAC 2014: 10), y asimismo, se lo considera en disputa debido a que, de manera consciente o inconsciente, nuestros cuerpos se ven influenciados por los otros y por los discursos que restringen nuestra libertad (EFLAC 2014: 11).
De esta manera, el feminismo surge como un poder opuesto al opresor: el "feminismo es un poder transformador" (Aubert 1997: 46), y aparece como una nueva política para imprimir nuestra autonomía." (EFLAC 2014: 15), o para recuperarla, principalmente, por medio del protagonismo del desuso del sujetador: "De golpe, aquello que hacía al poder fuerte se convierte en aquello por lo que es atacado" (Foucault 1992: 104). De este modo, los movimientos feministas toman el espacio público como un espacio de manifestación, en donde deciden emplear a sus cuerpos como instrumentos de protesta. Tanto en la manifestaciones a nivel mundial como en las manifestaciones de Déjala decidir, la liberación de los senos o el desuso del sujetador es similar a un código común para expresar esta autonomía y liberación de todas las imposiciones: "es en nuestros cuerpos, como primer territorio, donde operan los múltiples mecanismos de dominación y se evidencian nuestras resistencias, la insubordinación, la liberación, en acciones que conducen hacia la transformación con justicia." (EFLAC 2014: 2).
En este sentido, las activistas de Déjala Decidir construyen un discurso con su cuerpo de manera que rompen esquemas y trasgreden los discursos políticos dominantes que oprimen o limitan la libertad de las mujeres (Restrepo 2014: 136). Asimismo, aunque explícitamente, estas mujeres se manifiestan a favor de la despenalización del aborto (a favor de que las mujeres puedan ser capaces de decidir libremente si abortar o no). Sin embargo, ¿por qué las feministas mostrarían el cuerpo semidesnudo?, ¿qué genera en nosotros los espectadores? Y es que además de interpretársele de la siguiente manera: "la desnudez del pecho femenino es un medio por el cual se puede adquirir la conciencia y dominio del cuerpo por medio del efecto de la ocupación del cuerpo por el poder." (Foucault 1992: 104). Se reconoce que implícitamente, el desuso del sujetador (que tampoco se aplica a todas las activistas, pero sí a un gran grupo de ellas), además de significar el empoderamiento entendido desde la comprensión del origen del desuso con relación a las religiones de la antigüedad, también implica un discurso crítico respecto al uso de esta prenda interior y a favor de la liberación del cuerpo femenino. El desuso del sujetador muestra su desacuerdo contra lo que funciona de manera superficial y lo impuesto de manera implícita. De modo que impacta en lo cotidiano, los espectadores, la sociedad y el Estado para reclamar lo que les pertenece como seres humanos y ciudadanas. Estas mujeres instrumentalizan sus cuerpos y los emplean como cuerpos de protesta con la finalidad de proponer una reflexión en torno a su libre elección y autonomía sobre sus cuerpos, y los de todas las mujeres en general.
Para ello remiten a lo simbólico: "Esta simbolicidad ha permitido comunicar la inconformidad que tiene la otra o el otro". (Restrepo 2014: 132). El simbolismo es empleado en las "manifestaciones creativas como formas de comunicación política, utilizando, desde técnicas artísticas como el body art y el performance como estrategias de difusión del discurso para una protesta sin violencia y que cause impacto social." (Restrepo 2014: 129- 135).
Estos modos de manifestación son importantes debido a que por medio del "llamado de atención" se pueda hacer "el cuerpo puede ser lienzo de denuncia" (Restrepo 2014: 136). Es decir, que puede materializar sus protestas y reclamos, evidenciar lo oculto, sensibilizar, concientizar o cuestionar la desigualdad valorativa, la libertad de los cuerpos en una sociedad patriarcal, así como también pretende cuestionar acerca del sistema sexo-género, entendiendo a estos dos últimos como opresores (Restrepo 2014: 133). Asimismo, las feministas tienen la responsabilidad de asumir un compromiso a favor del ejercicio de una verdadera libertad: es costosa y requiere de constantes sacrificios, pero el auténtico problema está, más bien, en que una mayoría de mujeres no quiere esta libertad debido a que tiene miedo. (Aguilera 2010: 41).

Asimismo, se conoce que "los senos desnudos tienen opositores" (Kaufmann 2011: 63). Estas manifestaciones se deslegitiman con la restricción y el rechazo por parte de autoridades civiles debido a la sexualización o sacralización de sus mismos pechos. Esto evidencia que "el cuerpo de las mujeres se convierte en campo de batalla". (Restrepo 2014: 137). Siguiendo esto, es importante cuestionar el ¿por qué de la ofensa y el escándalo son vistos como reacciones esperadas?, ¿por qué no podría ser de otra forma?, ¿a qué imágenes asociamos el desnudo o naturalismo?, ¿por qué la moral ambigua? Si al ver a una mujer semidesnuda en una publicidad lo normalizamos y porqué las reacciones son distintas cuando una ejerce su libertad al decidir autónomamente desusar su sujetador en un espacio público. Primero, debo aclarar que existen muchos impedimentos sociales para este tipo de manifestaciones. Uno de ellos es la censura (tanto por parte de la gente en los espacios públicos, así como de los medios), que evidencia la "fragilidad del orden". Otro de estos impedimentos es la de nuestro falso estado laico: En la práctica podemos observar que la Iglesia aún conserva gran poder en la toma de decisiones políticas de nuestro país y que este es aún muy conservador. Y justamente es "en los países en donde no se ha producido separación entre el estado y la religión será más difícil o por lo menos, más lento y errático el proceso de ampliación de derechos e institucionalización democrática." (Henríquez 1995: 60).

En este sentido, el decidir sobre nuestro modo de vida y sobre nuestro propio cuerpo se está convirtiendo en un hecho revolucionario, pues es tal la presión para que estemos dentro del modelo estándar, que si no seguimos ese patrón nos sentimos excluidas del reconocimiento de una sociedad globalizada hasta en sus perversos gustos e imperativos (Sendón de León: 5). De este modo, la visión incompleta o sesgada de los senos femeninos, desde la perspectiva de los diseñadores de sujetadores, además de posicionarse como un estándar implícito, evidencia un diálogo inexistente con las otras múltiples formas de vivir (EFLAC 2014: 8) y esto ha perjudicado a la gran diversidad de los cuerpos femeninos. Asimismo, esta prenda se ha mantenido en su uso reciclable y permanente a nivel de vida por medio del silencio colectivo justificado en respuesta de las mujeres a la "cultura del subordinado". Es decir, que usualmente no cuestionamos ni confrontamos su uso debido a que nos preocupamos más por estar alertas a lo que se espera de nosotras. (Herníquez 1995: 59). En este sentido, el silencio posee un carácter comunicacional, como si hubiera un acuerdo tácito. (Kaufmann 2011: 76). Este mismo ha callado las incomodidades, disgustos o daños físicos sufridos a causa del sujetador en algunos de estos "otros" cuerpos asimétricos. Y debido a que las feministas velan por la vida humana y por su sostenibilidad como única prioridad (EFLAC 2014: 10), este tema las ha involucrado históricamente y aún las involucra.

Por ello es importante que frente a estos impedimentos, las feministas conserven, con firmeza, la performance o lenguaje corporal y comunicación no verbal, como son las pintas en sus cuerpos con la finalidad de continuar comunicando este mensaje y exigencia. Para iniciar así una desnormalización de lo establecido y podamos generar cambios a nivel de la subjetividad: producir teorías y conocimientos. (EFLAC 2014: 17). Asimismo, es necesario entender que, al menos en el caso de Déjala Decidir, sus manifestaciones no se caracterizan por ser violentas, sino por mostrar la forma natural del cuerpo.

En este sentido, las mujeres podremos ejercer una verdadera libertad y capacidad de decisión mientras tengamos opciones que no solo giren en torno a esta prenda, sino con relación el uso o desuso de la misma, que podamos salir a los espacios públicos sin miedo a la represión, las agresiones verbales, miradas sexualizadas, etc. Es preciso que la sociedad acepte y respete la autonomía de nuestros cuerpos. Esto, empieza desde la aceptación y respeto propio, el permitirnos "desnormalizarnos" cuando queramos si así consideráramos. Debido a que el orden social no siempre es justo y mientras nadie salga a reclamar por un tipo de violencia simbólica oculta, se seguirá empleando al sujetador como "moda", pero también como regla. Con esto no pretendo disimular la adquisición propia de una "verdad absoluta" donde afirmo que solo el desuso del sujetador brindaría verdadera libertad. Lo que verdaderamente pretendo concluir es que nuestra libertad se mantendrá limitada en cuanto continuemos siendo incapaces de ejercer una verdadera elección.

Finalmente, lo que deseo haber logrado con toda la investigación, es un cambio en la subjetividad estándar de mis lectores y lectoras con la finalidad de que hayan podido entender al mundo desde otra perspectiva y, específicamente en el caso de las mujeres, espero que este texto pueda impulsarlas a permitirse la capacidad de decidir, verdaderamente, cuando usar y cuando no usar el sujetador según su cuerpo lo pida. Sé que los cambios pueden ser muy lentos, pero progresivos. Asimismo, deseo que con este texto puedan aprender a escapar de este comportamiento homogéneo de sorpresividad o indignación al ver a una mujer sin sujetador. Deseo que, por el contrario, pueda entenderse con respeto y normalizado.


















Conclusiones

En esta investigación se ha buscado responder a una pregunta central: ¿de qué manera el sujetador es relevante para el mantenimiento del poder ejercido sobre el cuerpo femenino en el Perú contemporáneo, occidental y urbano? Desde la revolución francesa el uso del último antecedente del sujetador, el corpiño, empieza a observar su caída. Los cambios históricos, sociales y culturales, así como los cambios de sentidos respecto a esta prenda, mayormente relacionados a las prostitutas o "mujeres ligeras", propiciaron nuevas formas de configurarla en la sociedad. En conclusión, el uso generalizado de ciertas prendas, tanto exteriores como interiores, están asociados a los contextos en que se desarrollan, del mismo modo en que existieron las enaguas, la crinolina y el verdugado en su momento. Frente a esto y a los cambios en los dinamismos sociales relacionados a los cambios en la interpretación de la mujer en sociedad, el sujetador comienza a ganarse a la población femenina debido al reciente protagonismo de la última en los espacios públicos y los cambios de mentalidades. En conclusión, la represión ejercida desde las prendas interiores sobre el cuerpo femenino disminuyó con el advenimiento del sujetador. Esto permitió una mayor libertad de movimiento que era incompatible con las prendas que la antecedieron.
Sin embargo, los intentos por volver a controlar, configurar o desfigurar el cuerpo femenino volvió a tener cabida y el corpiño regresó bajo los conceptos de belleza femenina. Frente a este agravio contra la incomodidad del cuerpo, algunas mujeres notaron el encasillamiento de la mujer en estereotipos y decidieron enfrentarse a las modas estándar por medio de la quema de aquello que las relacionara con la femineidad: la seda, el encaje, el corsé, etc. Así, el feminismo y sus manifestaciones relacionadas con las prendas interiores expresaban una crítica contra todo el sistema. Esto resalta la importancia del papel político respecto a la prenda relacionada a todos los ámbitos. Estas manifestaciones reflejaron una crítica a la injusticia en la cotidianidad. Por ello, el advenimiento del sujetador aparecería bajo el concepto de "libertad femenina", una "segunda piel" y las mujeres aceptaron su uso y lo integraron a su vida cotidiana. Sin embargo, los sentidos primigenios relacionados a esta se configuraron tempranamente con las imposiciones eclesiásticas. En este sentido, el cambio de forma de la prenda no negó que la última pudiera aún verse influenciada por las configuraciones existentes en la sociedad. La forma cambió, pero el fondo aún continúa siendo el mismo, esta prenda es apenas una solución histórica, un cambio y reproducción de las antiguas formas de opresión cercanas al cuerpo femenino a favor del mantenimiento del control y poder sobre estas desde la estructura social dominante patriarcal.
Asimismo, el cuerpo femenino fue construido socialmente en la dicotomía entre lo erótico y lo sagrado, por ello, la mujer fue culpabilizada de la violencia sexual masculina. Por ello, una "solución" apenas superflua pretende cubrir los cuerpos y negar la sexualidad femenina. Así, el doble discurso ignora la manera en que las mujeres se sienten respecto a esta limitación de su persona.
Sin embargo, ni el Estado ni las iglesias, ni los mismos sujetos han podido acabar con esta desigualdad de género. La justificación de los sujetos es su desorganización; la del Estado, es que se encuentra al servicio del poder debido a que conviene a la manutención del status quo. De modo que, no existe una adecuada supervisión de estas injusticias. En conclusión, el Estado se aísla de los modos de vestir, se aísla de los "modos domésticos", de la vida doméstica. La mujer, no solo se ve limitada en las interpretaciones que la involucran, sino que asimismo se ve vulnerada en los espacios públicos, que reproducen el orden jerárquico de la sociedad. Frente al rompimiento del rol femenino y su limitación en lo doméstico y privado, el poder masculino debía hacerse presente. Por ello, el mantenimiento de las mujeres al margen de las calles era una señal de poder masculino. En este sentido, el espacio público debía ser considerado, dentro del imaginario social, como un espacio hostil y peligroso, un lugar donde las mujeres poseemos límites respecto a nuestra "libertad de decisión".
En este sentido, el desuso del sujetador, sería excusa suficiente para justificar sometimientos y consecuencias de los actos viriles. Esto evidencia una gran pérdida de autonomía, nuestros cuerpos pasan a entenderse como ajenos. Aceptamos las imposiciones, que en algún momento fueron machistas, bajo las amenazas de castigo o represión hasta que finalmente las interiorizamos y reproducimos en la familia, en el colegio, en las instituciones, en los espacios públicos y en los medios de comunicación. De este modo, hemos asumido esta norma del uso del sujetador relacionado a las convenciones sociales, en muchos casos, por miedo. De modo que continuamos reproduciendo esta aparente regla social. No cuestionamos su uso debido a que parece haberse concebido como un orden natural y aceptamos el control o sumisión de nuestro género, por medio de una prenda que no todas necesitamos. De esto, concluyo que nuestra libertad es apenas una ilusión o apariencia: no podemos verdaderamente decidir dejar de usar esta prenda interior.
Aun con esto, admito que considero que la mujer es capaz de alterar todo el orden preestablecido, del modo en que la mujer de la antigüedad amenazaba toda la estructura androcéntrica por medio del adulterio. Es decir, la mujer, con un acto tan simple como dejar de usar sujetador o caminar en topless, sería capaz de destruir la normalización de que las mujeres debemos seguir los roles establecidos e impuestos a manera de orden natural. Así, la mujer puede destrozar todo el sistema, cuestionar y destrozar la ocultización y sexualización de los senos, perjudicando así a la industria pornográfica, que se alimenta de los deseos sexuales injustificados en los hombres debido a esta "mistificación" de la sexualidad femenina. Del mismo modo, la mujer puede perjudicar a la industria lencera. Aunque es probable que se continúen empleando sujetadores, al menos se nos debe permitir una verdadera libertad de elección respecto a esta prenda.
Es decir, el cuerpo como portador de derechos- de las mujeres, se ha convertido en "territorio en disputa". Se lo considera en disputa debido a que de manera consciente o inconsciente, nuestros cuerpos se ven influenciados por los otros y por los discursos que restringen nuestra libertad. Frente a estas vulneraciones de la autonomía, las resistencias, la insubordinación, la liberación femenina ejercida por los movimientos y manifestaciones feministas en acciones que conducen hacia la transformación social, han empleado aquellas mismas tácticas de represión a las que han estado sometidas para construir un discurso crítico respecto al sujetador y a la liberación del cuerpo.
Las activistas de todo el mundo así como las de Déjala Decidir, en el caso peruano, instrumentalizan autónomamente sus cuerpos con la finalidad de materializar sus propuestas y reclamos. Además de concientizar a la sociedad frente al silencio relacionado a la incómoda homogeneidad de estas prendas y la invisibilización de la diversidad de los senos femeninos. Pretenden atacar a los impedimentos "democráticos" que ignoran algunas de sus existencias. Asimismo, su objetivo más importante, es el de generar cambios a nivel de la subjetividad, romper con los "acuerdos tácitos" y poner un fin real, un fin al problema de fondo de la desigualdad y el poder sobre el cuerpo femenino así como su configuración o desfiguración por medio de lo convencionalmente estándar.
Mi conclusión final es que el sujetador y su uso estandarizado, homogeneizador, así como su función autoritaria sobre el cuerpo femenino, han sido construcciones sociales añadidas a los sentidos iniciales que componían a esta prenda. Frente a estas configuraciones que limitan tanto la libertad como la autonomía de la mujer, ciertos movimientos feministas, entre ellos los de Déjala Decidir se encargan de emplear sus cuerpos como instrumentos de protesta con la finalidad de impactar en la linealidad de la sociedad y cambiar subjetividades por medio del envío adecuado sus discursos críticos respecto a estos temas que se desarrollan en un esquema impuesto en un comienzo por las estructuras sociales dominantes, pero finalmente impuesto y asumido a favor de los sujetos, que sin darse cuenta mantienen el poder de la industria lencera, la industria de la cirugía estética y la industria pornográfica (fue lo que descubrí hasta el momento).






Fuentes Bibliográficas:

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