La recluta ad tumultum como respuesta equivocada ante la rebelión de Espartaco en el año 73 a. C.
Descripción
La recluta ad tumultum como respuesta equivocada ante la rebelión de Espartaco en el año 73 a. C. Juan Luis Posadas Universidad Nebrija
La huida de su ludus de unos gladiadores de Capua en el año 73 a. C. ―aproximadamente 70 de ellos consiguieron escapar de la ciudad y refugiarse en el Vesubio― puso en marcha una serie de respuestas militares por parte de las autoridades romanas que no pudieron abortar en sus inicios una simple revuelta antes de convertirse en un auténtico bellum. De hecho, ya en sus inicios hubo contemporáneos que consideraron la rebelión un bellum1, como Cicerón, y otros que no pasaron de considerarlo un servilis tumultus, como César2. Quizá en este posicionamiento ideológico pueda encontrarse la clave de las respuestas romanas ante el desafío de Espartaco. Los acontecimientos que siguieron a la huida de Espartaco y sus compañeros en primavera del año 73 a. C. hasta finales de dicho año solo pudieron demostrar la ineficacia de las acciones romanas: ni la recluta de una milicia ad tumultum desde Capua, ni el envío de ejércitos desde Roma liderados por pretores pero reclutados también ad tumultum o compuestos por voluntarios, tuvieron éxito contra una simple revuelta que empezó siendo gladiatoria, después esclava y, finalmente, de toda una masa de desheredados, pobres, pastores y campesinos arruinados; una rebelión liderada por varios hombres, de los cuales el princeps (término dado por Salustio) fue Espartaco3. En este trabajo pretendemos analizar la respuesta equivocada que Roma dio a la rebelión en su inicio, pues consideramos que dicha respuesta (la recluta ad tumultum) sintetiza la falta de visión de las autoridades romanas ante las rebeliones que se produjeron en Sicilia y el sur de Italia entre los años 135 y 71 a. C.4. 1 Cic. Verr. 5.2.5: «¿Qué dices, que Sicilia se libró de la guerra de los esclavos fugitivos por tu valentía? Gloria insigne y honrosas palabras, pero, ¿qué guerra, al cabo?, pues nosotros tenemos noticia de que, después de aquella guerra que liquidó Manio Aquilio, no hubo en Sicilia ninguna guerra de esclavos fugitivos. Pero la hubo en Italia. De acuerdo, y grave por cierto, y violenta» (traducción de Requejo Prieto, 1990). 2 Caes. B. G. 1.40.5: «[...] Y recientemente en Italia, en la sublevación de los esclavos, los cuales, sin embargo, tenían a su favor la pericia y disciplina que habían aprendido de nosotros» (traducción de J. Calonge, H. Escolar y V. García Yebra, 2010). 3 Sobre la rebelión en su conjunto, véase Posadas, 2012. 4 Sobre este tema véase el ya clásico libro de Bradley, 1989.
G. Bravo y R. González Salinero (eds.), XII Coloquio de la AIER. Poder central y poder local. Dos realidades paralelas en la órbita política romana, Signifer Libros, Madrid, 2015, pp. 61-s
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1. Revuelta, huida y envío de la milicia de Capua El comienzo de la revuelta está bien documentado en las fuentes. En la primavera del año 73 a. C., durante los preparativos gladiatorios para participar en los Grandes Juegos anuales de Roma que empezarían en septiembre de dicho año5, ocurrió algún hecho grave en el Ludus de un tal Léntulo Batiato, en Capua. Al parecer, había muchos gladiadores condenados ad gladiatorium injustamente6 que, además, recibían un trato cruel o al menos poco esperanzador. Uno de ellos, de nombre Espartaco, convenció a unos setenta para huir de dicho establecimiento mediante una revuelta contra los guardias del Ludus, armados con cuchillos de cocina7. El número real de los que escaparon difiere en las fuentes, de los setenta y cuatro que dan las fuentes más antiguas, como Salustio y Tito Livio (y los posteriores que les siguen, como Eutropio y Orosio), a los «treinta o más» de Floro, los sesenta y cuatro de Veleyo Patérculo, los «setenta y pico» de Apiano, y los setenta y ocho de Plutarco8. Tras derrotar a los guardias del Ludus y armarse mejor, los huidos escaparon a un «lugar seguro», donde procedieron a elegir a sus jefes. Espartaco no fue el único que eligieron, sino el «primero de ellosõ (πρῶτος según Plutarco). Salustio, la fuente más cercana cronológicamente a los hechos (escribió solo cuarenta años después del suceso), le llama «príncipe» (princeps)9, quizá en el sentido republicano de princeps Senatus. Junto a Espartaco fueron elegidos también los galos Crixo y Enomao10, dando fe en esta elección de la importancia del contingente galo/germano en el grupo fundacional de la rebelión. Es en este primer momento cuando encontramos la primera respuesta de las autoridades romanas a la rebelión. Para ellos, esta rebelión no pasaba de ser un tumulto servil (como le llama César), y para reprimirlo las autoridades de Capua solo consideraron necesario llamar a la milicia de dicha ciudad, una llamada ad tumultum. Esta era la respuesta clásica ante un estado de desorden, de disturbios graves, una respuesta ya ensayada en la misma Capua treinta años antes, cuando en el año 104 a. C. fueron necesarios casi cuatro mil quinientos milicianos para acabar con una rebelión similar. En todo caso, la milicia reclutada, no sabemos cuánta, fue derrotada sin paliativos por los fugados, quienes aprovecharon para armarse con las corazas, espadas y lanzas dejadas en el campo por los derrotados capuanos. Este envío rápido e improvisado de una milicia mal entrenada y peor dirigida fue uno de los muchos errores cometidos durante esta rebelión, pues afianzó en los gladiadores su deseo de revancha y además los entrenó en una lucha en grupo diferente a la individual, propia del mundo gladiatorio. 5 Kovalev (1956, pp. 12-17), propone la primavera o el verano del año 73 a. C. En la misma fecha coincide Motus (1957, pp. 158-167). 6 Según el fragmento de Varrón en Car. 1.133 ed. Keil. 7 App. BC 1.116, Plut. Cras. 8.1-2. 8 Sal. Hist. 3.90; Liv. Per. 95.2, Eutr. 6.7.2, Oros. Hist. 5.24.1, Floro Ep. 2.8.3, Vel. Pat. 2.30.4, App. BC 1.116, Plut. Cras 8.2. 9 Plut. Cras. 8.3, Sal. Hist. 3.90. En el libro antes citado, pág. 62, defendemos la acepción salustiana de princeps cercana al princeps Senatus, el primero en dar su opinión, el primus inter pares. 10 Liv. Per. 95.2, Flor. Ep. 2.8.1, Eutr. 6.7.2, Oros. Hist. 5.24.1.
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La derrota de la milicia de Capua empujó a los gladiadores a refugiarse en un lugar seguro contra otro envío de soldados a capturarles. No había muchas opciones desde Capua: o dirigirse al norte, hacia Roma (opción imposible por su fuerte guarnición), o al sur, por la vía Ania, hacia el monte Vesubio, una enorme elevación en aquel entonces (antes de la erupción del 79 d. C.) cubierta de vegetación, arboleda y viñedos salvajes en su cima. El Vesubio no era, pues, el volcán carbonizado que se puede contemplar ahora, sino un monte verde y fructífero que podía proporcionarles agua y caza en abundancia. Una vez allí (el Vesubio está a unos cuarenta kilómetros de Capua), los tres líderes de la rebelión discutieron qué hacer. Con setenta hombres poco podrían hacer si desde Capua se enviaba una verdadera tropa a capturarles. 2. La composición de la rebelión Desde todos los puntos de vista, la «rebelión de los gladiadores» no fue tal. La composición de los rebeldes excedía con mucho el ámbito gladiatorio. Hay pocas alusiones en las fuentes a quiénes fueron los rebeldes «de Espartaco», pero las pocas que existen hablan de una composición muy diversa. Tito Livio, por ejemplo, dice que Espartaco reunió a una multitud de esclavos y presos de los ergástulos (prisiones privadas)11. En la región de Campania había muchas propiedades explotadas por mano de obra esclava. Es posible, probable, que en los alrededores de Capua y el Vesubio vivieran miles de esclavos en condiciones de semilibertad. Maróti estudió las menciones a esclavos en el De suppliciis de Cicerón y concluyó que en Sicilia, los esclavos vivían en barracones o simples chozas en los campos, bajo una vigilancia muy laxa12. Una cantidad indeterminada de ellos, sin embargo, eran encerrados en ergástulos, unas prisiones improvisadas, que podían ser barracones de madera, de piedra o pozos excavados en el suelo. El «ejército» de Espartaco, Crixo y Enomao se componía en estos momentos de varios cientos o incluso miles de hombres, mujeres, ancianos y niños. Hay divergencia en las fuentes. Tito Livio, uno de los autores más cercanos a la rebelión, habla de una multitud, término corroborado por los autores que siguieron a Livio, como Veleyo Patérculo o Ateneo. Sin embargo, Floro llega a dar la cifra de diez mil hombres13. En este momento, eran casi todo esclavos o presos liberados. Los primeros pertenecían posiblemente a tres grupos étnicos: galos, germanos y tracios. Ya hemos comentado que el origen de los tres líderes es significativo: un tracio, un galo y un germano. Pero también es posible que el contingente germano (quizá compuesto por supervivientes y descendientes de los invasores cimbrios y teutones derrotados por Mario treinta años antes) fuera el mayoritario. El testimonio de César, es muy revelador: 11
Liv. Per. 95.2. Como ocurría en Sicilia en la época de las dos guerras serviles, según Maróti, 1961, pp. 41-70. Maróti se basó en el estudio de las menciones a los esclavos agrícolas en el De suppliciis de Cicerón. 13 Liv. Per. 95.2, Vel. Pat. 2.30.4, Athen. 6.273, Flor. Ep. 2.8.3. 12
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Y si, movido por un furor demente, hacía la guerra, ¿por qué habían de temer?, ¿o por qué desconfiaban de su propio valor o de la vigilancia de César? Ya se había probado a este enemigo en tiempo de nuestros padres, cuando, derrotados por Gayo Mario los cimbrios y teutones, había cosechado el ejército laureles no inferiores a los de su general; y recientemente en Italia, en la sublevación de los esclavos, los cuales, sin embargo, tenían a su favor la pericia y disciplina que habían aprendido de nosotros14.
Hay que tener en cuenta que Julio César fue tribuno militar en el año 72 a. C., el año en que se enviaron dos ejércitos consulares a combatir a Espartaco porque se creía que iba a atacar la mismísima Roma. Nuestra hipótesis es que César conoció de primera mano esa «pericia y disciplina» de los sublevados porque participó en alguna de las acciones de aquel año15. El sentido de esta arenga de César es claro: se encontraba ante un ejército de germanos, y les dice a sus soldados que no les teman porque ya les han derrotado en dos ocasiones, durante la invasión de cimbrios y teutones y durante la rebelión de los esclavos. Por tanto, César aludía al hecho comúnmente conocido por sus soldados de que los rebeldes de Espartaco eran mayoritariamente germanos. Además de los esclavos liberados, hay que suponer, por varios indicios, que en el «ejército» de Espartaco había también hombres libres16, e incluso un número considerable de mujeres, tanto esclavas como pastoras y campesinas de especial rudeza17. Desde el Ludus pudieron acompañar a Espartaco su «mujer» o «pariente» tracia que aparece en las fuentes18 y algunas sirvientas del establecimiento. Y sabemos por pasajes de Salustio y de Plutarco que, más adelante, combatieron en el «ejército» de Espartaco mujeres galas19. Apiano y Plutarco mencionan que se unieron a Espartaco, bien antes de la primera batalla contra los romanos, bien inmediatamente después, dos contingentes no esclavos ni presos liberados: «algunos campesinos libres» y «muchos vaqueros y pastores del lugar»20. Los campesinos probablemente eran pequeños propietarios, algunos arruinados, y peones agrícolas cuyas actividades de subsistencia en sus fincas o huertas se combinaban por fuerza con su participación en vendimias21, como aparceros o como peones agrícolas que cobraban por día trabajado. Era un grupo poblacional que difícilmente podía competir con la abundancia de mano de obra esclava procedente de las guerras exteriores o de la esclavitud por deudas. Algunos autores, como Bodor y Rubinsohn, han defendido la idea de que la mayoría de los espartaquíadas eran de hecho campesinos y peones arruinados, una población que nutriría las rebeliones de la época post-silana como la de Lépido, 14
Caes. BG 1.40.4-5 (traducción de Calonge, Escolar y García Yebra, 2010). Posadas, 2012, p. 48. Cf. Roldán, 2008, p. 42. M. Á. Novillo, gran conocedor de César, sin embargo, nos comenta que si este hubiera participado en la guerra de Espartaco, hubiera dejado [?????]. 16 Oliva, 1964, pp. 75-88. 17 Doi, 1989, vol. II, pp. 161-172. 18 Plut. Cras. 8.4. 19 Sal. Hist. 4.40; Plut. Cras. 8.10. 20 App. BC 1.116, Plut. Cras. 9.4. 21 Así lo señalan dos tratadistas en agricultura, Varro Rr. 1.17.2, y Cato Agr. 144.3. 15
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Espartaco o Catilina22. Los vaqueros y pastores trabajaban en los montes y lugares semisalvajes del sur de Italia. Por la peculiaridad de su vida, siempre amenazada por los lobos y los bandidos, estos vaqueros y pastores estaban habituados a portar bastones, arcos y espadas. Habría que sumar a estos grupos a los cazadores y leñadores que también portaban hachas y arcos. Estos grupos de cazadores, leñadores, vaqueros y pastores estaban acostumbrados, al parecer, a complementar sus ingreso mediante ocasionales actos de bandidaje (asaltos a caseríos aislados, robos a viajeros, golpes de mano contra aldeas, secuestros, etc.) 23. El historiador A. J. Toynbee estudió en su momento estos grupos de población y concluyó que el paso del ejército de Aníbal por Italia dejó como legado la existencia de un bandidaje permanente en la zona, no solo durante las décadas posteriores a Aníbal, sino durante algunos siglos24. ¿Qué movió a estos miles de esclavos y hombres y mujeres libres a unirse a Espartaco? Lo más seguro fue la esperanza de un botín. Apiano incide en esta idea para explicar el éxito de Espartaco en reclutar campesinos pobres, vaqueros y pastores: «Puesto que él repartía el botín en partes iguales, tuvo pronto una gran cantidad de hombres»25. La equidad en el reparto del botín fue, sin duda, la clave del éxito de Espartaco en esta primera fase de la rebelión, en la que llegó a contar con diez mil efectivos. Por tanto, el primer objetivo de los rebeldes fue saquear y robar en las inmediaciones del Vesubio, para repartir el botín entre ellos. La necesidad de armas y comida dio paso después a un círculo vicioso alimentado por el reparto del botín y por la demanda de más botín a repartir. De este círculo vicioso intentó escapar, sin éxito, el propio Espartaco, asumiendo un papel moderador de sus hombres en esos asaltos26. Es muy posible que esa acción de Espartaco como líder rebelde, no como jefe de bandidos, fuera muy apreciada entre los pobladores del sur de Italia, como Horacio, y que ello diera lugar a una tradición historiográfica proclive al rebelde27. Pero para los ricos propietarios de tierras en la zona, como Cicerón, Espartaco era sinónimo de «bandido y asesino»28. 3. Espartaco contra los pretores Visto que el envío de la milicia no había dado resultado, el Senado de Roma, convencido de que aquello era un tumultum, no un bellum, decidió mandar un ejército reclutado otra 22
Bodor, 1966, pp. 131-141; Rubinsohn, 1971, pp. 290-299. DS 35.2.1. 24 Toynbee, 1965, vol. 2, pp. 296-312. 25 App. BC 1.116. 26 Sal. Hist. 3.98.3. 27 Para los habitantes pobres del sur de Italia, de los que Horacio es una buena muestra como hijo de un liberto, Espartaco era un «bravo» (acer) ladrón que robaba al rico para dárselo al pobre: Hor. Od. 3.14.17-20. Cf. Stampacchia, 1981, pp. 331-346. 28 Cic. Phil. 4.15. Cf. Posadas, 2012, pp. 91-93. Sobre la doble tradición historiográfica acerca de Espartaco véase a Posadas, en prensa. 23
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vez ad tumultum, aunque esta vez bajo el mando de un pretor: Gayo Claudio Glabro29. El envío de un ejército comandado por un pretor confería al «tumulto servil» una importancia superior. Se trataba de aplastar una rebelión que había congregado a miles de personas en lo alto del Vesubio. Este volcán, entonces monte, no podría albergar a mucha gente en su cima dada la carencia de agua ―salvo alguna fuente termal o manantial de agua sulfurosa― y que el verano ya estaba encima. Ya hemos visto que las fuentes informan de que el número de rebeldes crecía día a día, debido a lo atractivo del botín y al reparto igualitario del mismo. Así que la rebelión, cuyo éxito se debía al número de sus componentes, podía morir de dicho éxito si no era capaz de sustentar a dichos componentes. No sabemos a ciencia cierta cuántas tropas pudo reclutar Claudio Glabro en su camino de Roma al Vesubio. Como todas las convocadas ad tumultum, estas se iban añadiendo sobre la marcha («fuerzas reunidas con precipitación y al azar», según Apiano)30, y se componían de varios miles de hombres (tres mil según Plutarco, o «varias cohortes» según Frontino)31. Se puede pensar que Glabro emitiese un decreto ordenando una leva de ciudadanos ociosos y que a dicha leva respondieran también soldados veteranos de las guerras civiles o de la guerra de los aliados que tenían tierras asignadas en el camino de Roma a Campania. Las andanzas de Espartaco saqueando villas y alquerías podían ser suficiente para que los colonos decidieran combatirle encuadrados en un ejército para evitar daños en sus propiedades. Glabro elaboró un plan que se nos antoja difícil de seguir: «asediar» a los rebeldes a los pies del Vesubio, a sabiendas de los pocos suministros de agua y comida que podía proporcionar el monte en esa época del año. El medio para hacerlo era apostar su ejército en los caminos que daban acceso a la cumbre (al parecer solo uno), para evitar que los rebeldes bajaran del monte o que otros se les sumaran32. Sin embargo, tres mil hombres o «varias cohortes» (en todo caso menos de 5000 hombres), eran pocos para asediar un monte tan grande como el Vesubio. Y, por supuesto, nadie se deja simplemente matar de hambre sin luchar. Al parecer, Espartaco llegó a pronunciar la siguiente frase, recogida por Salustio en uno de los fragmentos de sus Historias: Si encontraran resistencia, sería preferible morir por el hierro que por hambre (Sal. Hist. 3.93)33.
Espartaco dio aquí muestras de su inventiva: con unos sarmientos salvajes que crecían en la cima hizo trenzar cuerdas y escalas con las que una tropa selecta se descolgó por un 29 Broughton, 1952, vol. II, p. 109. Ha habido cierta confusión con respecto al nombre de este general, pues Tito Livio le llama Claudio Pulcro, Frontino y Plutarco le citan como Clodio, y Apiano fue más lejos juntando el nomen de un pretor posterior, Varinio, con el cognomen de Glabro: Liv. Per. 95.2, Front. Strat. 1.5.21, Plut. Cras. 9.2, App. BC 1.116. El único que dio el nombre casi correcto fue Floro, quien le llama Clodio Glabro: Flor. Ep. 2.8.4. 30 App. BC 1.116. 31 Plut. Cras. 9.2, Front. Strat. 1.5.21. 32 Plut. Cras. 9.2. 33 Traducción de Posadas, 2006.
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escarpado34 y atacaron, posiblemente, a los guardias de Glabro, quien no había montado un campamento fortificado. Las fuentes hablan de que el descenso de los gladiadores por el barranco les condujo hasta un camino oculto entre gargantas, que les permitió rodear el campamento y los puestos de vigilancia de Glabro. Tras esto, consiguieron reducir a los guardias, y el resto del ejército asaltó el campamento por sorpresa y durante una noche sin luna, consiguiendo un gran botín35. O eso o el ejército de Espartaco era muy superior a los tres mil romanos de Glabro. O bien la recluta ad tumultum no proveía de verdaderos soldados a un ejército, sino de hombres sin formación en la lucha legionaria ni disciplina ni respeto a un mando. En todo caso, la victoria sobre Glabro produjo no solo botín en alimentos, ropas y riquezas, sino ―sobre todo― una colección impresionante de armas, corazas, escudos y cascos, suficientes para armar a todos los rebeldes36. Además de este aporte de armas de acero, la batalla habida a los pies del Vesubio fue una victoria propagandística. Los romanos habían sido derrotados por un ejército de esclavos, dirigidos por un líder que repartía el inmenso botín a partes iguales. Los pobres de la zona, quizá los afectados por las expropiaciones efectuadas por Sila para repartírselas a sus veteranos, acudieron al Vesubio para unirse a la rebelión. En palabras de Plutarco: Se les unieron, además, muchos vaqueros y pastores del lugar, hombres belicosos y ágiles, que, o bien recibieron el armamento pesado, o bien fueron usados como tropas de vanguardia y de infantería ligera37.
Claudio Glabro escapó con vida del desastre. Hacia el 15 de octubre de ese mismo año, Glabro compareció ante el Senado para informar de su derrota ante el ejército de esclavos, ante el servilis tumultum38. Es posible que el Senado en este momento siguiera sin dar importancia a la rebelión, o considerara que la derrota de Glabro solo se había debido a su ineficacia o inexperiencia. Así que otra vez, en ese otoño, eligió a un pretor para comandar un segundo ejército: Publio Varinio39. Junto a Varinio, comandarían otros contingentes de tropas su legado Lucio Furio y su cuestor Gayo Toranio. Son interesantes aquí dos textos de Apiano que resumen el sentimiento en el Senado romano, al menos entre la facción dominante en aquel momento, que la rebelión no era una guerra, y que por tanto no se podía combatir con un ejército regular: 34 Plut. Cras. 9.2, Front. Strat. 1.5.21, Flor. Ep. 2.8.4. Esta historia sin duda debe proceder de una fuente común, quizá Tito Livio, aunque el interés por lo anecdótico y los etnográfico de las trenzas y los mimbres recuerda, y mucho, a otro relato de Salustio referente a la guerra de Espartaco: Sal. Hist. 3.102: «Estos, habituadísimos a la práctica de aquellos lugares y a trenzar recipientes rústicos con mimbres, en aquella circunstancia ―dada la carencia de escudos― recurrieron a aquel artificio y se fabricaron escudos similares a los de los jinetes». 35 Flor. Ep. 2.8.4, Oros. Hist. 5.24.1. 36 Sal. Hist. 3.101. 37 Plut. Cras. 9.4 (traducción de Ledesma, 2007). 38 Ward, 1977, p. 83, nota 1. 39 MRR II.119.
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En un primer momento, fue enviado contra él Varinio Glabro, y después Publio Valerio, no con ejércitos regulares, sino con fuerzas reunidas con precipitación y al azar -pues los romanos no la consideraron jamás una guerra, sino una incursión y una acción semejante a un acto de bandidos. (App. BC 1.116). Se prolongaba ya por tres años, y de manera temible para los romanos, esta guerra que había sido ridiculizada en sus comienzos y menospreciada como cosa de unos gladiadores (App. BC 1.118)40.
Por tanto, el ejército de Varinio (nótese la confusión de Apiano sobre el nombre) no fue un ejército regular, sino uno formado por una leva tumultuaria, mediante un edicto del pretor. Este tipo de edictos obligaban al alistamiento a todos los ciudadanos romanos que se encontrasen en el camino o las cercanías, y también a los aliados y auxiliares, o veteranos, que se hallaran cerca del mismo. En cuanto a la composición y número de sus tropas, Salustio dice que eran unos cuatro mil voluntarios (uolentibus), y Plutarco añade que el legado Furio, segundo en el mando, tenía otros tres mil soldados41. Es decir, unos siete mil hombres, más del doble que las tropas de Glabro. Si estas tropas se organizaban también en cohortes, como las legiones42. Y si estas, tras las reformas de Mario, se componían de algo menos de quinientos hombres43, podemos decir que el ejército de Varinio incluía unas catorce cohortes. Es decir, una legión y media. Durante las semanas en que Varinio organizó la leva y formó su ejército, Espartaco y sus rebeldes comenzaron a saquear Campania. Ya hemos señalado cómo la continua afluencia de personas a sus filas hacía necesario un también continuo reparto del botín obtenido en los saqueos. Ya vimos cómo Floro dio una cifra de diez mil efectivos al ejército rebelde en esta época. Aunque octubre era una buena época por la reciente cosecha, y por los frutos del otoño, era perentorio buscar nuevas fuentes de aprovisionamientos para este ejército en crecimiento. El otro gran problema de dicho ejército era el de las armas. Hay que tener en cuenta que hasta ese momento se habían capturado armas para unos tres mil quinientos hombres (entre la milicia capuana y las tropas de Glabro), a los que había que sumar los arcos y hachas de los vaqueros, cazadores, pastores y leñadores libres. Es por ello que Espartaco decidió fabricar sus propias armas. Salustio, sin duda la fuente común de los demás historiadores posteriores, escribió que los rebeldes fabricaron lanzas con pértigas de madera, escudos de mimbre reforzados con cuero, y puntas de lanza y flechas con el hierro de las cadenas de los ergástulos, y también añade que se organizó una caballería ligera44, algo muy importante porque ante un ejército romano compacto la única estrategia posible era rodear sus flancos con caballería para atacarles por la espalda. 40
Traducciones de Sancho Royo, 1985. Sal. Hist. 3.96.1, Plut. Cras. 9.5. 42 Front. Strat. 1.5.21, llamó cohortes a las tropas del pretor anterior contra Espartaco, Claudio Glabro. 43 Matyszak, 2010, p. 20. 44 Sal. Hist. 3.96.1 y 3.102-103; Flor. Ep. 2.8.6-7. 41
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Floro nos informa de que Espartaco organizó sus tropas al modo romano, con hombres armados a la manera romana, con caballería auxiliar, y con las insignias y fasces arrebatadas al pretor Glabro45. César, contemporáneo a los hechos, también alude a que los espartaquíadas luchaban con una pericia aprendida de los romanos y que empezaron sin tener armas, pero luego se hicieron con ellas: Y recientemente en Italia, en la sublevación de los esclavos, los cuales, sin embargo, tenían a su favor la pericia y disciplina que habían aprendido de nosotros. De lo cual podía deducirse cuán grandes eran las ventajas que la constancia llevaba consigo, pues a los mismos que al principio habían temido, a pesar de estar sin armas, los habían vencido más tarde armados y victoriosos (Caes. BG 1.40.5-6).
Los detalles de la campaña del pretor en otoño del 73 a. C. son confusos y a veces contradictorios en las fuentes. Sin embargo, a partir del relato de Salustio, la fuente más cercana a los hechos, se puede intentar reconstruir dicha campaña. Al parecer, Publio Varinio partió de Roma con algunos hombres y fue completando la leva por el camino hasta llegar a los siete mil soldados que dicen las fuentes, con los que llegó a Campania. Sin embargo, el ejército de Espartaco, pobremente armado aunque organizado al modo romano, se hallaba disperso atendiendo al saqueo. Varinio, quizá intentando cubrir más terreno o bien persiguiendo a grupos concretos, decidió imprudentemente dividir a sus tropas, y envió a su legado Furio con dos mil hombres en pos de los fugitivos46. Según Plutarco, Espartaco atacó a este Furio y puso en fuga a sus hombres47, lo cual quiere decir que parte de estos dos mil soldados escaparon de la derrota y se reunieron con Varinio en su campamento. Según Salustio, las tropas de Varinio pudieron enfermar, bien porque el lugar donde acamparon era pantanoso o afectado por malaria, bien porque el frío del otoño avanzado provocara una epidemia de gripe o alguna enfermedad pulmonar parecida48. Las bajas (muertos y enfermos graves) de dicha epidemia, el hecho de que el ejército no fuera muy numeroso «a pesar de la dureza del edicto del pretor», y la pobre disciplina reinante en el campamento, obligaron a Varinio a enviar a Roma a su cuestor, Gayo Toranio, para solicitar refuerzos. Sin embargo, Floro comenta que Espartaco derrotó a este Toranio y tomó su campamento49, por lo que es posible que el cuestor no llegara a aportar sus tropas a Varinio, dejándole aislado y con un ejército mermado. Sin embargo, Varinio decidió tomar la iniciativa sitiando a Espartaco en algún lugar de Campania, tan bien elegido que los rebeldes no podían escapar del sitio. Además, el pretor fortificó su campamento, para evitar ser tomado por sorpresa como Glabro, cons45 46
355.
Floro Ep. 2.8.6-7. Δισχιλίους στρατιώτας: dos mil soldados. Es un error, pues, la traducción «tres mil» que da Ledesma, 2007, p.
47
Plut. Cras. 9.5. Sal. Hist. 3.96.1. 49 Flor. Ep. 2.8.5. 48
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truyendo una trinchera, un foso y muros bien guarnecidos. Pero Espartaco, ya conocido por sus estratagemas, consiguió escapar del sitio simulando sonidos, colocando cadáveres en estacas como si fueran guardias y dejando hogueras y luces en su campamento50. Ante la huida de Espartaco, Varinio se retiró también hacia el norte, a la ciudad griega de Cumas, a guarecerse tras una muralla. Por lo que se ve, esta parte de la guerra de Espartaco se desarrolló entre el sur del territorio samnita y el norte de Campania. Varinio, quien probablemente había perdido más de la mitad de sus tropas entre la epidemia, las escaramuzas y las derrotas de Furio y Toranio, decidió aguardar a un ataque de Espartaco tras esas fuertes murallas griegas. Pero su ejército, en la seguridad de su posición, comenzó a insubordinarse ante la prudente actitud del pretor. Hay que tener en cuenta que el ejército de Espartaco había acumulado un gran botín que podía ser ―en parte― de los soldados que lo derrotaran. Varinio decidió arriesgarse y enfrentarse a los rebeldes en batalla campal. Curiosamente, lo mismo había ocurrido en el campamento de Espartaco. Los espartaquíadas ―y esto será una constante en la rebelión― se dividieron en tres facciones: algunos que esperaban mayores refuerzos porque no confiaban en su propia fuerza, otros que deseaban una batalla abierta contra los romanos (fundamentalmente los galos y germanos comandados por Crixo), y finalmente aquellos que preferían una estrategia más cauta y esperar a sorprender a los romanos por la noche o aprovechando una salida poco meditada de la seguridad de sus murallas (el resto de los rebeldes, liderados por Espartaco): En el temor de que, dedicándose a las correrías que estaban haciendo [...] fueran rodeados y exterminados [...] por lo que debían partir apresuradamente. Unos pocos hombres prudentes, de ánimo liberal y noble, pensaban que era preciso retirarse en el modo que Espartaco aconsejaban, por lo que aprobaban su parecer. Otros, en cambio, confiaban estúpidamente en los refuerzos que llegaban y en su propio carácter belicoso; y los últimos y más numerosos, olvidados vergonzosamente de su patria, nada alejados de su mentalidad servil, no querían sino robos y sangre [...] parecía el mejor partido (Sal. Hist. 3.98.1).
El Senado romano, todavía dominado por quienes consideraban esta rebelión como un simple «tumulto servil», decidió reforzar el ejército de Varinio con otro ejército, también reclutado ad tumultum, y dirigido por el pretor Lucio Cosinio51. Las órdenes de Cosinio eran claramente una censura a la actuación de Varinio, pues se le conminaba a unirse a Varinio como «consejero y colega» suyo, según Plutarco52. De manera muy similar a lo ocurrido con Toranio, también Cosinio marchó con despreocupación, quizá debido a su inexperiencia, quizá confiando en que aquello era un «tumulto». El caso es que su ejército acampó en Salinas, cerca de Pompeya. Espartaco cayó sobre él mientras el pretor se daba un baño, le persiguió y terminó matándolo en combate singular. 50
Sal. Hist. 3.96.2-3, Front. Strat. 1.5.22. MRR II.110. 52 Plut. Cras. 9.5. 51
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Finalmente, Espartaco hizo frente al propio Varinio. Los romanos habían olvidado ya sus peticiones al pretor para enfrentarse a los rebeldes. Las bajas sufridas y las derrotas de los ejércitos de Furio, Toranio y Cosinio les habían desmoralizado53. Aunque no hay detalles en las fuentes sobre esta batalla, sí sabemos que el rebelde derrotó al pretor, tomó su campamento y sus fasces (símbolo del poder de Roma), e incluso capturó el caballo de Varinio. Aunque este escapó con vida para volver a Roma, su caída en desgracia fue tal que este pretor desapareció de la historia romana. Tras derrotar a todos estos ejércitos, Espartaco decidió marchar hacia el sur hacia la región de Lucania, de donde era natural el poeta Horacio, nacido poco después de la rebelión. En esta zona, los rebeldes podían abastecerse de las villas y propiedades agrícolas y ganaderas, y liberar a los esclavos que las trabajaban54. Con esos esclavos y los hombres libres que se le fueron uniendo (junto con desertores de los ejércitos pretorianos), Espartaco contaba ya con más de veinte mil hombres, todos ellos bien armados con el bagaje capturado a Glabro, Varinio y Cosinio55. De esta manera terminó el año 73 a. C., con la derrota de varios ejércitos dirigidos por pretores y reclutados ad tumultum. Los rebeldes estaban ahora dirigidos solo por Espartaco y por Crixo, pues Enomao había muerto56. Espartaco tenía el apoyo de los prudentes, probablemente también el de los contingentes tracios y los libres, y Crixo el apoyo de los galos y germanos. Su opción fue dirigirse más al sur a pasar el invierno, a la zona de Metaponte, Turios y Cosentia, ciudades que lograron tomar (quizá por asalto) y que fueron las bases donde se asentaron para entrenar a su ejército57. El año 72 a. C., año del tribunado militar de César, marcó un cambio en la estrategia romana: los senadores que, como Cicerón, consideraban aquella rebelión como una auténtica guerra, un bellum, que por tanto debería ser enfrentada por un ejército legionario, consiguieron imponerse. Ese año, Espartaco y sus rebeldes se enfrentarían a un ejército dirigido por los cónsules. La respuesta ad tumultum se mostró equivocada, y los miles de muertos romanos que quedaron esparcidos por el suelo de Campania así lo atestiguaron. Bibliografía Bodor, A., «Contribution to the History of the Slave Revolt Led by Spartacus», Studii Clasiche, 8, 1966, pp. 131-141. Bradley, K. R., Slavery and rebellion in the Roman world, 149-70 B. C., Indiana University Press, Bloomington, 1989. Broughton, T. R. S., The Magistrates of the Roman Republic, American Philological Asso53 Sal. Hist. 3.95: «En ese momento, como sucede en los más graves, sobre todo, cada uno recordaba a sus seres más queridos, a los que aguardaban en casa, y todos, cada cual en su fila, hacían los últimos preparativos». 54 Strauss, 2010, p. 99. 55 Cf. Sal. Hist. 3.101. Sobre el ejército de Espartaco en esta época, véase Kunisz, 1958, pp. 3-14. 56 Oros. Hist. 5.24.2. 57 Scarborough, 1978, pp. 75-81.
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