LA PRODUCTIVIDAD EN Y DESDE LA EDUCACIÓN BÁSICA: Un reto para la educadora

December 5, 2017 | Autor: Blanca Juarez | Categoría: N/A
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Descripción

LA PRODUCTIVIDAD EN Y DESDE LA EDUCACIÓN BÁSICA:
Un reto para la educadora
Por: Blanca Angélica Juárez Ramírez
INTRODUCCIÓN
En tiempos recientes, las docentes nos hemos percatado de las dificultades que implica la tarea de educar; sobre todo porque este término ha superado la idea de la simple transmisión de conocimientos, sino que resulta más pertinente pensar en preparar para la vida. Esta concepción nos obliga a tomar en cuenta las necesidades del sujeto en el que tenemos posibilidad de impactar en sus propios procesos de desarrollo para desarrollar y fortalecer competencias que les permitan desenvolverse de una manera productiva y prospositiva en la que el estado de bienestar y felicidad sea pleno.
Para ello es indispensable asumirlo como ente social en dos dimensiones: individual y social. Por lo que si bien a la escuela le corresponde formar a la persona para que logre su autonomía, también es indispensable tener presente que se debe contribuir a su formación para la integración plena a la sociedad de una manera productiva tanto en al ámbito laboral como en todos los aspectos de su vida.
Para conseguirlo, es menester de los educadores promover el valor del trabajo y el reconocimiento de la productividad como un factor para lograr el bienestar común, como consecuencia del comportamiento cotidiano de las personas, a través de apropiarse de valores básicos como el compromiso individual y social, honestidad, lealtad, laboriosidad, perseverancia, respeto, responsabilidad, seguridad, solidaridad y tolerancia.
Es de destacar que para lograrlo el rol docente es un factor clave, pues es a través de su intervención educativa que podrá generar experiencias formativas de calidad que le permitan al alumno avanzar en el nivel de dominio de esas capacidades. Desde esta perspectiva en indispensable que el docente asuma la responsabilidad de su propio proceso formativo para "organizar su propia formación continua, involucrándose en procesos de desarrollo personal y de autoformación profesional así como en colectivos docentes de manera permanente, vinculando a ésta los desafíos que cotidianamente le ofrece su práctica educativa" (SEP, DGFCMS, 2009).
Esto indica, que si pretendemos impactar en la productividad en los niños preescolares tendríamos que iniciar por fortalecer y desarrollar nuestras propias capacidades para movilizar nuestras competencias y empezar por elevar la productividad de nuestra intervención educativa al hacer de los principios pedagógicos un estilo de docencia que deje huella en todos y cada uno de los alumnos de preescolar.







LA PRODUCTIVIDAD EN Y DESDE LA EDUCACIÓN BÁSICA
Para hablar de productividad es necesario definirla, la Real Academia Española (RAE) la define como la capacidad o grado de producción por unidad de trabajo, superficie de la tierra o equipo industrial. En la economía, es la relación entre lo producido y los medios empleados (mano de obra, materiales, energía) por eso se asocia a la efectividad y al tiempo. Cuanto menor sea el tiempo que se lleve conseguir lo deseado, más productivo es el sistema.
A través de la productividad se evalúa la capacidad de un sistema para elaborar los productos y el grado en que aprovechen los recursos. La mejor productividad supone mayor rentabilidad de una empresa. También puede entenderse productividad en términos de empleados es sinónimo de rendimiento. La productividad es, sobre todo, una actitud de la mente. Ella busca mejorar continuamente todo lo que existe. Está basada en la convicción de que uno puede hacer las cosas mejor hoy que ayer y mejor mañana que hoy. Además, ella requiere esfuerzos sin fin para adaptar actividades económicas a condiciones cambiantes aplicando nuevas teorías y métodos.
La productividad va relacionada con la mejora continua del sistema de gestión de la calidad y gracias a este sistema de calidad se puede prevenir los defectos de calidad del producto y así mejorar los estándares de calidad de la empresa sin que lleguen al usuario final. La productividad va en relación a los estándares de producción. Si se mejoran estos estándares, entonces hay un ahorro de recursos que se reflejan en el aumento de la utilidad.
En el México de hoy es indispensable que como cultura se desarrollen hábitos, valores, actitudes, destrezas y conocimientos, en suma, competencias que permitan hacer conciencia sobre la forma en que las decisiones y la actitud que se asume ante el trabajo y en nuestro caso, como educadores el impacto que tiene nuestro proceder profesional en la vida de cada uno de nuestros alumnos para que puedan insertarse a la sociedad de una manera productiva, tanto en la vida personal como en la laboral.
Situación que se torna más compleja cuando pensamos en la edad de los niños que cursan nuestro nivel, porque por años vincular los términos económicos-administrativos con los educativos, en una época en que el concepto mismo de educación ha venido cambiando en el devenir histórico.
En la Conferencia Mundial sobre Educación para Todos (Jomptien, Tailandia; marzo 1990), se especifica que tanto los niños como los jóvenes y adultos tienen derecho a la educación. Se afirma también que el aprendizaje comienza desde el nacimiento y que, en consecuencia es necesario extender las actividades de educación inicial a todos los niños y las niñas, sobre todo a los pobres en desventaja; aquellos que por vivir en lugares muy alejados no tienen acceso a este servicio, creando programas que involucren a la familia, la comunidad e instituciones diversas.
La educación básica se constituye actualmente en una necesidad social inherente a su desarrollo, constituye además un requisito indispensable para garantizar la atención de la niñez de manera que ésta ha trascendido de un simple cuidado y custodia a una medida realmente educativa, a un derecho de la niñez en el mundo. Esto en torno de una sociedad que desde muy temprana edad está poniendo a los niños ante desafíos sociales que las familias habrán de enfrentar.

Entonces, surge una interrogante que a los profesionales de la educación nos tiene preocupados y, por ende, ocupados en buscar las estrategias más adecuadas para lograr impactar en la educación de los infantes durante sus primeros años de infancia, así es que nos cuestionamos ¿Qué clase de niño debemos formar? ¿Para qué educar? ¿Qué es educar? ¿Cómo educar productivamente?

El concepto de educación ha sido un término que se ha definido a lo largo de la historia de diferentes maneras y que ha ido evolucionando en relación directa con la expectativa social que se tiene del ser humano que conforma la sociedad.
Pedagógicamente el Diccionario de las Ciencias de la Educación afirma que el análisis etimológico pone de manifiesto que educación proviene, fonética y morfológicamente, de educare, que significa conducir, guiar u orientar; pero semánticamente recoge desde el inicio también, la versión de educere, que se refiere a hacer salir, extraer, dar a luz.
Con ello, desde la más antigua tradición, han coexistido dos modelos conceptuales básicos: un modelo directivo o de intervención vinculado directamente con la versión semántica de educare; y otro modelo de desarrollo o "extracción" referido a la visión de educere.
Actualmente y acorde a las política educativas educación hace referencia a un término más factible refiriéndola como la preparación para la vida que a cada ser humano le toca vivir y que debe estar sustentada en los que Delors denomina los cuatro pilares de la educación: aprender a ser, aprender a hacer, aprender a conocer o aprender y aprender a convivir. (UNECO, 2006)
La educación preescolar en nuestro país está viviendo un momento histórico que se refleja en la Reforma Curricular y Pedagógica de la Educación Preescolar y con ello las educadoras en servicio están siendo protagonistas de este evento, de allí la importancia de realizar encuentros de las experiencias vividas en los planteles que brindamos ese servicio.
Ser docente de educación inicial y preescolar es un reto al que debemos hacer frente de una manera creativa y propositiva, en donde las prácticas cotidianas deben de constituir una oportunidad de aprendizaje que les permita a los niños poner en juego sus capacidades de manera que favorezcan las competencias sociales, afectivas, cognitivas, motoras, y así, contribuir con su desarrollo integral.
Y que en la historia de la educación preescolar se reclama la necesidad de superar "una visión que minimiza la función de la educación preescolar al considerarla como un espacio de cuidado y entretenimiento de los niños, carente de metas y contenidos educativos valiosos, o bien como un nivel exclusivamente propedéutico" (SEP, 2004, p. 11), máxime si se tiene la convicción de que los primeros años de vida son determinantes en el desenvolvimiento personal y social de todo ser humano.
Situaciones que ubican el quehacer docente de las educadoras en servicio ante una realidad demasiado comprometedora que exige de una constante actualización para lograr comprender el paradigma educativo que plantea dicho programa, y que solo en la medida en que las protagonistas de esta nueva historia estemos dispuestas a confrontar nuestras prácticas con la intención de diversificar nuestra intervención educativa podremos hacerlo.
Hecho que se torna indispensable pues el trabajo con los niños de hoy implica reconocer que "la acción de la educadora es un factor clave para que los niños alcancen los propósitos fundamentales; es ella quien establece el ambiente, plantea las situaciones didácticas y busca motivos diversos para despertar el interés de los alumnos e involucrarlos en actividades que les permitan avanzar en el desarrollo de sus competencias...con la reforma curricular se busca también fortalecer el papel de las maestras en el proceso educativo; ello implica establecer una apertura metodológica, de tal modo que teniendo como base y orientación los propósitos fundamentales y las competencias que señala el programa, la educadora seleccione o diseñe las formas de trabajo más apropiadas según las circunstancias particulares del grupo y el contexto donde labore" (SEP, 2004, p. 8)
Sin duda, una gran responsabilidad que lograremos sortear si nos damos la oportunidad de generar espacios de reflexión, yo hoy tengo la convicción que de un momento de reflexión en cualquier momento del ciclo escolar, no solo es pensar en qué me salió bien; qué me gustó o no; qué me dejó satisfacción o insatisfacción, tengo la certeza de que es justo el tiempo de preguntarme: ¿CÓMO ME PUEDE SALIR MEJOR?
Ante esto, debemos de superar la postura pedagógica de "yo explico y ellos aprenden", sino reconocer que gracias a la intervención educativa que tenga la educadora se contribuirá al desarrollo integral de niños en edad preescolar, y que la responsabilidad radica en el diseño de un ambiente de aprendizaje que propicie oportunidades de aprendizaje que contribuyan con su desarrollo.
Sin duda, esto representa un reto supremo, en el que el papel de la educadora es un factor clave para que los niños transiten al logro de los propósitos fundamentales que establecen las política vigentes y es entonces cuando cabría preguntarse ¿qué clase o tipo de educadora es quien puede lograr esto?.
Durante mucho tiempo se ha dicho que el éxito de esto es porque la docente de preescolar tiene la capacidad de reflexionar, de ser UNA DOCENTE REFLEXIVA; y entonces me pregunto ¿qué antes no éramos reflexivas?
Ser un docente reflexivo es algo más que ser capaz que darnos cuenta si lo hicimos bien o si lo hicimos mal, es simplemente, una oportunidad para esforzarnos a ser mejores, sí, pero, ¿cómo?
Consciente que no hay recetas mágicas para lograrlo es que me pongo a pensar qué es lo que he aprendido a lo largo de 25 años de vida profesional y justo en ese momento es que recuerdo algunas aportaciones teóricas que conforman a la maestra que soy hoy.
John Dewey (Zeichner, 1996) afirma que todo maestro reflexivo debe tener tres actitudes básica: mente abierta, honestidad y responsabilidad; por otra parte, sé que es necesario pensar antes, durante y después de mi actuar, pero ahora me pregunto: ¿cómo? Y recuerdo entonces haber aprendido que tengo que iniciar por describir mis prácticas, es decir, detenerme con esas tres actitudes básicas a mirar que es lo que hago.
¿De acuerdo?, una vez que hayamos pensado qué hicimos, es necesario resignificar lo que hago, esto significa permitirnos pensar en por qué hago lo que hago; una vez que ya le di sentido a mi práctica será necesario darme la oportunidad de voltear va mirar lo que otros hacen, es decir, confrontar las prácticas de los demás con lo que yo he venido haciendo, porque es precisamente allí en donde encontraré una manera de hacer las cosas de una manera diferentes; esto es, podré reconstruir mi actuar profesional.
Para todo esto es indispensable tener siempre presente los principios pedagógicos, pues en ellos la educadora encuentra el sustento a su trabajo educativo cotidiano y se pretende que brinden un referente conceptual común sobre algunas características de los educandos y de sus procesos de aprendizaje, como base para orientar la organización y el desarrollo del trabajo docente, así como la evaluación del aprendizaje y de las formas en que se propicia; además de constituir un referente para reflexionar sobre su propia práctica. (SEP. 2004:31)
Ante esto, la labor docente requiere de una planeación responsable y reflexiva que contribuya realmente al desarrollo de las potencialidades de los infantes a su cargo; con lo que la planificación de la intervención educativa es un tema de especial importancia para lograrlo.
Planificar significa –señala Salinas Fernández- pensar "sobre lo que se puede hacer" y se determina por las percepciones que tiene el docente "sobre lo que se debe hacer" (Aquino, 1999: 212); esto permitirá tomar decisiones sobre que han de aprender los alumnos, la estrategia que resultará útil, el tiempo, el espacio, en suma, en el ambiente de aprendizaje que es necesario crear para que los infantes desarrollen sus competencias.
Por su parte, también son muchos los estudios recientes que sustentan un cambio de paradigma sobre las formas en que los niños preescolares aprenden, dando así, una especial importancia a lo determinantes que resultan los primeros cinco años de vida del ser humano en cuanto al desarrollo cerebral y la disposición para aprender permanentemente durante toda la vida y debemos partir de reconocer que "actualmente se puede sostener que existe una perspectiva más optimista sobre lo que típicamente los niños saben y obre lo que pueden aprender entre los cuatro y cinco años y aun a edades más tempranas, siempre y cuando participen en experiencias educativas interesantes que representen retos a sus concepciones y a sus capacidades de acción en situaciones diversas" (p. 11)

Dichas experiencias requieren de capacidades fundamentales para poder desempeñarse eficazmente en diversos contextos, como por ejemplo, el autoconcepto, las pautas de relación con los demás, pero sobre todo es necesario hacer énfasis en el desarrollo de sus capacidades para conocer el mundo, pensar y aprender permanentemente, y hace referencia a la curiosidad, a la atención, la observación, la formulación de preguntas y explicaciones, la memoria, el procesamiento de información, la imaginación y la creatividad.

Todas estas capacidades deberían de estar siendo la prioridad de todos y cada uno de los profesionales de la educación preescolar que atienden a los niños a quienes pretendemos fomentar el deseo, la motivación y el interés por aprender.

Motivación que ha de generarse desde el desarrollo y fortalecimiento de nuestras propias competencias profesionales, entre las que destaca en la política educativa actual de ser capaz de "organizar su propia formación continua, involucrándose en procesos de desarrollo personal y autoformación profesional, así como en colectivos docentes de manera permanente, vinculando a ésta los desafíos que cotidianamente le ofrece su práctica educativa". (SEP, 2010: 19)


Con todo lo anterior, es fácil concluir que el verdadero responsable del éxito escolar al aspirar potenciar las competencias del futuro es, sin duda, la profesional de la educación que tiene un compromiso consigo misma, con la sociedad quien confió en ella y por supuesto, con su país.

Hoy se concibe a un profesional de la educación productivo que contribuya a la construcción de una sociedad con personas cuyo desarrollo pleno e integral que fortalezcan capacidades necesarias para tener una acceso a las oportunidades, el bienestar, la libertad, la felicidad, y el ejercicio de los derechos. (SEP, 2010, p. 11)

De allí mi firme convicción, de que Tú haces la diferencia… "Porque yo confío que tú sabes que la mejor estrategia de aprendizaje es el amor"

LISTA DE REFERENCIAS:

Aubert, a. et. Al. (2004) Dialogar y Transformar. Pedagogía crítica del siglo XXI, Barcelona: Grao.

Carballal, E. (s/f) "Conceptos moderno de productividad". Documento mimeografiado.

Conferencia Internacional del Trabajo (2000) conclusiones sobre la formación y el desarrollo de los recursos humanos. 88ª. Reunión Ginebra, OIT.

Real Academia Española (2009) Diccionario de la Lengua Española. RAE.

Secretaría de Educación Pública (2004) Programa de Educación Preescolar 2004. México: SEP.

Secretaría de Educación Pública (2010) Curso Básico de Formación
continua para Maestros en Servicio. Planeación didáctica para el desarrollo de competencias en el aula 2010. México: SEP.

Zeichner, Kenneth y Daniel P. Liston (1996) Raíces históricas de la enseñanza reflexiva: Nueva Jersey: Lawrence Eribuaum Associetes



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